El libro salvaje

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El libro salvaje

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  • El libro salvaje JUAN VILLORO j

    I L U S T R A D O POR GABRIEL M A R T N E Z MEAVE

  • Sistema de clasificacin Melvil Dewcy DGMF,

    808.068 V196 2011 Villorojuan

    El libro salvaje I Juan Villoro; ilus. de Gabriel Martnez Meave. Mxico : SEP : FCE, 2011. 239 p. : il. (Libros del Rincn)

    ISBN: 978-607-469-863-3 SEP

    1. Literatura mexicana. 2. Novela. 3. Literatura infantil y juvenil. I. Martnez Meave, Gabriel, il. II. t. III. Ser.

    Del texto: Juan Villoro, 2008

    De las ilustraciones: Gabriel Martnez Meave, 2008

    Primera edicin SEP / Fondo de Cultura Econmica, 2011

    D.R. Fondo de Cultura Econmica, 2011 Carretera Picacho Ajusco 227, Bosques del Pedregal, 14738, Mxico, D.F.

    D.R. Secretara de Educacin Pblica, 2011 Argentina 28, Centro, 06020, Mxico, D.F.

    ISBN: 978-607-16-0852-9 Fondo de Cultura Econmica ISBN: 978-607-469-863-3 SEP

    Prohibida su reproduccin por cualquier medio mecnico o electrnico sin la autorizacin escrita de los coeditores.

    Impreso en Mxico

    DISTRIBUCIN GRATUITA-PROHIBIDA SU VENTA

    ndice La separacin El frasco de hierro El to Tito Libros que cambian de lugar Los remedios de la farmacia Controla tu fuerza La historia que cuenta un libro no siempre es igual Los libros de sombra El libro salvaje La historia se borra Un enemigo El libro pirata El prncipe manda Tito cocina novelas Catalina en la biblioteca El tiempo y las galletas Motores que no hacen ruido ^Jna radiacin en zig-zag Kl Club de la Sombra Ella carnada ms suculenta Lo que empieza cuando algo termina

    9 18 28 38 53 62 72 78 91

    104 116 126 136 147 156 166 181 192 203 215 221

  • La separacin

    Voy a contar lo que ocurri cuando yo tena 13 aos. Es algo que no he podido olvidar, como si la historia me tuviera tomado del cuello. Puede sonar extrao, pero incluso siento las "manos" de la historia sobre m, una sensacin tan precisa que hasta s que se trata de manos con guantes.

    Mientras la historia sea un secreto, me tendr prisionero. Ahora que comienzo a escribir experimento un ligero alivio. Las "manos" de la historia siguen sobre m, pero un "dedo" ya se ha soltado, co-mo una promesa de que estar libre cuando termine.

    Todo empez con un olor a pur de papa. Mi madre haca pur cuando tena algo de qu quejarse o estaba de mal humor. Tritura-ba las papas con ms esfuerzo del necesario, con verdadera furia. Eso la ayudaba a relajarse. A m siempre me ha gustado el pur de papa, aunque en mi casa tuviera sabor a problemas.

    Aquella tarde, en cuanto ol el vapor que sala de la cocina, fui a ver cmo estaban las cosas. Mi madre no advirti mi presencia.

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  • cho a los 13 aos que yo era un nio, me habra puesto furioso. Yo me senta como un hombre joven. Mi conejo de peluche estaba ah porque le tena cario. Pero poda dormir sin l y poda defenderme solo. Ni siquiera cuando tena el "sueo escarlata" me lo llevaba a la cama. El conejo me miraba desde su rincn, con un ojo ms bajo que el otro. No le peda ayuda pero pasaba mucho tiempo an-tes de que pudiera volver a dormirme.

    En las noches de pesadilla despertaba con mucha sed. Si ya me haba acabado el agua que mi madre colocaba en el bur, no me atreva a ir a la cocina, como si se fuera el lugar del "sueo escarlata".

    Entonces trataba de distraerme con los pases del mapamun-di. Mi favorito era Australia, pintado del color de un chicle bomba. Mis tres animales preferidos eran australianos: el koala, el cangu-ro y el ornitorrinco.

    Lo que ms me gustaba de los koalas era la forma en que se sos-tenan de los rboles. Me abrazaba a la almohada, como si fuera un koala, hasta quedarme dormido, con la luz encendida.

    Tal vez porque estaba creciendo se me ocurran cosas de terror. A mis amigos del colegio les gustaban las historias de fantasmas y vampiros. A m no me gustaban, pero tena ese sueo terrible.

    Una noche despert an ms sobresaltado. Prend la luz y me vi las manos, temeroso de que estuvieran manchadas de sangre. Slo tena las marcas de tinta con las que haba vuelto del colegio. Vi el ma-pamundi y, antes de que pudiera pensar en pases lejanos, o un

    l

    sollozo. Vena del pasillo y tena el tono inconfundible de ini madre. Esta vez me atrev a salir. El llanto era ms importante que mi pe-

    sadilla y camin descalzo al cuarto de mis padres. Ellos dorman en camas separadas. Las cortinas estaban abiertas

    y la luz de la Luna entraba al cuarto, sobre la cama de mi padre, que era la ms prxima a la ventana. He visto muchas canias desde entonces pero ninguna me ha impresionado de ese modo: mi pa-dre no estaba all.

    Mam lloraba, con los ojos cerrados. No se dio cuenta de que yo estaba en el cuarto. Fui a la cama de mi padre, la abr y me met ah. Respir un olor delicioso, a cuero y locin, y me qued dormi-do en el acto. Nunca descans mejor que esa noche.

    Al da siguiente, a ella no le gust verme dormido en la cama de mi padre. Le dije que era sonmbulo y que haba llegado ah sin sa-berlo.

    Lo que me faltaba! exclam mi madre: un hijo sonm-bulo!

    En el camino a la escuela, mi hermana Carmen se burl de m, porque caminaba dormido. Luego me pregunt si le poda ensear a ser sonmbula. Carmen tena 10 aos y crea todo lo que yo deca. Le expliqu que perteneca a un club que se reuna por las noches: recorramos las calles sin dejar de dormir.

    Cmo se llama el club? me pregunt Carmen. El Club de la Sombra se me ocurri de pronto. Y yo puedo entrar?

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  • Antes tienes que superar varias pruebas. No es tan sencillo le contest.

    Carmen me pidi que una noche la despertara para llevarla al club. Promet hacerlo, pero naturalmente no lo hice.

    Preocupada de que yo fuera sonmbulo, mam habl con su ami-ga Ruth, que haba vivido en Alemania durante la segunda Guerra Mundial y haba presenciado cosas ms espeluznantes que un nio sonmbulo. Cuando mi madre hablaba por telfono con Ruth, se tranquilizaba con historias peores que la suya. Nuestra vida no era perfecta, pero al menos no nos bombardeaban.

    Cuando regres del colegio mi madre hablaba por telfono con Ruth. Sin embargo, esta vez el aire ola a pur de papa. Las terribles historias de su amiga no lograron tranquilizarla.

    Fui a dejar mi mochila al cuarto. Hice pip y me lav las manos (las malditas manchas de tinta seguan ah). Me dirig a la cocina, de donde sala ese olor estupendo que sin embargo siempre traa problemas.

    Me detuve en la puerta y vi a mi madre llorar en silencio. Luego hice la pregunta que haba repasado mil veces en la escuela:

    Dnde est pap? Ella me vio a travs de las lgrimas. Sonri como si yo fuera un

    paisaje bueno y estropeado. Tenemos que hablar fue su respuesta, pero no dijo nada. Si-

    gui aplastando las papas, encendi un cigarro, fum de manera confusa y la ceniza cay sobre el pur.

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    Yo me qued como una estatua hasta que ella dijo: Tu padre va a vivir un tiempo fuera de la casa. Rent un es-

    tudio. Tiene mucho trabajo y nosotros hacemos demasiado rui-do. Cuando termine ese trabajo, se va a ir a Pars, a construir un puente.

    Algo me hizo pensar que mi padre no iba a volver nunca a la ca-ma que vi bajo la luz de la Luna.

    Mi madre se arrodill y me abraz. Nunca me haba abrazado as, arrodillada en el piso.

    No te va a pasar nada, Juanita me dijo. Cada vez que me deca Juanita suceda algo terrible. No era un

    nombre de cario sino un nombre de crisis, el pur de papa de los nombres.

    No me preocupaba que me pasara algo a m sino que le pasara al-go a ella. Quera que sonriera como cuando pasaba por m al cole-gio y yo saba que era la ms guapa de todas las madres.

    No te preocupes contest: yo estoy contigo. Fue lo peor que poda decirle. Llor ms que nunca y me abra-

    z con muchsima fuerza hasta que el pur de papa con ceniza se quem en la estufa.

    Mi hermana lleg ms tarde porque tena clase de piano y nos en-contr comiendo pizza. Para ella la tarde fue muy divertida. Mam no tena apetito y dej que Carmen comiera todo lo que quisiera.

    Tengo algo que decirles mam habl como si masticara cada palabra: pap sali de viaje.

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  • A Carmen esto le pareci genial porque pens que pap le iba a traer un peluche.

    Me dio tristeza ver a mi hermana contenta por no saber la verdad, pero hubiera hecho cualquier cosa porque nunca la supiera.

    En esa poca no estaba de moda el divorcio. Ninguno de mis ami-gos tena padres divorciados. Sin embargo, yo saba que eso poda suceder. Haba visto una pelcula muy divertida sobre un nio que se la pasa de maravilla porque tiene dos casas y logra que lo con-sientan mucho en las dos.

    Mis padres no se peleaban pero tampoco hablaban como si se quisieran. Nunca se daban un beso ni se tomaban de la mano.

    Una tarde, revolviendo papeles en el escritorio de mi padre, en-contr una carta dentro de un libro. El sobre tena dibujos estu-pendos: espirales rosas, asteriscos azules, relmpagos en verde zig-zag. Pareca la portada de un disco de rock.

    El sobre contena una carta. Era de una amiga que quera mucho a mi padre y esperaba viajar con l a Pars. Sent un hueco en el es-tmago y le di la carta a mi madre.

    Esto fue dos meses antes de que se nos quemara el pur de papa. A veces pensaba que ella se haba puesto triste por mi culpa. Todo haba sucedido porque yo le entregu la maldita carta.

    Te vas a divorciar? le pregunt a mi madre, cuando Carmen no nos oa.

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    Yo no quera divertirme en dos casas como el nio de esa pelcu-la. La verdad, tampoco quera ver a mi padre. Quera que regresara para que mi madre estuviera contenta. Nada ms.

    No s qu va a pasar. Pap los quiere mucho, eso es lo impor-tante.

    A m no me importaba que me quisiera. Yo quera que la quisiera a ella. Fui a mi cuarto a hacer un juramento importante. Tom el mapamundi y ante el mapa de Australia jur que en esa casa ba-mos a ser felices, aunque me costara mucho trabajo lograrlo.

    Esa noche no tuve pesadillas pero tampoco pude dormir. Fui al cuarto que haba sido de mis padres, donde ahora sobraba

    una cama. Bueno, cre que sobraba una cama. Me iba a acostar ah cuando vi que Carmen se me haba adelantado. Como siempre, pa-reca muy contenta. Tal vez soaba que la admitan en el Club de la Sombra.

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  • El frasco de hierro

    Mi madre empez a dejar cigarros por todas partes. Ni siquiera los fumaba completos. Estaba tan nerviosa y haca tantas llama-das telefnicas que los cigarros se juntaban en montoncito en el cenicero sin que ella acabara de fumar uno solo. Haba seales de humo en cualquier sitio, como si viviramos en un campamento pielroja.

    Todo ola a ceniza y a pur de papa. Durante la semana de se-paracin, comimos albndigas con pur de lunes a sbado. El do-mingo, mi madre nos dej con su amiga Ruth, que nos dio unas salchichas alemanas deliciosas, espolvoreadas con algo que yo no conoca: nuez moscada.

    Mi madre pas tardsimo por nosotros. Carmen ya estaba dormi-da, abrazada a su castor de peluche. Yo me caa de sueo pero al-canc a or la conversacin entre mi madre y su amiga:

    Lo peor son las vacaciones dijo mi madre; no s qu ha-cer con ellos.

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    "Ellos" ramos Carmen y yo. Algo saldr dijo Ruth. Yo me puedo quedar con la Pinta. La Pinta era nuestra perra, raza maltes, color blanco y negro. Me

    sorprendi, y en parte me tranquiliz, que Ruth ofreciera quedarse con la perra y no con nosotros.

    Por qu no podamos pasar las vacaciones en casa? Faltaban dos semanas para el fin de cursos. En el colegio ya estudibamos po-co. El maestro haba dejado de tener prisa; nos daba un papel para que dibujramos cualquier cosa, durante varias horas. Luego cant-bamos canciones muy largas y no le importaba que nos equivocra-mos. Era como si las clases de verdad ya hubieran acabado y slo es-tuviramos ah por compromiso, llenando los das que faltaban para el verano, las "vacaciones grandes", como les decamos nosotros.

    El mejor momento de la vida era el primer da de vacaciones. El sol entraba de otro modo al cuarto. Un sol animoso, color miel, que calentaba las cortinas y haca saber que venan dos meses sin escue-la. En ese primer da poda pasar cualquier cosa, como si la luz lle-gara de Australia y sus desiertos de arena rojiza.

    Si dejas de comer durante un ao algo que te gusta muchsimo (chocolate o espagueti o pollo rostizado) y de pronto vuelves a pro-barlo, te gusta todava ms que antes. As era el primer da de vaca-ciones.

    Pablo, mi mejor amigo, viva a dos calles de la nuestra. Haba-mos planeado muchos juegos para el verano, incluyendo entrar a una casa abandonada que tena las ventanas rotas y donde vivan

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  • gatos salvajes. Iba a ser el mejor verano de mi vida. Pero Mam te-na otros planes.

    Una tarde regres de jugar con Pablo y encontr el pasillo lleno de cajas:

    Las cosas de tu padre explic Mam. Me asom a una caja y vi libros. Mi padre estudi ingeniera y

    haba escrito un libro de ttulo muy raro: Puentes devoladizo. Me expli-c que as se llaman los puentes que se parten en dos y se alzan para que puedan pasar los barcos.

    Pens que l ira por sus cosas, pero poco despus llegaron dos cargadores y se llevaron todo en un santiamn.

    Las cosas van a ir a una bodega, en lo que tu padre regresa de Pars.

    No iba a rentar un estudio? Va a construir un puente en Pars. Tal vez iba a construir un puente, pero tambin iba a ver a esa ami-

    ga que le envi la carta. Los dibujos que ella haba hecho en el sobre me gustaron mucho, pero odiaba que mi padre se fuera con ella.

    Tambin odi que mi padre construyera un puente all. Segura-mente se trataba de un puente que se levantaba para que pasaran los barcos. sa era su gran especialidad. Yo prefera los puentes que no se separaban y seguan fijos, conectando dos orillas.

    No me import que sus libros aburridos se fueran de la casa.

    Mi madre tomaba pastillas color azul cielo contra el dolor de cabe-

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    za. Luego supimos que no tena simple dolor sino un padecimiento ms fuerte llamado jaqueca.

    Tambin padeca gastritis. El jugo de naranja le caa muy pesado y lo beba con un popote hecho de vidrio para no tomar aire (que por lo visto le caa an ms pesado). Era tan guapa que se vea bien incluso cuando tomaba jugo, aunque pona una cara como si bebie-ra vidrio, vidrios rotos que la destrozaban por dentro.

    Cada tercer da me mandaba a la farmacia a que le comprara re-medios para la jaqueca o la gastritis. Cuando bamos a casa de la abuela ella le deca:

    Es por el cigarro. La culpa de todo la tiene el cigarro. Pero mi madre no poda dejar de fumar, y menos con tantos pro-

    blemas encima. Cuando la abuela hablaba mal del tabaco, mi ma-dre cerraba un ojo como un pistolero a punto de disparar, encenda un cerillo con un rpido movimiento de experta en fuegos y fuma-ba con una intensidad especial. Luego se comunicaba con nosotros al estilo pielroja. De su boca salan seales de humo que queran decir: "Hago lo que me da la gana".

    Una noche so que entraba en la casa abandonada, siguiendo un gato blanco. En todas partes haba fogatas hechas con muebles. Llegaba al saln principal, donde arda una mesa muy grande. En un sof estaba mi padre, leyendo el peridico. De pronto, el peridico comenzaba a arder pero l no haca nada: vea el fuego como si fuera una noticia. Despert antes de que las llamas llegaran a sus manos.

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  • Pens que mi padre prefera vivir en una casa abandonada, con los muebles y el peridico ardiendo, que vivir con nosotros. Me eno-j mucho con l y le pegu a mi almohada hasta que no pude ms. Luego imagin que yo era un koala y abrac la almohada como si fuera mi rbol. Haba llorado y la funda estaba hmeda. Tal vez por eso so que llova mucho en el bosque australiano donde yo lleva-ba una vida de koala feliz.

    Me encantaba meterme en la cama con las sbanas recin cambia-das, la fresca maravilla de estar ah.

    Con los problemas que tenamos desde que mi padre se fue, pa-saron das y das sin que me cambiaran las sbanas. Al principio no me di cuenta, pero una noche me pregunt si algn da las sbanas volvera a oler a burbujas.

    Carmen tambin lo not y le puso a sus sbanas unas gotas de champ para que olieran como nuevas.

    Para que no vieran que haba llorado, mi madre usaba lentes oscu-ros. Pareca alguien de la mafia. Sobre todo cuando llevaba un ci-garro en la boca y una paoleta en la cabeza. Pero se vea bien. Las mujeres maosas pueden ser guapas.

    Faltaban slo dos das para las vacaciones cuando nos dijo: Tenemos que hablar. Fuimos al comedor donde ella rebanaba un meln. En los lti-

    mos das estaba tan nerviosa que se cortaba al preparar cualquier

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    cosa. Cada vez que cocinaba sacaba la caja de curitas, segura de que se iba a lastimar. Luego se pona alcohol y esto haca que la ce-na supiera a farmacia.

    Tuve miedo de que se rebanara un dedo mientras hablaba con nosotros. Por suerte, solt el cuchillo y dijo:

    La Pinta va a pasar las vacaciones en casa de Ruth. Habl como si fuera normal que los perros salieran de vacaciones. Y nosotros? pregunt Carmen. Esta parte le cost ms trabajo a mam. Las palabras salieron de

    su boca como si estuvieran hechas de algodn: Los Bermdez te quieren mucho respondi mam. Leila Bermdez era la mejor amiga de mi hermana. Como siem-

    pre, Carmen qued feliz con la solucin. Si estuviera en un barco a punto de naufragar, estara muy contenta de subir a un bote infla-ble. En los peores momentos encuentra algo fantstico.

    Como a ella la mandaron con su mejor amiga, pens que me mandaran a casa de Pablo. Pero mi madre dijo:

    Vas a ir con to Tito. Por qu? l lo pidi. Prefiero ir con Pablo. O con la abuela. Pablo tiene cuatro hermanos. No hay lugar para ti. En cuanto a

    la abuela, est demasiado vieja para atender a otra persona. Prefiero ir con otra gente. Por qu?

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