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E. G ! MEZ CARR] L LO

Pág inas Escog'

das

O BRA

ADO P TADA COMO TEXTO DE LECTU RA

EN ALGU NAS ESCUELAS DE AMER ¡CA

PAR Í S

CASA ED ITOR IAL GARN IER HERMANOS

6, RU E DES SAINTS—PERES, 6

LA PS ICOLOGÍA DEL V IAJERO

La añc1on por los viaj es va convi rt1endosc,

según las estadísticas de las agencias ferroviarias y marítimas, en una pasión inquietante . Lode inquietante no son las agencias las que lo dicen . Son los psicólogos, son los filósofos, son los

Porque esos doctos directores espirituales de nuestro siglo laico , están muy tentados de creer que el viaj e, como método de estudioy de penetración intelectual, no tardará muchoen hacer bancarrota .

Ellos eran, sin embargo , los que, ayer, nosaseguraban que el único medio de conocer alospueblos lej anos y de establecer corrientes desimpatía cosmopolita, es entablar relaciones directas con los países extranj eros . Id á Aleman ia, i d a Inglaterra, id a Italia y veréis lo que enel fondo son los hombres en esos países . Perohoy, a causa del triunfo inesperado del naciona;li smo literario , ya no nos dicen eso , sino que,casi, casi, nos dicen lo

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Hay que leer, en efecto , el capitulo que cierrael último libro de viaj es de Paul Bourget, paracomprender la gran des i lusión de los que buscaban una enseñanza f i losóf1ca en las excursioneslej anas .

¿Para qué viaj ar, se pregunta, puesto que jamás podemos conocer las almas de los hombresde otros países? ¿Para qué ir a lugares remotosen busca de documentos humanos, puesto que nisiquiera somos capaces de descifrar los documentos de nuestra propia patria, de nuestra propiafamilia, de nuestro propio ser?… El conócete á tími smo de los griegos, es una fantasía engañadora .

No nos conoceremos nunca, como nunca conoceremos á nuestros semej antes .

Una de las pruebas que Bourget aduce parademostrar nuestra ceguedad , es la divergenciaentre los diversos análisis de un tipo cualquierade los más profundamente estudiados por losnovelis tas modernos . Luego agrega

¿Cómo tener, pues, la presuntuosa pretens ¡ on de ver, en tres meses o en un año , el interiorde las almas extranj eras, es decir, de almas diferentes á las nuestras?…Es una locura, en efecto , eso de querer, como

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aquel gran poeta que se llamó Hipólito Taine,sorprender el fondo de un pueblo por los signosexteriores de su vida . Lo exten or, el barniz, escasi uniforme en el mundoentero . Las levitas ylos sombreros hongos, han nivelado el tipo humano . En Londres como en Berlín, y en NuevaYork como en Buenos Aires, el hombre vive delmismo modo , se viste delmismo modo , habla delmismo modo y en las cuestiones generales piensapoco más ó menos del mismo modo . El cuerpo yel cerebro , obedecen á la fuerza formidable dela solidaridad cosmopolita . Pero hay algo máspersonal que la fisonomía, algo más íntimo quelas ideas, y eso no está ni estará nunca nivelado ,porque eso es el sentimiento , el alma, el instinto .

Á medida que he viaj ado dice Bourgethe ido adquiriendo la convicción de que , entrelos pueblos, la civilización no ha establecido sino semej a

'

nzas superficiales . En cuanto al fondo ,cada raza conserva el suyo . Yo personalmentehe trabaj ado mucho para tratar de conocer elalma inglesa . He vivido en Oxford, con estudiantes y fellows ; en Londres, con literatos y hombres de salón ; en Irlanda, con clérigos y landlords ; en Escocia, con turistas y negociantes ;en Florencia, con estetas . Pues bien si tuvieraque resumir mis impresiones, me tendría quecontentar con decir que noventa y nueve vecespor ciento , hay entre un anglo-saj ón y un galoromano una diferencia de sentimientos y de ideas

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invencibles . Ya lo veis… Y si esto acontece áquien

,después de una larga preparación estu

diosa, se consagra durante años y años a escud riñar una sola alma extranj era, qué debieramos decir los petulantes psicólogos que tenemosla increíble ingenuidad de creer que con sólo llegar, y ver, y oir, y mezclam os al coro vocinglero ,y poner puntos interrogadores en cada esquina,ya tenemos bastantes elementos para reconst i tui r un alma colectiva?… En realidad, paradarse uno cuenta de los sentimientos que animanaun pueblo , más que un viaj e de un año , sirve unaño de estudio . Oyendo a través de los l ibros lasconfesiones de las masas extranj eras se llega, pocoa poco , á comprender los arcanos que les interesan . En cambio , cuando se procede como Jules I—luret , modelo admirable de enquéteur periodístico , lo único que se logra, después de visitartodas las ciudades, y de interrogar atodos los notables , y de asistir a todas las fiestas, es dar uncuadro verídico , pero incompleto , del país quese estudia .

¡Vea usted cuánto detalle dicen los queleen las páginas admirables sobre Alemania, queel Figaro publicó en folletín . ¡Vea usted cuánto documento Este Huret es un verdadero j uezque instruye el proceso de un pueblo y lo examina en todas sus fases . Nada escapa a su espíri tu

penetrante . Desde el canciller del imperio hastael último minero de Westfalia, todos le han dado

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algún elemento . Su obra es , en verdad, to daAlemania .

Y, en verdad, es toda Alemania, mas sin alma .

Por mi parte, yo no busco nunca en los librosde viaj e el alma de los países que me interesan .

Lo que busco es algo más frívolo , más sutil , máspositivo la sensación .

Todo viaj ero artista, en efecto, podria titularsu libro Sensaciones . Porque así como la novela, según Zola, no es más que la vida vista através de un temperamento , el cuadro lej ano esuna imagen interpretada por un visionario .

Comparando descripciones hechas por autores diferentes , de un mismo sitio , se ve la diversidad de las retinas . ¡ Qué digo Un mismo literato llamado areproducir tres veces distintas unaspecto p intoresco de la Naturaleza, hará tresobras que no se parecen entre s i . El experimento pictórico de Claude Monet, que, copiando enveinte ó treinta ocasiones un mismo haz de trigo ,logró realizar veinte ó treinta lienzos deseme

j antes, un Pierre Loti, ó un Maurice Barrés, óun Henri de R egnier, podria renovarlo transportándolo á la literatura . Cada hora del día, cadacapricho del sol , cada cambio de la atmósfera,

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modifica radicalmente el paisaj e . La naturalezaes sensible y variable como una muj er . En Versalles

, una tarde de otoño , se ve la divina meta

morfosi s de las hoj as, y de las fuentes, y de lasflores

,lo mismo que en un teatro se ve el cambio

de las decoraciones . Minuto por minuto , las luces vesperales van matizando con suavidadesacariciadoras los confines de las enramadas . Enlos es tanques, las llamas caí das del ocaso , seapagan una tras otra . Un murmullo misteriosocanta entre las hoj as amarillas la elegía coti d iana de la vida . Y si esto pasa aquí, en este marcoque parece ej ecutado para eterni zar una imagenmuerta de gracia antigua, ¿qué será eu los vibrantes y salvaj es rincones de las selvas lej anas, donde la savia de la tierra hace palpitar con palpitaciones sensuales todo lo que vive? Yo he vis toen América, en la Am érica tropical, días de sol ,en los cuales todo parecía hervir en una formidable hornada, en que los árboles retorcían susramas sin que la más leve brisa las agi tara, enque los troncos rugosos inflában se de substanciami steriosa, en que la tierra mi sma tenía palpitaciones de Yo he vis to también el mar

como lo vió Zaratustra, el mar Índ ico que serompe en los acantilados durante horas y horascon una rabia absurda, y que , de repente, se duerme para soñar pesadillas que lo sacuden con roncas Yo he visto , en el Extremo Oriente, playas de azul y de oro , en las cuales las ou

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das parecen juguetonas encaj eras que se ríen haciendo y deshaciendo los tenues flecos de sus labores… Yo he visto montañas milenarias llenasde arrugas , cubiertas de pústulas, que agonizanen el Y lo único que no he vistonunca, es un paisaj e muerto , un paisaj e quieto ,un paisaj e invariable .

A medida que la humanidad se afina, este solo placer de ver paisaj es raros aumenta porfuerza, y obliga

'

á viaj ar. Qué nos importa noconocer el fondo de las almas extranj eras !exclaman los espíritus errantes . Con admirarlos aspectos de la naturaleza, nos basta paragozar.Pero en realidad , ni aun esta esperanza de co

nocer sitios raros ó encantadores sería necesariapara que el número de los viaj eros aumentaracomo hoy aumenta . El placer del viaj e está en elviaj e mismo . ¿No dice un poeta francés que partir c

'

est mour i r un peu Pues es esta sensaciónde muerte ligera, esta impresión de abandonopasaj ero , lo que nos seduce en el viaj ar . Cuandonos Vamos hacia tierras lej anas y transoceánicas, una inconsciente angustia oprime nuestrasalmas . Sin quererlo , nos interrogamos en secreto sobre aquello que puede cambiar durante

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nuestra ausencia . ¿Qué encontraremos al volver,de todo lo que dej amos?… Y nosotros mismos ,

¿volveremos tal cual nos Un filósofopesimista nos dice No ; no volveréis así . No .

El que se va, no vuelve nunca . Quien vuelve esotro , otro que es casi el mismo , pero que no esel mismo . Y esto que parece una paradoj a, noes sino la más melancólica de las verdades . Lasmadres y los amantes lo saben por desgarradoraexperiencia . El hij o que regresa, la novia quevuelve, son seres que traen algo de nuevo . Quécambiados murmuran los que se quedan .

En realidad no es que cambien . Es que son otros .

En viaj e han muerto un poco, y ese poco no resu

cita j amás, por lo mismo que es tan sutil y tanpequeño y tan íntimo .

Los psicólogos exclaman

¡ Eh ¡ no hay que jugar con las palab rasEso que los poetas llaman mouri r un peu, es,al contrario , revivir mucho . En los lugares donde pasamos nuestra existencia, casi no nos pertenecemos á nosotros mismos . Los háb itos, losdeberes sociales, las necesidades ineludibles, loque constituye nuestra vida de todos los días enuna palab ra, nos convierte en prisioneros inconscientes ó en autómatas resignados . Hay que ir atal sitio , hay que hacer tal cosa, hay que expresar tal Y vamos, y hablamos, ycasi no somos nosotros . En cambio , cuando noshallamos solos, lej os de todos nuestros tiránicos

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quehaceres, nuestra alma renace libre, con unsuspiro de supremo placer. ¡Ah, esas primerasnoches abordo de un barco en el cual no conocemos aún anadie ; esas noches en las que nos encontramos solos con nosotros mismos La vi

da anterior aparece entonces como una cosa bo

rrada, casiMuy bien podemos contestar a los ser…

res psicólogos ; pero que sea la vida pasadalo que muere en nosotros, no quiere decir que elpoeta nos haya mentido . El poeta sólo dij o P ar

tir c'

est mour i r un

Naturalmente, con el aumento de los viaj erosy con la moda de la literatura de viaj es, ha nacido toda una p recép t ica del nuevo gusto . AbelBonnard nos explica lo que pudiera llamarse laretórica del viaj ero . Tú que tomas notas de ruta;oye al magister éste . En primer lugar, te dicehuye de toda psicología, puesto que ya sabespor Bourget que las observaciones sobre las soci edades extranj eras no son sino pedantes invenciones . Luego , huye también de las personalidades á la manera clásica y de las confesionesa la manera romántica . ¡Nada de yo ¡Nadade egoísmo ! LO que tú haces, no nos interesa .

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La personali dad del autor dice Bonnarddebe aparecer sin ocupar la atención del lector . Aquella ingenua sencillez con la cual nuestros padres comenzaban sus relatos, diciendoMe embarqué tal dí a con el deseo etc . , es cosaretirad a del comercio de las letras . Hoy el vi aj ero es obj etivo y artista . Cuando es personal ,tiene que ser lírico . LO que su individuo hace ,l o que sus oj os ven en el hotel , lo que le di cen loscicerones, poco 6 nada importa . Lo único quese le permite , es que exhale, en una prosa sensible y armoniosa, las sensaciones de su alma . Unartista del viaj e , debe figurarse que escribe parapersonas que ya conocen el país que describe .

Esto evita los detalles baedekerianos . Ademástiene que creer que su público es culto y que susalusiones y sus evocaciones históricas ó legendarias son comprendidas . De lo contrario , tendri a que hacerse pesado poniendo cátedra . Como esos santos de cuadros antiguos dice Bonnard que tienen entre sus manos una reducción de su iglesia y aveces de su ciudad entera,querríamos llevar sonriendo al lector y darlecomo bello regalo una R oma, un Palermo , una

Mesina . La imagen es deliciosa y gráf ica . Hay

que parecer ligeros, en efecto , en los libros deviaj e . Un pueblo no debe pesar entre las paginas . Y por encima de todo , hay que ser pintorescos . ¡Desgraciado del que no sab e ver conoj os sinceros los bellos paisaj es

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!

GÓMEZ CARRILLO

nes rápidos, cansados de los museos famosos yhasta cansados de los divinos paisaj es, los buenos bulevarderos experimentan, al volver aver,al f i n, la torre Eiffel á lo lej os, una sensación deinfinita voluptuosi dad , que ni los lagos italianos, ni los mares escandinavos, ni las montañassuizas, ni las pirámides egipcias, ni los acrópolisgriegos les proporcionaron nunca . Y no creáisque hablo de burgueses sin alma y sin gusto . No .

De quien hablo es de los artistas, de los que saben sentir y admirar, de los que no viaj an porpuro snobismo ni por sólo cambiar de aire , sinopor llenarse la retina de visiones ardientes . ¿Quéde extraño tiene esto , después de todo , cuandohasta los extranj eros que han vivido largos añosen esta ciudad no pueden ausentarse de ella sintristeza, ni volverla a ver sin emoción? Por miparte confieso que , a pesar de que los países

'

des

conocidos me atraen con fascinaciones i rres i st ibles, al f mde cada viaj e, un delicioso sent im ien

to de tranquila alegría apoderase de mi alma .

En cuanto veo desde la ventanilla del expresolas cúpulas de Nuestra Señora de Montmartre,mi corazón palpita con júbilo infantil . Parísmurmuro , P ari s . » Y, en mi ingenuoentusiasmo , llego a experimentar algo que sólopuede compararse con la angustia divina de lasprimeras citas amorosas . Porque París es, paralos que le saben adorar, una amante , una novia,una muj er. ¡Lutecia, madre mía ! excla

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maba Francois Villon hace quinientos años . Mashoy, los que la invocan no es con filial , sino conamorosa emoción . ¡ Lutecia, re1na de la coqueteria ; Lutecia, musa del capricho ; Lutecia, señora de la gracia ; Lutecia, hada de las sorpresas

En todos los rostros de lo s que regresan ahorade las playas ala moda 6 de las montañas sagradas, nótase el mismo placer de volver a sentirseen la buena ciudad .

Oh, la belleza de Venecia y del Lidoexclaman . ¡ Oh, ¡ Oh,

º la blancaEngandina Oh, Falero y sus arenas milena

rias !Pero , en realidad, lo que hace palpitar sus

sienes, lo que agita exquisitamente sus parpados

,es el perfume de París, de] París invariable,

del París adorable, en donde al f m, se encuentran de nuevo .

En una de sus crónicas del Heraldo deMadr i d,

Luis Bonafoux decía que París es una ciudadque no cambia, una ciudad estancada, una ciudad conservadora . Considerando esto como unacensura, otros escritores hubieran podido contestarle asegurándole que si existe , por el contrario, una ciudad que cambia, es París . Nohay más que pasearse por sus calles habrían,con j usticia, podido decirle para ver cuánto varía de año en año . Los que la conocieron afines del siglo pasado , casi no la reconocerían

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hoy. En plenos Campos Elíseos, en el lugar queparecía invariable, una avenida nueva , la másbella del mundo , surgió como por Másallá del Trocadero , un barrio entero de palacio sse ha creado de la noche a la El aspecto de los bulevares, en fi n, antes apacible,tiene hoy algo de vertiginoso , con sus multitudesy sus automóviles . Todo esto es cierto . Y,

sin embargo , Bonafoux tiene razón . París esuna ciudad que no cambia, Paris es una ciudadestancada, París es una ciudad conservadora . SiAureliano Scholl saliera hoy de su tumba, pod ri a quej arse del ruido que ha aumentado y delas distancias que han crecido . Pero , de seguro ,al cabo de unas cuantas horas, su París le apareceri a tal cual lo abandonó aquella tarde de primavera en que sus amigos lo acompañaron hastael cementerio . Me diréis que Aureliano Scholl noes en este caso una autoridad irrecusable, puesto

que su muerte remonta apenas aun par de lusEntonces, escoj amos á otro paris ino em

p ederni do… á Murger, si os 6 a Gautier… , ó al mismís imo Mercier que hace cien añose j erció

!

de cronista Pues…bien Mercier, después de reponerse de la sorpresa del ferrocarr il subterráneo , de la locura de los automóviles, del luj o de las nuevas avenidas, d iría

'

si n

vacilar

Este es mi Paris, mi dulce Paris de viejaspiedras armoniosas .

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Lo mismo dicen lo s que regresan de Venecia óde Sevilla, de Zurich ó de Alej andría .

Este es nuestro París, esta es la única ciu

dad habitable del,mundo .

Y muchos podrían agregarNo sentimos ni la fatiga del viaj e, ni las

molestias de los hoteles, ni el mareo de los bar

cos, ni las tristezas de las interminables tardessolitarias, porque, gracias a todo eso , podemosahora sentir mej or que hace tres meses . ¡ Oh ,

nuestro París ¡ cuán caro nos eres La separación ha aumentado en nuestra alma el amor porti . Encontrándonos de nuevo en tu seno , expe

r imentamos la febril alegría de la muj er enamo

rada que, después de una ausencia, se halla entrelos brazos de su amante . De todo el viaj e y detodos los viaj es, tú constituyes en verdad nuestro único placer

CLARIDADES VENECIANAS

Porque no veía desde la << p iazeta las velas roj as palpitando en una atmósfera de oro fundido ,esta Venecia no me parecía la Venecia verdadera . ¿Cómo f i gurarnos , en efecto , una lagunasin cabrilleos cegadores de luz y un Canal Grande sin franj as de claridad purpúrea en sus aguasinmóviles? Los techos mismos de los palacios, ylas cúpulas de San Marcos, y el domo de la Salute, y las torres de San Jorge , y todos los cam

panarios de las iglesias, se nos antoj an perpetuamente bañados en una atmósfera que avivasus tonos y prende chispas en sus cruces . Pero esel espacio claro que va desde las rivas hasta elLido , el espacio admirable en que las islas alzansus arquitecturas, en que los barcos se mecen ; elespacio abierto en el cual se reflej an las lucesazuladas de la aurora y los incendios del poniente ; el espacio en que colocamos con la imaginación a la Bella Venecia R egina Maris con su co

rona y su cetro ; el espacio en el cual caían losanillos de los dux y remaban los galeotes de las

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galeras ; el gran espacio de la gran laguna, enf i n, es el que más lleno de violenta luz nos aparece en el recuerdo . ¿Cómo aceptarlo , pues , tal cualahora lo encuentro ? ¿Cómo explicármelo así tansuavemente claro , tan delicadamente celeste porlas mañanas, tan exquisitamente rosado por lastardes? ¿Cómo inclinarme ante la realidad deesas velas que no son de púrpura soberbia, sinode ocre discreto ? Para nosotros, los que venimosde París, una Venecia así es inverosímil .

Porque París tiene su Venecia, como tiene suSevilla y su Granada , como tiene su Tánger y suCairo . Es una Venecia de colores alegres, de tonos fuertes , de contrastes bruscos . En un fondoazul , pero no de un azul de cielo y de agua, sinode un azul de ensueño !como aquel que empleaban los maestros primitivos, como el de los man

tos que Pier María P ennachi le pone a sus vi rgenes, como el que f ra Angélico usa cuandoquiere vestir de pureza a un santo! , en un fondoazul , especialmente reservado para las lagunasvenecianas, en una palabra, destacase , alta yairosa, cual un ala de águila ensangrentada, lavela del barco . A lo lej os flotando en el éter colorde fuego , una torre coronada por una cruz de

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d ía azul, vemos las más gentiles claridades tinendo cada hora con un matiz especial , pomiendo en cada mármol una nota típica, acariciand ocada rincón de cielo con pincel característico .

Y para probam os que no sólo nosotros los que, viniendo de fuera, sorprendernos así a la ciudad,sus pintores indígenas nos hacen ver en sus lienzos, á través de los siglos, una Venecia, sin lucesviolentas, sin auroras románticas, sin puestas desol perpetuas . He aquí, por ej emplo , un cuadrode aquel Gentile Bellino , que fué, hace cuatrocientos años, uno de los más ardientes patriotasde la sereni sima república . En un espacio grispalpita el agua verde del canal . Las góndolasse mecen . Las ventanas doradas son la únicanota clara del conjunto , pues aun la púrpura delos traj es de los gondoleros es obscura . Otro cuadro del siglo xv, el Míracolo del Sancío Legno,de Carapacio, nos hace ver una Venecia más grisaún, una Venecia casi nocturna, en la cual lasgóndolas negras se confunden con el agua negra .

Sólo una nota es clara en esta obra la manchablanca de un perrito que duerme en una barca álos pies de un caballero . En los siglo XV I y XVI I Ila ciudad se convierte en un símbolo . Los grandesmaestros no la pintan, sino que la interpretan .

Vestida de diosa y coronada de reina, el Veroné sla glorifica, el Tintoreto la exalta, el Tiepolo lacanoniza . Pero llega el Canaletto, y con su pinceles realistas llena sus cuadros de canales, de

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calles y de campis Los tonos son siempre pálidos . En ninguna parte una de esas claridadescegadoras, uno de esos cabrilleos ardientes . Laluz suave, dorada como la miel y no como elfuego

,envuelve las arquitecturas, alumbra los

grupos, anima las aguas . El cielo, de matices inf mi tos, se tiñe de verde 6 de rosa, según las horas .

Pero en la ciudad misma, la atmósfera es siempre delicadamente gris .Gris también la atmósferade Bernardo Belloto , que pinta el espacio inmen

so de la laguna, frente al Palacio Ducal, y que lopuebla de galeras, de góndolas, de casas, de to

rres . La Venecia de Guardi es más pálida aúnes una Venecia de anochecer, una Venecia de tiguras que se desvanecen en el fondo de los canales, una Venecia de tarde de lluvia, con sus grupos de burgueses que se arropan friolentos, consus barqueros que llaman a las puertas de lospalacios dando golpes con los remos . Algo de másluz, algo de más color pone Jacopo Marischi ensus lienzos . Sus plazas son claras . En sus horizontes, el azul es plateado . En sus mármoles losreflej os son vivos . Y cuando quiere alumbrar lasescenas mitológicas que se complace en pintarbaj o los pó rticos de los <<palazzos » en ruina, hastasuele bañar con luces de oriente sus cuadritos .

Mas aun con este fantaseador realista, estamosmuy lej os, muy lej os, de la Venecia incendiadade los franceses, de la Venecia del viej o Zem,

sobre todo .

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Sin duda en pleno verano el amplio Canale diSan Marcos con sus is las pobladas de campanarios y sus riberas floridas de palacios, debe arderen fuegos magnífi cos . El inglés Turner vió, antes

que nadie, en es e espacio claro cuyos confines sepierden en el Adriático , las sorpresas alucinantesdel sol que j uega con las nubes y se baña en lasaguas

!

. Pero no todo el año es un julio o un agosto . Ni toda Venecia está en la laguna abierta .

Lej os de las cúpulas de la Salute y de los domosde San Marcos, lej os de la p iazzeta y de lastorres de San Giorgio Magiore, hay una ciudadalegre s in violencia , clara sin reverberaciones

cegadoras, policroma sin manchas sangrientas .

Y esta ciudad que ha sido siempre la preferidade los venecianos , tiene un encan to tan variadoy tan sutil , tan tierno y tan novelesco, que nin

gún pintor, por genial que sea, puede sintetizarlaen sus l ienzos . Los más artistas se contentan conevocarla en compendios signifi cativos . Un canalcon un puenteci llo de mármol ó una góndola entredos palacios oj ivales , basta para sugerir la ideaque se desea . Pero esto mismo establece en la visión que la humanidad se forma de Venecia unamonotonía inj usta . Tres días dice el Baedeker bastan para visitar Venecia .

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¿Tres días? Una semana llevo paseándomepor estas calles . No he visto ni un museo , ni unpalazzo ni una iglesia por dentro . No he vistomás que calles, canales, techos , torres, puentes,fachadas . He visto d iez, veinte veces los mismosrinconcillos, que se esconden entre paredes ve

tustas como para guardar mej or su carácter deantigua gracia patricia . Los he visto al claro de laluna , lo s he visto en la alegría de la aurora, lo she visto en la paz melancólica del poni énte .En

cada hora, lo s he encontrado encantos especiales .Me he perdido por los laberintos de una y otraorilla del Canal Grande ; y queriendo ir hacia laFondamenta Nuove para contemplar de lej os laisl a de las Tumbas , me he encontrado , al cabo dedos horas de camino , en el río de Santa MaríaMaggiore, ya casi en el Campo de Marte . Luegohe hecho , en góndola, paseos interminables quehan durado tardes enteras . ¿Qué conozco , sinembargo ? Nada, verdaderamente , nada . Con sólosalir ahora sin rumbo fij o , me encontraría á lo scinco minutos en un campo ó en un a río aún

no visto . Porque esta Venecia que parece, en elmapa, un islote minúsculo en medio de una in

2

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mensa laguna, es una de las ciudades más grandes del mundo si se calcula por número de calles,de plazas y de canales . Cada veinte pasos, la ca

lle termina y empieza otra, que acab a á los quince metros a la entrada de una plazoleta . Y si medecís que todo eso es bastante minúsculo , os contestaré que no hay tal . En cuanto uno se acostumbra a las exiguas proporciones del conjunto ,encuentra, en los detalles, la misma diversidadque en cualquier otro lugar del mundo . Una

avenida que tiene tres metros de ancho , una víacomo la Mercería del Orloggio, una calle comoSan Moisés, una plaza como San Mauricio , producen, al salir de la intrincada red de callej uelasque las rodean, la misma impresión que el bulevar de los Italianos cuando llega uno a su entrada por los callej ones de la Bolsa . Pero lo que nose siente ni en París, ni en R oma, ni en ningunaciudad, es la sorpresa constante de los palaciosen medio de los más humildes barrios .

Cada dos minutos, en realidad , debe uno detenerse ante un edificio admirable que no tiene ninombre, ni fecha . Muchas veces, convencido deque ciertos palacios no pueden dej ar de figuraren una guía, he hoj eado mi Baedeker. ¡ Inútil !

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Fuera de los monumentos del Canal Grande,los demás d iríase que no deben interesarnos .

Esta magnífica mansión señorial del Campo SanMauricio , por ej emplo , ¿á quién puede pertenecer? ¿Qué arquitecto la edificó ? ¿Qué duquevivió antaño en ella? ¿De qué época Laguía no nos contesta . Si quisiera hablarnos decada piedra bella, sería necesario que se extendiera cual un diccionario . Bastante trabaj o tienecon explicar brevemente las fachadas de la víatriunfal . Yo no me preocupo , pues, sino de admirar las arquitecturas , como admiro alas muj eresque pasan, sin preguntarles sus nombres ni susedades . ¿Qué necesidad tengo , en el fondo, dedatos exactos? Desde que un día, extasiado anteun muro vetusto que el sol de los siglos ha dorado , oí a alguien decirme ! Ese es el Monte dePiedad trato siempre , en cuanto me hallo frente al Pasado, de no preguntarle por el Presente .

Este mi palacio del Campo San Mauricio , consus altas ventanas ciegas, con sus puertas hermét icamente cerradas, tiene la ventaj a de no parecer poblado sino de sombras, pero no de sombrasaugustas , sino de sombras galantes . El gran señor que lo hizo construir quería, sin duda, esconder su vida . De lo contrario , siendo rico , siendonoble y siendo

'

artista, habría escogido , para establecerse, una de las plazas bañadas por el Canal Grande, en el barrio de los dux, de las cortesanas y de los embaj adores . Frente al palazzo

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Fóscari , su casa no habría hecho mal papel . Peromás que la claridad de la vía triunfal , buscaba elretiro de una calle apartada, entre una iglesiamodesta y un canal casi oculto . Aquí vino , pues,y aquí hizo fabricar su nido , sin balcones , sinmiradores, sm nada exterior . En el fondo delpatio de mármol hay, de seguro , un j ardín llenode estatuas galantes y de secretos boscaj es . U na

escalera amplia conduce ala sala del primer piso ,decorada á la moda oriental, que será siempre ,con sus d ivanes profundos , sus pebeteros y suscort inaj es , la moda preferida por los que amanvoluptuosamente . En el fondo , entre dos palmeras enanas, una luna redonda, en la que apenascabe una cabecita y un pecho La

cab ecita es rubia, de ese color ardi ente de lasmadonas de Bellini . El pecho es blanco y redondo , y ostenta una cruz de rubíes que sube y baj aal ritmo de la respiración y de los suspiros . Porque esta rubia suspira, lo mismo que todas lasrubias que están encerradas . El recuerdo de ungalán visto la víspera en San Marcos, la preocu

pa y la inquieta . Mentalmente lo ve de nuevocon su traj e della calza », que moldea sus finaspiernas j uveniles ; con sus cabellos atados pormedi o de cordones de seda baj o el berret ino

púrpura con su blusa de amplias mangas, quedej an ver la redondez pálida , del antebrazo ; consu capucha bordada, en la cual resplandece unescudo de armas y una divisa galante . Oh, aquél

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d ia, hay que confinarse en el laberinto de calle

juelas y canales que forman la ciudad .

Por las callej uelas sigo , sin rumbo , sin ideafij a, sin deseo ninguno de ver iglesias famosas 6palacios históricos . Cuando una calle terminaen un campo sin salida me vuelvo atrás y recorrode nuevo el espacio antes andado . Cuando mesiento cansado y encuentro una góndola en uncanal, al pie de una escalinata carcomida, memeto en ella y le digo al gondolero que continúesu camino piano piano sin llevarme ni a lapiazzette ni alas fondamenta Lo que quiero

'

es no salir de la ciudad misma, de la ciudadcasi desierta, casi arruinada y tan llena, empero ,de intensa vida legendaria . Como en un ensueño ,voy por estos laberintos, cual si nunca hubieraconocido otra cosa . En unos cuantos días, mialma se ha aclimatado . Nada de lo triste, nadade lo sucio , nada de lo incómodo , me choca . Encambio , ¡ cuánto me entusiasman las bellezasincomparables de las arquitecturas, lo s reflej o sfosforescentes en el agua, las sorpresas de loscallej ones, la elegancia de las muchachas quepasan arrebujadas en sus mantos obscurosMi gondolero es hoy más elocuente y más eru

dito que en días pasados . Con voz grave , me recita los nombres de los canales por los cuales pasamos , de los ríos en cuyas quietas linfas nos vemos . Yo le había mandado , sin embargo , quefuera mudo como un barquero de los que reman

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en las navecillas funerarias . Pero hay tanta ab

surda fantasía en sus indicaciones, que no meatrevo a decirle que se calle . En ciertos lugaresde noble aspecto y de amplias proporciones,nada me dice . En cambio , me cita lo s nombresde las vías obscuras y sórdidas . A veces pareceolvidarme . Los canales desfilan con sus fachadas ,con sus j ardines, con sus escaleras, y mi hombrecalla . Pero de pronto se despierta y lanza al airetranquilo una exclamación, que suena como unsacrilegio en el augusto silencio secular. Ahoramismo acaba de decirme R ío de San AntonioY aunque nada grandioso nos rodea, aunque ningún campanario se ve en el horizonte, aunque nohay frente a nosotros ni siquiera un poético

puentecillo de piedra, ahora sí comprendo la exclamaci ón . Los muros modestos, que no ostentanni fachadas de piedra labrada, ni ventanas floridas ; lo s pobres muros de uno y otro lado delcanal ; los muros de ladrillos desiguales, de humildes puertas y de balcones miserab les, tienen, gracias á la luz y á la humedad que los bañan, uncolor delicioso de piedra rara, 6 mej or dicho, depiedra mágica, de gema encantada, con reflej osvioláceos y vetas verdes, con tonos que se degradan a medida que escalan el espacio , hasta ser,allá arriba, baj o los aleros negros, de un matizideal de flor de malva luminosa . Y como las casas no tienen sino dos pisos, la luz del cielo llegahasta el canal y tiñe el agua de un color de tur

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quesa antigua con manchas amarillas, y manchasverdes, y manchas casi blancas de una blancuralívida de carne corrompida . Oh, canal San Antonio , río estrecho y misterioso , cómo comprendoque mi gondolero no haya podido resistir ala tentación de clamar tu nombre con supersticioso eutusrasmo l En tu miseria sin leyenda, en tu tristeza sin historia, hay algo de misteriosamentesignificativo . Tus puertecill as baj as parecencerradas para siempre . En tus ventanas, nada indica la vida . Las góndolas mismas, que yacenquietas j unto a tus muros, se diría que han sidoabandonadas para siempre . Canal San Antonio,canal de sueño 6 de muerte , qué bien veo ahorala razón de tus livi deces , de tus fosforescencias,de tu frialdad ! En estos tonos singulares , quemezclan lo violáceo á lo amarillo y lo verde a loazul ; en estos matices húmedos y blandos, quetienen reflej os de piedras preciosas y palp i taciones de substancia humana ; en todo lo que aquíyace, exánime, callado , desierto , hay algo queagoniza y que se descompone poco a poco , enun tibio abandono , como una turquesa perdidaen un j ardín desierto .

Tras el canal que se muere , viene el can al quesonríe . Mi gondolero dice Río Santa Aponal

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El espacio parece aclararse, el cielo se llena dealegría

, la góndola misma avanza más ligeramente . En el fondo ,

'baj o la cúpula fresca de unnaranj o

,un puenteci llo de piedra une con su arco

caprichoso las dos orillas la orilla color de rosa yla orilla color de Porque en este extrañositio

, d iríase que un decorador fantástico ha querido divertirse en teñir cada uno de los bordesde un matiz especial . La derecha es sonrosaday con sus ventanas sencillas, con sus puertas enforma de arcos, con sus linternas en cuyos cristales la luz j uguetea, con sus hiedras, que se escapan por encima de las paredes, parece un j ardínoculto . A la izquierda, por el contrario , todo habla de luj o marmóreo, de ostentación perpetua .

Un balcón magnífico divide horizontalmente elespacio . Arriba del balcón se ve el techo labrado ;abaj o , los portalones abren sus puertas blasonadas . Las piedras del muro ostentan divisas latinas y cifras gloriosas . Pero no es ni la sencillezfresca de un lado , ni la pompa de en frente, lo queme encanta, sino la sonrisa del conjunto . Todo ,en efecto , es aquí risueño la hiedra y la piedra,el agua y el cielo . El azul del Oriente sonríe alrosa del Poniente . En el canal , los remos hacenestallar, cada vez que hieren la l infa quieta, unminúsculo fuego multicolor, cual si rompieranun cristal iri sado . En lontananza, una nubeci lla,

blanca como un ala de paloma ó como una velaperdida, blanca sin mancha, palpita alegremen

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te . Y para que nada falte, de pie en el puenteuna veneciana nos sonríe, no con los labios, sinocon toda su silueta, en la cual se funden y se confunden, armoniosos, los tonos celestes y los tonosrosados del canal .

La góndola pasa por un amplio río , en el cualse mira una iglesia . Mi gondolero calla . Luegoentramos en un canal muy largo , con fachadasnuevas, y mi gondolero nada me dice . En el horizonte , las palideces parpadeantes de las primerasestrellas anuncian el anochecer . Todo un ladodel cielo está ya cubierto de su manto azul nocturno .

Pero del otro lado la luz persiste , sirviendode fondo nítido á lo s campanarios que se destacan como pintados por Canaleto en un lienzo delTi épolo. El Avemaría melancólica llena de repiques el espacio . De pronto , la decoración , cam

bía. Al volver de una esquina, mi buen barqueroexclama R ío dei Lovo Y como por encanto ,nos encontramos en una ciudad nocturna, en unaciudad trágica mej or dicho . A nuestro lado pasauna góndola cerrada . De pie en la escalinata deuna puerta aparece, negro en la penumbra, negrode traj e y negro de actitud , un embozado cab allero . R ío dei Lovo vuelve a exclamar mi

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barquero , con voz que se me antoj a cavernosa .

Una instintiva angustia me oprime el corazón .

Es color de tinta el agua ; son color de sangre, losmuros ; es color de plomo el ci elo… Á mi derecha,las ventanas son redondas como claraboyas yestán cerradas por medio de enormes barras dehierro . ¿ Son las ventanas de una antigua cárcel ,más terrible aún que la del palacio ducal? Algode siniestro hay en ellas . Pero mej or que esasventanas me conmueven los balconcillos y laspuertas del otro lado , tan desiguales, tan numerosas y tan estrechas, que parecen, en la obscuridad de este anochecer, la realización de uno deaquellos ensueños medrosos que atormentabanal pobre Poe en sus últimos años . Canal de pesad illa, en efecto , este nocturno río dei Lovo ,canal de agua fuerte fantástica, canal de una

Venecia trágica, por la cual sólo discurren, dolientes y crispados, los fantasmas de los que murieron asesinados ó de los que mataron a mansalva !Estos canales y estas callej uelas agonizan gra

vemente oyendo la única música que conviene alamelancolía y al recuerdo , lamúsica de las campanas .

Ah ! ¡ las campanas de Venecia !

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Todas las noches, ala hora en que los palacio sempiezan a apagar sus ventanas, una campanarompe, con brusca alegría, el solemne recogimi ento de las torres .

Es el toque de la victoria dicen los venecianos .

Pero si les preguntá is de qué victoria se trata,es probable que no sabrán daros razón . ¡ Es unacosa tan lej ana ! La primera vez que ese toqueinterrumpió el ensueño de la ciudad, en efecto ,fué cuando, hace cuatrocientos años, un mensaj ero del almirante Venier anunció al Gran Consej o el triunfo de Lepanto . Que la campana demi iglesia diga al mundo nuestro gloria exclamó el dux . Y la campana sigue diciendo la gloria antigua, con su misma voz orgullosa de otrotiempo .

En el concierto perpetuo de los repiques venecianos, este toque se pierde y se confunde . Porque no hay un minuto en que algún acento debronce no palpite en el aire . Desde el amanecer,los campanarios comienzan a hablarse a travésdel espacio . A las alegrías que San JorgeMayor,en su isla verde, esparce, le responde las melanco

lías de San Zanopoli .Venecia es la ciudad de las campanas . Cada

hora tiene su toque . Cada pena tiene su ritmo .

Para cada alegría hay un sonido . Los niños vienen al mundo oyendo armonías aéreas . Al irsehacia el cementerio, los muertos oyen el d oble

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como el Avemari a de San Sebastran ; ese Avemaría suave, lento , que parece decir eternamenteal universo la hora en que Pablo Veronés fué enterrado baj o la modesta nave de la viej a iglesia .

Sólo las campanas del campanile de SanMarcos, las cuatro campanas cinceladas, lascampanas bizantinas, no suenan ya las horas .

El tiempo , que sabe respetar los aéreos ni dosde sus hermanas más antiguas, derrumbó latorre en que vibraban cada sesenta minutos

¿Hay algo de simbólico en esto ? Yo creo ques i . La bella Venecia, que se complace en oir repiques de triunfos casi olvidados y de muertes quenadie recuerda ; la bella Venecia, que todavíavive cada noche el minuto solemne del triunfo deLepanto ; la bella Venecia, regina maris parala cual todo lo pasado es eterno y todo lo glorrosoes presente, no quiso que sus cuatro voces preferidas sirvieran para indicar la hora de la salidade los trenes ó de la llegada de los vaporeti

LA ATM! SFERA DE HOLANDA

Si yo tuviera que escº ger un lugarde trabaj o y de placer para estarb ien ; s i quis i era respirar una atmó sf era apac ib le, ver cosas agradab lesy soñar en cosas b ellas , y, sob re todo ,s i tuviera penas , d i fi cultades 6 a n

gust ias ínt imas y que , para calmarme me fuera necesaria la t ranqurlidad con mucho encanto , haría comoEuropa que , despué s de sus tempestades , estab lece aquí su

Más de treinta años hace que el gran P rometin, que venía de África, escribió aqui estas lineas, en su cuaderno de notas íntimas . Y hoy, á

pesar del barullo inusitado que reina en es ta ciudad, todos nos decimos lo mi

'

smo . Holanda es ,por excelencia, el país que conviene a los quequieren pensar en la paz, en la bondad, en la j ust icia. Todo es suave, baj o este cielo sin violencias, todo es dulce en esta atmósfera de matices .

Todo es serio , además . La misma gracia de lo spaisaj es que se miran en aguas quietas tiene, ensu apacible frescura, algo de grave , algo de austero . No hay en la belleza holandesa sonrisas .

Los horizontes son melancólicos . En el azul lavado del oriente , entre nubes de un gris de lino ,

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la luz se diluye en claridades delicadas . El solno es un globo transparente, sino un fanal translúcido , que alumbra y no ciega, que calienta y noquema . Los ponientes mismos, que en todas partes esmaltan el ocaso de púrpura, aquí apenaslo tiñen de ligeras rosas húmedas . En las cercanías, entre los campos verdes que rodean a laciudad, las alas de los molinos dicen la riquezalaboriosa del pueblo . Los canales, en fin, los canales siempre animados, lo s canales que son comolas venas del país, los canales que pasan entreparques y avenidas, que reflej an palacios y queriegan j ardines ; los canales en cuyas aguas loscisnes orgullosos yerguen sus albos cuellos ; loscanales infinitos, dicen, con su tranquila trans

parencia el misterio de esta raza que sabe unir lamansedumbre al esfuerzo .

Es el país de la paz, no hay duda .

Paúl Adam me lo decía hace un instanteLa gravedad de Holanda hará el único mi

lagro,del cual puede resultar una lab or útil . Este

milagro consiste en borrar de los labios diplomáticos la sonrisa escéptica . Porque mientras hayala falta de fe y la falta de conñanza que obliga a

los plenipotenciarios a no creer en nada y á no

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esperar nada, toda tentativa será vana . Para ha

blar de grandes problemas, es preciso ser grandemente grave . YO que vi el primer congreso , recuerdo con tristeza aquella ligereza algo humorista con que cada diplomático confesaba que sulabor era perfectamente inútil . La mayor partede ellos, ni aun consentia en estudiar los problemas sometidos a su examen . ¿Para qué? Se trat aba de utopías , de quimeras, de ilusiones . Elmás formal y el más optimista de todos, no seatrevía, por miedo del ridículo , a expresar conardor su confianza en la belleza de un porvenirmás ó menos lej ano .

Es cierto . Sin asistir como Paúl Adam al primer congreso de la paz, pude entonces darmecuenta, del espíritu incrédulo de sus miembros .

La prensa, que es el gran reflector de las realidades, nos hacía ver a lo s que estábamos lej os ,l as muecas escépticas de la diplomacia . R emy deGourmont, llamado a dar su opinión sobre laAsamblea de los Pueblos, pronunció entonces lafrase célebre de vaudeville discreto Otros,más tímidos, sólo se atrevían a decir que no setrataba, sino de una j unta de idealistas cuyostrabaj os servirían al menos para hacer ver a lo sgobiernos que un nuevo anhelo animaba a lasalmas generosas . Y las caricaturas, de norte asur y de este a oeste, representaban atodos lo sdelegados sonriendo con sonrisas p i rrónicas .

Hoy ya esas sonrisas no existen . Paúl Adam

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que ha visto a los directores del movimiento y

que se acuerda de la cara que tenían antes, creeque en este solo cambio de fisonomía está eltriunfo de la idea paci fi ci sta.

No le oculto a usted me dice quecuando salí de París, la semana pasada, traíapocas esp eranzas . Las bocas irónicas de los Tayllerand s cosmopolitas me hacían temblar de antemano . Un recuerdo cruel de una ironía sanguinaria, obses ionáb ame . Es un recuerdo queparece una invención de Alphonse Allais ó deMark Twain y que, sin embargo , es una realidad .

Yo visitaba a lo s plenipotenciarios vecinos parael primer congreso . Casi todos, herméticos y diseretos, no me hablaban sino del buen deseo desus soberanos , de las dificultades prácticas detodo arreglo inmediato , de la necesidad de estudiarcon paciencia los problemas palpitantes . ¡ Fra

ses, siempre frases, frases de protocolo y de discurso , frases vagas, frases vanas Pero al f i nme encontré con uno que comenzó por declararmeque pertenecía a la nueva escuela Era un hombreci to pálido , de oj os penetrantes y de maneraslentas . En su mesa de trabaj o , entre dos retratosde soberanos, tenía una fotografía de FedericoNieztsche . Señalándolo con un dedo lleno desortij as

, aseguróme que aquel hombre era elverdadero maestro de la diplomacia contemporánea . Luego , como quien dice la cosa más na

tural del mundo , me confesó que su gobierno le

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había dado el encargo de no perder su tiempo endiscutir en las sesiones del congreso de la paz y deaprovechar con sigilo su viaj e a Europa paracomprar cañones en Alemania o en Francia . ¡Y

era de ver la sonrisa maquiavélica de aquel diplomatico del lej ano oriente ! P ero hoy ya no hayej emplares de esa clase . Hoy los diplomáticosparecen haber recibido , visitando los museos;la grave lección que los pintores holandeses lesdan .

Y Paúl Adam termina d icrendome

Medite usted esa lección tan honda y tan

¿La leccion de los pintores? Confieso que en elprimer momento no logré darme cuenta de lo

que mi ilustre amigo quería decirme . Hay, sinduda, en el arte holandés !mucho mej or que enel flamenco! , un ambiente de paz y de frescura ,que puede hacer meditar á los diplomáticos em

pederni dos sobre la necesidad de vivir la vida entoda sencillez bondadosa, lej os de las luchas, delas conquistas, de las aventuras y de las amb i ciones peligrosas . Pero esto no es una lección quepueda llamarse sut il y honda . Así cuando anoche Paúl Adam parecía respirar con más volupuos i dad , en la terraza del Kurkans, el ambiente

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tranquilo de la playa de Scheveningen, acerquéme a él y le dij e con franqueza mi perplej idadante su consej o .

La lección profunda contestóme estáen la diferencia que existe entre la época en quelos mej ores cuadros holandeses fueron pintados

,

y los acontecimientos de esa misma época . ¿Veusted ahora claro mi pensamiento ?Si ahora lo veo . El siglo XV I I es al mismo tiem

po el período heroico y el periodo artístico de losPaíses Baj os . Luchando contra España, contraFrancia y contra Inglaterra, sus soldados y susmarinos dan al mundo lecciones de arroj o dignasde inspirar a todos los pintores del mundo . EnParís y en R oma, en Londres y en Bruselas, nofaltan artistas que pinten los gestos maravillosos de los Ruyter, de los Evertsen, de los vanGalen . El rudo Juan de Witt, que es al mismotiempo un gran capitán y un gran diplomático ,sugiere al mundo muchos lienzos . En todas partes los barcos neelandeses vencedores de las flotas británicas, son asuntos de composición decorat iva. Y qué decir de los actos homéricos de lospatriotas sin nombre que se oponen al dominioespañol ! ¡ Qué de los humildes marineros quepara escapar a la dominación francesa inundansus puertos abriendo las esclusas ! ¡ Qué de losconspiradores demócratas para los cuales morires una voluptuosi dad l Es aquella época en verdad una de las más trágicas que vieron las eda

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Delft ó Imagina las to ilettes de Diana ;cuandoFranz Mieri s se entretiene en reproducir las é scenas picarescas y tiernas de los hogares burgueses ; cuando van Ostade pinta menestrales borrachos ; alcaldes j oviales y campesinos muertosde risa ; cuando Franz Hals con su amplia y jugosa fantasía recuesta baj o los árboles de lo sparques á los nobles caballeros 6 hace reir a lo sbufones, o da de beber a los alegres compadresde Harlem, ó retrata a las damas engalanadasdándolas un aspecto socarrón ; cuando el granRambrand t , en f m, pinta la Lección de anatomía,

la Susana en el baño y la Ronda nocturna, suscompatriotas, sus amigos, sus parientes muerenluchando heroicamente . Contemplando obrastan serenas, nadie podría, empero , figurarse laagitación de la época . Los pintores parecen vivirfuera del tiempo y fuera del espacio . Los heroísmos y las crueldades

,las cabalgatas y los sitios ,

lo s combates y las sorpresas, no existen siqui erapara ellos . En sus cuadros, los militares son ra

ros, y cuando aparecen no es con la espada en lamano , sino alrededor de una mesa servida porfrescas maritornes .

A mi vuelta del museo le preguntamos aPaúlAdam

¿Es la leccron honda y sutil?Esa es, me ha contestado .

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Los plenipotenciario s de las naciones parecenoir con respeto esta lección . En sus semblantes

,

una seriedad sincera se reflej a . Y no importa queunos sean representantes de imperios que acabande vendar sus heridas y que otros representen apaíses que af i lan sus sables . ¡ No importa ! Sindej ar de ser patriotas todos se alej an, por lo menos en estos momentos, de las preocupacionesde sus compatriotas ; é imitando a los artistasde la Holanda clásica, trabaj an por la obra devida sin volver la vista hacia la realidad de muerte . No importa el ayer aun palpitante de Rusiano importa la inquietud bélica que despertó laconferencia de Algeciras ; no importan las amenazas de los Estados Unidos y del Japón ; noimportan los preparativos de los principadosbalcánicos ; no importa la amenaza turca contralos pueblo s cristianos de oriente ; no importanlas luchas fraternales que ensangri entan el suelocentroamericano ; no importan los armamentosde la China misteriosa y formidable . Nada importa si no es el buen deseo . Y el buen deseoexiste .

Al penetrar en las tierras baj as de la Neelandaapacible, los representantes de los cien paí ses

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en que la humanidad se divide, consideran lapazuniversal como una necesidad realizable .

El momento ha llegado me d ice PaúlAdam, el momento ha llegado . La utopía deayer, es una verdad de mañana . Nosotros asistimos aquí a su metamorfosis maravillosa . Losarmamentos europeos, que son inmensos, permanecen sin empleo , tras las fronteras que unmutuo miedo hace infranqueables .El pauperismo crece, y ya no es humilde , ya

no acepta resignado su suerte , sino que reclamacon energía el pan y la vida a que tiene derecho .

Profundamente inquietos por los esfuerzos delos pobres ávidos de satisfacer sus legítimos apetitos, lo s estados se conmueven . La política busca, amedrentada, un medio para conciliar lasreivindicaciones del trabajo y las exi gencias delcapital . Los gobiernos saben que las sociedadesno existen sino gracias al esfuerzo de las clasestrabaj adoras ;pero al mismo tiempo comprendenque sólo el dinero puede permitir al trabaj o larealización de su obra . El problema es arduo .

Los que debieran ser hermanos, capital y labor,son enemigos . ¿ Cómo conciliarlos? Contentar altrabaj o, es descontentar al dinero . Opri rñir al

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trabaj o , es provocar las revoluciones que un d ía

ú otro arruinarán á la viej a Europa . Por persp icaces que sean los economistas, aun no han in

ventado el medio de transformar la naturalezade las relaciones entre la labor y el capital . Y enesta lucha constante, el ej ército permanente, elej ército enorme que consume

_las fuerzas más

preciadas del país, del mundo , mej or dicho , pesade un modo enorme . Los armamentos son elverdadero secreto de la angustia social . Sin lo s

Paúl Adam se detiene . La llama azul quebrillab a hace un instante en sus pupilas, apá

gase de pronto . Su mano blanca acaricia los rizosque cubren su frente . En sus labios, antes crispados , florece una sonrisa .

Sin embargo murmura después de unlargo silencio , sin embargo , eso de hablar dereducir los armamentos parece aún una locura álos á todos los aun a lo smás Ya lo verá usted hacia el fin dela conferencia . En nombre de Inglaterra, el honorable sir Eduardo Fry propondrá, sin duda,que se ponga á estudio el gran ¿Quéresponderá Alemania por boca del barón Marschall de Bieberstein?… Yo conozco á más de unhombre político de los que aquí figuran hoy,que temen este instante como se teme un conflic

Porque todo lo que sea ir al fondo del asunto, es prematuro . Lo único hoy posible, es sentar

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las bases de una legi slacron internacional dearbitraj e, preparar un tribunal permanente,crear una válvula para que puedan escaparse,sin producir estallidos, los gases peligrosos demenor intensidad . En cuanto á la reducción delos armamentos, todavía no es sino un ideal .

Y Paúl Adam_concluye

Un ideal que se ha de convertir en realidad, sin duda, puesto quel a lucha social y la pazinterior de cada país estriba en pero ¿ cuán

EL CULTO DE LA NATURALEZA

¿Habers oído hablar de las ligas nacionales é¡ internacionales en favor de los árboles ? Son casi¡tan numerosas como las ligas contra el uso del

Pero por fortuna son menos inútiles . U na

d e ellas en cierta memoria presentada últimamente al gobierno inglés, declara que en nuestrosdías ya hasta los campesinos de Castilla comienzan á comprender que el árbol no es un enemigo .

Algo es algo . Sólo que dej ar de odiar no basta .

Hay que amar además, hay que amar con amorfecundo y fiel .Los árboles merecen ser amados en todas par

tes, como lo son en Extremo Oriente, donde labuena religión budista ha puesto en cad a tronco , en cada rama, en cada hoj a, una sens ibilidad,una sent imentali dad , un alma . Maurice Barrésque, para. comun i carnos su adoración de las plantas, nos recuerda á menudo la anécdota de Jerjesadornando un olmo cual si hubiera sido una cortesaua, haría mej or en evocar las innumerablesleyendas orientales en que se ve á un cedro , á un

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ciprés ó á un criptomeria quej arse con voz divinade las heridas del hacha . Cuánto más cerca denuestro corazón, en efecto , el árbol gemebundo yherido , el árbol hermano , que el árbol ídolo , cargado de collares y de brazaletes ! Este últimopuede ser admirable . El p r imero es amab le . Y delo que se trata, es de amar.Amemos los árboles , se titula un libro en que

Louis P ierard ha reunido algunas de las másbellas páginas escritas por los l iteratos francesessobre el campo . Si ; amémoslos . Amémoslos comolos poetas de todos los s iglosy de todos los paíseshan sabido amarlos . Amémoslos como Taineamaba aquel castaño frondoso del Jardín de losInválidos , ante el cual iba todas las tardes ásoñar sus magníficos ensueños . Es mi mej oramigo decía acariciando su tronco . Luego ,como si hubiera contado la vida de un ser humano , trazaba así su biografía Primero fuéen la tierra, en la dulce humedad del subsuelo endonde el germw se hizo digno de ver la luz . Elsol, en seguida, permitió que la j oven planta sedesarrollara fort i fi cándose y evolucionando deestado en estado . Alegremente cada año estirabasus ramas y abría sus hoj as, caminando hacia laperfección . Su salud es ahora perfecta . Lej os demostrarnos una s imetría clásica, nos hace ver unalma viva, vibrante, bella . Y después de unalarga contemplación, terminaba, volviéndosehacia sus discípulos En ética sobre todo yo le

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su abundancia, hay árboles que llaman á las

multitudes lej anas en el lej ano Japón, y ante lo scuales se han establecido , como en otro tiempoantes lo s templos, centros de actividad contem

plat iva.

Y no son árboles monstruosos, no son los talipots de Cai tlán, que con una sola de sus hoj ascubren una choza ; ni los gigantescos baobabsafricanos, que se elevan más altos que los minaretes renombrados ; ni los big trees de Cali fornia, en cuyos troncos puedan vivir familias enteras ; ni los tsofar de Nubia, que s i lban cual ser

p ientes ; n i lo s tamoi colombianos, de cuyasramas cae una lluvia violenta ; ni de los fosfo

rescentes de Sierra Nevada, one en las nochesobscuras brillan como fanales ; no ; no son es to sárboles, ni les árboles legendarios baj o los cuales dictaron sus leyes los emperadores ó reposaron los dioses ; no son los seres excepcionales, lo sque más amor y más admiración merecen . Al

contrario . Para que un árbol sea verdaderamente bello , es necesario que sea enteramente

¿Os choca este aforismo ? Es porqueme expreso mal . Lo que quiero decir, es que paraque un árbol aparezca en todo su esplendor, hayque verlo en su tierra natal entre la innumerablefamilia de sus hermanos, y no trasladado á climas extraños . Ved la palmera, por ej emplo . Enlas comarcas tibias ó ardientes, baj o un cielosuave, sus hoj as toman una ampli tud majes tuo

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sa En cambio cuando las encontramos en losparques del norte, baj o cielos pálidos , las sentimos como temblorosas de frío , como amarillen

tas de nostalgia .

Los mismos olivos que necesitan menos sol yque crecen en todas las tierras meridionales, noson verdaderamente sublimes , sino allá en dondeMinerva quiso sant i fi carlo adoptando sus ramascomo símbolo de paz .

Ah los olivos griegos, los olivos plateados deAtenas , cómo nos impresionan cuand o por primera vez vemos sus troncos nudosos trepandocomo piernas de sátiros por las colinas azules .

Sin duda todo lo que en ellos hay de poesía y deleyenda, todo lo que sus nombres evocan, todolo que sugieren sus hoj as, aumenta nuestra emoción . Pero estoy

“seguro de que aun no teniendohistoria, ni pasadoninguno , los arbolitos helén icos nos encantarían con sus gracias nerviosas .

Petit arbre nerveux et pale lo llama Charles Maurres en un poema que Louis P i errard ré

produce eu su Antología . Y así hay que hablarle, en efecto , con dimi nutivos acariciadores, como á un ser sensitivo que detesta las inútiles suntuosi dades y que de seguro habría rechazado lasj oyas que Jerj es ofreció al olmo asiático , comorechaz a los adornos, menos ricos, no obstante,que los pám

'

panos quieren á veces colgar en susramas . Su belleza es como la de los poemas aticos, algo seca para quien adora lo suntuoso , pero

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tan perfecta, tan delicada y tan robusta, quenada á través de los siglos puede destruirla . Losgriegos se complacen en asegurarnos que poseenolivos que fueron plantados hace dos mil qui

n i entos años, allá en los días felices en que Aspasia daba consej os á Pericles . Para los na turalistas puede que esto no pase de ser una fantasía. Para nosotros , no . Esos arbolitos ásperos ysin frescura aparente, parecen, en realidad, contemporáneos de las columnas que aun se yerguená su lado y de los fantasmas que todavía sonríen á su sombra .

Así como hay que admirar el olivo en Grecia,hay que ver el pino en el norte, en las obscurasfl orestas heladas, allá en los meses en que todala tierra yace baj o un sudario de nieve , en quetodos los d emás árboles son cual esqueletos, enque el sol mismo apenas parece tener luz y tenervida . ¡Ah ! en tonces los pinos enmarañados, los

pobres'

p inos negros que en verano eran los másmodestos seres de la tierra, aparecen como losúnicos habitantes altivos de la comarca . Sus ramas no han cambiado . Tales cual estaban en junio , tales están en diciembre . Lo único que hacambiado es la canción que cantan . Ya no sonarpas eólicas las que se oyen . Las voces suavesy misteriosas que llaman á los duendes picarescos para que corran á sorprender á las hadas tutelares, se han desvanecido . Lo que suena, muyarriba, muy arriba, en las cimas casi negras,

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j unto á los nidos vacíos, es un gemido inf erminable . ¡ Cómo penetra en el alma esta canciónde muerte ! Por la noche , sobre todo , á la luz dela luna, entre los temblores de la nieve que parece querer escaparse del seno de la selva , la voz

gimiente tiene notas humanas que nos hacen so

brecogernos .

Por fortuna no todos los árboles tienen la tristeza de lo s pinos . El roble es un patriarca quelleva sus siglos con alegre calma y que se camb iade traj e cada primavera, sin olvidar la coqueteríad e antaño . El álamo aparece cual una oj iva enel gran templo de la naturaleza . Pero son loscastaños, los frondosos castaños de hoj as labradas, los que más alegría ponen en los campos . Elbuen humor es en ellos visible . Su vida familiarestá abierta á todas las curiosidades . Contem

plando un grupo de castaño es, de fij o , cuandoJules R enard escribió aquellas líneas que dicen

Viven en familia, los más ancianos en medio ,y los pequeñuelos que apenas acaban de echarsus primeras hoj as alrededor, pero sin apartarsemucho .

Con sus largas ramas se acarician como paradecirse que están ahí .

Si el viento sopla, gesticulam encolerizados,temerosos de que sus raíces se debiliten .

Pero entre ellos, j amás una disputa . Murmuran siempre de acuerdo .

Viéndoles, sien to que serán mi verdadera

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famil ia . La otra la olvidaré pronto . Ellos meadoptarán poco á poco, pues para merecerloestoy ya aprendiendo lo necesario .

_

Ya sé contemplar las nub es que pasan .

Ya sé estarme quieto .

Ya casi sé callarme .

Este delicioso poema que encuentro en la Antología de Louis P i erard , me parece que las ligasde defensa de los árboles debieran publicarlo ilustrad o para repartirlo en las escuelas . Porque sihay algo que hace sentir la verdadera vida afeetuosa de los grandes vegetales, es esa melancólicafantasía . Y de lo que se trata, es de hacer sentirá los niños á l os niños chicos y á los niñoscon barbas esta verdad profunda y necesaria,que los poetas vanidosos creen haber d escub ier

to y que en realidad es obra de la ciencia y de lossabios .

De los sabios, s i . Porque si he de hablar confranqueza , tengo que decir que no existe en elmundo literato ninguno, por genial que sea, ca

paz de hacernos sentir el amor de las plantas tanintensamente cual un sabio cualquiera de los quese consagran al estudio obscuro y divino de la botánica . Para estos hombres, cuyos nombres noaparecen nunca en los periódicos, no existe nisiquiera la voluptuosa tentación que obliga a lo sMi rbeau ó á los Maeterlinck á inclinarse, llenosde soli ci to cuidado , ante las platabandas de unj ardín . En efecto , no son las flores. no son las

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maravillosas fl ores aromáticas y lucientes, lasque más preocupan á los naturalistas . Son los arboles, son las humildes especies frondosas y dispersas, son las familias campesinas de altos seresdespreciados . Un lirio dice Moreas no necesi ta protecc10 n ninguna, pues en su fragilidades tan respetado como una virgen milagrosa .

Cierto En cambio un pino obscuro , un clásicoolivo , un encino nudoso , un vulgar chopo , un árbol cualquiera, un pobre árbol sin prest igo, unode estos miserables seres verdes que se yerguen enlos bordes de las rutas, han menester no sólo deprotección, sino de vigilancia . Tienen tan pocasideas los hombres sobre la existencia sensitiva desus hermanos los vegetales Existe tal vacíoen los conocimientos humanos en cuanto nosacercarnos al mundo misterioso de las fl ores !Y, os lo repito , no son los poetas los que mej ortrabaj an por llenar este vacío . Son los sab ios .

Ya en estos últimos años, sin esperar la invitación de las sociedades protectoras de paisaj es , ungrupo de botánicos enemigos de la rutina han conseguido llamar la atención universal sobre lasensibilidad exquisita de las plantas . Los chinos han dicho á quienes nosotros creemosignorantes , son, por lo menos en este punto , mucho más doctos que nosotros . Los chinos, efect ivamente, y los j aponeses también, tienen, gracias á las leyendas búdicas, nociones menoscrueles que los occidentales en lo que se refi ere

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al mundo vegetal . Desde muy pequeños los niñosamarillos aprenden que en los troncos añosos delos bosques, lo mismo que en los esbeltos tallosde los j ardines , residen almas sensibles . Oíd elruido del hacha dice una balada oriental ypercibiréis los gemidos de la carne que sufre .

Estos gemidos, que en el Asia lej ana la sabiduríareligiosa ha hecho oir á todo el mundo , entrenosotros sólo los sabios los han percibido .

¿ Sabe usted en qué consiste eso ? expli

cóme, un día, mi amigo R oso de Luna . Enque nosotros los simples experimentadores notenemos prej uicios . Cuando un fenómeno nosaparece claro, nos apresuramos á renunciar ánuestros principios anteriores . En cambio losartistas, lo s literatos, lo s poetas, son siempreconservadores . La idea de que una planta no seasino un animal con raíces les obligaría á renunciar á mil imágenes milenarias . Por eso no quieren comprender esta verdad . Pero ya tendránque convencerse , pues no hay duda de que en lasescuelas futuras uno de los nuevos principios serála creencia en la vida análoga de los vegetales ylos seres ¿No lo cree Dentrode algunos días le mandaré un estudio que acabode escribir sobre la cuestión y entonces se convencerá .

Pocos d ías después recibí las páginas de mi sa

bio amigo y entre ellas una llamó mi atención .

Hela aquí .

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d inarias de la vida sensitiva de las plantas . Así,por ej emplo , Macdougal nos aseg ura que los seresvegetales tienen oj os . ¿ Os hace esto sonreir? Esporque para vosotros la idea de la vista es tanrefinada y tan complej a, que al pensar que unárbol puede gozar de ella os lo figuráis en el actoobservando con socarrona filosofía todo lo

'

quepasa á su derredor.Pero cuando se os explica que estos oj os des

cubiertos por el botánico yanqui no son, en real idad, sino órgan os destinados a creer la nociónde luz y de sombra , ya vuestra sonrisa, seguramente, se apaga . Porque, en realidad, todo escuestión de palabras . Aplicando á la exi steri cia

rudimentaria de un tronco ó de una ram a lasvisiones de nuestra nervosidad complicada , caemos en el acto en el mayor de los ridículos . Encambio , preparándonos para saber que la sensibilidad vegetal es relativa, ninguna idea nueva noschoca . De los oj os, el profesor Macdougal diceExaminada al microscopio la epidermis fina y

t ransparente que cubre las hoj as, aparece compuesta de millares de células minúsculas, quecontienen un líquido claro , y cuya forma es lent ícular, lo que prueba, que están dispuestas parapercibir las diferencias entre el d ía y la noche , conobj e to de poder volverse del lado del sol . Cont ra tal observación lo único serio que se ha dicho ,es que si realmente el órgano visual de los y eget ales reside en las hoj as, hay que convenir en que

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la naturaleza, una vez más, ha hecho muy imperfectamente las cosas , puesto que durante elinvierno lo s árboles se despoj an de su follaj e . Peroá esto Cun i sset Carnot, gran defensor de las modernas hipótesis, responde que, efectivamente ,los crudos meses del hielo pueden muy bien privar de la vista á los vegetales, lo mismo que ciegaá infinidad de insectos, de repti les y de moluscos . El propio Cun i sset Carnot refiere una anéc

dota, ó , como decían nuestros abuelo s, un casoque parece inventado por un poeta j aponés pára impresionar á los n iños . Helo aquí reducido ápocas líneas . Erase un labrador inglés, que habíaplantado en las inmediaciones de su viviendaunos cuantos olmos para esconder sus ventanascontra las ind i screciones de la ruta . Estos olmos,j óvenes é impresionables , parecían gozar,

de lassuaves brisas primaverales con mayor intensidad que los viej os manzanos del huerto vecino ,y, na turalmente, también parecían sufrir de unmodo singular durante los crueles días del invierno . Atraido por tales signos de vida sensible,el labrador consagróse á observar atentamentelas diversas manifestaciones nerviosas de sus arboli tos . Los murmullos gozosos de sus ramas,cuando el aroma de las flores del j ardin subíahasta ellas, parecíanle una prueba de que no hayser vivo incapaz de sentir algún placer . En elmovimiento de las hoj as buscando el calor y laluz, descubría el instin to animal de la planta

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GÓME Z CARRILLO

toda . Pero nada le sorprendía tanto como verque los olmos experimentaban, ni más ni rñenosque los hombres, la sensación del miedo . En efecto , cada vez que un rebaño de carneros pasabapor la ruta, lo s nerviosos árboles poníanse á temblar, sin que el menor soplo de aire los agitara .

Otro sabio, Tolkowsky, va más lej os aun queWackdougal, y no contento con creer que los ve

getales tienen movimientos instintivos, les concede un alma . La vida de los seres verdes dice es tan intensa como la de los hombres .

¿ Será es to Yo tiemblo ante la idea deuna floresta que odia y ama . ¿Figuráos las tragedias terribles de los j ardines, las monstruosas epopeyas de los bosques, lo s dramas desgarradoresde lo s huertos El hacha del leñador que suprime á un ser soberbio , lleno de vida y de belleza,rompe con su filo el alma de una amante, de unamigo .

¿ Sonreís deHacéisEl sabio Tolkowsky principia su estudio con

una declaración que .nos permite adivinar todoslos ensueños de amor entre flores . En el vegetal dice hay algo más que movimientos reflejos . Posee, como los animales, la facultad derealizar una labor interna , inmaterial , que tieneefectos análogos á los que produce la actividadde nuestros centros psíquicos . Esta fuerza abstracta es el alma . Decir instinto no es bastante .

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Hay que decir, sin miedo alma… Pero, natural

mente, tal alma no es cual la nuestra, o mej oraún, es cual la nuestra, mas incompletamente

d esarrollada . Luego , en una serie de observaciones tan profundas como sutiles, nos prueba

que no hay exageración ninguna en sus palabraslim inares . El instinto de la planta, en efecto , esuna realidad demostrable y, según parece; demostrada por mil experimentos científicos . Unode estos experimentos es el relativo á la divisióndel trabaj o . Las fuerzas físicas del ser vegetaldice Tolkowsky no son aprovechadas por

todo el organismo , sino por los órganos que lasnecesitan . Todo se adapta á las condiciones delmomento, las que hacen que el mismo rayo desol dé á las ramas un movimiento de desarrolloopuesto al de las raíces . La parte más pequeñano ej ecuta sino lo que es útil al organismo entero .»

Otras observaciones hacen ver que las flores ylos árboles sufren , gozan, son capaces de amor,tienen melancolías y llegan hasta á suicidarsecuando se los alej a del sitio en que han nacido yvivido . Lo que á nosotros nos parece siempre unfenómeno natural de la trasplan taci ón , es, á veces, un verdadero suicidio . La planta sin gustopor la

!

vida, dej a de nutrirse, dej a de respirar y,en una palabra, hace un esfuerzo instintivo paraescapar á la amargura de su vida . Hay, en apoyode estas hipó tesis, una historia tan extraord i

naria como la de los olmos ingleses, y es la de dos

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cerezos normandos que murieron de amor y detristeza . ¿ Sonreís aún?… No importa . Oíd y quizá en seguida vuestros oj os sentirán la dulce humedad de las más hondas ternuras . Un j ardinerode R ouen tenía en su huerto dos cerezos

,planta

dos tan cerca el uno del otro que sus ramas seacariciaban sin cesar. Ambos eran muy lindos,con sus hoj as murmuradoras y sus ramas ligerascargadas de pesados racimos . Pero el b uen j ardinero pretendía que s i en vez de estar tan j untitos estuvieran alej ados, se desarrollarían mej ory le darían más pingííes cosechas . Un vecino ,consultado sobre tan importante asunto , opinódel propio modo , asegurando que en tan es trecho espacio de tierra no podía haber bastantesavia para dos cerezos. Entonces el campesinotrasplantó uno de ello s a otro extremo de suhuerto . Y se dij o Ahora producirán el doble .

Mas ¡ ay ! lej os de eso , los pobres arbolitos comenzaron á languidecer, á secarse, á enfermarse .

En quince días todas las hoj as habían caído .

Luego una mañana de otoño , mientras los demásfrut ales erguíanse orgullosos de sus ricos productos, l os enfermos amanecieron muertos . Eran dosamantes que no habían podido resistir á la separación .

Pero pregunta naturalmente nues troescepticismo ¿no puede esta muerte habersido provocada por alguno de los numerosos males fís icos, de que suelen padecer las plantas?

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No responde la ciencia ; no ; el malno fué físico , sino psíquico . La materiaa sana . La enferma era el alma . El j ardinero

normando , que era un botánico distinguido , lorobó haciendo una verdadera autopsia de

áveres . Todos los órganos , tronco , ramas,raíces, lo s halló en perfecto estado de sa

La muerte había sido provocada por la tris

En el Japón y en la China los poetas saben milhistorias como éstas para emocionar noblementeá los niños . En Europa no son los poetas los quesaben, sino los sabios, los buenos sabios sentimentales que a veces son más poetas que los

EL LIBANO

Hace más de una hora que salimos de Beirut,y aún no hemos andado cinco kilómetros . Cuandollegamos á una meseta abierta, vemos á nuestrospies el amontonamiento de casas sin carácter,medio eur0 peas , medio árabes, que forma elgran

puerto sirio . Uno por uno contamos loscipreses del cementerio, los mástiles de los bar

cos, las aguj as de las mezquitas . Pero , de pronto,como para interrumpir nuestra contabilidad , eltren echa á correr, respirando monstruosamente,

y durante veinte o treinta minutos nos hacemosde nuevo la ilusión de que nos hemos aproximado

al fi n de nuestra j ornada, á la dulce Celesi ria llenade fl ores . Todo , á medida que subimos , nosanuncia una tierra paradisíaca . Las faldas de lasmontañas están cultivadas con un cuidado escru

puloso, como si estos singulares campesino s fueran j ardineros enamorados de su arte . Cada sotoforma una sucesión de amplias terrazas hechaspara impedir que las lluvias arrastren la tierravegetal , pero que, en apariencia, no son sino gen

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tiles alardes de buen gusto. A lo lej os, en las plan icies extensas, los olivares lucen al sol sus hoj asplateadas . Muy arriba, muy arriba, en las cimas,destácanse, ai slándose, enormes árboles de obscuras copas . Y todos pensamos, con una emoción casi religiosa He ahí los cedros ; he ahílos bellos cedros sagrados ; he ahí los cedros, delrey Hiram, lo s cedros de Salomón y de Ezequiel ,lo s cedros del Templo , los ce dros de losY en nuestra memoria cantan las endechas delAntiguo Testamento que alaban al gigante verdede Siria, hermoso en ramos, umbroso en ramas,envi d iado de los demás árboles del campo yamado de las aves . Debaj o de su ramaj e paríantodas las bestias y vivían muchas gentes . Y eranhermosos en su grandeza .

A medida que más rápida parece la marchadel tren, más impaciencia sentimos por llegará las alturas apenas entrevistas, y d e las cuales

ya no debemos estar muy lej os . Mas, ¡ ay unposte de hierro acaba de hacernos ver que nonos hallamos sino á diez y siete kilómetros dela costa, entre la aldea de Areiya y el valle deUadi Charour . Justamente al llegar á la plan icie, Beirut aparece de nuevo á nuestros p ies,muy confusa en su amontonamiento de casasy de barcos . Esta vez sus cipreses, que ya noson sino manchas verdes, apenas perceptiblesen la blancura general, no llaman nuestra atención . El paisaj e que nos rodea basta para inte

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resarnos y para caut ivarnos . Unidas por suavesvalles, las montañas del Líbano se extiendensobre nuestras cabezas, ondulando formidablemente en un interminable mar de lava . Sóloque esta lava, enfriada desde hace millones deaños , se ha cubierto de una capa de tierra roj iza,que la convierte en una región fértil y agradable

,

sin nada de aquel aspecto espantoso que en lascimas de los Pirineos ó de los Alpes llena elánimo de angustia . Ah, no Nada es aquí brusco ,nada es aquí rudo .

La poblac10n misma tiene en esta regionprivilegiada un carácter especialís imo, con sumezcla de cualidades fuertes, y de virtudesdelicadas . Desde que uno se detiene en una delas aldeas que ocupan los valles y que trepanpor los fl ancos de las rocas arrastrando consigosus j ardines y sus rebaños , la actividad y la cortesia de los libaneses sorprende agradablemente .

Divididos en campos enemigos por motivosreligiosos, estos montañeses son, no obstante,hermanos por el instinto del trabaj o y por elamor de la independencia . Desde que en el

siglo X I I I el rey San Luis promulgó su famosaordenanza declarando que las maroni tas del

Líbano tendrían en toda circunstancia el apoyo

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de los franceses para mantenerse libres del yugomusulmán, su libertad ha sido siempre, si noreconocida, al menos respetada por los dueñosde Siria . Actualmente su constitución política,constituye, en pleno territorio turco , una anomalía . El sultán de Constantinopla, en efecto , notiene más derechos en estas tierras, que el depagar el sueldo del baj a designado y sostenidopor las potencias . El baj a gobierna y administrala región conforme á leyes especiales, esforzándose, ante todo , por evitar las luchas religiosasque tantas veces han ensangrentado las santasmontañas . Imitad la conducta del emirBoch i r dicen los cónsules europeos al baj á .

Mientras vivió aquel gran libanés escribeun historiador local las querellas religiosasno existieron . Los diversos cleros, cuyo espiritu de intriga trata siempre de provocar crisis,eran mantenidos en una subordinación perfecta. Con un tacto admirable, el j efe supremodel país se había colocado fuera de los diversoscultos de sus súbditos, y para mantener entreellos el equilibrio , no pertenecía á ninguno ; ómás bien, lo que era una mayor prueba de sabiduria, los practicaba todos á la vez . Musulmánpara los musulmanes, druso para los drusos,cristiano para los cristianos, su conciencia erauna imagen de las montañas que gobernaba .

Los bajás actuales, que no tienen la fuerza morald e

_proclamarse omnicreyen tes, tratan, por lo

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menos, de mostrarse neutrales . En los demásorganismos administrativos, la neutralidad se

establece por la abundancra misma de interesesmorales opuestos . Así, por ej emplo , el tribunalsupremo se compone de seis j ueces uno druso ,uno maronita, uno ortodoxo , uno católico , unometuali , uno musulmán . Y con esto , y con laconvicción de que el yugo turco no ha de doblegarnunca sus cervices , los libaneses, fuertes y labor iosos, se consagran á la industria, á la agri cul

tura y al comercio , de una manera desconocidaen el resto de Siria . Las bellas sedas que se venen los bazares de Damasco , son fabricadas aquí .Los encaj es que se venden en Beirut, son también de aquí . Ya hace más de un siglo, estaactividad llamaba la atención de Volney, quiense preguntaba cómo siendo tal región una de lasmenos privilegiadas por la naturaleza, estab atan poblada y producía tanto . Á fuerza de artey de trabaj o dice aquel viaj ero han obligado un suelo duro á ser fértil . Para aprovecharlas aguas las conducen en mil canales por lasvertientes, ó las contienen en los valles pormedio de calzadas . Para sostener la tierra, quetiende siempre á resbalar por los flancos de susmontañas, construyen grandes murallas . Elcampesino , sin embargo, no es más rico que enotros lugares de Oriente, pero vive tranquilo yno teme que el caimacán ó el aya haga saquearsu casa, destruir su viña y raptar á sus muj eres .

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La seguridad es el principio de la poblacron,pues atrae a los hombres, que pueden multi

plicarse en paz . Esta seguridad, que en siglospasados fué causa de atracción, es hoy causa deéxodo . Los montañeses, seguros de que puedendej ar á sus familias al abrigo de matanzas y

p i llaj es, emigran con frecuencia para comerciaren Europa y en América . Las casitas deliciosascuyas ventanas verdes nos llaman la atenciónen todas las aldeas por las cuales pasamos,están construi das con dinero que viene de BuenosAires 6 de Nueva York . Como los griegos, mástal vez que los griegos, los libaneses no pierdennunca de vista, en las tierras lej anas en que seenriquecen, la tierra natal . Las escuelas, lo shospicios, lo s conventos, todo lo que constituyeobra de solidaridad 6 de asistencia, se sostienecon el oro de ultramar. Comerciando con habilidad , el druso ó el maronita que emigra, sepriva de todo personalmente para poder darseel gusto de contribuir á la obra nacional delengrandecimiento de su patria . Hay aquí, se

gún parece , pueblos enteros en los que no seencuentran sino muj eres . Nuestros hombresandan por el mundo contestan las lindas montañesas á los que les preguntan por sus maridos,por sus hermanos, por sus padres . Y, mirandocon fij eza á quien se acerca á ellas, hacen ver

que, aun siendo frágiles en apariencia, tienen ,

como sus montañas natales, un alma de roca .

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tan sus perfiles en el fondo azul del cielo , parecenacercarse á nosotros . Y de minuto en minuto

,

sus proporciones se afinan, su grandeza disminuye, su aspecto general se confunde con el delas bayas corpulentas, pero no colosales, quehemos visto en los patios de algunas mezquitas .Los raros ej emplares de su raza que existen enEuropa, en los Jardines de Aclimatación, son ,

de seguro , mucho mayores . No hay más querecordar cuán miserables parecen, al lado delcélebre cedro de Ginebra, todos los pinos deSuiza, y cuán pequeños son , en Francia, comparados con los cedros del buen Tournefort, lo smás altos castaños de Indias . Aqui, en cambio ,vistos de lej os, estos hij os de los árboles del reyHiram, no son más enormes que cualquier hayade buen porte .

¡ Como que no son sino grandes pinosnegros, plantados hace menos de un siglo !me dice mi guía .

¿Y los cedros? le pregunto . ¿Dóndeestán los cedros?ElLos cedros, según parece , ya no existen en el

Líbano . 0 , mej or dicho , s i , s i existen, pero comosimples curiosidades, ni más ni menos que en losj ardines oficiales de Europa . En una regiónrelativamente alej ada de estas montañas de laruta de Damasco , hay unos cuantos ej emplarescentenarios, tal vez milenarios, que los turistas

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van á ver, cual reliquias sagradas . Los sietemás célebres tienen guardianes que los protegencontra la codicia de los coleccionistas de astillasy de ramas . Para contemplarlos, hay que subir ádos mil metros de altura por rocas poco accesi

bles y poco amables .

Personalmente , yo prefiero continuar mi camino hacia Muallaka, donde terminan estas bellas montañas . Desde aquí se ven ya las llanuras de la Celesi ria, que es un j ardín . El sol de

la tarde ilumina las alturas, dándolas reflej osroj izos . Las aldeas que se recuestan en las faldasdel Líbano, á la sombra de las m

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oreras y de losolivares, anímanse con una vida casi fantástica

á medida que la luz va encendiendo llamas deoro en sus vidrios . Las viñas tienden sus matasverdes, de un verde tierno y primaveral, en ex tensiones inmensas . Por los senderos pasan, pausados, los rebaños de cabras negras seguidas porpastores beduínos cuyas amplias chi labas flotantes tienen una maj estad bíblica . Y todo sonríe .

Todo es ameno . Todo es suave . Todo nos habla debienestar, de paz, de vida patriarcal . Cada uno delos caminos blancos que serpen teau por los valles,es una escondida senda á donde el mundanal

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ruido no llega . Los árboles cargados de frutasson vivos testimonios de riqueza paradisíaca .

Pero esto mismo , que constituye á través delos siglos la ventura material de la gran regióndonde el buen Hiram reinó, hace que las bellasmontañas libanesas sean, legendariamente, deuna pobreza absoluta . Aquí, en efecto , los poetasde Israel no han colocado ninguna de las piedrasmaravillosas que marcan el paso de sus fantasmas divinos por la tierra . Algo más lej os, del otrolado de la Celesi ria, entre Suk-Uadi-Baradá yAin—Fi dj é , hay una roca siniestra, en la cualCai n asesinó á Más lej os, mucho máslej os, está el Sinaí, envuelto en rayos, que conserva las huellas terribles de Y más lej osaún, es tá el Ararat, donde la serpiente hiz o pecará Aquí no » hay nada más que cas itasblancas amontonadas en los valles ; y grandesplantaciones de viñas ; y olivares plateados ; yaltas hayas hij as de los cedros muertos ; y lín easarmoniosas que dan á las montañas formidablessuavidades de

DAMASCO

Mi paraíso no es de este mundo », murmuró elprofeta, sin querer entrar en Damasco . Y aquelvade retro musulmán me persigue como unaobsesión desde que he comenzado á pasearmepor estas calles llenas de sol y de polvo . ¡ Ah,s i como Mahoma me hubiera contentado conadmirar de lej os el gran vergel oriental Porque no hay duda de que ninguna ciudad produce ,vista desde una altura, una impresión tan encan

tadora. Los europeos que quieren explicar elentusiasmo de los árabes por Damasco , nos dicenque es preciso tener en cuenta que los que lleganaquí del in terior del país han atravesado antes uninmenso desierto , sin un árbol, sin una fuente.

Pero en realidad no es indispensable veni r delfondo de la Arabia para sentir la dulzura verdad eramente paradisíaca de esta tierra . Cuandouno la contempla en Salah iyet , experimenta lasensación de ver realizarse un ensueño . Es unj ardín inmenso el que aparece ante la vista . Deese j ardi n se alzan, llenando el espacio de flechas

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blancas, los lindos minaretes de las mezquitas .

Las casas extienden sus terrazas entre las flores .

Los siete río s legendario s brillan con cabrilleos

argentinos en las calles umbrías . Sólo que ¡ ay !si uno penetra en la ciudad y comienza á pasearse ,la delicada ilusión se desvanece . ¿Dónde estánlos j ardines?… ¿Dónde las terrazas floridas?…

¿Dónde las mezquitas?… ¿Dónde los ríos?…Al salir de la estación del ferrocarril de Beirut .nos encontramos de pronto en una avenida quepodría ser de una ciudad de segundo orden francesa ó italiana .Ahí va el río de todas las cancionesy de todas las esperanzas, el río casi sagrado quehace soñar durante las noches sol itarias á loscaballeros del desierto, el dulce Barada de aguasde Mas, para no mentirnos á nosotrosmismos, tenemos que confesar que no es sino unrío turbio y lento, que pasa baj o vulgares puentesde hierro . ¿Y la explanada ésta por la cual nosconduce nuestro cicerone y que, según parece ,era antiguamente el paseo de los ¡me tes y de lasdamas veladas? ¡ Oh desencanto de los desencantos ! Hoy no vemos ahí sino grandes casasde estilo europeo , hoteles alemanes y suizos, edif i cios municipales, almacenes enormes cuyosrótulos son copias de los de París ; y para com

pletar el cuadro , un tranvía eléctrico , un endiablado tranvía que pasa j unto al rio sonando suscampanillas y que va aperderse allá muy lej os ,después de la plaza central , entre las callej uelas

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En la Plaza, la des ilusron se acentúaaún más . ¿Estamos realmente en Oriente? Estaformidable columna de hierro que se alza aquí,cubierta de trofeos, celebra no una victoria de lo spríncipes Omiadas, sino una victoria del progreso . Al pie de la columna se amontonan loscoches de alquiler, iguales á los viej os simonesmadrileños, con sus caballos flacos y sus cocherossoñolientos . Más allá, una enorme cervecería deMunich llena con sus sillas toda una acera . Y lacalle que conduce á los bazares se abre, así, entreruido de choppes servidas por camarerosrubios y es trépito de timbres eléctricos .

Verdaderamente, más me hubiera valido imitar á Mahoma y no entrar en este paraíso , delej os tan bello , de cerca tan

Pero no, pero no… De aquí que, apenashemos abandonado la gran plaza de las cerveceri as y la gran calle del Tranway, para meternos por un pasaj e abovedado , todo cambia comopor obra de magia . El Occidente, y el progreso , yla electricidad, y la prisa, se quedan allá fuera .

Aquí, en una penumbra tibia, el pasado orientalnos posee en absoluto , con sus aromas, sus musicas, sus colores y sus líneas . Estamos, según me

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d ice mi guía, en el Bazar, en el famoso Bazar deDamasco , donde se amontonan, desde hace másde mil años, los tesores del comercio y de laindustria árabes . Aquí vienen, en caravanasin terminables, á través del desierto , los perfumes de Bagdad y los bálsamos de Basora ; aquíllegan de Persia, envueltos en telas brillantes, losbordados de oro y los collares de filigrana ; aquise conservan las últimas hoj as de alfanj e damasquinadas por los artistas de otro tiempo ; aquíestá el depósito de las sedas del Líbano y deAlepo ; aquí se venden los encaj es de Gal ilea ;aquí, en f i n, se encuentran los productos delos diez mil telares que aún funcionan en laciudad como en tiempo de los califas fatimi tas .

¡ Oh, estas sedas de Damasco , estas extraordi

nari as sedas, cuya riqueza asombra v cuyabelleza encanta, estas sedas que parecen verdad eramente hechas para mantos de reyes de lasmil y una noches No sé cuántas horas llevoen una tienda dej ando que dos mercaderes deblancos turbantes y de amplias túnicas eXpon

gan ante mis oj os alucinados las maravillas desus estanterías . Y son brocados en los cualestoda una flora de ensueño abre sus corolas áureasen fondos de colores violentos, de púrpuras, deanaranj ados, de violetas . Y son amplias mantastodas tej idas de plata, sin más decorado que elreflej o del metal blanco mezclado con el de laseda blanca, mantas para ideales desposadas de

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— 4 Aún tenemos que ver muchas cosasdice .

Es cierto .

Tenemos que ir hasta el barrio de los j udíos ,allá, muy lej os según parece, con obj eto de verla puerta por la cual entró San Pablo y la ventana por la cual se escapó para librarse de lasasechanzas de sus enemigos . Tenemos que irhasta el lugar de la visión . Yendo por el caminoaconteció que, llegando cerca de Damasco , súbitamente le circundó un resplandor de luz decielo , y cayendo en tierra oyó una voz que ledecía Pablo , Pablo ¿por qué me persigues?Tenemos que ver todos los lugares santos de laciudad, antes de visitar lo s palacios de lo sbajás, que son, si hemos de creer á Pierre Loti,alcazares encantados .

He aquí la casa de Ananías .

En el fondo de un patio , ábrese una puertecillá que conduce á un subterráneo frío convertido por los franciscanos en capilla . Este es elúnico santuario auténtico , entre los varios queenseñan los cristianos, pues la célebre ventanapor la cual se escapó San Pablo, no es sino unabarraca edificada en época relativamente recienteen lo alto de una muralla sarracena . Otro reposorio bíblico que tampoco debe ser auténtico deun modo indiscutible, y que sin embargo nosimpresiona más que la ventana de la fuga , es lacasa de Naamán, el guerrero leproso curado

'

por

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Eliseo . El sitio en que se encuentra, todo pobladode ruinas milenarias, es de una belleza horrible .

Con la eternidad que tienen en Oriente las cosas,aún viven, alrededor, de esta casa leprosa, losleprosos damascenos . El paisaj e es de una sordidez grandiosa . Los árboles se detienen muylej os . Los arroyos no llegan hasta aquí . El suelo ,cubierto de despoj os, es gris é ingrato . Muycerca está el principio de la calle Derecha pordonde entró lleno de fe repentina .el fogosoPablo . Mas en vano tratamos de evocar su fantasma y los de sus compañeros . Ninguna sombracristiana responde á nuestro conj uro . Tal cualhoy vemos esta — larga calle que corta en dospartes la ciudad nos decimos recordando unafrase de R enán así debió ser en tiempo delapóstol . Nada, empero , nos habla aquí delEvangelio . Las casitas apiñadas en racimos tortuosos, con terrazas baj as y ventanas estrechas ,son iguales á las de todos los pueblos musulmanes, casitas herméticas y hostiles, casitasmisteriosas .

Instintivamente hemos vuelto hacia los bazares, y los recorremos sin cansam os durantehoras enteras . Todo nos interesa en estasinmensas galerías llenas de t iendeci llas y de

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obradores, en los que se concentra la actividadde la población . Divididos por gremios, segúnla venerable costumbre oriental, cada suktiene su color y su olor especiales . Aquí es tánlos vendedores de sederías, en esta larguísimacalle abovedada que va hasta la mezquitade los omn iadas . Sus estrechos recintos, quesuelen contener verdaderos tesoros, son losmás alegres que existen, con sus pañuelos mult icolores colgados en las puertas y sus lindoschales roj os tendi dos en el interior. Junto á lassedas aparecen los cueros, el otro luj o árabe, loscueros brillantes, lab rados como j oyas, quesirven para fab ricar los arneses y las babuchas .Sentados en el umb ral de sus barracas, lo s tala

bar teros y los zapateros trabaj an sin prisa en larealización de sus obras maestras . Todos hacenlos mismos gestos . Todos se aplican á la mismal abor. Todos emplean los m i smos materiales .

Vis tos de lej os, forman un interminable frisovivo de una simetría perfecta . Y si sus actitudes

son uniformes, sus labores no lo son menos . Através de los siglo s, las mismas sillas de montar,llenas de adornos, las mismas riendas adornadasde cuentas de vidrio y las mismas pantuflaspuntiagudas siguen saliendo de los mismos talleres . Los hij os de Saladino no necesitan, comonosotros

,cambiar á cada instante de modas

ni de modales . Cual se vestían en tiempo de losgrandes califas, así se visten hoy. Las muj eres

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pasan por entre los suks siempre envueltas ensus velos flotantes, siempre tapadas como espectros, siempre discretas y medrosas . De vez encuando , al entrar en una t i endecilla, levantan suantifaz obscuro y dej an brillar sus oj os admirables, sus grandes oj os negros que los poetascomparan siempre con los de las gacelas . Peroesto no dura sino un minuto . Luego el velo caede nuevo sobre la faz pálida y el fantasma continua su vida misteriosa . Lo único que no lograremos j amás decía un revolucionario turcoá Marcelle Tinayre es destapar el rostro denuestras muj eres . Y si eso pasa en Cons tant inopla, donde ya la cultura europea se filtrapor todas las grietas de los viej os muros, figuraos lo que pasará en Damasco , que tiene lapretensión de conservar las tradiciones con máspureza que Bagdad y Samarcanda . El mismotarbuch roj o , adoptado por todo el islamismo ,aquí no es frecuente . Los nómadas llevan siempre sus coronas de lana negra y los sedentariosno se quitan nunca el turbante . Y, á fe mía, bienhacen, pues así vestidos, con sus amplias túnicasde colores suaves y sus tocados antiguos, son

seres de las Mil y una noches .

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Y son seres deliciosos , corteses,amables

,

galantes , hospitalarios, discretos, tolerantes . Enestos mismos momentos en que los preparativospara la peregrinación a la Meca atiza en lasalmas el fuego religioso , no puede nadie sorprender en las calles la más l igera muestra de hostil idad contra los cristianos . En la gran mezquitade los omniadas, donde pasamos la mañana, nosentimos una sola mirada hostil . Cuando entramos, después de habernos descalzado piadosamente, la escuela de los muftis está en plenaactividad . Acurrucados en una inmensa tarima

,

lo s futuros sacerdotes oyen al imán,

' que lesexplica los grandes secretos del Corán con esetono de melopea adormecedora que en todaspartes tienen las recitaciones de iglesia . Losadolescentes de perfiles de bronce, parecen oirla venerable palabra con la mayor deferencia .

Innumerables fieles, que terminaron ya su prezmatinal con el rostro vuelto hacia el mirab , permanecen postrados al pie de las columnas ,soñando largos ensueños . En algunos rincon

cillos reservados para devociones especiales ypara milagrosos votos, los más fogosos creyentes

ab i smanse en delirantes invocaciones . Todo eltemplo parece animado de una intensa vidapiadosa, de una profunda actividad mistica . Miguía, que es un sirio de Jerusalén acostumbradoa las feroces intrans igencias de los guardianes dela mezquita de Omar, asegúrame a cada paso

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que no es prudente continuar nuestra visita áesta hora . Por mi parte , no sólo no veo en los

fieles de Mahoma la más leve amenaza, sino quehasta me parece que ni siquiera han notadonuestra presencia Deteniéndome ante cadadetalle arquitectónico que me inspira curiosidad ,voy

,sin prisa, entre los muftis y los imanes, no

provocando sino el vuelo de algunas palomas .

Más feliz que Pierre Loti, quien estuvo aquícuando el incendio de 1893 había convertidotodo este recinto en un campo de escombros, hepodido ver lamezquita reparada, con su an tiguaforma, ya que no con su antiguo esplendor.

Para construir el santuario de lo s omniadas

dice el profesor Socin vinieron mil doscientosartista de Bizancio . De las demás ciudades deSiria, se traj eron columnas antiguas . El pavimento y la parte inferior de los muros eran demármoles raros, y la parte superior

'

de lo s muros,así como la cúpula, estaban cub iertos de mosaicos . Los nichos para orar tenían incrustacionesde p iedras preciosas . Entre las columnas seentrelazaban los pámpanos de oro . El artesonado era de cedro incrustado de oro . Las sei scien

tas lámparas eran de oro . De todos estosesplendores antiguos hoy sólo quedan las co

lumnas y algunos fragmentos de mosaicos . Encuanto al oro de las lámparas y de las incrustaciones hace mucho tiempo que desapareció en lo storbellinos de las guerras y de losmotines . Pero ,

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tal comoes, siempre puede figurar el viej o santuario de los califas entre los más bellos edificiosreligiosos del Islam, con sus vidrieras de colores,con sus capiteles labrados, con sus mármoles dematices suaves, con su soberbia cúpula, con sugran patio descubierto . Lo único que no tiene es lasuave penumbra que tanto impresiona en otrasmezquitas . Muy clara, en efecto , muy venti lada,carece de misterio y de intimidad . Es un santua

rio para grandes rezos colectivos , no para coloquios tiernos con el Creador. Sus diferentescapillas, consagradas á diferentes sectas musulmanas, hacen ver su carácter de amplio pani slamismo . Por eso , sin duda, lo s viej os fieles apegados á las tradiciones locales, prefieren, paraalzar sus preces á Alah y para conversar con elProfeta, l as mezquitas más pequeñas y más

escondidas que se encuentran á cada paso en ellaberinto de las callej uelas antiguas

Estas gentes tan risueñas, tan corteses, tangentiles

,estas gentes que no enseñan sino sus

reverencias graciosas á los forasteros, tienen,sin embargo, una his toria trágica . Viéndolesahora envuel tos en trapos alegres, me preguntosi es posible que en el fondo de sus almas exis tala dureza de que dieron muestras durante las

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chanzas , sus ricos pasteles de miel ; los que pasan,con una flor en los lab ios, envueltos en luminosaschilabas ; los que me saludan desde el umbral desus t i endecillas ; los que, muy graves, se enternecen al ver a los perros errantes y les echanpedazos de pan ; todos los que me rodean, enf m, todos, todos, tienen en la sangre la ferocidadde los matadores de cristianos, y el d ía en quela oportunidad de organizar una buena matanzase presente de nuevo , trocarán, locos de gozo , susonrisa actual por un gesto sanguinario y magní

fico .

¡ Oh, estas calles de Damasco, estas tristescalles color de tierra, estas calles llenas de polvo6 de lo do , estas calles sin ventanas, sin ruido ,sin vida ! Cuando uno penetra en ellas al salirde los alegres bazares, figurase que ha entradoen una ciudad desi erta y yerta . ¿Dónd e estánsus habitantes?… Más aún, ¿d ónde están suscasas?… Porque aprimera vista no se distinguensino muros decrépitos que se extienden enlíneas quebradas según absurdos alineamientos .Sólo de trecho en trecho se descubre una puertecilla carcomida, con su enorme aldabón dehierro . Aquí , á la sombra del soberbio minaretede la gran mezquita, sobre todo, la ciudad tiene

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un aspecto fantástico de soledad y de miseria . Y,

sin embargo, éste es el barrio donde se hallanlas famosas viviendas que tanto asombran á losforasteros .

Hay que llamar d íceme mi guía detemendose ante puertecillas muy modestas .Hay que llamar, en efecto, y luego hay que

e sperar muy largo tiempo , hasta que un negroasoma misteriosamente la cab eza por un portillo . Hay que transponer otra puer ta, á vecesotras dos, otras tres puert as . Y al f i n, como premio de tanta paciencia, se recibe la recompensadel fantástico espectáculo de los palacios nuncavistos . Aunque esto de nunca vistos, no lo digoyo , que conozco el Alcázar de Sevilla y laAlhambra de Granada, sino los viaj erosalemanes, ingleses y franceses . Como un sueño de las Mil y unanoches es cribe Pierre Loti , me acordarésiempre de haber visitado, una manana deprimavera, la mansión del bajá Abdulah . Yotambién he visitado esta mansión, gracias á unacarta del doctor Mardrus . El bajá nos ha recibido , á mi cicerone y á mi , sentad o en un taburete de cuero y fumando un enorme marghilé .

Y, sin duda, este patio rodeado de altas murallas, refrescado por una fuente inmensa, alegradopor boscajes de j azmines, de rosas y de mirtos,es admirable . Y la gran sala en la cual el baj árecibe á los que vienen á visitarlo , la sala frescay suntuosa cuyo piso es de j aspe

,cuyas paredes

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están cubiertas de azulej os, cuyos artesonadosson como encaj es policromos, cuyas vidrierasreparten la luz con una perfecta ciencia de laspenumbras, sin duda, sin duda, también esadmirable . Pero me basta volver la vista haciael Alcázar 6 hacia la Alhambra, para que, en el

acto, todo esto me parezca pobre, estrecho, seco ,de mal gusto . Además, los palacios árabes españoles tienen la ventaj a de no estar amueblados

,

mientras la mansión de Abdulah se enorgullececon los más horribles muebles que pueda unofigurarse . En el salón en que me encuentro, veonada menos que un armario de luna, de estiloLuis XVI, todo incrustado de nácar. Junto al

armario , en un marco de un gusto detestable,resplandece la imagen de Gui llermo I I deAlemania .

Aquí estuvo nos dice el baj a lleno deorgullo .

¡ Ah, el terrible kaiser ! No hay medio de darun paso por Damasco, sin tropezar con su recuerdo . Allá arriba, a la entrada de la población,donde antes enseñaban el lugar en el cual el

Profeta se detuvo para contemplar los j ardines,ah ora muestran un belvedere edificado para sumaj estad imperial . En la tumba de Salad ino , enla capilla donde hasta hace poco no penetrabansiquiera los infieles, lo primero que se ve es unacorona de bronce dorado , puesta por su maj estadimperial al pie del catafalco . En el hotel , en fi n,

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con sus flores y sus j uegos de agua, con sus salascubiertas de azulej os y sus galerías de cedrolabrado , con sus d ivanes profundos y sus espej ostentadores . Pero ese paraíso pertenece al dueñodel harén, al amo y señor de la familia . Paralos demás no existe sino la tapia, y el lodo de lacalle, y la penumbra perpetua entre .los postigossiempre cerrados . Un olor de humedad hace másdesagradab le aún estos barrios ant i quísimos .

Aun en los días en que no llueve, los pies resbalanen el lodo . Los arroyos, que cantan adentro la canción de sus surtidores, fuera forman un charconegro . Hay que ir muy lej os para ver calles frescas, con alegres escenas árabes ; hay que atravesar todos los suburbios comerciales ; hay quesalir por una de las puertas ant i quísimas de laciudad y seguir el curso caprichoso de los ríos,que pasan baj o la tierra, que se esconden entrelos muros, que surgen de pronto cuando unomenos lo p iensa, y que vuelven á esconderse, enun perpetuo j ugueteo .

Henos aquí, de nuevo, en el Bazar. Todos losd ías nuestros pasos se dirigen hacia es te deliciosolaberinto , en el que bulle y palpita la existenciad e la ciudad . Aquí los que no saben escribir vien en a sentarse j unto a las mesitas de los memo

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r iali stas y dictan sus cartas de amor Ode negocios . La clientela femenina, sobre todo , es abundante en los rinconcillos discretos . Muy tapadas,hablando muy quedo , tratando de contener lo smovrm1entos nerviosos de sus manos pál idas,las damas árabes hacen poner por escrito lo quequieren que el ausente sepa . Cerca de los memoriali stas estánlos fabricantes de sellos, que, conú tiles muy f inos, graban en los chatones de lassort i j as la cifra que sirve en Oriente como f irmay que es indispensable en todo documento . Algomás allá están los j oyeros, que trabaj an lo mismoque sus abuelos de hace quinientos años, conherramientas primitivas, y que á pesar de eso , 6por eso mismo , producen obras de una delicadezay de una gracia exquisitas collares de frligranacon incrustaciones de vidrios que les dan unbrillo de esmalte, brazaletes sonoros y vistosospara adornar los finos tobillos de

!

las damas delharén, pendientes muy bellos y muy fantás ticos

que, de lej os, parecen enormes escudos de oroy que ponen su nota de luz en el tocado de lasbeduinas . ¡ Con cuánta fe se inclinan estos buenos j oyeros sobre la labor comenzada ! EnÍ laseriedad que demuestran, se ve que están convencidos de que no hay sacerdocio más respetable que el que tiene por obj eto aumentar elencanto femenino . Y º si los j oyeros son sacerdo

tes, los reposteros son'

alquimistas . En el fondode sus t iendecillas decoradas con fayenzas persas

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de gran precio , atizan sin cesar el fuego de sushornillos baj o las retortas más enigmáticas . Unaro

'

ma riquísimo de miel, de canela, de rosas y deleche, embalsama las inmediaciones de sus puestos . Los niños y los perros forman á sus puertasuna perpetua guardia de honor. Ante otrasbarracas donde también hay hornillos y retor

tas, pero que no huelen á canela sino á aceiterancio, los que se amontonan son los miserables,lo s muertos de hambre ! Porque no todo es luj oy labor feliz en estos suks benditos . Tambiénhay una galeria, muy grande y muy poblada, queno es sino un mercado de andraj os, una corte delos milagros de Oriente . Ah, miserable y sórdidosuk—el—kumeilé , que aún no había visto y quesurges hoy de pronto, cuánto más patética es tumiseria que la de todos lo s rastros occi den

tales ! Envuelta en albornoces flotantes que secaen á pedazos, la pobreza de Damasco tieneactitudes desgarradoras que, aun la mismapobreza de Rusia, muerta de frío, desconoce !Al salir de la galería de las sedas y de los perfumes, sobre todo , cuando uno se siente enaj enado

pOr las imágenes de la voluptuos idad , el bruscoaparecer de los andraj os causa una angustia intinita . Y á pesar de lo curioso que el espectáculonos parece, huimos de él instintivamente, y volvemos hacia lugares más alegres, para respirarde nuevo los efluvios de la dicha, de la alegríay del regocij o que llenan los bazares ricos . Mas la

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llenos de murmullos de fuentes y de aromas deflores . En verdad, el Profeta hizo mal enno entrar en O, mej or dicho , hizobien, muy bien, pues el paraíso terrestre le habríaobligado a no pensar nunca más en conquistar eldel otro mundo . En este oasis, baj o este cielo ,entre estos efluvios balsámicos, la existencia nose comprende sino como un perpetuo ensueñosensual y perezoso . Cuán lej os me siento de lasinmediaciones de las mezquitas, en las cualesse amontonan los fanáticos para orar austeramente ! Los siete río s legendarios se dividen encentenares de arroyuelos, que pasan, sin prisa,recitando madrigales de languidez . Los árboles,siempre verdes, alzan

_

sus copas propicias en eloro del día . Las alas de la brisa, que han atravesado sotos de limoneros y de magnolias, acarician las sienes con una suavidad enervante .

Olvidándome de San Pablo , me siento un almade árabe y experimento la necesidad de entrar enuno de estos cafés al aire libre, para vivir ensilencio largos minutos de quietud, de quimeras yde ignorancia .

Me parece que todo lo que constituye mi vidanormal se ha desvanecido para siempre . Elhumo del narghilé sube en espirales blancas y vaá confundirse con el de los musulmanes que me

rodean, como mis soñaciones se confunden conlas suyas . A lo lej os suena una música monótonade guzlas ó de violines beduínos . El agua del río

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parece inmóvil . En las enramadas no se mueveuna Y mi nirvana voluptuoso es tan dulce,tan dulce, que me siento acongoj ado á la idea deque no ha de durar sino un

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cron divina no fué pronunciada en vano . Ay deti, Tapernaum ! ¡ ay de ti Betsai da ! dij o enun momento de cólera Jesus . Ay de vosotrasPorque yo he hablado y no me habéis oído

,he

hecho milagros y no os habéis convertido . ¡Ayde vosotras, Corozaim y Dalmanata l Si Sodomay Gomorra hubieran visto los milagros que hehecho entre vosotras, se habrían arrepentido . »

Hoy nada existe de aquellas ciudades . En cambioTiberias está siempre aquí, como el día en que losapóstoles presenciaron la multiplicación de lospanes y de los

'

peces, mirando sus terrazas en lasaguas divinas del lago . Las casitas pintadas deblanco 6 de azul , pobres sin sordidez, se amontonan alrededor de las sinagogas . En la campiñacercana, el trigo crece entre las flores silvestres .

Cuando R enán vino á Gal ilea hace cuarenta años,esta comarca era de una desolación infinita .

Este lindo pai s, que hoy por culpa del enormeempobrecimiento que el islamismo ha operado enla vida humana es tan triste, tand i ce el gran historiador de los orígenes del

cristianismo . Y otros viaj eros anteriores á él,nos hablan con más

'

detalles de la desolación delos campos donde no vieron ni viñas, ni trigos ,ni pastos, y donde t oda la tierra estab a cubiertade abroj os y de hierbas salvaj es . De entoncesacá, lo s j udío s que regresan a Palestina despuésde la larga dispersión de Occidente, como susabuelos volvieron del cautiverio de Bab ilonia,

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han hecho florecer las tierras . Contemplando lasllanuras que se extienden al pie de las mon tañas,no puede uno menos de evocar las descripcionesingenuas y entusi astas de los primeros peregrinoscristianos . Son los mismos campos ricos y r i sue

ños, son los mismos senderos lleno s de flores, sonlos mismos rebaños en los mismos pastos

La ciudad tamb ié n debe ser igual á todas lasgrand es aldeas de pescadores y de campesinosen las cuales nacieron los apóstoles . Hoy que lagente celebra la fiesta del sabat y que los traj esarcaicos salen de los muebles ancestrales, la ilusión es cómpleta. Por las puertas abiertas, se ve

El interior de los hogares . Las familias, reunidasen los pat ios, forman grupos pintorescos . Las amplias túni cas de colores claros aún llamadas mit

pahath envuelven los cuerpos de las muj eressin deformarlos, con una gracia bíblica. Rut estab a vestida así cuando el viej o Boz

_

le hizo levantarse la falda con pretexto de darl a seis medidas de cebada . Verdad es que las Ruts actualesse complacen en adornarse con alhaj as muy doradas, con cintas muy roj as 6 muy azules, concollares de muy mal gusto . Pero esto mismo estádentro de la tradición milenaria . Las j udías, co

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mo todas las orientales, han adorado siempre losadornos violentos y las j oyas brillantes . El Talmud h abla á menudo de las bandas de seda cubiertas de placas

de oro 6 de pla ta con las cualeslas muchachas se hacían verdaderas coronas sopretexto de retener sus negras cabelleras . Lospendientes eran tan grandes, que á veces, segúnla Biblia, pesaban hasta un medio siclo . Los collares, los triples collares en los cuales las perlasalternaban con los granos de ámbar y con lassimples cuentas de vidrio , parecían indispensablesen toda to ilette femenina, porque en ellos ibansuspendidos los lehaschim tali smán icos consus s antas inscripciones . Los brazaletes, en fin,

los brazaletes de las piernas y los brazaletes delo s brazos, resultaban tan numerosos como vári ados los había para el codo, los había para lasmuñecas, los había para los hombros , lo s hab íapara las rodillas, los había para los tobillos, y suuso era casi ritual . Las j udías actuales no hantenido , pues, necesidad de imitar á las árabesdetestadas para mostrarse suntuosas . Hasta ela puch que ennegrece las pestañas y finge negras oj eras, es de tradición bíblica . Aunque tevistas de grana dice Jeremías, aunque te

adom es con collares de oro, aunque te pintes conpuch los oj os, en vano te engalanas . Y Ezequiel,agrega He aqui que los hombres vinieron delej os y por amor de ellos te lavaste y pintaste losoj os con cohl y te ataviaste con adornos . Las

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plares más genuinos y más variados de la granraza dispersa . Es un error, en efecto , el de creerque todos los israel itas que hoy pueblan Tiberi ades pertenecen á las familias establecidas en el

norte de Europa y degeneradas por el clima ypor las miserias sufridas durante siglos y siglos .

Junto á lo s recién llegados de Rusia, de Lituaniay d e Polonia, están los que regresaron de Españahace cua trocientos años y que forman una verdadera aristocracia israelita . La gran sinagogaque se encuentra fuera de la población, en lasinmediaciones de las antiguas termas de aguacaliente, es sefardím . ¿Y cómo habían de faltaraquí esos j udíos de oj os negros y de noble historiateniendo como tienen que custodiar el santo sepulcro del cordobés Maimónides?

¡Maimónides ! No hay en Oriente quien pronunci e su nombre sin veneración . Los cri st ia

nos, los árabes, los j udio s, todos saben quién fuéaquél hombre sublime . Sólo los españoles no losabemos . No no lo sabemos, por muy versadosque seamos en histo ria de la Edad Media . Sabemos que fué un gran fi lósofo , que fué un gransabio, que fué un gran teólogo . Pero eso no esnada . Para darse cuenta de su verdadera magni

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tud,hay que considerarlo desde esta tierra del

Talmud, donde la raza j udía conserva aún todala fuerza de sus esperanzas . Aquí, en Palestina, Maimónides aparece cual el más sublimede los hij os de Israel después de Mo isés . Los se

fardi tas oran ante su sepulcro como ante el deun Profeta . De todas partes del mundo vienenhasta es te rinconcillo de Gal ilea, en romeríaspiadosas , los het reos que quieren purificar susl abios al contacto de esta piedra santa . Los pobres t i berianos, en f i n, no camb iarían esta reliquia por todas las que posee Jerusalén . Y no osfiguréis que tan gran devoción sea puramentelocal y popular. Los historiadores i sraelitas demayor importancia, colocan á nuestro j udío porencima de todos los demás j udíos . Las comunidades más doctas del j udaísmo dice TheodoreR einach en su H istoire des I sraéli tes , acogencon entusiasmo sus libros traducidos al hebreo ylo veneran como á un segundo Moisés . Despuésde las Tablas de la Ley, en efecto, ninguna legislación sagrada tiene tanta fuerza como los Artículos de la Fe, de Maimónides, adoptados por laSinagoga y cons iderados como el complementod el Decálogo mosaico . Pero su verdadera gloriano es sólo religiosa, sino también fi losófica y política . Cuando, á la edad de treinta años, tiene quesalir de España huyendo de la intolerancia arabe, encuentra á sus correl igionarios más d i spersos moral que materialmente . Las interpretacio

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nes del Talmud y de la Mischna, crean en el senode Israel una confusión peligrosa para la conservación de las creencias esenciales . Cada Sinagoga, cada grupo de doctores, cada sacerdote,tiene en el siglo xn su manera de comprender yde enseñar la Ley. Las enormes compilacionestalmúdicas de los primeros tiempos de la era

cristiana, au torizan las mayores fantasías mi sticas . Lamagia, la astrología, la kábala, todas lasciencias ocultas de la Edad Media, extravían lamente de los orientales en general y de los j udíosen particular. El gran rebaño de las almas sehalla, en una palabra, disperso . Entonces Maimón i des , obrando ccmo un Moisés ideal, emprende su gran obra salvadora y reune á sus correli

gi onarios ante el miraj e de una Tierra Prometida que no es de este mundo, pero que basta áoperar el milagro de la solidaridad de la raza . El

título de su obra más famosa, es, en este sentido,

muy elocuente . Guía de los Extraviados llamaseeste libro que constituye, aun en nuestros días,la base de la filosofía religiosa israelita y que dauna pauta segura para no vivir en la perplej idaddolorosa, a aquellos que, encontrando mil contrad icciones entre el sentido de la Escritura y lasverdades de la Ciencia, se hallan cerca del abismode la Duda . La Ley, según sersiempre considerada como la su las

certidumbres , pero en muchas c en

que su letra está en desacuerdo con la verdad po

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sofo de los Deberes del Corazón, que los sefardi tasconsideran siempre como uno de los más maravi llosos l ibros del mundo , era español ; Salomónibn Gabi rol, el poeta, era español ; Isaac Alfas i ,codificador de las leyes talmúdicas y fundador dela escuela de Lucena, que tanta influencia tuvoen todos los centros académicos d el Oriente hebraico, era español ; Iehuda Al Hari zi , poeta quetodavía hace vibrar el alma de su raza, era español; Abraham ibn Ezra, el astrólogo , era español; Abraham ibn Daud , que escribió libros dehistoria que se leen siempre, era español ;Benj amin de Tudela, el ardiente viaj ero cuyo I tinerario nos

'

s i rve de guía á los que viaj amos porestas tierras, era español ;Moisés de León, en fi n,

el autor del Zohar que es y será el breviario de lacábala y la piedra angular del o cultismo, era

español .Que todos estos nombres hayan sido olvidados

durante los siglos de fanatismo religioso , se comprende muy bien . Pero que no se trate hoy dereunirlos á lo s de las demás glorias nacionales,se comprende menos bien . En nuestro parnaso ,en la más alta cima, dominando á todos los quefueron místicos ó f ilósofos, Maimónides podríafigurar dignamente . Yo , en nombre de España,me arrodillo hoy ante su tumba y le digo Túque eres el todo comprensivo , perdónanos porhaberte olvidado durante mil años . El momentode la resurrección de tu gloria no puede tardar.

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Córdoba, que ahora parece no recordar ni siquieratu nombre . te glorificará mañana como al másgrande de sus hij os, entre los cuales, sin embargo, los hubo grand ísimos .

Después de mi peregrinacrón á la santa tumba española, quiero ver una sinagoga . Mi ciceroneme lleva al fondo de una callej

_

uela sórdida y mehace penetrar en una enorme sala, baj a de techoy miserable de aspecto .

No es la hora de la oración nos dice alvernos entrar un muchacho de oj os tiernos yde melenas rubias .

Bien lo vemos . No es la hora de la oración,pero s i la de las discusiones teológicas . En estaciudad, donde los más sabio s doctores se reunieron durante los primeros siglos de nuestra era

para'

compilar y comentar lo s documentos queforman el Talmud de Jerusalén, las largas disputas sobre los misterios de la Thora son de rigor. Todo el mundo tiene algo de rabino en Tiberíades . Los comerciantes, en sus t iendecillas obscuras, entablan interminables charlas sagradasque les hacen descuidar el negocio . Los ancianosno hablan sino de la Ley . Los niños mismos, antes de aprender á leer, saben ya lo que es el Deu

1 16 E . GÓMEZ CARRILLO

teronomio y el Levít ico. En la sinagoga, hoy,

d ía consagrado al culto , la animación es grande .

Alrededor de una mesa muy larga y muy sucia,una docena de ardientes celadores discuten concalor quién sabe qué detalles enigmáticos y sutiles . Uno de ellos tiene abierto un enorme tomoencuadernado en pergamino y trata de leer unpasaj e . Los demás lo interrumpen á cada instante . En otro extremo, dos sacerdotes, vestidosde luengas túnicas de terciopelo y tocados conenormes turbantes de pieles, ponen en orden algunos obj etos del culto . En las gradas mismas del

púlpito en f i n, dos adolescentes examinan conoj os de presa una cadena de plata que un ancianoles enseña . Y toda la vida de las sinagogas dehace dos mil años, en las cuales Jesús tomaba lapalabra para expresar sus dulces ensueños , re

vive ante nosotros . He ahí á los fariseos esclavosde la letra, he ahí á los rabinos ocupados de lasformalidades tradicionales, he ahí á lo s mercade

El mismo chico de lindos oj os, que al vernosentrar nos previno que aun no era el momentod e la oración , nos dice ahora º

No os vayáis . Dentro de una hora comienzala prez .

1 18 E . GÓMEZ CARRILLO

algún mahometano de las muchachas apenas

púberes que al anochecer comienzan a pasearsepor las calles de las ciudades de Palestina

,todos

murmuran desdeñosamente Son j udías La

j udía, además, ha cometido, á los oj os de sushermanas las musulmanas, el pecado de destaparse el rostro y esto, en Siria, es imperdonable .

¿ Qué se puede esperar de esas muj eres que salencon la cara descubierta, como perras? dice unpoeta árabe . Noso tros , claro está, no podemoscomprender tal indignación . Entre las mismasfiguras de la Biblia, sólo R ebeca y Tamar aparecen veladas . Las demás enseñan sus rostros como hoy lo hacen sus lej anas herederas . Los velosque los musulmanes querrían imponer á todas lasorientales, no eran, en Israel, sino adornos contralos cuales los profe tas solían protestar. Aqueld ía grita Isaías quitará el Señor el atavíode los calzados, las redecillas y las lunetas ; loscollares, lo s j oyeles y los brazaletes ; las ascofi etas, lo s atavi os de las piernas, los partidores depelo , los pornos de olor y los zarcillos ; los ani

llos, los mantonci llos , los velos !raal! y los alfileres . No pecan, pues, las j udías enseñando lacara . Tampoco pecan contra la tradición siendo coquetas . Lo que los israelitas decían de suscompatriotas, ningún turco, ningún árabe, seatrevería á repetirlo . El horror que la Iglesia cátólica tiene contra la muj er y que llevó a los pádres del concilio de Macón á discutir durante

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meses enteros para saber si las hij as de Eva tienen realmente un alma, no procede del dulceJesús, amigo de Magdalena, y de Salomé, esposa del Cebedeo, v de María Cleofás , y de Marta,y de Susana, sino de Ezequiel y de Jeremías yde Isaías .

Cuando las sombras han comenzado ya á invadir el cielo , volvemos al hotel rendidos de háber caminado todo el día . Pero apenas nos hemosechado en una butaca, un rumor misterioso queviene de la plaza púb lica nos obliga a asomarnos á la ventana . Y entonces asistimos á un é s

pectáculo inolvidab le . A orillas del lago , los judios que antes d iscutían sentados en la playa,hanse puesto de p ie . Con los rostros vueltos hácia el Sur, oran en alta voz . Un rumor inmenso seeleva, sube, se infla, luego se suaviza, luego cae.

Nadie hace el menor ademán . Quietos, con losbrazos inmóvi les, con lo s oj os fij os en un puntoideal del horizonte, forman un extraño coromístico . Y el rumor vuelve á sub ir, vuelve á inflarse, vuelve á suavizarse, vuelve á Esuna oración infinitamente suave, que conmuevey que acongoj a en la penumbra de la tarde, alborde del mar de Galilea .

De pronto, todos j untos, como obedeciendo á

120 E . GÓMEZ CARRILLO

una voz de mando, se marchan y desaparecen enla obscuridad de las callej uelas .

Mi cicerone me abandona para recogerse . Ysolo ante el lago por donde suele pasar en nochesde beatitud la sombra divina de Jesús, solo antela ciudad milenaria, que vió Sus milagros y queno creyó en ellos, solo conmigo mismo y con mispenas, y con mis congoj as, siento subir á mis labios fragmentos dispersos de oraciones olvidadas . Las casas sin techos, con sus terrazas blancas, se extienden hacia la derecha apiñándose

medrosamente al amparo de las murallas de laciudad . Algunas palmeras muy altas, muy quietas, recortan sus abanicos airosos en el fondo iluminado por la luna . A lo lej os surgen, fantasmales y enormes, las masas negras de los conventos .El agua tranquila, blanca, parece un espej o deplata . Y allá en frente, las montañas de Galad,las santas montañas color de rosa , no son ahorasino una línea suavemente ondulada, una líneamuy azul , muy azul , casi negra, que se extiendehasta el inñnio entre el cielo lleno de luceros yel lago lleno de luna…

122 E . GÓME Z CARRILLO

chém . La gente de Nablusa dicen los librossobre Pales tina están considerados como i anát icos, sucios y pendencieros . Lo del fanat i smo lo notamos apenas pusimos nuestros pies infieles en una de las mezquitas del centro . Un murmullo amenazador acogió nuestra visita . Masesto , en localidades casi exclusivamente musulmanas, no es extraño . En la misma blanca Túnez, tan refinada, basta acercarse á un patio sagrado para que las miradas de los fieles se enciendaen cólera . Lo que s i es extraño , más que extraño,inaudito , es la fealdad grotesca de estos nabluseanos de oj os horribles , de manos carcomidas, depiernas torcidas . A cada paso se me figura encontrar á un leproso. Y en vano mi cicerone merepite que los leprosos no pueden venir hastaaquí y que tienen que quedarse en su barrio ,donde poseen su mezquita y sus casas . Para mi ,todos son leprosos .

La ciudad misma es leprosa . Los altos murosde las casas, construi dos con materiales obscurosy húmedos, están llenos de grietas . Las tiendecillas baj as, sombrías, estrechas, en las cualestrabaj an, silenciosos, los artesanos, exhalan unolor espantoso de putrefacción . Los pasaj es abovedados, en f i n, son cloacas obscuras . ¡ Oh,

eso s

PÁGINAS ESCOGIDAS 123

pasaj es, esos terribles pasaj es, baj os como sepul

cros, largos como túneles, húmedos como alcantari llas ! A cada instante, entre dos callej uelastorcidas y empinadas, la boca del pasaj e aparece, negra, fét

_

ida,espantosa . Y hay que meterse

en ella, hay que ir hasta el fondo , hay que rozara los seres que ahí se hallan, inmóviles y amenazadores , envueltos º

en andraj os invisibles, mur

murando preces ó maldiciones .

¿No hay otro camino ? le pregunto ami

No, me contesta .

Por cualquier parte por donde uno dirige suspasos, el pasaj e es tá ahí, abierto en plena roca,hed iondo , alucinante . Para ir desde nuestro hotelhasta la sinagoga de los samaritanos, llevamosya atravesados no sé cuántos túneles de esos, yaún no estamos cerca del fi n de nuestro camino .

¡Y decir que yo me reía de m i mismo pensandoen la locura de haber andado ocho horas á ca

ballo sólo por venir á ver un manuscrito milenario Ahora noto que ocho , y hasta diez y ocho

horas, ya no a caballo , si no á pie, son poca cosacomparadas con este paseo por las calles de laciudad leprosa . Lentamente, muy lentamente ,resbalando á cada ins tante , vamos, siempre haciael sur, de una plaza á una callej uela y de unacallej uela á un pasaj e abovedado . Pasamos j untoa algunos enormes caserones en ruinas, que debende haber sido conventos ó cuarteles en la época

124 E . GÓMEZ CARRILLO

d e las Cruzadas ; recorremos el Bazar, donde,según Pierre Loti, se encuentran unas chilabasexcelentes ; atravesamos la plaza principal , quee stá llena de grupos torvos . Y después de muchoandar, llegamos a un

'

pat io, en el que encontramos á unos cuantos hombres, envueltos en luen

gas túnicas blancas .

Un anciano flaco abre con manos temblorosasuna puerta y nos invita á entrar en la sinagogamás venerable de la Samaria, en la antiquísimas inagoga donde aún se adora á Jehová según elrito primitivo , donde se conserva el Pentateucomás antiguo que existe , donde una secta, que secreía desaparecida desde hace más de mil años,celebra siempre el culto conforme á la tradiciónde los hij os del levita Aarón . Aquí está el venerable Pentateuco que venimos á ver. El rabinoJacub lo saca de un armario , muy envuelto entelas desteñidas, muy atado con cintas de oro .

Piadosamente lo entreabre y, sin darnos apenastiempo para verlo , lo vuelve á enrollar, lo vuelveá atar, lo vuelve á meter en su cubierta de seda .

Para consolarme sin duda de lo rápid o de la vis ión, uno de los acólitos del gran sacerdote med a un retrato d el viej o Jacub y una tarj eta post al que contiene la descripción en inglés del ma

126 E . GÓMEZ CARRILLO

patriarca Jacub , sobre el manuscrito del Pentateuco. Me habían pintado los libros de un modotan distinto todo esto ! El templo

,por ej emplo

,

ya sabía yo que era pequeño y pobre ; pero ¿cómo iba á figurarme que estuviera adornado con

lámparas compradas en algún bazar de Hamburgo ?… Y en cuanto á estos últimos representantes de la raza que pobló la Samaria durante elcautiverio de Babilonia, j amás los hubiera creídoocupados casi exclusivamente en explotar deun modo miserable el prestigio de su sinagoga .

En la antiguedad, lo s samaritanos fueron pod erosos, y durante algunos siglos lograron rivali zar con los j udíos . Después de la vuelta de Esdras

, la situación de Samaria, cuyos hab itantesno hab ían sido transportados

*

al extranj ero , erahasta muy superior á la de Judea . Sin embargo,lej os de aprovechar desde luego sus ventaj as políticas, aquellos hombres quisieron unirse á sus

vecinos y participar en la reconstrucción deltemplo en el monte Sión . Llegáronse á Zorobabel dice el l ibro de Esdras y llegáronse

también á los j efes, y habláronles asi nosotros

edificaremos con vosotros, porque como vosotrosbuscaremos á vuestro Dios y á él sacrificamos des

PÁGINAS ESCOGIDAS 127

de los días de Esarhadón , rey de Asiria, que noshizo venir aquí . Y contestóles Zorobabel , yJosué

,y los demás cabezas de los padres de Is

rael No nos conviene edificar con vosotro scasa á nuestro Dios, sino que nosotro s solo s la

edificaremos , como nos lo mandó el rey Ciro,soberano de Persia . » Esta respuesta hirió profun

damente á los samaritanos . Israel se arrepentiráy llorará sus palabras », dij eron los j efes . Y unode ellos, un príncipe llamado Samballat , logró,gracias á intrigas urdidas con mucho arte, impedir durante largo tiempo la reconstrucción hierosolimi tana. Luego el mismo príncipe atraj o al

sacerdote Manasé s á Sichém y le ofreció edificaren la cima del Gari zím un santuario igual al deJerusalén, y nombrarlo gran pontífice del nuevotemplo . En aquel momento la lucha entre Daríoy Alej andro comenzab a á ensangrentar las lla

nuras asiáticas . La opinión general de la Palestina era favorable á Darío , cuyas fuerzas parecíaninvencibles . Así, cuando los persas fueron derrotados, una gran inquietud se apoderó del almade los j udíos y de los samaritanos . ¿Qué conductaiba á observar el nuevo señor de Oriente ?… Jerusalén , cansada de luchar sin éxito , le abrio suspuertas y sus j efes se arrodillaron ante él, obteniendo así una autonomía casi absoluta . En cuanto á Samballat , sin esperar siquiera que Al ej an

dro llegase á Sichém, fué se en su busca, y al encontrarlo en las inmediaciones de Tiro

, díjole

128 E . GÓMEZ CARRILLO

que sus compatriotas estaban deseosos de darleuna prueba palmaria de sumisión . El macedonio, muy satisfecho de este nuevo triunfo de suprestigio, recibió al rey samaritano con afecto yl e acordó el permiso de elevar en el monte Garizim un templo igual al de Jerusalén . El primergran sacerdote de este segundo santuario de Palestina, fué Manasé s . Con un fausto que los hébreos no habían conocido nunca, los nuevos adoradores de Jehová celebraron el culto en el sitiomismo donde mucho tiempo antes los representantes de las doce tribus habían levantado elprimer altar cananeo . El edificio era de una magn i fi cencia extraordinaria . El arqueólogo Saulcy, que descubrió sus ruinas ha medio siglo éhizo de ellas una descripción detallad a, declara

que ni aun el templo de Zorobabel lo sobrepujabaº

en belleza y en esplendor . Lo único de que careci ó , fué de original idad . Era dice Flavio JOsefo igual al de Jerusalén . El culto que en sualtar celebrábase, también resultab a una copiadel culto hierosolimitano . El sacerdote Manasé shabía llevado consigo un ej emplar de la Ley, elcual fué adaptado como Libro Santo . Pero loscopistas llamados á transcribi rlo en la escriturapeculiar á Sichém introduj eron en su texto mod i fi caciones que, sin ser capitales , lo han d i ferenciado luego de la Thora ortodoxa . El libro deJosué dice R enán no fo…aba parte de laThora samaritana . Parece, sin embargo , que no

130 E . GÓME Z CARRILLO

mo sólo pueden casarse entre s i y como vivenamontonados en este barrio malsano , van desapareciendo , poco á poco , inconscientes y res ignados . Su templo actual, aunque no es más grande que una habitación corriente , les basta paraoir, apiñados, las oraciones del sábado . Y cuando,

en Pascua, se reunen todos en la cima del monteGarizím con obj eto de ofrecer á Jehová el sacrifi cio de los siete corderos rituales en las ruinasdel altar de los Holocaustos, los musulmanes deNab lusa, que son cerca de quince mil, apenaspercib en desde abaj o la mancha blanca que forma allá arrib a el pueblo agonizante de Samaria .

Nosotros mismos, los o ccidentales , casi no notaríamos su presencia en el mundo , si no fuera porque en esta sinagoga miserable se con serva, envuelto en un j irón de terciopelo verde, el másantiguo l ibro hebreo que existe , el famoso Pentateuco que fué escrito , antes de que Jesús naciera, por algún sacerdote tan flaco y tan canocomo este escuálido Jacub que ahora nos hacenotar lo admi rable de cada letra en el pergaminosanto .

Al volver hacia el hotel por las callej uelas tortuosas y los negro s pasaj es abovedados, mi buencicerone, que decididamente me cree de una

PÁGINAS ESCOGIDAS 13 1

ignorancia absoluta, expli came lo que son lo s

samaritanos .

Ya lo sé le digo , ya loMas á él poco le importa que lo sepa ; y con su

voz monótona, como un fonógrafo , repite su leccion, lo mismo que los imanes de las mezquitasrecitan ante los muftis adormecidos las estrofas

del Corán .

Los samaritanos d íceme no fueronnunca considerados por los israelitas como hermanos… Muy fieles á sus tradiciones, siguen creyendo que el Mesías vendrá seis mil años despuésde la creación del mundo… De todos los librossagrados, sólo el Decálogo Son monoteístas ;pero creen en el poder celestial de los bue

nos eSpíri tusLa recitación de mi cicerone, que en otras oca

siones me parece irritan te, ahora ni siquiera llega

á mis oídos . El espectáculo de la vida que palpita ante mis oj os basta á ocupar mis cinco sentidos . Oh , este olor, este olor de humedad y depodredumbre, este olor que se exhala de todaspartes , que sube del suelo , que sale de las puertas Oh , esta obscuridad que nos sorprende ácada instante, esta obscuridad poblada de larvas ¡ Oh, estos rozamientos de andraj os, quenos cri5pan los nervios ¡Y, sobre todo , sobretodo , ¡ Oh ! , estas faces carcomidas, estos oj osque son cavernas sangrientas, estas manos llenasde gusanos

LA ORACI ! N EN EL ACR! POL IS

Cuando abro mis ventanas por la mañana, loprimero que aparece ante mi vista es la colinasagrada . Allá, muy lej os, por encima de la columnata dispersa del templo de Júpiter Olímpico ,por encima de los muros enormes del Odeón deHerodes Atico , por encima de las casitas nuevasy de los cipreses j óvenes, la ruina milenaria surgeen la gloria del sol que nace . El mármol se animaal ser acariciado por la luz matinal . En el amb iente claro flota como un áureo polvillo que doratodo lo que toca .

Hay algo de apoteosi s que se renueva todoslos días en esta alb a ateniense .

Pero yo prefiero la oración de la tarde, el avePalas del crepúsculo , la melancolía del recogímiento vespertino . Entre las últimas llamaradas del poniente, el templo de la diosa se destaca,augusto y desventrado , cual si el incendio queconsumió hace siglos su flanco santo volviera áencenderse un instante . Como yo vivo en lasriberas secas del Ili sos, entre el Stade blanco y

136 E . GÓMEZ CARRILLO

la flamante Academia, no veo desde m i balconcillo ni los P rop ileos ni el templo de la Victoria,ni el santuario de Erecteo. Sólo veo el Partenón ,

s ólo veo la santa casa de Atenas . A la claridadagonizante aun distingo su columnata incompleta . Y luego , cuando la sombra invade todo elespacio , cuando las simas del Himeto se tornantenebrosas, cuando en el cielo empiezan á par

padear las primeras estrellas, aun veo , cerrandol o s oj os, el edificio santo . Mas entonces ya no meaparece tal cual lo han dej ado los siglos, sino talcual lo vieron los contemporáneos de Fidias yde Aspasia ; es decir, completo . Oh la belleza deestas soñaciones nocturnas, durante las cualesel pasado augusto se convierte en realidad presente ! Evocando una estampa hecha según losplanos de Marcel Lambert, contemplo el Acrópolis en su animación j uvenil de hace dos mil qui

n ientos años con las seis inmensas columnas delos P rop ileos, con la capill a armoniosa de la Victoria sin alas, con el Erecteón, con elY, más arriba, veo á Palas que, apoyándose ensu lanza, domina la ciudadela, mientras el desf ile infinito de los siglos, va diciendo ¡Benditaseas, diosa de los oj os claros ; bendita seas en tue terno poderío y en tu divinidad eterna

138 E . GÓME Z CARRILLO

en esta anécdota algo de verdaderamente extraño ? Los admiradores de R enán dicen si . Pero ,yo de mi , sé asegurar que, aun sin leer las notasíntimas de Gebhardt, estaba ya enterado de laverdad, pues sé que si existe un santuario en elmundo que no impresiona con la brusca exaltación, es el Acrópolis .

Aun las almas románticas, en efecto, sientenal encontrarse en presencia de la diosa atenienseuna infinita inquietud y un infinito malestar.

¿Es esto ? parecen preguntar. ¿Es esto nadamás? Y no pudiendo encontrar el grito magní

fico , el grito ingenuo que sale del pecho en losmomentos de éxtasis ó de sorpresa, no pudiendoexperimentar el sublime temblor del contactodivino , se recogen silenciosos para meditar largamente . He aquí a Chateaubriand, que visitó laGrecia entera como lo hacían los viaj eros de antaño, deteniéndose en cada aldea, visitando cadaruina . En los campos desolados de Esparta, contemplando el suelo desierto de la antigua patriade Licurgo , una emoción profunda invade sualma y, con lágrimas en los oj o s y en la voz, exclama Leonidas, Leonidas ! — J

º

etoís hors de

moi , escribe . Luego en Argos, en Corinto , algunas exclamaciones se escapan de su garganta.

PÁGINAS ESCOGIDAS 139

Pero llega á Atenas, visita el santuario de ladiosa, toca con sus manos las columnas partenopeas y calla . Luego , tranquil o , escribe en su I tinerar io El d ía 24, á las cuatro y media de lamañana, subimos á la El templo deMinerva es, 6 más bien, era, un paralelógramo

alargado con un peri st ilo, un pronaos, un portico . Y la descripción continúa así, precisa, sosegada, sin exaltaciones, sin entusiasmo, sin lirismo . Tras Chateaubriand llega otro poeta másimpresionable, más t ierno, más sincero . Se llama Alfonso -de Lamartine . Lo primero que p ideá lo s amigos que lo reciben es ser llevado al Acrópolis, al Partenón . Como es tarde para subir alAcrópolis, los atenienses le conducen al templode Teseo , uno de los más bellos de la ant igííedad ,

y el único completo de Grecia . Al acercarmedice Lamartine, convencido por las lecturasde la belleza del monumento , yo estaba admirado de sentirme frío y estéril . Mi corazón tratab ade conmoverse y mis oj os de admirar, pero imposible . Sólo más adelante , cuando su alma seaclimata, la belleza helénica lo arrebata, obligandolo á arrodillarse ante los templos de la diosa .

Mucho tiempo después de Lamartine, llega Gautier, el peregrino de todos lo s santuarios, elcreyente de todas las religiones, el cantor de todas las bellezas . Sin quitarse siquiera el polvo delcamino , corre hacia el Acrópolis por un senderoque pasa baj o el templo de la Victoria sin alas, y

140 E . GÓMEZ CARRILLO

que conduce al pie de los P rop i leos . Un entusiasmo hecho de recuerdos y de evocaciones an imasu alma al encontrarse en un lugar en donde losvestigios de la ciudad antigua son perceptibles

,

y exclama Tal vez al marchar por entre estosescombros , tenga puestos los pies sobre el palacio de Alcibíades y sobre la casita de Sócrates .

Luego se detiene ante el teatro de Dioni sos paratratar de oír las voces formidables de Esqu ilo ylas risas enormes de Aristófanes . Al fi n penetraen el campo , vagando por la gran escalera demármol . Y cuando esperamos oir un canto deardiente loor, lo único que llega á nuestros oidoses un docto discurso arqueológico , en el cual hayhasta un resumen magnífico de los trabaj os delsabio Beule, pero que realmente carece de amorreligioso y de locura d i t i rámb ica. El Partenónactual dice con frialdad de profesor no esel Partenón primitivo , que fué destrui do durantela invasión de los persas y cuyas ruinas yacen se

pultadas baj o las construcciones de fecha másreciente . Ict inio y Calícrates elevaron duranteel reinado de Pericles… etc . »Ahora, si de la épocadel romanticismo saltamos hasta nuestros días,nos encontramos con un ej emplo igual cada vezque se trata de un artista sincero , de un poetaincapaz de mentirse á s i mismo . Para no ser prolij o , sólo citaré á Maurice Barrés . ¡ Con cuantasinceridad el gran escritor confiesa la desilusiónque experimentó todo su ser sensitivo al hallarse

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interrogam os mentalmente y para examinar losmotivos de nuestra desilusión momentánea .

Porque aunque no siempre queramos conf esarnoslo nosotros mismos , la desilusión existe, ladesilusión es una realidad dolorosa . Y no hayque atribuirla á razones arquitectónicas . Aunque el Partenón no hubiera sido bombardeadopor los venecianos y pillado por los ingleses ; aunque al templo de la Victoria sin alas no le faltara una sola piedra ; aunque _

el Erecteón estuviera completo , y aunque no se hubiera desplomado una sola columna de los P rop ileos , nuestrasensación sería la misma y nuestra turbaciónigual . Este campo no es un lugar de excursionesestéticas, ni un sitio de evocaciones históricas,s ino un templo , y no un templo vacío como lo aseguran algunos, sino un templo siempre habitadopor su diosa . Y lo que nos sorprende es esa diosa ;lo que nos alej a es Palas . ¿Por antigua?… No .

Divinidades más remotas hay, ante las cualesdesde luego nos encontramos como ante par ientas de nuestro Dios . ¿Por extranj eroTampoco . Más extranj ero es Buda y nos en ternece con su leyenda piadosa . Por lo que Atenasnos choca, es por perfecta .

Entre todas las divinidades, realmente, esta

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es única . Es la Idea, es la Ab straccron, es la Conciencia

,es la Armonía . Los hombres que la crean

á su imagen y semej anza, son seres s in vanos temores de tenebroso más allá y sin crueles pasi ones fratricidas . Las frentes que se inclinan anteella

,son frentes libres de prej uicios obscuros y de

nebulosas quimeras . Virgen venerab le dice elhimno homérico , tú eres la única guardianade las ciudades . Ella, en efecto , es la patronade los pueblos que piensan libremente y queaceptan la idea divina sin vanas angustias . Susoj os verdes son como dos faros en la noche de

las teogom'

as eternas . Los pensadores, l os artistas, los argonautas, los pastores , encuentran, gracias á esa luz divina, lo s derroteros infalibles .

Del fondo de los siglos, todos los que piensan vanhacia ella cuando llegan á comprender la excelsavirtud de sus manos misericordiosas . Pero antesde lograr esta comprensión, ¡ cuán dificil es penetrar en los arcanos de su templo Siendo la máspura de las diosas , es la más distante . Su gravedad nos asusta, su silencio nos espanta, su altivez nos inquieta . ¡Y qué de extraño tiene estotratándose de miserables mortales, cuando losdioses mismos suelen temerla ! Ella es la únicaque , obedeciendo á un p rmcrp 10 superior á todaautorid ad y aun á toda divinidad, se atreve áabsolver, en nomb re de una j usti cia eterna, á losque han sido condenados por los dioses sus hermanos . Gracias a ella, el Areópago perdona á

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Ores tes . Ella lucha contra Neptuno para devolver á Ulises su isla . Ella aparece entre los violentos señores feudales del Olimpo, entre losraptores de vírgenes, entre los destructores depueblos, entre los devoradores de mundos, comoun ser de esencia diferente . Sin decirlo , es la diosa R azón que el pueblo de Francia, ebrio de grandes ideales, tratará de crear mucho más tarde .

Y es la R azón serena, la R azón suave, la R azónrítmica, la R azón universal . Su augusto padre

,

que . pudo hacerla nacer de un beso , prefiriócrearla con una idea . Es la hij a del pensamien todivino . Cuando nace dice el himno homéricoen su honor, el vasto Olimpo se estremece yla tierra se llena de clamores, el mar bravío infla sus olas profundas, el hij o de Hiperión detienedurante largo tiempo sus rápidos corceles . Ante ella, en efecto , toda la concepción de las reli

giones se desquicia . Ella, que es diosa entre lasdiosas, no exige ni lágrimas, ni estremecimien

tos, ni tinieblas . En plena claridad puede reinary en plena claridad reina . Sus mandamientosson consej os, máximas de armoniosa sencillezque aconsej an el trabaj o , la pureza, la energía,el raciocinio y la equidad . Ella dice al águila dela idea ¡ vuela ! Ella ordena al buho de la cienciaque escudriñe las sombras . Ella pone en los labiosde los hombres lamiel de la elocuencia . Ella posasu diestra protectora en el hombro del obrero .

Ella es la acción y la abstracción .

146 E . GÓMEZ CARRILLO

pone en nuestra frente su dedo níveo y nos sonríe . Entonces volvemos la vista atrás . El Acrópolis aparece de nuevo ante nuestros oj os lleno sde luz . Una magnífica apoteosi s alumbra el templo blanco . De nuestros labios, al fin, brota laoración definitiva .

Y es la P r i ére sur l'

acropole, que d i ce Oh,

nobleza ! Oh, belleza simple y verdadera ! Oh,

diosa, cuyo culto significa razón y j uicio, tú,cuyo templo es un altar eterno de la concie

¡D ichoso el hombre que puede subir á la colina santa preparado para la iniciación inme

diata ! ¡ Bienaventurado el mortal que no experimenta, al penetrar entre la columnata de losP rop ileos, ninguna angustiosa desilusión ! Yo,humilde, confieso que no soy ese hombre . YO hepadecido, allá arriba, las sensaciones terribles devacío y de soledad que tantos poetas expresaronen sus notas de Atenas . Yo me he preguntado ,lleno de melancol ia, cómo mi alma podíase sentir helada en este santuario ; mi pobre alma quelloró al pie del Gólgota ; mi alma, que en el Sinai sufrió el temblor terrible del misterio ; mialma, que en Ceylán, viendo la huella de Buda,se llenó de dulces lágrimas ;mi alma, que en Nik

PÁGINAS ESCOG IDAS 147

ko,ante dioses de nombres bárbaros y de leyen

das obscuras, tuvo un estremecimiento deMe lo he preguntado y no he sabido contestarme . Pero más tarde, contemplando desde estemi balconcillo lej ano la apoteosi s del templo enla claridad de la aurora, he llegado poco á poco acomprender la grandeza divina de la pobre columnata en ruinas . Y lo mismo que el gran R enán, he d icho en voz baja, sin exaltarme, mi oración ante el Acrópolis

¡D iosa de los oj os verdes, bendita seas

150 E . GÓME Z CARRILLO

vive, un poeta que encarna los ideales de laraza, un pastor que guía las almas .

Me acuerdo de que una noche, en casa del viej o Souris, á quien los atenienses llaman el Aristófanes moderno, se me ocurrió preguntar dequién era el busto que decora el vestíbulo . Cua

tro personas estaban presentes y las cuatro pareci eron espantadas de mi ignorancia .

¡ Cómo ! exclamó una de ellas, ¿noreconoce usted á Homero ?No habiéndolo visto antes sino en el plafon

de Ingres, mal podía reconocerlo . Mas los griegos lo ven en todas partes , á todas horas . El rostro grave de oj o s muertos, es un rostro familiaren el país entero . Y es en vano decir º

Tal vez ese hombre no existió j amás .

Para su pueblo , Homero no es un simbolo , noes un mrto, no es un ideal, sino una persona . Su

biografía, que en otros países ha sido variada óanulada conforme á los descubrimientos de laciencia histórica, aquí sigue siendo la misma quehace dos mil años refería á lo s atenienses el viej o Herodoto. Y por mi fe, si esta biografia no esla más verídica, á lo menos es la más hermosa .

Toda ella reposa en los versos del himno á Febo ,

PÁG INAS ESCOGIDAS 151

que dicen Apolo y D iana, sedme propicios, y siun día algún viaj ero desgraciado os pregunta

¿quién es el más agradable cantor de esta isla?,benévolos para conmigo , respondedle Es el

hombre ciego que vive en la montañosa Chios .Pero aun esto que á nosotros, los pobres ignorantes, se nos antoj a preciso y perentorio, á lo ssabios no los convence . Desde Wolf hasta elúltimo exégeta de Berlín, todos los alemanes doctos que estudian la poesía homérica fi lológicamente, comienzan por negar á Homero . El lindocuento del viej o mendigo que recorre el mundoantiguo cantando los canto s de sus dos grandespoemas, no es, para ellos, sino una invenciónmi lenaria . Nada de hondas penas, nada de largas

El viaj e á Italia, á España y áEgipto, se desvanece ante la ciencia . Samos,Esmirna, Chi os y las demás ciudades que se disputan el honor de haber visto nacer al rey de lospoetas, pueden cesar en sus vanas pretensiones .

Los fantasmas no tienen patria, lo s mitos notienen cuna . Y Wolf lo dice literalmenteHomero no es, como Orfeo , sino un mito

intangible .

El verdadero autor de la I líada, de la Od i sea,

de los H imnos, es el pueblo, según la ciencia

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alemana. La gran . epopeya griega diceb rotó, como el

'

romancero del Cld , ' d€ los labiosanónimos de la multi tud . Las contradiccionesvisibles y las incoherencias aparentes de las dosepopeyas, son los argumentos m ás poderosos deesta crítica . Un profesor escribe, después de calcular pacientemente los años, los días y las horasde la acción épica La cuenta no es exacta unhombre solo no se contradice de tal modo .

Otro profesor, docto en topografía, preguntacómo puede encontrarse Aquiles en un canto al

l ado izquierdo del Escamandro, y en el cantosiguien te, sin que haya habido cambios »n inguno,al - lado d erecho . Un tercer magíster exclamaVemos que, según una frase, la cólera de Aquiles há costado la vida á muchos guerreros cuyoscadáveres son devorados por los perros voracesy por las aves de presa . Muy bien, muy b ien .

Pero entonces, ¿á qué el entierro general vsolemne del canto séptimo? Después de éste,aun hay un docto caballero que nos hace notarl o absurdo que es presentarnos á Hera y á Palasen el Olimpo , cuando en unos versos antes se hadicho que todos los dioses se han ido á Egi pto .

Y no creais que tales observaciones se encuen

tran en retórico s j uicios iguales á aquel famosisimo examen en que don Josef Gómez Hermos illa analiza verso por verso la I líada, de lamisma m anera que lo hacía Clarín cuando crit icaba al conde de Cheste . Los que hoy formulan

154 E . GÓMEZ CARRILLO

grandes pasiones Esto , para los alemanes, esartículo de fe.

Uno hubo, sin embargo , alemán y helenista ,que lej os de emplear su tiempo y su ciencia endestruir la leyenda antigua, se consagró en euerpo y alma á consolidarla . Fué Schlieman . Peroéste no era un filólogo universitario , sino uncomerciante . Su nombre es hoy glorioso , graciasá las fecundas excavaciones de Micenas

,de

Argos y de Ti rinto. No debemos olvidar, empero ,que si aquel hombre llegó á prestar tan grandesservicio s á la arqueología, no fué por amor de laGrecia en general , sino por amor de Homero .Elmismo lo dice en su Autobiografía. Desde l ainfancia , la I líada era su libro favorito . Siendodependiente de una tienda de ultramarinos deAmsterdam, economizaba cada mes algunos florines para pagar lecciones de griego , con obj etode poder leer á su poeta adorado en el texto . Mástarde la fortuna le resultó propicia . En Rusia ,comerciando háb ilmente , logró establecer unafactoría importante que le produj o hasta trescientos mi l francos por año . En 1854 dicegané seiscientos mi! marcos . En medio de suesplendor, llegó á olvidar a una novia que loesperab a en su Mecklemburgo natal . Lo que no

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olvidó nunca, fué su culto homérico . Todas lastardes, al salir de sus almacenes, encerrábase

en su suntuosa morada y se hacía leer un cantode los divinos poemas . Los personaj es de laOdi sea y de la I líada le parecían seres reales deuna historia lej ana . Leyendo por primera vez ladescripción de Troya, en compañía de su novia,había sentido en su infancia, que un d ía ú otrola suerte le llevaría á descubrir la ciudad dePriamo . Gracias á Dios escribe mi firmecreencia en la existencia de Troya no me haabandonado j amás á través de las innumerablesaventuras de mi carrera . Sin embargo , yo nodebía realizar mi ensueño sino cincuenta añosmás tarde, y eso , ¡ ay sin mi querida Minna . »

Fué en 1868, en efecto , cuando Schlieman

liquidó sus negocios para consagrar su fortunaá servir el culto de su poeta . Abandonando supalacio de San Petersburgo , embarcóse en una

nave griega . Visitó Itaca, Micenas, Troya . EnTroya comenzó las excavaciones que habíande hacerlo célebre en el mundo . Baj o los despoj os superpuestos de cinco ciudades sucesivas ,encontró, al fi n , la ciudad de Priamo . Luegocorrió hacia Micenas en busca de las huellas deAgamenón, y las encontró en un campo demagníficas ruinas, cuyo sólo descubrimientohubiera bastado á probar que la época homéricano tiene nada de primitiva, si la I líada misma nolo dij era muy claramente .

156 E . GÓMEZ CARRILLO

Porque no hay sino leer los poemas homéricos,para ver que aquella época, ll amada primitivapor los filólogos , es, por el contrario , una épocade alta civilización, y que aquel cantor, á quienlos eruditos consideran como el padre de todo slos poetas, es un poeta sucesor de otros poetas .

El mi smo Homero , en efecto , habla de poemasescritos por antecesores suyos en honor de algunos héroes . Y esos poemas deben ser populares,pues el pueblo es culto y adora las bellas historias en las cuales se refieren aventuras de diosesy de guerreros .

Un sab io francés, que acaba de publicar unlibro titulado P our mieux connaílreHomére, di ce,hab lando de las Asambleas que oían á los rapsodas Es un auditorio instrui do, que comprendelas alusiones á antiguos poemas . Es un audi to

rio de espíritu libre, que se deleita con los relato sdel Olimpo sin creer mucho en ellos , y permitiendo al poeta que ponga lo que quiera de sucosecha, y hasta que se divierta con suave irreverencia á expensas de los dioses, como cuandocuenta las querellas de Zeus y de Hero 6 cuandorevela la invención que hizo sorprender j untosá la divina Afrodita y á su amante Ares en

m edio de las olímpicas risas . El mismo sabio

158 E . GÓMEZ CARRILLO

¿Os hace reir tal página del terrible retórico ?

Ami también . Y, sin embargo , entre este Homeroque observa las reglas, que es catedrático , quetrabaj a los versos con paciencia, que estudia gramatica, que es, en suma, un Moratín ó un Boileau ,

y el otro Homero primitivo de lo s alemanes,el

Homero encarnación mítica de un pueblo sinartes, sin cultura, sin luj o , casi sin civilización,en verdad yo no sé con cuál quedarme .

Leyendo los dos poemas ilustres, casi meparece que el primero es el más verídico , sobretodo desde que los historiadores gu egos y conellos Breal han descubierto que, tanto laI líada como la Odi sea, no son muy anteriores ála época de Tales y de Mimnermo, es decir, alsiglo V I I de la era antigua, que fué la aurora dela gran civilización helénica del Asia menor. Lalengua misma lo prueba . Esta lengua dice

un helenista es la que hallamos mucho mástarde en Apolonio de R odas y Quinto de Esmirna; y si la llamamos lengua de Homero , es porque es Homero el primer poeta en que la encontramos . De las instituciones que la epopeya nosrevela, casi puede decirse lo propio . Los héroesaquivos hablan del Senado, de sus pueblos y de

PÁGINAS ESCOGIDAS 159

las Asambleas en las cuales se discuten los intereses de las ciudades, lo

_

mismo que de los part idos políticos que dividen la opinión en Troya, yde lo s cuales el esforzado Héctor se quej a conamargura . La palabra Estado se halla en el

texto . El vocabulario es rico en toda clase detérminos . Eneas dice á un adversario Con lasinj urias que yo sé, podría llenarse una galera decien remos, pues la lengua es larga y el campode lo s discursos infinito . En más de un pasaj e ,nótase un fino escepticismo religioso , que haceya pensar en el carácter de los atenienses contem

poráneos de Alcibíades . Qué me importan losaugures ! exclama Héctor . El mej or presagio es luchar por la patria . La cortesía, enfi n, la caballeresca cortesía de los guerreros deelección, florece en cada página . Después de und ía entero de comb ate singular, cuando los heraldos les dicen He aquí la noche »

, Aqu i les yHéctor se alej an, haciéndose mutuos regalo s yexclaman Algún d ía se sabrá entre troyanos yaquivos que, al terminar el combate de la devorante discordia, nos separamos amigos . Mástarde, al ver Helena al héroe de Ili ón muerto , lo

primero que se le ocurre elogiar en él e s su cortesi a y su suavidad . En los lab ios algo secos delviej o Hermosilla, estas palabras de la bellaesposa de Menelao toman un sabor tan moderno ,que parecen pronunciadas por una dama denuestros días

160 E . GÓMEZ CARRILLO

¡ H éctor d e todos m is cuñados eras

Tú el que yo más amaba. Son corridosVeinte años ya desde que á Troya vine,Ojalá que antes perecido hub ieraMi patria abandonando, y conducidaP or el hermoso P árí s ; pero nunca,

D e tu boca escuché malas razones,

Que ofenderme pudieran ; y s i algunoD e m i s otros

!

cuñados ó cuñadas ,! m i suegra t al vez !porque mi suegroS iempre cual padre me trató benigno! ,Con in jur iosas voces me insultaba,Tú , con dulces palabras el enojoSuyo

_

calmando, a contener la lenguaLe obligabas en fi n . P or eso ahora,En triste duelo el corazón sumido,A ti y á m i , ¡ in feliz lloro af li gida.

Ya no me queda en la anchurosa TroyaMás defen sor ni amigo, porque todosSus moradores me detestan .

Con raz ón, pues , alguien ha podido decir quecuando madama Daci er, al traducir la I líada

veía en los guerreros griegos duques y príncipes ,se equivocaba menos que Víctor Hugo cuando ,en el l ibro de los genios, exclama hablando deHomero ¡ Es el enorme poeta niño que cantaal mismo tiempo que el mundo nace . Muchossiglos, en efecto , debe de hab er tenido ya lacivilización del mundo , en los momentos en queaquella humanidad magnífi ca luchaba, amaba,suf ría y se adornab a . La profusión de las j oyas,el luj o de las telas, el gusto de los tocados, todo

162 E . GÓME Z CARRILLO

reciben iguales alabanzas de la musa . Ahorabien ; ¿ cuándo se ha visto imparcialidad tangenerosa en los romances anónimos? Los cantores

kleftas que celebraron á principios del siglo X IXel heroísmo de las luchas de independencia

,no

atribuyeron virtudes y magni fi cencias sino á losgriegos . En cuanto á lo s enemigos, siempre lospintaron con los más negros colores . Alí, baj áde Janina, que fué el Héctor moderno , es decir,el j efe de lo s combatientes ant ihelénicos , nooye sino inj urias en los cantos de la epopeya popular . ¡ Cuán diferente la epopeya homérica ! Loshéroes troyanos son, al decir del poeta, generosos esforzados y prudentes como losmismos aquivos . Más todavía el que recibe losmayores elogios es un troyano Héctor, el granHéctor del casco palpitante, el paladín j usto ,suave, suntuoso y tranquilo, á quien el mismo

Aquiles llama divino . Entre las muj eres, la másadmirable es también una hij a de Illión Andró

maca .

Lo malo de todo esto es que si el filólogo francé s arrebata á la musa popular la gloria de habercompuesto la epopeya, no es para dársela á miciego legendario

,sino á una especie de academia

literaria . Los cantos homéricos dice — fueron

PÁGINAS ESCOGIDAS 163

compuestos para formar parte del progr ama delas f iestas de Lidia . Como es evidente que unaidea direc tora presidió tanto á su concepcióncomo á su ej ecución, he supuesto que un cole

gio, una academia, estaba encargada de esasfiestas y de esos cantos, lo mismo que ciertasórdenes religiosas en la Edad Media se consagraban á glorificar á un santo 6 á llevar á cabouna obra . El autor de tan amplia literatura nopuede ser un solo hombre ! en esto tiene razónWolf. Tampoco puede ser la masa esto es innegable . Hay que suponer, pues, una cofrad ía depoetas . La hipótesis es, sin duda, ingeniosa .

Pero, puesto que todo se reduce á suposiciones,yo prefiero conservar mi fe ingenua en el cieg o

de la barba florida .

Aquí, sobre todo, en esta Grecia aun llena desu soplo ; en esta tierra que guarda su huella conreligioso amor ; en este espacio siempre sonorode su voz milenaria , la mej or versión es la másantigua, la más sencilla, la más poética, la quenos lo presenta siempre vivo . Con su buena carade patriarca dulce, lo veo que me sonríe portodas partes, desde que lo conocí la otra tardeen casa del viej o Souris . Además, su palabra mepersigue . No hay charla sin algo suyo . No hay

164 E . GÓME Z CARRILLO

estrofa nueva que dej e de d eberle algo . No hayfan tasía que no se alimente de sus imágenes .

Quién venció á lo s turcos y nos d ió la independencia me dice un patrio ta fué él .Por él, en efec to , se unieron , el día de la última

epopeya, las voluntades nacionales . Y antes,durante la larga época de los cautiverios, antescuando no existía la nación, él era la patri a,

'

él

era el pastor del gran rebañ o disperso, él era elviej o padre griego de las almas griegas .

166 E . GÓMEZ CARRILLO

pantosa é implacable, aquí, en la Atenas de P alas, apenas nos sugiere, con su grave aspecto debella dama velada, una respetuosa melancolía .

Las inscripciones que grabaron los poetas en laspiedras, no lloran casi nunca, y cuando lloran, essin gemir ni gesticular. Aquí yace un hombreque se va del mundo lo mismo que vino diceun epitafio . Y mej or que las letras, las figuras delos relieves hablan, al que pasa, de resignacióntranquila . Detente, viaj ero murmura cadaes tela, — y contempla la última j ornada de lavida . Los muertos, en efecto , no son sino lossupremos viaj eros, que se ausentan para no volver. A cada paso vemos aparecer á Carón, im

pasible en su actitud algo desdeñosa y algo fatigada . Su barca tiene, en la proa, un oj o ab iertoante el infinito . Los que han de atravesar elAqueronte, se embarcan sin repugnancia siempre y á veces sin dolor y á veces con ale

gri a . Triste servidor de Plutón dice elDiógenes de Leónidas de Tarento, recibeme

en tu esquife aunque ya esté cargado de'

som

bras lo que llevo como equipaj e, es mi lámparay mi frasco de aceite . » Los que se embarcanentristecidos, no sienten temores tenebrosos deun más allá de misterio . Lo único que los apena,es tener que renunciar á la vida y á sus placeres .Entre los epigramas funerarios de la Antología,

que forman como un cementerio ideal con tumbas de los cinco grandes siglos griegos, hay epita

PÁGINAS ESCOGIDAS 1 67

fios que ríen y ep i taños que lloran ;pero no epitafios desesperados . La espera de la muertedice Paládio es una dolorosa ansiedad, de lacual sólo la misma muerte nos libra . No “

lloremos, pues, á qui en sale de la vida, ya que despuésde la tumba no hay sufrimiento ninguno . Elsufrimiento está en abandonar lo que se ama .

Mas esto mismo tiene su dulzura . En el Reproche á Mímnermo Solón dice ¡ Que la muerteno venga sin hacer derramar algunas lágrimas yque mis amigos, al verme partir, se entristezcany lamenten Sólo que esta consoladora tristezadebe ser maj estuosa, tranquila, digna .

En una estela célebre de este cementerio ate

niense, vemos á un ciudadano que dice el adióspostrero á su familia . Con ademán grave estrecha la mano de su esposa . En su rostro hay unamelancolía inmensa . Es indispensable pá

rece murmurar. En otra estela, hacia la cual

lo s guías conducen siempre al viaj ero , vemosá Hegeso, hij a de Proxenos, contemplando conamargura el cofre que guarda sus j oyas . En suslabios hay una sonrisa de cruel resignación . AI

irse para siempre,ese alhajero la obliga á de te

nerse un momento y á considerar lo que p ierde .

168 E . GÓME Z CARRILLO

Otra muj er, la bella Korallion, se despide de suesposo y de su hij o . Con sus pálidas m anos acari cia á esos d os seres , que para ella represen

tan toda la ventura humana . Sus labios no exhalan la menor quej a . Entre los que componen el

grupo , ella parece la menos impresionada por lafatalidad de su propio destino . En otra estela, unbajorreli eve nos hace ver que aquellos que mueren gloriosamente, 'merecen ser admirados aunmás allá de la t umba . Este es Dexi leos de Thorikos , hij o de Li san ias, que

'

merece el nombre dehéroe dice el epitaf io . Y la escultura nospresenta al j oven guerrero en el momento en quevence á un enemigo . Es el único momento que losamigos quieren recordar. En cuanto al otro combate, en que la suerte el fué adversa, ¿para quéevocarlo en una piedra de gloria? El mi smo artis

ta que esculp i ó ese relieve, yace algunos pasosmás lej os, baj o otra estela magnífica, en la queun compañero lo ha inmortalizado contemplandoá la parea inexorable con la más fría curiosidad .

¡Ah parece decirle, ¿eres tú? Y su noble indiferencia inspira al poeta Agat ias el epitaf i o que todos conocemos ¿Por qué temer lamuerte, que, lej os de hacer mal , pone un término

á lo s dolores y á las pob rezas? No viene sino unavez á visitarnos y j amás mortal la 'recibió dosveces . A cada instante, en la ciudad de las sombras, la voz que canta el último canto tórnase

l igera, sin cesar de ser melancólica .

170 E . GÓMEZ CARRILLO

menterio más cercano, y después de poner laestela sobre el sepulcro, volverá á Atenas paraofrecer alos amigos la comida mortuoria durantela cual han de pronunciarse aquellos discursos

que tanto hacen reír á Luciano . Tres dí as mástarde, es de rigor el primer sacrificio ante la tumba. El segundo sacrificio se celebra el novenod ía. En las estelas de este cementerio ateniense ,donde podemos hoy evocar toda la poesía de lo santiguos ritos mortuorios, más de una piedraperpetúa el recuerdo de los ingenuos sacrificiosen que, según las propias palabras de Sófocles ,las buenas gentes ofrecen á sus difuntos la le

che blanca de una ternera virgen », lamiel, transparente rocío de la reina de las flores » y el agua

de una fuente inmaculada .

En la mente popular, los que yacen baj o latierra gozan, gracias á estas ofrendas, un poco delos placeres de la vida, y se consuelan así de nopoder respirar todas las rosas del mundo . Comey bebe, puesto que es lo único que puedes hacerdicen las buenas gentes . Y los muertos comen ybeben . Los que aseguran que los sacrificios no sonsino simulacros, y que en realidad los ricos vinos,lo s dulces pasteles y las taj adas suculentas van

PÁGINAS ESCOG IDAS 171

siempre á parar a las bocas de los vivos, se equivocan . En la Ci té Anti que, Fustel de Coulaugesprueba, con innumerab les textos, que los ali

mentos que la famil ia lleva al cementerio sonpara lo s manes, puesto que las bebidas se derraman en la tierra y las viandas se hacen llegarhasta el fondo de la tumba por un aguj ero especial . Esto no se refiere únicamente á la an tigi i e

dad homérica, sino á todos los siglo s paganos .

Aun en las sátiras de Luciano se habla de lasmismas costumbres y de los mismos ritos . Elamor está en éste, como en todos los cultos, sostenido por el temor. Los que olvidan las ofrendassagradas, saben que los manes se escapan de susmoradas subterráneas y buscan el medio de vengarse del desdén con que son tratados . En Herodoto , las almas de lo s focenses que se quej an dehambre y de sed, acaban por asolar toda la co

marca, y no reintegran sus antros hasta que susherederos no les tributan los homenaj es establecidos . El mismo Eurípides, á pesar de no creeren los dioses del Olimpo , conserva en el fondo desu corazón la fe de la tumba .

Para que gocen de lo que les recuerda la tierra,para que sean felices creyéndose aun vivos, es

172 E . GÓMEZ CARRILLO

preciso dar á los difuntos ricos manj ares . Porqueentre todos los habitantes de la vasta llanura delos asfodelos , no hay uno solo que dej e de entri stecerse cuando piensa en la tierra . Los que enseñan el desprecio ó el odio de la existencia, estánconsiderados como locos peligrosos . Los griegoslos llaman p i s i thanaíes ó consej eros de muerte. Yaconsej ar el abandono de la bella vida, es un ab

surdo , es un crimen . El Estado , que no puedetolerar tal crimen, hace cerrar la escuela en lacual Hegesías el taciturno pred ica un evangelioque c onduce hacia el Suicidi o , pues el suici di oes una locura, es la peor de las locuras . Los quehan a travesado el Aqueronte …lo saben, ya queeternamente suspiran por el mund o p erdido . Enlos dominios de Hades , la nostalgia es un malfrecuente . Los héroes mismos tienen nostalgias .

Cuando Ulises felicita á Aquiles en los CamposElíseos, el vencedor de Héctor exclama Ge

neroso amigo , tus palab ras son vanas, y en .mi

ánima te j uro que más me gustaría ser mercenario del labrador miserable que apenas puedecomer del producto de su campo , que reinarcomo tirano absoluto en este pueblo de sombras .

La serenidad helénica es una forma de la res ignación . Mientras los hombres pueden combati r por conservar la vida, lo hacen desesperadamente . Y si cuando sucumb en no se rebelan contra la suerte , ni se crispan -ante la fatal idad , esporque quieren morir en belleza . No temiendo un

174 E . GÓME Z CARRILLO

Lo que s i preocupa al pueblo entero , en cam

b io, es la idea material d e la sepultura y del entierro . Desde los tiempos fabulosos en que Antígona expone su vida por dar un sepulcro á su

hermano , hasta la época de la decadencia, el pueblo piensa con más ansia en la tumba que en elinfierno . Uno de los últimos epigramas de laAntología reza Si lleno de compasión al ver micadáver me hubieras enterrado , los inmortales tehabrían perdonado el haberme asesinado . Y side estos pálidos hemi st iquios remontamos hastaSófocles, el acento de la misma voz nos conmueve repitiendo la misma idea . ¿Qué es, en efecto ,lo que hace salir á la divina hij a de Edipo de sudulce reserva para arriesgar su vida violando undecreto del Estado ? ¿Es la muerte de su hermano ? No . Es la imperiosa necesidad de sepultarlo .

Ella misma lo dice en su respuesta al tirano Yosé exclama que un día ú otro he de morir,y eso aunque tú no lo quieras . ¿Cómo , pues, en elabismo en que he caído , la pena capital habíade parecerme un mal terrible? Más gran mal

hubiera sido para mi tener que dej ar el cadáverde mi hermano insepulto . Eso s i me habría d eses

perado, eso sí . Lo demás no me importa . Antes

PÁGINAS ESCOGIDAS 175

de Antigona, está Héctor moribundo , que nop ide á su cruel adversario sino lamerced supremade no dej ar su cuerpo sin tumba . Y más tarde,mucho más tarde, en el libro que hace ver la pers i stencia de la tradición helénica en todo el mundopagano

,y no sólo en el griego, sino en el latino ,

está Palinuro , el piloto , que implora la clemenciade Eneas para que su cuerp o no sea abandonadoen el mar.

Tanta importancia tiene la tumba para losantiguos, que un filósofo ha podido decir que eneso sólo consiste la salvación religiosa del almagentil . Sin sepulcro , los manes carecen de hogar,carecen de patria . La sombra de Melisa, la muj erde P eriandro de Corinto , quej ándose de tener fríoporque su sudario no ha sido bien escogido , es unsímbolo . Otros muertos tienen sed , tienen hambre . tienen penas . Explicando la concepciónhelénica de la sepultura, Lucrecio asegura que elhombre no puede separarse por completo de lavida, ni despoj arse de s i mismo , ni arrancarse delcuerpo que yace tendido en la tierra ; se imaginaque eso es aun él, y de pie, al lado de su cadáver,lo anima y lo mancha todavía con su sensibilidad Baj o la tierra, en efecto, la vida continúasu ritmo de venturas y desventuras . El que se

176 E . GÓME Z CARRILLO

ha convertido en cadáver sigue existiendo . El

culto de los muertos no es un sentimiento vago,cual entre los modernos, sino un rito estricto ytiránico . Cada fami lia adora a sus difuntos , comocada ciudad adora á sus héroes . ¿No se diceacaso los dioses lares Y dioses son, diosesíntimos á los cuales se les pueden confiar todaslas penas sin miedo de que las desdeñen, á lo scuales se les debe pedir que protej an nuestrobrazo aun en las acciones menos j ustas . Ellosson los creadores , á ellos les debemos la vida,ellos se perpetúan en nosotros . ¿Cómo, pues,teniendo un poder divino no han de emplearloen servir á sus adoradores? El lazo único entrelos manes y los seres vivos, es la sangre . Fueradel parentesco directo , no, hay religión de latumba . En las ceremonias conmemorativas, losque no forman parte de la familia turban la

fuerza del rito . La ley de las Doce Tab las probibe hasta que se acerquen á una tumb a despuésdel d ía del entierro los que no son parientes d elmuerto . Este uso dice Plutarco está considerado como piadoso, pues puede temerse quelos extraños vayan á violar la santidad del

lugar. Los propios muertos se defienden contralos que no son vástagos suyos, cubriéndolos demales y de desventuras cuando se acercan á susmoradas subterráneas . Con estas creencias lafamilia se fortificá, la raza se engrandece . El

hombre sabe que más tarde va á ser un dios para

LA ANT IGUEDAD V IVA

Los romeros del Ática no suelen oir, cuandointerrogan el pasado , sino la voz grave de loslibros . A cada instante el viej o Heredoto, el secoTucídides, el ingenuo Pausanias y el buen Plutarco, les dicen los fastos de estas piedras <<Aquihubo un allá una máslej os murió en el otro extremo Palashi zo nacer un ol ivo… j unto al olivo se ve lahuella del tridente de muy cerca, elpadre de Teseo, al ver las velas negras, se precip i tó en el mortal fuera del recintodivino , Pericles se defendió contra el

Y, poco apoco, los fantasmas se levantan, graves, mudos, envueltos en sus blancas clámi des .

Se levantan, como el comendador de piedra, yandan sin dej ar de estar muertos . Por eso los via

j eros'

sensibles, que quieren ver revivir a losgrandes cadáveres, no experimentan aquí sinola penosa impresión de un desfile de mármoles .Para nosotros dice Barrés la antiguedadno es sino un recuerdo de doctorado . Ant igúe

180 E . GÓME Z CARRILLO

dad siniestra, en efecto , la del colegio . En surespeto sin inteligencia, los profesores acabanpor despoj ar á los héroes gr iegos y romanos detoda humanidad . Epicos sin sab erlo , sin creerloy sin quererlo , todo lo que es anterior á Cristo loconvierten en substancia de epopeya . EntreAquiles, furioso , blandiendo su invencible espada,y Demóstenes huyendo lleno de miedo, no haydiferencia ninguna para los universi tarios . Todoeso forma el helen ismo .

'Y el helenismo es unbloque de inconmovible Paros . El =mi smo Nietzsche , . que »había sido profesor de griego, tuvo undía

“que decir La visión del helenismo , tal cual

me había sido dado contemplarla, era tan extraña, tan particular, que me vi en la necesidad deconcluir que, no obstante lamorgue de sus maneras, nuestra ciencia helénica clásica no ha hechomás que divertirse examinando un espectáculode º sombras chinescas . Pues bien este espectáculo es el que ha .desilusionado á todos los queal acercarse á Atenas, se repiten mentalmentelas frases de los doct ores .

Pero, en camb io, los que se acercan á estasruinas con …alma de niños irrespetuosos y entu

s iastas ; los que no temen que la gorgona de la

182 E . GÓME Z CARRILLO

Y esta sola frase, que es como una tierna caricia, indica lo di ferente que es su Grecia de laGrecia de la Universi dad . Porque esa pobrepatria que lo obli ga á suspirar, no es la de hoy,no es la del rey Jorge y de los arqueólogos alemanes, sino la patria viva, act iva, inquieta, nerviosa, variable y aventurera de hace dos milquinientos años .

Lo que nos p ierde di ce en ciertas ocas iones es nuestra ligereza, nuestra falta de constanci a . Los camb io s de la opinión y los cambiosde Gobierno son desastrosos . Además , no hayhonradez en los retóricos que manej an el

Esto, dicho entre bellas piedras, á la hora enque las sombras lo funden todo en su masa demisterio, llega á tomar una importancia de evocación . Se comprende que, quien habla así, es

un visi onario . Pero al mismo tiempo se adivinaque sus visiones no son muertos fantasmas, sinoseres vivos, seres iguales a nosotros y respet ables , no por lo grandes que aparecen en las estatuas, sino por lo apasionados que fueron en susdolores, en sus ambiciones, en sus miserias, en

susTú mismo me decía Mauricio,

PÁGINAS ESCOG IDAS 183

sientes aquí un respeto supersticioso por cos as

que en Mad rid ó en Paris te parecerían risib les?Yo mismo en efecto . La atmósfera llega, poco

á poco, a apoderarse de nosotros, á mod elarnos

á su antoj o, á hacernos un alma nueva, muy sensible y muy crédula . Viviendo sin libros ni guiasal pie del Acrópolis, la divina leyenda antigua seconvierte en una obsesión . Los siglos se borran .

Las sombras…milenarias se convi erten en realidades visibles . Alcib íades, As pasia, Demós tenes,Sófocles, Platón, Peri cles, todos los héroes delmagní fi co drama ático , están presentes ante nosotros . Los vemos ir y venir,. los oímos hablar, lo ssorprendernos en sus instantes de deb il id ad y detristeza, de cobard ía y de infamia . Qué diferemtes los hab íamos soñado antes en las Universid ades Sus rostros mismos no tienen ya! la…maj estad impasible que les veíamos en las estampas delos libros de clase en los bustos de las bibliotecas .Despojándolos de su marmórea divinidad, losconvertimos en hombres lo mismo que todos loshombres, en pobres y grandes, y locos hombresde hoy y de siempre .

Mauricio, que como buen español tiene la religi ón de la elocuencia, me deci a ayer, contemplando la tri buna del P nix

Antes de respirar este,aire, los oradores

184 E . GÓMEZ CARRILLO

antiguos se me figuraban seres extraordinarios .

Ahora hasta los comparo con los contemporá

neos, sin creer que cometo una herej ía . Siendohombres, no me asustan . Antes, contemplándolos fuera del tiempo y del espacio, lo s colocabaen un olimpo de la sabiduría . Hoy, que veo dondevivieron , donde intrigaron, donde sufrieron

,

donde fueron ap laudidos y s i lbados, los encuentro menos venerables, pero más apasionadores .

Ese Demóstenes, sobre todo, m e interesa . ¡ Quétipo de arr i vi ste l ¡ Qué ej emplar de vanidadamb iciosa ! Su verdadero don natural era la

energía . Á fuerza de energía convirtió su palab ratarda en inagotable verbosidad . Se me figuraasistir á sus meditaciones de estudiante sedientode gloria . Aquí venía, sin duda, cada vez quealgún escándalo político provocaba debates apas ionados . Desde aquí veía el entusiasmo que des

p i erta en el pueblo la elocuencia atrevida . Losgenerales victoriosos temblaban ante la lenguade los tribunos . ¡Ah En ciertos momentos hastase me figura ver al pobre muchacho contrahecho, j urándose , cual un personaj e de Stend hal , que no perdonará medio ninguno paralograr lo que desea . Es necesario lo oigodecir que mi pal abra suene aquí para que elpueblo me admire . La palabra es la única armainvencible . Con ella conquistaré la fortuna quehe perdido ; con ella me haré el poder que m iambición necesita ;con ella conmoveré al mundo .

186 E . GÓMEZ CARRILLO

los v estigios aun no enterrados de s iglos cercanos .

Cuando nuestro maestro P hi ladellos n os hablade Sófocles, de Esquilo, de Sócrates, s e di ría

que o ímos á un crít ico ap asi onado di scutir en uncafé p ari siense los méritos de R enán, d e Vícto rHugo , de Verlaine .

Yo soy de los que aprueban la sentencia

Y n o t iene necesidad de agregar que .se tratade la sen tencia con tra Sócrates, e se corruptor,no d e la j uventud, s ino del gusto, del cu tus iasmo del pueblo », pues nuestro ateniens e es unenemigo en carn izado del viej o pedante que todolo razona y que nada siente

El gran Nietzche le contesta Mauri ciocree lo mismo que usted . Según su Opinión,Sócrates es el creador del tipo insoportable dehombre—teoría

¡Nietzs che— exclama nuestro amigo .

¿Quren es?Como Mauri cio sabe que estamos en el si glo IV

antes de Cristo, le contes taUn hombre que hará revivir la verd adera

i dea del helenismo dentro d e dos mil qu inien tosaños .Pero P hi ladellos no nos oye . Quiere hablar

de Sócrates . Quiere hacem os comprender que lasentencia es justa . Quiere que vayamos j untos áaplaudir á los duros

EN MARES REMOTOS

190 E . GÓME Z CARRILLO

que ayer apenas nos impresionaron de cerca, sonhoy, en la lej anía, magníficas . Y por encima detodas las lecturas modernas surge, alucinador, eldivino libro de las mentiras, el bello romancerode esta raza de reyes y de santos, el Mahaavansa

sagrado . No hay en las literaturas occ identalesun poema de igual significación nacional . ES latumba de oro de Ceilán . De sus frases surgen,como de una ceniza muy espesa, las maravillasde las er as pr estigiosas . Es al mi smo tiempo unacrónica y un evangelio . Así, comprende uno,

leyéndolo , la melancolía altiva d e esa r azaesbelta que se siente incapaz de reconstruir unpasado y que lo llora .

La época d e P arakamabab ú, sobre t odo, quecorr esp onde aproximadamen te !ai siglo X I I I denuestra era, provoca la orgullosa nostalgia de lo scingales es . Al visitar las pagodas, cuando un

sacerdote os señala con un noble gesto del brazodesnudo alguna imagen santa y os dice que datade la época del gran rey es preciso ver cómose encienden sus pupilas n egras . ¡ El gran rey !Figuraos un monarca que fuera al mismo tiempoun apóstol de la fe, como San Lui s 6 don Fernand o el Católi co, un conquistad or como Carlos V, un gran prote ctor de las artes, d e las letras ,como León X, y un hombre bueno, un homb repi adoso , un hermano de los que sufren, un

San Vicente imperial, en fin ; fi guraos semej anteser envuelto en la pompa del Asia, y tendréis una

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imagen de P arakamabahú . Desde el principio ,su rei nado se anunció magnífico y p iadoso . Di ri

gi éndose á los magnates , que le pres en tab an lacorona, díjoles En los tiempos pas ados, estepueb lo fué oprimi d o por sus monarcas ; el yugode las t asas inj us tas pesó si empre s obre él, porque sus jefes eran desvi ados del bue n caminopor el amor 6 el odi o, por el miedo 6 la ign orancia. Buscaban su bien propio y no el del puebloy el de la igles ia . Desde hace l argo ti empo lareligi ón del Maestro es tá mi nada por centenaresde h erej ías que las di sputas de tres cofradíasmant ienen . Millares de frailes sin pudor no piensan s ino en vi vir vida agradable . La religiónde Buda se corrompe antes de que h ayan tran scurri do lo s cinco mil años as ignad os por el profeta… ¡Y qué decir de los que tienen hambre y áqui enes yo debo dar de comer ! Todo eso lo he

meditado durante largos años de lucha quesos tuve p ara es tablecer este rein o . Ahora hallegado el momento . ¡ Que se haga mi voluntad ! Su voluntad se hizo . Cien mi ] heraldoscorri eron por lo s caminos sacudiendo los tamtams sonoros para que los pobres d el país sereunieran . Entonces dice el libro santo,su maj estad d i ó en limos nas más que su propiopeso en piedras preci osas En seguida corri óhacia la igles ia y la defendió contra s i mi smaantes de defenderla contra sus enemi gos . Las

tr es cofradías eclesiásti cas fueron convocadas,

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para presentarse ante sabios doctores en el artede reconocer lo que es verdad y lo

.que es men

tira . La reunión fué solemnísima. El monarcainterrogó uno por uno á lo s frailes, y al dar sussentencias, consultó á sus consej eros . El librodice Y como era j usto, y como ni el amor ni elodio lo domi naban, Sino únicamente el cuidadoconstante de dí a y de noche de su deber, el granrey, cual sutil médico que distingue las enfermedades curables y las graves ó mortales, devolvióá sus órdenes á

'

aquellos que estaban sanos yeXpulsó á grandes latigazos á los que estabancorrompidos Después de pensar en los demás ,el buen rey pensó en s i mismo . Su infinita bondady su ardiente religiosidad, no le daban háb itosde monj e . Al contrario . Su amor del luj o, delplacer, del fausto , era igual á su ternura . Amabalos perfumes, las sederías, las piedras preciosasy las flores . Su historia, en ciertos pasaj es, es uninventario de riquezas y de esplendores . En susmantos brillan las gemas variadas de todas lasminas indicas . Sólo de perlas llevab a aveces centenares de variedades perlas blancas, no comolas que nosotros conocemos y que en reali dadtienen reflej os y matices de aurora, sino de unablancura mate, de una blancura de cal ó de mármol roto ; perlas rosadas, llenas de voluptuosostintes y talladas cual lóbulos de orej as femen i

nas ; perlas azules, hij as verdaderas del mar ydel cielo, con hondos misterios en sus luces ;

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decían los cantos reales son más numerososque las estrellas de los cielos . Su manto , enefecto , ostentaba noventa mil . de diferentesmatices y de diversos aspectos . Los había enforma de corazones y en forma de ojos . Loshabía que representaban religiosos emblemas .

Los había imitaciones de flores, de frutas y defieras . Los había que eran amuletos d e amor Ode lucha, de salud 6 de suerte . Y cada talla co rres

pond ía á un matiz . Los más blancos, los de Golconda, los que no eran sino un recept áculo transparente de luces , estab an consagrados á Buda .

Eran los vidri os míst icos . Los azulados, lo s queten ían reflej os rosas, los sutilmente violáceos,encarnaban el mundo de las plantas y de losanimales . Los amarillos en f i n, los que se venarder en una llama tranquila é intensa, parecíanlos símbolos de los sentimientos . Y si estas eranlas j oyas, las sederías, los marñles y las flores, novalían menos .

El di a de su coronación dice el Mahauensa

el r ey, cuyos oj o s eran largos _como l ir ios,

revistió sus ornamentos y se sentó, coronadode su d iadema, en un trono de o ro . El tumultoensordecedor de los tam—t ams era parecido al

mugir del océano cuando desde el ot ro extremod el mundo la tempes tad lo sacude . Y los elefantes vestidos de paños de oro se alineaban en lascalles, ante los palacios, como nubes que baj aranhasta el suelo y que estuvieran llenas de relám

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pagos , y al ruido de los caballos de guerra imp aci entes bajo sus arneses d e p lata , la ciudad diríase que temblaba cual la mar . Y el c ielo e s tabaoculto por multitud de parasoles multicolores yde banderas áureas y de telas r iquí simas queagitaban en signo de gozo las m anos d e lo s habitantes. Y estos mi smos habitantes gritaban

¡ Vive, oh ! rey ¡ vive ! ¡ oh gran rey ! Y todoel país veíase cub ierto de arcos triunfales hechosde las más bellas flores que brillaban en vaso sde esmalte. Y los trovadores cantaban himnosde gloria que subían hasta el cielo llevando elnomb re de P arakamabahú entre humaredas d ei ncienso . Las fiestas duraron muchos días , alcabo de los cuales el rey pensó que si Buda ledaba tal poder era para que lo empleara endefensa de la religión . Así, cuando creyó llegadoel momento , …qui tó se su manto de pedrerías yvistió sus ar cos d e combate . Las guerras santascontinuaron . La voz divina le de cí a que e ra

men ester llevar l a v erdad á los que vivían en elerror y salvar de la herej ía á lo s reyes idólatras .U no d e é stos, vencido por primera vez , ofrecióconvertirse si se le dej aba en s u trono. Parakamabahú le dij o ¡ Oh l hermano mío , conservatus estados y tus gue rr eros y sirve la fe para s ermás grande Luego, reuniend o sus hueste s, ale

jó se á un camp ame n to en d onde pensó repos arsealgunos días . Pero apenas habi an sus gente sdej ado las armas, el rey antes perdonado preci

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p i tóse sobre ellas . La pelea fué empeñada . Pocoá poco , sin embargo , P arakamabahú logró ganarterreno y al fi n hizo de nuevo prisionero á suenemigo y j uró que lo trataría como á un traidor.Sólo Buda puede salvarte la vida excla

mó al desarmarlo . Pensando en estas palabras, elvencido pidió que los sacerdotes fueran á verlepara prepararle á morir en paz ; y cuando se viórodeado de monj es de las tres órdenes, les hizover la gran tristeza de su situación con palabrasmuy desgarradoras . Todos lloraron . Luego , aunque sin gran esperanza, fuéronse hacia el monarcavencedor y le hablaron de es te modo El muysanto y misericordioso Buda, en varios de susdiscursos ha explicado largamente los males delodio y la bienaventuranza de la paz . El rey vencido no tiene hij os ni hermanos ; además á causade su avanzada edad, parece aproximarse hacialas puertas de la muer te, y así tu deseo de fundaraquí un reino para el servicio de la religión, secumplirá pronto . Es j usto , pues, que ab andonesesta conquista y que, dando libertad a tu enemigo , te vuelvas hacia tus es tados . El gran reypensó que aquella era la voluntad divina y seinclinó an te el deseo de los monj es . Volvió á sucapital y se consagró al engrandecimiento de supueblo . Cada día fundó una obra piadosa ó hizouna caridad . Para los enfermos, construyó unhospital que podía contener millares de personas . De todas las ciudades de la India, sus emi

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de sacerdotes guerrero s que llegaron de muylej o s á transformar la vida inicial. Despué s deesta conquista, las guerras interiores principian .

Cada monarquía ha dej ado sus romances . Lo shombres de armas pretenden arrebatar el poderá los hombres de iglesia . Cada j efe de tribu es unhéroe . La sangre llena los bosques . Pero el cielovela y envía, al fi n , a los que llevan la palabradivina, á l os primeros misionero s de Buda, quehan viaj ado por lo s aires desde el centro de laIndia . Los religioso s dice Mahavansa notienen necesidad sino de predicar las doctrinasdel maestro en la lengua nacional , para ver i nel inarse an te ellos á las poblaciones todas d e laisla. Así, cuando Buda mi smo acude, ya se

encuentra entre adoradores . Los primeros monasf erios alzan sus muros en segui da, y poco á pocolas altas pagodas dominan las ciudades. Los reyessuntuo sos y graves, comienzan á desfi lar en suselefantes sagrados, baj o parasoles de púrpuraal son de tam—tams de triunfo . El pueblo enarmas, sigue las huellas reales . Los palaciosgigan

tescos surgen como por arte mágico y las ci udades crecen, como arrozales , en las riberas de losri os y en las cimas de las montañas . La cienciaflorece tanto como el arte . El amor sonríe á lo sque creen . Las bayaderas, cubiertas de ped rerías

,envueltas en velos tej id os d e oro, pe t pe

túan la noción voluptuosa del ritmo . Las cortesanas, cual estatuas esbeltas de bronce tierno ,

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pueblao¡ ns barrios principales á l a hora del cre

púsculo. La bendición de Buda lo embellecetodo, lo enriquece todo . Las d inastías pasanadmirables de magnificencia . Las edades , sinprisa, en una amplia marcha de elefantes, vantranscurriendo . Entre los reyes, uno aparece , másque los otros brillante y bueno , más que ninguno .

Es P arakamabahú . Después, otros príncipes tratan de imitarlo . Después otro s deshacen lo hechopor él . Los europeos aparecen al f i n . Y entonces,sorprendidos como en medio de un divino sueñode poderío sin fi n, de riquezas infinitas, de pom

pas eternas, los hij os de los antiguos conquistadores vuelven hacia el pasado sus oj os melancó

l icos, y huyendo de la realidad que los haceesclavos de razas bárbaras, se pierden en la contemplaci ón de sus leyendas, mientras los murosde sus palacios van derrumbándose piedra porpiedra .

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adornos, de granos y bebidas, de todo lo que latierra y la industria producen, en fi n . Se trata,tal vez, de pocos años . Pero esto no debieras orprender á los europeos . ¿Acaso no son ellos losque se han empeñado en educar á ese inmensopueblo que antes vivía contento en su retiro ?Después de abrir brechas a canonazos en la granmuralla, han exigi do que se les permita traficar.Han fundado bancos, almacenes , depósitos ,compañías, vías férreas, fábricas . Los chinos, enun principio , rieron . Comprendo muy bien loque es un camino de hi erro decia un mi nistroamarillo á lord Curzon, pero nuestros cochesanti guos hacen lo mismo con mayor calma, porlo cual nos parecerán siempre preferiblesSi empre era mucho decir. Después de las sonrisas irónicas, el examen serio ha comenzado . Unosveinte millones de chinos tienen ya nocionesvagas de progreso moderno . Poco á poco , graci asá la sutileza de la raza, los problemas religiososque hoy se oponen al adelanto , irán resolvi én

d ose, y entonces las leyes que prohíben construi redifi ci os de más de noventa y nueve pies dealtura p ara no impedir el libre vuelo de los espiritus aéreos ó clavar clavos en el suelo parano herir á lo s dragones subterráneos caerán endesuso .

En gener al, esos hombres amarillos no son nimísticos, ni fantaseadores, ni quiméricos . Sus

mejores cuali dades son el sentido de las cosas

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prácticas, la resistencia para el trabaj o, la honradez en el negocio , la perfecta cortesía y másaún el genio as imi lat ivo . Todo el mundo conocela anécdota del sastre cantonés . Un europeo l elleva un traj e lleno de remiendos y de manchas,como muestra . Al cabo de tres días el sastre le traeel vestido nuevo , y el europeo ve con asombroque , no sólo es una imitación exacta como corte,sino que también tiene los mismos remiendos ylas mismas manchas que el modelo . De un modomenos caricaturesco, lo s que ven trabaj ar á lo sdoscientos mil chinos de Singapur, dicen lomismo , en multitud de ej emplos y de historietas .

Ni necesidad hay, para comprender lo que en

Singapur representa la raza amarilla de una largaestancia y de un profundo estudio . Unos días deturismo bastan . Esos hoteles suntuosos en loscuales nos aloj amos ; esos restaurants admirablemente servidos ; _esas tiendas limpias, bien surtidas, b ien ordenadas ; esos bancos en donde cambiamos nuestros oros europeos por d ólars asi á

ticos ; esas agencias activas ; esas fábricas, esostalleres, lo que es vida, lo que es trabaj o , lo quees riqueza, pertenecen á los chinos . El mocetónmoreno , robusto , de piernas de atleta y de torso

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de Apolo , que trota, casi desnudo , arrastrandoel cochecillo en que nos paseamos , es chino . Quédiferencia entre él y los celestes de las estampasFuerte y ágil , es una respuesta viva á lo s quehablan de degeneración física de la especie . Enlos bars y en los cafés, otros chinos ceremoniososy atentos nos sirven con un tino que el más orgulloso mai lre d lrólel francés podría envidiar. La

comida, hecha por un cocinero chino , es exce

lente . En las tiendas , todas chinas, lo primeroque sorprende es el precio ! un traj e vale treintafrancos un traj e fino;de paño ligero ;las sederías menos aún , en proporción . ¡Y qué altivaelegancia en el modo de vender ! Los dependientes os dej an ver y tocar, y comprar, sin irritaros con esa sempiterna charla reclamista quelos vendedores parisienses parecen haber aprendido de los j udios africanos . Si no compráis nada,ningún signo exterior revelará el menor disgusto .

Siempre cortés y cortesano , el hortera amarilloos acompañará sonriendo , hasta la puerta . Enlos talleres, en las fábricas , una actividad decolmena reina, y en la Bolsa hay tal movimiento ,que ni Nueva York podría dar á esta ciudad lecciones de fiebre de oro . El instinto de j ugadoresque hace de los chinos pobres, en sus ciudadesna tales , esclavos de la lotería, lanza aqui a l oschinos ricos en combinaciones estupend as de

agio . Un europeo que vive en Singapur, escribeLos chinos tienen el genio de lo s p lacement. En

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cual en las cubiertas de las caj as de laca, querepresentan recepciones en palacios mandarinescos ! ¡ Oh , las inclinaciones de cabeza y las sonrisas beatas ! Pero eso es exterior. El fondo esmenos asiático y á veces no es nada asiático .

V iviendo fuera del suelo natal, lej os de lasi nfluencias tradicionales, los celestes, desde el quea rrastr a un puspús hasta el que tiene un cocheroalemán, un ayuda de cámara inglés y un cocin ero francés, todos admiten la necesidad deadoptar los métodos occidentales que, á pesar desu grosería y de su ridículo, ofrecen grandes venf aj as prácticas !

Un chino que enseña francés á los hl] 0 5 de unb anquero de Singapur, nos decía

En el fondo no somos, ni hemos sido nunca,enemigos de los progresos materiales . En el cultivo de la tierra, todo el mundo sabe que estamosmás adelantados que los países de Europa . Nuestras provincias del litoral y del valle de Yang !

tse—Kiang, son más probladas que Bélgica yproducen más que las mej ores tierras del norte,gracias á nuestro s sistemas intensivos de cultivo . Nada nos sería, pues, más fácil , disponiendo cual disponemos de mano de obra abundante, que aceptar los métodos indust riales euro

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neos . Para los pueblos conquistadores, Inglate rra y Francia sobre todo, han sido siempre tanrudos en sus exigencias, que el pueblo , ignorante y animado por la clase mandarina, veráaún durante mucho. t iempo con recelo todo loque proceda de occid ente . Nuestros verdad er osconservadores son lo s mandarines, los malditosmandarines .

Y para probam os que su odio es legítimo, elardiente profeso r amarillo nos eXplica el mecanismo gubernativo de las diez y ocho provinciasimperiales .

Figúrese usted nos dice que Franciaestuvies e administrada por académicos, pero no

de la Academia de ciencias políticas, ni siqu ierade la francesa, sino de la Academia de inscripciones y bellas artes . Porque nuestros mand arines y nuestros funcionarios todos, sin la menorexcepción salen de las escuelas de humanidades yse han distinguido en los exámenes oficiales . Elpueblo los cree sabios . Ellos se creen á s i mismosinfalibles, pues, poco á poco , aun siendo inteligentes por naturaleza, llegan á atrofi arse el cerebro y á no pensar sino con fórmulas de antiguafilosofía . No es para menos . Durante años y años ,estudian día y ur che lo s libros clásicos de Coni ncio y de sus di scípulos, así como los caracteresde la escritura docta . Estos caracteres son unos

todos á cual más complicados . Cada unorepresenta, no un sonido , sino una idea y así,

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por ej emplo , el signo puerta se parece al signoentrar En general, un chivo medianamente

instrui do, conoce mil caracteres, que es lo suficiente para escribir la lengua moderna . Pero unmandarín de primera clase , de la clase de losgobernadores, tiene que saber veinte mil signospor lo menos . Los exámenes primeros versansobre esto y duran tres, cuatro y hasta seis días,durante los cuales el candidato , encerrado en unacelda estrechís ima, escribe sin cesar en largasbandas los j eroglíficos tradi cionales . Después deeste examen, se verifica el de letras y filosofía, 6sea los comentari cs á los libros morales y reli

giosos . Los examinadores dicen ¿Qué es lo

que se encuentra escrito en el libro tal en la

página cual? 6 ¿Cuántas veces Confucioemplea el signo bondad en su discurso sobrela condición humana? Los examinandos tratande citar de memoria lo más posible cuando lapregunta es f ilosófica, y para responder á unsabio que los interroga sobre los d ragones pro teotores del pueblo , repiten , sin ayuda de textos, l oque escribieron hace tres mil años los doc toresconsagrados . ! ltimamente un virrey de Nankin ,

imbuído en ideas modernas, ordenó á l o s exam inadores que introduj eran en los estudios superiores la astronomía y que en los exámenes delalto grado hicieran algunas preguntas sobre estaciencia . ¿Quiere usted saber lo que preguntaronal año siguiente los doctores? Oiga usted ¿Por

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estén domi nados por rutinario s idólatras de viej o stextos, no harán grandes progresos,'íá pesar deser, en el fondo , mucho más inteligentes y muchomás activos que los europeos .

En otra ciudad, es probable que las últimaspalab ras del profesor de francés nos habríanhecho sonreir. Aquí no . Viendo á lo s celestes mostrarse superiores á todos lo s que hab itan en Singapur, he llegado á preguntarme si realmente loshombres de esa raz a prolífica y sobria que fué enremota edades la primera del mundo , no conservarán aún , adormecidas por el opio de la rutina, lasmi smas cualidad es que hicieron su pasada grand eza . Al lado de ellos, los i ndios parecen frágilesñgulinas de b ronce y los malayos enormes figurassin voluntad . ¡ Pero , qué digo Los ingleses rui smos, que son políticamente los s eñores del pai s,declaran que el negoci o, el trabaj o , la vida, elmovimiento , el progreso , es tán en manos de loschinos . Organizados á la europea, los celes tehan hecho en el manej o del oro, lo mi smo que lo sj aponeses en el manej o de las armas . Han sobrepujad o á sus maestros . De sus mismos vicio s es enciales, como el amor al j uego , han s acado virtudes de especulación bancaria…La di sciplina social

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que los une no tiene nada que envidiar á la que,en los campos de Mand churia, da la vi ctoriaa.sushe rmanos nip ones . El poder as imilativo de sus

inteligencias, en fm, les p ermite compe tir con

los más fieros industriales del mundo .

Hace años , un cónsul alemán notó que con dos6 tres docenas de cualquier artículo , bastab a parallenar la gran ciudad d e Singapur. Los b illares ,los mostradores de bar, los tiros al blanco , todolo visible, decía made in Germany » y presentab a los caracteres de la manufactura tudesca.

Sin embargo, aquello era el perpetuo milagro delos panes y los peces . Los billares venidos deHamburgo en realidad , no llegaban á veinte , ylos que se veían en los cafés pasaban de ciento .

Un chino , al fi n, le sacó de cavilaciones , llevándolo á visitar una manufactura . En su respetodel modelo , los imi tadores amarillos no omitíanni aun la marca de fábrica . Pues b ien este casoes aquí universal . Las fábricas abundan . Unobj eto cualquie ra, basta para que ope rario shabilís imos fabriquen mi llares idénticos . Si pensamos en la abundancia y en la baratura de lamano de obra, así como en la inteligente modest i a de los grandes negociantes chinos que sabencontentarse con beneficios pequeñís imos , paraasegurarse la lealtad de los mercados, tendremosuna idea j usta de lo que es el verdadero peligroamarillo . Los cien millones de s oldados cubiertosde armaduras que lo s visionarios contemplan

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con espanto en un porvenir pavoroso, serán ,real

mente, cien millones de obreros . Ya los chinosde Hong—Kong, de Shanghai, de Takú y de lasdemás concesiones internacionales, trabaj an y seorganizan . La agricultura misma, que es poderosa, tiene empeño en que se adopten ciertosadelantos, como el alumbrado eléctrico , paraque las tierras hoy sembradas de colza y de otrasmaterias que producen el aceite, puedan convert i rse en arrozales ó en sementeras . En las llanuras del Hunan , bastante cerca de ciudadespopulosas, se comienza a explotar minas de carbón que, bien trabaj adas , podrán un d ía movercentenares de maquinarias . De la costa, la ideade la industria va ab riéndose senderos hacia elinterior . Pero , hasta hoy, lo único que puede serv i rnos para estudiar á los chinos transformados,europeizados , llenos de actividad y de robustez, esSingapur. La raza misma, aquí trasplantada,parece cobrar energía física á los pocos años.

Es el aire sano de la vida sin mandarinesdice el profesor. Y eso debe ser, en efecto , pueselimatológicamente cualquier comarca del Celeste Imperio es parad i sraca, si se compara con estehom o . Además del cuerpo , el espíritu florece ,la voluntad se vigoriza, el sentido práctico , yatan sutil en todos los asiáticos, se ahonda . Elsistema sindical , por ej emplo , es aqui bastanteperfecto para que un publicista europeo hayacreído que no era inútil estudiarlo v darlo á

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ri en cia y nuestros capitales Ese día, el p eligroamari llo será una realidad . Ese día, lamás vasta,la más f ormidab le democracia obrera, habráde clarado la guerra ala industria occidental . Loscelestes que es tán dispersos en las ciudades protegi das ó admin istradas por eur0peos en Extremo Oriente, bastarían á reclutar y á discipl inarel gran e j ército. Contadlos . En Singapur havcerca de en Chólon, en Ban

gkok, en Manila, ¿Y en Shangh ai?… ¿Y en Hong—Kong?… El cálculo de unmillón, conocedores de los adelantes modernosy ávidos de ganar dinero explotando lo s recursosde su propia patria, no es exagerado al contrario .

SHANGHA I

los chinos que trabajan

¿Es acaso la“ entrada de Amberes por el

Escault verde gris, baj o un cielo de lluvia?… ¿Es

Roterdamºy sus húmedas costas bañadas por elMosa?… ¿O es más b ien el Elba de Hamburgo,envuelto en una - tibia bruma deAlgo del Norte es, en todo caso ; algo ya vi stoe nlas excursi ones frecuentes y en los cuadros familiares ; algo que no tiene nada de exótico , ni delej ano , ni de raro . Ningún follaj e extraño apa

rece en las riberas, y en el hori zonte ningún colorluce violento . Es un panorama de paz l aboriosa,como los que, todos los días, vemose n Europa .

Los campos que se extienden aderecha é i zquierd a, denotan un meticuloso cultivo . Desde lej oss e ven los sur cos del arado y los canales del regad illo . Las casas de labranza con sus muros blancos, álzanse de trecho-en trecho entre la verdura .

Ante las puertas, tres 6 cuatro árb oles que sóloproducen sombra ; es e l único lujo que los labra—º

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dores pueden permitirse ; el resto de la tierraes necesario que dé algo más práctico . Y así

,

la monotonía de los arrozales se extiende enondas suaves hasta que, allá á lo lej os, las primeras chimeneas aparecen .

La impresión de lo ya visto se acentúa . Sí, sinduda, este espectáculo no es nuevo . ¿Es Ham

burgo O es Amberes? Una por una, las altascolumnas humeantes se alzan . Son las avanzadas del industrialismo . Detrás de ellas se amontouan fuerzas mayores . Ved . Es más que Amberes, es más que Hamburgo , pues ninguna torrede municipio antiguo , ningún campanario gótico , ni la más pobre almena de castillo histórico,poetiza el paisaj e . Es Nueva York, tal vez . En elpuer to , ante los muelles de hierro , millares debarcos descargan y cargan en medio de untumulto vertiginoso . Las gentes que llenan losbunds , forman hormigueros humanos . Los rótulos enormes petróleos, aceros, máquinas ytransportes se mecen en el espacio sobre lost roles . Y más arriba, por encima de los techosroj os, las chimeneas de las fábricas forman monst ruosas columnatas humeantes, florestas formidahles de menh ires , laberintos de cubos informes .

Las guías nos dicen que este es el París delExtremo Oriente .

'

Pero , en realidad , los do snombres chocan . ¿Paris? No . Ni Oriente tampoco . Es una gran metrópoli de trabaj o que sedescrib e mej or con cifras estadísticas que con

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subterráneo . Otro día , en los arsenales de NaugXing,

* los mandarines oyeron hab lar de la conveniencia de tener un armamento homogéneo .

En el acto reunieron todos lo s cañones recientemente comprados en Francia y en Alemania, ylos cortaron de manera que resultaran de igualtamaño . Algún tiempo más tarde se trató deconstruir cierta cantidad de granadas para lo snuevos obaseros Krupp . Los ingeniero s chinoslos hicieron absolutamente iguales al modelo ;pero de una sola p ieza y llenos . En la Casa deMoneda de Nang—King, en f i n, un funcionariofabricaba, hasta hace poco , piezas de oro de ciensapecas que sólo tenían la mitad del peso legal,y eso sin robar, sólo porque le parecía más có

modo limarlas cuando salían del cuño, que

bruñirlas , como debe hacerse .

Pero todo eso pertenece á épocas pasadas .Actualmente, el obrero chino es tan hábil y tanlaborioso como el obrero europeo . Las fábricas deacero de Hanyang construyen ruedas paralaminar por una tercera parte de lo que cuestanen Europa . Los astilleros de P utchen y de Shanghai, producen en condiciones tan ventaj osas ,que las compañías alemanas les encargan ahorasus nuevos buques def cabotaj e . U na Memoriaconsular francesa del año pasado , dice que enbreve las fábricas de tej idos de algodón chinas,serán superiores

!

a las del resto del mundo .

Hombres y muj eres trabaj an j untos en cente

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nares de manuf acturas, con una actividad y unainteligencia admirables. La

'

cali dad de la manode obra dice Leroy—Beaulieu s atisface á lo sdi rectores europeos, y en los talleres que yohe visitado, el orden y la limpieza son tan grandescomo en los mej ores de Europa

'

y de América .

Doce ó catorce horas de labor no espantan á loschi nos . Los conquistadores industriales, no con

tentos con tener el carbó n amitad de preci o queen Francia, exigen tamb ién tener la lab or por lacuarta parte que en cualquier otro país . En lasfábricas de tej idos que pueden considerarse comolos modelos, lo s aprendices ganan de 12 á 23 céutimos al d ía y los obrero s de 70 á 90.

Sin embargo , los europeos están poco sati s

fechos .Hace diez años exclaman levantando los

brazos al cielo esos miserables ganaban lanri tad y no se quej ab anLos dos grandes defectos que los industriales

encuentran a sus obreros, en todos los paí ses, esque no sean esclavos y que tengan necesidad deun salario para vivir. En la China, sin embargo,no pueden quej arse sino a medias . El cooli s escas i un esclavo y cas i no cobra . Los asiáticos,que están lej os de ser menos inteligentes que loso ccidentales, notan lo que se puede hacer indust rialmente, gracias alos sistemas modernos, y yapoderosas sociedades de cap italistas chinosluchan contra los europeos .

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Lo que antes era de los extranj eros en su totalidad, ya hoy pertenece en su mayor parte á losnacionales . Y eso que Shanghai es entre todoslo s puertos comerciales de Extremo Oriente elmás conservador el más occi dental, el máspoblado de blancos . Las grandes calles, el ,Bund y Nankin R oad, especialmente, parecenvias de Nueva York 6 de Londres . Las tiendasson europeas y están servidas por europeos . EnHong—Kong, en Singapur, en Cholón, el triunf ochino es más visible . Los ingleses mismos declaran que Singapur pertenece a lo s chinos .Aquí, en Shanghai, será necesario esperar algu

nos años más . Ya el comercio de la concesiónfrancesa es amari llo . La conquista de los barriosalemanes ó ingleses no puede tardar.

TOKIO

La estacron de Los pri

meros árboles metropolitanos Y en el trenminúsculo , más pequeño , más ligero que un tranvi a madrileño , el movimiento peculiar de todallegada se inicia, pero no como en Europa, nocon febriles impacienci as y curiosidades ini antiles, no con ruido ni con alegría, sino grave y pau

sadamente . Di ríase, en verdad, que formamosparte de un cortej o fúnebre y que vamos á apearnos á lapuerta del cementerio .Antes de ponerse depie, lo s caballeros arreglan de un modo escrupu

loso los nobles pliegues de sus kimonos obscuros ;luego , para pasar la mano entre dos vecinos conobj eto de buscar sus diminutas maletas debambú, hacen reverencias, muchas reverencias,cuatro, cinco , seis reverencias . ¡Y qué reverencias ! Los cuerpos se inclinan hasta tocar el suelocon las manos . Son los célebres p longeons , quetanto llamaban la atención á los antiguos viaj eros . Las sonrisas también son las mismas . Cadamovimiento supone una sonrisa . Las muj eres,

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sobre todo sonríen perpetuamente ; las viej as másque las j óvenes, las niñas más que las viejas .

Aquí, en mi coche , hay hasta media docena demusmé s , que no deben tener arriba de quinceaños, y que de seguro pertenecen á las altasclases sociales .

A primera vista, todas parecen fabricadas enel mismo molde y movidas por igual resorte . Lasbocas diminutas, iluminadas con un ligero toquede carmín que las hace más pequeñas aún y másinfantiles

; lo s oj illos negros, rientes, luminosos ymaliciosos ; lasmanos f i nís imas, manos de princesas, y sobre todo los peinados, esos grandes, esoscaprichosos peinados que son obras de complicad ísima arquitectura ; esos peinados en los cuales hay arcos, círculos, espirales, fuentes y cúpu

l as ; esos peinados orgullo y tormento de lasseñoritas niponas, son, en todas ellas, iguales .Y,

sin embargo , parece que los hay de diez y seisestilos distintos . ¡Diez y seis estilos ! Pero talessutilezas no se ven desde luego . Ahora, lo únicoque he logrado , después de contemplar á misvecini tas atenta y respetuosamente durante lashoras del viaj e, es convencerme de que no son taniguales como al principio se me antoj ara . ¡ No !Hay entre ellas diversidad de expresión, de fisonomía y de facciones . De perfil si puede llamarse perfil á esta silueta de con tornos apenasdelineados notase que la variedad de tipos esnumerosa . Lo que las hace resultar uniformes , es

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sentados sobre sus esteras, como en las estam

pas, con posturas singulares, en equi librios inveSin duda, todo es tal . cual yo me lo

hab ía figurado ; pero con algo menos de vida,6 mej or dicho , con algo menos de poesía, decolor, de capricho , de rareza . Singular y lamentable alma la del viaj ero En vez de alimentarsede realidades lógicas, vive de fantasmagóricasesperanzas y sufre de inevitables desilusiones .

Lo que no corresponde á su egoísmo sent imen

tal, le causa tristezas incurables . ¡Y es tan fácilque su anhelo resulte vano

¿Qué le falta á este Japón en que vivo desdehace algunas horas, para ser mi Japón soñado ?Los cab alleros que me rodean no tienen nada deeuropeo en el traj e . Por ninguna parte descubroel sombrero hongo n i la jaquette imitación deLondres . Todos son kimonos, discretos kimonosde diario , sin dragones bordados en las mangas,es cierto , y sin vuelos de cigíi eñas en la espaldapero kimonos, al fi n, verdaderos kimonos bajo

los cuales los cuerpos de bronce van desnudos . El

paisaj e que se descubre por las ventanillas, es larealización de un biombo , con sus pinos de ramasatormentadas y sus campos pantanosos cub ierto s

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de admirab les alfombras de lotos . Para colmo desuerte , hasta tengo á mi lado un grupo de musmé scomo antes sólo las había visto en los álbums deUtamaro y de Toyokuni . ¿Qué le falta, pues, á miJapón real para ser tan bello como mi Japónsoñado ? ¿Será acaso que yo esperaba, sin darmecuen ta de ello , un Tokio igual al Madrid que lo sfranceses buscan, un Tokio feudal, con samurayes de máscaras feroces, con palanquines

rodeados de suntuosidad misterio sa, cortej os dedaimios y patrullas de arqueros? No ; no lo creo .

Los libros modernos, por el contrario , habíanme

preparado a encontrar un Japón americanizado .

Y, si n embargo, éste que veo y que es muy j aponés, éste que veo por la ventanilla, no es miJapón ideal y delicioso .

Helo aquí mr Japón . Amaterasu, diosa del soly patrona de Yamato , bendita seas ! ¡Y tú también, milagrosa Kamiya San—No- Inari, tú, quecuras todos los males y proteges a dos que aman ;tú también, sé bendita ! Al apearme del tren,mi entras un atleta amarillo acomoda mi equipaj een un kuruma, mi ensueño se realiza . De

'

p ie en la

puerta de la estación, una musmé me Sonríe, Omej or dicho, se sonríe á s i misma . Es delgada,

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pálida, de un color de ámbar claro y transparente, con las venas fi nís imasmarcadas en el cuellodesnudo . El óvalo de su rostro es perfecto . Susoj os, no grandes pero largos, muy estrechos ymuy largos, tienen una dulzura voluptuosa queexplica el entusiasmo de aquellos antiguos poetasnipones que compusieron las tankas en que laspupilas femeninas son comparadas con filtros deencantamiento . Las manos exangiíes, de dedosafi ladís imos, son translúcidas . Los lab ios, en fin,sus labios entreabiertos en esa sonrisa perpetua,sus labios húmedos, dej an ver una exquisitadentadura de granos de arroz . Y esta apariciónno lleva el traj e gris sin adornos de mis compañeras de viaj e, sino un kimono amarillo pálido ,cubierto de lirios blancos, que la hacen aparecercomo una Primavera de esta tierra, más menuday menos espléndida que la de Bot icelli , pero nomenos seductora . Yo la contemplo absorto . Ygracias a ell a, á su belleza extraña, á su gracialej ana, á su esplendor de leyenda, la vulgaridadde esta plaza de estación desaparece y un Japónadmirable surge ante mis oj os extasiados .

Baj o esta lluviá_

fi na, tibia, igual á la del nortede Europa, Tokio me parece poco propicio para

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dicho, de un rincón y mi guía, que quierehacerme ver otras calles, da orden á los señoreskurumayas de que antes de llevam os al hotel nosconduzcan hacia Shib a—Ku. Esto , según parece,es con obj eto de aprovechar el buenTiempo . Ycomo yo temo una ironía, me explica que aquíhay que escoger entr e el lodo y el polvo , y que ellodo es una bendición divina comparado con elpolvo .

Todas esas gentes que ve usted con quevedos agrega mi buen cicerone los llevan porel polvo , y no por falta de vista .

Ya había yo notado en Yokohama y en Kobeque apenas hay j aponés sin lentes . Los soldados,los conductores de tranvía, los agentes de policía,los horteras, los trabaj adores de las fábricas, todoel mundo los usa . Son ob j etos de necesidad nacional . Y así, es de contemplar la facha extrañade estas multitudes que pasan baj o los ampliosparaguas de papel engomado , en equil ibrio sobresus altas sandalias de madera, con los kimonosarremangados hasta la cintura y los lente5 puestoslos redondos, los enormes lentes éstos, que

parecen coprados en las caricaturas alemanas .Me acuerdo de haber visto , hace mucho tiempo ,en una pantomina parisiense, á un doctor delParaguay desnudo , pero con quevedos de oro ,y aquella imagen me obsesiona desde hace di ascomo un símbolo de esta gente .

Porque el traj e, aun el traj e nacional, es aquí

PÁGINAS ESCOGIDAS 231

una excepcron . En cuanto llegan a su casa, lo sj aponeses se quitan el kimono lo mismo quenosotros no quitamos el abrigo . En el campo ,niños y niñas van desnud i tos hasta la edad dediez años . Pero qué digo en el campoEn Tokio , en Kobe, en Yokohama, en Osaka,

en todas las grandes ciudades, es frecuente ver álas muj eres con el torso completamente desnudo , dando de mamar á sus hij o s en las puertasde sus casas . En cuanto á lo s hombres que remanen los canales, de un extremo del imperio al otro ,van lomismo , es decir, sin más traj e que un taparrabo, un simple taparrabo de salvaj e .

Esto no debía de extrañarme, puesto que ya losabía .

Pero , ¿acaso no sabía tambren que las calleseran así como las veo , estrechas, tortue sas, sucia

'

ssin aceras y sin empedrado?… ¿Acaso no habíaleído an tes de venir mil descripciones detalladasy escrupulosas?… Si . Lo que ahora veo en larealidad, ya me era por los libros y las estampasfamiliar. Esos canales de aguas negras que cruzanla población en todo sentido y que en las horas dela marea se llenan de sampanes cargados de pescado seco , de arroz, de madera, de pieles ; esascalles céntricas, en que todo el mundo vive fuera,

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en que se cocina en medio del arroyo , en que losniños j uegan entre el lodo , en que las gallinasescarban la tierra lo mismo que en el campo ; esascasitas que son grandes caj ones cubiertos detej as negras, y en cada una de las cuales, indis

pensablemente, hay una t i endecilla de cualquiercosa, donde toda la familia vende y nadie compra ; esos hombres sudosos que arrastran carretascargadas de sacos enormes ; esa falta de color,de brillo, de alegría general , en f i n, ya lo conocíayo . Pero la realidad, esta vez, es más completa,más intensa que la visión .

Yo no me figuraba este barniz negro uniformecon que los j aponeses pintan y adornan suscasas, y que da a las calles un aspecto de duelo .

En las horas de sol los comerciantes ponen en suspuertas colgaduras negras con letras blancas,iguales á las que en nuestras ciudades anuncianun muerto . Es la moda . Y cuando uno viene dela China calumn iada, cuyas calles son alegrescual una feria, en donde las banderas amarillascon sus dragones roj os, ondean ante cada ventanilla

,en donde los niños gri tan y los hombres

cantan , todo esto se hace más sombrío, máss órdido , más siniestro de lo que

!

en efecto es .

Llevamos un par de horas recorriendo las

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que no se ha acordado de hacer aceras ni deponer alumbrado público, ha sab ido , en cambio,aumentar el horror de lo que ya existía, con lanovedad de sus hilos telegráfi cos y telefónicos .

¡ Oh, esas redes infinitas ! No podéis figurarosigual tela de arañas . Por las callej uelas máshumildes, son centenares los alamb res y cent enares los postes que los sostienen .

La historia del teléfono en cada habitaciónaun en las de los mendigos, no es una leyend a .

En donde no hay ni cama ni traj es, hay teléfono .

En las esquinas, en todas las esquinas, se venkios cos con un letrero que dice Teléfonopúbl ico ¡Y así, l o europeo se reduce á algunossombreros hongos y a muchos ap aratos f elci ónicos !

En el hotel !uno de los tres únicos hoteles euro

peos de esta ciudad de dos millones de habitantes! , mi cicerone me conduce al comedor, y, ¡ ohsorpresa ! lo encontramos vacío . Ni mesa, nisillas . Sobre la alfombra, en uno de lo s extremos ,las más ámplias, las más blancas esteras que oj oshumanos han visto . Delante de la chimenea, una

selva verdadera de árboles li liputienses . Encinosde una cuarta, con sus troncos rugos os ; cipresescentenarios del tamaño de una muñeca ; p inos

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esbeltos que no le llegarían á la rodilla á un niño;toda la flora enana de este pueblo singular, enfin, está allí artísticamente reunida . Dos musmé sentran y empiezan á disponer sobre las esterasuna gran cantidad de almohadones de terciopelonegro , iguales a los que, en las iglesias protestantes, cubren los reclinatorios . Mi guía comprende entonces de lo que se trata .

Sin duda, de una comida j aponesa medice, de algIma boda arist ocrática ó de cualquier aniversario .

En efecto ; los invernaderos del hotel, que conservan su aspecto y en donde, según parece, porlo general, no hay sino unos cuantos ingleses quebostezan, están ahora llenos de j aponesas y j aponeses, todos en traj e nacional, todos suntuosamente ataviados . Y en este decor europeo de altasplantas tropicales, de mecedoras de bambú, decandelabros de bronce con centenares de luceseléctricas, experimento la sensación de no hab ersal ido de París y de encontrarme en el hall delContinental ó del Ri t z una noche de bail e de máscaras .La música misma, que viene nadie sabe dedónde, contribuye á esta ilusión . Es unamelopealenta y monótona de voces de guitarras ; una deesas melopeas que se oyen en todos lo s cafés concieort s cuando van á bailar, vestidas pe guechas,algunas muchachas de Montmartre .

Pero poco á poco mi visión cambia . No es unafiesta de traj es, no . Es un inmenso b iombo anti

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guo que se ha animado , que vive , que sonríe .

Todos esos seres parecen bordados en seda 6 pintados á la acuarela . Son tan correctos Son tansolemnes Cada vez que dos personas se encuentran, salúdanse como en los pasos de lanceros ,pero con mayor lentitud , con más gravedad .

Ellas, sobre todo , musmé s frágiles, tienen una

manera deliciosa de inclinarse hasta tocar elsuelo con las manos, y luego de volverse á inclinar, y en seguida de inclinarse de nuevo en seriesde reverencias interminables, y todo sin decir unapalabra, sonriendo no sólo con sus labios carnosos, sino también con los oj illos negros y con lasmej illas pálidas ; sonriendo con todo el rostro ,con todo el cuerpo y con todo el traj e también .

Porque aquí no hay… un solo kimono obscuro comolos que se ven en la calle . Las telas son alegres ,claras, rientes, llenas de vuelo s de páj aros ó deramaj es floridos, lo mismo que en las estampas ,¡Y qué decir de los peinados ! Esta vez si creoreconocer los diez y seis estilos de moños, de bandeaux, de cenefas, de ondulaciones . Lo únicoque no veo , son los antiguos alfileres , que , alparecer, ya no se usan y que eran tan decorativos .

Lo que me sorprende es la diferencia enormeque existe entre estas musmé s aristocráticas ylas muchachas del pueblo que he encontrado porlas calles . Ni siquiera de la misma raza parecen .

Estas son delgadas y esbeltas, con rostros alar

EN LOS TEMPLOS DE N IKKO

la mayor maravilla del mundo

He entrado por la Puerta divina . Sin detenerme en las ciudades l aboriosas, he venidohasta el corazón mismo del país, con obj eto deoír, en la excelsa paz de estas tardes estivales, lasvoces milenarias de la selva , de las leyendas yde los torrentes . La casita en que me hospedo ,está suspendida en el espacio , cual uno de aquellos nidos que en los cuadros de Hokusai se man

tienen en equil ibrio increíble en lo s muros carcomi dos . Cuando corro mis ventan illas de papel, elperfume de los lirios penetra en la estancia, entrecan to s de cigarra y murmullos de arboledas . Muyabaj o , muy abaj o , un torrente llena la hon donadade espuma celeste . ¡ Pero, qué digo uno ! Cadacien pasos se descubre un salto de agua . Aquíestá el de Ziakko, que se despeña noblemente poruna regia escalera de peñascos ; más allá, el deZikuan—no—taki, célebre en el mundo por sufrialdad glacial un poco más lej os, el Dai-ya

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gava , que es una de las ocho maravillas clásicasdel Japón, y más adelante, el Sira- Ito , así llamado , porque parece una cabellera de plata queondula . Los poetas han dej ado en las piedras de

esta comarca numerosos versos en honor de lascascadas . Parece dice una inscripción quefueran vacíos azules entre dos rocas, de tal modoson claras Cuando me refresco las sienes enestas aguas dice otro todas mis penas sedesvanecen Y una tercera Di ríase el cinturón blanco de mi amada, cuando cae á sus pies ála hora de desnudarse Estas inscripcionesanunciarían, desde luego , que estamos en unlugar de poéticas tradiciones, si fuera aquí necesario algo más que el nombre de la montañamisma para tal obj eto . Los j aponeses j uran quequien no ha visto Nikko no sabe lo que es labelleza . Aun los que , como Kipling y Loti vinieron con ánimo hostil, tuvieron que confesar quese hallaban en el más bello santuario artístico dela tierra . El famoso Dresser escribe Son maravillas de color comparables a la Alhambra, peromil veces superiores Y esto mismo,que suenaa herej ía, no es sino la más estricta verdad .

Nikko , lo mismo que todos los santos sit ios delJapón, tiene origenes milagrosos .

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desierto . Quiero que tus oraciones sean igualmente recompensadas . ¡ Pasa ! Al pronunciaresta última palab ra, las dos serpientes se lanzaron, hasta formar un puente, por el cual pasóSio-dio-sio—nin, para ir a fundar el templo de

Elx

<< cicerone erudito que me habla de estosorígenes, temeroso sin duda de que no dé fe á suspalabras , me cita en su apoyo un l ibro sagradoque se titula Bo-so—konr i ísuki . Los doctores chinos agrega han estudiado la vida mi lagrosade Sio-dio—sio—nin y están seguros de que fué ungran santo en el cual es necesario creer. Si ustedquiere, cuando volvamos al hotel le traduciré uncapítulo de las crónicas de Li—Ko—Mé , para que seconvenzaNo hay necesidad de libros del Celeste imperio

para comprender el divino origen de todo esto .

He allí, j ustamente, una torre que aparece entrelas criptomerías gigantescas y que proclama,con su belleza, la verdad de los milagros . Porquees un mil agro de arte, un milagro de santuos idad ,la arquitectura de Nikko . El ensueño mismo nollega á tanto esplendor. Es una realidad quehace palidecer á la imaginación . Es algo másrico , más delicado y más enorme, que lo quehemos visto en los cuentos de hadas . Los alcáza

res de las Mil y una noches palidecen ante estascons trucciones . Leed los l ibros de los viaj eros yencontraréis en todos, desde Dresser hasta Loti y

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desde Lowel hasta Kipling, la misma impotenciapara describir tanta maravilla . Es imposibledicen, es imposible

Por alamedas de criptomerías gigantescas, llegamos al lugar en donde se encuentran reunidos,en un espacio relativamente pequeño, los tresgrandes templos . Desde lej os una pagoda aparece,entre los árboles, con sus cinco techos superpuestos, pintados de azul , y sus muros roj os llenos defrligranas . Este solo monumento bastaría parailustrar un pueblo . Aquí apenas tiene la importancia de un campanario . A sus pies aparece unfriso de monos representando las virtudes . Lo shay que se tapan la boca, lo s oj o s y las orej as,para simbolizar la discreción ; lo s hay que seinmovilizan en actitudes beatas, para indicarla fe ; los hay que se ayudan a subir por rocasescarpadas, para p atentizar la caridad ; y todosesos cuerpos peludos y todas esas caras grotescastienen una fuerza expresiva tan intensa, queluego quedan grabados para siempre los gestossimiescos en la memoria . Los proverbios j aponeses se inspiran através de los siglos en las posturas de estos monos . Algunos pasos más lej os,un muro que rodea uno de los santuarios, ostenta

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la más sorprendente d ecoracron escultural depáj aros y de flores que se mezclan, que se combinan, que forman grupos caprichosos en los cualeslas alas atornasoladas de los faisanes y las colasfrisadas de los pavos reales, hacen resaltar lasviolencias de tonos de las rosas y de las peonias .

Cada flor, cada ave, cada insecto, es una j oyaartística . Los más ilustres escultores trabaj aronaños y años en tallar así esta madera que enseguida pintores famosos coloraron con pacienterealismo .

Tambren lo s dioses que guardan las puertas encada templo son obras de un mérito muy grande,que requirieron lustros enteros de trabaj o . Esteque escala una roca, es Daikoku, el señor de lasriquezas . Su cabellera está formada de cuernosentrelazados y en su risa hay algo de feroz . Susmanos de presa, sostienen un saco repleto . Elpañuelo que rodea su cuello , es un tej ido de oroy de pedrerías . En otro nicho, dentro de una

j aula de laca, un demonio gesticula y baila, yabre los oj os tan grandes, que se le ven hasta losnervios interiores . A un lado, formando uno deesos contrastes peculiares en el arte j ap

'

onés, Benter, dios de la Belleza, sonríe con su sonrisa quecura todos los males . ¿Y éste que se yergue ai rado

blandiendo una maza de oro, quién es? Sin dudaBi shamon; patrón, de los samurayes . En cuantoa este otro que tiene una expresión de perpetuaalegria y cuya carcaj ada es tan franca, segura

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como los templos j aponeses no son inmensos cuallas catedrales cristianas, ni están hechos paramultitudes sino para aristocracias reducidas

, la

vista abarca desde luego los detalles . Por todaspartes oros . lacas, marfiles, j ades, bronces, sedas,fi ligranas . Las maderas preciosas _que forman laarqui tectura propiamente dicha, están labradasaun en sus más ocultas superfi cies . Los dragonestutelares se estiran en los frisos, suben por losp ilares, se arrastran por las partes inferiores delas paredes formando mi steriosos grupos ; parecen con sus oj os d e fuego los guardianes de tantos tesoros, los pastores de tantos reb años . Porque es inaudito el número de animales sin nombreque se amontonan en estos templos . Los leonesalados, con colas de peces y melenas interminables, cuelgan de los arqui trabes . Los pavos realesarrastran sus plumaj es, que toman proporciones fabulosas y que se tiñen de oros y de púrpuras . Los ib is llegan con sus picos hasta el techoy á sus pies los perros con cab ezas de cocodri losabren sus fauces hamb rientas . Seres espan tosos,mi tad toros, nri tad ratas, sostienen con brazoshumanos las caj as de las rel iquias .

¡

En los capiteles , legi ones de serpientes multicéfalas, decuerpos triangulares, se enroscan y baj an formando columnatas salomóni cas . Luego, cas i tannumerosas y tan variadas como los dragones, lasqu imeras, las blancas quimeras de alas de fénixque anidan en los cab ezales de las puertas, que

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ocupan los espacios vacíos entre los paneaux, quese esconden entre las flores y entre las ramas . Lo sj aponeses que tan horribles muecas dan á losanimales, saben prestar á las plantas seduccionesdesconocidas en el resto del mundo . Desde luegose adivina que para ellos las corolas y los tallostienen algo de divino . La tierra dice unhimno chintoi sta que los sacerdotes de Nikkocantan en las ceremonias del culto , — la tierra esla madre de quien todas las criaturas han recibido la vida . Por eso todos, todos la adoran .

Grandes árboles y menudas hierbas, piedras,arenas que hollamos, aguas, tempestades, brisas,ruido de torrentes, canto de aves, perfumes deflores, no son sino estrofas en honor de la tierra .

Entre los altares populares, hay uno consagradoá ci erto personaj e de la antigua leyenda que lesalvó la vida á un sauce florido

. Las flores sonsantas . Tienen vida, tienen amores, tienen caprichos , tienen deseos . Aveces, por no dej arse separar del tallo en que nacieron, se deshojan y mueren . Otras veces al ver p asar á una mariposabonita, se inclinan hacia ella, tratan d e acariciarla, se estremecen de placer. Los escultores lashan representado en los santuarios de Nikko contodas sus caprichosas metamorfosis con todos sus esplendores divinos . Hay un plafón decrisantemos divinos, de hortensias, de lotos y delirios, que hacen la más deliciosa sinfonía detonos pálidos que puede soñarse, de rosa desfa

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lleciente, de azul celeste y de oro verde . En elcentro , una corola inmensa se transforma enmuj er . Pero aun ráp idamente, sería imposibledescrib ir todos los plafones . Los hay de vigasdoradas y esculpidas que hacen j uegos de sombras enigmáticas en el fondo blanco ; los hayde fénix pintados entre ramas floridas ; los hayde hidras verdes que se retuercen sobre escudosde oro ; los hay de medallones minúsculos cincelados y esmaltados como j oyeles de precio . ¡Yqué decir de los muros de laca ! Uno sólo, el queen el santuario de Iyemi tsu rodea el altar, es tanmaravilloso, tan rico , tan perfecto , que aun laimaginación más ardiente se lo pintaría menosbello de lo que es en realidad . Figuraos unbiombo esculpido por grandes artistas, cubiertode cobres que fueran encaj es de metal, un biombode diez metros de alto y de cincuenta ó sesentade extensión ;figuráoslo rutilante de oro , brillantede laca, frisado de colores, y tendréis una idead e lo que es, pero una idea vaga y débil .Sí ; la palabra humana no puede nunca tradu

ci r esas maravillas de arte, de gracia, de luz, dearmonía, de suntuosidad . Decir, por ej emplo ,que las más espléndidas arquitecturas europeasson miserables si se comparan con éstas, noparece sino una frase . En real idad es algo más ,puesto que es una sensación . ¡ Pero qué d i ferencia entre la intensidad con que se experimenta yla palidez con que se expresa ! Las únicas pala

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una forma definitiva, sus padres los llevan á contemplar lo s paisaj es célebres, lo mismo que enEuropa se lleva á los adolescentes a visitar losmuseos . Un punto de vista bello, es un lugar deromerías . Apenas sale uno de Tokio , emp ieza ánotarlo . Ante cada ri nconcillo florido , ante cadacurva armoniosa del río , ante cada colina delíneas puras, álzanse lo s miradores rústicos deuna casa de te . Y como esos miradores, ó másbien dicho pabellones, están siempre llenos degente silenciosa que parece extasiarse en una

contemplación mística, uno no puede menos depreguntar

¿Qué hace allí esa multitud absorta?…

¿Es acaso éste un lugar de peregrinaciones rel i

giosas? ¿Hay aquí algún Buda milagroso ?Ningún Buda contesta el guía .

¿Alguna fuente de esas que calman dolores ?Tampoco »Algo debe sin embargo suceder, puesto que

esa multitud se reune así, en medio de un caminodesierto en una casa de te, á una hora determinada .

Nada de especial termina el guía .

Todos los dias de todo el año pasa lo mismo . Esa

multitud que á usted le parece en éxtasis y quesólo está en contemplación estética, ha venidode cien pueblos distintos á admirar el paisaj e .

Y en efecto ir á ver una llanura cubierta deflo res 6 un lago en cuya superfi cie nadan los lotos

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magnates, lo s príncipes de la iglesia, los representantes de los reyes extranj eros, todos los queforman la alta sociedad de Tokio , acuden á lainvi tación de su maj estad, para contemplar comosimples poetas, las flores nacionales en el parqueimperial . ¡ Nada más Pero los j aponeses,con justicia, exclaman

qué

Sólo el pueblo tiene más .Después del florecimiento inverosímil de estos

cerezos cuyas ramas se cubren de nieve sourosada, tiene, en mayo , los racimos de Wistarias tanfrágiles en su purpúrea suntuosidad decorativa .

Tiene, luego , las magníficas alfombras de peoniasque, con sus ricos colores, con sus luminosas carnaciones, ocultan la hierba de los campos . Tiene ,cuando el verano principia, los iris de mil matices, los esbeltos iris que crecen, en los j ardineslo mismo que en las montañas, con aristocráticaelegancia . Tiene, en el mes de los grandes calores,el loto místico , la flor de Buda, que se baña orgullosamente en los estanques de los parques y queconvierte en senderos floridos los fosos de los castillo s feudales . Tiene, después de los crisantemos ,las flores del ciruelo cuya blancura rivaliza con la

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nieve . Tiene, en fi n, la eclosron suntuosa de lascamelias en pleno invierno .

Pero diréis, ¿ acaso en todas partes nopasa, más ó menos, lo mismo ?Si en todas partes hay flores para cada esta

ción . Mas no como aquí, no con esta bellezaextraordinaria que metamorfoseá de un simplecerezo florido en el más armonioso, en el másdelicado espectáculo . No con esta abundanciaque cubre las inmediaciones de Tokio de irisdurante un mes entero y que hace, en los parques,verdaderos bosques de las plantaciones de camelias . ¡ Qué digo ! Los árboles mismos son aquimucho más bellos que en Europa, y sus hoj as,cuando reverdecen con tono s tiernos en primavera 6 cuando, en otoño, se tiñen de maticesrubios, constituyen fiestas verdaderas para quienlas contempla . Entre las romer ías populares , unade las que rivaliza con la de los cerezos floridos,es la de los arces en el momento en que sus hoj astoman un color y un lustre metálicos .

He dicho romerías porque el pueblo no se contenta, como los magnates que forman la sociedadimperial , con reunirse un di a fij o en un parquedeterminado para contemplar las más simboli

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cas, las más nobles flores en su más grandeesplendor, sino que organi za ardientes peregrinaciones con obj eto de honrar de una manera reli

giosa á todas las bellas plantas, por humildes queparezcan y por poco emblemáticas de grandezaque sean . En el mi smo Yos iwara, donde las muj eres galantes viven encerradas en claustros deamor, se forman, para celebrar los tres mayoresflorecirni entos del año , cortej os dignos de épocasmás suntuosas . Cuando las nuevas flores aparecen dice Norman las cortesanas las hacenregias visitas . La palabra regias, está bienempleada . Con sus traj es recamados de oro y suscabelleras erizadas de alfileres áureos con suslentos pasos y sus hierát icos movimi entos ; con lamaj estad de sus oj os fij os y la gracia austera desus labios herméticos ; con la magnifi cencia delséquito que las sigue y el recogimiento de la mult itud que las contempla, las pobres vendedorasde sonrisas parecen, esos días, princesas de leyendas eu un místico desfile .

La cortesanaKomurasaki , en una de sus cartasde amor al ronin Gupachi , dice Contemplo estasflores que me habéi s enviado , cual si contemplaravuestro rostro . La religión nos enseña que un

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suelo tan bello y tan santo del Yamato . No haymás que leer lo s antiguos libros, para notar estaadoración . En cuanto hablan de sus campos, lo sj aponeses lloran de entusiasmo . U na obra deTchikafusa, termina de esta manera

El Yamato es una región divina, donde todoestá hecho por los dioses .

Otra obra que se titula El traj e de P lumas ,dice

Se habla de lo s goces celestiales . El cielo noconoce el goce, puesto que no posee la bellezade estas tierras . Oh tierra del Mío , tierra divinaen donde el mundo y el cielo se unen y se confunden ! ¡Mío me pareces aún más bella en primavera, cuando el viento canta entre los árboles detus selvas

Un poema, que Berard ha traducido , diceNuestros árboles, nuestras hierbas, nuestras

piedras, nuestra arena, todo ha recibido un almadi vina . El murmullo de la brisa entre las plantasy las manchas de los insectos de las hierbas, sonadmirables espectáculos .La más antigua, en fi n, y la más popular

p oesía j aponesa, comienza d iciendo

Oh, tierra d el Yamato !B ello Aki tsucima incomparable !Cuán querido eres para mi !

Y esto que los poetas épicos cantan, esto que elpueblo adora, esto que la religión diviniza, no es

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la tierra que produce y nu tre, la vulgar, la ubérrima landa arrocera, sino el florido suelo deliciosamente inútil para la vida material pero indispensable á la existencia sensitiva del pueblo entero . En los pai saj es más bellos , es en donde lossamurayes vinculan su patriotismo . Los soldadito s que durante la última guerra escrib ían á susfamilias, no se mostraban emocionados de unmodo profundo , sino cuando evocaban el recuerdo de sus j ardines natales .

Las flores caídas aquí,Oh ! brisa extranj eraSe lleva m i corazónA otras flores ,A las flores d e mi jardín .

Esto dice uno .

Y otroHa caído,La flor d e la parraDe m i jardín .

¡ Ah ! Cuan diferente d e ayerEl hoy s in flores y s in parras !

Pero no hay necesidad de recurri r á los poemas épicos, ni á los suspiros nostálgicos de los que

guerrean por la patria . Aun en la milenaria tran

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qui li dad de la existencia corriente, los poetashan sido más elocuentes al hablar de las floresque de las muj eres . Para convencernos de ellonos bastará con hoj ear las antologías clásicasen que los gobiernos reunen los poemas má spopulares .En la primera página leemos

Estoy celoso d el vientoQue acar iciaAllá arr ibaAllá d o llegar no puedo,Las flores d el cerezo.

Así habla Tsurayuki .Uno de sus rivales , Hikomaro, dice

Oh, corola d e loto !Nada es tan b ello como tú,

Y comprendo que una gota d e rocíoConviértase al brillar sobre ti,En el rub í más lindo.

Y no digáis á estos poetas que la belleza de lasflores no dura sino un día, porque os responderán,citando al patriarca Sorei

La flor d el t sakuraNo es tan frág i l ,Aunque lo es muchoEn su admirab le gracia,Como los sentimientos d el hombre !

262 E . GÓMEZ CARRILLO

Para no deshojarLas flores d e las ramas ,

Antes d e que yo las vea.

Y el célebre Hakahi to

P or la lañd a primaveral,Para buscar violetas ,Me aventuré ,El encanto d e las flores es tal,

Que me sorprendió la noche !

Para terminar, he aqui una estrofa del pri ncipe Ake

Oh ! s i las olas blancas ,En el mar d e Isé ,

Fuesen floresYo me precipitaríaPara cogerlas

Podría alguien decir que no sólo en j aponéslos poetas han cantado las flores . Es cierto . Perolo que sólo en el Japón han hecho los poetas, escantarlas con esa ternura, con ese entusiasmo ycon esa frecuencia . La fraternidad de que oshablé al principio, llega, en muchos casos, á trocarse en voluptuos i dad . Las plantas no sólo sonhermanas . A veces también son esposas , comoen la leyenda célebre del sauce búdico que unnoble salvó del hacha de un leñador y que, por la

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noche, para recompensarlo, acudro á su lecho ,convertido en ninfa, para acariciarlo .

En realidad, lo s j aponeses viven entre lo sárboles . Sus casas no son sino caj as de maderasin muros . Un tabique de papel separa las habitaciones del patio interior. En el d ía, ese tabiquese corre y la casa entera se convierte en un mirador completamente abierto . Así, desde que selevantan hasta que se acuestan, hombres muj eres y niños tienen ante la vista el panoramadelicioso de un paisaj e célebre . Porque lo que yollamo patio interior es, en realidad, un j ardín álamoda del país, una reproducción en d inrinutasproporciones de algún rinconcillo de la montaña6 de algún parque famoso .

Para lo s que venimos de Occidente, la primeraimpresión es de extrañeza . Tanto arte, tantaminuciosidad, nos desconcierta . La imagen ri dí

cula y deliciosa de los j ardines de navidad acudeá nuestra memoria . Mas en cuanto comenzamosá comprender, en cuanto vemos que en esa

pequeñez aparente hay una real grandeza evocadora, la admiración reemplaza á la extrañeza .

Con una maestría que iguala á la de los escultoresde fi gulinas de marfil , el j ardinero poeta ha colo

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cado, ante una peña musgosa que simula unfondo de montaña, los mismos árboles, las mismas cascadas, lo s mismos precipicios que exi stenen el paisaj e modelo . Para eso sirven esos pinos yaquellos robles centenarios que apenas tienencincuenta centímetros de alto y que tanto cutus iasmaban á Edmundo de Goncourt, cuando ,en 1889, el j ardinero Hato Wasuké los dió aconocer á los europeos en el pabellón j aponés dela Exposición universal de París . Era diceMontesquiou como una floresta bebé de centenari os arbustos que se estiraban en serpentinasrami ficaciones, que se redondeaban en armónicasamplitudes y que dab an una somb ra tan verídicaque se hacía necesario arrancarse á los ensueñosbíblicos para convencerse de que era una selva deLiliput, un Líbano en miniatura . Si ; estos arbolillos tan raros en Occidente y tan comunes, tanpopulares en el Japón, sirven para dar, en unespacio reduci d ísimo, sensaciones de grandezanatural . Y para eso sirven también las piedrasde formas singulares que vemos en las tiendasde los horticultores . Para eso , en f i n, la canalización complicada que hace subir el agua desde elrío . Y la perfección del conj unto es tal, que unerudito cualquiera puede, después de una rápidaoj eada, decir en dónde se encuentra el originaldel jardincillo.

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de tristeza ante el espectáculo de la indif erenciade las piedras, detúvose en un campo pedregos oy d irigiéndose al suelo explicó la doctrina santacon tal emoción, con tal ardor, que poco á pocolos más grandes pedruscos fueron inclinándosehacia él para oírlo mej or.

¿Será este el origen del gran entusiasmo quelos j ardineros j aponeses ti enen por las piedrascomo elementos decorativos?Todos los occidentales nos hacemos es ta pre

gunta al ver que un pedazo cualquiera de granito cubierto de musgo, tiene en los parquestanta importancia como la más bella azaleaflorida ó el más lindo loto abierto . Pero es probable que lej os de venir el entusiasmo de laleyenda, la leyenda venga del entusiasmo

'

. Acada paso se encuentra, entre los árboles querodean los templos, alguna piedra con histori a .

Aqui es un menhir de forma extraordinaria quetiene las virtudes de un Buda ; allá una p izarraque cura los males ocultos ;más lej os un basaltoque hace milagros . Yo he visto muchos de estosfenómenos . Ante ninguno de ellos me he inclinado con fe . Mas en cambio he querido dirigiruna sonrisa á la piedra célebre que, habiendo un

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d ia recibido una patada del emperador O-Dj rn seescapó llorando . P or desgracia mi deseo ha sidovano . Y para consolarme, he admirado en los j ardines

,entre lagos diminutos hechos con una tina ,

y ríos traídos por cañerías del Sumida—gawa, lascolinas d e un metro de alto que, aun sin historia ,tienen formas exquisitas .

El filósofo que más hondamente ha sondeado

el alma j aponesa, Percival Lowel, dice en suestudio sobre el sentido artístico del ExtremoOriente, que entre todos los pueblos de la tierrael más impersonal O mej or aún, el menos sub

jet ivo, es el nipón . Las bases del arte extremooriental agrega son t res la naturaleza, lareligión y el humor. Esta trinidad, aunqueextraña á primera vista, es muy homogénea . La

naturaleza representa la impersonali dad concreta y la religión la impersonalidad abstracta .

En cuanto al humor, es el que sirve para poneren ridículo á la personalidad en general . Enefecto, para los pueblos amarillos, para el puebloj aponés sobre todo , el hombre merece, en elmundo poético , mucho menos espacio que unaflor ó un claro de luna . Su inspiración no se ocuparía en encontrar imágenes de pasiones ó de

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sentimientos humanos . Su propia alma es uncampo de exploraciones enteramente inculto .

soy yo parece decirse qué es mi serinterno , comparado con las montañas inmensasó con el mar infrni to? . Y así, en su modestiainstintiva, apenas si se atreve, de vez en cuando ,á colocar silue tas de su propia especie en las faldas de las colinas ó en las riberas de los arroyos .

La naturaleza sola, sin idílicas parej as que laanimen, basta á su gusto . La muj er misma, lamuj er, símbolo del placer, encarnación del amor,ocupa mucho menos espacio en la poesía j aponesa, como ya lo hemos visto en las citas anteriores, que los cerezos floridos 6 los montes nevados .

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Singapur El paraíso d e los chinosShanghai Los ch inos que trabajan .

EL JAP ! N

Tokio.

En los templos d e Nikko La mayor maravillad el mundo

Los jardines .

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Góme z Car r i l l o,

Pági nas e s cogi das