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REVISTA DIEZ, NÚMERO 81

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La actualidad de la ciudad de Comitán de Domínguez, Chiapas.

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DIEZ - REVISTA DIGITAL– La revista que habla de vos.

Contenido

5.- EDITORIAL:

Fin de cursos.

6.– ZAGUÁN:

ARENILLA: La patria.

9– PATIO:

Dossier fotográfico: ALEJANDRA LAGUNA.

Fotógrafo: JORGE MARTÍNEZ.

16.– BALCONES:

Casa de Citas

Volar

Autor: Héctor Cortés Mandujano.

24.– CORREDORES:

Piedra de Toque

Regreso de Rosario Castellanos (VI de VII)

Autor: Ricardo Cuéllar Valencia.

31.– SITIO:

Antes de la función.

42.– ACTUALIDADES.

45– MOJOL.

49.– ALEJANDRA LAGUNA.

Revista catorcenal, hecha en la tierra de los cositías con la bendición de Tata Lampo.

Editor responsable: Alejandro Benito Molinari Torres

Contacto: [email protected]

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Comitán, ciudad que habla de vos

EL LUGAR IDEAL PARA DISFRUTAR LO MEJOR

DE LA VIDA

CENTRO TURÍSTICO

LOS ROBLES CHUCUMALTIC

Alberca y chapoteadero.

Tina de masajes.

Restaurant—bar.

Paseos a caballo.

Senderismo.

Área de camping.

Espeleoturismo.

Ingreso para nadar en la Laguna

Chuculmatic (buceo y snorkel).

Kilómetro 3.5

Carretera que conduce al Balneario

San Francisco Uninajab.

Informes:

TELS: 01 963 63 2 28 74 Y 9635963006

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Comitán, ciudad que habla de vos

Visitanos

¡No te arrepentirás!

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Comitán, ciudad que habla de vos

EDITORIAL FIN DE CURSOS

Los encontramos en las calles, en

las plazas, en los cafés, en los an-

tros: son los chavos con playeras

pintadas. ¡Son las playeras del re-

cuerdo de fin de cursos! Ahí están

los mensajes de bienaventuranza.

Quienes permanecieron juntos

por varios ciclos escolares se se-

paran al pasar a un nuevo nivel

escolar. La distancia se hace ma-

yor entre quienes acceden al nivel

profesional. Muchos cambian su

residencia y acuden a otras ciuda-

des. Se sabe, ese vínculo de amis-

tad que se procuró permanece pa-

ra siempre, pero no permanece

inalterable. ¡Ya jamás volverá a

ser igual! De pronto las vocacio-

nes encuentran otros intereses y

otras amistades. Quienes fueron

―inseparables‖ deben separarse y

jamás vuelven a tener la luz que

los unió. Por esto, cuando menos

en una playera queda impreso el

mensaje de que una vez en la vida

hubo un puente que cruzaron día

a día. De pronto, sin saber bien a

bien cómo se da el derrumbe, las

orillas quedan separadas, se ven

de lejos, se reconocen, de vez en

vez se acercan, pero ya nunca,

nunca, vuelve a ser igual.

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Comitán, ciudad que habla de vos

ZAGUÁN

ARENILLA

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Comitán, ciudad que habla de vos

¿Qué mira el ruso, qué el chino,

cuando elevan la mirada? Sobre

los techos de sus casas ¡ven su

bandera!

Así, el hombre que habita es-

tos territorios ¡mira su bandera!

Una franquicia que sirve para

colgársela al cuello a la hora del

fútbol, del tequila, de la pirotecnia

y del llamado luminoso de la pa-

tria.

El finlandés, el alemán y el

chileno miran ondear su bandera

y ese aleteo se les instala en el pe-

cho, en el lado izquierdo de su co-

razón.

La bandera es, así nos lo enseñaron en el patio de la escuela, la piel de

quienes anhelan un territorio. ¿Por qué no alguien nos enseñó que encima

de esos trapos están los cielos?

¿Qué miran los pájaros cuando miran hacia arriba? ¿Qué los alces,

los venados? ¿Qué los ríos, los valles, las piedras, el polvo, los hombres que

no tienen más patria que su corazón?

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Las cajitas de Molinari

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PATIO

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Comitán, ciudad que habla de vos

¡A! del blanco de la blusa, ¡A! del canela de tu piel,

¡Ah, de tus pechos y de tu mirada!

¡Hágase la oscuridad para hallar la A del alba!

La A de Alejandra, la del mar, la de la laguna y de

tu costado, acostada.

¡Ah, de tus labios, brizna de flama!

A de la hora en que tus amados buscan por de-

bajo de tu puente y se meten a tus aguas.

¡Ah, del amarillo de la pared, de tu cuerpo, de

tu alma!

La A en que te derramas cuando te das al aire

y al agua. La de tus amados cuando eres amada,

¡amada!

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Comitán, ciudad que habla de vos

Teléfono: 01-963-6326661

e-mail: [email protected]

www.universidadmnr.com.mx

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BALCONES

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Comitán, ciudad que habla de vos

Seres que vuelan hay muchos en la literatura

griega (dioses, fundamentalmente), en Skakes-

peare, en los clásicos; la literatura del siglo

XX y XXI decidió que esas fan-

tasías recurrentes de hombres

volando ya no eran vigentes;

sin embargo, y lo pienso a vuelaplu-

ma, están ―Un señor muy viejo con

unas alas enormes‖ y la ascensión de Reme-

dios, la Bella, en Cien años de soledad, de

García Márquez, y Mr. Vértigo, de Paul Aus-

ter. Habrá, por supuesto, varias más que no

conozco.

Que los hombres vuelen se volvió en

nuestros racionales siglos más bien asunto de

la literatura infantil y el cómic donde sí hay

muchísimos ejemplos.

En la cinta de dibujos animados Río

(2010, dirigida por Carlos Saldanha; entiendo que en portugués e inglés no lleva

acento: Rio; aquí, para ayudar a la ignorancia, decidieron conservar el puntito

en lugar de poner tilde) se cuenta la historia de Blue, un guacamayo azul que,

casi salido del cascarón, es llevado por traficantes de aves a EUA y adoptado por

una niña con quien vive hasta que ambos son adultos; por azares del destino, lle-

gan (ella viene por primera vez, él regresa) a Río de Janeiro.

El único inconveniente es que este último ejemplar de su especie no sabe vo-

lar. Sobre ello está centrada gran parte de la historia.

En un encuentro de escritores, hace años, conocí a Vicente Alfonso (ganó el Pre-

mio Nacional de Novela Policíaca IPAX, con su Partitura para mujer muerta y

tiene un buen puñado de historias reunidas en El síndrome de Esquilo), de To-

rreón, quien tenía mucho interés de venir a Tuxtla porque, me dijo, iba a entre-

vistar a los descendientes de un campesino famoso por sus rumbos: fue tan fuer-

te su sueño por volar que un día se agarró de la cola de un avión y sólo fue des-

cubierto, aterido y sin soltarse, cuando el aparato ya andaba por las nubes. No

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recuerdo muy bien, pero creo que después lo ayudaron a viajar y, tal vez, hasta a

tomar el control en algún vuelo. No recuerdo.

Vicente tiene un hermano gemelo, a quien no conozco, que escribió sobre este

hombre una muy divertida y muy bien planteada obra de teatro, que ganó el Pre-

mio Nacional de Obra de Teatro para Niños INBA 2007: El vuelo de Cliserio

(CONACULTA, 2008), donde, al margen de Cliserio Reyes, son entrañables el pa-

to Fender (dice a la novia de Cliserio, p. 63: ―eres insensible, ¡más cruel que Yoko

Ono! […] Tu corazón es un raspado de limón: amargo y bien frío‖) y López, un

viejo cacto con el que discute Cliserio (p. 24): ―Bueno, López, ¿y qué tiene de malo

querer volar? Al final, ¿no es cierto que nos trae a todos una cigüeña de París?

¿No nos llevan a todos las golondrinas, pues? Volando llegamos y volando nos va-

mos ¿qué no? ¿Por qué no volar en el intermedio?‖

Casi al final de la obra Cliserio (p. 68) ―va sujeto al fuselaje del avión‖, vue-

la.

El carnaval de Río (donde se resuelve el nudo central de la película) y el vuelo me

hicieron recordar Piezas de carnaval (Instituto Mexiquense de Cultura, 2005), de

Hans Sachs (1494-1576), poeta y zapatero alemán que escribió más de 80 piezas de

carnaval en las que criticaba las costumbres de su época.

En ―El bachiller en el paraíso‖ una mujer extraña a su primer marido, ya

muerto, puesto que, en comparación con el segundo, era muy generoso. Llega un

bachiller que dice haber andado por todo el mundo. Ella le pregunta por el paraí-

so y le pide, ya que dice conocerlo, que le cuente de su esposo muerto; él responde

(p. 102): “Dígame, al menos, cuál era su talla…/ qué ropas eligió para el deceso…”

Una vez que la mujer le da sus datos, el bachiller improvisa sobre cómo vive

el gordo en aquellos rumbos del cielo (p. 104): ―Allá también se paga la comida/ ¡y

el hombre, pobre, no tiene ni un quinto/ para comprar un pan y algo de tinto!‖

La mujer (p. 105): ―¿Podría hacerme un gran favor, llevarle/ algunas cosas

que quiero mandarle?‖ No es poco lo que envía (p. 106): ―¿Será bastante si le

mando un par/ de botas gruesas aún sin estrenar,/ cuatro camisas, cuatro pantalo-

nes,/ un abrigo de lana y tres calzones?/ Viene también su bolsa, su cuchillo/ y has-

ta algo de perfume y jaboncillo‖.

La mujer, cree, pues, que el engañoso bachiller puede volar.

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Ya asentados en Chiapas, en Crónicas I, en serio y en broma. Sucedió en Comitán

(Editorial Cáscara de los pensamientos, Chiapas, 2005), Fernán Pavía Farrera

cuenta una historia con título larguísimo: ―Muy especial y completo testimonio

donde se relatan las vicisitudes que le acontecieron a ‗Don Chico que vuela‘, du-

rante su muy utilísima existencia‖.

El niño, que luego será don Chico, es bautizado como Francisco Román y

Castellanos, y aunque hay párrafos que sólo son comprensibles para los chiapane-

cos (p. 54: ―se acudió a la leche fresca de burra, pues la de la vaca le producía en-

lechadura con voltura, cólicos y deposición, a tal grado que se le escaldó la entre-

pierna, el jonís y la redecita‖), se cuenta el día en que don Chico, sin testigos, voló.

Era el 28 de agosto de 1925 (p. 78): ―Alcanzó a ver chiquitos a su mujer y a sus

hijos, que estaban entretenidos con las gallinas en el traspatio de la casa […] Un

soplido de viento lo hizo inclinarse de ladito y desesperadamente arreció sus ale-

teos poniendo todas sus fuerzas, pero ya no alcanzó a elevarse más; la punta del

ala pegó contra las trancas del potrero y don Chico dio tremenda machincuepa,

pero alcanzó a meter los pies por delante y quedó sembrado entre el zacate agua-

chinado‖.

No voló más, nunca más.

Sin embargo, el texto emblemático sobre ―Don Chico que vuela‖ (así se llama

la breve ficción) es el escrito por Eraclio Zepeda en Andando el tiempo, su tercer

libro de cuentos (aunque mis citas corresponden a la antología De la marimba al

son y otros cuentos, Juan Pablos-Unicach, 2000).

En él se cuenta, en segunda persona, la historia de don Chico, quien viendo

lo montañoso de su pueblo (p. 74) ―dijo dándose un manotazo en las rodillas:

―—Si no es tanto lo encogido de estas tierras, sino lo arrugado. Montañas y

montañas acrecentando las distancias. Si a este estado lo plancharan le ganába-

mos a Chihuahua… ¡Y ya vuelto llano a caminar más rápido! Pero así como esta-

mos, sólo vueltos pájaros para volar quisiéramos‖.

Después de su acondicionamiento físico, sus pruebas, la fabricación de sus

alas, don Chico anuncia que va a volar. Se celebran las fiestas patrias y la gente ve

que en el campanario está ya el hombre a punto de emprender su hazaña. Alguien

toca la punta de su ala izquierda y le hace varias preguntas; la última cambia el

rumbo de los acontecimientos (p. 77):

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―—¿Al cielo llegará, don Chico?

―—Al cielo mismo.

―La cara de aquel que preguntaba se iluminó:

―—Por vida suya, don Chico, llévele al cielo este queso a mi mamá que se

murió con el antojo.‖

Aceptar el queso es el error clave de este personaje singular, pues entonces,

en procesión, el pueblo le lleva distintos encarguitos para sus muertos. El resulta-

do es previsible. Volar con tanto sobrepeso es imposible.

Sobre mujeres que vuelan sólo se me ocurre el difundido fragmentito del extenso

poema en prosa ―Espantapájaros (al alcance de todos)‖, de 1932, del poeta argen-

tino Oliverio Girondo (Obra completa, CNCA, 1999: 78). Se volvió famoso porque

lo repiten varias veces en la cinta El lado oscuro del corazón, de Eliseo Subiela,

1992, donde por cierto sale como actor el también poeta y narrador, también ya

desaparecido, como Girondo (los dos ya volaron), Mario Benedetti. En el texto no

habla de una mujer que específicamente vuele, pero se infiere que hay algunas que

lo hacen. Aquí va:

―No se me importa un pito que las mujeres tengan los senos como magnolias o

como pasas de higo; un cutis de durazno o de papel de lija. Le doy una importan-

cia igual a cero, al hecho de que amanezca con un aliento afrodisíaco o con un

aliento insecticida. Soy perfectamente capaz de soportarles una nariz que sacaría

el primer premio en una exposición de zanahorias; ¡pero eso sí! —y en esto soy

irreductible— no les perdono, bajo ningún pretexto, que no sepan volar. Si no sa-

ben volar ¡pierden el tiempo las que pretendan seducirme!‖

***

Anduvimos toda una semana, gracias a la invitación amable y generosa de la Uni-

cach, en una gira de presentaciones de mi libro Los versos y la sangre, vida y obra

de Efraín Bartolomé. La organización fue impecable y tuvimos experiencias mara-

villosas con los públicos de Cintalapa (el presidente municipal, muy atento; Efraín

se reencuentra, emocionado, con una de sus maestras de primaria), Comitán

(breve y fraternal el discurso de Alejandro Molinari; loca y divertida la cena con

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Luz del Alba Velasco), San Cristóbal (qué gran audiencia,

cuánto respeto, cuánto cariño; animada cena con Sergio

Rodríguez, Jesús Morales Bermúdez y Miguel Lisbona) y

Tuxtla Chico (presidente municipal en el público, gente muy

amable y agradecida; cena divertida con Enrique Orozco,

su esposa y la recién conocida y amabilísima Martha

Vázquez Lacroix). Menciono la presencia de presidentes

municipales, porque es emblemático su desdén a todo lo que

huela a libros. Hay que mencionar las excepciones.

Volvemos a Tuxtla. En Tonalá, y a instancias de Rodrigo

Ramón Aquino, motor principal de nuestra visita a su pueblo, decidimos tomar

unas cervezas y conocer y comprobar si las botanas son tan buenas como le han

dicho a nuestro amigo tuxtlachiquense (no conozco el gentilicio de los oriundos de

Tuxtla Chico, sólo el que de broma le queda al pelo a Rodrigo: mini tuxtleco).

Entre otros nos acompaña el poeta Efraín Bartolomé, quien como siempre, in-

variablemente, va vestido de blanco; se detiene en la puerta de entrada, abre los

brazos y mira a lontananza. Rodrigo toma la foto para su archivo personal, y a

mí, por el contraste, se me ocurre el pie:

―El poeta blanco en El perro negro‖.

Contactos: [email protected]

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CORREDORES

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PIEDRA DE TOQUE

Regreso

de

Rosario

Castellanos (VI de VII)

Ricardo Cuéllar Valencia

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TLATELOLCO EN LA PALABRA

DE R. CASTELLANOS

En su conferencia la investigadora

Andrea Reyes continúa destacando

que:

No se publicó ningún otro ensayo de

Castellanos durante todo el mes de

octubre, y no era claro cómo funcio-

naba la censura de los periódicos en

aquel entonces. Sin embargo, han sa-

lido indicios, como las palabras que

José Agustín citó de Julio Scherer en

Tragicomedia mexicana 1, en la víspe-

ra de la masacre:

La prensa recibió “línea” para justifi-

car la acción del gobierno y condenar

a los estudiantes “que habían dispara-

do contra los soldados”. “Aquella no-

che”, cuenta Julio Scherer, “en un te-

lefonema urgente me había advertido

el secretario de Gobernación que en

Tlatelolco caían sobre todo soldados y

a punto de colgar el teléfono había de-

jado en el aire la frase amenazadora:

„¿Queda claro, no?‟‖ (Tragicomedia

mexicana 1: la vida en México de

1940 a 1970 262)

Lo que quedó claro fue que la vi-

da política en México había empeora-

do definitivamente.

Cuando volvió a aparecer un edi-

torial de Castellanos en el Excélsior,

el 23 de noviembre del mismo año, fue

en torno a un tema literario, y sólo

mencionó en el primer párrafo los

―meses de congoja y sobresaltos en los

que hemos visto a la inteligencia en-

frentada contra la fuerza y paralizada

en sus funciones propias‖, pero no di-

jo más.

El artículo siguiente, del 14 de

diciembre, pareció explicar el comen-

tario tan limitado, porque confirmó

un ―acuerdo tácito‖ en México acerca

de quienes no sólo tenían el derecho

de no estar conformes con lo existen-

te, sino aun de hablar de tal inconfor-

midad, y ese ―acuerdo‖ llevaba tres

condiciones: ser mexicana de naci-

miento, creer que ―vivimos en el me-

jor de los mundos posibles‖, y no

haber recibido ninguna beca, porque

―de lo contrario sus palabras tienen el

amargo sabor de la ingratitud‖ (192).

Aunque no lo dijo, con ese criterio la

autora obviamente se descalificaba

para poder hablar (condiciones dos y

tres), y terminó el artículo: ―bastan

estas pocas reglas para que juguemos

el juego sin condenarnos, de antema-

no, a perder‖ (Las reglas del juego:

para poder hablar en México" 192) y

allí dejó de comentar. Fue evidente

que Julio Scherer y Excélsior estaban

obedeciendo ―la línea‖ que el secreta-

rio de Gobernación, Echeverría les

había indicado, y la autora estaba

aclarando las limitaciones que le im-

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ponían con este editorial.

Su indignación ante la falta de

información sobre los acontecimientos

del 2 de octubre se mostró claramente

el 4 de enero de 1969, cuando, en un

ensayo, solicitó en forma de carta a

los Reyes Magos, cambiar el tradicio-

nal regalo por la verdad:

Nadie entendió nada y es por eso que,

acompañando estas cuartillas con testi-

monios de buena conducta, me permito

solicitarles a ustedes una explicación:

¿Qué ha pasado aquí? ¿O es que aquí

no ha pasado nada? ¿Se puede llamar

democrático a un régimen en cuya

cúspide reina el misterio y en que la

verdad es patrimonio de unos cuantos

iniciados que cuando hablan es como

por enigmas? (Carta a los Reyes Ma-

gos: el rumor vence a la verdad" 213)

Castellanos no podía creer la ofusca-

ción, el rehusarse a nombrar los

hechos cometidos, explicar los eufe-

mismos de la demagogia, identificar

los verdaderos riesgos. Irónicamente,

la autora no dejó escapar ni a los Re-

yes Magos del clima de sospecha que

reinaba en el país:

Volvamos a nuestro punto inicial

de partida: México. ¿Que ignoran a lo

que me estoy refiriendo? No se atre-

van a repetir desacato tal porque yo

sería la primera en pedir para uste-

des, por más Reyes Magos que sean,

la aplicación del artículo 33 por ex-

tranjeros indeseables. (211)

La acusación de infiltración ex-

tranjera, nunca respaldada por nin-

guna evidencia, ― las pancartas de

los estudiantes sólo apoyaban a revo-

lucionarios de otros países en la lucha

contra el imperialismo ― seguía sien-

do el fantasma amenazante de los de-

magogos. La autora empleaba las úni-

cas herramientas que tenía: sus pala-

bras, la ironía, su insistencia en la im-

portancia del diálogo, para responder

al ultraje que había sacudido al pue-

blo mexicano. Los acontecimientos de

la noche de Tlatelolco dejaron una

profunda llaga en la conciencia de

México, y Rosario Castellanos fue uno

de los intelectuales que los afronta-

ron.

Después de Tlatelolco, en una colabo-

ración en 1969 con otros seis pensado-

res mexicanos, la autora definió deta-

lladamente y reafirmó su ―ética

humanista‖ en contraste con ―la co-

rrupción intelectual‖. Declaró que el

pueblo requería ―el bienestar, la cul-

tura, la paz, el autogobierno, el pro-

greso‖, y que estas metas exigían: va-

rios puntos fundamentales: el culto de

la verdad, [. . .] el rechazo de la false-

dad y el autoengaño, en primer térmi-

no. La independencia de juicio, o sea el

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Comitán, ciudad que habla de vos

medios de comunicación engendraron

la denuncia.

Su preocupación por la demago-

gia y el patrioterismo continuó en

otras circunstancias. Julio Scherer re-

cordó que el día en que se inaugura-

ron los Juegos Olímpicos, el 12 de oc-

tubre de 1968, apenas diez días des-

pués de la matanza en Tlatelolco,

―por toda la ciudad, grupos de jóve-

nes tocan cláxones y se entregan a la

práctica exorcista de repetir sin

término el nombre del país: ‗¡¡MÉ-XI

-CO!! ¡¡MÉ-XI-CO!! ¡¡MÉ-XI-

CO!!‘‖ (Parte de guerra: Tlatelolco

1968 242) En 1970, en correlación con

la presencia de la Copa Mundial en

México, el coro se repitió y apareció

en las bardas, las mantas y los gritos

populares. Esto provocó una pregunta

en la mente de Castellanos, por ser

―un fenómeno de contagio, no de

comprensión‖, y quería que alguien le

contestara ―diciéndome con claridad

qué es México‖ (México, México: con-

tagio, no comprensión" 496). Dijo que

el hecho de que sea el lugar que la vio

nacer no era suficiente para otorgarle

tanta importancia:

No, seamos más rigurosos. ¿México es

la historia hecha por nuestros antepa-

sados y heredada y enriquecida por no-

sotros para nuestros hijos? Entonces

¿por qué cuando se investiga esa histo-

hábito de convencerse por sí mismo

con pruebas y de no someterse a la au-

toridad. Para ello es indispensable po-

seer coraje intelectual, amor por la li-

bertad y sentido de la justicia. (La co-

rrupción intelectual 202)

Tales son los principios que ella

defendía en sus críticas al gobierno.

En noviembre de 1970, dos años

después de la masacre, Castellanos se

refirió a las condiciones que al fin le

permitían hablar directamente de

Tlatelolco, porque el Presidente Díaz

Ordaz había hablado de los sucesos

recientemente, y aun así señaló la in-

suficiente información de la ―conjura

internacional‖ supuestamente culpa-

ble y la falta de pruebas. Resumió que

―tenemos que dar asentimiento a estas

explicaciones‖ porque ―no tenemos

acceso‖ a la verdad (Castellanos, Ro-

sario, "La amnistía: necesidad de es-

tar seguros y tranquilos" 605-6 /d).

En el mismo artículo, Castella-

nos respaldó el reclamo por la amnis-

tía para los muchos encarcelados des-

de la noche de Tlatelolco. Afirmó que

―No, ninguno de nosotros ni dentro ni

fuera de la Universidad, estará tran-

quilo mientras no estemos convenci-

dos de que en el caso de los maestros y

estudiantes presos se ha hecho justi-

cia‖ (606). Las acciones del gobierno

el 2 de octubre y la complicidad de los

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ria no se trata de llegar a la verdad si-

no de dar pábulo a las pasiones que

nos dividen, que nos enfrentan en ban-

dos inconciliables, que nos mantienen

en un estado de ignorancia que llena-

mos con mitos y frases célebres que

pronunció un héroe al que no hay que

acercarse mucho si no se quiere descu-

brir que es de petate?

Estaba en desacuerdo con la demago-

gia del gobierno, especialmente la fal-

sedad sobre los ultrajes tan reciente-

mente cometidos contra sus propios

ciudadanos. Veía claramente que el

dejarse ir con los lemas de la multi-

tud, en particular el patrioterismo,

era un camino falso y dañino:

―Porque eso de repetir las sílabas de

un nombre sin saber a lo que se está

aludiendo me parece, por lo pronto,

absurdo. Y después, pero no mucho

después, peligroso‖ (497). Podría ser

que el hecho de haber estado en Euro-

pa pocos años después de la Segunda

Guerra Mundial (1950-1952), de

haber visto con sus propios ojos los

restos del daño hecho a sus ciudades,

de haber oído del nacionalismo y la

demagogia de los nazis por un lado y

la resistencia por el otro, hubiera in-

fluido en su concepción del mal que

podía fomentar el nacionalismo. La

autora escribió varios ensayos sobre

el peligro que representaba el nacio-

nalismo ciego, y señaló un editorial de

Salvador Elizondo acerca de los exce-

sos cuando se daba rienda suelta al

nacionalismo. Resumió que, como

otros instintos, el nacionalismo pre-

tendía tener un origen lícito, pero, ―a

semejanza de todos los otros instintos

a los que no ilumina la inteligencia, se

equivoca‖ (Nacionalismo y tolerancia:

prudencia hoy, victoria mañana" 88).

Y era necesario iluminar todo con la

inteligencia.

La ceguera del patrioterismo era

peligrosa para otra gran tradición

mexicana de tolerancia y apertura a

los exiliados de países de habla hispa-

na. La aportación valiosa de los exi-

liados al mundo cultural de México, y

el hecho histórico de haberlos recibi-

do con los brazos abiertos en el país

eran un gran orgullo para Castella-

nos. Años después en una ocasión en

que se encontraba lejos de México, ya

embajadora en Israel, y vio llegar a

una delegación de jóvenes mexicanos

del Club Deportivo Israelita de Méxi-

co, la autora corroboró su profunda

esperanza en la humanidad:

Sanos, confiados, felices. Mirándolos

a todos, escuchándolos hablar yo sentí

un secreto orgullo: el de que mi país

sepa ser también la patria de quienes

se han acogido a su hospitalidad y han

continuado su linaje en nuestro territo-

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rio. El de que quien se establece entre

nosotros no padece la “extrañeza” de

ser un extraño entre quienes se sienten

iguales. Y deseé fervientemente que

cada vez más nos empeñemos en bo-

rrar las diferencias de los que algunos,

después de Hitler, todavía se atreven a

llamar la raza; o la religión o la lengua

o las costumbres para que sólo preva-

lezca un sentimiento fraterno de soli-

daridad. El espíritu internacionalista

infundió en su obra el reconocimiento

del valor innegable de todo ser huma-

no.

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SITIO

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Mientras en las butacas se es-

cucha un rumor como de ola

trasnochada, una voz anuncia

―Primera llamada, primera

llamada‖.

Los espectadores espe-

ran, sentados, con movimien-

tos ligeros en pies y manos

que juegan a entumirse.

Nadie sabe qué tiempo

habrá entre la primera lla-

mada y la tercera. En Co-

mitán la gente acostumbra

llegar tarde a los espectáculos

(costumbre nefasta); por lo

tanto, las llamadas se espa-

cian hasta que el organizador

supone ya no llegarán más es-

pectadores.

Mientras los espectado-

res se acomodan en las sillas

y se apoyan en las coderas para reacomodar las nalgas, en los camerinos

y en el escenario -que permanece oculto detrás del telón– existe un escán-

dalo de enjambre. Todo mundo grita, se cambia de vestido, se pinta el

rostro, mueve los brazos y las piernas, medita en medio del bullicio, cie-

rra los ojos y dedica la actuación a la persona amada, pide la bendición

divina, hace buches con un poco de tequila para domeñar los nervios.

Son dos polos opuestos que ocurren en el mismo instante, lo único que

hace de puente es la incertidumbre. Los espectadores esperan un deslum-

bre y los actores desean deslumbrar, pero mientras tanto el único des-

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lumbre es el de los focos vela-

dores que dan paso a los came-

rinos. Pronto se iluminará la

escena y todos los reflectores

estarán dirigidos sobre las per-

sonas que actuarán.

Se ha dicho hasta la sacie-

dad cómo un actor aparece

detrás de una máscara. El ac-

tor se inviste con una persona-

lidad que no le corresponde,

que no es la de todos los días.

El actor, como si se tratase de

un traje, avienta su carácter y

retoma otro. ¡Cuántos actores

brillantes no son tímidos y

apocados en la vida real! Es

pues, en este momento que

precede al inicio del espectácu-

lo, cuando el actor termina de

cubrirse con una personalidad

prestada. ¿En dónde se encuentra ese hilo que permite el prodigio? Más

que en los camerinos y en los ensayos previos, el prodigio está enredado

en el escenario. Cuando una voz en ―off‖ anuncia: ―¡Segunda llamada,

segunda llamada!‖ el prodigio está a punto de aparecer. En ese instante,

los espectadores dejan los vasos de café en el lobby y entran a la sala dis-

puestos a presenciar el espectáculo. Los actores terminan de maquillarse,

las mujeres se arreglan el sostén, se ven al espejo, se acomodan el vestido

y el principiante vuelve a hacer otra gárgara de tequila. En medio de la

bulla hay una niebla que enmohece las gargantas secas.

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Los grandes y experimenta-

dos actores de todo el mundo re-

conocen que antes de subir a es-

cena los domina una especie de

nervio ante la incertidumbre.

Este nervio lo produce el temor

de no hallar a tiempo el hilo que

produce el prodigio de

¡convertirse en otro!

En la sala hay movimiento,

los espectadores se acomodan en

sus asientos; los actores también

se acomodan en sus asientos, se

colocan el cinturón de seguridad

(según ellos) y se disponen a em-

prender el viaje más intenso que

jamás ha realizado el hombre.

La magia de la escena está a

punto de ¡aparecer!

Las manos sudan, los rostros

tienen una certeza que se oculta

debajo de sonrisas fingidas. Una serpiente helada se regodea en la colum-

na vertebral de cada actor. Son un grupo, pero cada uno está más solo

que nunca. Alguien está sentado en una esquina del escenario, tiene el

rostro oculto entre las manos. Es el ritual previo. Lo que tanto tiempo re-

quirió para ensayo, ahora se ha disuelto. No hay pasado, todo es presen-

te, este momento en que las luces están a punto de deslumbrar. Un em-

pleado del teatro se coloca al lado del telón y coloca las manos en las

cuerdas que accionan el sistema de poleas. Se escucha: ―¡Tercera llama-

da, tercera llamada. Comenzamos!‖.

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Estamos llenos de cultura.

¿Cuándo venís a

Comitán a

llenarte de luz?

Consejo Ciudadano de Cultura Municipal

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Honorable Ayuntamiento

de Comitán

y

Universidad

Mariano N. Ruiz

¿Te gusta escribir? El Centro Comiteco de Creación Literaria es

¡para vos! Ser parte del Centro no tiene algún costo económico. Lo

auspicia el Honorable Ayuntamiento de Comitán 2011-2012.

Sesionamos los miércoles en la sede del Centro, frente al Santuario del

Niñito Fundador.

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Felipe Arizmendi Esquivel, Obispo de la Diócesis de San Cristóbal de Las Casas,

visitó las instalaciones del Colegio Mariano N. Ruiz e impartió una conferencia

acerca de valores espirituales al personal docente de dicha institución.

La visita pastoral la realizó el martes 28 de junio.

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CRÓNICAS DE ADOBE

Hugo Humberto Morales Zúñiga, médico sexólogo y candidato al Doctorado en

Educación, asistió al programa del martes 28 de junio, para tratar el tema:

―Diversas expresiones sexuales de Comitán‖, ahí salieron a bailar ―Los Enagüitas‖,

grupo de travestidos de los años sesentas. Esos hombres vestidos de mujeres se

dedicaban a delinquir. A los chiquitíos se les decía, en las casas, que eran

―Robachicos‖.

En la fotografía: Genaro Aguilar, Daniela Rodríguez Campo y Hugo.

Dany pronto viajará a Puebla para estudiar la carrera de periodismo.

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Todos los martes, de tres a cuatro de la tarde: www.imer.gob.mx

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Exitosa Carrera

de

San Juan - 2011.

Participación de

corredores

internacionales y

mexicanos.

Domingo 26 de junio de 2011.

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Fotografías: Fernando Molinari

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Marvey Altuzar Figueroa, durante muchos

años laboró como Directora de la Radio

―Brisas de Montebello‖.

El pasado 28 de junio se

despidió del auditorio. Ella radicará en la

ciudad de México. El Consejo de Redacción de

DIEZ le desea lo mejor de la vida.

Llueve, llueve mucho. Así lo dicen los meteorólogos y así lo presiente el

cuerpo. Los patios de las casas están húmedos y las gallinas tienen las plu-

mas mojadas. Casi no hay viento, es raro, los árboles están llenos de go-

tas, porque no hay viento que les tire el agua. Este es un tiempo de agua,

lo advertimos en el moho que crece sobre los objetos. Por esto, pregunto:

¿también las palabras se enmohecen, se enmohecen las voces de mi pue-

blo? Yo no sé si al igual que en los huesos de los ancianos, las voces tam-

bién tienen dolor cuando es tiempo de lluvia; yo no sé si al igual que en los

campos, en las voces brotan hongos en esta temporada. Advierto, a lo le-

jos, que en la radio Brisas de Montebello también hay un aire de hume-

dad, el mismo que cubre a los pinos y a los tanates llenos de orquídeas.

Advierto, a lo lejos, que Marbey orquídea tiene, también, húmedo el co-

razón. ¿Será que el agua nos llega por contagio, por ósmosis, por genera-

ción espontánea?

Llueve, llueve mucho. No sé si los pájaros pueden volar en medio de

la lluvia. Lo único que sé es que las aves buscan resguardo debajo de una

cornisa o de un tejabán, pero ¿las orquídeas? Los expertos aseguran que

estas plantas son epífitas porque crecen al amparo de otras plantas. Mar-

vey orquídea ha contravenido esta sentencia, ella ha crecido no al amparo

de otros, ¡ha crecido para dar amparo! Por esto, cuando llueve, ella se ex-

pone al agua y al viento. ¿Qué sucede con Marvey Sol cuando se humede-

ce? ¿El agua resiste el prodigio de la flama? Marvey orquídea, Marvey

Sol, Marvey viento, Marvey lluvia, Marvey palabra, te pregunto, así ―al

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aire‖, la humedad de tu corazón ¿seguirá bendiciendo nuestros campos?

Llueve, llueve mucho. El viento no corre. Las gallinas están ocultas

debajo de un árbol que chorrea agua. ¡Ah, cómo se desgaja el agua de las

frondas de los árboles y de los techos de las casas ! Tal vez por esto, tam-

bién, nuestros rostros y nuestras manos y nuestros corazones tienen nos-

talgia de agua. Somos como pájaros en busca de resguardo. Nuestro ale-

teo es débil, la lluvia es una piedra dura de cargar.

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Platicá conmigo

ahora, porque en el

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ya no estaré.

Alejandra