24
1 La ética del quehacer antropológico en tiempos globales Laura Raquel Valladares de la Cruz Introducción El debate sobre la ética en antropología es casi tan viejo como la disciplina misma, pues en general se ha discutido álgidamente por los escándalos y denuncias de prácticas poco científicas, atentatorias de los derechos de los pueblos o comunidades estudiadas, o por el uso de los resultados de las investigaciones antropológicas con fines oscuros (colonización, contrainsurgencia, políticas estatales, etcétera), procesos que decantaron en la construcción de códigos de ética elaborados en los colegios y asociaciones de Antropología, siendo el más emblemático el de la American Anthropological Association (AAA) aprobado en el año de 1967. A diferencia de estas experiencias, en México la discusión sobre los parámetros éticos de nuestro quehacer profesional no ha logrado traducirse en un acuerdo mínimo, es decir, en la construcción de algún tipo de código ético al cual apelar frente a los viejos y nuevos retos que enfrentamos. En este contexto voy a defender la propuesta de que sea el Colegio de Etnólogos y Antropólogos Sociales AC (CEAS), como instancia profesional, quien retome el debate, recuperando la discusión emprendida en los años recientes para que en el corto plazo esté en condiciones de someter a nuestra comunidad académica un decálogo mínimo de principios éticos que guíen nuestra praxis profesional. Si bien tenemos largos y acalorados debates al respecto, en las últimas dos décadas enfrentamos nuevos retos, tanto en términos epistemológicos "sobre los métodos y controles de la construcción de las interpretaciones antropológicas" como en lo relacionado con los nuevos campos profesionales a los cuales se incorporan mayoritariamente los jóvenes egresados. Estas nuevas realidades nos convocan a retomar la más reciente discusión sobre la ética antropológica en la denominada por Luis Vázquez (2006) como “etapa post académica”, que alude al ejercicio profesional vinculado con un mercado de trabajo más amplio y complejo que el tradicional realizado en institutos de Profesora*investigadora de la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Iztapalapa. Correo electrónico: [email protected]

La Etica Del Quehacer Antropologico en Tiempos_globales

Embed Size (px)

DESCRIPTION

El que hacer antropologico buen texto..

Citation preview

  • 1""

    La tica del quehacer antropolgico en tiempos globales

    Laura Raquel Valladares de la Cruz

    Introduccin

    El debate sobre la tica en antropologa es casi tan viejo como la disciplina misma, pues en

    general se ha discutido lgidamente por los escndalos y denuncias de prcticas poco

    cientficas, atentatorias de los derechos de los pueblos o comunidades estudiadas, o por el

    uso de los resultados de las investigaciones antropolgicas con fines oscuros (colonizacin,

    contrainsurgencia, polticas estatales, etctera), procesos que decantaron en la construccin

    de cdigos de tica elaborados en los colegios y asociaciones de Antropologa, siendo el

    ms emblemtico el de la American Anthropological Association (AAA) aprobado en el ao

    de 1967. A diferencia de estas experiencias, en Mxico la discusin sobre los parmetros

    ticos de nuestro quehacer profesional no ha logrado traducirse en un acuerdo mnimo, es

    decir, en la construccin de algn tipo de cdigo tico al cual apelar frente a los viejos y

    nuevos retos que enfrentamos. En este contexto voy a defender la propuesta de que sea el

    Colegio de Etnlogos y Antroplogos Sociales AC (CEAS), como instancia profesional,

    quien retome el debate, recuperando la discusin emprendida en los aos recientes para que

    en el corto plazo est en condiciones de someter a nuestra comunidad acadmica un

    declogo mnimo de principios ticos que guen nuestra praxis profesional.

    Si bien tenemos largos y acalorados debates al respecto, en las ltimas dos dcadas

    enfrentamos nuevos retos, tanto en trminos epistemolgicos "sobre los mtodos y

    controles de la construccin de las interpretaciones antropolgicas" como en lo

    relacionado con los nuevos campos profesionales a los cuales se incorporan

    mayoritariamente los jvenes egresados. Estas nuevas realidades nos convocan a retomar la

    ms reciente discusin sobre la tica antropolgica en la denominada por Luis Vzquez

    (2006) como etapa post acadmica, que alude al ejercicio profesional vinculado con un

    mercado de trabajo ms amplio y complejo que el tradicional realizado en institutos de

    """"""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""Profesora*investigadora"de"la"Universidad"Autnoma"Metropolitana,"Unidad"Iztapalapa."Correo"electrnico:"[email protected]"

  • 2""

    investigacin y universidades. En este ltimo campo problemtico argumentar que la

    discusin sobre los parmetros ticos del quehacer antropolgico han salido del gremio

    disciplinar para asumir las directrices de fundaciones e instancias supranacionales, y

    aunque esto no significa necesariamente un retroceso, s me parece necesario visibilizar y

    convocar a una reflexin sobre las nuevas formas de nuestro ejercicio profesional y sus

    implicaciones tanto para la ciencia antropolgica, como para el quehacer profesional y

    sobre las responsabilidades para con quienes trabajamos e investigamos desde nuestra

    disciplina.

    El debate tico en la antropologa

    El debate sobre la tica en la antropologa ha transitado por diversos senderos desde el

    origen mismo de la antropologa por ser una disciplina dedicada al estudio de las culturas

    de diferentes pueblos, comunidades y sectores sociales. Esta caracterstica de estudios sobre

    y con culturas diferentes a la nuestra nos ha colocado siempre en un escenario en donde el

    contacto, las influencias e impactos de nuestro quehacer cientfico nos obligan a considerar

    nuestras responsabilidades con los diferentes actores involucrados en nuestro trabajo: las

    comunidades en donde realizamos nuestras pesquisas, la comunidad cientfica, los

    integrantes de los equipos de investigacin, con la formacin de antroplogos, con nuestras

    instituciones de origen, con el pblico receptor de nuestros resultados y cada vez ms

    frecuentemente frente a los financiadores y contratantes de nuestro trabajo. Ahora bien, el

    debate tico ha discurrido por diferentes caminos, uno es el que se encuentra permeado por

    la visin filosfica, que ha tenido sus referentes en la filosofa de la praxis de Kant y la

    tica del discurso de Karl-Otto Apel y/o la tica de la liberacin de Enrique Dussel, en

    donde se ha debatido la importancia de la construccin de una tica universal frente a los

    retos que enfrentamos, en tanto que no son solamente disciplinarios, sino que tienen que ver

    con procesos mundiales amplios (Dussel 1994).

    Un segundo mbito de reflexin tiene races ontolgicas, en donde se han

    confrontado perspectivas universalistas y particularistas que por largo tiempo han tenido

    lugar en el discurso de la antropologa. En este camino autores como Esteban Krotz (1993)

    han puesto en la mesa de debate la forma en que se construyen las interpretaciones

  • 3""

    antropolgicas, pues si bien reconocemos la existencia de las propiedades intrnsecas del

    proceso de produccin del conocimiento antropolgico, seala que no podemos obviar la

    importancia de considerar seriamente el carcter tico de la vigilancia epistemolgica.

    Adems reconoce la imposibilidad prctica de reglamentar legalmente todos los aspectos

    vinculados con la realizacin de las investigaciones, con la vida de y en las instituciones,

    puesto que esto ocasionara que en lugar de avanzar por el sendero de una ciencia

    responsable cientfica y socialmente, asfixiara la creatividad y la iniciativa de los

    investigadores. Sin embargo, es necesario contar con una vigilancia epistemolgica de

    todos los pasos constitutivos de un estudio, por ejemplo, acertadamente seala que es muy

    remota la posibilidad de que podamos verificar los datos obtenidos por los investigadores

    en sus largas estancias de trabajo de campo, pues los resultados de investigacin siempre se

    realizan a partir de la presentacin de los materiales finales, es decir, no podemos verificar

    el origen de los mismos o las formas en que se construyen los datos. Asimismo, nos

    recuerda que en toda traduccin antropolgica siempre se refleja la personalidad y ciertos

    intereses del traductor, lo cual no significa una falta de objetividad, sino una jerarquizacin

    de los mismos; aun as, siempre se deben respetar los criterios de cientificidad "entre ellos

    deberan estar la presentacin de los materiales empricos de tal forma que los colegas

    tengan la posibilidad de evaluarlos y no solamente contar con los razonamientos que se

    elaboran a partir de ellos". A la vez, es necesario tener clara la relacin de los diversos

    condicionantes de una investigacin concreta, ya que stos son parte constitutiva de la

    misma y no elementos que le son exteriores. Es indispensable que la organizacin de los

    resultados de una investigacin se presente de tal modo que al menos para los lectores

    especializados les sea posible la reconstruccin de sus pasos decisivos. Lo mismo podemos

    sealar sobre la importancia de que exista por parte de los investigadores una aceptacin y

    una estimulacin de la confrontacin y el debate en torno de los trabajos propios, situacin

    que incluye tanto la disposicin para exponer y corregir los enunciados de uno mismo y de

    su grupo, como para revisar estudios de otros, as como el fomento del espritu crtico en

    los centros de formacin de antroplogos y en todo tipo de foros acadmicos y

    profesionales (Krotz 1993, 221-222). Si bien en el artculo de Krotz se sintetizan las

    principales discusiones sobre la tica en la antropologa me parece que vale la pena

  • 4""

    detenerse en cada una para dar cuenta de los debates y los retos existentes; en este sentido

    continuar con el listado de temas relevantes.

    Una tercera dimensin vinculada con la anterior, pero que se ha debatido como

    una esfera diferenciada y sobre la que se ha hecho gran nfasis, alude a la construccin de

    los datos antropolgicos recogidos en el contexto del trabajo en el campo. Sobre esto se han

    realizado reflexiones desde diversas perspectivas que van desde la forma en que se levanta

    la informacin, el consentimiento informado, el anonimato y la transparencia con que se

    expresa el objetivo de las investigaciones a realizar, hasta la forma en que a partir de los

    datos se construye la imagen del otro, de una cultura y/o un fenmeno social. Recordemos

    por ejemplo, los lgidos debates generados frente al uso de nociones o ms sencillamente

    de ttulos sensacionalistas para describir a los yanomami de Venezuela como pueblo

    fiero, en donde el xito de librera levant un estigma sobre este pueblo amaznico

    (Ramos 2004); lo mismo se ha denunciado sobre el sensacionalismo subyacente en los

    relatos que sobre los huicholes, Wixricas, que se han realizado en diferentes trabajos

    antropolgicos (Wiegand y Fikes 2004).

    No se trata de una cuestin menor en virtud de que los datos de trabajo de campo

    son la fuente primordial de nuestras investigaciones, y aunque partimos de principios

    bsicos aceptados como colectividad "tales como guardar el anonimato de los actores o

    informantes, previendo posibles consecuencias negativas sobre ellos o su comunidad como

    resultado de nuestras investigaciones", no siempre son respetados, tal es el caso del

    anonimato que no solamente es un principio de sentido comn, sino que debe ser pactado

    en cada investigacin. Por otra parte, no se trata de un principio unvoco, pues, tal como lo

    seal en un trabajo previo en donde retom las reflexiones de Ana Bella Prez Castro, que

    nos alertaba acerca de algunos casos en donde los antroplogos sin consultar a los

    investigados, los mantienen en el anonimato, es decir, se les menciona marginalmente en el

    relato antropolgico a travs de la seccin de reconocimientos con un vago agradecimiento

    a la comunidad "por haberlos aceptado en su entorno y en sus vidas, por la informacin

    y la convivencia compartida", frente a pginas enteras de agradecimientos con nombre y

    apellido a los financiadores de su investigacin, a los colegas que haban ledo o asesorado

  • 5""

    su trabajo, etctera. En este sentido Prez Castro se preguntaba si esta forma de actuar era

    una conducta tica, o simplemente nos constituimos como saqueadores de la palabra.1

    Otra arista de este tema se vincula con la forma en que se recopilan y presentan los

    datos en algunas investigaciones, pues en ocasiones los antroplogos no expresan

    claramente a las comunidades estudiadas cules son sus objetivos, los fines de su

    investigacin y en consecuencia no existe un reintegro de la informacin recopilada. Se ha

    sealado que en ocasiones esta falta de claridad sobre los motivos de la investigacin se

    debe al temor de los investigadores a ser rechazados, o porque la complejidad del tema

    hace necesario el observar y documentar determinados procesos en su expresin natural.

    Carlos Garma (2003) ha cuestionado la actitud tica de algunos estudiosos de las

    comunidades religiosas que en lugar de negociar su presencia en ellas, preferan hacerse

    pasar como nuevos feligreses, como nuevos conversos, lo que de acuerdo con Garma,

    adems de ser una prctica falta de tica, tampoco garantiza el acceso a informacin

    cualitativa significativa, pues por el contrario, se podra acceder a datos significativos si nos

    presentamos como lo que somos: investigadores interesados en una temtica, por lo que

    debemos transparentar nuestros intereses y necesidades de informacin.

    Una cuarta fuente de reflexin proviene de la prctica antropolgica, en este caso

    me refiero a la antropologa aplicada y al uso de los conocimientos antropolgicos, que

    tiene una larga historia en y sobre la academia norteamericana (Jorgensen 1980a y 1980b;

    NACLA 1980; Fluehr-Lobban 2011). Por su parte, el debate mexicano se ha centrado en la

    distincin entre la antropologa prctica frente a la terica, de tal forma que el debate tico

    sobre la praxis antropolgica va emparejada, de acuerdo con Luis Vzquez (2006), al

    momento en que termina el maridaje de la antropologa con el Estado, es decir, cuando el

    trabajo antropolgico deja de ser una profesin de Estado y se inicia un fuerte proceso de

    academizacin, lo que se expres en la apertura de licenciaturas y posgrados en distintas

    instituciones del pas, as como la creacin de centros de investigacin.

    A diferencia de la etapa acadmica, la fase ms reciente del desarrollo de la

    prctica antropolgica parece inclinarse cada vez ms a las demandas del mercado.

    """""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""1"Vase"Valladares"y"Escamilla"(2005)."Este"artculo"puede"consultarse"en"el"Dossier"sobre"tica"y"Antropologa"que"prepar"el"CEAS"y"est"disponible"en"la"siguiente"direccin:"http://www.campusleon.ugto.mx/pdf/Dossier%20Etica.pdf."""

    Cristopher Martin

    Cristopher Martin

    Cristopher Martin

  • 6""

    Estamos frente a una discusin que tiene por lo menos dos dimensiones. La primera tiene

    que ver con la polmica no resuelta sobre la falsa distincin entre antropologas tericas y

    aplicadas, la cual ha estado colmada de mutuas descalificaciones. Los antroplogos

    involucrados en proyectos de desarrollo, de defensa de derechos, en consultoras, etctera,

    frecuentemente expresan agudas crticas "aunque no siempre fundamentadas" sobre la

    falta de compromiso y/o vnculo de los tericos con los graves problemas de las realidades

    que investigan, incluso cuestionan su conocimiento en virtud de su alejamiento del trabajo

    de campo, de tal forma que sealan que para los acadmicos la tica es slo una referencia

    o un tema que no toca a la puerta de sus cubculos universitarios. Por su parte, para algunos

    acadmicos la antropologa prctica no es cientfica, se trata solamente de poner en marcha

    programas sin una reflexin epistemolgica que pueda ser digna de discutirse, pues no

    existen reportes y/o publicaciones acadmicas generadas por los antroplogos prcticos que

    permitan emprender un debate entre ambas antropologas. Considero que se trata de una

    discusin estril, en el sentido de que el quehacer antropolgico requiere,

    independientemente de donde se realice (en el cubculo, en organizaciones o en pueblos),

    una base terica slida y una responsabilidad tica con su quehacer. Lo mismo puedo decir

    de aquellos colegas que descalifican el compromiso de los antroplogos con sus temas de

    estudio, pues la cientificidad no debiera estar divorciada de la sensibilidad y el inters por

    disminuir o frenar las injusticias y las inequidades existentes en las sociedades que

    estudiamos.

    Una quinta expresin del debate tico, ha estado envuelta en una axiologa que,

    basada en el por qu y para qu del quehacer de la antropologa, ha puesto en tela de juicio

    la asepsia de la investigacin, es decir, sobre la neutralidad de las investigaciones tericas

    de la antropologa; este fue un debate que a finales de los aos setenta y ochenta del siglo

    XX tuvo un importante protagonismo en los procesos de descolonizacin de Asia y frica,

    enmarcados en las crticas marxistas al capitalismo reinante. En aquellos aos los

    antroplogos latinoamericanos debatieron sobre la importancia de que los estudios

    antropolgicos sirvieran a causas justas de liberacin y expresaban un compromiso con los

    movimientos indgenas que se gestaban en los aos ochenta, vase por ejemplo los

    contenidos de las Declaracin de Barbados I y II. Por este sendero otra seccin del gremio

    se posicionaba sealando la importancia de cambiar la estructura de dominacin y

  • 7""

    explotacin existente, dicho posicionamiento qued expresado en la llamada Declaracin

    de CLALI, (Consejo Latinoamericano de Apoyo a las Luchas Indgenas) signada en el ao

    de 1980. Sin embargo, no se trata solamente de la existencia de dos posiciones polticas y

    tericas enfrentadas, pues un tercer sector de acadmicos ha defendido la pertinencia de

    tener siempre una sana distancia frente al sujeto investigado, y sugieren que la participacin

    comprometida con problemticas sociales y polticas pone en riesgo la objetividad, la

    imparcialidad y por tanto la cientificidad de sus posiciones analticas (Valladares 2005).

    Las dos primeras posturas se han mantenido a lo largo de las siguientes dcadas; sobre este

    aspecto se ha referido recientemente Mercedes Oliveira (comunicacin personal), al sealar

    que el compromiso asumido por muchos antroplogos contra la subordinacin, la exclusin

    y la explotacin se ha mantenido de diversas formas, ya sea que a travs de sus estudios

    denuncien las inequidades o bien participando como asesores o actores comprometidos con

    los procesos de lucha de los pueblos, organizaciones o comunidades con los que trabaja. La

    diferencia la encuentra en que ese compromiso se expresa de otra manera, pues para los

    antroplogos contemporneos es relevante expresar su lugar de enunciacin, es decir,

    sealar claramente desde dnde se analiza y se escribe un proceso o fenmeno, de tal suerte

    que en el locus de la enunciacin se revela su compromiso con las problemticas que viven

    las personas con quienes se investiga. Esta posicin terica-poltica se ha cristalizado en la

    construccin de nuevas metodologas como las dialgicas, las comprometidas, las

    denominadas epistemologas desde el sur, o los acercamientos feministas, el enfoque de los

    derechos humanos, entre los ms relevantes.

    Una sexta preocupacin tica est vinculada con la relacin investigadores-

    profesores y estudiantes, tanto en la conformacin de los equipos de investigacin, como

    sobre la forma en que se expresan u omiten los derechos, deberes y responsabilidades de

    cada integrante del equipo. En este rumbo tenemos tambin discusiones acerca de los

    ritmos y la produccin acadmica de los investigadores que no puede desvincularse de las

    exigencias que enfrentamos en los marcos institucionales de evaluacin, compensacin y

    reconocimiento acadmico, tales son los casos del ingreso y la permanencia en el Sistema

    Nacional de Investigadores (SNI) y en los sistemas de evaluacin y estmulos

    institucionales. Condicionamientos similares provienen de ciertas directrices

    suprainstitucionales, y estos modelos cuantitativos o evaluativos han construido un

  • 8""

    escenario en donde algunos acadmicos estn inmersos en una vorgine de publicar y

    publicar pensando en los ritmos y escalas evaluativas. Lo mismo ocurre con las cargas de

    trabajo que los investigadores asumen al aceptar un nmero desproporcionado de

    estudiantes dirigidos, prefiriendo los de posgrado porque son los dadores de puntos, lo que

    en muchos casos ha demeritado en la atencin y seguimiento de sus asesorados. Ms de uno

    conocer casos de estudiantes que estn peregrinando en diversas universidades, institutos y

    centros de investigacin en busca de asesoras porque sus directores no los pueden atender

    por sus sobrecargas de trabajo. Desde aqu es que nos preguntamos: es tico tener ocho o

    hasta diez asesorados de posgrado? cuando humanamente no es posible apoyarlos y

    dirigirlos adecuadamente si consideramos que la direccin de tesis es una tarea que se suma

    a las cotidianas de dar cursos, hacer investigacin de campo, asistir a congresos y

    seminarios, escribir artculos, y en algunos casos fungir como consultores o asesores, o

    tener la responsabilidad de un cargo acadmico-administrativo.

    Otro punto de tensin vinculado con los equipos de investigacin es el relativo a

    las relaciones, responsabilidades y acuerdos no siempre claros y transparentes entre los

    integrantes de dichos grupos, pues tambin en varias ocasiones hemos conocido casos en

    donde los asistentes o alumnos que participan en un proyecto colectivo se han sentido

    plagiados, ya que los investigadores o coordinadores no les dan al crdito al retomar los

    datos que aquellos recopilan en el campo o que plasman en sus informes. Pero no

    solamente esta tensin se expresa de parte de los ayudantes y/o estudiantes, tambin

    algunos investigadores han externado las mismas quejas, de tal forma que es imperioso que

    en cada proyecto de investigacin, en cada contrato, se seale claramente cules son las

    responsabilidades de cada integrante, qu tipo de informacin podrn publicar, si podrn o

    no escribir sus tesis, artculos o presentar ponencias; tambin sera correcto dar los crditos

    por su labor a cada miembro del proyecto, lo que seguramente evitara suspicacias y malos

    entendidos.

    Un ltimo campo al que deseo referirme es el relacionado con la produccin

    antropolgica y la praxis profesional para el mercado, es decir, sobre el quehacer de la

    antropologa en tiempos neoliberales, para lo cual presento el siguiente apartado.

  • 9""

    tica, globalizacin, mercado y responsabilidad social

    Inicio algunas reflexiones sobre la importancia que tiene la tica en la investigacin

    antropolgica de cara a los retos que estamos enfrentando y que seguramente sern la

    tnica en los aos venideros. El primero tiene que ver con los enormes procesos de

    desigualdad social, econmica y poltica que tienen sus mayores efectos en nuestras

    economas emergentes y el resto del mundo en desarrollo, especialmente en los sectores

    con quienes trabajamos y con quienes realizamos investigaciones. Sin duda, el lado oscuro

    del discurso del elogio de la diversidad, la multiculturalidad, la consulta, el consentimiento

    previo libre e informado, la rendicin de cuentas, las invasiones a territorios indgenas y las

    nuevas formas de expropiacin conforman los actuales procesos de exclusin en esta era

    neoliberal, en la cual las inequidades por condiciones de gnero, clase y etnia continan

    siendo el signo fundamental. Es esta situacin la que nos convoca como gremio a

    emprender una reflexin disciplinaria sobre lo que ocurre en nuestras comunidades de

    estudio, en nuestros pases y su rol en el contexto internacional, es decir, sobre el vnculo

    entre procesos macro y micro sociales y sobre nuestros compromisos ticos frente a estas

    realidades.

    Con este marco deseo poner en la mesa de discusin lo que considero como la

    prdida del papel que tena la tica en la comunidad antropolgica, pues hasta hace poco

    ms de una dcada la reflexin tica tena como ejes referenciales a las asociaciones y

    colegios de antroplogos, aunque como ya decamos, sin ningn resultado concreto, es

    decir, sin cdigos o comisiones que den seguimiento, investiguen o den su opinin sobre

    probables acciones o prcticas poco ticas.

    Me parece que hoy en da tenemos zonas nebulosas. Las buenas prcticas estn

    asociadas actualmente con el consentimiento informado por parte de los sectores o pueblos

    con los que realizamos investigaciones, esto de acuerdo a los parmetros emanados por

    organismos y fundaciones internaciones como el Banco Mundial o las Naciones Unidas y

    las fundaciones internacionales, entre otras. Y si bien esto ha sido un avance muy

    importante, pues tienen la intencin de respetar los derechos e intereses de pueblos y

    comunidades en donde se ponen en marcha proyectos y programas, tambin el

    consentimiento ha tendido a legitimar intervenciones, protegiendo en mayor medida a los

  • 10""

    patrocinadores de los proyectos y programas, salvaguardando o disminuyendo las

    posibilidades de crisis, quejas o acusaciones diversas que pudieran afectarlos. Es decir, en

    ocasiones se busca mayormente salvaguardar los derechos e intereses de los patrocinadores

    que los intereses de los pueblos involucrados, por tanto, se subordina en igual medida la

    construccin de interpretaciones antropolgicas de los fenmenos sociales que

    investigamos.

    Este principio del consentimiento informado tiene varias aristas no muy bien

    delimitadas. Por ejemplo, en el caso de los pueblos indgenas tenemos principios de

    comportamiento tico que son promovidos por las agencias supranacionales como Naciones

    Unidas o el Banco Mundial, vinculadas con la doctrina del respeto a los derechos de las

    minoras y pueblos indgenas del planeta, que si bien se crearon poniendo el acento

    normativo partiendo de reconocer los procesos de subordinacin y expoliacin existentes,

    tambin han legitimado nuevas intervenciones y nuevas formas de integracin al mercado

    global. Como muestra de esta afirmacin tenemos hechos tales como que los territorios

    indgenas se han convertido en reservas de la bisfera, en bancos de germoplasma o en

    reservas energticas. En este contexto, en muchas ocasiones somos testigos mudos de las

    nuevas amenazas que viven los pueblos indgenas asentados en espacios territoriales ricos

    en recursos minerales, que estn siendo disputados y codiciados por empresas nacionales e

    internacionales, as como por los gobiernos locales y el federal (Gmez 2011). Los casos

    ms recientes son los relacionados con la concesin a diversas empresas nacionales y

    extranjeras para la explotacin minera (Boege 2012).2 Ante estas circunstancias me

    pregunto: bastar la consulta previa, libre e informada? Creo que no.

    Siguiendo esta lnea tenemos el caso del Banco Mundial, que tiene directrices

    como la 4:20 sobre pueblos indgenas (creada en 1991), la cual condiciona el arribo de

    crditos para megaproyectos a la consulta previa libre e informada, pero hasta ahora no es

    claro si lo que busca es proteger a los pueblos y sus territorios de los posibles efectos

    negativos de los proyectos, o proteger los intereses de sta y otras corporaciones de

    posibles demandas y denuncias ominosas como las relacionadas con etnocidios y

    desplazamientos forzosos, como ha ocurrido en vastas regiones del planeta "tales son los

    casos de los pueblos y comunidades desplazados por la construccin de presas

    """""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""2"Vase"Boege"(2012)."La"ponencia"puede"consultarse"en:"http://www.grandesproblemas.org.mx.""

  • 11""

    hidroelctricas en Mxico (Bartolom y Barabs 1990; Robinson 1992; Prez 1992; Rangel

    1999).

    Como muestra veamos algunos de los contenidos de la directriz operacional 4:20,

    misma que fue actualizada y substituida por la 4:10 que seala que se debern:

    a) Evitar efectos potencialmente adversos en las comunidades de pueblos

    indgenas; o

    b) Si fueren inevitables, minimizar, mitigar o compensar a las comunidades por

    tales efectos.

    Las directrices operacionales tambin estn diseadas para asegurar que los

    pueblos indgenas sean acreedores de beneficios sociales y econmicos culturalmente

    adecuados e incluyentes en lo relativo al gnero y al rango de edades. Existen tambin

    diversas directrices cuyo objetivo es prevenir y/o mitigar cualquier dao a los habitantes y

    al medio ambiente a lo largo del proceso de desarrollo. As, partiendo de la nocin de

    efectividad y del impacto del desarrollo ocasionado por la puesta en marcha de los

    proyectos y programas patrocinados por el Banco Mundial, se ha construido una plataforma

    para la participacin de los interesados en el diseo de los programas y ciertamente ha sido

    un instrumento importante para involucrar a las poblaciones locales. Entre las polticas de

    salvaguarda estn las siguientes: Evaluacin Forestal (OP 4.01), Hbitats Naturales (OP

    4.04), Bosques (OP 4.36), Control de Plagas (OP 4.09), Seguridad de Presas (OP 4.37),

    Recursos Culturales Fsicos (OP 4.11), Reasentamiento Involuntario (OP 4.12), Pueblos

    Indgenas (OP 4.10), Vas Fluviales Internacionales (OP 7.50) y reas en Disputa (OP 7.60).3

    En el caso mexicano se ha debatido sobre la conveniencia de emitir un instrumento

    especfico de defensa de los derechos de los pueblos indgenas, que ha tomado la forma de

    una iniciativa de Ley Federal de Consulta a los pueblos indgenas; sin embargo, an est

    pendiente su aprobacin. Lo que nos seala esta larga demora, es que para el pleno del

    Congreso dicha ley no es una de sus prioridades. Como podemos constatar, hemos pasado

    de un abordaje sobre los derechos de los pueblos y comunidades a sus territorios, y por

    tanto, el derecho a decidir sobre sus formas de organizacin y sobre los usos de sus

    entornos, a uno que se acota a evaluar impactos de la intervencin gubernamental a travs

    """""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""3"Para"consultar"informacin"detallada"sobre"las"directrices"se"puede"ingresar"a"la"siguiente"direccin:"http://www.worldbank.org/safeguards.""

  • 12""

    de emprender sendos procesos de consulta, cuyos resultados, por cierto, no siempre son

    vinculatorios. No est de ms sealar que en estas acciones de consulta participan algunos

    antroplogos, a veces como parte de los equipos del Banco Mundial o de instituciones

    gubernamentales, y en otros como parte de los equipos de asesores o integrantes de las

    organizaciones que se oponen a la intromisin y usos de los recursos de los pueblos

    indgenas con fines comerciales y/o del denominado desarrollo. Frente a la diversidad de

    situaciones y actividades en las que estn laborando los antroplogos nos preguntamos

    cul es el lado justo, el lado digno? o la participacin de uno u otro lado de un problema

    depende de una tica individual? podemos afirmar que cada uno acta de acuerdo a su

    conciencia? Evidentemente yo no tengo la respuesta, pero ciertamente es un mbito

    problemtico que no podemos eludir, as como no podemos caer en un relativismo tal de

    hablar de mltiples ticas de acuerdo a cada individuo y su conciencia (Vzquez 2006 y

    2004).

    Estrechamente relacionado con lo anterior, me parece que uno de los cambios

    significativos en el campo de la reflexin tica es que hemos pasado de discusiones

    endogmicas, sin resolver la forma de abordar los problemas de la responsabilidad de la

    antropologa y las prcticas no ticas en nuestro pas, a sumarnos a principios globales, lo

    cual no es negativo, sin embargo, esto ha ocurrido en desmedro de las discusiones

    nacionales. En el caso de nuestro pas, esto nos ha llevado a que exista un bajo perfil en las

    discusiones de temas concomitantes a la tica, como son las que seal en la primera parte

    de este captulo, de tal forma que la produccin acadmica est siendo subordinada a los

    ritmos de los esquemas de evaluacin institucionales que hoy en da existen, as como a la

    aceptacin de contratos de consultora o investigacin subordinados a la aprobacin de

    comits evaluadores. Es igualmente preocupante que en la mayora de los contratos de

    consultora o de servicios profesionales se estn firmando acuerdos relativos al secreto y

    confidencialidad de la informacin y los productos generados en los proyectos, sin que se

    tenga entonces la posibilidad de conocer y evaluar los impactos de los usos del

    conocimiento antropolgico y la validez cientfica de los mismos.

    El otro lado de la moneda es analizar los constreimientos que dichas

    reglamentaciones ponen a los investigadores en los proyectos de investigacin que plantean

    realizar y que deben ser evaluados por los comits de las fundaciones y/o instituciones que

  • 13""

    otorgan recursos para su desarrollo, y/o el aval para solicitar recursos o ganar

    convocatorias. Los procesos de evaluacin tienen dos dimensiones, la primera relacionada

    con las evaluaciones de los proyectos acadmicos por comits de pares acadmicos, y la

    segunda con la ausencia de controles y normas mnimas para el quehacer profesional fuera

    de las instituciones acadmicas; a cada uno de estos mbitos me quiero referir ahora. En

    cuanto al primero, tenemos que desde hace por lo menos una dcada la Academia

    Mexicana de la Ciencia se ha discutido la necesidad de crear un Cdigo de la Investigacin

    Cientfica, pensando en que sea un parmetro para todas las ciencias que se cultivan en el

    pas (Aluja y Birke 2003). Sin embargo, an est en discusin y esperamos conocer su

    propuesta en un corto plazo.

    En cuanto al trabajo profesional antropolgico fuera de la academia, sabemos que

    hoy por hoy, es un nicho laboral en donde va a parar la mayor parte de nuestros egresados,

    llmese consultoras, organizaciones no gubernamentales, fundaciones, organismos y

    dependencias gubernamentales, entre los ms relevantes, pero no existe un referente tico

    mnimo al cual apelar, por lo que sera deseable que fuera el Colegio de Etnlogos y

    Antroplogos Sociales AC (CEAS) quien tuviera un rol fundamental como gua, difusor y

    defensor de los principios que deben guiar el ejercicio profesional (Salmern et al. 2006).

    Este es un asunto de reflexin importante, pues a diferencia del trabajo independiente, el

    trabajo acadmico realizado en universidades y centros de investigacin existe inicialmente

    en un espacio de proteccin institucional a nuestras actividades. Se han creado redes

    internacionales y/o grupos de investigacin entre antroplogos mexicanos y extranjeros que

    debaten nuevos paradigmas y metodologas dialgicas, comprometidas, descoloniales,

    como la construccin de las llamadas epistemologas desde el Sur, etctera, que son en s

    mismas posturas tico-polticas, aunque hay otras dimensiones en la vida acadmica que

    deben ser discutidas abiertamente.

    Finalmente podra afirmar que las discusiones sobre la tica y la responsabilidad

    social son espejos de situaciones muy particulares, que en buena medida reproducen la

    trayectoria de nuestra disciplina: las antropologas metropolitanas son estudiosas del

    mundo, mientras que nosotros somos en general estudiosos de nuestros contextos

    nacionales, de all que los debates sobre el qu investigar, en dnde, con quines y el para

    qu, as como los lmites y oportunidades de la investigacin aluden inicialmente a nuestro

  • 14""

    objeto de investigacin: nuestras naciones, nuestra diversidad. Aun as, me parece que

    requerimos ampliar el debate a las distintas dimensiones del quehacer profesional, as como

    a los contextos macro de las fundaciones, instituciones y empresas supranacionales que

    estn incidiendo en nuestro quehacer profesional.

    Los cdigos de tica en antropologa

    Si partimos de considerar a los cdigos de tica como una expresin de las preocupaciones

    tericas, sociales y profesionales de nuestra disciplina, podemos constatar el contraste entre

    los debates ticos al interior de la academia mexicana frente a los emprendidos por las

    asociaciones de antroplogos ms importantes del orbe como la Asociacin Americana de

    Antropologa (AAA), cuyo cdigo de tica ha servido de modelo para la elaboracin de los

    cdigos de diferentes pases.4 Baste reiterar que en Mxico ni el CEAS, ni el Colegio

    Mexicano de Antroplogos (CMA) tienen un cdigo de tica. Por su parte el CEAS discute

    una propuesta de cdigo desde hace varios aos. El nico referente en esta materia es la

    Declaracin de Principios del CMA, que data de la dcada de los ochenta. Entre los

    principios de la declaracin est la defensa de la libre decisin de los antroplogos para

    abordar los temas y con los enfoques que cada acadmico considere pertinentes. Y

    ciertamente no entenderamos esta discusin si no aludimos al contexto en que se elabor,

    recordemos que en esa dcada fue el momento en que la antropologa mexicana ampli sus

    campos de investigacin a nuevos temas y sujetos de estudio, pues hasta entonces las

    investigaciones antropolgicas estaban acotadas prioritariamente al tema indgena. La otra

    arista es la situacin que enfrentaban los investigadores del Instituto Nacional de

    Antropologa e Historia (INAH), en su gran mayora integrantes del CMA, que adems de

    defender la pertinencia de estudiar nuevos campos problemticos, estaban reivindicando

    sus posiciones polticas-crticas.

    Esta particularidad de defender nuestros campos de trabajo es compartida por las

    antropologas de Sudamrica, lo que ha quedado plasmado claramente en los cdigos de

    tica de Brasil y de Chile, pues adems de sealar los principios axiolgicos que deben

    guiar la prctica profesional, se habla de derechos, una cuestin interesante pues se da

    """""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""4"La"ltima"versin"del"cdigo"de"tica"de"la"AAA"fue"aprobada"en"el"ao"de"1998."

  • 15""

    cuenta de las condiciones de la investigacin que prevalecen en nuestros Estados (vase

    cuadro nm. 1). En este sentido llama la atencin que estos cdigos incorporen la

    dimensin de los derechos en un instrumento que debiera referirse a la ontologa y

    axiologa de nuestra disciplina. Cuadro Nmero 1

    Cdigos ticos de la Asociacin Brasilea de Antropologa (ABA) y el Colegio de Antroplogos de Chile.

    Cdigo de tica de la Asociacin Brasilea de Antropologa (ABA)

    Colegio de Antroplogos de Chile Fragmento de la Propuesta de Cdigo

    Constituyen derechos de los antroplogos, como investigadores: 1. El derecho al pleno ejercicio de la investigacin, libre de cualquier tipo de censura respecto al tema, a la metodologa y al objeto de investigacin. 2. El derecho de acceso a las poblaciones y a las fuentes con las que el investigador requiere trabajar. 3. El derecho a preservar informaciones confidenciales. 4. El reconocimiento del derecho de autor, aun cuando el trabajo constituya un encargo de organismos pblicos o privados, y proteccin contra la utilizacin sin la debida cita. 5. El derecho de autor implica el derecho de publicacin y divulgacin del resultado de su trabajo. 6. Los derechos de los antroplogos deben estar subordinados a los derechos de las poblaciones objeto de investigacin y tienen como contrapartida las responsabilidades inherentes al ejercicio de la actividad cientfica. Constituyen derechos de las poblaciones objeto de investigacin, y sern respetados por los antroplogos: 1. El derecho a ser informados sobre la naturaleza de la investigacin. 2. El derecho a rehusarse a participar en una investigacin. 3. El derecho de preservacin de su intimidad, de acuerdo a sus patrones culturales. 4. La garanta de que la colaboracin prestada al investigador no sea utilizada con el objetivo de perjudicar al grupo investigado. 5. El derecho de acceso a los resultados de la investigacin. 6. El derecho de autor de las poblaciones sobre su propia produccin cultura. Constituyen responsabilidades de los antroplogos:

    Los Principios de Responsabilidad se expresan tanto en Derechos de los/as antroplogos/as como en Deberes de los/as mismos/as. Son derechos: 1. El derecho al pleno ejercicio de la investigacin, libre de censura respecto del tema y el objeto de investigacin, salvo las que deriven de los lmites ticos del ejercicio profesional. 2. El derecho de acceso a poblaciones y fuentes de informacin con las que el investigador requiere trabajar. 3. El derecho a preservar informaciones confidenciales. 4. El reconocimiento del derecho de autor, aun cuando el trabajo constituya un encargo de organismos pblicos o privados, y proteccin contra la utilizacin sin la debida cita. 5. El derecho de autor implica el derecho de publicacin y divulgacin del resultado de su trabajo. 6. Los derechos de los antroplogos deben estar subordinados a los derechos de las poblaciones objeto de investigacin y tienen como contrapartida las responsabilidades inherentes al ejercicio de la actividad cientfica. Son Deberes especficos: I. De los asociados como investigadores. 1. Deberes hacia las personas, las comunidades y su patrimonio cultural. 2. Deberes hacia sus colegas u otros investigadores de su rea de inters. 3. Deberes hacia sus colaboradores en una investigacin. 4. Deberes hacia los patrocinantes de sus investigaciones. 5. Deberes en la publicacin de los resultados de sus investigaciones. II. De los asociados como docentes. 6. Deberes hacia los colegas pertenecientes a su profesin u otra disciplina. 7. Deberes hacia sus alumnos, colaboradores en la

  • 16""

    1. Ofrecer informaciones objetivas sobre sus calificaciones profesionales y la de sus colegas, siempre que fuera necesario para el trabajo a ser desempeado. 2. En la elaboracin del trabajo, no omitir informaciones relevantes, a no ser en los casos previstos previamente. 3. Realizar el trabajo dentro de los cnones de la objetividad y el rigor inherentes a la prctica cientfica.

    docencia. 8. Deberes hacia las instituciones acadmicas o de investigacin. III. De los asociados como integrantes de instancias de aplicacin de saber antropolgico. 9. Deberes en el diseo y ejecucin de proyectos o programas. 10. Deber de explicitar sus roles de acuerdo a su disciplina y competencias acreditadas. 11. Deber de resguardar los efectos de la aplicacin de sus saberes. IV. De los asociados como defensores de derechos civiles (humanos). 12. Deberes hacia las causas que defiende. 13. Deberes hacia los involucrados en sus causas. 14. Deberes como informador de atropellos a los derechos civiles.

    Fuente: Asociacin Brasilea de Antropologa (2012); Colegio de Antroplogos de Chile (2003).

    Ahora bien, a diferencia de las discusiones latinoamericanas, en el caso de la

    trayectoria de la antropologa norteamericana, siguiendo las reflexiones de Carolyn Fluehr-

    Lobban (2011), afirma que el cdigo de tica AAA (1998) fue uno de los ltimos en adoptar

    la mxima de los cdigos de tica profesional, que consiste en la admonicin de no

    hacer dao. Plantea que recientemente se ha realizado un avance significativo al haber

    incorporado una visin proactiva de la tica, que responde en buena medida al hecho de que

    no se podra concebir al comportamiento tico, sin procurar hacer algo bueno para las

    personas con las que se realizan las pesquisas antropolgicas. De acuerdo con la autora,

    esto representa un paso importante hacia un cambio de conciencia tica en los mtodos de

    investigacin, pues en lugar de tener una postura defensiva, se decidi sustituirla por un

    paradigma de investigacin cuyos resultados podran dar lugar a hacer algo bueno para las

    personas estudiadas desde la antropologa, lo que podra significar un cambio positivo para

    la disciplina y los estudiados. Esta postura reconoce que los antroplogos son responsables

    ante una profesin que asume un punto de vista tico, con un gran potencial para hacer

    acciones positivas y nos da varios ejemplos de ello. Este argumento es interesante en tanto

    se concibe como novedoso, pero como hemos comentado, este debate tiene ya varias

    dcadas en la antropologa latinoamericana; de cualquier manera, veamos cules seran de

    acuerdo a Fluehr-Lobban algunos ejemplos de esta nueva tica proactiva promovida por la

    AAA:

  • 17""

    a) Los antroplogos podran actuar como intermediarios entre la gente

    relativamente sin poder "que son los que con ms frecuencia estudiamos" y los

    organismos de gran alcance y efecto que impulsan las polticas que ataen el bienestar de

    las poblaciones. Teniendo esto en consideracin la nueva versin del cdigo afirma que los

    antroplogos podran trabajar como constructores de redes y proveedores de informacin

    que permitan vincular a las personas con las agencias, universidades y otras instituciones

    del lado de los intereses de la poblacin investigada. Tambin podran trabajar como

    proveedores de capacidades, ofreciendo servicios lingsticos y de traduccin como parte

    de una reciprocidad por la informacin recibida. En este camino, se afirma que se podran

    ofrecer cursos de idiomas, especialmente ingls. Asimismo:

    b) Los antroplogos podran planificar y ejecutar la investigacin con los

    estudiados, de tal forma que todo investigador debera empezar por preguntarles qu

    proyecto(s) o qu tipo de investigacin le interesa a la comunidad o grupo social, y cmo el

    antroplogo puede ayudar a la comunidad en el largo plazo. Incluso se plantea que las

    relaciones con la gente investigada podran establecerse bajo nuevos parmetros, como

    podra ser el de colaboradores de la investigacin.

    c) En este mismo rumbo, el cdigo plantea que los antroplogos podran publicar

    los resultados de investigacin conjuntamente con los estudiantes y miembros de la

    comunidad que formaron parte del estudio.

    Los dos ltimos puntos entraran en el rubro de las investigaciones dialgicas y

    colaborativas que ya emprenden diversos colegas, como por ejemplo, las propuestas de

    Leyva y Speed (2008), Leyva y Bez (s. a.), entre otros.

    Retomando las reflexiones de Fluehr-Lobban (2011), me interesa rescatar su

    propuesta de construir estrategias de investigacin que tengan como horizonte hacer algo

    bueno para los actores o integrantes de las culturas con quienes trabajamos, pues plantea

    que esta nueva forma de trabajo colaborativo podra ayudar a resarcir algunos de los

    captulos ms tristes del primer siglo de la investigacin antropolgica. Desde su

    perspectiva, esta postura podra transformarse en un movimiento que de manera decisiva

    llevara a la antropologa ms all de sus races coloniales en Estados Unidos y conformar

    as una nueva agenda para la comunidad globalizada en la que el mundo se ha convertido.

    Esto no deja de ser llamativo porque afirma la conveniencia de cambiar la naturaleza de las

  • 18""

    relaciones entre los antroplogos/los arquelogos y los investigados. Esto significa que los

    antroplogos deberan ceder el control absoluto sobre su investigacin y comprometerse

    con la comunidad de investigacin, situacin que de acuerdo con la autora apenas se est

    comenzando a desarrollar. Otro escenario posible al que se enfrentan los antroplogos es

    tomar la decisin de no participar en ciertas investigaciones, si consideran que stas podran

    causar algn tipo de dao a las personas impactadas por las pesquisas.

    Ahora bien, si rescatamos los referentes del debate tico a nivel de la antropologa

    americana, podemos aludir tanto a los cdigos de las diversas asociaciones de antropologa

    norteamericanas, como a los cdigos de la Asociacin Brasilea de Antropologa y la

    propuesta de Cdigo del Colegio de Antroplogos de Chile. Contrasta el caso de Mxico, y

    es preocupante porque es una disciplina ya centenaria en nuestro territorio. Y preocupa

    tambin porque la ausencia de cdigos ticos en los colegios profesionales es compartida

    por todas las instituciones formadoras de antroplogos, que suman aproximadamente 24, y

    ninguna cuenta con un cdigo de tica, cuando ms existen instancias especficas de

    defensa de derechos de los alumnos, estos son los casos de las defensoras de los derechos

    de los y las estudiantes en la UNAM y en la UAM. Lo nico que encontramos relativo a la

    tica est en algunos de los reglamentos de las prcticas de campo. Son tambin escasas las

    escuelas y universidades que tienen en su plan educativo cursos de tica, slo encontramos

    un curso especfico sobre Antropologa Aplicada y tica de la Investigacin, que se imparte

    en la licenciatura en Antropologa Social de la UAM y otro en la Escuela Nacional de

    Antropologa e Historia (ENAH) en donde se aborda el tema en el marco de la materia

    Antropologa Aplicada. Pareciera que el nico caso en donde la tica tiene un papel

    relevante es en el posgrado en Antropologa Aplicada de la Universidad de Quintana Roo,

    aunque no podra ser de otra manera porque se trata de una licenciatura enfocada a la

    gestin, es decir, con una vocacin explcitamente aplicada.

    El tema es complejo, tiene varias aristas y genera agrios debates que pasan por

    discusiones morales y de jerarquas; entre los ms relevantes, en este contexto creo que

    sera bueno retomar una propuesta que surgi en el marco de la Red Mexicana de

    Instituciones Formadoras de Antroplogos (REDMIFA) y que podra llevarnos a avanzar en

    este camino, pues se propuso que el Colegio de Etnlogos y Antroplogos Sociales (CEAS)

    siendo el colegio con mayor vitalidad y continuidad en Mxico y que adems es miembro

  • 19""

    de la REDMIFA, debera tener un cdigo que sirviera de referente a todas las escuelas e

    instituciones de formacin y ejercicio profesional de antropologa. En este marco el CEAS se

    ha planteado construir un declogo mnimo en donde se puedan ver reflejadas las

    actividades y principios rectores de nuestro ejercicio profesional. Asimismo, me parece

    imperioso que se incorpore a nuestros planes de estudio una materia en donde se discuta la

    problemtica de tica en sus diferentes implicaciones, formacin, difusin, investigacin de

    campo, antropologa aplicada, el trabajo en fundaciones, instituciones, etctera. Debemos

    retomar la discusin al interior de nuestra comunidad, ciertamente en concierto con las

    normatividades internacionales, pero privilegiando los intereses de los sectores que

    estudiamos y a la ciencia antropolgica.

    Finalmente, me gustara concluir sealando que la ausencia de cdigos y

    comisiones de tica es compartida en general por casi todas las ciencias, esto no significa

    mal de muchos consuelo de tontos, sino por el contrario, da cuenta de la necesidad de

    colaborar como comunidad cientfica para construir o plasmar nuestras responsabilidades

    ticas en cdigos y reglamentos institucionales. Un punto de partida podra ser retomar los

    recuentos de dilemas y preocupaciones que varios antroplogos hemos sealado.

    Podramos acercarnos en este camino a lo que han realizado los mdicos, en especfico los

    comits de biotica; sin embargo, debemos tomar precauciones, pues en diferentes foros los

    investigadores de temas vinculados con la salud se han expresado con preocupacin por el

    poder que adquieren los comits de evaluadores, que en ocasiones en lugar de fortalecer la

    ciencia, entorpecen o dilatan la puesta en marcha de investigaciones relevantes, cuando no

    ocurre que los dictmenes de pares que supondran imparcialidad y honestidad en sus

    evaluaciones, son cuestionados pues parecieran beneficiar y castigar a los investigadores

    por causas extra acadmicas y por tanto no ticas. No es por lo tanto, la creacin de comits

    de tica en la antropologa la mejor solucin para vigilar, evaluar o avalar el trabajo

    antropolgico; sin embargo, s veo necesario construir reglamentos en las instituciones

    antropolgicas que ayuden a reducir y prevenir malas prcticas acadmicas.

    Algunas reflexiones finales

  • 20""

    He pretendido presentar algunos de los temas centrales que involucra la reflexin tica

    desde el ejercicio profesional de la antropologa, aunque quedaron pendientes de discutir

    algunas aristas. Una que considero de enorme relevancia es la bsqueda de estrategias para

    no continuar perdiendo el control sobre lo que investigamos, aqu me estoy refiriendo a la

    firma de contratos en donde el secreto y la confidencialidad de los datos construidos le

    pertenecen a los financiadores o contratantes de los antroplogos. La propiedad de la

    informacin queda estipulada en los contratos, de tal manera que en muchos casos la

    informacin, los usos y los resultados de nuestras investigaciones quedan en manos de los

    patrocinadores, y esto implica situaciones tales como que el uso de la informacin

    recopilada y analizada no pueda ser utilizada por el investigador para presentar una tesis,

    escribir artculos, o presentar sus hallazgos en reuniones acadmicas. Pero ms alarmante

    an, es el hecho de que se pierda el control sobre los usos de la informacin que

    generamos. Sin embargo, estos son los nuevos parmetros y por tanto los nuevos riesgos

    del trabajo dependiente de agencias, consultoras, fundaciones y dems patrocinadores, por

    lo que nos preguntamos en dnde queda la tica, el compromiso, el principio de procurar

    que la informacin obtenida no daar a los pueblos o grupos con quienes se realiz la

    investigacin, en dnde queda la discusin sobre los controles y la validacin de la

    construccin del conocimiento?

    Aqu es donde sito uno de los mayores retos para nuestro quehacer antropolgico,

    porque bien que mal, contamos con cdigos consuetudinarios, tenemos acuerdos implcitos

    y otros explcitos que se deben cristalizar ya en un cdigo mnimo y consensuado. En este

    rumbo hemos conformado sendos equipos de investigacin nacionales e internacionales

    cobijados por nuestras instituciones, hemos intentado crear redes basadas en

    identificaciones y preocupaciones comunes, podemos con cierta amplitud controlar el

    proceso investigativo, el uso de la informacin y los compromisos con las realidades que

    estudiamos, aunque ciertamente hay que negociar duro para lograr que se dirijan recursos a

    las instituciones de investigacin. A la vez, hemos emprendido nuevos dilogos

    colaborativos, como los esfuerzos encabezados por la Red de Antropologas del Mundo

    (RAM) y el Consejo Mundial de Asociaciones de Antropologa (WCAA, por sus siglas en

    ingls), que tienen como premisa la bsqueda de nuevos equilibrios que estimulen dilogos

  • 21""

    ms horizontales entre el Sur y el Norte.5 Pero tambin enfrentamos nuevos embates: la

    crisis del modelo neoliberal, el crecimiento alarmante de la pobreza en una cada que

    parece no tener fin a corto plazo, situacin que viven tambin los pases desarrollados. El

    escenario en nuestra Amrica es ms acuciante, baste sealar el caso de Mxico que se

    encuentra en el nivel 11 en cuanto a las economas del mundo, pero al mismo tiempo tiene

    el lugar 66 en cuanto redistribucin del ingreso. En este contexto, de ms est el sealar que

    la antropologa se ha caracterizado por tener como uno de sus compromisos sociales

    analizar, denunciar, explicar los efectos de estas inequidades, as como develar los efectos

    del modelo econmico en trminos de los altos costos sociales, de seguridad y de

    sobrevivencia para muchos pueblos y minoras con quienes trabajamos; parafraseando a

    Philippe Bourgois (1990), tendramos que expresar algo sobre los rituales sacrificiales en

    que viven vastos pueblos y grupos. En este sentido, me parece que estos y otros muchos

    dilemas vinculados con el quehacer tico de nuestra disciplina requieren ser nombrados,

    discutidos y explicitados.

    Vivimos tiempos de incertidumbres, de violencias econmicas y polticas sin

    parangn, hoy ms que nunca debemos luchar por promover una antropologa socialmente

    responsable, que retome los principios ticos del compromiso con los actores sociales con

    que trabajamos, con la academia, con la formacin de antroplogos, en sntesis, con una

    prctica profesional responsable, por contratos que garanticen el respeto a las culturas, a la

    diversidad, a la ciencia antropolgica; no ms pero tampoco menos.

    Bibliografa

    Aluja, Martn y Andrea Birke. 2003. Panorama general sobre los principios ticos aplicables a la investigacin cientfica y la educacin superior. En El papel de la tica en la investigacin cientfica y la educacin superior, editado por Martn Aluja y Andrea Birke, 35-76. Mxico: Academia Mexicana de Ciencias.

    Asociacin Brasilea de Antropologa. 2012. Cdigo de tica del antroplogo y la antroploga. Brasilia: Asociacin Brasilea de Antropologa.

    Bartolom, Miguel Alberto y Alicia Barabs. 1990. La presa cerro de oro y el ingeniero el gran dios. Mxico: INI-CNCYA.

    """""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""""5"Sobre"las"actividades"y"objetivos"de"la"Red"Mundial"de"Asociaciones"de"Antropologa"puede"consultarse"su"pgina"web:"http://www.wcaanet.org,"y"sobre"la"Red"de"Antropologas"del"Mundo:"http://www.ram*wan.net/html/home_e.htm.""

  • 22""

    Boege, Eckart. 2012. Las mineras y los mecanismos de cmo se legitiman frente a los pueblos indgenas, campesinos o pequeos propietarios. Ponencia presentada en el marco del evento Los grandes problemas nacionales. Dilogos para la regeneracin de Mxico, Mxico. http://www.grandesproblemas.org.mx

    Bourgois, Philippe. 1990. Confronting anthropological ethics: ethnographic lessons from Central America. Journal of Peace Research 27 (1): 43-54.

    Colegio de Antroplogos de Chile. 2003. Cdigo de tica de la AAA. Santiago: Colegio de Antroplogos.

    Dussel, Enrique (compilador). 1994. Debate en torno a la tica del discurso de Apel. Dilogos filosfico Norte-Sur desde Amrica Latina. Mxico: Siglo XXI, UAM-Iztapalapa.

    Fluehr-Lobban, Carolyn. 2011. Ethics and anthropology: a selective history of ethics crises, controversies, and discourse in american anthropology. Ponencia presentada en el Congreso de la Asociacin Americana de Antropologa (AAA), Mxico.

    Garma, Carlos. 2003. Problemas ticos en la antropologa de la religin. Alteridades 13 (25): 25-34.

    Gmez, Magdalena. 2011. En busca del sujeto perdido: Los pueblos indgenas bajo el signo de la privatizacin. En Justicia y diversidad en Amrica Latina. Pueblos indgenas ante la globalizacin, compilado por Victoria Chenaut, Magdalena Gmez, Hctor Ortiz y Mara Teresa Sierra, 129-152. Mxico: CIESAS, FLACSO-Ecuador.

    Hernndez, Espinosa. Rafael. 2007. Del colonialismo al colaboracionismo dialgico-crtico: Una aproximacin a la dimensin poltica y reflexiva de la antropologa en Mxico. Espaa: AIBIR.

    Jorgensen, Joseph. 1980a. Moral y antropologa. En Imperialismo y desarrollo. Tomo II, 487-538. Mxico: CIESAS, INI, SEP.

    _____. 1980b. La responsabilidad social y la fe en la investigacin fundamental. En Imperialismo y desarrollo. Tomo II, 539-555. Mxico: CIESAS, INI, SEP.

    Krotz, Esteban. 1993. Visiones alteradas: Ensayo sobre los vnculos entre aspectos ticos y cognitivos en las ciencias antropolgicas. En tica y diversidad cultural, compilado por Len Oliv, 205-228. Mxico: Fondo de Cultura Econmica, UNAM.

    Leyva Solano, Xchitl. En prensa. Academia versus activismo? Repensarnos desde y para la prctica-terico-poltica. En Conocimientos y prcticas polticas. Reflexiones desde nuestras prcticas de conocimiento situado, editado por Xchitl Leyva Solano y Mariano Bez Landa. Guatemala: CIESAS, PDTG-Universidad de San Marcos, Universidad Rafael Landvar.

    Leyva Solano, Xchitl y Mariano Bez Landa (editores). En prensa. Conocimientos y prcticas polticas. Reflexiones desde nuestras prcticas de conocimiento situado. Guatemala: CIESAS, PDTG-Universidad de San Marcos, Universidad Rafael Landvar.

    Leyva Solano, Xchitl y Shannon Speed. 2008. Hacia la investigacin descolonizada: nuestra experiencia de co-labor. En Gobernar (en) la diversidad: experiencias indgenas desde Amrica Latina. Hacia la investigacin de co-labor, coordinado por Xchitl Leyva, Araceli Burguete y Shannon Speed, 65-107. Mxico: CIESAS, FLACSO-Ecuador, FLACSO-Guatemala.

    Lins Ribeiro, Gustavo y Arturo Escobar. 2009. Antropologas del mundo. Transformaciones disciplinarias dentro de sistemas de poder. Coleccin clsicos de la antropologa. Mxico: CIESAS, UAM, Universidad Iberoamericana, Wenner-Gren.

  • 23""

    http://docencia.izt.uam.mx/sgpe/files/users/uami/lauv/Antropologias_del_Mundo_Lins_Ribeiro-Escobar.pdf.

    NACLA [Congreso Norteamericano sobre Amrica Latina]. 1980. La guerra secreta. El papel de los estudios latinoamericanos. En Imperialismo y Desarrollo. Imperio Desarrollo y Ciencias Sociales Tomo I, 7-50. Mxico: CIESAS, INI, SEP.

    Narotzky, Susana. 2004. Una historia necesaria: tica poltica y responsabilidad en la prctica antropolgica. Relaciones 25 (98): 107-145.

    Prez Quijada, Juan. 1992. Reacomodos 30 aos despus. Alteridades 2 (4): 61-66. Ramos Alcida, Rita. 2004. Los Yanomami en el corazn de las tinieblas. Relaciones 25

    (98): 19-47. Rangel, Gabriela. 1999. El sentido de la participacin social en los programas de desarrollo

    rural. El caso del proyecto de desarrollo rural en reas marginadas del banco mundial en la huasteca potosina. Tesis de licenciatura, Escuela Nacional de Antropologa e Historia.

    Robinson, Scott. 1992. El proyecto Hidroelctrico Pangue, Ro Bio, Chile y su importancia para el futuro de las obras de infraestructura. Alteridades 2 (4): 85-91.

    Salmern, Fernando, Guadalupe Escamilla y Laura Valladares. 2006. Campos profesionales de la antropologa en Mxico. En Boletn del Colegio de Etnlogos y Antroplogos Sociales AC (CEAS), Boletn Especial de 30 Aniversario. Mxico: CEAS.

    Valladares de la Cruz, Laura. 2011. El peritaje antropolgico: Los retos del entendimiento intercultural. Mxico: UNAM-PUMC, UNAM-Facultad de Derecho.

    _____. 1998. Los estudios antropolgicos (1970-1985) sobre los movimientos indgenas en Mxico: una revisin bibliogrfica. Inventario Antropolgico 4: 37-74.

    Valladares de la Cruz, Laura y Guadalupe Escamilla. 2005. La tica en la antropologa mexicana: de los debates y la norma consuetudinaria a la construccin de un cdigo de tica para el CEAS. Ponencia presentada en el Coloquio La otra antropologa toma la palabra: El oficio del antroplogo en contextos extra acadmicos, Mxico.

    Vzquez Len, Luis. 2006. tica, valores y desafos actuales de la antropologa social. Andanzas y tripulaciones 11 (4): 16-20.

    _____. 2004. La Antropologa Social ante el nuevo mundo desafiante (A propsito del retorno de los monstruos). Relaciones 25 (98): 69-106.

    _____. 2002. Quo vadis antropologa social. En La antropologa sociocultural en el Mxico del milenio: bsquedas, encuentros y transiciones, coordinado por Guillermo de la Pea, 50-104. Mxico: FCE, INI, CONACULTA.

    Wiegand, Phil C. y Jay C. Fikes. 2004. Sensacionalismo y etnografa. El caso de los Huicholes de Jalisco. Relaciones 25 (98): 49-68.

    Recursos sobre consulta y derechos de pueblos indgenas Comisin Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indgenas. 2003. Convenio 169 de la

    OIT acerca de los pueblos indgenas y tribales en pases independientes. http://www.cdi.gob.mx/transparencia/convenio169_oit.pdf (25 de octubre de 2012).

    Corte Interamericana de Derechos Humanos. 2007. Sentencia del caso del pueblo Saramaka contra Surinam. http://www.forestpeoples.org/documents/s_c_america/suriname_iachr_saramaka_judgment_nov07_eng.pdf (25 de octubre de 2012).

    Naciones Unidas. 2012. Foro Permanente sobre Cuestiones Indgenas de las Naciones

  • 24""

    Unidas. http://www.un.org/esa/socdev/unpfii/es/index.html (25 de octubre de 2012). _____. 2008a. Declaracin de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos

    Indgenas. http://www.un.org/esa/socdev/unpfii/documents/DRIPS_es.pdf (25 de octubre de 2012).

    _____. 2008b. Directrices para Cuestiones Indgenas del Grupo de Desarrollo de las Naciones Unidas. http://www2.ohchr.org/english/issues/indigenous/docs/guidelines.pdf (25 de octubre de 2012).

    _____. 1992. Convencin sobre la Diversidad Biolgica. http://www.cbd.int/convention/convention.shtml (25 de octubre de 2012).

    _____. 1965. Convencin Internacional para la Eliminacin de la Discriminacin Racial. http://www2.ohchr.org/spanish/law/cerd.htm (25 de octubre de 2012).

    Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo. El PNUD y los pueblos indgenas: una poltica de compromiso. http://www.undp.org/partners/cso/publications.shtml (25 de octubre de 2012).

    Secretara del Convenio sobre la Diversidad Biolgica. 2004. Directrices Akwe: Kon: Directrices voluntarias para la transmisin de anlisis de impacto cultural, ambiental y social acerca de desarrollos que han sido propuestos para establecerse o tener influencia en sitios sagrados o en tierras y aguas tradicionalmente ocupadas o utilizadas por pueblos indgenas y comunidades locales. http://www.cbd.int/doc/publications/akwe-brochure-es.pdf (25 de octubre de 2012).

    UN-REDD Programme. 2008. Informe sobre la Consulta Mundial de Pueblos Indgenas sobre REDD. http://www.un-redd.org/Portals/15/documents/events/20090309Panama/Documents/UN-REDD Strategic Overview (Sp) 10Mar09.pdf (18 de junio de 2013).

    "