Sobre Elconcepto de Espacio Antropologico

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  • 8/6/2019 Sobre Elconcepto de Espacio Antropologico

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    LXICO

    SOBRE EL CONCEPTODE ESPACIOANTROPOLGICOGUSTAVO BUENO

    O vi e d o

    La Idea de espacio, geomtr ica por antonomasia, puede util izarse tambin en contextos no estrictamente geomtricos.Aquel lo que des tacamos, como componente genrico, en el concepto de los espacios geomtricos (por ejemplo, los espacios prehilbertianos) es su condicin detotalidad (heterlgica) constituida por una multiplicidadde ser ies de par tes que pueden var ia r (= componerseentre s) independientemente las unas de las otras (lo quesupone que no estn dadas siempre en funcin de lasresta nte s series) pero qu e sin embargo^, estn engranadas con ellas. El concepto de articulacin (de partes oprocesos) t iene que ver con sta situacin.

    El nmero de las series articuladas corresponde alnmero de las dimensiones del espacio. Un espado es, de s te modo, una symplok. Cada par te , a l componerse cono t r as , no aparece siempre ligada a todas las dems ^perosin que sto quiera decir que pueda pensarse desvinculadade todas ellas. Los vectores (Ai, Aa..., Ar) constituyen unespacio vectorial si cabe componerlos de un modo aditivo (Ak:+ Aq= Ap) y de un modo multiplicativo, formndo se p rod uc tos de cada uno de ellos con un escalar (X Ai == Aq). Los vectores independientes en ste espacio sonaquellos que no dependen en sus transformaciones de losotros (lo que se expresa mediante el criterio de considerarque no exis te una funcin pol inmica de los monomiosformados por productos de cada vector por un escalar,igualable a cero). El nmero de vectores independientesnos determina las dimensiones de ste espacio, cuya baseest constituida por los vectores dados.

    2 . Las realidades antropolgicas (aqiiello que sedenota con la expresin el Hombre expresin peligrosa, si nos alejamos de su sentido deaotativo, porque'suforma gramatical sustantiva sugiere una unidad global per

    fecta capaz de eclipsar la heteroge neidad constitutiva e in fecta del material que tal expresin cubre) pueden considerarse como s i fuesen los puntos de un espado mult idi-mensional, ' en los trminos arriba insinuados. Se trata dede ter m ina r cuales pu eda n ser "ios ejes necesarios y suficientes coordinantes de ste espacio. A partir de ellos,todos los materiales antropolgicos habran de podersituarse. Asimismo, desde stos ejes habr de ser posibleindicar la direccin hacia la cual los materiales por elloscoordenados generan relaciones que escapan del espacioantropolgico (an cuando hayan sido creadas a travs del) y resultan estar formando parte de otros espacios onto-lgicos, o los instauran.Lo que no es lcito ser tomar tales ejes como si fueran principios, axiomas o fuentes de las cuales dimanenlos materiales o partes del espacio antropolgico. Hayque suponer ya dados s tos mater ia les , en una suer te depeticin de principio (dialelo antropolgico). Slo

    podemos disponernos a reconstruir e l or igen de l hombrecuando tenemos en cuenta que est ya dado su final (relat ivo) . Y si olvidsemos sto, fingindonos situados en unaquinta dimensin, desde l que presencisemos lo queocur r i in illo tempore, incurriramos en ingenuidad culpable y acrtiga. Una ingenuidad que nos llevara a unpuro reduccionismo, a c reer que podemos construir geo-intricamente al hombre a partir de rasgos aislados ana-kticamente. Pero e l progressus slo en dialctica con unregressus incesante puede llevarse a efecto. Los ejes sonellos mismos parte del espacio. El material antropolgicoque sirponemos dado asume la forma de una totalidadmuy compleja de partes y procesos cada uno de los cualespuede tener sus lneas propias de desarrollo, no siempresincron izadas. oPor ello es absu rdo hablar del origendel Hombre, o.de l momento de la homtnizadn (de lpaso del Rubicn). Cuando se habla as (y ge habla ascon mucha frecuenci^i) es porque se piensa en gana. parteEL BASILISCO 57

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    Esta compos ic in i lus tra la teor a t r id imens iona l de l espac io antropo lg ico que se expone en s te nmero de E L B A S I L I S C O . Lo sos por s lo d os contex tos de re lac iones (e l contex to de las re lac iones hombre / na tura leza y e l contex to de las re lac io nes ho m 7 hombre ) como pre tende n las antropo lo gas natura l is tas , e inc luso, en gran medida e l mater ia l ismo h is tr ico c ls ico . Sera prec isoc i r un te rcer conte x to o d ime ns in . En rea l idad, la antropo loga m eta f s ica operaba ya en un espac io t r id im ens io na l , agre gan dotex to s anter io res e l const i tu ido por las noc iones hombre / D ios . Pero es te espac io no es com pat ib le con una antr opo logater ia l is ta . E l te rcer e je es aqu in terpre tado como conten iendo las re lac iones entre e l hombre y los an ima les y , en gene ra l , los n e n e s q ue, no s iendo d iv inos , tampoco son humanos. Se supone que las re lac iones de es te e je son i r reduct ib les a las r e lac ione sidas en los o tros dos con tex tos .En cua lq u ie r caso, es tos dos d i fe rentes contex tos de re lac iones que pre tenden coordenar e l mate r ia l an tro po lg ico h an de

    e r e l a c i o n e s c i r c u l ar e s (que en la f igura se representan por escenas en las que part ic ipan d iversos ind iv iduos hu h iano s, u t i l izand or e l a c i o n e s r a d i a l e s (escenas en las que hombres se enfrentan con la natura leza) y de r e l a c i o n e s a n g u -a r e s ( f iguradas por s i tuac iones en las que hombres se re lac ionan con an imales , en tan to s tos conservan a lgn sent ido numinoso)Laia lc t ica de es tos t res contex tos de l espac io antropo lg ico puede hacerse cons is t i r en es to : que las re lac iones dadas en cada uno dee l los se anu dan por e l in termedio de los dems, a la vez que logran, en determinadas c i rcuns tanc ias , mantener u na c ie r ta aut ono m a.58 EL BASILISCO

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    rasgo (el volumen craneal, el salto a la reflexin, o lao. Es ima pura s incdoque hablar de H umani en e l mom ento en q ue encontramos, hace dos mil lo

    o . Por eso tampoco queremo s decir que no tenga sentido

    Ocurre as que la cuestin en torno al origen delmb re cont iene s imultneamente la cues tin en torno aesencia del hombre, a su clasificacin. Y estas cuestiones

    tiende a destacar alguna determinacin par

    no qu e llamaremos JC~cultural y emin entem ente es

    semejanzas significativas:an a los pitecntropos, habr que reconocer a stos su ca

    ener ado ra de lo human o (a partir del bipedismo

    ordo cognos-partiendo de rasgos parciales que sean a la vez termin ales, f inales (por ejem plo, la msica sinfnica) pe ro noa partir de rasgos parciales iniciales, originarios. La raznque daramos es sta: que las nuevas categoras antropolgicas no se construyen a partir de semejanzas parciales~y no p orq ue s tas puedan ser marginadas , s ino porqu eno pueden tratarse aisladas (o, lo que es lo mismo, yuxtapu esta s). N o es una semejanza originaria, sino un conjunto heterogneo de semejanzas de especies distintas, entan to que confluyen segn un orden de construccin peculiar, aquello que puede aproximarnos a la reconstruccin

    de una nueva categora a partir de otras dadas. Y porqueesa confluencia de semejanza no puede deducirse de cadasemejanza parcial, es por lo que el mtodo analtico, ansiendo necesario, es insuficiente. El sentido global (hols-tico) del camino para reconstruir la categora antropolgica se encuentra en la convergencia de semejanzas deespecies distintas (la piedra tallada, ms el fuego, ms laaguja de coser so lutrense, etc.) cada una de las cuales, po rs sola, carecera de todo significado antropolgico (la capacidad de emitir sonidos modulados slo cobra su significado supuesto ya dado el lenguaje fontico articulado).Segn esto, el ncleo infecto de lo que l lamaremos Hombre comenzar a reconocerse muy tardamente , cuandola acumu lacin de rasgos parciales haya pod ido d ar lugar aun torbellino cuyas partes comienzan a cerrarse y a reali-mentarse de un modo caracterstico. Y de ah la sorpresapermanente que rec ibimos en e l Museo, cuando observamos un hacha mustriense: diramos que no consiste lsorpresa tanto en encontrarnos all ya con el hombre,cuanto en encontrarnos con un rasgo humano y antecedente de l hombre , s in que sea an hombre e l suje to quelo sop orta . Es as contradictoria formalmente la expresin:el hombre descubri el fuego porque si el fuego (juntamente con el hacha o el lenguaje articulado) invent alhombre, no podr dec irse que e l hombre invent e l fuego o el lenguaje, puesto que no exista, por hiptesis, elsujeto agente. (Decir que el inventor fu el hombreprim itivo es aumentar todava ms la confusin, pu estoq u e , en ese contexto, primitivo quiere decir lo que anno es hombre: hombre primitivo es el hombre no homb r e . Y, sin embargo, con sta falta absoluta de rigorfilosfico, se proce de ordin ariame nte po r parte de los paleont logo s o bilogos ms conspicuos) .

    3'. La Idea de un espacio antropolgico supone dadoun material y un con junto de tesis en to rno a las relaciones de ste material con el resto de la realidad. No es lcito reducir la idea de un espacio antropolgico a algo ascomo a una exposicin de ciertas evidencias empricas,positivas. Sin duda, la idea de un espacio antropolgicopresupone la tesis de que el hombre slo existe en el contexto de otras entidades no antropolgicas. No consideraremos ahora cules sean ellas, pero tampoco es posibledisociar la cuestin de la existencia de esas realidades de lacues t in de su contenido. La divinidad, el mundo y elhombre mismo: stos son los contenidos de las coordenadas que la filosofa metafsica tradicional ha utilizadopersistentemente, desde Aristteles hasta Francisco Ba-con, en su teora de las tres sustancias, que estn a la basede las tres grandes divisiones de su filosofa: de Numine, deNatura, de Homine (*). Pero desde una perspectiva naturalista no es posible aceptar, sin ms, stas coordenadas(salvo en un nivel estrictamente fenmenolgico, mico).Sin duda, la idea de un espacio antropolgico presuponela tesis de que el hombre slo existe en el contexto deotras, entidades no antropolgicas, la tesis segn la cual elhombre no es un absoluto, no est aislado en el mundo,sino que est rodeado, envuelto, por otras realidadesno antropolgicas (las plantas, los animales, las piedras,los astros). Pero sta no es una proposicin meramenteemprica y trivial salvo para quien, con una mente trivial, no ad vierta la peticin de principio q ue co ntiene. Elalcance de sta tesis , depende de la determinacin de los(*) De augmentis Scientiarum, ed. Spedding. vol. II, pg. 252.

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    contenidos implicados en esa realidad no antropolgicay por eso aquel alcance slo puede medirse cuando setiene en cuenta que la tesis es la negacin (o anttesis) detoda concepcin antropologis ta , de toda concepcin que ,de un modo ms o menos coherente y radica l , inte rpre ta ,explcita o implcitamente, al hombre como un ser incon-dicionado, es decir , como una realidad envolvente decualquier otra a la cual conmensura (Protgoras: el hombre es la medida de todas las cosas) o incluso pone, en elsentido del idealismo absoluto (Fichte: el mundo es elno-yo, una pos ic in de l yo) . Ahora bien, suponemosq u e , no slo la tesis de Protgoras, pero ni siquiera la deFichte, son gratuitas, extravagancias que puedan ser pasadas por a l to, como pensar s in duda cua lquier menterealista roma. El idealismo absoluto de Fichte podr serconsiderado, en efecto, como la plena conciencia atea quede s misma alcanza dialcticamente la concepcin cristiana, la concepcin del yo divino creador del mundo, casiuna nada cuando se considera al margen de la divina accin conservadora. Por consiguiente, nuestra tesis aquel la que hemos considerado como presupues to de la ideade un espacio antropolgico constituye a la vez la anttesis del idealismo y es as una tesis materialista . Con stoqueremos indicar que no se alcanzara toda su profundidad filosfica si se la considerase como tesis meramenteemprica, positiva, porque entonces su realismo se reducira a una simple evidencia espacial (que nuestro cuerpoest envuelto por la atmsfera, por otros cuerpos). Decirque el hombre no es un absoluto, es negar el idealismo,pero no es negar los fundamentos del idealismo y, en particular, las virtualidades inmanentes de las realidades antropolgicas cuando se consideran en el contexto de susrelaciones mutuas, de las relaciones de el hombre consigo mismo en tanto delimitan un crculo mgico del cualno es posible escapar sin apelar a la dialctica del argumento ontolgico, cuya fuerza creemos slo puedehacerse presente a travs de la va zoolgica.

    El hombre una vez constituido, se relaciona, segnes to, en pr imer lugar , cons igo mismo. No queremosentender sta relacin como una relacin reflexiva pura.Slo desde la perspectiva del absolutismo antropolgico,originaria, que slo podra ser, por tanto, vaca y utpica(la vaciedad lmite del noesis noeseos aristotlico). Cuando,de entrada , sobreentendemos hombre como una denotacin de realidades mltiples y heterogneas (los individu os egip cios o los celtas, las institucionejs chinas Q las_;escitas), entonces la relacin del hombre consigo mismo no nos remite a una reflexividad originaria, sino simplemente a un contexto de relaciones peculiares, a un orden de relaciones relativamente autnomo cuanto a las figuras que en el puedan dibujarse, f iguras que supondremos agrupadas a l rededor de un pr imer e je antropolgico.La autonoma de ste orden de relaciones tiene carcteresencial (estructural, formal), no existencial o causal: ningn orden de relaciones puede existir en ste eje, aisladode los dems. Pero, sin perjuicio de ello, reconoceremos laautonoma de s tas re lac iones . Tampoco un organismodota:do de temperatura autoregulada puede subsistir almargen del medio, que es fuente de su calor, a triavs delos alimentos; pero sta sinexin trmica del organismoy su medio no excluye la autonoma trmica, la autoregu-lacin animal de la temperatura. Este primer orden dere lac iones qu e es tamos de l imitando no se nos da tampoco

    como un concepto descr ipt ivo. Se t ra ta de un conceptodialctico (en este caso, la dialctica de la existencia y dela esencia, de la causa y de la estructura). Cmo designara s te pr imer orden o contexto de re lac iones en cuantoconcepto precisamente dialctico-abstracto?.Las designaciones tomadas de la denominacin de lostrminos (relaciones humanas o sociales o interes

    pecficas) contienen un germen de falsedad, porque noscon duc en a un concepto pensado como s i fuese m eramente positivo, emprico (relaciones entre los individuos humanos por ejemplo) o parcial (por qu llamar relaciones humanas a stas relaciones? acaso no son tambinhumanas las re lac iones que reconocemos en otros rdenes?). Precisamente con el intento de neutralizar latendencia a la reduccin del concepto, a su conversin enun concepto descr ipt ivo meramente pos i t ivo, recurr i re mos a un rodeo, a un artif icio: toniar la denominacin deun diagrama en el que los trminos de la relacin se representen por los puntos de una circunferencia (con la ventaja de que aqu slo consideraremos una parte, digamosinsignificante, de sus infinitos puntos: 140.000 millonesde puntos , correspondientes a los individuos humanosq u e , segn estimaciones, han existido desde la poca delPaleo ltico sup erior hasta la fecha) y sus relaciones por losarcos de la circunferencia que unen tales puntos. Y, as,denominaremos a s te orden de re lac iones por medio dela expres in.orden de las re lac iones circulares.

    Desde nuestra perspectiva materialista (en el sentidoarrib a s uge rido ), las relaciones circulares no son las nicasrelaciones del espacio antropolgico. Diramos: ste espacio no es el espacio unidimensional, l ineal, del idealismoabsoluto de Fichte. Las realidades antropolgicas dicentambin relaciones constitutivas (trascendentales) a otrostrminos no antropolgicos, tales como los entes de lallamada naturaleza (la tierra, el agua, el aire y el fuego),consideradas ante todo, desde luego, como entes fsicos obiolgicos, es decir , como entes desprovistos de todognero de inteligencia (aunque tengan estructura, organizacin, e incluso, al menos desde un punto de vista descriptivo, teleologa). Si representamos a stos entes (Ni,N2, . . . N k) po r los pun tos de otro c rculo inte r ior (o exterior) al que acabamos de asociar al primer contexto, lasrelaciones antropolgicas que ahora estamos designandose representarn por medio de flechas que ligan lospuntos de ambas circunferencias: les l lamaremos, pore s to , re lac iones S^W/W. Nos permit imos, desde luego,adver t i r , que lo que pre tendemos no es l levar a caboun mero cambio te rminolgico, como pudiera pensaralgn lector simplista. El concepto de relaciones radiales no designa meramente a esas relaciones del hombrecon la naturaleza a que nos hemos referido, puesto quepretende romper esas relaciones en su estructura dialctica, insertndolas en otros contextos pertinentes (qp, Jt) aque ms ade lante tendremos que a ludir .

    Las relaciones radiales, junto con las relaciones circu-lares, definen ya un espacio antropolgico bidimensional,de cuo materialista . Toda una tradicin materialista presupone (al menos implcitamente), que ste espaciobidimensional es necesario y suficiente para comprenderlas realidades antropolgicas. Porque ahora nada existefuera de los hombres y de las cosas naturales: no existenlos dioses, y todo lo que no es humano una vez barridos

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    s antropomorfismos ilusorios es fsico, res extensa carte

    o , como nos recuerda Max Scheler, no suprimi la creexaltacin griega y judeocristiana del hombre a sue o H ege l, la Tierra, en cuanto sede del hom bre, no

    Nosotros no consideramos legtimo reducir el espaopo lgi co a la condicin de un espacio bidimen

    oral) la consideracin de los tres rden es de relacionesa saber: las relaciones del hombre para consigo

    los tres ejes subsiste

    fenomenolgico {mic), en el momento de afrontar

    Del hecho de adoptar (contra sta tradicin) unaspe ctiv a ^materialista (que niega los dioses como en ti

    inferir que es preciso ^reducir el espacio tridimen las proporcio nes de un espacio plano. ' . Creem os

    Pero acaso no es preciso reconocer que los hombresespeafico (= irreductible alcirculares y al de las radiales) co n

    cionad o.''. Entes an te los cuales los .homb res se com

    do (lo qu e no excluye la posibilidad de l erro r, la posibi-*ve ntua lm ente ente s de ste tercer "tipo). Estosntes a los cuales nos estamos refiriendo no sern divinos,ro s i podr n ser numinosos. Los consideraremos nme-nes, inteligencias y voluntades, realmente existentes, anteos cuales los hombres adoptan una conducta poltica

    de adulacin, de engao, de lucha, de odio o de amistad.Desde hace muchos siglos, los hombres se han representado la realidad de estos nmenes en la forma de dmones,es decir, de organismos corpreos (no espritus puros, n

    geles cristianos), dotados de inteligencia y voluntad, queacechan a los hombres, los vigilan, los defienden, los envidian o los desprecian. En nuestros das stos dmones delhelenismo se presentan bajo la forma de extraterres-t r es . Podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que la.demonologa helenstica ha renacido en nuestra poca delos viajes interplanetarios en la misma medida en que sealejan los ngeles y los dioses cristianos. Pero no, enmodo alguno (como pensar el telogo cristiano) porqueconstituyan el sustitutivo de aquellos dioses, sino msbien porque vuelven a abrirse camino, emprendido desdeuna tradicin milenaria, una vez que desaparece el bloqueo que el antropocentrismo cristiano (en su luchacontra los ngeles) les hubo impuesto. Ahora bien:desde un punto de vista materialista creemos que no esposib le negar a priori (como quaestio iuris) la posibilidadde los dmones, de los extraterrestres, como es posible negrsela a los dioses: si se trata de una cuestin de hecho{quaestio facti). Pero es un hecho que, por probable queaparezca para muchos hombres de nuestros das (tanto laURSS como EEUU dedican importantes porc iones de suspresupuestos a la escucha de los mensajes demnicos) nosera suficiente para edificar el concepto de un tercer contexto o eje antropolgico dotado del mismo grado de realidad que los anteriores (el circular y el radial). Pero espreciso contar con otros hecbos que,, nos psyrece, se ajustanpun tualm ente a la misma forma de lo numinoso. Es precisoreconocer que los nmenes existen, desde luego, comotrminos de relaciones especficas antropolgicas, y questos nmenes pueden ser identificados con los animales,al menos con ciertos animales teriomorfos. Solamentedesde una tradicin cristiana que termin por despojar alos animales de todo tipo de numinosidad (la tradicinque culmin en la tesis del automatismo de las bestias deGmez Pereira y los cartesianos, de la reduccin de losanimales a la condicin de simples determinaciones de lares extensa, a puntos del eje radial) puede dudarse que losanimales constituyan una clase de trminos constitutivosde un rde'n especfico de relaciones. Ahora bien: la realidad de los animales (en este sentido) nos permite tratar

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    como una unidad la dase constituida por la suma lgica dela clase de los animales y la de los dmones, digamos, laclase {a U d } . Por que aunq ue la clase d sea consideradaco m o la clase vaca (d = 0 ) , la clase {a U d } ya no servaca. Esto nos permitir introducir las relaciones con lonuminoso (las relaciones religiosas) como relaciones irreductibles al gnero de las relaciones circulares (el antropo-logismo de Feuerbach: el hombre hizo a los dioses a suimagen y semejanza) o a las leldLciones radiales (el entendimiento de la religin como una metafsica o como unaconcepcin del mundo): nos permitir edificar unafilosofa materialista de la religin que sea algo ms quemera fenomenologa o psicologa de la percepcin (la religin como aluc inacin, como proyeccin de deseos ,etc.); nos perrhitira reconocer a la religin con una dimens in verdadera de ios hombres , s iempre que iera posible sostener la tesis de la religin como brotando originar iamente de la religacin con los animales, de lo que podramos llamar religin natural (*). Esta tesis ha sido fe-nomenqlgicamente reconocida por los defensores de lasteoras totemistas de la religin -pero ste reconocimientose ha mantenido en e l plano fenomenolgico y empr ico( lo que defendi Frazer , por e jemplo, en un momento desu pensamiento, no fi que la veneracin de los animalesconst i tuyese una dimensin humana, sino ms bien unareaccin pr im it iva que de hecho pod a registrarse en la conciencia falsa de muchos primitivos). Otras veces, los etnlogos han reconocido ampliamente la naturaleza religiosadel trato de los hombres primitivos con los animales, peroentendiendo sta relacin en el marco de una relacinms general con la divinidad (y slo tratando de apreciaren mucho ms de lo corriente las posibilidades de comunicac in entre e l hombre y e l animal , podemos esperarpenetrar con comprensin hasta aquellas plasmacionesculturales extraas que llevaron al hombre de una pocaprimitiva muy remota a relacionar inclusive la vivencia delo divino preponderantemente con e l animal nos diceJensen). El sentido de nuestra tesis teleolgica es otro, asaber, el de la concepcin de la religacin como una relacin originaria prctica (poltica, no metafsica) conciertos animales (por ejemplo, con el Seor de los ani-.males, que puede ser un reno gigante, el oso de la cuevamuster iense de Drachenloch, o e l oso de los ainos). Losdioses no estaran, segn esto, hechos a imagen y semejanza de los hombres, sino tambin hechos a imageny semejanza de los animales numinosos ; por o qu todaTeologa sera en el fondo Etologa, as como, recprocamente , en la sabidur a de l e tlogo ser a pos ible encontrarcon frecuencia la sabidura del telogo natural (la descripcin de \ fidelidad del perro que nos ofrece Lorenz pertenece, curiosamente, al lenguaje religioso). La impiedadmoderna habra que situarla no tanto en las obras de losi lus trados de l s iglo XVIII cuanto en Gmez Pere ira , o enDescartes, cuando enseaban que los animales slo sonmquinas .

    Si representamos a s tos trminos numinosos por_pui>tos intercalados entre los dos crculos que antes hemosintroducido, las re lac iones de es te nuevo orden adoptaran, en el diagrama, una disposicin angular. Con ella.

    (*) En prximos nmeros publicaremos una exposicin global de stafilosofa materialista de la religin.

    q u e d a r n u e s t r o espacio antropolgico coordenado por es tostres e jes :(I) El eje circular; (II) El eje angular y (III) El ejeradial.Por supues to, nues tro diagrama no es un ideograma:de lo contrario cabra confundir las relaciones circularesasociadas al crculo exterior con las posiciones de quienes

    ent ienden que los hombres envuelven a la na tura leza(el idealismo de Fichte o la constitucin trascendentalde Husserl); y si , para evitar sta consecuencia, permutsemos los crculos (asignando el crculo exterior a los objetos naturales) peligraramos hacia la interpretacin delc rculo exter ior como un mundo natura l envolvente (e lUmwelt en su sentido ecolgico). En rigor, las dos disposiciones posibles del diagrama se neutralizan mutuamentee inc luso podr amos coordinar s ta pos ibi l idad de permutacin con el dualismo dialctico contenido en el pensamiento 265 de Pascal: En cuanto cuerpo, el espacio meabsorbe como a un punto; en cuanto conciencia lo absorbo yo a l.

    4 . Las relaciones entre los trminos dados en cadaun o d e es tos t res ordenes t iene lugar po r e l intermedio deterceros . Pero e l lo no es torba , como hemos dicho, a laposibilidad de la autonoma esencial de las relaciones decada orden. Las relaciones de intercambio econmico, lafigura de la mercanca, por ejemplo, parece una relacincircular (social): Rob inson no intercambia mercancas.Estas relaciones econmicas no podran subsistir , desdeluego, sin la mediacin de las entidades fsicas (radiales).Pero la complejizacin de las relaciones de trueque darnlugar a cursos conf luyentes dotados de un r i tmo propio,independiente en e l sent ido, solamente , de que s te r i tmoes compatible con diferentes mediaciones fsicas, incompat ibles entre s (no en e l sent ido de que sea independi en te d e tod as ellas). Las relaciones de los hombres conlas cosas de l mundo tampoco son, en genera l , independientes de los animales y no en el sentido material, segnel cual, los animales (como partes de nuestro mundo natural, como comestibles) nos ayudan a subsistir , s ino en un

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    algo as como la jaula es el mundo de la ratatrasmundo. El mundo no es una jaula o una pri

    MundoUmwelt de ellos,

    5 . Estos tres ejes slo lo son en tanto en ellos quepasegn hemos dicho. Y, cules son stas?. Muy he

    IIlibertad, el bipedismo, la autoreflexin o la mora-porque stos predicados son siempre abst ractos y

    ion es even tualm ente disociadas. Esta necesidad de la

    Desde nuest ro punto de vista d i r amos que el

    dualismo metafsico (uti l izado constantemente en nuestros das po r los paleont logos y antroplog os theilardia-nos) aunque no es gratuito, es una forma inadecuada deinterpretar una dualidad gnoseolgica, que no se establecera entre las dos partes de un todo acumulativo, sinoms bien ent re las par tes abst ractas de los componentesque l lamaremos de t ipo cp y las totalidades de tipo n, o sise quiere, entre las partes conjugadas de un complejo, enel cual el cuerpo como acfxa JveviiaxiKv se relacioneconsigo mismo por mediacin del espritu de la culturahumana.

    Estas realidades heterogneas se agrupan, en efecto,en dos grandes rbricas que tradicionalmente suelen des ignar se como corpreas (fsicas, morfolgicas, fisiolgicas)y espirituales (lingsticas, artsticas, religiosas). Pero stadivisin est sobrecargada de presupuestos metafsicos,aunque su contenido denotat ivo no es en modo algunovaco. Tambin a efectos de disociar en lo posible lasconnotaciones jnetafsicas de una dist incin que, de otrapar te , es ineldibI^ ,^cudimos a dos s mbolos abst ractos(q), como inicial de (poig, naturaleza; n, como inicial de3iV8V[ia, espritu). Y as diremos que las realidades o loscon cep tos antropol gicos, o bien son de ndole (p (comogeni tor) o bien son de ndole n (como padre). Lasformaciones Jt , en vir tud del dialelo antropolgico, han desuponerse ya humanas (cuando se dan a t ravs de un qp asu vez humano), si bien pueden generalizarse a las formaciones de las culturas animales. En cualquier caso la oposic in e nt re las determinaciones me y qp del campo ant ropolgico es muy compleja y t iene que ver , por e jemplo,incluso con la dist incin ontolgica entre la esencia o realidad y el fenmeno. Los cnicos, por ejemplo, sostuvieronque slo la qjoi? era lo real, porque lo espiritual (o si sequiere, lo cultural) sera apariencia, fenmeno, convencin, VH05. Sin embargo, y aunque la dist incin entreuna esencia y e l fenmeno tenga siempre que ver con ladistinc in en tre determ inacion es y (p, no cabe reduc irambas dist inciones. La cultura no es slo el reino del fenmeno, el reino del espr i tu (de la conciencia, de lasuperest ructura) . E l fenmeno es tambin una real idad.Segn Pike la autntica realidad que interesa al cientf icode los campos antropolgicos lo mico, frente a lo tico,entendido como artefacto o construccin extr nseca. (Sinembargo, muchas veces, lo t ico , en e l sent ido de Pike,nos pone mucho ms cerca de la real idad ant ropolgicaque lo que es mico: genitor no es slo un conceptot ico del ant roplogo que descr ibe una sociedad hipott ica en la que ste concepto no existiera; los esclavos delderecho romano clsico son personas, desde un punto devista tico, an cuando micamente puedan f igurar comoganado par l an te .

    6. Pero los conceptos denotados por los smbolos q>y 71 son abstractos, ente otras cosas porque queremos asociar las ideas qp y Jt no slo a ciertos contenidos denotativos empricos, sino precisamente a las ideas ontolgicasd e parte y todo (en el sentido de la omnitudo rerum). Presentamos sta asociacin como dada en la propia idea dehombre ta l como nos ha s ido t ransmit ida por nuest ra t radicin cultural y f i losfica (cualquiera que sea su verdad).Q ue rem os deci r con sto que la idea actual de hombre, laque nuestra tradicin f i losfica nos ha transmitido, aparece vinculada internamente a stas deas ontolgicas (elhombre es l a med ida de todas las cosas; o bien: el

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    ho m br e es e l hi jo d e Dios o su creador, s iendo Dios e lpr inc ip io de todas las cosas; o bien, el hombre es elanimal que vive rodeado de un espacio il imitado, totah).No so tro s desconfiamos de la consis tenc ia que pueda convenir a las ideas de Dios o de todo absoluto; pero dado e lespesor de sta tradicin, habremos de esforzarnos porredef nir s tas ideas desde nues tros propios supues tos afin de incorporarks al diseo de nuestro espacio antropolgico .

    Las determinacion ees antropolgicas de tip o cp seorganizan, en general, ante todo, segn el formato lgicode una especie porfiriana, mendeliana, en la que suponemos incluida la individualidad (si se quiere, bajo la forma

    de una totalidad distributivaTj ) . Tal es el formato cannico (aunque sin duda no el nico: la lactancia es una situac i n / ^ ' pero que incluye dos organismos) que atribuimos a las caractersticas de tipo (p. Se nos resuelven stas,por tanto, en una clase cuyos elementos son los organismos humanos, los 140.000 mil lones. No consideramos, salvo como excepciones, a las formas fsicas de vidahumana no es t r ic tamente individual , en es te sent ido.Prescindimos aqu tambin de las cuestiones relativas a lade terminac in de las notas distintivas (de tipo morfolgico o funcional) o con stitutivas de esta especie, dada dentrodel orden de los primates tales como la frmula cariot-pica, la frmula dentaria, o el ngulo facial. Suponemosque , en general, sta especie (el homo sapiens sapiens) se hafijado desde hace (pongamos) cincuenta mil aos y questa fijacin tiene que ver precisamente con la propia naturaleza de las determinaciones Jt (espirituales, culturales). Y no precisa o exclusivamente (creemos) en elsentido de que la cultura humana (la hominizacin) seaun resultado de caractersticas cp (por ejemplo, el lenguajehumano un resultado de un cierto desarrollo cerebral) sino tambin, rec procamente , en e l sent ido de que s tascaractersticas morfolgicas y fisiolgicas q) slo han podido mantenerse, y an originarse, a travs de los procesosculturales y sociales. La cultura humana, segn sto, antesque un mero resultado de transformaciones fsicas (q)) deun cierto tipo de homnidos (australopitecos, sinntropos)la considerar amos como marco o condic in, por lo menos, para que tales caractersticas se multipliquen hastaalcanzar el punto crtico a partir del cual puedan despegarde l niv el de las sociedades de primates O de ho mnidos.Desd este punto de vista (si l lamamos, en general, espritu a las determinaciones de tipo Jt) cabra decir , conparad oja pura men te verba l , que , para el mater ia l ismo histrico no reduccionista, es el espritu humano (la superes t ruc tura) aquel lo que condic iona y hace pos ible lapropagacin de las propias caractersticas fisiolgicas delcuerpo hmnano, por lo menos en la escala cuantitativa enq ue stas se realizan (escala de m illones frente, a lo sumo,los cuatrocientos individuos a los que llegan las hordas dema nd riles) . Sin duda, mu ltitud d e determinacion es cp haaparecido a partir de condiciones biolgicas preculturales,de mutaciones, seguidas o no de las adaptaciones consiguientes (lactancia prolongada, neotenia, facili tada por elgr up o familiar d e cazadores). Lo que querem os- decir , entodo caso, es que s tas de terminac iones careceran de todasignificacin antropolgica %x se considerasen descontextua-lizadas de los marcos Jt pertinentes. (La aparicin, pormutacin, de cuerdas vocales nada significa antropolgicamente , a l margen de l lenguaje humano, como no s ignifican todava gran cosa la capacidad de empuar una piedra o un instrumento ni siquiera su util izacin de hechopor australopitecos fuera del marco de sa tecnologams compleja que es su resultado (dialelo antropolgico).Y, con todo, los problemas centrales de antropologafilosfica brotan en ios puntos de conexin entre las dete rmin ac ion es Jt y las de terminac iones

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    Duldcavjdagrseaurelh

    . Pe ro cp no contiene slo los restosum e, al mo do platnico o, en frmula actual, com o el

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    dudarlo respecto del hombre? . El sabio y yo somos de lamisma especie.. . las bocas de los hombres gustan de losmismos sabores; sus odos escuchan los mismos sonidos ya sus ojos les complace la misma belleza. Podra ser queslo en su mente no gustaran de la misma cosa?. Sesupone, por la teologa cristiana, que a cada cuerpo le corresponde un espr i tu creado ex profeso (en oposicin altraducinismo) an cuando se discuta cul sea el momento de la insuflacin. Y, es interesante advertir quequienes ya no creen en la insuflacin, siguen sin embargodiscut iendo sobre e l mo me nto en que pueda considerarsepersona a un embrin o a un feto, como si la espiritualidad fuera un predicado distributivo porfiriano ligado a laindividu alidad de tipo (p (sera preciso te ner en cuen taque no es por medio de las estructuras de tipodistributivo, sino por medio de nexos atributivos, por lo

    que un organismo puede considerarse inserto en el tejidode las relaciones personales).La oposicin individual / social sugiere que aquelloque no es individual ha de ser social. Sin embargo diramos que no es por ser social (que lo es) por lo que algono es individual, sino porqu se organiza segn otraforma cannica, la que corresponde a las formas cultura

    les , en general. El lenguaje, la Langue de Saussure, que esform acin n, no es ya una totalidad porfiriana, porq ue suspa rte s no so n sin ms, elem ento s de una clase cp, tal comose ha definido. Hay as una inconmensurabilidad entre laLengua y el Habla (multiplicada segn la forma de los organ ism os qp). Y o tro ta nto o cur re con las viviendas, conlos caminos, con las ciudades. Las viviendas, entre s, yano mantienen (salvo que sean celdas monsticas) la estructura individual y se coordinan no con los individuos,sino con las familias, sin perjuicio de que a su vez staspuedan considerarse como elementos de otra clase porfiriana Jt, dada a otro nivel paramtrico. Las determinaciones culturales, por otro lado, ya no se transmiten porherencia, pero tampoco se transmiten siempre por aprendizaje. Cuando se considera la participacin que de ellastie ne cada ind ividuo q) (o bien, se conside ra la multiplicacin o difusin de stas caractersticas entre los individu os (p), enton ces hay que hablar, en general, de aprendizaje: el lenguaje debe ser aprendido, porque no brota dela mente o del cerebro en el mismo sentido que tampocole brotan al iroqus las plumas de su tocado. Pero otrasveces la participacin cultural es de ndole peristtica,aunque no sea de tipo aprendizaje pongamos por caso,el uso de un camino heredado, o el propio tringulo deEdipo cuando e l sndrome se cumple regularmente. Y, entodo caso, la transmisin de las formas culturales incluyetambin los procesos causales automticos que se danal margen de las realidades qp (la permanencia de un camino a travs de generaciones, la posibilidad de lamquina que se autorestaura) y, en todo caso, se dan porencima de nuestra voluntad.

    7. Las determinaciones de ndole qp son mltiples yconstituyen de algn modo un cierto orden causal autno m o : de sign em os ste o rde n po r la frmula (p, cpj. Encualquier caso debemos recordar que stas relaciones hande considerarse dadas como inmersas en el orden cultural,an cuando ste haya sido abstrado. Las relaciones deque hablamos no son precisamente previas al orden cultural , en cuy o caso la oposic in qp/ Jt nos retro traer a a laoposicin ordinaria y metafsica Naturaleza j Cultura(h er ed er a de la oposicin teolgica n/(? V i la Natura-leza I orden de la Gracia). Pero cuando se habla de pleis-toceno inferior o medio (en sentido geolgico) no porello entramos formalmente en el campo de la antropologa, sino que nos mantenemos en el mbito de la ciencianatural. Guando hablamos de paleoltico inferior o depaleoltico medio, pisamos ya en el terreno de la antropologa. Y es aqu donde aparece la oposicin entre elp l a n o qp (al que pertenecen los huesos de un hombre deNeanderthal) y e l p lano T (al que pertenecen, por ejemp l o , las lascas musterienses). La dialctica de sta distincin estriba en que precisamente a travs de las determi nac ion es qp (aunque no s lo a travs de ellas) seintersecta el campo antropolgico, de un modo caracterst ico , con otros campos zoolgicos. Y las situaciones sonmucho ms complejas de lo que pudiera parecer en un

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    o ; pero en el contexto de su conexin con los hombres

    un concepto Jt.En realidad, cuando las relaciones cp/ qpj no incluyen,

    (H / H;-)

    polo ga, en la me dida en que sta es antropologa f

    Tambin las determinaciones Jt se relacionan mutuade inters antropolgico. Siempre? No ocurrir

    ipso facto, tarea

    y por tanto, sera antropologismo suponer lo con

    tr e las determ inacione s JT tengan lugar a travs de qpqpjtj) en condiciones s obre tod o |3-operatoras~ estacp pudieram trica s e ntre figuras fabricadas (jt ) po r el homb re, noresultancias objetivas. Y lo

    cibernticas, o incluso de estructuras estadsticas (pongamos por caso, las similares a la llamada ley de Zipf) que,resultando en el seno del reino de la cultura, desbordanste reino como una especie ms de otras estructuras genricas que se real izan tambin en 'el reino de la naturaleza .Segn sto, desde los conceptos de los rdenes cp y Jtparece posible delimitar un espacio de relaciones que pertenece a la antropologa y otros espacios que exceden sucampo. Cierto que no todas las relaciones antropolgicashan de poder recogerse en stos dos contextos (qpz/jtqpj;Tc J (pn;). Tambin los hombres mantienen relaciones a algo que no es ni la cultura ni el organismo biolgico, sinoel medio ecolgico o todo lo dems. Este todo lo dems puede ser definido, desde los propios conceptos qpyJt del sig uiente m odo (designando p or * la composicinde las formaciones (py Jt): [(qp * Jt) / fqp * J T ) ] . Si interpre tam os qp y Ji com o clases (com o una d e las interpreta ciones posibles que pueda tomarse como referencia), *puede in terpre tarse como producto de c lases , con lo quela frmula anterior se convierte en esta otra: [(qrcr)/(qpoj)]. Suponiendo disyuntas las clases qp y Jt, entonces(qpnjt) = (qpTJt) equivale a la totalidad ( = 1 ) d e l u n iv e rsolgico del discurso, en nuestro caso, la omnitudo rerum.De este modo, recuperaramos a part ir de Jt y de (p, elcontacto con la idea del todo (como omnitudo rerum) quehabamos considerado como esencial en la Idea deHombre, de nuestra tradicin fi losfica (Protgoras,H e g e l ) .

    La evidenc ia en tom o a la efectividad de ciertos rden es de relacio

    filosofa de los valores -c ua nd o defenda, contra el psicolo-objetividad de los valores y su irreductibilidad noestiman, sino tambin a las cosas o bienes que lasrtan (Scheler , N. Hartma nn). Tambi n en part icular en el l lamadoovimiento por la deshumanizacin del ar te, en tanto implicaba (ennue stra terminologa) la metodolog a de la desconexin de los valoresrtsticos (de orden jt) respecto de la vida fisiolgica o psicobiolgica (deord en (p): El problema del poeta [deca Valery] deber-consist ir enextr aer de se instrumento prctico el me dio para lograr una ese n^cialmente no prctica (no prctica significara para nosotros: al maren de l p lano

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    ambos gestos aparecen como enteramente similares: tal esel punto de vista del psiclogo, que resulta ser as unp u n t o d e vist2i formal (precisamente en tanto que segregadichos contenidos). Para que el gesto agresivo de Nixonrecupere su caractersticas humanas es preciso introducir ,no ya una interior conciencia reflexiva del propiogesto, sino, por ejemplo, su referencia a la Bolsa o alPentgono, es deci r , a contenidos de la cultura objetiva, acon ten idos materiales, contenidos que de ningn modopu ed en ser asociados en el mismo sentido al gesto agresivo similar del prknate.

    8. Cabe establecer una correspondencia ente los tresejes del espacio antropolgico simbolizados en los diagraymas anteriores y los contextos de relaciones obtenidos apartir de las ideas cp y Jt.A) Obviamente, las relaciones circulares se correspo nd en , an te to do , con las relaciones q)/ Ji(}?; y con lasrelaciones K / qKj.B) Las relaciones radiales se correspondern evidentem en te con las relaciones Jt * qp / Jt * cp. La correspondencia se refuerza teniendo presente que, a partir de ella,el m undo se nos da ya no como un concepto ecolgico,c o m o Umwelt determinado, sino como concepto in-finito(negativo) que se ampla vir tualmente de modo il imitadoa partir de una esfera inicial.C) En cuanto a las relaciones que hemos llamadoangulares, se c orre spo nde rn con los contex tos qp/ qpabstrado 3t (el Ji humano, pero no necesariamente lasform as Ji animales) y Jt / Jt abstrado qp (en -su re ferencia humana, pero no necesariamente en su referenciaanimal). Cuando consideramos las relaciones entre loshombres y los animales es evidente que ellas pueden serconsideradas en el mbito de una categora no antropolgica, sino etolgico genrica, zoolgica (por ejemplo, lacaza). Y, otra vez, la l nea divisoria entre lo que t ienesignificacin antropolgica y aquello que no la t iene podra pasar por la idea Jt, a saber: si las relaciones angularesson tales que, mediante ellas, los trminos relacionados(hombres y animales) se nos dan por el intermedio de susculturas, al menos, desde luego, por el intermedio de lasformas culturales humanas, entonces evidentemente lasrelaciones tendrn ya un significado antropolgico. Porotra parte, cada caso plantea problemas especiales y nopuede resolverse aisladamente: es preciso considerar su

    conexin con el tejido antropolgico en su conjunto. Lasupuesta batalla de Krapina, que segn algunos prehistoriadores habra tenido lugar "en el paleoltico debe considerarse como una guerra o como una cacen a (en la cuallas presas hubieran sido homnidos neanderthalienses)?.La respuesta a sta pregunta imaginaria comprometera laconcepcin misma del campo antropolgico.9 . N o hay una correspondencia puntual , n i t iene porqu haberla, entre las dimensiones def espacio antropolgico as estructurado, y otras estructuraciones ms omenos empricas, corrientes en la Uteratura antropolgica.Ya hemos citado la estructuracin metafsica tradicional

    segn el orden de las relaciones del material con el Hombre, con la Naturaleza y con Dios. Podramos referirnostambin a la conocida estructuracin, ms cientfica (naturalista) , debida a Radcliffe Brown, quien contempla los

    procesos antropolgicos desde la ptica de k idea deadaptacin. R. Brown habla de una adaptacin social quepodr a ponerse en correspondencia con el eje circular, deuna adaptacin ecolgica que corresponde con el eje radial (aunque incluyendo tambin el eje angular)-- y de unaadaptacin cultural que ya no tiene una correspondenciaprecisa con algn eje determinado de nuestro espacioantropolgico, puesto que habr a que repar t i r la ent retodos sus ejes. Sin embargo, sta organizacin del campoantropolgico por medio de la idea de adaptacin, si bienpuede tener una significacin gnseolgico-categorial muyfrti l , t iene tambin las l imitaciones propias de la mismaidea ^ adaptacin. Supone no slo un mundo ya dado(un habitat) sino una cultura ya dada, para cada sociedad,una cultura ahistrica a la cual habran de adaptarse losindividuos y las sucesivas generaciones. La perspectiva dela adaptacin instaura, sin duda, un mtodo para analizarcerradamente sociedades brbaras, estacionarias. Es laperspectiva cultivada principalmente por-el funcionalism o . Cuando, desde la cultura occidental, se contemplala cultura trobriandesa,como un orden o sistema estacionario, en equilibrio, adaptado al medio, cabe entoncesdistinguir la cultura (y la adaptacin cultural) del medio (yX^L adaptacin ecolgica); pero esto, slo porque se distinguela cultu ra trobriandesa de la nuestra; po rqu e se contem plala posibil idad de que un individuo trobriands salga de sucrculo cultural y se integre en Estados Unidos o en Inglaterra. Considerado en s mismo, no hay distincin entresu adaptacin a la cultura y su adaptacin al medio.

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    ed io, y n o el individuo a ambas por separado.10. El espacio antropolgico definido en los prrafos

    supraculturales, y queresultancias

    resultanciassi no se quiere que el materialismo hist

    11. Por lo que se refiere a las categoras estricta

    lineal (yabidimensional (conc eptos circulares /iale s, circulares / angu lares y radiales / angulares) ytridimensional. Las categoras linea

    El concepto de mercanca, as como los conceptos

    Caracterstico de stas relaciones circulares (poruniversales pues no todas \o son: slo en

    ico, deb en par t ic ipar todos los homb res, J tvxag"reciso conden arlos a mu erte (32 2 d) sin emb argo,conexos, no constituyen un principio de asociahomo sapiens), sino precisamente principio de dison en clases de equivalencia disyu ntas entr e s. Tal es

    dos), enfrentadas entre s por la guerra, o, en general,o r el conflicto. La contraposicin en tre los derechos de ly los del ciudadano es un episodio de sta dialcti

    fundas entre las sociedades humanas, la disociacin simbolizada en el mito de la torre de Babel.Una prueba de que los ejes del espacio que estamosinte nta nd o configurar encierran un profundo significadoantr opo lgic o (es decir: no sobrevuelan e xteriorm enteal campo antropolgico, sino que lo atraviesan) podaser sta: que un concepto cambia, o puede modificarse

    esencialmente, segn el eje o ejes a los cuales lo refiram o s . O, lo que es lo mismo: que los ejes t ienen aptitudpara discriminar conceptualizaciones muy diferentes delas determinaciones antropolgicas. El tatuaje (que, segnalgun os preh istoriado res, juzgando a partir de ciertosrestos minerales de colores, como el ocre y la hematita,habra que atr ibuir ya a los hombres acheulenses) cobrasu significado originario en el eje circular en cuanto smbolo social o sexual o bien su significado originario habra q ue expres arlo en el eje angular en el supuesto deque los tatuajes fuesen procedimientos de camuflaje, enel contexto de la caza, o, simplemente, operaciones mgicas, en ese mismo contexto. ' ' .

    12. Por lt imo, el espacio antropolgico coordinadocon los tres ejes de referencia, debe tener aptitud paradiscriminar diferentes teoras o doctrinas de la antropologa flpsfica. Y a hem os su gerid o la distincin, entre antro-pologas unidimensionales (la antropologa idealista deFichte, por ejemplo) y las antropologas bidimensionales (elmaterialismo histrico, en la versin del marxismo tradicional, o el determinismo cultural de Marvin Harris (*).Cabe tambin levantar una teora de teoras sobre el hombre a partir de las relaciones entre las formas que hemosden or inad o Jt y q). Pe ro no es s ta la ocasin de desarrol lar este punto.(*) Vid. El B asilisco, n 4, pgs. 4-28.

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