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    YodoJuan Hernndez Luna

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    1a edicin: Enero 19992a edicin: Octubre 2003

    Ediciones B, S.A. de C.V. 2003Bradley 52, Colonia Anzures. 11590, Mxico, D.F.www. edicionesb. com

    www.edidonesb~america.com

    ISBN: 970-710-077-X

    Impreso en los talleres de Quebecor World

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    PRIMERA PARTE

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    Evitaba exponerse a la luz cruda y ocultaba los ojos bajo el

    brazo. La luz del da, de una lmpara o de la luna llena le hacadao: lo desnudaba, penetraba bajo su piel y ah revelaba lavergenza o las lgrimas secretas. La senta pasar sobre sucuerpo como una llama que hiciera arder sus mascaras, un filoque retirara lentamente el velo de carne que mantena entre el ylos otros la distancia necesaria.

    TAHAR BEN JELLOUN

    Podras tu rectificar las lneas de mis manos? Quienesparcir al azar los pozos del caf?

    HROES DEL SILENCIO

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    I

    Es de noche.Como un demonio de lluvia y sal, como un relmpago de lodo y abismo, la calle muestra

    su espina descarnada.Es una calle larga, delgada, sinuosa.La calle principal del barrio.Mi sombra se desliza lenta por las casas perdidas, bajo la inmensidad hmeda y

    silenciosa.Amenaza llover. El agua se esconde en la vejiga oscura del cielo y se niega a caer en estas

    calles sin pavimento.Camino hasta la parada de los camiones y levanto algunas sobras de comida: una mitad

    de naranja, una cscara de lo que fue un tamal.Son las 7:45 de la noche cuando llega el autobs nmero 50. El chofer baja de su unidad

    y me insulta, lanza una piedra para alejarme.Dicen que atraigo la mala suerte. El chofer est seguro que si llego a tocar su camin

    habr de tener un mal da y nadie subir; no ganar dinero y su patrn se molestar por noentregarle la cuenta completa del turno. Llegar a su casa y su mujer lo putear y le dircabrn jodido comemierda pinche fracasado no s para qu me cas contigo, y al dasiguiente se sentir ms intil y entonces para evitar todo estoprefiere aventarmepiedras para que no me acerque a su camin. De acuerdo.

    Comprendo el lenguaje de los insultos y las piedras y acepto no acercarme. Sobre todoporque las piedras lastiman.

    Antes, crea que las personas me arrojaban piedras simplemente por jugar, hasta el daque me golpearon en la cabeza. Fue demasiada sangre la que sali de su profundidadescondida. El sol de la maana me produjo un mareo cuando regresaba a casa buscandorefugio. Perd el conocimiento. La sangre escurri hasta formar una costra en toda la cara.Despert alterado por el zumbar de las moscas alrededor de mi frente, picndome la piel,atradas por el olor ferroso y lascivo de la sangre.

    Cuando llegu a casa mi madre pregunt quin me haba golpeado de esa manera y ment.Dije que haba cado en una zanja y eso me dio miedo. De seguir mintiendo, labrara micamino directo al infierno.

    Luego supe que el infierno no existe y continu diciendo mentiras. De cualquier formajams hubiera contado a mi madre quin me lanz esa piedra. Seguramente le buscara paramaldecir su sangre como lo hizo con Gabriel Garca, mi supuesto padre.

    Sigo caminando.La noche es ms aguada.Las noches con luna no son del todo noches. El horizonte y el cielo se diluyen por la

    claridad lechosa de la luna y entonces semeja una noche aguada.Hoy es una noche aguada.Mi madre se preocupa porque me da por vagar sin sentido. Sucede que me gusta caminar

    por el barrio. Me atrae la terminal de los camiones, el ruido de los motores, mirar cmo lasmquinas maniobran en reversa y enfilan de vuelta por la carretera terregosa.

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    Tras cada autobs anoto en mi libreta la hora en que llega y a la que se marcha de nuevo.Cuando olvido la libreta lo hago mentalmente y al estar en mi cuarto transcribo las entradas ysalidas.

    El barrio siempre ha sufrido por el transporte. Hace aos mi madre desesperaba por tenersu consultorio en el centro de la ciudad.

    Cuando hicieron el camino principal los camiones comenzaron a entrar hasta esta zona.Desde entonces, mi madre ya no fue al centro de la ciudad a trabajar.Puso su consultorio en este barrio, en la casa, junto a la cocina, frente a la sala. Al

    principio fue difcil que la gente llegara a consultarle.Desde que realiz su tercer milagro, la maldicin de la peste sobre Gabriel Garca, le

    visitan gentes de todos lugares.Es una santa. Hace milagros. La gente reza ante ella, prende veladoras y mi madre limpia

    con yerbas el cuerpo de las personas, les da oraciones y recetas de magia. Mi madre se ponefeliz cuando por la noche cuenta el dinero obtenido con sus sanaciones.

    A veces se fatiga y me pide que diga a quienes an esperan en la sala que ya no podratender a nadie ms porque sus poderes han disminuido y el Dios todopoderoso le impideseguir trabajando. En ocasiones as, la gente sale afligida de no poder visitar a la oradora, a laMadame, a la santa y entonces yo puedo prender la televisin de la sala y ver la PanteraRosa.

    La noche se vuelve ms aguada.Tomo una piedra y la coloc sobre un montculo que he formado a lo largo de los aos y

    en tiempo de lluvias se oculta con la hierba.Las piedras que deposito son pequeas, caben en mi mano.Es un lote baldo. La "Primera Sangre". As llamo a este lugar.Los camiones siguen llegando al paradero. Los anoto en mi libreta. Uno de ellos da la

    vuelta y sus potentes luces me iluminan. El ayudante del chofer asoma el cuerpo por la puertadelantera y cuando pasa me insulta.

    Lo saludo agitando la mano y con mi gran sonrisa.

    II

    No tengo ms vida que sta que he decidido contar.A lo largo de los aos nunca he podido crear nada que fuera ms all de este puado de

    palabras, reunidas bajo el deseo de narrar cmo me convert en un infeliz solitario.Historia triste, cierto, expiadora de culpas.Las mas al menos.Fui el primero y el nico hijo que mi madre trajo al mundo.Es desgracia duplicar la mala sangre, dicen. Tal vez por esto cargu con la culpa de ser el

    causante de la tristeza de mi madre, quien fue envilecida por el rumor canalla que la sealabacomo madre soltera.

    Y puta.Tambin hubo quienes le llamaron perra.Y es cierto.Mi madre rene los tres adjetivos.Tiene uno ms que nadie quiere reconocerle: es una santa.

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    Realiza milagros.El primero de ellos fui yo.Bajo el conjuro de artes extraas pidi a la luna y los astros y a las entidades nocturnas

    que todo mi cuerpo resultara hermoso.Y as fue.

    Mis facciones son perfectas, simtricas, agradables. Mi piel es blanca, como el amanecer.La segunda demostracin de poder que ofreci mi madre fue la muerte de mi supuestopadre.

    A pleno da, rodeada por vecinas del barrio, seal con el ndice la casa de Gabriel Garcay grit habrs de morir hijo de la grandsima puta que te pari! La sangre se te pudrir ytodos sabrn que fue en castigo por lo que hiciste conmigo!

    As fue.Cuentan que a partir de ese da un sudor hediondo comenz a fluir del cuerpo de Gabriel

    Garca. Un humor acuoso llenaba el sitio que pisaba y desbordaba la calle y el barrio y nadiepoda acercrsele.

    Su recin y joven esposa, la seorita Maricela, pronto se fue de la casa alegando que eraimposible vivir con ese hombre cubierto de llagas que mojaban la ropa y provocaban asco yvmito.

    Gabriel Garca fue encontrado muerto das despus. El cuerpo hinchado, apestoso,totalmente intacto. Ni las ratas quisieron morderle.

    El barrio comprendi que mi madre haba cobrado venganza y Gabriel Garca muri encastigo por haberla despreciado y preferir casarse con la seorita Maricela.

    El cuarto milagro de mi madre fue morir.El quinto volverse invisible.El sexto resucitar.El sptimo, sanar a toda persona necesitada de ayuda espiritual en su local que tiene en

    este barrio construido sobre polvo y olvido.Ah vivimos.Aqu.sta Casa.

    III

    Por la maana mi madre lleg del centro de la ciudad. Me trajo un tarot.No entiendo a mi madre. Hace aos me regal una bicicleta que permanece arrumbada en

    un rincn de la casa sin que me anime a utilizarla.Las cartas que ahora me regala, se debe a la insistencia en que aprenda algo de su oficio.

    Desear que le ayude con el trabajo? No es algo que me apetezca hacer. De cualquier formapas el da jugando con las cartas y al final termin destrozndolas.

    Prefer salir al patio a jugar con mis caracolas. Tengo varias, grandes y pequeas, todasdespostilladas porque las utilizo para rascar en el jardn hasta encontrar lombrices que guardoen frascos de vidrio. Gracias a esto s que una lombriz encerrada en un frasco colocado al solno resiste demasiado tiempo con vida. Me gusta ver estas ligeras muertes en los frascos quesemejan pequeas vitrinas.

    Ocurre lo mismo que con un foco, cada que enciende se apresta a vivir con intensidad.

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    Brilla para destruir la sombra.Un foco no sabe que tras esta fugacidad se consume lentamente en una vitrina. As lo

    seala la etiqueta. Vida nominal 1,000 horas, consigna la marca Osram.Y entre mirar el foco y ver los pedazos de las cartas, me viene en recuerdo la historia de

    caro. l no saba que atrapado dentro del laberinto se encontraba seguro. El culpable de su

    destino fue su padre, Ddalo, por no darle unas buenas alas. Pegrselas con cera... Habrsevisto mayor descuido!Esta fue la razn principal por la que quem las cartas. No quiero que mi madre me pegue

    unas alas con cera y me arroje a volar fuera de este laberinto que significa la casa.Tengo razn para el miedo, para la tortura, para mi destino al que no encuentro acomodo

    en el mundo.No s qu es ms fuerte si el raciocinio o la locura. No tengo idea a dnde me llevan las

    costumbres y los adornos. Soy un excomulgado del curso normal de la gente que pasa a milado, soy un apndice, un insepulto cadver que busca el refugio en las letras para crear unaatalaya de sombra y llanto.

    Y es que... lloro demasiado. Puedo dedicar la noche entera al llanto. Puedo dormir y soarque lloro. Puedo llorar hasta agotarme y dormir y despertar para seguir llorando.

    Hace aos, cuando iba al colegio me llamaban "moco-suelto", "cobarde", "chilln","marica"... Mi madre al recibirme en la puerta lo primero que haca era limpiarme los mocosy ocultarme bajo un enorme sombrero que me pona para evitar que el sol quemara mi pielextremadamente blanca.

    Al llegar a casa me encerraba en mi cuarto con los ojos irritados, sin comprendercabalmente esa delicadez extrema de mis lagrimales ante la claridad del da.

    Por eso evito la luz.Por eso mi madre me consolaba con leche y galletas en el refugio de la cocina.Ella dice que me quiere.Yo tambin la quiero.Me aferro a ella como una fuga y un dolor. Como un estandarte de soledad y rozadura.

    IV

    Haba cado la tarde. Por fin poda salir a la calle sin miedo de lastimar mis ojos.Estaba jugando con mis caracolas cuando apareci mi madre, caminando silenciosa hasta

    el fondo del jardn. Se inclin bajo la higuera de sombra generosa que en verano ofrece susfrutos carnosos y oscuros, los cuales terminan pudrindose sin razn. Jams hemos comidoun higo y el rbol permanece ah, derramndose todo.

    Esa vez mi madre removi la tierra y sac una caja de madera.Me acerqu.Pareci sorprendida. No haba notado mi presencia.En la caja de madera, envueltos con plstico, logr mirar gran cantidad de billetes.Mi madre tom la caja de madera y se levant.Hoy mismo nos mudamos de este lugardijo y me tom de la mano. Me llev hasta la

    puerta de mi cuarto donde haba varias cajas de cartn. Me orden que en ellas guardaratodas mis pertenencias.

    Viajaremos muy lejos? Tal vez debiera vaciar las macetas de mi cuarto... pregunt

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    asombrado por la noticia tan repentina.No te preocupes, no es necesario. Ser muy cerca, justo al centro del barrio.No poda entender la razn de un cambio semejante. Obedec a mi madre guardando mi

    ropa y toda clase de objetos que tena en mi cuarto.Por la tarde lleg una camioneta color naranja. Seores vistiendo cinturones gruesos

    sobre su overol oscuro y sucio comenzaron a subir los muebles de la casa.Pinche loco, a ver si te haces a un ladodijo uno de ellos cuando cruc por la sala. Mimadre lo escuch.

    Habl con el chofer de la camioneta y ste, furioso, entr a la casa. Encontr al joven queme haba insultado y lo tom por los cabellos.

    Al hombre que me dijera tales palabras el chofer lo tir en el suelo. Le dio una patada enla boca. Luego se agach y le dijo al odo.

    Grandsimo pendejo, cmo se te ocurre insultar al hijo de la bruja, cabrn? No vesque nos puede llevar la chingada?

    Me bast leer los labios del chofer para conocer sus palabras.El hombre se levant lastimero, con la sangre escurriendo por sus labios y sali de la

    casa. Jams regres. Otros hombres terminaron de cargar los muebles.Sentado en la escalera los mir llevarse todo, excepto la bolsa de caracolas que

    conservaba a mi lado.Esa noche nos mudamos.

    V

    Ahora vivimos en el centro del barrio, cerca del paradero de camiones, enfrente delconsultorio del doctor Orlando.

    Mi madre sigue dando consultas espirituales.La nueva casa es grande. Lo nico que me duele es que no tiene patio de tierra y no puedo

    jugar con mis caracolas ni encontrar lombrices.A cambio mi madre me regal un telescopio para mirar las estrellas.Ten cuidado con el tripidijo mi madre al momento de entregrmelo. De lo

    contrario no podrs usarlo.Quise dejarlo junto a la bicicleta, o destrozarlo como hice con el tarot. Cambi de opinin

    y decid instalarlo.Desat los amarres de hilo nailon de la caja y cuando termin de armarlo lo asom por la

    ventana de mi cuarto para observar la calle.Es como si todo estuviera frente a mis ojos y pudiera tocar las cosas. No se puede. Siguen

    estando lejos.As veo a los camiones llegar al paradero y dar vuelta y sacar polvo. Aprovecho para

    anotar su entrada y salida en mi libreta. Desde que tengo el telescopio llevo un rcord casiperfecto de llegadas y salidas.

    Es de tarde, el sol oculto y la noche prxima, cuando salgo a caminar.Al pasar por el lugar de la "Primera Sangre" tomo una piedra y la coloco sobre el montn.

    Ha estado tanto tiempo ah, creciendo lento e imperceptible gracias a mi constancia que parala gente resulta indiferente.

    Veo a las personas salir de la iglesia y al doctor Orlando de pie frente a su consultorio.

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    Mira hacia esta casa donde mi madre contina ofreciendo consultas espirituales y sporque leo sus labiosque el doctor profiere insultos a mi madre.

    El doctor Orlando odia a mi madre, sobre todo cuando mira la larga fila de gente que adiario viene a consultarla.

    VI

    Soledad del territorio.Hoy tuve el deseo de romper mis caracolas. Debo hacerlo a escondidas de mi madre. Se

    enojara. Es difcil conseguir caracolas en la ciudad. Aunque si las rompo tendr pretextopara llorar toda la tarde y la noche y los das siguientes y mi madre se ver obligada allevarme nuevamente a la playa para conseguir ms caracolas.

    Me arrepent. Casi llorando sal a la calle y me dirig a la antigua casa. Iba protegido conmi gorra de beisbolista y los anteojos oscuros.

    Mi antigua casa est abandonada. Salt la barda trasera, llegu al patio y comenc aescarbar la tierra buscando lombrices para meterlas en un frasco de vidrio que encontrabandonado en el jardn. En ese momento entr Jacinto, un hombre viejo con la mirada rota ypregunt qu chingaos haca all.

    Le cont la historia de caro. No le gust. Me sac a empujones e insultos. Regres a casabuscando el consuelo de mi madre. Ella daba consulta espiritual y ni siquiera abri la puerta.

    Sub a mi cuarto. A solas, abrac mis caracolas y comenc a llorar.Quiero un patio de tierra. Extrao la casa anterior.Me desnudo y entro a la cama dispuesto a seguir llorando y a dormir.Antes de hacerlo, me acerco al telescopio y observo el barrio. Las calles se enojan porque

    las veo tal y como son: desnudas, eternas, nocturnas, voraces...

    VII

    El doctor Orlando fue a visitar a mi madre. Lo hizo furioso.Entr hasta el consultorio y la insult. Le llam bruja, le dijo puta. No le llam madre

    soltera, aunque s mencion que era una envenenadora porque ofrece remedios contra todomal.

    El doctor se equivoca. La medicina que mi madre entrega es simple agua. Lo s porque lahe visto llenar los frascos de etiquetas extraas, llenas de colores, que ella entrega segn ladolencia o el afligimiento de alma del paciente.

    VIII

    Ha comenzado el tiempo de lluvias.Como todos los aos, mi madre me desnud para limpiarme con hierbas, tambin dibuj

    extraos signos en mi vientre.

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    Cuando sal a pasear me sent diferente.Soy diferente.Todos saben que soy diferente.Ahora que vivimos en esta parte del barrio, la casa de la seorita Maricela resulta ms

    cerca. Ella es quien hace aos se cas con mi supuesto padre.

    Hoy, cuando pas por esa calle, cerca del paradero de camiones, uno de los choferes melanz piedras.En ese momento lleg el camin 34. Entrada y salida anotadas mentalmente.El chofer sigui lanzndome piedras.Me escabull evitando que las piedras me tocaran. Tom una de ellas y al pasar por el

    montn de la "Primera Sangre" la arroj. Cay justo en la cima.Segu caminando.La seorita Maricela estaba en el jardn de su casa. En su mano tena las pinzas con que

    cortaba los tallos secos de sus flores. Pens que me iba a agredir con ellas. No lo hizo.Camin hasta m y algo dijo sobre mis ojos. Me pidi que retirara los lentes para verlos

    mejor.Lo hice procurando que la luz no me lastimara.Son iguales a los de Gabrieldijo suspirando lentamente, como si recibiera una

    llamada desde un sepulcro cubierto por las lluvias de marzo.Significaba que de verdad el tal Gabriel era mi padre?La seorita Maricela me pas al interior y me dio un vaso de leche, me recost en la sala,

    me permiti subir los pies en el silln, prendi la televisin y pas la tarde contento viendo laPantera Rosa.

    Fue la primera ocasin que vi televisin en otra casa que no fuera la ma. Y la primera vezque miraba laPantera Rosa en blanco y negro.

    Le pregunt si me dejaba escarbar en su jardn.Para qu?Quiero buscar lombricesrespond.La seorita Maricela lo pens un momento y aunque pareca negarse termin aceptando.

    Lo malo es que ya nicamente tengo cuatro caracolas grandes, el resto estn inservibles,despostilladas.

    An as, lo hice.Al da siguiente, con mis caracolas en la bolsa, camin hasta la casa de la seorita

    Maricela.Estaba en el mismo lugar de la vez anterior, revisando las plantas de su jardn, la misma

    paoleta cubriendo su largo cabello negro, como una fotografa adherida a la pgina de unlbum. Su cabello es largo y negro y lo cubre con esa paoleta de grecas verdes y rojas y susojos son tibios y rudos como piedra.

    Permanec jugando con mis caracolas hasta que me llam preguntando si deseaba un vasode leche.

    Camin al interior y me sent en el mismo silln de la tarde anterior y me dio un vaso deleche caliente y con azcar. Luego se sent a mi lado y levant mi playera para observar mivientre.

    Entonces es cierto. Tu madre te tiene bien protegido dijo, sealando los signosextraos que mi madre me dibujara das antes.

    Estaba con la playera levantada y tena los pantalones hasta mis rodillas.Sent fro. Nunca haba estado as, frente a otra persona. Ni siquiera cuando ocurri lo de

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    la nia. Sent pena, como si un rostro desdentado estuviera frente a m sonriendo por mi pieltan blanca.

    La seorita Maricela volvi a fajarme la playera y me march sin ver la Pantera Rosa.Llegu a casa. Mi madre segua encerrada dando consultas. Haba otras personas en la sala. Aseas les indiqu que mi madre ya no las recibira esa tarde. Sus dones celestiales estaban

    fatigados y era mejor esperar al da siguiente. Las mujeres se rieron y algo dijeron por lo bajo.Al inclinar su cabeza no pude leer sus labios, entonces me levant la playera y les mostr lossignos que tengo en el vientre. Se pusieron de pie y se fueron.

    Cuando sali mi madre pregunt extraada dnde estaban las dems personas y leexpliqu cmo las haba obligado a marchar.

    Por qu hiciste eso? pregunt.Quera estar contigorespond y prend la televisin. El programa de laPantera Rosa

    haba terminado. Mam fue a la cocina a preparar la cena.Oye, qu son estas cosas que tengo dibujadas en la panza?Son amuletosrespondi al tiempo que regresaba a su cuarto. Antes de cerrar la

    puerta se volvi. No vuelvas a correr a la gente. Necesitamos que vengan para que yo lasconsulte.

    Y cobrar dinero por darles frascos con agua?S, exactodijo y cerr la puerta.Sub a mi cuarto.

    IX

    Por el telescopio veo a los nios jugar en el parque del barrio.S que hubo algn tiempo en que tuve esa misma edad. No recuerdo bien cundo fue, si el

    da de ayer o la semana pasada. Estoy seguro que fui nio porque existen fotos dondeaparezco con esa misma estatura. No recuerdo nada. Es como si hubiera nacido adulto, comos me hubieran cortado la vida. Un tijeretazo de aos.

    Mi madre siempre responde todas mis preguntas, pero no sabe explicar por qu yo norecuerdo haber sido nio.

    Dice que un da despert tras quedarme dormido. No explica cmo fue que dorm tantotiempo, cmo una persona puede dormir demasiados aos.

    Cuando pienso en esto me siento como la Bella Durmiente del cuento, hasta que llega unprncipe en su caballo blanco y dndome un beso me despierta. As se lo cuento a mi madre yle da por rer. Al mirar sus dientes blancos tan perfectos y hermosos me pongo a llorar y aun-que deseo detenerme no puedo hacerlo y mi madre entonces deja de rer y acude aconsolarme. Sabe que si no dejo de llorar en ese momento pasar as el resto de la noche.

    Me lleva a mi cuarto y parada en el dintel de la puerta mira el telescopio.Veo que ya lo instalaste.S. Quieres ver la calle?le digo con el corazn cabalgando en mi pecho, esperando

    con ansia el momento en que ella entre a mi habitacin.Astuta, percibe el ansia de mi voz y se niega a entrar.Por qu lo tienes dirigido hacia el consultorio del doctor Orlando?Para espiarlo. Ese hombre te odia.Mi madre vuelve a rer y al ver sus dientes blancos nuevamente me da por llorar. Hago un

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    esfuerzo y logro controlarme.T no sabes lo que es el odio dice y se marcha por el pasillo hacia su habitacin.Quise decirle que s saba lo que era el odio, que ste es como la grasa y el musgo, el lodo,

    la lontananza y la mirada del actor y las piedras que me arrojan los choferes cuando pasojunto a ellos y el odio es un pez tuerto y un aparato que no funciona y un rescoldo y una brasa

    y un gigante...

    X

    Sigo visitando a la seorita Maricela. Me da vasos de leche y me deja ver la televisin yme permite jugar en su jardn a buscar lombrices cuando escarbo con mis caracolas.

    Ayer me mostr unas fotos del tal Gabriel Garca. Ella tambin asegura que fue mi padre.Observa. Sus ojos y sus manos, son idnticas a las tuyas. Aqu est una foto de cuando

    tena tu edad.Y vi a un Gabriel Garca montado en bicicleta, con gorra de beisbolista haciendo gestos

    por el sol. Acaso tambin sufra por la claridad? Se parece a m, sobre todo a esa foto dondeestoy parado junto a mi madre en la playa misma de donde traje las caracolas.

    As que Gabriel Garca fue mi padre y mi madre lo conden a morir con un conjuro. Todoindica que la seorita Maricela adivin mi pensamiento porque dijo: tu madre es una bruja.

    S, ya lo s.Mi respuesta pareci sorprenderle y qued pensativa.Quise entonces contarle la historia de caro que cay al mar por no saber volar, o la de

    Teseo que mat al Minotauro, o la de Minos que por alejarse de su esposa permiti que Zeusconvertido en toro fornicara con ella.

    La seorita Maricela no permiti que le contara nada. Se puso a llorar y yo tambin yambos lloramos. Ahora la quiero porque sabe llorar tanto como yo.

    XI

    Eran tres hombres. Todos con portafolios en la mano. El que pareca ser el jefe lemostraba a mi madre unos papeles.

    Tenemos una orden de revisin por parte de la Secretara de Salud dijeron.Los hombres entraron al consultorio de mi madre y revisaron por todas partes. Yo me

    asust y prefer espiar desde las escaleras. Uno de los hombres fue hasta donde meencontraba y se hizo el torpe buscando el bao.

    As que t eres el pinche loquito. Yo te voy a ensear una cosita dijo y comenz atocar mis piernas.

    No poda hacer nada, me sent paralizado. Pens en aquella nia que aos atrs habaencontrado en un pasillo de la casa...

    El tipo sigui tocando y quiso bajar el cierre del pantaln. Fue intil, no saba que usopantalones sin cierre. Dice mi madre que son para que pueda orinar ms fcil y no la deballamar para que me ayude.

    Cabrn, s que ests muy chulo. Voy a darte algo que te gustarsigui diciendo y en

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    ese momento se oyeron voces y el tipo dej de tocarme y baj de prisa las escaleras a ver qupasaba.

    En la sala, mi madre insultaba a sus dos compaeros. Les dijo muertos de hambre,mantenidos, hijos de la chingada y otras cosas. Luego, sac de entre sus senos unos billetes yse los arroj.

    Tomen, hijos de la grandsima puta, si lo que quieren es dinero aqu tienen, atsquenseperros, dejen de chingar que yo me gano el pan honradamente. El hombre del traje se agacha recoger los billetes del piso y los tres hombres salieron.

    Mi madre cerr la puerta furiosa y yo sub a mi cuarto, a mi lugar tras el telescopio.Descubr al doctor Orlando parado en la puerta de su consultorio, observando atento lo quepasaba en casa.

    Estoy seguro que se sonri con los hombres. Con el telescopio mir sus rostros.Que pas, de a cunto nos toca? pregunt el sujeto que haba estado

    acaricindome.Los otros dos hombres estaban de espaldas, no pude leer sus labios. Se alejaron de la casa

    a bordo de una camioneta y vi al doctor Orlando en su auto salir tras ellos. Tom la partesuperior del telescopio y sub a la azotea. Maldicin! El sol no terminaba de ocultarse.Enceguecido por la luz, fui a buscar mis gafas oscuras. Cuando regres y logr dirigir eltelescopio ya el doctor Orlando regresaba a su casa, pareca molesto.

    En la sala, mi madre haba puesto msica y bailaba desnuda. Significaba que estaba triste.Y planeaba una venganza.

    XII

    En el agua, en la tierra y en todo lugar, las acciones son la mismas. Es el devaneo deltiempo quien procura enmendar nuestros errores. La concepcin del mundo se limita pornuestra perspectiva. Damos por finalizado aquello que ni siquiera exploramos a cabalidad,ignoramos lo que nos conviene, soslayamos la verdad, nos hacemos partcipes del rumor.

    Si alguien conoce la obraPlanetas, de Gustav Holst, conocida tambin como Opus 32, sepreguntar por qu slo aparecen siete fragmentos que representan a cada uno de losplanetas, cuando todos sabemos que los cuerpos que forman el sistema solar son nueve.

    Existen dos olvidos. El primero es la Tierra. Para Gustav Holst, su planeta madre nomereca la pena realizar una composicin. Simplemente ignor esta gran bola de agua y tierray aire y fuego.

    Tampoco aparece Plutn. Se debe a que en ese entonces ni siquiera figuraba, es decir, anno era descubierto. No existan telescopios como el que tengo en mi cuarto y me permitecontrolar el pulso del barrio, con el que puedo sondear la vejiga y el plasma que circula estascalles, las llegadas y salidas de los camiones.

    Anteriormente, cuando pasaba frente al consultorio del doctor Orlando me atraa elsmbolo de Hipcrates; la tiara medicinal, la serpiente enroscada en el bculo, parpadeandonoblemente bajo el anuncio nen de consultorio MDICO. PARTOS SIN DOLOR.ANLISIS.

    En ese entonces no tena telescopio. As descubr que si alguien deseaba hacer dao a mimadre era precisamente el doctor Orlando.

    Aquella maana mi madre todava desnuda, escribi un mensaje en una cartulina y me

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    pidi lo colocara en la puerta. Tuve que hacer un tremendo esfuerzo para trabajar de espaldasa la calle sin que la claridad lastimara mis ojos.

    Madame necesita reponer su energa espiritual para seguir otorgando su divino poder asu distinguida clientela a quien le ruega tener la paciencia necesaria hasta su inminenteregreso.

    Esa misma tarde lleg un hermoso auto. Un elegante chofer toc a la puerta y pregunt:Se encuentra madame...? Mi madre no le permiti terminar la frase. S, soy yo.A sus rdenes,Madame, soy su chofer. La agencia me ha enviado. Por favor,

    indqueme cules son las maletas.Oh, es casi nada respondi mi madre sealando un maletn color negro sobre la

    mesa.Sube, hijo.El chofer abri la puerta y ambos subimos al auto. Era extrao, mi madre ni siquiera

    haba advertido la posibilidad de viajar, jams me pidi que hiciera algn equipaje.S te lo dije, slo que no me escuchaste.Cuando el auto arranc, el doctor Orlando estaba a la puerta de su consultorio.Al tomar el auto la carretera tuve el primer acceso de vmito de los varios que tendra

    antes de llegar a esa playa ubicada en algn lugar perdido de la costa oaxaquea.Tal vez mi madre haba reservado por telfono porque, en el hotel, de inmediato nos

    entregaron tres habitaciones.En una se hosped el chofer; en otra mi madre.Mi habitacin tena un enorme ventanal por donde el mar se dejaba ver furioso y lleno de

    rencores.

    XIII

    An cuando en la playa se poda pasear desnudo, prefera vestir alguna de las gruesasplayeras que mi madre me comprara en el mercado del lugar. Ah mismo busqu unas gafastodava ms oscuras. Por fortuna en la playa no era extrao que pasara todo el da usndolas.

    Por su parte, el chofer pasaba el da en el bar del hotel, leyendo peridicos y tomandocerveza. Cuando mi madre iba a la playa, aprovechaba para pedirle que me llevara a dar unavuelta por el lugar. El chofer abandonaba los peridicos, dejaba la cerveza sobre la mesa,buscaba las llaves del auto y abra la portezuela para que yo subiera.

    Cada vez son mejor estos polarizadosdije pegando con mis nudillos en el cristal dela portezuela. No he sentido ninguna molestia, y vaya que el sol est fuerte.

    Me alegro que se encuentre a gusto, seor.Por qu no vino el otro chofer?pregunt.Est de vacaciones, pero me platic sobre estos viajes. Me alegro, as notengo que explicarle nada. Tiene algn inconveniente?

    En lo absoluto. Usted ordena. Bien, entonces ya sabe qu hacer. El chofer condujopor la carretera hasta encontrar un casero. Detuvo el auto y camin a una de las casas. Eraperfecta. Haba elegido bien. Seguramente el anterior chofer le haba detallado el asunto.Poco despus regres.Qu pasa?

    Tuve que ofrecerle un poco ms. La vieja no estaba muy convencida de... Acept?Oh, s, puede usted bajar.Camin hacia la casa y encontr una seora morena de baja estatura que me vea con los

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    ojos adormilados por el calor de la tarde. Sin saludarla me dirig a donde se escuchaba elfrentico cloquear de un gallinero. Entr al corral y tom la primera ave que tuve a mialcance. Un revoloteo de plumas inici la batalla. Tom a la gallina por el pescuezo y gir mibrazo en redondo varias veces hasta que sent el desprendimiento de la cabeza. La sangreescurri por mi mano y salpic mi playera de rayas azules. Tom otra gallina.

    Otra ms.Y otra.Fueron diecisiete en total.Todo un festn de plumas y sangre. A mis pies qued el montn de pescuezos arrancados

    a las aves y en el corral el desastre de cuerpos emplumados, algunos todava sacudindose enese exterior extrao del ave que se niega a morir a pesar de ya no tener cabeza.

    Cuando sal, los ojos de la mujer estaban cubiertos de lgrimas.Camin hasta el auto y sub.A dnde desea ir, joven?pregunt nuevamente el chofer.A todas partesrespond y el joven comenz a circular hasta que el rumor del motor

    me fue durmiendo. Horas despus el chofer me despert.Ya llegamoslo escuch decir y supe que era cierto porque senta la cabeza

    despejada. Estbamos en el mismo sitio donde iniciramos el trayecto.Alguna ocasin, al regresar de semejantes recorridos, mir a mi madre discutir con un

    hombre en el lobby del hotel. Al verme llegar con la cabeza despejada, la playera manchadacon sangre y los cabellos despeinados por el viaje en automvil, simularon no conocerse yesperaron a que subiera a mi habitacin.

    Por telfono ped una ensalada de frutas y un plato de queso surtido con jamn. Elespectculo de la sangre me abra el apetito.

    Poco despus tocaron a la puerta. Al abrir encontr un joven de mirada inquieta y cabellolargo recogido en una coleta. Su piel morena y bronceada, contrastaba fuertemente con elblanco de su uniforme de trabajo.

    Mi nombre es Fabin y estoy para servirle, seor. Si desea ordenar algo especial...Shhh, ahorra esas palabras. Slo deseo lo que ped por telfono.El joven pareci contrariado y se limit a poner la charola con la ensalada sobre la mesa.

    Al ver su cuerpo inclinado, su perfil me pareci conocido.Hey, t estabas esta maana en una lancha... S, seor. Por las maanas soy

    lanchero. Ser camarero es mi empleo de las tardes.Entiendo. Sabes si ya se retir el hombre que estaba con mi madre en el lobby?El muchacho carraspe y dijo que no se haba fijado en nadie. Cosas de la privacidad del

    husped.Ese hombre es mi padrele dije. Insiste en que regresemos con l aunque mi madre

    y yo no lo deseamos, por eso quiero saber si ya se fue para poder bajar con ella, porqueseguramente mi madre sigue en el lobby.Efectivamente, seor.Sabe cuntas copas hatomado?Lo desconozco, seor.Siete? Ms de diez? Algo as, seor.

    Le di un billete al joven quien lo desapareci con gracia en la bolsa de su chaleco.Estaba seguro que el hombre del lobby era uno de los tres que haban recibido dinero de

    mi madre, aquella tarde en la casa, luego de insultarlos.

    XIV

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    Durante la estancia en el hotel despertaba de madrugada.Apoyaba mi sien en la pared y escuchaba los sonidos que provenan del cuarto de mi

    madre. Jadeos intensos, insultos, ayes de dolor y agona.Pobre de mi madre, seguramente sufra.

    Das despus regresamos. Yo estrenaba maletas con ropa nueva y una bolsa con grancantidad de caracolas que, al paso de los das, el lanchero Fabin me fue llevando, sinnecesidad de buscarlas en la playa.

    Mi madre reciba todo sin necesidad de pagar. Durante el tiempo que estuvimoshospedados jams la vi preocuparse por los precios. Seguramente la mudanza al centro delbarrio haba aumentado la clientela.

    Cuando vaci la bolsa de caracolas en mi cama y pude contemplarlas lentamente unapor unafui el ser ms feliz del mundo.

    XV

    De regreso al barrio lo primero que hice fue visitar a la seorita Maricela para mostrarlepresuntuoso mi coleccin de caracolas.

    Oh, son tan hermosas que me dan ganas de conservarlas.Lo siento, son mas dije.Ya lo s, tonto. Me refiero a que me dan envidia.Envidia.Tal sentimiento ya lo conoca, era el mismo que anidaba en la mirada del doctor Orlando

    cuando, parado en su puerta, miraba el consultorio de mi madre, siempre repleto de clientes.Regres de mi pensamiento. La seorita Maricela estaba llorando.Perdnamedijo.Perdonarla? Por haberme roto la cabeza un veintitrs de marzo a las once de la

    maana.Oh, entonces lo sabes...S.Oh, Dios, no s cmo pude hacerlo, perdname, juro que estoy arrepentida.Ella siempre comenzaba sus frases con un "oh" y deca las palabras como si un tornillo

    las aprisionara sin dejarlas escapar en toda su intensidad.Est bien, la perdono. Ahora quiero un vaso de leche.Oh, s, lo que quieras dijo caminando a la cocina. Odiaba verla llorar y quise hacer

    algo para alegrarla. A ella le gustaban los dibujos en mi vientre.Oh, qu has hecho?exclam, cuando regreso con el vaso de leche. Yo estaba

    desnudo.Quera mostrarle mis amuletos, usted dice que le gustan.Nunca me haba mirado as. Sus ojos parecieron emerger de un lejano pas de niebla. Me

    mir desde una montaa repleta de ira cayendo a pedazos.Dej el vaso de leche en la mesa de centro y se acerc.Hace rato, usted dijo "lo que quieras".S, eso dije.De verdad puedo pedirle lo que quiera?

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    Seguro.Puedo ver laPantera Rosa?Oh, s... por supuesto. Lo que t quieras.La seorita Maricela haba comprado una televisin nueva, a colores. Tom el control

    remoto del aparato y lo encend. Seleccion el canal cmo deba y pude ver el captulo donde

    laPantera Rosa no deja al Seor Huevo construir su casa de color azul, pues insiste en questa sea de color rosa; luego sigui el captulo donde laPantera Rosapor equivocacin semete a una lavadora y al salir es una pelusa flotante de cabellos rosas.

    As me senta yo. Extrao. Flotando.Entonces not que la seorita Maricela aprisionaba mi miembro y lo succionaba. Tem

    que me mordiera.Oh, espera, no tengas miedo. Es que eres tan hermosodijo, y yo segu viendo la

    Pantera Rosa flotar por la pantalla.Oh, Dios, eres tan hermosovolvi a decir la seorita Maricela y le cre porque era la

    cuarta o quinta vez que lo repeta.

    XVI

    El barrio se ha tornado diferente. En todas partes los vecinos se renen y discuten.Algunos sealan sus casas y se entristecen. Por el movimiento de sus labios s de lo quehablan: el gobierno construir un perifrico y ste pasar a mitad del barrio. Uno de los mspreocupados es el doctor Orlando. Ha reunido firmas de los vecinos y habla y discute ypropone realizar una protesta.

    Resulta que con la nueva vialidad, a todos los que viven en la calle principal lesdestruirn un pedazo de casa para ampliar la calle. Por fortuna no pasar por donde nosotrosvivimos, de cualquier forma mi madre no ha dicho nada.

    He pasado la tarde viendo gente por el telescopio y estoy cansado. Apago las luces delcuarto y me desnudo y al ver mi rgano de hombre lo tomo de la misma forma como lo hacela seorita Maricela. No siento lo mismo y me provoco unas tremendas ganas de orinar.Luego advierto que mi verdadero deseo es ir con ella para que lo vuelva a hacer, pero si salgode casa mi madre dir que es tarde y adems est lloviendo. Y es verdad. Llueve como hacetiempo no ocurra. A mi nariz llega el tenue aroma de tierra mojada y me repugna, quisieraoler un buen bote de desperdicios, alguna fruta maloliente, un resto de carne, cualquier sobrade comida donde encontrar un aroma extrao.

    Me levanto dispuesto a salir y caminar hasta encontrar una bolsa de basura que llevar a micuarto. Me detengo.

    Todo el barrio est cubierto por la lluvia. Desde mi ventana miro la neblina y el aguacorriendo, llevando lodo a todas partes.

    Mis caracolas estn en la misma bolsa que recibiera del mesero en la playa. No quieroponerlas en otro sitio.

    Al tomar la bolsa encuentro una caja an cerrada desde la mudanza. La abro y descubroviejos frascos de lombrices conservados desde mi antigua casa. Los contemplo en lapenumbra y son restos de una masa aguada y mohosa. Ansioso, abro la tapa y coloco mirostro directo a la boca del frasco para recibir entero el olor putrefacto.

    De pronto, al voltear, a travs de la ventana descubro la silueta del doctor Orlando

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    observando nuestra casa. No sabe que con mi telescopio leo, adivino su cara llena de odio ycodicia.

    XVII

    En esta ciudad.En aquella otra.En esa misma.Antes, mucho despus.Tal vez siempre.Realmente no importa el escenario. Cualquiera puede quedar atrapado en la edad, en el

    estandarte o el misterio. Uno debe salir, actuar, verse en el espejo de la noche para buscar elpedazo de rostro que falta y completar el rompecabezas de la miseria propia.

    Como un navegante huyendo a solas, ciegas y locas por las islas desiertas, como un locomaniatado en busca de un calendario.

    No me des esa coartada, no me apliques el cien, no me entregues al olvido. Agurdame.Estoy solo en la calle. Sin importarme la lluvia o que mi madre me descubra, he salido.

    Tema caminar por la calle, andar el camino principal del barrio y encontrar a alguien que depronto deseara matar. Si lo encontraba lo hara, estaba seguro, lo matara, desaparecera elcuerpo... como aquella nia.

    Ahora s que existe un momento en que todo cambia. Algunos lo entienden cuando seamarran el zapato derecho tras haber comenzado semejante tarea toda su vida por el ladoizquierdo... Existe un aprendizaje, una manera de hacer las cosas, de tal manera que no existeforma de romper el caos sin pagar las consecuencias.

    El orden siempre debe terminar por donde mismo. Slo as podemos regresar al laberinto.

    XVIII

    Ha sido un sueo extrao.Despert llorando y no he dejado de hacerlo y ya es medioda.Las excavadoras comienzan a llegar al barrio y me siento feliz. Todas llegan con su

    potente rugido y sus llantas anchas y gruesas y feas.Se mueven de forma terrible y pesada. Lo primero que hicieron fue derribar algunos

    rboles del parque. La cuadrilla de hombres ha retirado los puestos de tacos y comienzan aescarbar zanjas por donde meten tubos de drenaje y agua y telfono.

    Los trabajadores han marcado con pintura la ruta por donde irn derribando casas y stapasa por todas las paredes del otro lado de la calle. Quiz por esto se debe el enojo del doctorOrlando. La raya que marca el lindero pasa justo a mitad de su consultorio. Significa que stedesaparecer bajo la fuerza de las mquinas que no descansan su bufido metlico.

    En la sala, una mujer aguarda con sus manos puestas en un rosario. Se muestra triste.Entro y me siento en un silln esperando que mi madre la atienda para poder ver la televisin.

    Alguna vez mi madre me platic que cuando era nio arroj el televisor de mi cuarto porla ventana hacia el jardn y por ese motivo ya no tengo televisor en mi cuarto. Por eso debo

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    ver laPantera Rosa en la sala.Rato despus mi madre abre la puerta de su consultorio y un hombre sale con el rostro

    feliz llevando una botella creyendo que contiene agua milagrosa, bendita, especial y sagrada.Mi madre llama a una de las seoras que esperan en la salita y ambas entran al

    consultorio. Cuando escucho cerrarse la puerta enciendo la televisin.

    Me gustara mucho ir a casa de la seorita Maricela y tomar un vaso de leche y ver laPantera Rosa en su televisin nueva y que ella acaricie mi rgano de hombre. A cambiopodra pedirle que me regalara su viejo televisor blanco y negro.

    La lluvia no lo permite.De pronto tocan la puerta y cuando abro me encuentro al doctor Orlando escurriendo

    agua por los cabellos.Est tu mam?S, pero se encuentra ocupada con una de sus clientes contesto.El doctor entra y se sienta en el silln sin importarle mojar la tela del mueble con su ropa

    hmeda. Mira la televisin y aunque laPantera Rosa hace de las suyas y siempre salesonriente y victoriosa el doctor no sonre.Cuntos aos tienes?pregunta.Ningunos,ya nac grandeatino a responder.S, es lo que dicen. Calculo que tienes veinticinco. Alor aquello me pongo a pensar cuntos aos pueden ser veinticinco. Supongo que son muchosporque los dedos de mi mano no alcanzan para contarlos.

    Ven aqu enfrenteme pide y obedezco. Ponte de pie, derecho. Lo hago.Ahora sostn tu cuerpo sobre tu pie izquierdo. Tras precisar cul es mi pie izquierdo

    levanto el otro pie que, por deduccin lgica, supongo es el diestro y cuando ya me estoyequilibrando me dice ahora prate sobre el pie derecho.

    Imposible. No puedo hacerlo.Es curiosodice el doctor Orlando. Hubiera jurado que tu lesin estaba en el

    hemisferio derecho. Al or aquello no resisto ms.Es usted un pendejo, si me par en el pie derecho es porque no me sirve el hemisferio

    derecho del cerebro.Aparentementedice. Los hemisferios no corresponden como indica la lgica. Si

    puedes equilibrarte sobre el lado derecho, entonces tu lesin est en el lado izquierdo.La explicacin me deja sorprendido. No lo comprendo y cuando quiero comentarle algo

    se abre la puerta del consultorio y sale la seora que recin entr con mi madre y,avergonzada, saluda al doctor Orlando.

    Ha tomado las pastillas que le recet, doa Ramona?S, doctor.Y no le hacen mejora?No, doctor.Y por qu no va a mi consultorio en lugar de venir aqu? le pregunta.La seora no responde y prefiere escabullirse. Se va con la lluvia que sigue cayendo en

    todo el barrio.Me busca a m? pregunta mi madre desde la puerta de su consultorio.El doctor Orlando no responde y entra. Aprovecho para subir el volumen del televisor

    pues s que el doctor no va a consulta y mientras observo la pantalla escucho la lluvia ypienso en los aos que dice el doctor probablemente tengo.

    Veinticinco. Son muchos. Por lo tanto ya soy un anciano. Un vejestorio.Aquello me produce tristeza y comienzo a llorar.Lloro tanto que prefiero irme a mi cuarto mientras escucho algunos quejidos de dolor que

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    salen del consultorio de mi madre.Sufre tanto como esas noches en el hotel. Su jadeo se oye hasta mi cuarto y me cubro la

    cabeza con las cobijas para no escucharlo. Es imposible. Mi madre grita. Pobrecita.

    XIX

    Ayer encontr bajo la cama los trozos del tarot que mi madre me compr y terminrompiendo.

    Es curioso. Hubiera jurado que las haba tirado a la basura. Sin embargo ah estaban lascartas, destrozadas, arrugadas, escondidas. Los restos de una computadora cartomancianapara adivinar el futuro, segn mi madre. Trozos de destinos, cabalas arrugadas, semillas deavistamiento en el tiempo, pedazos de porvenir.

    Cmo no pude verlas antes! Son idnticas a las que mi madre utiliza en su consultorio.El Loco, El Ahorcado, La Rueda de la Fortuna, El Sol, El Rey y otras que no logro precisarporque ya slo quedan pedazos que he estado intentando pegar con cinta adhesiva.

    La carta que ms me gusta es El Ahorcado. Representa a un hombre colgado de los piespor una soga; si se invierte entonces es un hombre suspendido sobre el vaco, como un actocircense, un hombre parado sobre una cuerda enhiesta. Los dos polos, el castigo y la lucidez.Es como la rueda de la fortuna que narra Karl Off, en Carmina Burana.

    Cuando termino de unir las cartas las coloco extendidas en el piso de la habitacin. Lascombinaciones resultan extraas. Mi madre acaso se molestara al ver aquello. Qu puedesignificar la muerte con un injerto de pozo? O la rabia con pies de rey o la cabeza de alguien,que no identifico, con un pedazo de madera a su lado.

    As funciona la magia? Por azar? Designios marcados por trozos de forma involuntaria.Una buena intrprete como mi madre podra precisar el significado de una vida en estascartas tiradas sobre el piso.

    Cuando salgo a la calle ya es tarde y lo primero que hago es tomar una piedra y arrojarlaal pasar por el montn de la "Primera Sangre". Haba decidido un cambio, en vez de miscaracolas prefer llevar mi tarro de lombrices a casa de la seorita Maricela.

    En la bolsa de la chamarra, protegidas entre mi libreta, donde anoto las entradas y salidasde los camiones, llevo las cartas del tarot remendadas con cinta plstica.

    La seorita Maricela me acaricia y sumerge en una boluta de ensueo jams conocida ypara pagarle ese favor he querido leerle la fortuna como lo hace mi madre. Cuando pongo lascartas en el piso se asusta, comienza a temblar ante las cartas como si se tratara de algo ma-ligno y ya no cree en mi sinceridad cuando le digo que no leer nada prohibido de su vida.

    Me pide recoger las cartas y le obedezco.Hace das que ya no me deja estar en la sala y ver la televisin. Apenas llego vamos a su

    recmara y de inmediato me desnuda. Sentado en la cama se coloca frente a m, arrodillada,contempla los dibujos de mi vientre. Pasa su dedo por cada lnea como si los dibujara porprimera vez y me pregunta por el significado de cada uno. Le digo que si de verdad lo quieresaber se lo pregunte a mi madre pues ella fue quien los dibuj.

    Entonces es cierto.Es cierto qu?pregunto.Que tu madre te protegi cuando estabas muerto, que por eso no terminaste de bajar a

    los infiernos y regresaste a este mundo.

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    Seorita Maricela, usted est loca. Jams he estado muerto le respondo.Y entonces me dice que en el barrio siempre se ha contado de una mujer que tuvo a su

    hijo muerto y que ste permaneci as mientras fuera de sus ojos pasaba el tiempo y el polvoy los caminos y el ardor y la desmesura tirado en la cama sin ms respirar que un quejidosordo saliendo por la boca; que la madre, cansada de no obtener respuesta, decidi vender su

    alma al Diablo y ste le dio a cambio los amuletos necesarios para proteger el cuerpo de suhijo y as lo regres al mundo de los vivos y tales son los dibujos en mi cuerpo y cuando loshubo terminado de hacer con tinta y agujalentamente fui despertando.

    La seorita Maricela seal mi vientre y lo nico que vi fue un sol cortado por la mitadalrededor de mi ombligo. La aurora y el amanecer en mis tetillas, la serpiente rodeando micintura y otros tantos signos que no logro comprender.

    Usted sabe qu significan?No. No lo sresponde. Si lo supiera no te amara.No entend qu deseaba decir con esto la seorita Maricela. La nica que saba el

    significado de los amuletos era mi madre y jams lo dira, adems, siempre estaba demasiadoocupada como para explicarlo.

    Esa ocasin la seorita Maricela no se conform con acariciar mi cuerpo, tambin pas sulengua por toda mi piel hacindome feliz.

    Le repito que deseo pagarle ese sentimiento de ternura leyendo su destino. Desde milugar, acostado en la cama, logro ver algunas cartas y le digo que hay un caballo en sus das yella re y le digo que semejante bestia pertenece a Marte, dios de la guerra, y se vuelve a rery molesto por su risa me levanto, me visto apresuradamente y salgo a la calle.

    Al pasar por el montn de piedras de la "Primera Sangre" quiero colocar una ms. Mearrepiento. Jur colocar slo una por da as que me voy a casa y me acuesto con lgrimas enlos ojos y cuando despierto an contina el llanto interminable y me pongo de pie y veo eltelescopio y al enfocar la parada de camiones para anotar entradas y salidas en mi agenda,veo a un grupo de seoras que platican y sealan la casa de la seorita Maricela. Giro eltelescopio y descubro que la casa de la mujer que me desnuda y me besa ha sido derrumbada.

    Recuerdo la tarde anterior, las cartas, el caballo de Marte. Comprendo el significado. Erauna mquina furiosa que destruira su refugio. La mquina ha derribado las paredes de sucasa. Ella no permiti seguir leyendo y me siento mal de no haberle podido advertir.

    Regreso a la cama y termino de llorar y bajo a desayunar y caliento mi comida y pienso enla nia que hace tiempo encontrara en el pasillo y un profundo sentimiento de tristeza mellena los pulmones.

    Yo no quera hacerlo.

    XX

    La seorita Maricela se mud del barrio. Su casa ya no existe.Las mquinas continuaron destruyendo parte de las casas que estn a orilla de calle. Y as

    como en algunas apenas se derrumb una pared, en otras la destruccin fue total. Una deestas fue de la seorita Maricela.

    La brutal tarea iniciada por la maana termin en cuestin de minutos. Siento tristeza. Eljardn es ahora una pila de escombros donde la mquina pas derribando los restos deladrillos que quedaban en pie.

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    Alguien comenta que apenas le dieron tiempo de sacar sus cosas. En la calle lateral estnsus muebles, el silln donde me sentaba a ver televisin, el horno de microondas dondecalentaba el vaso de leche que me ofreca, la cama donde el da anterior me haba desnudadoy besado.

    Regreso furioso a casa. Al pasar por el lugar de la "Primera Sangre" dejo caer una piedra.

    El enojo permanece y sin importarme romper mi promesa arrojo otra piedra.Refugiado en mi cuarto paso el resto de la maana viendo a travs del telescopio elavance fatal de las mquinas.

    En ese momento, el doctor Orlando sale de su consultorio, cruza la calle y avanzadecidido hacia la casa. Me apresuro a salir de mi cuarto y me detengo en el rellano de laescalera justo cuando entra al consultorio de mi madre. Intilmente trato de escuchar, nodistingo nada, palabras sueltas, retazos, si tan slo pudiera ver sus labios podra leer y saberlo que platican.

    De pronto salen del consultorio, escondo el cuerpo en el rellano de la escalera y escucho.Te dije que era buena inversin.Acepto que estaba equivocada. Siempre se dijo que todo el barrio iba a desaparecer

    se oy la voz de mi madre.Bah!, no haba pierde, yo conoca los planos de la constructora, saba que esta casa no

    sera derribada. Cmo estuvo lo del hotel?Biendice mi madre.Hay otro hotel no muy lejos de ah.Al mismo precio?No, de ms categora. Est acreditado con turismo europeo, un refugio de alemanes.

    Vale la pena. Deberas viajar la semana entrante.De acuerdo, pero que no vaya Lucino, la vez anterior estuvo insoportable y mi hijo me

    vio platicar con l.Est bien, hablar con ellos.Si tanto desconfan que me enven el dinero contigo.Tranquila, todo saldr bien.Escucho salir al doctor Orlando y espero a que mi madre regrese a su consultorio para

    regresar a mi cuarto.Al entrar encuentro las cartas de tarot tiradas en el piso. La mayora estn boca abajo y

    apenas distingo los pies de la Muerte y un trozo de una serpiente que pertenece a no s qucarta.

    Pienso en lo que escuch conversar a mi madre y al doctor Orlando. No s qu tipo denegocio realizan. Visita al hotel. Ser posible tanta felicidad, ir de nuevo a la playa?

    Esa misma tarde, el doctor Orlando coloca frente a su puerta una manta que dice:Gobierno destructor no derribes mi casa.

    De nada sirve.Horas despus, comienzan a derribar su consultorio y el doctor pasa el tiempo sacando

    sus muebles y llevndolos al patio trasero, lejos de la accin del trascavo.Por la noche el consultorio de mi madre est repleto de gente. Todos tienen caras tristes.

    Las mquinas derribaron sus casas. Mi madre les consuela y les entrega frascos con agua quese llevan bajo el brazo como si fueran un tesoro valioso.

    XXI

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    Una astilla de la memoria. Un esfuerzo del instinto. Una herida en la mirada que provocael recuerdo, as es mi vida. He pasado la tarde desde mi cuarto viendo los camiones llegar ysalir y las mquinas destruir las casas del barrio.

    Una mquina con una gran pala al frente pasa rasando la tierra y tras de ella viene unaaplanadora que deja el camino parejo que seguramente habrn de pavimentar.Hay un motel a las afueras del barrio, en la carretera que va hacia Tehuacn. Ah me llev

    la seorita Maricela para acariciarme.Estaba de pie en la barranca, a orilla del barrio viendo el agua negra que escurre de los

    tubos de drenaje, cuando lleg en su auto. Me dijo que subiera y lo hice. Me sent tristeporque deseaba tener conmigo las caracolas.

    Cuando estuvimos a solas en el cuarto del motel, luego de besarme y acariciarme, medej entrar en ella.

    Despus de agitarme en su interior, me sent morir, como si un torrente de oscuridadbrotara de mi piel. Tuve miedo.

    Cuando regres, mi madre me rega. No saba dnde estaba. Tuve que decirle que habaestado con la seorita Maricela en el motel y le cont lo que haba ocurrido y me golpe lacara y me encerr en mi cuarto y dijo que estaba sucio y no poda salir.

    Y no salgo.Y aqu estoy.Estoy triste y llorando. Mi madre toca a la puerta. Al abrir me dice que lo sucedido en el

    motel fue algo malo. Me ordena que salga del cuarto. No se atreve a entrar. Bajamos a suconsultorio y tras desnudarme dibuja un signo ms en mi vientre, justo abajo de la serpiente,donde comienza el bello oscuro que rodea mi rgano de hombre.

    Me ordena regresar a mi cuarto.Tomo las cartas que an conservo y las tiro en el piso y en ellas veo unas manos de mujer

    y un cuchillo y s que algo malo habr de suceder y no s qu hacer mientras por la ventanaveo al doctor Orlando frente a las ruinas de lo que fue su consultorio.

    XXII

    A la tarde siguiente la seorita Maricela vuelve a pasar por m en el mismo sitio. Subo asu auto.

    Mi madre no se da cuenta porque est en su consultorio ocupada con toda esa gente que lavisita.

    Voy al motel con la seorita Maricela y vuelve a desnudarme. Me acaricia. Al ver elnuevo signo que mi madre ha trazado se detiene.

    Maldita sea, qu te pasa ahora?No comprendo a qu se refiere, nicamente s que mi rgano de hombre no levanta y la

    veo llorar desconsolada y yo tambin lloro y salimos del motel y subimos al carro y me dejaen la esquina de la que fuera mi antigua casa.

    Parado, en medio de la calle, veo la silueta del anciano que cuida la construccinabandonada. Se llama Jacinto. Toda su vida trabaj picando piedra en la cantera de laautopista vieja. A pesar de su caminar encorvado, sus brazos permanecen fuertes, adivino sus

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    manos callosas, su piel dura como escama.El anciano mira mi sombra. Estoy seguro que no sabe quin soy, est a punto de quedar

    ciego. Ese fue uno de los motivos para que lo corrieran de la cantera. Cuando las explosionesera necesario sacarlo antes, pues al momento de alerta no atinaba a correr y ponerse a salvopor temor a tropezarse.

    Es casi media noche cuando llego a casa.Mi madre vuelve a preguntarme dnde estaba y le digo que nunca sal, que pas todo eltiempo en mi cuarto. Ella duda un momento. No puede comprobar mi mentira, jams entra ami habitacin, de cualquier forma me abofetea y aunque tengo el deseo de contarle la verdadprefiero decir otra mentira y entonces le cuento que estuve jugando en la calle con miscaracolas.

    Afuera se escuchan tremendos ruidos de mquinas. El barrio est siendo destruido y algohabr de ocurrir. No s qu ser exactamente.

    XXIII

    Tras el derrumbe del consultorio del doctor Orlando mi madre ha tenido ms pacientesque nunca. Est feliz, habla de que compraremos otra casa cerca de la playa donde fuimos laltima vez. Mueve sus manos como un atropello de dilemas, como un dispensario de signos,con esa manera suave de pasar la mano por la piel para dar consuelo.

    Procura portarte biendice y promete que tal vez pasaremos todo el verano en laplaya y seremos felices y habr otras cosas buenas porque as lo sealan las cartas.

    La noticia me alegra. La nica molestia es que el consultorio siempre est lleno de gentey no puedo ver televisin. Si tan slo mi madre aceptara comprar otra para tenerla en micuarto. Es imposible. Tiene miedo que la vuelva a arrojar por la ventana.

    El ruido de los motores no permite dormir. Los obreros han comenzado a trabajar turnosde noche para pavimentar la avenida. El barrio huele a humo plstico.

    El aroma es hermoso, atrae.Huyo por la puerta trasera para no delatarme. Apenas salgo tomo una piedra y al pasar

    por el lugar de la "Primera Sangre" la dejo perfectamente sobre la cspide.Quisiera ir al paradero de camiones, pero las grandes zanjas abiertas a la orilla de la

    avenida me producen miedo y desvo mi camino hacia la barranca.La luna es grande y permite ver el deslizar de las aguas negras hacia un objetivo perdido,

    lejano y misterioso kilmetros adelante.Descubro el auto de la seorita Maricela estacionado. Me siento feliz de poder platicar

    con ella.Al ver que hay alguien en el interior me detengo. Es la seorita Maricela, la reconozco

    por su forma de agitar la cabeza cuando platica de cosas que le apasionan. La otra persona esun hombre.

    El olor de las caeras de drenaje desembocando en la barranca se vuelve insoportable,exquisito, como si el barrio abriera una tremenda exclusa y justo a esa hora saliera toda lamierda.

    Ah! Respiro profundo.El acompaante de la seorita Maricela sale del auto azotando la portezuela y escupe con

    fuerza como hacen los varones. Se aleja hacia el paradero de los camiones. No le tiene miedo

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    a las zanjas ni a los tubos de drenaje colocados a la orilla como feroces bocas de concreto.El auto de la seorita Maricela maniobra y a punto de tomar el camino que rodea al barrio

    me encuentra con sus faros. Las luces me deslumbran. La seorita Maricela apaga las luces yempareja el auto a mi lado.

    Pens que hoy no vendrasdice.

    Iba a responderle que no tena planeado acudir, no habamos acordado que as fuera. Nologro decir nada cuando abre la puerta del auto y me ordena que suba.Lo hago sin pensarlo y nuevamente vamos al motel donde me acaricia.En el cuarto hay televisin y aunque ya no es posible ver la Pantera Rosa encuentro un

    canal de caricaturas. Y soy ms feliz cuando la seorita Maricela me acaricia y se sube sobremi cuerpo y se agita sudorosa mientras sostengo el control de la televisin en la mano y meobliga a moverme, luego desiste cuando advierte que prefiero ver la pantalla.

    No soy inocente, s que mi madre volver a golpearme cuando se entere. En esemomento nada importa, me gusta cmo la seorita Maricela pasa sus manos sobre mi piel ysiento la presencia de alguien agonizando, el silencio desbocado de un lamento, la distanciaentre el destino y la miseria.

    Rato despus me lleva de regreso al barrio, me cuenta que est viviendo con sus padres alotro lado de la ciudad y al despedirnos me besa y en ese momento la puerta del auto se abre yuno de los choferes que maneja el camin 87, quien a veces me insulta y arroja piedras, entrapor la fuerza al auto, insulta a la seorita Maricela y me da un golpe que me hace llorar yentonces manosea a la seorita Maricela buscando levantar sus faldas y la golpea.

    La seorita Maricela comienza a llorar y el hombre me arroja fuera y toma el volante yarranca el auto y se van por el camino lleno de hoyos que rodea al barrio.

    Cuando llego a casa, encuentro la sala repleta de gente. Me sorprende ver tal cantidadsiendo casi media noche. Todos esperan una consulta de la gran santa que es mi madre.

    Voy directo a mi cuarto donde tomo el telescopio buscando el consultorio del doctorOrlando. Slo encuentro los montones de ladrillos y varillas torcidas tras su destruccin.

    A lo lejos, por la autopista vieja, cerca del motel, la claridad de la luna me permitedescubrir el auto de la seorita Maricela.

    Observo.No hay nadie en su interior.

    XXIV

    Al da siguiente unos hombres tocan a la puerta y mi madre abre y ellos dicen que sonpolicas. Mi madre se asusta y dice que no puede ser, que debe existir una equivocacin.Dicen que traen una orden de aprehensin en mi contra y mi madre se enfurece y golpea a loshombres que hacindola a un lado van por m que estoy en la cocina tratando de alcanzar lacaja de galletas y me toman por los brazos y me llevan hasta subirme a un auto con luces en eltecho. Es una patrulla. Me llevan ante el Ministerio Pblico y aunque mi madre lloradesconsolada a m no me importa pues hasta ese momento me siento bien.

    Me paran frente a un seor que fuma y mientras escribe a mquina pregunta cosas. En esemomento mi madre interviene y dice que no debo contestar hasta no llegar nuestro abogado yque adems no estoy en ejercicio de mis facultades y yo respondo que s puedo responder ylos policas se ven entre s y me preguntan por la seorita Maricela y cundo fue la ltima vez

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    que la vi y estoy dispuesto a contarles todo lo que sucedi en el auto cuando aquel hombreentr y la forma en que rompi sus faldas hasta el momento en que se fue con ella... En esemomento mi madre mete la mano entre su vestido, hasta sus senos, saca un fajo de billetes ydice quiero a mi hijo libre ahora mismo y los hombres contemplan el dinero.

    El hombre que fuma deja de escribir para tomar el fajo de billetes y salgo con mi madre

    de aquel lugar y nos vamos a casa y al llegar mi madre me golpea en la cara con su mano ydice qu buena la hiciste, cabrn!, y me siento a llorar en la sala y mi madre va por uncaf.

    Alguien toca a la puerta.Mi madre responde que no tiene tiempo, que ya no dar consultas esa noche y entonces se

    escucha la voz aquejada de un hombre. Es una voz delgada, enfebrecida.Soy el doctor Orlando, abra por favor, la necesito.Mi madre deja la taza de caf y va a la puerta.Efectivamente, es el doctor Orlando con la cara compungida, como si un cordero perdiera

    de vista el prado verde, o algo as. Mi madre lo lleva a su consultorio y se encierran y yo mevoy a dormir. Antes de quedar cubierto por el sueo, escucho los jadeos y los gritos de mimadre que sufre.

    Pobrecita.

    XXV

    Cuando baj por mi desayuno encontr el peridico en la sala. Mi madre lo compranicamente los viernes para conocer las ofertas del supermercado y luego lo arroja bajo elcubo de la escalera hasta formar un montn que desaparece misteriosamente. Tal vez algunade las chicas que hacen el aseo de la casa se lo llevan.

    Aquella maana haba peridico, estaba sobre la mesa, colocado a propsito para que yolo encontrara.

    Alguien haba preparado huevos revueltos con salchichas. Los met en el microondas arecalentarlos.

    Tom el plato y antes de subir a mi cuarto cog el peridico. En las pginas de asuntospoliciacos vena el caso de una joven mujer que haba sido violada por un chofer de la RutaAzteca, segn sus declaraciones.

    Me puse a llorar.Violacin significaba algo parecido a quebrar, forzar, entrar por la fuerza. Si la seorita

    Maricela haba sido "violada" era algo grave.La nota deca que la polica buscaba al culpable aunque no tena ninguna pista segura.

    Imbciles! Yo se los pude haber dicho; se trataba del chofer que maneja el autobs 87 cuyacorrida primera inicia a las 6:10 de la maana segn tengo anotado en mis registros. Recor-daba su cara. Es de los hombres que me arrojan piedras cuando paso cerca del paradero deautobuses.

    As se lo dije a mi madre y me prohibi mencionar una palabra sobre la seorita Maricela.Iba a reprocharle y nuevamente me call diciendo que fuera a abrir la puerta y dejara entrar alos clientes que desde temprana hora hacan fila para recibir consulta de mi madre. Creanque llegando a primera hora mi madre gozaba de poderes ms frescos y fuertes.

    Al abrir la puerta mir al otro lado de la calle. El doctor Orlando hablaba con un par de

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    hombres que trabajaban como albailes en el barrio. Les indicaba algunas cosas sobre suconsultorio destruido.

    En ese momento el doctor Orlando volte y sonri. Pens que lo haca conmigo. Era conmi madre quien estaba a mi espalda despidiendo a uno de sus pacientes.

    Nunca supe en qu momento el doctor Orlando haba salido de mi casa la noche anterior,

    tal vez haba dormido con mi madre como algunos otros hombres lo hacan tiempo atrs y poreso en el barrio le llamaban puta.Regres a la cocina. Ah estaba el plato de huevo con salchicha totalmente fro. Tuve

    ganas de ir a rascar la tierra para buscar lombrices y un sentimiento de tristeza me recordque desde el cambio de casa ya no tenamos patio trasero. Desde entonces mi madre ya noguardaba su dinero en un agujero del jardn, ahora lo tena bajo el fregadero de la cocina, enuna bolsa de nailon pegada con cinta adhesiva. Un lugar perfecto, a nadie se le ocurrirabuscar ah.

    Luego de desayunar, revis la bolsa bajo el fregadero y contrario a lo que esperaba habamucho ms dinero que la vez anterior.

    Escuch el ruido de un motor y al mirar por la ventana vi un camin llegar con materialesde construccin a lo que quedaba del consultorio del doctor Orlando. Los albailestrabajaban marcando niveles y tendiendo sus hilos en lo que seran las nuevas bardas.

    Acaso mi madre le haba dado dinero al doctor Orlando para que realizara tales obras?Era probable, o cmo explicar que mi madre lo estuviera recibiendo cada noche. Aquelloconfirmaba que mi madre segua siendo generosa con sus amantes. As haba sido conArmando Delgado, a quien mi madre le financiara la camioneta de redilas con la que iba porlas rancheras fuera de la ciudad comprando marranos; o la maquinara de Enrique Redondo,el carpintero cuando recin lleg al barrio y que poco despus falleciera en misteriosascircunstancias; o a Gabriel Garca, mi supuesto padre, a quien le haba comprado todo lonecesario para la carnicera meses antes de que se negara a casarse con ella.

    XXVI

    Mi madre ha prohibido que me acerque al paradero de los camiones. La razn es que handetenido al tipo que viol a la seorita Maricela y ahora todos creen que yo fui el supuestodelator, lo cual es cierto.

    Bast una llamada a la polica dando nombre y seas detalladas de su fisonoma.Supongo que no fue difcil encontrarle.

    A veces me escabullo por la noche y voy a la casa de la seorita Maricela. O ms bien, loque era su casa. Juego con mis caracolas en el fondo de una tremenda zanja en el sitio dondeestuvo el jardn.

    En ocasiones invoco algn fantasma y cuando aparece le pido que juegue conmigo.Cuando lo hace siento una brisa fresca en mi espalda, como si una presencia extraa subieramis hombros y fluyera por mi garganta hasta correr cada vrtebra, cada espina de mi efigie,cada leo de esta hoguera en que me consumo repleto de temor y abismo.

    Regreso a escondidas.Hace poco descubr que nuestra casa tiene una puerta trasera que abre a una calle repleta

    de hierbas y agujeros de ratones. No la conoca porque nunca juego en ese patio de cemento,siempre invadido por la ropa que una misteriosa mujer lava y pone a secar.

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    A veces me sorprende que mi madre no note mi presencia o ausencia. S que tiene susmotivos. Continuamente el doctor Orlando duerme con ella, en el consultorio, y sale muy demaana rumbo a su nueva clnica construida con el dinero que mi madre, estoy seguro, leentrega.

    XXVII

    Carmina Burana fue compuesta bajo tres grandes premisas; el amor, el vino y la comida.Basada en textos medievales, Karl Off se encarg de darles coherencia y unidad. A lo largode la obra se manifiesta el verdadero leit motiv, el exceso, el carnaval de la carne y la pasin.

    As se lo digo al doctor Orlando quien ha permanecido jugando con un encendedor en susmanos. Por todo comentario enarca las cejas. Se muestra sorprendido as que contino elataque.

    En 1803, una serie de poemas medievales fueron descubiertos en la provincia alemana deBavaria. Eran obra de los monjes que habitaran el monasterio benedictino de Beuren.

    Tales letras, escritas principalmente en latn, fueron determinantes para los monjes delsiglo XIII. Sus palabras capturan un halo de rebelda dentro del mundo secular, celebran laexistencia mucho ms que la meditacin, el celibato o la reclusin del monasterio.

    En 1935, Karl Off redescubri tales poemas, e impresionado por el significado compusouna cantata utilizando los antiguos versos, transform las escrituras en invocaciones y cantosprofanos, dndoles una divisin que consta de Primavera, Taberna y Amor, todas enmar-cadas por la rueda de la fortuna girando eternamente.

    En el estreo est colocado el compact-disc y, conforme avanzan los tracks, agregoinformacin sobre la obra, misma que el doctor intenta asimilar de buena manera para noparecer un estpido.

    Seguramente usted tena conocimiento de que en latn a una cancin se le llamaCarmina. Carmina Burana simplemente significa Canciones de Beuren. Verdad que losaba?

    Guarda silencio el doctor Orlando.Es lgico. He rebasado sus parmetros para ser llamado un completo imbcil, alguien que

    no sabe maldita cosa. Mi intencin es dejarle en claro que el hecho de fornicar con mi madrey ella le entregue dinero para construir su consultorio, no le permite considerarme unretrasado mental como mi madre dijo ante los policas que investigan la violacin de laseorita Maricela.

    El doctor Orlando parece sorprendido por mis conocimientos de msica. Pobre diablo. Nisiquiera sabe datos esenciales. Si le menciono la palabra Pinkerton dice que es una agencia dedetectives. El imbcil no sabe que es el nombre de uno de los protagonistas de MadameButterfly.

    Si le pregunto por los diferentes movimientos de la Primavera de Vivaldi tampoco losabe, siendo que basta un ligero sentido musical a fin de ubicarlos fcilmente;Allegro, luegoLargo e pianissimo sempre y remata con otroAllegro.

    En Verano sonAllegro non molto, Allegro e tutto sopra il canto, contina con unAdagioe piano, Presto e forte y remata con unPresto.

    El segmento Otoo es ms fcil porque nicamente se compone de Allegro, Largo ynuevamenteAllegro, casi igual que el Invierno; Allegro non molto, Largo y Allegro.

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    Abrumado, el doctor Orlando contraataca preguntando por qu el hueso llamadoclavcula se llama as y lo detengo diciendo que dicho hueso deriva su nombre de "clavis", esdecir, "llave" y el libro Clavis Majorae escrito por el alquimista Antonio D' Agripa se debea...

    Basta!exclama el doctor y prefiere no decir nada. Sabe que est ante una mente

    privilegiada, alguien que tiene ms conocimientos que todos los que l obtuvo en sus aos deestudio en la facultad de Medicina.Y an as usted considera saber amar a mi madre? le pregunto.El doctor Orlando no sabe qu responder, parece molesto. Lo he sorprendido con mi

    pregunta. No le permito descanso y de inmediato saco el mazo de cartas cicatrizadas queguardo en la bolsa de mi chamarra y lanzo la primera imagen sobre la mesa de centro.

    Vea, eso es un gallo. Ese animal con plumas y orgullosa cresta es usted. Aborrece elda, por eso le grita al sol cada maana para que regrese la noche y celebra sus bajezasamparado por la luz cenital. En cuestiones de amor un gallo llega, se satisface, se levanta ycanta. Un mal amante no le parece? Seguramente usted presume que a diario fornica con labruja y la tiene mansa como cordero.

    La mirada del galeno me confirma que efectivamente hace alarde de su conquista.Tenga cuidado, doctor, pisa terreno peligroso. Hay cosas que usted jams comprender

    y si traiciona a mi madre tarde o temprano ella cobrar venganza.Bah!, deja de estar chingandodice. Slo eres un pinche imbcil, un idiota, un

    retrasado mental que trata de joderme el da.Recuerde lo que digo, doctor. Usted no saldr vivo de esta situacin. Est empeando

    ms de lo que su alma est dispuesta a dar y eso se cobra caro en asuntos de magia y de amor.En ese momento, se abre la puerta de la calle y llega mi madre cargando bolsas del

    supermercado. Saluda al doctor con un beso en la boca que me provoca una sensacin deasco.

    De inmediato ordena que me retire a mi cuarto y por toda respuesta subo el volumen delaparato de sonido justo cuando inicia la escena de la taberna stuans interius ira vehementi inamaritudine loquor mee ment; factus de materia, cinis elementi similis sum folio, de qua

    ludunt venti y la cancin contina con ese bro donde el espritu masculino se exalta en formatal que hara brincar de gusto a Robert Bly, el gur del machismo ligth.

    As se lo digo al doctor Orlando y vuelve a enarcar sus cejas.El imbcil no sabe quin es Robert Bly, nada le dice la historia de Iron John y el robo de

    la llave para escapar de la jaula. Algo semejante al trabajo que desarroll Joseph Campbell enEl Hroe de las Mil Caras con su teora de la partida del hroe, hasta su descenso alinframundo...

    El doctor Orlando se muestra nervioso y mi madre vuelve a ordenar que suba a mi cuartopues estoy siendo impertinente.

    La obedezco y me voy a dormir.Cuando ya estoy en la cama escucho ese gemido triste proveniente de la recmara de mi

    madre y me siento mal y salgo del cuarto, bajo la escalera. En el silln de la sala encuentro elencendedor que tuviera el doctor Orlando en sus manos. Seguramente se le extravi. Lotomo. Voy al patio, abro la puerta trasera y me escabullo en las calles del barrio.

    Poseer el encendedor me da una idea.Voy hacia el paradero de autobuses y contemplo la llegada de las ltimas unidades

    mientras reviso mi reloj y anoto el nmero y la hora de llegada de los armatostes.Los motores se apagan, algunos choferes caminan a sus casas, otros son recogidos por

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    taxis y otros se quedan tomando cerveza en el interior de un camin. Me acerco y noto queson cuatro hombres. Uno de ellos es el mismo que violara a la seorita Maricela. Elconductor de la unidad 87.

    Me sorprendo. No cre que pudiera salir libre tan pronto, sobre todo porque mi delacintelefnica era contundente y segn se supo haban encontrado sus huellas digitales y la

    muestra de semen en el cuerpo de la vctima perteneca al chofer.Quisiera sentir rabia.Me contengo o de lo contrario comenzar a llorar sin detenerme.Busco refugio en una de las zanjas y permanezco sin hacer ruido.Mientras pasa el tiempo comienzo a rascar la tierra esperando encontrar alguna lombriz.

    No encuentro nada. Slo escucho las voces de los choferes que siguen platicando hasta quepoco a poco van apagndose.

    Lo he decidido.Salgo de la zanja y me acerco lentamente hasta el autobs. Con una piedra trabo la puerta

    trasera. Me detengo. No. Nadie me ha escuchado. Hago lo mismo con la puerta delantera yentonces me escabullo bajo el autobs hasta el tanque de gasolina. La manguera que conectaal carburador es de metal.

    Aquello no estaba previsto, as que voy al local donde checan los autobuses. Todo est ensilencio. En la pared hay un tambo que usan como basurero. Encuentro estopas grasientas ybotes vacos de aceite.

    Regreso al autobs y me vuelvo a escabullir. De pronto escucho un ruido, alguien intentaabrir la puerta delantera. La encuentra atorada. Escucho sus maldiciones y luego el sonidoligero de un lquido que cae por la ranura. Est orinando.

    Me arrastro para percibir con ms fidelidad el aroma ferroso de la orina. Luego, escucholos pasos de la persona que regresa a su lugar, en algn asiento del autobs, a seguirdurmiendo la borrachera.

    Arrastrndome bajo el vehculo aflojo el conducto. La gasolina fluye. Pronto lleno losbotes de aceite. Dejo que la gasolina siga tirndose, al fin que no me importa.

    Derramo el combustible en las dos puertas y con el encendedor les prendo fuego. Cuandola flama surge, ruedo hasta la zanja y caigo apenas a tiempo de que el autobs se vea rodeadopor las llamas. La gasolina derramada bajo el piso es alcanzada y el autobs comienza acrepitar fundiendo pintura y tapicera de los sillones.

    Comienzan los gritos. Quienes dorman en el interior se despiertan al sentir las llamas ycuando quieren salir es imposible porque las puertas estn trabadas y yo camino por la zanjay me marcho del lugar. Arrojo el encendedor en una zanja y desde lejos veo las siluetas correren el interior, buscando romper los cristales a patadas. El autobs es una cmara repleta dehumo.

    No me quedo a ver el final.Voy a casa y desde la sala escuch la puerta abrirse.Me escondo tras la escalera y poco despus el doctor sale apresurado, cruza la calle y para

    entonces todo el barrio ha despertado con el incendio del autobs y se oyen voces que gritanauxilio, agua!, se queman! y dicen que hay muertos y yo cierro los ojos, imagino queregreso a la playa y juego en la arena y busco caracolas. Es tal mi felicidad que quiero llorarsin poder hacerlo.

    XXVIII

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    Despierto por la noche. El sudor me ha mojado el pelo. Como si un racimo de nieblallegara a mis odos y entrara por los poros. Me siento tenso, pesado, cabalgo a travs de unainmensa llanura, procurando avanzar hacia mis prpados que se obstinan en permanecer

    cerrados.Alguien ha tocado a la puerta muy de maana.Escucho a mi madre levantarse y abrir. Ruido de pasos apresurados. Me asomo por la

    ventana y veo al doctor Orlando cruzar la calle. An hay luz en su consultorio. Me pongo lasgafas oscuras para mirar sin molestias. Un grupo de gente se mueve en la acera y algunossealan hacia la casa de mi madre. Me aparto de las cortinas y sigo observando. Todo sevuelve confuso y es necesario que utilice el telescopio.

    Coloco el artefacto frente a la ventana y lo enfoco. En el patio de su casa, sobre el divnde exploracin que estuviera en su consultorio, el doctor Orlando tiene a un hombreinconciente con sus ropas quemadas. Seguramente es uno de los que estaban en el autobs yeso significa que no todos murieron.

    En ese momento mi madre cruza la calle con un termo de algo que supongo es caf. Seabre paso entre la gente y lo entrega al doctor Orlando y vuelve a caminar de regreso a casa.

    Leo los labios de una seora de suter rojo y dice que el pobre doctor ha trabajado toda lanoche atendiendo al herido.

    La muy puta le ha trado caf al doctorcito, dice otra, refirindose a mi madre, a quienescucho subir la escalera y pararse frente a mi cuarto. Brinco de inmediato a la cama ycuando ella abre la puerta simulo estar dormido.

    Ya sabes lo del accidente?pregunta.No contesto.Algn maldito quem un autobs y tres hombres murieron.Y el cuarto?pregunto y de inmediato me arrepiento.Cmo sabes que eran cuatro?No s, simplemente lo s.No te hagas pendejo, cmo lo sabes? Contesta!Estuve mirando por la ventana y le los labios de las personas. Vi cuando llevaste un

    termo con caf al doctor Orlando.Mi madre queda satisfecha con la explicacin y pasa a contarme que el cuarto hombre fue

    rescatado de las llamas. Es el que est recostado en la cama del doctor Orlando. Ha sidoinyectado con morfina para calmarle el dolor, tiene demasiadas quemaduras, toda su ropaest adherida a la piel y corre el peligro de tener una infeccin total en el cuerpo por falta deantibiticos.

    La ambulancia no ha podido llegar debido a las zanjas del drenaje que se han abierto.Despus, cuando mi madre se marcha, escucho una sirena que me rompe el sueo estando

    a punto de reiniciarlo. El vehculo ha logrado entrar hasta esta parte del barrio y se estacionafrente a la casa. Sin levantarme de la cama imagino el movimiento de sacar en camilla elcuerpo del hombre quemado.

    Impulsado por la curiosidad, me incorporo nuevamente y veo a travs de las cortinas.El hombre que llevan en la camilla es el conductor de la unidad 87, el que viol a la

    seorita Maricela.Furioso me regreso a dormir, sabiendo que no logr mi objetivo de castigar al culpable.Se me antoja un vaso de leche.

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    XXIX

    Al da siguiente, la ciudad se despierta con una noticia. El volcn ha lanzado unagigantesca fumarola de ms de mil metros de altura. El techo de la ciudad se ve cruzado porla nube negra de ceniza y humo.

    El mismo barrio ha sido cubierto por la ceniza y algo de gravilla. Parece un paisaje lunar,un pramo de polvo.

    La gente se rene a comentar en el zcalo del barrio cruzado por las cicatrices deldrenaje. Hay quienes dicen que la arena es txica y la ceniza volcnica tiene poderescurativos.

    El da ha estado cargado de polvo y espanto, de feroz derrumbe. Las horas pasan y elpanorama se convierte en una noche aguada, dispersa. Un desvaro de rutina. En das as talparece que el barrio se empea en destruirse, en hacerse dao, como un grito soterrado deausencia.

    El ltimo sol se cuela por la ventana. Decido salir a la calle.Me arrepiento.Bajo las escaleras.Siento mis pasos como si lanzara una piedra y en respuesta recibiera un pedazo de cielo

    oscuro. Una boca terrible de niebla, un relmpago de furia.Voy a la cocina.En la sala, algunas seoras esperan consulta con mi madre. Platican de un nio a quien le

    reventaron el ojo de una pedrada. Estaba orinando en un solar vaco y alguien le lanz unapiedra. Le peg en el ojo. Sangre. Demasiada sangre, dicen. Lo llevaron al consultorio deldoctor Orlando. Al padre del nio le avisaron que a su hijo le haban estallado el ojo. No pudolevantarse por estar borracho.

    Falta media hora para que inicie laPantera Rosa.En la esquina de la calle, veo una sombra que deambula. En la parada de las combis hay

    un grupo de choferes que discuten.Una combi se aleja por el camino polvoriento. Todo indica que ser un invierno difcil,

    oscuro, desamparado.

    XXX

    Esa noche llegu a mi cuarto a ver las estrellas.Y las vi.La seorita Maricela estaba desnuda. No supe en que momento entr a mi cuarto.Pens que estara muy lejos, seorita.Sshhh.No saba cmo haba llegado hasta ah.Quise preguntarle sobre la violacin de que haba sido vctima. Me arrepent.Me desnud y le mostr mi telescopio y pasamos horas viendo hacia la redondez acutica

    del cielo, una negrura lquida, sostenida como una boca de bruma.

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    Me pidi una estrella y yo met la mano en su espalda y tom un par de ellas. Lasdevoramos con paciencia y deleite.

    Las estrellas tienen un chasquido extrao y curioso al ser mordidas, como una galletadelgada y crujiente.

    Tu madre le ha dado mucho dinero al doctor Orlando dice. No te enoja algo as?

    No, el dinero es de ella.He pensado algo sobre ese asunto, escucha.Y la escuch.

    XXXI

    Un padre viva con sus dos hijos. Lo escaso del agua obligaba a ahorrarla de tal forma quelos tres se baaban en una misma tina. Primero el padre, luego el hermano mayor.

    Cuando llegaba el turno del hermano menor, el agua de la baera estaba oscura de mugre.Cierto da el hermano mayor debi partir a estudiar a la ciudad.Durante la semana, el hermano menor no extra a su hermano, sino hasta llegar al

    sbado y con ello el ritual de limpieza. Y sucedi porque esa ocasin el agua de la baeraestaba menos sucia, casi limpia, nicamente con la mugre de su anciano padre.

    No s por qu recordaba semejante historia, ni dnde la haba conocido. Sera porquebajo el agua de la regadera siempre pensaba en mi madre. El primer cuerpo desnudo de mujerque conociera.

    Tras lo ocurrido esa tarde, en que mis manos se posaron en su cuerpo, mi madre dej debaarme. Desde entonces la extraaba. Y ahora, al saber de su relacin con el doctorOrlando, senta un pesar agudo en alguna parte de mi pecho. La imaginaba con el doctor bajoel agua de la regadera, en el bao de su recmara cubierto por azulejos de flores rosas ynaranjas.

    XXXII

    Una fuga de soles, una estela de hambre, un zumbido de locura que taladra el sentido. Asme senta esa noche. Vagaba.

    La noche anterior la seorita Maricela haba vuelto a visitarme en mi cuarto y habamosestado comiendo estrellas que bajbamos con ayuda del telescopio.

    Por la madrugada, me despert diciendo que estaba respirando muy agitado. Maldicin.Lo haba descubierto. Siempre ocurra a cierta hora de la madrugada. Mi cuerpo secongestionaba. Era un balazo de ansia en mi interior. La respiracin se volva agitada, rpida,un recoveco de sonidos y furia que me obligaba a permanecer apretado contra mi nostalgia.

    Ocurra.Das despus vagaba.Como un sueo.Estaba en la zona del mercado.A esa hora los locatarios haban ya guardado sus mercancas. En la mayora de pasillos,

    las cortinas estaban bajadas, aseguradas con gruesos candados.

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    Camin por los callejones metlicos comiendo sobras, destripando bolsas de basura paraencontrar algo que llevarme a la boca.

    Las ratas comenzaban a surgir, aduendose de ese territorio oscuro y polvoriento.Encontr un local que permaneca abierto. El piso estaba hmedo. En una cubeta con

    agua nadaba una jerga. Una joven doblaba varios pantalones que descolgaba de la cortina

    metlica. Era el nico local abierto a esa hora.Me acerqu. Mir la mercanca. As haba ocurrido tambin con la nia. Despacio.Busca algn pantaln, joven? Ya voy a cerrar. Sin dar tiempo a reaccionar, puse mi

    mano derecha en su boca y apret con fuerza. Con la mano libre avent su cuerpo y al tenerlacontra la pared la jal por los cabellos. De inmediato empuj su cabeza. Su crneo alromperse hizo un sonido suave, parecido al de una rama dulce siendo rebanada por unacuchilla.

    Jorge I, Rey de Inglaterra, tena dos pasiones, la msica y pasear por el Tmesis a bordode una barca. A fuerza de unir ambos deleites, encarg al msico de la corte que compusieraalgunas tonadillas para poderlas escuchar mientras realizaba su paseo. stas, deba