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CHICAGO, ILLINOIS, MAYO 2014 NÚMERO 114 GARCÍA MÁRQUEZ: HOMENAJE POESÍA: LOS POETAS DE ABRIL Michoacán en la encrucijada

Contratiempo 114 - Mayo 2014

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CONTENIDO: MICHOACÁN EN LA ENCRUCIJADA || GARCIA MÁRQUEZ: HOMENAJE || POESÍA: LOS POETAS DE ABRIL // Revista Contratiempo de Chicago. // Revista contratiempo is the premier Spanish-language cultural and literary publication in the Midwest and one of the finest in the country. Its content reflects Latin American and immigrant art and thought in the USA.

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CHICAGO, ILLINOIS, MAYO 2014 NÚMERO 114

GARCÍA MÁRQUEZ: HOMENAJEPOESÍA: LOS POETAS DE ABRIL

Michoacán en la encrucijada

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contratiempoDIRECTIVAGerardo Cárdenas, Jochy Herrera, Moira Pujols, Rod Slemmons, Helen Valdez, Ellen Wadey Placey

DIRECTORA EJECUTIVAMoira Pujols

DIRECTOR EDITORIALGerardo Cárdenas

DIRECTORA DE ARTE Olivia Liendo

CONSEJO EDITORIALArturo Richardson, Catalina María Johnson, CHema Skandal!, Febronio Zatarain, Gerardo Cárdenas, Ignacio Guevara, Jochy Herrera, Jorge Frisancho, Julio Rangel, Luis Alejandro Ordóñez, Marco Escalante, Marcopolo Soto, Olivia Liendo, Rafael Franco, Rey Emmanuel Andújar, Stephanie Manríquez, Verónica Lucuy Alandia

FOTOGRAFÍAArturo Richardson

Las opiniones expresadas por los escritores que colaboran en contratiempo no son necesariamente las de la revista, o de la entidad que la publica, contratiempo nfp, una entidad 501 (c)3 sin fines de lucro

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E n un mismo día, mueren Gabriel García Márquez y Cheo Feliciano; el primero en su casa en México, rodeado de su familia; el segundo, en un accidente automovilís-

tico. Y ese día tiembla en la Ciudad de México. Las cosas nunca vienen solas. El 2014, año de centenarios (Octavio Paz, Efraín Huerta, Julia de Burgos, Julio Cortázar, Albert Camus, Nicanor Parra), ha sido tam-bién el año que perdimos al Gabo, a Juan Gelman, a José Emilio Pacheco, a Leopoldo María Panero.

La muerte de García Márquez sacudió al mundo literario (no nada más al de lengua española – fue una noticia de alcance mundial) porque el autor de Cien años de soledad había trascendido la escritura convir-tiéndose en un personaje público. Muy pocos logran eso. García Márquez había dejado de escribir tiempo atrás pero su figura ya había alcanzado el rango de mito. Su nombre era reconocible por sí mismo, más allá de si el público había leído algo suyo o no.

La trascendencia de la vastísima obra literaria y periodística de García Márquez inicia ahora un com-plejo viaje: sin la presencia física del autor, tendrá que someterse a la criba del tiempo. Futuras generaciones de escritores y lectores determinarán la vitalidad y validez de su escritura, y la capacidad de permanencia del mundo mágico que creó en torno a Macondo.

En este contratiempo 114, mayo de 2014, convoca-mos a varios autores para hablar de García Márquez. Agradecemos enormemente al escritor mexicano Jorge F. Hernández la cesión de un texto publicado inicialmente en el diario mexicano Milenio, así como

al cuentista colombiano Manuel José Rincón Domín-guez y a tres miembros de nuestro consejo editorial, Rey Emmanuel Andújar, Marco Escalante y Jochy Herrera, la elaboración de textos escritos ex profeso.

Enmarca este homenaje a nuestro dossier de mayo, coordinado por Marcopolo Soto y Gerardo Cárdenas y dedicado al occidental estado mexicano de Michoacán — uno de los mayores estados expul-sores de migración hacia los Estados Unidos, y una de las regiones más violentamente controladas por el narcotráfico — donde parte de la población se ha alzado en armas para retomar los territorios que desde fines del siglo XX han estado en manos del crimen organizado.

¿Son las llamadas fuerzas de autodefensa un poder fáctico que se levanta ante la incapacidad de autoridades estatales y federales para repeler al narcotráfico? ¿Concluye su rebelión con la recuperación de los territorios arrebatados, o busca ir más allá? ¿Puede el Estado mexicano, una vez más bajo el gobierno del Partido Revolucionario Institucional, co-optar, incorporar, o reprimir esta rebelión?

Este ejemplar mantiene el sentido de unidad con el recién concluido VII Festival Internacional de Poesía en Español Poesía en Abril, al abrir las páginas de la sección Deshoras para la poeta puertorrique-ña Noelia Cruz, ganadora del concurso de poesía original, y para los tres finalistas del mismo: Miguel Marzana, de Chicago; Miguel Ángel Odio, de Rhode Island; y Martín Camps de California.

Esperamos que los contenidos sean de su agrado.

MAYO 2014 • NÚMERO 114

La pieza de portada (Untitled (Magician)) es obra de René Hugo Arceo. Arceo nació en Michoa-cán, México, y se mudó a Chicago a los 20 años.

Estudió en el Art Institute de Chicago y posee un BFA y un certificado de maestro para los grados K-12. Arceo ha tenido docenas de exhibiciones individuales y co-lectivas en Estados Unidos, México, Canadá, Polonia, Francia, Nicaragua y España. En Chicago cofundó Galería Ink Works (1984-87) y el Mexican Printmaking Workshop (1990-96) así como Arceo Press para pro-mover colaboraciones internacionales entre artistas del grabado. Actualmente, Arceo es miembro de Consejo Gráfico, Chicago Society of Artists, FEDECMI Casa Michoacán-Chicago, y Mid America Print Allian-ce. www.arceoART.us/ArceoPress

TIEMPO EXTRA3 Poemas de Zingonia Zingone

4 La voz del desierto Carlos López

5 Las alas de flores amarillas Jorge F. Hernández

6 Gabo y el exorcismo de la memoria Manuel José Rincón Domínguez

7 Tanto Gabo Rey Emmanuel Andújar

8 Polvo, cansancio y sol Marco Escalante

9 Al Gabo: Por tiempos de cólera, felices e indocumentados

Jochy Herrera

10 Presencia latina en SXSW Catalina María Johnson

MIRADA CÓMPLICE12 El ojo proactivo de Andy Aguirre Ignacio Guevara

DOSSIER14 Michoacán en la encrucijada Marcopolo Soto y Gerardo Cárdenas

15 Explicación sencilla de la violencia cortés y la violencia vulgar no michoacana, si ustedes me permiten

Dante Medina

16 Michoacán y septiembre no se llevan bien

Verónica Calderón

18 Los dedos sobre la flama Leopoldo González

19 Desintegración social y desinterés escolar: un círculo vicioso

Román Fuentes

20 Growing Pains Michoacán y los retos para el Estado Macario Schettino

DESHORAS22 Poemas de Noelia Cruz Vázquez

24 Poemas de Miguel Marzana

26 Poemas de Miguel Angel Odio

27 Poemas de Martín Camps

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POESÍA

Zingonia Zingone (Londres, 1971), poeta, narradora y traductora. Creció en Italia y Costa Rica y vive en Roma. Los naufragios del desierto (Vaso Roto, Madrid-México, 2013) es su cuarto poemario. En la página siguiente se puede leer una reseña de Carlos López a este libro

Poemas de Zingonia Zingone

II

El príncipe ama la rosa y conoce su aroma.Transita con minucia su sinuoso contorno.Juega con la corola, surca el monte,muerde el fruto, higo de corales carmesí.Baña el rostro en las olas, hundesu carne en la carne, ¡demonio!,con la urgencia de un mendigo.Su maléfica huella es el recuerdo.El príncipe desconoce la esencia,el misterio; es sólo un vampiro,un adicto al amorque no sabe hacer otra cosa.De día pierde su corona,regresa a la soledad,coquetea con el recuerdo.Se vanagloria de los pétalos de su nostalgia.

VII

Los versos de Khalilhablan el idioma del candor.No hay dardo más puntual que su palabra arrojada al silencio.Soplo que llega limpiose hace tinta y se imprimesobre la blancura.¿Qué busca Khalil?

Las campanas de la memoria

III

La memoria enjaula al tiempo.V

Soraya vende su cuerpo, compraalegría. Vende alegría, compraolvido. Exorciza el presenteclavándose a la cruz de la lascivia,mártir del placer y del vahído.Erotismo fantasma la habitay la ahuyenta, semilla catapultaque la trajo a este mundo.

Río escondido

IV

El desierto entorpece el caminoy la transparencia.

VI

Bâsim no pregunta“dónde está mi padre”.Su madre teje y guarda la telaen un baúl de nácar.Entre los hilos entierra un recuerdo.El niño salta la cuerda y cuenta uno, dos, tres..Una palmera se sacude en el confín,separa la tundra del viento feroz,los ojos húmedos de una mujeren el doloroso pasar de las horas.

El oráculo de la rosaDe: Los naufragios del desierto

Fotografía: Bach Tran

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CRÍTICA

E l desierto es como una larga página en blanco que se ofrece para que en ella se escriban historias humanas, secretas, sugerentes. Zingonia Zingone en Los

naufragios del desierto halla en este vacío, en esta página la vida de tres personajes que se transfor-man a partir de una experiencia determinante. En el más reciente libro de la poeta podemos encontrar un cambio a partir de la carencia o el anhelo de algo perdido. En este aspecto los poe-mas se alzan como elegías que cantan la pérdida o se expresan como deseos insatisfechos. Algo en común tienen los personajes de estos poe-mas: son muy jóvenes y hubo algo que quebró su infancia, hay una fisura, una frontera que deben cruzar para llegar a un lugar distinto. El príncipe Khalil, protagonista de la primera parte titulada “El oráculo de la rosa”, parece salido de un cuento; desinteresado del poder, centra su atención en los placeres sensuales, en su rosa que aparece con una belleza total ante sus deseos de adolescente, rosa que él toma para sí y de la que se enamora con intensidad e inquietud:

 El príncipe ama la rosa y conoce su aroma.Transita con minucia su sinuoso contorno.Juega con la corola, surca el monte,muerde el fruto, higo de corales carmesí.  Sin embargo, el deseo cambia la percepción

del mundo; si hubo paz en la infancia, ya no está; ahora reina el desasosiego y Khalil se vuel-ve meditabundo; busca alivio en El libro de las mutaciones y escribe su desazón. En esta parte, la autora retoma símbolos eternos de la poesía, como el amor, pero también la rosa, símbolo de la perfección y el misterio; una rosa alude al universo femenino, también sugiere un labe-rinto y su aroma es embriagante y seductor. La autora le da vida a la rosa y da continuidad a la tradición poética sin caer en lugares comunes. Vemos que el amor por la rosa transforma al príncipe y lo sacude en su interioridad, hay una despedida de la inocencia y una desesperación en el deseo. No es la “espina de sangre en el ojo de la rosa”, como escribió Blanca Varela en su memorable poema “Escena final”.

La segunda parte del poemario, “Las cam-panas de la memoria”, la protagoniza Soraya, una adolescente que baila y ofrece placeres a los hombres; la muchacha entra al mundo ya heri-da, con una vulnerabilidad que determina cada experiencia vital. La danza es un escape al dolor, pero la memoria es tenaz, es como una campa-na que aun en el silencio suena. Soraya encuen-tra cierto alivio en la narración, en el hombre ciego y contador de cuentos que sabe relatar

como una fábula los dolores del mundo. Para Soraya, como para Khalil, la palabra es impor-tante, por eso ella repasa en su memoria versos que atenúan su espíritu exaltado. En Soraya se tensan momentos de esplendor y oscuridad:

Soraya y el ciego, la acera y el tiempo.Dejan pasar el viento y el ocaso.Aguardan una luna nuevaen el eclipse del solque ella lleva dentro. En la tercera parte del poemario, “Río

escondido”, el protagonista es Bâsim, un niño que explora el mundo con entusiasmo y se asombra de las pequeñas cosas que encuentra en el camino; parece un niño alado porque va a la par de los ritmos de la naturaleza:

 Bâsim habita un pueblo de árido día.Juega con el aire, habla con el viento.Entrega sus ilusiones a los duendecitosblancos, nubes que retozan en el horizonte. El niño está preso del encanto de ser niño,

metido en la imaginación de sus juegos, y es el alivio de la madre detenida en el desa-mor de un hombre ausente. La madre teje y desteje, como una Penélope del desierto, la memoria y los rasgos de un amor que se fue. Y la figura del mar se vuelve una imagen obse-siva de origen y purificación. Bâsim padece el abandono y también cruza una frontera, hay una despedida de la infancia y una entrada a un estado distinto de percibir el mundo.

Zingonia Zingone (Londres, 1971) ofrece en este libro una poesía que se inserta en la tra-dición de la poesía más antigua, la que a la vez que canta, cuenta; es regocijante hallar en este libro una especial inclinación a la belleza que sin embargo no niega el dolor del mundo. La autora se desprende del yo y deja que el desier-to, con su sugerente espacio, dé cabida a sus tres personajes que se inician en la existencia. Hay una mirada compasiva, solidaria hacia estos tres seres que van del candor a una realidad que los rebasa o a la certeza de la soledad, pero todo esto no está escrito con drama. El lector transita por una poesía fresca, dúctil, que algo evoca, una poesía que trae algo muy antiguo, una especie de aroma de incienso, el encanto de los cuentos orientales, las enseñanzas de las fábu-las, el perfume de las rosas, las arenas que lleva el aire del desierto y las imágenes del río y del mar. La autora sabe que no es posible escribir sin dialogar con lo que se ha escrito en la larga historia de la literatura, por eso el espíritu y

algunas palabras de Omar Khayyam acompañan estos poemas y también algunas palabras de la Biblia y guiños a la mitología griega, además de una clara referencia a Julio Cortázar. Un poema es la extensión de otro; la poeta sabe seguir ese hilo fundamental y lo enriquece con sus palabras. Zingonia sabe equilibrar los elementos como si construyera un tapiz de precisos ma-tices con un lenguaje nítido y metafórico. Los opuestos conviven sin agredirse, con una ley vital: oscuridad y luz, sed y agua, desierto y mar, rosa y anhelo, inocencia y ruptura, memoria y presente, presencia y pérdida, vida y muerte.

Los naufragios del desierto (Vaso Roto Edi-ciones, Madrid-México, 2013) hacen una fiesta de la palabra; es posible hallar ahí una singular hermosura en su musicalidad, en sus imágenes y decantar en los versos una enseñanza que se ofrece sin obviedad.

Carlos López, poeta, ensayista, crítico y editor guatemalteco. Es autor de una veintena de títulos entre poesía, ensayo y antología. Actualmente reside en México

La voz del desiertoCarlos López

Portada de

Los naufragios

del desierto

de Zingonia

Zingone

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GARCÍA MÁRQUEZ

M añana será el primer día de los primeros cien años de una soledad interminable. Escribo estas líneas con infinita tristeza,

con la atrevida osadía de escribir escribiendo a la sombra de un escritor que vive ya desde hace tiempo su merecida eternidad y también como si con estas palabras diera un abrazo para Mer-cedes, Rodrigo, Gonzalo y toda su familia, todo Macondo y todos los mundos que son los mi-llones de lectores que lloran sobre sus párrafos.

En alguna ocasión le comenté que mis padres perdieron a una hija antes de que yo naciera y antes de que se publicara Cien años de soledad y que me propongo llevarle un ejemplar al más allá, llegado el momento, para que mi hermana pueda leer ése y todos los maravillosos párrafos de Gabriel García Márquez en esa nie-bla intemporal donde imagino toda una legión de autores inmortales ya contertulios de Gabo: William Faulkner contrastando la geografía de Macondo con su novelado condado de Yok-napatawpha, Francisco de Quevedo cotejando los bemoles de una muerte anunciada, Ernest Hemingway al aplauso del oficio del mejor periodismo posible y su paso a literatura pura, el Dante paseando entre nubes con el relato ya intemporal de un amor eterno aunque naciera en los tiempos del cólera o Miguel de Cervantes al descubrir que su novela madre de todas las novelas comparte al fantasma de un caballero andante cuya armadura quedó oxidada no en los Campos de Montiel sino en algún lugar de la selva de cuyo nombre no quiero acordarme.

Gabriel José de la Concordia García Márquez nació en Aracataca, Colombia el 6 de marzo de 1927 y llegó a México hace más de medio siglo para fincar para siempre todo lo que tienen de universal sus letras. El periodista minucioso, lector voraz y cronista puntual se convenció de querer escribir para ser querido, para ser cada día más querido por sus amigos y por los afectos instantáneos que establecen sus páginas al paso de las generaciones y por encima de las fronteras. Lo sabe el campesino chino que imagina las tramas en caracteres milenarios y el estudiante veracruzano que ha padecido aguaceros que parecen durar toda la vida, lo saben las mujeres austríacas que parecen volar con el primer vals y los camareros de París que han atendido las madrugadas de los poetas desvelados; lo saben los cientos de taxistas en Buenos Aires o México que no le cobraban el viaje al escritor que había demostrado en todos los idiomas el milagro absolutamente convincente de un ángel amarrado a la panza de un árbol en medio de un patio y la epifanía

de una mujer que al tender las sabanas se eleva en vuelo hacia las nubes y lo sabe el maestro agnóstico de geografía en una escuela de Madrid que sin embargo podría jurar ante un tribunal que en verdad existió un gitano llamado Melquíades que recorría el mundo entero ofreciendo inventos y cosas de encantamiento, y lo sabe la taquimecanógrafa jubilada en Manhattan que se conmueve cada vez que recuerda a José Arcadio Buendía derritiendo pescaditos de oro.

Pertenecemos a una genera-ción que soñaba viajes al espacio mucho antes de que alguien alu-cinara en vivo el alunizaje y ya desde entonces — incluso, desde antes— García Márquez era ya un escritor que había convertido a los paisajes más diversos del mundo en espejos de su literatura y los habitantes de cualquier paraje podrían iden-tificarse con la saga maravillosa de sus cuentos y novelas, sus publicaciones en periódicos, revistas, entrevistas y todos los sabores que emanaban de cada una de sus andanzas. Para miles de lectores, como en los principios de Macondo, el mundo era tan reciente, que muchas cosas había que señalarlas con el dedo.

Cuando la Conquista de Nueva España, Ber-nal Díaz del Castillo no encontró mejor manera para entender las insólitas escenas y escenarios con los que se enfrentaron los soldados españo-les que creer recordar que ya las había leído en el libro de Amadís. De igual manera, pero de la mano de la prosa perfecta de Gabo, sus lecto-res fuimos asimilando que las mentiras que se contaban entre tatarabuelos embusteros no eran locuras sin chiste sino eurekas similares a las que sintió José Arcadio Buendía al des-cubrir por sí mismo que la Tierra es redonda como una naranja. El universo se volvió legible, y todas las sorpresas del mundo entendidas como si fuesen cosas que ya se habían leído de la pluma de García Márquez. Ante cualquier asombro, uno no puede menos que sentir que se acerca a tocar el hielo y que esa experiencia se volverá inolvidable, aun frente a los peloto-nes de fusilamiento que depara el destino.

Gabo fue un hombre enamorado de una mujer incondicional que lo apoya y entiende desde el primer instante de su memoria com-partida, fue un padre generoso y creativo que encendió la imaginación de sus hijos y nietos, tanto como la ilusión de miles de lectores que

con sólo leerlo se contagian de las ganas de contar lo vivido y vivir para contarlo. Gabo fue un periodista comprometido con infor-mar a sus lectores con veracidad puntual e investigación de niño curioso los laberintos de un dato, tanto como el paisaje de una biografía y fue un amigo inquebrantable de sus amigos, a pesar de que no todos los demás compartieran sus fidelidades.

Hoy mismo en una niebla incierta viajan en un tren sin tiempo Carlos Fuentes y Gabo escu-chando una cátedra de Julio Cortázar sobre el jazz. Llegan a la misma estación donde Fermina Daza vuelve a mirar a los ojos a Florentino Ari-za, el Otro verdaderamente enamorado de ella y fiel ya para toda la vida, superada la sombra del Dr. Juvenal Urbino, marido en discordia y en el andén otros amores contrariados a la sombra de la abuela desalmada de Eréndira cándida, del Coronel sin correspondencia en el mundo y así se irán sumando en nubes todos los personajes de la literatura ya incom-bustible de un hombre bueno, Premio Nobel de Literatura que escribía siempre con flores amarillas sobre su escritorio como mariposas que volaban con cada sílaba que va hilando en el instante mismo en que hoy nace el próximo nuevo lector de sus páginas, siendo ya el primer día de los primeros cien días de los primeros cien años de una soledad interminable, pero compartida y yo no puedo parar de llorarlo.

Jorge F. Hernández, novelista, cuentista, articulis-ta y ensayista mexicano. Es autor, y ha prologado o antologado, cerca de una treintena de títulos. En 2014 publicó su más reciente título, el tríptico de narrativa breve Ella. Él. El otro.

Las alas de flores amarillasJorge F. Hernández

Gabriel

García Márquez

Fotografía

cortesía:

Paul Sedra

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GARCÍA MÁRQUEZ

P ara vencer la enfermedad del olvido los habitantes de Macondo escribían en un papel el nombre de las cosas y para qué servían, pero el temor los

acechaba frente a una realidad escurridiza que se iría del todo cuando olvidaran el valor de las letras, ese mal del olvido se convirtió en el fan-tasma que se llevó a Gabriel García Márquez, no el pasado jueves santo 17 de abril de 2014, sino ya varios años atrás, cuando dejó de es-cribir y de salir en público. Gabo lo presentía… “La vida no es lo que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo lo recuerda para contarla”… y el premio Nobel dejó de recordar, pero nos queda un legado de escritos y un mundo pro-pio plasmado en su literatura e imaginación.

La pérdida de la memoria lo atacó sin mi-sericordia y el tratamiento para combatir un linfoma que tuvo no hizo más que acelerar la demencia senil que aqueja a los García Már-quez como un sino maldito. Para combatir ese olvido le llegaron a leer sus propios textos y un día, en medio de los pasajes de Cien años de so-ledad, el propio Gabo comentó que ese escritor estaba muy loco… una frase más del realismo mágico y su legado literario.

Y así como Macondo fue atacado primero por la enfermedad del insomnio y luego del olvido porque “empezaban a borrarse de su memoria los recuerdos de la infancia, luego el nombre y la noción de las cosas, y por último la identidad de las personas y aun la conciencia del propio ser, hasta hundirse en una especie de idiotez sin pasado”, el escritor colombiano tampoco pudo escapar al contagio.

Gabo, eternamente Gabo. Su muerte física ha sido un lugar común, una crónica de una muerte esperada. Los periódicos ya tenían su perfil, su cronología, sus hechos, lo que escribió, pero el que escribe, el que lee y el que lo vive sabe que no queda en el olvido ni ha muerto (otro lugar común).

Queda un enorme y mágico legado, queda su genialidad. No fue sólo su disciplina de escribir desde las ocho de la mañana con una rosa amarilla que Mercedes, su esposa, le ponía en el escritorio, sino esa capacidad de conectar lo terrenal, lo emocional con lo maravilloso que puede suceder día a día y convertirlo en

un mundo cotidiano y propio. Sobre Gabo se ha escrito y se escribirá miles de textos más de lo que él escribió, pero si quisiéramos resumir esos años luz de teoría en una sola palabra sería genialidad.

Gabo no perdió su infancia ni su imagi-nación hasta que lo atacó el olvido. Sus ojos brillaban con imágenes, con sus amigos cerca-nos, con el olor indescriptible de la vida, con la respiración; insistía en el ritmo de la escritura, en el ritmo de respirar, en escribir como se respira, pero sobre todo, en la capacidad de maravillarse… de inventarse un mundo más allá de lo que vemos y escuchamos… ficción.

Como escritor nos invita a imaginar, a con-vertir cada imagen en una historia, en un cuen-to, una aventura, nos hace sentir la esencia de la vida y “vivir para contarla”. Fue un narrador nato que se superaba en cada momento. Siem-pre quería descubrir y saber más, entender lo que los otros escribían y trascender. Mientras sus grandes amigos, en la época de La Cueva de Barranquilla, hablaban y se pavoneaban de lo que escribirían en medio de cervezas y alcohol, Gabo escribía.

Escuchaba hablar de Faulkner y él se iba a leer todo Faulkner, hablaban de Kafka y él

encontraba que en literatura uno podía des-pertarse siendo un insecto. Y entonces escribía, utilizaba sus triadas maravillosas, recurría a los diccionarios, digería las palabras y trascen-día en imágenes, creaba su propio cosmos, y con sus palabras nos tomaba de la mano para llevarnos a Macondo e introducirnos en un laboratorio de daguerrotipia para “obtener la prueba científica de la existencia de Dios”.

Gabo hizo que su mundo vivido en imáge-nes y recordado fuera nuestro, muy nuestro, no de quienes escriben la historia, sino de quie-nes recuerdan la vida para fabular, ese legado de genialidad y ficción es lo que nos hereda para tener “una segunda oportunidad sobre la tierra”.

Manuel José Rincón Domínguez. Periodista y escritor colombiano. Autor de los libros de cuentos Una daga en Alexanderplatz y Cuentos y pa-siones del cielo, próximo a publicarse. Tiene un Master en Creación Literaria de la Universidad de Texas-El Paso. Ganador del Concurso Nacional de Cuento Ciudad de Bogotá 2006. Cuentos suyos han sido traducidos al inglés y al serbio

Gabo y el exorcismo de la memoriaManuel José Rincón Domínguez

Gabriel García MárquezFotografía

cortesía:

En Directo

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GARCÍA MÁRQUEZ

Para Carolina Andújar

1. Poco antes de terminar la secundaria, mucho después del divorcio de mis padres, me mudé a la casa de mi abuela paterna, al segun-do piso, en la misma habitación en que viviera mi papá antes de irse a Nueva York. En la parte superior del closet había una caja con libros… de todo, desde física y resistencia de materiales hasta Karl Marx. Pero sobre todo, una copia, en muy malas condiciones de Crónica de una muerte anunciada. Recuerdo que leí y releí ese libro hasta que terminó destruyéndose en mis manos.

2. Mi regalo de graduación consistió en un viaje de Santo Domingo a Curazao. Al com-prar el pasaje me sobraron unos pesos y me fui a una librería y pedí Cien años de soledad. Era una copia pirata de papel bond y cartulina y era un tesoro. Esa misma noche fui a mos-trarle el libro a Grace, la chiquita de la que estaba asfixiado por aquella etapa. Allí estaba Hugo Walby, el chamaco de quien en verdad ella estaba enamorada y que le había traído de regalo de graduación nada más y nada menos que El general en su laberinto, en versión tapa dura… bellísimo libro. Recuerdo la dedicatoria, bien cursi (la mía hubiese sido peor). Cuando fueron a besarse al balcón tosí despidiéndome. Por dos minutos me quedé solo en la sala y sin pensarlo dos veces me robé el libro. El viaje a Curazao se extendió más allá del verano y a mi regreso a Santo Domingo, evité esa parte del barrio. La verdad es que no los he vuelto a ver. Otra verdad es que, aunque perdí (gracias a mi hermana) aquella copia de Cien años, todavía tengo la de El general, es incluso la que uso en los cursos que dicto hoy día.

3. Durante los primeros años de univer-sidad empecé a leer a Julio Cortázar y a Jorge Luis Borges, pero sobre todo a Mario Vargas Llosa. Renegué de García Márquez aludiendo que era una literatura fácil. Las tardes de café que me pasé teorizando sobre la complejidad de Vargas Llosa y tal. Cuántos disparates y cuánto cigarrillo negociado. No me arrepiento de nada porque ahora todo cae en su sitio. Lo que crees que odias te define. Por fuerza te acercas mucho más a lo que tratas de alejarte.

4. Escribí mucho durante esos años universi-tarios. Incluso compré mi primera computadora (a crédito) con la intención de pasar mis primeros poemas para hacer unas copias y repartirlas entre amigos. No tenía realmente interés de publicar

y nadie me animó a hacerlo. Seguí escribiendo en silencio y empecé a hacer una maestría que no terminé. Me mudé a Nueva York y me puse a leer. Escribí un cuento y gané una mención que me abrió otras posibilidades. Este viaje fue el primero de varios naufragios. Familia, relaciones amorosas, amistades, propiedades… todo se fue a pique pero siempre salvé uno que otro libro. Siempre varios del Gabo, a quien iba coleccio-nando y colecciono todavía.

5. Escribo esto. Miro la biblioteca. Tengo más libros del Gabo que de Mario.

6. Durante mis clases de doctorado en Puerto Rico no recuerdo haber tomado una sola clase que mencionara a García Márquez. Las evitaba. Durante esos años de estudio fui por primera vez a Cuba, al famoso taller impar-tido por el mismo Gabo en San Antonio de los Baños. Con un par de historias publicadas, ya había yo probado un poco del néctar de la de-rrota del escritor, pero ese viaje a Cuba, que fue un viaje a la escritura de García Márquez (y de Senel Paz, vaya) me hizo reflexionar en todas las bifurcaciones, el camino del azar, el cuen-to… la razón que me hizo escoger este camino de salteadores… la ficción, la pifia, la tinta.

7. Hace tres semestres recibí una llamada de Morton College para dar un curso de Histo-ria Latinoamericana. Las lecturas asignadas de

la clase incluyen Cien años de soledad. Hablar con estos jóvenes hoy sobre el estremecimiento de la palabra que abarca no tiene precio. ¿Por qué decimos que Gabriel García Márquez es un buen escritor?, pregunto siempre para empezar la clase. Pienso que por las influencias y por las discusiones, pero sobre todo, por la capacidad que tiene esa escritura de reconciliarnos. Nada de adioses. Cada historia suya es espejo y su palabra nos abarca. Tanta vida, tanto Gabo.

Rey Emmanuel Andújar, escritor dominicano, es miembro del consejo editorial de contratiempo

Tanto GaboRey Emmanuel Andújar

Fotografía:

Jorge Mejía

Peralta

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GARCÍA MÁRQUEZ

A lgunos cuentos de García Márquez tienen títulos que remiten a la literatura infantil: El ahogado más hermoso del mundo, La prodigiosa

tarde de Baltazar, La triste historia de la Cán-dida Eréndira y de su abuela la desalmada, etc. Esos títulos son los signos del hechizo. Como si el autor reclamara del lector esa fascinada entrega de los niños a los cuentos nocturnos que se inventan los padres, o esa otra entrega inocente del escritor en ciernes cuya niñez transcurre en los universos de Verne. Revelan también cierta fe en el poder mágico de las palabras, que en las obras más conocidas de García Márquez se multiplican con una exu-berancia que desborda los límites del realismo tradicional y a veces corre el riesgo de conver-tirse en parodia de sí misma. 

Ese García Márquez abundante y excesivo que por años predicó que en América Latina la historia superaba en circunstancias invero-símiles a la misma ficción, es el que agobió a la gloria y a la fama, al punto que Cien años de soledad no solamente se convirtió en un libro de lectura obligada en el mundo entero, sino también en ese solitario tomo que engalana las famélicas bibliotecas de millones de per-sonas que apenas leyeron su primera página. Esto no debe sorprendernos. García Márquez pertenece a un período romántico o épico de nuestra historia, cuando los escritores eran todavía líderes de opinión y sus libros, aunque no fueran leídos, se insertaban, como título o apretada sinopsis, en el marco vacuo de la “cultura general”.

Pero García Márquez tuvo genio. Y los gran-des literatos tienen la capacidad de hablarle al presente y al futuro con voces distintas. No mueren fácilmente, por tenaz que sea el ejercicio parricida de las nuevas generaciones de escritores, que se empeñan más en su labor de destrucción cuando el escritor ha tenido la mala fortuna de convertirse en un faro, o mejor dicho, en un clásico instantáneo. Sí, el García Márquez de Cien años de soledad probable-mente no sea un escritor esencial para todos aquellos que desconfían de las palabras y pre-fieren la esquelética maestría de los silenciosos. Hay mucha bulla, mucho color, mucha magia, mucho todo en ese Gabo, que tal vez resucite en un futuro distante.

Pero el otro Gabo, el escritor sobrio que escribió milagros de literatura breve, es más actual, más contemporáneo que casi todos los que están escribiendo en este mismo instante una novela. Esta es una opinión personal, pero estoy casi convencido de que las obras

maestras de Gabo son Crónica de una muerte anunciada, Relato de un náufrago, El coronel no tiene quien le escriba y Cuando era feliz e indocumentado. 

Todavía recuerdo el día en que leí, de golpe, la crónica de la muerte de Santiago Nasar. Me impactó tanto como A sangre fría, la novela de Capote que leí, por casua-lidad, casi al mismo tiempo. Estas son las dos piezas maestras donde nada falta y nada sobra, y que nos dan la ilusión de que una novela puede tener el efecto circular de un cuento. Son artefactos de relojería, tributos milagrosos a la perfección. Después vino El coronel no tiene quien le escriba, ese magní-fico tratado en torno a la desesperanza que Mutis leyó como nadie: la obra de García Márquez está cubierta de polvo, cansancio y sol, mucho sol, un sol “carnívoro” cuya canción de cuna es el tedio. 

Este es el García Márquez que yo prefiero. El que le habla a una generación marcada por cierto escepticismo. Le agradezco ade-más mi inicio en la literatura. Recuerdo que apenas tenía once años cuando mi hermano

mayor compró todos los libros de García Márquez, publicados por la editorial Oveja Negra. En esos libros comenzó esta vida… perdón, quise decir vicio.

Marco Escalante, escritor peruano, autor del libro de ensayos Malabarismos del tedio. Es miembro del consejo editorial de contratiempo

Polvo, cansancio y solMarco Escalante

Frutas tropicales, pintura al óleo

por Wizan Zaini

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GARCÍA MÁRQUEZ

Este 17 de abril de 2014 jamás será otro 17 de abril, porque hemos llorado y pensado su muerte sin parar. Quiero decir, hemos imaginado la imposi-

ble despedida del incomparable contador de historias que nos llenó la cabeza de locuras y el corazón de color verde; sabemos que hombres como él no se van, crecen entre nosotros. Esta madrugada se estrelló contra otro poste, no el del cáncer sino contra uno en una carretera de Borinquén, el Cheo Feliciano, otro quien ron en mano nos hizo pensar en todas las muchachas que nunca tuvimos y cuyas estelas nos robaba el viento calurosísimo del vórtice caribeño. Yace en estos momentos en una Uni-dad de Cuidados intensivos —muerte cerebral diagnosticada— Sonia Silvestre, la más silvestre y la más madura de todas las voces sociales y poéticas femeninas de mi Dominicana, quien muy lejos de Aracataca, supo también dibu-jarnos los colores de la risa, la tristeza y el latir latinoamericano, Zitarrosa en voz.

Hoy también, hace 26 años, nació mi hijo, el otro Gabo de exclusividad, y la metafórica esperanza de alegría contenida en su mirada pura es como recordaré a estas tres grandes muertes. Muertes arrebatadas a una genera-ción que cada vez más abandona los íconos o es

abandonada por ellos quedándose a la intem-perie de la memoria. Reconozco que el 17 de abril aglomera múltiples tragedias y venturas íntimas, pequeñas, irremediablemente perso-nales pero legítimas en su representación del transcurrir de vidas anónimas.

Sin embargo, a partir de 2014, esta fecha sobrepondrá a todas las tristezas y alegrías, la partida de Gabriel García Márquez. Más, como siempre, el Gabo hace mucho tiempo se había adelantado a enfrentar la indecencia de la muerte y había advertido contra las pompas funerarias y las luces de neón que alumbran los reconocimientos póstumos. Eso me lo dijo hace apenas un rato, un 22 de febrero de 1984 a los diez días de la muerte de Cortázar:

... Me atrevo a pensar que si los muertos se mueren, Cortázar debe estarse muriendo otra vez de vergüenza por la consternación mundial que ha causado su muerte. Nadie le temía más que él, ni en la vida real ni en los libros, a los honores póstumos y a los fastos funerarios. Más aún: siempre pensé que la muerte misma le parecía indecente... Por eso, porque lo conocí y lo quise tanto, me resisto a participar en los la-mentos y elegías por Julio Cortázar. Prefiero se-guir pensando en él como sin duda él lo quería,

con el júbilo inmenso de que haya existido, con la alegría entrañable de haberlo conocido, y la gratitud de que nos haya dejado para el mundo una obra tal vez inconclusa pero tan bella e indestructible como su recuerdo.

Cuentan los reportajes que el penúltimo García Márquez sólo recordaba los vallenatos, ese ritmo mágico de su Colombia caribeña con que él mismo definió a Cien años de sole-dad: Un libro que no era más que un vallenato de 450 páginas. Así, con mariposas amarillas de Mauricio Babilonia bailemos la fiesta que aquél fantástico ser humano plasmó para siempre en las letras hispánicas del universo. Hagámoslo, como en aquellos tiempos de cólera cuando en mi generación, sin o con amor, éramos felices e indocumentados. Y admitámoslo: como en aquellos años cuando nos hicimos escribidores gracias a él.

Jochy Herrera, ensayista dominicano, es miem-bro del consejo editorial y la junta directiva de contratiempo

Al Gabo: Por tiempos de cólera, felices e indocumentadosJochy Herrera

Como dibujoFotografía:

Wizan Zaini

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MÚSICA

E ntre miles de asistentes, pedicabs, vendedores ambulantes de tacos, hamburguesas, kebab y barbeque, carpas publicitarias y los acordes

de todo tipo de música, dominaba en la calle principal del centro de Austin, Texas un enorme escenario color naranja chillón y el logo de Doritos.

De esta manera, el festival de South by Southwest (SXSW, por sus siglas en inglés), en el que participan más de dos mil bandas, pareciera cada año estar más invadido por la presencia de grandes corporaciones en lo que se supone es el máximo festival dedicado a la música independiente. De hecho, algunos de los conciertos más anticipados son los de su-perestrellas del mundo pop como Lady Gaga (patrocinada por Doritos).

A pesar de estos bemoles, en cuanto a la música internacional, SXSW se ha vuel-to una manera indispensable de tomarle el pulso al universo indie. A continuación algunos de nuestros artistas latinos cuyas actuaciones sobresalieron en la decimosépti-ma edición del festival.

La nueva Nueva TrovaHubo gran presencia de trovadores latinos estilo siglo XXI. La chilena Soledad Vélez, quien radica en Valencia, España desde hace tiempo, brindó composiciones en inglés que, dice, surgieron de épocas en las que la música le ayudó a superar graves momentos de des-equilibrio. Esa cualidad de redención se de-tecta en los temas de Vélez, que dependen del idioma anglosajón no tanto por su semántica sino por la manera en que su sonoridad le ayuda a Vélez a crear intensos paisajes folk a través de su potente y profunda voz.

Acompañándose de guitarra, se presentó Nano Stern de Chile, quien retoma el estan-darte de la nueva canción latinoamericana que tanto adelantó su paisano Víctor Jara. Cantando con fuerza y pasión, sacudiendo su larga cabellera y estremeciéndose al cantar, Stern cautivó al público con temas propios y otros clásicos del inventario de la nueva can-ción, como temas de Atahualpa Yupanqui.

De Uruguay, Rossana Tadei, dotada de maravillosa voz y gran encanto, narró peque-ñas historietas y poemas musicales desde el escenario, realizando puestas en escena con objetos sencillos. Tadei vivió en Suiza gran parte de su vida y acompañada de Gustavo Etxenique a la batería, fusionó de manera deliciosa y con ligeros toques de jazz, ritmos de la música popular uruguaya y la música italiana que formaron parte de la banda so-nora de su vida en Suiza.

La sorpresiva latinidad musical del norte del ríoNo cabe duda que la latinidad musical de este país se va definiendo de una manera única e impredecible. Sergio Mendoza y Salvador Du-rán, cantantes principales de La Orkesta, son ambos de ascendencia sonorense. Mendoza fundó La Orkesta hace unos años para partici-par en un concurso de mambo en Tucson y el concierto fue un vórtice musical con referen-cias no solo a dicho género, sino al surf rock, las marchas militares mexicanas, los poemas del revolucionario mexicano Arcadio Hidalgo y otros elementos, todo a través de guitarra, bajo, timbales, batería, acordeón, teclados, y hasta de repente castañuelas o maracas.

De la misma Austin, la cantautora Gina Chávez toma elementos de rock indie tejano y añade cumbia, bossa nova, y la chacarera de Argentina, país en el que vivió de estudiante. Dulce e inteligente en el escenario, Chávez comunica con sencillez y elegancia delicados momentos de regocijo y tristeza y de vez en cuando, un astuto comentario social.

Irene Díaz, nieta de emigrantes mexicanos y oriunda de Los Ángeles, California canta úni-camente en inglés. Bella y diminuta, dotada de una magnífica voz, se acompaña del teclado y se incorpora en algunos temas su compañera Ca-rolyn Cardoza al ukelele, brindando apasiona-dos boleros jazzeados con ligeros toques retro.

Parientes musicalesTuvimos además posibilidades de experi-mentar músicas con gran parentesco a la latina debido a circunstancias históricas y geográficas. Por ejemplo, la banda KIT de Curazao reviste de electrónica y hip hop el “tambú” de su tierra, género que de mane-ra similar al son jarocho mexicano fuera prohibido por Iglesia y Estado debido a sus movimientos sugestivos y un supuesto poder de incitar esclavos a la rebelión.

KIT canta en papiamento, lenguaje criollo derivado de lenguas africanas, inglés, español, portugués y holandés que se habla en las islas de Curazao, Bonaire y Aruba (ubicadas al costado de Venezuela). La banda dio amplio testimo-nio de la potencia del tambú y su sentimiento de libertad que en tiempos de antaño fuera la esperanza del esclavo y hoy día desencadena el cuerpo llevándolo al goce del baile.

Catalina María Johnson es miembro del consejo editorial de contratiempo, escritora y locutora/productora de Beat Latino (www.beatlatino.com), programación radial para estaciones de radio pública desde México, D.F. a Berlín

Presencia latina en South by SouthwestCatalina María Johnson

1 - Sergio Mendoza

y Salvador Durán.

2- Gina Chávez

3- Irene Díaz

4- KIT

5- Rossana Tadei

6- Soledad Vélez

Fotografías: Catalina María Johnson

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DÓNDE: 1900 South Carpenter,

Chicago IL 60608.

CUÁNTO: Gratuito.

CUÁNDO: Dos domingos por mes a la 1 pm.

INFORMACIÓN: (312) 427 5450

[email protected]

TALLER DE CREACIÓN

LITERARIA

contratiempo y DePaul University agradecen a todos los que hicieron el Séptimo Festival de Poesía en Abril un éxito rotundo. Gracias a los poetas, organizaciones colaboradoras, voluntarios y sobre todo, a ustedes los lectores y público de Chicago, que nos inspiran para organizarlo año tras año. ¡Hasta el 2015!

Fotografía: Arturo Richardson

Fotografías fila 2: Arturo Richardson

Fotografías fila 3: Julián Pujols Quall

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MIRADA CÓMPLICE

A l poseer una cámara suceden principalmente dos cosas: uno se convierte en un fotógrafo reactivo o proactivo. El fotógrafo reactivo cap-

tura imágenes que ya existen y el proactivo las crea. Un buen ejemplo de esto es Andy Aguirre: fotógrafo, diseñador gráfico, videógrafo, artista digital y autodidacta. Andy tiene la técnica que requiere el feroz mundo comercial y la curiosidad necesaria para desarrollar proyectos personales que convierte en su propio labora-torio. Les recomiendo visitar su página web: paperpigeonstudio.com

¿Por qué se decidió por la fotografía?Hace más de dos años que adquirí mi cámara digital, desde ese día no paro de pensar en la fotografía. Qué es lo que sigue por aprender, qué quiero lograr con lo aprendido y qué ne-cesito hacer para que mi trabajo llegue al lugar que quiero en un futuro. En general lo que me hace continuar es la libertad de expresarme visualmente a través de una imagen y poder compartir ese momento específico. Lo que puedo perder y olvidar fácilmente a través del tiempo lo puedo capturar y retratar desde mi propio punto de vista, esta conexión nunca la he sentido con ningún otro medio artístico. La fotografía digital es mi hogar.

Ignacio Guevara, fotógrafo y escritor costarricen-se, es miembro del consejo editorial de contratiempo y reside en Manhattan, NYC

El ojo proactivo de Andy Aguirre

Ignacio Guevara

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MIRADA CÓMPLICE

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DOSSIER

S i hubiese que hacer una radiografía del siglo XXI mexicano, el observador podría empezar por Michoacán. En ese estado del occidente mexicano,

con costa al océano Pacífico, se viven todos los contrastes políticos, sociales y económicos del país: impresionantes recursos naturales que, sin embargo, no redundan en beneficio de una población empobrecida, sin trabajos, sin educación básica y sin perspectivas; una de las mayores tasas de emigración hacia los Estados Unidos (en Chicago constituye la comuni-dad mexicana más numerosa); un territorio tomado por el narcotráfico en medio de una lucha política descarnada; y como colofón un levantamiento popular armado que muy poco tiene que ver con otros levantamientos que se han dado en México desde el del EZLN en 1994, y sí tiene que ver, y mucho, con la tradi-ción autónoma e independiente de la entidad, especialmente en su región más tropical.

Entender lo que pasa en Michoacán en 2014 quizás permita asomarse con mejores herra-mientas críticas al proceso de transformación del Estado federal, tras el regreso al poder del Partido Revolucionario Institucional luego de 12 años de gobierno del conservador Partido

Acción Nacional. El PRI volvió, pero sus estruc-turas tradicionales de poder y control territorial no funcionan en Michoacán, donde tanto el crimen organizado como las llamadas fuerzas de autodefensa funcionan con otras claves.

Si el modelo tradicional de control del Estado sobre el territorio no funciona, o ya no es creíble, ¿qué ocupa su lugar, y bajo que condiciones, y cuáles son las consecuencias para la población civil?

A un mes de que se celebre la tradicional Se-mana de la Presencia Michoacana en Chicago, es fundamental un examen a fondo de lo que pasa en Michoacán. Contratiempo quiere contribuir a ese análisis con un dossier que mira a la situación de ese estado desde diversas perspectivas.

Una periodista, Verónica Calderón, y un es-critor, Dante Medina, nos proporcionan artícu-los de fondo. Medina explora en la literatura y la historia las raíces de la violencia michoacana, en tanto Calderón, que ha firmado una gran cantidad de reportajes desde Michoacán para el diario español El País, mira desde la perspectiva del reportaje el contexto y los procesos en que se dan los choques entre narcos, autodefensas y las fuerzas armadas federales.

Leopoldo González, director de la revista

cultural Letra Franca, quien amablemente ce-dió en exclusiva a contratiempo tanto su texto como el de Dante Medina, pone énfasis en el marco político inmediato, en tanto el docente Román Fuentes explora el rezago educativo de Michoacán y cómo se conecta este con la vio-lencia imperante en el estado. Cierra el dossier el historiador y economista Macario Schettino quien estima que el Estado no tiene otra alter-nativa que actuar con fuerza y bajo el amparo de la ley para construir una democracia que aún se le sigue escapando.

Este dossier es apenas un paso, pero uno necesario, para un análisis a fondo de lo que ocurre en Michoacán. Esperamos que con esta contribución se abra un diálogo que, desde el nuevo hogar de miles y miles de michoacanos arroje algo de luz sobre lo que ocurre en su región natal.

Marcopolo Soto y Gerardo Cárdenas

Marcopolo Soto, michoacano, es autor de la novela Sociópata y miembro del consejo editorial de con-tratiempo; Gerardo Cárdenas, escritor y periodista mexicano, es director editorial de contratiempo.

Michoacán en la encrucijada

Michoacán Migrante, Linocut, René Hugo

Arceo

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DOSSIER

Dicen, y dicen bien, que los romanos de la Antigüedad, cuando juraban por su honor, se ponían la mano derecha en los testículos. Testimo-

niaban, lo que significaba jurar por su hombría, por sus testículos.

Los michoacanos de Tierra Caliente, tan francamente mal hablados, tan directos y claridosos, juran por el corazón: su honor está situado más arriba de la sexualidad anatómica, es una hombría que sale del pecho, del lugar donde uno quiere, y con el que responde por delante cuando hace falta. A sus órdenes.

La violencia siempre ha existido en Michoa-cán, pero aparejada a la hombría, lo que no es un consuelo sino una idiosincrasia. Cuando las reglas del valiente están claras, y se basan en el respeto y los méritos personales —así sean la bravura— hasta los cobardes encuentran un espacio para vivir a gusto. Pero cuando la vio-lencia brota de la desesperación, de la impoten-cia, y el hartazgo de que abusen de mí y que me humillen; y que de ser un corralón de gallitos de pelea pasamos a un gallinero en el que nos apedrean por todos lados, en la oscuridad y la impunidad, una población arrinconada por los criminales y por los policías —que se compor-tan como criminales, con los mismos métodos de cobro de piso, extorsión, secuestros en nombre de la ley y bajo la forma de arraigo o no—, entonces el digno Señor de antaño pierde las formas, las buenos modales, la ritualidad de los enfrentamientos codificados en la conducta social, y surgen las Autodefensas (todos contra todos, pues, a ver quién cae primero, pero no me agarrarán descuidado), que reaccionan a sistemas organizacionales de pandillerismo adulto, bien articulados, con nombres de bata-lla tan evidentes como infantiles: “La Familia” (con un siglo de retraso con las “familias” sici-lianas, la cosa nostra, y la película de El Padri-no), y “Los Caballeros Templarios de Michoa-cán” (con su parafernalia de “sociedad secreta”, y sin comprender la dimensión histórica del fenómeno medieval que generó los Caballeros del Templo, destinados a rescatar Jerusalén; sin haber bebido en la fuente lo que Ramón Llull escribió en el siglo XIII en su Libro de la Orden de Caballería: “los caballeros tienen el oficio de mantener la justicia”, “al caballero le conviene amar el bien común… y el bien común es ma-yor y más necesario que el bien de cada uno”).  

Yo tengo la sangre caliente. Crecí como ellos. Siento como ellos. Y aunque ya no vivo allá, en la Tierra Caliente, sigue palpitando en mí el bravucón de mi infancia. Sé, porque lo viví, que la violencia ritual es una forma

de comunicación con el otro. Infantilmente, trenzarse es quererse en la disputa, porque pertenecemos a la misma fraternidad. Necesito a mi enemigo, porque en el fondo lo quiero; y porque le tengo aprecio, me importa mu-cho que sepa quién soy, lo mucho que valgo, y que me respete y que me admire. Que me pague tributo, bajo la forma que sea (a tanto por kilo de cosecha, a tanto por hectárea de propiedad sembrada de frutales, a tanto por no demostrarle la fuerza que ya exhibí), para reafirmar lo mucho que vale este cabrón por el que, equivocadamente, hasta hace poco nadie daba un centavo. ¿Qué tal, eh? Hablando de mí y de la sociología de los michoacanos, parece que acabo de describir al Nazario Moreno que habita en muchos, empezando por él mismo, que no se inventó solo.

La viajera e intelectual norteamericana, de mediados del siglo XX, que se enamorara de la región —amor que produjo varios libros, excelentemente traducidos por Carlos García Trejo—, Marian Storm, en Caminos de herradu-ra a Tierra Caliente, escribe: “La Tierra Caliente es un territorio ensimismado, y prefiere mante-nerse así”.  Pero tienen una clase aristocrática, digo yo: poca gente en el ancho mundo he conocido de tanta cortesía, amabilidad, gene-rosidad, corazón abierto, y Marian lo observa, lo vive, y lo confirma: “Los indios comen con refinamiento”; son “gentes de corazón tierno,” “personas de corazón manso.”

Ezio Cusi (Memorias de un colono) testimo-nia que: “No había domingo o lunes que no amanecieran uno o dos muertos y otros tantos heridos”. Y en algún lugar de ese mismo libro narra lo que yo viví en mi niñez, en Nueva Italia (“estudié” párvulos, antes del moderno Kindergarten, alias Kínder, junto a la máquina traída de Sicilia por Dante Cusi para “extraer en frío el aceite esencial que contiene la corteza de limón)”: el éxito de las emborracha-bles fiestas de fin de semana se medía por el número de muertos y heridos, a machetazos, de hombre a hombre, de alcohol a alcohol. Y eran las mujeres las que iban, en chinga y mo-viendo el chunde, a regar la noticia con detalles heroicos de las peleas y enfrentamientos que, en su labia fluida y altamente exclamatoria, llena de interjecciones y florida en expresión corporal, los brazos en jarras, y adelantando la trompa, alcanzaban las alturas épicas de la epo-peya. Y es que la lengua es un órgano robusta y elásticamente muy bien desarrollado —y bien crecido— entre los michoacanos. Vegetal y animal que se ha adaptado muy a sus anchas al clima de Tierra Caliente. De verba está hecha la

naturaleza primigenia de los habitantes de esta región del mundo.  

Si a la palabra se le agrega la acción, ten-dremos un émulo de la violencia: Nazario Moreno, cuya autobiografía, Me dicen “el más loco”, truculenta y amañada, publicada en 2011, ya muerto él según narra un epílogo sin firma, lleva la superchería de su falso deceso a poner en portadilla esta frase: “Prohibida la reproducción total o parcial de este libro si no es con la autorización expresa y por escrito de la viuda del autor”. Pido, pues, permiso, en público, aquí, a sus deudos ficticios y verda-deros, para citar algunos fragmentos de este líder predicador del bienhacer al próximo que contribuyó, con sus palabras y sus obras, a la violencia en Michoacán.

Citaré de los libros de Nazario. Apatzin-guense de Guanajuatillo, Nazario Moreno, el Chayo, fundador de Los Templarios, cuya cultura de la paz verbal y la violencia física se enfrentan en una misma persona, se nutrió de las radionovelas, según confiesa, de Kalimán y Porfirio Cadenas, El Ojo de Vidrio, héroes a quienes soñaba con imitar, por su grandeza de ánima y por su violencia justiciera, aunque al margen de la ley, pero regidos por su hombría, capricho, y credo. Con un ingrediente extra en la personalidad de Nazario, que él resume así: “Tanto me chingaban que me hice mañoso”. Paralelamente, se declara un elegido de Dios: “Sentí el llamado de Dios, iniciando el estudio de la Biblia”, así que al tiempo que “financia-ba cursos de superación personal por todo el país”, “en el periodo del 2006 al 2009,” sus referencias culturales estaban por los suelos en cuanto a calidad, pues da por útiles a verdade-ros farsantes, que lo estafaban cobrándole lo que no valían: “Del 2006 en adelante empecé a contratar a un alto costo a conferenciantes de la talla de Carlos Cuauhtémoc Sánchez”. El coctel se adereza (coctel molotov sería) con sus lecturas sobre “hermandades secretas” (la ignorancia manda: Los Templarios no fue una hermandad secreta), y héroes contemporáneos con ideología no católica (pero eso Nazario no lo sabría): “muchos decían que me parecía al Che Guevara”. Luego vendría la batalla de “recuperación” del territorio (también a las masacres contra los indígenas la llamaban los conquistadores “pacificación”, cosa que tampoco sabía Nazario, sin haber cursado ni la escuela primaria) “en una lucha violenta y sangrienta” contra los Zetas. Loco y guía espiritual, Juana de Arco y Mahatma Gandhi en un mismo iluminado, guerrero y pacifista, crea la orden de los Templarios (de quienes apenas

Explicación sencilla de la violencia cortés y la violencia vulgar no michoacana, si ustedes me permitenDante Medina

► C O N T I N Ú A E N L A P Á G I N A S I G U I E N T E

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DOSSIER

A Rogelio Zarazúa lo mataron el 15 de septiembre de 2005, en un restau-rante en el que celebraba su santo. Zarazúa era Director de Seguridad

Pública y Tránsito en el Gobierno de Lázaro Cárdenas Batel (2002-2008). Lo mataron en un restaurante de Morelia, que no cerró pese al atentado. Comía con su mujer y unos amigos. “Lo mataron enfrente de mí”, recuerda uno de ellos. “Aquí, al ladito”, señala con la mano. “Ese día comenzó todo. La muerte de Rogelio Zarazúa, a manos de los Zetas, es el punto de quiebre de lo que ha ocurrido”. Ese día, está convencido, comenzó la guerra de Michoacán.

Cinco hombres encapuchados entraron a un bar de mala muerte a las afueras de Urua-pan casi un año después, el 6 de septiembre de 2006. Dispararon al techo y entraron a la pista de baile. Arrojaron cinco cabezas y dejaron un cartón con un mensaje, recordado millones de veces por decenas de miles (quizá centenas) de michoacanos. “La familia no mata por paga. No mata mujeres, no mata inocentes, sólo muere quien debe morir. Sépanlo toda la gente, esto es justicia divina”. Ese día nació La Familia Michoacana, un grupo de crimen organizado basado en Los Matazetas, comandos que ha-bían declarado la guerra al poderoso cartel que domina el noreste de México, el de la última letra del abecedario.

Dos años después, dos hombres arrojaron sendas granadas contra las familias reunidas en la verbena que celebraba la Independen-cia de México, el 15 de septiembre (de nuevo septiembre) de 2008, en el centro de Morelia. Los explosivos detonaron cuando el enton-ces gobernador, Leonel Godoy, arengaba a la multitud a soltar “vivas” a México. Murieron siete adultos y un niño. Otros tantos quedaron mutilados. Nunca se detuvo a los responsa-bles y el ataque no ha sido esclarecido. Un par de hombres fueron detenidos en Apatzingán y confesaron haber sido responsables, pero después se desdijeron y denunciaron que ha-bían sido torturados. Godoy culpó a esa masa informe del calderonismo que se ha cobrado ya tantas vidas en México: “El Crimen Orga-nizado”. Los Zetas culparon a La Familia, y La Familia a Los Zetas. De los muertos solo se acuerdan Morelia, que guarda como cicatrices

Michoacán y septiembre no se llevan bien

Verónica Calderón

sabía lo que aparecía dibujado en los comics semanales de Rolando El Rabioso, a juzgar por las ilustraciones que utiliza, en su Código), una “hermandad” cobijada bajo el lema de “Amor, Lealtad, Igualdad y Justicia” que, sin embargo, es feroz en sus dictámenes contenidos en los 53 puntos del Código de los Caballeros Tem-plarios de Michoacán, cuyo primer mandato es la obediencia ciega: “1. Este código es obliga-torio para todos los miembros que forman parte de la orden de los  Caballeros Templarios de Michoacán”. Y mientras los juramentos bondadosos —que también encierran violen-cia— parecen un llamado al bien y la justicia en favor de los desvalidos (“Juro y prometo combatir siempre en protección del oprimido, de la viuda y del huérfano”, “La vida requiere de caballerosidad y humildad”, los compromi-sos atañen la agresividad, el sometimiento, la autoinmolación: “Juro y prometo pagar con mi sangre, si fuese necesario, a fin de respetar todos mis juramentos, para acudir en ayuda de mis hermanos” (pasemos de largo, dado que Nazario no fue a la escuela, la torpeza de la redacción), la feroz amenaza contra la indisci-plina: “47. Cuando un Caballero cometa una falta contra un miembro del consejo y viole el voto de silencio de los Caballeros Templarios del Estado de Michoacán, se le castigará con la pena capital”, y el sometimiento total en la última página del Código: “Yo consiento, si falto a mi palabra de honor, en ser ejecutado por las armas de los buenos compañeros o ser devorado por las bestias salvajes del bosque” (a los michoacanenses —es decir, nacidos y no nacidos en Michoacán, pero de esa tierra, a di-ferencia de los michoacanos que sí nacieron en ese Paraíso que se nos antojaría, a veces, algo infernal— nos consta que ya “no hay bestias salvajes” no humanas “en el  bosque”).   

Buena parte de la violencia de Michoacán se nutrió de enseñanzas, verbales y escritas, de esta contradictoria índole.

Con un agregado más: la pérdida del valor de la hombría. Cuando el enfrentamiento dejó de ser de persona a persona, y que la violencia se convirtió en grupal, en montonera, en apan-dillerada, se burocratizó el honor: comandarán la Familia y Los Templarios porque, agazapados en la sombra y el secreto, y con buenas armas, ponemos una regla del juego inquebranta-ble: tú siempre pierdes, yo siempre gano. Así se juega este cubilete, que no admite azares; distantes y olvidados del enfrentamiento a machetazos, con un machete para cada uno de los dos combatientes. Además de la lacra de la violencia, caímos en el deshonor de la cobardía. Golpes bajos, matreros y que deberían avergon-zarnos fueron el nuevo modelo a seguir: matar a indefensos, atentar contra los hijos, expoliar a desvalidos, abusar de las mujeres, secuestrar a niños y ancianos. Esto no tiene nada que ver con el michoacano auténtico, con lo que verda-deramente somos: hombres de palabra, de una sola pieza, cumplidores, que nos la jugamos al parejo, sin miedo. Y sin abusos. Nunca podrá decirse que un michoacano es ventajoso.

La violencia que ha vivido últimamente Michoacán es una perversión de lo que somos: valientes, pero honorables; agresivos solo en defensa propia; caballerosos y amables, aún en la pelea; respetuosos de las mujeres y los débi-les. Por eso la violencia reciente nos humilla y sentimos que se nos denigra. Queremos volver a nuestra identidad auténtica: a que, como éramos antes, como somos, lo valiente no nos quite lo cortés, ni lo amable. ¿O no, paisanos? Palabra de honor, bajo juramento, que sí.

Dante Medina, escritor, es autor de cerca de 50 títulos de narrativa y ensayo, incluyendo la novela Ya nadie es perfecto, ganadora del Premio Na-cional de Novela José Rubén Romero, en Morelia, Michoacán, en 2010.

◄ V I E N E D E L A P Á G I N A A N T E R I O R

Nu-Clear II, 2012 Linocut 9 x 15 1/2 inches,René Hugo

Arceo

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DOSSIER

los hoyos causados en su suelo de cantera, y sus familiares. A la justicia, ni está ni se le espera.

“Ya no sé ni con quién estoy hablando”, confesaba una encargada de organizar ban-quetes. Los asesinatos se convirtieron en algo cotidiano. Nadie podía hablar del narco, pero estaba ahí. En Morelia, brotaron como hon-gos decenas de negocios llenos de mercancía pero vacíos de clientes. Y que permanecían. La sociedad michoacana intentaba hacer la vista al otro lado. No faltaba el empresario ofendido que culpaba a los medios de “exagerar” la “in-seguridad” en el Estado. Dicen que la verdad es la primera víctima de una guerra, y en el caso de esta, la verdad no quería ni siquiera llamar a las cosas por su nombre.

La Verdad, herida, ocultó palabras, que ahora se mencionaban bajito y con miedo, con cuidado de que nadie las escuchara. “Familia”. “El Chayo”. “La maña”. “Los malos”. Cuando Felipe Calderón, michoacano, anunció en 2010 que su Gobierno había aniquilado al fundador del cartel, Nazario Moreno “El Chayo”, la mafia decidió reinventarse. “El Chayo” seguía vivo y ahora había decidido añadir aún más misticis-mo a su desquiciada filosofía de guerra: ahora se llamarían Los Caballeros Templarios.

Los Caballeros Templarios se convirtieron en amos y señores de la tierra michoacana. Controlaban desde los cultivos de su fértil tierra hasta la tala de sus profusos bosques, pa-sando por sus ricas minas de hierro. Y comen-zaron a imponer un régimen del terror en el que los abusos se hicieron cotidianos. Desapa-recían niños. La gota que rebosó el vaso fue la violación sistemática de jovencitas. Los sicarios no paraban hasta que las dejaban embarazadas. Había casos de hasta tres o cuatro niñas que esperaban hijos del mismo violador.

“Eso fue. Eso fue lo que hizo que nos levan-táramos en armas”, repetía en un vídeo difun-dido en junio el doctor José Manuel Mireles, un médico de Tepalcatepec que terminó por convertirse en uno de los principales líderes de Las Autodefensas: civiles en guerra contra Los Caballeros Templarios. Mireles repetía varias veces la palabra “Templario” en ese primer vídeo. Con seguridad. Una y otra vez. “Los Ca-balleros Templarios”. “Los Caballeros Templa-rios”. “Los Caballeros Templarios”.

Roto el silencio, Mireles comenzó a ha-blar de lo que miles de michoacanos habían escuchado muchas veces, pero siempre “bajito”. Acusó al entonces gobernador interino, Jesús Reyna, de apoyar abiertamente a Los Caballe-ros Templarios. Afirmó, incluso, que Reyna ha-bía asistido al funeral del padre de “El Chayo”, que seguía vivo y al frente de la mafia, en Apa-tzingán. El Gobierno michoacano desmintió con velocidad la acusación. Dijo que Mireles había sido investigado “por droga” (mostraron unos documentos de una supuesta detención en 1986 por cultivo de marihuana). Un pe-riodista pidió al portavoz de Reyna la agenda del gobernador del día en que supuestamente habría asistido al funeral. Una foto, una junta, una inauguración habría desmentido de un

golpe la grave acusación de Mireles. El Gobier-no de Michoacán nunca la envió.

El avance de las autodefensas, que no se han detenido de avanzar ni con la presencia del Ejército y la Policía Federal en la zona (si acaso en algunos casos bajo su bendición), acabó cercando Apatzingán el 4 de enero de este año. La feroz respuesta de los narcotraficantes mantuvo en estado de sitio a casi toda la región de Tierra Caliente. Se suspendieron las clases, se cancelaron los viajes y la gente apenas y se atrevía a salir de su casa. Los sicarios llegaron a amenazar a las familias de quemar la poca comida que aún tenían los mercados (la zona sufrió de desabastecimiento de alimentos y gasolina). El enfrentamiento abierto obligó al Gobierno mexicano a anunciar el Plan para la Seguridad y Desarrollo Social de Michoacán.

A cuatro meses del inicio del operativo, Mi-choacán ha mantenido la temperatura, pero no ha vuelto a romper en hervor. El Gobierno de Enrique Peña Nieto nombró a Alfredo Castillo, uno de los más peñanietistas de su Gabinete, comisionado para Michoacán: el encargado de gestionar la estrategia de la presidencia en la zona. En solo cuatro meses han muerto el fundador, el todopoderoso Nazario Moreno “El Chayo”, y otro de los principales líderes de Los Templarios, Enrique Kike Plancarte, un hombre encargado de gestionar las empresas destinadas al lavado de dinero y padre de dos hijos de decidida vocación artística: El Príncipe y la Princesa de la Banda respectivamente.

Melissa Plancarte, la Princesa, cantaba una oda a “El Chayo”. “Esos que me andan buscando / Les voy a dar una pista / Mis soldados son mis guerreros / Por un ideal dan la vida”, entona en un concierto que se puede buscar en YouTube.

Los michoacanos, los de un bando y los del otro, saben quiénes eran los responsables de la mafia. No hay pueblo donde no se conozca dónde vive, o vivía, el jefe de plaza: el encargado de llevar el crimen organizado en el sitio. Todos lo repiten: todos conocen a un extorsionado, a un amenazado. Y todos sabían, o al menos sospechaban, quiénes eran los culpables.

La llegada de los militares y los federales arrinconó a los narcotraficantes. Sicarios huían a pueblos vecinos de los ocupados por las autodefensas y dormían en la puerta de las casas de los habitantes. Contaban en febrero que “El Chayo” ya se había despedido de sus hombres mediante un comunicado de radio. El fundador de Los Templarios dejó su reino, Apatzingán, para esconderse en Arteaga, junto con el único líder superviviente: Servando Gómez “La Tuta”. La presencia del comisionado quitó de golpe la gestión del poder al Gobierno de Michoacán: el llamado “gabinete alterno”, que es en realidad una veintena de funcionarios federales que han reemplazado a los michoacanos en sus funciones, gestiona al menos un 95% del dinero enviado al estado.

Michoacán despertó la mañana del 9 de

marzo de 2014 con la noticia de que había muerto “El Chayo”. De nuevo. “Ahora sí”. Muchos michoacanos intercambiaron mensajes, varios de ellos rebosantes de incredulidad. Datos aparecieron en las redes. “El Chayo” tenía una placa en la cabeza de metal, por ejemplo, informaba una publicación en Facebook. Otros empezaron a difundir supuestas imágenes del cuerpo. Una pareja en Apatzingán pasearon de reojo por el sitio donde, en teoría, estaba el cadáver. Michoacán se ha convertido en una red de información y también de rumores.

El panorama permanece incierto. Las autodefensas han sufrido escisiones y dos de sus líderes han sido detenidos, pese a que sus comunidades insisten en su inocencia. Los civiles armados están convencidos de que Servando Gómez “La Tuta” se esconde no muy lejos de donde mataron a “El Chayo”. Reyna ha sido detenido por las autoridades e investigado por supuestos nexos con Los Templarios. Las autodefensas se niegan a dejar las armas a menos que se garantice que todos los líderes han sido capturados.

Los detalles sobre la muerte de Nazario Moreno “El Chayo” se han conocido poco a poco. El sanguinario líder de Los Templarios celebraba su cumpleaños número 44, que había sido el 8 de marzo. Un grupo de Parácuaro se presentó en la comida, que se extendió hasta las primeras horas del día siguiente. Los testigos cuentan que, cuando llegaron los federales, los pocos hombres que custodiaban al líder, sus soldados, salieron corriendo. Dicen que lo dejaron solo. Y así, solo, lo encontró, ahora sí, la muerte.

Verónica Calderón, mexicana, es reportera en la delegación del diario español El País en México

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A l margen de que los grupos de auto-defensa social frente a la delincuen-cia organizada son una realidad que surge, crece y opera por fuera de la

ley, como reacción ante la ausencia de auto-ridad y de régimen constitucional en algunas regiones, lo cierto es que sin su despertar y proliferación el deterioro del tejido social y de la vida institucional en Michoacán se habría profundizado a tal grado, que haría imposi-ble prever una solución de corto plazo a los múltiples problemas de estabilidad social y de gobernabilidad política que agobian al estado.

El bajo perfil, la colusión latente o la inefi-cacia manifiesta de las autoridades estatales en el combate a la criminalidad organizada, había sido desde los años de la “izquierda” en el gobierno local un tema muy sensible y de enorme preocupación en amplios sectores de la sociedad michoacana. Pero no llegó a convertirse en asunto de Estado ni en tema de seguridad nacional.

Interrogar por el pasado inmediato que nos condujo a este aquí y ahora, es una pregun-ta con sentido si se asume que mientras los personajes que crearon esta realidad y las raíces del mal continúen intactos, cualquier solución que se intente al “caso Michoacán” podrá tener todas las bondades que se quiera pero no habrá sido profunda, radical ni visionaria.

El sistema de relaciones políticas contami-nado que introdujo la “izquierda” en el poder local durante años y el sistema de relaciones delincuenciales creado de 2002 a 2012, cimen-tados en una dislocación de la racionalidad ideológica y en la construcción y despliegue de una cosa que podríamos llamar razonamiento arbitrario, condujeron a Michoacán a la peor época de oscuridad de su historia.

La delincuencia llegó a su límite cuando la gente de Tierra Caliente y de la región Costa-Sierra, primero, y el Gobierno Federal después, comprendieron que el enemigo mortal de la sociedad había sido alimentado durante años y terminado por adueñarse de casi todo: la fuerza productiva de la tierra, la vida sencilla de las comunidades, la respiración de la gente y cualquier indicio del régimen constitucional en la coordenada geográfica que va del centro del estado a la costa.

Michoacán se había vuelto –sin propo-nérselo- estigma incómodo de una visión de país, sello de lo impresentable de México en el escenario internacional (Davos), rostro visible de una sociología del rufián y el bravucón, fisura y marca de una oscura rebeldía hacia la

racionalidad democrática, molde de una ofus-cada repulsa hacia la idea de gobernabilidad, quizás veneno nacional. De ahí en adelante, a veces sístole y diástole de sucesos, en ocasiones tobogán de conmociones colectivas y, a trechos, montaña rusa del teatro de la opinión pública.

El que los amanuenses y testaferros de la delincuencia organizada se metieran con la dignidad, la vida, la intimidad y los intereses de quienes habían formado parte de sus bases sociales de apoyo, fue el principal motivo y el punto de inflexión para la creación de los primeros grupos de autodefensa en Tierra Ca-liente. Después, la multiplicación y avance de los originales grupos de autodefensa prendió las luces rojas en el más alto nivel de la política nacional. Sin embargo, fue hasta que el secre-tario Luis Videgaray, en gira por la entidad, declarara que “en Michoacán se encuentra amenazado el Estado mexicano”, cuando nues-tra crisis sistémica se volvió asunto de Estado y tema de seguridad nacional.   

La expansión y multiplicación de los ori-ginales grupos de autodefensa, que a donde llegaban abatían los índices del delito, incorpo-raban a una parte de la población a su causa y restituían propiedades a sus antiguos dueños, fue el signo más visible de que su incontenible avance hacia la capital del estado podía ser un asunto de días. Esto, que en condiciones de normalidad habría sido visto como algo natural y hasta provechoso, comenzó a preocupar a algunos hombres del poder, incluido el primer círculo del comisionado Castillo.

Por esos mismos días, y ante el ascenso y la acumulación de control territorial por parte de los grupos de autodefensa legítimos, hizo su aparición un extraño fenómeno de conversión: en la costa, la sierra y la región de Tierra Calien-te (Buena Vista Tomatlán y Caleta de Campos, entre otros puntos) grupos de “arrepentidos” que habían trabajado para oscuros o visibles je-fes de la delincuencia, de pronto (con verdadera convicción o por mera conveniencia) decidieron ingresar a grupos de autodefensa ya formados o crear los suyos, lo cual vino a recargar los filos de la sospecha y la contradicción en torno al movimiento y a enrarecer aún más el trato del gobierno hacia algunos de sus dirigentes.

El punto es que el movimiento original de autodefensas, tras capitalizar el hartazgo de la población hacia sus verdugos, se había vuelto un catalizador de la protesta ciudadana frente a las bandas criminales y un interlocutor de primer orden ante la Federación, en todo lo concerniente a tratar de limpiar a la entidad

de estos grupos a los que alguien calificó — eufemísticamente—  como “del mal amén”.

Puede decirse que hasta el 9 de marzo, cuando se da a conocer el mayor y más deslum-brante trofeo de caza de la estrategia, consis-tente en que a inmediaciones de la cabecera municipal de Tumbiscatío, el cabecilla Nazario Moreno González (el hombre que no murió lo suficiente en diciembre de 2010) finalmente fue abatido por personal del ejército y la marina, la estrategia federal de recuperación de territo-rios y rescate de Michoacán había sido clara, limpia, quirúrgica y eficaz.

No obstante, en los días de esa misma semana algo que no ha quedado claro ocurrió: la sorpresiva muerte de dos integrantes del grupo de autodefensa de Buena Vista Tomat-lán, Rafael Sánchez Moreno y José Luis Torres Castañeda, creó un conflicto entre estos y el grupo de autodefensa de La Ruana, que condu-jo al desarme de este último por el ejército y al inicio de una indagatoria judicial contra Hipó-lito Mora (La Jornada Michoacán, 13 de marzo de 2014), el emblemático líder del Consejo Ciudadano de Autodefensas y Comunitarios de Michoacán que desde el 12 de marzo se halla a disposición del ministerio público.

Se podrían extraer varias lecturas: una que apuntaría a un cambio de guardia en la relación del Gobierno Federal con el movimiento de autodefensas en la entidad, que eventualmente desembocaría en su gradual desmovilización; otra que indicaría que la estrategia federal ha ingresado a un impasse de incertidumbre respecto de sus propósitos originales; una más, en el sentido de que la madeja se le está enre-dando cada vez más al comisionado Castillo, alejando así la posibilidad de una solución consolidada frente al “caso Michoacán”.

Al margen de si Michoacán vuelve o no al memorial de oscuros presagios de su historia reciente, o de si se halla o no en la antesala de una solución definitiva a su crisis de violencia, lo cierto es que conviene modificar, introducir arritmias, torcer o empañar la estrategia federal de rescate de la entidad, que aún tiene saldos y tareas pendientes y propósitos que cumplir en el horizonte nublado de nuestros días.

Leopoldo González es analista político en diversos programas de radio, televisión y sitios de internet; asesor en el Congreso del Estado de Michoacán y director de la revista de creación y cultura Letra Franca.

Los dedos sobre la flamaLeopoldo González

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DOSSIER

L a desintegración social en México tie-ne muchas variantes, tomaremos solo un ejemplo: el crimen organizado. Al día de hoy, el foco rojo se centra en el

estado de Michoacán, donde los llamados gru-pos de autodefensa emprendieron, codo a codo con las fuerzas federales, una cacería de los criminales conocidos como Caballeros Templa-rios. Ha habido más de 500 detenciones, se han tomado varias plazas de estos narcotraficantes, la paz social parece restablecerse y el futuro se ve un poco más alentador.

Sin embargo, la suspicacia de los mexicanos, tanto como de la mirada internacional, es in-eludible, puesto que el origen de este conflicto y su propuesta de resolución son tan oscuros y, a la vez, tan risibles que nos hacen pensar que el cuento no acabará aquí. Y no es mero pesimis-mo, pues el problema tiene una raíz profun-da, que lamentablemente se relaciona con la educación brindada por el sistema oficial en las comunidades rurales a lo largo de todo el país.

Es ejemplar el caso de los grupos de auto-defensa (con todos los bemoles que el lector quiera agregar), pues encarna una reacción concreta y digna de un grupo de ciudadanos que no recibieron de su gobierno las condi-ciones de vida mínimas para poder trabajar y sacar adelante a sus familias. El desenlace y las peculiaridades de esto son para discutirse en otro momento, la mención la hago por-que la mayoría de las comunidades afectadas por el crimen organizado no tiene, digamos, tanta suerte como las de Tierra Caliente, que han logrado, al menos, que los criminales se replieguen, dejen de extorsionarlos y permitan, dentro de lo que cabe, continuar con sus vidas más o menos con normalidad.

Ahora bien, salvo estos pocos casos en los que los ciudadanos ejercen la ley del Talión y salen, aunque sea relativamente, victorio-sos, salvo los todavía menos casos en los que las fuerzas públicas cumplen su deber con efectividad y erradican al crimen organizado de las comunidades que azota, el resto de los afectados tiene que lidiar con condiciones de vida terriblemente violentas. En este contex-to, la educación pasa a último término, pues lo importante es, literalmente, sobrevivir, y la promesa de estudiar para tener un futuro mejor resulta una utopía.

No solo sucede que el pánico afecte todas estas comunidades y que la tensión violenta sea tal que no se pueda siquiera asistir a la escuela, sino que, además, muchos maestros son amenazados y obligados a “moderar” su cátedra, cuando no a cambiar su discurso para promover, incluso, las “bondades del narco”. Y por si fuera poco, hoy por hoy las filas del crimen organizado se engrandecen con doce-nas de adolescentes que abandonan las aulas para encontrar esa opción real y concreta de mejorar sus vidas.

Sí, es una opción real y concreta, con un costo elevado, es cierto, pero muy práctica y alentadora para quien no ha visto más op-ciones en su vida que el arduo, mal pagado y explotado trabajo en el campo. El narco paga bien, rápidamente y con un esfuerzo mínimo. Esta fórmula, combinada con el machismo temerario que todavía permea las comunidades rurales, no puede fallar. Cualquier adolescente prefiere tener una troca, un cuerno y hartas viejas, que dedicar su tiempo al ciclo del car-bono, a las ecuaciones de primer grado o a las vanguardias literarias.

Pero la promesa de dinero inmediato y una vida fácil no es lo único que arrastra al estu-diantado a estas opciones, el problema es más profundo, y tiene que ver con cómo estamos educando. Hace unas semanas, casualmente, un maestro de Telesecundaria me comentó que al preguntarle a un estudiante de primaria qué quería ser de grande, éste exclamó orgulloso: “¡narco, como mi papá!”. El discurso oficial, sus acciones y todos sus programas, fallan una y otra vez desde hace décadas, pues las aulas se están vaciando, no hay interés por estudiar. Y no es solo “culpa de los maestros”, de los programas, de los libros o de las condiciones sociales. Es la experiencia de aprendizaje real la que no se está logrando.

Los niños abandonan la escuela porque no tiene sentido para ellos. Las propuestas educativas actuales promueven esquemas de enseñanza basados en el interés del estudian-te, en su capacidad de dialogar con otros y aprender por cuenta propia. En contraste, el diseño y ejercicio de los programas educativos en este país es catedrático, supone que el do-cente domina todos los contenidos y es capaz de explicarlos de tal suerte que los alumnos, en

plena receptividad pasiva, los podrán compren-der y reproducir con relativa sencillez.

La opción debe ser una educación centrada en el diálogo, devolviendo al estudiante su lugar en las dinámicas del aula, empoderándolo para elegir lo que le gusta y quiere estudiar, y dándole la confianza para ir aprendiendo a aprender, de modo que la educación no sea una imposición, sino una experiencia contextualizada que arroje resultados reales y positivos en su vida personal, en vez de que se centre en complacer autoridades educativas, “llenar” los libros y aprobar con éxito pruebas estandarizadas a nivel nacional.

Hay pocos ejemplos para mostrar cómo esto podría funcionar, el proyecto Pos-primaria, im-pulsado por CONAFE (Comisión Nacional de Fomento Educativo) es uno de ellos, pues tomó distancia del currículo oficial para centrarse en la consecución del aprendizaje autónomo y el desarrollo de competencias a partir del estudio de contenidos de interés para los jóvenes, que ya no tenían un maestro que les enseñaba, sino un tutor que los apoyaba en la construcción de aprendizajes por cuenta propia.

Mientras los problemas sociales como el crimen organizado y la pobreza extrema no se erradiquen, mientras la escuela siga siendo una experiencia ajena para los jóvenes, mientras los docentes no asuman la gran responsabilidad que tienen y se fortalezcan para poder promo-ver dinámicas más sanas y con más sentido, no podremos esperar que los niños y niñas de México apunten la mirada a esta otra seductora opción: convertirse en criminales. Muchos de los criminales actuales seguramente asistieron a la escuela, pero su experiencia en el aula fue tan ajena que la educación resultó una opción de vida muy poco alentadora. Pensemos, solo como reflexión final, que un famoso líder del crimen organizado, la “Tuta”, es docente de pro-fesión. ¿Qué tipo de experiencias de aprendizaje estamos teniendo en las aulas de suerte que abandonamos los libros para tomar las armas?

Román Fuentes es egresado de la maestría en Filosofía de la Cultura de la UNAM. Desde 2010 es asesor académico y trabaja capacitando a docentes de educación básica que laboran en comunidades rurales.

Desintegración social y desinterés escolar: un círculo viciosoRomán Fuentes

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DOSSIER

L as sociedades necesitan una estructu-ra de poder, que es lo que llamamos Estado. El problema es que el Estado siempre tendrá una fuerza difícil de

controlar. La solución tradicional es una socie-dad piramidal, en la que los poderosos, desde arriba, controlan y extraen riqueza a los de aba-jo, que son más, pero con menor fuerza. En esas sociedades, el control de los poderosos se hace mediante tradiciones, costumbres, rituales, que de alguna forma logran limitar sus excesos. Así vivimos los humanos por, al menos, cinco mil años, hasta que se nos ocurrió un experimento.

El experimento consiste en construir una sociedad cuyo Estado no se controla por tradiciones, costumbres y demás, sino por algo llamado la Ley. Para que esto funcione, se requiere que el Estado se divida (por ejemplo, en tres poderes) y que haya constante enfren-tamiento entre sus partes, de forma que no volteen a ver a la sociedad y decidan abusar de ella. Ese experimento es el gobierno limitado, cuya versión más conocida es la democracia.

El proceso de cambio de la vieja sociedad piramidal a la nueva sociedad con gobierno limitado ocurrió, en Europa, Estados Unidos y lugares similares hace ya muchos años. En el siglo XVII, en Holanda y Gran Bretaña; en el XVIII, en Francia y Estados Unidos. En América Latina, eso no ocurrió. En México, especial-mente, este experimento lo iniciamos hace menos de 20 años. En 1997 para ser exactos.

Cuando se intenta este tránsito de formas sociales, lo común es que aparezcan grupos que disputen al Estado su posición de poder. Si logran ganar, entonces serán ellos los que extraigan recursos de la población.

En 1997, cuando pierde el PRI la mayoría en la Cámara de Diputados, también es asesinado Amado Carrillo, entonces en la cúspide de la pirámide del narcotráfico. Es decir, se derrum-baron las dos pirámides que daban estructura a la sociedad en México, al mismo tiempo.

En los siguientes años, se nos fue yendo de las manos el funcionamiento de la sociedad, aun-que no quedaba claro qué pasaba. Algunos, mu-chos, culparon a los políticos, o específicamente a Fox y Calderón, es decir al PAN, de cómo se nos desordenaba todo. Peor cuando en 2006 aparecieron las primeras cabezas en Uruapan.

Ahora que el PAN ya no gobierna, y que el PRI ha regresado, varios de quienes criticaban empiezan a entender que esto no es un proble-ma de partidos o personas, sino un problema de la estructura de poder y la sociedad.

Más fácil: lo que vemos en México no es un problema de narcotráfico, pero sí de crimen

organizado. Los grupos organizados buscan sustituir al Estado en esa posición privilegiada que le permite extraer recursos de la pobla-ción. El Estado, como lo calificaron Olson o Tilly, es un bandido estacionario, es decir, un bandido que vive con nosotros y nos quita continuamente recursos. Impuestos, le llaman, pero es tributo a cambio de que ese bandido nos defienda de otros (que seguramente serán peores), y que haga algunas otras cosas.

En México, hasta fines de los setenta, el crimen organizado era simple narcotráfico. Después, conforme empiezan a aparecer seña-les del derrumbe del Estado, crecen los grupos que deciden sustituir al Estado en pequeñas regiones: subversivos en Oaxaca y Guerrero, secuestradores en las grandes ciudades, etc. En 1994, con los asesinatos de Colosio y Ruiz Massieu, el fin del Estado se hace evidente para todos, y en 1997 se hace realidad.

El cártel del Golfo controla Tamaulipas desde entonces, y busca hacer lo mismo en Michoacán. El grupo colonizador se independi-za y crea su propio “Estado”: la Familia. Luego estos dos grupos son destruidos (desde dentro) y sustituidos por Zetas y Templarios, ahora los dos en proceso de derrumbe.

Aunque en esas dos regiones es donde más evidente es el proceso, también se vive en otras partes, pero me parece que de manera más abierta en el sur: Guerrero, Morelos, Estado de México, Oaxaca, en donde hay un derrum-be del poder local muy serio, y un ascenso de grupos en pugna: crimen organizado, grupos subversivos, abigeos, sindicatos, terratenientes con brigadas blancas, autodefensas, policías comunitarias. Identifíquelos usted, si puede.

El crimen organizado en México no es un problema de narcotráfico, sino de disputa por el control del Estado. Todos los grupos son, sin duda, débiles frente al Estado Mexicano, si éste logra continuar su proceso de trans-formación y recuperación. Porque no sólo enfrenta a estos grupos violentos, sino a otros que no lo son, pero también extraen recursos: empresarios dominantes, sindicatos, centrales campesinas, y políticos menores en gubernatu-ras, entre otros.

En mi opinión, la avalancha de reformas de 2013 por eso es tan importante: da recursos al Estado para, desde la Ley, enfrentar a sus adversarios y a sus enemigos. Eso significa que México ha logrado pasar la primera parte de la modernización. En esta segunda parte, el Estado tiene que defender lo logrado frente a los reclamos de los afectados: maestros, empre-sarios, petroleros, etc. Y tiene que enfrentar, al

mismo tiempo, esos grupos que intentan sus-tituirlo en algunas regiones. En ambos casos, tiene que ganar.

En el primer frente, lo hará si se logra mante-ner la coalición que se llamó Pacto por México, probablemente sin publicidad. En el segundo, no hay otro camino que destruir a los grupos que lo enfrentan. En esa dirección, hay tres caminos que deben recorrerse: aislar a los grupos, enfren-tar directamente, y fortalecer al Estado local.

En suma: lo que vemos es el sufrimiento del tránsito de viejas formas a la modernidad, es decir, al Estado fuerte, limitado por la ley y responsable frente a los ciudadanos que llama-mos, en breve, democracia. Va a costar, pero es el camino correcto.

Macario Schettino ha sido consultor, profesor, ar-ticulista y hasta funcionario en los últimos veinte años. Actualmente publica en El Financiero y participa en la mesa semanal Dinero y Poder en canal 11. Más información en: www.macario.mx y en Twitter en @macariomx.

GROWING PAINS

Michoacán y los retos para el EstadoMacario Schettino

BP Arrives to Chicago, 2012 Linocut 14 1/2 x 9 inches,René Hugo

Arceo

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DESHORAS

Hace cien años, Carl Sandburg definió el alma de Chicago con su poema homónimo donde la ciudad ad-quiría la personalidad de un carnicero, un fabricante de herra-mientas, un apilador

de trigo, pero al mismo tiempo era tormentosa, bulliciosa, pendenciera, riéndose como un mu-chacho bajo la terrible carga de su destino.

El poeta canta a la ciudad porque la ciudad juega un papel importante en moldearlo. Lorca cantó a Nueva York como Borges a Buenos Aires o Pacheco a la Ciudad de México.

“La ciudad te seguirá”, escribía Cavafis por ahí en 1905. “Siempre acabarás en esta ciudad” decía el poeta sintiendo sobre sus espaldas el peso del mismo destino al que poco después aludiría Sandburg. El poeta queda a solas con la ciudad y su noche, como decía Verlaine, para reflexionar sobre ella y sobre sí mismo.

Con motivo del VII Festival Internacional de Poesía en Español Poesía en Abril, contra-tiempo y DePaul University convocaron a un concurso para poetas hispanohablantes de los Estados Unidos y Puerto Rico, cuya temática llamaba a reflexionar sobre la ciudad, al cum-plirse el centenario del Chicago de Sandburg.

En estas páginas, publicamos a la poeta ganadora y a los tres finalistas del certamen que fue juzgado por la poeta puertorriqueña Mara Pastor, el poeta mexicano Jorge Ortega y el crítico y catedrático peruano Julio Ortega.

Puertorriqueña avecindada en Chicago, Noelia Cruz Vázquez ganó el certamen con “Chi”, un poema que retrata con soltura y gra-cia el frío y la dureza de las calles de Chicago.

Primer finalista y ya previamente publicado en contratiempo, de cuyo taller de escritura creativa es asiduo miembro, el boliviano Miguel Marzana compitió con “312”, un título que al identificar el código de área telefónica de buena parte de la ciudad, define y describe la geografía e historia de Chicago.

Los puestos de los dos siguientes finalistas correspondieron a poetas de fuera de Chicago: el cubano Miguel Ángel Odio, residente en Long Island, con “Naufragio en Nueva York”, y el méxico-americano Martín Camps con “Ciu-dad en el hombro del agua”.

Además de los poemas con que participaron en el certamen, ofrecemos a nuestros lectores una selección de otros trabajos de estos estu-pendos, citadinos poetas.

Introducción y selección a cargo de Gerardo CárdenasIlustración: Ruben A. Tamayo [ Fax ]

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DESHORAS

Chi *

Humo frío sin sal

en el horizonte del aliento.

Casa blanda

de cualquier esquina.

Sábanas de libros

estantes distantes

dispersos,

por la erguida y solitaria

gentrífica y moderna

ciudad

dos banderas congeladas.

Trazos trozos de vías de cal

sobre toda la madera

sal de azúcar en tu boca.

Un loco hedonista en el reflejo de un teléfono

con sus manos arropándole

como libros de bibliotecas.

Polis policías

blanca y negra

incolora

abrazos de asfalto y rojo en la nieve arrojada

no abras la puerta

ventanas de cristal

y muchas manos de lana

esperando

como las lágrimas en los aeropuertos.

* Ganador del concurso Poesía en Abril

Poemas de Noelia Cruz Vázquez

Fotografía:

Superfamous

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DESHORAS

La Clave

Yo comienzo el coqueteocontoneocon graciayo toco, tú me tocasy con ganas de comernos nos vamos a escon-didas.Me lanzo contra tu cuerpono convienemás tampoco se contienecontra la pareden fuocojamming sectionvarios silencios.Tócame con ganascoñoconvéncemevente vamos contra todos que me vengo contra ti.

Continúo contra el tiempocalma la conmoción conexión lo consiguesme consumescon la notalas notasmis nalgas tus congasy tus manos 3+2

Eco

Ésta melodíase parece a la palabra melancolíay el bajo es constantesin prisa

Trinos de tristezareclaman algunas notasque robó el bandoneón.

El cue,y vuelve la melodía melancolíatu entrada es evidentetus manos recorriendo todo el registro

Las notas están embrujadasen golpeteola ciudad está calladay tu eres su eco.

En la Partitura

Es de madrugadala cabaña está fríaella pisa el suelo derretido por el aguala noche quedó atrapadaentre bejucos y estrellas

la mañana está calladay él la interrumpeafinándola

finalmente y luego de un cafédeciden confesarlo todoen la partitura

el momento culminaal final del compás

El bosque, aún guarda el secreto.

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DESHORAS

Poemas de Miguel Marzana

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Ceres mira con el rostro a la intemperie Lasciva tempestadDonde se han idolas malezas de Goslak Con Malsum En el vórtice que grita el mergo

Los fantasmas de Pullman bruñen con la sangre Y ninguna estatua ha contestadoY ni el cielo del verano ha preguntado El baluarte de cualquier cabeza desprendida de su páramo

El vestido para el té Ha guardado sus cenizas y sus flores

Arquivolta Jean BaptisteDepongo por el nombrepijaki mikiziw makwa cargador carnicero interpelo atestado de trenes y de pararrayosme voy con la frondosa vida de sus aguas

Fotografía:

Superfamous

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DESHORAS

Apetito por la destrucción

Acaecía el florecimiento en el insomnioaquel rostro reflejaba lo libertino de sus padres

Buscaba la belleza irguiendo sombras en sus labios Dormía madreselvas Parrales deshojados Buscando sus pestañas Despertaba sueños De su vida Su garganta Y perdición

Siempre estuvo lista para huir

White pony

Los gatos no se han marchado de tu voz Las palomas de vuelo incesante

No te vayas con las piedras Sosteniendo el adversario rumor del vaticinio

Enamorada de los monstruos De la voz De sus gritosSubterráneo es el legajoDonde corren los caballosDonde se sostiene la tragedia inferida de ese amor eterno Desolado

Piedra sola te has ido como el cielo

Una vez más

Una vez más Tus notas delicadas me han tirado a la camaUna vez más Tus notas delicadasSuplicantes Han derogado el gran amorUna vez más Tus notas delicadas Una vez más He decidido vagar de tiUna vez másSoy una manzana ensombrecidaUna vez másMe vengo cautelosamente

El gran masturbador

Fuera yoEl otro que me miraEl mismo yo mirándome mirándolo a elFuera yo Fuera el Sortilegio InconscienteEn los ojos se ha dejado de sentir¡Nada! En mí ¿Y en mí?

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DESHORAS

Chimeneas ausentes

Matemos gorriones / para calcar mentiras,sobre la invisible tinta del señor azulque desinfla sueños rodeados de pan,entre las suaves olas de aceroque limpian un epitafio. Estoy aquí, soloahogándome en las cenizas de mi barrio, no puedo huir.

Y aún así, / le sacio el amor a las cigüeñas,anhelando chimeneas y humoese lejano humo que sin quererlo,me anuda la garganta.

Poemas de Miguel Angel Odio

Naufragio en NY

Tiznadas de glamour

emergen las ratas por la urbe

suerte de horóscopo

abarrotado de preguntas

se hinchan los pies de la ciudad

perpetuo concierto de autos

/y heterogéneas tribus,

la metálica trenza abre la boca.

Sobre el techo, naufraga la calle

en medio del Océano

sólo tus ojos

graffitis bicolor en la ventana

que refleja la luz

al final del túnel que ahueca tus caderas

a veces me hundo, atado

a la banca que sostiene los siglos.

En tus narices

ceniza blanca para atrapar clientes

me convidas

no digo nada,

el réptil de metal nuevamente se detiene,

y abrochando el precio de los cuerpos

bajamos del Metro

para seguir flotando.

Fotografía:

Superfamous

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DESHORAS

Poema para el fin del verano

No es la página en blanco, sino la mente en blanco a lo que temo; peor aún, a la vida en blanco.Nada por hacer, sólo afilando el cuchillo del tiempo, el calor afuera secando las horas–como trozos de carne salada tendidos en la azotea–. El viento no va a ningún lado, avanza en círculos como los niños en la escuela, el azúcar en el café. Las montañas sólo conocen de horas que duran un mar. He caminado en días como éste y me he abrigadocon las telas que nos arroja el sol.Hay una carretera larga en esta hoja,una carretera larga que se pierde en una colina entre las reverberaciones del calor.La mente en blanco como un desierto,y este poema en medio, como un cacto.

Poemas de Martín Camps

Ciudad en el hombro del agua Ciudad con raíces en el agua.

Camino cerca del lago con geografía de U profunda.

Avanzo, entre la maleza del frío.

De pronto, aparece la cara de una muchacha envuelta en gamuza

una carita linda y clara como una luna enfundada en la neblina.

Vengo del desierto, de una ciudad que tampoco es una little soft city.

Vengo de una ciudad dura como cuero de zapato salado,

de una ciudad guerrera, como ésta, que muestra sus colmillos de hielo.

Vengo de Ciudad Juárez, que no sabe lo que es un río congelado,

o siquiera la noción de río, con calcetines blancos rotos.

El río Bravo es prieto, como los trabajadores que se tuestan cerca del comal,

atrás de la caja registradora, enfundados en chamarras gruesas para soportar

este invierno infame que te saca los ojos. Manos trabajadoras y corazones rojos.

Chicago de calles enlodadas por la nieve parda.

Los edificios que reflejan mil lunas incineradas.

Las mujeres heroicas en faldas cortas donde el frío mete sus manos perversas.

Debe uno perderse en estas calles. Buscar el calor de un café o de un abrazo.

Ciudad Juárez no ha visto a esta prima ciudad suya. Chicago de puentes libres,

puentes admirables donde cruza el viento como un tropel de caballos de acero.

Aúlla el viento como el vaso profundo que forma el lago Michigan.

Allí en lo recóndito, se alza esta ciudad que el agua se tatúa en el hombro.

Fotografía:

Superfamous

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NUEVAS MEMORIAS contratiempo recibe a LASASábado 24 de mayo — 6:30 pmLectura, conversación y recepción Cultura en Pilsen 1900 South Carpenter, ChicagoCon ocasión del Congreso Internacional de la Asociación de Estudios Latinoamericanos en Chicago, cuyo tema central es Democracia y Memoria, contratiempo les ofrece una noche de lecturas de escritores visitantes.

Participan Enrique Bernales Silvia Goldman Claudio Palomares Carlos Villacorta

Ilustración: Memoria colectivaAutora Sandra Robles Montijo