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Martin Fierro

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ColecciónBiblioteca Latinoamericana

Martín Fierro

José Hernández

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Dirección General: Marcelo PerazoloDirección de Contenidos: Ivana BassetDiseño de cubierta: Daniela FerránDiagramación de interiores: Javier Furlani

Está prohibida la reproducción total o parcial de este libro, su tratamiento informático, la transmisión de cualquier forma o de cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico, por fotocopia, registro u otros métodos, sin el permiso previo escrito de los titulares del Copyright.

Primera edición en español en versión digital© LibrosEnRed, 2008Una marca registrada de Amertown International S.A.

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Índice

Carta del Autor a Don José Zoilo Miguens 6

I 8

II 12

III 17

IV 27

V 33

VI 37

VII 43

VIII 48

IX 52

X 61

XI 67

XII 71

XIII 75

La vuelta de Martín Fierro 81

Cuatro palabras de conversación con los lectores 82

I 87

II 92

III 97

IV 102

V 106

VI 111

VII 116

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VIII 119

IX 122

X 130

XI 136

XII 140

XIII 151

XIV 154

XV 159

XVI 163

XVII 166

XVIII 171

XIX 174

XX 179

XXI 181

XXII 186

XXIII 190

XXIV 194

XXV 196

XXVI 201

XXVII 203

XXVIII 208

XXIX 213

XXX 214

XXXI 232

XXXII 234

XXXIII 240

Acerca del autor 244

Editorial LibrosEnRed 245

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carta del autor a don José Zoilo Miguens

Querido amigo:

Al fin me he decidido a que mi pobre Martín Fierro, que me ha ayudado algunos momentos a alejar al fastidio de la vida del hotel, salga a conocer el mundo, y allá va acogido al amparo de su nombre.

No le niegue su protección, Ud. que conoce bien todos los abusos y todas las desgracias de que es víctima esa clase deshere-dada de nuestro país. Es un pobre gaucho, con todas las imper-fecciones de forma que el arte tiene todavía entre ellos, y con toda la falta de enlace en sus ideas, en las que no existe siempre una sucesión lógica, descubriéndose frecuentemente entre ellas apenas una relación oculta y remota.

Me he esforzado, sin presumir haberlo conseguido, en pre-sentar un tipo que personificara el carácter de nuestros gauchos, concentrando el modo de ser, de sentir, de pensar y de expre-sarse, que les es peculiar, dotándolo con todos los juegos de su imaginación llena de imágenes y de colorido, con todos los arran-ques de su altivez, inmoderados hasta el crimen, y con todos los impulsos y arrebatos, hijos de una naturaleza que la educación no ha pulido y suavizado.

Cuantos conozcan con propiedad el original podrán juzgar si hay o no semejanza en la copia.

Quizá la empresa habría sido para mí más fácil, y de mejor éxito, si sólo me hubiera propuesto hacer reír a costa de su ig-norancia, como se halla autorizado por el uso en este género de composiciones; pero mi objeto ha sido dibujar a grandes rasgos, aunque fielmente, sus costumbres, sus trabajos, sus hábitos de vida, su índole, sus vicios y sus virtudes; ese conjunto que cons-tituye el cuadro de su fisonomía moral, y los accidentes de su existencia llena de peligros, de inquietudes, de inseguridad, de aventuras y de agitaciones constantes.

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Y he deseado todo esto, empeñándome en imitar ese estilo abundante en metáforas, que el gaucho usa sin conocer y sin valorar, y su empleo constante de comparaciones tan extrañas como frecuentes; en copiar sus reflexiones con el sello de la ori-ginalidad que las distingue y el tinte sombrío de que jamás care-cen, revelándose en ellas esa especie de filosofía propia que, sin estudiar, aprende en la misma naturaleza, en respetar la supers-tición y sus preocupaciones, nacidas y fomentadas por su misma ignorancia; en dibujar el orden de sus impresiones y de sus afec-tos, que él encubre y disimula estudiosamente, sus desencantos, producidos por su misma condición social, y esa indolencia que le es habitual, hasta llegar a constituir una de las condiciones de su espíritu; en retratar, en fin, lo más fielmente que me fuera posible, con todas sus especialidades propias, ese tipo original de nuestras pampas, tan poco conocido por lo mismo que es difícil estudiarlo, tan erróneamente juzgado muchas veces, y que, al paso que avanzan las conquistas de la civilización, va perdiéndo-se casi por completo.

Sin duda que todo esto ha sido demasiado desear para tan pocas páginas, pero no se me puede hacer un cargo por el deseo sino por no haberlo conseguido.

Una palabra más, destinada a disculpar sus defectos. Páselos Ud. por alto, porque quizá no lo sean todos los que, a primera vista, puedan parecerlo, pues no pocos se encuentran allí como copia o imitación de los que lo son realmente. Por lo demás, es-pero, mi amigo, que Ud. lo juzgará con benignidad, siquiera sea porque Martín Fierro no va de la ciudad a referir a sus compañe-ros lo que ha visto y admirado en un 25 de Mayo u otra función semejante, referencias algunas de las cuales, como en Fausto y varias otras, son de mucho mérito ciertamente, sino que cuenta sus trabajos, sus desgracias, los azares de su vida de gaucho, y Ud. no desconoce que el asunto es más difícil de lo que muchos se lo imaginarán.

Y con lo dicho basta para preámbulo, pues ni Martín Fierro exige más, ni Ud. gusta mucho de ellos, ni son de la predilección del público, ni se avienen con el carácter de

Su verdadero amigo

José Hernández

Buenos Aires, diciembre de 1872.

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i

Aquí me pongo a cantaral compás de la vigüela,que el hombre que lo desvelauna pena estrordinariacomo la ave solitariacon el cantar se consuela.

Pido a los santos del cieloque ayuden mi pensamiento:les pido en este momentoque voy a cantar mi historiame refresquen la memoriay aclaren mi entendimiento.

Vengan santos milagrosos,vengan todos en mi ayuda,que la lengua se me añuday se me turba la vista;pido a mi Dios que me asistaen una ocasión tan ruda.

Yo he visto muchos cantores,con famas bien otenidas,y que después de alquiridasno las quieren sustentar.Parece que sin largarse cansaron en partidas.

Mas ande otro criollo pasaMartín Fierro ha de pasar;nada lo hace recularni las fantasmas lo espantan,y dende que todos cantanyo también quiero cantar.

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Cantando me he de morir,cantando me han de enterrar,y cantando he de llegaral pie del Eterno Padre;dende el vientre de mi madrevine a este mundo a cantar.

Que no se trabe mi lenguani me falte la palabra;el cantar mi gloria labray, poniéndome a cantar,cantando me han de encontraraunque la tierra se abra.

Me siento en el plan de un bajoa cantar un argumento;como si soplara el vientohago tiritar los pastos.Con oros, copas y bastosjuega allí mi pensamiento.

Yo no soy cantor letrao,mas si me pongo a cantarno tengo cuándo acabary me envejezco cantando:las coplas me van brotandocomo agua de manantial.

Con la guitarra en la manoni las moscas se me arriman;naides me pone el pie encima,y, cuando el pecho se entona,hago gemir a la primay llorar a la bordona.

Yo soy toro en mi rodeoy torazo en rodeo ajeno;siempre me tuve por güenoy si me quieren probar,salgan otros a cantary veremos quién es menos.

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No me hago al lao de la güeyaaunque vengan degollando;con los blandos yo soy blandoy soy duro con los duros,y ninguno en un apurome ha visto andar tutubiando.

En el peligro, ¡qué Cristo!el corazón se me enancha,pues toda la tierra es cancha,y de eso naides se asombre:el que se tiene por hombredonde quiera hace pata ancha.

Soy gaucho, y entiéndanlócomo mi lengua lo esplica:para mí la tierra es chicay pudiera ser mayor;ni la víbora me picani quema mi frente el sol.

Nací como nace el pejeen el fondo de la mar;naides me puede quitaraquello que Dios me dio:lo que al mundo truje yodel mundo lo he de llevar.

Mi gloria es vivir tan librecomo el pájaro del cielo;no hago nido en este sueloande hay tanto que sufrir,y naides me ha de seguircuando yo remuento el vuelo.

Yo no tengo en el amorquien me venga con querellas,como esas aves tan bellasque saltan de rama en rama,yo hago en el trébol mi cama,y me cubren las estrellas.

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Y sepan cuantos escuchande mis penas el relato,que nunca peleo ni matosino por necesidá,y que a tanta alversidásólo me arrojó el mal trato.

Y atiendan la relaciónque hace un gaucho perseguido,que padre y marido ha sidoempeñoso y diligente,y sin embargo la gentelo tiene por un bandido.

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Ninguno me hable de penas,porque yo penando vivo,y naides se muestre altivoaunque en el estribo esté,que suele quedarse a pieel gaucho más alvertido.

Junta esperencia en la vidahasta pa dar y prestarquien la tiene que pasarentre sufrimiento y llanto;porque nada enseña tantocomo el sufrir y el llorar.

Viene el hombre ciego al mundo,cuartiándoló la esperanza,y a poco andar ya lo alcanzanlas desgracias a empujones;¡la pucha, que trae licionesel tiempo con sus mudanzas!

Yo he conocido esta tierraen que el paisano vivíay su ranchito teníay sus hijos y mujer...Era una delicia el vercomo pasaba sus días.

Entonces... cuando el lucerobrillaba en el cielo santo,y los gallos con su cantonos decían que el día llegaba,a la cocina rumbiabael gaucho... que era un encanto.

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Y sentao junto al jogóna esperar que venga el día,al cimarrón le prendíahasta ponerse rechoncho,mientras su china dormíatapadita con su poncho.

Y apenas la madrugadaempezaba a coloriar,los pájaros a cantary las gallinas a apiarse,era cosa de largarsecada cual a trabajar.

Este se ata las espuelas,se sale el otro cantando,uno busca un pellón blando,éste un lazo, otro un rebenque,y los pingos relinchandolos llaman dende el palenque.

El que era pión domadorenderezaba al corral,ande estaba el animalbufidos que se las pela...y más malo que su agüela,se hacía astillas el bagual.

Y allí el gaucho inteligente,en cuanto el potro enriendó,los cueros le acomodóy se le sentó en seguida,que el hombre muestra en la vidala astucia que Dios le dio.

Y en las playas corcoviandopedazos se hacía el sotretamientras él por las paletasle jugaba las lloronasy al ruido de las caronassalía haciéndosé gambetas.

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¡Ah tiempos!... ¡Si era un orgullover jinetear un paisano!cuando era gaucho baquiano,aunque el potro se boliase,no había uno que no parasecon el cabresto en la mano.

Y mientras domaban unos,otros al campo salían,y la hacienda recogían,las manadas repuntaban,y ansí sin sentir pasabanentretenidos el día.

Y verlos al cair la nocheen la cocina riunidos,con el juego bien prendidoy mil cosas que contar,platicar muy divertidoshasta después de cenar.

Y con el buche bien llenoera cosa superiorirse en brazos del amora dormir como la gente,pa empezar al día siguientelas fainas del día anterior.

Ricuerdo... ¡qué maravilla!cómo andaba la gauchadasiempre alegre y bien montaday dispuesta pa el trabajo;pero hoy en día... ¡barajo!no se la ve de aporriada.

El gaucho más infeliztenía tropilla de un pelo,no le faltaba un consueloy andaba la gente lista...Tendiendo al campo la vistasólo vía hacienda y cielo.

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Cuando llegaban las yerras,¡cosa que daba calortanto gaucho pialadory tironiador sin yel!¡Ah tiempo... pero si en élse ha visto tanto primor!

Aquello no era trabajo,más bien era una junción,y después de un güen tirónen que uno se daba maña,pa darle un trago de cañasolía llamarlo el patrón.

Pues siempre la mamajuanavivía bajo la carreta,y aquel que no era chancletaen cuanto el goyete vía,sin miedo se le prendíacomo güérfano a la teta.

¡Y qué jugadas se armabancuando estábamos riunidos!Siempre íbamos prevenidos,pues en tales ocasionesa ayudarles a los pionescaiban muchos comedidos.

Eran los días del apuroy alboroto pa el hembraje,pa preparar los potajesy osequiar bien a la gente,y ansí, pues, muy grandementepasaba siempre el gauchaje.

Venía la carne con cuero,la sabrosa carbonada,mazamorra bien pisada,los pasteles y el güen vino...pero ha querido el destinoque todo aquello acabara.

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Estaba el gaucho en su pagocon toda seguridá,pero aura... ¡barbaridá!,la cosa anda tan fruncida,que gasta el pobre la vidaen juir de la autoridá.

Pues si usté pisa en su ranchoy si el alcalde lo sabe,lo caza lo mesmo que aveaunque su mujer aborte...¡No hay tiempo que no se acabeni tiento que no se corte!

Y al punto dése por muertosi el alcalde lo bolea,pues áhi nomás se le apeacon una felpa de palos.Y después dicen que es maloel gaucho si los pelea.

Y el lomo le hinchan a golpes,y le rompen la cabeza,y luego con ligereza,ansí lastimao y todo,lo amarran codo a codoy pa el cepo lo enderiezan.

Ahi comienzan sus desgracias,áhi principia el pericón,porque ya no hay salvación,y que usté quiera o no quiera,lo mandan a la fronterao lo echan a un batallón.

Ansí empezaron mis maleslo mesmo que los de tantos;si gustan... en otros cantosles diré lo que he sufrido.Después que uno está perdidono lo salvan ni los santos.

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Tuve en mi pago en un tiempohijos, hacienda y mujer,pero empecé a padecer,me echaron a la frontera¡y qué iba a hallar al volver!tan sólo hallé la tapera.

Sosegao vivía en mi ranchocomo el pájaro en su nido;allí mis hijos queridosiban creciendo a mi lao...sólo queda al desgraciaolamentar el bien perdido.

Mi gala en las pulperíasera, cuando había más gente,ponerme medio caliente,pues cuando puntiao me encuentrome salen coplas de adentrocomo agua de la virtiente.

Cantando estaba una vezen una gran diversión;y aprovechó la ocasióncomo quiso el juez de paz.Se presentó, y áhi nomáshizo una arriada en montón.

Juyeron los más matrerosy lograron escapar.Yo no quise disparar,soy manso y no había por qué,muy tranquilo me quedéy ansí me dejé agarrar.

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Allí un gringo con un órganoy una mona que bailaba,haciéndonós rair estabacuanto le tocó el arreo.¡Tan grande el gringo y tan feolo viera cómo lloraba!

Hasta un inglés sanjiadorque decía en la última guerraque él era de Inca–la–perray que no quería servir,también tuvo que juira guarecerse en la sierra.

Ni los mirones salvaronde esa arriada de mi flor;fue acoyarao el cantorcon el gringo de la mona,a uno solo, por favor,logró salvar la patrona.

Formaron un contingentecon los que en el baile arriaron;con otros nos mesturaron,que habían agarrao también:las cosas que aquí se venni los diablos las pensaron.

A mí el Juez me tomó entre ojosen la ultima votación:me le había hecho el remolóny no me arrimé ese día,y él dijo que yo servíaa los de la esposición.

Y ansí sufrí ese castigotal vez por culpas ajenas;que sean malas o sean güenaslas listas, siempre me escondo:yo soy un gaucho redondoy esas cosas no me enllenan.

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Al mandarnos nos hicieronmás promesas que a un altar,El Juez nos jue a proclamary nos dijo muchas veces:“Muchachos, a los seis meseslos van a ir a revelar.”

Yo llevé un moro de número,¡sobresaliente el matucho!con él gané en Ayacuchomás plata que agua bendita:siempre el gaucho necesitaun pingo pa fiarle un pucho.

Y cargué sin dar más güeltascon las prendas que tenía:jergas, ponchos, cuanto habíaen casa, tuito lo alcé:a mi china la dejémedio desnuda ese día.

No me faltaba una guasca;esa ocasión eché el resto:bozal, maniador, cabresto,lazo, bolas y manea...¡el que hoy tan pobre me veatal vez no creerá todo esto!

Ansí en mi moro, escarciando,enderecé a la frontera.¡Aparcero, si usté vieralo que se llama cantón...!Ni envidia tengo al ratónen aquella ratonera.

De los pobres que allí habíaa ninguno lo largaron;los más viejos rezongaron,pero a uno que se quejóen seguida lo estaquiaron,y la cosa se acabó.

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En la lista de la tardeel jefe nos cantó el punto,diciendo: “Quinientos juntosllevará el que se resierte;lo haremos pitar del juerte;mas bien dése por dijunto.”

A naides le dieron armas,pues toditas las que habíael coronel las tenía,según dijo esa ocasión,pa repartirlas el díaen que hubiera una invasión.

Al principio nos dejaronde haraganes criando sebo,pero después... no me atrevoa decir lo que pasaba.¡Barajo!... si nos tratabancomo se trata a malevos.

Porque todo era jugarlepor los lomos con la espada,y, aunque usté no hiciera nada,lo mesmito que en Palermo,le daban cada cepiadaque lo dejaban enfermo.

¡Y qué indios, ni qué servicio,si allí no había ni cuartel!Nos mandaba el coronela trabajar en sus chacras,y dejábamos las vacasque las llevara el infiel.

Yo primero sembré trigoy después hice un corral,corté adobe pa un tapial,hice un quincho, corté paja...¡La pucha, que se trabajasin que le larguen un rial!

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Y es lo pior de aquel enriedoque si uno anda hinchando el lomoya se le apean como plomo...¡Quién aguanta aquel infierno!Y eso es servir al gobierno,a mí no me gusta el cómo.

Más de un año nos tuvieronen esos trabajos duros,y los indios, le asiguro,dentraban cuando querían:como no los perseguíansiempre andaban sin apuro.

A veces decía al volverdel campo la descubiertaque estuviéramos alerta,que andaba adentro la indiada;porque había una rastrilladao estaba una yegua muerta.

Recién entonces salíala orden de hacer la riunión,y cáibamos al cantónen pelos y hasta enancaos,sin armas, cuatro pelaosque íbamos a hacer jabón.

Ahi empezaba el afán,se entiende, de puro vicio,de enseñarle el ejercicioa tanto gaucho recluta,con un estrutor... ¡qué... bruta!que nunca sabía su oficio.

Daban entonces las armaspa defender los cantones,que eran lanzas y latonescon ataduras de tiento...Las de juego no las cuento,porque no había municiones.

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Y chamuscao un sargentome contó que las tenían,pero que ellos las vendíanpara cazar avestruces;y ansí andaban noche y díadéle bala a los ñanduces.

Y cuando se iban los indioscon los que habían manotiao,salíamos muy apuraosa perseguirlos de atrás;si no se llevaban máses porque no habían hallao.

Allí sí se ven desgraciasy lágrimas y afliciones,naides le pida perdonesal indio, pues donde dentraroba y mata cuanto encuentray quema las poblaciones.

No salvan de su jurorni los pobres angelitos:viejos, mozos y chiquitoslos mata del mesmo modo;que el indio lo arregla todocon la lanza y con gritos.

Tiemblan las carnes al verlovolando al viento la cerda,la rienda en la mano izquierday la lanza en la derecha;ande enderieza abre brechapues no hay lanzazo que pierda.

Hace trotiadas tremendasdende el fondo del desierto;ansí llega medio muertode hambre, de sé y de fatiga;pero el indio es una hormigaque día y noche esta despierto.

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Sabe manejar las bolascomo naides las maneja,cuanto el contrario se alejamanda una bola perdida,y si lo alcanza, sin vidaes siguro que lo deja.

Y el indio es como tortugade duro para espichar;si lo llega a destriparni siquiera se le encoge:luego sus tripas recogey se agacha a disparar.

Hacían el robo a su gustoy después se iban de arriba,se llevaban las cautivasy nos contaban que a vecesles descarnaban los piesesa las pobrecitas, vivas.

¡Ah, si partía el corazónver tantos males, canejo!Los perseguíamos de lejossin poder ni galopiar.¡Y qué habíamos de alcanzaren unos bichocos viejos!

Nos volvíamos al cantóna las dos o tres jornadassembrando las caballadas;y pa que alguno la venda,rejuntábamos la haciendaque habían dejao resagada.

Una vez entre otras muchas,tanto salir al botón,nos pegaron un malónlos indios y una lanciada,que la gente acobardadaquedó dende esa ocasión.

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Habían estao escondidosaguaitando atrás de un cerro.¡Lo viera a su amigo Fierroaflojar como un blandito!Salieron como máiz fritoen cuanto sonó un cencerro.

Al punto nos dispusimosaunque ellos eran bastantes;la formamos al istantenuestra gente, que era poca;y golpiándose en la bocahicieron fila adelante.

Se vinieron en tropelhaciendo temblar la tierra.No soy manco pa la guerrapero tuve mi jabón,pues iba en un redomónque había boliao en la sierra.

¡Qué vocerío, qué barullo,qué apurar esa carrera!La indiada todita enteradando alaridos cargó.¡Jue pucha!... y ya nos sacócomo yeguada matrera.

¡Qué fletes traiban los bárbaros,como una luz de ligeros!Hicieron el entreveroy en aquella mezcolanza,éste quiero, éste no quiero,nos escogían con la lanza.

Al que le daban un chuzasodificultoso es que sane:en fin, para no echar panessalimos por esas lomaslo mesmo que las palomasal juir de los gavilanes.

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Es de almirar la destrezacon que la lanza manejan.De perseguir nunca dejan,y nos traiban apretaos.¡Si queríamos, de apuraos,salirnos por las orejas!

Y pa mejor de la fiestaen esta aflición tan suma,vino un indio echando espuma,y con la lanza en la manogritando: “Acabau, cristiano,metau el lanza hasta el pluma.”

Tendido en el costillar,cimbrando por sobre el brazouna lanza como un lazo,me atropelló dando gritos:si me descuido... el malditome levanta de un lanzaso.

Si me atribulo o me encojo,siguro que no me escapo;siempre he sido medio guapopero en aquella ocasiónme hacía buya el corazóncomo la garganta al sapo.

Dios le perdone al salvajelas ganas que me tenía...Desaté las tres maríasy lo engatusé a cabriolas.¡Pucha...! si no traigo bolasme achura el indio ese día.

Era el hijo de un caciquesigún yo lo averigüé;la verdá del caso, jueque me tuvo apuradazo,hasta que, al fin, de un bolazodel caballo lo bajé.

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Ahi no más me tiré al sueloy lo pisé en las paletas;empezó a hacer morisquetasy a mezquinar la garganta...pero yo hice la obra santade hacerlo estirar la jeta.

Allí quedó de mojóny en su caballo salté;de la indiada disparé,pues si me alcanza me mata,y, al fin, me les escapécon el hilo en una pata.

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Seguiré esta relaciónaunque pa chorizo es largo:el que pueda hágasé cargocómo andaría de matrero,después de salvar el cuerode aquel trance tan amargo.

Del sueldo nada les cuento,porque andaba disparando;nosotros, de cuando en cuando,solíamos ladrar de pobres:nunca llegaban los cobresque se estaban aguardando.

Y andábamos de mugrientosque el mirarnos daba horror;les juro que era un dolorver esos hombres,¡por Cristo!En mi perra vida he vistouna miseria mayor.

Yo no tenía ni camisani cosa que se parezca;mis trapos sólo pa yescame podían servir al fin...No hay plaga como un fortínpara que el hombre padezca.

Poncho, jergas, el apero,las prenditas, los botones,todo, amigo, en los cantonesjue quedando poco a poco;ya nos tenían medio locola pobreza y los ratones.

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Sólo una manta peludaera cuanto me quedaba;la había agenciao a la tabay ella me tapaba el bulto;yaguané que allí ganabano salía... ni con indulto.

Y pa mejor hasta el morose me jue de entre las manos;no soy lerdo... pero, hermano,vino el comendante un díadiciendo que lo quería“pa enseñarle a comer grano”.

Afigúresé cualquierala suerte de este su amigo,a pie y mostrando el umbligo,estropiao, pobre y desnudo.Ni por castigo se pudohacerse más mal conmigo.

Ansí pasaron los meses,y vino el año siguiente,y las cosas igualmentesiguieron del mesmo modo:adrede parece todopara aburrir a la gente.

No teníamos más permiso,ni otro alivio la gauchada,que salir de madrugada,cuando no había indio ninguno,campo ajuera, a hacer boliadas,desocando los reyunos.

Y cáibamos al cantóncon los fletes aplastaos,pero a veces medio aviaoscon plumas y algunos cuerosque áhi no más con el pulperolos teníamos negociaos.

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Era un amigo del jefeque con un boliche estaba;yerba y tabaco nos dabapor la pluma de avestruz,y hasta le hacía ver la luzal que un cuero le llevaba.

Sólo tenía cuatro frascosy unas barricas vacías,y a la gente le vendíatodo cuanto precisaba:a veces creiba que estabaallí la proveduría.

¡Ah pulpero habilidoso!Nada le solía faltar¡ahijuna! y para tragartenía un buche de ñandú.La gente le dio en llamar“el boliche de virtú”.

Aunque es justo que quien vendealgún poquitito muerda,tiraba tanto la cuerdaque con sus cuatro limetasél cargaba las carretasde plumas, cueros y cerda.

Nos tenía apuntaos a todoscon más cuentas que un rosario,cuando se anunció un salarioque iban a dar, o un socorro;pero sabe Dios qué zorrose lo comió al comisario.

Pues nunca lo vi llegary, al cabo de muchos días,en la mesma pulperíadieron una buena cuenta,que la gente muy contentade tan pobre recebía.

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Sacaron unos sus prendasque las tenían empeñadas,por sus deudas atrasadasdieron otros el dinero;al fin de fiesta el pulperose quedó con la mascada.

Yo me arrecosté a un horcóndando tiempo a que pagaran,y poniendo güena caraestuve haciéndomé el poyo,a esperar que me llamaranpara recebir mi boyo.

Pero áhi me pude quedarpegao pa siempre al horcón;ya era casi la oracióny ninguno me llamaba;la cosa se me ñublabay me dentró comezón.

Pa sacarme el entripaovi al Mayor, y lo fí a hablar.Yo me lo empecé a atracary, como con poca gana,le dije: “Tal vez mañanaacabarán de pagar.”

“–Qué mañana ni otro día”,al punto me contestó,“la paga ya se acabó,siempre has de ser animal.”Me rái y le dije: “Yo...no he recebido ni un rial”.

Se le pusieron los ojosque se le querían salir,y áhi no más volvió a decircomiéndomé con la vista:“¿Y qué querés recebirsi no has dentrao en la lista?”

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“–Esto sí que es amolar”,dije yo pa mis adentros,“van dos años que me encuentroy hasta áura he visto ni un grullo;dentro en todos los barullospero en las listas no dentro”.

Vide el pleito mal paraoy no quise aguardar más...Es güeno vivir en pazcon quien nos ha de mandar,y reculando pa trásme le empecé a retirar.

Supo todo el Comendantey me llamó al otro día,diciéndomé que queríaaviriguar bien las cosas...que no era el tiempo de Rosas,que áura a naides se debía.

Llamó al cabo y al sargentoy empezó la indagación:si había venido al cantónen tal tiempo o en tal otro...Y si había venido en potro,en reyuno o redomón.

Y todo era alborotaral ñudo, y hacer papel:conocí que era pastelpa engordar con mi guayaca;mas si voy al Coronelme hacen bramar en la estaca.

¡Ah, hijos de una...! ¡La codiciaojalá les ruempa el saco!Ni un pedazo de tabacole dan al pobre soldao,y lo tienen, de delgao,más ligero que un guanaco.

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Pero qué iba a hacerles yo,charabón en el desierto;más bien me daba por muertopa no verme más fundidoy me les hacía el dormidoaunque soy medio dispierto.

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V

Yo andaba desesperaoaguardando una ocasiónque los indios un malónnos dieran, y entre el estragohacérmelés cimarróny volverme pa mi pago.

Aquello no era servicioni defender la frontera:aquello era ratoneraen que es más gato el más juerte:era jugar a la suertecon una taba culera.

Allí tuito va al revés:los milicos se hacen piones,y andan por las poblacionesemprestaos pa trabajar;los rejuntan pa peliarcuando entran indios ladrones.

Yo he visto en esa milongamuchos jefes con estancia,y piones en abundancia,y majadas y rodeos;he visto negocios feosa pesar de mi inorancia.

Y colijo que no quierenla barunda componer:para esto no ha de tenerel jefe, aunque esté de estable,más que su poncho y su sable,su caballo y su deber.

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Ansina, pues, conociendoque aquel mal no tiene cura,que tal vez mi sepulturasi me quedo iba a encontrar,pensé en mandarme mudarcomo cosa más sigura.

Y pa mejor, una noche¡qué estaquiada me pegaron!Casi me descoyuntaronpor motivo de una gresca.¡Ahijuna, si me estiraronlo mesmo que guasca fresca!

Jamás me puedo olvidarlo que esa vez me pasó:dentrando una noche yoal fortín, un enganchao,que estaba medio mamao,allí me desconoció.

Era un gringo tan bozal,que nada se le entendía.¡Quién sabe de ande sería!Tal vez no juera cristiano,pues lo único que decíaes que era pa–po–litano.

Estaba de centinelay, por causa del peludo,verme más claro no pudoy esa jue la culpa toda.El bruto se asustó al ñudoy fi el pavo de la boda.

Cuanto me vido acercar:“¿Quén vívore?” –preguntó:“Qué víboras” –dije yo.“¡Ha garto!” –me pegó el grito.Y yo dije despacito:“Más lagarto serás vos.”

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Ahi no más ¡Cristo me valga!rastrillar el jusil siento;me agaché, y en el momentoel bruto me largó un chumbo;mamao, me tiró sin rumbo,que si no, no cuento el cuento.

Por de contao, con el tirose alborotó el avispero;los oficiales salierony se empezó la junción:quedó en su puesto el nacióny yo fi al estaquiadero.

Entre cuatro bayonetasme tendieron en el suelo.Vino el mayor medio en pedoy allí se puso a gritar:“Pícaro, te he de enseñara andar declamando sueldos.”

De las manos y las patasme ataron cuatro cinchones.Les aguanté los tironessin que ni un ¡ay! se me oyeray al gringo la noche enteralo harté con mis maldiciones.

Yo no sé por qué el gobiernonos manda aquí a la fronteragringada que ni siquierase sabe atracar a un pingo.¡Si creerá al mandar un gringoque nos manda alguna fiera!

No hacen más que dar trabajo,pues no saben ni ensillar;no sirven ni pa carniar,y yo he visto muchas vecesque ni voltiadas las resesse les querían arrimar.

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Y lo pasan sus mercedeslengüetiando pico a picohasta que viene un milicoa servirles al asao...Y eso sí, en lo delicaosparecen hijos de rico.

Si hay calor, ya no son gente,si yela, todos tiritan;si usté no les da, no pitanpor no gastar en tabaco,y cuando pescan un nacouno al otro se lo quitan.

Cuando llueve se acoquinancomo el perro que oye truenos.¡Qué diablos! sólo son güenospa vivir entre maricas,y nunca se andan con chicaspara alzar ponchos ajenos.

Pa vichar son como ciegos,ni hay ejemplo de que entiendan;no hay uno solo que aprienda,al ver un bulto que cruza,a saber si es avestruza,o si es jinete, o hacienda.

Si salen a perseguirdespués de mucho aparato,tuitos se pelan al ratoy va quedando el tendal:esto es como en un nidalecharle güevos a un gato.

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Vamos dentrando reciéna la parte más sentida,aunque es todita mi vidade males una cadena:a cada alma doloridale gusta cantar sus penas.

Se empezó en aquel entoncesa rejuntar caballaday riunir la milicadateniéndolá en el cantón,para una despedicióna sorprender a la indiada.

Nos anunciaban que iríamossin carretas ni bagajesa golpiar a los salvajesen sus mesmas tolderías;que a la güelta pagaríanlicenciándoló al gauchaje.

Que en esta despedicióntuviéramos la esperanza,que iba a venir sin tardanza,según el jefe contó,un menistro o qué se yo...que le llamaban Don Ganza.

Que iba a riunir el ejércitoy tuitos los batallonesy que traiba unos cañonescon más rayas que un cotín.¡Pucha!... las conversacionespor allá no tenían fín.

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Pero esas trampas no enriedana los zorros de mi laya;que el menistro venga o vaya,poco le importa a un matrero.Yo también dejé las rayas...en los libros del pulpero.

Nunca jui gaucho dormido,siempre pronto, siempre listo,que soy un hombre, ¡qué Cristo!,que nada me ha acobardao,y siempre salí paraoen los trances que me he visto.

Dende chiquito ganéla vida con mi trabajo,y aunque siempre estuve abajoy no sé lo que es subir,también el mucho sufrirsuele cansarnos ¡barajo!

En medio de mi inoranciaconozco que nada valgo:soy la liebre o soy el galgoasigún los tiempos andan;pero también los que mandandebieran cuidarnos algo.

Una noche que riunidosestaban en la carpetaempinando una limetael jefe y el juez de paz,yo no quise aguardar másy me hice humo en un sotreta.

Para mí el campo son floresdende que libre me veo;donde me lleva el deseoallí mis pasos dirijoy hasta en las sombras, de fijoque a donde quiera rumbeo.

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Entro y salgo del peligrosin que me espante el estrago;no aflojo al primer amagoni jamás fi gaucho lerdo:soy pa rumbiar como el cerdoy pronto cái a mi pago.

Volvía al cabo de tres añosde tanto sufrir al ñudo,resertor, pobre y desnudo,a procurar suerte nueva,y lo mesmo que el peludoenderecé pa mi cueva.

No hallé ni rastro del rancho;¡sólo estaba la tapera!¡Por Cristo, si aquello erapa enlutar el corazón:yo juré en esa ocasiónser más malo que una fiera!

¡Quién no sentirá lo mesmocuando ansí padece tanto!Puedo asigurar que el llantocomo una mujer largué.¡Ay mi Dios, si me quedémás triste que Jueves Santo!

Sólo se oiban los aullidosde un gato que se salvó;el pobre se guareciócerca, en una vizcachera.Venía como si supieraque estaba de güelta yo.

Al dirme dejé la haciendaque era todito mi haber;pronto debíamos volver,según el Juez prometía,y hasta entonces cuidaríade los bienes la mujer.

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Después me contó un vecinoque el campo se lo pidieron,la hacienda se la vendieronpa pagar arrendamientos,y qué sé yo cuántos cuentos;pero todo lo fundieron.

Los pobrecitos muchachosentre tantas afliciones,se conchabaron de piones;¡mas qué iban a trabajar,si eran como los pichonessin acabar de emplumar!

Por áhi andarán sufriendode nuestra suerte el rigor:me han contao que el mayornunca dejaba a su hermano;puede ser que algún cristianolos recoja por favor.

¡Y la pobre mi mujerDios sabe cuánto sufrió!Me dicen que se volócon no sé qué gavilán,sin duda a buscar el panque no podía darle yo.

No es raro que a uno le faltelo que a algún otro le sobre;si no le quedó ni un cobresino de hijos un enjambre¿qué más iba a hacer la pobrepara no morirse de hambre?

Tal vez no te vuelva a ver,prenda de mi corazón:Dios te dé su proteciónya que no me la dio a mí,y a mis hijos dende aquíles echo mi bendición.

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Como hijitos de la cunaandarán por áhi sin madre.Ya se quedaron sin padre,y ansí la suerte los deja,sin naides que los protejay sin perro que los ladre.

Los pobrecitos tal vezno tengan ande abrigarse,ni ramada ande ganarse,ni rincón ande meterse,ni camisa que ponerse,ni poncho con que taparse.

Tal vez los verán sufrirsin tenerles compasión;puede que alguna ocasiónaunque los vean tiritandolos echen de algún jogónpa que no estén estorbando.

Y al verse ansina espantaoscomo se espanta a los perros,irán los hijos de Fierrocon la cola entre las piernas,a buscar almas más tiernaso esconderse en algún cerro.

Mas también en este juegovoy a pedir mi bolada;a naides le debo nadani pido cuartel ni doy,y ninguno dende hoyha de llevarme en la armada.

Yo he sido manso primeroy seré gaucho matreroen mi triste circunstancia,aunque es mi mal tan projundo;nací y me he criado en estancia,pero ya conozco el mundo.

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Ya les conozco sus mañas,le conozco sus cucañas,sé cómo hacen la partida,la enriedan y la manejan:deshaceré la madejaaunque me cueste la vida.

Y aguante el que no se animea meterse en tanto engorroo si no aprétesé el gorroo para otra tierra emigre;pero yo ando como el tigreque le roban los cachorros.

Aunque muchos creen que el gauchotiene un alma de reyuno,no se encontrará ningunoque no le dueblen las penas;mas no debe aflojar unomientras hay sangre en las venas.

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De carta de más me víasin saber adónde dirme:mas dijeron que era vagoy entraron a perseguirme.

Nunca se achican los males,van poco a poco creciendo,y ansina me vide prontoobligao a andar juyendo.

No tenía mujer ni rancho,y a más, era resertor,no tenía una prenda güenani un peso en el tirador.

A mis hijos infelicespensé volverlos a hallary andaba de un lao al otrosin tener ni qué pitar.

Supe una vez por desgraciaque había un baile por allí,y medio desesperaoa ver la milonga fui.

Riunidos al pericóntantos amigos hallé,que alegre de verme entre ellosesa noche me apedé.

Como nunca, en la ocasiónpor peliar me dio la tranca,y la emprendí con un negroque trujo una negra en ancas.

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Al ver llegar la morena,que no hacía caso de naidesle dije con la mamúa:“Va... ca... yendo gente al baile”.

La negra entendió la cosay no tardó en contestarme,mirándome como a un perro:“más vaca será su madre”.

Y dentró al baile muy tiesacon más cola que una zorra,haciendo blanquiar los dienteslo mesmo que mazamorra.

“Negra linda”... dije yo,“me gusta... pa la carona”;y me puse a talariaresta coplita fregona:

“A los blancos hizo Dios,a los mulatos San Pedro,a los negros hizo el diablopara tizón del infierno.”

Había estao juntando rabiael moreno dende ajuera;en lo oscuro le brillabanlos ojos como linterna.

Lo conocí retobao,me acerqué y le dije presto:“Por... rudo que un hombre seanunca se enoja por esto.”

Corcovió el de los tamangosy creyéndosé muy fijo:“Más porrudo serás vos,gaucho rotoso”, me dijo.

Y ya se me vino al humocomo a buscarme la hebra,

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y un golpe le acomodécon el porrón de ginebra.

Ahi nomás pegó el de hollínmás gruñidos que un chanchito,y pelando el envenaome atropelló dando gritos.

Pegué un brinco y abrí canchadiciéndolés: –”Caballeros,dejen venir ese toro;solo nací... solo muero.”

El negro después del golpese había el poncho refalaoy dijo: –”Vas a sabersi es solo o acompañao.”

Y mientras se arremangóyo me saqué las espuelas,pues malicié que aquel tíono era de arriar con las riendas.

No hay cosa como el peligropa refrescar a un mamao;hasta la vista se aclarapor mucho que haiga chupao.

El negro me atropellócomo a quererme comer;me hizo dos tiros seguidosy los dos le abarajé.

Yo tenía un facón con S,que era de lima de acero;le hice un tiro, lo quitóy vino ciego el moreno.

Y en el medio de las aspasun planazo le asentéque lo largué culebriandolo mesmo que buscapié.

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Le coloriaron las motascon la sangre de la herida,y volvió a venir furiosocomo una tigra parida.

Y ya me hizo relumbrarpor los ojos el cuchillo,alcanzando con la puntaa cortarme en un carrillo.

Me hirvió la sangre en las venasy me le afirmé al moreno,dándolé de punta y hachapa dejar un diablo menos.

Por fin en una topadaen el cuchillo lo alcéy como un saco de güesoscontra un cerco lo largué.

Tiró unas cuantas patadasy ya cantó pal carnero.Nunca me puedo olvidarde la agonía de aquel negro.

En esto la negra vino,con los ojos como ají,y empezó la pobre allía bramar como una loba.Yo quise darle una sobaa ver si la hacía callar;mas pude reflesionarque era malo en aquel punto,y por respeto al dijuntono la quise castigar.

Limpié el facón en los pastos,desaté mi redomón,monté despacio y salíal tranco pa el cañadón.

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Después supe que al finaoni siquiera lo velarony retobao en un cuerosin rezarle lo enterraron.

Y dicen que dende entoncescuando es la noche serenasuele verse una luz malacomo de alma que anda en pena.

Yo tengo intención a veces,para que no pene tanto,de sacar de allí los güesosy echarlos al camposanto.

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Otra vez en un bolicheestaba haciendo la tarde;cayó un gaucho que hacía alardede guapo y de peliador.

A la llegada metióel pingo hasta la ramada,y yo sin decirle nadame quedé en el mostrador.

Era un terne de aquel pagoque naides lo reprendía,que sus enriedos teníacon el señor comendante.

Y como era protegido,andaba muy entonaoy a cualquier desgraciaolo llevaba por delante.

¡Ah pobre, si él mismo creibaque la vida le sobraba!Ninguno diría que andabaaguaitándoló la muerte.

Pero ansí pasa en el mundo,es ansí la triste vida:pa todos está escondidala güena o la mala suerte.

Se tiró al suelo; al dentrarle dio un empellón a un vascoy me alargó un medio frascodiciendo: “Beba cuñao.”

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“Por su hermana”, contesté,“que por la mía no hay cuidao”.

“¡Ah, gaucho!”, me respondió.“¿De qué pago será criollo?Lo andará buscando el hoyo,deberá tener güen cuero;pero ande bala este torono bala ningún ternero.”

Y ya salimos trensaos,porque el hombre no era lerdo;mas como el tino no pierdoy soy medio ligerón,le dejé mostrando el sebode un revés con el facón.

Y como con la justiciano andaba bien por allí,cuanto pataliar lo viy el pulpero pegó el grito,ya pa el palenque salícomo haciéndomé chiquito.

Monté y me encomendé a Dios,rumbiando para otro pago;que el gaucho que llaman vagono puede tener querencia,y ansí de estrago en estragovive llorando la ausencia.

El anda siempre juyendo,siempre pobre y perseguido;no tiene cueva ni nido,como si juera maldito;porque el ser gaucho... ¡barajo!el ser gaucho es un delito.

Es como el patrio de posta;lo larga éste, aquél lo toma,nunca se acaba la broma;

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dende chico se pareceal arbolito que crecedesamparao en la loma.

Le echan la agua del bautismoaquel que nació en la selva,“buscá madre que te envuelva”,se dice el fraire y lo larga,y dentra a cruzar el mundocomo burro con la carga.

Y se cría viviendo al vientocomo oveja sin trasquilamientras su padre en las filasanda sirviendo al gobierno;aunque tirite en invierno,naides lo ampara ni asila.

Le llaman “gaucho mamao”si lo pillan divertido,y que es mal entretenidosi en un baile lo sorprienden;hace mal si se defiendey si no, se ve... fundido.

No tiene hijos ni mujer,ni amigos, ni protetores,pues todos son sus señoressin que ninguno lo ampare:tiene la suerte del güey¿y dónde irá el güey que no are?

Su casa es el pajonal,su guarida es el desierto;y si de hambre medio muertole echa el lazo a algun mamón,lo persiguen como a pleito,porque es un “gaucho ladrón”.

Y si de un golpe por áhilo dan güelta panza arriba,

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no hay un alma compasivaque le rece una oración:tal vez como cimarrónen una cueva lo tiran.

El nada gana en la pazy es el primero en la guerra;no le perdonan si yerra,que no saben perdonar,porque el gaucho en esta tierrasólo sirve pa votar.

Para él son los calabozos,para él las duras prisiones;en su boca no hay razonesaunque la razón le sobre;que son campanas de palolas razones de los pobres.

Si uno aguanta, es gaucho bruto;si no aguanta, es gaucho malo.¡Déle azote, déle palo,porque es lo que él necesita!De todo el que nació gauchoésta es la suerte maldita.

Vamos, suerte, vamos juntosdende que juntos nacimos,y ya que juntos vivimossin podernos dividir,yo abriré con mi cuchilloel camino pa seguir.

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Matreriando lo pasabay a las casas no venía;solía arrimarme de día,mas, lo mesmo que el carancho,siempre estaba sobre el ranchoespiando a la polecía.

Viva el gaucho que ande mal,como zorro perseguido,hasta que al menor descuidose lo atarasquen los perros,pues nunca le falta un yerroal hombre más alvertido.

Y en esa hora de la tardeen que tuito se adormece,que el mundo dentrar parecea vivir en pura calma,con las tristezas de su almaal pajonal enderiece.

Bala el tierno corderitoal lao de la blanca ovejay a la vaca que se alejallama el ternero amarrao;pero el gaucho desgraciaono tiene a quién dar su queja.

Ansí es que al venir la nocheiba a buscar mi guarida,pues ande el tigre se anidatambién el hombre lo pasa,y no quería que en las casasme rodiara la partida.

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Pues aun cuando vengan elloscumpliendo con su deberes,yo tengo otros pareceres,y en esa conduta vivo:que no debe un gaucho altivopeliar entre las mujeres.

Y al campo me iba solito,más matrero que el venao,como perro abandonao,a buscar una tapera,o en alguna viscacherapasar la noche tirao.

Sin punto ni rumbo fijoen aquella inmensidá,entre tanta escuridáanda el gaucho como duende;allí jamás lo sorpriendedormido, la autoridá.

Su esperanza es el coraje,su guardia es la precaución,su pingo es la salvación,y pasa uno en su desvelosin más amparo que el cieloni otro amigo que el facón.

Ansí me hallaba una nochecontemplando las estrellas,que le parecen más bellascuanto uno es más desgraciao,y que Dios las haiga criaopara consolarse en ellas.

Les tiene el hombre cariñoy siempre con alegríave salir las Tres Marías,que si llueve, cuanto escampa,las estrellas son la guíaque el gaucho tiene en la pampa.

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Aquí no valen dotores:sólo vale la esperiencia;aquí verían su inocenciaesos que todo lo saben,porque esto tiene otra llavey el gaucho tiene su cencia.

Es triste en medio del campopasarse noches enterascontemplando en sus carreraslas estrellas que Dios cría,sin tener más compañíaque su soledá y las fieras.

Me encontraba, como digo,en aquella soledá,entre tanta escuridá,echando al viento mis quejas,cuando el grito del chajáme hizo parar las orejas.

Como lumbriz me peguéal suelo para escuchar;pronto sentí retumbarlas pisadas de los fletes,y que eran muchos jinetesconocí sin vacilar.

Cuando el hombre está en peligrono debe tener confianza;ansí, tendido de panza,puse toda mi atencióny ya escuché sin tardanzacomo el ruido de un latón.

Se venían tan calladitosque yo me puse en cuidao;tal vez me hubieran bombiaoy me venían a buscar;mas no quise disparar,que eso es de gaucho morao.

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Al punto me santigüéy eché de giñebra un taco,lo mesmito que el matacome arroyé con el porrón:“Si han de darme pa tabaco”,dije, “ésta es güena ocasión”.

Me refalé las espuelas,para no peliar con grillos;me arremangué el calzoncillo,y me ajusté bien la faja,y en una mata de pajaprobé el filo del cuchillo.

Para tenerlo a la manoel flete en el pasto até,la cincha le acomodé,y, en un trance como aquél,haciendo espaldas en élquietito los aguardé.

Cuando cerca los sentí,y que áhi no más se pararon,los pelos se me erizarony aunque nada vían mis ojos,“No se han de morir de antojo”,les dije, cuando llegaron.

Yo quise hacerles saberque allí se hallaba un varón;les conocí la intencióny solamente por esoes que les gané el tirónsin aguardar voz de preso.

“Vos sos un gaucho matrero”,dijo uno, haciéndosé el güeno.“Vos matastes un morenoy otro en una pulpería,y aquí está la polecíaque viene a ajustar tus cuentas;

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te va alzar por las cuarentasi te resistís hoy día.”

“No me vengan”, contesté,“con relación de dijuntos:esos son otros asuntos;vean si me pueden llevar,que yo no me he de entregaraunque vengan todos juntos.”

Pero no aguardaron másy se apiaron en montón;como a perro cimarrónme rodiaron entre tantos;ya me encomendé a los santosy eché mano a mi facón.

Y ya vide el fogonazode un tiro de garabina,mas quiso la suerte indinade aquel maula, que me errasey áhi no más lo levantaselo mesmo que una sardina.

A otro que estaba apuraoacomodando una bolale hice una dentrada solay le hice sentir el fierro,y ya salió como el perrocuando le pisan la cola.

Era tanta la aflicióny la angurria que tenían,que tuitos se me veníandonde yo los esperaba:uno al otro se estorbabay con las ganas no vían.

Dos de ellos que traiban sablesmas garifos y resueltos,en las hilachas envueltos

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enfrente se me pararon,y a un tiempo me atropellaronlo mesmo que perros sueltos.

Me fui reculando en falsoy el poncho adelante eché,y en cuanto le puso el pieuno medio chapetón,de pronto le di un tiróny de espaldas lo largué.

Al verse sin compañeroel otro se sofrenó;entonces le dentré yo,sin dejarlo resollar,pero ya empezó a aflojary a la pun...ta disparó.

Uno que en una tacuarahabía atao una tijera,se vino como si juerapalenque de atar terneros,pero en dos tiros certerossalió aullando campo ajuera.

Por suerte en aquel momentovenía coloriando el albay yo dije: “Si me salvala Virgen en este apuro,en adelante le juroser más güeno que una malva.”

Pegué un brinco y entre todossin miedo me entreveré,hecho ovillo me quedéy ya me cargó una yunta,y por el suelo la puntade mi facón les jugué.

El más engolosinaose me apió con un hachazo;

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se lo quité con el brazo,de no, me mata los piojos;y antes de que diera un pasole eché tierra en los dos ojos.

Y mientras se sacudíarefregándosé la vista,yo me le fui como listay áhi no más me le afirmédiciéndolé: “Dios te asista”,y de un revés lo voltié.

Pero en ese punto mesmosentí que por las costillasun sable me hacía cosquillasy la sangre se me heló.Dende ese momento yome salí de mis casillas.

Di para atrás unos pasoshasta que pude hacer pie;por delante me lo echéde punta y tajos a un criollo;metió la pata en un hoyo,y yo al hoyo lo mandé.

Tal vez en el corazónle tocó un santo benditoa un gaucho, que pegó el gritoy dijo: “¡Cruz no consienteque se cometa el delitode matar ansí un valiente!”.

Y áhi no más se me aparió,dentrándolé a la partida;yo les hice otra embestidapues entre dos era robo;y el Cruz era como loboque defiende su guarida.

Uno despachó al infiernode dos que lo atropellaron,

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los demás remoliniaron,pues íbamos a la fija,y a poco andar dispararonlo mesmo que sabandija.

Ahi quedaban largo a largolos que estiaron la jeta,otro iba como maletay Cruz de atrás les decía:“Que venga otra polecíaa llevarlos en carreta.”

Yo junté las osamentas,me hinqué y les recé un bendito;hice una cruz de un palitoy pedí a mi Dios clementeme perdonara el delitode haber muerto tanta gente.

Dejamos amontonaosa los pobres que murieron;no sé si los recogieron,porque nos fuimos a un rancho,o si tal vez los caranchosáhi no más se los comieron.

Lo agarramos mano a manoentre los dos al porrón;en semejante ocasiónun trago a cualquiera encanta,y Cruz no era remolónni pijotiaba garganta.

Calentamos los garguerosy nos largamos muy tiesos,siguiendo siempre los besosal pichel, y por más señas,íbamos como cigüeñasestirando los pescuezos.

“Yo me voy”, le dije, “amigo,donde la suerte me lleve,

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y si es que alguno se atrevea ponerse en mi camino,yo seguiré mi destino,que el hombre hace lo que debe.

“Soy un gaucho desgraciao,no tengo donde ampararme,ni un palo donde rascarme,ni un árbol que me cubije;pero ni aun esto me aflige,porque yo sé manejarme.

“Antes de cáir al servicio,tenía familia y hacienda,cuando volví, ni la prendame la habían dejao ya:Dios sabe en lo que vendráa parar esta contienda.”

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Cruz

Amigazo, pa sufrirhan nacido los varones;éstas son las ocasionesde mostrarse un hombre juerte,hasta que venga la muertey lo agarre a coscorrones.

El andar tan despilchaoningún mérito me quita.Sin ser una alma benditame duelo del mal ajeno:soy un pastel con rellenoque parece torta frita.

Tampoco me faltan malesy desgracias, le prevengo;también mis desdichas tengo,aunque esto poco me aflige:yo sé hacerme el chancho rengocuando la cosa lo esige.

Y con algunos ardilesvoy viviendo, aunque rotoso;a veces me hago el sarnosoy no tengo ni un granito,pero al chifle voy ganosocomo panzón al máiz frito.

A mí no me matan penasmientras tenga el cuero sano,venga el sol en el veranoy la escarcha en el invierno.

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Si este mundo es un infierno¿por qué afligirse el cristiano?

Hagámoslé cara fieraa los males, compañero,porque el zorro más matrerosuele cáir como un chorlito:viene por un corderitoy en la estaca deja el cuero.

Hoy tenemos que sufrirmales que no tienen nombre,pero esto a naides lo asombreporque ansina es el pastel,y tiene que dar el hombremás vueltas que un carretel.

Yo nunca me he de entregara los brazos de la muerte;arrastro mi triste suertepaso a paso y como pueda,que donde el débil se quedase suele escapar el juerte.

Y ricuerde cada cuallo que cada cual sufrió,que lo que es, amigo, yo,hago ansí la cuenta mía:ya lo pasado pasó,mañana será otro día.

Yo también tuve una pilchaque me enllenó el corazón,y si en aquella ocasiónalguien me hubiera buscao,siguro que me había hallaomás prendido que un botón.

En la güella del quererno hay animal que se pierda;las mujeres no son lerdas

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y todo gaucho es dotorsi pa cantarle al amortiene que templar las cuerdas.

¡Quién es de una alma tan duraque no quiera una mujer!Lo alivia en su padecer:si no sale calaveraes la mejor compañeraque el hombre puede tener.

Si es güena, no lo abandonacuando lo ve desgraciao,lo asiste con su cuidaoy con afán cariñoso,y usté tal vez ni un rebozoni una pollera le ha dao.

Grandemente lo pasabacon aquella prenda míaviviendo con alegríacomo la mosca en la miel.¡Amigo, qué tiempo aquél!¡La pucha que la quería!

Era la águila que a un árboldende las nubes bajó,era mas linda que el albacuando va rayando el sol,era la flor deliciosaque entre el trebolar creció.

Pero, amigo, el comendanteque mandaba la milicia,como que no desperdiciase fue refalando a casa:yo le conocí en la trazaque el hombre traiba malicia.

El me daba voz de amigo,pero no le tenía fe.

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Era el jefe, y ya se ve,no podía competir yo;en mi rancho se pególo mesmo que saguaipé.

A poco andar conocíque ya me había desbancao,y él siempre muy entonaoaunque sin darme ni un cobre,me tenía de lao a laocomo encomienda de pobre.

A cada rato, de chasqueme hacía dir a gran distancia;ya me mandaba a una estancia,ya al pueblo, ya a la frontera;pero él en la comendanciano ponía los pies siquiera.

Es triste a no poder másel hombre en su padecer,si no tiene una mujerque lo ampare y lo consuele;mas pa que otro se la pelelo mejor es no tener.

No me gusta que otro gallole cacaree a mi gallina.Yo andaba ya con la espina,hasta que en una ocasiónlo solprendí en el jogónabrazándomé a la china.

Tenía el viejito una carade ternero mal lamido,y al verle tan atrevidole dije: “Que le aproveche,que había sido pa el amorcomo guacho pa la leche”.

Peló la espalda y se vinocomo a quererme ensartar,

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pero yo sin tutubiarle volví al punto a decir:“Cuidao no te vas a pér...tigo,poné cuarta pa salir.”

Un puntazo me largópero el cuerpo le saquéy en cuanto se lo quité,para no matar un viejo,con cuidao, medio de lejo,un planazo le asenté.

Y como nunca al que mandale falta algún adulón,uno que en esa ocasiónse encontraba allí presentevino apretando los dientescomo perrito mamón.

Me hizo un tiro de revuélverque el hombre creyó siguro,era confiado y le juroque cerquita se arrimaba,pero siempre en un apurose desentumen mis tabas.

El me siguió menudiandomas sin poderme acertar,y yo, déle culebriar,hasta que al fin le dentréy áhi no más lo despachésin dejarlo resollar.

Dentré a campiar en seguidaal viejito enamorao.El pobre se había ganaoen un noque de lejía.¡Quién sabe cómo estaríadel susto que había llevao!

¡Es zonzo el cristiano machocuando el amor lo domina!

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El la miraba a la indina,y una cosa tan jediondasentí yo, que ni en la fondahe visto tal jedentina.

Y le dije: “Pa su agüelahan de ser esas perdices.”Yo me tapé las narices,y me salí estornudando,y el viejo quedó olfatiandocomo chico con lumbrices.

Cuando la mula recula,señal que quiere cociar;ansí se suele portaraunque ella lo disimula:recula como la mulala mujer, para olvidar.

Alcé mis ponchos y mis prendasy me largué a padecerpor culpa de una mujerque quiso engañar a dos.Al rancho le dije adiós,para nunca más volver.

Las mujeres dende entoncesconocí a todas en una.Ya no he de probar fortunacon carta tan conocida:mujer y perra parida,no se me acerca ninguna.

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A otros les brotan las coplascomo agua de manantial;pues a mí me pasa igual,aunque las mías nada valen:de la boca se me salencomo ovejas del corral.

Que en puertiando la primera,ya la siguen las demás,y en montones las de atráscontra los palos se estrellan,y saltan y se atropellan,sin que se corten jamás.

Y aunque yo por mi inoranciacon gran trabajo me esplico,cuando llego a abrir el picoténganló por cosa cierta:sale un verso y en la puertaya asoma el otro el hocico.

Y empréstemé su atención,me oirá relatar las penasde que traigo la alma llena,porque en toda circustanciapaga el gaucho su inoranciacon la sangre de las venas.

Después de aquella desgraciame guarecí en los pajales,anduve entre los cardalescomo bicho sin guarida;pero, amigo, es esa vidacomo vida de animales.

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Y son tantas las miseriasen que me he sabido ver,que con tanto padecery sufrir tanta afliciónmalicio que he de tenerun callo en el corazón.

Ansí andaba como guachocuando pasa el temporal.Supe una vez, pa mi mal,de una milonga que había,y ya pa la pulperíaenderece mi bagual.

Era la casa del baileun rancho de mala muertey se enllenó de tal suerteque andábamos a empujones:nunca faltan encontronescuando un pobre se divierte.

Yo tenía unas medias botascon tamaños verdugones;me pusieron los talonescon crestas como los gallos;¡si viera mis aflicionespensando yo que eran callos!

Con gato y con fandanguillohabía empezado el changangoy para ver el fandangome colé haciéndomé bola;mas metió el diablo la colay todo se volvió pango.

Había sido el guitarreroun gaucho duro de boca.Yo tengo pacencia pocapa aguantar cuando no debo:a ninguno me le atrevopero me halla el que me toca.

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A bailar un pericóncon una moza salí,y cuanto me vido allísin duda me conocióy estas coplitas cantócomo por ráirse de mí:

“Las mujeres son todascomo las mulas;yo no digo que todas,pero hay algunasque a las aves que vuelanles sacan plumas.”

“Hay gauchos que presumende tener damas;no digo que presumen,pero se alaban,y a lo mejor los dejantocando tablas.”

Se secretiaron las hembrasy yo ya me encocoré;volié la anca y le grité:“dejá de cantar... chicharra.”Y de un tajo a la guitarratuitas las cuerdas corté.

Al grito salió de adentroun gringo con un jusil;pero nunca he sido vil,poco el peligro me espanta:ya me refalé la mantay la eché sobre el candil.

Gané en seguida la puertagritando: “Naides me ataje”;y alborotao el hembrajelo que todo quedo escuro,empezó a verse en apuromesturao con el gauchaje.

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El primero que saliófue el cantor y se me vino,pero yo no pierdo el tinoaunque haiga tomao un trago,y hay algunos por mi pagoque me tienen por ladino.

No ha de haber achocao otro;le salió cara la broma;a su amigo cuando tomase le despeja el sentido,y el pobrecito había sidocomo carne de paloma.

Para prestar sus socorroslas mujeres no son lerdas:antes que la sangre pierdalo arrimaron a unas pipas.Ahi lo dejé con las tripascomo pa que hicieran cuerdas.

Monté y me largé a los camposmás libre que el pensamiento,como las nubes al viento,a vivir sin paradero;que no tiene el que es matreronido, ni rancho, ni asiento.

No hay fuerza contra el destinoque le ha señalao el cieloy aunque no tenga consueloaguante el que está en trabajo:¡naides se rasca pa abajoni se lonjea contra el pelo!

Con el gaucho desgraciaono hay uno que no se entone;la menor falta lo esponea andar con los avestruces:faltan otros con más lucesy siempre hay quien los perdone.

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Yo no sé qué tantos mesesesta vida me duró;a veces nos obligóla miseria a comer potro:me había acompañao con otrostan desgraciaos como yo.

Mas ¿para qué platicarsobre esos males, canejo?Nace el gaucho y se hace viejosin que mejore su suerte,hasta que por áhi la muertesale a cobrarle el pellejo.

Pero como no hay desgraciaque no acabe alguna vez,me aconteció que despuésde sufrir tanto rigorun amigo por favorme compuso con el juez.

Le alvertiré que en mi pagoya no va quedando un criollo:se los ha tragao el hoyoo juido o muerto en la guerra,porque, amigo, en esta tierranunca se acaba el embrollo.

Colijo que jue para esoque me llamó el juez un díay me dijo que queríahacerme a su lao venir,pa que dentrase a servirde soldao de polecía.

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Y me largó una ploclamatratándomé de valiente,que yo era un hombre decente,y que dende aquel momentome nombraba de sargentopa que mandara la gente.

Ansí estuve en la partidapero ¡qué había de mandar!Anoche al irlo a tomarvide güena coyonturay a mí no me gusta andarcon la lata a la cintura.

Ya conoce, pues, quién soy;tenga confianza conmigo;Cruz le dio mano de amigoy no lo ha de abandonar.Juntos podemos buscarpa los dos un mesmo abrigo.

Andaremos de matrerossi es preciso pa salvar;nunca nos ha de faltarni un güen pingo para juir,ni un pajal ande dormir,ni un matambre que ensartar.

Y cuando sin trapo algunonos haiga el tiempo dejaoyo le pediré emprestaoel cuero a cualquiera loboy hago un poncho, si lo sobo,mejor que poncho engomao.

Para mí la cola es pechoy el espinazo es cadera;hago mi nido ande quieray de lo que encuentre como;me echo tierra sobre el lomoy me apeo en cualquier tranquera.

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Y dejo rodar la bolaque algún día se ha’e parar;tiene el gaucho que aguantarhasta que lo trague el hoyoo hasta que venga algún criolloen esta tierra a mandar.

Lo miran al pobre gauchocomo carne de cogote:lo tratan al estricote,y si ansí las cosas andanporque quieren los que mandan,aguantemos los azotes.

¡Pucha, si usté los oyeracomo yo en una ocasióntuita la conversaciónque con otro tuvo el juez!Le asiguro que esa vezse me achicó el corazón.

Hablaban de hacerse ricoscon campos en la frontera;de sacarla más ajueradonde había campos baldidosy llevar de los partidosgente que la defendiera.

Todo se güelven proyetosde colonias y carrilesy tirar la plata a milesen los gringos enganchaos,mientras al pobre soldaole pelan la chaucha, ¡ah viles!

Pero si siguen las cosascomo van hasta el presentepuede ser que redepenteveamos el campo disierto,y blanquiando solamentelos güesos de los que han muerto.

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Hace mucho que sufrimosla suerte reculativa:trabaja el gaucho y no arriba,porque a lo mejor del casolo levantan de un sogazosin dejarle ni saliva.

De los males que sufrimoshablan mucho los puebleros,pero hacen como los terospara esconder sus niditos:en un lao pegan los gritosy en otro tienen los güevos.

Y se hacen los que no aciertana dar con la coyontura;mientras al gaucho lo apuracon rigor la autoridáellos a la enfermedále están errando la cura.

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Ya veo que somos los dosastillas del mesmo palo:yo paso por gaucho maloy usté anda del mesmo modo,y yo, pa acabarlo todo,a los indios me refalo.

Pido perdón a mi Dios,que tantos bienes me hizo;que dende que es precisoque viva entre los infieles,yo seré cruel con los crueles:ansí mi suerte lo quiso.

Dios formó lindas las flores,delicadas como son,le dio toda perfecióny cuanto él era capaz,pero al hombre le dio máscuando le dio el corazón.

Le dio claridá a la luz,juerza en su carrera al viento,le dio vida y movimientodende la águila al gusano,pero más le dio al cristianoal darle el entendimiento.

Y aunque a las aves les dio,con otras cosas que inoro,esos piquitos como oroy un plumaje como tabla,

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le dio al hombre más tesoroal darle una lengua que habla.

Y dende que dio a las fierasesa juria tan inmensa,que no hay poder que las venzani nada que las asombre,¿qué menos le daría al hombreque el valor pa su defensa?

Pero tantos bienes juntosal darle, malicio yoque en sus adentros pensóque el hombre los precisaba,que los bienes igualabacon las penas que le dio.

Y yo empujao por las míasquiero salir de este infierno;ya no soy pichón muy tiernoy sé manejar la lanzay hasta los indios no alcanzala facultá del gobierno.

Yo sé que allá los caciquesamparan a los cristianos,y que los tratan de “hermanos”cuando se van por su gusto.¿A qué andar pasando sustos?Alcemos el poncho y vamos.

En la cruzada hay peligrospero ni aun esto me aterra;yo ruedo sobre la tierraarrastrao por mi destinoy si erramos el camino...no es el primero que lo erra.

Si hemos de salvar o node esto naides nos responde.Derecho ande el sol se esconde

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tierra adentro hay que tirar;algún día hemos de llegar...después sabremos adónde.

No hemos de perder el rumbo,los dos somos güena yunta;el que es gaucho ve ande apunta,aunque inora ande se encuentra;pa el lao en que el sol se dentradueblan los pastos la punta.

De hambre no pereceremos,pues según otros me han dichoen los campos se hallan bichosde los que uno necesita...gamas, matacos, mulitas,avestruces y quirquinchos.

Cuando se anda en el disiertose come uno hasta las colas;lo han cruzao mujeres solasllegando al fin con salú,y ha de ser gaucho el ñandúque se escape de mis bolas.

Tampoco a la sé le temo,yo la aguanto muy contento,busco agua olfatiando al viento,y dende que no soy mancoande hay duraznillo blancocavo y la saco al momento.

Allá habrá siguridáya que aquí no la tenemos,menos males pasaremosy ha de haber grande alegríael día que nos descolguemosen alguna toldería.

Fabricaremos un toldo,como lo hacen tantos otros,

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con unos cueros de potro,que sea sala y sea cocina.¡Tal vez no falte una chinaque se apiade de nosotros!

Allá no hay que trabajar,vive uno como un señor;de cuando en cuando un malón,y si de él sale con vidalo pasa echao panza arribamirando dar güelta el sol.

Y ya que a juerza de golpesla suerte nos dejó aflús,puede que allá veamos luzy se acaben nuestras penas.Todas las tierras son güenas:vámosnós, amigo Cruz.

El que maneja las bolas,el que sabe echar un pial,o sentarse en un bagualsin miedo de que lo baje,entre los mesmos salvajesno puede pasarlo mal.

El amor como la guerralo hace el criollo con canciones;o más de eso en los malonespodemos aviarnos de algo;en fin, amigo, yo salgode estas pelegrinaciones.

En este punto el cantorbuscó un porrón pa consuelo,echó un trago como un cielo,dando fin a su argumento,y de un golpe al istrumentolo hizo astillas contra el suelo.

“Ruempo –dijo– la guitarra,pa no volverla a templar;

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ninguno la ha de tocar,por siguro ténganló;pues naides ha de cantarcuando este gaucho cantó.”

Y daré fin a mis coplascon aire de relación;nunca falta un preguntónmás curioso que mujer,y tal vez quiera sabercómo fue la conclusión.

Cruz y Fierro, de una estanciauna tropilla se arriaron;por delante se la echaroncomo criollos entendidosy pronto sin ser sentidos,por la frontera cruzaron.

Y cuando la habían pasao,una madrugada clarale dijo Cruz que miraralas últimas poblaciones;y a Fierro dos lagrimonesle rodaron por la cara.

Y siguendo el fiel del rumbose entraron en el desierto.No sé si los habrán muertoen alguna correría,pero espero que algún díasabré de ellos algo cierto.

Y ya con estas noticiasmi relacion acabé;por ser ciertas las conté,todas la desgracias dichas:es un telar de desdichascada gaucho que usté ve.

Pero ponga su esperanzaen el Dios que lo formó;

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y aquí me despido yo,que he relatao a mi modomales que conocen todospero que naides contó.

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La vuelta de Martín Fierro

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cuatro palabras de conVersación con los lectores

Entrego a la benevolencia pública, con el título La vuelta de Martín Fierro, la segunda parte de una obra que ha tenido una acogida tan generosa, que en seis años se han repetido once ediciones con un total de cuarenta y ocho mil ejemplares.

Esto no es vanidad de autor, porque no rindo tributo a esa falsa diosa; ni bom-bo de Editor, porque no lo he sido nunca de mis humildes producciones.

Es un recuerdo oportuno para explicar por qué el primer tiraje del presente libro consta de 20.000 ejemplares, divididos en cinco secciones o ediciones de 4.000 números cada una, y agregaré, que confío en que el acreditado Establecimiento Tipográfico del señor Coni hará una impresión esmerada, como las que tienen todos los libros que salen de sus talleres.

Lleva también diez ilustraciones incorporadas en el texto, y creo que en los dominios de la literatura es la primera vez que una obra sale de las prensas nacionales con esta mejora.

Así se empieza.

Las láminas han sido dibujadas y calcadas en la piedra por don Carlos Cle-rice, artista compatriota que llegará a ser notable en su ramo, porque es joven, tiene escuela, sentimiento artístico y amor al trabajo.

El grabado ha sido ejecutado por el señor Supot, que posee el arte, nuevo y poco generalizado todavía entre nosotros, de fijar en láminas metálicas lo que la habilidad del litógrafo ha calcado en la piedra, creando o ima-ginando posiciones que interpretan con claridad y sentimiento la escena descripta en el verso.

No se ha omitido, pues, ningún sacrificio a fin de hacer una publicación con las más aventajadas condiciones artísticas.

En cuanto a su parte literaria, sólo diré que no se debe perder de vista al juzgar los defectos del libro, que es copia fiel de un original que los tiene, y repetiré que muchos defectos están allí con el objeto de hacer más eviden-te y clara la imitación de los que lo son en realidad.

Un libro destinado a despertar la inteligencia y el amor a la lectura en una población casi primitiva, a servir de provechoso recreo, después de

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las fatigosas tareas, a millares de personas que jamás han leído, debe ajustarse estrictamente a los usos y costumbres de esos mismos lectores, rendir sus ideas e interpretar sus sentimientos en su mismo lenguaje, en sus frases más usuales, en su forma general, aunque sea incorrecta; con sus imágenes de mayor relieve, y con sus giros más característicos, a fin de que el libro se identifique con ellos de una manera tan estrecha e íntima, que su lectura no sea sino una continuación natural de su exis-tencia.

Solo así pasan sin violencia del trabajo al libro; y solo así, esa lectura puede serles amena, interesante y útil.

Ojalá hubiera un libro que gozara del dichoso privilegio de circular de ma-no en mano en esa inmensa población diseminada en nuestras vastas cam-pañas, y que bajo una forma que lo hiciera agradable, que asegurara su popularidad, sirviera de ameno pasatiempo a sus lectores, pero:

Enseñando que el trabajo honrado es la fuente principal de toda me-jora y bienestar.

Enalteciendo las virtudes morales que nacen de la ley natural y que sirven de base a todas las virtudes sociales.

Inculcando en los hombres el sentimiento de veneración hacia su Crea-dor, inclinándolos a obrar bien

Afeando las supersticiones ridículas y generalizadas que nacen de una deplorable ignorancia.

Tendiendo a regularizar y dulcificar las costumbres, enseñando por medios hábilmente escondidos, la moderación y el aprecio de sí mis-mo; el respeto a los demás; estimulando la fortaleza por el espectácu-lo del infortunio acerbo, aconsejando la perseverancia en el bien y la resignación en los trabajos

Recordando a los padres los deberes que la naturaleza les impone para con sus hijos, poniendo ante sus ojos los males que produce su olvido, induciéndolos por ese medio a que mediten y calculen por sí mismos todos los beneficios de su cumplimiento

Enseñando a los hijos cómo deben respetar y honrar a los autores de sus días.

Fomentando en el esposo el amor a su esposa, recordando a ésta los santos deberes de su estado; encareciendo la felicidad del hogar, en-señando a todos a tratarse con respeto recíproco, robusteciendo por todos estos medios los vínculos de la familia y de la sociabilidad

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Afirmando en los ciudadanos el amor a la libertad, sin apartarse del respeto que es debido a los superiores y magistrados

Enseñando a los hombres con escasas nociones morales, que deben ser humanos y clementes, caritativos con el huérfano y con el desva-lido; fieles a la amistad; gratos a los favores recibidos; enemigos de la holgazanería y del vicio; conformes con los cambios de fortuna; aman-tes de la verdad, tolerantes, justos y prudentes siempre.

Un libro que todo esto, más que esto, o parte de esto enseñara sin decirlo, sin revelar su pretensión, sin dejarla conocer siquiera, sería indudablemen-te un buen libro, y por cierto que levantaría el nivel moral e intelectual de sus lectores aunque dijera naides por nadie, resertor por desertor, mesmo por mismo, u otros barbarismos semejantes, cuya enmienda le está reser-vada a la escuela, llamada a llenar un vacío que el poema debe respetar, y a corregir vicios y defectos de fraseología que son también elementos de que se debe apoderar el arte para combatir y extirpar males morales más fundamentales y trascendentes, examinándolos bajo el punto de vista de una filosofía más elevada y pura.

El progreso de la locución no es la base del progreso social, y un libro que se propusiera tan elevados fines debería prescindir por completo de las delicadas formas de la cultura de la frase, subordinándose a las imperiosas exigencias de sus propósitos moralizadores, que serían en tal caso el éxito buscado.

Los personajes colocados en escena deberían hablar en su lenguaje pecu-liar y propio, con su originalidad, su gracia y sus defectos naturales, porque despojados de ese ropaje, lo serían igualmente de su carácter típico, que es lo único que los hace simpáticos, conservando la imitación y la verosimilitud en el fondo y en la forma.

Entra también en esta parte la elección del prisma a través del cual le es permitido a cada uno estudiar sus tiempos, y aceptando esos defectos co-mo un elemento, se idealiza también, se piensa, se inclina a los demás a que piensen igualmente y se agrupan, se preparan y conservan pequeños monumentos de arte, para los que han de estudiarnos mañana y levantar el grande monumento de la historia de nuestra civilización.

El gaucho no conoce ni siquiera los elementos de su propio idioma, y sería una impropiedad cuando menos, y una falta de verdad muy censu-rable, que quien no ha abierto jamás un libro siga las reglas de arte de Blair, Hermosilla o la Academia.

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El gaucho no aprende a cantar. Su único maestro es la espléndida naturaleza que en variados y majestuosos panoramas se extiende delante de sus ojos.

Canta porque hay en él cierto impulso moral, algo de métrico, de rítmico que domina en su organización, y que lo lleva hasta el extraordinario extre-mo de que todos sus refranes, sus dichos agudos, sus proverbios comunes, son expresados en dos versos octosílabos perfectamente medidos, acen-tuados con inflexible regularidad, llenos de armonía, de sentimiento y de profunda intención.

Eso mismo hace muy difícil, si no de todo punto imposible, distinguir y se-parar cuáles son los pensamientos originales del autor, y cuáles los que son recogidos de las fuentes populares.

No tengo noticia que exista ni que haya existido una raza de hombre aproxi-mado a la naturaleza, cuya sabiduría proverbial llene todas las condiciones rítmicas de nuestros proverbios gauchos.

Qué singular es, y qué digno de observación, el oír a nuestros paisanos más incultos expresar en dos versos claros y sencillos, máximas y pensamientos morales que las naciones más antiguas, la India y la Persia, conservaban como el tesoro inestimable de su sabiduría proverbial; que los griegos es-cuchaban con veneración de boca de sus sabios más profundos, de Sócra-tes, fundador de la moral, de Platón y de Aristóteles; que entre los latinos difundió gloriosamente el afamado Séneca; que los hombres del Norte les dieron lugar preferente en su robusta y enérgica literatura; que la civiliza-ción moderna repite por medio de sus moralistas más esclarecidos, y que se hallan consagrados fundamentalmente en los códigos religiosos de todos los grandes reformadores de la humanidad.

Indudablemente, que hay cierta semejanza íntima, cierta identidad miste-riosa entre todas las razas del globo que sólo estudian en el gran libro de la naturaleza; pues de él deducen, y vienen deduciendo desde hace más de tres mil años, la misma enseñanza, las mismas virtudes naturales, expresa-das en prosa por todos los hombres del globo, y en verso por los gauchos que habitan las vastas y fértiles comarcas que se extienden a las dos már-genes del Plata.

El corazón humano y la moral son los mismos en todos los siglos.

Las civilizaciones difieren esencialmente. “Jamás se hará, dice el doctor don V. F. López en su prólogo a Las neurosis, un profesor o un catedrático eu-ropeo, de un Bracma”; así debe ser: pero no ofrecería la misma dificultad el hacer de un gaucho un Bracma lleno de sabiduría; si es que los Bracmas hacen consistir toda su ciencia en su sabiduría proverbial, según los pinta el

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sabio conservador de la Biblioteca Nacional de París, en “La sabiduría po-pular de todas las naciones”, que difundió en el nuevo mundo el americano Pazos Kanki.

Saturados de ese espíritu gaucho hay entre nosotros algunos poetas de formas muy cultas y correctas, y no ha de escasear el género porque es una producción legítima y espontánea del país, y que, en verdad, no se mani-fiesta únicamente en el terreno florido de la literatura.

Concluyo aquí, dejando a la consideración de los benévolos lectores lo que yo no puedo decir sin extender demasiado este prefacio, poco necesario en las humildes coplas de un hijo del desierto.

¡Sea el público indulgente con él! y acepte esta humilde producción, que le dedicamos, como que es nuestro mejor y más antiguo amigo.

La originalidad de un libro debe empezar en el prólogo. Nadie se sorpren-da, por lo tanto, ni de la forma ni de los objetos que éste abraza; y debemos terminarlo haciendo público nuestro agradecimiento hacia los distinguidos escritores que acaban de honrarnos con su fallo, como el señor d. José To-más Guido, en una bellísima carta que acogieron deferentes La Tribuna y La Prensa, y que reprodujeron en sus columnas varios periódicos de la República. –El doctor don Adolfo Saldías, en un meditado trabajo sobre el tipo histórico y social del gaucho. –El doctor don Miguel Navarro Viola, en la última entrega de la Biblioteca Popular estimulándonos, con honrosos términos, a continuar en la tarea empezada.

Diversos periódicos de la ciudad y campaña, como El Heraldo, del Azul; La Patria, de Dolores; El Oeste, de Mercedes, y otros, han adquirido también justos títulos a nuestra gratitud, que conservamos como una deuda sagra-da.

Terminamos esta breve reseña con La Capital, del Rosario, que ha anuncia-do La vuelta de Martín Fierro, haciendo concebir esperanzas que Dios sabe si van a ser satisfechas.

Ciérrase este prólogo diciendo que se llama este libro La vuelta de Martín Fierro, porque este título le dio el público antes, mucho antes de haber yo pensado en escribirlo; y allá va a correr tierras con mi bendición paternal.

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Atención pido al silencioy silencio a la atención,que voy en esta ocasiónsi me ayuda la memoria,a mostrarles que a mi historiale faltaba lo mejor.

Viene uno como dormidocuando vuelve del desierto;veré si a esplicarme aciertoentre gente tan bizarra,y si al sentir la guitarrade mi sueño me dispierto.

Siento que mi pecho tiemblaque se turba mi razón,y de la vigüela al sonimploro a la alma de un sabio,que venga a mover mi labioy alentar mi corazón.

Si no llego a treinta y unade fijo en treinta me planto,y esta confianza adelantoporque recebí en mí mismo,con el agua del bautismola facultá para el canto.

Tanto el pobre como el ricola razón me la han de dar;y si llegan a escucharlo que esplicaré a mi modo,

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digo que no han de réir todos,algunos han de llorar.

Mucho tiene que contarel que tuvo que sufrir,y empezaré por pedirno duden de cuanto digo;pues debe crerse al testigosi no pagan por mentir.

Gracias le doy a la Vírgengracias le doy al Señor,porque entre tanto rigory habiendo perdido tanto,no perdí mi amor al cantoni mi voz como cantor.

Que cante todo vivienteotorgó el Eterno Padre;cante todo el que le cuadrecomo lo hacemos los dos,pues sólo no tiene vozel ser que no tiene sangre.

Canta el pueblero... y es pueta;canta el gaucho... y ay ¡Jesús!lo miran como avestruz,su inorancia los asombra;mas siempre sirven las sombraspara distinguir la luz.

El campo es del inorante,el pueblo del hombre estruido;yo que en el campo he nacido,digo que mis cantos son,para los unos... sonidos,y para otros... intención.

Yo he conocido cantoresque era un gusto el escuchar;mas no quieren opinar

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y se divierten cantando;pero yo canto opinandoque es mi modo de cantar.

El que va por esta sendacuanto sabe desembucha,y aunque mi cencia no es mucha,esto en mi favor previene;yo sé el corazón que tieneel que con gusto me escucha.

Lo que pinta este pincelni el tiempo lo ha de borrar,ninguno se ha de animara corregirme la plana;no pinta quien tiene ganasinó quien sabe pintar.

Y no piensen los oyentesque del saber hago alarde;he conocido aunque tarde,sin haberme arrepentido,que es pecado cometidoel decir ciertas verdades.

Pero voy en mi caminoy nada me ladiará,he de decir la verdá,de naides soy adulón,aquí no hay imitación,esta es pura realidá.

Y el que me quiera enmendarmucho tiene que saber;tiene mucho que aprenderel que me sepa escuchar;tiene mucho que rumiarel que me quiera entender.

Más que yo y cuantos me oigan,más que las cosas que tratan,

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más que los que ellos relatan,mis cantos han de durar:mucho ha habido que mascarpara echar esta bravata.

Brotan quejas de mi pecho,brota un lamento sentido;y es tanto lo que he sufridoy males de tal tamaño,que reto a todos los añosa que traigan el olvido.

Ya verán si me dispiertocómo se compone el baile;y no se sorprenda naidessi mayor fuego me anima;porque quiero alzar la primacomo pa tocar al aire.

Y con la cuerda tirantedende que ese tono elija,yo no he de aflojar manijamientras que la voz no pierda;si no se corta la cuerdao no cede la clavija.

Aunque rompí el estrumentopor no volverme a tentar,tengo tanto que contary cosas de tal calibre,que Dios quiera que se libreel que me enseñó a templar.

De naides sigo el ejemplo,naide a dirigirme viene,yo digo cuanto convieney el que en tal güeya se planta,debe cantar, cuando canta,con toda la voz que tiene.

He visto rodar la bolay no se quiere parar,

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al fin de tanto rodarme he decidido a venira ver si puedo viviry me dejan trabajar.

Sé dirigir la manseray también echar un pial;sé correr en un rodeo,trabajar en un corral;me sé sentar en un pértigolo mesmo que en un bagual.

Y empriéstenmé su atenciónsi ansí me quieren honrar,de no, tendré que callar,pues el pájaro cantorjamás se para a cantaren árbol que no da flor.

Hay trapitos que golpiar,y de aquí no me levanto.Escúchenmé cuando cantosi quieren que desembuche:tengo que decirles tantoque les mando que me escuchen.

Déjenmé tomar un trago,estas son otras cuarenta,mi garganta está sedientay de esto no me abochorno,pues el viejo, como el horno,por la boca se calienta.

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ii

Triste suena mi guitarray el asunto lo requiere;ninguno alegrías esperesinó sentidos lamentos,de aquel que en duros tormentosnace, crece, vive y muere.

Es triste dejar sus pagosy largarse a tierra ajenallevándosé la alma llenade tormentos y dolores,mas nos llevan los rigorescomo el pampero a la arena.

¡Irse a cruzar el desiertolo mesmo que un forajido,dejando aquí en el olvido,como dejamos nosotros,su mujer en brazos de otroy sus hijitos perdidos!

¡Cuántas veces al cruzaren esa inmensa llanura,al verse en tal desventuray tan lejos de los suyos,se tira uno entre los yuyosa llorar con amargura!

En la orilla de un arroyosolitario lo pasaba;en mil cosas cavilabay, a una güelta repentina,se me hacía ver a mi chinao escuchar que me llamaba.

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Y las aguas serenitasbebe el pingo, trago a trago,mientras sin ningún halagopasa uno hasta sin comer,por pensar en su mujer,en sus hijos y en su pago.

Recordarán que con Cruzpara el desierto tiramos;en la pampa nos entramos,cayendo, por fin del viaje,a unos toldos de salvajes,los primeros que encontramos.

La desgracia nos seguía:llegamos en mal momento;estaban de parlamentotratando de una invasióny el indio en tal ocasiónrecela hasta de su aliento.

Se armó un tremendo alborotocuando nos vieron llegar;no podíamos aplacartan peligroso hervidero;nos tomaron por bomberosy nos quisieron lanciar.

Nos quitaron los caballosa los muy pocos minutos;estaban irresolutos;¡quién sabe qué pretendían!Por los ojos nos metíanlas lanzas aquellos brutos.

Y déle en su lengüeteohacer gestos y cabriolas;uno desató las bolasy se nos vino enseguida:ya no créiamos con vidasalvar ni por carambola.

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Allá no hay misericordiani esperanza que tener;el indio es de parecerque siempre matar se debe,pues la sangre que no bebele gusta verla correr.

Cruz se dispuso a morirpeliando y me convidó.“Aguantemos”, dije yo,“el fuego hasta que nos queme.”Menos los peligros temequien más veces los venció.

Se debe ser más prudentecuando el peligro es mayor;siempre se salva mejorandando con alvertencia,porque no está la prudenciareñida con el valor.

Vino al fin el lenguarazcomo a trairnos el perdón;nos dijo: “La salvaciónse la deben a un cacique;me manda que les espliqueque se trata de un malón.

“Les ha dicho a los demásque ustedes quedan cautivospor si cain algunos vivosen poder de los cristianos,rescatar a sus hermanoscon estos dos fugitivos.”

Volvieron al parlamentoa tratar de sus alianzas,o tal vez de las matanzas,y, conforme les detallo,hicieron cerco a caballorecostándose en las lanzas.

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Dentra al centro un indio viejoy allí a lengüetiar se larga;¡quién sabe qué les encarga!Pero toda la riuniónlo escuchó con atenciónlo menos tres horas largas.

Pegó al fin tres alaridosy ya principia otra danza;para mostrar su pujanzay dar pruebas de jinete,dio riendas rayando el fletey revoliando la lanza.

Recorre luego la fila,frente a cada indio se para,lo amenaza cara a caray, en su juria, aquel malditoacompaña con su gritoel cimbrar de la tacuara.

Se vuelve aquello un incendiomás feo que la mesma guerra:entre una nube de tierrase hizo allí una mezcolanzade potros, indios y lanzas,con alaridos que aterran.

Parece un baile de fieras,sigún yo me lo imagino;era inmenso el remolino,las voces aterradoras;hasta que al fin de dos horasse aplacó aquel torbellino.

De noche formaban cercoy en el centro nos ponían;para mostrar que queríanquitarnos toda esperanza,ocho o diez filas de lanzasalrededor nos hacían.

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Allí estaban vigilantescuidándonós a porfía;cuando roncar parecían“Güincá”, gritaba cualquiera,y toda la fila entera“Güincá”, “Güincá”, repetía.

Pero el indio es dormilóny tiene un sueño projundo;es roncador sin segundoy en tal confianza es su vida,que ronca a pata tendidaaunque se dé güelta el mundo.

Nos aviriguaban todocomo aquel que se previene,porque siempre les convienesaber las juerzas que andan,dónde estan, quiénes las mandan,qué caballos y armas tienen.

A cada respuesta nuestrauno hace una esclamación,y luego en continuaciónaquellos indios feroces,cientos y cientos de vocesrepiten al mesmo son.

Y aquella voz de uno solo,que empieza por un gruñido,llega hasta ser alaridode toda la muchedumbre,y ansí alquieren la costumbrede pegar esos bramidos.

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iii

De ese modo nos hallamosempeñaos en la partida:no hay que darla por perdidapor dura que sea la suerte,ni que pensar en la muertesinó en soportar la vida.

Se endurece el corazón,no teme peligro alguno;por encontrarlo oportunoallí juramos los dosrespetar tan sólo a Dios;de Dios abajo, a ninguno.

El mal es árbol que crecey que cortado retoña;la gente esperta o bisoñasufre de infinitos modos:la tierra es madre de todos,pero también da ponzoña.

Mas todo varón prudentesufre tranquilo sus males;yo siempre los hallo igualesen cualquier senda que elijo:la desgracia tiene hijosaunque ella no tiene madre.

Y al que le toca la herencia,donde quiera halla su ruina;lo que la suerte destinano puede el hombre evitar:porque el cardo ha de pinchares que nace con espina.

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Es el destino del pobreun continuo zafarrancho,y pasa como el carancho,porque el mal nunca se sacia,si el viento de la desgraciavuela las pajas del rancho.

Mas quien manda los pesaresmanda también el consuelo;la luz que baja del cieloalumbra al más encumbrao,y hasta el pelo más delgaohace su sombra en el suelo.

Pero por más que uno sufraun rigor que lo atormente,no debe bajar la frentenunca, por ningún motivo:el álamo es mas altivoy gime constantemente.

El indio pasa la vidarobando o echao de panza;la única ley es la lanzaa que se ha de someter;lo que le falta en saberlo suple con desconfianza.

Fuera cosa de engarzarloa un indio caritativo;es duro con el cautivo,le dan un trato horroroso,es astuto y receloso,es audaz y vengativo.

No hay que pedirle favorni que aguardar tolerancia;movidos por su inoranciay de puro desconfiaos,nos pusieron separaosbajo sutil vigilancia.

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No pude tener con Cruzninguna conversación;no nos daban ocasión,nos trataban como ajenos:como dos años lo menosduró esta separación.

Relatar nuestras penuriasfuera alargar el asunto;les diré sobre este puntoque a los dos años reciénnos hizo el cacique el biende dejarnos vivir juntos.

Nos retiramos con Cruza la orilla de un pajal;por no pasarlo tan malen el desierto infinito,hicimos como un benditocon dos cueros de bagual.

Fuimos a esconder allínuestra pobre situación,aliviando con la uniónaquel duro cautiverio;tristes como un cementerioal toque de la oración.

Debe el hombre ser valientesi a rodar se determina,primero, cuando camina;segundo, cuando descansa,pues en aquellas andanzasperece el que se acoquina.

Cuando es manso el terneritoen cualquier vaca se priende;el que es gaucho esto lo entiendey ha de entender si le digo,que andábamos con mi amigocomo pan que no se vende.

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Guarecidos en el toldocharlábamos mano a mano;éramos dos veteranosmansos pa las sabandijas,arrumbaos como cubijascuando calienta el verano.

El alimento no abundapor mas empeño que se haga;lo pasa uno como plaga,ejercitando la industriay siempre, como la nutria,viviendo a orillas del agua.

En semejante ejerciciose hace diestro el cazador;cai el piche engordador,cai el pájaro que trina:todo bicho que caminava a parar al asador.

Pues allí a los cuatro vientosla persecución se lleva;naide escapa de la leva,y dende que la alba asomaya recorre uno la loma,el bajo, el nido y la cueva.

El que vive de la cazaa cualquier bicho se atreveque pluma o cáscara lleve,pues cuando la hambre se siente,el hombre le clava el dientea todo lo que se mueve.

En las sagradas alturasestá el Máestro principal,que enseña a cada animala procurarse el sustentoy le brinda el alimentoa todo ser racional.

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Y aves, y bichos y pejes,se mantienen de mil modos;pero el hombre en su acomodo,es curioso de oservar:es el que sabe llorary es el que los come a todos.

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iV

Antes de aclarar el díaempieza el indio a aturdirla pampa con su rugir,y en alguna madrugada,sin que sintiéramos nada,se largaban a invadir.

Primero entierran las prendasen cuevas como peludos;y aquellos indios cerdudos,siempre llenos de recelos,en los caballos en pelosse vienen medio desnudos.

Para pegar el malónel mejor flete procuran;y como es su arma seguravienen con la lanza sola,y varios pares de bolasatados a la cintura.

De ese modo anda liviano,no fatiga el mancarrón;es su espuela en el malón,después de bien afilao,un cuernito de venaoque se amarra en el garrón.

El indio que tiene un pingoque se llega a distinguir,lo cuida hasta pa dormir;de ese cuidao es esclavo;se lo alquila a otro indio bravocuando vienen a invadir.

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Por vigilarlo no comey ni aun el sueño concilia:sólo en eso no hay desidia;de noche les asiguro,para tenerlo sigurole hace cerco la familia.

Por eso habrán visto ustedes,si en el caso se han hallao,y si no lo han observao,ténganló dende hoy presente,que todo pampa valienteanda siempre bien montao.

Marcha el indio a trote largo,paso que rinde y que dura;viene en direción siguray jamás a su capricho;no se les escapa bichoen la noche más escura.

Caminan entre tinieblascon un cerco bien formao;lo estrechan con gran cuidaoy agarran, al aclarar,ñanduces, gamas, venaos,cuanto ha podido dentrar.

Su señal es un humitoque se eleva muy arriba,y no hay quien no lo apercibacon esa vista que tienen;de todas partes se vienena engrosar la comitiva.

Ansina se van juntando,hasta hacer esas riunionesque cain en las invasionesen número tan crecido:para formarla han salidode los últimos rincones.

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Es guerra cruel la del indioporque viene como fiera;atropella donde quieray de asolar no se cansa;de su pingo y de su lanzatoda salvación espera.

Debe atarse bien la fajaquien a aguardarlo se atreva;siempre mala intención lleva,y, como tiene alma grande,no hay plegaria que lo ablandeni dolor que lo conmueva.

Odia de muerte al cristiano,hace guerra sin cuartel;para matar es sin yel,es fiero de condición;no golpia la compasiónen el pecho del infiel.

Tiene la vista del águila,del león la temeridá;en el desierto no habráanimal que él no lo entienda,ni fiera de que no apriendaun istinto de crueldá.

Es tenaz en su barbarie,no esperen verlo cambiar;el deseo de mejoraren su rudeza no cabe;el bárbaro sólo sabeemborracharse y peliar.

El indio nunca se ríe,y el pretenderlo es en vano,ni cuando festeja ufanoel triunfo en sus correrías;la risa en sus alegríasle pertenece al cristiano.

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Se cruzan por el desiertocomo un animal feroz;dan cada alarido atrozque hace erizar los cabellos;parece que a todos elloslos ha maldecido Dios.

Todo el peso del trabajolo dejan a las mujeres:el indio es indio y no quiereapiar de su condición;ha nacido indio ladróny como indio ladrón muere.

El que envenenen sus armasles mandan sus hechiceras;y como ni a Dios veneran,nada a los pampas contiene:hasta los nombres que tienenson de animales y fieras.

Y son, ¡por Cristo bendito!,los más desasiaos del mundo:esos indios vagabundos,con repunancia me acuerdo,viven lo mesmo que el cerdoen esos toldos inmundos.

Naides puede imaginaruna miseria mayor;su pobreza causa horror;no sabe aquel indio brutoque la tierra no da frutosi no la riega el sudor.

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V

Aquel desierto se agitacuando la invasión regresa;llevan miles de cabezasde vacuno y yeguarizo:pa no afligirse es precisotener bastante firmeza.

Aquello es un herviderode pampas, un celemín.Cuando riunen el botínjuntando toda la hacienda,es cantidá tan tremendaque no alcanza a verse el fin.

Vuelven las chinas cargadascon las prendas en montón;aflige esa destrucción;acomodaos en carguerosllevan negocios enterosque han saquiao en la invasión.

Su pretensión es robar,no quedar en el pantano;viene a tierra de cristianoscomo furia del infierno;no se llevan al Gobiernoporque no lo hallan a mano.

Vuelven locos de contentocuando han venido a la fija;antes que ninguno elijaempiezan con todo empeño,como dijo un santiagueño,a hacerse la repartija.

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Se reparten el botíncon igualdá, sin malicia;no muestra el indio codicia,ninguna falta comete:sólo en eso se sometea una regla de justicia.

Y cada cual con lo suyoa sus toldos enderiesa;luego la matanza empiezatan sin razón ni motivo,que no queda animal vivode esos miles de cabezas.

Y satisfecho el salvajede que su oficio ha cumplido,lo pasa por áhi tendidovolviendo a su haraganiar,y entra la china a cueriarcon un afán desmedido.

A veces a tierra adentroalguna punta se llevan;pero hay pocos que se atrevana hacer esas incursiones,porque otros indios ladronesles suelen pelar la breva.

Pero pienso que los pampasdeben de ser los más rudos;aunque andan medio desnudosni su conveniencia entienden;por una vaca que vendenquinientas matan al ñudo.

Estas cosas y otras pioreslas he visto muchos años;pero, si yo no me engaño,concluyó ese bandalaje,y esos bárbaros salvajesno podrán hacer más daño.

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Las tribus están desechas;los caciques más altivosestán muertos o cautivos,privaos de toda esperanza,y de la chusma y de lanza,ya muy pocos quedan vivos.

Son salvajes por completohasta pa su diversión,pues hacen una junciónque naides se la imagina;recién le toca a la chinael hacer su papelón.

Cuando el hombre es más salvajetrata pior a la mujer;yo no sé que pueda habersin ella dicha ni goce:¡feliz el que la conocey logra hacerse querer!

Todo el que entiende la vidabusca a su lao los placeres;justo es que las considereel hombre de corazón;sólo los cobardes sonvalientes con sus mujeres.

Pa servir a un desgraciaopronta la mujer está;cuando en su camino vano hay peligro que le asuste;ni hay una a quien no le gusteuna obra de caridá.

No se hallará una mujera la que esto no le cuadre;yo alabo al Eterno Padre,no porque las hizo bellas,sinó porque a todas ellasles dio corazón de madre.

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Es piadosa y diligentey sufrida en los trabajos:tal vez su valor rebajoaunque la estimo bastante;mas los indios inorantesla tratan al estropajo.

Echan la alma trabajandobajo el más duro rigor;el marido es su señor,como tirano la manda,porque el indio no se ablandani siquiera en el amor.

No tiene cariño a naidesni sabe lo que es amar;¡ni qué se puede esperarde aquellos pechos de bronce!yo los conocí al llegary los calé dende entonces.

Mientras tiene qué comerpermanece sosegao;yo que en sus toldos he estaoy sus costumbres oservo,digo que es como aquel cuervoque no volvió del mandao.

Es para él como jugueteescupir un crucifijo;pienso que Dios los maldijoy ansina al ñudo desato:el indio, el cerdo y el gato,redaman sangre del hijo.

Mas ya con cuentos de pampasno ocuparé su atención;debo pedirles perdón,pues sin querer me distraje,por hablar de los salvajesme olvidé de la junción.

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Hacen un cerco de lanzas,los indios quedan ajuera;dentra la china ligeracomo yeguada en la trilla,y empieza allí la cuadrillaa dar güeltas en la era.

A un lao están los caciques,capitanejos y el trompatocando con toda pompacomo un toque de fajina;adentro muere la china,sin que aquel círculo rompa.

Muchas veces se les oyena las pobres los quejidos,mas son lamentos perdidos:al rededor del cercao,en el suelo, están mamaoslos indios, dando alaridos.

Su canto es una palabray de áhi no salen jamás;llevan todas el compásioká–ioká repitiendo;me parece estarlas viendomás fieras que Satanás.

Al trote dentro del cerco,sudando, hambrientas, juriosas,desgreñadas y rotosas,de sol a sol se lo llevan;bailan, aunque truene o llueva,cantando la mesma cosa.

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Vi

El tiempo sigue en su giroy nosotros solitarios;de los indios sanguinariosno teníamos qué esperar;el que nos salvó al llegarera el más hospitalario.

Mostró noble corazón,cristiano anhelaba ser;la justicia es un deber,y sus méritos no callo;nos regaló unos caballosy a veces nos vino a ver.

A la voluntad de Diosni con la intención resisto;él nos salvó... pero ¡ah, Cristo!muchas veces he deseadono nos hubiera salvadoni jamás haberlo visto.

Quien recibe beneficiosjamás los debe olvidar;y al que tiene que rodaren su vida trabajosa,le pasan a veces cosasque son duras de pelar.

Voy dentrando poco a pocoen lo triste del pasaje;cuando es amargo el brebajeel corazón no se alegra;dentró una virgüela negraque los diezmó a los salvajes.

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Al sentir tal mortandálos indios desesperaos,gritaban alborotados:“Cristiano echando gualicho”no quedó en los toldos bichoque no salió redotao.

Sus remedios son secretos,los tienen las adivinas;no los conocen las chinassino alguna ya muy vieja,y es la que los aconsejacon mil embustes, la indina.

Allí soporta el pacientelas terribles curaciones,pues a golpes y estrujonesson los remedios aquellos;lo agarran de los cabellosy le arrancan los mechones.

Les hacen mil herejíasque el presenciarlas da horror;brama el indio de dolorpor los tormentos que pasa,y untándoló todo en grasalo ponen a hervir al sol.

Y puesto allí boca arriba,al rededor le hacen fuego;una china viene luegoy al óido le da de gritos;hay algunos tan malditosque sanan con este juego.

A otros les cuecen la bocaaunque de dolores cruja;lo agarran allí y lo estrujan,labios le queman y dientescon un güevo bien calientede alguna gallina bruja.

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Conoce el indio el peligroy pierde toda esperanza;si a escapárselés alcanzadispara como la liebre;le da delirios la fiebrey ya le cain con la lanza.

Esas fiebres son terribles,y aunque de esto no disputoni de saber me reputo,será, decíamos nosotros,de tanta carne de potrocomo comen estos brutos.

Había un gringuito cautivoque siempre hablaba del barco;y lo augaron en un charcopor causante de la peste;tenía los ojos celestescomo potrillito zarco.

Que le dieran esa muertedispuso una china vieja;y aunque se aflije y se queja,es inútil que resista;ponía el infeliz la vistacomo la pone la oveja.

Nosotros nos alejamospara no ver tanto estrago;Cruz se sentía con amagosde la peste que reinaba,y la idea nos acosabade volver a nuestros pagos.

Pero contra el plan mejorel destino se revela:¡la sangre se me congela!el que nos había salvado,cayó también atacadode la fiebre y la virgüela.

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No podíamos dudar,al verlo en tal padecer,el fin que había de tener;y Cruz que era tan humano,“vamos”, me dijo, “paisano,a cumplir con un deber.”

Fuimos a estar a su ladopara ayudarlo a curar;lo vinieron a buscary hacerle como a los otros;lo defendimos nosotros,no lo dejamos lanciar.

Iba creciendo la plagay la mortandá seguía;a su lado nos teníacuidándoló con pacencia,pero acabó su esistenciaal fin de unos pocos días.

El recuerdo me atormenta,se renueva mi pesar;me dan ganas de llorar,nada a mis penas igualo;Cruz también cayó muy maloya para no levantar.

Todos pueden figurarsecuánto tuve que sufrir;yo no hacía sino gemir,y aumentaba mi afliciónno saber una oraciónpa ayudarlo a bien morir.

Se le pasmó la virgüela,y el pobre estaba en un grito;me recomendó un hijitoque en su pago había dejado.“Ha quedado abandonado”,me dijo, “aquel pobrecito.”

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“Si vuelve, búsquemeló”,me repetía a media voz,“en el mundo éramos dos,pues él ya no tiene madre:que sepa el fin de su padrey encomiende mi alma a Dios.”

Lo apretaba contra el pechodominao por el dolor;era su pena mayorel morir allá entre infieles;sufriendo dolores cruelesentregó su alma al Criador.

De rodillas a su ladoyo lo encomendé a Jesús;faltó a mis ojos la luz,tuve un terrible desmayo;cái como herido del rayocuando lo vi muerto a Cruz.

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Vii

Aquel bravo compañeroen mis brazos espiró;hombre que tanto sirvió,varón que fue tan prudente,por humano y por valienteen el desierto murió.

Y yo, con mis propias manos,yo mesmo lo sepulté;a Dios por su alma rogué,de dolor el pecho lleno,y humedeció aquel terrenoel llanto que redamé.

Cumplí con mi obligación;no hay falta de que me acuse,ni deber de que me escuse,aunque de dolor sucumba:allá señala su tumbauna cruz que yo le puse.

Andaba de toldo en toldoy todo me fastidiaba;el pesar me dominaba,y entregao al sentimiento,se me hacía cada momentoóir a Cruz que me llamaba.

Cual más, cual menos, los criollossaben lo que es amargura;en mi triste desventurano encontraba otro consueloque ir a tirarme en el sueloal lao de su sepoltura.

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Allí pasaba las horassin haber naides conmigo,teniendo a Dios por testigo,y mis pensamientos fijosen mi mujer y mis hijos,en mi pago y en mi amigo.

Privado de tantos bienesy perdido en tierra ajenaparece que se encadenael tiempo y que no pasara,como si el sol se pararaa contemplar tanta pena.

Sin saber qué hacer de míy entregado a mi aflición,estando allí una ocasión,del lao que venía el vientooí unos tristes lamentosque llamaron mi atención.

No son raros los quejidosen los toldos del salvaje,pues aquel es vandalajedonde no se arregla nadasino a lanza y puñalada,a bolazos y coraje.

No preciso juramento,deben crerle a Martín Fierro:he visto en ese destierroa un salvaje que se irrita,degollar una chinitay tirárselá a los perros.

He presenciado martirios,he visto muchas crueldades,crímenes y atrocidadesque el cristiano no imagina;pues ni el indio ni la chinasabe lo que son piedades.

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Quise curiosiar los llantosque llegaban hasta mí;al punto me dirigíal lugar de ande venían.¡Me horroriza todavíael cuadro que descubrí!

Era una infeliz mujerque estaba de sangre llena,y como una Madalenalloraba con toda gana;conocí que era cristianay esto me dio mayor pena.

Cauteloso me acerquéa un indio que estaba al lao,porque el pampa es desconfiaosiempre de todo cristiano,y vi que tenía en la manoel rebenque ensangrentao.

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Viii

Más tarde supe por ella,de manera positiva,que dentró una comitivade pampas a su partido,mataron a su maridoy la llevaron cautiva.

En tan dura servidumbrehacían dos años que estaba;un hijito que llevabaa su lado lo tenía;la china la aborrecíatratándolá como esclava.

Deseaba para escaparsehacer una tentativa,pues a la infeliz cautivanaides la va a redimir,y allí tiene que sufrirel tormento mientras viva.

Aquella china perversa,dende el punto que llegó,crueldá y orgullo mostróporque el indio era valiente;usaba un collar de dientesde cristianos que él mató.

La mandaba a trabajar,poniendo cerca a su hijitotiritando y dando gritospor la mañana temprano,atado de pies y manoslo mesmo que un corderito.

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Ansí le imponía tareade juntar leña y sembrarviendo a su hijito llorar;y hasta que no terminaba,la china no la dejabaque le diera de mamar.

Cuando no tenían trabajola emprestaban a otra china.“Naides, decía, se imaginani es capaz de presumircuanto tiene que sufrirla infeliz que está cautiva.”

Si ven crecido a su hijito,como de piedá no entiendeny a súplicas nunca atienden,cuando no es éste es el otro,se lo quitan y lo vendeno lo cambian por un potro.

En la crianza de los suyosson bárbaros por demás;no lo había visto jamás:en una tabla los atan,los crían ansí, y les achatanla cabeza por detrás.

Aunque esto parezca estraño,ninguno lo ponga en duda:entre aquella gente ruda,en su bárbara torpeza,es gala que la cabezase les forme puntiaguda.

Aquella china malvadaque tanto la aborrecía,empezó a decir un día,porque falleció una hermana,que sin duda la cristianale había echado brujería.

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El indio la sacó al campoy la empezó a amenazar:que le había de confesarsi la brujería era cierta;o que la iba a castigarhasta que quedara muerta.

Llora la pobre afligida,pero el indio, en su rigor,le arrebató con furoral hijo de entre sus brazos,y del primer rebencazola hizo crujir de dolor.

Que aquel salvaje tan cruelazotándolá seguía;más y más se enfurecíacuanto más la castigaba,y la infeliz se atajaba,los golpes como podía.

Que le gritó muy furioso:“Confechando no querés”;la dio vuelta de un revés,y por colmar su amargura,a su tierna criaturase la degolló a los pies.

“Es incréible”, me decía,“que tanta fiereza esista;no habrá madre que resista;aquel salvaje inclementecometió tranquilamenteaquel crimen a mi vista.”

Esos horrores tremendosno los inventa el cristiano:“ese bárbaro inhumano”,sollozando me lo dijo,“me amarró luego las manoscon las tripitas de mi hijo.”

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iX

De ella fueron los lamentosque en mi soledá escuché;en cuanto al punto lleguéquedé enterado de todo;al mirarla de aquel modoni un istante tutubié.

Toda cubierta de sangreaquella infeliz cautiva;tenía dende abajo arribalas marcas de los lazazos;sus trapos hechos pedazosmostraban la carne viva.

Alzó los ojos al cielo,en sus lágrimas bañada;tenía las manos atadas,su tormento estaba claro;y me clavó una miradacomo pidiéndomé amparo.

Yo no sé lo que pasóen mi pecho en ese istante;estaba el indio arrogantecon una cara feroz:para entendernos los dosla mirada fue bastante.

Pegó un brinco como gatoy me ganó la distancia;aprovechó esa gananciacomo fiera cazadora,desató las boliadorasy aguardó con vigilancia.

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Aunque yo iba de curiosoy no por buscar contienda,al pingo le até la rienda,eché mano, dende luegoa éste que no yerra fuego,y ya se armó la tremenda.

El peligro en que me hallabaal momento conocí;nos mantuvimos ansí,me miraba y lo miraba;yo al indio le desconfiaba,y él me desconfiaba a mí.

Se debe ser precavidocuando el indio se agazape:en esa postura el tapevale por cuatro o por cinco:como el tigre es para el brincoy fácil que a uno lo atrape.

Peligro era atropellary era peligro el jüir,y más peligro seguiresperando de ese modo,pues otros podían veniry carniarme allí entre todos.

A juerza de precauciónmuchas veces he salvado,pues es un trance apuradoes mortal cualquier descuido;si Cruz hubiera vividono habría tenido cuidado.

Un hombre junto con otroen valor y en juerza crece;el temor desaparece,escapa de cualquier trampa:entre dos, no digo a un pampa,a la tribu, si se ofrece.

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En tamaña incertidumbre,en trance tan apurado,no podía, por de contado,escarparme de otra suerte,sino dando al indio muerteo quedando allí estirado.

Y como el tiempo pasabay aquel asunto me urgía,viendo que él no se movía,me fui medio de soslayocomo a agarrarle el caballoa ver si se me venía.

Ansí fue, no aguardó más,y me atropelló el salvaje;es preciso que se atajequien con el indio pelée;el miedo de verse a pieaumentaba su coraje.

En la dentrada no másme largó un par de bolazos:uno me tocó en un brazo;si me da bien me lo quiebra,pues las bolas son de piedray vienen como balazo.

A la primer puñaladael pampa se hizo un ovillo:era el salvaje más pilloque he visto en mis correrías,y, a más de las picardías,arisco para el cuchillo.

Las bolas las manejabaaquel bruto con destreza,las recogía con prestezay me las volvía a largar,haciéndomelás silbararriba de la cabeza.

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Aquel indio, como todos,era cauteloso... ¡ahijuna!áhi me valió la fortunade que peliando se apotra:me amenazaba con unay me largaba con otra.

Me sucedió una desgraciaen aquel percance amargo;en momento que lo cargoy que él reculando va,me enredé en el chiripáy cái tirao largo a largo.

Ni pa enconmendarme a Diostiempo el salvaje me dio;cuanto en el suelo me viome saltó con ligereza:juntito de la cabezael bolazo retumbó.

Ni por respeto al cuchillodejó el indio de apretarme;allí pretende ultimarmesin dejarme levantar,y no me daba lugarni siquiera a enderezarme.

De balde quiero moverme:aquel indio no me suelta;como persona resuelta,toda mi juerza ejecuto,pero abajo de aquel brutono podía ni darme güelta.

¡Bendito Dios poderoso!Quién te puede comprendercuando a una débil mujerle diste en esa ocasiónla juerza que en un varóntal vez no pudiera haber.

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Esa infeliz tan llorosa,viendo el peligro se anima;como una flecha se arrimay, olvidando su aflición,le pegó al indio un tirónque me lo sacó de encima.

Ausilio tan generosome libertó del apuro;si no es ella, de siguroque el indio me sacrifica,y mi valor se duplicacon un ejemplo tan puro.

En cuanto me enderecénos volvimos a topar,no se podía descansary me chorriaba el sudor;en un apuro mayorjamás me he vuelto a encontrar.

Tampoco yo le daba alcecomo deben suponer;se había aumentao mi quehacerpara impedir que el brutazole pegara algún bolazo,de rabia a aquella mujer.

La bola en manos del indioes terrible y muy ligera;hace de ella lo que quiera,saltando como una cabra:mudos, sin decir palabra,peliábamos comos fieras.

Aquel duelo en el desiertonunca jamás se me olvida,iba jugando la vidacon tan terrible enemigo,teniendo allí de testigoa una mujer afligida.

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Cuanto él más se enfurecía,yo más me empiezo a calmar;mientras no logra matarel indio no se desfoga;al fin le corté una sogay lo empecé a aventajar.

Me hizo sonar las costillasde un bolazo aquel maldito;y al tiempo que le di un gritoy le dentro como bala,pisa el indio y se refalaen el cuerpo del chiquito.

Para esplicar el misterioes muy escasa mi cencia:lo castigó, en mi concencia,su Divina Majestá:donde no hay casualidásuele estar la Providencia.

En cuanto trastabilló,más de firme lo cargué,y aunque de nuevo hizo pielo perdió aquella pisada;pues en esa atropelladaen dos partes lo corté.

Al sentirse lastimaose puso medio afligido;pero era indio decidido,su valor no se quebranta;le salían de la gargantacomo una especie de aullidos.

Lastimao en la cabeza,la sangre lo enceguecía;de otra herida le salíahaciendo un charco ande estaba;con los pies la chapaliabasin aflojar todavía.

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Tres figuras imponentesformábamos aquel terno:ella en su dolor materno,yo con la lengua dejuera,y el salvaje, como fieradisparada del infierno.

Iba conociendo el indioque tocaban a degüello:se le erizaba el cabelloy los ojos revolvía;los labios se le perdíancuando iba a tomar resuello.

En una nueva dentradale pegué un golpe sentido,y al verse ya mal herido,aquel indio furibundolanzó un terrible alaridoque retumbó como un ruidosi se sacudiera el mundo.

Al fin de tanto lidiar,en el cuchillo lo alcé,en peso lo levantéaquel hijo del desierto,ensartado lo llevé,y allá recién lo larguécuando ya lo sentí muerto.

Me persiné dando graciasde haber salvado la vida;aquella pobre afligidade rodillas en el suelo,alzó sus ojos al cielosollozando dolorida.

Me hinqué también a su ladoa dar gracias a mi santo:en su dolor y quebrantoella, a la madre de Dios,

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le pide, en su triste llanto,que nos ampare a los dos.

Se alzó con pausa de leonacuando acabó de implorar,y, sin dejar de llorar,envolvió en unos trapitoslos pedazos de su hijito,que yo le ayudé a juntar.

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X

Dende ese punto era juerzaabandonar el desierto,pues me hubieran descubierto,y, aunque lo maté en pelea,de fijo que me lanceanpor vengar al indio muerto.

A la afligida cautivami caballo le ofrecí:era un pingo que alquirí,y donde quiera que estabaen cuanto yo lo silbabavenía a refregarse en mí.

Yo me le senté al del pampa;era un oscuro tapao,cuando me hallo bien montaode mis casillas me salgo;y era un pingo como galgo,que sabía correr boliao.

Para correr en el campono hallaba ningún tropiezo:los ejercitan en esoy los ponen como luz,de dentrarle a un avestruzy boliar bajo el pescuezo.

El pampa educa al caballocomo para un entrevero;como rayo es de ligeroen cuanto el indio lo toca;y, como trompo, en la bocada güeltas sobre de un cuero.

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Lo varea en la madrugada;jamás falta a este deber;luego lo enseña a correrentre fangos y guadales:¡ansina esos animaleses cuanto se puede ver!

En el caballo de un pampano hay peligro de rodar,¡jué pucha! y pa disparares pingo que no se cansa;con prolijidá lo amansasin dejarlo corcobiar.

Pa quitarle las cosquillascon cuidao lo manosea;horas enteras emplea,y, por fin, sólo lo dejacuando agacha las orejasy ya el potro ni cocea.

Jamás le sacude un golpeporque lo trata al bagualcon pacencia sin igual;al domarlo no le pega,hasta que al fin se le entregaya dócil el animal.

Y aunque yo sobre los bastosme sé sacudir el polvo,a esa costumbre me amoldo;con pacencia lo manejany al día siguiente lo dejanrienda arriba junto al toldo.

Ansí todo el que procuretener un pingo modelo,lo ha de cuidar con desvelo,y debe impedir también,el que de golpes le deno tironeén en el suelo.

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Muchos quieren dominarlocon el rigor y el azote,y si ven al chafaloteque tiene trazas de malo,lo embraman en algún palohasta que se descogote.

Todos se vuelven pretestosy güeltas para ensillarlo:dicen que es por quebrantarlo,mas compriende cualquier bobo,que es de miedo del corcovo,y no quieren confesarlo.

El animal yeguarizo(perdónenmé esta alvertencia)es de mucha conocenciay tiene mucho sentido;es animal consentido:lo cautiva la pacencia.

Aventaja a los demásel que estas cosas entienda;es bueno que el hombre aprienda,pues hay pocos domadoresy muchos frangolladoresque andan de bozal y rienda.

Me vine, como les digo,trayendo esa compañera;marchamos la noche entera,haciendo nuestro caminosin más rumbo que el destino,que nos llevara ande quiera.

Al muerto, en un pajonalhabía tratao de enterrarlo,y después de maniobrarlolo tapé bien con las pajas,para llevar de ventajalo que emplearan en hallarlo.

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En notando nuestra ausencianos habían de perseguir;y al decidirme a venir,con todo mi corazónhice la resoluciónde peliar hasta morir.

Es un peligro muy seriocruzar juyendo el desierto:muchísimos de hambre han muerto,pues en tal desasosiegono se puede ni hacer fuegopara no ser descubierto.

Sólo el albitrio del hombrepuede ayudarlo a salvar;no hay auxilio que esperar,sólo de Dios hay amparo:en el desierto es muy raroque uno se pueda escapar.

¡Todo es cielo y horizonteen inmenso campo verde!¡pobre de aquel que se pierdeo que su rumbo estravea!si alguien cruzarlo desea,este consejo recuerde.

Marque su rumbo de díacon toda fidelidá;marche con puntualidásiguiéndoló con fijeza,y, si duerme, la cabezaponga para el lao que va.

Oserve con todo esmeroadonde el sol aparece;si hay ñeblina y le entorpecey no lo puede oservar,guárdesé de caminar,pues quien se pierde perece.

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Dios le dio istintos sutilesa toditos los mortales;el hombre es uno de tales,y en las llanuras aquellaslo guían el sol, las estrellas,el viento y los animales.

Para ocultarnos de díaa la vista del salvaje,ganábamos un parajeen que algún abrigo hubiera,a esperar que anochecierapara seguir nuestro viaje.

Penurias de toda clasey miserias padecimos;varias veces no comimoso comimos carne cruda;y en otras, no tengan duda,con raices nos mantuvimos.

Después de mucho sufrirtan peligrosa inquietú,alcanzamos con salúa divisar una sierra;y al fin pisamos la tierraen donde crece el ombú.

Nueva pena sintió el pechopor Cruz, en aquel paraje,y en humilde vasallajea la majestá infinitabesé esta tierra benditaque ya no pisa el salvaje.

Al fin la misericordiade Dios, nos quiso amparar;es preciso soportarlos trabajos con costancia:alcanzamos a una estanciadespués de tanto penar.

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Ahi mesmo me despedíde mi infeliz compañera.“Me voy”, le dije, “ande quiera,aunque me agarre el gobierno,pues infierno por infierno,prefiero el de la frontera.”

Concluyo esta relación,ya no puedo continuar;permítanmé descansar,están mis hijos presentes,y yo ansioso porque cuentenlo que tengan que contar.

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Y mientras que tomo un tragopa refrescar el garguero,y mientras tiempla el muchachoy prepara su estrumento,les contaré de qué modotuvo lugar el encuentro.Me acerqué a algunas estanciaspor saber algo de cierto,creyendo que en tantos añosesto se hubiera compuesto;pero cuanto saqué en limpiofue, que estábamos lo mesmo.Ansí me dejaba andarhaciéndomé el chancho rengo,porque no me conveníarevolver el avispero;pues no inorarán ustedesque en cuentas con el gobiernotarde o temprano lo llamanal pobre a hacer el arreglo.

Pero al fin tuve la suertede hallar un amigo viejo,que de todo me informó,y por él supe al momentoque el Juez que me perseguíahacía tiempo que era muerto:por culpa suya he pasadodiez años de sufrimiento,y no son pocos diez añospara quien ya llega a viejo.Y los he pasado ansí,si en mi cuenta no me yerro:tres años en la frontera,

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dos como gaucho matrero,y cinco allá entre los indioshacen los diez que yo cuento.

Me dijo, a más, ese amigoque anduviera sin recelo,que todo estaba tranquilo,que no perseguía el Gobierno,que ya naides se acordabade la muerte del moreno,aunque si yo lo matémucha culpa tuvo el negro.Estuve un poco imprudente,puede ser, yo lo confieso,pero él me precipitó,porque me cortó primero;y a más me cortó la cara,que es un asunto muy serio.

Me aseguró el mesmo amigoque ya no había ni el recuerdode aquel que en la pulperíalo dejé mostrando el sebo.El, de engréido, me buscó,yo ninguna culpa tengo;él mismo vino a peliarme,y tal vez me hubiera muertosi le tengo más confianzao soy un poco más lerdo;fue suya toda la culpa,porque ocasionó el suceso.

Que ya no hablaban tampoco,me lo dijo muy de cierto,de cuando con la partidallegué a tener el encuentro.Esa vez me defendícomo estaba en mi derecho,porque fueron a prendermede noche y en campo abierto.Se me acercaron con armas,

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y sin darme voz de preso,me amenazaron a gritos,de un modo que daba miedo,que iban a arreglar mis cuentas,tratándomé de matrero,y no era el jefe el que hablaba,sinó un cualquiera de entre ellos.Y ése, me parece a mí,no es modo de hacer arreglos,ni con el que es inocente,ni con el culpable menos.

Con semejantes noticiasyo me puse muy contentoy me presenté ande quieracomo otros pueden hacerlo.De mis hijos he encontradosólo a dos hasta el momento;y de ese encuentro felizle doy las gracias al cielo.A todos cuantos hablabales preguntaba por ellos,mas no me daba ningunorazón de su paradero.Casualmente el otro díallegó a mi conocimientode una carrera muy grandeentre varios estancieros;y fui como uno de tantos,aunque no llevaba un medio.No faltaba, ya se entiende,en aquel gauchaje inmensomuchos que ya conocíanla historia de Martín Fierro;y allí estaban los muchachoscuidando unos parejeros.Cuando me oyeron nombrarse vinieron al momento,diciéndomé quiénes eran,aunque no me conocieron,porque venía muy aindiao

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y me encontraban muy viejo.La junción de los abrazos,de los llantos y los besosse deja pa las mujeres,como que entienden el juego;pero el hombre que compriendeque todos hacen lo mesmo,en público, canta y baila,abraza y llora en secreto.Lo único que me han contadoes que mi mujer ha muerto;que en procura de un muchachose fue la infeliz al pueblo,donde infinitas miseriashabrá sufrido por cierto;que por fin a un hospitalfue a parar medio muriendo,y en ese abismo de malesfalleció al muy poco tiempo.

Les juro que de esa pérdidajamás he de hallar consuelo;muchas lágrimas me cuestadende que supe el suceso;mas dejemos cosas tristes,aunque alegrías yo no tengo;me parece que el muchachoha templao y está dispuestovamos a ver qué tal lo hacey a juzgar su desempeño.

Ustedes no los conocen,yo tengo confianza en ellos,no porque lleven mi sangre;eso fuera de lo menos,sino porque dende chicoshan vivido padeciendo;los dos son aficionados,les gusta jugar con fuego,vamos a verlos correr:son cojos... hijos de rengo.

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El hijo mayor de Martín Fierro

La penitenciaría

Aunque el gajo se pareceal árbol de donde sale,solía decirlo mi madrey en su razón estoy fijo:“jamás puede hablar el hijocon la autoridá del padre.”

Recordarán que quedamossin tener donde abrigarnos;ni ramada ande ganarnos,ni rincón ande meternos,ni camisa que ponernos,ni poncho con qué taparnos.

Dichoso aquel que no sabelo que es vivir sin amparo;yo con verdá les declaro,aunque es por demás sabido:dende chiquito he vividoen el mayor desamparo.

No le merman el rigorlos mesmos que le socorren;tal vez porque no se borrenlos decretos del destino,de todas parten lo correncomo ternero dañino.

Y vive como los bichosbuscando alguna rendija;el güérfano es sabandija

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que no encuentra compasión,y el que anda sin direciónes guitarra sin clavija.

Sentiré que cuanto digoa algún oyente le cuadre;ni casa tenía, ni madre,ni parentela, ni hermanos;y todos limpian sus manosen el que vive sin padre.

Lo cruza éste de un lazazo,lo abomba aquél de un moquete,otro le busca el cachete,y entre tanto soportar,suele a veces no encontrarni quien le arroje un soquete.

Si lo recogen, lo tratancon la mayor rigidez;piensan que es mucho tal vez,cuando ya muestra el pellejo,si le dan un trapo viejopa cubrir su desnudez.

Me crié, pues, como les digo,desnudo a veces y hambriento;me ganaba mi sustento,y ansí los años pasaban;al ser hombre me esperabanotra clase de tormentos.

Pido a todos que no olvidenlo que les voy a decir;en la escuela del sufrirhe tomado mis leciones,y hecho muchas reflecionesdende que empecé a vivir.

Si alguna falta cometola motiva mi inorancia;

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no vengo con arroganciay les diré en conclusión,que trabajando de piónme encontraba en una estancia.

El que manda siempre puedehacerle al pobre un calvario;a un vecino propietarioun boyero le mataron,y aunque a mí me lo achacaronsalió cierto en el sumario.

Piensen los hombres honradosen la vergüenza y la penade que tendría el alma llenaal verme ya tan tempranoigual a los que sus manoscon el crimen envenenan.

Declararon otros dossobre el caso del dijunto;mas no se aclaró el asunto,y el juez, por darlas de listo,“amarrados como un Cristo”,nos dijo, “irán todos juntos”.

“A la justicia ordinariavoy a mandar a los tres.”Tenía razón aquel juez,y cuantos ansí amenacen:ordinaria... es como la hacen,lo he conocido después.

Nos remitió, como digo,a esa justicia ordinaria;y fuimos con la sumariaa esa cárcel de malevos,que por un bautismo nuevo,le llaman Penitenciaria.

El porqué tiene ese nombrenaides me lo dijo a mí,

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mas yo me lo esplico ansí:le dirán Penitenciariapor la penitencia diariaque se sufre estando allí.

Criollo que cai en desgraciatiene que sufrir un poco;naides lo ampara tampocosi no cuenta con recursos;el gringo es de más discurso;cuando mata se hace el loco.

No sé el tiempo que corrióen aquella sepoltura;si de ajuera no lo apuran,el asunto va con pausa;tienen la presa siguray dejan dormir la causa.

Inora el preso a qué ladose inclinará la balanza;pero es tanta la tardanzaque yo les digo por mí:el hombre que dentre allídeje ajuera la esperanza.

Sin perfecionar las leyesperfecionan el rigor;sospecho que el inventorhabrá sido algún maldito:por grande que sea un delitoaquella pena es mayor.

Eso es para quebrantarel corazón más altivo.Los llaveros son pasivos,pero más secos y durostal vez que los mesmos murosen que uno gime cautivo.

No es en grillos ni en cadenasen lo que usté penará,

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sinó en una soledáy un silencio tan projundo,que parece que en el mundoes el único que está.

El más altivo varóny de cormillo gastao,allí se verá agobiaoy su corazón marchito,al encontrarse encerraoa solas con su delito.

En esa cárcel no hay toros,allí todos son corderos;no puede el más altanero,al verse entre aquellas rejas,sino amujar las orejasy sufrir callao su encierro.

Y digo a cuantos inoranel rigor de aquellas penas,yo que sufrí las cadenasdel destino y su inclemencia:que aprovechen la esperenciadel mal en cabeza ajena.

¡Ay madres, las que dirigenal hijo de sus entrañas!no piensen que las engaña,ni que les habla un falsario;lo que es el ser presidiariono lo sabe la campaña.

Hijas, esposas, hermanas,cuantas quieren a un varón,díganlés que esa prisiónes un infierno temido,donde no se oye más ruidoque el latir del corazón.

Allá el día no tiene sol,la noche no tiene estrellas;

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sin que le valgan querellasencerrao lo purifican;y sus lágrimas salpicanen las paredes aquellas.

En soledá tan terriblede su pecho oye el latido:lo sé, porque lo he sufridoy creámeló el aulitorio;tal vez en el purgatoriolas almas hagan más ruido.

Cuenta esas horas eternaspara más atormentarse;su lágrima al redamarsecalcula, en sus afliciones,contando sus pulsaciones,lo que dilata en secarse.

Allí se amansa el más bravo,allí se duebla el más juerte;el silencio es de tal suerteque, cuando llegue a venir,hasta se le han de sentirlas pisadas a la muerte.

Adentro mesmo del hombrese hace una revolución:metido en esa prisión,de tanto no mirar nada,le nace y queda grabadala idea de la perfeción.

En mi madre, en mis hermanos,en todos pensaba yo;al hombre que allí dentró,de memoria más ingrata,fielmente se le retratatodo cuanto ajuera vio.

Aquel que ha vivido librede cruzar por donde quiera

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se aflige y se desesperade encontrarse allí cautivo;es un tormento muy vivoque abate la alma más fiera.

En esa estrecha prisiónsin poderme conformar,no cesaba de esclamar:¡Qué diera yo por tenerun caballo en que montary una pampa en que correr!

En un lamento costantese encuentra siempre embretao;el castigo han inventaode encerrarlo en las tinieblas,y allí está como amarraoa un fierro que no se duebla.

No hay un pensamiento tristeque al preso no lo atormente;bajo un dolor permanenteagacha al fin la cabeza,porque siempre es la tristezahermana de un mal presente.

Vierten lágrimas sus ojospero su pena no alivia.En esa costante lidiasin un momento de calma,contempla, con los del alma,felicidades que envidia.

Ningún consuelo penetradetrás de aquellas murallas;el varón de más agallas,aunque más duro que un perno,metido en aquel infiernosufre, gime, llora y calla.

De furor el corazónse le quiere reventar,

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pero no hay sino aguantaraunque sosiego no alcance;¡dichoso en tan duro tranceaquel que sabe rezar!

Dirige a dios su plegariael que sabe una oración;en esa tribulacióngime olvidado del mundo,y el dolor es más projundocuando no halla compasión.

En tan crueles pesadumbres,en tan duro padecer,empezaba a encanecerdespués de muy pocos meses;allí lamenté mil vecesno haber aprendido a ler.

Viene primero el furor,después la melancolía;en mi angustia no teníaotro alivio ni consuelosino regar aquel suelocon lágrimas noche y día.

A visitar otros presossus familias solían ir;naides me visitó a mímientras estuve encerrado;¡quién iba a costiarse allía ver un desamparado!

¡Bendito sea el carceleroque tiene buen corazón!yo sé que esta bendiciónpocos pueden alcanzarla,pues si tienen compasiónsu deber es ocultarla.

Jamás mi lengua podráespresar cuánto he sufrido;

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en ese encierro metido,llaves, paredes, cerrojos,se graban tanto en los ojosque uno los ve hasta dormido.

El mate no se permite,no le permiten hablar,no le permiten cantarpara aliviar su dolor,y hasta el terrible rigorde no dejarlo fumar.

La justicia muy severasuele rayar en crueldá;sufre el pobre que allí estácalenturas y delirios,pues no esiste pior martirioque esa eterna soledá.

Conversamos con las rejaspor sólo el gusto de hablar;pero nos mandan callary es preciso conformarnos,pues no se debe irritara quien puede castigarnos.

Sin poder decir palabrasufre en silencio sus males,y uno en condiciones tales,se convierte en animal,privao del don principalque Dios hizo a los mortales.

Yo no alcanzo a comprenderpor qué motivo será,que el preso privado estáde los dones más preciososque el justo Dios bondadosootorgó a la humanidá.

Pues que de todos los bienes,(en mi inorancia lo infiero)

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que le dio al hombre altanerosu Divina Majestá,la palabra es el primero,el segundo es la amistá.

Y es muy severa la leyque por un crimen o un vicio,somete al hombre a un suplicioel más tremendo y atroz,privado de un beneficioque ha recebido de Dios.

La soledá causa espanto,el silencio causa horror;ese continuo terrores el tormento más duro,y en un presidio siguroestá demás tal rigor.

Inora uno si de allísaldrá pa la sepoltura:el que se halla en desventurabusca a su lao otro ser:pues siempre es bueno tenercompañeros de amargura.

Otro más sabio podráencontrar razón mejor,yo no soy rebuscador,y ésta me sirve de luz:se lo dieron al Señoral clavarlo en una cruz.

Y en las projundas tinieblasen que mi razón esiste,mi corazón se resistea ese tormento sin nombre,pues el hombre alegra al hombre,y el hablar consuela al triste.

Grábenló como en la piedracuanto he dicho en este canto;

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y aunque yo he sufrido tantodebo confesarlo aquí:el hombre que manda allí,es poco menos que un santo.

Y son buenos los demás,a su ejemplo se manejan;pero por eso no dejanlas cosas de ser tremendas;piensen todos y compriendanel sentido de mis quejas.

Y guarden en su memoriacon toda puntualidálo que con tal claridáles acabo de decir:mucho tendran que sufrirsi no creen en mi verdá.

Y si atienden mis palabrasno habrá calabozos llenos;manéjensé como buenos;no olviden esto jamás:aquí no hay razón de más;mas bien las puse de menos.

Y con esto me despido;todos han de perdonar;ninguno debe olvidarla historia de un desgraciado:quien ha vivido encerradopoco tiene que contar.

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El hijo segundo de Martín Fierro

Lo que les voy a decirninguno lo ponga en duda,y aunque la cosa es peluda,haré la resolución;es ladino el corazónpero la lengua no ayuda.

El rigor de las desdichashemos soportado diez años,pelegrinando entre estrañossin tener donde vivir,y obligados a sufriruna máquina de daños.

El que vive de ese modode todos es tributario;falta el cabeza primario,y los hijos que él sustentase dispersan como cuentascuando se corta el rosario.

Yo anduve ansí como todos,hasta que al fin de sus díassupo mi suerte una tíay me recogió a su lado;allí viví sosegadoy de nada carecía.

No tenía cuidado algunoni que trabajar tampoco;y como muchacho locolo pasaba de holgazán;

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con razón dice el refránque lo bueno dura poco.

En mí todo su cuidadoy su cariño ponía;como a un hijo me queríacon cariño verdaderoy me nombró de herederode los bienes que tenía.

El juez vino sin tardanzacuando falleció la vieja.“De los bienes que te deja”,me dijo, “yo he de cuidar:es un rodeo regulary dos majadas de ovejas.”

Era hombre de mucha labia,con más leyes que un dotor,me dijo: “vos sos menor,y por los años que tienes,no podés manejar bienes,voy a nombrarte un tutor”.

Tomó un recuento de todo,porque entendía su papel,y después que aquel pastello tuvo bien amasao,puso al frente un encargaoy a mí me llevó con él.

Muy pronto estuvo mi poncholo mismo que cernidor;el chiripá estaba pior,y aunque para el frío soy guapoya no me quedaba un traponi pa el frío, ni pa el calor.

En tan triste desabrigo,tras de un mes, iba otro mes;guardaba silencio el juez,

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la miseria me invadía;me acordaba de mi tíaal verme en tal desnudez.

No sé decir con fijezael tiempo que puse allí;y después de andar ansícomo moro sin señor,pasé a poder del tutorque debía cuidar de mí.

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Me llevó consigo un viejoque pronto mostró la hilacha:dejaba ver por la fachaque era medio cimarrón;muy renegao, muy ladrón,y le llamaban Viscacha.

Lo que el juez iba buscandosospecho, y no me equivoco;pero este punto no toconi su secreto averiguo;mi tutor era un antiguode los que ya quedan pocos.

Viejo lleno de camándulas,con un empaque a lo toro;andaba siempre en un moro,metido no sé en qué enriedos,con las patas como loro,de estribar entre los dedos.

Andaba rodiao de perros,que eran todo su placer;jamás dejó de tenermenos de media docena,mataba vacas ajenaspara darles de comer.

Carniábamos noche a nochealguna res en el pago;y dejando allí el resagoalzaba en ancas el cuero,que se lo vendía a un pulperopor yerba, tabaco y trago.

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¡Ah! viejo más comercianteen mi vida lo he encontrao;con ese cuero robaoél arreglaba el pastel,y allí entre el pulpero y él,se estendía el certificao.

La echaba de comedido;en las trasquilas, lo viera,se ponía como una fierasi cortaban una oveja;pero de alzarse no dejaun vellón o unas tijeras.

Una vez me dio una sobaque me hizo pedir socorro,porque lastimé un cachorroen el rancho de unas vascas;y al irse se alzó unas guascas;para eso era como zorro.

¡Ahijuna! dije entre mí;me has dao esta pesadumbreya verás cuanto vislumbreuna ocasión medio güena;te he quitar la costumbrede cerdiar yeguas ajenas.

Porque maté una viscachaotra vez me reprendió;se lo vine a contar yo,y no bien se lo hube dicho:“ni me nuembres ese bicho”,me dijo, y se me enojó.

Al verlo tan irritaohallé prudente callar;éste me va a castigardije entre mí, si se agravia:ya vi que les tenía rabia,y no las volví a nombrar.

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Una tarde halló una puntade yeguas medio bichocas;después que voltió unas pocaslas cerdiaba con empeño;yo vide venir al dueñopero me callé la boca.

El hombre venía juriosoy nos cayó como un rayo;se descolgó del caballorevoliando el arriador,y lo cruzó de un lazasoáhi no más a mi tutor.

No atinaba don Viscachaa qué lado disparar,hasta que logró montar,y de miedo del chicote,se lo apretó hasta el cogote,sin pararse a contestar.

Ustedes creerán tal vezque el viejo se curaría:no, señores, lo que hacíacon más cuidao, dende entonces,era maniarlas de díapara cerdiar a la noche.

Ese fue el hombre que estuvoencargao de mi destino;siempre anduvo en mal camino,y todo aquel vecindariodecía que era un perdulario,insufrible de dañino.

Cuando el juez me lo nombró,al dármeló de tutor,me dijo que era un señorel que me debía cuidar,enseñarme a trabajary darme la educación.

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Pero qué había de aprenderal lao de ese viejo pacoque vivía como un chuncacoen los bañaos, como el tero;un haragán, un ratero,y más chillón que un barraco.

Tampoco tenía más bienesni propiedá conocidaque una carreta podriday las paredes sin techode un rancho medio deshecho,que le servía de guarida.

Después de las trasnochadasallí venía a descansar;yo desiaba averiguarlo que tuviera escondido,pero nunca había podido,pues no me dejaba entrar.

Yo tenía unas jergas viejasque habían sido más peludas;y con mis carnes desnudas,el viejo, que era una fiera,me echaba a dormir ajueracon unas heladas crudas.

Cuando mozo fue casaoaunque yo lo desconfío,y decía un amigo míoque, de arrebatao y malo,mató a su mujer de un paloporque le dio un mate frío.

Y viudo por tal motivonunca se volvió a casar;no era fácil encontrarninguna que lo quisiera:todas temerían llevarla suerte de la primera.

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Soñaba siempre con ella,sin duda por su delito,y decía el viejo malditoel tiempo que estuvo enfermo,que ella dende el mesmo infiernolo estaba llamando a gritos.

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XV

Siempre andaba retobaocon ninguno solía hablar;se divertía en escarbary hacer marcas con el dedo;y cuando se ponía en pedome empezaba aconsejar.

Me parece que lo veocon su poncho calamaco,después de echar un buen taco,ansí principiaba a hablar:“jamás llegués a pararande veas perros flacos.”

“El primer cuidao del hombrees defender el pellejo.Lleváte de mi consejo,fijáte bien en lo que hablo:el diablo sabe por diablo,pero más sabe por viejo.”

“Hacéte amigo del juez;no le des de qué quejarse;y cuando quiera enojarsevos te debés encoger,pues siempre es güeno tenerpalenque ande ir a rascarse.”

“Nunca le llevés la contra,porque él manda la gavilla:allí sentao en su silla,ningún güey le sale bravo;a uno le da con el clavoy a otro con la cantramilla.”

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“El hombre, hasta el más soberbio,con más espinas que un tala,aflueja andando en la malay es blando como manteca:hasta la hacienda bagualacai al jagüel con la seca.”

“No andés cambiando de cueva;hacé las que hace el ratón:conserváte en el rincónen que empezó tu esistencia:vaca que cambia querenciase atrasa en la parición.”

Y menudiando los tragosaquel viejo como cerro,“no olvidés”, me decía,”Fierro,que el hombre no debe creren lágrimas de mujerni en la renguera del perro.”

“No te debés afligiraunque el mundo se desplome.Lo que más precisa el hombretener, según yo discurro,es la memoria del burro,que nunca olvida ande come.”

“Dejá que caliente el hornoel dueño del amasijo;lo que es yo, nunca me aflijoy a todito me hago el sordo:el cerdo vive tan gordo,y se come hasta los hijos.”

“El zorro que ya es corridodende lejos la olfatea;no se apure quien deseahacer lo que le aprovechela vaca que más rumeaes la que da mejor leche.”

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“El que gana su comidagüeno es que en silencio coma;ansina, vos ni por bromaquerrás llamar la atención:nunca escapa el cimarrónsi dispara por la loma.”

“Yo voy donde me convieney jamás me descarrío;lleváte el ejemplo míoy llenarás la barriga:aprendé de las hormigas:no van a un noque vacío.”

“A naides tengás envidia:es muy triste el envidiar;cuando veás a otro ganar,a estorbarlo no te metas:cada lechón en su tetaes el modo de mamar.”

“Ansí se alimentan muchosmientras los pobres lo pagan;como el cordero hay quien lo hagaen la puntita, no niego;pero otros, como el borrego,todo entera se la tragan.”

“Si buscás vivir tranquilodedicáte a solteriarmas si te querés casar,con esta alvertencia sea:que es muy difícil guardarprenda que otros codicean.”

“Es un bicho la mujerque yo aquí no lo destapo:siempre quiere al hombre guapo,mas fijáte en la eleción;porque tiene el corazóncomo barriga de sapo.”

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Y gangoso con la tranca,me solía decir: “Potrillo,recién te apunta el cormillo,mas te lo dice un toruno:no dejés que hombre ningunote gane el lao del cuchillo.”

“Las armas son necesarias,pero naide sabe cuándo;ansina, si andás pasiando,y de noche sobre todo,debés llevarlo de modoque al salir, salga cortando.”

“Los que no saben guardarson pobres aunque trabajen;nunca, por más que se atajen,se librarán del cimbrón:al que nace barrigónes al ñudo que lo fajen.”

“Donde los vientos me llevanallí estoy como en mi centro;cuando una tristeza encuentrotomo un trago pa alegrarme:a mí me gusta mojarmepor ajuera y por adentro.”

“Vos sos pollo, y te convienentoditas estas razones;mis consejos y lecionesno echés nunca en el olvido:en las riñas he aprendidoa no peliar sin puyones.”

Con estos consejos y otros,que yo en mi memoria encierroy que aquí no desentierro,educándomé seguía,hasta que al fin se dormía,mesturao entre los perros.

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XVi

Cuando el viejo cayó enfermo,viendo yo que se empioraba,y que esperanza no dabade mejorarse siquiera,le truje una culandreraa ver si lo mejoraba.

En cuanto lo vio me dijo:“Éste no aguanta el sogazo;muy poco le doy de plazo;nos van a dar un espetáculo,porque debajo del brazole ha salido un tabernáculo.”

Dice el refrán que en la tropanunca falta un güey corneta;uno que estaba en la puertale pegó el grito áhi no más:“Tabernáculo... qué bruto,un tubérculo, dirás.”

Al verse ansí interrumpidoal punto dijo el cantor:“No me parece ocasiónde meterse los de ajuera,tabernáculo, señor,le decía la culandrera.”

El de ajuera repitiódándolé otro chaguarazo;“Allá va un nuevo bolazo,copo y se lo gano en puerta:a las mujeres que curanse las llama curanderas”.

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No es bueno, dijo el cantor,muchas manos en un plato,y diré al que ese baratoha tomao de entrometido,que no créia haber venidoa hablar entre liberatos.

Y para seguir contandola historia de mi tutorle pediré a ese dotorque en mi inorancia me deje,pues siempre encuentra el que tejeotro mejor tejedor.

Seguía enfermo como digo,cada vez más emperrao;yo estaba ya acobardaoy lo espiaba dende lejo:era la boca del viejola boca de un condenao.

Allá pasamos los dosnoches terribles de invierno:él maldecía al Padre Eternocomo a los santos benditos,pidiéndolé al diablo a gritosque lo llevara al infierno.

Debe ser grande la culpaque a tal punto mortifica;cuando vía una reliquiase ponía como azogado,como si a un endemoniadole echaran agua bendita.

Nunca me le puse a tiro,pues era de mala entraña;y viendo herejía tamaña,si alguna cosa le daba,de lejos se la alcanzabaen la punta de una caña.

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Será mejor, decía yo,que abandonado lo deje,que blasfeme y que se quejey que siga de esta suerte,hasta que venga la muertey cargue con este hereje.

Cuando ya no pudo hablarle até en la mano un cencerro,y al ver cercano su entierro,arañando las paredesespiró allí, entre los perrosy este servidor de ustedes.

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XVii

Le tomé un miedo terribledespués que lo vi dijunto;llamé al alcalde, y al punto,acompañado se vinode tres o cuatro vecinosa arreglar aquel asunto.

“Anima bendita”, dijoun viejo medio ladiao;“que Dios lo haiga perdonao,es todo cuanto deseo:le conocí un pastoreode terneritos robaos.”

“Ansina es”, dijo el alcalde;“con eso empezó a poblar;yo nunca podré olvidarlas travesuras que hizo;hasta que al fin fue precisoque le privasen carniar.”

“De mozo fue muy jinete,no lo bajaba un bagual;pa ensillar un animalsin necesitar de otro,se encerraba en el corraly allí golopiaba el potro.”

“Se llevaba mal con todos;era su costumbre viejael mesturar las ovejas,pues al hacer el apartesacaba la mejor partey después venía con quejas.”

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“Dios lo ampare al pobrecito”,dijo en seguida un tercero,“siempre robaba carneros,en eso tenía destreza:enterraba las cabezas,y después vendía los cueros.”

“Y qué costumbre tenía;cuando en el jogón estaba,con el mate se agarrabaestando los piones juntos,‘yo tayo’, decía, ‘y apunto’,y a ninguno convidaba.”

“Si ensartaba algún asao,¡pobre! ¡como si lo viese!,poco antes de que estuvieseprimero lo maldecía,luego después lo escupíapara que naides comiese.”

“Quien le quitó esa costumbrede escupir el asador,fue un mulato resertorque andaba de amigo suyo,un diablo, muy peliador,que le llamaban Barullo.”

“Una noche que les hizocomo estaba acostumbrao,se alzó el mulato enojaoy le gritó: ‘viejo indino,yo te he de enseñar, cochino,a echar saliva al asao’”.

“Lo saltó por sobre el juegocon el cuchillo en la mano;¡la pucha el pardo liviano!en la mesma atropelladale largó una puñaladaque la quitó otro paisano.”

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“Y ya caliente Barullo,quiso seguir la chacota:se le había erizao la motalo que empezó la reyerta:el viejo ganó la puertay apeló a las de gaviota.”

“De esa costumbre malditadende entonces se curó;a las casas no volvió,se metió en un cicutal,y allí escondido pasóesa noche sin cenar.”

Esto hablaban los presentes;y yo, que estaba a su lao,al óir lo que he relatao,aunque él era un perdulario,dije entre mí: “¡Qué rosariole estan rezando al finao!”

Luego comenzó el alcaldea registrar cuanto había,sacando mil chucheríasy guascas y trapos viejos,temeridá de trebejosque para nada servían.

Salieron lazos, cabrestos,coyundas y maniadores,una punta de arriadores,cinchones, maneas, torzalesuna porción de bozalesy un montón de tiradores.

Había riendas de domar,frenos y estribos quebraos;bolas, espuelas, recaos,unas pavas, unas ollas,y un gran manojo de argollasde cinchas que había cortao.

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Salieron varios cencerros,alesnas, lonjas, cuchillos,unos cuantos cojinillosun alto de jergas viejas,muchas botas desparejasy una infinidá de anillos.

Había tarros de sardinas,unos cueros de venao,unos ponchos aujeriaos,y en tan tremendo entreveroapareció hasta un tintero,que se perdió en el juzgao.

Decía el alcalde muy serio:“Es poco cuanto se diga;había sido como hormiga,he de darle parte al juez,y que me venga despuéscon que no se los persiga.”

Yo estaba medio azoraode ver lo que sucedía;entre ellos mesmos decíanque unas prendas eran suyas,pero a mí me parecíaque esas eran aleluyas.

Y cuando ya no tuvieronrincón donde registrar,cansaos de tanto huroniary de trabajar en balde,“vámonos”, dijo el alcalde,“luego lo haré sepultar”.

Y aunque mi padre no erael dueño de ese hormiguero,él allí muy cariñero,me dijo con muy buen modo:“Vos serás el herederoy te harás cargo de todo.”

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“Se ha de arreglar este asuntocomo es preciso que sea;voy a nombrar albaceauno de los circustantes;las cosas no son, como antes,tan enredadas y feas.”

¡Bendito Dios! pensé yo,ando como un pordiosero,y me nuembran herederode toditas estas guascas:¡quisiera saber primerolo que se han hecho mis vacas!

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Se largaron como he dichoa disponer el entierro;cuando me acuerdo, me aterro:me puse a llorar a gritosal verme allí tan solitocon el finao y los perros.

Me saqué el escapulario,se lo colgué al pecador;y como hay en el Señormisericordia infinita,rogué por la alma benditadel que antes fue mi tutor.

No se calmaba mi duelode verme tan solitario;ahí le champurrié un rosariocomo si juera mi padre,besando el escapularioque me había puesto mi madre.

“Madre mía”, gritaba yo,“donde andarás padeciendo;el llanto que estoy virtiendolo redamarías por mí,si vieras a tu hijo aquítodo lo que está sufriendo”.

Y mientras ansí clamabasin poderme consolar,los perros, para aumentarmás mi miedo y mi tormento,en aquel mesmo momentose pusieron a llorar.

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Libre Dios a los presentesde que sufran otro tanto;con el muerto y esos llantosles juro que falta pocopara que me vuelva locoen medio de tanto espanto.

Decían entonces las viejas,como que eran sabedoras,que los perros cuando lloranes porque ven al demonio;yo créia en el testimoniocomo cré siempre el que inora.

Ahi dejé que los ratonescomieran el guasquerío;y como anda a su albedríotodo el que güérfano queda,alzando lo que era míoabandoné aquella cueva.

Supe después que esa tardevino un pión y lo enterró,ninguno lo acompañóni lo velaron siquiera;y al otro día amaneciócon una mano dejuera.

Y me ha contado ademásel gaucho que hizo el entierro(al recordarlo me aterro,me da pavor este asunto)que la mano del dijuntose la había comido un perro.

Tal vez yo tuve la culpaporque de asustao me fui;supe despues que volví,y asigurárselós puedo,que los vecinos, de miedo,no pasaban por allí.

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Hizo del rancho guaridala sabandija más sucia;el cuerpo se despeluzay hasta la razón se altera:pasaba la noche enterachillando allí una lechuza.

Por mucho tiempo no pudesaber lo que me pasaba;los trapitos con que andabaeran puras hojarascas;todas las noches soñabacon viejos, perros y guascas.

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XiX

Anduve a mi voluntácomo moro sin señor;ese fue el tiempo mejorque yo he pasado tal vez:de miedo de otro tutorni aporté por lo del juez.

“Yo cuidaré”, me había dicho,“de lo de tu propiedá;todo se conservará,el vacuno y los rebaños,hasta que cumplás treinta añosen que seás mayor de edá.”

Y aguardando que llegaseel tiempo que la ley fija,pobre como lagartijay sin respetar a naides,anduve cruzando el airecomo bola sin manija.

Me hice hombre de esa manerabajo el más duro rigor;sufriendo tanto dolormuchas cosas aprendí;y por fin vítima fuidel más desdichado amor.

De tantas alternativasésta es la parte peluda;infeliz y sin ayudafue estremado mi delirio,y causaban mi martiriolos desdenes de una viuda.

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Llora el hombre ingratitudessin tener un jundamento,acusa sin miramientoa la que el mal le ocasiona,y tal vez en su personano hay ningún merecimiento.

Cuando yo más padecíala crueldá de mi destino,rogando al poder divinoque del dolor me separe,me hablaron de un adivinoque curaba esos pesares.

Tuve recelos y miedospero al fin me disolví:hice coraje y me fuidonde el adivino estaba,y por ver si me curabacuanto llevaba le di.

Me puse al contar mis penasmas colorao que un tomate,y se me añudó el gaznatecuando dijo el ermitaño:“Hermano, le han hecho dañoy se lo han hecho en un mate.”

“Por verse libre de ustélo habrán querido embrujar.”Después me empezó a pasaruna pluma de avestruzy me dijo: “de la Cruzrecebí el don de curar.”

“Debés maldecir”, me dijo,“a todos tus conocidos,ansina el que te ha ofendidopronto estará descubierto,y deben ser maldecidostanto vivos como muertos”.

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Y me recetó que hincaoen un trapo de la viuda,frente a una planta de rudahiciera mis oraciones,diciendo: “no tengás duda,eso cura las pasiones”.

A la viuda en cuanto pudeun trapo le manotié;busqué la ruda y al piepuesto en cruz, hice mi rezo;pero, amigos, ni por esode mis males me curé.

Me recetó otra ocasiónque comiera abrojo chico:el remedio no me esplico,mas, por desechar el mal,al ñudo en un abrojalfi a ensangrentarme el hocico.

Y con tanta medeciname parecía que sanaba;por momentos se aliviabaun poco mi padecer,mas si a la viuda encontraba,volvía la pasión a arder.

Otra vez que consultésu saber estrordinario,recibió bien su salario,y me recetó aquel pilloque me colgase tres grillosensartaos como rosario.

Por fin la última ocasiónque por mi mal lo fi a ver,me dijo: “No, mi saberno ha perdido su virtú:yo te daré la salú,no triunfará esa mujer.”

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“Y tené fe en el remedio,pues la cencia no es chacota;de esto no entendés ni jota;sin que ninguno sospechecortále a un negro tes motasy hacélas hervir en leche.”

Yo andaba ya desconfiandode la curación maldita,y dije: “éste no me quitala pasión que me domina;pues que viva la gallinaaunque sea con la pepita.”

Ansí me dejaba andar,hasta que en una ocasión,el cura me echó un sermón,para curarme, sin duda,diciendo que aquella viudaera hija de confisión.

Y me dijo estas palabrasque nunca las he olvidao:“Has de saber que el finaoordenó en su testamentoque naides de casamientole hablara, en lo sucesivo;y ella prestó el juramentomientras él estaba vivo.”

“Y es preciso que lo cumpla,porque ansí lo manda Dios.Es necesario que vosno la vuelvas a buscar,porque si llega a faltarse condenarán los dos.”

Con semejante alvertenciase completó mi redota;le vi los pies a la sota,y me le alejé a la viuda

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más curao que con la rudacon los grillos y las motas.

Después me contó un amigoque al juez le había dicho el cura:“Que yo era un cabeza duray que era un mozo perdido,que me echaran del partido,que no tenía compostura.”

Tal vez por ese consejo,y sin que más causa hubiera,ni que otro motivo diera,me agarraron redepentey en el primer contingenteme echaron a la frontera.

De andar persiguiendo viudasme he curao el deseo;en mil penurias me veo,mas pienso volver tal vez,a ver si sabe aquel juezlo que se ha hecho de mi rodeo.

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Martín Fierro y sus dos hijos,entre tanta concurrencia,siguieron con alegríacelebrando aquella fiesta.Diez años, los más terribles,había durado la ausencia,y al hallarse nuevamenteera su alegría completa.En ese mesmo momento,uno que vino de afuera,a tomar parte con ellossuplicó que lo almitieran.Era un mozo forasterode muy regular presencia,y hacía poco que en el pagoandaba dando sus güeltas;aseguraban algunosque venía de la fronteraque había pelao a un pulperoen las últimas carreras,pero andaba despilchao,no traía una prenda buena;un recadito cantordaba fe de sus pobrezas.Le pidió la bendiciónal que causaba la fiesta,y sin decirles su nombre,les declaró con franquezaque el nombre de Picardíaes el único que lleva,y para contar su historiaa todos pide licencia,diciéndolés que en seguidaiban a saber quién era:

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tomó al punto la guitarra,la gente se puso atenta,y ansí cantó Picardíaen cuanto templó las cuerdas.

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Picardía

Voy a contarles mi historiaperdónenmé tanta charla,y les diré al principiarla,aunque es triste hacerlo así,a mi madre la perdíantes de saber llorarla.

Me quedé en el desamparo,y al hombre que me dio el serno lo pude conocer;ansí, pues, dende chiquito,volé como el pajaritoen busca de qué comer.

O por causa del servicioque tanta gente destierra,o por causa de la guerra,que es causa bastante seria,los hijos de la miseriason muchos en esta tierra.

Ansí por ella empujado,no sé las cosas que haría,y, aunque con vergüenza mía,debo hacer esta alvertencia:siendo mi madre Inocencia,me llamaban Picardía.

Me llevó a su lado un hombrepara cuidar las ovejas,pero todo el día eran quejasy guascazos a lo loco,

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y no me daba tampocosiquiera unas jergas viejas.

Dende la alba hasta la noche,en el campo me tenía;cordero que se moría,mil veces me sucedió,los caranchos lo comíanpero lo pagaba yo.

De trato tan rigorosomuy pronto me acobardé;el bonete me apretébuscando mejores fines,y con unos volantinesme fui para Santa Fe.

El pruebista principala enseñarme me tomó,y ya iba aprendiendo yoa bailar en la maroma,mas me hicieron una bromay aquello me indijustó.

Una vez que iba bailando,porque estaba el calzón roto,armaron tanto alborotoque me hicieron perder pie:de la cuerda me larguéy casi me descogoto.

Ansí me encontré de nuevosin saber dónde meterme;y ya pensaba volverme,cuando, por fortuna mía,me salieron unas tíasque quisieron recogerme.

Con aquella parentela,para mí desconocida,me acomodé ya en seguida;

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y eran muy buenas señoras,pero las más rezadorasque he visto en toda mi vida.

Con el toque de oraciónya principiaba el rosario;noche a noche un calendariotenían ellas que decir,y a rezar solían venirmuchas de aquel vecindario.

Lo que allí me aconteciósiempre lo he de recordar,pues me empiezo a equivocary a cada paso refalo,como si me entrara el malocuanto me hincaba a rezar.

Era como tentaciónlo que yo esperimenté;y jamas olvidarécuánto tuve que sufrir,porque no podia decir“Artículos de la Fe”.

Tenía al lao una mulataque era nativa de allí;se hincaba cerca de mícomo el ángel de la guarda;¡pícara! y era la pardala que me tentaba ansí.

“Resá”, me dijo mi tía,“Artículos de la Fe”.Quise hablar y me atoré;la dificultá me aflige;miré a la parda, y ya dije:“Artículos de Santa Fe”.

Me acomodó el coscorrónque estaba viendo venir;

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yo me quise corregir,a la mulata miré,y otra vez volví a decir“Artículos de Santa Fe”.

Sin dificultá ningunarezaba todito el día,y a la noche no podíani con un trabajo inmenso;es por eso que yo piensoque alguno me tentaría.

Una noche de tormentavi a la parda y me entró chucho;los ojos, me asusté mucho,eran como refocilo:al nombrar a San Camilo,le dije San Camilucho.

Esta me da con el pie,aquella otra con el codo;¡ah, viejas! por ese modo,aunque de corazón tierno,yo las mandaba al infiernocon oraciones y todo.

Otra vez, que como siemprela parda me perseguía,cuando yo acordé, mis tíasme habían sacao un mechónal pedir la estirpaciónde todas las herejías.

Aquella parda malditame tenía medio afligido,y ansí, me había sucedidoque, al decir estirpaciónle acomodé entripación,y me cayeron sin ruido.

El recuerdo y el dolorme duraron muchos días;

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soñé con las herejíasque andaban por estirpar,y pedía siempre al rezar,la estirpación de mis tías.

Y dale siempre rosarios,noche a noche sin cesar;dale siempre barajarsalves, trisagios y credos;me aburrí de esos enriedosy al fin me mandé mudar.

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Anduve como pelotay más pobre que una rata;cuando empecé a ganar platase armó no sé que barullo,yo dije: a tu tierra, grullo,aunque sea con una pata.

Eran duros y bastanteslos años que allá pasaron;con lo que ellos me enseñaronformaba mi capital;cuanto vine, me enrolaronen la Guardia Nacional.

Me había ejercitao al naipe,el juego era mi carrera;hice alianza verdaderay arreglé una trapisondacon el dueño de una fondaque entraba en la peladera.

Me ocupaba con esmeroen floriar una baraja:él la guardaba en la cajaen paquete, como nueva;y la media arroba llevaquien conoce la ventaja.

Comete un error inmensoquien de la suerte presuma,otro más hábil lo fuma,en un dos por tres lo pela;y lo larga que no vuelaporque le falta una pluma.

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Con un socio que lo entiendese arman partidas muy buenas;queda allí la plata ajena,quedan prendas y botones:siempre cáin a esas riunionessonzos con las manos llenas.

Hay muchas trampas legales,recursos del jugador;no cualquiera es sabedora lo que un naipe se presta:con una cincha bien puestase la pega uno al mejor.

Deja a veces ver la bocahaciendo el que se descuida;juega el otro hasta la vida,y es siguro que se ensarta,porque uno muestra una cartay tiene otra prevenida.

Al monte, las precaucionesno han de olvidarse jamás;debe afinarse ademáslos dedos para el trabajo,y buscar asiento bajoque le dé la luz de atrás.

Pa tayar, tome la luz,dé la sombra al alversario,acomódesé al contrarioen todo juego cartiao:tener ojo ejercitaoes siempre muy necesario.

El contrario abre los suyos,pero nada ve el que es ciego;dándolé soga, muy luegose deja pescar el tonto:todo chapetón cree prontoque sabe mucho en el juego.

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Hay hombres muy inocentesy que a las carpetas van:cuando asariados están,les pasa infinitas veces,pierden en puertas y en treses,y dándolés, mamarán.

El que no sabe, no ganaaunque ruegue a Santa Rita;en la carpeta a un mulitase le conoce al sentarse,y conmigo, era matarse,no podían ni a la manchita.

En el nueve y otros juegosllevo ventaja y no poca;y siempre que dar me toca,el mal no tiene remedioporque sé sacar del medioy sentar la de la boca.

En el truco, al más pintaosolía ponerlo en apuro;cuando aventajar procuro,sé tener, como fajadas,tiro a tiro el as de espadas,o flor, o envite seguro.

Yo sé defender mi platay lo hago como el primero;el que ha de jugar dineropreciso es que no se atonte;si se armaba una de monte,tomaba parte el fondero.

Un pastel, como un paquete,sé llevarlo con limpieza;dende que a salir empiezanno hay carta que no recuerde:sé cuál se gana o se pierdeen cuanto cain a la mesa.

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También por estas jugadassuele uno verse en aprietos;mas yo no me comprometoporque sé hacerlo con arte,y aunque les corra el descarteno se descubre el secreto.

Si me llamaban al dao,nunca me solía faltarun cargado que largar,un cruzao para el más vivo;y hasta atracarles un chivosin dejarlos maliciar.

Cargaba bien una taba,porque la sé manejar;no era manco en el billar,y por fin de lo que esplico,digo que hasta con pichicosera capaz de jugar.

Es un vicio de mal fin,el de jugar, no lo niego;todo el que vive del juegoanda a la pesca de un bobo,y es sabido que es un roboponerse a jugarle a un ciego.

Y esto digo claramenteporque he dejao de jugar;y les puedo asigurar,como que fui del oficio:más cuesta aprender un vicioque aprender a trabajar.

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Un nápoles mercachifleque andaba con un arpista,cayó también en la listasin dificultá ninguna:lo agarré a la treinta y unay le daba bola vista.

Se vino haciendo el chiquito,por sacarme esa ventaja;en el pantano se encaja,aunque robo se le hacía;lo cegó Santa Lucíay desocupó las cajas.

Lo hubieran visto afligidollorar por las chucherías;“ma gañao con picardía”decía el gringo y lagrimiaba,mientras yo en un poncho alzabatodita su merchería.

Quedó allí aliviao del pesosollozando sin consuelo,había cáido en el anzuelo,tal vez porque era domingo,y esa calidá de gringono tiene santo en el cielo.

Pero poco aprovechéde fatura tan lucida:el diablo no se descuida,y a mí me seguía la pistaun ñato muy enredistaque era Oficial de partida.

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Se me presentó a esigirla multa en que había incurrido,que el juego estaba prohibido,que iba a llevarme al cuartel;tuve que partir con éltodo lo que había alquirido.

Empecé a tomarlo entre ojospor esa albitrariedá;yo había ganao, es verdá,con recursos, eso sí;pero él me ganaba a mífundao en su autoridá.

Decían que por un delitomucho tiempo anduvo mal;un amigo serviciallo compuso con el Juez,y poco tiempo despuéslo pusieron de Oficial.

En recorrer el partidocontinuamente se empleaba,ningún malevo agarraba,pero tráia en un carguero,gallinas, pavos, corderosque por áhi recoletaba.

No se debía permitirel abuso a tal estremo:mes a mes hacía lo mesmo,y ansí decía el vecindario,“este ñato perdularioha resucitao el diezmo.”

La echaba de guitarreroy hasta de concertador:sentao en el mostradorlo hallé una noche cantandoy le dije: “co... mo... quiandocon ganas de oir un cantor.”

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Me echó el ñato una miradaque me quiso devorar;mas no dejó de cantary se hizo el desentendido,pero ya había conocidoque no lo podía pasar.

Una tarde que me hallabade visita... vino el ñato,y para darle un mal ratodije fuerte: “Ña... to... ribiano cebe con la agua tibia.”Y me la entendió el mulato.

Era el todo en el Juzgao,y como que se achocó,áhi no más me contestó:“cuanto el caso se presientete he de hacer tomar calientey has de saber quién soy yo.”

Por causa de una mujerse enredó más la cuestión:le tenía el ñato afición,ella era mujer de ley,moza con cuerpo de güey,muy blanda de corazón.

La hallé una vez de amasijo,estaba hecha un embeleso,y le dije: “Me interesoen aliviar sus quehaceres,y ansí, señora, si quiereyo le arrimaré los güesos.”

Estaba el ñato presente,sentado como de adorno;por evitar un trastornoella, al ver que se dijusta,me contestó: “si usté gustaarrímelós junto al horno.”

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Ahi se enredó la madejay su enemistá conmigo;se declaró mi enemigo,y por aquel cumplimientoya sólo buscó el momentode hacerme dar un castigo.

Yo véia que aquel malditome miraba con rencor,buscando el caso mejorde poderme echar el pial;y no vive más el lialque lo que quiere el traidor.

No hay matrero que no caiga,ni arisco que no se amanse;ansí, yo, dende aquel lanceno salía de algún rincón,tirao como el San Ramóndespués que se pasa el trance.

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XXiV

Me le escapé con trabajoen diversas ocasiones;era de los adulones,me puso mal con el Juez;hasta que al fin una vezme agarró en las eleciones.

Ricuerdo que esa ocasiónandaban listas diversas;las opiniones dispersasno se podían arreglar:decían que el Juez, por triunfar,hacía cosas muy perversas.

Cuando si riunió la gentevino a proclamarla el ñato;diciendo, con aparato,“que todo andaría mal,si pretendía cada cualvotar por un candilato.”

Y quiso al punto quitarmela lista que yo llevé;mas yo se la mezquiné,y ya me gritó... “Anarquistahas de votar por la listaque ha mandao el Comiqué.”

Me dio vergüenza de vermetratado de esa manera;y como si uno se alteraya no es fácil que se ablande,le dije: “mande el que mandeyo he de votar por quien quiera.”

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“En las carpetas de juegoy en la mesa eletoral,a todo hombre soy igual;respeto al que me respetapero el naipe y la boletanaides me lo ha de tocar.”

Ahi no más ya me cayóa sable la polecía;aunque era una picardíame decidí a soportar,y no los quise peliarpor no perderme ese día.

Atravesao me agarróy se aprovechó aquel ñato,dende que sufrí ese tratono dentro donde no quepo;fi a jinetiar en el cepopor cuestión de candilatos.

Injusticia tan notoriano la soporté de flojo;una venda de mis ojosvino el suceso a voltiar:vi que teníamos que andarcomo perro con tramojo.

Dende aquellas elecionesse siguió el batiburrillo;aquél se volvió un ovillodel que no había ni noticia;¡Es señora la justicia...y anda en ancas del más pillo!

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XXV

Después de muy pocos días,tal vez por no dar esperay que alguno no se fuera,hicieron citar la gente,pa riunir un contingentey mandarlo a la frontera.

Se puso arisco el gauchaje;la gente está acobardada;salió la partida armada,y trujo como perdicesunos cuantos infelicesque entraron en la voltiada.

Decía el ñato con soberbia:“ésta es una gente indina;yo los rodié a la sordina,no pudieron escapar;y llevaba orden de arriartodito lo que camina.”

Cuando vino el Comendantedijieron: “¡Dios nos asista!”llegó y les clavó la vista,yo estaba haciéndomé el sonzo,le echó a cada uno un responsoy ya lo plantó en la lista.

“Cuadráte”, le dijo a un negro,“te estás haciendo el chiquitocuando sos el más malditoque se encuentra en todo el pago;un servicio es el que te hago,y por eso te remito”.

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A otro

“Vos no cuidás tu familiani le das los menesteres;visitás otras mujeresy es preciso, calabera,que aprendás en la fronteraa cumplir con tus deberes.”

A otro

“Vos también sos trabajoso;cuando es preciso votarhay que mandarte llamary siempre andás medio alzao,sos un desubordinaoy yo te voy a filiar.”

A otro

“¿Cuánto tiempo hace que vosandás en este partido?¿Cuántas veces has venidoa la citación del Juez?No te he visto ni una vez,has de ser algún perdido.”

A otro

“Este es otro barulleroque pasa en la pulperíapredicando noche y díay anarquizando a la gente;irás en el contingentepor tamaña picardía.”

A otro

“Dende la anterior remesavos andás medio perdido;la autoridá no ha podido

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jamás hacerte votar:cuando te mandan llamarte pasás a otro partido.”

A otro

“Vos siempre andás de florcita,no tenés renta ni oficio;no has hecho ningún servicio,no has votado ni una vez;marchá... para que dejésde andar haciendo perjuicio.”

A otro

“Dame vos tu papeletayo te la voy a tener;ésta queda en mi poder,después la recogerás,y ansí si te resertástodos te puedan prender.”

A otro

“Vos porque sos ecetuaoya te querés sulevar;no vinistes a votarcuando hubieron eleciones:no te valdrán eseciones,yo te voy a enderezar.”

Y a éste por este motivoy a otro por otra razón,toditos, en conclusión,sin que escapara ninguno,fueron pasando uno a unoa juntarse en un rincón.

Y allí las pobres hermanas,las madres y las esposasredamaban cariñosas

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sus lágrimas de dolor;pero gemidos de amorno remedian estas cosas.

Nada importa que una madrese desespere o se queje;que un hombre a su mujer dejeen el mayor desamparo;hay que callarse, o es claroque lo quiebran por el eje.

Dentran después a empeñarsecon este o aquel vecino;y como en el masculino,el que menos corre vuela,deben andar con cautelalas pobres, me lo imagino.

Muchas al Juez acudieron,por salvar de la jugada;él les hizo una cuerpiada,y por mostrar su inocencia,les dijo: “tengan pacenciapues yo no puedo hacer nada”.

Ante aquella autoridápermanecían suplicantes;y, después de hablar bastante,“yo me lavo”, dijo el Juez,“como Pilatos los pies:esto lo hace el Comendante.”

De ver tanto desamparoel corazón se partía;había madre que salíacon dos, tres hijos o más,uno adelante, otro atrás,y las maletas vacías.

¿Donde irán, pensaba yo,a perecer de miseria?

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Las pobres si de esta feriahablan mal, tienen razón;pues hay bastante materiapara tan justa aflición.

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XXVi

Cuando me llegó mi turnodije entre mí: “¡ya me toca!”y aunque mi falta era poca,no sé porqué me asustaba;les asiguro que estabacon el Jesús en la boca.

Me dijo que yo era un vago,un jugador, un perdido;que dende que fi al partidoandaba de picaflor;que había de ser un bandidocomo mi antesucesor.

Puede que uno tenga un vicio,y que de él no se reforme;mas naides está conformecon recebir ese trato:yo conocí que era el ñatoquien le había dao los informes.

Me dentró curiosidá,al ver que de esa maneratan siguro me dijeraque fue mi padre un bandido;luego lo habrá conocido,y yo inoraba quién era.

Me empeñé en averiguarlo;promesas hice a Jesús;tuve por fin una luz,y supe con alegríaque era el autor de mis díasel guapo sargento Cruz.

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Yo conocía bien su historiay la tenía muy presente;sabía que Cruz bravamente,yendo con una partida,había jugado la vidapor defender a un valiente.

Y hoy ruego a mi Dios piadosoque lo mantenga en su gloria;se ha de conservar su historiaen el corazón del hijo:él al morir me bendijoyo bendigo su memoria.

Yo juré tener enmienday lo conseguí deveras;puedo decir ande quieraque si faltas he tenidode todas me he corregidodende que supe quien era.

El que sabe ser buen hijoa los suyos se parece;y aquel que a su lado crecey a su padre no hace honor,como castigo merecede la desdicha el rigor.

Con un empeño costantemis faltas supe enmendar;todo conseguí olvidar,pero, por desgracia mía,el nombre de Picardíano me lo pude quitar.

Aquel que tiene buen nombremuchos dijustos se ahorra;y entre tanta mazamorrano olviden esta alvertencia:aprendí por esperenciaque el mal nombre no se borra.

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XXVii

He servido en la frontera,en un cuerpo de milicias;no por razón de justicia,como sirve cualesquiera.

La bolilla me tocóde ir a pasar malos ratospor la facultá del ñato,que tanto me persiguió.

Y sufrí en aquel infiernoesa dura penitencia,por una malaquerenciade un oficial subalterno.

No repetiré las quejasde lo que se sufre allá;son cosas muy dichas yay hasta olvidadas de viejas.

Siempre el mesmo trabajar,siempre el mesmo sacrificio,es siempre el mesmo servicio,y el mesmo nunca pagar.

Siempre cubiertos de harapossiempre desnudos y pobres;nunca le pagan un cobreni le dan jamás un trapo.

Sin sueldo y sin uniformelo pasa uno aunque sucumba;confórmesé con la tumba;y sinó... no se conforme.

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Pues si usté se ensoberbeceo no anda muy voluntario,le aplican un novenariode estacas... que lo enloquecen.

Andan como pordioseros,sin que un peso los alumbre,porque han tomao la costumbrede deberle años enteros.

Siempre hablan de lo que cuesta,que allá se gasta un platal;pues yo no he visto ni un rialen lo que duró la fiesta.

Es servicio estrordinariobajo el fusil y la vara,sin que sepamos qué carale ha dao Dios al comisario.

Pues si va a hacer la revista,se vuelve como una bala,es lo mesmo que luz malapara perderse de vista.

Y de yapa cuando va,todo parece estudiao:van con meses atrasaosde gente que ya no está.

Pues ni adrede que lo haganpodrán hacerlo mejor:cuando cai, cai con la pagadel contingente anterior.

Porque son como sentenciapara buscar al ausente,y el pobre que está presenteque perezca en la endigencia.

Hasta que tanto aguantarel rigor con que lo tratan,

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o se resierta, o lo matan,o lo largan sin pagar.

De ese modo es el pastel,porque el gaucho... ya es un hecho,no tiene ningún derecho,ni naides vuelve por él.

¡La gente vive marchita!si viera, cuando echan tropa,les vuela a todos la ropaque parecen banderitas.

De todos modos lo cargany al cabo de tanto andar,cuando lo largan, lo largancomo pa echarse a la mar.

Si alguna prenda le han dao,se la vuelven a quitar:poncho, caballo, recao,todo tiene que dejar.

Y esos pobres infelices,al volver a su destino,salen como unos Longinossin tener con que cubrirse.

A mí me daba congojasel mirarlos de ese modo,pues el más aviao de todoses un perejil sin hojas.

Aura poco ha sucedido,con un invierno tan crudo,largarlos a pie y desnudospa volver a su partido.

Y tan duro es lo que pasa,que en aquella situación,les niegan un mancarrónpara volver a su casa.

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¡Lo tratan como a un infiel!completan su sacrificiono dándolé ni un papelque acredite su servicio.

Y tiene que regresarmás pobre de lo que jue,por supuesto a la mercédel que lo quiere agarrar.

Y no averigüe despuésde los bienes que dejó:de hambre, su mujer vendiópor dos lo que vale diez.

Y como están convenidosa jugarle manganeta,a reclamar no se metaporque ese es tiempo perdido.

Y luego, si a alguna estanciaa pedir carne se arrima,al punto le cáin encimacon la ley de la vagancia.

Y ya es tiempo, pienso yo,de no dar más contingente;si el Gobierno quiere gente,que la pague y se acabó.

Y saco ansí en conclusión,en medio de mi inorancia,que aquí el nacer en estanciaes como una maldición.

Y digo, aunque no me cuadre,decir lo que naides dijo:la Provincia es una madreque no defiende a sus hijos.

Mueren en alguna lomaen defensa de la ley,

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o andan lo mesmo que el güey,arando pa que otros coman.

Y he de decir ansí mismo,porque de adentro me brota,que no tiene patriotismoquien no cuida al compatriota.

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XXViii

Se me va por donde quieraesta lengua del demonio:voy a darles testimoniode lo que vi en la frontera.

Yo sé que el único modoa fin de pasarlo bien,es decir a todo amén,y jugarle risa a todo.

El que no tiene colchónen cualquier parte se tiende;el gato busca el jogóny ése es mozo que lo entiende.

De aquí comprender se debe,aunque yo hable de este modo,que uno busca su acomodosiempre, lo mejor que puede.

Lo pasaba como todoseste pobre penitente,pero salí de asistentey mejoré en cierto modo.

Pues aunque esas privacionescausen desesperaciónsiempre es mejor el jogónde aquel que carga galones.

De entonces en adelantealgo logré mejorar,pues supe hacerme lugaral lado del Ayudante.

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El se daba muchos aires;pasaba siempre leyendo;decían que estaba aprendiendopara recebirse de flaire.

Aunque lo pifiaban tanto,jamás lo vi dijustao;tenía los ojos paraoscomo los ojos de un Santo.

Muy delicao, dormía en cuja,y no sé por qué sería,la gente lo aborrecíay lo llamaban “la bruja”.

Jamás hizo otro servicioni tuvo más comisiones,que recebir las racionesde víveres y de vicios.

Yo me pasé a su jogónal punto que me sacó,y ya con él me llevó,a cumplir su comisión.

Estos diablos de milicosde todo sacan partido:cuando nos vían riunidosse limpiaban los hocicos.

Y decían en los jogonescomo por chocarrería:“con la Bruja y Picardíavan a andar bien las raciones.”

A mí no me jue tan mal,pues mi oficial se arreglaba;les diré lo que pasabasobre este particular.

Decían que estaban de acuerdoLa Bruja y el provedor,

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y que recebía lo pior...puede ser, pues no era lerdo.

Que a más en la cantidápegaba otro dentellón,y que por cada raciónle entregaban la mitá.

Y que esto lo hacía del modocomo lo hace un hombre vivo:firmando luego el reciboya se sabe, por el todo.

Pero esas murmuracionesno faltan en campamento;déjenmé seguir mi cuento,o historia de las raciones.

La Bruja las recebíacomo se ha dicho, a su modo;las cargábamos, y todose entrega en la mayoría.

Sacan allí en abundancialo que les toca sacar,y es justo que han de dejarotro tanto de ganancia.

Van luego a la compañía,las recibe el comendante,el que de un modo abundantesacaba cuanto quería.

Ansí la cosa liviana,va mermada por supuesto;luego se le entrega el restoal oficial de semana.

¿Araña, quien te arañó?Otra araña como yo.

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Este le pasa al sargentoaquello tan reducido,y como hombre prevenidosaca siempre con aumento.

Esta relación no acabosi otra menudencia ensarto;el sargento llama al cabopara encargarle el reparto.

El también saca primeroy no se sabe turbar:naides le va a averiguarsi ha sacado más o menos.

Y sufren tanto bocadoy hacen tantas estaciones,que ya casi no hay racionescuando llegan al soldao.

¡Todo es como pan bendito!y sucede, de ordinario,tener que juntarse variospara hacer un pucherito.

Dicen que las cosas vancon arreglo a la ordenanza;puede ser; pero no alcanzan,¡tan poquito es lo que dan!

Algunas veces, yo pienso,y es muy justo que lo diga,sólo llegaban las migasque habían quedao en el lienzo.

Y esplican aquel infierno,en que uno está medio loco,diciendo que dan tan pocoporque no paga el gobierno.

Pero eso yo no lo entiendo,ni a aviriguarlo me meto;

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soy inorante completo;nada olvido y nada apriendo.

Tiene uno que soportarel tratamiento más vil:a palos en lo civil,a sable en lo militar.

El vestuario es otro infierno;si lo dan, llega a sus manosen invierno el de veranoy en el verano el de invierno.

Y yo el motivo no encuentroni la razón que esto tiene;mas dicen que eso ya vienearreglao dende adentro.

Y es necesario aguantarel rigor de su destino:el gaucho no es argentinosinó pa hacerlo matar.

Ansí ha de ser, no lo dudo,y por eso decía un tonto:“si los han de matar pronto,mejor es que estén desnudos.”

Pues esa miseria viejano se remedia jamás;todo el que viene detráscomo la encuentra la deja.

Y se hallan hombres tan malosque dicen de buena gana:“el gaucho es como la lanase limpia y compone a palos.”

Y es forzoso el soportaraunque la copa se enllene:parece que el gaucho tienealgún pecao que pagar.

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XXiX

Esto contó Picardíay después guardó silencio,mientras todos celebrabancon placer aquel encuentro.Mas una casualidá,como que nunca anda lejos,entre tanta gente blancallevó también a un moreno,presumido de cantory que se tenía por bueno.Y como quien no hace nada,o se descuida de intento,(pues siempre es muy conocidotodo aquel que busca pleito),se sentó con toda calma,echó mano al estrumentoy ya le pegó un rajido;era fantástico el negro,y para no dejar dudasmedio se compuso el pecho.Todo el mundo conocióla intención de aquel moreno:era claro el desafíodirigido a Martín Fierro,hecho con toda arrogancia,de un modo muy altanero.Tomó Fierro la guitarra,pues siempre se halla dispuesto,y ansí cantaron los dosen medio de un gran silencio:

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XXX

Martín Fierro

Mientras suene el encordao,mientras encuentre el compás,yo no he de quedarme atrássin defender la parada;y he jurado que jamásme la han de llevar robada.

Atiendan pues los oyentesy cállensé los mirones;a todos pido perdones,pues a la vista resaltaque no está libre de faltaquien no está de tentaciones.

A un cantor le llaman buenocuando es mejor que los piores;y sin ser de los mejores,encontrándose dos juntos,es deber de los cantoresel cantar de contrapunto.

El hombre debe mostrarsecuando la ocasión le llegue;hace mal el que se nieguedende que lo sabe hacer;y muchos suelen tenervanagloria en que los rueguen.

Cuando mozo fui cantor(es una cosa muy dicha);mas la suerte se encaprichay me persigue costante:

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de ese tiempo en adelantecanté mis propias desdichas.

Y aquellos años dichosostrataré de recordar;veré si puedo olvidartan desgraciada mudanza,y quien se tenga confianzatiemple y vamos a cantar.

Tiemple y cantaremos juntos,trasnochadas no acobardan.Los concurrentes aguardan;y porque el tiempo no pierdan,haremos gemir las cuerdashasta que las velas no ardan.

Y el cantor que se presente,que tenga o no quien lo ampare,no espere que yo dispareaunque su saber sea mucho:vamos en el mesmo puchoa prenderle hasta que aclare.

Y seguiremos si gustahasta que se vaya el día;era la costumbre míacantar las noches enteras:había entonces, donde quiera,cantores de fantasía.

Y si alguno no se atrevea seguir la caravana,o si cantando no gana,se lo digo sin lisonja:haga sonar una esponjao ponga cuerdas de lana.

El Moreno

Yo no soy, señores míos,sino un pobre guitarrero,

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pero doy gracias al Cieloporque puedo, en la ocasión,toparme con un cantorque esperimente a este negro.

Yo también tengo algo blanco,pues tengo blancos los dientes;sé vivir entre las gentessin que me tengan en menos:quien anda en pagos ajenosdebe ser manso y prudente.

Mi madre tuvo diez hijos,los nueve muy regulares;tal vez por eso me amparela Providencia divina:en los güevos de gallinael décimo es el más grande.

El negro es muy amoroso,aunque de esto no hace gala;nada a su cariño igualani a su tierna voluntá;es lo mesmo que el macá:cría los hijos bajo el ala.

Pero yo he vivido librey sin depender de naides;siempre he cruzado los airescomo el pájaro sin nido;cuanto sé lo he aprendidoporque me lo enseñó un flaire.

Y sé como cualquier otroel porqué retumba el trueno;por qué son las estacionesdel verano y del invierno;sé también de dónde salenlas aguas que cain del cielo.

Yo sé lo que hay en la tierraen llegando al mesmo centro;

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en dónde se encuentra el oro,en dónde se encuentra el fierroy en dónde viven bramandolos volcanes que echan juego.

Yo sé del fondo del mardonde los pejes nacieron;yo sé por qué crece el árbol,y por qué silban los vientos:cosas que inoran los blancoslas sabe este pobre negro.

Yo tiro cuando me tiran;cuando me aflojan, aflojo;no se ha de morir de antojoquien me convide a cantar:para conocer a un cojolo mejor es verlo andar.

Y si una falta cometoen venir a esta riunión,echándolá de cantor,pido perdón en voz alta,pues nunca se halla una faltaque no esista otra mayor.

De lo que un cantor esplicano falta qué aprovechar,y se le debe escucharaunque sea negro el que cante:apriende el que es inorante,y el que es sabio, apriende más.

Bajo la frente más negrahay pensamiento y hay vida.La gente escuche tranquila,no me haga ningún reproche:también es negra la nochey tiene estrellas que brillan.

Estoy pues a su mandao;empiece a echarme la sonda,

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si gusta que le responda,aunque con lenguaje tosco:en leturas no conozcola jota por ser redonda.

Martín Fierro

¡Ah!, negro, si sos tan sabiono tengás ningun recelo;pero has tragao el anzuelo,y al compás del estrumentohas de decirme al momentocuál es el canto del cielo.

El Moreno

Cuentan que de mi colorDios hizo al hombre primero;mas los blancos altaneros,los mesmos que lo convidan,hasta de nombrarlo olvidany sólo lo llaman negro.

Pinta el blanco negro al diablo,y el negro, blanco lo pinta;blanca la cara o retintano habla en contra ni en favor:de los hombres el Criadorno hizo dos clases distintas.

Y después de esta alvertenciaque al presente viene a pelo,veré, señores, si puedo,sigún mi escaso saber,con claridá respondercuál es el canto del cielo.

Los cielos lloran y cantanhasta en el mayor silencio:lloran al cair el rocíocantan al silbar los vientos;lloran cuando cain las aguas,cantan cuando brama el trueno.

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Martín Fierro

Dios hizo al blanco y al negrosin declarar los mejores;les mandó iguales doloresbajo de una mesma cruz;mas también hizo la luzpa distinguir los colores.

Ansí ninguno se agravie;no se trata de ofender,a todo se ha de ponerel nombre con que se llama,y a naides le quita famalo que recibió al nacer.

Y ansí me gusta un cantorque no se turba ni yerra;y si en tu saber se encierrael de los sabios projundos,decíme cual en el mundoes el canto de la Tierra.

El Moreno

Es pobre mi pensamiento,es escasa mi razón,mas pa dar contestaciónmi inorancia no se arredra:también da chispas la piedrasi la golpea el eslabón.

Y le daré una respuestasigún mis pocos alcances:forman un canto en la tierrael dolor de tanta madre,el gemir de los que muereny el llorar de los que nacen.

Martín Fierro

Moreno, alvierto que traisbien dispuesta la garganta;sos varón, y no me espanta

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verte hacer esos primores;en los pájaros cantoressólo el macho es el que canta.

Y ya que al mundo vinistescon el sino de cantar,no te vayas a turbar,no te agrandes ni te achiques;es preciso que me expliquescuál es el canto del Mar.

El Moreno

A los pájaros cantoresninguno imitar pretende;de un don que de otro dependenaides se debe alabar,pues la urraca apriende a hablar,pero sólo la hembra apriende.

Y ayúdame, ingenio míopara ganar esta apuesta;mucho el contestar me cuesta,pero debo contestar;voy a decir en respuestacuál es el canto del Mar.

Cuando la tormenta brama,el Mar, que todo lo encierra,canta de un modo que aterra,como si el mundo temblara:parece que se quejarade que lo estreche la Tierra.

Martín Fierro

Toda tu sabiduríahas de mostrar esta vez;ganarás sólo que estésen vaca con algún santo:la noche tiene su canto,y me has de decir cuál es.

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El Moreno

No galope, que hay aujeros,le dijo a un guapo un prudente.Le contesto humildemente:la noche por canto tieneesos ruidos que uno sientesin saber por dónde vienen.

Son los secretos misteriosque las tinieblas esconden;son los ecos que respondena la voz del que da un grito,como un lamento infinitoque viene no sé de dónde.

A las sombras sólo el sollas penetra y las impone;en distintas direccionesse oyen rumores inciertos:son almas de los que han muertoque nos piden oraciones.

Martín Fierro

Moreno, por tus respuestasyo te aplico el cartabón,pues tenés disposicióny sos estruido, de yapa:ni las sombras se te escapanpara dar esplicación.

Pero cumple su deberel leal diciendo lo cierto,y por lo tanto te alviertoque hemos de cantar los dos,dejando en la paz de Dioslas almas de los que han muerto.

Y el consejo del prudenteno hace falta en la partida;siempre ha de ser comedidala palabra de un cantor.

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Y aura quiero que me digasde dónde nace el amor.

El Moreno

A pregunta tan escuratrataré de responder,aunque es mucho pretenderde un pobre negro de estancia;mas conocer su inoranciaes principio del saber.

Ama el pájaro en los airesque cruza por donde quiera,y si al fin de su carrerase asienta en alguna rama,con su alegre canto llamaa su amante compañera.

La fiera ama en su guarida,de la que es rey y señor;allí lanza con furoresos bramidos que espantan;porque las fieras no cantan,las fieras braman de amor.

Ama en el fondo del marel pez de lindo color;ama el hombre con ardor,ama todo cuanto vive:de Dios vida se recibe,y donde hay vida, hay amor.

Martín Fierro

Me gusta, negro ladinolo que acabás de esplicar;ya te empiezo a respetaraunque al principio me rei;y te quiero preguntarlo que entendés por la Ley.

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El Moreno

Hay muchas dotoreríasque yo no puedo alcanzar;dende que aprendí a inorarde ningún saber me asombro,mas no ha de llevarme al hombroquien me convide a cantar.

Yo no soy cantor ladinoy mi habilidá es muy poca;mas cuando cantar me tocame defiendo en el combate,porque soy como los mates:sirvo si me abren la boca.

Dende que elige a su gusto,lo más espinoso elige;pero esto poco me afligey le contesto a mi modo:la ley se hace para todos,mas sólo al pobre le rige.

La ley es tela de arañaen mi inorancia lo esplico:no la tema el hombre rico;nunca la tema el que mande;pues la ruempe el bicho grandey sólo enrieda a los chicos.

Es la ley como la lluvia:nunca puede ser pareja;el que la aguanta se queja,pero el asunto es sencillo:la ley es como el cuchillo,no ofende a quien lo maneja.

Le suelen llamar espaday el nombre le viene bien;los que la gobiernan vena dónde han de dar el tajo:le cai al que se halla abajoy corta sin ver a quién.

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Hay muchos que son dotores,y de su cencia no dudo;mas yo soy un negro rudoy aunque de esto poco entiendo,estoy diariamente viendoque aplican la del embudo.

Martín Fierro

Moreno, vuelvo a decirte,ya conozco tu medida;has aprovechao la viday me alegro de este encuentro;ya veo que tenés adentrocapital pa esta partida.

Y aura te voy a decir,porque en mi deber está;y hace honor a la verdáquien a la verdá se duebla,que sos por juera tinieblasy por dentro claridá.

No ha de decirse jamásque abusé de tu pacencia,y en justa correspondencia,si algo querés preguntar,podés al punto empezar,pues ya tenés mi licencia.

El Moreno

No te trabes lengua mía,no te vayas a turbar;nadie acierta antes de errar,y aunque la fama se juega,el que por gusto navegano debe temerle al mar.

Voy a hacerle mis preguntas,ya que a tanto me convida,y vencerá en la partida

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si una esplicación me dasobre el tiempo y la medida,el peso y la cantidá.

Suya sera la vitoriasi es que sabe contestar;se lo debo declararcon claridá, no se asombre,pues hasta aura ningún hombreme lo ha sabido esplicar.

Quiero saber y lo inoro,pues en mis libros no estáy su respuesta vendráa servirme de gobierno,para qué fin el Eternoha criado la Cantidá.

Martín Fierro

Moreno, te dejas caircomo carancho en su nido;ya veo que sos prevenido,mas también estoy dispuesto;veremos si te contestoy si te das por vencido.

Uno es el Sol, uno el Mundo,sola y única es la Lunaansí han de saber que Diosno crió cantidá ninguna;el ser de todos los seressólo formó la unidá;lo demás lo ha criado el hombredespués que aprendió a contar.

El Moreno

Veremos si a otra preguntada una respuesta cumplida:el ser que ha criado la vidalo ha de tener en su archivo,mas yo inoro qué motivotuvo al formar la medida.

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Martín Fierro

Escuchá con atenciónlo que en mi inorancia arguyo;la medida la inventóel hombre para bien suyo;y la razón no te asombre,pues es fácil presumir:Dios no tenía que medirsino la vida del hombre.

El Moreno

Si no falla su saberpor vencedor lo confieso;debe aprender todo esoquien a cantar se dedique;y aura quiero que me espliquelo que significa el peso.

Martín Fierro

Dios guarda entre sus secretosel secreto que eso encierra,y mandó que todo pesocayera siempre en la tierra.Y sigún compriendo yo,dende que hay bienes y males,fue el peso para pesarlas culpas de los mortales.

El Moreno

Si responde a esta preguntaténgase por vencedordoy la derecha al mejor,y respóndame al momento:¿cuándo formó Dios el tiempoy por qué lo dividió?

Martín Fierro

Moreno, voy a decir,sigún mi saber alcanza:el tiempo sólo es tardanza

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de lo que está por venir;no tuvo nunca principioni jamás acabará,porque el tiempo es una rueda,y rueda es eternidá.Y si el hombre lo divide,sólo lo hace, en mi sentir,por saber lo que ha vividoo le resta que vivir.

Ya te he dado mis respuestas,mas no gana quien despunta;si tenés otra preguntao de algo te has olvidao,siempre estoy a tu mandaopara sacarte de dudas.

No procedo por soberbiani tampoco por jatancia,mas no ha de faltar costanciacuando es preciso luchar;y te convido a cantarsobre cosas de la estancia.

Ansí prepará, moreno,cuanto tu saber encierre,y sin que tu lengua yerre,me has de decir lo que empriendeel que del tiempo depende,en los meses que train erre.

El Moreno

De la inorancia de naidesninguno debe abusar;y aunque me puede doblartodo el que tenga más arte,no voy a ninguna partea dejarme machetiar.

He reclarao que en leturassoy redondo como jota;

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no avergüence mi redota,pues con claridá le digo:no me gusta que conmigonaides juegue a la pelota.

Es buena ley que el más lerdodebe perder la carrera;ansí le pasa a cualquiera,cuando en competencia se hallaun cantor de media tallacon otro de talla entera.

¿No han visto en medio del campoal hombre que anda perdido,dando güeltas afligido,sin saber dónde rumbiar?ansí le suele pasara un pobre cantor vencido.

También los árboles crujensi el ventarrón los azota;y si aquí mi queja brotacon amargura, consisteen que es muy larga y muy tristela noche de la redota.

Y dende hoy en adelante,pongo de testigo al cielopara decir sin receloque, si mi pecho se inflama,no cantaré por la famasinó por buscar consuelo.

Vive ya desesperaoquien no tiene que esperar;a lo que no ha de durarningún cariño se cobre:las alegrías de un pobreson anuncios de pesar.

Y este triste desengañome durará mientras viva;

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aunque un consuelo recibajamás he de alzar el vuelo:quien no nace para el cielode balde es que mire arriba.

Y suplico a cuantos me oiganque me permitan decirque al decidirme a venirno sólo jue por cantar,sinó porque tengo a másotro deber que cumplir.

Ya saben que de mi madrejueron diez los que nacieron;mas ya no esiste el primeroy más querido de todos:murió por injustos modosa manos de un pendenciero.

Los nueve hermanos restantescomo güérfanos quedamos;dende entonces lo lloramossin consuelo, creánmeló,y al hombre que lo matónunca jamás lo encontramos.

Y queden en paz los güesosde aquel hermano querido;a moverlos no he venido,mas, si el caso se presenta,espero en Dios que esta cuentase arregle como es debido.

Y si otra ocasión payamospara que esto se complete,por mucho que lo respetecantaremos, si le gusta,sobre las muertes injustasque algunos hombres cometen.

Y aquí pues, señores míos,diré, como en despedida,

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que todavía andan con vidalos hermanos del dijunto,que recuerdan este asuntoy aquella muerte no olvidan.

Y es misterio tan projundolo que está por suceder,que no me debo metera echarla aquí de adivino:lo que decida el destinodespués lo habrán de saber.

Martín Fierro

Al fin cerrastes el picodespués de tanto charlar;ya empezaba a maliciar,al verte tan entonao,que tráias un embuchaoy no lo querías largar.

Y ya que nos conocemos,basta de conversación;para encontrar la ocasiónno tienen que darse priesa,ya conozco yo que empiezaotra clase de junción.

Yo no sé lo que vendrá,tampoco soy adivino;pero firme en mi caminohasta el fin he de seguir:todos tienen que cumplircon la ley de su destino.

Primero fue la fronterapor persecución de un juez;los indios fueron después,y, para nuevos estrenos,aura son estos morenospa alivio de mi vejez.

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La madre echó diez al mundo,lo que cualquiera no hace;y tal vez de los diez pasecon iguales condiciones:la mulita pare nones,todos de la mesma clase.

A hombre de humilde colornunca sé facilitar;cuando se llega a enojarsuele ser de mala entraña;se vuelve como la araña,siempre dispuesta a picar.

Yo he conocido a toditoslos negros más peliadores;había algunos superioresde cuerpo y de vista... ¡ahijuna!si vivo, les daré una...historia de los mejores.

Mas cada uno ha de tiraren el yugo en que se vea;yo ya no busco peleas,las contiendas no me gustan;pero ni sombras me asustanni bultos que se menean.

La créia ya desollada,mas todavía falta el rabo,y por lo visto no acabode salir de esta jarana;pues esto es lo que se llamaremachárselé a uno el clavo.

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XXXi

Y después de estas palabras,que ya la intención revelan,procurando los presentesque no se armara pendencia,se pusieron de por medioy la cosa quedó quieta.Martín Fierro y los muchachos,evitando la contienda,montaron y paso a pasocomo el que miedo no lleva,a la costa de un arroyollegaron a echar pie a tierra.Desensillaron los pingosy se sentaron en rueda,refiriéndosé entre síinfinitas menudencias,porque tiene muchos cuentosy muchos hijos la ausencia.Allí pasaron la nochea la luz de las estrellas,porque ése es un cortinaoque lo halla uno donde quiera,y el gaucho sabe arreglarsecomo ninguno se arregla.El colchón son las caronas,el lomillo es cabecera,el cojinillo es blandura,y con el poncho o la jerga,para salvar del rocíose cubre hasta la cabeza.Tiene su cuchillo al ladopues la precaución es buena;freno y rebenque a la mano,y, teniendo el pingo cerca,

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que pa asigurarlo bienla argolla del lazo entierraaunque el atar con el lazoda del hombre mala idea;se duerme ansí muy tranquilotodita la noche entera;y si es lejos del camino,como manda la prudencia,más siguro que en su ranchouno ronca a pierna suelta,pues en el suelo no hay chinches,y es una cuja cameraque no ocasiona disputasy que naides se la niega.Además de eso, una nochela pasa uno como quiera,y las va pasando todashaciendo la mesma cuenta.Y luego los pajaritos,al aclarar, lo dispiertan,porque el sueño no lo agarraa quien sin cenar se acuesta.Ansí pues aquella nochejue para ellos una fiesta,pues todo parece alegrecuando el corazón se alegra.No pudiendo vivir juntospor su estado de pobreza,resolvieron separarse,y que cada cual se jueraa procurarse un refugioque aliviara su miseria.Y antes de desparramarsepara empezar vida nueva,en aquella soledáMartín Fierro con prudencia,a sus hijos y al de Cruzles habló de esta manera:

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XXXii

Un padre que da consejosmás que padre es un amigo;ansí como tal les digoque vivan con precaución:naide sabe en qué rincónse oculta el que es su enemigo.

Yo nunca tuve otra escuelaque una vida desgraciada:no estrañen si en la jugadaalguna vez me equivoco;pues debe saber muy pocoaquel que no aprendió nada.

Hay hombres que de su cenciatienen la cabeza llena;hay sabios de todas menas,mas digo, sin ser muy ducho:es mejor que aprender muchoel aprender cosas buenas.

No aprovechan los trabajossi no han de enseñarnos nada;el hombre, de una mirada,todo ha de verlo al momento:el primer conocimientoes conocer cuándo enfada.

Su esperanza no la cifrennunca en corazón alguno;en el mayor infortuniopongan su confianza en Dios;de los hombres, sólo en uno;con gran precaución en dos.

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Las faltas no tienen límitescomo tienen los terrenos;se encuentran en los más buenos,y es justo que les prevenga:aquel que defetos tenga,disimule los ajenos.

Al que es amigo, jamáslo dejen en la estacada,pero no le pidan nadani lo aguarden todo de él:siempre el amigo más fieles una conducta honrada.

Ni el miedo ni la codiciaes bueno que a uno le asalten;ansí no se sobresaltenpor los bienes que perezcan;al rico nunca le ofrezcany al pobre jamás le falten.

Bien lo pasa, hasta entre Pampas,el que respeta a la gente;el hombre ha de ser prudentepara librarse de enojos:cauteloso entre los flojos,moderado entre valientes.

El trabajar es la Ley,porque es preciso alquirir;no se espongan a sufriruna triste situación:sangra mucho el corazóndel que tiene que pedir.

Debe trabajar el hombrepara ganarse su pan;pues la miseria, en su afánde perseguir de mil modos,llama en la puerta de todosy entra en la del haragán.

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A ningún hombre amenacen,porque naide se acobarda;poco en conocerlo tardaquien amenaza imprudente:que hay un peligro presentey otro peligro se aguarda.

Para vencer un peligro,salvar de cualquier abismo,por esperencia lo afirmo:más que el sable y que la lanzasuele servir la confianzaque el hombre tiene en sí mismo.

Nace el hombre con la astuciaque ha de servirle de guía;sin ella sucumbiría,pero, sigún mi esperencia,se vuelve en unos prudenciay en los otros picardía.

Aprovecha la ocasiónel hombre que es diligente;y ténganló bien presentesi al compararla no yerro,la ocasión es como el fierro,se ha de machacar caliente.

Muchas cosas pierde el hombreque a veces las vuelve a hallar;pero les debo enseñar,y es bueno que lo recuerden:si la vergüenza se pierde,jamás se vuelve a encontrar.

Los hermanos sean unidosporque ésa es la ley primera;tengan unión verdaderaen cualquier tiempo que sea,porque si entre ellos pelean,los devoran los de ajuera.

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Respeten a los ancianos,el burlarlos no es hazaña;si andan entre gente estrañadeben ser muy precavidos,pues por igual es tenidoquien con malos se acompaña.

La cigüeña, cuando es viejapierde la vista, y procurancuidarla en su edá maduratodas sus hijas pequeñas:apriendan de las cigüeñaseste ejemplo de ternura.

Si les hacen una ofensa,aunque la echen en olvido,vivan siempre prevenidos:pues ciertamente sucedeque hablará muy mal de ustedesaquel que los ha ofendido.

El que obedeciendo vivenunca tiene suerte blanda;mas con su soberbia agrandael rigor en que padece:obedezca el que obedecey será bueno el que manda.

Procuren de no perderni el tiempo ni la vergüenza;como todo hombre que piensaprocedan siempre con juicio;y sepan que ningún vicioacaba donde comienza.

Ave de pico encorvadole tiene al robo afición;pero el hombre de razónno roba jamás un cobre,pues no es vergüenza ser pobrey es vergüenza ser ladrón.

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El hombre no mate al hombreni pelée por fantasía;tiene en la desgracia míaun espejo en que mirarse;saber el hombre guardarsees la gran sabiduría.

La sangre que se redamano se olvida hasta la muerte;la impresión es de tal suerte,que a mi pesar, no lo niego,cai como gotas de fuegoen la alma del que la vierte.

Es siempre, en toda ocasión,el trago el pior enemigo;con cariño se los digo,recuérdenló con cuidado:aquel que ofiende embriagadomerece doble castigo.

Si se arma algún revolutis,siempre han de ser los primeros;no se muestren altaneros,aunque la razón les sobre:en la barba de los pobresaprienden pa ser barberos.

Si entregan su corazóna alguna mujer querida,no le hagan una partidaque la ofienda a la mujer:siempre los ha de perderuna mujer ofendida.

Procuren, si son cantores,el cantar con sentimiento,ni tiemplen el estrumentopor sólo el gusto de hablar,y acostúmbrensé a cantaren cosas de jundamento.

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Y les doy estos consejosque me ha costado alquirirlos,porque deseo dirigirlos;pero no alcanza mi cenciahasta darles la prudenciaque precisa pa seguirlos.

Estas cosas y otras muchasmedité en mis soledades;sepan que no hay falsedadesni error en estos consejos:es de la boca del viejode ande salen las verdades.

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Después a los cuatro vientoslos cuatro se dirigieron;una promesa se hicieronque todos debían cumplir;mas no la puedo decirpues secreto prometieron.

Les alvierto solamente,y esto a ninguno le asombre,pues muchas veces el hombretiene que hacer de ese modo:convinieron entre todosen mudar allí de nombre.

Sin ninguna intención malalo hicieron, no tengo duda;pero es la verdá desnuda,siempre suele suceder:aquel que su nombre mudatiene culpas que esconder.

Y ya dejo el estrumentocon que he divertido a ustedes;todos conocerlo puedenque tuve costancia suma:éste es un botón de plumaque no hay quien lo desenriede.

Con mi deber he cumplidoy ya he salido del paso;pero diré, por si acaso,pa que me entiendan los criollos:todavía me quedan rollospor si se ofrece dar lazo.

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Y con esto me despidosin espresar hasta cuándo;siempre corta por lo blandoel que busca lo seguro;mas yo corto por lo duro,y ansí he de seguir cortando.

Vive el águila en su nido,el tigre vive en la selva,el zorro en la cueva ajena,y, en su destino incostante,sólo el gaucho vive errantedonde la suerte lo lleva.

Es el pobre en su orfandáde la fortuna el desecho,porque naides toma a pechoel defender a su raza;debe el gaucho tener casa,escuela, iglesia y derechos.

Y han de concluir algún díaestos enriedos malditos;la obra no la facilitoporque aumentan el fandangolos que están, como el chimango,sobre el cuero y dando gritos.

Mas Dios ha de permitirque esto llegue a mejorar,pero se ha de recordarpara hacer bien el trabajo,que el fuego, pa calentar,debe ir siempre por abajo.

En su ley está el de arribasi hace lo que le aproveche;de sus favores sospechehasta el mesmo que lo nombra:siempre es dañosa la sombradel árbol que tiene leche.

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Al pobre al menor descuidolo levantan de un sogazo;pero yo compriendo el casoy esta consecuencia saco:el gaucho es el cuero flaco,da los tientos para el lazo.

Y en lo que esplica mi lenguatodos deben tener fe;ansí, pues, entiéndanmé,con codicias no me mancho:no se ha de llover el ranchoen donde este libro esté.

Permítanmé descansar,¡pues he trabajado tanto!en este punto me plantoy a continuar me resisto;estos son treinta y tres cantos,que es la mesma edá de Cristo.

Y guarden estas palabrasque les digo al terminar:en mi obra he de continuarhasta dárselás concluida,si el ingenio o si la vidano me llegan a faltar.

Y si la vida me falta,ténganló todos por cierto,que el gaucho, hasta en el desierto,sentirá en tal ocasióntristeza en el corazónal saber que yo estoy muerto.

Pues son mis dichas desdichas,las de todos mis hermanos;ellos guardarán ufanosen su corazón mi historia;me tendrán en su memoriapara siempre mis paisanos.

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Es la memoria un gran don,calidá muy meritoria;y aquellos que en esta historiasospechen que les doy palo,sepan que olvidar lo malotambién es tener memoria.

Mas naide se crea ofendido,pues a ninguno incomodo;y si canto de este modopor encontrarlo oportuno,no es para Mal de ninguno

sino para bien de todos.

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Acerca del autor

José HernándezEscritor y político argentino, autor de El gaucho Martín Fierro (1872) y La vuelta de Martín Fierro (1879); en su con-junto, la pieza más representativa de la poesía gauche-sca argentina. Nació en 1834 en la provincia de Buenos Aires. A los nueve años, por problemas de salud, su padre y él se fueron a vivir al campo. Dijo en 1881: “Por asimilación, si no por la cuna, soy hijo de gaucho, her-mano de gaucho, y he sido gaucho. He vivido años en campamentos, en los desiertos y en los bosques, viéndolos padecer, pelear y morir; abnegados, sufridos, humildes, desinteresados y heroicos”.

En la sangrienta división de la época entre unitarios y federales, estuvo del lado de estos últimos. Participó de la última rebelión gaucha contra el go-bierno de Sarmiento, y posteriormente fue miembro del Congreso, como diputado (en 1879) y senador (1881).

Murió en 1886. Como homenaje, el 10 de noviembre (aniversario de su na-cimiento) se festeja en la Argentina el Día de la Tradición.

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