Las Letras Del Martin Fierro

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    LAS LETRAS DELMARTNFIERRO*

    por Julio Schvartzman

    En 1866, con la publicacin de Fausto. Impresiones del gaucho Anastasioel Pollo en la representacin de esta obra, de Estanislao del Campo, lagauchesca parece haber llegado a su punto culminante. Tiene, hacia atrs, unatradicin casi secular, si nos atenemos a las piezas ms antiguas; ha cumplido,sin proponrselo y por vas completamente originales, el programa de unaliteratura nacional formulado por la llamada "generacin del 37"; ms que

    satisfacer las demandas de un pblico preexistente, lo ha generado; y hacreado una lengua literaria que es, a la vez que su signo distintivo, un logroexcepcional en la literatura americana.1

    Pero, sobre todo, la gauchesca se ha codificado por fin a s misma,estableciendo, por sobre una gran variedad de modalidades y variantes, ungnero reconocible; perfeccionando sus instrumentos expresivos y susfunciones internas, y definiendo tan bien el modelo, y dentro de l aquellalengua literaria, que est sobre el filo de su propia parodia.

    La opcin fundante de la gauchesca, a partir de la lengua, por la

    entonacin rural pampeana y plebeya pareca proponer otra formulacin [226]cultural y otra respuesta al problema de la asociacin, tal como lo haba

    *Publicado enHistoria Crtica de la Literatura Argentina, vol. 2, Buenos Aires, Emec, 2003.1 Para la relacin entre el programa de Esteban Echeverra y la primera gauchesca, ver Eduardo Romano,"Poesa tradicional, poesa popular, poesa cultivada", Sobre poesa popular argentina, Buenos Aires, CentroEditor de Amrica Latina, 1983. Para la creacin de un nuevo pblico, ngel Rama, "El sistema literario de la

    poesa gauchesca", prlogo a Poesa gauchesca, seleccin, notas y cronologa de Jorge B. Rivera, Caracas,Biblioteca Ayacucho, 1977 (incorporado a ngel Rama, Los gauchipolticos rioplaenses, Buenos Aires,Centro Editor de Amrica Latina, 1982). Para la lengua literaria gauchesca, Jos P. Rona, "La reproduccindel lenguaje hablado en la literatura gauchesca, enRevista Iberoamericana de Literatura, IV, 4, Montevideo,1962; el citado prlogo de Rama y Mara B. Fontanella de Weinberg, "La 'lengua gauchesca' a la luz derecientes estudios de lingstica histrica", enFilologa, XXI, 1, Buenos Aires, 1986.

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    presentado Esteban Echeverra desde elDogma socialista, y de la sociabilidadargentina, en la versin sarmientina del Facundo. Sus textos se instalan sobre

    la convencin de que lo que se lee son voces gauchas odas que deliberan sinsolemnidad sobre las grandes cuestiones de la vida nacional y sobre cmo setraman con ellas las vidas de los pobres del campo. Este rescate cultural delgaucho lo reivindica, primero, socialmente, para, de inmediato, hacerlo sujeto

    poltico, lo cual es por cierto mucho ms que lo que haba hecho la poltica"real" en ambas mrgenes del Ro de la Plata. Ahora bien, durante largasdcadas el conflicto poltico se hace guerra y el gnero es predominantementeagnico, arma verbal de esos combates. Lo "gauchipoltico" (palabra acuadatempranamente en los aos veinte del siglo XIX por ese desmesurado inventorde artefactos verbales que fue el cura Francisco de Paula Castaeda) impregna

    a partir de los treinta todo el gnero, que coloca as en su interior (gauchos ypuebleros unitarios contra gauchos y puebleros federales) un conflicto queantes haba estado (y despus estar) planteado entre el gnero mismo y suexterior urbano, "pueblero", "alto".2

    Punto culminante y entreacto

    El Fausto de Del Campo pone fin a esta etapa y retorna, pero ya en otrascondiciones, a aquel momento inicial en que se oa la relacin que haca un

    gaucho a otro de su experiencia "descolocada" en la ciudad. Se repone as elconflicto cultural de las campaas y las ciudades en su versin ms extrema,audaz y, para una parte de la crtica, inverosmil: un gaucho en "el tiatro deColn". Slo que ahora no hay guerra, ms que de versiones. Ese fue elumbral ante el cual Bartolom Hidalgo se haba detenido: en su "Relacin"sobre las fiestas mayas de 1822, Ramn Contreras no llega a presenciar "lascomedias" porque un incendio lo salva, diramos, en coartada potica, de esetrance ("y yo que estaba cerquita / de la puerta pegu un salto / y ya no quisevolver"). Y el "Gobierno gaucho" de Del Campo reinstala en lo social el

    conflicto politizado de la etapa previa: el "soberano peludo" del gauchoparlante, es decir, el estado de absoluta embriaguez que le permite delirarsobre las medidas que tomara desde el poder, debe entenderse de la manerams [227] literal, segn la cual, siguiendo el tpico del mundo al revs, lasoberana (y con ella la sensatez y el orden) corresponde, ahora, a la ebriedad.3

    2Que gauchos se enfrenten a gauchos, en su propia voz y en la lucha por definir el sentido de la voz "gaucho",es lo que Josefina Ludmer (El gnero gauchesco. Un tratado sobre la patria, Buenos Aires, Sudamericana,1988; segunda edicin, Buenos Aires, Perfil, 2000) llama el escndalo del gnero.3 Para las obras citadas de Hidalgo y Del Campo, ver Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares, Poesa

    gauchesca [1955], Mxico, Fondo de Cultura Econmica, 1984.

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    Por su ejemplaridad, el Fausto criollo permite entender mejor por qu todognero requiere la repeticin (y en la repeticin, la diferencia) como forma de

    afianzarse y consolidarse; tambin, como clave y pacto de legibilidad; tal vez,por ltimo, como lenta va de declinacin y posibilidad abierta de mutacinhacia otras formas.

    Han sido dcadas de ejercitacin del dilogo gauchesco, del juego de susvoces y de su servicio a la lucha inmediata nacional primero, facciosa mstarde, las que han posibilitado, con el poema de Del Campo, la emergenciade una conversacin de paisanos en la que la sencillez y la artificiosanaturalidad coexisten con el brillo y la ocurrencia chispeante y cuya"gratuidad" remite, por lo menos, a dos campos heterogneos: por un lado,internamente, a la pura felicidad de compartir un tiempo de ocio y de palabra,

    en el que las adversidades de la guerra y la pobreza se hacenmomentneamente a un lado, pero no dejan de nombrarse y de condicionarsutilmente la situacin; por otro el de la funcin de la gauchesca, al hechode sustraerse del servicio inmediato a una parcialidad poltica para empezar a"literaturizarse" en un sentido ms preciso y ms autnomo y, desde all,replantear viejas cuestiones, tales como la relacin entre las culturas alta y

    baja, ciudad y campo, criollos y gringos, escritura y oralidad. Habra queaclarar que esa reticencia respecto del embanderamiento faccioso nodespolitiza necesariamente el texto gauchesco, sino que lo politiza en una

    dimensin ms mediada y compleja."Sabe que es linda la mar?" La pregunta que dirige Laguna al Pollo, enel recreo entre el relato del primer acto de la pera y el segundo no apunta, porsupuesto, a un saber, sino a una comunin de impresiones y sensaciones, en elmarco gozoso de cigarrillo, ginebra y narracin de una experiencia diferidacon el gran Otro ("el Malo"), en lo que, plegando la enunciacin sobre elenunciado, podramos llamar "entreacto" (de la pera, de su relato en clavegauchesca). En realidad, por extensin, todo el Fausto de Del Campo podraconcebirse como entreacto del drama gaucho que vena representando lagauchesca, y al que Laguna y el Pollo no dejan de aludir: una lana que no se

    cobra, un gringo que no quiere pagar (como si fuera un tmido anticipo delSardeti de Juan Moreira), la guerra (del Paraguay) como "cuento" (es decir,como embrollo, timo, engao), la pobreza desesperante, la tentacin matrerade "ganar la sierra".[228]

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    Ponerse a cantar

    Entonces, en los primeros das de 1873, con la distribucin del humildefolleto de El gaucho Martn Fierro, se abre un nuevo rumbo, sorpresivo einesperado, para la gauchesca: lo que pareca definitivamente consolidado conla obra cumbre de Del Campo comienza a disiparse y a ceder terreno ante uncurso completamente diferente. Por supuesto eso no detiene la exitosarecepcin del Fausto, que seguir haciendo su propia trayectoria. Lo queocurre es otra cosa: el poema de Hernndez redefine el rumbo de la gauchesca,redisea sus componentes internos cambia su funcin y los modos de suinterlocucin social, para finalizar, siete aos despus, de la mano del mismoautor, con La vuelta de Martn Fierro, cerrando el ciclo y dejando la obra a

    disposicin de operaciones futuras, que la colocarn en el centro del debatesobre la identidad nacional y, ms tarde, la liberarn de tan gravosa carga.

    El Fausto criollo es el estado en que Hernndez encuentra el gnero aldespuntar los aos setenta. Y eso permite entender por qu en la carta prlogoa Jos Zoilo Miguens que precede a la primera edicin de El gaucho MartnFierro la disputa interna del gnero se libra con Del Campo. Sin embargo, y almargen de la veta humorstica que Hernndez quisiera reprimir pero a la vezlibera gustoso en su poema, el replanteo de la problemtica social y del agudoenfrentamiento entre la campaa y la ciudad, junto con la reivindicacin ya

    utpica de un gobierno gaucho (Cruz dir "criollo"), comparten, al menos, conla obra de Del Campo, un fondo tpico comn respecto del cual se ejercitanlas diferencias.

    Se ha dicho que el programa poltico de la Ida es la versin potica de laprdica periodstica de Jos Hernndez, sobre todo en el perodo inmediatoanterior, desde las pginas de El Ro de la Plata4Pero se suele pasar por altoque la eleccin del punto de vista del poema condiciona fuertemente el tonode sus opciones programticas.5Fierro, al des- [229] pacharse a gusto contrael "gringo bozal" centinela del cantn, practica una xenofobia sin

    prevenciones, a diferencia del equilibrado periodista que en "Los inmigrantes

    y los hijos del pas" se haba limitado a alertar, contra las polticas oficiales,

    4As, por ejemplo, en Fernando E. Barba,Los autonomistas del 70, Buenos Aires, Centro Editor de AmricaLatina, 1982, til tambin para verificar la adscripcin poltica de Hernndez antes de su convergencia con elroquismo. En el captulo "El Rio de la Platay la formulacin de una ideologa ruralista en la Argentina", de

    Jos Hernndez y sus mundos, Buenos Aires, Sudamericana-Instituto Torcuato Di Telia, 1985, Tulio HalpernDonghi matiza convenientemente esta correspondencia. Para otras perspectivas, ver Rodolfo Borello,

    Hernndez: poesa y poltica, Buenos Aires, Plus Ultra, 1973, y Fermn Chvez, JosHernndez: periodista,poltico y poeta, Buenos Aires, Ediciones Culturales Argentinas, 1959.5La circunstancia no se le escap a Borges: "Desde el verso decidido que lo inaugura, casi todo [el poema]est en primera persona: hecho que juzgo capital" ("La poesa gauchesca", Discusin, Obras completas,Buenos Aires, Emec, 1974).

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    que "La inmigracin sin capital y sin trabajo, es un elemento de desorden, dedesquicio y de atraso".6 Y aunque el gaucho que opta por abandonarlo todo

    para ir a los toldos reconoce una filiacin en aquel artculo en que sedenunciaban "las brbaras hecatombes de la conquista de Amrica"7, ya esotro cuando cuenta cmo mata al hijo del cacique:

    Ahi no ms me tir al sueloY lo pis en las paletasEmpez a hacer morisquetasY a mezquinar la garganta...Pero yo hice la obra santaDe hacerlo estirar la jeta. (I, 607-612)8

    En realidad, lo poltico est subsumido, en el poema, en una perspectivaeminentemente social de confrontacin con la poltica oficial que viene de laciudad, y que est encarnada en el gobierno de Sarmiento. Los padecimientosdel protagonista provienen de las prcticas de jueces de paz y comandantes decampaa, que ocupan todo el espacio concebible de la poltica, por lo cual lareticencia de Fierro en relacin con sta entronca con una antigua lnea

    protoanarquista de la gauchesca.Cuando Fierro, altanero, proclama, "Pero esas trampas no enriedan / A los

    zorros de mi laya, / Que esa Ganza venga o vaya, / Poco le importa a un

    matrero" (I, 961-964), su radical negacin hace recordar los primeros versosdel "Cielito del blandengue retirado" (annimo, c. [230]1821-1823), escptico

    precursor de la posicin antipoltica: "No vengan con embrollos / de Patria nimontonera".9 En el quid pro de "esa Ganza" se condensa una actitudrefractaria a la poltica, su vocabulario y su onomstica: el apellido delministro de guerra de Sarmiento, Martn de Gainza, se animaliza y sefeminiza. Hernndez termina modificando el verso, para sustraerlo de la

    6Antonio Pags Larraya,Prosas del Martn Fierro, Con una seleccin de los escritos de Jos Hernndez, Buenos Aires,Raigal, 1952, Apndice, "El servicio de fronteras".7"Qu civilizacin es la de las matanzas", enEl Ro de la Plata, 22 de agosto de 1869, recogido por AntonioPags Larraya en la obra citada.8Aqu el poema se acerca ms (para formularlo con deliberado anacronismo) a la Perspectiva desde la cualEzequiel Martnez Estrada hablar del "odio mortal entre el gaucho y el indio", a su juicioinsatisfactoriamente explicado por la historiografa y que l interpreta a partir de un brumoso

    psicologismo, pero advertido por Charles Darwin y magistralmente descripto por Francis Bond Head.Martnez Estrada fue un sutil lector de los viajeros ingleses. Ver Muerte y transfiguracin de Martn Fierro.

    Ensayo de interpretacin de la vida argentina, Buenos Aires, Centro Editor de Amrica Latina, 1983, Partetercera, "La frontera", "b) Los habitantes: Las luchas contra el indio".Las citas al Martn Fierrocorresponden al texto establecido por Elida Lois para la edicin crtico gentica(coordinadores, Elida Lois y ngel Nez, Pars-Madrid, Archivos, 2001).9Recopilado en Jorge B. Rivera,La primitiva literatura gauchesca, Buenos Aires, Jorge lvarez, 1968, y enHoracio J. Becco, Cielitos de la patria, Buenos Aires, Plus Ultra, 1986.

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    coyuntura y hacerlo ms lmpida y clsicamente legible: "Que el menistrovenga o vaya"

    El poema no slo reorienta la gauchesca en un sentido completamenteajeno a la etapa gauchipoltica, cuando la militancia facciosa no dejaba lugar ala duda sobre la bondad de la propia causa y sus jefes y arrojaba toda laartillera verbal sobre el enemigo, sino que hace reposar esa negatividad enuna fortsima entonacin individual. Y en esa entonacin irrumpe, del lado delo elegiaco y contra todo el forzamiento pico de las lecturas del centenario(las de Ricardo Rojas y Leopoldo Lugones), la veta lrica. No es que hubiesenfaltado, antes, en el gnero, voces individualizadas ligadas a un nombre y auna historia personal (Chano, Contreras, Jacinto Cielo, Pancho Lugares,Paulino Lucero, Aniceto el Gallo, etctera) ni que esa suerte de heternimos

    revelara su condicin proteica hacindose ttulo de hoja suelta, folleto, gacetao peridico, y aun, ya sobre los aos setenta, libro. Pero faltaba, all, en esasingularizacin, el acento de la fuerte subjetividad. Faltaba, podemos decir, la"pena estrordinaria", que, realmente apuesta decisiva de Hernndez, esextraordinaria en el gnero.

    Al elegir, para el arranque del poema, un mdulo incoativo propio delfolclore ("Aqu me pongo a cantar"), Hernndez hace algo ms y algodistinto que proveer, al decir de Ricardo Rojas, de veracidad folclrica a sucriatura.10Desde luego que amaga el gesto formal de filiar- [231] se en una

    tradicin inmediatamente reconocible. Pero, en el mismo movimiento, seapropia de la frmula oral y la llena con una voluntad y una historia personal,ficcionalizndola y hacindola literatura. Es ms: ni siquiera es el primero en

    producir esa transformacin. El mrito pertenece a Juan Baltazar Maciel, queen 1777 haba compuesto la pieza celebratoria "Canta un guaso en estilocampestre los triunfos delExcmo. Seor Don Pedro de Cevallos", con la queintrodujo, a pesar de su inscripcin cortesana y sus vacilaciones lingsticas, el

    protocolo fundamental de la gauchesca: "Aqu me pongo a cantar / debajo deaquestas talas / del maior guaina del mundo / los triunfos y las gasaas".11

    10Ver Ricardo Rojas,Historia de la literatura argentina. Ensayo filosfico sobre la evolucin de la culturaen el Plata [1917-1922],Los gauchescos, II, captulo XXIII, Buenos Aires, Kraft, 1960. Roberto Lehmann-

    Nitsche recoge los versos "No me entierren en sagrado, / Entirrenme en campo verde..." (Santos Vega,Buenos Aires, Coni, 1917), precedidos de la frmula "Aqu me pongo a cantar / Abajo [sic] de estemembrillo",pieza de cuya interpretacin pantesta se ha redo Borges en "La cancin del barrio"EvaristoCarriego [1930], Obras completas, op. cit. Juan Alfonso Carrizo halla, en el Noroeste, una copla de requiebroque comienza "Aqu me pongo a cantar / debajo este cardn" (Cancionero popular de Catamarca, BuenosAires, 1926); Jorge W. balos, en Santiago del Estero, otra con una variante temporal: "Aqu me pongo acantar hasta que salga la luna..." (Animales, leyendas y coplas, Buenos Aires, 1953). Cardn, membrillo, talas(como se ver enseguida) o lo que fuere: la variacin botnica ayuda, entre otras cosas, a localizargeogrficamente la dispersin de la copla tradicional.11 Ver Rojas, obra y volumen citado, captulo XIV, "Los precursores gauchescos", y Jorge B. Rivera, La

    primitiva literatura gauchesca, Buenos Aires, Jorge lvarez, 1968.

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    Maciel le pone copla a su "guaso" para mejor dotarlo de rusticidad y desdeall, desde su voz baja, colaborar a la canonizacin del hroe militar y primer

    virrey del Ro de la Plata, en una exaltacin de localismo "nacional" previo ala nacin misma, a partir de la contraposicin respecto del enemigo portugus.La original eleccin le permite jugar, de paso, con motes y giros lingsticos

    portugueses, anticipando una veta fecunda del humor gauchesco: el usoconnotativo con frecuencia a travs de la distorsin de la lengua otra.

    Las similitudes no hacen ms que subrayar los contrastes con laconstruccin hernandiana. La voz gaucha, en el Martn Fierro, no celebra unherosmo reciente o pretrito de ninguna jefatura poltica o militar: produce unherosmo popular futuro, como lo confirma la historia de las lecturas del

    poema, y aun el rechazo entre tico y nacionalista de quienes no deseaban

    delegar en un desertor y un matrero las virtudes representativas de paladnpico.

    Dichas desdichas

    La "pena estrordinaria" es, entonces, un punto de partida y un estado denimo desde el cual se entona todo el canto, desde el principio hasta el final,incluso de la Vuelta, dotando de unidad emocional a un texto mltiple que, enotros sentidos, se quiebra y bifurca. Leitmotiv o bajo continuo, la pena, las

    penas, el penar o el vivir penando (as como el sufrir, el padecer, el dolor y ladesgracia) aparecen siempre en el discurso de Fierro, tambin en los de Cruz,el Hijo Mayor y el Hijo Segundo. Sintomticamente, estn ausentes del decirdel Viejo Vizcacha y casi ausentes o apenas presentes con distinto sesgo enPicarda, ambos personajes concebidos fuera del compromiso de laejemplaridad y que [232] por eso disean trayectorias divergentes, noedificantes. Condicionado por opciones contextales, mtricas y rtmicas,Hernndez alterna estos lexemas con el de "desdicha", que recurre en el hablade Fierro, de Cruz, del Hijo Segundo, de Picarda (pero slo cuando, hacia el

    final su picaresca de tahr cede paso a la intencin moralizante del texto, enespritu de los consejos del padre a sus hijos) y, de manera reveladora, en lavoz de cierre del "gran narrador", que contiene el discurso de todos, incluso eldel propio Fierro, tanto en el final de laIda como en de la Vuelta.

    Hernndez no puede resistir la imantacin sonora que va de "desdicha" a"dicha", sustrada esta ltima de la facilidad etimolgica contrastante oantonmica, en el sentido de felicidad o fortuna. La dicha que aproxima, en lasintaxis del poema y en la estructura de su rima, a la desdicha que lo recorreen su integridad, es el participio del verbo decir,por lo cual la dolorosasituacin narrada se comunica al acto mismo de su enunciacin, y a la inversa.

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    As, en las ltimas estrofas de la Ida el narrador se apropia del canto comotexto y establece complicidad con el lector. Aun en el infortunio, juega: "Por

    ser ciertas las cont/ Todas las desgracias dichas / Es un telar de desdichas /Cada gaucho que ust ve" (I, 2307-2310). Y en el ltimo canto de la Vuelta,con la postulacin de una horizontalidad de niveles que resiste la dura pruebade la propia estructura del poema que la desmiente, en una hermandad entre lavoz que interpela al Estado, a los lectores y al futuro, y la del cantor sumido yaen el descanso, se insiste:

    Pues son mis dichas desdichas,Las de todos mis hermanosEllos guardarn ufanos

    En su corazn mi historiaMe tendrn en su memoriaPara siempre mis paisanos. (II, 4877-4882)

    Ya la fusin se vuelve indiscernible: cantor, narrador, autor, canto,libro.En una lnea opuesta a la de Domingo F. Sarmiento, que en un clebre

    pasaje delFacundo haba elaborado una tipologa social en la que el "gauchomalo" resultaba una emanacin "natural" de la pampa agreste, el MartnFierro, sobre todo su primera parte de 1872, vena a decir que no habanaturalmente gauchos malos: que ellos eran un producto la iniquidad

    gubernamental, al vulnerarse las libertades ms elementales de los pequeosproductores de la campaa, negrseles instituciones bsicas, deshacer susfamilias; brevemente: al transformar a hombres mansos (as se autodefine el

    personaje de Hernndez) en matreros. [233] De manera que las penas y lasdesdichas del poema son verificables, sociales e histricas, pero tambinsuficientemente personales e ntimas como para dar paso, all, al desbordelrico. Llegando a un extremo, en "La penitenciara", canto del Hijo Mayor, ladesdicha se hace metafsica as como en la rplica de Fierro a Cruz, al final delaIda, asoma en el quantum de pena un cariz teolgico:

    Pero tantos bienes juntosAl darle [Dios], malicio yoQue en sus adentros pensQue el hombre los precisaba,Pues los bienes igualabaCon las penas que le dio. (I, 2179-2184)

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    en la que habra que computar su conocimiento de las tareas de la estancia, suparticipacin en las guerras civiles del lado de Urquiza primero y de Ricardo

    Lpez Jordn despus, su adscripcin a los federales reformistas y ms tardeal autonomismo de la provincia de Buenos Aires, su poderosa sensibilidadante la cultura popular, su agudsimo odo alerta a los registros y tonos de laoralidad rural y su increble retentiva que lo acerca, desde un ngulo letrado, alas habilidades de los payadores. Una crisis ntima, pareja con las sucesivasderrotas de su bando poltico, lo lleva a resignar posiciones y formar parte deuna de las vertientes que desembocan en el proyecto de Julio A. Roca. Demodo que cuando escribe La vuelta de Martn Fierro, su posicin ya havariado considerablemente y el poema no puede sino expresar esos cambios.Pero, por otra parte, ni la obra del 72 ni la del 79 son la mera trasposicin

    esttica supuesto que tal cosa fuera posible de un credo poltico, y en suinterior se libran otras batallas de modalidades y resultados incontrolables.

    Si mencionamos la convergencia de la gauchesca con la resistencia polticaal curso dominante que va de Caseros a Roca, no es precisamente paracongelar una frmula. Porque, como vimos, la gauchesca misma no es unmedio homogneo sino un campo de tensiones. Y la poltica no guarda conella una relacin de mera instrumentacin, como lo haban testimoniado losconflictos a que dan lugar, en el lado unitario, los textos de Hilario Ascasubi,y en el federal, los de Luis Lpez. En cuanto a las relaciones de Hernndez

    con el caudillo federal entrerriano Lpez Jordn, ciertas cartas y documentosmuestran al escritor y periodista en posiciones ms radicales y menoscontemporizadoras que el jefe poltico y mili- [236] tar, para invertir, mstarde, los roles de esa relacin. Es un lugar comn de las biografas deHernndez mentar su enigmtico "encierro" en el Hotel Argentino, el mselegante de Buenos Aires, a pocos pasos de la casa de gobierno, desde febrerode 1872, ya que l mismo, en la carta prlogo a Zoilo Miguens, afirma que el

    poema lo ha ayudado "algunos momentos a alejar el fastidio de la vida delhotel". Menos conocida es la desconfianza que ese confinamiento suscita enLpez Jordn, que en carta a un amigo sospecha que su partidario,

    excesivamente independiente, "no debe andar en cosa que sirva".14Se podradiscutir largamente si la produccin potica de Hernndez fue o no, a la larga,un gran servicio a la causa a la que haba dado tantos aos de su vida; pero,ms productivamente, podra someterse a discusin si la naturaleza de larelacin entre ambas prcticas se deja describir en toda su riqueza de matices

    por la nocin unilateral y mecnica de servicio.Podra, por ltimo, pensarse, como mero ensayo especulativo, en la

    14Citada en Horacio Zorraqun Bec, Tiempo y vida de Jos Hernndez 1834-1866, Buenos Aires, Emec,1972.

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    posibilidad contraria, es decir, que la propia gauchesca entendida, ahora,casi hegelianamente, como una entidad plena que avanza hacia su au-

    toconciencia encuentra en la versin hernandiana del federalismo reformistay su ideologa ruralista un lugar de enunciacin desde el cual poner al da lasdemandas que, en distinta clave, venan formulando las voces gauchas que elgnero haba puesto en circulacin a lo largo de su historia.

    Lo cierto es que la poltica entra y discurre de modos muy diversos en elpoema. Uno de ellos, quiz el de mayor exterioridad, es la coexistencia, en elfolleto original de la Ida, del artculo "El camino trasandino", reciclado de su

    publicacin periodstica anterior. Hoy, desde la posteridad clsica del MartnFierro, esa conjuncin resulta rarsima, casi incomprensible, incluso pensandoen el folleto como objeto material. Sea lo que fuere lo que aporta el poema a la

    lectura del artculo, "El camino trasandino" arroja sobre el poema unaconcepcin del progreso exgena a las miras concebibles en la figura de su

    protagonista, pero quizs solidaria con la voz narrativa que educadamente sedespide, mientras Fierro y Cruz se van a los toldos, arriando de una estanciauna tropilla (es decir, inscribindose en una prctica depredatoria que ya losidentifica con los indios entre quienes van a refugiar su humanidad).15[237]

    La otra forma de aparicin de la poltica es su condicin devastadora parala vida de Fierro y los otros gauchos, y la sensacin de absoluta ajenidad que

    sienten stos respecto de aqulla, cuya manifestacin verbal son lasdistorsiones lxicas que el habla gauchesca ejerce sobre los tecnicismospolticos, produciendo efectos de distanciamiento y comicidad: los"candilatos", el "comiqu", adems del mencionado "don Ganza", el"menistro".

    Trabajos

    Pero quiz ms decisiva sea, a este respecto, la drstica revisin que hace

    La vuelta del final de la Ida. La decisin de Fierro de desertar primero yhacerse matrero despus haba culminado, tras el encuentro con Cruz y laderrota de la partida, con la determinacin de poner fin a sus "pelegrinaciones"

    15"Curiosamente, sin embargo, ocurre que este artculo ["El camino trasandino"] esuna clara expresin de lafilosofa del progreso material, tal como el liberalismo lo entenda en la poca, y que el desarrollo de los

    postulados del progreso material arrastraba necesariamente, entre otras consecuencias, a la extincin delgaucho." Adolfo Prieto, "La culminacin de la poesa gauchesca", en Horacio J. Becco, Flix Weinberg,Rodolfo A. Borello, Adolfo Prieto, Trayectoria de la poesa gauchesca, Buenos Aires, Plus Ultra, 1977. Enuna extensa nota al final de la primera parte del captulo primero de El gnero gauchesco, Josefina Ludmerlee en "El camino trasandino" la especificidad del liberalismo de Hernndez y la presencia precoz, ya en1872, deLa vuelta en laIda.

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    y rumbear con su amigo hacia tierra de indios. El giro es tan radical ydefinitivo que implica romper el pacto del canto en el propio instrumento y

    dejar la palabra, retomada por la sbita aparicin del otro narrador que asumela responsabilidad del relato.16Se trata del exilio, y si bien el fenmeno de losperseguidos por la miseria y la poltica que buscaban asilo en los toldos erapor entonces muy extendido, es la primera vez que la literatura lo recrea contanta contundencia en el momento mismo del pasaje (el exilio emblemticohaba sido, hasta entonces, el de los que Rojas llam, junto con la parte de suHistoria que estudiaba el perodo, "los proscriptos" del gobierno de Rosas).17Es clarsima la posicin de Fierro: burlar en lo fsico y en lo jurdico el controlestatal sobre el flujo de cuerpos y energas gauchas. Mide distancias yhorizontes de poder: "hasta los indios no alcanza / la faculta del Gobierno".

    Tiene conciencia del corte definitivo con el mundo blanco y de la marchahacia la aventura de lo incierto: "algn da hemos de llegar / despus sabremosadonde".[238]

    Mientras la evocacin inicial de la vida en la estancia, antes de los malesque acarrear la leva forzosa, estaba embellecida y sustrada de todos losrigores habitualmente asociados con el trabajo, a la manera de una utoparetrospectiva, la ida a los toldos asume la forma de una utopa prospectiva.Antes, el trabajo haba sido una "juncin".18A tal punto, que la descripcin delas faenas rurales del da pinta un cuadro buclico que concluye con una

    afirmacin improbable en su temeridad: "Y ans sin sentir pasaban /entretenidos el da". El entretenimiento hace sistema con la juncin, y halla sudramtico contraste en el presente cruel; cuando, ya gaucho malo, Fierro mataal terne en la pulpera, se abandona a melanclicas reflexiones sobre sucondicin, y admite "Que el gaucho que llaman vago / No puede tenerquerencia" (1,1315-1316), a lo que agrega una queja: "Le llaman 'gauchomamao' / Si lo pillan divertido, / Y que es mal entretenido / Si en un baile lo

    16Ver en este volumen Jens Andermann, "Crnica de un genocidio: ltimas instantneas de la frontera".17Una excursin a los indios ranqueles, de Lucio V. Mansilla, publicada en folletn y enseguida en libro en1870, haba sido un valioso antecedente. Quizs el contacto ms fuerte del narrador se produce, ms que conlos indios, con los paisanos "pasados" y aindiados que encuentra en los toldos. Uno de ellos, Crisstomo, alque el narrador llama brbaro" e "inculto", cuenta su triste historia, que lo lleva a vivir entre los indios y a

    participar, como uno ms, de los malones contra las poblaciones cristianas: "S, mi Coronel, qu hemos dehacer!, hay que buscarse la vida". Una excursin..., prlogo y notas de Miguel Palermo, Buenos Aires, 1980,cap. 18.18Sin embargo, habra que considerar cmo el contexto de aparicin del mismo lexema a lo largo del textoreplica esta caracterizacin, asignndole rasgos negativos o irnicos. Cuando Fierro es estaqueado por elincidente con el "gringo bozal" que hace de centinela, dice que "se empez la juncin". Tambin escaracterizada con la misma palabra la ceremonia de tortura y muerte de las chinas en las brutalescelebraciones de los indios. Y no sin desdn, al contar el reencuentro con sus hijos, Fierro acota: "La juncinde los abrazos / De los llantos y los besos / Se deja pa las mujeres / Como que entienden el juego" (II, 1669-1672).

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    sorprienden" (I, 1343-1346). ste sera, en rigor, el teln de fondo social de lacampaa bonaerense, para un amplio sector de peones y aun de pequeos y

    medianos labradores (entre los que, ya vueltos al interior de lo que el poemarepresenta, revista Martn Fierro), para quienes rega una normativapersecutoria y expoliadora que se remontaba, por lo menos, a 1815, con elbando de Oliden.19

    Con su previsin sobre la vida entre los indios, Fierro se tienta: "All nohay que trabajar, / Vive uno como un seor". Y de las destrezas que enumera yque lo habilitan para ese pasaje, la primera es: "s manejar la lanza". Encuanto a las otras:

    El que maneja las bolas,

    El que sabe echar un pial,Y sentrsele a un bagual [239]Sin miedo de que lo baje,Entre los mesmos salvajesNo puede pasarlo mal. (I, 2257-2262)

    Son habilidades para las tareas rurales (para el caso, slo ganaderas),desvinculadas por completo de la idea de trabajo y retribucin (la cuestin es"no pasarlo mal"). Muy diferente del trabajo compulsivo del cantn ("la puchaque se trabaja / sin que le larguen ni un rial!", I, 426-427) y sobre todo de la

    actitud del gaucho resignado de la Vuelta, que abandona la condicin matreray recupera la mansedumbre, para pedir un lugar en el mismo ordeninmodificado de las cosas con el que haba cortado tan drsticamente:

    Al fin de tanto rodarMe he decidido a venirA ver si puedo vivirY me dejan trabajar.S dirigir la manseraY tambin echar un pial...

    S correr en un rodeo...Trabajar en un corral...Me s sentar en un prtigoLo mesmo que en un bagual. (II, 135-144)

    19Quienes no tenan papeleta o autorizacin del juez de paz eran reputados vagos y obligados a servir en lamilicia. Ver Ricardo E. Rodrguez Molas,Historia social del gaucho [1968], segunda edicin, Buenos Aires,Centro Editor de Amrica Latina, 1982; sostiene este autor: "Teniendo en cuenta las disposiciones de laslevas, vagos fueron los soldados de los ejrcitos de la independencui" (destacado en el original). Ver tambinGastn Gori, Vagos y mal entretenidos. Aporte al tema hernandiano, Santa Fe, Colmegna, 1951, y JuanCarlos Garavaglia, "El Martn Fierro y la vida rural en la campaa de Buenos Aires", en Jos Hernndez,

    Martn Fierro, ed. citada de la Coleccin Archivos.

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    La nica forma de entender esta disponibilidad, incluso cotejndolacrudamente con la exhibicin de competencias similares en el contexto de la

    utopa de los toldos (echar un pial, por ejemplo, pero olvidarse de que se sabemanejar la lanza), es leerla desde la tica de los consejos de Fierro a sus hijos,cuando antes de la dispersin (de la derrota) a los cuatro vientos, alcanza aestablecer, desde la autoridad de padre: "El trabajar es la ley / Porque es

    preciso alquirir".La secuencia trabajo idealizado-trabajo forzoso-ocio idealizado culmina

    con el reconocimiento de que las relaciones sociales estn mediadas por eldinero (el verbo adquirir, en su uso intransitivo rarsimo en la lenguaestndar e inslito en la gauchesca asume un valor absoluto), y de que laintegracin sumisa a ese circuito es la nica condicin de supervivencia.20En

    esta versin, el trabajo se vincula con el [240]campo semntico de las penas,desdichas y sufrimientos por medio de aquella acepcin en la que su sentidofigurado remite a "penalidad, molestia, tormento" y, en plural, a estrechecesymiserias. As usa Fierro la palabra cuando al relatar la travesa del desierto conla cautiva, al huir de los toldos, dice que "Es preciso soportar / Los trabajoscon constancia",y cuando, ya padre consejero, sentencia: "No aprovechan lostrabajos / Si no han de ensearnos nada".21El periplo de la nocin de trabajoculmina, entonces, con la prdica de la constancia (coincidente con la delnarrador, que era "suma") y la resignacin. No ms gloria de vivir libre como

    pjaro del cielo. Resultado ltimo de la Vuelta. Fin de la gauchesca.

    Lo no gauchesco dentro del gnero

    La vinculacin de trabajos y enseanza termina concibiendo una funcindidctica del sufrimiento, cuyas manifestaciones ms explcitas son estosversos: "Porque nada ensea tanto / Como el sufrir y el llorar" (I, 125-126) y"Yo nunca tuve otra escuela / Que una vida desgraciada..." (II, 4601-4602).A lo largo de su desarrollo, el poema va liberando ese saber en forma de un

    discurso sentencioso que el remate de las sextinas y su mtrica octosilbicahacen ms convincente y eficaz. Que Hernndez ha abrevado en las fuentesdel refranero y de un vasto repertorio proverbial es evidente, pero msimportante que esa inspiracin es el hecho de que ha dominado

    20 Como en otros cultismos, la atribucin improbable de la palabra en el idiolecto de Fierro se pretendecompensar con su modificacin fontica en hipottica clave rstica, con la simplificacin del grupoconsonantico por cada del sonido de articulacin ms trabajosa. Ver Eleuterio F. Tiscornia, La lengua de

    Martn Fierro, Buenos Aires, Facultad de Filosofa y Letras, Universidad de Buenos Aires, 1930, y el citadotrabajo de Mara B. Fontanella de Weinberg.21Tambin en el ndice de la edicin prncipe deLa vuelta de Martn fierro, cuando se propone, para el canto8, el ttulo "La cautiva refiere sus trabajos".

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    magistralmente su tcnica, terminando por perfeccionar una mquinasentenciosa propia, para confusin de fillogos tradi-cionalistas. Por eso, por

    momentos se hace difcil separar lo que pertenece al refranero de lo que eshechura original del poema, sobre todo porque, por boca de payadores,recitadores y narradores orales, muchos hallazgos hernandianos hancomenzado a circular en el mismo circuito y con la misma modalidad que las

    piezas folclricas, para despus alcanzar una proyeccin mayor a travs delcirco, el teatro, la prensa. Esta ulterioridad delMartn Fierroprueba laeficacia de aquella mquina y realiza como efecto lo que Ricardo Rojas haba

    postulado, distorsionadamente, como causa.[241]La problemtica del sufrir y el saber, tanto como su cristalizacin

    sentenciosa, adquieren una enorme importancia en la Vuelta, tanto por la

    presencia de las series de consejos ladinos u oportunistas de Vizcacha Vedificantes de Fierro (y el brillo queda, casi siempre, del lado de los primeros),como por la competencia de conocimientos y destrezas retricas que pone en

    juego la payada entre Fierro y el Moreno.Duelo verbal altamente ritualizado y que siempre bordea o alude al otro

    duelo, el que compromete los cuerpos, as sea como amenaza latente, lapayada tradicional de contrapunto hace un largo camino que deriva,urbanizndose, hacia el negocio del espectculo y los medios decomunicacin. Gran conocedor de sus cdigos, Hernndez produce en la

    ficcin una payada deslumbrante y que habr de retornar sobre el gnero oral,modelizndolo.En "El escritor argentino y la tradicin", Borges sostiene que la payada de

    Fierro y el Moreno ilustra la diferencia que Hernndez habra queridoresaltar entre la poesa gauchesca y "la genuina poesa de los gauchos".22Demodo que en el interior de un poema gauchesco, con todos los rasgos deartificio del gnero, la mimesis de la payada oral producira un fragmento nogauchesco. Un lector contemporneo del Martn Fierro viene a confirmarlo.En carta a Hernndez, fechada el 12 de marzo de 1879, publicada diez dasdespus en El Nacional e incorporada en 1883 a la 12aedicin de El gaucho

    Martn Fierro, Miguel Can expresa una admiracin genuina pero retaceadapor el sealamiento de las "incorreciones" y aspectos que "haran ladesesperacin de un retrico". No obstante, las prevenciones cesan cuando setrata de citar sus pasajes predilectos; esos pasajes pertenecen a la payada, yledos desde la sensibilidad de Can (o por nosotros desde su influjo) podran

    22 "Cuando esos dos gauchos, Fierro y el Moreno, se ponen a cantar, olvidan toda afectacin gauchesca yabordan temas filosficos. He podido comprobar lo mismo oyendo a payadores de las orillas; stos rehuyen elversificar en orillero o lunfardo y tratan de expresarse con correccin." Y concluye, maliciosamente: "Desdeluego fracasan, pero su propsito es hacer de la poesa algo alto; algo distinguido, podramos decir con unasonrisa". EnDiscusin, op. cit.

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    pertenecer a Ricardo Gutirrez, el autor del poema Lzaro, o al mismoMagarios Cervantes, cuyo Celiar haba citado Hernndez, a manera de largo

    epgrafe, como prestigiosa autorizacin de su Ida.

    23

    Leda en Can, la payadade Fierro y el Moreno cambia, prcticamente, de gnero. Ahora, repensada laobservacin de Borges desde la situacin de escritura, per- [242] mite postularla aparente apora de que la gauchesca, por pura fidelidad a sus presupuestos,

    puede contener en su interior su contrario, una tradicin que la precede y laexcede; y, a la vez, utilizarla y devolverla de tal modo que ya es otra, y entra arodar por el mundo mezclando las fuentes, contaminndolas saludablemente.

    Iconos y letras

    "Qu me faltara a m si yo supiera leer?"GONZALO CORREAS,Vocabulariode refranes y frases proverbiales

    En la payada, tras las preguntas y respuestas universales, filosficas y"poticas", Fierro da una estocada mortal. Al presentarse, el negro habadeclarado, que "En leturas no conozco / La jota por ser redonda" (II, 4053-4054). Aunque en algn aspecto la expresin permanece enigmtica, sin duda

    denuncia un flanco dbil en la medida en que proviene de un decir cuya formams precisa se encuentra en otro lugar del texto: "De esto no entends ni jota"(II, 2849), le dice al Hijo Segundo el adivino al que consulta por una pena deamor.

    Por supuesto, la solvencia del payador negro excede las limitaciones de laletra, porque su socratismo confeso ("Mas conocer su inorancia / Es principiodel saber", II, 4191-4192) hace del "slo s que no s nada" del griego una vade aprendizaje: "Dende que aprend a inorar / De ningn saber me asombro(II, 4219-4220). De esa carencia brotan otros saberes, se dira que sucedneoso intuitivos, que le permiten tallar muy fuerte en la payada. Entonces Fierro le

    busca el confesado taln de Aquiles y le pide que exponga las tareas rurales"En los meses que train erre" (II, 4378). Su rival, que se haba definido como"un pobre negro de estancia" (II, 4190), no puede ignorar el contenido de loque se le pregunta, slo que la maosa forma rodea materia tan simple con elempaque oscuro e indiscernible de un juego mnemotcnico elemental pero queimplica, inexcusablemente, la alfabetizacin. La tradicin rural, en todo caso,

    23Como se ve, el mismo escritor gauchesco que tomaba distancias de Del Campo las acortaba respecto demanifestaciones de la poesa de tema rural en lengua culta, estableciendo cortes y continuidades muydiferentes de lo esperable desde una clasificaron estrecha del campo literario y cultural de su tiempo.

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    hubiera admitido una referencia a los ciclos naturales, a la manera del gauchode Castaeda, cuando proclama orgulloso: "pues el ao, para m, / es cuando

    paren mis yeguas";

    24

    o, a la inversa, utilizando la faena agropecuaria comopauta temporal, tal como lo hace Fierro en la Ida al referirse a la poca"Cuando llegaban las yerras" [243] (I, 217). Ordenar las tareas de la estancia

    por una secuencia calendaria regida por la letra parece una incrustacin ajenaal universo de valores reivindicados por el gaucho cantor. Por supuesto, elMoreno pierde.25Podramos conjeturar que desde otra parte del poema lahistoria del hijo de Cruz, el "npoles mercachifle" se lamenta por l, en sulengua macarrnica, denunciando el timo: "Ma gaao con picarda" (II,3230).26

    Pero ya antes, en la Ida, el episodio que da origen a la payada, la inicua

    muerte del negro a manos de Fierro, haba anticipado la cuestin de unamanera impresionante. "Yo tenia un facn con S / Que era de lima de acero"(I, 1211-1212), describe con orgullosa ostentacin Fierro-narrador en el iniciodel relato del combate. Ese facn termina con la vida del Negro, y es el mismoque Fierro limpia en el pasto, antes de dejar atrs el cuerpo insepulto delmuerto, no su memoria.

    Una obra clsica sobre esgrima criolla, despus de definir el gaviln comola pieza metlica que separa transversalmente, en dagas y facones, la hoja delmango es decir, como guarnicin, releva el "gaviln en ese", que

    "recordaba el trazo" de esa letra.27

    24"Romance" publicado enEl Despertador Teofantrpico Misticopoltico, n" 6, Buenos Aires, 28 de mayode 1820, y antologizado por Jorge B. Rivera,La primitiva literatura gauchesca, op. cit.25A propsito de esta hiptesis sobre el resultado de la payada, Pablo Ansolabehere me comenta que, en su

    propuesta ficcional de un nuevo final al conflicto entre Fierro y el Moreno, en "El fin", Borges pone en elnombre del pulpero hemipljico, testigo forzosamente mudo del enfrentamiento, las erres que habandesbancado al Moreno. El pulpero se llama Recabarren. Jorge Luis Borges, Ficciones [1944], Obrascompletas, op. cit.26 Otras lecturas del final de la payada son divergentes y aun contrarias a la que aqu se propone.Extraamente, Rojas sostiene que el Moreno vence a Fierro "con alusiones a su vida pasada" (op. cit., cap.XXIV, "Argumento delMartn Fierro"). Tiscornia, en su edicin del poema (Jos Hernndez,Martn Fierro,comentado y anotado por Eleuterio F. Tiscornia, Tomo I, Texto, notas y vocabulario, Buenos Aires, Coni,1925), descree que el Moreno ignorase la forma de la jota, y atribuye la confesin a una estrategia para buscar"el nivel de su auditorio"; ngel H. Azeves (La elaboracin literaria del Martn Fierro, La Plata, Universidad

    Nacional de La Plata, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educacin, 1960) insiste en que el Morenopretende engaar a su auditorio y en que posee "saber libresco", y al intentar demostrarlo superpone lapresunta biblioteca del Moreno con la del propio Hernndez; enEl gnero gauchesco, Ludmer afirma que elnegro pierde la payada "porque su maestro fue un fraile y porque no conoca las tareas del campo", "no sabedecirlas y por lo tanto no tiene un saber especfico para los gauchos" (destacado en el original). Ver msadelante, nota 30.27Mario Lpez Osornio, Esgrima criolla. Cuchillo, rebenque, poncho y chuza, Buenos Aires, El Ateneo,1942; reed. Buenos Aires, Nuevo Siglo, 1995. De paso, el texto de Lpez Osornio, en su inters meramentedescriptivo, muestra la alternativa obvia que Hernndez tena pero no quiso utilizar: escribir, letra por letra, elnombre de la "ese". En contraste, en su Vocabulario y refranero criollo (Buenos Aires, Kraft, 1949), TitoSaubidet, con una ligera diferencia terminolgica, anota en la entrada "facn": "entre la empuadura y el

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    En sociedades letradas con amplios bolsones rurales no alfabetizados [244]o semialfabetizados, la presencia de la cultura escrita gravita sobre estos

    ltimos sectores de una manera ms compleja que como mera oposicin: uncamino que hace una "U" podra ser una indicacin clara para un carreroiletrado. En los albores de la independencia, Bartolom Hidalgo habatrasuntado sutilmente la admiracin por la tecnologa de la letra en los

    paisanos para quienes todo lo que tuviera que ver con lo escrito apareca comoun misterio insondable. Es llamativo que Hernndez haya optado por escribir"S", y no por nombrar la letra como "ese", tal como, notablemente, lo harms tarde con la "erre", en la payada. Es que la "erre" est convocada comoletra, como trampa alfabtica, mientras que la "S" es "dibujada" en el textocomo mera forma. Pero eso mismo remite a lo visual tanto o ms que a lo

    oral del gnero! Cierto: se trata de la forma de la letra, pero que seindependiza de ella como grafismo y puede describir el comportamiento deotras formas. En otras palabras, en sentido genrico, aunque constituye unamarca semitica, la "S" remite slo secundariamente a un cdigo escrito: no esla grafa de un fonema sino la reproduccin de una sinuosidad; en cambio, la"erre" de la payada responde inequvocamente a un sistema codificado quesepara de manera tajante a quienes lo poseen de quienes no.28En nota al textoque establece para la edicin crtico-gentica del Martn Fierro, y teniendo ala vista el nico testimonio autgrafo del proceso creativo de laIda, Elida Lois

    hace, respecto del citado verso 1211, este comentario revelador: "Al escribir'un facn con S' [en el manuscrito] JH trata de dibujar una S semejante a la dela guarda de algunos facones en un intento de inscripcin icnica".29

    En todo caso, la S de la Ida y la erre de la Vuelta nos ponen en presenciade una fobia de Fierro hacia el otro, cuando se corporiza en un negro, hasta el

    punto de sacar a relucir el letrado que haba dicho, desde el principio, que noera. Complementariamente, el paso del icono a la letra como tal emblematiza,

    junto con otros trazos ms gruesos y ms finos, el trnsito problemtico entreel texto de 1872 y el de 1879.

    Experimentacin y sondeo

    No puede decirse que el Moreno no haya colaborado en el tendido de lapropia trampa en que cae. En la primera estrofa con la que se presenta, plena

    gaviln lleva una media luna y ms corrientemente, una S; de ah vienesumir el facn hasta la S". Quiz nosea ocioso recordar que Saubidet es el ilustrador de su propio Vocabulario.28 Ver Walter Ong, Oralidad y escritura. Tecnologas de la palabra, Buenos Aires. Fondo de CulturaEconmica, 1993, en particular el cap. IV, "La escritura reestructura la conciencia".29Edicin Archivos, ya citada.

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    [246]

    Leda en rito sadomasoquista, la payada no tiene vencedores, o en todo

    caso el resultado no importa ms que el rito mismo y la autovalidacin de suciclo, a la manera de la dramtica del truco en Borges, en el cual "losjugadores de esta noche / copian antiguas bazas".31

    Acaso la prctica experimental nos proporcione una clave sesgada pararepensar el tipo de relacin que el poema establece con lo que va definiendo,con gradual precisin, como el otro, una zona irreductible e irrecuperable queviene a compensar, en su programtica, el intento de incorporacin productivadel gaucho. Se dira que la historia que cuenta Fierro en la Vuelta, en la

    pulpera, sobre sus padecimientos en los toldos, aporta a una demonizacin delmundo indgena que resultar funcional para las polticas de exterminio. El

    truculento relato del martirio del hijito de la cautiva no carga las tintas sinmotivo: acusada de brujera por la muerte de una india, torturada, la cristianatiene que presenciar el brutal castigo y el degello de su hijo, con cuyas tripasel indio le ata las manos. La aparicin salvadora de Fierro y el duelosubsiguiente, de narracin impecable en su crudeza y vivacidad, encuentran un

    punto nodal en el instante en que "Pisa el indio, y se refala / En el cuerpo delchiquito". Fierro, como narrador, entiende que debe interpretar laexcepcionalidad milagrosa del acontecimiento:

    Para esplicar el misterioEs muy escasa mi cenciaLo castig, en mi concencia,Su Divina MajestDonde no hay casualidSuele estar la Providencia. (II, 1301-1308)

    De manera que la intervencin divina, providencial, es la forma queasume, en la economa del poema, una justicia potica que, hacia afuera, opera

    por homologa como justificacin histrica de la civilizacin [247] de las

    matanzas que haca no mucho tiempo Hernndez haba denunciadoBlanco y el Sabio Negro / el Sabio Negro y el Sabio Blanco", en El riseor, Buenos Aires, Marano-Barramedi, 1975. Ms tarde, al incorporarlo a la coleccin de Las reescrituras (Buenos Aires, del Dock,1996), opt por resolver la paridad del ttulo a travs de la sntesis igualadora del nmero: "los dos sabios".Sintomtico: en la misma direccin, su reescritura de la payada se niega a llegar al final. No procede, comoBorges en "El fin", por adicin, sino por sustraccin. La reescritura es una nueva lectura del resultado de la

    payada (lo cual implica reconocer el carcter crtico en un sentido estricto de la escritura potica, y una vez ms un desdibujamiento de la divisin rgida de los gneros. "Los dos sabios" deja a los cantoreseternamente suspendidos en su juego perverso, y por eso elige concluir extrapolando la imagen de la respuestade Fierro a la pregunta del Moreno por "Cundo form Dios el tiempo / Y por qu lo dividi": la rueda-eternid.31Jorge Luis Borges, "El truco",Fervor de Buenos Aires [1923], Obras completas op. cit.

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    vigorosamente a travs de la prensa.Sin embargo, leda desde una sextina "casual" (es decir, nada providencial)

    del canto III de la Ida, aquella justificacin se desmorona y revela sunaturaleza ideolgica racionalizadora. All, en medio del relato de lasperipecias del cantn al que compulsivamente han sido "arriados" como efectode la leva forzosa Fierro y otros gauchos, se ejemplifica la resistencia de losindios (al dolor, al castigo, a la muerte) con la generalizacin de un caso:

    Y el indio es como tortugaDe duro para espichar;Si lo llega a destriparNi siquiera se le encoge;

    Luego sus tripas recoge,Y se agacha a disparar. (I, 505-510)

    Entonces, el primer destripado, en el poema, no es el hijito de la Cautiva,sino este indio-modelo de un laboratorio pampeano. Con la mayor naturalidad,la ancdota permite formular a Fierro una suerte de ley general sobre el origen

    brbaro de la resistencia fsica aborigen, como si Hernndez, contemporneode Claude Bernard (cita habitual de los escritores de nuestro siglo XIX cuandoquieren connotarse de cientificidad), quisiera cimentar los prejuicios contra losindios a travs de una versin macabra del mtodo experimental. Para probar

    fehacientemente la dureza del indio, la frmula sera destriparlo. Resuena,atrs, inequvoco, otro resbaln, no ya el del indio-demonio sobre las tripitas(en diminutivo conmiserado) del nio, sino el de "La refalosa" de Ascasubi,concebida como carta amenaza de un mazorquero a su futura vctima, ytambin como un manual de instrucciones, una receta, una tcnica deexperimentacin: "unitario que agarramos...".32 La violencia de las guerrasciviles se transfiere a la violencia contra estos otros ajenos a la nuevaidentidad nacional en construccin, al nuevo Estado centralizado queemerger en el 80.

    Al igual que otros juegos iluminadores en los movimientos internos deltexto, en las formas en que remite y se relee a s mismo crticamente, elesencialismo en la atribucin de los males a un "indio" unvoco y ahistricoencuentra su crtica relativista en el mismo poema. En aquel primer aspecto, losiniestro sera constitutivo de la condicin indgena: "Ha nacido indio ladrn /Y como indio ladrn muere" (II, 587- [248] 588). La disolucin historicista dela tipologa gaucha sarmientina no vale ahora para los indios. Una larga seriede atributos semejantes incluyen el del recelo hacia el blanco: "Lo que le falta

    32Ver, en este volumen, Pablo Ansolabehere, "Ascasubi y el mal argentino".

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    en saber / Lo suple con desconfianza" (II, 383-384); "Porque el pampa esdesconfiao / Siempre de todo cristiano" (II, 1011-1012).

    Pero la problemtica de la frontera, enmaraadamente tejida a lo largo delos siglos a partir de la conquista, la colonizacin, la resistencia, la guerra, lospactos, las alianzas e incluso el comercio, es la que ha ido definiendo lasactitudes de ambos lados, y sobre todo esa zona cultural permeable y mixta,mestiza y chcara, que tan bien reconstruye Mansilla en Una excursin a losindios ranqueles. La desconfianza constitutiva del indio no resiste, pues, elmenor anlisis. Entonces, cuando el poema debe jugar toda su eficacia a lascartas del enfrentamiento de vida o muerte; cuando su trama (aun como partede las necesidades ideolgicas de la racionalizacin) debe dejar que el duelohable su lenguaje de sangre, pone poticamente las cosas en su lugar, y

    virtudes y defectos se despliegan en el vivsimo cuadro de un enfrentamientosingular y de un drama histrico:

    El peligro en que me hallabaAl momento conoc-Nos mantuvimos ans, Me miraba y lo miraba;Yo, al indio le desconfiabaY l me desconfiaba a m. (II, 1153-1158)[249]

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