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La perla - John Steinbeck (1).pdf

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  • Kino, un joven indgena mexicano,fuerte, pescador de perlas, vive enuna pequea ciudad, La Paz, con supareja de hecho (con quien no se hacasado por no poder permitirse ellujo de pagar al sacerdote que oficiela ceremonia), Juana, y su hijo beb,Coyotito. Cuando Coyotito es picadopor un escorpin, Kino debeencontrar una manera de pagar almdico del pueblo, un hombreblanco extremadamente prejuicioso,para curar a su hijo. Cuando ms lonecesita, Kino descubre una enormeperla del tamao de un huevo de

  • gaviota, sabe que al venderla podrpagar al mdico y ms. Sinembargo, otras fuerzas trabajan encontra de sus planes.La perla es una historia basada enun cuento popular indgena; exploralos secretos de la naturaleza delhombre, las profundidades msoscuras del mal, y los efectosdesastrosos de salir de un sistemaestablecido. Cosas malas sucedensi se abusa de la posicin social,argumento que presenta el Prrocode esta historia.

  • John Steinbeck

    La perlaePUB v1.0

    Cygnus 19.05.12

  • Ttulo original: The PearlJohn Steinbeck, 1947.Traduccin: Francisco BaldizRetoque de portada: Cygnus

    Editor original: CygnusePub base v2.0

  • En el pueblo se cuenta lahistoria de la gran perlaLa forma en que fueencontrada y la forma enque se perdi de nuevo.Hablan de Kino, elpescador, y de su esposa,Juana, y del beb, Coyotito.Y porque la historia ha sidocontada tantas veces, se haarraigado en la mente decada hombre. Y as como entodo relato vuelto a contar,y que est en los corazonesde la gente, hay cosasbuenas y malas, cosas en

  • blanco y negro, y cosasbuenas y perversas y nocosas a medias en cualquierlugar.Si esta historia es unaparbola, tal vez todo elmundo tome su propiosignificado de ella y lea supropia vida en esta. Encualquier caso, dicen en elpueblo que

  • IKino se despert casi a oscuras. Lasestrellas lucan an y el da solamentehaba tendido un lienzo de luz en la partebaja del cielo, al este. Los gallosllevaban un rato cantando y losmadrugadores cerdos ya empezaban suincesante bsqueda entre los leos ymatojos para ver si algo comestible leshaba pasado hasta entonces inadvertido.Fuera de la casa edificada con haces deramas, en el planto de tunas, unabandada de pajarillos temblabanestremeciendo las alas.

  • Los ojos de Kino se abrieron,mirando primero al rectngulo de luz dela puerta, y luego a la cuna porttildonde dorma Coyotito. Por ltimovolvi su cabeza hacia Juana, su mujer,que yaca a su lado en el jergn,cubrindose con el chal azul la carahasta la nariz, el pecho y parte de laespalda. Los ojos de Juana tambinestaban abiertos. Kino no recordabahaberlos visto nunca cerrados aldespertar. Las estrellas se reflejabanmuy pequeas en aquellos ojos oscuros.Estaba mirndolo como lo mirabasiempre al despertarse.

    Kino escuchaba el suave romper de

  • las olas maaneras sobre la playa. Eramuy agradable, y cerr los ojos paraescuchar su msica. Tal vez slo lhaca esto o puede que toda su gente lohiciera. Su pueblo haba tenido grandeshacedores de canciones capaces deconvertir en canto cuanto vean,pensaban, hacan u oan. Esto era muchotiempo atrs. Las canciones perduraban;Kino las conoca, pero saba que nohaban seguido otras nuevas. Esto noquiere decir que no hubiese cancionespersonales.

    En la cabeza de Kino haba unameloda clara y suave, y si hubiesepodido hablar de ella, la habra llamado

  • La Cancin Familiar.Su manta le cubra hasta la nariz

    para protegerlo del airedesagradablemente hmedo. Sus ojos semovieron al or un rumor a su lado. EraJuana levantndose casi sin ruido.Descalza, se acerc a la cuna deCoyotito, se inclin sobre l y pronunciuna palabra de cario. Coyotito mir unmomento hacia arriba, cerr los ojos yvolvi a dormirse.

    Juana fue hacia el fogn, extrajo untizn y lo aire para reavivarlo mientrasdejaba caer sobre l algunas astillas.

    Kino se haba levantado envuelto ensu manta. Desliz los pies en sus

  • sandalias y sali a ver la aurora.Al traspasar la puerta se inclin para

    rodear mejor sus piernas con el bordede la manta. Vea las nubes sobre elGolfo como hogueras en el firmamento.Una cabra se acerc a l resoplando ymirndolo con sus ojos fros yambarinos. A su espalda el fuego deJuana llameaba lanzando flechas de luzentre las rendijas de la pared de ramajey haciendo de la puerta un cuadro de luzoscilante. Una polilla lo atraves enbusca del fuego. La Cancin Familiarsonaba ahora detrs de Kino, y su ritmoera el de la muela de piedra que Juanamova para triturar el grano de las tortas

  • matinales.El alba llegaba rpida ya, un

    destello, un relmpago y luego unaexplosin gnea al surgir el sol delfondo del Golfo. Kino mir al suelopara librar sus ojos del resplandor. Oael batir de la masa de las tortas y suaroma sobre la batea del horno. En elsuelo las hormigas se apresuraban,divididas en dos castas: grandes yrelucientes, pequeas y parduscas,mucho ms veloces. Kino las observcon la indiferencia de un dios mientrasuna de las pequeas tratabafrenticamente de escapar a la trampa dearena que una hormiga-len haba

  • preparado para ella.Un perro flaco y tmido se aproxim

    y a una suave llamada de Kino seacurruc, coloc el extremo de la colasobre sus patas y apoy delicadamentesu hocico sobre una estaca hundida en elsuelo. Era negro, con manchasamarillentas donde debiera tener lascejas. Aquella era una maana comootras y sin embargo perfecta entre todas.Oy el leve crujir de las cuerdas alsacar Juana a Coyotito de su cuna,lavarlo y envolverlo en su chal de modoque quedara muy cerca de su seno. Kinopoda ver todo esto sin mirarlo. Juanacantaba en voz baja una vieja cancin

  • que slo tena tres notas y, no obstante,interminable variedad de pausas. Estotambin formaba parte de La CancinFamiliar, como todo. A veces llegaba aser un acorde doloroso que pona nudosen la garganta, musitando: esto escerteza, esto es calor, esto lo es todo.

    Al otro lado de la empalizada habaotras casas de ramas, de las que tambinsala humo y los rumores previos aldesayuno, pero aquellas eran otrascanciones, los cerdos otros cerdos, lasesposas unas distintas de Juana. Kinoera joven y fuerte y su cabello negrocaa sobre su morena frente. Sus ojoseran clidos y fieros y su bigote exiguo y

  • spero. Libr su nariz de la manta,porque el aire oscuro y venenoso habahuido y la luz dorada del sol caa sobrela casa. Junto a la cerca dos gallos seencaraban con las alas combadas y lasplumas del cuello erizadas. Su lucha eratorpe; no eran gallos de pelea. Kino losmir un momento y luego sus ojos sealzaron hacia una bandada de palomassilvestres que se dirigan hacia lasmontaas, al interior, recogiendo luzsobre sus cuerpos blancos. El mundo yaestaba despierto, y Kino se incorpor yentr en su choza.

    Cuando atraves la puerta, Juanaestaba en pie, algo apartada del

  • centelleante fogn. Devolvi a Coyotitoa su cuna y empez a peinarse la negracabellera hasta formar dos trenzas acuyos extremos at dos cintas verdes.Kino se agach junto al hogar, extrajouna tortilla caliente, la moj en salsa yse la comi. Luego bebi un poco depulque y dio por terminado su desayuno,el nico que haba conocidoexceptuando los das de fiesta y unincreble banquete de pastelillos quehaba estado a punto de matarlo. CuandoKino hubo acabado, Juana regres alfuego y desayun. En una ocasin habanhablado, pero no hay necesidad depalabras cuando se acta por hbito.

  • Kino suspiraba satisfecho, y sta erasuficiente conversacin.

    El sol caldeaba la cabaa,atravesando sus paredes discontinuas.Uno de los delgados rayos cay sobre lacuna de Coyotito y las cuerdas que lasostenan.

    Fue un instante en que dirigieron susmiradas a la cuna, y entonces ambos sequedaron rgidos. Por la cuerda quesostena el lecho infantil en la pared unescorpin descenda lentamente. Suvenenosa cola estaba extendida tras lpero poda encogerla en un segundo.

    La respiracin de Kino se hizosilbante y tuvo que abrir la boca para

  • impedirlo. Su expresin haba perdidoel aire de sorpresa y su cuerpo ya noestaba rgido. A su cerebro acuda unanueva cancin, la Cancin del Mal, lamsica del enemigo, una melodasalvaje, secreta, peligrosa, bajo la cualla Cancin Familiar pareca llorar ylamentarse.

    El escorpin segua bajando por lacuerda hacia el pequeo. En su interior,Juana repeta una vieja frmula mgicapara guardarse del peligro, y, msaudible, un Avemara entre dientes. PeroKino se mova ya. Su cuerpo atravesabael cuarto suave y silenciosamente.Llevaba las manos extendidas, las

  • palmas hacia abajo, y tena puestos losojos en el escorpin. Bajo ste, Coyotitorea y levantaba la mano para cogerlo.La sensacin de peligro lleg al bichocuando Kino estaba casi a su alcance.

    Se detuvo, su cola se levantlentamente sobre su cabeza y la garracurva de su extremo surgi reluciente.

    Kino estaba absolutamente inmvil.Oa el susurro mgico de Juana y lamsica cruel del enemigo. No podamoverse hasta que lo hiciera elescorpin, consciente ya de la muerteque se le acercaba. La mano de Kino seadelantaba muy despacio, y la colavenenosa segua alzndose. En aquel

  • momento Coyotito, rindose, sacudi lacuerda y el escorpin cay.

    La mano de Kino haba saltado acogerlo, pero pas frente a sus dedos,cay sobre el hombro de la criatura ydescarg su ponzoa. Al momento Kinolo haba cogido entre sus manos,aplastndolo. Lo tir al suelo y empeza golpearlo con el puo, mientrasCoyotito lloraba de dolor. Kino siguigolpeando al enemigo hasta que no fuems que una mancha hmeda en elpolvo. Sus dientes estaban aldescubierto, el furor arda en sus ojos yla Cancin del Enemigo ruga en susodos.

  • Pero Juana haba cogido al pequeoen sus brazos. Encontr la herida yaenrojecida, la rode con sus labios,aspir fuerte, escupi y volvi asuccionar mientras Coyotito chillaba,Kino permaneci en suspenso, su ayudade nada serva, era un estorbo.

    Los gritos del pequeo atrajeron alos vecinos, que fueron surgiendo de suscasuchas de ramaje. El hermano deKino, Juan Toms, su gorda esposaApolonia y sus cuatro hijos se agolparonen la puerta bloqueando el paso mientrasdetrs de ellos otros trataban de miraradentro y un pequeuelo se deslizabaentre las piernas de los dems para ver

  • mejor. Los que estaban delante pasabanla noticia a los de atrs.

    Escorpin. Ha picado alpequeo.

    Juana dej de chupar la herida unmomento. El orificio era un poco mayory sus bordes estaban blancos por lasuccin, pero la roja hinchazn seextenda cada vez ms en torno suyoformando un duro bulto linftico. Todaaquella gente saba cuanto haba quesaber del escorpin. Un adulto podaponerse muy enfermo, pero un niofcilmente poda morir. Saban queprimero vena la hinchazn, luego lafiebre y la sequedad de garganta,

  • despus dolorosas contracciones delestmago y por ltimo Coyotito podamorir si haba entrado en su cuerposuficiente veneno. Los gritos delpequeo se haban convertido engemidos.

    Kino haba admirado muchas vecesla frrea contextura de su paciente yfrgil mujer. Ella, obediente, respetuosa,alegre y paciente, era capaz deretorcerse, en los dolores del parto sinexhalar un grito. Saba soportar elhambre y la fatiga incluso mejor que elmismo Kino. En la canoa era fuertecomo un hombre, y ahora haca una cosadel todo sorprendente.

  • El doctor peda. Id a buscaral doctor.

    La demanda pas de boca en bocaentre los que se amontonaban al exterior,que repitieron: Juana pide un doctor.Asombroso, memorable, pedir lapresencia del doctor, y conseguirla, msasombroso an. El doctor no seacercaba jams a las cabaas. Cmoiba a hacerlo cuando tena ms trabajodel que poda atender entre los ricos quevivan en las casas de piedra y cementode la ciudad?

    No vendr exclamaron losvecinos.

    No vendr repitieron los

  • parientes desde la puerta.El doctor no vendr dijo Kino a

    Juana.Ella lo mir con ojos tan fijos como

    los de una leona. Era el primer hijo deJuana, casi todo lo que haba en elmundo para ella. Kino se dio cuenta desu determinacin y la msica familiarson en su cerebro con tono acerado.

    Entonces iremos a l decidiJuana. Con una mano dispuso el chalazul sobre su cabeza haciendo que unextremo envolviera a la llorosa criaturay con el otro cubri sus ojos paraprotegerlos de la luz. Los de la puertaempujaron a los de atrs para abrir

  • paso. Kino la sigui y acompaados portodos emprendieron el camino.

    Era ya un problema de toda lacomunidad.

    Formaban una acelerada y silenciosaprocesin dirigindose al centro de laciudad, delante Juana y Kino, tras ellosJuan Toms y Apolonia, bailndole elenorme vientre por efecto de laapresurada marcha, y luego todos losvecinos con los nios corriendo a amboslados. El sol amarillo proyectaba sussombras negras hacia adelante, de modoque andaban persiguindolas.

    Llegaron al lugar en que cesaban lascabaas y empezaba la ciudad de piedra

  • y mampostera, la ciudad de grandesmuros exteriores y frescos jardinesinteriores donde las fuentes murmurabany la buganvilla purprea, crdena yblanca trepaba por las paredes. De losocultos jardines oan los trinos depjaros enjaulados y el salpicar del aguafresca sobre los mosaicos recalentados.La procesin atraves la iluminadaplaza y cruz por delante de la iglesia.Haba crecido mucho y los recinllegados eran rpidamente informadossobre la marcha de cmo el pequeohaba sido picado por un escorpin y supadre y su madre lo llevaban al doctor.

    Y los recin llegados, en particular

  • los mendigos de la entrada de la iglesiaque eran grandes expertos en anlisisfinanciero, miraban rpidamente la viejafalda azul de Juana, vean los rotos de suchal, evaluaban las cintas verdes en supelo, lean la edad en la manta de Kino yel millar de lavados de sus ropas, losclasificaban al momento como gentemsera y seguan tras ellos para ver quclase de drama se iba a representar. Loscuatro mendigos de la puerta de laiglesia conocan todo lo existente en laciudad. Estudiaban la expresin de lasjvenes en el confesionario, las mirabanal salir y saban la naturaleza delpecado. Estaban enterados de todos los

  • pequeos escndalos y de algunosgrandes crmenes. Dorman en losmismos escalones de la puerta de laiglesia as nadie poda entrar en eltemplo a buscar consuelo sin que ellosse enterasen. Y conocan al doctor.Saban de su ignorancia, su crueldad, suavaricia, sus apetitos, sus pecados.Conocan sus feas intervenciones enabortos y los pocos centavos que dabaalguna vez como limosnas. Haban vistoentrar en la iglesia los cadveres detodas sus vctimas, y ahora como que lamisa haba terminado y no era toda lahora mejor de su negocio, seguan a laprocesin procurando aprender nuevas

  • cosas sobre sus congneres, dispuestos aver lo que iba a hacer el obeso eindolente doctor con una criaturaindigente mordida por un escorpin. Laapresurada procesin lleg por fin a lagran verja de la casa del doctor. Oanall tambin el jugueteo del agua, elcanto de lo pjaros y el ruido deescobas sobre las losas de la avenidassombreadas. Y olan tambin el tocinofrito en la cocina del doctor.

    Kino vacil un momento. Este doctorno era compatriota suyo. Este doctor erade una raza que casi durantecuatrocientos aos haba despreciado ala raza de Kino, llenndola de terror, de

  • modo que el indgena se acerc a lapuerta lleno de humildad y comosiempre que se acercaba a un miembrode aquella casta, Kino se senta dbil,asustado y furioso a la vez. La ira y elterror se mezclaban en l. Le sera msfcil matar al doctor que hablarle, pueslos de la estirpe del doctor hablaban alos compatriotas de Kino como si fueransimples bestias de carga. Cuandolevant su mano derecha para coger elaldabn de la verja la rabia se habaapoderado de l, en sus odos sonabaintensamente la msica del enemigo ysus labios se contraan fuertementesobre sus dientes; pero con la mano

  • izquierda se quitaba el sombrero. Elmetlico aldabn reson contra la verja.Kino acab de destocarse y esper.Coyotito gema en brazos de Juana, quele hablaba dulcemente. La procesin seapi ms para ver y or ms de cerca.

    Al cabo de un momento la gran verjase abri unas pulgadas. Kino pudo ver elverde frescor del jardn y los juegos delagua en la fuente. El hombre que lomiraba era de su propia raza. Kino lehabl en la lengua ancestral

    Mi pequeo, mi primognito, hasido envenenado por un escorpin explic. Necesita que lo curen

    La verja se cerr un poco y el criado

  • se neg a emplear el viejo idioma.Un momentito dijo. Voy a

    informarme.Cerr la verja y ech el cerrojo. El

    sol proyectaba las negras siluetas delgrupo sobre los blancos muros.

    En su alcoba el doctor estabasentado en la cama. Llevaba puesto elbatn de seda roja tornasolada que sehaba hecho traer de Pars, algo justosobre su pecho cuando se lo abrochaba.En su regazo tena una bandeja de platacon una chocolatera del mismo metal yuna tacita de porcelana china; tandelicada que pareca una insignificanciacuando la levantaba en su mano

  • gigantesca, sostenindola entre ndice ypulgar y apartando los otros tres dedos.

    Sus ojos descansaban sobre bolsasde carne flccida y su boca tena unrictus de desagrado. Se estaba poniendomuy gordo y su voz era ronca por lagrasa que oprima su garganta. Junto al, en una mesita, haba un gong orientaly una caja de cigarrillos. El mobiliariodel cuarto era enorme, oscuro y tristn.Los cuadros eran religiosos, incluso lagran fotografa en colores de su difuntaesposa que, sin duda, gracias a las misaspagadas con su dinero, estaba en laGloria. El doctor haba sido en otrotiempo muy breve un miembro del

  • gran mundo y el resto de su vida hablasido una eterna aoranza de su Francia.Aquello deca era vidacivilizada, con lo que se refera aingresos suficientes para mantener unaquerida y comer en restaurantes. Vacila segunda taza de chocolate ymordisque un bizcocho.

    El criado lleg desde el jardn hastasu puerta y esper que su presenciafuera observada.

    Qu hay? pregunt el doctor.Un indio con una criatura. Dice

    que le ha picado un escorpin.El doctor baj la taza con cuidado

    antes de dejar su ira en libertad.

  • No tengo nada que hacer ms quecurar mordeduras de insectos a losindios? Soy un doctor, no un veterinario.

    S, patrn dijo el criado.Tiene dinero? pregunt el

    doctor. No, nunca tienen dinero. Yo,slo yo en el mundo tengo que trabajarpor nada, y estoy harto ya. Ve a ver sitiene dinero!

    El criado abri la verja. Un poquitoy mir a los que esperaban. Esta vezhabl en el antiguo idioma.

    Tenis dinero para pagar eltratamiento?

    Kino hurg en algn esconditesecreto debajo de su manta y sac un

  • papel muy doblado.Pliegue a pliegue fue desdoblndolo,

    hasta que al fin aparecieron ocho perlasdeformes, feas y grisceas comolceras, aplastadas y casi sin valor.

    El criado cogi el papel y volvi acerrar la puerta, pero esta vez no tarden reaparecer. Abri la verja el espaciosuficiente para devolver el papel.

    El doctor ha salido explic.Lo han llamado desde un casero. Ycerr apresuradamente.

    Una ola de vergenza recorri todoel grupo. Se separaron. Los mendigosvolvieron a los escalones de la iglesia,los curiosos huyeron, los vecinos se

  • apartaron para no ver la vergenza deKino.

    Durante largo rato Kino permanecifrente a la verja con Juana a su lado.

    Lentamente devolvi a su cabeza elsombrero de peticionario. Y entonces,impulsivo, golpe la verja con el puo.Baj la mirada y contempl casi conasombro sus nudillos despellejados y lasangre que corra por entre sus dedos.

  • II

    La ciudad ocupaba un anchoestuario, alineando sus edificios defachadas amarillentas a lo largo de laplaya, sobre la que yacan las canoasblancas y azules que procedan deNayarit, embarcaciones que durantesiglos se venan recubriendo con unamateria impermeable cuyo secreto defabricacin haba estado siempre enpoder de la gente pescadora. Eranbarquitas esbeltas y de alto bordo, conla proa muy curvada, lo mismo que lapopa, y un soporte en el centro donde

  • poda emplazarse un mstil para izar unapequea vela latina.

    La playa era de arena dorada, peroal borde del agua se vea sustituida porun amontonamiento de algas y conchas.Los cangrejos desprendan burbujas yremovan el fondo movindose en susagujeros de arena y, entre las rocas,pequeas langostas entraban y salancontinuamente de sus cavernas. El fondodel mar abundaba en seres que nadaban,se arrastraban o simplemente vegetaban.Las parduscas algas oscilaban aimpulsos de dbiles corrientes y lasverdes hierbas submarinas se alzabancomo cabelleras mientras pequeos

  • caballos de mar se adheran a sus largashebras. Manchados botetes, lo pecesvenenosos, se escondan en el fondo deaquel csped, y los polcromoscangrejos nadadores pasaban sobreellos una y otra vez.

    En la playa los perros y cerdoshambrientos de la ciudad buscabanincansables algn pez muerto o algnpjaro marino que hubiera arribado conla pleamar.

    Aunque la maana estaba tan sloiniciada, ya se haba levantado la brumaengaosa. El aire incierto aumentabaalgunas cosas y levantaba otras sobre elhorizonte del Golfo de tal manera que

  • todos los panoramas eran irreales y nopoda darse crdito a la vista; mar ytierra tenan las firmes claridades y lavaguedad confusa de un sueo. A estopodra deberse que la gente del Golfocreyese en las cosas del espritu y de laimaginacin pero no confiase en susojos acerca de distancias, trazado decontornos o cualquier exactitud ptica.Al otro lado del estuario se vea clara ytelescpicamente definido unbosquecillo de mangles, mientras queotro igual a su lado no era ms que unadifusa mancha verdinegra. Parte de laplaya opuesta desapareca tras un telnbrillante con aspecto de agua. No haba

  • certeza en la visin ni prueba de que lovisto estuviese all o no. La gente delGolfo supona que en todas partesocurra igual, y no les pareca extrao.Una bruma cobriza se apoyaba en elagua y el clido sol matutino martilleabasobre ella y la haca vibrar, cegadora.Las chozas de los pescadores estaban ala derecha de la ciudad, y las canoasabordaban la playa frente a esta zona.

    Kino y Juana descendieronlentamente hasta la playa y la canoa deKino, la nica cosa de valor que poseaen el mundo. Era muy vieja. Su abuelo lahaba comprado en Nayarit, se la habalegado al padre de Kino y as habla

  • llegado hasta sus manos. Era a la vez sunica propiedad y su nico medio devida, pues un hombre que tenga unaembarcacin puede garantizar a unamujer que algo comer. Es como unseguro contra el hambre. Cada ao Kinorepasaba su canoa con la materia cuyosecreto tambin le vena de su padre. Alllegar a la canoa acarici su proa conternura como haca siempre.

    Deposit en la arena su piedra deinmersin, su canasta y las dos cuerdas.

    Dobl su manta y la coloc sobre laproa.

    Juana puso a Coyotito sobre la mantay lo cubri con su chal para que no le

  • diera el sol. Estaba muy quietecitoahora, pero la inflamacin de su hombrohaba proseguido cuello arriba hasta laoreja y tena toda la cara enrojecida ycon aspecto febril.

    Juana entr unos pasos en el agua yrecogi un puado de broza submarina,hizo con ella una pelota y la aplic en elhombro de su hijo, remedio tan buenocomo cualquier otro y probablementemejor que el que el doctor habaprescrito. Slo tena el inconveniente deser demasiado sencillo y de no costarnada. Los dolores de estmago nohaban empezado an. Acaso Juanahaba sorbido el veneno a tiempo, pero

  • no as sus preocupaciones por suprimognito. Mas no haba rogado por lacuracin directa de su hijo, sino porquele fuera posible halla una perla con laque pagar al doctor por la curacin delnio, ya que la mentalidad del pueblo estan insustancial como los espejismos delGolfo.

    Kino y Juana empujaron la canoahacia el agua y cuando la proa flot,Juana se embarc, mientras Kinoempujaba por la popa andando tras ellahasta que flot por entero y seestremeci al primer embate de las olas.Luego, con ritmo coordinado, Juana yKino movieron sus remos de doble pala

  • y la canoa hendi el agua con unpersistente susurro.

    Haca largo rato que haban salidolos otros pescadores de perlas. Al cabode pocos momentos Kino los distinguibajo la bruma, navegando sobre elbanco de ostras.

    La luz se filtraba a travs de lasaguas hasta el lecho en que yacan lasrugosas ostras perlferas; un lechopedregoso y tapizado de conchasdestrozadas. Este mismo banco habahecho del Rey de Espaa un gran podereuropeo en aos pretritos ayudndole acostear sus guerras y a ornar las iglesiasen provecho de su alma. Ostras grises

  • con pliegues como faldas femeninas,ostras recubiertas de impvidos pecesde roca y escondidas entre largos tallosvegetales, y, por encima, pequeoscangrejos pululando incesantemente. Aun accidente estaban expuestas estasostras: que un grano de arena cayeseentre los pliegues de sus msculos eirritase su carne hasta que sta, paraprotegerse, recubriera el grano con unacapa de suave cemento. Pero una vezempezada, el organismo no podradetener esta secrecin sobre el cuerpoextrao, hasta que se desprendiera enuna bajamar o la ostra fuese destruida.

    Durante siglos los hombres haban

  • buceado para arrancar las ostras de suslechos y abrirlas, en busca de granos dearena recubiertos. Nubes de pecesvivan desde entonces con las ostrasdevueltas rotas al mar. Pero las perlaseran meros accidentes y hallar una erasuerte; un golpecito amistoso de un diosen el hombro del escogido.

    Kino tena dos cuerdas, una ligada auna pesada piedra y la otra a un cesto.

    Se quit camisa y pantalones y dejel sombrero en el fondo de la canoa. El10 agua pareca oleaginosa. Cogi lapiedra con una mano y la canasta con laotra, se sent en la borda con los pies enel agua y la piedra lo arrastr al fondo.

  • Se alz tras l un torbellino de burbujasy poco despus el agua se aclar y pudover. Por encima, la superficie del aguaera fuliginoso y ondulante espejo, rotoaqu y all por las quillas de las canoas.

    Se mova con precaucin, para noenturbiar el agua. Con los pies sobre lapiedra que lo haba sumergido, susmanos actuaban velozmentedesprendiendo ostras, unas aisladas,otras en grupos. Las guardaba en elcesto y segua buscando afanoso.

    El pueblo a que Kino pertenecahaba cantado todos los hechos y todaslas cosas. Haba ideado canciones a lapesca, al mar iracundo y al mar en

  • calma, a la luz y a las tinieblas, al sol ya la luna, y todas las canciones seguanen el alma de Kino y de su pueblo,conscientes u olvidadas. Cuando hubollenado su cesto, Kino era dueo de unacancin, cuyo ritmo lo marcaban loslatidos de su pecho y su meloda estabaen el agua gris-verdosa y en losanimales marinos que nadaban en tornosuyo. Pero en su cancin se guardabaotra ms recndita, casi imperceptible,pero existente, dulce, secreta, y estacancin era la de la Perla Posible, puescada molusco del oeste poda conteneruna perla. Las probabilidades eranescasas, pero la suerte y los dioses

  • podan estar con l. Y saba que en lacanoa, Juana le ayudaba en el ritomgico, rgido el rostro y tensos losmsculos para empujar a la fortuna, paraarrancar la suerte de manos de losdioses, ya que la necesitaba para curarel hombro enfermo de su Coyotito. Ycomo la necesidad era grande y el deseomayor, la pequea y secreta meloda dela Perla Posible era ms fuerte quenunca. Frases enteras de su meloda sehacan or junto a la cancin eterna delFondo del Mar.

    Kino, orgulloso de su juventud yfuerza, era capaz de permanecersumergido ms de dos minutos sin

  • evidente esfuerzo, y este tiempo loempleaba hbilmente en seleccionar losmoluscos mayores. Un poco a suderecha haba una masa de roca verderecubierta de ostras en cra no aptaspara la pesca.

    Kino rode el amontonamientorocoso, y entonces, al lado de ste, bajoun pequeo reborde, vio una ostra muygrande, aislada de todos sus congneresms jvenes. El caparazn estabaentreabierto, pues la vieja ostra se sentasegura bajo aquel reborde rocoso y entrelos msculos de color de rosa vio undestello casi fantasmal momentos antesde que la ostra se cerrase. Su corazn

  • aument el ritmo de su latir y la melodade la Perla Posible inund sus odos.Lentamente desprendi la ostra de sulecho, y la llev con ternura a su pecho.Desprendi sus pies de la cuerda querodeaba la piedra y su cuerpo ascendia la superficie hasta que su negro pelobrill a la luz del sol. Se acerc alborde de la canoa y dej la ostra abordo.

    Juana estabiliz la embarcacinmientras l suba. Sus ojos de pescadorbrillaban excitados, pero tranquilamentetir de las cuerdas hasta que tuvo arribala gran piedra y la cesta de las ostras.Juana se dio cuenta de su excitacin y

  • procur mirar a otra parte. No es buenodesear algo con excesivo fervor. Hayque ansiarlo, pero teniendo gran tacto enno irritar a la divinidad. Pero Juana dejde respirar. Con movimientosdeliberadamente significativos, Kinoabra la hoja de su fuerte cuchillo ymiraba pensativo la canasta. Tal vezfuera mejor abrirla gran ostra la ltima.Tom del cesto una de las menores,seccion el msculo, rebusc entre lospliegues carnosos y la arroj al mar.Entonces pareci que viera la gran ostrapor primera vez. Se arrodillo en elfondo de la canoa, la cogi y laexamin; sus valvas eran relucientes y

  • oscuras y tenan pocas adherencias.Kino vacilaba en abrirla. Saba que loque haba visto poda ser un reflejo, untrozo de concha cado all porcasualidad o una completa ilusin. Enaquel Golfo de luces inciertas haba msilusiones que realidades.

    Pero senta sobre s los ojos deJuana, que no saba esperar. Puso unamano en la cabeza de Coyotito, y dijocon dulzura:

    brela.Kino introdujo su cuchillo entre los

    bordes de caparazn. Notaba la firmezade los msculos tensos en el interior,oponindose a la hoja cortante. Movi

  • sta con destreza, el msculo se relaj yla ostra qued abierta. Los carnososlabios saltaron desprendidos de lasvalvas y se replegaron vencidos. Kinolos apart y all estaba la gran perla,perfecta como la luna.

    Recoga la luz purificndola ydevolvindola en argnteaincandescencia. Era tan grande como unhuevo de gaviota. Era la perla mayor delmundo.

    Juana respir con dificultad y gimiun poco. Para Kino la secreta melodade la Perla Posible se hizo clara yesplndida, rica y clida, luminosatriunfante. En la superficie de la gran

  • perla vea formas de ensueo. Extrajo laperla de la carne que la haba creado yla levant en su palma, le dio la vuelta yvio que sus curvas eran perfectas. Juanse acerc a mirarla sobre la mano de l,la misma mano que haba golpeado laverja del doctor, y en la que las heridasen los nudillos se haban vueltogrisceas por efecto del agua salada.

    Instintivamente Juana se acerc aCoyotito que dorma sobre la manta desu padre. Levant el amasijo de hierbashmedas y mir su hombro.

    Kino! grit con voz aguda.El dej de mirar la perla y vio que

    la hinchazn remita en el hombro del

  • pequeo, que el veneno hua de sucuerpo. Entonces el puo de Kino secerr sobre la perla y la emocin seadue de l. Ech la cabeza atrs ylanz un alarido. Los ojos le giraban enlas rbitas y su cuerpo estaba rgido.Los hombres de las dems canoaslevantaron los ojos asombrados, ymetiendo los remos en el mar sedirigieron hacia la canoa de Kino.

  • III

    Una ciudad se parece mucho a unanimal. Tiene un sistema nervioso, unacabeza, unos hombros y unos pies. Estseparada de las otras ciudades, de talmodo que no existen dos idnticas. Y esadems un todo emocional.

    Cmo viajan las noticias a su travses un misterio de difcil solucin. Lasnoticias parecen ir ms de prisa que larapidez con que los muchachos puedencorrer a transmitirlas, ms de prisa de loque las mujeres pueden vocearlas deventana en ventana.

  • Antes de que Kino, Juana y losdems pescadores hubiesen llegado a lachoza del primero, los nervios de laciudad vibraban con la noticia. Kinohaba encontrado la Perla del Mundo.Antes de que jadeantes rapazuelospudieran articular las palabras de sumensaje, sus madres lo saban. Lanoticia volaba ms all de las humildescabaas y llenaba como el espumosofrente de la marea toda la ciudad depiedra encalada. Alcanz al curamientras paseaba por el jardn, poniendoen sus ojos una mirada pensativa yrememorndole unas imprescindiblesreparaciones en la iglesia.

  • Se preguntaba qu valor alcanzarala perla y si haba bautizado al hijo deKino despus de haber casado a ste,cosa que no recordaba. La noticia llega los mercaderes y stos pusieron susojos en las telas almacenadas que nohaban podido vender.

    La noticia lleg al doctor mientrasestaba sentado junto a su mujer, cuyanica enfermedad era la vejez, sin queella ni el doctor quisieran admitirlo.

    Y cuando se le hizo patente quin eraKino, el doctor puso rostro grave yorgulloso a la vez.

    Es mi cliente declar. Estoytratando a su hijo una picadura de

  • escorpin.Y gir los ojos en sus rbitas

    pensando en Pars. Recordaba lahabitacin que all haba ocupado comoun lujoso departamento y la mujer derostro duro que haba vivido con lcomo una jovencita bella y amable,aunque no haba sido ninguna de estastres cosas. El doctor dej de mirar a sudecrpita consorte y se vio sentado enun restaurante de Pars en el momento enque un camarero descorchaba unabotella de vino.

    La noticia lleg muy pronto a losmendigos de la iglesia y les hizoregocijarse en extremo, pues saban que

  • no hay espritu ms desprendido en elmundo que el de un pobre a quien depronto favorece la fortuna.

    Kino haba encontrado la Perla delMundo. En la ciudad, en suscovachuelas, se hallaban los hombresque compraban perlas a los pescadores.Esperaban sentados a que las perlasfuesen llegando, y parloteaban,luchaban, gritaban y amenazaban hastaque obtenan del pescador el precio msbajo posible. Pero haba un precio pordebajo del cual no se atrevan a ponerseya que haba ocurrido que algnpescador desesperado haba dado susperlas a la iglesia. Cuando terminaba la

  • compra ellos se quedaban solos y susdedos jugueteaban incansables con lasperlas, deseando poder ser sus dueos.Porque no haba en realidad muchoscompradores, sino uno solo, y todosellos eran sus agentes, en oficinasseparadas para dar apariencia decompetencia. Lleg la noticia a estoshombres y su ojos se nublaron, susdedos sintieron extraa quemazn y cadauno pens que el patrn no vivirasiempre y alguno tendra que sucederle.Y todos empezaron a calcular el capitalnecesario para instalarse.

    Toda clase de gente empez ainteresarse por Kino, gente con cosas

  • que vender y gente con favores quepedir. Kino haba encontrado la Perladel Mundo. La esencia de la perla secombin con la esencia de los hombresy de la reaccin precipit un curiosoresiduo oscuro. Todo el mundo se sintintimamente ligado a la perla de Kino, ysta entr a formar parte de los sueos,las especulaciones, los proyectos, losplanes, los frutos, los deseos, lasnecesidades, las pasiones y los viciosde todos y de cada uno, y slo unapersona qued al margen: Kino, con locual convirtise en el enemigo comn.

    La noticia despert algoinfinitamente negro y malvado en la

  • ciudad; el negro destilado era como elescorpin, como el hambre al olor de lacomida, o como la soledad cuando elamor se le niega. Las glndulasvenenosas de la ciudad empezaron asegregar su lquido mortfero y toda lapoblacin se inflam, infectada.

    Pero Kino y Juana no saban nada deesto. Como eran felices y estabanexcitados crean que todo el mundocomparta su alegra. En efecto, aspasaba con Juan Toms y Apolonia, yellos entraban tambin en el mundo.

    Por la tarde, cuando el sol remontlas montaas de la Pennsula parasepultarse en el mar abierto, Kino busc

  • cobijo en su casa y Juana con l.La casucha estaba atestada de

    vecinos. Kino tena la gran perla en lamano, como algo clido y vivo. Lamsica de la perla se haba unido con lade la familia de tal modo que unaembelleca a la otra. Los vecinosmiraban la perla que Kino sostena y sepreguntaban cmo poda un hombretener tanta suerte.

    Y Juan Toms, en cuclillas al ladoderecho de Kino pues era su hermano,pregunt:

    Qu vas a hacer ahora que eresrico?

    Kino mir su perla y Juana baj las

  • pestaas y se cubri el rostro con el chalpara que no se viese su excitacin. En lasuperficie iridiscente de la perla seformaban las imgenes que la mente deKino haba soado en el pretrito yhaba rechazado por imposibles. Vea aJuana, a Coyotito y a l mismo. Estabanante el altar y se casaban ahora quepodan pagarlo.

    Contest en voz baja:Nos casaremos en la iglesia.En la perla vea cmo iban vestidos:

    Juana con un chal muy tieso por lo nuevoy una nueva falda, bajo cuyo borde Kinopoda ver unos zapatos.

    Todo estaba en la perla, que brillaba

  • incesante con ricas imgenes deensueo. El tambin llevaba ropasnuevas, un sombrero mejor, no de pajasino de fieltro negro, y zapatos deciudad. Y Coyotito llevaba un traje azulde marino estadounidense y una gorrablanca como Kino haba visto una vez abordo de un yate de recreo en elestuario. Todo esto estaba en la perla, yKino sigui diciendo:

    Tendremos vestidos nuevos.La msica de la perla era ya en sus

    odos como un coro de trompetastriunfales.

    Luego fueron apareciendo en lacentelleante superficie gris de la joya

  • las cosas que Kino necesitaba: un arpnque sustituyera al perdido haca un ao,un arpn nuevo, de hierro, con una anillaal extremo de la barra; y su mente casino poda atreverse a soar tanto unrifle pero, por qu no, siendo tan rico?Y Kino se vio en la perla con unacarabina Winchester. Era el sueo msloco de su vida y el ms agradable.

    Sus labios vacilaban antes de darleforma audible:

    Un rifle declar. Puede queun rifle.

    El rifle echaba abajo todas lasbarreras. Era una verdaderaimposibilidad, y si poda pensar

  • tranquilamente en ello, horizontesenteros se disgregaban y se vea libre detoda atadura. Porque se dice que loshumanos no se satisfacen jams, que seles da una cosa y siempre quieren algoms. Y se dice esto con errneodesprecio, ya que es una de las mayoresvirtudes que tiene la especie y la que lahace superior a los animales que se danpor satisfechos con lo que tienen.

    Los vecinos, apretujados ysilenciosos dentro de la cabaa, asentana sus declaraciones fantsticas. Unhombre murmur:

    Un rifle. Tendr un rifle.La msica de la perla ensordeca a

  • Kino. Juana lo mir y sus ojos seadmiraban de su valor y su fantasa. Unafuerza elctrica le haba invadido en elmomento de descubrir la derrota de loshorizontes. En la perla vea a Coyotitosentado en un pupitre del colegio comoel que haba visto una vez a travs deuna puerta entreabierta. Coyotito vestachaqueta, cuello blanco y ancha corbatade seda. Ms an, Coyotito escribasobre un gran trozo de papel. Kino mira sus vecinos casi desafiador.

    Mi hijo ir a la escuela anunci, y todos quedaron fascinados.Juana detuvo el aliento, brillndole losojos mientras miraba a su marido y a

  • Coyotito en sus brazos para ver si podaser verdad lo dicho.

    El rostro de Kino brillaba, proftico.Mi hijo leer y abrir los libros, y

    escribir y lo har bien. Y mi hijo harnmeros, y todas esas cosas nos harnlibres porque l sabr, y por lsabremos nosotros.

    En la perla Kino se vea a s mismoy a Juana sentados junto al fuegomientras Coyotito lea un gran libro.

    Esto es lo que la perla har termin. Nunca haba pronunciado tantaspalabras seguidas. Y de pronto tuvomiedo de sus palabras. Su mano se cerrsobre la perla y rob su luz a todas las

  • miradas. Kino tena miedo como lo tienesiempre un hombre al decir:

    As ser sin saberlo a cienciacierta.

    Los vecinos saban ya que acababande presenciar algo maravilloso. Sabanque en adelante el tiempo se contara apartir de la perla y su hallazgo, y queeste momento sera discutido durantelargos aos. Si todo lo profetizado tenalugar, ellos relataran el aspecto deKino, sus palabras y el brillo de suspupilas, y diran: Era un hombretransfigurado. Algn poder le haba sidoimbuido. Ya veis en qu gran hombre seha convertido a partir de aquel

  • momento. Y yo lo vi.Y si los proyectos de Kino se

    reducan a la nada, los mismos vecinosdiran:

    As empez. Una estpida locura seapoder de l y le hizo decirinsensateces. Dios nos libre de cosasparecidas. S, Dios castig a Kino porsu rebelin contra el curso normal de lascosas. Ya veis en qu ha parado todo. Yyo mismo fui testigo del momento en queperdi la razn.

    Kino mir su puo cerrado y vio lascicatrices en los nudillos que habangolpeado la verja.

    Llegaba la noche. Juana envolvi a

  • su hijito en el chal, apoy su leve bultoen su cadera, fue al fogn, tom un tizn,coloc sobre l unas astillas y soplhasta obtener unas llamas que danzaroniluminando todos los rostros. Saban quedeban ir a preparar sus respectivascenas, pero se sentan reacios a salir.

    Ya estaban las tinieblas dentro de lacasa y el fuego de Juana dibujabasombras en las paredes de ramajecuando corri un murmullo de boca enboca:

    Viene el Padre, viene el prroco.Los hombres se descubrieron y se

    apartaron de la puerta, y las mujeresenvolvieron sus cabezas en los chales y

  • bajaron los ojos. Kino y su hermanoJuan Toms siguieron en pie. Entr elcura, un anciano canoso de cutismarchito y ojos llenos de juventud.Consideraba nios a aquella gente, ycomo a tales los trataba.

    Kino empez con dulzura. Tellamas como un gran hombre, como unPadre de la Iglesia. Sus palabrassonaban a bendicin. Tu homnimociviliz el desierto y pacific las mentesde tu pueblo no lo sabas? Est en loslibros.

    Kino mir rpidamente a la cabezade Coyotito, apoyada en el flanco deJuana. Algn da, pensaba, aquel

  • muchacho sabra qu cosas estaban enlos libros y qu cosas no. Ya no habamsica en el cerebro de Kino, peroahora lenta, delicadamente, empezaba asonar la meloda de aquella maana, lamsica del mal, del enemigo, pero muydbil. Y Kino mir a sus vecinos paraver quin poda haber trado tal msicaconsigo.

    Pero el sacerdote hablaba de nuevo.Me he enterado de que has

    encontrado una gran fortuna, una granperla.

    Kino abri su mano y la exhibi, y elcura aspir con fuerza al ver el tamao ybelleza de la perla. Luego dijo:

  • Espero que te acordars de dargracias, hijo mo, a Quien te haconcedido este tesoro, y que rogars suproteccin para el futuro.

    Kino inclin la cabeza torpemente, yfue Juana la que habl en voz baja:

    S, Padre. Y nos casaremos. Kinolo ha dicho.

    Mir a los vecinos buscando sutestimonio y ellos confirmaron suspalabras solemnemente.

    El cura contest:Es placentero ver que vuestros

    primeros pensamientos son tan buenos.Dios os bendiga, hijos mos yvolvise, se alej calladamente, y la

  • gente se apart para hacerle paso.Pero la mano de Kino se haba

    cerrado fuertemente sobre la perla ymiraba en torno suyo con desconfianza,porque la msica maldita estaba en susodos, intentando ahogar la de la perla.

    Los vecinos fueron escabullndosehacia sus hogares y Juana se acerc alfuego y puso a hervir la cazuela de barrollena de legumbres. Kino fue hasta lapuerta y se par en el umbral. Comosiempre, aspiraba el humo de muchosfuegos, vea las rutilantes estrellas ynotaba la humedad del aire nocturno quele haca envolverse mejor en su manta.

    El perro flaco acudi a l y se tendi

  • a sus pies. Kino baj la vista al suelopero no lo vio. Al traspasar los lejanoshorizontes haba entrado en un vastopramo de soledad. Se sentadesamparado y aislado, y le pareca quelos chirriantes grillos y las ruidosasranas entonaban la meloda del mal. Seestremeci y trat de envolverse mejoren la manta. Llevaba todava la perla enla mano, oprimindola con fuerza, y lasenta clida, suave, contra su piel.

    Tras l oa a Juana amasando lastortas antes de depositarlas en la bateadel horno. Kino apreciaba detrs de stodo el calor y toda la seguridad de sufamilia y oa la Cancin Familiar como

  • el runruneo de un gato casero.Pero ahora, al anunciar cmo sera

    su futuro, lo haba creado. Un proyectoes algo real, y las cosas proyectadas soncomo experimentadas ya. Un proyecto,una vez ideado y trazado se hacerealidad, indestructible pero propicia aser atacada. De este modo era real elfuturo de Kino, pero desde el momentoen que qued plantado haban surgidootras fuerzas con el propsito dedestruirlo, y esto lo saba l muy bien,de tal modo que ya se preparaba arechazar los ataques. Tambin saba quelos dioses no gustan de los proyectoshumanos, y que odian el xito si no tiene

  • lugar por mero accidente. Saba que losdioses se vengan de un hombre cuandotriunfa por sus propios mritos, y enconsecuencia Kino tema a losproyectos, mas habiendo esbozado unoya no poda anularlo. Para rechazar losataques, Kino empezaba a envolverse enun duro caparazn que lo aislara delmundo. Sus ojos y su cerebropaladeaban el peligro antes de quehubiese aparecido.

    Desde la puerta vio cmo seacercaban dos hombres; uno de ellosllevaba una linterna que iluminaba laspiernas de ambos. Atravesaron la puertadel cercado y se acercaron a la choza.

  • No tard en ver que uno era el doctor yel otro el criado que habla abierto laverja por la maana. Los nudillosdestrozados de la mano derecha de Kinoparecan abrasarle al descubrir dequines se trataba.

    El doctor empez:No estaba en casa cuando

    vinisteis esta maana. Pero ahora, a laprimera oportunidad, he acudido a ver alpequeo.

    Kino sigui obstruyendo la puerta,llenos los ojos de odio y furor, pero a lavez de miedo, pues los cientos de aosde dominacin haban calado muy hondoen su espritu.

  • El nio est ya casi bien contest con sequedad.

    El doctor sonri, pero en sus ojossaltones no haba sonrisa.

    A veces, amigo mo arguy,la picadura de escorpin tiene uncurioso efecto. Se produce una aparentemejora, y luego, sin previo aviso, puf!

    Uni los labios y simul unapequea explosin para indicar lorpido del accidente, y movi su maletnnegro de doctor para que la luz de lalmpara lo iluminara, pues saba que laraza de Kino tena gran respeto por lasherramientas de cualquier ndole.

    A veces sigui en tono melifluo

  • , a veces el resultado es una piernaparaltica o una espalda corcovada. Oh,yo conozco bien la picadura delescorpin, amigo mo, y s curarla.

    Kino segua sintiendo rabia y odiojunto con infinito terror. El nada saba, yquizs el doctor si. Y no poda correr elalbur de oponer su cierta ignoranciacontra la posible sabidura de aquelhombre. Haba cado en la trampa enque caa siempre su pueblo, comosucedera hasta que, como l habadicho, pudieran estar seguros de que lascosas de los libros estabanverdaderamente en ellos. No poda jugaral azar con la vida o la salud de

  • Coyotito. Se hizo a un lado y dej que eldoctor y su criado entrasen en la cabaa.

    Juana se apart del fuego y se echatrs al verlos entrar, cubri el rostro desu hijo con el chal y al extender eldoctor su mano, abraz con fuerza a lacriatura y mir a Kino, sobre cuyo rostroel fuego haca danzar movibles sombras.

    Kino asinti con un gesto, y sloentonces dej ella que el doctor cogieraal pequeo.

    Levanta la luz orden elmdico, y cuando el criado obedeci,mir un momento la herida en el hombroinfantil. Medit unos momentos y luegolevant el prpado del nio para mirar

  • el globo del ojo. Movi la cabeza congesto de aprobacin mientras Coyotitose debata en sus brazos.

    Es como supona declar. Elveneno ya est dentro y no tardar endescargar su golpe mortal. Mira! volvi a levantar el prpado. Mira, esazul.

    Y Kino, que miraba lleno deansiedad, vio que efectivamente, era unpoco azul. No recordaba si siemprehaba sido un poco azul. Pero la trampaestaba ante l y no poda orillarla.

    Los ojuelos del doctor rezumabanhumedad.

    Le dar algo que tal vez anule el

  • veneno anunci. Y devolvi el nio aKino.

    Luego sac de su maletn unfrasquito de polvo blanco y una cpsulade gelatina. Llen la cpsula con unpoco de polvo y la cerr, envolvi staen otra mayor y la cerr tambin.Entonces actu con gran destreza. Volvia coger al nio y le tir del labio hastaque abri la boca. Sus dedos colocaronla cpsula en el fondo de la boca, sobrela lengua, de donde no poda escupirla,recogi del suelo la botella de pulque ydio un trago a Coyotito, y con esto diopor terminada su actuacin. Volvi amirar el ojo de la criatura, apret los

  • labios y simul meditar.Por fin entreg a Juana su hijo y se

    volvi a Kino.Creo que el veneno atacar dentro

    de una hora anunci. La medicinapuede salvar al pequeo, pero dentro deuna hora estar de vuelta. Tal vez est atiempo de salvarlo. Respir confuerza y sali de la choza, y su criado lesigui con la linterna.

    Ahora tena Juana al nio bajo suchal, y lo miraba con ansioso temor.Kino se le acerc, levant el borde delchal y lo mir. Adelant una mano paralevantarle el prpado y entonces se diocuenta de que segua llevando en ella la

  • perla. Fue hacia un arca colocada juntoa la pared, sac un trozo de tela,envolvi en ella la perla, se dirigi a unrincn, cav con las uas en el suelo,coloc la perla en el agujero, lo cubri ylo disimul. Entonces volvi junto aJuana, que acurrucada, no apartaba losojos de su hijo.

    El doctor, de vuelta en su casa, sedej caer en su silln y mir el reloj. Sufamilia le llev una frugal cena a basede chocolate, dulces y fruta, y l mir lacomida con desagrado.

    En las casas de los vecinos el mismotema segua dominando todas lasconversaciones. Se enseaban unos a

  • otros el tamao de la perla, y hacangestos acariciadores en el aire paraindicar su belleza. Desde ahoraespiaran muy de cerca a Juana y a Kinopara ver si la riqueza los volva locos,como suceda siempre. Todos saban porqu haba acudido el doctor.

    No era buen histrin y comprendanmuy bien su actitud.

    En el estuario una bandada depececillos corra veloz saltando decuando en cuando sobre las olas parahuir de otros mayores que pretendandevorarlos. Desde sus cabaas lospescadores oan el leve chapoteo en elagua de los pequeos y el fuerte rumor

  • de los saltos de los mayores durante lapersecucin. La niebla que brotaba delGolfo iba depositndose sobre matojosy cactus dejando en ellos gotas saladas.Y los ratones nocturnos se deslizabanpor el campo tratando de escapar a losmilanos que se les echaban encima enprofundo silencio.

    El peludo can de manchas ambarinassobre los ojos lleg a la puerta de Kinoy mir hacia el interior. Sacudi suscuartos traseros al mirarlo Kino y setumb perezoso cuando dej de sentirsus ojos sobre s. No entr en la casa,pero observ cmo devoraba Kino laslegumbres de la cazuela, acompaadas

  • de una torta de maz y de largos tragosde pulque.

    Kino termin su cena, y estabaliando un cigarrillo cuando Juana lollam con voz aguda:

    Kino.La mir, se levant y fue hacia ella

    porque vea el terror en su mirada. Sedetuvo a su lado y mir hacia abajo,pero la luz era demasiado escasa.

    Acerc unos leos al fuego para quelevantaran llama y entonces pudo ver lacara de Coyotito. La tena enrojecida,tragaba saliva con gran esfuerzo, peroalgo brotaba entre sus labios. Habaempezado el espasmo de los msculos

  • del estmago y el pobre nio padecamucho.

    Kino se arrodill al lado de suesposa.

    El doctor lo saba observ,pero pens para s que aquel polvoblanco era muy sospechoso. Juana sebalanceaba cantando la Cancin de laFamilia como si pudiera ahuyentar as elpeligro, y la criatura vomitaba sin cesarentre sus brazos. Kino dudaba y lamsica del mal ahogaba en su cabeza lacancin de Juana.

    El doctor acab su chocolate yrecogi los trocitos de pastel cados enel plato. Se limpi los dedos en una

  • servilleta, mir el reloj, se levant ytom su maletn.

    La noticia de la recada del niohaba llegado rpidamente a lascabaas, porque la enfermedad es,despus del hambre, el peor enemigo delos pobres. Y alguien coment:

    La suerte, ya veis, trae maloscompaeros.

    Todos se mostraron de acuerdo y seencaminaron a casa de Kino.

    Atravesaron las tinieblas envueltosen sus mantas hasta que llenaron denuevo la choza de Kino. En pie, loobservaban todo y hacan comentarios ala inoportunidad de tal desgracia en un

  • momento de alegra, diciendo:Todo est en manos de Dios.Las viejas se agachaban junto a

    Juana tratando de ayudarla o al menosde consolarla.

    Entonces apareci el doctor, seguidode su criado, y las viejas huyeron comogallinas asustadas. Tom al pequeo, loexamin y palp su cabeza.

    Ya ha actuado el veneno anunci. Creo que puedo vencerlo.Har todo lo posible. Pidi agua, y enla taza verti tres gotas de amonaco,abri la boca al nio y le oblig a beber.El joven paciente se estremeci yescupi rechazando el tratamiento y

  • Juana lo mir con ojos de terror. Eldoctor hablaba sin parar Es una suerteque yo conozca el veneno del escorpin,o de otro modo se encogi dehombros pasando por alto lo quepudiera haber ocurrido.

    Pero Kino tena sospechas y nopoda apartar la vista del maletn abiertodel doctor, y en l el frasco de polvoblanco. Gradualmente los espasmos seredujeron y el pequeo relaj susmsculos, suspir profundamente y sedurmi, cansado de vomitar.

    El doctor lo devolvi a los brazosde Juana.

    Ahora se pondr bueno asegur

  • . He ganado la batalla. Y Juana locontempl con adoracin.

    El doctor cerraba ya su maletn.Cundo creis que podris

    pagarme estas visitas? inquiri condulzura.

    Cuando haya vendido mi perla lepagar declar Kino.

    Tienes una perla? Una buenaperla? pregunt el doctor con inters.

    Y entonces el coro de vecinosprorrumpi al unsono:

    Ha encontrado la Perla del Mundoy unieron los pulgares a los ndicespara indicar su tamao.

    Kino va a ser rico exclamaron

  • . Es una perla como no se ha vistootra igual.

    El doctor pareca sorprendido.No me haba enterado. Guardas

    esa perla en lugar seguro? No quieresque te la guarde en mi caja de caudales?

    Los ojos de Kino casi habandesaparecido y la piel de sus mejillasestaba tensa.

    La tengo bien guardada contest. Maana la vender y entonces lepagar.

    El doctor se encogi de hombrospero sus ojos no se separaron de los deKino. Saba que la perla, tena que estarescondida en la casa y supona que Kino

  • haba de mirar hacia el sitio en que lahaba enterrado.

    Sera una irrisin que te robasenantes de que pudieras venderla insisti el doctor, y vio que los ojos deKino se volvan involuntariamente haciael suelo cerca del rincn extremo de lacabaa.

    Cuando se hubo marchado el mdicoy todos los vecinos hubieron vuelto asus hogares a regaadientes, Kino seacurruc junto a las brasas del fogn yescuch los ruidos nocturnos, el suaverodar de las olas en la playa y loslejanos ladridos de unos perros, elsilbido de la brisa entre las ramas del

  • tejado y las ahogadas conversaciones desus vecinos.

    Porque aquella gente no duerme todala noche; se despiertan a ratos, charlanun poquito y luego vuelven a dormirse.No haba pasado mucho tiempo cuandoKino se incorpor y fue hasta la puerta.

    Aspiraba los aromas de la brisa yescuchaba intentando captar algnextrao rumor de seres arrastrndose,porque la msica del mal llenaba sualma y tena miedo a la vez que furiacombativa. Despus de escudriar lanoche con sus cinco sentidos se dirigial rincn en que estaba enterrada laperla, la extrajo, la llev a su jergn y

  • baj ste cav otro agujero donde laguard.

    Juana, sentada junto al fuego, lomiraba con ojos interrogantes y al verleenterrar la perla, pregunt:

    A quin temes?Kino busc en su cerebro la

    verdadera respuesta y dijo al cabo:A todos y le pareci que su

    cuerpo se envolva en una dura coraza.Al cabo de un rato ambos yacan

    juntos sobre el jergn. Juana no habapuesto al pequeo en su cuna colgante,sino que lo tena en sus brazoscubrindole la cara con su chal Porfin se apag el ltimo destello del hogar.

  • Pero el cerebro de Kino arda andurante el sueo, y soaba que Coyotitosaba leer en un libro grande como unacasa, con letras del tamao de perros, ylas palabras galopaban y danzaban portodo el libro. Luego la oscuridad seextendi sobre la pgina y con ellavolvi otra vez la msica maldita y Kinose agit en su lecho. Al sentir suagitacin, Juana abri los ojos en lastinieblas. Entonces se despert l,ensordecido por la msica del mal, ysigui tumbado con los odos alerta.

    En este momento, del rincn les vinoun leve rumor que poda ser simpleilusin, un movimiento furtivo, el roce

  • de un pie sobre la tierra o el susurrocasi inaudible de una respiracin. Kinocontuvo la suya para escuchar y se diocuenta de que el maligno ser que habaentrado en su casa la contena tambinpara escuchar. Durante un rato no leslleg sonido alguno de aquel rincn dela cabaa. Kino lleg a pensar que habasoado en aquel ruido, pero la mano deJuana subi por su hombro comoavisndole, y entonces oy de nuevo elrumor de unos pies sobre la tierra y unasuas escarbando en el suelo.

    Un furor salvaje llen el pecho deKino, su mano busc entre las ropas sucuchillo y salt como un gato rabioso,

  • buscando a tientas al intruso queocupaba aquel rincn de su casa. Toctela, le dirigi un golpe con su cuchillo ylo err, descarg otro, y entonces sucabeza pareci estallar de dolor y vioextraas lucecitas. Algo se escurrivelozmente por el umbral, se oyeronpasos precipitados, y luego silencio.

    Kino notaba que por la frente lecorra la sangre y oa a Juanallamndolo:

    Kino, Kino! Y su voz estaballena de terror.

    Volvi a sentirse sereno con lamisma rapidez con que se habaenfurecido y contest:

  • Estoy bien. Ya se ha ido.Volvi a su lecho. Juana encenda ya

    el fuego. En las cenizas calientesprendi una ramita, inflam un poco depaja y cortezas y consigui que unadbil luz azul llenara la cabaa.Entonces de un lugar escondido sac unavela bendita, la encendi y la puso enpie sobre una piedra. Actuabarpidamente, musitando algo mientras semova. Humedeci el borde de su chal ylav la sangre de la frente de Kino.

    No es nada protest l, pero suvoz era spera y su alma estaba llena deodio.

    La tensin nerviosa que haba ido

  • acumulndose en el espritu de Juanabrot de pronto hirviente en lasuperficie.

    Esto es algo maldito grit confrenes. Esta perla es pecado! Nosdestruir y su voz tena registros muyagudos. Trala, Kino, o djameromperla entre dos piedras.Enterrmosla y olvidemos el sitio.Devulvela al mar. Nos ha trado el mal.Kino, esposo mo, nos destruir. A laluz de la vela sus ojos y sus labiostemblaban de miedo.

    Pero el rostro de Kino, su mente y suvoluntad eran ya inconmovibles.

    Es nuestra nica oportunidad

  • contest. Nuestro hijo debe ir a laescuela. Debe romper la trampa que nosahoga.

    Nos destruir sigui gimiendoJuana. Y a nuestro hijo tambin.

    Calla orden Kino. No digasms. Por la maana venderemos la perlay entonces el mal se habr ido y quedarel bien. Ahora calla, mujer.

    Sus ojos contemplaban el fuego yentonces se dio cuenta que tena elcuchillo en la mano. Lo levant y vio lahoja de acero manchada de sangre.

    Hizo un gesto como para limpiarlaen sus pantalones pero luego lo clav entierra y as qued limpio.

  • Gallos lejanos empezaron a cantar yun aire nuevo anunci la aurora. Elviento del amanecer rizaba las aguas delestuario y suspiraba bajo los mangles.El golpeteo de las olas sobre la arenahaba cobrado mayor fuerza.

    Kino levant el jergn, descubri superla y la puso ante s paracontemplarla. Y su belleza, reluciente ala luz de la vacilante buja, fascin sucerebro. Era tan hermosa, tan suave, tanmusical, una msica de delicadapromesa, garanta del futuro, lacomodidad, la seguridad Su clidaluminiscencia era un antdoto a laenfermedad y un muro frente a la insidia.

  • Era una puerta que se cerraba sobre elhambre. Mientras la miraba, los ojos deKino se dulcificaban y su rostro perdarigidez. Vea la imagen de la perla, y oade nuevo la hermosa msica del fondodel mar, de las luces verdes de laspraderas submarinas. Juana, mirndolo ahurtadillas, lo vio sonrer. Y como eranuna sola persona y una sola voluntad,ella sonri con l.

    El da empezaba lleno deesperanzas.

  • IV

    Es maravilloso el modo con que unapequea ciudad mantiene el dominio des misma y de todas sus unidadesconstitutivas. Si uno cualquiera de sushombres, mujeres o nios acta y seconduce dentro de las normaspreestablecidas, sin quebrantar muros nidiferir con nadie, no hace arriesgadasexperiencias en ningn sentido; noenloquece ni pone en peligro laestabilidad y la paz espiritual de laciudad, entonces tal unidad puededesaparecer sin que vuelva a orse nada

  • de ella. Pero en cuanto un hombre seaparta un poco de los caminostradicionales, los nervios de toda lacomunidad se estremecen y ponen encontacto estrecho a todas las demsclulas.

    As, en La Paz se supo a primerashoras de la maana que Kino iba avender su perla aquel da. Se saba yaentre vecinos del casero pescador, entrelos mercaderes del barrio oriental, y enla iglesia, porque los monaguilloshaban llevado la nueva. Hasta lasmonjas que se amontonaban en lasgradas de la capilla. La mayora de lostraficantes de perlas lo saban tambin, y

  • al llegar el da, cada uno de ellos estabasentado frente a su bandejita forrada deterciopelo negro, acariciando perlas conla yema de los dedos y haciendonmeros mentalmente. Se supona quelos compradores de perlas eranindividuos que actuaban aisladamente,compitiendo en la adquisicin de lasperlas que los pescadores les llevaban.Hubo un tiempo en que era as, peroaquel mtodo resultaba absurdo ya que amenudo, en la excitacin por arrebataruna buena perla a los competidores, sehaba llegado a ofrecer preciosdemasiados elevados. Estaextravagancia no poda tolerarse, y

  • ahora slo haba un comprador conmuchas manos, y los hombres que en susoficinas esperaban a Kino saban quprecio haban de ofrecer, cunto debanregatear y qu mtodo tena quedesarrollar cada uno. Y aunque losbeneficios de tales individuos nosuperaban nunca sus sueldos, loscompradores de perlas estabanexcitados, porque en la caza siempre hayexcitacin y su caza era la del precioms bajo posible. Todo hombre tiene enel mundo como funcin el ejercicio desus habilidades, y nadie deja de hacercuanto puede en este terreno, sinreferencia alguna a sus opiniones

  • personales. Totalmente al margen decualquier recompensa que pudieranconseguir, de cualquier palabra deencomio, de cualquier ascenso, uncomprador de perlas era un compradorde perlas y el ms feliz y ms hbil detodos el que adquiriese a precio msbajo.

    El sol estaba aquella maana al rojoblanco, arrebatando la humedad al Golfoy al estuario y esparcindola por el aire,hacindolo vibrar y descomponiendo lavisin. Al norte de la villa se vea en elhorizonte una montaa que se hallaba ams de doscientas millas de distancia,con sus laderas cubiertas de pinares y

  • una recia cima rocosa coronando loslmites de la arboleda.

    Aquella maana las canoas seguanalineadas sobre la playa; los pescadoresno salan en busca de perlas porque ibana suceder muchas cosas dignas de versecuando Kino fuese a vender la granperla. En las chozas de ramas, losvecinos de Kino seguan sentados frentea sus desayunos hablando de lo queharan de ser ellos los dueos de laperla.

    Uno deca que se la regalara alSanto Padre de Roma, otro que pagaramisas por las almas de su familiadurante mil aos, otro opinaba que lo

  • mejor fuera distribuir el dinero entre losnecesitados de La Paz, y un cuartodefenda que de todas las cosas buenas ahacer con el precio de la perla, ningunacomo la caridad a manos llenas. Todosdeseaban que la sbita riqueza noenloqueciera a Kino, no hiciera de l unverdadero rico, no lo sumergiera en todala maldad del orgullo, el odio y lafrialdad. Kino era querido de todos;sera doloroso que la perla lo echase aperder. Es tan buena la pobre Juanadecan y Coyotito, y los quevengan. Sera doloroso que la perla losaniquilase.

    Para Kino y Juana era aqulla la

  • maana ms grande de sus vidas,comparable tan slo al da delnacimiento del nio. Este iba a ser el dadel que todos los dems dependiesen.

    Diran: Eso fue dos aos antes deque vendisemos la perla o: Seissemanas despus de la venta de laperla.

    Juana, cuando pensaba en esto,olvidaba todos sus temores. Visti aCoyotito con las ropas que le habapreparado para el bautismo, en esperade tener dinero para la ceremonia. Yella se pein sus guedejas negras, atsus extremos con dos cintas rojas y sepuso la falda y el corpio que tena

  • confeccionado para la boda. El solestaba a media altura cuando estuvieronlistos. Las ropas de Kino, muy radas,estaban por lo menos limpias, y adems,era el ltimo da que vestira deharapos. Porque al siguiente, o aquellamisma tarde, tendra ropa nueva.

    Los vecinos, espiando la puerta deKino por las rendijas de las paredes desus casas estaban dispuestos tambin.No era por ostentacin por lo queacompaaban a Kino y a Juana a laventa de la perla. Era un momento deexpectacin, histrico, y estaran locossi no fuesen. Incluso sera un gestoinamistoso.

  • Juana se puso el chal con esmero,dej bajo su brazo derecho uno de losextremos y lo recogi con la mano,formando una bolsa en la que coloc aCoyotito con la cabeza fuera para quepudiese verlo todo y tal vez recordar.

    Kino se puso su ancho sombrero depaja y comprob con la mano que lollevaba airosamente, no como un hombredescuidado e inexperto, ni tampococomo lo llevara un anciano, sino unpoco echado hacia adelante para denotaragresividad, formalidad y vigor. Puedenadivinarse muchas cosas en la posicinde un sombrero en la cabeza de unhombre. Kino se calz sus sandalias y se

  • las at a los tobillos. Envolvi la perlaen un trozo de piel de gamuza y elpaquetito lo introdujo en una cartera decuero que coloc con cuidado en unbolsillo de su camisa. Dobl concuidado su manta y la colg de suhombro izquierdo. Estaban dispuestos.Kino sali con aire digno de la casa,siguindole Juana con Coyotito. Ycuando echaron a andar por el senderohacia la ciudad, los vecinos se lesunieron. Las casas vomitaban personas,las puertas hervan de chiquillos. Maspor la seriedad del caso, slo un hombrecaminaba junto a Kino, y era suhermano, Juan Toms.

  • Juan Toms trataba de prevenirlo.Debes tener cuidado de que no te

    estafen le advirti.Mucho cuidado convino Kino.No sabemos qu precios se pagan

    en otras partes sigui hablando JuanToms. Cmo sabremos que nosofrecen una cantidad razonable sidesconocemos lo que el traficanteobtiene en otros sitios?

    Eso es verdad dijo Kinopero cmo vamos a saberlo? Estamosaqu, no all.

    Mientras se dirigan a la ciudad lamuchedumbre se agolpaba tras ellos, yJuan Toms, de puro nerviosismo, no

  • poda callarse.Antes de que nacieras, Kino le

    deca, los viejos idearon un sistemapara obtener ms dinero con sus perlas.Se les ocurri que sera mejor tener unagente que llevara las perlas a la capitaly las diera, cobrndose una comisinpor su trabajo.

    Kino asinti.Lo s -declar. Era una buena

    idea.De modo que buscaron a un

    hombre, le dieron las perlas y loenviaron.

    Nunca ms se volvi a or hablarde l y las perlas desaparecieron.

  • Buscaron otro agente y desaparecidel mismo modo. Entonces olvidaron elproyecto y regresaron al viejo caminotrillado.

    S confirm Kino. He odo anuestro padre explicarlo. Era una buenaidea, pero iba contra la religin, segndice el cura. La prdida de las perlasera el castigo contra los que querantraicionar a su patria chica. El Padreasegura que cada hombre y cada mujerson como un soldado que Dios colocapara custodiar una parte de la fortalezadel Universo. Unos estn en las murallasy otros en el interior del castillo, perotodos han de ser fieles a su puesto de

  • centinela, sin abandonarlo nunca, o de locontrario el castillo quedara expuesto alos asaltos del Infierno.

    He odo ese sermn comentJuan Toms. Lo predica cada ao.

    Los hermanos, mientras caminaban,semicerraban los ojos para mirar a todaspartes con disimulo, tal como susabuelos y bisabuelos haban hechodurante cuatrocientos aos desde el daen que llegaron los extranjeros con suautoridad, su plvora y sus sermones.Durante los cuatrocientos aos loscompatriotas de Kino slo habanpodido aprender un medio de defensa:semicerrar los ojos, apretar los labios y

  • sumirse en una actitud distante y altiva.Era como edificar una pared en su tomo,pared que los aislaba totalmente.

    La procesin era solemne, imbuidade la importancia del momento, y el nioque manifestaba tendencia a patalear,chillar, llorar o hacer travesuras, erareducido al silencio por sus mayores.Era un da tan importante que un ancianoiba con ellos a hombros de su sobrino.La procesin dej atrs la aldehuela yentr en la ciudad encalada cuyas calleseran relativamente anchas con estrechasaceras frente a los edificios. Y como lavez anterior, al pasar frente a la iglesiase les unieron los mendigos, los

  • tenderos se asomaron a verlos pasar, lastabernuchas perdieron momentneamentesus asiduos y algunos mercaderescerraron sus locales para marchar con elgrupo. El sol daba de lleno en las callesy todo guijarro tena su propia sombrabien marcada.

    La noticia del avance de laprocesin se adelantaba a sta y en susoscuros tabucos los compradores deperlas estaban ya rgidos y en actitud dealerta.

    Sacaron papeles para poder simularactividad a la llegada de Kino yguardaron las perlas en los cajones,porque no es buena cosa dejar ver una

  • perla inferior junto a una belleza. Yaestaban ellos enterados de lamagnificencia de la perla de Kino. Lastiendas de estos especuladores estabantodas en una misma callejuela, con susventanas enrejadas y con celosas demadera para que slo entrara un poquitode luz exterior.

    En una de ellas esperaba sentado unhombre corpulento. Su fisonoma erapaternal y bondadosa y en sus ojosbrillaban los ms amistosossentimientos. Era un repartidor debuenos das, un ceremoniosoestrechador de manos, un hombredivertido que siempre tena un chiste a

  • punto sin que ello le impidiera llegar enun instante a la tristeza ms honda alrecordar el fallecimiento de la ta delinterlocutor, con ojosenternecedoramente hmedos. Aquellamaana haba colocado en su mesa unjarrn con una flor, un hibisco escarlata,junto a la bandejita negra de terciopelo.Se haba afeitado hasta no dejar ms quela mancha azulada de la barba sobre elcutis, sus manos estaban limpias y susuas recortadas.

    Tena abierta la puerta y tarareabauna cancioncilla mientras con los dedosde la mano derecha haca desaparecer yaparecer de nuevo una moneda, con

  • hbil truco de prestidigitador. Pero nomiraba sus rpidos dedos; la accin eramecnica, precisa, mientras el hombrecanturreaba y miraba la puerta abierta.Oy el rumor de muchos pasosaproximndose y sus dedos aumentaronla velocidad del juego, y cuando lafigura de Kino llen el umbral, lamoneda desapareci con un destellofinal.

    Buenos das, amigo mo exclam el enorme individuo. En qupuedo ayudarte?

    Kino se esforzaba por adaptar suvista a la oscuridad de la estancia,cegado como estaba por el resplandor

  • exterior. Los ojos del especulador tenanahora una mirada firme y cruel como lade un halcn, mientras el resto de surostro sonrea con toda cordialidad. Ydisimuladamente, bajo la tapa de lamesa, su mano derecha segua haciendoel juego de prestidigitacin.

    Tengo una perla declar Kino, yJuan Toms apoy sus palabras con ungruido. Los vecinos se agolpaban en lapuerta y unos cuantos nios habanseencaramado en la verja de la ventana.

    Una perla repiti el mercader. Hay veces que un hombre me traeuna docena. Bien, veamos tu perla. Lavaloraremos y se te dar el mejor precio

  • posible. Sus dedos movan la monedaa velocidad vertiginosa.

    Kino actuaba por instinto del modoms teatral posible. Sac lentamente lacarterita de cuero, tom de ella el trozode gamuza y dej que la gran perlarodase sobre el negro terciopelo, einmediatamente mir el rostro que tenaante s. Pero all no haba signo nimovimiento alguno, el rostro no cambi,mas la mano que jugueteaba ocultaperdi su precisin, la moneda tropezcon un dedo y cay sin ruido sobre elregazo del hombre. La mano se crispbajo el borde de la mesa, y cuando salide su escondite, el ndice acarici

  • tembloroso la gran perla. Luego, con laayuda del pulgar, la levant hasta losojos hacindola centellear en el aire.

    Kino contena la respiracin, ytambin sus vecinos, toda la multitudhacia comentarios en voz baja.

    Est observndola todava nose ha hablado del precio.

    La mano del traficante habaadquirido de pronto vigorosapersonalidad.

    Sopesaba la gran perla, la dejabacaer sobre la bandejita y el ndice laoprima con fuerza y pareca insultarlamientras que por el rostro del mercadervagaba una triste y desdeosa sonrisa.

  • Lo siento, amigo mo habl porfin, elevando los hombros para indicarque de la desgracia no era lresponsable.

    Es una perla de gran valor dijoKino.

    Los dedos del traficante siguieronjugando con la perla hacindola corrersobre el terciopelo y rebotar en losbordes de la bandeja.

    Esta perla es demasiado grandeexplic. Quin va a querercomprarla?

    No hay mercado para cosas as. Nopasa de ser una curiosidad. Lo siento;creas que era algo de valor, pero ya ves

  • que slo es una curiosidad.Kino estaba perplejo y aturdido.Es la Perla del Mundo protest

    . Nadie ha visto nunca otra igual.Sufres un error insisti el otro

    . Es grande y fea. Como curiosidadpuede tener inters; acaso un museo laexhibir junto a una coleccin de fsilesmarinos. Yo slo podra darte mil pesos.

    El rostro de Kino se ensombreci yse hizo amenazador.

    Vale cincuenta mil contest yusted lo sabe. Lo que quiere esestafarme.

    Se oy un fuerte murmullo entre lamultitud al circular por ella el precio

  • ofrecido, y el traficante sinti un pocode miedo.

    No me culpis a m suplic.No soy ms que un tasador. Preguntad alos otros. Id a sus oficinas y enseadlesla perla o mejor, hacedles venir aqu,para que veis que no os engao.Muchacho llam, y cuando su criadoapareci en la puerta de la trastienda, leorden: Ve a casa de tal, de tal otro, yde tal otro. Diles que se pasen por aquy no les expliques el motivo. Solamenteque me gustara verlos. Su manoderecha volvi a desaparecer bajo lamesa con otra moneda que empez asaltar de nudillo en nudillo con

  • vertiginosa rapidez.Los amigos de Kino hablaban con

    volubilidad. Haban temido quesucediera una cosa as. La perla eragrande pero tena un extrao tinte, quedesde el principio les haba inquietado.Y, despus de todo, mil pesos no erannada despreciable. Eran una riquezarelativa para un hombre que no poseanada.

    Supongamos que Kino los aceptara;al fin y al cabo el da antes estaba en lamiseria.

    Pero Kino haba endurecido suespritu y sus pensamientos. Senta elroce del destino, se crea rodeado de un

  • crculo de lobos famlicos, oa el vuelolgubre de voraces buitres sobre sucabeza. Senta el hielo maligno en tornosuyo y se senta inerme, indefenso. Ensus odos ruga la msica del mal, ysobre el terciopelo centelleaba la perla,de la que el tasador no poda apartar losojos.

    Los curiosos agolpados en la entradase apartaron para dejar pasar a los trescompradores de perlas. Se haba hechoel silencio, pues nadie quera perderseuna palabra, un gesto o una expresin.Kino callaba y observaba.

    Sintiendo una leve presin en suespalda, se volvi para encontrarse con

  • los ojos de Juana, que le devolvieron lasfuerzas.

    Los recin llegados no se mirabanuno al otro ni tampoco a la perla. Eldueo del local habl as:

    He fijado un precio a esta perla yel dueo no lo halla justo. Voy a pedirlesque la examinen y hagan una oferta.Fjate indic a Kino que no hemencionado cul era el precio.

    El primero de los convocados, secoy estirado, pareci ver la perla porprimera vez en aquel instante. La cogi,la hizo girar entre ndice y pulgar y laarroj con desprecio sobre la bandeja.

    No me incluyis en la discusin

  • exclam. No voy a hacer ofertaalguna. Me niego. Esto no es una perla;es una monstruosidad y sus labios securvaron desdeosamente.

    El segundo, un hombrecillo detmidos modales y voz muy aguda latom a su vez y la examin con grancuidado. Sac una lupa de su bolsillo yse vali de ella para estudiar la perla.Empez a rer suavemente.

    Hay perlas falsas mejores questa declar Conozco bien estascosas.

    Es blanda y yesosa, perder elcolorido y desaparecer dentro de pocosmeses. Mira ofreci la lupa a Kino

  • indicndole cmo haba de usarla, yKino, que nunca haba visto con aumentola superficie de una perla, quedperplejo ante el aspecto extraamenterugoso de aqulla.

    El tercero la arrebat de manos delpescador.

    A uno de mis clientes le gustanestas cosas le dijo. Te ofrezcoquinientos pesos y tal vez puedavendrsela por seiscientos.

    Kino volvi a apoderarse de laperla, la envolvi en la gamuza y laguard en su pecho.

    Entonces intervino el hombresentado detrs de la mesa.

  • Soy un loco, bien lo s, peromantengo mi primera oferta. Sigoofreciendo mil pesos. Qu haces? pregunt al ver a Kino guardarse laperla.

    Esto es una estafa grit Kinocon fuerza. Mi perla no se vende aqu.Voy a tener que ir a la capital.

    Los compradores se miraron unos aotros. Se dieron cuenta de que habanido demasiado lejos; saban que se lesreira severamente por su fracaso, y enun esfuerzo el que haba pujado ms altopropuso:

    Podra llegar hasta mil quinientos.Pero Kino se abra paso entre la

  • multitud. Las voces llegaban a l muydebilitadas, pues la sangre rabiosa leensordeca. Se alej a grandes zancadas,y Juana lo sigui, corriendo.

    Al caer la noche los vecinos en suschozas comentaban entre bocado ybocado el gran tema de aquella maana.No tenan certeza de nada; les parecauna perla maravillosa, pero en realidadnunca las haban visto de aquellaespecie, y sin duda los traficantessabran ms de perlas que ellos.

    Y es muy significativo repetan que los compradores no discutieronentre s.

    Todos saban que la perla no vala

  • nada.Pero, y si lo hubiesen preparado

    de antemano?Si es as, toda nuestra vida hemos

    estado siendo estafados.Acaso arga uno, acaso

    habra sido mejor que Kino hubieseaceptado los mil quinientos pesos. Eramucho dinero, ms del que haba vistonunca. Puede que Kino fuese un loco.Supongamos que se fuera de veras a lacapital y no encontrase comprador parasu perla. No sobrevivira a una cosa as.

    Y ahora decan los temerosos, ahora que los haba desafiado, losespeculadores ya no querran tratar con

  • l. Podra ser que Kino se hubieracortado la retirada con su actitud.

    Otros oponan que Kino era unvaliente y que tena razn. De suvalenta todos podan sacar provecho.Estos estaban orgullosos de Kino.

    En su casa Kino yaca sobre sujergn, meditando. Haba enterrado laperla bajo una piedra del fogn y ahoramiraba los dibujos de la tela del colchnhasta que sus arrabescos le mareaban.Haba perdido un mundo para no ganarninguno, y tena miedo. Jams en toda suvida se haba alejado de su hogar. Leatemorizaba el monstruo desconocidoque llamaban la capital.

  • Se asentaba sobre el agua y entremontaas, a ms de mil millas de all,cada una de las cuales pareca unaamenaza. Pero Kino haba perdido sumundo y tena que trepar hasta otronuevo. Su sueo del futuro segua siendoreal e indestructible, haba dicho ir yesto haca tambin realidad la partida.Decidir marcharse y decirlo era comoestar a medio camino.

    Juana le vio enterrar la perla yestuvo observndole mientras lavaba aCoyotito y preparaba las tortas.

    Entr Juan Toms y se sent junto aKino, guardando silencio hasta que porfin Kino pregunt:

  • Qu otra cosa poda hacer? Sonunos estafadores.

    Juan Toms asinti con gravedad.Era el mayor y de l se aconsejabasiempre Kino.

    Es difcil dar consejo habl.Sabemos que nos vienen estafandodesde la cuna. Pero vamos viviendo.Has desafiado no slo a loscompradores de perlas, sino a laorganizacin entera de nuestra vida, ytemo por ti.

    Qu he de temer sino el hambre?pregunt Kino.

    Juan Toms no pareca conforme.Eso hemos de temerlo todos.

  • Pero, supongamos que no te equivocas,supongamos que tu perla es de granvalor crees que ya est todoresuelto?

    Qu quieres decir?No lo s repuso Juan Toms,

    pero temo por ti. Pones los pies enterreno desconocido y no tienes idea delcamino a seguir.

    Quiero irme. Irme muy pronto insisti Kino.

    S. Juan Toms estaba deacuerdo. Debes hacerlo, pero mepregunto si en la capital hallars algunadiferencia. Aqu tienes amigos y metienes a m, tu hermano. All nadie.

  • Qu puedo hacer? gimi Kino. Aqu no encuentro ms queinjusticia. Mi hijo debe tener unaoportunidad, y no quiero que ladestruyan. Mis amigos me ayudarn.

    Mientras no se ven con ello enpeligro o incomodidad corrigi JuanToms. Y se levant diciendo-: Ve conDios.

    Kino repiti:Ve con Dios y no levant la voz

    al decirlo, pues las palabras aquellas lehaban estremecido.

    Mucho despus de que Juan Tomsse hubiese marchado, Kino seguameditabundo. Le invada el letargo gris

  • de la desesperanza. Vea todos loscaminos cerrados y en su cabeza sonabala msica enemiga. Sus sentidos hervan,pero su cerebro se haca copartcipe dela vida externa a l, don particular de suraza. As, oa todos los rumores de lanoche, las quejas soolientas de lospjaros, la agona pasional de los gatos,el avance y retroceso de las olas sobrela playa y el susurro del viento. A suolfato llegaba el punzante olor de losresiduos vegetales abandonados por lamarea. Ante sus ojos tenaincesantemente el dibujo del colchnrecogiendo la luz de un leo quechisporroteaba.

  • Juana lo miraba preocupada, perosabiendo que le ayudara ms guardandosilencio y permaneciendo cerca de l. Yaunque ella tambin oa la Cancin delMal, luchaba contra ella canturreando lameloda familiar, tranquilizadora, cliday potica. Tena a Coyotito en los brazosy a l le cantaba para ahuyentar el mal, ysu voz casi derrotaba la amenaza delnegro espritu.

    Kino no se mova ni peda la cena.Ella saba que cuando la quisiera lapedirla. Sus ojos eran los de un poseso,y segua con atencin el vuelo en torno ala casa de una amenaza casimaterializada, el furtivo arrastrarse de

  • algo que acechaba su salida al exterioren tinieblas, algo sombro y terrorficopero que le llamaba, amenazndolo ydesafindolo. Su mano derecha buscbajo su camisa el cuchillo; sus ojosestaban abiertos; se puso en pie y fuehasta la puerta.

    Juana quera detenerlo; levant unamano y la boca se le abri en mudo gritode terror. Largamente mir Kino laoscuridad antes de perderse en ella.Juana oy el arrastrarse de sus pies, elrumor de la lucha, los sordos golpes.Permaneci helada de terror y al cabosus labios se entreabrieron como los deun gato, descubriendo su dentadura.

  • Dej a Coyotito en el suelo, tom unagran piedra del fogn y sali corriendo,pero ya era tarde.

    Kino estaba en el suelo, tratando deincorporarse, y no se vea a nadieprximo a l. Slo se oa el rumor delagua y el silbido del viento. Pero el malse hallaba all mismo, escondido entrelas matas del cercado, a la sombra de lacasa, entre los pliegues del airenocturno.

    Juana dej caer la piedra, rode aKino con sus brazos y le ayud alevantarse y entrar en la casa. Manabasangre de su pelo y en la mejilla tena unprofundo corte desde la oreja a la

  • barbilla. Kino slo estaba consciente amedias, y sacuda la cabeza de un lado aotro. Su camisa estaba desgarrada y suspantalones casi arrancados de la cintura.Juana le oblig a sentarse en el jergn yle limpi la sangre con su falda. Lellev un poco de pulque y despus dehaberlo bebido segua l sacudiendo lacabeza

    Quin? pregunt Juana.No lo s contest Kino. No

    pude verlo.Juana le lavaba ahora con agua el

    corte de la cara mientras l mirabafijamente ante s.

    Kino, esposo mo exclam ella

  • . Kino, me oyes?Te oigo contest l, con torpe

    lengua.Kino, esta perla est maldita.

    Destruymosla antes de que lo haga connosotros. Aplastmosla entre dospiedras. Arrojmosla al mar, a dondepertenece Esta maldita!

    Mientras ella hablaba la luz delhogar reluca en los ojos de Kino condestellos amenazadores.

    No contest. Luchar contratodo esto y ganar. Hemos deaprovechar nuestra nica oportunidad.Golpe el colchn con el puo. Nadienos arrebatar nuestra fortuna.

  • Su mirada se suaviz y apoy condulzura una mano en el hombro de Juana

    Creme le dijo. Soy unhombre. Y su rostro adquiriinteligente expresin. Por la maanatomaremos la canoa y primero por mar yluego por tierra, llegaremos a la capital,t y yo. No toleraremos que nos estafen.

    Soy un hombre.Kino dijo ella, tmidamente.

    Temo por ti. Pueden matarte.Devolvamos la perla al mar.

    S -rugi. Soy un hombre. Ella guard silencio, porque laentonacin de su voz era autoritaria.Durmamos un poco orden. A

  • primera hora partiremos. No tendrsmiedo de acompaarme?

    No, esposo mo.l la mir con ojos cariosos y le

    toc una mejilla.Durmamos un poco repiti.

  • VUna luna tarda se elev en el cieloantes del primer canto del gallo. Kinoabri los ojos en la oscuridad al sentirun movimiento junto a l, pero semantuvo inmvil. Sus ojos escudriaronlas tinieblas y a la plida luz lunar quese filtraba por la pared de ramaje viocmo Juana se levantaba despacio. Lavio ir hacia el fogn y apartar laspiedras sin ruido. Luego, como unasombra, se desliz hacia la puerta. Sedetuvo un momento junto a la cuna deCoyotito, se dibuj su figura en el

  • umbral, y desapareci.A Kino le ahogaba el furor. Se

    levant y la sigui tan silenciosamentecomo ella, oyendo sus rpidos pasoshaca la playa. La vio surgir ms all dela lnea de matorrales y avanzar insegurahacia la orilla. En aquel momento ella sedio cuenta de que la segua y empez acorrer. Su mano se alzaba para arrojarsu presa cuando l le alcanz la muecay le hizo soltar la perla. Le peg en lacara con el puo cerrado hacindolacaer sobre las piedras y la golpe con elpie en el costado. A la plida luz viocomo el agua la cubra parcialmentepegando la falda a sus piernas.

  • Kino la miraba enseando losdientes y silbando como una serpiente, yJuana le devolva la mirada sin denotartemor, como una oveja ante su matarife.Saba que haba muerte en l, y que todoestaba bien, ella lo haba aceptado, y nose resistira, ni siquiera protestara.Entonces la rabia se desvaneci en l yse vio sustituida por una agudasensacin de malestar y de disgusto. Seapart de ella y remont la playa haciael casero. Sus sentidos estabanembotados.

    Al or el ruido imprevisto empu elcuchillo, lo esgrimi contra la negrafigura apreciando el penetrar de la hoja

  • en la carne. Fue golpeado y cayo derodillas, recibi otro golpe y su espaldatoc el suelo. Dedos vidos registraronsus ropas nerviosamente, y la perla,escapndose de su mano entreabierta,rod hasta detenerse junto a un guijarrodel camino. La luz de la luna learrancaba dbiles destellos.

    Juana se incorpor sobre la orilladel mar. Le dolan cabeza y costado,pero no senta ira contra Kino. Habadicho: Soy un hombre, y estosignificaba algunas cosas para Juana.Significaba que era a medias loco y amedias dios, quera decir que Kino eracapaz de medir sus fuerzas con una

  • montaa o contra el mar. Juana, desde elinterior de su alma de mujer, saba quela montaa resistira impvida mientrasel hombre acabara quebrantado, quemar seguira su incansable oscilar y elhombre poda perecer ahogado. Y sinembargo, todo esto es lo que haca de lun hombre, medio loco y medio dios,Juana tena necesidad de un hombre, nopoda vivir sin un hombre. Aunque laaturdan tan profundas diferencias entrehombre y mujer, las conoca y las habaaceptado. Claro que lo seguira acualquier parte, sobre esto no cabaduda. A veces las cualidades femeninasde ella, razn, cautela, instinto de

  • conservacin, vencan la hombra deKino y salvaban la situacin. Se levantcon doloroso esfuerzo, hundi el huecode sus palmas en las olas y se lav elrostro con la picante agua salada.Despus ech a andar detrs de Kino.

    Una bandada de nubes multiformeshabase lanzado al cielo desde el sur. Laplida luna se ocultaba tras cada una deellas para volver a surgir y Juanacaminaba bajo una luz vacilante.Inclinaba la espalda dolorida y llevabala cabeza cada sobre el pecho.Atraves los chaparrales en medio de laoscuridad y al descubrirse otra vez laluna vio el centelleo de la perla junto a

  • una piedra del sendero. Se arrodill y larecogi y la luna volvi a ocultarse.Juana sigui de rodillas pensando siconvendra volver a la orilla y terminarsu trabajo, y mientras meditaba estovolvi la luz y vio frente a ella dosfiguras cadas. Salt adelante y vio queuno era Kino y el otro un desconocidocon la garganta seccionada y manandosangre a raudales.

    Kino se debata en el suelo, abiertoslos brazos como las alas de un pjaroabatido y de su boca sala unincoherente murmullo. En aquelmoment