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APLICACION DE LOS ENFOQUES NARRATIVO Y DE TERAPIA CENTRADA EN SOLUCIONES A LOS PROGRAMAS DE INTERVENCIÓN PSICOSOCIAL Juan Miguel de Pablo Urban. Psicólogo y Psicoterapeuta. Director del Area de Atención Familiar del Instituto de Formación Sistémica COOPERACION. (Dirección: c/ Rosadas, nº 27 11510-PUERTO REAL (Cádiz). Tfno.956834635 - e-mail: [email protected]) (Publicado en SYSTÉMICA, Nº 4-5. 1998) RESUMEN En el presente artículo se presentan aquellas aportaciones que permiten trasvasar algunas de las herramientas, técnicas y conceptos surgidos en los enfoques clínicos, especialmente en lo que a la intervención psicoterapéutica se refiere, al campo de la intervención psicosocial. Para ello, se describen en primer lugar algunos aspectos relacionados con el contexto de intervención, la demanda de los usuarios y el encuadre de trabajo en el ámbito psicosocial. En segundo lugar, cómo estos parámetros nos empujan a una seria reflexión y modificación de las fórmulas clásicamente empleadas en la intervención. Por último, se señalan unas líneas orientadoras para la planificación e implementación de programas de intervención en contextos no clínicos. La perspectiva empleada parte de las tesis socioconstruccionistas, y más concretamente del enfoque narrativo y de la óptica de la terapia breve centrada en soluciones. Palabras clave: Enfoque sistémico, intervención psicosocial, Construccionismo Social, terapia centrada en soluciones. 0. INTRODUCCIÓN El inmenso caudal de técnicas desarrolladas en el trabajo clínico ha sido, a menudo, desaprovechado en los programas empleados en la intervención psicosocial. A pesar de ello, la necesidad de encontrar fórmulas válidas que posibiliten trabajar desde el cambio de actitudes en grupos humanos nos permite retomar los modelos clínicos en un sugerente y atractivo camino en el que diseñar y afianzar otros modelos de trabajo grupal desde el ámbito psicosocial. Los modelos clínicos a los que se hace referencia, requieren ser adaptados a las características de los diversos grupos de usuarios que los servicios públicos atienden así como a los objetivos que se plantean conseguir. La investigación sobre aquellos factores psicosociales que, de una forma especialmente significativa, inciden en la promoción o mantenimiento de determinadas actitudes sociales (y que, curiosamente pero no casualmente, se alinean homeostáticamente para la pervivencia de la estructura del propio sistema social), nos permite desarrollar modelos de intervención grupal que posibiliten el contraste entre los objetivos individuales y las metas implícitas que el discurso social oficializado incluye.

LA APLICACION DE LOS ENFOQUES NARRATIVO Y DE TERAPIA CENTRADA EN SOLUCIONES A LOS PROGRAMAS DE INTERVENCIÓN PSICOSOCIAL

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Artículo publicado en la revista Systémica en 1998 por Juan Miguel de Pablo Urban.

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APLICACION DE LOS ENFOQUES NARRATIVO Y DE TERAPIA CENTRADA EN SOLUCIONES A LOS PROGRAMAS DE INTERVENCIÓN PSICOSOCIAL Juan Miguel de Pablo Urban. Psicólogo y Psicoterapeuta. Director del Area de Atención Familiar del Instituto de Formación Sistémica COOPERACION. (Dirección: c/ Rosadas, nº 27 11510-PUERTO REAL (Cádiz). Tfno.956834635 - e-mail: [email protected]) (Publicado en SYSTÉMICA, Nº 4-5. 1998) RESUMEN

En el presente artículo se presentan aquellas aportaciones que permiten trasvasar algunas de las herramientas, técnicas y conceptos surgidos en los enfoques clínicos, especialmente en lo que a la intervención psicoterapéutica se refiere, al campo de la intervención psicosocial. Para ello, se describen en primer lugar algunos aspectos relacionados con el contexto de intervención, la demanda de los usuarios y el encuadre de trabajo en el ámbito psicosocial. En segundo lugar, cómo estos parámetros nos empujan a una seria reflexión y modificación de las fórmulas clásicamente empleadas en la intervención. Por último, se señalan unas líneas orientadoras para la planificación e implementación de programas de intervención en contextos no clínicos.

La perspectiva empleada parte de las tesis socioconstruccionistas, y más concretamente del enfoque narrativo y de la óptica de la terapia breve centrada en soluciones. Palabras clave: Enfoque sistémico, intervención psicosocial, Construccionismo Social, terapia centrada en soluciones. 0. INTRODUCCIÓN

El inmenso caudal de técnicas desarrolladas en el trabajo clínico ha sido, a menudo, desaprovechado en los programas empleados en la intervención psicosocial. A pesar de ello, la necesidad de encontrar fórmulas válidas que posibiliten trabajar desde el cambio de actitudes en grupos humanos nos permite retomar los modelos clínicos en un sugerente y atractivo camino en el que diseñar y afianzar otros modelos de trabajo grupal desde el ámbito psicosocial.

Los modelos clínicos a los que se hace referencia, requieren ser adaptados a las características de los diversos grupos de usuarios que los servicios públicos atienden así como a los objetivos que se plantean conseguir.

La investigación sobre aquellos factores psicosociales que, de una forma especialmente significativa, inciden en la promoción o mantenimiento de determinadas actitudes sociales (y que, curiosamente pero no casualmente, se alinean homeostáticamente para la pervivencia de la estructura del propio sistema social), nos permite desarrollar modelos de intervención grupal que posibiliten el contraste entre los objetivos individuales y las metas implícitas que el discurso social oficializado incluye.

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Cada grupo social víctima de una desigualdad de oportunidades y, ante quienes se nos demanda una atención específica como personal técnico teóricamente especializado, nos supone un reto ineludible. Este es el caso del trabajo en los Servicios Sociales, en los gabinetes psicopedagógicos de la Escuela Pública, en las áreas de atención a la Infancia, de la prevención de drogodependencias, de la atención a desempleados, etc... Los demandantes de empleo, por ejemplo, muestran, tras una situación de paro de larga duración, especiales dificultades para la inserción en el mercado de trabajo. Esta situación se ve reforzada, de una parte por las características estructurales de nuestro sistema socioeconómico, y de otra, por la construcción de una realidad por parte del desempleado donde la pasividad, una deficiente cuando no inexistente orientación al logro y una autoimagen personal y profesional negativa, marcan las pautas de su relación con el mundo.

La utilización de estrategias que provienen de la práctica clínica, concretamente de las orientaciones sistémicas constructivistas de la terapia breve y particularmente del enfoque centrado en soluciones (De Shazer y O´Hanlon) en el trabajo de intervención psicosocial con grupos ha abierto novedosas perspectivas.

Vamos a desarrollar en el presente artículo, las premisas que podemos considerar válidas para ser trasvasadas a cualquier intervención grupal de corte psicosocial. Analizaremos la posición del operador psicosocial, las estrategias y técnicas utilizadas así como la importancia de los elementos sistémicos del grupo como red social sustitutiva y de referencia donde cada individuo puede contemplarse en el futuro. 1. ENFOQUES CLÍNICOS Y ENFOQUES PSICOSOCIALES: UNA HISTORIA DE DESENCUENTROS.

La psicología clínica y la psicología social no han caminado juntas en sus desarrollos. Los profesionales que han desarrollado su trabajo en estas distintas perspectivas han mantenido habitualmente fórmulas divergentes de acercamiento a los fenómenos objetos de su estudio. Así la psicología clínica, por las propias prioridades de quienes en ella trabajan, ha mantenido una constante referencia a los aspectos teóricos que permiten explicar los desórdenes, en general la psicopatología, establecer una certera nosografía con una eficaz descripción de los síntomas y síndromes, y señalar aquellas metodologías de trabajo (psicoterapias) que nos podrían permitir entendernos con el sufrimiento de nuestros pacientes y señalar rumbos sobre los que facilitar los cambios (conductas, emociones, cogniciones, sentimientos, relaciones).

La psicología social, sin embargo, ha optado tradicionalmente por el estudio de los grupos humanos, de los cambios generados en estos, de cómo podrían explicarse ciertas situaciones y cómo en general podríamos entender el desenvolvimiento de las personas dentro de sus sistemas mayores. La investigación en psicología social ha estado presente de forma reiterada en los textos publicados y ha sido siempre un referente de importancia en su desarrollo teórico. Resulta difícil hablar de psicologia social sin el eje estructural que la investigación ha supuesto.

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En contra, la psicología clínica, y concretamente en lo que a la psicoterapia se refiere,a pesar de ciertos intentos destacados, no ha empleado la investigación como una herramienta habitual con la que contrastar metodologías y resultados. Parte de la responsabilidad en este asunto la tiene el dogma de la privacidad que ha estado presente en la psicoterapia, sobre todo, en lo que a metodología de intervención se refiere.

Este funcionamiento estanco tiene consecuencias curiosas. Entre las más destacadas podemos encontrar la tardanza histórica de la psicología clínica en incorporar la perspectiva de los sistemas sociales en los desarrollos teóricos y pragmáticos de la psicoterapia. Ciertamente siempre se realizaban afirmaciones sobre la evidente influencia de los aspectos sociales, relacionales, pero nunca se traducían a una seria reflexión sobre las recurrencias macrosistema social, microsistemas (entre ellas la familia de forma destacada) e individuo. Quizás parte de ello podría ser causado por el desconocimiento, por parte de los psicoterapeutas, sobre el funcionamiento de los grupos sociales y por la impresión de que era algo con lo que, a fin de cuentas, no ibamos a poder trabajar.

Qué ocurre cuando el profesional de a pié se encuentra con la necesidad de intervenir sobre fenómenos que cabalgan entre las aguas de lo social y lo clínico. Por ejemplo, desde las Administraciones Públicas se implementan programas de intervención en contextos muy variados: escuela, desempleo, servicios sociales, proteción de la infancia, toxicomanías. En todos estos ámbitos profesionales nosotros los profesionales nos encontramos intentando generar cambios que permitan una más idónea solución a las dificultades que nuestros usuarios plantean.

Facilitar la adaptación de alumnos en dificultades, agilizar procesos de desintoxicación, garantizar la protección de niños maltratados en su posible vuelta al hogar familiar, desarrollar programas de atención en los casos de abuso sexual, intervenir con cierta eficacia con familias multiproblemáticas, desarrollar acciones de prevención para toxicomanías, facilitar la inserción de desempleados de larga duración en el mercado de trabajo, etc.

En todos estos casos nos vemos forzados a poner en marcha herramientas novedosas. Cómo conseguir cambios efectivos en este tipo de problemas sin obligarnos a integrar aquello que sabemos funciona en otros contextos de intervención.

La intervención psicosocial entra directamente en este ámbito. Son contextos no clínicos, donde la influencia de lo social está especialmente presente. Aunque sabemos que no se nos demanda psicoterapia y que nuestro contexto de trabajo no es clínico, intentamos incluirla, inducirla, cuando no imponerla en el proceso de intervención. Esto es así porque creemos firmemente en que si fuera aceptada podríamos ayudar a nuestros usuarios. Sabemos también que nuestros más honestos intentos para hacerlos partícipes de nuestra convicción se dispersan entre la desidia y el rechazo. En nuestros abordajes “a pesar de”, lo que Viaro (1980) llama “terapias de contrabando” (Cirillo, 1990), el fracaso es reiterado. Conocemos que nuestro trabajo se desliza entre el contexto de control, el contexto asistencial y el contexto terapéutico. No en vano los profesionales que desarrollan su labor en estos campos sufren una más alta probabilidad de caer en el conocido agotamiento del profesional, el burn-out, en “quemarse” como operadores quedando paralizados en la utilización de nuestros recursos. Igualmente, el requerimiento de formación y supervisión de estos profesionales es especialmente relevante, por una necesidad de encontrar herramientas e instrumentos con los que poder intervenir.

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De aquí que se requiera integrar modelos clínicos de los que reconocemos su potencial de cambio y modelos sociales que introduzcan las perspectivas del contexto macrosocial, de la contextualización de los fenómenos y de sus interrelaciones intersistémicas. 2. DEMANDA, CONTEXTUALIZACIÓN Y ENCUADRE

La utilización de estrategias que provienen de la práctica clínica en programas de intervención psicosocial obliga a realizar adaptaciones de importancia. Entre las más importantes debemos considerar las que se derivan del análisis de la demanda, del contexto institucional y de nuestro encuadre de trabajo. Entre ellas podemos destacar las siguientes: A) la presencia de una demanda de orden económico, laboral y/o social que no incluye aspectos de orden relacional o emocional o la presencia de una demanda oculta.

El colectivo de beneficiarios de las acciones de la Administraciones Públicas, en especial los clientes de los Servicios Sociales, suele plantear demandas de orden económico, laboral o social, pero en raras ocasiones se presentan demandas de cambio o mejora tal y como se producen en el contexto de la clínica psicológica. Incluso en las ocasiones en que se presentan de esta forma, podemos detectar la presencia de demandas de orden oculto que priorizan otros aspectos respecto a los manifestados por los usuarios. La demanda está por tanto mediatizada por el presupuesto de que el técnico nunca será un colaborador fiable sino que, por el contrario, se percibirá como alguien que juzga y que posee la potestad de dar, denegar, otorgar o sancionar. B) las percepciones de los usuarios sobre la inexistencia de problemas de orden relacional o emocional, o de la inexistencia de riesgo ante situaciones potencialmente peligrosas.

Por otra parte no suele existir en muchos de nuestros usuarios la percepción de que exista un problema de tipo relacional o emocional que haya que resolver. A veces la percepción de la existencia de estos problemas suele estar única y exclusivamente presente en los interventores sociales, en los técnicos.

En otras ocasiones, nuestra función de control social nos empuja a realizar, en ocasiones, duras cruzadas para convencer a nuestros clientes sobre la presencia de problemas o de situaciones de alto riesgo. Ante estas situaciones los usuarios se defienden de la intromisión de las instituciones colocándose en una postura de correcta (a veces) reserva que quebranta cualquier intento de cambio. C) la percepción de los usuarios de que tanto las causas de los problemas como sus correspondientes soluciones se encuentran en instancias externas.

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Los usuarios de los Servicios Sociales mantienen una serie de creencias basadas en que la responsabilidad de las situaciones que sufren, sus causas, están ubicadas en las instituciones (las distintas Administraciones o el Estado) y, en paralelo, que las soluciones a esas diversas cuestiones se encuentran exclusivamente en la asunción por estas instancias administrativas de dicha responsabilidad con la consecuente puesta en marcha de los recursos humanos y materiales que sean precisos. Esta creencia nos coloca en una posición especialmente difícil por tres motivos:

1.- porque llegamos a sentir la imperiosa necesidad de poner en funcionamiento recursos propios (a veces hasta los personales) para desarrollar vías de solución a los problemas planteados.

2.- porque se nos coloca en una posición de stress al encontrarnos emocionalmente en el centro de un juego intersistémico de delegación de responsabilidades.

3.- por último, porque nos paraliza como operadores sociales al no dejarnos trabajar desde donde podríamos efectivamente facilitar la emergencia de una gama amplia de soluciones a las dificultades concretas que se nos plantean.

Aunque este aspecto se encuentra presente también, con características propias, en los enfoques clínicos (expectativas mágicas, demandas pasivas); en estos últimos siempre está implícita la consideración de que una parte importante de las causalidad de los problemas y, por tanto, de su resolución es autoatribuida por los pacientes.

Atribución causal externa y locus de control externo son factores primordiales en la construcción de la realidad de los usuarios de los Servicios Sociales. La modificación de atribuciones y de locus de control aparecen como elementos imprescindibles en el cambio de actitudes pues funcionan como llaves maestras en la construcción de alternativas a los mapas de realidad psicosocial presentes en los usuarios. D) Los niveles de disponibilidad y de implicación del colectivo de usuarios.

Una queja típica de los profesionales tiene relación con la percepción de un bajo, cuando no nulo, nivel de disponibilidad de los usuarios para las actividades que programamos para ellos. Las ausencias a nuestras citas, las resistencias a seguir nuestras indicaciones, los abandonos cuando todo parecía empezar a ir bien, etc... son clásicos ejemplos que nos hacen sentir impotentes y que disparan el burn-out entre los operadores sociales. E) La fuerte implicación de los diversos sistemas convergentes con la familia en la casuística de los usuarios, es decir, los altos niveles de implicación intersistémica. A considerar esta implicación en un doble sentido:

e.1) la tutela, en ocasiones intrusiva, que ejercen las Administraciones Públicas sobre los usuarios y que se muestra de forma cruel en la facilidad con que las instituciones deciden sobre la vida y los pasos que sus usuarios deben dar.

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e.2) la función autoprotectora y perpetuante que el propio sistema pone en marcha en el diseño de los programas de intervención, obligándonos a ejercer como elementos de estabilización y control social.

Considerar este cúmulo de características propias del colectivo con el que trabajamos y derivadas del encuadre y contexto profesional propio del trabajo psicosocial resulta imprescindible antes de planificar cualquier tipo de programa y de intervención. 3. LOS ENFOQUES CLÍNICOS Y SU UTILIZACIÓN EN LA INTERVENCIÓN PSICOSOCIAL

La Psicología Clínica, en especial la Psicoterapia, es una labor, desde cualquier enfoque que sea estudiada, cuyo objetivo es trabajar sobre el cambio. El cambio al que nos referimos se podría definir como el proceso que acontece entre unas construcciones de la realidad personal, social y relacional (construcciones sobre nosotros mismos, fruto de parte de nuestras experiencias, es decir, quiénes somos, qué nos ocurre y por qué y que presentan ciertas dificultades para una realización plena, efectiva y competente en nuestra vida) hacia otras construcciones alternativas, surgidas igualmente de nuestra experiencia, y que nos llevan, obligadamente, a percepciones en algún modo distintas, más flexibles y adaptativas, y que nos permiten una vida más integrada, a una mejor vivencia de nosotros mismos, de lo que acontece en torno a nosotros, y a una percepción de potenciales soluciones efectivas ante las dificultades o problemas que se presentan.

Desde una óptica psicosocial, nuestro objetivo es generar la posibilidad de que ciertos factores que funcionan como frenos para la resolución de problemas, puedan ser modificados y permitir así aumentar el potencial de uso de los propios recursos que los usuarios poseen. Generalmente los programas que plantean una intervención en el cambio de actitudes, de atribuciones, de expectativas, etc... tienden a plantear una metodología cercana a las orientaciones motivacionales pero no acostumbran a utilizar el excelente potencial que la Psicoterapia y sus técnicas de intervención, desde ámbitos muy diversos y desde orientaciones distintas, ha ido desarrollando a lo largo de más de un siglo de historia.

La Psicoterapia, en muchos casos, ha funcionado como una especie de coto cerrado, impermeable a lo que no fuera tratamiento clínico y psicopatología, presentándose frecuentemente con un lenguaje de clan, codificado sólo para iniciados, que ha impedido trasvasar muchas de sus excelentes conclusiones a otros campos de la investigación y de la práctica en las Ciencias Sociales. De otro lado, los investigadores y trabajadores en el ámbito psicosocial han ignorado frecuentemente las posibilidades que, desde distintas disciplinas o desde distintos abordajes de una misma disciplina, se generan. Múltiples experiencias que señalan interesantes vías de trabajo, tanto desde el aspecto teórico como desde la práctica, en la intervención psicosocial.

Como señalamos anteriormente uno de los mayores handicaps que la intervención psicosocial ha encontrado hace referencia a las dificultades que nacen de la demanda, su contextualización y el encuadre de trabajo. Por ejemplo, el trabajo con usuarios que no sienten la

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presencia de un problema. Cuando trabajamos con grupos de jóvenes que son toxicómanos, empleamos fórmulas más cercanas a las intervenciones clínicas y nuestro encuadre parte de la existencia de un problema, es decir, la intervención se plantea en torno al problema toxicomanía. Si desde este mismo servicio a la comunidad, se planteara trabajar con los jóvenes que viven en barrios donde la toxicomanía es un grave problema, porque está en el propio modelo relacional de los grupos, en la creación de la identidad social, pero nuestros usuarios no son consumidores, corremos el riesgo, tantas veces manifiesto, de crear un problema hasta el momento “inexistente”, de convertir una situación de riesgo en un centro de interés. Es decir, primero hemos de construir el problema para después solucionarlo. Muchas de las campañas informativas que con planteamientos preventivos se desarrollan pueden ser vividas como una imposición extraña. No podemos ignorar el significado de la "droga" como elemento de identidad para muchos jóvenes, chicos y chicas que están luchando por conseguir una imagen integrada y aceptada de sí mismos. Este tipo de campañas, aparte de lo loable de sus intenciones y del valor que encierran, pueden ocasionar también consecuencias no deseables. Todos conocemos lo difícil que puede resultar convencer a nuestros hijos de algo, a pesar de acercarnos con grandes cantidades de información objetiva, mientras que desde su grupo de amigos, desde su marco de referencia social externo, la persuasión y la adopción de unos hábitos determinados obtiene una efectividad casi inmediata.

Cuando planteamos programas de este tipo y estos colectivos de jóvenes no tienen conciencia de tener un problema, por ejemplo, con la droga, ellos pueden decirte que no consumen, que saben ya (cuantas veces lo han oido en su familia, en los medios de comunicación...) que no es bueno para ellos. Los encargados de poner en marcha estos programas preventivos, sabemos que muchos de ellos podrán ser consumidores en un tiempo no demasiado largo, nosotros sí tenemos la concepción de problema. Les decimos continuamente, de forma manifiesta cuando no latentemente, "aquí hay un problema y nos dirigimos a vosotros para que no caigais en él". Al final el "problema" ocupa tanto espacio, se le dedica tanta atención, es el foco de tantas ansiedades y miradas, que el joven puede empezar a sentirlo como cuando su familia le advierte que "debe estar en casa antes de las doce", "no es bueno fumar", "no es bueno beber", etc... Si además cada uno de estos jóvenes necesita dar solidez a una imagen diferenciada de sí mismo -no ya la de un niño pequeño que ha de obedecer o sus padres, al sistema-, necesita un espacio para la coconstrucción de una alternativa al sistema de valores de los adultos. Será el grupo de referencia, los amigos, la pandilla, quienes formarán el crisol para generar una identidad diferente, propia, con rasgos distintivos, que marque las distancias necesarias. Si este grupo de referencia busca valores distintos, cuando no totalmente opuestos, que sean elementos relacionales diferenciadores nuestra concepción del "problema" se convierte en su posibilidad de alternativa.

Sabemos también que ciertas actitudes de estos jóvenes van a facilitar que este se convierta en un problema real. Y entonces qué podemos hacer en estos casos.

La Psicoterapia, por otra parte, muestra una dificultad que surge de su propia definición y que nos cierra el paso como fuente de recursos en el ámbito de la intervención psicosocial. A terapia va quien tiene problemas. Básicamente todas las descripciones del trabajo que se realiza con los pacientes va dirigido a resolver un problema, un problema que se sitúa, según cada orientación, en el interior del individuo, en el medio, en las habilidades, en las conductas, en los sentimientos, etc. Pero si nuestros usuarios no perciben tener problemas o consideran que el problema es de las

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instituciones, la intervención que desde los servicios se realiza choca frontalmente con la percepción del colectivo de clientes al que hemos de atender. Afortunadamente la psicoterapia, en los últimos años, ha desarrollado metodologías centradas en las soluciones, y no en los problemas, que nos permitirían planificar fórmulas de trabajo alternativas en este sentido (Shazer, 1985) (Hudson O´Hanlon y Weiner-Davis, 1988)(Hudson O´Hanlon, 1992).

Cualquier intervención psicosocial debe respetar absolutamente la construcción que el colectivo de usuarios tiene de su situación. Si no se percibe la existencia de un problema no podemos trabajar en torno a esa construcción de la situación.

Por lo tanto, la intervención que se realice con estos colectivos y que pretenda facilitar un cambio de actitudes, hacia construcciones de la realidad flexibles, dirigidas a la solución de las dificultades en el área de la que se trate, debería contar con una metodología que utilice todos los recursos técnicos hacia el cambio y que se oriente en torno a las soluciones y no a los problemas.

Un ejemplo de este modelo de trabajo puede encontrarse, en lo que a desempleados se refiere, en la guía metodológica D.A.P.O. (Desarrollo de los Aspectos Personales para la Ocupación) editada por el INEM (Instituto Nacional de Empleo), organismo autónomo dependiente del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales. Hace referencia a un programa de intervención psicosocial implantado a nivel nacional para demandantes de empleo parados. La especificación de las técnicas y de los instrumentos se encuentra detallada en J.M. de Pablo (1996). 4. LÍNEAS ORIENTADORAS DE LA INTERVENCIÓN

Podemos, considerando los postulados señalados con anterioridad, destacar una serie de líneas orientadoras para una más idónea planificación en la intervención con nuestros usuarios: 4.1) La intervención será más efectiva si se realiza a nivel de microsistemas: familia nuclear y extensa, grupos o red de pertenencia.

Previamente podríamos señalar unas premisas de orden epistemológico, necesarias para entender cómo planteamos esta cuestión. Nos inclinamos por las aportaciones que los enfoques sistémicos de corte constructivista, especialmente los derivados del construccionismo social, nos aportan.

Desde esta perspectiva, nuestra identidad personal, emocional y relacional se construye socialmente. "En la medida en que nuestros actos son inteligibles, lo son dentro de una sistema de significado; y el significado no es el producto de las mentes individuales sino de las relaciones” (Gergen, 1991).

Desde el socioconstruccionismo, lo que llamamos la realidad no puede ser conocida de forma objetiva sino que se construye en el continuo ciclo de nuestras relaciones significativas que, a su vez, se ubican dentro del sistema social. "Es el proceso de definir quiénes somos, en interacción con los significados que otros perciben acerca de nosotros. Se trata de un proceso recursivo.

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Moldeamos el mundo en el que vivimos y, por ende, creamos nuestra propia "realidad", dentro del contexto de una comunidad de otros individuos. Las posibilidades y restricciones políticas, económicas, sociales y culturales fijan los límites de nuestras narraciones, y nuestra posibilidad de elección no es ilimitada, sino que se da dentro de determinados contextos. Esta narración, o sentido del yo, no sólo surge por medio del discurso con otros, sino que es nuestro discurso con otros" (Lax, 1992). Así, Marcelo Pakman (1995) indica que "la auto-observación sólo es posible como acto de observación mutua, como "mutualidad" (F.Steier, 1992), o "a través de los ojos de los demás" (Foerster, 1991)".

Anderson y Goolishian, inciden en considerar que es en el acto comunicativo donde reside esta construcción de la realidad personal y emocional, "no accedemos al significado ni a la comprensión si no tenemos acción comunicativa, es decir, si no nos compremetemos en un discurso o diálogo generador de significado dentro del sistema para el que la comunicación tiene relevancia" (Anderson y Goolishian, 1992).

El microsistema (grupo, familia o red) ha de ser el elemento imprescindible para el cambio ya que la dominancia de una historia, o relato, se mantiene por el continuo reflujo en las relaciones de cada sujeto con quienes le rodean. Esto se produce recurrentemente, con una circularidad continua.

Cada una de las interacciones y sus respuestas encadenadas confirmará o refutará nuestras creencias sobre nosotros y sobre los otros, y a la par, los otros confirmarán o refutarán ciertas creencias sobre nosotros y sobre ellos mismos. Por esto, gran parte de la psicoterapia clásica contemplaba el cambio como un objetivo difícil. Por mucha labor que se realizara en el consultorio, se pretendía que una interacción significativa (terapeuta-paciente) fuera suficiente para refutar múltiples relaciones significativas externas a la relación terapéutica. Nuestra familia, los amigos, los compañeros de trabajo, los vecinos, conocen tácitamente la pauta de interacción primordial que han coconstruidos con nosotros, al igual que nosotros sabemos qué pasos debemos seguir con cada uno de ellos. Y no nos gustan las sorpresas, nos producen inseguridad, por momentos las danzas de las relaciones no siguen las pasos preestablecidos.

El grupo que mira nuestra responsabilidad nos hace responsables, el grupo que mira nuestro esfuerzo nos hace esforzados, el grupo que mira nuestra constancia nos hace constantes. El grupo, al mirarnos, nos ayuda a rescatar los relatos alternativos y los hace más dominantes. Frente a una "oficial" incapacidad nuestra surgen potenciales soluciones a través de los relatos alternativos que el grupo va a coconstruir y apuntalar.

Por otra parte, en los ámbitos de intervención a los que hacemos referencia, se produce una fuerte implicación de los sistemas colaterales y de las instituciones en el mantenimiento de la homeostasis, del extraño equilibrio con que los sistemas pacientes mantienen situaciones de sufrimiento emocional. Este nos hace considerar muy seriamente que la posibilidad de que aparezcan cambios significativos requiere de la participación de la mirada de más personas del entorno de nuestros usuarios. En tercer lugar, constatamos que la creación de un pequeño sistema social sustitutorio, por ejemplo los grupos, facilita el mantenimiento temporal de los posibles cambios, ya que se ha generado una red relacional como marco de referencia donde el usuario

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puede contemplarse de una forma distinta. El grupo funcionaría como referente social para facilitar nuevas representaciones y sostenerlas en el tiempo, como red de significaciones alternativas. 4.2) La intervención no deberá centrarse, en muchos casos, en los problemas sino en las soluciones.

La percepción de los usuarios sobre la inexistencia de problemas o de la existencia de ellos pero atribuyéndo la capacidad de resolución a instancias externas, lo que solemos denominar locus de control externo, impide acercarnos a nuestros usuarios desde la perspectiva clásica en la que buscamos identificar el problema y devolverlo al usuario para que sea asumido, planificándose así sus posibles soluciones.

Por el contrario, lo que se propone es la búsqueda, con nuestros clientes, de situaciones y experiencias que muestran la capacidad de encontrar soluciones o respuestas por parte de los usuarios. “A menudo los clientes abrumados por las dificultades de la vida, pierden de vista sus recursos de resolución de problemas. Tal vez sólo necesiten que se les recuerden las herramientas de que disponen para que desarrollen soluciones satisfactorias y duraderas. Otras veces, puede que tengan algunas aptitudes que pueden ser aumentadas o perfiladas para ayudarles a superar su situación” (Hudson O´Hanlon y Weiner-Davis, 1989)

En este sentido, tanto el trabajo de Steve de Shazer (1985) como el de Hudson O´Hanlon y Weiner-Davis (1989) muestran un camino fructífero con una excelente descripción de metodologías y técnicas concretas de trabajo centrado en soluciones.

La búsqueda de excepciones a los relatos “oficiales” es una vía regia para confrontar, a través de las alternativas que surgen de la propia experiencia de nuestros usuarios, aquellas incapacidades manifestadas en forma de quejas. Cuando no hay percepción de la existencia de problemas, trabajar directamente sobre las excepciones, es decir, con aquellas situaciones que muestran cómo hemos utilizado nuestros recursos, hemos resuelto situaciones o hemos solucionado otros problemas anteriores, permite acceder a un modo colaborativo de trabajo que evita las típicas suspicacias, lo que en otros ámbitos se denominan resistencias, y posibilita una apertura en la generación de potenciales opciones para nuestros usuarios. 4.3) Las soluciones, los éxitos y los esfuerzos deben ser atribuidos a los usuarios.

La percepción de que las soluciones se encuentran en manos de las instituciones o de agentes externos a la propia red del sujeto, impide la emergencia de estas en los propios usuarios. No resulta tan preocupante que los sujetos atribuyan la causalidad de sus problemas a instancias externas, sino que consideren que las soluciones se encuentran en éstas.

La mejor alternativa que se nos presenta es incidir, poner el acento de forma especial, en la atribución de logro con nuestros usuarios. Esta atribución de logro aumenta su capacidad potencial y efectividad en la restitución de los recursos cuando no parte del operador. El elogio que proviene del operador (técnico) puede acabar resonando como regalos paternalistas. Cuando

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nuestros usuarios reciben esta atribución de logro por parte de las redes sociales que le sustentan es cuando se cimenta la posibilidad del cambio y la emergencia de nuevas perspectivas y opciones ante las dificultades que sufre el sujeto. Cuando nos referimos a redes sociales, estamos hablando del sistema familiar, nuclear y/o extenso, grupos de pertenencia, o grupos creados al efecto para la intervención psicosocial.

Esto no resta trabajo al operador, por el contrario, le obliga a reconducir continuamente la interacción del grupo, facilitando: de una parte, que el grupo o sistema trabaje centrado en las soluciones, y de otra, que los miembros acomoden su mirada, aprendiendo a reconocer en el otro los esfuerzos y las soluciones encontradas. Nuestro cometido consiste en “identificar y ampliar el cambio” (Hudson O´Hanlon y Weiner-Davis, 1989). 4.4) El operador deberá tender a posiciones “down”.

La posición clásica del operador, como técnico que posee el conocimiento, el poder y las “soluciones”, fomenta la percepción de los usuarios sobre la potestad dadora o castigadora de las instituciones, de los contextos asistenciales y de control. La posisicón down, o de “ignorancia deliberada” facilita el rescate de recursos en los microsistemas. Hemos de contemplar al operador como un facilitador.

Cuando se interviene en ámbitos psicosociales, se produce muchas veces esa sensación de actuar como acarreadores, como si tuvieramos que empujar o levantar a la persona que se sienta frente a nosotros. Cuanto más lo hacemos más notamos esa fuerza contraria que nos agota.

Nos suele ocurrir que acabamos entrando en un juego de cuerda en el que cualquier movimiento es neutralizado automáticamente por el interlocutor. En los encuentros que se mantienen entre los técnicos encargados de estas labores y las personas usuarios de los servicios, el propio contexto del encuentro facilita esta lectura. “Llevo esperando mucho tiempo a que me deis una solución". Cuando se indica la importancia de una búsqueda de soluciones en el propio sistema de referencia, la reacción es inmediata, entre la incredulidad y el enfado.

Esto nos lleva a una reflexión de importancia. No podemos facilitar la activación de estos colectivos en la búsqueda de soluciones cuando partimos, en nuestro encuentro con ellos, de una premisa implícita en el contexto de trabajo y que incluye aspectos asimétricos interesantes. Pertenecemos a una institución que tiene la potestad de dar-nutrir (función materna de las Administraciones) o controlar-castigar (función paterna). Esta posición estructuralmente superior facilita la aparición de demandas infantiles o de culpabilización irresponsable. Ciertamente esta situación es inherente a los contextos asistenciales y de control, pero en el momento en que pretendemos trabajar con microsistemas sociales debemos abandonar, en la medida de lo posible, esta asimetría y promover un movimiento diferente en la relación operador-microsistema. Siempre nos sorprenden nuestros usuarios, al verlos fuera del contexto de la entrevista, con un despliegue de recursos y habilidades que no supimos detectar.

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Por todo ello, el siguiente paso que nos toca dar tiene que ver con la postura del operador, pasar de ser, "expertos", “poseedores de recursos” o “fiscalizadores de los actos” a convertirnos en facilitadores, en creadores de espacios que posibiliten la emergencia de los recursos que cada uno ya posee.

Puede entenderse esta propuesta como una pretensión de que el operador sea un elemento pasivo en el grupo y esta lectura sería errónea, no estamos hablando en absoluto de esto. Tenemos una labor impresionante, se propone una función de facilitador de espacios para el cambio, conductor de conversaciones del grupo pero sin dar "soluciones" o "alternativas" propias.

Por ejemplo, un miembro del grupo manifiesta haber realizado algo de determinada manera. El operador puede señalar al participante determinado error, sugerir alguna probable modificación. Pero, si esto ocurre así, qué probabilidad damos a los miembros del grupo para asumir su responsabilidad en la mejora de sus instrumentos y habilidades. Siempre, si damos tiempo al grupo, otro participante tiene ideas y propuestas interesantes que pueden ser integradas. El grupo tiene el conocimiento, el operador tiene una labor sumamente difícil, debe saber conducir la conversación para que las preguntas y las respuestas provengan de un mismo lugar: de los miembros del grupo.

Lynn Hoffman (1992) describe esta posición, desde el ámbito de la terapia familliar, según lo manifestaban Harlene Anderson y Harry Goolishian del Galveston Family Institute: "el rasgo distintivo del grupo Galveston es una suerte de ignorancia deliberada. Cuando describen lo que hacen o explican cómo enseñan, afirman que vienen de una posición de "no saber". Esto irrita con frecuencia a la gente que los ve trabajar, porque es evidentemente falso que "no sepan".". La importancia de una postura de "ignorancia" tiene que ver con la posibilidad de que, como ocurre en todo sistema que necesita respuestas, estas aparezcan desde otros participantes distintos al operador que está con el grupo. Estas posibles respuestas que aparecen generan en los participantes: 1. la posibilidad de resituarse para buscar futuras respuestas y, por tanto, apoyar una atribución interna y positiva de las soluciones, 2. un incremento validante del autoconcepto personal, "yo sé", 3. la generación de expectativas nacidas sobre las soluciones planteadas, 4. el establecimiento de metas hacia donde dirigir la acción, como fruto de las expectativas producidas, 5. y la realización de conductas orientadas a las soluciones y a las metas.

Interesa evitar, en el trabajo grupal, las preguntas directas del técnico-operador al participante. Por el contrario, fomentamos el uso de las preguntas circulares. Si observamos la dinámica de interrogatorio circular, el operador no opina, no sabe, sólo pregunta. Los miembros del grupo se ven incorporados a lo que ocurre, son ellos los que dan las respuestas, los que apoyan, los que refuerzan los logros obtenidos. El participante se va a encontrar en el centro de un fuego cruzado sobre su capacidad para conseguir cosas, va a amplificarse lo que ha realizado y posibilitaremos que perdure en el tiempo porque es la red social la que va a mirarle desde su éxito y donde cada uno de los participantes podrá mirarse en un futuro.

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Además el interrogatorio circular permite la aparición de descripciones distintas de los acontecimientos y de su significación, tensionan los relatos dominantes porque dan paso a la diversidad. "Estas preguntas se centran sobre las posibles distinciones de interpretación que pueden construirse dentro del mismo contexto interactivo. Al privilegiar las diferentes maneras en que cada participante puntúa una situación, las preguntas circulares desvían la atención de lo que se consideran "hechos" centralizados" o "interpretaciones adecuadas". Las preguntas circulares brindan a los participantes la oportunidad de convertirse en observadores de sus propias pautas interactivas, al facilitar el surgimiento, de modo no fáctico, de diversas interpretaciones" (McNamee, 1992). 4.5) El operador deberá contemplar la utilización de una perspectiva de orientación al futuro.

Entre los clientes de Servicios Sociales, por ejemplo, son extensivas las vivencias de fracaso e ineficacia. Como si, desde siempre, hubiese estado presente esta percepción de ausencia de recursos, no sólo económicos sino personales y emocionales. Esta autopercepción suele estar apoyada en continuas predicciones del entorno cercano, de la propia red, y en la estigmatización social de la marginalidad. El apoyo a las conductas “desviadas”, las habilidades funcionales para la marginalidad de estos colectivos, entronca con el fracaso en los roles funcionales en el entorno familiar, tanto nutricios como de estructuración de límites y de transmisión de las normas.

Tradicionalmente se trabaja en la reconstrucción de experiencias del sistema familiar, o del sujeto, ocurridas en su pasado. Realizamos el genograma, observamos esas extensísimas familias que no caben en el folio destinado al efecto, nos perdemos entre parentescos inusuales y los numerosos miembros del sistema señalados como designados. Miembros atendidos en los diversos servicios especializados (Salud Mental, Drogas, Infancia...). En gran medida, esto nos permite explicar y explicarnos qué ocurre con estas personas y nos indica algunas pistas de hacia donde van dirigidos sus continuos gritos de alerta (Cirillo, 1998). Estas historias son historias cargadas de desesperación, ira y fracaso, historias que cada vez que son relatadas (y lo hacen muy a menudo) incrementan su peso aprisionando a sus protagonistas en un universo oscuro y sin salida. Nosotros mismos acabamos desesperanzados entre tantas líneas y anotaciones, explicando nuestro previsible fracaso.

El trabajo con estas historias puede llegar a ser tremendamente productivo pero sólo cuando el usuario nos da paso a esta posibilidad. En la gran mayoría de casos, no se nos ha dado permiso para semejante tarea. Nuestro encuadre de trabajo, el contexto en el que nos movemos, está en disonancia, cuando no en contradicción, con nuestras propuestas terapéuticas. El cliente lo sabe, lo intuye y nos lo hace saber en forma de quebranto y ruptura de nuestras consignas espacio-temporales (ausencia a las citas, no respeto a los horarios, incumplimiento de compromisos...).

¿Por qué no optar por una opción distinta?. ¿Qué nos obliga a forzar una vía de relación que incrementa, en muchos casos, las autopercepciones de ineficacia?. La propuesta que realizamos tiene que ver con la orientación al futuro. “En la tierra de la intervención no hay diagnósticos correctos o incorrectos, ni teoría acertada o errónea, sino solamente datos acerca de qué es lo

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que funciona o es útil en casos concretos”...”Un aspecto central de esta megatendencia es que se centra en la fuerza y capacidades de los clientes, lo que desde nuestro punto de vista es una forma más humana y menos dolorosa de ayudar a la gente que el antiguo hincapié en los déficits” (Hudson O´Hanlon y Weiner-Davis, 1989).

La utilización del lenguaje presuposicional, de preguntas orientadas hacia el futuro, diseñadas para construir soluciones y crear expectativas de cambio, es la opción más claramente utilizable. Las preguntas presuposicionales orientadas al futuro obligan a percibir la inevitabilidad del cambio, la posibilidad real de que este ocurra y facilita la construcción de mapas de acción donde no está presente el problema (ejemplo, la técnica de la Bola de Cristal de M. Erikson, la “pregunta milagro”, etc.). Cuando preguntamos: ¿qué harás cuando (el acontecimiento que sea) ocurra?, o, ¿cómo conseguirás que (el acontecimiento que sea) sea posible?, estamos dando paso a la construcción de realidades realizables. Nos alejamos, por un momento, de la historia saturada de problemas cuya propia estructura dramática impide la asunción de perspectivas novedosas. 4.6) Trabajar en la difuminación de narrativas rígidas (oficiales) y en la amplificación de narrativas alternativas.

Los usuarios despliegan unas narrativas (relatos que explican su posición en el mundo) que se presentan habitualmente saturadas de problemas. La propia trama del relato no deja espacio para la aparición de soluciones.

Para explicar lo anteriormente señalado, hemos de centrarnos ahora en el elemento básico de la interacción social: el lenguaje. El lenguaje se nos muestra como el elemento vehiculizador de las diferentes construcciones de la realidad, hasta el punto que el propio lenguaje es quien determina, al final, quién somos. El uso del lenguaje, las palabras concretas mediante las que nos explicamos, las metáforas que empleamos sobre lo que nos ocurre, lo que sentimos, construyen nuestra experiencia y le otorga la calidad que nos define. Llegamos a la narración como modelo o como lente donde nos observamos y nos damos sentido, nuestra semántica. Tom Andersen (1992) comenta: "llego a la conclusión de que no sólo construimos con metáforas nuestro habla, sino también nuestro pensamiento", para añadir más adelante: "Hablar con nosotros mismos o con otros es una manera de definirnos. En este sentido, el lenguaje que usamos nos hace quienes somos en el momento en que lo usamos".

La narración es el elemento de trabajo básico. Las personas despliegan su narración continuamente, explican lo que les ocurre, por qué les ocurre, las consecuencias que por ello se derivan; en un exquisito y cuidadoso trabajo de coconstrucción continua. Nuestra oportunidad se encuentra en el trabajo con estas narraciones, en que se faciliten alternativas que reexpliquen lo que acontece. Abrir relatos alternativos que abran nuevas vías de acción, que posibiliten otras opciones hasta el momento censuradas (Maldonado, 1994) en la narración oficialmente presentada.

Generalmente la narración o historia oficial que el usuario presenta va perfectamente engranada con determinadas autovaloraciones, se fundamenta en datos de la propia experiencia, se explica por ciertas características de tipo personal, se le presupone ciertas consecuencias, se le

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asocia a ciertos tics y se retroalimenta a sí misma. A esto le hemos llamado relato recursivo. Es un relato que explica lo que ocurre, que satisface ciertos requerimientos (parece razonable) y que imposibilita a la persona para obtener lo que desea. Si hablásemos largo rato con esta persona, volvería a retomar este relato, con algunas diferencias, en otros ámbitos de su experiencia, pero también, podríamos escucharle algunos relatos que presentan ciertas diferencias o incluso contradicen a la historia oficial. A estos relatos los denominamos relatos alternativos.

El trabajo, en este caso psicoterapéutico, consiste en la deconstrucción de los relatos recursivos, es decir, en que estos relatos se difuminen, pierdan preeminencia, disminuyan su peso; con el objeto de permitir la emergencia de relatos alternativos, en ocasiones sólo un poco diferentes, con el objeto puedan generarse caminos nuevos donde las soluciones pueden aparecer al no estar restringidas en los límites de los relatos oficiales. Posteriormente, apuntalar esas alternativas mediante una coconstrucción de significados (sólo se puede coconstruir), que adquieran peso, que puedan explicar los acontecimientos de la experiencia y amplien los márgenes de acción del sujeto. Una muy fecunda lectura de esta metodología es la realizada por Marcelo Pakman (1995), cuando nos indica: "podemos entender que el privilegio que ciertos recortes de la red de narrativas posibles tienen para organizar nuestra vida se basa en el hecho de que son esos aspectos los que son tomados como base para decisiones; devienen así hechos socialmente observables y son, entonces, afianzados por la mirada de los demás al hacernos sentir "nosotros mismos" (lo que somos, en términos de identidades) como sujetos de esas historias. Es esa dominancia la que ha de ser cuestionada ya sea confrontándola abiertamente, ya sea tomando la lógica de esas historias para mostrar los callejones sin salida a los que lleva..." . La propuesta, así desarrollada por Pakman, consiste en tensionar las historias dominantes con el objeto de promover un cambio de dominancia en las historias. 4.7) La “externalización de problemas” como fórmula de activación de los recursos.

La creencia de que el problema somos nosotros mismos nos convierte en seres arrastrados por las dificultades. La técnica de la “externalización de problemas” (M.White y D. Epston, 1980) nos libera de esta constricción y posibilita la emergencia de soluciones.

Hay casos en que, el cliente va a insistir en que el(los) problema(s) están ahí, nos referimos a problemas que se han ubicado en el interior del sujeto, del sistema, etc., y que la propia ubicación del problema en el interior del sistema impide la aparición de las soluciones. En este caso, proponemos la utilización de las técnicas de externalización de problemas para la deconstrucción de relatos, elaboradas por M.White (1991). Consisten en provocar una externalización del problema, a través por ejemplo de una metáfora, para facilitar la posición activa (K. Tomm, 1989), de agente, del sistema al objeto de encontrar soluciones que se dirijan a la resolución de los problemas. Para una descripción pormenorizada es aconsejable consultar los textos publicados por M. White y D. Epston. 5. SÍNTESIS

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Cualquier programa de intervención psicosocial que requiera de los modelos clínicos debe contemplar una serie de cuestiones previas. Estas cuestiones a las que hacemos referencia tienen que ver con el contexto de intervención y con el análisis de la demanda (de los usuarios, políticos, gestores y técnicos). Es a lo que hemos llamado encuadre.

En segundo lugar, y tras los datos derivados de los análisis propuestos en el punto anterior, se ha de realizar un seria reflexión sobre las características primordiales del colectivo de usuarios que atendemos, al objeto de poder conocer la construcción (el mapa del mundo) que ellos traen sobre su relación con nuestro servicio, es decir, función, objetivos y expectativas. Cualquier intervención ulterior deberá considerar esta construcción genérica de nuestros usuarios para evitar diseñar un programa de intervención que choque frontalmente con las percepciones de nuestros clientes.

En tercer lugar, considerando las diversas experiencias desarrolladas, se propugna un modelo de intervención psicosocial que reuna: 1. la utilización de una metodología que recoja las contribuciones de los enfoques clínicos y los derivados de la psicología social. 2. un enfoque centrado en soluciones, logros y excepciones en lugar de un enfoque centrado en problemas. 3. un diseño preferentemente de microsistemas (abogamos por la creación de grupos y por la convocatoria hacia las familias y las redes sociales cercanas) para permitir la coconstrucción de alternativas duraderas en el tiempo que genere una red social sustitutiva que module la influencia de las construcciones sociales en uso. 4. la atención a las construcciones de la realidad personal y social que los usuarios poseen. 5. el mantenimiento de una postura de "ignorancia" deliberada por parte de los técnicos que permitan el rescate de los recursos que los usuarios requieren. Pasar de una función dadora o controladora, a una función facilitadora.

En cuarto lugar, se señala la fecunda aportación de los modelos sistémicos, especialmente los desarrollados desde la epistemología del construccionismo social, concretamente el enfoque narrativo, los enfoques centrados en soluciones de la terapia breve y la intervención en redes. Las razones que abogan por estas perspectivas son las siguientes: a) la importancia del factor de recurrencia interrelacional entre los sistemas: macrosocial, microsocial (familias y grupos) e individual. b) la concepción de que la identidad personal, relacional y emocional, es algo construido socialmente, surgiendo nuestra coherencia y nuestro sentido de pertenencia dentro de los sistemas cercanos, estando estos, a su vez, semánticamente nutridos por el paradigma del sistema macrosocial. c) la facilidad que nos otorga el trabajo sobre las soluciones para evitar confrontaciones e imposiciones ideológicas, culturales y de clase social. 6. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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