Bulgakov, Mijail - La Tormenta de Nieve

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Bulgakov, Mijail - La Tormenta de Nieve

LA TORMENTA DE NIEVE

Mijal Bulgkov

Scan y Revisin: Spartakku(http://biblioteca.d2g.com)

A veces como fiera aulla, a veces como nio llora.Toda esta historia comenz en el momento en que, segn las palabras de la omnipresente Axinia, el escribiente Plchikov, que viva en Shalomtievo, se enamor de la hija del agrnomo. Era un amor ardiente, que secaba el corazn del pobre hombre. El escribiente fue a Grachovka, la capital del distrito, y encarg un traje. El traje result deslumbrante, y es muy probable que las franjas grises de los pantalones del escribiente decidieran el destino de ese desdichado. La hija del agrnomo acept convertirse en su esposa.Yo, el mdico del hospital N., de la zona X, de cierta provincia, despus de haber amputado la pierna a una muchacha que haba cado en la agramadera para el lino, adquir tal renombre que estuve a punto de perecer bajo el peso de mi fama. A mi consultorio comenzaron a llegar por el camino apisonado hasta cien campesinos al da. Dej de comer al medioda. La aritmtica es una ciencia cruel, pero supongamos que a cada uno de mis cien pacientes yo dedicara slo cinco minutos... Cinco! Quinientos minutos equivalen a ocho horas y veinte minutos. Seguidas, tenedlo en cuenta. Adems, tena a mi cargo el hospital, donde estaban internados treinta pacientes. Y adems, realizaba operaciones.En una palabra, al regresar del hospital a las nueve de la noche, yo no quera ni comer, ni beber, ni dormir. Lo nico que verdaderamente deseaba es que no viniera nadie a llamarme para atender un parto. En el transcurso de dos semanas me llevaron cinco veces a diversos sitios por la noche, siguiendo los caminos trazados por los trineos.En mis ojos apareci una oscura humedad y sobre el entrecejo penda una arruga vertical, parecida a un gusano. Por las noches vea, en mis sueos, operaciones sin xito, costillas desnudas y mis propias manos empapadas en sangre humana; me despertaba pegajoso y fro a pesar de la caliente estufa holandesa.Visitaba a los pacientes del hospital con paso rpido. Me seguan el enfermero y tres enfermeras. Cada vez que me detena junto a una cama en la cual, derritindose por la fiebre y respirando lastimeramente, yaca enfermo un ser humano, yo exprima mi cerebro para sacar todo lo que haba en l. Mis dedos tanteaban la piel seca y ardiente, examinaba las pupilas, daba golpecitos en las costillas, escuchaba cun misteriosamente lata el corazn en lo profundo, y tena un solo pensamiento: cmo salvarle? Y a ste tambin. Y a ste! A todos!Era un combate que comenzaba cada da por la maana, a la plida luz de la nieve, y terminaba bajo el parpadeo amarillento de una ardiente lmpara de petrleo.Me interesara saber cmo terminar todo esto me deca a m mismo por la noche. Si las cosas continan as, seguirn viniendo en trineo en enero, en febrero y en marzo.Escrib a Grachovka y les record con cortesa que estaba previsto un segundo mdico para la zona de N.La carta se march en un trineo de carga y a travs del liso ocano de nieve recorri una distancia de cuarenta verstas. Tres das ms tarde lleg la respuesta: escriban que s, que por supuesto, por supuesto... Con toda seguridad... Pero no ahora..., de momento nadie vendra La carta terminaba con unos cuantos juicios agradables sobre mi labor como mdico, y deseos de futuros xitos.Alentado por ellos me dediqu a poner tapones, inyectar suero contra la difteria, abrir abscesos de dimensiones monstruosas, poner vendas de yeso...El martes ya no fueron cien sino ciento diez personas las que llegaron. Termin la consulta a las nueve de la noche. Me qued dormido tratando de adivinar cuntos vendran al da siguiente, mircoles. So que venan novecientas personas.La maana se asom por la pequea ventana de mi dormitorio de una manera particularmente blanca. Abr los ojos, sin comprender qu me haba despertado. Luego me di cuenta: llamaban a la puerta.Doctor reconoc la voz de la comadrona Pelagueia Ivnovna, est usted despierto?Hmm... contest con voz hosca, an medio dormido.He venido a decirle que no se apresure a ir al hospital. No han venido ms que dos personas.No es posible! Est bromeando?Palabra de honor. Hay tormenta de nieve, doctor, tormenta de nieve repiti ella con alegra a travs de la cerradura. Los que han venido tienen los dientes con caries. Demin Lukich se los extraer.Vaya... Y sin saber por qu, me levant de la cama.La jornada result magnfica. Despus de hacer las visitas, estuve paseando el da entero por mi apartamento (el apartamento del mdico tena seis habitaciones y, por alguna razn, era de dos plantas: haba tres habitaciones en la planta de arriba y la cocina y tres habitaciones ms en la de abajo), silbando melodas de peras, fumando, tamborileando con los dedos en la ventana... Detrs de las ventanas ocurra algo que yo no haba visto en mi vida. No haba cielo. Tampoco tierra. La blancura revoloteaba, daba vueltas de arriba abajo, a lo ancho, a lo largo, como si el diablo se estuviera divirtiendo con polvo para los dientes.Al medioda di a Axinia que desempeaba los puestos de cocinera y sirvienta en el apartamento del doctorla orden de calentar agua en tres baldes y en el caldero. Haca un mes que no me haba baado.Axinia y yo sacamos de la bodega una tina de un tamao increble. La colocamos en el suelo de la cocina (en N. no se poda siquiera pensar en tener baeras. Slo las haba en el hospital, pero estaban deterioradas).A eso de las dos de la tarde la red giratoria que haba en el exterior disminuy notablemente. Yo estaba sentado en la tina, desnudo y con la cabeza enjabonada.Esto s lo entiendo... farfullaba con deleite, mientras me echaba agua hirviente sobre la espalda, esto s lo entiendo! Y despus comeremos, y despus dormiremos una siesta. Si logro descansar suficiente, ya pueden venir maana ciento cincuenta personas. Qu novedades hay, Axinia?Axinia se encontraba sentada detrs de la puerta, esperando que la operacin del bao concluyera.El escribiente de la hacienda Shalomtievo se casa contest Axinia.Qu dice! Ha aceptado la joven?Se lo juro. Y l est enamorado... cant Axinia, haciendo sonar la vajilla.Es hermosa la novia?La ms hermosa! Es rubia, delgada...Vaya!Y en ese momento la puerta retumb. Disgustado, me enjuagu y me puse a escuchar con atencin.El doctor se est baando... dijo con voz cantarina Axinia.Brr... brrr... farfull una voz de bajo.Una nota para usted, doctor chill Axinia a travs de la cerradura de la puerta.Dmela por la puerta.Sal de la tina encogindome de hombros e indignndome contra el destino, y cog de manos de Axinia un sobre grisceo.Eso s que no. No saldr despus de haber tomado un bao. Tambin yo soy una persona me dije a m mismo no demasiado convencido, y una vez de nuevo en la tina abr el sobre.Respetado colega (gran signo de admiracin.) Le ru (tachado) Le pido encarecidamente que venga con urgencia. Una mujer ha sufrido un golpe en la cabeza y hay hemorragia por las cavidades (tachado) la nariz y la boca. Est sin conocimiento. No he conseguido hacer nada. Le pido persuasivamente que venga. Los caballos son magnficos. El pulso es malo. Hay alcanfor. Doctor (una firma ilegible).Tengo mala suerte en la vida, pens con tristeza, mientras miraba los ardientes leos de la estufa.Un hombre ha trado la nota?Un hombre.Que entre.Entr y me pareci un antiguo romano debido al brillante casco que llevaba colocado encima de un gorro con orejeras. Se abrigaba con una pelliza de piel de lobo. Una corriente de aire fro me golpe.Por qu lleva casco? pregunt, cubriendo mi cuerpo a medio baar con una sbana.Soy un bombero de Shalomtievo. Tenemos un cuerpo de bomberos... contest el romano.Quin es el doctor que escribe?Uno que ha venido como invitado a casa de nuestro agrnomo. Un mdico joven. Lo que ha pasado es una desgracia, una desgracia...De qu mujer se trata?De la novia del escribiente.Axinia dio un grito al otro lado de la puerta.Qu ha ocurrido? (O cmo el cuerpo de Axinia se pegaba a la puerta.)Ayer se celebraron los esponsales y despus de eso el escribiente quiso pasear con su novia en trineo. Enganch el caballo, la sent en el trineo y se dirigi hacia el portn. Pero el caballo se lanz al galope, hizo que la novia se sacudiera y se golpeara la frente contra la jamba del portn. La novia sali despedida del trineo. Es una desgracia tal que no se puede describir... Estn vigilando al escribiente, no sea que intente ahorcarse. Ha perdido el juicio.Me estoy baando dije lastimeramente, por qu no la han trado? Y al decir esto me ech agua en la cabeza y el jabn cay en la baera.Es impensable, respetado ciudadano doctor dijo el hombre con profundo sentimiento, y junt las manos como en una plegaria, no hay ninguna posibilidad. La muchacha morira.Y cmo iremos? Hay tormenta de nieve!Ya se ha calmado un poco. No! Se ha calmado por completo. Los caballos son fogosos, estn enganchados en fila india. En una hora llegaremos...Gem con mansedumbre y sal de la tina. Con furia me ech encima dos baldes de agua. Luego, sentado en cuclillas ante las fauces de la estufa, met una y otra vez la cabeza en ella, para secrmela aunque fuera un poco.Definitivamente pescar una pulmona. Una bronconeumona, despus de un viaje as. Y lo principal: qu voy a hacer con ella? Ese mdico, se ve por la nota, tiene an menos experiencia que yo. Yo no s nada, solamente he aprendido algunas cosas en la prctica en estos seis meses, pero l ni siquiera eso. Se ve que acaba de salir de la universidad. Y me toma a m por un mdico experimentado...Pensando de esta manera, ni siquiera me di cuenta de cmo me vest. Vestirse no era sencillo: los pantalones y la camisa, las botas de fieltro, sobre la camisa una chaqueta de cuero, luego el abrigo y encima de todo una pelliza de piel de cordero, la gorra y el maletn. (En el maletn: cafena, alcanfor, morfina, adrenalina, pinzas de torsin, material esterilizado, una jeringuilla, una sonda, un revlver Browning, cigarrillos, cerillas, el reloj y el estetoscopio.)Cuando atravesamos el cercado, las cosas no me parecieron tan terribles, aunque ya oscureca y el da se iba disolviendo. La tormenta pareca soplar con menos fuerza. Lo haca de costado, en una sola direccin, me golpeaba la mejilla derecha. El bombero me impeda ver la grupa del primer caballo. Los caballos resultaron verdaderamente fogosos; sus msculos se tensaron y el trineo se puso en marcha, bambolendose en los baches. Me acomod en el trineo y me calent de inmediato. Pens en la bronconeumona y en que era probable que el hueso del crneo de la muchacha se hubiera roto por dentro y una astilla se le hubiera clavado en el cerebro...Los caballos son del cuerpo de bomberos? pregunt a travs del cuello de la pelliza de cordero.Uhu..., hu... gru el cochero sin volverse.Y qu ha hecho el doctor con ella?Pues l..., hu, hu..., l, sabe, l ha estudiado enfermedades venreas..., uhu..., hu...Hu... hu... reson en el bosquecillo la tormenta, luego silb desde un costado, cay la nieve... Comenc a cabecear, a cabecear, a cabecear... hasta que me encontr en los baos Sandunvskie de Mosc. Y con la pelliza puesta, en el vestidor, me vi envuelto por el vapor. Luego se encendi una antorcha, entr un aire fro. Abr los ojos y vi que brillaba un casco rojizo. Pens que se trataba de un incendio... Luego me despert y me di cuenta de que habamos llegado. Me encontraba junto a la entrada de un edificio blanco con columnas, por lo visto de la poca de Nicols I. A mi alrededor haba una profunda oscuridad. Me recibieron los bomberos y las llamas bailaban sobre sus cabezas. Inmediatamente saqu del bolsillo de la pelliza mi reloj y vi que eran las cinco. Significaba que en lugar de una hora habamos viajado dos y media.Preprenme los caballos para regresar de inmediato dije.A sus rdenes contest el cochero.Medio dormido y hmedo, como si llevara una compresa bajo la chaqueta de cuero, entr en el zagun. Desde un costado me golpe la luz de una lmpara cuya franja luminosa se extenda sobre el suelo pintado. En ese momento sali un joven de cabello rubio y grandes ojos, vestido con unos pantalones recin planchados. La corbata blanca con lunares negros estaba torcida hacia un lado, la pechera pareca una joroba, pero su chaqueta estaba reluciente, nueva, como si tuviera pliegues metlicos.El hombre agit los brazos, se aferr a mi pelliza, me sacudi y comenz a gritar con cierta timidez:Querido mo..., doctor..., rpido..., se muere. Soy un asesino. El joven mir hacia un lado, abri severamente sus negros ojos y dijo dirigindose a alguien: Soy un asesino, eso es lo que soy.Luego se ech a llorar, se cogi de los escasos cabellos y comenz a arrancrselos. Yo vi cmo se arrancaba mechones de pelo, enrollndolos entre los dedos.Basta le dije, y le apret el brazo.Alguien se lo llev. Salieron corriendo unas mujeres.Alguien ms me quit la pelliza. Me condujeron a travs de las alfombras de gala hasta una cama blanca. A mi encuentro, se levant un mdico muy joven. Sus ojos estaban agotados y confundidos. Por un instante brill en ellos el asombro, al ver que yo era tan joven como l. En realidad nos parecamos como dos retratos de una misma persona, hechos en un mismo ao. Pero despus se puso tan contento de verme que incluso se atragant.Qu contento estoy..., colega..., mire..., el pulso se debilita, ve usted. Yo en realidad soy venerelogo. Estoy muy contento de que haya venido...Sobre un trozo de gasa que estaba encima de la mesa haba una jeringuilla y unas cuantas ampollas con un aceite amarillo. El llanto del escribiente llegaba desde fuera; cerraron la puerta y una figura de mujer, vestida de blanco, creci a mis espaldas. El dormitorio estaba en penumbra: haban cubierto parte de la lmpara con un retazo de tela verde. En la sombra verdusca, yaca sobre la almohada un rostro del color del papel. Los cabellos rubios, revueltos, colgaban en mechones. La nariz se haba afilado y los orificios estaban tapados por trozos de algodn, rosado a causa de la sangre.El pulso... me susurr el mdico.Cog la mueca inanimada y con un gesto ya habitual busqu el pulso. Me estremec. Bajo mis dedos sent pulsaciones dbiles y seguidas que comenzaron a quebrarse, a convertirse en un hilillo. Como siempre que vea la muerte cara a cara, sent fro en la parte baja del pecho. Odio la muerte. Tuve tiempo de romper el extremo de la ampolla y de absorber con la jeringuilla el espeso aceite. Pero lo inyect de una manera maquinal, lo introduje intilmente bajo la piel del brazo de la muchacha.Su mandbula inferior se estremeci, como si se estuviera ahogando, luego se relaj; su cuerpo se contrajo bajo la manta, pareci quedarse inmvil, y luego tambin se relaj. El ltimo hilillo se perdi entre mis dedos.Ha muerto le dije al odo al mdico.La figura blanca de cabello cano se desplom sobre la lisa manta, se apret contra ella y se estremeci.Calle, calle le dije al odo a aquella mujer vestida de blanco, mientras el mdico miraba con angustia hacia la puerta.No ha dejado de torturarme dijo en voz muy baja el mdico.Hicimos lo siguiente: dejamos a la sollozante madre en el dormitorio y, sin decir nada a nadie, nos llevamos al escribiente a una habitacin alejada.All le dije:Si no se deja inyectar una medicina, no podremos hacer nada. Usted nos atormenta y eso estorba nuestro trabajo!Entonces el escribiente acept. Llorando en silencio se quit la chaqueta. Le subimos la manga de su elegante camisa de novio y le inyect morfina. El mdico fue a ver a la difunta, supuestamente para ayudarla, y yo me qued con el escribiente. La morfina ayud ms rpido de lo que me haba imaginado. Un cuarto de hora ms tarde, el escribiente, quejndose y llorando cada vez ms dbilmente, comenz a adormecerse; luego, coloc su lloroso rostro sobre las manos y se qued dormido. Ya no oy los ajetreos, los llantos, los murmullos y los ahogados lamentos.Esccheme, colega, es peligroso viajar ahora. Podra extraviarse me deca el mdico, en voz muy baja, en el recibidor. Qudese, pase la noche aqu...No, no puedo. Me marchar pase lo que pase. Me haban prometido que me llevaran de regreso inmediatamente.Le llevarn, pero considrelo...Tengo tres enfermos de tifus a los que no puedo abandonar. Debo verlos por la noche.Considrelo...El mdico mezcl alcohol con agua y me lo dio a beber; y all mismo, en el recibidor, me com un trozo de jamn. Sent calor en el estmago y disminuy mi tristeza. Entr por ltima vez en el dormitorio, mir a la difunta, pas a ver al escribiente, dej una ampolla de morfina al mdico y, bien abrigado, sal al porche.La tormenta silbaba, los caballos haban bajado la cabeza, la nieve les azotaba. Una antorcha se agitaba.Conoce usted el camino? pregunt, cubrindome la boca.Conozco el camino contest muy tristemente el cochero (ya no llevaba el casco), pero debera quedarse a pasar la noche aqu...Hasta las orejeras de su gorro dejaban ver que no tena ningunas ganas de llevarme.Debe quedarse aadi un segundo hombre, el que sujetaba la encolerizada antorcha, el tiempo es muy malo.Son doce verstas... gru sombramente, llegaremos. Tengo enfermos graves... Y me sub al trineo.Me arrepiento de no haber aadido que el solo pensamiento de quedarme en una casa donde haba sucedido una desgracia, y donde yo era impotente e intil, me resultaba insoportable.El cochero se dej caer resignadamente en el pescante, se acomod, se balance y nos pusimos en marcha hacia el portn. La antorcha desapareci como si se la hubiera tragado la tierra o, quiz, simplemente se apag. Sin embargo, un minuto ms tarde otra cosa llamaba mi atencin. Volvindome con dificultad pude observar que no slo la antorcha se haba desvanecido, sino que Shalomtievo entero haba desaparecido con todos sus edificios, como en un sueo. Esto me mortific de manera desagradable.Sin embargo es fantstico... No s si lo pens o lo mascull. Saqu un instante la nariz y la escond nuevamente, tan malo era el tiempo. El mundo entero se haba hecho un ovillo y estaba siendo zarandeado en todas direcciones.Un pensamiento atraves mi mente: no sera mejor volver? Pero lo ahuyent, me acomod ms profundamente an en el trineo, como si estuviera en una canoa, me encog y cerr los ojos. De inmediato emergi el retazo de tela verde sobre la lmpara y el rostro plido. De pronto mi cerebro se ilumin: Debe haber sido una fractura de la base del crneo... S, s, s... S!... Justamente eso! Se encendi en m la confianza de que se era el diagnstico correcto. Pero para qu serva? En ese momento ya no serva para nada y antes tampoco hubiera servido. Qu se puede hacer con una cosa as! Qu destino tan terrible! Qu absurdo y tremendo es vivir en el mundo! Qu ocurrir ahora en casa del agrnomo? Slo pensarlo era desagradable y angustioso! Luego comenc a compadecerme: qu difcil era mi vida. La gente en estos momentos duerme, las estufas estn encendidas y yo, una vez ms, no he podido siquiera terminar de baarme. La borrasca me lleva como si fuera una hoja. Ahora llegar a casa y, con toda seguridad, me llevarn de nuevo a algn sitio. Yo soy uno, y los enfermos son miles... Pescar una pulmona y morir en estos lugares... As, despus de haberme compadecido de m mismo, me sumerg en las tinieblas, pero ignoro cunto tiempo pas en ellas. Esta vez no fui a dar a baos, y comenc a sentir fro. Cada vez ms fro, cada vez ms.Cuando abr los ojos, vi una espalda negra y despus ca en la cuenta de que no nos movamos.Hemos llegado? pregunt abriendo ms los ojos.El negro cochero se movi apesadumbrado. Baj del pescante y me pareci que el viento le haca girar en todas direcciones. De pronto, sin el menor respeto dijo:Hemos llegado... Hemos llegado... Debi haber hecho caso a la gente... Ya lo ve! Nos moriremos nosotros y los caballos tambin...No encuentra el camino? Sent fro en la espalda.De qu camino habla respondi el cochero con voz desolada... ahora todo el ancho mundo es un camino para nosotros. Nos hemos perdido por nada... Llevamos viajando cuatro horas, y adonde?... Ya ve lo que nos ha pasado...Cuatro horas. Comenc a hurgar en mis bolsillos, palp mi reloj y saqu las cerillas. Para qu? Fue intil, ni una sola cerilla se encendi. Al frotarla se inflama, pero inmediatamente se apaga el fuego.Le he dicho que son cuatro horas dijo con aire fnebre el hombre, qu haremos ahora?En dnde nos encontramos?La pregunta era tan tonta que el cochero no juzg necesario responderla. Se volva en distintas direcciones, pero por momentos me pareca que l se encontraba inmvil y era yo quien daba vueltas en el trineo. Sal con dificultad y enseguida descubr que la nieve me llegaba hasta las rodillas. El caballo de atrs estaba hundido hasta el vientre en un montn de nieve. Sus crines colgaban como el cabello de una mujer con la cabeza descubierta.Se han parado ellos solos?S. Estn agotados...De pronto me acord de algunos relatos y, por alguna razn, sent rabia contra Tolstoi.El viva muy tranquilo en Ysnaia Poliana pens, a l no le llevaban a visitar moribundos...Tuve lstima del bombero y de m. Luego sent de nuevo una llamarada de miedo salvaje, pero la apagu en mi pecho.Eso es cobarda... murmur entre dientes.Y una energa impetuosa apareci en m.Mire, buen hombre comenc a decir, sintiendo que los dientes me castaeteaban, no debemos desalentarnos, porque nos perderemos, nos perderemos irremediablemente. Los caballos han estado parados y han descansado un poco; debemos seguir adelante. Camine usted y lleve las riendas del caballo delantero. Yo conducir el trineo. Tenemos que salir de aqu o nos sepultar la nieve.Las orejeras de su gorra tenan un aspecto desesperado, pero el cochero, de todas formas, se arrastr hacia adelante. Cojeando y hundindose en la nieve logr llegar hasta el primer caballo. Nuestra salida de all me pareci infinitamente larga. La figura del cochero se desvaneca, mientras la nieve seca de la tormenta me golpeaba en los ojos.Arre gimi el cochero.Arre! Arre! grit yo, haciendo restallar las riendas.Poco a poco los caballos se pusieron en movimiento y comenzaron a patalear en la nieve. El trineo se balanceaba, como si estuviera sobre una ola. El cochero a veces creca, a veces se empequeeca: caminaba hacia adelante.Aproximadamente durante un cuarto de hora nos movimos de esa manera, hasta que por fin sent que el trineo cruja de una manera ms regular. La alegra brot en m cuando vi cmo aparecan y desaparecan los cascos traseros de los caballos.Hay poca profundidad, es el camino! grit.Uhu... hu... respondi el cochero, que vino cojeando hacia m y recuper su estatura normal. Parece que s es el camino aadi con alegra, incluso con una especie de trino en la voz. Mientras no nos volvamos a perder... Ojal...Cambiamos de lugar. Los caballos marcharon con mayor viveza. Me pareci que la tormenta, como si se hubiera reducido, comenz a debilitarse. Pero arriba y a los lados no haba nada, nada, excepto la niebla. Haba perdido la esperanza de llegar precisamente al hospital. Quera llegar a algn sitio. Un camino siempre conduce a algn sitio habitado.Los caballos de pronto tiraron con ms fuerza y movieron sus patas con mayor rapidez. Me alegr, aun sin conocer la causa de su conducta.Quiz han olfateado una vivienda? pregunt.El cochero no me contest. Me levant en el trineo y comenc a observar a mi alrededor. Un sonido extrao, melanclico y amenazador surgi de algn lugar de la niebla, pero se apag rpidamente. Por alguna razn tuve una sensacin desagradable y me acord del escribiente y de cmo emita gemidos agudos con la cabeza entre las manos. De pronto a mi derecha distingu un punto oscuro que fue creciendo hasta tener el tamao de un gato negro. Creci an ms y se acerc. El bombero de pronto se volvi hacia m y cuando lo hizo me di cuenta de que su mandbula temblaba; pregunt:Ha visto, ciudadano doctor...?Un caballo se dirigi a la derecha, otro a la izquierda, el bombero cay encima de mis piernas, lanz un grito, se enderez y comenz a tirar de las riendas. Los caballos resoplaron y se desbocaron. Con sus patas levantaban bolas de nieve, las arrojaban, galopaban irregularmente, temblaban.Varias veces sent un escalofro que me recorra el cuerpo. Dominndome, met la mano en mi pecho y saqu la Browning, maldicindome por haber dejado en casa el segundo cargador. Si no haba aceptado quedarme a dormir, por qu no haba cogido una antorcha?! Imagin la esquela en el peridico, con mi nombre y el del desdichado bombero.El gato adquiri el tamao de un perro y se deslizaba relativamente cerca del trineo. Me volv y vi, ya muy cerca de nosotros, una segunda alimaa de cuatro patas. Puedo jurar que tena las orejas puntiagudas y que corra con enorme facilidad detrs del trineo. Haba algo amenazador y descarado en sus esfuerzos. Es una manada o son slo dos animales?, pens, y ante la palabra manada el calor me inund debajo de la pelliza y los dedos de mis manos se desentumecieron.Sujtate con fuerza y controla los caballos, voy a disparar dije con una voz ajena, desconocida para m.El cochero slo dio un grito en respuesta y encogi la cabeza entre los hombros. Vi un resplandor y o un estrpito ensordecedor. Dispar una segunda y una tercera vez. No recuerdo cunto tiempo fui zarandeado en el fondo del trineo. Oa el salvaje y estridente resoplido de los caballos y apretaba la Browning. Mi cabeza se golpe contra algo cuando intentaba salir del heno y, mortalmente asustado, pensaba que de un momento a otro se me echara encima un cuerpo enorme y musculoso. Ya me imaginaba mis entraas destrozadas...En ese momento el cochero grit:Por fin! Por fin! All est..., all... Seor, slvanos, slvanos...Por fin consegu librarme de la pesada pelliza de piel de cordero, saqu los brazos, me levant. No haba fieras negras por ningn lado. La nieve caa y en medio de aquella rala cortina centelleaba el ojo ms encantador, ese que yo hubiera reconocido entre miles, y que reconocera aun ahora: centelleaba el farol de mi hospital. Es mucho ms hermoso que un palacio..., pens, y de pronto, en xtasis, dispar dos veces ms hacia atrs, hacia el lugar donde haban desaparecido los lobos.* * *El bombero estaba de pie en mitad de la escalera que parta de la parte baja del magnfico apartamento del mdico, yo me encontraba en la parte alta de esa escalera y Axinia, cubierta por una pelliza, abajo.Agasjeme dijo el cochero, para que la prxima vez... Pero no termin de hablar, bebi de un trago el alcohol mezclado con agua y lanz un horrible graznido. Luego se volvi hacia Axinia y aadi, abriendo los brazos todo cuanto le permita su constitucin: De este tamao...!Ha muerto? No han podido salvarla? me pregunt Axinia.Ha muerto respond con indiferencia.Un cuarto de hora ms tarde todo estaba en silencio. La luz se apag en la parte baja. Me qued solo arriba. Por alguna razn sonre convulsivamente, me desaboton la camisa, la volv a abotonar, me dirig hacia la estantera de los libros, saqu un tomo de ciruga con la intencin de leer algo acerca de las fracturas en la base del crneo, pero dej el libro.Cuando me desvest y me met debajo de las mantas, un temblor se apoder de m durante ms de medio minuto y luego desapareci; el calor se extendi por todo mi cuerpo.Agasjeme balbuce mientras me quedaba dormido, pero no volver a ir...Irs..., claro que irs... silb burlonamente la tormenta. Pas con estruendo sobre el tejado, cant en el tubo de la chimenea, sali volando de all, murmur algo detrs de la ventana y luego desapareci.Irs... Irs... marcaba el reloj, pero los sonidos eran cada vez ms apagados, ms apagados...Nada ms. El silencio. El sueo.1926