Bulgakov, Mijail - Morfina

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Bulgakov, Mijail - Morfina

MORFINA

Mijal Bulgkov

Scan y Revisin: Spartakku(http://biblioteca.d2g.com)

ILas personas inteligentes han observado desde hace tiempo que la felicidad es como la salud: cuando la tienes, no la percibes. Pero, cuando pasan los aos, cmo recuerdas la felicidad, oh, cmo la recuerdas!En lo que a m se refiere, slo ahora me doy cuenta de que en el invierno de 1917 fui feliz. Un ao inolvidable, impetuoso, acosado por las tormentas de nieve!La tormenta que haba comenzado me atrap, como a un trozo de peridico roto, y me transport de un lugar perdido a la capital de distrito. Vaya gran cosa, diris vosotros, la capital de un distrito! Pero si alguien hubiera pasado un ao y medio como lo hice yo en medio de la nieve en invierno y de los severos y pobres bosques durante el verano sin ausentarse ni un solo da, si alguien hubiera roto la tira de papel que envolva el peridico de la semana anterior con fuertes latidos del corazn como un amante feliz rompe un sobre azul, si alguien hubiera recorrido, para atender un parto, dieciocho verstas en un trineo tirado por caballos que marchan en fila india, si alguien hubiera hecho todo esto, supongo que me comprendera.La lmpara de petrleo es comodsima, pero yo prefiero la electricidad!As pues, finalmente vi de nuevo las seductoras lmparas elctricas! La calle principal de la pequea ciudad, perfectamente aplanada por los trineos de los campesinos, era una calle en la que, para delicia de los ojos, colgaban: un rtulo con unas botas, un bollo dorado, algunas banderas rojas, la imagen de un hombre joven de porcinos y desvergonzados ojillos y un peinado absolutamente inverosmil, lo que significaba que detrs de las puertas de cristal de aquel establecimiento se encontraba el Basil local, dispuesto, por treinta kopeks, a afeitarle a uno en cualquier momento excepto los das de fiesta, que tanto abundan en mi pas.An ahora me estremezco al recordar los paos de Basil, esos paos que con insistencia, a pesar de mi voluntad, me traan a la mente aquella pgina de un manual alemn de enfermedades de la piel en la que, con convincente claridad, estaba representado un chancro en la barbilla de un ciudadano.Pero ni esos paos pueden ensombrecer mis recuerdos!En una esquina haba un polica de carne y hueso, en una vitrina empolvada se vean confusamente hojas de metal llenas de apretadas filas de pastelillos recubiertos de una crema rojiza, el heno cubra la plaza., las personas iban a pie o en trineos y conversaban, en un quiosco vendan peridicos moscovitas del da anterior con noticias sensacionales, cerca de all silbaban los trenes que llegaban de Mosc. En una palabra, era la civilizacin, Babilonia, la Perspectiva Nevski.Ni siquiera es necesario hablar del hospital. En l haba secciones de ciruga, terapia, enfermedades infecciosas, obstetricia. Haba una sala de operaciones en la que brillaba el autoclave y los grifos emitan destellos plateados; las mesas mostraban sus ingeniosas patas, dientes y tornillos. En el hospital haba un mdico principal, tres internos (aparte de m), enfermeros, comadronas, enfermeras, una farmacia y un laboratorio. Un laboratorio, imaginaos! Con un microscopio Zeiss y una magnfica reserva de tintes.Yo temblaba y me quedaba helado bajo el peso de todas aquellas impresiones. Pasaron no pocos das antes de que me acostumbrara a que durante los crepsculos de diciembre los pabellones del hospital se llenaran de luz elctrica como si obedecieran una orden.La luz me haba cegado. En las baeras el agua se agitaba y retumbaba y sucios termmetros de madera se hundan y flotaban en ellas. En la seccin peditrica de enfermedades contagiosas, todo el da estallaban gemidos, se escuchaba un llanto dbil y conmovedor, un ronco gorgoteo...Las enfermeras corran, atendan...Mi alma se haba librado de una pesada carga. Ya no llevaba sobre mis espaldas la responsabilidad fatal por todo lo que ocurriera en el mundo. No era el culpable de una hernia estrangulada, no me estremeca cuando llegaba un trineo trayendo a una parturienta con el nio en posicin transversal, las pleuritis purulentas que necesitaban ser operadas inmediatamente ya no tenan que ver conmigo... Por primera vez me senta un ser humano, cuya responsabilidad tena unos lmites bien determinados. Un parto? Por favor, all tenis ese pabelln y all la ventana del extremo cubierta por gasa blanca. Dentro est un gineclogo, gordo y simptico, con bigote rojizo y calvo. Es cosa de l. Trineo, gira hacia la ventana de la gasa! Una fractura mltiple? El cirujano principal. Una pulmona? A la seccin de terapia, a ver a Pvel Vladmirovich.Oh, era la mquina majestuosa de un gran hospital en su funcionamiento armonioso, como si estuviera perfectamente lubricado! Yo entr en aquel aparato como un tornillo en una rosca previamente preparada, y me hice cargo de la seccin peditrica. La difteria y la escarlatina me absorbieron, se apoderaron de mis das. Pero no solamente de los das. Comenc a dormir por las noches, porque ya no se oa, bajo mi ventana, aquel siniestro golpe nocturno que me obligaba a levantarme y me llevaba a la oscuridad, al peligro y a lo ineludible. Durante las noches comenc a leer textos sobre la escarlatina y la difteria, por supuesto, y despus, no s por qu, con un extrao inters, a Fenimore Cooper, y apreci en lo debido la lmpara sobre la mesa, los trozos de carbn en la bandeja del samovar, el t que se enfriaba y el sueo, despus de un ao y medio de insomnio...As pues, durante el invierno de 1917, despus de haber sido trasladado de un lugar perdido entre las tormentas de nieve a la capital del distrito, fui feliz.IIPas rpidamente un mes, despus un segundo y luego un tercero; termin el ao 1917 y pas volando febrero de 1918. Me haba acostumbrado a mi nueva situacin y poco a poco comenc a olvidar aquel lejano distrito en donde haba estado. Se borr de mi memoria la lmpara verde con el petrleo que silbaba, la soledad, los montones de nieve... Desagradecido! Haba olvidado mi antiguo puesto de combate, desde donde yo solo, sin apoyo de ninguna clase, haba luchado contra las enfermedades, con mis propias fuerzas, a semejanza de un hroe de Fenimore Cooper que logra salir adelante en las situaciones ms inverosmiles.En ocasiones, es verdad, cuando me acostaba en mi cama, pensando con placer en que pronto me quedara dormido, algunos fragmentos atravesaban mi mente cada vez ms obnubilada. La lamparita verde, la luz parpadeante del farol..., el chirrido de los trineos..., un corto gemido, luego las tinieblas, el aullido sordo de la tormenta en los campos... Despus, todo se caa y desapareca...Quin estar ocupando ahora el lugar que yo tena...? Seguramente debe haber alguien... Algn mdico joven como yo... Pero yo ya he cumplido con lo que me tocaba. Febrero, marzo, abril..., digamos mayo y habr terminado mi prctica. Eso quiere decir que a finales de mayo me despedir de esta mi esplndida ciudad y volver a Mosc. Y si la revolucin me toma en su ala, es probable que tenga que seguir viajando... En todo caso, nunca ms, en toda mi vida, ver de nuevo mi distrito... Nunca ms... La capital... El hospital... El asfalto... Las luces...As pensaba yo....Pero de todas formas fue bueno haber vivido en ese distrito... Me he convertido en un hombre audaz... No tengo miedo... Qu no habr curado!? En serio! Ah...! Bueno, no cur enfermedades mentales... Seguramente no... Pero permitidme... El agrnomo aquel se haba vuelto un borracho perdido... Yo le trat, s, pero con muy poco xito... Delirium tremens... Acaso no es una enfermedad mental...? Debera leer algn manual de psiquiatra... Bah, al diablo con ella... Ya lo leer en el futuro, algn da, en Mosc... Ahora en primer lugar estn las enfermedades infantiles... y especialmente esta terrible farmacologa peditrica... Diablos... Si un nio tiene diez aos, por ejemplo, cunto piramidol se le puede dar en cada toma? 0,1 o 0,15...? Lo he olvidado. Y si tiene tres aos...? S, slo las enfermedades infantiles... Y nada ms... Ya basta de casos extraordinarios! Adis, distrito mo...! Pero por qu esta noche me viene con tanta insistencia el distrito a la cabeza...? La luz verde... Pero si se ya es un captulo concluido para siempre... Basta... Ahora debo dormir...

Aqu tiene una carta. La ha trado alguien que vena a la ciudad.Dmela.La enfermera estaba de pie en el recibidor. Llevaba un abrigo con un cuello de piel pelado, puesto encima de la bata blanca con el sello. En el sobre azul y barato se derreta la nieve.Hoy est usted de guardia en la recepcin? pregunt bostezando.S.No hay nadie?No, nadie.Si es que... (el bostezo me desfiguraba la boca y por eso pronunciaba las palabras con descuido) traen a alguien... hgamelo saber aqu... Me acostar a dormir un rato.Est bien. Puedo retirarme?S, s. Vyase.La enfermera se march. La puerta rechin y yo, arrastrando los chanclos, me dirig hacia el dormitorio, mientras por el camino rompa con los dedos, descuidada y transversalmente, el sobre.Dentro haba un formulario alargado y arrugado, con el sello azul de mi distrito, de mi antiguo hospital... Un formulario inolvidable...Sonre.Es curioso..., toda la noche he estado pensando en el distrito y he aqu que l mismo se presenta ante m... Un presentimiento...Bajo el sello, estaba escrita con lpiz de tinta una receta. Palabras latinas, indescifrables, tachadas...No comprendo nada... Una receta confusa... me dije, y me detuve en la palabra morphini.... Hay algo raro en esta receta..! Ah, s... Una solucin al cuatro por ciento! Pero quin ha podido recetar morfina en una solucin al cuatro por ciento...? Y para qu?Di la vuelta a la hoja y mis bostezos cesaron inmediatamente. En el reverso, con una caligrafa insegura y muy espaciada, estaba escrito con tinta:11 de febrero de 1918.Querido collega!Disclpeme por escribirle en un trozo de papel. No tena otras hojas a mi alcance. Padezco una grave y terrible enfermedad. No hay nadie que pueda ayudarme y yo no quiero pedir ayuda a nadie que no sea usted.Desde hace casi dos meses me encuentro en este distrito, que antes fue el suyo, y s que usted est en la ciudad, relativamente cerca de m.En nombre de nuestra amistad y de nuestros aos en la universidad, le ruego que venga lo ms rpidamente posible. Aunque sea por un da. Aunque slo sea por una hora. Si usted me dice que estoy desahuciado, le creer... Pero quiz an puedo salvarme...? S, quiz an pueda salvarme...? Habr alguna esperanza para m? Le pido que no comunique a nadie el contenido de esta carta.Maria! Vaya ahora mismo a la recepcin y haga que venga la enfermera de guardia... Cmo se llama...? Lo he olvidado... En una palabra, la enfermera de guardia que hace poco me ha trado una carta. Apresrese!Enseguida.Minutos ms tarde la enfermera estaba de pie delante de m mientras la nieve se derreta sobre la piel pelada que serva de cuello a su abrigo.Quin ha trado la carta?No lo s. Un tipo con barba. Uno de la cooperativa. Ha dicho que vena a la ciudad.Hmm..., est bien, retrese. No! Espere. Voy a escribir una nota para el mdico en jefe; entrguesela por favor y trigame la respuesta.Bien.He aqu el texto de mi nota para el mdico en jefe:

13 de febrero de 1918.Estimado Pvel Ilarinovich. Acabo de recibir una carta del doctor Poliakov, mi compaero de estudios universitarios. Est completamente solo en Gorelovo, mi antiguo distrito. Por lo visto ha enfermado gravemente.Considero mi deber ir a verle. Si usted me otorga el permiso, maana dejar mi seccin a cargo del doctor Rodvich e ir a ver a Poliakov. Est completamente desamparado.Con mis mayores respetos,DR. BOMGARD.

La respuesta del mdico en jefe:Estimado Vladmir Mijilovich, puede marcharse.PETROV.

Pas la noche estudiando una gua de ferrocarriles. El nico modo de llegar a Gorelovo era ste: salir al da siguiente a las dos de la tarde en el tren-correo que vena de Mosc, recorrer treinta verstas en ferrocarril, bajar en la estacin N, y de all viajar veintids verstas en trineo hasta el hospital de Gorelovo.Con suerte estar en Gorelovo maana por la noche pensaba yo, acostado en mi cama. De qu habr enfermado? Tifus? Pulmona? No, ni lo uno ni lo otro... En ese caso habra escrito sencillamente: He enfermado de pulmona. Y la carta es confusa, incluso algo falsa... Padezco una grave... y terrible enfermedad... Cul? Sfilis? S, indudablemente es sfilis y est horrorizado..., lo oculta..., tiene miedo... Pero me gustara saber de qu caballos podr disponer para ir desde la estacin de ferrocarril hasta Gorelovo. Sera un muy mal asunto llegar al anochecer a la estacin y no tener en qu continuar el viaje... No. Encontrar un medio. En la estacin encontrar a alguien que tenga caballos. Mandarle un telegrama para que enve los caballos? No tiene sentido! El telegrama llegar un da despus que yo... No puede llegar volando hasta Gorelovo. Se quedar en la estacin hasta que encuentren con quin enviarlo. Conozco ese Gorelovo. Oh, qu lugar tan alejado de la mano de Dios!La carta escrita en el formulario estaba sobre la mesita de noche, dentro del crculo de luz que proyectaba la lmpara, y junto a la carta se encontraba el compaero de mi exasperante insomnio: el cenicero poblado de colillas. Yo daba vueltas en la sbana arrugada y el enojo naca en mi alma. Aquella carta comenzaba a irritarme.Pero veamos: si no se trata de algo grave sino de, supongamos, sfilis, entonces por qu no viene l aqu? Por qu tengo que ir yo, en medio de la tormenta de nieve, a verle? Acaso en una noche podr curarlo del Les? O es un cncer de esfago? Pero no, no puede haber ningn cncer! Es dos aos menor que yo. Tiene veinticinco aos... "Padezco una grave..." Sarcoma? Es una carta absurda, histrica. Una carta capaz de producir migraa a quien la recibe... Y hela aqu, la migraa. Me estira las venas en la sien... Maana por la maana me despertar y el dolor pasar de las sienes a la cabeza, me paralizar la mitad de ella y por la noche deber tomar piramidn con cafena. Fantstico viajar en trineo con el piramidn! Maana tendr que pedir al enfermero la pelliza de viaje, de lo contrario, slo con mi abrigo, me morir de fro... Qu le ocurrir...? "Habr alguna esperanza...?" As se escriben las novelas y no las cartas serias de un mdico...! Debo dormir, dormir... No debo pensar ms en esto. Maana se aclarar todo... Maana.Gir el interruptor e inmediatamente la oscuridad devor la habitacin.Dormir... Las sienes me duelen... Pero no tengo derecho a enfadarme con una persona por una carta absurda sin saber todava qu le sucede. Esa persona sufre a su manera y le escribe a otro. Lo hace como puede, como cree que debe hacerlo... Es indigno, debido a la intranquilidad o a la migraa, denigrarle, aunque slo sea mentalmente. Quiz no sea una carta falsa ni novelesca. No he visto a Seriozha Poliakov en dos aos, pero le recuerdo perfectamente. Siempre fue un hombre muy sensato... S. Quiere decir que ha ocurrido alguna desgracia... Las sienes me duelen menos...Por lo visto ya llega el sueo. En qu consiste el mecanismo del sueo...? Lo he ledo en el manual de fisiologa... pero es un asunto oscuro... No entiendo lo que significa el sueo... Cmo se quedan dormidas las clulas del cerebro?! No lo entiendo, lo digo en secreto. Por alguna razn estoy convencido de que el autor mismo de ese manual tampoco estaba firmemente convencido... Una teora vale lo mismo que otra... Veo a Seriozha Poliakov con un uniforme verde de botones dorados, est inclinado sobre una mesa de zinc, en la mesa yace un cadver...Hmm, s... pero esto es un sueo...IIIToe, toe... Bum, bum, bum... Aja... Quin? Quin? Qu pasa...? Ah, llaman. Oh, diablos, estn llamando... Dnde estoy? Qu hago...? De qu se trata? Ah, s, estoy en mi cama... Pero por qu me despiertan? Tienen derecho a hacerlo, puesto que soy el mdico de guardia. Despierte, doctor Bomgard. Maria, en chanclos, se dirige hacia la puerta para abrirla. Qu hora es? Las doce y media... Es de noche. Quiere decir que he dormido apenas una hora. Y la migraa? Presente. Aqu est!Llamaron suavemente a la puerta.Qu ocurre?Entreabr la puerta que daba al comedor. El rostro de la enfermera me miraba desde la oscuridad y me di cuenta enseguida de que estaba plida. Tena los ojos muy abiertos y alarmados.A quin han trado?Al mdico del distrito de Gorelovo contest la enfermera con voz fuerte y ronca, se ha pegado un tiro.Po-lia-kov? No puede ser! Poliakov?!No s cmo se llama.Vaya historia... Ahora mismo voy, ahora mismo. Usted corra a buscar al mdico en jefe. Despirtelo enseguida. Dgale que le necesito urgentemente en la sala de recepcin.La enfermera se march rpidamente y la mancha blanca desapareci de mi vista.Dos minutos ms tarde, en el porche de mi casa, una fiera tormenta de nieve, seca y punzante, me golpe en las mejillas, hinch los faldones de mi abrigo y hel mi cuerpo asustado.En las ventanas de la sala de recepcin arda una luz blanca e inquieta. En el porche, en medio de una nube de nieve, me encontr con el mdico en jefe que se diriga rpidamente al mismo lugar que yo.Es su amigo? Poliakov? pregunt el cirujano, tosiendo.No comprendo nada. Por lo visto es l contest, y entramos deprisa en la sala de recepcin.Una mujer envuelta se levant de uno de los bancos y vino a nuestro encuentro. Dos ojos conocidos me miraban llenos de llanto desde debajo del borde del pauelo color castao. Reconoc a Maria Vlsievna, la comadrona de Gorelovo, mi fiel ayudante durante los partos en aquel hospital.Poliakov? pregunt.S contest Maria Vlsievna, es terrible, doctor; he venido temblando todo el camino, tema que no llegase vivo...Cundo?Hoy, al amanecer murmur Maria Vlsievna, lleg corriendo el guardia y dijo: Ha habido un disparo en el apartamento del doctor...El doctor Poliakov yaca bajo la lmpara, que arrojaba una luz deficiente e inquietante; desde la primera mirada a las inanimadas, casi ptreas, suelas de sus botas de fieltro, el corazn, como de costumbre, me dio un vuelco.Le haban quitado la gorra dejando as a la vista los cabellos pegados y hmedos. Mis manos, las manos de la enfermera y las manos de Maria Vlsievna aparecieron en distintos lugares sobre Poliakov, y una gasa blanca, con manchas amarillo-rojizas que se iban extendiendo, sali de debajo del abrigo. El pecho de Poliakov apenas se levantaba. Le tom el pulso y me estremec: el pulso desapareca debajo de mis dedos, iba y vena como ligado a un hilo con nudos, frecuentes y dbiles. La mano del cirujano ya se extenda hacia el hombro de aquel cuerpo plido, y lo tomaba con una pinza para inyectarle alcanfor. En ese momento el herido despeg los labios haciendo aparecer en ellos una franja rosada y sanguinolenta. Moviendo apenas sus azulados labios dijo dbil y secamente:Deje el alcanfor. Al diablo.Silencio! le contest el cirujano, e inyect el aceite amarillo bajo la piel.Seguramente el pericardio ha sufrido una lesin susurr Maria Vlsievna; se sujet con firmeza al borde de la mesa y comenz a observar los prpados del herido, que parecan ser infinitos. Sus ojos estaban cerrados. Sombras de un tono gris violceo, como las del ocaso, comenzaron a aparecer cada vez con mayor claridad en los contornos de la nariz; y un sudor fino, parecido al mercurio, apareci como si fuera el roco de aquellas sombras.Un revlver? pregunt el cirujano, contrayendo una mejilla.Un Browning balbuce Maria Vlsievna.Eh-eh dijo de pronto el cirujano, casi con rabia y despecho. Hizo un gesto de renuncia con la mano y se alej.Yo me volv asustado hacia l, sin comprender. Dos ojos aparecieron detrs de su hombro: haba llegado otro mdico.De pronto Poliakov torci la boca como una persona adormilada que intenta alejar una mosca impertinente; luego, su mandbula inferior comenz a moverse, como si el herido se estuviera asfixiando con un nudo y quisiera tragrselo. Ah, quien haya visto malas heridas de revlver o de fusil conocer esos movimientos! Maria Vlsievna hizo un gesto de dolor y suspir.El doctor Bomgard dijo Poliakov en tono apenas audible.Aqu estoy susurr yo, y mi voz son con ternura junto a sus labios.El cuaderno es para usted... replic Poliakov con una voz ronca y cada vez ms dbil.En ese momento abri los ojos y los levant hacia el triste techo de la sala que se perda en la oscuridad. Las oscuras pupilas parecieron llenarse de una luz interior, el blanco de los ojos pareci volverse transparente, azulado. Los ojos se detuvieron en lo alto, despus se enturbiaron y perdieron esa belleza fugaz.El doctor Poliakov haba muerto.Es de noche. Cerca del amanecer. La lmpara brilla con enorme claridad, porque la ciudad duerme y hay mucha corriente elctrica. Todo est en silencio y el cuerpo de Poliakov se encuentra en la capilla. Es de noche.Sobre la mesa, ante mis ojos irritados por la lectura, yacen un sobre abierto y una hoja de papel. En ella est escrito:

Querido compaero!No le esperar. He renunciado a curarme. No hay esperanza. Tampoco quiero seguir sufriendo. Ya he tenido suficiente. Quiero prevenir a los otros para que tengan cuidado con los cristales blancos que se disuelven en veinticinco partes de agua. He confiado demasiado en ellos y me han destruido. Le regalo mi diario. Usted siempre me ha parecido una persona vida de saber y amante de los documentos humanos. Si le interesa, lea la historia de mi enfermedad.Adis. Suyo, S. POLIAKOV.

Un aadido escrito con grandes letras:

Que no se culpe a nadie de mi muerte.El doctor SERGUI POLIAKOV. 13 de febrero de 1918.

Junto a la carta del suicida haba un cuaderno comn y corriente, con la cubierta negra. La primera mitad de sus pginas haba sido arrancada. En la mitad restante haba anotaciones cortas. Las del principio estaban escritas con lpiz o tinta y una caligrafa clara y pequea. Las del final, con lpiz de tinta o un grueso lpiz rojo, y una caligrafa descuidada, llena de saltos y de abreviaciones.IV...7,1Sin duda el ao 1917. Dr. Bomgard.

20 de enero... y estoy muy contento. Gracias a Dios: cuanto ms alejado mejor. No puedo ver a la gente y aqu no ver a nadie, excepto a los campesinos enfermos. Pero ellos no agravarn en modo alguno mi herida. Por cierto, tambin otros han sido enviados a distritos campesinos en nada distintos del mo. Toda mi promocin, que no deba ser llamada a filas (los reservistas de segunda clase, de la promocin de 1916), fue distribuida por los zemstvo2Zemstvo, cada una de las asambleas locales y provinciales elegidas por la nobleza, en la Rusia zarista. (N. de la T.)

. Aunque en realidad eso no interesa a nadie. En cuanto a mis amigos, slo he tenido noticias de Ivnov y de Bomgard. Ivnov escogi la provincia de Arjnguelsk (cuestin de gustos), y Bomgard, segn me dijo la enfermera, trabaja en Gorelovo, un distrito alejado, similar al mo, a tres distritos de distancia de aqu. Quera escribirle, pero he cambiado de opinin. No deseo ver ni or a nadie.

21 de enero.Tormenta de nieve. Nada.

25 de enero.Qu puesta de sol tan luminosa. Migrenin: una mezcla de antipirina, cafena y cido ctrico.En polvo, en dosis de 1,0... se puede en dosis de 1,0...? S, se puede.

3 de febrero.Hoy he recibido los peridicos de la semana pasada. No los he ledo, pero de todas formas he tenido ganas de mirar la seccin teatral. Ponan Ada la semana pasada. Quiere decir que ella sala a escena y cantaba: Mo caro amico, vieni da me...Tiene una voz extraordinaria y es extrao que una voz tan clara y tan imponente haya sido dada a un alma tan oscura...(Aqu hay una interrupcin. Han sido arrancadas dos o tres pginas.)...por supuesto que no es digno, doctor Poliakov. Es propio del comportamiento estpido de un colegial lanzarse con insultos de carretero sobre una mujer porque se ha marchado! No quera vivir contigo y se march. Y basta. As de sencillo es. Una cantante de pera se junt con un joven mdico, vivi con l un ao y luego se march.Matarla? Matar? Ah, cun estpido, cun vaco es todo esto. No hay esperanza!No quiero pensar. No quiero...

11 de febrero.No hay ms que tormentas de nieve, una tras otra... La nieve acabar por enterrarme! Paso las noches enteras solo, solo. Enciendo la lmpara y me siento. Durante el da an veo a algunas personas. Pero trabajo de una manera mecnica. Me he habituado. El trabajo no es tan terrible como pensaba en un principio. Por lo dems, me ha ayudado mucho el hospital en la guerra. He llegado aqu con un mnimo de experiencia.Hoy he realizado por primera vez una operacin de cambio de posicin del feto.Y bien, tres personas estn sepultadas aqu, bajo la nieve: Ana Kirlovna la enfermera-comadrona, el enfermero y yo. El enfermero est casado. Ellos (el personal de enfermera) habitan un ala de la casa. Y yo vivo solo.

15 de febrero.Ayer por la noche ocurri algo curioso. Me dispona a acostarme, cuando de pronto sent dolores en la regin del estmago. Pero qu dolores! Un sudor fro me ba la frente. Debo sealar que nuestra medicina es una ciencia dudosa. Por qu una persona que no padece ninguna enfermedad gstrica o intestinal (apendicitis, por ejemplo), cuyo hgado y riones estn en un estado ptimo, cuyo intestino funciona de una manera completamente normal, puede padecer por la noche dolores tan agudos que le hacen revolcarse en la cama?Gimiendo, logr llegar hasta la cocina, en donde duerme la cocinera con su marido, Vlas. Envi a Vlas a buscar a Ana Kirlovna. Ella vino en plena noche y tuvo que ponerme una inyeccin de morfina. Dijo que estaba completamente verde. Por qu?No me gusta nuestro enfermero. Es hosco. Por el contrario, Ana Kirlovna es una persona encantadora y culta. Me asombra que una mujer que no es vieja pueda vivir en la ms completa soledad en este atad de nieve. A su marido le han hecho prisionero los alemanes.No puedo dejar de alabar a quien por primera vez extrajo la morfina de las cabecitas de las amapolas. Es un verdadero benefactor de la humanidad. Slo siete minutos despus de la inyeccin cesaron los dolores. Es interesante: los dolores eran continuos, sin ninguna pausa, de modo que yo, literalmente, me asfixiaba. Era como si me hubieran metido en el estmago un hierro al rojo vivo y lo hicieran girar. Unos cuatro minutos despus de la inyeccin comenc a diferenciar las ondas del dolor:

Sera fantstico que el mdico tuviera la posibilidad de experimentar en s mismo diversas medicinas. Comprendera la accin de los medicamentos de un modo muy distinto. Despus de la inyeccin por primera vez en los ltimos meses dorm bien y profundamente, sin pensar en ella, en quien me haba engaado.

16 de febrero.Hoy Ana Kirlovna, durante la consulta, se ha interesado por cmo me senta y ha dicho que por primera vez en todo este tiempo no me vea sombro.Acaso soy una persona sombra?Muy sombra respondi ella, y aadi que le asombraba mi continuo silencio.As soy.Pero es mentira. Yo era una persona llena de alegra de vivir, hasta antes de mi drama familiar.Oscurece temprano. Estoy solo en mi apartamento. Por la noche nuevamente ha llegado el dolor, pero no fuerte, sino como una especie de sombra del dolor de ayer, en algn lugar detrs del esternn. Temiendo que se repitiera el ataque de la vspera, yo mismo me he inyectado en la cadera un centigramo.El dolor ha cesado casi de inmediato. Menos mal que Ana Kirlovna me haba dejado una ampolla.

18 de febrero.Cuatro inyecciones: no es algo tan terrible.

25 de febrero.Ana Kirlovna es una excntrica! Como si yo no fuera mdico. Una jeringuilla y media = 0,015 de morfina? S.

1 de marzo.Doctor Poliakov, tenga cuidado!Tonteras.

Es el anochecer.Hace ya quince das que no he pensado, ni una sola vez, en la mujer que me ha engaado. La meloda de su papel de Amneris me ha abandonado. Estoy muy orgulloso de esto. Soy un hombre.

Ana K. se ha convertido en mi esposa secreta. No poda ser de otra manera. Estamos encerrados en una isla desierta.

La nieve ha cambiado de aspecto y se ha vuelto, al parecer, ms gris. Ya no hace aquel fro terrible, pero de tiempo en tiempo an se desencadenan tormentas de nieve...

El primer minuto: una sensacin de que algo roza el cuello. Ese roce se vuelve clido y se extiende. En el segundo minuto una onda fra atraviesa repentinamente la cavidad estomacal e inmediatamente despus comienza una extraordinaria lucidez en las ideas y se produce un estallido de la capacidad de trabajo. Todas las sensaciones desagradables desaparecen. Es el punto ms alto de la expresin de la fuerza espiritual del hombre. Si yo no estuviera maleado por mi formacin de mdico, afirmara que normalmente el ser humano slo puede trabajar despus de una inyeccin de morfina. En realidad: para qu sirve el ser humano, si la ms insignificante neuralgia pude hacerle perder completamente el equilibrio espiritual!Ana K. tiene miedo. La tranquilic dicindole que desde la niez me he distinguido por una extraordinaria fuerza de voluntad.

2 de marzo.Hay rumores de que algo grandioso ha ocurrido. Al parecer han derrocado a Nicols II.Me acuesto muy temprano. A eso de las nueve. Duermo maravillosamente bien.

10 de marzo.All se est llevando a cabo una revolucin. Los das se han vuelto ms largos y los atardeceres, al parecer, ms azulados.Nunca haba tenido sueos como los que ahora tengo al amanecer. Son sueos dobles.Adems, dira que el sueo principal es de cristal. Es transparente.Y bien: veo unas candilejas increblemente luminosas, desde las que se desprende una banda de luces multicolores. Amneris, agitando una pluma verde, canta.La orquesta, absolutamente celestial, tiene una sonoridad extraordinaria. Aunque... es imposible transmitir todo esto con palabras. En suma: en un sueo normal, la msica no tiene sonido... (En un sueo normal? Habra que investigar primero qu sueo es ms normal! En realidad estoy bromeando...). En un sueo normal no tiene sonido, y en cambio en mi sueo la msica se oye de una manera verdaderamente celestial. Y lo ms importante: yo puedo, segn mi voluntad, hacer que la msica suene con mayor o menor intensidad. Recuerdo que en Guerra y paz se describe cmo Petia Rostov, en duermevela, tuvo la misma sensacin. Lev Tolstoi es un escritor extraordinario!Ahora a propsito de la transparencia: he aqu que a travs de los colores de Ada que se difuminan, aparece de un modo absolutamente real el borde de mi escritorio que se ve desde la puerta del gabinete, la lmpara, el suelo reluciente, y a travs de los sonidos de la orquesta del teatro Bolshi se dejan or unos pasos claros, que pisan agradablemente, como unas castauelas sordas.Quiere decir que son las ocho: es Ana K. que viene a mi habitacin para despertarme e informarme de lo que ocurre en la sala de recepcin.Ella no sospecha que no es necesario despertarme, que lo oigo todo y que puedo hablar con ella.Ayer realic un experimento que tiene que ver con esto:

Ana: Sergui Vaslievich...Yo: La escucho... (en voz baja a la msica: ms fuerte).Msica: Un gran acorde.Re sostenido...Ana: Se han apuntado veinte personas.Amneris (canta).Pero esto es algo que no se puede transmitir a travs del papel.Son nocivos estos sueos? Oh, no. Despus de ellos me levanto fuerte y animoso. Y trabajo bien. Incluso siento inters, cosa que antes no me suceda. Y no es de extraar, ya que todos mis pensamientos estaban concentrados en mi ex esposa.Pero ahora estoy tranquilo.Estoy tranquilo.

19 de marzo.Por la noche tuve una discusin con Ana K.No le preparar ms solucin.Intent convencerla.Tonteras, Anusia. Acaso soy un nio?No se la preparar. Usted acabar por destruirse.Est bien, haga lo que quiera. Pero comprenda que tengo horribles dolores en el pecho!Crese.Dnde?Tmese unas vacaciones. Nadie se cura con morfina. (Luego pens un momento y aadi:) No me puedo perdonar el haberle preparado entonces la segunda ampolla.Acaso soy un morfinmano?S, usted se est convirtiendo en un morfinmano.De modo que no la preparar?No.Entonces descubr por primera vez en m la desagradable capacidad de enfurecerme y, lo que es peor, de gritar a la gente incluso cuando no tengo razn.Aunque... eso no ocurri enseguida. Fui a mi dormitorio. Observ. En el fondo del frasco apenas se distingua el sonido de algo lquido. Lo saqu con la jeringuilla: no haba ms de 1/4. Arroj la jeringa, que estuvo a punto de romperse; comenc a temblar. La levant con cuidado, la examin: no tena una sola rajadura. Permanec en mi dormitorio cerca de veinte minutos. Cuando sal ella ya no estaba.Se haba marchado.Imaginaos: no lo pude soportar y fui a verla. Llam en la ventana iluminada del ala del edificio en donde ella viva. Sali al pequeo porche, envuelta en un pauelo. La noche era silenciosa, muy silenciosa. La nieve estaba porosa. En algn lugar lejano del cielo se senta la primavera.Ana Kirlovna, sea usted amable y dme las llaves de la farmacia.Ella susurr:No se las dar.Colega, sea usted amable y dme las llaves de la farmacia. Le hablo como mdico.En medio de la oscuridad vi que su rostro haba cambiado: haba palidecido mucho y sus ojos se haban vuelto ms profundos, ms hundidos, ms oscuros. Ella me respondi con una voz que despert la compasin en mi alma.Pero de inmediato la clera se apoder nuevamente de m.Ella:Por qu, por qu me habla usted as? Ah, Sergui Vaslievich, siento compasin por usted.Entonces sac los brazos de debajo del pauelo y vi que tena las llaves en la mano. Quiere decir que las haba cogido cuando sali a abrirme.Yo (con rudeza):Dme las llaves!Y se las arrebat de las manos.Por una pasarela podrida y temblorosa me dirig hacia el blanco edificio del hospital.En mi alma herva la clera, sobre todo porque no tengo ni la menor idea de cmo preparar una solucin de morfina para una inyeccin subcutnea. Soy un mdico, no una enfermera!Caminaba y temblaba.O cmo detrs de m, como un perro fiel, caminaba ella. Sent ternura, pero la asfixi. Me volv y, muy agresivamente, le dije:La preparar o no?Ella hizo un gesto con la mano, como de resignacin, lo mismo da, y respondi en voz baja:Est bien, lo har....Una hora ms tarde ya me encontraba en un estado normal. Naturalmente le ped disculpas por mi absurda rudeza. Yo mismo no entiendo cmo me pudo ocurrir eso. Antes yo era una persona corts.Ella reaccion de manera extraa ante mis disculpas. Se puso de rodillas, se apret contra mis manos y dijo:No estoy enfadada con usted. No. Ahora s que usted es un hombre acabado. Ahora ya lo s. Y me maldigo por haberle puesto la inyeccin aquella vez.La tranquilic como pude, asegurndole que ella no tena nada que ver en todo esto y que yo era responsable de mis actos. Le promet que a partir del da siguiente comenzara seriamente a deshabituarme, reduciendo la dosis.Cunto se ha inyectado ahora?Una tontera. Tres jeringuillas de una solucin al 1%.Ella baj la cabeza y permaneci en silencio.No se preocupe!...En realidad comprendo su preocupacin. Efectivamente el morphium hidrochloricum es algo terrible. La adiccin a l se crea con mucha rapidez. Pero una aficin moderada, acaso es morfinismo...?...A decir verdad, esa mujer es la nica persona que me es realmente fiel. Y ella debera ser mi esposa. A la otra la he olvidado. La he olvidado. Despus de todo, esto debo agradecrselo a la morfina...

8 de abril de 1917. Esto es un martirio.

9 de abril.La primavera es terrible.

El diablo en una ampolla. La cocana es el diablo en una ampolla!Su efecto es el siguiente:Tras una inyeccin de una solucin al 2 % aparece, casi instantneamente, una sensacin de tranquilidad que de inmediato se convierte en xtasis y beatitud. Esto dura slo uno o dos minutos. Despus todo desaparece sin dejar huellas, como si no hubiera existido. Llega el dolor, el terror, la oscuridad. Truena la primavera, pjaros negros vuelan entre las ramas desnudas; en lontananza el bosque intrincado, roto y oscuro se eleva hacia el cielo y detrs de l se inflama, ocupando una cuarta parte del cielo, el primer atardecer de la primavera.Mido con pasos la solitaria y vaca habitacin principal de mi apartamento de mdico, caminando en diagonal de las puertas a la ventana y de la ventana a las puertas. Cuntos de estos paseos puedo hacer? No ms de quince o diecisis. Luego tengo que volverme y dirigirme al dormitorio. La jeringuilla se encuentra sobre las gasas, junto a la ampolla. La tomo y, untando descuidadamente con yodo mi agujereada cadera, hundo la aguja en la piel. No hay ningn dolor. Oh, al contrario: saboreo por anticipado la euforia que est a punto de llegar. Y entonces llega. Lo s porque los sonidos del acorden que el guardia Vlas, feliz por la llegada de la primavera, est tocando en el porche, esos sonidos desgarrados y roncos que me llegan apagados a travs del cristal, se convierten en voces angelicales y los bastos bajos de los pliegues hinchados del acorden cantan como un coro celestial. Pero hay un instante en el que la cocana que est en la sangre, obedeciendo una ley misteriosa no descrita en ningn tratado de farmacologa, se transforma en algo nuevo. Yo lo s: es la mezcla del diablo con mi sangre. Vlas se marchita en el porche, y yo le odio; el atardecer, retumbando intranquilo, me abrasa las entraas. Y esto ocurre unas cuantas veces seguidas en el transcurso de la tarde, hasta que comprendo que estoy envenenado. El corazn comienza a latir de tal forma que lo siento en las manos, en las sienes..., pero luego cae en un abismo y hay momentos en que pienso que el doctor Poliakov no regresar ms a la vida...

13 de abril.Yo, el desdichado doctor Poliakov, que en febrero de este ao enferm de morfinismo, advierto a todos aquellos a quienes les toque mi misma suerte, que no traten de sustituir la morfina por cocana. La cocana es el veneno ms terrible y prfido. Ayer, Ana apenas logr reanimarme con alcanfor; hoy soy una especie de cadver...

6 de mayo de 1917.Hace mucho tiempo que no he escrito en mi diario. Es una lstima. En realidad no es un diario sino una historia clnica y, por lo visto, lo que siento es atraccin profesional por el nico amigo que tengo en el mundo (sin tener en cuenta a mi triste y a menudo llorosa amiga Ana).As pues, si he de llevar una historia clnica, aqu est: me inyecto morfina dos veces al da: a las cinco de la tarde (despus de la comida) y a las doce de la noche, antes de dormir.La solucin es al 3%: dos jeringuillas. En consecuencia, recibo cada vez 0,06.No es poco!Mis anotaciones anteriores son un tanto histricas. No hay nada particularmente aterrador. Esto no se refleja de ninguna manera en mi capacidad de trabajo. Al contrario: durante el da vivo de la inyeccin nocturna de la vspera. Realizo magnficamente las operaciones, soy irreprochablemente atento en las recetas y juro por mi palabra de mdico que mi morfinismo no ha causado ningn dao a mis pacientes. Espero que en el futuro tampoco les cause. Pero es otra cosa lo que me atormenta. Constantemente tengo la sensacin de que alguien descubrir mi adiccin. Y durante las horas de consulta me es muy difcil sentir en la espalda la pesada mirada escudriadora de mi enfermero-asistente.Absurdo! El no sospecha nada. No hay nada que me delate. Mis pupilas pueden delatarme slo por la noche, y por la noche no me encuentro con l.He remediado la espantosa disminucin de la morfina en nuestra farmacia yendo a la capital del distrito. Pero tambin all tuve que sufrir momentos desagradables. El jefe del almacn cogi mi pedido, en el que yo haba anotado, precavidamente, toda clase de tonteras como cafena, de la cual tenemos grandes cantidades, y me dijo:Cuarenta gramos de morfina?Sent que esquivaba su mirada, como un colegial. Sent que enrojeca...El me dijo:No tenemos una cantidad tan grande. Le dar unos diez gramos.Era cierto que no tena tanta morfina, pero a m me pareci que ese hombre haba descubierto mi secreto, que me tanteaba y me escudriaba con la mirada; y yo me agitaba y sufra.No, las pupilas; slo las pupilas son peligrosas, y por eso me he impuesto como norma no encontrarme con nadie por las noches. Por cierto, habra sido imposible encontrar un lugar ms adecuado para eso que mi distrito: hace ms de seis meses que no he visto a nadie, con excepcin de mis pacientes. Y a ellos les tengo sin cuidado.

18 de mayo.Una noche asfixiante. Habr tormenta. A lo lejos, detrs del bosque, el vientre negro de la tormenta crece y se hincha. Un relmpago plido e inquietante atraviesa el cielo. La tormenta ha comenzado.Tengo ante mis ojos un libro en el que se describen los sntomas de la abstinencia en los morfinmanos:...inquietud, ansia y estado depresivo, irritabilidad, debilitamiento de la memoria, a veces alucinaciones y un grado ligero de ofuscamiento de la razn...Jams he experimentado alucinaciones. En cuanto a lo dems, puedo decir que no son ms que palabras opacas, triviales, carentes de significado.Estado depresivo...!No, yo, que he contrado esta terrible enfermedad, advierto a los mdicos para que sean compasivos con sus pacientes. No es un estado depresivo sino una muerte lenta la que se apodera de un morfinmano si se le priva de la morfina, aunque slo sea por una o dos horas. El aire pierde su consistencia y se hace irrespirable... No hay una sola clula en el cuerpo que no est ansiosa... De qu? Eso no se puede ni determinar ni explicar. En una palabra, la persona deja de existir. Est desconectada. Es un cadver que se mueve, se deprime y sufre. No desea nada, ni piensa en nada que no sea la morfina. Morfina!La muerte de sed es una muerte paradisaca, beatfica en comparacin con la sed de morfina. Probablemente slo alguien que haya sido enterrado vivo atrape as las ltimas minsculas burbujas de aire que hayan quedado en el atad y se desgarre con las uas la piel del pecho. As gime y se agita el hereje en la hoguera, cuando las primeras lenguas de fuego lamen sus piernas...Una muerte seca, una muerte lenta...Eso es lo que se esconde debajo de las eruditas palabras estado depresivo.

No puedo ms. Acabo de inyectarme. Un respiro. Un respiro ms.Me siento mejor. Y ah est..., ah est..., un ligero fro mentolado en la cavidad estomacal...Tres jeringuillas de una solucin al 3 %. Esto ser suficiente hasta la medianoche...

Absurdo. Esta anotacin es un absurdo. No es tan terrible. Tarde o temprano la dejar...! Pero ahora debo dormir, dormir.Con esta estpida lucha contra la morfina no hago ms que atormentarme y debilitarme.(Aqu han sido arrancadas unas veinte pginas del cuaderno.)

...mbre....vmito a las cuatro y media.Cuando me sienta mejor, anotar mis terribles impresiones.

14 de noviembre de 1917.As, despus de fugarme de Mosc, del sanatorio del doctor... (el apellido est cuidadosamente tachado), estoy de nuevo en casa. La lluvia cae como una cortina y me oculta el mundo. Que lo oculte. No tengo necesidad de l, como nadie en el mundo tiene necesidad de m. Todava estaba en la clnica cuando el tiroteo y el golpe de Estado. Pero la idea de abandonar el tratamiento madur furtivamente en m aun antes de los combates en las calles de Mosc. Debo darle las gracias a la morfina por haber hecho de m un valiente. No me asusta ningn tiroteo. Despus de todo, acaso hay algo que pueda asustar a un hombre que slo piensa en una cosa: en los maravillosos y divinos cristales? Cuando la enfermera, completamente aterrorizada por el retumbar de la artillera...(Una pgina ha sido arrancada.)...nqu esta pgina, para que nadie lea la vergonzosa descripcin de cmo un hombre diplomado huy, furtiva y cobardemente, y rob su propio traje.Como si se tratara de un traje!Llevaba puesta la camisa del hospital. Tena la cabeza en otro lado. Al da siguiente, despus de haberme inyectado, reviv y volv a la clnica del doctor N. Este me recibi con piedad, pero en su piedad se senta, despus de todo, el desprecio. No es justo. Es un psiquiatra, debe comprender que no siempre soy dueo de mis actos. Estoy enfermo. Por qu entonces despreciarme? Devolv la camisa del hospital.El doctor dijo:Gracias. Y aadi: Qu piensa hacer ahora?Yo dije con nimo (en ese momento me encontraba en un estado de euforia):He decidido regresar a mi rincn perdido, tanto ms cuanto que mi permiso ha terminado. Le estoy muy agradecido por su ayuda, me siento mucho mejor. Continuar curndome en casa.El contest de la siguiente manera:Usted no se siente en absoluto mejor. Me resulta francamente cmico que me diga eso a m. Basta echar una mirada a sus pupilas. Con quin cree que est hablando...?Yo, profesor, no me puedo deshabituar de inmediato..., sobre todo ahora, cuando estn teniendo lugar todos estos acontecimientos..., el tiroteo me ha destrozado los nervios...Pero eso ya ha terminado. Tenemos un nuevo gobierno. Vuelva a ingresar en la clnica.En ese momento lo record todo..., los glidos corredores..., las paredes desnudas pintadas con pintura de aceite..., y a m, arrastrndome como un perro con una pata rota... Espero alguna cosa... Qu? Un bao caliente...? No, una pequea inyeccin de 0,05 de morfina. Una dosis que no provoca la muerte, es cierto... solamente... todo ese abatimiento, ese peso que contina oprimiendo como antes... Las noches vacas, la camisa que yo mismo desgarr sobre mi cuerpo mientras suplicaba que me dejaran salir.No. No. Han inventado la morfina, la han extrado de las cabecitas secas y crujientes de la planta divina, pues entonces que encuentren el modo de curar a las personas sin hacerlas sufrir! Mov tozudamente la cabeza. En ese momento l se levant y yo me lanc aterrado hacia la puerta. Tuve la impresin de que quera cerrarla con llave y retenerme a la fuerza en el hospital...El profesor enrojeci.No soy un carcelero dijo no sin cierta irritacin, y esto no es la Butyrka. Puede estar tranquilo. Hace dos semanas usted presumi de ser una persona completamente normal. Y he aqu que... El profesor repiti expresivamente mi gesto de terror. Pero no le detengo...Profesor, devulvame la declaracin que firm. Se lo suplico. Y mi voz incluso tembl lastimeramente.Con gusto.Hizo girar la llave en el escritorio y me devolvi mi declaracin (en la que me comprometa a seguir el tratamiento completo durante dos meses, aceptaba que poda ser retenido por los mdicos de la clnica, etctera. En suma, un formulario comn y corriente).Cog el papel con mano temblorosa y lo escond mientras murmuraba:Se lo agradezco.Luego me puse en pie para marcharme. Y sal.Doctor Poliakov! se oy detrs de m. Me volv, sujetndome al pomo de la puerta. Escuche dijo el profesor, recapacite. Comprenda que de todos modos acabar en una clnica psiquitrica, digamos que un poco ms tarde... Adems, para entonces su estado habr empeorado notablemente. Hasta ahora le he tratado como a un mdico. Pero ms tarde se encontrar en un estado de absoluto desquiciamiento psquico. Usted, querido, en realidad no debera siquiera ejercer la medicina y, quiz, incluso sea criminal no poner sobre aviso al personal de su lugar de trabajo.Me estremec. Sent claramente que mi rostro haba perdido su color (aunque de todas formas me quedaba poco).Profesor dije con voz sorda, le suplico que no diga nada a nadie... Me quitarn el trabajo... Me declararn enfermo... Por qu quiere hacerme eso?Mrchese! grit el profesor con despecho, mrchese! No dir nada. De todas formas le traern de regreso...Sal y juro que durante todo el camino me sent atormentado por el dolor y la vergenza... Por qu...?

Es muy simple. Ah, amigo mo, mi fiel diario. No me traicionars, verdad? En realidad no se trata del traje sino de que, en el sanatorio, haba robado morfina. Tres cubitos en cristales y diez gramos de solucin al 1 %.Pero no slo esto me interesa, tambin me inquieta lo siguiente. La llave estaba puesta en el armario. Pero y si no hubiera estado? Habra roto el armario o no? Eh? Con la mano en el corazn...Lo habra roto.

Entonces, el doctor Poliakov es un ladrn. Tendr tiempo de arrancar la pgina.En cuanto a lo de ejercer mi profesin, creo que exagero. S, soy un degenerado. Es completamente cierto. Ha comenzado ya la degeneracin de mi personalidad moral. Pero an puedo trabajar; soy incapaz de hacer ningn mal o dao a ninguno de mis pacientes.Por qu rob? Muy sencillo. Pens que durante los combates y toda la confusin relacionada con el golpe de Estado, no encontrara morfina en ningn lugar. Pero cuando las cosas se tranquilizaron, en una farmacia de la periferia consegu quince gramos de solucin al 1 %, cosa intil y fastidiosa para m (tendr que inyectarme 9 veces!). Adems, tuve que humillarme. El boticario exigi un sello y me mir con aire sombro y de sospecha. Y sin embargo al da siguiente, una vez que haba vuelto a mi estado normal, obtuve sin ninguna dificultad, en otra farmacia, veinte gramos en cristales. Haba escrito una receta para el hospital solicitando tambin, por supuesto, cafena y aspirinas. S, despus de todo, por qu debo esconderme? Por qu tener miedo? Acaso llevo escrito en la frente que soy morfinmano? A fin de cuentas, a quin le importa?

Tan avanzada est mi degeneracin? Presento como testimonio estas notas. Son fragmentarias, pero yo no soy un escritor! Acaso hay en ellas ideas delirantes? Me parece que razono de manera perfectamente sana.

El morfinmano tiene una felicidad de la que nadie puede privarle: la capacidad de pasar la vida en el ms completo aislamiento. Aislamiento significa pensamientos profundos y elevados, contemplacin, serenidad, sabidura...La noche transcurre, negra y silenciosa. En alguna parte se encuentra el bosque desnudo y, detrs de l, algn riachuelo, el fro, el otoo. Lejos, muy lejos, est Mosc, desmelenada e impetuosa. No me importa nada, no tengo necesidad de nada y ningn lugar me atrae.Arde, llama, en mi lmpara, arde, en silencio; quiero descansar despus de las aventuras moscovitas, quiero olvidarlas.Y las he olvidado.

Las he olvidado

18 de noviembre.Primeras heladas. La tierra se ha secado. He salido a dar un paseo por el sendero que conduce al ro, porque ya casi nunca estoy al aire libre.Mi personalidad se degenera, de acuerdo, pero an hago esfuerzos por evitarlo. Esta maana, por ejemplo, no me he inyectado (actualmente me inyecto tres veces al da tres jeringuillas de solucin al 4 %). Me siento incmodo. Ana me da lstima. Cada vez que aumento la dosis ella sufre. Me da lstima. Ah, qu ser humano!S... as... que... al empezar a sentirme mal, he decidido sufrir un poco (el profesor N debera haberme visto), y aplazar el momento de la inyeccin, y entonces he salido en direccin al ro.Qu desierto. Ni un sonido, ni un murmullo. El crepsculo no ha comenzado todava, pero se siente cmo se arrastra por los pantanos, por los montculos, entre los troncos... Avanza, avanza hacia el hospital de Levkovo... Yo tambin me arrastro, apoyndome en el bastn (a decir verdad, me he debilitado un poco en este ltimo tiempo).Y, de pronto, veo a una viejecita de cabellos amarillos que viene desde el ro, por la pendiente. No camina, corre hacia m, pero sin mover las piernas bajo su abigarrada falda en forma de campana... En un primer momento no he comprendido quin era, ni siquiera me he asustado. Una ancianita como cualquier otra. Pero resultaba extrao que en aquel fro llevara la cabeza descubierta y no se cubriera el pecho ms que con una blusa... De dnde haba salido aquella anciana mujer? Quin era? Cuando terminan las consultas en Levkovo y se han marchado los ltimos trineos de los campesinos, no queda nadie en diez verstas a la redonda. Niebla, pantanos, bosques! Un sudor fro me ha corrido de pronto por la espalda, haba comprendido! La viejecita no corra, volaba, sin tocar la tierra. Es correcto? Pero no era eso lo que me haba arrancado un grito, no, sino el hecho de que la viejecita llevaba una horquilla en las manos. Por qu me he asustado tanto? Por qu? He cado sobre una rodilla, he extendido los brazos y me he cubierto para no verla; luego me he vuelto y, cojeando, he corrido a casa como a un lugar de salvacin, deseando llegar rpido, antes de que me explotara el corazn, deseando llegar a las clidas habitaciones, ver a Ana viva y... la morfina...He entrado corriendo.

Absurdo. Una simple alucinacin. Una alucinacin casual.

19 de noviembre.Vmito. Es un mal sntoma.

Mi conversacin nocturna con Ana, el da 21. Ana. El enfermero lo sabe.Yo. De verdad? Da lo mismo. Son tonteras.Ana. Si no te marchas de aqu a la ciudad, me ahorcar. Me oyes? Mira tus manos, mralas.Yo. Tiemblan un poco. Pero esto no me impide trabajar.Ana. Pero mralas: se han vuelto transparentes. No son ms que piel y hueso... Mrate la cara... Escucha, Seriozha, vete, te lo suplico, vete...Yo. Y t?Ana. Vete. Vete. Te ests destruyendo.Yo. Exageras un poco. Aunque en realidad yo mismo no comprendo por qu me he debilitado tan rpidamente. Llevo enfermo menos de un ao. Por lo visto se debe a que mi constitucin es as.Ana (tristemente). Qu puede devolverte a la vida? Tal vez tu Amneris, tu esposa?Yo. Oh, no. Tranquilzate. Gracias a la morfina me he librado de ella. En lugar de ella tengo la morfina.Ana. Oh, Dios...! Qu puedo hacer?

Yo crea que personas como Ana slo existan en las novelas. Si alguna vez me curo, unir para siempre mi destino al de ella. Ojal el otro no regrese de Alemania.

27 de diciembre.Hace mucho que no he cogido el cuaderno. Me he puesto el abrigo, los caballos esperan. Bomgard se ha marchado del distrito de Gorelovo y me han enviado para reemplazarle. A mi distrito vendr una doctora.Ana se quedar aqu... Vendr a visitarme...Aunque son treinta verstas.Hemos decidido firmemente que, a partir del 1 de enero, tomar un mes de permiso por enfermedad e ir a Mosc a ver al profesor. De nuevo firmar un compromiso y, durante un mes, sufrir tormentos inhumanos en su sanatorio.Adis, Levkovo. Hasta pronto, Ana.

1918Enero.No he ido. No puedo separarme de mi dolo en forma de cristales solubles.Morira durante el tratamiento.Cada vez con ms frecuencia me ronda la idea de que no necesito curarme.

15 de enero. Vmito por la maana.Tres jeringuillas de solucin al 4 % al atardecer. Tres jeringuillas de solucin al 4 % por la noche.

16 de enero.Da de operaciones, por lo tanto he tenido una larga abstinencia: desde la noche hasta las seis de la tarde.Al atardecer la hora ms terrible ya en mi apartamento, he odo con toda claridad una voz, montona y amenazadora, que repeta:Sergui Vaslievich, Sergui Vaslievich.Despus de la inyeccin, todo ha desaparecido de inmediato.

17 de enero.Hay tormenta: no hay consulta. Durante mi abstinencia le un manual de psiquiatra que me produjo una impresin aterradora. Estoy perdido, no hay ninguna esperanza.El ms mnimo rumor me asusta, la gente me resulta odiosa durante la abstinencia. Me da miedo. Durante la euforia los amo a todos, pero prefiero la soledad.Aqu debo andar con cuidado: hay un enfermero y dos comadronas. Debo estar muy atento para no traicionarme. Ahora tengo experiencia y no me traicionar. Nadie sabr nada, mientras tenga una reserva de morfina. Yo mismo me preparo la solucin o bien le envo con tiempo la receta a Ana. En una ocasin ella hizo el intento (disparatado) de cambiar la solucin al 5 % por una al 2 %. Ella misma la trajo de Levkovo, en medio del fro y la tormenta.Esa fue la causa de que aquella noche tuviramos una violenta discusin. La convenc de no volver a hacerlo. Comuniqu al personal de este lugar que me encontraba enfermo. Durante mucho tiempo me romp la cabeza pensando qu enfermedad inventar. Dije que tena reumatismo en las piernas y neurastenia aguda. Les he advertido que en febrero me marchar con un permiso a Mosc para curarme. El asunto marcha bien. No hay ninguna interrupcin en el trabajo. Evito operar los das en que soy vctima de vmitos incontenibles, acompaados de hipo. Por eso he tenido que diagnosticarme tambin un catarro estomacal. Ah, son demasiadas enfermedades para una sola persona!El personal de aqu es compasivo y ellos mismos me empujan a que tome un permiso.Mi aspecto externo: delgado y plido como la cera.Me he dado un bao y luego me he pesado en la balanza del hospital. El ao pasado pesaba 65 kilogramos; ahora peso 55. Me he asustado al mirar la flecha de la balanza, pero despus ha pasado.Tengo los antebrazos constantemente llenos de abscesos, igual que las caderas. No s preparar con esterilidad la solucin; adems, unas tres veces me he inyectado con una jeringuilla que no haba sido hervida; tena mucha prisa, era antes de un viaje.Esto es inadmisible.

18 de enero.He tenido la siguiente alucinacin:Estaba esperando en unas ventanas negras la aparicin de ciertas personas plidas. Era insoportable. Slo haba una cortina. He cogido gasa en el hospital y la he colgado en la ventana. No he podido inventar una justificacin.Ah, diablos! Por qu, a fin de cuentas, siempre debo buscar una justificacin para cada una de mis acciones? Esto no es vida, es un martirio!Expreso mis pensamientos con claridad?Creo que s.La vida? Qu ridiculez!

19 de enero.Hoy, durante un receso entre las consultas, cuando estbamos descansando y fumando en la farmacia, el enfermero, mientras mezclaba unos polvos, nos ha contado (rindose por alguna razn) la historia de una enfermera morfinmana que, no pudiendo procurarse morfina, beba media copa de un licor de opio. Yo no saba adonde dirigir la mirada durante el tiempo que ha durado este atormentador relato. Qu hay de gracioso en eso? El enfermero me es odioso. Qu hay de gracioso? Qu?He salido de la farmacia caminando como un ladrn.Qu es lo que le resulta a usted gracioso en esa enfermedad...?Pero me he contenido, me he cont...En mi situacin, no debo ser especialmente petulante con la gente.Ah, enfermero. Es tan cruel como esos psiquiatras, que no son capaces de ayudar al enfermo de ninguna manera, de ninguna manera, de ninguna manera.De ninguna manera.De ninguna manera.

Las lneas anteriores fueron escritas en un momento de abstinencia y contienen muchas afirmaciones injustas.Es noche de luna. Estoy acostado despus de un ataque de vmito, me siento dbil. No puedo levantar los brazos muy alto y trazo mis pensamientos con lpiz. Son puros y orgullosos. Soy feliz por unas cuantas horas. El sueo me espera. En lo alto brilla la luna, y en ella hay una corona. Nada es terrible despus de la inyeccin.

1 de febrero.Ha llegado Ana. Est amarilla, enferma.He acabado con ella. Yo. S, sobre mi conciencia pesa un gran pecado.Le he jurado que me marchar a mediados de febrero.Lo cumplir?S. Lo cumplir.Si an estoy con vida.

3 de febrero.As pues, una montaa de nieve. Helada e interminable, como aquella desde la cual, en los cuentos de mi niez, se llevaban en un trineo al fabuloso Kai. Es mi ltimo vuelo por esta montaa y s lo que me espera abajo. Ah, Ana, pronto tendrs un gran sufrimiento, si es que me has amado...

11 de febrero.He decidido lo siguiente. Me dirigir a Bomgard. Por qu justamente a l? Porque no es psiquiatra, porque es joven y fue mi compaero en la universidad. Es un hombre sano y fuerte pero al mismo tiempo es dulce, si no me equivoco. Le recuerdo. Quiz sea... En l encontrar compasin. El podr hacer algo. Que me lleve a Mosc. No puedo ir hasta donde est l. He recibido el permiso. Estoy acostado. No voy al hospital.He calumniado al enfermero. Es cierto que se ri... Y bien, no importa. Ha venido a visitarme. Me ha propuesto auscultarme.No se lo he permitido. Nuevamente debo encontrar un pretexto para negarme? No quiero inventar ningn pretexto.La nota a Bomgard ha sido enviada.Gente! Alguien podr ayudarme?He comenzado a lanzar exclamaciones patticas. Si alguien leyera esto, pensara que son falsas. Pero nadie lo leer.Antes de escribir a Bomgard, lo he recordado todo. Sobre todo me vena con insistencia a la mente la estacin de Mosc, cuando hu de la ciudad, en noviembre. Qu noche tan terrible. Encerrado en el lavabo, me inyectaba la morfina que haba robado... Fue un martirio. Golpeaban la puerta, las voces retumbaban como si fueran de metal, me insultaban porque llevaba demasiado tiempo dentro del lavabo; me saltaban las manos, tambin saltaba el pestillo, de modo que en cualquier momento poda abrirse la puerta...Desde entonces tambin tengo fornculos.Por la noche he llorado, al recordar todo esto.

12 de febrero, por la noche.De nuevo el llanto. A qu viene tanta debilidad y tanta infamia por las noches?

Ao 1918. 13 de febrero al amanecer, en Gorelovo.Puedo felicitarme: no me he inyectado en catorce horas! Catorce! Una cifra inimaginable. El amanecer es confuso y blanquecino. Estar completamente sano dentro de un momento?Una reflexin madura: Bomgard no me es necesario, nadie me es necesario. Sera vergonzoso prolongar, aunque slo fuera un minuto, mi vida. Una vida as no se puede prolongar. Tengo la medicina al alcance de la mano. Cmo no se me haba ocurrido antes?Y bien, manos a la obra. No le debo nada a nadie. Me he destruido solamente a m mismo. Y a Ana. Pero qu se puede hacer?El tiempo lo curar, como cantaba Amneris. Con ella, naturalmente, todo es sencillo y fcil.El cuaderno es para Bomgard. Es todo...VEl amanecer del 14 de febrero de 1918, en una lejana ciudad de provincias, termin de leer este diario de Sergui Poliakov. Aqu est, en su totalidad, sin ninguna modificacin. No soy psiquiatra y no puedo decir con certeza si es til o instructivo. Creo que lo es.Ahora que ya han transcurrido diez aos de todo esto se han disipado la compasin y el dolor provocados por el diario. Es natural, y sin embargo al releerlo me doy cuenta de que me sigue resultando interesante a pesar de que el cuerpo de Poliakov hace mucho que se ha convertido en cenizas y su recuerdo ha desaparecido por completo. Podr ser til? Me atrevo a decir que s. Ana K. muri en 1922 de tifus exantemtico, en el mismo distrito en donde haba trabajado. Amneris la primera esposa de Poliakov est en el extranjero. No volver.Puedo publicar este diario que me fue regalado?Puedo. Lo publico. Doctor Bomgard.

Otoo, 1927