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Ante el requerimiento repentino de entregar la investigación de una manera donde fueran
explícitos unos ítems específicos y, considerando que dichos ítems hicieron parte fundamental
en distintas etapas de la investigación, consideramos que lo más pertinente es consolidar los
cuatro informes que realizamos, de manera que sea más comprensible todo el recorrido de la
investigación (podrán ver que al inicio de la investigación encontramos unos wésterns
colombianos y que al final, esta muestra y su respectivo análisis, se ampliaron). De esta manera
hacemos constar que en nuestro trabajo no sólo se dio alcance a los requerimientos mínimos
exigidos en la convocatoria, sino que se debió construir una serie de enfoques adicionales que
permitieran cubrir la complejidad de la investigación que llevamos a cabo.
Nota: Los mapas resultantes del proceso de cartografía de controversia citado en los informes
serán adjuntados en carpetas comprimidas llamadas: Mapa wéstern mexicano según
academia.zip, Mapa películas wéstern Colombia.zip y Mapas películas wéstern
México.zip.
PRIMER INFORME
Marco teórico sobre el wéstern estadounidense
El wéstern, como género cinematográfico, se establece en Estados Unidos a inicios del siglo
XX, con patrones narrativos y conceptuales desarrollados por los relatos de la doctrina del
destino manifiesto, que significó la expansión hacia el Pacífico. El wéstern clásico –al que
algunos académicos llaman canónico– tuvo su pico más alto de popularidad entre los 40 y 60.
Para acercarnos a la definición de wéstern que utilizaremos en la presente investigación,
tomaremos la concepción de género que establece el estadounidense Rick Altman en su libro
Los géneros cinematográficos; además de usar el trasfondo cultural del que André Bazin dota
al género en su texto El western o el cine americano por excelencia, al asociarlo con una
identidad norteamericana casi mitológica. A la hora de establecer estructuras narrativas
canónicas acogeremos los planteamientos de Will Wright, principalmente con tu texto The
Structure of the Western y Robert Pippin en What Is a Western? Politics and Self-Knowledge
in John Ford’s The Searchers. Finalmente Douglas Pye en The Western (Genre and Movies),
Bazin y Altman, nos permitirán dibujar un breve recorrido histórico por el género clásico. En
los siguientes párrafos, nos proponemos presentar cada uno de estos planteamientos.
Sobre la dificultad de una definición
En el año 2000, Rick Altman reflexionó sobre las dificultades de definir cualquier género
cinematográfico. A pesar de ser un concepto ampliamente usado —que establece las normas
de producción de una película, así como su estructura inicial y la forma en la que ésta será
recibida por el público— no hay un consenso sobre su significado concreto. El wéstern no
escapa de esta complejidad, siendo posible entenderlo como una fórmula que configura el
filme; como una etiqueta fundamental para distribuidores exhibidores; o como un contrato o
posición espectatorial que ciertas películas exigen a su público (Altman, 2000). Así pues, el
término es complejo y multifacético, el wéstern como cualquier otro género no es una
categoría científica, ni el producto de una construcción teórica; su existencia, por el contrario,
responde a su reconocimiento compartido por parte de la industria y del público.
Para que el reconocimiento de un género tenga lugar, las películas identificadas como
tales deben compartir ciertos elementos. Altman identifica estas características básicas con un
tema común y una estructura formal compartida, la presencia de estas dos particularidades
permitiría establecer un número determinado de películas como pertenecientes al género. En el
caso del wéstern estos dos elementos se identifican con la conquista del Oeste en Estados
Unidos, por un lado; y una serie de esquemas formales y narrativos, por el otro. A continuación
ahondaremos en ambos aspectos.
La conquista del Oeste: el contexto histórico y geográfico
La asociación del wéstern con la conquista del Oeste americano es casi inmediata. Durante el
siglo XIX los Estados Unidos comenzaron su proceso de expansión hacia el Pacífico, esta
colonización estaría basada en la doctrina del Destino Manifiesto, idea según la cual este país
estaba predestinado a expandir su frontera, llevando la civilización hasta la Costa Oeste. Este
largo fenómeno estaría enmarcado por eventos bélicos como las guerras Indias que enfrentarían
a la nación norteamericana con los distintos grupos indígenas que poblaban las grandes
praderas al interior del continente; así como la guerra con México que terminaría por permitir
a los estadounidenses anexar los territorios de California, Nuevo México, Arizona, Nevada,
Utah, y Colorado.
Evidentemente estos sucesos históricos aparecen ligados de un espacio geográfico
claramente definido: las praderas y desiertos del Oeste americano, entre el Río Mississippi y la
Costa Este (Matus, 2012). Estos paisajes son parte fundamental del wéstern como género,
siendo presentados de manera contradictoria como el Jardín del Edén y la tierra prometida, en
algunas ocasiones; o como una tierra inhóspita y un territorio salvaje que se debe domesticar,
en otras (Pye, 2003).
El wéstern está pues poblado de paisajes amplios y agrestes, de los cuales quizá sea
Monument Valley el ejemplo más representativo.1 Sin embargo, como afirma André Bazin, ya
otros géneros y otras escuelas cinematográficas habían sacado provecho de la poesía dramática
del paisaje. (1957, p. 396), por lo que esta característica no pertenece sólo al wéstern. Más allá,
Bazin menciona que se han realizado wésterns en Australia y en los paisajes de Camargue en
Francia sin que por ello el género de estas películas se haya visto menoscabado.
Desarrollo histórico del género cinematográfico wéstern
1 Planicie desértica famosa por sus enormes formaciones rocosas. Ubicado entre Utah y Arizona, este lugar
ha sido representado en múltiples wésterns de John Ford, como Stagecoach (1939), My Darling Clementine
(1946), Fort Apache (1948) y The Searchers (1956).
De acuerdo con Altman, es necesario dejar de entender el género cinematográfico como una
entidad estable e inamovible. Es preciso comenzar a pensar al wéstern, por ejemplo, como un
género en constante transformación. Dado lo anterior se puede afirmar que los inicios del
wéstern suelen ser difusos y contradictorios en su composición.
Autores como John E, O’Connor y Peter C. Rollins exponen cómo la construcción del
mito de la conquista del Oeste comenzó desde los novelistas, fotógrafos e ilustradores del siglo
XIX que retrataban las aventuras de colonos, indígenas y peleteros en la cada vez más extensa
frontera americana. Los autores, al igual que Douglas Pye (2012) mencionan específicamente
el trabajo del novelista Fenimore Cooper2 y el de artistas visuales como Frederic Remington3
o el pintor naturalista Thomas Cole,4 maestro de los paisajes norteamericanos, como
antecedentes del mito del Oeste que terminaría por concretarse en los primeros filmes del
género en la primera década del siglo XX.
Por su parte, Altman más cercano a la idea de que el wéstern es cinematográfico por
excelencia; expone que ideas como las anteriores no comprenden al género como descendiente
directo del cine, sino como su hijo adoptivo (2000, p.60). Es decir que Pye, O’connor y Rollins
entenderían el wéstern como la continuación de una tradición literaria y gráfica precedente, y
no como un fenómeno puramente cinematográfico.
Asimismo, Altman también plantea que el wéstern no nace con las primeras películas
mudas, sino que:
Antes de consolidarse a través de la repetición de unos mismos materiales, unida a un empleo
coherente de éstos, los géneros nacientes atraviesan un período en el que de su unidad emanan
únicamente características superficiales compartidas que se despliegan dentro de otros
contextos genéricos que se perciben dominantes (Altman, 2000, p. 3).
Para el autor, películas que se entienden como pioneras del wéstern, como The Great Train
Robbery (1903) o Life of a Cowboy (1906) no eran consideradas como wésterns en su tiempo,
sino como variantes temáticas de las películas de aventura o policíacas. De esta manera, en los
inicios del cine se solían usar expresiones como: “películas del salvaje Oeste” (Wild West
films), “películas de persecuciones en el Oeste” (Western chase films), “comedias del Oeste”
(Western comedies), “melodramas del Oeste” (Western melodramas), “películas románticas
2 Véase por ejemplo la novela wéstern The Wept of Wish-ton-Wish: A Tale (1829).
3 Véase por ejemplo la pintura Aiding a Comrade (1890).
4 Véase por ejemplo la pintura The Last of the Mohicans (1827).
del Oeste” (Western romances) y “epopeyas del Oeste” (Western epics). Multiplicidad de
términos que terminarían consolidándose como un sólo género al finalizar la primera década
del siglo XX.
Lejos de ser películas de culto, o superproducciones de Hollywood en los años 20 y 30,
los primeros wésterns eran producciones de segunda categoría, protagonizados por actores no
reconocidos y dirigidos principalmente a un público adolescente (Altman, 2000, p. 63). Sin
embargo, pronto estos filmes terminarían por ser más fastuosos en sus producciones y
ampliamente aceptados por la crítica y por un gran público, irguiéndose como un género
netamente americano. Altman lo definirá entonces como una excelente fórmula basada en el
crisol de culturas en un período de creciente inquietud respecto a una inmigración
prácticamente ilimitada (Ibíd.).
La frontera Oeste se presentó como un lugar en el que la igualdad entre ciudadanos
norteamericanos se hacía evidente sin, aparentemente, segregaciones de orden económico,
moral o religioso. El oeste era un lugar en el que las actitudes del más burdo y analfabeta
inmigrante podrían ser más aptas que las del refinado burócrata de la Costa Este. A mediados
de la década de los cuarenta, el wéstern, ya consolidado como género, reafirmó una identidad
de nación. Tal y como afirma Bazin (1957) el género americano por excelencia equipara a la
Guerra Civil con la Guerra de Troya y hace la colonización del Oeste una Odisea propia.
Si se trazara una línea de vida del género diríamos que a finales de la década de los 40 el
wéstern alcanza su madurez como género con películas como The Stagecoach (1939), dirigida
por quien sería reconocido como uno de los principales exponentes del wéstern clásico, el
director John Ford. Para Bazin: “John Ford llegaba a un equilibrio perfecto entre los mitos
sociales, la evolución histórica, la verdad psicológica y la temática tradicional de la puesta en
escena del wéstern” (1957, p. 406). Otros de los directores reconocidos de una época dorada
fueron King Vidor, William Wyler, Howard Hawks, Raoul, Walsh, Nicholas Ray, Anthony
Mann y Georges Marshall.
Hablamos del inicio de la época dorada retomando a Bazin, quien al respecto expresó
que, “Este fenómeno encuentra su explicación en el renovado interés del que parece haberse
beneficiado el wéstern de 1937 a 1940. Quizá la toma de conciencia nacional que preludiaba
la guerra bajo la era Roosevelt haya contribuido” (2000, p. 46). A partir de la década del 40, el
wéstern consolidado y erguido como clásico debió, enfrentarse a grandes transformaciones
para sobrevivir. Después de la década del 40 apareció el “superwestern (Bazin, 1976), un
género renovado, que dejaba atrás la inocencia, construyendo personajes con peso psicológico
y dotando de mayor profundidad a sus mensajes políticos. El superwestern aparece
acompañado de una preocupación por temas sociopolíticos, estéticos y raciales, que superan la
inocencia de la narrativa clásica previa del género. La Segunda Guerra Mundial había hecho
reflexionar a Estados Unidos sobre su identidad, por lo que entonces aparece la reivindicación
del indio en Fort Apache (1948) o el filme Flecha rota (1950). Adicionalmente el erotismo,
tema hasta ese momento ajeno al wéstern tradicional, comienza a hacer su aparición junto a
subtramas sentimentales (Ibíd.). Como lo afirma Bazin el superwestern está lejos de marcar la
decadencia del género:
Si el género wéstern estuviese en vías de desaparición, el superwestern señalaría efectivamente
su decadencia y su último esplendor. Pero el wéstern está hecho sin duda alguna con materiales
distintos a los de la comedia americana o el film policíaco. Sus avatares no afectan realmente a
la existencia del género. Sus raíces continúan penetrando bajo el humus de Hollywood y
siempre es posible asombrarse viendo aparecer verdes y robustos retoños al lado de los híbridos
-seductores pero estériles- que pretenden suplantarlos (Ibíd., p.409).
Hasta el momento, hemos delineado las principales características del wéstern clásico, pero
como veremos, este género ha sufrido múltiples transformaciones. Neil Campbell (2011), en
su texto denominado Post-western Cinema, debate sobre las transformaciones que ha tenido el
género tanto en Estados Unidos como en el mundo. El autor argumenta que, desde los inicios
del wéstern, productores y directores han afirmado que el género en cuestión está a punto de
morir o ya ha muerto. Sin embargo, los subgéneros y transformaciones que han surgido en todo
el mundo evidencian que está lejos incluso de agonizar.
Desde la década de los 90, académicos como Virginia Scharff, Kerwin Lee Klein y Susan
Kollin, se han interesado por el estudio del Post-western. Campbell (Ibíd.) explica su uso del
“post” antes del wéstern, como una forma para expresar la continuación que amplía las
fronteras del género. Campbell asegura que el Post-western carga con los fantasmas del wéstern
clásico, resucitándolos con nostalgia para transformarlos en algo nuevo. Esto propone desafíos
teóricos, geográficos y políticos al género. El estudio de las transformaciones exige un análisis
–a veces teñido de escepticismo– acerca de las fronteras del género y su regionalismo (Bazin,
1976) pues con el paso del tiempo, el wéstern se dejó impregnar de las particularidades de otras
naciones que también requerían contar sus mitos y escenificar sus duelos.
Para Bazin, el wéstern es perenne, prueba de esto es cómo se ha expandido a regiones
latinas, árabes, germánicas y anglosajonas. El autor se pregunta qué hace que estas regiones se
interesen por la conformación de los Estados Unidos, por la llegada de sus ferrocarriles a los
pueblos nacientes, por Búfalo Bill o por las luchas con los nativos americanos (p. 396). Quizá
la respuesta es que estas regiones no se interesan específicamente en estos asuntos tan
inherentes de la cultura estadounidense, sino que trascienden la especificidad cultural para
poner el wéstern al servicio de las conquistas y problemáticas propias de cada país. De acuerdo
con el académico Andrés de Francisco, “El género está abierto a los homenajes, a los remakes
o a las traslaciones” (2011, p. 65). como vemos, es un género que se rehúsa al entierro.
A comienzos de los años sesenta la taquilla de este tipo de cintas comenzó a decaer
notablemente en Estados Unidos y con ello, su producción. En parte, Bazin, responsabiliza de
este declive a la Segunda Guerra Mundial, afirmando:
Los años de la Guerra le hicieron (al wéstern) casi desaparecer del repertorio de Hollywood.
Por la misma razón que el wéstern se había multiplicado y ennoblecido a expensas de los otros
films de aventuras, los films de guerra debían eliminarlo del mercado al menos
provisionalmente (Ibíd., 406).
Curiosamente, este momento coincide con el surgimiento de versiones del género alrededor del
mundo: el spaghetti western en Italia, el chorizo wéstern en España, las adaptaciones de
Kurosawa en Japón y otras variantes internacionales.
El wéstern como mito y su arraigo cultural
A pesar de su particularidad, la mayoría de elementos visuales y narrativos del wéstern se
pueden encontrar en otros géneros. Sobre lo anterior afirma Bazin:
A decir verdad, nos esforzaríamos en vano intentando reducir la esencia del wéstern a uno
cualquiera de sus componentes. Los mismos elementos se encuentran en otras partes, pero no
los privilegios que parecen estarles unidos. Hace falta, por tanto, que el wéstern sea algo más
que su forma. Las cabalgadas, las peleas, los hombres fuertes e intrépidos en un paisaje de
salvaje austeridad, no bastan para definir o precisar los encantos del género (1957, p. 397).
El autor francés añade que estos atributos formales y temáticos que se suelen atribuir al wéstern
son solo la superficie de una realidad más profunda del género, que él identifica con el mito.
Bazin identifica al wéstern como el encuentro entre una mitología y un nuevo medio de
expresión: el cine.
A diferencia de los países europeos que contaban con un amplio acervo de mitos que
sustentaban su existencia como nación, Estados Unidos y su breve historia requerían la
construcción de los mismos. En palabras de Pippin (2009), “The Greeks have the Iliad; the
Jews, the Hebrew Bible; the Romans, the Aeneid; the Germans, the Nibelungenlied; the
Scandinavians, the Njáls saga; the Spanish have the Cid; the British have the Arthurian legends.
The Americans have John Ford” (P. 224). De ahí que el wéstern haya servido como medio de
expresión para la mitología que presenta a los Estados Unidos como sujeto civilizador del
continente.
La narrativa del wéstern funciona como ritual que identifica y sustenta la identidad
norteamericana (Altman, 1951). El género refuerza la historia de la imposición de la ley sobre
el territorio salvaje y el triunfo del hombre blanco sobre la agreste naturaleza (incluso la
humana). Al respecto Bazin afirma:
El indio que las habitaba era incapaz de imponerles el orden del hombre. Solo había conseguido
hacerse su dueño al identificarse con su salvajismo pagano. El hombre cristiano blanco, por el
contrario, es verdaderamente el conquistador que crea un Nuevo Mundo. La hierba nace donde
pisa su caballo y viene a implantar a la vez su orden moral y su orden técnico, indisolublemente
unidos; el primero garantizando el segundo [...] Las relaciones de la moral y de la ley, que no
son ya para nuestras viejas civilizaciones más que un tema del bachillerato, han resultado ser,
hace menos de un siglo, el principio vital de la joven América. (1957, p. 401).
Esta conexión mítica con las raíces del país, además de tener un trasfondo ideológico al
mantener vigentes la idea del Destino Manifiesto, permite explicar el arraigo y la aceptación
que tuvo el género entre el público estadounidense.
La narrativa del wéstern estadounidense
Dado que en el canon del wéstern estadounidense que establecimos como insumo para la
presente investigación, ya detalla los tipos de tramas que componen el wéstern clásico según
el autor Will Wright, en esta ocasión pasaremos a mencionar otros aspectos relacionados con
la trama desde la perspectiva de Robert Pippin.
Una de las propuestas más nombradas respecto a las estructuras narrativas que subyacen
al wéstern como género es la de Robert Pippin (2009) quien describe tres niveles narrativos del
género. (1) El primero de estos niveles sería la conquista por la fuerza de los grupos indígenas
que, lejos de ser inocentes o naturalmente buenos, son representados como una fuerza salvaje
y violenta. (2) El segundo nivel sería la conquista de una naturaleza hostil y agreste por la
fuerza del trabajo, la violencia y la tecnología. (3) Finalmente, el tercer nivel, propuesto por
Pippin consiste en la conquista de la propia naturaleza, la fuerza interna y salvaje del héroe que
de algún modo se opone a la necesidad de establecer un orden político y social. Este último
nivel también implica la supresión de las pasiones, así como de las conductas hostiles y por
fuera de la ley —que resultan centrales en el universo del wéstern—, así como la supresión de
los individuos que han caído irremediablemente bajo este tipo de comportamientos. De acuerdo
con Pippin, el villano no tiene lugar en la nueva sociedad americana, por lo que al final de la
narración, rara vez sobrevive.
Un aspecto formal del wéstern estadounidense
Por último, en el canon del wéstern estadounidense que establecimos como insumo para la
presente investigación ya detallamos los principales aspectos estéticos y formales que hacen
del género uno que despliega belleza en la gran pantalla. A continuación solo ampliaremos un
asunto estético no mencionados del canon, la importancia del ritmo y la cámara pausada.
Usualmente la cámara estática prima en las locaciones interiores del género wéstern y
funciona como un testigo, “El punto de vista de la cámara, equivale a un ‘cuarto muro’, y por
eso los actores, salvo excepciones humorísticas o usos de cámara subjetiva, nunca miran ni
hablan a la cámara” (Matus, 2012, p.12). Por otro lado, el wéstern está dotado de un ritmo
pausado –tanto en interiores como en exteriores– permitiendo que el espectador se asombre
con la grandeza de los paisajes, encuadres y composiciones de planos. La pausa de la que
hablamos encuentra su excepción en las escenas de persecuciones y emboscadas, en donde lo
que se resalta a través del travelling de la cámara, no es tanto el paisaje sino lo agreste de sus
condiciones, así como la habilidad del vaquero y su caballo.
Fuentes consultadas para el marco teórico sobre el wéstern estadounidense
ALTMAN, R. (2000). Los géneros cinematográficos. Barcelona: Paidós.
BAZIN, A. (1976). El western o el cine americano por excelencia. En A. Bazin, ¿Qué
es el cine? (págs. 395-205). Madrid: RIALP.
BAZIN. A. (2017). Evolución del Western. En A. Bazin, ¿Qué es el cine? (págs. 405-416).
Madrid: RIALP.
DE FRANCISCO, A. (2011 de 07 de 01). Reivindicación del western, entrevista a
Andrés de Francisco. (S. L. Amal, Entrevistador) Barcelona: El viejo topo. Recuperado
el 18 de mayo de 2017, de http://dev.elviejotopo.com/web/quienessomos.php
CAMPBELL, Neil. (2011). Post - Western Cinema. En N. Campbell, A companion to
the Literature and Culture of the American West. (págs. 409-425). Hoboken:
Blackwell.
MATUS, P. (2012). Desterritorialización, cultura internacional-popular, e identidad en
el cine: el caso del western Chileno " sal" Santiago: Pontificia Universidad
Católica de Chile. Recuperado el 20 de abril de 2017, de
http://www.academia.edu/21238151/Desterritorializaci%C3%B3n_cultura_internacion
al-popular_e_identidad_en_el_cine_El_caso_del_western_chileno_Sal_
ROLLING, P. & O’connor, J. (2005). Hollywood's West: The American Frontier in
Film, Television, and History. Lexington: University Press of Kentucky.
PIPPIN, R. B. (2009). What Is a Western? Politics and Self-Knowledge in John Ford’s The
Searchers. Critical Inquiry, 35 (2), p. 223-253.
PYE, D. (2012). The Western (Genre and Movies). En B. K. Grant, Film Genre Reader
IV.(págs. 204-230). Austin: University of Texas Press.
WRIGHT, W. (1975). The Structure of the Western. En W. Wright, Six guns and
society: a social study of the Western(págs. 29-75). Berkeley: University of California
Press.
Marco teórico sobre la relación cinematográfica Colombia-México
La relación entre Colombia y México a nivel cinematográfico es bastante estrecha. Oswaldo
Fiesco y Roberto Mejía, en su texto Un imaginario común. Coproducciones colombo-
mexicanas, exponen cómo la industria mexicana, quizá la más fuerte de Latinoamérica, ha
logrado penetrar desde los años 30 en los mercados de diversos países hispanos, siendo
Colombia un claro ejemplo de esto.
La relación cinematográfica entre ambos países se dio en primer lugar a nivel de
espectadores, siendo las películas mexicanas muy bien recibidas entre el público colombiano.
En su libro Latinoamérica: las ciudades y las ideas, José Luis Romero expone la influencia del
cine azteca por fuera de su país de origen, sobre todo en el público de clases medias y bajas,
que tomaron como referencias culturales las películas rancheras y los melodramas mexicanos
que se proyectaban en los cines de los centros y los barrios de las ciudades. (Romero, 2005).
Colombia no fue la excepción e inspirada en las comedias rancheras, realizó algunos dramas
musicales en la década del 50 sin mayor éxito.
Para mediados del siglo XX las películas mexicanas abarcaban gran parte de la taquilla
colombiana, no sólo por su calidad y popularidad, sino porque evidentemente eran habladas en
castellano. Para ese entonces Colombia aún presentaba un amplio nivel de analfabetismo y, por
ser habladas en inglés, las cintas hollywoodenses requerían la lectura de subtítulos –en aquella
época todavía no era común el doblaje–. Además del idioma, elementos como la consolidación
de un reconocido grupo de estrellas cinematográficas mexicanas, y el hecho de que las cintas
ofrecían representaciones de identidad con las que Colombia podía identificarse, permitió
explicar el éxito de estas producciones en Colombia. Al respecto Fiesco y Mejía expresan:
Lo local de nuestro cine (la comedia ranchera, los charros, la música vernácula) se tradujo en
pasaportes e internacionalización de géneros híbridos con un gran potencial de taquilla, y que
aún hoy son recordados, y sobre todo queridos, en centro y Sudamérica, donde además nuestra
cinematografía creó una importante y eficaz red de distribución y exhibición para que nunca
faltaran películas mexicanas en aquellas latitudes (2013, 15.).
La presencia de las producciones mexicanas tuvieron una amplia repercusión en la
cultura popular colombiana. La periodista Sara Malagón Llano en su texto Western a la
colombiana retoma los planteamientos de una investigación realizada por el director de cine
colombiano Iván Gaona sobre la influencia del cine mexicano en la conformación de una
identidad santandereana. Dicha investigación fue la base para la realización del wéstern
colombiano Pariente (2016). En palabras de Malagón:
En 2015, Gaona estaba investigando la llegada del cine mexicano al país —del cine de galán
de pueblo, de las riñas y los desamores—, motivado por la idea de que Santander, y su gente
son como son por el impacto que ese cine tuvo en la región. Hay, según él, una idiosincrasia
compartida. Y él quiso averiguar por qué (2017, s.p.).
Malagón también expresa cómo en la década de los cuarenta, hubo empresas itinerantes
dedicadas a la exhibición de cine en los pueblos, fuera de las grandes ciudades. La periodista
afirma que la mayoría se trataban de wésterns americanos y mexicanos. Lastimosamente no ha
sido posible encontrar una publicación académica o de algún corte riguroso que explore con
mayor profundidad la recepción de las películas mexicanas en las salas colombianas y las
repercusiones, culturales y económicas que este fenómeno situación pudo generar.
Por otro lado, la relación binacional no se limitó a una simple recepción pasiva de las
películas aztecas; por el contrario, hubo intercambios cinematográficos de lado y lado. Ya en
1918 la célebre novela María del colombiano Jorge Isaac había inspirado al mexicano Rafael
Bermúdez Zataraín a realizar una adaptación cinematográfica, cuatro años antes que el español
Máximo Calvo realizará su versión en Colombia. Como evidencia de la continua relación
binacional, hubo otras dos versiones de la novela realizadas en México: la de Chano Urueta en
1938 y la de 1971, esta vez como una coproducción colombo-mexicana dirigida por el chileno
Tito Davison (Fiesco y Mejía, 2013).
Sin embargo, los intercambios fueron mucho más frecuentes desde México hacia
Colombia. En historia del cine colombiano Hernando Martínez (citado por Burkhardt, 2015)
señala una influencia directa de las películas rancheras y su inherente melodrama en las
producciones colombianas que se desarrollaron en la década de los cuarenta y cincuenta. Fiesco
y Mejía mencionan el caso de Allá en el trapiche (Roberto Saa Silva, 1943), que ya en el título
emulaba el éxito mexicano Allá en el rancho grande (Fernando de Fuentes, 1936), una de las
comedias rancheras más taquilleras de la década. Ambas películas recurrían a la música local
y a rebuscados melodramas para capturar al público. Esta búsqueda por lo popular continuó en
lo que Martínez Pardo (1978) llama “películas bambuqueras”, filmes que pretendían adaptar
las narrativas mexicanas a la cultura colombiana, y que significaron sendos fracasos tanto a
nivel estético como comercial.
Por otro lado, en la década de los 50 tendría lugar una dinámica de coproducciones en la
que ambos países participaron en la realización de coproducciones cinematográficas. Sin
embargo, esta era una relación desigual entre una industria ampliamente consolidada como la
mexicana y una incipiente industria colombiana. Al respecto Fiesco y Mejía argumentan:
Las coproducciones beneficiaban al cine mexicano en cuanto a la diversificación de los
paisajes, pero sobre todo por la evasión que podía hacerse de los sindicatos de producción –que
en México imponían reglamentos bastante estrictos– y sus cuotas económicas y de personal. A
cambio, los productores obtenían ‘mano de obra’ más barata en los países en cuestión, vistos
mucho más como locaciones que brindaban todas las facilidades que como verdaderas
coproducciones (2013, p. 1.).
A pesar de lo desequilibrado de esta relación –que se extiende hasta a la actualidad–, permitió
un nutrido intercambio a nivel profesional en aumento, alcanzando su culmen en la década de
los sesenta con lo que Jairo Buitrago (2005) llama la invasión mexicana, en la que un número
importante de directores mexicanos, entre los que se encuentran Luis Moya Sarmiento,
Fernando Orozco, Julio Bracho o Julián Soler, tuvieron la oportunidad de trabajar en el país,
marcando una senda tanto en la formación de personal técnico como en la elección de temáticas
narrativas. De acuerdo con Sara Rojas, “La influencia del cine extranjero determinó las líneas
argumentales de las producciones nacionales que se fueron adaptando al modelo del
melodrama mexicano” (2010, p. 7).
Es precisamente en este marco de la relación cinematográfica Colombia-México en el
que la presente investigación busca asentar sus bases. Sin embargo, ante el extenso panorama
que se abre, elegimos centrar la mirada en el género específico del wéstern, que tiene una fuerte
presencia en México y cuyos primeros exponentes en Colombia (Allá en el trapiche (1943) de
Roberto Saa Silva, Sendero de Luz (1945) de Emilio Álvarez Correa, Aquileo Venganza (1961)
de Ciro Durán y El Taciturno (1971) de Jorge Gaitán Gómez), tienen una fuerte influencia
mexicana; incluso los dos últimos filmes coinciden cronológicamente con lo que Buitrago
llama la invasión mexicana.
La producción de wésterns mexicanos a la fecha supera la cifra de 500 wésterns en total,
mientras que los colombianos solo suman un total de 10 películas.5 Es por esta razón que hemos
5 Incluyendo un wéstern en coproducción con México.
decidido ampliar el periodo de análisis de nuestra investigación, que inicialmente solo
contemplaba los wésterns de ambos países realizados a partir de 1960. Para analizar a México
hemos decidido ampliar la fecha y comenzar el corpus desde 1950, aprovechando que como ya
indicamos, en esa década aumentaron las producciones wéstern. Para Colombia hemos
decidido ampliar el periodo de análisis desde 1940, dado que el número de wésterns
colombianos es mucho más reducido, lo que nos permite analizar todo el corpus existente al
respecto.
Es necesario considerar que las influencias mexicanas se han dejado sentir con cierto
retraso en las producciones colombianas. Por ejemplo, el primer wéstern colombiano, Allá en
el trapiche (1943), se filmó seis años después de la película mexicana a la que emula, Allá en
el rancho grande. Así mismo ocurrió en el caso de Tiempo de morir, cuya primera versión se
rodó en México en 1965 y que tendrá una segunda versión colombiana veinte años más tarde.
Además de esta primera coincidencia temporal, hay otros dos puntos en los que los
caminos de la relación de producción entre Colombia y México se encuentran en el wéstern.
En 1974, el mexicano Juan Manuel Herrera dirige en Colombia los Pistoleros de la muerte,
una historia que de acuerdo con Fiesco y Mejía (2013) transcurre en un pueblo al Oeste de
Estados Unidos,6 en donde cuatro bandidos –Alan, Judas, Dick y Ted– roban un auto para
dirigirse a la ficticia Cactus City y profanar una tumba a fin de extraer el mapa que revela la
ubicación de un botín. La historia no tuvo un reconocimiento especial por parte de la crítica
especializada. Otro wéstern producto de la relación binacional fue la cinta Ahora mis pistolas
hablan (1980), dirigida por el mexicano Rómulo Delgado -junto con Fernando Orozco
(Colombia) y el actor español Aldo Sambrell- quien narra las pugnas por adquisición de tierras
y el enfrentamiento entre campesinos y terrateniente, fenómeno que tanto marcó el período
conocido en Colombia como La Época de la Violencia. Aunque olvidada actualmente,7 esta
película contó con la participación del actor y director mexicano Emilio el Indio Fernández,
ampliamente reconocido por su participación en wésterns estadounidenses y mexicanos.
El otro punto de encuentro entre ambos países alrededor del wéstern es el guion escrito
por Gabriel García Márquez para la historia Tiempo de morir. Un wéstern en el que un ex
convicto regresa a su pueblo natal y allí debe enfrentar al hijo del hombre que asesinó en el
6 Aunque la cinta se rodó en locaciones colombianas.
7 Hoy en día solo se puede acceder a esta cinta a través de la visualización directa en la sede de la
Cinemateca de Bogotá.
pasado. Este texto fue llevado al cine por primera vez a manos del reconocido director
mexicano Arturo Ripstein en 1965, y tuvo una segunda versión dirigida por el colombiano
Jorge Alí Triana 20 años después. Si bien, aún no se ha publicado una investigación que
compare a ambas películas, ese estudio que pretendemos hacer nosotros, aportará elementos
no sólo sobre la influencia del wéstern mexicano en Colombia; sino también de las posibles
divergencias entre las producciones de ambos países.
Para finalizar, la relación entre Colombia y México también se ve presente en la película
Pariente (2016), dirigida por el santandereano Iván Gaona. De acuerdo con Sara Malagón, la
cinta “Es como un wéstern mexicano hecho en Colombia” (2017, s.p.). Sobre su película Gaona
expresa:
Santander está relacionado con el género wéstern, y lo que yo quiero responder es cómo eso se
relaciona con nuestro comportamiento. Esta investigación es parte de lo que hacemos los
cineastas: rastrear ciertos fenómenos culturales. Creo que se podría rastrear un mapa de las
regiones que relacione el tipo de cine que llegó a ésta y los comportamientos de su gente. A
Santander le gustaban las películas de personas que usaran un sombrero más grande que el de
ellos (Citado por Malagón, 2017, s.p.).
Quedan así dibujados, brevemente, los acercamientos entre Colombia y México a nivel
cinematográfico, así como las posibles consecuencias de esta relación en los wésterns
producidos en Colombia. Dichas consecuencias se pueden rastrear desde la influencia estética
de los primeros wésterns colombianos en la década del 40, hasta la reflexión sobre la influencia
del cine mexicano en la cultura popular que plantea Iván Gaona en un wéstern contemporáneo
como Pariente.
Sobre los caminos del wéstern en Colombia
Hasta el momento no se ha encontrado un estudio que analice en profundidad el wéstern
producido en Colombia. Sin embargo, se puede notar la presencia del género en las diferentes
notas de prensa o entrevistas hechas a directores. Así al hablar de Tiempo de morir, Ricardo
Silva afirma que definitivamente se trata de un wéstern colombiano (2014, s.p.) o el ya
mencionado comentario de Sara Malagón, según el cual: Pariente es un wéstern mexicano
hecho en Colombia (2017, s.p.). Por otra parte, la publicación digital Filmigrana señala que:
En Colombia son pocos los intentos de adaptar piezas wéstern a un contexto local, aun cuando
la historia de la nación contenga en sí elementos que ayudarían a una apropiación y re-invención
exitosa del género, aplicando estos elementos a un escenario autóctono (2012, s.p.).
Los autores de Filmigrana intentaron hacer una sistematización de los wésterns
producidos en más de un siglo de historia en Colombia. Aquí nosotros complementamos el
listado por ellos propuestos: Allá en el Trapiche, de Roberto Saa Silva (1943); Sendero de
Luz, de Emilio Álvarez Correa (1945); Aquileo Venganza, de Ciro Durán (1968); El Taciturno,
de Jorge Gaitán Gómez (1971); Pistoleros de la muerte, de Juan Manuel Herrera (1975);
Canaguaro, de Dunav Kuzmanich (1981); Ahora mis pistolas hablan, de Rómulo Delgado
(1982); Tiempo de morir, de Jorge Alí Triana (1985); La Captura, de Dago García (2012) y;
Pariente, de Iván Gaona, 2016) (Barreiro, 2019, p.1).
Luego de presentar la sinopsis y algunas críticas respecto a estos filmes, los autores de
Filmigrana terminan reafirmando lo fértil que es la historia nacional para que de allí se
pudieran extraer relatos dignos del género en cuestión:
Habrá que esperar para ver si alguien es capaz de resucitar este género en el país, cuya historia
patria fácilmente se puede prestar como tierras fértiles para desarrollar las temáticas y
contenidos que ofrece el salvaje wéstern (2012, s.p).
De igual forma, reafirman la necesidad de las transformaciones que el wéstern canónico
requería para narrar las historias colombianas. De esta manera, citando a Pedro Adrián Zuluaga
afirman:
La adaptación de un género a otro contexto, sobretodo si está tan marcado como el wéstern por
las variables geográficas, requiere de una nueva estructura, un nuevo ritmo, una nueva relación
de personajes que transforme por completo el género que les sirvió de punto de partida (2009,
p. 132. Citado por Filmigrana, 2012, s.p.).
Por otro lado, durante la primera fase de nuestra investigación llamada “Al Sur del Oeste:
el wéstern en Sudamérica”, hemos podido establecer que la trama clásica del wéstern
estadounidense, en la que un pueblo es amenazado por un villano y un forastero valiente
aparece para defenderlo, es escasa en el wéstern colombiano. Este tipo de trama sólo está
presente presente en la película El Taciturno. Esto se debe a que la fórmula clásica del género
no se relaciona de forma cercana con los hechos que ocurren en Colombias. Para el wéstern
colombiano resulta extraño que un forastero defienda a un pueblo que desconoce, en cambio sí
sucede que alguien ya perteneciente al pueblo, a quien le duele lo que ocurre en su tierra, tome
valor y defienda a su familia y vecinos.
Como ya lo señalaba Zuluaga (2009) este género ha necesitado otras fórmulas narrativas
más cercanas a su contexto, como por ejemplo la trama de venganza.8 En ella, el héroe no es
un forastero sino un oriundo del pueblo que busca vengar al villano aún en contra de los deseos
de algunos habitantes. La trama de venganza en el wéstern colombiano se da por dos motivos
principales: la muerte de un familiar o la disputa por una tierra, algunas veces ambos motivos
se relacionan, ofreciendo un tipo de final en el que todos: héroe, pueblo y villano, pierden algo.
La venganza por la muerte de un familiar ocurre después de desplegar en pantalla
persecuciones, duelos (con armas, con gallos o con machetes), funerales y entierros. Los
asuntos de tierra involucran regresar al pueblo natal, la expropiación de tierras, el
desplazamiento o los incendios provocados.
La trama de venganza aparece en seis de las siete cintas colombianas que tratan asuntos
de despojos de tierras, lo que precisamente empuja a buscar la venganza. El tercer tipo de trama
dentro del wéstern clásico es la llamada trama de transición, en ella el héroe también pertenece
al pueblo que, a diferencia de las tramas anteriores, no es débil y por el contrario, parece más
fuerte que el héroe y se alía con el o (los) villanos. Por esta razón, el héroe lucha contra el
pueblo hasta que decide si quedarse o irse. Este tipo de trama es escasa en el wéstern
colombiano y solo está presente en dos cintas: El Taciturno y Aquileo Venganza. Por último
tenemos a la trama llamada profesional, en la que héroes asesinos profesionales o a sueldo
defienden el pueblo sólo como un trabajo pago u ordenado por otros. En este caso el pueblo
vuelve a aparecer como débil y gracias a los héroes profesionales, logra su meta comunitaria.
Esta trama sólo está presente en dos wésterns colombianos: Canaguaro y La Captura, esto
resulta extraño teniendo en cuenta que la trama profesional puede relacionarse con el sicariato,
tema bastante presente en el cine nacional.
Como lo mencionamos inicialmente, la trama de venganza domina el wéstern
colombiano, como sucede en la película Aquileo Venganza (1961), dirigida por Ciro Durán. La
cinta narra cómo después de la que Guerra de los Mil Días, un grupo de forajidos contratados
por terratenientes y por el alcalde corrupto del pueblo, amedrentan a los campesinos para
8 Ver el canon del wéstern norteamericano que hemos creado para esta investigación y que detalla los
distintos tipos de trama que conforman al wéstern clásico.
quedarse con sus tierras. En este forcejeo se masacran familias enteras, pero el personaje
principal, llamado Aquileo, sobreviviente para vengarse.
Los personajes centrales del wéstern colombiano, son dos: el héroe forastero y los
campesinos dispuestos a luchar por la tierra o a vengarse de los terratenientes. Acompañando
a estos dos tipos de personajes vemos a quienes representan a las instituciones: la familia unida
en la desgracia, el alcalde que suele ser corrupto o inepto, los militares y por supuesto los
sacerdotes. Por otro lado, las mujeres del wéstern colombiano están enmarcadas en tres
opciones de rol: las prostitutas (en las cintas Tiempo de Morir, La Captura y Aquileo
Venganza), la novia bondadosa del héroe (como en Tiempo de Morir) y algunas escasas con
roles valerosos de armas tomar o de guerrilleras, como en Canaguaro y Pariente.
El contexto temporal de todos los wésterns colombianos está unido de una u otra forma
a la violencia en el campo. La posguerra de los Mil Días, el pasado violento de un pueblo, las
acciones de los chulavitas, la presencia de un terrorista o la desmovilización de un grupo
armado, son las circunstancias que disparan los hechos de las películas. La amenaza de
desplazamiento de tierras y el posterior incendio de los predios campesinos, es un tema que
atraviesa a cintas como Aquileo Venganza, Canaguaro, La Captura. El contexto cultural
colombiano en estas películas es un reflejo del contexto temporal, por lo que el machismo y el
patriarcado abogan por recuperar el honor perdido (Barreiro, 2019).
Para incrementar la tensión del contexto temporal y cultural, el wéstern norteamericano
se apoya en oposiciones morales claramente demarcadas, y que el colombiano ha sabido
adaptar a su propio contexto. La más común, presente en los siete wésterns del país, es la
oposición entre la ley formal y la informal, con la que se logra representar la venganza en tierra
de nadie. La violencia en el campo ocurre, entre otras cosas, a causa de una ley formal
inoperante, por lo que la salida ha sido imponer la fuerza a partir de la ley informal. Como
consecuencia de esta primera oposición, aparece la segunda, pueblo versus grupos armados,
tanto de derecha como de izquierda. Esta oposición está presente en los wésterns Aquileo
Venganza, Canaguaro, La Captura y Pariente. Por último tenemos la tercera oposición que
está dada entre el catolicismo y la maldad, y se manifiesta en el pueblo que ora y a la vez
asesina.
El wéstern en Colombia ha apostado por escenificar la tensión entre las leyes formales e
informales que se enfrentan en las montañas del país, algunas veces denunciando incluso
hechos reales, como es el caso de Canaguaro. Sin embargo, más allá de posturas políticas, la
representación de la izquierda y la derecha está caracterizada por una violencia similar a la del
Oeste americano, es decir, una violencia completamente normalizada (Barreiro, 2019).
Dibujando así el panorama del wéstern en Colombia, queda abierta la pregunta sobre
cómo se vincula éste con la influencia del wéstern mexicano, cómo dialoga con las películas
del país azteca, en qué aspectos estéticos o temáticos convergen y en cuáles se distancian, así
como cuál es su relación precisa con el contexto sociopolítico. Estos interrogantes los espera
responder nuestra presente investigación.
Fuentes citadas para este marco teórico del wéstern colombiano y su relación con méxico
BARREIRO, P., Serna, L., Osorio, O. y Zapata, B. (2019) Al sur del oeste: el wéstern
en Sudamérica. Universidad de Antioquia.
BARREIRO, P. (2019). El wéstern en Sudamérica como escenario de representación
política de los movimientos de izquierda y derecha de la región: los casos de Colombia
y Chile. Simposio de Investigación en Audiovisual. Desafíos y nuevas direcciones en la
investigación del audiovisual. Aproximaciones teóricas, metodológicas y empíricas. en
el marco del Festival de Narrativas Audiovisuales, FULANA FEST. Medellín: Centro
Cultural de la Facultad de Artes.
BUITRAGO, J. (2005). Extranjeros en el cine colombiano. Segunda parte (1958-2005).
Cuadernos de cine colombiano, 4-19.
BURKHARDT, A. (2016). Hernando Martínez pardo: “el cine no es solamente una
forma de filmar unas historias, sino que tiene una forma propia de construir personajes
y contextos espacio temporales”. Historia y espacio, 287-309.
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volumen 20. N°89 Enero-Marzo 2009, p.132.
Marco teórico sobre el wéstern mexicano
México no es solo una de las fronteras a cruzar por los vaqueros norteamericanos del género
cinematográfico wéstern. Este país tan representado en las cintas del Oeste, adoptó al wéstern
como suyo, de tal forma que en ocasiones pareciera un género compartido entre Centro y
Norteamérica.9 Aunque en ocasiones es confundido por los latinoamericanos con el género de
comedia ranchera, el wéstern mexicano posee su propia identidad narrativa y estética que lo
diferencian, no solo de otros géneros sino también del propio wéstern estadounidense. A
continuación delinearemos las fronteras que delimitan a este género en el país centroamericano
que más tiempo ha dedicado a su realización.
A finales de los años 50 el wéstern estadounidense comenzaba su declive en las salas de
cine norteamericanas y pasaba a tener una segunda oportunidad en la pantalla chica, a manera
de serie televisiva. Es justo en este momento de descenso en taquilla cuando otros países vieron
la oportunidad de refrescarlo o de reapropiarse de él. Nunca antes México realizó tantas cintas
wéstern como en la década en la que justo Estados Unidos comenzaba a ver el ocaso de su
género por excelencia. Sin embargo, a diferencia de Estados Unidos, el país centroamericano
no optó por fabricar un género idealista en sus narrativas y rimbombante visualmente hablando,
Lejos de rastrear en los mitos de la pradera la filosofía del honor y de las armas, la mezcla de
civilización y barbarie o su singular topografía anímica y física, que convirtieron a John Ford,
William Wellman, Anthony Mann, Raoul Walsh o Budd Boetticher en semidioses, el wéstern
mexicano elegía la baratura, el híbrido y la degeneración ranchera (Aviña, Pp. 159).
Constantemente en la literatura académica los autores se refieren al wéstern mexicano
como un género “Ultra barato e insipiente” (Aviña, Pp. 159). Resulta interesante que a pesar
de la basta producción de estas cintas y de la importancia del género en cuestión como
productor cultural que ha delineado las vidas y peligros de la frontera, México se haya
interesado relativamente poco por investigarlo en amplitud y rigurosidad. Los textos
académicos, así como las publicaciones de prensa, reseñas y críticas especializadas, no otorgan
suficiente extensión a este género cinematográfico prolífico de la nación. La brevedad en los
estudios se da precisamente por la poca valoración que tiene el wéstern en la comunidad
académica y cinematográfica del país, lo que reafirma la necesidad de nuestro proyecto de
investigación.
9 También el spaghetti western (hecho en Italia) recreaba las situaciones típicas del Oeste pero en tierras
mexicanas.
El “cine de caballitos”, como se le llama popularmente al wéstern mexicano, tuvo su pico
más alto de producción durante la década del 50, aunque con cintas que diversos autores
coinciden en calificar como de baja calidad artística. Previo a esta década, en los años 30 –
década en la que predominaron los melodramas– se comenzaron a hacer algunos acercamientos
al género (Sotelo, 2006). Para el año de 1959 se realizaron en México un total de 116 películas,
26 de estas pertenecen al género wéstern, 22 al melodrama, 17 a la comedia y 15 a la comedia
ranchera. Gracias a que los wésterns eran baratos de realizar, lograron representar casi la mitad
de la producción total de películas mexicanas en el momento (García Riera, 1998). La acelerada
producción de wésterns en el país fue decreciendo en los años 60, gracias al aumento en la
migración del campo a las ciudades y con ella, la necesidad de historias que apelaran a un
mundo moderno (Sotelo, 2006).
A pesar de que la producción decreció, para la década del 60 la complejidad y calidad
del wéstern mexicano mostró un importante aumento. La cinta Los hermanos del hierro (1961)
marcó el comienzo de un camino opuesto al bajo presupuesto físico y emocional de los años
50. De acuerdo con Rafael Aviña, dicha cinta ya se consideraba como “Una muestra de un cine
de prestigio” (Pp. 161). Es en esa misma década que debuta el aclamado director de cine Arturo
Ripsten con su wéstern Tiempo de Morir (1965), basado en el guion escrito por Gabriel García
Márquez. A finales de los sesenta, el director Alberto Mariscal homenajeó al spaghetti western
con una versión a la mexicana de la cinta que dio origen al llamado “Chili-wéstern”, se trató
de la aplaudida película Todo por nada (1968), éxito taquillero que, según Aviña (2004), fue
casi un plagio a Sergio Leone. La interesante filmografía wéstern de esta década cierra con las
cintas El Tunco Maclovio (1969), también dirigida por Mariscal y la cinta con tonos surrealistas
El Topo (1969) de Alejandro Jorodowsky. Los wésterns complejos, interesantes y violentos
continuaron en los años 70 con cintas como Jory (1972),10 Bloody Marlene (1977) y El hombre
desnudo (1973).
Durante los años 60, y gracias al auge del spaghetti western, el género en cuestión
comenzó a dejar de lado su tono paródico para hacer uso de un tono serio, con una violencia
más explícita y con hechos que tenían lugar en el norte de México. De lo anterior se destaca la
cinta dirigida por Alberto Mariscal, El silencioso (1966),11 versión mexicana del clásico
wéstern estadounidense Shane (1953). Dentro de esta corriente de wésterns mexicanos que
emulan al spaghetti, encontramos que el mismo Mariscal dirigió también las aclamadas cintas
10 Coproducción entre México y Estados Unidos.
11 Protagonizada por Emilio, el Indio Fernández, reconocido actor y director del cine mexicano.
híper violentas Todo por nada (1968), El Tunco Maclovio (1969), El sabor de la venganza
(1969), y Los marcados (1970). Colega de Mariscal, José Delfoss apostó en los 70 por
continuar con por la senda de la violencia y la crueldad con wésterns como Chico Ramos (1970)
y El Tuerto Angustias (1974).
En medio de la tendencia de ultra violencia característica a partir de lo años 60, se
realizaron dos wésterns mexicanos que apuntaron a una intimidación psicológica más que a
una tortura física. Se trata de los aclamados wésterns Los hermanos Del Hierro (1961), una de
las obras más aparecidas del director Ismael Rodríguez y la ya mencionada cinta Tiempo de
morir. A pesar de estos intentos por complejizar al género, el wéstern mexicano difícilmente
superó su etiqueta de cine de serie B dentro de la industria del país.
La serialización del wéstern mexicano
Como muchas cinematografías latinoamericanas, la mexicana ha pasado por múltiples periodos
de crisis económicas, creativas y de taquilla. En los años 50 y como método para ahorrar costos
mientras se hacían suficientes películas, el Sindicato de Trabajadores de la Industria
Cinematográfica (STIC) comenzó a explorar el modelo de negocio de los cortometrajes que
posteriormente se unían para conformar varios episodios de media hora y que luego se
convertían en series de tres en tres episodios pensados para la televisión.
La primera serie de tres partes que inauguró el negocio fue El jinete sin cabeza (1956).
Tratando de imitar el modelo estadounidense de finales de los 50, esta serie fue pensada
directamente para la televisión (Aviña, 2004). Gracias al éxito del Jinete sin cabeza, siguieron
otras cintas con tono de parodia, como Los hermanos Diablo (1959), constituida por tres partes:
Los hermanos Diablo, El renegado blanco y Venganza apache. Asimismo, la serie wéstern Los
tres Villalobos y La venganza de los Villalobos (1954), que apostó por un cine de bajo
presupuesto mezclado con aventuras rancheras (Dávalos, 2008). Para comienzos de los 60 el
modelo de serialización continuó pero sin tanto ímpeto, un ejemplo de este tipo de filmes fue
la serie wéstern La Moneda rota (1960), adaptación de una radionovela cubana.
La comedia ranchera: sus puntos de encuentro y desencuentro con el wéstern mexicano
Para remediar la común confusión entre la comedia ranchera y el wéstern mexicano, ofrecemos
aquí las diferencias esenciales entre ambos géneros. El principal contraste entre los dos se
encuentra en el corazón de la trama: la comedia ranchera no tiene interés en los conflictos
morales entre lo individual y lo social, mientras que el wéstern pone su empeño en este frente.
Lo anterior hace que las comedias rancheras funcionen más como un tipo de cine escapista para
evadir la realidad nacional del momento con películas de entretenimiento. Por su parte el
wéstern pone el dedo en la herida nacional, cuestionando la fundación e identidad del país.
Comedias rancheras tempranas como La tierra del mariachi (1938) o Juan soldado
(1938), en la década del 30, y El Zorro de Jalisco (1940) o El charro negro (1940) en la década
del 40, exhiben una clara influencia del wéstern en sus personajes arquetípicos, inmersos en
paisajes rurales mexicanos. Estas primeras comedias rancheras eran bien recibidas por el
público campesino que recién emigraba a los centros urbanos (Obscura, 2003).
Las similitudes entre ambos géneros cinematográficos van desde lo narrativo hasta lo
estético. Muchas de las comedias rancheras encierran en sus subtramas la fatalidad indígena en
pueblos abandonados, ofreciendo planos contemplativos de un campo adolorido y, al igual que
en el género wéstern, se apoyan en personajes trágicos con una mítica vida rural, así como en
las peleas de cantina y en los cuadros costumbristas. Además de compartir ciertas estéticas,
narrativas y estereotipos en lugar de personajes, la comedia ranchera presenta una “Directa
influencia fílmica de los viejos wésterns musicales estadounidenses, como los de Gene Autry
o Roy Rogers” (Aviña. Pp. 152).
La comedia ranchera también ofrece elementos tradicionales de la vida rural mexicana
que distan de lo que el género wéstern exhibe. La presencia de hacendados buenos y de peones
felices es una de las diferencias más marcadas, al igual que el enfoque principal en los
conflictos de amor, escasos en el wéstern clásico estadounidense. Por otro lado, el héroe
(charro) valiente de la comedia ranchera, se caracteriza por ser pistolero, apostador y
mujeriego, proyectando la identidad de una nación varonil (Ubaldo, 2005), aspecto que lo
acercna bastante al héroe del wéstern clásico, con la gran diferencia de que el charro mexicano
no es el hombre blanco en busca de tierras por conquistar o una comunidad que defender. Lo
anterior nos lleva a otra gran diferencia: la comedia ranchera no necesita de la tensión en la
frontera para construir sus narrativas, aquí el eje central no es la pugna por tierras, sino el honor
y el amor. Por último, el ambiente festivo permanente o el pueblo impecable de limpio,
presentes en la comedia ranchera, son otros puntos dispares entre ambos géneros (Aviña, 2004).
Variaciones del wéstern mexicano
Por tratarse de un género tan prolífico en el país, el wéstern mexicano ha bebido de otros
géneros que lo han ido transformando en distintas etapas. Múltiples wésterns unieron las
convenciones o los personajes de varios géneros, dando como resultado cintas que caminan por
la delgada línea entre comedias rancheras, wéstern y cine de la Revolución (Obscura, 2003).
En los años sesenta, por ejemplo, se hizo evidente un fenómeno que se venía gestando desde
antes: la confusión entre el wéstern y la Revolución Mexicana, así aparecieron cintas en las que
se podía encontrar a los revolucionarios peleando en un salón del lejano Oeste a la manera
hollywoodense (Konzevik, 1992).
En algunos casos, el wéstern mexicano se fundió con el género del terror, como ocurrió
en la cinta El Jinete sin cabeza (1956). A partir de los 40 y por varios años más, el director de
cine Fernando Méndez realizó numerosos wésterns, en algunos como en Las Calaveras del
Terror (1944), tomó aspectos del género en cuestión, unido a modos de representación del
terror e incluso de la ciencia ficción y para narrar historias a la mexicana. Sin embargo, más
allá de tener algunos tintes de horror, de Revolución mexicana o de comedia ranchera aquí o
allá, el wéstern mexicano se divide en subgéneros que se delimitan claramente en temáticas,
periodos y estéticas; a continuación presentamos dichas divisiones.
El subgénero Zapata wéstern
También conocido como “Tortilla wéstern”, fue un subgénero que se realizó principalmente
entre los años 60 y 70 recreando el entorno de la Revolución mexicana pero con una mirada
transnacional (Pineda, 2019). Estas cintas estuvieron plagadas de personajes moralmente
ambiguos y con una estética altamente influenciada por el spaghetti western. El Zapata wéstern
se caracteriza por reemplazar a los tradicionales nativos americanos del wéstern clásico
estadounidense, por campesinos mexicanos explotados (Uva, 2013). Muchos de los tortilla
wéstern están a cargo de los hermanos Mario y Fernando Almada, prolíficos actores y
directores del cine de serie B mexicano.
El subgénero cabrito wéstern
A partir de 1980 y aprovechando las circunstancias que tienen lugar en el norte de México, el
subgénero del cabrito wéstern surge para retratar las peripecias por las que pasaban los
mexicanos intentando cruzar la frontera de los Estados Unidos. Los temas encargados de dar
un tono mexicano a un género por excelencia estadounidense fueron los del narcotráfico, los
duros trabajos de los braceros12 y las aventuras de los camioneros, que muchas veces se
plasmaban en corridos norteños13 (Vargas, 2006).
Las producciones del tipo cabrito wéstern solían ser de bajo presupuesto, pues se rodaron
principalmente en los años 80, cuando el país atravesaba por una crisis petrolera. Lo anterior
no ocurrió solo por razones económicas, el cabrito wéstern:
Encontró a un público ávido de cine mexicano que había sido olvidado por la industria
cinematográfica, la cual estaba más interesada en recuperar su imagen internacional y capturar
a la clase media, pero que había olvidado a la clase popular, la que debido a los problemas
económicos y sociales que enfrentaba el país, estaba migrando a la frontera con la idea de
trabajar en los Estados Unidos, donde ya había un buen número de mexicanos (Mercader. Pp.
57-58).
Algunos cabrito wésterns reconocidos son Contrabando y traición (1976), Pistoleros famosos
(1980), Lola la trailera (1983) y El traficante (1983).
Otras variaciones del wéstern mexicano
Wéstern de enmascarados
Mas que un subgénero o una corriente enmarcada en un periodo específico, el wéstern
protagonizado por héroes justicieros con máscaras y/o antifaces similares a las usadas por el El
Zorro o El Llanero solitario, apareció a partir de la década de los 40 y sobresalía por la escasez
de locaciones imponentes. Estas cintas apuntaban más bien a un entorno mísero que permitía
entender por qué el héroe luchaba por quienes vivían en dichas condiciones. Películas como El
Lobo solitario (1951), El vengador solitario (1953), El diablo a caballo (1954), y personajes
como el Coyote, Durango Kid y El jinete fantasma, fueron algunos de los más famosos
vaqueros enmascarados mexicanos (Mérida, 2013).
Chili wéstern
También conocido como “Enchilada wéstern”, se concibe como una reapropiación del
spaghetti western (utilizando equipo de producción y actores mexicanos) que a su vez es una
12 Como se les denominó a los trabajadores temporales mexicanos que gracias a un acuerdo
binacional, viajaron a Estados Unidos para trabajar en agricultura entre las décadas del 40 y el 60.
13 Género musical que narra las peripecias de los narcotraficantes en México y la frontera.
reapropiación del wéstern estadounidense (Kirsten, 2009). De acuerdo con el académico Lauro
Zavala, “Con la muerte de John F. Kennedy en 1963, el género del héroe solitario y vencedor
desaparece para dar lugar al wéstern crepuscular, los chili-wéstern y los espagueti-wéstern”
(Pp. 214). Lo héroes del Chili son más cercanos al personaje del “Hombre sin Nombre”
interpretado por Clint Eastwood en los spaghettis del director Sergio Leone.
Fuentes citadas en el marco teórico del wéstern mexicano
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METODOLOGÍA
La metodología que a continuación detallaremos ha sido ya aplicada y puesta a prueba durante
la primera fase de nuestro proyecto. Como lo hemos mencionado en otros apartes de esta
propuesta, el macroproyecto que pregunta por el wéstern latinoamericano está dividido en dos
fases: una primera14 cuyo proyecto de investigación se denominó “Al Sur del Oeste: el wéstern
en Sudamérica”, y que está a punto de culminar. Aunque esta fase indaga por el wéstern en
Sudamérica, se centró principalmente en Argentina y Brasil. La segunda fase corresponde a la
propuesta que estamos presentando al FDC y que quiere indagar por la relación Sudamérica
(particularmente Colombia) y México. Dado que en la primera etapa no se pudo hacer mayor
énfasis en Colombia, la segunda planea centrarse en ese país sudamericano para luego hacer el
contraste con Centroamérica.
Como vemos, el camino metodológico que a continuación explicamos ya tiene un buen
recorrido dando resultados útiles y óptimos durante la primera fase del macroproyecto. Al
buscar desarrollar perspectivas de profundidad que permitan conciliar los campos de
conocimiento que nos competen, como lo son los estudios visuales, los estudios culturales, la
narrativa audiovisual y los estudios de cine, optamos por construir un modelo de trabajo
integrador, donde exista el espacio para conciliar las distintas matrices disciplinares y de
construcción del saber que están involucradas al observar la cinematografía wéstern de
Colombia y México, por ello optamos por trabajar a partir de cartografías de controversias.
Cartografías de Controversias
Se trata de una técnica de investigación desarrollada por Tommaso Venturini para aplicar la
“Teoría del Actor-Red” creada por Bruno Latour, ésta permite abordar estructuras complejas y
se basa en el ejercicio de observar y documentar. Para alimentar todas las posibilidades que
ofrece esta técnica, el investigador debe permitir que cada elemento observado relacione todo
14 La primera etapa fue apoyada por la Universidad de Antioquia y la Universidad Nacional de
Colombia.
lo que puede vincular a través de su discurso. De esta manera se construye una red en la que
cada nodo (llamamos nodo a cada punto de convergencia en la representación gráfica de la
cartografía) será denominado Actor o Agente.
Se habla de controversia porque se reconoce que en toda dinámica compleja hay
divergencias entre puntos de vista, consignación de relatos o interpretación de dispositivos. Lo
anterior será aplicado no solo a las particularidades del análisis que se requiere de los
contenidos específicos de las dos cinematografías, sino que también servirá para ubicar los
elementos perceptivos que crearon un contexto entre ambos países. Por ello es que aquí serán
incluídos los discursos, textos académicos, datos duros y blandos, etc. y tendrán una categoría
sustantiva. Ante todo se asume que, para que un Actor sea definido como tal, deberá cumplir
con dos elementos: capacidad de narración y dispositivos que den cuenta de dicha narración.
El Actor adquiere ese nombre por el hecho de que posee un carácter múltiple en sí mismo,
es decir que puede ser más de una cosa a la vez. En ese sentido, es importante comprender la
razón por la cual los actores entrecruzan relaciones con otros actores en distintas categorías de
análisis. Para ejemplificar: la palabra wéstern es a la vez un concepto narrativo, un género
literario y un género cinematográfico, pero a su vez, encierra un universo visual, estético y
político que puede interactuar o no con su carácter de género cinematográfico o literario o
narrativo. En el contexto de nuestra investigación los elementos que alimenten esa percepción
harán que por defecto el nodo correspondiente a la palabra se estimule, y por lo tanto crezca,
de esta manera va adquiriendo relevancia en la cartografía.
El concepto de cartografía se usa porque con él se generará un criterio, una mirada, no
solo una imagen. Lo anterior quiere decir que al implicar un patrón de lectura, no sólo se
depende de la existencia de la imagen resultante, la cual llamaremos mapa, sino que también
comprenderá un criterio de ubicación que permita leer ese mapa y comprender cuáles son los
patrones lógicos que resultan de cubrir el terreno conceptual que se investiga. La interacción
con la narración y sus dispositivos es lo que permitirá saber cómo funciona la gravitación
respecto a la controversia en la cual se teje la red, esto implica que el concepto de controversia
se aborda en la medida en que hay un carácter múltiple reconocido en más de uno de los actores
traducidos a nodos en un mapa, esto quiere decir que una misma cosa puede ser asumida desde
formas dinstintas según las fuentes, y no por ello se anulan los puntos de vista. En este caso
serán específicas a las maneras en que interactuaron, se influenciaron, se afectaron o se
desconocieron las producciones wéstern entre Colombia y México.
Para evitar que la cartografía se vuelva infinita, debemos controlar la naturaleza de las
aristas. Las aristas son las líneas conectoras que se establecen entre los nodos (actores) dentro
de la red y que se traducen en el mapa como las líneas y flechas que conectan los nodos de su
red. La recolección de aristas se hace solo por información comprobada desde la fuente, no por
interpretación del investigador, esto con el fin de garantizar que en la construcción del mapa
no se generen tendencias que están decantadas por un punto de vista ajeno, sino que siempre
sea el resultado de una emisión de información concreta y rastreable, toda vez que el proceso
fundamenta el sentido para interpretar los mapas. En el caso concreto de nuestra investigación,
partimos del límite fundamental que está vinculado a la noción de existencia de películas
wéstern, ya sea porque fueron determinadas como tal por el medio local, la crítica, la academia,
sus autores o los medios extranjeros, y no son el resultado de una reinterpretación estilística
posterior, porque ello implicaría que hay tras él una fenomenología más que un análisis.
Al tratarse de una técnica y no de una metodología, permite que se adopten todas las
formas posibles de investigación de primer y segundo orden para la recolección de información.
Esta es una técnica que tiene la capacidad de ampliarse teóricamente y no se asocia a la
construcción de resultados previsibles. Su función es lograr vincular factores y elementos que,
desde las investigaciones disciplinares e interdisciplinares no tienen cómo ser abordadas. Para
ello se han diseñado tres estrategias adicionales que, como metodologías complementarias,
permitirán que la cartografía pueda desarrollarse en su concepción profunda:
1. Teoría fundamentada: hace énfasis en cómo se construyen las categorías que
conforman el marco de lectura de la investigación a partir de la obtención de datos
asentados, de manera que se puedan establecer rasgos significativos sistematizados en
el objeto de estudio. De esta manera se desprenden dos formas de construcción teórica:
la primera llamada teoría sustantiva y la segunda, teoría formal. La configuración de la
investigación que planteamos no abarca sólo la comparación de las cinematografías en
tanto a productos de una cultura, sino también en su particularidad como elementos que
hicieron parte de la construcción identitaria y el desarrollo de dinámicas sociales que
dieron pie a la formación de un paisaje cultural donde podrían identificarse rancheros,
ganaderos, guerrilleros, militares, paramilitares o narcotraficantes, sin que por ello se
pierda el rasgo de que hay un género cinematográfico que conserva matrices.
2. Teoría sustantiva: a partir del marco que ofrece la teoría fundamentada
desarrollaremos una teoría sustantiva para realizar un ordenamiento conceptual, una
categorización y una codificación a partir del proceso informativo resultante del
ejercicio de análisis de los textos críticos, los textos académicos y las películas. Lo
anterior permitirá una comparación constante que logre comprobar si la naturaleza con
la que se está analizando la composición sustancial se logra sostener en el tiempo sin
tener que realizar una actualización sustancial. Dicho de otra manera, esto nos puede
comprobar si hay algo más allá de la definición del género, el idioma común y la
construcción de arquetipos narrativos, que nos permita diferenciar las características de
esta relación entre cinematografías.
La idea de sustancia es la que se convierte en fundamental para comprender el
rendimiento máximo de la investigación, puesto que siempre busca mantenerse en el espectro
de la alimentación de lo informado, relacionándolo entre sí. Esta particularidad implica que la
lectura que se ha de hacer de todo el material, deberá suponer un constante proceso de
concreción sobre la naturaleza escogida, que hasta ahora solo tiene como elemento común la
identificación de género cinematográfico, a partir de este punto es que se dará paso a un proceso
de teorización.
3. Teoría formal: será el resultado de un riguroso proceso de abstracción de aquello que
fue organizado en la teoría sustantiva. Los factores que construyeron una estructura de
interpretación estable evidenciada en ella deberán dar paso a una interpretación que pueda
implicar una intención de amplificación del sentido en la investigación. Es ahí donde el registro
de la investigación pasa del umbral de los estudios cinematográficos a los estudios visuales y
los estudios culturales, porque con ellos se podrán ubicar con mayor eficacia los distintos
contextos sociopolíticos, culturales y/o económicos que llevan a que las cintas produjeran una
representación.
Análisis comparado de discurso
Debido a que en la identificación preliminar de elementos que componen ambas
cinematografías están nombradas distintas encarnaciones de institucionalidad o de
representatividad, se reconoce que ellas poseen discursos en sí mismas, razón por la que
debemos establecer un análisis comparado. Este análisis permite desarrollar una perspectiva
desde el contenido mismo de los discursos, así como del relativo de los elementos comunes
transversales en ambos países y en entornos equivalentes o equiparables. De esta manera se
podrá comprender qué tan cercana o distante es la percepción de un medio complementario
respecto al centro gravitacional de la investigación, como lo es la producción cinematográfica
y sus películas resultantes.
Producción de mapas15*
El mapa es una imagen que sintetiza una idea ubicada desde la noción de espacio. No es en sí
una representación de algo en concreto que está ubicado en el mundo tangible, ni tampoco es
necesariamente la traducción proporcional de los elementos que se disponen en un lugar en
específico. La función del mapa en una cartografía de controversia debe dar cuenta del proceso
de construcción de esa misma imagen y cuál es el recorrido (literal o metafórico) que permite
establecer elementos de análisis.
El mapa en este tipo de investigaciones cumple un papel fundamental a la hora de
reconocer cuáles son los vínculos multidimensionales que pueden existir, no solo al interior de
la investigación sino también a la hora de establecer una relación con un algo exterior a la
misma, tal y como ocurría, de manera anticipada en la propuesta aquí consignada con las
relaciones sociales, políticas, económicas, culturales e históricas que construyeron referencias,
primero desde México hacia Colombia y recientemente desde Colombia hacia México.
Proceso de levantamiento de mapas e importancia de los mismos.
Para respetar el principio epistemológico que marca el constructo de esta investigación, se
pasará primero a construir un mapa que permita establecer cuál es la visión que la academia
tiene en México respecto a su producción, toda vez que bajo esta misma lógica es que fue
producido el concepto del canon de la cinematografía wéstern norteamericana, que luego fue
adoptada por la prensa, los realizadores e incluso el público. Es importante establecer este
análisis comparado visual, toda vez que reconocemos de manera anticipada que al tener una
base de estudios académicos sobre cine, México puede llegar a tener una producción importante
que define una percepción del género. Con ello se podrá contrastar el proceso divergente que
se ha vivido al respecto en Suramérica, en particular en Colombia, donde no se ha construido
un cuerpo académico sino que se ha aceptado el canon norteamericano como relación de espejo
para identificar su producción y a partir de ahí reconocer su aporte a la filmografía nacional.
15* Ver los mapas elaborados para esta investigación en la sección de anexos.
El siguiente ejercicio de mapeo deberá corresponder al de la prensa y la crítica. Con él se
podrá hacer un barrido sobre cuál es la experiencia comunicativa que el género ha tenido y
tiene respecto a un público masivo que está determinado por el acceso a los canales con los
cuales se desarrollan distintos tipos de acceso. Al respecto se podrá establecer una comparación
entre los mismos tipos, entre México y Colombia, toda vez que la prensa y la crítica siempre
han actuado como validadores de las tipología cinematográficas, de esta manera se podrán
comprender aspectos duros y comprobables que hacen parte de la experiencia problemática de
un género que fue construido desde las bases retóricas del canon en Universidades
norteamericanas
A partir de lo anterior se establecerán mapas traducidos como líneas temporales que
deberán permitir ubicar acontecimientos que pueden esclarecer si lo que ocurre en la pantalla
es el resultado de una postura alejada de las construcciones de realidad de los países o si hay
elementos que reflejan relaciones causales que derivan consecuente luego en las producciones,
o si hay tendencias de representación cultural y estética que se van consolidando a través de la
persistencia de los gestos derivados en las películas.
Para finalizar el proceso cartográfico se realizarán los mapas correspondientes a la
cinematografía en sí. Este ejercicio consiste en el análisis de las películas, que se contrastará
con el cánon del género y aquello que ha sido determinado por la academia para así construir
una imagen que permita comprender cuáles son las convergencias y cuáles son las
discrepancias que el género ha construido a través de los años. El propósito de este ejercicio es
el de observar cómo han evolucionado y a través de qué elementos, los aspectos constitutivos
que posteriormente permiten la identificación con un género, pero que luego buscan escapar de
él a través de la introducción de nuevos elementos que son los que permiten generar un sentido
de apropiación. En otras palabras, la idea no es comprobar qué hay de correspondencia con la
identificación con un género en una cinematografía que no es la que lo determinó sus
características, sino comprender qué es eso que se construyó, independientemente de sus
componentes, y que se aprovechó de una nomenclatura para hacerse un espacio en el público.
Instrumentos de medición cuantitativa
Tanto para la construcción de la teoría fundamentada como para el análisis comparado del
discurso, será necesaria la articulación de instrumentos de medición fáctica que permitan dar
cuenta de forma explícita la estructura del sistema de construcciones discursivas vinculadas al
análisis de la investigación. Para ello se hará uso el análisis de contenido como instrumento
principal de medición, el cual se complementará con el formato de entrevista no estructurada
y con los instrumentos de análisis de data que arroje el trabajo de cartografía de controversias.
Técnicamente, el análisis de contenido será instrumentalizado bajo dos parámetros: el
reconocimiento del contexto nombrado en el contenido a analizar y la articulación de
estructuras retóricas que permitan comprender cómo funciona la construcción discursiva de los
productos, las personas y las obras. Estas estructuras retóricas son: enunciación, cuantificación,
cualificación, secuencia o enumeración, acción-reacción, causa-efecto, problema-solución y
narración.
La secuencia o enumeración construye la noción de prioridad. Salvo en el universo de la
matemática abstracta, la noción de secuencia es el resultado de una doble abstracción que da al
denotar una unidad básica que va acumulando. Sin embargo, el mismo principio se aplica a la
hora de desarrollar énfasis en la noción de ciclo y sin embargo, aun reconociendo que la idea
de ciclo implica un desarrollo argumental de repetición, es capaz de introducir una idea de
inicio y, por lo tanto, de final. Al haber una sustancia, la cuantificación genera una
comparación, una relación de conjuntos que permite desarrollar elementos de inclusión y
exclusión bajo el esquema de una evidencia numérica argumentada.
La cualificación es la última de las estructuras retóricas simples. Busca generar un
espacio argumental donde a los elementos que estén siendo enunciados, se les darán una serie
de atributos que determinarán formas de posterior relación. Lo anterior permite generar
nociones de escala en la medida en que su función es desarrollar una especificidad relativa a
las necesidades del argumento.
Por otro lado, la acción y reacción responden a la construcción argumental de una unidad
de sentido que identifica un factor y su reacción consecuente. Salvo los efectos determinados
por la tercera Ley de Newton, en retórica la fundación de la lógica de la reacción es argumental,
y por lo tanto el razonamiento que la establece puede hacerla relativa.
La causa-efecto implica una relación temporal de tiempo no determinado. Fundan la
noción de origen en el argumento y construyen las bases más sólidas de la fenomenología,
puesto que se auto-validarán permanentemente. La causa-efecto tienen como misión cerrar los
elementos plurisignificantes del discurso de manera que se establezca la lógica que ha de ser
expresada. Al implicar una relación de enunciado que cuestiona, la solución se convierte en un
elemento que también tienen como función el cerrar la plurisignificancia en el sentido, puesto
que la noción de solución simplifica o hace irrelevante el proceso que permite determinar cómo
llegó la solución a serlo. Es una estructura que elimina el marco de lo posible en un
razonamiento. Esta es la última de las estructuras que se construyen desde un par ontológico.
La función estructural de la narración es crear una experiencia que construye sentido más
allá de la lógica. Se basa en relaciones espaciales, tangibles y circunstanciales para generar
elementos que capturen una mayor atención en el argumento. Es poco informativa, puesto que
su escenario es el de la experiencia intensa y envolvente. Se desarrolla en múltiples medios y
no presenta conflicto con la ambigüedad, siempre y cuando mantenga su capacidad de relatar.
Por su parte, la entrevista no estructurada permite la generación de contenido para
vincular en aristas, los nodos discursivos que arroje la información, de manera que la
consignación en la cartografía de controversias pueda estar alimentada de la mayor cantidad de
modulaciones posibles. Los grupos focales aportarán datos que serán complementarios a los
datos de base que se consignarán en los mapas.
Evaluación de los Resultados
Gracias al software que nuestro equipo de trabajo ha utilizado en la primera fase del
macroproyecto (Gephi), hemos podido comprender cómo funcionan los niveles de modulación.
Para entender los mapas resultantes del ejercicio hay que comprender cómo será el proceso de
configuración de la información que permitirá construir dicha imagen. Luego de finalizar los
ejercicios de campo, el equipo de trabajo realizará un análisis de contenido sobre todo lo
recopilado, desde las entrevistas, ejercicios de observación de películas, así como la
documentación oficial que sirvió de base para empezar a trabajar en campo. De esta manera se
intuyen que se crearán seis categorías o modulaciones en las cuales se habría de relacionar la
información: Referencias espaciales, Referencias Documentales, Personas (Personajes),
Acciones, Objetos y Dispositivos, y Relatos. A partir de esta definición, se empezará a construir
los nodos del mapa.
Las referencias espaciales se ocuparían de las relaciones vinculadas geográficamente. La
importancia de tener una modulación específica radica en que la definición de convergencia
para la investigación está asociada a la relación con países específicos, las personas con las que
interactuaremos a través de las entrevistas, y finalmente las referencias documentales
(académicas, críticas y estadísticas) tendrán apartados específicos que se aplican el lugar
específico y concreto. En esta modulación se trabajará de manera horizontal, puesto que tanto
las personas como las instituciones y las películas serán quienes deban determinar su
conciencia espacial en su relato, de forma que la escala de su narrativa siempre le perteneciera
a cada uno de ellos.
En lo que respecta a las categorías donde es identificable una persona, un objeto o un
acontecimiento que tiene múltiples formas de ser abordado, es necesario aclarar que será
pertinente separarlos en modulaciones diferentes, puesto que los intereses de cada uno de estos
actores difieren en lo relatado y la diferenciación podría permitir hacer más legible al mapa sin
afectar el algoritmo que distribuye los nodos. Un ejemplo de esto puede ubicarse en el concepto
de la Revolución Mexicana, que podrá ser abordado como hecho histórico, como contexto
narrativo en el que ocurren películas o como base argumental, este triple carácter deberá ser
reflejado de manera diferenciada en un mapa si coincide dentro del mismo análisis, porque
ciertamente constituyen sentidos distintos aunque las palabras sean las mismas.
Al basarnos en el análisis de contenido decidimos consignar la información en imágenes
que funcionan como mapas para comprender los alcances de este proyecto. Lo que el mapa ha
de expresar son las dos escalas de interacción entre el aparato cultural que contiene la
cinematografía y las personas que se ven afectadas en relación con con esta producción. Por
ello decidimos hacer mapas independientes por sujetos y por cinematografía, de forma que
cada construcción tuviera una forma de expresar su certeza en la percepción sin la intromisión
de un relato dominante.
El algoritmo con el cual trabajamos permite ubicar las relaciones de manera que sea la
convergencia la que determine la gravedad y las tensiones entre los factores que están siendo
analizados. De esta manera se puede dar cuenta de elementos perceptivos sin que medie el filtro
de una interpretación por parte nosotros como investigadores. La lógica de realizar los mapas
y contrastarlos radica en que si los testimonios perceptivos poseen una relación relevante
respecto a la otra producción que envuelve a las producciones cinematográficas, y las
producciones complementarias, implicaría que la forma de los mapas y los elementos
gravitacionales conservarán niveles de paridad. De lo contrario, se evidencia una controversia
entre lo que realmente acontece en el evento narrativo y la percepción narrada del mismo.
DESCRIPCIÓN DEL COMPONENTE PRÁCTICO
Estudios de Caso
Al reconocer la existencia de una producción cinematográfica de género wéstern en países
como Colombia, México, Argentina o Brasil, más allá de lo adecuado o no que se ajuste la
definición de estas películas en el relativo al canon aceptado por el género en Estados Unidos,
es claro que detrás de dicha afirmación hay un ejercicio de lo que Néstor García Canclini
llamaría un acto de subordinación cultural que, combinado con el concepto desarrollado por
Oswaldo de Andrade (1928) y recuperado por el mismo Canclini (1996), llamado canibalismo
cultural, permite comprender cómo desde la aceptación de un referente aparentemente
hegemónico, se realiza un acto de apropiación donde el referente es engullido y transformado
de manera que conserva muchos aspectos formales y dinámicas de aparición pero es otra cosa,
y sin embargo, aquel que realiza el acto de canibalismo requiere de conservar la idea de la
referencia, que en este caso es la nomenclatura wéstern, para poder comprender cuál fue el
punto de partida que lo define.
Al analizar las dos cinematografías wéstern de Colombia y México, no tendríamos que
hacer un ejercicio comparado por el volumen de las producciones de ambos países, porque
claramente allí la narrativa mexicana acapara todos los esfuerzos de esta investigación. Por ello
partiremos desde el concepto de representatividad de época, determinada por elementos
como: ingresos de taquilla, presencia en prensa por crítica, análisis realizados por academia,
distribución en otros países, para determinar un número abarcable que permita nivelar la lectura
con la muestra colombiana compuesta hasta ahora por los 10 wésterns: Allá en el Trapiche, de
Roberto Saa Silva (1943); Sendero de Luz, de Emilio Álvarez Correa (1945); Aquileo
Venganza, de Ciro Durán (1968); El Taciturno, de Jorge Gaitán Gómez (1971); Pistoleros de
la muerte, de Juan Manuel Herrera (1975); Canaguaro, de Dunav Kuzmanich (1981); Ahora
mis pistolas hablan, de Rómulo Delgado (1982); Tiempo de morir, de Jorge Alí Triana (1985);
La Captura, de Dago García (2012) y; Pariente, de Iván Gaona, 2016).
Esta matriz inicial nos permitirá realizar al menos tres niveles fundamentales de estudios
de caso vinculados a la producción filmográfica mexicana, la colombiana y los elementos que
constituyen el cuerpo del canon del género (canon que hemos elaborado desde la de la primera
fase de esta investigación y que está hemos culminado en esta segunda fase), con tres niveles
de profundidad respecto a las apropiaciones estéticas, las apropiaciones narrativas y la distancia
que se toma frente al canon del género, para plantear un análisis sobre el por qué de la adopción
de un género culturalmente ajeno, cargado de un dispositivo cultural colonial, en el contexto
de producciones con comprobada traza identitaria local.
Análisis Comparado
Al trabajar con una metodología como la cartografía de controversias, el ejercicio de análisis
comparado es una presencia transversal y constante al avance de la investigación. Al partir de
los elementos fijados vinculados a la nacionalidad de las cinematografías, a la existencia de un
contenido wéstern que se convierte en contenedor de una serie de operaciones narrativas y
estilísticas con las cuales todos los que se adhieren a articularla están de acuerdo, el camino
que debe trazar la etapa de análisis final estará ligado al establecimiento de los elementos
particulares de cada cinematografía de ambos países, no tanto de los largometrajes en
específico, de manera que se pueda desarrollar un cuerpo de lectura que permita reconocer la
paradoja que encierra el hecho de que efectivamente existe un wéstern profundamente
latinoamericano a partir de un referente que encarna el más claro nacionalismo imperial de los
Estados Unidos.16
Existe una construcción social y cultural del espacio que está determinada por el canon
del género wéstern y que no puede ser reproducida en estos países debido a la ausencia de
referentes históricos que las relacionen. Por esta razón hacemos un equipamiento propio a cada
nación, cargado de su propio sentido, esto implica que no hay necesariamente un sistema de
traducciones y que será labor de la investigación identificar y, si es posible, nombrar eso que
aún no ha sido definido, pese a que ha sido señalado en múltiples ocasiones.
La relación con los objetos, que es la expresión fundamental de la cultura, guarda relación
con la narrativa lógica de un género y es allí donde verdaderamente hay conexiones históricas,
estéticas, antropológicas, sociológicas y culturales que hacen que cada presencia en cada
película sea relevante, puesto que con ella se pueden comprender cuáles fueron las estrategias
de las producciones para adherirse a la idea representativa dentro de un canon, aunque la
producción narrativa de la propia película aporte su propio universo.
El último nivel del análisis comparado será el de los relatos mismos. Este nivel contrasta
el tipo de contenido que construye arquetipos, estereotipos o elementos que escapan de la
clasificación para poder reconocer que allí hay una entidad narrativa con características
propias, que deberá ser la que contribuya a darle ese rasgo de orden identitario nacional
afirmado en múltiples escenarios y plataformas. En síntesis, el análisis comparado tendrá tres
capas de extensión y tres capas de profundidad que, no solo serán reflejadas en los ejercicios
de mapeo, sino que también permitirán comprender cómo ha operado el mecanismo de
apropiación de construcciones culturales hegemónicas en espacios aparentemente
subordinados como son los países latinoamericanos, en el caso concreto de este proyecto:
Colombia y México.
16 Hablamos desde una postura latinoamericana en la que se circunscriben las producciones
colombianas y mexicanas, debido a que en la afirmación de una conciencia de región hay una postura
política que va más allá de una construcción cultural geográficamente identificada, es bajo esa perspectiva
que se hace relevante comprender los niveles de escala en los que esto se refleja en las películas.
Grupos Focales
Para nuestra investigación proponemos además dos grupos focales. En primer lugar, al ser un
proyecto ligado a una mirada integradora de distintos campos del conocimiento, es lógico
reconocer que el trabajo con grupos focales debe tener personas vinculadas al mundo de la
producción cinematográfica de ambos países para indagar por asuntos inherentes al género
desde la realización y la apreciación cinematográfica. En segundo lugar y considerando que
nuestro equipo investigativo está vinculado a instituciones de educación superior de amplia
trayectoria, es más que plausible pensar que la construcción de esta agrupación puede hacer
parte de un ejercicio de discusión de corte académico e investigativo para indagar por asuntos
de contexto sociopolítico y también de cinematografías nacionales (Colombia-México).
Adicionalmente, la discusión académica deberá girar en torno a los estudios culturales y
los estudios visuales. La razón para realizar este espacio de discusión radica en que con él se
pondrá a prueba el hecho de que en el ejercicio de investigación se ha decidido de manera
consciente no hacer uso de la fenomenología como estrategia investigativa. Este grupo focal
cumpliría dos funciones: la primera es la del sometimiento de la investigación a una prueba de
resistencia en términos técnicos y metodológicos, pero también la de construir contenido a
partir de la percepción de los elementos identitarios y de producción de sentido propios de la
definición de la investigación.
Entrevistas en profundidad
Trabajaremos con entrevistas no estructuradas de manera que el entrevistado pueda emitir su
información sin la obligación de vincular su relato a un entorno específico dado por la
investigación. Lo anterior con el fin de comprender los alcances de la construcción de contextos
por parte de los entrevistados y, además, de desarrollar otras formas de contribución narrativa.
Se entiende que al ser académicos, críticos y personas involucradas en el medio
cinematográfico de los países, hay un escenario en común y justamente por ello es que
resultaría inoperante como testimonio ubicar en una matriz específica de preguntas su
testimonio. La valoración relativa que permite la entrevista no estructurada contribuirá a
generar una proyección más amplia sobre el contenido de dichos testimonios, de manera que
el mapa resultante de este ejercicio pueda ampliarse en la medida en que se adicionen más
elementos de juicio a futuro.
Trabajo de Campo
En una investigación como la que se está proponiendo, el trabajo de campo está dividido en
dos cuerpos de trabajo: el primero consiste en la revisión de archivo documental
complementario a las películas con las cuales hemos de trabajar y el segundo estará vinculado
al conglomerado de entrevistas que se harán para construir una fuente primaria de información.
Ambos escenarios deberán acontecer de manera simultánea, toda vez que al cubrir dos países
se construirá una estrategia para dialogar con el material de archivo físico y la consecución de
las entrevistas con las personas identificadas.
Este ejercicio será recopilado en una matriz de trabajo en forma de diario de campo que
permita una primera instancia de sistematización. En la medida de la posible, se conservará
como una herramienta libre de interpretaciones previas a la consignación de datos y por ello
buscamos que su capacidad de registro sea enriquecida por elementos que, si bien estarán
mediatizados, no necesariamente estarán conducidos en su resultado, tal como ocurre con la
fotografía, el video y audio de registro y documental.
Contexto Internacional
Reconociendo las coyunturas contemporáneas que ligan a Colombia y México, principalmente
desde narrativas negativas, este ejercicio se construirá en el espacio académico que se logre
consolidar con los académicos de la Universidad Nacional Autónoma de México, la Cineteca
Nacional y la Universidad Autónoma de Guadalajara, quienes han desarrollado el estudio
responsable de la cinematografía wéstern, no solo desde los estudios cinematográficos sino
desde los estudios visuales y los estudios culturales. Esto nos podrá ubicar para hablar desde
las subjetividades y las formas de apropiación y transformación de producciones culturales
hegemónicas. La construcción de una paridad académica en México permitirá generar una
etapa expansiva en la investigación, generando sincronía con las discusiones identitarias que
se están volviendo a agendar en dicho país, más allá del relato institucionalizado de la
mexicanidad ejercido por el PRI desde hace más de 8 décadas.
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MATO, Daniel. y GUIOMAR, Alonso. (2005). Cultura, politica y sociedad. Buenos
Aires: CLACSO.
VALENZUELA ARCE, José Manuel (1996). Etnia y nación en la frontera México -
Estados Unidos. En García Canclini, N. Culturas en globalización. Caracas: Editorial
Nueva Sociedad.
VENTURINI, Tommaso. (2010) Diving in Magma: How to explore controversies with
actor-network theory.En Public Understanding of Science 19(3): 258–273.
VENTURINI, Tommaso. (2012) Building on faults: How to represent controversies
with digital methods. En Public Understanding of Science 21(7): 796–812.
VENTURINI, Tommaso, BOUNEGRU, Liliana, GRAY, Jonathan y ROGERS,
Richard. A. (2018). reality check(list) for digital methods. New Media & Society. 20.
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VENTURINI, Tommaso, JACOMY, Mathieu y JENSEN, Pablo (2019), What Do We
See When We Look at Networks. An Introduction to Visual Network Analysis and
Force-Directed Layouts (April 26, 2019). Disponible en SSRN:
https://ssrn.com/abstract=3378438 o http://dx.doi.org/10.2139/ssrn.3378438
Definición del listado de textos académicos sobre el wéstern mexicano
A continuación listamos los textos referentes al cine wéstern mexicano que hemos
identificado, leído, analizado y archivado hasta el momento.
AGUILAR Funes, A. (2018). Cine y estado, dos aliados con fines constructivos.
Licenciatura. UNAM.
AVIÑA, Rafael (2004). “El cine de caballitos o el western nacional”. En: Una mirada
insólita: temas y géneros del cine mexicano. México, D.F: Editorial Océano de México.
BARTOLOMÉ Grey, C. (2016). El cine de la comedia ranchera durante el socialismo a
la "mexicana." Revista de El Colegio de San Luis, 6 (11).
BLANCARTE, R. (2010). Culturas e identidades. México, D.F: El Colegio de México.
BRITO Castrejón, T. (2005). Dos momentos del estereotipo de indígena en el cine
mexicano. Maestría. UNAM.
DÁVALOS Orozco, F. (2008). El cine mexicano: una industria cultural del siglo XX.
Maestría. UNAM.
GARCÍA Riera, Emilio. (1998). Breve historia del cine mexicano: primer siglo 1897-
1997. México, D.F.: Instituto mexicano de cinematografía.
FIESCO, O y Mejía, R. (2013). Un Imaginario común. Coproducciones colombo-
mexicanas. Cuadernos de cine colombiano, s.p.
HAUSBERGER, B y Moro, R. (2013) La Revolución Mexicana en el cine. Un
acercamiento a partir de la mirada ítalo europea, México, El Colegio de México.
HERNÁNDEZ Rodríguez, Rafael (1999). Melodrama and Social Comedy in the Cinema
of the Golden Age. En Hershfield, Joanne/Maciel, David R. (Ed.). Mexico’s Cinema. A
Century of Film and Filmmakers. Wilmington.
JIMÉNEZ Soriano, M. (2016). Museo del cine mexicano. Licenciatura. UNAM.
KONZEVIC, C. (1992). La escenografía en el cine mexicano. Licenciatura en Artes
Visuales. UNAM.
MERCADER Martínez, Y. (2014). El Norte de México en el escenario cinematográfico.
Anuario de investigación. UAM. gob.mx. (2020). La esencia e influencia del western
serán estudiadas en la Cineteca Nacional. [online] Disponible en:
https://www.gob.mx/cultura/prensa/la-esencia-e-influencia-del-western-seran-
estudiadas-en-la-cineteca-nacional.
MÉRIDA, Pablo. (2013). El Llanero Solitario y los enmascarados del western.
Biblioteca del cine: e-book.
OBSCURA, S. (2003). La comedia ranchera y la construcción del estereotipo del charro
cantante en el cine mexicano de los treintas e inicio de los cuarentas. Maestría. UNAM.
PELAYO Rangel, A. (2005). El cine mexicano de los años ochenta: la generación de la
crisis. Doctorado. UNAM.
PINEDA, Adela. (1019). The Mexican Revolution on the world stage. Intellectuals and
film in the twentieth century. Nueva York: State University.
RASHOTTE, R. (2015) Narco Cinema: Sex, Drugs, and Banda Music in Mexico’s B-
Filmography. New York: Palgrave Macmillan.
SOTELO Herrera, N. (2006). El indígena: una figura que se desvanece en el cine
mexicano. Licenciatura. UNAM.
STRAYER, K. (2009). Ruins and riots: transnational currents in Mexican cinema.
Doctorado. Universidad de Pittsburg.
UBALDO Segundo, S. (2005). Un sueño llamado cine mexicano, treinta años de cine
popular. Licenciatura. UNAM.
UVA, Christian. (2013). Sergio Leone: cinema as political fable. UK: Oxford UP.
VARGAS Allende, A. (2006). Silencio, se graba escena 1: de parejas, callejones y
conquistas, hasta pudores, amores y mundos maravillosos. Análisis de la concepción del
cine mexicano actual percibido por la juventud mexicana actual. Licenciatura. UNAM.
VARGAS Maldonado, J. and Martínez Zalce, G. (2014). Cine y frontera. 1st ed. México:
Bonilla Artigas Editores y UNAM.
ZABALA L. (2017). Los estudios sobre cine en México al inicio del nuevo siglo en
Miguel Hernández Communication Journal, nº8, pp. 51 a 84. Universidad Miguel
Hernández, UMH (Elche-Alicante).
ZAVALA, L. (2007). La ficción posmoderna como espacio fronterizo. Teoría y análisis
de la narrativa en literatura y en cine hispanoamericanos. México, D.F.: El Colegio de
México.
Cartografía de textos académicos sobre el wéstern mexicano
Generalidades
El mapa del wéstern Mexicano que presentamos en los anexos de este primer informe17* es el
resultado del análisis de 11 tesis de posgrado y 9 referencias académicas que fueron publicadas
en los últimos 20 años. El propósito de este mapa es brindar el panorama sobre cómo se ha
construido el criterio de evaluación para el género wéstern desde la perspectiva de un grupo
especializado a través del respaldo de las instituciones que lo apoyan, especialmente la
Universidad Nacional Autónoma de México, la Cineteca Nacional y el Colegio de México.
Para realizar la cartografía de controversias que permitió la construcción de este mapa,
utilizamos el análisis comparado de discursos y el análisis de contenido, de forma que se
pudieran establecer núcleos narrativos claros para vincular las 18 fuentes consultadas. En total
fueron 165 nodos y 1005 aristas los que construyeron la imagen que es definida por el mapa.18
Gracias al detallado análisis de nodos y aristas se establecieron los 4 cuerpos concretos que son
abordados por la academia: (1) Personajes, (2) Situaciones, (3) Producción y (4) Análisis
Académico.
(1) Los Personajes están definidos por tres núcleos que los definen: los tipos de personajes,
sus atributos y las relaciones de oposición en las que se encuentran entre ellos o entre
su entorno narrativo. Este componente está identificado por el color azul en el mapa.
(2) Las Situaciones están definidas por sus características argumentales, dramáticas y
contextuales. Las situaciones argumentales corresponden a aquellas que definen la
estructura de las historias que las contienen, independientemente de qué tan icónicas
puedan llegar a ser o no. Las situaciones dramáticas, por el contrario, son aquellas que
determinan el carácter de la narración y, de alguna manera, vinculan a la historia dentro
de un universo narrativo mayor. Las situaciones contextuales son aquellas que toman
prestado de un entorno narrativo exterior a la historia su interpretación de sentido, y
con ello es que fundan un contexto que marca la pertinencia. Todas las situaciones están
identificadas en verde.
17* Ver el anexo con los mapas producidos para este primer informe.
18 Ver en el apartado de Metodología la explicación de lo que son los nodos y las aristas.
(3) En amarillo se encuentra el componente de Producción, compuesto por dos aspectos
fundamentales establecidos por la academia: las características de producción y las
locaciones. En este apartado es importante resaltar que si bien en una de las tesis
consultadas se hace un exhaustivo recuento de elementos escenográficos empleados en
el cine mexicano en general y hace referencias a algunas películas del wéstern, el hecho
de que los otros 19 textos no hagan eco para nombrar algo al respecto, y por lo tanto,
para corroborarlo, hace que estos elementos tengan que ser dejados a un lado, puesto
que no se vuelven significativos de un cuerpo académico, sino que ocupan un papel
relevante en un único trabajo al respecto.
(4) Lógicamente el Análisis Académico, marcado en rojo, es el apartado más nutrido en
este mapa. Desde la perspectiva de la academia que lo produce se destaca la necesidad
de hacer énfasis en referentes sociales, históricos y narrativos, así como en la búsqueda
de nominar íconos del género e identificar influencias estéticas y subgéneros, para
concretar la visión que asume la existencia del género wéstern en México.
2. Personajes y Situaciones
En los textos académicos consultados evidenciamos una tendencia a asumir al wéstern
mexicano como un género cinematográfico menor. Lo anterior se debe al bajo presupuesto de
estas producciones. Aunque los académicos reconocen que es el género más prolífico, esta
desidia se ve reflejada en el hecho de que los dos aspectos más puramente inherentes al género,
como son los personajes y las situaciones, gozan de una homogeneidad en sus descripciones,
haciendo que en el grueso de los nodos que los comprenden no haya un elemento dominante
que signe al género, por ende se habla de un cine marcado por la unidimensionalidad de los
personajes y el uso excesivo de los estereotipos culturales.
En ese tenor los personajes que marcan más son el contrabandista y el camionero,
seguidos por el policía federal y el ranchero, siendo éste último un personaje que tiene presencia
desde las primeras producciones del género en la década del 50 del siglo XX hasta nuestros
días. No ocurre lo mismo con los otros tres tipos de personajes, quienes hacen presencia en el
wéstern mexicano a partir del final del 70. Dentro de los atributos de los personajes, los dos
más destacados son el acento y su procedencia norteña. El acento es importante pues se remarca
el hecho de que incluso en los personajes que encarnaban roles del otro lado de la frontera, su
inglés tenía un acento norteño mejicano, por lo que el habla se convierte en un ethos del género.
Es importante destacar que el hecho de que un personaje sea norteño representa un
atributo cargado de una visión particular desde su formulación. El concepto se instaura como
una visión de mundo que realmente existe y que está cargada de sentido, por lo tanto es un
atributo. No es un dato menor el hecho de que 18 de las 21 fuentes consultadas estén vinculadas
a instituciones ubicadas en el centro del país. Esto implica que el atributo norteño puede ser
asumido, en tanto a atributo, como un elemento argumentativo propio de la academia, más que
porque tenga una base explícitamente desarrollada para esclarecer las propiedades del género.
Esto podremos saberlo con mayor certeza cuando entremos a la fase de visualización de las
cintas, para contrastar lo que dice la academia con lo que representan las películas.
Las situaciones que se narran dentro de los westerns mexicanos son abordadas de manera
aún más superficial en los textos académicos. Es claro que las situaciones dramáticas son las
más preponderantes, porque en ellas, como se dijo anteriormente, se vincula el enlace que da
un carácter de género a los largometrajes. En estas situaciones dramáticas enunciadas en los
textos se logra evidenciar que la mayor recurrencia está ubicada en la relación desigual entre
los sexos, así como en las balaceras y golpizas. Ambas situaciones son constantes en todas las
encarnaciones que ha tenido el wéstern mexicano en los últimos 70 años, por lo que no resulta
extraño que sean las referencias que más gravedad generan dentro del mapa. Por contraste, todo
lo que corresponde a las situaciones de violencia en la frontera solo son percibidas a partir
desde la década del 70, pero sobretodo de los 80 en adelante.
Por otro lado, las situaciones argumentales son más homogéneas, siendo el paso ilegal
de la frontera y la muerte por ajuste de cuentas, las más referenciadas. El paso ilegal de la
frontera es un relato que se comparte desde la presencia de personajes tan escencializados como
los pachucos,19 los mojados20 y los braceros21 en los años 50, para luego dejar la posta para
contrabandistas, camioneros y narcotraficantes en los años 70. El ajuste de cuentas es otra obvia
relación con el wéstern, pero esta vez sí ligada al cánon del wéstern norteamericano en en todas
sus tramas, así como en todas las interpretaciones asociadas a este género que se han producido
en el mundo.
19 Denominación acuñada desde los años 30 que referencia al hijo de mexicanos nacido en
California y se caracteriza por el uso del traje amplio y el sombrero de ala ancha. Para la década del 50
incorpora la misma parafernalia, pero la ubica en México, principalmente en Ciudad de México y en los
estados norteños. Su figura está asociada el contrabando y la venta de drogas.
20 Término despectivo que se acuñó en la década del 50 luego de la masiva migración ilegal que
se dio luego de los procesos de industrialización del campo en el norte del país y que implicaba atravesar
el Río Grande, de ahí el uso del término.
21 Ver la definición de este término en el apartado del Marco teórico sobre el wéstern mexicano.
Por su parte, las situaciones contextuales si bien son las que menos importancia denotan
en el relativo de todo el mapa, sí resaltan en al menos dos de gran relevancia. Las dos
situaciones contextuales que sobresalen son: (1) la lucha contra el centralismo, cuyo sentido
está ligado a los problemas que devinieron en la Revolución Mexicana, y que tuvieron eco
hasta los procesos de desarrollo de Lázaro Cárdenas, una porción temporal de mucho peso para
el proceso de construcción identitaria de México; y (2) la crisis económica de la presidencia de
Miguel De La Madrid, periodo en el cual se dieron las olas migratorias mojados de los años
80, así como la irrupción del narcotráfico duro de la misma década.
Como se puede observar en el mapa la interacción de personajes y situaciones construye
una especie de hemisferio en donde los personajes más relevantes van creando un cerco que
contiene al conjunto de situaciones. Esta es una respuesta por parte del programa Gephi22
respecto a la dominancia de la interacción entre los nodos, lo que claramente quiere decir que
al menos desde los textos académicos se asume que es sobre ciertos personajes que reposa la
importancia del género en sus aspectos estético-narrativos, personajes que además no son
estudiados de manera muy explícita.
3. Producción y Análisis Académico
Retomando el hilo conductor del análisis comparado de discurso aplicado a las 21 fuentes
consultadas,23 el comentario más frecuente relacionado con el género es el que juzga a la
cinematografía wéstern mexicana como una marcada por la falta de presupuesto, la escasa
atención a la producción y la tendencia a ser considerado un cine serie B. Sin embargo, este
tipo de comentarios evidencian más un mito intelectual de la academia que un argumento
sólidamente explicado. La razón de esta afirmación es que dentro del mismo universo narrativo
se asocian protagonistas de la talla de Piporro y Antonio Aguilar, quienes fueron icónicos para
la comedia ranchera, o sujetos como Arturo Ripstein y Pedro Armendáriz Jr, figuras claves
para el cine dramático del país. La ligereza con la que es asumido el juicio sobre la producción
se refleja en el mapa en la homogénea valoración que tienen las características de realización
que se describen.
22 Es el software que empleamos para hacer la cartografía y los mapas. Posee un algoritmo fijo
que responde a la cantidad de datos alimentan el mapa, esto quiere decir que a más conectores que
coincidan con un mismo nodo, mayor atracción de otros nodos generará dicho nodo.
23 Ver listado de fuentes consultadas al final de este texto.
Concretamente, las características de producción que más llaman la atención pueden ser
las de cine popular con alta rentabilidad económica, que junto al nodo Cine realizado para la
comunidad mexicana en EEUU, denotan el sesgo que la academia ha imprimido a su revisión
de este género. El nodo de Cine popular implica que la noción de “popular” está vinculada a
la baja inversión, razón por la cual la expresión “alta rentabilidad económica” se convierte en
consecuente a la falta de inversión. La generalización respecto al público mexicano en EEUU
como focal del género puede explicar el poco interés por ahondar en el wéstern, debido a que
en él se está asumiendo una externalización que desarraiga al género.
En cuanto a las locaciones, las nombradas de manera más recurrente son Ciudad Juárez
y Tijuana como referencias principales y concretas. También se nombran a todos los estados
fronterizos como parte del imaginario que domina el paisaje espacial del cine wéstern de
México. Nuevamente aquí se denota la capacidad de simplificación que ha tenido la academia
al respecto, puesto que en tan solo tres documentos, se logra hacer referencias a hechos
concretos en locaciones concretas en películas puntuales, que signifiquen una revisión
obligada, haciendo que esta idea de locación norteña y de un género norteño, se autovalide por
la vía de la omisión de información. Esto explica el por qué éste apartado resulta tan poco
visible dentro del contexto de la producción académica. El análisis académico es la categoría
que logra decantar una tipificación con mayor profundidad frente al género.
Frente al tema de los referentes sociales, la domesticación del Norte como hecho que
construyó un cuerpo identitario para la región, es evidentemente la referencia que más logra
destacarse, seguido de lejos por las implicaciones que se desprenden por la guerra entre carteles
del narcotráfico. La domesticación del Norte constituye en sí mismo un hecho político y por
ende uno social, trayendo consigo una consigna de dominio frente al territorio, ideas de
desarrollo y tecnificación, que deben compensar con las duras condiciones naturales propias
de esa parte del país, que se asume que debe tener una narrativa coherente que haga de espejo
de aquello que se narra al otro lado de la frontera. La transformación del territorio orte fue un
proceso que se vivió en la presidencia de Lázaro Cárdenas desde 1934 y que consistió en el
surgimiento de los estados de Mexicali, Quintana Roo y Baja California, como una manera de
afianzar el sentido de soberanía del gobierno mexicano sobre el territorio. Como ejercicios de
inversión pública para acallar las protestas sociales, se terminó la construcción de la Presa
Rodríguez, se construyó una zona franca, el ferrocarril que conecta a Chihuahua con Sonora,
la carretera de Mexicali a Sonora, la colonización del valle de Mexicali, el establecimiento del
Tratado Internacional de las Aguas y se planteó un plan educativo para Baja California. Es
importante aclarar que este plan recoge en su mayoría postulados que habían sido planteados
en su momento por Emiliano Zapato en la convención de Aguascaliente, meses antes de ser
asesinado en 1919.
De manera consecuente, en los referentes históricos la Revolución Mexicana, seguida
por el proyecto desarrollista de Cárdenas, son los elementos que crean un marco lógico con las
referencias sociales. Pero resulta curioso que la presencia del narcotráfico no sea reconocida
como algo trazable de manera contundente en las referencias históricas, pese a que ésta
actividad copa aparentemente el grueso de las producciones del género. En términos históricos,
es claro que en México existen registros de actividad de tráfico de drogas desde la década del
20 del siglo XX, con el cultivo y movimiento de opiáceos y marihuana desde Sinaloa hacia
California y Arizona, pero fue hasta el surgimiento de las relaciones entre los narcotraficantes
colombianos y los mexicanos en la década del 80 que se creó una narrativa y una estética
cargadas de excesos y violencia, donde había un paisaje sonoro y visual alimentado por los
corridos norteños y la romantización de los narcotraficantes más reconocidos. Al ser la misma
matriz social, cultural y estética que alimentó al narcocine, y al ser el narcocine un producto
identificado por su falta de valor narrativo y su pobreza en la producción, el narcotráfico y su
representación en el western cayeron dentro de las mismas condenas y prejuicios. En otras
palabras, por la manera en como es pobremente descrita la irrupción histórica del narcotráfico
en México, es posible asumir que la omisión de la academia frente al hecho, responda a la idea
de no reconocer su existencia y con ello no permitirse analizar su impronta social, tan altamente
difundida en el norte del país.
En los referentes narrativos se encuentra solo uno que corresponde a la homogeneización
del país. Este concepto resulta ser uno de los más complejos elementos de análisis, toda vez
que aunque constituye en sí una única categoría, encierra una serie de vínculos que están
ligados al proyecto de construcción de país en el siglo XX. La homogeneización no es otra cosa
que la adopción de una serie de elementos formales y estilísticos que hablan de un deber ser
nacional, dicho en otras palabras, para el caso particular de este análisis, sería una forma de
condicionar lo que de norteño hay en la identidad norteña, desde sus performática al hablar,
pasando por las actitudes de los personajes y las otras representaciones que en pantalla se logran
plasmar.
Identificamos además dos íconos preponderantes que definen el wéstern mexicano según
la academia: (1) Mario Almada, protagonista de la mayor cantidad de filmes de este género y
(2) sobre todo Lola la trailera, personaje emblemático que, al protagonizar la serie de mayor
impacto cultural, al haber ganado un estatus de ícono pop y kitsch, y al encontrarse en la
intersección que cruza los caminos de varios subgéneros, así como de otros íconos, logra ser el
más visible desde el punto de vista del mapa. En los mismos íconos se debe mencionar la figura
de Hugo Stiglitz, el actor mexicano que más participó de wésterns norteamericanos, pero que
al estar velada dicha lectura por la academia, solo refleja una pálida mención pese a su
importancia para el género a ambos lados del Río Grande.
Un comentario aparte merecen dos íconos de gran relevancia cultural que, por razones
discursivas, la academia no ha dedicado muchas líneas para señalarlos como personas
seminales dentro del género: Piporro y Antonio Aguilar. Si bien se reconoce que los trabajos
más emblemáticos de estos dos actores estuvieron ligados a otros géneros, su aporte al wéstern
se referencia de manera anecdótica, pese a que cada uno protagonizó al menos media docena
de películas propiamente wéstern. Este es un reflejo de la visión con tendencia a la emisión de
juicios a priori por parte de la academia frente al género. De esta manera la academia logra
conservar la visión de Piporro como el ejemplar máximo de la picaresca ranchera en la comedia
homónima, de la misma manera en que Antonio Aguilar se convierte en el heredero de lo que
llegó a simbolizar Pedro Infante antes de su muerte. Este tipo de gestos implican que para la
academia no resulta posible aceptar que un mismo ícono pueda representar de manera
consistente en dos géneros distintos, sobre todo si uno de ellos es considerado subalterno del
otro.
La categoría de influencias estéticas representa una ruptura que, al abordar los géneros
derivados del wéstern mexicano, permiten comprender la manera en cómo está discursada la
visión de los centros de estudio mexicanos frente al género. Por un lado se decanta un corpus
de influencias donde están ubicadas las tramas clásica y venganza del wéstern
norteamericano,24 así como la comedia ranchera, el spaghetti western y los relatos regionales
de la revolución. La razón por la que está decantado de esta manera es porque dichos nodos
establecen aristas con el Zapata wéstern y todo el movimiento cinematográfico extraído de la
Revolución Mexicana, que para ser específicos fue un subgénero de gran importancia y valor,
pese a su corta duración. La otra agrupación de influencias que incluyen los distintos géneros
de explotación de la década del 70 –la crónica roja y los corridos norteños– forman un corpus
conceptual en torno al subgénero que es identificado como el gran exponente del wéstern
mexicano: el cabrito wéstern, un compendio de matices narrativos que pasaremos a definir.
24 Ver el canon del wéstern norteamericano que hemos elaborado para esta investigación y su
explicación de los tipos de tramas.
En los subgéneros que nacen del wéstern mexicano surgen los tres nodos que dominan el
mapa: el cabrito wéstern, el cine de frontera y el Zapata wéstern.25 Su presencia es evidente en
la imagen y su ubicación afecta todas las relaciones. Al respecto hay una explicación lógica
que puede permitir comprender el por qué desde la academia se da éste fenómeno y no así con
la definición propia del género. En ninguno de los documentos consultados la academia se
permite construir un conjunto de atributos que definan el carácter del cine wéstern mexicano,
más allá de una pobreza estética y monetaria, como si se diera por sentado que el concepto
wéstern en sí mismo debe servir para albergar una variedad indefinida de otras cinematografías
con las que debe interactuar.
Es en los subgéneros donde la académica se permite construir un cuerpo conceptual
concreto, donde se reconoce además que el género de mayor relevancia derivado del núcleo
del wéstern es el Narcocine. Pero volviendo a los géneros de arraigo wéstern, es el cabrito el
subgénero principal que compone la producción. Es en él en donde logran hacer convergencia
todos los referentes modernos del wéstern mexicano: contrabando, narcotráfico, crisis
económica en México, discriminación, etc. elementos que le permiten al cabrito convertirse en
la configuración predeterminada para hablar del wéstern mexicano. Al ser Lola la trailera el
principal exponente del cabrito, toda su influencia arrastra consigo el cuerpo de nodos con los
que también interactúa, razón por la que el cabrito es el nodo más visible en todo el mapa.
El cine de frontera es el segundo cuerpo narrativo que asume preponderancia en el mapa
como reflejo de la fuente creada en los textos. Sin embargo, al ser por definición un cine que
navega exclusivamente en problemáticas que pasan en la frontera, limita sus opciones
narrativas, y por lo tanto la construcción de relaciones con los personajes y situaciones que
forman la constelación de nodos del wéstern mexicano. En esencia es una vertiente del género
especializada en mostrar las duras condiciones naturales y sociales de la frontera Norte del país.
Como ya se había nombrado antes, el Zapata wéstern es otro de los subgéneros de
importancia. Heredero de la tradición de cine de pistoleros, el Zapata wéstern coexiste con el
spaghetti western en la línea temporal, pero se concentra en los relatos extraídos de los tiempos
de la Revolución. Es paradójico que el género haya sido denominado por la figura de Emiliano
Zapata, quien provenía de Morelos en el centro del país y no se usó a Pancho Villa, Francisco
Madero o Venustiano Carranza, quienes sí eran héroes referentes nacidos y criados en el Norte.
25 Ver el marco teórico sobre el wéstern mexicano que hemos elaborado para esta investigación
y su explicación de los subgéneros y las derivas del wéstern en ese país.
Hay dos miradas que pueden explicar el por qué de la adopción de Zapata como referente.
La primera es de orden narrativo: Zapata es considerado como el eterno revolucionario. Rehusó
hacer parte de los gobiernos que se instauraron desde la caída del Porfiriato y llevó focos de
insurrección desde Chiapas hacia el Norte. Zapata conjuró el relato indómito propio de la
revolución y con ello selló su imagen y su nombre a la idea de construir un país ingobernable
para las antiguas formas. De esta manera, si reconocemos que las temáticas que asume el
Zapata wéstern, son justamente asociadas a ese carácter indomable de un pueblo que se rehúsa
a caer en las manos del poder corrupto, puede trazarse un puente conceptual sobre por qué se
utilizó una referencia que denota un cine de temática regional para expresar una sensación
concebida como un ethos. Por otro lado, el carácter icónico de Emiliano Zapata construyó un
cuerpo coherente con el contenido que se relató por sus acciones. De todos los líderes de la
Revolución, Zapata fue el único que rehusó cambiar su apariencia revolucionaria, el uso del
sombrero de copa estilo piloncillo, típicamente norteño, le dio a Zapata una identificación
inmediata que no tenían Villa, Madero o Carranza. y también fue Zapata quien hizo el viaje
completo del centro hacia el sur del país, y desde el sur fue que invadió a la Ciudad de México,
mostrando siempre en su indumentaria un carácter unificado de la imagen de la revolución, en
otras palabras, Zapata había capturado todos los símbolos estéticos de la Revolución como
acontecimiento, mientras que Villa, había adoptado una indumentaria propia para un político.
El Narcocine cierra el cuerpo de subgéneros de importancia. El principal nodo que lo
alimenta está signado por la presencia de Mario Almada como principal exponente del
subgénero. Sin embargo, sus aún más limitados recursos narrativos hacen que su interacción
con los personajes y situaciones sea escasa. El análisis hecho por la academia refleja que este
tipo de cine no posee elementos de valor para ser analizados más allá de las obviedades que el
género connota.26
Por su parte, el chili wéstern y el tortilla wéstern son asumidos por el cuerpo académico
más como nomenclaturas que se reconocen, fueron usadas en los inicios del wéstern mexicano,
pero que en sí mismos no tienen unos elementos propios que los destaquen como algo concreto
que arrastra una construcción narrativa o estilística propia, y por ello su reflejo en el mapa
resulta menor en contraposición a los géneros que se consideran centrales para definir la
presencia del wéstern mexicano en el relativo a toda la producción cinematográfica del país.
26 Como respuesta a la falta de análisis académico sobre el narco cine mexicano, la autora
colombiana Paula Barreiro –investigadora del presente proyecto con el FDC– publicó un libro que dedica
un capítulo al estudio de este subgénero del narco cine mexicano. Ver el libro “Indómita: Colombia según
el cine extranjero” y su capítulo: “El salvaje al otro lado del espejo”.
Sin embargo, y como es denotado en el marco teórico, estas nomenclaturas son asociadas al
cabrito y al Zapata wéstern respectivamente una vez es ampliado el espectro de fuentes teóricas
hacia otro tipo análisis, donde la obligatoriedad de relacionarse con el medio editorial lleva a
concretar los conceptos. Al respecto se puede comprender que, al haber una visión tan
conflictuada desde la academia hacia el western, la construcción del cuerpo de contenidos
ofrece resistencia dado que el término chili y tortilla fueron empleados más por analistas
extranjeros.
Conclusiones
El mapa es el reflejo de una visión académica que abiertamente se resiste a otorgarle una
importancia al wéstern mexicano en sus propios términos, más allá de la comparación. La
manera en cómo están distribuidas las modulaciones o cuerpos de clasificación evidencian que
para la academia el abordaje desde las generalidades es suficiente para determinar qué es lo
que compone al género. Resulta sospechoso enmarcar en la misma construcción conceptual,
un género que se compone de más 800 películas que tuvieron un lanzamiento teatral a lo largo
de los últimos 70 años, y que en esos más de 800 títulos la visión principal que prima es la de
consideración de un género subalterno.
Por otro lado, es plausible pensar que debido a la incalculable producción anual de
wéstern y narcocine realizada en video, para una comercialización de Home video, sea uno de
los elementos que refuerce la idea de que este es un género menor con poco valor estético y
narrativo y de bajo impacto para la cultura, debido principalmente a que no hay una
manifestación pública del hecho cultural en sí, en la situación contemporánea del grueso del
wéstern.
En síntesis, la academia mexicana ha definido al wéstern desde orillas superficiales
donde queda claro que, al menos, los 3 frentes fundamentales que logran captar más la atención,
como son el cabrito wéstern, el cine de frontera y el Zapata wéstern, sí logran entablar
relaciones de amplio espectro donde es comprobable con la existencia de películas concretas,
reflejando que más allá de los juicios previos sí hay características propias que hacen que este
género pueda afirmar ser el resultado de una apropiación y no solo una traducción.
Fuentes utilizadas para el análisis de los mapas
AGUILAR Funes, A. (2018). Cine y estado, dos aliados con fines constructivos.
Licenciatura. UNAM.
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la "mexicana." Revista de El Colegio de San Luis, 6 (11).
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SEGUNDO INFORME
Reflexiones visualización de wésterns mexicanos hasta el momento: décadas del 60-80
Tramas, narrativa y contexto: décadas del 60-80
Los wésterns vistos entre las décadas del 60 y el 80 apuestan mucho más por las tramas de
venganza y la trama profesional que por la trama clásica del género. Llama la atención esta
última que aparece con insistencia en estas cintas, desplegando violencia explícita, coherente
con las décadas en las que los wésterns estadounidenses e italianos apostaban por tramas y
representaciones similares. Películas como El tunco Maclovio (1970), Su precio…unos dólares
(1970), Cinco mil dólares de recompensa (1974), dan cuenta de esta tendencia de asesinos
profesionales.
Por su parte, la trama de venganza se ve representada en películas como El Rayo de
Sinaloa (1960) y El silencioso (1966) en donde aparece mezclada con elementos de la trama
clásica. Vale la pena mencionar las películas Los hermanos del Hierro (1961) y Tiempo de
morir (1965) en donde el tema de la venganza, tratado de forma tan natural en las otras
películas, se problematiza. En estos dos filmes, la venganza no es vista como un valor en sí
mismo, por el contrario, se convierte en un problema que afecta a sus protagonistas y a los
personajes que los rodean. En ambas cintas se da una reflexión sobre la violencia propia del
wéstern, que resulta ajena a los referentes canónicos norteamericanos.
La trama de venganza es también la más habitual en el wéstern colombiano, muy
influenciada por el wéstern clásico estadounidense. Bajo este foco encontramos películas como
Aquileo Venganza (1968) y El taciturno (1971). Una década después, en 1985, Jorge Alí Triana
retoma el guion que Gabriel García Márquez escribió para Tiempo de morir, película realizada
veinte años antes por Arturo Ripstein en México. Al igual que la versión mexicana, la cinta de
Triana da una profundidad moral al tema de la venganza, distanciándose de la normalización
de la violencia típica del wéstern norteamericano. Una situación similar se encuentra en
películas más recientes como Pariente (2016) o en la serie de televisión Adiós al amigo (2019),
ambas del director Iván Gaona, en las que la violencia a causa de la venganza se desnaturaliza
y adquiere matices más problemáticos.
Por otro lado, en la década del sesenta en México se encuentran algunas películas que se
inscriben dentro de la trama clásica en la que el héroe debe defender a un pueblo indefenso.
Las películas El último cartucho (1965), El silencioso (1966), El tragabalas (1966) y El topo
(1969) son algunos ejemplos de esto. Resulta interesante que las películas que se apegan más
a la trama clásica, son las que menos referencia hacen al contexto mexicano, sea este histórico
o contemporáneo. Estas cuatro películas tratan de hacer referencia a un viejo Oeste atemporal,
con solo algunos rasgos estéticos como ponchos, sombreros, iglesias o protagonistas con
nombres latinos que permiten vincularlos con lo mexicano y lo diferencian de los referentes
norteamericanos.
Pese a que en el mapa sobre el wéstern mexicano que hemos realizado para esta
investigación, evidenciamos que la trama venganza plantea el camino de la cinematografía del
género en México, la verdad es que al observar cada película como una entidad, es evidente
que la apropiación que hace ese país del género tiene tantas divergencias que el wéstern
estadounidense no parece ser la mayor influencia narrativa y estética para el cine de vaqueros
mexicanos de los 60 y 70. Al respecto hemos podido encontrar una marcada influencia del
spaghetti western dentro del cine mexicano de este género. Especialmente notamos cómo las
cintas de vaqueros mexicanos de estas décadas retan a los espectadores a ponerse del lado del
antihéroe, logrando que los ladrones, asesinos y traficantes se roben el corazón –aunque esto
cambie al final de las cintas– de quien ve la película y espera que el bandido logre su cometido;
lo anterior ocurre particularmente en las cintas Cinco mil dólares de recompensa, Contrabando
y traición (1977), La banda del carro rojo (1978), Pistoleros famosos (1981) o El tres de copas
(1986).
Por su parte, en películas de la década del sesenta, como El rayo de Sinaloa (1961), El
último cartucho (1965), El silencioso (1966), El tragabalas (1966), El padre pistolas (1960),
y Los cuatro Juanes (1964) la identificación con el antihéroe se presenta en parte gracias a un
contexto de desigualdad económica. En un universo narrativo donde los terratenientes o el
gobierno se muestran injustos, los bandidos aparecen como una suerte de Robinhood que
cobran venganza ante una justicia inoperante. A pesar lo anterior, sí es posible evidenciar una
influencia del wéstern clásico americano en algunos sets, vestuarios y personajes arquetípicos;
todo esto combinado con una fuerte presencia de prostitución, ambigüedad moral, violencia y
sexualidad, propias del wéstern italiano.
Lo anterior dista mucho del wéstern colombiano, que poco ha mostrado de influencia
spaghetti y que se ha ceñido más a la fórmula de Estados Unidos. La excepción a esto son los
dos últimos wésterns colombianos, ambos dirigidos por Iván Gaona –Pariente (2016) y Adiós
al amigo (2019)–, quien abiertamente ha manifestado beber del spgahetti para crear wésterns
con una estética de la violencia más explícita y una narrativa con mayor ambigüedad moral y
una creciente desconfianza de la ley y el Estado. Las dos obras de Gaona comparten con el
corpus mexicano la importancia de la música que, como manifiesta el director (2020), trata de
apartarse del lugar común de la banda sonora típica del wéstern —cuya máxima referencia es
el italiano Enio Morricone—, explorando géneros como la música romántica latinoamericana
y los corridos mexicanos. Esta búsqueda de Gaona lo vincula con las cintas mexicanas y sus
frecuentes intervenciones musicales.27
Al igual que las películas mexicanas que usan como contexto narrativo el pasado de su
país, como el Porfiriato, la Revolución Mexicana o Las Guerras Cristeras, en Colombia
películas como las de Gaona también se apoyan en contextos históricos puntuales. La Guerra
de los Mil Días en el caso de Adiós al amigo (2019) y la desmovilización paramilitar en el caso
de Pariente (2016) son momentos que marcaron la historia del país. De igual forma, el director
Dunav Kusmanich recreó la desmovilización y posterior exterminio de la guerrilla de los llanos
colombianos en el wéstern Canaguaro (1981). En un número significativo de wéstern de ambos
países se puede encontrar una pregunta por el pasado y la configuración histórica de las
respectivas naciones.
Una diferencia marcada entre los wésterns de ambos países, es que en Colombia los
directores no han optado por dirigir más de un wéstern dentro de su filmografía y las estrellas
no reaparecen a menudo a lo largo de los filmes.28 Por el contrario, en México nombres como
27 Muchas de las películas mexicanas de los años cincuenta y sesenta eran protagonizadas por estrellas de la ranchera como Antonio Aguilar, Javier Solís o Lucha Villa.
28 Las dos producciones de Iván Gaona con el mismo equipo actoral son la excepción.
los de Javier Solís, Antonio Aguilar, Flor Silvestre, Pedro Armendáriz o Mario Almada, desde
la actuación; así como Fernando Méndez, Rafael Baledón, Alberto Mariscal, Mario
Hernández, Roberto Gavaldón, Zacarías Gómez y Luis Estrada desde la dirección, se repiten
con frecuencia. Igualmente, en México destacan productoras con un amplio repertorio de
wésterns como Zacarías S.A. o Producciones Sotomayor, a diferencia de Colombia donde
ninguna de las productoras se repiten de un wéstern a otro.29
A diferencia del wéstern norteamericano y del italiano, el wéstern mexicano entre los
años 60 y 80 ofrece una representación benévola de la ley. En la película Los cuatro Juanes
(1964), los bandidos protagonistas se muestran afables ante una autoridad con la que incluso
se llegan a aliar en un par de ocasiones. En el caso de El tragabalas (1966) el sheriff salva al
protagonista de ser ajusticiado por un crimen que no cometió. Esto no quiere decir que los
alguaciles, alcaldes y militares no sean corruptos o ineficientes; todo lo contrario, sus
representaciones como individuos poco confiables sirven como espejo para evidenciar la idea
de que existe una justicia y una ley superior. Es así como hacen presencia las figuras maternas
y las religiosas, personajes que a partir de un estoicismo manifiesto, son capaces de discernir
más allá de sus afectos, como en el caso de El federal de caminos (1975), donde una mujer
reconoce que su esposo es la causa de todos los males en la trama y que esto implica que debe
llegarle un castigo ejemplar y, aunque lo odie, no se divorciará de él porque sería violar sus
propios códigos; o como las figuras maternales en Pistoleros famosos (1981) y Pistolero a
sueldo (1989), quienes saben que sus hijos tienen un estilo de vida contrario a lo que les
enseñaron y saben que los verán morir, pero que esto significará que la ley ha sido justa. Es
claro que las cintas de estas décadas no solo intentan poner al espectador del lado del bandolero
–al estilo del spaghetti western– sino que ofrecen un elemento propio del wéstern mexicano
poniendo a las personas del lado de la ley; o al menos intentando que sientan empatía por estas
instituciones y los valores que representan, resaltando cómo los pueblos que prosperan, ignoran
las instrucciones o la ley para su propia conveniencia.
Este sentido de justicia como un bien común no tiene precedentes en la cinematografía
wéstern. En la representación del pueblo fronterizo norteamericano prima la idea de un acceso
al derecho como un valor individual, la lectura está basada en una construcción de justicia que
siempre debe ser interpretada. Al asumir el wéstern mexicano una idea de valores superiores
que deben ser honrados, logra construir una noción ética en su postulado. Esto se puede
29 En el caso de Gaona, Pariente (2016) fue producida por La banda del carro rojo, mientras que Adiós al amigo fue producida por la empresa La Contrabanda.
observar en las nociones éticas que se dan en Todo el horizonte para morir (1971), en donde
un pistolero decide acompañar a un pastor mormón a que emprenda una misión de venganza,
luego de que fue masacrada la familia del religioso. El pistolero decide ser el perpetrador de la
venganza, de manera que el pastor no deje de ser un hombre justo y no pierda su derecho a
servirle a su Dios. Sin embargo, el pastor muere pero no sin antes haber dado una apropiada
sepultura al pistolero. Retomando a Pistoleros famosos, sus protagonistas son abatidos por la
policía luego de vengarse contra la banda que asesinó a la mujer de su líder. En Pistolero a
sueldo, hay dos formas de justicia, por un lado, la que perpetra una mujer inválida pisoteada
por su marido, principal villano de la historia; y la que da el destino al personaje que da nombre
a la película, luego de que muere en manos del hijo del que habría de ser su última víctima, no
sin antes recibir el reconocimiento por parte del comisario, quien sabe que ese sería el último
trabajo del pistolero debido a que le había hecho una promesa a su madre. En El tres de copas
(1986) es el azar el que funciona como noción de justicia colectiva, actuando sin que se decante
por un personaje en específico, hasta que los protagonistas masculinos mueren, dejando todo
el dinero a la protagonista, en parte porque de todos, ella es la única que no asesina a nadie.
Otro aporte del wéstern mexicano, que no vemos en el clásico estadounidense, ni en el
spaghetti y mucho menos en el colombiano, es la presencia de un limbo geográfico entre las
fronteras. Existe además la idea de la frontera como un limbo jurídico. En películas como los
bandidos (1966) o El silencioso (1966) se habla del tráfico de ganado y el contrabando en la
frontera; el protagonista de El padre pistolas (1960) huye al norte sabiendo que una vez pase
la frontera las autoridades mexicanas no podrán atraparlo. En las cintas de vaqueros de las
décadas del 60 y el 70, aparecen personajes mexicanos en tierras estadounidenses teniendo una
vida de inmigrantes sin reconocerse como tal. Los mexicanos en el lado estadounidense son un
nacional más, no se distinguen como inmigrantes, puesto que son representados como los
únicos habitantes de pueblos sin presencia de vaqueros gringos. Estos pueblos son limbos
geográficos dentro de Estados Unidos en los que parece que México aún posee los territorios
del sur de ese país. Sin embargo, los mexicanos pagan en dólares y viajan entre estados
norteamericanos; en varias ocasiones mencionan la frontera mexicana o viajan a México, lo
que profundiza aún más el limbo geográfico. Lo que es claro es que se trata de mexicanos que
viven en Estados Unidos, en lugares enteramente habitados por ellos, aunque bajo las
características del país del norte. Otros ejemplos de esto son las cintas Su precio…unos dólares,
Cinco mil dólares de recompensa o Pistoleros famosos.
Queremos además resaltar, a diferencia del wéstern clásico estadounidense y del wéstern
colombiano –con excepción del realizado por Gaona–, la presencia de personajes femeninos
aguerridos que aparecen en las cintas mexicanas de las décadas en cuestión. El aporte que el
género hace a la construcción de un referente de lo femenino no está signado por la perspectiva
creada por la damisela en peligro, sino que se permite construir una visión de una mujer no
víctima. Aunque es claro que debido a los referentes de época, lo anterior significa que de
alguna manera la noción de empoderamiento de estos personajes femeninos pasen por un halo
de masculinización en sus actitudes, es de resaltar que en todos los casos, esa noción de
personaje aguerrido también resulta ser un rasgo atractivo para los personajes masculinos con
los que antagoniza, sin que ello quiera decir que el personaje ingresa a la categoría de prostituta,
como puede ocurrir en la trama profesional o en el spaghetti. Este aporte también se logra
escindir del gran referente de poder de lo femenino que encarnó María Félix con su personaje
de Doña Bárbara en la época de Oro del Cine Mexicano, porque ante todo ese personaje ya
contaba con los medios para ejercer su poder, y eran poderes heredados. Estos personajes
femeninos se hacen a sí mismos, y si bien algunas no tienen reparos en ejercer algún tipo de
presión a través de sus atributos físicos, no es en ello que se centra su poder.
Personajes como Sara en El tunco Maclovio, Rosaura en El tuerto angustias, Jane en Su
precio… uno dólares, Lola la trailera, Camelia la tejana, Estela en Federal de caminos, Mayada
en Los hijos de Satanás, Casilda en El tres de copas o Carol en Con el odio en la piel son
muestra de esta construcción no subordinada de lo femenino. A ellas, nada les ha sido otorgado,
incluso, logran mantener ese carácter independiente cuando las historias que las contienen son
ejemplo de un universo de lo masculino. Algunas de estas mujeres son anti heroínas asesinas y
traidoras; otras por el contrario aparentan ser damiselas en peligro como una fachada para
poder conseguir lo que desean, y son personajes que tienen claro cuál es su lugar de enunciación
y cómo son percibidas por ese entorno adverso.
En El rayo de Sinaloa (1961), por ejemplo, Flor Silvestre marca la desgracia del
protagonista, traicionándolo y entregándolo a las autoridades. Por otro lado en cintas como El
último cartucho (1965) o El padre pistolas (1961) contrario a los deseos de los padres
terratenientes, las hijas prestan ayuda al héroe.
Queremos además destacar la presencia de la religión en el wéstern mexicano. El
catolicismo de sus protagonistas lo diferencia tanto del wéstern estadounidense como del
colombiano o el italiano. Bandidos como los de El padre pistolas (1961) o El rayo de Sinaloa
(1960), desafían las leyes de los hombres, pero nunca las de la Iglesia. Los sacerdotes funcionan
como amigos de los protagonistas y como intermediarios entre ellos y el pueblo. A diferencia
de esto, en el wéstern colombiano el personaje del sacerdote siempre se presenta bajo un rol
secundario.
Así mismo, la importancia otorgada a la familia es una de las características propia del
wéstern mexicano. Frente al solitario héroe del wéstern clásico estadounidense; el protagonista
mexicano tiene amigos, hermanos o padres que lo acompañan en sus aventuras y desventuras.
Esto se puede notar en películas como El rayo de Sinaloa (1960), Los hermanos del Hierro
(1965), Tiempo de morir (1965), El silencioso (1966), el Tragabalas (1966), El federal de
caminos (1975), Contrabando y traición (1977), Pistoleros Famosos (1981), El tres de copas
(1986), Con el Odio en la Piel (1988) y Pistolero a sueldo (1989). Esta característica se vincula
también con la presencia del romance que se puede encontrar en casi todas las películas
analizadas, una diferencia más con el wéstern estadounidense e italiano, en donde la vida
sentimental y erótica del héroe era completamente ignorada.30 Lo anterior repercute en el tipo
de finales, pues a diferencia del final que ofrecen el wéstern norteamericano e italiano, en el
que el héroe suele abandonar el pueblo; en el mexicano el hérore se establece con su mujer o
al menos huye con ella. Este es el caso de películas como El padre pistolas (1961), Los cuatro
Juanes (1964), El último cartucho (1965), y El tragabalas (1966). Estos elementos también
revelan al melodrama como uno de los principales influencias para el wéstern mexicano.
Los wésterns de principios de los 60 y 70 conservan una idea correcta de lo que implica
representar el Norte. En estas cintas hay una conciencia de la idea de que Dios tiene que tener
algún tipo de valor en un lugar en el mundo donde todo se ha perdido y donde nadie cree, pero
la sola idea de que podría servir, reconforta. Para los 80, el sinsabor que da el saber que las
cosas no van a cambiar, que básicamente todo depende de una ética entre personas con las que
no se quisiera trato alguno, reflejan una postura desencantada de su propia independencia. Esto
es lo que permite que, sin tapujos, películas que lucen como capítulos extendidos de una
telenovela y rodados en 35 mm, fueran éxitos de taquilla e incluso hubieran dado pie para
construir sobre ellas una franquicia.
Violencia explícita:
El uso explícito de la violencia en el wéstern mexicano es llevado a extremos que, en algunos
casos rozan lo estrafalario. Ejemplos de ello se encuentran en filmes como Los Hijos de Satanás
(1972), El Federal de Caminos (1975), Contrabando y traición (1977), Pistoleros Famosos
(1981) o Con el odio en la piel (1988). En Los hijos de Satanás se utiliza una gallina viva
cargada con nitroglicerina para atentar contra un campamento de asaltantes. En Contrabando
30 Quizás esta novedad del wéstern mexicano tenga influencias de la telenovela y el melodrama, fuertes audiovisuales de dicho país.
y traición encontramos una escena de persecución y duelo entre bandas de traficantes en un
río, la escena finaliza con la explosión de una lancha al recibir un disparo y con los
protagonistas teniendo sexo en la orilla. En Pistoleros famosos una mujer embarazada es
arrollada y arrastrada entre los ejes de una camioneta. Por su parte, en Con el odio en la piel
una mujer chicana a punto de dar a luz es asesinada por un grupo de gringos racistas en un
pueblo de Texas; esta cinta también nos presenta la escena de un grupo de chicanos enfurecidos
que someten al sheriff del pueblo, amarrándolo en postura de crucifixión contra una torre de
energía, para luego electrocutarlo.
Estética entre los 60 70
A nivel estético evidentemente destaca la presencia de elementos propiamente mexicanos en
el vestuario y en el arte de las locaciones. El poncho y el sombrero de ala ancha son dos de las
piezas más comunes del vestuario. Si bien estos elementos se pueden ver ya en el wéstern
norteamericano y el italiano, en películas como El rayo de Sinaloa (1961), Los cuatro Juanes
(1964) o La soldadera (1966) se vinculan específicamente con la Revolución Mexicana: el
sombrero y el poncho son el uniforme de los revolucionarios y los diferencia del traje militar
de los federales. En Los cuatro Juanes habrá incluso una escena en la que para mostrar un
cambio de bando, un grupo de soldados abandonará su gorro francés para cambiarlo por
sombreros de paja de ala ancha.
En el arte de las locaciones la mexicanidad aparece de forma directa e indirecta. Incluso
si las cintas son a blanco y negro, la ausencia de los colores vivos mexicanos no impide que se
pueda evidenciar la cultura del país en la vegetación de las zonas áridas, las formas de los
estampados, los objetos para alimentarse o la arquitectura para refugiarse. La música es quizás
una de las apuestas más directas a la cultura del país en la estética de sus wésterns. Corridos,
música norteña, rancheras y boleros acompañan los planos largos y las tomas contemplativas
de muchos de los wésterns de estas dos décadas.
Tramas, narrativa y contexto: décadas del 90 en adelante
Los wésterns mexicanos de los 90 y las primeras décadas del siglo XXI, son un importante
vehículo para reflexionar acerca del pasado de la nación mexicana. En la mayoría de filmes de
estos años encontramos referencias a la época de la Revolución Mexicana, El Porfiriato y La
Guerra Cristera. Por ejemplo, las cintas Vengar matando (1997) y El infierno (2010) ofrecen
de manera directa una conexión con el contexto en que fueron realizadas. La producción de
Vengar matando coincide con los últimos años del periodo de crisis de legitimidad del PRI, el
cual tendría su final en el 2000 con la alternancia en el poder y la elección de Vicente Fox en
la Presidencia. Este filme evidencia el malestar y desconfianza a la institucionalidad por parte
del pueblo mexicano a través de linchamientos de ladrones y violadores. El infierno, por su
parte, utiliza la comedia negra para satirizar la Declaración de Guerra contra el narcotráfico
lanzada por Felipe Calderón desde el 2006.
La violencia explícita es otro elemento importante a resaltar de las cintas de finales del
Siglo XX y las primeras décadas del Siglo XXI. Este tipo de violencia manifiesta atraviesa gran
parte de los filmes que componen este periodo. En general, los directores de estas cintas no
utilizan el fuera de campo en las escenas violentas; al contrario, la mayoría de estas películas
incluyen explícitamente sangre, torturas con puñales –o motosierras, como es el caso de la cinta
El infierno– y cuerpos masacrados. Zapata, el sueño del héroe (2004),31es la única cinta con
una representación moderada de la violencia. La tendencia de la violencia explícita no nace de
cero en estas últimas décadas, aparece por primera vez en los años 70 con películas como El
tunco maclovio, El Topo y Su precio...unos dólares, todas estrenadas en el año de 1970 y que
dieron paso a otros wésterns violentos de esa misma década.
Estética de los 90 en adelante
Estéticamente hablando, los wésterns mexicanos de los años 90 en adelante, muestran una
amplia concordancia con las características del género en términos de locaciones, cámara y
color. Las tomas panorámicas que retratan zonas desérticas, llanuras, montañas rocosas y
pueblos, son protagonistas a lo largo de todas las cintas de esta época. A través de una paleta
de colores protagonizada por el ocre y el amarillo, encontramos historias que constantemente
están ambientadas en un clima cálido, lo cual nos remite a la misma sensación que como
espectadores tenemos de las condiciones climáticas en los filmes del wéstern norteamericano.
Al igual que los wésterns de las décadas anteriores, mediante el vestuario y la música el
wéstern mexicano de los años 90 añade elementos propios a la estética. Lo anterior es
evidenciable en la constante presencia de las carrilleras, además de los sombreros de paja y ala
ancha, típicos de los años de la Revolución Mexicana. Algo que destaca en todas las décadas
es el uso del bigote en la gran mayoría de héroes y personajes masculinos. Tal parece ser que
en el wéstern mexicano éste es un elemento de masculinidad tan o más imprescindible que el
sombrero. Por otro lado, la música es uno de los principales medios que utiliza el wéstern
mexicano de los años 90 para introducir elementos autóctonos a la estética del género. Si bien
31 Cuyo presupuesto fue alto y resultó un fracaso en taquilla.
hay alguna presencia de instrumental tipo wéstern –como ocurre en casi todos los wésterns
mexicanos del 60 en adelante–, los corridos tradicionales y norteños son protagonistas en
pantalla. No solo de modo incidental, sino también de forma diegética, estos géneros musicales
son utilizados para contar hazañas o eventos del pasado.32
Proposición de nueva categoría: el wéstern-no wéstern
Por último nos enfocaremos en lo que al parecer es una de las diferencias más marcadas –y
quizás el aporte más sobresaliente– del wéstern mexicano: la construcción de lo que queremos
llamar de ahora en adelante en esta investigación el wéstern-no wéstern. Esta categoría del
wéstern mexicano es una apuesta por desarrollar un cine decolonial dentro de un género
netamente colonial. Como ya es bien sabido, el wéstern mexicano ha construido subgéneros
propios como el Zapata y el cabrito wéstern. A través del wéstern-no wéstern, el cine mexicano
se ha dado el lujo de deconstruir al género en cuestión, catalogando como wéstern a películas
en las que tanto la narrativa, la estética, así como el lenguaje audiovisual no corresponden con
lo que históricamente se ha conocido como parte fundamental del género.33
Las películas que consideramos hasta el momento dentro de la categoría wéstern-no
wéstern, son: Viento negro (1965), La soldadera (1966), la banda del carro rojo (1978), Lola
la trailera (1985), Las siete fugas del capitán fantasma (1989), Zapata, el sueño de un héroe
(2004), El infierno (2010), Los últimos cristeros (2011) y Sonora (2018). En estas películas
ocurren hechos que no son posibles de enmarcar dentro de los 4 tipos de trama establecidos
como parte del canon del género. Los personajes, estéticas, locaciones, movimientos de cámara
y el lenguaje audiovisual en general tampoco corresponden estrictamente con lo que
conocemos como wéstern. Visiblemente aparece uno que otro elemento dentro de la retórica y
la estética de estas cintas que pueden ser parte del género, pero no es suficiente para que todas
las variables pudieran etiquetarse dentro de lo que hasta ahora llamábamos wéstern.
Las características del wéstern-no wéstern son varias, retórica y estéticamente hablando,
aunque son muy variadas entre películas, por lo que no es posible decir que todas se parecen
en algo concreto. El contrabando mezclado con el erotismo, los planos contemplativos de las
emociones de los personajes, las historias que directamente tienen que ver con la relación
México-Estados Unidos, la identificación del bigote como un elemento de mexicanidad y no
32 Esto comienza a ocurrir a finales de los 70 en el wéstern mexicano. 33 Ver el canon del wéstern clásico estadounidense que construimos para esta investigación y que entregamos en el informe pasado.
de maldad, el uso de muscle cars como símbolo del Norte, mientras el carro europeo es
identificado como símbolo de poder o símbolo del Chilango, son algunos de los distintivos que
empezamos a vislumbrar como parte del fenómeno. De alguna manera estas cintas intentan
decirle al wéstern, género supuestamente “Americano” por excelencia: he aquí un género
deconstruido a la usanza decolonial, apropiado y agitado en sus formas más puras para
convertirlo en un híbrido que no es un subgénero mexicano, puesto que no todas las cintas se
conectan por elementos en común; es más algo llamado wéstern, pero que en concreto no
necesariamente lo es.
La necesidad de poder generar esta clasificación radica en dos evidencias adicionales.
Por un lado, resulta claro que la academia mexicana solo se ha atrevido a hablar de lo que
considera wéstern en función de reconocer en qué se parece la producción del país a la
referencia norteamericana, o en tratar de crear un relato que le permita generar una
cohesión que se ajuste a un sentido definido, ya sea bajo el nombre Cabrito, Zapata o el
cine de Frontera. Al presentarse la paradoja de que estas cintas no encajan tampoco dentro de
esos conceptos que la academia y la crítica fundaron, queda claro que hubo y continúa dándose
una especie de invisibilización que impide observar todo ese cuerpo cinematográfico en sus
propios méritos, y no en el relativo de la comparación, primero con la comedia ranchera y los
dramas de la época de Oro del cine mexicano, luego con el referente norteamericano y después
con el spaghetti western, para finalmente ser relacionado con el cine narco, ubicando al wéstern
como un precursor.
Queremos aclarar que, si bien la temática del narcotráfico existe en la cinematografía
wéstern mexicana, y que en muchas cintas no existe una postura condenatoria frente a la
actividad, el narcotráfico no se evidencia como un elemento tan determinante como la academia
proponía. Más allá de compartir algunos escenarios geográficos comunes y algunos elementos
estéticos que sirven para crear una identificación de lugar, la sensación que queda al pensarse
que este wéstern es algo cercano a un precursor de dicho género resulta exagerada y
tendenciosa. La noción de un wéstern- no wéstern nos permite empezar a construir un modelo
narrativo, estético y productivo más comprensivo, que realmente le haga frente a esa
producción en sus propios términos, sin depender de la referencialidad académica que ha
probado ser insuficiente para producir un sentido que se traduzca en las películas. Este término
a futuro nos podrá permitir comprender cómo, sin contradecir el género y sin hacer uso de un
ejercicio de antropofagia cultural que le permitiera hacer más digerible lo que han hecho,
México ha construido una impronta donde la familiaridad con un entorno narrativo variopinto,
logra encontrar elementos de enlace que conectan. Prueba de esto se puede rastrear en la
conexión de las películas con los corridos, asumidos como algo más que una pista musical
porque funcionan como un oráculo que le dice al espectador que, puede estar a punto de
presenciar una historia de amor, una historia de narcos, una de hombres bravos, o de chicanos
que buscan una redención.
Finalmente lo que está disputando esta consciencia de multiplicidad de la cinematografía
mexicana, es que contrario a lo que se asume en su homónimo canónico, la identidad no es una,
son muchas, y todas las posibilidades están ahí disponibles para ser utilizadas. Por ello es que
el wéstern logra encontrarse tanto con la tradición de sus relatos o sus hechos históricos como
con la brutalidad de su presente, manteniendo la templanza de sentirse como un género
subalterno, pese a lo que se diga en los canales más formados para transmitir. Al final, esta
categoría que se afirma y se niega a sí misma, y que esperaríamos que fuera transitoria,
posiblemente sea reemplazada por algo que permita comprender cómo ese todo compuesto de
fragmentos es lo que realmente encierra una cinematografía que no tiene problemas en pasar
de lo chabacano a lo estilizado en una misma secuencia. Ciertamente el wéstern mexicano es
más complejo, espeso y difícil de aprehender de lo que las palabras absolutas y las
clasificaciones buscan encasillar.
El infierno (2010) de Luis Estrada, Los últimos cristeros (2011) de Matías Meyer y
Sonora (2018), dirigida por Alejandro Springall, por ejemplo, utilizan elementos del wéstern
combinados con otros que desdibujan la posibilidad de clasificarlas como películas exclusivas
de este género. En la cinta de Estrada encontramos una fuerte influencia de la comedia negra;
mientras que el filme de Meyer hay una presencia innegable del Road Trip Movie. Por otro
lado, Los últimos cristeros se aleja aún más de una etiqueta “wéstern”. Springall presenta una
puesta en escena protagonizada por tomas largas y extensos silencios. Adicionalmente ofrece
una narrativa con escasa información acerca de los personajes y cuyo final es abierto. En
general, la influencia wéstern en estas películas se da a través del uso de grandes planos
generales para representar el extenso territorio desértico mexicano. Además, la iconografía del
cine de vaqueros se hace presente en las cintas con la constante aparición de sombreros, botas,
revólveres y rifles típicos del género. No obstante, es evidente que la narrativa y estética de
estas tres cintas no son exclusivamente wéstern.
En el exhaustivo rastreo bibliográfico que estamos haciendo para adelantar esta
investigación, no encontramos hasta el momento señas de este fenómeno que por ahora
llamamos wéstern-no wéstern. Es decir, desde la academia aún no se toma este fenómeno como
algo que se pueda denominar y categorizar dentro de un grupo representativo.
Sin importar las décadas, es claro que el wéstern mexicano lleva una enunciación política
que va de la mano de su posibilidad de existencia. Se trata de un género hecho con menos
recursos, instalado principalmente en la provincia, asociado a referentes culturales que la
academia no ha reconocido como parte del género como tal, mientras logra prevalecer como
un género que vive porque se reinventa.
Los wésterns mexicanos visualizados para este informe fueron:
El rayo de Sinaloa (1960)
El padre pistolas (1961)
Los hermanos del Hierro (1964)
Los cuatro Juanes (1964)
Viento negro (1965)
El último cartucho (1965)
Tiempo de morir (1966)
El tragabalas (1966)
La Soldadera (1966)
Los bandidos (1967)
De hombre a hombre (1967)
El silencioso (1967)
El topo (1969)
El tunco maclovio (1970)
Su precio...Unos dólares (1970)
Todo el horizonte para morir (1971)
Los hijos de Satanás (1972)
Cinco mil dólares de recompensa (1974)
El tuerto angustias (1974)
El Federal de Caminos (1975)
Contrabando y traición: La historia de Camelia la tejana (1977)
La banda del carro rojo (1978)
Pistoleros famosos (1981)
Lola la trailera (1985)
El tres de copas (1986)
Con el odio en la piel (1988)
Pistolero a sueldo (1989)
Las 7 fugas del capitán fantasma (1989)
Bandidos (1991)
Vengar matando (1997)
El indio y el hacendado (2000)
Zapata, el sueño del héroe (2004)
El Infierno (2010)
Los últimos cristeros (2011)
Sonora (2018)
ANÁLISIS DEL MAPA DE CINEMATOGRAFÍA WÉSTERN MEXICANA
INTRODUCCIÓN
Los mapas del análisis cinematográfico son los que completan el lugar de enunciación de esta
investigación. A medida que se van construyendo, estos mapas requieren ser vistos de manera
entrecruzada con aquellos que se han producido desde los cuerpos narrativos concretos, como
son la base académica (ver: Mapa Wéstern Mexicano según Academia, entregado en el informe
pasado) y la base de la crítica o la prensa, tanto en Colombia, como en México. A esto se suman
también los mapas que en algún momento se produjeron dentro del contexto del canon que
creamos de wéstern (ver mapas de Trama Clásica, Trama Venganza, Trama Transición y Trama
Profesional, todos entregados en el informe pasado) y que representan la idea concreta que
expresa la academia y la industria norteamericana frente a uno de sus géneros más queridos.
Al hacer una revisión contrastada del mapa de películas del wéstern mexicano, con el
mapa desarrollado sobre los textos de la academia, se hace evidente que éstos no guardan
relaciones morfológicas, ni de dominio entre sí. Mientras el mapa de la academia se fundamenta
en el reconocimiento de elementos centrales, que en cierta medida constituyen su gravedad por
la forma como está ligado al Cabrito wéstern, al Zapata wéstern y al Cine de Frontera, en el
mapa de películas estos subgéneros no tienen ninguna relevancia como categoría.
Antes de determinar con detalle en qué consiste el ejercicio de estos nuevos mapas que
presentamos, aclaramos que esta cartografía de controversias la elaboramos a partir del análisis
de 34 películas. Esta cantidad de filmes pudo conseguirse desde la distancia y de la cual por la
crisis del Covid-19, desafortunadamente no fue posible generar contra muestra; algo que
era deseable pues la totalidad del material no se encuentra registrado. Sin embargo, es
importante reconocer que con 34 películas es posible hacer análisis de tendencias.
Una de las principales tendencias que descubrimos es que los elementos que nombra la
academia en sus textos y que funcionan como tropos o elementos seminales que deben
constituir una lectura que disciplina las películas, no tienen cabida en el ejercicio real una vez
las películas son analizadas bajo el mismo criterio utilizado para la realización de la cartografía
colombiana, así como las lecturas académicas que alimentaron el proceso. Podría decirse que
la academia se encuentra “atrapada” en un relato que busca probar que el género
cinematográfico del wéstern mexicano no responde a los cánones y no tiene una valoración
especial porque se originó en paralelo con la Época de Oro del cine mexicano. Pero más allá,
su argumento se basa en el hecho de que los mexicanos hicieron el wéstern a su manera, con
un conjunto de narrativas donde el concepto wéstern sirvió de conglomerado para definir una
variedad indefinida de cinematografías que no tienen cabida dentro de géneros considerados
más nobles para la misma tradición mexicana.
Es en este punto donde comienza a generarse una fuerte discrepancia entre los mapas
(ver Mapa Western Mexicano según Academia y Mapa general de películas de México), pues
al hacer una lectura morfológica del mapa de las películas, es claro que éste conserva una
cantidad de elementos importantes respecto al mapa canónico de la trama venganza (ver mapa
Trama Venganza) del wéstern clásico estadounidense. Es posible observar que los elementos
que cohesionan y dan carácter a la trama venganza son múltiples, pero también es claro que
permanecen algunos elementos fundamentales, los cuales hacen que los pequeños nodos que
resuenan entre sí se conserven en el centro, como una especie de cerco que se crea para generar
la tensión.
También es conveniente recordar que estos mapas son el resultado de la articulación de
un programa que aplica un algoritmo fijo, el mismo que hemos utilizado en la realización de
éstas y otras cartografías previas entregadas en el primer informe, y en consecuencia no se está
haciendo uso de ningún efecto de manipulación de la información. Como se ha dicho en
repetidas ocasiones, los elementos resultantes son el producto de la alimentación de los mapas,
un acto constante de ejecución parametrizada con igual forma de recolectar, nombrar y
distribuir los datos. No obstante, lo más importante es reconocer que este mapa de la
cinematografía wéstern mexicana reproduce en su forma los patrones de la trama venganza del
wéstern clásico estadounidense, aspecto que no es casual pues dicha trama es la más recurrente
dentro de toda la cinematografía mexicana de vaqueros.
DESCRIPCIÓN Y ANÁLISIS DE LA NARRATIVA
El mapa de la cinematografía wéstern mexicana, al igual que el propuesto por los textos
académicos, está catalogado por modulaciones y por grados de influencia. Buscando hacer más
comprensible su contenido, la gráfica prioriza la lectura de grados, aunque también es posible
hacerla a través de modulaciones. Para la construcción de este mapa optamos por los grados
debido a que encontramos una diferencia palpable entre lo que ofrecía una lectura diferenciada
de la modulación y, en cambio, sí se evidenció que la lectura por grados de influencia era más
necesaria.
Lo anterior se manifiesta de la siguiente forma: en aquellos filmes que tienen mayor
relación con los cánones del wéstern clásico, los nodos son más grandes.(Ver Mapa General y
acercamientos). En consecuencia, los elementos de menor influencia corresponden a nodos de
menor tamaño. Además, el código de color del mapa va de una tendencia del verde, pasando
por un punto intermedio blanco, hacia el rojo; donde los filmes más rojos son aquellos que se
identifican como más cercanos a los elementos canónicos del wéstern, pero además tienen un
aporte propio de características muy nutridas. Por su parte, los verdes son películas que se
acoplan a unos códigos canónicos, pero no alcanzan a hacer un aporte propio desde su narrativa
como para que produzcan más aristas con los nodos centrales y por ello no se estimulan con
tantos elementos característicos del género.
Las películas Con el odio en la piel, Pistoleros famosos, Pistolero a sueldo y El tres de
copas son aquellas que el programa identifica como las más representativas del wéstern
mexicano, porque conservan muchísimos elementos del canon estadounidense, pero logran
presentar un abanico de opciones narrativas adicionales que las logra ubicar como referenciales
de eso que está nombrando como una cinematografía de carácter propio. En grado de influencia
le siguen títulos como Los hermanos de hierro, Los hijos de Satanás, Contrabando y traición,
Su precio... unos dólares, El rayo de Sinaloa y Todo el horizonte para morir, filmes que
mantienen un equilibrio en la identificación con la referencia norteamericana, pero que no
hacen aportes propios tan notorios como los de las películas anteriormente referenciadas.
Otras cintas que se encuentran más asociadas al Cabrito Wéstern, como Cinco mil dólares
de recompensa, El último cartucho, Los bandidos, El tunco Maclovio, e incluso un filme
seminal de este subgénero, según la academia como Lola la trailera; se identifican en el mapa
con el color rosado, lo cual quiere decir que esa nomenclatura no alcanza a cohesionar lo
suficiente como para concretarse como un cuerpo completo que emite significado y que somete
a las películas que pasan por su lectura a asumirla como su matriz narrativa. En otras palabras,
el concepto del Cabrito wéstern no logra desarrollar una aplicabilidad de estilo que realmente
sea identificable en elementos que se repiten, lo que implica que es más una nomenclatura
utilizada por la academia para establecer una narración que va más allá de lo puramente
narrativo y cinematográfico.
En colores mucho más pálidos, incluso llegando al blanco, se encuentran producciones
como El tuerto Angustias, Bandidos, Padre Pistolas y Zapata, el sueño del héroe. Todas ellas
con acentos wéstern, pero, salvo por referencias regionales y por su vinculación con otros
géneros, se diluyen en su influencia como para que logren hacer parte de una visión fundada.
Dicho de otra manera, son wéstern producidos en México, pero bien podrían haber sido
producidos en cualquier otra parte. Al respecto resulta paradójico que eso ocurra con una
película como Zapata, toda vez que toca a uno de los personajes más icónicos de la
mexicanidad, pero esto se debe a que el filme es una epopeya que ficcionaliza y desconfigura
al Zapata real para llevarlo a un lugar de narración que roza la fantasía. Finalmente, películas
como Vengar matando, Los últimos cristeros, El indio y el hacendado y Sonora; tienen más
elementos propios del drama o la comedia, y aunque extraen elementos del género wéstern, sus
aportes están asociados a los géneros narrativos con los cuales se entrecruzan, haciendo que la
narrativa wéstern se convierta en una construcción estética.
Es importante hacer esta diferenciación porque si nos ceñimos a la idea transmitida por
la academia donde el Cabrito wéstern es un tropo, se pensaría que películas de este subgénero
como Contrabando y traición y Lola la trailera deberían ser las más insignes dentro del mapa.
Los resultados difieren de este razonamiento, no porque estos filmes carezcan de elementos
con los cuales resonar, sino porque sus aportes adicionales contienen tantos elementos propios,
que de alguna manera hacen que no sea posible generar el patrón de convergencia que los
identifique como wéstern.
En los casos de Lola la trailera y Contrabando y traición, el principal elemento
diferenciador es que quienes lideran las tramas son mujeres, algo no muy usual para el género.
Lo mismo ocurre en Los hijos de Satanás donde a pesar de que los dos protagónicos son
masculinos, el antagonista es una mujer. Esto tiene relevancia en la medida en que el desarrollo
del personaje femenino se vuelve algo independiente. Es claro que en la construcción canónica
del género (ver Mapa Trama Clásica, Trama Venganza, Trama Transición y Trama
Profesional), la mujer ocupa primordialmente los papeles de doncella en peligro o madre
abnegada, en muchos casos migrante, tal es el caso de las figuras maternas presentes en
películas como Con el odio en la piel y a su manera, Pistolero a sueldo, Pistoleros famosos y
Todo el horizonte para morir.
La imagen femenina que se construye en películas como Contrabando y traición, Lola
la trailera, El federal de caminos y Los hijos de Satanás, es la de una mujer aguerrida y fuerte,
que no se somete y que incluso puede convertirse en elemento de deseo carnal. Ya sea villana,
heroína o vengadora, es un tipo de mujer que se diferencia de la concepción clásica del rol.
Aún así, la construcción de estos personajes no alcanzan la complejidad y el desarrollo de los
protagonistas masculinos de la trama venganza.
En cuanto al desarrollo de los referentes del género vemos películas como Vengar
matando, El padre Pistolas, Tiempo de morir y Bandidos. Estas cintas se ubican en diferentes
momentos históricos, algunas en los inicios del género, próximas a la Época de Oro del cine
mexicano, y otras posteriores a la nueva época de esplendor del cine mexicano, pasado el año
2005. En todas ellas se hace evidente otro tipo de referente: mientras que la primeras,
producidas en los años 60, tienen algunos atisbos de la Época de Oro del cine mexicano –como
la incorporación de actores pertenecientes a grandes compañías o actores que también son
cantantes–; en las películas producidas después de 2005 se obtiene una adecuación histórica
representativa de la Revolución Mexicana.
Por su parte, en el intermedio que va de finales de los años 60 hasta finales de los años
80, se constituye una especie de corpus un poco desacreditado, que es el que de alguna manera
responde con la construcción de esta cinematografía mexicana wéstern. Esto prueba que este
cine no ha sido estudiado lo suficiente como para comprender las entradas y salidas narrativas,
estéticas y productivas que ha tenido. Básicamente porque se creó una conciencia de que es un
género menor, que carece de elementos constitutivos propios, porque se somete desde el
nombre a ser subsidiario de un referente foráneo. Si bien existen películas que podrían cumplir
con esa visión, el grueso del cuerpo de películas demuestran que sí hay una mayoría de edad
que denota independencia, y que nombres como Cabrito, Zapata o Frontera, no alcanzan a dar
luces reales de lo que pasó y pasa con dicho género.
Sin embargo, hay que destacar que sí hay una convergencia con la academia respecto a
la figura de Mario Almada. En las películas que están identificadas como propias del wéstern,
Almada es uno de los principales actores, particularmente en Pistoleros famosos, Todo el
horizonte para morir, El tunco Maclovio, Todo por nada, La banda del carro rojo, Su precio…
unos dólares, abarcando tres décadas (al menos las analizadas) de presencia en películas del
género. También debe destacarse un filme como Con el odio en la piel protagonizado por Hugo
Stiglitz, el otro gran actor asociado con wéstern descrito por la academia, aunque su presencia
no pudo ser tan constatada en la muestra a la que tuvimos acceso, y también por el hecho de
que el grueso de su trabajo se encuentra en películas norteamericanas, haciendo que su aporte
al wéstern mexicano sea visiblemente menor que el de Almada.
Otro elemento que también se vuelve interesante al analizar y comparar los mapas, es
que la relevancia del narcotráfico en la narración de la academia, considerada incluso como eje
influenciador del actual wéstern mexicano, no es tan marcada como se afirma. Es cierto que el
narcotráfico logra algunos elementos de cohesión, pero esto no consigue afectar realmente el
cuerpo de la cinematografía. Así que es posible afirmar que dentro del género, el narcotráfico
ocupa un espacio interesante pero no determinante. Esto se puede observar claramente dentro
del mapa de películas, donde el tema narco se ubica como uno de lo nodos centrales en verde
oscuro, lo que significa que realmente pocas películas responden a ello. Podemos inferir
entonces que la postura de la academia respecto a este tema, es el producto de una narración
que se mueve por el deseo de ubicar al wéstern lo más alejado posible de los géneros que le
resultan más significativos, sin brindarle un elemento de preponderancia, simplemente
ubicándolo como algo que hace parte de la mirada de la realidad.
Otro elemento que se destaca es la relación con la frontera. Más allá de pensar en su
relevancia, la frontera también ocupa un elemento de cohesión pero no de determinación. En
otras palabras, la conciencia de frontera sí tiene peso narrativo pero no alcanza a tener la
preponderancia planteada por la academia. Esto se traduce en el hecho de que la noción de
frontera, de línea que separa, no es fundamental para construir la geografía del género. Mientras
la separación fronteriza es fundamental para el wéstern norteamericano, en el wéstern
mexicano no lo es. La idea de un aquí y allá no es tan relevante para el personaje mexicano y
esto se nota en el hecho de que en el mapa solo tres películas hacen hincapié en la muestra de
la frontera, mientras que un grueso de las producciones sí hablan más de las condiciones de
vida extendidas en el territorio.
El esquema cambia completamente cuando hablamos sobre la percepción de los valores
norteños, pues la imagen del Norte mexicano y Sur de los EEUU es más importante que la de
la frontera propiamente dicha. Esto es relevante y revelador pues permite entender que el
género no es solamente la mirada de un mexicano que trata de ubicarse en una idea expandida
del territorio sino que lo da por hecho. Aquí la construcción espacial no se hace desde la
geografía sino desde los afectos y esto cobra altísima importancia porque habla de las
posibilidades de construcción política que se derivan de esta cinematografía. Mientras en el
wéstern estadounidense se asume a un sujeto más moral que político, en el mexicano sí es
posible identificar una ubicación muy concreta de por qué desde el Norte se dan luchas contra
el chilango y contra el centro, pero sobretodo, por qué razón las relaciones de poder son las que
se cuestionan.
En el wéstern mexicano el elemento de oposición de mayor repetición es el conflicto
entre ley formal e informal. Aun cuando en la cinematografía se encuentren otro tipo de
oposiciones: gringo versus mexicano, blanco versus indio o blanco versus chicano; éstos
corresponden a dos o tres películas. Mientras que la noción de legal e ilegal, la cual puede estar
incluso atravesada también por el narcotráfico, explora otros horizontes más complejos en
donde efectivamente la informalidad y formalidad de la justicia está ligada a la práctica de
cómo se construye la idea de territorio, porque es un territorio que pertenece por afectos y éstos
están determinados por una postura política.
Por su parte la violencia explícita es otro elemento que se asume como propio de la
cinematografía analizada. Es claro que este elemento se reconoce, no como un valor agregado
sino como un valor identitario de todo el corpus. Para la construcción del mapa analizamos
películas que se ubican en terrenos diferentes, desde la comedia hasta el melodrama, pasando
por la acción. A pesar de sus múltiples influencias es posible afirmar que a todas ellas podría
anteponérseles la denominación “wéstern con” o como identificamos en el mapa, con la
categoría wéstern- no wéstern.
La violencia explícita usual en el wéstern mexicano es uno de los signos de construcción
identitaria de esta cinematografía. Esta es una respuesta a la relativa timidez del wéstern
clásico, donde ni siquiera la característica crudeza de la trama venganza logra mostrar lo que
México sí hace. Incluso subgéneros reconocidos por su rudeza como el spaghetti western,
tampoco incorporan en sus filmes recursos tan extremos como una gallina bomba, hombres
travestidos, motosierras o una crucifixión en una torre de energía. Podría pensarse que esta
narrativa, implacable y excesiva está mucho más cercana a otros géneros, aunque en realidad
es asumida como wéstern y no solo como un concepto de la academia, sino como una realidad
concreta que cuenta con un cuerpo cinematográfico identificable.
Por otro lado el bracero, mojado o chicano, es otra representación que para la academia
tiene un papel preponderante dentro del wéstern mexicano, una especie de elemento
fundamental de la identidad norteña. Nuevamente, al revisar el mapa de películas, encontramos
discrepancias con la academia porque si bien se encuentran ejemplos puntuales en las películas,
el papel de esta figura no tiene el peso que le atribuyen. Es decir, lo que para la academia es
una identidad nítida, fijada en una manera de vestir, hablar y ubicarse; en las películas ésto no
necesariamente se da. La complejidad de las situaciones hace que estos personajes, solo
reconozcan que son chicanos, mojados o braceros, ante la afirmación de un personaje exterior
que los define de manera explícita. Lo que implica que la construcción de personajes asociada
al género es más compleja que las del cumplimiento de un estereotipo. Quizás esto se deba a
que narrativamente compite contra otros factores que hacen que la idea del “mojado” sea
incluso más complicada. De ahí que en el término real de las películas, salvo el caso de Con el
odio en la piel y La banda del carro rojo, no se encuentra ninguna otra narración que se soporte
específicamente en la trama de lo que implica ser un migrante indocumentado.
Por su parte las tensiones raciales dentro del wéstern mexicano se dan por odio o porque
se busca una vida mejor, aunque esto no necesariamente implique perseguir el sueño
americano. En parte, muchos de estos aspectos están ligados al narcotráfico, sobre todo a la
idea de que con él es posible aumentar los ingresos, pero en la muestra este punto de vista no
es tan relevante. Por ello ocupan un lugar central pero completamente minúsculo en sus escalas
dentro del mapa general.
Esto significa que lo que en la academia se asume como una especie de cine protonarco,
cuando se habla del wéstern mexicano, en la realidad no lo es. La historia de México está
marcada por el narcotráfico desde los años 70, este no es un fenómeno nuevo y por su condición
influenciadora de la sociedad y la cultura será inevitable hablar de él. Pero queda muy claro
que no se está asumiendo que la línea narrativa conlleve a la creación de una exaltación del
narcotraficante.
Las relaciones con los corridos, tanto el norteño como el tradicional, son muy
importantes. Aunque no todos están ligados a una realidad específicamente vinculante con el
narcotráfico, éstos sí hablan de una realidad violenta a través de otras formas como las
venganzas familiares o el robo de tierras. De alguna manera se alcanzan a respetar los cuerpos
básicos de un canon, simplemente que se le adosan otros elementos que no hacen parte de él y
no tendrían porqué hacerlo. Esto es algo que ya fue identificado en los análisis de Colombia
así como en otras cartografías previas realizadas para el resto de Suramérica.
ANÁLISIS DE LA ESTÉTICA
Cuando damos una mirada al aspecto estético de las películas y sus elementos destacados,
nuevamente se hace necesario citar algo que ocurre tanto en el mapa como en los textos
académicos, y es que en ningún momento se habla de alguna relevancia con respecto a la
estética de los wésterns mexicanos. Aunque no sea posible identificar una uniformidad estética
dentro del género, es importante resaltar ciertos aspectos que hacen parte de sus marcas. Tal es
el caso del bigote, un elemento fundamental en los personajes del wéstern mexicano.
Mientras que en el wéstern americano el bigote está asociado al personaje antagónico
(ver Mapas anteriormente entregados, correspondientes a la Trama Clásica, Trama Venganza,
Trama Transición y Trama Profesional), para el caso de México la figura de Emiliano Zapata
como personaje histórico con una carga performativa importante a través del bigote, le dio a
este elemento un significado positivo. Todas las películas de Mario Almada así como El
General de caminos, entre muchos otros filmes, dan pruebas de que el bigote es un elemento
característico de la mexicanidad. Un hecho de gran importancia porque de alguna manera
conjura esa moralidad del bigote como elemento identificativo de un sujeto antagónico.
La propuesta de vestuario en el wéstern mexicano sigue un código bastante homogéneo.
Diferentes tipos de sombreros, botas y chalecos son una constante en la indumentaria del
género. Pero un elemento en particular se destaca como propio y característico: las cananas,
carrilleras o bandoleras, un tipo de cinturón dispuesto para llevar balas y que por lo general se
cruza al pecho. Estas carrilleras se convirtieron en un elemento representativo de la Revolución
mexicana capaz de instaurarse en el imaginario del género y trascender a otras películas
enmarcadas en escenarios posteriores a la invasión francesa y el periodo del Porfiriato. Cabe
anotar que dentro del mapa, los elementos anteriormente mencionados no se evidencian
demasiado porque al hacer parte de una amplia variedad de construcciones estéticas, tan
diversas como la naturaleza de las películas mexicanas, éstos no alcanzan a ser considerados
nodos seminales.
Los vehículos son otro elemento que debe considerarse al hacer una revisión estética del
género. Además de las tradicionales camionetas, los muscle cars, automóviles medianos o
grandes de estilo deportivo y fabricación americana, son una figura recurrente dentro del
wéstern de temática moderna. Modelos de las marcas Chevrolet y Ford representan una
oposición al carro europeo de esa época, el cual se relaciona más con la ciudad de México y no
con ese norte indómito que requiere de un vehículo realmente poderoso. Modelos de este tipo
están presentes en películas como El federal de caminos, La banda del carro rojo, Contrabando
y traición, Lola la trailera y Con el odio en la piel. La presencia de este tipo de automóviles
también refleja la relación del wéstern mexicano contemporáneo con las construcciones de sus
identidades, pues la mayoría de las ensambladoras de autos americanos se encuentran ubicadas
en estados fronterizos, principalmente en Coahuila, Chihuahua y Sonora.
ANÁLISIS DE LA PRODUCCIÓN
Respecto a la producción de las películas, tal vez el hallazgo más llamativo es que no hubo una
repetición en la misma combinación de equipos de trabajo y estudios al momento de producir
el género. Esto no significa que las productoras fracasaran con sus proyectos wéstern, es más,
la revisión en investigación sobre ellas muestra que hicieron o han hecho más películas
posteriormente, solo que no necesariamente del género wéstern con el mismo talento detrás de
la cámara.
Sobre este tema no fue posible profundizar mucho más, debido a que justamente por no
tener acceso a una contra muestra, no es posible crear una tendencia más allá del hecho de que
solamente tres de las películas alcanzan a repetir equipo y compañía, y que para el resto de las
producciones se renuevan completamente. Sin embargo, es importante reconocerlo porque con
ello se habla de que el lenguaje de esa cinematografía está también expandido y no le pertenece
a un solo autor o productor que quiera dominar el imaginario de lo que se está narrando.
CONCLUSIONES
La gran conclusión de la primera etapa de nuestra investigación que analizaba la cinematografía
wéstern sudamericana, es que wéstern era un término que se apropiaba en función de
desarrollar la idea de un género comprensible para el público. Aquí, en esta segunda etapa de
la investigación, más que pensar qué es comprensible o no como wéstern, el término se utiliza
porque efectivamente está ligados al imaginario fronterizo, sobre todo a la idea del Norte
mexicano. Este es un cine norteño más que fronterizo, y se asume en la lógica de que ese cine
está trazado por las condiciones complejas que tiene el lugar. A partir de ahí se desarrolla una
narrativa que en la mayoría de los casos será coherente con mucho del cuerpo del wéstern,
aunque en algunas ocasiones no sea así. Pero será capaz, a partir de su variada construcción
narrativa, de desarrollar una impronta propia que no busca necesariamente reconocerse en el
referente original canónico.
Esto es relevante porque las producciones más antiguas –aquellas relacionadas con un
canon más respetado– en el mapa de películas están también marcadas en color blanco, o en
color muy claro, porque evidentemente no tienen aporte propio narrativo. Dichos filmes
funcionan como traducciones iniciales, pero incluso teniendo mucho de traducción, generan
narraciones de estricto cumplimiento y alcanzan a desarrollar otros temas ligados a la historia
mexicana: la posguerra a la intervención francesa del siglo XIX, el Porfiriato y la Revolución.
Más adelante, cuando se agotan los relatos de Revolución, la cinematografía wéstern
empieza a marcar su propia lógica. Algunas películas llegan a hacer apropiación estrictamente
estética, cumpliendo con la referencia pero desarrollando un cuerpo narrativo completamente
separado del género. Tal es el caso de Los hijos de Satanás, una historia completamente
relacionada con la comedia pero que puede considerarse como un wéstern en la parte visual.
Todo esto hace que efectivamente podamos concluir que el wéstern mexicano es
realmente un género en sí mismo, capaz de imponer sus propias condiciones narrativas sin que
eso implique que haga un canibalismo cultural como el que sí puede apreciarse en Sudamérica.
México no tiene que hacerlo porque logra llevar esos elementos, poco a poco, hasta el punto
de que en el cuerpo general de la cinematografía demuestran que son otra cosa y sin embargo
siguen siendo un cuerpo del wéstern. Se trata de algo así como una conciencia de semblanza
donde la riqueza de los relatos permite saber que se hace parte de un concepto pero realmente
se es otra cosa, y se es diferente y único, con reglas particulares, lo cual hace que tenga una
perspectiva de categorías y jerarquías propias y un cuerpo narrativo que no depende de la
presencia de ese canon para existir.
TERCER INFORME
Entrevista a Iván Gaona, director de Pariente (2016) y Adiós al amigo (2019)
1. ¿Usted considera que estas películas suyas son netamente wésterns o que conversan
con otros géneros a la vez? ¿Con cuáles?
Los puntos de partida de las películas autorales muchas veces no tienen una estructura tan clara,
la categorización western no estuvo desde el principio, yo comencé explorando con temas que
me inquietan. Cuando el guion de Pariente empezó a estructurarse más, pensé que necesitaba
más herramientas que le dieran forma y el cine de género da eso.
Considero que el cine colombiano contemporáneo no le apuesta a los géneros, muchas veces
se desconoce la academia y se piensa mejor en contar una historia personal que en enmarcar la
película en un género para negarse del mundo comercial que éste ofrece.
Trabajando como asistente de dirección de muchas de las películas de directores
contemporáneos a mí, vi un desconocimiento de los aciertos narrativos que ofrece un género
cinematográfico, que es algo que ya se inventó, es un terreno ya ganado. Veo en las películas
contemporáneas colombianas un vacío estructural de género y una falta de diálogo con las
academias mundiales que ya han avanzado en el tema, no para copiar lo que otros han hecho,
pero sí dialogar creativamente.
Apostar por un género le permite al espectador saber de antemano qué disposición debe tener
al verla, hacer una comedia permite que el espectador ya sepa a qué va, dar claridad de qué es
lo que se verá. El vacío de género en el cine colombiano ha generado una desconexión con el
público.
Yo sí he querido echar mano de las estructuras de géneros que ya han sido probados y empecé
a leer sobre el género. Es extraño porque sobre el wéstern no hay un libro esencial que te
explique todo el género, hay charlas, autores, varios textos, pero ninguno que sea como una
biblia del género, entonces no encontré realmente qué es el wéstern, yo ni sé bien qué es, pero
sí obtuve una sensación de un universo con ciertas normas estructurales, estéticas y de
construcción de personajes.
En mis dos wésterns encontré en ese género un camino más interesante para contar las cosas
que me inquietan porque hay un espacio ganado de percepción, una actitud arquetípica de
personajes.
Las discusiones académicas que se dieron en torno a Pariente, nunca fueron por el género, en
cambio con Adiós al amigo sí se habló del wéstern.
2. Teniendo en cuenta que su película se desenvuelve en contextos históricos, ¿cómo fue
el balance para representar las referencias históricas y las referencias propias del
argumento de la película?
¿Cómo dialoga su wéstern con el contexto cultural y político del país que retrata la
película?
Con Pariente quería hablar concretamente de la desmovilización paramilitar, se hablaba del
referendo y había un agotamiento por el enfrentamiento político del país. Para no contar una
historia de paramilitarismo y que el país se resistiera al tema,
estructuralmente tomamos la decisión de que fuera un wéstern para que se viera más como una
pandilla y no como una película más de violencia en el país. Tuve un asesor, director argentino
Rodrigo Moreno, quien me invitó a pensar en las estructuras del género, de modo que los
villanos no fueran paramilitares, sino una banda, con un jefe, interesada en unas tierras y en
control político, no andan en caballo sino en moto. En Pariente el protagonista camionero,
como el héroe del wéstern es solitario, tiene un pasado desconocido y compra un problema que
no es de él.
Con Adiós al amigo la historia tiene lugar al final de la Guerra Mil Días. Esta película fue
escrita luego del plebiscito y en medio de la coyuntura de la campaña presidencial de Duque.
La idea era poner a dos amigos con posturas políticas distintas a viajar juntos y a tener que
resolver sus conflictos en el camino, esto funciona como metáfora del país actual y de lo que
muchos colombianos han vivido entre sus amigos y familiares debido a la coyuntura política.
3. ¿Tiene usted un director de películas wéstern que lo haya influenciado en su trabajo?
¿Cuál?
Es como tan obvio que me da vergüenza, casi toda la obra de Sergio Leone me influenció.
En Pariente nos propusimos alejarnos de la música de Ennio Morricone y proponer una música
distinta para el wéstern colombiano, utilizando algo más propio y además de corte norteño-
mexicano. Pariente está muy influenciada por Érase una vez en el Oeste, hicimos la escena del
opening casi calcada.
4. ¿Cómo contribuyó el género a la construcción de personajes?
En mi pueblo se proyectaban muchas películas mexicanas en el atrio de la iglesia y la gente las
recuerda como “películas de sombreros grandes” y actitudes machistas. Esos personajes se
parecían a la gente de mi pueblo, he tenido actores que han sido sicarios en la vida real, pero
que ahora están calmados. Pariente refleja la cultura santandereana en su rasgo de personalidad
varonil básica, con machismo a la mexicana. Las personas del pueblo aparecen presentándose
a sí mismos en algunos roles. La preparación de actores no profesionales duró 3 meses.
En Adiós al amigo fue más obvia mi intención de hacer un wéstern (comparado con Pariente)
y con los actores hice ensayos viendo varias veces la forma de actuar de Clint Eastwood. En
esta película aparecen algunos actores de Pariente (por ejemplo, el personaje principal) pero ya
formado como actor en otro papel y no presentándose a sí mismo.
La risa exagerada, la actitud pausada ante los eventos dramáticos, el hablar calmado como si
fueran sabios, asuntos típicos del wéstern, fueron algo que usé para preparar a mis actores.
5. ¿Qué le ofreció este género para hacer su película que no le ofrecen otros? ¿Por qué
elegir al género wéstern para contar esta (s) historia (s)?
Lo esquemático era algo que buscaba.
Cuando estudié cine me parecía muy caótico pensar en dirigir como lo hacían en la Nueva Ola
Francesa, o en el Dogma 95, el género clásico me parecía más ordenado y me daba mayor
tranquilidad porque era más fácil de controlar. En la obra de Leone veo mucha estructura y una
forma casi obvia de filmar. Estudié mucho la secuencia del opening en Érase una vez en el
Oeste para entender el esquema.
Me influencia más el spaghetti wéstern que el western clásico americano, porque con las
películas de John Ford, sobre la Guerra de Secesión, no me generaban empatía por ser universos
muy gringos; en cambio los personajes del spaghetti, aunque se supone que son gringos, tienen
una gracia latina y son más universales, sus luchas no son netamente americanas. Por ejemplo,
el personaje del bruto en el Bueno, el malo y el feo era tan empático y cercano a la gente que
yo conozco en mi pueblo.
6. ¿Qué elementos del wéstern podemos encontrar en la narrativa de su (s) película (s)?
En Adiós al amigo, la geografía de Santander y el mundo campesino se me asemejan al wéstern.
El verdadero Oeste son los llanos orientales.
7. Estéticamente hablando, el wéstern ha establecido paisajes visuales y sonoros
puntuales e icónicos. ¿Cómo considera usted que su película compone paisajes
visuales y sonoros tipo wéstern?
En Pariente la relación de aspecto era 2.40, luego lo recortamos en post para enmarcar
personajes en un tercio bien sea en primer plano o en un plano grande, para darle una gran
importancia al escenario de enfrentamiento, a su rostro frente a los demás, al cuerpo frente al
antagonista. Esta fue una decisión difícil de argumentar incluso con el director de foto, porque
pensamos en todo, por ejemplo, a algunas de las salas en Colombia les falla el marginador o
están hechas como para un 1.85, también luego era un problema componiendo los planos
porque estábamos en espacios pequeños.
En mi cabeza hay una discusión sin resolver sobre cómo filmar lo latinoamericano,
independientemente de que sea un género como el wéstern. Tener una relación de aspecto
amplia, me permitió hacer puestas en escena más enriquecidas y verosímiles y no hacer el plano
contra plano que dicta la norma académica gringa. esto es algo que se deriva de lo que Lucrecia
Martel habla sobre el cine latinoamericano cuando ella se pregunta qué es lo que somos
nosotros y qué es lo que no es la norma.
8. ¿Usted promovió su (s) película (s) como wéstern (s)? ¿Piensa que promover su (s)
películas como wésterns le beneficiaría en la acogida del público o por el contrario
sería más difícil que tengan acogida?
Pariente se promovió como un wéstern por sugerencia del equipo de promoción. Yo no
estaba convencido de que fuera un wéstern, yo había usado elementos en el guion
tímidamente, pero el equipo de promoción buscaba diferenciar mi película y la primera
propuesta de la jefe de prensa fue que fuera un wéstern. Creo que la gente que se entusiasmó
con la película, lo hizo sin relacionarla con western, el género no tuvo nada que ver. La
estética de la promoción, el póster y el trailer respondieron al género, el criterio fue: uno
llega a una sala de cine y está un señor con pistolón.
Con Adiós al amigo sí pensé inicialmente en que fuera un wéstern aun sabiendo que había
cosas estructurales que no concordaban directamente con el género. El espectador se
dispuso desde el principio a saber que vería un wéstern. Académicamente nos podemos
sentar y ver que hay cosas en la película que se salen del wéstern pero a nosotros no nos
importa y a los espectadores menos porque se sientan a ver una película de vaqueros sin
analizar el género y funciona para ellos.
9. En nuestra investigación identificamos unos 8 wésterns en total realizados en el país
¿qué películas colombianas identifica usted como wésterns colombianos?
Malos días, de Andrés Beltrán (con el estilo de Tarantino) Tiempo de Morir. No sé si
técnicas de duelo es wéstern, lo mismo con Cóndores no entierran todos los días, (leí el
libro y me parece que tiene mucho para volverla wéstern).
10. ¿Usted considera que en Colombia se le apuesta a la realización de cine de géneros?
¿por qué?
En Colombia no se hace cine de género, pero no sé por qué. La nueva generación autoral
tiene unos contextos que quiere discutir, es decir no tienen un interés del cine como artes
sino como un instrumento para hablar de los universos que a ellos les interesan. Las últimas
películas colombianas tienen grandes universos, pero en términos cinematográficos se
empiezan a caer, los directores quieren hablar de sí mismos y no dialogan con el cine. Los
viajes del viejo, la playa, la sociedad del semáforo, son ejemplos de grandes películas con
universos interesantes, pero estructuralmente no había ningún afán de construir desde la
teoría del cine. Eso creó un universo en donde lo que interesa es quién está detrás de la
película, si no, no se sostiene.
11. En el western clásico estadounidense el héroe solitario y blanco es el personaje
central de la historia, ¿cuál cree que es el personaje central en el wéstern
colombiano?
En términos normativos, el héroe de mis películas sí es un “blanco” (criollo) solitario, la
definición de qué es un hombre blanco en un país como el nuestro, tiene escalas, no es el
mismo hombre blanco gringo. El nuestro es un hombre blanco campesino que no tiene
accesos cómodos a ciertos espacios, alguien que viene de un espacio no tan privilegiado.
12. ¿En qué se diferencian sus dos wésterns del spaghetti wéstern?
Uno busca fusilar o copiar los mejores elementos y asegurarse de que haya una percepción
más cercana al género. El campesino colombiano siempre ha sido representado de una
forma edulcorada, la gente no está acostumbrada a ver al campesino desde otra perspectiva
en el cine, mis dos películas hacen esto y eso se asemeja al spaghetti, por lo del antihéroe
que es héroe.
El uso de actores naturales, que las personas creen que solo sirven para un papel, pero yo
los he usado en dos roles distintos.
13. ¿Piensa realizar un wéstern de nuevo? ¿Por qué?
Sí, tengo dos ideas escritas para que sean más radicalmente del género wéstern. A nivel
personal, el espacio geográfico de donde soy y la cultura de mi pueblo tienen muchas cosas
en común con el wéstern como los personajes con una voz difícil de descifrar, qué son
impredecibles, que tienen una claridad frente a sus posturas políticas que resuelven las
cosas de una manera violenta. Nada de eso se parece al thriller ni la comedia, se parece al
wéstern. Uno de mis actores naturales, el que personificó al General Uribe Uribe, se viste
como vaquero en su vida real, tiene botas largas y revolver.
14. Si comparamos a Colombia con México veríamos que hay una gran diferencia en el
número de wésterns realizados. Aparte de ser un país con una industria
cinematográfica consolidada y compartir la frontera con EUA, ¿cree que hay otra
razón para que México haya realizado más wésterns?
La cultura mexicana influye mucho, la figura masculina y la preocupación de cómo
combatir el efecto de los gringos, son cosas que tiene México y no tanto Colombia. El
gobierno mexicano ha incentivado más el cine. La preocupación por nuestra violencia y la
negación de nuestra esencia, es algo que México vive, pero no en un mismo nivel.
Entrevista a Jorge Alí Triana, director de la cinta Tiempo de Morir (1985)
1.Queríamos hacerle unas preguntas bastante puntuales sobre el proceso de Tiempo de
morir. Primero porque en la investigación que estamos haciendo sobre Suramérica y
México y una de las cosas de las que nos hemos dado cuenta es que en el revisionismo que
se ha hecho por parte de la crítica y la academia se decidió, por ejemplo, catalogar Tiempo
de morir como una película wéstern, con obviamente pues las lógicas latinoamericanas,
pero se asume que junto con Canaguaro, con Aquileo Venganza, con La Captura, hacen
parte de las películas de impronta colombiana asociadas al cine de género. Algo que pues,
mirando la circulación de la película en su momento, hasta ahora no he visto ni un solo
recorte de periódico que dijera que la película era una película wéstern.
Bueno, yo he dicho siempre que es un wéstern sofocliano. Porque ese tema de la tragedia en
Gabo es fundamental. Es como: “no se puede eludir el destino”.
Pero, en Edipo alcalde también pasa; tiene muchos elementos.
Por supuesto, yo creo que una de las obras que más admiró García Márquez y, que marcaron
una tendencia hacia su escritura, fue la lectura de La Metamorfosis de Kafka y El Edipo de
Sófocles. ¿No? Imagínese a un niño que es condenado a morir cuando nace porque El Olimpo
le dice que su hijo lo va a matar. Ese hombre, años después, se encuentran (sic), mata a su
padre, se casa con su madre, es padre y hermano de sus propios hijos y termina sacándose los
ojos. Eso es de una truculencia extraordinaria, maravillosa, que cautivó a García Márquez. La
historia de Edipo él la quiso hacer cuando estudiaba cine en Cine Cittá, él comenzó con esta
idea para ubicarlo en los años 50, en La Violencia colombiana, en la que él estaba viviendo en
este momento en Italia. Y fue un proyecto que se fue aplazando. Hasta que un día me llamó y
me dijo “Mira, llevo dos semanas respirando esta historia, tengo como diez o doce unidades
dramáticas, quiero que la leas ya. La llevo respirando dos semanas, no he podido parar.” Y me
envió esas unidades dramáticas que las trabajé con Estella Malagón, primero, escribiendo el
guion, y después con Orlando Senna, el guionista brasilero y, finalmente él volvió a tomar y le
dio el último toque al guion. Pero bueno, estamos hablando de Tiempo de morir.
2. ¿Cómo fue el proceso? Porque viene más o menos 20 años después de la película que
hizo Arturo Ripstein. ¿Cómo fue por ejemplo ese cambio? Porque, además, son muy
distintas.
Bueno, yo tengo un cuento sobre eso. Retomo el principio de la pregunta después. Cuando yo
terminé de editar la película en La Habana, porque todo el proceso de post- producción de
sonido lo hice ahí, la mezcla, en el ICAIC, y ya estaba lista la película para ir a París a hacer
las copias finales. Y yo pedí ver la película de Ripstein, yo no la había visto. Me senté con una
botella de ron en una sala, en el ICAIC, en La Habana, con un terror inmenso, porque me
pregunté “¿valdrá la pena haber hecho esto? Y la vi, y era tan distinta. Me gustó la película de
Ripstein. Es una película más dirigida al wéstern, indudablemente. Esa es con pistoleros, con
pistolas, con los vaqueros gringos, la cantina, todo eso. Eso comenzó cuando RTI me llamó al
dirigir un telefilm en el año 1982. Venía el guion con diálogos muy mexicanos. En México era
obligatorio que un guionista extranjero tuviera un guionista mexicano al lado. El co-guionista
de la película fue Carlos Fuentes, nada más y nada menos. Entonces lo que hicimos con Eligio
García Márquez, el hermano menor de Gabo, fallecido muy tempranamente, fue adaptar los
diálogos a lo colombiano. Hicimos un trabajo de eso. Y esto fue año 82, en agosto 7 del 82, se
estrenó el telefilm por la televisión colombiana con un gran éxito, un día festivo. En el mes de
octubre, García Márquez vino a Colombia y fue cuando lo conocí personalmente en una cena
en la casa de su hermano Eligio. Nos sentamos en un rincón y hablamos desde las 10 de la
noche hasta la 1 de la mañana y me dijo “¿por qué no hiciste esto en cine? Es un desperdicio
haberlo hecho en video. Me gustó mucho la película.” Entonces le dije “pues, hagámosla”. Y
ahí surgió la idea de hacer la película, volverla a filmar. O sea que esta película tuvo un
privilegio: tuvo un ensayo general en video, completa. Y la filmamos en el año 85. Tal cual el
guion que habíamos hecho para la televisión en el 82, con alguna escena, yo le había pedido a
Gabo que me dejara utilizar una escena de En este pueblo no hay ladrones, donde el tipo está
con una prostituta y está muerto del susto y no se le para. Y me dijo “no, no, no. ¿Qué es lo
que quieres? Le dije yo: “necesito una escena donde el susto de este hombre-respondiendo a
una frase que tiene el guion, que el miedo de matar es más grande que el miedo de morir,
cuando no se es un asesino-pero eso hay que verlo, eso no puede quedar en una frase literaria.
Eso hay que verlo. Entonces si él se va a acostar con la prostituta y no se le para, podemos
expresar el terror que él tiene de lo que le espera al día siguiente.” Él dijo “¿para cuándo
necesitas eso?”. Le dije “precisamente vamos a estar en esa locación, del burdel, el próximo
martes. Entonces él dijo “sí, así son ustedes los del cine, quieren todo para mañana. Eso no se
puede hacer así. Déjeme pensar a ver qué puedo hacer”. Terminó la idea. La verdad es que, al
otro día por la mañana, me llamó Maria Emma Mejía, que era la directora de FOCINE, en ese
entonces, y me dice “acaba de llegar un fax de Gabo. Me pide que te consiga a donde estés, a
la hora que estés, que tienes que verlo allá”, y ahí venía la escena. Es una escena muy bonita
en la que están la prostituta, que es Nelly Moreno, y Sebastián Ospina, el que hace el personaje
de Moscote, el hermano mayor. Ella le adivina las cartas y le dice exactamente cómo va a
terminar la película. De una manera metafórica, de una manera… como los adivinos de cartas.
Entonces esa escena es la única que es distinta al guion que hice en televisión, a la película de
Ripstein. Hay un par de cosas, por supuesto, que se adaptaron. En todo caso, vuelvo al momento
en que vi la película en La Habana y quedé muy tranquilo, no porque la película fuera mejor,
porque me gustó mucho la película de Ripstein, pero era tan distinta, Y como yo tengo un
origen del teatro y he visto diez Hamlet y veo que es posible que la puesta en escena es una
nueva escritura, es una mirada. Por supuesto, la película mía era completamente diferente a la
de Ripstein. Inclusive, cuando vimos con Gabo la primera proyección, que la vimos en París,
cuando salió la primera copia, comenzó la película, él me pegó el primer codazo y me dice
“huele a Colombia”. Y cuando llegó la escena esa famosa que había escrito, él se volteó con
una sonrisa y me dice “¿verdad que he aprendido?”. Entonces la historia fue eso, me dijo “¿por
qué no la hiciste en cine” y yo le dije “pues, hagámosla.” Y comenzamos el proceso y se logró
filmar en el año 85. Esa es la historia de la película.
3. Yo le quería preguntar, teniendo en cuenta justamente que usted viene de una
formación en Checoslovaquia, que fue el momento en el que más libertario y más
progresista fue el teatro y el cine checo, que es el de ese momento histórico que a usted le
tocó. El cual también coincide con la presencia de Kundera y Milos Forman todavía en el
país, pero mirando no puedo dejar pasar la oportunidad de preguntarle porque recuerdo,
por ejemplo, secuencias de Los pecados de Inés de Hinojosa cuando hacen la travesía por
La Tatacoa o también escenas de Bolívar soy yo, o sea, pareciera que hubiera una
fascinación, no sé si una fascinación, pero hay una codificación visual de parte suya para
meter muchos elementos que vienen ligados de otros géneros. Algunos sí muy teatrales,
pero otros también salidos del wéstern, de estas grandes narraciones épicas de desiertos
que no son todas de ese cine europeo, sino también de un cine muy norteamericano.
Quisiera saber si de pronto estoy haciendo mucha crítica artística o si de pronto va por
ahí alguna cosa.
Bueno ¿Sabe que en temas de la creación artística hay muchas cosas que son de un nivel
completamente intuitivo? Que por supuesto deben tener unas explicaciones racionales que no
me corresponden a mí darlas: a la crítica, a los científicos cinematográficos y todo esto. Pero,
indudablemente, mi formación en Praga es algo muy importante en mi vida. A mí me tocó el
momento de la fractura, de la caída de Novotny y la llegada de Dubček. Entonces, en la
universidad, el tema de la estética, de la filosofía de la estética, se da en el seno de la
universidad, en contra del realismo socialista, del papel del arte en la sociedad, cuál es el papel
del arte; no es un brazo político de los partidos. Es otra manera de mirar el mundo, de conocer
el mundo, de acercarse a la reflexión sobre la existencia y sobre la realidad. Y fue una discusión
muy profunda y muy importante. Tanto en la escuela de cine, como en la escuela de teatro. Yo
hice las dos facultades simultáneamente. Entonces sí creo que mucha gente me anota que hay
una influencia muy eslava, muy checa, en mi trabajo teatral y cinematográfico. Por supuesto,
creo que debe ser así. Fue la fuente de donde yo bebí y me hice una formación de orden teórico
y estético, y por supuesto, me imagino que debo tener algo de eso. Y fue una época, como tú
lo dices, muy importante en el teatro y el cine. Fue la época de Milos Forman, Jirí Menzel. En
el teatro de Krejča, de Radok. En Praga pasó como un renacimiento. En ese momento en que
se rompe con el estalinismo, hay una especie de renacimiento, un entusiasmo social, que es
frustrado por la ocupación del Ejército Soviético en el 68. Yo salí 2 meses antes de la invasión
de Praga. O sea que estaba en pleno furor y se estaba haciendo el mejor teatro de Europa y el
mejor cine de Europa en esos cinco años de Dubček. Porque hubo una explosión, como si algo
estuviese… una represa contenida se abriera. En el teatro, el cine y la literatura. Hrabal y
Kundera estaban escribiendo en ese momento. Y el cine fue muy significativo y muy talentoso,
de realizadores muy importantes y jóvenes.
4. Hay una cosa que nosotros hemos encontrado en la investigación y es que se cataloga,
por ejemplo, al wéstern colombiano, en especial al colombiano, aunque realmente es un
sello que, salvo por México que tiene unas influencias muy marcadas del cine
narcotráfico, pero el cine suramericano wéstern es muy político. Y de alguna manera, a
casi todos los directores les ha pasado algo, se les ha asociado. Y lo digo, incluso, porque
estuve revisando algún material de la época y también noté que usted le sacaron en cara
el hecho de haber sido educado en un país comunista.
Ah no, pues siempre. Cuando regresé de estudiar, en el aeropuerto me detuvieron. Me hicieron
un interrogatorio a la policía.
Era el Frente Nacional, obviamente.
Por supuesto. Hace poco vi la película. El año pasado, creo, o antepasado. Proimágenes hizo
una restauración. La restauraron en el color, en el sonido y todo. Y evidentemente, primero
leyendo uno la biografía que hace Dasso Saldívar de Gabo, que es una biografía más de sus
libros que de él mismo, todo tiene que ver con el tema personal de Gabo. Todo lo que le pasó
en la vida, él lo escribió. Esta historia de Tiempo de morir está basada en su abuelo. Su abuelo
que tuvo que huir de Barrancas en La Guajira a Aracataca porque tuvo un duelo, mató a alguien,
y en La Guajira se sabe lo que significa matar a una persona.
Soy nieto de una guajira.
Ah bueno, entonces no te lo voy a explicar (risas). Lo del novenario, después del novenario se
viene a buscar, al mes de muerto, al año, no se matan ancianos, ni mujeres, ni niños, etc. El
abuelo de Gabo, Nicolás Márquez, tuvo que huir de Barrancas a Aracataca. Por eso se instala
ahí. Y cuando estábamos haciendo Tiempo de morir, Gabo me contó alguna vez que su padre
le decía una frase que está en la película: “tú no sabes lo que pesa un muerto.” Entonces,
contaba que la vi hace poco, restaurada, y es una gran metáfora de la violencia colombiana. El
círculo vicioso. Yo no sé si usted recuerda la película, al final la tengo como en una corraleja…
Sí, el plano final que es dándole como vuelta a la plaza.
Sí, claro el círculo vicioso. Juan Sáyago se deja matar porque ya no es posible y el otro
muchacho va a repetir la historia de él, va a ir a la cárcel 18 años, y va a regresar donde su
mujer donde su novia que ya está casada o viuda. Exactamente se va a repetir la historia. Es
una gran parábola, una gran metáfora sobre la violencia colombiana. El círculo vicioso de
violencia y de venganza. Yo creo que eso es quizás lo que lo hace diferente al wéstern gringo.
Porque el héroe muere, en primer lugar. No hay un happy ending. El héroe está destinado y el
destino incorruptible; no se puede romper.
Y además que es una venganza que también trae desolación a los que la perpetran. O sea,
la obligación de vengarse condena a los hermanos.
Claro, como a los hermanos Vicario. Yo hice la Crónica de una muerte anunciada en teatro.
La monté en Nueva York, la monté en Lima, la monté aquí en Bogotá. Y casi que las víctimas,
los hermanos Vicario, están condenados a matar, no a morir; a matar. Y esos muchachos,
desesperadamente recorren todo el pueblo anunciando que van a matar a Santiago Nasar a ver
si alguien los detiene y nadie los detiene. Unos porque no les creen, otros por indiferencia,
otros porque están de acuerdo. Y eso es una gran metáfora sobre la violencia nuestra. Entonces
yo creo que es la manera del arte de abordar los temas sociales: no con la propaganda política,
sino entrando en la tragedia. Como los acontecimientos históricos transforman la vida de los
individuos, como los afecta.
5. Ya para terminar porque ya se nos va a acabar el tiempo, le quería hacer una última
pregunta que tenía que ver con las decisiones. Gustavo Angarita nunca había hecho cine
en ese momento, tampoco lo había hecho Jorge Emilio Salazar, Sebastián Ospina sí, y
además de las decisiones del reparto, ¿por qué Armero? Porque, además, la película es el
último testimonio de la existencia de ese pueblo.
Sí. Realmente hay muchos pueblos. Esa película es un retazo del Tolima. Mi familia es del
Tolima. Mi padre, un pintor tolimense, Jorge Elías Triana. Mi infancia, gran parte de mi
infancia la pasé en el Tolima. Y eso está hecho en Ambalema, en Mariquita, en Armero, en
Guamo, en Natagaima. Recorrí todo el Tolima como un recuerdo de mi infancia y el río
también: el río Magdalena, que es como la calle principal de este país y la conexión más grande
que hay con el Caribe. El río Magdalena es la calle que une a Colombia. Sí, es una película que
quiero mucho, sobre todo después de que la volví a ver después de muchos años que la sentí
viva.
Y se deja ver todavía perfecto. Pasa el tiempo y da miedo que se sienta tan actual todavía.
Sí. Además, porque esa es la gran diferencia con el guion colombiano y la literatura, la narrativa
de los grandes escritores que tiene una complejidad psicológica, los personajes no hablan
información, sino que hablan desde su psicología. Esa soledad que recorre la película, esa
historia de amor frustrada, que la muerte no les ha permitido unirse. Como cuando Juan Sáyago
le dice “vámonos de aquí” y ella le dice “me lo dices con veinte años de retraso”. Entonces son
unos seres desolados, solitarios. O el hombre aquel, no recuerdo cómo se llamaba, Casildo,
creo. Aquel hombre, inválido, acostado en la cama, echando tiros a los cocos. Los personajes
son muy complejos. Son verosímiles. Tienen psicología, no son caricaturas. Y yo creo que eso
es lo que envuelve a la película, esa atmósfera y la existencia como real de esos seres vivos,
contradictorios.
6. ¿La confianza a actores que venían del teatro era porque usted ya había trabajado con
ellos? Porque yo sé que usted ya había trabajado con ellos en El Cuento del domingo Y en
Revivamos nuestra historia, pero cambiar al teatro al cine es otra apuesta distinta.
No, aún más, venía de trabajar con ellos en el TPB, en el teatro.
O sea ¿era más cuestión de confianza?
Sí, Claro. Eran los actores con que yo trabajaba horas diarias. Jorge Emilio Salazar, Gustavo
Angarita, Edgardo Román, Lucy Martínez, eran gente del TPB. Son gente que yo me los llevé
a la televisión para hacer Revivamos nuestra historia. Hicieron su carrera en la televisión a
partir de ahí, saliendo del teatro. Pero eran actores en los que yo creía mucho, que nos
conocíamos mucho, que teníamos el código, que nos entendíamos qué éramos lo que
queríamos.
7. ¿Usted por qué cree que en Colombia perdimos la capacidad de hacer cine de género?
O sea, este tipo de cine que es espeso, que es duro de tragar, teniendo en cuenta que
básicamente nuestra vida cotidiana está llena de espesura. ¿Cuál podría ser, para cerrar
la nota, su apreciación sobre eso? ¿Por qué perdimos eso? ¿Qué nos pasó?
Tengo una explicación muy simplista. Casi en todas las culturas la dramaturgia es como que
llega más tarde. Tiene la crónica, las artes plásticas, pero la dramaturgia yo digo que, inclusive
en América Latina entera, hablemos del gran dramaturgo latinoamericano. Por supuesto que
hay excepciones, pero ¿dónde está el Arthur Miller? ¿el Ibsen? ¿Bertolt Brecht? No existen.
Yo creo que la debilidad nuestra está en el guion. Los directores tenemos que escribir las
películas, tenemos que producirlas, venderlas, andar con las latas debajo del brazo. Entonces
falta más profundidad en la construcción de la literatura dramática. Creo que el tema técnico
ya lo superamos. Las películas colombianas ni se entendían, desde el punto de vista auditivo,
y visualmente tenían una gran pobreza fotográfica. Ese tema ya está resuelto. Pero, el tema de
la dramaturgia creo que es nuestra gran debilidad. Por supuesto hay excepciones, como en todo.
Desafortunadamente muy pocas.
Entrevista a Andrés Beltrán, director de la cinta Malos días (2015)
1. ¿Usted considera que estas películas suyas son netamente wésterns o que conversan
con otros géneros a la vez? ¿Con cuáles?
Malos días no es 100% wéstern, el punto de partida es más el Noir o el Neo Noir que en
los 80 se transformó con los hermanos Coen, con figuras como la fem fatal, el robo, el
crimen y con geografías muy áridas y es ahí en donde se va mezclando con el wéstern. Un
ejemplo de esto es No Country for Old Men, eso fue lo que me influyó. Del wéstern (más
allá de algunos planos muy tipo spaghetti wéstern como los extreme close up) es la idea de
un universo hostil y todos se tienen que defender solos, sin ley que los ayude. Eso es para
mi lo más wéstern que tiene la película, porque no hay ni caballos.
2. ¿Tiene usted un director de películas wéstern que lo haya influenciado en su trabajo?
¿Cuál? ¿En qué forma lo podemos ver reflejado en sus películas?
Hay una influencia de Tarantino en la historia, por ejemplo, el duelo con una cantidad de
gente reunida en una mesa y teniendo una gran discusión y al final se disparan. Analicé
mucho cómo Tarantino creaba la tensión, su idea de los personajes enigmáticos. No solo
Tarantino, los hermanos Coen y Sam Peckinpah me influyeron. Normalmente en las
primeras películas de un director pasa que uno quiere homenajear a todos sus ídolos y eso
fue lo que hice. No he explorado el spaghetti lo suficiente, pero me gusta mucho sus zooms,
planos cerrados, cosas que usé. Vi a John Ford, Henry Hataway, Howard Hawks, creo que
Malos días tiene más del spaghetti en lo estético y temáticamente tiene más del clásico por
su idea de no tener ni orden ni ley.
3. Podría contarnos ¿cómo fue el proceso de construcción de los personajes para su
película? ¿Qué tipo de referentes uso?
En el wéstern se usa apodar a alguien por su característica principal. En Malos días intenté
hacer eso con el gringo, el indio, el negro, Billi The, ciertos apodos que de manera
superficial dan a entender que se trata de un wéstern. Los personajes principales están más
basados en el Noir que en el wéstern y muy enfocados en el personaje de la feme fatale y
la lolita, que es su hija.
4. Sabemos que el wéstern ha sido llamado (por ejemplo por André Bazin y por otros
autores como Will Wright) el género norteamericano por excelencia porque, entre
otras cosas, exalta valores imperiales estadounidenses en la conformación de esa
nación ¿cuáles fueron las razones que permitieron que su película se apropiara de un
género tan típicamente norteamericano?
¿Qué tienen en común el wéstern y Colombia? ¿Qué valores expresados en este género
podemos encontrar en la sociedad y política de este país?
En Colombia se da muy bien el cine Noir y el wéstern porque son géneros que se nutren
mucho del contexto sociopolítico del momento. Son géneros que tienen que ver con cómo
viven y conviven las personas. El wéstern trata el tema de defenderse por sí solo, con armas
y creo que esta es una cultura con la que vivimos, en el Cali de mi niñez la gente portaba
armas normalmente, el narcotráfico generó la sensación de “defiéndete por tí mismo” y eso
lo veo en el wéstern.
5. ¿Cómo dialoga su wéstern con el contexto cultural y político del país que retrata la
película?
En la película nunca mencionamos a Colombia, es como un país imaginario o un limbo, no
hay banderas, pero es un lugar en el que todo el mundo se defiende por sí solo y debe
mostrar valentía frente a todo lo que pasa. Para mí refleja la Colombia en la que crecimos,
así que la película no lo menciona directamente pero es una metáfora de ese país.
Yo tengo una sensación de una Colombia difícil en la que crecí y la idea de Malos días es
un poco dejar atrás esos malos días de los 80 . Yo quería hablar de violencia sin enfatizar
en un hecho puntual del país.
6. ¿Qué elementos del wéstern podemos encontrar en la narrativa de su (s) película (s)?
Los personajes que van pasando accidentalmente por un lugar, es algo típico del wéstern,
al igual que el hecho de que cada quien se tenga que defender.
7. Estéticamente hablando, el wéstern ha establecido paisajes visuales y sonoros
puntuales e icónicos. ¿Cómo considera usted que su película compone paisajes
visuales y sonoros tipo wéstern?
Nosotros no tenemos el pueblo, pero sí la cantina. Lo importante de la película es el lugar
de paso, que está perdido en la nada. Tenemos algo del vestuario del Oeste mezclado. De
resto no tiene nada más, por eso yo digo que no es un wéstern puro.
8. ¿Usted promovió su (s) película (s) como wéstern (s)? ¿Piensa que promover su (s)
películas como wésterns le beneficiaría en la acogida del público o por el contrario
sería más difícil que tengan acogida?
El wéstern en Colombia no es comercial, no le va bien, así sea una película norteamericana.
Por eso nunca hicimos muy explícito el wéstern, la promoción la hicimos más enfocada al
thriller y el suspenso. Intentamos crear una expectativa sobre la historia y no tanto el
género.
El terror es más acogido en Colombia; el wéstern no gusta tanto pero no sé si es por la
estética o por qué, pero las cifras demuestran que no hay acogida.
9. En nuestra investigación identificamos unos 8 wésterns en total realizados en el país
¿qué películas colombianas identifica usted como wésterns colombianos? ¿Por qué
cree que en Colombia no se han realizado más wésterns cinematográficos?
Creo que en el país no se ha hecho un wéstern puro, se han hecho híbridos. Recuerdo la
película Luz, de Juan Diego Escobar, muy influenciada por el spaghetti, el horror y la
fantasía. En cambio en el país sí hemos hecho cine Noir puro.. Recuerdo a Pariente, que
tiene una clara influencia del wéstern pero luego el director lo vuelve algo muy de la
cotidianidad de un pueblo y ahí la película se vuelve otra cosa, no tanto un wéstern.
Cóndores no entierran todos los días, pero la veo más como una película de gangsters.
Tiempo de morir y Adiós al amigo se sienten muy wéstern. De resto no conozco a ninguna.
10. En las entrevistas que hemos hecho nos damos cuenta de que los directores están
viendo wésterns de afuera como referentes, pero no se están viendo entre ustedes y
sus propios wésterns para crear quizás un lenguaje del western colombiano. ¿Qué
piensas de esto?
Es verdad, yo no conocía la mayoría de películas que me mencionaste: Aquileo Venganza,
El Taciturno, Ahora mis pistolas hablan, Canaguaro, La Captura, Técnicas de duelo, no
tengo esas películas en el radar. Creo que en nuestro medio ningún género se ha visto desde
la academia, no se ha estudiado. Lo que más se ha hecho es comedia y quizás los directores
saben más de ese género.
¿Has visto wéstern latinoamericano?
No, ninguno.
Recuerdo haber visto una película que se llama La película del rey, argentina.
11. ¿Usted considera que en Colombia se le apuesta a la realización de cine de géneros?
¿por qué?
En Colombia los realizadores que no nos enfocamos en contar historias del conflicto
colombiano, nos vamos a los géneros cinematográficos porque si no quedamos en un limbo.
El drama en Colombia es escaso, Franco Loli lo hace, pero son pocos. Quienes hacemos
cine de género nos volvemos un bicho raro, estamos en un lugar no aceptado, es difícil que
ganemos el FDC, que estemos en los festivales, nos ven como buscando algo comercial,
como pro capitalista o yanqui, porque el cine de Hollywood se nutrió de los géneros. Todas
mis obras son de género, horror, wéstern, Noir. Si hacemos géneros también podemos
hablar del país, solo que con un público diferente.
12. En el western clásico estadounidense el héroe solitario y blanco es el personaje central
de la historia, ¿cuál cree que es el personaje central en el wéstern colombiano?
En Malos días los personajes centrales son las dos mujeres, son las únicas que quedan vivas
y guardan una esperanza en medio de un mundo dominado por hombres.
13. ¿Piensa realizar un wéstern de nuevo? ¿por qué?
Me gustaría hacer uno de verdad, pararme en el género desde sus cimientos y estudiarlo
porque no me siento un experto del género, sé más del terror, lo he estudiado más. Me
encantaría hacer un wéstern desde el conocimiento, quisiera hacer un wéstern en México
para irme a los orígenes y en la misma atmósfera donde se concibió.
14. Si comparamos a Colombia con México veríamos que hay una gran diferencia en el
número de wésterns realizados. Aparte de ser un país con una industria
cinematográfica consolidada y compartir la frontera con EUA, ¿cree que hay otra
razón para que México haya realizado más wésterns?
Creo que el conflicto histórico, compartir una frontera tan larga (y tener una tensión en la
frontera) y el haberle quitado tierra a México hace que ese país esté más cercano al
wéstern.
Entrevista a Juan Diego Escobar Alzate, director de la cinta Luz, la flor del mal (2019)
1. Es evidente que su película Luz, la flor del mal, no es solamente un wéstern, ¿con qué
otros géneros dialoga la cinta y cuál es la razón para unirlos?
Efectivamente, Luz no es un wéstern nada más, en realidad es un wéstern de fantasía y folk
horror. Decido unirlos porque son géneros que me han apasionado toda la vida. El spaghetti
western en Italia, no solamente fue un género muy importante, sino uno de los más importantes
en mi vida, en mi crecimiento, en mi desarrollo cinematográfico porque lo veía siempre con mi
papá. Muchos de esos directores que me apasionaron, emigraron cuando se acabó el spaghetti
western Giallo italiano, un subgénero del terror. Yo me enamoré ahí del cine de terror, entonces
decidí juntar estos dos junto con el cine fantástico y el terror folclórico que es algo que siempre
me ha interesado.
2. ¿Por qué elegir al género wéstern para contar esta historia?
Hay cosas que me gustan mucho del wéstern. Siempre me han encantado las civilizaciones de
cierta forma pobres, áridas, que no tienen acceso a la tecnología, así como las comunidades
Amish que no tienen acceso a la tecnología. Realmente el wéstern obviamente por el tema de
vestuario y por términos de aperturas de ángulos y de planimetría, también fue muy importante
para el desarrollo de con qué género contar esta historia, en la que la naturaleza es más grande
que el hombre. El wéstern se ha caracterizado justamente por el uso de esos gran angulares
impresionantes, por el uso de lentes inclusive creados exclusivamente para poder mostrar la
magnitud de la naturaleza y obviamente el wéstern es uno de los géneros que más conozco,
entonces digamos que yo quería esa suciedad, quería esas pieles, quería de cierta forma esa
pobreza, esa forma en la que el hombre de cierta manera se siente minúsculo ante
absolutamente todo.
3. ¿Tiene un director de películas wéstern que lo haya influenciado en su trabajo?
¿Cuál? ¿En qué forma podemos ver reflejada esa influencia en sus películas?
El director Sergio Corbucci, la influencia la podemos ver reflejada en la caracterización
extrema de los personajes, la violencia excesiva, el simbolismo y el uso de anti héroe.
4. ¿Qué elementos del wéstern podemos encontrar en la narrativa y la estética de su
película?
Se pueden encontrar la violencia, las panorámicas de ensueño, las locaciones en las que impera
lo natural, los antihéroes, una sociedad en decadencia, la virginidad, la violación, el machismo
extremo, el maquillaje y el vestuario.
5. ¿Usted promovió su película como wéstern? ¿Piensa que promover su película como
wéstern le beneficiaría en la acogida del público o por el contrario sería más difícil
que tengan acogida?
La película se vendió en el mundo como una película de terror; para mi no es una película de
terror, pero allí es donde mandan los distribuidores. Para mi siempre fue un wéstern de fantasía
con tintes de terror. En cuanto a si pienso que promover mi película como wéstern es
beneficioso, no lo creo. El wéstern es un género que lamentablemente no es muy consumido
hoy en día, los grandes amantes del wéstern lo coleccionamos y lo amamos, pero pasa muy
desapercibido por las masas internacionales.
6. En nuestra investigación identificamos unos 11 wésterns en total realizados en el país
¿qué películas colombianas identifica usted como wésterns colombianos?
Pienso en todo lo que ha hecho Iván Gaona, también pienso en la película Malos Días, de
Andrés Beltrán, y de alguna manera en Los Fierros, de Pablo González.
7. ¿Usted considera que en Colombia se le apuesta a la realización de cine de géneros?
¿por qué?
Para nada, considero que para poder crear industria se deben apoyar a los diversos géneros y
no solo al drama y a la comedia. La gente ve cine de género en el país pero no lo entiende como
tal. Hay directores que hacemos y amamos el género pero que tenemos poca resonancia con lo
culturalmente masivo. Apenas estamos comenzando y arriesgándonos a contar historias de
maneras poco cotidianas, así nos arriesguemos de alguna forma a que no nos apoyen ni nos
vean.
8. ¿Piensa realizar un wéstern de nuevo?
Sí, mi próxima película EL ARCOIRIS NEGRO es una película de Terror lovecraftiano con
toques de aventura y spaghetti wéstern.
Entrevista a Darío García, Dago. Director de la cinta La Captura (2012)
1. En una entrevista que usted hizo con la revista Vice, dice que su película La Captura
fue el resultado final de un estudio que hizo con Ricardo Coral y con Juan Carlos
Vásquez sobre el wéstern. Dice ahí que durante un año vieron 115 wésterns y leyeron
muchos libros al respecto. ¿Recuerda qué conclusiones sacaron de ese extenso análisis
del wéstern?
¿Qué tienen en común el wéstern y (Colombia) o (México)? ¿qué valores expresados
en este género podemos encontrar en la sociedad y política de este país?
Desde mi punto de vista el wéstern es un género netamente norteamericano y el resto han
sido derivas del género. La actitud del norteamericano ante la formación de su nación, el
vaquero es el representante del Estado, los vaqueros inicialmente eran casi paramilitares,
representantes de la ley. El vaquero inicial es totalmente asexuado y sin fisuras éticas.
Luego, al derrumbarse esa fe en la sociedad norteamericana, es cuando el vaquero comienza
a corromperse y tener otros matices. Comienza a entreverse que la supuesta diferencia tan
grande entre indios y blancos no es tal, hasta terminar mostrando que incluso la vida que
hay que imitar es la de los indios (como en Danza con lobos). Todo esto hace que sea un
género muy local, con el spaghetti se logra que eso local se deje a un lado y se toquen temas
más universales.
La Captura es un trabajo final de una investigación que hicimos acerca del wéstern, nos
vimos como 120 películas en jornadas de 3 películas diarias, leímos una cantidad de
literatura e incluso yo escribí un texto sobre lo oportuno que sería hacer un wéstern en
Colombia, porque de las conclusiones que sacamos en esa investigación, es que el wéstern
trata sobre una sociedad en formación, en donde todavía la sociedad no ha establecido con
toda claridad sus conceptos éticos y sus conceptos de ley, todavía hay un espacio ambiguo,
intermedio entre la ley del más fuerte y unos esbozos de ley, donde incluso las relaciones
sentimentales entre hombre y mujeres tampoco están definidas, donde hay que luchar
contra la naturaleza para abrirse un espacio, en fin, una cantidad de constantes en el wéstern
norteamericanos y nos dimos cuenta de que así como respondía a una sociedad en
formación, podría también responder a una sociedad en desintegración. Una sociedad que
se está formando comparte cosas con una que se está desintegrando.
2. ¿Tiene usted un director de películas wéstern que lo haya influenciado en su trabajo?
¿Cuál? ¿En qué forma lo podemos ver reflejado en sus películas?
No hicimos homenaje a ningún director, pero sí intentamos conservar lo que es legal y lo
que no y esa pareja de un representante de la ley y uno de la delincuencia y que tienen una
cita que cumplir. Esto está inspirado en La Diligencia, en High noon, en The man who shot
liberty Valance, en todas esas películas hay esa cita aplazada entre esas dos fuerzas.
El tempo de la película se parece más al spaghetti western, esto por un gusto particular. El
tempo del wéstern estadounidense hace más economía del tiempo, el nuestro es más
contemplativo para poder sentir el abandono de la región y el peso de la naturaleza.
Hay una escena de High noon que quisimos emular. Uno de los protagonistas ve al
encargado de hacer los ataúdes del pueblo y entiende que le están haciendo uno para él,
esta escena la hicimos tal cual en La Captura.
3. Teniendo en cuenta que su película se desenvuelve en contextos históricos, ¿cómo fue
el balance para representar las referencias históricas y las referencias propias del
argumento de la película?
En toda la película no hay ni una referencia a Colombia, no hay ni una bandera, ni los
uniformes, nos cuidamos mucho para poder decir que esto era una metáfora del país pero
que podría ocurrir en cualquier lugar. Además, la película es previa a toda la polarización
que dieron los acuerdos de paz. Lo que estábamos haciendo era un ejercicio académico,
sabíamos que comercialmente no sería fuerte. La captura se hizo antes del plebiscito y el
país no estaba tan polarizado como hoy. Si la fuera hacer hoy en día, quizás no la habría
hecho porque generaría interpretaciones conflictivas.
La captura está basada en un cuento, pero primero hicimos una obra de teatro y esa sí es
muy política, se concentraba en el choque de dos personajes que se buscan y repelen, pero
forman parte del mismo juego. En la película, a pesar de que sí podría ser política,
queríamos centrarnos más en el juego ambiguo de los dos personajes.
4. En el western clásico estadounidense el héroe solitario y blanco es el personaje central
de la historia, ¿cuál cree que es el personaje central en el wéstern colombiano?
Colombianizamos a este wéstern a través del conflicto principal. El outsider del wéstern
estadounidense y del spaghetti, se mueve sobre todo por el dinero, cuando lo trasladamos
a Colombia nuestro outsider se mueve entre bandolero y guerrillero (sin querer meternos
en terrenos muy explícitos políticamente hablando), pensando en el guerrillero de los
Llanos orientales, a nuestro héroe colombiano lo mueve más es el pensamiento político, no
tanto el dinero.
5. ¿Cómo dialoga su wéstern con el contexto cultural y político del país que retrata la
película?
Quisimos especificar la pugna constante que hay entre militares y bandoleros del país.
Colombia en un país absolutamente negacionista como estrategia de supervivencia.
Colombia tiene una realidad tan caótica, violenta y loca, que la misma cultura ha
desarrollado 3 estrategias de supervivencia: el humor, el olvido y el negacionismo. Es por
eso que nuestro propio conflicto armado ha sido pocas veces escenificado. No quisimos ser
directos. En el teatro nacional se ha tocado más de cerca nuestro contexto político, pero en
los medios masivos opera el negacionismo. Aquí la guerra se convirtió en un estilo de vida,
eso lo quisimos mostrar con el final de la película en el que ambas fuerzas que se chocan
deciden seguir persiguiéndose.
6. ¿Qué elementos del wéstern podemos encontrar en la narrativa de su (s) película (s)?
La figura ambigua de la mujer. La relación con la mujer siempre ha sido ambigua en el
wéstern, nunca es un rol muy preponderante ni los vaqueros son seres sexuales. En La
captura tenemos a una mujer con un carácter ambiguo éticamente hablando y quisimos que
fuera complejo.
7. Estéticamente hablando, el wéstern ha establecido paisajes visuales y sonoros
puntuales e icónicos. ¿Cómo considera usted que su película compone paisajes
visuales y sonoros tipo wéstern?
Deliberadamente queríamos tener una estética de wéstern contemporáneo, actualizando la
iconografía. Lo más difícil fue encontrar la locación, porque queríamos un pueblo del
Oeste, perdido, con una calle central donde se levantara el polvo. Finalmente encontramos
un pueblo que se llama Puerto Guadalupe, en el Meta, se acaba Colombia y ud tiene que
andar 20 horas más para encontrar ese pueblo.
En La captura tenemos ese espacio fuera de la civilización, queríamos tener río, montaña
y un pueblo bastante precario, también la cárcel, la cantina, queríamos tener un tren. El
vestuario de nuestro bandolero se parece más al atuendo del guerrillero de los Llanos
orientales, que no viste precisamente como militar, sino como campesino vaquero de los
Llanos.
Con la música habíamos pensado en usar música llanera, como lo hace Canaguaro, pero
nos pareció que eso podía generar una identificación que no queríamos que tuviera.
Entonces usamos el heavy metal que generaba un distanciamiento con la ambigüedad de la
historia.
8. ¿Usted promovió su (s) película (s) como wéstern (s)? ¿Piensa que promover su (s)
películas como wésterns le beneficiaría en la acogida del público o por el contrario
sería más difícil que tengan acogida?
¿Usted considera que en Colombia se le apuesta a la realización de cine de géneros?
¿por qué?
No la promocionamos como un wéstern. Nuestra economía no es de primer mundo, por lo
que promover cine de género es complicado para la taquilla. El entretenimiento en países
de economía deprimida tiene que ser generalista y no de género si quiere tener éxito
comercial porque las audiencias de nicho pertenecen a economías fuertes.
Desafortunadamente los géneros que tienen éxito en Colombia son los que apelan a
emociones primarias, el humor, el horror y la acción. No tenemos un mercado que permita
que la clase media intelectual pueda entender las claves de los otros géneros para
disfrutarlas.
Somos una productora de entretenimiento con experiencia en la comedia, cuando lanzamos
La Captura tratamos de evitar una expectativa de género, en parte porque el wéstern ha
sido asociado a un género masculino y el entretenimiento generalista vive de la mujer, es
ella quien elige qué se ve.
La Captura la hicimos sabiendo que no ganaría mucho dinero, la hicimos por darnos el
gusto.
9. En nuestra investigación identificamos unos 8 wésterns en total realizados en el país
¿qué películas colombianas identifica usted como wésterns colombianos? ¿Por qué
cree que en Colombia no se han realizado más wésterns cinematográficos?
Como wésterns identifico a Canaguaro (que es un poco más política), La captura (que es
un poco más wéstern), Malos días, Tiempo de morir y Pariente.
10. ¿Piensa realizar un wéstern de nuevo?
He pensado hacer una serie con la anécdota de La captura, basada en esos personajes,
despolitizando el tema y aterrizándola en la realidad nacional. Pienso hacer la serie pero no
en clave wéstern sino en un melodrama.
11. Si comparamos a Colombia con México veríamos que hay una gran diferencia en el
número de wésterns realizados. Aparte de ser un país con una industria
cinematográfica consolidada y compartir la frontera con EUA, ¿cree que hay otra
razón para que México haya realizado más wésterns?
El foco de los outsiders se trasladó hacia los narcotraficantes y el debate ético se trasladó
al narcotráfico, construyendo su propio género, como las narco series que comparten ciertas
cosas con el wéstern, pero no lo son. Hay cierta línea del wéstern que se refiere a la fiebre
del oro y aquí es la fiebre del oro blanco que es el perico. Hay cierta iconografía que se
parece un poco al vaquero. El tema narco se llevó la clientela del wéstern y la ha
potencializado desde la TV y el cine
Grupos Focales
Como fue expresado en el proyecto presentado, esta investigación contempla realizar dos
grupos focales (uno dirigido a académicos y otro a un grupo de productores, guionistas y
editores). Debido a la contingencia producida por el COVID - 19, que ha llevado a la
complejidad de realizar viajes, decidimos realizar ambos encuentros de manera virtual.
Buscamos que los asistentes provinieran de la academia, la crítica de cine y el campo de la
producción y la escritura de guion. Lo anterior nos permitió obtener un espectro amplio de
respuestas frente a un mismo tema.
Ambos grupos focales tuvieron una misma dinámica. Fueron 2 sesiones de 120 minutos. Todo
el material estuvo debidamente grabado a partir de los servicios que presta la plataforma en la
que hemos de trabajar: Google Meet.
Establecimos disparadores temáticos amplios que sirvieron para entablar las discusiones.
Días antes de la sesión, se le envió a todos los participantes un resumen de lo recogido por la
investigación para que llegaran preparados al grupo focal.
INTRODUCCIÓN A LOS GRUPOS FOCALES:
El presente es un proyecto que tiene dos fases: comenzamos con la primera etapa, un proyecto
que revisó el wéstern al Sur del Oeste (Sudamérica) y luego continuamos con la segunda etapa,
que revisa específicamente el wéstern de Colombia y México. Nos encontramos ya en la
segunda fase que revisa a Colombia y luego a México.
Para un purista del género wéstern, una película tiene que cumplir con unos rasgos retóricos y
estéticos específicos para llamarse wéstern. Según Will Wright, un western debe pertenecer a
una de las 4 tramas que él menciona como canon del género:
1. la trama clásica: tiene un héroe blanco solitario, un villano indígena, un mexicano o
terrateniente. El villano recibe su castigo físico y moral al final de la historia. Los
sucesos se dan así:
A. Llega héroe forastero y enigmático a un pueblo (habitantes son familias con
ancianos, hijos). B. El pueblo da estatus especial al héroe por sus habilidades, C. Los
villanos amenazan al pueblo. D. El héroe combate solo, sin ayuda del pueblo y vence
al villano. E. El pueblo queda a salvo y acepta al héroe, éste determina si se queda o se
va. Ejemplo: Shane (1953)
2. La trama venganza: A. El héroe se aleja de su pueblo, pero regresa para buscar
venganza porque han herido a su familia o amigos. B. El pueblo es incapaz de castigar
al villano C. Alguien representativo del pueblo, pide al héroe que abandone su
venganza. D. El héroe abandona su venganza, pero sale triunfante asesinando a algunos
villanos. El héroe regresa al pueblo. Ejemplo: The man from Laramie (1955).
-Tanto en la trama clásica como en la de venganza: el héroe llega desde afuera a un pueblo que
no se puede defender por sí mismo. La diferencia: en la clásica el héroe intenta evadir al villano;
en la de venganza, el héroe quiere vengarse y evadir al pueblo para lograrlo.
3. La trama transición: A. El héroe pertenece al pueblo al principio y se va de éste al
final. B. El pueblo no es débil, es más fuerte que el héroe o los villanos. C. El héroe
lucha contra el pueblo que está aliado con el villano. La mujer no sirve para reconciliar
al héroe con el pueblo, se une a él y lucha contra el pueblo. Ejemplo: Johnny Guitar
(1954)
4. La trama profesional: A. Los héroes son ahora asesinos profesionales o a sueldo y
defienden el pueblo sólo como un trabajo pago. B. Se evitan los valores del amor,
matrimonio, familia, no hay metas tras la victoria, solo el dinero o el placer de vencer.
C. El pueblo es débil y los héroes forman un grupo para hacer el trabajo, E. Al final los
profesionales se quedan juntos o mueren juntos. Ejemplo: Wild Bunch (1969).
En nuestra investigación hemos encontrado que los wésterns latinoamericanos pueden
pertenecer a varias tramas a la vez o no pertenecer a ninguna y aun así tener varios elementos
tomados del wéstern. Hemos encontrado una “traducción” del género al entorno
latinoamericano. Con el tema de la venganza como eje central, se intercambian los cowboys
por campesinos, aparecen los duelos con pañuelos o con gallos, el desierto se retoma o se
intercambia por la montaña de los Andes, y sobre todo, hemos encontrado una inversión de la
fórmula, en muchos de los wésterns latinoamericanos se ha intentado poner al campesino en
un primer plano desde una perspectiva decolonial, dándole importancia a la voz de los sujetos
subalternos.
Para identificar los wésterns colombianos seguimos dos rutas: (1) buscamos textos que
referencian a las películas como pertenecientes al género (aquí también entraron algunos sitios
web como IMDB o el sitio de Proimágenes. (2) los directores de algunas de estas películas
afirmaron que sus cintas pertenecen al género wéstern y nos referenciaron otras películas que
según ellos, también son wéstern. Según esto, en Colombia tenemos 11 wésterns a partir de
1960:
Aquileo Venganza (1968) de Ciro Durán; El Taciturno (1971) Jorge Gaitán; Canaguaro (1981)
Dunav Kuzmanich; Tiempo de morir (1985) Jorge Alí Triana; Ahora mis pistolas hablan
(1986) Fernando Orozco y Aldo Sambrell; Técnicas de duelo (1988) Sergio Cabrera; La
captura (2012) Dago García; Malos días (2015) Andrés Beltrán; Pariente (2016) Iván Gaona;
Adiós al amigo (2019) Iván Gaona; Luz: la flor del mal (2020) Juan Diego Escobar.
Ustedes pueden conocerlas todas o solo algunas, no es necesario que las hayan visto todas.
Vamos a darles unos detonantes de discusión esperando que todes puedan aportar.
[Proyección del mapa que hemos elaborado con el wéstern de Colombia (Gephi) y explicación
de los personajes, situaciones y locaciones más preponderantes].
1. GRUPO FOCAL ORIENTADO A ACADÉMICOS
Asistentes:
Diego Rojas Romero
Realizador, crítico, docente y productor de medios audiovisuales. Investigador-guionista de De
la ilusión al desconcierto: Cine Colombiano 1970-1995 dirigida por Luis Ospina. Ha publicado
en Cinemateca, Cine y Cuadernos de Cine; es coautor de los libros. Trabaja en el rescate,
restauración y preservación de la memoria audiovisual colombiana.
Oswaldo Osorio
Comunicador social-periodista, historiador, magíster en Historia del arte, doctor en Artes,
investigador y profesor. Por varios años fue Coordinador de Programación del Festival de Cine
de Santa Fe de Antioquia y del Festival de Cine Colombiano de Medellín, Coordinador de la
Muestra Caja de Pandora. Es el director de Vartex: Muestra de video y experimental, autor de
varios libros.
Andrés Murillo
Formador de públicos, desde la exhibición con el Colombo Americano. Dirigió la revista
Kinetoscopio. Es director de Radio cinema, programa de cine de la emisora Cámara F.M. y
docente de la Universidad Pontificia Bolivariana.
Alejandra Laverde
Docente-investigadora de la Universidad de Medellín en el Pregrado Comunicación y
Lenguajes Audiovisuales y en la Maestría en Literatura. Autora de libros sobre cine y literatura.
Doctora en Documentación, Teoría y Análisis Cinematográfico por la Universidad
Complutense de Madrid. Magíster en Literatura Colombiana de la Universidad de Antioquia.
Académica de la Universidad de Medellín. Sus líneas de investigación son, entre otras, la de
Estudios Literarios, historiografía literaria y la de Narrativas Audiovisuales (narratología
literaria y Fílmica- análisis textual).
Ana María López Carmona
Profesora titular, Universidad Pontificia Bolivariana. Investigadora en temas audiovisuales,
particularmente documental contemporáneo latinoamericano, procesos de memoria y creación.
Profesora de narrativas, Historia del Documental Latinoamericano en la Maestría en Cine
Documental. Miembro del equipo del Doctorado en Comunicación de la UPB.
Maria Fernanda Arias
Doctora en Comunicación y cultura con énfasis en Estudios en cine y medios de la Universidad
de Indiana. Profesora Titular en la Facultad de Comunicaciones de la Universidad de
Antioquia, pregrado en Comunicación Audiovisual y Multimedial. Además de sus labores
docentes y de investigación, ha participado en numerosos programas de difusión
cinematográfica y audiovisual con instituciones locales y nacionales. Autora de numerosos
artículos y capítulos de libros en publicaciones especializadas.
Ómar Mauricio Velásquez
Artista plástico Universidad Nacional. Magíster en Hermenéutica Literaria de la Universidad
EAFIT. Docente en Comunicación Social, en las áreas de Narrativa Audiovisual, universidad
EAFIT. Sus áreas de trabajo incluyen las ciencias sociales, el periodismo, la comunicación y
los medios.
Fernando Arenas
Comunicador social. Docente-investigador de cultura audiovisual en la Universidad de
Medellín, en el Pregrado Comunicación y Lenguajes Audiovisuales. Magíster en teatro y cine,
doctor de la Universidad de Kansas.
Preguntas/disparadores
1. Considerando que el género wéstern ha sido asociado desde sus inicios a la expansión
estadounidense y el combate a un “otro”, así como a las nociones de territorio e historia
¿Cuáles considera usted que serían los elementos que, dentro del contexto colombiano,
resultan igualmente fundamentales para establecer su noción de wéstern y por qué?
2. Dentro de nuestra investigación hemos encontrado que el género wéstern tanto en
Colombia como en México, es asumido como un conjunto flexible de elementos
estéticos y narrativos, que han permitido crear historias donde la mezcla con otras
formas de relatar ha sido una constante. En su opinión, ¿cuáles podrían ser las
características propias que Colombia le ha aportado a la noción de wéstern y por qué?
3. Además de las películas que hemos mencionado como wésterns colombianos, ¿hay
otras que ustedes consideren que lo son?
4. ¿Consideran que en Colombia se realiza un número representativo de cine de género?
Si no es así, ¿Cuáles consideran que serían las razones por las que en Colombia no se
realiza frecuentemente cine de género?
Sub pregunta: ¿Por qué creen que no se ha realizado más cine wéstern en
Colombia, teniendo en cuenta los referentes históricos?
5. ¿Creen que la cinematografía mexicana ha influenciado la configuración de un wéstern
colombiano?
6. ¿Qué papel creen que juega la academia en función de elaborar una construcción de
género en el país?
2. GRUPO FOCAL ORIENTADO A PRODUCTORES Y GUIONISTAS
Asistentes
Verónica Escobar Jaramillo
Guionista. Comunicadora Social y Magíster en Escritura de Guiones y Libretos, de la
Universidad de Bergen, Noruega. Docente universitaria, con más de 18 años de experiencia en
empresas productoras y agencias de publicidad, como guionista, copy y directora de
contenidos. Ganadora de estímulo de guion de Comedia, del FDC, en 2018, y participante de
BAM stories, del año siguiente.
Juan Pablo Tamayo
Productor, jurado en distintos concursos y asesor en temas de producción. Ha sido productor
de películas como Los colores de la montaña (Carlos César Arbeláez, 2011), Operación E
(Miguel Cortuois, 2013), Eso que llaman amor (Carlos César Arbeláez, 2016) y Amigo de
nadie (Luis Alberto Restrepo, 2019). Productor asociado del documental Jericó, el infinito
vuelo de los días, productor asociado de La mujer del animal.
Francisco Saldarriaga Gómez
Guionista. Comunicador Social – Periodista. Con estudios de Maestría en Dramaturgia y
Dirección de la Universidad Nacional de las Artes - UNA. Guionista y realizador de programas
de canales locales y nacionales: Telemedellín, Teleantioquia y Señal Colombia. Premio del
FDC, por el guión de “El Hijo Calavera” del cual fue co-guionista (2005-2006). Guionista
de“Jujuy Originario y Metalero” documental cinematográfico producido por la productora de
cine Aqueronte, ganador del premio de Incubadora Documental del INCAA (2017); y “Tomás,
Alba y Edison, serie de animación de Camello Audiovisual, para Señal Colombia donde se
desempeñó como investigador y guionista, temporada 1 y 2 (2017-2018-2019).
Jenny David Piedrahita
Productora. Comunicadora audiovisual y multimedial de la Universidad de Antioquia, magíster
en estudios socioespaciales de la misma universidad. Productora de los cortometrajes: Las
fauces, La noche resplandece y En busca del aire, del director Mauricio Maldonado. En
desarrollo: Productora ejecutiva del largometraje La jauría, de Andrés Ramírez. Productora del
largometraje Piedras preciosas, de Simón Vélez y Los diluvios, de Mauricio Maldonado.
Preguntas/disparadores.
1. ¿Cuántas películas de nuestro corpus han visto? Además de las películas que hemos
mencionado como wésterns colombianos, ¿hay otras que ustedes consideren que lo
son?
2. ¿Consideran que en Colombia se realiza un número representativo de cine de género?
Si no es así, ¿Cuáles consideran que serían las razones por las que en Colombia no se
realiza frecuentemente cine de género?
3. ¿Cuál cree que es el papel del apoyo de las entidades gubernamentales o de los grandes
conglomerados económicos en la creación de cine de género en el país?
4. Pregunta para productores: ¿Cuáles considera que son los retos de producción a la hora
de realizar un wéstern? ¿Cree que estos “retos” han influido de manera negativa en el
número de wéstern producidos en el país?
5. Pregunta para guionistas, considerando que el género western se basa en oposiciones
como Civilización vs. Barbarie, Ley Formal vs. Ley Informal, Hombre vs. Naturaleza,
¿considera que dichas oposiciones han resonado dentro de la narrativa cinematográfica
colombiana?
6. Teniendo en cuenta la historia política colombiana desde las Guerra de los Mil Días
hasta nuestros días, reconocemos que gran parte de ella es una historia que ha
acontecido en los pueblos y los campos, marcada por distintas formas de violencia,
¿cree que ha habido suficientes películas de género basadas en el contexto violento del
país?
7. Pregunta para productores: El cine colombiano se ha construido desde relatos
regionales y rurales ¿considera que esto ha afectado el desempeño de las películas en
la taquilla?
8. ¿Consideran que hay un juicio previo por parte de directores, crítica y/o público a la
hora de producir y consumir cine de género? ¿y más cuando se refiere a cinematografías
apropiadas como el wéstern?
9. ¿Cuál cree usted que es el género que ha tenido una presencia más sólida en el país?
¿Por qué?
CONCLUSIONES DEL GRUPO FOCAL ORIENTADO A ACADÉMICOS
[Primer interrogante] Considerando que el género wéstern ha sido asociado desde sus inicios
a la expansión estadounidense y el combate a un “otro”, asi como a las nociones de territorio
e historia ¿Cuáles considera usted que serían los elementos que, dentro del contexto
colombiano, resultan igualmente fundamentales para establecer su noción de wéstern y por
qué?
De acuerdo con los participantes, uno de los elementos fundamentales para establecer una
noción de western en Colombia es el marco geográfico. El espacio rural (de frontera) es una
característica que la mayoría de películas tienen en común. Dentro de esa ruralidad aparecen
elementos como el latifundio, en el que el campesino se enfrenta contra el gran latifundista.
También se identifica la pugna entre campesinos.
En este sentido, lo rural sería sinónimo del concepto de frontera, que permitió el arraigo del
wéstern norteamericano con la cultura estadounidense. La representación del campo
colombiano permite establecer oposiciones como: civilización/barbarie o legalidad/ilegalidad,
que habían caracterizado la frontera norteamericana dentro del wéstern clásico. El campo
colombiano aparece como un espacio que aún no se ha civilizado y en el que se hace necesario
establecer la ley por medio de la fuerza. La historia violenta del país y su contexto bélico
podrían facilitar el desarrollo de wésterns colombianos.
Por otro lado, resaltamos el aporte de uno de los participantes (Diego Rojas) quien indica que
el wéstern nace con la intención de apropiarse de una historia y de reconquistar el Oeste a través
del imaginario de los espectadores. Rojas afirma que con las primeras películas wéstern
colombianas se buscó un gancho comercial, gracias al éxito del género en esa época.
Latinoamérica fue un mercado a explotar por parte de la gran industria norteamericana. Por lo
que se realizaron tantos westerns y desde un momento tan temprano en la región.
En conclusión, pese a que se puede cuestionar la circunscripción al género que llegaron a hacer
muchos de los productores de las películas colombianas, se puede afirmar que éstas cumplen
con reflejar gran parte de los elementos característicos del desarrollo histórico de la ruralidad
en el país y su consecuente representación de la lucha de poderes. La introducción de personajes
característicos del entorno y el modelo de desarrollo (latifundista/gamonal), crea una tensión
que no tiene equivalente en el contexto urbano colombiano.
[Segundo interrogante] Dentro de nuestra investigación hemos encontrado que el género
wéstern tanto en Colombia como en México, es asumido como un conjunto flexible de
elementos estéticos y narrativos, que han permitido crear historias donde la mezcla con otras
formas de relatar ha sido una constante. En su opinión, ¿cuáles podrían ser las características
propias que Colombia le ha aportado a la noción de wéstern y por qué?
La mayoría de participantes señalan que el vínculo del wéstern con temas políticos, es la
principal adaptación que sufre el wéstern en Colombia. Así la matriz narrativa estadounidense
se abre para dar cabida a enfrentamientos y contextos bélicos locales específicos: la Guerra de
los Mil Días, el bandolerismo de los llanos, la violencia política representada en liberales vs.
conservadores y las guerrillas liberales. Tiempo de Morir sería la única película del corpus que
no se vincula con el conflicto armado.
Además del tema político, se mencionan aspectos como el paisaje tropical y andino que
reemplazan al desierto estadounidense, así como el cambio de vestuario que sufre el wéstern al
retratar el contexto colombiano.
En conclusión, el grueso del cine wéstern colombiano ha sido lo suficientemente responsable
para inscribir la narrativa de sus películas dentro del contexto histórico de la violencia
estructural política del país, desde finales del siglo XIX con la Guerra de los Mil Días, hasta
llegar a la época de la Violencia de la década del cincuenta con el inicio de las guerrillas en
Colombia. Esa capacidad de relatar en clave de representación histórica realista, más que
dramática, se refuerza con el uso de las difíciles condiciones geográficas que son propias del
país.
[Tercer interrogante] Además de las películas que hemos mencionado como wésterns
colombianos, ¿hay otras que ustedes consideren que lo son?
Algunos participantes sugieren la inclusión en el corpus de la película La sargento matacho, o
Pájaros de verano que, aunque no es considerada por el equipo realizador como un wéstern,
cumple con algunas características de la matriz del género. Por otro lado, señalan la
incompatibilidad de la cinta Luz, la flor del mal, pues responde más a una película de “sectas
y falsos profetas”, además, el tema de frontera no está claro en esta cinta. Por su parte, Osorio
considera que la cinta Malos días contiene más características de thriller que de wéstern. Esta
discusión muestra el carácter híbrido del wéstern latinoamericano con otros géneros como el
melodrama o el cine bélico. Los participantes Osorio y Rojas señalan cómo la frontera que
permite identificar las películas del corpus dentro de estas dos categorías, no es del todo clara.
Existe una diferencia importante en los wéstern del corpus, separando aquellos que usan el
wéstern como una fachada o envoltorio para presentar la película al público, como en el caso
de El taciturno o Aquileo Venganza, y unas películas que realizan un acercamiento sincero al
género en las que el wéstern responde a las necesidades estéticas del filme, como en el caso de
las películas de Iván Gaona.
Para una ampliación futura de la presente investigación, sugieren que el wéstern colombiano
en el corto y mediometraje sería un elemento importante a estudiar, ya que hay un nutrido
número de filmes que responden a esta clasificación. Algunos ejemplos son Balada de la
primera muerte de Sebastián Ospina y Erwin Goggel, El potro chusmero, El hombre de acero,
entre otros.
[Cuarto interrogante] ¿Consideran que en Colombia se realiza un número representativo de
cine de género? Si no es así, ¿Cuáles consideran que serían las razones por las que en
Colombia no se realiza frecuentemente cine de género?
Sub pregunta: ¿Por qué creen que no se ha realizado más cine wéstern en
Colombia, teniendo en cuenta los referentes históricos?
Los participantes afirman que en el país se realiza bastante cine de género, pero falta más
reconocimiento de éste por parte de la crítica. La realidad colombiana se presta para que la
comedia, el cine de gángsters y los thrillers sean los géneros que mayormente se producen en
el país. La comedia es de carácter muy local y según Maria Fernanda Arias, esto hace que tenga
una fuerte acogida del público pero que no logre extenderse más allá de las fronteras
colombianas. En el caso del Thriller el apoyo del público es menor. También es posible
encontrar un buen número de películas de horror.
En cuanto a porqué no se realizan más wésterns en Colombia, se debe tener en cuenta que el
género ya no es un gancho comercial y, teniendo en cuenta lo costoso que es hacer un filme,
muy posiblemente sea esta la razón por la que muchos directores actuales no se vean seducidos
a realizar una película de ese género, tampoco existe una alfabetidad, por parte de los
realizadores, para apropiarse del género de manera más efectiva.
. Los directores autores en muchas ocasiones resultan llegando al wéstern porque la historia
colombiana se conecta con la narrativa y la estética típicas del género. Alejandra Laverde
señala aspectos como la no identificación del público colombiano con el mito que sustenta al
wéstern como una de las posibles razones para esta situación.
[Quinto interrogante] ¿Creen que la cinematografía mexicana ha influenciado la
configuración de un wéstern colombiano?
Los participantes afirman que la influencia de la cinematografía mexicana es innegable. Rojas
señala la preponderancia que se le daba al cine mexicano al no necesitar de subtítulos para ser
entendido por el público colombiano, lo que le daba ventajas frente al cine norteamericano.
Osorio señala que esta influencia se puede notar en los realizadores anteriores a los 80, en
películas como El taciturno o Aquileo Venganza. Sin embargo, con el fin de los cines populares
a partir de la década de los 80 y la formación de nuevos directores desde la academia, la fuente
de la que beben estos se inspira más en la historia del cine norteamericano, que en los referentes
mexicanos.
En conclusión, compartir idioma, rasgos sociales, y poseer un mercado que respondía de
manera positiva a los productos culturales provenientes de México, hizo que Colombia asociara
la idea de cultura popular con México.
[Sexto interrogante] ¿Qué papel creen que juega la academia en función de elaborar una
construcción de género en el país?
Al tener una perspectiva fijada en el cine independiente y el cine de autor, la academia ha
contribuido a desagregar el interés de los estudiantes por hacer parte del cine de género del
país, demostrando además una falta de diálogo respecto a la realidad productiva del medio. La
academia privilegia las narrativas experimentales y de autor, frente a un cine de género que se
considera poco intelectual o pasado de moda. La academia no está ayudando a que se realicen
más wésterns, esta investigación puede ser un aporte para repensar cómo son esos procesos de
enseñanza y tradición.
Grabación del grupo focal orientado a académicos:
https://drive.google.com/file/d/1c9udvLI8tKEY1bmDdfLPqdxiI5lD9lAl/view
CONCLUSIONES DEL GRUPO FOCAL ORIENTADO A PRODUCTORES Y
GUIONISTAS
[Primer interrogante] ¿Cuántas películas de nuestro corpus han visto? Además de las
películas que hemos mencionado como wésterns colombianos, ¿hay otras que ustedes
consideren que lo son?
Los participantes, pese a haber dicho previamente que no poseían muchos conocimientos sobre
la cinematografía wéstern colombiana, demostraron que su alfabetidad frente al tema tenía más
suficiencia. Canaguaro, Tiempo de Morir, Técnicas de Duelo y Pariente fueron los
largometrajes donde hicieron convergencia. Es de notar que las dos primeras películas,
cronológicamente hablando, Aquileo Venganza y El taciturno, y las dos más recientes Luz, la
flor del mal y Malos días fueron las cintas más desconocidas por los participantes. Aquellos
wésterns realizados entre los 80 y los 90 fueron los más recordados.
Respecto a las películas que podrían ubicar como wéstern, fueron referenciadas Crónica de
una muerte anunciada (1987), dirigida por Francesco Rossi y La Mala Hora (1977), sin
embargo, es importante aclarar que ésta última fue una serie de televisión producida por RTI.
También se ubicó a Esmeraldero (Emerald Cowboy), dirigida por Spencer Wolf (Eishy
Hayata) y Andrés Molina. Se mencionó también la cinta Los fierros. (2019), de Pablo González
y producida por Dynamo.
[Segundo interrogante] ¿Consideran que en Colombia se realiza un número representativo
de cine de género? Si no es así, ¿Cuáles consideran que serían las razones por las que en
Colombia no se realiza frecuentemente cine de género?
Hay una percepción unánime en argumentar que no se produce cine propiamente vinculado a
los géneros. Sin embargo, las razones que se esgrimen para ubicar una posible razón plantean
una complejidad adicional. Por un lado, se argumenta que los géneros (por sus convenciones
comerciales y narrativas) poseen unas exigencias de resultado que llaman a un estándar de
calidad, esto también se refleja en la alfabetidad que ha desarrollado el público, la cual lo lleva
a tener expectativas que pocas veces son satisfechas por el producto que llega a pantalla. Por
otro lado, se reconoce que dentro de la cultura dramatúrgica del país hay una tendencia a huir
de las constricciones que plantea trabajar desde los géneros y tampoco se demuestra una
voluntad de prepararse para hacerle frente a las implicaciones de someterse a unas reglas fijas
como las que se median en los géneros. Haciendo que los modelos del drama y la comedia se
sientan como los grandes paraguas de la narrativa en Colombia.
Un tercer argumento que se esboza, indica que para que pueda haber una sólida construcción
de cine de género en el país, debe haber primero una estructura cinematográfica industrial que
pueda tener una capacidad de cohesión para una producción de este tipo. La dilatación de los
tiempos entre producciones cinematográficas, y los costos que implican, hacen que este tipo de
cine en el país siempre esté relacionado con una perspectiva independiente.
Para el productor Juan Pablo Tamayo, el bajo número de cine de género se debe a que las
películas colombianas no logran ser atractivas en términos narrativos. En el caso del terror, por
ejemplo, los defectos técnicos hacen que no se logre el objetivo. Para la guionista Verónica
Escobar, esta situación se debe a que el cine de género exige apegarse a ciertas normas y
cánones. Los cineastas colombianos se alejan de estas normas por desconocimiento y rebeldía,
por lo que la idea de género en sus películas termina por desdibujarse.
Por su parte, para la productora Jenny David y el guionista Francisco Saldarriaga, el bajo
número de cine de género se debe a un desconocimiento y precariedad técnica, ya que la
mayoría de directores y escuelas de cine forman desde el drama. Saldarriaga afirma que el
género nace como resultado de una consolidación de una industria, industria que no se ha
consolidado en el país, lo que dificulta que un director pueda dedicarse exclusivamente al
desarrollo de un género en específico. Las películas de comedia protagonizadas por el Gordo
Benjumea, las comedias de Dago y ciertas películas de terror, resaltan como excepciones a lo
anteriormente expresado.
[Tercer interrogante] ¿Cuál cree que es el papel del apoyo de las entidades gubernamentales
o de los grandes conglomerados económicos en la creación de cine de género en el país?
Los participantes asumen que al menos en las convocatorias del sector oficial, no existen
estímulos específicos que estén destinados al fomento de películas de género. Sin embargo, sí
han existido estímulos diferenciados para el desarrollo de historias y para el desarrollo de
cortometrajes, tanto en las convocatorias de naturaleza pública, como de las de naturaleza
privada. Se entiende que la representatividad que pueden tener ciertos grupos de interés, hace
que sea necesario que la noción de género adquiera siempre un carácter amplio que permita
incluir a todos aquellos que puedan sentirse cobijados por la expresión género.
Los participantes manifiestan que el FDC se ha mostrado reacio al cine de género, optando en
la mayoría de los casos por el llamado cine de autor. Sin embargo resaltan que en los últimos
años se le ha dado cabida al cine de género, con una convocatoria exclusiva para comedia, que
sin embargo esperan que se pueda ampliar a otros géneros. Se considera que crear un festival
de género sería una estrategia necesaria para impulsar la realización de cine de género en
Colombia.
[Cuarto interrogante] Pregunta para productores: ¿Cuáles considera que son los retos de
producción a la hora de realizar un wéstern? ¿Cree que estos “retos” han influido de manera
negativa en el número de wéstern producidos en el país?
Dentro de los retos de producción para realizar wéstern, los productores señalan la falta de
personal entrenado para hacer un adecuado diseño de producción, la falta de guiones propios
de género a disposición y el no tener productores entrenados para llevar a cabo este tipo de
cinematografía.
El principal reto para Jenny David consiste en construir una historia que atrape a pesar del
género, pues un buen guión es la primera condición para realizar una producción y es difícil
conseguirlo dentro de un género. Para Juan Pablo Tamayo el principal reto está en el diseño de
producción que exige elementos como utilería, vestuario y escenarios específicos para darle
credibilidad a la historia, y que, de algún modo, implican un esfuerzo por parte del equipo de
producción.
[Quinto interrogante] Pregunta para guionistas, considerando que el género western se basa
en oposiciones como Civilización vs. Barbarie, Ley Formal vs. Ley Informal, Hombre vs.
Naturaleza, ¿considera que dichas oposiciones han resonado dentro de la narrativa
cinematográfica colombiana?
Los guionistas consideran que las oposiciones mencionadas son representativas dentro de la
narrativa colombiana, solo que éstas han sido ubicadas dentro de la construcción de relatos
asociados a formas de realidad colombiana más propias de un manejo de la ilegalidad
narcotraficante, de la inequidad social y de la corrupción política. Los participantes están de
acuerdo con que la oposición más usual dentro de la narrativa del cine colombiano, es la Ley
Formal vs. Ley informal. Adicionalmente, mencionan que la realidad colombiana es materia
prima para la narrativa wéstern. Para Verónica Escobar estas dicotomías subyacen al cine
colombiano, así que si bien en su apariencia estética no son wéstern, sí conservan en su base
esas oposiciones que definen al género norteamericano.
[Sexto interrogante] Teniendo en cuenta la historia política colombiana desde las Guerra de
los Mil Días hasta nuestros días, reconocemos que gran parte de ella es una historia que ha
acontecido en los pueblos y los campos, marcada por distintas formas de violencia, ¿cree que
ha habido suficientes películas de género basadas en el contexto violento del país?
Se considera que el país no ha logrado comprender cómo construir una voz que le permita
generar una narrativa que realmente ayude a entender los procesos históricos del país. No hay
una narrativa crítica que permita sobrepasar los hechos que han marcado la vida del país. Esto
lleva a que se sienta que no el número de películas realmente no es representativo ni crítico
respecto al legado que queda en la memoria.
Sin embargo, existe un lugar común que asume que el país ya ha contado mucho sobre su
pasado violento, aunque la verdad es que no ha logrado abarcarlo, y mucho menos, se ha
preocupado por crear conectores que le permitan a la sociedad informarse y mirar desde una
perspectiva compleja, todo lo que representa este pasado.
De igual manera se argumenta que el aparato productivo dominante en la producción
cinematográfica del país, poco ha hecho para fomentar esta mirada hacia ese legado conflictivo
que tenemos como sociedad, eso lleva a que la base ideológica de los gobiernos haga que este
tipo de temáticas resulten incómodas e inconvenientes, y muchas de ellas se perciban como
inviables.
[Séptimo interrogante] Pregunta para productores: El cine colombiano se ha construido
desde relatos regionales y rurales ¿considera que esto ha afectado el desempeño de las
películas en la taquilla?
Más que pensar en que las narrativas regionales y rurales poseen un impacto negativo en la
taquilla de las películas, se reconoce que el sesgo comercial está enfocado en promocionar más
al cine de Hollywood, y que además el cine colombiano se ha promocionado como una
categoría unificada, sin ubicar las particularidades narrativas. Se concluye que realmente hay
un problema estructural en la manera en cómo el cine es promocionado.
Los dos productores entrevistados afirman que más que un prejuicio contra el cine de temática
rural o regional, el prejuicio va dirigido hacia el cine colombiano en general. Jenny David,
anota que las películas ambientadas en el espacio urbano no tienen mejores rendimientos en
taquilla, contrario a lo que se podía pensar. En ese sentido, el guionista Francisco Saldarriaga,
señala la necesidad de una formación de públicos y audiencias respecto al cine colombiano.
[Octavo interrogante] ¿Consideran que hay un juicio previo por parte de directores, crítica
y/o público a la hora de producir y consumir cine de género? ¿y más cuando se refiere a
cinematografías apropiadas como el wéstern?
Se reconoce que en la cadena de producción, la ubicación de ciertos géneros resulta conflictiva.
Si bien se reconoce que hay capacidad para admitir la interacción entre géneros, hay una
tendencia a reaccionar negativamente frente a ellos, haciendo que el drama se perciba como el
tropo narrativo en el que se pueden ver reflejadas la mayor cantidad de producciones. También
se plantea que la falta de una sólida propuesta en formación de audiencias, que va paralela a
una valoración poco comprensiva, y hasta cierto punto, arbitraria respecto a los géneros, hacen
que el desempeño de muchas películas no corresponda con las expectativas que se habían
planteado en la comercialización y distribución.
Sin embargo, no se puede negar que el país tiene un consumo probado por cine de comedia,
comedia muy afincada en los arquetipos narrativos del género y que hace uso de los lugares
comunes de la narrativa colombiana, sin que ello quiera decir que es un proceso de
reproducción de formas narrativas apropiadas, lo que de alguna manera prueba que los
prejuicios que puedan existir no son extensibles a todos los géneros.
Juan Pablo Tamayo menciona que el prejuicio es hacia el cine colombiano, más que hacia el
cine de género y menciona como el cine de género estadounidense triunfa en las taquillas
colombianas. Verónica Escobar identifica al wéstern como un género masculino con el que las
mujeres tal vez no sienten mucha identificación.
[Noveno interrogante] ¿Cuál cree usted que es el género que ha tenido una presencia más
sólida en el país? ¿Por qué?
Se reconoce que en la cinematografía colombiana el drama representa el grueso de los títulos
producidos. La comedia es el género que más taquilla recauda, mencionando el caso de
directores con una producción continua como Gustavo Nieto Roa, acompañado del actor
Ernesto Benjumea, o Dago García. El principal consumo que se da con la taquilla internacional
es a través del cine de Horror y cine de Aventura/Fantasía que, en general es el más distribuido
a nivel mundial.
Grabación del grupo focal orientado a productores y guionistas:
https://drive.google.com/file/d/1WiexVCMPj4i4kr5yhRDVARbOQuXrYh9_/view
ESTUDIOS DE CASO: cartografías actualizadas de Colombia y México *
*Para comprender mejor esta sección, recomendamos ver las imágenes anexas a este
informe, con los mapas actualizados de Colombia y México
INTRODUCCIÓN
Siguiendo un proceso de indagación exhaustiva, se logró incrementar el número de cintas que
componen la cinematografía wéstern colombiana. Para poder validar este proceso, en
concordancia como habíamos realizado con las películas que construyeron la primera versión
del mapa, se tuvo que recurrir al acceso de fuente primaria, en este caso los directores de las
cintas, académicos o críticos, quienes dieron el aval de incluir los títulos dentro del universo
cinematográfico del país.
Fue así como se integraron al mapa los largometrajes: Técnicas de duelo (Sergio Cabrera,
1988), Luz, la flor del mal (Juan Diego Escobar, 2019) y Adiós al amigo (Iván Gaona, 2020).
Si bien Adiós al amigo fue presentada como una serie de televisión, fue Iván Gaona quien la
avaló como un producto cinematográfico, toda vez que cumple con todos los requisitos para
ser considerada como tal, salvo por el hecho de no haber sido exhibida en salas de cine, algo
que en el marco de la pandemia hubiera sido imposible.
Con el caso de México se debió adoptar una estrategia distinta. Ante la imposibilidad
de viajar de manera segura al país, y ante la ausencia de material adicional de consulta, serio y
disponible en redes, que permitiera encontrar títulos para analizar, se decidió entonces ampliar
la línea temporal que se había establecido desde el principio, de manera que se pudieran integrar
títulos de la década de 1950, o el apogeo de la época de oro del cine mexicano.
Películas como El águila negra en 'El vengador solitario'(Ramón Peón, 1954), Vaya
tipos (Fernando Méndez, 1955), El jinete sin cabeza (Chano Ureta, 1957) El Zorro escarlata
en la venganza del ahorcado, El jinete solitario y El jinete solitario en el valle de los buitres
(Rafael Baledón, 1958), El látigo negro (Vicente Oroná 1958), Los santos Reyes (Rafael
Baledón, 1959), Los hermanos Diablo (Fernando Méndez y Chano Ureta 1959) y La
Cucaracha (Ismael Rodríguez, 1959), se unieron a Alma grande en el desierto (Rogelio
González, 1967), la cuál estaría ubicada dentro de la línea de tiempo original que había sido
esbozada en el proyecto.
La decisión para continuar con esta selección de largometrajes, está ligada a la
necesidad de poner a prueba el mapa inicial de cada uno de los países. El ejercicio no ponía en
peligro la epistemología del método de investigación, aunque sí podría afectar, el
comportamiento de los mapas, pero dicha afectación no sería consecuencia de un manejo
arbitrario de la investigación, sino que revelaría cómo dicha introducción de nuevos títulos,
con sus respectivos aportes al género de cada país, moldea el carácter de la cinematografía del
género en cada país.
ANÁLISIS DE LOS CAMBIOS EN EL MAPA DE LA CINEMATOGRAFÍA WÉSTERN
COLOMBIANA.
La introducción de los 3 títulos no implicó cambio alguno en la arquitectura del mapa. Esto
quiere decir que el grueso de la cinematografía wéstern colombiana se soporta bajo el conjunto
de situaciones narrativas que le ocurren a personajes. La asimilación del género que se hace en
el país tiene una impronta muy marcada y es la de la comprensión del wéstern como un cuerpo
flexible que posee una naturaleza marcada en la manera en como ella es entregada a la
audiencia.
Esto quiere decir que es una cinematografía de género que no se basa en exponer unos
elementos icónicos que permitan el inmediato conocimiento, y tampoco es una cinematografía
que busca un acontecimiento específico dominante para construir la estructura del género. La
prueba de que estas afirmaciones son certeras, es que ninguno de los nodos compone las
descripciones de las películas cambió su dimensión o su relación gravitacional en el mapa, el
grueso de los componentes narrativos, estéticos y productivos permanece en el centro, siendo
custodiados por los nodos de las películas.
El principal cambio que se puede observar en el mapa está en la manera en como Adiós
al amigo se logró establecer como el principal título con características wéstern y aportes
propios del producto, desplazando a El Taciturno (1971) y a Aquileo venganza (1968), como
los títulos que reclamaban el lugar de mayor performatividad del género. Por su parte, la
pertenencia al género de Luz, la flor del mal, responde principalmente al emplazamiento de una
serie de situaciones de orden narrativo que están asociadas al género, pero la manera en cómo
está ensamblada su línea argumental no es necesariamente propia del género, el mapa
dimensiona a esta película con el mismo nivel de apropiación del wéstern al que tiene Malos
días (2015). De otro lado, Técnicas de duelo desarrolla su visibilidad en el mapa, a partir de la
inclusión de elementos estéticos y unos cuantos situacionales. Es la película que menos
apropiación del género muestra, en parte porque está asociada principalmente al género de
comedia, pero logra mostrar unos atributos que permiten que su identificación sea válida.
ANÁLISIS DE LOS CAMBIOS EN EL MAPA DE LA CINEMATOGRAFÍA WÉSTERN
MEXICANA.
Al igual que lo que ocurrió en el mapa de la cinematografía wéstern colombiana, el mapa de
México no vio afectada su arquitectura con la introducción de las 11 películas analizadas. Sin
embargo, las razones por las cuales dicha estructura no se vio afectada son diferentes. Por un
lado, la muestra de películas que componen la cinematografía mexicana del género, si bien se
reconoce que dista mucho de estar completada, es lo suficientemente masiva como para no
verse afectada por la introducción de un bloque de títulos, lo que resulta lógico, dado que el
principal elemento de identificación que hizo el país recae es en las situaciones, ni los
personajes, ni la estética, generan un contrapeso que determine las características del corpus
cinematográfico.
La película que más destaca su afiliación al wéstern, de esta nueva lista de películas
analizadas, es El Jinete solitario, cinta que se acerca en términos de identificación del género
a Zapata, el sueño del héroe (2004) y Tiempo de Morir (1966). Le sigue La cucaracha, que
logra establecer una relación con el wéstern similar a la cinta El indio y el hacendado (2000).
De las otras películas, realizadas por Rafael Baledón, que fueron analizadas en esta oportunidad
también destaca El jinete solitario en el valle de los buitres que, por el hecho de que apela
profundamente a la exposición de elementos estéticos propios del género, hace que se acerque
su posición y sus dimensiones a películas como Sonora (2018) y Vengar matando (1997).
Las otras películas de la saga de El jinete solitario, así como El Zorro escarlata y Alma
grande en el desierto, se mimetizan con los nodos de las situaciones recurrentes y de los
elementos estéticos más utilizados por el género en México. Al respecto, cabe destacar el hecho
de que la influencia de este nuevo grupo de películas logró incrementar la importancia icónica
del caballo como elemento de la narrativa wéstern mexicana. Algo que, si bien ya estaba
considerado en la versión previa del mapa, adquirió una mayor importancia luego del análisis
de estas películas.
Si se toma en cuenta que la muestra de nuevas películas pertenece predominantemente
pertenece a la década de 1950, y que está circunscrita a las lógicas de la época de mayor
producción del cine en México, se puede comprender cómo el cine wéstern producido en esa
década, tiene una marcada influencia del cine wéstern de EEUU. Sin embargo, dicha influencia
está determinada por aspectos netamente visuales, dado que narrativamente también comparte
rasgos con la comedia ranchera, pero sobretodo, con el cine de aventura. Esto explica que el
caballo como vehículo y el desierto como emplazamiento, estén presentes, pero en ningún
momento representan líneas narrativas que determinan las situaciones de los personajes, un
aspecto fundamental que se logró convertir en rasgo del género con las películas más
emblemáticas como Pistoleros famosos (1981), Con el odio en la piel (1988) o Pistolero a
sueldo (1989).
CONCLUSIONES ESTUDIOS DE CASO
El hecho de que en ninguno de los dos mapas se presentaron cambios significativos que
modifican la interacción entre los nodos, implica que efectivamente tanto en México como
Colombia, sí se puede hablar de un cuerpo cinematográfico sostenible con unas características
propias que habla de un proceso de asimilación y apropiación que logró construir sus propias
líneas retóricas. Esto en ningún momento quiere decir que estos mapas reflejan un carácter
monolítico del género, quiere decir que la manera en cómo este fue abrazado por cada país,
permitió desarrollar un conjunto de maneras de aplicarlo que marcaron una distancia respecto
al referente estadounidense.
Es imposible desconocer que el wéstern sufrió un sincretismo cultural cuando se
introdujo a la América Latina, sin embargo, su mestizaje fue más allá, y se fue integrando de
manera crítica a la narrativa nacional construyendo un cuerpo sólido que puede hablar de una
manera de narrar, más que de películas individualizadas que se ven reflejadas en un término
narrativo identificado por el medio. Por eso es que en los mapas se lograron acomodar los
nuevos títulos sin que por ello se afectara el cuerpo que previamente había sido identificado.
En otras palabras, se puede afirmar que sí hay una cinematografía propia de un wéstern
colombiano, así como la hay de un wéstern mexicano.
CONTEXTOS COLOMBIA Y MÉXICO
Contexto sociopolítico que rodea a los wésterns colombianos
Introducción
La relación entre los ocho wésterns encontrados desde 1960 hasta ahora en Colombia y el
contexto histórico del país, tanto aquel de su producción como el que representan
narrativamente las cintas, es bastante dispar. Algunos wésterns colombianos son imposibles de
situar en un lugar o tiempo específico; es el caso de El taciturno (1971) de Jorge Gaitán, que a
pesar de haberse grabado en Boyacá, trata de imitar un salvaje Oeste imaginado. Algo similar
ocurre con la cinta Tiempo de morir (1986) de Jorge Alí Triana, cuya historia de venganza a
orillas del Magdalena aparece tan desligada del contexto geopolítico, que en muy pocos detalles
difiere de la versión realizada en México dos décadas antes por Arturo Ripstein. Por su parte
La captura (2012) de Dago García, se refiere al conflicto armado del país, pero sin mencionar
nombres directos que involucren a la producción con estar de lado de uno u otro bando. Lo
anterior ocurre con frecuencia en Colombia, en cintas sobre un conflicto armado sin nombres
propios para evitar otro tipo de conflicto. Otra clase de evasión se hace evidente en el wéstern
Aquileo Venganza, cinta que menciona una coyuntura histórica, la Guerra de los mil días, como
telón de fondo para la típica trama de cowboys. Finalmente podemos afirmar que sólo Pariente
(2016) de Iván Gaona, Canaguaro (1981) de Dunav Kuzmanich y Adiós al amigo (2019) de
Iván Gaona, se refieren a contextos sociopolíticos de manera directa, mencionando bandos y
actores involucrados.
Siete de los ocho wésterns colombianos tienen en común su ambientación en el siglo XX.
Este siglo estuvo categorizado por una agitada situación de orden público, desde la Guerra de
los mil días que se extendió por tres años hasta 1903, hasta el enfrentamiento entre guerrillas
de izquierda, ejército y grupos de autodefensa que alcanzó su mayor recrudecimiento a finales
de los años 90. Sólo Pariente se sale de esta categoría, representando la desmovilización de los
paramilitares de mediados de los 2000. En los siguientes párrafos nos disponemos a analizar
con mayor profundidad esta desigual relación entre la filmografía wéstern y el contexto
sociopolítico de Colombia.
Un breve comentario sobre la historia del conflicto en Colombia
Una de las características que definen al wéstern es la venganza violenta, por lo que a la hora
vincular al género con el contexto colombiano se hace imposible no asociarlo con la historia
del conflicto armado. Sobre las causas del conflicto, autores como Molano (1985), Kantaris
(2008) o el Centro Nacional de Memoria Histórica (2013) remarcan el problema de la tenencia
de la tierra, causa que se puede rastrear en el pasado hasta la Colonia y que se acentúa aún más
con la colonización paisa y su enfrentamiento con las élites tradicionales del sur del país
(Molano, 2014). La ineficiencia estatal en las zonas periféricas y la influencia del contexto
geopolítico mundial son otras de las causas identificadas.
El Centro Nacional de Memoria Histórica (2013) identifica cuatro fases principales en el
desarrollo del conflicto armado en Colombia. El primer período (1958-1982) se inicia con la
transformación de la violencia bipartidista en violencia subversiva. Este proceso se consolida
en 1964 con la toma de Marquetalia por parte del gobierno; a partir de la cual las FARC dejan
de ser una autodefensa campesina, para convertirse en una guerrilla móvil (Molano, 2014).
Este inicio fue seguido por el surgimiento de otros grupos guerrilleros como el ELN, el EPL o
el M-19, en diferentes regiones del país. El segundo período (1982- 1996) está marcado por la
expansión territorial de las guerrillas, la crisis de las instituciones estatales, la irrupción y
propagación del narcotráfico; y finalmente, el surgimiento de grupos paramilitares en buena
medida patrocinado por las drogas. El tercer período (1996-2005) es el más violento, en él los
grupos armados se ensañaron cruelmente con la población civil. Este recrudecimiento de la
guerra es causado por la expansión territorial y posterior enfrentamiento de las guerrillas y los
grupos paramilitares; así como por la presión internacional y la radicalización de la opinión
pública hacia una solución militar al conflicto. El último período citado (2005-2013) se
caracteriza por una reorganización de la lucha armada, en la que el estado logra imponerse a la
guerrilla, aunque sin derrotarla. Igualmente, se da la fallida desmovilización de los
paramilitares, con el posterior resurgimiento de pequeños grupos independientes, altamente
permeados por el narcotráfico (Centro Nacional de Memoria Histórica, 2013).
Una mirada al pasado
Una particularidad compartida por los ocho wésterns colombianos es la de dirigir su mirada
hacia hechos del pasado. Cuando se comenzaron a filmar wésterns en Estados Unidos la
conquista del Oeste había finalizado hacía ya varias décadas. Algo similar ocurre con los
wésterns colombianos en los que es posible identificar un contexto histórico claro alejado
cronológicamente de la realización del filme.
El caso más extremo es el de el wéstern Adiós al amigo (2019) de Iván Gaona que retrata
los años posteriores a la Guerra de los Mil Días, que finalizó en 1902. En un contexto similar
se desarrolló Aquileo Venganza (1968), 20 años antes de dicho conflicto. La Guerra de los Mil
Días enfrentó a los gobernantes conservadores y a las guerrillas liberales; el descontento
causado por un gobierno en extremo católico y centralista, terminó por causar un levantamiento
en armas que dejó estragos por todo el país (Rubiano, 2011). Este enfrentamiento puso fin al
período conocido como “la regeneración conservadora”, antecesor de la dictadura de Rafael
Reyes, y tuvo como consecuencias directas la pérdida de Panamá y una crisis económica
representada en la caída de las exportaciones de café, así como una deuda externa importante.
La Guerra de los Mil Días, de carácter civil y bipartidista, marcó el devenir del siglo XX en
Colombia y sus constantes enfrentamientos bélicos. Es este período de crisis el que representan
ambas películas con marcadas diferencias (ver la figura 1).
Fig. 1. Fotogramas Iniciales de Aquileo Venganza.
Aquileo Venganza sólo utiliza el contexto anárquico de la crisis posterior a la guerra como
escenario a una trama de venganza del wéstern clásico en el que un pueblo está a merced de un
grupo de bandidos al servicio de un terrateniente. En su proyecto de quedarse con todas las
tierras de la región, el terrateniente asesina a la familia Bernal. Aquileo, uno de los hijos de
esta familia, sobrevive y cobra venganza por las afrentas. Más allá de la situación de
desigualdad y el problema de tierras, las consecuencias directas de la guerra y sus implicaciones
políticas y sociales no son exhibidas.
Por otro lado, Adiós al amigo muestra una visión más profunda de la guerra. Ya
Rubiano había señalado que en la Guerra de los Mil Días:
Dos elites políticas y dos fracciones se disputaron la orientación como las decisiones bélicas,
quedando en el medio unas capas sociales, que, siendo a veces reclutadas de manera arbitraria,
tuvieron que alinearse o incluirse en el entramado militar y bélico, sin tener la convicciones,
los principios o las ideas que se suponían, o pelear por la Regeneración, o por la caída de la
misma para instaurar un régimen político diverso (Ibíd., p. 191).
La arbitrariedad del reclutamiento de las clases populares en la guerra se refleja en el
protagonista de Gaona: Alfredo Duarte, un soldado liberal cuyo grupo se asemeja más a una
pandilla de bandidos que a un regimiento. El filme ilustra el oportunismo y la necesidad de
supervivencia de los combatientes, lo que hace que el enfrentamiento se desdibuje en
bandolerismo, saqueos y ultrajes a la población civil. El desentendimiento de las causas de la
guerra por las clases bajas revela también el hecho de que el hermano del protagonista, Rodrigo
Duarte, por el contrario, se haya enlistado en el ejército conservador. Así mismo, la presencia
de figuras políticas como Rafael Uribe Uribe o el general conservador que enloquecido controla
a su grupo con terror, dejan entre ver el liderazgo de las clases sociales altas en la guerra y el
uso que hacían de los enajenados soldados de a pie.
Para el caso de Canaguaro (1981) el período representado es la época de 1960 y el
armisticio dado a las guerrillas liberales. En esta película se recrea un contexto histórico 20
años antes de su realización. Luego del “Bogotazo”34 El ejército del gobierno conservador se
enfrentó nuevamente a las guerrillas liberales, que en su momento fueron apoyadas por los
terratenientes liberales. La guerra tuvo comportamientos diferentes en cada región, mientras en
el centro del país tuvo un marcado carácter de oportunismo, en los Llanos Orientales se vivió
una conciencia política más fuerte por parte de los combatientes (Sánchez y Meertens, 1992).
Entre 1953 y 1954 el gobierno de Gustavo Rojas Pinilla se propuso estabilizar el orden público,
para esto lanzó una amnistía general a los grupos guerrilleros que depusieron sus armas (Ibíd.).
Esta es la situación presentada por el director chileno Dunav Kuzmanich en su película.
En ella un grupo de guerrilleros, algunas víctimas de la violencia conservadora, deben recoger
un cargamento de armas enviadas desde la dirección central del Partido Liberal. En el camino
se puede ver el apoyo que algunos ganaderos del Llano prestan a la guerrilla. Al final el grupo
34 El 9 de abril de 1948 es asesinado en Bogotá el líder liberal Jorge Eliécer Gaitán. El asesinato
provocó fuertes protestas en la capital que desencadenaron en saqueos, muertes e incendios que serían
conocidos como “El Bogotazo”. Los disturbios pronto se expandieron a otras regiones del país, con lo que
las acciones de la guerrilla liberal se intensificaron, junto a los actos represivos del gobierno conservador
desencadenando el conflicto conocido como “la Violencia” (Molano, 1985, 17).
protagonista no encuentra un cargamento de armas sino la noticia de que el Partido ha decidido
firmar la paz y ordena a sus hombres dejar las armas. La mayoría deciden cumplir la orden,
solo algunos se niegan a bajar sus fúsiles. Sin embargo, como afirman Sánchez y Marteens:
“La amnistía en apariencia constituía una concesión al movimiento (guerrillero), pero en
verdad significaba su derrota” (Ibíd., p. 31). Kuzmanich cierra su película con esta derrota,
pues luego de entregar las armas e intentar seguir con sus vidas por separado, vemos cómo
todos los miembros de la anterior guerrilla liberal fueron asesinados a traición.
Para la época en la que se grabó Canaguaro, las guerrillas liberales eran cosa del pasado,
sin embargo, el país veía con preocupación el auge de movimientos guerrilleros de corte
marxista (Kantaris 2008). A partir de la insatisfacción de algunos guerrilleros liberales que
veían sus promesas incumplidas, y algunos partidarios de la ANAPO —movimiento político
encabezado por Rojas Pinilla, derrotado y excluido del pacto entre liberales y conservadores
conocido como el Frente Nacional— surgió una nueva fase del conflicto altamente
influenciado por la situación internacional y la Guerra Fría. Este nuevo conflicto comenzó de
manera oficial con la llamada Toma de Marquetalia (Molano, 2015) originando a la guerrilla
de las FARC.
Para finales de los 80 y comienzos de los 90 las FARC aumentaban su poder por diversas
zonas del país, mientras que comenzaba a surgir otro fenómeno determinante en el conflicto
colombiano: el narcotráfico. Aunque de manera soterrada, este contexto es elegido para la
película La captura (2012), película en la que un teniente del ejército debe viajar a un lugar
alejado del país para controlar a un bandido que se ha adueñado de la región. Una vez allí, el
protagonista no sólo se encuentra con un ejército poco preparado, sino también con cierta
aprobación del pueblo hacia el bandido. En La captura el control territorial de ciertas áreas, así
como el tipo de relación entre el protagonista y el villano, hacen pensar en la zona de expansión
guerrillera colombiana. Sin embargo, también se encuentra cierto parecido con el
funcionamiento de los bandoleros, anteriores miembros de las guerrillas liberales que ya
divididos continuaron enfrentando a la fuerza pública, ya sin el apoyo de la oficialidad del
Partido Liberal, pero con una fuerte base de apoyo entre los campesinos (Sánchez y Meertens,
1992).
Ambos contextos, el bandolerismo y el auge guerrillero, están separados por varias
décadas. Para el 2012 el conflicto iniciado con el surgimiento de las guerrillas comunistas se
había intensificado gracias al crecimiento del narcotráfico y el surgimiento de grupos
paramilitares desde mediados de los años 90. El conflicto alcanzó su pico más alto en asesinatos
a finales de los 90 y principios de los años 2000 (CNMH, 2013). Entre 2003 y 2006, con la
política de Seguridad Democrática encabezada por Álvaro Uribe Vélez, se dio la
desmovilización de los grupos paramilitares y una fuerte ofensiva militar que puso en
desventaja a la guerrilla. Para el 2012, fecha de realización de La Captura, la expansión
guerrillera era cosa del pasado.
La desmovilización de los grupos paramilitares marcó otra etapa del conflicto un poco
menos intensa; pero no menos problemática. Esta es la realidad narrada en el wéstern
colombiano Pariente (2016). Una década después de finalizada la desmovilización con los
grupos paramilitares, el director Iván Gaona presenta el vacío de poder dejado por estos grupos
y la forma en la que muchos de sus miembros seguían sembrando violencia ya sin un objetivo
político claro y sin una unidad central. Este período marcó el surgimiento de las llamadas
BACRIM (bandas criminales), ante la ciega mirada de un oficialismo para quien el problema
paramilitar había desaparecido de manera definitiva. Gaona en su primer largometraje presenta
la situación entremezclada con una narrativa romántica.
Una guerra sin nombres
Los wésterns colombianos –al igual que los mexicanos realizados en los años 60– evaden la
representación directa de los acontecimientos que le son contemporáneos, presentando en
pantalla problemáticas del pasado. Sin embargo, en la mayoría de los casos estos contextos
también se simplifican y se despolitizan. Muchos de los directores de estas cintas no toman una
postura clara frente al conflicto, los nombres de los actores implicados con regularidad en el
conflicto armado se cambian o se ocultan. La autora Juana Suárez, al referirse a las películas
que se acercan a la Violencia bipartidista afirma que “los planteamientos políticos e ideológicos
son escasos, pues en ningún caso logran proyectar posturas que definan claramente para el
espectador por qué uno u otro director opta por representar determinado episodio de La
Violencia” (2009, p. 80).
En wésterns como El taciturno, la negación de un contexto histórico implica también la
negación de cualquier vínculo con una realidad política. En este mismo sentido, Aquileo
Venganza, a pesar de aclarar que se desarrolla en los años posteriores a la Guerra de los Mil
Días, no hace referencia a ningún elemento político de este período. Sólo dice que se trata de
un período caótico y anárquico. Asimismo, asuntos como el control del gobierno conservador
y su poder opresivo, no son mencionados en ningún momento. Del mismo modo, el papel de
los bandoleros se presenta despolitizado, pues se representan sólo como mercenarios al servicio
del alcalde del pueblo. De esta forma se obvia el carácter político del bandolerismo que como
lo mencionan Gómez y Meertens (1992) demarca la particularidad del fenómeno en Colombia.
Los autores mencionan cómo a diferencia de los bandoleros de España o Perú y los cangaceiros
brasileros, los bandoleros colombianos mantenían vínculos con los partidos políticos, y a pesar
de no ser ejércitos organizados respondían a la lucha bipartidista, la mayoría de las veces desde
el bando liberal y en otras contadas ocasiones al servicio de los políticos conservadores. Si bien
en la película se muestra el problema de las tierras, el juego político detrás de ellas permanece
inexplorado y la cuestión política no se menciona.
De forma similar, en el wéstern La captura, el bandido antagonista no se identifica con
ningún grupo armado y más allá de su oposición al militar protagonista, no se dibuja de ninguna
manera su posición política. Los bandidos de La captura, Aquileo Venganza y El taciturno, se
presentan completamente despolitizados y aparecen como los enemigos sanguinarios del héroe
que sólo responden al poder de los terratenientes o a sus búsquedas personales de poder. Lo
anterior es una muestra clara de una negación del contexto del país, pues como plantean
González y Meertens al referirse al fenómeno del bandolerismo colombiano:
En cambio el bandolero político de Colombia, cuyas actuaciones siempre tienen filiación
partidista como telón de fondo: que cuenta durante gran parte de su carrera delictiva con
protectores de superioridad social reconocida, y que ha tejido dentro de la población rural una
extensa y especializada red de colaboradores y encubridores, este bandolero es,
indudablemente, parte integrante no sólo de la sociedad campesina sino del conjunto de la
sociedad, como lo demuestran sus numerosos engranajes con la estructura de poder local y sus
continuos vínculos con la ciudad a la cual no profesaba el temor usual de los bandoleros sociales
(p.44).
En los wésterns colombianos el bandolero se convierte en un arquetipo del bandido enemigo
del buen cowboy. De todas las complejidades que significó el fenómeno del bandolerismo en
Colombia, el wéstern colombiano solo ha elegido hasta ahora representar la relación entre los
bandoleros y su relación con protectores de superioridad social reconocida, como terratenientes
y políticos, en el caso de Aquileo Venganza y El taciturno, o el apoyo campesino que se
convertía en una base social para el movimiento bandolero en La captura.
El teórico Geoffrey Kantaris divide la última etapa del conflicto en Colombia en tres
períodos. El primer periodo es de carácter bipartidista y ocurrió desde la década del cuarenta
hasta mediados de los sesenta; una segunda fase marcada por la interferencia de la geopolítica
mundial, que enfrentó a las guerrillas marxistas con el Estado y que se extendió desde el
nacimiento de las FARC en 1964 hasta mediados de los 90; y una última fase marcada por el
recrudecimiento del conflicto con la llegada del narcotráfico y los grupos paramilitares
(Kantaris, 2008). Si bien, se pueden establecer lazos entre los wésterns colombianos y cada una
de las violencias planteadas por Kantaris, estos lazos generalmente son vagos. Algunas
películas se acercan al tema de manera superficial, otras usan el conflicto sólo como escenario
y otras mezclan elementos de diferentes fases del conflicto, generando una suerte de violencia
desdibujada que se asume como inherente al contexto colombiano. Al respecto Jerónimo
Rivera y Sandra Ruíz, afirman que: “El conflicto es prolongado en el tiempo, sin causas claras
y sin final, éstas son películas pesimistas respecto a alternativas de solución de los temas del
conflicto, su abordaje de esta realidad es fragmentada y poco propositiva” (Rivera & Ruiz,
2010, pág. 17). En estos wésterns se indaga poco por las causas subyacentes a la violencia; en
películas como Tiempo de morir esta se dibuja incluso como un lastre del que no se puede
escapar, una maldición sobre el colombiano.
Solo tres wésterns nombran directamente el conflicto colombiano y plantean reflexiones
un poco más profundas. Estas cintas son Adiós al amigo, Canaguaro y Pariente. En el caso de
Adiós al amigo se dibujan los supuestos intereses liberales por la revolución y la participación
política de los menos favorecidos como causas de la Guerra de los Mil Días. Igualmente, se
retrata el reclutamiento por parte del ejército conservador y la participación un poco forzada y
carente de compromiso por parte de los liberales. Vale recordar que el protagonista y su grupo
de soldados se había convertido ya en una pandilla de bandoleros. Así mismo se presentan
personajes reales como el general Rafael Uribe Uribe quien jugó un papel fundamental en las
primeras rebeliones en la zona de Santander durante los primeros años de la Guerra (Del Río,
C. y Rodríguez, S. 2008) y que luego desempeñó un papel importante en la política colombiana.
En Canaguaro por su parte, se presenta la lucha de las guerrillas liberales, logrando que
el filme tome una posición política. Incluso los conservadores católicos son representados
como salvajes asesinos, ejemplo de esto es cuando en una escena mientras incendian una aldea
y masacran a sus habitantes, se escucha de fondo el himno católico Tú reinarás. El protagonista
y sus camaradas son nombrados como liberales, mientras que sus enemigos como chulavitas,
nombre dado a la policía conservadora por provenir de una vereda boyacense con el mismo
nombre. También se muestra aquella relación señalada por Sánchez y Meertens (1992) sobre
las alarmas que a mediados de los sesenta se sentían sobre el orden público en el país: “… La
ruptura entre guerrillas y hacendados liberales en los Llanos y el pacto de estos últimos y el
ejército contra los campesinos en armas, pacto mediante el cual por primera vez se califica de
“bandoleros” a los rebeldes desde las filas de su propio partido. ” (p. 30). El papel de los
partidos políticos en la narración se muestra de manera directa, sin ocultar la preferencia del
director por el proyecto liberal. Igualmente, la traición por parte de los gamonales a las
guerrillas mencionada por Meertens y Sánchez se muestra como el cierre de la película.
Finalmente, en Pariente a través de elementos extradiegéticos como noticias y algunas
conversaciones entre los personajes, se nombra a la desmovilización de los grupos
paramilitares colombianos y la continuación de éstos después de la supuesta dejación de armas.
Sin embargo, temas como el narcotráfico, íntimamente vinculados al fenómeno paramilitar,
permanecen inexplorados tanto en estas como en otros wésterns. La tercera violencia planteada
por Kantaris, aquella sobre la incursión del narcotráfico sobre el conflicto armado, permanece
pues inexplorada en el wéstern colombiano realizado hasta la fecha.
Comentarios soterrados al presente
A pesar de presentar conflictos del pasado y, en la mayoría de los casos, de una manera poco
exacta en la que ni siquiera se nombran directamente a los actores involucrados, se pueden
establecer algunos enlaces entre ciertas películas wéstern colombianas y el contexto de su
realización, infiriendo que a manera de metáfora se traían a colación hechos del pasado para
reflexionar sobre el presente.
Quizá el caso más evidente sea Adiós al amigo que, como expresa el director (citado por
Montañez, 2018), tuvo su surgimiento como idea durante las elecciones del 2018 y el plebiscito
sobre la dejación de armas por parte de la guerrilla de las FARC en 2016. En palabras de Gaona
(Ibíd.,):
El país parece estar condenado a esa ley del eterno retorno. Las posiciones de los conservadores
y nacionalistas contra los liberales o los que piensan distinto, el gobierno defendiendo a la
Iglesia. Un personaje como Alejandro Ordoñez Maldonado parece sacado del pasado y puesto
en el presente. Revisar nuestra historia es ver que no ha pasado casi nada que ya no sepamos.
A través del retrato de las postrimerías de la Guerra de los Mil Días, Gaona retrata los
problemas que apañaban al país en pleno 2018, como la censura religiosa o la división política.
El enfrentamiento entre liberales y conservadores a principios de siglo XX se presentaba
análogo a la división política entre los partidarios del Sí y el No en el Plebiscito por la paz. En
ambos contextos, presente y pasado, se vislumbra la imposibilidad de una paz duradera para el
país. Este sentimiento de incertidumbre y desesperanza ante una violencia que parece
insuperable se presenta con maestría por Gaona en su última película.
En el caso de Canaguaro, si bien para la década de los 80 en que fue filmada, las
guerrillas liberales de los llanos habían desaparecido, el conflicto armado continuaba y grupos
guerrilleros como el M-19 o las FARC se enfrentan al Estado colombiano. Tres años después
de que la película fuera lanzada, las FARC se sentaron en la mesa de negociación con Belisario
Betancur y depusieron las armas en pro de una participación política, surgiendo así el partido
político Unión Patriótica en 1985. Sin embargo, como bien lo retrata Kuzmanich con la
guerrilla de los llanos, las promesas del Estado se verían incumplidas y los miembros de la UP
fueron perseguidos y exterminados.
Con respecto a la Captura y Pariente, no deja de ser curioso que ambas cintas sean
filmadas justo después de que llegara a su fin el gobierno de Álvaro Uribe Vélez. Dicho
gobierno tenía como una de sus bases la negación del conflicto interno y la intervención de la
fuerza del Estado contra lo que se consideraban los reclamos ilegítimos de los terroristas. Al
final de la Captura tanto el militar como el bandido se reconocen como iguales, lo que se puede
entender como un mensaje alejado de la visión simplista de categorizar a uno de los bandos del
conflicto como simples terroristas alzados en armas. Por otro lado, en Pariente, casi diez años
después de que se diera la desmovilización de las Autodefensas Unidas de Colombia, dicha
desmovilización se presenta de manera crítica planteando la falta de presencia del Estado en
algunas regiones del país.
Por su parte, Aquileo Venganza a pesar de retratar la Guerra de los Mil Días presenta
grupos bandoleros que podrían asociarse con aquellos mencionados por Sánchez y Meertens
(1992) en la época en la que se realizó la película. La representación de éstos como enemigos
de los campesinos y secuaces de los terratenientes, podría entenderse como resultado del
programa estatal por deslegitimar los grupos bandoleros que en los años sesenta contaban con
un fuerte apoyo de los campesinos. Al respecto los autores señalan que: “Ser "bandolero"
significa entonces, ante todo, haber perdido la legitimidad política, como también ocurriría a
los cangaceiros brasileños cuando una vez derrotados sus protectores políticos, se encontraban
con todo el poder estatal, policíaco y judicial en su contra.” (37).
Por último, vemos algunos wésterns que tratan temas del contexto violento colombiano
solo tangencialmente. Aunque en Tiempo de morir es imposible establecer un vínculo directo
con algún contexto histórico específico –tanto que fue adaptada en México sin mayores
cambios en la historia– la cinta ofrece una reflexión sobre la violencia y venganza en las que
se veía enfrentado el país. Finalmente, películas como Aquileo Venganza, El taciturno,
Pariente y Canaguaro, señalan el problema agrario, aunque no lo vinculen al conflicto político.
A modo de conclusión
Los wésterns colombianos se refieren, aunque generalmente de manera solapada, a las
problemáticas históricas del país. Estas problemáticas suelen situarse en el pasado y en
ocasiones los elementos políticos que podrían ser problemáticos son obviados por la narración.
Sin embargo, se pueden vislumbrar algunas reflexiones soterradas, vigentes para el contexto
del conflicto colombiano. La contundencia de este mensaje varía entre un filme y otro.
El pasado representado por el wéstern colombiano dista de aquel del wéstern canónico
estadounidense en el que se muestra el establecimiento de la ley sobre las nuevas fronteras. Un
elemento común a los wésterns colombianos es la inoperancia del Estado y la imposición de
una ley informal sobre cualquier intervención estatal. Más allá de la fundación mítica de un
país, nos atrevernos a afirmar que en los wésterns colombianos se indaga es por los obstáculos
en la conformación de una nación. Más que la búsqueda de un sustento mítico de la identidad
nacional, podemos ver en todas estas películas la complejización de la misma.
Contexto de los wéstern mexicanos en la década del 60
El fin de la Época de Oro del cine mexicano
Para 1960 el modelo que había llevado al éxito al cine mexicano comenzaba a agotarse. El
declive de la censura del Código Hays en Estados Unidos hacía que la industria norteamericana
comenzara a expandirse por todo el continente, arrebatando el monopolio de exhibición que
hasta entonces ostentaban las producciones del país Azteca en Latinoamérica. Por otro lado, la
popularización de la televisión daba un duro golpe a la exhibición cinematográfica. Lo anterior
se sumaba al cambio generacional, los más jóvenes comenzaron a perder interés por los dramas
rurales y las comedias rancheras que forjaron la llamada Época de Oro del cine mexicano. Este
período conocido tradicionalmente en la industria cinematográfica mexicana como “Período
de transición” o “Crisis de los 60” persistió hasta la década del 70 y la nacionalización de la
industria cinematográfica bajo la dirección de Rodolfo Echeverría en el Banco Nacional
Cinematográfico (Hernández, 2017).
La década del sesenta trajo consigo una reducción en el número de espectadores y filmes
producidos, así como el fin de las grandes producciones mexicanas que habían caracterizado
la época anterior. Si bien esto se suele asociar con una reducción en la calidad de los filmes,
también tuvo otras consecuencias más positivas. Para 1963 se creó el Centro Universitario de
Estudios Cinematográficos de la Universidad Nacional Autónoma de México, más conocido
por sus siglas CUEC, que serviría de escuela a los realizadores que fueron las cabezas del cine
mexicano en décadas posteriores (Saavedra, 2006).
La década de los sesenta también marcó el auge a nivel continental del movimiento que
se llamó el Nuevo Cine Latinoamericano. Desde Argentina hasta Cuba aparecían propuestas
de cineastas con fuertes tintes políticos, agrupados en colectivos como el Cinema Novo en
Brasil, el Grupo Ukamau en Bolivia o El Tercer cine en Argentina. Si bien en México la
agitación no tuvo la misma fuerza que en otros países, vio surgir una nueva generación de
cineastas que se alejaban estética y narrativamente de sus predecesores. Dentro de estos nuevos
realizadores destacan nombres como los de Luis Alcoriza o Arturo Ripstein (Castillo, 2012).
Bajo este panorama es necesario aclarar que el wéstern mexicano se sitúa en los dos
extremos: la tradición y la renovación fílmica. Casi la totalidad de las películas de la década
del 60 se pueden entender como continuaciones de la tradición de la comedia ranchera que
caracterizó la Época de Oro. Un modelo que, como ya se mencionó, entraba en declive. Dentro
de los wésterns mexicanos de la década solo se aprecian tres directores nuevos: Arturo Ripstein
con Tiempo de morir (1965), José Bolaños con La soldadera (1967), y el chileno Alejandro
Jodorowsky con El topo (1969). Estos nombres comparten espacio con figuras consolidadas
durante la Época de Oro del cine mexicano, como: Roberto Gavaldón, Julián Soler o Alberto
Mariscal, así como con los actores Antonio Aguilar, Eulalio González, Flor Silvestre o Javier
Solís.
Incluso con la llegada de nuevos directores, el wéstern mexicano de los años 60 continuó
perteneciendo a los grandes estudios. Se trató de un cine, que como todo el cine masivo, parecía
ignorar y alejarse de las grandes agitaciones políticas y sociales que atravesaba el país (Carro,
2012). Agitaciones que marcarían un quiebre a nivel social y cultural respecto a la idea de país
que se venía desarrollando desde el triunfo de la Revolución.
Una década convulsionada
Los sesenta marcan un quiebre importante en la historia mexicana. El país comenzaba a pasar
definitivamente de la ruralidad agraria a la modernidad industrializada. Este proceso estuvo
acompañado de un crecimiento demográfico nunca antes visto, pues el país duplicó su
población entre 1950 y 1970. Lo anterior significó una enorme migración a las grandes
ciudades como Monterrey o Ciudad de México, que pasó en 1950 de tener cerca de 3 millones
de habitantes a 7 millones en 1970 (Pozas, 2018). Si bien los migrantes conservaban sus raíces
comunales y algunas formas de organización, el cambio demográfico desdibujó los modelos
feudales que habían predominado en el México rural y que se situaban en las bases de la
Revolución Mexicana.
A la par que las ciudades crecían, lo hacía también una clase media y urbana, cuyos hijos
accedían a una educación universitaria y a una cultura cosmopolita. El país atravesaba el
llamado Milagro Mexicano, una época de bonanza y tranquilidad económica que, sin embargo,
no significó un mejoramiento en la calidad de vida de los menos favorecidos. El campo que se
veía cada vez más despoblado seguía en algunos lugares con las mismas problemáticas de antes
de la Revolución: campesinos sin tierra enfrentados al poder de grandes terratenientes y una
presencia ineficiente del Estado. Esta situación provocó levantamientos guerrilleros que
aunque pequeños, se extendieron por varias regiones. En algunas ocasiones estos movimientos
lograron ocupar tierras baldías en manos de latifundistas, estableciendo asentamientos
campesinos generalmente de carácter comunal (Casas y Serrano, 2012).
A lo largo de los años sesenta se vieron, además de los levantamientos campesinos,
huelgas obreras, de servidores públicos y de movimientos estudiantiles, algunos de ellos
terminaron en enfrentamientos con la fuerza pública y en masacres como la de La Coprera en
1967 en la que murieron 800 campesinos. Con todo esto la población comenzó a desconfiar del
autoritarismo del gobierno del PRI que se alejaba cada vez más de las bases agrarias que lo
habían sustentado durante la Revolución.
A las tensiones sociales se sumó un cambio cultural y generacional. Ricardo Pozas
Horcasitas expresa que: “Para la nueva generación, joven y masiva, la Revolución mexicana
era un problema de los abuelos y su consolidación política durante el cardenismo, la
experiencia de sus padres” (2018, p. 24). De tal modo que el mito de la Revolución que había
mantenido al gobierno del PRI comenzó a fragmentarse.
Las revueltas estudiantiles de 1968 fueron escalando hasta convertirse en un movimiento
que exigía cambios políticos importantes. Dichas revueltas pueden entenderse como el culmen
de la insatisfacción y el distanciamiento con el poder del PRI. A pesar de haber terminado con
la trágica Masacre de Tlatelolco en la que murieron entre 300 o 400 estudiantes, los
movimientos del 68 muestran una transformación de la población mexicana respecto a las
políticas sociales y económicas que habían sido el derrotero del gobierno priista (Pozas, 2018).
A pesar de la agitada convulsión que sufría el país, el cine wéstern no pareció interesarse
por la situación, ni siquiera por acontecimientos como los del 68. Los directores mexicanos
continuaron la tradición rural de la Época de Oro en la que se presentaba una visión
simplificada y romantizada de la Revolución en clave wéstern, en ocasiones a manera de un
simulacro del viejo Oeste americano, sin alusión al contexto sociopolítico actual del país y con
algunos tintes mexicanos.
Apuntando al pasado
El wéstern mexicano en la década del 60 elude el convulso contexto de su producción y elige
representar el pasado en películas como Los cuatro Juanes (Miguel Zacarías, 1966) La
soldadera (José Bolaños, 1967) que se remontan a la Revolución Mexicana. Una revolución
que en Los cuatro Juanes se representa heroica y simplificada. La lucha de los cuatro bandidos
que deben viajar a Veracruz para comprar armas para el ejército rebelde, se muestra divertida
y emocionante, eludiendo cualquier reflexión sobre la violencia causada por el conflicto, sus
intereses políticos, los motivos sociales o sus contradicciones. Durante toda la película sólo se
hace referencia una vez al gobierno de Porfirio Díaz, a través de una pintura en una hacienda
abandonada en la que se refugian los protagonistas. Por demás, la Revolución se simplifica al
enfrentamiento entre un ejército numeroso que intenta capturar a unos rebeldes simpáticos y
atrevidos.
Asimismo La soldadera, estrenada un año después, tampoco presenta una reflexión
profunda sobre los motivos y los efectos de la Revolución. Sin embargo, al narrar la historia
desde un punto de vista inédito hasta entonces, es decir el de las mujeres que acompañaban a
los soldados rebeldes, muestra una visión menos heroica, pero más humana. Lázara, la
protagonista, interpretada por Silvia Pinal, no entiende del todo el conflicto que termina por
quitarle al hombre que ama y la arrastra a las peripecias del grupo rebelde. El personaje sufre
hambre, violaciones y otras agresiones físicas. Más que hacer parte de la Revolución, Lázara
la sufre y a través de ella Bolaños, el director, muestra las contradicciones que permanecían
ocultas para las películas de la Época de Oro del cine mexicano.
Por su parte, El rayo de Sinaloa (1960) de Roberto Gavaldón, apunta hacia los
antecedentes de la Revolución. Heraclio Bernal, protagonista de la película de Gavaldón, era
un conocido bandido de la sierra sinaloense quien participó en el levantamiento contra Porfirio
Díaz en 1887, conocido como el Plan Conitaca (Gill, 1954). Al igual que con la Revolución
Mexicana, en el caso de El rayo de Sinaloa se da una despolitización y romantización del
personaje. Bernal, interpretado por el reconocido cantante de rancheras Antonio Aguilar, es
presentado como un buen bandido que roba a los ricos terratenientes para repartirlo a los
pobres. La cinta jamás menciona las ideas políticas de izquierda del protagonista, ni su fuerte
filiación a la figura política de Benito Juárez. Si bien, se hace mención al levantamiento de
Bernal contra el gobierno, el dictador Porfirio Díaz no es nombrado, convirtiendo al enemigo
de Bernal en un villano abstracto, cuyo único rostro es un capitán del ejército afrancesado.
Algunos wésterns se acercan al contexto histórico de manera más soterrada, evitando
hacer alusiones directas. Un ejemplo de esto es El padre pistolas (1964) de Julián Soler,
película en la que un bandido de buen corazón llega disfrazado de cura a un pueblo del norte.
Sin embargo, el terrateniente que domina la región es un ateo declarado y se niega a la iniciativa
del protagonista de abrir la iglesia del pueblo. A partir de este eje se construye una historia que
se ciñe a la trama clásica del wéstern hollywoodense (Wright, 1975) con algunos tintes de
romance y comedia. El enfrentamiento entre el poder y la religión hace pensar en las Guerras
Cristeras, levantamientos que se extendieron por México entre 1926 y 1929, en los que grupos
de católicos se alzaban en armas contra las medidas anticlericales del gobierno de Plutarco
Elías Calle. Calle implementó algunas reformas de la constitución de 1917 en las que se
prohíben las órdenes religiosas, se promovía la educación laica y se limitaba el culto en los
espacios públicos (López, 2011). Como en los casos anteriores, el tema se muestra
despolitizado. De esta manera, la coerción religiosa no se da por parte del Estado; sino por el
villano terrateniente. El conflicto se simplifica como un enfrentamiento maniqueo entre los
buenos católicos y los malos, peligrosos ateos, obviando los matices y contradicciones que tuvo
el enfrentamiento cristero como efecto colateral de la Revolución.
El último y más numeroso grupo compuesto por las películas: El tragabalas (1961) de
Rafael Baledón, El silencioso (1967) de Alberto Mariscal, El último cartucho (1965) de
Zacarías Gómez Urquiza, Tiempo de morir (1965) de Arturo Ripstein, Los hermanos del hierro
(1961) de Ismael Rodríguez, y El topo (1969) de Alejandro Jodorowsky; comparte la evasión
al contexto sociopolítico. El escenario de estas cintas es una suerte de copia del mito atemporal
del viejo Oeste americano, con elementos mexicanos como la música ranchera, la arquitectura
colonial o el romance. Vale la pena destacar El topo, filme en el que Jodorowsky hace
experimentaciones narrativas y estéticas de orden psicodélico, muy en consonancia con la
cultura hippie extendida entre los jóvenes de la época.
Reflejos del presente
Hasta aquí hemos visto como el wéstern mexicano, como todo el cine industrial del país, se
caracteriza en los años sesenta por dar la espalda al agitado contexto político del país. En
ocasiones este tipo de wéstern gira su visión hacia al pasado, a la Revolución mexicana y a sus
antecedentes. En otros casos los wéstern de la década en cuestión recrea un espacio imaginario
que toma referentes del wéstern estadounidense pero que se funde con la exuberante estética
mexicana.
Dentro de estas narrativas ajenas al presente es posible atisbar algunos elementos que se
relacionan con el contexto que les es contemporáneo. El problema de tierras que representan
películas como El tragabalas o El silencioso se podría relacionar con los reclamos hechos por
los campesinos sobre los fallos de la reforma agraria, una de las columnas de la Revolución.
En los sesenta varios grupos de campesinos ocupaban terrenos baldíos, enfrentándose al estado
y los terratenientes y estableciendo terrenos comunales conocidos como ejidos (Aguilar y
Serrano, 2012). Estos hechos pueden relacionarse con las cintas mencionadas.
Por otro lado vale anotar que el Grupo Popular Guerrillero, que agrupaba a varios de los
gremios que se levantaron en armas contra el gobierno, nombra a sus encuentros bajo el nombre
de Heraclio Bernal, en total fueron dos encuentros en 1963 y 1965. A pesar de la visión
simplificada que del personaje hace la película El rayo de Sinaloa, no deja de ser curioso que
dos años después de su estreno, los grupos más comprometidos de la izquierda rindieran
homenaje de esta manera a la figura de Bernal.
Por otro lado, filmes como Los hermanos de hierro, o Tiempo de morir reflexionan de
manera crítica sobre la violencia masculina, uno de los pilares que había constituido el mito
del héroe revolucionario. Por su parte, La soldadera hace una crítica directa a la violencia
revolucionaria, bajo el rostro de las mujeres que la padecieron. Estos filmes parecen ir muy de
la mano con la idea del fin de la Revolución como mito totalizante de la realidad mexicana que
señala Pozas para la década de los sesenta (2018).
A modo de conclusión
Los wésterns mexicanos de los sesenta son películas conservadoras, que apegadas a la tradición
de la mejor época del cine comercial nacional, negaban las innovaciones del nuevo cine y la
posibilidad de asumir de manera directa los problemas sociales por los que atravesaba el país.
Sin embargo, esta caracterización no es categórica, pues algunas películas se atreven a
abandonar esa narrativa tradicional. En otros casos, mucho más comunes, se hacen guiños que
de manera solapada se vinculan con la realidad mexicana en los sesenta, una realidad que
resulta coyuntural para la historia del país y que lastimosamente no se ve más reflejada en clave
wéstern.
Contexto de los wésterns mexicanos en la década del 80
Inicio de la década en medio de una crisis y la consolidación de un “mercado hispano”
en EEUU.
En la segunda mitad del sexenio de José López Portillo, se tomaron una serie de medidas
económicas arbitrarias que buscaban ampliar la explotación petrolera del país. En 1978 el
gobierno contrajo una serie de empréstitos con la banca extranjera a unas tasas de interés muy
altas, que no eran consistentes con las posibilidades económicas que tenía el país, pese a que
la producción petrolera había alcanzado récords en su explotación. Lo anterior ocasionó que
para 1980 el peso mexicano se encaminaba a una escandalosa devaluación que alcanzó el
400%. Esta crisis económica produjo como efecto dominó el surgimiento de un empleo
informal descomunal, con un déficit de más de 7,2 millones de empleos, pero sobretodo dio
como resultado a la más masiva ola migratoria hacia los EEUU, alcanzando para 1980 una cifra
récord 2,6 millones de mexicanos y que al final de la década llegó hasta los 4,3 millones al otro
lado de la frontera, constituyéndose desde ese entonces en el país que más aporta nacionales a
los Estados Unidos.
Es en este contexto que se empieza a hablar del surgimiento de un mercado hispano con
una gran capacidad de consumo. El hispano se considera un mercado que encuentra en el
consumo de los productos culturales (especialmente el cine), una matriz simbólica con la que
mantener un diálogo con el país que se dejó atrás. Esta necesidad lleva a que el reflejo de
problemas del momento opacaran la construcción narrativa del género wéstern. Prueba de ello
es que de las 239 películas fronterizas que se hicieron a lo largo de la década, solo una
correspondió a la representación histórica del vaquero, mientras que 41 cintas se enfocaron en
tratar el problema del narcotráfico y 36 lo hicieron sobre la migración.
La consciencia de la existencia de este mercado al otro lado del río Bravo, coincidió con
la retirada de los dineros del Estado para la producción cinematográfica del país, hasta llegar
al desmantelamiento de los apoyos estatales a la industria cinematográfica en 1982. Este
abandono llevó a que los capitales privados se enfocaran en la rentabilización del mercado
exterior mexicano, un mercado que estaba en mucha medida guiado por la nostalgia cercana y
la necesidad de refrendar su identificación.
Este contraste de realidades que muestra a un país sumido en una profunda crisis
económica, mientras se solidifica un imaginario de nación al otro lado que está dispuesto a
sostener económicamente a los que se que se quedaron atrás, llevó a un cambio en la manera
en que eran valorados algunos mensajes que en la década anterior resultaban conflictivos o
moralmente censurados. Mientras que en películas icónicas del género como Contrabando y
Traición: La historia de Camelia la texana (1977), o La Banda del Carro Rojo (1978), se
presentaba el tráfico de drogas como una circunstancias que los personajes asumen para salir
de la pobreza o para pagar deudas acumuladas, hasta cierto punto la década de los ochenta mira
al narcotráfico como una consecuencia de las necesidades que se dieron en el país y, de alguna
manera, trató de liberar de la culpa moral a aquellos que incurrieron en dicho delito, puesto que
se asumía que al sur había una familia que estaba esperando dichas remesas.
De mulas e ilegales.
Una de las primeras películas que muestra este giro hacia una mirada exculpatoria de las cosas
que ocurren en el entorno narco es la película Emilio Varela vs Camelia la texana
(1980), secuela no oficial de Contrabando y Traición. Con un reparto diferente encabezado
por Mario Almada, la película retoma a los personajes desde la perspectiva del corrido
homónimo. En el film se justifica la venganza de Emilio Varela contra Camelia, como la única
forma de recuperar el dinero que le fue robado, pero además expía sus culpas previamente, ante
el hecho de recordarle a la audiencia que él fue baleado en primer lugar por haberle anunciado
a Camelia que se retiraba del negocio, algo que lo ubicó en el espectro de un sujeto bueno,
llevado al límite por las circunstancias.
El hecho de que la película fuera producida por una cementera (CIPSA) y por un
conglomerado económico de Guadalajara conformado para su producción, habla a claras luces
de la comprensión de que ante todo se estaba buscando una rentabilidad económica para el
mercado exterior. La película tuvo poca circulación dentro de república mexicana, pero fue
exitosa en EEUU gracias a la distribución efectiva de Azteca Films Inc. que pasó de distribuir
cine mexicano, especialmente de la Época Dorada, a distribuir películas de género dentro los
mercados de explotación cinematográfica en EEUU. Películas de corte similar se empezaron a
hacer en todo el norte de México. El hecho de que en casi todas ellas fuera retratada una visión
contemporánea, abarataba los costos, porque se utilizaban locaciones dentro de EEUU, no se
construian escenarios y se podían ingresar capitales provenientes desde ese mismos país que,
para sus estándares resultarían insuficientes para la realización de las películas, pero gracias a
la devaluación se volvían rentables antes del estreno.
Al ser un cine dirigido a un público masculino, mayoritariamente rural y con poca
educación, el uso de tramas que involucraran a personajes de la cultura popular mexicana de
su momento, no resultaba tan atractivo como el uso de referentes de realidad que, apoyados
por la imaginería expuesta en los corridos, había hecho de la figura de la mula y del mojado
una especie de héroe cotidiano que se reivindicaría al menos 15 veces al año con las
producciones que se estrenarían en EEUU. Este aumento desmedido de producciones (en la
década del 70, el promedio de producciones para este mercado no superó las 4 películas
anuales) fue en detrimento de la calidad. Es así como las películas que tenían dentro de la trama
una transacción de droga, siempre incluían una gran carga de violencia y nudismo gratuito que
no tenían justificación dentro de la trama, pero de alguna manera se asumió que eran valores
de producción que serían apreciados por el público, toda vez que se sabía que no habría una
respuesta contraria a grupos veedores de la moral pública o grupos religiosos.
Por su parte, los argumentos de los filmes sobre migrantes son simples, repetitivos y
altamente eficaces. Estos no se enfocan tanto en la representación del brasero, o el trabajo como
un valor, como sí se encarga de retratar la idea de un migrante que debe hacer frente al primer
obstáculo en su camino: el pollero o el coyote, dependiendo de por dónde se produzca el cruce
de la frontera, para luego enfrentarse a los elementos y luego el tener que hacer una vida en
EEUU huyendo de “la migra” y de las gangas en los barrios.
La consolidación de un wéstern no wéstern, el auge en recaudación y el inicio del declive
La década del ochenta se constituye en el tiempo en el que México adopta, dentro del paraguas
de la cinematografía wéstern, a una serie de nomenclaturas que hacen uso de la palabra como
una forma de desafiar al purismo, pero que en la práctica resulta en una mezcla de géneros y
personajes que crean un wéstern sui generis, que guarda en la frontera su núcleo afectivo. El
norte geográfico mexicano reafirma con su representación cinematográfica wéstern, su carácter
de indomable, de lugar duro y difícil que produce a hombres recios que son los que sostienen
al país al emigrar o son los que aguantan pese a la creciente corrupción que campea desde el
sur. Pruebas de este tipo de narrativa son los filmes El Gatillo de la Muerte (1980), La Muerte
del Palomo (1981) o Contrabando humano (1982).
Si bien en 1982 el cine mexicano cayó en una profunda crisis financiera, al final del
mandato de López Portillo las estrategias de la industria principal fueron similares a las que ya
había adoptado el wéstern norteño. Las estrategias consistieron en reducir los costos de
producción, simplificar las historias y enfocarse en un lenguaje popular que maximizara la
taquilla. Si bien el costo de asistir a una proyección cinematográfica en México era muy barato,
el hecho de que en tan solo en un año pasara de costar 40 centavos de dólar a 60 centavos,
representaba un incremento proporcional significativo. El público de clase media que en el
sextenio anterior fue volviendo poco a poco a consumir cinemexicano, para el final de 1982
había abandonado las salas nuevamente debido a la baja calidad de las producciones y al
contenido repetitivo, por lo que el público asociado a clases populares fue el que
primordialmente consumió el grueso del cine.
En esta confluencia aparece en escena una producción que vinculó a los referentes
norteños con el gusto popular del centro del país y que, encarnado por Rosa Gloria Chagoyán,
haría de Lola la trailera (1983) un fenómeno de masas de escala continental. Asociada como
el gran exponente del llamado cabrito wéstern, Lola la trailera fue declarada la “película del
año” en México, obteniendo una distribución rápida en video en Estados Unidos y siendo re-
estrenada en salas de cine en 1985. La cuantificación del éxito de esta película está en los más
de 600 millones de pesos mexicanos que recaudó en México y los 2,3 millones de dólares que
obtuvo en EEUU para una inversión de 150 mil dólares. El personaje de Lola tuvo dos secuelas
suficientemente exitosas y al momento en que se realiza esta investigación ha sido anunciada
una serie basada en el personaje, aunque sin la presencia de Rosa Gloria Chagoyán.
Paradójicamente, el éxito de Lola la trailera marcó el inicio del deterioro de la calidad
de la producción wéstern norteña. Los wésterns de esta zona optaron por la sobreexplotación
de los temas de drogas, los contrabandistas y la lucha contra la policía como distintivo del
género, sin que ello implicara un aumento en la inversión de las películas, una diversificación
de los relatos para hacerlos más universales o la renovación de los rostros que aparecían en
pantalla. Por el contrario, la presencia casi permanente de los hermanos Almada, sumada a la
de Sergio Goiry, Valentín Trujillo y Hugo Stiglitz se convirtió en la norma del género.
Las innovaciones narrativas que el wéstern vivió estuvieron siempre de la mano de la
introducción de elementos propios de otros géneros establecidos. Estos géneros fueron el cine
de horror, el slasher, el gore o la comedia picante o comedia de albur, mientras que el grueso
de las producciones se iba concentrando cada vez más en las historias de narcotráfico, con
menos presupuesto y con menos distribución para el interior del país.
El fin de la producción estatal, la necesidad de estar en la televisión y la esperanza en el
home video
Galavisión, canal perteneciente al sistema Univisión, entró en funcionamiento en 1979. Su
programación como canal premium estaba enfocada en la emisión de películas clásicas de la
cinematografía mexicana, en especial de la Época de Oro. Para 1984 el canal cambió su
enfoque para incluir dentro de su parrilla títulos más cercanos con la muestra demográfica de
su público, especialmente entre la clase trabajadora mexicana afincada en California, Texas e
Illinois. Este cambio en el enfoque permitió que más operadores de cable solicitaran la
presencia de Galavisión dentro de su paquete de ofertas.
Esta atención centrada en un demográfico muy específico, permitió al wéstern mexicano
de los años 80 florecer en el territorio hacia donde habían sido volcados los esfuerzos. En parte
a ello responde el hecho de que muchos de los acontecimientos que marcaron la narrativa del
país, como fue el terremoto de 1985 o el Campeonato Mundial de Fútbol de 1986, no tuvieran
ningún tipo de mención dentro de las historias, como en cambio sí había ocurrido muchas de
las producciones de corte popular que se habían realizado en el Distrito Federal o en
Guadalajara.
En términos del medio como tal, la llamada “generación de la crisis” vivió un nuevo
cambio en las políticas públicas. Fue así como el gobierno de Miguel De la Madrid decidió
volver a implementar políticas destinadas a apoyar la industria cinematográfica. Esta política
incluyó el control de precios de las entradas, lo que efectivamente llevó a un incremento de la
venta de boletas en el país, sin embargo, dicha medida sólo benefició a los exhibidores pero no
a los productores. En esos años el porcentaje de exhibición de cine mexicano en todo el país
no superó el 20% de toda la oferta, siendo el cine norteamericano el principal producto
distribuido en la década. El plan del gobierno llevó a la creación del Fondo del Fomento al
Cine de Calidad, que tenía como función canalizar un porcentaje de las ganancias de la
exhibición hacia la producción cinematográfica nacional, poniendo además un tope que
equilibrara la cuota de exhibición en un 50% del producto nacional frente a las producciones
foráneas. Dicho fondo fue rechazado por el conglomerado de exhibidores, encabezados por
Enrique Ramírez, quien afirmó que nunca exhibirían cine mexicano.
Salvo por el control de los precios, ninguno de los planes del gobierno pudieron ser
implementados. El Estado buscaba no entrometerse ayudando a la producción cinematográfica
independiente, de manera que pudiera garantizar el surgimiento de largometrajes que no
estuvieran enfocados exclusivamente en la explotación de temáticas fronterizas y el cine de
género, tal y como ocurría con el grueso de las producciones privadas, especialmente aquellas
que era financiadas desde el norte. Si bien, el surgimiento de la Muestra de Cine Mexicano de
Guadalajara, evento que inició en este periodo, demostraba que los realizadores estaban
haciendo lo posible por no ser invisibilizados, la verdad es que para el final del gobierno de De
la Madrid, el Estado sólo había financiado el mismo número de películas que aquellas que
habían sido financiadas de manera independiente (5), mientras que el cine privado había
multiplicado por 13 dicha cifra. Sin embargo, existe una lógica para que esto se haya dado de
esa manera. Para 1988 Azteca Films Inc. ya tenía una logística organizada que incluía a los
distribuidores y comercializadores de home video en Estados Unidos, lo que hacía que en la
medida en que los títulos llegaran más rápido a las tiendas serían consumidos más rápido, lo
que necesitaban era exhibir al menos uno de los nombres estandartes del género.
Todo este proceso de eficiente comercialización hizo que el wéstern mexicano se fuera
empequeñeciendo en términos de su registro y sobre todo de su calidad. La rentabilidad
permanente del género incluso permitió el surgimiento de pequeños estudios en varios estados
del norte. Pero es innegable el hecho de que la sobreproducción y la reducción de los estándares
de calidad atentaron contra la valoración del género. Por otro lado es innegable que debido a la
manera en cómo se organizó el modelo de negocio, éste le permitió amasar grandes fortunas a
los que participaron, algo importante si se tiene en cuenta que todo esto ocurrió al margen de
los grandes capitales económicos y políticos que manejaron y manejan el país.
Mario Almada, la principal estrella de un género que empequeñece
Para concluir este contexto, mención aparte merece la figura de Mario Almada. Los ochenta
ciertamente fueron su década. Si bien en los 70 firmó como protagónico títulos icónicos como
El pistolero del diablo (1974), o La banda del carro rojo (1978), es realmente en la década del
80 con trabajos como Emilio Varela vs Camelia la Texana (1980), Pistoleros Famosos (1981),
El extraño hijo del Sheriff (1982) o Tres veces mojado (1989) donde Almada se establece como
la cara más reconocida del género de frontera a ambos lados del Río Grande, con 66 películas
filmadas, siempre interpretando el papel protagónico, 24 películas más que en la década
anterior.
Aunque es cierto que en la década del 90 el mayor de los Almada rodó 184 largometrajes,
82 de ellos fueron directos a home video y la mayoría de los que tuvieron lanzamiento en sala
no contaban necesariamente con el veterano actor como protagonista indiscutido. Por esto es
que se considera que es en los 80 en donde su nombre se constituye como el arquetipo del
hombre norteño que haría lo que fuera por los suyos: desde ingresar droga a los EEUU como
una forma de garantizar el futuro económico de sus sucesores o exterminar la familia de un
narcotraficante que tiene en jaque a todo un pueblo.
La carrera de Almada es una metáfora perfecta para describir lo que le pasó a una gran
parte de la cinematografía wéstern mexicana. El género había encontrado en la repetición de
las formas la mayor rentabilidad. Su público no esperaba algo nuevo, esperaba ver una y otra
vez el mismo tipo de hombre que los representaba y que a través de su figura se narraba algo
parecido a lo que habían vivido cuando salieron de México. La postura cansada, la economía
en las palabras y lucir temible, fueron patrimonios estéticos que se compartieron con toda la
fuerza desplazada que se asentó en los pueblos cercanos a los grandes proyectos
agroindustriales de California, Arizona, Nuevo México, Texas o Illinois… Al final, el éxito
económico resultó más relevante que el reconocimiento de los pares, porque ese éxito traduce
el nivel de aceptación que se tiene dentro de un público ávido de historias de la frontera y el
desierto, un valor que ningún gran conglomerado estaría dispuesto a compartir. El volumen
descomunal de realizaciones, la gran mayoría de dudosa calidad, pero siempre apegados al
código de ofrecer una satisfacción a su mercado, hacen que la relación de Almada con el
wéstern realizado en la frontera, se convierta en un identificador indisoluble de una identidad
que se reformuló a partir de las crisis y los abandonos.
Contexto de los wéstern mexicanos desde la década del 90 hasta la actualidad
Las películas del wéstern mexicano que corresponden al periodo de la década del 90 hasta el
final de las dos primeras décadas del siglo XXI se dividen en dos grupos: un grupo que utiliza
el wéstern como vehículo para recordar el pasado de la nación y otro directamente influenciado
por el presente. En las cintas que componen el primer grupo encontramos una aproximación
despolitizada a contextos como la Revolución Mexicana, El Porfiriato y La Guerra
Cristera. Por otro lado, en el grupo que se enfoca en el presente del país podemos identificar
la intención de responder a fenómenos como la crisis de legitimidad del PRI, el narcotráfico,
la emigración ilegal a Estados Unidos y la xenofobia.
Viaje al pasado mexicano
Los wésterns mexicanos de la década del 90 hasta la actualidad que se propusieron volver al
pasado de la nación son Bandidos (1991) de Luis Estrada, Zapata, el sueño del héroe (2004),
dirigida por Alfonso Arau, y Los últimos cristeros (2011), de Matías Meyer. Bandidos y
Zapata, el sueño del héroe hacen referencia a la Revolución Mexicana pero con una
aproximación despolitizada. La cinta de Estrada se ciñe a la trama profesional del wéstern
estadounidense (Wright, 1975) para narrar las aventuras de unos niños bandoleros en medio
del enfrentamiento desatado por la Revolución. La única alusión al contexto son las constantes
apariciones de cuerpos ahorcados a árboles como una suerte de recordatorio acerca de la
crudeza del conflicto. Por su parte, y parafraseando las palabras del mismo Arau, Zapata, el
sueño del héroe entrega una versión simbólica de Emiliano Zapata, centrándose en su figura
de héroe y no en los hechos históricos (Rocío Macías, 2003). A pesar de ser en ese momento
la película con el presupuesto más alto del cine mexicano (Ibíd.), el filme fue un completo
fracaso en taquilla y fue fuertemente criticado por la academia.
Por otro lado, Los últimos cristeros está ambientada en la Guerra Cristera, enfrentamiento
en armas entre grupos religiosos y el gobierno de Plutarco Calle en la segunda mitad de los
años 20 (Damián López, 2011). A través de una puesta en escena protagonizada por tomas
largas y extensos silencios, además de una narrativa con escasa información de los personajes
y un final abierto, Meyer presenta una versión despolitizada del conflicto.
Reaccionando al presente de la nación
Las películas que responden a fenómenos del presente de México corresponden a: Policía rural
(1990) de José Loza, Vengar matando (1997) de Aurora Martinez, El chacal de la sierra (1998)
de José Medina, Los entierros de Melquiades Estrada (2005), dirigida por Tommy Lee Jones,
El infierno (2010) de Luis Estrada y Casa de mi padre (2012), de Matt Piedmont.
Crisis de legitimidad en pantalla
La década del 90 marca el principio del fin para el PRI. Victoria Ontiveros (2019) explica que
el periodo de crisis de legitimidad, que desde principios de los 80 venía afrontando el partido
de gobierno, llegó a su pico más alto en los 90 debido al recrudecimiento de la corrupción, el
narcotráfico y el crimen organizado. La inseguridad y la violencia se convirtieron en elementos
que visibilizaron la debilidad del partido en el manejo de los conflictos. Las producciones
Policía rural, Vengar matando y El chacal de la sierra coinciden con los últimos años del
periodo de crisis de legitimidad del PRI, que vio su final en el 2000 con la alternancia en el
poder y la elección de Vicente Fox en la Presidencia. Estos filmes evidencian malestar y
desconfianza a la institucionalidad por parte del pueblo mexicano.
A través de la violencia explícita, los tres filmes arriba mencionados coinciden en utilizar
las masacres familiares, las violaciones y los robos como situaciones comunes en pueblos
donde las fuerzas del Estado no tienen control. En el caso de Policía rural, el protagonista
decide hacerse policía después de que su padre –miembro de esa institución– y sus hermanos,
son asesinados por maleantes. Al final del filme, luego de que los bandoleros violan a su esposa,
el joven logra vengar a su familia. Igualmente, en El chacal de la sierra, Valentín, el
protagonista, venga a su familia masacrada en una balacera de narcotraficantes en un velorio.
En Vengar matando, ante la mirada impasible de las autoridades, encontramos a un pueblo a
la merced de ladrones y violadores de mujeres. No obstante, dicha película se distancia de las
dos cintas arriba mencionadas, ya que el pueblo se hace fuerte con el transcurrir del argumento,
defendiéndose de los maleantes por medio de linchamientos. Igualmente, la cinta de Aurora
Martínez va más allá en la representación de la crisis de legitimidad del PRI al incluir una
escena en la que el héroe, interpretado por Mario Almada, invita al pueblo a no seguir por el
camino de los linchamientos sino a buscar el cambio votando a conciencia en las próximas
elecciones para gobernador.
Satirizando el narcoestado
Los wésterns El infierno (2010) y Casa de mi padre (2012) contribuyen a la representación de
crisis de legitimidad del Estado mexicano centrándose en el fenómeno del narcotráfico y la
corrupción en la institucionalidad mexicana. Las cintas de Estrada y Piedmont añaden
elementos de comedia negra al wéstern para satirizar la Declaración de Guerra contra el
narcotráfico lanzada por Felipe Calderón desde el momento en el que se posesionó como
presidente en el 2006. De acuerdo con José Solís (2012), la costosísima e inefectiva operación
emprendida por Calderón trajo consigo miles de muertos y desaparecidos, además de una
creciente inseguridad pública a lo largo del territorio nacional.
A diferencia de los wésterns de la década del 90, en donde la institucionalidad se muestra
incapaz de mantener el status quo, en estas dos cintas de la segunda década del 2000 las fuerzas
del Estado son corruptas y trabajan codo a codo con el narcotráfico. Por ejemplo, en El infierno
el capitán de la policía a cargo del programa de testigos protegidos es quien se encarga de
delatar a Benny García, protagonista de la historia, ante los narcos que lo buscan para matarlo.
Buscando suerte al norte
Uno de los resultados de la crisis de legitimidad descrita anteriormente, es el deseo de muchos
mexicanos de emigrar a Estados Unidos en busca de un mejor porvenir. Según Adolfo Albo y
Juan Luis Ordaz (2011), para el año 2005 los mexicanos viviendo en Estados Unidos habían
superado los 30 millones. Ese mismo año, se lanzó la película Los tres entierros de Melquiades
Estrada, que narra la historia de un cowboy y un inmigrante ilegal a quien un guardia fronterizo
asesina por azar.
Tommy Lee Jones, director y protagonista de Los tres entierros de Melquiades Estrada,
utiliza el tropo wéstern del viaje por la frontera para humanizar a los mexicanos ilegales que
cruzan a Estados Unidos. Tras el asesinato de Melquiades, Pete Perkins, su amigo
norteamericano interpretado por Lee Jones, se encarga de investigar quien fue el culpable. Al
encontrar a Mike Norton, el patrullero de La Migra que asesinó a su amigo, Pete lo obliga a
atravesar el desierto con él para devolver el cuerpo de Melquiades a su lugar de origen. No solo
eso, Mike es forzado a vestirse con la ropa de Melquiades y es cazado como un animal
cuando intenta escapar en repetidas ocasiones, pasando de perseguidor a perseguido,
afrontando la misma odisea que muchos inmigrantes ilegales enfrentan cuando intentan entrar
a los Estados Unidos. Sin duda este es un wéstern que respondió al contexto sociopolítico
poniendo en el ojo del huracán lo que ocurre en la frontera entre los dos países. Según Andreas
Fieldmann y Jorge Durand (2008), en ese momento el paso fronterizo entre México y Estados
Unidos era considerado uno de los más peligrosos del mundo, con 1.3 muertos por día.
Eterno retorno a la xenofobia
Sonora (2018) de Alejandro Springall sobresale entre el grupo de las películas de los últimos
30 años del wéstern mexicano, puesto que logra conectar el pasado y el presente. Por ende
encontramos que es un caso especial y que no pertenece a ninguno de los dos grupos
anteriormente descritos. La cinta de Springall está situada en 1931, en medio de un
convulsionado contexto en términos de xenofobia. La Gran Depresión en Estados Unidos
conllevó a una deportación masiva de trabajadores mexicanos y al cierre de fronteras
norteamericanas. Asimismo, en el estado de Sonora los inmigrantes chinos que habían llegado
a ese lugar del país gracias a las políticas inmigratorias durante el Porfiriato, eran expulsados
por el gobierno de Rodolfo Elías Calles, en medio de una campaña antichinista y en contra de
lo que la misma institucionalidad llamó el “peligro amarillo” (Aarón Grageda Bustamante,
2003, p. 266).
Sonora se conecta con el presente no sólo por coincidir con el endurecimiento de las
políticas inmigratorias de Donald Trump, electo en 2016, sino también por las caravanas
migrantes en 2018 a EEUU. En entrevista, Springall (2019) explica que se ha exacerbado la
xenofobia contra los migrantes centroamericanos que transitan por México con el objetivo de
llegar a Estados Unidos. El director argumenta que el racismo en México también existe y que
tiene su génesis en la época revolucionaria, en donde no solo hubo movimientos anti chinos,
sino también en contra de los árabes y los judíos, “Cuando México, en realidad, también es un
crisol de culturas y de migraciones” (s.f).
En el filme de Springall seguimos los pasos de un grupo de doce personas que formado
a fuerza por las circunstancias y las necesidades, busca atravesar el desierto de Sonora –a bordo
de un Chrysler 1929– para buscar un mejor porvenir en Mexicali. La película tiene un mensaje
de unidad en tiempos difíciles, pues el diverso grupo de personajes –entre los que resaltan un
ex combatiente de la Revolución, un activista de las ideas nacional socialistas del gobierno de
Rodolfo Elías Calle, un chino y un indígena– deben trabajar juntos para no morir en el desierto
en medio de su odisea.
INFORME FINAL Comparación estética, narrativa y producción del wéstern en Colombia y México
Tanto el wéstern mexicano como el colombiano se relacionan con el wéstern norteamericano.
Las cintas wéstern de estos dos países beben de la estética estadounidense, lo que se evidencia
en el énfasis en el paisaje así como el uso recurrente de planos generales, paletas de colores
ocres, el vestuario, los ranchos o haciendas y los caballos, entre otros elementos. Del mismo
modo, ambos países se inspiran en la narrativa del wéstern estadounidense para construir sus
cintas de vaqueros, esto se evidencia en el interés por la violencia y en las tramas que
frecuentemente giran alrededor de la venganza. Sin embargo, cada una de las dos
cinematografías responde a sus propios contextos de producción, e historias nacionales.
Si bien la cinematografía wéstern de ambos países, en diverso grado cada una, parece
fusionar al género canónico con una suerte de ethos latinoamericano, también suele divergir en
distintos aspectos. Quizá el más notable sea el número de producciones, hasta el momento
hemos podido visualizar 64 wésterns mexicanos—teniendo presente que un rastreo amplío
arroja más de dos centenares de películas—, mientras que en el caso colombiano encontramos
11 identificadas como wéstern. Salta pues a la vista una diferencia abismal al mirar solo el
número de producciones.
Sin embargo, las diferencias entre ambas cinematografías no sólo responden a aspectos
cualitativos. Los wéstern de ambos países también divergen a niveles narrativos y estéticos; en
los próximos párrafos nos disponemos a exponer los encuentros y desencuentros de ambos.
Como punto de referencia cronológica para la comparación, analizaremos década por década
para luego concentrarnos en los aspectos generales que se extienden temporalmente por los
más de ochenta años de producción analizados en nuestra investigación.
Década del 50
Para comenzar, resaltamos que mientras el wéstern mexicano comenzaba a consolidarse como
un género importante en la llamada Época de Oro del cine mexicano, con más de 23 películas
identificadas; en Colombia no se produjo ningún wéstern durante esta década. Lo anterior hizo
que para la década de los sesenta México contara con un lenguaje wéstern definido y unas
temáticas que se repetían con cierta frecuencia; mientras que Colombia, por el contrario,
empezaba apenas a buscar su lenguaje.
Dentro de nuestra investigación descubrimos que una de las décadas que más produjo
wésterns mexicanos fue precisamente la década del 50. En este periodo encontramos las
siguientes tendencias: la aparición de personajes enmascarados, la realización de secuelas
cinematográficas en forma de series (que continuó durante las siguientes dos décadas), el
constante romance dentro de las tramas y el uso del misterio mezclado con el wéstern.
Para este primer momento se hicieron fama los wésterns mexicanos de enmascarados o
personajes protagónicos que de alguna u otra forma ocultaban su cara (o cabeza) mientras
luchaban por la justicia o la venganza. Algunos de estos filmes en los que se oculta el rostro
son: El águila negra en El vengador solitario (1954), de Ramón Peón; El jinete sin cabeza
(1957), de Chano Ureta; El valle de los buitres; El jinete solitario; El zorro escarlata en La
venganza del ahorcado, estos tres filmes son de 1958 y del director Rafael Baledón; y El látigo
negro (1958), de Vicente Oroná.
Vaqueros mexicanos enmascarados u ocultando su rostro:
Afiche del wéstern mexicano El
vengador solitario (1954), Ramón
Peón.
Afiche del wéstern mexicano El
zorro escarlata en La venganza
del ahorcado (1958), Rafael
Baledón.
Afiche del wéstern mexicano El
jinete sin cabeza (1957), Chano
Ureta.
En los años 50 toman también fuerza las series cinematográficas wéstern con héroes
vengadores que reaparecen a lo largo de las secuelas. Algunas de estas series son: El zorro
escarlata en la venganza del ahorcado (1958), y sus secuelas: El zorro escarlata (1959) y El
zorro escarlata en diligencia fantasma (1959). Por otro lado, está El látigo negro (1958), con
su secuela El látigo negro contra los farsantes (1962). También encontramos a El águila negra
en El vengador solitario (1954) y sus secuelas: El águila negra en El tesoro de la muerte
(1954), y El águila negra en La ley de los fuertes (1958). Por otro lado, está la serie del Jinete
solitario (1958) con sus secuelas: Jinete solitario en el valle de los buitres (1958), y Jinete
solitario en el valle de los desaparecidos (1960).35
La trama de venganza, en la que se enfrentan la ley formal versus la ley informal, está
presente en todas las cintas de esta década. A pesar de ser la trama central de todos los wésterns
de los años 50, el romance aparece también en todas ellas. En plena época de oro del cine
mexicano, en este tipo de wésterns es recurrente el uso de melodrama, comedia, números
musicales y serenatas en trajes de charro en locaciones al norte de México,36 como en la cinta
Los santos Reyes (1959), quizás como una conexión con las comedias rancheras realizadas
durante este mismo periodo. Además de ofrecer romances, varios de los wésterns de esta
década presentan personajes de mujeres aguerridas, que pueden ir y venir entre la aventura
peligrosa y el amor. El mejor ejemplo de esto lo representa la cinta La cucaracha (1959),
protagonizada por María Félix y Dolores del Río. En medio de la Revolución mexicana, ambas
mujeres (una de ellas es soldadera) forcejean por el amor del coronel Zeta (protagonizado por
Emilio Fernández).
En contraste con el romance, aparece una unión interesante para el wéstern mexicano, la
mezcla de horror y misterio que hacen su debut para diversificar la fórmula del género en
cuestión. El jinete sin cabeza, El Zorro escarlata, El Zorro escarlata en la venganza del
ahorcado, El Zorro escarlata en la diligencia fantasma, El látigo negro, El misterio del látigo
negro, y El látigo negro contra los farsantes, son ejemplos de esta inusual mezcla de géneros
que con el pasar de las décadas fue desapareciendo en el wéstern mexicano para dar paso a
historias más centradas en el melodrama.
Otra situación inusual en el wéstern mexicano de la década del 50 es la que hemos
denominado para esta investigación como el wéstern-no wéstern. Se trata de películas que por
35 Alma grande es una cinta de la década de los 60 que continuó con la tendencia de los años 50
de hacer series, lanzando luego Alma grande en el desierto (1967) y El hijo de alma grande (1976).
36 Luis y Antonio Aguilar protagonizan varias de estas cintas.
tener situaciones que involucran robo, trasegar entre pueblos y un universo masculino,
aparecen catalogadas en libros y artículos como wésterns, cuando en realidad no lo son. En este
caso tenemos la cinta ¡Vaya tipos! (1955), de Fernando Méndez y que narra la historia de dos
hermanos que junto a su padre rescatan a una adolescente huérfana del robo de un tesoro que
ella esconde. La cinta principalmente es un melodrama mezclado con comedia.
Década del 60
Para la década del 60 encontramos en Colombia sólo un wéstern: Aquileo Venganza (1968), en
cambio en México pudimos visualizar 17 de las 32 de esta década pertenecientes al género.37
Estas cintas son: El padre pistolas (1961), del director Julián Soler; Juan sin miedo (1961), de
Gilberto Gazcón, Los hermanos del Hierro (1964), de Ismael Rodríguez, Los cuatro Juanes
(1964), de Miguel Zacarías, Duelo en el desierto (1964), de Arturo Martínez, Viento negro
(1965), de Servando González, El zurdo (1965), de Arturo Martínez, El último cartucho
(1965), de Zacarías Gómez Urquiza, Tiempo de morir (1966), de Arturo Ripstein, El tragabalas
(1966), de Rafael Baledón, La Soldadera (1966), de José Bolaños, Juan Colorado (1966), de
Miguel Zacarías, Los bandidos (1967), de Robert Conrad y Alfredo Zacarías, Cruces sobre el
yermo (1967), de Alberto Mariscal, El silencioso (1967), de Alberto Mariscal, El caudillo
(1968), de Alberto Mariscal, El topo (1969), de Alejandro Jodorowsky y Todo por nada
(1969) de Alberto Mariscal.38
En términos de producción, la principal diferencia entre el wéstern colombiano y el
mexicano en esta década –y que se puede prever en el número de filmes–es el tamaño de la
industria que respaldó al género en cada país. El wéstern de la década se caracterizó en México
por ser un cine masivo, de grandes estudios y una continuación de la tradición de la comedia
ranchera, que caracterizó a la Época de Oro. Dentro de los wésterns mexicanos de la década
solo se aprecian tres directores nuevos: Arturo Ripstein con Tiempo de morir, José Bolaños
con La soldadera, y el chileno Alejandro Jodorowsky con El topo. Estos nombres comparten
espacio con figuras consolidadas durante la Época de Oro como: Roberto Gavaldón, Julián
Soler o Alberto Mariscal, así como con los actores Antonio Aguilar, Eulalio González, Flor
Silvestre o Javier Solís.
37 No fue posible visualizar todas cintas mexicanas para esta investigación, no solo por su amplia
extensión sino también que por motivos del Covid 19 no pudimos viajar a conseguir las películas que no
se encontraban en internet, ni para su streaming o venta.
38 Uno de los directores más prolíficos del género wéstern mexicano, junto con Rafael Baledón.
Por su parte, Aquileo Venganza, el único wéstern colombiano de la década, es un claro
ejemplo de que el género continuaba siendo un fenómeno apenas emergente en el país. La
película, si bien contó con la participación de estrellas como Carlos Muñoz y Camilo Medina39
como protagonistas, muestra fallas en la sincronía del audio y el manejo de foco (Kowalsky,
2012). Como ya vimos, en la década anterior no es posible identificar ningún wéstern en el
país, lo que acentúa el contraste entre lo que venía pasando con el género en México y
Colombia. No obstante, sin ser una producción de los mismos quilates de los westerns
mexicanos del momento, la cinta de Ciro Durán tuvo un buen recibimiento por parte del público
(Julio Luzardo, 1976).
Imágenes con una clara influencia del wéstern norteamericnao en el wéstern colombiano Aquileo venganza
(1968), Ciro Durán. Fotogramas extraídos de la película para propósitos de esta investigación.
Por otro lado, son varios los elementos que unen las narrativas de ambos países. El interés
por la trama de venganza se hace presente en ambas filmografías, esta característica se repetirá
en décadas posteriores. Así mismo, podemos notar una preocupación por hechos pasados de la
historia nacional. En el caso de Aquileo Venganza se trata de la Guerra de los Mil Días, mientras
que en el caso mexicano los filmes indagan por períodos como el Porfiriato, la Revolución
Mexicana y las Guerras Cristeras. Así, cintas como Juan sin miedo , Los cuatro Juanes y El
caudillo presentan una visión romántica y épica de la Revolución que exalta la figura del
héroe revolucionario. Mientras El padre pistolas hace varios guiños al contexto político y
religioso que desataría las llamadas Guerras Cristeras.
Tanto en el caso colombiano, como en el mexicano más que una reflexión profunda sobre
los períodos históricos en cuestión, se trata de un acercamiento que usa dichas coyunturas
únicamente como telón de fondo para su construcción narrativa. Vale destacar el wéstern La
soldadera que presenta una reflexión más cuidada sobre la Revolución Mexicana, al narrarla
desde la visión de una mujer que acompaña a los ejércitos revolucionarios.
39 Actores reconocidos en el país.
La soldadera es uno de los pocos filmes mexicanos en presentar críticamente la revolución. Al narrar los
infortunios de una mujer que acompaña al ejército revolucionario. La soldadera (1966), de José Bolaños.
El wéstern estadounidense se mezcla con la tradición cinematográfica del país azteca,
dando como resultado un género híbrido. Casi en la totalidad de las películas de esta década es
posible encontrar una mezcla de elementos del melodrama y la comedia ranchera. Los cuidados
números musicales, algo impensable en el wéstern estadounidense, abundan en el mexicano.
Muchos de sus protagonistas incluso son reconocidos cantantes de rancheras. En el caso de
Colombia esta mezcla no se hace evidente. La diferencia con el género norteamericano en el
caso de Aquileo Venganza solo se deja sentir en la torpeza en su ejecución. Como se mencionó
con anterioridad esta diferencia se debe a la destreza que el cine mexicano había cosechado en
la década anterior, consolidando un lenguaje propio, contrario a la inexperiencia colombiana.
Algunas influencias mexicanas se han dejado sentir con cierto retraso en las producciones
colombianas. Por ejemplo, el primer wéstern colombiano, Allá en el trapiche (1943), se filmó
seis años después de la película mexicana a la que emula, Allá en el rancho grande. Así mismo
ocurrió en el caso de Tiempo de morir, cuya primera versión se rodó en México en 1965 y que
tendrá una segunda versión colombiana veinte años más tarde.
Estéticamente hablando, aunque ambos países hagan alusión a la figura del cowboy
estadounidense, en el caso mexicano destaca mucho más la presencia de elementos autóctonos
tanto en el vestuario, así como en el arte de las locaciones. El poncho y el sombrero de ala
ancha son dos de las piezas más comunes del vestuario. Si bien estos elementos se observan
también en el wéstern norteamericano, en películas como El rayo de Sinaloa (1961), Los
cuatro Juanes (1964) o La soldadera (1966) se vinculan específicamente con la Revolución
Mexicana: el sombrero y el poncho son el uniforme de los revolucionarios. Así mismo, la
tradicional arquitectura colonial y barroca mexicana, con sus iglesias y casas antiguas, se
diferencia del poblado de madera que aparece en la mayoría de los filmes norteamericanos.
Uso de la estética del charro mexicano en narrativas wéstern. Los cuatro Juanes (1964) Miguel Zacaróas.
Fotograma extraído de la película para propósitos de esta investigación.
En el caso colombiano la apropiación estética se da también en el vestuario y en las
locaciones. Si bien el vestuario de Aquileo Venganza trata de copiar el traje de los cowboys
norteamericanos, en él se pueden identificar algunos elementos colombianos como ruanas, o el
traje caqui del ejército colombiano. A nivel de locaciones podemos destacar el trasfondo del
desierto de la Tatacoa y la arquitectura colonial de las calles de Villa de Leyva, como imágenes
que divergen del llano desierto norteamericano y la armazón de madera de los pueblos del
Viejo Oeste.
Por último, en los 60 vemos una marcada diferencia en la aceptación de la ley según los
wésterns de ambas naciones. En el caso mexicano la ley se presenta bajo una óptica positiva.
A diferencia del wéstern norteamericano y del italiano, el wéstern mexicano de los años 60
ofrece una representación benévola de la autoridad. Los bandidos protagonistas se muestran
afables ante una autoridad con la que incluso se llegan a aliar en un par de ocasiones. Por el
contrario, en el caso de la película colombiana, Aquileo Venganza, la ley encarnada por el
Alcalde del pueblo, se presenta como corrupta. Esta es una forma heredera del wéstern
norteamericano, en donde la ley oficial suele ser representada como inoperante y/o corrupta.
Década del 70
En los setenta en Colombia encontramos el wéstern El Taciturno (1971), de Jorge Gaitán
Gómez. Para el caso mexicano hemos podido visualizar 9 filmes de las 19 cintas wéstern de la
década: El Tunco Maclovio (1970), del director Alberto Mariscal, Su precio...Unos dólares
(1970), de Raúl de Anda, Todo el horizonte para morir (1971), de Rubén Galindo, Los hijos
de Satanás (1972), de Rafael Baledón, Cinco mil dólares de recompensa (1974), de Jorge
Fons, El tuerto angustias (1974), de José Delfos, El Federal de Caminos (1975), de Fernando
Durán Rojas, Contrabando y traición: La historia de Camelia la tejana (1977), de Arturo
Martínez , y La banda del carro rojo (1978), de Rubén Galindo .
Al igual que en la década anterior, desde el punto de vista de la industria cinematográfica,
es evidente la gran brecha entre el número de producciones colombianas y mexicanas. En
cuanto a la creación de íconos wéstern colombianos, es de resaltar que Carlos Muñoz y Camilo
Medina, protagonistas en Aquileo Venganza, tuvieron papeles estelares una vez más en El
Taciturno. No obstante, este esfuerzo se hace tímido al ser comparado con la figura de Mario
Almada en México. El actor oriundo de Huatabampo se fortaleció como uno de los íconos del
género en ese país durante la década del 70, protagonizando wésterns como Su precio...Unos
dólares, Todo el horizonte para morir, La banda del carro rojo, Los doce malditos, El tunco
Maclovio y muchos más.
En el caso colombiano se trata de una película que bebe del wéstern canónico
estadounidense, así como del spaghetti western. La trama de venganza, que habíamos visto una
década antes en Aquileo Venganza, comienza a mezclarse con una trama de corrupción en la
que los villanos se traicionan unos a otros, con el único objetivo de obtener poder y dinero, y
con una presentación más explícita de la violencia. A pesar de este cambio narrativo, el
problema de las tierra y la lucha por ella sigue siendo el principal detonante de la película. Un
rico terrateniente planea apoderarse del pueblo, por lo que contrata a una pandilla de bandoleros
que acosan al protagonista y su familia. Sin embargo, pronto los bandoleros se rebelan y
comienzan a defender sus propios intereses.
A diferencia del primer wéstern colombiano, en el segundo el contexto histórico de la
Guerra de los mil días, o cualquiera relacionado con la situación política del país, desaparece
y la emulación de la estética estadounidense se hace todavía más evidente. Así la cinta muestra
personajes que siguen estereotipos del wéstern canónico como la damisela en peligro, o el
indígena, identificado no con una tribu colombiana; sino con la emulación del pielroja
estadounidense.
Emulación del estereotipo del indígena estadounidense en El taciturno (1971) de José Gaitán. Fotograma
extraído de la película para propósitos de esta investigación.
En México, por su parte, identificamos dos tendencias definidas. Por un lado
encontramos un grupo de películas en las que los esquemas narrativos que se sitúan en un
imaginado Viejo Oeste, se repiten. Dentro de este primer grupo encontramos las cintas: El
tunco maclovio, Su precio...Unos dólares, Todo el horizonte para morir, Los hijos de Satanás,
Cinco mil dólares de recompensa y El tuerto angustias. Por otro lado, encontramos algunas
películas que comienzan a abordar temáticas contemporáneas como el narcotráfico o el
contrabando. En esta segunda tendencia podemos mencionar filmes como El Federal de
Caminos, Contrabando y traición: La historia de Camelia la tejana y La banda del carro rojo,
películas cobijadas bajo el apelativo de cine de frontera o cabrito wéstern, que abordan
temáticas propias de la frontera méxico-estadounidense.
Al hablar del cabrito wéstern es imposible no nombrar su relación con temas como el
narcotráfico y el contrabando. En este subgénero los caballos dan paso a los automóviles tipo
muscle car, los cuales funcionan como elemento distintivo de sus protagonistas, habitantes del
norte mexicano. Asimismo, la fuerte presencia del sombrero de ala ancha como representación
del revolucionario da paso en este subgénero a vestimentas contemporáneas como jeans, o
sombreros tejanos. Las locaciones cada vez se mueven más al norte y a los paisajes desérticos
de estados fronterizos como Sinaloa o Tijuana. Los ranchos rurales que se veían en décadas
anteriores dan paso a construcciones contemporáneas como gasolineras y autopistas. A nivel
sonoro, además de la presencia más notable de un marcado acento norteño, también podemos
resaltar el uso de los llamados narcocorridos, que reemplazan a las rancheras como principal
acompañamiento musical. Los narcocorridos funcionan como crónicas musicales de la trama
de las películas en Contrabando y traición y La banda del carro rojo y hacen parte de la
cultura norteña vinculada a los Estados fronterizos con Estados Unidos.
En Contrabando y traición, se utiliza la caracterización de los personajes para hacer
plausible la adopción de una estética desbordada y desplazada de la trama, así como del
contexto. El caso más patente es el de Camelia “la texana”, quien es presentada desde el primer
acto como una mujer fuerte, ruda, traicionada, que es bailarina exótica y que dicta las reglas
del cabaret donde trabaja, lo que permite que sea la portadora de un vestuario fastuoso en tarima
mientras realiza su trabajo, pero que fuera de él, sea igualmente flamboyante (abrigos de piel,
pantalones de cuero, vestidos de colores metálicos, cabello largo y ondulado y los labios rojos
y brillantes), que se le suma a toda una performatividad en el tono y el timbre de la voz, gestos
rápidos y bruscos, que solo permiten la exhibición de vulnerabilidad en el momento en que se
presenta la única escena de sexo en pantalla. Por el contrario, la imagen virginal del interés
romántico de Emilio Varela (Valentín Trujillo) al principio de la película, se evidencia a través
del cabello corto, tonos pastel en el maquillaje y el vestuario, y el uso de una voz frágil y suave.
Este contraste de valores, por demás estereotipados, es importante ponerlo en contexto de lo
que significaba la representación de lo femenino en un entorno casi exclusivamente masculino,
como es el de la frontera y el contrabando.
Camelia (Ana Luis Peluffo) sostiene un rifle de asalto, vestida de cordobesa, luego de que lograron amedrentar a
unos contrabandistas rivales. Contrabando y traición (1977) de Arturo Martinez. Fotograma extraído de la
película para propósitos de esta investigación.
En La banda del carro rojo, el sentido norteño de la narración se ve reforzado con la
aparición de Los Tigres del Norte, interpretando en escena el corrido Contrabando y traición,
que había sido lanzado en 1974 y que, paradójicamente, dicha versión no aparece en la película
homónima. Esto permitió que ambas películas fueran percibidas como parte de un mismo
universo narrativo, sobre todo si se tiene en cuenta que ambas son precursoras de la
representación del narco como un valor positivo, de identidad regional y de rebeldía frente a lo
establecido dentro del contexto del wéstern norteño. Contrabando y traición, como pieza
musical, también puede ser percibida en el tiempo como una canción precursora de los
narcocorridos de los años 80. En la banda sonora de La banda del carro rojo también se incluye
la segunda parte del corrido Contrabando y traición, llamada Ya encontraron a Camelia, así
como el corrido homónimo de la película, un recurso que enlaza con la tradición de hacer de la
música un narrador omnisciente que mantiene el compás moral de la película y que es el que
le dicta a la audiencia que debe lamentar la muerte de los cuatro contrabandistas del carro rojo.
Los Tigres del Norte interpretando Contrabando y traición en el bar de Lino Quintana (Mario Almada). La
banda del carro rojo (1977) de Rubén Galindo. Fotogramas extraídos de la película para propósitos de esta
investigación.
“Mis compañeros han muerto, ya no podrán declarar, y yo lo siento sheriff porque yo no sé cantar”, son las últimas
palabras de Lino Quintana (Mario Almada) en La banda del carro rojo (1977) de Rubén Galindo.
En el caso de las películas más apegadas al género estadounidense, el caballo sigue
compartiendo espacio con medios más modernos como las motocicletas. A diferencia del grupo
anterior los elementos que definían al cowboy norteamericano como el sombrero tejano, el
pañuelo en el cuello, el chaleco, la pistola o las chamarras, aquí siguen teniendo una fuerte
presencia. También se siguen viendo las casas y poblados de madera que tanto habían
caracterizado al Viejo Oeste en el wéstern canónico.
En esta misma línea estética, que se apega al wéstern norteamericano, podemos situar al
wéstern colombiano, El taciturno. El protagonista de esta se cinta se muestra con el traje típico
de los vaqueros norteamericanos y el caballo como su principal medio de transporte. Sin
embargo, podemos mencionar elementos colombianos que se cuelan dentro de esta matriz
estética como la presencia de construcciones coloniales en tapia pisada y algunos edificios
modernos, así como un automóvil de modelo reciente para la época de la producción. Si bien
el vestuario se muestra apegado al wéstern norteamericano, elementos como ponchos, ruanas
y machetes dejan la impronta de una identidad colombiana.
Casas coloniales como elementos autóctonos que se cuelan en el wéstern colombiano. El taciturno (1971) de
Jorge Gaitán. Fotograma extraído de la película para propósitos de esta investigación.
Dentro de las películas que poseen una recreación de época en México, cabe mencionar
a Los hijos de Satanás, porque adopta una estrategia distinta, basándose en la caricatura para
hacer la representación. Fundada en la explotación de los estereotipos del wéstern
norteamericano televisivo, la película busca ubicarse dentro de una franja cómica de aventuras,
ambientada dentro de un cliché wéstern. Esta deformación de conceptos permite que se adopte
una estrategia estrafalaria respecto al vestuario, así como a la utilería. En el caso del primero,
el uso de una vestimenta más propia de un disfraz, nos recuerda que todo el tiempo que la
película no debe ser tomada en serio, mientras que la utilería comparte un nivel de iconicidad
que concuerda incluso con la representación que se da del wéstern en los cortometrajes
animados de Hanna-Barbera como Huckleberry Hound (1958 - 1960) o Quick Draw Mcgraw
(1959 - 1961).
Pelea en la casa de burlesque. Los hijos de Satanás (1972) de Rafael Baledón. Fotograma extraído de la película
para propósitos de esta investigación.
Década del 80
A pesar de que durante la época del 80 la brecha entre el número de producciones wéstern
colombianas y mexicanas continuó siendo evidente –3 y 33 cintas respectivamente– es
importante reconocer que Colombia añadió dos ejemplares más a la cantidad de cintas de este
género que venía reportando por década. Los filmes en cuestión son Canaguaro (1981),
dirigida por el chileno Dunav Kuzmanich, el remake del wéstern mexicano Tiempo de Morir
(1985), de Jorge Alí Triana y Técnicas de duelo: una cuestión de honor (1988) de Sergio
Cabrera. La cinta de Triana fue producida por la Compañía de Fomento Cinematográfico
(Focine), entidad pública creada a finales de la década del 70 para administrar el fondo de
fomento cinematográfico del país. México, por su parte, en medio de una gran crisis económica
heredada del gobierno de Miguel de la Madrid (Isis Saavedra, 2006), incrementó en más de
una decena la cantidad de producciones wéstern, en comparación con la década anterior.
Para la década de los 80 el wéstern colombiano supera la tendencia de replicar el modelo
norteamericano. En 1981 se produce Canaguaro, que resalta por ser el primer wéstern
colombiano filmado en color,40 además por reivindicar su carácter colombiano, tanto desde la
estética como en su narrativa. Canaguaro recrea un acontecimiento dentro de la historia
colombiana con cierta veracidad, la rendición de las guerrillas liberales en los llanos. Así
40 En México se filmaron wésterns a color desde la década de los sesenta.
mismo, el paisaje llanero marca una diferencia marcada con los wésterns que se habían hecho
en décadas anteriores. Desde su fotografía la cinta retrata los amplios pastizales y los rancheríos
con tejas de zinc y palma que no intentan copiar los poblados norteamericanos de un imaginado
Viejo Oeste.
El wéstern Canaguaro 1981), de Dunav Kuzmanich,
comienza con imágenes de archivo que contextualizan
a la cinta en la llamada Época de la violencia.
Fotograma extraído de la película para propósitos de
esta investigación..
La colombianidad en este wéstern se aprecia en sus
paisajes, arquitectura, pueblos y acentos de los
personajes. Fotograma extraído de la película para
propósitos de esta investigación.
Por su parte en Tiempo de Morir, solo evidenciamos algunos cambios con respecto a la
versión mexicana realizada por Arturo Ripstein en 1960. Como elementos propios colombianos
podemos mencionar la música vallenata en una de las locaciones y la arquitectura del pueblo
donde suceden los hechos. La historia escrita por el colombiano Gabriel García Márquez, y que
reflexiona sobre la venganza, parece adecuarse perfectamente a ambos contextos nacionales.
Sin embargo, en el caso de la película colombiana las locaciones en Honda, Tolima, al lado del
río Magdalena, la dotan de un característico tinte colombiano, del cual Aquileo Venganza y El
taciturno carecen.
Por otro lado, la cinta Técnicas de duelo utiliza la salvación del honor y, por supuesto el
duelo, como las dos herramientas que la conectan con el género wéstern. En este, su primer
filme de ficción, Cabrera narra lo absurdo que puede resultar un duelo provocado por una
historia de amor y desamor, enmarcado por la tensión bipartidista de los años 50 en el país. La
violencia por asuntos conectados con política es un tema que ya había aparecido en el wéstern
colombiano –con Canaguaro y Aquileo venganza– y que volverá a aparecer en las siguientes
décadas en wésterns como La sargento matacho, Pariente y Adiós al amigo.
En la cinta Técnicas de duelo (1988), el duelo con machetes le aporta algo de colombianidad a este atípico
wéstern. Fotograma extraído de la película para propósitos de esta investigación.
Durante los 80 el wéstern colombiano también se deja influenciar por otros géneros. El
cine bélico en el caso de Canaguaro, la comedia en el caso de Técnicas de duelo y el melodrama
en el caso de Tiempo de morir, permiten ver el surgimiento de una narrativa híbrida mucho
más latinoamericana. Vale anotar que en este camino ya México se había adelantado desde la
década del 50, cuando mezclaba wésterns con comedia, horror y misterio.
Sobre el wéstern mexicano de esta década, encontramos 6 cintas. Estas películas son:
Pistoleros famosos (1981), de José Loza, Lola la trailera (1985), de Raúl Fernández, El tres
de copas (1986), de Felipe Cazals, Con el odio en la piel (1988), de Rafael Villaseñor Kuri,
Pistolero a sueldo (1989), de Hernando Nem, y Las 7 fugas del capitán fantasma (1989) de
Gilberto de Anda. Lo anterior implica una reducción representativa del género respecto a
décadas anteriores. Situación que responde a las crisis que la producción mexicana atravesó
durante las últimas dos décadas del siglo XX y que Isabel Saavedra Luna identifica con el fin
de la industria cinematográfica mexicana (2006). Nuevamente los acercamientos a los
problemas de frontera y la migración ocupan gran parte de la muestra para esta década, dejando
atrás los dramas rurales herederos de la comedia ranchera de las décadas anteriores. A
diferencia del caso colombiano, la narrativa de este wéstern mexicano se aleja de una
concepción épica de la realidad para acercarse a una visión violenta y descarnada de las
problemáticas fronterizas que parecen agudizarse cada vez más.
Pistoleros famosos, es una de las cintas más icónicas del wéstern norteño con temáticas
narco. La importancia de esta cinta radica en que no solo cuenta con la presencia de los
hermanos Almada y Álvaro Zermeño, el actor principal de la también icónica El federal de
caminos, sino que además es una de las últimas grandes producciones del cine fronterizo. Lo
anterior se evidencia en el despliegue de locaciones, en la abundancia de personajes y
vestuarios de los personajes protagónicos. Cuando se revisan las cintas posteriores en las que
los hermanos Almada fueron protagonistas, se puede notar que poco a poco empiezan a abundar
las soluciones creativas en pos de aminorar los costos, como el uso de planos más cerrados,
repetición de tomas en una misma secuencia y la reducción drástica de locaciones.
De izquierda a derecha Fernando Almada, Mario
Almada y Álvaro Zerdeño. Pistoleros Famosos
(1981). José Loza. Fotogramas extraídos de la
película para propósitos de esta investigación.
Secuencia final antes de que Lucio Peña (Mario
Almada) sea asesinado por las autoridades corruptas
de la frontera. Pistoleros Famosos (1981). José Loza.
Por otro lado, El tres de copas resulta un largometraje distinto dentro del contexto de
producciones wéstern de la década. Por una parte, la película utiliza recursos estilísticos y
narrativos inusuales para el momento: una teatralización de toda la puesta en escena, un
personaje habla desde su presente mientras rompe la cuarta pared para contarle a la audiencia
la historia que transcurrirá en la película, la introducción de los personajes principales se hace
de manera desenfocada, mientras el narrador habla, aludiendo que éste posee una realidad que
transcurre por fuera de la realidad de la trama. A esta intrincada forma de narrar se le agrega el
uso de actores de tradición como Pedro Armendariz Jr. o actores que ya eran principales en las
telenovelas de Televisa, como es el caso de Humberto Zurita, Alejandro Camacho y Gabriela
Roel. La película fue nominada a cuatro premios Ariel por sus méritos actorales y
cinematográficos.
Humberto Zurita y Gabriela Roel en El tres de copas (1986) de Felipe Cazals.
Cambiando de película, Con el odio en la piel, narra los hechos desde la perspectiva de
las víctimas de racismo en EEUU por parte de la policía. La representación de este racismo
lleva a que se presente frente a cámara una serie de emplazamientos que resultan exagerados
aunque no necesariamente inverosímiles dentro de la trama. Esto le permite a la cinta jugar con
los límites de tolerancia del espectador a lo largo de la película. El asesinato de una mujer
embarazada de origen latino, la ejecución de campesinos mexicanos que acaban de cruzar el
Río Grande o el intento de violación del interés romántico del protagonista, son hechos que se
mezclan con críticas sociales vinculadas con el abuso de la policía. La película no pierde su
tono exagerado cuando en la escena final, muestra cómo por medio de un linchamiento, todas
las víctimas del corrupto sheriff colaboran para que el protagonista lo electrocute, mientras está
atado a una torre de energía.
Hugo Stiglitz interpreta al sheriff que está a punto de ser ejecutado por el personaje que interpreta Juan Valentin
en Con el odio en la piel (1988) de Rafael Villaseñor Kuri. Fotograma extraído de la película para propósitos de
esta investigación.
En esta década, la representación de la violencia como elemento auto justificado se
convierte en el vehículo para llevar a la construcción de una visualidad desapegada a los
principios de realidad del género, así como de la tradición narrativa de México. Mientras
Colombia, produjo un wéstern apegado a la representación de los referentes de su violencia
política; México buscó usar la violencia como un elemento narrativo, no necesariamente
gratuito, pero que en cierto modo, por la manera en como fue desplegado, se convirtió en
inconsecuente para los personajes, llegando incluso a la banalización de los efectos de la
violencia y a la relativización del papel que cumple la justicia en las sociedades donde
transcurren los hechos.
Década del 90
La década del 90 representa hasta ahora el momento más infructuoso para el wéstern de ambos
países. En Colombia no se produjo un solo filme del género. Esto se puede deber a la
desaparición del apoyo estatal tras la liquidación de Focine en 1993 o a un simple desinterés
por realizar películas bajo el esquema de este género. Por su parte, en México, con un total de
13 películas, la producción se redujo a más de la mitad con respecto al número de wésterns
realizados en la década inmediatamente anterior. Esto como resultado de dos eventos que
afectaron económicamente al cine mexicano. Por un lado, la aprobación en 1992 de la Ley
Federal de Cinematografía, lo que Saavedra (2006) llama “El tiro de gracia a la industria
mexicana” (P. 107). De acuerdo con la autora, con esta decisión se satisfizo la demanda de las
distribuidoras estadounidenses de que dicha ley fuera aprobada como condición para la firma
del Tratado de Libre Comercio, dejando a la industria mexicana en calidad de mercancía a
merced de la oferta y la demanda. Por otro lado aparece una nueva crisis económica que estalló
en 1994, durante los primeros días de la presidencia de Ernesto Zedillo, y que trajo consigo la
devaluación del peso mexicano (Humberto Banda y Susana Chacón, 2005).
De los 13 wésterns mexicanos realizados en la década de los 90, hemos podido visualizar
4 películas. Las cintas son: Policía rural (1990), Bandidos (1991), Vengar matando (1997) y
El chacal de la sierra (1998). Así como en la década anterior, la producción mexicana continúa
en estos años preocupándose por presentar problemáticas que le son contemporáneas, por
ejemplo, Policía Rural, Vengar matando y El chacal de la sierra, retratan el período de crisis
de legitimidad del PRI, evidenciando malestar y desconfianza a la institucionalidad por parte
del pueblo mexicano.
A nivel estético, los wéstern mexicanos de los 90 se distancian de la representación
tradicional del género a través del uso explícito de la violencia. No obstante, al mismo tiempo
se acerca al wéstern estadounidense a través de sus locaciones, muy similares a las canónicas
del género. Lo anterior se debe a que estas cintas fueron rodadas en el mismo espacio
geográfico que los wéstern norteamericanos: la árida frontera que divide los dos países.
En el filme Vengar Matando (1997), asistimos al linchamiento de uno de los delincuentes que azota a la población
donde se desarrolla la historia. El uso de la violencia explícita, la cual se convirtió en un recurso para ilustrar el
malestar de la gente hacia la institucionalidad en los 90, alcanza su punto máximo cuando el malhechor es
quemado vivo por parte de algunos lugareños al final de dicha secuencia. Fotograma extraído de la película para
propósitos de esta investigación.
Siglo XXI
El siglo XXI, más exactamente su segunda década, es importante porque trae consigo un
importante aumento en la producción del wéstern colombiano, esta es la primera década en la
que aparecen 6 cintas del género en cuestión en el país. Las cintas La Captura (2012), de Dago
García, La sargento matacho (2015) de William González, Malos días (2015) de Andrés
Beltrán, Pariente (2016), de Iván Gaona, Adiós al amigo (2019), del mismo director y Luz, la
flor del mal (2019) de Juan Diego Escobar, evidencian el creciente interés del país por este
género. Dos de las películas: Pariente y Adiós al amigo fueron realizadas por el mismo director,
lo que resulta inédito en el caso colombiano. Aunque el wéstern Adiós al amigo está pensado
como una serie de televisión –asunto también inédito en el país para este género– fue realizada
como si se tratase de una película, incluso su director en la entrevista que le realizamos para
esta investigación, se dirige a esta obra como una película. El hecho de que ya exista un mismo
director interesado en hacer énfasis en el wéstern, tal vez en un futuro nos permita ver la
evolución del género bajo una misma dirección.
Making of de Pariente (2016), Iván Gaona. Fuente:
Héctor Álvarez/La banda del carro rojo
producciones.
Making of de Adiós al amigo (2016), Iván Gaona.
Fuente: El Espectador.
Por primera vez en el wéstern colombiano se abordan una diversidad de temas que van
desde la representación de la violencia reciente en Pariente, hasta la reconstrucción de un hecho
tan lejano como la Guerra de los Mil Días en Adiós al amigo, tocando temas de amor y desamor
como en Malos días y Luz, pasando por una representación soterrada del conflicto armado
como en La captura. En estos años contemporáneos el wéstern colombiano trae nuevamente
una preocupación por detallar el contexto político del país, esfuerzo que permanecía poco
explorado, pues fue tratado con detalle solo en el caso de Canaguaro en la década de los 80.41
En la actualidad se presenta una visión crítica de la violencia entre liberales y conservadores
en La sargento matacho (2015), de la desmovilización paramilitar en el caso de Pariente (2016)
o de La Guerra de los Mil Días en Adiós al amigo (2019).
En esta segunda década del siglo XXI el wéstern colombiano retoma esquemas que se
había planteado el wéstern mexicano cincuenta años antes. Asuntos como una fuerte influencia
de la acción (como en La sargento matacho), la fantasía y el horror que lo hacen parecer un
neo-western42 (como en Luz, la flor del mal), la influencia del spaghetti western (como en
Malos días, Luz y La sargento matacho) y la inclusión de números musicales que eran inéditos
en el wéstern colombiano (como en Pariente). Así mismo, a nivel estético aparece por primera
vez la presencia de Santander como locación recurrente en dos cintas (Pariente y Adiós al
amigo), esta identificación del wéstern con un espacio geográfico determinado no había tenido
lugar en Colombia y sí en México.
Andrés Beltrán, director del wéstern colombiano
Malos días, en entrevista personal nos indicó que su
película está fuertemente inspirada por el spaghetti
western. Fotogramas extraídos de la película para
propósitos de esta investigación.
Ambigüedad moral en los personajes, violencia
explícita y una estética cercana a la de Sergio
Leone, hacen que malos días converse
directamente con el spaghetti western.
Queremos destacar que para esta época es que el wéstern colombiano comienza a beber
narrativa y estéticamente del spaghetti western. Luego de varias décadas de haber concentrado
41 Los wésterns Aquileo venganza y Técnicas de duelo tocaron el tema de manera más tangencial.
42 Forma de wéstern en la que prima la hibridación de géneros.
su adaptación al wéstern estadounidense, vemos que el wéstern colombiano con cintas como
Malos días, Luz y La sargento matacho, comienza a trabajar en la ambigüedad moral del héroe,
en la estética roída y descuidada en vestuarios y locaciones y en la violencia mucho más
explícita, tal y como lo hacía el spaghetti western, estas características se dejaron ver en México
varias décadas antes. El director de La sargento matacho, William González, nos expresó en
un correo personal enviado para esta investigación, que se inspiró en la violencia explícita del
wéstern de Sam Peckinpah (ver por ejemplo su wéstern The wild bunch), así como en la
ambigüedad moral de sus personajes.
Violencia explícita (protagonista embarazada es
baleada) en la cinta La sargento matacho (2015),
William González. Fotogramas extraídos de la
película para propósitos de esta investigación.
Así como en el spaghetti western, en La sargento
matacho vemos ambigüedad moral, estética sucia o
decadente en locaciones y vestuario, y sobretodo,
mucha violencia explícita.
Sobre el wéstern contemporáneo mexicano hemos podido visualizar 7 películas de las 26
identificadas dentro de las primeras dos décadas de este siglo. Las cintas visualizadas fueron:
El indio y el hacendado (2000), de Manuel Ramírez, Zapata, el sueño del héroe (2004), de
Alfonso Arau, Los entierros de Melquiades Estrada (2005), de Tommy Lee Jones, El Infierno
(2010), de Luis Estrada, Los últimos cristeros (2011), de Matías Meyer, Casa de mi padre
(2012), de Matt Piedmont y Sonora (2018), de Alejandro Springall .
No deja de ser curioso que mientras en esta década varios wésterns colombianos
comenzaron a indagar por acontecimientos que les eran contemporáneos, una parte del wéstern
mexicano gira su mirada hacia el pasado reflexionando sobre temas como la Revolución
Mexicana o las guerras cristeras que devienen hitos de la historia del país azteca. Sin embargo,
otras cintas como Los tres entierros de Melquiades Estrada, El infierno, Casa de mi Padre y
Sonora, ofrecen conexión con el contexto de su realización. Los tres entierros de Melquiades
Estrada y Sonora ponen en el centro de la discusión la migración ilegal a Estados Unidos y la
xenofobia. El infierno y Casa de mi Padre, por su parte, hacen una sátira de la violencia
producto del narcotráfico que se había recrudecido en las últimas décadas.
A nivel estético, esta década se presenta como ecléctica en la que se retoman elementos
visuales de la Revolución mexicana como las cananas, el sombrero de ala ancha y la
arquitectura de pueblos coloniales, a la par que elementos de la identidad norteña como el
sombrero tejano o los paisajes desérticos de la frontera, y así como elementos típicos del
wéstern canónico como chalecos, pueblos de madera o el tradicional traje de indio comanche.
Con la llegada del siglo XXI las corrientes que tan claramente se podían identificar en décadas
anteriores, comienzan a desdibujarse, permitiendo explorar simultáneamente los diversos
caminos que el wéstern mexicano había dibujado de manera separada en el pasado.
El Infierno (2010), filmada en la árida frontera que divide a México y Estados Unidos, es una de las películas que
se ocupa del narcotráfico como fenómeno en la sociedad mexicana. El sombrero tejano, los revólveres y los
paisajes desérticos, componen una suerte de leitmotiv en la estética de esta cinta.
Una mirada transversal
Recorriendo las décadas del 50 al presente, podemos concluir que el wéstern colombiano y el
mexicano comparten un interés narrativo por la trama de venganza, que con sustantivos
cambios se presenta en casi todas las películas de ambos corpus. La trama clásica y la
profesional aparecen esporádicamente, mientras que la trama de transición es ignorada por
completo.
A nivel narrativo, dos elementos separan el wéstern colombiano del mexicano. Por un
lado, desde sus inicios el wéstern mexicano se presenta como un género híbrido que recibe
influencias del melodrama y la comedia ranchera (y en ocasiones del suspenso). Mientras en el
género mexicano esta es una constante, en el colombiano el melodrama y la comedia se
presentan de manera sutil en algunas películas como Tiempo de morir, Técnicas de duelo, La
captura, Pariente y Adiós al amigo. Estas dos últimas dirigidas por Iván Gaona, llegan a esta
mezcla gracias a la influencia del cine mexicano de las décadas del 60 y el 70.
Entre las diferencias narrativas que distinguen al wéstern mexicano del colombiano
encontramos en el primero la preponderancia de los personajes femeninos, que si bien sólo en
un puñado de películas actúan como protagonistas, cumplen un papel más activo que la típica
damisela en peligro típica del género norteamericano. En el caso colombiano encontramos
algunos roles femeninos fuertes, como los de Rosalba en La sargento matacho, Uma en la cinta
Luz, o Emilia en Malos días. Estos personajes femeninos fuertes, suelen estar en conflicto con
los personajes masculinos en pugna por el poder o el control de la situación, lo mismo ocurre
con los personajes femeninos del wéstern mexicano. Por otro lado, la familia tiene un papel
fundamental en el wéstern mexicano, pero en el caso colombiano este elemento sólo aparece
en 4 de los 11 wésterns: Luz, Malos días, Pariente y en Adiós al amigo pasando a un segundo
plano en el resto de las películas. Otro elemento típicamente mexicano es la importancia dada
a la religiosidad, el catolicismo aparece presente con frecuencia en las películas mexicanas
mientras que extrañamente pasa desapercibido en muchas de las colombianas a pesar del
catolicismo vivo que se profesa en el país.
La música es clave dentro de varios wésterns mexicanos. Esto hace que abunden los
números musicales a manera de corridos tradicionales, corridos norteños o rancheras, muchas
veces interpretados por reconocidos cantantes como protagonistas. En algunas ocasiones toda
la trama se desarrolla a partir de un corrido, como en las cintas El rayo de Sinaloa, Los cuatro
Juanes, El caudillo, La banda del carro rojo o Contrabando y traición. En Colombia este
interés por la música aparece únicamente en una de las escenas de Canaguaro y en la película
Pariente, que como se mencionó con anterioridad retoma elementos del wéstern mexicano.
En México, la influencia del melodrama y otros subgéneros como el cine de frontera o
cabrito wéstern, hacen posible la creación de lo que hemos denominado la categoría de wéstern
no wéstern. En esta categoría los elementos arquetípicos del género estadounidense se
desdibujan casi por completo a través de la hibridación de varios subgéneros, sin embargo, a
pesar de esto en México se le conoce como wéstern. Contrario a lo anterior, en el caso
colombiano las películas aparecen más vinculadas al género canónico. En Colombia los
elementos de otros géneros no se hacen tan evidentes, las influencias del melodrama, el
spaguetti western, el horror, la fantasía o el cine bélico aparecen con mucha menos frecuencia
o de forma menos notoria.
No solo a nivel narrativo la hibridación del wéstern colombiano es poco frecuente, a nivel
estético los wésterns de este país también se apegan más a la estética canónica. Mientras en el
wéstern mexicano el vestuario, la escenografía y los muscle cars aparecen como elementos que
resaltan la identidad mexicana; en el caso colombiano, por el contrario, estos elementos
estéticos aparecen en escasas películas y no generan una unidad, sino que varían de un caso a
otro. Los paisajes y los trajes típicos del llano colombiano en Canaguaro, la arquitectura de
clima cálido en Tiempo de morir o la identidad y paisajes santandereanos en Pariente, Adiós
al amigo y Técnicas de duelo, así como algunos trajes campesinos en Aquileo venganza y La
sargento matacho, son los ejemplos en los que algo de colombianidad aparece atado a la
estética.
El wéstern mexicano posee la particularidad de presentar la frontera como un limbo
geográfico y jurídico. Es en la frontera que se tocan temas como el contrabando, el narcotráfico
y la migración. Ninguno de estos elementos forma parte del arquetipo del wéstern
norteamericano o el italiano, mucho menos del colombiano, cuya ubicación geográfica no
permite construir dicha identidad de frontera en sus wésterns. Existe una característica típica
del wéstern clásico y es la de trazar recorridos de sus personajes de pueblo en pueblo. Tanto en
el wéstern mexicano como en el colombiano esta característica es un poco escasa, sobre todo
en el caso colombiano. Para el caso mexicano tenemos a la cinta La Cucaracha, que por tratarse
de la Revolución Mexicana, persigue a las tropas en su campaña a través de distintos poblados.
Lo mismo ocurre con Zapata el sueño del héroe (2004). Otros wésterns mexicanos que relatan
el recorrido de pueblo en pueblo, son: El tres de copas (1986), El rayo de Sinaloa (1958), Los
hermanos de hierro (1961), El padre pistolas (1961), Los cuatro Juanes (1966), Todo por
nada (196), y El caudillo (1969). Dentro del wéstern colombiano encontramos el trasegar por
distintos terrenos, que difícilmente obtienen un nombre propio pero que se sitúan en zonas
aledañas a donde se dan las acciones principales, es el caso de Canaguaro, Adiós al amigo y
La sargento matacho. La identidad de los distintos poblados colombianos queda relegada al no
asignársele un rótulo o nombre a medida que los personajes los van recorriendo.
Es necesario anotar que ambas cinematografías giran en torno a la oposición entre la ley
formal y la informal. Esta oposición se encarna en la lucha de campesinos contra terratenientes
y revolucionarios, o guerrilleros contra el gobierno. Sin embargo, sólo en el caso mexicano esta
oposición de ley formal versus ley informal, toma forma de manera explícita en problemas
contemporáneos como el narcotráfico o el contrabando; lo anterior aún no aparece en el wéstern
colombiano, lo que nos resulta extraño tomando en cuenta que ambos países han sido afectados
de igual manera por el narcotráfico. Colombia ha explotado esta temática en cintas en torno a
la violencia que genera el narcotráfico, pero aún no se ha atrevido a atar el tema con el género
wéstern.
En conclusión, si bien ambas filmografías retoman elementos del wéstern clásico
estadounidense, es evidente cómo en México el wéstern sufre transformaciones más drásticas
respecto al género germinal. Allí se muestra más transformado tanto narrativa como
estéticamente, dejando ver matices de la identidad nacional. Si bien en Colombia en ocasiones
se pueden notar estos intentos de apropiarse y adaptar el género al contexto del trópico, los
esfuerzos no se ven consolidados en una tendencia tan marcada como la mexicana,
constituyendo casos aislados y en muchos ocasiones, adaptaciones un poco más apegadas al
wéstern canónico. Esta diferencia fundamental se puede deber a la historia cinematográfica de
ambos países, la solidez de la industria mexicana le ha permitido plantarse de frente al género
norteamericano y apropiarse de él de una manera más personal y particular, comparada con la
intermitente producción de wésterns colombianos e incluso con la intermitente producción de
cine colombiano, que aún lucha por consolidarse como industria.
Conclusiones de la cinematografía wéstern analizada en Colombia y México
Al terminar esta investigación hemos visto cómo los límites que parecen enmarcar la definición
del wéstern se hacen difíciles de identificar. Analizando su historia, notamos que se trata de un
género en constante evolución, desde sus orígenes en el cine mudo, hasta su época dorada en
los años cuarenta y cincuenta, pasando por las películas que se siguen realizando bajo la forma
de wéstern en nuestros días, forma que algunos han llamado el neo-western y en la que prima
la hibridación de géneros. Si bien algunos autores identifican el wéstern con un contexto
histórico en específico, una breve revisión nos permitió identificar que las bases míticas del
género, que aseguraron su éxito en Estados Unidos, no se limitan a un espacio geográfico e
histórico determinado; sino que por el contrario pueden reutilizarse y transformarse a distintos
contextos.
Es imposible desconocer que el wéstern sufrió un sincretismo cultural cuando se
introdujo a América Latina. Sin embargo, su mestizaje fue más allá y se fue integrando de
manera crítica a la narrativa nacional, construyendo un cuerpo sólido que puede hablar de una
manera de narrar más que de películas individualizadas que se ven reflejadas en un término
narrativo identificado por el medio. En otras palabras, se puede afirmar que sí hay una
cinematografía propia de un wéstern colombiano, así como la hay de un wéstern mexicano.
Conclusiones cinematografía wéstern colombiana
El wéstern colombiano ha hecho un intento por poner en escena las consecuencias de los
distintos conflictos políticos y armados del país. Lo anterior se ha visto reflejado en la pugna
por tierras, representada a través de la lucha entre campesinos y terratenientes, y en la
escenificación de contextos históricos, como la Guerra de los Mil Días, así como las distintas
fases del conflicto armado colombinao. El pasado representado por el wéstern colombiano dista
de aquel del wéstern canónico estadounidense, en el que se muestra el establecimiento de la
ley sobre las nuevas fronteras. Un elemento preponderante en muchos de los wésterns
colombianos es la inoperancia del Estado y la imposición de una ley informal sobre cualquier
intervención estatal. Más allá de la fundación mítica de un país, nos atrevernos a afirmar que
en los wésterns colombianos se indaga sobre los obstáculos en la conformación de una nación.
Más que la búsqueda de un sustento mítico de la identidad nacional, podemos ver en todas estas
películas la complejización de la misma.
Durante los años 60 y 70 Colombia solo realiza un wéstern por década, ambos bastante
apegados al modelo estético y narrativo del wéstern clásico estadounidense. Esto da un giro en
los años 80, cuando se aumenta el número de wésterns por año y por fin se logra superar la
réplica del modelo norteamericano. A partir de este momento, el wéstern colombiano comienza
a explorar sus propias temáticas (con especial énfasis en la violencia política y criminal del
país) y estéticas (jugando con locaciones, paisajes y vestuarios que podían identificarse como
propiamente colombianos). También a partir de los 80 comenzamos a ver el uso de cámara en
mano y los planos subjetivos. De los años 80 en adelante se puede ver más un apego al cine
mexicano que al norteamericano. Para la segunda década del siglo XXI, la producción de
wésterns colombianos aumenta de manera significativa –en comparación con todas las décadas
anteriores–. Cuando le preguntamos a los directores contemporáneos entrevistados por qué se
habían decidido a hacer un wéstern en dicha década, no argumentaron ninguna razón de apoyo
económico estatal que los haya hecho considerar esta opción. Al parecer, el aumento de
wésterns en Colombia obedece a intereses personales de los directores, en especial de los
jóvenes –tres de los 5 directores que realizaron wésterns en este momento son jóvenes– que
quieren apostar por un cine académicamente más formado.
Las entrevistas a directores y los grupos focales que realizamos para esta investigación,
nos permitieron comprender mejor el panorama. Varios de los directores nos explicaron el por
qué del bajo número de filmes con características de wéstern en el país. Según ellos, esto se
debe al bajo desarrollo técnico e industrial del cine colombiano y a la debilidad que tienen los
dramaturgos para construir guiones de género. Los grupos focales, por su parte, estuvieron de
acuerdo en que el poco número de wésterns colombianos también se debe al poco apoyo de
espectadores y fondos públicos al desarrollo de un cine de género. Muchos de los invitados a
los grupos focales insistieron en que el público colombiano ve más fácil cine de género
extranjero que nacional, a menos de que se trate de comedia, pues el cine colombiano ha hecho
suficientes comedias como para acostumbrar a su público. Por otro lado, los entrevistados
coincidieron en resaltar el papel de la ruralidad en el wéstern colombiano y la importancia de
la oposición entre ley formal e informal para la construcción de las tramas.
El wéstern colombiano hizo lo propio, aunque en menor medida que el mexicano, por
fusionar distintos tipos de géneros y así crear wésterns contemporáneos menos apegados a lo
canónico estadounidense, lo que podría llamarse neo-western. La comedia, la fantasía, el
horror, el cine de acción y hasta la influencia del spaghetti western, son algunos de los
elementos con los que podemos ver fusionado el wéstern colombiano. Todo lo anterior le
permite actualmente apostar por unos personajes mucho más complejos, con una ambigüedad
moral evidente que pone al espectador en aprietos, así como ofrecer una estética de la violencia
en vestuarios y locaciones. Esta complejidad narrativa está acorde con el relato histórico-
político del país, con la irrupción de un movimiento social que critica la performatividad del
poder y la arbitrariedad de la dirigencia política. Si bien estos no son valores canónicos
desarrollados recientemente, sí se puede afirmar que es en este momento donde se constituye
como un patrón narrativo de valor que lleva a extender las relaciones de representación y de
mirada crítica. Lo anterior, aunado al uso de una violencia mucho más explícita, lo acercan más
a la realidad del país que a la belleza limpia y perfecta del wéstern clásico norteamericano.
Conclusiones cinematografía wéstern mexicana
Desde la década del 50, el wéstern mexicano se caracteriza por la presencia de
problemáticas históricas como la Revolución Mexicana, la migración o el narcotráfico –aunque
en menor número– en las últimas décadas. En un principio el wéstern mexicano estuvo muy
apegado a las normas de la llamada Década de Oro del cine mexicano y a las historias que lo
vinculaban con la Revolución. Sin embargo, a partir de 1980 el wéstern en este país se usa solo
como una fuente estética, de la que el cine mexicano se apropia para contar sus propias
historias. El wéstern mexicano toma elementos del wéstern canónico sin apegarse a él, dando
lugar a lo que hemos llamado un wéstern no wéstern. La abundancia de wéstern mexicanos
permite la identificación de subgéneros como el zapata wéstern, que recrea eventos de la
Revolución bajo la forma del género; o el cabrito wéstern que con un bajo presupuesto presenta
problemáticas de la frontera, como el narcotráfico o el contrabando; finalmente, el chili
wéstern, que plantea una influencia fuertemente marcada del spaghetti western en la
construcción de sus personajes y tramas.
Existe un número muy significativo de wésterns mexicanos, tanto que fue imposible
abordarlos o visualizarlos todos para esta investigación. Sin embargo, su circulación es bastante
limitada, encontrar estas cintas es complejo, la mayoría de ellas están en el mercado negro de
la piratería en Ciudad de México. Algunas, las que son clásicas y que sobre todo cuentan con
estrellas, se consiguen en DVD, especialmente en la Ciudad de México y es complejo
conseguirlas todas en internet para la compra. Dada la alta producción de cintas wéstern en
México, podemos inferir que durante un largo tiempo se trató de un género al que se le dio
cierta importancia desde el punto de vista económico. Sin embargo, hoy en día se trata de una
cinematografía que ha ido perdiendo vigencia puesto que cada vez decrece más el número de
wésterns realizados en el país. A esto le sumamos que, con la categoría que hemos denominado
wéstern-no wéstern, el género se fue desdibujando hasta convertirse en algo diferente, más
cercano al cine de frontera que al wéstern como se le conoce mundialmente. El wéstern-no
wéstern aparece cuando el cine mexicano se acercó cada vez a los problemas de frontera, el
narcotráfico y la migración, dejando de lado a los tradicionales –y en muchas ocasiones
taquilleros– dramas rurales, herederos de la comedia ranchera.
A pesar de que existe un número muy importante de cintas wésterns mexicanas y de que
esto probablemente sea el reflejo de la importancia económica y cultural que pudo tener el
género en el país, con las lecturas que adelantamos para esta investigación nos dimos cuenta
de que se trata de una cinematografía poco valorada por la academia. Existen relativamente
pocos estudios académicos rigurosos sobre el wéstern mexicano, la mayoría de textos
referenciados son libros sobre cine mexicano que dedican una pequeña porción (a veces ni
siquiera un capítulo entero) a discutir sobre el género en cuestión. Por tratarse de un tipo de
cine muchas veces realizado con bajos presupuestos (con excepción de los que se realizaban
en la década del 60) y muchas veces distribuido de forma informal o ilegal, no se le ha dado la
relevancia académica que merece, de hecho, los apodos que le tienen en el país, dejan entrever
la concepción que se tiene de un género menor, al reducirlo llamándolo “cine de caballitos”,
“cabrito wéstern” o “Zapata wéstern”. Adicionalmente, al mezclar, en ocasiones, elementos de
la comedia ranchera, muchas de estas cintas son analizadas como tal y no como wésterns.
Conclusiones contrastando a ambos países
A diferencia de México, en donde el wéstern ha ido perdiendo vigencia, en Colombia el género
ha ido ganando terreno desde hace algunos años y la producción de cintas wéstern se ha logrado
con un poco más de frecuencia comparado con décadas anteriores al año 2000. Para la década
del 80, México comenzó a decrecer en el número de wésterns realizados por año (debido a la
crisis económica que atravesaba la industria de ese país), mientras que justo en esa década,
Colombia comienza a realizar un poco más de estas cintas. En la década del 90 ninguno de los
dos países tuvo un aumento o repunte en el número de producciones y del 2000 en adelante,
México continuó con la tradición de realizar wésterns, pero menos frecuentemente, mientras
que Colombia aumentó su producción.
Tanto el wéstern mexicano como el colombiano se inspiran en el wéstern
norteamericano. Ejemplo de lo anterior es que ambas narrativas usan el canon estético
norteamericano para contar historias arraigadas en su propio pasado y sus problemáticas
contemporáneas. Entre estos dos países, ha sido México el que más aportes de una identidad
propia le ha impreso al género. El wéstern colombiano se ha demorado en añadir elementos
propios de la cultura colombiana a este género. A partir de la década del 2000 esto comenzó a
cambiar y cada vez más se ven aportes colombianos a una cinematografía wéstern con
elementos diferenciadores. Todo lo anterior se debe a que el wéstern mexicano comenzó desde
mucho antes que el colombiano a realizarse con frecuencia (en Colombia aún no podemos decir
que se realiza con una consistencia sostenida), lo que le ha permitido ser más propositivo y
experimentar con fusiones culturales propias.
A la hora de poner en diálogo a las cinematografías wéstern de los dos países en cuestión,
vemos que México influyó de cierta manera en Colombia y que, con tan solo 11 wésterns,
Colombia difícilmente ha influido en el wéstern mexicano. La comedia ranchera, el frecuente
uso del melodrama y el uso de algunos números musicales (en la cinta Pariente), son señas de
la influencia mexicana que se ha dejado sentir en el wéstern colombiano. Por otro lado, ambas
cinematografías comparten intereses a la hora de realizar wésterns: el énfasis en la trama de
venganza (de acuerdo a la tipología planteada por Wright y que mencionamos en previos
informes), el conflicto central entre la ley formal versus la ley informal, así como el interés por
poner en escena hechos pasados de la historia nacional y sus consecuencias.
A la hora de diferenciar ambas cinematografías, son muchos los puntos que se pueden
identificar, pero quizás el más concluyente es que gracias a que México sí posee una industria
cinematográfica, sus wésterns han podido pasar por distintas etapas e ir evolucionando
narrativa y estéticamente. El solo hecho de que los wésterns mexicanos hayan pasado de tener
series completas con distintas secuelas, tendencias de protagonistas enmascarados,
diversificaciones de cintas de bajo y alto presupuesto y una corriente de lo que hemos
denominado el wéstern no-wéstern, hacen que la cinematografía wéstern de ese país sea mucho
más rica y madura.
Conclusiones de los ejercicios de cartografía de controversia y mapas resultantes
El método de cartografía de controversias nos permitió que como equipo de trabajo, no
cayéramos en reproducir la narrativa que ya estaba dada como válida por la academia
mexicana,43 la cual estaba concentrada, sin matices, en asumir a la producción wéstern del país
como una producción subalterna que trataba de reflejarse en la referencia de EEUU. Esto nos
permitió observar sin referencialidad la producción auto identificada (por directores,
productores y prensa) como wéstern, sin prejuicios, de manera que pudiéramos generar un
marco de comprensión mucho más amplio que nos ayudara a entender los matices que llegaban
a componer esa identificación.
En lo que respecta a los mapas de las cinematografías wéstern de México y Colombia, es
importante comprender que en ambos casos la afirmación de la existencia de una filiación al
género no está soportada por una perspectiva retórica que la relaciona con el tropo cultural
norteamericano, sino que es el resultado de una construcción propia, idiosincrática, que ha
permitido construir aspectos plenamente identificables que, en mayo o menor medida,
representan el tránsito de la apropiación del género como plataforma para construir algo más.
De ahí que las categorías que en cada país fueron agregando a sus sellos distintivos tuvieron
más eco que aquellas que las ubicaban dentro del cumplimiento obligatorio del género.
43 Importante recordar que no se hizo un ejercicio análogo con la academia colombiana, porque a la fecha aún no
existen académicos que hablen en específico sobre el género en el país, existen textos periodísticos o de
divulgación.
Los mapas que resultaron son la prueba de que el apellido que se le agrega al wéstern
en estos países, no es el reflejo de la adaptación sino que es el resultado de abrazar un conjunto
de formas que sirvieron en la pantalla para relacionarse con otra forma de representar el pasado
y el presente violento del país, como es el caso del wéstern colombiano, o como instrumento
que permite comprender la complejidad de vivir al otro lado de la frontera imperial, y estar en
tensión con una mirada que menosprecia desde el centro de poder, como es el caso de México.
Paradójicamente el cine wéstern colombiano, si bien tiene claros rasgos
representacionales de la idea de región, su producción y su diálogo con el medio, siempre se
ha dado desde la consciencia de centro, lo que quiere decir que, pese a no ser un género
narrativo que goza de gran popularidad, es un género integrado a la lógica del campo en el país,
haciendo que su marginación sólo sea performativa, no literal. Caso contrario a lo que ocurre
en México, que si bien en sus inicios sí se pudo afirmar que era un género integrado, que
competía cabeza a cabeza con el mayor estandarte de la visualidad mexicana cinematográfica,
la comedia ranchera, poco a poco fue perdiendo su estatus, su público se desplazó en muchos
casos a los EEUU y se fue convirtiendo a partir de este siglo, en un género abrumadoramente
regional, norteño, resistente a ser domesticado por el gran relato intelectual de la Ciudad de
México.
El conjunto de mapas que logramos construir a lo largo de esta investigación dan cuenta
de otra forma de percibir el efecto que tiene el cine en el territorio en el cual opera, esos mapas
son el resultado de comprender las configuraciones que matizan la producción de un género
que en Colombia y en México, al igual que en el resto de Sudamérica, terminaron construyendo
un acento, una representación y una mediación que resultaron propias, y que van más allá de
la construcción de un sistema de equivalencias, porque esas equivalencias no estaban
destinadas a ser solo identificadores de lo que se sustituyó para que tuviera sentido en cada
país, sino que hacen parte de la noción de propiedad que hace que el wéstern que tuvimos la
oportunidad de analizar, no aconteciera en México o Colombia, sino que distintivamente se
convirtió en en referencia del relato de país.
RECOMENDACIONES
Al hacer el ejercicio de balance de esta investigación, queda claro que el principal aporte que
este trabajo puede brindar a futuros investigadores, así como a la perspectiva de los análisis
fílmicos radica en la aplicación de un juego amplio de herramientas de análisis. Tener múltiples
herramientas de análisis –como en nuestro caso la cartografía de controversias, la lectura de
textos académicos, las entrevistas a directores, los grupos focales y la visualización de las
películas– permite comprender a los productos cinematográficos más allá de sí mismos, más
allá de considerarlos como objetos situados dentro de una tradición narrativa que tomó prestada
su nomenclatura de un referente cultural absolutamente identificado como es el wéstern
norteamericano.
La razón de esta necesidad de disponer de herramientas que permitieran más allá del
análisis tradicional, radica en que si como investigadores nos dejábamos arrastrar por la mirada
lógica que se basa en la afirmación de que la existencia de las películas era el motivo principal
para establecer una lectura comparada que debía buscar diferencias y semejanzas, estaríamos
sometidos a una perspectiva primordialmente estetizante. Esta perspectiva estaría, de entrada,
sometida a la idea de un género canónico que hacía de las expresiones creadas en Colombia y
México, como derivadas, subalternas, asumiendo entonces que el canon era hegemónico solo
por ser canon y no por el hecho de que fue establecido como tal dentro de un conjunto de
circunstancias no reproducibles, lo que implica que su carácter de referente no tiene por qué
someter al análisis de lo que ocurrió en Colombia y México, más allá de que se utilizara el
mismo término y se dieran algunas convergencias.
Utilizar un método de investigación descolonizante, en tanto a que no se suscribe a un
solo sistema de pensamiento o a una particular corriente de estudios, nos permitió comprender
que la circunscripción de película como wéstern en Colombia y México no constituía un hecho
estrictamente narrativo, sino que en ella están y estaban vinculadas razones de orden político,
social, cultural, que requerían ser atendidos de la misma manera. En otras palabras, al no
observar la película como una entidad autocontenida, sino como un producto que dialoga con
contextos y mediaciones, donde su evolución en el tiempo y la geografía la convierten en un
dispositivo social inserto en diferentes dinámicas culturales, nos permitió comprender que la
conversación de esta investigación estaba relacionada no solo con los análisis fílmicos, sino
también con otras disciplinas de la cultura visual, los estudios culturales y la teoría del arte.
Otra recomendación derivada de esta construcción metodológica amplia, es la adopción
de soluciones gráficas como parte de la construcción analítica. Aunque pueda sentirse como
una carga adicional de trabajo, la adopción de los mapas realizados, y las líneas de tiempo nos
permitieron confrontar las discrepancias que podría haber entre el material interpretado y lo
que había sido interpretado anteriormente por líneas académicas tradicionales. Tener la
oportunidad de visualizar y contrastar morfológicamente los mapas, así como leerlos a través
del tiempo que produjo el material de lectura, nos ayudó a comprender la manera en que fueron
afectadas las cinematografías de los países, pero también nos permitió comprender que había
una construcción narrativa divergente emitida desde la academia y la crítica mexicana, algo
que no pudimos comprobar en Colombia por ausencia de material.
Sin embargo, esta carencia fue superada al tener uno de los grupos focales
específicamente compuesto por profesores del medio colombiano. En dicha sesión quedó claro
que la alfabetidad para hablar está instalada, más no así los medios de difusión y un poco las
voluntades institucionales para poder hacerlo, lo que infortunadamente lleva a que la ausencia
de material sea interpretada como desconocimiento de la importancia que encierran este tipo
de productos, con consistencia aunque sin volumen, dentro de la construcción identitaria del
país.
Bibliografía utilizada para realizar la presente investigación
La siguiente bibliografía y filmografía fue utilizada para desarrollar los tres informes
que presentamos al FDC más el informe final.
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volumen 20. N°89 Enero-Marzo 2009, p.132.
Filmografía consultada para la presente investigación
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Gaona, I. (Dirección). (2019). Adiós al amigo. [Película].
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Mariscal, A. (Dirección). (1969). Todo por nada [Película].
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Martínez, A. (Dirección). (1964). Duelo en el desierto [Película].
Martínez, A. (Dirección). (1965). El zurdo [Película].
Martínez, A. (Dirección). (1977). Contrabando y traición: La historia de Camelia la tejana
[Película].
Martínez, A. (Dirección). (1979). Arma sangrienta [Película].
Martínez, A. (Dirección). (1997). Vengar matando [Película].
Martínez, A. (Dirección). (1980). El gatillo de la muerte [Película].
Medina, J. (Dirección). (1998). El chacal de la sierra [Película].
Méndez, F. (Dirección). (1955) ¡Vaya tipos! [Película].
Méndez, F., & Urueta, Chano. (1959). Los hermanos Diablo [Película].
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Novaro, T. (Dirección). (1976). El hijo de alma grande [Película].
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Oroná, V. (Dirección). (1958). El misterio del látigo negro [Película].
Peón, R. (Dirección). (1954). El águila negra en El vengador solitario [Película].
Peón, R. (Dirección). (1954). El águila negra en El tesoro de la muerte [Película].
Peón, R. (Dirección). (1958). El águila negra en La ley de los fuertes [Película].
Piedmont, M. (Dirección). (2012). Casa de mi padre [Película].
Portillo, R. (Dirección). (1980). Emilio Varela vs Camelia La Texana [Película].
Ramírez, M. (Dirección). (2000). El indio y el hacendado [Película].
Ripstein, A. (Dirección). (1966). Tiempo de morir [Película].
Rodríguez, I. (Dirección). (1959). La cucaracha [Película].
Rodríguez, I. (Dirección). (1961). Los hermanos de hierro [Película].
Soler, J. (Dirección). (1961). El padre pistolas [Película].
Springall, A. (Dirección). (2018). Sonora [Película].
Triana, J. (Dirección). (1985). Tiempo de morir [Película].
Urquieta, J. (Dirección). (1982). Contrabando Humano [Película].
Urquieta, J. (Dirección). (1983). El traficante [Película].
Urquieta, J. (Dirección). (1989). Tres veces mojado [Película].
Urueta, C. (Dirección). (1959). El jinete sin cabeza [Película].
Urueta, C. (Dirección). (1966). Alma Grande [Película].
Villaseñor, R. (Dirección). (1988). Con el odio en la piel [Película].
Zacarías, A., & Conrad, R. (Dirección). (1967). Los bandidos [Película].
Zacarías, M. (Dirección). (1966). Juan Colorado [Película].
Zacarías, M. (Dirección). (1966). Los cuatro Juanes [Película].
Entrevistas realizadas a directores para esta investigación
Beltrán, A. (2020, agosto 30). [Entrevista personal].
Escobar, J. (2020, octubre 18). [Entrevista personal].
Gaona, I. (2020, octubre 14)). [Entrevista personal].
García, D (Dago). (2021, febrero 18). [Entrevista personal].
Triana, J. (2020, octubre 29). [Entrevista personal].