Wittgenstein - La Modernidad, El Progreso y La Decadencia - Jacques Bouveresse

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El presente libro tiene dos enormes atractivos: versa sobre el más grande pensador del siglo XX, Ludwig Wittgenstein, y está magistralmente escrito por Jacques Bouveresse, un gran filósofo contemporáneo y profundo conocedor del filósofo vienés.Un filósofo tan rico y complejo como Wittgenstein necesita un presentador y comentarista que conozca a fondo el intrincado mundo cultural de donde provino y que comparta con él algunos de sus gustos y virtudes, algunas de sus fobias y sus manías y muchos de sus intereses. Wittgenstein tiene en Jacques Bouveresse al comentarista ideal. Gran conocedor de la cultura vienesa de fines del siglo XIX, Bouveresse es ese hermano- cómplice, ese discutidor inteligente, riguroso, honesto, exigente, que nos brinda en los ensayos recogidos en este volumen un retrato fidedigno e iluminador del autor del Tractatus y las Investigaciones filosóficas. La imagen que nos ofrece aquí Bouveresse abarca no sólo al Wittgenstein filósofo, sino también al intelectual de su tiempo, al Wittgenstein artista, al hombre desencantado por el progreso y la modernidad, al enemigo de la grandilocuencia y de las “explicaciones” en filosofía, al pensador irónico y feroz que revolucionó la filosofía anglosajona en la primera mitad del siglo XX y le imprimió un sello indeleble. Como señala el propio Bouveresse en el prefacio, no descubrimos a este personaje excepcional y complicado en las obras estrictamente filosóficas que Wittgenstein escribió con ánimos de publicar algún día, sino en sus escritos marginales, en sus observaciones variadas sobre la cultura de su tiempo, diseminadas en todos sus textos, y en las conversaciones y recuerdos recogidos por muchos de quienes tuvieron el privilegio de conocerlo personalmente y de tratarlo. El trabajo de investigación y de organización de datos sobre la persona y el pensamiento filosófico de Wittgenstein realizado por Bouveresse en los textos aquí reunidos es enorme, y la calidad de cada uno de sus esos textos está a la altura de la empresa que su autor se propuso realizar.

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  • Filosofa Contempornea

    WittgensteinLa modernidad,el progreso

    la decadencia

    JacquesBouveresse

    . . ERSIDAD NACIONAL AUTNOMA DE MXICO * INSTITUTO DE INVESTIGACIONES FILOSFICAS

  • INSTITUTO DE INVESTIGACIONES FILOSFICAS

    Coleccin: FILOSOFA CONTEMPORNEA

  • JACQUES BOUVERESSE

    WITTGENSTEIN:LA MODERNIDAD, EL PROGRESO

    Y LA DECADENCIA

    J uan C. GonzlezyMargarita M. Valds

    UNIVERSIDAD NACIONAL AUTNOMA DE MXICO INSTITUTO DE INVESTIGACIONES FILOSFICAS

    MXICO 2 0 0 6

  • B3376.W564B6518Bouveresse, JacquesWittgenstein: la modernidad, el progreso y la decadencia /

    por Jacques Bouveresse; traduccin Juan C. Gonzlez y Margarita M. Valds. Mxico, D.F.: UNAM, Instituto de Investigaciones Filosficas, 2006.304 p.Traduccin de: Essais. I, Wittgenstein, la modernit, le progrs 8c le dclinISBN: 970-32-3434-8

    1.Wittgenstein, Ludwig, 1889-1951 2. Filosofa Siglo XX I. Gonzlez, Juan C., tr. II. Valds, Margarita M., tr. III. Universidad Nacional Autnoma de Mxico. Instituto de Investigaciones Filosficas IV. t.

    Edicin original:Essais I. Wittgenstein, la modernit; le progrs et le dclin Textos reunidos y organizados por Jean-Jacques Rosat

    ditions Agone, Marseille, France, 2000

    Cuidado de la edicin: Laura E. Manrquez Composicin y formacin tipogrfica: Claudia Chvez Aguilar

    DR 2006, Universidad Nacional Autnoma de Mxico Instituto de Investigaciones Filosficas Circuito Mtro. Mario de la Cueva s/n,

    Ciudad Universitaria, Coyoacn, 04510, Mxico, D.F. Tels.: 5622 74 37 y 5622 75 04; fax: 56 65 49 91 Correo electrnico: [email protected]

    Pgina web: http://www.filosoficas.unam.mxImpreso y hecho en Mxico

    ISBN 970-32-3434-8

  • El presente libro tiene dos enormes atractivos: versa sobre el ms grande pensador del siglo XX, Ludwig Wittgenstein, y est magistralmente escrito por Jacques Bouveresse, un gran filsofo contemporneo y profundo conocedor del filsofo viens.

    Un filsofo tan rico y complejo como Wittgenstein necesita un presentador y comentarista que conozca a fondo el intrincado mundo cultural de donde provino y que comparta con l algunos de sus gustos y virtudes, algunas de sus fobias y sus manas y muchos de sus intereses. Wittgenstein tiene en Jacques Bouveresse al comentarista ideal. Gran conocedor de la cultura vienesa de fines del siglo XIX, Bouveresse es ese hermano- cmplice, ese discutidor inteligente, riguroso, honesto, exigente, que nos brinda en los ensayos recogidos en este volumen un retrato fidedigno e iluminador del autor del Tractatus y las Investigaciones filosficas. La imagen que nos ofrece aqu Bouveresse abarca no slo al Wittgenstein filsofo, sino tambin al intelectual de su tiempo, al Wittgenstein artista, al hombre desencantado por el progreso y la modernidad, al enemigo de la grandilocuencia y de las explicaciones en filosofa, al pensador irnico y feroz que revolucion la filosofa anglosajona en la primera mitad del siglo XX y le imprimi un sello indeleble. Como seala el propio Bouveresse en el prefacio, no descubrimos a este personaje excepcional y complicado en las obras estrictamente filosficas que Wittgenstein escribi con nimos de publicar algn da, sino en sus escritos marginales, en sus observaciones variadas sobre la cultura de su tiempo, diseminadas en todos sus textos, y en las conversaciones y recuerdos recogidos por muchos de quienes tuvieron el privile-

    PRESENTACIN DE LOS TRADUCTORES

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    gio de conocerlo personalmente y de tratarlo. El trabajo de investigacin y de organizacin de datos sobre la persona y el pensamiento filosfico de Wittgenstein realizado por Bou- veresse en los textos aqu reunidos es enorme, y la calidad de cada uno de sus esos textos est a la altura de la empresa que su autor se propuso realizar.

    Jacques Bouveresse es uno de esos extraos filsofos contemporneos difciles de ubicar de acuerdo con la distincin simplificadora que se hace en los mbitos acadmicos entre filosofa analtica y continental, pues aunque de hecho fue uno de los introductores de la filosofa analtica en Francia y tiene una obra impresionante dentro de esa tradicin, lo vemos moverse como pez en el agua cuando discute y examina a filsofos y temas situados a ambos lados de la frontera que marca aquella distincin. Bouveresse es un pensador original, erudito y penetrante, gran conocedor de los temas analticos, pero siempre abierto al dilogo y la discusin con otras tradiciones filosficas, as como con otros campos del conocimiento. Amigo del lenguaje sencillo y desmistificador, rechaza con vehemencia los discursos pretenciosos y las fanfarronadas filosficas. Prefiere la discrecin y el pudor, a la arrogancia y la estridencia, pero toma posicin sin titubeos ni disimulos sobre asuntos polmicos; puede parecer a primera vista conservador, prudente y reservado, pero es, sin duda, uno de los ms decididos defensores de los valores de la Ilustracin. Con tales caractersticas no es sorprendente que Bouveresse y su obra resulten difciles de clasificar y que, por lo menos fuera de Francia, se lo considere un autor raro.

    Algunas de sus obras han sido traducidas a diferentes idiomas, pero pocas al castellano. La idea de verter el presente libro en esta lengua no slo tiene por objeto subsanar esa deficiencia; tambin obedece al deseo de dar a conocer el pensamiento de uno de los ms importantes intelectuales europeos a un pblico amplio del mundo de habla hispana. Si bien la presente obra est escrita por una de las mayores autoridades sobre Wittgenstein, no slo est dirigida a los especialistas en la materia, sino al pblico culto en general que quiera conocer algunos aspectos centrales del pensamiento y la personalidad de Wittgenstein: su actitud hacia el progreso y la moderni

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    dad, hacia la ciencia y el arte, y la manera como repercute en l el hundimiento de la cultura vienesa que le toc presenciar.

    Jacques Bouveresse ha escrito ms de diez libros y cien artculos que le han valido una slida reputacin entre los intrpretes de la filosofa de Wittgenstein. Durante ms de veinte aos fue profesor en la Universidad de la Sorbona y actualmente es titular de la Ctedra en Filosofa del Lenguaje y del Conocimiento en el Collge de France, prestigiosa y tradicional institucin acadmica francesa.

    Para finalizar slo deseamos hacer una aclaracin. Para esta versin en castellano, en general nos hemos atenido a las traducciones existentes de los textos de Wittgenstein en este idioma. Sin embargo, en algunos pasajes nos hemos permitido modificar ligeramente las traducciones con el fin de mantener la fidelidad al original.

    Juan C. GonzlezyMargarita M. Valds

    Mxico, D.F., febrero de 2005

  • Los ensayos recogidos en este volumen tratan sobre aspectos del pensamiento de Wittgenstein que prcticamente no aparecen en los textos filosficos que l destin a la publicacin y que durante mucho tiempo han sido considerados relativamente marginales. El lector de sus escritos filosficos a menudo se pregunta, con una curiosidad que esos escritos no ayudan mucho a satisfacer, cul podra haber sido su actitud hacia el mundo contemporneo, cul habra sido su reaccin a los dramticos acontecimientos que sacudieron Europa y el mundo durante la poca en que vivi, y cules pudieron haber sido sus opiniones acerca de cuestiones que versan sobre la modernidad y el progreso, el arte y la literatura de ayer y de hoy, la moral, la poltica, la religin o la filosofa de la historia. Es de esta suerte de cuestiones de las que se ocupa principalmente este libro.

    A decir verdad, en la actualidad los aspectos sobre los que escribo aqu cada vez son menos ignorados y tienden, por el contrario, a adquirir una importancia creciente para cierta categora de lectores. Incluso llegan a ser tratados como si representaran al verdadero Wittgenstein o en todo caso al ms interesante, el cual, segn esto, se nos habra ocultado o habra sido ignorado por la mayora de los comentaristas autorizados y estara en vas de sernos revelado. Hasta el momento presente haba dos Wittgenstein: el primero, el del Tractatus (1921), el segundo, el de las Investigaciones filosficas (1953), una distincin cuya pertinencia, cabe decir, ha sido cuestionada por algunos. Pero tal parece que en adelante habra un tercero que no corresponde a una distincin entre diferentes filoso-

    PREFACIO

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    fas, sino a una oposicin entre la filosofa en general y un universo de preguntas y de respuestas que la trascienden, cuya obra est esencialmente hecha de cosas que no escribi, ya sea porque, segn la distincin que introdujo en el Tractatus, no las consider decibles, o porque no crea tener que hablar de ellas en el contexto de la investigacin filosfica, en el sentido en el que l la entenda, y no deseaba expresarse pblicamente sobre ellas a ttulo personal. Wittgenstein declar en alguna ocasin que no tena opiniones en filosofa. Pero hoy, a los ojos de muchos, parece ms importante conocer las opiniones que de cuando en cuando pudo formular sobre las ms diversas cuestiones, que comprender lo que consideraba realmente un problema filosfico y lo que trataba de hacer en filosofa.

    A primera vista parece razonable suponer que el mensaje que quera dejar a la posteridad reside en primer lugar en su obra filosfica y, con ms exactitud, en los textos que fueron concebidos explcitamente con el propsito de ser publicados. Pero tambin podemos sentirnos tentados a considerar, y sta es una tentacin a la que cedemos cada vez ms fcilmente, que lo ms importante e incluso tal vez lo ms filosfico se encuentra en otras partes, en los sitios en los que el hombre aparece tanto o ms que el pensador, en los que se libera de la reserva y la disciplina severa que se impone el filsofo al trabajar, tanto en lo concerniente a la eleccin de los temas que aborda, como a la manera de tratarlos, y se expresa de una forma a la vez ms libre y ms personal sobre una multitud de temas que se hallan aparentemente ausentes de su filosofa y que, al parecer, tambin podran estar ausentes de sus intereses. Qu hacer, para alguien que slo conoce su obra filosfica, de lo que a primera vista parece ser ese otro Wittgenstein, que no es accesible ms que en los mrgenes, a travs de observaciones dispersas en los manuscritos, las notas personales, los diarios (ms o menos) ntimos, los testimonios de quienes lo trataron personalmente y los trabajos de los bigrafos?

    Si la idea de un tercer Wittgenstein, puesta en circulacin recientemente, no me pareciera muy cuestionable por mltiples razones, podra decir que es se el Wittgenstein que me interesa en estos ensayos. Como se ver, su descubrimiento es, en realidad, todo menos reciente, y slo es tal para aquellos

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    que no saban, por ejemplo, que Wittgenstein daba a la tica una importancia por encima de todo lo dems, que en su filosofa no slo se ocup de cosas como la lgica y el lenguaje, que de ninguna manera era un defensor de la concepcin cientfica del mundo, al estilo del Crculo de Viena o de algn otro pensador, y que de ningn modo desdeaba los problemas ms importantes que la situacin mundial contempornea le plantea por principio a un filsofo. En relacin con ese tipo de temas, todos los buenos comentaristas han sabido qu esperar y lo han expresado con bastante claridad desde hace mucho tiempo. Lo nuevo es simplemente que hoy da disponemos de un nmero mucho mayor de documentos que nos permiten conocer ms el tipo de hombre que era Wittgenstein y lo que podra haber dicho sobre ciertos temas, si en general no hubiera elegido abstenerse de hablar de ellos en sus trabajos de filosofa. Tambin podramos decir que hoy en da se ha vuelto posible formarse una idea mucho ms exacta de lo que l mismo llam el espritu con el que escriba y la distancia considerable que separa ese espritu del de la corriente dominante de la civilizacin de su tiempo (lo cual probablemente tambin significa del espritu de nuestro tiempo) y, por desgracia hay que reconocerlo tambin, de la manera como su obra ha sido entendida por muchos de sus intrpretes que no por ello se han equivocado necesariamente sobre su contenido explcito.

    Wittgenstein consideraba como un error categorial y tambin como una falta de naturaleza tica el hecho de intentar hacer explcito el espritu mismo. Y, sin duda, no es una casualidad que no haya intentado hacer explcito el de su filosofa. sta no est hecha de dos cosas, lo que dijo y algo ms que quede por explicar y cuya explicacin hubiere de ser, si creemos lo que algunos dicen, una tarea que, en lo sucesivo, compete principalmente a los moralistas, a los crticos literarios y a los artistas, ms que a los comentaristas que han cometido el error de concentrar su atencin esencialmente en el contenido de su filosofa. Desde luego, no es reemplazando el estilo del comentario filosfico erudito por el del ensayo literario como podemos escapar del riesgo de equivocarnos tan gravemente como lo han hecho otros respecto del espritu con el que Wittgenstein quera que se le leyera. Durante mucho tiempo, la con

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    cepcin tpicamente deflacionista que tena de la naturaleza de la filosofa y la irona con la que sola tratar sus pretensiones tradicionales jugaron en su contra (entre la mayora del pblico filosfico, en todo caso). Pero, como era de esperar, hoy son aprobadas con entusiasmo por los que no creen en la filosofa, los que comparten la irona de Wittgenstein, aunque desgraciadamente no su pasin por los problemas filosficos ni tampoco su conviccin de que son importantes, y que toman sus deseos por la realidad cuando imaginan que si, como se suele suponer, Wittgenstein quera suprimir la filosofa, eso no podra ser ms que para la mxima gloria de la literatura, nica duea, a fin de cuentas, de las respuestas interesantes. A mi entender, sta es justamente una manera de equivocarse sobre el espritu de su filosofa, tan burda como la que consiste en tratarlo como un adorador de la ciencia o como un positivista simplemente un poco ms sutil que otros.

    Existe cierta irona en el hecho de que la primera obra que consagr por completo a Wittgenstein, La rime et la raison. Science, thique et esthtique chez Wittgenstein (1973), trataba precisamente sobre el tipo de cuestiones cuya importancia se reprocha hoy da a los comentaristas oficiales haber ignorado. Pero muchas cosas han cambiado desde entonces. El material en el que uno se puede apoyar para hablar de esta dimensin de su obra se ha enriquecido considerablemente, como dije antes, y hay una diferencia enorme entre lo que se sabe hoy y lo que se poda saber o slo sospechar en la dcada de 1970. A eso hay que agregar el hecho de que los estudios wittgenstei- nianos en general se han desarrollado en los ltimos decenios de forma sumamente notoria y lo han hecho en un sentido que, a mi parecer, es el de un progreso indiscutible e, incluso, en ciertos casos, espectacular. As, no sin titubeos, tomo hoy el riesgo de reeditar textos de los cuales el ms antiguo data ya de hace veinticinco aos. Mi nica razn para hacerlo es el sentimiento de que, aun teniendo en cuenta su relativa antigedad y todas las imperfecciones que contienen, hoy todava pueden resultar de alguna utilidad para la comprensin de la personalidad intelectual y de la obra de Wittgenstein.

    Por desgracia, era prcticamente imposible limitarse a reeditar los ensayos en su forma inicial. Tanto en razn de su

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    extensin, como en razn de evitar las interferencias y las repeticiones, hubo que suprimir y modificar de manera importante varias partes. Algunos de los captulos que aparecen a continuacin tuvieron que rehacerse a partir de materiales tomados a la vez de varios artculos originales. Este trabajo de revisin y edicin, a la vez ingrato y difcil, fue llevado a cabo enteramente, con notable buen sentido, habilidad y cuidado, por Jean-Jacques Rosat; por ello, es evidente que le debo agradecimientos especiales. Sin l, esta obra muy probablemente no habra visto nunca la luz y sus mritos, si, como lo espero, tiene algunos, seran seguramente mucho menores. Mi contribucin personal se limit a hacer la correccin de algunas inexactitudes, a escribir de nuevo ciertos pasajes que me parecieron poco satisfactorios en la actualidad y a aadir algunas precisiones y referencias que no aparecan en los textos originales.

    Quiero expresar tambin un agradecimiento particular a ditions Agone y a Thierry Discepolo, que concibi el proyecto ambicioso y valiente de reeditar en varios volmenes la mayor parte de los artculos, algunos de ellos difcilmente accesibles y otros imposibles de encontrar hoy da, que escrib durante un lapso que abarca alrededor de treinta aos. Si he querido empezar con este conjunto de trabajos sobre Wittgenstein, ciertamente no es con el mero propsito de recordar que los comentaristas ms antiguos no siempre ignoraron lo esencial; es tambin porque algunas de las cosas que se pueden leer desde hace algn tiempo sobre Wittgenstein me hacen pensar, justamente, que quiz sea tiempo de tratar de volver a ellos.

  • ]LOS LTIMOS DAS DE LA HUMANIDAD*

    S, a pesar de codas las pruebas en contra, Kakania fue quizs, despus de todo, nn pas para genios; y sin duda esa tambin fue su mina.

    Robert Musu.L

    Los hombres normales son para m una bendicin y una tortura al mismo tiempo.

    Lunwo Wi ttgensiein

    Hablar de la vida de Wittgenstein es, en cierto sentido, casi tan difcil y problemtico como hablar de su filosofa, pues Win genstein pertenece a la generacin de desarraigados a quienes escribe Stefan Zweig no les fue permitido gozar de eso que podemos convenir en llamar una vida:

    Frecuentemente me sucede que, cuando menciono aturdidamente Mi vida, me pregunto a pesar mo:MCul vida? La de antes de la guerra mundial, la de antes de la primera o la de antes de la segunda, o bien la vida actual? Y de nuevo me sorprendo diciendo: Mi casa4', sin saber inmediatamente a cul de todas las del

    *E1 ttulo de este texto idntico al de la gran tragedia de Karl Kraus sobre la Primera guerra Mundial (Dt Letzten Tage der Menschett) me lia parecido especialmente apropiado para lo que sucedi en Viena entre 1900 y 1920. La, versin para el teatro, establecida por Kraus, se volvi a publicar cu francs en 2000: Rarl Kraus, Lis Oemiers j&urs d l'hvmanit, con una introduccin de Jacques Bouveresse y una nota final de Gerald Stieg.

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    pasado me refiero; acaso se trata de la de Bath, de la de Salzbur- go o de la casa de mis padres ti Viena? O tambin diciendo "mi lien a y sintindome obligado a recordar con pavor que* para la gente de mi patria, desde hace mucho tiempo yo pertenezco tan poco a ella, como para los ingleses o para los estadounidenses, ya que no tengo ligas orgnicas all> ni tampoco me he integrado jams completamente aqu; el mundo en el que crec y el mundo de hoy, junto con el mundo entre esos dos, se disocian cada vez ms dentro de mi manera de sentir en mundos totalmente diferentes.j

    Tal como lo hizo Zweig en la poca de la Segunda Guerra Mundial, Wiltgensteiri podra haber escrito:

    Pero nosotros [ . . . ] , qu no hemos visto, qu no hemos sufrido, qu no hemos vivido, nosotros? Hemos recorrido, de principio a fin, el catlogo de todas las catstrofes que no se pueden sino imaginar (y todava no se ha escrito la lLima pgina). Solo yo he sido contemporneo de las dos guerras ms grandes de la humanidad y hasta viv cada una de ellas en un frente diferente: una en el frente alemn y la otra en el frente antialeniii; Conoc, en el periodo precedente a la guerra, el grado y la forma ms elevados de la libertad individual y, despus, su nivel ms bajo desde hace cientos de aos; he sido celebrado y proscrito, libre y privado de la libertad, rico y pobre.2

    Pero el caso WiUgenstein presenta, desde esta perspectiva, al menos dos peculiaridades sorprendentes. Por un lado, su obra filosfica parece, de entrada, completamente desprendida de sus orgenes austracos, de los sucesos de su vida privada, de sus problemas personales y de todos los grandes temas de la actualidad. Por otro lado, su obra filosfica ha sido anexada e integrada" casi completamente al mundo anglosajn, donde ha encontrado a la mayor parte de sus intrpretes autorizados y de continuadores oficiales y donde ha ejercido, hasta el da de hoy, lo esencial de su influencia. Para una buena parte del pblico, WiUgenstein contina siendo el inspirador de dos

    1 S. Zweig, Le Monde d'hier. Souvenirs dun Europen, p. 11.2 Ibid., pp. 12-13.

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    movimientos que no tienen prcticamente nada que ver con la gran tradicin filosfica alemana y que casi no tuvieron continuidad en Europa: el neopositivisrno lgico y la filosofa del lenguaje ordinario.

    Ahora bien, sobre estos dos punios, la idea que habitualmente tenemos de WitCgenstein y de su filosofa requiere ser revisada seriamente. Hay que observar, en primer lugar, que el autor del Traclatus fue ciertamente lodo lo contrario a un hombre que rehuye sus compromisos. Uno de los rasgos ms sobresalientes de su personalidad fue, al contrario, su preocupacin constante por no aprovecharse de su posicin de hombre rico (l fue rico durante algn tiempo) o de intelectual para eludir las obligaciones y el sometimiento que las vicisitudes de una poca turbulenta impusieron a los hombres de su generacin. En ninguna circunstancia fue de los que piensan poder estar por encima de la refriega. Su actitud durante la Primera Guerra Mundial, a la que se enlist como voluntario en el ejrcito austriaco, es muy reveladora en este sentido: Wittgen- stein fue un austriaco patriota, cuyas convicciones y reacciones estaban lo ms alejadas posible de las de su maestro y amigo Bertrand Russell.3 No hay ninguna duda de que, al igual que la mayora de los intelectuales de su mismo medio social de origen, Witlgenstein qued profundamente marcado por el derrumbe poltico, econmico y cultural del imperio austro- hngaro. En 1921 escribi a Russell desde Tratlenbach, donde acababa de comenzar una experiencia bastante penosa como maestro rural, la cual durara hasta 1926 en diferentes pueblos del noreste de Austria: Tiene usted razn: la genle de Tralten- bach no es peor que el resto de la especie humana; pero lo que s es verdad es que, en Austria, Trattenbach es un lugar particularmente insignificante, y que, desde la guerra, los auslriacos

    3 Sin embargo,'l\ay que observar que si bien se opona firmemente a que Inglaterra entrara en guerra contra Alemania, Russell no estaba por principio ni en general contra la guerra, y tampoco era incapaz de dejarse sugestionar por la propaganda nacionalista en sus juicios sobre Rusia, por ejemplo-. Pensaba que una guerra puede estar justificada si logra contribuir al avance de la civilizacin, pero que una guerra entre dos naciones al lamente civilizadas como Inglaterra y Alemania slo poda ser un absurdo.

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    han cado tan increblemente bajo, que da pena siquiera hablar de ello"4 (RICM, p. 97 [99]).*

    El nimo con el que Wittgenstein particip en el movimiento de reforma pedaggica de los aos veinte fue, es cierto, bastante especial y corresponde a una actitud que encontramos en l de manera muy constante: se trata tanto de un deseo de mortificacin y de ascetismo personal como de una voluntad de participar en una tarea social de reconstruccin en un pas devastado por la guerra y profundamente marcado por la derrota. Wittgenstein escriba a Keynes en 1925:

    * Me decidido seguir siendo maestro mientras sienta que los inconvenientes que esto me acarrea puedan hacerme algn bien. Si te duele una muela, es bueno aplicarte en la cara una bolsa de agua caliente, pero esto slo funcionar mientras el calor de la bolsa te cause un poco de dolor. Har a un lado dicha bolsa en cuanto descubra que ya no me proporciona esa especie particular de dolor que puede hacerle algn bien a mi carcter. Siempre y cuando la gente de aqu no me eche a la calle antes de que llegue ese momento. (RKM, p. 122 [112])

    Al igual que en 1914, Wittgenstein no contempl pasar los aos de la Segunda Guerra Mundial en una especie de torre de marfil filosfica. Trabaj primeramente, desde noviembre de 194 J hasta abril de 1943, como porLero de hospital, y enseguida como ayudante de laboratorio, hasta la primavera de 1944. Por cierto, sera instructivo hacer una lista completa de oficios que desempe a lo largo de su existencia, sin mencionar aquellos que contempl asumir ms o menos seriamente en diferentes momentos, pues, en particular, pens convertirse en monje, mdico y director de orquesta. Es bien conocido que Wittgenstein no consideraba como trabajos totalmente "decentes" la profesin de filsofo ni la de universitario en general; en cierto sentido, hubiera preferido identificarse con cualquier otra profesin en lugar de sa. Bartley observa que, en Lodas las ediciones del Wiener Adressbuch de 1933 a 1938,

    1 Vase Russell, Autobxographie, vol. II, pp. 138-1 39.*En general, los nmeros entre corchetes corresponden a tas ediciones de

    las obras en castellano. | N. del t ]

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    l figura as: Dr. Ludwig Wittgenstein, profesin; arquitecto' (BAR, p. 23 [29]). En 1939, ao en que sucedi a Moore en la ctedra de filosofa (que abandonara en 1947), le escribi a Eccles: Haber obtenido el puesto de catedrtico es muy halagador y todo lo que uno quiera, salvo que quizas me hubiera convenido bastante ms obtener un trabajo que consistiera en abrir y cerrar barreras para controlar el trfico vehicular. Mi posicin no me procura ningn entusiasmo (excepto el que mi vanidad y mi estupidez encuentran en ella de vez en cuan- do)".5

    Sin embargo, quizs sea exagerado decir que, a diferencia de los filsofos anglosajones, Wittgenstein debera ser considerado como un genio integral y autnticamente vienes que ejerca sus talentos y su personalidad en la filosofa, entre otras cosas, y que simplemente se encontr viviendo y trabajando en Inglaterra (JT, p. 22 [24]). Por un lado, esto nos lleva a minimizar excesivamente la aportacin del medio ingls, sin la cual resulta patente que \ filosofa de Wittgenstein no se puede concebir. Por otro lado, dadas la importancia de su obra filosfica y la manera en que l se entreg a ella, es desde luego imposible admitir que Wittgenstein simplemente haya practicado la filosofa entre otras cosas: parece innegable que en la poca del Tmctatus y, de nuevo, a partir de 1929, se entreg a esLa disciplina con una pasin casi exclusiva. Escribi a Russell en 1912: No hay nada ms maravilloso en el mundo que los verdaderos problemas de la filosofa (RKM, p. 14 [20]), y en 1942 le comunicaba a Malcolm su pesar por no poder, por razones internas y externas, hacer filosofa, pues es el nico trabajo que me ha dado una satisfaccin real. Ninguna otra ocupacin me levanta realmente el nimo." (M, p. 349).

    Se ha dicho que Wittgenstein fue un smbolo de una'po- ca turbulenta, que describi esa edad de la ansiedad', esa 'edad de la sed' mejor que nadie ms; mejor que los poetas, mejor que los novelistas.6 Sin embargo, aparentemente no se encuentra ningn rastro de una '-descripcin de este tipo en

    5 W Eccles, Some Lecters of Ludwig Wiitgenstein, i 912 1939'*, p. 65.B Vase J. Ferraier Mora, Wugensein, a Symbol of Tvouhled Times",

    p. 115.

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    vSus obras; sus obras no contienen prcticamente nipguna alusin a Jas "cuestiones de circunstancia cuyo desarrollo, en nues: Iros das, Jiac ocasionalmente las veces de filosofa"*7 No hay nada en el Trctatus ni lo cual es todava ms sorprendente en su Diario filosfico 1914-1916. que refleje de manera directa o indirecta las muy particulares circunstancias en las que Wittgenstein redact el manuscrito definitivo de su primera obra (terminada en agosto de 1918). Y quizs slo Ja alusin a la "oscuridad de este tiempo", que aparece en el prefacio de las Investigaciones filosficas> podra llevarnos a recordar que Witlgenslein escribi esa obra en 1945. Esto no impide que su obra sea, con su apariencia de impasibilidad e intemporalidad, probablemente ms actual y ms representativa de nuestra poca que aquella de los autores que Ferrater Mora llama "los pesimistas profesionales, y que tambin sea, en ciertos aspectos, incomparablemente ins radical y destructora que la de la mayora de los filsofos que se han especializado de manera explcita en la radicalidad y la destruccin.

    A fines de los aos 1920 Wittgenstein comenz una escultura en el taller del escultor Drobil, de quien se haba hecho amigo durante su cautiverio en Monte Cassino.

    Se trata escribe von Wriglil de la cabeza de una jovencita. Los rasgos tienen la misma belleza terminada y apacible que encontramos en las esculturas griegas del periodo clsico y que parece haber sido el ideal de Wittgenstein. Hay, en trminos generales, un fuerte contraste entre la inquietud, la bsqueda y el cambio continuo en la vida y la personalidad de Wittgenstein, y la perfeccin y la elegancia de su obra terminada. (VW, p. 11)

    ste es probablemente uno de los elementos que hacen tan difcil la comprensin correcta de la obra de Wittgenstein: proviniendo de un hombre tan poco clsico en Lodos aspectos, el clasicismo aparente de esa obra tiene algo de extremadamente desconcertante. La claridad y el rigor en sus escritos son resultado de un esfuerzo y una ascesis despiadada, que la forma final (a la que Wittgenstein raramente llegaba) no siempre nos permite adivinar. Y es, por supuesto, una de las razones por

    7 Vase G.O. Granger, Wittgenstein, p. 6.

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    las que Wittgenstein puede parecer a primera vista tan poco vienes y tan tpicamente anglosajn.

    En lo que toca a sus relaciones con el mundo anglosajn, sabemos que Wittgenstein nunca estuvo naturalizado por completo y que tampoco estaba muy satisfecho al constatar que, por el contrario, su filosofa lo estaba casi completamente. Aunque haya tenido buenas relaciones con filsofos tan tpicamente anglosajones como Rsseil y Moore, Wiltgenslein manifiestamente nunca esper poder ser del todo comprendido por ellos y l mismo protest, por lo menos implcitamente con su silencio, contra las malas interpretaciones de su obra que eran resultado de su apresurada e injusta integracin a una tradicin filosfica extranjera, de la que apenas nos comenzamos a dar cuenta hoy estuvo hasta el final muy alejada.

    En 1924, Ramsey escribi a Keynes, respecto de Wiltgen- stein:

    Prefiere Viena a Cambridge, a menos que tenga una razn especial para ir a Cambridge, lo cual slo podra ser para ver gente. Son pocas las personas a las que desea ver en Inglaterra; con Rus- sell ya no puede hablar, entre l y Moore hay un malentendido, y de verdad no le quedan ms que t y Hardy, y quizs Johnson, a quienes quisiera ver especialmente. (RKM, p. 117 [107])

    Como lo advierte Bartley, el caso de WittgensLein es un tanto diferente del de los emigrados austracos y alemanes que lucieron realmente su vida en otro lado:

    Wiltgenslein no era [... J uno de esos intelectuales de lengua ale mana que emigraron de Alemania o de Austria siendo relativamente jvenes y que se establecieron en un pas anglfono. Dado el gran nmero de personas que abandonaron Alemania durante los trastornos polticos y econmicos de los anos 1920 y 1980, los estudiosos se inclinan a clasificar a Wittgenstein junto a emigrantes de este tipo, emigrados como Rudolf Carnap y Herbcrt Feigl en Estados Unidos o Friedrich Waismann en Inglaterra. Wil.fgen- stein perteneca a una generacin anterior y a una dase diferente, era miembro de la alta burguesa internacional de antes de la Primera Guerra Mundial, y el ingls no fue una lengua que LuvO'que adquirir en la edad adulta; por su educacin tena, como muchos

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    otros miembros de su dase y de su familia, un dominio det ingls y del francs tan bueno como el del alemn.8 (BAR, pp. 21-22 [30])

    De nuevo, segn Bartley, quien se dio a la tarea de hacer la cuenta exacta, entre 1908 el ao en que estuvo por primera vez en Inglaterra y 1951 el ao de su muerte, Wittgenstein pas en su pas de adopcin un total de menos de 19 aos. Muchos testimonios indican que l rio apreciaba especialmente el modo de vida britnico y menos an, en particular, las costumbres universitarias de ese pas; y Bartley seguramente tiene rzn al subrayar que, propiamente dicho Wittgenstein nunca se instal'1 en Inglaterra. Independientemente de lo que se haya podido decir o escribir sobre este asunto, es evidente que las dificultades de adaptacin que Wittgenstein experiment no se debieron nicamente a las singularidades y excentricidades que le conocemos bien al personaje, sino tambin a razones culturales extremadamente profundas. No obstante, de lo anterior no se debera concluir que Wittgenstein se senta completamente en casa cuando estaba en su ciudad y su pas de origen, cualesquiera que hayan sido las razones, familiares y de otros Lipos, que tuvo para volver ah regularmente; y es muy probable que de todas maneras nunca hubiese logrado instalarse realmente en ningn lado.

    H Notemos, sin embargo, que aunque Carnap en efecto perteneca a otro nedio y a otra clase social que Wittgenstein lo cual es, efectivamente, un demento determinante es difcil decir que fuera una generacin posterior pues solamente tena dos aos menos que Wittgenstein y adems emigr a diarios Unidos en 1936, es decir, a la edad de 45 anos). Carnap adquirira la lacionalidad estadounidense apenas en 1941, mientras que Wittgenstein se labia hecho ya ciudadano britnico al momento de) Anschluss. La compara- in interesante sera, ms bien, entre Wittgensurin y Popper, que tena trece os menos que el autor del Tractatus, que era un emigrado poltico judo ple- lamente tpico, que se adapt incomparablemente mejor que Wittgenstein al nodo de vida ingls y realmente hizo de Inglaterra su nueva patria: Antes de [lie nos furamos a Nueva Zelanda, me haba quedado en Inglaterra durante nos nueve meses en total, lo cual fue una revelacin y una inspiracin. La onestidad y la decencia de la gente, as como su alio sentido de responsabili- ad polLica me impresionaron muy fuertemente" (K. Popper, La bsqueda sin rmme, p. 154 [la paginacin es de la versin en francs]).

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    Al igual que la mayora de los intelectuales que conocieron las ltimas dcadas de la monarqua imperial, la actitud de Wittgenstein frente a lo que Stefan Zweig llama "el mundo de ayer1 debi contener simultneamente'el sentimiento nostlgico de haber vivido en un periodo excepcional, definitivamente caduco, y la conviccin de que esa poca brillante, artificial y contradictoria de todas maneras estaba inevitablemente condenada. Es evidente que el pesimismo, el fatalismo, por no decir el catastrofismo, el voluntarismo, el individualismo tico y el apolitismo, no constituyen, en Wittgenstein, caractersticas estrictamente individuales. stas tambin deben explicarse en funcin del medio social e intelectual tan particular en el que pas su juventud. Claro est, la idealizacin retrospectiva y el arrepentimiento no son, para nada, actitudes wittgensleinia as. Todos los testimonios apuntan a que su juventud fue, en su conjunto, profundamente infeliz; y Viena ciertamente nunca fue para l la ciudad donde daba gusto vivir. Parece haber considerado la Primera Guerra Mundial como una oportunidad que el destino o la historia le ofrecan para poner fin a su vida, y recibi la Segunda como la sancin inevitable, y hasta cierto punto deseable, al egosmo y la inmoralidad del hombre y de la sociedad contempornea.

    Para quien acepta leer entre lneas y leer algo ms que los textos cannicos, la obra de Wittgenstein aparece impregnada de una atmsfera de fin del mundo o, al menos, de fin de un mundo, !a cual se manifiesta sobre todo en la seleccin de epgrafes y en los prefacios (vase, por ejemplo, Observaciones filosficas)i.9 El autor del Tracatus se comport toda su vida como si un demonio personal lo hubiera condenado a realizar una tarea que ya no es posible en el mundo actual. Tena, nos dice von Wright, la sensacin de escribir para hombres que pensaran de manera muy diferente que los hombres de hoy y que respiraran un aire distinto del de stos (VW, pp. 1-2). Sin embargo, debemos hacer notar que en su obra no se encuentra ni la menor huella de la nostalgia del pasado o del mesianismo proftico^que caracterizan ciertas filosofas tpicas de hoy. La razn esencial que explica esa actitud se halla probablemente

    a stos aparecen citados en

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    en un pasaje de las Observaciones sobre los fundamentos de la ma temtica, en el cual WiltgensLein expresa su conviccin de que una Filosofa nueva puede encontrar su lugar en un mundo nuevo, pero no puede preverlo ni hacerlo nacer:

    La enfermedad de una poca se cura mediante una transformacin del modo de vida de las personas, y la enfermedad de los problemas filosficos slo podra curarse mediante un modo de vida y de pensar transformados, no por una medicina que inventara algn particular.

    Piensa que el uso del coche produce y fomenta ciertas enfermedades y que la humanidad ser acosada por esta enfermedad hasta que, por una causa u otra, como resultado de algn adelanto, abandone otra vez ei hbito de conducir, (OSFM, p. 106)

    iDesde este punto de vista, la problemtica y el diagnstico filosficos que se presentan habitualmente son parte de la enfermedad misma y no parle de los medios de curacin. En otras palabras, la famosa observacin de las Investigaciones filosficas segn la cual la filosofa "deja lodo como esL (IF, 124), aunque puede ser interpretada indirectamente como una condena radical de ciertas formas de miJitanLisrno y de activismo tericos con los que los filsofos se atribuyen un papel y una importancia que no tienen y no pueden tener, no tiene nada que ver con el conformismo y la aceptacin pasiva de lo que es el caso.

    Como lo observa Zweig:

    Para Lodos los intelectuales Rusia se haba convertido, a partir de la revolucin bolchevique, en ei pas ms fascinante despus de la guerra, un pas que, sin tener conocimiento exacto de los hechos,

    "era el objeto tanto de la admiracin entusiasta como de la hostilidad fantica. Nadie saba con certeza gracias a la propaganda y a la contrapropaganda igualmente agresiva lo que suceda all; pero se saba que ah se estaba intentando algo realmente nuevo que poda ser determinante, para bien o para mal, para la forma futura de nuestro mundo, Shaw, Wells, Barbusse, Istrati, Gide y muchos ms fueron all y volvieron, unos entusiasmados, otros decepcionados, y yo no habra sido un hombre intelectualmente comprometido, interesado en cosas nuevas, si no me hubiera sen

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    tido igualmente tentado a hacerme una idea al respecto con mis propios ojos.10

    Wittgenstein mismo no escap a ja atraccin ejercida por la Rusia sovitica sobre los intelectuales conscientes de las realidades de su poca, ya que, en cierto momento, l pens muy seriamente en ir a establecerse a ese pas. En una carta del 30 de junio de 1935, en la que le solicita a Keynes que intervenga ante el embajador de Rusia, Wiltgenslein explica sus proyectos:

    Ahora tengo casi decidido ir a Rusia en septiembre, com o turista, y ver si me es posible encontrar ah un empleo apropiado. Si descubro (lo cual, me temo, es lo ms probable) que no puedo encontrar tal empleo, o que no puedo obtener permiso para trabajar en Rusia, entonces quisiera volver a Inglaterra y, de ser posible, estudiar medicina. Ahora bien, cuando me dijiste que me daras el dinero necesario durante mis estudios de medicina no sabas, creo yo, que quera r a Rusia y que tratara de obtener permiso para practicar la medicina en ese pas. S que no ests de acuerdo en que vaya all (y creo comprenderle). Por ello es que debo preguntarte si, en estas circunstancias, todava estaras dispuesto a ayudarme. No me gusta tener que preguntrtelo, y no es porque puedas decirme que no, sino porque detesto preguntar al respecto. Si me contestas, te ruego que escribas simplemente en una tarjeta postal: (a) No o (a) S, etc. [si se trata de mi solicitud de presentarme ante el embajador], (b) No, etc. [si se trata d mi solicitud de ayuda financiera], segn sea el caso. Por nada en el mundo considerar como signo de enemistad de tu parte el que me contestes negativamente a a y a b. (RKM, p. 132 [122])

    En otra carta, fechada el 6 de julio de 1935, Wittgenstein indica que ie gustara entrar en contacto con los organismos que "se ocupan de las personas que quieren ir a las 'colonias1, las regiones recin colonizadas que se encuentran en la periferia de la URSS (RKM, p. 134 [124]). Efectivamente, Wittgenstein fue a visitar Rusia en el otoo de 1935; y despus de su regreso a Cambridge, al cabo de un ao de estancia en Noruega (1936- 1937), le comunic a Engelmann su intencin de retornar (PE,

    ,0S. Zweig, Le Monde d'hier, op. cii., pp 381-382.

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    p. 58). Como siempre, las razones que motivaron el proyecto de irse a vivir a Rusia, que finalmente Wittgenstein no realiz, son mucho ms de naturaleza personal y esencialmente tica que de naturaleza poltica; y l admite en una carta a Keynes que sas son razones hasta cierto punto malas y hasta pueriles", sin dejar de subrayar que detrs de todo ello hay razones profundas y hasta buenas" (RKM, p. 135 [125]).

    La historia de las relaciones que Wittgenstein mantuvo con gente como Russell, Keynes, Moore o Malcolm dice mucho sobre lo estimulante y a la vez exasperante que poda ser el trato frecuente con un hombre como l. Estas relaciones fueron interrumpidas varias veces por malentendidos, incidentes diversos y semirrupturas.11 Ramsey expres un sentimiento bastante general cuando confesaba que: Aunque verdaderamente le tenga un enorme afecto, si no fuera por el gran inters que tengo por su obra, la cual nos proporciona el soporte principal de nuestra conversacin, no estoy seguro de poder disfrutar de su compaa ms de uno o dos das" (RKM, p. 118 [108]).

    Wittgenstein slo aceptaba amistades que le parecan cimentadas en afinidades intelectuales y morales profundas, y senta una repugnancia extrema ante la idea de mantener una relacin puramente formal o en la cual l pudiera dar la impresin de estar buscando alguna ventaja personal. A principios Je 1914, le anunci a Russell, en los siguientes trminos, su decisin de romper definitivamente con l:

    2 6

    Nuestros di lerendos no provienen solamente de razones externas (nerviosismo, exceso de fatiga y otras cosas por el estilo), sino que estn por lo menos en lo que a m concierne muy profundamente fundadas. Usted puede tener razn en que quizs en lo personal ni siquiera somos tan completamente diferentes: pero nuestros ideales s lo son totalmente. Y por ello es que nunca pudimos, ni podemos, conversar uno con el otro sobre cosas en las que intervienen nuestros juicios de valor sin caer en la hipocresa o en la disputa. Me parece que esto es innegable, lo cual ya me haba saltado a la vista desde hace mucho tiempo; y era algo que me horrorizaba, ya que ese hecho converta nuestras relaciones en

    11 Vase RJCM, pp. 49-54, 128-129, 150, y el incidente relatado por Mal- ulm que se evoca ms adelante.

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    algo equivalente a es car atrapados jimios en un pantano. Ambos tenemos debilidades, pero sobre todo yo, y mi vida est llena de pensamientos y acciones sumamente feas y mezquinas (esto no es una exageracin). Pero si las relaciones no deben rebajar a ninguna de las dos partes, entonces es imperativo que no sean las debilidades de los dos las que mantengan la relacin. Dos personas slo deben mantener relaciones en el campo donde las dos son puras; es decir, donde las dos pueden ser plenamente francas y sin que se hieran entre sf. Y esto podem os hacerlo nicamente en la medida en que limitemos nuestras relaciones a la comunicacin de hechos objetivamente verificables y, quizs tambin, a la comunicacin de nuestros sentimientos amistosos. Pero todos los dems temas nos conducen a la hipocresa o a la disputa. (KKM, p. 52 [54-55])

    En principio, a Wittgenstein le era ms fcil entenderse con intelectuales austracos que no eran filsofos, como Loos, Ficker o Engelmann, que con filsofos profesionales al estilo anglosajn o con lgicos puros. Consideraba de manera patente que las intenciones profundas del Tractatus eran ms susceptibles de ser entendidas por artistas profundamente motivados por un punto de vista tico y filosfico, que por tcnicos corno Frege, Russell o Carnap. Respecto a esta obra, le escribi a Ficker:

    A lodo aquello sobre lo que hoy da muchos parlotean en el vacio, en mi libro le di una posicin firme, pues guard silencio al respecto. Por eso es que el libro, si no me equivoco completamente, dir muchas cosas que t mismo quieres decir, sin que quizs te des cuenta de que ah estn dichas. En estas condiciones, te recomendara leer el prefacio y la conclusin, pues ah se expresa su scniido de la manera ins inmediata. (LF, p. 35)

    Wittgenstein estaba consciente del hecho de que la verdadera significacin del Tractatus corra el riesgo de no ser percibida por nadie, ni por los lgicos, que veran probablemente en las ltimas proposiciones una especie de apndice ms o menos opcional, ni siquiera por gente como Ficker, que tendran buenas razones para considerarla una obra relativamente tcnica y especializada sobre la teora de la lgica. La dificultad peculiar

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    Uel Tractatus se debe precisamente a la sntesis que Witlgen- slein trat de efectuar entre dos problemticas que al parecer no estaban relacionadas entre s: una, la de Frege y Russell, y otra, tpicamente vienesa, que de manera ms o menos informal e implcita es la de Kraus, Loos y Ficker. En esta empresa, la lgica y la filosofa de ia lgica funcionan como un medio y no como un fin: se necesita una teora de la lgica que podarnos considerar correcta y definitiva para resolver el problema principal segn el Tractatus la delimitacin rigurosa del dominio de lo indecible. Y justo es ste, segn Wittgenstein, el problema de ia poesa y, ms generalmente, el de todo simbolismo artstico. En efecto, el artista tiene como tarea el mostrar o exhibir, por medio de un lenguaje (o cuasilenguaje), algo que l no puede y no debe querer expresar y que, por lo mismo, no es lo que el lenguaje dice cuando dice algo, Como le deca Wiltgenslein a Engelmann respecto a un poema de Uhland: "Cuando uno no se esfuerza poeexpresar lo inexpresable, nada se pierde. Lo inexpresable est contenido inexpresablemente en lo que es expresado!" (PE, p. 6).

    Desde este punto de vista, las "proposiciones" del Tractatus como lo escribi el mismo Wiltgenslein estaban a fin de cuentas desprovistas de sentido, y no pueden calificarse corno ms Tcticas o ms descriptivas que lo que convenimos en llamar "el lenguaje del arte. El que haya pasado por ellas acceder, dice Wittgenstein, a la visin correcta del mundo (TLP, 6.54). Peto "ver el mundo correctamente es tambin el objetivo que buscamos a travs de la tica y la esttica. Y en ese sentido, el Tractatus mismo es un ejemplo de eso cuya teora nos proporciona.

    A pesar de las afinidades profundas que acabamos de evocar, las relaciones que Witlgenslein mantuvo con las personas que podemos considerar, intelectualmente hablando, como "de su mundo", tampoco fueron fciles o naturales; esto se debi a su carcter excepcionalrnente atormentado y pasional, as como a su intransigencia extrema. As se expresaba sobre Ficker en 1922:

    Tambin lie visitado aqu a Ficker, quien para utilizar una de sus expresiones favoritas es un hombre de muy dudosa repu-

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    lacin \frngu/rdig\. O sea, verdaderamente no s qu hay en l de autntico y qu hay de charlatanesco. IPero qu diantres ine importa esol (PE, pp. 48-49)

    Si le creemos a Wittgenslein cuando nos dice que un hombre que despierta muchas dudas era una de las expresiones favoritas de Ficker, parece que charlatn era una palabra que el autor del Traciatus utilizaba bastante prdigamente (l la utiliz en especial para calificar a Ostwald y a Bhler). Me parece que este trmino es muy revelador. Desde luego, no sera exacto atribuir la imposibilidad que Wittgenslein tuvo la mayor parte del tiempo para mantener relaciones "normales, aun con aquellos de los que l se crea ms cercano, nicamente a factores psicolgicos como su inestabilidad, su nerviosismo, su susceptibilidad y su irritabilidad ms o menos legendarios, o a su temperamento a la vez extraamente tmido y reservado y extraamente dominador y agresivo. Lo que sabemos acerca de sus amistades es un ejemplo muy elocuente de lo que Malcolm llam su necesidad de afecto aunada a una severidad que inhiba el afecto (M, p. 61), Pero el elemento determinante en su actitud fue, sin lugar a duda, esta necesidad de autenticidad que le prohiba respetar deas, principios o teoras que no comprometen realmente la existencia y la conducta de quienes las profesan. Indudablemente no hay muchos filsofos para quienes la filosofa haya sido una cosa tan poco especulativa como lo fue para l. Como lo escribe von Wright:

    Su temperamento era muy diferente del del erudito tpico; 'Tra objetividad y reflexin distante no son etiquetas que le correspondan en lo absoluto. l pona toda su alma en lo que haca; su vida era un viaje constante, y Ja duda era Ja fuerza que lo m ova desde el interior. Rara vez volteaba la cabeza para ver sus posiciones anteriores y, cuando Jo haca, sola ser para repudiarlas. (VW, p. 20)

    En 1944 Je escriba a Malcolm:Cada vez que pensaba en ti, no poda dejar de recordar un incidente particular que me parece muy importante. T y yo bamos caminando junto al ro en direccin del puente ferroviario,

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    enfrascados en una discusin muy animada durante la cual hiciste una observacin sobre el carcter nacional que me pareci chocante por su carcter primitivo. Entonces me dije: para qu estudiar filosofa, s todo lo que hace por ti es capacitarte para expresarte de manera relativamente clara sobre ciertas cuestiones absirusas de lgica, etc., sin mejorar tu forma de pensar sobre las cuestiones importantes de la vida diaria, sin hacerte ms consciente que a cualquier periodista respecto a la utilizacin de expresiones peligrosas que gente de esa dase utiliza para sus propios fines. Mira, s que es difcil pensar bien sobre la certeza, la probabilidad, la percepcin, etc. Pero es todava ms difcil si acaso esto es posible pensar, o tratar de pensar, con genui-

    ; na honestidad, sobre la propia vida y la de las otras personas. (M, p. 39)

    Wittgenstein, que prcticamente no public nada en vida, que desanimaba sistemticamente la curiosidad de! pblico sobre sus trabajos y su persona, que decidi vivir en la oscuridad y frecuentemente en un aislamiento total, consideraba abiertamente el periodismo, en particular las publicaciones peridicas filosficas, como la forma moderna por excelencia de la irresponsabilidad intelectual. En cierto sentido se podra decir que la palabra periodismo resume bastante bien todo aquello contra lo cual siempre luch encarnizadamente y que, a su parecer, volva imposible o anacrnico su proyecto personal: el r elajamiento del lenguaje (por lo tanto, del pensamiento), la jerga pretenciosa y el abuso de los lugares comunes, el gusto por lo indito y lo sensacional en cuestiones cientficas y filosficas, la vulgarizacin y la rrivializacin de ideas y teoras que se pretenden explicar al pblico sin exigir de su parte un esfuerzo proporcional a su importancia y dificultad, la incitacin a no pensar sino a travs de intermediarios, es decir, a ya no pensar, la promocin de la pasividad intelectual, de la pereza mental, del conformismo y de los prejuicios, la costumbre de satisfacerse con una informacin apresurada e incompleta y con una comprensin aproximada y superficial, el debilitamiento o la simple y llana aniquilacin de lo que consideraba mucho ms importante en filosofa que cualquier dase de teora u opinin: el sentido de la dificultad y de la complejidad de los problemas.

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    Sobre este punto hay una analoga evidente entre la actitud de Wittgenstein y la de Kxaus, cuya polmica contra la prensa y el periodismo estuvo inspirada en consideraciones que son en buena medida idnticas a las que acabamos de mencionar. Los malos filsofos se comportan en cierto sentido, segn Wittgeiv stein, exactamente como periodistas: su actividad se sita completamente en el nivel de la informacin y de la difusin de opiniones, o sea, nicamente se preocupan por hacerle saber o hacerle creer ciertas cosas a su pblico (de ah el concepto tan periodstico de actualidad filosfica); mientras que, como dice Wittgenstein, en realidad lo que hacen es que el pblico haga ciertas cosas y, ms precisamente, cosas que el pblico no desea hacer.

    AI igual que Kraus, Wittgenstein consideraba que no cualquier idea puede ser defendida por cualquier clase de hombre en cualquier momento. Sin duda, por esto escribi l en el prefacio a las Observaciones filosficas:

    Yo quisiera decir Este libro est estrilo a la gloria de Dios", pero en nuestros das ello sera torpemente deshonesto, es decir, no sera debidamente comprendido. Lo que ello significa es que d libro est escrito con buena voluntad [in gutem Willen\ y en la medida en que no est as escrito, sino por vanidad, etc., su autor quisiera que se le condenar a. l no puede liberarlo de esas impurezas ms all de lo que l mismo est libre de ellas. (OF, p. xix)

    Probablemente tambin esto explica la extrema severidad del juicio emitido en 1921 sobre el Brenner, la revista de Fio ker en la que Wittgenstein haba esperado poder publicar su Tractaus en un momento dado:

    Icker me enva siempre el Brenner y he pensado escribirle [rara decirle que deje de hacerlo, porque me parece que el Brenner es un sinsentido (una revista cristiana es una schvwchera feme Schmockerei]),13 pero jams me resuelvo a escribirle a Fickei la c

    IV Vase R. Rhecs, Dscussions of Wictgensein, p 43.18 Palabra formada sobre el modelo de "Schmock", que designa al personaje

    del periodista lisio para todo y capaz de (odo en la pieza de Gusiav Freytag, Los periodistas (1852). La palabra no tiene equivalente en francs, por lo que

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    carta e rechazo requerida* porque no he encontrado la tranquilidad mental necesaria para redactar una explicacin larga. (PE, pp. 43-44)

    Resulta verosmil que la muy notable evolucin del Brenner en una direccin cada vez ms mstica (en un sentido que no tiene nada que ver con lo que se suele llamar el misticismo del Tractaus) y teolgica haya motivado en buena medida esta actitud. En un artculo del Brenner de noviembre de 1920 llamado Revolucin, Theodor Haecker comienza anunciando que "debe de haber actualmente una decisin metafsica por parte de los pueblos europeos de no dejarse gobernar ms por reyes sino por parlamentos, ministros y presidentes, de rechazar la monarqua, de reconocer que la democracia es de ahora en adelante la salvacin. Hay entonces que adherirse, como lo haba hecho Kraus ya al final de la guerra, a la forma republicana de gobierno. Pero Haecker concluye el artculo haciendo la siguiente observacin:

    la revolucin actual debe lomarse en serio nicamente porque no proviene de Dios y porque l la permiti solamente para castigar a los que la han hecho; no podemos tornarla en serio como ' revolucin; ya que nosotros solamente reconocemos una y no esperarnos ms que una y nica, la revolucin decisiva que destruir los mundos y construir los cielos, nosotros que esperamos con inquieta preocupacin estar ese da entre los que puedan exclamar con un corazn inocente y libre de toda falla y con toda franqueza: iBendilo el que viene en el nombre del Seor! (pp. 4 8 J y 503)

    Al leer este tipo de cosas comprendemos mejor que, cualesquiera que hayan sido las simpatas de Wittgenstein antes de la guerra, su actitud hacia el Brenner y hacia Ficker se haya modificado posteriormente de manera radical.

    La reaccin de Wittgenstein me recuerda un comentario de Kraus: Cuando una cultura siente que lleg su fin, entoncesi enuncio a traducirla realmente. [He seguido la misma estrategia que Jacques Rouvei esse, de modo que aqu simplemente castellanizo el trmino alemn. (N. del Lj)

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    llama al cura.14 Tambin podramos decir; cuando Jos intelectuales sienten que ya no pueden hacer nada, entoncesS invocan a Dios, al Espritu o la grandeza del Hombre. Hay que recordar que en la poca en que escriba esas lneas, Wittgenstein estaba tratando de precisar cules eran las consecuencias prcticas de las conclusiones aparentemente muy especulativas del Tractaus y que probablemente experimentaba una fuerte repugnancia ante cualquier forma de compromiso puramente terico o simplemente un poco demasiado literario. Si pensamos en el estado de duda y desagrado en el que Ficker mismo se encontraba al volver de la guerra es apenas sorprendente que el proyecto del Brenner, por el que Wittgenstein haba sentido durante algn tiempo mucho ms que simpada, le haya parecido final- mente carente de sentido. Por otro lado, Wittgenstein debi considerar que ciertas cosas que antes le parecan todava posibles decididamente ya no lo eran y, con su aversin por la tibieza y su ausencia de mesura, que fue un rasgo dominante de su carcter, quiso llegar hasta las ltimas consecuencias de lo que le pareca seguirse necesariamente tanto de la filosofa del Tractaus como de la experiencia traumtica de los aos 1914-1918 (incluyendo en esto la esfera de sus amistades intelectuales).Hasta hace relativamente poco, la cuestin de los orgenes propiamente austracos, o ms generalmente, alemanes, de la obra de Wittgenstein, haba recibido poca atencin, tanto del lado austraco y alemn como del lado anglosajn. Esta situacin no es, desde luego tan sorprendente ni tan escandalosa como podramos creer a primera vista, pues Wittgenstein nunca recibi durante sus estudios ni, hablando propiamente, adquiri nunca lo que solemos llamar una formacin filosfica. Lleg a la filosofa a travs de las matemticas y. de la lgica, en la poca en que ya haba dejado Austria; indiscutiblemente, sus primeros verdaderos maestros en la materia fueron Fregc y Russell. Segn Malcolm, fue en 1912 cuando Wittgenstein empez a hacer sus primeras lecturas sistemticas en filosofa.

    Si las cosas efectivamente sucedieron as, esLo tiene, como veremos, cierta importancia para apreciar la tesis defendida

    M Beim Worl genommen, p. 2B0.

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    por Janik y Toulmin en su libro. Hablar de la Viena de Witi genstein presenta de por si un problema, pues Wittgensteif nunca estudi en Viena y pas la mayor parte de su juventuc fuera de ah. E1 itinerario que sigui durante sus aos de apren dizaje (despus de haber recibido una educacin a domicilio1 hasta los catorce aos) pas por Linz, la Technische Hochschu le de Berlin, Manchester (donde, de 1008 a 1911, trabaj en in vesligaciones aeronuticas), Jena (donde conoci a Frege, pr bablemente en el otoo de 1911), y finalmente por Cambridge en 1912. Hay que sealar, sin embargo, que durame el periodo 1908-1914, Wittgenstein pas buena parte de su tiempo en el continente y vivi desde el otoo de 1913 hasta mediados de JO 14 en Noruega (volvi a Viena a principios del mes de julio).

    Otra cuestin importante, como lo observa von Wright, es que el hecho de que haya decidido estudiar ingeniera fue consecuencia de sus primeros intereses y talento, ms que de la influencia de su padre (VW, p. 3). Por otra parte, Wittgenstein toda la vida sigui apasionado por los problemas de la mecnica. Por lo tanto, es de entrada difcil considerarlo como si hubiera tenido una vocacin filosfica tarda o contrariada. En ese sentido, su caso es muy diferente del de su hermano Hans, cuyos talentos musicales aparentemente excepcionales fueron sacrificados por voluntad del padre en aras de la preparacin de una carrera financiera e industrial, una historia que tena que acabar trgicamente con su fuga hacia Amrica y su suicidio en 1902. (Otros dos hermanos de Wittgenstein iban a suicidarse despus, Rudolf en 1904, en Viena, y Kurt en 1918, en el frente de batalla, cuando fue capturado por las tropas rusas.)

    Y no es menos evidente el que la filosofa de Wittgenstein sobre todo la del Tractatus, pero sin duda tambin la de las investigaciones filosficas no puede ser plenamente entendida si no tenemos en cuenta el contexto intelectual y cultural austriaco, el cual indiscutiblemente lo marc de manera profunda y contribuy de un modo parcial, aunque esencial, a conferirle ese estilo tan particular que no se parece en nada al de la tradicin anglosajona, como tampoco al de un movimiento empirista y anglfilo como el del Crculo de Viena. (Est claro, por ejemplo, que a diferencia de la mayora de los filsofos que

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  • se identificaron con l, Wittgensten es en verdad un escritor, y un escritor de lengua alemana,) El Esbozo biogrfico" de von Wright tena ya sobre este punto varias indicaciones que deberan haber alertado a los comentaristas. Pero es sobre iodo a gente como Erich Heller, Warner Kraft y especialmente Paul Engelmann, que no fueron filsofos, a quienes debemos las primeras tentativas serias en esta direccin por lano tiempo desatendida.

    Aunque haya adoptado desde muy temprano un modo de vida que se desmarcaba completamente de sus orgenes sociales y familiares, Wittgenslein es, a la vez, uno de los representantes ms tpicos y menos tpicos de la gran burguesa juda vienesa de antes de la Primera Guerra Mundial.15 Su padre, Karl Wittgenstein, fue uno de los empresarios pioneros de la industria siderrgica austro-hngara y probablemente uno de ios hombres ms ricos de Europa. Era, al parecer, uri ejemplo tpico t\self made man, enrgico, voluntarioso y emprendedor; su anticonformismo en ciertas reas se aliaba a un autoritarismo y a un puritanismo que complicaran singularmente las relaciones con sus hijos, aunque, segn Engelmann (PE, p. 121), Ludwig aceptaba esos rasgos paternos relativamente bien. En l, el sentido del deber y el respeto a la autoridad contrastaban curiosamente con un horror instintivo a las convenciones arbitrarias y los valores falsos, as como con una aptitud excepcional para denunciarlos. Es un hecho que ni en el caso de Wittgenstein, como tampoco en el de Kraus, la crtica de la cultura y de la sociedad contempornea se tradujo en una conviccin que pudiramos calificar de revolucionaria.

    Los orgenes parcialmente judos de la familia, que solan ser ignorados en el exterior y puestos en duda por ciertos miembros de la misma, desde luego no desempearon en W inger- stein un papel comparable al que podemos reconocer en el caso de otros, como Weininger, Freud o Kraus. La familia era de tradicin protestante por parte del padre y catlica por parte de la madre, y en el seno de esta ltima religin Wittgenslein fue bautizado y enterrado. De hecho, fue sobre lodo en e! momento en que los nazis llegaron al poder y se dio la Anschluss

    15 Sobre la ascendencia juda de la tamil ia Wictgensiein, vanse las pre< isio nes que Bartley presenta en el apndice (BAR, pp, 198-20 [191-19b}).

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    cuando la cuestin de su judaismo adquiri, por la fuerza de las circunstancias, cierta importancia para la familia Wittgenstein, Es igualmente verdad que Karl Wittgenstein asumi, de la manera ms clara y espectacular posible, un papel de protector y de promotor de las artes que, como seala Stefan Zweig, lo convirti en gran medida en patrimonio y orgullo de la gran burguesa juda.lr>

    El 'fanatismo por el arte, como lo llama Zweig, y la pasin por la novedad esttica bajo todas sus formas fueron ciertamente uno de los componentes esenciales de la atmsfera familiar de los Wittgenstein. La expresin ms tpica de ese estado de nimo, tan extendido en ese tipo de medio, la proporciona probablemente el comportamiento del miembro de la familia ms aiiticonfonnista y vanguardista, la ms joven de las hermanas, Margarele Stonborough, de quien existe un retrato clebre hecho por Klirnl y para quien Wittgenstein construy, en 1926, la casa de la Kundmarmgasse; (Margarete Stonborough, que muri en 1958, fue una personalidad importante en los medios intelectuales y artsticos vieneses; mantuvo, en particular, relaciones bastante ntimas con Freud.)

    Un artculo de la Neue Freie Presse de 1913 (el ao de su muerte), consagrado a lo que Karl WiUgenstein haca en favor de Jas bellas arles, le atribuye en ese aspecto "una ausencia innata de respeto hacia las autoridades y las convenciones. Esfo le haba permitido, entre otras cosas, defender sin titubeos la causa de los jvenes artistas del movimiento de la Secesin y tener un papel decisivo en la famosa querella suscitada por Ja tres grandes pinturas, la "Filosofa, la "Medicina y la Jurisprudencia, hechas por KJiint para decorara Universidad. Pero sobre todo en^el rea musical, la familia de Karl WitLgenslein ocupaba en esa poca un lugar aparte: su casa (el "Palacio Wittgenstein) era indiscutiblemente uno de los salones musicales ms importantes de Viena y considerando lo que la ciudad de los M absburgo representaba entonces desde el punto de vista de la msica lo era incluso de toda Enropa; los frecuentaban personas como Brahms y Joachim, Mahler, Bruno Walter y muchos otros msicos o intrpretes clebres y otros menos clebres.

    Zweig, Le Monde d'hier, op. cit., pp. 39-41.

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    La mayor parte de los hijos haba recibido una formacin artstica, musical en particular, muy sofisticada. Podemos creer que el nivel cultural promedio de la familia era poco comn y el talento algo que se daba por sentado, pues, al parecer, ninguno de los dos hijos que seran los ms famosos el pianista, Paul, a quien Ravel le compuso el Concierto para la mano izquierda, y el futuro filsofo, Ludwig era considerado de ninguna manera excepcional.

    La msica, al igual que la poesa, ocuparon constantemente un lugar esencial en las preocupaciones de Wiltgenslcin. En sus cartas a menudo hace referencia a stas, y una buena cantidad de observaciones en su obra estn consagradas a cuestiones que tienen que ver con cosas como la naturaleza del simbolismo musical y potico, el significado, la comprensin y la expresin en la msica, etc. Engelmann relata (PE, pp. 89-90) que, cuando lo conoci, Wittgenstein no tocaba ningn instrumento musical, pero que despus se convirti en un clarinetista bastante bueno. Tenemos numerosos testimonios coincidentes sobre su aptitud para silbar movimientos enteros de una obra musical con una exactitud perfecta, y tambin sobre lo extenso y lo preciso de su cultura musical.

    Este tipo de datos tiene un inters que dista de ser puramente anecdtico, pues es importante darse cuenta de que, en Wtt- genstein, la ausencia de una educacin filosfica propiamente hablando fue compensada en muy buena medida por un profundo conocimiento de la tradicin literaria y musical alemana y austraca. Ciertamente sera un error toLal considerar al autor del Tractatus como un inero tcnico convertido a la filosofa de manera relativamente tarda, o como un autodidacta y, digamos, aficionado" en relacin con todo lo que tiene que ver, de cerca o de lejos, con esa disciplina, pues habra que tener en.cuenta ei ambiente cultural tan especial que lo impregn durante su juventud y el tipo de educacin que reciban en esa poca las personas de su medio social. Tambin sera un error que por desgracia se comete a menudo considerarlo una especie de diletante o alguien ms o menos genial que se interesaba en todo y que pona atencin a cosas extremadamente diferentes, pero de manej a relativamente superficial y episdica. Los conocimientos que Wittgenstein tena, por ejemplo, en

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    fsica (su disciplina de origen), lgica (de menos en la poca del Tractatus), psicologa experimenta) (l haba investigado en este campo en Cambridge, antes de la Primera Guerra Mundial), arquitectura o esttica, por supuesto que no tenan nada en comn con los de un simple aficionado, Von Wright escribe al respecto:

    En Wittgenstein, el conocer estaba ntimamente ligado al hacer Es significativo que haya realizado sus primeros estudios en el campo de las ciencias aplicadas. Tena un conocimiento en matemticas y en fsica que no provena de muchas lecturas, sino de una familiaridad del hombre prctico con las tcnicas matemticas y experimentales. Sus numerosos intereses artsticos tenan el mismo carcter activo y vivo. Poda dibujar los planos de una casa, hacer una escultura o dirigir una orquesta. Quizs nunca liuhiera llegado a ser un maestro en esos campos. Pero no era un diletante. Cada una de las manifestaciones de su mente multidimensional provena del mismo impulso creador ardiente. (VW, P- 20)

    Teniendo en cuenta lo que se ha dicho antes, se puede pensar que Wittgenstein permaneci fiel a una tradicin familiar de mecenazgo artstico cuando decidi, en 1914, poco tiempo despus de la muerte de su padre, donar annimamente, a travs de Ludwig von Picker, cien mil coronas a escritores y artistas austracos que estaban necesitados. Le "precisa a Picker, en una carta del 19 de julio de 1914: A la luz de las cosas que Kraus ha escrito en Die Fackel sobre su revista, y de las cosas que usted ha escrito sobre Kraus, he decidido escogerlo como mi representante en este asunto'* (LF, p. 12). Es evidente que para Wittgenstein, como para Ficker, Trakl, Schnberg y muchos otros, Kraus representaba ua autoridad artstica, intelectual y moral indiscutible. Engelmann seala (PE, p. 123) que WitLgenstein pidi que se le enviara Die Fackel a Noruega durante su primera estancia en ese pas. Y podemos suponer que, antes de eso, era un lector asiduo y atento de esa revista. El 25 de octubre de 1918, poca durante la cual en vano Lrataba de encontrar un editor para el Tractatus, Wittgenstein escribi a Engelmann: uHoy recib de Jahoda la notificacin de que no le es posible publicar mi obra, dizque por razones tcnicas. Pero

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    de verdad me gustara saber qu ha dicho Kraus al respecto. Si tienes oportunidad de averiguarlo me dara mucho gusto. Quizs Loos sepa algo (PE, p. 14).

    Esta alusin a Kraus es, al mismo tiempo, un poco sorprendente porque indudablemente Kraus no era un lector de obras filosficas (y menos de la clase del Tractatus) y muy reveladora. Confirma simultneamente la muy alia opinin que Wittgenstein tena de Kraus y lo que hemos dicho sobre la manera como al parecer imaginaba al lector ideal del Traciaus (un lector imposible, que deba haber tenido a la vez los conocimientos lgicos de Russell y las preocupaciones ticas y estticas de gente como Kraus o Ficker, pero sin duda no un filsofo profesional del tipo clsico). Es bien conocido hoy da que las reticencias de Wittgenstein con respecto a la introduccin de Russell fue una de las razones esenciales que impidi la publicacin del Tractatus en un momento en que sta pareca asegurada (se trataba de la editorial Reclam). Al principio,-parece que Wittgenstein consider su desacuerdo con la presentacin de Russell como un inconveniente relativamente menor; La introduccin que Russell ha escrito para mi libro ya ha llegado y se est traduciendo al alemn. Ha compuesto Una mezcolanza con la que no estoy de acuerdo; pero, como yo no la he escrito, no me importa mucho" (PE, p. 30). Sin embargo, quince das ms tarde le escriba a Engelmann: MQuizs mi libro no se vaya a imprimir, pues no poda decidirme a publicarlo con la introduccin de Russell, que, en la traduccin, parece aun mucho ms imposible que en el original" (PE, p. 30).

    Desde luego, hay algo que parece ser un iinderstaternent corts en la manera en que Wittgenstein finalmente comunic su decisin a Russell;

    Su introduccin no ser publicada y de all que mi libro probablemente tampoco lo sea4; porque al tener delante de m la versin de la introduccin traduccin al alemn, de verdad no pude ^ecidir que la imprimieran junto con mi trabajo. La ele gancia de su estilo ingls se haba perdido en la traduccin, y lo que quedaba era superficialidad e incomprensin (RKM, p. 87(81])

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    El proyeclg de publicarlo en Reclam haba sido^precedido, c abe destacarlo, por una tentativa en el Brenner mismo, que, a pesar de las buenas intenciones de Ficker, no haba tenido xito, esta vez debido a la sumamente precaria situacin material de la revista. Wittgenstein tom esto con una despreocupacin un tanto forzada, tras la cual se percibe claramente cierto resentimiento:

    No podra yo aceptar tener que responder ante m misino por el hecho de poner en problemas la existencia de un hombre (quienquiera que sea) debido a la publicacin de mi libro. A decir verdad, no es exactamente as como yo veo las cosas, pues en realidad lia habido ya varios casos de gente que lia escrito libros que no se conformaban a la jerga comn, y esos libros fueron publicados y no acarrearon la ruina de los editores, (al contrario). Usted no defrauda en absoluto mi cpnfianza, pues mi confianza, o ms bien mi esperanza, se basaba simplemente en el hecho de que tal vez su buen olfato le dira que la obra no es ninguna chapuza a menos que quizs yo mismo me haga ilusiones sobre este punto pero, en lodo caso, no en el hecho de que, aunque usted no pensara nada bueno de ella, pudiera aceptarla slo por bondad hada mt, en contra de su inters! En suma, estar muy agradecido por aquello que pudiera hacer en ini caso a travs de Rilke; y si esto no funciona, entonces echmosle tierra encima al asunto. (U'r p. 39)

    De esta carta y de algunas otras se desprende claramente que, a pesar de ciertas dudas que se vern reaparecer en relacin con todo lo que escribi ms adelante, Wittgenstein estaba extremadamente impaciente por ver el Tractatus publicado y lo consideraba como una obra de primera importancia. Por lo dems, es esto ltimo y slo esto lo que explica lo primero:

    Mi trabajo es (... | o una obra de primer orden o una obra que no es de primer orden. En el segundo caso el ms probable yo mismo me pronuncio por que no sea publicado. Y en el primer caso, resulta por completo indiferente que sea impreso veinte o cien aos antes o despus, ya que quin pregunta si, por ejemplo, la Crtica de La razn imra fue escrita en el ao I7ac o v. En verdad.

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    si tal fuese el caso, entonces, hablando en rigor, tampoco habra que imprimirla. (RKM, p. 87 [81])

    As, Wiltgenslein estuvo en relacin ms o menos directa con las dos revistas vanguardistas que son probablemente las ms representativas de la vida intelectual y artstica de Austria en el periodo considerado, a saber, Die Fackel y Der Brenner}1 lo cual adquiere evidentemente lodo su sentido cuando sabemos que el punto en comn entre esas dos revistas y uno de los rasgos ms caractersticos de su orientacin filosfica era la importancia fundamental atribuida a las cuestiones sobre el lenguaje y, ms precisamente, a las implicaciones ticas y exis- tenciales de dichas cuestiones* Si las insertamos en su contexto austraco, entonces las dos afirmaciones del Tractatus segn las cuales "tica y esttica vson uno y lo mismo" (TLP, 6.421) y "toda filosofa es crtica del lenguaje' (TLP, 4.0031) adquieren un sentido verdaderamente nuevo.

    Wittgenstein precisa que "critica del lenguaje" no quiere decir aqu crtica del lenguaje en el sentido de Mauthner. Pero tampoco quiere decir que debamos interpretar el trmino nicamente como "crtica del lenguaje segn Russell, aun si la tcnica utilizada es una tcnica de tipo russelliano. En la crtica del lenguaje wittgensteiniana hay un elemento esencial que la asemeja a la de Kraus y que no debemos perder de vista si queremos comprender lo que le permiti a Wittgenstein afirmar que la significacin fundamental del Tractatus es unaL^ sig- nificacin tica (LF, p. 35). En cuanto a la identificacin de la tica con la esttica, resulta significativo que tambin la encontremos en Musil: "Desde mi juventud he considerado la cosa esttica como una tica. "aWITTGENSTEIN sali en ton ces d e una fam ilia que ocupaba una p o sic in ex cep cion a l en una ciudad cuyo brillo en m ateria intelectual y artstica p erm an ecer prob ablem en te sin par, en un pas qu e representaba en m uchos sen tid os el cam p o de ex p e rim entacin ideal de la m od ern id ad bajo todas sus formas:

    17 Sobre eJ papel centra] < les empeado por esas dos revistas, vase por ejemplo Caroline Kolin, "Die Fackel el Der Brenner, deux revucs importantes en Au iridie en Janne 1913".

    10 Roben Musil, Tagr.truch.tr, Aphorismen, Esxayx und Reden, p. 429.

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    Kakania, ese Estado que a partir de entonces desapareci ) permaneci incomprendido, y que fue, sin exagerar, ejemplar (HSQ 1, p. 52).

    Janik y Toulmin se dieron a la tarea de sacar varias conse cuencias de la situacin evocada, las cuales no dejarn de sor prender a los que han aceptado de una vez por todas una nter pretacin estndar u ortodoxa que se puede desprender de la masa de comentarios dedicados desde hace cincuenta aos al Tractatus, independientemente de sus eventuales divergencias y titubeos. El postulado metodolgico esencial que ha guiado las investigaciones de estos dos autores es que, mientras no se ponga radicalmente en tela de juicio la divisin acadmica convencional del dominio cultural en cierto numero de especialidades ms o menos aisladas unas de otras, la personalidad y la obra de los intelectuales y artistas vienes es ms representativos de esa poca seguirn siendo incomprensibles y paradjicas. La especializacin intelectual y artstica estricta y el profesionalismo estrecho que son hoy la regla eran, en efecto, ignoradas en la Viena de esa poca. Esto es algo evidente en el caso de escritores y de artistas como Musil, Broch, Loos, Schnberg o Kokoschka. Pero si vemos ms de cerca, podremos darnos cuenta de que aun cientficos de cuerpo entero como Maeh y Bollzmann estaban interesados, de manera mucho ms directa de lo que generalmente se sospecha, en problemas ticos y culturales en el sentido ms amplio del trmino,19

    Como lo escriben Janik y Toulmin:

    Hoy da no es fcil [ . . . ] reconocer hasta qu punto los crculos culturales de la monarqua de los Habsburgo estaban restringidos y estrechamente vinculados [ . . . ] . Por eso experimentamos un ligero sobresalto cuando descubrimos que Antn Bruckner daba lecciones de piano a Ludwig Boltzmann; que Gustav Mahler quera hablar de sus problemas psicolgicos con el doctor Freud; que Breuer era el mdico de Brentano; que el joven Freud se bati a duelo con el joven Viktor Adler que haba frecuentado la misma escuela superior que el ltimo de los Habsburgo, Carlos I, y que Arthur Scyss-Inquart, el futuro nazi Gaufeiter de Holanda; y que

    , En lo que loca a Boltzmann, vase, por ejemplo, Ludung Bollzmann, Theo- eticai Physics and Philosophical Problems.

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    Adler mismo, al igual que Schniulcr y Freucl, haba sido a s len le en la clnica de Meynert. Para resumir, en el ltimo periodo de la Viena de los Habsburgo, cualquiera de los lderes culturales de la ciudad poda conocer a cualquier otro lder sin la menor dificultad, y muchos de ellos eran de hecho amigos ntimos, a pesar de que trabajaban en sectores muy distintos com o el arle, el pensamiento y los asuntos pblicos. (JT, pp. 92-93 [115-1 Ui |)

    Es fcil percatarse deque, efectivamente, Wiligenstein no representa en lo absoluto, para la poca y el medio de los que estamos hablando, un caso nico de intelectual dotado por principio para las disciplinas ms diversas y airado succsivamenie por varias de ellas. Otro ejemplo casi igual de caracterstico es el de Musil, quien primeramente tuvo una carrera militar, enseguida fue ingeniero, luego filsofo y psiclqgo experimental, para finalmente consagrarse a la literatura con la misma pasin, la misma intransigencia y el mismo nimo de soledad y de ascesis que los que marcaron profundamente la relacin de Wittgensiein con la filosofa. No obstante, por razones ya indicadas, a partir de lo que Janik y Toulmin registran es difcil sacar conclusiones precisas sobre el propio Witlgenslein, quien entre 1903 y 1919 y durante largos periodos, to vivi en Vie- na de manera continua, y de quien sera exagerado decir que formaba parte de los crculos culturales antes evocados, (En 1914, como lo atestigua la solicitud de informacin" que hizo por escrito a Max von Esterle (LF, p. 47), Ficker obviamente no saba en absoluto quin era WittgensLein; y no fue sino hasta 1914 cuando ste conoci a Loos.)

    La tesis central del libro de Janik y Toulmin es que el inle- rs de Wittgenstein por los problemas filosficos no data de ningn modo de sus primeros contactos con los trabajos de Russell y de Frege:

    Parece ser que l ya tena en mente un conjunto bien elaborado de problemas filosficos y que, utilizando los mtodos lgicos de Russe| y Frege, esperaba encontrar una solucin a ellos Fn lo que toca al origen de los problemas mismos, l probablemente se top con ellos en el transcurso de su educacin y de su formacin vienesas. (JT, p. 28 (32])

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    De all viene la idea de reconstruir sistemticamente el complejo socio-cultural que constituye de alguna manera la matriz" de donde sali, entre tantas otras cosas que marcaron profundamente la civilizacin contempornea (una msica, una arquitectura y una pintura nuevas, el psicoanlisis, el positivismo jurdico, el sionismo, etc,), el Tractatus.

    Esta reconstruccin comienza con una descripcin poltica y sociolgica de la monarqua imperial, que pone en su lugar los elementos esenciales del escenarioi No estoy especialmente capacitado para juzgar esta parte de la obra. La presentacin de Janik y Toulmin no aspira* por lo dems, a ninguna originalidad verdadera; y ellos mismos reconocen sus lmites (JT, p. 10 8-9j). Los elementos decisivos sobre Jos cuales ellos atinadamente insisten son el carcter arcaico y artificial de las instituciones polticas, la impotencia de la decada monarqua para resolver problemas tnicos y .sociales cada vez ms graves, el fracaso del liberalismo y el desarrollo de ideologas extremistas, como el nacionalismo pangermnico y el sionismo, la extrema hipocresa de la moral pblica en general, y de la moral sexual en particular (que explica, a la vez, las indignaciones de Kraus y las dificultades de Freudf, el estetismo como diversin y como refugio para la joven generacin intelectual, a la que seala Stefan Zweig los asuntos polticos y sociales dejaban completamente indiferente: La ciudad se alborotaba durante las elecciones y nosotros bamos a las bibliotecas. Las masas se sublevaban, y nosotros escribamos y discutamos sobre poemas. "2

    Janik y Iburnin sealan que si el suicidio realmente es, como lo piensa Duikheirn, un buen indicador del estado de salud del cuerpo social, entonces la situacin del imperio austro- hngaro probablemente fue, en sus ltimos decenios, bastante tpica en este sentido. La lista de los austracos ilustres que pusieron voluntariamente fin a sus vidas en esta poca es, en efecto, impresionante. Dos de estos suicidios, el de Weininger en 1903 y el de Boltzmann en 1906 deben haber sido particularmente significativos para Wittgenstein. Por cierto, corno ya lo seal antes, su familia tuvo al respecto una exper iencia es-

    2aS. Zweig, Le Monde d'hier, op. eit.t p. 87.

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    pecialmente dolorosa; y l mismo estuvo obsesionarlo, durante su juventud, con el suicidio.

    AI advertir, para finalizar que "los problemas de identidad y comunicacin atormentaban a la sociedad vienesa en todos los niveles poltico y social, individual y aun internacional (JT, p. 65) [80]), los dos autores llegan a una de las ideas esenciales de su libro: que el mrito de gente como Kraus, Schnbcrg, Loos y Wittgenstein es "el haber reconocido la inanidad de la pseudosolucin narcisista que representaba el estetismo, y el haber encontrado la llave que conduce a una solucin de Lodos esos problemas en una crtica fundamental, pero esencialmente positiva, de los medios de expresin admitidos (JT, p. 66 [811).

    Atinadamente, hay un captulo entero dedicado a Kraus, un hombre del que se ha podido decir que su nombre se ha convertido hoy en un "concepto.21 En su tiempo, tambin se haba convertido en una especie de institucin, al margen de todas las instituciones. Musil, a quien no le gustaba, escriba al respecto: Hay dos cosas contra las que no se puede luchar, pues son demasiado largas, demasiado pesadas y no tienen pies ni cabeza: Karl Kraus y ei psicoanlisis. (Indiquemos de paso que Kraus comparta por el psicoanlisis la misma escasa estima que Musil; y Freud, por lo menos a partir de cierto momento, la poca estima de Musil por Kraus.) En La Vierta de Wittgenstein, Kraus es presentado como una especie de terico e inspirador que marc con su influencia a todo el movimiento modernista viens:

    Toda una serie de creaciones intelectuales y artsticas, que iban de la msica de Arnold Schnbcrg a la arquitectura de Adolf Loos y que adems incluye, a su manera, el Traclatus logico- philosophicus de Wittgenstein estaba ntima y conscientemente relacionada con la crtica del lenguaje y de la sociedad que capitaneaba Karl Kraus (siendo incluso a veces extensiones de ella). Cada uno de estos hombres reconoci haber sido inspirado por Kraus y pudo llamarse "krausiano; pero Ja integridad del krau- siano exiga, en cada caso, que la lucha contra la degradacin

    2) Vase K. Kraus, Di dnlte Walpurtrunachl, nota final de Heinrich Fischer, p. 295.

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    moral y esttica fuera realizada a travs de una crtica del sector particular de la experiencia humana en el que cada escritor o artista estuviese ms familiarizado. Para Loos era la arquitectura y el diseo; para Schnberg era la msica; para Wittgenstein, la filosofa. (JT, p. 93 [116])

    Esta presentacin tiene el inconveniente de hacer de Kraus un personaje mucho ms coherente, teorizante y doctrinario de lo que en realidad era. De manera general, Janik y Toulmin no distinguen suficientemente entre aquello que l realmente inspir y aquello que simplemente foment y sostuvo. Lo que dicen sobre Loos, por ejemplo, es inexacto, y lo que dicen sobre Wittgenstein es probablemente muy exagerado. La crtica de Loos sobre el ornamentalismo remonta a los aos 1897-1898, mientras que Die Fackel comenz a aparecer apenas en 1899 (Loos era cuatro aos mayor qu Kraus). Por lo tanto, sus concepciones arquitectnicas no pueden, de ninguna manera, considerarse como un desarrollo ms o menos consciente de las ideas de Kraus. Seria ms exacto decir que los dos hombres se encontraron espontneamente del mismo lado en un mismo combate.

    Si dejamos de lado el tema de la influencia propiamente hablando, entonces indiscutiblemente encontramos que hay cierta unidad de tono y de inspiracin en las ideas y proyectos de gente aparentemente tan diferente como Loos, Schnberg y Wittgenstein, la cual no deja de estar relacionada con la admiracin que sentan los tres por Kraus. Se podra decir que el elemento comn es la toma de conciencia, por parte de cada uno en su propio campo, de eso que Schnberg llam en el suyo propio ula coaccin de una lgica inexorable, pero inconsciente, en la construccin armnica1. En cierto sentido, los tres estuvieron obsesionados con un mismo problema, que ocupa un lugar central en el Tractaus: la delimitacin correcta y la utilizacin pertinente de lo necesario y lo arbitrario que un medio cualquiera de expresin necesariamente tiene (observemos que esto haba sido, en cierta medida, el problema de Hertz en los Principios de la mecnica).

    Me parece arriesgado afirmar o sugerir que el Tractaus es, a su peculiar manera, una extensin o una prolongacin del

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    criticismo krausiano. El elemento krausiano" de la obra est demasiado implcito para decir eso, y debe buscarse esencialmente en esa parte no escrita" de la cual Wittgenstein habl a Ficker (LF, p. 35). Para poder ser tan afirmativo como Janik y Toulmin, habra que precisar previamente ciertas cuestiones: por ejemplo* el grado exacto de familiaridad que tena Will- genstein con los textos de Kraus, o saber hasta qu punto los problemas filosficos que podemos relacionar, directa o indirectamente, con la obra de Kraus estaban en su mente antes o durante los aos consagrados a la preparacin del Traclatus (volver a esto ms adelante) y* por supuesto, saber si la problemtica del ri\actatust y en particular la cuestin esencial de Ja delimitacin correcta de lo decible y lo indecible, es realmente krausiana. (Se ha hablado^de cierto "misticismo lingstico" tanto en relacin con Kraus como con el Tractaus; pero, segn yo, se trata de dos cosas extremadamente diferentes. El misticismo lingstico de Kraus resulta de una confianza ilimitada en los poderes del lenguaje como instrumento de formacin y de produccin del pensamiento; el de Wittgenstein, de una conciencia aguda de los lmites del lenguaje y del pensamiento.)