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    JII. DISTRIBUCIN DE L OS D ILOGOS

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    En todo estudio ms o menos serio que quiera hacerse hoysobre Platn y su obra, ocupa siempre un lugar de primeraim-portancia, as no sea sino por tratarse de una obra tan vasta, ladepuracin y clasificacin de sus dilogos. Lo pri mero es unaoperacin de d eslinde entre los dilogos autnticos y los ap-crifos, con la zona intermedia de los dudosos; lo segundo, la or -denacin de los primeros, ya de acuerdo con su co ntenido, obien por la secuenc ia cronolgica de su compos icin.

    Aunque desde la. antiged ad fueron abordados todos estosproblemas, su tratamiento se ha hecho muc ho ms a fondo enlos tiempos modernos, en mrito de su mayor conc iencia crtica;la cual incluye tan to el espritu de siste ma com o el af n deseguir, a travs de sus ob ras 11 giradas precisamente a ellas, la

    evolucin intelectual y sentimental, humana en suma , del pen-sador en cuestin.Apresurmonos a decir, desde este moment o, que la cla sifi-

    cacin sistemtica nos parece ser d e mucho m enor inte rs, tra-tndose de Platn, que la clasificacin cronolgica. Con otrospensadores, como Arstteles o Kant, podr a s er o tro tambinel criterio estimativo, pero no as en Platn, cuyos di logos. noslo por su form a sino por su conte nido, son de un a gran flui-dez, m ovilidad y complic acin temtica. Con ex cepcin de muypocos o de un o solo , como el T im eo , que ofr ece una teoracosmolgca sin mezcla de otros elementos, en todos los dem s,y por ms que prepondere u na cosa sobre las otras, hay un tra-

    tamiento simul tneo d e cosas ta n disp ares como gnoseolog a,antropologa, metafsica, teologa y teora del E stado. No nega-mos, claro est , la utilidad escolar q ue pueda tener, por ejem-plo, el desc ribir la teora de las ideas con los extractos ms per-tinentes de los dilogos en que se contiene; pero e l inters deesta operacin es bien escaso a l lado del que suscita. una c lasifi-cacin cr onolgica, la cual , si pudiera hacerse sobre slidas ba-ses, nos of recer a el maravilloso espectculo de l a evoluc ininterior de uno de los espritus ms extraordinar ios de la hu-manidad. Ser por el auge que ha cobrado la biografa, pero loindudable es que, hoy por hoy, nos interesa esto incomparable-mente m s que aquello. La cr onolo ga de los dilogos platnicos

    es, por consiguie nte, el complemento necesario de la biografa[62 ]

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    msnUB UC N DE LOS DIA LOG aS 6 3

    de su autor, su b iografa interior, por decido as; y por estotienen un inters vit al tan alto estos trabajos, mucho mayor queel de la simple tradicin histrica o documental. De ah tam-bin el gran atrac tivo de libro s como los de Ritter y 'Wilamo-witz, el de e ste lt imo sobre todo, que guarda, del principio alfin, una corre spondencia dinmica entre la vida de Platn y suproduccin l iteraria, con 10 que una y otra cosa se explican enfuncin recproca y se ilum inan alterna damenre.s

    Sin exten demos ms en estas generalidades. procedamos a 1&exposi cin, no muy larga pero tampoco muy breve, del procesoque se h a seguido, desde la antigedad hasta nuestros das, enla doble operacin antes aludida de depu racin y clasificacin;as, por una parte, ser m s amena o menos rida la narraci n y por la otra, no aven turaremos conclu siones apriodsticas opreci pitadas.

    Ningn otro autor de la antigedad t iene, como Platn, tanfirmemente establecida la autenticidad de sus obras. Es muy

    sencilla la explicacin de este privilegio, que provi ene del simple hecho de que en la Academia se conservaron como en unsantuario, y como s u tesoro ms preciado, los escritos del fun-dador. Con el tiem po tal vez pudieron n acer ciertas dudas sobreciertos di logos que hoy tenemos por apc rifos o dudosos, perola mayor a, prcticamente la totalid ad, tienen en s u favor elveredicto de la certeza.

    Es una ce rteza, claro est, puramente mora M,pero es la nicaque pue de tenerse con respecto a l os autores antiguos, cuandono haba imprenta, copyright ni Cosas por el estilo. E s la certezade la tradicin, que hasta hoy reivindica la Iglesia Catlica contant a energa como la de la letra escri ta. De acuerdo con esta

    mentalidad, y tratndose siempre, por sup uesto, de un au torantiguo, el onus probandi corres ponde a los que sostienen l asuperchera de una obra, y no ;1, quien es, con apoyo en la tradi-cin, defien den s u aute nticidad. Es la falsedad o adulter acinlo nico que debe prob arse. Si hoy en d a est tan enredadolodo esto, es s implemente porque, en los paises protestantessobre todo, la letra escrita ha d escarta do en ab soluto la con.fianza en la tradicin. Es entonces cuando se pide la prueba dela autenticidad de ob ra por obra, de escrito por es crito; cuando,

    1 U n essai d'ordre ;hnmologiql.lc, f(I.-Uen part e conjectural, a le gm ndavantage de suggrer l e $cntiment tres vif el'un mouvemenr de pense con.tinu. Matn-ice Croiset, Pl a io n Outrres completes, Introduction, ed. Les belleslettres, 1946, lo 1, p. 13.

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    6- i DI STRIBUCIN DE L OS DI LOGOS

    a falta de copyright, se postulan ciertos llamados criterios inter-nos, como, a propsito de Platn, ese misteriosoplatonisclicsGej hl segn dicen los alemanes, que decidira sin apelacin loque es de Platn y lo que no lo es.

    Como quiera que sea, Platn tuvo en esto una suerte muchomejor que la de Aristteles, de cuyas obras dispuso Teorasro,

    como si fueran su propiedad personal, en favor de Neleo,y asfueron a dar al Asia Menor, de sucesor en sucesor y de escon-drijo en escondrijo, hasta que por una serie de peripecias queno es del caso relatar, fue un contemporneo de Cicern, An-drnico de Rodas, quien fij al final el canon aristotlico. Poralgo los filsofos alemanes de hoy, con sus mtodos radicales,han podido llegar a sostener, uno de ellos por lo menos, quenuestro corpus aristotelicum sera un corpus theophrasticum ,ni ms ni menos. Con Platn por lo menos, gracias a la conser-vacin de sus obras en la Academiay a la tradicin constanteque las aval, no se atrevieron a tanto estos estupendos eruditos.

    La Academia platnica desempe, pues, durante siglos, unafuncin que podramos calificar de notarial o certificadora' COIIrespecto a la autenticidad de las obras de su venerable Funda-dor. Al lado de la Academia, adems, surgieron muy prontootros centros de erudicin, en aquella edad ya tan librescaycrtica, y que podan proporcionar sobre estas cosas una infor-macin prcticamente tan segura como la escuela o escuelas deAtenas. El principal de esos centros fue, como es bien sabido,la Biblioteca de Alejandrta, De esta ciudad, fundada el ao331 A.C ., quiso hacer Alejandro la metrpoli poltica y culturaldel mundo helenstico; y en lo segundo, por lo menos, fue se-cundado brillantemente por los Tolomeos de la ltima dinasta.No slo se preocuparon estos prncipes de que la Bibliotecaposeyera, en copias fidedignas, las obras ms representativas dela cultura, sino que promovieron la formacin de unaclase espe-cial de eruditos: los llamados gramticos (Grammatici], encar-gados de depurar los textos y ordenarjos convenientemente. Deeste modo, en suma, con los recursos de que ya entonces se dis-pona y la facilidad de comunicaciones entre Atenasy Alejan-dra, las obras de Platn, prncipe indiscutible de la culturahelenstico-romana en aquel momento, pasaron en copias esme-radas, y con preferencia a las de otro autor cualquiera, de laAcademia a la Biblioteca, donde pudo procederse as en las

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    mSTRlIlI. 1C1N D E LOS DILOGOS 65

    mejores condiciones, tanto como en su lugar de origen, asucompilacin y clasificacin.

    Todo esto da razn, en suma, de que haya sido un ilustre gTamtico del siglo 1II A .C., Aristanes de Bizancio, directorde la Biblioteca de Alejandrfa, el primero que llev a cabo ladistribucin de los dilogos platnicosen trilogas , o sea detres en tres. No tenemos por qu detenemos ms, ni siquierapara reproducirlo aqu, en este primer ensayo de clasificacin,hecho sin ningn discernimiento crtico, y simplemente poracomodarse a las conocidas trilogas de los grandes trgicos,como si los dilogos platnicos fueran de la misma naturalezao pudiera hacerse con ellos lo mismo, por ejemplo, que con laOrestiada de Esquilo. El nico verdadero inters de la extra-vagante clasificacin hecha por Aristanes de Bizancio, es elde la autenticidad, hasta hoy reconocida, de todos los dilogosplatnicos en ella comprendidos.

    La clasificacin de T rasiloDe valor incuestionablemente mayor,y en varios aspectos

    vigente hasta nuestros das, es la clebre clasificacin que, entreel fin de la edad antigua y el principio de la era cristiana, lleva cabo ei rlietor Trasilo , consejero literario y amigo personal delemperador Augusto.

    En realidad, Trasilo hizo no una, sino dos clasificaciones: laprimera dramtica, la segunda filosfica, sin ninguna conexininterna, por obedecer una y otra a principios enteramente dis-tintos, bien que su mismoautor se haya cuidado de sealar lascorrespondencias externas.

    En la clasificacin dramtica, Trasilo, al contrario deArist-anes, agrup los dilogos platnicos no en trilogas, sino eutetralogas, por grupos no de tres en tres, sino de cuatro en cua-tro. Por qu lo hizo as? A falta de declaracin expresa de suautor, de la que carecemos, hemos de suponer que Trasilo pro-cedi de esta suerte por parecerle que los dilogos platnicosguardaban mayor analoga con las obras teatrales que susauto-res presentaban, en los festivales dionisacos, como tetralogas:tres tragedias acompaadas de una stira, antes que con las tri-logas , que eran, precisamente como laOrcstiada, tres piezasrelacionadas por el mismo asunto.

    3 1 con sidcr that all the compositions recognized by Aristophanes as worksof Plato are unqucstionably such .... Grote , Plato, l . 155.

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    68 DI STRI BUCI N DE LOS DlA LOGOS

    1. Dilogos de investigacin~'l)'t''l)'t'L)('OL

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    70 PlSTRIBUC.N DE L.OS DL.\L.OGOS 71DISTRIBUCIN DE LOS DILOGOStonces, co loca Tra silo ent re los dilogos pi rsticos al Menn, dia-logo archimayutico, donde precis ament e ensay a Scrates su ar tedel part o espiri tual y tra ta de demost rar su efi cacia?

    Ms cor recta, y aca so lo m ejor del esque ma de Tr asilo , es lasubd ivisin de l os dilogos de e xposicin en teorticos y prc-tico s, con l a ulterior subdi visin, e n los primeros , de fsic os y lgico s , y en los seg undos, de ticos y p olticos . Co rres-ponde a la d ivisin de l a filosofa, imp uesta p or Aris tte les yvigente an en la esc olst ica, en lgica, fsica ( filosofa na turaly metafsi ca) , y por ltimo, tica y poltic a, que in tegran, comodice el mism o Aristtel es, l a filosof a de las cosas humana s . Yesta vez, adem s, y con todo ac ie. to, no coloca Trasilo, entre losdilogos fsicos, sino uno apenas: e l T ime o, lo que co nfirma elcarcter funda mentalm ente humano y eticsta de la filoso t aplatni ca, como antes d ijimos .

    sta es una de las lecciones que de ja, con todos los defectos quepueda tener , la clasificacin sistemt ica de 'I r asilo, como tam-bin, y tanto por sus aciertos como p or sus erro res, la conviccinde. que Platn: su pensamiento y su obra, es alg o irreductibl e aesque mas prefabricados, pues por su riqueza d esborda todos loscuadros, o a todos los i ncluye e n una c omposicin orgn ica eindivisa. Ms proble mtico que sistemtico, como dira NicolaiHartmann, o ms aportco que apofntico, no e s tampoco ni unani otra cosa con exc lusividad , y todo l est presente -con lasmuy contadas excepciones que hem os seala do- en todos y c adauno d e su s di logos. Al compr ender tod o esto, siglos despus ,acab por renunciarse a los principios clasifi cadores de la anti-gedad, pa ra buscar otros m s en armona con la ideologa de lostiempo s mode rnos, do minada por e l principio d e la evolucin.

    Fue a s com o los dilogos pla tnicos fueron vis tos y a como eldesarrollo de un proceso d ialctico, ya como el fruto de una evo-lucin no predeterminada por ninguna id ea di rectiva del proceso,una e volucin, como solem os llamarla de spus de Berg son, pro-piamente creado ra. O mitiendo m uchos nombres que h oy notienen ma yor significacin, aunque en su t iempo la tuvieronextraord inaria, mencionarem os tan slo, en lo que sigue, losde aquellos scholars que, por uno u o tro m otivo, dejaron huellaperd urable en la empresa, hasta hoy p roseguida a fanosamente,de ordena r cronolgicamente l as ob ras de Platn,

    Schleiermacher

    Por m s que haya tenido p recursores , fue Schl eierrnacher, enel siglo p asado, quien di o un im pulso nu evo y poderoso al cri-ticismo pl atnico.

    Bajo l a influencia de la fil osofa kantian a y de los gran dessistema s del idealismo al emn, Scheleierma cher co nsidera el con -junto de l a obra platni ca como el proc eso di alctico o el des-arrollo sistemtico de una id ea central que Pl atn hab ra tenidodesde su ms temprana j uventud , y que habra lu ego expre-sado, suc esiva y ordenad amente, en sus dif erentes dilogos . Se-gn S chleie rmacher, el p rimer dilogo platni co habra sido elFedro y con t oda preci sin, adems, hab ra sido escrito a losveintin aos de edad d e su autor, hacia el ao 406 A. c., si eteaos ant es de la muerte de S crates, y en los di logos de esta pri-mera poca de extrema ju ventud, figura ra con otros, el Par-mnides.

    Ya p or esto solo pued e verse inmediat amente cun des ca-minado iba, en estas te mporaciones, Schl eiermacher, toda vezque, c omo s e reconoce h oy uniformemente , Platn n o empez aescribir sus di logos fil osficos sino despu s de la muerte deScrates, y los dilogo s nombrados, adems , son, reconocida-mente ta mbin, de la m adurez de su auto r. Pero lo que , sobretodo, no ti ene ni pies ni c abeza, es esto d e imag inar al jo venPlatn como al provecto Kant (cuy a primer a Crtica es de los 57aos), cont emplando, como un demiurg o, su idea de la fil oso-fa, y escribiendo luego sus di logos, tranquil a y metdic amen-te, en d esarroll o y manif estaci n de la id ea. Es ste, para d ecirlo men os, un Pl atn totalment e atempor al e inespa cial, tot al-

    ment e inmune a las ci rcunstancias dram ticas que permea ronsu vid a y q ue tuvieron, p or ende, tan a cusado impacto en susdilogo s.

    De ah, por tanto, qu e la hiptesis d e Sc hleiermacher ha yasido vivamente impugnad a por numeroso s Iillogos, como Ast,Soch er, Herm ann, Ssemihl y Steinhart. Est e ltimo estableci ,en primer lu gar, lo que de sde e ntonces s e tiene por casi ci erto,o sea que todos los dilogos son posteri ores a la muerte de S -crates, y en seguida, qu e el principio de ord enacin cronol gicadeba ser el del menor o mayor alejami ento de la posicin 50-crtica. S crates, en efect o, haba insistid o siempre en que nopretend a e nsear ningun a doctrina, sino que se presentaba

    apena s como un invest igador de la verd ad; y los primeros di-

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    logos platnicos, por tanto, habran sido aquellos (le carcter'Predominant emente aportico, y en los cuales adem s, segndice Steinhart, prepondera el elemento mmico y plstico . Estosseran los dilogos propi amente socrticos, antes de pasar a lossocraticoplat nicos, para ac abar, finalmente, en los puramenteplatnicos. Por impre cisa que pueda ser la secuencia cronol-

    gica que de este modo se obtenga, y con todos los riesgos deerror que lleva consigo, es mejor mtodo que el de las construc-ciones apriorsticas de Schleiermacher, quien a s mismo setitul un d a, con el orgullo de su ciencia kantiana, restitutorPlat onis.

    fechas de su nacimiento y muerte, y no, por el contrario, cuandose da en un tiempo ms remoto . Una alusin a las guerr asmdicas, por ejemplo, no si gnificara sino que Platn no pudohaber escrito tal di logo, ni cos a alguna, antes de haber na cido.

    De acuerdo con esto, y para apreciar luego el rendimientode este mtodo, tenemos que la ms importante alusin hist-

    rica, de ent re las utilizabl es, es la contenida en el siguientepasaj e del Banquete: A ctualmente, a causa de nuestra perver-sidad, nos dividi la divinidad , como a los arcadios los dividie-ron los espartanos . Ahora bi en, la mayora de los intrpretesson de opinin que Plat n se refiere aqu al castigo infligidopor los espartanos a Mantinea, capital de Arcadia, y que con-sisti en la destruccin de sus muros y la dispersin de sushabitantes en cuatro localidades distintas, todo lo cual tuvolugar el ao 385. Pero Len Robin, no tan precipitado, tieneapenas por probable esta referencia, y Wilamowitz, por suparte, cree que el escritor no alude sino a la disolucin de laLiga Arcdica, en el ao 418, cuando Platn tendra como

    diez aos de edad. Qu seguridad, por tanto, alcanzamos encuanto a la fecha de composicin del Banquete, ya que, aunaceptando la primera hiptesis, no sahramos sino que Platnescribi el dilogo en una edad ms all de los 43 aio s? Esesto mucho para quien continu escribiendo hasta los 80?

    Pues si esto pasa con la ms importante ? alusin histrica,ya se deja en tender lo poco que podem os esperar d e las restan-tes, y muy contadas adems, que encontramos en la obra plat-nica . Las alusiones, por ejemplo, y que son por cierto ms quealusiones, al proceso y ejecu cin de Scrates, no indican sinoque los dilogos a ello concernientes los escribi su autor des-pus de los 28 aos de su edad, y hoy se tiene prcticamente porseguro que no slo ellos, sino ningn dilogo en ab soluto fueescrito antes. Y qu nos dice, adems, el simple hecho de lareferencia comn al juicio y muerte de Scrates , sobre el inter-valo temporal que media, y que todos asimismo admiten sermuy dilatado, entre la Apologa y el Fedor

    Del Fedro, a su vez, se di ce que, por la correcta grafia ypronunciacin (pero sabemos siquiera cmo se pronunciabael griego clsico?) de los nombres de los dioses egipcios, hubode ser escrito despus del viaje de su autor a aquel pas. Con-ccdmoslo: pero aun as, quedan todava, por delante, 40 aos por

    r. 193 a .G Die wichtigstc Zcitanspicluug . . . Ritt.cr, op, cit. 1, 201.

    Los 1111e, os mtodos

    Todo esto, por 10 dems, pertenece al pasado, a un pasadopropiamente ultracentenario. Los nuevos mtodos que han sidoaplicados en los tiempos modernos, as sea desde fines del siglopasado, para ordenar oonolgicamente la obra de Platn, po-dramos dasificarlos, corno lo hace Ritter, uno de los que conlHa)Or claridad )' ms a fondo han tratado la cuestin,s delmodo siguiente.

    Todos los m todos se fundan en los datos mismos de los di-logos , pero se diferencian, en una primera divisin, segn quese tra te de datos pUC ito ) ;111 conscientemente por el escritor, ode otros que, a pesar suyo o sin darse cuenta, resultan de lalectura y comparaci n de unos dilogos con otros . Los prime-lOS datos, por su parte se subdividen en los siguientes: 1) Alu-sienes a ciertos sucesos hi stricos: 2) Alu siones o conexiones conescritos de otros autores , y 3) Referencias a escritos, que natu-ralmente tienen que s er anteriores, del mi smo autor. Lo s segun-dos dato s, a su vez , se di stinguen entre s por referirse ya alcontenido filo sfico, ya a la forma literaria de los dilogos. De-daremos todo esto lo rn-, sucintamente que IIOS sea posible .

    Para empezar, naturalmente, con el primer miembro delprimer grupo, las alusiones a determinados sucesos histricosproporcionaJl, como dice Rit ter, un tcrminus a quo, antes delcual no pudo obviamente haber sido escrito el dilogo en cues-tin; pero no tienen valor, como salta a la vista, sino cuandoel acontecimiento se ubica dentro de los aos que correspon-den a la actividad literaria de Platn, habida cuenta de las

    Const.ant in Rn n-r,Plat on, Mnchen, ) 'l IO, 2 vols., 1, 200.

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    74 DIS TR IB UC IN DE L OS DI LOGOS 75I STR IBU CI N DE LOS DI L OGOS

    lo menos en la vida, y en la produccin literaria por consiguien-te, de Platn.

    Otras veces, en fin, las conclusiones que por este mtodo quie-re inferirse, nos parecen ser tan tiradas de los cabellos, queresultan ser francamente pueriles. As, verbigracia, cuando senos dice que el libro nono de la Repblica, con su etopeya (lel

    tirano, tuvo que haber sido escrito despus de la visita de Pla-tn a la corte de Siracusa; pero de cul visita, ya que entrela primera y las dos ltimas hay, por lo menos, veinte aos dediferencia? As, tambin, cuando se arguye que el libro sptimode la misma obra supone forzosamente que su autor habatramontado el medio siglo, por la buena razn de que en lse propone tal edad para los regentes de la Repblica ideal,como si Platn no pudiera en ningn momento dejar de pensaren s mismo, y como si estuviera haciendo, al componer suobra mayor, una especie de campaa electoral.

    De tan parco rendimiento, como vernos, ha sido el mtodo acuyas principales aplicaciones acabamos de pasar revista; perotampoco ha sido ms fructfero, antes todo lo contrario, el se-gundo que dijimos, el de las alusiones, explcitas e implcitas,de los dilogos platnicos a otras obras de autores contempor.i-neos. Si estas otras obras, a su vez, hubieran tenido su copyright,no habra ms que pedir; pero como no es as, sino que su cro-nologa es igualmente incierta, nada ganamos con saber que taldilogo de Platn es anterior o posterior a tal discurso de I s -crates. Es simplemente el registro de la anterioridad o posterio-ridad entre dos incertidumbres; y por esto dice Ritter que dif-cilmente pueden inferirse, de tal comparacin, pruebas cons-trictivas.?

    En terreno ms firme estamos -de esto no hay duda- cuando,'aplicando el tercer mtodo, encontramos que un dilogo remi-te a otro, ya expresamente (como cuando se dice en el Poltico: Esto lo hemos visto en el Solista ], ya por alusiones indirectasy que no pueden interpretarse de otro modo. Tenemos as , enaplicacin de este procedimiento, que hay una indudable co-nexin entre el Teetetes, el Soiista y el Poltico, como tambin,a su vez, entre el Critias y el T irneo; y lo nico lamentable esque aqu se agotan, segn Ritter, las referencias indubitables deuno a otro dilogo.

    Pasemos ahora a las pruebas o indicios del segundo grupo, queresultan, segn dijimos, de las diferencias, tanto por el con-tenido filosfico como por el estilo, que pueden apreciarse entrelos diversos dilogos, y de las cuales, con toda seguridad, no fueconsciente su propio autor, como es, por lo dems, el caso msfrecuente en la carrera de un escritor, que es el ltimo en darse

    cuenta de las variaciones paulatinas que van sufriendo sus pen -samientos y su expresin.

    Comenzando por las diferencias que pueden apreciarse, deuno a otro dilogo, en la evolucin de las ideas filosficas, todoslos crticos convienen en que su estudio es indudablemente degran inters, pero no todos estn de acuerdo en cuanto a suvalor probatorio con respecto a la cronologa de los dilogos,que es lo nico que est aqu por decidir. Para unos, como Zellero Horn, el mtodo llevara a resultados absolutamente conclu-yentes, y sera por esto el mejor de todos, en tanto que, paraRitter, apenas si habr uno o dos casos, y aun de stos no pareceestar muy seguro, en que la sobredicha comparacin arroje unaluz decisiva sobre la anterioridad o posterioridad de los dilogoscontrastados.

    Como lo sabe todo aquel que se haya asomado siquiera a estosproblemas, la dificultad proviene de que no es siempre tanobvio, en presencia de dos textos -y peor an si son ms, comoes aqu el caso- que exponen una doctrina en distinto gradode desarrollo si el de menor elaboracin es forzosamente el an-terior, o si e~, por el contrario, un resumen o esquema que elautor haya querido hacer de su propia doctrina, desarrolladaya largamente en otra de sus obras . Es exactamente lo que haocurrido'no slo con Platn, sino con Aristteles, ya no digamoscon los libros de la Metafsica, cuya colocacin numrica hasido un verdadero rompecabezas, sino, ms simplemente, c onlas tres ticas que tradicionalmente solieron adscribrsele. Entanto que, para Jaeger, la Gran tica es muy posterior a lasotras dos, y ni siquiera de autora aristotlica, para Olof Gi-gon, y sobre todo para von Arnim, sera la tica primitiva,la Urethik. En presencia de un texto que se reconoce unnime-mente ser ms rgido o escolstico que el de las otras dos ticas,unos toman este carcter como consonante con el esquema pri-mitivo del mismo autor, y otros, por el contrario, como corres -pondiente a la redaccin de un discpulo ms o menos tardo,pero, en todo caso, no del maestro.

    Volviendo a Platn, podemos apreciar anloga s con tradic -7 Bndige Beweisc sind kaum zu Ihren. op: c it . 1, 204.8 Platon, 1, 216.

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    cienes entre los int rpretes , en los tre s temas prin cipales, p arano m encionar otros secundarios, de la filosofa platnica, y queser an, en la opinin comn, la t eora poltica, la teora de l asideas y la teora d el alma.

    En l o que concierne a la primera, lo nico que sabemos concerteza es que tanto la Repblica como el Poltico son anterio-res a l as Leyes, y esto simpl emente por haber dicho Ari sttel csque las Leyes son la ltima obra, en absoluto , escrita por Platn .Con respecto a los otros dos dilogos, la opini n domin ante esque la Repblica precede al Poltico; pero Zell er crea lo con-trario, y Horn, igualm ente, dice que lo m s firme y averiguadoen esto de l a cronologa platnica, es que el Poltico guarda c onla Repblica la misma relacin que la oruga con la mari po sa.Muy elegante el smil , no diremos que no , pero lo cierto es qu ela evolucin de una id ea no suele p ercibir se en los textos contanta claridad como , en una crislid a, la de los insectos lepidp-teros.

    Por lo que ve a la teora de l as ideas, que se ti ene comn-mente como lo ms platnico de lo platnico, se con tiene sobretodo en los siguient es dilogos: en el Cratilo y en el Menn, enestado incoativo, como si dijramo s; con mayor vigor, en el Ban-quete y en el Fedro; con toda su fuer za y claridad, en el Fedny en l os libros VI y VII de la Repblica, y en e stado apor tico,o sea complicad a con todas las objeciones en contra , en el Par-mnides y el Soiista. Dados estos diverso s grados de elabor a-cin o de perpl ejidad, s e acepta en general que el Fedn es pos-terior al Banquete, pero ya no es tan clara l a cron ologa entreel Fedn y la Repblica, muy lejos de ello ; y en cuanto al Par-mnide s , se discuti l argamente, por muchos ao s, si por su in -

    dicado carcter apor tico haba que verlo como el pr imer e s-bozo de la teor a de las ideas (Munk ll eg a asignarle el primerlugar, en absoluto, entre los dilogos pla tnicos), o si , por elcontrario, no habra sido m s bien uno de lo s dilog os de laltim a poca, donde Platn hab ra refl ejado h onradamente l asnume rosas obje ciones levantadas c ontra las idea s como entidad esseparadas, y tan fu ertes, adem s, que a l mi smo pudi eron ha-cerle vacil ar en est a convic cin. Si bien es ste el dictam en queha acabado por pr evalecer, reconozcamos que l a primera inter-pretacin no peca t ampoco de absurda, ya que un filsofo puedeverse acosado de dudas sobre su propia doctrina tanto cuandoempie za a con struida, como cu ando vuelve sobre ella despus

    del combate que, en su defensa, ha tenido que librar.

    DISTRWUCI N DE LOS DI LOGOS 77

    En lo que hace, por ltimo, a la teor a del alma, expue sta so -bre todo en el Fedn y en la Repblica, la discusin se trab ,muy reciamente tambin, en ra zn de la contradiccin que cre ypercibir se, y que algun os, como Rader , tuvi eron por insolubl e,entr e la concepcin del alma como su stancia simple F edn],o compuesta (Repblica, Fedro y T im e o] por la divisin delalma en alma r acional y alma irr acional, dividida sta a suvez en nimo y deseo . Hay quien es opinan, como S antoToms, al estudi ar el mismo probl ema en la psi colog a de Ari s-tteles, que no h ay ninguna contr adiccin, en cuanto que lasdiversas funciones, potencias o facult ades del alma no destru yensu unid ad radical, y de nuestr a parte creemos ser sta la in-terpreta cin corr ecta. Pero si l a concep cin tripartit a del almase entiende como una divi sin f sica o real, habr que decirentonces, con Zell er, que Platn no po stula l a inmort alidad delalma (Fedn) sino en f avor de la parte r acional, el logistikn. dela Repblica; o con Rohde, y lo dec a con gran seguridad,que el pen samiento del fil sofo evolucion de la concepcintripartit a a la unitari a (pero qu impide que hubi era podidoser exactamente al revs?), o c on Hrzel, que Platn no profesrealment e, como creencia suya, la concepcin tripartita, y quesi la expone , es n ada ms que por dar a conocer otras opinionesajen as de la suya, del mismo modo que lo hace con los vario smitos sobre el destin o ultraterreno del alma.

    A pr opsi to de los mit os, que o cupan lugar tan important een l a obra de Pl atn, es de r ecordarse aqu la peregrina t eorade Schleiermacher, c on arr eglo a la cu al los dilogos con mito s(Fedn y Repblica desde lueg o) tendran que situarse ent re losde l a prim era poca, y esto no ms que p or la ob sesin de estos

    filsofos kantiano s, de que la filo sofa pl atnica tendra fo r-zosamente que h aber seguido un desarrollo cientfico , conel consiguiente y gradual abandono de toda mitologa. Nadie,hasta d onde sabemo s, sostiene ya hoy es ta o currencia, pues nohace falta sino le er sin prejui cios los texto s mismos par a vercmo su autor re curre naturalmente al mito, aun en dilogosde altsima elabora cin filo sfica -si no es que en stos pre cisa-mente- cuando siente que la r azn no puede avanzar ms all,y que hay que colm ar de algn modo el v aco, con creen ciaso tradiciones qu e tampoco pueden descartarse en absoluto comofuente de cono cimiento .

    Inspirada en pr ej uicios anlogos a lo s de Schleiermacher, es

    la explicacin cronol gica ideada por Herrnanns, en cuya opi-

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    78 DISTRIBUCIN DE LOS D ILOGOS

    nin todos los dilogos apor ticos o crtico-negati vos, como ldice, tendran que ser for zosamente ms antiguos que los lla-mados d ilogos positivos. Con este criterio, apli cado a raj ara-bla y sin el debido d iscernimiento, ha bra que tener como di-logos de juventu d el Solista, el Poltico y el Parmnides, cuan -do hoy se tienen , al contrario, por dilogos de senectud.

    El mtodo estilorntrico

    Venga mos ahora, para concluir , al ltimo de los mtodosaplicados en la d etecci n de la cronologa platnica, y del quese cr ey en un tiempo -as lo dice Ritter- que l s puederesarcimos cu mplid ame nte de las esp eranzas frustradas en elejercicio d e los an teriores .s Este mtodo, llamado estilome-tra por lo s ingle ses, y estad stica de vocabulario (Sprach-statistik) por los alemanes , consiste e n obser var las vari acionesestilstica s, sobre todo en el empleo de ci ertos adv erbios, modo sadverbiale s, conjunciones y partculas, que hay en el lenguajede Pl atn, y de l as cuales fue l mi smo, con toda probabilidad,incon sciente, como le acontece en gener al a todo e scritor.

    Hay que a dvertir desde luego, y antes de toda otra conside-racin, que el mtodo sl o ha podido operar en cuanto quepreviamente s e teni a, aqu tambin, un terminus a quo (oa d q u e m , segn que veamos para adelan te o para at rs), cons-tituido, siempre sobre el irr efrag able test imonio de Aristteles,por las Leyes, la obra p stuma de Platn. P artiendo de ellahacia atr s, un dilogo platnico e star tamo ms o tantomeno s alejado de la vejez y muerte de su autor, cuant o mayoreso menores se an sus diferencia s estilsti cas con respecto a las

    Leyes. Como s e percibe de sde luego , tratase de un a dosific acinde vocabulario por extremo difcil, y tanto m s cuanto ms sealeje uno del terminus a quo; pero antes de entrar en estasdifi cultade s, bueno ser histo riar sucintamente cmo y de qumanera fue que se hicieron estos hall azgos .

    Adrede hemos dicho cmo se llama a este mtodo en Ingla-terra y en Alemania, porque fue inven cin comn, a algunosaos de distancia, de dos fi llogos , oriundos respectivamente deuno y otro pas , los cuales llega ron, sin cono cerse pa ra nadaentre s, al mismo resultado.

    El ingl s primero, Lewis Campbell , en la introduccin que t

    11 Ritter , Ptat o n 1, 232.

    DIS TRIBUCI N D E LOS DIL OGOS 79

    publi c, el ao 1 867, a dos dilogos platnicos: el Solista v elPolticr: c.ompro b en ell os un g ran nmero de p eculiarida-des eStIhS~IC aS,que e~a~ c omunes adem s, segn luego percib i,con el TImen, el Critias, el Filebo y las Leyes, de lo cual de-dujo qu e todos es tos dilogo s pertenecan, por 10 mismo, a lavejez de Plat n. Ava nzando por e ste c amin o, o retroce diendom~s ~ien , percibi lue go que en otro grupo de dil ogos: Re-p ublzca, F e dr o Teetetes y Pa r m nid es , se daban otr as peculi a-ridades verbale s que les eran comune s, y que, siendo di stint asde la s primer as, no estaban de ellas tan al ejadas; por todo l ocual esos dil ogos fueron c onsider ados como de la madure zdel filsofo. D el mismo modo, pari passu, con los dilo gos delprim er grupo o d e la juventud.

    Sin s aber n ada d e los trabajos de C ampb ell, que eran, a loyue .parece, .d esconocidos en Alemania, Dittenberger , en 1881 ,explic el mismo m todo y ll eg, en l o sust ancial, a l as misma sconclusi.ones 9ue su col~g a. britnico . Por la br echa abierta po rambos investigad ores, SIgUIeron lu ego, en Al emania, los traba-jos de Sch anz y van A rnim, y en Inglaterra , los de Lut oslaws-ki.lO Fue este ltimo quien invent el nombre de estilom euiapues cre y que era posible d etermin ar, con pre cisin mat emti:ea, todas y cada una de las variantes v erbales entre los di-logos; ex agerada pret ensin que, en con cepto de Ritter, r edundantes en d ~scrdito d el mtodo que en su perfe ccionamiento .

    A la esti lometr a (l lammosla as s lo por comodidad delenguaje, y no porqu e respaldemos en todo las conclusiones deLutos lawski) pert enece no slo la dosi ficacin de los trminosque han sido consid erados como los m s indica tivos, sino otra speculiaridades muy interes antes en la con struc cin d e la fr ase.

    A~ , por eje~pl? , se concede gran valor al hecho de que lo shiatos v an disminuyendo gradualmente entre los di logos de lajuventud y los de la v ejez; cosa que se atribuy e a que Platn ,por ms que s e guarde mucho de de cirlo a s, habra cuid adode aplicar en este punto la pre ceptiva d e su ri val Iscr ates, quien,~n efecto, hac a gran hincapi en evitar aquella ca cofon a. PeroJustamente co~ este pr0 l?'eso en la voc alizacin , se ob serva quela clusula misma va SIendo m s y ms amplia, y los anaco-lutos, por ello mismo , se multiplican , como si el e scritor nopudiera cur arse ms de su sinta xis cuando la s ideas le acudanen tropel y tena que expre sarlas como fu era.

    10 The originand growth 01 Pla to s logi c, Londres, 1897.

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    8 DI ST RI BU CI N D E L OS l lI, \L OGO S DISTRIn UCI N DE LO S IlI,,()(;OS 81

    Qu debemo s pens ar de l a estil ornetra, de su valor e stadsti coen cuanto a apurar la cronol oga de la obra platnica?

    No negaremos que en general ha producido bueno s resulta-dos, pero a condicin -y es aca so la advert encia o restric cinms -imp ortante- que se combine c on los otros mtodos estu-diados con antela cin, o sea que se t enga en cuenta, en cadadilogo, tanto la forma estilstica como el contenido filosfico.Para poner ejemplos concretos, y siguiendo l as jui ciosas obser -vaciones de Clodius Piat,l1 la abundan cia cr eciente, que se ob -serva en gen eral, de los superlativos adverbiales sobre los ab so-1utos (ci),:rOwc;-aA.110a-'tO:tC1., bpO GC;-opOo'tCl.t X., X Cl.),Wt;-xr iA.A.~a-'tCl.)noprueba neces ariament e la anterioridad o po sterioridad de un di.i-logo, en razn de l a indicada pr ogresin d e los superl ativos,sino que puede suponerse la sencill a hiptesi s de que el autorlos usa en mayor nmero en aquellos dilogos consagrados a ladefensa de sus tesis fundamental es. As tambin, tratndose delaumento, igualmente pr ogresivo, de ciertas p artculas enclticas,equivalentes a la conjuncin copulatva , su eclosin sbita, comodice Piat, puede explicarse simplemente en r azn de ser elpasaje en cuestin de -ndole narrativa, lo qu e ocur re, por ejem-plo, cuando el autor e st de sarrollando un mito.

    Con estas cautelas , sin embargo, no puede desconocerse queha sido decisiva la contribucin de la estilometra, como puedeapreci arse del cuadro comparativo que nos ofrece Ritter 12 entrela cronologa estable cida por l mismo, en aplica cin del m -todo, y la que, por su parte, proponen Lutoslawski, Comperz,Natorp y Rder. Con ligeras variantes , concuerdan todos ellos-lo cual era de esperarse, por lo que ant es dijimo s- en lacronologa de los dilogos que van de la Repblica ~las Leyes,o sea de aquellos que estn menos distantes d el tc rmtnus a qua .Mayores divergencias se obser van, como es natural, en los di -logos anteriores a la Repblica, pero ya es mucho el habersepuesto de acuerdo en considerar a este dilogo como el vrticeo apogeo en la produccin platnica, y por esto mismo, comola lnea divisoria entre los dilogo s que lo preceden y los que lesiguen. Lo que es el diuortium aqua-rum en una cordillera, lalnea de separacin de las aguas que corren hacia una y otravertiente, es aqu la Repblica=

    El ca rcter di stintivo de la lnea de separa cin, adems - ycon esto entramos en la combin acin de la estilometr a con l osmtodos antes ex aminados- est en el carcter ms socrtico delos dilogos que qued an antes , y m.is platnico, por. el con-trari o, de los qu e vien en despu s. Y lo de m s socr tico ha )que entend erlo ya por n o superar se, en los primero s dil ogos,la filos ofa p ropiam ente socrtica, de carct er sobre tod o prc-tico , ya por s er su princi pal de signio la def ensa y glorific acinde Scrates, aUllqu e con yuxtaposicin expositiva de la filo sofapropiamente platnica, como es el Cil SO, sobr e todo, del Fedony el Banquete. De la Repblica en adelante , en cambio , S-crat es va siendo gr adualmente, ms y ms, un mer o portavozde las ideas platnicas, hasta acabar por tiesapar ecer del todoen las Leyes.

    De a cuerdo con e sto, y combinando Iib remcnte entre stodo s los mt odos d e cronol ogia platnic.i a que hemos p asadorevista, y tod o ello con lo qu e sabemos por otro l ado de lavida d e Platn =contribucin muy import an le , por c ierto, a lacronolo ga de los di logos >, termin aremos esta pesquisa COIluna br evsima hi storia de cmo fueron s urgiendo , unos despusde otro s, los di ;logos platnicos. conforme al esquema qu c nostraza, en su admirable obra, v iJamowit z-:\Ioellendorff . Contodo lo qu e pueda haber all de fantasa, para llenar los vacosdocum entales , creemos ser ste el ensayo m ejor l ogrado, el queresponde m s cumplidam ente al propsito de d escr ibir diumi-cam ente la su cesin temp oral de los dil ogos platnicos en Iun-cin d e la vida de su autor.

    La cronologa de Wilamoioitz

    Platn, pues, autor dram tico en UIl principio, y colocado.desde muy jo ven tambi n, bajo la influencia de Scrates, habraemp ezado p or escribir un a serie d e dilogos, desde luego socr-ticos , pero cu ya principal intenci n no es la d efensa del maes-tro (y por e sto pe nsaron muchos crti cos que pudi eron hab ersido es critos ante s de la muerte de Scrares) , sino sim plemente lade tr azar ciertos cuadros o e scenas , llenas de vida y movimiento.

    11 Platou, Pars , 1906, p. 4 38.] 2 Platou, 1, 254.13 Aclaremos d esde este momento , a reserva d e expl icarlo despu s, que

    nos r eferimos, con esta c erteza, a los nueve libros de la Repblica que sigu en

    al p rimero, entre el cu al y los d ems, en opini n de num erosos intrpret e s,habra una distancia tempor al con siderabl e. 1\0 obstunu -, es curio so compro -bar , en las tablas cronol gicas de Riucr , CII'O la cstilom etra revela unasecuencia, sin s olucin de con tinuid ad, entre el libro primero y los subse-

    cuent es. Cf. Ritt cr, op , c it., p. 254.

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    8 DISTRIBUCIN DE L OS DILOG OS 83DIST RIBUCIN DE LOS DILOGOS

    en que S crates, se gn aco stumbraba hacerlo, pone en solfa avarios p ersonajes, po etas y sobre todo sofista s, infatuados de sufingido saber. Este aspecto, el irn ico o burl n, es el que m sse acusa en el Scr ates de estos dilogos, y apenas fugitivamente .aunque no est aus ente del todo, entrevemo s la ima gen divin aque Alcibades deca h abitar en el alma de aquel Sileno, y

    que, a los ojos de su s discpulos, no se revel p or complet o,en todo su fulgor, sino el da de su muerte. Por esto llamaWilamowit z stira s filos ficas, sin m ayor profundid ad doctrinalan, a di logos como lo s siguiente s: Ion, Alcibades, los dosHipias y Protgoras. Este ltimo , sobre todo, p asa con razn p or~er el de ~a yor arte d ramtico no slo entre lo s dilogo s deJuventud, S Illa entre t odos en gene ral. Con l acontece, segnhan observad o los crit icos , lo que con el W e rth e r de Goethe ,el Romeo y [uli e ta de Shakespeare y el David de Miguel Ang el;obras tod as de ju ventud, pero cuya frescura o vivacidad, pre-cisamente por ello m ismo, no vue lve a darse en la produccinposterior , ms valio sa bajo otros asp ectos, de aquellos artistas .

    A continuacin de esos dilogos vinieron l os que Platnescribi , ciertamente despus d e la muerte d e Scrates, consa-grados a su defen sa , y que Wilamowit z distingue cuidados a-men te de l a glorificacin (Verteidigung, Verkliirung), la cu alse encontra ra tan s lo, segn l, en el Banquete, y sobre todoen el F ed on : La defensa de S crate s, a su vez , la entiend e elfillogo alem n en un sent ido m s amplio del que de ordinar iosuele atribursele , porque no la t oma t an slo bajo el aspectoproce sal, como si dij ramos, del jui cio incoado y seguido, ha stala sentenci a, en contr a de Scra tes, sino que la exti ende a aqu e-llos dilogos en que S crates, sin estar en la situ acin judi cial

    del acus ado, es vindic ado, de hecho , de los carg os que en contr asuya se formularon du rante el juicio. Po r esta r azn, Wilamowi tzinclu ye en este grupo de di logos no slo la Apologa y el Cri-ton, sino l os siguien tes: Laques, Lisis, Crmides, Eutifrn y elprimer l ibro de l a Repblica.

    En t odos e llos , en efecto, aparece S crates como el prototipode l as vi rtudes car dina les (Plat n es el autor d e esta con cepcinque p as luego a l a tica cristi ana), una por un a, y de otr asan, c on lo que se d a luego a ent end er, por ms que no se digaexpre samente, que un hombre as , adornado de todas las vir-

    tudes, n o pudo ser el cor ruptor de la juvent ud, segn se lo impu-taro n Anito y los que con l formalizar on la quere lla judic ial.Fortaleza (Laques), templ anza (Lisis-Crmides], piedad (Euti-frn), de todas estas virtud es es S crates cumplid o arquet ipo;y en lo que hac e a la pi edad (no la m iserico rdia, s ino la pie tas],Platn la pon e de reli eve e n su ma estr o, y en u na si tuacin ,

    esta vez, pr epar atoria d el proceso judi cial, justo por que la acu-saci n en su contra fue por cri men d e i mpiedad . L a pru den-cia o sabidu ra (una y otra cosa q uiere de cir la phrnesis) nocree P latn necesario encar ecerla, s iempre con referencia a S-crates , en un dil ogo e special, pero pr cticamente est e n todo s,por el hecho mis mo d e pos tular Scra tes toda virtud c omo unsaber, y de urgir, e n consecuencia, por la definicin estrict a decada virt ud, frente a la frivolidad d e los sofistas, que s e con-tenta n co n la retric a. La jus ticia, en ca mbio , s es el tem adel libro primer o de la Repblica, el cu al, en el mome nto d esu compo sicin, muy prob ablement e po r lo meno s, no debaser el prime ro de los otros n ueve, sin o un dilog o autnomo,

    que ha bra sido el Trasmaco, por e star todo l d edica do a l apolmica de Scrates con el sol ista de es te nomb re: Tras macode Cal cedonia, sobre el conce pto de la ju sticia. Y figu ra entrelos dilogo s en de fensa de Scrate s, porque lo pr omine nte en lno es tanto la expli citacin de aquel concepto, cu ando l a pre-sentaci n de S crates co mo el varn jus to por ex celencia, comoel heraldo d e la nueva moral que l mismo f ormul a al decirque es pre ferible sufrir la in jus ticia a co meterla . Es la co nvic-cin que expresa en el Critn, y por la cu al mu ri , al c onsenti ren someter se a una s entencia injus ta, antes qu e co meter lmismo, con su fuga, una i njusticia con la ciudad. Y Platn quie -re no s lo m ostrar, en el Fed n , cmo muere e l justo : ecce quo-modo moritur iustus, sino tambin, en todos aquell os dilogosde la defensa de S crat es en su ms amp lio sentid o, cmovive el justo e n su v ida normal y co tidiana: ecce quomodo iustusvivt.

    Esto l timo es lo qu e est ta mbin en -l Banquete, slo queya n o en plan de d efensa simplem ente, ' fue se contenta condesvirtuar l a calumn ia, sino en el d e apote osis o glo rificacin.A este fin conspira tanto el discurso de Scrates s obre el Am or,como, sob re todo, el no menos maravilloso discurs o de Alciba-des, que es la ms espln dida etop eya de Scrates , as no fues esino po r su carcter unitario. entr e toda s aque llas q ue, fr agmen-

    tariamente, se contienen en los dilogo s pla tnicos. Sus r asgos4 D as Go tterbild ha t Pla ton erst zu Gcsich te bek ommcn. als Sokrates zu

    sterbe n ging. Wi lamowitz, Pl at o n , 1, 139.

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    84 DISTRIBUCiN DE LOS DL.\LOGOS 85ISTRIIH CIN nr ; LOS DILOGOS

    son concordantes, por supuesto, con los delFedon, pero con ladiferencia, apuntada finamente por Wilamowitz, de que en uncaso dominan en la pintura, junto a la claridad del personaje.los tonos sombros de la muerte inminente, al paso que, en elotro, el retrato brilla en la ms opulenta luz.

    En razn simplemente de la unidad temtica que los vincu-la, nos hemos referido, sin solucin de continuidad, a los dilogosde defensa y a los de glorificacin de Scrates, por ms queestos ltimos, en la opinin comn actualmente, hayan sidoescritos mucho tiempo despus de los primeros; y ahora retroce-damos lo necesario para seguir sin saltos la cronologa,

    Despus de los dilogos en defensa de su maestro, parece1 '101-tn haber escrito otro de sus gTancles dilogos, elCorgias. Enl pasa ya la persona de Scrates, y su defensa, por ende, asegundo plano, porque aunque todava polemiza con los solis-tas, no lo hace en el tono de buen humor, reposadoy festivo,del Protgoras, sino con una acritud tal, que es manifiesto queya no es l, sino Platn, quien ha saltado a la palestra. Lamisma tesis sofstica de que la justicia es el inters del msfuerte, la impugna el Scrates delT rasimaco de un modo muydistinto de como lo hace el Scrates delGorgias, no en la argu-mentacin, pero s -y es aqu lo decisivo- en el tono del debate.En la interpretacin de Wilamowirz, que estamos transcribicn-do y glosando, el Gorgias habra sido el ltimo de los dilogosjuyeniles, o no tan maduros, de Plain:y lo habra escritopoco antes de emprender sus viajes. En l lanza el guante contrala retrica y la sofstica, en una guerra sin cuartel,y delnea laIlUCY; paidcia que ha de sustituir a aquella educacin fingida,\' sobre la cual ya l,Plarn, a meditar en su ausencia de Atenas.

    Xlra volver con ella perfectamente estructurada,Es, en efecto, lo que ocurre a su regreso, con la fundacinde la Academia; pero antes, o simultneamente, y tal vez COIlel propsito de ganarse discpulos, le interesa a Platn desvane-cer la mala impresin que pudo haber dejado elGorgias, encuan lo pudieron haberse interpretado sus ataques contra la re t -rica como dirigidos contra la educacin atenicnse en general, eindirectamente, por lo mismo, contra Atenas misma. Para mos-trar, pues, que a nadie cede l en el amor de su patria,y quela retrica puede tener bellosy nobles usos, cuando no pre-

    tende suplantarse a la filosofa, compone Platn un breve di-logo, el Menexeno, que, en realidad, tiene de dilogo muy pocoo casi nada, por no ser otra cosa que una encendida perora-cin en alabanza y gloria de Atenas. Mediante esta obra de re-trica, de la buena, trata Platn, en suma, como dice Wilamo-witz, de echar un poco de agua en la hoguera delGorgias, y deconciliarse, hasta donde le es posible, el favor de todos, con unapieza que su autor debi ver como la mejorcaptatio beneuo-lentiae en aquellas circunstancias.

    Los tres dilogos que probablemente siguen al anterior:Me-1/J1. Cratilo y Eutidemo, estn ya todos perrneados del espritude la Academia, de la cual son, entre los tres, como el programa() manifiesto de su orientacin y su didctica. Socrtica es an,en el Menn, la doctrina de que la virtud puede ser enseada,y lo es igualmente la mayutica como mtodo de aprendizaje:pero todo lo que viene despus: la matemticay la dialcticacomo disciplinas fundamentales en la nueva institucin,y msall an, la eternidad del alma y la reminiscencia como losfundamentos metafsicos del mtodo mayutico, todo esto es,incuestionablemente, platonismo puro. En elEutidemo, a suvez, se distingue con todo rigor la dialctica filosfica de laerstica sofstica, y en el Cratilo, en fin, se postula, frente alflujo heraclitano del devenir universal, la existencia de un reinoinmutable de las Ideas, las cuales son as el necesario correlatode la reminiscencia y la mayutica, que de otro modo opera-ran en el vaco.

    Con tal programa y con tal orientacin, metafsico-didctica,firmemente articulada, emprende y lleva a cabo Platn, en dosdcadas, ms o menos, de docencia ininterrumpida en la Aca-

    demia (es decir, antes de volver a Sicilia) su gran obra de laRepblica. En ella tambin, segn el deslinde que estamos ha-ciendo, es herencia socrtica el cuidado del alma , cuya saludes la justicia, con la comparacin tal vez, aunque ya no tanseguro, entre el alma y el Estado; pero todo el resto pr.ictica-mente, toda la inmensa riqueza y profundidad de la obra, queno podemos atisbar siquiera en este momento, es de auto-ra platnica. Scrates quiso, en verdad, la salvacin de Ate-nas, pero el campo exclusivo de su misin fue el alma desus conciudadanos, y no la organizacin del Estado dentro delcual pudieran aqullos alcanzar la vida mejor.

    Como no hemos de volver a ocuparnosms de l, aadiremos

    que la interpretacin de Wilamowitz. en lo tocante alMene-15 Der Phaidon ist durchaus in dunklcn T ucn gehaltcll, das S yruposion

    gliucrt in buntem Lichte , Platon , 1, 392.

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    86 DISTRIBUCIN DE LOS DILOGOS 87ISTRIBUCI N DE LOS D ILOGOS

    xeno , est muy lejos de ser aceptada por otros exe getas pla t-nicos, En opi nin de Louis Meridier, por ejemplo, la intencinde Platn , al componer esta pie za, h abra sido la de hace runa parodia de la elocuencia profesor al o sofstica, y no sera,en con secuencia , sino un episodio de l a lucha de P latn contrala retrica , en la cual el Menexeno hara l a figura del dramasatrico , de spus de la t ragedia del Gorgias. En apoyo d eesta opinin , se aducen, en primer lugar, las circunst ancias deldilo go, como el hecho de que el rh e to r, en este ca so, sea preci -samente Scr ates, quien fue siempre absolutamente ajeno a l aretrica (no se ufana de ello l mismo en el principio de l aApologiat], y junt amente c on esto , el hecho concomitant e deque el mismo Scrates del dilogo declare que su maestra deelocuen cia -ms an , la autor a misma de todo el d iscurso -haya sido nadie menos que A spasia. Por extraordinarios quehubieran sido los talent os de esta mujer, aparte de su bellez a,poda e ncomendarse dignamente el panegric o de Aten as, desus g lorias y esper anzas, a q uien no er a, en fin d e cuentas, sin ouna cor tesana, aun que de alto cot urno?

    Lo decisivo, en fin, el hecho bruto que emerge triunfante decualquier interpretacin, es que el Menexeno es una obra mae s-tra de la antigua retrica; un dis curso en que se observan , delprinci pio al fin , todos los p receptos del arte. Es tambin, a sumodo , un Disc urso por los M uertos, un. epitaphios, y como tal,comprende dos part es esenciales : el elog io y la cons olacin. Enel primero, y como su s temas a su vez esenciales , figuran l aglorifica cin de la raz a, de la ed ucacin y de los actos . Porlo primero , la autocto na de la pobl acin del A tica, predile c-ta de los dioses, como lo com prueba la rivalidad entre Atena

    y Poseidn, Por lo segundo , la paideia ateniense ; y por lo l-timo, las grandes hazaas militares, con particular hincapien las guerras mdicas y en la guerra del Peloponeso, La ora -cin fneb re, en fin , remata en la consolac in que los muertosdirigen a sus padres y a sus h ijos, y en la exhortacin del orad ora todos stos, hasta la despedi da. Formalmente, es el Discursopor los Muertos por antonoma sia, el de Pericles, inspirado tam -bin -ha sta aqu puede llegar la irona- por la misma Aspasia,real y concreta esta vez, la am ante del gran estratego?

    Tan perfecto es el apego del Menexeno a los cnones de laretr ica, que a ms del d esfile de lug ares comunes y h abitua-les, encontramos all tamb in el igualmente habitual desprecio

    de la verdad histrica, po r parte de l os panegiristas a ultr anza

    de la ciudad. El orador , en efecto, pasa tranquilamente por altotodos los reveses milit ares o desaciertos polticos de Atenas,tanto en las guerras mdicas como en la guerra del Peloponeso:y en las victorias, a su vez, reivindica para Atenas todo el mritode la accin, como cuando, por ejemplo, calla la importantecontribucin del contingente armado de Platea en la llanura deMaratn . Cmo es posible -se preguntan los exegetas- quePlatn haya podido descender a semejante farsa declamatoria,cuando en el Gorgias afirma tan enrgicamente que la retricadebe ir acompaada siempre del respeto de la verdad y lajusticia? Y cmo es posible, adems, que se haya atrevido aponer todo ello en boc a de Scrates , el hombre ms venerablepara l sobre todos?

    De aqu, por tanto, que haya sido vivament e impugnada l aautora platnica d el Menexeno; pero como desgraciadamenteno puede ponerse en duda, ya que Arist teles lo cita con talatribucin, y no una sino dos veces, en su Retrica, la con-clusin final parece ser la que discretamente propone Taylor,al decir que el tal dilogo constituye el ms intrincado enigmao rompecabezas (puzzle) en todo el cm-pus platonicurn. Por otraparte, no creemos que se contradigan tanto como a primeravista pudiera parecer, las interpretaciones de Wilamowitz y deMeridier, si suponemos que Platn pudo pensar, con ciertasocarronera, que una parodia as de gruesa bastaba y sobrabapara conciliarse el favor de la hueste retorizante, incapaz, porsu falta de sentido crtico, de percibir el infundio. Si as fue,no hay duda que Platn tuvo sus ribetes de astucia o bella-que ra al componer una obra que, por cualquier lado que se lamire, es de puro virtuosismo. Dej rnosla atrs y pasemos adelante.

    Terminada la Repblica, y en la esperanza, que por algntiempo parece haber alimentado , de que su mensaje pudieratener algn efecto en la poltica de su ciudad, y con el goce,adems. de haber dado cima a tan alta empresa, Platn descan-sa, como los verdaderos artistas, trabajando, y produce un di-logo, el Fedro que es fruto, a la par, de este goce y aquellaesperanza. Su atmsfera es la de un da feliz de verano't.wen que se distienden las fuerzas y se da curso simplemente a laalegra de vivir. , Con inigualada libertad de movimiento, conexuberante fantasa potica, se dan aqu la mano lo mejor delFedn y el Banquete: Eros y Psiqu, como en el mito alado de

    16 La expr esin es de Wilamowitz : Ein gliicklicher Sommertag.

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    8H DIS -RIIIl 'UN DE LOS DL.oGOS

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    los corceles del alma, y su cabalgata, en el cortejo de los dioses,por los campos celestes. Por estar aqu, con tan bello ropaje,toda la filosofa de Platn, Iue por lo que Schleiermacher, queno atenda sino al aspecto profesoral, pudo ver en elFecho,como si fuera el programa de un curso, el primero de losdilogos platnicos.

    Al escribir el Fcdro . estara Platn, segn losclculos msprobables, en los sesenta aos. En los veinte que an le quedande alentar y escribir, y en los cuales ha de decir an muchascosas de gran importancia, y que no dijo antes, no volvedjams el goce de aquella tarde estival, a orillas del Ilisos. Cuan-do se da cuenta de que Atenas ignora, para todos los efectosprcticos, el mensaje de laRepblica, no le queda sino recoger-se en s mismo, enSil Academia y en su actividad docente. ydar un adis definitivo a la poltica activa. En la serenidad dela vejez acabar por sobreponerse a la desilusin y a la repulsade sus conciudadanos, pero la amargura no puede dejar de ins-tilarse en los dilogos de esta poca.

    Tal acontece, desde luego, en elTeetetes, el dilogo consa-gTado a la ciencia, y en el cual resuenan los viejos temas delsaber -el nico digno de este nombre- como fruto del alumbra-miento interior e intuicin de la Idea. Pero juntamente conesto, vemos cmo est transida de amarga irona la admirableetopeya, que all se nos ofrece, del filsofo. No es ya el esforzadoconstructor de la ciudad perfecta, lleno de alacridad y opti-mismo, sino un habitante no ms del reino de las Ideas, delque hacen mofa la gente vily los que se tienen por hombresprcticos, como los leguleyosy los politicastros. En realidad,no est y no mora sino por su cuerpo en la ciudad; pero suespritu, que tiene todo aquello por pequeezy nadera, y quedesprecia, levanta el vuelo hacia todos los mbitos,ya midiendolo que hay en los abismos de la tierra o sobre ella, ya persi-guiendo el curso de los astros, y escrutando la naturaleza decada cosa y del conjunto, sin abatirse jams a lo que le rodea.18

    En el mismo estado de nimo, por10 seco del estilo y lointrincado de los razonamientos, parece haber sido escrito elParmnides. En este dilogo analiza trabajosamente Platn, sinacertar a resolverlas, las numerosas objeciones levantadas contrasu teora de las ideas, y particularmente cmo deba ser el

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    DISTRIlIl iCN DE LOS 01 \1.0(;OS 89

    enlace entre el mundo eidtico y el mundo fctico, si por par-ticipacin , por imitacin , por ejemplaridad , o de qumodo. Y en lo que. adems, parece haber consenso entre loscrticos, es en cuanto a que estas dificultades las haba suscitadoprecisamente Aristteles, el joven discpulo de Platn en laAcademia, porque son las mismas que luego encontramos en los

    escritos aristotlicos. Por esto se ha dicho, y con razn, que tam-hin contribuy a amargarle la vida a Platn, en su vejez, elhaber tenido, entre sus alumnos, a aquel joven genial, venido deEstagira o de la corte de Macedonia, que as como as, de buenasa primeras, perciba los puntos vulnerables en la doctrina delmaestro, )' los exhiba sin piedad.

    Por otro camino, pero siempre con el propsito de defen-der las doctrinas que haban sido las ms suyas, ide Platnuna triloga, la nica que parece haber preconcebido como tal,cuyos dilogos encarnaran tres formas de vida , como dira-mos hoy, y que seran elSolista, el Poltico y el Filsofo. Dehecho, slo los dos primeros dilogos, que llevan esos nombres,ueron escritos, o por lo menos publicados; pero el tercero esta-ha planeado tambin, como resulta de las referencias explci-tas de los otros dos.> Deficientes ambos: el sofista y el pol-tico, sus imperfecciones deban ser anuladas o superadas en elfilsofo, el tipo humano superior en absoluto. En elSolista senos presenta este tipo, en consonancia con la etopeya del Tcete-tes, como aquel cuya mirada est siempre dirigida a la Ideadel Ente, mientras que los ojos de la multitud no pueden so-portar la luz de lo divino .~O

    Por qu no lleg a escribir Platn el tercer dialogo de latriloga, que deba ser su remate y coronamiento? En opininde Wilamowitz, fue porquc Platn no alcanz nunca a resolverlas dif icultades, que haba expuesto en el Parm nides, contra lateora de las ideas, y que se imaginaba que podra despacharsatisfactoriamente en elFilsofo. Como quiera que haya sido, esinteresante la conjetura de que, entre el mundo inteligible y elmundo sensible, concibi Platn otros posibles agentes de enla-ce, ms reales y concretos que los puramente lgicos o meta-fsicos de la participacin o de la imitacin, y que seran, se-gn el titulo de aquel proyectado dilogo y lo que al respectoencontramos en elBanquete y en la Repblica, los tres sigui en-

    1') Sol. 253 e, Poli/o ~5 7 a. lO S )I. 254 a.

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    9 DISTRIBUCiN D E LO S DILO GO S

    tes: el filsofo, el amor y el Est ado. Po dr escaparnos la meta-fsica de la particip acin, pero lo ind udable es que por l afilosofa, por el Ero s y por la organiz acin de l a ciudad haciala vida perfe cta, se da de algn mo do, en este mundo, l a refrac -cin del otro, constituid o por esencias y valores .

    Los ltim os aos de su vida lo s con sagr Platn a l a comoposic in de un dilogo, el Filebo, cuy o asunto es la cuestindel sumo b ien propue sto a la conducta human a, y la cuestin,por end e, de la feli cidad o eu d e mon ia, de que se ocup arn tanlargamente los peripatticos y los estoicos.

    Su cosmovisin, en seguida, la d eclara Pl atn en el Critiasy en el Timeo, y cierra, en fin , su gl oriosa carrera de es critor , ysu vida mism a, con las Leyes; obras de las que hem os dichocon antelaci n lo que era suficiente en un a introduccin, porlo que no es menester aqu aadir ms.

    IV. TEOR A DE LA VIR TUD

    En el o rden d el t iempo (porq ue en e l sistemti co anda todojunto en Pla tn) el tema de la v irtud p arec e tener induda -ble prioridad entre los grandes temas que hemo s enunc iado dela filosofa platni ca. Es el predominante, cuando no el n ico,en los dilogos s ocrtico s po r anton omas ia, aquellos en queScrates es no sl o el personaje central, sino , hasta donde p o-demos con jeturarlo , el per sonaje histri co, y no tanto por lasituaci n concre ta del dilogo, que pued e ser fictici a, si no porser el te ma uno de aquellos qu e, por l o que sabemos, fueronhab ituales en l a conversacin socrtica, y ninguno como l a vi r-tud puede con siderarse as. Por la virtud , en efecto, por hacer -la con ocer y amar de sus conciudadanos , haba vivido y muertoScra tes. y el ma yor testimo nio lo di o l mismo en su def ensaante su s jueces, cuando cifra su misi n en el c uidado del alma ,en su perfecc in moral mediante l a virtud, como en el siguien-te pa saje:

    Toda m i ocup acIOn es an dar de un lad o a otro p ara pe r-suadiros, jvenes y viejo s, de no p reocuparas ni de vuestro cuer-po ni de vu est ra fortuna tan apa sionadamente c omo de vuestraalma, a fin de hacerla tan perfec ta como sea posibl e. Y poresto os he dicho que no es de las riquezas de donde viene l avirtud, sino, p or el contrario, qu e las riquezas v ienen de la vir-tud, y de ella, tamb in, todo s los dem s bien es para el Es tadoy los part iculares . 1

    No er , desde luego , esta prdica s ocrtica una pu ra exhorta-

    cin mo ral dirigid a al reconocimiento simple de l a virtud comoel factum fund ament al de la co ncienci a. Nad a ms lejos deScrates, sa cerdo te de Apolo , segn su pro pia conf esin , comoel cieg o vo luntarismo mo ral de la Critica de la razn prctica.En Scrates hay, como observa jaeger,2 la exhorta cin (protrepti-ks) y la indagacin (lenchos], siendo esta lti ma la p esqui sadel conc epto de cada virtud , ya que la vi rtud -y aqu est todoel in telectu alismo so crtico- es, ante todo, conocimiento.

    Fue ra de l a teora de l a virtud, no h ay en Scrates n ingunaotra t eora , ni de la naturaleza, ni del hombre , ni del Est ado.

    Los seis grandes temas de la filosofa platnica

    La cronologa de Wilamowitz, que a cabamo s de resumir, yque nos parece ser la ms acertad a de todas las que conoce-mos, por lo meno s en sus grandes ln eas y por discutible quepueda ser en l a colocac in pre cisa d e tal o cual dil ogo, no sservir de pauta, p ara seguir la evolucin de cada tesis o doc-trina, en el estud io sistemti co que de la fil osof a platnicaharemos en los c aptulo s subsecuentes. A nuestro parecer , enefec to, proporciona una comprensin ms acabada de dich afilosofa su divisin por tema s, antes que la exge sis singularde cada di logo , ya qu e en to dos y cada uno , por lo comn ,hay una fuerte complic acin temti ca, cuy a clarif icacin o di s-

    crimin acin es pre cisam ente la labor del int rprete. En cad atem a, no obstante, habr de teners e en cuenta, has ta donde se aposible , la cronologa de los dilogos, por lo que nuestroestudio de Platn aspira a ser , en suma, hi strico-sistemtico.

    Ahora bien , y aceptando de anteman o los riesgos que lle vaconsigo tod a enum eraci n, en l a filos ofa de Platn, segn l aentendemos y l a sentimos , se dar an tambin 21 seis grande stemas, que seran lo s siguiente s: la virtud, la s ideas, el alm a,el a mor, la edu cacin y el Estado. A la expli citac in de cad auno, a su teor a, tiende e ste ensayo.

    2 1 Lo de tambi n es, por supu esto, y aunqu e no se trate de los mi smostemas, por el conocido libro de Heimso eth: Los seis grandes temas de lametafsica occidental.

    1 Apol. 29 d.2 Paideia, Mxico, CE, 1962, p. 414.

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    9 TEORA DE L.A VIRTI 'Il TEORA DE L.A VIRTUD 9' No fue terico sino de la moral, conforme al testimonio, hastahoy irrefragable, de Arstteles: Scrates, por su parte, se apli -c al estudio de las cosas morale s, y para nada, en cambio, al d ela naturaleza en su conjunto. En aquel dominio, empero, in-vestig lo universal ( ' t o X~eA.Ou),y el primero entre todos,fij su pensamiento en las definiciones. 3

    Por el camino abi erto por su maestro , y en la misma lneade indagar los conceptos universales en la filosofa moral,era de esperarse que Platn iniciara, a su vez, su propia filo-sofa. Antes, empero, de seguirle por estos dilogos indagatoriosde la virtud, conviene que nos detengamos un poco en exten-der la vista al horizonte histrico conceptual de esta nocin enla antigua Grecia , a fin de comprender la re volucin espiri-tual llevada a cabo por Scrates y Platn.

    fuerza o eficacia , que recoge, entre las varias acepciones delvocablo, el Diccionario: Actividad o fuerza de las cosas paraproducir o causar efectos. Lo que, en cambio, parece haberseperdido definitiv amente es la referen cia primaria de la voz la-tina al varn o la virilidad.

    La arete griega -para volver a ella y no dejarla ms- tiene,por su parte, la ms amplia gama significativa, como lo hace verluego su raz: el prefijo ari, que d enota idea de perfeccin en absoluto. Y como el bien -o el valor, que viene a ser lomismo- se predica, segn dijo Aristteles, en tantos sentidoscomo el ente, la aret ser, en consecuencia, toda predicacinvaliosa de cualquier modo que pueda hacerse de cualquier enteen absoluto. Por esto se habl tambin en griego, antes queen latn , de la arete del c aballo. Y circunscribindonos a laesfera de lo humano, l a nica que aqu nos interesa, podemosdecir, con Len Rohin, que la v irtud helnica significa, ensu ms amplia a cepcin, toda forma de mrito personal o deexcelencia, en cualquier gnero de actividad ,

    No obst ante, y a despecho de esta generalidad significativaque se mantiene s iempre, aun en el lenguaje de la filosofa,hubo aqu, como dentro de cada idioma y con cualquiera desus trminos, una clara evolucin semntica . En qu consiste?En esto simplem ente: en que cierta aret es, segn la poca,ms are t que otras, o dicho de otro modo, que el acento axio-lgico, el mayor nfasis valorativo , va desplazndo se paulatina-mente de unas a otras cualidades o excelencias. No es necesarioseguir aqu esta evolucin en todos sus momentos, pero screemos necesario detenemos en tres por lo menos, por serfrente a ellos, o con r eferencia a ellos, como la filosofa lleva acabo su propia conceptuacin de la virtud. Estos momentos se-mnticos corresponden a la concepcin de la aret en la pocaheroica, en He sodo y en la Sofst ica.

    En la Grecia de los poemas homricos -no necesitamos re-montarnos ms atrs- l a arete es primariamente un valor vital,de la sangr e podramos de cir, y que reside ante todo en la no-bleza guerrera, que es la casta superior en aquella sociedad.Encarna , por tanto y en prim er lug ar, el s entimiento del honor,el valor en el combate y el desprecio de la muerte, y tambinla conducta caballeresca que los nobles observan entre s, perono con las gentes de condicin inferior. Ni siquiera puede de-

    Evolucin semntica de lauirttui

    Traducir aret por virtud est bien, y as se ha hecho enlos idiomas modernos ms conocidos, pero a condicin de quecobremos conciencia de la evolucin semntica del trmino grie-g-o en primer lugar, y luego de su traduccin en latn y enromance. Y como la evolucin ha sido en este caso ms bienrestrictiva que expansiva, creemos de mejor mtodo decir dospalabra s sobr e las signifi caciones m s modern as o menos anti-guas, y retroceder luego al vocablo griego, que es, en definitiva,el que aqu debemos tener pre sente.

    La palabra latina uirtus -de la que viene, obviamente, lanuestra de virtud -; designa ante todo, como salta a la vista,la cualidad propia del varn: uir, y en primer lugar, por tanto,una virtud tan privativa o tan propia del varn como elcoraje o la valenta. En seguida, y por analoga con la fuerzaviril, el vocablo denota todo vigor o pujanza en otros vivientes,sean animales o vegetales, y as se habla de la virtud del caba-llo o del rbol: uirtus equi, uirtus arboris. Por ltimo, la voztiene tambin la significacin de cualidad o excelencia moral.

    En nuestro idioma, y en los otros idiomas romances con lemparentados, la ltima significacin que hemos dicho de lavirtud latina, ha acabado por ser la primera y principal. La virtud , para nosotros, se da, ante todo y sobre todo, en elcampo de la moralidad. Con serva, sin embargo, su sentido de

    3 Met. A, 6, 987 b 16. 4 Pl u ton, O c u inc s r o mp lrte , rcl. Pliade. 1, IZ:;G.

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    9 4 TEORA D E LA VIR TUD TEORA DE LA VIRT UD 95

    G Paideia, p. 22.

    ra, a nuestro entender , la tradu ccin ms aproxim ada deltrmino ciya8C;en los p oemas homri cos y en l a liter aturano muy p osterior. Muri como var n esforzado (c ivi-pciya9bC; yE V (.I.E VOC;ci'lt8avEv)es el epitafio habitual del hro ecado en el campo de batalla .

    No nos d etendremos en esto m s, y lo nico que cumple ob-

    servar , antes de seguir adelante , es que , a desp echo de todos loscambios semnticos habidos d espus, la signifi cacin de l a anti-gua aret no se cancela del todo, ni mucho menos, en lo s tiemp osque sigu en, ni siquiera en el apogeo de l a filosofa. P erdura,desde lueg o, en la virtud d el valo r -o m s exactamente de lavalenta-, que no es ya una virtud total o suprema , como antes,pero s una virtud particular de gran importancia, como vamosa verlo en Platn. Y perdura tambin, y acaso sobre todo , enesa otra virtud tan tpica de l a tica helnica, que Aristtelesdesign ar con el nombre de magnanimidad (.I.EyaA.ol JvxLa),cuya inser cin en la tica crist iana h a sido tan difcil, p reci sa--mente po rque es todo lo contrario de la humildad. La mag na-

    nimidad aristotlica, en efecto, no es simplemente, como la en-tendemos hoy, el temple interior fr ente a los casos de la fortu-na, o el desprecio de los bien es inf eriores por la estimacin delos superi ores , sino que todo e sto es consecuencia de lo prim eroy principal, que es el sentimiento d el honor , de la aristo craciaespiri tual que lleva consig -o el magnnimo . De la filo sofa mo-ral de Platn el aristcrata, por consiguiente, no puede estarausente lo que encontramos, y con t anta energa de tr azo, en l ade quien no fue, ni siquiera en su tierra, miembro de l a no-bleza. En fin, la cuna o posicin so cial de cada pensador n oson siempre el factor determinante, y lo nico que importa espercatamos de que, con la sola excepcin de Antst enes y s uescuela, el pensamiento ti co de los fil sofos se mantiene fiela su s orgenes aristocrticos en ese toque de nobleza espiri tu al,de xaA.oxciya8La,que tienen la virtud y las virtudes, an des-pus de haber sido reivindicadas por la mor alidad.

    El s egundo gran momento en la evolucin semntic a de l a are-t, est en Hesodo (siglo VII A . c.) , en quien los griegos vi eron,con razn, su segundo poeta y educ ador al lado de Horner o. Am-bos, en efecto, son complementario s, precisamente por ser deltodo diferentes. No estamos ya ms en la sociedad de los h roesdivinos y batalladores, en familiarid ad con Zeu s y los olmp icos,sino en la humilde comunidad campesina de hombres qu e su-

    dan y se afanan, de s ol a sol, p or hacer rendir a la tier ra: la

    cirse q ue tal conducta, entre los miembros de la aristocracia mili-tante, sea precisamente la ju sticia, sino un c digo d e honor con -vencional . A cualquier le ctor de la Ill ad a debe serie claro queno es la justicia la que su scita o dir ime los plei tos ent re Aga me-nn y Aq uiles , sino la id ea que cada uno de los h roes se hacede su honor personal. L a dev ocin a la causa com n, el amor de

    la patria, es un se ntimiento secund ario; estamos an mu y lejosde la pietas romana . Aquile s no vuelve a la bata lla tanto porauxiliar a los su yos en un a sit uacin crtica, cuanto p or vengara su amig o Patroclo.

    Es sta, por supue sto, la tonalidad general de l a virtu d hel-nica en la poca heroica , pero con excepciones tan notabl es-o no ser por ventura la nic a?- como la de Odseo, el tipoms perfecto de hombre , en nues tra hum ilde opinin , que en-cont ramos en toda la lit eratura griega. Odise o s es el ejemploacabado de todas las virtudes personales, familiar es y cvic as;el que no incurre jams en la desmesura que es habi tual entresus compaeros, y no porque sea en l la sophrosyne, como enNstor, el efecto natural de la vejez, ya que el po eta nos lopresenta en la fuerza de la edad , y no cediendo en nad a, enla batalla, a los ms arrojados . Y todo el secreto de su ma ravillosapersonalidad est en su fidelidad constante a Palas Atene a, lacual vive pr cticamente dentro de l; le gu a en todos suscaminos y le ilumina en tod as s us decis iones . Tal pare ce comosi el poeta hub iera intuido que despus de la aret del valo rhaba de dominar, andando el tiempo, la are t de la int eli-gencia, y hubiera querido damos, en Odi seo, su heraldo yprototi po. Pero in sistamos , una vez ms, e n que se trata deun caso sin paralelo.

    La signif icacin de la virtud en lo s tiempos he roicos serefleja, como es natural , en otras vo ces con aquella emparen -tada s, y que tu vieron, por tanto , la misma evolu cin sem n-tica. La bondad , por ejemplo , es en aquel la poca otra cos amuy d istinta de l a que fue despus, como lo cons igna Jaegeren e sta penetrante obser vacin: T ambin el a djetivo ciya8C;,que corresponde al sus tantivo aret, aunque proc eda de otraraz, llevaba consigo l a combinacin de nobleza y b ravura mi -litar. Significa a veces n oble, a veces valiente o hbil; n o tienecas i nunca el sentido poste rior de 'bueno', como no ti enearet el de virtud moral. 5 Esforzado , y no buen o , se-

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    96 TE OR A DE L A V IRTU D

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    II11

    magra y dura tierra de Grecia, erizada de montaas por todaspartes. todo el fruto que pueda dar.

    De su experiencia personal en este medio, de su larga lucha.como pequeo agricultor que era, no slo por cultivar su par-cela, sino por defenderla de la rapacidad de un hermano 511)'0,holgazn y buscapleitos, que quera arrebaLrsela, alcanz He-

    sodo -en una sublimacin axiolgica que merece la gratitudde la humanidad- la intuicin del trabajo y la .usticia comolos supremos valores iareiai hubo de decir l) de la conviven-cia humana.

    Fcil cosa es alcanzar la miseria -dijo el poeta en Los tra-bajos los dlas=; llano y corto es el camino. Pero los diosesinmortales han colocado, antes del xito, el sudor. Largo y es-carpado es el sendero que conduce a l, y al principio, spero.Sin embargo, una vez que has llegado a la cspide, resulta fcil,a pesar de su rudeza.':

    Que en Grecia no era difcil que arraigara la estimacin deltrabajo, lo da a entender este texto de Herdoro: Grecia hasido en todos los tiempos un pas pobre; pero en ello funda suare t. Llega a ella mediante el ingenio y la sumisin a una se-vera ley. Mediante ella se defiende la Hlade de la pobreza y dela servidumbre.??

    En cuanto a la justicia, el poeta la concibe, personificada enDik, como la hija de Zeus, encargada de dar cuenta a su olm-pico padre de las fecharas de los mortales. A hacerse cargode todo esto, invita Hesodo a su hermano Perses, en estas pa-labras que continan siendo de eterna frescura: Mralo bien:atiende a la justicia y olvida la violencia. Los peces y las bestiasy los pjaros se devoran entre s, puesto que entre ellos noexiste el derecho. Pero el hijo de Cronos ha dado a los hom-bres la justicia, y es con mucho lo mejor que tienen.?

    Fue una pena que esta alta concepcin de la aret, radicadaesta vez en la justicia y el trabajo, no hubiera arraigado tantocomo para haberse impuesto victoriosamente en la Atenas tanculta, pero tan estragada moralmente, del siglo v. Desgraciada-mente no fue as, salvo tal vez entre la poblacin campesina ytrabajadora, que no contaba para nada en la gestin de la cosapblica. En los crculos dirigentes, en cambio, y en la juventudambiciosa, la arete fue esta vez no ya la bravura de los tiempos

    ti Erga, 286 dd,7 Her. V J I, 1 28 1i.1 [ ;(1, 274.

    TEORA DE LA VIRTUD 97

    heroicos, pero tampoco la rectitud moral, sino la habilidadpara ganar, 10 ms rpidamente que fuera posible, los puestosde mando. Esta habilidad se la daba, muy rpidamente tam-bin, la enseanza retrica y sofstica, con un barniz de culturageneral y la destreza oratoria, que era lo ms importante, parapoder dominar en las asambleas. El dominio de s mismo y el

    respeto de la justicia no tenan mayor importancia.En muelles dilogos de Platn, que son tambin, a ms desu contenido filosfico, dilogos de polmica con los sofistas,vemos reflejada esta concepcin o ideal de la vida. Escojamos,por ser tan expresiva, aquella declaracin del pomposo Hi pias,el cual, cansado de que Scrates le haga trizas, una tras otra,las varias definiciones que va dando el sofista del concepto delo bello, acaba por decide buenamente que se deje de historiasy de tanto requilorio, y concluye as:

    Lo que es bello, en suma, y de gran valor, es el ser capaz deproducir, con arte y con belleza, un discurso en el tribunal, enel Consejo, o ante la magistratura que conozca del asunto; ydespus de haberlos convencido, irse uno de all, llevndose unpremio no mezquino, sino el mayor de todos, que es la propiasalud, la de sus bienes y la de sus amigos. He ah a lo que debe-ras aplicarte, y mandar a paseo estas minucias verbales, si noquieres pasar por imbcil por anclar, como ahora, en charlata-ncras y necedades.':

    En el dilogo Alcibiades es acaso donde con mayor transpa-rencia se da el contraste entre la concepcin de la arete, preva-lente en la poca, y la que Scrates, en cumplimiento (le su mi-sin, se esfuerza en llevar al alma de la juventud ateniense.Ninguna complejidad en la composicin del dilogo estorba laconfrontacin, porque no hay sino dos interlocutores: Scratesy Alcibades, el tipo representativo por excelencia del conflictontimo entre la virtud y la concupiscencia, entre el bien y elmal, que se dio en aquella poca y en aquella generacin. Porla historia sabemos cmo fueron las fuerzas del mal las que alfin dominaron en Alcibiades, y que acabaron por arrastrarle a

    9 Hip, mai., 30 l a. El tema a discusin en el dilogo es tanto lo bellocomo lo noble o lo bueno (el trmino cubre perfectamente las tres acepcio-nes), por lo que la declaracin de Hipias expresa tambin, sin forzar ennada el lenguaje, su idea de la arete

    10 Nos rcl'cr i mos naturalmente a Alribladcs L }a que segundo dilogodel mismo nombre se tiene generalmente por apcrifo. y por esto es super-f lua toda numerac in adiciona l.

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    su tr gico fin; pero tambi n sabemos que, mientras frecuenta Scrate s, fue siempre sensible , aun en sus peores mom entos, ala influencia socrtica , como lo pone de manifiesto su d esga-rradora confesin - consignada por Platn en el Banou e te=,donde Alcibades pone literalm ente su corazn al desnudo.

    Al preguntarl e, pues, Scr ates, cul e s la virtud o excelen cia

    a que aspira, y que l e permitir ser el hombre superior (ristos)que de cualquier m odo est llamado a ser Al cibades , contestaste que se trata, con toda evid encia , de aquella virtud por lacual puede decirse de algui en que es hombre de pro u hombr ede valor.P Esto es lo qu e quiere decir ahora el adjetivo O : Y C l e O ~ ,con cierto nfasis axiolgico en los mritos per sonale s y cvicos ,que l o distingu en del varn esforzado de los tiempos heroi-cos. Por ltimo, y al ur gir Scr ates a su interlocutor que definade manera ms preci sa lo qu e entiende por O : Y C l 6 ~ ,contest a AI-cibades, sin la men or inhibi cin o duda, que tal calificativomere cen los hombres que son capaces de mandar en la ciudad YAhora s qu e se han corrido todos los velos , y la aret aparecesimpl emente, de acu erdo con tal estimativa, como el apetito dedominacin.

    Dejara Scrat es de ser lo que siempre fue: el que se ufanaapen as de saber que nada sabe, si contr adijera de plan o elaserto d e su interlo cutor. No lo hace, ad ems .. porque d e sutica -en todo cas o de la de Pbtn-- no est de nin gn m odoeliminad a la pa sin de mandar. D e suyo es noble y legtima,y todo lo qu e hace falta es comprender que el gobierno de loshombre s no es como el de cualquier rebao , sino que debe serun buen gobierno , es decir , de acuerdo con la ju sticia, Es estolo primero en qu e Scrates hace par ar mientes a Alcib ades, y enseguida, que el buen gobierno n o es tan slo l a administra cinde la ju stici a, sino que deb e extender se a hacer mejores , entodos sentidos, a los ciudad anos, lo que sup one por fuerza unareforma moral , y por tanto , el conocimiento de la virtud . Enesto radica, en efecto, la diferen cia ent re pastorear un reb aode animales y gobernar un a sociedad humana: lo primer o espor la utilid ad del dueo, y lo segundo , en cambio, por el pro-vecho y bien n o del gobern ante, sino de los gobernados , Sonlemas que Plat n desarrollar l argamente en la Repbl ic a.

    Pero si de lo que se rrata 'es de cuidar de los hombres, y en

    el hombr e lo princi pal no es el cu erpo, sin o el al ma, el buengobierno resulta r ser, en suma, una form a del cuidado delalma (f.1 tLJ.fA,ELC l'die; lJiuxfc;), en lo cual ha cifrado Scrates, ensu ap ologa, todo el sentido de su misin. As li ga l ahora am-bos temas, y por esto, frente a Alci bades, como lo h ar des -pus ante sus jueces, invoca el precepto contenido en l a inscrip-

    cin l apida ria del santuario dlfico: el con cete a ti mismo ,como el prin cipio y fundamento de toda r eforma mor al, queha de empez ar, naturalmente, en el alm a del gobernante. Es ascomo, po r esta serie de pasos l gico s, perfectamente concat ena-dos, e s llevado Alcibad es por Scra tes a l a reflexin interior ,sobre s mismo y sobre su alm a, con lo que se le abre l a visinde un mund o de valores que no hab a percibido nun ca el atur-dido joven , embriag ado como estaba con sus su eos de poder ygrandeza.

    Al conocimien to de s mismo lo llam a Scrares sophrosvne.>Por s er ste uno d e los trminos fund amental es no slo en latica de Pl atn, sino en la concepcin helnica de la vida espi -ritu al, creemos n ecesario esclarecer su signifi cacin, has ta donde~ :a posible, antes de seguir ad elante.

    Reconozc amos, en prime r lugar, que sop h r o syn c no ti ene, ennuest ro idioma, nin gn trmin o equi valente, y en otr os idio-mas, ha sta donde p odemos juzgar, el de sa gesse, en franc s,sera el ni co que podr a traducido fi elmente. Uno y otro, enefecto, denotan tanto la perspi cacia intelectual como l a saludmoral, con mayor nfasis tal vez en esto que en aqu ello, p ero sinexcluir d e ningn m odo el momento intel ectual, pues de ot romodo no llamara Scrates sophrosvne al con ocimiento de smism o. Pero al lado de esta prime ra acepcin, y porque t odoello va junto en l a vida espiritual, l a sophrosyne significa tam-bin , adems del conocimiento, el dominio d e s mismo , sobretodo en l os apetito s sensuales del amor y la gula, con lo

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    En la justicia y la sophrosyne, en suma, debe fundarse quien,como Alcibades, aspira a la direccin de los asuntos pblicos.Es l a leccin principal que emerge del dilogo, como se ve porla exhortacin final de Scrates a su amigo, y que transcribimosensamblando libremente los textos, sin los pasajes intermediosde preguntas y respuestas:

    Por consiguiente, Alcibades, no es de muros, ni de trirrernes,ni de arsenales de lo que las ciudades han menester para serfelices , ni de una numerosa poblacin o un vasto territorio, siles falta la virtud. Y si, por tanto, quieres administrar los asun-tos de la ciudad recta y bellamente, es la virtud lo que debesparticipar a los ciudadanos ... De esta suerte, lo que te hacefalta a Sl'gurarte no es la fa cultad de la licencia ilimitada en timismo, o el poder absoluto en la ciudad, sino la justicia y lamoder acin ... Obrando C01l justicia y moderacin, t y la ciu-dad, seris aceptos a los dioses, y os conduciris con la vistapuesta en lo di vino y luminoso... Para terminar, excelenteAlcib ades, no es la tirana lo que debes procurar, ni para timismo ni para la ciudad, si queris ambos ser felices, sino lavirtucL 16

    a la distribucin y nomenclatura de las diferentes virtudes. Perobien podemos suponer que desde sus primeros dilogos tendrapresente esta psicologa, conforme a la cual deben distinguirseen el alma humana dos partes, una racional y la otra irracional,y en esta ltima, a su vez, dos partes o potencias: el coraje o elnimo (evJ.6S;)y la concupiscencia (bnevJ.La).De todo esto ha-

    blaremos en su lugar largamente, y por el momento digamos tanslo que por ms que la soplirosyne, en su ms amplio sentido,pudiera ella sola regular la parte irracional del alma en todossus aspectos, a Platn le pareci que sera conveniente asignaruna virtud ms especfica a cada una de sus potencias: a laconcupiscencia la templanza (sophrosyne tambin, aunque aho-ra en un sentido restringido), y al nimo la fortaleza.

    Por ltimo, en el Protgoras aparecen, a ms de las tres quehem~s vist~, dos virtudes an: la sabidura en su ms alto ) 'propIO sentido: sophia, claramente distinta, en el texto mismo,de la sophrosvne, y la piedad (cn6't''l1S;),con lo que tenemos ya,en el orden que Platn las enumera, estas cinco virtudes: sabi-

    dura , templanza, fortaleza, justicia y piedad; Ninguna mshabr de aadir Platn, antes por el contrario, reducir pos-teriormente, segn todas las aparien cias, la piedad a la justicia.~eservando para ms tarde el tratamiento de la cuestin, y afin de entender el por qu de la introduccin de la sabidura,y la teora de la virtud en general, abordemos el estudio delproblema que ocupa el primer lugar en el Prot.goras, y que esel de la unidad o pluralidad de la virtud. Es, hasta hoy, unode los problemas ms apasionantes en toda investigacin sobrela conducta humana.

    La opinin popular, y a la que Protgoras, con toda su sa-bidura, acaba al fin por adherirse, es que la virtud no es una,sino plural, ya que el dato primario de observacin es queunos hombres descuellan en unas virtudes, y otros en otras. Alprincipio, sin embargo, y procediendo con la cautela propiadel consumado sofista que es, Protgoras trata