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122
TEORA lELAS mEAS
1
')
.;
TEORA Di' LAS lDL\S
En toda accion piadosa, no e~ siempre lo piadoso lo mismo
e idntico a s mismo,
y
lo impo, a su vez, lo contrario de todo
lo piadoso? No es verdad que lo impo es siempre semejante
a s mismo, por tener, en tanto que impo, una sola forma
(~ot(J.)? ,
Recuerda (lue no te he pedido que me muestres una o dos
cosas de entre las muchas que son piadosas, sino precisamente
la forma misma (dooe;) por la que todas las cosas piadosas son
piadosas. Dijiste antes, en efecto, que es por una forma nica
(~o(J.)
por lo que todas las cosas impas son impas,
y
todas las
piadosas piadosas. .. Dime, pues, cul es precisamente esta for-
ma (~ot(J.), a fin de que mirando a ella }
sirvindome
de ella
como de un modelo (-upaoELy..ta), pueda decir que es piado-
so lo que t haces, u otro cualquiera,
y
que lo contrario es
impo.?
En estos textos estn ya, con toda claridad, las notas de pre-
sencia, participacin y ejemplaridad que ostentan las Ideas en
su relacin con el mundo sensible. En ellos, adems, se sirve
Platn indiferentemente de los dos trminos de eidos e idea.
Sinnimos continuarn siendo en los dilogos posteriores, hasta
el
Fedon,
a partir del cual, y con la sola excepcin del
Parm-
nides,
tendr
eidos
un sentido mramen e lgico, al denotar
principalmente una clase de cosas, reservndose a
idea
la
significacin metafsica. Segn la observacin de Sir David Ross,
idea es la palabra ms vvida, la que el escritor profiere en los
pasajes de mayor elevacin. Detengmonos un poco, por ser de
gran importancia para lo que va a seguir, en el anlisis filol-
gico de los dos trminos fundamentales (porque hay otros an)
con que opera la teora de las ideas.
Tanto dooe; como tOa vienen del mismo verbo t 'oE~V, que signifi-
ca ver , y su sentido original es el de forma, aspecto o apariencia
sensible, sin ninguna connotacin intelectual. En este sentido,
que era
y
continu siendo el popular, se sirve todava de ambos
trminos, ocasionalmente, el mismo Platn, aunque lo
m s
co-
mn es que los tome en la acepcin filosfica por l mismo cons-
truida. Y es muy interesante observar, desde este momento, que
por el hecho mismo de haber escogido esas voces para expresar
lo ms fundamental y lo
m s
alto de su pensamiento, comparte
Platn, con la filosofa helniea en general, el carcter de visua-
lidad o de plasticidad, como queramos, que es una de sus no:as
ms distintivas. El filsofo, para estos pensadores, es el que mejor
ve ,
y
lo que ve, a su vez, debe estar tan configurado o ser
tan refulgente como las cosas del mundo sensible, corno u~a
bella estatua, ni ms ni menos. Cuando Alovs Mller nos dice
que quien no tiene el don de la visin (die Cabe. des Schauens),
es intil que se empee en ser filsofo, no hace
sino
recalcar, en
metfora tal vez, lo que tan literalmente est en la filosofa an-
tigua. En el ojo del alma , corno dice Plat~, I~an de esta~-las
formas inteligibles del mismo modo que las unagenes sensibles
en la retina del ojo corporal. Y la misma orientacin luminosa
y visualista da cuenta de la metfora solar de la Repblica, para
declarar en imgenes, ya que directamente no se puede, la Idea
del Bien, que es, por la funcin que desempea, la Idea de las
ideas.
Cmo fue que del mundo sensible traslad
Platn
las ideas
al mundo inteligible? Ha podido sealar la filologa alguna
etapa intermedia, () alguna innovacin de sentido por otros pen-
sadores, y que para Platn hubiera sido decisiva en la que l
mismo consum de modo todava ms radical?
Segn las investigaciones hechas por Gillespie, tanto cidos
como
idea,
el primero sobre todo, habran entrado
ya
en el vo-
cabulario de la ciencia desde el siglo v, es decir, en vida de S-
craies. Por un trnsito muy natural en la significacin, se co-
menz a llamar eidos no slo la forma exterior de los cuerpos,
sino su forma interna, es decir, su estructura o naturaleza, por
donde eidos habra llegado a ser sinnimo de jJh) sis. Asimismo
se habra usado, en una funcin lgica o clasificatoria, con re-
ferencia' a clases o conjuntos ; una anticipacin rudimenta-
ria, en suma, del sentido preciso que tendr
eidos
en la lgica
aristotlica, como el predicable que hoy designamos como es-
pecie .
Taylol', por su parte, y aunque sin contradecir lo anterior, es
de opinin que la nica influencia real que Platn recibi en
este particular, fue la del pitagorismo, donde aquellos trminos
se usaban para designar las entidades matemticas, o si no tanto,
las figuras gcomtricas ideales, como el tringulo o la circunfe-
rencia en s . Corroborando esta apreciacin, Baklry sostiene, a
su vez, que la teora de las ideas no es sino la fusin del magis-
terio socrtico sobre la conceptuacin de los valores morales con
el magisterio pitagrico sobre los nmeros
y
figuras ideales.
En concepto de Ross, sin embargo, la l1iptesis de Taylm,
3
Eut.
5 d.
4
Eut,
6 d-e.
5 Platu s Theorv 01 Ideas,
Oxford,
1961, p. 16.
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I ,
.
I l
] 1
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1
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11
1
TEORA DE LAS IDEAS
l
n
,
124
TEORA DE LAS IDEAS
mitada a los valores: lo justo, lo valiente, lo santo, lo bello ...
y no se extiende an a las esencias de las cosas visibles.
ompartida por Baldry, no se apoya en datos histricos precisos,
sino en el hecho, cierto por lo dems, de que donde la teora
de las ideas ha mostrado ser ms verosmil o ms fecunda,
desde Platn y hasta nuestros das, ha sido en su aplicacin a los
valores y a las matemticas, y no as, en cambio, a los fenmenos
empricos. Ahora bien, si lo primero puede muy bien relacionarse
con el
afn
socrtico por introducir la claridad racional en las
valoraciones instintivas, de lo segundo, en cambio, no puede
saberse si es del todo invencin original de Platn, o si lo reci-
bi de los pitagricos, y la duda nace simplemente de la igno-
rancia profunda. como dice Ross, en que estamos con respecto a
la historia interna del pilagorismo, esto es, del desarrollo de sus
doctrinas, y sobre esto an, de la poca en que Platn entr
en contacto con los crculos pitagricos durante la visita que
hizo a la Magna Grecia. No sabemos, en primer lugar, cundo
empezaron los pitagricos a designar los nmeros ideales con los
mismos nombres de dOl ] o de L O a L ; y no sabemos, adems, que
Platn hubiera hecho a Italia una visita anterior a la que s sa-
bemos (lue hizo hacia el ao 369 A. c. Ahora bien, pam esta fecha,
lo ms probable es que Platn hubiera escrito ya los dilogos
en que, como hemos visto, est ya formalmente, con su nomen-
clatura, aunque no llevada a su pleno desarrollo, la teora de las
ideas.
Es verdad, por otra parte, que Aristteles dice tiue Platn lleg6
a asignar a las ideas la misma funcin que los pitagricos a los
nmeros, lo cual es cierto; pero para nada dice que la teora pi-
tagrica haya tenido algo que ver con el origen mismo de la
teora de las ideas. Por ltimo, y
atenindonos
a los textos, no se
ve ningn rastro de la filosofa pitagrica en los dilogos a que
antes hemos pasado revista. El influjo de esta filosofa pudo muy
bien haberse dado despus del viaje de Platn a Italia, pero no,
casi seguramente, en el primer esbozo de la teora de las ideas,
que es lo nico que est aqu a discusin.
Por todas estas consideraciones,
y
de acuerdo con numerosos
intrpretes, tenemos por la hiptesis ms fundada la de que Pla-
tn, reflexionando por su cuenta sobre las indagaciones socrticas
relativas a la virtud en general, o al concepto de cada virtud en
particular, postul la existencia de los universales consiguien-
tes -aunque no necesariamente, desde el principio, a parte
rei=-,
y les impuso los nombres de doc~ y de toa que ya estaban
en boga como significativos de clase , cualidad , estructura
o carcter , Hasta aqu, adems, la teora est estrictamente Ii-
Ideas platonicas y filosofa presocriica
Esta expansin comienza a hacerse sentir en el Cratilo, donde
es bien perceptible, adems, el motivo de orden intelectual que,
concurrentemente con el de orden moral de los primeros dilo-
gos, determin a Platn a postular, con creciente segenirlad, la
teora de las ideas,
En realidad, ambos motivos podran reducirse a uno solo: el
escepticismo, prevalcnre tanto en una como en otra direccin,
y que hizo presa en la mentalidad aieniense desde el siglo v.
Como sus mayores exponentes en el dominio de la filosofa, bas-
tar con citar los grandes nombres de Herclito y Protgoras, y
las doctrinas que respectivamente patrocinaban: el flujo uni-
versal y la tesis del hombre, cada uno, como medida o patrn
de todas las cosas sin restriccin alguna, o sea, inclusive, de su
misma existencia o inexistencia. Antes an de examinar,
(:01l10
tendremos que haccrlo, el tratamiento a que somete Platn una
y otra doctrina, es patente a primera vista que no puede haber,
para la ciencia, ninguna proposicin de validez universal y nece-
saria cuando se opera con una realidad en absoluto fluctuante,
como tampoco, en el terreno de la moralidad, ninguna norma o
valor de observancia incondicional, cuando su apreciacin esta
confiada, en ltima instancia, al criterio de cada individuo, que
puede incluso ser variable, para l mismo, de acuerdo con los
estados transitorios de su psique.
Sabemos bien que existe una interpretacin salvfica de Prot-
goras, segn la cual el famoso apotegma del
horno mensura
ha-
bra SIdoalgo as como el primer artculo de la Carta del Huma-
nismo; o
m s
modestamente, que toda teora del conocimiento,
aun la ms realista, no puede eximirse de pasar por el tamiz de la
conciencia humana, a cuya estructura ha de acomodarse de algn
modo el objeto de conocimiento.
A falta de una interpretacin autntica, que slo podra
haber dado el propio Protgoras (si lo hizo y dnde, no lo
sabemos) es obvio que, al igual que todos los grandes aforis-
mos, la sentencia en cuestin est abierta a todas las interpre-
taciones imaginables: pero aparte de que por su letra misma, tal
como suena, no parece fcilmente conciliable con una posicin
de realismo epistemolgico, lo cierto es que Platn entendi
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1 2G
TEORA lJi': l.AS IDEAS
siempre el V Opb .lTIO ;
TI.v,wv {-t,pv
en un sentido rclativista y
subjetivista, lo cual sera buen indicio, adems, de que tal era la
interpretacin prevalen te en la poca. A este dato histrico, por
lo tan te, nos atenemos,
y
tanto ms cuanto que Prouigoras,
y
todo cuanto l haya dicho o pensado. no nos preocupa aqu sino
en funcin
y
dentro del contexto de Platn.
Al escepticismo, es verdad, por lo menos por el lado del movi-
lismo heraclitano, poda hacrsele frente desde la posicin mono-
ltica de
Parrnnides,
desde el Ente nico e inconmovible. Slo
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TEORA DE LAS IDEAS
en algn tiempo las lecciones de Cratilo, y slo difieren en cuanto
a la poca en que habra tenido lugar aquel magisterio: antes
o despus del supremo magisterio socrtico. Aristteles, qu.e sos-
tiene lo primero, merece por todos conceptos mayor crdito: )'
no es creble, adems, que Platn, as no haya sido sino por ~11
edad, hubiese tenido otro maestro con posterioridad a la muerte
de Scrates.
Cratilo, por su parte, fue en Atenas propagandista y defensor
acrrimo de la filosofa de Herclito, cuya acm suele situarse
hacia el ao 500 A. C. A un siglo de distancia, era an conside-
rable el influjo del pensador apodado por antonomasia el
OS(\1-
ro; mas por esto tal vez, y desde luego pOl' el dilatado intervalo
temporal que mediaba entre ambos, el hecho es que Cratilo des-
figura totalmente el pensamiento de
Herclito,
ya que lo reduce
exclusivamente al flujo universal:
1tC ' I .a.
p E L . Hacindose fuerte
en esta tesis nica, sostena Cratilo, verdadero
enjant terrible
del
heraclitismo, que ni siquiera era posible entrar por una sola vez
en el agua del
mismo
ro (contra lo que expresamente haba
concedido Herclito) , y que tampoco podemos expresar nuestro
pensamiento con palabras -por ser ellas, en su estructura mis-
ma, algo fijo o congelado- sino, a lo ms, por ademanes, con-
tinuamente variables adems, como por algo
ms
fluido y mvil,
al igual que todo el resto.
Que esta posicin es una deformacin o mutilacin del hera~li-
tismo, lo ha demostrado conduyentemente, en estos propIOs
trminos, Rodolfo Mondolfo, en numerosas monografas, coro-
nadas por su obra mxima sobre el genia 1 solitario de feso.
7
En sentir del gran humanista italiano, y oponindose en esto a
la interpretacin del filsofo suizo Olof Gigon, el flujo universal
(1tC:\rta.
p E i . ) s es un elemento genuino y constitutivo del hera-
ditismo, y precisamente por esto cabe hablar, con respeclO a
Cratilo, de mutilacin y no de suplantacin ; pero junta-
mente con l, est el otro elemento cardinal de la
coincidentia
ojJposito,-um. El proceso universal de la realidad, el de\'cnil.',
supone as la continua coexistencia de los op~es~os, que
COnl~-
nuamente, tambin, pasan del uno al otro y se mvierten entre SI,
en una incesante sucesin de desequilibrios,
Si as no fuese, argumenta Mondolfo con sobra de razn, seran
ininteligibles buen nmero de fragmentos de He~c1.ito, como,
por ejemplo, los siguientes: El dios es da-noche,
mvierno-vera-
7
Cf. Rodolfo Mondolfo, Herclito, textos y problemas de su interpreta-
ci1I,
Mxico,
1966.
TEORA DE LAS IDEAS
12 )
no, guerra-paz, hartura-hambre, todos los opue.ltos. : Una misma
cosa es en nosotros lo viviente y lo muerto; lo despierto
y
lo dor-
mido; lo joven y lo viejo. 8
En la Jornada y en la vida, en la vida humana. m.s co~cre-
t.uucnre, ejemplifica as Herclito la pennan.ente com~ld~~1Clade
los contrarios; y junto con esta permanenCla, la
variacron
con-
tinua
y
el desequilibrio constante de su mezcl.a, en al~ernada su-
peracin y decadencia de uno y otro contrario. La Jornada es,
en cada uno de sus momentos, ms da o menos noche, cuma
queramos, y viceversa, sin que ninguno .de os contrarios, por
imperceptible que pueda ser, desaparezca Fmas del todo, Y :l l la
vida humana,
l
su vez, somos todos, en todo su decurso y simul-
tneamente, jvenes y viejos. segn que se mire hacia adelante
o hacia atrs, y apenas en el punto cero, y como tal no realmente
vivido, del nacimiento y de la muerte, sera posible eliminar el
otro contrario. Si el morir, en efecto, puede ser de algn modo
calificado de acto, y a tal punto que ha llegado a decirse que es
el
nico
acto definitivo del hombre, tiene que ser entonces un
acto vital, exactamente como todos los que le precedieron, slo
que el ltimo. Muy justa es, as, la. observa~in ~le ~alogero, al
decir que la permanente copresenoa del binornio vida-muerte,
es para He:r;clito la ejemplificacin prncipe tIc la universal
relacin recproca de los opuestos't.w
Si todo ello es as,
y
toda vez
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130
TEORA DE LAS IDEAS
TEORA DE LAS IDEAS
1 : \ 1
temas en apariencia secundarios tengan para nosotros, desde el
punto de vista filosfico, mucho mayor importancia. Los inter-
locutores, en efecto, se plantean ante todo la cuestin de si los
nombres, todos y cada uno, deben o no corresponder a la realidad
de la cosa nombrada, y en la afirmativa, en qu podr consistir
precisamente dicha correspondencia.
Si el dilogo no llega en este particular a ninguna conclusin,
es simplemente en razn de que Cratilo se mantiene hasta el fin
aferrado al todo fluye como expresin nica y total tanto
de la filosofa heraclitana como de toda realidad en absoluto.
As las cosas, y como no deja de hacrselo notar a Cratilo el
Scrates del dilogo, es radicalmente imposible toda predicacin
de nada por nadie, por la sencilla razn de que en el instante
mismo siguiente al de la predicacin seran otros distintos tanto
el sujeto como el objeto de conocimiento. Por lo mismo tambin,
no tiene sentido preguntarse uno por la propiedad o correccin
(op86't'T]r;) de los nombres.
Con todo ello, no obstante, es perfectamente posible por lo
menos el planteamiento de la cuestin, aun dentro del heracli-
tismo, a condicin, naturalmente, de tomarlo en su integridad,
segn lo antes explicitado, y no mutilndolo arbitrariamente. As
lo sostiene Mondolfo a lo largo de su investigacin, como en el
siguiente pasaje:
Aqu est el nudo de la teora heracltea del lenguaje. La
esencia de la realidad es el polemos, la relacin de unidad-lucha
entre los opuestos, en que consiste el mismo flujo universal. La
verdad de los nombres consiste en reflejar esa esencia. He mos-
trado ms extensamente en otras partes que la concepcin hera-
cltea de un flujo que es relacin de contrarios
(coinciden tia
oppositorum),
poda conciliarse con el hbito etimologizante
que busca en el nombre la esencia de la realidad, slo a condi-
cin de que se reconociera en los nombres la misma coinciden-
cia de los opuestos que se reconoca en la realidad. Y esto podra
hacerse por dos caminos: o mostrando que un mismo nombre
puede significar realidades contrarias, o sealando que una
misma realidad puede merecer nombres opuestos, ms an, que
exige ser expresada por un binomio de contrarios. 12
Cratilo, evidentemente, no se da cuenta de nada de ello, y el
resultado, por tanto, es el que describe el mismo humanista
italiano, a quien citaremos por ltima vez:
Cratilo semantiene adherido al 1t6:v't 'a. p E L , y abandona, por lo
tanto, la o p 8 6 ' t T ] s ; ' de los nombres, reducindose finalmente, como
dice Aristteles, a renunciar al uso de las palabras que suponen
en su cristalizacin la permanencia de un significado siem-
pre igual, y a limitarse a los puros gestos instantneos y siempre
variables. Esto significa evidentemente una incomprensin y de-
formacin de la doctrina heracltea, de la cual Cratilo pretende,
sin embargo, considerarse defensor y sostenedor. 13
Como el Scrates del dilogo no pretende, a su vez, formular
ninguna teora suya sobre la propiedad de ]05 nombres (por ms
que, como diremos luego, s establece los fundamentos de toda
teora posible) , la mayor parte del dilogo se va en escarceos eti-
molgicos sobre cuyo valor no nos toca aqu pronunciamos. Lo
que seguramente podemos decir es que muchas de esas etimolo-
gas, cuando no las ms, son incorrectas, y esto no por ninguna
ignorancia especialmente imputable a
Platn,
sino sencillamente
porque la etimologa es una disciplina moderna, fruto de la lin-
gstica comparada, y que, por tanto, no pudo nacer en la situa-
cin de aislamiento hostil que fue propia de los pueblos antiguos.
En lo que concierne, en segundo lugar, a lo que aqu nos in-
teresa, que es la filosofa y no la filologa, no vemos claro si pue-
de o no exigirse a Platn, y hasta qu punto, una compren-
sin de la filosofa de Herclito mayor de la que puede apreciarse
en sus dilogos: el Cratilo en primer lugar. y despus el T eete-
tes, en los cuales acepta aparentemente, aunque para oponerse
a ella, la deformacin unilateral de Cratilo. Pero lo que s nos
parece muy importante observar es que -si en algo puede en
esto servirnos de gua la historia universal de la filosofa- de
poca ayuda le habra sido a Platn tener del pensamiento de He-
rclito
un conocimiento mayor del que poda brindarle la doxo-
grafa de su tiempo, para haber penetrado ms profundamente
en lo ms medular de su espritu. A Herclito, en efecto -y es
ste el dato que estimamos indiscutible en la historia de la filo-
sofa- no se le comprende adecuadamente, lo que se llama com-
prender, sino en los tiempos modernos. De la
coinciden tia oppo-
sitorum habla muy de paso uno de los estoicos: Crisipo, pero
no es sino hasta el Renacimiento, con Nicols de Cusa y Gior-
dano Bruno, cuando el tema cobra toda su fuerza, y no es sino
con Hegel cuando el pensamiento dialctico contenido en aquella
sentencia desarrolla todas sus virtualidades,
12 Mondolfo, op. cit.,
p.
300.
13 Mondolfo,
op. cit.,
p.
350.
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132
TEORA DE LAS IDEAS TEORA DE LAS IDEAS
133
No conocemos otro caso como ste de invernacin secular, tan
dilatadamente secular, de una filosofa que podr, como cual-
quier otra, aceptarse o rechazarse, pero de cuya fecundidad espe-
culativa
y
prctica dan sobrado testimonio el hegelianismo y el
marxismo. Cul podra ser la explicacin de tan extraordinario
fenmeno? A nuestro humilde entender, slo podra darIa la
consideracin de que el homhre, a ms de
tener
naturaleza
-en
esto disentmos de Ortega- tiene tambin historia, y que la
tiene con mucho mayor hondura de lo que sera el simple roce
tangencial de los acontecimientos. Dicho en otros
trminos,
nuevos tipos de hombre, aunque sobre un fondo comn, han ido
apareciendo en el curso del devenir histrico, y cada tipo hu-
mano, a
su
vez, est abierto a cierta comprensin de su circuns-
tancia o de su ser, y es, en cambio, hermtico a ciertas visiones
o
perspectivas que son latentes para l y que slo sern patentes
a los que vengan despus de l.
De este modo, estaba reservado al hombre que hemos conve-
nido en llamar
fustico,
y a ningn otro antes de l, a este
hom-
bre moderno, transido de contradicciones que intenta l deses-
peradamente conciliar a la vez que superar, tener la compren-
sin cabal del pensamiento dialctico.
A
l no pudo abrirse,
en cambio, el hombre de la antigedad, el hombre apolneo,
contemplador pasivo, fundamentalmente, de una realidad eterna-
mente consistente consigo misma, de contornos bien definidos,
luminosa y quieta, como el Ente de Parmnides o las Ideas pla-
tnicas. No poda, por tanto, fructificar entonces la semilla q\le
lanz el nico pensador fustico o prefustico de aquellos tiem-
pos; y por esto pensamos que as hubiese conocido Platn en
todos sus pormenores la filosofa de Herclito, no por ello habra
construido una filosofa de tipo hegeliano. De otra condicin,
completamente distinta, es su dialctica. No est ausente de ella,
por cierto, el movimiento, pero es el movimiento de la inteli-
gencia, que va de una a otra Idea, hasta alcanzar la suprema
que a todas las domina, pero no hay movimiento alguno, como
esperamos hacerlo ver despus, en las Ideas mismas.
En esta posicin de fijeza se afirma el Scrates del Cratilo al
oponerse, antes que a Herclito, a Protgoras (uno y otro van
para l de la mano en el relativismo del conocimiento) , a Sil tesis
del
horno menSUTa.
Si el hombre fuera, en efecto,
y
cada hom-
bre en concreto, la medida de todas las cosas, resultara que no
podra hablarse, con predicacin vlida erga omnes, de virtud
ni
de vicio, o de virtuosos o viciosos, ya que, segn dice Scrates,
ni los unos seran buenos, ni los otros malos, si a todos pudiera
atribuirse indiferentemente la virtud y el vicio ,H lo que forzo-
samente tendr lugar cuando el ltimo criterio de juicio es la
apreciacin particular de cada uno.
Comprobamos as una vez ms cmo lo que ms preocupa a
Scrates, al histrico y al literario, es hacer frente al relativismo
moral antes que al especulativo; pero inmediatamente despus,
refirindose ya a la cuestin por entero, afirma Scrates lo si-
guiente:
As pues, si no es verdad que todas las cosas sean lo mismo
para todos siempre y simultneamente, ni que cada una sea lo
que a cada uno le parece en particular, es claro que las cosas
tienen por s mismas cierta entidad ( o ( J t a . ) permanente, que no
es ni relativa a nosotros ni depende de nosotros; y que no se
dejan arrastrar arriba o abajo al capricho de nuestra fantasa,
sino
que existen por s mismas, segn su propio ser y conforme
a su naturaleza.T'
Henos aqu ya con otro de los trminos claves: o ( J t a . , que por
lo pronto podemos traducir por entidad , que es lo que prime-
ramente
significa.?
pero que ms tarde, en otros dilogos, acaba
por
ser, para
Platn,
exactamente equivalente del trmino b-
sico de i.0a..
AqU y ahora, en el dilogo que estamos considerando, no es-
tahlece Platn expresamente la sinonimia; pero est implcita.
a nuestro modo de ver, por la clarsima y directa referencia a las
Ideas (bien que tampoco aparezca sino muy fugitivamente el tr-
mino mismo) que encontramos al final del dilogo, y que es sin
duda su parte ms constructiva. Vemoslo sobre los textos.
Cansados ambos interlocutores: Scrates y Cratilo, de la est-
ril polmica etimologizante que han venido ambos sosteniendo,
pronuncia Scrates con toda decisin que no tendr nunca fin
la guerra civil de los nombres , mientras se empiece por inte-
rrogar a los nombres y no a las cosas, porque es de las cosas
mismas y no de los nombres de donde debe partir el saber y la
investigacin't. Concedido lo cual, y toda vez que no puede
H Crat, 386 d.
15
Crat,
386 d-e .
re
En Aristteles ser la sustancia , por oposicin a los accidentes :
ouou, Ol't~E~lJ%'tU.
1: 439 b: E~ ulJ' twv
(OVTlV),
ox l; voudrerv. Zu den Sachen selbst: A
las cosas mismas , dir tambin, al enunciar el punto de partida de la
Icnomenologa, Edrnundo Husserl.
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8/28
, 1
,
134
TEORA DE LAS lDEAS
TEORA DE LAS lDEAS
obviamente nombrarse nada, con predicacin de validez perma-
nente, si todo est en un flujo, bratro o torbellino perpetuo ,
se impone la necesidad de buscar dnde podrn estar esas cosas
en s (es Platn,
y
no Kant, quien as lo dice) , que puedan ser
un correlato firme de todo lenguaje autntico. Y como la intui-
cj
n
adhr;uatoria precede en
Platp
por lo ]Irn al desarrOllo
cimiento
(yvwrnr;)
cuando todo est en estado de transicin y
nada permanece. > Es el tema cuyo completo desarrollo y nca
orquestacin encontraremos en el libro VI de la Repblica.
Las Ideas en el Fedn
argumentativo, y como estos vados, transitorios o definitivos,
del razonamiento riguroso suele l llenados con sueos o con
mitos, sueos tambin, estos ltimos, del alma colectiva, pone
luego en labios de su Scrates, sin ms prembulos, lo siguiente:
Considera conmigo, maravilloso Cratilo, el sueo que me
viene a menudo. Podremos o no decir que existe algo bello o
bueno por s mismo, y que lo mismo acontece con respecto a cada
uno de los entes en particular? ' Aquello, pues, es lo que he-
mos de examinar, y no si es bello algn rostro o un objeto seme-
jante,
y
si todo esto parece estar abandonado al flujo, sino lo
bello en s, y de lo cual podemos decir no es verdad? que es
siempre semejante a s mismo ... Cmo, pues, podra atribuirse
el ser a lo que no est nunca en el mismo estado? Si en algn
momento, en efecto, se mantiene en el mismo estado, claro est
que, durante aquel tiempo por lo menos, no hay en l ningn
desplazamiento; y si est siempre en el mismo estado y es el mis-
mo siempre, cmlOpodra mudarse o moverse, al no apartarse
en nada de la forma
I . O a )
que le es propia? 18
Apenas muy de pasada, segn dijimos antes, est, una sola vez
y en la ltima lnea, la Idea en su enunciado literal, y no est
an con toda claridad -como tampoco en ningn otro de los
dilogos a que antes pasamos revista- su trascendencia o separa-
cin de las cosas sensibles; y consiguientemente, no se plantean
an problemas tales como los de la participacin o la imitacin.
Hasta aqu, y si Platn no hubiera escrito ms, podra defenderse
la interpretacin de que las Ideas son inmanentes a las cosas
sensibles. Lo que, en cambio, es ya desde este momento conquista
definitiva, es que en todas las cosas, y de algn modo imbbito
en ellas, hay un ncleo entitativo invariable. Y lo ql:le est tam-
bin, larvado an, pero ya bien perceptible, es que slo este
ncleo, y no los accidentes
Ienomnicos
que lo circundan y se van
sucediendo sin cesar, es el solo y nico objeto del saber o de la
ciencia, o simplemente del conocimiento por antonomasia. Por-
que tampoco podramos decir con razn, Cratilo, que hay cono-
Bajo el gran tema de la inmortalidad del alma, que domina,
como es natural, la ltima conversacin de Scrates con sus ami-
gos, al despedirse aqul para siempre de stos y de esta vida,
entra de nuevo el tema de las Ideas, con mayor riqueza de
elementos que en los dilogos anteriores, y nimbado, a la vez,
de la luz de ultratumba que envuelve al tema principal. Por
esto es indispensable seguir la marcha y evolucin de las Ideas de
dilogo en dilogo, porque su diferente o progresivo contenido
conceptual depende en gran medida de las motivaciones psico-
lgicas, o de otra ndole, a que responde cada uno de los dilo-
gos platnicos. En los que hasta aqu hemos considerado, las
Ideas se nos han presentado como la respuesta salvador a al
desafo del escepticismo intelectual y moral. Ahora en cambio,
en el Fedn, las Ideas son solidarias del ansia de inmortalidad
que anima a Scrates, como nunca antes, en el ltimo da de su
vida terrestre; ansia que el moribundo se esforzar por justifi-
car racionalmente, a fin de que su esperanza, segn l mismo
dice, pueda llamarse con verdad una slida o buena espe-
ranza .20
Mucho antes de proponer ninguna prueba formal de la super-
vivencia del alma, en la simple actitud vital del valor ante la
muerte --que es preludio o prolegmeno de toda prueba posi-
ble- manifiesta
Scrates
que el filsofo por lo menos (a los
dems los deja en este punto entre parntesis) debe encarar con
sereno nimo la muerte, y esto por la simple razn de que su
vida entera ha sido una preparacin a ella, toda vez que filo-
sofar es aprender a morir . Por qu as? No ciertamente porque
la filosofa se parezca, ni de cerca ni de lejos, al ejercicio del
soldado, que debe acostumbrarse, por oficio, a despreciar la
muerte, sino sencillamente porque el ejercicio del filsofo, a su
vez, consiste en la contemplacin de objetos en cuya percepcin
no interviene ninguno de los sentidos corporales, sino que se da
por obra del pensamiento puro (EtA.t.xpwd ot.a'\lo ~),
y
en esta
18
Crat, 439 b-e,
19 440
a.
20
Fedon,
63 c.
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136 TEORA HE LAS ID.EAS
operacron, por lo tanto, no es de ninguna ayuda, antes todo lo
contrario, la compaa del cuerpo. Ahora bien, y como quiera
que la muerte no es otra cosa que la separacin o liberacin
(u..7to:).A.o:Y1)el alma con respecto al cuerpo,
resulta,
en COJl-
clusin, que es slo despus de la muerte cuando el alma podr
. .
,. .
llos objetos que no pudieron drsele con absoluta patcncia rnien-
tras estuvo aqulla, en esta vida, cautiva del cuerpo. La muerte
es as, ni ms ni menos, la liberacin del pensamiento.
Por aqu van, ms o menos, los razonamientos de Scrates,
como lo sabe bien todo lector del dilogo. Y ahora, cules son
esos objetos sustrados del todo a la percepcin sensible, y co-
rrelatos, por ende, del pensamiento puro? En el siguiente pasaje
encontraremos la respuesta:
-Afirmaremos oh Simias la existencia de algo que es por
esencia justo, o la negaremos? -Por Zeus, que la afirmaremos
-Y
de lo (ue es por esencia bello, y de lo bueno? -Pues cmo
no -Pero has visto alguna vez algo de esto con tus ojos? -En
absoluto. -Pero entonces, no lo habrs captado con otro sen-
tido distinto de aquellos que actan por el cuerpo?
Y
otro tanto
digo con respecto a la esencia de todas las dems cosas, como,
por ejemplo, la magnitud, la salud, la fuerza, y en una palabra,
de todo lo dems, cuya esencia es, para cada cosa, su ser precisa-
mente, Sed por medio del cuerpo como pueda percibirse lo que
hay en ellas de ms verdadero?.. No ser, por el contrario,
por medio del pensamiento mismo, sin mezcla y en s mismo,
como podr uno lanzarse a la captura de aquellas realidades que
son tambin, cada una, sola, sin mezcla y en s misma? Y esto,
en [in, despus de haberse UIlO desembarazado, lo ms que pue-
da ser, de sus ojos, de sus odos,
y
an podramos decir que de su
cuerpo por entero, por ser ste el que perturba al alma
y
le
impide, mientras tenga comercio con l, adquirir verdad y pen-
samiento.v=
lje inestimable valor, para nuestro propsito, es el prrafo que
acabamos de copiar. La existencia de las Ideas, aunque sin de-
signarlas as expresamente, se encuentra postulada con respecto
a todos los entes sin excepcin, cuya esencia o realidad o ncleo
ms verdadero (ovO'lo:- ' t'o &:).:rOcr't'(l'tov)o constituyen aqullas.
Por otra parte, y sin merma de esta universalidad, observamos
cmo Pl atn, al ejemplificar algunas de entre las Ideas, contina
TEORA OE I.,\S 1I>F.AS
mantenindose en el terreno, para l predilecto, de los valores:
ticos, estticos o simplemente vitales, al referirse a lo justo, lo
lidio, lo bueno, la salud y la fuerza. Esta vez, sin embargo, con
la mencin de la magnitud lYEOO;)e ampla el horizonte
cidtico, ms all cle la regin axiolgica, a la de las entidades
, . ara todo lo ue va a
sC~lIjr,
tornemos cuidadosa
nota de la 'muy importante
o
oserva-
c i n de Ross:
Valores y entidades rnatemticas constituyen, para
Platn,
Sil inters dominante y permanente: los valores, a 1 0 largo de
toda su vida, y las entidades matemticas, con creciente nfasis,
a medida que se aproxima a la vejez, y a tal punto que al final
(tal es, por lo menos, la afirmacin de Aristtelcs) la teora de
las Ideas acaba por convertirse en una teora de los nmeros. En
(llanto a las Ideas de las sustancias (como la del 'animal mis-
mo') no aparecen en el Fedon, y ni siquiera son prominentes
en ningn otro dilogo con excepcin del
Timeo,
por ms que
estn implcitas en la teora con arreglo a la cual a todo nombre
comn debe responder una Idea.>
En el mismo trozo del
Fcd n
antes transcrito, y en todo el
di.ilogo en general, encontramos igualmente el postulado de la
wgnoscibilidad de la Idea: de iure desde luego,
y
de [acto tam-
bin, a condicin de que operemos con el pensamiento puro, es
decir sin el menor concurso de la sensacin. Aquello que es, como
dice Platn, en s
y
para s (o:v't'- xo:S'wh), lo es tambin
tillra nosotros, siempre que se cumpla la indicada condicin, y
por ms que este cumplimiento, en mrito de lo antes dicho, sea
de lo ms dificultoso en esta vida mortal. Muy pertinente es, a
este propsito, la anotacin de Len Robin: La cosa en s no
es, por tanto, como en el kantismo, estrictamente inconocible para
nosotros: en
Platn,
por lo contrario, es lo conocible por ex-
celcucia. >
Pero la gran novedad del Fedon, con re~pccto a los dilogos
anteriores y en este particular, es la vinculacin que ahora esta-
blece expresamente Platn entre la teora de las Ideas y la teora
de la reminiscencia. En el Menn, en efecto, segn vimos con
antelacin, aparece la reminiscencia dentro de un contexto es-
trictamente gnoseolgico, en cuanto hiptesis explicativa del
mtodo mayutico: ahora, en cambio, la vinculacin antedicha
22 Ross,
op
cit.,
p.
24.
~: Phedon,
ed. Les Belles Lettres, Int. ,
p.
XXV.
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138
n:oRA DE LAS ID':AS
tiene lugar al proponer Platn el argumento de la remims-
cencia como una de las pruebas demostrativas de la inmortalidad
del alma.
Considermosla
no en todo su desarrollo, sino apenas
en sus puntos de enlace con la teora de las Ideas.
Que nuestra educ~c.in, en lo ,~ue tiene ~~ m~ i.mpo~tante,
la contingencia, no es otra cosa que un proceso de recuerdo
(. J. (ie'rjcnc; a .v d J. v'rjcnc;),
una progresiva exhumacin de verdades
tan inexplicablemente ya aprendidas como luego olvidadas, es
algo que Platn da por supuesto o predemostrado; algo de que
acostumbras t hablar a menudo, como se lo dice a
Scrates
otro de los interlocutores del dilogo, el tebano Cebes. Slo
que ahora, en el Fedon, se hace Platn cuestin expresa de lo que
en el
Aienn
pas por alto, que es el punto relativo a saber en
qu tiempo precisamente pudimos haber adquirido aquellos co-
nocimientos. El empirista contestar, claro est, que todo ello
debi tener lugar, para cada uno de nosotros, despus de nuestro
nacimiento, merced a la fecundacin que paulatinamente va re-
cibiendo nuestro entendimiento de la experiencia; pero esta res-
puesta est muy lejos de ser satisfactoria para Platn, ya que la
experiencia nos depara tan slo, para decirlo con Leibniz, ver-
dades de hecho, percepciones fenomnicas, y jams ni por nin-
guna parte verdades de razn, es decir proposiciones de esencia
y
con validez permanente.
Para hacerlo ver as, toma aqu Platn, a guisa de ejemplo, la
Idea de la igualdad, o en los trminos del texto, lo Igual en s:
a . u ' t' o ' t' o Lc OV . Dnde o cmo ha podido drsenos tal cosa en la
experiencia sensible? Percibimos, es cierto, muchas cosas a las
que, al compararlas entre s, llamamos iguales; pero aparte de
que, por lo comn, son iguales en un aspecto y desiguales, al
mismo tiempo, en otro u otros, en ningn caso encontraremos en
ninguna de ellas lo igual en s, ya que an tratndose, digamos,
de artculos manufacturados, con repeticin idntica y completa-
mente iguales entre s, todava queda el hecho de que esta igual-
dad no se da en ninguno de ellos en s, sino en relacin con
otro u otros, y cada uno, adems; si bien es igual a los otros
artculos de la misma serie, es al mismo tiempo desigual con
respecto a todas las dems cosas, sean cuales fueren, que no
pertenecen a dicha serie. As qlle, en conclusin, todas las cosas
de este mundo sensible llevan en s el sello conjunto de la igual-
dad y la desigualdad, y nicamente lo Igual en s no puede ser,
bajo ningn aspecto, desigual;
nicamente
la Igualdad,sin
TEORA DE 1.AS IDEAS
1 : 9
ulterior calificacin, excluye en absoluto la desigualdad. En es-
tos trminos lo enuncia Scrates, y termina diciendo: No hay,
por consiguiente, identidad entre aquellas igualdades y lo Igual
en S .24 No slo no hay identidad, sino que son dos regiones
nticas perfectamente distintas, ya que la perfecta unidad formal,
te identidad de alg-o consigo mismo, es lo
tpico y exclusivo de la Idea, de ella nada ms. Cmo, enton-
ces, llegamos al conocimiento de aquello que, en su determina-
cin formal por lo menos, no nos ofrece por ninguna parte la
experiencia?
La solucin de esta apora, la mayor tal vez en la teora del
conocimiento, la encontrar
Aristteles
al radicar de algn modo
la Idea platnica -que ser luego la Forma aristotlica- en la
constitucin
n tca
de la cosa misma, y al tratar de explicar
despus cmo mediante la intervencin del llamado por l en-
tendimiento activo , es posible abstraer la forma esencial del
concreto sensible. Es la operacin denominada por Husserl, ex-
celen temen te por cierto, abstraccin ideatoria; y de nuestra parte
no hemos percibido nunca otra solucin posible, a condicin,
por supuesto, de que previamente se admita que a la existencia
concreta responde de algn modo esto que llamamos esencia.
Platn, por su parte, no alcanz a entrever siquiera, por todo
cuanto puede verse, esta solucin, sino que se mantuvo aferrado
a la heterogeneidad completa entre lo inteligible y 10 sensible,
segn la nomenclatura introducida por l mismo en la
Rep -
blica. Por otro lado, se dio bien cuenta, y as lo dice, de que la
percepcin del dato sensible remite luego a la percepcin notica
de lo inteligible, como algo que durmiera en el fondo del alma
y no necesitara, para ser reactualzado, sino del excitante oca-
sional de la sensacin: lo Igual en s, en efecto, lo percibimos
con la mente tan pronto como por los sentidos percibimos cosas
iguales o desiguales, que esto es indiferente. Y como de hecho
ocurre as desde nuestra primera experiencia, ya que la abstrac-
cin ideatoria no es ninguna generalizacin de sucesivas expe-
riencias (ste fue, como sabemos, el error del ernpirismo ingls)
parecera como si tuvisemos, a natioitate, todo un patrimonio
de nociones infusas, como lo declara Platn, al sentar sus con-
clusiones en este punto, del modo que sigue:
Siendo as, pues, que desde nuestro nacimiento tenemos ya
aquel saber (el de lo Igual en s), no ser porque desde antes
24
74
c.
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TEORA
DE
LAS IDEAS
TEORA DE LAS IDEAS
111
de nacer, y tan pronto como nacemos, conocamos ya no sola- Varios son los argumentos que opone Scrates para disipar
mente lo Igual y lo Grande y lo Pequeo, sino todo lo dems esos recelos, y en particular contra la concepcin, muy pitag-
de la misma especie? Nuestra argumentacin, en efecto, se re- rica por lo dems, del alma como armona del cuerpo. No he-
fiere tanto a lo igual como a lo bello en s, a lo bueno en s, mos de reproducidos todos aqu, por no ser ahora pertinentes,
a lo justo y a lo santo, y en una palabra, a todo cuanto mar- pero s el argumento que, partiendo tambin de las Ideas, se
.- - V to - .
1 . . .. . .1 . . . . , ., . . . -1 . . . . 1 .. . . .
FII IILo ~ Ltn C :
1 _ . ._ ) .. ~ t \ ~~:
n .... ll -:: C _ . .. . . .
_ . .. . . . . .
-.h,- p.} ~n 1-:1 ntr ; dlr CC'/Ul
de::.1~ inmorta lidad del
-.l / '
r- - -- o
tras preguntas como en nuestras respuestas. De suerte, pues, que
es una necesidad para nosotros el haber adquirido el conoci-
miento de todo ello desde antes de nacer.v=
De aqu desprende luego Platn, muy lgicamente por cier-
to, .la preexistencia del alma a su encarnacin en el cuerpo mor-
tal, y declara, adems, que hay una igual necesidad de exis-
tencia (r1j av:yx1j para el alma
y
para aquellas realidades
en s, o sea, como dijimos antes, la mutua solidaridad del alma
con las J deas.
Hasta aqu, las Ideas le han servido a Platn, como lo es-
tamos viendo, para argumentar no precisamente en favor de
la supervivencia del alma, sino, por el contrario, de su previ-
vencia. Si esto no nos preocupa
Tioy
mayormente, es porque
descansamos cmodamente en el dogma creacionista; en lo que
por otra va sabemos sobre la creacin inmediata, por Dios,
del alma humana en el momento de venir a animar el cuerpo,
o mejor tal vez, el embrin, dispuesto para recihirla. Pero a
quien, como Platn, no poda saber nada de esto, por ser cosa
no de la filosofa, sino de la Revelacin, le era preciso, si
quera demostrar la inmortalidad del alma, hacerlo por los
dos extremos de la vida mortal: por el principio y por el fin,
a parte ante y a parte 1)051. Por lo primero, se declaran satis-
fechos los interlocutores de Scrates, convencidos como estn
por el argumento de la reminiscencia, sobre todo si se le com-
bina con el otro argumento de los contrarios, en cuyo examen
no necesitamos entrar aqu. De lo segundo, en cambio, estn
ms que dudosos,
y
no les parece estar demostrado, ni mucho
menos, que la previvencia del alma garantice, por ella sola,
su supervivencia. Segn lo exponen los pitagricos Simias y
Cebes, bien podra el alma, al ocurrir la muerte, disolverse
con el cuerpo, no de otro modo que la armona de la lira, con
todo y ser, como el alma, algo invisible, incorporal, bello y
divino , cesa por completo al romperse el instrumento o saltar
sus cuerdas.
alma
a parte post.
El nervio del argumento, para decirlo de una vez, es la afi-
nidad, similitud o parentesco
(cruyy~Et(x)
que el alma tiene con
las Ideas. De ellas difiere, sin duda, en que no es algo propia-
mente ideal, sino algo fsico, y en que su
jJ/lysis,
adems, como
otra cualquiera, pasa por las mutaciones o cambios que son,
para ella, los diversos estados o afecciones: intelectuales o sen-
timentales, por que va pasando. Pero aparte de que estos cam-
bios, al contrario de los que tienen lugar en los cuerpos, no la
afectan en su constitucin misma, el alma es, como la Idea, sim-
ple, incorprea e invisible, y por ello le hostiga el afn de unir-
se con las Ideas, de convivir con ellas, y es entonces cuando se
siente, con gozo no mermado, como en su mbito propio y en su
sociedad predilecta. Bellamente lo declara Platn en el siguiente
pasaje:
El alma, segn dijimos antes, se sirve en ocasiones del cuer-
po, cuando se pone a considerar alguna cosa por medio de la
vista, del odo, de algn otro de los sentidos. En esta situa-
cin, es arrastrada por el cuerpo hacia lo que no est jams
en s mismo, y se siente errante, turbada
y
con vrtigo, como
si estuviera borracha, a causa de estar en contado con cosas
de esa especie. Cuando, por el contrario, examina algo por
s misma y recogida en s misma (au't'h xa8'au't'lv), se lanza
all, hacia lo que es puro, eterno, inmortal e idntico; y en
razn de estar ella emparentada con ello, est siempre en su
compaa, cuando quiera que puede realizar la existencia que
le compete de ser por s misma y en s misma, y es entonces,
al entrar en contacto con aquellos objetos siempre idnticos,
cuando cesa en su divagacin
y
recobra, ella tambin, su iden-
tidad. Pues este estado del alma, no es aquello a que llama-
mos pensamiento? 26
Si tal independencia muestra as el alma con relacin al
cuerpo, y no slo independencia, sino, como dice tambin Pla-
tn, poder y sefioro, natural es suponer que, como sustancia
25
7 5 c od o
26
79 e-d.
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142
TEORA DE LAS IDEAS
TIORA DE LAS IDEAS
143
simple que es (segn lo dejan entrever sus actos), pueda sobre-
vivir a la ruina y putrefaccin de la sustancia compuesta cuyos
elementos se desintegran al sobrevenir la muerte. El alma, en-
tonces -prosigue diciendo Scrates- se va a otro lugar, al
que por su naturaleza le compete; lugar noble, puro e invisible:
pertenece al orden de la generacin y de la corrupcon. sino
al de la creacin y el aniquilamiento. Con esto slo, sin la
certeza apodctica que slo puede ser oriunda de la Revela-
cin, pudo Scrates potenciar la buena esperanza en gran es-
peranza ( dEA :mc ;, ( J. E yr l A r E A1 t~C ; ), Y disponerse, con nimo sere-
sabio; all a donde, si Dios quiere, ir mi alma en un momento.
Una vez separada del cuerpo, cmo podr esta alma nuestra,
con sus caractersticas y constitucin natural, disgregarse y pe-
recer, como lo pretende el comn de los hombres? Muy lejos de
ello, mis queridos Cebes y Simias, antes bien,
y
con mucho,
de aquel otro modo
27
ste es el argumento: el de los actos y correlatos intencio-
nales del alma, para decirlo en trminos modernos, que a m
por lo menos me ha hecho siempre mayor fuerza entre todos
los que suelen proponerse en favor de la inmortalidad del alma.
Sentimus experimurque nos aeternos esse, como dijo Spinoza;
y 10 sentimos y experimentamos, desde esta vida, en razn de
sentirnos abiertos, en la cima o en el hondn de nuestra alma,
como queramos, a ese mundo de esencias y valores, que aprehen-
demos como eternamente subsistente; que no por ser invisible
deja de
imponrsenos
con irresistible evidencia, y del que igual-
mente nos sentimos, como lo dijo Platn antes que nadie, afi-
nes, copartcipes y solidarios. Ningn argumento, es verdad,
puede damos de nuestra inmortalidad una demostracin apo-
dctica, porque siempre quedar la posibilidad de que el alma,
as como fue creada por Dios antes de nacer cada uno de nos-
otros, as tambin pueda ser aniquilada por l despus de
nuestra muerte. Pero hasta donde nos es posible juzgar de lo
que no vemos por todo lo que vemos, la Providencia parece
siempre respetar, por ser su obra misma, la constitucin de
cada naturaleza con las vrtualidades nsitas en ella; ahora bien,
es en la lnea natural, una vez ms, o sea prescindiendo de otras
agencias preternaturales o sobrenaturales, donde el alma afir-
ma victoriosamente, por todo 10 que son y suponen sus actos
intencionales, su exigencia de inmortalidad. En trminos ma-
ravillosos lo dijo Bergson, uno de los ms claros epgonos del
platonismo en este particular, y sobre la base, adems, de la
psicologa experimental y de las ciencias naturales, al afir-
mar, como proposicin indiscutible, que el alma humana no
EAS
TEORA DE L.'\S 1I>L\5
H:5
decimos desde la Edad Media, el realismo de los universales.
y
por lo mismo tambin
-yes
nuestra segunda observacin=-,
se le plantea a Platn, inexorablemente
y
desde este momento,
el tremendo problema de la comunicacin entre ambos mundos:
inteligible o
eidtico,
sensible o fctico, que de tal suerte han
.
.
como la participacin, a su vez, responde a una mayor estimacin
del mundo de los sentidos. Son as actitudes vitales, en con-
clusin, lo que, a nuestro entender, resuelve, en favor de uno
u otro de sus extremos, la tensin bipolar, presente siempre en
la filosofa
platnica,
entre imitacin
y
participacin, ms que
. n a ariencia descarnada v fra, de las Ideas
estn, tienen que comunicarse entre s, ya que de algn modo
se parecen, a pesar de todo, las cosas iguales y lo Igual en
s, y por algo el espectculo de lo primero remite a lo segundo,
as no sea sino como el excitante que despierta la reminiscencia.
Algn enlace ha de haber, pues, y Platn, aunque no nos
dice ahora, en el
Fedn,
cmo es precisamente, apunta ya cla-
ramente el modo de enlace que llamad. despus imitacin:
J .LJ.T}(n~. As lo dice en estos textos que nos permitimos ensam-
blar libremente:
Esto que yo ahora veo, quiere ser semejante a otra realidad;
slo que, por carencia suya, no puede llegar a ser aquello, sino
que le es inferior ... Todas las igualdades sensibles
aspiran
a
lo que es Igual, pero son deficientes con relacin a l. .. Todas
ellas
desean
ser como es aquello, pero le son, con todo, infe-
riores.
30
Todos estos trminos de querer , aspirar o desear
( ~o A .E 0 6 a t, O p YE C 6 a t, l tP 06 v J .E ~ C O a t)
son variantes o matices, como,
es evidente, de la imitacin , de la tendencia a ser uno o pare-
cerse a otra cosa distinta de lo que se es. Imitacin, por tanto,
y
no, todava, participacin
(J .eE ;t~),
por m~ que no pueda
eliminarse del todo esta ltima, ya que las cosas Iguales, una vez
ms, es forzoso que, para justificar tal apelativo, participen en
algo de lo Igual en s.
Por qu es la imitacin, aqu y ahora, la hiptesis predomi-
nante? A nuestro humilde entender, en razn simplemente de
la emocin de inmortalidad de que todo el dilogo
es t
tran-
sido; del sentimiento de fuga de este mundo y de exaltada as-
piracin hacia el otro; sentimiento que es el propio de S-
crates el da de su muerte, y de Platn tambin, al evocar tal
suceso. Consecuencia de ello es la depauperacin radical del
mundo sensible, en todo inferior o menesteroso con res-
pecto al mundo inteligible, y su aspiracin, aunque siempre
fallida, por elevarse hasta l. Por esto es aqu de mayor fuerza,
en consonancia con tal actitud, el momento de la imitacin,
mismas.
Mundo fctico
y
mundo eidiico: m od os posibles de enlace
Todo ello, empero, es apenas el principio, o cuando ms la
mitad, del desarrollo tan notable que en este mismo dilogo
tiene la teora de las Ideas. Aspectos del todo inditos, hasta
este momento, hemos de ver an, y no podremos apreciados de-
bidamente si no nos colocamos, una vez
ms,
dentro del contex-
to general que los enmarca
y
suscita.
En el curso de la discusin, en efecto, Scrates ha dado cuenta,
con ms o menos facilidad, de la objecin de Simias segn la
cual, si el alma fuese apenas, en los trminos que antes vimos,
la armona del cuerpo, desaparecera juntamente con l, no de
otro modo que como la armona de la lira desaparece con el
instrumento mismo. No tenemos por qu ocuparnos aqu de
los argumentos con que Scrates despacha la objecin, por no
ser pertinentes a nuestro tema actual. Pero en cambio, Scrates
se queda largo rato perplejo ante la otra objecin, que l mismo
califica de formidable, levantada por el otro pitagrico, Cebes,
contra la inmortalidad del alma. Cebes, en efecto, arguye con
gran vigor que lo nico que, en el mejor de los casos, ha de-
mostrado Scrates, es que el alma pueda sobrevivir en uno,
.en varios o
an
en muchos casos (ya que la reencarnacin o
metempsicosis es otro aspecto de la teora platnica en este
particular) a la muerte del cuerpo que ha animado; pero que
nada prueba que esta supervivencia haya de ser indefinida, pues
bien podra la energa espiritual, con todo y ser de otro gnero
y ms alta o ms intensa que la energa de la materia, irse tam-
bin consumiendo progresivamente, en fuerza precisamente del
desgaste que va sufriendo en el ciclo de las generaciones, hasta
acabar, ella tambin, por extinguirse del todo.
De tanta importancia es el argumento, que por algo Kant y
Mendelssohn, todava, polemizaron sobre l; 31 Y Scrates, por
30
74 d-75 b.
Sl
Critica de
la razn
jJ-U1a,
395 b-39i h.
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146
TEORA DE LAS ,IDEAS
TEORA DE LAS IDEAS
147
su parte, despus de un largo silencio, estima necesario, para
refutado, entrar en el problema general de la generacin y co-
rrupclOn, a cuyo orden se obstina Cebes en reducir, aunque con
temporaciones distintas, as el alma como el cuerpo, Ahora bien,
a Scrates le parece que la mejor introduccin a la solucin del
en esta causalidad del bien , segn dice Len Robin, a que es
llevado Scrates en su meditacin sobre la teora de Anax-
goras.
34
Adis a la maravillosa esperanza , dice Scrates, apenas a
rengln seguido, al darnos cuenta de la desilusin que tuvo
r _.
dez el libro de
a su experiencia filosfica ms personal, en sus aos de for-
macin.
El centro de la especulacin filosfica haban sido en Gre-
cia, hasta mediados del siglo v, los estudios sobre la natura-
leza ( 71 :E P ~ e p C lE W C ; ) -la Fsica de entonces-, y el problema cen-
tral, a su vez, era el de las causas de la generacin y corrup-
cin. A estas especulaciones se aplic Scrates en su mocedad,
segn nos dice, con increble ardor ; pero muy pronto hubo
de desilusionarse, tanto por el conflicto interminable de las
hi ptesis de todo gnero propuestas por los fsicos, como, sobre
todo, por no encontrar en ninguna de ellas, ni remotamente,
lo que buscaba. En lugar de una teleologa de la naturaleza, .0
algn sistema que pudiera dar razn satisfactoria de los fen-
menos y reducidos a cierto orden, no se le ofrecan sino expli-
caciones tan simplistas y groseras como que la generacin y co-
rrupcin vienen de la distinta mezcla del calor y del fro, o
que uno crece porque come y bebe, o que su masa aumenta por
la reunin de las carnes a las carnes y de los huesos a los
huesos ...
Fue entonces, sigue diciendo Scrates, en medio de tanta ram-
plonera, cuando escuch con inmensa alegra esta proposicin
de Anaxgoras: El Espritu es, en definitiva, el ordenador
y
causa de todas las cosas.
3e
Para l fue, esta revelacin del Es-
pritu, como el fulgor del alba en la noche cerrada. Me ima-.
ginaba -dice- haber descubierto al hombre capaz de ensear-
me la causa, inteligible a mi espritu, de todo cuanto existe.
3S
Si el Espritu, en efecto, ordena todas las cosas, debe hacerlo
tambin, con cada una, de la mejor manera posible , o para
su mayor bien . Donde es muy de notar, antes de seguir ade-
lante, cmo es la causa final, y bajo la razn de bien, lo que, por
encima de todo, trata de encontrar Scrates en sus especulacio-
nes sobre la naturaleza. La Idea del Bien, cumbre de la Re-
pblica y de la teora de las Ideas, est desde ahora prefigurada
Anax
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TEORA DE LAS IDEAS
TEORA HE LAS IDEAS
1 1 9
das . Es algo as, sigue diciendo el narrador, como si el hecho
de estar
l, Scrates,
sentado all en la prisin y conversando
con sus amigos, quisiera explicarse por la constitucin
y
fun-
cionamiento de sus huesos y msculos, que le permiten sentarse,
y de SllS cuerdas vocales, que le permiten hablar, en lugar de
rpfprilc p
~11~.c.
,\ plrl :l,.-lpr ;l o:
r~1i:: e . 1 . . 1
;lrnntPri
l { . > . n t rt P O:
que tan falaz haba resultado ser, a lo inteligible, como sede
nica de la verdad que
tambin
pudiera haber en lo sensible;
que es exactamente lo que Scrates enuncia al explicamos su
decisin final y su cambio de navegacin.
Me
pareci, por
tanto, indispen:~able el rdugiarme en las represent,~~i?nes inteli-
. .1 -. .. 1n ~ . . '_ ._ . ' .< P o ' ' _ ' ' -_ ~ _ _ .o_ : : 1 o L'>J... .::. S ' __ ~~ . _
35
99 d. Segunda navegacin sera la traduccin literal del (h: tEQO;
ti.oD;; de que aqu habla
Scratcs:
expresin muy comn entre los griegos,
y que significaba el recurso a los remos cuando por s solo no poda avan-
zar el velero por falta de viento. La
metfora,
en este pasaje, es excelente,
pues denota el esfuerzo que por s solo, remando a brazo partido, ha de
realizar el filsofo, al ver que para l, a causa de su escepticismo en las
doctrinas ajenas, no sopla el viento por ninguna parte.
De
vientos de doc-
trina hablar un da San Pablo,
y
con referencia igualmente a la na-
vegacin. No habr tenido presente, l tambin, la metfora tradicio-
nal, o por ventura, inclusive, el pasaje mismo del
Fedn]
El
procedimiento, segn lo explica
Scrates
a continuacin,
consiste en tomar en cada caso, como base o hiptesis, la repre-
sentacin lgica que se juzgue ser la
ms
fuerte o slida
(PPW~Ev(j'ta:to~.yo;)
y tener en seguida por verdadero todo
lo que -en el orden sensible se entiende- est de acuerdo con
ella; y este procedimiento es vlido, segn se dice expresa-
mente, tanto en lo que se refiere a la causa corno a otro pro-
blema cualquiera.
Hasta aqu parecera como si no hubiramos salido an de la
filosofa presocrtica, pues tambin los fsicos de }mia, por
ejemplo, operaban no
EV EpyOL~
-como parece sugerir Scrates
injustamente-, sino
EV AyOL~, es
decir, que no se limitaban
a
tr~U1scribir sus impresiones sensoriales, sino que las enjuiciaban
a la luz de lo que para ellos eran verdaderos
AyOL,
como que
todas las cosas, en su principio radical, son agua. aire, o los
cuatro elementos. Pero la ilusin se disipa en cuanto Scrates
aclara que los
AyOL
que para
a
son los ms fuertes o slidos,
y la especie de causalidad ('tfe; ai:tLCV;'to dooe;) que tiene en
mira, est en aquella doctrina que tantas veces ha expuesto, en
aquellas proposiciones tan sobadas
(b~E~'. a ta 1tOAVepAIj ta) ,
que
se resumen en la tesis de que existe algo que es bello en s )'
por s; algo bueno, algo grande, y lo mismo en todo lo
dems ;
Con esto est ya dada la perfecta sinonimia entre las represen-
taciones lgicas y las Ideas autosubsistentes. En seguida, y so-
bre esta base, pasa Scrates a explicar, con pormenores hasta
este momento inditos, cmo actan las Ideas en el mundo sen-
sible, del modo siguiente:
Lo que para mi es evidente, es que si hay alguna otra cosa
por una parte, la sentencia del tribunal que le ha condenado
a muerte, y la voluntad del sentenciado, por la otra, que prefi-
ri acatar el veredicto de sus jueces, cuando pudo apelar a la
fuga que le ofrecan sus amigos. La concurrencia de ambas
\'0-
lunrades: la del tribunal y la del reo, es as la verdadera causa,
perfectamente explicativa, del hecho en cuestin; causa
efi-
ciente y causa final, adems, pues Scrates subraya la circuns-
tancia de que una y otra voluntad tuvieron por motivo la con-
sideracin del
bien,
ya que los jueces tuvieron por
mejor
para
la ciudad el (Iue Scrates muriera, y ste, a su vez, tuvo por
mejor, para s mismo y tambin para la ciudad, que se ejecu-
tara la sentencia. Todo lo dems, los factores materiales, no
son sino las condiciones
sine
q
uibus non
para la operacin cau-
sal, pero no la causa misma; y en esta confusin incurren los
que quieren dar razn del mundo
y
del devenir por agencias
materiales
y
por explicaciones mecanicistas.
Todo aquello, pues, todo lo que se haba dicho desde Tales
hasta Anaxgoras, haba que
dejado de
lado,
y
buscar algo del
todo nuevo, en un resuelto cambio de navegacin't.v Haba
que renunciar, de una buena vez, a perseguir la verdad por me-
dio del conocimiento sensible, cuyo cont.inuado ejercicio aca-
bara por producir del todo la ceguera del alma, tal y como
puede pasarles, dice Scrates, a los que tienen la imprudencia
de contemplar directamente un eclipse de sol, en lugar de ob-
servar en el agua, o en algn otro medio anlogo, la imagen
del astro. Haba cIue ir, por el contrario, dejando lo sensible,
36
99 e: E/)ol;s /)l] tOl )(QfVaL
Et~
tO\..;
AYOI ' ;
~fl t(t. p,y()\ t(l fV lixdvOl;
oxotttV tOwOV tOlVtllV&H6El(l.v. Refugiarse en las ideas traducen otros,
Lon
Robin entre ellos; lo que est correcto, dado que, COUIO seala Ross,
el I.yo; ms fuerte (EQQWlSVfO t(l. tOC;)e que se habla luego es precisa-
mente la existencia de las Ideas.
En
el principio, sin embargo, no se trata
sino de la operacin
lgica
del trnsito de. lo sensible a lo inteligible. de
fugarnos de las cosas hacia sus razones : si,; tou;
you;
~(l.1;(l.qJt'yflv.
37 100
b.
__
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150
TEORA DE LAS IDEAS
TEORA DE LAS IDEAS
15 \
bella fuera de lo bello en s, no hay absolutamente otra razn
de que sea bella sino que participa de ]0 que es bello en s, y
lo mismo digo de todo el resto ... En cuanto a las otras causas,
las de los sabios, ni las comprendo ni puedo explicrrnelas, Que
se me diga, por ejemplo, que una cosa es bella por la lumino-
;,.-l'.:u-l 1=>1- lAr n ( 11 l-l f rrn::l n n r
~lo-' .
a-
filosofa de Anaxgoras. De esta ltima, a decir verdad, lo que
le desagrada es que su autor no haya sabido desarrollar sus
postulados bsicos, pero est enteramente de acuerdo con estos
mismos: el bien como causa final, y el Espritu como causa efi-
ciente que produce y ordena todos los entes en vista de su
T
. ,y' ;
1
Tan est de acuerdo Platn con todo esto, nue or
~8
ioo
:-JOl e
,, ~ 102
a:
OJI1.oi.o'/cTO
elvm
' tI EY.U.O'tovt(j)v dlliiiv ?mt ' tomlv ' t, ).a f .J, e' tu '
.(J.fJ.B:vOVTU.
(l~l'TtJ)VT01:'TlV'trrv f;lT(J)V1 f.J,[avoxnv.
algo ms tarele subsumir una y otra causa en la Idea e Bien.
Por lo pronto, sin embargo, es la Idea como causa formal lo
que l descubre, ya que no tiene antecedentes entre sus pre-
cursores, y lo que desarrolla con mayor amplitud.
Tenemos as, en suma, bien configurada, la tetraloga de las
causas: material, formal, eficiente y final, que en estos trminos
organizar despus, con perfecta coherencia, Aristteles, De las
cuatro causas, la material ser, en la nueva cosmovisin, la de
nfimo rango, ya que si la materia formada tiene una consis-
tencia indudable, no as, en cambio, la materia sin ulterior ea-
Iificacin, esta materia prima que en Platn es prcticamente
el no ser, y en Aristteles poco menos: nec quid, ncc quale, nec
quanturn,
Con respecto a las otras tres causas, en cambio, es
difcil emitir un juicio categrico sobre a ru.i] de ellas haya de
adjudicarse la primaca, que podr ser, a su vez, en el orden
ontolgico en un caso, y en el axiolgico en otro. En una cos-
movisin creacionista, que desde luego no es aqu la de Platn
(ya veremos si podr serlo de la Repblica en adelante), la
Causa eficiente, que es Dios mismo, Causa de las causas, tiene,
por supuesto, el rango supremo. Pero aqu y ahora, en la ausen-
cia de todo creacionismo, hay tan buenas razones, para ad
j
udi-
carie el principado, en favor de la causa final como de la
causa formal, ya que si es el Bien la meta ltima de todo
devenir, no es menos ciert.o que es por la Forma por lo que
cada cosa es lo que es. La forma es, segn dice Aristteles, la
que da el ser a la cosa: Forma dat esse rei; y esta proposicin
tiene su origen ms cierto, segn hemos podido comprobarlo,
en la concepcin platnica de la Idea como causa formal.
Al configurar de este modo su teora eidtica, Platn intro-
duce aqu, adems, los trminos que hemos subrayado, para
precisar, en la medida de lo posible, la relacin entre la Idea
universal y los .individuos particulares. En otros dilogos, se-
gn vimos, y en este mismo con expresiones equivalentes, habl
de la imitacin (..tLJ:rc)'t,s), y ahora enuncia el de presencia
(mx.poucr(a) por parte de la Idea, y por parte de los individuos,
los elecomunin o sociedad y participacin
(xcwcov,
[. -le'tcicrXECJ l;,
ciones a las que mando a paseo, y que me dejan, todas, per-
plejo por iguaL Aquello, en cambio, por simple que sea, sin
artificio y hasta ingenuo tal vez, es lo que tengo para m: que
la belleza de esta cosa no es producida sino por la presencia de
lo Bello, o por su comunin, o por otro modo por el que pueda
darse esta correlacin. Sobre esto no me pronuncio an con
firmeza, pero s sobre que es por lo Bello por lo que llegan
a ser bellas todas las cosas bellas ... No hay, que yo sepa, otra
manera de que cada cosa pueda venir a la existencia, fuera de
su participacin en la esencia propia de cada realidad de que
debe aqulla participar:'
38
Al asentir los dems interlocutores a estas proposiciones, re-
sume Fedn la conclusin en los siguientes trminos:
Hubo acuerdo en cuanto a la existencia real de cada una de
las Formas, y e11cuanto a que de ellas participan todas las otras
cosas distintas de ellas, y que de all reciben su denominacin.v=
Pocos textos sern, como stos que acabamos de copiar, tan
fundamentales en la teora de las Ideas. De stas, en efecto, se
trata, por ms que se las designe primero como A , y o ~ y luego
como doro Lo cual, adems, no es arbitrario, sino que tiene
su razn de ser, ya que, en efecto, la Idea comparece aqu, pri-
mariamente, como causa formal, o como la razn, en otras pa-
labras, de lo que cada cosa es por su esencia,
y
por esto haba
que ver la Idea bajo su aspecto de razn y de forma
( A - y o C ; ,
dooe;).
y
por esto tambin, para hacer ver que no se le ocurri
. tal cosa a Platn as como as, era necesario trazar la historia
mental de Scrates, que bien pudiera ser, como insina Ross,
la de Platn mismo. En esta historia, en efecto, se nos ha mos-
trado cmo Scrates, tratando de explicarse el orden de los fe-
nmenos, encontr del todo desacertadas, en primer lugar, las
causas materiales propuestas por los filsofos de la naturaleza,
y
cmo, en seguida, tampoco le depar mayor satisfaccin la
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TEORA DE LAS IDEAS
TFORA DF. LAS IDEAS
153
I - L E ' t A 1 J \ ' I L ~ ) .
Con el de ejemplaridad
( ' l t c x . p 6 . o E L Y I - L c x . ) ,
que no fi-
gura aqu, y que no es sino el correlato, por parte de la Idea
tambin, de la imitacin en los individuos, tenemos prctica-
mente todos los modos de enlace que pudo imaginar Platn,
entre el mundo sensible y el mundo inteligible.
Pr\nllnr ~r~p r-v-rr- ~lO'lln
,lp
p~tllfo:. mnc1oq, e
;
llas, con relacin a stas, irremediablemente deficientes e in-
feriores . Igualmente. adems, si la presencia de la Idea hubiera
de entenderse con esta literalidad, no tendra razn de ser la
teora de la reminiscencia,
ya
que las Ideas, presentes en las
cosas, nos
seran
dadas inmediatamente y con la sensacin. Aho-
, h;,., llh ]
1 >
jaro (He no es
as,
sino Que la exne-
dems, es cuestin tan difcil, que por algo
Platn,
segn nos lo
ha dicho, por boca de Scrates, con toda sinceridad, la deja en
suspenso. Lo nico que con antelacin nos permitimos observar,
es que, a nuestro parecer, unos modos pueden sealar, ms que
otros, la mayor trascendencia de las Ideas, las cuales estaran ms
lejanas, por decirlo as, en la imitacin que en la participacin;
y
lo que ahora queremos agregar, por ser asunto controvertido
entre los exegetas, es que todos ellos implican o suponen la indi-
cada trascendencia.
La tesis de la inmanencia podra apenas defenderse apelando
al trmino de presencia
( ' l tc x . p o u c r . c x . ) ,
que tendra, en efecto, aquel
sentido de radicacin inmanente en el hilemorfismo aristotlico,
y por ms que Aristteles, hasta donde sabemos, no se haya ser-
vido de l para declarar la unin de la materia y de la forma en
una sola sustancia. El mismo sentido podra tener tambin, siem-
pre dentro de la misma filosofa, el otro trmino semejante de
comunin, comunidad o sociedad
( x o w w v . c x . ).
Dentro del con-
texto platnico, sin embargo, no nos parece posible atribuirles
dicho significado. Aun en los casos en que con mayor fidelidad
parece reproducirse la Idea en los individuos, como pasa con las
entidades matemticas, Platn distingue muy bien, como hemos
visto, entre la igualdad de las cosas iguales y lo Igual en s;
y
ms delante, incluso cuando de ciertas cualidades sensibles pre-
dica, como de la Idea, su total repugnancia a recibir la cualidad
contraria, todava entonces tiene buen cuidado de puntualizar
que la Magnitud en si no es la magnitud en nosotros.w Lo que,
por tanto -comenta Ross- est presente en el individuo par-
ticular, no es, estrictamente hablando, la Idea, sino una copia
imperfecta de la Idea ,41 De otro modo, en efecto, se contradira
Platn, flagrantemente, con lo que dice antes, en el mismo dilo-
go, sobre la radical impotencia en que estn las cosas sensi-
bles para alcanzar la consistencia ntica de las Ideas, no obstante
la aspiracin o deseo que a ello las anima; siempre sern
aqu-
ricuria sensible es apenas el incentivo o la ocasin para que se
despierte en nosotros el recuerdo de algo muy distinto, que el
alma ha conrern pl.lo
y, t
en una vida anterior. Podemos llegar,
en fin. hasta a
acuva
r a Platn de impropiedad en el uso de
r
icrtos trminos,
COIllO
los que venimos discutiendo. Lo nico
q le
110
podemos hacer es divorciarlos del contexto en que estn.
,\qu tambin, en conclusin, parece que debemos aceptar el
testimonio de Aristtelcs, en el sentido de que Platn crey fir-
memente en la existencia de Formas o Ideas separados de las
cosas sensibles. No es posihleimputar a Aristtelcs, con sus die-
ciocho aos de convivencia con Platn, una mala fe tan enorme,
o una incomprensin tan supina y tan en discordancia con su
gellio, como para haber falseado el pensamiento de su maestro en
punto tan importante.
Que, por otra parte .. la trascendencia de las Ideas no fue pro-
bablemente la posicin original de Platn, lo hemos ponderado
ya. con referencia a los llamados dilogos socrticos. Del
Fedn
en adelante, empero, es una tesis clara, firme e irrevocable. Y lo
que, por ltimo,
contina
siendo el elemento constante, es que
las Ideas son para Platn, ante todo y sobre todo, valores ticos
y estticos, y entidades matemticas; y que slo por ser congruen-
te consigo mismo, o por fidelidad a la teora, fue llevado, segn
todas las' aparieruias, a postular tambin la existencia de una
Idea para todo conjunto de individuos que reciben de ella su
denominacin , es decir, su causalidacl formal en el orden del
ser, y su homonimia en el lenguaje.
La Idea -comenta Alfrecl Fouille- est separada del esp-
ritu y de las cosas; es el nomeno trascendental. 42 Y Ravaisson,
al contraponer la concepcin platnica de lo universal tanto a
la de Scrates como a la de Aristteles, escribe lo siguiente:
La Idea no es para
Platn,
como las generalidades que bas-
taban a Scrates, una unidad lgica, sino una unidad real, de la
cual la unidad lgica no es ms que el resultado y el signo. La
Idea no es solamente lo que se encuentra de comn en una plu-
40 102 e l: u.i 'to T O J.LYE6o~... 'to iY TJ.LivI1yE6o~.
u
op.
cit.,
p.
30.
4~
La filosofa de
Platon,
trad. Edrnundo Gonzlcz Blanco,
1,
87.
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154
TEORA DE LAS IDEAS
ralidad de existencias individuales, sino el principio del cual
participan todas juntas, de donde sacan su semejanza unas con
otras, y cuyo nombre reciben. No est, pues, dispersa en los iri-
dividuos, no es el simple atributo que est todo en los sujetos
particulares; subsiste por s misma y en s misma de un modo
inEJep eliclielit t )
ahsa lu t@ . 4
Teora
de
las Ideas
y
teora del
conocimiento
Entre las mltiples excelencias de la Repb lic a -posterior al
Fedon, segn todas las apariencias-, no es la menor la reduccin
o
unifi~acin del mur:do eidtico en torno del supremo principio
que lo informa
y
lo nge: la Idea del Bien, como la llama Platn,
o tambin, si se nos permite esta otra denominacin, la Idea de
las Ideas. Antes, empero, de llegar a esta cumbre, conviene tomar
nota de otro importante desarrollo que de la teora de las ideas
encontramos igualmente en la
Repblica,
y que consiste en la
correlacin, que Platn establece ahora con toda precisin, entre
los objetos de conocimiento y los modos o estados asimismo
de
conocimiento. Cul de stos es, exactamente, el que correspoll-
de a la Idea y cul o
cules
otros a las cosas sensibles?
La cuestin se plantea, como ocurre habitualmente en los di.i-
logos platnicos, no en el aire enrarecido de la abstraccin filo-
sfica, sino a propsito de un problema o situacin vital, bien
determinada y concreta. En el
Fedn,
como acabamos de ver, era
el problema. vital como ninguno, de la muerte del cuerpo y la
supervlvenCla del alma; y en la RejJblica, esta vez, es el pro-
blema de los regentes o guardianes ( c p A . a X E C ;) que han de
gobernar en el Estado perfecto. En un pasaje bien conocido
y de incalculable trascendencia, adems, avanza Platn su gran
tesis (que l mismo reconoce ser el salto a la ola mayor) de
que no cesarn los males que afligen a los Estados, vale decir
al mismo gnero humano, mientras los filsofos no lleguen a ser
reyes,
?
los reyes y gobernantes no practiquen, genuinamente y
en seno, la filosofa; mientras, en suma, no concurran, en el
mismo sujeto, el poder poltico y la Iilosoffa+' Y lo que importa
precisar en seguida, sea cual fuere el valor de la tesis, es el carc-
ter propio del filsofo que lo es de verdad, genuinamente y en
serio ( Y V T ] c r L W ; xat t X G t V W C ; ) , ya que filosofa no quera decir
n
La Metaphysiquc d Aristot e, 1,
29
2-
H
Rep.
473 d: d~ ,u\rto\' ~U~ton, lIvul-tf~ re n:oAIUX1l
y. C I _ l
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156
TEORA DE LAS IDEAS
Ahora bien, si el conocimiento, en el sentido ms propio que
acabamos de ver, no plantea de suyo ningn problema espe-
cial, ya que su correlato intencional es el ser igualmente en el
sentido ms propio: la Idea, ya no es tan Icil, en cambio, decir
cul
podra ser, precisamente, el correlato de la opinin. No
......,,~,~o:>n-r ., un - L. ;nln.1prnpnfp
p
n CP~ 1. t \l~~lllP y r-::l P-::ltn
no menos que para Brentano o Husserl, todo pensamiento es
pensamiento de algo, y para aqul, adems --en ello va ms
all de los fenomenlogos- este algo existe de algn modo
fuera de la conciencia, como, a nuestro parecer, lo afirma Platn
en el Parmnides. La nada, si prescindimos de la nocin de ser,
de la cual es aqulla la negacin radical, es por s misma im-
pensable, y el estado mental correspondiente es la ignorancia, la
ausencia pura de todo saber. As las cosas, la opinin tendra que
ser algo medianero entre el conocimiento y la ignorancia, y su
correlato intencional, por lo mismo, alg-o medianero tambin
entre el ser, objeto de la ciencia, y el no ser, objeto de la igno-
rancia, hasta donde sea posible hablar, en este ltimo caso, de
objeto . Tal es en este punto,
y
en estos precisos trminos, la
doctrina de Platn. o
Hasta aqu, no obstante, estamos apenas, en lo que concierne
al correlato de la opinin, en un terreno de pura deduccin
apriorstica, pues lo que hace falta es mostrar de algn modo, con
directa visin intuitiva, cmo puede darse algo, en el orden de
los fenmenos desde luego, que participe conjuntamente del ser
y del no ser. No ser sino hasta el Solista cuando nos proponga
Platn, con respecto a esta formidable apora, una solucin ms
o menos satisfactoria. En la Repblica, por lo pronto, elude iY
por algol la referencia a las cosas sensibles del mundo de la
naturaleza en su constitucin concreta,
y
se refugia en su terreno
predilecto de los valores y las entidades matemticas. Nos dice,
en efecto, que las cosas bellas lo son apenas bajo un aspecto, pero
feas, al mismo tiempo, por otro 11 otros; y lo mismo, aade, en
lo tocante a las cosas justas, a las cosas santas, y por l-
timo, a las cosas que llamamos grandes o pequeas, ligeras o
pesadas.
Digamos con todo respeto (amicus Plato, sed magis amica ve-
enunciar la actitud del sujeto que se rige por las apariencias, imprime
luego, en el sustantivo Ii~a. la connotacin, bien filosfica esta vez, de
opinin.
60 477b: EL E3 tL 1Ev .0 OV'tLyvroat ; iv, uyvOlO a rE; uv.yx' I]; ltL 11)
OV'tL,EltL' t0 1E' ta;u 'O1:q> 1E'ta; ' tL )tat l ;' I] 't 'l ]. lov dyvoa; ' te )tal EltLo '1 1'1]; .
TEORA DE LAS IDEAS 1 57
ritos que todo esto est bien lejos de ser plenamente convincente
para la tesis en cuestin. Desde el punto de vista de la analoga
del ser, que no es, por cierto, el de Platn, sino el de Aristte-
les y la escolstica, s podr sostenerse que media una distancia
infinita entre el analogatum princeps, que es Dios mismo, y los
. L O . . -C o~ qy 1 Ll...-~ , 1..0
1 ,
L r o .
ff1ofl-1L
1~1L rl,j.lt ll r_II:
l
l11> I \lo
consiguiente, la belleza finita estar infinitamente distante -si
podemos decirlo as, parodiando a Pascal -de la belleza infi-
nita,
y
otro tanto, por el mismo tenor, de los dems valores,
y
tambin, igualmente, de los entes
ab alo
con respecto al
Ens a se.
Slo que --y aqu est toda la diferencia-s- la razn de ente o
de valor
110
se ve coartada, en los entes finitos, sino por su Iini-
tud misma
y
no por el no ente o el disvalor, como parece supo-
nerlo Platn. Que una cosa sea menor que otra, se'entiende en el
orden de la cantidad, no por esto pierde nada de la realidad que
por su esencia le corresponde; y si la falacia es evidente aun en
estos predicados relativos o comparativos, mucho ms cuando
se trata de predicados de carcter absoluto, como son los de va-
lor. AqU incurre
Platn,
redondamente, en el indebido trnsito
de un gnero a otro
([J.E'tc~(X(1tC; de; lJ,lo y V O C ; ) ,
al relativizar
arbitrariamente, lo absoluto. Por su sola funcin predicativa, lo
bello es esto nada ms, y no lo ms o menos bello; y lo
bello
y
lo feo, por su parte, no son comparativos de mutua im-
plicacin, como lo mayor
y
lo menor, sino genuinos contrarios de
exclusin recproca. Podr venir
despus
el predicado relativo,
como cuando preferimos una escultura de Fidias a la de otro
artista, pero si una obra de arte es bella, no podr por ningn
concepto llamarse fea,
y
ste es el sentido profundo (el del valor
como algo absoluto) de la conocida sentencia de que la obra
maestra es igual a la obra maestra. Otro tanto,
y
con igual fun-
damento, podr decirse de los dems valores a que Platn se
refiere. Dnde
est,
diga l lo que diga, el aspecto impo de la
accin santa,
y
por ms que la santidad humana sea del todo
inconmensurable con la santidad divina? Y en cuanto a la jus-
ticia, por ltimo, podr no ser perfecta la justicia distributiva,
en razn simplemente de la imposibilidad prctica en que el
gobernante se encuentra de apreciar todas
y
cada una de las
circunstancias de todos y cada lino de los ciudadanos, para dar
exactamente a cada cual lo que le corresponde; pero en cuanto
a la justicia conmutativa, no se ve en absoluto cul pueda ser el
aspecto injusto del acto por el cual el deudor entrega cabal-
8/10/2019 GmzRbledo - Platn 3.pdf
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TEORA DE LAS IDEAS
mente a su acreedor aquello a que se oblig en el contrato.v- Si
fuera verdad lo que dice Platn, que las acciones j ustas lo son
apenas por un aspecto, e injustas a la vez por otro, poca dife-
rencia habra entre esta posicin y la de Protgoras. Tendra-
mos: ~
10
ms, un rclativismo objetivo, en lugar del relativismo
TEORA DE LAS 1I)EA5
vino artista con la mano levantada y el ndice apuntando hacia
lo alto;
y por s.i .esto no fuese an suficientemente expresivo,
corno hombre vIeJO adems,
y
no tanto, pienso yo, para enca-
recer su condicin de maestro de Aristteles (porq ue a Scrates,
maestro a
Sil
vez de Platn, lo pinta en el mismo fresco como
hombre maduro cuanto 'Jara sionificar su desasimiento de las
15~)
como a cada cual le parece.
Cosi
e
se vi pare,
segn dice, en el
ttulo de uno de sus mejores dramas, Luigi Pirandello.
A todo esto se ve arrastrado Platn: a tocar los confines de la
sofstica, cuando no a traspasarlos para caer en ella redonda-
mente, llevado de su entusiasmo por la Idea y por el Valor. Los
am tanto, con amor tan exclusivo, e i