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Historia de vida de un joven durante sus andanzas en su pueblo natal (Tucupido, estado Guárico), en la decada de los 60's
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FATONIO, andariego
RAFAEL GONZALEZ
Obra: Fatonio, andariego
Autor: Rafael González
Editado en Santa Teresa del Tuy, estado
Bolivariano de Miranda- Venezuela
Diseño y diagramación: Rafael González
Fecha: Octubre 2014
ISBN-13: 978 a 15080595212
ISBN-10: 1508595216
A mi abuela Estefanía; mi madre Blanca Graciela;mis tías Anita, Celestina, y Fidela.
Especialmente a mis hermanos Celestino y María Luisa.
Mis primos Omaira, Antonio y Raúl
DEDICATORIA
Fatonio, andariego
RAFAEL GONZÁLEZ
Presentación
scribir notas, cartas, libros, etc. requiere del conocimiento Eespecial que se aprende en la escuela, se perfecciona con el tiempo en las aulas superiores; la practica también ayuda. Pero, escribir unas lineas donde uno mismo es el personaje y las vivencias son el escenario para decir por medio de las letras, cómo ocurrió tal o cual cosa; no es fácil.
Ya no es el intelecto, la memoria o la consulta para investigar, lo que está en juego; es la valentía y la decisión sobre, qué contar;necesario es enfrentar la realidad de los hechos que se van narrando, sin el temor de encontrarse con alguien conocido, o mejor informado que nos restriegue en la cara: “eso no fue así”.
Con estas bases están hechas estas líneas que hoy entrego a mis coterráneos; sin tapujos ni aspavientos que pudieran deformar la corta historia de lo que casi recuerdo viví en Tucupido, mi pueblo querido; en los años 1958 al 1967.
Escrito en lenguaje llano, simple, sin ataduras a las construcciones lingüísticas de las grandes plumas que sigue la rigurosidad de la novela, el cuento, el ensayo, la crónica, etc.
El corto viaje de esta historia recoge algunas vivencias, con algunos amigos de la infancia, tal vez con algunas lagunas achacadas al desgaste de la memoria, que se torna impertinente a estas alturas del partido.
Tucupido, Distrito Ribas, ahora municipio, es el escenario; pero,fundamentalmente sus lugares más frecuentados por el autor; en esos tiempos.
Los personajes que alcanzan mis recuerdos están estrechamente ligados a la amistad, al cariño también al respeto mutuo que nos brindó el tiempo, la convivencia; en cualquiera de las actividades realizadas.
Merecido reconocimiento a quienes, de una u otra forma, ayudaron al autor a recordar nombres, lugares o situaciones que nutren estas líneas.
El autor
Prologo
Hijo, hermano, niño, adolescente, estudiante, deportista,
pedagogo, padre ejemplar, periodista, luchador social,
ensayista, narrador; en fin, conocedor y emprendedor de la
creatividad y el entendimiento humano.
Así es Rafael Antonio González, mi amigo "Fatonio". En el
mejor de los casos, un sediento retratista literario del
acontecer urbano. Más que una mente alucinada, es producto
de una vida intensa y plena, una mezcla de ensayista,
pedagogo, soñador que, a veces mordaz, y en ocasiones
tierno; nos lleva del sueño a la realidad, contándonos de un
modo sencillo aquellas historias, anécdotas, tejidas con el hilo
que une sin prejuicio lo grotesco y delicado, como quien va
bordando en nuestro mapa mental el recuerdo de las cosas
más comunes.
En “Fatonio, andariego” se observa no hay enlatados ni
fórmulas exóticas; estas páginas resumen nuestra esencia y
exploran el aroma del camino andado en un espacio y tiempo
determinados que a menudo transitamos todos los de la época
en cuestión.
Fatonio, ama, recoge y escribe en su obra, las sencillas
manifestaciones del hombre común, mezcla lo cotidiano y lo
popular; y los deposita en este ensayo escenificado en las
calles de su pueblo natal: Tucupido, Municipio Ribas del estado
Guárico, dignos de su capacidad anecdótica para descifrarnos
el código de transformación palpable de nuestro terruño.
Escribo estos párrafos sin saber qué es un Prólogo, pues,
carezco del talento literario de los críticos; pero fui a la escuela
y aprendí a leer y escribir…por eso me atreví a hacerlo.
Tomo por testigos de la profundidad de esta lectura, a
todos los hombres, mujeres, niños y paisajes, donde aún
retoza la presencia del ensayista.
Nada puedo agregar a esta obra que ya no lo contenga,
pues somos héroes y villanos del mismo contexto.
Ciro Rafael Manrique Ruiz Tucupido/Enero, 2014
Fatonio, andariego
¡Fatonio, Fatonio, levántate, levántate; están
tumbando al dictador! Logré escuchar decir a la prima
Omaira, mientras movía mi chinchorro suavemente,
tratando de despertarme, a eso de las cuatro de la
madrugada.
Todavía adormitado, le pregunto: ¿Qué pasa, qué
quieres?
_Párate, que todo el mundo está en la calle celebrando
la caída de Pérez Jiménez, vamos pa' la calle. Insistía la
prima, mientras movía otros chinchorros de quienes
también dormían en el amplio corredor de la casa.
Lentamente, con la flojera del niño somnoliento, y sin
comprender la causa de tanta prisa para levantarme, fui al
chorro de agua instalado en el patio, para lavarme; y
nerviosamente logre ponerme los pantalones, la franela y
mis alpargatas para salir de la sala; desde donde podía oír
mucha bulla de la calle y un tenue olor a humo de candela.
¡Vente, apúrate! Me decía la prima, mostrando interés
en que la acompañara hasta donde había una multitud de
personas dispersas en la esquina de la bodega de Espinoza,
en la calle Gabante, cruce con la calle Salóm, en frente,
donde estaban las paredes en ruinas de lo que hoy es la
Sociedad Socorro Mutuo.
Allí estaban personas mayores, hombres y mujeres
conocidas del céntrico sector del pueblo, lanzando palos,
sillas y trastos viejos; también unas fotografías enmarcadas
del Teniente Coronel Marcos Pérez Jiménez, a un candelorio
en medio de la calle de tierra, que alumbraba las cuatro
esquinas. Celebraban con euforia, gritando: ¡Fuera el
dictador! ¡Se acabó la tiranía! ¡Viva la democracia!. Mientras
la candela destruía lo que por ocho años adornó las oficinas
de gobierno y algunas paredes de los zaguanes de las
coloniales construcciones de Tucupido, estado Guárico.
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Entre las personas que pude reconocer estaban: Don Ramón Díaz, Carlos Casado, Alcides León, Juan Robles, Antonio Tinedo, José Espinoza, Amadeo (el chingo) Morfese, Filiberto Rangel, Gilberto González, Don Morocho Silva, José Manuel Rodríguez, Carlitos Moreno; y otros tantos en compañía de las mujeres: Rosa Casado, Estefanía González (la abuela), Doña Julia de Robles, Doña Hipólita Moreno, Empera de Díaz, Marbella de Casado, Mercedes Moreno, Celestina de Tinedo, Ana González (Tía Anita), que conformaban la enardecida multitud; donde también se encontraban niños de mi edad: Antonio y Zoraida Rengifo, Yofre Tinedo, Luis Jiménez, Nélson, José y Miguel Hernández; mi prima Omaira Tinedo, joven impetuosa, que atizaba los ánimos de los manifestantes con enérgicos gritos; entre otros.
Mientras pasaba la madrugada, el fuego también se debilitaba, ya no había objetos que lanzar a la hoguera; pero, lo que no acababa eran las consignas alusivas a la libertad, a la democracia y los ¡Viva Venezuela!, de forma continua. Por instantes se escuchaban breves expresiones de rencor contra el régimen que culminaba; cortas historias relataban un hecho concreto de represión contra uno u otro de los presentes, que en alguna oportunidad les propinó algún funcionario del gobierno, o la policía local. Poco a poco, con apenas nueve años de edad, fui comprendiendo aquella actitud de los adultos. Celebraban la caída de un régimen opresor, dirigido por un militar tirano y sus secuaces.
Con la confusión todavía en mi mente por todo aquello que vieron mis ojos en la madrugada del 23 de Enero del año 1958; y que también ocurría en otras esquinas de la población, los recuerdos fueron llegando a mí mente, motivados por las cortas historias que daban los enardecidos vecinos mientras atizaban la candela, ya convertida en cenizas.
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Fatonio, andariego
Comencé a comprender por qué el policía Eduardo
Barrios, a quien llamábamos el tuerto, nos corría con
frecuencia del sitio donde jugábamos metra; o nos llegaba
una patrulla cuando estábamos jugando “policía y librado”,
zamurito o güataco”; o en el mejor de los casos, jugando
futbol en la calle Zaraza, al lado de la cañada.
En la casa donde hoy vive la familia Malpica había un
techo de mediagua, sin paredes y con el piso de tierra; era el
sitio de encontrarnos para jugar metras, trompo y gurrufío.
Cerca de veinte muchachos pasábamos gran parte del
día, luego de regresar de la escuela, hasta que el fornido y
alto policía nos llegaba de sorpresa para dispersarnos y
acabar con el juego. Nunca entendimos la razón, hasta que
escuche las expresiones de aquellos manifestantes: ¡Se
acabaron las persecuciones, ahora somos libres, podemos
hacer lo que queramos, sin vigilancia de policías sapos!
Pero, ¿Qué relación tenía aquella manifestación de
desahogo con nosotros los párvulos de 7 a 9 años, para
entonces?. Claro, éramos la semilla de la democracia, no
convenía que nos aglutináramos en reuniones, podíamos
comenzar a pensar en grupos. Delicado para el régimen.
…Pude imaginar en ese momento las complicaciones
que en esos días pudo haber tenido mi tía Ysabel, quien se
encontraba en Caracas para viajar a los Estados Unidos con
su esposo Walter Walker Hyman, trabajador de la compañía
petrolera Atlantic Venezuela, junto con sus tres pequeños
hijos Elizabeth, Walter y Miriam; quienes viajaron desde la
ciudad de Maturin y fueron reubicados en el hotel Tamanaco
de Caracas debido a que el vuelo para Houston fue
suspendido por los acontecimientos que estaban ocurriendo
en todo el país.
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Cuenta Ysabel que, “En una de esas noches, entre el 23
de Enero y 27, fuimos desalojados de un hotel del centro de
la ciudad para trasladarnos al Tamanaco porque había
mucha confusión, se escuchaban disparos y se corrió el
rumor que buscarían a los norteamericanos para deportarlos
del país; pero, nosotros ya estábamos preparados para salir
de viaje por razones naturales. Mi esposo decidió viajar a
Houston para establecernos por allá con la familia porque el
contrato de la compañía se había acabado. Salimos el 28 de
Enero del año 1958”.
23 de Enero de 1958 en Venezuela
El 23 de enero de 1958, un movimiento cívico-militar derrocó al gobierno de Marcos Pérez Jiménez, quien abandonaría el país c o n r u m b o a R e p ú b l i c a Dominicana a bordo del avión presidencial la «Vaca Sagrada».
El antecedente más cercano de dicho acontecimiento se produjo el primero de enero del mismo año, cuando aviones de gue r r a su r ca ron l o s c i e lo s despertando a toda Caracas. El asombro fue mayúsculo, incluso para los propios partidarios del g o b i e r n o , y a q u e h a c í a exactamente un mes, se había efectuado un plebiscito para prolongar el mandato de Pérez Jiménez, darle cierta solidez a su régimen y legitimidad ante las Fuerzas Armadas.
Sin embargo, a pesar de q u e e l a l z a m i e n t o f u e develado, a medida que se fueron revelando los nombres de los implicados se pudo apreciar cuán extendido y profundo era el malestar entre los oficiales de las tres fuerzas. Por tal motivo, aunque el golpe f racasó no for ta lec ió a l gobierno, sino que aceleró el proceso de deterioro que terminaría 23 días más tarde con su caída. Esto último fue producto de una acumulación de oposiciones que, al final convirtieron el derrocamiento de la dictadura en una causa nacional.
Profundizando un poco en las causas que derivaron en la caída de Pérez Jiménez, hay que señalar fundamentalmente dos aspectos.
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En primer lugar, la crisis militar, originada a partir de los mencionados sucesos del 1 de enero de 1958, los cuales trastocaron el poder absoluto que hasta entonces tenía el primer mandatario en el seno de las Ferzas Armadas. En tal sentido, el alzamiento de los oficiales de la Fuerza Aérea en la Base de Boca de Río, cercana a la ciudad de Maracay y del cuerpo de blindados del cuartel Urdaneta de Caracas al mando del teniente coronel Hugo Trejo, produjo o evidenció una crisis de liderazgo en la institución castrense.
En segundo lugar, la crisis política en el propio seno del g o b i e r n o p r o d u c t o d e l a descomposición y fraccionamiento del mismo a raíz del plebiscito de diciembre de 1957 y que originó dos cambios de gabinete sucesivos, los días 10 y 13 de enero de 1958
respectivamente y la salida hacia el exterior de los personeros más cercanos a Pérez Jiménez vetados por las Fuerzas Armadas, Laureano Vallenilla Lanz, ministro hasta entonces del Interior, y Pedro Estrada, jefe de la policía política del régimen, la Seguridad Nacional.
En la madrugada del 23 de enero, pese a contar con el apoyo de un importante sector de las Fuerzas Armadas, Pérez Jiménez decide abandonar el Palacio de Miraflores y trasladarse al aeropuerto de La Carlota (situado en plena ciudad de Caracas), para tomar el avión que lo c o n d u c i r í a a l a R e p ú b l i c a Dominicana. Al conocerse la noticia del derrocamiento, el pueblo se lanzó a la calle, saqueando las casas de los adeptos al régimen; atacando la sede de la Seguridad Nacional y linchando a algunos funcionarios. Tomado de Wikipedia
Tía Ysabel vive en Estados Unidos desde hace 54 años; y se hizo ciudadana norteamericana.
El impacto de aquellos actos libertarios y la sucesión del dictador lo fui asimilando desde mi escuela, y también desde mi casa.
En el grupo Escolar “Narciso López Camacho”, a la semana siguiente se sintieron cambios importantes bajo la dirección del maestro Luis Manuel Escalona. La emblemática institución, que albergaba a la gran mayoría de niños y niñas de la rural población de Tucupido, comenzó a aumentar la matricula, la jornada escolar, que era de un solo turno para todos los alumnos (mañana y tarde), pasó a dos turnos para incluir más estudiantes.
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Temerario es forzar la memoria con el temor de dejar de
mencionar personajes o amigos, con quienes compartí mis
primeros estudios, pero, puedo recordar a las maestras
Carmencita Arvelaiz, Onofre Martí, Luisa Margot de
Panzarelli, Olga de Lozada, Ligia de Cachut, Ysabel de Toro; y
otros docentes, de quienes tome enseñanzas muy puntuales
para mi futura formación. De allí mis recuerdos.
Pero, como no hacer honor a los amigos y amigas de
infancia, con quienes compartí desde el primer grado hasta el
sexto. Por ejemplo, las hermanas María y Luisa Quintana,
Luis Carpio, Melecio Campos, Digna Luna, Jesús González,
Elisa Palma, Rafaelito Palma, Kike Corales, Aracelis Gómez,
Emilio Soler, Numa Topochito, Omar Catanaima, Enrique
Solorzano, Pedrito Maestre, Daniel Pérez, Carlos Infante,
Elpidio Requena, Omaira Reinefer, América Brito…………; sin
contar la estrecha relación que teníamos los niños del barrio,
entre los cuales estaban: Antonio Rengifo, Jesús y Héctor,
José Hernández (Joselaperra), Chito Hernández, Miguel
Hernández (borrachito), Ciro Ruíz, Freddy Jiménez,
(negromalo), Ramón Antonio Itriago (mabeta), León Mass
Aquino, Antonio José y Carlitos Arvelaiz, Juan Camero, Jofre
y Nino Tinedo, el Negro Tinedo.
Entre estos, y otros más, debo contar la presencia del
primo Tomás González, quien era mucho mayor que todos
nosotros, pero siempre nos acompañó en las andanzas. Era
un niño más.
Con ambos grupos, en tiempos y actividades
diferentes, fuimos interactuando durante la infancia. En el
ambiente escolar era muy frecuente visitar las casas de
algunos compañeros de clases para hacer las tareas
asignadas, realizar los dibujos, aprender el uso del
diccionario, forrar los cuadernos y distraernos con algún
atractivo que ofrecía la casa anfitriona.
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Fatonio, andariego
Si no, era para observar los animalitos que criaban en cada una de ellas, como loros, pericos, turpiales, cochinos, perros, entre otros; era para tumbar los mamones, las cerezas españolas, ciruelas, jobos, riñones, guanábanas, etc. del patio. Siempre había una distracción luego de las tareas escolares.
El otro ambiente era el del ocio, ya no había tarea escolar ni estudio; lo divertido era salir de la casa con los amiguitos, vecinos; residentes de las calles Salón, Gabante, Ricaurte, Centeno, Zaraza; donde se encontraba el grupo más cercano que se juntaba en cualquiera de las esquinas para salir a recorrer el monte que rodeaba a Tucupido: la laguna de Rivero, el bajo de la nueva, la represa vieja, el río Tamanaco; en fin, no había sitio que se quedara sin visitar por este grupo de amigos. Y cada uno de ellos tenía un atractivo diferente. Entre los que resaltan bañarse en las aguas de la pequeña laguna de Rivero, en los caños de la represa vieja, o el desafío de llegar al tapón de la represa nueva.
Éste era el grupo del barrio, como también existían los
grupos en otros sectores de la población, con quienes nos fuimos relacionando por intermedio del deporte, de los juegos tradicionales o, a través de las concentraciones que siempre se organizaban en la plaza Bolívar, en el cine, en el estadio o en la manga de coleo. Eran las principales distracciones de los tucupidenses.
De esta etapa quedó muy marcada la experiencia de las modestas condiciones histriónicas que Dios y la naturaleza pusieron en mí: el canto.
Pero no la interpretación profesional, más bien emocional; cantar por entusiasmo. Y, tal vez, por algunas de las directas o indirectas influencias que hicieron mella en mi infancia; entre las cuales debo reconocer la de mi tía Anita, madre de Ysabel, Raúl y Tomás; a quien todavía tengo en mente meciéndose en un chinchorro, cantando las canciones del momento: tangos, rancheras, boleros, poesías, etc.
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O, también, influenciado por la permanencia de una corneta de viento que colgaba desde lo más alto de un roble en el patio de la casa de Acción Democrática, en la calle Ricaurte, desde donde el negro Cabeza y otros activistas no cesaban de colocar todo tipo de música para llamar la atención de la gente, captando militancia.
Pero, hay que aceptar, animaban el ambiente del sector…aquello se oía lejísimo. Y los muchachos del barrio no escapabamos al atractivo de ir a ver cómo era todo aquello.
Pero también, gracias a la cercanía de mi casa de residencia, en la calle Salóm, con la casual llegada del profesor Napoleón Baltodano, como inquilino a la casa de al lado, donde por mucho tiempo vivió la familia Correa: Saturnino, doña Juana Ledezma de Correa, y sus hijos Lucila, Cruz Amelia (la china), Nancy, Nino, Olivia, Emilio Alfonzo (Poncho) y Saturnino (Nino). Acompañados siempre de Felicia y su hija Rita. También vivió en esa casa el profesor Dobles y familia, un español que fue Director del Liceo Nocturno; y luego fue la residencia de Titino Toro y la maestra Ysabel de Toro.
Los ensayos de los muchachos que más tarde conformarían la Banda de música del pueblo era uno de los atractivos más emocionantes que ansiaba ver luego de llegar de la escuela. Allí estaban: Lalito (Abelardo Baltodano), José Flores, Nonó, Nelson Hernández, Andrés Navas (palangana), Manuel Ruiz, Julio León, Hernán Martínez (Perico), Chávez, José Sierra, coquito, Celestino Catanaima, Francisco Rodríguez (ñemita); Manuelito y Rolando, que estaban dando sus primeros pasos en la banda. Todos, dirigidos por el Maestro Baltodano, quien sembró la semilla de la escuela de música que más tarde llevaría su nombre.
Fue así como, con los ensayos voluntarios desde la mata e' tapara de mi casa, colindando con el patio de la casa de Carmen Tinedo, la mamá de El negro, Teca y José; o en el copo del frondoso almendrón en la casa de Don Rafaelito Rengifo y DoñaMartina; padres de Josefa, Pérsida, Zoraida, Antonio, Jesús y Héctor.
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Y, ocasionalmente en el precario baño a cielo abierto, cubierto de láminas de Zinc, y una improvisada regadera; fui labrando un tono de voz que llamó la atención a mucha gente. Siempre que había una reunión social de adultos me invitaban a cantar. Para mí era un placer hacerlo a capela, o acompañado con un cuatro o una guitarra.
En una de estas invitaciones, fue la negra Felicia Rengifo, hija de doña Isidra, residente de la calle Centeno; quien tuvo la voluntad de decirle a mi madre: “Vamos a preparar a Fatonio para que le cante a Rómulo".
No lo pensaron mucho. En pocos días, previo a unos improvisados ensayos, estaba vestido de liquiliqui blanco, con un pañuelo rojo al cuello, sombrero de cogollo y alpargatas de suela. Era el atuendo para cantarle a Rómulo Betancourt, quien visitaba Tucupido en una de sus campañas electorales. El escenario fue un templete montado en el mismo patio donde estaban las insistentes cornetas de viento que regaban música a todo el vecindario, todo el día.
Con el tiempo pude darme cuenta del momento para el cual fui útil, o utilizado; con mi actuación se mataba el tiempo mientras el “padre de la democracia” llegaba para decir su discurso. Pero, en honor a la verdad, puedo decir que la ventaja obtenida por aquella presentación, con el paso del tiempo, fue la oportunidad de ver muy de cerca a quien después de poco tiempo fuera el presidente de la república, en compañía del maestro Luis Beltrán Prieto Figueroa, Jesús Ángel Paz Galarraga, José Angel Ciliberto, y otros dirigentes de la tolda blanca, antes de la división.
También puedo agradecer que, a partir de allí
comenzaron a llegar las invitaciones para cantar en otros escenarios, como el colegio de las monjas, María Inmaculada, donde además proyectaban películas cobrando un real (Bs. 0,50). Yo no pagaba, pero, en medio de la película, mientras cambiaban el rollo, me pedían cantar. Lo que siempre esperaba con cierto nerviosismo pero con ganas de hacerlo.
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Creo estas presentaciones, junto con las condiciones socioeconómicas de la familia y los servicios de salud que mi madre prestaba a las monjas, sirvieron para que mi hermana Zully fuese becada por las religiosas para cursar hasta el sexto grado. También me invitaban algunas familias de la sociedad tucupidense de entonces para oírme cantar; y tal vez, con el empeño de que sus hijos hicieran lo mismo. …Mera especulación.
Otro de los beneficios de aquella presentación en AD fuehaber sido seleccionado, junto con mi amiga Jenny Malpica, hija de Tioco y Gladys, para cantar en la celebración de los 200 años de la fundación de Tucupido, era el Bicentenario. Para ese año, 1960, se celebró uno de los más concurridos reencuentros de los hombres y mujeres del pueblo que, por una u otra causa, se vieron obligados a mudarse a otros lugares, especialmente a Caracas, Valencia, Maracay, Puerto Ordaz, etc. La reina de tan importante evento fue la siempre bella, Aminta Guacarán; quien vistió elegante traje largo de color blanco para el momento de su coronación, en la plaza Bolívar.
Era una mañana hermosa, un radiante sol, la plaza Bolívar llena de gente que vino de muchas partes del país con sus mejores galas matinales. Al salir la Misa de Acción de Gracias que ofició el Padre Zúñiga, comenzó el acto cultural previsto para tan importante celebración. El programa de la velada fue variado. Recuerdo al poeta Roque Peñalver, brindando los poemas de su inspiración a los presentes, grupos de danzas folklóricas que alegraron la mañana; Jenny Malpica demostró sus cualidades como la estrella infantil femenina; luego, acompañado por la Banda de Música, quienes vistieron uniforme de gala, me toco salir con el mismo liquiliqui blanco para cantar “Campanera” pieza que interpretaba el cantante español del momento, Joselito.
Una anécdota que tengo de esta presentación es un cuento que siempre repite el conocido y apreciado amigo “mojón de tigre”, quien con su forma peculiar de contar historias, dijo:
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“Yo recuerdo esa
v e z , e n e l
B i c e n t e n a r i o d e
Tucup ido (1960) ,
cuando cantabas en la
p laza Bol ívar; yo
estaba entre la gente
y dije: ¿Quién es ese
carajito que canta tan
lindo?.
Inmediatamente, detrás de mi sentí una voz recia y
firme de mujer que dijo: “ese es mi hijo”. Era la voz de
Blanca González, la enfermera de Tucupido, una pinga e'
mujer (alta), que tenía detrás de mí”. Cuenta Joseíto
Jiménez.
Esta, y otras experiencias, sirvieron para que el
profesor Baltodano le hiciera la proposición a mi madre de
“pulirme” en el canto y orientarme hacia el mundo artístico.
¡No señor…! dijo mi madre a su compadre Baltodano.
“Mi hijo no se meterá en ese mundo de perdición, de allí
vienen las estas, los vicios, la radio, la televisión…y
dígame el cine…Yo no quiero eso para mi hijo, él estudiará y
será un profesional”.
Así fue como no pude ir a “Radio La pascua” a una
presentación que había tramitado el maestro Baltodano,
para luego ir a la emisora de El Sombrero, donde también
había programas de música en vivo.
Es poco lo que puedo decir al respecto por el amor y el
respeto a mi madre. Tal vez, la joven e impetuosa enfermera
tenía sus razones, el tiempo se encargó de aquello. Vale la
sentencia: “Los tiempos de Dios son perfectos”.
Casa natal de Fatonio. calle salón #14 en Tucupido
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El entusiasmo por el canto sigue con el crecimiento del niño que, progresivamente, va alcanzando la adolescencia.
La emoción fue invadiendo la mente de aquel niño que asomaba a las puertas de la pubertad; bastaba que sonara el timbre de la segunda hora de clases de la mañana para salir a la plaza Bolívar a compartir la nueva experiencia con los amigos del salón y otros párvulos, conversando de las nuevas asignaturas, como el Inglés, Educación Artística, Manualidades, Educación Física, entre otras; también referíamos la presencia de los profesores, algunos ya conocidos por la etapa de la escuela.
Pero, resaltan los nombres que la memoria convida, tales como: el profesor Lermith Hernández, quien venía de San Juan de los Morros a impartir clases de Inglés, lamentablemente fallecido en la tragedia del Puente la llovizna en el estado Bolívar (1964); el profesor Félix Fariñas, con la matemática; Jesús Hernández, conocido en el ambiente estudiantil como “flechita” por la forma de esquematizar la clase para llevar el conocimiento de la Geografía y la Historia a sus alumnos. Volvemos a encontrarnos con la maestra Luisa Margot de Panzarelli, ahora con el rol de profesora de Castellano; Alfredo Cáceres, impartía las manualidades. Otros…….. Todos bajo la conducción de Cesar Díaz Ledezma (maestro Díaz), el Director del Liceo, quien además impartía clases de Geografía.
El uniforme de los alumnos de entonces era un pantalón azul, con camisa blanca, manga corta; mientras que las hembras vestían una falda-jumper blanca con camisa roja. No había exigencias de modelos o colores de zapatos, ni de otros atuendos, como insignias, morrales, etc. Así como en la primaria. Siempre fue una gran alegría la compra de los útiles para iniciar el año escolar, sólo que en esta oportunidad no había bulto ni la caja de colores; sólo los cinco cuadernos, un lápiz y si acaso un sacapunta.
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El uniforme de las alumnas del liceo Víctor Manuel Ovalles
Evolución del niño, paso a la pubertad
Atrás quedó la escuela primaria. Los tiempos de monaguillo, la jugadera de metras, papagayos, gurrufío y la mamadera de dedo, fueron pasando a un segundo plano. Ya no doblaba el pabellón de mi oreja izquierda para meterla en el oído izquierdo.
Comienza la etapa del liceo, con los mismos amigos de la “Narciso López Camacho”, que fuimos asignados en aquella sección ”A”; otros que salieron de la recién inaugurada “Félix Antonio Saa”, ubicada en la planada del barrio San Pablo; y otros tantos del colegio de las monjas, ubicado a una cuadra de la plaza Bolívar, frente a la Bodega de José Espinoza. Todos fuimos a encontrarnos en el glorioso e inolvidable “Víctor Manuel Ovalles”, desde su fundación, en la esquina de la plaza Bolívar; donde después, por mucho tiempo funcionó el billar de Rodríguez, también dueño (alquilado) del teatro Ribas.
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In ic iar los estudios de secundaria fue una seguidilla de cambios, no solamente fisiológicos sino también de conductas y emociones, que marcaron los tiempos por venir.
La transición del sistema de gobierno autoritario a una Junta de gobierno cívico-militar, pero de corte democrático, abrió paso a la creación de esta nueva casa de estudios, donde comenzó otra etapa del corto tiempo que me quedaba por vivir en mi pueblo natal.
Pintar tumbas y cruces en el cementerio con un potecito dezapolin plateado, un cuartode pintura blanca, una brocha y un pincel, que compraba en la tienda de Carlos Casado, ya no eran instrumentos que seguiría viendo p o r a q u e l l o d e l a “ p e n a ” ; a s í c o m o recoger estiércol (cagajón de burro) y venderlo a Doña Luca, a Doña Ysabel, y otras casas de familia. Ya no habrá más ventas de la lotería de animalitos, promovida por la iglesia, en la calles del pueblo; ayudar al primo Tomás a vender periódicos; etc. ¡No! Eso quedó atrás.
El ego, la autoestima y las ansias de protagonismo juvenil fueron copando la escena del nuevo liceísta. Ahora es el uniforme del Víctor Manuel Ovalles; la ropa ajustada conpantalones bota ancha, camisa manga larga por dentro,zapatos pulidos… y mucho breelcream para levantar el copete de la negra y lacia melena de aquel impetuoso y arrogante jóven, …pero a su vez, ingenuo; marcaba la nuevapersonalidad.
Fatonio a los 14 años
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La permanencia en el liceo y las constantes visitas al estadio se convirtieron en los puntos de encuentro para sociabilizar con quienes practicaban deporte en la población, preferiblemente el Beisbol, y de vez en cuando el Futbol o el Voleibol. Surgen otras amistades fuera del grupo del barrio y del liceo; la práctica del Futbol me conectó con Simón “plaki”, Héctor “hilo”, Paulino Cabeza; quienes, a mi juicio, si hubiesen recibido orientación o entrenamiento especializado, tal vez, hubiesen logrado la cima.
Transcurre la nueva experiencia, y sobre la marcha aparecen otras. Visitar la Biblioteca para consultar tareas, ir al estadio para hacer Educación Física y conformar grupos voluntarios de tertulias por las noches en la plaza Bolívar para tocar temas de la cotidianidad escolar; y encuentros con nuevas amigas y amigos, fueron ampliando el radio de acción del joven que se gestaba desde el humilde hogar, donde precisamente la educación, la orientación y la formación académica no eran su fuerte.
Daniel Pérez, Tomas Rondón (pinico), Rafael González (fatonio), Antonio José Arvelaiz, Ramón Antonio Itriago (mabeta), Omar Corales.
Tucupido 22 de Junio 1968
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RAFAEL GONZALEZ
En cada una de estas disciplinas pude apreciar las
habilidades y destrezas de quienes, de una u otra forma,
seconvirtieron en los ídolos de la mayoría de los
adolescentes contemporáneos de la época.
Lorenzo Guzmán, Miguel Martínez, Miky Requena,
Leobaldo, Teodoro y Quipin Herrera, Juan Jacobo y Antonio
Jiménez, Chicho Anzoategui, Pascual Garofalo, Baltazar
Brito, Fabian Rengifo, Roberto Boll (Bobby); entre otros,
fueron y siguen siendo referencia del deporte en Tucupido
para la juventud que se fraguaba en las canchas de tierra
para el Voleibol y los “peladeros de chivo” para el Beisbol y
el Futbol. No sabíamos de otro deporte, salvo la natación
que ppracticábamos en las lagunas y represas del pueblo.
El atletismo se fue convirtiendo en un deporte natural
con las largas caminatas que acostumbrábamos para llegar
a estos sitios, donde también hacíamos otras travesuras,
propias de la edad de los muchachos de la provincia. Por
ejemplo, las frecuentes visitas a la laguna de Rivero, a la
represa vieja y la nueva, la tapita del 19, macairita, Juan
sabroso, el río Tamanaco, etc. Eran, además de la
recreación, nuestras piscinas naturales.
De las canchas de Voleibol, sólo recuerdo dos o tres
que se improvisaban en una planada, pintada con un
perolito de cal, y se sostenía la malla con dos viguetas de
grueso güatacaro.
Una estaba en el grupo Escolar “Narciso López
Camacho”, donde acudía mucha gente, además del
estudiantado; otra era la de San Pablo, una planada donde
también se instalaba la carpa del circo cuando llegaba al
pueblo. Por cierto, si en algo levanta la estima de los
pobladores de hoy, el famoso circo Rassore estuvo en
Tucupido cuando estaba en su esplendor del espectáculo.
En este terreno se construyó la escuela “Félix Antonio Saa”.
16
Fatonio, andariego
Otra de las canchas de Voleibol improvisada por los
organizadores de este deporte fue detrás del left eld del
estadio “Los gavilanes”, casi en la entrada para La Travesía,
ruta natural de nuestras andanzas donde se encontraban
los deliciosos pero espinosos güamachos y las exquisitas
cerezas de monte. Justo al lado de frondosos güatacaros
que ocultaban el sol de la tarde. En esa cancha vi jugar a la
maestra Onofre Martí, a las hermanas Teresa y Aurora
Jiménez, a Nora Campos, Lola Leal, Dorys Pérez; y otras
tantas que el agotado cerebro no logra conectar.
De esto hace mucho tiempo, quizás fue una de las
últimas celebraciones de la Semana de la Patria; cuando
agonizaba la dictadura de Pérez Jiménez.
Del beisbol no puedo referir más que el estadio del
pueblo:“Los gavilanes” que más tarde se convertiría en lo
que es hoy el estadio Ramón Díaz Sánchez, para entonces
sin cerca, sin gradas, sin dogout, sin basketop y sin ningún
otro servicio que no fueran los gruesos tubos de
acueductos, colocados para delimitar la raya de tercera y de
primera base, como protección para los fanáticos. Hasta
finales de los 60's que comenzamos a
luchar por la cerca perimetral, los dogouts, y sus
primeras gradas, detrás de la tercera base. La única cerca
conocida de entonces era la del righfield que lindaba con el
patio de la señora Matilde D'angelo de Garofalo, donde
caían las pelotas imposibles de recuperar, después del
homerun que siempre conectaban Jesús Díaz, Basilio y
Jóvito Díaz, Robinson González; entre otros, verdaderas
“Glorias del Beisbol” en Tucupido.
1717
RAFAEL GONZALEZ
Vale resaltar que, luego del cine, los toros coleados y la
retreta en la plaza Bolívar, los jueves y los domingos, estos
escenarios deportivos eran la distracción natural del pueblo.
No se pagaba entradas, no había otra exigencia que no fuera
el entusiasmo y la sana diversión. También sirvieron estos
espacios deportivos como punto de encuentro para el amor.
Muchas parejas, que luego hicieron familia, se
formaron desde la asistencia a un juego de pelota o futbol.
Hay casos conocidos. Este ambiente envolvió el entusiasmo
de Fatonio.
Descubrir la sensación de dejarse ver en la actividad
deportiva,pasear la plaza Bolívar en compañía de amigas y
amigos, al compás de la entusiasta y pegajosa música de la
banda Municipal; ir al cine los domingos en la mañana de
vermout y repetir la entrada en la función nocturna, fueron
a ojando los
ánimos para dedicarse a estudiar en forma, en aquel
primer año de la secundaria, como si lo hicieron muchos, que
si lograron avanzar. La respuesta no se hizo esperar, repetir
el 1er año. La debacle.
Estadio Ramón Díaz
18
Fatonio, andariego
De esta experiencia quedó el aprendizaje de preparar
los brebajes que recetaba “el pelón Soto” a sus clientes;
además del complicado botellón de encurtido picante que
salía todas las semanas para envasar en las botellas de
aguardiente, previamente esterilizadas con agua y el calor
del sol, para colocarlas a la venta en el negocio de Napoleón
Inojosoa. Nunca lo probé, pero se vendía, porque todas las
semanas se hacía el surtido en los anaqueles del
supermercado Napoleón.
Debo reconocer, al mismo tiempo agradecer que, si
bien es cierto no aprendí el oficio de farmaceuta, Soto no
escatimó esfuerzos para enseñarme valores y exhortar mis
ánimos para seguir los estudios.
En compañía de mi abuela Estefanía, mi
hermana Zully y la prima Miriam
Al llegar el mes de Julio, eran predecibles las notas que aparecerían en las carteleras del liceo. Cinco o siete asignaturas aplazadas, para No hubo tal repetición ese año.
El pleito y la situación económica en el hogar, aunado al desanimo por los estudios, influyen para poner a la familia apensar en el trabajo productivo para el joven que había salido mal en los estudios.
1919
RAFAEL GONZALEZ
Muchacho de mandado en la tienda del árabe Omar
Alamadín, ubicada en la calle Ricaurte, frente a los
depósitos de Efraín Sánchez; poco después convertidos en
la casa de Copei, fue el destino de aquel jovencito que
creyó se la estabacomiendo con sus andanzas de “pavito
fiestero”. El trabajo lo compartía con Mario Rengifo
(marito), otro joven que no le dio mucho a los estudios,
pero recuerdo era un As con la bicicleta,llegando a ganar
competencias improvisadas en tiempos deFiestas
Patronales. Supe con el tiempo que su familia se mudó a El
Sombrero.
En este trabajo no duré ni dos meses porque se
requería caletear cocinas, colchones, camas,muebles,
lavadoras, etc. Trabajo duro, para aquel jovencito inflítico,
de contextura débil, como más tarde lo calificaría la
Libreta Militar; la cual gestionó mi madrina Aura
Casado,siendo Secretaria de la Prefectura.
Luego, ayudante en la farmacia con el siempre
recordado Rafael Vicente Soto, ubicada al frente de la
Biblioteca, diagonal con la escuela de Artes y Oficios; fue
el trabajo que consiguió Blanca, “para que el joven no se
descarriara y aprendiera un oficio digno, por si no quería
seguir estudiando”.
Era una cantaleta diaria, durante la faena de limpiar
las vidrieras y organizar las medicinas: “Un hombre sin
estudios es un ser incompleto”.
Me repetía aquel gordito de pequeña estatura, con
tono gracioso; mientras se mecía en el chinchorro, y Yo
limpiaba los envases de las medicinas y las vidrieras del
mostrador. Por supuesto, mi ignorancia impedía saber a
qué se refería el pelón Soto.
20
Fatonio, andariego
Lo que es imposible olvidar de Soto es cuando me
tocaba abrir las puertas de la farmacia y tener que verlo
arropado, dando vueltas en el chinchorro que colgaba en
el corredor trasero de la casa, con vetustas paredes de
bahareque, techo de tejas y piso de ladrillos; a eso de las 7
de la mañana cuando me exigía llegara temprano.
“Fantoño (nunca llegó a decir Fatonio), vaya a
buscar las arepas que ya vienen mis sobrinos,
“motilón” y Fernandito, con el suero; vamos a
comer temprano, para que limpie temprano”.
No menos de catorce arepas, preparadas por Doña
Ana Lucinda de Rodríguez, desaparecían en un dos por
tres de la cesta que traía a diario para el desayuno. En la
mesa devoraba las arepas con una mezcla de suero y el
encurtido picante que él mismo preparaba; para luego
hacer burla de chanza, acusándome de comelón. ¡Carajo! No te pago por ayudarme en el
trabajo, pero, cómo comes carajito. Decía a
diario.
Las conversaciones con Rafael Vicente en la
farmacia, cuando no había clientes, cosa frecuente, las
valoré con un alto contenido de orientación y motivación,
parecía un padre hablándole al hijo para que se
encaminara por el camino del bien. Toda una encíclica
para tratar de seguir adelante. Así fue.
En una de esas tardes de Agosto, en las frecuentes
tertulias en frente de mi casa; unos sentados en las
silletas de cuero, y otros en los brocales de la acera, donde
solíamos reunirnos toda la familia y algunos allegados del
sector; mi abuela Estefanía, a quien Zully y Yo le decíamos
“papa”, le dijo al grupo que estaba a su alrededor:
2121
RAFAEL GONZALEZ
“Ya hablé con Maestro Díaz, En Septiembre comienzan las clases
y te vamos a inscribir en el liceo, allá en Rivero, para que sigas estudiando, no creas
que te vas a quedar de vago por ahí”.
Decía la matrona con voz de mando, sin dejar de
masticarsu tabaco, al mismo tiempo que me señalaba
insistente consu grueso dedo índice. Aquello fue una
sentencia. Se activó en mi yo interior el suiche que mezcla
los miedos con la alegría; el mandato lo recibía de quien
gobernaba la casa, delante de personas a quien respeté y
respeto mucho, como mi tía Anita, mi Madrina Aura
Casado, Doña María Luisa de Arruebarrena, el primo Raúl,
Ana Correa y algunos amigos del barrio.
Fue así como el 16 de Septiembre, un día después de
mi cumpleaños, reinicié mis clases de secundaria en los
nuevos salones del “Victor Manuel Ovalles” cerca del cerro
de la Cruz de Mayo, en Rivero. Repetía 1er año.
Aquel año, lejos de ser fácil en los estudios por haber
sido repitiente, fue duro. Todavía quedaba mucho resabio
al estudio y las actividades de entretenimiento aún
resaltaban en el espíritu desganado para asumir
responsabilidades, sin embargo, a duras penas el segundo
año de bachillerato fue alcanzado, con algunas asignaturas
pendientes por reparar.
El periodo de reparación sirvió para darle paso a la
madurez. Hacer el ridículo o ser objeto de burla por los
amigos y amiguitas del curso anterior que ya estaban en
tercero, no iba con la apariencia de aquel joven bien
plantado, agraciado por la naturaleza (según mi madre),
polifacético (sin saber qué era eso), deportista, fiestero,
bailarín y cantante. Había que echarle'…
22
Fatonio, andariego
Fue cuando, con una voluntad enorme, una sillita
expandible de lona y los útiles escolares, tomé la plaza
Bolívar como centro de estudios; siguiendo el ejemplo de
otros estudiantes de la época que hacían lo propio, en serio;
instalados en los amplios pasillos de la plaza, debajo de las
frondosas matas de mamón. Eso sí, luego de las 8 de la
noche cuando ya la primera función del cine había
comenzado; aprovechando que los asiduos visitantes del
recinto patrio habían culminado su tertulia y se retiraban a
sus casas.
Estudiar y contemplar la plaza Bolívar de mi pueblo,
con detenimiento, son dos placeres que fueron quedándose
en el hábito del joven que empezaba a jugárselas todas para
seguir adelante. Por una parte, la comprensión del contenido
académico había esperado el tiempo exacto de aquel
cerebro que recién se adaptaba a los cambios emocionales.
Todo se veía más fácil de comprender, entender y
captar. Y por la otra, aquel ambiente ecológico que brindaba
la plaza de entonces con sus bellas jardineras, los mamones
floreados o cargados, listos para darnos su delicioso fruto y
así entretenernos en la lectura, o mientras practicábamos
las matemáticas. Para entonces las funciones del cine
América y el Teatro Ribas rodaban la mitad de la película; y
las parejitas de la plaza abandonaban el lugar. Quedaba el
silencio; apenas dos o tres grupos de coterráneos pasados
de edad hacían grupos en los mismos bancos de siempre,
con la tertulia de siempre.
2323
RAFAEL GONZALEZ
El escenario era de estudiantes. Regados por todos
lados con la mirada muda del busto de El Libertador, ubicado
en lo alto del pedestal, con el frente hacia la iglesia católica,
a su espalda la iglesia evangélica, y de ambos costados de la
plaza, la Prefectura del Distrito Ribas y la Logia masónica.
Era como obligatoria la concentración, la meditación y la
apertura al entendimiento. Había que estudiar para reparar
las asignaturas quedadas.
Plaza Bolívar de Tucupido
Así fue, bien valió la pena “sacrificar” el mes de Agosto y parte de Septiembre de aquel año para ir al grado inmediato superior; que también tuvo sus tropiezos, pero fueron superados. El inicio del tercer año fue de cambios. Los directivos del liceo aprobaron cambiar el uniforme. Ya no se usará la camisa blanca, manga corta; ahora es color kaki, manga larga; dejando el pantalón kaki también. No había exigencia de calzado especial, hasta en alpargatas podíamos asistir; y así lo hicimos muchos, obligados por la situación económica. Las alumnas preservaron el bello y emblemático uniforme blanco y rojo.
24
Fatonio, andariego
La sede del Liceo Víctor Manuel Ovalles, tenía una sola
planta, construida en forma de L, con salones y laboratorios
ad hoc para la actividad académica, tenía gran espacio de
terreno en la parte trasera con una cancha simple, sólo para
el Voleibol y algo de Gimnasia empírica, quedaba retirada de
la estructura principal.
La entrada del liceo estaba adornada con pequeños
árboles y arbustos que más tarde crecerían, dándole la
imagen de una edificación moderna y adaptada al progreso
que pregonaba el nuevo gobierno nacional.
La organización del plantel de entonces, si bien es
cierto, no cubría los servicios socio-educativos para el
proceso enseñanza aprendizaje, carecía de biblioteca,
comedor, transporte, servicio de asistencia médica y
orientación; contaba con una plantilla de docentes y personal
directivo con enorme voluntad para llevar adelante el
cometido propuesto por las autoridades de entonces: darle
progreso al pueblo a través de la educación, estimular a la
población escolar para seguir estudios superiores, evitar el
desvío emocional de la población juvenil; y encaminarla por
la senda del bien en el futuro.
Lamentablemente esta estructura comenzó a ceder.
Los mismos alumnos comenzamos a observar como las
paredes se resquebrajaban, los vidrios de las ventanas de
macuto se rompían con la presión de los techos, las baldosas
en los baños comenzaban a caerse solas. Todo esto ocasionó
que alguien tomó cartas en el asunto y fue necesario mudar
el liceo Víctor Manuel Ovalles a la escuela Félix Antonio Saa,
en pleno año escolar; estábamos cursando el tercer año.
Último de mi vida estudiantil en el pueblo que me vio nacer.
2525
RAFAEL GONZALEZ
Logia mazónica de Tucupido
Iglesia Santo Tomás de Aquino
26
Fatonio, andariego
No obstante, ese año 1966, fue espectacular para la
generación de alumnos dedicados al deporte,
especialmente al Beisbol, Voleibol, Basketbol y Atletismo.
Había llegado a Tucupido una delegación del otrora Cuerpo
de Paz, organismo creado por la Unesco para llevar “paz y
progreso” a los pueblos de Venezuela y de América latina,
bajo un programa creado en el gobierno de Rómulo
Betancourt llamado Alianza para el progreso.
Este programa trajo al Distrito Ribas a los
norteamericanos Charles Mikel Jhonson y Robert Coleman,
quienes se dedicaron a prestar sus servicios como
entrenadores deportivos en la población. El radio de acción
de ellos era la población escolar del liceo, inmediatamente
se creó una empatía entre los jóvenes deportistas de la
época y los gringos, que terminaron siendo buenos
amigos.
Surge la fiebre del Basket Ball y del Atletismo en
Tucupido; lo cual obliga a pensar en la necesidad de una
cancha y una pista para su práctica.
Sería mezquino no mencionar en estas líneas al Dr.
Antonio Medina Carreño, quien además de m é d i c o P e d i
a t r a , s e preocupó y se ocupó bastante por promover el
deporte organizado en la población.
Cancha Neveri
2727
RAFAEL GONZALEZ
Quienes vivimos la experiencia deportiva de la época
no escatimamos en reconocer su labor. Medina estuvo
muy ligado a las Federaciones y Asociaciones deportivas
del estado Guárico, se dedicó a orientar a los estudiantes
deportistas sobre el conocimiento de los reglamentos en
cada una de las disciplinas. Frecuentemente deteníamos
el entrenamiento o la práctica para sentarnos a escucharlo
leer estos contenidos, analizarlos y discutirlos. Fue un
complemento de la formación deportiva que obtuvimos.
Esto se agradece.
Pero también Medina se ocupó por la infraestructura
deportiva del pueblo: el estadio y la cancha Neverí son
producto de esa gestión. Nosotros ayudamos realizando
rifas, dupletas de caballo y colectas.
Por ejemplo, las primeras gradas del estadio “Los
gavilanes” detrás de la tercera base, se construyeron a
fuerza de esas actividades; y los trabajos iniciales de la
cancha Neverí, como la limpieza y nivelación del terreno,
la loza de la cancha, etc, dieron pie para que las
autoridades comenzaran a pensar en un presupuesto para
mejorar el estadio.
28
Fatonio, andariego
Esta cancha se construyó en un terreno donde
funcionaba la vieja planta de electricidad que le daba
iluminación al pueblo; una luz amarillenta, débil. Por
muchos años el terreno quedó baldío, las plantas sufrieron
el efecto de la corrosión para convertirse en chatarra inútil.
El primer trabajo fue sacar estos pesados hierros para
limpiar el terreno, luego la nivelación y la colocación del
piso…después vino lo demás; hasta convertirse en la cancha
que inauguramos con un encuentro entre la selección de
Basket de Valle de la Pascua y los novatos basquetbolistas
de Tucupido. Una paliza nos dieron los experimentados y
bien entrenados vallepascuenses, quienes estaban bajo la
tutela del gringo Coleman.
Aquella cancha también sirvió para descubrir las
cualidades de muchos jóvenes en el entrenamiento
deportivo y dominio de grupos, entre ellos: Fatonio, quien
llegó a darle las primeras clases de entrenamiento de
Basket ball a un equipo femenino que conformó el Dr.
Medina con las muchachas del liceo, entre ellas, Yudith Ruiz,
Minerva y Aglae Panzarelli, Maruja y Gilda Aruebarrena,
Celestina Sivera, Lourdes García, Marlene Moreno, Migdalia
Contreras, entre otras. Mismas jugadoras que conformarían
el equipo de Atletismo del liceo.
Progresivamente se fue formando lo que más adelante
sería la selección deportiva más renombrada en la historia
del liceo Víctor Manuel Ovalles, destacando en Beisbol,
Voleibol, Basket Ball y Atletismo. Con estos equipos
participamos en los Juegos Interliceistas realizados en el
año 1966, en la población de Anaco, estado Anzoátegui.
2929
RAFAEL GONZALEZ
Valle de la Pascua, Zaraza, San Juan de los Morros, Altagracia de Orituco, fueron los escenarios previos para ir a estas competencias. Fue donde el joven Fatonio comenzó a descubrir el potencial deportivo que llevaba por dentro. Pelotero, basquetbolista, corredor de velocidad, y destacado en el salto alto y salto largo; fueron las cualidades que más adelante lo ubicarían en las puertas del Instituto Pedagógico de Caracas para estudiar Educación Física, donde obtuvo el título de profesor de esta especialidad, el año 1976.
30
Homenaje a Chito Hernández
Llamar amigo, hermano,
compinche de andanzas, y otras
expresiones ligadas al cariño, a la
persona con quien compartí los
mejores tiempos de aquella
ingenua infancia y parte de la
libertina pubertad en los efímeros
caminos de nuestro adorado, y
también añorado pueblo; son
expresiones que tuvieron cabida
inmediata en mi compungido
pecho al ver la noticia que me
envío “Arturito CANTV” sobre la repentina muerte de Luis
Alberto “chito” Hernández, en Tucupido.
Con seguridad muchos tucupidenses, con el amargo
sabor espiritual de la pérdida de un amigo, no ahorrarán
palabras de elogios, reconocimientos y comentarios sobre la
vida de “Chito” en el desempeño de sus actividades como
adulto, en las que sobresalen “el padre de familia, trabajador
honesto, político, servidor público, músico serenatero,
dicharachero y dueño de la pícara y contagiosa sonrisa que
heredó del “chingo” Molfese, su padre.
Pero, la motivación verdadera de hacer estas líneas brota del fugaz recuerdo que quedó de nuestros frecuentes encuentros, recorriendo los caminos andariegos de nuestro pueblo natal; desde la calle Salón hasta la laguna de Rivero, las represas (la vieja y la nueva), Tamanaco, Caujuaral, donde estaba parte de su familia; laguna de macairita, la tapita de Baltazar Camero, detrás del estadio; el bajo de la nueva, y otros sectores que fueron escenario de aquella marcada amistad entre un grupo de párvulos zagaletones que sólo buscaban la distracción natural que nos ofrecía la época.
Fatonio, andariego
3131
32
P a r a l u e g o
c u l m i n a r c o n
i m p r o v i s a d a s
reuniones en el poste
de la esquina de la calle
Gavante, cruce con
Salón para oírlo tocar el
cuatro y cantar temas,
que aún revolotean en
mi mente, llamando la
a t e n c i ó n d e l a s
muchachas de la zona.
Cómo olvidar las vivencias históricas de las serenatas
por las calles del pueblo, en tardes horas de la noche; en
compañía de otros amigos y hermanos, como Daniel Pérez,
el negro Mabeta, Rafailito Leal, Edgardo, Rafailito Palma,
Orlando, Chelín, Antonio Rengifo (verija), Antonio José
Arvelaiz, Pinico, Antonio Jiménez, y otros tantos, a quienes
esta menguada memoria les quedará debiendo su mención.
“Chito” hijo del Amadeo “chingo” Molfese con Marcelina
Hernández, hermano de Nelson, José, Norys, Miguel, Fanny
y Gustavo; pudiera decir con poco márgen de error que, de
estas andanzas nutrió sus experiencias de vida que más
tarde le servirían para conquistar espacios en la sociedad
tucupidense, logrando a ocupar posiciones prominentes, de
dignos elogios.; no sin antes mencionar su matrimonio y la
procreación de su familia.
RAFAEL GONZALEZ
3333
Fatonio, andariego
Anécdotas huelgan en la grata compañía de Chito, no
recuerdo que alguien lo llamara por su nombre, mientras
crecíamos con el tiempo.
Generalmente y de forma improvisada conformábamos
grupos para encontrarnos en la esquina del tamarindo, casi
todos los días, al salir de la escuela, o cuando coincidíamos
quienes no asistíamos a la “Narciso López Camacho”, donde
cursábamos estudios primarios. La ruta era definida entre
todos, dependiendo de lo queríamos hacer, ¡Oh, la
libertad…sin riesgos! Propio de la edad de la época.
En una de tantas salidas, a medio camino detuvimos el
paso para hacer una de los infantes aventureros: Frente a un
arbusto, ya crecido, hicimos una especie de rito conquistador
y descubridor, emulando sin conocimiento de causa a
Humbold, bautizamos el arbusto con el nombre de
“yaguaraparo”. Así quedó, no porque conocíamos su
verdadero nombre botánico, fue sólo una ocurrencia. Lo
cierto es que el arbusto que anunciaba el cambio de cruce de
la travesía para entrar a la represa vieja quedó como
referencia para esperar a los resabiados del grupo; entre
ellos Miguel “borrachito” Hernández, Jesús y Héctor Rengifo,
Nino Tinedo, el negro e' Carmen, entre otros. Pasa el
tiempo…en una de mis improvisadas visitas al pueblo y por
ende el encuentro con el amigo y hermano, ambos adultos,
discutimos el tema de aquel arbusto bautizado, con el
asombro de que en realidad ese era su nombre en la botánica
venezolana.
También nos ocurrió con uno de los rabos de la represa,
donde lamentablemente murió ahogado el también amigo de
infancia, Alvaro Pedrique Arvelaiz, quien periódicamente nos
acompañaba en las “travesías de la vagancia”. En su honor
colocamos su nombre al lugar.
RAFAEL GONZALEZ
Recuerdo entre todos dijimos: “A partir de ahora, por
siempre, este rabo (saliente de la represa) se llamará
Alvaro”; siendo Chito el mentor. No sé si todavía existe el
rabo.
Sin ánimo de golpear su memoria ni la de su familia,
que fue como la mia; divertido es mencionar, con cariño, la
vez en que Chito dejó de ntocar el cuatro para seguir la
serenata porque sintió hambre, era tarde en la noche, tuvo
que salir Edgardo Leal a comprar, previa recolecta, dos
latícas de sardinas para satisfacer aquella frecuente
necesidad en el único cuatrista que nos acompañaba; la
música siguió toda la noche hasta la madrugada. Así fue.
Oye Chito, José y Miguel, se borrarían las marcas de las
teclas, entumecerían mis dedos por seguir narrando parajes
al lado de ustedes, sin ahorrar en sentimientos encontrados
por la pena que me aflige; pero hago el esfuerzo por seguir
hasta que me alcance el valor de ofrecer mil disculpas por no
estar en cada uno de sus sepelios.
Llegue hasta la profesora Nory, a Nelson, a Fanny, a
Gustavo, y demás familiares, mis palabras de afecto y de
dolor; con las condolencias por tan irreparable pérdida.
Chito en el cielo también tocará y cantará. Dios se apiada de
su alma.
FATONIO (Rafael González)05-11-2010Fotos: Carmen Lucía Ruiz
34
Fatonio, andariego
Como en todos los tiempos, una de las tantas
estrategias que aplican las organizaciones políticas en
Venezuela es la de captar militancia, tal vez sea la más
importante, la prioridad. Generalmente apuntan hacia la
población juvenil para tener una plataforma sólida que los
ayude a fortalecer sus luchas. Se convierte la juventud en un
atractivo para enganchar mayor participación en la
población. Para entonces dedicarse a la formación y
capacitación ideológica tenía un peso prominente.
En mi caso, la actividad deportiva, la actitud
extrovertida y el asomo de algunas muestras de liderazgo en
el grupo de amigos en el barrio; tal vez fue lo que motivó a
Luis Jiménez a invitarme a la celebración del Día de la
Juventud que realizaba el partido Copei de Tucupido, en la
sede ubicada en la calle Sucre. Era un acto de la Juventud
Revolucionaria Copeyana (JRC). 12 de octubre del 1963.
El atractivo de la fiesta, el entusiasmo por la bailadera y
posiblemente cantar algunas estrofas dominaron mi
expectativa para acudir a la invitación. De entrada vi caras
conocidas, bien sea, por las relaciones con mi casa, por ser
vecinos, o por ser personas de la vida pública en el pueblo.
Puedo recordar los rostros de Rafael Vicente Soto, José
Rodríguez Sáez, Alejandro Rodríguez Guzmán, Fernando
Rodríguez, Iramides Ruiz, Teresa Rodríguez de García, Libia
de Pinilla, Juan Jacobo y Teresa Jiménez, Antonio Ruíz,
Antonio Tinedo, José Vicente Balza, ………; entre otros,
quienes dominaban la escena de aquel emotivo encuentro
juvenil, donde resaltaba el verde de un gran estandarte
pegado a la pared con las siglas de COPEI.
Primeros pasos de Fatonio en la política
3535
36
RAFAEL GONZALEZ
Fue entonces
cuando, a solicitud
del amigo y vecino,
L u i s J i m é n e z ,
coloque mis datos
personales en una
p l a n i l l a q u e me
acred i taba como
copeyano. Así fue por
siempre, hasta el sol
de hoy.
En este evento tuve el privilegio de escuchar la
encendida oratoria de José Rodríguez Sáez, quien mucho
después fue llamado por el Presidente Luís Herrera
Campins para gobernar el estado Guárico, dejando huella
positiva en su gestión; pero, lamentablemente truncada
por aquel fatal accidente aéreo que le costó la vida. La
ausencia de José deja un vacío en la dirigencia
socialcristiana del estado Guárico, por mucho tiempo.
3737
Fatonio, andariego
Previo a la Semana Santa del año 1967, a través de
una llamada telefónica que Blanca motivó desde Valle de la
Pascua, Fatonio hace contacto con Eugenio Muñoz, su
progenitor; quien nos pidió lo visitáramos a su casa.
Al primer día de las vacaciones escolares de los días
santos de ese año me encontraba a bordo del autobús de la
línea La popular, rumbo hacia Altagracia de Orituco, donde
haría el trasbordo en la misma línea para otra unidad que me
llevaría a mi próximo destino: Santa Teresa del Tuy.
El recorrido por la culebrera carretera del Parque
Nacional Güatopo, su esplendorosa flora, clima húmedo y
frio; comparado con aquel calor llanero al cual estaba
acostumbrado, fue escrutando mis sueños. Las frecuentes
caídas de aguas cristalinas durante el trayecto que bañaban
la montaña llamaron poderosamente la atención del joven
viajero.
El aire por la ventanilla me decía iba a encontrarme con
algo nunca visto; y también susurraba al oído la oportunidad
de cambios en la vida de aquel joven soñador,
inquieto…ahora menos arrogante. Pero con ganas enormes
de querer crecer.
No culminaba el año escolar aún, iba a pasar las
vacaciones de la pascua; estaba pendiente aprobar el tercer
año de bachillerato. Pero, durante el viaje puse a volar la
imaginación, y me veía cursando el cuarto año, practicando
los deportes que dominaba y organizando equipos
deportivos. Cambiaría el escenario pero los sueños
permanecían.
Otra vida, otra familia
38
RAFAEL GONZALEZ
La llegada al pueblo
de San ta Te resa , e l
d i s f r u t e d e a q u e l l a
S e m a n a S a n t a y e l
encuentro con la nueva
fami l ia , marcaron e l
rumbo de lo que sería la
otra vida de Fatonio.
En estos días no
hubo mucha diferencia con
l a s c o s t u m b r e s y
tradiciones de mi querido
pueblo. Acudi r a las
procesiones, visitar la
p l a z a B o l í v a r, v e r
muchachas bonitas, y
asistir a una que otra fiesta
para bailar y conocer
amistades, marcaron la pauta. Pero, lo que si despertó
aquellos sentimientos inculcados por mi madre, desde
niño, fue el amor y respeto a mi padre; lo asimilé tal y como
me lo habían descrito: cariñoso, respetuoso, bondadoso y
estricto en la conducción de la familia.
Pero, lo que aún no he podido plasmar en letras, por
lo satisfactoriamente impactante y complicado para
expresar, fue el hallazgo de cuatro hermanos, más bien
cinco; porque no muy tarde conocí al mayor. Haber entrado
en contacto con mis hermanos Margot, Eugenio (nenito),
María Luisa, Mercedes; y luego Toribio, fue y ha sido una de
las experiencias más notables en lo que ha de venir.
Aquello fue una riqueza espiritual, era rico y no lo sabía;
tenía otra familia.
3939
Fatonio, andariego
Alta consideración debo manifestar en estas últimas
líneas a quien también me recibió con los brazos abiertos, sin
reservas, ni los consabidos celos de la esposa para con el “otro
hijo”.
La señora María Oller de Muñoz, con el tiempo, muy poco
tiempo, se convirtió en la segunda madre para mí. ¡Más feliz!
Ahora tengo también dos madres. Lo que sigue, por respeto a
mis coterráneos y amigos del pueblo natal será objeto de otro
intento literario, con la garantía de que las emociones y otros
hallazgos buscarán espacios en el espíritu, que apenas
comienza a descubrir otras realidades; tales como, los
estudios, logros, el recorrido político, el encuentro con la
mujer amada, la procreación y la crianza de cinco maravillosos
hijos que le dieron y siguen dándole sentido a mi vida.
Nos seguimos viendo.
40
RAFAEL GONZALEZ
Agradecimientos a
Ciro Rafael Manrique Ruiz
Lesbia Cabeza
Enilde Guacarán
Lorenzo Guzmán
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Nació en Tucupido, Estado Guárico. Desde muy joven llegó a los Valles del Tuy, para quedarse. Cursó estudios en el Liceo Pérez Bonalde, egresando como B a c h i l l e r m e n c i ó n Human idades . Cursó estudios en el Instituto Pedagógico de Caracas, obteniendo el título de Profesor de Educación Media Diversificada, en la Especialidad de Educación Física y Deportes. Es egresado del Post Grado en Gerencia Municipal dictado por la Universidad Santa María Postgrado en Periodismo Ciudadano, egresado de la UCAB. Certificado de Locutor por la UCVFue Concejal en Santa Teresa, por dos periodos consecutivos. Supervisor jubilado del MECD. Desde joven incursiona en el campo de la literatura, alternando sus estudios con la lucha social y política, en beneficio de la ciudad y su gente. Gran parte de sus trabajos de investigación están orientados hacia el programa de Identidad Regional y Local, destacando entre ellos: “Símbolos y Epónimos de Santa Teresa”, “La Educación Informal”, “Santa Teresa del Tuy, La Ciudad”; Un Sueño para santa teresa”; “la chivata bolera”; “Oposición de Nuevo Milenio”; “El Municipio Escolar”; entre otros. Es Director-Editor del Semanario Ecos Web, que también es una portal de la internet www.ecosweb.com.ve; edita el Blog “Ecos de la Ciudad” en http://rafagon.blogspot.com; y publica artículos de opinión en diverso diarios y semanarios de la región En esta oportunidad entrega a sus lectores, “Fatonio, andariego”; con Prólogo de Ciro Ruiz
RAFAEL GONZÁLEZ
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FATONIO, Andariego
RAFAEL GONZALEZ