1954

Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

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Sinopsis: El hispanista Stanley G. Payne narra la aparicion del fascismo en España desde la creación de las Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalista (JONS), fundadas por Onésimo Redondo y Ramiro Ledesma Ramos, de la unión de ésta con Falange, fundada y liderada por José Antonio Primo de Rivera, y su posterior papel en la guerra civil así como la definitiva unificación con el movimiento carlista que llevó a cabo el general Francisco Franco.

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El historiador hispanista Stanley G.Payne narra la aparición delfascismo en España desde lacreación de las Juntas de OfensivaNacional-Sindicalista (JONS),fundadas por Onésimo Redondo yRamiro Ledesma Ramos, de launión de ésta con Falange, fundaday liderada por José Antonio Primode Rivera, y su posterior papel en laguerra civil así como la definitivaunificación con el movimiento carlistaque llevó a cabo el generalFrancisco Franco.

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Stanley George Payne

FalangeHistoria del fascismo español

ePub r1.0jasopa1963 18.06.14

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Título original: Falange a History ofSpanish FascismStanley George Payne, 1965Traducción: Francisco Farreras

Editor digital: jasopa1963ePub base r1.1

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A la memoria de Jaime VicensVives

(1910-1960), un granhistoriador

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PREFACIO

Si la guerra civil española ha suscitadodurante mucho tiempo tan animadascontroversias en el mundo, ello se debe,en parte, al hecho de que aquella luchaépica terminó con la victoria de latendencia nacionalista autoritaria, queresultaría vencida luego en el granconflicto de 1939 a 1945. Y, sinembargo, pocas cosas de la modernapolítica europea han sido tan malcomprendidas como los fundamentos delrégimen de Franco, establecidos durantela guerra civil.

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El presente estudio trata únicamentede un aspecto de la turbulenta vidapolítica española transcurrida entre1930 y 1940: su experiencia fascista.Hace ya muchos años que se llegó a laconclusión de que los diversosmovimientos fascistas existentes en ladécada de 1930 no estaban cortados porel mismo patrón; los distintos partidosfascistas diferían considerablementeentre sí, tanto por su carácter como porsu composición. El ensayo español defascismo se estudia aquí como unfenómeno peculiarmente hispánicoresultante de las condiciones existentesen España y de los sentimientos de los

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españoles. Su contenido ideológico era,en definitiva, menos importante que sutono emocional, y si José Antonio Primode Rivera, fundador de la Falange,sobresalió en medio de las pasiones yde los odios de la República fue debido,sobre todo, a su temperamento político.Por esta razón la primera mitad de estaobra está dominada por la figura del«Jefe». He tratado de presentar —absteniéndome de toda adulación orecriminación— lo que considero comola primera versión plenamente imparcialde su carrera política.

Desde el comienzo de la guerra civilla Falange ha venido desenvolviéndose

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a la sombra del Caudillo, FranciscoFranco. Este hombre pequeño y cauto esuna figura sumamente singular, que halogrado sobrevivir a las constantesmutaciones del caleidoscopio político.He procurado describir lo más fielmenteposible hasta qué punto ha venidoutilizando al partido fascista y cómoéste, a su vez, ha sobrevivido bajo surégimen.

Los últimos años del régimen deFranco han sido analizados con menosdetalle debido a que de 1945 a 1955 lahistoria interna del régimen ha sidorelativamente intrascendente. Dado quesu estructura básica quedó establecida

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durante el período de 1936 a 1943,nuestro estudio se ha centrado en torno adichos años.

Acaso nunca se llegará a conocertoda la verdad respecto al fascismoespañol y las complejas luchas delperíodo de la guerra civil, pero yo hetratado de ser lo más imparcial yobjetivo que las circunstancias permiten.Toda clase de material impreso que hepodido consultar figura en las notas y enla bibliografía. También he procurado,en lo posible, recurrir al método deinvestigación histórica preconizado porTucídides, conversando con las figurasimportantes de mi relato, siempre que se

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tratara de personas vivientes yasequibles, y reuniendo las notaspersonales y documentos privados de ungran número de gentes. En la últimaparte del libro, al tratar ciertos temassobre los que apenas existen materialesde carácter público, he tenido quebasarme fundamentalmente en talesfuentes personales. Los riesgosinherentes a semejante procedimientoson evidentes, pero he procuradoreducir al mínimo el margen depropensión al egocentrismo, así comolas posibles tergiversaciones.

Son tantos los españoles a los quedebo la mayor parte de la información

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recogida que resultaría imposiblecitarlos a todos. Sin embargo, deboexpresar el reconocimiento de migratitud a don Dionisio Ridruejo y a donManuel Hedilla Larrey, sin cuya ayudano hubiera podido escribirse este libro.

STANLEY G. PAYNE.

Minneapolis(Minnesota), mayo de

1961

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L

CAPITULO I

LOS ANTECEDENTES

as violentas tensiones de lahistoria europea en el curso del

siglo XX se polarizan en torno a dosfenómenos: las luchas entre clasessociales y las guerras entre naciones.Las huelgas y demás manifestacionesobreras adquieren gran extensión en

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vísperas de la primera guerra mundial,provocando simultáneamente unareanimación del espíritu nacionalistaque había ido desarrollándose en elcurso de varias generaciones. Durante laguerra, la conciencia de clase quedósoterrada por efecto de una explosióndel nacionalismo que trascendió aquélla,pero las motivaciones de la lucha declases subsistieron. Después de laguerra, la rebeldía de la clasetrabajadora se hizo patente en todaEuropa, y por doquier la colusión delfanatismo chauvinista con los interesesconservadores consiguió desplazar a laopinión pública en favor del

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nacionalismo y en detrimento delconcepto de clase. Aquella alianza entrefuerzas rivales favoreció el desarrollode movimientos híbridos «nacionalsocialistas» o «corporatistas»destinados bien a armonizar elnacionalismo con el socialismo o aservirse del primero para controlar elsegundo.

Dado su carácter autoritario, lacombinación del nacionalismo con elsocialismo o el corporatismo se conociócomúnmente con el nombre de«fascismo». La atracción ejercida por elfascismo sobre los países europeos quese enfrentaban con graves problemas

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políticos y sociales resulta hoy evidente.Su fuerza procedía del temor y lainseguridad de las clases medias queconsideraban la coordinacióncorporativa de las fuerzas económicasen interés de la nación como una nuevadoctrina, la única capaz de encauzar larebelión proletaria. Los movimientosfascistas tuvieron suerte diversa, segúnel vigor de las instituciones políticas decada país y la robustez de susestructuras económicas. Por ejemplo, elfascismo italiano ensayó una pragmáticaconciliación de las aspiracionessocialistas y nacionalistas; el nacionalsocialismo germano hablaba de

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socialismo, pero era únicamente paraahogarlo bajo una oleada denacionalismo.

La última de las naciones de laEuropa occidental en desarrollar unmovimiento fascista nativo fue España.Durante varias generaciones, sudesenvolvimiento social y político seapartó tanto de los módulos europeosque el socialismo y el nacionalismo a laeuropea maduraban en España muylentamente. Su mediocre ritmo dedesarrollo económico, debido, en granparte, al bajo nivel de educaciónpopular y a un aislamiento cultural casigeneral, obstaculizó durante cierto

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tiempo la formación de una concienciade clase organizada, pero cuando surgióla lucha de clases hubo undesbordamiento del espíritu vengativo.A principios del siglo actualmultiplicáronse los atentadosanarquistas, las represalias policíacas,los levantamientos de campesinos en elsur. Los sangrientos disturbios conincendios de iglesias que conmovieronel país durante el verano de 1909 nofueron más que el modesto preludio dela primera huelga general de amplitudnacional que se produjo en 1917.

Desde 1875 España había sidogobernada nominalmente por una

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monarquía constitucional, bajo la cual elpaís experimentó un notable progreso.El renacimiento cultural de comienzosdel siglo XX produjo el mejor períodoliterario desde la época de Cervantes.Pensadores como José Ortega y Gassetinfundieron nueva vitalidad a la filosofíaespañola. La vida política cobróasimismo renovado vigor, a medida queiba aumentando el número de losciudadanos que intervenían en ella. Lanación parecía más activa que en ningúnotro momento de su historia moderna.

Sin embargo, el riesgo de unarebelión social organizada constituyóuna amenaza que con el tiempo acabó

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ensombreciendo aquellas perspectivas.La desdicha de España consistía en queunos cambios de limitado alcance nobastaban para resolver sus problemas;no hacían más que agudizarlos, dandolugar a nuevos problemas, en un procesoininterrumpido. El desarrollo económicono adquirió gran amplitud, y susbeneficios sólo alcanzaron a ciertasregiones y clases. La maquinariaindustrial y agrícola era primitiva, laproductividad muy baja y el nivel devida subía muy lentamente, a pesar departir de estadios sumamente bajos; en1914 los trabajadores españolescobraban los salarios más bajos de la

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Europa occidental, exceptuando aPortugal. En tales circunstancias, losprimitivos y dispersos movimientossocialista y sindicalista se transformaronrápidamente en organizaciones demasas, despertando una nuevaconciencia de clase en el proletariado,que exigía cambios sociales yeconómicos de carácter revolucionario.Entré los campesinos sin tierras del surde España —a muchos de los cualesdurante los dos últimos siglos se leshabía despojado de sus tierrascomunales— imperaba un sentimientode extremismo desesperado.

La burguesía española, en su

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mayoría, no consideraba necesario hacerconcesiones a los obreros. En muchasregiones las clases medias permanecíanen un estado letárgico; su visióneconómica era, en general, muy limitada,y aparte de la acción implacable de unaoligarquía financiera, carecían deespíritu de iniciativa. Por encima detodo eran egoístas. Sentían escasointerés por el presente o el futuro de supaís y no buscaron ninguna soluciónpositiva al desequilibrio económico dela nación hasta que, a partir de 1920, losproblemas derivados del mismo lesimpulsaron a hacerlo. Durante ciertotiempo, el mismo atraso de España les

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protegió contra los modernos conflictossociales, por aquel atraso, áspero yprimario, contribuyó a aumentar laviolencia de la lucha de clases cuando,al fin, estalló.

La lentitud con que las institucionespolíticas y económicas españolas seadaptaron a las exigencias de la vidamoderna, provocó una tensión no sóloentre las clases, sino también entre lasregiones. Cataluña, la región másavanzada de España, hablaba una lenguapopular distinta del castellano y poseíauna tradición de autogobierno que seremontaba a la Edad Media. Eldesarrollo de la burguesía catalana, la

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presión ejercida por la expansióneconómica, los abusos del desgobiernocentralista por la expansión económica,los abusos del desgobierno centralistade Madrid junto con el indispensablecatalizador de renacimiento literariocatalán se combinaron dando lugar a unmovimiento separatista, cuya direcciónasumió la clase media. Un nacionalismoregional semejante, y provocado poranálogas causas, constituía otraimportante fuerza política en el paísvasco.

Pero un amplio sector de la clasemedia se manifestaba profundamenteopuesto a la influencia de cualquier idea

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nueva que apareciese en la vidaespañola. Aun cuando el sentimientomonárquico se iba desacreditandorápidamente, otras poderosasinstituciones tradicionales, como laIglesia, contaban con numerososdefensores. De aquí que latransformación que se estabaproduciendo en España tuviera unsignificado ambivalente. Para unos, elestablecimiento de un régimenparlamentario suponía el comienzo deuna nueva era de progreso liberal. Paraotros, extremistas de derecha o deizquierda, la nueva era señalaba elcomienzo de una lucha intensificada; los

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izquierdistas pretendían que el procesode desarrollo y de reforma desembocaraen una revolución, mientras que losderechistas estaban decididos a imponerotra vez el régimen autoritario de otrostiempos.

En España no existía un sentimientonacionalista semejante al nacionalismode las clases medias organizadas queimperó en otras naciones continentalesdurante el siglo XIX. Nadie había sidocapaz de detener la lenta decadencia delimperio colonial español, aunque dichoproceso de disolución fuesediametralmente opuesto al tipo deexpansión característico de los Estados

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europeos. No existía el menorsentimiento de revancha o deirredentismo, ya que España se habíahundido demasiado profundamente en sumarasmo económico, por laincompetencia de sus gobiernos, parapoder abrigar ambiciones de conquista.Había perdido demasiadas guerras yterritorios demasiado alejados para quelos ánimos populares pudieran excitarse.Después de 1898 no existía ningunaverdadera amenaza extranjera contraEspaña, ni ésta se vio envuelta en ningúnincidente internacional capaz de suscitarun movimiento de exaltación colectiva.

Ello no quiere decir que los

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españoles carecieran de un sentimientonacional, sino que no respondían a unnacionalismo organizado, expresado enideologías explícitas o traducidas enmovimientos políticos. El español es talvez el más tradicionalista de loseuropeos, y se opone tenazmente acualquier ataque contra sus costumbres oformas de relación social. Estetradicionalismo patriótico, vuelto haciael pasado, que predomina especialmenteen la clase media castellana y entre loscampesinos del norte, no tiene nada decomún con el moderno y dinámiconacionalismo de la Europa central,atento a su desarrollo y expansión

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futuros, sin desdeñar por ello las gloriasde su pasado.

El más vivo ejemplo de resistenciadel patriotismo tradicionalista alimpulso de los cambios lo constituía lacomunidad carlista; su programa sebasaba en las dos instituciones másimportantes de la nación: una Iglesiaintolerante y una monarquía no-constitucional. Con su pretensión dedefender la tradición nacional contra laperversión del mundo moderno, loscarlistas eran, en realidad, unosreaccionarios clericales y unosmonárquicos corporativistas cuyosistema se había quedado anclado en el

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particularismo del antiguo régimen. Suconcepción regionalista y neomedievalde la monarquía no tenía nada que vercon el nacionalismo moderno, que sepropone convertir a la nación en uninstrumento para la consecución derenovadas glorias.

La primera manifestación fugaz denacionalismo español en el siglo XXtuvo su origen, más que en los carlistas,en la derecha ortodoxa. Después de lacaída del líder conservador AntonioMaura, en 1909, sus partidariosorganizaron un movimiento juvenil,denominado Juventudes Mauristas, quese proponía la regeneración nacional.

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Los jóvenes mauristas denunciaban lasirregularidades del sistemaparlamentario y propugnaban por unareforma profunda de la nación al propiotiempo que subrayaban la necesidad sesuprimir drásticamente la subversiónizquierdista. Sin embargo, carecían deuna mística nacionalista y susdeclaraciones tenían a menudo losmismos tonos que las del viejo PartidoConservador[1].

Otra manifestación de nacionalismo,de carácter más liberal aunque no exentode xenofobia, es la que halló suexpresión en algunas figuras de lallamada «generación del noventa y

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ocho». Espíritus tan notables comoMiguel de Unamuno y Manuel Machado,profundizando hasta el tuétano del serespañol, llegaron a una nuevainterpretación del carácter y del estilocastellanos, en los que encontraron unadureza, un colorido sobrio y lleno devigorosos contrastes, matizados por lostonos carnosos de la tierra y de lasladeras de las montañas y sombreadospor la noche del oscurantismo clerical yuna cierta obsesión de la muerte. Losnoventaiochistas estaban convencidos deque España era distinta del resto deEuropa y por tanto tenía que seguir uncamino distinto. Pero su contribución al

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nacionalismo español no pasó de unaactitud estética, sin contenido social opolítico.

Las juntas militares que surgieron en1917 fueron la expresión de unareacción nacionalista o patriótica. Losjóvenes oficiales rebeldes que enaquella fecha constituyeron comitésprofesionales no eran manifiestamentenacionalistas y no presentaban ningúnprograma o ideología concretos. Pero, aligual que los rebeldes de otros países,se pronunciaban contra el favoritismo yla corrupción en la política y exigíanque las energías de la nación fuesenmejor empleadas.

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Entre 1917 y 1923 transcurrieronunos años dominados por una violentaagitación social. Los campesinosandaluces llenaban de toscasinscripciones, con el grito de «VivaLenin», las encaladas paredes de lospueblos, mientras en Barcelona seproducían centenares de asesinatospolíticos. La desastrosa campaña delEjército español en Marruecos aceleróel proceso de decadencia política,estimulado por la actitud de un reyinteligente y ambicioso, pero de limitadavisión política. Tanto los conservadorescomo los liberales deseabanardientemente las reformas que hubiesen

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podido fortalecer el Estado y reducir lasdisputas internas.

Todo ello dio pie para el golpe delgeneral Primo de Rivera, en 1923, queconstituyó la primera manifestaciónoficial del nacionalismo español delsiglo XX. Miguel Primo de Rivera noera un intelectual ni un político; era,sencillamente, un general andaluz unpoco pasado de moda. Se impacientabaante las normas constitucionales, lostecnicismos legales y las teoríassociológicas. Le gustaban el orden y lasimplicidad. Aunque procedía de lapequeña aristocracia terrateniente, habíasido educado con la modestia y el

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espíritu ahorrativo de la mayoría de losespañoles. Aun siendo dictador deEspaña, resultábale difícilacostumbrarse a llevar camisas de sedacaras. Le gustaba beber vino, charlar yfumar, y cuanto más vino bebía, máshablaba. Era, sobre todo, muyaficionado a las mujeres, y suspreferencias iban desde las elegantescortesanas de París, hasta las heteras deMadrid, que le acompañaban en susnada infrecuentes rondas de bebidas.Había llegado al poder después de unlustro de confusión y de violencia ymanifestó que le importaban más losespañoles que los políticos o las teorías

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legales.El único fundamento ideológico de

los siete años del régimen de Primo deRivera fue el sentimiento patriótico.Considerando corrompido e ineficaz elsistema parlamentario, empezó porconfiar el gobierno de la nación a unpuñado de generales. Al cabo de unosaños este equipo fue reemplazado por ungabinete de composición más normal. Elgran objetivo de su régimen —la unión,al margen de los partidos, de todos losespañoles— se realizó de una manerabastante superficial a través de un nuevopartido político: la amorfa UniónPatriótica, organización constituida en

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1925 para poder nutrir la caricaturaautoritaria de Asamblea representativacreada por Primo de Rivera.

La Unión Patriótica no fue en modoalguno concebida al estilo de un partidofascista autoritario. En teoría era unaasociación constitucionalexclusivamente destinada a apoyar algobierno durante un difícil período detransición. Según el dictador, la UniónPatriótica «debía estar constituida portodos aquéllos que aceptasen laConstitución de 1876. Es decir, portodos los que acaten y veneren lospreceptos contenidos en el códigofundamental de la nación[2]».

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A Primo de Rivera le traicionósiempre la conciencia de culpabilidadde su usurpación del poder. Reconocíaabiertamente que su «golpe» fue«ilegal», aunque añadía: «peropatriótico[3]». Incluso llegó aconsiderarlo como «una violación de ladisciplina, que es el verdaderosacramento del Ejército[4]».

En un intento para ganarse el apoyopopular, las condiciones para sermiembros de la Unión Patriótica fueronampliándose poco a poco, hastarequerirse únicamente el ser «hombresde buena voluntad»[5].

Así, pues, Primo de Rivera carecía,

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en realidad, de partido, de ideología yde un sistema político. La UniónPatriótica no fue otra cosa que unacolección de elementos conservadorescuya sola obligación consistía enaprobar la dictadura, haciendo grandesalardes de retórica patriótica. Elprograma económico del régimen selimitaba a algo tan modesto como larealización de obras públicas y unamayor protección arancelaria. Carecíade un programa de reformas sociales,salvo el ambicioso proyecto de arbitrajeconstituido por los comités paritarios através de los cuales el sindicatosocialista (UGT) estuvo legalmente

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representado en el gobierno por vezprimera. El régimen de Primo de Riverano significó ningún orden huevo, sinoque constituyó los últimos pasos delviejo orden, y se vinculó estrechamentea la Iglesia para obtener su respaldomoral.

Para el general —y ésta fue, quizás,su única norma— la política, lospolíticos y el parlamentarismo eran unamala cosa, mientras que el mandoautoritario y la unidad nacional eran lobueno. Reconocía que la naciónnecesitaba un desarrollo económico conel fin de crear las bases necesarias parasuperar la lucha de clases, pero

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encomendó esta tarea de planificacióneconómica a los ministros más jóvenesde su gabinete, especialmente JoséCalvo Sotelo y Eduardo Aunós. Poraquel entonces, este prudentepaternalismo pareció satisfacer a lasclases medias y a los socialistas. Losanarquistas, el único grupo discrepanteque permaneció hostil al régimen, fueronduramente reprimidos.

Primo de Rivera sentía una profundaadmiración por el régimen de Mussolini.Acompañando al rey, el dictador visitóRoma durante los primeros meses de sugobierno y España firmó un tratado deamistad, y de arbitraje con Italia en

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1926. Pero Primo de Rivera no pudopasar de ahí porque las estructuraspolíticas e ideológicas, del fascismoitaliano eran demasiado complejas parauna mentalidad sagaz pero tan simplecomo la suya.

La única nota de nacionalismoradical durante el régimen de Primo deRivera la dio un raro esteta: ErnestoGiménez Caballero. De todos losescritores fascistas que proliferaron enEuropa entre 1920 y 1930, GiménezCaballero fue, tal vez, el másestrafalario[6] literato profesional,durante su breve carrera de escritor giróalocadamente en torno a diversas

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ideologías políticas modernas. Perohacia 1930 se sintió completamentecautivado por el fascismo «romano». Elnacionalsocialismo le interesó muchomenos, aunque una parte de lapropaganda inicial nazi en España,elaborada por los miembros del partidoresidentes en Madrid, se imprimió en lamisma imprenta donde se tiraba supropia Gaceta Literaria[7]. El idealsubyacente en los fulgurantes alegatos deGiménez Caballero era el «ReinoUniversal de España», algo que se habíaextinguido más de cien años atrás.España era «la nación elegida porDios[8]». Por tanto, escribía, «el español

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ha nacido para mandar y no serproletario[9]». El inconvenienteestribaba en que España había dejado deser España; la única salvación consistíaen reafirmar la esencia de la hispanidad.Pero Giménez no pretendía —como lamayoría de los carlistas— un retorno alpasado; el contenido de su nacionalismoera algo moderno y radical, que sebasaba en normas estéticas y no enprincipios espirituales. Creía que laviolencia era necesaria para estableceruna nueva hegemonía; «en la guerra nose asesina; sólo está el que pega elsegundo o que no puede pegar más[10]».«España tiene que seguir en guerra[11]».

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El moderno anarquismo españolconstituía a su vez «el depósito de laheroica tradición de los conquistadores»y «el más auténtico refugio para uncatolicismo popular en España[12]».

«Los pistoleros (anarquistas) no soncriminales vulgares… Quienes sientenrespeto por lo verdaderamentehispánico, veneran a esospistoleros[13]». En 1934, durante unaceremonia patriótica cerca deCovadonga, Giménez Caballero resumiósu doctrina con toda claridad: «Vamos aexaltar el sentimiento nacional conlocura, hasta el paroxismo, con todo loque sea necesario. Prefiero una nación

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de lunáticos[14]».Aunque la Gaceta Literaria publicó

algunas traducciones de obrasextranjeras tan sensacionales como laTécnica del Golpe de Estado, de CurzioMalaparte, la retórica frenética deGiménez Caballero no llamó mucho laatención entre la intelectualidad liberalespañola más influyente. El prestigioque la revista pudiera tener erapuramente literario. El «fascismo»español no pudo prosperar bajo elautoritarismo provinciano del régimende Primo de Rivera.

Los seis años de aquella extrañamezcolanza política que fue el

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«primorriverismo» provocaron granconfusión y un general descontento.Hacia 1929 la hacienda pública sehallaba en un estado inquietante. Losexcedentes de la primera guerra mundialse habían desvanecido y no se disponíade nuevos fondos para obras públicas.La peseta descendió al nivel más bajoen el cambio internacional desde 1899.Los socialistas estaban cada vez máscansados de su compromiso político conel régimen, mientras sus rivales, losanarcosindicalistas, sólo esperaban elmomento de poder reaparecer connuevos ímpetus. Las clases altas, cuyaposición Primo de Rivera había

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procurado mantener a salvo, se hallabanigualmente descontentas. Temerosas deque la situación económica del paísempeorase todavía más, deseaban verselibres de la carga de una costosaadministración que el régimen hacíapesar sobre ellas. El rey, en cuyonombre se suponía que gobernaba Primode Rivera, mostraba evidentes deseos derecuperar una buena parte de su controlpersonal. Además, la salud de Primo deRivera empezó a flaquear. Cuando losdemás generales, a principios de 1930,se mostraron reacios a reafirmar suautoridad, se vio obligado a dimitir.

Lo que le sucedió no fue mucho

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mejor. Dos breves gobiernossemidictatoriales, presididossucesivamente por un general y unalmirante, no lograron restablecer la pazpolítica, y tropezaron, además, con lagran depresión económica mundial.Alfonso XIII consideró entonces laposibilidad de un retorno a la monarquíaconstitucional, pero con siete años deretraso. Se le hizo responsable no sólode los fallos de la dictadura, sinotambién de las decepciones de 1930.Incluso la moderada clase mediaempezó a abandonar a la Monarquía,mientras los grupos republicanos ibanadquiriendo mayor vigor. Las «fuerzas

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de orden» empezaron a alarmarse;existía incluso cierto temor de que seprodujera una posible rebelión de lasizquierdas. En medio de aquellaconfusión, la Corte trató de conquistar elapoyo popular convocando lacelebración de elecciones municipalespara el 12 de abril de 1931. Laconfusión aumentó todavía más. En lasgrandes ciudades las elecciones fueronganadas por tos republicanos, quienesexigieron el fin de la Monarquía. El 14de abril, Alfonso XIII se encontró sinapenas un sólo partidario en todo elpaís. Los estériles decenios de lamonarquía constitucional española

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habían dejado tras de sí un edificiovacío. Ni siquiera la derecha dio elmenor paso para salvarla. Varios de losgenerales más importantes no ocultabansus simpatías republicanas y laMonarquía se había quedado sin espada.Con un impulso generoso, el reyabandonó España. El mismo día fueproclamada la República.

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A

CAPITULO II

EL NACIMIENTO DEL NACIONALSINDICALISMO

unque el número de españolesverdaderamente liberales fuese

reducido, él advenimiento de laRepública sin violencia despertó eljúbilo y las mejores esperanzas en casi

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toda la nación. Un cambio de régimenrealizado tan pacíficamente parecióaugurar un futuro feliz y progresivo paraun agitado país que nunca habíaconocido un cambio de gobierno sinsangre ni tragedias. Durante losprimeros días de la República huboescasas voces discrepantes.

Mientras el público se entregaba auna especie de euforia expectante, dosnuevas expresiones de nacionalismoespañol surgieron en Madrid, aunquepasaron casi totalmente desapercibidas.Una fue la aparición del pequeño grupodenominado Partido NacionalistaEspañol. La otra, la publicación de un

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semanario titulado La Conquista delEstado, cuyo director era RamiroLedesma Ramos. El PartidoNacionalista Español había sido creadopor un neurólogo valenciano gordo y conun pulmón artificial, José MaríaAlbiñana. Su programa proclamaba ladefensa de todas las institucionesexistentes: «El Partido NacionalistaEspañol no tiene otra base que la muyamplia de la Tradición[15]». Elrepentino estallido de unos chispazosanarquistas fue señalado por Albiñanacomo un aviso de lo que iba a traer elliberalismo republicano. Su ideario sebasaba en el respeto a los militares y

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una línea rigurosamente nacionalista entodos los aspectos del gobierno[16].Albiñana odiaba a todos losintelectuales liberales, quienesrespondían a su vez ignorándole. Comonadie tomaba en serio su afirmación deestar «por encima de los partidos», sedesacreditó desde el principio y prontoadquirió fama de retórico reaccionariopagado por los terratenientes. El únicosector eficaz de sus escasos seguidoresfue el grupo de milicianos y dealborotadores callejeros conocidos conel nombre de «Legionarios deAlbiñana».

Cuando cayó la Monarquía, en abril

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de 1931, la reducida banda de Albiñanaintentó disputar la calle a las izquierdasvictoriosas y fue eliminadainmediatamente. Los republicanosliberales dominaban de tal modo lasituación que ni siquiera la alta clasemedia quiso perder el tiempointeresándose por un agitadornacionalista monárquico. Albiñana selamentaba de ello:

Entusiastas y decididos, nopodíamos en cambio pagar el alquiler denuestro centro, porque las clasesadineradas no nos ayudaron. Pedirdinero en España para cualquier obraque no reporte inmediato beneficio

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individual es pasar un calvarioespantoso. La ausencia de todo sentidode la cooperación es uno de los matesmayores de nuestro país[17].

Albiñana fue detenido por susactividades subversivas y exilado en laestéril región de Las Hurdes. El jefe delpartido conservador Acción Popular,José María Gil Robles, solicitó en lasCortes la liberación de Albiñana; perola derecha siguió menospreciando lasposibilidades políticas del doctor[18].Los centenares de personas quevisitaron a Albiñana en Las Hurdes lohicieron por pura simpatía personalhacia él y casi nadie se adhirió a su

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partido, que había pasado a serilegal[19].

Ramiro Ledesma Ramos, quetambién trataba de obtener aunque sólofuera un oscuro y diminuto rincón en eltablado político, era un tipo humanototalmente distinto. Empleado deCorreos y a ratos estudiante de filosofía,Ledesma era un joven brusco, taciturno ypoco sociable; hijo de un humildemaestro de un pueblo de la provincia deZamora, se había trasladado a Madrid ala edad de quince años.

Ledesma empezó interesándose porla filosofía alemana y trató de obtener eltítulo de licenciado en Filosofía por la

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Universidad de Madrid[20]. Alrededorde 1930 publicó algunos ensayosinteligentes, pero sin gran originalidad,sobre diversos aspectos del pensamientoalemán, en la Revista de Occidente, deOrtega y Gasset, y en la GacetaLiteraria, de Giménez Caballero[21]. Sinembargo, cuando Ledesma llegó a losveinticinco años, la filosofía pura habíaperdido mucho interés para él. Deseabaevadirse del mundo sin vida de lametafísica para sumirse en la febrilatmósfera de una política radical,orientada según una ideología biendeterminada; tenía vehementes deseosde aplicar las ideas abstractas a las

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cuestiones prácticas.Ledesma, que procedía de la

sociedad profundamente tradicional deCastilla la Vieja, sabía que elapasionado temperamento del puebloespañol resultaba incompatible con elliberalismo ortodoxo o el socialismocientífico. Él mismo detestaba tanto laatomización individualista de lossistemas liberales como el fatalismoimpersonal del marxismo. Sentía ciertasimpatía, no por la izquierda intelectual,ni, desde luego, por la izquierdainternacional, sino por la izquierdaespañola. Latía en él una identificaciónemocional con el movimiento proletario

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español, el deseo de una revoluciónobrera realmente nacionalista.

En cierto modo, esta concepción,que comprendía a la vez al nacionalismoy al colectivismo, correspondía alespíritu de la época. Mientras ladepresión mundial amenazaba pordoquier los cimientos de la democracialiberal, el Partido Nazi se hallaba enauge. Parecía realmente que hubiesellegado la hora del sistema deMussolini, y en Portugal, Salazar estabaa punto de instaurar su régimencorporativo. Ledesma consideraba que,puesto que la ideología nacionalistarevolucionaria española tenía que ser

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original y no una nueva imitación, susistema no debía llamarse corporativo ninacionalsocialista. Por otro lado, lafuerza revolucionaria más pura deEspaña era el anarcosindicalismo, portodo lo cual llegó a la conclusión de quela cualidad neoizquierdista de larevolución nacional y la cualidadnacionalista de la revoluciónneoizquierdista podían muy biensintetizarse con la expresión«nacionalsindicalismo[22]». Esta ideadel reagrupamiento de las fuerzasnacionales tomó estado en la mente deRamiro Ledesma, modesto empleado decorreos sin un céntimo, en el invierno de

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1930 a 1931.Durante el postrer año de la

Monarquía, algunos eminentesintelectuales españoles habían dirigidofrecuentes llamamientos en favor de launidad nacional. El más destacado einfluyente de ellos, don José Ortega yGasset, había solicitado reiteradamentela creación de un amplio «frentenacional», una especie de superpartidoque representase a todos los españolespoco menos que como una entidadcolectiva[23]. Ello constituía una ideademasiado pobre y deleznable paraLedesma, siempre situado al margen delmundo intelectual español. Su

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imaginación le llevaba mucho más alládel reino del «orteguismo» y elnacionalismo liberal no significaba nadapara él. El nacionalismo de la derechatodavía le importaba menos. En variasocasiones, Ledesma calificó al ruidosodirigente nacionalista Albiñana de«reaccionario» y probablemente ledespreciaba más que a cualquier otrohombre público de su tiempo[24].

Cuando sus concepciones políticasempezaban a cristalizar, Ledesma notenía muchos amigos que pudieranreunirse en torno suyo. Su aspectodesaliñado, su carácter obstinado einsociable no atraían a los intelectuales.

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Pero estaba obsesionado por la idea decrear un partido fascista y al finalencontró a diez discípulos ocolaboradores, aproximadamente de sumisma edad (veinticinco años). Con suproblemática ayuda empezó a publicarun semanario político, La conquista delEstado, cuyo primer número apareció el14 de marzo de 1931, exactamente unmes antes de la caída de la Monarquía.El más joven de sus colaboradores ysecretario suyo, Juan Aparicio, haescrito que lo único que tenían de comúnlos miembros del pequeño grupo «era sujuventud y su formaciónuniversitaria[25]». Además, todos

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estaban descontentos del gobierno,inquietos ante las derechas retrógradas ylas izquierdas doctrinarias y deseosasde hacer algo para sacar a España de sumarasmo interior y de su posiciónsecundaria en los asuntos mundiales.

Lo que más falta les hacía eradinero. Ledesma había conseguido sacarsu publicación gracias a un donativoprocedente de los fondos parapropaganda monárquica del gobiernodel almirante Aznar, que precedió a lacaída de la Monarquía. Al parecer, losinformadores políticos de Aznar creíanpoder utilizar al grupo de Ledesma paracrear una división entre los intelectuales

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liberales.Ledesma y sus colaboradores

firmaron su primer manifiesto a la luz deunas velas, en un local compuesto decuatro habitaciones prácticamentedesamuebladas. En él se afirmaban lospuntos siguientes:

El nuevo Estado será constructivo,creador. Suplantará a los individuos y alos grupos, y la soberanía últimaresidirá en él y sólo en él…Defendemos, por tanto, unpanestatismo, un Estado que consigatodas las eficacias.

Exaltación universitaria… el órganosupremo —creador— de los valoresculturales y científicos…

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Articulación comarcal de España. Laprimera realidad española no es Madrid,sino las provincias. Nuestro más radicalafán ha de consistir, pues, en conexionary alentar las fuerzas vitales de lasprovincias…

La sindicación de las fuerzaseconómicas será obligatoria y en todomomento atenida a los fines más altosdel Estado. El Estado disciplinará ygarantizará en todo momento laproducción…

Nacemos de cara a la eficaciarevolucionaria. Por eso no buscamosvotos, sirio minorías audaces yvaliosas… Queremos al político consentido militar de responsabilidad y delucha. Nuestra organización seestructurará a base de células sindicalesy células política[26].

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Durante los primeros meses lapropaganda de Ledesma era bastanteconfusa. Aplaudía ciertos aspectos delcarlismo y luego elogiaba a losanarquistas situados en el extremoopuesto del espectro político[27].

A menudo su retórica se reducía apoco más que unos «arriba lo nuevo yabajo lo viejo»:

¡Viva el mundo nuevo!¡Viva la Italia fascista!

¡Viva la España que haremos!¡Viva la Germanía de Hitler!¡Viva la España que haremos!

¡Abajo las democracias burguesas yparlamentarias![28]

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Ledesma trató de apelar a todas lasfuerzas revolucionarias no marxistas deEspaña. Alababa a losanarcosindicalistas por haber sido enEspaña «los primeros en desasirse delamor burgués por la libertad», pero lesreprochaba el que no quisieran fijar susobjetivos en término nacionales[29]. Sinembargo, consideraba a la CNTanarcosindicalista como «la palancasubversiva más eficaz» existente en1931 y 1932, debido a que su ardorrevolucionario no estaba contaminadopor vinculaciones con ninguna rama delsocialismo internacional[30]. Ledesma ysu puñado de seguidores se propusieron

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organizar una serie de manifestacionesprovocativas sin el menor resultado. Susescritos tampoco impresionaban a nadie,y La conquista del Estado se encontródesde el comienzo con gravasdificultades financieras.

Las ideas políticas de Ledesma sebasaban en puras especulacionesmentales, sin relación alguna con larealidad práctica. Por muy apasionada yfascistizante que fuese su oratoria y pormucho que se expresara en términosviolentos y materialistas, Ledesmaencontró no una idea absoluta, sino unapasión absoluta. Su emoción brotaba desus conflictos mentales y, por tanto, en

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cierto modo, su irracionalidad era frutode un cálculo deliberado.

El problema fundamental de losdirigentes republicanos españoles enaquellos meses consistía en cómo hacerarraigar la democracia parlamentaria enun país dominado hasta entonces por laderecha más intransigente, y al mismotiempo contener a la izquierda, quemenospreciaba el lento regateo delgobierno parlamentario. La Repúblicano había sido implantada en virtud de ungran impulso popular, sino gracias alcolapso final de la Monarquía. Paraestablecer una sólida democracia en unpaís en el que los demócratas liberales

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constituían una minoría de la poblaciónse requerían mucho esfuerzo ypaciencia. La afición de Ledesma a losconceptos abstractos le imposibilitabasiquiera para comprender la naturalezade esta tarea.

El sostenimiento económico de Laconquista del Estado era una constanteprueba. Tras del apoyo inicialmonárquico, parece que Ledesmarecibió unos escasos donativos delmundo de las altas finanzas,especialmente de algunos banqueros deBilbao. El progresivo agotamiento deestos fondos provocó un debate en elseno del grupo de Ledesma acerca de la

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conveniencia de aceptar aportacionesprocedentes de la extrema derecha. Ladiscusión acabó al mismo tiempo que Laconquista del Estado, cuyo últimonúmero apareció el 25 de octubre de1931.

Por aquel entonces, los diez amigosde Ledesma habían empezado adividirse. Uno se unió a losrepublicanos liberales, otro al partidoradical, moderado, y un tercero a laclerical Confederación Española deDerechas Autónomas (CEDA). Un cuartoelemento volvió a la izquierda, mientrasun quinto, al parecer, ingresó más tardeen un sanatorio mental[31]. Giménez

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Caballero, quien colaboróocasionalmente con Ledesma, habíaabandonado el grupo unos meses antes.

Pese a su efímera existencia, elperiódico de Ledesma produjo elgermen esencial de lo que más tardesería el nacionalsindicalismo español.Sus redactores rechazaron la etiquetadel fascismo y jamás emplearon estetérmino para calificarse a sí mismos.Anduvieron tanteando la posibilidad dedesarrollar una ideología española,aunque pudiera parecer de segundamano. Sus escritos sobre unnacionalismo bajo el control del Estado,la justificación de la violencia, la

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glorificación del imperio, la sindicaciónnacional del trabajo, la expropiación dela tierra y la incorporación de las masasprovocaron una reacción en cadena muylenta en algunos universitarios y en losgrupos de extrema derecha, que vino adesmentir la insignificancia original delos primeros propagandistas. Pordesgracia para Ledesma, esta reaccióntardó demasiado en producirse y estuvocondicionada por una serie deacontecimientos que escaparon a sucontrol.

En junio de 1931, en la antiguaciudad castellana de Valladolid, se creóun grupo semejante en número y en

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objetivos bajo la dirección de OnésimoRedondo Ortega. Nacido en el seno deuna familia campesina. Redondoprocedía de un medio completamenteclerical y creció en el ambienteconservador de la Castilla rural. En1928 ejerció durante un año lasfunciones de lector de español en elColegio Católico de Mannheim, enAlemania, y allí tuvo ocasión defamiliarizarse con la ideología nazi[32].Aunque las peculiares característicasdel nacionalismo alemán no resultabanfácilmente compatibles con elcatolicismo español, Redondo quedómuy impresionado por las posibilidades

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de un moderno movimiento nacionalistarevolucionario[33].

Hombre joven, vigoroso, guapo yapasionado, Onésimo Redondo estabaobsesionado por tres objetivos: launidad nacional, la preeminencia de los«valores hispánicos» tradicionales y lajusticia social. Su religión era el rígidocatolicismo de Torquemada, y su ideal,expulsar a los mercaderes deltemplo[34]. Redondo despreciaba latolerancia y ardía en deseos de revivirla espiritualidad de los monjesguerreros españoles de la Edad Media.

Durante los años de 1930 y 1931pasó casi doce meses tratando de

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organizar un sindicato de remolacherosque se había creado recientemente en laprovincia de Valladolid. Aunque losesfuerzos para su organización tuvieronque suspenderse temporalmente por faltade fondos, permitieron a Redondo tomarcontacto con el sindicalismonacional[35], y durante su carrera deagitador nacionalista siguió trabajandopor cuenta de los remolacheros deValladolid.

Redondo se encontró, pues,profundamente comprometido en ladefensa de los pequeños terratenientesde Castilla la Vieja. Sentía unresentimiento contra los separatistas

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burgueses de Vizcaya y de Cataluña, losobreros izquierdistas de las grandesciudades, los capitalistas financieros deMadrid y Bilbao y los entremetidospolíticos anticlericales de los partidosliberales. Deseaba una rebelión quereafirmase la tradición española de unamanera adecuada al mundo moderno,una rebelión que devolviera a lasesforzadas masas católicas de lassólidas provincias españolas supredominio sobre los liberalesextraviados y los radicales descreídosde las grandes ciudades. Considerabaque la vida económica podía sercontrolable por sindicatos organizados a

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escala nacional, aunque parcialmenteautónomos. Todas las fuerzas agnósticasrelativistas, germen de división, quehabían adquirido cierto predominio en1931 y aún desde 1875, debían serbarridas.

La Acción Católica, de la cual habíasido propagandista, le parecía ahorademasiado tibia y transigente. Redondoquería un movimiento juvenil nacional yrevolucionario, radical políticamente ynacionalista desde el punto de vistaeconómico, conservador en lo religioso,pero violento en su estilo y táctica[36].Con el apoyo de varios conocidos deorígenes y aspiraciones relativamente

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similares, Fundó un semanario enValladolid titulado Libertad. Su primernúmero apareció el 13 de junio de 1931,justamente a los tres meses de lapublicación de La conquista del Estado.

Para Redondo el remedio para losmales de España estaba en «el pueblo»,es decir en la gente trabajadora, devotay honrada, y sobre todo en loscampesinos y pequeños comerciantes deCastilla la Vieja, a los que apelaba parasalvar al resto de España[37]. Estabaconvencido de que Castilla habíarealizado el mejor servicio a España alpreservar su integridad espiritual frentea las influencias egoístas,

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«pornográficas» y «judías» quecorrompían al país[38].

La propaganda de Redondo noresultaba mucho más coherente que la deLedesma. Por un lado reclamaba ladestrucción económica de la burguesía;por otro, se enfurecía contra las leyesanticlericales de la nueva República[39].Siempre había sostenido que España seencontraba ya en plena guerra civil y portanto exhortaba a los jóvenes aprepararse para la lucha:

La juventud debe ejercitarse en lalucha física, debe amar por sistema laviolencia. La violencia nacional es justa,es necesaria, es conveniente. Es una de

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nuestras consignas permanentes la decultivar el espíritu de una moral déviolencia, de choque militar [40]

El 9 de agosto de 1931 Redondofundó un grupo político, llamado JuntasCastellanas de Actuación Hispánica,para llevar al terreno de la acción,algunos de sus sentimientos. Susprimeros integrantes fueron unos cuantosestudiantes alborotadores y un puñadode seguidores de Redondo de losalrededores de Valladolid.

Aun cuando desde sus comienzostanto Redondo como Ledesma se habíaninteresado cada uno por la labor delotro, transcurrieron varios meses antes

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dé que llegasen a un conocimientooficial mutuo. Ambos líderes teníanpoco de común: el conservadorRedondo le reprochaba a Ledesma suradicalismo absoluto y Ledesma semofaba de la religiosidad de Redondo.Sin embargo, en septiembre de 1931,Ledesma andaba desesperado, sindinero y falto de colaboradores paramantener la vida de su movimiento. Porsu parte, Redondo se encontraba aisladoen Valladolid y prácticamente noconocía a nadie de Madrid. Amboshombres se necesitaban mutuamente. Porencima de sus diferencias, los dos erannacionalistas y revolucionarios

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autoritarios antimarxistas y, por tanto, lareunión de sus fuerzas respectivas era deinterés común.

En su penúltimo número, publicadoel 10 de octubre, La conquista delEstado anunciaba la recienteconstitución de las Juntas de OfensivaNacional Sindicalista, como resultadodé la fusión de los grupos de Madrid yde Valladolid. La nueva organizaciónsería dirigida por un consejo nacionalque, en realidad, se convirtió en unduumvirato, en el que tanto Ledesmacomo Redondo continuaron dirigiendosus respectivos grupos más o menosautónomamente.

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Los miembros de las JONS, llamados«jonsistas», formaron la primeraorganización política oficial que existióen España con la etiquetanacionalsindicalista. Como emblemaadoptaron las flechas y el yugo de losReyes Católicos, símbolo muy adecuadopara quienes soñaban con restaurar lagrandeza imperial española[41], Duranteeste mismo período Ledesma acuñódiversos lemas —tales como el«¡Arriba!», y «¡Esparta una, grande ylibre!»— que más tarde se hicierontópicos en la propaganda delnacionalsindicalismo[42]. Para poner demanifiesto el carácter radical de sus

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aspiraciones políticas, los jonsistasadoptaron los colores rojo y negro de labandera anarquista.

Ya que la áspera voz de Ledesmapermanecía muda por falta de dinero, elúnico portavoz del minúsculomovimiento era Redondo. El agitadorvallisoletano vertía su frenesímoralizador a chorro continuo,afirmando constantemente que las JONSno tenían el menor vínculo con laMonarquía ni con la Iglesia[43]. SegúnRedondo, el «nacionalismo» eraabsolutamente pragmático respecto a laestructura política formal y se limitaba adespreciar todos los programas o

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ideologías explícitos. Los dos mayoresmales de España eran «laextranjerización y el culto a lasfórmulas[44]». Redondo reclamaba una«dictadura popular», que crearía sulíder y su programa propios surgidos delproceso de su propia dialéctica[44 bis].

Como más tarde reconoció el propioLedesma, «durante todo el año 1932 laactividad de las JONS fue casi nula[45]».Los universitarios vallisoletanos deRedondo iniciaron una serie demanifestaciones contra el marxismo quepronto degeneraron en fútiles peleascallejeras y el jefe del grupo se vioobligado a abandonar la ciudad[46].

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Ledesma seguía sin dinero y sin lamenor perspectiva de obtenerlo. Eraimposible interesar a uno de losbanqueros reaccionarios yantirrepublicanos para que le ayudasenfinancieramente. Y aunque el gabineteliberal que gobernaba el país empezabaa encontrar sus primeras dificultades,tanto la derecha como la izquierdaignoraban por completo la existencia delnacionalsindicalismo.

La miniatura de movimiento teníamuy poca coherencia ideológica yescasa organización física. Su direccióncontinuaba funcionando según elcompromiso establecido implícitamente

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por Ledesma y Redondo. Estacooperación se vio puesta a prueba en elverano de 1932, con motivo de laorganización por un grupo de militaresde un precipitado «golpe» contra laRepública. Ledesma los consideró comounos reaccionarios y se mantuvo almargen del mismo. Redondo, en cambio,creyó ver la posibilidad de establecer la«dictadura nacional» a la que siempre serefería y tomó una parte muy secundaríaen la conspiración. Cuando la rebeliónfracasó, pudo escapar a duras penas através de la frontera portuguesa, seguidode cerca por la policía de la República.

Durante los dos primeros años de su

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existencia el nacionalsindicalismoespañol no hizo más que airear ciertasideas o, mejor dicho, lanzar ruidosassugestiones. Redondo y Ledesmararamente estaban de acuerdo, y menosaún llegaron a crear una opinión común.En realidad, a principios de 1933 noexistía ni un movimientonacionalsindicalista, ni un verdaderoprograma sindicalista.

La incapacidad práctica del pequeñogrupo era algo espantoso. Conexcepción de Redondo, con su breveexperiencia entre los pequeñoslabradores de Valladolid, en las JONSnadie parecía poseer el menor

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conocimiento de las cuestioneseconómicas. Por lo que respecta a losproblemas obreros, la ignorancia eraabsoluta. No se desarrolló ningunateoría de la organización sindical ynadie tenía la más vaga idea de lo que elnacionalsindicalismo podía significarrealmente en la práctica.

Al igual que muchos fascistascentroeuropeos, Ledesma y Redondoeran unos tipos pequeñoburgueses. Consus antecedentes provincianos, Redondopudo derivar tan fácilmente hacia elradicalismo porque las tendenciaseconómicas de las modernas clasesmedias más adelantadas nunca habían

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penetrado en su mundo rural. Ledesma,cuya experiencia humana se habíadividido entre la oficina de correos y lasclases de filosofía, había llevado unaexistencia típica de funcionario. Ambosactuaron por puro impulso personal.Ambos soñaban con grandes objetivos ysentían impaciencia ante las dificultadespara realizarlos. Ambos vivían en unmundo de visiones apasionadas lindantecon la pura ilusión[47].

A finales de 1932, los esfuerzos delos jonsistas parecían vanos. Alpreconizar la revolución económicacomo uno de sus principales objetivos,se granjearon la enemistad de los

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opulentos y respetables partidos de laderecha. Su nacionalismo les habíaseparado de la izquierda organizada. Ensus momentos más lúcidos, propusieronuna dictadura nacionalsindicalistadirigida contra la izquierda, pero sinunirse a la derecha ni renunciar a sudesprecio hacia el centro. No es extrañoque casi nadie se preocupase por ellos.Su única posibilidad de éxito parecíabasarse en una catástrofe nacional.

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E

CAPITULO III

JOSÉ ANTONIO PRIMODE RIVERA

l único grupo derechista que nofue barrido por la súbita

proclamación de la República en 1931fue la Comunión Tradicionalista,organización política de los carlistas. El

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bastión del carlismo se encuentra entrelos campesinos archiconservadores yultracatólicos de Navarra. Generacióntras generación, los carlistas veníanprediciendo la caída de la rama«ilegitima» de la dinastía borbónica yconsideraron el brusco final del reinadode Alfonso XIII casi como unamanifestación de la justicia bíblica. Alas pocas semanas del nacimiento de laRepública, en una reunión secretacelebrada en Leiza (a unos 30kilómetros de Sari Sebastián) los jefescarlistas acordaron reorganizar lasmilicias carlistas (llamadas «Requetés»o «Boinas rojas») con el fin de proteger

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los intereses tradicionalistas frente a lasexigencias de la República y tal vezpreparar algún golpe en favor de lacausa, si se presentaba la ocasión[48].Los carlistas no esperaban nada de laRepública pero seguían desdeñando a laderecha pragmática. Se contentaban coninstruir a sus milicias y esperar losacontecimientos.

La mayoría monárquica, los«alfonsinos», tardó bastante enreaccionar. Transcurrieron varios mesesantes de que sus dirigentes pudieranreunir las fuerzas dispersas tras lamarcha del Rey. Después de unasnegociaciones con don Alfonso en París,

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se acordó organizar un partidomonárquico, Renovación Española, queactuaría legalmente bajo la República ypermitiría encubrir los esfuerzosencaminados a la restauración deltrono[49]. La actividad política públicadel partido fue bastante limitada, ya que,como reconoció luego uno de susdirigentes, su único objetivo eraderribar la República[50]. La presiónejercida por los monárquicos fue, enparte, responsable de la tentativa degolpe de Estado realizada por un puñadode oficiales en agosto de 1932. Elestrepitoso fracaso de esta intentonademostró el escaso apoyo que la

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derecha monárquica podía encontrar enel conjunto de la nación.

En las clases medias españolas, elverdadero sentimiento monárquico habíadesaparecido prácticamente en 1932. Lamayoría de la burguesía española sóloaspiraba a encontrar una garantía contracualquier posible agitación procedentede las clases más bajas, un freno alanticlericalismo incendiario y laseguridad de que la revolución políticade 1931 no se convertiría en unarevolución económica en 1933 o 1934.

Como tanto el monarquismo como elcorporatismo estaban desacreditadospor su incapacidad para provocar un

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amplio eco en el país, las fuerzasconservadoras tendieron a orientarsetemporalmente hacia algunas figurasdescollantes del laicado religioso. Estatendencia resultaba casi inevitable, yaque las cuestiones más importantesdebatidas en las Cortes Constituyenteseran, precisamente, las que se referían alos capítulos de la nueva Constituciónque establecían la separación entre laIglesia y el Estado y trataban de excluira la primera de la enseñanza.

Uno de esos nuevos dirigentesconservadores era don Ángel Herrera,director del influyente diario financiadopor los jesuitas El Debate y jefe de la

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Acción Católica. Herrera adoptó unaactitud moderada y práctica. Creía quela Iglesia y sus miembros tenían el deberde someterse al gobierno existentemientras éste no les privase de laslibertades necesarias. Considerando a lamonarquía como una vía muerta paraEspaña, trató de movilizar las fuerzasdel catolicismo español hacia unmovimiento político pragmático,orientado en un sentido parlamentario,vinculado a los intereses de la Iglesia,pero respetuoso para con el régimenrepublicano[51].

Gracias en parte a los esfuerzos deHerrera, Acción Popular, el arma

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política de la Acción Católica, seconvirtió en el eje de una nuevafederación que representaba a lasfuerzas de la derecha española. Sumismo título, «Confederación Españolade Derechas Autónomas» (CEDA),sugería el carácter moderado pragmáticoy heterogéneo del grupo así formado.José María Gil Robles, joven abogadode Salamanca, regordete y con unaincipiente calvicie, surgió como jefe deesta fuerza, que recibió el pleno apoyode la Iglesia[52]. Tanto Gil Robles comosus seguidores no mostraron el menorinterés en discutir la legitimidad delrégimen republicano; su única

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aspiración era la de restaurar losprivilegios de la Iglesia y volver alstatus quo económico y social anterior a1931. En su consecuencia se proponíanrevisar la Constitución y derogar lalegislación liberal del primer año de laRepública. La CEDA fue un partidoburgués, moderado y cauto, con escasoverbalismo nacionalista, incapaz de todaviolencia. Vino a tranquilizar a la granmasa de la clase media española, que nodeseaba ir ni hacia atrás ni haciaadelante.

La ausencia de una oposiciónderechista bien organizada no bastó paraasegurar al nuevo régimen un período de

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gestación sin contratiempos; ya desdesus comienzos sé vio aquél sometido afuertes ataques. El proceso se inició enlas Cortes constituyentes a las que losconservadores les hicieron el vacío y laextrema izquierda les negó sucooperación, mientras los políticosanticlericales trataban de enmendarpasados yerros. Los socialistas, por suparte, procuraban forjar fuera de ellas supropia versión de representantes de lasclases trabajadoras. A medida quetranscurrieron los meses, la controversiaclerical se hizo más agria y el modestoproyecto de reforma agraria provocó untremendo alboroto. Los anarquistas

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trataron de establecer una pequeñarepública por su cuenta y la depresióneconómica mundial vino a agudizar latensión social. Lo$ trabajadoresempezaban a inquietarse, losmonárquicos preparaban la rebelión y elgabinete estaba completamente hundido.Cuando los socialistas salieron delgobierno, la República liberal quedódefinitivamente sentenciada.

Nadie había esperado tanto de laRepública como los intelectuales.Republicanos en su mayoría y deespíritu liberal, estaban ansiosos de serútiles a la nueva España. Ortega yGasset marcó el camino al organizar su

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«Grupo al Servicio de la República»,formado por un conjunto deprofesionales que se ofrecieron paraayudar a redactar las leyes e inclusopara ocupar ciertas funcionesministeriales. Esperaban que la justiciapolítica traería consigo la justiciasocial; y que el progreso y la ilustraciónconvertirían a España en una repúblicamodelo. Pero la realidad españolaresultó mucho más refractaria a aquellosmoldes teóricos de lo que todossuponían. La decepción fueextraordinaria. Comparando laRepública que había anhelado con larealidad de 1933 Ortega y Gasset pudo

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exclamar: «¡No era esto!».Los «orteguistas» no habían

olvidado la noción del partido nacionalsuperador de los partidos, que habíanpropugnado en 1930, y en 1932 variosmiembros del grupo trataron dereactualizar aquella idea. El principalde ellos era el catedrático de derechoAlfonso García Valdecasas, que fue unode los diputados «orteguistas» en lasCortes Constituyentes[53]. En 1932Valdecasas y sus amigos constituyeron elFrente Español, partido encaminado asalvar a la República de los dogmas dela derecha intransigente, de la izquierdaradical y del centro doctrinario. Su

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programa contenía cierta incitación a losnacionalistas y uno o dos intelectualesabandonaron el grupo de Ledesma paraunirse al nuevo movimiento, pero, enconjunto, el Frente Español no pasónunca de ser un nuevo sondeo de unoscuantos exliberales que buscaban unaespecie de consolidación nacional denuevas normas políticas. Su exclusivointerés radica en el hecho de quemarcaba ciertas orientaciones nuevasque el centro y la derecha estabanempezando a considerar en 1932.

La extrema derecha no supoaprovechar este sentimiento defrustración del liberalismo español. El

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contraataque conservador fueemprendido por la moderada ysemirepublicana CEDA, siempreorientada por un sentimiento religioso.Sin embargo, ciertos industriales yfinancieros empezaron a mostrarse cadavez más preocupados por la fuerza queiba adquiriendo la clase obrera. Envarias ocasiones estudiaron laposibilidad de crear una especie defrente socialista nacionalista. Además,los escasos partidarios del generalPrimo de Rivera soñaban aún conrestablecer la estabilidad política yeconómica por medios autoritarios.Algunos de ellos pretendían inspirarse

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en Mussolini. No obstante, estos deseosy ambiciones de los conservadores nohubiesen llegado a alcanzar expresiónpública en 1933 si no hubiese sido porun joven inteligente y lleno de recursos,José Antonio Primo de Rivera, hijomayor del difunto dictador. Fue él quien,con el tiempo, llegó a reunir a lasdiversas corrientes fascistas existentesdurante la República.

José Antonio Primo de Rivera nacióen 1903, en el seno de una familia declase media acomodada, con una fuertetradición militar. Los Primo de Riveragozaban de gran prestigio social enAndalucía, habiéndose vinculado por

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sus matrimonios con importantesfamilias terratenientes y del comercio delos alrededores de Jerez de la Frontera.El tío-abuelo de José Antonio, elgeneral Francisco Primo de Rivera,obtuvo su título nobiliario del reciéncreado marquesado de Estella por haberconcluido la segunda guerra carlista en1878. A la muerte de su padre, en 1930,José Antonio se convirtió en el tercermarqués de Estella.

José Antonio fue muy distinto a supadre, quien había sido un hombrejovial, sensual y poco preocupado porlas cuestiones intelectuales[54]. Como lamayoría de los aristócratas españoles,

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José Antonio estudió leyes. Tambiénrecibió una intensa formación literaria yen idiomas modernos y tenía una granafición a la poesía. A pesar de supopularidad y de sus dotes sociales, erahombre modesto y nunca presumió de sucondición de hijo del dictador[55]. A losdieciséis años empezó a trabajar en elnegocio de un tío materno, teniendo a sucuidado la correspondencia en inglés.Fue un buen estudiante y se licenció enderecho antes de terminar su serviciomilitar. Era, ante todo, un joven de unagran seriedad[56].

En la Universidad de Madrid seinteresó por la política estudiantil, pero,

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a pesar de sus raíces familiares, en lascuestiones universitarias, despreciandola retrógrada asociación de losestudiantes católicos, se inclinó en favordel sector liberal[57]. Durante los sieteaños que duró la dictadura tuvo buencuidado de no mezclarse en ningunaactividad política. Sin embargo, sesintió vinculado sentimentalmente a lacarrera de su padre, glorificando loséxitos del dictador y contemplando condesaliento cómo su régimen naufragaba.Con el tiempo, José Antonio formuló supropia interpretación acerca de lapolítica blanda y a la vez autoritaria deaquel régimen. Más tarde también él

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demostró estar fuertemente influido porel desdén de su padre hacia los políticosy por su fe en lo que él llamaba«intuicismo» o «intuicionismo[58]». JoséAntonio llegó a despreciar a laintelectualidad liberal por la cual sehabía sentido atraído cuando eraestudiante. Cuanto más atacaban yridiculizaban aquéllos a su padre, másaumentó su hostilidad hacia lademocracia de la clase media liberal ylas formas parlamentarias.

Cuando en 1928 y 1929 el régimenempezó a tambalearse, José Antoniodejó de lado sus preocupacionesliterarias y empezó a interesarse

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seriamente en las cuestionespúblicas[59]. Se dedicó a leer aSpengler, Keyserling, Marx, Lenin yOrtega, así como a los tradicionalistasespañoles. Al final de sus reflexionesobservó el carácter ambivalente de lalibertad moderna, que emancipa a lasmasas pero no salvaguarda los valoresculturales, y que si bien contribuye aaumentar extraordinariamente la riquezanacional, la distribuye tan mal que sóloa través de una catastrófica revoluciónpueden corregirse aquellasdesigualdades. A su juicio, el énfasisliberal en favor de la libertad abstractay del internacionalismo parecía querer

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anular las diferencias de carácternacional, regional e individual que tantohabían contribuido a enriquecer lacultura europea.

A finales de 1929, las clases altasespañolas estaban decididas adesembarazarse de Primo de Rivera.Nunca habían apoyado sus vagosproyectos y ahora temían que sucontinuación al frente del gobierno sóloles acarrearía nuevas y mayoresdificultades. La dimisión del enfermodictador en enero de 1930 constituyó unalivio para todos aquéllos que más sehabían beneficiado de su gobierno.Desterrado en París, el dictador murió a

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los pocos meses.José Antonio se sintió hondamente

conmovido por el fin de su padre yasqueado ante la hipocresía de muchosaristócratas que le habían apoyado enotros tiempos. Sin vacilar, asumió ladefensa política del dictador. Uno de losagudos comentaristas de Primo deRivera ha escrito que «en general, ladictadura fomentó la división entre lasclases y acentuó su particularismo,haciendo más difícil, y casi imposible,la coexistencia entre los elementosdispares de la sociedad española[60]».José Antonio era incapaz de hacer unanálisis tan objetivo de la obra de su

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padre. Justificó por completo al régimene incluso pretendió que la desastrosapolítica financiera de la dictadura habíacontribuido a estabilizar la haciendapública[61].

Después de la caída de Primo deRivera, algunos elementosconservadores que permanecían fieles ala idea de una dictadura nacional sinpartidos, se unieron a los principalesdefensores de la Monarquía para formarla Unión Monárquica Nacional. Estanueva organización era algo más quesimplemente monárquica; sostenía unavaga concepción de un gobiernomonárquico que, manteniéndose por

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encima del sistema de los partidos,desarrollara una política nacional capazde conservar las instituciones existentesy de llevar a cabo las reformasnecesarias. Como la presión de lasizquierdas y los republicanos iba enaumento, la mayoría de los interesescreados en torno al régimen dieron todosu apoyo a la Unión Monárquica, cuyapreocupación superficial por unascuantas reformas les ofrecía un disfrazoportuno[62].

Le ofrecieron a José Antonio elpuesto de vicesecretario general de laUnión Monárquica, cargo que aceptó el2 de mayo de 1930, un mes después de

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la constitución del grupo. Declaró queconsideraba esta primera incursión en lapolítica como una obligación, ya quetodos los ministros que hablancolaborado con su padre, menos dos,pertenecían a la Unión[63]. José Antoniono sentía ningún aprecio por lamonarquía borbónica, y a raíz de lacaída de Don Miguel, el secretario deAlfonso XIII había roto toda relaciónpersonal con él, pero estaba tanhabituado al trato con los aristócratasque no se rebeló contra elconservadurismo cerril de la UniónMonárquica. Ya que su padre habíaservido a las instituciones tradicionales,

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también lo haría él, a pesar de suaversión personal hacia los dirigentesderechistas, que se habían apresuradoindignamente a contribuir adesembarazarse de Don Miguel.Manifestó que su única ambiciónpolítica era la de defender la memoriade su padre y continuar su obra, sin teneren cuenta las circunstancias[64].

Sin embargo, su amplia formación ysu temperamento enérgico indujeron aJosé Antonio a considerar que elgobierno de la sociedad moderna ya nopodía seguir consistiendo en una simpledefensa paternalista de las institucionesdel siglo XIX. Firmemente convencido

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de que las ideas de su padre habían sidobuenas, llegó a la conclusión de que DonMiguel se había equivocado en la formade aplicarlas. En febrero de 1930,durante una conferencia en el Ateneo deAlbacete sobre el tema jurídico «¿Quées lo justo?», José Antonio habíasugerido que sólo podía llegar aestablecerse lo que era justo y rectocuando se consideraba toda la gama denormas particulares que se relacionancon un problema determinado[65].Tomándolo en un sentido político, estopodría interpretarse como unarecomendación para adoptar una actitudpragmática y abiertamente liberal. Pero

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por muy tolerante que José Antonioprocurase ser, difícilmente podíalibrarse de todo prejuicio político,cuando hasta el mismo nombre de Primode Rivera constituía un anatema para losliberales y la izquierda[66].

Pocos meses después de la caída dela Monarquía, José Antonio decidióentrar en la política como candidato adiputado. Incapaz de soportar losataques a la obra de su padre que seprodigaban en las Cortes Constituyentes,se dispuso a presentarse a las eleccionespara dicho organismo; esperaba contarcon el apoyo de la derecha comocandidato a diputado por Madrid, en las

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elecciones de octubre de 1931. Declaróque quería ir a las Cortes únicamente:

Para defender la sagrada memoriade mi padre. No me presento porvanidad ni por el gusto de la política,que cada día me atrae menos… Biensabe Dios que mi vocación está entremis libros, y que apartarme de ellospara lanzarme momentáneamente alvértigo de la política me cuestaverdadero esfuerzo. Pero sería cobardeo insensible si permaneciera tranquilomientras en las Cortes siguenlanzándose públicamente las peoresacusaciones contra la sagrada memoriade mi padre[67].

Durante la campaña electoral, una

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parte de la derecha mantuvo una acritudglacial, dispuesta a no comprometersecon ningún otro Primo de Rivera[68]. Apesar de esta desventaja, José Antoniohizo un buen papel. Su contrincante, elprestigioso académico liberalBartolomé Manuel de Cossío, obtuvodoble número de votos que él, pero esteresultado fue muy superior a lo quemucha gente suponía que podíaconseguir un Primo de Rivera en elMadrid socialista de 1931[69].

Después de su derrota electoral JoséAntonio volvió a su vida privada y sededicó a crear un importante bufete deabogado. En sus ratos libres trató de

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ordenar sus ideas políticas y sociales,que todavía eran bastante confusas[70]. Aveces parecía hallarse sumamentedescorazonado y en cierta ocasiónconfío a sus amigos su propósito deemigrar a América.

Entre tanto, iba aumentando suanimadversión hacia el viejo régimenpolítico y social español que su padrehabía tratado de salvar mediante unaserie de reformas moderadas y queapartó al dictador, para desplomarseluego ante la oleada liberal de 1930-1931. Incluso en sus campañas enfavor de la Unión Monárquica, JoséAntonio proclamó que una de las

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mayores realizaciones de su padre era lade haber acabado con el dominio de loscaciques políticos de las provinciasespañolas[71]. También adoptó unaactitud similar con respecto a losenormes abusos sociales y económicosque la derecha española habíasancionado. Según él, el único fallo delprograma de obras públicas y delsistema de representación de lostrabajadores establecidos por eldictador consistió en que, debido a lascircunstancias, no pudieron llevarse acabo enteramente.

Por otra parte, José Antonio nopodía soportar el doctrinarismo de los

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teóricos y de los intelectuales liberales.Esta actitud, firmemente arraigada ensentimientos familiares, llegó amanifestarla a veces en términos de granactitud. Defendiendo a su padre de susalfilerazos, afirmaba despectivamente:«Ved a esos intelectuales ridículos,llenos de pedantería… ¿Cómo podránpercibir jamás —a través de sus gafasde miopes— el rayo solitario de luzdivina?»[72].

Las incesantes disputas de losrepublicanos, su lentitud en afrontar losproblemas fundamentales acabaron dealejar a José Antonio del liberalismopolítico. Consideraba que el positivismo

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intelectual y el liberalismo políticoatravesaban una crisis mortal, y que a lamuerte del liberalismo le sucedería, nouna reacción, sino la revolución[73].Europa había entrado en una era social,frente a la cual tanto el conservadurismotradicional como el liberalismo de lavieja escuela se hallaban en plenabancarrota.

Si la derecha le parecía incapaz y elcentro inadecuado, la izquierda no podíaatraer a un hombre de los antecedentesaristocráticos de José Antonio.Consideraba que la revolución era algoinevitable, sobre todo en un país tanatrasado como España; pero este cambio

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radical podía realizarse en distintasdirecciones, y José Antonio niestéticamente ni como aristócrata podíapensar en convertirse en un marxista oen un anarquista. Deseaba, por elcontrario, continuar la obra de reformanacional emprendida por su padre, sobrelas mismas bases de un régimenautoritario y de una revolución desdearriba que el dictador había intentadollevar a cabo sin resultado. La únicadiferencia residía en que José Antoniocreía que el proceso autoritario dereconstrucción nacional, para quepudiera tener éxito, tendría querealizarse del modo más radical y

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completo.El patriotismo era un sentimiento

familiar en José Antonio, formado en elseno de la jerarquía militar española.Por su educación literaria británicasentía a veces cierto escepticismo sobrela capacidad del pueblo español yconsideraba el nacionalismo como unconcepto emocional necesario parasuscitar el entusiasmo popular por unprograma de revitalización no marxista.Además, le repugnaba el ver que losesfuerzos de su padre para crear unaverdadera solidaridad nacional erandesbaratados por el régimen de estatutosy de autonomías regionales establecido

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por las Cortes republicanas.José Antonio era un admirador

entusiasta de Ortega y Gasset y de otrosteóricos que preconizaban la necesidadde una élite. Esta creencia en la misiónde lo que más tarde denominó una«minoría creadora» se compaginaba conlas nociones políticas simplistas en lasque se había apoyado la dictadura de supadre. Un reducido grupo dereformadores con una mentalidadnacionalista habían barrido, porprocedimientos autoritarios, el caospolítico en que se hallaba sumergido elpaís en 1923. La misma solución —pensaba— podía imponerse a los

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problemas de 1933, a condición de estarapoyada por un verdadero movimientopolítico potente y bien organizado.

A comienzos de 1933, las ideaspolíticas de José Antonio cristalizaronen un plan para dirigir a una minoríaaudaz, dispuesta a emprender unapolítica radical de reformas económicaspor procedimientos autoritarios,utilizando el instrumento ideológico delnacionalismo para suscitar el entusiasmode la juventud. Si lograba triunfar, estemovimiento no sólo salvaría laintegridad política dé España, sino quesituaría al país en uno de los lugarespreferentes del nuevo orden nacionalista

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europeo. Para José Antonio, el fascismoespañol era esto.

Los planes para llevar a la prácticasu idea fueron tomando cuerpo, poco apoco, en su mente. Durante largos mesesvaciló ante la idea de incorporarse a lacorriente corporativista que habíaempezado a formarse en diversossectores del centro y la derechaespañoles[74]. Su problema fundamentalconsistía en decidir con qué clase dehombres tenía que colaborar y qué tipode cooperación podía esperar de ellos.José Antonio se sentía inclinado aformar un grupo propio; en realidad,carecía de los medios económicos

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necesarios para ello. Le atraían tanto ellíder liberal Manuel Azaña como elconservador José María Gil Robles,pero pensó que ninguno de los dosaportaría nada a la iniciativaradicalmente innovadora que él deseaba.La aparición de La conquista delEstado despertó un cierto interés ycuando uno de sus pasantes se afilió alas JONS, José Antonio le encargó queviese a Ledesma en su nombre; a juzgarpor el informe de su pasante, el líderjonsista parecía demasiado impulsivo eindisciplinado, frío y materialista[75].José Antonio buscaba un credo políticoque apelase a los sentimientos estéticos

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y a los instintos generosos, es decir unnacionalismo de estilo poético eidealista.

La subida de Adolfo Hitler al poder,el 30 de enero de 1933, aceleró elinterés de la derecha española por elcarácter y los objetivos delnacionalismo fascista. La primerapersona que se aprovechó de esacuriosidad tenía más ambicionescomerciales que políticas. Se trataba deManuel Delgado Bar reto, hábilperiodista, director del diario madrileñoLa Nación fundado durante la dictadurapara servir de portavoz a Primo deRivera, y que seguía estando

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patrocinado por antiguos dirigentes de laUnión Patriótica. Delgado decidiócapitalizar el interés despertado poraquel acontecimiento creando unsemanario titulado El Fascio, queestaría consagrado a la discusión decuestiones más o menos relacionadascon el fascismo. Difundió su propósitoentre los medios de la extrema derecha yobtuvo el número suficiente desuscripciones anticipadas paragarantizar el éxito de la publicación[76].Para llenar los números recabó losservicios de Ledesma y de sus colegas,quienes aceptaron encantados esaoportunidad de difundir su propia

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propaganda gratis. Delgado solicitóasimismo la colaboración de JoséAntonio Primo de Rivera y de unoscuantos escritores nacionalistas, entrelos que figuraban Rafael Sánchez-Mazasy Giménez Caballero.

El primer número de El Fasciodebía aparecer el 16 de marzo de 1933.Ninguno de los que escribían en él sehizo grandes ilusiones; la mayoría de loscolaboradores se daban cuenta de que elperiódico era, sobre todo, una aventuracomercial típica de la clase media, y elpropio Ledesma criticaba públicamenteel mimetismo del título. José Antonio,casi a regañadientes, colaboró con un

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vago artículo sobre la naturaleza delEstado nacionalista, al que se suponíadestinado a establecer una especie desistema permanente, que nunca llegó aexplicar claramente. Los restantesartículos ofrecían un repertorio deestilos que iban desde las lucubracionesfantasiosas de Giménez Caballero a laáspera dialéctica de Ramiro Ledesma.Algunos de los artículos casi parecíansimples traducciones de los puntos másabstractos de las doctrinas nazi yfascista[77].

El Fascio no llegó a sobrevivir aldía de su nacimiento. Con Alemania queacababa de caer en manos del

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nacionalsocialismo y los movimientosfascistas en pleno desarrollo en Austriae incluso en Francia, los liberales quedetentaban el poder no estabandispuestos a concederle la menoroportunidad en España. La edicióncompleta de El Fascio fue recogida, y elgobierno prohibió toda publicaciónulterior de dicho periódico[78].

En esa época era bien sabido queJosé Antonio se interesaba por elfascismo y que abrigaba ambicionesconcretas en tal sentido. Empezó, pues, arealizar por su cuenta serios intentospara reunir ciertas corrientes desimpatía más o menos dispersas, lo cual

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suscitó algún interés entre las derechas.Cuando Juan Ignacio Luca de Tena,director del influyente diariomonárquico ABC, escribió uncomentario haciendo una críticasimpática de El Fascio, José Antonioinició una amistosa polémica con dichoperiódico. En su primera carta esbozóuna visión abstracta e idealista delfascismo:

El fascismo no es una táctica —laviolencia. Es una idea— la unidad. Elfascismo nació para encender una fe, node derecha (que en el fondo aspira aconservarlo todo, hasta lo injusto) ni deizquierda (que en el fondo aspira a

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destruirlo todo, hasta lo bueno), sinouna fe colectiva, integradora,nacional…

En un Estado fascista no triunfa laclase más fuerte ni el partido másnumeroso —que no por ser másnumeroso ha de tener siempre razón,aunque otra cosa diga un sufragismoestúpido—, sino que triunfa el principioordenado común a todos, elpensamiento nacional constante, del queel Estado es órgano.

Si algo merece llamarse de veras unEstado de trabajadores es el Estadofascista. Por eso, en el Estado fascista—y ya lo llegarán a saber los obreros,pese a quien pese— los sindicatos detrabajadores se elevan a la directadignidad de órganos del Estado.

Sólo se alcanza dignidad humana

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cuando se sirve. Sólo es grande quien sesujeta a llenar un sitio en elcumplimiento de una empresagrande[79].

La respuesta de Luca de Tena,aunque no exenta de elogios, fuebastante precisa. Después de defender elderecho a la existencia de El Fascio,afirmaba que el esquema de JoséAntonio era excesivamente idealista yno tenía en cuenta la realidad política:

Con sólo poner la palabra«socialista» donde dice «fascista»podrían suscribir un concepto muyparecido los partidarios delmarxismo…

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Lo que nace del corazón no puedeimportarse. Y yo sospecho que tufascismo ha brotado de tu gran corazón,antes que de tu brillante inteligencia[80].

Durante la primavera de 1933 JoséAntonio mantenía correspondencia conamigos de su familia, colaboradorespolíticos de su padre, representantes delmundo de las finanzas españolas,monárquicos de mentalidad radical,jonsistas e ideólogos nacionalistas dediversas tendencias. Cada grupo teníasus propias ideas, a menudoextraordinariamente vagas, acerca de laforma que debía adoptar el movimientofascista. Entre todos los grupos

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interesados, José Antonio ibaadquiriendo una posición bien definida yaparecía como el candidato más idóneopara dirigir un movimiento organizado.García Valdecasas era demasiado tibio yacadémico y Ledesma demasiadoinestable.

Sin embargo, los hombres denegocios que se habían mostradointeresados en ayudar económicamente aun nuevo movimiento nacionalistamanifestaron escaso entusiasmo enapoyar a otro Primo de Rivera.Estimaban que un líder fascista debe serun hombre salido del pueblo, comoMussolini, o un soldado de primera

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línea, como Hitler; si se queríaconquistar a los obreros, tenía quehacerlo uno de los suyos.

El candidato que los financieros deBilbao hubieran deseado proponer erael pragmático dirigente socialistaIndalecio Prieto, cuya política se situabaa medio camino entre el reformismo y elradicalismo. Un hombre que habíaempezado su carrera vendiendoperiódicos en las calles de Bilbao era eltipo que respondía a las característicasque, según aquéllos, se requerían. Comopolítico práctico, Prieto nunca perdió elcontacto con los medios industriales yfinancieros de Vizcaya, y dentro del

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Partido Socialista procuró combatir laagitación irresponsable de losrevolucionarios idealistas. A cambio deello, los capitalistas bilbaínos le habíanbrindado refugio frente a la policía,durante los últimos días de lamonarquía. En 1932 confiaban en queestaría lo suficientemente disgustado delpalabreo y el obstruccionismo ejercidopor el ala izquierda del PartidoSocialista como para pensar en laposibilidad de desarrollar un socialismo«nacional». Pero Prieto demostró ser undirigente obrero abnegado yresueltamente progresista. Se negó apatrocinar cualquier variante de

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socialfascismo, aun cuando más tardemostrase cierto interés personal en elmovimiento nacionalsindicalista[81].

Otra posibilidad la ofrecía DemetrioCarceller, director de una compañía depetróleos de Canarias, que habíaascendido desde las filas delproletariado a una destacada posición enel mundo de los negocios. Carcellertenía talento, decisión y energía y no erareacio a la política. Sin embargo, laabsoluta falta de preparación políticaque revelaban las ideas de aquellosfinancieros acabó por hacerle perdertodo interés, aparte de que a él leinteresaba, sobre todo, hacer dinero[82].

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José Antonio se daba perfecta cuentadel recelo con que era mirado por loscírculos financieros, y negó los deseosque se le atribuían de querer convertirseen el caudillo del fascismo español.Confesaba a sus amigos que le gustaríacontribuir a formar un movimientopolítico de un tipo más auténtico ypopular que los existentes, pero noquería constituirlo por su propia cuenta.Afirmó que «tenía demasiadaspreocupaciones intelectuales para poderser un conductor de muchedumbres».«Mi vocación de estudiante es de lasque peor se compaginan con la delcaudillo», decía[83].

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El 24 de marzo de 1933, JoséAntonio autorizó a un viejo amigo ypariente lejano, Sancho Dávila, para queen su nombre tratase de organizar aaquellos elementos de Sevilla y Cádizque simpatizasen con un fascismonacionalista. A Dávila no le resultó fácilcumplir el encargo. El 2 de abril, JoséAntonio escribió a su primo JuliánPemartín, que secundaba a Dávila en esatarea:

La verdad es que el dar eficacia aesa idea sí es cosa que probablementeestá reservada a un hombre deextracción popular. El ser caudillo tienealgo de profeta, necesita una dosis de

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fe, de salud, de entusiasmo y de cóleraque no es compatible con elrefinamiento. Yo, por mi parte, serviríapara todo menos para caudillo fascista.La actitud de duda y el sentido irónico,que nunca nos dejan a los que hemostenido más o menos una curiosidadintelectual, nos inhabilitan para lanzarlas robustas afirmaciones sin titubeosque se exigen a los conductores demasas. Así pues, si en Jerez como enMadrid hay amigos cuyo hígado padececon la perspectiva de que yo quieraerigirme en Caudillo del Fascio, lespueden tranquilizar por mi parte[84].

José Antonio había encontrado unfirme colaborador en Julio Ruiz deAlda, el famoso aviador que había

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acompañado a Ramón Franco en elprimer vuelo transatlántico hasta BuenosAires, en 1926[85]. La Aviación militarespañola constituyó un fértil vivero deradicalismo durante la segunda décadadel siglo XX, pero la izquierda no teníapara Ruiz de Alda el menor atractivo.Militar de estilo sincero y directo, habíasido presidente de la FederaciónAeronáutica Española y habíadesempeñado cargos técnicos decarácter secundario durante la dictadura.Se sentía atraído por la llamada delnacionalismo y desconfiaba de lospartidos existentes. Una vez instauradala República, escribió al político

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catalán Francesc Cambó paramanifestarle que consideraba el sistemarepublicano como una completaequivocación y que lo que se requeríaera un «sistema totalitario». En 1931estableció contacto con Ledesma ydurante un breve período formó parte desu grupo, pero nunca tuvo nada que vercon las primitivas JONS[86].

Ruiz de Alda había contribuido a lacreación de una compañía española deTrabajos Aéreos Fotogramétricos,encargada de realizar una carta aérea deEspaña, destinada a proporcionar losdatos necesarios para un estudio de losrecursos hidráulicos de la nación. El

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proyecto se interrumpió en 1932, porqueel gobierno suspendió la subvencióndedicada a ello debido, en parte, a lossentimientos radicalmente derechistas deRuiz de Alda y de sus principalessocios, los hermanos Ansaldo.Amargados por este trato, establecieronun grupo de «Armamentos para laAviación» interesado en fomentar lanacionalización de una industria defabricación de aviones, prácticamenteinexistente[87]. A comienzos de 1933,diversas figuras de la derecha habíaniniciado algunos sondeos cerca de Ruizde Alda, en relación con la creación deun partido fascista nacional. Y en

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calidad de eventual candidato a ladirección de dicho partido, GiménezCaballero le hizo una entrevistadestinada a aparecer en El Fascio.

En estos medios Ruiz de Alda trabóconocimiento con José Antonio. Seconsideraron mutuamente más sinceros eidealistas que la serie de oportunistas yde reaccionarios que les rodeaban ydescubrieron, con satisfacción mutua,que podían trabajar juntos. Deseabanfundar un movimiento fascista, peroacorde con sus propios puntos de vista yno según los del Banco de Bilbao[88].

Ruiz de Alda era hombre sensato ybuen organizador. Era absolutamente

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incapaz de hablar en público, pero sutalento sólido y metódico contribuyó aveces a controlar a José Antonio cuandoéste daba rienda suelta a su retórica. Elgrandilocuente concepto de la nacióncomo un destino en lo universalresultaba demasiado determinista parael sencillo activismo de Ruiz de Alda.El aviador hubiese preferido decir una«unidad de misión», pero su lenguaje nose compaginaba bien con el de JoséAntonio[89].

Tardaron dos meses en conjugarplenamente sus esfuerzos y durante algúntiempo actuaron por separado, aunqueparalelamente. El primer título que José

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Antonio propuso para el nuevo grupo fueel de Movimiento Español Sindicalista,denominación bastante abstracta y vaga.Ruiz de Alda deseaba poner la etiqueta«FE» a sus folletos de propaganda, loque podía significar tanto FascismoEspañol como Falange Española. Losfinancieros derechistas aportaron enseguida la ayuda económica necesaria ya principios del verano de 1933 habíanempezado a circular por la capital unaserie de octavillas divulgando laexistencia de un modelo idealista delnacionalsindicalismo[90].

Esta nueva actividad, unida a lacreciente energía puesta de manifiesto

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por los jonsistas en Madrid, asustó a laDirección General de Seguridad, que seveía acuciada por los socialistas para noconceder la menor oportunidad a losfascistas. Entre el 19 y el 22 de julio de1933 fueron detenidos centenares depresuntos fascistas, en toda España[91].Prudentemente, Ruiz de Alda y JoséAntonio se apartaron de la circulacióndurante unos cuantos días, pero Ledesmafue detenido junto con una heterogéneacolección de jonsistas, anarquistas,monárquicos, albiñanistas, oficialesretirados y antiguos «upetistas» de ladictadura. Noventa de los principaleselementos sospechosos permanecieron

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arrestados durante una o dos semanas,hasta que al fin la policía quedóconvencida de que no existía el menorpeligro de «complot fascista».

José Antonio y Ruiz de Aldareanudaron sus planes de organizaciónen agosto. Trataban de convencer aGarcía Valdecasas para que disolviesesu Frente Español y se uniera a ellos.Valdecasas estaba decididamenteinteresado en el proyecto, pero vacilabaantes de entregarse totalmente a él. Afinales del mes, los tres celebraron unareunión con Ledesma en Bilbao, en elcurso de la cual estudiaron laposibilidad de unificar las fuerzas con

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las JONS, bajo una nueva denominación.Ledesma reconoció más tarde que enaquella ocasión se había mostrado«quizá demasiado intransigente[92]».

Propuso que José Antonio y Ruiz deAlda dedicaran sus esfuerzos a ampliarlas JONS que serían dirigidas más tardepor un triunvirato presidido por JoséAntonio. Sin embargo, éste insistió en lanecesidad de crear un nuevo partido,capaz de atraer no sólo a los elementosconservadores que fueron partidarios desu padre, sino a otros elementos quedesdeñaban a las JONS y propuso queeste nuevo partido se llamase FascismoEspañol. Ledesma dijo que estos títulos

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y actitudes de segunda mano estabanfuera de lugar e interrumpió lasconversaciones[93].

A finales de septiembre, JoséAntonio y Ruiz de Alda habíanterminado los preparativos de laorganización y decidieron hacer públicosu movimiento en la primeraoportunidad que se presentase de uncambio en el panorama políticonacional[94]. Ésta no se hizo esperarmucho tiempo. En octubre se formó ungobierno de transición que disolvió lasCortes y convocó nuevas eleccionespara mediados de noviembre de 1933.Las restricciones para la propaganda

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política, establecidas a primeros de año,fueron levantadas, y durante la campañaelectoral se concedió una absolutalibertad de expresión.

Al amparo de sus vinculacionesfamiliares y de su probada oposición ala ideología liberal, se le ofreció a JoséAntonio un puesto en las candidaturasderechistas de Madrid y de Cádiz[95].Rechazó el ofrecimiento de presentarseen Madrid porque, de salir elegido,hubiese podido encontrarse ligado a lacircunspecta política clerical de laCEDA[96]. La candidatura por Cádiz,que había sido preparada con la ayudade los viejos amigos de su oligarquía

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familiar, presentaba muchos menosligámenes. Aceptó por lo tanto estaúltima proposición, que le ofreció unpuesto seguro en las Cortes y unaplataforma para su propia propaganda.Y decidió hacer públicassimultáneamente la presentación de sucandidatura política y la fundación delnuevo movimiento.

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L

CAPITULO IV

FUNDACIÓN DE LA FALANGE

a creación del nuevo movimientonacionalsindicalista de José

Antonio fue hecha pública durante unmitin político celebrado en el Teatro dela Comedia de Madrid, en la tarde del

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domingo 29 de octubre de 1933. Elteatro había sido cedido gratuitamentepor su propietario, amigo de la familiaPrimo de Rivera. El acto fueretransmitido por radio y en el mismohablaron tres oradores: José AntonioPrimo de Rivera, Julio Ruiz de Alda yAlfonso García Valdecasas[97].Asistieron al acto unas dos milpersonas, en su mayor partesimpatizantes derechistas; RamiroLedesma y un grupo de jonsistasasistieron al acto ocupando un palcopróximo a la presidencia[98].

Sin duda alguna, el punto culminantede la jornada lo constituyó el discurso

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de José Antonio. Su estilo de elevadaretórica e intensamente poético marcó lapauta de los primeros llamamientos dela Falange, y como primera declaraciónoficial de los objetivos del partido,merece ser transcrito con algunaextensión:

… Y por último, el Estado liberalvino a depararnos la esclavitudeconómica, porque a los obreros, contrágico sarcasmo, se les decía: «soislibres de trabajar lo que queráis; nadiepuede compeleros a que aceptéis unas yotras condiciones; ahora bien: comonosotros somos los ricos, osofrecemos las condiciones que nosparecen; vosotros, ciudadanos libres, si

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no queréis, no estáis obligados aaceptarlas; pero vosotros, ciudadanospobres, si no aceptáis las condicionesque nosotros os impongamos, moriréisde hambre, rodeados de la máximadignidad liberal»…

… Por esto tuvo que nacer, y fuejusto su nacimiento (nosotros norecatamos ninguna verdad), elsocialismo. Los obreros tuvieron quedefenderse contra aquel sistema, quesólo les daba promesas de derechos,pero no se cuidaba de proporcionarlesuna vida justa.

Ahora que el socialismo, que fueuna reacción legitima contra aquellaesclavitud liberal, vino a descarriarse,porque dio, primero, en lainterpretación materialista de la vida yde la historia; segundo, en un sentido de

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represalia; tercero, en una proclamacióndel dogma de la lucha de clases.

[…]La Patria es una unidad total en que

se integran todos los individuos y todaslas clases; la Patria no puede estar enmanos de la clase más fuerte ni delpartido mejor organizado. La Patria esuna síntesis trascendente, una síntesisindivisible, con fines propios quecumplir; y nosotros lo que queremos esque el movimiento de ese día, y elEstado que cree, sea el instrumentoeficaz, autoritario, al servicio de esaunidad indiscutible, de esa unidadpermanente, de esa unidad irrevocableque se llama Patria.

Y con eso ya tenemos todo el motorde nuestros actos futuros y de nuestraconducta presente, porque nosotros

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seríamos un partido más si viniéramos aenunciar un programa de solucionesconcretas. Tales programas tienen laventaja de que nunca se cumplen. Encambio, cuando se tiene un sentidopermanente ante la historia y ante lavida, ese propio sentido nos da lassoluciones ante lo concreto, como elamor nos dice en qué caso debemosreñir y en qué casos nos debemosabrazar, sin que un verdadero amor tengahecho un mínimo de programa deabrazos y de riñas.

He aquí lo que exige nuestro sentidototal de la Patria y del Estado que ha deservirla:

Que todos los pueblos de España,por diversos que sean, se sientanarmonizados en una irrevocable unidadde destino.

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Que desaparezcan los partidospolíticos. Nadie ha nacido nuncamiembro de un partido político; encambio nacemos todos miembros deuna familia; somos todos vecinos de unMunicipio; nos afanamos todos en elejercicio de un trabajo…

Queremos menos palabrería liberaly más respeto a la libertad profunda delhombre. Porque solo se respeta lalibertad del hombre cuando se leestima, como nosotros le estimamos,portador de valores eternos; cuando sele estima envoltura corporal dé un almaque es capaz de condenarse y desalvarse. Sólo cuando al hombre se leconsidera así, se puede decir que serespeta de veras su libertad, y mástodavía si esa libertad se conjuga, comonosotros pretendemos, en un sistema de

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autoridad, de jerarquía y de orden.[…]Y queremos, por último, que si esto

ha de lograrse en algún caso por laviolencia, no nos detengamos ante laviolencia. Porque ¿quién ha dicho —alhablar de «todo menos de violencia»—que la suprema jerarquía de los valoresmorales reside en la amabilidad? ¿Quiénha dicho que cuando insultan nuestrossentimientos, antes que reaccionarcomo hombres, estamos obligados a seramables? Bien está, sí, la dialécticacomo primer instrumento decomunicación. Pero no hay másdialéctica admisible que la dialéctica delos puños y de las pistolas cuando seofende a la justicia o a la Patria.

[…]Pero nuestro movimiento no estaría

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del todo entendido si se creyera que esuna manera de pensar tan sólo; no es unamanera de pensar: es una manera de ser.No debemos proponernos sólo laconstrucción, la arquitectura política.Tenemos que adoptar, ante la vidaentera, en cada uno de nuestros actos,una actitud humana, profunda ycompleta. Esta actitud es el espíritu deservicio y de sacrificio, el sentidoascético y militar de la vida. Así, pues,no imagine nadie que aquí se reclutapara ofrecer prebendas; no imaginenadie que aquí nos reunimos paradefender privilegios. Yo quisiera queeste micrófono que tengo delantellevara mi voz hasta los últimosrincones de los hogares obreros, paradecirles: sí, nosotros llevamos corbata;sí, de nosotros podéis decir que somos

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señoritos. Pero traemos el espíritu delucha precisamente por aquello que nonos interesa como señoritos; venimos aluchar porque a muchos de nuestrasclases se les imponga sacrificios durosy justos, y venimos a luchar porque unEstado totalitario alcance con susbienes lo mismo a los poderosos que alos humildes. Y así somos, porque asilofueron siempre en la historia, losseñoritos de España. Así lograronalcanzar la jerarquía verdad era deseñores, porque en tierras lejanas, y ennuestra patria misma, supieronarrostrarla muerte y cargar con lasmisiones más duras, por aquello queprecisamente, como a tales señoritos,no les importaba nada.

Yo creo que está alzada la bandera.Ahora vamos a defenderla alegremente,

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poéticamente. Porque hay algunos quefrente a la marcha de la revolucióncreen que para aunar voluntadesconviene ofrecer las soluciones mástibias; creen que se debe ocultar en lapropaganda todo lo que pueda despertaruna emoción o señalar una actitudenérgica y extrema. ¡Qué equivocación!A los pueblos no los han movido nuncamás que los poetas, y ¡ay del que nosepa levantar frente a la poesía quedestruye, la poesía que promete!

En un movimiento poético, nosotroslevantaremos este fervoroso afán deEspaña; nosotros nos sacrificaremos;nosotros renunciaremos, y de nosotrosserá el triunfo, triunfo que —¿para quéos lo voy a decir?— no vamos a lograren las elecciones próximas. En estaselecciones votad lo que os parezca

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menos malo. Pero no saldrá de ahínuestra España ni está ahí nuestromarco. Eso es una atmósfera turbia, yacansada, como de taberna al final de unanoche crapulosa. No está ahí nuestrositio. Yo creo, sí, que yo soy candidato;pero lo soy sin fe y sin respeto. Y estolo digo ahora, cuando ello puede hacerque se me retraigan todos los votos. Nome importa nada. Nosotros no vamos air a disputar a los habituales los restosdesabridos de un banquete sucio.Nuestro sitio está fuera, aunque tal veztransitemos, de paso, por el otro.Nuestro sitio está al aire libre, bajo lanoche clara, arma al brazo, y en lo altolas estrellas. Que sigan los demás consus festines. Nosotros, fuera, envigilancia tensa, fervorosa y segura, yapresentimos el amanecer en la alegría

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de nuestras entrañas[99].

Aunque era evidente que el nuevomovimiento obtendría mayor resonanciaque las JONS, la prensa política no lotomó en serio.

El diario liberal más influyente delpaís, El Sol, lo calificó acertadamentecomo «un movimiento poético»,preocupado por el estilo y la formaexterna: «Lo rechazamos, en primerlugar, por querer ser fascismo…, y ensegundo lugar, por no serlo de veras, porno ser un fascismo hondo yauténtico[100]». La mayoría de lasderechas coincidieron con este juicio,

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aunque, por su parte, Acción Española,la revista intelectual clerical-corporativa-monárquica, recibió muyfavorablemente al nuevo movimiento. Enun artículo del dirigente tradicionalistaVíctor Pradera se exponían lascoincidencias con elantiparlamentarismo corporativista delcarlismo[101]. En realidad, únicamentelos reaccionarios clericales supieronver las posibilidades de la nuevaorganización.

El gobierno de Martínez Barrioadoptó una actitud casi benévola conrespecto al nuevo movimiento. El mitindel Teatro de la Comedia se desarrolló

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sin el menor incidente, bajo laprotección de la policía[102]. José MaríaCarretero, el comentarista másdestacado de la extrema derecha,escribió: «Ya es un poco sospechosoque el primer acto público fascistaterminara en un ambiente de pacíficanormalidad. Yo, al salir de la Comedia yllegar a la calle, despejada, tranquila,tuve la sensación de haber asistido a unahermosa velada literaria delAteneo[103]».

El movimiento no tuvo unadenominación hasta el 2 de noviembre,en que se celebró la reunión oficial de laorganización. Ruiz de Alda, o Sánchez

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Mazas —uno de los dos— fue quiendecidió la elección de «FalangeEspañola», término que había sonadobastante en los últimos tiempos[104].

La Falange fue el quinto partido deextrema derecha que se formaba enEspaña. De los restantes, la ComuniónTradicionalista (los carlistas) semantenía en su habitual aislamiento, y nilas JONS ni los «albiñanistas» contabanpara nada[105]. Los dirigentes del grupomonárquico de Renovación Españolanunca constituyeron una gran ayuda parael movimiento fascista, pero, debido a lagran dispersión de las fuerzas políticasexistentes en España, consideraron más

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prudente infiltrarse en la Falange quepretender ignorarla. Como consecuenciade ello, un cierto número de fanáticosmonárquicos se afiliaron a Falangedurante el invierno y la primavera de1934. Tácitamente estaban dirigidos porJuan Antonio Ansaldo y su hermano,destacados activistas de RenovaciónEspañola, aviadores profesionales yamigos personales de Julio Ruiz deAlda[106].

Durante los dos o tres primerosmeses, bastante gente se adhirió alnuevo movimiento. Mientras las JONSposeían solamente unos centenares demiembros adultos en toda España, la

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Falange pronto pudo contar con variosmiles de afiliados. Este éxito inicial sedebía, en gran parte, a la aureola deprimorriverismo conservador y denacionalismo vinculado al nombre deJosé Antonio; un númerodesproporcionadamente grande de losque se sintieron atraídos inicialmentepor el partido eran gentesconservadoras, oficiales retirados delEjército y antiguos «upetistas». Estoselementos conservadores sólo erancontrarrestados por un reducido núcleode estudiantes fascinados por la retóricade José Antonio. El programa políticode la Falange era vago y nebuloso; se

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consideraba, en general, como laexpresión del fascismo español, perocada uno de sus miembros tenía supropia noción de su significado.

En aquella época, los dirigentes delpartido no parecían estar mucho mejorinformados. José Antonio no habíaseñalado objetivos concretos, niestablecido ningún programa para eldesarrollo del partido, ni esbozado laslíneas generales de la táctica a adoptar;se limitaba a seguir hablando del«movimiento poético». Ruiz de Alda noservía de mucho en cuestiones deideología, y resultó imposible lograr lacooperación de García Valdecasas. A

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los quince días del acto fundacional dela organización, García Valdecasas secasó con una marquesa, emprendió unlargo viaje de bodas y nunca más volvióal partido. Temeroso de que elmovimiento se desprestigiara odegenerase en una cuadrilla deviolencias callejeras, decidió no tener lamenor participación en el mismo[107].

Durante los primeros meses de laFalange, José Antonio se dedicó casiexclusivamente a exponer las basesteóricas de su actitud política, aunque,incluso entre los propios miembros delpartido, muy pocos le prestabanatención. Según su filosofía, el

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individuo sólo adquiere toda suverdadera importancia cuando seconsagra a alguna noble tarea colectiva.«La vida no vale la pena de vivirla si noes para quemarla al servicio de una granempresa[108]». Las grandes empresassólo podían realizarse mediante la uniónlibre y entusiasta de los individuos. Ylos individuos, ligados entre sí por latradición histórica, la cooperaciónmaterial y el destino común, formaban lanación. Únicamente la nación podíagarantizar la libertad de los individuosporque la ley y la justicia emanan de sudesarrollo histórico y sólo aquélla podíaimponerlas gracias a su superior

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autoridad moral[109]. Dando un paso másen este razonamiento, la nación sólopodía cumplir su misión y mantener laintegridad de sus institucionesofreciendo a todos los ciudadanos undestino común, que debería realizarse através de una empresa nacionaltrascendente. Es decir, que la naciónúnicamente podía concebirse comoImperio. Cuando la nación perdía elsentido de su vocación trascendente y desu destino común, cuando las clases ylas regiones perseguían sus propiosfines, toda la estructura ética de la vidanacional se hacía pedazos. Las luchassociales, la miseria económica y las

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discordias políticas sólo se terminaríancuando los españoles volvieran a sercapaces de forjar su propio destinocomún en el mundo.

El equivalente en lo económico de lanoción de la comunidad de destino loconstituía una especie de coordinación(dirigida, por ejemplo, a través de unsistema sindical de ámbito nacional)capaz de garantizar la justiciaeconómica y de mejorar la producciónmaterial. Al principio, las ideas de JoséAntonio sobre la reconstruccióneconómica no iban mucho más allá; en1933 y 1934 todavía seguía preocupadoen establecer el esquema de su

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concepción nacionalista.La noción del «destino en lo

universal» de José Antonio, que éstehabía tomado de un concepto de Ortega,tenía escasa aplicación práctica[110]. Enrealidad nunca aclaró si dicha fraseimplicaba una restauración del dominiocultural español o una resurrección delImperio español. Aunque los sueñosimperiales resultaban francamenteabsurdos teniendo en cuenta los flacosrecursos españoles, José Antonio norenunciaba a soñar. Al parecer estabaconvencido de que Europa iba aconvertirse en una zona de conflictos,que podría determinar importantes

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modificaciones territoriales en elcontinente y en África del Norte.Personalmente, José Antonio tenía quereprimir sus sentimientos anglófilos yera un gran admirador de Kipling[111].Pero, como intelectual, había asimiladola propaganda antiliberal de sugeneración y, al igual que Ledesma,creía que el fin del orden liberaloccidental estaba muy próximo. SiEspaña lograba rejuvenecerse a tiempopara poder seguir la dinámica de lanueva tendencia nacionalista, estaría encondiciones de incrementar susposesiones territoriales y su influenciainternacional. Más tarde, en el curso de

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algunas conversaciones privadas, JoséAntonio llegó a hablar seriamente de laabsorción de Portugal[112].

José Antonio deseaba que Españadiese un gran salto histórico, superandoa la vez el atraso feudal y el capitalismoliberal. Al parecer, nunca se le ocurriópensar que tal vez fueran lasposibilidades del liberalismo —y no suincapacidad— la causa de la inquietaexcitación reinante en España, que nuncahabía conocido un honrado sistemarepresentativo liberal. En vez de tratarde ayudar a la nación a resolver susprofundas diferencias, José Antonio ysus compañeros se proponían acabar

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con la mecánica del gobiernoparlamentario para sustituirlo por unsistema abstracto, sostenido por unospocos y comprendido por un número aúnmás reducido. Creía que una élite, o«minoría creadora» era capaz derealizar la grandeza de la nación,olvidando que una élite sólo puedevencer la resistencia de una mayoríamediante el ejercicio de un poderterrorista y deshumanizado.

José Antonio obtuvo fácilmente supuesto en las Cortes en las elecciones de1933, alcanzando el segundo lugar en lalista derechista de Cádiz[113].Mediatizado por la corrupción de los

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políticos andaluces, no tomó parteactiva en las nuevas Cortes[114]. Sinembargo, tuvo buen cuidado en causaruna buena impresión en ellas, salvocuando tuvo que defender la reputacióno la ejecutoria de su padre, cuestión enla que se mantuvo intransigente.Preparaba sus poco frecuentes discursoscon gran cuidado y le complacíaimpresionar favorablemente a losgrandes oradores de la izquierda, comoPrieto o Azaña. Su elocuencia y suencanto personal le hicieron ganarnumerosos amigos en el Parlamentonacional. El reaccionario clericalRamiro de Maeztu manifestó que, por la

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elegancia de su figura y ademanes, eljefe de la Falange le recordaba más aljoven Ramsay Mac Donald que aMussolini o a Hitler. El camarada yantagonista de José Antonio, JuanAntonio Ansaldo, solía decir de él queparecía la perfecta imagen de unverdadero presidente de la LigaInternacional Antifascista[115].

En el momento de la fundación de laFalange, los iniciadores delnacionalsindicalismo en España, las JONS, estaban empezando adesarrollarse. Según Ramiro Ledesma,«el año de 1933 es el verdadero año delas JONS[116]». Los esfuerzos para crear

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un sindicato estudiantil en laUniversidad de Madrid, durante laprimavera de aquel año, tuvieron ungran éxito: cuatrocientos estudiantes seafiliaron inmediatamente[117]. Tambiénse formó un sindicato de taxistas,mientras un centenar de jóvenesactivistas se organizaron en escuadrasde cuatro para dar la batalla en lascalles[118], A mayor abundamiento, unoscuantos elementos adinerados de laderecha se prestaron una vez maráproporcionar una módica contribuciónpara subvencionar la agitación radicalde Ledesma, quien obtuvo suficientedinero para empezar a publicar una

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nueva revista mensual de propaganda delis JONS[119]. En el verano de 1933 losgrupos nacionalsindicalistas actuaban enocho ciudades españolas. Ninguno dedichos grupos contaba con más de unasdocenas de miembros, pero dos de ellos(en Valencia y Zaragoza) empezaron apublicar sendos semanarios[120]. Aunqueel número total de sus seguidores nollegaba aún a los quinientos (sin contar alos estudiantes universitarios), Ledesmaempezó a ver por primera vez el cieloabierto.

Sin embargo, estas perspectivas departido viéronse pronto desvanecidasante la oleada de interés suscitado por la

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Falange, que contaba con mayoresrecursos financieros y más facilidadespara la propaganda. Como reconoció elpropio Ledesma más tarde, «el ingresode nuevos militantes y el cursoascendente de las JONS encallóvisiblemente a raíz de la aparición deFE[121]».

Ambos partidos sufrieron lasconsecuencias de la victoria de lasderechas moderadas en las eleccionesde 1933. Era evidente que mientras losconservadores españoles pudieranconseguir sus objetivos por mediosparlamentarios jamás apoyarían a unospartidos totalitarios. Después de la

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caída de Azaña, tanto Ledesma comoJosé Antonio trataron de captarse a losliberales desengañados, pero muy pocosde entre ellos habían perdido la fe. Elsector más numeroso de todos, el de lostrabajadores, se volvía cada día másintransigente. Con tan escaso apoyopotencial, los dos movimientosnacionalsindicalista rivales tenían muyescasas posibilidades de subsistir enEspaña.

Durante el invierno de 1933 a 1934se hizo una considerable presión sobreLedesma para que accediese a la fusiónde las JONS con la Falange[122]. Elprincipal sostén del jonsismo, los

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estudiantes, habían empezado a desertar,atraídos por la retórica de José Antonioy la abundante propaganda de laFalange. Mientras los incidentesprovocados por la venta de losperiódicos políticos de los partidos ibanen aumento, centrando toda la atenciónsobre la Falange, las posibilidades delas JONS se encontraban«paralizadas[123]». Los recursosfinancieros que momentáneamentehabían afluido a las JONS volvían aescasear, el mundo de los negocios sóloestaba dispuesto a sostener unmovimiento fascista, y la Falange era elpartido más numeroso y más seguro. Al

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propio tiempo, los dirigentes de laFalange se encontraban con ciertasdificultades para mantener la disciplinay José Antonio creyó que la fusión conlas JONS permitiría controlar másfácilmente al amorfo grupo dereaccionarios incorporados a laFalange. Por su parte, Ledesma acabópor reconocer que:

Los enormes defectos que seadvertían en FE eran, quizá, de signotransitorio, y podían ser anulados ovencidos. En cuanto a aquella masa dealuvión (la Falange), carecía de vigor yde una conciencia histórica unidad porlo que no había de resultar difícildesplazarla dé las zonas de dirección.

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De otra parte, las JONS, manejando laresonante plataforma de FE, podíanconseguir con relativa facilidad lapopularización de sus ideas[124].

Ledesma creía, además, que lamentalidad militar de Ruiz de Alda y susaspiraciones semitotalitarias eran muyfavorables al jonsismo y podrían decidirel equilibrio de fuerzas interno en suprovecho.

El 11 de febrero de 1934, el ConsejoNacional de las JONS, representado porlos nueve grupos jonsistas existentes, sereunió en Madrid para discutir elproblema de la fusión con laFalange[125]. Una mayoría de los quince

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miembros del Consejo votó en favor deestudiar las condiciones de launificación, aun denunciando los«graves errores» existentes en laFalange y que se proponían rectificar.Como tanto José Antonio como Ruiz deAlda estaban no menos deseosos delograr aquella unión, fue fácil llegar a unacuerdo. Se acordó que, en lo sucesivo,el nuevo movimiento se denominaríaFalange Española de las Juntas deOfensiva Nacional-Sindicalista, o, parano fatigarse demasiado, FE de las JONS.Todas las consignas y emblemasjonsistas (el yugo y las flechas y labandera roja y negra) fueron adoptadas

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oficialmente por la nuevaorganización[126]. El movimientounificado sería dirigido por untriunvirato integrado por José AntonioPrimo de Rivera, Ramiro LedesmaRamos y Julio Ruiz de Alda. JoséAntonio insistió en que Ledesmaaceptase el carnet número 1 de laFalange, como reconocimiento de suantigüedad. José Antonio tuvo el número2, Redondo el 3, Ruiz de Alda el 4 y asísucesivamente. Cada unidad local de laFalange debería llamarse una JONS[127].

En términos generales, los dosgrupos poseían gran semejanza, y launión funcionó bien, aunque los

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elementos monárquicos y conservadoresque se habían comprometido a laboraren pro del «fascismo español» nosintieron gran entusiasmo por ladialéctica revolucionaria de las JONS.El único miembro que abandonó elreducido grupo de seguidores deLedesma fue Santiago Montero Díaz,profesor de historia y antiguo dirigentede la juventud comunista, que era el jefedel grupo de las JONS de la Universidadde Santiago de Compostela. Al presentarsu dimisión en una carta dirigida aLedesma manifestaba que elnacionalsindicalismo solo podíaprosperar sobre la base de una

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«rivalidad revolucionaria» con elmarxismo. Las «limitacionesderechistas»; de la Falange seríanfatales, afirmaba. «A pesar de todas lasdeclaraciones verbalistas en contrario,las gentes, el contenido y las maneraspolíticas de la Falange están en abiertaoposición a la revoluciónnacional…»[128].

Pese a que las diferencias depersonalidad entre Ledesma, elintelectual proletario y José Antonio, elesteta aristocrático, no pudieronsuperarse jamás, los jonsistas reforzaronconsiderablemente a la Falange[129].Ledesma estaba en lo cierto al creer que

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la retórica revolucionaria de las JONSprevalecería efectivamente sobre tossentimientos monárquico-upetistas de laFalange. Al mes siguiente a la fusión, lapropaganda de Falange empezó aadoptar el tono y el contenidocaracterísticos de Ledesma y Redondo;ello contribuyó a rellenar el fosoexistente entre la incapacidad oratoriade Ruiz de Alda y la delicada tensiónespiritual del estilo de José Antonio. Enlo sucesivo, la ideología falangistaadoptó el tono estético de José Antonio,y una gran parte de su contenidopráctico, de Ramiro Ledesma.

Obligado a competir con Ledesma

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para conservar la dirección interna delmovimiento, José Antonio empezó adedicar una atención creciente a losobjetivos revolucionarios, y todavíacontribuyeron más a empujarle en esesentido las vacilaciones de los viejoselementos conservadores de la Falange.Aunque la ayuda económica de éstos eraesencial, en 1934 José Antonio empezóa darse cuenta de que tendría queprescindir de ella para seguir adelante;de no hacerlo así, acabarían destrozandoel partido y abandonándole, comohicieron con su padre. Pero la ruptura nose produjo inmediatamente, ya que elpartido acababa de entrar en un período

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de crisis interna que duraría un año.

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C

CAPITULO V

POESÍA Y TERRORISMO

uando José Antonio hablaba en laComedia de «un movimiento

poético», no era simplemente para haceruna frase, sino que estaba decidido aproporcionar a la Falange un estiloliterario y estético. Desde la creacióndel primer semanario oficial del

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movimiento, FE, en diciembre de 1933,José Antonio pareció más preocupadopor encontrar el tono más adecuado alórgano de su partido que por losurgentes problemas de carácter práctico,y en los turbulentos años posterioresjamás abandonó esta preocupaciónestética[130].

Sus más inmediatos colaboradoreseran amigos personales suyos yescritores de segunda fila más queverdaderos sindicalistas. Uno de losactivistas los ridiculizaba calificándolesde la «corte de poetas y de literatos» deJosé Antonio[131]. Pero éste permanecíaindiferente a tales críticas, y en 1934 y

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1935 su tertulia de «La ballena alegre»—café literario de Madrid— siguióestando muy concurrida. Uno de susprincipales animadores era RafaelSánchez Mazas, periodista algo poeta deBilbao, que se convirtió en «elproveedor de retórica de laFalange[132]». Otros jóvenes poetas quefrecuentaban el círculo eran José MaríaAlfaro, Agustín de Foxá, Samuel Ros yDionisio Ridruejo.

El interés de José Antonio porcultivar una concepción estética de lapolítica no era algo insólito comopudiera creerse. Todos los ideólogosnacionalsindicalistas habían tributado su

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homenaje a Unamuno, Ortega, ÁngelGanivet y Pío Baroja, a los queconsideraban como sus «precursores»entre los de la «generación del noventa yocho[133]».

El propio Ledesma había soñadodurante algún tiempo en atraer ahombres de esta clase. Y acaso JoséAntonio tenía tanto empeño en conseguirla adhesión de los intelectualesespañoles debido a los desaires quetuvo que soportar de ellos. En 1934escribió una carta a Ortega y Gasset,creyendo que tal vez el filósofo estaríabien impresionado por el tonointelectual de la Falange, pero no lo

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estaba. Unamuno tuvo al principio unamejor disposición hacia la Falange queOrtega, aun cuando había condenado alas primitivas JONS; en marzo de 1935,con ocasión de un mitin en Salamanca,recibió a José Antonio en su propiacasa. Sin embargo, pronto cambió deopinión y acusó al partido de contribuira la «desmentalización» de lajuventud[134]. Al final, José Antonio sevio obligado a combatir el desdén de losprincipales intelectuales españoles en su«Homenaje y reproche a Ortega yGasset» y en otros escritos. El fracasode su intento de captarse a hombres dela categoría de Ortega acrecentó su

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deseo de crear una nueva intelectualidaden torno del nacionalsindicalismo.

Todos los miembros del grupoliterario falangista eran castellanos(excepto el bilbaíno Sánchez-Mazas y elgallego Montes) y, como casi todos losescritores posteriores a la generación de1898, pertenecían a la clase media[135].Formados en las regiones mástradicionalistas de España, aportaron ala Falange un vocabulario de exaltaciónmística, de sacrificio y violencia, demisión nacional y de revoluciónapasionada, cuya mezcla era capaz deembriagar a la juventud. Desde elprincipio, fueron los estudiantes quienes

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respondieron con mayor fervor a lapropaganda falangista; ellos fueronquienes hicieron de José Antonio suídolo político, y los que aportaron elidealismo y los primeros mártires queinfundieron espíritu y vigor al partido.Los estudiantes inscritos en la Falangenunca llegaron a constituir más que unainsignificante minoría dentro delestudiantado de la nación, perocompensaban con su entusiasmo suescaso número.

En 1931 los sectores másfervientemente republicanos de lapoblación española los constituían losestudiantes universitarios con

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mentalidad política y la intelectualidad.La Asociación de Estudiantes Católicoscontaba normalmente con una mayoríade los estudiantes, muchos de los cualesprocedían de familias de buena posiciónsocial[136]. Pero los estudiantes másdinámicos y enérgicos pertenecían a laFederación Universitaria Escolar (FUE),asociación estudiantil de este caráctersocialistas liberal fundada en 1927 yque en 1931 llegó a constituir unaauténtica fuerza política nacional. Lasmediocres realizaciones del gobierno deAzaña desilusionaron a algunos jóvenessocialistas y en 1932 empezó aextenderse en las filas de la FUE un

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sentimiento de rebeldía.Cuando en marzo de 1933 cerca de

cuatrocientos estudiantes de bachilleratoy universitarios de Madrid decidieronafiliarse a un sindicato de las JONS, sehizo evidente que la FUE ya no podríaaspirar a seguir contando con laadhesión de todos los estudiantes laicos.

Del mismo modo que los estudiantesuniversitarios habían sido los primerosen dar su apoyo a La conquista delEstado, de Ledesma, fueron también losque formaron el núcleo activo delprimer sindicato de Falange, elSindicato Español Universitario (SEU).En realidad eran los mismos estudiantes.

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Matías Montero Rodríguez de Trujillo,que había redactado el primer escrito deapoyo recibido por RamiroLedesma[137], fue uno de los tresestudiantes que colaboraron con Ruiz deAlda en la redacción de los Estatutosdel SEU[138].

La poesía falangista arrastró tambiéna algunos de los estudiantes másdecididos de las clases altas, queabandonaron la FUE[139]. Cuando aúltimos de noviembre de 1933 seorganizó el SEU, en seguida contó connumerosos miembros en Madrid ypronto ganó nuevos adeptos en lasUniversidades de provincias,

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principalmente en la de Sevilla. Sumayor enemigo era la FUE, al que sepropuso destruir empleando toda clasede medios: ridiculizándola conpropaganda y hasta mediante laprovocación física. En una conferenciaal SEU de Madrid, pronunciada pocosmeses después, Ruiz de Alda manifestó:«Nuestro objetivo es la destrucción dela FUE, a la que tenemos que hacerdesaparecer, bien absorbiéndola,dividiéndola o suprimiéndola… Y hayque arrastrar a la Asociación deEstudiantes Católicos a la lucha[140]».En la Universidad no podía haberneutrales.

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Desde el principio, losnacionalsindicalistas habían habladomucho de violencia. En el mitin de laComedia, José Antonio habló decombatir a la izquierda con la«dialéctica de los puños y las pistolas»y Ruiz de Alda declaró que losizquierdistas serían tratados como a«enemigos en estado de guerra». JoséAntonio explicó que aunque la violenciatenía una importancia secundaria en elprograma de la Falange, estabaplenamente justificada en su lugar ymomento adecuados[141]. «La violenciano es censurable en sí misma»,afirmaba, salvo «cuando se emplea

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contra la justicia[142]».Los dirigentes falangistas tal vez

creyeron que sus discursos no seríantomados en serio por las izquierdas,pero se equivocaron. Los socialistasestaban escocidos y preocupadosdespués de haber perdido las eleccionesen 1933; los marxistas se habían lanzadoen plena violencia callejera durante lacampaña electoral, y estaban dispuestosa seguir produciendo disturbios[143]. Laizquierda, que había sacado pocoprovecho de su participación en lacoalición gubernamental durante más deun año, temía una reacción de laderecha. Alemania había asistido al

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triunfo de los nazis durante el inviernoanterior; Dollfuss se disponía a disolvera los socialistas austríacos y el régimenparlamentario francés se encontraba enplena descomposición: España parecíaconstituir la última esperanza delsocialismo europeo. Los socialistas sehabían podido permitir ignorar al«jonsismo» pero la Falange parecía algomás serio: era capaz de armar muchoruido y al parecer disponía de ciertorespaldo político y financiero. Elmanifiesto fundacional de la Falangetenía un carácter combativo y lossocialistas se prepararon seriamente a lalucha[144]. En aquellos meses los

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periódicos de Madrid conteníannumerosos anuncios haciendopublicidad de armas de fuego.

En cuanto apareció el primer númerodel semanario de Falange FE, lossocialistas coaccionaron de tal modo alos vendedores de periódicos que elsemanario desapareció prácticamente delos quioscos. Los estudiantes del SEUtuvieron que vocear y venderpersonalmente el periódico en lascalles. Varías escuadras de activistas seencargaron de proteger a los vendedoresdé los ataques de los izquierdistas y encierta ocasión José Antonio y Ruiz deAlda participaron en la venta para

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animar a sus jóvenes Camaradas.El primer derramamiento de sangre

lo produjeron las izquierdas, enDaimiel, el 2 de noviembre de 1933: unjonsista, funcionario del Estado, fuemuerto a puñaladas[145]. Un mes mástarde, Ruiz de Alda escapó a un atentadoal pasar por Tudela, camino dePamplona; su coche fue capturado eincendiado por un grupo deatacantes[146]; Durante la venta delquinto número de FE, el 11 de enero de1934, se produjo una pelea en el cursode la cual fue muerto a tiros un joven deveintidós años, simpatizante deFalange[147]. Otros incidentes semejantes

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empezaron a producirse en lasuniversidades de Sevilla y de Zaragoza,en las que el SEU era relativamentefuerte. Antes de finalizar el mes, otroscuatro falangistas fueron asesinados endiversos lugares del país[148].

En la Universidad de Madrid, latensión fue en aumento, produciéndoseataques y contraataques por parte del SEU y de la FUE. Unos cuantosestudiantes empezaron a acudir a lasclases con libros, previamente vaciadospor dentro, en los que llevabanescondidas pistolas[149]. El 9 de febrero,Matías Montero, uno de los tresfundadores del SEU, fue muerto de cinco

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balazos cuando regresaba a su casadespués de haber participado en la ventade FE[150]. Montero había sido uno delos más fervientes falangistas de Madridy uno de los pocos que tenían una visiónclara de las características ideológicas ehistóricas del nacionalismo español[151].Tenía entonces veinte años y su entierroresultó muy emocionante[152].

Esta sucesión de atentados contra elnaciente movimiento fascista sinrespuesta, hicieron que algunos dieran ala Falange el sobrenombre de«Funeraria Española» y a su líder el de«Juan Simón el Enterrador[153]».Después de un ataque de unos pistoleros

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en el curso de un acto de propagandaelectoral en Cádiz, sin represalias, ABCllegó a afirmar que el nuevo partidotenía más semejanza con elfranciscanismo que con el fascismo[154].Los conservadores y reaccionarios máso menos vinculados al partido exigieronque se adoptara una táctica másagresiva. La derecha española empezó aamenazar con retirar su apoyoeconómico a menos que las fuerzas delfascismo nacional estuviesen dispuestasa hacer una potente demostración.

La única respuesta de José Antonioal asesinato de Montero fue una notafacilitada a la prensa en la que afirmaba:

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«Por otra parte, Falange Española no separece en nada a una organización dedelincuentes ni piensa copiar losmétodos de tales organizaciones, pormuchos estímulos oficiosos que reciba».A su vez, ABC replicó: «La opiniónpública española esperaba algo más quela enérgica protesta en los periódicos;unas represalias inmediatas… ynada.»[155].

Estas críticas no hicieron más queacentuar la repugnancia de José Antoniohacia los fanáticos conservadores. Supropia actitud respecto a la legitimidadde la violencia era bastante ambigua.Más tarde explicó que «la dialéctica de

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los puños y las pistolas» de que habíahablado no era más que una metáforaretórica[156]. Aunque había afirmado enel primer número de FE que el finjustificaba los medios («La violenciasuele ser lícita cuando se emplea por unideal que la justifique»), se mostrabaopuesto al empleo del terrorismopolítico por la Falange. Ello era debido,en parte, a su deseo de distinguirse deotros grupos antiizquierdistas, como losalbiñanistas y los Sindicatos Libres, queempleaban pistoleros a sueldo.Personalmente, José Antonio aborrecíala idea de la violencia físicaindiscriminada. Cuando la policía hizo

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un registro en la sede de Falange, el 3 deenero de 1934, encontró veinte porras,pero ningún arma de fuego[157].

Sin embargo, los militantes de laFalange no se dejaban influir por estasdelicadas consideraciones morales;como había afirmado uno de ellos, «loschicos primeramente afiliados eran másbien deportistas que catecúmenos[158]»,Cuando ABC manifestó «su asombro,compartido por muchos, al comprobar elestado de indefensión en que FE dejabaa sus jóvenes animosos», los «animososjóvenes» se mostraron de acuerdo[159].Los activistas no estaban dispuestos adejarse diezmar como si fuesen

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regimientos de infantería del siglo XVIII,y empezaba a manifestarse entre ellos unprofundo desasosiego. Paraapaciguarlos, José Antonio se vioobligado a autorizar las represalias,aunque nunca se asoció personalmente asu realización.

La acción directa era funciónespecífica de la milicia del partido,cuyo primer jefe fue el coronelArredondo, oficial de mediana edad,retirado del Ejército con ocasión de laLey Azaña de 1932. Antiguo «upetista»sin la menor idea del radicalismo propiodel siglo XX, Arredondo quiso imponera sus jóvenes una disciplina militar

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propia de un cuerpo de guardiaprusiano. Los demás oficiales delpartido, de una formación similar,resultaron no menos incapaces de sacaralgún provecho del ardor combativo delos jóvenes falangistas. Al lado deArredondo figuraban Alvargonzalez,coordinador de la labor de las provinciay el coronel Emilio Rodríguez.Tarduchy, que se dedicaba a lapropaganda social; Tarduchy no hacíanada y Alvargonzalez dedicó todos susesfuerzos a redactar circulares de unaretórica grandilocuente, que le divertíanenormemente. Así el caos amenazabacon imponerse en toda la organización

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provincial de la Falange[160].Mediado el invierno, José Antonio

empezó a lamentarse a Ruiz de Alda y alos demás colaboradores de queprobablemente habían cometido una granequivocación al fundar el movimiento enel clima imperante de reacciónconservadora y de violenciaizquierdista; decía que hubiese sidopreferible esperar más y prepararsemejor. Ruiz de Alda se mostraba menospesimista y aducía las cifras alentadorasde nuevos miembros inscritos en elpartido[161]. Pero ambos sabían que elcrecimiento inicial de la Falangerespondía a una especie de moda y que

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su elevada concepción del movimientono era compartida por la mayoría de susmiembros.

En estas circunstancias, JoséAntonio consideró como una solución lafusión con las JONS, a pesar de lo que élllamaba su «tosquedad[162]». Elnacionalsindicalismo de Ledesmapodría contribuir a neutralizar lainfluencia de los elementos «upetistas» ya vigorizar la Falange. Ledesma planteóinmediatamente la necesidad dereorganizar los cuadros de mandos delpartido, desembarazándose de los viejosoficiales; no tardaría en decidirse quetodos los dirigentes y miembros activos

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de la organización debían tener dedieciocho a cuarenta y cinco años deedad, aunque esta norma no tuvieseinmediata aplicación.

José Antonio y Ledesma seproponían que el primer gran actopúblico del nuevo movimiento unificadoconstituyera la expresión de lasolidaridad reinante en el partido. Parala celebración del mitin eligieron laciudad de Valladolid, antiguo feudo delas JONS, que ahora ocupaba el segundolugar de España en cuanto a fuerzanumérica del partido. Además decontribuir a la divulgación de la Falangeen provincias, el mitin en Valladolid

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serviría de compensación paraRedondo, que había permanecido en lapenumbra mientras los otros dirigentesestablecían sus planes en Madrid.

El 14 de marzo de 1934, falangistasde todas las provincias del norte deEspaña se trasladaron en autocares ycamiones al Teatro Calderón deValladolid. El grupo de Redondo habíapreparado muy bien el local; el mitin seinició en medio de una atmósferaelectrizada, con una sala llena deemblemas y banderas de Falange, ycuando los cuatro líderes penetraron enel local fueron recibidos con el saludofascista por más de tres mil asistentes

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entusiastas que llenaban el local[163].José Antonio, como de costumbre,

pronunció el principal discurso. Trasalgunas alusiones retóricas al paisaje deCastilla (en un estilo que recordaba aUnamuno, a Azorín y a Machado),denunció a las derechas que,

… nos suponen reaccionariosporque tienen la vaga esperanza de quemientras ellos murmuran en los casinosy echan de menos privilegios que enparte se les han venido abajo, nosotrosvamos a ser los guardias de Asalto de lareacción y vamos a sacarles las castañasdel fuego y vamos a esforzarnos enponer sobre sus sillones a quienescómodamente nos contemplan…

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Luego se refirió a la preocupaciónmanifestada por Redondo de que seacusara a la Falange de imitar ideologíasextranjeras:

…lo que caracteriza este deseonuestro, esta empresa nuestra, es latemperatura, es el espíritu, ¿qué nosimporta el Estado corporativo; qué nosimporta que se suprima él Parlamento,si esto es para seguir produciendo conotros órganos la misma juventud cauta,pálida, escurridiza y sonriente, incapazde encenderse por el entusiasmo de laPatria y ni siquiera, digan lo que digan,por el de la religión?

Mucho cuidado con eso del Estadocorporativo; mucho cuidado con todasestas cosas frías que os dirán muchosprocurando que nos convirtamos en unpartido más. Ya nos había denunciado

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ese peligro Onésimo Redondo.Nosotros no satisfacemos nuestrasaspiraciones configurando de otramanera el Estado. Lo que queremos esdevolver a España un optimismo, una feen sí misma, una línea clara y enérgicade vida común[164].

A la salida del mitin se oyeron unosdisparos en la calle, delante del teatro.La policía trató de contener a losfalangistas dentro del local, mientrasperseguía a los perturbadores, pero JoséAntonio y Ruiz de Alda, al frente de ungrupo de militantes salió a combatir alos supuestos asaltantes. Aunque unestudiante falangista murió a

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consecuencia de las heridas recibidas enla pelea, el mitin constituyó un éxitodefinitivo y proporcionó una especie debautismo de fuego al nuevo partidounificado[165].

En el camino de regreso a Madrid,José Antonio propuso que, en adelante,todos los falangistas adoptasen lafórmula familiar del tuteo para tratarseentre sí[166]. Él mismo era tratadofrecuentemente por su patronímico deJosé Antonio y pronto fue conocido entodo el mundo político por su nombre depila[167].

Durante el mes de marzo murieronen Madrid otros dos falangistas[168]. En

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el curso de la investigación que siguió alsegundo asesinato, se cometió unatentado contra la vida de José Antonio.Cuando José Antonio conducía su cochepor el centro de Madrid, fue lanzada unabomba contra su parabrisas, pero losocupantes salieron ilesos. José Antoniobajó del vehículo y disparó su pistolacontra los atacantes, que huían[169].

Era evidente que había que dar unaréplica más eficaz a todos estos ataques.Un estudiante del SEU dirigió una carta aJosé Antonio diciendo que «si FEcontinuaba teniendo aquel tonointelectual y literario no valía la penaarriesgar la vida para venderlo[170]».

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José Antonio manifestó que no teníaintención de disminuir la calidadliteraria del periódico, pero reconocióen privado que sería necesario imprimiruna dirección más activa a la lucha en lacalle.

Se encomendó esta tarea a JuanAntonio Ansaldo, experto conspiradorpolítico procedente de RenovaciónEspañola y que había ingresado enFalange en abril. No era tarea fácil eldirigir las represalia y los atentados dela Falange, porque los partidos situadosen la zona más radical de la políticaespañola estaban minados por lasintrigas y había innumerables agentes

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que trabajaban en varios campos a lavez. Ansaldo se vio traicionado tantasveces en los primeros «golpes» queplaneó, que tuvo que adoptar el sistemade encerrar a todos los participantesjuntos en una habitación durante eltiempo transcurrido entre lacomunicación de las instrucciones y larealización del acto. Un traidor fuedescubierto y ejecutado sumariamente.Ansaldo demostró ser un líder eficaz yel 10 de mayo sus unidades terroristasestaban perfectamente organizadas. Eldía de la Fiesta del Trabajo de 1934, enMadrid no se produjo ningún exceso porparte de los socialistas[171].

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Sin embargo, la jornada del domingo10 de junio estuvo marcada por unanueva explosión de violencia políticaque ocasionó víctimas en ambos bandos.Un falangista de dieciocho años fuemuerto por un joven socialista duranteuna excursión a las afueras de Madrid yla escuadra de Ansaldo se dispuso a unapronta réplica. A última hora de la tarde,cuando un grupo de jóvenes socialistasque regresaban de la excursióndescendían de un autobús, en un barriooscuro de Madrid, un coche ocupadopor pistoleros falangistas los esperaba.Los pistoleros no estaban seguros de quelos jóvenes del autobús tuvieran algo

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que ver con el asesinato anterior, peroesto carecía de importancia. El cochepasó lentamente junto al grupo dejóvenes que se hallaban en la acera,regándolos de balas. Un muchacho y suhermana resultaron muertos y otroscuatro socialistas heridos[172].

Mientras los pistoleros de laFalange actuaban, José Antonio asistía aun cóctel en una casa de Chamartín, elbarrio elegante de Madrid. Un amigosuyo médico y su esposa, queabandonaron la reunión unos minutosantes que él en un coche americanoparecido al de José Antonio, fueronheridos por unos pistoleros que les

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esperaban fuera[173]. Después de haberfallado esta oportunidad, al cabo deunos diez días, cinco pistolerosizquierdistas pasaron en un taxi pordelante del local de Falange ydispararon sobre un grupo que sehallaba en el portal, hiriendo a dospersonas[174].

Esta serie de represalias se hacíainterminable. El 1.º de julio, ManuelGroizard, joven médico que era elprincipal lugarteniente de Ansaldo en la«Falange de la sangre» —como sellamaba a las escuadras terroristas—,fue gravemente herido por pistoleros delas juventudes socialistas, que lo

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consideraban como el responsable delúltimo asesinato[175]. El 8 de julioresultaron heridas cinco personas en unarefriega entre vendedores de periódicosy como consecuencia de ello se prohibióla venta de FE en las calles[176]. Losatentados sucedían a los atentados y laserie de asesinatos formaban unaprocesión ininterrumpida. Era imposibletener siquiera tina lista completa de lasvíctimas. Contra la voluntad de JoséAntonio y hasta contra sus esperanzas, ladialéctica natural de su movimientoimpulsaba a la Falange hacia una carrerade violencias.

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H

CAPITULO VI

LA LUCHA POR LATÁCTICA Y EL MANDO

acia mediados de 1934 resultabaevidente que la Falange no había

logrado producir ninguna profundaimpresión en el panorama de la políticaespañola. El torrente inicial de cartas de

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aliento y apoyo que suscitó se había idoreduciendo a un simple goteo.Reprimida por el gobierno de la derechatriunfadora y acosada en las calles porla izquierda derrotada, la Falange no eramás que un grupo resquebrajado,demasiado débil para desarrollar unaacción eficaz.

La coalición cedo-radical quegobernaba el país se dio cuenta,acertadamente, de que el movimientonacional sindicalista trataría deoponerse a toda solución moderada yconservadora de los problemas deEspaña[177]. En su consecuencia elgobierno no desaprovechó la menor

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oportunidad para perseguir a la Falange.Sus diversos locales eranperiódicamente registrados por lapolicía y los vendedores de FE fueronprácticamente expulsados de las callesde Madrid. A consecuencia de unincidente ocurrido delante de la sede delpartido en Sevilla durante la Fiesta de laRepública del 14 de abril, el local deFalange fue clausurado y sus ocupantesdetenidos, junto con unos cuantosizquierdistas complicados en elmismo[178]. José Antonio protestó en lasCortes, aunque no le sirvió de nada[179].

El trato que el partido podía esperarquedó plenamente demostrado en junio

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de 1934, cuando el propio José Antoniofue convocado por las Cortes pararesponder de la acusación de tenenciailícita de armas. Durante toda laprimavera la policía había desarrolladouna campaña para limitar la grancantidad de armas de fuego llevadas sinautorización por ciudadanosparticulares[180]. De todos modos, enaquellos tiempos de agitación casi todoslos dirigentes políticos de relieveutilizaban guardaespaldas y JoséAntonio no era ninguna excepción;después del primer atentado contra suvida, piquetes de las milicias de Falangemontaban una guardia permanente en

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tornó a su residencia[181]. El grupo decentroderecha de las Cortes, poranimosidad política trató de desposeerlede la inmunidad parlamentaría y dejuzgarle por falta grave[182].

José Antonio pudo librarse delprocesamiento gracias a la intervencióndel líder socialista moderado IndalecioPrieto, quien tenía un aprecioconsiderable por el joven jefe de laFalange, además de serias dudas acercade la regularidad del procedimiento.Después de un enérgico discurso dePrieto sobre su caso, José Antonio seapresuró a dirigirse al escaño de Prietopara agradecerle su generosidad

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personal y su imparcialidad política[183].En vez de mostrarse agradecidos por

la absolución de su jefe, el sectormilitante de la Falange se indignó al verque José Antonio cooperaba con undirigente socialista. El foso queseparaba a la «Falange intelectual» de la«Falange militante» se había ensanchadodesde que Ansaldo asumió la direcciónde las milicias y los pistoleros. Hacíatiempo que estos militantes estabanirritados ante la manifiesta repugnanciade José Antonio por la violencia, y esteincidente de las Cortes ya resultabademasiado para ellos; decidieronentonces exigir un cambio radical[184].

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Instigados por Ansaldo, proyectaronpresentarse en el despacho de JoséAntonio para pedirle que adoptase unaactitud más violenta e inflexible o queabandonase el partido. En caso denegarse a aceptar este ultimátum,tratarían de obligarle a hacerlo. Ya nopodían contener más su enfermizaafición a la violencia[185].

El 10 de julio, cuando el malestar delos activistas estaba próximo al punto deebullición, la policía realizó un nuevoregistro en los locales de Falange,deteniendo a 67 miembros de laorganización, incluidos José Antonio yel marqués de la Eliseda, los dos únicos

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representantes del partido en lasCortes[186]. Ambos dirigentes fueronpuestos inmediatamente en libertad, peropidieron que se les permitiese compartirla suerte de los demás falangistas. Paraconseguir la liberación de la mayoría delos detenidos, José Antonio se expresóen términos tan vigorosos y desafiantespara las autoridades que su popularidadentre los impresionables activistasaumentó considerablemente.

José Antonio supo que Ansaldo, quedeseaba convertir a la Falange en unasescuadras de activistas al servicio delos monárquicos, estaba conspirandocontra él. Se rumoreaba que Ansaldo se

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proponía hacerle matar en su propiodespacho. Cuando José Antonio lepreguntó si era cierto, Ansaldo loreconoció franca y cínicamente. Enconsecuencia, José Antonio requirió alos demás triunviros para querespaldaran su decisión de expulsar aAnsaldo del Partido. Ledesma,reconociendo que los grupos máspeligrosos debían permanecer bajocontrol, en seguida se mostró deacuerdo. Pero Ruiz de Alda era un viejoamigo de Ansaldo y al principio seopuso a su expulsión; el exaviador sóloaccedió cuando José Antonio amenazócon dimitir si no se le daba satisfacción.

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Ansaldo fue expulsado antes de quefinalizara el mes de julio[187]. Sólo unoscuantos disidentes le acompañaron en suexilio a Francia, desde donde siguióconspirando en favor de la monarquía.

La expulsión de Ansaldo determinóla eliminación de los elementos deoposición más peligrosos, pero nodebilitó las escuadras de activistas. JoséAntonio no tuvo dificultades con losnuevos jefes de milicias, todos elloselementos de probada lealtad, y amediados de 1934 la milicia del partidoactuó con eficacia: el número desocialistas y de comunistas muertosaumentó, mientras la Falange mantenía

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equilibrado el de sus cruces.La Falange había iniciado su carrera

contando con el apoyo y la simpatía deciertos sectores de la derecha. Sinembargo, ese apoyo fuedesvaneciéndose, primero, por el tonoliterario de la propaganda falangista (loque las derechas necesitaban era unaorganización terrorista para combatir alas izquierdas) y luego por la radicalactitud en favor de la justicia socialadoptada en la segunda mitad de 1934(cuando las derechas querían unnacionalismo, sin socialismo nisindicalismo auténticos). José Antonioatacaba el señoritismo negativo con

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tanto vigor como lo había hechoLedesma, declarando que elnacionalsindicalismo exigiría grandessacrificios de las ciases privilegiadas.La mayoría de los «upetistas» perdieronsu interés por la Falange durante el año1934 y su aportación financiera se vioconsiderablemente reducida.

Ramiro Ledesma afirmaba que laFalange gastó 150 000 pesetas en sustres primeros meses de existencia. Las JONS habían sobrevivido con menos de 10 000 pesetas desde mayo de 1933 afebrero de 1934, pero después de lafusión, la Falange necesitaba más de 40 000 pesetas al mes[188]. El dinero se

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administraba con poca eficacia y yadesde los comienzos constituyó unaodisea el poder sostener la marcha delpartido, cuando cesó el apoyo de los«upetistas», los gastos del partidotuvieron que reducirse drásticamente.Aunque José Antonio tenía unos ingresosindependientes, su fortuna persona nobastaba en modo alguno para sostener unpartido político. Y los más ardorosospartidarios de Falange eran estudiantes,que carecían de medios de fortuna paracontribuir al sostenimiento del partido.

Los dirigentes de Falange tuvieronque recolectar subsidios del másdiverso origen. Una de las principales

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aportaciones, por lo menos durante elprimer año, la constituyó la del joven yrico marqués de la Eliseda, que fuediputado a Cortes[189]. Eliseda era unaespecie de corporativista clerical muyconservador, pero que se sintió atraídopor el verbo de los jóvenes falangistas.Por otra parte, los financieros de Bilbaocontribuyeron económicamente demanera intermitente alnacionalsindicalismo[190]. Le dieronpoco dinero, pero le ayudaron. JuanMarch, el mayor y más deshumanizadohombre de negocios de España, tambiéncontribuyó con una insignificancia[191].

José Antonio tenía buen cuidado en

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no perder el contacto personal con losmonárquicos ricos que constituían laverdadera fuerza que se hallaba detrásde la extrema derecha; Su partidopolítico, Renovación Española, mirabacon desconfianza a la Falange porquelos nacionalsindicalistas se negaban aaceptar la monarquía borbónica, pero sulíder, Antonio Goicoechea, era un buenamigo de José Antonio y deseabamantener su colaboración con él. TantoGoicoechea como el secretario deRenovación, Pedro Sainz Rodríguez,ayudaron a veces a los falangistas asacar algunas aportaciones a losmonárquicos ricos.

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Los monárquicos no ignoraban laantipatía personal de José Antonio haciaAlfonso XIII y hasta respecto de lainstitución monárquica[192]. Sinembargo, estaban interesados en utilizara la Falange, siempre que pudiesencontrolarla. Por su parte, José Antonioadvertía a sus camaradas que «esnecesario dejarse corromper…, paraengañar a los corruptores[193]». En elverano de 1934, José Antonio y SainzRodríguez establecieron un acuerdo porescrito, en diez puntos, sobre «El nuevoEstado Español»; en él condenaban elliberalismo, propugnaban por una acciónen favor de la «justicia social»,

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suscribían la constitución de unaasamblea corporativa y la abolición delos partidos políticos (sin especificarqué partidos) y autorizaban el empleo demétodos violentos.

Sobre la base de este acuerdo, el 20de agosto se firmó entre José Antonio yGoicoechea un pacto de siete puntos. Enél se establecía que la Falange noatacaría con su propaganda oindirectamente las actividades deRenovación Española o del movimientomonárquico en general. A cambio deello, Renovación Española trataría deproporcionar ayuda financiera a laFalange, mientras las circunstancias lo

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permitiesen[194]. La Falange mantuvo sucompromiso, pero al cabo de unosmeses, Renovación Española seencontró con dificultades económicas yfue necesario interrumpir la ayudafinanciera[195].

En agosto de 1934 los dirigentes deFalange crearon una organizaciónsindical, la Central Obrera Nacional-Sindicalista (CONS). Ramiro Ledesma,que hacía tiempo que ansiaba organizaruna revolución proletaria, habíaapremiado a sus compañeros triunvirospara hacer algo en este sentido. Sinembargo, el principal motivo de sudecisión parecía responder al acuerdo

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recientemente establecido conRenovación Española para obtener elapoyo económico de ésta; se convino enque si el subsidio rebasaba las 10 000pesetas mensuales, el 45 por ciento delos fondos se destinaría a «unaorganización sindicalista antimarxista detrabajadores».

La Central Obrera Nacional-Sindicalista empezó sin ningúnmiembro, aunque esto carecía deimportancia para Ramiro Ledesma,quien siempre se había movido en elmundo de las abstracciones. MientrasJosé Antonio estaba ocupado con susintervenciones en las Cortes y sus giras

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de discursos, Ledesma permanecía en sudespacho en la sede de Falange,soñando con grandes empresas yproyectando la creación de las CONS.Los falangistas establecieron en seguidauna oficina destinada a sede delsindicato y empezaron a distribuirpropaganda impresa. El primitivosindicato de conductores de taxi de las JONS de Madrid fue considerado comoel primer sindicato de las CONS y seproyectó establecer una organizaciónsimilar para los camareros. Con susescasas docenas de afiliados, estospequeños grupos no podían compararsecon los grandes sindicatos de masas

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izquierdistas. Sin embargo,representaban un principio y prontofueron creándose nuevos sindicatos enValladolid y Zaragoza.

Aparentemente, las nacientes CONStenían cierta semejanza con losSindicatos Libres creados alrededor de1920 con el apoyo del gobierno. Paradesmentir toda posible comparación, losdirigentes de las CONS divulgaron mástarde unas hojas de propaganda en lasque manifestaban su pleno acuerdo contodas las reivindicaciones económicasde la izquierda, explicando que lo únicoque les diferenciaba era que las CONSse proponían incorporar un sentimiento

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nacionalista a la revolución proletaria.Los Sindicatos Libres fuerondenunciados de una manera explícita porla propaganda de las CONS. Por suparte, los dirigentes de los reducidossindicatos católicos replicaron con suspropias octavillas en las que calificabande traidores a la religión y a la patria alos líderes de la Falange[196].

Las CONS tuvieron un rápido y fugazéxito. Durante el año 1934 el paroobrero había aumentado en toda Españay los obreros buscabandesesperadamente cualquier ayuda; el1.º de septiembre una pequeña multitudde gentes sin empleo empezaron a

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reunirse en torno a la sede de Falange enMadrid. Los dirigentes de la CONS notenían la menor idea de lo que podíahacerse con ellos, ya que laorganización carecía de todo poder paraejercer la menor presión económica. Alfinal se decidió que a todos los obrerosparados que se presentaran en la sede delas CONS se les facilitarían certificadosque les habilitaban para emplearse entrabajos de obras públicas. Asídocumentados, se envió a un ciertonúmero de obreros a diversas obrasmunicipales en construcción, en buscade trabajo. El primer grupo que llegó auna obra en construcción se enzarzó

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inmediatamente en una discusión; lamayoría de los obreros empleados enobras públicas pertenecían a la UGTsocialista y echaban chispas ante lamera mención de la Falange.Naturalmente, los certificados eranilegales y los dirigentes de las CONS sevieron obligados a renunciar a su fútilestratagema, publicando unadeclaración[197].

Después de este primer incidente, la UGT redobló sus presiones tanto sobrelos obreros como cerca de losempresarios para que boicoteasen a las CONS; como ambas clases eran hostilesa la Falange, no resultó difícil aislar a la

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nueva organización nacionalsindicalista.Incapaz de hacer nada en favor de suspropios miembros, las CONS noprodujeron el menor efecto entre laclase trabajadora española, fuertementeorganizada.

La situación en las provincias eraidéntica. Cuando la Falange lograbaorganizar un sindicato de obreros de laconstrucción en una capital deprovincia, habitualmente fracasaba antela presión conjunta de la CNT y la UGT yla negativa de los empresarios aexponerse a nuevos conflictos sindicalesal tratar con una organización tanimpopular[198]. Las CONS únicamente

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sirvieron para demostrar que losnacionalsindicalistas contaban realmentecon unos pocos sindicatos, por lo menosen teoría[199]. Antes de la guerra civilfueron incapaces de superar su evidenteinsignificancia.

Durante el verano de 1934 laFalange se encontraba virtualmenteinmovilizada, con los monárquicosempujando hacia la derecha, Ledesmatirando hacia la izquierda y lospistoleros exigiendo más acción directa.Aunque generalmente se le considerabacomo al jefe del partido, José Antoniono era más que un triunviro con igualautoridad que sus semejantes. En estas

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condiciones podía permitirse el lujo demanifestar su pesimismo, llegando areconocer públicamente en una ocasiónque era posible que la Falange fracasaracomo movimiento político[200].

Aunque ni Ledesma ni Ruiz de Aldaestaban de acuerdo con José Antoniosobre la táctica a seguir, tampoco seentendían entre sí cuando ambos seoponían a José Antonio. Estas pequeñasdiferencias de opinión podían desviar ala Falange del camino que José Antonioquería seguir. Una vez conseguido elapoyo de los activistas, le fue fácileliminar a Ansaldo. La facciónmonárquica, sola, carecía de fuerza y no

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podía esperar ninguna ayuda deLedesma, que era un verdaderonacionalista de izquierda.

Las principales diferencias deopinión surgidas en el verano de 1934se referían a la estrategia políticainmediata. Tanto Ledesma como Ruiz deAlda querían adoptar una política másagresiva. Aunque Ledesma habíaaceptado el plan de José Antonio decelebrar una serie de siete u ochopequeños mítines provinciales durantela primavera, se había negado a tomarparte en los mismos[201]. También Ruizde Alda se impacientaba por la lentitudcon que avanzaba el partido y ante su

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táctica política carente de agresividad;su insatisfacción se hizo evidente haciael final del verano[202].

Ruiz de Alda se había enfadadomucho cuando José Antonio le obligó aaprobar la expulsión de su compañeroaviador Ansaldo. Sabiendo eso,Ledesma sugirió a Ruiz de Alda laposibilidad de desembarazarse de JoséAntonio, o, por lo menos, de relegarle aun lugar secundario, liberando con ello ala Falange del freno impuesto por sutemperamento liberal. La propuesta tentóa Ruiz de Alda, pero sospechando quelo que Ledesma perseguía erasimplemente obtener mayor poder para

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sí, la rechazó[203].A pesar de la oposición con que

tropezaba, el prestigio personal de JoséAntonio dentro de la Falange siguiócreciendo. Los estudiantes hicieron de élun ídolo. Con su probado valor físico,su encanto personal, su vigor y suelocuencia, parecía destinado a ser uncaudillo. El silencioso y poco atrayenteRuiz de Alda y el duro y frío Ledesmano tenían la menor posibilidad decompetir con él en popularidad. Habíasuperado a sus críticos más inmediatos ypara la mayoría de los jóvenesfalangistas era el símbolo viviente delpartido. Su bufete de abogado se

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convirtió en el cuartel nacional de laFalange, porque la sede oficialpermanecía clausurada por la policía lamayor parte del tiempo. Y mientrasLedesma y Ruiz de Alda se veíanobligados de vez en cuando a ocultarse,su inmunidad parlamentaria permitía aJosé Antonio mantenerse en plenaactividad pública.

Durante el verano y a principios delotoño de 1934 surgió en el seno delpartido un grupo de promotores de lajefatura única. Alegaban que no podríansuperarse las contradicciones internas,ni mantenerse un frente unido, niimponer una ideología bien definida, a

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menos que se dotase al movimiento deuna autoridad jerárquica indiscutible.Consideraban que un triunvirato,difícilmente manejable aun en lasmejores circunstancias, resultabaradicalmente incapaz de controlar ungrupo teórico autoritario tan heterogéneocomo la Falange. Sin embargo, frente acada jefe local que preconizaba lajefatura única, surgía otro opuesto a él.Casi todos los que abogaban por uncaudillo del movimiento eranpartidarios de José Antonio. Ningún otrolíder contaba con un número deseguidores dispuestos a proponerlo parala jefatura y sólo José Antonio era capaz

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de despertar el entusiasmo quenecesitaba un jefe para imponerse.

A primeros de octubre entraron aformar parte del gobierno tres ministrosde la CEDA, y los socialistas se lanzaronresueltamente a preparar la rebelión.Cada día se esperaba la noticia de larevuelta. Con una España al borde de larevolución, los partidarios de JoséAntonio afirmaron que el frágilmovimiento nacionalsindicalista seresquebrajaría si no se le dotabainmediatamente de una fuertedirección[204].

El primer Consejo Nacional dedirigentes nacionales y regionales de la

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Falange fue convocado en Madrid el 4de octubre. A los consejeros se les habíapedido que presentasen informes sobreuna serie de problemas tácticos ydoctrinales, pero el punto principal delorden del día lo constituía, la cuestiónde la reorganización del mando delpartido[205]. Los fervientes partidariosde la jefatura única suponían que lacandidatura de José Antonio encontraríapoca oposición.

Al empezar la primera sesión sepresentó una moción considerando queera vital para el éxito del movimientoque se procediese inmediatamente aelegir un jefe único. Los partidarios de

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un estado autoritario no deseaban deningún modo gozar de los beneficios deun control autoritario en el seno delpartido, pero se les sometió a unaintensa presión, ante la necesidad deoponer un frente único a la amenaza delgolpe izquierdista que se esperaba en elfuturo inmediato. La mociónestableciendo la jefatura única fueaprobada por un margen apurado:diecisiete contra dieciséis; la Falangeantiliberal, antiparlamentaria,antimayoritaria, votó en favor delestablecimiento del caudillaje por lamás escasa de las mayorías liberalesparlamentarias[206].

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Una vez creado el puesto de jefesólo había un candidato capaz dedesempeñarlo. Ledesma ya había vistocómo se pasaban al campo de JoséAntonio varios de sus primitivoscolaboradores jonsistas y sabía que notenía ninguna posibilidad de disputarlesu popularidad. En su consecuencia,tomo él mismo la iniciativa de proponeral Consejo que proclamase porunanimidad a José Antonio como «jefenacional». Así se hizo sin la menorvacilación y, el 4 de octubre de 1934,José Antonio Primo de Rivera seconvirtió en jefe nacional de FalangeEspañola de las JONS[207].

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Todavía estaba reunido el ConsejoNacional cuando estalló la rebelión delas izquierdas contra la República, el 6de octubre. Que se estaba preparandoalguna especie de rebelión proletariaconstituía un secreto a voces y larevuelta del nacionalismo catalán quedebía acompañarla también se habíaprevisto. La Falange había expresado sudeseo de hacer todo lo posible paracontener a los izquierdistas y a losseparatistas, pero el gobierno centralhabía rechazado su ofrecimiento[208]. Apesar de ello, los jefes provinciales delas milicias del partido tenían orden decooperar plenamente con las autoridades

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locales y los oficiales del ejército, encaso de producirse una rebelión. Cuandollegó la hora, los falangistasparticiparon activamente en la represiónde la rebelión en Oviedo y Gijón. Cincode ellos resultaron muertos[209].

Orgulloso del papel desempeñadopor la Falange en el aplastamiento de larevuelta, José Antonio previo que en elfuturo inmediato iban a producirse unaserie de movimientos subversivossimilares. Una vez más criticóseveramente al gobierno derechista,manifestando que la victoria de octubrese esterilizaría por culpa dé la«mediocridad cedo-radical[210]». En las

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Cortes explicó lo que consideraba elpunto crucial del problema:

La (fuerza de la) revolución… estáen que los revolucionarios han tenidoun sentido místico, si se quieresatánico, pero un sentido místico de surevolución y frente a este sentidomístico de la revolución aún no hapodido oponer la sociedad, no hapodido oponer el gobierno, el sentidomístico de un deber permanente yvaledero para todas las circunstancias.

…¿Es que no se hacen revolucionesmás que para ganar dos pesetas más otrabajar una hora menos?… Nadie sejuega nunca la vida por un bienmaterial… (Se arriesga) cuando sesiente uno lleno de un fervor místico

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por una religión, por una Patria, por unahonra o por un sentido nuevo de lasociedad en que se vive. Por eso losmineros de Asturias han sido fuertes ypeligrosos[211].

Entre los aspirantes a ser admitidosen la Falange en 1934, la figura másdistinguida era José Calvo Sotelo,exministro de Hacienda del generalPrimo de Rivera y niño mimado de laderecha pudiente. Durante su exilio enParís, Calvo Sotelo empezó a conocerlas doctrinas del corporativismoconservador a través de CharlesMaurras y Léon Daudet[212]. Cuando en1933 pudo volver a España después de

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haber obtenido un escaño de diputado aCortes, trató de sumarse a la Falange,para reunir el dinero de los monárquicoscon la teoría sindicalista y el activismojuvenil. Semejante combinación hubiesetranquilizado a la derecha acerca de lanaturaleza de la Falange, y los grandesterratenientes andaluces aguardaban,expectantes, el resultado de susgestiones.

Sin embargo, tras su designacióncomo jefe nacional, José Antonio hizosaber que en el nacionalsindicalismo nocabían él y Calvo Sotelo[213]. Sentía unaprofunda antipatía personal hacia Calvo,de quien decía que «era un hombre que

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sólo entendía de cifras y que no sabíasiquiera una poesía[214]». Considerabaasimismo que Calvo fue uno de los quetraicionaron los ideales de su padre enaras de los intereses creados. Y paracolmo, Calvo Sotelo era la cabezavisible de los monárquicos adinerados alos que José Antonio considerabarepresentativos del ancien régime quehabía resultado fatal para España; lasimple idea de que esos monárquicosejercieran un control financiero sobre laFalange le hada rechinar los dientes derabia y desesperación.

A fines de 1934 Calvo Sotelo planeóla creación de un amplio frente

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derechista nacionalista-corporativista.En Jaén habló de la conveniencia defusionar la CEDA con RenovaciónEspañola y la Falange[215]. José Antonioinmediatamente con una declaraciónpublicada en ABC en la que afirmabacategóricamente que la Falange no teníanada que ver con semejante agrupación.

Después de haber decidido rechazara Calvo Sotelo y a los monárquicoscorporativos, los líderes falangistas sevieron obligados a definir el carácteresencialmente secular y revolucionariode su movimiento. Ramiro Ledesma fuenombrado presidente de la nueva JuntaPolítica, cuya tarea inmediata fue la de

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preparar una redacción definitiva delprograma de la Falange. El proyecto deprograma en veintisiete puntoselaborado por la Junta fue en gran parteobra de Ledesma, aunque sugirió unacorrección de estilo de JoséAntonio[216]. Hechos públicos ennoviembre de 1934, los veintisietepuntos constituyeron una reafirmaciónsistemática de la propagandanacionalsindicalista de los tres añosúltimos. Se afirmaba que el Estadodebía ser un «instrumento totalitario» alservicio de la nación, a la vez que seexponían todas las demás ideasfalangistas sobre Imperio, juventud,

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exhortación militar, justicia social,reforma económica y educación popular.

El punto 25, que se refería a laIglesia, levantó una tormenta dediscusiones. En la declaración seafirmaba únicamente que no sepermitiría la interferencia de la Iglesiaen asuntos seculares, al mismo tiempoque se declaraba explícitamente que laFalange era profundamente católica ytotalmente respetuosa para con los finesreligiosos de la Iglesia. José Antonio yahabía explicado con anterioridad todasestas cosas. En el primer número de FEescribía:

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La interpretación católica de la vidaes, en primer lugar, la verdadera; peroes, además, históricamente, la española.

[…]Así, pues, toda reconstrucción de

España ha de tener un sentido católico.Esto no quiere decir que vayan a

renacer las persecuciones contra losque no lo sean. Los tiempos de laspersecuciones han pasado.

Tampoco quiere decir que el Estadovaya a asumir directamente funcionesreligiosas que corresponden a la Iglesia.

Ni menos que vaya a tolerarintromisiones o maquinaciones de laIglesia, con daño posible para ladignidad del Estado o para la integridadnacional.

Quiere decir que el Estado nuevo seinspirará en el espíritu religioso

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católico tradicional en España yconcordará con la Iglesia lasconsideraciones y el amparo que le sondebidos.

Esto no quiere decir que vayan arenacer las persecuciones contra losque no lo sean. Los tiempos de laspersecuciones han pasado.

Tampoco quiere decir que el Estadovaya a asumir directamente funcionesreligiosas que corresponden a la Iglesia.

Ni menos que vaya a tolerarintromisiones o maquinaciones de laIglesia, con daño posible para ladignidad del Estado o para la integridadnacional.

Quiere decir que el Estado nuevo seinspirará en el espíritu religiosocatólico tradicional en España yconcordará con la Iglesia las

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consideraciones y el amparo que le sondebidos.

Las mentes clericales habíanconsiderado siempre a la Falange conrecelo ya principios de 1934 Gil Robleshabía declarado en las Cortes que «laFalange no es católica[217]». El hecho deque el rico y clerical Francisco MorenoHerrera, marqués de la Eliseda, hubiesepermanecido tanto tiempo en el partidosólo podía explicarse por la extremaconfusión doctrinal reinante en elmovimiento durante la mayor parte de1933 y 1934. Cuando aparecieron losveintisiete puntos, Eliseda dijo que

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aquello ya era demasiado para él; si elnacionalsindicalismo no podía ser másclerical estaba dispuesto a marcharsellevándose consigo su dinero. Suconciencia religiosa no se tranquilizóante el hecho de que varios sacerdoteshubieran desempeñado funcionesimportantes en las organizaciones de laFalange en Oviedo, Pamplona y otroslugares[218]. Eliseda había creído queapoyaba una unión de la extremaderecha, pero ahora los líderes de laFalange negaban que su movimientoperteneciese a la derecha[219]. JoséAntonio declaró públicamente que laFalange no era «un movimiento

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fascista»; los corporativistasreaccionarios estaban empezando aasimilarse al «fascismo» y lacomparación con ellos se hacíainsoportable para los falangistas.Eliseda, en unas declaracionespublicadas en el ABC del 30 denoviembre de 1934, repudió la Falangey volvió a las filas monárquicas. A losfalangistas les molestó la ostentacióncon que rodeó su defección, pero loúnico que perdieron con ella fue sucuenta corriente en el banco. JoséAntonio le replicó agriamente en elpropio ABC al día siguiente, declarandoque la posición de la Falange coincidía

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con la de los más católicos reyes deEspaña y con la de los doctores de laIglesia, «entre los cuales no figura, hastaahora, el marqués de la Eliseda». Lamayoría de los falangistas erancreyentes y algunos de ellos pertenecíana organizaciones católicas, peroprácticamente ninguno de ellos siguió laactitud de Eliseda[220].

Enajenándose a Calvo Sotelo y aEliseda, la Falange quemó sus últimospuentes con la derecha. A finales de1934 la derecha podía permitirse elignorar al nacionalsindicalismo, porquetodos sus diversos sectores habíanempezado a adoptar alguna forma de

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corporativismo. El mayor de todos losgrupos monárquicos, el nuevo BloqueNacional de Calvo Sotelo, aspiraba a«la conquista del poder para estructurarun Estado auténtico integrador ycorporativo[221]». Incluso la moderada CEDA declaró oficialmente que tenía elpropósito de modificar la Constituciónrepublicana para facilitar la creación deuna asamblea corporativa escogida porlos cabezas de familia y los miembrosde grupos profesionales y no elegidospor la fuerza numérica de las masas[222].Los miembros del movimiento juvenilclerical (Juventudes de Acción Popular)vestían camisas verdes y adoptaron el

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50 por ciento del saludo fascista,levantando el brazo, pero sólo en parte.La Falange ya no siguió teniendo elmonopolio del fascismo, aunque las JAPde camisas verdes no fueran un grupomuy enérgico. Cualquiera podía elegiren España la marca de fascismo aguadoque más le conviniese.

El dilema ante el que se encontrabael partido resultaba sumamentedesagradable para Ledesma y otrosdirigentes. Aunque la Falange estabahastiada del gobierno cedoradical, habíacontribuido a su defensa frente a laizquierda en octubre; despreciada por lamayoría de la derecha, la Falange nunca

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había intentado hacer un llamamientoplenamente revolucionario a laizquierda. Incapaz de inspirar la menorsimpatía de ningún grupo proletario, laFalange había renunciado de antemano atoda posible ayuda por parte de laderecha.

La reacción producidainmediatamente después de la rebeliónde octubre reforzó a todos los partidosde derechas; durante los dos mesessiguientes a la revolución, la Falangeexperimentó la primera afluenciaimportante de huevos miembros, desdenoviembre de 1933. El clima político leera favorable, pero la Falange

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aprovechó muy poco o casi nada estaoportunidad. Ruiz de Alda queríaexplotar el ambiente perturbado deAsturias, ocupada por una fuerza militarnerviosa e insegura, como base para unlevantamiento contra el vacilantegobierno[223]. También Ledesmaapremiaba a José Antonio para queempujara a la Falange a llenar el vacíorevolucionario creado por la transitoriaderrota de los indecisos rebeldes[224].Abrigaba la esperanza de que JoséAntonio utilizara sus antiguos vehículosfamiliares para comprometer a algunosmilitares en un golpe.

El jefe de Falange rechazó estas

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sugestiones, considerándolas comoirrealizables y fruto de la exaltación delmomento. En noviembre de 1934 laFalange no contaba con más de cincomil afiliados y carecía de base paraconseguir un apoyo popular, intentarcualquier empresa ambiciosa era algosencillamente irracional y José Antoniono compartía la afición de Ledesma aintelectualizar lo irracional. Además, nosentía la menor simpatía ni confianzahacia el cuerpo de oficiales del Ejércitoespañol, que había segado la hierba bajolos pies de su padre en 1930 y que en1931 hizo caso omiso de su juramento ala Monarquía. Casi ninguno de ellos

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apoyó la rebelión de Sanjurjo en 1932 yninguno de ellos parecía interesado enintervenir ante la situaciónrevolucionaria de 1934. Por lo tanto,José Antonio consideraba inútil ypeligroso convertirse en un aliadopolítico de los militares[225]. Seguíainsistiendo en la necesidad de adoptaruna visión de los problemas políticosprudente y organizada, y desaprobabatoda táctica radical.

Esto hubiera dado buenos resultadossi el tiempo hubiese trabajado en favordel partido, pero los hechos parecíandemostrar lo contrario. Después de lamarcha del último monárquico, el

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partido quedó arruinado. A finales de1934 la Falange no tenía fondossuficientes ni para pagar la electricidadde su sede nacional. José Antonio, demala gana, confío a Ruiz de Alda que talvez fuese necesario hacer algunasconcesiones al Bloque Nacional; peroconsideraron ambos que la Falange erademasiado pobre para poder negociardignamente; lo mejor era, simplemente,resistir a la intemperie[226]. El año 1935empezó muy sombríamente paraFalange. Con reclutamiento en francaregresión y sin perspectivas de nuevasfuentes de ingresos elnacionalsindicalismo parecía carecer de

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toda posibilidad en España.Ante tan sombrías perspectivas,

Ramiro Ledesma consideró que laFalange había llegado al final de sucamino. Influido por la actitud dealgunos de sus antiguos colaboradoresjonsistas, se dispuso a provocar unaabierta escisión en el partido parareconstituir las JONS a partir de lossindicatos falangistas. Se proponíarevolucionar el movimientonacionalsindicalista o abandonarlototalmente. Trató de animar a OnésimoRedondo, quien se había conformadocon un puesto secundario durante eltranscurso del año último, para que se

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uniera a él. Manuel Mateo, un antiguocomunista, que ahora dirigía lossindicatos falangistas, fue a Valenciapara convencer a los viejos núcleosjonsistas de que abandonaran la Falangeoficial.

Pero Redondo, como la mayoría delos jonsistas originarios, vacilaba. Lesparecía que el dividir el partido en estacoyuntura no conducía a nada; si elbuque se hundía en el mar profundo, lospequeños botes no podían esperar mejorsuerte. Cuando incluso el propio Mateose echó para atrás, Ledesma se encontrósolo, pero ya había ido demasiado lejospara retroceder.

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El domingo 16 de enero de 1935José Antonio convocó una reunión de laJunta Política y expulsó oficialmente aRamiro Ledesma Ramos del movimientonacionalsindicalista[227]. Ledesma,creyendo todavía que las CONS leseguirían, trató rápidamente desoliviantar al millar de obreros yempleados más o menos vinculados conlos sindicatos falangistas de Madrid.

Al día siguiente, José Antonio sepresentó en la sede de la CONS. Nollevaba la camisa azul proletaria de laFalange, sino un traje gris deparlamentario, con camisa blanca ycorbata. Algunos de los obreros que

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aguardaban fuera trataron de impedirlela entrada, pero él se abrió camino através suyo. Luego pronunció un breve eintenso discurso, explicando la situaciónexistente en el partido, los objetivos quehabía fijado para la revoluciónnacionalsindicalista y cuál era la clasede disciplina y de comportamiento éticoque cabía esperar de cuantos sealistasen para esta lucha. Los ojosllameantes del jefe y su oratoria vibranteresultaron altamente convincentes enaquel reducido recinto. Superó aLedesma en la cualidad deja que éstecarecía mayormente: una personalidadvalerosa y sugestiva[228].

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Redondo, Ruiz de Alda y todos losdemás jefes se apresuraron a reafirmarlesu lealtad. La Falange era, a partir deentonces, José Antonio.

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E

CAPITULO VII

EL PARTIDO DE JOSÉ ANTONIO

n 1935 José Antonio se encontróconvertido en un jefe político.

Había eliminado a todos sus oponentes yla Falange era ahora cosa suya. Si enalguna ocasión había aludido a las

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servidumbres y humillaciones del jefepolítico[229], también había hablado delas satisfacciones que ofrece elliderazgo público[230]. Aunque nuncahubiese podido ser un Duce o unFührer, José Antonio era el Jefe, y elhéroe de sus juventudes[231]. Incluso susenemigos políticos reconocían suatractivo y su sinceridad[232]. Su únicapreocupación personal consistía en nopoder desprenderse totalmente de laetiqueta de «señorito» vinculada a supasado y a su apellido[233].

Los estudiantes falangistas deMadrid, que le veían con frecuencia, ycuya adhesión a José Antonio nunca

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flaqueó, se sentían ligeramenteincómodos ante la descripción quehacían de él sus enemigos,presentándole como un señorito andaluz.En una ocasión en que se exhibió unretrato de estilo aristocrático del Jefe enel escaparate de un fotógrafo de moda,decidieron romper la vitrina.Afortunadamente las juventudessocialistas la destrozaron antes[234].

José Antonio se encontraba ahora encondiciones de imponer su estilo liberaly «minoritario» desde la dirección delpartido. Poco después de la fundaciónde la Falange había afirmado:

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El fascismo lo nutre, hasta ahora, laclase media modesta, y los obreros seconvencerán después. Las clasesacomodadas son las que han de soportarel fascio con su historia y con susprestigios. Tendrán que recuperar sujerarquía perdida, por medio delsacrificio y del esfuerzo.

Si nosotros triunfamos, tengan laseguridad de que no triunfarán connosotros los señoritos. Esos debenencontrar digno empleo para sus dotes,rehabilitando las jerarquías quemalgastaron en holganza[235].

Durante el año 1935 José Antoniofue perfilando su teoría de la minoría.En un importante discurso pronunciadoen Valladolid en marzo, estableció

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sagazmente las diferencias entre laFalange y el principio «romántico» nazidel «instinto racial» que conduce a unasuperdemocracia[236]. Según JoséAntonio, España necesitaba un Estadofuerte dominado por una minoríarevolucionaria, porque era incapaz decrear una élite de clase media semejantea las minorías liberales francesas oinglesas[237]. Una minoría militante seríala que guiaría al movimientorevolucionario a lo largo del camino:«Para realizarla (la revolución nacional)no hace faltar congregar masas, sinominorías selectas. No muchos, sinopocos, pero convencidos y ardientes,

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que así se ha hecho todo en elmundo[238]». La minoría cuidaría dereformar la estructura económica, deelevar el nivel de las clases inferiores yde abolir los privilegios artificiales;eran las voces superiores y no laspopulares las que tenían que mandar. Esdudoso que José Antonio tuviesetemperamento fascista, en el sentidoconvencional del término. Seguíareuniéndose —aunque en secreto— consus amigos liberales; tenía uña excesivainclinación a reconocer el valor humanode la oposición y a franquearse en susrelaciones personales para ajustarse alpatrón fascista[239].

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Si algunos de sus fanáticospartidarios podían decir que «niUnamuno ni Ortega —ni, claro es, todosnuestros intelectuales— valen lo que unrapaz rabioso de veinte años, fanatizadopor su pasión española[240]», JoséAntonio se limitaba a afirmar «queremosuna España alegre y faldicorta[241]». Losactivistas del partido pensaban enorganizar «complots» para asesinar aPrieto y a Largo Caballero, pero JoséAntonio no lo hubiera permitido nunca.Durante una manifestación rodeó con susbrazos a un joven izquierdista que semetió entre ellos, para protegerle frentea sus propios seguidores falangistas.

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Nunca permitió que oradoresirresponsables, como GiménezCaballero, hablasen en los mítines deFalange, ni permitía que se gritase«abajo esto» o «muera» en las reunionesdel partido:

Los antialgo, sea lo que sea estealgo, se me representan imbuidos dereminiscencias del señoritismoespañol, que se opone irreflexiva, peroactivamente a lo que él no comparte. Nosoy ni antimarxista, siquiera, nianticomunista, ni anti… nada. Los«anti» están desterrados de mi léxico,como si fueran tapones para lasideas[242].

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Ciertos consejeros suyos, comoFrancisco Bravo, tenían que decirle quefuese más «fascista», que se mostrasemás severo y distante[243]. Entre losliberales de Madrid existía la firmeconvicción de que «José Antonio, cómole llaman sus íntimos, es un fascistamalgré lui… Es un parlamentariodesconocido por él mismo[244]». Segúnpalabras del corresponsal de la Reuter:«José Antonio, alto, con sus treinta años,su hablar afable y cortés, era una de laspersonas más agradables de Madrid».«Parecía un personaje irreal en su papelde líder fascista[245]».

Ramiro Ledesma trazó uno de los

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más agudos análisis del Jefe, en el quese definen una serie de contradiccionesaparentemente imposibles de darse en undirigente político:

Distingue y caracteriza a Primo deRivera que opera sobre una serie decontradicciones de tipo irresolubleprocedentes de su formación intelectualy de las circunstancias político-socialesde donde él mismo ha surgido. Poseeseguridad en los propósitos, y le mueveseguramente un afán sincero por darlescaza. El drama o las dificultades nacencuando se percibe que esos propósitosno son los que a él le corresponden, quees víctima de sus propiascontradicciones y que, en virtud deellas, puede devorar su misma obra y —

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lo que es peor— la de suscolaboradores. Véasele organizando elfascismo, es decir, una tarea que es hijade la fe en las virtudes del ímpetu, delentusiasmo a veces ciego, del sentidonacional y patriótico más fanático yagresivo, de la angustia profunda por latotalidad social del pueblo. Véasele,repito, con su culto por lo racional yabstracto, con su afición a los estilosescépticos y suaves, con su tendencia aadoptar las formas más tímidas delpatriotismo, con su afán de renuncia acuanto suponga apelación emocional oimpulso exclusivo de la voluntad,etcétera. Todo eso, con sutemperamento cortés y su formación dejurista, le conducirá lógicamente aformas políticas de tipo liberal yparlamentario. Varias circunstancias han

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impedido, sin embargo, esa ruta. Puesser hijo de un dictador y vivir adscrito alos medios sociales de la más altaburguesía son cosas de suficiente vigorpara influir en él propio destino. EnJosé Antonio obraron en el sentido deobligaría a torcer el suyo, y a buscar unaactitud político-social que conciliasesus contradicciones. Buscó esa actitudpor vía intelectual, y la encontró en elfascismo. Desde el día de sudescubrimiento, está en colisión tenazconsigo mismo, esforzándose por creerque esa actitud suya es verdadera, yprofunda. En el fondo, barrunta que esalgo llegado a él de modo artificial ypegadizo. Sin raíces. Ello explica susvacilaciones y cuanto en realidad leocurre. Esas vacilaciones eran las que aveces le hacían preferir el régimen del

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triunvirato, refrenando su aspiración a lajefatura única. Sólo al ver en peligro,con motivo de la crisis interna, suposición y preeminencia se determinó aempuñar su jefatura personal. Escurioso y hasta dramático percibircómo tratándose de un hombre nodesprovisto de talentos forcejea conardor contra sus propios límites. Sólo,en realidad, tras de ese forcejeo puedeefectivamente alcanzar algún día lavictoria[246].

No hay pruebas de que la Falangetuviese ningún contacto oficial con lospartidos nazi y fascista antes de 1936.Por un lado, el movimiento español sesentía algo turbado por la naturaleza de

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su ideología derivada de aquéllos, y porotro, ni los alemanes ni los italianostenían motivos para prestarle muchaatención.

Il Popólo d’ltalia había saludado ElFascio de Delgado Barreto con unartículo desdeñoso acerca de esasimitaciones baratas y de segunda manode ideologías extranjeras. Este rebufidono iba firmado, pero Guariglia,representante italiano en Madrid, setemía que lo hubiese escrito el propioDuce[247]. Durante los meses siguientes,Guariglia se esforzó en disipar elantagonismo suscitado por semejantesdeclaraciones. Poco antes de la

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fundación de la Falange, le preparó aJosé Antonio una entrevista de treintaminutos con Mussolini, durante unasbreves vacaciones del futuro jefe enItalia[248]. Aunque José Antonio escribióluego un prólogo para la traducciónespañola de Il Fascismo de Mussolini ytenía en su despacho un retrato dedicadodel Duce junto a la fotografía de supadre[249], en realidad no sentía ningunaadmiración por el líder italiano. Decía asus íntimos que Mussolini no habíacreado un nuevo sistema jurídico nirealizado una revolución, sino que sehabía limitado a crear un mito que elmovimiento español podía aprovechar

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en beneficio propio[250].El único contacto de José Antonio

con los nazis, o mejor dicho, con lacivilización germánica, tuvo lugar en laprimavera de 1934, cuando visitóBerlín, camino de Inglaterra, para pasarunas vacaciones. En aquella ocasión sele concedió importancia mínima comolíder fascista extranjero. No trató deobtener, ni nadie le ofreció, unaaudiencia con Hitler. Fue recibido porunos pocos elementos nazis de segundafila y basta[251]. A José Antonio no legustó en Alemania ni la lengua ni lagente ni el partido nazi. Los nazis leparecieron un grupo deprimente,

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rencoroso y dividido. Cuando regresó aEspaña, la estima que había tenido antespor el nacionalsocialismo se vinoabajo[252].

Entonces se dio perfecta cuenta deque la Falange tenía poco que ganarasociándose con otros partidos fascistas,por poderosos y sinceros que fuesen; alos líderes españoles les correspondíadesarrollar un movimiento fascistapeculiarmente español, parasingularizarse a sí mismos ante laopinión pública nacional. La mayoría delos dirigentes del partido tenían elmismo criterio. Una de las principalesacusaciones de Ledesma contra José

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Antonio era la absolutamenteinjustificada de pretender imitar a losmovimientos extranjeros. Redondo, queera el dirigente falangista másestrechamente vinculado al catolicismotradicional, estaba constantementepreocupado por este problema y Ruiz deAlda se sumó a los líderes jonsistas,repudiando las ideologías extranjeraspor considerarlas demasiadoautoritarias.

En la gran concentración del partidoen Valladolid, José Antonio habíainsistido en el hecho de que cada naciónseguía un camino distinto para realizarsus aspiraciones. Recurriendo a una

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imagen para explicar su idea, aludió aciertas formas de versos de la poesíadel siglo XVI, que tuvieron su origen enItalia, pero que se desarrollaron luegomucho más completamente en un estiloauténticamente español. La comparacióntal vez sugiriese más de lo querealmente quería significar, peroexpresaba bien su pensamiento. Mástarde José Antonio afirmó que «elFascismo es una actitud universal deretorno a la propia esencia (nacional)»,e insistió en que cada nación tenía supropio estilo original de expresiónpolítica[253].

La visita a Berlín en 1934 constituyó

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la primera y la última reunión formal deJosé Antonio con cualquier grupopolítico extranjero. Puesto que losmovimientos fascistas eran, pordefinición, nacionalistas, José Antoniodeclaró que no podía concebirse una«internacional fascista». Cuando al añosiguiente se celebró en Montreux, enSuiza, una reunión de organizacionesfascistas se negó a asistir a ella, o areconocerla públicamente, y no cambióde actitud a pesar de la insistencia delos agentes fascistas italianos[254].

La propaganda falangista dejó decalificar de «fascista» al partido y JoséAntonio empezó también a dar marcha

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atrás, para distinguir a la Falange de losrestantes movimientos[255]. En las Cortesmanifestó que «el fascismo tiene unaserie de accidentes externos,intercambiables, que no queremos paranada asumir[256]». El 19 de diciembre de1934 declaró en el ABC que «FalangeEspañola de las JONS no es unmovimiento fascista». Todo estosuponía, evidentemente, un cambio totalen la terminología.

José Antonio reconocíapúblicamente que un movimiento deestilo fascista podía limitarse aconstituir una manifestación puramenteexterna[257]. Y explicaba que si a veces

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la Falange recurría a los emblemas y aciertos ritos, era únicamente paradespertar los sentimientos nacionalistasdel país, adormecidos[258]. Losfalangistas, aunque defendieronfirmemente la política italiana desde elcomienzo hasta el final de la aventuraabisinia, se negaron siempre a aceptar laetiqueta fascista mussoliniana. Enrealidad, el único punto programáticodel partido constantemente mantenidofue su ferviente nacionalismo.

A medida que la Falange ibaafirmando su independencia, fueacentuando su interés por una ampliareforma económica, a la que calificaba

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de «revolución». El Jefe reconocía enprivado que había poca diferencia entresu visión económica y la de lossocialistas moderados como IndalecioPrieto[259]. No obstante, declaraba:

Cuando hablamos del capitalismo nohablamos de la propiedad. La propiedadprivada es lo contrario del capitalismo:la propiedad es la proyección directadel hombre sobre sus cosas; es unatributo elemental humano. Elcapitalismo ha ido sustituyendo estapropiedad del hombre por la delinstrumento técnico de dominación[260].

El único punto verdaderamenteradical del programa económico de la

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Falange consistía en su propósito denacionalizar el crédito, operación queJosé Antonio creía que podría realizarseen quince días. Creía con ello poder«humanizar las finanzas».

El jefe de la Falange estaba muyenterado de los problemas agrarios y susopiniones eran comentadas incluso porreconocidos especialistas[261]. JoséAntonio trataba de recoger informaciónsobre cuestiones agrícolas en todas lasprovincias españolas. Comprendió quelas tierras pobres requerían organizarseen grandes unidades de cultivo, mientrasque los suelos fértiles tenían que estarmejor repartidos. Creía que había que

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proteger las grandes propiedades queconstituían unidades naturales decultivo, en tanto que las parcelas detierra excesivamente pequeñas teníanque refundirse; en cambio, algunas zonasimproductivas deberían serabandonadas.

En un gran mitin celebrado enSalamanca el 10 de febrero de 1935, ytambién en la conferencia del CírculoMercantil de Madrid, el 19 de abril de1935, insistió en que elnacionalsindicalismo no proponía unasocialización de la economía, sino uncierto socialismo estatal capaz derealizar algunas reformas de vital

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necesidad. Y repitió que el corporatismode Mussolini no significaba para Españaotra cosa que un punto de partida[262].

El contenido nacionalista de lapropaganda falangista estabacondicionado, en gran parte, por lareacción contra los estatutosautonomistas catalán y vasco otorgadospor la República. El problemaregionalista constituía uno de los másimportantes que España teníaplanteados. Los nacionalistas catalanes,movidos por su hostilidad hacia elGobierno central, habían tomado parteen la rebelión izquierdista de 1934.

Aunque la Falange condenaba el

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separatismo, no negaba las diferenciasregionales. José Antonio, apartándosede la línea nacionalista, encomió lascualidades singulares de Cataluña,Galicia y las provincias vascongadas.La Falange no se oponía a una limitadaautonomía administrativa local, perocondenaba la separación de toda unaregión de la soberanía nacional.

A diferencia de muchos de susseguidores, José Antonio no era unfanático nacionalista. Educado en elambiente anglófilo de la aristocracialiberal, admiraba al mundo anglosajón yparticularmente el Imperio británico.Ruiz de Alda hablaba de Gibraltar en

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todos sus discursos, pero a José Antoniono le preocupaba este tipo denacionalismo. Sabía que los españolesya tenían bastante con tratar de organizarsu existencia nacional, y en una ocasiónmanifestó al corresponsal de la agenciaReuter: «Sabe usted, señor Buckley, hayun grupo típico de españoles que habla yhabla eternamente. Realmente es muydifícil organizar a nuestra raza para unatarea constructiva[263]».

…no hay patriotismo fecundo si nollega a través del camino de la crítica. Yos diré que el patriotismo nuestrotambién ha llegado por el camino de lacrítica. A nosotros no nos emociona, ni

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poco ni mucho, esa patrioteríazarzuelera, que se regodea con lamediocridad, con las mezquindadespresentes de España y con lasinterpretaciones gruesas del pasado.Nosotros amamos a España porque nonos gusta. Los que aman a su patriaporque les gusta, la aman con unavoluntad de contacto, la aman física,sensualmente. Nosotros la amamos conuna voluntad de perfección. Nosotrosno amamos a esta ruina, a estadecadencia de nuestra España física deahora. Nosotros amamos a la eterna einconmovible metafísica de España[264].

Según José Antonio, una vezrealizada esta ardua labor de desarrollointerno, España tal vez podría tomar el

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relevo de los Imperios británicos yfrancés, que él consideraba arrastradoshacia su irreversible decadenciaburguesa. No obstante, esto no podríaocurrir más que en un futuro remoto. Laconstrucción del imperio soñado porJosé Antonio empezaba por la difíciltarea cotidiana en el país[265].

La estructura orgánica de Falangequedó ultimada a finales de 1934. Losmiembros del partido se dividían en doscategorías: la «primera línea» y la«segunda línea». La «primera línea»comprendía a los miembros regulares, yactivos, que figuraban en las listasoficiales del partido. Los adheridos a la

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«segunda línea» eran simplementefalangistas auxiliares, «compañeros deviaje», o colaboradores quepermanecían en la sombra. Con eltiempo, éstos llegarían a prestarimportantes servicios al partido, peroello no podía preverse en 1935. Losmiembros más activos formaban lasmilicias, que proporcionaban al partidolos elementos de choque.

A principios de 1935 la «primeralínea» no contaba más que con 5000hombres. En Madrid había 743miembros inscritos, cuatrocientos oquinientos en Valladolid y unosdoscientos en Sevilla. Existían núcleos

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importantes en Santander y Burgos, peroel partido apenas contaba con nadie enCataluña, Galicia y en las provinciasvascas. Con todo, había células deFalange en casi todas las capitales deprovincias y en algunas zonas ruralestales como Badajoz y Cáceres, quellegaron a contar con quinientosafiliados en cada provincia, aunque estadensidad era poco frecuente. Fuera delas capitales, la principal fuerza deFalange se estableció a lo largo de losejes Sevilla-Cádiz y Valladolid-Burgos.

La Falange creció en 1935, aunquesiguió siendo insignificante encomparación con los principales

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partidos. En febrero de 1936 la«primera línea» contaba con unos 10 000 miembros, completada con unacifra igual o superior de miembros, del SEU, menores de edad. Cualquiera quefuese el sistema de recuento empleado,la cifra total de seguidores del partidono sería superior a los 25 000[266]. LaFalange seguía siendo la más reducida ydébil de todas las fuerzasindependientes de la política española.

Los enemigos de la Falange hacíanmucha propaganda acusándola de ser unpartido de señoritos. Los estudiantesconstituían, en realidad, el mayorcontingente de partidarios de Falange

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pertenecientes a un solo sector. Sinembargo, una ley promulgada en 1934prohibía a los estudiantes el perteneceroficialmente a partidos políticos y lamayoría de los miembros del SEUviéronse así impedidos de figurar en lasanémicas listas de afiliados de laFalange[267]. De los miembros activossólo una exigua minoría procedía de lasclases altas. Según las listas oficiales dela JONS de Madrid, en febrero de 1936los militantes de la capital se distribuíandel siguiente modo: obreros yempleados, 431; oficinistas, 315;obreros especializados, 114;profesiones liberales, 106; mujeres[268],

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63; estudiantes[269], 38; pequeñoscomerciantes, 19 y oficiales del ejércitoy aviadores, 17.

Por debajo de José Antonio elpartido estaba dirigido por el ConsejoNacional y por un comité ejecutivollamado Junta Política. Todos lospuestos de mando se nombraban desdearriba, pero generalmente se respetabanlas sugestiones de los subordinados. Losdirigentes locales eran simples jefeslocales; por encima de ellos estaba losjefes provinciales y por encima de éstos,los jefes territoriales. Cada jefe contabacon un secretario de rangocorrespondiente. El secretario general

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del partido, jefe ejecutivo adjunto deJosé Antonio, era un viejo amigo ycompañero de carrera suyo, RaimundoFernández Cuesta.

El partido adolecía de unasorprendente falta de madurez; elsesenta o setenta por ciento de losfalangistas no alcanzaban los veintiúnaños de edad. Esos jóvenes carecían detoda formación, como el propio JoséAntonio reconocía. En cierta ocasión enque Unamuno advirtió a José Antonioque los falangistas con quienes habíahablado no tenían una idea clara de loque querían, el jefe de la Falange lecontestó que tenían «mucho más corazón

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que cabeza[270]».No eran unos ideólogos[271]. Todo

cuanto sabían de su programa es que eraradical, ultranacionalista y que apoyabalas reformas sociales. Sabían que elpartido perseguía una especie de nuevoorden económico, porque José Antoniose lo había dicho, pero la mayoría sólotenían una vaga idea de la naturaleza deeste orden. Sus enemigos eran laizquierda, el centro y la derecha; sobretodo odiaban a la izquierda y alseparatismo porque menospreciaban elconcepto de patria; en su mente, elseparatismo era sinónimo dedecadencia. El supernacionalismo

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constituía el principio y el fin de sucredo político.

Eran un grupo alegre, deportivo, deelevado espíritu idealista pocoaficionados al estudio, emborrachadoscon la retórica de José Antonio ysedientos de acción directa. Su únicaambición era mantener un constantedinamismo nacionalista. Como les decíaJosé Antonio:

El Paraíso no es el descanso. ElParaíso está contra el descanso. En elParaíso no se puede estar tendido; seestá verticalmente, como los ángeles.Pues bien, nosotros, que ya hemosllevado al camino del paraíso las vidas

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de nuestros mejores, queremos unparaíso difícil, erecto, implacable; unparaíso donde no se descanse nunca yque tenga, junto a las jambas de laspuertas, ángeles con espadas[272].

El peor defecto de José Antoniocomo jefe político era su incapacidadpara elegir subordinados eficaces. Entorno suyo se formó en Madrid unacamarilla servil, compuesta de viejasamistades personales, poetas fascistas,antiguos pasantes de su bufete y otrosaduladores por el estilo. José Antonioera demasiado indulgente en susrelaciones personales para adoptar laactitud fría y objetiva que un jefe

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político requiere. Le resultaba muy durotener que pensar mal de amigos ycolaboradores y a veces se dejaballevar en contra de sus propios juiciosmás certeros.

Los dirigentes madrileños desegunda fila (jefes de prensa, demilicias, del SEU y de la organizaciónde provincias) conservaban celosamentesu preeminencia en el seno del partido.Por ejemplo, desconfiaban de OnésimoRedondo porque era el dirigente másdestacado de las provincias. Asítrataron de convencer a José Antonio deque la resistencia que opusoinicialmente Redondo a romper con

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Ledesma y la interrupción de lapublicación de la prensa localdenotaban una falta de lealtad hacia elJefe. Se lamentaban, además, de queRedondo nunca se hubiese apartado delos senderos trazados por la reacciónclerical y su permanente autoridad sobreel grupo de Valladolid no auguraba nadabueno para el partido. Mientras tanto,animaban a dos destacados dirigentesestudiantiles de Valladolid que estabanorganizando un «complot» contraRedondo entre los militantes jóvenes.

Durante el verano de 1935 Redondomanifestó a José Antonio que no estabadispuesto a tolerar semejante situación y

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que iba a expulsar a los disidentes y atodos los que les secundasen. JoséAntonio se dio cuenta del peligro queentrañaba el dejar que la autoridad deRedondo se viese minada por la base ydesdeñando a la pandilla de Madrid,autorizó a Redondo a obrar comojuzgara conveniente. Las relacionesentre Madrid y Valladolid semantuvieron tirantes durante todo el año1935[273].

En el transcurso de aquel veranoJosé Antonio se vio obligado aintervenir en asuntos del partido enMálaga y en Santander, donde ambasorganizaciones provinciales de Falange

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habían caído en manos de grupos localesderechistas. En ambos casos, el jefedestituyó a los dirigentes derechistas ycolocó al frente de la organizaciónprovincial a falangistas pertenecientes ala clase obrera[274].

En repetidas ocasiones la Falangetrató en vano de conseguir el apoyo dela izquierda. El partido había heredadola vieja esperanza jonsista de llegar a uncierto grado de cooperación con laorganización de filiación anarquista yantimarxista, la Confederación Nacionaldel Trabajo. Los afiliados a la CNT sequejaban de que, en ciertos informes, serelacionasen sus actividades con las de

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la Falange[275]. Sin embargo, algunosslogans de la prensa de la CNT podíanintercambiarse con los titulares deArriba, el nuevo órgano de laFalange[276].

Pero José Antonio no se mostrabatan interesado en la CNT, controlada porla FAI, como en el grupo más moderadoy responsable de los «treintistas»,sindicalistas disidentes que se habíanseparado de la CNT cuando losanarquistas empezaron a apoderarse deella. Se decía que Ángel Pestaña, ellíder «treintista» tenía un buen conceptode José Antonio y éste le devolvió elcumplido. El jefe de la Falange hizo su

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primer esfuerzo para tratar con Pestañadurante una visita que realizó aBarcelona poco después de la fundacióndel partido. Pestaña se manifestó muycauteloso y la entrevista no llegó acelebrarse; ulteriores contactoslleváronse a cabo a través de Ruiz deAlda y del dirigente de la Falangebarcelonesa Santa Marina. Pero Pestañamantenía su desconfianza y no se llegó aninguna colaboración. Más tarde, afinales de 1935, se realizó un nuevointento para interesarle, pero él y susamigos exigieron constituir unacandidatura electoral totalmenteseparada en las próximas elecciones.

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Sólo pudo llegar a establecerse unprincipio de acuerdo, en una brevedeclaración de principios conjunta,sobre la necesidad de un movimiento dela clase trabajadora, en la que secondenaba la violencia anticlerical,pero nada más. Creyendo que la Falangecontaba con más dinero del querealmente tenía, Pestaña quería queaquélla costeara los gastos de unacandidatura treintista en Cataluña, locual era imposible[277].

El gabinete de centro-derecha quegobernaba en España en 1935 trató decombatir a los extremismos de amboslados y a veces se mostró casi tan duro

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contra la Falange como contra lospartidos de izquierdas. Los periódicosnacionalsindicalistas se veíanconstantemente censurados y confrecuencia multados; muchas veces eranrecogidos inmediatamente. A cada brotemás o menos espectacular de violencialos centros provinciales del partido eranclausurados, mientras había que esperarla autorización para celebrar reunionespúblicas hasta el último minuto, cuandono les era negada.

Durante 1935 ni un sólo periódicode toda España consideró que laFalange mereciese que se le consagrarael menor espacio entre las noticias o los

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editoriales[278]. La afirmación de GilRobles «los señoritos nunca harán nada»reflejaba la actitud general respecto a laFalange[279]. El 20 de agosto de aquelaño José Antonio se lamentaba:

Existe un estrecho entendimientocontra nosotros, que se extiende desdeel gobierno hasta la extremaderecha[280],

y en otra ocasión:

En vano hemos recorrido Españadesgañitándonos en discursos; en vanohemos editado periódicos; el español,firme en sus primeras conclusionesinfalibles, nos negaba, aún a título de

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limosna, lo que hubiéramos estimadomás: un poco de atención[281].

Los portavoces de la Falangeestaban furiosos contra losconservadores moderados de la CEDA,que controlaban la mayoría de los votosy de las aportaciones económicas de lasclases medias. El movimiento juvenil dela CEDA, la JAP, con sus camisas verdesy carentes de agresividad, era tomado abroma por la Falange. José Antonioafirmó que «éste era el único caso enque lo más decrépito de un partido loconstituía su juventud[282]». Arribapublicó una al lado de otra y con los

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pies cambiados una foto de una reunióncampestre de la JAP y otra de unoscerdos escarbando basura. José Antoniomanifestó que había perdido todaesperanza de que Gil Robles llegase aadquirir la estatura de un dirigentenacional. En octubre de 1935 predijoque el liberal Azaña volvería al poderantes de un año, que es precisamente loque ocurrió.

Debido a las constantes denuncias,la sede de la Falange tuvo que sertrasladada de domicilio por dos vecesdurante el año. En las Navidades de1935 los dirigentes del partidovolvieron a encontrarse una vez más

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ante la imposibilidad de reunir el dineronecesario para pagar el alquilermensual[283]. Estas situacioneshumillantes obligaron a José Antonio areconocer en privado que el movimientonecesitaría cinco o diez años de laborde organización y de campañas depropaganda, antes de llegar a poderejercer influencia en el país[284]. Inclusodesde el punto de vista más optimista, elfuturo de la Falange bajo la Repúblicase presentaba como una larga y duralucha ascendente.

Únicamente la consideración deestas sombrías perspectivas para supartido impulsó a José Antonio,

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superando su conocida repulsión porello, a entregarse a una intriga políticacon los militares. La Falange tenía queencontrar un camino para salir delatolladero en que se encontraba.

Hacia finales de 1933 habíaseformado un grupo de conspiradoresentre los elementos jóvenes del cuerpode oficiales del ejército español,denominado Unión Militar Española (UME), cuya única ambición era la dederribar la República. No tenía ningúnotro objetivo positivo que la vagaaspiración de restaurar el «orden» y la«autoridad» en España. El primerdirigente de la organización fue el

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capitán falangista Emilio RodríguezTarduchy, antiguo partidario del régimende Primo de Rivera. Considerado comoexcesivamente sectario, pronto fuesustituido por un capitán de EstadoMayor llamado Barba Hernández[285].Durante el año 1934, la UME creócélulas en muchas guarniciones, aunquesólo logró atraer a oficiales jóvenes yambiciosos que se considerabanfrustrados y carecían de veteranía.Durante la rebelión de octubre, la UMEfue incapaz de influir en losacontecimientos porque ninguna figuraimportante del ejército le hizo el menorcaso. A los tenientes y capitanes de la

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organización sólo se sumaron algunosoficiales retirados, ansiosos de «hacerpolítica». La mayoría de los oficialesprimorriveristas conservadores queabandonaron la Falange en 1934 pasarona engrosar la UME.

José Antonio había manifestadoclaramente su hostilidad a todacolaboración con los militares,afirmando que no podía confiarse en losgenerales[286]. El peligro que supusopara el gobierno el levantamiento deoctubre de 1934 le hizo cambiar deactitud. Después de la rebelión tuvo quereconocer que la Falange era demasiadodébil para influir por sí sola en los

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acontecimientos. En noviembre de 1934preparó una carta a los militares, sinduda apremiado por Ledesma y Ruiz deAlda. En ella ponía de manifiesto laausencia de sentido nacional de laizquierda y la incapacidad política de laderecha parlamentaria:

Queráis o no queráis, militares deEspaña, en unos años en que el Ejércitoguarda las únicas esencias y los únicosusos íntegramente reveladores de unapermanencia histórica, al Ejército le vaa corresponder, una vez más, la tarea dereemplazar al Estado inexistente.

Insistía en el peligro de un fracaso

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político de los militares. Éstos podíanfallar por una excesiva timidez, quepudiera impedirles el abolir totalmenteel estado liberal, o por excesivaambición, que les llevara a creer quepodía gobernarse a la nación medianteuna simple dictadura militar. Y repetíaque sólo un «estado nacional, integradory totalitario» podía solucionar concarácter permanente los problemas deEspaña[287].

No se sabe a quién iba dirigido estemensaje. En todo caso, no requeríacontestación. Por su parte, José Antonioseguía mostrándose sumamente cauto enestos contactos, convencido de que los

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militares no iban a proporcionarleninguna satisfacción política duradera.

Guiado por su convicción de quetoda decisión histórica dependía de unaminoría audaz, José Antonio trató deurdir un plan para un golpe de laFalange con un reducido grupo deoficiales de confianza, que habíanmantenido relación con su padre. Amediados de junio convocó una reuniónespecial de la Junta Política, en unparador de montaña situado al oeste deMadrid. Allí trazó el plan paraconcentrar todas las milicias falangistasdisponibles en Toledo, donde seríanprovistas de armas procedentes de un

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depósito oculto, y un experto oficial sepondría al frente de ellas. De Toledomarcharían hacia Madrid, mientras losfalangistas y unos cuantos oficialesretirados realizarían un golpe fulminantesobre los principales centrosgubernamentales[288]. Los consejerospolíticos manifestaron un relativoentusiasmo por el plan, que fuerápidamente rechazado por considerarlode imposible realización. Laimaginación de José Antonio le habíaarrastrado demasiado lejos[289]. Losjefes más influyentes del ejército nohubiesen secundado el golpe, porquequien puso el veto a toda posible

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colaboración fue nada menos que elgeneral Francisco Franco, jefe delEstado Mayor[290].

José Antonio había estado ya encontacto con el capitán BarbaHernández, quien contribuyó adisuadirle del proyecto. Le preguntó alrepresentante de la UME si los oficialesestaban dispuestos a conceder todo elpoder político a un gobierno que pudieraestablecerse por la acción conjunta de laFalange y la UME. Barba Hernández lerespondió con una negativa categórica,alegando que el movimiento nacionalsindicalista no contaba con la fuerza y elcrédito suficientes para que se le

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otorgara tal predominio. José Antoniorealizó una última tentativa para llegar aun acuerdo en el que se concediese a laFalange la prioridad en la propagandadestinada a la creación de una nuevaformación política[291], pero eraevidente que ni la Falange ni la UMEestaban en condiciones de intentarseriamente un golpe contra la República.

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E

CAPITULOVIII

LAS ELECCIONES DE1936

l segundo Consejo Nacional deFalange Española se reunió en

Madrid en noviembre de 1935. Sediscutieron en él numerosas cuestionesde táctica y de doctrina, pero el

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problema fundamental era el del papeldel partido en las próximas eleccionesque deberían celebrarse en el curso delinvierno. Se hablaba mucho de lacreación de un Frente Nacional de todaslas derechas para combatir al FrentePopular que las izquierdas estabanpreparando.

La Falange ¿debía unirse a aquellaagrupación de conservadores y dereaccionarios? José Antonio formulódicha pregunta a cada uno de losconsejeros. No podían limitarse aignorar las elecciones simplemente porel hecho de que el partido se encontraraprácticamente aislado y, como siempre,

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con sus cajas vacías. Parecía, pues,necesario establecer algún contacto.Nadie podía imaginar que las eleccionesiban a ser el preludio de la guerra civil;generalmente se creía que iban aconfigurar la situación política durantelos próximos años.

José Antonio y Ruiz de Alda eranpartidarios de una participación en elFrente Nacional, basada en una absolutaigualdad entre todas las organizacionesparticipantes en él mismo y siempre queéste estuviese encaminado a la salvaciónde la integridad de la patria, sinulteriores consecuencias políticas. Losconsejeros estaban sumamente divididos

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entre sí sobre si la Falange debía o noparticipar en el Frente. Al final seimpuso José Antonio y se decidió laparticipación sobre las basespreviamente establecidas[292].

La derecha tenía muy pocos deseosde incluir a la Falange en suscandidaturas; la Falange carecía defuerza electoral y su presencia podíaasustar a muchos conservadores. Cuandoen las Cortes José Antonio condenó lavergonzosa explotación de lostrabajadores agrícolas y afirmó quesegún el actual ritmo de transferencias yamortizaciones, España tardaría cientosesenta años en realizar su reforma

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agraria (lo cual muy bien podría habersido cierto), ABC y con él toda laderecha le acusó de «bolchevique[293]».

José Antonio replicó a su vez:

El bolchevismo es en la raíz unaactitud materialista ante el mundo;…llega al bolchevismo quien parte de unainterpretación puramente económica dela Historia. De donde elantibolchevismo es, cabalmente, laposición que contempla al mundo bajoel signo de lo espiritual…Los quehoy… sacrificamos comodidades yventajas para lograr un reajuste delmundo, sin que naufrague lo espiritual,somos la negación del bolchevismo…En cambio, los que se aferran al gocesin término de opulencias gratuitas, los

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que reputan más y más urgentemente lasatisfacción de sus últimassuperfluidades que el socorro delhambre de un pueblo, ésos, intérpretesmaterialistas del mundo, son losverdaderos bolcheviques. Y con unbolchevismo de espantosorefinamiento: el bolchevismo de losprivilegiados[294].

Durante el otoño, José Antonio seganó la enemistad de los políticos cedo-radicales con su actitud frente a losescándalos financieros quedesprestigiaron al gobierno burgués deEspaña. Se descubrió que ciertospolíticos del partido radical (entre losque se incluía el hijo adoptivo de

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Lerroux) estaban complicados en laexplotación en monopolio de un aparatode juego denominado «straperlo»,mientras por otra parte una compañía denavegación del África occidental resultóque estaba recibiendo sumas enormesdel gobierno en pago de unos serviciosde poca importancia prestados en Ifni yotras colonias[295]. José Antonio estabaencantado al ver al gobierno cogido conlas manos en la masa. Se divirtióreuniendo todas las pruebas acusatorias,las expuso en las Cortes y retó a losmoderados a que diesen su honradoveredicto sobre la conducta delgobierno. Públicamente pidió a Gil

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Robles que se desolidarizase de lapandilla de Lerroux, si realmente queríasalvar su honor y el de la nación. Elembajador norteamericano recogió laescena final de este escándalo en lasCortes del modo siguiente:

Cerca de las seis de la mañana seefectuó la votación. Lerroux fueabsuelto de toda culpa mientras unoscuro secretario suyo eracondenado… Pero apenas se anunció elresultado, una voz chillona gritó desdela tribuna diplomática casi desierta:

¡Viva el Straperlo!Los diputados lanzaban furiosas

miradas sobre José (Antonio) Primo deRivera, quien, con cara de niño travieso,

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sonreía maliciosamente a sus mayores.Los diputados, con los semblantesceñudos y airados, fueron saliendohacia la calle desierta[296].

Aunque sabía el poco aprecio queaquel partido le profesaba, en diciembreJosé Antonio inició las negociacionespara llegar a un compromiso electoralcon la CEDA. Los primeros contactosparecieron prometedores. Durante elaño anterior, el SEU había logradoestablecer un acuerdo bastantesatisfactorio sobre las eleccionesuniversitarias con la asociación de losestudiantes católicos[297].

Además, en diciembre, los

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promotores de los Sindicatos Libresrealizaron grandes esfuerzos paraincorporar a las CONS en un ampliofrente de sindicatos de trabajadoresantimarxistas[298]. Se habló incluso deque concederían a la Falange veintepuestos en las candidaturas derechistas,aunque esto parecía demasiado bonitopara ser verdad. Muchos de losdirigentes provinciales inicialmentedesignados empezaron a preparar suscandidaturas, aunque no se requiriómucho tiempo para que su optimismo sedesvaneciese.

La situación cambió radicalmentecuando José Antonio empezó a tratar las

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cuestiones prácticas con Gil Robles.Éste le dijo al líder falangistas que noera lógico que la Falange, que se habíadeclarado antiparlamentaria, exigieseuna representación tan importante en unacandidatura parlamentaria; en cambio —afirmaba Gil Robles—, un grupomoderado como la CEDA, comprometidoa respetar las normas parlamentarias,debía contar con una representaciónparlamentaria lo más ampliaposible[299]. José Antonio, aunreconociendo lo lógico de esterazonamiento, replicó que difícilmenteaceptarían sus seguidores un sólo puestoen tres o cuatro candidaturas de

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provincias, sobre todo si el Frente deDerechas persistía en rechazar lascondiciones moderadas y libres de todopartidismo que él deseaba establecer.Con gran sentimiento de algunosfalangistas, José Antonio renunció a laslimitadas concesiones ofrecidas por laderecha[300]. Cederles sólo dos o trespuestos era un insulto a los dirigentesdel partido y la aceptación de unarepresentación tan exigua era algo quelos militantes de la base nunca hubiesencomprendido. La Falange tendría que irsola a las elecciones.

Aunque José Antonio considerabalas elecciones como un «baile de

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máscaras», la Falange había empezado apreparar candidaturas. El 15 de octubre,es decir, antes del Consejo Nacional,había comenzado la distribución deinstrucciones y de material para una«campaña de penetración y depropaganda». Se presentaroncandidaturas en Madrid y en otrasdieciocho provincias donde existía unaremota posibilidad de que resultaraelegido un candidato falangista. JoséAntonio se presentó en la capital y enotras seis regiones; entre los restantescandidatos para una o varias provinciasfiguraban Onésimo Redondo, Julio Ruizde Alda, Raimundo Fernández Cuesta,

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Rafael Sánchez Mazas, Manuel Hedilla(Jefe provincial de Santander), JoséSainz (jefe provincial de Toledo),Sancho Dávila (jefe territorial deAndalucía) y Jesús Muro (jefe territorialdel Alto Aragón[301]), El partidotropezaba con grandes dificultades,incluso para conseguir la inscripción desus candidatos, debido a la obstrucciónde los conservadores[302]. En Burgos,José Antonio tuvo que impedir que losdirigentes locales establecieran unacandidatura conjunta con elementosderechistas adinerados[303].

En su propaganda electoral, laFalange preconizaba la reforma agraria,

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la promoción de la industria local y elpleno empleo. En Santander, JoséAntonio prometió que si la Falangellegaba al poder, nacionalizaría losservicios del crédito en el plazo dequince días[304]. En otra ocasión se diceque en un momento de exaltación llegó aafirmar que uno de los primeros actos degobierno de la Falange sería colgar alcontrabandista multimillonario JuanMarch[305].

El aspecto más llamativo de lapropaganda falangista era suridiculización del carácter negativo delFrente Nacional, que «suponía que launión de varios enanos bastaba para

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formar un gigante[306]». Las hojas deFalange afirmaban que «los partidos(del Frente Nacional) sólo se agrupabanpor temor al enemigo común; no veíanque frente a una fe agresiva hay queoponer otra fe combatiente y activa, noun designio inerte de resistencia[307]».«No basta con venir cantando himnos».Y en Cáceres exclamó José Antonio:«Menos “Abajo esto”, “Contra lo otro”y más “Arriba España”». Y solíaafirmar que el viejo grito de combateespañol no era «Abajo los moros», sino«¡Santiago y cierra España!»[308].

Las elecciones fueron organizadaspor un gobierno de transición presidido

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por el dirigente moderado PórtelaValladares. El presidente de laRepública Alcalá Zamora había elegidopersonalmente a Pórtela para tratar deorganizar una tercera fuerza políticadurante la campaña electoral; creía quesemejante fuerza podría evitar que laRepública cayera en uno de losextremismos de derecha o de izquierda.Pórtela no tuvo el menor éxito en estaempresa. Era demasiado tarde parasuperar la polarización que se habíaproducido en la política española[309].

A medida que se aproximaba lafecha de las elecciones, losconservadores se mostraban cada vez

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más enojados con la Falange. Laderecha afirmaba que el único resultadode la obstinación de la Falange enpresentar sus propios candidatos seríauna disminución de votos de las listasconservadoras que favorecería a lasizquierdas. Lo único que estimulaba elinterés de la Falange en presentar unacandidatura en Madrid era la campañade prensa que invitaba al partido aretirarse. ABC halagaba a los falangistasafirmando que sus militares valían milveces más que los tímidos jóvenesconservadores, pero les pedía queabandonaran el terreno electoral, puestoque su ideología era antiparlamentaria:

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Falange Española no está encondiciones de aspirar a que los cuatrocandidatos que presentan (en Madrid)obtengan el acta. Sin embargo, persistiren la lucha representa un evidentequebranto, no ya del cuerpo desufragios en favor de las candidaturas delas derechas unidas, sino de la fuerzaespiritual con que puede presentarsedespués de las elecciones ante laopinión Falange Española[310].

A finales de enero una interminableprocesión de damas de la sociedad y depersonalidades de relieve habíandesfilado por el despacho de JoséAntonio para pedirle que la Falange seretirase de la contienda.

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Durante su campaña de reelecciónen Cádiz, el jefe de la Falange fueacogido fríamente por sus antiguoscolegas derechistas. José Antoniohubiese deseado renovar la alianzaindependiente establecida en 1933, peroesta vez los conservadores no queríansaber nada con él. Los caciques localesle acusaron de no haber defendidoeficazmente sus intereses en Madrid,porque no había ejercido la influencianecesaria para promover la creación decierta refinería de azúcar y laaprobación de una nueva legislaciónsobre alcoholes, que hubiesenfavorecido mucho su región. José

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Antonio no había sido un buenrepresentante suyo. En Andalucía laFalange se encontraba sin fondos y sinesperanzas[311].

Pese a la desesperada presión y a lacampaña de desprestigio de lasderechas, el partido mantuvo suscandidaturas electorales y suindependencia. Los únicos pactosestablecidos durante la campaña fueronciertos acuerdos de carácter local, envirtud de los cuales la Falangesecundaría al Ejército con sus miliciassi las izquierdas ganaban las eleccionesy aquél proclamaba el estado de guerra.En su último gran discurso de la

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campaña electoral, José Antonioadvirtió: «Si el resultado de losescrutinios es contrario, peligrosamentecontrario a los eternos destinos deEspaña, la Falange relegará con susfuerzas las actas de escrutinio al últimolugar del menosprecio[312]».

Grandes carteles de propagandaelectoral con el semblante pontifical deGil Robles llenaban las principalesciudades españolas el día 16 de febrerode 1936, cuando se celebraron laselecciones. Pero a pesar de todo eldinero que se gastó el bloque dederechas, las izquierdas obtuvieron unavictoria clara, aunque no fuese

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aplastante numéricamente. Los políticosconservadores, atemorizados, intentaronconvencer a Franco y a otros destacadosgenerales para que declarasen la leymarcial, pero Franco se negó ahacerlo[313].

La Falange obtuvo menos de 5000votos en Madrid y cerca de 4000 enValladolid, es decir el 1,19 y el 4 por100, respectivamente, del censoelectoral. En su intento de reelección enCádiz, José Antonio sólo obtuvo 6965votos. En su totalidad el partido reunióalgo más de 40 000 votos[314]. Noresultó elegido ni un solo falangista yJosé Antonio se vio reducido a la

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condición de simple ciudadano.La victoria del Frente Popular

produjo un verdadero shock en todas lasfuerzas no izquierdistas, incluso en laFalange. En diciembre José Antoniohabía predicho un ligero margenfavorable al Frente Popular, pero ahorase veía sorprendido por la amplitud dela victoria izquierdista[315]. Desde laspáginas de Arriba procuró tranquilizar asus partidarios. Su primera reacciónconsistió en animar a los militantesdeclarando, que el partido podía contarcon una masa de cien mil seguidores si alos votos obtenidos se añadían elnúmero de simpatizantes de menos de

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veintiún años. Parecía temer los efectosde otra temporada en la soledad deldesierto.

No obstante, para la Falange lasperspectivas no eran tan negras. Laspredicciones conservadoras sobre elresultado de unas elecciones libreshabían fallado por completo, y ManuelAzaña volvió al poder, tal como lohabía vaticinado José Antonio.Fracasados los procedimientosmoderados, los grupos antiliberales sólopodían pensar en arrancar el control demanos de la izquierda y el centro-izquierda recurriendo a métodosradicales.

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La reacción general entre losmilitantes falangistas era de euforia.Durante dos años y medio el movimientonacional sindicalista se había vistofrenado por la fuerte mano de la derechadominante. Se le habían negado a laFalange apoyos y dinero porque habíanprevalecido los métodos de la CEDA.Ahora que la política de moderación, decompromiso y parlamentarismo de GilRobles y de Herrera se habíadesacreditado las derechas no tenían lamenor posibilidad inmediata en lasCortes[316]. Los jóvenes falangistas máspeleones creían que su hora habíallegado. Como escribió el jefe local de

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Sevilla.

Después de las elecciones defebrero tenía una fe absoluta en eltriunfo de la Falange, porque dábamospor fracasados y eliminadas a lasderechas, que eran nuestro más difícilenemigo. Su fracaso constituía paranosotros un avance fabuloso y laherencia de la mayor parte de susmejores juventudes. Por si ello fuerapoco, teníamos una seguridad absolutadel fracaso del Frente Popular, por sudesorganización interna y por su posturaantinacional, en contra, abiertamente,del sentido de una gran masa deespañoles. Nuestra tarea consistíasimplemente en ampliar nuestra baseobrera[317].

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Algunos izquierdistas se lamentabande que los jóvenes falangistas, que nohabían logrado la elección de uno solode los suyos, se comportaban como sirealmente hubiesen ganado.

Por su parte, José Antonio no semostraba tan confiado como sus jóvenesseguidores. Tenía momentos deesperanza y de optimismo, pero sabíaque la derrota de la derecha ortodoxa nocontribuiría a mejorar el futuro de laFalange. Las elecciones no habíancambiado la estructura básica de supartido; en todo caso, habíancontribuido a subrayar su aislamiento ysu falta de apoyos. Además, ahora

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comprendía mejor y temía aún más elcreciente abismo que separaba laizquierda de la derecha. Sabía que laderecha, momentáneamente batida, haríaun gran esfuerzo para recuperar susposiciones. Y si los métodos moderadosde Gil Robles eran abandonados enfavor del extremismo de Calvo Sotelo,no estaba nada claro que la Falangesaliera ganando con el cambio. Losfalangistas siempre habían proclamadola ineficacia de la táctica parlamentariay predicado la revoluciónnacionalsindicalista. Pero como noexistía necesariamente una relaciónentre ambas ideas, la derecha podía

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aceptar la primera de ellas sin admitir lasegunda. Ya desde la fundación mismadel partido, la derecha se habíaesforzado en captar a los falangistascomo tropas de choque de la reacción;ante la nueva situación políticaespañola, esta tentación no hacía sinoaumentar.

En 1936 José Antonio creía que,atrincherados en sus posiciones, losconservadores podían resultar máspeligrosos aún para la falange que laizquierda promarxista. Indicó a loseditorialistas del Arriba queconcentraran su fuego sobre las derechasdesacreditadas y tratasen bien a los

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líderes liberales del Frente Popular.José Antonio quería que sus partidariosno olvidaran quiénes eran losverdaderos responsables de la peligrosasituación porque España atravesaba.Sugería que debía concedérsele a Azañauna última oportunidad para llevar acabo la revolución nacional de carácterliberal. Cuatro meses antes había escritolo siguiente:

Será inútil buscar precedentes deuna torpeza mayor que la lucida por lasderechas españolas… Azaña está a lavista… Azaña volverá a tener en susmanos la ocasión cesárea de realizar,aún contra los gritos de la masa, el

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destino revolucionario que le habráelegido dos veces[318].

Al día siguiente al de las elecciones,Arriba declaraba que «España ya nopuede eludir el cumplimiento de surevolución nacional». José Antonioafirmó que, por lo menos, el sufragiouniversal había logrado unas cuantascosas deseables; había repudiado elbienio negro conservador, puesto frenoal separatismo vasco y estimulado a loselementos «menos frenéticos» de laizquierda. Y reiteraba algunas de lasafirmaciones más valientes de susdiscursos electorales:

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En lo más profundo de nuestro seralienta cierta simpatía por mucha gentede izquierda, que han llegado al odio poridéntico camino que nos ha llevado anosotros al amor: la crítica de estatriste, mediocre, miserable ymelancólica España[319].

[…]Esto de ahora es peligroso, pero

está tenso y vivo: puede acabar encatástrofe, pero puede acabar enacierto[320].

El 21 de febrero, en una circulardirigida a todos los jefes territorialesprovinciales de España, José Antonioles comunicaba las siguientesinstrucciones:

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Los jefes cuidarán de que por nadiese adopte actitud alguna de hostilidadhacia el nuevo gobierno, ni desolidaridad con las fuerzas derechistasderrotadas…

Nuestros militantes desoiránterminantemente todo requerimientopara tomar parte en conspiraciones,proyectos de golpe de Estado, alianzasde fuerzas «de orden» y demás cosas deanáloga naturaleza[321].

A todos los nuevos afiliados se lesexigiría un determinado período deprueba antes de ocupar ningún puesto demando en el partido. Ahora más quenunca no debía permitirse quecualquiera pudiera abrirse fácilmente

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camino dentro de la Falange.José Antonio seguía manteniendo su

desconfianza hacia los militaresconspiradores y no fue invitado a lasprimeras conversaciones preparatoriasque algunos oficiales celebraron enMadrid. También deseaba evitar elverse envuelto en una revuelta dirigidapor la UME o por generales intrigantes.Aun cuando se mantenía en contacto conesos grupos, procuraba conservar lasmanos libres para cualquier maniobra deotro tipo[322].

El objetivo fundamental de laFalange después de las elecciones era elmismo que Ramiro Ledesma en 1931:

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nacionalizar las aspiracionesrevolucionarias de la izquierdaespañola. José Antonio insistió en quelos líderes falangistas debían esforzarseen atraerse a los disidentes de la CNT ydel partido socialista[323]. En los mesessiguientes se logró atraer a alguno de lossectores más inquietos de la CNTandaluza, pero José Antonio tenía unplan mucho más ambicioso.

De todos los dirigentes de laizquierda española, por quien sentíamayor admiración era por IndalecioPrieto. José Antonio le respetaba por sucapacidad política, sus conocimientoseconómicos, su moderación, su

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resistencia a dejarse arrastrar por elradicalismo antinacional de lossocialistas de izquierda y su grangenerosidad personal. Siempre se habíalamentado de no poder atraer a hombrescomo Prieto a la Falange. Reconocíaplenamente la importancia de podercontar con un líder de origen obrero, alfrente de una revolución nacionalista.Así pues, José Antonio se decidió arealizar un nuevo esfuerzo para llegar aun entendimiento con Prieto.

A través de amigos mutuos, el jefede la Falange estableció contacto conJuan Negrín, miembro del sector«prietista» del partido socialista y le

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manifestó su interés en unir la Falangecon los elementos socialistas moderadosy de mentalidad nacional. José Antoniollegó a sugerir la posibilidad de quePrieto asumiera la jefatura de unaFalange Socialista, en la que él mismoaceptaría un puesto secundario. Unaorganización de este tipo podría aspirara atraerse a los «treintistas» y a todoslos elementos antimarxistas y no-internacionalistas de la CNT.

Pero Prieto rechazó todanegociación; ya antes había adoptadouna actitud opuesta a cualquier trato conla Falange. Además, después de lavictoria del Frente Popular, el sector

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radical de Largo Caballero hacía laposición del propio Prieto en el partidoresultase muy insegura y careciese, portanto, de la menor posibilidad demaniobra. Las proposiciones de JoséAntonio fueron, pues, rechazadas[324].

El fracaso de este plan demostró laimposibilidad de realizar una aperturade la Falange hacia la izquierda. Dadala distribución de las fuerzas en lapolítica española, era natural que ladébil e insignificante Falange sedeslizase peligrosamente hacia laderecha. Ello dependía también delvigor de la derecha en su contraataque.

Durante las semanas que siguieron a

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las elecciones, la Falange crecióconsiderablemente. Los «japistas» másinquietos y descontentos se pasaron alnacionalsindicalismo. Los jóvenesderechistas, ávidos de acción, se sentíanatraídos por el grupo más dinámico yfamoso de todos los que no formaban elFrente Popular. Aunque no se conocenlas cifras, es probable que el número deafiliados a Falange doblase en pocosmeses.

Durante marzo y abril se produjo elinevitable viraje de la Falange hacia laderecha. A medida que crecían susefectivos, los conservadores volvieron aaportarle su ayuda económica. La

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polarización de las fuerzas políticas endos bandos se tradujo en un incrementode las peleas callejeras y de los actos deviolencia. La Falange tenía queconstituir la avanzadilla de combate delas fuerzas no-izquierdistas; al fin y alcabo, para esto la pagaban losconservadores.

Poco después de las elecciones,Pórtela Valladares citó a José Antonio asu despacho oficial de la Puerta del Sol.El jefe del gobierno, ya dimisionario,informó al jefe de la Falange de que laizquierda estaba comportándose conbastante corrección y que, por lo tanto,los falangistas serían considerados

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como responsables de cualquierviolencia que ocurriese en el país. JoséAntonio le contestó que lo que realmentenecesitaba eran armas para proteger alos falangistas contra losizquierdistas[325].

El jefe estaba muy desalentado antela progresiva deteriorización de la vidapolítica y económica de España. En unambiente tan turbulento, resultabaimposible realizar cualquier laborconstructiva aun en el caso de que sepresentase la oportunidad para ello. Lasjuventudes socialistas estaban a punto deunirse con las juventudes comunistas, ylas milicias izquierdistas estaban

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convencidas de que había llegado suhora. Consideraban a la Falange como elarma más peligrosa de las fuerzas de lareacción y no estaban dispuestas apermitir que se robusteciera.

No se manifestaba ningún derechoserio decrecimiento de la violenciacallejera que venía constituyendo unaverdadera plaga en la radical divisiónpolítica española desde el invierno de1934. La ronda infernal empezó a girarmás rápidamente y el número de muertosde la Falange sobrepasó los veinte, yluego los treinta, con lascorrespondientes pérdidas por parte delas izquierdas. El partido adoptó la

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táctica de contratar a pistolerosasalariados, por lo menos en Madrid,para proteger a sus dirigentes y llevar acabo sus raids de represalias[326]. Tantolas milicias de Falange como sus rivalesizquierdistas adquirieron pronto elcarácter de bandas armadas. El 1 demarzo de 1936, para reforzar losefectivos del partido, José Antonioordenó que todos los miembros del SEUse incorporasen en la milicia deFalange[327].

Sin embargo, José Antonio nodeseaba contribuir de un modoirresponsable a aumentar el desordenreinante en España. En el plazo de tres

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semanas fueron asesinados por losizquierdistas cuatro falangistas, y apesar de ello todavía el jefe nacional seresistió a autorizar represalias directas.Cuando mataron a un quinto falangista eljefe local de Sevilla tomó la iniciativade una serie de atentados contradestacadas personalidadesizquierdistas[328].

Ante este estado de cosas, el nuevojefe del gobierno, que apreciaba a JoséAntonio, temió que se cometierannuevos atentados contra la vida del líderde la Falange y le envió a decir por unamigo común que los comunistas y lossocialistas se proponían eliminarle. El

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Jefe replicó con arrogancia que no erasu vida sino la de Azaña la que corríapeligro, porque si le ocurría algo a éllos activistas de la Falange se vengaríanen la persona del jefe del gobierno[329].

Quince días más tarde empeoró lasituación escapando a todo control. Losactivistas del SEU decidieron realizar ungolpe audaz contra la izquierda. El 11 demarzo un grupo armado trató de asesinaral eminente catedrático de Derechosocialista Jiménez de Asúa. Erraron elblanco, pero mataron a susguardaespaldas[330].

Mientras aumentaba de día en día laoleada de violencias, el débil gobierno

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liberal quiso tomar las riendas de lasituación disolviendo la Falange,considerada como una de las principalescausas del desorden. El 14 de marzo de1936 Falange Española de las JONS fuedeclarada fuera de la ley. Todos losmiembros de su Junta Política quepudieron ser localizados en Madridfueron detenidos y encerrados en laCárcel Modelo[331]. Sólo uno o dos deellos consiguieron escapar.

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D

CAPITULO IX

LA FALANGE EN PLENO HOLOCAUSTO

espués de la victoria del FrentePopular muchos oficiales del

Ejército empezaron a considerarseriamente la posibilidad de recurrir ala fuerza, pero les resultaba muy difícil

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ponerse de acuerdo. La mayoría de losmiembros del cuerpo de oficiales eranliberales moderados y de origenpequeño-burgués, a quienes no atraían nila ideología fascista ni la nostalgiareaccionaria de la monarquía. La UMEsólo constituía una exigua minoría y lamayor parte de los generalesdesconfiaban unos de otros. Durante losmeses de marzo y abril se tramaronalgunos complots ineficaces, limitados aalgunas guarniciones locales que nocontaban con amplios apoyos. En abrilfueron descubiertos en Madrid dospequeños grupos, siendo detenidosvarios oficiales.

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El núcleo principal de laconspiración se formó en la guarniciónde Pamplona. Su jefe era el generalEmilio Mola, que fue el último directorde Seguridad de la Monarquía yposteriormente el comandante militar deMarruecos. A finales de abril Molaentró en contacto con la célula de la UME existente entre las fuerzas bajo sumando. La célula se puso a las órdenesde Mola y empezó a establecercontactos en las guarniciones vecinasdel norte y del este. La necesidad decrear una especie de red central de laconspiración se hizo cada vez másevidente, ya que, aunque la UME

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deseaba actuar bajo las órdenes deMola, el jefe honorario de todos losconspiradores era el general Sanjurjo,jefe de la rebelión abortada en 1932. El30 de mayo, Sanjurjo, que vivía en suexilio portugués, aceptó la situacióndefacto, reconociendo a Mola como jefeefectivo de la conspiración.

Hasta entonces, sólo los oficialesjóvenes habían manifestado gran interésen la conspiración. Durante el mes dejunio Mola consagró todos sus esfuerzosa consolidar sus bases atrayéndose amás generales. Esto no era fácil, ya quela mayoría de ellos se encontrabansatisfechos de su situación y no

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deseaban rebelarse contra su gobierno.La mayor parte de la oficialidadpermanecía indecisa y sólo reaccionabaa medida que iba aumentando eldesorden civil, inicialmente Mola fijó lafecha de la rebelión militar para el día20 de junio, pero tuvo que aplazarla porno disponer de apoyos suficientes.

Los conspiradores estaban decididosa establecer un directorio militar queobligase a la República a adoptar unaactitud más conservadora. No pretendíandestruir la forma de gobiernorepublicana, ni siquiera considerabannecesario establecer ningún sistemacorporativo. Por otro lado, estaban

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dispuestos a no mezclarse con políticosy no confiaron a ninguno de ellos elsecreto de la conspiración[332].

En vista de la indecisión de losmilitares, Mola empezó a pensar en losmedios para aplastar a las masastrabajadoras de Madrid. En semejantescircunstancias, el apoyo de loselementos civiles resultaba muy valioso.Las únicas milicias no izquierdistasdisponibles eran las de la Falange y dela Comunión Tradicionalista. El 29 demayo iniciáronse las negociaciones conJosé Antonio, y a primeros de junio seestablecieron contactos con el jefecarlista Manuel Fal Conde. Las cosas

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iban tan mal para Mola que éste, el 1 dejulio, estuvo a punto de renunciar a suempresa. Sin embargo, otros oficiales leofrecieron su apoyo, mientras que laFalange decidió finalmente sumarse a laconspiración.

Entre los revoltosos no existía elmenor vínculo político común. Elprudente y muy influyente generalFranco se mantuvo en una actitud dudosahasta el último día, mientras loscarlistas, por su parte, permanecieron almargen de la conspiración hasta el 12 dejulio. Pese a la adhesión de estosúltimos, la mayoría de los dirigentes dela conspiración, como Mola, Goded,

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Cabanellas y Queipo de Llano, sentíanuna verdadera antipatía hacia lainstitución monárquica. Incluso elpropio Franco manifestó que las tropasmarroquíes únicamente actuarían bajo labandera de la República[333]. Estapersistente confusión se puso demanifiesto al iniciarse la rebelión.

Los acontecimientos de febrero ymarzo de 1936 determinaron el fin de laefímera existencia del partido de JoséAntonio, pero, a la vez, marcaron elcomienzo de un nuevo proceso, bañadoen sangre y lleno de frustraciones, quedebía conducir a una Falange, ampliaday reorganizada, convertida en el partido

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del Estado español.Después del 14 de marzo la

situación de la Falange se hizoimposible. Con José Antonio y losprincipales encarcelados, laorganización del partido desmantelada yla mayoría de sus miembros en laclandestinidad, todas las posibilidadespolíticas del movimiento se esfumaron.Sólo les quedaba una clara alternativa: oabandonar por completo la lucha ointentar, solos o en colaboración conotros, un golpe directo contra el régimenrepublicano. Evidentemente, sólo lasegunda solución parecía aceptable.Después del 14 de marzo se hizo

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inevitable que la Falange, sola o conalgunos aliados, se lanzara al ataquecontra el gobierno.

La Cárcel Modelo de Madrid, lanueva «prisión modélica» en la que seencontraban presos José Antonio y losdirectivos nacionales era realmente unainstitución ejemplar. Los directores,personas cultas, progresivas y humanas,concedían toda clase de privilegios alos internados, incluyendo ampliasfacilidades para recibir visitas. No lesfue difícil a los falangistas reconstituirsu línea de mando mediante un sistemade enlaces que establecían la conexiónentre José Antonio y la red ejecutiva

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clandestina que todavía se hallaba enlibertad. En Madrid se constituyó uncentro del partido, dirigidoconjuntamente por el secretariopermanente de la organización, MarianoGarcía, y cualquiera de los otrosdirigentes nacionales que se encontrasenlibres en aquel momento. RaimundoFernández Cuesta, secretario general delpartido, ejerció durante algún tiempotales funciones, pero, al final, JoséAntonio tuvo que delegar gran parte desu autoridad en su hermano menorFernando. Fernando Primo de Riverademostró ser un hábil ejecutor, aunqueno se había incorporado al partido hasta

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la crisis que siguió a las elecciones.Puesto que la Falange no podía

funcionar legalmente, José Antoniodispuso que las diversas secciones delpartido se reorganizaran en célulassecretas de tres miembros, para darmayor eficacia a la acción clandestinade la Falange[334]. José Antonio nuncahabía desarrollado abiertamente la ideade que un grupo pequeño, decidido yeficaz de revolucionarios pudieraadueñarse del poder mediante un golpeaudaz, si las cosas empeoraban hasta elpunto de hacerlo necesario. Desde laprisión ordenó a los jefes locales quepreparasen a sus grupos para un golpe

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de Estado de la Falange, contandoúnicamente con sus propias fuerzas y sinaliarse con ningún otro grupo. Durantelos dos meses siguientes se hicierondiversos planes para el golpe de Estado,pero ninguno de ellos ofrecía garantíasde éxito[335].

Estas secretas maquinaciones sedesarrollaban sobre un fondo decreciente violencia. Cuando llegó elbuen tiempo estallaron las luchascallejeras con una intensidad que no sehabía conocido en España desde elapogeo del terrorismo políticobarcelonés, en 1923. Los extremistashabían aventado sus últimos escrúpulos.

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Las escuadras de activistas habíanpreparado listas negras de losprincipales enemigos de la Falange[336].El juez municipal que condenó a unjoven falangista por su participación enel atentado contra Jiménez de Asúacayó, a las 48 horas, bajo una ráfaga debalas disparadas por los pistoleros delpartido[337]. En una acción de«represalias», los terroristas de Falangeraptaron al presidente de la Casa delPueblo socialista de Carrión de losCondes; el infortunado dirigenteizquierdista fue colgado en un lugarapartado, junto con uno de sussubordinados. Unos cuarenta falangistas,

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varios elementos conservadores y másde cincuenta liberales o izquierdistasfueron asesinados en un período de tresmeses[338]. El órgano comunista MundoObrero exigió la «completaeliminación» de la Falange, publicandoilustraciones del «señorito sangrientoJosé Antonio Primo de Rivera[339]».

Desde la cárcel, Ruiz de Aldapublicó en el órgano clandestino de laFalange No importa (del queaparecieron tres números entre mayo yjunio) un artículo titulado «Justificaciónde la violencia», en el que afirmaba queEspaña se encontraba en plena guerracivil, que era ya demasiado tarde para

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volverse atrás y que ningún obstáculodebía cruzarse en el camino. Recibiócentenares de telegramas de felicitación,que le dirigieron a la Modelo entusiastasderechistas sedientos de venganza contralos izquierdistas[340].

Los españoles adineradosfinanciaban el terrorismo falangista, eincluso incitaban a las milicias arealizar una labor más eficaz[341]. Laderecha, que había mantenido adistancia a la Falange durante el períodoelectoral, cuando se acercó la hora delescrutinio se decidió a pedir laprotección de sus milicias. Mientras laRepública tenía a sus guardias de

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Asalto, los falangistas eranconsiderados como las tropas de choquede la reacción. El número de susactivistas aumentaba progresivamente, amedida que los miembros de la JAPingresaban en el SEU y pasabanautomáticamente a engrosar las miliciasfalangistas.

El líder de la JAP Ramón SerranoSúñer colaboraba con José Antonio yhasta permitió que algunos de susjóvenes camisas verdes se pasaran a laFalange. Gil Robles formulabapúblicamente una distinción entre«buenos» y «malos» terroristas:

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Entre éstos hay dos clases depersonas: los que se van por caminos deviolencia, creyendo honradamente quede esta manera se resuelven problemasnacionales y los que se van porqueahora el partido no puede repartircargos ni prebendas. Los primeros,absolutamente respetables, puedenconstituir unos magníficos auxiliares, eldía de mañana en que, desengañados,tornen a la casa común[342].

Con ello significaba Gil Robles quelos conservadores estarían mástranquilos si cesaba la violencia, peromientras ésta continuase, respaldarían alos pistoleros antiizquierdistas ycondenarían a los terroristas que se

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opusieran a ellos.A aquellas alturas José Antonio

había perdido toda esperanza decontener el desbordamiento de laviolencia. El 16 de abril fue muerto unprimo suyo al disparar un grupo depistoleros contra los falangistas queescoltaban al féretro de un guardia civilasesinado en Madrid por losizquierdistas[343]. Estos hechos leconvencieron de la necesidad de dejarque la revolución siguiese libremente sucurso hacia el inevitable desenlace. Enel clandestino No importa aprobópúblicamente los sucesos de Carrión delos Condes. Sin embargo, puso su veto

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al plan preparado para asesinar a LargoCaballero; esto ya le parecía unaprovocación demasiado grave.

Los días 6 y 14 de mayo, el nuevojefe del gobierno, Casares Quiroga,declaró en las Cortes que la Falangeilegal era el principal enemigo delgobierno. Explicó que también se habíaempezado a detener a gentes novinculadas oficialmente al partidoporque la policía había encontrado listasen las que figuraban losultrarreaccionarios que ayudaban ensecreto al movimiento[344].

A primeros de junio la Falangesufrió una nueva baja, que hacía

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aproximadamente el número setenta delos afiliados muertos en luchascallejeras desde la fundación delpartido[345]. El incremento de laviolencia se hizo tan rápido y confusoque resultaba difícil seguir sudesarrollo[346]. Algunas regiones estabanal borde del caos social más absoluto.Los anarquistas y los socialistasextremistas exigían la realizacióninmediata de la revolución económicaque preconizaban. Largo Caballero teníala esperanza de recoger la herencia delFrente Popular y no deseaba seguirpermaneciendo al margen por mástiempo. Se hallaban en curso varias

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huelgas simultáneas mientras losperiódicos publicaban la relación deaquéllas de más larga duración. Paramuchos observadores España estaballegando al borde de su ruina.

Se prepararon diversos planes parafacilitar la evasión de José Antonio dela cárcel, pero ninguno de ellos llegó amadurar[347]. Como recurso legal paralograr su libertad se incluyó su nombreen la candidatura conservadora para larepetición de las elecciones en laprovincia de Cuenca, donde habían sidoanuladas por irregularidades[348]. Estasolución había sido preparada por losamigos derechistas de José Antonio,

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principalmente su íntimo Ramón SerranoSúñer, líder de la JAP, y el monárquicoGoicoechea[349].

La lista de Cuenca estaba integradaen su mayoría por dirigentesconservadores locales. Sin embargo,otra figura de primera magnitud, apartede José Antonio, apareció en lacandidatura: el general FranciscoFranco. En la noche siguiente a laselecciones de febrero, Franco dudó enatender la solicitud de Gil Robles de ira una intervención militar; pocos díasdespués, las izquierdas victoriosas lerelevaron de su cargo de jefe del EstadoMayor, relegándole al puesto secundario

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de comandante militar de Tenerife, enlas islas Canarias. Franco tenía susdudas no sólo sobre la decisión, sinotambién sobre la capacidad de losmilitares para llevar a cabo unverdadero golpe de Estado y se habíanegado a vincularse estrechamente aninguna de las numerosasconspiraciones de guarniciónpreparadas por la UME y por otrosgenerales. Ahora deseaba reforzar suposición, ocupando un puesto en la vidapolítica civil, para esperar el curso delos acontecimientos.

José Antonio no permitió que sunombre apareciese en una candidatura

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en la que figuraban Franco y otrosderechistas. De ningún modo deseabaque se le identificase con la camarillade generales. Por su parte, Gil Roblesapoyaba a ambos, considerando que deeste modo podría establecerse unsaludable equilibrio de fuerzas, muynecesario para los peligrosos tiemposque se avecinaban. José Antonio envió asu hermano Miguel a visitar a GilRobles en su despacho, amenazándolecon publicar una circular de la Falangeen la que se le atacaría violentamente sino obligaba a Franco a retirarse[350]. Porotra parte, existía una rotunda oposiciónde las izquierdas contra el nombre de

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Franco. Ante esta situación, las derechastuvieron que batirse en retirada. SerranoSúñer, que era cuñado de Franco, voló aTenerife para aconsejar a éste queretirase su candidatura[351]. Franco, anteuna oposición tan amplia, cedió y seretiró de la contienda.

El ministro de Justicia recomendó alas autoridades locales que velasen porel estricto desarrollo de la repetición delas elecciones, en las cuales no debíanpermitir que figurase ningún nombrenuevo; sin embargo, el de José Antoniosiguió inscrito en la candidaturaconservadora[352], obteniendo una buenavotación en la elección, aunque no se

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conocen los resultados exactos. Pero lasizquierdas estaban decididas a impedirsu triunfo. En diversos colegioselectorales no se computaron sus votos,con el pretexto de que su nombre nohabía figurado en las primeraselecciones. José Antonio se encontró ala cola de la lista derechista, en vez defigurar a la cabeza de la misma, como lehubiera correspondido si hubiesen sidocontados todos sus votos[353]. SerranoSúñer denunció ante las Cortes estoshechos, presentando una complicadarelación de resultados totales endiversos distritos, para demostrar queJosé Antonio merecía el puesto de

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diputado, pero fue en vano[354].Durante el mes de mayo las

preferencias de la opinión conservadorade Madrid tuvieron ocasión deexpresarse a través de una encuestarealizada entre sus lectores por elperiódico clerical Ya. En cuanto a suelección para la presidencia de laRepública, el nombre de José Antonioobtuvo un ligero margen de ventajarespecto a los de los demás favoritos,Calvo Sotelo, Gil Robles y el generalSanjurjo[355]. La orientación de laderecha española hacia el «fascismo»estaba decidida. En algunas provinciaslas señoritas de la buena sociedad

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llevaban ostensiblemente insignias deFalange en sus vestidos[356].

Entretanto, el gobierno fue apretandolos grilletes que aprisionaban al jefe dela Falange. Durante abril y mayo JoséAntonio fue juzgado, acusado de cuatrodelitos, tres de los cuales no eran másque pretextos legales para prolongar sudetención. De dos de ellos resultaroncargos por los que fue condenado a unoscuatro meses de cárcel[357]. El cuartojuicio, celebrado el 28 de mayo, se basóen la acusación de tenencia ilícita dearmas, porque más de seis semanasdespués de su detención, en el curso deun registro en su domicilio, fueron

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halladas dos pistolas cargadas. JoséAntonio defendióse a sí mismo conapasionada indignación, alegando quelas armas habían sido colocadas allídeliberadamente por la policía y que elproceso constituía una verdaderamaquinación contra él (lo cual era, porlo menos en la intención, cierto). Apesar de ello, fue condenado,prolongándose su encarcelamiento. JoséAntonio montó en cólera; lanzó untintero contra el oficial del tribunal yluego, quitándose la toga, la arrojó alsuelo y la pisoteó, manifestando que siaquello era todo lo que la Justicia eracapaz de hacer, no la necesitaba para

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nada[358].Como José Antonio era el principal

preso del gobierno, los oficiales deprisiones empezaron a inquietarse antela posibilidad de su huida. El 5 de juniose presentó un pelotón de guardias paratrasladarle a la prisión provincial deAlicante. Los restantes presosfalangistas de la Modelo armaron unformidable escándalo cuando sellevaron al jefe. José Antonio exclamó agritos que lo iban a ejecutar, pero llegóa Alicante sin el menor incidente[359].Algunos de los dirigentes falangistas demenor importancia fueron puestos enlibertad, pero los principales

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permanecieron encarcelados. Ruiz deAlda permaneció con otros varios en laModelo, mientras los demás fueronenviados, como su jefe, a cárcelesprovinciales, para tenerlos bien seguros.

La posibilidad del traslado de JoséAntonio fuera de Madrid había sidoprevista. Se habían establecido losplanes necesarios para evitar todaposible interrupción en la cadenajerárquica del mando clandestino quesemejante situación pudiera provocar, yasí el jefe pudo seguir manteniéndose alcorriente de los acontecimientos desdesu lejana celda de la costa del sudeste.

La situación de la Falange se hacía

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cada vez más desesperada. Cada día seproducían nuevas detenciones. Con seismeses más de persecución por parte delGobierno, el partido quedaríacompletamente deshecho.Evidentemente, la Falange tenía queconseguir alguna ayuda, y lo antesposible.

En estos días se registra un cambioesencial de orientación en la líneapolítica de José Antonio y de laFalange. Hasta entonces unadesconfianza innata en la posibilidad deun golpe militar y una profunda aversiónhacia lo que pudiera ser suconsecuencia, habían regido comodirectrices fundamentales de sus

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pensamientos y actividades[360].

Ante la nueva situación se hizo ungran esfuerzo «para galvanizar losentusiasmos de descontentos, tímidos yambiciosos, capaces por sus cargos(entre los militares) de pesarfuertemente en una rebeliónarmada[361]». Esta acción empezó por unvago proselitismo entre los oficiales, sinpretender llegar a ningún acuerdoconcreto.

A medida que iban siendo detenidosmás dirigentes se hacía más difícilmantener la línea de mando de laFalange y no a causa de una manifiesta

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insubordinación, sino debido a laconfusión y al aislamiento existente enuna organización obligada a permaneceren la clandestinidad. La falta decohesión derivada de esta situaciónamenazaba con arrastrar al partido atorpes complicidades con los diversos ymal concebidos complots quepreparaban algunos oficiales delEjército junto con elementosreaccionarios. Numerosos falangistas seperdieron en el dédalo de intrigas que seestaban tramando en toda España. Porejemplo, en Álava, el jefe provincial,Ramón Castaños, había empezado aconspirar por su cuenta con los carlistas

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y con otros elementos de extremaderecha. Durante una visita almonasterio de Nanclares de Oca parapedir dinero, Castaños manifestó que el1.º de abril los conspiradores llevabanrecaudadas 120 000 pesetas en laprovincia de Álava para comprar armas.Fue detenido por las autoridadesdespués de dos meses de conspirar[362].

José Antonio seguía tratando deevitar toda confusión o compromiso conlas organizaciones de derechas. Supreocupación fundamental consistía enatraerse a colaboradores de buena fepara la rebelión, evitando al propiotiempo toda complicidad con los otros

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grupos políticos. Los jefes falangistastemían que los monárquicos quisieranpisarles el terreno. José Calvo Sotelo,en un importante discurso en las Cortes,manifestó que estaba dispuesto a aceptarel calificativo de «fascista», si otrospersistían en atribuírselo a supensamiento político. Aunque losfalangistas solían rechazar dichocalificativo cuando los izquierdistas selo aplicaban a ellos, reaccionaronindignados ante el hecho de que CalvoSotelo pretendía apropiárselo yprotestaron afirmando que se trataba deuna nueva maniobra de las derechaspara utilizar a la Falange,

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aprovechándose de su ímpetu «envísperas de la victoria». Por Madridcircularon octavillas acusando a CalvoSotelo de imitador[363].

Mientras tanto, José Antonio habíalogrado establecer contacto con los jefescarlistas que se encontraban en Francia.Manuel Fal Conde, jefe nacional de lasmilicias carlistas —los Requetés—,estaba interesado en conseguir lacolaboración de la Falange en un golpede Estado que los carlistas estabanpreparando. Puesto que ambos grupospreconizaban un tipo de gobiernorigurosamente antiparlamentario y queninguno de ellos se había comprometido

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con los conservadores ortodoxos,parecía posible que ambos llegaran a unacuerdo. Al parecer, Fal Conde ofrecióa José Antonio una representaciónparitaria en el primer directorio políticoque se constituyese después del golpe deEstado triunfante.

José Antonio había llegado a laconclusión de que los carlistas eran losúnicos colaboradores posibles queexistían en la derecha. Su historial eralimpio y eran gentes, que mantendrían supalabra. No estaban entregados a ningúndoble juego, sino exclusivamente a latarea de arrancar de cuajo el Estadoliberal. José Antonio no quería

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establecer lazos demasiado estrechoscon los carlistas, pero el futuro sepresentaba tan negro que cualquiercolaboración honesta era bien recibida.José Antonio se comprometió, pues, aofrecer el apoyo de la Falange acualquier intento de rebelión carlista,con tal de que se le advirtiera contiempo suficiente[364]. Pero todo esto noera más que buenas intenciones. Enrealidad los carlistas eran tan débilescomo la Falange y resultaba más quedudoso que, juntos o separados,pudieran llevar a cabo con éxito unarebelión sin contar con el apoyo delEjército.

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José Antonio empezaba a conocerlos detalles de la conspiración delEjército; la Falange había venidomoviéndose a ciegas, desorientada antelas diversas situaciones políticasexistentes en las distintas localidades.La evidencia de que la conspiraciónmilitar empezaba a fraguarse, lejos deanimarle le intranquilizó, sugiriéndoleamargas reflexiones ante lasperspectivas que se le presentaban a laFalange.

Durante tres años la Falange habíavenido predicando la necesidad dederribar la República y de establecer unsistema político autoritario. Y ahora que

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fuerzas poderosas habían empezado aconspirar contra la República, existía laposibilidad de que por lo menos la partenegativa de su programa pudierarealizarse, pero no por la Falange. Larebelión victoriosa del Ejército, o de lasderechas, o de ambos a la vez,determinaría con toda seguridad elestablecimiento de un tipo de sistemaautoritario, pero no supondría larealización de la revoluciónnacionalsindicalista. Las miliciasfalangistas estaban mal armadas ypreparadas únicamente para luchascallejeras esporádicas[365]. No estaba,por tanto, en condiciones de disputarle

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la supremacía al Ejército si éste seproponía realmente ir a la rebelión.

Cuando la conspiración militar sehizo realidad concreta, la Falange sólopodía sumarse a ella si no queríaexponerse a ser aplastada por unaderecha militante o por una izquierdavictoriosa. José Antonio, secundado porRuiz de Alda, se resistía a aceptar estaamarga verdad, mientras otros dirigentesdel partido deseaban vivamente sumarsea la conspiración militar[366].

El jefe nacional estableció su primercontacto oficial con el general Mola el29 de mayo. El agente de enlace fueRafael Garcerán, antiguo pasante del

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bufete de José Antonio y a quien ésteutilizaba como mensajero. Durante lassemanas siguientes se cruzaron una seriede mensajes entre el jefe de la Falangeencarcelado y el principal dirigente dela conspiración militar. José Antonio«hizo a Mola confidencias sobrepersonas y funcionamiento orgánico delpartido[367]». Como había hecho antescon la UME, trató de imponer ciertascondiciones políticas a los militares,que éstos rechazaron. No era fácil llegara un acuerdo. Hubo algunos conatoslocales de insurrección militar enValencia y en otros lugares, pero sinhaberse llegado a un entendimiento con

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la Falange.Los dirigentes falangistas

mostrábanse pesimistas y desconfiadosante la actitud del Ejército. Pese a que el30 de mayo se cursaron las instruccionespreliminares relativas a las condicionesen que las milicias de la Falange debíanparticipar en la rebelión, el responsablede la organización del partido enMadrid, Fernando Primo de Rivera, semostraba bastante escéptico.Refiriéndose a la actitud de Fernando, eljefe provincial de Burgos escribía:

Él no creía que los militares selevantaran. No tenía ninguna fe en ello;únicamente cuando le aseguré que

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Burgos, etc., él me dijo: «Bien, eso serápor Burgos, Álava y Logroño y algúnotro sitio más, pero, en general, con losmilitares no hay nada que hacer. EnMadrid la cosa está perdida[368]».

José Antonio escribió a uno de susenlaces del Norte de España: «Si todocontinúa del modo como se estápreparando hasta ahora, vamos a tenerun régimen del cual España estaráaburrida a los seis meses[369]». En elúltimo número del periódico clandestinoNo importa (20 de junio) publicó uneditorial titulado «Cuidado con laderecha. Aviso a los madrugadores: laFalange no es conservadora». José

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Antonio invitaba a los militantes delpartido a mostrarse prudentes respecto alos viejos conservadores, que trataríande recuperar el poder empujando a losmilitares a dar un golpe de Estadoreaccionario y contando con la Falangecomo tropas de choque. El 24 de julio,una circular dirigida a los mandoslocales afirmaba:

Ha llegado a conocimiento del jefenacional la pluralidad de maquinacionesen favor de más o menos confusosmovimientos subversivos que estándesarrollándose en diversas provinciasde España.

…Algunos (jefes locales) llevadosde un exceso de celo o de una peligrosa

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ingenuidad, se han precipitado a dibujarplanos de actuación local y acomprometer la participación de loscamaradas en determinados planespolíticos.

…Los proyectos políticos de losmilitares… no suelen estar adornadospor el acierto. Esos proyectos arrancancasi siempre de un error inicial: el decreer que los males de Españaresponden a simples desarreglos deorden interior y desembocan en laentrega del poder a los antes aludidos,charlatanes faltos de toda concienciahistórica, de toda auténtica formación yde todo brío para la irrupción de laPatria en las grandes rutas de su destino.

La participación de la Falange enuno de estos proyectos prematuros ycandorosos constituiría una gran

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responsabilidad y arrastraría su totaldesaparición, aun en el caso de triunfo.Por este motivo: porque casi todos losque cuentan con la Falange para talgénero de empresas, la consideran…como un elemento auxiliar de choque,como una especie de fuerza de asalto,de milicia juvenil, destinada el día demañana a desfilar ante los fantasmonesencaramados en el Poder.

Consideren todos los camaradashasta qué punto es ofensivo para laFalange el que se la proponga tomarparte como comparsa en un movimientoque no va a conducir a la implantacióndel Estado nacionalsindicalista[370].

Los jefes provinciales debíancomunicar directamente al jefe nacional,

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en el plazo de cinco días, si se habíancomprometido o no en semejantescombinaciones.

Cuatro días después, José Antonio,en una carta dirigida a un antiguo amigo,el político liberal Miguel Maura, lereveló sus temores. Algunas semanasantes, Maura había propuesto la«dictadura nacional liberal» como únicomedio de evitar la lucha a muerte entrelas derechas y las izquierdas. Nadie leprestó la menor atención[371]. El jefe dela Falange le contestó:

Pero ya verás cómo la terribleincultura, o mejor aún, la pereza mentalde nuestro pueblo (en todas sus capas)

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acaba por darnos o un ensayo debolchevismo cruel y sucio o unarepresentación flatulenta de patrioteríaalicorta a cargo de algún figurón de laderecha. ¡Que Dios nos libre de lo unoy de lo otro![372].

La única esperanza de la Falangeconsistía en ganarles por la mano a losmilitares. El 29 de junio José Antoniodirigió una nueva circular a los jefes delpartido con instrucciones para laparticipación de la Falange en unarebelión militar:

1. Cada jefe territorial o provincialse entenderá exclusivamente conel jefe superior del movimiento

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militar en el territorio oprovincia, y no con ninguna otrapersona.

2. La Falange conservará susunidades propias, con sus mandosnaturales y sus distintivos.

3. Si se considera necesario, sólo untercio —pero no más— de losmilitantes falangistas podrá serpuesto a disposición de los jefesmilitares.

4. El jefe militar local deberáprometer al de la Falange que noserán entregados a persona algunalos mandos civiles hasta por lomenos tres días después detriunfante el movimiento y quedurante este plazo conservarán elpoder civil las autoridadesmilitares.

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5. De no ser renovadas por ordenexpresa, las presentesinstrucciones quedarán sin efectoel día 10 del próximo julio, a lasdoce del día[373].

José Antonio pidió a Mola que fijararápida y definitivamente otra fecha parala revuelta si quería contar con laparticipación de la Falange. Molaescurría el bulto; sus rebeldesnecesitarían alguna ayuda auxiliar paratomar Madrid en un rápido golpe, perosabía lo tenue que era la red de supequeña conspiración y, por otra parte,no tenía ninguna fe en el valor militar dela Falange. Resultaba, sin embargo,

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evidente que la conspiración eraparcialmente conocida por lasautoridades, y por tanto había que actuarrápidamente. Mola modificó la fecha delgolpe militar, estableciéndola del 9 al10 de julio. Desgraciadamente para losconspiradores, el jefe provincial de laFalange de Toledo, José Sainz, fuedetenido el 6 de julio, llevando encimalas instrucciones para el levantamiento.Ello obligó a Mola a cambiar una vezmás la fecha, aunque la situación sehacía cada vez más crítica.

El 9 de julio José Antonio prolongóla validez de sus instrucciones hasta lamedianoche del 20 de julio. Seguía en

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negociaciones con Mola, pero éste noquería hacer concesiones concretas.Mola estaba decidido a que la rebeliónfuese controlada por el Ejército, sinningún compromiso político. No constaque la Falange llegara nunca a recibirgarantías políticas; la mayoría de loslíderes supervivientes atestiguan que nolas hubo. La única condición que obtuvoJosé Antonio —y en la que también elEjército insistía, por su parte— fue la deque el poder no seria entregadoinmediatamente a los políticosconservadores. Esto significaba queéstos no podrían dominar a la Falange yviceversa; el Ejército se encontraría así

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en condiciones de controlar a ambos.Lo único que José Antonio esperaba

sacar de todo ello era la posibilidad deque, en la confusión que seguiría algolpe, la Falange pudiera abrirse pasohacia los puestos de mando. Comoconsecuencia de su propia participaciónen el movimiento y del crecienteprestigio que había venido adquiriendoentre las derechas durante las últimassemanas, la Falange podía hallarse enuna posición mucho más favorable frentea los partidos conservadores. JoséAntonio estaba convencido de laincapacidad política de los generales,pero contaba con que éstos, sin darse

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cuenta, acabarían proporcionándole laoportunidad tan ansiada por su «minoríaaudaz» de revolucionarios. José Antoniono esperaba que su partido llegara alpoder al cabo de unas semanas o deunos meses, pero confiaba en que elrápido y victorioso golpe militar contrael gobierno de la República permitiríarobustecer considerablemente loscuadros del nacionalsindicalismo[374].

En aquellos días el partido estaba ala merced de los acontecimientos. Cadadía producíanse decenas y centenares denuevas detenciones de falangistas enMadrid y provincias. La línea de mandoestaba prácticamente rota. El 10 de

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julio, Fernández Cuesta, que llevaba lasecretaría clandestina de la Falange enMadrid, dio órdenes urgentes a todos losjefes provinciales de que enviasen a lacapital, cuanto antes, a una persona deabsoluta lealtad; sólo pudo establecercontacto con una provincia[375].

La tensión crecía por momentos. EnValencia, tanto la guarnición militarcomo la Falange local estaban en vilo.Los falangistas prendieron fuego a lamecha en la noche del 11 de julioirrumpiendo en la emisora de radio paraanunciar que «dentro de unos días saldráa la calle el movimientonacionalsindicalista». Ello dio lugar a

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que se produjera una noche de disturbiosy de incendios provocados por lasizquierdas en la tercera ciudadespañola[376]. Mola vacilaba antes deestablecer una nueva fecha para larebelión. Hasta el último minuto no setenía ninguna seguridad de que los jefesdel Ejército no se echarían para atrás,dejando abandonada a la Falange. Losdirigentes del partido sentíanseangustiados ante esta eventualidad.

En Madrid, los odios y violenciasaumentaban de hora en hora. La guardiade Asalto republicana asumía laresponsabilidad del mantenimiento delorden. El 12 de julio, el teniente José

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Castillo, que era un oficial izquierdistaque había matado a uno o dos falangistasen choques callejeros, fue asesinado porunos pistoleros de la UME. Suscompañeros decidieron por su cuentavengar su muerte. La noche siguiente, ungrupo de guardias de Asalto se dirigió aldomicilio de José Calvo Sotelo.Después de la derrota electoral de GilRobles, Calvo Sotelo se habíaconvertido en el principal portavoz delas derechas. Había declaradoreiteradamente su irreductible oposicióna la forma de gobierno republicana yhabía aceptado públicamente los retosque le habían lanzado las izquierdas.

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Aquella noche no fueron sólo amenazas.Calvo Sotelo fue introducido en unacamioneta de la guardia de Asalto yasesinado, abandonándose su cadáver enun cementerio de las afueras de Madrid.

Esto hizo estallar el polvorín. Todala derecha empezó a proferir gritos devenganza. Los ricos abandonaban lacapital como si se hubiese declarado lapeste en ella; durante varios días unariada de lujosos coches se dirigió hacialas fronteras de Francia y de Portugal.

José Antonio ya no pudo aguardarmás. El 14 de julio envió a Garcerán aPamplona con un último mensaje paraMola: si los conspiradores no estaban

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dispuestos a pasar a la acción en elplazo de setenta y dos horas, él iniciaríala rebelión en Alicante con la Falange. Einsistió en que muchos miembros de la UME estaban impacientes por unirse a laFalange[377]. Evidentemente, lanzarse ala rebelión con las milicias de Alicantehubiera sido algo suicida, pero estebluff era el último recurso de JoséAntonio para obligar a Mola adecidirse.

Mola conservaba su escepticismoacerca de la fuerza de la Falange. Puestoque el contingente de miliciasfalangistas más próximo era el deBurgos, Mola preguntó a su jefe

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provincial, José Andino, cuántoshombres podía proporcionarledispuestos para la acción. Andino lecontestó que podía contar con unos seismil hombres en el plazo de cuatro horas,lo cual constituía una notableexageración[378].

Para Mola, el único rayo de luzconsistía en el apoyo que le habíanprometido los carlistas, apoyo queúnicamente había logrado obtener en losúltimos tres días. Los carlistas leofrecieron diez mil hombres entrenadospara secundarle en la marcha hacíaMadrid. Todavía no podía confiarse enmuchos de los oficiales relacionados

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con la conspiración, pero cualquiernuevo aplazamiento hubiese resultadofatal. La rebelión en Marruecos fueprevista para el 18 de julio, mientras elresto del Ejército debería unirse a lamisma en el plazo de 48 horas. ElenaMedina, una muchacha de la buenasociedad que actuaba como uno de losenlaces de Mola, corrió a comunicarle aFernández Cuesta las últimasinstrucciones, que llevaba escondidas enuna hebilla de su vestido[379].

La decisión del general llegó aconocimiento de José Antonio enAlicante, en la mañana del día 16 dejulio[380].

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L

CAPITULO X

LA FALANGE ALINICIARSE LA GUERRA

CIVIL

a rebelión empezó prematuramenteen Marruecos, aproximadamente a

las dos de la tarde del día 17 de julio.Los dos generales con mando superior

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en África se negaron a secundarla,siendo arrestados y después ejecutados.En el plazo de veinticuatro horas toda elÁfrica española, donde se encontrabanlas únicas unidades del mal organizadoEjército, cayeron en manos de losrebeldes[381].

Cuando al fin se produjo el golpe, elgobierno estaba tan acostumbrado a lasfalsas alarmas que no podía creer laverdad[382]. A última hora de la tarde deldía 18, las guarniciones militares detoda España declararon el estado deguerra; hasta la noche no empezó a darsecuenta el gobierno de Madrid de que seencontraba frente a una seria rebelión.

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Entonces trató de concentrar en lacapital a varias unidades de la GuardiaCivil, de dudosa lealtad, paraimpedirles que se unieran a losrebeldes. Los dirigentes sindicaleshabían solicitado armas para que lostrabajadores pudieran defender laRepública[383]. Pero esta petición fuefirmemente rechazada por el gobiernoliberal.

En la madrugada del domingo 19 dejulio, Mola lanzó su proclamaanunciando la rebelión. Al cabo depocas horas, las principales ciudades deCastilla la Vieja y Aragón seencontraban en manos de los rebeldes.

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En Valladolid y en Zaragoza lasescuadras falangistas ayudaron a lastropas a reducir la resistencia de lasmilicias obreras organizadas. Sevilla,Cádiz, Córdoba y Granada habían sidoya dominadas o estaban a punto de serlo.

La primera reacción de la Repúblicaconsistió en disolver el antiguo gabinete,confiándose la constitución del nuevogobierno al moderado Diego MartínezBarrio. Éste le ofreció a Mola porteléfono varios puestos en su gobiernopara él y otros varios generales, perolos rebeldes, dispuestos a hacerse con elpoder, no quisieron aceptar ningúncompromiso[384].

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Los gobernantes republicanos, alverse enfrentados en una lucha a muertecon los mandos militares, empezaron adarse cuenta del desastre que lesamenazaba. A regañadientes, sedecidieron a armar a los obreros dealgunas grandes ciudades. En Madrid, elproletariado se levantó en masa y,aunque mal armado, tomó por asalto loscuarteles semifortificados de laMontaña, donde se habían reunido unosdos mil soldados[385]. En Barcelona,después de dos días de duros combates,los anarquistas y los guardias de Asaltoaplastaron totalmente la rebelión[386]. Ellunes 20 de julio la situación era muy

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confusa en toda España. Lasguarniciones de Galicia habíanempezado a sumarse a los rebeldes,pero no se sabía nada de lo que ocurríaen Levante. El gobernador militar deValencia tardó mucho tiempo endecidirse, y cuando lo hizo era yademasiado tarde y tuvo que rendirse alas fuerzas republicanas.

El Ejército había previsto laposibilidad de que la rebelión notriunfase en Madrid, pero no que pudieraocurrir lo mismo en más de la mitad delterritorio nacional[387]. Además, lasublevación de la Armada fracasó casipor completo[388]. Los barcos del

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gobierno bloquearon el Estrecho,impidiendo el traslado del Ejército deMarruecos a la península; sólo pudopasar a Algeciras un barco conlegionarios del Tercio antes de que seestableciera el bloqueo.

Cuando las líneas del frenteempezaron a estabilizarse, los rebeldescontaban con un máximo de 40 000hombres en la península, y acaso menos.La República tal vez no tuviera más decinco o diez mil soldados y guardias deAsalto leales, así como varias decenasde millares de hombres mal armados delas milicias obreras. La Guardia Civilen su mayoría se pasó al Ejército.

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De acuerdo con el plan previsto, elEjército del Norte de Mola, secundadopor falangistas y carlistas, inició unrápido avance hacia Madrid. Esperabanconquistar la capital antes de que lasituación escapara por completo a sucontrol, aunque sólo podían contar paraello con efectivos equivalentes a unadivisión. Algunas unidades aisladastrataron de ocupar los puertosmontañosos que dominaban el pasohacia Madrid, pero se encontraron conlas milicias republicanas enviadas allícon idéntico objetivo. Se entabló unadura lucha por el control de aquellospasos vitales. Cuando el comandante

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rebelde García Escámez preparaba elasalto final para desalojar a las fuerzasgubernamentales, recibió el siguientemensaje de su jefe el general Mola:«Imposible enviarle municiones. Tengo 26 000 cartuchos para todo el ejércitodel Norte[389]».

La pura verdad era que la mayorparte del Ejército de la península estabademasiado mal equipada, incluso paraenfrentarse con una policía fuerte. Molaestaba desesperado. Según su propiosecretario, estaba preparándose pararetirar sus fuerzas a un último reducto enel norte cuando recibió un mensaje delgeneral Franco que cambió radicalmente

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la situación[390].Hasta ese momento la rebelión había

sido sostenida casi exclusivamente porlos oficiales del Ejército español. Nohabían tomado en consideración ni lasproposiciones de la Falange, ni lasexigencias de los carlistas, ni la posibleactitud de las potencias extranjeras. Nohay ninguna prueba de que lo mismo elgobierno alemán que el italianoestuviesen al corriente del golpe que sepreparaba, ni mucho menos de que lohubiera provocado. El único contactoprevio con algún extranjero fue elestablecido a través de un ciertoJohannes Bérnhardt, dirigente del

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partido nazi en Marruecos, quien habíaorganizado un núcleo bastante numerosoentre la colonia alemana y estaba enrelación con los representantes de laFalange local. La compañía comercialalemana en la que trabajaba Bérnhardthabía ofrecido créditos financieros yfacilidades de transporte aéreo alEjército de Marruecos, pero la ofertafue rechazada de plano por los militaresespañoles.

Según lo previsto, el general Francose había trasladado en avión desdeTenerife a Melilla el 18 de julio. Deacuerdo con el plan establecido teníaque asumir el mando del Ejército

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marroquí y trasladarlo a la península.Pero los rebeldes habían perdido elcontrol del Estrecho y Franco seencontraba bloqueado en Marruecos.Ante la perspectiva de un colapso totalde los esfuerzos rebeldes, el generalcambió inmediatamente de planes. Envióa Berlín en avión a Bernhardt, con uncoronel de su estado mayor y elOrtsgruppenleiter nazi local para pedirayuda en suministros y medios detransporte con la máxima urgencia[391].Por su parte, Mola había enviado aBerlín a uno de sus colaboradoresciviles, el marqués de Portago —mástarde de Valdeiglesias— para pedir

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municiones. Como es lógico, lasautoridades alemanas se encontraronbastante desconcertadas ante esta faltade conexión entre los dirigentesrebeldes[392].

Al propio tiempo se hicieronurgentes llamamientos a Mussolini,pidiéndole ayuda aérea. El acuerdoestablecido en 1934 entre el Duce y losconspiradores monárquicos no afectabadirectamente al Ejército español[393]. Larebelión militar cogió a los italianos porsorpresa. Como el asunto de Etiopía nohabía terminado muy brillantemente paraellos, el primer impulso del gobiernoitaliano fue el de evitar un nuevo

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conflicto en el Mediterráneo occidental.No obstante, Mussolini no podíaresistirse por mucho tiempo a la ocasiónde participar en una «Cruzada» contra elbolchevismo. Su yerno cedió a la terceray más apremiante petición deFranco[394]. Antes del final de julio seenvió a Marruecos un cierto número debombarderos[395].

Los alemanes decidieron apoyar aFranco por considerarle como el jefedel Ejército que había establecido loscontactos más importantes y que contabacon las tropas más eficaces. Además,una o dos personas influyentes, queapoyaban al general, habían estado

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defendiendo la causa rebelde enBerlín[396]. Antes del primero de agostose enviaron a Marruecos unos cuantosaviones de transporte y varios díasdespués se trasladó allí una escuadrillacompleta. El personal de tierra llegó aCádiz el 6 de agosto[397].

La llegada de estos primerosaviones de transporte permitió a Francoir trasladando poco a poco sus tropas aAndalucía y enviar pequeñas cantidadesde municiones a Mola; éste fue elmotivo de su jubiloso mensaje al jefedel Ejército del Norte. Por último, el 5de agosto, dos o tres bombarderositalianos ayudaron a los buques

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nacionalistas a romper el bloquegubernamental para que cruzara elEstrecho el primer convoy militarrebelde[398].

Esta intervención decisiva de losalemanes y los italianos convirtió larebelión del Ejército en una guerra civil.Sin su contribución las fuerzasrepublicanas hubiesen logrado muyposiblemente el control de la situaciónen pocas semanas[399]. Con su ayuda losrebeldes estaban en condiciones deconcentrar el material necesario para elavance sobre Madrid. Las masasobreras de la capital resistieronvalerosamente y en los primeros días de

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noviembre el asalto fue contenido a laspuertas de la capital[400]. Los sucesivosintentos para conquistar Madridfracasaron, culminando con la derrotadel ejército auxiliar italiano enGuadalajara en marzo de 1937[401].

Los rebeldes habían renunciado atoda esperanza de una rápida victoria yse dedicaban a montar un aparato military de gobierno capaz de conquistar lamayor parte del territorio español a lolargo de una lucha dura y prolongada.

La crítica situación militar de lasprimeras semanas del conflicto no dejóa los falangistas mucho tiempo librepara la política. En casi todas las

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regiones de España participaron en larebelión, aunque por falta decoordinación no ayudaron muyeficazmente a los militares. Algunasunidades de las milicias falangistas o delos requetés carlistas ocupaban largaszonas de frente todavía mal delimitadas,mientras los jefes del Ejército hacíandesesperados esfuerzos para aumentarsus efectivos humanos.

La situación política era muyconfusa, lo mismo en el heteróclitocampo rebelde que en el de laRepública a punto de derrumbarse. Losjefes militares carecían de objetivosclaros: hablaban en términos bastante

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vagos de salvar a la República, derestablecer el orden y de efectuarreformas. Los primeros discursos deMola en el Norte y de Franco en Áfricano aludían para nada al propósito dederribar la forma de gobiernorepublicana; sólo hablaban de reforzarla disciplina y de combatir a laizquierda. En toda España lasguarniciones se habían sublevado algrito de ¡Viva la República!

El problema fundamental de Españaera de carácter social y económico.Sobre este punto los generales rebeldesexponían con mucha elocuenciaopiniones contradictorias. Se declaraban

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partidarios de grandes reformas, pero enel terreno social la única medidaconcreta que preconizaba la primeraproclama del Ejército era la aboliciónde la reforma agraria de laRepública[402].

Gonzalo Queipo de Llano, el másruidoso de todos los generales, habíaconquistado Sevilla, en un brillante yaudaz golpe, el 18 por la noche. Desdesu nuevo feudo sevillano declaró que talvez se necesitaría una dictadura militarde 25 años para establecer el orden y ladisciplina en el infortunado puebloespañol.

Durante las dos o tres primeras

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semanas de lucha no se apreciaban entoda su magnitud las verdaderasdimensiones del conflicto. Para atenderlos problemas más inmediatos se creóen Burgos, el 24 de julio, una Junta deDefensa Nacional, compuesta por variosgenerales y coroneles, secundados poralgunos civiles. Su jefe nominal era elgeneral masón y de barbas blancasCabanellas, jefe de la Séptima División.Los generales hubieran preferidonombrar a personalidades civiles paraalgunos de los cargos más importantes,pero no estaban seguros de la lealtad demuchas figuras públicas, y, por otrolado, temían que la promoción de

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individuos desconocidos pudieraaislarles todavía más de las masas[403].

La Falange no tenía relación oficialcon la Junta; no era más que una fuerzacivil autónoma que aportaba sucontribución al esfuerzo de los rebeldes.Como la rebelión había fracasado porcompleto en Levante, José Antonio,prisionero y aislado tras las líneasrepublicanas, no tenía la menoresperanza de poder escapar. No sólo eljefe nacional, sino prácticamente todoslos principales dirigentes de la Falangedesaparecieron poco antes oinmediatamente después de estallar lasublevación. Ruiz de Alda y Fernández

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Cuesta estaban tan bien guardados comoJosé Antonio. Onésimo Redondo, quedurante cinco años había venidolanzando constantes llamamientos a laacción violenta, murió instantáneamentede los disparos hechos desde unacamioneta llena de milicianossocialistas que se cruzó con su coche enla carretera de Valladolid a Madrid. LaFalange se encontró por lo tantoabsolutamente desprovista de mandos yde representación oficial.

Al principio resultaba imposiblecoordinar las actividades del partido.Ante la escasez de medios y lasdificultades y riesgos que ofrecía el

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traslado de una región a otra se fueimponiendo una especie de autonomíaregional.

Sin embargo, a medida que fuerondefiniéndose los bandos de la guerracivil, el partido empezó a adquirir unamayor importancia. La derecha ortodoxano había creado una mística adecuadapara el mantenimiento de una guerracivil, ni ofrecía ninguna ideología nuevaque sirviese para justificar el conflicto.Desprestigiados por sus anterioresfracasos y su impotencia actual, losantiguos partidos políticos dejaronprácticamente de existir. Únicamente losrequetés y los falangistas estaba en

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condiciones de responder alllamamiento para la acción directa.Afortunadamente para la Falange, lainfluencia política de la ComuniónTradicionalista era bastante limitada.Sólo los elementos más clericales yreaccionarios se incorporaron a loscarlistas, mientras el grueso de la clasemedia prefirió a la Falange[404]. Elpartido parecía ofrecer una nuevadinámica política a cuantos estabandeseosos de incorporarse al combateideológico contra las izquierdas. Susefectivos aumentaron en proporcionesenormes y pronto rebasaron los límitesde todo posible control[405]. En pocos

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meses los antiguos cuadros seencontraron casi totalmente sumergidospor la gran afluencia de nuevosmiembros. Como la primera oleadaemocional barrió por completo a laderecha, todo el mundo se apresuró aponerse camisas azules. Incluso algunasinstituciones financieras ofrecieron suapoyo a la Falange con la esperanza deque su contribución no sería olvidada eldía del triunfo[406].

Mientras continuaba la avalancha,las exigencias de la lucha en el frenteeran tales que los jefes del partido nodisponían del tiempo necesario paradedicarse a su organización. Surgía así

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el evidente peligro de que el partido seconvirtiera en una masa amorfa y sindirección, manipulada por elementosexteriores o desbordados por dentro poruna corriente de elementosexconservadores, pertenecientes a laclase media. Los nuevos miembroscarecían de la más elemental formacióndoctrinal: la mayoría de ellos sabíanúnicamente que la Falange quería algo«nuevo» y «social[407]». Ni siquieraexistía una línea nacional de mandos.Como afirmaba un falangista:

Al principio no nos preocupábamospor el problema de la Jefatura Nacionalporque nos angustiaba el montaje de

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kilómetros y kilómetros de frente deguerra, que era la cuestión inmediata devida o muerte. Es decir, nos entregamosa la guerra sin preocuparnos de ningunaotra cosa[408].

Los líderes falangistas «no teníanuna idea clara» de los objetivospolíticos a trazar en una situación tanturbulenta[409]. Procuraban, simplemente,reclutar el mayor número posible demiembros para disponer de apoyosuficiente en cualquier situación quepudiera producirse.

A finales de agosto, los bastionesfalangistas en territorio rebelde eranValladolid, Burgos, Badajoz y Sevilla.

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Los dos principales dirigentes del norteeran Manuel Hedilla, en Burgos, y elhermano de Onésimo, Andrés Redondo,en Valladolid. El nuevo jefe territorialde Castilla la Vieja, Andrés Redondoera un banquero que, a pesar de no serun auténtico falangista, aprovechó laconfusión reinante en los últimos mesespara imponerse. Hedilla había sido jefeprovincial de Santander y luegoinspector de la Falange para el norte deEspaña, en la primavera de 1936. Sumisión consistió en viajar por el norte yel centro del país reorganizando losgrupos locales y tratando de mantener lacohesión interna del partido durante los

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difíciles meses que precedieron a laguerra civil. Ello le permitió darse aconocer entre los jefes locales. Hedillapertenecía a una vieja familia dehidalgos venida a menos y en sujuventud había trabajado de mecániconaval. Sin poseer la personalidad deJosé Antonio era un hombre serio,laborioso y tenaz. Gracias a su energía yfirmeza de carácter se había ganado laadhesión de muchos falangistas del nortede España.

En Andalucía el control del partidoquedó momentáneamente en manos deljefe provincial de Sevilla, JoaquínMiranda. Cuando se restableció el

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contacto con el norte invitó a un ciertonúmero de dirigentes de Falange a unareunión, que se celebró en Sevilla el 29de agosto[410]. Hedilla no fue invitado ala misma. En cambio, acudieron a ella lamayoría de los dirigentes falangistas delsur, así como Andrés Redondo y elexjefe provincial de milicias de Madrid,Agustín Aznar, quien había asumido elmando de todas las milicias falangistasque estaban desempeñando unimportante papel en el campo militarrebelde.

La mayoría de los dirigentesasistentes se mostraron partidarios deconvocar inmediatamente una reunión de

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los miembros supervivientes delConsejo Nacional para reforzar loseslabones de la cadena de mandos yestablecer una dirección oficial. Estasmedidas eran necesarias para que elpartido pudiera establecer y desarrollarlos contactos con el Ejército, reducir lospuntos de fricción y dar una soluciónuniforme a los problemas que sepresentaban en las diversas provincias.También otras cuestiones —como lasrelativas a la propaganda, la luchapolítica contra los caciques locales, elfuturo de las CONS y los servicios depolicía de la Falange— reclamabanurgente solución.

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La debilidad del partido habíaresidido siempre en sus mandossecundarios. La competencia técnica dela mayoría de los jefes locales era muylimitada y no poseían una visión deconjunto de los problemas que planteabala guerra. Carecían de cultura y depersonalidad y muchos de ellos noestaban en condiciones de dirigir a losamorfos grupos que tenían bajo susórdenes. Por otra parte, los jefesprovinciales del norte se mostrabanrecelosos respecto a Andrés Redondo,cuya ambición, así como los contactosestablecidos con los dirigentes del sur,les hacían sospechar justamente que

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trataba de apoderarse de la direccióndel partido. Y no era éste el únicomotivo de resentimiento existente en elseno del mismo; los elementossupervivientes de la Falange de Madridaceptaban de mala gana la transferenciade la primacía en el partido a favor delos líderes provinciales.

La figura más importante de estafacción madrileña era Aznar, quien,como jefe de las milicias, era el únicomando de rango nacional del partido quequedaba. Aunque fue el más combativode todos los jefes falangistas (habíadirigido casi todas las luchas callejerasde Madrid) y a pesar de las profundas

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diferencias de personalidad y decarácter que le separaban de su jefe, erael más leal seguidor de José Antonio.Con algún otro superviviente de laFalange madrileña, como RafaelGarcerán, trató de impedir ladesignación de una nueva jefaturapermanente del partido.

Cuando se reunieron en Valladolid,el 2 de septiembre, los consejerosnacionales presentes decidieron que lomás sencillo era confiar la dirección delpartido a una Junta de Mandoprovisional, compuesta por sietemiembros. Hedilla fue nombrado jefe dela Junta de Mando; nadie temía su

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ambición y era apreciado por su valorpersonal y su honradez. La camarilla deAznar y los dirigentes del surconsideraban a Hedilla como un buensecretario ejecutivo, pero suponían quesu falta de preparación intelectual no lepermitiría desempeñar efectivamente lajefatura del partido. Por lo tanto, ladesignación de Hedilla fue aprobadaunánimemente[411].

La creación de la Junta de Mandofue una solución bastante pocosatisfactoria, ya que inmovilizaba a ladirección del partido, impidiéndoledesarrollar planes de largo alcance oentregarse a una labor de

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reorganización. Como mera solucióntransitoria la Junta carecía de autoridadpara establecer cualquier acuerdo conlos militares o con las otras esferas deinfluencia, si se presentaba laoportunidad para ello. Además, la figuragris de Hedilla impresionabadesfavorablemente a los visitantes opersonalidades que tomaban contactocon la Falange por vez primera. Unperiodista italiano lo describía así:

Su aspecto no ofrece los rasgosindiscutibles de un líder, ni nada indicaque pudiera ser mañana el estadista queEspaña necesita. Más bien diría que esun excelente lugarteniente, un enérgico

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y celoso cumplidor de órdenes; enrealidad es el hombre que conviene enestos momentos en que todo el poderestá en manos de los militares… Lafalta de un verdadero jefe constituye elgran «hándicap» del falangismo[412].

Durante los primeros meses, lasdecisiones de la Junta de Mando setomaban por mayoría de votos y losasuntos se resolvían del mejor modoposible. Hedilla estableció su cuartelgeneral en Salamanca, donde elgobierno militar se había instalado el 1de octubre. Vivía con su familiamodestamente y sin ostentación alguna,trabajando eficazmente para estructurar

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del mejor modo posible aquellaorganización tan incoherente. Buenconocedor de la doctrina de la Falange,no pensaba apartarse ni un ápice delprograma trazado por aquélla. Al mismotiempo comprendió las apremiantesnecesidades militares de la hora y pusoal servicio del Ejército todos losefectivos de que la Falange podíadisponer.

La mayoría de los elementoshonestos y patriotas del partido acataronla jefatura de Hedilla. El jefe territorialde Andalucía, Sancho Dávila, quetodavía se encontraba en poder de losrepublicanos cuando se celebró la

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primera reunión del Consejo Nacional,el 2 de septiembre, logró escapar de laLegación de Cuba en Madrid. En lasegunda reunión del Consejo, celebradaa las pocas semanas, se unió al grupo deAznar que había ratificado la creaciónde la Junta de Mando. Otros dirigentesfalangistas que huyeron más tarde de lazona republicana también aprobaron sucreación[413].

Desde el comienzo de la guerra lasfacilidades y medios para la propagandase desarrollaron enormemente.Aparecieron diarios del partido enPamplona, Valladolid, Sevilla, Zaragozay Oviedo, a los que pronto se unieron

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los de Santander, Bilbao, Málaga y otrasciudades. Hasta la primavera de 1937 yaún posteriormente, la propaganda tuvoa menudo un tono demagógico:

¡Brazos abiertos al obrero y alcampesino!

¡Qué sólo haya una nobleza: la deltrabajo!…

¡Que sean extirpados losholgazanes![414].

La retórica del partido iba dirigida,en gran parte, a las clases proletarias yestaba llena de clamorosas promesas dejusticia social. Onésimo Redondo, en elúnico discurso que pronunció entre la

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fecha de su liberación y el día de sumuerte, declaró a través de losmicrófonos de Radio Valladolid:

(La Falange) lleva impregnada sudoctrina y relleno su programa de lapreocupación más profunda y extensa:la de redimir al proletariado…Devolvamos a los obreros estepatrimonio espiritual que perdieron,conquistando para ellos, ante todo, lasatisfacción y la seguridad del vivirdiario: el pan.

Serán traidores a la Patria loscapitalistas, los ricos, que asistidos hoyde una euforia fácil… se ocupen comohasta aquí, con incorregible egoísmo,de su solo interés, sin volver la cabeza alos lados ni atrás para contemplar la

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estela de hambre, de escasez y de dolorque les sigue y les cerca[415].

La demagogia de la Falange no erauna demagogia materialista, llena depromesas concretas; era una demagogiafascista, que lo mismo predicaba unidady sacrificio que justicia social yreformas económicas. En una interviúpara los corresponsales de la prensaitaliana celebrada el 11 de marzo de1937 Hedilla puso de relieve el caráctermilitante de su programa. Declaró que elobjetivo de la Falange era, por un lado,captarse a las masas rojas eliminando asus dirigentes, por otro encuadrar a los

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militantes falangistas que combatían enlos frentes en una Milicia Nacional queperduraría después de la guerra ycrearía una España militarmentefuerte[416]…

La prensa del partido dedicaba unespacio considerable a informacionesfavorables a los nazis, los fascistasitalianos y los demás movimientosfascistas. Surgían incluso brotesesporádicos de antisemitismo, actitudcompletamente estúpida porque enEspaña no había judíos que combatir,pero algunos oscuros ideólogosfalangistas desempolvaron piadosamentelos «protocolos de los Sabios de

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Sión[417]».No obstante, los propagandistas de

la Falange tuvieron buen cuidado en noincurrir en un racismo o un excesivoculto al Estado, para evitar todaidentificación con los demás partidosfascistas nacionalistas. Sin negar ciertasinfluencias del fascismo italiano[418], losfalangistas preferían equiparar suideología a la política nacionalista delos Reyes Católicos en la España delsiglo XV. Su propaganda se diferenciabaradicalmente de la mayoría de losgrupos fascistas europeos por laimportancia que concedía al catolicismoy a la defensa de la Cristiandad. Esta

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temática religiosa fue incrementándose amedia que avanzaba la guerra, mitigandoel tono guerrero de las declaraciones delpartido. Hedilla manifestó en unainterviú a los periódicos, en octubre de1936:

El sentido pagano de culto a laPatria y subordinado a la raza, a lafuerza, etc., que se advierte en algunosmovimientos extranjeros de tipoanálogo, se sustituye en el nuestro poruna fuerte dosis de espiritualismo muyde acuerdo con nuestra tradición[419].

Si las jerarquías de la Iglesiacalificaban la lucha de santa cruzada,

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los falangistas quisieron superarlasdeclarando que todas las institucionesespañolas debían estar imbuidas de unsentido específicamente católico[420].Fermín Yzurdiaga, sacerdote que dirigíael diario Arriba España de Pamplona,se convirtió en uno de lospropagandistas más activos del partido yllegó a ocupar, en abril de 1937, elpuesto de jefe de Prensa y Propaganda.El mensaje de Navidad de 1936, leídopor Hedilla ante los micrófonos deRadio Salamanca, llegó hasta el puntode exponer una interpretación muyretorcida del amor fraternal, afirmandoentre otras cosas:

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Su doctrina (la de la Falange) esinmortal. Es la expresión de la JusticiaDivina en el siglo…

Y me dirijo a los falangistas que secuidan de las investigaciones políticas ypoliciacas de las ciudades, y sobre todode los pueblos. Vuestra misión ha de serobra de depuración contra los jefes,cabecillas y asesinos. Pero impedir contoda energía que nadie sacie odiospersonales y que nadie castigue ohumille a quien por hambre odesesperación haya votado a lasizquierdas. Todos sabemos que enmuchos pueblos había —y acaso hay—derechistas que eran peores que losrojos… (Vuestra misión es la desembrar amor[421]).

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En la España rebelde laspublicaciones falangistas estabansometidas, como todas las demás, a lacensura. Apenas podía encontrarse unasola edición de periódicos de Falangesin señales visibles de precipitadassupresiones. A los censores militares noles preocupaba tanto la demagogiaabstracta como la pretensión deatribuirse públicamente cierta autoridado de señalar objetivos concretos delEstado en cuestiones políticas osociales.

A pesar de ello se produjeron en elcampo rebelde algunos motivos defricción debido al tono estridente de

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ciertas afirmaciones revolucionarias dela Falange[422]. Cuando en agosto de1936 Gil Robles hizo una breveaparición en Burgos para conferenciarcon otros dirigentes derechistas, fueprácticamente expulsado por la Falangelocal. Otros elementos «cedistas»empezaron a temer por sus vidas. Unexsecretario particular de Gil Roblesfue muerto en Galicia a consecuencia deuna discusión política. En la provinciade Cádiz, el líder agrario GiménezFernández tuvo que esconderse de lospistoleros falangistas[423]. Los carlistasy otros elementos conservadoresllamaban a los falangistas «nuestros

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rojos» y «Failangistas».Estos antagonismos dentro del

partido aumentaron con la llegada denuevos elementos liberales eizquierdistas, muchos de los cuales,sorprendidos en zona rebelde, seafiliaron a la Falange para librarse delvoraz acoso de los derechistas. Despuésde la caída de Málaga en poder de losnacionalistas (10 de febrero de 1937),en 24 horas se afiliaron a Falange unmillar de personas, muchas de las cualeseran izquierdistas[424]. En Logroño yNavarra, para burlar a los carlistas, losliberales se incorporaron en masa a laFalange. En Andalucía y Extremadura,

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los organizadores de Falange iban detrásde las avanzadillas militares queocupaban los barrios obreros, enrolandoa los izquierdistas para incorporarlos alas milicias. Después de su derrota de1937, muchos mineros comunistas deAsturias ingresaron en el partido,aunque sólo fuera nominalmente[425].

Los izquierdistas que se pasaron a laFalange no siempre se libraron de laspersecuciones. En Andalucía, a veces,se revisaban los antecedentes de losnuevos afiliados y los que estabanconsiderados como izquierdistasmoderados eran enviados a las unidadesde milicias que luchaban en el frente,

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pero los que se habían destacado por suactuación política anterior eranfusilados[426].

En general, la Falange acogió bien alos antiguos izquierdistas y liberales quea ella acudían, aunque a veces fueranecesario —como ocurrió en Salamanca— suspender temporalmente lasadmisiones debido al excesivo númerode solicitudes de aquellaprocedencia[427]. En carteles y anunciospodía leerse: «Nada nos importa elpasado… En nuestras filas caben comocamaradas todos los que sientan nuestrasconsignas y el deseo de redimir a laPatria[428]». Seis meses después de

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terminada la guerra fueron tantas laspersonas detenidas en el curso de larepresión llevada a cabo por lostribunales militares que se habíanafiliado a la Falange, que fue necesariopromulgar una ley especial (9 deseptiembre de 1939) en la que seestipulaba que debía preguntarse a tododetenido si era miembro del partido. Encaso afirmativo debería darse cuenta alas autoridades de Falange delexpediente en curso[429].

El problema de dotar de un mandoefectivo a los rebeldes únicamentepodía resolverse mediante elnombramiento de un jefe militar

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supremo. Cabanellas no era más que unfigurón y la Junta de Burgos se habíacreado con carácter transitorio.Cabanellas había sido nombrado parasatisfacer a los elementos másmoderados, pero las derechas no teníanninguna confianza en él debido a supasado masónico[430]. En septiembre de1936 se produjeron una serie de intrigaspara nombrar a un nuevo jefe supremomilitar, en cuyo proceso intervinieronúnicamente oficiales superiores, sin lamenor participación civil[431]. Una vezdecidida la sustitución de la Junta deDefensa por un comandante en jefe, eraevidente que el que resultara vencedor

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en esta pugna personal asumiría tambiénel cargo de supremo líder político.

Los dos únicos candidatos eranMola y Franco. Mola había sido elorganizador de la rebelión; Franco sólose había aprovechado de ella. Sinembargo, muy pocos estaban enteradosdel singular papel jugado por Franco enla conspiración. Antes de las eleccionesde febrero había desempeñado funcionessuperiores a las de Mola y su prestigiocomo general era muy grande, aunqueMola gozaba de idéntica consideraciónen los medios militares. Franco teníafama de ser un político astuto. Además,casualmente se encontraba al frente del

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Cuerpo de Ejército de Marruecos, en elque residía la verdadera fuerza militarde los rebeldes.

El oficial más influyente de todoslos jóvenes mandos de África era elcoronel Juan Yagüe, que habíaorganizado la rebelión en Marruecos.Yagüe se había afiliado a la Falangeantes de la guerra civil, aunque sussimpatías estaban divididas entre elpartido y el Ejército[432]. Yagüe y Molase odiaban, mientras que Yagüe y Francoeran viejos camaradas del Tercio[433].Yagüe no sólo ayudó a los partidarios deFranco, sino que realizó una intensa yeficaz labor de propaganda entre sus

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compañeros en favor del jefe de losEjércitos del Sur.

En aquella época resultaba yaevidente que la ayuda exterior tendría unpeso decisivo en la guerra. Casi todo elapoyo germano-italiano fue para Franco,ya que eran sus tropas las que daban elasalto a Madrid. Mola reconoció queFranco tenía más crédito en el exterior yque era mejor diplomático que él[434].Decidió, por lo tanto, no oponerse a lacandidatura de Franco para jefe de lasfuerzas armadas, mientras la situacióntuviera un carácter puramente militar ypor un período limitado a la duracióndel conflicto.

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Además de Yagüe, los principalessostenedores de Franco eran su propiohermano Nicolás, el veterano generalOrgaz (un conspirador con quince añosde experiencia), el general MillánAstray (el fundador del Tercio, queestaba medio loco) y el generalKindelán (jefe de la aviación rebelde).Kindelán ha relatado que la decisión denombrar a Franco Generalísimo de losEjércitos se tomó en la reunión de laJunta de Defensa celebrada el 21 deseptiembre[435]. La única oposiciónprocedió de Cabanellas, que no deseabaun mando único, pero los demásoficiales estaban decididos a prescindir

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de los servicios del anciano general. Envista de que Mola no se oponía, Francofue designado, por votación, jefe militarsupremo.

Sin embargo, la Junta de Burgos noanunció inmediatamente elnombramiento de Franco y los que lehabían apoyado estaban muypreocupados. Prepararon un proyecto dedecreto que Kindelán leyó en lasiguiente reunión de la Junta, el 28 deseptiembre. En él figuraba una cláusulanombrando a Franco Jefe del Estadoademás de Generalísimo de las FuerzasArmadas. Esta vez Mola protestó, perola candidatura de Franco había sido

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aceptada y no podía volverse atrás.Ningún otro grupo demostró tantadecisión como los partidarios de Francoy, por otra parte, la existencia de unmando centralizado constituía unanecesidad vital. El decreto, aprobadopor la Junta, fue proclamadooficialmente tres días después, el 1.º deoctubre.

Una vez elevado al poder, Francoempezó a tomar rápidamente lasmedidas necesarias para asegurarse supermanencia en él. En un país totalmenteentregado a la guerra, la figura del bajitogeneral gallego aparecía comogigantesca sobre un fondo de oscura

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mediocridad.La Falange no había manifestado

ninguna preferencia respecto elnombramiento de comandante en jefe.Franco tenía uno o dos admiradoresentre los mandos del partido,principalmente Andrés Redondo, elbanquero, que había cesadotemporalmente de efectuar préstamoshipotecarios a los campesinos localespara colocarse en el puesto de suhermano y elevarse luego al rango dejefe territorial[436].

No obstante, entre los amigos ycolaboradores personales de JoséAntonio supervivientes había empezado

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a formarse un grupo de «legitimistas»,que consideraban que los recientesacontecimientos eran peligrosos para elfuturo político del partido. El 2 deoctubre, al día siguiente delnombramiento de Franco como jefesupremo, FE de Sevilla, que era elprincipal periódico falangista deEspaña, dedicó una página entera acomentarios y artículos favorables alGeneralísimo. Agustín Aznar y SanchoDávila, jefes de las Falanges de Madridy de Andalucía, respectivamente, sepusieron furiosos. Reprendieron conacritud a Patricio Canales, director deFE, por haber dedicado tanto espacio a

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un hombre al que consideraban como elprincipal enemigo de la Falange[437].

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J

CAPITULO XI

JOSÉ ANTONIO EN ALICANTE

osé Antonio llevaba seis semanasencarcelado en Alicante cuando se

produjo el alzamiento militar. La vísperade la rebelión redactó un últimomanifiesto dirigido a la nación[438]. En

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él no se decía una sola palabra acercadel nacionalsindicalismo o sobre lasjuventudes revolucionarias, sino queconstituía un llamamiento a los patriotasespañoles en favor de la rebelión[439].Después de ello, su autor no podía hacerotra cosa que esperar losacontecimientos.

Los conspiradores confiaban en quepodrían liberar a José Antonio en losprimeros momentos y enviarleinmediatamente a Madrid en avión[440].Sin embargo, la rebelión fracasóestrepitosamente en todo el Levante, apesar de que se trataba de una de lasregiones donde Mola confiaba obtener

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un éxito completo. Algunos de los jefesmilitares de la región manifestaron unaabsoluta falta de decisión. En Valencia,cuando al fin decidieron sumarse alarebelión, fueron aplastados por lasmilicias obreras. Como consecuencia deello, la mayoría de las débilesguarniciones establecidas en losalrededores de Alicante quedaronaisladas e inmovilizadas. Los oficiales,que se habían comprometido a sacar a lacalle las tropas acuarteladas enAlicante, perdieron los nervios y nocumplieron el plan previsto. Ante ellamentable fracaso de los militares, losnúcleos de milicias falangistas que se

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encontraban más próximas a JoséAntonio intentaron, por sus propiosmedios y con la ayuda de algunosmonárquicos locales, rescatar a su jefe.Pero la operación, mal preparada, fuedescubierta, y los guardias de Asaltoimpidieron que aquéllos pudieransiquiera aproximarse a la prisión[441].

José Antonio, aislado del mundoexterior, carecía de información. Apartir del 16 de agosto se le prohibieronlas visitas. Aunque las noticias querecibía eran muy incompletas, JoséAntonio percibía las grandes líneas delconflicto que se iba perfilando aquelverano. Dábase cuenta de que nada

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bueno podía salir de una guerra civilexterminadora, que iba a desviar elcurso de los acontecimientos durante lospróximos años. Le angustiaba pensarque la Falange iba a consumir susenergías en una lucha de exterminioentre derechas e izquierdas, cuyastrágicas consecuencias constituiríanexactamente la negación del espíritu deunidad nacional que él había predicado.Si ganaban las izquierdas, quedaríadestruida toda posibilidad derestablecer los históricos fundamentosreligiosos del catolicismo en España. Siganaban las derechas, traerían consigola más negra reacción, apoyada

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únicamente en la fuerza, y asfixiarían lasenergías vitales de la nación.

Confirmando sus justas previsiones,la Falange iba a encontrarse aprisionadaentre dos losas: la de «los de arriba» yla de «los de abajo».

Entre los papeles de José Antonio seconserva el borrador de unasinteresantes notas redactadas en agostode 1936, en las que decía:

Situación: No tengo datos de quiénlleva la mejor parte. Por lo tanto, purasíntesis moral.

A): Si gana el Gob. 1.º. —fusilamientos; 2.º—. predominio de lospartidos obreros (de clase, de guerra);

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3.º. —consolidación de las castas deespañoles (funcionarios cesantes,republicanización, etc.).

Se dirá: el Gob. no tiene la culpa.Los que se han sublevado son los otros.

No: una rebelión (sobre todo tanextensa) no se produce sin un profundomotivo.

¿Reaccionarismo social?¿Nostalgia monárquica?No: este alzamiento es, sobre todo,

de clase media. Hasta geográficamente,las regiones en que ha arraigado más(Castilla, León, Aragón) son regionesde tono pequeño burgués.

El motivo determinante ha sido lainsufrible política de Casares Quiroga.

No se puede aumentarindefinidamente la presión de unacaldera. La cosa tenía que estallar. Y

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estalló. Pero ahora:B): ¿Qué va a ocurrir si ganan los

sublevados?Un grupo de generales de honrada

intención, pero de desoladoramediocridad política. Puros tópicoselementales (orden, pacificación deespíritus…).

Detrás: 1) el viejo carlismointransigente, cerril, antipático;

2) las clases conservadoras,interesadas, cortas de vista, perezosas;

3) el capitalismo agrario yfinanciero, es decir: la clausura enmuchos años de toda posibilidad deedificación de la España moderna. Lafalta de todo sentido nacional de largoalcance.

Y, a la vuelta de unos años, comoreacción, otra vez la revolución

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negativa.Salida única:La deposición de las hostilidades, y

el arranque de una época dereconstrucción política y económicanacional, sin persecuciones, sin ánimode represalias, que haga de España unpaís tranquilo, libre y atareado.

Mi ofrecimiento:

1. Amnistía general.2. Reposición de los funcionarios

declarados cesantes a partir del18 de julio.

3. Disolución y desarme de todas lasmilicias…

4. Alzamiento del estado de alarma yprevisión. (Si, por razones deorden público, no se consideraesto posible, modificación de la

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ley de O. P. en el sentido: 1) deque la prisión gubernativa nopueda durar más de quince días, niser impuesta más de dos vecescada seis meses; 2) que lasclausuras de centros políticos sesujeten a las mismas normas; 3)que las multas gubernativas sehayan de imponer por resoluciónfundada y, no siendo impuestas enaplicación de preceptos fiscales,no se hagan efectivas sinodespués de agotados los recursoslegales; 4) revisión de lasincautaciones realizadas duranteel periodo anormal, en orden aacomodarlas a los preceptosvigentes antes del 18 de julio.

5. Declaración de inamovilidad detodos los funcionarios públicos,

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salvo lo que dispusieran losreglamentos orgánicos de losdistintos cuerpos vigentes el 18de julio.

6. Supresión de toda intervenciónpolítica en la administración dejusticia. Ésta dependerá delTribunal Supremo, constituido talcomo está, y se regirá por lasleyes vigentes antes del 16 defebrero último.

7. Implantación inmediata de la leyde Reforma Agraria.

8. Autorización de la enseñanzareligiosa, sometida a laInspección Técnica del Estado.

9. Formación de un gobiernopresidido por don Diego MartínezBarrio, del que formen parte losseñores Álvarez (don

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Melquíades), Pórtela, SánchezRomán, Ventosa, Maura (donMiguel), Ortega y Gasset yMarañón.

10. Redacción de un programa depolítica nacional reconstructiva ypacificadora.

11. Clausura de las Cortes duranteseis meses y autorización alGobierno para legislar dentro delas líneas del programa aprobado.

Posteriormente redactó José Antoniola lista de los ministros de un posibleGobierno de «pacificación nacional» enel que figuraban los siguientes nombres:

Presidente, Martínez Barrio; Estado,Sánchez Román (uno de los más

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eminentes juristas españoles); Justicia,Melquíades Álvarez (liberal,conservador al estilo del siglo XIX);Guerra, el presidente; Marina, MiguelMaura; Gobernación, PórtelaValladares; Agricultura, Ruiz Funes(persona especialmente calificada en lamateria); Hacienda, Ventosa (financierocatalán); Instrucción Pública, Ortega yGasset; Obras Públicas, Prieto; Industriay Comercio, Viñuales (destacadoeconomista); Sanidad, Marañón(eminente médico liberal, escritor,historiador[442]).

Algunos días después, MartínEchevarría, subsecretario de

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Agricultura, pasó por Alicante y JoséAntonio solicitó autorización paraentrevistarse con él. Según el testimonieulterior de Echevarría, el líderfalangista le dijo:

Estoy viendo que España se estáhaciendo pedazos y estoy viendo que eltriunfo no contratado por alguien queme inspire confianza puede ser la vueltaa aquellas guerras carlistas, el retrocesoen lo que se lleva hecho en el ordensocial, politice y económico, la entradaen un período de obscuridad ytorpeza[443].

Pidió que se le autorizase a volar aBurgos para actuar de mediador cerca

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de los nacionalistas, dejando comorehenes a sus familiares en Alicante.Echevarría, no sin cierto escepticismo,transmitió la proposición al Gobiernocentral, el cual la rechazó[444].

Una vez restablecido el mando de laFalange, a primeros de septiembre, serealizaron serios intentos para lograr lalibertad del jefe. El primer plan, basadoen una complicada intriga políticaforjada en Alicante, fracasó porcompleto[445]. En este proyecto, elConsulado alemán en Alicantedesempeñaba un papel primordial. Elcónsul Von Knobloch era un fervientenazi. Manifestó a sus superiores que:

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La liberación de José Antonio eravital para el fascismo español, el cualpodía realizar una revoluciónnacionalsocialista popular ahora,mientras durase la guerra, ya que deotro modo, después de la victoria, loselementos reaccionarios…, impediríanque Franco llevara a cabo suprograma[446].

Von Knobloch apenas conocía a JoséAntonio, pero se daba cuenta de que eljefe de la Falange era el único que podíaenfrentarse a los elementos clerical-monárquico-militares de la Españarebelde con alguna posibilidad de éxito.En su consecuencia, pedía a laWilhelmstrasse que le autorizase a

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ejercer una presión diplomática sobre elgobernador civil de la provincia. Sinembargo, la oficina de AsuntosExteriores no deseaba verse envuelta enel destino personal de José AntonioPrimo de Rivera; incluso el propiopartido nazi se negó a apoyar a laFalange en este asunto[447].

La petición de Knobloch fuerechazada secamente.

Ante el fracaso de esta maniobra, losjefes falangistas concibieron un planmás directo para tratar de conseguir laliberación de su jefe: propusieron queun comando diese un golpe de mano enAlicante. Todos los principales

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dirigentes falangistas apoyaron esteproyecto, a pesar de que la vuelta deJosé Antonio iba a producir bastantealarma entre muchos fanfarrones yoportunistas, ya que:

Entre algunos mandos de la Falangese tenía mucho miedo a José Antonio,porque sabían que desaprobaría suconducta y quedarían fulminantementedestituidos[448].

Pero nadie se opuso al intento derescatar al jefe. Hasta el propio Francodio su apoyo al mismo, aunque concierta cautela:

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Para Franco la cuestión era muydelicada, dada la poca confianza políticaque la Falange tenía en él. Si se hacecargo de la operación y fracasa, cae laresponsabilidad sobre sus espaldas. Sino hace nada, se le culpa de omisión…Dejó la iniciativa a la Falange y ayudóen la medida en que pudo[449].

Se estableció un campo deentrenamiento en las afueras de Sevilla,pero también este plan se desbarató,ante las dificultades técnicas y debido ala incapacidad de los mandosfalangistas[450]. Por lo tanto, se hizopreciso recurrir a una nueva intrigapolítica.

A primeros de octubre Hedilla pidió

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a Franco los fondos necesarios paraorganizar un viaje del escritor falangistaEugenio Montes a Francia. Una vezobtenido el dinero, Montes trató deponerse en contacto con importantespersonalidades españolas y francesas,en Francia, para conseguir queinterviniesen en favor de José Antonio.Estas gestiones duraron seis semanas yen ellas estuvieron implicadas personastan dispares como José Ortega y Gasset,el ministro francés Yvon Delbos y laesposa del embajador de Rumanía enEspaña. La principal figura del bandorepublicano con la que se estableciócontacto fue Indalecio Prieto. Pero una

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vez más fue imposible conseguir ningúnresultado. Parecía como si la suerte deljefe estuviese echada[451].

La última persona del mundoexterior que visitó a José Antonio fueJay Alien, un periodista norteamericanoque se entrevistó con él a finales deoctubre. Era evidente que el jefe de laFalange estaba muy mal informadoacerca de los acontecimientos. Le pidiónoticias a Alien, diciéndole que nopodía saber con certeza lo que estabaocurriendo en el resto de España; elperiodista eludió la cuestiónpreguntándole qué diría si supiese quelas fuerzas de Franco no representaban

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otra cosa que la vieja Españaconservadora, aferrada egoístamente asus privilegios tradicionales. JoséAntonio le replicó que no creía que ellopudiera ser cierto, pero que, si lo fuese,era algo distinto de aquello por lo que laFalange había luchado siempre. Alien lecontó las sangrientas fechorías (tantoverdaderas como falsas) cometidas porlos pelotones de ejecución falangistas enlos últimos meses. José Antonio dijoque creía y quería creer que todo esto noera verdad, pero precisó que susjóvenes camaradas se encontraban sinjefe y que habían sido víctimas de lasmayores provocaciones. Al recordarle

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el periodista que él mismo habíaintroducido la expresión de la«dialéctica de las pistolas» en sudiscurso fundacional, José Antonio lereplicó que las izquierdas habían sidolas primeras en predicar la violencia.Manifestó que si el movimiento dirigidopor Franco era verdaderamentereaccionario, él le retiraría el apoyo dela Falange y dentro de poco acabaríayendo otra vez a la cárcel. José Antonioparecía confiar en que pronto iba a serpuesto en libertad. Pero a Alien le dio laimpresión de que su actitud respondía auna perfecta comedia[452]. Comedia quepronto se convertiría en tragedia, porque

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el drama personal de José Antonio sedeslizaba rápidamente hacia sudesenlace. A medida que la guerra civilse iba endureciendo y las posiciones sehacían más irreductibles, aumentaron laspresiones para que se juzgase alcabecilla de la Falange. Los grupos másextremistas exigían que se «liquidase»simplemente a José Antonio, mientrasvarios periódicos de la zona republicanainiciaron una campaña exigiendo que sele sometiera rápidamente a un proceso.Al fin, las autoridades locales sedecidieron a tomar la iniciativa de hacercomparecer a José Antonio ante untribunal. El gobernador civil de

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Alicante, Jesús Monzón, era comunista yestaba deseoso de desembarazarse dellíder de la Falange. Prieto escribió aeste respecto:

Al enterarse de que agentes míos seacercaron a don Miguel Primo deRivera… para buscar testimonios deJosé Antonio desfavorables a lasubversión militar (Monzón) ordenóuna investigación policíaca sobre dichasgestiones para ver si le era posible —según públicamente confesó— tener unarma política contra mí[453].

José Antonio fue acusado de habercolaborado en los preparativos de larebelión contra la República. Con él

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fueron juzgados su hermano y su cuñada.La vista del juicio se celebró el 13 denoviembre de 1936 ante un TribunalPopular de los recientementeestablecidos por la República. En sudefensa, José Antonio leyó varioseditoriales de Arriba escritos por él, enlos que atacaba violentamente a lasderechas y procuraba diferenciar a laFalange de aquéllas. Recalcó el hechode que los elementos militares deAlicante y sus alrededores no habíanefectuado el menor intento para liberarley que los periódicos de la zona rebeldehabían publicado listas con los nombresde los ministros del futuro gobierno

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«nacionalista» sin que en ellas figuraseel suyo. José Antonio se declaróinocente:

Por el hecho, sencillísimo, de estarallí en la cárcel, hecho que ha sidobuscado directamente por las fuerzas dederechas que están en la calle. Hanquerido aprovechar el brío y la energíacombatiente de los muchachos deFalange Española, impidiendo micontrol sobre ellos[454].

Se refirió asimismo a las cartas yofertas de mediación que dirigió aEchevarría y a Martínez Barrio.

Nada de ello impresionó al Tribunal,ya que el veredicto estaba establecido

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de antemano. El único relato de laúltima sesión del juicio fue escrito porun periodista local:

Ajeno el hervidero de tanta genteheterogénea amontonada en la sala, JoséA. Primo de Rivera lee, durante unparéntesis de descanso del Tribunal, lacopia de las conclusiones definitivasdel fiscal. No parpadea. Lee como si setratara en aquellos pliegos de una cosabanal que no le afectara. Ni el másligero rictus; ni una mueca; ni el menorgesto alteran su rostro sereno. Lee, leecon avidez, con atención concentradasin que el zumbido incesante del localle distraiga un instante.

[…]Primo de Rivera oye la cantilena

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como quien oye llover: no parece quetodo aquello, todo aquello tanespeluznante, rece con él. Mientras leeel fiscal, él lee, escribe, ordenapapeles… Todo sin la menor afectación,sin nerviosismo.

Margarita Larios está pendiente dela lectura y de los ojos de su esposo,Miguel, que atiende, perplejo, a lalectura que debe parecerle eterna.

José Antonio sólo levanta la cabezade sus papeles, cuando, retirada laacusación contra los oficiales dePrisiones, los ve partir libremente entreel clamor aprobatorio del público.

Pero sólo dura un leve momento esaactitud con la que no expresa sorpresa,sino, quizás, vaga esperanza.

Inmediatamente comienza a leerreposada, tranquilamente sus propias

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conclusiones definitivas que el públicoescucha con intensa atención.

[…]Margot se lleva su breve pañolito a

los ojos, que se llenan de lágrimas.Miguel escucha, pero no mira al

fiscal: sus ojos están pendientes delrostro de su hermano, en el que escrutaávidamente un gesto alentador o unrasgo de derrumbamiento. Pero JoséAntonio sigue siendo una esfinge quesólo se anima cuando le toca el turno dehablar en su defensa y en la de los otrosdos procesados.

Su informe es rectilíneo y claro.Gesto, voz y palabra se funden en unaobra maestra de oratoria forense que elpúblico escucha con recogimiento,atención y evidentes muestras deinterés.

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[…]Al fin, la sentencia.Una sentencia ecléctica en la que el

Jurado ha clasificado la responsabilidadsegún la jerarquía de los procesados.

Y aquí quebró la serenidad de JoséAntonio Primo de Rivera ante la vista desu hermano Miguel y de su cuñada.

Sus nervios se rompieron.La escena surgida la supondrá el que

leyere.Su emoción, su patetismo

alcanzaron a todos[455].

José Antonio fue sentenciado a morirante el pelotón de ejecución. MiguelPrimo de Rivera fue condenado a treintaaños de cárcel y Margarita, su mujer, atres años. La causa, aunque basada en

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pruebas bastante circunstanciales, habíaquedado clara: en tales casos, el castigohabitual para la conspiración contra elEstado es la pena de muerte. Se recurrióen apelación a la autoridad suprema delGobierno y el propio Consejo deMinistros se reunió para estudiar elrecurso. Entre los miembros delGobierno no había unanimidad y algunosse oponían firmemente a la ejecución deljefe de la Falange. Pero como ocurría amenudo bajo la República española, lasautoridades perdieron demasiado tiempoen sus deliberaciones. Según LargoCaballero, jefe del Gobierno, todavía nose había llegado a una decisión final

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cuando se recibió la noticia de que elgobernador de Alicante ya había hechocumplir la sentencia[456].

El 18 de noviembre, José Antonioredactó su testamento. En él consignabacon tristeza las muestras de comprensióny de simpatía que habían manifestadoalgunos miembros del Tribunal cuandoexpuso los ideales de la Falange;lamentaba una vez más el vacío políticoen medio del cual su partido se habíavisto obligado a ir a la lucha. Y llegabaa preguntarse hasta qué punto suinsistencia en recurrir a ciertas formasfascistas había contribuido a provocar latrágica situación en la que España se

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encontraba[457].No obstante, José Antonio se

abstuvo de emitir reproche alguno sobrelas actividades de la Falange o el cursode la guerra. Retiró las acusaciones detraición que había formulado durante sudefensa ante el Tribunal,considerándolas como simples recursostácticos de abogado defensor. Carecíade elementos de juicio suficientes paracondenar los errores y fallos de suscompañeros, o lo que tal vez pudieraconsiderarse como una traición porparte de sus aliados militares. Eldesenlace de la guerra todavía parecíaincierto y sabía que sus posibilidades

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personales estaban agotadas. Despuésde redactar su breve testamento personalconsideró que no tenía nada más quedecir. Lejos de juzgarse a sí mismoprefirió confiar esta tarea a laposteridad.

El último día que le quedaba devida, José Antonio redactó una docenade breves notas dirigidas a sus másíntimos amigos y colaboradores[458].También se despidió de los miembros desu familia que se encontraban enAlicante[459]. La ejecución se efectuó alamanecer del día 20 de noviembre. JoséAntonio fue colocado junto con otroscuatro presos políticos, condenados

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también a muerte. Sus últimas palabrasfueron de consuelo para los hombres queiban a morir con él. No hubo en suactitud la menor jactancia romántica;sólo una lacónica dignidad[460].

La guerra civil resultó muy cruelpara la familia Primo de Rivera.Además de José Antonio y de suhermano Fernando, asesinado el 22 deagosto en la matanza de la cárcel deMadrid, un tío y cinco primos suyosperecieron en la conflagración deaquellos años[461].

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D

CAPITULO XII

LAS MILICIAS DE LA FALANGE

urante la mayor parte de la guerracivil la Falange se consagró casi

por entero a la formación de unidades devoluntarios destinados a cumplirservicios militares o paramilitares. Una

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de las preocupaciones fundamentales delos jefes del partido consistió,precisamente, en dotar de organización yencuadramiento adecuados a aquellasmilicias. La mayoría de los jefesfalangistas carecían de preparaciónmilitar y a menudo los militantes delpartido eran enviados al frente bajo elmando de oficiales voluntarios«aficionados». Los dirigentes se dieroncuenta en seguida de que, si nopreparaban a algunos de sus hombrespara asumir el mando en los frentes,toda su empresa corría el riesgo demalograrse.

En algunas regiones, como por

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ejemplo en Aragón, los jefes locales sehabían limitado a poner al frente de lasmilicias a oficiales profesionales. Elloresultaba absolutamente necesario enalgunas zonas cercanas al frente. Perohabía que destinar una gran cantidad defuerzas auxiliares a aquellos sectoresque el Ejército regular se veía incapazde guarnecer. El 7 de septiembre de1936, es decir, a las seis semanas dehaberse iniciado la rebelión, el Ejércitoinformaba de que sólo en la QuintaBandera de Aragón había cuatro milvoluntarios[462], Todos estos hombresquedaban fuera del control directo delos mandos del partido, lo cual no podía

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considerarse como satisfactorio si laFalange quería mantener una ciertacohesión política a lo largo de la guerra.

En el acuerdo provisionalestablecido entre José Antonio y Molase había convenido que sólo la terceraparte de las fuerzas de Falange de cadasector determinado estaría bajo lasórdenes del Ejército regular. Sinembargo, el jefe nacional de miliciasLuis Aguilar había muerto en Madrid, enlos comienzos de la guerra, y a susucesor provisional, Agustín Aznar, nole preocupaban demasiado losproblemas técnicos y de organización delas milicias. Aznar se dedicaba, sobre

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todo, a cometer actos de violenciapersonal para vengarse de sus amigos, aforjar planes para el rescate de JoséAntonio y a fortalecer la posición de suspropios amigos en el seno del partido.

Cuando el gobierno militar empezó ahablar de su propósito de crearacademias de «alféreces provisionales»,los dirigentes falangistas comprendieronque tenían que tomar algunadeterminación si no querían que susmilicias se viesen absorbidas por elEjército regular. Mientras en el cuartelgeneral militar de Salamanca reinaba unambiente antifalangista, en el frente unbuen número de oficiales jóvenes

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simpatizaban con la Falange. Si los jefesdel partido se decidían a actuar decomún acuerdo, todavía podríanorganizar una milicia totalmenteindependiente. El Ejército necesitaba atodos los hombres en el frente y nopodía distraer a sus tropas para sometera la obediencia a la Junta de Mandofalangista.

De todos los mandos militaresrebeldes, el único que mostrabasimpatías por la Falange era el coronelYagüe (que pronto sería ascendido ageneral). En compañía de algunos jefesde milicias de Valladolid (Girón, Vicén,Castelló) efectuó varios viajes a

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Salamanca para tratar de convencer a laJunta de Mando de la necesidad de crearun cuerpo de oficiales del partido[463].Sin embargo, Hedilla consideró quesemejante proyecto de formar oficialesfalangistas era irrealizable, limitándosea proponer que se ejerciera un controlpolítico sobre las milicias, asignando acada unidad una especie de comisariopolítico.

En estas conversaciones, se perdiómucho tiempo, pero, al final, la Junta deMando acabó reconociendo que habíaque hacer algo. El partido decidió creardos «escuelas militares», una en PedroLien, cerca de Salamanca, y otra

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próxima a Sevilla. En esta última, laFalange reunió a los mejoresinstructores que pudo reclutar en suspropias filas; los de la escuela de PedroLien fueron proporcionados a la Falangepor la Embajada de Alemania enSalamanca[464]. La Junta confiaba en quemás tarde podría llegar a formar tambiénsus propios equipos de ingenieros,químicos, médicos, etc[465].

El experimento de estas escuelasmilitares de la Falange fracasó. Losmejores alumnos se sentían más atraídospor el prestigio y las ventajas materialesque les ofrecían los cursos de oficialesdel Ejército. Muchos milicianos habían

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contraído matrimonio y necesitaban lossueldos superiores que sólo el Ejércitopodía proporcionarles. Los militantesrecién ingresados en el partido carecíande formación política y no siemprecomprendían los conflictos ideológicosque enfrentaban a los falangistas con losmonárquicos y los conservadores,mientras que en el frente, el espíritu decamaradería existente entre los oficialeshacía que las diferencias de opiniónpasaran a un segundo plano. La mayoríade los jóvenes falangistas de Burgos,Zaragoza, Valladolid y Granada noquerían saber nada de aquellas escuelas.La de Sevilla no llegó a funcionar ni

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siquiera durante un curso completo, ysus propios directores propusieron quese abandonase el intento. Sugerían, encambio, que se atribuyese a la Falangeun cupo determinado en los cursosorganizados para la formación de los«alféreces provisionales» delEjército[466].

El problema quedó parcialmenteresulto al decidir el Cuartel General deFranco, por un decreto del 22 dediciembre de 1936, la unificación de lasunidades de milicias. En adelante, todaslas fuerzas auxiliares quedabanasimiladas a las tropas regulares ysometidas a la disciplina militar. Su

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mando sería confiado a oficiales delEjército[467].

Esta medida quedó en gran partereducida a letra muerta. Transcurrió unmes sin que se designase al nuevomando militar de las milicias y éstassiguieron gozando de suindependencia[468]. El Cuartel Generaltenía demasiados problemas queresolver para preocuparseconstantemente por las milicias. Laescuela de Pedro Lien siguiófuncionando como antes, a pesar de queun decreto del 28 de enero de 1937dispuso que, en adelante, los oficialesalumnos de las milicias fuesen

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sometidos a la misma preparación quelos «alféreces provisionales[469]».

El desorden reinante en las unidadesde la Falange era indescriptible. A faltade una organización general, los mandoslocales actuaban por su cuenta,reclutando y equipando «centurias» en elámbito provincial o regional. Losmandos falangistas de Salamanca notenían la menor idea del número deunidades existentes, ni de cómo estabandistribuidos o de la importancia de susefectivos. Ello era, en gran parte, culpade los hombres que constituían el mandonacional. Absorbidos por los pequeñosdetalles burocráticos y por mezquinas

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intrigas partidistas, eran incapaces decontrolar la situación política y dedesarrollar cualquier labor constructiva.Aznar mostraba su total ineptitud.Carecía de espíritu de organización y detalento para tener una visión de conjuntode los problemas que la guerraplanteaba. No le interesaban lascuestiones de la dirección de la lucha,que eran, precisamente, las que leincumbían en virtud de su cargo técnicode jefe de Milicias.

En la primavera de 1937 el partidoatravesó por una profunda crisis interna.Ante la gravedad de la situación, hastael propio Aznar comprendió la

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necesidad de actuar[470]. Pero como eraincapaz de tomar la menor iniciativa, fuepreciso llamar del frente a algunos delos jefes mejor considerados, comoVicén y Castelló. Se les confió elencargo de llevar a cabo unareorganización de las milicias, tarea queemprendieron en el mes de marzo. Peroantes de que transcurriera el tiemponecesario para llevarla a término, laposición política de la Falange vioseseriamente comprometida. Laoficialidad de la escuela de Pedro Lienfue arrestada y su dirección asumida poroficiales del Ejército[471]. No puedeafirmarse que, en conjunto, las milicias

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de Falange hubieran constituido unafuerza muy eficaz para la lucha. Amenudo «eran tomados casi a broma,tanto por las unidades del Ejército comopor los rojos[472]». Más tarde sealistaron en las milicias elementosturbios o de dudosa moralidad quequerían eludir la rigurosa disciplinamilitar. No hay que olvidar, además, quelos militares procuraban seleccionarpara el Ejército a los mejoreselementos, dejando que fueran a nutrirlas «Banderas» de la Falange losrechazados por él. En la provincia deBurgos, según los datos de la Falangelocal, hasta el 19 de abril de 1937

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habían ingresado en las milicias 9120voluntarios. Cuatrocientos noventa deellos murieron en los combates, y delresto, el Ejército reclutó por sí a 4252—seleccionados entre los más breves—, dejando que entre los otros 4378, losmenos capaces, se encargasen deproporcionar a las milicias su tristereputación de fuerzas de segunda clase.

Sin embargo, algunas unidades deFalange se distinguieron en diversosfrentes, aunque después de la guerracada sector de las fuerzas nacionaleshaya querido reivindicar para sí todaslas glorias del combate. Ciertamenteque, considerados individualmente, los

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Requetés se mostraron más valerosos ycombativos, pero también los falangistasfueron empleados en caso necesariocomo fuerzas de choque. Al principio dela guerra, cuando los rebeldes seencontraban con grandes dificultadespara guarnecer los frentes, se formaronen Aragón y Andalucía brigadasmóviles, con unidades mixtas integradaspor milicianos seleccionados ylegionarios[473]. Varias de estas unidadesfueron aniquiladas durante la marchasobre Madrid[474]. La Falange de Aragóndesempeñó un importante papel en elfrente ocupado por ella. En especial,merece citarse la resistencia de una

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sección de la 25.ª Bandera enAlcubierre, el 9 de abril de 1937[475].En agosto del mismo año, la 2.ª Banderase distinguió en los sangrientoscombates del sitio de Codo[476]. OtrasBanderas lucharon bravamente en Teruely Huesca[477]. Algunos jefes de miliciasse hicieron célebres durante losprimeros tiempos de la guerra, como elextremeño Fernando Zamacoa, a quiense le concedió la más elevadacondecoración militar española[478], ylos castellanos Girón y FernándezSilvestre[479].

Debido a la gran desorganizaciónexistente en el partido se desconoce la

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cifra exacta del total de voluntariosaportados por la Falange. A finales de1936 el partido declaró que teníacincuenta mil milicianos en los frentes yotros treinta mil en la retaguardia[480].Pero si se invierten las cifras se tendráuna idea más próxima a la realidad, yaque las milicias desempeñabanhabitualmente funciones paramilitares nodirectamente relacionadas con losservicios de primera línea. Según eltestimonio de observadores del partidoconservador británico, la Falangepredominaba de un modo casi absolutoen la retaguardia[481]. En abril de 1937el general Monasterio, nuevo jefe de

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Milicias, estimó que éstas se componíande 126 000 falangistas, 22 000 requetésy 5000 hombres pertenecientes a otrosgrupos[482].

Los primeros contingentes devoluntarios procedían de los núcleosfalangistas de Valladolid, Burgos,Zaragoza y Sevilla, así como de otrasbases más alejadas, como Canarias yMarruecos[483]. Sin embargo, prontoempezó a admitirse a toda clase dereclutas, sin preocuparse de su origen.Se presionó a los «exrojos» para que se«redimiesen» incorporándose a lasunidades que marchaban al frente. En lasprovincias de León y de Zamora se

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divulgó una circular en la que seafirmaba que el alistarse comovoluntario constituía una mejor pruebade lealtad que todas las profesiones defe ideológica[484]. El porcentaje deantiguos izquierdistas era, por lo menos,tan elevado en las milicias como en lasfilas del propio Ejército. En Asturias,donde la situación era muy grave y lasmilicias tuvieron que intervenir en duroscombates, el veinte por ciento de losefectivos de las centurias lo componíanauténticos falangistas, el sesenta porciento eran antiguos elementosconservadores o indiferentes y el veintepor ciento restantes «exrojos[485]».

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Algunos dirigentes falangistas sededicaron generosamente a reclutarvoluntarios incluso para otras unidadesdistintas de las milicias. El BatallónGallego, que desempeñó un importantepapel en Asturias, se reclutó gracias a lacolaboración de la Falange con elEjército[486]. Además, la Falangeproporcionó voluntarios para lasunidades españolas destinadas a serintegradas en los contingentes fascistasitalianos que combatieron en la guerra.En Extremadura, algunos antiguosmiembros de las juventudes comunistasfueron reclutados y destinados asecundar a los italianos en su avance

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sobre Málaga[487].Todos estos esfuerzos no resultaron

vanos. Aunque poco a poco tuvieron queir desprendiéndose de sus mejoreselementos y pasando bajo el control delEjército, las milicias de la Falange nollegaron nunca a perder totalmente supersonalidad propia. Sus mejoresunidades lograron que los jefes yoficiales destinados a mandarlassimpatizaran con elnacionalsindicalismo. Un considerablenúmero de «alféreces provisionales»,que contribuyeron decisivamente a lavictoria del bando nacionalista,empezaron sirviendo como voluntarios

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en las unidades de Falange. Sean cualesfueren las cifras reales, es evidente quede las decenas de miles de hombres quepasaron por las filas de las milicias, ungran número de ellos experimentó ciertasimpatía por las ideasnacionalsindicalistas[488]. En estosfuturos «excombatientes» tenía puestasel partido sus únicas esperanzas deimponer su predominio político al díasiguiente de la victoria militar.

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D

CAPITULO XIII

INTRIGAS POLÍTICASEN SALAMANCA

espués del fracaso de la ofensivasobre Madrid, en noviembre de

1936, la guerra civil adquirió suverdadera significación. Los dos bandoscomprendieron que para alcanzar la

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victoria se imponía una auténticamovilización, tanto militar comopolítica. Pero el cuartel general deFranco, absorbido por laspreocupaciones militares, no estaba encondiciones de poner orden en laconfusión política reinante. El gobiernonacionalista carecía de orientaciónideológica. Aunque, a diferencia de loque acontecía en la zona republicana,los conflictos entre intereses políticosopuestos no podían interferirse en losasuntos militares, no por ello dejaban decrear serios problemas. A medida que laguerra se prolongaba, se hizo evidenteque, tanto para atraerse a la población

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civil como para dotar al gobierno de uninstrumento político adecuado, resultabaindispensable contar con unadeterminada doctrina política. Eldesprestigio de la derecha conservadorahabía creado un vacío político.

La oficialidad del Ejército semostraba, en su mayoría, hostil a todafuerza política. Su punto de vista podíaresumirse en las declaraciones que hizo,a finales de 1936, el coronel Castejón,quien mandaba las avanzadas delEjército del Sur. Preguntado sobre si erafalangista o requeté, contestó:

Franquista. Eso sólo y ya es

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bastante… No estoy al tanto, ni quieroestarlo, de los designios políticos… delas alturas. Eso no obstante, mi opiniónpersonal es la de que al Ejército le estáreservado por mucho tiempo en elporvenir español el papel delicado ypreeminente de ser el árbitro justo,equilibrado, sereno, imperativo de lacosa pública[489].

Sin embargo, muchos oficiales eranpartidarios de ciertas reformas decarácter nacionalista y se oponían a unsimple restablecimiento del viejo ordenconservador.

Durante los primeros meses del«caudillaje» de Franco, su principalconsejero político fue su hermano

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Nicolás. Éste concibió un proyecto parala creación de un Partido Franquista,formado por todos los partidarios delGeneralísimo y que contribuyese alsostén político del esfuerzo de guerra delos rebeldes. Esta idea parecíainspirada, en gran parte, en la antiguaUnión Patriótica de Primo de Rivera.Pero ello suponía nada menos que laconsolidación de todas las fuerzascaducas del viejo conservadurismoreaccionario o una especie deresurrección de la mayoría derechista dela CEDA. En realidad, la idea parecíaseducir a algunos tránsfugas de laCEDA[490], como José Ibáñez Martín,

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Moreno Torres, el conde de Mayalde, elperiodista Joaquín Arrarás y el famosocura Ignacio Menéndez-Reigada, quienal poco tiempo sería nombrado capellány confesor del Generalísimo y quepredicaba la guerra civil como una santacruzada del catolicismo[491].

El principal obstáculo para esteproyecto estribaba en que en el ambientede idealismo y de violencia de unconflicto ideológico los grupospatrióticos conservadores resultabananacrónicos. Nicolás Franco tuvo querenunciar a la idea de reconstituirsimplemente un nuevo frenteconservador. Evidentemente, don

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Nicolás hubiese deseado que la Falange,que se había convertido en una fuerzamuy numerosa, figurase en aquelconglomerado, pero los dirigentes delpartido no podían tomar en seriosemejante idea. No querían tratos con elhermano del Generalísimo, al queconsideraban —no sin razón— como aun capitalista corrompido y masón[492].

Ante el descrédito de la derechaclásica, los únicos movimientospolíticos que apoyaban a los rebeldes yque estaban en condiciones deenfrentarse doctrinalmente con laRepública eran la ComuniónTradicionalista y la Falange. La línea

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ideológica de la Falange se habíatruncado definitivamente con lostrágicos acontecimientos de 1936. Lafalta de una jefatura efectiva y laafluencia de antiguos elementosconservadores habían acabado de minarla relativa unidad que todavíaconservaba el partido en 1935, cuandoapenas era conocido. En virtud deldecreto promulgado a mediados dediciembre disponiendo la unificación detodas las milicias, los militantes de laFalange se encontraban sometidos a ladisciplina militar, lo cual limitabaconsiderablemente la independenciapolítica del partido.

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Para acabar de complicar lasituación, a comienzos de 1937 una seriede tendencias rivales empezaron adisputarse la dirección del partido. Losmotivos de tales rivalidades eran varios.José Antonio había sido fusilado enAlicante, y aunque muchos no quisierandar este hecho por cierto, la realidad eraque la Falange se encontraba sin jefe.Las exigencias de la guerra y elrepentino engrasamiento de los efectivosfalangistas acabaron de desbordar a losescasos elementos dirigentes quequedaban. Las comunicaciones se hacíansumamente difíciles y el poder realestaba totalmente en manos del Ejército.

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Hedilla era incapaz de controlar toda laorganización del partido. No podíacontar con la colaboración de algunosdirigentes falangistas, sobre todo loscapitostes de Salamanca y el grupo deAndalucía. El embajador alemán VonFaupel reflejaba una opinión bastantecorriente en Salamanca al afirmar que:

Hedilla, que era un hombre deabsoluta honradez, no estaba a la alturade las exigencias impuestas a un jefe dela Falange. Estaba rodeado de jóvenesambiciosos que ejercían una influenciasobre él, en lugar de obedecerle ydejarle dirigir[493].

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A principios de 1937 los dirigentesfalangistas aparecían divididos en trestendencias. La primera y la másimportante la constituía el grupoformado en torno a Hedilla, quiendemostró mayor decisión de la que sesuponían sus compañeros. Sin embargo,cuando se decidió a restablecer ladisciplina en el partido, la oposiciónaumentó. Sus partidarios poseían unímpetu revolucionario y una vigorosaconciencia social. Contaban con elapoyo dé la mayoría de los jefesprovinciales, por lo menos los de lazona septentrional de, la Españarebelde. Prácticamente estaban a su lado

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todos los intelectuales, con el famososacerdote propagandista de Pamplona,Fermín Yzurdiaga, a la cabeza.

Sin embargo, Hedilla estabacomprometido por su estrechavinculación con una serie deintelectuales y periodistas reciéningresados en la Falange y más o menosinfluidos por el nazismo. Aunque elpropio Hedilla no tenía la menorsimpatía por los nazis, sus partidariossentían menos entusiasmo por otrospartidos y esperaban que los alemanesles proporcionarían si no unaorientación ideológica por lo menos laayuda material y la capacitación técnica

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que necesitaban.La segunda tendencia la componían

los «legitimistas» de la Falange, esdecir, los seguidores de José Antonio enun sentido estricto y formalista. Éstos seoponían al menor cambio en laorganización, el mando o el estilo de laFalange que no estuviese justificado demodo explícito en los discursos del Jefe.Se oponían por principio a Hedilla, sinofrecer nada a cambio. Criticaban todassus iniciativas y le negaban el derecho aimponer su autoridad en el partido, porconsiderarle únicamente como unmiembro de la Junta de Mando, coniguales derechos que los demás.

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Agustín Aznar era el principalrepresentante de esta tendencia enSalamanca. Su más inmediatocolaborador era otro superviviente de laFalange de Madrid, Rafael Garcerán,antiguo pasante del despacho de JoséAntonio, quien no había cesado deintrigar contra la jefatura de Hedilla. Afinales de 1936 Garcerán logró hacersenombrar jefe territorial de Salamanca, yluego, desembarazándose de sus rivales,llegó a secretario dé la Junta de Mando.En enero de 1937 Tito Menéndez, uno delos más firmes partidarios de Garcerán,fue nombrado jefe de Propaganda, a lasórdenes del jefe nacional de Prensa y

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Propaganda, Vicente Cadenas. Lamayoría de los dirigentes de la Falangeandaluza (entre los que figurabanalgunos parientes de José Antonio, comosu primo Sancho Dávila) estaba más omenos vinculados al grupo de Aznar yGarcerán. En caso de producirse laescisión, era de suponer que la mayorparte de los enemigos de Hedilla sesumarían a este grupo.

En diciembre de 1936, después deuna dura lucha por el mando de laFalange de Valladolid, Andrés Redondofue destituido de la jefatura. En Castillala Vieja el partido tendía a ser dominadopor los jefes de milicias que estaban en

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el frente, como Luis González Vicén yJosé Antonio Girón. Después de dosaños de lucha encarnizada, estos dosactivistas de la primera hora habíanacabado triunfando sobre los hermanosRedondo[494]. Girón, que al principiohabía mantenido buenas relaciones conHedilla (quien le había nombrado«inspector territorial» de Castilla),pronto empezó a compartir la decepciónde Vicén ante la nueva orientaciónpolítica de la dirección del partido.Probablemente desconfiaban del grupode intelectuales germanófilos querodeaban a Hedilla y dudaban de lacapacidad de éste, temiendo que la

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Falange pudiera perder en Salamanca suindependencia política. En todo caso,los nuevos jefes de Valladolid parecíandispuestos a apoyar la actitud deoposición de Aznar y del grupo deAndalucía.

Por último, la tercera facción en elseno de la Falange estaba formada porlos recién llegados, oportunistas,antiguos conservadores, clericales,monárquicos y los tecnócratasseudofascistas, partidarios de uncorporativismo conservador. Su únicoprograma consistía en apoderarse delpartido para darle una nueva forma másconservadora.

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La existencia de estas tres faccionesdividía profundamente a la Falange, enel preciso momento en que iba adefinirse la futura estructura política dela España nacionalista. Losobservadores más lúcidos dábansecuenta de que aquella incertidumbrepolítica que reinaba en la retaguardia nopodía durar indefinidamente. Con laFalange y la Comunión Tradicionalistase enfrentaban dos concepcionesopuestas del gobierno autoritario; comono había sitio para ambas en el reducidomarco de la España nacionalista habíaque encontrar una fórmula decompromiso o de eliminación de uno de

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los dos adversarios. Y si los dirigentespolíticos no eran capaces de hallarla, elEjército estaba decidido a imponerla.

Los falangistas se habían mostradosiempre hostiles a todo compromiso conlos grupos derechistas; preferían que,una vez disueltos, se sumaran a ellos. Asu vez, los carlistas eran la gente másintransigente del mundo en cuestión deprincipios. Después de haberseenfrentado victoriosamente con toda laEspaña moderna, manteniendo a todacosta su anacrónica organización, noestaban dispuestos a transigir con unmovimiento sin arraigo histórico quedefendía un fascismo ultramoderno…

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A pesar de ello, exteriormente cadapartido consideraba al otro como unvaleroso campeón del nacionalismoespañol. Y algunos individuos aisladosiban más lejos todavía. Los carlistasmás clarividentes, que habían arrastradoa la Comunión Tradicionalista a larebelión, comprendían que había quellegar a algún compromiso. Ya el 19 dediciembre de 1936 Román Oyarzunescribía en El Pensamiento Navarro,bajo el título de «Una idea: requeté yfascio»:

A mí no me gustan, entre otrascosas, del fascismo, ni su bandera,cuyos colores son iguales que los de la

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FAI, ni el uniforme que se confunde conel de los milicianos rojos (lo queincluso puede dar lugar a incidenciaspeligrosas en el campo de batalla), nieso de llamarse «camaradas», palabraque suena mal (por haberla prostituidolos marxistas, esos marxistas que hancazado a tiros en nuestras ciudades atantos valerosos y nobles falangistas),ni otras cosas, acaso de más enjundia.Pero eso no obsta para que crea que haymuchos puntos de coincidencia, paraque juzgue conveniente estrechar losvínculos de unión, limar las asperezas,redondear las aristas… en lugar deahondar más y más las divisiones,enconar más y más los roces y lasheridas.

[…]Ambas fuerzas tienen sus raíces en

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el pueblo, ambas nutren sus filas de lamasa; en ninguna de ellas tienen estadode privilegio ni puestos de mando losaltos intereses plutocráticos… Ambasfuerzas son creyentes y confiesan aDios. Entre ellos no existeincompatibilidad alguna fundamental.

[…]Lector…: Aunque seas enemigo de

la idea, piensa que el afán es noble ypatriótico.

No tardó en llegar la respuesta delsector más clerical de la Falange. El 6de enero de 1937, en un suplemento desu periódico dedicado al año nuevo,Fermín Yzurdiaga declaraba:

En cuanto a la tendencia a laformación de una fuerza única, esinnegable. Creemos que esto seproducirá al asimilar F. E. —cuyo

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volumen y fuerza de expansión essuperior a cualquier otro— aquellospuntos del Tradicionalismo que seancompatibles con las necesidades delmomento.

Lo cual no resultaba demasiadotranquilizador para los carlistas.

Sin embargo, semejantessentimientos eran ampliamentecompartidos por todos los elementosconservadores, clericales, monárquicosy antiguos miembros de AcciónEspañola, así como por los oportunistasde toda laya que se habían emboscadoen la Falange. Para atraerse a losfalangistas «joseantonianos» hostiles a

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Hedilla trataron a deslumbrarles con, lavaga posibilidad de una entente entre elfalangismo y el carlismo. Entre los másardientes partidarios de esta nuevafórmula figuraban numerososprofesionales que se habían infiltrado enlos servicios técnicos del partido, comoJosé Luis Escario, Pedro GonzálezBueno y Pedro Gamero del Castillo[495].

Escario y Bueno eran ingenieros.Gamero era un joven que había sidopresidente de los estudiantes católicosde la Universidad de Sevilla. Ingresó enla Falange sevillana al empezar laguerra y colaboró en los aspectostécnicos de la organización del partido

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en Andalucía[496]. Al cabo de variosmeses fue trasladado a los serviciostécnicos de Salamanca.

El objetivo primordial de estostecnócratas era hacer de la Falange el«partido único» de un Estadocorporativo, conservador y autoritario.Teóricamente, los «joseantonianos»tenían un objetivo distinto, pero faltosde perspicacia, no se daban cuenta de laverdadera situación ni de su probabledesenlace. Decepcionados ante suincapacidad para manejar a Hedilla aguisa y resentidos al considerar quehabían sido relegados a un lugarsecundario en el partido, estaban

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dispuestos a imponer un cambio generalen la organización. En enero de 1937Sancho Dávila hizo sondear al conde deRodezno, considerado como uno de losjefes carlistas más pragmáticos yrealistas[497]. Los resultados de sugestión no fueron descorazonadores. Lostecnócratas partidarios delcorporativismo y algunos de los«legitimistas» decidieron entoncessumar sus fuerzas. Se propusieronaprovechar una reunión de los mandoscarlistas que iba a celebrarse en Lisboapara discutir la posibilidad de unafusión de ambos movimientos. Todosestos planes se hicieron sin consultar

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para nada al mando oficial de laFalange.

Dávila, Gamero y Escario setrasladaron a Lisboa, y el 8 de febrerosometieron a los carlistas el texto deldiscurso con el cual los dirigentesfalangistas anunciarían la fusión. Segúndicho texto, se trataba, evidentemente,de una simple absorción de la ComuniónTradicionalista por la Falange, aunqueen una frase del discurso se afirmabaque el partido estaría dispuesto aaceptar «la instauración —norestauración— en el futuro, en elmomento oportuno en que el interés dela Patria lo exigiese» (de una monarquía

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tradicionalista). La proposición quedabaredactada en términos sumamenteimprecisos.

Los carlistas replicaron proponiendoa su vez una lista de «puntos esencialespara la unión». El segundo de dichospuntos precisaba que no podía tratarseen modo alguno de una absorción de ungrupo por otro; la fusión debía hacersesobre la base de una absoluta igualdad.El tercer punto preveía elestablecimiento de un triunvirato queasumiría la dirección del partido yprecisaba que el único objetivoinmediato debía ser el de ganar laguerra, cuyo desenlace se veía aún

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cierto. Después de la victoria seproclamaría una monarquía católica ytradicionalista con el regente carlistadon Javier. Se establecería un Estadocorporativo y un sistema de sindicatosnacionales y se aboliría todo vestigiodel viejo sistema liberal de los partidospolíticos.

La segunda nota de los que se habíandesignado a sí mismos como«representantes» de la Falangeprecisaba que la Comunión debíaintegrarse en ella sin vacilación, puestoque:

la Falange declara su intención, siempre

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implícita en su programa y en suconducta, de instaurar y mantener en elfuturo las instituciones y los valorespolíticos de la Tradición Española encuanto son garantías de la continuidaddel Nuevo Estado y base de su Imperio.

El 17 de febrero los falangistassometieron a los carlistas un planconcreto de «bases para la unión» conlos carlistas. Sus cláusulas principaleseran que «la Comunión Tradicionalistaingresa en Falange Española de las JONS», que «Falange declara suintención de instaurar en momentooportuno la Nueva Monarquía…» que laFalange asumiría la custodia del

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príncipe que fuese designado para reinary que el Regente delegaría todos suspoderes en el mando de la Falange, sibien éste debería consultarle sobre ladesignación del futuro rey.

Estas condiciones eranabsolutamente inaceptables para loscarlistas. Fal Conde formuló a su vezuna «última proposición» resumida enlos puntos siguientes: unión y noincorporación de uno de los grupos aotro, debiendo darse un nuevo nombre ala formación resultante; declaraciónexplícita del principio monárquico;reconocimiento de la primacía de losprincipios tradicionalistas; regencia

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asumida por don Javier, como jefesupremo del nuevo movimiento; elmando efectivo sería delegado en un jefeexplícitamente designado en el pacto defusión, y si no, en los jefes de laslecciones de Política, Cultura y Miliciay, finalmente, disolución del partidounificado tan pronto como se hubierainstaurado definitivamente laMonarquía.

El acuerdo resultó imposible, envista de que ninguno de losinterlocutores estaba dispuesto a ceder.Del 23 al 27 de febrero se celebraronlas últimas conversaciones. En ellas sellegó a evocar la posibilidad de

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establecer una regencia presidida por elgeneral Franco, pero la idea noprosperó. El único punto de acuerdo aque se pudo llegar consistió en unadeclaración común, de carácter privado,por la que ambos partidos secomprometían a no colaborar con ningúnotro grupo político y afirmaban que seopondrían a cualquier intento de tomadel poder por un tercer partido. Lasnegociaciones se terminaron con unacarta del conde de Rodezno, querespondía evidentemente al deseo dedejar abierta la puerta para futurosacuerdos de carácter práctico[498].

Las reacciones de los miembros de

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la Junta de Mandos al enterarse de queDávila y sus amigos iban camino deLisboa, fueron diversas. Algunosllegaron a proponer que se les prestaraun automóvil y se apoyara su iniciativa,mientras que otros exigían su expulsióndel partido y algunos hasta sufusilamiento[499]. El propio Hedilla seenteró del viaje demasiado tarde paratratar de impedirlo. La pasividad de quedio pruebas a lo largo de todo esteasunto acabó de desprestigiarle, sobretodo ante los observadores políticos delCuartel General militar[500].

A partir de este momento, Hedillaempezó a manifestar una gran

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susceptibilidad frente a cualquier intentode colaborar con los carlistas sin suconocimiento. El 26 de febrero castigóal jefe provincial de Burgosprohibiéndole que vistiese el uniformedel partido durante todo un día porhaber permitido que sus miliciasalternasen con los requetés en turnos deguardia ante la Virgen del Pilar deZaragoza[501].

En el mes de marzo, en toda Españaocupada por los rebeldes, no se hablabade otra cosa que de la unificación de lospartidos, multiplicándose las intrigasencaminadas a ello. Algunos grupospolíticos se disolvieron para sumarse de

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manera tácita o explícita al nuevo ordencorporativo preconizado por los«tecnócratas» clericales yconservadores. El 8 de marzoRenovación Española anunció su propiadisolución, reclamando oficialmente launificación de todos los partidos. En ungran mitin celebrado en Salamanca,Antonio Goicoechea declaró:

¿Es que algunas agrupaciones sepreocupan de los humildes y de losnecesitados y llevan este ideal comobandera de propaganda? Sí. Pues yo digoque la solidaridad de la guerra haaumentado el poder de sacrificio de lospoderes en favor de las clases humildes,y que éste es un postulado de todas las

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organizaciones políticas…Un solo partido, o mejor, un frente

patriótico como el que ahora existeentre nosotros y yo digo querealizaremos todos los sacrificiosposibles para que eso se consiga… Unaestructura totalitaria… en un sistemapuramente orgánico, en el que todostengan un papel que cumplir[502].

Los abusos de poder cometidos poralgunos jefes falangistas como JoséMoreno, José Muro, Arcadio Carrasco yAgustín Aznar desprestigiaban al partidoentre los no falangistas. El que los«jefazos» requisaran lujososautomóviles y fueran siempre con unaescolta de cinco o seis milicianos

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armados con fusiles-ametralladoresproducía una desagradable impresión.No ocurría lo mismo en todas partes,pero los abusos e insolencias de lamayoría de los jefes no contribuían arobustecer la autoridad moral delpartido. La multitud de fanfarrones queatemorizaban la zona rebelde hacíaolvidar a la gente el valor y la modestiade algunos de los principales jefes delpartido.

Si para la mayoría de la poblacióncivil la Falange era un partido con unprograma social avanzado, se tenía unavaga idea del contenido de dichoprograma, que gran número de

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falangistas ignoraba asimismo. En 1937la mayoría de los miembros del partidocarecían de toda formación ideológica.Sólo otro José Antonio hubiera sidocapaz de mantener cierto control sobreuna masa tan amorfa. Para la Junta deMando, dividida por las luchas internasdel partido, era una tarea muy superior asus fuerzas.

Los agentes al servicio del CuartelGeneral y de los grupos conservadoresestaban tratando de montar una nuevacombinación política. Para apoderarsemás fácilmente del partido procurabanfomentar las tensiones internas entre susdirigentes. Si Manuel Hedilla había

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conseguido librarse de la tutela de los«legitimistas» que al principio habíanintentado servirse de él, la influenciaque ejercían sobre él los intelectuales yescritores que le rodeaban resultaba nomenos nefasta. Algunos de ellos seesforzaban en convencer al jefe de laFalange de las posibilidades que se leofrecían, con la esperanza de hacerlecreer que había llegado el momento deasumir el papel de sucesor de JoséAntonio. Se ha llegado a insinuar quealgunos de aquellos agentes dobles leincitaban a afirmar su autoridad paraprovocar una escisión irreparable en lajefatura de la Falange.

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En la primavera de 1937 ladirección política del partido se hallabasumida en la incertidumbre y laconfusión más absolutas. Para impedirque la Falange se hundiera bajo el pesode sus propios errores, era preciso quese restableciese la jefatura única,asumida por un hombre dotado de unaindiscutible autoridad moral y material.Ante la necesidad imperiosa de designara un jefe supremo, la pugna entre las tresfacciones del partido para imponer supropio candidato se hizo más viva quenunca.

Los fanáticos seguidores de JoséAntonio, según su peculiar

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razonamiento, consideraban ilegal ladesignación de un nuevo jefe nacionalmientras no se tuviese constancia oficialde la muerte del primero. Su único planpara dotar al partido de mando efectivoconsistía en presionar para que serealizase el canje de RaimundoFernández Cuesta, que se encontrabaprisionero en la zona republicana.Puesto que antes de la guerra habíaejercido el cargo de secretario generaldel partido, Fernández Cuesta era elsucesor legítimo de José Antonio. Elhecho de que careciera de las dotes demando necesarias para desempeñar lajefatura no parecía preocupar a los que

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apoyaban su candidatura.Los intelectuales que rodeaban a

Manuel Hedilla y los jefes provincialesdel Norte, apoyaban la candidatura delpresidente de la Junta de Mando. En elfondo creían que el hecho de nombrar aHedilla jefe nacional reforzaría suautoridad en el partido para restablecerla disciplina y permitir tratar con elCuartel General de poder a poder.

Algunos jefes de las milicias,especialmente los de Valladolid,preconizaban la candidatura de unmilitar enérgico como el «general de laFalange» Yagüe[503].

En cuanto a los falangistas de nuevo

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cuño, oportunistas o conservadores,querían rehacer totalmente el partidoponiendo al frente del mismo a unhombre que, a ser posible, fuese ajeno ala organización. Hasta algunos viejosfalangistas eran partidarios de estarenovación. Uno de los más importantesera Joaquín Miranda, jefe provincial deSevilla, quien después de haber sidoextraoficialmente jefe territorial deAndalucía desde la primavera de 1936se había visto relegado a su primitivopuesto al regreso de Sancho Dávila. Porresentimiento personal contra ladirección oficial del partido se alió conlos que conspiraban para derribarla.

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Miranda estaba apoyado por GiménezCaballero, el estrafalario escritor quehabía predicado el nacionalsindicalismo en ciertos sectores de laintelectualidad española. El hecho deque cuando pretendió volver a ingresaren el partido después de haberloabandonado, el propio José Antoniohubiese rechazado su solicitud dereadmisión, alentaba su espíritu devenganza.

La verdadera dificultad con quetropezaban las distintas facciones enpugna era la de llegar a ponerse deacuerdo sobre un candidato. Casi todoscoincidían en la necesidad de recurrir a

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un general, pero ¿cuál de ellos? Lológico era que eligieran al propioGeneralísimo, aunque algunos militaresprefiriesen a Mola.

Franco sentía la apremiantenecesidad de un lugarteniente políticoque, le ayudara a constituir el gobiernocivil en el que había de apoyarse ladictadura militar. La dirección de lasoperaciones militares le absorbíatotalmente, y su hermano Nicolás habíatenido muy poco éxito en su papel deconsejero político. Había fracasado ensu intento de crear un «partidofranquista» y no había logradoestablecer buenas relaciones con la

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Falange ni con los carlistas.La llegada a Salamanca durante el

mes de marzo de su cuñado RamónSerrano Súñer —después de un largoviaje desde su salida, en octubre, de laEmbajada de Holanda en Madrid—permitió al Generalísimo cubrir elpuesto vacante con el hombre quejustamente necesitaba[504]. Antes de caertemporalmente en manos de losrepublicanos, Ramón Serrano Súñerhabía prestado una eficaz colaboraciónpolítica a Franco, sirviendo de principalenlace civil para su contacto con laEspaña peninsular durante la agitadaprimavera de 1936. Para facilitarle más

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las cosas, las relaciones en el seno de lafamilia Franco se habían deterioradopor diferencias existentes entre lasmujeres de Francisco y Nicolás[505],mientras que siendo hermanas la mujerde Franco y la de Serrano, fácilmentepodía preverse la nueva forma queadoptaría la relación de fuerzas en lafamilia[506].

Además de ambicioso, Serrano era,sin duda, el político más sagaz queapareció por Salamanca durante toda laguerra. Su paso por la jefatura de la JAPle había permitido entrar en contacto convastos sectores de la derecha. Teníatambién amistades en el grupo de

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Acción Española, y entre los miembrosde la Comunión Tradicionalista, y suantigua amistad con José Antonio leconfería cierto prestigio ante losfalangistas[507]. Franco fue confiándolecada vez más la dirección de los asuntospolíticos.

Serrano era un hombre apasionado,que se dejaba llevar por sus impulsos.Tenía escasos amigos. La ejecución dedos hermanos suyos en la Españarepublicana le había trastornado. Ycomo también él estuvo a punto decorrer la misma suerte, al principio seconsideraba virtualmente hipotecado,como si hubiese contraído una inmensa

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deuda para con los muertos. Aunque estaobsesión piadosa no duró mucho,imprimió una orientación determinada asus primeras actividades. Juzgaba coninmenso desprecio a la «tribu» depequeños oportunistas que rodeaban aFranco en Salamanca, entre los quefiguraban, entre otros, don Nicolás y elencargado de Asuntos Exteriores,Sangróniz. Tenía algo más de respetopor los miembros de RenovaciónEspañola, el grupo de Rodezno y lapropia CEDA, a la que habíapertenecido, aunque consideraba que enel siglo veinte todas sus ideas estabansuperadas. Contrariamente a algunos

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militares —y, en particular, Mola— quetrataban de establecer un gobiernomilitar con carácter permanente, Serranocreía que una solución al fin y al caboprovisional, no podría durar.

En todo caso, Serrano era tal vez laúnica persona del Cuartel Generalrebelde que sabía lo que quería:establecer sobre bases jurídicas unnuevo Estado, esencialmente autoritario,capaz de impedir el retorno a losexcesos democráticos que habíancostado la vida a sus hermanos. Pero almismo tiempo el nuevo Régimen nodebía parecerse en nada a la ineficazmonarquía del pasado. Sólo un fuerte

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sistema corporativo, organizado sobresólidas bases conservadoras sería capazde superar las tensiones sociales y derestablecer la unidad nacional[508].Ramón Serrano había sido amigo íntimode José Antonio desde los tiempos deestudiantes, pero había resistidoobstinadamente las insistentesproposiciones de este último paraingresar en las filas de la Falange. Losnacional sindicalistas le habían parecidosiempre gentes demagógicas ysuperficiales, y el partido carecía, a sujuicio, de una sólida base. Pero teniendoen cuenta la situación existente enSalamanca, se convenció de que no

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había otra solución que la Falange,porque era el único partidocorporativista moderno que contaba conun cierto sustento popular, ya que sucompetidor, el carlismo:

Adolecía de una cierta inactualidadpolítica; en cambio, en el pensamientode la Falange estaba incluida buena partede su doctrina y ésta tenía, por otraparte, el contenido social,revolucionario que debía permitir a laEspaña nacional absorberideológicamente a la España roja, lo queera nuestra gran ambición y nuestrogran deber[509].

En aquella época la Falange contaba

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«incluso con masas procedentes de laRepública y del sindicalismo… Susmandos eran antiguos jefes provinciales,por lo general poco conocidos,escuadristas demasiado jóvenes y, enmuchos casos, improvisados[510]».Había, pues, que reorganizar la Falangesobre bases firmes, de carácterconservador, que le permitieranconvertirse en el partido único estatal dela Empana nacionalista. Así podríarealizarse el ideal del «verdadero» JoséAntonio, que para Serrano era el JoséAntonio nacionalista y líder del partidoy no el José Antonio aspirante arevolucionario.

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Para llevar a cabo estareorganización, Serrano se puso encontacto con gentes de filiación políticadiversa. Los más utilizables para suempresa parecían ser los intelectualesde Acción Española y los elementos dementalidad conservadora que habíanpuesto de manifiesto su capacidad deiniciativa al frente de los ServiciosTécnicos del partido. Serrano seentrevistó con el joven Gamero, conGonzález Bueno y con Alfonso GarcíaValdecasas[511]. Este último había vueltoa ingresar en la Falange y era uno de losmás decididos partidarios de lareorganización del partido[512].

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La unificación política erareclamada insistentemente no sólo por elEjército, sino también por las potenciasdel Eje. Los militares estaban hartos delos partidos políticos y los másdecididos exigían, lisa y llanamente, susupresión. Era evidente que el Ejército,que había desencadenado la guerra civily que controlaba sólidamente la mitaddel territorio, realizaría, sin duda, suspropósitos. Por su parte, los alemanesno disimulaban sus preferencias: elgeneral Faupel exponía tanto a losfalangistas como al gobierno rebelde lanecesidad inmediata de un fuerte partidoúnico estatal[513]. Aun sin llegar a

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ejercer ninguna presión directa, dada laimportancia de la ayuda proporcionadapor Alemania, era evidente quesemejantes «insinuaciones» tenían queproducir su efecto. Los italianos erantambién favorables a aquella solución,aunque su embajador se mostrase másdiscreto y menos preciso en susconsejos[514].

Desde el principio los rebeldeshabían proclamado sus deseos dereconstrucción y de reforma. Francohabía declarado ante el mundo que,aunque los nacionalistas preconizabanuna dictadura militar, ésta debería serratificada por un plebiscito popular. Y

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que los sindicatos serían toleradosmientras no predicasen la lucha declases. Ahora prometía llevar a cabo:

Todas aquellas reformas que permitala capacidad económica de la nación.No nos oponemos a nada que laeconomía del país pueda soportar.

De nada sirve dar tierras pobres alos campesinos pobres. No basta latierra, sino que hace falta dinero paracultivarla. Los próximos veinticincoaños verán la parcelación de los grandesdominios en pequeñas propiedadesagrícolas y la creación de una burguesíaagraria[515].

A medida que se prolongaba la

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guerra, los militares intensificaban estetipo de propaganda. Queipo de Llanodeclaraba a la prensa extranjera:

Sabemos que el problema de lalucha de clases únicamente puederesolverse suprimiendo las enormesdiferencias existentes entre las clases.Sabemos también que los ricos deberáncontribuir a una distribución más justade la riqueza, por medio de fuertesimpuestos[516].

Mola se declaraba públicamentepartidario de un «corporativismorepresentativo[517]».

Tales declaraciones pareceríancompatibles con una especie de

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nacionalsindicalismo pasado por agua yalgunos de los jefes provinciales deFalange de mayor perspicacia políticaempezaban a considerarlo inevitable.Dada la crisis de autoridad existente enel partido y ante el completo monopoliodel poder ejercido por los militares,creían que la única salida posible era launificación de todos los grupos políticosexistentes bajo el mando del único jefecapaz de inspirar confianza a la opiniónpública, es decir, Franco. Ésta era lasolución preconizada por AndrésRedondo desde el otoño de 1936, antesde ser depuesto del mando de la Falangede Valladolid. Otros dirigentes

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compartían aquel punto de vista, aunqueaparentemente se mantenían fieles a laJunta de Mando.

Un falangista, teniente de ingenierosde guarnición en Mallorca, LadislaoLópez Bassa, tomó por su cuenta unainiciativa independiente orientada en elmismo sentido. Abogando por la idea deuna gran Falange que agrupará a todoslos partidos nacionalistas bajo el mandode Franco, visitó a varios grupos deFalange en distintos puntos deEspaña[518]. Las gestiones eran apoyadaspor otros disidentes, pomo Miranda yGiménez Caballero.

Entretanto, los partidarios de

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Hedilla le incitaban a que tomara unadecisión antes de que fuese demasiadotarde. Decidió, pues, reunirse en secretocon algunos dirigentes carlistas eh unpueblecito de la provincia de Álava. Sedaban cuenta todos de la amenaza quepesaba sobre ellos: la fusión impuestapor el Cuartel General. No llegaron asuperar las diferencias que todavía lesseparaban, pero acordaron que ningunode los presentes aceptaría ningún puestoen un partido creado manu militari[519].

Al mismo tiempo y de acuerdo conSerrano, López Bassa se instaló enSalamanca y se dedicó a tratar deconvencer a Hedilla de la necesidad de

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la unificación de todos los partidos bajola dirección de Franco. Le insinuabaque, aunque el Generalísimo fueranominalmente el jefe del partidounificado, él, Hedilla, sería nombrado,indiscutiblemente, secretario general,con plenos poderes para realizar elprograma nacional sindicalista. Einsinuaba que se respetarían laindependencia y la organización internade la Falange. Aunque Hedilla nuncahabía establecido contacto alguno con elCuartel General, López Bassa sepresentaba como su representanteoficial, y el jefe falangista quedó medioconvencido por su argumentación.

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Hedilla había sido invitado repetidasveces por el general Faupel, quien leanimaba a ponerse en relación conFranco para crear una Falangeunificada[520]. El líder falangista, quehasta entonces había dado a entenderclaramente que desconfiaba delGeneralísimo, empezó a hablar conentusiasmo de Franco[521].

Mientras por un lado los querodeaban a Franco mantenían estoscontactos, por otro trataban de aumentarla confusión y la discordia en el senodel partido, para impedir que pudieraconstituirse entre los más veteranos unnúcleo de resistencia intransigente. Por

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ejemplo, no había el menor interés enfacilitar el canje del Secretario Generalde la Falange, Raimundo FernándezCuesta, que se encontraba en zonarepublicana, porque consideraban quecon su presencia podría contribuir areforzar la unión del partido. CuandoHedilla le habló a Serrano en aquelsentido, éste le hizo una escena,diciéndole que el canje le parecíamoralmente injustificable cuando tantaspersonas de igual o superior rango queaquél se encontraban detenidas en lazona republicana[522].

La oposición a Hedilla en el senodel partido aumentaba vertiginosamente.

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Temerosos de que pretendieraconvertirse en jefe nacional con elapoyo del Ejército, los «legitimistas»decidieron desplazarle del puesto queocupaba. Querían apoderarse de todoslos resortes del mando del partido antesde que pudiera designarse a ningún otrojefe único. Su propósito exclusivoparecía ser el de mantener al partido enla especie de limbo en el que seencontraba, pero bajo su propio mando.

Cuando Hedilla manifestó supropósito de convocar al ConsejoNacional, los disidentes se leadelantaron aprovechando una reuniónde todos los mandos de la Falange, que

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se celebró, por sorpresa, el 16 de abril.Dávila, Aznar y Garcerán se dirigieroninmediatamente después de la reunión aldespacho de Hedilla para darle lecturade una serie de cargos contra él, entrelos que figuraban los siguientes:

Reserva para con la Junta Oficial, ala que nunca ha dado cuenta afondo desus gestiones, conversaciones yorientaciones políticas, de las que, encambio, estaban enteradas personasajenas a los mandos de la Falange…

…sometiéndose dócil a la Juntaextraoficial, en contraste con suhosquedad y enemiga a la Juntalegítima. A la primera pertenecenhombres peligrosos y advenedizos.

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Propaganda desmedida e impropiade su persona para ponerse a una alturasuperior a la que le corresponde,orientando su actuación a crearsepartidarios personales y reclamandopara esta tarea colaboradores ociososencargados de fabricarle artículos ydiscursos de todo género.

Traición final a la Junta de Mando;para verse libre del control de la Juntade Mando […] ha decidido convocar unConsejo Nacional sin dar cuenta a laJunta.

…De este Consejo se han excluidoa nombres de prestigiosos camaradas,por suponerles adversarios de lapolítica del Jefe, y pretendiendo, encambio, convocar a otros que suponeamigos suyos […] y, por tanto, capacesde designarle jefe del Movimiento.

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Entre estos últimos hombres habrían deincluirse algunos encarnizadosenemigos de José Antonio ycontumaces traidores en la actualidadpara con nuestra organización, la cualdesfigura constantemente, hasta elpunto de haberse tomado el acuerdo enuna reunión de la Junta de Mando,celebrada en marzo de este año, deprohibirle hablar en público, sinconocimiento expreso de la propiaJunta.

Ineptitud manifiesta del camaradaacusado por su analfabetismo, que leobliga a caer en manos de los sicariosmás insolventes y de los hombres máspeligrosos para el Movimiento, dequienes se siente prisionero[523].

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Llegaban incluso a acusar a Hedillade conspirar con Mola para establecerun nuevo gobierno de la Españanacionalista[524]. La mayoría de estasacusaciones carecían de fundamento, ylas únicas que tenían alguna base, habíansido exageradas por el odio de susenemigos.

Según los estatutos del partido, si eljefe nacional tenía que ausentarse delterritorio español durante cierto tiempo,asumiría la dirección del partido untriunvirato hasta su regreso. Basándoseen esta norma, grotescamentedeformada, los rebeldes, que contabancon cinco de los siete votos de la Junta

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de Mando, decidieron lisa y llanamentela destitución de Hedilla y su sustituciónpor un triunvirato integrado por ellosmismos. Los triunviros autodesignadoseran Sancho Dávila, Agustín Aznar yJosé Moreno (antiguo jefe provincial deNavarra, que debía su ascenso al propioHedilla). El intrigante y oportunistaRafael Garcerán fue nombradosecretario del triunvirato, el cualanunció la convocatoria de un ConsejoNacional extraordinario que debíareunirse a los quince días, reservándosediez puestos vacantes destinados a losdirigentes falangistas que se suponíadetenidos en la zona republicana.

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Para reforzar su posición, los nuevostriunviros se apresuraron a convocar atodos sus partidarios de las provinciasmás cercanas. Pero no todos estos«partidarios» mostraban granentusiasmo ante los sucesos ocurridos.Cuando Dionisio Ridruejo, jefe local deValladolid, fue convocado a Salamancay se enteró de que los rebeldes habíanquerido anticiparse a la «traición» deHedilla, protestó, afirmando que todaaquella maquinación constituía untremendo error. Consideraba que enaquellos momentos tan peligrosos habíaque mantener por encima de todo launidad del partido, y si algunos viejos

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falangistas, como López Bassa yMiranda, estaban en tratos con elCuartel General, había que unirse entorno a Hedilla para conseguir que lanegociación se realizase en las mejorescondiciones posibles.

Cuando se hubo recobrado delgolpe, Hedilla pareció dispuesto a tratarde reforzar su posición, animado paraello de sus seguidores, los cuales habíanlogrado impedir la difusión a través dela Radio Nacional de una proclamaredactada por el triunvirato. En la nochedel 16 de abril, a las doce o trece horasde la rebelión, José María Goya, uno delos jóvenes jefes de milicias, consejero

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nacional del SEU, solicitó autorizaciónpara tratar de arreglar las cosas. Goya,aunque partidario de Hedilla, era amigopersonal de Dávila, a quien habíaconocido durante el tiempo en que losdos estuvieron refugiados en laEmbajada de Cuba en Madrid. Expuso aHedilla su propósito de ir a ver a Dávilapara intentar convencerle de quecambiara de actitud y se aviniese anegociar. Hedilla le dio suconsentimiento, pero le recomendó queno obrara a la ligera. Goya se dirigió acasa de Dávila, acompañado de otromiembro de las milicias, Daniel LópezPuertas, y de tres camaradas más.

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Cuando el grupo llegó a la pensióndonde se alojaba Dávila, Goya seadelantó para hablar con éste a solas.Apenas iniciada la discusión, degeneróen una pelea; nunca ha podido sabersequién disparó primero. En el segundopiso de la casa sonó una serie dedisparos. Cuando cesó el fuego, LópezPuertas y sus tres compañeros se habíanadueñado de la situación, desarmando aDávila y a los de su escolta, pero Goyay uno de los que acompañaban a Dávilayacían muertos. Atraídos por losdisparos acudieron los guardias civilesque detuvieron a todos los presentes[525].

Este trágico incidente vino a

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favorecer a Serrano Súñer y a suscolaboradores. El Cuartel Generalcondenó enérgicamente estos desórdenesen la retaguardia, que acabaron dedesacreditar ante el Ejército a laFalange. El incidente parecía demostrar,además, que los dirigentes falangistas nollegarían nunca a ponerse de acuerdo yque no podía contarse con ellos parallegar a la necesaria unificación.

Al día siguiente, Hedilla convocócon toda urgencia una reunión delConsejo Nacional para el domingo 18de abril. Fueron avisados todos losConsejeros Nacionales disponibles,nombrados en 1935 y 1936, así como

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otros cuya condición de «consejero»resultaba bastante imprecisa[526]. Lacircular de dos páginas que contenía laconvocatoria declaraba que el objeto dela reunión consistía en aclarar algunascuestiones relativas a nombramientos,disolver la Junta de Mando y elegir unnuevo jefe nacional. Se estipulaba queéste sólo ejercería interinamente susfunciones hasta el regreso de JoséAntonio (cuya muerte se obstinaban enponer en duda muchos falangistas), y siFernández Cuesta llegaba a la Españarebelde, se convocaría de nuevo alConsejo para decidir la cuestión de lalegitimidad de la sucesión[527].

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El Consejo Nacional se reunió el 18por la mañana, en un ambiente tenso, alcual el cadáver de Goya añadía una notamacabra. Entre los presentes no reinabael menor espíritu de camaradería[528].Las seis cuestiones que se trataron enprimer lugar se referían a una serié depuntos de detalle sobre el personal y laburocracia del partido; sólo después deuna larga y áspera discusión sobre elfuturo jefe y sus atribuciones, así comosobre la manera de limitar sus posiblesextralimitaciones, se pasó a discutir elfondo de la cuestión[529].

Cuando Hedilla hubo expuesto lasacusaciones de los disidentes contra él,

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José Muro declaró que era preferibleolvidar las disensiones internas y pensaren la solemnidad de las circunstancias.Se refería a la presencia del cadáver deGoya, que todavía hacía más irreal laatmósfera de aquella reunión. Hedillatomó nuevamente la palabra paraanunciar que acababan de informarle enel Cuartel General de que elGeneralísimo pensaba asumir el mandode la Falange, tal vez aquella mismanoche. Esta noticia, aunque no resultarainesperada para nadie, hizo que losánimos se serenasen. Francisco Bravopropuso que se confiase a Hedilla lamisión de ir a tratar con Franco de las

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condiciones para la unificación y lareorganización de los partidos.

Con ello el Consejo llegó al puntodecisivo del orden del día: la eleccióndel nuevo jefe nacional. La votación dioel siguiente resultado: 8 votos en blanco,un voto para Miguel Merino, MartínRuiz Arenado, Jesús Muro y José Sainzy 10 votos a Manuel Hedilla[530]. Asípues, de los veintidós asistentes, sólodiez votaron en favor de Hedilla. Eraevidente que no había otro jefe posibleque él, pero algunos consejerosconsideraban una locura desafiar alCuartel General eligiendo su propio jefeen unos momentos en que estaba en

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juego la existencia misma delpartido[531].

La misma noche el nuevo jefe de laFalange se fue a visitar al Generalísimo.Según Hedilla, Franco le felicitó por suelección, pero se negó a discutir ningunacuestión de fondo. Más tarde, aquellamisma noche, el general dirigió unabreve alocución a la multitud que sehabía congregado frente a su residencia,y Hedilla apareció unos instantes junto aél en el balcón. Esto provocó unapequeña manifestación de lossimpatizantes falangistas, que gritaron«Hedilla-Franco» varias veces[532]. Elincidente despertó grandes recelos en el

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Cuartel General.Al día siguiente, es decir, el 19 de

abril, Hedilla reunió nuevamente alConsejo Nacional. El partido estaba yaprácticamente entre las manos deFranco, pero sus dirigentes continuabanentregándose al mismo juego polémicode la víspera. Designaron a tresdelegados encargados de realizar unainvestigación sobre la reciente rebelióninterna, y después eligieron una nuevaJunta Política, compuesta por cuatromiembros. Incapaces, aparentemente, deadivinar las verdaderas intenciones delGeneralísimo, los consejeros sededicaban a interpretar según el gusto de

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cada cual las palabras que aquél habíapronunciado la noche anterior. Tambiénacordaron pedir clemencia para todoslos detenidos con motivo de la muertede Goya. Finalmente, esforzándose paraponerse a la altura que lascircunstancias exigían, los miembros delpostrer Consejo Nacional independientede la Falange Española tomaron elacuerdo de que ningún consejero podríallevar una escolta compuesta de más dedos milicianos. La vieja Falange seextinguía sin proferir la más leve queja.

Aquella misma noche el CuartelGeneral decidió darle el golpe degracia. Se había encargado a Serrano

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que preparase un decreto unificando laFalange y la Comunión Tradicionalista.Según afirmaba Serrano, el textopublicado el 19 de abril a medianochehabía sido sometido a la aprobación deMola y de Queipo. En adelante,falangistas y tradicionalistas quedabanfusionados en el partido único oficialdel nuevo Estado Español[533].

La nueva formación política sellamaría «Falange EspañolaTradicionalista y de las Juntas deOfensiva Nacional Sindicalista»,complicado nombre que reflejafielmente el carácter heteróclito de sucomposición[534]. En el decreto que le

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dio nacimiento se expresaba laorientación del nuevo partido:

El Movimiento que hoy nosotrosconducimos es justamente esto: unmovimiento, más que un programa, ycomo tal está en proceso deelaboración y sujeto a constanterevisión y mejora, a medida que larealidad lo aconseje. No es cosa rígidani estática, sino flexible. Y que —comomovimiento— ha tenido por tantodiferentes etapas.

…nosotros, abandonando aquellapreocupación doctrinaria, oponemosuna democracia efectiva, llevando alpueblo lo que le interesa de verdad:verse y sentirse gobernado, en unaaspiración de justicia integral, tanto en

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orden a los factores morales cuanto alos económico-sociales[535]…

A las cuarenta y ocho horas afluíanal despacho del Caudillo mensajes deadhesión a su política de falangistas detodas partes; ninguno pensaba rebelarsecontra ella. La debilidad política delpartido nunca había aparecido tancrudamente expuesta. La flojapropaganda efectuada en torno a Hedillano podía compararse con la aplastanteglorificación de Franco realizada porlos servicios de prensagubernamentales. En el momento de launificación, Manuel Hedilla fue

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completamente olvidado.En Salamanca, sus partidarios se

vieron totalmente rebasados por losacontecimientos. Habían cometido elerror de creer en la posibilidad denegociar y que los mandos reciénnombrados serían mantenidos en suspuestos. Pero no hubo tal negociación, nila menor intención de respetar a lasnuevas jerarquías del partido.

Franco se proclamó a sí mismo jefenacional y, por el momento, no senombró secretario general. Hedilla fuenombrado presidente de la nueva JuntaPolítica de FET que iba a constituirse.Es decir, se creía que se consolaría con

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un puesto preeminente en un consejopuramente honorífico integrado por unoscuantos carlistas oportunistas y dóciles,escogidos por el Generalísimo y sucuñado[536]. Las funciones ejecutivasserían confiadas a una SecretaríaPolítica dirigida por López Bassa[537].

Hedilla se negó a prestarse asemejante combinación. Durante tresdías los del Cuartel General estuvieronalternando los halagos con las amenazas,pero se mantuvo inflexible[538]. Losrepresentantes de las potencias del Ejeintentaron suavizar las cosas, sugiriendoque Hedilla hiciera un viaje de carácterprofesional a cualquiera de los dos

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países, pero esta solución no fue delagrado del Cuartel General. El 25 deabril Hedilla fue detenido. Paradesembarazarse del incómodofalangista, el directorio políticoresponsable de la unificación de lospartidos urdió, al parecer, la acusaciónde que Hedilla había organizado unaconspiración contra el Caudillo. Estobastó para hacerle comparecer ante unjuez militar y mantenerle incomunicado.

Entre otras cosas, se acusaba aHedilla de haber enviado una serie detelegramas a todos los jefes provincialespidiéndoles que se concentraran todosen Salamanca para presionar al

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gobierno. No existen pruebas de que sehubieran cursado tales telegramas. JoséSainz declaró más tarde que enSalamanca se supo que, en vista de laserróneas interpretaciones a que dio lugarel decreto de unificación, falangistas yrequetés se disputaban el mando o senegaban a obedecer a los jefes delpartido rival. Los únicos telegramas quese mandaron entonces decían:

«Ante posibles interpretacioneserróneas Decreto Unificación nocumplirán otras órdenes que lasrecibidas por conducto jerárquicosuperior[539]».

Se ignora si el Generalísimo daba o

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no crédito a las acusaciones contraHedilla. En todo caso, este últimosostiene que se le prometió la libertad siaceptaba la presidencia de la nuevaJunta Política. Como se obstinaba enrechazar tal ofrecimiento, fue declaradoculpable del delito de rebelión por unconsejo de guerra y condenado a dospenas de muerte. Dos jefes falangistasque permanecían en libertad movilizarona todas las influencias posibles en favorde su desdichado jefe. Se recurrió algeneral Yagüe para que intercediese ennombre de los militares y el embajadorde Alemania hizo una gestión personalcerca de Franco[540]. Éste se mostró

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inexorable, pero al final, Serranodecidió intervenir en favor del acusado.Probablemente sabía desde el principioque Hedilla no tenía nada que ver conningún «complot», pero tampoco queríahacer nada para impedir la eliminaciónde un falangista considerado como elmás intransigente de todos. Sin embargo,pidió a Franco que conmutase la doblesentencia de muerte por la reclusiónperpetua, con lo cual tal vez se lograseque los restantes jefes falangistas semostraran más flexibles. Hedilla fueconducido a Canarias, donde quedónuevamente incomunicado.

Otros muchos falangistas fueron

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arrastrados por el torbellino yencarcelados, pero no hubo ningunaejecución capital. El jefe provincial deZamora, Ricardo Nieto, fue condenado aveinte años y un día por «intransigente»y por complicidad en el «complot» deHedilla (aunque no había votado enfavor de éste durante la famosa reunión,y se apresuró a expresar su apoyo aFranco). Al parecer, en aquellos días deextrema confusión, un joven falangistade Zamora había comunicado al CuartelGeneral que su jefe provincial estabatratando de impedir la aplicación deldecreto de unificación[541]. Nieto habíasido puesto ya en la «lista negra» por

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haber declarado públicamente en unaocasión que, una vez terminada laguerra, las milicias falangistas seencargarían de dar una orientacióntotalmente nueva al país.

Como medida de precaución, casitodos los dirigentes falangistasimportantes fueron detenidos durantealgunos días por la Guardia Civil o laPolicía Militar. La mayoría de ellosfueron puestos en libertad rápidamente,pero a los más conocidos por laintransigencia en sus convicciones se lesaconsejó ir al frente y quepermanecieran en él hasta el final de laguerra.

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En cuanto a los disidentes delconflicto interno de la Falange —encarcelados a raíz de la muerte deGoya—, un consejo de guerraespecialmente designado por elgobierno proclamó su «absolutainocencia». Incluso se elogiaron el«espíritu patriótico» y las «virtudescívicas» de que dieron prueba por suamor a la Patria. Dávila, que era amigode Serrano Súñer, fue puesto en libertady enviado a Sevilla. Garcerán, tuvomenos suerte: acusado de habermantenido contactos secretos conIndalecio Prieto —lo cual, dada suafición a la intriga y el interés de Prieto

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a pescar en las aguas turbias de laFalange, podía tener ciertos visos deverosimilitud—, tuvo que aguardarcierto tiempo antes de ser puesto enlibertad y eliminado definitivamente dela vida política.

Pilar Primo de Rivera, que eraprima de la novia de Aznar, intercedióen favor de éste. Aznar fue liberadopronto, pero no se le juzgó digno deconfianza, aunque más tarde se leconfiara un puesto honorario en la JuntaPolítica[542]. El único falangista querompió claramente con el régimenmilitar fue Vicente Cadenas, jefenacional de Prensa y Propaganda.

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Encontrándose casualmente en SanSebastián, cerca de la frontera francesa,cuando estalló la tormentadesencadenada por el Cuartel General,antes de correr la misma suerte queHedilla, Nieto y otros, prefirió cruzarlos Pirineos, pasando el resto de laguerra civil en Italia[543].

Todos los falangistas que fueroncondenados con ocasión de estoshechos, después de permanecer dos otres años encarcelados, fueron puestosen libertad. Manuel Hedilla fue el quesufrió más, hasta el punto de que encuatro años su peso bajó a unos cuarentakilos[544]. Su mujer, obsesionada por la

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injusticia de que había sido víctima sumarido, se volvió loca y murió en unasilo. Pero. Hedilla logró sobrevivir atodas sus desgracias. Después de cuatroaños de incomunicación y destierro, elgobierno acabó cediendo, y a mediadosdel año 1941 fue trasladado a Mallorca,donde pudo instalarse másconfortablemente[545].

La noticia de unificación fue acogidacon verdadera satisfacción en el camponacionalista. Aparte del grupito quepululaba por el Gran Hotel deSalamanca, en aquellos meses la gentesentía una gran indiferencia por lapolítica. Todo el mundo creía que con la

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unificación de los dos grupos civilesmás activos se resolverían todos losproblemas políticos y se reforzaría lacohesión de la España nacionalista, parapoder dedicarse a ganar la guerra. Sóloalgunos políticos profesionales sepermitieron protestar, aunque esto ya sedaba por descontado.

En los frentes, la unificación fueacogida por las milicias falangistas casicon indiferencia. La estructura formaldel partido ya no significaba nada paraaquellos hombres carentes de todaformación ideológica y a quienes laspreocupaciones «políticas» de laretaguardia les parecían puras quimeras.

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En 1937 los ejércitos republicanosempezaban a dar muestras de eficacia ylas milicias debían consagrarse porentero a las cuestiones militares.

Para cualquier observador atento dela situación política, la unificación delos partidos era algo previsible. Dado elcontrol ejercido por los militares sobreel Gobierno nacionalista, podía darsepor segura. La herencia de los caudillosmilitares que invadieron la políticaespañola durante el siglo XIX y elambiente militar creado por la guerrahicieron inevitable la promoción deFranco a la jefatura del movimientounificado.

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Algunos falangistas habían previstoeste desenlace y lo aceptaron como cosanatural y lógica. Además, laproclamación se sobrepuso en ellos acualquier otro sentimiento. Además, laproclamación oficial del programa de laFalange por Franco parecía indicar quela continuidad del partido quedabaasegurada. Muchos falangistas seaferraban todavía a la idea de que, alterminar la guerra, el ímpetu de lasmilicias permitiría dar una nuevaorientación política a la nación. Dada laconfusión reinante y la tensión exigidapor la guerra, no podía esperarse que sureflexión fuese más allá de estos

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modestos límites.

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E

CAPITULO XIV

LA FALANGE, PARTIDOÚNICO (1937-1939).

l decreto de unificación noaportaba muchas precisiones

respecto a la estructura del nuevopartido. Franco y sus colaboradoresciviles del gobierno no querían

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precipitar las cosas; considerándosesatisfechos con la sumaria solución dadaen abril a los problemas políticosinternos siguieron concediendoprioridad a las cuestiones militares. Elproceso de reestructuración del partidose presentaba muy complejo y nadieparecía tener prisa por acometerlo.Además, al principio no había muchodinero[546]. Esta falta de orientaciónsobre las tareas del nuevo partido lademuestra la primera misión oficial queel gobernador general de Salamancaconfió a la FET: organizar cursillos desocorros sanitarios[547].

Poco a poco la Secretaría política

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empezó a reunir a los mandos delpartido; el 11 de mayo se llevó a cabo laincorporación al mismo de las unidadesauxiliares locales. Con las nuevasdisposiciones el número de adhesionesal partido siguió en aumento, aunque lamayoría de los nuevos militantes eranunos oportunistas, que sólopermanecerían en las filas de la Falangemientras durasen las hostilidades. Comolo reconoció el propio Serrano Súñer,«…un número muy grande de miembrosdel Partido nunca pasaron de serafiliados nominales. Eran, en realidad,portadores de su personal significacióny representantes de corrientes de

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opinión libre más o menoscautelosa»[548].

En unas declaraciones al diarioABC, el 19 de julio, Franco afirmabauna vez más que su objetivo era laimplantación de un «Estado totalitario».Al propio tiempo añadía que la FETcontribuiría a reunir a todos losespañoles dentro de aquel Estado:

Existe, además, en España una granmasa neutra, sin encuadrar, de los queno han querido afiliarse jamás a ningúnpartido. Esa masa, que puede sentirsetímida para unirse a los vencedores,hallará en la Falange EspañolaTradicionalista y de las JONS el cauceadecuado para fundirse en la España

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nacional[549].

Evidentemente, no podía contarsecon los antiguos dirigentes de la Falangesupervivientes para que contribuyeran adar vida al nuevo partido. Si la mayoríade los que fueron detenidos nopermanecieron mucho tiempo en lacárcel, de esa libertad a colaborar conentusiasmo en la nueva FET mediaba unabismo. En casa de Pilar Primo deRivera, en Salamanca, se reunió unreducido comité de representantes de lavieja Falange para decidir quiénesdeberían colaborar con el nuevo partidoy bajo qué condiciones. Las opiniones

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decisivas fueron las de Agustín Aznar,José Antonio Girón (que representaba alas milicias) y Fernando GonzálezVélez, jefe provincial de León, nombreserio e inteligente[550].

El representante de Franco en lasnegociaciones emprendidas fue RamónSerrano Súñer[551]. El comité defalangistas designó por su parte al jefeprovincial de Valladolid, DionisioRidruejo. Hombre honesto e inteligente,aunque muy apasionado, Ridruejo teníaentonces veinticuatro años. Suscualidades personales hicieron quefuese admitido en el reducidísimocírculo de los íntimos de Serrano y los

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dos hombres se hicieron buenos amigos.Entre el comité falangista y el

Cuartel General se llegó pronto a uncompromiso sumamente vago: losfalangistas se comprometían a acatar lanueva jerarquía establecida en el mando,a cambio de lo cual después de la guerrase emprendería sinceramente laimplantación del programa nacionalsindicalista. Entre tanto, debíaempezarse inmediatamente laestructuración del nuevo partido estatal.

Algunos falangistas no dejaron demanifestar, en privado, sus reservas anteeste acuerdo. Otros, como el delegadodel Consejo Nacional y jefe provincial

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de Sevilla, Martin Ruiz Arenado,estaban totalmente convencidos de labuena fe de Franco. De todos modos, nocabía otra solución y siempre seríamejor que se encargasen los falangistasde la organización de la FET a que éstafuese confiada a un grupo de carlistas,de conservadores u oportunistas.Individualmente o por pequeños grupos,decidieron constituir un fuerte núcleo de«camisas viejas» en el seno de la nuevaorganización, para garantizar lacontinuidad del partido y, a ser posible,para recobrar algún día la jefatura delmismo. González Vicén ocupó el puestoque había dejado vacante Hedilla en la

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Junta Política[552]. y desde supresidencia procuró aplicar la táctica deinfiltración acordada.

Los primeros estatutos del nuevopartido, que no se publicaron hasta el 4de agosto de 1937, respetaban, en granparte, la anterior estructura de la antiguaFalange. Se crearon doce serviciosespeciales, correspondientes a lasdistintas actividades de losdepartamentos ministeriales. Se ha dichoque Serrano, al crear este nuevoencuadramiento, lo hizo con el propósitode compensar la falta de preparación delos dirigentes falangistas[553]. En efecto,la mayor parte de los servicios

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especiales estaban duplicados sobre losdistintos ministerios, con lo cual laadministración falangista podríaadquirir experiencia sin tener queasumir responsabilidades ejecutivas.Así, más tarde, los cuadros de la FETpodrían encargarse de administrar unEstado de partido único. Este propósitose manifestó más claramente aún con laley de 30 de octubre de 1937 queestablecía que, para ocupar cualquiercargo en la administración local oprovincial, se requería la aprobación delos jefes de Falange y de la GuardiaCivil de la localidad; esta autorizaciónsería necesaria mientras no se llegara al

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establecimiento del «nuevo Estadototalitario[554]».

A finales de 1937 aparecieron unasoctavillas, firmadas por una «FalangeEspañola Auténtica», en las que sedenunciaba el apoderamiento de laFalange por el Ejército. Los viejosfalangistas, que ahora ocupaban puestosde responsabilidad en la FET, no lesdieron mucha importancia. Las hojashabían sido impresas en el extranjero,probablemente en Francia. Los rumoreslas atribuían a Vicente Cadenas, exjefede Prensa y Propaganda de Falange quehabía huido de España después de launificación[555]. También se creyó —no

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sin cierta lógica— que las octavillashabían sido distribuidas por agentes delministro republicano Indalecio Prieto,con el fin de provocar disensiones en elseno de la FET[556]. De todos modos, lashojas desaparecieron a los pocos meses,sin haber producido los efectosprevistos por sus autores.

Fermín Yzurdiaga, el estrambóticocura de Pamplona que había fundado elprimer diario falangista, fue nombradojefe de Prensa y Propaganda de la FET.Aunque había apoyado a Hedilla antesde la unificación, se adaptó rápidamentea la nueva situación. Durante los últimosmeses de 1937 su diario Arriba España

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ostentaba en la primera página la divisa«Por Dios y el César». Nombrado parasu nuevo cargo en mayo, Yzurdiagadesignó jefe de Propaganda a DionisioRidruejo y jefe de Prensa a un veteranocarlista, Eladio Esparza.

Durante el año 1937 la propagandafalangista tropezó con la censura military a veces llegó a ser suprimida por losservicios de Información del Gobierno,Yzurdiaga carecía de sentido de larealidad, por lo que su actuación apenastuvo resonancia alguna. En un discursopronunciado en Vigo el 28 de noviembrede 1937 Yzurdiaga, replicando a losmurmuradores que afirmaban que la

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Falange ya no era un partidorevolucionario, reconoció que lesfaltaba razón, pero añadió que había quetener mucha prudencia cuando seemprendía el camino de larevolución[557].

La prensa falangista abrumaba deelogios al Ejército[558]. Seguíacondenando como antes el liberalismoen todas sus formas y publicandoartículos laudatorios sobre la Alemanianazi y la Italia fascista. En algunosmomentos de excepcional beligerancia,los periódicos falangistas denunciabanciertos aspectos «franciscanos» delcatolicismo o declaraban que el Papa no

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era infalible en cuestiones políticas[559].También publicaban ocasionalmentediatribas contra los judíos,prácticamente inexistentes enEspaña[560].

Sólo de vez en cuando sacaba lacaja de los truenosnacionalsindicalistas. Tal fue el caso dela mordiente crítica formulada porGonzalo Torrente Ballester contra unfolleto que había hecho circular unaentidad privada denominada JuntaDirectiva Provisional de las FuerzasEconómicas. En él se denunciaban lospeligros de la economía dirigida y sedefendía un relativo laissez-faire.

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Torrente Ballester, uno de losintelectuales del nuevo partido,afirmaba, por el contrario, que sólo unamplio control y una fuerte intervencióndel Estado podían garantizar eldesarrollo justo y equilibrado de laeconomía nacional[561].

El gobierno militar utilizaba estasafirmaciones de los escritoresfalangistas como advertencia indirecta alos medios industriales y financierosespañoles en el sentido de que no debíanconsiderarse como los beneficiosexclusivos del nuevo régimen. Con elloquedaba implícito que los que no seplegaran dócilmente al Caudillo serían

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echados como pasto a las faucesnacionalsindicalistas… De hecho, en susdiscursos Franco procuraba mostrarsepartidario de ciertas reformas sociales,hablando de «banquerosdeshumanizados» y de la necesidad deproteger a las clases laboriosas[562].

Estamos haciendo también unaprofunda revolución en el sentidosocial, que se inspira en las enseñanzasde la Iglesia católica. Habrá menosricos, pero también habrá menospobres. El nuevo Estado español seráuna verdadera democracia en la cualtodos los ciudadanos participarán en elgobierno por medio de su actividadprofesional y de su función

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específica[563].

Entretanto, había que pensar en dotara la FET de un jefe, pero ni Serrano ni lanueva dirección política veían la manerade resolver el problema que elloplanteaba. Ninguno de los «camisasviejas» que quedaban poseía lacapacidad o el prestigio necesarios paradirigir el partido ni le merecía confianzaa Franco. El Generalísimo hubierapreferido que el propio Serranoasumiera la dirección de la FET. Peroéste —para quien el ingenio españolhabía encontrado el mote de «elcuñadísimo»— era hombre prudente y

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prefería obrar con suma cautela.Consciente de su impopularidad entrelos falangistas veteranos, sabía quecualquier acrecentamiento de su podercontribuiría a aumentar el resentimientocontra él.

La Vieja Guardia seguía insistiendopara que se intentara canjear aRaimundo Fernández Cuesta, secretariogeneral del anterior partido. Antes de launificación, Serrano se había opuesto aello por temor a que pudiera contribuir areforzar la oposición de los «camisasviejas» al proceso de reestructuraciónen curso. Pero habiendo cambiado lascircunstancias, la presencia de

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Fernández Cuesta, lejos de resultarpeligrosa, podía ofrecer ciertas ventajaspolíticas[564]. Serrano conocía bien aFernández Cuesta y sabía que carecía dela energía necesaria para ser unelemento peligroso para la nuevasituación. Además, los dieciocho mesespasados en las cárceles republicanasconstituirían la mejor garantía de sulealtad hacia el gobierno rebelde.

Se iniciaron los tanteos para el canjede Fernández Cuesta, quien se habíaevadido de la cárcel en dos ocasiones yhabía sido capturado cada vez. Lapropuesta fue acogida favorablementepor Indalecio Prieto, en quien habían

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producido tan fuerte impresión lospapeles hallados en la celda de JoséAntonio. Prieto había hecho distribuircopias del testamento de José Antonioen la España de Franco, con elpropósito de despertar el espíriturevolucionario de la Vieja Guardiafalangista y provocar una escisión en lasfilas enemigas. Así, pues, creía que lavuelta de Fernández Cuesta tal vezcontribuiría a impulsar a los «camisasviejas» a pasar a la acción[565].

El exsecretario general llegó a lazona rebelde en octubre de 1937,apareciendo por vez primera en públicoen Sevilla, el 19 de octubre, en un acto

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conmemorativo de la fundación de laFalange. Después de haber dado lasgracias a Franco por su liberación de lazona republicana, declaró que elobjetivo de la FET era establecer laeconomía española sobre una basesindical, aunque compatible con lasubsistencia de capital y de la iniciativaprivada. Luego añadió algunasbanalidades sobre la necesidad decontrolar la Bolsa y las operacionesfinancieras y esto fue todo[566]. ElCaudillo consideró que un hombre asíno podía crearle problemas comosecretario del partido y el 2 dediciembre de 1937 le confió dicho

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puesto. La Vieja Guardia se limitó adarse por satisfecha al ver que no leimponían como jefe a cualquierexconservador. En unas declaracionescon ocasión del Año Nuevo, FernándezCuesta les dirigió la siguienteadvertencia:

A la vieja guardia […] sinceridad yafecto me obligan a decirle que ha detener un espíritu comprensivo, sinencastillarse en exclusivismos, noadoptas aires de repelente superioridad,acogiendo con amor y camaradería atodo el que de buena fe venga a laFalange Española Tradicionalista[567].

Fernández Cuesta era hombre

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inteligente y tolerante, pero carecía deespíritu de iniciativa y de capacidadorganizadora. Además, su condición de«camisa vieja» hacia que Franco noconfiara demasiado en él. El único quegozaba de la absoluta confianza deFranco era Serrano Súñer, quiencontinuaba teniendo en sus manos lasriendas del partido. El antiguo abogadoactuaba en todo de modo distinto a losdemás colaboradores del Estado.Siempre vestido con un impecable trajenegro, parecía el único personajeimportante de Salamanca que no seconsideraba obligado a llevar uniforme.

Franco y Serrano desplegaron una

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extraordinaria habilidad para mantenerel equilibrio entre los elementosdispares integrados en la FET. El partidose encontraba irremediablementeescindido, que era precisamente lo quedeseaba el dictador. Entre la revoluciónnacionalsindicalista y la reacciónclerical, nadie sabía a ciencia ciertacuál era la posición personal delCaudillo. El embajador alemán escribía:

(Franco) ha conseguido hábilmentey con la ayuda de su cuñado […] nocrearse enemigos entre los partidosrepresentados en el nuevo partidoúnico, antes independientes, rivales,pero al propio tiempo mantener una

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estricta neutralidad entre ellos, para queninguno pueda hacerse demasiadofuerte […] Esto explica que, según lafiliación política de cada cual, enEspaña se oyen tan contradictoriasopiniones como éstas: «Franco es unjuguete de la Falange», «está totalmentevendido a la reacción», «es unmonárquico convencido» o «está bajo laabsoluta influencia de la Iglesia[568]».

Sin embargo, pronto debíaconcentrarse sobre Serrano eldescontento suscitado por la nuevaorientación política establecida en 1937.Pero sus primeros y más encarnizadosenemigos no fueron los falangistas, sinolos monárquicos, quienes

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comprendieron que con la unificaciónpromovida por él se iban a crear lasbases de un régimen corporativo,autoritario, y no de la monarquía. Al verdesvanecerse sus proyectos derestauración emprendieron una intensacampaña de difamación contra el geniomaléfico de Franco, el «cuñadísimo».

En unas declaraciones al ABC el 19de julio, Franco había expuesto la quesería su invariable actitud respecto delos monárquicos:

Si el momento de la Restauraciónllegara, la nueva Monarquía tendría queser, desde luego, muy distinta de la quecayó el 14 de abril de 1931; distinta o

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diferente en el contenido, y, aunque nosduela a muchos, pero hay que atenerse ala realidad, hasta en la persona que laencarne […] tendría que venir con elcarácter de pacificador y no debecontarse en el número de losvencedores[569].

Es decir, que la restauración deberíaaplazarse indefinidamente. No habíamotivo alguno para ocultar el hecho deque una vez terminada la guerra el paísnecesitaría un cierto período dedictadura militar. Franco terminaba susdeclaraciones con un canto a los grandessacrificios soportados por laaristocracia y a su comportamiento en la

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guerra, como dándoles a entender quedeberían contentarse con estos laureles yalgunas ventajas materiales, pero que noesperaran nada más.

Serrano, por su parte, manifestaba acuantos por aquellos días le visitabanque «su labor se orientabaprincipalmente hacia estas tresfinalidades: ayudar a establecerefectivamente la jefatura política deFranco, salvar y realizar el pensamientopolítico de José Antonio y contribuir aencuadrar el Movimiento nacional en unrégimen jurídico, esto es, a instituir elEstado de Derecho[570]». No tardó enforjarse un «historial falangista» a la

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medida de Serrano. Se exageró suamistad personal con José Antonio,montándose en torno a ello una campañapreparatoria para ulteriores fines[571].Cuando Franco constituyó su primergobierno regular, el 30 de enero de1938, su cuñado fue nombrado ministrodel Interior y jefe nacional de Prensa yPropaganda de FET. Serrano asumió laentera dirección de la política interiornacionalista.

Al hacerse pública la composicióndel nuevo gobierno las «camisas viejas»pusieron el grito en el cielo ante elnombramiento del general GómezJordana como ministro de Asuntos

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Exteriores. Jordana era monárquico ytenía fama de anglófilo, es decir, que eracapaz de perdonar lo que los falangistasllamaban el «crimen de Gibraltar» y detrabajar en favor de la restauraciónborbónica. Además no tenía la menorsimpatía por los gobiernos fascistas, tanadmirados por algunos falangistas.

La vieja guardia obtuvo pronto sucompensación por esta «afrenta».Siendo Serrano jefe nominal de Prensa yPropaganda del partido a la vez queministro del Interior, la Falange seencontraba con todo el control de lapropaganda del Estado en sus manos.Éste constituyó el primero de los

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«compromisos» de Franco: a cambio deaceptar un gobierno de coalición con losconservadores y los monárquicos, losfalangistas controlarían la retóricaoficial del gobierno[572]. Dos jóvenesprotegidos de Serrano, ambosfalangistas, Antonio Tovar y DionisioRidruejo, fueron nombrados,respectivamente, jefe de propaganda ydirector de radiodifusión del Estado.

Ridruejo, que sólo contabaveinticinco años, se dedicó a montar unaparato de propaganda «totalitario», ylos elementos más revolucionarios dé laFalange ejercieron un control casiabsoluto sobre la información. El joven

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Dionisio fue calificado de «Goebbelsespañol», comparación a todas lucesexcesiva, basada únicamente en laescasa estatura física de ambos.Ridruejo era el menor orador delpartido después de José Antonio, y seesforzó en mantener el «estilo poético»del jefe desaparecido[573].

En la primera mitad del año 1938 sehizo evidente que la menor crisis militarprovocaría un recrudecimiento de latensión política[574]. A medida que seprolongaba la guerra, cuyo desenlaceaparecía todavía incierto, se acentuabael malestar político. El generalfalangista Juan Yagüe empezaba a estar

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cansado de la guerra y de los manejospolíticos del Cuartel General. Lerepugnaban la crueldad sistemática y lasrepresalias premeditadas a que dabalugar la guerra civil.

La «España nueva» no iba a surgirdel pequeño mundo de intrigas deSalamanca. En un discurso pronunciadocon motivo del primer aniversario de launificación, dando suelta a sudesencanto, atacó públicamente a loscolaboradores más inmediatos deFranco[575]. Según afirmaba elembajador alemán Von Stohrer:

Se consideró, sobre todo, que

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ciertos pasajes de su discurso, en losque rendía tributo al valor de losadversarios rojos españoles y defendía alos presos políticos —tanto «rojos»como «azules», es decir, a losfalangistas detenidos por su exceso decelo político— y atacabavigorosamente las irregularidades en laadministración de la justicia, habíanrebasado los límites de su autoridad yconstituían un acto de indisciplina, porlo cual fue privado del mando queostentaba, por lo menostemporalmente[576].

El mismo día en que Yagüepronunciaba estas palabras, Franco, enun discurso en Zaragoza denunciabaviolentamente a los murmuradores y

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disidentes:

Se multiplicaron los esfuerzos parainfiltrarse en los cuadros de nuestrasorganizaciones; se intentó sembrar larivalidad y la división en nuestras filas;se dieron órdenes secretas paraproducir en ellas laxitud y cansancio. Seintentó minar el prestigio de nuestrasmás altas jerarquías, explotandopequeñas miserias y ambiciones.

Son los que quieren llevar alarma alcapital con el fantasma de unasreformas demagógicas…

Por eso sus enemigos seculares (deEspaña) no han de cejar en su intento dedestruir la unidad, como lo hicieron aúndespués del derecho de unificación,especulando unas veces con el nombreglorioso de José Antonio, fundador y

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mártir de la Falange Española[577]…

Según el embajador alemán, elcuarenta por ciento de la población civildel territorio ocupado por los rebeldesera considerado como políticamentehostil, y sólo permanecía sometido porla política de terror y de represalias delgobierno. Ante el mar de sangreprovocado por la salvaje política derepresión aplicada para garantizar la«seguridad interior» de la zonanacionalista, más de un ministro deFranco experimentó una verdadera crisisde conciencia. Aunque se ignora la cifraexacta, es evidente que el número de

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víctimas del «terror blanco» durante laguerra civil se cuenta por millares. Paraevitar las matanzas indiscriminadas delos primeros tiempos, cuando el generalMartínez Anido fue nombrado ministrode Orden Público en el gobierno de1938 estableció un simulacro detribunales militares, pero el ritmo de lasejecuciones no disminuyó. Losfalangistas y los conservadoresexpresaron conjuntamente su aprensiónante el porvenir de un régimen basadoen tan sangrientos principios[578].

Martínez Anido se había ganado lafama de asesino legalizado, comoorganizador de las matanzas de

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anarcosindicalistas durante la granrepresión de los años 1921 y 1922 enBarcelona. Pero aquello eran juegos deniños comparado con lo que ocurrió en1936. Muchos «camisas viejas» odiabana Martínez Anido, a quien considerabanun viejo carnicero reaccionario; a pesarde sus muchos errores, los falangistasnunca habían pensado en establecer loscimientos de su Estadonacionalsindicalista sobre la base delasesinato colectivo[579]. En junio de1938 algunos dirigentes de la «viejaguardia» propusieron a Serrano Súñerque influyera para que se les confiase elMinisterio de Orden Público, limitando

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así las atribuciones de Martínez Anido,para quien se podría crear un Ministeriode Sanidad[580]. La propuesta fuedesechada; las protestas ante la brutalrepresión no eran lo suficientementeintensas para ser tenidas enconsideración por los círculos másinfluyentes del gobierno. Cuando a lospocos meses murió repentinamenteMartínez Anido, su Ministerio fueabsorbido por el del Interior, peroSerrano no cambió para nada la políticade su antecesor. Tenía demasiado frescaen su memoria la muerte de sus doshermanos en la zona republicana; losasesinatos continuaron como antes y

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como continuarían hasta mucho tiempodespués de que la guerra civil hubieseterminado oficialmente.

La constitución del nuevo ConsejoNacional no quedó completada hasta el19 de octubre de 1937[581]. De suscincuenta miembros, unos veinte podíanser considerados más o menos comofalangistas; había ocho carlistas, cincogenerales, y el resto era un revoltijo demonárquicos conservadores y deoportunistas. Esta mescolanzaheterogénea reflejaba la confusión defuerzas políticas sobre la que seasentaba el régimen de Franco. Ladiversidad de grupos políticos

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discordantes ofrecía la mejor garantíade que no podría surgir de ellos ningunainiciativa original o imprevista.Quedaba así esbozada la táctica favoritadel régimen de enfrentar a unas fuerzascontra otras. El primer ConsejoNacional se reunió raras veces y supapel fue absolutamente anodino[582].

Lo mismo podría decirse de laprimera Junta Política del partido.Según Serrano:

Su labor fue más bien insignificante.Sirvió, sobre todo, para que el partido yel tetado no perdiesen oficialmente elcontacto. En algunos casos (no seolvide que tanto el partido oficial como

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el Movimiento nacional en conjuntoeran un conglomerado de fuerzas)fueron tirantes y aún agitados. La vidapolítica del régimen residióprincipalmente en los ministerios[583].

Ahora bien, con una sola excepción,los ministerios estaban en manos de nofalangistas.

Acaso el único acto importanteintentado por el Consejo Nacional y laJunta Política, conjuntamente, consistióen una serie de reuniones celebradas enjunio de 1938, con vistas a reorganizarla estructura del partido. Todos los queestaban verdaderamente interesados enla marcha del partido comprendían que

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si no se reforzaba su posición dentro dela estructura del Estado no tendría lamenor posibilidad de influir en el futurodel país. Pedro Gamero del Castillo,Dionisio Ridruejo y el carlista Juan JoséPradera se encargaron de elaborar unproyecto de reorganización de la FET.Gamero y Pradera no se hacían ningunailusión, porque sabían que el menorintento de reforma sería mal visto por elgobierno. Pero Ridruejo, que era uno delos últimos falangistas sinceros, todavíatenía la esperanza de que la Falange seconvirtiese en un verdadero partidoestatal totalitario. Asustados ante loaudaz de su propuesta, sus dos

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colaboradores le dejaron solo,sugiriéndole que presentase el proyectocomo cosa suya y Ridruejo fue taningenuo que siguió su consejo. El planque sometió a deliberación del ConsejoNacional tendía a hacer autónoma lamilicia de la Falange y a aumentar elpoder del partido a expensas del Estado.

La oposición de los elementosderechistas y dejos generales fuedirigida por el ministro de Educación,Pedro Sainz Rodríguez. Ridruejo yahabía provocado las iras de SainzRodríguez en una reunión de la JuntaPolítica al protestar contra las excesivasconcesiones que se había hecho a la

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Iglesia en materia de enseñanza. SainzRodríguez afirmó que los cambiosradicales propuestos por Ridruejodejaban traslucir una desconfianzaabsoluta respecto del gobierno. ElGeneralísimo, que presidía la reunión,fue más allá, y, visiblemente irritado,declaró que constituían una falta deconfianza hacia su propia persona comoCaudillo. Ridruejo se defendióafirmando que se había limitado acumplir el encargo que el partido lehabía confiado, y que, puesto que Francoera el jefe nacional del partido, reforzarla autoridad del partido significabarobustecer la autoridad del Caudillo,

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salvo que éste no se consideraserealmente como jefe del partido, lo cualera ya otra cuestión. Naturalmente, laproposición fue desechada, peroRidruejo se libró de una sanción[584].

Este incidente no tuvo otraconsecuencia que la de aumentar elrecelo de Franco hacia los «camisasviejas». Había recibido informes(totalmente falsos) de que Agustín Aznary Fernando González Vélez, ambosconsejeros nacionales, preparaban uncomplot contra él, y la intervención deRidruejo no hizo más que aumentar sussospechas acerca de laconspiración[585]. Aznar y González

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Vélez fueron detenidos, y el 23 y 25 dejunio se anunció su destitución de loscargos oficiales que ocupaban[586]. Notardaron en ser puestos en libertad, perofueron confinados a provincias lejanashasta el final de la guerra[587]. El plan deGonzález Vélez de colaborar con la FETy tratar de influir sobre el gobiernodesde dentro del sistema tropezó con unobstáculo insuperable: el carácterautoritario, receloso y vengativo deldictador[588].

Fernández Cuesta no se esforzómucho en salvar a sus camaradas. Bienes verdad que podía hacer poca cosa,pero ni siquiera hizo el menor intento en

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favor de Aznar y González Vélez. Estoacabó de hacerle perder el escasoprestigio con que contaba entre los«camisas viejas». Lo cierto es que enesta cuestión, como en casi todas lasdemás, el secretario general seencontraba entre la espada y la pared.Su única salida hubiera consistido enrebelarse abiertamente contra Franco,cosa imposible en tiempo de guerra: losfalangistas se consideraban, por encimade todo, patriotas.

A principios del año 1938 losgobernantes de la España rebeldeempezaron a sentir alguna preocupaciónpor los problemas sociales. Los

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italianos parecían estar particularmenteinteresados en que el gobierno elaboraseuna especie de Carta de Trabajo quediese una apariencia de reformismo a ladictadura de Franco. La cuestión fuediscutida y aprobada en un Consejo deMinistros, encomendándose la redacciónde sendos anteproyectos, por un lado, aPedro González Bueno y su grupito de«tecnócratas» conservadores, y por otro,a dos jóvenes universitarios,especializados en cuestioneseconómicas, Joaquín Garrigues yFrancisco Javier Conde, con quienesdebía colaborar Ridruejo. El proyectode estos últimos resultaba bastante

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radical: toda la economía nacional debíaquedar bajo el control de un sistemasindical basado en un concepto de lapropiedad esencialmente anticapitalista.El proyecto de Garrigues-Conde,defendido en Consejo de ministros porFernández Cuesta, fue inmediatamentedesechado[589]. El proyecto de GonzálezBueno, mucho más conservador ybasado en un paternalismo capitalista,fue adoptado, confiándose al ConsejoNacional la misión de darle formadefinitiva.

La discusión del proyecto dio lugara una animada controversia que opuso alas diversas facciones en el seno del

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Consejo Nacional. Los carlistas y losrepresentantes de los grupos financierosproponían enmiendas encaminadas a darun carácter aún más conservador altexto, mientras que los falangistas «deizquierdas» querían que fuese másrevolucionario[590]. Serrano Súñer, quepresidía el Consejo, mantenía unaestricta neutralidad. González Bueno,que había sido nombrado ministro deOrganización Sindical en enero de 1938,amenazó con dimitir si los consejerosinsistían en introducir profundasmodificaciones en su proyecto. Serranotrató de salvar la situación afirmandoque no había que obrar precipitadamente

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y con escasos conocimientos sobre lamateria; en su consecuencia sugería quese redactase una simple declaración deprincipios fijando la actitud de la«nueva España» frente a las cuestionessociales.

El consejo de Serrano resultódecisivo Se acordó proceder a laredacción conjunta, párrafo por párrafo,de un tercer proyecto. Ridruejo yEduardo Aunós formularon la mayorparte de las sugestiones. Queipo deLlano pidió que se introdujese la frase«la tierra es del que la trabaja», pero losconservadores se opusieron a supropuesta. Al final todo quedó reducido

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a una sarta de banalidades, a la que sedio el título de «Fuero del Trabajo[591]».Se limitaba a afirmar que «el capital eraun instrumento al servicio de laproducción» y que serían protegidos losderechos de los trabajadores,garantizándose el empleo y unasventajas no especificadas, todo ello bajola supervisión general del gobierno[592].

Por el mismo decreto de 30 de enerode 1938 estableciendo el primergobierno de Franco, se había creado elMinisterio de Organización y AcciónSindical. Este nuevo ministeriocomprendía cinco servicios nacionales:Sindicatos, Jurisdicción del Trabajo y

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Vivienda, Seguridad Social, Emigracióny Estadística[593]. El 31 de abril unnuevo decreto precisó la estructuraburocrática de la Organización sindicalen su nivel superior. Se estableció unconsejo coordinador de los Sindicatos yun Control Nacional Sindicalista encada provincia[594]. El 13 de mayo secreó la Magistratura del Trabajo, concompetencia para dirimir los conflictoslaborales[595]. Naturalmente, todo elsistema estaba controlado desde lasalturas del régimen.

Raimundo Fernández Cuestaestablecía la siguiente distinción entre elSindicalismo español y el Estado

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corporativo italiano:

Pero el Sindicato vertical tampocoes una copia de la Corporación. Enaquellos países en que los gobernantesse han encontrado al subir al poder,como en Italia ha sucedido, con unsindicalismo clasista que nos podíandesmontar, se han visto precisados,como mal menor, a convertirlo ensindicalismo de Estado y a creardespués órganos súper sindicales, deenlace, primeramente, y deautodisciplina en defensa del interéstotalitario de la producción, más tarde.Yesos órganos son las Corporaciones.La Corporación, pues, tenía el pieforzado de los sindicatos de clase. ElSindicato vertical, en cambio, es puntode partida y de llegada. No supone la

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existencia previa de otros sindicatos.No tiene interferencias de capashorizontales. No son órganos delEstado, sino instrumento al servicio desu política económica y utilitaria[596].

El estado falangista, afirmaba, noserá un Estado sindicalista:

Cuando hablamos de «EstadoNacional Sindicalista», nos referimos aun aspecto del Estado: el económico.Es decir, que para disciplinar laEconomía el Estado utiliza elinstrumento de los Sindicatos, pero ellono significa que el Estado se baseexclusivamente en los Sindicatos ni quela soberanía nacional vaya a residir enlos Sindicatos[597].

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Pedro González Bueno fracasóestrepitosamente como ministro deOrganización Sindical. Aunque eraingeniero, se mostró incapaz de ejercersus funciones. Daba órdenes absurdas ycontradictorias y sin relación alguna conlos verdaderos problemas. Los jefes delos Sindicatos provinciales le llamabanel ministro de la «DesorganizaciónSindical». Los «camisas viejas» exigíande González Bueno mucho más de lo queéste podía ofrecerles. Incluso antes de lacreación del ministerio de FernándezCuesta había tenido que advertir a todoslos jefes sindicales y de la prensafalangista que «se abstendrán en

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absoluto de publicar escrito alguno quepretenda interpretar el contenido delcitado punto» (el relativo a lossindicatos que figuraban en el Programade la Falange[598]). Algunos delegadosprovinciales de Sindicatos, como el deBurgos, José Andino, prefirierondimitir[599].

Teóricamente, González Bueno teníaque establecer el andamiaje de losSindicatos de la España rebelde, que sesuponía que abarcarían a todos lostrabajadores, encuadrados por ramas deproducción. La realidad era muy distintade la teoría, y la pretendidaorganización sindical resultó bastante

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rudimentaria. Se creó la simpleestructura exterior, pero permanecióvacía de contenido durante toda laguerra. Tanto en el ministerio centralcomo en las provincias reinaba la mayorconfusión. Se carecía de normasorientadoras o de una teoría bienelaborada de la organización sindical.En medio de este caos, González Buenoera incapaz de realizar nada positivo y,finalmente, fue destituido en 1939.

La propiedad y la producciónagrícolas quedaban fuera del control delos Sindicatos; dependían del Ministeriode Industria y Comercio, que estaba enmanos de los representantes del capital

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financiero, los cuales aplicaron a estesector la política que consideraron másprudente. Con anterioridad a la creacióndel Ministerio de Organización Sindical,el de Industria y Comercio había tomadola iniciativa de crear sindicatos ocooperativas agrícolas en algunaszonas[600]. El 23 de agosto de 1937, paracontrolar el precio de los cereales, secreó el Servicio Nacional del Trigo, quedurante muchos años desempeñó unimportante papel en la economía delpaís[601]. Una Ley especial del 16 dejulio de 1938 creó las ComisionesReguladoras de la Producción,encargadas de controlar y de

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reglamentar las actividades comerciales;cada sector estaría representado en ellasa través de subcomisiones designadaspor los propios interesados[602]. Durantelos primeros años del régimen, estascomisiones, de carácter político yadministrativo, ejercieron una funciónprimordial, como órganos deintervención del Estado en toda clase denegocios. En 1937 y 1938 se crearonotros organismos de control; en cambio,ciertos decretos del Ministerio deIndustria sobre la sindicalización de laproducción tuvieron que ser derogadosante la imposibilidad de llevarlos a lapráctica[603].

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Todas estas comisionespseudosindicales no tenían, en realidad,nada que ver con los sindicatos obrerosfalangistas ni con el propio partido. Porel contrario, todavía ponían de relievela insignificancia de este último[604].Después de haberse convertido enpartido único, la Falange seguíacareciendo de influencia para intervenirdirectamente en la economía, .pero se leconcedieron poderes para proceder aciertas confiscaciones de bienes y apercibir algunas contribuciones por supropia cuenta. Las clases poderosas noquerían someterse a semejantesarbitrariedades y oponían fuerte

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resistencia al ejercicio de un privilegioque consideraban abusivo. Durante todala guerra se impusieron una serie demultas a propietarios de empresasindustriales o agrícolas que se negaban a«cooperar[605]». Revolviéndose contralos enemigos del interior, la prensafalangista denunciaba la resistenciapasiva de la «tercera España», es decir,la derecha clásica y los gruposfinancieros coaligados, como siempre,con los políticos conservadores, cuyaexistencia se consideraba como unpeligro amenazador en el frenteinterior[606]. A su vez, la prensa delpartido tuvo que soportar, en más de una

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ocasión, la acción de la censuramilitar[607]. Y cuando los conservadorestrataban de «locos» a los falangistas,éstos replicaban:

Fuimos unos locos en labiosespúreos antes del Alzamiento y duranteél; por eso morimos en las calles yluchamos en las trincheras, mientras túdudabas; pero escucha, materialista detoda laya: nuestra locura sagrada delevantar España hacia Dios no haterminado. Fuimos y somos locos, perono dejaremos de serlo mientras no serealice en todos los terrenos la JusticiaSocial que reclama esta Revolución[608].

Si había en la «nueva España» algo

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en lo que los falangistas eran maestrosindiscutibles, era en el terreno de laretórica[609].

Los «camisas viejas» necesitaronpor lo menos un año para convencersede la muerte de su jefe. Corrían losrumores más diversos sobre susituación; en febrero de 1937 el propioFranco quiso hacer creer al embajadorde Italia que José Antonio todavíavivía[610].

Sólo al cabo de dos años de sumuerte, empezó a conmemorarse éstaoficialmente. Por un decreto del 16 denoviembre de 1938, se proclamó lafecha del 20 de noviembre, día de luto

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nacional. En los muros de todas lasiglesias de la España rebelde se fijaronplacas conmemorativas, en las queestaban inscritos los nombres de JoséAntonio y de todos los muertos de lalocalidad, caídos en las filasnacionalistas. Se crearon dos cátedrasde ciencia política en las Universidadesde Madrid y de Barcelona, que llevaríanel nombre de José Antonio, pero seríanprovistas personalmente por Franco. Através de la prensa y la propaganda, elnombre de José Antonio fue empleadopara patrocinar toda clase de empresas.Se propuso dar el nombre del Fundadora escuelas de comercio y a unidades

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militares, sin la menor discriminación.Se dispuso que en todos los centros deenseñanza se dedicaría una lección aevocar su vida y su obra[611].

La idealización de la figura de JoséAntonio constituyó una excelenteescapatoria para la camarilla deSalamanca, que el propio Generalísimotrató de aprovechar en su favor. En unmensaje radiado el 18 de julio de 1938,Franco reveló que en octubre de 1934José Antonio le había ofrecido lajefatura de la Falange, lo cual sólo enparte era cierto[612]. El 20 de noviembreFranco pronunció a través de la RadioNacional un discurso dedicado

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especialmente a la memoria del«Ausente», como llamaban los «camisasviejas» a José Antonio Primo deRivera[613]. Éste se convirtió en elsímbolo oficial y en el santo patrono dela nueva dictadura. La culminación deeste proceso se produjo al final de laguerra: los restos de José Antoniofueron exhumados del cementerio deAlicante. A lo largo de más decuatrocientos kilómetros, las milicias deFalange, con antorchas, escoltaron elféretro de su Jefe hasta el monasterio delEscorial, donde fue solemnementeenterrado al pie del altar mayor y nolejos de los sepulcros de los reyes de

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España[614].José Antonio pasó a ser el héroe, el

mártir, el poeta, el ideal trascendente, elperfecto símbolo, en una palabra, todoaquello que no eran los dirigentes de la«España nueva».

Pese a las altisonantes declaracionesde los propagandistas del Gobierno, lafusión política decretada en abril de1937 no se tradujo en ningún cambioefectivo de los sentimientos de los dosprotagonistas de la unificación. Unaorden del 30 de abril de 1937 dispusoque en todos los comités de unificaciónde cada provincia, los dos gruposestarían representados equitativamente,

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pero no produjo el efecto deseado[615].Falangistas y requetés prefirieronconservar sus propios locales separadoshasta que la Orden del 8 de juniodeclaró obligatorio en las poblacionesde menos de 10 000 habitantes queocuparan el mismo local o cuartel[616].Se proyectó la unificación de lassecciones juveniles de ambasorganizaciones, pero no llegó arealizarse[617]. Algunos veteranoscarlistas, para exteriorizar su oposicióny protesta, se negaron a aceptar loscarnets de miembros de FET.

No obstante, en el frente los requetésreaccionaron igual que los falangistas.

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La política de la retaguardia, con susintrigas y luchas, les parecía carecer desentido mientras que en el frente launidad resultaba no sólo útil, sinonecesaria. La rivalidad entre lospartidos quedaba en un segundo plano,ante las exigencias de la guerra[618].

De todos modos, resultabaimposible llegar a establecer unverdadero compromiso entre elprograma monárquico-regionalista delos tradicionalistas y el totalitarismo departido único de los falangistas. En laretaguardia, el antagonismo latente semanifestaba a la menor ocasión. A unperiodista francés que le preguntaba qué

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haría la Falange si se llegaba a restaurarefectivamente la monarquía, un dirigentefalangista contestó: «Habríasencillamente otra revolución, y esta vezle juro que yo no estaré en el mismobando[619]». En un desfile militar quedebía celebrarse en Burgos el 12 deoctubre de 1937 (en el que seconmemora anualmente la «Fiesta de laRaza») el jefe carlista José MaríaZaldívar amenazó con retirar a susrequetés si no se les permitía desfilarseparadamente. Al final, los requetés nose retiraron, pero el acto resultódeslucido por la violenta discusión aque dio lugar. Zaldívar fue expulsado de

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la FET y otros jefes carlistas se vieronprivados de sus derechos de pertenenciaal partido durante dos años[620]. Francotrató de atraerse a los tradicionalistasmás recalcitrantes nombrando a FalConde miembro del Consejo Nacional el20 de noviembre de 1937. Estenombramiento dio lugar a un largointercambio de correspondencia, duranteel cual Fal Conde rechazórespetuosamente el nombramiento,manifestando su oposición a:

…la idea del partido, como mediode unión nacional, base del Estado einspiración del gobierno, la cualentiendo contraria a nuestra doctrina

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tradicionalista, a nuestros antecedentesy a nuestro mismo temperamentoracial[621].

Cuando Fernández Cuesta fuenombrado secretario general del partidoen diciembre de 1937, prosiguió lacorrespondencia iniciada[622], que seinterrumpió cuando finalmente sedecidió anular el nombramiento de FalConde el 6 de marzo de 1938[623].

Inicialmente se atribuyeron a loscarlistas ocho jefaturas provinciales delpartido, de las dieciséis provincias conque contaba entonces la Españanacionalista. Según el acuerdo original,los cargos directivos se repartirían

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alternativamente entre ambos grupos, demodo que si a uno le correspondía lajefatura, el otro asumiría la secretaria yviceversa. Sin embargo, a partir delnombramiento de Fernández Cuestacomo secretario general de FET, lalibertad de acción de los carlistas se viocada vez más restringida por el mandonacional. Después de la creación delMinisterio de Organización Sindical, enenero de 1938, los carlistas acabaron deperder la escasa influencia que pudierantener en la esfera sindical.

Por último, al ser nombrado SerranoSúñer ministro del Interior y jefe dePrensa y Propaganda de FET, la labor

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propagandística de los tradicionalistasquedó prácticamente suprimida[624].Dionisio Ridruejo y Antonio Tovar, quedirigían la propaganda del Estado y delpartido en 1938 y 1939, estabandecididos a no permitir que en la«España nueva» pudiera expresarse otraideología que lanacionalsindicalista[625].

La única satisfacción política queobtuvieron los carlistas se la ofreció lalegislación religiosa de 1938. En elgobierno constituido en enero de aquelaño Franco nombró ministro de Justiciaal conde de Rodezno, quien a su vezescogió a Arellano como subsecretario.

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Máxima ambición de ambos era la derevisar la legislación religiosaespañola, para borrar todo rastro delaicismo, restablecer los derechos de laIglesia en materia de educación yproclamar el catolicismo como religiónde Estado, prohibiendo expresamentetoda actividad proselitista de cualquierotra Iglesia cristiana[626]. Puede decirseque gracias a la eficaz colaboración dePedro Sainz Rodríguez en el Ministeriode Educación, lograron todo lo que seproponían. Vencida la oposiciónfalangista, a los dos meses los jesuitasvolvieron a instalarse en España. Éstafue la única victoria importante de los

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carlistas bajo el régimen de Franco,pero la Iglesia de Estado iba a tener unpapel predominante en todos los asuntosciviles y políticos.

Este triunfo del clericalismo produjoun profundo resentimiento entre losveteranos falangistas. Paradójicamente,algunos sectores del antiguo partidoresultaron ser los últimos bastiones deun cierto anticlericalismo. En Sevilla, enel otoño de 1938 se produjo un choqueentre unos jóvenes manifestantesfalangistas y una procesión religiosa, locual provocó un gran escándalo que elgobierno intentó acallar por todos losmedios[627].

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En el frente propiamente civil, loscarlistas no tenían nada que oponer alAuxilio Social de la Falange, creadodurante el primer año de guerra. Elservicio auxiliar civil de los carlistas,llamado Frentes y Hospitales,funcionaba, en realidad, como una ramade la FET[628]. Esta organización,dirigida por carlistas, continuóprestando eficaces servicios, pero comosu labor estaba estrechamenterelacionada con la acción en los frentes,acabada la guerra no resultó yanecesaria y los carlistas se encontraronprácticamente sin nada. Los falangistasquedaron dueños absolutos de los

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servicios sociales de FET, aunque estoya no tuviera trascendencia políticaalguna, porque en 1939 los carlistasabandonaron en masa las filas de la FET.No es que se sintieran decepcionadosante la degeneración del partido enmanos de una camarilla todopoderosa,porque los tradicionalistas no se habíanhecho ninguna ilusión respecto a laFalange de Franco; en realidad,terminada la guerra, decidieronsencillamente regresar a las montañas,de donde habían salido en el verano de1936.

Durante los cinco años siguientes,algunos de los jefes carlistas más fieles

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al ideal tradicionalista fueron arrestadoso exilados. Fal Conde regresó a Españaal terminar la guerra, pero tuvo quepermanecer bajo arresto domiciliario enSevilla, en 1939, y tres años después fueconfinado en Palma de Mallorca[629].Los tradicionalistas, más aislados eimpotentes que nunca, decidieronreplegarse y esperar en la sombrasobrevivir al franquismo como habíansobrevivido a la monarquíaconstitucional y a la república.

La influencia que durante la guerraejercieron Alemania e Italia sobre laFalange fue más bien secundaria. Ambaspotencias se abstuvieron de intervenir

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directamente en los asuntos interiores dela España rebelde por temor aenfrentarse mutuamente si desarrollabanuna política demasiado agresiva. Pareceincluso que al principio los italianostuvieron la sospecha de que losalemanes les empujaban a intervenir,para poder denunciar luego mejor susambiciones «imperialistas» en España.El conde Ciano advirtió a RobertoCantalupo, primer embajador del Duceen España, que procurase evitar todocompromiso[630].

Los alemanes se mostraron no menosreservados. El 5 de diciembre de 1936el ministro de Asuntos Exteriores, Von

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Neurath, declaró que Alemania teníaunos objetivos «de carácterpredominantemente comercial[631]». Dosmeses antes, el principal consejeropolítico de la Wilhelmstrasse, Ernst vonWeizsácker, había manifestado a losrepresentantes alemanes en España queno estaban autorizados a ejercer lamenor presión para tratar de favoreceruna revolución del tiponacionalsocialista en aquel país. Losalemanes jamás se apartaron de estalínea[632]. Así, el embajador alemán enRoma, Hassel advertía:

Cualquiera que conozca España y a

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los españoles tiene que considerar concierto escepticismo y hasta conpreocupación para el futuro de lasrelaciones germano-españolas (eincluso para la cooperación germano-italiana) cualquier intento de implantarun nacional socialismo a la alemana,con personal y métodos alemanes. Elfascismo italiano, más formalistapolíticamente, tendría mayoresposibilidades de éxito; tropezaría, sinembargo, con dos obstáculos: laevidente aversión de los españoles hacialos italianos y su hostilidad a todaintrusión extranjera en sus asuntos, peroeso ya sería cuestión a resolver por lospropios italianos[633].

Pero los italianos no manifestaban el

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menor deseo de enfrentarse con esteproblema. La política española ni lesinteresaba ni parecían comprenderla ysentía un gran escepticismo ante elporvenir del fascismo ibérico[634].

La única intervención «política»extranjera que se produjo en Salamancaocurrió en la primavera de 1937. En losmeses inmediatamente anteriores a launificación, Faupel temía que ladictadura militar pretendieradesembarazarse del partido fascistaantes de que se hubiese construido. Enenero escribía:

El gobierno cree que adoptando una

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parte del programa de la Falange podrállevar a cabo algunas reformas socialesprescindiendo de la Falange. Esto talvez sea posible. Lo que resultaimposible sin la cooperación de laFalange es convertir a los trabajadoresespañoles —y especialmente a los de lazona roja todavía por conquistar— a laidea nacionalsindicalista eincorporarlos al nuevo Estado. Por estarazón resulta indispensable lacolaboración entre el gobierno y laFalange[635].

Ya se vio como Faupel instaba aHedilla y al propio Generalísimo a queactivasen la unificación para crear unpartido estatal revolucionario. Sinembargo, esta «intervención» no rebasó

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nunca el límite de unas conversacionescelebradas por iniciativa personal delembajador alemán. Faupel reconocíaque en la España rebelde el poderresidía en el Ejército y que por lo tantosería imposible sostener el partido siéste se enfrentaba con aquél:

Si la Falange llega a oponerse alpropósito de Franco de unificar a lospartidos políticos, estamos de acuerdocon los italianos en que, a pesar denuestras simpatías por la Falange y susideas, deberíamos apoyar a Franco,quien, al fin y al cabo, pretende basar supolítica interior en el programa de laFalange. Las reformas sociales másurgentes y necesarias sólo pueden

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realizarse con Franco y no contra él[636].

Faupel no estaba nada satisfecho delos resultados del diktat de abril ydesconfiaba de los «reaccionarios» deSalamanca. Ya se ha dicho queintercedió ante el Caudillo en favor deHedilla, aunque no consiguió que sugobierno le autorizase a formular unaprotesta oficial. Por su parte, Franco ySerrano detestaban al embajador alemánpor su afición a prodigar consejosgratuitos, aunque al principio Faupelpareció creer en la sinceridad del«cuñadísimo[637]». Cuando trató deimponer el jefe de Prensa y Propaganda

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de FET, Fermín Yzurdiaga, un plan paracrear un Instituto de Información yPropaganda que llevaría el nombre deCarlos V, la irritación de Francoaumentó[638]. Finalmente, Faupel fueretirado por su gobierno en octubre de1937. Su sucesor, el Dr. Eberhard vonStoher, era más del gusto de losdirigentes rebeldes. El nuevo embajadorhizo hincapié en que Alemania deseabaevitar «toda interferencia en los asuntosinteriores españoles[639]».

Hasta ahora nos hemos limitado amanifestar nuestra simpatía por elsector de la Falange llamado «Falangeoriginaria» o «Falange revolucionaria»

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o por los «camisas viejas», a los queconsideramos como más cercanos anosotros en el plano ideológico, ycuyos objetivos constituyen, a nuestrojuicio, la mejor garantía para España delestablecimiento de un estado nacionalfuerte, lo cual puede resultar de utilidadpara nosotros. Por lo tanto, hemospuesto a disposición de la Falangenuestra experiencia, hemos expuesto aalgunos de sus representantes cómofunciona nuestro partido, susinstituciones sociales, etc., y aclaradosus preguntas. Con ello les hemosfacilitado su tarea, aunque,naturalmente, sin llegar hasta elextremo de poder garantizar la victoriade este sector[640].

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Evidentemente, los falangistassentían una gran simpatía hacia lospartidos únicos italiano y alemán. LaFalange estaba muy influida por lapropaganda nazi y fascista y organizaba«veladas» de amistad hispano-germana.Algunos de los dirigentes del AuxilioSocial del partido fueron enviados aAlemania para estudiar la organizacióndel Winterhilfe[641]. Pero los alemanesno pasaron de estos límites.

A petición suya, la Falange recibe dela oficina de prensa alemana grancantidad de materiales sobre lasituación en Alemania y la organizacióndel NSDAP. Pero se evita la propaganda

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inoportuna a toda «intervención en losasuntos internos» de España. El únicoreproche que se haya podido hacer anuestra conducta dada de los primerostiempos de la FET en la época del«complot» de Hedilla[642].

En Berlín, la Falange no despertóninguna ambición ni el menor interés.Dionisio Ridruejo afirma que en losviajes que hizo a Alemania en 1937 y en1940 jamás oyó hablar de su partido. Yen la primavera de 1938 Weizsáckerescribió que no merecía la pena tratar ala Falange como fuerza con entidadpropia[643].

Después de la unificación, la mayor

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parte de las relaciones del partido conel exterior pasaron a depender deSerrano Súñer. Su conservadurismocatólico le inclinaba más hacia elpartido fascista italiano que hacia losnazis, pero los italianos no queríanmezclarse en los asuntos internosespañoles. Mussolini no se decidió acomprometerse seriamente en Españahasta que se produjo la estrepitosaderrota del cuerpo expedicionarioitaliano en Guadalajara, en marzo de1937. En aquella época, el Duce estabatan mal informado sobre los asuntosespañoles por los diversos grupos quese dedicaban a intrigar unos contra

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otros, que envió a Roberto Farinacci enmisión oficial a Salamanca; según elagregado militar de Farinacci laprincipal tarea de éste era la de reunir lamayor información posible sobre laverdadera situación[644].

Uno de los objetivos secundarios desu misión era la de sondear cómoacogerían las autoridades españolas lacandidatura de un príncipe italiano altrono de España, dando por supuestoque en tal caso la Falange desempeñaríael mismo papel que el Partido Fascistaen Italia[645]. Sin embargo, sin habersepuesto de acuerdo, tanto Franco comoHedilla coincidieron en rechazar el

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proyecto, del cual nunca más se volvió ahablar.

Después de la unificación, el Sr.Danzi, representante del PartidoFascista en Salamanca, entregó alCaudillo una copia de los estatutos de supartido para que sirvieran de modelopara la FET. Tal como había previsto elembajador alemán, nadie hizo el menorcaso de aquellos estatutos[646]. Lositalianos parecieron entoncesdesinteresarse totalmente de la FET,dejándola en manos de sus nuevos amos.

Cuando en el verano de 1938Dionisio Ridruejo acompañó a SerranoSúñer en un viaje oficial a Roma, Ciano

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le preguntó quiénes eran, a su juicio, loshombres más importantes del partidoespañol, en el presente o para el futuro.«Serrano Súñer o Fernández Cuesta»,contestó Ridruejo. Ciano le dijoentonces que los excedistas de la FETque había visto la recordaban a losviejos conservadores del antiguoPartido Popolare y que con semejanteselementos no creían que pudieraformarse un verdadero partido fascista.

Un mes más tarde, después de visitarEspaña, Ciano cambió de opinión:

La principal fuerza del país resideahora en la Falange. Es un partido queestá empezando a formarse y a actuar

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(cuando, en realidad, se hallaba ya enplena decadencia), pero que ha logradoatraerse a la juventud, a los elementosmás dinámicos y especialmente a lasmujeres (se refería, sin duda, a losservicios especiales de Auxilio Social yla Sección Femenina[647]).

Pero esta actitud de Ciano másfavorable al partido español sólo seprodujo tiempo después de que Franco ySerrano Súñer se habían adueñado de laFalange. El principio de la no-intervención en los asuntos españolesestaba ya sólidamente establecido y, enlo sucesivo, la Falange sólo seinspiraría en el fascismo italiano en la

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medida en que Franco lo desease.Durante los meses cruciales en que enSalamanca se decidió el destino políticode España, ni los alemanes ni lositalianos hicieron ningún verdaderoesfuerzo por intervenir. La desconfianzade los italianos, la reserva de losalemanes y las vacilaciones comunes alas dos naciones les impidieron levantarcastillos políticos en España…Francisco Franco, el único hombre quehizo frente Hitler, quedaba en libertadpara montar a su guisa su pequeñotinglado político.

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D

CAPITULO XV

LA «NUEVA ESPAÑA» DEL CAUDILLO

on Francisco Franco se convirtióen el gran enigma de la España

del siglo XX. Nadie ha sabido cultivarmejor que él el arte de ofrecer unaimagen política de sí mismo

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perfectamente indefinible. Las supuestas«intenciones política» de Franco handado lugar a las mayores confusiones ycontradicciones, acaso porque, enrealidad, carece de ellas. La izquierdale acusa de haber entregado el poder alas fuerzas reaccionarias, aunque nuncahaya parecido dispuesto a compartir elpoder con nadie. Los monárquicos lereprochan el que retrase continuamentela restauración, y sin embargo no hadejado de favorecerles hasta el extremode ayudar económicamente al candidatopreferido de los monárquicos. Losconservadores odian su «falangismo», apesar de que nunca ha dado demasiada

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importancia al partido.En su juventud, Franco ganó fama de

valiente en los tercios de la Legión, enMarruecos. A los veinticuatro añosrecibió una herida grave que estuvo apunto de costarle la vida. Pero, cuantoterminó su carrera en primera línea, eljoven oficial gallego no tardó encomprender que el principal requisitopara la carrera militar era la cautela.Franco se reveló pronto como unpolítico nato, cuya única preocupaciónera el ascenso profesional. Comprendiótambién que el futuro del Ejército estabaligado al sentimiento nacionalista y a lospartidos conservadores del orden

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tradicional, aunque no mostraba lamenor predilección por ninguna políticadeterminada. Cuando era joven nomanifestaba gran simpatía por la Iglesia,y su hermano Ramón, el célebre aviador,tenía contactos con elementosrevolucionarios. En 1932, Franco noquiso mezclarse ni de lejos en elcomplot del general Sanjurjo,condenado de antemano al fracaso[648].

Debido a sus buenas relaciones conalgunos miembros de la CEDA, en 1935Gil Robles le nombró jefe del EstadoMayor. Este nombramiento no modificóen nada la austeridad de su vida ni suactitud política. En dos ocasiones, en

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octubre de 1934 y en febrero de 1936,Franco se negó a levantarse contra elgobierno legítimo. Conociendo la fuerzay la decisión de las izquierdas,permaneció largo tiempo vacilante,calculando las posibilidades de éxito dela conspiración de Mola y la UME. Sólose sumó a ella pocos días antes deestallar la guerra civil y aún con lacondición de poder conservar bajo sumando a las tropas más selectas delEjército. Una vez unida su suerte a la delos otros militares rebeldes, lo naturalera que procurase conseguir el mandosupremo. El único programa de losgenerales era el autoritarismo y éste no

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podía imponerse en España si no erabajo una «jefatura única».

Ya hemos dicho que el Generalísimocarecía de una orientación ideológicaprecisa. En todos sus discursos selimitaba a insistir en unos vagosconceptos de grandeza y de unidad de lanación española. A esto se resumía suidea de patriotismo, lo cual tenía muypoco que ver con la realidad políticadiaria. La única norma del Generalísimoera la de aprovechar todo lo utilizable.No tenía favoritos; todo aquél quetuviese un pasado político seguro y quequisiera colaborar resultaba aceptablepara él.

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Si admitió a la Falange como partidoúnico estatal era porque le pareció lomejor para un régimen militar autoritarioy antiizquierdista, en plena épocafascista. Franco concibió a la FET comoel partido del Estado, pero nunca quisoque su régimen se convirtiese en unEstado al servicio del partido. Lejos decontrolar al Estado, la Falange no erapara él otra cosa que un instrumentopara mantener la cohesión nacional.Cuando sus pretensiones políticasamenazaban con alterar el equilibriointerno del sistema establecido por elCaudillo, éste se apresuraba a poner alpartido otra vez en su sitio.

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La prolongación de la «línea»falangista a lo largo del tiempo consistíaesencialmente en una retórica vacua,destinada a disimular la indigenciaintelectual de los conservadores y de losgenerales. Al mismo tiempo ejercía unatractivo emocional sobre una juventudidealista a la que había que apartar delcamino seguido por sus mayores.Además, la exaltación nacionalistacontribuía a distraer la atención de lasgraves dificultades económicas. ElCaudillo sabía que no podía contarplenamente con un partido cuyainmadurez y constantes frustraciones lehabían hecho perder todo apoyo popular.

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Pero le servía admirablemente paratener a raya a los monárquicos, a losobispos y a los burgueses. Franco noaspiraba a otra cosa que a mantenerse enel poder. Pronto adquirió una notablehabilidad para manejar, corromper ydesacreditar a cada una de lasheterogéneas fuerzas componentes del«Glorioso Movimiento Nacional».

Resultaba prácticamente inevitableque el nacionalsindicalismo acabaseconvirtiéndose en la versión españoladel Estado corporativo, como únicomedio de volver al cauce nacional alproletariado, después de las grandesconvulsiones sociales de los años

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treinta. Sin embargo, el sistema sindicalque se estableció fue cuidadosamentelimado y adaptado a los requisitos delos grupos capitalistas. Éstos gozaban degrandes privilegios, no porque Francoprotegiese especialmente a losbanqueros, sino porque necesitaba elapoyo de las clases burguesas comobase de un régimen de «orden». Demodo parecido, la Iglesia consiguió casitodo lo que quiso, porque sólo la Iglesiapodía estimular y canalizar el apoyo alnuevo régimen de amplios sectores decampesinos acomodados y de la clasemedia.

Así se montó el complicado

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engranaje del nuevo Estado, cuyomecanismo de funcionamientoúnicamente conocía el Caudillo. Comoun monarca de derecho divino, Francosólo era responsable ante Dios. Elartículo XI de los Estatutos del partidoafirmaba:

Como autor de la era históricadonde España adquiere las posibilidadesde realizar su destino y con él losanhelos del Movimiento, el Jefe asumeen su entera plenitud la más absolutaautoridad.

El Jefe responde ante Dios y ante laHistoria.

Prácticamente, durante la guerra

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civil, toda persona de algunaimportancia se afilió al partido en unmomento u otro. Es decir, todo aquél quequería ocupar un puesto en la «Españanueva» tenía que incorporarse a la«Cruzada». Todos los oficiales delEjército y todos los altos funcionariosdel gobierno fueron considerados, ipsofacto, miembros de la FET. Además, poruna ley del 1 de octubre de 1938, todoslos que hubiesen sido encarcelados pormotivos políticos en la zonarepublicana, automáticamente pasaban atener la condición de militantes deFET[649]. En lugar de ser un movimientopolítico selecto y dinámico, la Falange

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se convirtió en una amplia asociaciónnacional honorífica.

Al final de la guerra la estructurainterna de la FET estaba perfectamentedelineada. Bastaban veinte afiliadospara construir una sección local, y en losbuenos tiempos del falangismo habíasecciones locales en casi todos lospueblos de España. El jefe y elsecretario locales eran nombrados porel jefe provincial, el cual, a su vez, eranombrado directamente por el jefenacional, Franco. Franco nombrabaasimismo el Consejo Nacional, el cualdesignaba a la mitad de los miembros dela Junta Política, mientras la otra mitad

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era nombrada directamente por el JefeNacional. Así pues, todos los resortesdel mando estaban en sus manos[650].

El partido del Caudillo sirvió alnuevo régimen del Caudillo de variasmaneras: ante todo, proporcionándole elmolde ideológico y el instrumentoburocrático para encuadrar alproletariado español en los nuevossindicatos nacionales; el resultado deesta operación no guardaba la menorfidelidad al espíritu de la Falangeoriginaria, pero nada de lo que se hacíaen la «nueva España» podíaconsiderarse fiel al pensamiento«joseantoniano». El sistema sindical

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iniciado en 1939 quedó prácticamentecoronado en 1944. Los sindicatos asíorganizados constituían un fraudecompleto, pero por lo menos funcionaba.Según el artículo VII de los Estatutos de FET, el partido debía asumir ladirección y la administración de losSindicatos.

El SEU, o Sindicato estudiantil de laFalange, fue reconstituido el 21 denoviembre de 1937. Dos años más tardese le concedió el monopolio de larepresentación de los estudiantes y en1944 se declaró obligatoria la afiliaciónal mismo de todos los estudiantes deuniversidades y escuelas especiales[651].

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Así quedó establecida una organizaciónestudiantil controlada por el Estado, conuna estructura autoritaria similar a la delpartido único. El SEU constituyóasimismo —y esto es lo más importante— un instrumento para adoctrinar a losespíritus más sensibles de la nación ytambién los más propensos a rebelarsealgún día contra el régimen.

Apartada de los altos cargos delgobierno, la FET se dedicó a cubrirtodos los puestos de rango local oprovincial. La identificación entre elpartido y la administración del Estadofue, en este nivel, casi absoluta, ya que,desde 1941, los cargos de gobernador

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civil y de jefe provincial quedaronreunidos en una misma persona. Todoslos puestos secundarios de laadministración local fueron ofrecidoscomo recompensa política a la Falange.Así se mataban dos pájaros de un tiro: elCaudillo resolvía el problema de nutrirlos cuadros de la administración y losfalangistas obtenían unos cargos quesatisfacían sus ambiciones personales,compensándoles de su escasa influenciapolítica. Al dejar que los falangistasacaparasen todos los cargosburocráticos, aunque fuese a través deprocedimientos arbitrarios y a menudoilegales, Franco en realidad lo que hacía

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era vincularlos más a su persona, ya queno podían rebelarse contra él sino ariesgo de perder su pan.

La Falange, a través de su SecciónFemenina, se hizo con el control detodos los servicios sociales. Creada poramigos de la familia Primo de Rivera, laSección Femenina fue dirigida desde sunacimiento por la hermana menor deJosé Antonio, Pilar. En 1936 estabaorganizada en 34 provincias y contabacon unas dos mil afiliadas en Madrid yotras tantas en provincias[652]. Laorganización creció de una maneraasombrosa durante la guerra y en 1939contaba con 580 000 afiliadas[653]. Estas

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muchachas participaron activamente enla guerra, desempeñando funciones queiban desde las labores sanitarias oculturales hasta el lavado a mano de losuniformes de los combatientes. Hacia elfinal de la guerra se estableció unaespecie de servicio obligatorio paratodas las mujeres españolas solteras yútiles que no estuvieran empleadas enalgún otro servicio[654].

A finales de 1939 la SecciónFemenina fue reorganizada, dotándoselade una estructura permanente similar a ladel partido[655]. Pilar Primo de Riverafue nombrada Delegada Nacional,asignándose a la Organización funciones

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diversas como la educación física, laformación de jóvenes trabajadoras oservicios de sanidad, prestándose unaatención especial a las actividadesculturales, especialmente en las zonasrurales. Se crearon servicios culturalesambulantes y se ampliaron los serviciossociales, afirmándose que en 1940habían sido creados 1189 centros dejuventudes femeninas[656]. En principiotodas las mujeres solteras tenían quecumplir seis meses obligatorios en elServicio Social de la organización.

Aunque su labor fuera pocoespectacular y desproporcionada conrelación a las inmensas necesidades de

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España en esta materia, puede afirmarseque la acción de la Sección Femeninaresultó mucho más beneficiosa para elpaís que toda la actuación del resto delpartido. La S. F. tiene en su haber unaserie de modestas realizaciones de lasque algunas muchachas humildes, sobretodo en los pueblos, podían sentirseorgullosas, lo cual contribuía, en ciertomodo, a reforzar la solidaridad de aquelsector con el régimen del Caudillo. LaS. F. ofrecía el único ejemplo concretode un esfuerzo por realizar la justiciasocial en un régimen cuya propagandano cesaba de repetir el lema: «por lapatria, el pan y la justicia».

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La FET proporcionó asimismo losinstrumentos ideológicos del nuevorégimen. Los famosos Veintiséis Puntosofrecían un programa ideal para unnacionalismo autoritario[657]. Lapropaganda falangista denunciabaincansablemente, en tono mordaz yburlón, la «decadencia» de lasdemocracias occidentales. Se censurabala «traición» de los liberales españolesde los siglos XVIII y XIX para exaltar lasvirtudes de la Monarquía absoluta delsiglo XVI. Se condenaban el liberalismoy el relativismo, la duda y laincertidumbre filosófica; únicamente lafe ciega y el principio de autoridad eran

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las normas de vida aceptables. Losespañoles debían estar persuadidos deque el Caudillo iba a crear el mejor delos mundos.

Estos principios histérico-políticoscoincidían con los dogmáticos yreaccionarios de la Iglesia española,que siempre había defendido, en loreligioso, los principios autoritarios yjerárquicos que predicaban losfalangistas. Ambas fuerzas secomplementaban.

Franco se sirvió de la Falange parademostrar que sólo con una férreadisciplina política en torno suyopodrían realizarse los ideales de justicia

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social y progreso económico. Y, lo queera más importante aún en 1939, quesólo bajo esta estricta disciplina podríarecobrar España el lugar que lecorrespondía en el plano internacional.La «nueva España» sería autoritaria,justa, poderosa y dinámica. En realidadno pasó de ser lo primero…

El final de la guerra tenía queproducir los naturales cambios en laspersonas y en la organización, tanto delpartido como del gobierno. Algunosmilitantes falangistas todavía se hacíanla ilusión de que había llegado su hora.Una vez terminado el enorme esfuerzoexigido por las operaciones militares,podría dedicar el tiempo y las energías

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necesarias a la reorganización política yeconómica del país. Contando con laamplia base popular de los combatientesfalangistas iban a emprender larealización de la verdadera revoluciónnacionalsindicalista.

Sin embargo, nada parecía indicarque la mayoría de los excombatientesdel partido tuvieran los mismospropósitos. En aquella primavera de1939 lo único que sentíanverdaderamente era un gran cansancio.La guerra civil había durado demasiadotiempo, consumiendo todas sus energías.Los veteranos sólo ansiaban una cosa:volver a sus casas en paz. Incluso los

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miembros de las milicias de Falange,con sus nebulosas ideas sobre larevolución nacionalsindicalista,carecían de energías para dedicarse alas reformas políticas. Aparte el odiohacia los republicanos, que con suresistencia habían prolongado la guerracivil cerca de tres años, todo lo demásles dejaba indiferentes; nadie tenía elmenor interés en reanudar las luchaspolíticas en el seno del victorioso bandonacionalista.

Además, la crítica situacióninternacional —agravada por eldesencadenamiento de la guerra mundialpor Alemania— no resultaba la más

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adecuada para lanzarse a nuevasdisputas domésticas. España seencontraba tan debilitada que había queconsagrar todas las energías disponiblesal levantamiento del país. Durante 1939numerosos falangistas del tiempo de laguerra abandonaron el partido con unsuspiro de alivio. Por primera vez desdesu fundación, el número de adheridos alpartido disminuía en vez deaumentar[658].

Una vez instalado oficialmente enMadrid, el dictador se dedicó, sobretodo, a consolidar su poder. RamónSerrano Súñer había superado laspequeñas intrigas de la guerra, de la que

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había salido reforzado. Como principalarquitecto del nuevo régimen gozaba dela confianza del Caudillo y era,indiscutiblemente, el segundo personajedel Estado español. Franco y Serranodeseaban mutuamente que el otro sehiciera cargo de la Falange, cansados detener que soportar la presencia deFernández Cuesta al frente de la misma.Por otra parte, algunos «camisas viejas»permanecían hostiles a Serrano ypreferían a Fernández Cuesta, a pesar desus defectos. Serrano no quiso herir lossentimientos de los veteranosimponiéndoles su propia jefatura.Entonces se recurrió a otra combinación.

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El 9 de agosto de 1939, a los cuatromeses del fin de la guerra, se produjo elcambio de gobierno que desde hacíatiempo se esperaba y que significó unanueva disminución de la influenciafalangista. Serrano conservó la carterade Interior y asumió la presidencia de laJunta Política, que estaba vacante.Fernández Cuesta fue enviado a Río deJaneiro como embajador de Franco y noquedó ningún falangista auténtico en elgobierno.

El general Muñoz Grandes, que teníafama de «general falangista», fuenombrado ministro secretario generaldel partido. Como militar, Franco tenía

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más confianza en él que en FernándezCuesta. Muñoz Grandes asumió elmando de las milicias. Pedro Gamerodel Castillo, uno de los favoritos deSerrano Súñer, que era gobernador civily jefe provincial de Sevilla, fuenombrado ministro sin cartera yvicesecretario general de FET[659].

La reaparición de un cierto númerode antiguos dirigentes de la Falange, quehabían pasado la guerra en las cárcelesrepublicanas, vino a reforzar todavíamás el control de la dictadura sobre elpartido. Los treinta meses de reclusiónles habían quitado las ganas de poner entela de juicio la legitimidad de la

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jefatura de Franco o de la nuevaorganización que éste había impuesto en FET; después de la dura experienciasufrida, la «nueva España» les parecía,por contraste, un paraíso de felicidad.Los falangistas liberados, RafaelSánchez Mazas, Miguel Primo deRivera, José María Alfaro, ManuelValdés y otros muchos se convirtieron enlos más ardientes partidarios del nuevorégimen. En el interior del partidoapoyaron a Serrano Súñer, consideradocomo el verdadero organizador de lanueva FET, contra Fernández Cuesta,quien había intentado mantener —singran convicción— la línea originaria

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frente a las desviaciones de los nuevosoportunistas. Su condición de «camisasviejas» les daba una aureola en elpartido que acabó redundando enbeneficio de Franco[660]. Con ocasióndel cambio de gobierno, todos ellospasaron a ocupar cargos más o menosimportantes: Sánchez Mazas fuenombrado ministro sin cartera; Alfaro,subsecretario de Prensa y Propaganda ymiembro de la Junta Política; Valdés,subsecretario de Trabajo; Miguel Primode Rivera fue nombrado jefe provincialde Madrid y miembro de la JuntaPolítica.

Con este reajuste político Franco

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pretendía realizar una síntesis cívico-militar capaz de dotar de estabilidad alnuevo Estado. El número uno eraFranco, un general. El número dos eraun civil, Serrano. Muñoz Grandes,secretario general de FET, era un militar,pero su subordinado inmediato, elvicesecretario, era civil, y asísucesivamente en la escala jerárquica.El Caudillo procuraba contentar a losvencedores de la «nueva España»manteniendo un hábil equilibrio defuerzas.

La vieja guardia de la Falange,aunque disponía de algunos puestos enel Consejo Nacional, fue prácticamente

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eliminada de los cargos deresponsabilidad. De los nueve miembrosde la Junta Política, sólo Ridruejo era unauténtico «vieja guardia». Los ochopuestos restantes se distribuían así: dosmonárquicos (José María de Areilza y elconde de Mayalde), dos falangistasrecién liberados (José María Alfaro yMiguel Primo de Rivera), dos renegadosdel carlismo (Esteban Bilbao y JoséMaría Oriol) y dos oportunistas quenunca habían manifestado ideas políticasdefinidas (Demetrio Carceller y BlasPérez González).

El mando militar estaba decidido aimpedir la creación de unas milicias

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semejantes a los «camisas negras»fascistas o a las SA nazis. La Falange nodebía poseer una milicia fuerte eindependiente. Por haberlo propuesto encierta ocasión al Consejo Nacional,Ridruejo estuvo a punto de serexpulsado del partido. Poco antes del finde las hostilidades, en una de sus pocofrecuentes conferencias de prensa,Franco declaró: «No necesitamossostener un Ejército permanente muygrande…, nos basta con un Ejércitopermanente corto. Eso sí; la eficacia deese Ejército ha de ser tan alta y tanfuerte que ninguna otra organizaciónmilitar la supere. España tiene que

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organizarse como nación en armas[661]».Todo el mundo tenía que someterse a unapreparación militar o premilitar.

En realidad el Ejército permanenteresultó ser más numeroso de lo queaquellas declaraciones hacían prever.Ésta era ya una vieja costumbreespañola, ya que la nación había tenidoque soportar siempre un Ejército muysuperior a sus verdaderas necesidades.La tensión provocada por la segundaguerra mundial, unida a la necesidad demantener sometida a una mitad de lapoblación española, justificaban másque nunca la existencia de un fuerteEjército. Se mantuvo el servicio militar

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obligatorio y se confió a los oficialesdel Ejército el entrenamiento militar dela juventud.

Terminada la guerra civil, lasmilicias fueron prácticamente disueltas.Todos los veteranos de las miliciasfueron agrupados en la organización de«excombatientes», bajo el mando deJosé Antonio Girón, el más popular delos jefes de las milicias falangistas. Laorganización de «excombatientes» seconvirtió pronto en una inofensivaagrupación de veteranos, que seconcentraban en las grandessolemnidades.

Por decreto del 2 de julio de 1940

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las milicias fueron reconstituidasoficialmente, organizándose en tressecciones: una de instrucción premilitar,otra para los jóvenes que habíancumplido su servicio militar y unatercera para los que se encontrabanfuera de la edad militar. La organizaciónestaba totalmente controlada poroficiales del Ejército, que ocupabantodos los puestos importantes, y susmiembros estaban sujetos a la disciplinamilitar[662]. Las milicias eranindependientes de la organizaciónregular del partido.

Algunos «camisas viejas» habíanexpresado sus temores de que el partido

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fuese absorbido por los cuatrovictoriosos del Ejército, una vezterminada la guerra. Para evitarlo,habían preconizado incluso larestauración de la monarquía, paraoponerla como poder moderador a lainfluencia del Ejército. Pero esto eradesconocer la verdadera naturaleza dela política de Franco: «divide yvencerás». Y no estaba éste dispuesto apermitir que ni el Ejército ni nadiepudiera atribuirse una victoria a costade una fuerza rival.

Al final de la guerra el sindicatofalangista de estudiantes, el SEU,todavía gozaba de cierta autonomía y su

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revista Haz se publicaba sin estarsometida al control de los servicios deprensa de la FET. La mayor parte de loselementos dirigentes del SEU o habíanmuerto o estuvieron movilizados en losfrentes. Durante los tres años de laguerra surgieron nuevas promociones dejóvenes —la mayoría de ellos en edadmilitar— que se encargaron de organizarla propaganda y las actividades delsindicato. El más destacado de ellos eraEnrique Sotomayor, de diez y nueveaños, quien dirigió la revista Hazdurante los años 1938 y 1939.Sotomayor y sus amigos teníanambiciosos planes para reformar el SEU,

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y pensaban crear un amplio Frente deJuventudes para difundir los ideales del SEU entre los jóvenes españoles yfomentar un espíritu nacionalsindicalistacatólico en las nuevas generaciones.

Los jefes oficiales del SEU semostraban opuestos a este proyecto.Para ellos, la guerra había terminado en1939, estableciéndose un nuevo ordenque juzgaban satisfactorio, y,cómodamente instalados en sus puestosburocráticos, no tenían el menor deseode ver surgir una nueva fuerza activa ymilitante entre las juventudes.

No obstante, Sotomayor y susamigos elaboraron su proyecto, que

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sometieron a Serrano Súñer. Ante laconsternación general de los dirigentesoficiales del SEU, Serrano aprobó elproyecto y a su vez lo transmitió aFranco. Éste acogió favorablemente elplan y el 16 de agosto de 1939 recibióen Burgos a Sotomayor y a otros dos«jóvenes turcos» del SEU[663].Sotomayor contó luego que Franco lesafirmó, con lágrimas en los ojos, quetodas sus esperanzas estaban puestas enla juventud de la nación. El Caudillo semostró favorable a la creación delFrente de Juventudes y al nombramientode Sotomayor para el puesto de jefenacional del SEU, que entonces se

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encontraba vacante.Estas noticias alarmantes corrieron

como la pólvora y los mandos del SEUpasaron al contraataque. MuñozGrandes, secretario general de FET,creía como ellos que sería unaimprudencia confiar la dirección delSindicato Universitario a unos jóvenesidealistas y vehementes. Entre todostrataron de convencer a Serrano y aFranco. Éste tenía evidentemente unasegunda intención: el proyecto decreación del Frente de Juventudes leparecía excelente medio para reforzar elapoyo popular del régimen, perotampoco deseaba alterar el equilibrio

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burocrático del partido con la creaciónde una nueva fuerza que pudiera tenerefectos disolventes. Por lo tanto accedióa nombrar jefe nacional del SEU a JoséMaría Guitarte, que era inspectornacional de las OrganizacionesJuveniles[664], pero con la condición denombrar a Sotomayor secretario generaldel SEU, para que pudiera dedicarse aorganizar el nuevo Frente de Juventudes,Guitarte, aunque era un «camisa vieja»,había sido liberado recientemente de lascárceles republicanas y por lo tanto erauno de los falangistas profranquistas«seguros».

El 19 de agosto de 1939, tres días

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después de la entrevista de Franco conSotomayor, se publicaron losnombramientos[665]. Los amigos deSotomayor intentaron persuadirle de queno debía aceptar un puesto en el que seencontraría con las manos atadas, peroSotomayor consideró que tal vez novolvería a presentársele una oportunidadcomo ésta para desarrollar su plan y, apesar de los obstáculos, decidió aceptar.

Poco después empezó Sotomayor apronunciar una serie de discursos paradespertar el entusiasmo de la juventuden favor del Frente. Éste debía estarcompuesto por doce secciones, que noestarían destinadas a servir de freno a la

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juventud, sino a estimularla y formarlasegún el patrón nacionalsindicalista. Suconcepción política se basaba en elhabitual pesimismo de la Falangerespecto a la decadencia del liberalismocontemporáneo, con una fuerte dosis despenglerianismo. Si cada épocahistórica de la civilización habíaacabado con una invasión de losbárbaros, la Falange debía organizar lasnuevas huestes disciplinadas debárbaros nacionalsindicalistas paradestruir el viejo orden liberal desdedentro, antes de que otras fuerzas (elcomunismo) lo hiciesen desde fuera…Para cumplir su misión el movimiento

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juvenil tenía que ser áspero y violento,«católicamente bárbaro, moralmentebárbaro[666]». Pero sería una barbarienacional, histórica y religiosa quesalvaría al país del paganismo y de labarbarie materialista del otro bando. Sifuese necesario, los jóvenes seríanarrancados a sus familias para recibir laformación adecuada. Sin embargo, losideólogos del Frente de Juventudestenían buen cuidado de introducir fuertesdosis de catolicismo en su programa,afirmando que se trataba de volver alestilo del «cristianismo primitivo». Lode primitivos era, en realidad, elcalificativo que mejor les definía.

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Sotomayor repetía constantemente ensus discursos que gracias a la juventud,y a su espíritu revolucionarionacionalista, se había ganado la guerra.Si los jóvenes no se unían en un frentecomún, potente y sólido, la victoria nohabría servido para nada yreaparecerían las divisiones y losgrupos políticos de antaño.

Yo sé que a espíritus excesivamentecautos todo esto de una fuertevanguardia de juventudes les ha deparecer peligroso y desorbitado.

[…]A los mismos que les interesaba la

prolongación de nuestra guerra, por losmismos motivos centuplicados hoy les

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es preciso una España hambrienta,rencorosa e inerme. Los mismos quedurante siglos nos han venidoacorralando y venciendo, los que fueroncontando moneda a moneda mientrasque nosotros perdíamos hombre ahombre, nos esperan hoy en laencrucijada de nuestro desaliento parair vertiendo la negación corrosiva desiempre.

Vuelven otra vez las consignasnegativas. Esto no. Esto no. Pero, deuna vez, definitivamente: ¿Qué traenellas? ¿Qué representa y pretende hoy lareacción española?

[…]Quizás nada nos dé ánimo tan

inmediato como esta saña de los que seoponen a nosotros.

[…]

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¡Nosotros sentimos la alegríainmensa de ser odiados por ellos!

Que piensen, los que alegremente sesuman al coro de los murmuradores, enla terrible responsabilidad que lesalcanza.

[…]No hay más que un camino abierto:

la revolución.[…]Que se incorporen todas las

juventudes españolas. ¡Que se una todoel ímpetu de la Revolución en un frenteapretado de juventudes! ¡Ahora o nunca![667]

Sotomayor poseía una elocuenciaestimulante y persuasiva. Pero su acciónse vio frenada por la burocracia del

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partido. Al cabo de tres meses dimitió,sin haber logrado ningún resultadopositivo[668]. La idea de constituir unFrente de Juventudes quedó en el aire,aunque los dirigentes del partido sabíanque por el momento no se haría nada.Finalmente, al cabo de un año, el 6 dediciembre de 1940, fue creada unaorganización que, si llevaba aquelmismo nombre, no tenía nada que vercon el proyecto concebido porSotomayor y sus amigos. Naturalmente,esta versión dulcificada del Frente deJuventudes era la que mejor convenía ala estructura militar-clerical-conservadora-nacionalsindicalista del

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Estado de Franco.A medida que transcurría el año

1939, los ingenuos que habían creído enla posibilidad de realizar reformasrevolucionarias fundamentales vierondesvanecerse sus ilusiones. Cierto quese hacía una gran ostentación desímbolos y de consignas del fascismohispánico y no se podía hablar derestauración monárquica o de la vueltaal poder de las fuerzas de la reacción,pero, en realidad, las institucionesfundamentales del país estaban en manosde un grupo reducido de hombresescogidos entre los más leales a Franco.

Cuando algunos líderes falangistas

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reclamaban la aplicación del programade reformas sociales, una política devastas nacionalizaciones, de control delcrédito y de extensión de la influenciade la Falange en todos los sectores de lavida nacional, se les replicaba que elpaís se encontraba sumamente debilitadoy que la situación no permitía laadopción de medidas demasiadoradicales, que podrían despertar lahostilidad y el antagonismo de una partede las derechas, gracias a cuyo apoyo sehabía podido ganar la guerra. Seafirmaba también que España era unanación demasiado pobre para poderrealizar un programa de socialización

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económica y que había que concentrartodos los esfuerzos en reforzar laposición de España ante el conflictointernacional que estaba empezando aproducir sus devastadores efectos entoda Europa.

Muchos falangistas veteranos seconsideraban burlados y traicionados.Después de haber perdido la mayoría desus jefes y a los mejores hombres de susfilas en la lucha contra las fuerzasliberales e izquierdistas, se les habíaprivado del fruto de la victoria. Suactitud quedaba reflejada en la respuestade un diplomático alemán a la pregunta:«¿Cómo encuentra Vd. a la nueva

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España?». «Cuando la haya encontradose lo diré», contestó[669]. Una nuevaoligarquía político-financiera, querecordaba mucho a la del viejo orden,empezaba a surgir de las ruinas de laEspaña devastada. El imponente edificioexterior de la Falange no estabadestinado a ser el «instrumentototalitario» al servicio de «la nación»,sino del régimen.

La Falange se encontraba cortadahorizontalmente del Consejo deMinistros y no tenía ningún contactodirecto con los distintos órganosrectores de la política española.Mientras los oportunistas y los

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derechistas conservadores controlabantodos los puestos de mando, la Falangetenía que contentarse con formar partede la burocracia gigantesca, que llenabatodos los escalones del corrompidosistema de Franco. En principio, todoslos cargos del Estado debían serdesempeñados por miembros de FET,pero ningún falangista que no fuera a lavez un franquista notorio ocupabapuestos de verdadera influencia. Elúnico departamento que quedó bajo elcontrol de la Falange fue laOrganización Sindicalista, que, hasta1940, no pasó de ser una simplecreación sobre el papel.

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La guerra civil había diezmado lasfilas de los «camisas viejas». Se calculaque un 60 por 100 de veteranosfalangistas murieron durante el conflicto,lo cual reducía aún más lasposibilidades de organizar la oposicióncontra Franco.

El único sector del partido quetodavía conservaba algún fervormilitante era el de los excombatientes,que, a pesar del cansancio y de laindiferencia política que les habíaproducido la larga guerra, no seresignaban a que los frutos de la victoriafueran a parar en manos de un puñado demilitares y de reaccionarios. Pero, al

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final, se impuso el deseo de paz ytranquilidad y de mantener a toda costala unidad entre los vencedores. A pesarde ello, algunos mandos locales de laOrganización de «excombatientes» noestaban dispuestos a dormirse sobre loslaureles. Aún quedaban algunosfalangistas que creían que la «nuevaEspaña» debía ser regida de hecho, y nosólo de palabra, por el partidonacionalsindicalista.

Estos pequeños grupos deinsatisfechos se pusieron en contacto y, afinales de 1939, organizaron en Madriduna «junta política» clandestina. Supresidente era el coronel Emilio

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Rodríguez Tarduchy, veterano de laFalange y de la UME y partidario delnacionalismo más extremista[670]. Elsecretario era Patricio Canales, «camisavieja» de Sevilla, que ocupaba un cargoen los servicios de Prensa yPropaganda. Entre los miembros de la«junta» —que se reuníaesporádicamente— figuraban, enrepresentación de las regionesespañolas: Ricardo Sanz (Asturias),Daniel Buhigas (Galicia), Ventura LópezCoterilla (Santander), Luis de Caralt(Cataluña), José Pérez de Cabo(Levante), Gregorio Ortega (Canarias) yAntonio Cazañas (Marruecos[671]).

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La «junta» estableció contacto con elgeneral Juan Yagüe, que seguía siendo el«general de la Falange». Desde 1936,Yagüe no había dejado de maniobrarpolíticamente y de intrigar. Apenasreintegrado a su puesto de mando, seismeses después del ruidoso incidente deabril de 1938, volvió a entregarse a supasión favorita. Sin llegar jamás a ladeslealtad abierta, quería abrirse pasoen la escena política del país. Era unhombre honesto y sinceramente adicto alprograma de la Falange. Siempre semostró hostil a la creación de la FEToficial, en parte porque la considerabacomo un obstáculo a su ambición y en

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parte porque con ella se desvanecía todaposibilidad de llevar a cabo unaauténtica revolución nacionalista enEspaña.

Durante el año 1940 la juntaclandestina trató de ampliar su base deapoyo[672]. Lógicamente, su aliadonatural debía ser el general Yagüe, quiencontaba con una red propia deseguidores y de enlaces con elementosmilitares. Pero Yagüe comunicó al grupofalangista que si bien estaba dispuesto aecharles una mano en caso de necesidad,por el momento no era partidario de quelas dos organizaciones clandestinas sefusionasen. Colaboraba con Yagüe José

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Antonio Girón, que dirigía laorganización de excombatientes. Lainfluencia de Girón se limitaba a lascenturias de excombatientes falangistasde Castilla, que, de todos modos,constituían un núcleo muy importante.Canales quiso entrevistarse enValladolid con Luis González Vicén ycon Anselmo de la Iglesia, que eran losdirigentes locales del partido, pero Dela Iglesia estaba ausente de la ciudad yVicén se negó abiertamente a participaren la conspiración. El propio Girónafirmó que únicamente estaba dispuestoa seguir a Yagüe. Por lo tanto, losconspiradores no podían contar con

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Girón ni con el núcleo decisivo deCastilla.

Los conspiradores buscaron en vanootros apoyos. La mayor parte de loscombatientes veteranos querían que lesdejasen en paz e incluso la vieja guardiafalangista no se mostraba unánime en suoposición a Franco. Si losconspiradores querían salir victoriososen su golpe contra el Caudillo, teníanque recurrir a la ayuda extranjera.

En el curso de 1940, variosmiembros de la junta clandestinaentablaron conversaciones con elrepresentante del partido nazi enMadrid, Thomson, comunicándole que

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algunos elementos falangistas estabaninteresados en conseguir la ayudaalemana para implantar un régimenverdaderamente nacionalsindicalista enEspaña. Thomson consultó a sussuperiores de Berlín, quienes lemanifestaron que la situación españolaera un avispero del que no se sabía loque iba a salir. Las condiciones queimponían a una hipotética ayuda alemanaeran totalmente inaceptables para losconspiradores españoles. A pesar deello, las negociaciones se prolongaronhasta febrero de 1941. Los alemanespersistían en imponer unas condicionesque hubiesen convertido a España en

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una colonia de la Alemania nazi. Losfalangistas rechazaron talespretensiones, pero tuvieron además ladesagradable sorpresa de enterarse deque varios españoles se habían ofrecidoa los nazis para hacer el papel de«quislings» en el caso de que seestableciera en España el «nuevoOrden».

Entretanto, uno de los ayudantes deYagüe le denunció a Franco. Éste llamóa Yagüe a su despacho y le afeó suproceder. Yagüe, confundido, reconociósus faltas y se echó a llorar. PeroFranco, recurriendo a su tácticapreferida, en lugar de castigarle, le

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ofreció un ascenso. Con ello destruía laindependencia política de Yagüe, lodesprestigiaba ante sus seguidores y loinutilizaba para la conspiración.

La junta secreta —cuyoscomponentes eran Tarduchy, Canales,Caralt, Sanz y López Corterilla—,comprendiendo que el Gobierno estabaal corriente de sus actividades, se reunióen Madrid en marzo de 1941. Durantelos meses anteriores habían tramado unplan para asesinar a Serrano Súñer, aquien consideraban responsable detodas las desdichas de la Falange. Peroluego decidieron renunciar a suproyecto, pensando que, de todos

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modos, Serrano sería sustituido por otroelemento aún más hostil y menosdiplomático que él.

En realidad, el principal obstáculolo constituía el propio Franco. No habíala menor posibilidad de organizar unaoposición interna o de presentar unaalternativa a su poder absoluto. Había,pues, que derribarle de un golpe odecidirse a aceptar su jefatura. Laconfusa situación interior y la amenazade una intervención extranjera acababande complicar la situación. Losconspiradores no veían cómo podríancontrolar la caótica situación que seproduciría a la muerte de Franco.

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Sometida a votación la cuestión de sihabía que asesinarle o no, hubo cuatrovotos negativos y una abstención.

Por su parte, los excombatientes, deprovincias que inicialmente apoyaban laconspiración, se mostraban cada vezmás reticentes y desanimados. Lamayoría decidieron renunciar a la intrigay disolver sus reducidos grupos. Enmarzo de 1941 sus jefes comunicaron alos miembros de la junta que laconspiración no tenía la menorposibilidad de triunfar, conclusión a laque había llegado la propia junta, que sedisolvió[673]. El complot fue descubiertopor las autoridades, pero como los

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propios «conjurados» habían renunciadovoluntariamente a sus proyectos, elGobierno no tomó la cosa en serio y lamayor parte de los conspiradores nofueron ni siquiera inquietados[674].

Uno de ellos fue ejecutado al añosiguiente, pero por un hecho que no teníarelación directa con la conspiración.José Pérez de Cabo, autor del primerlibro publicado en España sobre elnacionalsindicalismo y jefe de comploten la región de Levante, era eladministrador de Auxilio Social deValencia[675]. Uno de los dirigentes delpartido le denunció, acusándole dehaber vendido en el «mercado negro»

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unas partidas de trigo de los almacenesde Auxilio Social, circunstancia queaprovecharon los elementosantifalangistas del Ejército para tomarlocomo «chivo expiatorio» del«estraperlo». Su única justificaciónmoral era la de que con aquel dineropensaba contribuir a financiar laconspiración, pero no se podía alegaresta excusa porque todavía le hubieseperjudicado más. Los esfuerzos dealgunos dirigentes falangistas paraobtener su gracia en los últimosmomentos resultaron inútiles. El generalcarlista Várela, ministro del Ejército,quería hacer recaer sobre la Falange la

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responsabilidad del «mercado negro»,que en aquellos años de carestía, habíasustituido prácticamente las operacionescomerciales regulares, determinando unaserie de rigurosas medidas decontrol[676]. El desdichado Pérez deCabo pagó las culpas de todos.

El fracaso de los conspiradores sedebió en gran parte a la campañaemprendida en 1939-1941 por elvicesecretario general del partido,Pedro Gamero del Castillo, paraatraerse los excombatientes. Les ofrecióa éstos una serie de cargos enorganismos del Estado y se dispuso queen todas las oposiciones y concursos se

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reservase el 20 por 100 de los puestos alos excombatientes. Estas ventajas,unidas a la escasa formación política, elcansancio general y los deseos dereemprender una vida normal, acabaroncon los ímpetus revolucionarios de losveteranos de la guerra. Entre lasamenazas de la situación internacional yla profunda miseria en que se encontrabasumido el país, la gran masa de afiliadosal partido adoptó una actitud pasiva,contemplando indiferentes cómo elnacionalsindicalismo se convertía pocoa poco en la simple fachada del régimen.

La Organización Sindical llevabauna existencia lánguida hasta que el 9 de

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septiembre de 1939 fue cubierto elpuesto de Delegado Nacional deSindicatos, hasta entonces vacante. Elnuevo jefe de los sindicatos era GerardoSalvador Merino, «camisa vieja» deMadrid que en 1935 se había trasladadoa Galicia. En 1937, después de haberpasado varios meses en el frente deAsturias, Merino fue nombrado porHedilla jefe provincial de La Coruña,puesto en el cual pronto alcanzó fama decampeón del nacionalsindicalismo y dedefensor del proletariado. En ciertaocasión organizó una gran concentraciónde trabajadores en la plaza de toros deLa Coruña; ante las protestas de algunos

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sectores de la clase media, SalvadorMerino replicó que si era precisoautorizaría a los trabajadores para«destruir los cuadros de laburguesía[677]». Esta actitud le costó aMerino el perder su primer cargo oficialal cabo de Un año, pero le proporcionóun gran prestigio político. Siguióprestando servicios en el frente duranteel último año de la guerra y entretantoaprendió las virtudes de la discreción.

Merino reconocía sinceramente queera un hombre ambicioso. Al terminar laguerra procuró que le dieran un puestoimportante. Su historial sindicalista lefue entonces de gran utilidad. El

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Gobierno buscaba precisamente a unhombre capaz de dirigir con talento yeficacia la Organización Sindical.Merino era inteligente y había aprendidoa ser prudente. Los «políticos», comoSerrano y Gamero, le consideraron aptopara el cargo y al propio tiempobastante seguro. Pero si hay pocoshombres dispuestos a quemarse dosveces los dedos en la misma llama,Salvador Merino era justamente uno deésos.

Empezó actuando con sumaprudencia. En 1939 la OrganizaciónSindical apenas existía. Carecía debases ideológicas y Merino y sus

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colaboradores trataron de crear unsistema de nueva planta, del más puroestilo nacionalsindicalista, equidistanteentre el sindicalismo «marxista» y lossindicatos católicos o los «libres».Merino consideraba que ciertosaspectos esenciales de la vida nacionaleran intocables: los privilegios de laIglesia, la unidad de la nación, etc. Pero,aparte de esto, todo lo relativo a lapolítica y la economía tenían que sertransformado. Merino quería dar plenasatisfacción a las reivindicaciones delos trabajadores y hacer de losSindicatos la institución civil máspoderosa de España. La falta de

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preparación de los falangistas pararesolver los problemas técnicos queplantea la organización de un sistemasindical constituyó un grave obstáculopara los planes de Merino. Se rodeó deun equipo de colaboradores a los quetuvo que formar personalmente para queconstituyeran los cuadros de la futuraestructura sindical. Escogió a hombresactivos, algunos de los cuales no eranfalangistas, sino que procedían dedistintos campos políticos. Juntospusieron manos a la obra.

Para no despertar los recelos de losconservadores, Merino tuvo que hacerconstantes equilibrios. Se negó a

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identificarse claramente con cualquierade las facciones en que estaba divididala Falange y se mantuvo al margen de lasintrigas políticas. Procuró sobre tododisimular el verdadero alcance de susambiciosos planes.

Contrariamente a muchos españoles,Merino sentía gran simpatía por losnazis, cuyos objetivos revolucionariosle seducían[678]. Al propio tiempo, seconsideraba más próximo a losgenerales falangistas, como Yagüe yMuñoz Grandes, que a los «políticos»del partido. Aunque procuró mantenerseen buenas relaciones con todo el mundo,la caída de Muñoz Grandes a principios

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de 1940 constituyó para él un seriogolpe que estuvo a punto de echar abajotodos sus planes.

Para establecer los cimientos delsindicalismo lo primero que había quehacer era crear unos vastos sindicatosnacionales por ramas de industria,encuadrando profesionalmente a todoslos trabajadores. Con ello secompletaban las apariencias externas delos sindicatos, sin comprometerse enrealizaciones de mayor trascendenciasocial. Así, por ejemplo, todos lostrabajadores de la industria textil,reunidos, constituían una sola entidadeconómica, lo que facilitaba su manejo.

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Éste era el tipo de sindicalismo grato alas derechas: organizado y dirigidodesde arriba, sin ninguna presiónreivindicativa desde la base.

El 26 de enero de 1940 se promulgóla Ley de Unidad Sindical. Laintervención del Gobierno en losintereses económicos privados,impuesta por la legislación de 1938,quedaba suprimida; en lo sucesivo todarepresentación económica sería asumidapor los sindicatos verticales de obrerosy patronos, organizados por ramas deproducción. El 3 de mayo se anuncióque los sindicatos se harían cargo de lasfunciones de control de precios y de

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intervención económica asignadasanteriormente a las ComisionesReguladoras creadas en 1938[679].Entretanto, Salvador Merino informó alCaudillo de la necesidad de reforzar lasdelegaciones provinciales de sindicatos,que pasarían a constituir el fundamentobásico de todo el sistema sindical.Deseaba también desarrollar un vastoplan de obras sociales, que despertaranel interés de los trabajadores y losatrajeran al régimen. Merino empezaba air demasiado aprisa y pronto cometióuna serie de errores tácticos.

El 31 de marzo de 1940, primeraniversario del fin de la guerra civil,

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organizó un gigantesco desfile demillares de trabajadores en el Paseo dela Castellana de Madrid[680]. Elloprovocó una viva reacción en losmedios militares. El general JoséEnrique Várela —ministro del Ejército,carlista, reaccionario y uno de los jefesmilitares más hostiles a la presencia deelementos de origen humilde ytrabajador en las filas del cuerpo deoficiales— juró acabar con SalvadorMerino.

El jefe de los Sindicatos proyectabarealizar otras demostracionessemejantes, al propio tiempo queintentaba mejorar la situación

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económica de los trabajadores. Suobjetivo era poner nuevamente en pie alas masas trabajadoras españolas, peroesta vez dirigidas por elnacionalsindicalismo. Sabía que sillegaba a establecer un sistema sindicalauténticamente representativo podríaverse desbordado por losacontecimientos, aunque afirma queentonces estaba dispuesto a correr esteriesgo con la esperanza de poder utilizarla fuerza de los sindicatos para ejerceruna presión sobre los restantes sectoresdel Gobierno. Pero, para ello, le era yaimposible seguir ocultando susintenciones y los grupos de intereses

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hostiles estaban cada vez másalarmados, mientras los diversosdepartamentos ministeriales hacían todolo posible por torpedear sus proyectos.

Serrano, que al principio adoptó unaactitud interesada y expectante, empezóa inquietarse ante el creciente poder deMerino. Pensó que había quedesembarazarse cuanto antes del lídersindical, ofreciéndole un ascenso, y lepropuso que abandonara la dirección delos Sindicatos para convertirse enministro de Trabajo. Comprendiendoque el nombramiento de ministrosupondría la pérdida de influenciadirecta sobre los sindicatos, Merino

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rechazó la propuesta. Serrano lepreguntó qué puesto aceptaría, a lo queMerino respondió que sólo abandonaríala dirección de los Sindicatos a cambiode la Secretaría General del partido,junto con el Ministerio del Interior,donde residía el verdadero poderpolítico del Estado. Serrano Súñer lereplicó que tenía excesiva ambición, locual era cierto[681].

A principios de 1941 Merino eraconsiderado como el principal líder dela oposición en el seno del Gobierno.Sin embargo, trataba de mantenerse aequilibrada distancia de los distintosgrupos rivales en que estaba escindida

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la Falange. Merino tenía la ingenuaesperanza de que, llegado el momento,Franco le sostendría frente a losreaccionarios que pedían su cabeza.Calculaba que si podía mantenersetodavía al frente de los sindicatosdurante uno o dos años más, habríaadquirido una posición tan fuerte quesólo podría ser derribado a costa de unagrave crisis en el sistema. Pero lefallaron los cálculos, porque susenemigos no estaban dispuestos aconcederle tan largo plazo.

La oposición a Salvador Merinoprocedía de tres sectores distintos: losmilitares derechistas, dirigidos por

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Várela; los políticos reaccionarios,dirigidos por Esteban Bilbao (carlistarenegado, miembro de la Junta Política,dispuesto siempre a darle la razón aFranco[682]) y el poderoso grupo deintereses industriales y financierosrepresentado por Demetrio Carceller,que también formaba parte de la JuntaPolítica[683].

Merino sobrevivió a la crisispolítica de mayo de 1941[684]. Pero sóloduró unas pocas semanas más, el tiempojusto que necesitaba Franco para repararlos desperfectos ocasionados en suedificio. Los elementos derechistasinsistían en que Merino se volvía cada

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día más peligroso. Y aprovecharon laprimera ocasión para derribarle. El 7 dejulio de 1941 Merino se casó en Madridy abandonó la capital por un breve viajede boda. Durante su ausencia fueacusado de haber pertenecido a lamasonería, acusación gravísima en unaépoca en que centenares de masones, alos que se consideraba como los peoresenemigos de la «nueva España», habíansido ejecutados. A su regreso a Madrid,Merino fue destituido de su cargo ydesterrado a las Islas Baleares[685]. Asíterminó la carrera política de GerardoSalvador Merino. Al parecer, salvo elsecretario general del partido, nadie se

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atrevió a defender a un hombre que, alfin y al cabo, había aportado una valiosacontribución al Movimiento. Sudestitución fue recibida con alivio portodos aquéllos a quienes incomodaba supresencia, y significó, al propio tiempo,el fin del último intento de crear unsindicalismo independiente en la Españade Franco.

El único competidor de Merino enpretender asumir la representación de laclase trabajadora era José AntonioGirón, nombrado ministro del Trabajodos meses antes de la destitución deldirigente sindical. Por motivospersonales, los dos falangistas se tenían

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una antipatía mutua, y parece que Giróncontribuyó a la caída de su rival, a quienreemplazó como representante nominalde los trabajadores españoles, aunqueno fuese nombrado jefe de losSindicatos. En lo sucesivo, al frente deéstos se nombró a funcionarios delpartido, blandos y sin personalidad,incapaces de movilizar a las masastrabajadoras españolas. Las actividadessindicales pasaron bajo el estrictocontrol del Estado, sin que nadie seatreviera a protestar. El Ejército y laBanca eran demasiado poderosos.

El 9 de septiembre de 1939 elGobierno creó el Instituto de Estudios

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Políticos. Concebido como el «braintrust» de la FET, estaba destinado a laformación de los cuadros del partido yal estudio de toda clase de cuestionesideológicas y políticas. Sus seccionesprincipales eran: Constitución yAdministración del Estado, EconomíaNacional, Política Internacional yCuestiones Sociales y Cooperativas. Sudirector pasaba automáticamente a sermiembro de la Junta Política[686].

Su primer director fue AlfonsoGarcía Valdecasas, el más insignificantede los tres «fundadores» de laFalange[687]. Valdecasas habíarenunciado temporalmente a sus

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convicciones monárquicas de losúltimos tiempos de la República. Loesencial de su pensamiento políticoquedó reflejado en su discurso del teatrode la Comedia en 1933, en el que afirmóque España repudiaba tanto elmaterialismo capitalista de los EstadosUnidos como el materialismo comunistade la Unión Soviética.

Si el Instituto hubiese desempeñadorealmente la función que parecía haberlesido asignada, podía haberse convertidoen una organización importante. Pero, aligual que todos los demás organismosdel partido, llevó una vida lánguida, sinllegar a su pleno desarrollo. Franco

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había manifestado con suficienteclaridad que no deseaba que la Falangefuese el meollo ideológico de un Estadode partido único. El Instituto no debíaser otra cosa que un elemento decorativomás en la barroca fachada del Régimen,cosa que cumplió a las mil maravillas.

Diez años más tarde, bajo su tercerdirector —un socialista conversollamado Francisco Javier Conde—, elInstituto se convirtió en un centro dondese cultivaba un cierto «liberalismo»encubierto bajo apariencias fascistas, enel que se combatía al clericalismoreaccionario y se llegó incluso a invitara algunos socialistas extranjeros. Conde

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era un hombre prudente e ingenioso;había empezado por elaborar la primerajustificación ideológica del singular«caudillaje» de Franco, tratando deaplicar los sofismas sociológicos deMax Weber y del poder carismático aFranco, cuando, en realidad, este poderno tenía otro fundamento que la fuerza. Apesar de ello, la posición de Conde sehizo insostenible y tuvo que dimitir,después de lo cual el Instituto volvió aconvertirse en una especie de limbopolítico.

A partir de 1938, y en los añosposteriores, surgió toda una literaturapolítica destinada a justificar a

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posteriori el régimen franquista. Sumanifestación más espectacularconsistió en la publicación en 1938 dellibro de José Pemartín ¿Qué es lonuevo?, en el que se trataba dedemostrar, a través de trescientaspáginas de texto, acompañado degráficos, que iba a instaurarse en Españaun Estado sindicalista corporativomodelo. Pemartín afirmaba que elfascismo español sería una traducciónsegún fórmulas modernas deltradicionalismo[688]. Por su parte, laizquierda falangista no cesaba deproclamar que «el fascismo no era otracosa que la nacionalización de la

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doctrina de Marx[689]». Pero loscapitalistas españoles, confiando en la«prudencia» del Caudillo, no tomabanun serio estas declaraciones.

El principal teórico de los primerosarios del régimen de Franco fue elprofesor Juan Beneyto Pérez. En susobras El Partido (1939) y Genio yfigura del Movimiento (1940) expusolas ideas más depuradas sobre ladoctrina del «caudillaje».

La concepción del Caudillo es unasíntesis de la razón y de la necesidadideal. No es sólo fuerza, sino espíritu;constituye una nueva técnica y es laencarnación del alma y hasta de la

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fisonomía nacionales. Como técnica esconsecuencia natural y necesidadorgánica de un régimen unitario,jerárquico y total. Como encarnación esla exaltación de una mística. Viene a serun concepto nuevo por el que unhombre se constituye en rector de lacomunidad y personifica su espíritu,concepto que proviene directamente dela Revolución. Tiene una contexturatípica y plenamente revolucionaria,como la idea que la nutre.

En los regímenes totalitarios elPartido aparece exaltado en esa precisafunción de seleccionar al jefe. [En lapráctica resultó ser todo lo contrario.]

…Como minoría ha de recogercuanto haya de sano y robusto en la vidapolítica. Por eso la misma unificacióntiene una tarea selectiva, pues busca la

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homogeneidad incluso en la solvenciade los elementos.

…El Partido consigue así serdepositario de una fuerza que se renuevacontinuamente y sabe orientar en unsentido revolucionario cada nuevageneración. Gracias al concepto de laRevolución permanente, y merced alinstrumento del Partido, desaparecenlas luchas y todas las energías seconcentran en la tarea de lasafirmaciones nacionales[690].

Beneyto no vacilaba en proclamar elcarácter totalitario del régimen deFranco y su similitud con los demássistemas fascistas[691], pero más tarde(en estrecha relación con las vicisitudes

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de la segunda guerra mundial) aparecióuna tendencia contraria. A principios de1942, García Valdecasas escribía:

En los puntos originarios de Falangese define al Estado como «instrumentototalitario al servicio de la integridad dela Patria». Es, pues, expreso —deliberadamente— que es la nuestra unaconcepción instrumental del Estado.Todo instrumento se caracteriza por serun medio de algo, para una obra a la quecon él se sirve.

Ningún instrumento se justifica porsí. Vale en cuanto cumple el fin a queestá destinado. No es, por tanto, elEstado, para nosotros, fin en sí mismo,ni en sí puede encontrar sujustificación.

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…no debe el Estado perseguir finesni acometer tareas que no esténjustificadas en función de la integridadde la Patria; de lo contrario, su fuerza sedispersa y malgasta en cometidosimpropios; a más de que, al quererlosrealizar, se agrava aquel morbosoproceso de burocratización a que hemoshecho referencia.

…Para justificarse positivamente, elEstado habrá de actuar comoinstrumento para la consecución deulteriores valores morales.

…el pensamiento genuino españolse niega a reconocer en el Estado elsupremo valor. Éste es el sentido de laactitud polémica de todo elpensamiento clásico español contra larazón de Estado enunciada porMaquiavelo[692].

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Incluso se empezó a hablar conrelativa benevolencia del liberalismo,procurando distinguir al falangismo delas demás ideologías antiliberales. Así,en 1943, Javier Martínez de Bedoyacitaba estas palabras de RamiroLedesma:

Se está operando una transmutaciónmundial. Signos de ella son elbolchevismo, el fascismo italiano, elracismo socialista alemán y los otrosestilos y modos que hemos descrito enlas páginas anteriores. Son erupciones,iniciaciones, impregnadas ya de lo queha de venir, pero cosas nada definitivas,permanentes y conclusas. Y desdeluego, tanto el bolchevismo como el

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fascismo y el racismo, fenómenosnacionales y restringidos, sinenvergadura ni profundidad mundial.

Quizá la voz de España, la presenciade España, cuando se efectúe y logre deun modo pleno, dé a la realidadtransmutadora su sentido más perfectoy fértil, las formas que la clavengenialmente en las páginas de laHistoria Universal[693].

Esta preocupación por reconsiderary dar nueva expresión a la doctrina de laFalange alcanzó su culminación en ellibro de José Luis de Arrese El Estadototalitario en el pensamiento de JoséAntonio (1941). Arrese, que ocupabaentonces el cargo de secretario general

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del partido, afirmaba que José Antoniohabía insistido siempre en el conceptode España como «un destino en louniversal» enraizado en la historiaespañola y en la verdad teológica (sic).«No buscamos, por lo tanto, un Estadototalitario», afirmaba[694]. Esto no eraprecisamente lo que afirmaban losideólogos del partido unos años antes,pero a partir de 1943, semejante posturaera la que mejor convenía a los interesesdel régimen[695].

El Caudillo no necesitaba unarigurosa doctrina ideológica del Estado;le bastaba con una teoría general de losprincipios autoritarios. Su fórmula ideal

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era un sindicalismo conservador, unidoa un control directo del Estado enmateria económica, vinculadoespiritualmente al catolicismo y siempredispuesto a toda clase de compromisostácticos. Y, naturalmente, todo ellorespaldado por el Ejército.

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P

CAPITULO XVI

LA POLÍTICA DEL RÉGIMEN DURANTE LA

SEGUNDA GUERRA MUNDIAL

or desgracia para los quepretendían manejar el gobierno de

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España en 1939, Muñoz Grandes noservía para secretario general delpartido. Tal vez debido a su formaciónmilitar, Muñoz Grandes carecía de laductilidad necesaria para dirigirhábilmente un movimiento tanheterogéneo como la FET. Más que unsindicalista, era un nacionalista puro ydesde el principio se encontró incómodocon su nuevo cargo. Hombre íntegro yaustero, Muñoz Grandes no poseía grantalento como realizador y prontoempezaron a surgir protestas por todaspartes ante su gestión. La direcciónefectiva del partido seguía estando enmanos de Serrano, lo cual contribuía a

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aumentar la impresión de inutilidad quedaba Muñoz Grandes. Su presencia alfrente del partido provocaba constantesdisputas y dificultades; a finales de 1939resultó evidente que semejante situaciónno podía continuar.

El cese de Muñoz Grandes fuepublicado el 15 de marzo de 1940[696].No se le nombró sucesor y el partidoquedó bajo la dirección nominal delvicesecretario general, Pedro Gamerodel Castillo[697]. Éste era, en realidad,un monárquico católico, que esperabaconvertir el complejo y heterogéneoaglomerado de la nueva Falange en unmovimiento político fuerte, capaz de

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sostener eficazmente al nuevo Estadonacionalista y de orientar su futuraevolución. Con este propósito habíacontribuido a la unificación de lospartidos en 1937 y desde entonces habíaapoyado constantemente a SerranoSúñer. Para la reorganizaciónadministrativa que proyectabanecesitaba poder contar con los«camisas viejas», cuya presenciaconsideraba indispensable para la uniónefectiva del partido. Después de 1939,los que quedaban de la Falangeprimitiva estaban tan decaídos ydesconcertados que, en su inmensamayoría, no tenían el menor deseo de

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oponerse a la dirección oficial delnuevo partido, a pesar de la hostilidadque muchos de ellos sentían haciaGamero. A su vez, el vicesecretariogeneral tenía escasa simpatía por losveteranos de la Falange de procedencia«jonsista», a pesar de que habíadesempeñado un papel importante en laorganización de los nuevos Sindicatos,habiendo contribuido a la redacción dela Ley de Unidad Sindical.

La tarea de Gamero no resultó mássencilla que la de Muñoz Grandes, yaque el verdadero poder políticocontinuaba detentándolo Serrano Súñer,desde el Ministerio de la Gobernación.

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Dirigir un partido compuesto deelementos dispares, sin poder tomarmedidas verdaderamenterevolucionarias y teniendo que soportarlas constantes presiones de los distintosgrupos del régimen, constituía unapenosa labor. Como afirmaba Gameroen una ocasión:

…Se formulan a diario nuestrosmejores camaradas y tanta gente deEspaña (una pregunta básica). Lapregunta sobre el momento presente dela Falange; la pregunta sobre laproporción entre los problemasactuales de España y las posibilidadesdel partido. Porque la verdad es que laFalange ni rige todavía un Estado propio

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—que no está aún construido— nicombate ya a un Estado enemigo, quequedó derrumbado.

…A la Falange le ha tocado prestaren estos tiempos un peligroso serviciode eclipse parcial. Tiene que actuar enlas circunstancias más difíciles,disminuida por un grave sustraendo deheterogeneidad política que, a veces,reduce a cero el resultado visible[698].

Aun estando al frente del partido,Gamero siguió manteniendo estrechocontacto con los monárquicos. Al mismotiempo fue uno de los pocos miembrosdel Gobierno español que en 1940preconizaba una política favorable a losEstados Unidos, con la secreta

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esperanza de que los capitales privadosnorteamericanos pudieran interesarse enla reconstrucción de España. Despuésde llevar más de un año en el cargo dejefe virtual de la Falange, convencido dela imposibilidad de realizar ningunalabor útil en la política interior del país,presentó su dimisión en la primavera de1941.

El partido continuó su marcharenqueante. La Falange, tanto la oficialcomo la «no integrada», seguía divididaen múltiples grupitos: había los círculosde elementos «situados» dentro delRégimen en Madrid, los dirigentesprovinciales rutinarios y sin ambiciones,

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los «excombatientes» condenados a lainactividad (algunos de los cualesconspiraban, mientras otros vegetaban),las juntas clandestinas y grupos deresistencia de Ezquer y de otros, y laOrganización Sindical, poderosa enpotencia, dirigida por Salvador Merino.

A principios de 1941, lossupervivientes de la vieja guardia queseguían dentro de la Falange oficialempezaron a estar hartos del dominio deSerrano Súñer. La tortuosa políticainstaurada por éste cuatro años antes,mantenida constantemente gracias alcompromiso, la corrupción y elalejamiento sistemático de los mejores

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elementos había corroído el partidohasta la médula, reduciéndolo a ungigantesco aparato propagandístico, auna frondosa burocracia y a unoscuantos estudiantes sin madurez política.

En Madrid, los dirigentes de la ViejaGuardia continuaban reuniéndose entorno de Pilar Primo de Rivera, la eternajefa de la Sección Femenina. Acomienzos de 1941 decidieron presentarun ultimátum a Serrano Súñer,colocándole ante la disyuntiva de tomardirectamente el mando efectivo de la FET, reorganizando el partido yrestableciendo su influencia sobre elEstado, o bien de renunciar a la ficción

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pseudofalangista y entregarseplenamente a los grupos conservadoresy reaccionarios.

Como de costumbre, Serranoreaccionó con suma circunspección.Comprendía que las cosas de la FET nomarchaban como él había previsto. Envez de ser el gran partido nacionalista yconservador, fuerte y bien organizadosobre unas sólidas bases ideológicas,cuatro años de malabarismos políticosla habían convertido en una masaamorfa, ni carne ni pescado. Pero enaquellos momentos Serrano tenía otraspreocupaciones. Su ambición ilimitadale empujaba hacia otros horizontes.

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Cuando los alemanes ocuparon Francia,los asuntos exteriores pasaron a ocuparun lugar predominante sobre la políticainterior, y Serrano pensaba dedicar todasu atención a aquéllos.

El 16 de octubre de 1940 SerranoSúñer se había hecho cargo delMinisterio de Asuntos Exteriores. Estenuevo cargo absorbía la mayor parte desu tiempo y aumentaba suspreocupaciones políticas. Losmonárquicos seguían viendo en él elprincipal obstáculo a la restauración y elhombre fuerte de la dictadura. A ellovenía a unirse ahora un nuevo motivo dehostilidad: Serrano se proponía llevar a

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cabo una política germanófila, enoposición a la actitud anglófila de susantecesores monárquicos: Jordana yBeigbeder. Por debajo de lasapariencias superficiales, la neutralidadespañola suscitaba las más vivascontroversias. Después de la caída deFrancia, Serrano creyó que los aliadoshabían perdido la guerra en elcontinente. Convencido de que habíallegado la hora del triunfo del Eje,estaba dispuesto a firmar un acuerdo conAlemania. Por su parte, la alta burguesíaespañola en general y particularmentelos núcleos monárquicos erananglófilos. Aunque no conviene exagerar

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la amplitud y la intensidad de talessentimientos, el hecho es que contribuíana aumentar el malestar interno.

Puesto que se consideraba que habíasonado en Europa la hora del fascismo,parecía aconsejable acentuar el carácterfascista del Gobierno español. Serranopensó que tal vez fuera oportuno aceptarla primera solución de la alternativa quele proponían los de la Vieja Guardia:asumir el mando directo de la FET yconferir a ésta un papel decisivo en elEstado. Esta fórmula le permitiría crearun verdadero partido estatal del cualsería el jefe único. Sin embargo, cabíapreguntarse hasta qué punto el Caudillo

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querría o podría consentir que su cuñadoadquiriese un poder tan desmedido.Además, asumiendo la responsabilidadformal de adoptar una actitud claramentefavorable el Eje, quien comprometía suposición política era Serrano y noFranco. En la cumbre del poder, Serranose encontraba en una delicada situaciónque no le permitía retirarse ni continuarcomo hasta entonces.

El descontento latente de la Falangeacabó estallando en mayo de 1941. Lacrisis se precipitó el 5 de mayo, ante elnombramiento del coronel ValentínGalarza para sustituir a Serrano comoministro de la Gobernación. Galarza,

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uno de los antiguos dirigentes de la UME, era un intrigante que se había dedicadoúltimamente a deshacer lo poco quequedaba de las milicias falangistas. Estemilitar arribista, muy imbuido delespíritu de cuerpo, sentía una profundaaversión hacia la Falange. Sunombramiento provocó tal descontentoentre los «camisas viejas» que en pocosdías dimitieron diez jefes provincialesde las FET, entre los cuales se contaba elde Madrid, Miguel Primo de Rivera.

La reacción contra Galarza fueaumentando durante los días siguientesal de su nombramiento y alcanzó supunto culminante con la publicación en

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Arriba de un artículo sin firma titulado«El hombre y el currinche». Aunque nose le citaba, fácilmente se comprendíaque el currinche aludido no podía serotro que Galarza. Los militares pidieronla cabeza del falangista autor delartículo insultante (que se atribuía aDionisio Ridruejo), pero Antonio Tovar,como jefe de prensa de la Falange, tuvola elegancia de asumir laresponsabilidad de su publicación.

Para aplacar a los militares, Francodestituyó a Tovar y a Ridruejo, a pesarde ser los jóvenes protegidos deSerrano[699]. Éste protestó de que nisiquiera hubiese sido consultado para

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estas destituciones[700], que considerabacomo una manifestación de la peligrosatendencia a poner las riendas del poderen manos de un grupito de militarespolíticos, en detrimento del complejosistema falangista-conservador-cívico-militar que había conseguido montar acosta de tantos esfuerzos.

Firmemente convencido de quehabía que hacer algo para restablecer elequilibrio, Serrano quería a toda costaapaciguar a los falangistas, y se ha dichoque tomó la cosa tan a pecho que inclusollegó a presentar su dimisión alCaudillo.

Éste, sin embargo, había tomado sus

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precauciones para resolver la crisis. Sihabía considerado necesario respaldar alos militares en la cuestión delnombramiento de Galarza, no estabadispuesto a permitir que el Ejército seimpusiera a la Falange. Decidió, por lotanto, nombrar secretario general de FETa José Luis de Arrese, que había sidojefe provincial de Málaga.

Arrese era un arquitecto «camisavieja» y emparentado por su matrimoniocon la familia materna de José Antonio.Aunque había sido detenido durante la«purga» de 1937, luego se ganó laconfianza del Gobierno distinguiéndoseen Málaga como promotor de un plan de

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viviendas económicas paratrabajadores[701]. Al principio, Arresese había mostrado sinceramente opuestoa la política de compromiso y dedivisión de Franco. Éste conoció aArrese durante una recepción oficial, enel curso de uno de sus viajes, y quedófavorablemente impresionado por lasinceridad y modestia de Arrese y tratóde atraer al jefe provincial de Málaga asu causa. Enemigo personal de Galarza,Arrese era uno de los jefes provincialesque habían dimitido por suincompatibilidad con el nuevo ministrode la Gobernación.

Después de presentar su dimisión de

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jefe provincial de Málaga, Arrese saliópara Madrid, donde recibió lasorprendente noticia de sunombramiento de secretario general. Susdeseos de servir lealmente alMovimiento le impulsaban a aceptar elcargo, pero, no obstante, hizo observaral Caudillo que el nombramiento de unmiembro de la vieja guardia comosecretario general no era suficiente paraborrar la afrenta que el recientenombramiento de Galarza suponía parala Falange. Franco estaba dispuesto aampliar la base de su gabinete si conello lograba evitar una especie derevuelta falangista dentro del régimen.

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Serrano Súñer, Miguel Primo de Riveray otros dirigentes falangistas sereunieron en casa de Arrese paraestudiar un posible reajuste delgobierno. Sus propuestas fueronaceptadas y el 19 de mayo de 1941entraron en el gobierno otros dosfalangistas: José Antonio Girón,delegado de los excombatientes, fuenombrado ministro del Trabajo, yMiguel Primo de Rivera, ministro deAgricultura. Aún dentro de la España deFranco, esta última designaciónresultaba francamente ridícula. Por otraparte, los Servicios de Prensa yPropaganda fueron transferidos del

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Ministerio de la Gobernación a laVicesecretaría de Educación Popular de FET, recientemente creada. Girón yMiguel Primo de Rivera cogieron alvuelo la ocasión de ocupar una carteraministerial, efectuándose los cambioscon toda rapidez[702].

Serrano no podía dejar de felicitarsepor el resultado de la combinación, quevenía a restablecer el tan deseadoequilibrio, pero, al mismo tiempo, lanueva situación reducía su propiainfluencia en el seno de la Falange. Ladirección del partido pasaba a ser unjuguete en manos de Franco y no parecíaexistir la menor posibilidad de que, aun

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tomando un cariz netamenteconservador, la Falange pudiera llegar aconvertirse en la fuerza institucional porcuya creación tanto había luchadoSerrano. La última palanca que lequedaba a éste era su cargo depresidente de la Junta Política de FET yse dispuso aprovecharla al máximo.

Arrese era el primer interesado enque se definiesen con precisión lasatribuciones de las jerarquías delpartido. La falta de confianza quesiempre tuvo Franco en los anterioressecretarios de la Falange habíapermitido a Serrano ejercer un podercasi ilimitado. Para establecer la

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adecuada coordinación en la direccióndel partido, Arrese le propuso a Serranoque sugiriese una serie de propuestaspara aclarar sus respectivas funciones.Arrese creyó comprender que Serranoestaba de acuerdo en que el secretariogeneral asumiera la plenaresponsabilidad de todos losnombramientos y de la dirección internade la FET, reservándose al presidente dela Junta Política las cuestiones depolítica general y de orientaciónideológica del partido. En suconsecuencia, Arrese aprobó laspropuestas presentadas a Franco, quieninmediatamente las recogió en una ley.

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Cuál no sería la sorpresa de Arrese alver que el texto sometido por Serranoconfería al presidente de la JuntaPolítica tal poder de intervención entoda la política del partido que laautoridad e independencia del secretariogeneral quedaban prácticamentereducidas a la nada. Arrese se precipitóa informar a Franco de que había sidoengañado.

El sorprendido resultó entoncesFranco, pues estaba convencido de queArrese había aprobado las propuestasde Serrano. El Caudillo se encontrabaante un dilema. Si la actitudindependiente de su cuñado durante la

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crisis de mayo no había dejado deinquietarle, ahora empezaba a tenerserias dudas sobre su rectitud y sulealtad. La posición de Serrano se hacíacada vez más difícil de sostener, debidoal creciente número de enemigos que sehabía creado, dentro y fuera del partido.En cambio, Franco tenía confianza enArrese, que le parecía honesto y sincero.Por lo tanto, consideró que lo mejor eraanular los efectos de las medidaspropuestas por Serrano. Como no podíaderogar una ley que acababa depromulgar, autorizó a Arrese a efectuaruna serie de nombramientos que,teóricamente, eran de la competencia de

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Serrano[703].Los acontecimientos de 1941 y la

ascensión de Arrese mermaronsensiblemente el prestigio de Serrano.La estrella del «cuñadísimo» iba haciasu ocaso. Todavía siguió como ministrode Asuntos Exteriores durante un año,pero en 1941 acabó de perder todainfluencia en el seno de la FET. Enrealidad, nunca había sido tanindependiente y poderoso como muchosse imaginaban; Franco se había limitadoa utilizarlo como disolvente de losímpetus fascistas y revolucionariosnacidos al calor de la guerra civil.Ninguno de los objetivos que Serrano

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perseguía con la implantación de uncorporativismo católico o neofascismose realizó y al final acabó siguiendo eldestino habitualmente reservado a losfavoritos de las cortes y a los que sededican a la intriga política. Con razónpudo hacer a su amigo Ridruejo estaconfidencia: «Nunca podremos repararel mal que hemos hecho a España[704]».

Arrese era muy distinto de SerranoSúñer y se abstuvo de tomar ningunainiciativa política. Por el contrario, sulealtad incondicional le llevó a rechazarlos intentos de algunos dirigentessindicales de constituir un «falangismode izquierda» en torno suyo. Los

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elementos nombrados por SalvadorMerino creían que pese a la destituciónde su jefe podrían llevar adelante susplanes para crear un sindicalismodinámico y revolucionario, pero Arreseno quiso apoyarles por considerarloscomo unos «desviacionistas» enpotencia; por el contrario, puso enmanos de franco-falangistas seguros lospuestos clave de los sindicatos.

Para Arrese, la desunión del camponacionalista suponía poco menos que unsuicidio colectivo. Aunque eraadversario declarado del sistemacapitalista y partidario de profundasreformas económicas y sociales, sometía

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los objetivos del nacionalsindicalismo ala voluntad suprema del Caudillo.Consideraba que la capitanía ejercidapor éste durante la guerra civil leconfería un mandato histórico parapresidir los destinos de España en unfuturo inmediato. Además, las profundasconvicciones religiosas inclinaban aArrese hacia una política decompromiso y transacción. Persuadidode que únicamente la unión de lacristiandad salvaría a Europa delcomunismo, procuró eludir loselementos de violencia fascistacontenidos en la ideología falangista.

La confianza que el nuevo secretario

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general inspiraba al dictador se debía nosólo a su honestidad personal, sinotambién al hecho de que Arrese parecíaincapaz de organizar por su cuenta lamenor intriga política. Franco habíacalculado que las responsabilidades desu nuevo cargo obligarían a Arrese aidentificarse más con él, cosa en la queno se equivocó. Arrese se convirtió enun entusiasta partidario del Caudillo yen un fiel cumplidor de su políticaencaminada a atenuar el radicalismo y aacentuar el sentido religioso de laideología falangista. Arrese proclamóabiertamente que había que dar muestrasde moderación y de espíritu de

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compromiso si de verdad se queríarehacer a España, superar la lucha declases y permanecer al margen de laguerra mundial. Aun reconociendo queno todos los servicios de la Falangefuncionaban con la debida eficacia, pusoen guardia a los militantes contra lospeligros de la demagogia. Arrese nocesaba de repetir que la Falange eracatólica y que estaba estrechamenteunida al Ejército[705]. La misión delpartido consistía, según él, «primero, enespiritualizar la vida; segundo, en hacera España más española, y tercero, enimplantar la justicia social». Pero, almismo tiempo, advertía que «España, y

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óiganlo bien claro algunos que visten lacamisa azul, pero tapando la camisaroja, España no será nada si no escatólica[706]». Naturalmente, elfalangista tenía que ser mitad monje ymitad soldado: «Creemos en Dios, enEspaña y en Franco[707]».

Arrese reconoce que a partir delmomento en que asumió la dirección delpartido, la línea política y la propagandade la Falange abandonaron el acentoteórico relativamente «revolucionario»,aceptando más o menos explícitamentela conveniencia de una «evolución[708]».Aunque en sus discursos siguieraproclamando que «sin el fanatismo y la

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intolerancia nada puede hacerse», enrealidad su papel en la política españolade entonces se caracterizó por su granmoderación[709]. Puede decirse quedespués de la unificación establecidapor Serrano cinco años antes, el paso deArrese por la dirección del partido fueel mayor éxito de Franco en lamanipulación de la Falange.

El reajuste ministerial de 1941permitió ampliar la base del régimen,dándole una estructura definitiva. Condos nuevos puestos en el Consejo deministros, la Falange adquiría mayorinfluencia oficial que nunca, pero estainfluencia Franco la otorgaba a un

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partido sumiso a sus órdenes. Losfalangistas, al avenirse a colaborarplenamente en el nuevo Gobierno,sacrificaron definitivamente los últimosrestos de su independencia. Se acabarontambién todos los planes deconspiración contra el régimen. Los queno estuviesen conformes con esta últimafase de la «nueva España» no tenían otracosa que hacer que marcharse a su casa.

La evolución del papel de la Falangeen el Estado de Franco quedó plasmadaen el decreto de 28 de noviembre de1941, que suprimió los doce Serviciosnacionales establecidos en 1938 porSerrano. Éste había querido crear una

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organización en cierto modo paralela ycomplementaria a los distintos órganosministeriales, pero Franco decidiócambiar esta estructura. En su lugar, seestablecieron cuatro vicesecretarías: laVicesecretaría General del Movimiento,encargada de la organización yadministración del partido; la de ObrasSociales (sindicatos, excombatientes,etc.); la de Educación Popular (queasumía en la práctica, la dirección detoda propaganda oficial, incluso aescala nacional) y la de Secciones (de lacual dependían la Sección Femenina, lasJuventudes, etc.). Así pues, salvo en loreferente a los sindicatos y a la

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propaganda, la FET perdió todo contactocon la administración del Estado. Apartela dirección y encuadramiento delmundo del trabajo, su importanciapolítica quedó muy reducida y suinfluencia resultó prácticamente nula.Del centenar de miembros que en 1942componían el Consejo Nacional apenasunos cuarenta podían considerarse comofalangistas. Aproximadamente unaveintena de consejeros eran militares yhabía media docena de carlistas. Elresto lo constituía una mezcolanza dederechistas y de oportunistas de lapequeña burguesía[710].

La Falange había sido domesticada.

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Nadie pensaba ya en la revoluciónnacionalsindicalista. Nadie se oponía yaa las combinaciones de Franco. Comoafirmaba un falangista de izquierda,«esta Falange se refugia en lasredacciones. En realidad no sale de ahí.Perfectamente domesticada, grita,cuando se le ordena, contra la reaccióncapitalista o contra los rojostaimados[711]». Pero fue incapaz detomar la menor iniciativa.

Los espíritus más ardorosos delpartido pensaron poder compensar sufrustración y canalizar sus impulsosradicales enrolándose en la DivisiónAzul para combatir junto al Ejército

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alemán en el frente ruso. Losdesilusionados falangistas tendrían asíocasión de luchar nuevamente contra elbolchevismo ateo, hundiendo susbayonetas en pechos soviéticos. Notodos los componentes de la DivisiónAzul eran falangistas, pero una buenaparte de ellos eran jóvenes ardientes yfanáticos, como Dionisio Ridruejo yEnrique Sotomayor. Las bajas de laDivisión Azul en el frente ruso fueronmuy considerables y la flor y nata de losjóvenes que constituían la mejoresperanza de la Falange nuncaregresaron a España. Algunos de lossupervivientes renunciaron a abandonar

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la lucha, incluso después de la retiradade la División Azul, y formaron unaLegión Azul que siguió combatiendo enel frente del Este hasta el fin de laguerra. Los veteranos de la campaña quevolvieron a España en 1943 sepreguntaban si no habían cometido ungrave error, ya que se encontraron conuna situación interior mucho peor queantes. Arrese le declaró sin ambajes aRidruejo: «Yo soy un franquista»,manifestándole que el Caudillo era lafigura más lúcida de España, en lo cualno dejaba de tener cierta razón.

Sin embargo, en 1942 se produjo unacontecimiento importante para la

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historia del régimen. Todo empezó, de lamanera más inocente, con unamanifestación de carácter religioso enVizcaya. El 16 de agosto, los carlistasvascos tenían la costumbre de celebraruna peregrinación al santuario de laVirgen de Begoña, en Bilbao. Losveteranos carlistas, que en dicho díasolían dar libre curso a su exaltación, alsalir del templo empezaron a gritar«¡Viva el rey!», y a proferir algunosconceptos injuriosos para la Falange. Ungrupo de jóvenes falangistas que seencontraban en las puertas de la iglesiareaccionaron violentamente contra loque consideraban una manifestación

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reaccionaria y una «traición». Loscarlistas, enardecidos, replicaronlanzándose sobre el puñado defalangistas, entre los que se encontrabaun mutilado de la guerra. Para librar asus camaradas de una paliza o de algopeor, un falangista llamado Domínguezarrojó una bomba de mano (que poseíailegalmente) contra los carlistas,hiriendo a seis de ellos. Después, losfalangistas se dirigieron a la comisaríade policía para denunciar a los carlistas.

Pero las cosas se complicaron por lapresencia del ministro del Ejércitogeneral Várela entre los asistentes a lamisa de Begoña. Várela era un carlista

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reaccionario, enemigo acérrimo de laFalange. Los carlistas, a su vez, sehabían apresurado a formular unadenuncia contra los falangistas, y elCaudillo, que se encontraba devacaciones, habló por teléfono conVárela para pedirle información sobrelos hechos. Franco comprendió enseguida que el incidente de Begoñapodía tener graves repercusiones en elseno del régimen y le preguntóconcretamente a Várela si los falangistashabían atentado contra él personalmente.Várela reconoció que no, sino que setrataba de un incidente callejero entregrupos de jóvenes exaltados.

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Este incidente dio lugar a quecircularan profusamente las versionesmás contradictorias del mismo. Unmanifiesto falangista, fechado el 18 deagosto de 1942 y firmado por eldelegado de deportes del SEU, acusabaa los carlistas de haber cantado estacanción:

Tres cosas hay en Españaque no aprueba mi conciencia:El Subsidio, la Falangey el cuñado de su Excelencia.

También se denunciaba en elmanifiesto el hecho de que muchosexseparatistas vascos se hacían pasar

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por carlistas, lo cual era, al parecer,cierto.

Los carlistas, por su parte, hicieroncircular unas hojas tituladas «Loscrímenes de la Falange en Begoña. Unrégimen al descubierto». En ellasacusaban a la Falange de Vizcaya dehaber provocado el incidente yorganizado el atentado contra Várela, einvitaban a sus seguidores a «hacerfrente decididamente a esta situacióninsostenible, al igual que se hizo con laRepública en 1936[712]».

Tanto los dirigentes carlistas comolos jefes militares exigían el castigo delos culpables, y los falangistas

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responsables del incidente fueronsometidos a un consejo de guerrasumarísimo. Domínguez fue condenado amuerte; tenía malos antecedentes porquedurante la guerra se había pasado alenemigo y fue condenado a muerte poreste hecho, aunque a última hora se leconcedió la gracia de la vida. Arrese,temiendo las repercusiones de suejecución, hizo cuanto pudo para que sele conmutase la sentencia de muerte,pero dados los antecedentes penales deDomínguez, fue imposible aplicarle unanueva medida de clemencia. Loscarlistas y algunos militares no se dieronpor satisfechos. Los tradicionalistas

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estaban descontentos por su escasainfluencia en el partido y diez jefescarlistas dimitieron de sus cargos en la FET. El general Várela, que podíaconsiderarse como el carlista másimportante, identificaba sutradicionalismo con la Iglesia y con elEjército, pero no con ningún partidopolítico. Anglófilo y antifascista,consideró que había llegado el momentode dar el golpe de gracia a los últimosrestos del falangismo. No contentos conla muerte de Domínguez, Várela yGalarza enviaron mensajes a todos loscapitanes generales de España pidiendoque respondieran adecuadamente a las

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insolencias de los falangistas, que sehabían atrevido a atacar «al Ejército» enBegoña[713].

Pero con estos manejos losantifalangistas rebasaron la medida.Galarza y Várela habían enviado sucircular sin conocimiento dé Franco, locual constituía poco menos que unainsubordinación; sin querer, habían dadoun arma a sus adversarios falangistas.Franco consideró la actitud de Várelacomo un gesto provocador gratuito ycasi subversivo; además, no podíatolerar que los miembros de su gobiernotomasen iniciativas semejantes por supropia cuenta. En vez de adoptar

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medidas contra la Falange, Franco seveía obligado a prescindir de Várela yGalarza.

A principios del mes de septiembrede 1942 Várela fue sustituido comoministro del Ejército por el generalAsensio, que pasaba por ser uno de los«generales falangistas». Galarza tuvoque ceder la cartera de Gobernación aBlas Pérez González, antiguo protegidode Serrano Súñer y de Gamero delCastillo. Pérez era un franquista quetenía ciertas simpatías por la Falange.

De rechazo, estos cambiosministeriales determinaron la salida deSerrano, a pesar de que, como ministro

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de Asuntos Exteriores, no había tenidoninguna intervención en los hechos quelos habían provocado. Franco habíadecidido prescindir de él desde la crisisde 1941. Para el Caudillo, Serrano nosólo no era ya indispensable, sino que sehabía convertido en un estorbo. Serranoseguía siendo considerado como el«ministro del Eje», pero la situacióngeopolítica ya no resultaba tan favorablea las potencias fascistas como antes. Elresultado de la ofensiva alemana en elÉste parecía dudoso y se considerabainminente la apertura de un segundofrente angloamericano en Francia o en elMediterráneo. Al prescindir del

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anglófilo Várela, Franco no podíaconservar al anglófobo Serrano. Lasconveniencias personales y diplomáticasde Franco coincidían con lasnecesidades de la política interior.

En conjunto, los dirigentesfalangistas se consideraban satisfechoscon la eliminación a la vez de Várela yde Serrano. Y para acabar de arreglarlas cosas, Manuel Valdés fabricó unfalso informe del SEU en el que sedenunciaba a Domínguez como un agentebritánico.

Algunos de los «camisas viejas»más idealistas que habían permanecidocontra viento y marea en las filas del

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partido, asqueados ante la hipocresíaque suponía esta última claudicación,optaron por abandonar definitivamentetoda actividad política. Arriba seguíadenunciando de vez en cuando a loselementos liberales e izquierdistasinfiltrados en el partido, pero reconocíaque «en el fondo, todos somosespañoles». Superada la «edad dehierro» de la España franquista, parecíallegada la hora de la «tolerancia[714]».

En realidad, la FET se habíamantenido como partido político sólopor imperativos de la moda fascista yante la necesidad de contar con unaideología estatal y con un instrumento

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político para aplicarla. Pero, a mediaque, a partir de 1943, la moda fuepasando, hubo que modificar elinstrumento. El partido, cuyaimportancia se vio considerablementereducida en 1939-1940, desapareciócasi totalmente en 1943,transformándose en una simpleburocracia para uso doméstico. Sisobrevivió, artificialmente y másaislado que nunca, a lo largo de losaños, como el propio régimen, fueporque sus enemigos nunca llegaron aponerse de acuerdo sobre la manera dedestruirlo o de reemplazarlo. En lapolítica española seguía imperando la

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misma confusión existente desde 1936.Franco continuaba empleando a la

FET como una bandera levantada contrala restauración de la Monarquía, quehubiese significado el fin de su régimen.En 1943, cuando Italia, derrotada,abandonó la lucha y los ejércitosalemanes sufrían los más gravesreveses, los monárquicos reanudaron suspresiones para un cambio de régimen.Varias personalidades monárquicas,entre las que figuraban algunosconsejeros nacionales de la Falange,firmaron un escrito dirigido al Caudillopidiéndole que diera paso a larestauración de la monarquía borbónica,

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alegando que era el único medio deevitar una intervención de los aliados enEspaña favorable al retorno de lasizquierdas. Franco se enfureció ante estegesto y destituyó a los seis consejerosnacionales firmantes, entre ellos aGamero del Castillo y GarcíaValdecasas. Sin embargó, las presionesde los monárquicos siguieronacentuándose.

Pero esta vez, Franco no tuvosiquiera que intervenir para continuar sujuego de división política, enfrentando aunos peones con otros. Los carlistas sehabían dividido en tres o cuatro ramasdespués de la extinción de su dinastía,

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pero estaban decididos a oponerse portodos los medios al retorno de los«usurpadores», aún con el riesgo deprovocar una intervención extranjera.Cuando en 1943 la presión monárquicallegó a su punto culminante, un tenientecarlista partidario de uno de lospretendientes, don Carlos (descendientepor línea femenina del primerpretendiente, Carlos VII), presentó unasolución alternativa a los dirigentesfalangistas, proponiéndoles una ampliaoperación conjunta en favor de donCarlos, para dividir a los monárquicosespañoles. Con ello se privaría alcandidato oficial de los Borbones, don

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Juan, del apoyo cuasi-unánime quenecesitaba para imponerse al régimen.

Esta propuesta —que ya habíaefectuado por su cuenta, en marzo de1943, un abogado carlista de Valencia—fue aceptada con gran entusiasmo. Así,el gobierno, a través de la Falangeantimonárquica, pudo apoyar y financiaruna campaña carlista «clandestina» enfavor de don Carlos. Al cabo de tres ocuatro meses, una gran parte de laburguesía española empezaba a tener susdudas acerca de la legitimidad cuyaexclusiva reivindicaba don Juan. Losplanes de los monárquicos «ortodoxos»se vieron así frustrados por algún

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tiempo y el régimen logró conjurar elpeligro que le amenazaba.

Gracias a las divisiones de susadversarios, el hábil maniobrero deFrancisco Franco logró asegurar lacontinuidad de su Estadopseudofalangista. Y como afirmabaquince años más tarde el promotor delplan estratégico de 1943:

Si cien veces nos viéramos enaquella misma oportunidad, cien vecesharíamos lo mismo, pues es preferiblecien años de gobierno de Franco, contoda la corrupción de su administración,que un año de gobierno de don Juan, quesería el puente para el comunismo amuy corto plazo[715].

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La debilidad y la hostilidad mutuade sus enemigos constituían elfundamento esencial de la fuerza deFranco.

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C

CAPITULO 17

EPILOGO. ELPRINCIPIO DEL FIN

uando en 1942-1943 el curso dela guerra mundial inició su giro

decisivo, el régimen empezó a hacerverdaderos esfuerzos para borrar todaafinidad con comprometedoras

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ideologías extranjeras. Ya no se hablabaen España de apoyar al fascismointernacional y, en lo sucesivo, sejustificaba la oposición del régimen a laRusia soviética por la necesidad dedefender la «civilización cristiana»contra el «comunismo asiático».Aprovechando un viaje de Arrese aAlemania, en enero de 1943, Hitler hizoun último esfuerzo por arrastrar aEspaña a la guerra. Las profundasconvicciones católicas de Arrese hacíande él el más seguro emisario de Francoen semejante ocasión; sus escasassimpatías por el radicalismo fascista leimpedían apoyar la creación de un

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nuevo frente exterior pronazi. Arresereplicó a las presiones alemanasafirmando que si España estabadispuesta a contribuir a la lucha contrael comunismo, dicha lucha debía basarsesobre los principios del cristianismooccidental, y por tanto no podía implicarhostilidad alguna hacia los paísesanglosajones. Además no parecía lógicotener como aliado al Japón asiático ypagano, que trataba de destruir toda laobra de la civilización cristiana en elExtremo Oriente. Para que Españapudiera entrar en la guerra mundial,afirmaba Arrese, era necesario revisarcompletamente el sistema de alianzas.

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Todo lo que España podía ofrecer eraaumentar su contribución a la lucha en elfrente ruso, después de que Hitlerhubiese firmado una paz separada conlas potencias occidentales; por otraparte, no tenía sentido mantener en Rusiauna División Azul si al mismo tiempo nose enviaba otra a las Filipinas paradefenderlas de la agresión japonesa[716].En 1943 tal vez Hitler ya no se mostrasetan contrario como antes a la idea de unapaz separada con el Oeste, pero sunihilismo revolucionario le habíaarrastrado demasiado lejos para podervolverse atrás. En estas circunstanciasel régimen español empezó a tomar sus

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distancias respecto del régimenhitleriano.

Durante el último año de la guerra,el régimen de Franco hizo los máximosesfuerzos para desprenderse de todovestigio aparente de fascismo.Naturalmente, la Falange tuvo que sersacrificada en esta operación[717]. En elnuevo gobierno, cuya constitución sehizo pública el 20 de julio de 1945, sóloaparecían dos falangistas. El generalAsensio (uno de los «generalesfalangistas») fue sustituido por unmilitar conservador ortodoxo. Arresefue destituido de su puesto de ministrosecretario general del «Movimiento»

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(como se denominaría en lo sucesivo alpartido), cargo que quedó vacante, comopara poner de relieve la insignificanciadel papel de la FET en la nuevaorientación política.

En un discurso público, el Caudillodeclaró que la Falange no era unverdadero partido estatal, sino un«instrumento al servicio de la unidadnacional». La propaganda del partidoenmudeció bruscamente. Ya no sehablaba más del inevitable hundimientode las democracias occidentales, ni dela superioridad absoluta de las virtudescastrenses o de la violenciainstitucionalizada. El 27 de julio, la

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Vicesecretaría de Educación Popular,que asumía el control de la propaganda,fue desgajada de la estructura orgánicadel partido y traspasada al Ministerio deEducación Nacional. A medida quepasaban los meses, iban desapareciendovestigios exteriores del fascismo. Undecreto del 11 de septiembre de 1945derogó la ley de 1937 por la que sehabía impuesto el uso obligatorio delsaludo fascista para toda la nación[718].

La influencia de la Falange —másteórica que real— disminuía a medidaque el régimen iba levantando poco apoco su nueva fachada liberal. El propioArrese había contribuido a la

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elaboración del decreto de julio de 1942por el que se establecía un simulacro decámara representativa bajo forma de lastradicionales Cortes Españolas,compuestas de miembros designados deoficio o elegidos indirectamente por unprocedimiento corporativo. En 1943 secelebraron las primeras elecciones deenlaces sindicales en las empresas. Estaserie de medidas, encaminadas acamuflar la dictadura bajo apariencias«democráticas», fueron completadas en1945 por una nueva ley convocandoelecciones municipales. Los electoresúnicamente podían votar a loscandidatos oficiales. Un tercio de los

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concejales serían elegidos por loscabezas de familia y otro tercio por losmiembros de los sindicatos locales; loscandidatos así elegidos procederían, asu vez, a elegir el tercio restante entrelos nombres que figurarían en una listaaprobada por el gobierno. Todos lospuestos de importancia seguirían siendocubiertos por designación directa desdearriba. El 17 de julio de 1945 elCaudillo anunció repentinamente lapromulgación del Fuero de losEspañoles, por el que se pretendíaestablecer una serie de garantías paralos ciudadanos; en realidad se trataba deuna declaración de principios sin

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traducción en la práctica. Las«garantías» quedaban desvirtuadas porel artículo 33, que estipulaba que «elejercicio de los derechos que sereconocen en este Fuero no podráatentar a la unidad espiritual, nacional ysocial de España[719]». El 22 de octubrede 1945, Franco, sintiéndose cada vezmás acosado, promulgó una leyestableciendo que, en lo sucesivo, lasgrandes cuestiones de interés nacionalserían sometidas a referéndum popular,aunque, naturalmente, el Caudillo sereservaba el decidir cuándo había queapelar al pueblo.

Ninguna de estas disposiciones

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legales impresionó a las democraciasoccidentales; por el contrario,decidieron retirar a sus representantesdiplomáticos en Madrid. La amistad deFranco con el nacionalsocialismo entiempos de guerra convirtió a España enla nación paria de Europa y su régimenfue excluido del mundo occidental.

Pero con Franco este tratamiento nosurtió ningún efecto. Los seis años deaislamiento internacional posteriores ala segunda guerra mundial contribuyeronmás a consolidar la dictadura que losseis años anteriores de terror policíaco.Ante un mundo hostil, muchos españolesmoderados, que probablemente hubiesen

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constituido una eficaz oposición interior,no tuvieron otra elección que identificarsu suerte con la del régimen.

Aunque las reformas «liberales» noeran más que puras concesiones «defachada» para aplacar las críticasexteriores e interiores, lo cierto es quela intensidad de la represión políticaempezó a decrecer, debido en parte aque la resistencia interna contra elrégimen, cuya actividad no había cesadodesde el fin de la guerra civil, comenzóa desmoronarse. La izquierda españolase había hecho la ilusión de que elhundimiento de las potencias fascistasen Europa supondría también el fin del

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régimen de Franco. Al ver que lasdemocracias occidentales no hacíannada para derribar a Franco, losizquierdistas que se mantenían en laclandestinidad empezaron a perder todaesperanza y muchos abandonaron laresistencia. Siete años de intensapráctica habían proporcionado a lapolicía española una notable eficacia.Al principio su organización había sidobastante deficiente, aunque su falta deexperiencia profesional fueseampliamente compensada por el empleode métodos de una ferocidad primitiva.Pero en 1946 estaba en condiciones deluchar eficazmente contra las

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organizaciones clandestinasizquierdistas; una serie de detencionesen masa acabaron desmantelando losúltimos grupos de la resistenciaorganizada, que dejó de existir,prácticamente, en 1947.

El índice de las ejecuciones bajótambién proporcionalmente. Como habíaafirmado en 1938 el jefe local de laFalange de Sevilla, Manuel Halcón,«nuestros principios cristianos no nospermiten matar a todos nuestrosenemigos[720]». Resulta imposibledeterminar con exactitud el número depresos políticos ejecutados durante losprimeros cinco o seis años posteriores a

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la guerra civil, pero la cifra se elevaríaa varias decenas de miles. En 1944 unfuncionario del Ministerio de Justicia leentregó a un corresponsal de laAssociated Press una hoja de papel en laque figuraba el número de presospolíticos que se suponía habían sidoejecutados desde el fin de la guerra: 192 684. Esta cifra constituye unaenorme exageración, pero da una idea dela magnitud de la represión[721].

De 1946 a 1950 el régimen deFranco volvió replegado sobre símismo. La oposición interior semostraba impotente, mientras laspotencias extranjeras mantenían a

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España totalmente marginada. Lasangrienta represión de 1945-1946 y lasdivisiones internas características de lapolítica española habían anonadadotemporalmente a las izquierdas. Elrégimen podía permitirse un ligerorespiro.

A mediados de 1945, la únicapreocupación de Franco respecto a laFalange era que se mantuviese quieta.Había logrado establecer un laboriosoequilibrio en la política interior a fuerzade conceder poder económico a losBancos; el control de los asuntosmilitares (con generosa tolerancia parahacer «negocios») al Ejército; la

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dirección de la vida espiritual y de granparte de la educación a la IglesiaCatólica; ciertos subsidios a losmonárquicos; la política exterior a laAcción Católica; honores y elogios a loscarlistas; una relativa seguridad a lasclases medias; retórica (por lo menoshasta 1945) y cargos oficiales a los delpartido; estabilidad en el empleo ybuenas promesas a los trabajadores. Setrataba de una estabilidad mantenida amuy bajo nivel, pero que le permitía alrégimen ir tirando. El país se hallabasumido en la más profunda inercia.

El partido había cumplido el papelque se le había asignado, sirviendo de

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pantalla y de instrumento de ladictadura. Ahora se había convertido enuna burocracia petrificada, sin contarapenas con militares activos. La mayoríade los veteranos cuyos nombresfiguraban en los ficheros de la «viejaguardia» no acudían a los actos oficialesdel partido y habían perdido todo interéspor el mismo.

La organización de la FET había sidoconfiada al vicesecretario general delpartido Rodrigo, Vivar Téllez. Teníaéste reputación de ser hombre deirreprochable caballerosidad, dehonradez, de tacto y de alteza de miras,a falta de una brillante inteligencia.

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Había sido juez en Málaga y llegó a lasesferas directivas del partido arrastradopor Arrese. Franco no le tenía granaprecio personal, debido a su franqueza,pero estaba seguro de su lealtad. VivarTéllez no era falangista y no veía lanecesidad de seguir prestándose aaquella farsa. La FET era ya cosamuerta; un partido minado por lacorrupción y por las intrigas y pequeñasrencillas burocráticas, que ya norepresentaba nada en España. Elfascismo había desaparecido de Europay la persistencia del partido único nohacía más que perjudicar al régimen antelas democracias victoriosas. El

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vicesecretario general, con muy buensentido, sugirió que lo lógico seríadisolver el partido, ya que la Falange noera más que un fósil, digno a lo sumo defigurar en los museos.

Franco rechazó la idea, porque ladesaparición de la Falange hubieraalterado el equilibrio del sistemaestablecido por él. ¿Cómo podríamantenerse el «espíritu de la Cruzada»si faltaba el instrumento de«coordinación nacional» que era laFalange? El propio régimen quedaríadesnudo y desamparado sin el apoyo delaparato oficial y la fachada política delpartido único. La Falange era todavía un

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peón demasiado útil para que Franco sedecidiera a prescindir de ella. Y sudebilidad la hacía aún más manejable.

A partir de 1945 los falangistasempezaron a sentirse en manifiestainferioridad respecto de los demásgrupos nacionalistas. Los elementosconservadores y los católicosmanifestaban una creciente hostilidadhacia los que consideraban como unosfanáticos totalitarios, cuando no unoscriptocomunistas. La insistencia de laFalange sobre la necesidad de reformaseconómicas y de reducir las diferenciasentre las clases sociales chocaba con elrígido conservadurismo de las derechas

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dominantes, llenas de recelo hacia laclase trabajadora. Como observaba unantiguo falangista, «desde quecomenzaron a funcionar las Cortesresultó curioso observar cómo losmenos dispuestos al diálogo, los másabsolutistas, eran precisamente deprocedencia no falangista[722]». ComoFranco había hecho tentadoras ofertas alos falangistas para apartarlos de todaactividad política, al mismo tiempo quedesbarató cualquier intentó políticoserio, «más de uno se sintió con las alascortadas y se refugió en la vidaprofesional, no lógicamente, sinodesalentados porque las cosas no

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siguieron el camino que anhelaban[723]».En los años posteriores a la guerramundial, la actividad de la Falange seredujo casi exclusivamente al campo dela retórica política.

Los miembros de la «vieja guardia»que aún continuaban en la política activatenían la esperanza de que con el tiempomejorarían las condiciones económicode España y entonces podríanacometerse las reformas de estructuranecesarias para realizar el programa delpartido. De todos los «camisas viejas»,José Luis de Arrese era el que se sentíamás próximo a Franco y confiabatodavía en que el Caudillo realizaría

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algún día el programanacionalsindicalista. Aunque elfalangismo de Arrese era un franco-falangismo que no tenía nada que vercon el radicalismo nihilista de RamiroLedesma, ni con el voluntarismohumanista de José Antonio. De losfundadores de la Falange el único quehubiera podido adoptar una orientaciónsimilar a la de Arrese acaso habría sidoOnésimo Redondo. Arrese proclamabasu fidelidad a los ideales de JoséAntonio, pero en su actuación prácticaparecía perseguir unos ideales distintos.

Como lo reconocía públicamenteArrese, el curso de la guerra civil, en la

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que se impuso indiscutiblemente laautoridad de Franco, agrupando en tornosuyo a todas las fuerzas nacionalistas,originó una situación política totalmentenueva. Si el partido no podía realizar yalas ambiciones iníciales de la Falange,por lo menos había creado un cuerpo dedoctrina y un programa social capacesde trazar el camino a seguir por elEstado y la sociedad española durantelos próximos decenios.

Arrese solía evocar la posibilidadde una evolución del régimen queorientase en un sentido más social laestructura económica del país y quehiciese que las Cortes fueran más

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representativas. Seguía mostrando suhostilidad hacia las derechas y en 1947escribía que «en España, la mayorenemiga que ha tenido el falangismo havenido siempre del hombre dederechas[724]». Con su retóricainofensiva, Arrese condenaba alcapitalismo, considerándolo como elmayor pecado de los tiempos modernos,al propio tiempo que insistía en lanecesidad absoluta de eliminar la usura.Arrese prestó su nombre a varios libros,escritos —en parte— por otros teóricosfalangistas y en los que se exponíanplanes abstractos para superardefinitivamente la lucha de clases.

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Hacia 1950, Arrese y sus colaboradorestrataron de reactualizar la vieja doctrinade la Falange de que el trabajo no erauna simple cuestión de interés material,sino la manifestación humana de unproceso social, del proceso orgánico dela producción. En la propaganda delpartido se afirmaba que todos loscomponentes del sistema productivodebían tener un interés común en sutrabajo, que debía ser regido sobre unabase cooperativa, distribuyéndoseequitativamente los beneficios entre losempresarios y los trabajadores. Arresese mostraba partidario de latransformación del sistema sindical en

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una vasta red de cooperativas, mediantela cual quedaría abolido el capitalismoprivado[725].

Pero todo esto no era más quepalabras al viento frente a una realidaden la que se había impuesto el triunforeaccionario del capitalismo español,triunfo que, evidentemente, Franco noestaba dispuesto a impedir.

Por mucha importancia que dieraArrese a las profundas transformacioneseconómicas, él mismo reconocía queconsideraba mucho más importante elsalvaguardar la unidad de España y los«principios cristianos». La lucha declases y la explotación económica eran,

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ciertamente, las causas primordiales dela desintegración de la sociedadmoderna, pero lo más urgente era hacerfrente al nuevo Anticristo: el comunismoateo. Esta lucha era el eje de la políticamoderna; todos los demás factoressecundarios debían subordinarse a laresistencia común frente al granEnemigo. La única defensa segura enesta lucha consistía en agruparse detrásde la Iglesia Católica, y únicamentegracias a la dirección del Caudillo y alos principios políticos del Movimientopodría evitarse el terrible peligro de larevolución.

Con semejante actitud se hacía el

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juego a los partidarios de la dictaduramilitar apoyada por los núcleosfinancieros. Con el silogismo simplistade Arrese (libertad política = desunión= rebelión = anticlericalismo =comunismo = Anticristo) se hacíaimposible toda actitud independiente deoposición a la dictadura. Realmente el«franco-falangismo» de Arrese no teníanada que ver con el fascismo. Podíaresumirse en un mero autoritarismomilitar, apoyado por un lado en elcatolicismo y por el otro en un sistemaestatal. Carecía del carácter dinámico,agresivo y radical del fascismoprimitivo, y cuando Arrese se refería a

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éste, lo hacía con mucha reticencia:

El fascismo no es una fórmulacompleta […] Acierta en cuanto buscauna salida al dilema capitalismo-comunismo; pero se equivoca en cuantoque no se decide a abandonar del todo lapostura materialista, único modo delograr la evasión apetecida; más aún, siel fascismo no hubiera sido acalladopor el estruendo de los cañones, hubierallegado a fracasar; mejor dicho, hubierallegado a fracasar en su misión final dealumbrar una nueva era[726].

El fascismo era demasiadomaterialista, radical y nihilista, y no eracatólico. Por esto había resultado

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incapaz de salvar a Europa delcomunismo y de preparar los caminosdel porvenir.

Durante todos estos años, la Falangeno tuvo otra misión que la de tener enjaque a los monárquicos. Esta funciónadquirió todavía mayor importanciacuando Franco, para apaciguar a lasderechas ortodoxas, estableció unasnormas legales para la sucesión delrégimen. El 6 de julio de 1947 sesometió al referéndum del puebloespañol la Ley de Sucesión, por la quese reconocía al general FranciscoFranco como Caudillo y Jefe del EstadoEspañol. En otros artículos se estipulaba

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que «vacante la Jefatura del Estado,asumirá sus poderes un Consejo deRegencia, el cual se hará cargo delgobierno de la nación para preparar larestauración de la Monarquía».Entretanto, un Consejo del Reino,nombrado por el Caudillo, le asistirápara tomar las medidas que estimeoportunas con vistas a la eventualtransición[727].

Como era de suponer, el referéndumfue un éxito y el gobierno del Caudillose convirtió en una especie deprorregencia. La «vieja guardia»falangista, que era violentamenteantimonárquica, protestó contra esta

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serie de disposiciones para larestauración, pero nadie le hizo el menorcaso. En 1947, los falangistas de la«vieja guardia» eran el hazmerreír detoda España.

No obstante, al año siguienteganaron algunos puntos después de lainfructuosa entrevista celebrada entre elCaudillo y el pretendiente, don Juan, enPortugal. Don Juan hizo saber que nopodía considerar a la Monarquíarestaurada como una mera prolongaciónlegal del régimen de Franco, y añadióque no podía aceptar la existencia delactual partido único estatal ni susVeintiséis Puntos. Esto vino a

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ensombrecer de nuevo el horizontepolítico español, impulsando alCaudillo a reanimar un poco a lamoribunda Falange.

En 1948 Raimundo FernándezCuesta volvió a ocupar su cartera deministro-secretario general delMovimiento, que había permanecidovacante durante tres años. El breveperíodo de actividad a que dieron lugarlos esfuerzos para devolver al partidouna parte de su vitalidad no sirvió másque para obligar a ceder a losmonárquicos. Aunque se hubiesedeseado sinceramente hacerlo, era yademasiado tarde para infundir nueva

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vida al partido.El aislamiento de España terminó en

1950, en los momentos culminantes de la«guerra fría» contra el comunismo. Elnombramiento de un embajadornorteamericano en Madrid fue la señalpara que, una tras otra, las potenciasoccidentales reconociesen nuevamenteal régimen franquista. El deseo deincluirlo en una vasta alianzaanticomunista, aunque fuese moralmentecondenable, era cosa natural.

La situación económica de Españaen 1950 no era muy distinta de la de1936. Ante la falta de ayuda extranjera,habían sido necesarios más de diez años

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para levantar al país de las ruinas de laguerra civil; las privaciones y elaislamiento provocados por el largoconflicto internacional habían retrasadoel proceso de su recuperación. El nivelde vida no había aumentado mucho y enalgunas regiones incluso habíaexperimentado un descenso. Losrecursos económicos de la naciónestaban en manos de un sistemacapitalista temperado por el controleconómico del Estado. En general, todaslas materias primas, las licencias deimportación, las divisas extranjeras, elcomercio exterior, ciertos aspectos delcrédito y otros muchos capítulos de la

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producción nacional estaban controladospor el gobierno con arreglo a lasdisposiciones de orden económico y lasnormas sindicales establecidas en 1940-1941. No obstante, las actividadesfinancieras apenas se veían afectadaspor esta serie de restricciones. Losbancos tenían las manos libres paraactuar y, en la práctica, contaban con elapoyo de los ministros del gobierno.

La derrota de las izquierdas, ladesaparición de los idealistas de laderecha, el largo período de «mercadonegro» en las operaciones comerciales yla profunda transformación impuesta porla guerra civil, junto con la complejidad

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de la coyuntura económica mundial, enplena mitad del siglo XX, todo ellocontribuyó a favorecer el desarrollo delcapitalismo español. En 1950 Españaestaba en pleno florecimientocapitalista. El margen de beneficios delos grupos económicos era elevadísimoy las empresas aumentabanconstantemente su capital social.

En esta época las inversiones decapitales alcanzaron considerablesproporciones. España vivió el períodode expansión industrial más brillante desu historia, desde los felices tiempos de 1914-1918. Según el informe anual delBanco Central para 1959, entre 1951 y

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1958 los índices de la producciónindustrial aumentaron aproximadamenteen un cien por cien. Este desarrollo fueposible gracias a una implacablepolítica de precios y de salarios,impuesta por los grandes gruposindustriales y financieros que, en lapráctica, controlaban toda la economía.Además, el grupo de industriasnacionales del INI —la obra preferidadel régimen— volcaba millones y másmillones de pesetas en una serie deempresas estatales y de planeseconómicos del gobierno. Lasinversiones se efectuaban a un ritmo talque pronto rebasaron la capacidad

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productiva real de toda la economíanacional.

A pesar de la competencia existenteen el mundo de los negocios, los preciosse mantenían elevados para asegurar unalto nivel de beneficios a las empresascapitalistas. Los precios de costeresultaban excesivos, porque Españacarecía de industrias secundarias, deingenieros y de obreros especializadosen número suficiente para desarrollar unprograma de rápida expansiónindustrial. Todo el sistema dependía delas importaciones, mientras el gobiernose obstinaba en proseguir un planeconómico absolutamente irracional. La

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ayuda económica norteamericana, quealcanzó importantes proporciones en1953, consiguió estabilizarmomentáneamente la situación, pero, ala larga, contribuyó a agravarla alestimular al mundo de los negocios aefectuar arriesgadas inversiones. Laconsecuencia natural de todo ello fue unpavoroso proceso de inflación, quealcanzó proporciones alarmantes a partirde 1955.

En cuanto al partido, el único focovivo de idealismo lo constituían lasllamadas Falanges Universitarias osección estudiantil del Movimiento.Salvo en los primeros años de la

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posguerra, estos jóvenes falangistas nopasaron de constituir una exigua minoríaentre la masa universitaria, pero estabanllenos de fe y de fervor. Sin embargo,ante la realidad circundante, inclusoestos espíritus ardorosos acababanperdiendo su entusiasmo. Entre 1945 y1955 algunos grupos de estudiantes y deorganizaciones juveniles vinculadas alas facultades y escuelas intentaronrevitalizar —y a veces, hasta recrear—el falangismo entre los jóvenes. Enplena dictadura y bajo el peso de cincoo seis grupos de presión distintos, ellorequería un gran esfuerzo. Losestudiantes falangistas acabaron

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perdiendo todo interés por la lucha y, en1955, la juventud de la nación estabasumida en la mayor apatía política.

El régimen no deseaba, en realidad,otra cosa. El Caudillo habíacomprendido desde el primer momentola imposibilidad de edificar un Estadofundado exclusivamente sobre basesideológicas. El partido, que debía ser elprincipal instrumento para esta obra,resultaba absolutamente incapaz y noinspiraba la menor confianza; por otraparte, la oposición al mismo procedentede las principales fuerzas de la derechaera demasiado fuerte. Franco optó, porlo tanto, por un régimen de simple

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fachada ideológica, verdadera farsapolítica detrás de la cual se amparaba susistema de gobierno dictatorial. Fueradel reducido círculo de funcionarios delgobierno y del partido, todo lo que sepedía a la gente era su asentimientopasivo. No teniendo ningún ideal queofrecer al pueblo español, el únicoobjetivo de Franco era mantenerlo en lamás profunda ignorancia política. Conlas izquierdas reducidas a la impotencia,las derechas absorbidas con la religióny los negocios y el partido oficialreducido a un papel puramentedecorativo, la tradicional fórmulapanem et circenses estaba a la orden del

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día.El pan, por primera vez después de

quince años empezaba a ser abundante.Con el incremento de la producción,aumentaron los salarios reales, aunqueel capital seguía llevándose la parte delleón en los beneficios. En cuanto alcirco, España se convirtió en el paísmás apasionado de Europa por losdeportes. Cuando un director deperiódico no dedicaba suficienteespacio al deporte incurría en las iras delos funcionarios de la censura. Madridpodía permitirse el lujo de poseer undiario exclusivamente consagrado a losdeportes, que era el que alcanzaba la

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mayor tirada del país. Y como remate,en la capital de la nación se estabaconstruyendo el mayor campo de fútboldel mundo.

Durante la guerra civil, el cronistaoficial del Cuartel General habíaescrito: «No nos engañemos: cuandotermine esta guerra, tendremos muchosvencidos dominados, PERO CONVENCIDOS, NINGUNO[728]». Con eltiempo, Franco estaba menos empeñadoen convencer que en impedir todo riesgode que los españoles empezasen apensar por su cuenta.

Hacia 1955, Madrid era la ciudadque ofrecía el mayor vacío político de

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Europa. Todas las ideologías políticasque habían penetrado en España desde1900, o habían sido derrotadasfísicamente durante la guerra civil, ofueron moralmente desfiguradas en losaños posteriores a la misma. Aparte laminoría de católicos que iban a misa, nohabía el menor signo de que ningúnsector de la población creyese realmenteen algo. A medida que transcurrían losaños, la izquierda parecía encontrarsemás dividida, más resentida y másimpotente. El ligero aumento de laproducción permitía abrigar algunailusión de mejora económica, y lostrabajadores más capaces orientaban sus

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ambiciones hacia las aspiracioneseconómicas, más que políticas. La vidapolítica era algo inexistente. Las únicasmanifestaciones públicas españolas selimitaban a algunas realizacioneseconómicas.

En estas condiciones, el únicofalangista que alcanzo algunapopularidad a lo largo de dieciséis añosde ministro de Trabajo (1941-1957) fueel antiguo jefe de milicias José AntonioGirón. Éste se tomó en serio su cargo ytrató de infundir en el gobierno ciertapreocupación por los trabajadores.Estableció una legislación socialbastante avanzada, aunque las

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disposiciones oficiales quedaban muypor debajo de las necesidades reales delos trabajadores. La realización másdestacada de su sistema fue la garantíade estabilidad en el empleo. Existía unsubempleo, pero el paro prácticamentedesapareció. A pesar de estar rodeadode paniaguados, famosos por susinmoralidades económicas, la gentereconocía que había intentadosinceramente mejorar la situación de lostrabajadores y logró incluso ciertapopularidad entre los minerosasturianos[729].

Sin embargo, hacia 1955, la espiralde la inflación hizo que la situación de

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los trabajadores industriales o agrícolasresultara insostenible. Si se queríaevitar que el malestar económicoprovocase un despertar de la concienciapolítica adormecida durante tantos años,era preciso dar satisfacción a algunasreivindicaciones sociales. Lapopularidad de Girón se mantuvotodavía en alza gracias a un aumento desalarios concedido en 1956. Dada lacomplejidad del sistema de salariosexistente en España, el aumento real noresultó tan importante ni de efectos taninmediatos como parecía, pero el gestohizo su efecto. Esta medida provocólógicamente un considerable

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agravamiento del proceso inflacionista.Durante 1955 y 1956 estalló en algunaszonas industriales una serie de huelgasilegales. Incluso ciertos católicosliberales empezaron a agitarse.

Algunos «camisas viejas»aprovecharon el momento para abrir sucorazón. En un congreso de la «viejaguardia» celebrado en 1956, CarlosJuan Ruiz de la Fuente afirmó: «Nuestrocapitalismo se estanca en 1936. Más ymás grande. Es el único capitalismomarxista todavía superviviente[730]». Eraevidente que había que introducir algunamodificación en su estructura, ya que elpropio ministro de Hacienda reclamaba

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una mejor administración económica yel Estado necesitaba reforzar su sistema.

En este ambiente, la monarquía,considerada por los elementosconservadores como la salida naturaldel régimen de Franco, empezaba aadquirir una rápida popularidad. Sihasta entonces todavía no lo eran, todoslos banqueros se hicieron monárquicos.Muchos funcionarios del régimenempezaron a confesar a los extranjerosque ellos no eran, en realidad,franquistas, sino monárquicos. De igualmodo que muchos derechistas apoyaronla República conservadora en 1931 paraevitar males peores, esos mismos

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elementos empezaban a considerar unamonarquía moderadamenteconstitucional como su única salvaciónen 1956. Husmeando el peligro, laJerarquía eclesiástica empezaba tambiéna plegar velas y a tomar sus distanciasrespecto del régimen. Por vez primeraen los últimos diez años, éste se sentíaseriamente amenazado.

Franco consideró que en tal difíciltrance lo mejor era recurrir una vez mása Arrese, quien, en 1956, recuperó, conla bendición del Caudillo, el puesto deministro secretario general del partido.Los falangistas de la «vieja guardia»consideraron que este nombramiento

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presagiaba un importante cambioinstitucional y en un año se dijo que seinscribieron en la Falange 35 000miembros; por vez primera desde el finde la guerra civil las filas del partido,en vez de disminuir, aumentaron. Losdirigentes falangistas diéronse cuenta deque acaso ésta iba a ser su últimaoportunidad. El Caudillo podíanecesitarles para que le ayudaran atransformar su dictadura en un sistemapolítico más viable, y si los veteranosfalangistas no aprovechaban ahora laocasión para imprimir una nuevaorientación al Estado español, podíanconsiderarla ya perdida para siempre.

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Por lo tanto, se constituyó una comisiónencargada de revisar los Estatutos delpartido y de proponer una ampliacióndel sistema de Leyes Fundamentalespara proporcionar al régimen una basepopular más amplia. Además de Arrese,formaban la comisión varios antiguoslíderes falangistas y consejerosnacionales, entre los cuales figurabanLuis González Vicén, José AntonioElola, Diego Salas Pombo, FranciscoJavier Conde y Rafael Sánchez Mazas.No obstante, la mayoría de losmiembros de la comisión eran «franco-falangistas» y, por lo tanto, nadie teníael menor interés en restablecer a la

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Falange en un lugar preeminente comopartido estatal, ni siquiera en aumentarsu influencia o prestigio en el país. Losmiembros de la comisión no tenían otrapreocupación que la de consolidar elrégimen, procurando que se otorgasemayor representatividad a algunoselementos «seguros», con lo cualconfiaban en la posibilidad de garantizarla continuidad del régimen, después dela desaparición del Caudillo.

La única voz que se levantó en lacomisión en defensa de la ortodoxiafalangista fue la de Luis González Vicén,el antiguo jefe de milicias de Valladolid,amigo de Girón, miembro del Consejo

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Nacional y considerado por el régimencomo un francotirador. Vicén propusoque se estableciese una nuevaConstitución basada sobre una Falangeampliada, que sería el instrumentoejecutivo del nuevo Estado, paraorganizar un sistema más representativoy más justo desde el punto de vistaeconómico. Después de largasdiscusiones en el curso de una reunión yviendo que no conseguiría nada contra lavoluntad de la mayoría, Vicén decidióretirarse de la comisión.

En una carta que dirigió a Arrese el8 de junio de 1956, Vicén trató deexplicarle las razones de su conducta.

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Reconociendo que después de la guerracivil la Falange no podía ya aspirar aser un partido político independiente,afirmaba: «…El Partido, que fuemovimiento por necesidad, debía yahace mucho haberse transformado enotra cosa… que yo —no sé siacertadamente— digo que debiótransformarse en sistema». Si el partidollegara a convertirse en una forma degobierno regular, el arbitrario mandopersonal del Caudillo ya no seríanecesario.

Así concebido el sistema, no sólono necesita jefe, sino que —lo que esmucho más importante— su presencia

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es perjudicial para él y para el sistemamismo. El sistema debe ser de mandocolectivo y de jefatura sólocircunstancial. El Consejo Nacionalelectivo de características precisas esel eje de todo y quien asume todas lasfunciones de la Jefatura, que puededelegar, en tantos sentidos comocreamos convenientes, en personas o encolectividades menores[731].

El Consejo Nacional de la Falange,encargado de supervisar todas lasactividades del Estado español deberíahallarse totalmente libre de influenciasdel Ejército o de la Iglesia. Vicénprecisaba que no negaba al Ejército ni ala Jerarquía eclesiástica el derecho a ser

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consultados en todas las decisionesimportantes para la vida de la nación,pero se oponía firmemente a que se lesreservasen puestos especiales en elConsejo Nacional.

En las Cortes, sin embargo, esdonde tienen su justa presencia, esdecir, junto al pueblo español en sulabor legislativa. Allí está su sitioindudable, junto con otros muchossectores profesionales y jerarquías delpaís[732].

Vicén rechazaba todo privilegio enfavor de las jerarquías de la Iglesiaporque consideraba que España era una

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nación católica y había que evitar a todacosta que el país pudiera dividirsenuevamente por causa de estosprivilegios, precisamente cuando launidad religiosa era la única forma deunión que el régimen había logradoimponer al pueblo español[733]. Alpropio tiempo Vicén expresaba su temorde que las manifestaciones más recientesde cierto alejamiento de la Iglesiarespecto del régimen fueran un indiciode su voluntad de abandonarlo a susuerte[734].

El Ejército representaba unproblema mucho mayor que la Iglesia.En cada momento crítico —proseguía

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Vicén— el Ejército se consideraautorizado para actuar como árbitro dela política española, a pesar de su faltade educación y de disciplina políticas.Un Ejército que no conoce otros valoresque «heroísmo, sacrificio y amor a laPatria» no estaba preparado paraintervenir de un modo eficaz en lapolítica nacional, y cuando lo intentaba,actuaba con igual sectarismo quecualquier otro grupo político. Si intentadirigir la evolución política del Estadoespañol, el Ejército «pasará en elconcepto de los españoles como unEjército vencedor implicado en laslabores políticas y, por lo tanto, como

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conquistador de su propio país, seconvierte en sujeto político del mismo».«El Ejército político ha fracasado entodos los países[735]».

El tercer elemento de la «no-Santísima Trinidad» de Vicén era elcapitalismo español o la derecha. «Elderechismo español, que siempre haobrado influido por el miedo y por laintranquilidad que le producía su faltade contenido auténtico, ha gritadoconstantemente: Iglesia y Ejército[736]».Porque sólo gracias a su autoridadespiritual y militar pueden conservar lasderechas su «precaria situación» en lavida española.

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Según Vicén, uno de los principalesproblemas políticos españoles consistíaen:

La falta de liquidación de la guerracivil, que en el momento actual seencuentra todavía casi en el mismoestado que en el año 1939… En estemomento todavía, la diferenciaciónentre rojo o no-rojo, entre afectos ydesafectos, en otros términos, entrevencedores y vencidos, es una realidaden la vida nacional y en las decisionesadministrativas del gobierno. El accesoal poder perfectamente delimitado entrevencedores y vencidos, el trato a losciudadanos en los que igualmente semarca la diferencia, las posibilidades deinfluencia social y otras muchas

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razones, indican claramente que estegravísimo problema se encuentra sinsolucionar. Si esto se ve así desdenuestro campo, ya puedes figurartecómo se ve desde el campo opuesto.Ellos no sólo se ven como vencidos ocomo insatisfechos políticamente; ellosse ven tratados como españoles desegunda categoría y exageran lainjusticia del trato que reciben,acumulando el odio contra la otra mitadque creen causante de su mal[737].

Por lo tanto, en la evolución delmovimiento nacionalista partiendo de laactual dictadura hacia un sistemapolítico más compresivo habría quetener en cuenta a esta otra mitad de la

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nación. Mientras el régimen de Francocontinuara identificándose con elMovimiento, no representaría más quemedia España y sería incapaz deestablecer los sólidos cimientos delfuturo. El peligro era aún mayor porquela Falange, que era el único grupopolítico existente dentro de los actualeslímites del Movimiento, no tenía ningunafuerza:

Cualquier acción política exigeposeer una fuerza que la Falange notiene en el momento actual, y que porello tiene que buscar urgentemente, sino quiere seguir dando bandazos yrepresentando todos los intereses

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menos el suyo mismo. Esta fuerza sólole puede venir de dos sitios: o de unjefe prestigioso, como el queactualmente tiene, o de su propia masa yde las situaciones estratégicas quedentro del complejo estatal consiga[738].

Vicén censuraba duramente el que sepermitiese que la Falange siguieradependiendo exclusivamente de laautoridad de un jefe como Franco, porlas siguientes razones:

1. Por la mortalidad y mutabilidad delos hombres.

2. Porque entraña en sí el mandoabsoluto que puede, en algunoscasos, conducir a la tiranía.

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3. Porque en ella se usa para elnombramiento del mando elmétodo personal y directo, consus graves consecuencias decoacción a la jerarquía, elservilismo, la falta de libertad delos hombres que cubren loscargos para opinar y actuar y elpeligro de que, cuando seequivoca el mando (y el mandoyerra como todo hombre, aunqueyerre menos que los otroshombres), la equivocación essustentada por todosautomáticamente, pudiendo tomarcaracteres de cataclismo.

4. Porque, por desgracia, loshombres son caprichosos, yprincipalmente aquéllos que seencuentran más altos, y no se

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puede hacer sufrir al país por losCaprichos y veleidades de ningúnhombre por alto que éste esté.

5. Porque este procedimiento demando y fuerza de arriba abajodesata en la nación el movimientode todos los trepadores yambiciosos sin base, ya que a lajerarquía se llega por tratopersonal y no por trabajo,biografía política, conocimientoso dotes personales.

6. Porque no hay forma, en este tipode mando, de aprovechar lasposibilidades que tiene un país enpersonalidades, ya que todos losnombramientos tienen que serhechos entre aquéllos que sonconocidos o visibles por y para elque tienen que designar el

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nombramiento, y un hombre, porexcepcional que sea, nunca puedetener ante su vista o imaginaciónmás de «un corto número depersonas y ningún fichero puedesustituir el conocimientopersonal».

7. Porque se hace una elección a lainversa, ya que son sólo vistosaquéllos que por sus posibilidadesespirituales, por sus ambicionescrematísticas, o por falta deocupación, pueden dedicar sutiempo a hacerse ver[739].

Difícilmente podría haber salido dela pluma de un «rojo» exiliado unacondena más dura del régimen políticoque el propio Vicén había contribuido a

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establecer. Para éste la solución noconsistía en un retorno a la democraciapolítica de la República, sino en un«ensanchamiento» de las actualesestructuras de gobierno, que permitieranincorporar a todos los españoles. Vicénsugería que fuese el Consejo Nacionalde la Falange el que propusiese loscandidatos a la Jefatura del Estadoespañol y el que garantizase la limpiezade las elecciones que se celebrasen.Además, el Consejo Nacional deberíasupervisar todas las funciones estatalesy podría interponer su veto a cualquieriniciativa de gobierno. Todos losespañoles mayores de edad tomarían

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parte en las elecciones «presidenciales»para designar el jefe del Estado de entrelos candidatos aprobados por elConsejo Nacional. Vicén enumerabaalgunas de las medidas concretas quedebían adoptarse para reorganizar elEstado español. El nuevo sistema,político mantendría los principios desufragio universal, canalizado a travésde la representación indirecta. Losfuncionarios y los miembros de lasentidades locales serían elegidosdirectamente por la población; aquéllos,a su vez, elegirían a los miembros de lasentidades provinciales y un tercio de lasCortes; un segundo tercio de las Cortes

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sería elegido por los Sindicatos (bienindirectamente, o directamente cuandose tratase de grandes sindicatosnacionales) y el tercer tercio seríaintegrado por personalidades eminentespertenecientes a distintas categorías oclases, designados por el gobierno, lasCortes desempeñarían funcioneslegislativas, tendrán la facultad deconfirmar al jefe de gobierno (o primerministro) nombrado por el jefe delEstado, para retirar su confianza algobierno, obligándole a dimitir y asupervisar y criticar las decisiones delgobierno, con un derecho de veto sobrela legislación fiscal. Su disolución, que

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daría lugar a nuevas elecciones, sólo;podría decretarse, como mínimo, dosaños después de haber sidoconstitutivas.

Paralelamente al establecimiento deun gobierno más representativo, Vicénpreconizaba un robustecimiento y, a lavez, una democratización de laorganización de la Falange. Cada JONSlocal procedería a la elección de supropio jefe, cuya designación deberíaser aprobada por el jefe provincial,quien podría revocar aquelnombramiento, pero únicamente con elapoyo del Consejo Provincial. Las JONSlocales podrían asimismo presentar un

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voto de censura contra su jefe,correspondiendo la decisión final alConsejo Provincial.

En cada provincia, los militantes dela Falange elegirían los miembros de suConsejo Provincial, el cual designaríade entre ellos al jefe provincial,elección sobre la que el ConsejoNacional podría ejercer su derecho deveto. Por último, una tercera parte delConsejo Nacional la formarían loscincuenta jefes provinciales, un segundotercio sería elegido directamente por losmiembros del partido y el último terciose compondría de consejerosdirectamente designados por el jefe

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nacional[740]. Éste sería nombrado por elConsejo Nacional, así como losmiembros de la Junta Política. ElConsejo Nacional tendría por principalmisión supervisar la línea política delEstado español, con derecho a vetar lasleyes, criticar o promover las reformas ydepurar los cuadros del partido.

El vacío político que rodeaba alrégimen de Franco era algo que no podíacontinuar. Vicén le decía a Arrese quepodía comprobar con precisión cómo lagran masa de los españoles se hallabanen pleno caos, sin jefes ni normas niorganización. Y añadía que «sí fallabael intento de convertir el “Movimiento”

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en un “Sistema”, la reacción que podríaproducirse sería incalculable». Para losdirigentes falangistas sería catastróficoesperar a la desaparición de Francopara reorganizar sus fuerzas, que estabanya a punto de extinguirse. Después deFranco, el Ejército y los monárquicostratarían de eliminar totalmente a laFalange. Entonces sería demasiado tardepara intentar la creación de un Sistemaviable. Vicén le preguntaba a Arrese:

«¿Tú crees que se podía hacer? Esmás probable que fuéramosdesbordados por los sectoresmonárquicos y por el mismo rey, quemuy justamente tendería (sic) a quitarse

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la presencia incómoda y la hegemoníade una Falange en gran parte impuesta,pero no querida. Nos quedaríamos contas cuartillas que ahora vais redactandoen las manos, y como recuerdo no denuestra falta de visión actual, sino denuestra cobardía y conformismo[741]».

La implantación del «Sistema»requeriría muchos años y, por lo tanto,cada mes que transcurría resultabaprecioso. Había que aprovechar losaños en que el Caudillo continuase alfrente de la nación para alcanzar todo elprestigio y la fuerza posibles:

Hay que hacer todo muy deprisapara conseguir aprovechar los años que

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le quedan al Caudillo de vida, y paraque éste pueda dejar el porvenir de laPatria asegurado y no nos deje latremenda incógnita que hoy tenemos[742].

Los demás miembros de la comisiónconsideraron que las proposiciones deVicén eran demasiado radicales. Creíanque era imposible «re-falangizar» aEspaña; a lo sumo, todo lo que se podíaintentar era confiar al Consejo Nacionalla salvaguardia de los ideales delMovimiento. La única preocupación delos miembros de la comisión parecía serla de convertir la actual dictaduraabsoluta en un «sistema», dentro de unamonarquía casi constitucional.

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Al cabo de varios meses dedeliberaciones la comisión elaboró uninforme y varios «anteproyectos». Las«bases» teóricas del informe afirmabanque debía establecerse la continuidaddel Movimiento sobre unos cuantosprincipios políticos básicos eincontrovertibles. Admitidos estosprincipios, podrían tolerarse diferenciasde matiz en la interpretación de losmismos, siempre que ello no supusieraun retorno al sistema de partidospolíticos. En todo caso, había que dotaral Estado español de una estructurajurídica adecuada, ya que el sistema del«Caudillaje» no podría continuar

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después de la muerte de Franco: «1. Laautoridad del Caudillo es vitalicia. 2. Laautoridad del Caudillo no es, en suscontenidos históricos, susceptible desucesión[743]».

Para los miembros de la comisión laidea de una Constitución era demasiadoformalista y tendente al relativismojurídico; en su lugar preferían elestablecimiento de una serie de LeyesFundamentales, que permitirían laeventual transición del actual Estadoespañol hacia una monarquía, bajo ladirección del Consejo del Reino.

Una vez firmemente establecido elprincipio de la transición hacia la

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monarquía, se planteaba el problema deincorporar a la misma la representaciónpopular. La Ley de Sucesión no podíainterpretarse como una simple entregadel Estado español a la persona del Rey;aquella Ley debía ser considerada comouna más, dentro del conjunto de LeyesFundamentales y en íntima relación conel contenido de las mismas. De acuerdocon la letra de estas Leyes, el sistemapolítico establecido bajo la nuevamonarquía sería representativo. Las«Bases» del informe reconocían que,aunque la tendencia democrática nosiempre fuera deseable, era, en realidad,«prácticamente irreversible[744]».

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Naturalmente, el MovimientoNacional constituiría la base de todarepresentación política. No podíadestruirse la unidad del Movimientopara volver al caduco sistema departidos políticos. El renacer de lospartidos, incluso sobre la base de unsistema electoral restringido ycontrolado, sería un verdadero desastre.Una cierta libertad política, aunquerestringida, no serviría para otra cosaque para favorecer las campañasdemagógicas de los elementosdesafectos, que se presentarían a símismos como los representantes del paísreal frente a la España oficial.

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El hecho de que el gobierno fuerarepresentativo no debía significar que elrey carecería de todo poder político. Lafórmula «el rey reina, pero no gobierna»no debía interpretarse en el sentido dequitarle todo el poder. El Rey (o jefe delEstado) nombraría al jefe del gobierno(o primer ministro) y nombraríaasimismo los principales mandos delMovimiento. El gobierno seríaresponsable al el jefe del Estado y noante las Cortes.

Según al «Anteproyecto de Ley deOrdenación del Gobierno» propuesto, eljefe del gobierno sería responsable anteel jefe del Estado y sería nombrado por

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un período de cinco años, previaconsulta con el presidente de la Cortes yel secretario general del Movimiento. Eljefe del gobierno podía ser revocadopor decisión del jefe del Estado o comoconsecuencia de un reiterado voto decensura del Consejo Nacional delMovimiento, el cual podría usarplenamente del derecho deinterpelación.

Los ministros del gobierno, en razónde sus funciones administrativas, seríanresponsables ante las Cortes. Tres votosde censura del Consejo Nacionalconsecutivos contra el jefe del gobiernoentrañarían su dimisión. La censura de

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las Cortes contra cualquier ministro —salvo que el jefe del gobierno sesolidarizase con él, en cuyo caso elconflicto sería resuelto por el Consejo— obligaría a la exclusivamente dellegislar.

No se modificaría la composición delas Cortes, y el jefe del Estado podríaseguir promulgando, en algunos casos,decretos-leyes. Las Cortes se ocuparíanexclusivamente de legislar, pero nointervendrían en cuestiones políticas deorientación nacional, quecorresponderían al Consejo Nacional.Bajo este nuevo sistema el pueblointervendría en la vida nacional bajo

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tres formas distintas: a través de losreferéndums, del Movimiento y de lasCortes. Las Leyes Fundamentalesúnicamente podrían ser modificadasmediante referéndums[745].

La comisión preparó asimismo unanteproyecto encaminado a redefinir losprincipios fundamentales delMovimiento. El texto especificaba queel programa original fascista de losVeintiséis Puntos estaba superado; no sehablaba para nada de «imperio», sino deque España estaba llamada a cooperarcon todas las demás naciones y acontribuir sinceramente a la edificaciónde una comunidad internacional.

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Tampoco había alusión alguna a laviolencia o a soluciones radicales;únicamente se hablaba de conservar unEjército fuerte «a fin de que un sentidomilitar de la vida informe toda laexistencia española». Esto es todo loque quedaba en 1956 de aquella«sagrada violencia» de que hablabaOnésimo Redondo. El anteproyectodoctrinal insistía en afirmar lapreeminencia del catolicismo, lanecesidad de defender la unidadnacional y la justicia social y laposibilidad de mantener un sistemacapitalista moderado.

En una gran concentración que se

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celebró en Salamanca el 29 deseptiembre de 1956 para conmemorar elvigésimo aniversario de la exaltación deFranco al poder, Arrese pronunció undiscurso defendiendo enérgicamente lasnuevas leyes propuestas. Éstas habíansido distribuidas entre los consejerosnacionales y enviadas a otraspersonalidades interesadas, lo cualprovocó inmediatamente una serie derespuestas, algunas de ellas francamentehostiles. El Ejército, la Iglesia y losgrupos financieros se opusieronviolentamente al proyecto por temor aque contribuyese a aumentar lainfluencia de los falangistas. Las únicas

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modificaciones que estaban dispuestos aaceptar eran las que se orientaban haciauna monarquía autoritaria. Y preferían ladictadura tolerante existente a unaresurrección del falangismo.

En veinte años de franquismo no sehabía realizado ninguno de los idealesde la «nueva España» con que habíasoñado José Antonio y los «camisasviejas» más inteligentes se dabanperfecta cuenta de ello. El día en que seconmemoraba el vigésimo aniversariode la muerte de José Antonio, Arreseleyó ante la Radio Nacional el siguientemensaje:

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José Antonio:…¿Estás contento de nosotros?Yo creo que no.Y yo creo que no porque te

levantaste contra la materia y elegoísmo, y hoy los hombres hanolvidado la sublimidad de tus palabras,para correr como locos sedientos por elcamino del egoísmo y de la materia.

Porque quisiste una Patria de poetasy de soñadores ambiciosos de gloriadifícil, y los hombres buscan sólo unaPatria despensera y estomacal repletade fécula, aunque no tenga belleza nigallardía.

Porque predicaste el sacrificio, ylos hombres miran a un lado y a otropara esconderse.

Porque despreciaste el dinero, y loshombres buscan el dinero; y el negocio

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se impone al deber, y el hermano vendeal hermano, y se especula con el hambredel humilde y con las dificultades de laPatria.

Porque los hombres confunden tulema de ser mejor por el de estar mejor.

Porque el espíritu se hace carne, yel sacrificio, guía, y la hermandad,avaricia.

Porque llamaste a tu cortejo amillares de mártires para que nossirvieran de norma y guía, y loshombres no han visto en la sangre de lostuyos el ejemplo, y encuentraninoportuno su recuerdo, y les molestaque a sus oídos, cerrados a sugenerosidad, repitamos conmachaconería la presencia de los¡¡Presentes!!, y hasta qué sé yo sialguno explota a sus caídos como

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plataforma para trepar o comotrampolín para el negocio y para lapirueta.

José Antonio, tú no estás contentode nosotros. Tú nos tienes que mirardesde tu sitio, desde tu veinte denoviembre, con profundo sentido dedesprecio y melancolía.

Tú no puedes estar contento conesta vida mediocre y sensual[746].

En otras partes de su discursoArrese afirmaba que las cosas searreglarían y que la Falange seesforzaría en seguir mejor el ejemplo deJosé Antonio y de los demás fundadoresdel partido. Pero la triste exposición dela situación española que acababa de

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hacer resultaba mucho más ajustada a larealidad que su esperanzadoradescripción de las posibilidades futuras.

El 29 de diciembre de 1956, Arresepresentó al Consejo Nacional deFalange su informe sobre las nuevasLeyes Fundamentales. Anunció que delos 151 consejeros nacionalesconsultados, tres se habían manifestadototalmente opuestos al anteproyecto n.º1, dieciséis al n.º 2 y catorce al n.º 3.Entre los restantes consejeros semanifestaron toda clase de opiniones,desde los partidarios de una Repúblicapresidencial a los que preconizaban unaConstitución cuya custodia se confiaría a

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las fuerzas armadas.«Una de las censuras más hábil y

machaconamente manejadas por losoponentes a los Anteproyectos es la desuponer que a través de los mismos seintenta estructurar un régimen totalitario.La Falange, precisamente porque quiereun Estado católico, repudia el Estadototalitario[747]». La posibilidad de quetodas las tendencias estuvieranrepresentadas en las Cortes impediríaque cualquiera de ellas ejerciera unasupremacía antidemocrática. Parademostrar que no había que temer unaexcesiva preponderancia de la Falange,Arrese dio lectura a la siguiente lista de

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miembros de la Vieja Guardia falangistaque ocupaban cargos dentro del régimenfranquista:

Dos de los 16 ministros; uno de los17 subsecretarios; ocho de los 102directores generales; 18 de los 50gobernadores civiles; ocho de los 50presidentes de diputacionesprovinciales; 65 de los 151 consejerosnacionales de FET y de las JONS; 137de los 575 procuradores en Cortes; 133de los 738 diputados provinciales; 766de los 9155 alcaldes; 3226 de los 55 960 concejales municipales.

«Es decir —comentaba Arrese—,que la primitiva Falange ocupa

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aproximadamente el cinco por ciento delos puestos de mando de España[748]».

Precisamente porque la Falangetenía tan escaso poder efectivo habíamuy pocas probabilidades de que lasnuevas propuestas de ley fueranaprobadas. La decisión finalcorrespondía al Caudillo, quien estabarecibiendo una gran cantidad deprotestas de obispos, militares, políticosy banqueros, que se oponían al intentode conceder a la Falange unarepresentación casi exclusiva en la vidapolítica española. Tras de esperartodavía dos meses más, Franco tomó sudecisión: las nuevas leyes fueron

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enterradas, sin la menor explicación,mientras en febrero de 1957 se producíaun importante cambio de gobierno. Estecambio no dejaba lugar a dudas sobrelas intenciones del Caudillo: lejos deinclinarse en favor de los falangistas,los excluyó casi por completo delgobierno. Por ejemplo, José AntonioGirón había sido ministro del Trabajodurante dieciséis años; se decía quegracias a sus demagógicos discursos porla radio y a sus espectaculares aunqueineficaces aumentos de salarios, habíaconquistado una posición de la quenadie podría desalojarle. Pues bien;Girón salió del gobierno para ser

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reemplazado por Fermín Sanz Orrio, undirigente sindical sin personalidadpolítica y desprovisto del menor espíritude iniciativa. Al mismo tiempo, Arreseera sustituido por José Solís Ruiz, quehabía comenzado su carrera política en1940 como dirigente sindical, paraacabar manifestándose como uninteligente y hábil maniobrero dentro delpartido.

Para defenderse a sí mismo ydefender al partido de los ataques ycríticas que se le dirigían, Arrese tuvoel «valor» de difundir clandestinamenteun folleto en el que declaraba que laFalange había sido postergada por los

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curas y los militares, «que son losúnicos que han venido gobernandodesde el principio». A continuacióncitaba algunos párrafos de su informe alConsejo Nacional en el que habíaenumerado los cargos ocupados pormiembros de la «vieja guardia» en elEstado, tratando de demostrar con elloque «no puede hacerse responsable a laFalange de la situación de nuestraPatria».

Sin embargo, Franco había anuladola independencia personal de Arrese,reteniéndole en el gobierno en elinofensivo puesto de ministro de laVivienda, con lo cual quitaba todo valor

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político a sus protestas y ledesprestigiaba todavía más ante losadversarios del régimen.

El principal sostén del nuevogobierno lo constituía la participaciónen el mismo de los miembros de laasociación católica seglar y secreta delOpus Dei, orden religiosa misteriosa yhermética fundada por un sacerdotearagonés en 1929. Destinadainicialmente a aumentar la eficacia delcatolicismo en el mundo seglar, estabacompuesta en gran parte por laicos. Elmayor misterio envolvía tanto suorganización como su composición.Sólo se sabía que sus votos eran muy

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rigurosos y que sus miembros, cuyonúmero iba en constante aumento,estaban sujetos a unas normas deconducta muy estrictas.

El Opus Dei recibió un gran impulsocon el despertar religioso provocadopor la guerra civil, y en 1929 empezó aadquirir proporciones considerables.Aquel mismo año tuvo su primeraoportunidad de ejercer cierta influenciapolítica con ocasión del nombramientodel excedista José Ibáñez Martín, parasustituir a Pedro Sainz Rodríguez comoministro de Educación. La institucióncontinuó desarrollándose durante losdos decenios siguientes y en 1957

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ejercía su control sobre ampliossectores de la Universidad española a lavez que su influencia sobre el mundofinanciero. Contaba en sus filas conalgún destacado teórico político y conespecialistas de la economía, que, engeneral, defendían posiciones políticasmuy derechistas e incluso reaccionarias.Los expertos financieros del Opus Deicriticaban el desorden reinante en elseno del gobierno y en los mediosprivados en materia económica ypredicaban la necesidad de aplicarrígidas medidas de austeridad a travésde métodos autoritarios[749]. Puesto queel Opus constituía una especie de

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avanzadilla del catolicismo español, eralógico que Franco se apoyara en él parallevar a cabo su evolución hacia laderecha. Dos miembros del Opus Deientraron en el Gabinete formado en1957, en el que pasaban a desempeñarlas carteras de Hacienda y Comercio.

Los medios de la oposiciónempezaron a considerar que Franco sehabía quitado definitivamente lamáscara de la Falange para venderse ala reacción católica. Pero no era así.Ciertamente que la FET había llegadocasi al extremo límite de sudesintegración. En 1957 ya nadiepertenecía al partido, salvo los que

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habían hecho de él su medio de vida.Nunca se mencionaba a «la Falange»,sino al «Movimiento», eufemismoutilizado corrientemente —alternandocon el de «la Cruzada»— para referirseal bando vencedor de la guerra civil. Lamayoría de los españoles sé habíanformado ya una idea sobre lo que eraese «movimiento». Pero, de todosmodos, el Opus Dei no fue invitado porel Caudillo para ocupar el lugar que laFalange había dejado vacante. El grupodel Opus no era para Franco otra cosaque la última carta de un juego queduraba ya más de veinte años. Eldictador necesitaba obtener nuevos

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apoyos para hacer recaer en otroshombres la responsabilidad de su futurapolítica. Una vez más, el Caudillo se lashabía arreglado para hacer frente aposibles dificultades ampliando sugobierno.

Los miembros del Opus tardaron dosaños en darse cuenta de ello, lo quedemuestra que no eran tan prácticos o«realistas» como se pretendía. Cuandoal fin comprendieron que habían sidoburlados, comprometiéndose a fondocon la dictadura sin obtener a cambioninguna influencia política decisiva,sintieron deseos de rebelarse. Durante elinvierno de 1959 se habló de unos

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contactos entre el Opus y el Ejército convistas a la restauración de la monarquía.Sin embargo, tales rumores carecían defundamento. La mayoría de los católicosestaban en contra del Opus Dei. Lapropia Acción Católica manifestabadesconfianza y hasta cierto despreciohacia las gentes del Opus, por suarrogancia y acritud.

Aunque era casi imposible obtenerdatos concretos sobre el grupo, el Opuspareció en aquellos momentos perderalgo del misterioso prestigio que lerodeaba. En la práctica sus economistasresultaron ser menos «geniales» de loque se suponía. En realidad, tal como

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Franco había sin duda previsto, se leshizo responsables de la crecienteinflación y del constante empeoramientode la situación económica. En laprimavera de 1959 las gentes del Opustomaron resueltamente el viraje hacia elliberalismo económico, probablementecon el propósito de desarmar laoposición de los elementos másliberales de la sociedad española.

Durante los años 1958-1959 losprecios continuaron subiendo másrápidamente que antes, rebasandoampliamente el nivel de las inversiones.El ritmo de las exportaciones era cadavez más reducido, la reserva de divisas

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estaba prácticamente agotada y lacomplejidad del sistema de controleseconómicos montado por el gobiernohacía fracasar todos los intentos deestabilizar la situación. Multiplicábansede un modo alarmante las quiebras ysuspensiones de pagos de las pequeñasempresas, mientras las grandesindustrias empezaban a despedir a supersonal. El régimen se encontraba alborde de la bancarrota. La oposiciónclandestina se mostraba cada vez másactiva y se anunciaba una serie dehuelgas para los próximos meses.

El viejo sistema económico montadopor Franco a lo largo de los años se

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había vuelto inservible. En julio de1959 se inició el nuevo programa de«liberalización». Se desvalorizó lapeseta de una manera drástica y sesuprimieron una serie de controlesgubernamentales y de restriccioneslegales. Los propios ministros del OpusDei se encargaron de desarrollar lanueva política económica; con ello semantenía la continuidad del statu quopolítico, a la vez que se privaba a losmiembros del Opus de toda veleidad deindependencia política.

Durante estos años, la prensaextranjera andaba llena de historias enlas que se predecía el inminente

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derrumbamiento del «pequeño mundo deDon Caudillo». Pero tales historiascarecían de fundamento real. Ladictadura debía su existencia a lasprofundas divisiones que destrozaron elcuerpo político español, divisiones quese había esforzado sistemáticamente enavivar. Mientras las derechasconservaran vivos sus sentimientos detemor y de odio respecto de lasizquierdas no estarían en condiciones deunirse a ellas en un esfuerzo conjuntopara derribar al régimen. Pero, ademásde la profunda división entre derechas eizquierdas, cada uno de estos bandosestaba a su vez escindido en diversos

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grupos. En cuanto a las condicioneseconómicas, influían poco en estasituación. Los obreros, que eran los quemás sufrían, estaban estrechamentevigilados. Los sectores industriales yfinancieros no tenían por qué quejarse:el dictador había hecho lo posible poreludir ciertas exigencias del mundomoderno. Las derechas no podían, pues,rebelarse contra el régimen, y lasizquierdas tenían que soportar todo elrigor de la policía estatal.

Durante veinte años, Franco habíavenido alimentando cuidadosamentetodos los odios, los rencores, lasdivisiones y los temores que

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envenenaron la vida política españolaen 1936. Para él era vital, puesto queconstituía la base permanente de la«nueva España».

En cuanto a la Falange, a partir de1957 podía considerarse prácticamenteinexistente; ni siquiera los escasos milesde afiliados que continuaban pagandosus cuotas podían afirmar que la Falangecontara para algo en el país. Si todavíaquedaba algún resto del antiguofalangismo, no se encontrabaciertamente dentro del marco delMovimiento en plena disolución.

Los únicos jóvenes capaces demantener cierto entusiasmo eran los que

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componían las escasas escuadras de lallamada Guardia de Franco. Los másexaltados habían constituido célulassecretas en el seno de la misma, una delas cuales proclamaba que RamiroLedesma y las JONS constituían la únicaexpresión auténtica delnacionalsindicalismo español. Estosmuchachos empezaron a desarrollar unalabor de propaganda clandestinatratando de hacer proselitismo en favorde su propia versión de las JONS. Aprincipios de 1958 realizaron un granesfuerzo para distribuir su propagandaen la estación de Atocha de Madrid,siendo detenidos varios de ellos. La

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célula fue disuelta, pero la mayoría desus componentes siguieron manteniendodistintos focos de disidencia. Hubo una«centuria» de la Guardia de Franco deMadrid que se consideraba «hedillista»,es decir, partidaria de Manuel Hedilla,el último jefe de la Junta de Mando de laFalange independiente.

El confinamiento de Hedilla habíasido levantado en 1947. El arzobispo deValencia declaró en privado en ciertaocasión que después de Jesucristoningún hombre había tenido que soportarun trato más injusto que Manuel Hedilla.La Iglesia contribuyó a aliviar su suertey, gracias a la amistad trabada durante

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su confinamiento con algunos católicos,pudo establecerse con modestia ydedicarse a actividades industriales.

Hedilla no hizo nada por alentar elentusiasmo de su jóvenes partidarios.Procuró eludir todo compromiso ypareció desinteresarse de la política.Los jóvenes rebeldes que en 1958-59pintaban en los muros de Madridletreros con la divisa «Hedilla-JONS»eran, como ocurría habitualmente en elpartido, adolescentes sin la menorexperiencia política. En realidadcarecían de programa y estaban sumidosen la mayor confusión ideológica.

No obstante, algunos veteranos

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trataron de utilizar la figura de Hedilla,el único jefe falangista viviente que nose había comprometido con el régimen,para intentar reagruparse. En suprovincia natal de Santander seconstituyó un grupo llamado «HazIbérico». El programa de esta nuevaorganización clandestina era una especiede nacionalsindicalismo tecnocrático ypasado por agua, de un nacionalismomenos extremista y más mesurado en susexigencias de orden económico. Si llegóa reunir a unos miles de partidarios en elNorte, la organización careció detrascendencia en la esfera nacional.

«Haz Ibérico» no era el único grupo

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«neofalangista» semiclandestinoexistente en España; había algunos otrosque mantenían cierto contacto entreellos. Pero ninguno de estos grupos erahomogéneo y Íes separaban profundasdiferencias. Únicamente coincidían en lanecesidad de implantar en España unacierta forma de nacionalsindicalismo.Todos sus miembros afirmaban quehabía que «restaurar» el falangismooriginario, desnaturalizado por la seriede arreglos y componendas delCaudillo, aunque era difícil saber lo quela palabra «falangismo» significaba paracada uno de ellos. Uno de susportavoces declaró que, en la primavera

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de 1959, estos núcleos neofalangistasesparcidos y desorganizados contabancon unos 25 000 simpatizantes. Dentrodel conjunto nacional esto no suponíamás que una gota en el mar y nadiepodría decir hasta qué punto estacorriente neofalangista estaría encondiciones de influir decisivamente enla futura organización política deEspaña.

En 1960 era incontestable que elfalangismo, como fuerza organizada,estaba totalmente muerto. Su decliveaparecía rodeado de la misma confusiónque caracterizó sus contradictorioscomienzos. Mientras las nuevas

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corrientes católicas y socialistas seaprestan a disputarse el porvenirpolítico del país, la mayoría de losespañoles apenas si recordarán que enun tiempo existió una cosa llamadaFalange.

Considerando la ingrata realidad delfranquismo, parecía absolutamente fuerade lugar evocar la carrera política deJosé Antonio Primo de Rivera. El hechode que el régimen invocase su memoriacada vez que se presentaba la ocasiónresultaba una grotesca incongruencia.Como afirmaba el dirigente socialistaRodolfo Llopis, José Antonio resultóvíctima de sus propias contradicciones;

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su carrera confusa y torcida le condujo anegar sus propias tendencias naturales.La característica más destacada de JoséAntonio era su fino sentido de lo que élllamaba un estilo de vida. Fue unfascista muy singular, hasta el punto quecabe preguntarse si, en realidad, podíaaplicársele semejante calificativo.Brillante orador, que a veces lograbaacentos sublimes, su destino trágico hizode él un mártir político ideal.

En cuanto a la influencia directa quelas ideas de José Antonio ejercieronsobre la dictadura surgida de la guerracivil resulta difícil de apreciar. Si sehan mantenido algunas formas externas,

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su contenido ha sido miserablementeadulterado. Teniendo en cuenta la faltade madurez del movimientonacionalsindicalista, no podía resultarde otro modo.

Es evidente que la Falangecontribuyó al desencadenamiento de laguerra civil. Su extrema intransigenciafascista aumentó la tensión de lasituación española, ya de por sí bastanteexplosiva. Pero, aparte este hecho, nopuede atribuírsele una mayorresponsabilidad en el conflicto. Laguerra civil fue la consecuencia deprofundos antagonismos sociales,políticos y económicos en los cuales el

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papel de la Falange como elementocatalizador fue bastante secundario. LaFalange no era, ni mucho menos, elgrupo más importante de los queconspiraban en favor de la abiertarebelión, y cuando empezó la luchaestaba ya totalmente bajo el control delos militares. En realidad la Falange,con su jefe desaparecido y los restantesmandos sumidos en la mayor confusión,hubiese pasado completamenteinadvertida si Franco y los militares nohubiesen encontrado en ella un útilinstrumento del cual servirse.

Pero no fue por simple casualidadque las derechas echaron mano de la

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Falange para convertirla en el partidodel Estado. En los países de la EuropaOccidental donde las exigenciasrevolucionarias de los trabajadores nopodían satisfacerse mediante lasnecesarias reformas económicas, seimpusieron inevitablemente solucionesde tipo corporativo. En España, una veziniciada la guerra civil en 1936, el únicoprocedimiento capaz de mantener sujetasa las masas trabajadoras era recurriendoa algo parecido al nacionalsindicalismo.Tal fue la contribución del falangismo alrégimen de Franco. Para mayorseguridad se montó todo el sistemasindical como mejor le convino al

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gobierno, pero, de todos modos, pasó aser una pieza esencial del mismo.

La Falange nunca tuvo una verdaderaoportunidad de conquistar el poder, ysobre todo después de haber perdido asu jefe en el momento en que le era másnecesario al partido. Tratar de realizaruna síntesis de la derecha y la izquierdasin apoyarse en ninguna de dichasfuerzas era imposible quimera. Mientrascombatía a la izquierda, la Falange fueabsorbida poco a poco por la derecha ypor el hábil maniobrero de Franco. Y deno haber sido porque le interesaba aFranco mantener su complicadotinglado, hecho de trampas y engaños,

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puede afirmarse que la Falange nohubiese conservado durante tanto tiemposu aparente autonomía.

Lo que llevó a la Falange a superdición fue la excesiva carga deidealismo emocional que arrastraba ensu dialéctica. Desde el momento en queel mito absoluto de la gloria y de launidad nacional pasó a informar toda ladoctrina de la Falange, ésta perdió todaposibilidad de maniobra y decompromiso, es decir, de acomodación ala realidad política. Esta fe en laeficacia del idealismo político fue unade las características principales delpensamiento político europeo a partir de

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la segunda mitad del siglo XIX. Peroacaso en ninguna parte se produjo unadesilusión de proporciones tancatastróficas como en España al final dela década transcurrida entre el comienzode la guerra civil, en 1936, y laterminación de la segunda guerramundial, en 1945.

De aquella ardorosa pasión de otrostiempos no quedaban más quenostálgicos rescoldos.

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RESUMEN

«Falange. Historia delfascismo español».

Falange. Historia del fascismo españolsirve, pues, como inmejorable ejemplode una doble función a cumplir por unaobra de carácter histórico. Por unaparte, representa las mejores formas de

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historiar, y al tiempo la más adecuadaactitud del historiador ante el hecho o lasituación tratados. Por otra, de formaespontánea, al igual que lasproducciones de los demás escritorescitados, cumplió en su momento unpapel social fundamental en el interiordel país que estudiaban. Y es precisoañadir que, tras prácticamente unadécada de recuperación de los usosdemocráticos en España, ningún autor niobra publicados durante la misma hanconseguido acercarse siquieramínimamente a los niveles alcanzadospor aquella generación, carente defacilidades de investigación y alejada

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físicamente, en la mayor parte de loscasos, del mismo país que era objeto desu atención.

En Falange. Historia del fascismoespañol, Stanley G. Payne reconstruyepaso a paso la accidentada historia de laFalange: su lento y precario desarrollo,amenazado de extinción por lasrivalidades de sus jefes, en los años dela guerra civil, durante los cualesarrastró una existencia semiclandestinasin otra influencia política que aquéllaque le confirió la violencia de susactivistas; la fulgurante ascensión que leprocuró el sostener al ejércitosublevado contra la República y el ser

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un instrumento eficaz de represióncontra los demócratas, hasta que Francola amalgamó con los carlistas y laconvirtió, bajo su propia jefatura, enpartido único; los complots de escasaenvergadura urdidos contra Franco porlos falangistas decepcionados,condenados siempre al fracaso,aprovechados una y otra vez por Francopara justificar nuevas mutilaciones queconvertirán a la Falange en unaburocracia de Estado, corrompida ydesprovista de poder.

La obra ofrece observacionesprecisas del autor sobre la naturalezadel fascismo en general. Muestra

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claramente lo que ha caracterizado alfascismo español y lo que le hadistinguido de las formas que adoptó enAlemania y en Italia. Sin partidismopreconcebido, sin pasión y sin malicia,el historiador norteamericano seenfrenta con un tema que suscita las másvivas controversias en España y fuerade ella. Historiador honesto, Payne haquerido apoyar su relato, siempre que hapodido, en documentos o en testimoniosdirectos, y las abundantes notas queilustran el texto dan buena prueba deello. Sobre un tejido basto y resistente,cuya trama constituye la esencia delfranquismo y la razón de su subsistencia,

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la obra de Payne dibuja, como unbordado adorno, los perfiles y relievesde los hechos y figuras que representanel argumento de la gran historia que estápor hacer, y a la que el presente libroaporta una contribución fundamental.

La Falange.

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Los Antecedentes.

Los principios ideológicos que, enla década de los treinta generaríanfenómenos de carácter fascista enEuropa no tuvieron en España suficientefuerza para posibilitar su implantación yposterior arraigo. Era éste un paísdesintegrado a muchos niveles no«invertebrado», recurriendo a laexpresión orteguiana, recogida por elespecial regeneracionismo

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joseantoniano, que se presentaba a laescena mundial mostrando unascarencias evidentes. Como elementoadicional, la crisis económica de 1929,con sus perniciosos efectos sobre paísesde economía saludable, hallaría aEspaña colocada en situaciónespecialmente delicada en todos losórdenes.

Tras siete años de dictadura delgeneral Primo de Rivera, apoyada porextensos sectores sociales, Españamostraba la necesidad de unatransformación válida de la mano denuevas clases dirigentes. La derecha,permanente sostén de toda solución de

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fuerza, se retiraba entoncesprudentemente a la espera de una nuevaoportunidad de recuperación delprotagonismo en la vida política. En elaspecto económico, en ningún momentoeste sector conservador había dejado demantener el control absoluto. Mesesdespués de la caída del dictador, que yano interesaba a sus originales respaldos,le seguiría la misma Monarquía. Dehecho, la desaparición de la instituciónmonárquica —tal como había llegado aser entendida y practicada entonces—no correspondería más que a un lógicoproceso de dinámica histórica quealcanzó en el mes de abril de 1931 su

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punto culminante.Dentro de este contexto histórico, la

obra de Payne permite observar, conespecial sentido analítico y una posturaobjetiva, la trayectoria vital de laFalange, que el autor califica deespecífica forma adoptada por elfascismo en España. Una opinión nosiempre aceptada por posteriorestratadistas del tema. José Antonio Primode Rivera, directo heredero detradiciones familiares conservadorasprocedentes de mentalidadeslatifundistas y militares, aparece comoun original espécimen político en elinterior de una sociedad en ebullición.

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Contando con un bagaje cultural yuna visión hacia el exterior mucho másamplios que los habituales en la mayorparte de las figuras públicas delmomento, José Antonio fue capaz deordenar en un tiempo relativamentebreve toda una particular doctrinapolítica. Siempre tuvo, por otra parte, lapretensión de situarse más allá de lasdivisiones ideológicas tradicionales,actitud que le aproximaba a lasformaciones de carácter fascistizantesurgidas en la Europa de entonces.Dotada de grandes dosis de idealismo, yaún de utopismo, la Falange iba siempreen busca de la referencia intelectual.

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Spengler y Keyserling, pero tambiénOrtega, Unamuno y D’Ors, serían lasfiguras anunciadas como directasinspiradoras de las doctrinas elaboradaspor su creador y adláteres literarios.

Los Hechos.

En 1931-32 la izquierda española,tanto la moderada como la radical,aparecía fortalecida junto al liberalismoy frente a una derecha agazapada a laespera de su oportunidad. Un posible

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fascismo radical, como el adoptado mástarde por Falange y, en otro orden devalores, por las JONS, no parecía tenerlugar alguno en la escena política. Laizquierda ignoraba al nuevo partido; laderecha, más apegada a la utilización demedios dotados de eficaciacomprobada, preferiría por el momentoseguir prestando su apoyo electoral yeconómico a opciones que, como la CEDA, sabían representar con absolutafidelidad la defensa de sus interesespropios.

El idealismo se manifestó entoncescomo un elemento en contra de laimagen del partido, al igual que la

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preconización de móvilesrevolucionarios por personas en sumayor parte procedentes de nivelesacomodados. Junto a esto, su peculiarcombinación de principios, unida a unaética de los «puños y las pistolas»,tampoco contribuía en absoluto a suconsideración entre la población a quienpretendía dirigirse. Ni granconservadurismo ni pequeña burguesíani masas obreras salvadas delizquierdismo radicalizado responderíanal llamamiento de la Falange ni siquieraen una medida mínimamentesignificativa.

José Antonio y la Falange, a lo largo

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de la génesis y desarrollo delmovimiento, reafirmarían en todomomento su firme creencia en lanecesidad de instrumentación de unosmétodos autoritarios de reforma, a partirde la dirección de una reducida minoría,la élite directamente extraída de la obrade Ortega, siempre reticente a lareferencia que a él hacían los jóvenesilustrados del falangismo. El partido, apesar de su rechazo inicial a la derechatradicional, habría de experimentar unprogresivo acercamiento a la misma. Loharía al hilo de los convulsosacontecimientos que jalonaron la brevey trágica historia de la Segunda

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República Española, y ante lasactuaciones de la izquierda lanzada a laconsecución de rápidastransformaciones estructurales. Porejemplo, no tuvo inconveniente enaportar sus efectivos de choque contra larevolución asturiana de octubre. Así, ala larga José Antonio Primo de Riveraacabó siendo un ideólogo de la derecha.

Esta decisión fundamental aliaría ala teóricamente revolucionaria Falangecon las posiciones más proclives a unanueva recurrencia al Ejército comosalida de una situación nunca aceptada.A partir de entonces, el partido pasó aprotagonizar gran número de acciones

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violentas que contribuían directamente ala destrucción final del sistemarepublicano. El pistolerismo seríainstrumentado con profusión poraquellos idealistas que, a partir deltriunfo electoral del Frente Popular,verían incrementado el número de suspartidarios.

En el momento de máximacrispación, la derecha tradicionalrecurrió directamente a la Falange comofuerza de choque. La consideración quehace Payne acerca de la actitud deldetenido José Antonio hacia lasublevación de julio aporta algunos delos elementos más interesantes y

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complejos de la obra. Desconfianza ytemor podrían ser en conjunto lasactitudes del dirigente falangista frente aun ejército que, representando losintereses de las clases másconservadoras del país, volvía porenésima vez al poder mediante lautilización de la fuerza. De hecho, elfuturo no hizo sino justificar estossentimientos, cuando ya el Fundador sehabía convertido en el gran ausente,perfectamente instrumentable para lasnuevas autoridades, que lo situaronrápidamente en el centro del altar de sumística propia.

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Las consecuencias.

El nuevo régimen al tiempo que seautoproporcionaba una base ideológicahíbrida pero válida mediante el decretodé unificación, conseguía desarmardoctrinalmente a las formaciones de quehabía hecho uso para realizar taloperación. Falange y carlismo,profundamente desnaturalizados,servirían eficazmente para basar lospostulados nacionalcatóltcos delrégimen, recuperadores y sustentadoresde los más rígidos principios

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conservadores a todos los niveles. LaFalange, controlada ahora por elementosespecialmente afectos al sistema, viviríalargos años de aparente preeminencia.De hecho aquella especial forma defascismo español, algo que para elprofesor Aranguren «nunca existió»habría de disponer en realidad de ungrado de poder e influenciainfinitamente menor que el que parecíaposeer.

Instrumento útil en manos delrégimen, del que no podía ni queríasepararse, el pretendidorevolucionarismo falangista se viosofocado por la preponderancia de unas

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clases que incluso a niveles muymoderados admitían aquella obligadapero inofensiva compañía. La Falange,suministradora de los iníciales símbolosexternos del Movimiento Nacional, severía mediatizada por todas lascaracterísticas propias del régimen:burocratización, improvisación ygeneral corrupción.

El enorme incremento numéricoexperimentado por el partido durante laguerra civil y la inmediata posguerra lesustraería asimismo gran parte de sucredibilidad. El partido, alzado hasta elnivel de partido único, representaríadurante decenios de la manera más

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manifiesta posible el papel de centro deoportunismo coyunturales. Suradicalismo totalitario original ya no eraútil, e incluso iría convirtiéndose en unlastre molesto con el paso de los años.Ejército e Iglesia, idóneos cómplices einstrumentos de una derechaenvalentonada por el triunfo bélico encuya financiación había intervenido,seguirían constituyéndose en pilaresfundamentales del Estado.

El régimen iría moviéndoseprogresivamente hacia posiciones másacordes con los postulados de losverdaderos sectores dominantes, y a lavez despojándose de todo atributo

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radical falangista. Siempre a labúsqueda de su propia supervivenciadentro de un mundo generalmente hostil.Al final de la década de los cincuenta,cuando empezó a, vislumbrarsetímidamente el desarrollismo, unosespecíficos sectores tecnocráticosacabaron por limpiar de todo rasgofalangista el rostro que el régimenprefería mostrar. Los poderes de hechotraspasaron la actuación a estos nuevoselementos, que parecían capaces desituar al país a niveles económicosinteresantes, mejorando la imagen delentramado político que pretendíanretocar, pero no cambiar. Hasta hoy

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mismo, quienes se consideran auténticosfalangistas seguirán reclamándosepartidarios de una diferente evoluciónde la historia española. Y, junto a esto,actuarán de forma especialmente críticacon respecto al régimen que consiguióextraer de su ideología propia unamayor cantidad de beneficios que la queles otorgó una vez uncidos comoinstrumentos de control social.

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1898

1900

1902-1903

FECHAS CLAVE

Fin de la guerra hispano-norteamericana. Tratado de París(diciembre) y pérdida de los últimosrestos coloniales.

Entre las clases intelectuales, seproduce la localización de un espíritu denecesario regeneracionismo nacional.

Se promulga la Ley sobreaccidentes de trabajo. Protección altrabajo efectuado por mujeres y niños.

Conclusión delperíodo de regencia de la reina MaríaCristina. Continúa la manifestación de la

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1906

1909-1912

1914-1917

gran concentración bancaria en España.Nace en Madrid José Antonio Primo deRivera.

Ley de Jurisdicciones, quebeneficia al Ejército. Se produce unatentado anarquista contra el reyAlfonso XIII.

Comienzo de la crisismarroquí. «Semana Trágica» deBarcelona. Asesinato de Canalejas,presidente del Gobierno.

España se declaraneutral en la Primera Guerra Mundial.Juntas de Defensa.

Intento de huelga general en todo elpaís. Graves crisis sociales en zonas

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1921

1923

1925

1929-1930

industriales y agrarias.Desastre de Annual, en la

guerra de Marruecos. Crisis política.Asesinato de Dato, presidente delGobierno.

Crisis política e inestabilidadsocial. Golpe de Estado del generalPrimo de Rivera y constitución de unDirectorio militar (septiembre). Sonsuspendidos los derechos y libertadesque la constitución otorga a todos losciudadanos.

Desembarco español en labahía de Alhucemas. Comienza laparticipación civil en el Gobierno.

Proyecto de la

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1931

1932

Constitución de la Dictadura. Primo deRivera cae (enero). Le sucede el generalBerenguer. Fallida sublevación de Jaca.

Gobierno del almirante Aznar(febrero). Victoria republicano-socialista en las elecciones municipales(abril) y proclamación de la SegundaRepública. Incidentes anticlericales(mayo). Elecciones a CortesConstituyentes (junio) con triunforepublicano-socialista. Constituciónrepublicana (diciembre). Hay unaintensa agitación agraria en el Sur.

Insurrecciones anarquistas yagrarias. Proyecto de reforma agraria.Sublevación militar-monárquica del

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1933

1934

1935

general Sanjurjo (agosto). Estatuto deCataluña (septiembre).

Continúa la agitaciónanarquista y agraria. Creación de la CEDA (febrero) y de Falange Española(octubre). Estatuto vasco (noviembre).Se celebran elecciones generales(noviembre) y obtiene el triunfo lacoalición de centro-derecha.

Huelga general, revolución enAsturias y levantamiento del Gobiernocatalán (octubre). Represión por elEjército.

Se produce la paralización dela reforma agraria (agosto). Estado deagitación general en toda la Península.

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1936

1937

Elecciones generales, con triunfo delFrente Popular (febrero).

Ocupación de tierras (marzo).Asesinatos del teniente Castillo y deCalvo-Sotelo (julio). Comienzo de lasublevación militar en Marruecos (17julio). El territorio español quedadividido en dos sectores enfrentados. Elgeneral Franco, jefe del Gobierno delEstado español y Generalísimo de losEjércitos (octubre). Fusilamiento deJosé Antonio Primo de Rivera (20noviembre). Se produce unaestabilización de los frentes de combate.

Se promulga el Decreto deUnificación de la Falange y el Requeté

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1938

1939

(abril). Junta Política en la Españanacionalista y continuas crisisgubernamentales en la zona republicana.Bombardeo de Guernica (abril) ybatallas del Jarama (febrero), Brunete(julio) y Belchite (agosto).

Prosigue la inestabilidadpolítica en la zona republicana, mientrasFranco constituye su primer Gobierno(enero). Batallas de Aragón (febrero ymarzo). Los nacionalistas llegan alMediterráneo (abril). Batalla del Ebro(julio). Promulgación del Fuero delTrabajo (marzo). Retirada de lasBrigadas Internacionales.

Barcelona, ocupada por los

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1940

1941

nacionalistas (enero). Azaña dimite dela Presidencia de la República(febrero). Consejo de Defensa deMadrid y caída de la capital (marzo).Ocupada Alicante, finaliza la guerracivil (1 abril). Los restos de JoséAntonio son trasladados a El Escorial(noviembre). Inicio de la represión delos nacionales en las zonas ocupadas.

Reorganización de lasmilicias de la FET y de las JONS(junio).Proclamación de la ley sindical einstitución del Frente de Juventudes(diciembre). Entrevista Hitler-Franco(octubre).

Entrevista Mussolini-Franco

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1942

1943

1944

1945

(febrero). Ley de Seguridad del Estado(marzo). Reclutamiento de voluntariosde la División Azul (junio).

Ley Constitutiva de lasCortes (julio). Atentado falangista enBegoña (agosto). Constitución del«Bloque Ibérico».

Disolución de la DivisiónAzul (noviembre). La Falange siguemanteniéndose como la únicadepositaría de las esencias del régimen.

Establecimiento del segurode enfermedad (mayo). Desembarco deNormandía (junio) y sur de Francia(agosto).

Caída de Alemania (mayo).

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1946

1947

Promulgación del Fuero de losEspañoles (julio). Tras las reuniones dePotsdam, se decide la condena delrégimen español a nivel internacional(julio).

La Asamblea de la ONU sepronuncia contra el régimen(febrero).Francia cierra su frontera con España(marzo). Presiones internacionales sobreEspaña en dirección a conseguir lacaída del sistema impuesto. Retirada deembajadores y manifestacionesfalangistas de apoyo a Franco(diciembre).

Comienzo de las relacionesFranco-Perón (enero). Promulgación de

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1948

1949

la Ley de Sucesión, que define a Españacomo un Reino (abril), y creación delConsejo del Reino. Condena del condede Barcelona. España, excluida del PlanMarshall (junio).

La frontera francesa esreabierta (febrero). El «ProtocoloFranco-Perón» asegura a España elsuministro de efectos alimenticios(abril). El conde de Barcelona y Francoacuerdan la educación del príncipe JuanCarlos en España (agosto).

Siguen realizándoseejecuciones de opositores al régimen. Elgeneral Aranda se pronuncia a favor deuna restauración monárquica (junio).

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1950

1951

1952

Viaje de Franco a Portugal (octubre).La policía francesa comienza

a actuar contra los elementos opositoresal franquismo, mientras las relacionescomerciales con el exterior vannormalizándose. La ONU admite laposibilidad de admisión de España enlos organismos internacionales(octubre).

Los Estados Unidos envíanembajador a España (febrero). Huelgasviolentas en Barcelona y agitaciónuniversitaria (marzo). Huelgas ydesórdenes en el País Vasco (abril).

Supresión del racionamientodel pan (marzo). Congreso Eucarístico

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1953

1954-1955

1956

Internacional en Barcelona (mayo).Concordato entre España y la

Santa Sede (agosto). Tratado económicoy militar con los EE. UU. (septiembre),por el que España cede bases en suterritorio. Congreso nacional deFalange, en el aniversario de sufundación (octubre).

Estados Unidoscomienza a enviar material bélico aEspaña. España entra en las NacionesUnidas (diciembre).

Manifestaciones estudiantilesen Madrid (febrero), seguidas pordestituciones y recambios políticos.España reconoce la independencia de

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1957

1958

Marruecos (abril). El Opus Deicomienza a introducirse en los puestosdirectivos del país.

Oleada huelguística (enero).Nuevo Gobierno con destacadapresencia de tecnócratas opusdeístas(febrero). Huelgas mineras en Asturias(marzo). Inicio de la guerra de Ifni(noviembre).

Huelgas laborales yuniversitarias. Consejos de guerra(enero). Leyes de convenio colectivo yde reforma de procedimientos laborales(abril). Promulgación de la Ley dePrincipios Fundamentales delMovimiento (mayo).

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1959

1960

Los restos José Antonio sontrasladados al Valle de los

Caídos (marzo), que Franco inaugura almes siguiente. Plan de EstabilizaciónEconómica (julio). Eisenhower llega envisita oficial a España (diciembre).

El plan de estabilizaciónestablece ya las líneas maestras de lasubsiguiente política desarrollista adesenvolver a lo largo de la siguientedécada. A los actos y manifestacionesopositoras comienza a unirse la voz deuna parte de la Iglesia española.

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STANLEY GEORGE PAYNE. (Denton,Texas, 9 de septiembre de 1934) es unhispanista estadounidense. Doctor enHistoria por la Universidad deColumbia y profesor emérito de Historiaen la Universidad de Wisconsin-Madison, donde ostenta la cátedra

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Hilldale-Jaume Vicens Vives.

También es codirector del Journal ofContemporary History, miembro de laAcademia Americana de Artes yCiencias (American Academy of Artsand Sciences) y, desde 1987, académicocorrespondiente de la Real AcademiaEspañola de la Historia.

Payne escribe con cierta frecuenciaartículos de opinión en los periódicosespañoles ABC y El Mundo sobreactualidad hispana. También en laRevista de Libros colabora asiduamentecon sus ensayos bibliográficos. Condilatada presencia en el panorama

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académico español, dirigió en laUniversidad de Burgos, en julio del2005, el curso La represión durante laguerra civil y bajo el franquismo:historia y memoria histórica.

Ha publicado una veintena de libros ymás de 150 artículos en revistasespecializadas, mayoritariamente sobrela Historia de España. Los primeroslibros de Payne, traducidos al castellanoen los años sesenta, hubieron de serpublicados en París por la editorialRuedo Ibérico, ya que eran inaceptablespara la censura franquista.

Entre los títulos de este autor destacan:

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Falange. Historia del fascismo español(1965), Militares y política en laEspaña contemporánea (1968), Elnacionalismo vasco. De sus orígenes ala ETA (1974), La primera democraciaespañola: La Segunda República, 1931-1936 (1993), Unión Soviética,comunismo y revolución en España(2003), El colapso de la República. Losorígenes de la Guerra Civil (1933-1936) (2005), 40 preguntas fundamentalessobre la Guerra Civil (2006), Franco yHitler. España, Alemania, la SegundaGuerra Mundial y el Holocausto(2008) y España. Una historia única(2012).

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El 9 de junio de 2004, la Universidad CEU Cardenal Herrera lo nombró doctorhonoris causa.

En 2006 Payne fue el director del curso«La guerra civil: conflictorevolucionario y acontecimientointernacional» en la Universidad ReyJuan Carlos, España.

En 2009 recibió la Gran Cruz de laOrden de Isabel la Católica.

En 2013 ha sido galardonado con elpremio Españoles Ejemplares, otorgadopor la fundación presidida por SantiagoAbascal Conde, DENAES, en la categoríade Arte y Humanidades.

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Notas

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[1] Véase Gutiérrez-Ravé; FernándezAlmagro, p. 210; Sevilla, AntonioMaura. <<

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[2] El pensamiento de Primo de Rivera(Pemán), p. 53. <<

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[3] En La Nación (Madrid), 6 de agostode 1927, citado por Pemán, p. 65. <<

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[4] De un discurso pronunciado en unbanquete en honor de Alfonso XIII, el 22de enero de 1925, citado por Pemán, p.203. <<

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[5] Ratcliff, p. 59. <<

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[6] Salvo cuando se indiqueespecialmente de otro modo, la palabra«fascista» y sus derivados se aplicanaquí en su sentido más amplio paracalificar la adhesión al sistema degobierno autoritario, corporativo ynacionalista. <<

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[7] Guillen, Los que nacimos, p. 121.Guillen Salaya era colaborador de LaGaceta. <<

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[8] Giménez, Genio de España, p. 34-35.<<

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[9] Ibíd., p. 35. <<

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[10] Informaciones (Madrid), número3790, citado por Mendizábal, p. 183. <<

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[11] Citado por Mendizábal, p. 178. <<

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[12] Citado por Basaldúa, p. 13. <<

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[13] Giménez, La nueva catolicidad, p. 143-144. <<

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[14] Citado por Basaldúa, p. 81. <<

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[15] Albiñana, Confutado en Las Hurdes,p. 113. <<

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[16] El programa oficial figura enAlbiñana, Después de la Dictadura, p. 242-246. <<

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[17] Albiñana, Prisionero de leRepública, p. 60. <<

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[18] Albiñana, Confinado en Las Hurdes,p. 170-171. No es seguro que Albiñanahubiese leído a Charles Maurras, pero,en todo caso, en 1932 León Daudet tratóde promover una campaña internacionalde prensa en su favor. Para ello solicitóel apoyo de algunos escritores fascistasitalianos y se dirigió a la Sociedad delas Naciones (Ibíd., p. 210-216, 326-328 y el artículo de José Calvo-Sotelo en La Nación, Madrid, 8 defebrero de 1933). <<

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[19] Así lo afirma Albiñana en Españabajo la dictadura republicana. <<

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[20] Aparición, en La Conquista delEstado, p, VII-IX, Aparición, RamiroLedesma, p. 13-18; Arrarás, Historia dela Cruzada española, 1, 385 (enadelante solo se citara el volumen y lapagina). <<

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[21] Reunidos posteriormente en Losescritos filosóficos de Ramiro Ledesma.<<

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[22] Algunos han hecho observar que laforma más apropiada en castellano seriala de Sindicalismo nacional y no la deNacional-Sindicalismo adoptada porLedesma, que más parece unacorrupción tomada directamente delNacionalsocialista. <<

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[23] Existe una declaración bastanterotunda en El Sol (Madrid), 6 dediciembre de 1930, y su correspondientecritica por Julián Besteiro en ElSocialista, 6 de enero de 1931. <<

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[24] Roberto Lanzas (seudónimo deLedesma), ¿Fascismo en España?, p.52; La Conquista del Estado, número10, 16 de marzo de 1931. <<

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[25] Aparición, La Conquista delEstado, p. XI. <<

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[26] La Conquista del Estado, número I,14 de marzo de 1931. <<

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[27] Ibíd., núm. 2,23 de marzo de 1931;núm. 11,23 de mayo de 1931. Estaaparente contradicción se explicaporque lo mismo los carlistas que losanarquistas repudiaban enérgicamente ellegado de los siglos XVIII y XIX. <<

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[28] Ibíd, núm. 13, 6 de junio de 1931.<<

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[29] Citado por Guillen Salaya, Historiadel Sindicalismo español, p. 141. <<

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[30] Citado por Aparicio, La Conquistadel Estado, p. XVIII. <<

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[31] Véase Foltz, p. 63, y Ledesma,¿Fascismo en España?, p. 54-57. <<

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[32] Narciso Sánchez «OnésimoRedondo», Temas españoles (Madrid,1953) núm. 39. p. 5-6. <<

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[33] Siguiendo la actitud habitual delfascismo clerical de aquellos años,declaró que Adolfo Hitler representabaal «Cristianismo frente al Marxismo»(El Estado Nacional, n.º 19, 20 demarzo de 1933). <<

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[34] Se dice que Redondo practicabafrecuentemente ejercicios espirituales yleía todas las noches la Biblia, lo queconstituía ciertamente una curiosamanera de prepararse para la agitacióntotalitaria. Cf. Arrarás, I, 423. Sobre laprofunda formación religiosa deRedondo véanse, entre otros, FernándezAlmagro, p. 210-212; Marcotte, p. 50-51; Paltee, p. 305-306; y Hughes, p.31. Las observaciones de Ledesmasobre este punto figuran un poco másadelante en este mismo volumen. <<

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[35] «Onésimo Redondo y el SindicatoRemolachero», SP, 8 de marzo de 1939,p. 10. <<

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[36] «Esto sólo puede hacerlo unmovimiento impregnado de frenesíespañolista, movido por la juventud ydedicado a Combatir en lodos losterrenos tanto a la marrullería burguesa,que escatima sus deberes, como aldesenfreno de la ola materialista»(Libertad, n.º 29, 28 de diciembre de1931). <<

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[37] Libertad, n.º 7, 27 de julio de 1931.<<

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[38] Ibíd, n.º 3, 27 de junio de 1931, yJONS, 2 de junio de 1933. <<

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[39] «La coeducación o emparejamientoescolar es un crimen ministerial contralas mujeres decentes. Es un capitulo dela acción judía contra las nacioneslibres. Un delito contra la salud delpueblo ave deben penar con su cabezalos traidores responsables». (Libertad,n.º 17, 5 de octubre de 1931. Labastardilla es del propio Redondo.). <<

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[40] Citado por Basaldúa, p. 11. <<

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[41] El socialista Femando de los Ríos,catedrático de Derecho de laUniversidad de Granada, parece haberevocado este emblema durante unasclases a las que asistía Juan Aparicio,quien fue luego secretario de Ledesma.El emblema del yugo y las flechasfiguraba también en las armas delescudo de Guadix, pueblo natal deAparicio Fernández Almagro, p. 212;Guillen Salaya, Los que nacimos,página 96.Sin embargo, según Jato, p.49, este símbolo fue mencionado porescritores nacionalistas como Giménez

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Caballero y Rafael Sánchez Mazas enartículos aparecidos en 1927 y 1928. <<

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[42] Según Ledesma, en Discurso, p. 14.<<

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[43]Libertad, números 38-40, 29 defebrero, 7 y 14 de marzo de 1932.<<

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[44] El Estado National (semanario dediscusión de teoría política, dirigido porRedondo), 20 de lebrero de 1932. Elempleo de «fórmulas» aseguraba «laselección de la peor política»(Ídem. 27de febrero de 1932). <<

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[44bis]Ibíd., n.º 36,15 de febrero de 1932.<<

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[45] ¿Fascismo en España?, p. 78. <<

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[46] Guillen Salaya, Los que nacimos, p. 112-114. Conversación con Anselmo dela Iglesia —uno de los más fielesseguidores de Redondo— en Madrid, el26 de mayo de 1959. <<

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[47] «Ramiro… no pudo nunca encontrarlas fronteras que separan la vida real,que fluye a todas las horas, de la vidaimaginada, que sólo nos posee en losmomentos fugaces del ensueño… Uno noacierta a comprender si Ramiro soñabapara obrar o ansiaba la acción parasonar. Tampoco pudo comprenderlo él»(Emiliano Aguado: Ramiro Ledesma enla crisis de España, pág. 114). <<

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[48] Lizarza, p. 16; Arrarás, I, 485. <<

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[49] Estas maniobres aparecen descritascon detalle en Galindo, p. 95-182. <<

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[50] Ansaldo, p. 54. <<

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[51] En Iturralde, p. 239-408, figura uninteresante estudio sobre el papel delcatolicismo durante la República. <<

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[52] Sobre las vicisitudes de las derechasdurante la República véase FernándezAlmagro y también Arrarás, vol. I. <<

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[53] Valdecasas afirmó más tarde que laRepública le había defraudado desdelos comienzos (conversación en Madridel 18 de noviembre de 1958).Valdecasas había tomado una parteimportante en la redacción delanteproyecto de creación de «ConsejosTécnicos» previstos en la Constitución,cuya misión consistirá en asumir ladirección de las cuestiones económicas,para que éstas no estuvieran sometidas alas vicisitudes políticas. Véase Smith, p.120-127, 167-168, 191-193, 271-273 y 303-304. <<

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[54] En su libro sobre Primo de Rivera,J. Capella hace una notable descripciónde la personalidad de dictador. <<

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[55] Como lo reconoce incluso unsocialista como José Antonio Balbontin(La España de mi experiencia, p. 306-307). <<

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[56] El José Antonio de Ximénez deSandoval constituye la biografía oficialdel Régimen; la infancia y juventud deJosé Antonio se describen en las páginas1 a 36. Puede encontrarse misinformación en Pavón, p. 15-29, y enartículos de los amigos y parientes deJosé Antonio como Nieves Sainz deHeredía, Lula de Lara y RaimundoFernández Cuesta en Dolor y memoria,p. 174-182. <<

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[57] Conversaciones con EmilioGonzález López, Nueva York, 27 deoctubre de 1957, y Jesús Prados Amule,Madrid, 22 de mayo de 1959. Aunquecuando eran estudiantes defendían ideaspolíticas opuestas, ambos interlocutorescoincidían en su apreciación de laactitud de José Antonio. Pueden hallarseotros detalles, algo deformados en suinterpretación, en el libro de RamónSerrano Súñer Semblante de JoséAntonio (Madrid,1959) 197-200;también en Francisco Bravo Martínez,José Antonio: el Hombre, el jefe, el

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camarada (Madrid, 1939), p. 10, y Jato,p. 27. <<

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[58] Pemartín, p. 597-601. <<

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[59] Algunas de sus últimas produccionesliterarias figuran en Blanco y Negro(Madrid), 8 de diciembre de 1929, y LaNación (Madrid), 28 de noviembre de1929. <<

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[60] Ratcliff, p. 80-81. <<

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[61] El Heraldo de Madrid, 13 de marzode 1930. <<

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[62] Tanto Maura como Aunós (Espadaen crisis, p. 300-310) denunciaron lacorrupción de los elementos de la UniónPatriótica y de la Unión Monárquica.Aunós fue ministro de Trabajo delgobierno de Primo de Rivera. <<

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[63] Diario de Jerez, 1 de julio de 1930,citado en Textos inéditos y epistolariode José Antonio Primo de Rivera,Madrid 1956 (en lo sucesivo citadosimplemente como Epistolario). <<

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[64] La Nación, 12 de febrero de 1930;Boletín de la Unión Patriótica, 18 defebrero de 1930. <<

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[65] La Nación, 18 de febrero de 1930,reproducido del Diario de Albacete. <<

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[66] Después de la conferencia de JoséAntonio en Albacete, el destacadojurista socialista Luis Jiménez de Ansúaanuló la que debía pronunciar en elmismo local, alegando que no queríaocupar la tribuna que había utilizado unPrimo de Rivera (La Nación, 26 defebrero de 1930). <<

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[67] Textos de doctrina política. Obrascompletas (Madrid, 1952) (citado en losucesivo como Obras). José Antoniohabía pensado en presentarse en sufeudo familiar de Cádiz en mayo de1930, cuando se hablaba de que elgobierno Berenguer iba a celebrarelecciones (Carta de José M.ª Pemán aXiménez de Sandoval del 11 dediciembre de 1941, en Ximénez, p. 472-473). <<

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[68] Esto era particularmente cierto porlo que respecta al diario monárquicoABC. Véase Ximénez, p. 103 y 107 ytambién el órgano de los jesuitas ElDebate del 1 y 5 de octubre de 1931. <<

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[69] Ramiro Ledesma aplaudió esteresultado, afirmando que los votos deJosé Antonio reflejaban una reacción«nacional» contra las CortesConstituyentes burguesas (La conquistadel Estado, 10 de octubre de 1931). <<

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[70] Según Ximénez (p. 109-110), JoséAntonio se dedicaba a leer losprincipales autores revolucionarios:Hitler, Rosemberg, Mussolini,Farinacci, Lenin y Trotsky. El únicoautor liberal que leía era Ortega. Entrelos demás autores españoles queapreciaba figuraban los de extremaderecha como Donoso Cortés, Menéndezy Pelayo y Ramiro de Maeztu. <<

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[71] Epistolario, p. 36-80. <<

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[72] ABC, 16 de marzo de 1931. <<

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[73] En La Nación, 17 de enero de 1931.<<

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[74] José Antonio encontró un escapepara sus preocupaciones políticascortejando a la heredera de uno de losmás antiguos ducados de España. Comola muchacha era hija única, su padre, elduque, pretendió que José Antoniorenunciase a su propio titulo de marquésde Estella para que, al casarse,continuara la línea directa de sucesióndel titulo de su hija. Pero José Antonioestaba demasiado orgulloso de su titulofamiliar para aceptar semejanteexigencia. Se dice que este amorcontrariado marcó para siempre el

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destino de José Antonio, quienpermaneció soltero. Cf. José M.ªVillapecellín, José Antonio: En lacárcel y a hombros de sus camaradas,en Ximénez, p. 493. (El autor delpresente libro ha hablado con diversaspersonas conocedoras de este idilio deJosé Antonio, habiendo recogido cuatroversiones diferentes del mismo). <<

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[75] Arrarás, I, 423. <<

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[76] Según Ledesma, Delgado habíarecibido 130 000 suscripciones para elprimer número (¿Fascismo en España?,p. 87), aunque esta cifra parece muyexagerada. Sin embargo, lo cierto es queel mundo financiero se interesó por estesemanario; el influyente financierocatalán Juan Pujol llegó incluso acolaborar con un articulo firmado conseudónimo. <<

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[77] Hughes, p. 29. <<

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[78] Arrarás, I. 594; ¿Fascismo enEspaña?, p. 88-89. Se llegó a amenazara uno de los colaboradores, SánchezMazas, para que retirara un artículosuyo. <<

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[79] Obras, p. 43-47. <<

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[80] Citado en Dávila y Pemartín, p. 19.<<

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[81] Según Prieto en El Socialista, 19 demayo de 1949. <<

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[82] Ansaldo, p. 89; conversación conJosé Pla, Llofriu (Gerona), el 28 deabril de I9S9. Pla estaba consideradocomo uno de los mejores observadorespolíticos de la segunda República, enMadrid. <<

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[83] Citado en Ximénez, p. 127. <<

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[84] Dávila y Pemartín, p. 24. <<

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[85] Ruiz de Alda, Julio, y Franco,Ramón, De Palos al Plato (Madrid,1927). <<

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[86] Prólogo a las Obras Completas deRuiz de Alda, p. 13-26. <<

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[87] Ibíd., p. 27-28. <<

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[88] En la entrevista de El Fascio, Ruizde Alda se mostró partidario de «unmovimiento exaltado y violento, dirigidoa las nuevas generaciones y con unFondo social grande, integrando atrabajadores e intelectuales. Unmovimiento conducido por espíritusconvencidos y dispuestos al sacrificiopara que no resulte un simple acto dedefensa clasista o de capitalismocobarde» (Ruiz de Alda, Obrascompletas págs. 205-209). <<

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[89] Ibíd, p. 34. <<

Page 1243: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[90] En Oviedo y Sevilla también fuerondistribuidas octavillas por grupos deestudiantes (Jato, pagina 54). <<

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[91] La cifra de detenidos tal vez llego avarios miles. Ahora, Madrid, 23,24 y 26de Julio de 1933. <<

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[92] ¿Fascismo en España?, pág. 111. Enel seno de su propio grupo, Ledesmaridiculizó el carácter «ingenuo» de lapropaganda de José Antonio, queconsideraba que iba dirigidaexclusivamente a los elementosvinculados a la dictadura, al tropel deoficiales del Ejército recién retirados ya los grandes terratenientes deprovincias (Véase ¿Fascismo enEspaña?, pág. 104). <<

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[93] Arrarás, I, 604. <<

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[94] Véase la correspondencia en elEpistolario de José Antonio, p. 125-142. <<.

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[95] Poco antes, José Antonio habíainiciado una campaña para obligar a unadestacada personalidad liberalmoderada, Ossorio y Gallardo, aabandonar la presidencia del Colegio deAbogados de Madrid. Más tarde,Ossorio dimitió de su cargo (ÁngelOssorio, Mis memorias, págs. 217-218).<<

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[96] El Sol, 25 y 26 de octubre de 1933.<<

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[97] García Valdecasas afirmó más tardeque a él se le había invitado a tomarparte únicamente en un mitin de«afirmación española» y que no sabíaque José Antonio y Ruiz de Alda seproponían la inmediata fundación de unmovimiento político (Conversación enMadrid, el 18 de noviembre de 1958).<<

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[98] Ximénez, p. 131-135; Ansaldo, p.64; y Valdecasas en Dolor y memoria, p.257-259. <<

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[99] Obras p. 63-69. <<.

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[100] El Sol, 29 de octubre de 1933. <<

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[101] Acción Española, n.º 43, 16 dediciembre de 1933. <<

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[102] Martínez Barrio era uno de losprincipales masones de España. Esto eslo que indujo a Giménez Caballero —que había sido presentado a JoséAntonio, a través de Ruiz de Alda— aafirmar que la masonería favoreció lafundación de la Falange, a la que creyópoder manejar mediante intrigas(Ramiro Ledesma, ¿Fascismo enEspaña?, pág. 135). <<

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[103] Citado por Díaz, Cómo llegóFalange, p. 13. <<

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[104] Ximénez p. 131-132 y 148; Arrarás,I. 681. Cf. Albiñana, Las Hurdes, p. 111.Giménez Caballero reivindica lapaternidad del nombre en la edición deGenio de España publicada en Zaragozaen 1938. <<

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[105] Albiñana fue elegido diputado aCortes en 1933 por la candidaturaderechista de Burgos, pero fue un tristeconsuelo; sus partidarios, nunca muynumerosos, habían desaparecidocompletamente. Sus pistoleros sepasaron a la Falange. <<

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[106] Ansaldo. p. 63. <<

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[107] Conversación con Valdecasas enMadrid el 18 de noviembre de 1958.Véase también Guillen, Anecdotario, p.100, y Hughes. <<

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[108] Obras, p. 177-178. <<

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[109] «Ensayo sobre el nacionalismo» enla obra de Juan Aparicio, p. 146 (Ed. JONS, Madrid, 1943). <<

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[110] Él mismo lo reconocía ante susamigos. Bravo, José Antonio, p. 52. Cf.José Ortega y Gasset, Obras completas,I, p. 265-308. <<

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[111] El poema favorito de José Antonioera el If, de Kipling, que solía recitar eninglés. <<

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[112] Ximénez, p. 612. <<

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[113] La campaña electoral fue pródiga enincidentes, recogidos en El Sol, 14, 16,18 de noviembre y 2 de diciembre de1933; Mauger, p. 61-66; Dávila yPemartín, p. 36-38 y 43-50. <<

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[114] Cádiz era un feudo conservador,manejado por Ramón Carranza, marquésde la Pesadilla, que fue uno de losúltimos caciques del viejo estilo. Comola CNT anarcosindicalista se habíapropuesto boicotear las elecciones,Carranza estimuló aquel propósitosobornando a algunos elementoscenentistas. La fuerza electoral de laizquierda se vio aún más debilitada ylos conservadores ganaron fácilmentelas elecciones. (Cánovas, Apuntes;Foltz, págs. 68-69; conversación conPedro Sainz Rodríguez —uno de los

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principales manipuladores políticos dela Derecha intransigente durante laRepública— celebrada en Lisboa el 10de marzo de 1959). José Antoniocomenzó a escribir más tarde una novelapolítica humorística en inglés (susegunda lengua) titulada Los Anarco-Carrancistas, Foltz, pág., 69; JacintoMiquelarena en Dolor y memoria, págs.239, 241. <<

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[115] Ansaldo, p. 81-82. <<

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[116]¿Fascismo en España?, p. 91. <<

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[117] Ibíd; Arrarás, I. 593; Jato, p. 54-55.<<

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[118] Guillen, Sindicalismo español, p.55; las luchas callejeras se relatan en¿Fascismo en España?, p. 101-103,Guillen, Anecdotario, p. 88, y Los quenacimos, p. 129-130, y Jato, p. 56. <<

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[119] Sin duda aportaron pequeñas sumasel excontrabandista Juan March, elhombre más rico de España; AntonioGoicoechea, jefe de RenovaciónEspañola; José Félix de Lequerica,principal agente político de losindustriales bilbaínos, y el Banco deVizcaya, que en parte estaba controladopor los jesuitas (Foltz, pág. 64). <<

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[120] Guillen, Los que nacimos, p. 128.<<

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[121] ¿Fascismo en España?, p. 145. <<

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[122] Ledesma atribuía toda la culpa de laseparación existente en los dos grupos ala confusión ideológica de José Antonioy a sus compromisos políticos con losreaccionarios. (Carta a FranciscoBravo, líder de las JONS en Salamanca,del 14 de noviembre de 1933, en Bravo,José Antonio, páginas 63 y 64). Encambio, Ernesto Giménez Caballerohabía decidido hacer el elogio de JoséAntonio, presentándolo como el nuevoCésar en su próximo libro. <<

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[123] Ibíd, p. 143. <<

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[124]Ibíd., 145-146. <<

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[125] Los nueve grupos correspondían aMadrid, Barcelona, Valencia, Bilbao,Zaragoza, Valladolid, Granada, Santiagode Compostela y Zafra. <<

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[126] Los principales slogans de laFalange, como «España, una, grande ylibre», «Por la patria, el pan y lajusticia» y el «¡Arriba!», fueron creadospor Ramiro Ledesma en La conquistadel Estado. (Véase Francisco BravoMartínez, Historia de la FalangeEspañola de las JONS, pág. 23). Laexpresión «¡Arriba España!», se diceque fue acuñada más tarde por elretórico Sánchez Mazas(Ximénez deSandoval, pág. 222). <<

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[127] Para más detalles véase Arrarás, II. 19-23, y Ximénez p. 228-229. <<

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[128] Carta del 12 de marzo de 1934,citada en ¿Fascismo en España?, p.149. <<

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[129] Sin embargo, su contribuciónnumérica fue escasa. Mientras losafiliados a la Falange eran unos dos mil,los jonsistas, sin contar a losestudiantes, no llegaban a los trescientosen toda España, (¿Fascismo enEspaña?, pág. 178, nota). <<

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[130] La fundación de FE se describe enel libro de Arrarás, tomo I, págs. 681-683. Incluso en las violentessemanas que precedieron al estallido dela guerra civil, cuando el partido habíasido declarado ilegal y sus dirigentesencarcelados, José Antonio advirtió alos miembros del partido encargados dela edición del órgano clandestino Noimporta, que si no lograban mejorar lapresentación sería preferible suspendersu publicación (Bravo, José Antonio,págs. 194-201). <<

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[131] Ansaldo, p. 89. <<

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[132] La expresión es de Ledesma(¿Fascismo en España?, p. 129).Sánchez Mazas había sido corresponsaldel ABC en Roma, de donde le vino suesteticismo italianizante y su interés porel fascismo. (Véase Giménez, LaFalange, p. 4.) Sánchez Mazas fue unode los pocos veteranos de la Falangeque carecían de valor físico y moral. <<

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[133] El gran novelista Pió Baroja habíaescrito en su César o nada: «Más queuna organización federal y democráticalo que necesitamos es una disciplinamilitar, de hierro… La democracia, laRepública, el socialismo, en el fondo,carecen de raíces en nuestro pueblo…Lo único que nos conviene es tener unlíder… Lo que España necesita es elLoyola del individualismoextrarreligioso»(Citado por Giménez enJONS, n.º 8, de enero de 1934). <<

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[134] Bravo, José Antonio, p. 11, 31 y 32,Historia de Falange, p. 87, Marcotte, p.75 y 88.<<

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[135] Véase el prólogo al Panorama, deTorrente, y Castellano (seudónimo), «LaFalange», en Cuadernos, n.º 31, p. 24-30. <<

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[136] Jato, p. 62. <<

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[137] En una carta fechada el 9 de lebrerode 1931 había escrito lo siguiente:«Sinceramente convencido de que suideario viene para abrir un caminosalvador en la actual confusiónpoliticosocial, envió desde luego miadhesión y le ruego me envié folletosque expliquen detalladamente lo que vaa ser el partido. Yo soy estudiante deMedicina y tengo diecisiete años, perome falta muy poco tiempo para cumplirdieciocho años». (Citado por Jato, pág.45). La falta de madurez de los jóvenesque pronto habrían de consumirse en el

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holocausto político de España era algotan trágico como patético. <<

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[138] Prólogo de Manuel Valdes al librode Jato; Valdés fue uno de los tresestudiantes que colaboraron con Ruiz deAlda. <<

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[139] Fernández Almagro, p. 209. <<

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[140] Ruiz de Alda, p. 217-228. <<

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[141] FE, n.º 1,7 de diciembre de 1933.<<

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[142] Carta a Julián Pemartín, el 2 deabril de 1933, en Obras, p. 49-50.<<

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[143] El Sol 21, 22, 23 y 27 de noviembrede 1933. Las violencias políticas habíansido iniciadas por los pistoleroslegionarios de Albiñana, incluso amesde que estuviese establecida laRepública. <<

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[144] Sobre las pretendidas«confesiones» de uno de los pistolerosdel Partido Socialista, véase VicenteReguengo, Guerra sin frentes (Madrid,1954), p. 24-68. <<

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[145] El Sol, 3 y 4 de noviembre de 1933(Utilizamos como referencia El Sol porser el periódico más imparcial de laépoca). <<

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[146] El Sol, 5 de febrero de 1934. <<

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[147] Ibíd., 12 de enero y 3 de mayo de1934. <<

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[148] Ibíd., 19-21 enero de 1934; Bravo,José Antonio, p. 40. <<

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[149] Jato, p. 69. <<

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[150] El Sol, 10 de febrero de 1934. Esposible que Montero hubiese sidovictima de represalias por haberdirigido quince días antes el asaltocontra el centro de la FUE en la Facultadde Medicina (Ximénez, p. 207-208). Suasesino, detenido poco después,pertenecía a las Juventudes Socialistas.El jefe de este grupo negó queperteneciese al mismo, pero se leencontró una lista de personasconsideradas como «peligrosas» para elsocialismo y fue condenado a veintiúnaños de cárcel. El Sol, 20 de febrero de

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1934. <<

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[151] Como lo demuestra su artículo enFE n.º 12 del 22 de febrero de 1934. <<

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[152] El Sol, 17 de febrero de 1934. Elentierro de Momero fue muy dramático;concurrieron a él varios centenares defalangistas y cerca de un millar deamigos y simpatizantes. En el momentode darle sepultura José Antoniopronunció un lacónico elogio de su fielseguidor: «¡Camarada Matías MonteroRodríguez! Gracias por tu ejemplo. QueDios le dé su eterno descanso y anosotros nos niegue el descanso hastaque sepamos ganar para España lacosecha que siembra tu muerte. Porúltima vez, Matías Montero Rodríguez:

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¡Presente!» (Obras, pág. 157). <<

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[153] Ximénez, p. 211. <<

Page 1311: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[154] ABC, 18 de noviembre de 1933. <<

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[155] Citado por Bravo, Historia de laFalange, p. 38. <<

Page 1313: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[156] Bravo, José Antonio, p. 45. <<

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[157]El Sol, 4 de enero de 1934. <<

Page 1315: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[158] Ximénez, p. 203. <<

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[159] ABC, 13 de febrero de 1934. <<

Page 1317: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[160] Ledesma, ¿Fascismo en España?,p. 138-140. <<

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[161] Ibíd, p. 135-136. <<

Page 1319: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[162] Guillen, Sindicalismo español, p.62. <<

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[163] Bravo, Historia de la Falange, p. 26-27. <<

Page 1321: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[164] Obras, p. 194-195 y 197. <<

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[165] El Sol, 6 y 8 de marzo de 1934. Elmismo día del acto de Valladolid lossocialistas organizaron un mitin«antifascista» en Toledo. <<

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[166] Bravo, Historia de la Falange. p.29. <<

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[167] La primera vez que se llamópúblicamente a José Antonio Primo deRivera simplemente José Antonio fue enLa Nación del 25 de agosto de 1933. <<

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[168] El Sol, 9 y 28 de marzo de 1934. <<

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[169] Ibíd, 11 de abril de 1934. <<

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[170] Publicado en el n.º 11 de FE, el 19de abril de 1934. <<

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[171] Según Ansaldo, p. 71-78. <<

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[172] El Sol, 11 de junio de 1934. Estealentado se convirtió en un hechofamoso para la izquierda y más tarde loscomunistas afirmaron que aquéllasfueron las primeras víctimas de lospistoleros falangistas (Mundo Obrero,18 de enero de 1936; Claridad, 20 dejunio de 1936). Rafael Alberti, jovenpoeta de talento de tendenciaizquierdista, escribió varias poesíasdedicadas a la muchacha Juanita Rico.Para cometer el atentado, los pistoleroshabían utilizado el coche del jovenAlfonsito Merry del Val, un «señorito»

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perteneciente a una conocida familiavinculada al cuerpo diplomático.Aunque el automóvil fue reconocido,nada pudo probarse en el juicio y Merrydel Val fue absuelto. Su culpabilidad hasido reconocida por Jato, pág., 109. <<

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[173] Cf. Marqués de Valdeiglesias enDolor y memoria, p. 249-251. <<

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[174] El Sol, 24 de junio de 1934. <<

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[175] Ledesma, ¿Fascismo en Esparta?,p. 174-175. <<

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[176] El Sol, 9 de julio de 1934. <<

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[177] Esta coalición constituía una alianzatáctica entre la CEDA clerical y elcorrompido Partido Radical,conservador y mesocrático, que habíaperdido hasta el más ligero lime de«radical». Aunque la CEDA era el mayorpartido de las Cortes, las izquierdasbloquearon el acceso al poder de GilRobles, recayendo la jefatura delgobierno en el líder radical AlejandroLerroux. <<

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[178] El Sol, 5 de abril de 1934; Dávila yPemartín, p. 65-74. <<

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[179] Carta a Francisco Bravo el 24 demayo de 1934, en Bravo, José Antonio;Dávila y Pemartín, p. 75-81. <<

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[180] El Sol, 7 de junio y 4 y 13 de juliode 1934. «Durante tres horas de cacheosen el centro de Madrid se ocuparon a lostranseúntes ciento tres armas de fuego.».<<

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[181] Uno de ellos se matóaccidentalmente estando de guardia: ElSol, 17 de junio de 1934. <<

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[182] Ibíd, 4 de julio de 1934; Obras p. 259-268. <<

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[183] Bowers, p. 87; Arrarás, II, p. 83-85.<<

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[184] Cf. Bravo, José Antonio, p. 87. <<

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[185] Como lo reconoció más tardeAnsaldo «entonces se vivía mucho delbrillo exterior, y por un uniforme o unemblema más lucido los jóvenes,ansiosos dé aventuras, cambiaban departido como de camisas». (¿Paraqué…?, pág. 95). <<

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[186] Jato, p. 112. <<

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[187] Véase la versión de Ansaldo en¿Para qué?, p. 85-87. Para más detallesen ¿Fascismo en España?, p. 179-189;El Sol, 10 de agosto y 1.º de septiembrede 1934; Jato, p. 99-114. <<

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[188] ¿Fascismo en España?, p. 170-171.<<

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[189] Buckley, p. 129. <<

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[190] Como en el caso de las JONS, elprincipal intermediario fue José Félix deLequerica. Véase Manuel Aznar enDolor y memoria, p. 190-192. <<

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[191] Observaciones de GiménezCaballero y Hughes, p. 32-33;testimonios indirectos de Ximénez, p. 264-265; Gannes y Repard, p. 59. <<

Page 1350: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[192] Bravo, José Antonio, p. 69;Ansaldo, p. 80-81. <<

Page 1351: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[193] Hughes, loc. cit. <<

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[194] Las copias de ambos documentos sehallan en posesión del autor. Suautenticidad está fuera de duda. Ladescripción que de este acuerdo haceAnsaldo (p. 89 n). Parece inexacta. <<

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[195] Conversación con Pedro SainzRodríguez en Lisboa el 1 de mayo de1959. La Falange debía encontrarse conuna grave penuria de fondos porque enuna segunda fase de las negociacionesJosé Antonio se vio obligado a ofrecer aAnsaldo el puesto del cual había sidodestituido; sin embargo, Ansaldo lorechazó (Ansaldo, p. 89). <<

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[196] Estas octavillas se encontraban enlos archivos de José Andino, en Madrid.<<

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[197] El Sol, 4-5 de setiembre de 1934.<<

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[198] Véase Zayas, p. 51-56, y Meleiro,p. 114-120. <<

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[199] Cf. Castrillo, p. 188. José Antoniopropuso la creación de unaConfederación de Empresarios NacionalSindicalista (La Nación). Losempresarios no mostraban el menorinterés en ello y el proyecto tuvo que serabandonado. <<

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[200] En una entrevista publicada en Luz,el 10 de abril de 1934. <<

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[201] Ledesma, ¿Fascismo en España?,p. 168. <<

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[202] Prólogo a la obra de Ruiz de Alda,p. 36. <<

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[203] Ledesma, ¿Fascismo en España?,p. 188. <<

Page 1362: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[204] También estaban preocupados antelas numerosas pruebas de la existenciade espías y de agentes izquierdistasinfiltrados en la Falange. En el órganocomunista Mundo Obrero apareció unaserie de artículos titulados «FalangeEspañola de las JONS, una organizacióncriminal al servicio del capitalismo».Aunque la mayoría de los materialespublicados eran falsos, tambiéncontenían ciertas informacionesconfidenciales. El informador, unsecretario de la CONS, desaparecióantes de ser descubierto. (Ledesma.

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¿Fascismo en España?, págs. 194-97).<<

Page 1364: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[205] Bravo, José Antonio, p. 183-185.<<

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[206] Conversaciones con Felipe SanzParacuellos en Bilbao, el 10 dediciembre de 1958, y con Jesús Suevosen Madrid, el 8 de febrero de 1959.Ambos votaron en favor del mandoúnico. Suevos, que era el jefe de distrito(Galicia) más joven, actuó de secretarioy votó el último, siendo su voto eldecisivo. <<

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[207] Arrarás, II, p. 282; Zayas, p. 38;Mauger, p. 79. <<

Page 1367: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[208] Obras, p. 293-296. <<

Page 1368: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[209] Bravo, Historia de la Falange, p. 77-79; Núñez, I, p. 128. <<

Page 1369: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[210] Carta a Francisco Bravo del 3 denoviembre de 1934, en José Antonio, p.81. <<

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[211] Obras, p. 326. <<

Page 1371: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[212] Vegas, p. 104-111. <<

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[213] Al parecer, Ruiz de Alda erapartidario de admitir a Calvo, peroLedesma apoyó lógicamente a JoséAntonio en su oposición a la derecha(¿Fascismo en España?, p. 166-167).<<

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[214] Según Ansaldo, p. 56. <<

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[215] Mauger, p. 122. <<

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[216] Según Ledesma, el proyecto fuemodificado luego por Primo de Riveraen el triple sentido de mejorar la forma,hacer más abstractas las expresiones yde dulcificar, desradicalizar algunospuntos (¿Fascismo en España?, pág.213). <<

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[217] El 19 de diciembre de 1934. Citadopor Jato, p. 67. <<

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[218] Los dos sacerdotes más conocidoseran don Manuel Gutiérrez, de Oviedo(Jato, p. 65), y Fermín Yzurdiaga, dePamplona, que fue luego jefe de Prensay Propaganda de Falange. <<

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[219] Eliseda expuso más tarde sus ideasen su libro Autoridad y libertad,Madrid, 1945. <<

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[220] Las circunstancias de la salida deEliseda se relatan en Bravo, Historia dela Falange, p. 76-77; Ximénez, p. 361-362, y Jato, p. 123. <<

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[221] Citado por Galindo, p. 142. Calvohabía hablado con Mussolini y era ungran admirador del sistema fascista. Susideas políticas han sido expuestas en laobra de Vegas, en la de Aunós, CalvoSotelo, y en las del propio Calvo Misservicios al Estado, La voz de unperseguido y El capitalismocontemporáneo y su evolución. <<

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[222] En el articulo de Harold McCoy«Gil Robles: Scourge of Liberal Spain»publicado en el n.º 40, p. 682-688, deCurrent History (septiembre de 1934)se recogen interesantes observacionesdel secretario general de aquel partido.Gil Robles había pasado parte de susvacaciones de verano en la Europacentral y quedó muy impresionado por elrégimen fascista católico de Dollfuss enAustria. Pero fue principalmente larevolución de octubre en Asturias, queaceleró la polarización de los grupospolíticos, la que reforzó la posición de

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los elementos autoritarios ycorporativistas en el seno de la CEDA.<<

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[223] Ruiz de Alda, Obras completas,prologo, p. 36-31. <<

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[224] Bravo, Historia de la Falange, p.85. Marcotte, p. 74-75. <<

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[225] Eloy Vaquero, quiera entoncesministro de la Gobernación, insiste enque recibió informes previniéndole deque los falangistas estaban tratando deobtener el apoyo del Ejército. Lasadvertencias se fundaban,probablemente, en rumores(Conversación en Nueva York, el 17 demayo de 1958. Tales informes semencionan también en la revista deVaquero, Mensaje, vol. II, n.º 6, pág. 4).<<

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[226] Ledesma, ¿Fascismo en España?,p. 216-217; Ansaldo, p. 101. <<

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[227] Ledesma ha relatado sus últimostiempos en el partido en ¿Fascismo enEspaña?, p. 218-221. Ver tambiénXiménez, p. 372-376. <<

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[228] Después de un infructuoso intentode organizar un nuevo grupo disidente,Ledesma retornó a su puesto en laadministración de Correos. Cuatro añosde agitación política sólo habían servidopara acabar volviendo a su oscuropuesto. Su torturada búsqueda personalllegó a su fin durante los primeros mesesde la guerra civil: fue muerto por elgobierno republicano, como fascista, enoctubre de 1936. <<

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[229] «Muchos de los que se alistaronhubiesen preferido seguir, sin prisas niarrebatos, la vocación intelectual…Nuestro tiempo no da cuartel. Nos hacorrespondido un destino de guerra en elque hay que dejarse sin regateo la piel ylas entrañas. Por fidelidad a nuestrodestino andamos de lugar en lugarsoportando el rubor de las exhibiciones;teniendo que proferir a gritos lo quelaboramos en la más silenciosaausteridad; padeciendo la deformidad delos que no nos entienden y de los que nonos quieren entender; derrengándonos en

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este absurdo simulacro consuetudinariode conquistar la opinión pública». Haz,revista del SEU, n.º 12, del 5 dediciembre de 1935, en Textos, p. 745.<<

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[230] Bravo, José Antonio, p. 114. <<

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[231] El embajador norteamericano trazóesta semblanza de José Antonio, quien lefue presentado por amigos comunes, enaquellos meses: «José (Antonio) Primode Rivera era joven y poseía ciertoencanto. Tenía un cabello negro ybrillante y un rostro fino y moreno deandaluz. Era en el trato cortés, modestoy deferente. La gran pasión de su vidaparecía ser la defensa de la memoria desu padre. Buen orador, sus discursosbien construidos y de sólido contenidopecaban de cierto preciosismoandaluz… (En las Cortes) se convirtió

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en una verdadera pesadilla para muchoshipócritas que se contaban entre susaliados. Incapaz de disimular, sufacilidad para lanzar frases mordaces legranjeo numerosos enemigos y su gustopor vivir peligrosamente, sin tomarninguna precaución, constituía ladesesperación de sus amigos. Le gustabamezclarse con la multitud en vez deprocurar evitarla. Una noche, en Madriddispararon desde la oscuridad sobre sucoche. Se detuvo y salió en persecuciónde sus agresores, solo, sin arma, sinpensar en que constituía un fácil blancopara sus enemigos. Poco despuésaparecía radiante de júbilo en el

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“Bakanik”, lugar de moda a la hora delaperitivo madrileño, donde contó suaventura más contento que un niño. Teníapasta de mosquetero de Dumas. Lerecordaré siempre como le vi la primeravez, joven, cortés, sonriente, bailando enuna villa de San Sebastián». Bowers, p. 28-29. <<

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[232] Los ejemplos más conocidos sonlos de Prieto y de Azaña, pero elsocialista José Antonio Balbontinescribió más tarde: «No hay duda de queJosé Antonio Primo de Rivera llevabaun sueño en la cabeza, un sueñopeligroso para él y para nuestropueblo… pero un sueño al cabo, que nosería licito confundir con la codiciabastarda de esos falangistas “nuevos”que vemos hoy en la España de Franco».La España de mi experiencia, p. 306-307. <<

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[233] Ante sus amigos personales selamentaba de que «durante muchotiempo, para las masas seguiré siendo unseñorito, el hijo del Dictador»(SerranoSúñer, Semblanza de José Antoniojoven, pág. 54). <<

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[234] Jato, pág. 129. <<

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[235] Citado en El Día Gráfico,Barcelona, 28 de enero de 1934, de unaentrevista publicada en Luz. <<

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[236] Obras, p. 420. <<

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[237] José Antonio Primo de Rivera,Epistolario, p. 145-161. <<

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[238] Discurso pronunciado en el Ateneode Zaragoza el 17 de febrero de 1935.<<

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[239] Ibíd, p. 283. <<

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[240] Como por ejemplo Bravo, en unacarta del 12 de octubre de 1934 (JoséAntonio, p. 218). <<

Page 1404: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[241] Ibíd, p. 104. <<

Page 1405: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[242] Interviú publicada en La Voz,Madrid, 14 de febrero de 1936. <<

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[243] «Mas no olvides que laresponsabilidad máxima es la tuya y quea estas alturas y por nuestros mártiresnadie puede retroceder». Carta de Bravoa José Antonio, el 18 de enero de 193S(Bravo, José Antonio, p. 255). <<

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[244] El Sol, 22 de mayo de 1935. <<

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[245] Buckley, p. 128. <<

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[246] ¿Fascismo en España?, p. 186-188.<<

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[247] Guariglia, Ricordi, p. 203-204. <<

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[248] Exactamente el día 9 de octubre de1933. Solmi, p. 69; Mauger, p. 51; Foltz,p. 68. <<

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[249] Según una entrevista publicada enBlanco y Negro, el 11 de noviembre de1934. <<

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[250] Esto es lo que dijo a DionisioRidruejo y a otros en el invierno de 1935-36, Conversación con Ridruejo enMadrid el 17 de noviembre de 1938.(Ridruejo fue jefe de la Propaganda deFalange desde 1938 a 1941). OnésimoRedondo fue todavía más explícito: «Ninos place aceptar la dialéctica, quemejor debe llamarse dialéctica quedoctrina de Mussolini sobre lasrelaciones entre el Estado y losindividuos: lo que se llama en estodoctrina fascista son, a nuestro juicio,supuestas tácticas pasajeras,

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incongruentes como cosa fija, que dtalento combativo y constructivo deMussolini ha ido adoptando a medida desus inspiraciones concretas ypersonalísimas para gobernar a Italia enlos últimos años… Lo que no haypropiamente es una doctrina de derechopublico, por mucho que se aparente: dfascismo cambia su trayectoria, comocambia el calendario en el curso delaño; no estamos seguros de que nisiquiera la “doctrina” que parece sercaracterística y fundamental, la de lasupremacía semi-partidista del Estadosobre todo lo demás, sea mantenida porMussolini hasta su muerte» (El Estado

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Nacional, 15 de mayo de 1933). <<

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[251] Foltz, p. 71; Ximénez, p. 288-291;Pavón, p. 192. <<

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[252] Así se lo confesó a Ansaldo(Ansaldo, p. 78). <<

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[253] Obras, p. 165. <<

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[254] Cesare Gullino, periodista italiano,fue encargado de convencer a JoséAntonio para que acudiese a Suiza. Ellíder falangista asistió a la segundaconferencia de Montreux (1935), perosólo uno o dos días, como observadorparticular y aprovechando unasvacaciones. (Conversación con Gullino,en Madrid, el 6 de enero de 1959). <<

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[255] La última vez que José Antonioaceptó públicamente semejantecalificativo fue en unas declaraciones aABC, el 11 de abril de 1934. <<

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[256] Obras, p. 266. <<

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[257] En Callosa del Segura (Alicante) el22 de julio de 1934. Obras, p. 386-387.<<

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[258] El Sol, 6 de febrero de 1934. <<

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[259] Hughes, p. 30. <<

Page 1425: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[260] Discurso pronunciado en Madrid, el19 de mayo de 1935. Obras, p. 558. <<

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[261] Como el ilustre economista agrarioFlorensa (Pla, IV, p. 140). <<

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[262]Obras, p. 409-412, 483-508. <<

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[263] Buckley, p. 127. <<

Page 1429: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[264]Obras, p. 555-556. <<

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[265] José Antonio estaba enteramente deacuerdo con la definición del mito delImperio formulada por OnésimoRedondo en 1931:

«Nosotros creemos en el poder imperialde nuestra gran cultura. Y para que losque se atemorizan o sonríen ante estegran concepto imperial alejen lacreencia de que decir “imperio” es decirconquista de tierras y naciones pormedio de la guerra física, aprovechemosesta ocasión para fijar algo el valorvigente y macizo de esa palabra».

«Imperio es, desde luego, dominación o,

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al menos, superioridad ejercida en unconjunto de pueblos».

«Pero la importancia —y hasta lautilidad— del imperio es positiva ymúltiple; Significa, desde luego, unagrata hegemonía, una gloriosa sensaciónde poder que beneficia y encumbra antelos demás a la raza que lo ejerce. Estambién —y aquí está, sin duda, sumayor y verdadera utilidad política— unvivero de generosas apetenciasnacionales y el supremo motor de lasgrandes energías latentes en cada raza:es el ideal máximo para un pueblo y, porlo mismo, el más grande estimulantepara las individualidades destacadas,

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acicate y plataforma al mismo tiempopara que los grandes hombres surjan yejerzan su influjo benéfico (…)».

«Y el imperio, así entendido, no supone,no es una empresa exterior, que necesitela consagración de energías hartoprecisas para vivir en paz y prosperidaddentro de casa. Éste es el tosco engañode los temperamentos caseros, y ademásde caseros primitivos y por lo mismotorpes e indigentes». (Libertad, n.º 2, 31de agosto de 1931). <<

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[266] Esta cifra aproximada nos fuefacilitada por Mariano García, quehabía sido secretario administrativo delpartido. (Conversación en Madrid el 8de enero de 1959). Las cifras exactas seextraviaron, pero José Luis de Arrese(que fue jefe provincial de Granada aprincipios de 1936) declaró en ciertaocasión que antes del Frente Popular elnúmero de miembros con carnet delpartido era de 8000 aproximadamente.(Conversaciones con el profesor Juan J,Linz en Madrid en diciembre de 1960).Raimundo Fernández Cuesta, que

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entonces era el secretario general delpartido, considera que esta cifra esexcesiva, calculando que en febrero de1936 la primera línea no contaba conmás de 5000 miembros. (Conversaciónen Madrid, el 13 de febrero de 1959). Elcálculo más razonable de los efectivosde la Falange por provincias en 1936 esel siguiente:

Las fuentes de información de estascifras son las siguientes:

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1. Valladolid. Los archivos de la JONS local de Valladolid se hallanen poder de Anselmo de la iglesia.

2. Extremadura. Extraído de las cifrasfacilitadas posteriormente porGonzález Ortín, p. 208.(Conversación con EduardoEzquer, Madrid 18 de marzo de1963.)

3. Sevilla-Cádiz. Los archivos de la JONS de Sevilla están en poder dePatricio González de Canales enMadrid. Véase también Beltrán.

4. Santander. Conversación conManuel Hedilla, en Madrid, el 4 deenero de 1959. Hedilla insiste en

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una cifra más elevada, pero el autormantiene la expuesta como másajustada a la verdad.

5. Burgos. Florentino Martínez Mata,jefe provincial de Burgos de 1938a 1942, afirma: «en febrero de1936 no éramos casi nadie enBurgos». (Conversación en Madridel 22 de enero de 1959). Sinembargo, José Antonio consideraque la cifra debía ser más elevada.(Conversación en Madrid el 4 dediciembre de 1958.)

6. Galicia. Conversación con EnriqueTajuelo (que habla sidoresponsable de la organización del

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partido en aquella región) enMadrid el 7 de mayo de 1959.Sobre Orense, véase Meleiro, p.33. Jesús Suevos, jefe territorial en1935, da una cifra más elevada.(Conversación en Madrid el 22 deenero de 195?). Pero Suevosexagera. Cf. Moure-Mariño, p. 99-128.

7. Valencia. Conversaciones conRicardo Palmí Sancho (exjefeprovincial) en Valencia el 4 demarzo de 1959, y con Juan Ferrarde Diego en Valencia el 5 de marzode 1959. Véase también Pérez eHigón.

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8. Málaga. Cf. Gollonet y Morales,Sangre y fuego - Málaga.

9. Cataluña. Conversaciones con LuisSanta Marina en Barcelona el 21 dediciembre de 1958, y Luis Fontesde Albornoz (triunviro de las JONSde Cataluña) el 22 de diciembre de1958. Granada. Gollonet yMorales, Rojo y azul en Granada,p. 99. Conversación con SantiagoCardell (jefe provincial de 1934 a1936) en Granada el 20 de marzode 1959.

10. Vizcaya. Conversaciones conFelipe Sanz el 10 de diciembre de1958, y con José Mª Valdés el 12

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de diciembre de 1958, en Bilbao.Ambos habían sido jefesprovinciales de Vizcaya.

11. Mallorca. Bernanos, p. 104; Zayas.<<

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[267] Jato, p. 95; carta de José Antonio enBravo, José Antonio, p. 73; Schempp,Das Autoritdre Spanien, p. 12. <<

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[268] En junio de 1934 fue organizada porla hermana menor de José Antonio,Pilar, y algunas de sus amigas unaSección Femenina. Esta organizacióncareció de importancia antes de laguerra civil. <<

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[269] Como ya hemos indicado, losestudiantes representaban por sí solos unnúmero mayor de efectivos que el restode los afiliados, pero no podían serconsiderados oficialmente comomiembros del partido debido a su edad.Sin embargo, algunos de ellos, tal vezpor ser mayores de edad, figurabancomo afiliados. <<

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[270] Bravo, Historia de la Falange, p.87. José Antonio hubiese podidoreplicarle que no habían hecho otra cosaque seguir las enseñanzas de Unamunoquien habla aconsejado «Disparadprimero y apuntad después»(Citado porJato, p. 196). <<

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[271] Dionisio Ridruejo, jefe depropaganda de Falange desde 1938 a1940, consideraba que menos de un 10por 100 de los miembros tenían algunanoción de la ideología del partido.(Conversación en Madrid, el 4 denoviembre de 1958.).El primer libroteórico escrito por un falangista fue elde J. Pérez de Cabo ¡Arriba España!(Madrid, 1935). En el prólogodeclaraba José Antonio que estaexposición de carácter general no era, nimucho menos, un tratado perfecto de laideología falangista. <<

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[272] Obras, p. 566,102. <<

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[273] José Antonio Girón y Luis GonzálezVicén, que eran los dos dirigentesestudiantiles del «cisma» de Valladolid,desempeñaron un importante papel en laFalange después de 1936. Nuestraversión de la querella se basa, en granparte, en las conversaciones con LuisGonzález Vicén en Madrid el 27 defebrero de 1959, y con Anselmo de laIglesia el 29 de mayo de 1959, tambiénen Madrid. De la Iglesia fue un fervientepartidario de Onésimo Redondo. <<

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[274] Cuando José Antonio se trasladó aSantander para excluir del partido a losderechistas estuvo a punto de producirseuna situación de violencia. Montes, p. 134-139; Jato, p. 140; Diario deFlorentino Torre Bolado (que fue jefeprovincial de prensa y propaganda deSantander durante 1937). <<

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[275] Frank Jellinek, que conoció bien ala CNT, afirma: «Es cierto que seestableció cierta colaboración bastanteestrecha entre un grupo deirresponsables y la Falange Española…Pero también es cierto que estoselementos aislados fueron totalmentedesautorizados por los comitésresponsables»(Jellinek, p. 259-260). <<

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[276] Un titular de Solidaridad Obrera(el diario de la CNT en Barcelona) del25 de junio de 1936 decía: «A laconcepción puramente materialista, queconvierte a los pueblos en rebañospreocupados sólo en satisfacer susnecesidades fisiológicas, debemosoponer la fuerza del espíritu, la potenciadinámica del ideal». <<

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[277] Castillo y Álvarez, p. 132-134;conversación con Luis Santa Marina enBarcelona el 20 de diciembre de 1958.<<

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[278] La única excepción tal vez fueseInformaciones, de Juan March, dondecolaboraba Giménez Caballero. Hasta elperiódico «upetista» La Nación habíavuelto la espalda a Falange. <<

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[279] En El Heraldo de Madrid, citadopor Bravo, Historia de la Falange, p.23. <<

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[280] En una carta a Dávila, reproducidaen el libro de Dávila y Pemartín, p. 80-81. <<

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[281] Del prólogo al libro de Pérez deCabo. <<

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[282] Arriba, n.º 11, del 30 de mayo de1935. <<

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[283] Ximénez, p. 635-636. José Antoniocontinuaba rogando a los jefes localesque exigieran de sus afiliados. <<

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[284] Hughes, p. 31-32; Pavón, p. 77. <<

Page 1458: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[285] Cacho, p. 13. <<

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[286] Ansaldo, p. 81. <<

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[287] Obras, p. 313-321. <<

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[288] Bravo, «Early Days of the SpanishPhalanx», Spain, 1: 10 (octubre de1938), p. 6-7; Aznar, página 20. <<

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[289] Gonzalo Torrente Ballester, quepublicó una antología de textos de JoséAntonio, alude a este plan que unescritor falangista llamó «la locura deJosé Antonio». (Torrente, José Antonio,p. 32). <<

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[290] Comandante B. Gómez Oliveros:General Moscardó, Barcelona, 1956, p.104. <<

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[291] Cacho, p. 23-25. <<

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[292] Andino, p. 21-22. José Antoniosometió luego oficialmente laproposición a la Junta Política y seaprobó la participación en el FrenteNacional mediante un plebiscito de losjefes provinciales, que fue organizado através de una circular del 6 de enero de1936. <<

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[293] José María Carretero, uno de losmás destacados oráculos de la reacción,escribió aquel mismo año una gacetillatitulada «Don Juan de España», en laque acusaba a José Antonio de«Socialista» y manifestaba su desilusiónpor la Falange. <<

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[294] Obras, p. 618-619; ABC, 31 dejulio de 1935. <<

Page 1468: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[295] Véase Pía, IV, p. 180-195 y 228-234. <<

Page 1469: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[296] Bowers, p. 169. <<

Page 1470: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[297] Jato, p. 134-135 y 209-210. <<

Page 1471: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[298] Guillen, Sindicalismo español, p.63. <<

Page 1472: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[299] Conversación con José María GilRobles, Madrid, 14 de mayo de 1959.<<

Page 1473: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[300] Meleiro, p. 141-161; Gutiérrez, p.93. <<

Page 1474: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[301] Bravo, Historia de Falange, p.150. <<

Page 1475: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[302] Meleiro, p. 161-165. <<

Page 1476: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[303] Andino, p. 31-32. <<

Page 1477: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[304] Obras, p. 854-858. <<

Page 1478: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[305] Bernanos, p. 185. <<

Page 1479: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[306] Obras, p. 420. <<

Page 1480: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[307] Ibíd., p. 831-832. <<

Page 1481: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[308] Ibíd., p. 840. <<

Page 1482: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[309] Se ha dicho que Pórtela pidió a laFalange que se uniese a una tercerafuerza nacional, si, como afirmaba, eracierto que estaba por encima de laderecha y de la izquierda. Según estaversión, Pórtela le ofreció a JoséAntonio la cartera de Agricultura en elnuevo gobierno que pudiera salirvictorioso, pero a José Antonio no leinteresó la oferta. (Ximénez deSandoval, pág. 622.). <<

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[310] ABC, 14 de febrero de 1936.Opiniones semejantes fueron expresadasel mismo día por Informaciones y LaNación, dos periódicos que hastaentonces habían manifestado ciertasimpatía por la Falange. <<

Page 1484: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[311] Dávila y Pemartín, p. 116-118. <<

Page 1485: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[312] Textos, p. 872. <<

Page 1486: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[313] Conversación con José María GilRobles, Madrid, 14 de mayo de 1959.<<

Page 1487: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[314] Venegas, Las elecciones, p. 28. <<

Page 1488: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[315] Blanco y Negro, 25 de diciembrede 1935. <<

Page 1489: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[316] El Bloque Nacional también creíalo mismo, pero no era más que unconglomerado de grupos escindidos dela extrema derecha, que representabaprincipalmente a cinco grandes bancos ya unas docenas de latifundistas. ElBloque Nacional, que era algo mayorque la Falange, tenía mucho menosempuje; su única ventaja estribaba enque tenía mucho más dinero. <<

Page 1490: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[317] Patricio González de Canales, en lapágina 5 de un cuestionario que medevolvió el 24 de enero de 1959. <<

Page 1491: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[318] Arriba, n.º 17, 31 de octubre de1935 <<

Page 1492: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[319] Obras, p. 886. <<

Page 1493: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[320] Arriba, n.º 33, 23 de febrero de1936. <<

Page 1494: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[321] Obras, p. 886. <<

Page 1495: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[322] Habló por primera vez con elgeneral Franco en casa de SerranoSúñer el 8 de marzo. (Serrano, EntreHendaya y Gibraltar, p. 18; Arrarás,Franco, p. 186-187). Por otra parte, laFalange seguía manteniendo contactoscon la UME en varias partes de lapenínsula. <<

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[323] Canales, p. 5. <<

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[324] Todas las informaciones relativas aestas gestiones proceden de lossocialistas. Zugazagoitia, p. 7-8;Rodolfo Llopis, «España espera suhora», III,Ibérica, vol. 5, n.º 7 (1957), p.4-6. <<

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[325] Pía, IV, p. 282.<<

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[326] Ansaldo lo reconoce así (pág. 78),pero muchos falangistas lo nieganrotundamente. El corresponsal de laReuter conoció a uno de esos pistoleros,un mecánico, que llevaba dos años sintrabajo hasta que fue contratado por laFalange. (Buckley, pág. 129.).

La Mayoría de estos pistolerosprofesionales eran antiguos legionariosde Marruecos. Cuando en abril de 1936la policía detuvo a varios de ellos,Mundo Obrero publicó sus supuestasfichas de antecedentes. Por su parte,Narciso Perales, joven militante de

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Sevilla, que obtuvo la más elevadacondecoración del partido por suvaliente actuación en aquella ciudad,insiste en que fueron jóvenes sevillanosquienes llevaron a cabo tan vilesmenesteres. (Conversaciones en Madridel 9 y el 13 de enero de 1959.). <<

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[327] Canales, p. 3 <<

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[328]Ibíd., p. 9. Diversos escritoresfalangistas se han referido a variasocasiones en que las instrucciones deJosé Antonio contra las represaliastropezaron con la resistencia de los jefeslocales. <<

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[329] Bowers, p. 210; Pavón, p. 113-114.<<

Page 1504: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[330] El Sol, 12 de marzo de 1936. <<

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[331] Ibíd., 15 de marzo de 1936; Pía, IV,p. 332. <<

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[332] Cf. Gil Robles, declaraciones aParis-Soir el 30 de julio de 1936;conversación con el autor en Madrid el14 de mayo de 1959. <<

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[333] Véase particularmente Beltrán,Preparación y desarrollo; Lizarza,Memorias de la conspiración; Maíz,Alzamiento en España.<<

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[334] Epistolario, p. 358 <<

Page 1509: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[335] Andino, p. 42 <<

Page 1510: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[336] Bravo, Historia de Falange, p.189; Díaz, p 33-37. <<

Page 1511: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[337] The Times, Londres, 15 de abril de1936. <<

Page 1512: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[338] El número de víctimas falangistasfigura en Bravo, Historia de Falange, p 164-165. <<

Page 1513: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[339] Mundo Obrero, 13 de marzo de1936. <<

Page 1514: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[340] Ruiz de Alda, p. 40, 261-263. <<

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[341] Constancia de la Mora, jovenperteneciente a un influyente clanmonárquico conservador, escribió: «Mipadre y sus amigos daban dinero (a losactivistas de Falange) y se quedabanatrás en espera de los resultados».(Tiempos de esplendor: autobiografíade una mujer española, pág. 215).

José Antonio tenía sus dudas sobre si lasnuevas aportaciones económicas a laFalange estaban siendo adecuadamenteempleadas con fines constructivos.(Carta a Onésimo Redondo del 17 dejunio de 1936, en Epistolario, pág.

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502-503.). <<

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[342] Mundo Obrero, 11 de mayo de1936, citando El Defensor de Cuenca.<<

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[343] El Sol, 17 de abril de 1936. <<

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[344] Claridad, 7 de mayo de 1936; ElSol, 15 de mayo de 1936. <<

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[345] Según Mariano García, que llevabalos ficheros. Conversación en Madrid el8 de enero de 1959. <<

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[346] Puede seguirse a través de El Sol ytambién de la prensa izquierdista,especialmente Claridad (el nuevoórgano del grupo de Largo Caballero enel seno del Partido Socialista) de losdías 8, 16 y 28 de mayo; 20, 17 y 27 dejunio, y de Mundo Obrero del 9, 10, 18,21 y 31 de enero; 1, 14 y 24 de febrero;10, 11 y 13 de marzo y 8 de mayo, todosellos del año 1936.

El número de victimas de atentados amenudo se ha exagerado. El Sol teníatendencia a disminuir la gravedad de losincidentes, mientras la prensa de la

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extrema izquierda procuraba exagerarlospara mantener a los obreros en tensión.Los comunistas acusaban diariamente alos periódicos conservadores de Madrid(como ABC, El Debate e Informaciones)de ignorar la verdadera esencia delproblema. Dichos periódicosconservadores publicaban las listas defalangistas detenidos en las provincias,acompañándolas siempre del comentario«se ignoran los motivos de dichasdetenciones», mientras denunciabanruidosamente los desórdenes producidospor las izquierdas.

José Peirats, cronista de la CNT, declaraque en cinco meses, del 17 de febrero al

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17 de julio de 1936, se produjeron 213atentados, 113 huelgas generales y 228huelgas parciales. Estos disturbioscostaron la vida a 269 personas,elevándose el número de los heridos a1287 (La CNT en la revoluciónespañola, I, p. 121). <<

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[347] Véase Beltrán, Preparación ydesarrollo, p, 126-128. Existen otrasversiones de este proyecto. Cf. p. 755-757. Ansaldo también habíaplaneado la liberación de su antiguoamigo Ruiz de Alda, pero este último senegó a escaparse (Ansaldo, p. 116-117).<<

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[348] La Falange no hizo ningún esfuerzopor presentarse a las elecciones deabril. José Antonio estaba convencidodel triunfo inevitable de las izquierdas,pero creía que un número elevado deabstenciones les quitaría el pretendidocarácter plebiscitario. Carta a OnésimoRedondo el 23 de marzo de 1936, enEpistolario, p. 476-477. <<

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[349] José Antonio llegó a autorizar aGoicoechea a que fuese su representanteante la extrema derecha. Carta de JoséAntonio a Goicoechea del 16 de juniode 1936, cuya copia obra en poder delautor. <<

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[350] Según Eugenio Vegas Latapié, quienafirma que se lo dijo el propio GilRobles. (Conversación en Madrid el 25de noviembre de 1938.). <<

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[351] Maiz, p. 82 <<

Page 1529: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[352] Pattee, p. 179 <<

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[353] El Sol, 12 de mayo de 1936 <<

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[354] No importa, n.º 2 (sin fecha);Montes, p. 289; Alcázar, p. 81; Arrarás,tomo II, p. 494-495. <<

Page 1532: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[355] Bravo, Historia de Falange, p.180. <<

Page 1533: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[356] El Sol, 5 de mayo de 1936. <<

Page 1534: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[357] El Sol, 5 de abril de 1936;Claridad, 8 de mayo de 1936; Obras, p. 911-918; Ximénez. p. 747-748. <<

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[358] El Sol, 29 de mayo de 1936; TheTimes, Londres, 29 de mayo de 1936.José Antonio se arrepintió luego de sucomportamiento, diciendo que con ellohabía dado un pésimo ejemplo a losjóvenes, que necesitaban más disciplinay no estímulos a la violencia. (Jato, pág. 226-227). <<

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[359] Ximénez, p. 759-762. <<

Page 1537: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[360] Ansaldo, p. 121 <<

Page 1538: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[361] Ibíd.<<

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[362] El Pensamiento Alavés, Vitoria, 17de mayo de 1936 <<

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[363] Ansaldo, pág. 122. Ésta fue laúltima palabra en la rivalidad entre JoséAntonio y Calvo Sotelo, que terminópoco después con el asesinato delúltimo por las izquierdas. En esta épocase produjo también una tentativa paracopiar el SEU. Cierto «Haz deEstudiantes Españoles» publicó en mayoun manifiesto en el que se utilizaba elemblema de Falange. (Jato, pág. 227).<<

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[364] La Unión, Sevilla, 18 de julio de1937. El conde de Rodezno, uno de losjefes carlistas de su reducto de Navarravisitó «repetidamente» a José Antonioen la Modelo (Beltrán, Preparación ydesarrollo, p. 130). Los dirigentescarlistas estaban divididos entre elmando nacional, con el príncipe-regenteen San Juan de Luz y los jefes locales deNavarra, encabezados por Rodezno yJosé Martínez Berasáin, banquero dePamplona. La participación activa delos carlistas en el alzamiento militar fuedecidida por el grupo de Rodezno contra

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la oposición hasta el último momento,de Fal Conde, que se encontraba enFrancia. Rodezno y Berasáin nointervinieron en el acuerdo entre Fal yJosé Antonio, que ignoraban.Conversación con José MartínezBerasáin y Desiderio Jiménez enPamplona el 16 de diciembre de 1958.<<

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[365] Canales, p. 9. José Antonio selamentaba de ello: véase Zugazagoitia,p. 7-8. <<

Page 1544: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[366] Pavón, p. 165-166. <<

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[367] Maíz, p. 129. <<

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[368] Andino, p. 49, 52. Mariano García,quien pasó largas horas trabajando en elcuartel general clandestino manifestóque las relaciones entre la Falange y losmilitares eran en Madrid «muy malas».(Conversación en Madrid el 8 de enerode 1959.). <<

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[369] Según Dionisio Ridruejo quien viola carta. (Conversación en Madrid el 2de diciembre de 1958). <<

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[370] Obras, p. 935-936. <<

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[371] Según el propio Maura.(Conversación en Barcelona el 23 dediciembre de 1958.). <<

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[372] Copiado del original, conservadopor Maura en su archivo. <<

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[373] Andino, p. 63. <<

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[374] Durante sus contactos con la UMEen 1935, José Antonio había preparadouna lista del gobierno que habría queconstituir después del golpe contra laRepública. He aquí los nombres:

Defensa Nacional: general Franco.

Justicia: Ramón Serrano Súñer.

Educación: Eduardo Aunós (antiguoministro de Trabajo de Primo deRivera). Subsecretario; Manuel Valdés(jefe nacional del SEU).

Economía: Demetrio Carceller (hombrecapaz, de ideas corporativistas, pero

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vinculado estrechamente al mundofinanciero).

Interior: general Mola.

Marina y Colonias: general Goded.

Comunicaciones: Julio Ruiz de Alda.Subsecretario: José Moreno (jefeprovincial de Falange de Navarra).Corporaciones: Manuel Mateo (Jefe dela CONS). Subsecretario: RafaelGarcerán (pasante de José Antonio).

Véase el Epistolario de José Antonio, p.199; en el libro de Alcázar, p. 169,figura una copia fotostática de dichalista. Como puede apreciarse, en 1935

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las ambiciones de la Falange sereducían a ocupar dos puestos en elgabinete y nada hace suponer que mástarde tuviera que mostrarse másexigente. <<

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[375] Andino, p. 67-69. <<

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[376] El Socialista, 12 de Julio de 1936<<

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[377] Pavón, p. 167-168. <<

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[378] Andino, p. 64-65. <<

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[379] Iribarren, Con el general Mola, p.42. <<

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[380] Beltrán, Preparación y desarrollo,p. 135-136. <<

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[381] El relato más detallado es el quefigura en Fernández de Castro, Hacialas rutas de una nueva España, p. 101 ys. <<

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[382] Alessí, p. 97-103, muestra lacreciente alarma de que daban muestralos comunicados oficiales. <<

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[383] En vista de los numerosos rumoressobre la inminente rebelión, el periódicode Largo Caballero, Claridad, pedíaarmas para los trabajadores desde el 16de julio. <<

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[384] Cf. Iribarren, Con el general Mora,p. 107-108. <<

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[385] Sobre este hecho existen dosversiones muy personales: por laderecha, Cuadrado Alonso, p. 38-39;por la izquierda, Barea, III, p. 117-121.<<

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[386] Véase Liado i Figueres; tambiénLacruz, p. 1-178. <<

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[387] Sobre la situación de conjunto de larebelión en diversos lugares de España,véase Orizana y Liébana, p. 124-275. <<

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[388] Muchos oficiales de Marina semostraron favorables a la rebelión, perosus marineros tenían más concienciapolítica que los reclutas del Ejército. Ennumerosos casos pasaron a cuchillo alos oficiales, lanzando sus cadáveres almar. Después de una dura lucha, ladivisión de la escuadra con base en ElFerrol fue dominada por los rebeldes,aunque no constituía más que una partedel total. Los apologistas de losrebeldes Víctor María de Sola y CarlosMartel cifran en 85 000 toneladas eltotal de buques leales y en 52 000 el

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tonelaje en favor de los rebeldes.(Estelas gloriosas de la escuadra azul,pág. 127). <<

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[389] Aznar, p. 81. <<

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[390] Iribarren, Con el general Mola, p.69 y 135-136. <<

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[391] Documents on Germán ForeignPolicy, Series D. Vol. III, Germany andthe Spanish Civil War (Washington D.C, 1950), nota Del editor, p. 1-2. <<

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[392] Conversación con el marqués deValdeiglesias en Madrid el 20 defebrero de J959 <<

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[393] Véase Lizarza, Apéndice; HowMussolini Proveked the Spanish CivilWar: Documentary Evidences (Londres,1937). <<

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[394] O por lo menos así se lo dijo Cianoal primer embajador italiano cerca de laEspaña rebelde. Cantalupo, p. 63. <<

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[395] Tres de dichos bombarderos sevieron obligados a aterrizar en Argeliapor falta de combustible, lo que suscitóun primer escándalo internacional. TheTimes, Londres, 1 de agosto de 1936. <<

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[396] Al parecer, una de las personas quegestionaron la intervención alemana enEspaña fue el jefe del servicio deespionaje alemán almirante Canaris.Éste había llevado a cabo variasmisiones en España al principio de sucarrera y conoció a Franco. SobreCanaris, véase Abshagen, p. 30-32, 58-59 y 111-114; Colvin, p. 30-37, yBartz, p. 20. <<

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[397] Véase Beumelburg; Hoyos. <<

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[398] The Times, Londres, 6 de agosto de1936; Solmi, p. 143. <<

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[399] El embajador alemánSchwendemann, en su despacho del 25de julio se mostraba muy pesimistarespecto al triunfo de los rebeldes.Germany and the Spanish Civil War,Doc. n.º 1, p. 11-13. <<

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[400] Cattell, en su obra Communism andthe Spanish Civil War, demuestra que laayuda rusa a la República empezó allegar en octubre. <<

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[401] La campaña de Guadalajara estámuy bien estudiada en la obra de R. G.Colodny, The Struggle for Madrid. <<

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[402] El Heraldo de Aragón, Zaragoza,27 de agosto de 1936. <<

Page 1584: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[403] Por lo menos ésta era la opinióncorriente en Burgos entonces. RuizVilaplana, p. 58-59. <<

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[404] Como lo hacían observar lositalianos aliados de los rebeldes. Volta,p. 57-58. <<

Page 1586: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[405] Se dijo que en las primeras 24horas se reclinaron en Zaragoza dos milmilicianos falangistas ara prestarservicios voluntarios al partido. (ElHeraldo de Aragón, 25 de julio de1936.). <<

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[406] Según consta en los archivos deJosé Andino, los banqueros de Bilbaoofrecieron al principio de la guerra uncrédito de 100 000 pesetas a la Falangede Burgos, que fue rechazado. <<

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[407] Conversación con Ricardo Nieto enMadrid el 17 de enero de 1959. Nietoera el jefe provincial de Zamora y tuvoque enfrentarse con la difícil tarea dedar una apariencia de organización a losmiles de voluntarios recién llegados.

Un corresponsal, favorable a losrebeldes, escribió: «En realidad hepodido observar que son muy pocos losque se han tomado la molestia deinformarse sobre la doctrina del partido.Muchos jóvenes se han inscrito en susfilas porque les parece que el uniformeazul les favorece más ante las chicas que

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el de las juventudes rojas. La granmayoría se han encuadrado en él porquesin duda consideraban que era el modomás sencillo de servir a su país. Hepodido interrogar a docenas de ellos,encontrados al azar de guardia en lascarreteras o en oficinas de correos,bancos, etc., y todo lo que he logradosacar en claro es que todos eran “anti-rojos”. Uno de ellos me dijosencillamente que “creía que era unaespecie de comunismo, sólo quemejor”». Gerahty, p. 17-18. <<

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[408] Canales, p. 6. Figura unadeclaración bastante semejante en ElAdelanto, Salamanca, 7 de agosto de1936 <<

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[409] Canales, pág. 5, El 11 deseptiembre uno de los representantesalemanes informaba: «Por ahora unotiene la impresión de que los propiosmiembros de las milicias falangistascarecen de objetivos o de ideasprecisas; más bien parecen jóvenes paramuchos de los cuales eso de jugar conarmas y cazar comunistas o socialistasconstituye un excelente deporte».(Germany and the Spanish Civil War,Doc. n.º 80, págs. 84-89.). <<

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[410] Hoy, Badajoz, 30 de agosto de1936; La Unión, Sevilla, 30 de agostode 1936. <<

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[411] El precedente relato se basa en misconversaciones con Joaquín Miranda(Sevilla, 9 de marzo de 1959), PedroGamero del Castillo (Madrid, 6 dediciembre de 1958) y Luis GonzálezVicén (Madrid, 18 de mayo de 1959);también he utilizado el material reunidopor Maximiano García Venero, queprepara un estudio sobre Hedilla y tuvola generosidad de permitirmeconsultarlo. <<

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[412] Volta, p. 87-88. <<

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[413] Por ejemplo, Vicente Cadenas, jefenacional de Prensa y Propaganda;Roberto Reyes, delegado nacional deJusticia y Derecho, y Vicente Gaceo,secretario nacional de la desaparecidaJunta Política. Hedilla reconoció, sinembargo, que ya desde las primerassemanas de la guerra hubo «bastantedesorden y mucha ambición personal» apesar de la aureola de pureza y demoralidad febrilmente cultivada enaquella época. (Conversación enMadrid, el 20 de enero de 1959.). <<

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[414] Arriba España, Pamplona, 1 deenero de 1937 <<

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[415] Citado por Beltrán, Preparación ydesarrollo, p. 221. Más tarde, lasúltimas declaraciones que hizo ManuelHedilla antes de su encarcelamiento sepublicaron bajo el título «España seráun gigantesco sindicato de productores».Arriba España, Pamplona, 16 de abrilde 1937. <<

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[416] Bergamo, p. 40-41. <<

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[417]FE, Sevilla, enero de 1937; ArribaEspaña, 28 de enero y 2 de febrero de1937 <<

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[418] Como el propio Hedilla. ArribaEspaña, 16 de abril de 1937 <<

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[419] Reproducida en Arriba España, 6de enero de 1937. <<

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[420] Sobre actitud de la Iglesia, véaseCardenal Goma y Tomás, Pastorales dela guerra de España. <<

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[421] Arriba España, 6 de enero de 1937.<<

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[422] Además, los falangistas hacían todolo posible por contrariar a losderechistas que se encontraban a lafuerza a su lado, oponiéndosefirmemente a la utilización de lossímbolos de la monarquía borbónica,empezando por la bandera roja y gualda.<<

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[423] Conversación con Patricio Canalesen Madrid el 6 de enero de 1959. <<

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[424] Gollonet y Morales, Málaga, pág.165.El corresponsal de la United PressCharles Foltz afirma haber visto acomunistas y anarquistas que rompían enpedazos sus carnets al cruzar el umbralde la oficina de reclutamiento de laFalange, Ibíd pág. 77. <<

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[425] Según Ignacio González de Migoya,de la Falange asturiana. Conversaciónen Oviedo el 25 de enero de 1959.Dionisio Ridruejo considera que unveinte por ciento de los nuevosmiembros procedían de la izquierda.(Conversación en Madrid el 17 denoviembre de 1958). En Sevilla, uneditor rico y conservador recibió elsiguiente consejo de un militar amigo:«No te metas en la Falange. Por ahí vala riada. Como no piden garantías hay ungran porcentaje de marxistas».Bahamonde, p. 5-6. <<

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[426] Según Bahamonde, p. 15. <<

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[427] La Gacela Regional, Salamanca, 9de agosto de 1936. <<

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[428] Arriba España, 6 de enero de 1937<<

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[429] Clark, I, p. 653 <<

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[430] La Falange de Burgos creó unaescolta especial para Cabanellas, pero,según su jefe José Antonio, teníainstrucciones secretas de vigilar algeneral. (Conversación en Madrid, el 6de febrero de 1959.). <<

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[431] Así lo afirman Eugenio VegasLatapié y José María Gil Robles.(Conversaciones en Madrid el 19 defebrero y el 14 de mayo de 1959.). <<

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[432] Sobre los antecedentes políticos deYagüe, véase 1. García Escalera, «ElGeneral Yagüe», Temas Españoles,Madrid, 1953, p. 1-26. <<

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[433] El secretario de Mola afirma quefue éste quien insistió para que se lequitara a Yagüe el mando del ataque aMadrid y que hasta amenazó conmatarle. (Conversación con José MaríaIribarren, Pamplona, 16 de diciembre de1958.). <<

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[434] Según José María Iribarren, que fuesecretario de Mola. <<

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[435] Kindelán, p. 51-59. Las fechasaparecen revisadas en Vigón, p. 353 <<

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[436] Según sus sucesor en ValladolidDionisio Ridruejo. (Conversación enMadrid el 17 de noviembre de 1958).<<

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[437] Canales, p. 13. <<

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[438] Obras. 945-46.<<

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[439] Algunos no creen que José Antoniohubiese escrito dicho manifiesto. Entreellos figura el autor de la historia militarde la guerra civil —que ha servido depauta a todas las demás—, ManuelAznar (Historia Militar de la Guerrade España, Pág. 40). <<

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[440] Jato, p. 182. <<

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[441] Según el texto taquigráfico deljuicio oral de José Antonio, p. 62, 74.En Alicante había pocos falangistas ycinco de ellos murieron en el intento derescate (Gutiérrez, p. 245.). <<

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[442] Éste y otros papeles de JoséAntonio se publicaron en un folleto delPartido Socialista, titulado ElTestamento de Primo de Riverapreparado por Indalecio Prieto enMéxico (sin fecha). Primero fueronreproducidos en un artículo de Prieto enel periódico mexicano Mañana del 24de mayo de 1947. Posteriormente,Rodolfo Llopis se refirió a ellos en sufolleto Los puntales del Régimen deFranco se quiebran. <<

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[443] Texto taquigráfico del juicio, p. 87.Esta afirmación aparece confirmada porsu nota enviada a Echevarría con fecha 9de agosto de 1936 y que figuraba en losarchivos de Martínez Barrio en Paris.<<

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[444] En los archivos del gobiernorepublicano conservados por MartínezBarrio figuraban varias cartas sobre estacuestión y sobre las condiciones de suencarcelamiento. <<

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[445] Jato, p. 246-247. <<

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[446] Telegrama del Encargado deNegocios Woelcher del 17 de octubre de1936. Germany and the Spanish CivilWar, Doc. n.º 102, p. 114-116. <<

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[447] Ernst von Weizsácker, secretariopolítico del ministerio de AsuntosExteriores germano escribió el 26 deoctubre: «No es cuestión de que elpartido conceda la menor autorización aKnobloch para que actúe en favor de unarevolución nacionalsocialista enEspaña». (Germany and the SpanishCivil War. Doc. n.º 108, pág. 120.). <<

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[448] Canales, p. 12 <<

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[449] Ibíd.<<

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[450] Conversaciones con Hedilla (20 deenero de 1959), Anselmo de la Iglesia(26 de mayo de 1959), Luis GonzálezVicén (23 de febrero de 1959), NarcisoPerales (12 de febrero de I9S9) y CarlosJuan Ruiz de la Fuente (30 de noviembrede 19S8). «A mi juicio fueron tardíos eineficaces». (Canales, p. 12). <<

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[451] Según Hedilla; Ximénez, p. 784-785; Schempp, p. 10; conde deRomanones en Dolor y menoría, p. 307-308; Bray, p- 78. Pese a lasacusaciones de algunos falangistas, noexisten pruebas que justifiquen lassospechas sobre la conducta de Francoen esta cuestión. Ni siquiera losalemanes, que desconfiaban de muchosrebeldes por considerarlos comoreaccionarios, parecen haberlo puestoen duda. <<

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[452]News Chronicle de Londres, 24 deoctubre de 1936, citado por Bravo, JoséAntonio, p. 138-142. José Antonio diosu propia versión de esta entrevista tressemanas después en el juicio. Textotaquigráfico, p. 20-21. Sólo refutaalgunos aspectos secundarios. <<

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[453] Cómo y por qué salí del Ministeriode Defensa Nacional (México, 1940), p.61. <<

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[454] Texto taquigráfico del juicio, p. 23.<<

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[455] Citado en Ximénez, p. 800-802.Otros relatos figuran en SolidaridadObrera (Barcelona), 17 y 18 denoviembre de 1936 y Pavón, p. 185-201.<<

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[456] Largo, p. 208-209. Otros relatos enuna conversación con Julio Just(ministro de Obras Públicas de laRepública en noviembre de 1936),París, 2 de octubre de 1958;Zugazagoitia, p. 246-249; Schulz-Wilmersdorf, p. 104. <<

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[457] Prieto, que después de la muerte deJosé Antonio recogió los papelesprivados del líder de la Falange, sesintió impresionado por ellos. Más tardeescribió: «Data de muchísimo tiempo laafirmación filosófica de que en todas lasideas hay algo de verdad. Me viene estoa la memoria a cuenta de los documentosque José Antonio Primo de Rivera dejóen la cárcel de Alicante. Acaso enEspaña no hemos confrontado conserenidad las respectivas ideologíaspara descubrir las coincidencias, quequizás fueran fundamentales, y medir las

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divergencias, probablementesecundarias, a fin de apreciar si éstasvalían la pena de ventilarlas en elcampo de batalla». (Prólogo a Palabrasde ayer y de hoy, página 17.). <<

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[458] Epistolario, p. 517-530.<<

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[459] Miguel fue canjeado más tarde,junto con su mujer, y trasladado aMallorca en un buque de guerrabritánico. Shulz-Wilmersdorf, p. 104. <<

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[460] Véase Ximénez, p. 809-825; Pavón,p. 217-218; Mauger, p. 163-168; ManuelSerrante Esplá en Dolor y memoria, p. 311-315. <<

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[461] Mauger. p. 111. <<

Page 1645: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[462] Iribarren, Con el general Mola, p.344. <<

Page 1646: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[463] Conversación con Luis GonzálezVicén, Madrid, 21 de mayo de 1959. <<

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[464] En un informe de 10 de diciembrede 1936 el embajador alemán Faupelmanifestaba su preocupación ante lafalta de entrenamiento militar de lasmilicias falangistas. (Germany and theSpanish Civil War. Doc. n.º 148, págs. 159-62.). <<

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[465] Al propio tiempo, un plan similar,pero mucho más ambicioso, que habíanconcebido los requetés, fue brutalmentedesbaratado por los militares. El jefecarlista Fal Conde fue expulsado delterritorio rebelde. <<

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[466] Canales, p. 13-14. <<

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[467] Boletín Oficial del Estado, n.º64,22 de diciembre de 1936. (Citado enlo sucesivo como BOE). <<

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[468] BOE n.º 96, 24 de enero de 1937.No se nombró a ningún jefe, aunque sedesignó al general de CaballeríaMonasterio como lugarteniente,confiriéndosele provisionalmente elmando. <<

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[469] Ibíd, n.º 100 y 104 de 28 de enero y1 de febrero de 1937. <<

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[470] En el siguiente capítulo se relatadicha crisis. <<

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[471] Conversaciones con Luis GonzálezVicén en Madrid el 6 de mayo de 1959 ycon José María Valdés en Bilbao el 13de diciembre de 1958 <<

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[472] Kemp, p. 21. Se trata de lasmemorias de un oficial británico quesirvió como voluntario en la Legiónespañola. <<

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[473] Jato, p. 243 <<

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[474] Como la Centuria Canepa y laSegunda Centuria, ambas de Sevilla, quefueron prácticamente aniquiladas en loscombates de la Ciudad Universitaria.Patricio Canales, del guión de unainterviú en la televisión de Madrid el 23de noviembre de 1958. <<

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[475] García Mercadal, p. 336 <<

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[476] Conill, Codo. <<

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[477] Alonso Bea, Ecos de la gesta deTeruel (Zaragoza, 1940); GarcíaMercadal, II, p. 201; Cirilo MartínRetortillo, Huesca vencedora (Huesca,1938); Antonio Algarra Ráfegas, Elasedio de Huesca (Zaragoza, 1941), p.196. <<

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[478] BOE n.º 139, 8 de marzo de 1937;Julia, p. 100-101. <<

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[479] García Mercadal, I, 322; Esperabé,p. 32-33, 95-96. <<

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[480] Arriba España, 6 de enero de 1937<<

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[481] The Times, Londres, 9 de diciembrede 1936; G. M, Godden, Conflict inSpain (Londres, 1937), p. 104. <<

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[482] Según Dionisio Ridruejo, a quienprotegió Monasterio durante la crisis deabril de 1937. <<

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[483] La primera Bandera procedente delas lejanas Canarias embarcó el 5 desetiembre de 1936. El Ejército seencontraba tan falto de soldados quetrescientos de los hombres más capacesfueron empleados como tropas dechoque. Hoy (Las Palmas), 6 desetiembre de 1936; Doreste, Ochomeses.<<

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[484] Según Ricardo Nieto, jefeprovincial de Zamora. <<

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[485] Según Canales, que entonces dirigíael periódico de Falange en Oviedo.Otros camisas viejas coinciden condichas cifras. <<

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[486] Cuando el jefe territorial deSalamanca, Francisco Bravo, se trasladóa Galicia, a fines del año, para reclutarnuevos soldados, le fue concedida lagraduación de comandante del Ejército.(Boletín Oficial del Estado, n.º 54, 12de diciembre de 1936.). <<

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[487] Según Ricardo Nieto, en el inviernode 1937 la Falange trató de movilizar ados mil hombres con destino a la unidaditaliana «Fleccie Nere». El mismoHedilla ayudó al general del EstadoMayor italiano Gambara a reclutarvoluntarios en Badajoz. <<

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[488] El segundo embajador alemán VonStohrer consideraba que en los frentesde combate se experimentaban ciertassimpatías por el nacional sindicalismo,Germany and the Spanish Civil War n.º529, p. 590-599. <<

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[489] Ortiz, p. 21 <<

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[490] Véase Zugazagoitia, pág. 241. Losdonemos «ortodoxos» de la CEDAintentaron reagrupar en Salamanca a losdiputados de derechas del Parlamento,pero el Ejército se opuso a ello. <<

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[491] Cf. Menéndez-Reigada, La guerranacional española ante la Moral y elDerecho. <<

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[492] Según Patricio Canales. <<

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[493] Informe del 14 de abril de 1937.Germany and the Spanish Civil War,doc. n.º 243, p. 267-270. <<

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[494] Véase el capitulo 6 <<

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[495] Al principio de la guerra civil secrearon dentro del partido variosservicios técnicos encargados de losproblemas económicos yadministrativos. Muchos de losdirigentes de estos servicios nacionalesestablecidos en Salamanca eranabogados o ingenieros que habíanpertenecido al grupo formado en tornode la revista monárquica AcciónEspañola.<<

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[496] Gamero fue primeramentesecretario de la JONS de Sevilla y luegoasesor técnico. <<

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[497] Según sus propias declaraciones,citadas en el Diario de Burgos, el 24 demayo de 1937. <<

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[498] Todos los documentos relativos aestas negociaciones se encuentran en losarchivos del historiador carlistaMelchor Ferrer, en Sevilla. <<

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[499] Según Pedro Gamero. <<

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[500] Así se lo manifestó Franco a Faupelel 11 de abril de 1937. Germany andthe Spanish Civil War, doc. n.º 243, p. 267-270. <<

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[501] Según Andino (conversación enMadrid el 6 de febrero de 1959). <<

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[502] ABC, 9 de marzo de 1937 <<

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[503] Dionisio Ridruejo, que era entoncesel nuevo jefe provincial de Valladolid,afirma que apoyaban a Yagüe porque, afalta de otras cualidades, poseía untemperamento enérgico y dominador,con capacidad de organizador. <<

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[504] Entre Hendaya y Gibraltar, p, 19;Schulz-Wilmersdorf, p. 222-223. <<

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[505] O así se lo dijo Serrano a DionisioRidruejo, con quien trabó una amistadbastante estrecha. <<

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[506] Aunque en esta ocasión iba a tenerun carácter definitivo, no era la primeravez que la influencia de su mujerintervenía en el destino personal deSerrano. La amistad de aquélla con ellíder socialista asturiano BelarminoTomás contribuyó a que Serrano lograraabandonar Madrid. (Antonio de Lizarra.Los vascos y la República española,págs. 124-127). <<

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[507] «(Yo) había mantenido amistosarelación con falangistas, tradicionalistasy monárquicos, Sainz Rodríguez,Amado, Rodezno, Hedilla;… elCardenal Goma… y con el generalMola…», Entre Hendaya y Gibraltar,p. 26. <<

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[508] Serrano estaba muy impresionadopor el fascismo italiano, aunque lerepugnaban la tosquedad e insolencia delos nazis. Cf. Sencourt, p. 340. <<

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[509] Entre Hendaya y Gibraltar, p. 32.<<

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[510] Ibíd., p. 25-26. <<

Page 1694: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[511] Ibíd., p. 63-54. <<

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[512] Las actitudes y aspiraciones deSerrano esbozadas en estos párrafos sebasan, en parte, en observaciones deDionisio Ridruejo recogidas por el autora lo largo de una serie deconversaciones. <<

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[513] Germany and the Spanish CivilWar, doc. n.º 248, p. 277-279. <<

Page 1697: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[514] Cantalupo, p. 221. <<

Page 1698: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[515] Chicago Daily Tribune, 27 de juliode 1936 <<

Page 1699: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[516] The Times, Londres, 18 de abril de1937. <<

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[517] Ibíd., 8 de marzo de 1937. <<

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[518] Le acompañaba en sus visitas eldoctor Orbaneja, primo de José Antonio,extraño personaje que tenía fama deexcelente pediatra y se distinguióasimismo en la acción terrorista de laFalange en Mallorca. <<

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[519] Según lo relatado por Hedilla. <<

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[520] Según el material reunido porGarcía Venero. <<

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[521] Cantalupo, p. 118. <<

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[522] Según Hedilla. <<

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[523] Girado en Alcázar. D. 64.66. <<

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[524] Ibíd., p. 68-70. Naturalmente, estoera absurdo. <<

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[525] Este relato de los incidentes de lanoche del 14 al 15 del mes de abril sebasa en conversaciones con DanielLópez Puertas en Madrid el 5 de enerode 1959 y en las cartas de Luis Ortiz deHazas del 9 de junio de 1947, de Víctorde la Serna del 10 de junio de 1947 y deTomás Rodríguez López de 13 de juniode 1947, todas ellas dirigidas a ManuelHedilla y publicadas en el folletoclandestino, Cartas cruzadas entre D.Manuel Hedilla Larrey y D. RamónSerrano Súñer, con motivo de lapublicación del libro Entre Hendaya y

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Gibraltar, del señor SerranoSúñer(Madrid, 1948).La versión que daZugazagoitia en su historia se basa en unpanfleto de Pagés Guix y es errónea. <<

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[526] Se ha dicho que se incitó a Hedillaa convertir la reunión del ConsejoNacional en una «encerrona», pero noexiste confirmación de ello. Se invitarona seis nuevos consejeros, además de losque figuraban en la lista de 1936, perono todos eran hedillistas. <<

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[527] Ejemplares originales de la circularse encuentran en poder de Hedilla y deJosé Andino. <<

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[528] Andino refiere que José Sainz tratóde convencer a José Moreno —el únicomiembro del nuevo triunvirato que seencontraba en libertad— de queentregara su pistola. Moreno temía porsu vida y costó mucho convencerle. <<

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[529] Este relato de las reuniones delConsejo Nacional celebradas el 18 y 19de abril se basa en las notas personalesque José Andino tomó durante lasmismas. Hedilla considera dichas notascomo de gran exactitud. <<

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[530] Merino era jefe territorial del BajoAragón, y Ruiz Arenado jefe provincialde Sevilla. <<

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[531] Por ejemplo, Ricardo Nieto, deZamora, ha explicado que él votó enblanco porque creía que resultaba menosprovocador enviar a un representanteoficial a entrevistarse con Franco que alnuevo Jefe Nacional. Él y otrosconsejeros consideraban que la jefaturade Franco sería inevitable y que loúnico que la Falange podía hacer eranegociar unas condiciones razonables.<<

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[532] Hedilla afirma que ignora quienorganizó la manifestación. <<

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[533] «Fue, en rigor, un acto unilateral deFranco, aun cuando no faltaron algunasnegociaciones previas con elementos delos partidos interesados, cuyosrepresentantes más destacados quedaronnotificados de las intenciones delCuartel General; éste, sin embargo, nose decidió a dar el paso de launificación que laboriosamente ibagestando sino en virtud de los sucesosque se produjeron en Salamanca en losprimeros días de abril» (así, de un tirón,lo afirma Ramón Serrano Súñer en EntreHendaya y Gibraltar, págs. 30 y 31). <<

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[534] Hedilla ha afirmado que fue élmismo quien sugirió el título, cuando sele pidió su opinión. Carta a Luis CarreroBlanco de 24 de marzo de 1947, enCartas cruzadas… <<

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[535] Franco, Palabras del Caudillo, p. 10-11, 14. <<

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[536] A los tres días se publicaron ya losprimeros nombramientos. BOE, 22 deabril de 1937 <<

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[537] Joaquín Miranda, que fue nombradovicesecretario, reconoce que él era elúnico más o menos falangista de aquelórgano. <<

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[538] Hedilla afirma que Aznar, lahermana de José Antonio, Pilar, y todoslos «legitimistas» de Madrid insistieronceca de el para que no aceptase ningúncompromiso con Franco. <<

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[539] De una carta dirigida por José Sainza Hedilla el 17 de mayo de 1947.Mariano García, que fue jefe de lasecretaría del partido, lo confirma enuna carta del 20 de mayo de 1947. Diezaños más tarde Ramón Serrano Súñerreconocía que la acusación contraHedilla tal vez fuera falsa. Carta de 31de mayo de 1947. (Dichas cartas sereproducen en el folleto Cartascruzadas…). <<

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[540] La gestión alemana quizás influyóalgo en la conmutación de la pena demuerte de Hedilla. Faupel habíasugerido en cierta ocasión a Franco queera preferible nombrar jefe nacional auna personalidad civil.

Después de la detención de Hedilla,Faupel hizo todo cuanto pudo en favordel que consideraba cómo «el únicorepresentante auténtico de lostrabajadores». Sin embargo no consiguióque la Wilhelmstrasse le autorizara aformular una protesta oficial. Germanyand the Spanish Civil War, doc. n.º 243,

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págs. 267-70; doc. n.º 286, págs. 312-13, y doc. n.º 296, pág. 319.<<

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[541] O por lo menos eso es lo que le dijoFranco a Faupel el 1 de mayo. Germanyand the Spanish Civil War, doc. n.º 248,p. 277-279. <<

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[542] Sobre la suerte inmediata de estosfalangistas, véanse más detalles en elfolleto de Luis Pagés Guix, La Traiciónde los Franco.<<

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[543] Conversación con Vicente Cadenas,Madrid, 23 de febrero de 1959. Víctima,con efectos diferidos, del apoderamientode la Falange por Franco fue EduardoEzquer, Consejero Nacional y antiguojefe provincial de Badajoz, quien fueexpulsado oficialmente de FET ennoviembre de 1937. Ezquer habíadesempeñado un importante papel en laFalange durante los años 1934-1935,creando importantes núcleos deactivistas en la región de Badajoz. Lossocialistas eran bastante fuertes en esazona y los militantes de Ezquer habían

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empleado desde el principio laviolencia para disputarles el terreno.Ello habla motivado ciertas diferenciasentre Ezquer y José Antonio, queobligaron al primero a resignar elmando de Badajoz en la primavera de1936.

Ezquer era un auténtico revolucionarionacionalsindicalista; pero desde elcomienzo de la guerra civil la Falangeextremeña había caído bajo el control deArcadio Carrasco y José Luna, ambosoportunistas de origen burgués. Aprincipios de 1934 Carrasco habíatratado de disolver totalmente suorganización falangista local (Hoy, 13

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de diciembre de 1934) mientras Lunahabía dimitido oficialmente de su mandofalangista durante las turbulentassemanas de la primavera de 1936(Extremadura, Cáceres, 24 de abril de1936). Sin embargo, el triunfo de losmilitares en el sudoeste de España lespermitió volver a ocupar posicionesdirigentes, desde las que cometierontoda clase de abusos, para resolver a sufavor el antiguo pleito, Carrascomaniobró hasta conseguir la expulsiónde Ezquer del partido, con lo cual supoder sobre la Falange de Badajoz sehizo indiscutible. Pese a todo, Ezquernunca llegó a abandonar la lucha, sino

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que durante un cuarto de siglo siguiótrabajando para tratar de hacer triunfarlos fines originales de la Falange. <<

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[544] Por lo menos, así lo afirma en unacarta a Serrano Súñer del 18 de junio de1947 <<

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[545]BOE n.º 199 del 18 de julio de1941. <<

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[546] El 30 de abril de 1937 los recursoseconómicos de los dos grupos queconstituían el partido estatal eran lossiguientes:

Falangistas: en caja, 5157,40 pesetas; enel Banco de España, 4064,30 pesetas; enel Banco de Bilbao, 50 000 pesetas.Total, 59 221, 70 pesetas.

Requetés: en caja, 1439,70 pesetas; enel Banco Español de Crédito, 30 500pesetas; fondos varios, 520,19 pesetas.Total, 32 459, 89 pesetas. (Según unrecibo firmado por el tesorero deFalange, Pablo de Legarreta, que figura

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en los archivos de José Andino.). <<

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[547] BOE, 22 de abril de 1937 <<

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[548] Entre Hendaya y Gibraltar, p. 60.<<

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[549] Palabras del Caudillo, p. 167 <<

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[550] Según Dionisio Ridruejo. <<

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[551] Dice éste: «Algunos falangistasrebeldes que habían quedado en libertadse unieron en un pequeño grupo hostil alSecretariado oficial para seguirinfluyendo sobre sus propias masas.Comprendí que el Secretariado no erabastante representativo aunque, encambio, el trato con estos disidentessería útil para lograr la entrada cordialde los más auténticos en la nuevaorganización. Procuré que tuviesen lasensación de que se deseaba diálogo yla comprensión. Mis ejercicios depaciencia fueron infinitos, pero aquél

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era el único medio seguro de conocerlos puntos de vista de los falangistas ytener una idea de cuáles eran laspersonas en las que ellos tenían más fe,o que realmente tenían más valor. EnSalamanca ese grupo estableció sucuartel general en Una pequeña casa dela plazuela de San Julián, donde residíaPilar Primo de Rivera, sacerdotisa queofrecía todo sacrificio al recuerdo, alpensamiento y al gran propósito de suhermano ausente. A mí aquella pura yrigurosa —casi sublime— lealtad meemocionaba. Allí, en torno a unacamilla, se sostenía el fuego sagrado.Pasaban por aquella casa falangistas de

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casi todas las provincias a recibirconsignas o transmitir inquietudes, ytodo ello se lanzaba luego sobre elCuartel General con bastanteimpertinencia». Serrano, p. 42. <<

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[552]BOE, n.º 205, 13 de mayo de 1937.<<

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[553] Clark, 11, p. 622. <<

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[554] Ibíd. 11, p. 639. <<

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[555] Cadenas niega su intervención enestas actividades, manifestando no habertenido siquiera conocimiento de laexistencia de una «Falange EspañolaAuténtica». A su juicio, se trataría deuna maniobra dirigida contra Franco porelementos políticos no identificados. <<

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[556] Serrano, p. 75 <<

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[557] Unidad (Santander), 30 denoviembre de 1937. <<

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[558] Incluso antes de ser nombrado jefede Prensa y Propaganda, Yzurdiagahabía publicado en la primera página desu periódico el lema: «La sana doctrina:¡Con el Ejército Español!» (30 de mayode 1937). <<

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[559] Unidad (Santander), 23 de mayo de1937; Sur (Málaga), 12 de diciembre de1937; FE (Sevilla), 1 de enero de 1938;Hierro (Bilbao), 7 de marzo de 1938.<<

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[560] Incluso de un escritor tan liberalcomo Pío Baroja. FE, 8 de enero de1938 <<

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[561] Amanecer (Zaragoza), 14 dediciembre de 1937. <<

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[562] En un discurso pronunciado el 18de julio de 1937 recogido en Palabrasdel Caudillo, p. 28 y en una interviú a laUnited Press del mismo mes, que figuraen Ibíd., p. 149 <<

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[563] Ibíd., p. 196 <<

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[564] Según Serrano, «en los primerosmeses no había en rigor un candidatoviable (para la Secretaría General) en laFalange; ya fuera por su excesivajuventud, por su escaso relieve en lahistoria del partido o por los recelosque suscitaban en el mando». Cuando seentrevió la posibilidad del regreso deFernández Cuesta, «su candidatura sepresentó inmediatamente para aquelcargo no sólo por los falangistas, sinotambién, con gran empeño, por otrosgrupos y sectores que mantenían la másapasionada oposición frente a mí».

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Entre Hendaya y Gibraltar, p. 59. <<

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[565] Prieto incitó a Fernández Cuestapara que se uniera a la misteriosaFalange Española Auténtica. FernándezCuesta afirma que nunca dudó de labuena fe de los promotores de la FEA,pero que después de sus amargasexperiencias de 1936 no tenía ningúndeseo de oponerse a Franco.(Conversación con Raimundo FernándezCuesta, en Madrid, el 13 de febrero de1959.). <<

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[566] Fernández Cuesta, p. 51-57. <<

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[567] Cita tomada de La Voz de Galicia(La Coruña) y reproducida por FE, 4 deenero de 1938. <<

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[568] Informe de Von Stohrer del 19 demayo de 1938. Germany and theSpanish Civil War, doc. n.º 586, p. 657-663. <<

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[569] Palabras del Caudillo, p. 168-169.<<

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[570] Entre Hendaya y Gibraltar, p. 31.<<

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[571] Cf. El Alcázar, p. 145. Se dijoentonces que el hermano de Serrano,Fernando, había sido secretarioprovincial de Falange en Baleares antesde la guerra, Zayas, p. 29-31. <<

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[572] El único representante del partidoen el gobierno fue Fernández Cuesta,nombrado ministro de Agricultura,puesto que resultaba totalmenteinadecuado para este señor. <<

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[573] Ridruejo era un buen poeta, muysuperior a José Antonio. Cuando en1941 cesó en su cargo oficial, obtuvojusta fama literaria como uno de losmejores poetas neoclásicos españoles.<<

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[574] En su informe de 19 de mayo VonStohrer escribió: «Cuando se producenreveses militares las diferenciaspolíticas salen a superficie… Estefenómeno está apareciendo ahora ante lareducción de las operaciones militares».Germany and the Spanish Civil War,doc. n.º 586, p. 657-663. <<

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[575]El Pueblo Gallego (Vigo), 23 deabril de 1938, citado por Venegas enVerdad y mentira de Franco, p. 367. <<

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[576] Germany and the Spanish CivilWar, doc. n.º 586, p. 657-663. <<

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[577] Palabras del Caudillo, p. 46, 52-53. <<

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[578] Durante los primeros tiempos de laguerra civil, los falangistas participarondespreocupadamente en la represiónderechista. El Ejército, principalresponsable de la iniciativa y de laejecución de esta política de asesinatosen masa, prefirió, en lo posible, utilizara falangistas para esos menesteres. Lacomplicidad de la Falange en lahorrenda matanza es, pues, enorme. Sinembargo, la Falange fue el únicomovimiento, dentro del grupo de lasderechas, que trató de impedir que susmiembros se entregasen a crímenes

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arbitrarios, incluso en casosexcepcionales, como lo atestigua elnotario liberal Antonio Ruiz Vilaplana.(Véase Doy fe: un año de actuación enla España nacionalista, págs. 168-169).<<

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[579] Ante la persistencia de los rocesentre falangistas y militares, elembajador alemán en Moscú tenía laimpresión, a través de la prensa rusa, deque los comunistas creían en laposibilidad de llegar a un entendimientocon elementos de la Falange. Informedel conde Von der Schulenburg, 20 dejunio de 1938. Germany and theSpanish Civil War, doc. n.º 615, p. 698-699. <<

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[580] Según la comunicación de VonStohrer del 1 de julio. Ibíd., doc. n.º626, p. 709-711. <<

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[581] Arriba España, 22 de octubre de1937 <<

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[582] Serrano observa maliciosamente«su vida no fue precisamente intensa».Entre Hendaya y Gibraltar, p. 65. <<

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[583] Ibíd, p. 66 <<

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[584] El relato de este incidente estábasado en la exposición verbal que delmismo hizo el propio Ridruejo al autor.<<

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[585] En esta época González Vélez yahabía sido relevado de su cargo en laJunta Política. <<

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[586] Boletín del Movimiento de FalangeEspañola Tradicionalista, n.º 23,1 dejulio de 1938 (citado en lo sucesivocomo BMFET). <<

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[587] González Vélez estaba bastanteenfermo y murió al cabo de pocosmeses. Aznar reapareció en noviembrede 1939, pero ya nunca volvió aintervenir en la política. <<

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[588] Ya antes de que terminara la guerra,Franco se preocupó de aplastar el menorintento de oposición interna. EugenioVegas Latapié, intelectual inquieto,fundador del grupo de Acción Española,fue excluido del Consejo Nacional el 4de marzo de 1938, y Fal Conde siguió lamisma suerte a las cuarenta y ochohoras. (Boletín del Movimiento deFalange Española Tradicionalista y delas JONS n.º 16,15 de marzo de 1938.).<<

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[589] Según Ridruejo, González Bueno letenía mucha envidia a Garrigues,catedrático de Derecho Mercantil de laUniversidad de Valladolid. A finales deaquel año contribuyó a exagerar unainocente observación de Garriguessobre la posibilidad de concluir laguerra por una mediación,convirtiéndola en una acusación detraición que le costó a este último variosmeses de prisión. <<

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[590] Es decir, las posiciones sedividieron entre Sainz Rodríguez,Aunós, Arellano, Esteban Bilbao, JoséYanguas Messía, José María Valiente yotros, por un lado, y Fernández Cuesta,Aznar, Ridruejo y los demás(secundados por Queipo de Llano), porotro. <<

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[591] Este relato de la redacción delFuero del Trabajo se basa enconversaciones con Dionisio Ridruejoen Madrid el 10 y 19 de enero de 1959.<<

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[592] BMFET, n.º 16, 15 de Marzo de1938 <<

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[593] Clark, 11. p. 731-732. <<

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[594] BMFET, n.º 19, mayo de 1938. <<

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[595] Clark, 11, p. 749-750. <<

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[596] Intemperie, victoria y servicio:Escritos y discursos, p. 91. <<

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[597] Ibíd., p. 101-102. <<

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[598] BMFET, n.º 11, 1 de enero de 1938<<

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[599] Según Andino. Éste había sidodesposeído de su jefatura provincialdespués de la unificación porque sehabía reservado Burgos a los carlistas.Andino se negó a aceptar el cargo desecretario provincial y quedó sinempleo hasta que se le destinó a losSindicatos. <<

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[600] Clark; 11, p. 726 <<

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[601] BMFET, n.º 3, 1 de septiembre de1937; Actividad (Palma de Mallorca),21 de agosto de 1937 <<

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[602] Clark; 11, p. 752-753. <<

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[603] Ibíd., 11, p. 727 <<

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[604] Cf. El Pensamiento Navarro, 11 deenero de 1938 <<

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[605] McCullagh, p. 61-62; Sur, 11 deseptiembre de 1937; Alerta (Santander),12 de septiembre de 1937; ArribaEspaña, 1 de diciembre de 1937; ElHeraldo de Aragón, 1 y 3 de diciembrede 1937; El ideal Gallego (La Coruña),14 y 18 de diciembre de 1937; ElPueblo Gallego (Vigo), 7 de enero de1938; La Rioja (Logroño), 26 de febrerode 1938. <<

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[606] Arriba España, 9 de enero de 1938;Amanecer (Jerez), 27 de septiembre de1937; FE, 21 de diciembre de 1937; ElPueblo Gallego, 11 y 16 de enero de1938; Arriba España, 9 de abril de1938. <<

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[607] Por lo menos en dos ocasiones loscensores demasiado rigurosossuprimieron hasta la misma palabra«Falange». Hierro, 13 de enero de 1938;El Ideal Gallego, 4 de febrero de 1938<<

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[608] La Rioja, 14 de enero de 1938. <<

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[609] Aunque a los falangistas se lesmantenía al margen de toda actividadpolítica, no dejaron por ello de tomaralguna iniciativa de interés. Una de lasactividades más importantes en elterreno civil, aunque sin carácterpolítico, consistió en la movilización delos jóvenes para la repoblación forestal.Esta actividad, iniciada el 4 de octubrede 1938, contribuyó a modificar elaspecto de algunas zonas de España(Boletín del Movimiento dé FalangeEspañola Tradicionalista, n.º 33,10 deoctubre de 1938). <<

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[610] Cantalupo, p. 117. <<

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[611] BOE, 17 de noviembre de 1938 <<

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[612] Palabras del Caudillo, p. 77-79.<<

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[613] Ibíd, p. 132, 139 <<

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[614] Véase Ros y Boulhelier. <<

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[615]BMFET, n.º 2, 15 de agosto de 1937<<

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[616] Ibíd.<<

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[617] Circular n.º 1 de la SecretaríaPolítica, 5 de julio de 1937 <<

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[618] Cf. Colmegna, p. 53 <<

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[619] Oudard, p. 251. <<

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[620] BMFET, n.º 7, 1 de noviembre de1937. Existía incluso una fuerteanimosidad entre los «curas falangistas»como Fermín Yzurdiaga, que fue jefe dePrensa y Propaganda de FET, y el cleroregular carlista. A ello se refiere elsacerdote vasco Iñaki de Aberrigoyen enSieben Monaíe und sieben Tage inFranco-Spanien, p. 114-115. <<

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[621] Carta al general Franco de 28 denoviembre de 1937 que figura en lacolección de documentos de MelchorFerrer, El General Franco y laComunión Tradicionalista, p. 38-41. <<

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[622] Véase el capítulo siguiente. <<

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[623] BMFET, n.º 16, 15 de marzo de1938 <<

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[624] Lo mismo les ocurrió a otros gruposderechistas. Los miembros de AcciónEspañola, que fueron los principalespromotores de la fusión de los partidos,vieron cómo se reducía prácticamente ala nada su propaganda durante el breveperíodo en que Ridruejo impuso supolítica. Según Eugenio Vegas Latapié nisiquiera se les permitió publicar unaantología de textos impresos varios añosantes bajo la República y contra lamisma. <<

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[625] Por ejemplo, en la biografía delgeneral Mola, publicada en 1939 porJosé María Iribarren, todos los pasajeselogiosos para los carlistas fueroncensurados. Se eliminó incluso una citade Shakespeare afirmando que Navarrasería un día «el asombro del universo».Y donde Iribarren escribía que 14 000requetés y 4000 falangistas respondieronal llamamiento inicial de Mola, elcensor invirtió tranquilamente lasproporciones. (Del manuscrito de JoséMaría Iribarren «Notas sobre lagestación y peripecias desdichadas de

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mi libro Con el general Mola», 15 demayo de 1944.). <<

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[626] Según Arellano. <<

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[627] Informe del embajador alemán VonStohrer del 17 de noviembre de 1938.Germany and the Spanish Civil War,doc. n.º 699, p. 796-801. <<

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[628] Circular n.º 12 de la SecretaríaPolítica, 19 de julio de 1937. <<

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[629] Así se relata en una carta de FalConde a Franco del 19 de agosto de1945, que figura en el archivo de Ferrer.<<

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[630] Cantalupo, p. 62-65 y 83-86. <<

Page 1825: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[631] Germany and the Spanish CivilWar, doc. n.º 142, p. 152-153. <<

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[632] Sin embargo, cuando el primerembajador alemán Von Faupel llegó aSalamanca en noviembre de 1936 ibaacompañado de un consejero depropaganda y de un experto «paracuestiones de organización de laFalange», Ibíd., doc. n.º 125, p. 134. <<

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[633] Ibíd., doc. n.º 157, p. 170-173. <<

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[634] El marqués de Valdeiglesias cuentaque durante la primera semana de laguerra civil el embajador de Italia ledeclaró en Biarritz que en su últimoinforme a Roma descartaba todaposibilidad de un triunfo de la rebeliónde las derechas. (Conversación enMadrid, 17 de febrero de 1959.). <<

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[635] Ibíd, doc. n.º 207, p. 229.<<

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[636] Ibíd., doc. n.º 243, p. 267-270. <<

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[637] Serrano, p. 47-51; Germany andthe Spanish Civil War, doc. n.º 254, p. 284-286.<<

Page 1832: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[638] Según Yzurdiaga. <<

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[639] En un informe de febrero de 1938.Germany and the Spanish Civil War. docn º 529 p 590-599. <<

Page 1834: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[640] Ibíd, doc. n.º 529, p. 590-599. <<

Page 1835: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[641] Cf. Marcel Sauvage, La corrida(París, 1938), p. 203-204. <<

Page 1836: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[642] Germany and the Spanish CivilWar, doc. n.º 455, p. 480-484. <<

Page 1837: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[643] Ibíd., doc. n.º 565, p. 640 <<

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[644] Interviú con el general EmilioCanevari, Roma, 6 de abril de 1959 <<

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[645] Mira y Salvatorelli, p. 805-806. <<

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[646] Germany and the Spanish CivilWar, doc. n.º 248 p. 277-279.<<

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[647] Notas de su conversación conFranco el 19 de julio de 1939 enMalcom Muggeridge, editor de Ciano’sDiplomatic Papers, p. 290-295.

Además los italianos aprobaronexplícitamente la oposición de laFalange a ciertos ministros ydiplomáticos relativamente anglófiloscomo Jordana y Sangróniz. Ciano’sHydden Diary, 1937-1938, p. 48. <<

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[648] No existe ninguna biografía delCaudillo que pueda considerarse comosatisfactoria. Puede ser útil para algunosdetalles del comienzo de su carrera ellibro de Coles, Franco of Spain. <<

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[649] BMFET, n.º 33, 10 de octubre de1938 <<

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[650] El artículo 42 de los Estatutos delpartido establece que el Caudillodesignará secretamente a su sucesor, elcual será proclamado por el ConsejoNacional en caso de muerte oincapacidad física de aquél. Por endebleque parezca, ésta fue la únicadisposición tomada inicialmente; paraasegurar la continuidad del régimen deFranco. <<

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[651] Clark, II, p. 635,653. Las teorías yla inculcación de un espíritu académicoentre los estudiantes nunca habían sidoel fuerte del SEU. No obstante, en susprimitivos estatutos de 1933 se abogabapor una educación dirigida por elEstado. Bajo las leyes de educación delEstado de Franco inspiradas por SainzRodríguez, toda la enseñanza media fuesometida a las normas estrechas de laIglesia y a la supervisión clerical. Perohubo muy pocas protestas, salvo en elambiente relativamente más libre deciertas tabernas frecuentadas por

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veteranos del partido. <<

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[652] En aquellos tiempos, la mayoría delas muchachas tenía que vencer laoposición familiar para afiliarse. DoraMaqueda, una de las Fundadoras másactivas, afirma: «La Sección Femeninaera nuestro veneno y nuestra gloria»(Conversación en Madrid el 10 de enerode 1959). <<

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[653] La Sección Femenina: Historia yorganización, p. 20. <<

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[654] BMFET, n.º 6, 15 de octubre de1937 <<

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[655] Clark, II, p. 652. <<

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[656] La Sección Femenina, p. 32. Unaversión hecha con simpatía figura enCorthis, p. 84-108. <<

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[657] El punto veintisiete, que prohibíatoda alianza con otros grupos políticos,fue eliminado muy comprensiblemente.<<

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[658] La única purga en las filas de laFalange se produjo a finales de 1938,con el fin de excluir del partido a losculpables de crímenes de guerra. Ladepuración fue muy limitada y sólofueron dados de baja unos cuantosmiembros. (B. M. FET, núms. 22 y 23,del 15 de junio y 10 de octubre de 1938,respectivamente.). <<

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[659] BOE, 10 de agosto de 1939 <<

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[660] En realidad Miguel Primo deRivera carecía de peso propio; no habíadesempeñado ningún papel en laFalange antes de la guerra. Sobre elprovecho que sacó Franco de esaoperación véase Serrano, p. 122. <<

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[661]Palabras del Caudillo, p. 299. <<

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[662] Clark, II, p. 659. <<

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[663] Telegramas del 2 y 15 de agosto de1939, de Sotomayor a Carlos Juan Ruizde la Fuente, que figuraban en losarchivos de este último. Ruiz de laFuente fue el principal colaborador deSotomayor en estos proyectos. <<

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[664] Había sido nombrado para dichocargo unos meses antes. BMFET, 10 demayo de 1939 <<

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[665] Ibíd., 20 de agosto de 1939 <<

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[666] De un guión programático, sinfecha, preparado por Ruiz de la Fuente.<<

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[667] De un discurso ante la Falange deMadrid, a principios de noviembre de1939, publicado en forma de folleto. <<

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[668] BMFET, 20 de noviembre de 1939.Sotomayor murió dos años más tardeluchando en Rusia con la División Azul.La principal fuente sobre estasmaniobras en torno al Frente deJuventudes fue Carlos Juan Ruiz de laFuente. Conversaciones en Madrid el 30de noviembre de 1958 y 8 de febrero de1959. <<

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[669] Informe de Von Stohrer, 19 defebrero de 1939. Germany and theSpanish Civil War, doc. n.º 740, p. 843-851. <<

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[670] Véase capitulo 4 <<

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[671] Caralt afirma que los conspiradorespodían contar con unos 900excombatientes de Cataluña, en 1940.Conversación en Barcelona, 31 demarzo de 1959. <<

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[672] Fue necesario expulsar a Buhigas yCazañas, implicados en un asunto demalversación de fondos públicos. <<

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[673] La principal fuente para este relatode la conspiración de 1939-1941 son laconversación y las notas de PatricioCanales. El lector debe tener en cuentaque los recuerdos personales fácilmentese encuentran sujetos a exageración. <<

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[674] Bajo la dirección de EduardoEzquer continuó subsistiendo un grupoclandestino denominado ORNS(Ofensiva de Recobro NacionalSindicalista) que desarrolló una acciónde agitación y propaganda entre losjóvenes hasta bastante tiempo despuésde terminada la segunda guerra mundial.Su propósito era el de sustituir laFalange franquista por un movimientofascista revolucionario y sindicalista. Alo largo de quince años, Ezquer fuedetenido seis veces y compareció antelos tribunales de justicia en cinco

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ocasiones, sin que ello le hicieradesistir de sus propósitos. <<

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[675] Véase Capítulo 6. <<

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[676] La actitud del general Várela hasido descrita así por Arrese.Conversación en Madrid en diciembrede 1960 <<

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[677] Según el propio Merino.Conversación en Barcelona, 2 de abrilde 1959. <<

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[678] Ocasionalmente realizó un viaje aAlemania en la primavera de 1941 parainspeccionar la organización del trabajo.Arriba, 3 de abril de 1941. <<

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[679] Clark. II. p. 764, 775 <<

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[680] Arriba, 1 de abril de 1940. <<

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[681] Todo esto según manifestaciones deGerardo Salvador Merino. <<

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[682] Bilbao era un ejemplar típico de lamás grotesca política, que recurríaconstantemente a citas grandilocuentespara adornar sus discursos. No obstante,a algunos españoles les gusta este estilorelumbrante y Serrano tenía ciertadebilidad por este personaje. Bilbao esel autor de la frase que figura en todaslas monedas españolas: «FranciscoFranco, Caudillo de España por laGracia de Dios». (Los bromistasespañoles pronto cambiaron laexpresión por ésta: «Francisco Franco,Caudillo de España por una gracia de

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Dios».). <<

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[683] Carceller era uno de los másavisados financieros de España y uno delos más afortunados oportunistasvinculados en el régimen. Como talmerece consideración aparte. Carcellerprocedía de una familia humilde deTarrasa y en su juventud fue protegidopor el conde de Egara. Recibió unaformación de técnico industrial y dirigióalgunas empresas modestas antes deentrar en el mundo de las finanzas.Después de convertirse en el jefe de unaimportante compañía de petróleos de lasislas Canarias, Carceller empezó a

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interesarse en política. Durante laRepública fue uno de los miembros delgrupo financiero que proporcionó ciertaayuda económica a Calvo-Sotelo y aJosé Antonio (véase Capítulo 2),convirtiéndose en uno de los dirigentesfalangistas de Barcelona.

Carceller era un inteligente hombre denegocios y un hábil político. Al terminarla guerra civil formó parte del ConsejoNacional. Formó parte de la misión queacompañó a Serrano Súñer a Berlín en1940, y en 1941 fue nombrado ministrode Industria y Comercio. Su políticaconsistió en explotar a fondo lasnecesidades económicas tanto del Eje

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como de los aliados durante la guerra.(Cf. Herbert Feis, The Spanish Story,Nueva York, 1950). En general se leatribuye el haber iniciado la corrupciónen gran escala dentro del régimen, apartir de 1941. En 1944 contribuyó a larevisión de la política española,iniciando un acercamiento hacia losanglosajones con el argumento de quelos capitalistas de todo el mundo podíanentenderse entre sí. Existe bastantedesacuerdo en relación con su actitudrespecto a la Falange. Después de ladestitución de Merino colaboró enciertos aspectos con los Sindicatos.Carceller fue relevado de su cargo de

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ministro en 1945. <<

Page 1884: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[684] Véase el capítulo siguiente. <<

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[685] Según Arrese, enero de 1961 <<

Page 1886: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[686] Clark, II, p. 646. <<

Page 1887: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[687] BMFET, 1 de octubre de 1939. <<

Page 1888: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[688] Véanse los comentarios dePettinato, p. 84-96. <<

Page 1889: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[689] Gutiérrez, p. 62. <<

Page 1890: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[690] Beneyto y Costa Serrano, p. 150,156 y 169. <<

Page 1891: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[691] Particularmente en El nuevo Estadoespañol (Madrid, 1939), p. 39, 59-68.<<

Page 1892: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[692] Alfonso García Valdecasas: «LosEstados Totalitarios y el EstadoEspañol», Revista de EstudiosPolíticos. Vol. II, n.º 5 (enero 1942), p. 5-32. <<

Page 1893: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[693] Javier Martínez de Bedoya: «Elsentido de la Libertad en la DoctrinaFalangista», Revista de EstudiosPolíticos, Vol. III, n.º 10 (julio-agosto1943), p. 313-334. <<

Page 1894: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[694] Arrese, Escritos y discursos, p. 211-231. <<

Page 1895: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[695] José Antonio se había mostradobastante ambiguo en la utilización de lostérminos «fascista» y «totalitario».Ambos fueron empleados en losprimeros meses de existencia de laFalange, pero más larde el Jefe desechóla palabra «fascista» y trató asimismode apartar a su partido de lo querepresentaban los conceptos de«panestatismo» y «totalitarismo». <<

Page 1896: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[696] Clark, 1, p. 78. <<

Page 1897: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[697] La interpretación de la gestión deGamero que se contenía en la primeraedición inglesa de esta obra eraparcialmente incorrecta. El actual textoha sido revisado por el autor. <<

Page 1898: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[698] Arriba, 19 de enero de 1941. <<

Page 1899: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[699] En realidad, Ridruejo habíadimitido de su cargo dos meses antes.(N. del T.). <<

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[700] El nombramiento de Galarza y ladestitución de Tovar y Ridruejo sepublicaron en menos de quince días.BOE núms. 126 y 138, del 6 y 18 demayo de 1941, respectivamente. <<

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[701] Arrese se refiere, en parte, a esalabor en su folleto, Málaga desde elpunto de vista urbanístico (Málaga,1941).<<

Page 1902: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[702] BOE núms. 140 y 142 del 20 y 22de mayo de 1941. El relato de la crisispolítica de mayo de 1941 se basa engran parte en una serie de entrevistascon Dionisio Ridruejo en 1958-1959 ycon José Luis de Arrese en enero de1961. <<

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[703] Esta versión de la disputa entreSerrano y Arrese se basa en losrecuerdos personales de este último. <<

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[704] Palabras citadas por Ridruejo enuna entrevista recogida por Luis OrtegaSierra y reproducida en Preuves (n.º 76,junio de 1957, pág. 14).En susmemorias, Serrano no oculta el hecho deque el nuevo partido, a cuya creacióntanto contribuyó, no era más que unafachada ideológica y un meroinstrumento de un régimen cuyo únicofundamento institucional residía en elEjército. «Ni la legislación ni lasmedidas de gobierno llegarían a serjamás resueltamente unitarias. En últimotérmino, el centro de gravedad, el sostén

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verdadero del régimen (pese a lasapariencias que tontamente nosesforzamos por exagerar) fue y seguirásiendo el Ejército; el Ejércitonacional… sería aún (acaso por fortuna)el suplente de un Estado que no acababade ser, que no acababa de tomar cuerpoinstitucional y forma orgánicaverdadera». (Entre Hendaya y Gibraltar,pág. 128.). <<

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[705] Arrese, Escritos y discursos, p. 41-47,89-95, 137-139 y otras. 226 <<

Page 1907: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[706] Arrese, La revolución social delNacional-Sindicalismo, p. 36-41. <<

Page 1908: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[707] Arrese, Escritos y discursos, p. 207-210. <<

Page 1909: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[708] Entrevista con José Luis de Arrese,Madrid, 9 de febrero de 1959. (En estemomento Arrese era ministro de laVivienda.). <<

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[709] Citado por Bray, p. 114. <<

Page 1911: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[710] Del Anuario Español del GranMundo, de 1942. <<

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[711] García Hinojosa, p. 80 <<

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[712] Ambos manifiestos se encuentran enel archivo de Melchor Kerrer, enSevilla. <<

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[713] El relato de las consecuencias delincidente de Begoña se basaprincipalmente en los recuerdospersonales de Arrese. Cf. Jato, p. 322-323. <<

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[714] Unos años más tarde, Serrano Súñerescribía: «En realidad, la Falange fue unintento político que no alcanzó plenamadurez. Fue un ideal, una corriente depensamiento, de emoción y de acción,iniciada y difundida por José AntonioPrimo de Rivera, y a la que unos milesde hombres pretendieron ser fieles… Enalgunos momentos esa corriente ha sidocasi idéntica a un partido concreto. Enalgunos momentos pareció estar a puntode identificarse con el régimen vigenteen España. Luego esa corriente fue cosabien distinta y alejada de toda

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encarnación histórica y real» (EntreHendaya y Gibraltar, página 366.). <<

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[715] De una carta dirigida por CarmeloPaulo y Bondla al autor, el 2 de mano de1959 <<

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[716] Según relato de Arrese en enero de1961. Cf. su prólogo a Capitalismo,comunismo, cristianismo. <<

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[717] Los falangistas jóvenes más«duros» no quisieron renunciar a sussueños de un nuevo orden fascista paraEuropa, aunque el Imperio nazi se estabaderrumbando, batido en tres frentes. En1944 unos cuantos veteranos del partidoorganizaron el llamado «CírculoNosotros», cuyos miembrosproclamaban que no renunciarían nuncaa los objetivos iniciales totalitarios dela Falange. La presión de lascircunstancias obligó al grupo adisolverse en 1945, pero al abandonarel Círculo, sus miembros renunciaron

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asimismo a la mayor parte de susactividades falangistas. Jato, p. 337-338. <<

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[718] Clark, II, p. 719-721. <<

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[719] Ibíd, 11, p. 569. <<

Page 1923: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[720] Hierro, 25 de enero de 1938 (elsubrayado es del autor). <<

Page 1924: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[721] Foltz, p. 97. Esta cifra se refiereúnicamente a las ejecuciones dictadaspor la administración de la justiciadesde abril de 1939 a junio de 1944 yno incluye las ejecuciones llevadas acabo por el Ejército. <<

Page 1925: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[722] Jato, p. 328 <<

Page 1926: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[723] Ibíd., p. 339 <<

Page 1927: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[724] En 1945 se rumoreaba que Arreseintentaba crear un bloque antiderechistaen el seno del Movimiento. Cf. carta aRodrigo Vivar, Luis González Vicén yFermín Zelada, 20 de noviembre de1945 en el Boletín de la Guardia deFranco, n.º 20, 25 de diciembre de1945, reproducida en el libro de Arrese,Hacia una meta institucional (Madrid,1957), p. 1-20. <<

Page 1928: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[725] Arrese, Capitalismo, comunismo,cristianismo.<<

Page 1929: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[726] Ibíd., p. 104. <<

Page 1930: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[727] Clark, II, p. 573. <<

Page 1931: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[728] «Tetrib Airumi», en, Domingo, 5 deseptiembre de 1937, citado por RuizVilaplana, p. 235. <<

Page 1932: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[729] Cf. Francolie, p. 78-83. <<

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[730] Vieja Guardia, enero-junio 1956.<<

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[731] Carta de Vicén a Arrese, 8 de juniode 1956, p. 2. <<

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[732] Ibíd., p. 3. <<

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[733] «Tal vez es la única que le quedadespués de estos años de nuestrorégimen durante los cuales, en nombrede la unidad se ha llevado a cabo ungrave proceso de desunión a través delos privilegios de clase». Ibíd., p. 3. <<

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[734] «Por otra parle, temo que elmovimiento de retirada que la Iglesia hainiciado claramente en los últimosmeses, pueda verse acelerado pornuestra acción, provocándose unasituación critica para el régimen, antesde lo deseable». Ibíd., p. 3. <<

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[735] Ibíd., p. 4. <<

Page 1939: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[736] Ibíd.<<

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[737] Ibíd., p. 5. <<

Page 1941: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[738] Ibíd., p. 6. <<

Page 1942: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[739] Ibíd., p. 7. <<

Page 1943: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[740] Ibíd., p. 10 <<

Page 1944: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[741] Ibíd., p. 9 <<

Page 1945: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[742] Ibíd., p. 9 <<

Page 1946: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[743] Informe del Instituto de EstudiosPolíticos, en relación con losAnteproyectos de Leyes Fundamentalessometidos a la consideración delConsejo Nacional, p. 23. <<

Page 1947: Falange, historia del fascismo español de Stanley G. Payne

[744] Ibíd., p. 12. <<

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[745] De acuerdo con el Anteproyecto deLey Orgánica del Movimiento Nacionalpropuesto, el Consejo Nacional secompondría de 150 miembros comomínimo, algunos de los cuales seríandesignados por el Jefe del Estado, peropor lo menos la mitad deberían serelegidos por los miembros del partido.El Consejo deberla reunirse anualmentey tendría la misión de supervisar laaprobación de nuevas leyes para evitartoda desviación ideológica, así como lade dirigir el Movimiento. El SecretarioGeneral del Movimiento sería elegido

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por el Consejo Nacional y ratificado sunombramiento por el Jefe del Estado porun plazo de seis años. Un voto decensura del Consejo determinarla sudimisión en el plazo de veinticuatrohoras. Una de las prerrogativas delConsejo sería la de poner el veto acualquier proyecto de ley elaborado porlas Comisiones de las Cortes que seconsiderase peligroso, antes de pasar asu votación por las Cortes. El Comité deAcción del Consejo podría hacer todaclase de recomendaciones a cualquierórgano de la Administración.

Como disposición final delAnteproyecto de Ley Orgánica del

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Movimiento Nacional se establece quetanto si este proyecto era sancionado ypromulgado inmediatamente por elgobierno como si no, entraría en vigoren el caso de establecerse un nuevosucesor al actual Jefe del Estado. <<

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[746] Hacia una meta institucional, p. 191-192. <<

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[747] Ibíd., p. 212. <<

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[748] Ibíd., p. 215. <<

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[749] Ibíd., p. 213 <<