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En 1954, Elias Canetti, viajó a Marrakesh; de sus

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En1954,EliasCanetti,viajóaMarrakesh;desusincursionesporlosbarriosárabe y judío de la ciudad recogió voces, olores, gestos e imágenes, quebosquejójustotrassuregresoaLondres.

Todo esto se convirtió en algomás que en unmero libro de viaje.Canettidescribe situaciones y personajes con gran precisión y los examinaescrupulosamente.Tratadedescubrircuantoaconteceaestaextrañagente,eindagaacercadesuposturasobrelamuerte.

Canetti nos brinda aquí sus notas de viaje, auténticas impresionespersonales que exponen el proceso arduo de apropiación de un mundodiferente.

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EliasCanetti

LasvocesdeMarrakeshImpresionesdeviaje

ePubr1.0JeSsE18.03.14

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Títulooriginal:DieStimmenVonMarrakeschEliasCanetti,1968Traducción:JoséFranciscoYvarsRetoquedeportada:JeSsE

Editordigital:JeSsEePubbaser1.0

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APOLOGÍADELCUENTERO

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Losbuenosviajerossondespiadados

CANETTI

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1. Escurioso,parececomosilatrayectoriaimaginativadelescritorEliasCanettiapenas fuese otra cosa que una obstinada y a menudo doloroso tentativa decontar bien; detallada, precisamente, sin descuidar ninguno de los elementossignificativosnecesariosniencubrirenelloslaresponsabilidad,elcompromisopersonal,delnarrador.

Hermann Broch, en una presentación que se ha hecho memorable,caracterizó,allápor1933,lapersonalidadpúblicadeCanetticomolade«unspanioleducadoentreSuizayAustria».Enefecto,Canettiheredadesumadre,auténtico fin-de-race, el claroscuro, el matiz diferenciador de su lejanaascendencia hispánica, la voluntad de razón occidental; sin embargo, lafascinaciónqueensuprimerainfanciarecibedesuentornoruraloriginario,laaldea deRustschuk, en laBulgaria bajo danubiana—una comunidad hebreaintactaeneltiempodondetodavíasehablaladino—,setraduciráañosdespuésensumáspreciadodistintivodeidentidad.Inmersoenunasociedadcampesinaorientalizada fuertemente y predispuesta siempre a marcar distancias con elOccidente«moderno»,sulenguacivilseráelbúlgaro,enconvivenciaestrechacon ese castellano arcaico, ya anacrónico incluso entonces, legado familiarancestral transferido en calidad de lenguamaterna y que inspira las páginasquizásmásvivasdesuautobiografía.

Transterrado a Inglaterra, en pos de una quimérica y forzosa tradicióncomercial,convierteelalemán—tambiénporambiciónmaterna—ensulenguaculta, o mejor todavía, en su instrumento comunicativo fundamental: laescritura. A Viena le conduce, asimismo, la arrogante resolución de suparentela, que aspira a convertirlo en alguien útil: nada de ambientesprivilegiadosypocasfantasíaselectivas;enelpanteónvienésdepostguerranohayespacioparaNarciso:Wedekind,Strindberg,Broch,AlbanBerg,«lapoesíadeabsurdopaisajeespiritualdeKafka»…Ensuma,unlenguajecrispadoparaun tiempo ilegítimo, de exhibicionismo calculado, demáscara acústicadel yocalificaKarlKrauslostitubeosexpresivosdelanuevageneraciónimplicadaenladerrotabélica.

2. Eséstaunageneraciónque tieneenMusil yDöblin sushermanosmayores, yquesealargamonstruosamentehastalaquiebradeWeimar.Canettitomadesutiempoelafánpor laprecisión, laobsesiónpor laverdadcientíficaquesalvadel absurdo la vida humana. Pero, de espaldas a su época, desconfía de lacapacidad experimental del diálogo y prefiere anudar a conciencia los cabosquesostienenelinterésdelanarración.Sutemaestambiénelconflictoperenneentre individuo y colectividad, en un mundo en progresiva disolución del yopersonal;enlafantasíacreadoradeCanettisesobreponenfigurasysituaciones

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cuyoabsurdoalcanzaaser,lasmásdelasveces,sucondicióndehumanidad:elespejonosdevuelvelaimagendeunsergrotescocondenadoaerrarsinsentido—yaquílareferenciaaCincuentacaracteresesobligada—.Elhumanismosecoy cortante de su estilo ya hecho constituye paradójicamente una formasaludable y desenfadada de apropiarse de aquella imagen terrible: lomonstruoso,nosalertaCanetti,seríafantasearelusivamentesobreellabajoelpretextodequenosesajena.Reflexióndemoralista,endefinitiva.

Esaactitud, sinembargo,preservaaCanettide los rigoresexpresionistas,de la sugestión manierista por lo grotesco; exagera la realidad, la dislocaexpresivamenteenalgunodesusmejorescuentos,perosinperderdevistaciertoobjetivismopicassianoquenunca trasgrede los límites impuestosparacaerenla ebriedad formal. Su fuerza narrativa encuentra en el detalle el vehículoperfectodeexpresión.Multiplicaenelrelatolasescenassuperfluas;sobreponecaracteresygestosenunaaparenteamalgamajamáscaótica,desdeluego;conelloaciertasiempre,silarazónúltimadelnarradorespresentarlacomplejidaddelascosas.Ensusprimerasobras,—DieBlendung(1935),éxitodeamigos,perosinapenas lectores,piezasdramáticas tempranasoensuretardadoéxitode público Masse und Macht— es posible detectar, sin duda, algúnapasionamiento por la experimentación y el efectismo tendente a irrealizaracción y personajes, tenuemente surrealistas incluso. La fascinación por losciegos, transposición emblemática de los sonámbulos de Broch, por ejemplo,harádeciraFischer,mediadaladécadadelos treinta,«Canettieraundiableboileux…, de mirada maligna para todo lo maligno, que halla placer en lodeforme,enlohorripilante…».EnlaComediadelavanidadfantaseaacercadeunaaterradoraciudadutópicadondeelhombre,privadodesupropia imagen—sinespejos,fotografíasniretratos—,seprecipitaenlademenciamásoscura.EnMasaysobrevivencia,elpoderconduceindefectiblementealalocurayalasoledad:eldementequeidentificasupropiocuerpoconel«cuerpodelmundo»y sólo aspira a la beatitud supremade la fusión anímica en unamasaque leofrezca,cruelparadoja,lasingularidad.

3. PeroCanettiessobretodounnarradordehistorias.Testigodeexcepcióndeunmundocuyamemoria semantienepor tradiciónoral, sus relatospretenden laaudienciaylaatenciónquedespertabaelcuenteroenlosmercadosdeantaño,oque despierta todavía hoy en el mundo cercano oriental. Su estilo esentrecortado,directoyexpresivohastaladistorsióndepersonajesyambientes,comoanteshicenotar,yporellodifícil;nodescuidamiradanisacrificajamásun adjetivo que pueda incidir en la riqueza total de la representación. Haymucho en él de ese placer de la palabra que define las culturas latinas,acostumbradasagrabarenrelatosconmoralejalasexperienciasdelavidaysu

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concepción peculiar de la historia. Los hechos nunca son datos que permitenestructurar una historia; son sucesos, situaciones, episodios que ayudan aimaginar la panorámica de conjunto. El ojo del narrador es siempre activo;selecciona y transforma, crea constantemente la realidad, al tiempo que larelata. No deja de sorprender que entre nosotros, país de campesinos pordefinición, pese a veleidades de coyuntura y colonialismos ya estructurales,hayadesaparecido tanraudamenteel testimoniode lapalabra;ymás todavíacuandoelcírculoidealdelectoresaduraspenasexcedelascincocifras.Quizásla aparente tosquedad formal de Baroja, inventor de historias si los hay, seexplique desde esta perspectiva narrativa; o la ética del adjetivo del catalánJosep Pla, por dar otro ejemplo, más próximo en su estupenda y fluidaverbosidadalmejorCanetti.Laeficaciadelapalabrasepruebaasímismaencualquieradelaspáginasdesuautobiografía,Lalenguaabsuelta,queabramosalazar.Elcuentero jamásdiseca,escribeSteinercomentandoEl territoriodelhombre,recreasumundoencadapalabradelrelato.

4. LahojeadasuperficialdeLasvocesdeMarrakeshnosdepara,deentrada,unprimerefectosorpresa:nirastrodelaelaboradaconstruccióndeAutodefe;nilamenorhuelladelaelipsisdiscursivadeMasaypoder.Canettisintetizaaquí,en loscatorcerelatosquecomponenel libro,sus impresionesdeunadetenidaincursiónporlaciudaden1954.Setrata,repito,deimpresionesimaginativas,visuales casi, puesto que la penetración del autor enraiza en una decididavoluntad de comprensión del universo desconocido. Los rápidos apuntes, lasestrictas notas de viaje aparecen disueltas en la fantasía del escritor, paraconvertirse en el soporte de esa nueva reconstrucción que son los cuentos deviajes.Entodosellosdomina la improntade lo inmediato,deunaexperienciavivida directamente que se intenta transmitir al lector sin artificios y con elmenornúmeroposibledemediacionesdetaller.Yenestaocasión,Canettinosdemuestra magistralmente que todavía es posible contar algo con sencillez,dandoprioridadaloshechos, forzándolossiesprecisoparaqueexpresensuscadenciasmásvariadas.Laelaboración literariavendrádespués, siempreconcarácteradjetivo.El resultadoesun lenguaje libredepresionesdegénero—comoseñalaacertadamenteRudolfHartung—,muyricoléxicamenteysaturadodesignificacioneshastalacontraposición.

Para Canetti, la sagacidad del viajero, llegado el momento de captar ycomprender en sus entresijos el guiño cómplice de una realidad diferente,diversa, pero que necesita entender de alguna manera para integrarla en suexperiencia vital, constituye el elemento definitivo a la hora de hacernospartícipesdesusvivencias.Elesfuerzodelviajeroesarduo,porquesebasaenel ejercicio de una comprensión sincopada, parcial: el turista, escribe, es la

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caricaturamodernadelviajero.Canetti,porelcontrario,entiendeelviajecomolaocasiónúltimaparaapropiarsedeunmundoextraño,enelqueentrevéaúnposibilidadesautónomasdeserdistinto.Yésaeslarazóndequesuscuentosdeviajeaspirensobre todoa laveracidadde las imágenes:dramáticaocómica,tanto da; humanizando en la mejor tradición oriental animales y cosasportadoresdesentido.

La voz del cuentero de mercado adecúa tonos y modulación, gesto ypalabrasasuauditorio.CuandoCanettitransformaesavozenescritura,partedel compromiso, vehementemente asumido, de implicar en su relato a loslectores más plurales. Abandona entonces su confortabilidad europea, laintolerabletoleranciadelviejoescéptico,elpaternalismosiempreofensivodelhermanosabio,yvuelvealosorígenes,asudiminutaaldeabúlgara,alcírculode allegados a quienes relata, al caer la tarde, su experiencia viajera. Elresultado,lector,esestapequeñaobramaestra.

JOSÉFRANCISCOYVARSSeptiembrede1981.

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AVezaCanetti

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MISENCUENTROSCONCAMELLOS

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Por tres veces entré en contacto con camellos y aquello concluyó encircunstanciastrágicas.

«Tengo que enseñarte elmercado de camellos», decíami amigo, justo trasmillegadaaMarrakesh.«TienelugartodoslosjuevesporlamañanaantelamurallaenBab-el-Khemis. Se encuentra realmente apartado, al otro lado de los muros de laciudad;esmejorque te lleve».Llegóel juevesynosdirigimoshaciaallí.Eraalgotardecuandollegamosalainmensaplazafrentealamuralladelaciudadyacasialmediodía.Laplazaestabamediovacía.Alotroextremo,unosdoscientosmetrosmásallá de nosotros, había un grupo de personas; pero no vimos ningún camello. Losanimalespequeños,conlosquelagenteseentreteníaeranburrosporlogeneral; laciudadseencontrabarepletadeellos;portabantodogénerodecargasysolíansertanmal tratadosquenodeseabavermás.«Llegamosdemasiadotarde»,dijomiamigo.«Elmercadodecamelloshaterminado».Mecondujohastaelcentrodelaplazaparaconvencermedequeverdaderamentenohabíanadamásquever.

Peroantesdequesedetuviesevimoscómosedispersabaungrupodegente.Enmedio de ella apareció un camello erguido sobre tres patas, la cuarta le había sidoatadaal cuerpo.Teníapuestounbozal rojo,unacuerda leatravesabaelollar,yunhombrequesemanteníaaciertadistanciatratabadehacerleavanzardeestemodo.Elcamello corría un trechohacia adelante, separabay saltaba entonces curiosamentesobre sus tres patas hacia arriba. Sus movimientos eran tan inesperados comoinquietantes. El hombre que debía guiarlo, cejaba siempre en su empeño; temíaacercarsedemasiadoalanimalynoparecíanadasegurocómosecomportaríaésteacontinuación.Perotrascadasobresaltotirabadenuevoyestolepermitióarrastraralanimalmuylentamenteenunadeterminadadirección.

Permanecimos parados y bajamos la ventanilla del coche; nos rodearon niñospedigüeños,porencimadesusvocesmendicantesoíamoslosgritosdelcamello.Unadelasvecessaltócontalfuerzahaciaunladoqueelhombrequeloguiabaperdiólacuerda.Laspersonasqueseencontrabanaciertadistanciasealejaron.Laatmósferaque rodeaba al camello estaba cargada de miedo, pero más miedo sentía aún elcamello.Elguíacorrióuntrechojuntoaélyconlavelocidaddeunrayoagarrólacuerda que serpeaba por el suelo. El camello saltó lateralmente hacia arriba en unmovimientoondulante,peronologrósoltarse,siendoarrastradodenuevo.

Un hombre, en el que no habíamos reparado hasta entonces, apareció tras losniños que rodeaban nuestro automóvil, se apartó a un lado y nos explicó en unfrancésentrecortado:«Elcamellotienerabia.Espeligroso.Loconducenalmatadero.Hayque tenermuchocuidado».Adoptóungestograve.Entre frasey fraseoíamoslosgritosdelanimal.

Le dimos las gracias por su información y nos fuimos entristecidos de allí.Durante los días siguientes hablamos con frecuencia del camello rabioso; sus

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desesperadosmovimientosnoshabíandejadounahuellaprofunda.Habíamosidoalmercadoconlaesperanzadevercentenaresdeesosapaciblesycurvilíneosanimales.Pero en la gigantesca plaza sólo encontramos uno, sobre tres patas, atado, en suúltimahora;mientrastodavíaluchabaporsuvidanosfuimosdeallí.

Días después pasamos frente a otro sector de las murallas de la ciudad.Anochecía,el resplandor rojoseextinguíasobreelmuro.Retuveenmisojos tantocomomefueposiblelaimagendelmuroymeregocijéantesuprogresivamutacióncromática.Diviséensusombraunagrancaravanadecamellos.Lamayoríasehabíadejadocaersobresusrodillas,otrospermanecíantodavíaenpie.Unoshombresconturbanteenlacabezasemovíanlaboriosos,perotranquilos,entreellos;eralaimagendelsosiegoyelcrepúsculo.Elcolordeloscamellosseconvirtióeneldelmuro.Nosapeamos y nos mezclamos entre los animales. Cada docena cumplida de ellos searrodillaba en círculo alrededor de un montón de forraje dejado caer por loscamelleros.Estirabanelcuello,tomabanelalimentoconlaboca,echabanlacabezahacia atrás y rumiaban plácidamente. Los observamos atentamente y vimos quetenían rostro. Se parecían entre sí y al mismo tiempo eran muy diferentes.Recordabanaviejasdamasinglesasque,dignasyvisiblementeaburridas,compartíanelté,incapacesdeocultarlamaliciaconqueescrutabancuantolesrodeaba.«Ésteesmitía,deverdad»,dijomiamigoinglés,alqueadvertísutilmentedelparecidoconsus compatriotas, y pronto descubrimos algún que otro conocido. Nos sentíamosorgullosos de haber tropezado con aquella caravana de la que nadie nos habíahablado.Contamoscientosietecamellos.

Unmuchachoseacercóynospidióalgunamoneda.Sucaraeradeuncolorazuloscuro,aligualquesusropas;eraarrieroysuaparienciasimilaraladelos«hombresazules»quevivenalsurdelAtlas.Elcolordesusvestidos,asísenoshabíadicho,comparteeldelapiel,y,deestemodo,todos,hombresymujeres,sonazules,laúnicarazaazul.Procuramosalgunainformaciónsobrelacaravanadenuestrojovenarriero,agradecidopor lamoneda recibida.Pero tansólodominabaunaspocaspalabrasenfrancés:Venían deGulimin, tras veinticinco días de camino. Esto fue todo cuantopudimos entender. Gulimin se encontraba lejos al sur, en el desierto; y nospreguntábamos si la caravana de camellos habría cruzado el Atlas. También noshubiesegustadosabercuálseríasupróximameta,yaquenopodríaseréste,alpiedelosmurosdelaciudad,unbuenfinaldetrayectoylosanimalesparecíanfortalecerseparaesforzadostrabajosfuturos.Elmuchachoazuloscuro,incapazdedecirnosnadamás, se esmeró en atenciones hacia nosotros y nos condujo hasta un delgado ytodavía esbelto anciano con turbante blanco que semostró respetuoso.Hablaba unbuenfrancésyrespondíalocuazmenteanuestraspreguntas.LacaravanaveníadesdeGuliminyeraciertoquellevabayaveinticincodíasdecamino.

«¿Yhaciadóndecontinúa?».

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«Nomuylejos»,confesó.«Sevendenaquímismoparalamatanza».«¿Paralamatanza?».Ambos nos sentimos consternados; incluso mi amigo que en su país es un

furibundocazador.Pensábamosenellargoperegrinajedelosanimales,ensubellezaen el ocaso, en su ensimismamiento, en su apacible banquete; y acaso también enaquellaspersonasquenoshabíanpermitidorecordar.

«Paralamatanza,sí»,repitióelanciano.Habíaalgodeabruptoensuvoz,comodecuchillomellado.

«¿Se come aquí mucha carne de camello?», pregunté. Buscaba ocultar miturbaciónmediantepreguntasdecircunstancias.

«¡Muchísima!».«¿Sabebien?,nuncalahecomido».«¿Jamáshacomidocarnedecamello?».Rompióenunaburlonaperocontenida

risotadayrepitió:«¿Nuncahacomidocarnedecamello?».Quedababienclaroqueélsabíaqueaquínosenosservíaotracosaquecarnedecamello,yselodebiópensarmuchoantesdeinstarnosaquelacomiésemos.

«Esmuybuena»,sugirió.«¿Cuántocuestauncamello?».«Varía. De 30 000 a 70 000 francos. Se lo puedo mostrar, aunque hay que

entenderlo». Nos condujo hasta un hermosísimo animal de color claro y lo hizomoverseconunbastoncillo,quehastaentoncesmehabíapasadodesapercibido.«Éstees un buen animal. Tiene un valor de 70 000 francos. El propietario incluso lo hamontado.Podríautilizarloaúndurantemuchosaños.Perohapreferidovenderlo.Conel dinero puede comprar dos animales jóvenes, ¿comprenden ahora?». Locomprendíamostodo.«¿HavenidoustedconlacaravanadesdeGulimin?»,inquirí.

Rechazóestainsinuaciónalgomolesto.«YosoydeMarrakesh»,afirmóorgulloso.«Compro animales y los vendo a los matarifes». Sólo sentía desdén hacia loshombresquehabíanatravesado tan largocamino,ydenuestro jovenyazularrierodijo:«Ésenosabenada».

Pero él quería saber de dónde éramos y ambos le dijimos escuetamente: «deLondres».Sonrióyparecióunpocoinquieto:«EstuvedurantelaguerraenFrancia»,confesó. Su edad daba claramente a entender que hablaba de la primera guerramundial. «Estuve junto a los ingleses. No me llevé bien con ellos», añadiórápidamente y un tanto quedo. «Pero hoy la guerra ya no es guerra. Ya no es elhombrequiencuenta,lamáquinaloestodo».Dijoalgomássobrelaguerra,quesonómásbienresignado.«Esoyanoesguerra».AsentimosalrespectoyparecióolvidarqueveníamosdeInglaterra.

«¿Estánvendidostodoslosanimales?»,preguntétodavía.«No. No se pueden vender todos. Los que quedan continúan hacia Settat.

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¿ConocenustedesSettat?EstácaminodeCasablanca,acientosetentakilómetrosdeaquí.Allíseencuentraelúltimomercadodecamellos.Losdemássevendenallí».

Ledimos lasgracias,y sedespidiósinmás reverencia.Novolvimosacaminarentre los camellos; habíamos perdido la ilusión necesaria para ello. Casi habíaoscurecidocuandoabandonamoslacaravana.

Laimagendelosanimalesnomeabandonaba.Pensabaconreceloenellos,perotambiéncomosidesdesiemprehubiesendepositadosuconfianzaenmí.Elrecuerdodesuúltimobanqueteseuníaaldelaconversaciónsobrelaguerra.Laideadevisitarel mercado de camellos el jueves próximo permanecía aun así viva en nosotros.Decidimospartir por lamañana temprano;y,quizás, esperábamosobtener estavezunaimpresiónmenossombríadesuexistencia.

Volvimos frente a la puerta de El-Khemis. El número de animales queencontramos no era demasiado grande: se perdían en la amplitud de la plaza queresultaba difícil de llenar. A un lado se alineaban de nuevo los burros. No nosacercamosaellosypermanecimosconloscamellos.Reunidosengruposdetansólotresocuatro,einclusoavecesunosólojuntoasumadre.Enprincipionosparecierontodostranquilos.Loúnicoruidosoerangrupospequeñosdehombresqueregateabanenérgicamente. Pero nos pareció como si los hombres, algunos de ellos entre losanimales, desconfiasen; no se acercaban demasiado a ellos o tan sólo lo hacíancuandoeraverdaderamentenecesario.

No transcurrió mucho tiempo cuando nos llamó la atención un camello queparecía resistirse contra algo; gruñía, rezongaba y giraba la cabeza enérgicamentehaciatodaspartes.Unhombreintentabaponerloderodillas,ycomonoleobedeciese,leayudóabastonazos.Deentrelasotrasdosotrespersonasqueseencontrabanalacabezadelanimalyseocupabandeél,destacabaunoenparticular:Eraunhombrefuerte, recio, de faz oscura y tremenda. Permanecía firme, sus piernas comoenraizadasalsuelo.Conenérgicosmovimientosdelosbrazospasóunacuerdaporeltabique nasal del animal que previamente había perforado. Hocico y cuerda setintaron de rojo por la sangre. El camello se contorsionaba y chillaba, y prontocomenzó a bramar frenéticamente; por último, tras haberse arrodillado, saltó denuevoeintentózafarse,mientraselhombretirabadelacuerdaconmayorahínco.Lagente ponía todo su empeño en sujetarle, y aún estaba ocupada en ello, cuandoalguiennosabordóydijoenunfrancésentrecortado:

«Lo huele. Huele al matarife. Fue vendido para la matanza; ahora va almatadero».

«Pero¿cómopuedeolerlo?»,preguntómiamigo,incrédulo.«Elqueestáanteéleselmatarife»,yseñalabaalhombrehoscoymacizoquenos

había llamado la atención. «El matarife viene del matadero y huele a sangre decamello,yesonolegustaalcamello.Uncamellopuedesermuypeligroso.Cuando

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tienelarabia,llegaporlanocheymataalagentequeduerme».«¿Cómopuedemataralagente?»,lepregunté.«Mientras las personas duermen viene el camello, se arrodilla sobre ellas y las

ahoga.Hayquesermuyprecavido.Laspersonasperecenantesdequedespierten.Sí,el camello tienemuybuenolfato.Cuando reposadenoche junto a su amo, ventealadronesydespiertaalamo.Sucarneesbuena.Debecomerse.Çadonneducourage.Al camello no le gusta estar solo. Solo no va a ninguna parte.Cuando un hombretratadellevarsucamelloalaciudad,tienequeencontrarotroqueleacompañe.Tienequepedir unoprestado, de lo contrariono lleva su camello a la ciudad.Noquiereestar solo. Yo estuve en la guerra. Tengo una herida,miren, aquí», y se señaló elpecho.

Elcamellosehabíacalmadounpocoyvolvílamiradaporprimeravezhaciaelorador.Elpechoparecíahundidoyelbrazo izquierdoestaba rígido.Elhombremeresultabaconocido.Erapequeño, flacoymuyserio.Mepreguntabadónde lohabíavistoantes.

«¿Cómosemataaloscamellos?».«Selescortalayugular.Tienenquedesangrarse.Sino,noselesdebecomer.Un

musulmánnodebecomerlossiantesnohansidodesangrados.Nopuedotrabajarporculpadeestalesión.Poresohagoaquíunpocodeguía.Habléconustedeselpasadojueves, ¿recuerdan al camello rabioso? Yo estaba en Safi cuando llegaron losamericanos.Luchamoscontralosamericanos,peronomucho;entoncesfuireclutadoporelejércitoamericano.Allíhabiamuchosmarroquíes.EstuveconlosamericanosenCórcegayenItalia.Estuveentodaspartes.Elalemánesunbuensoldado.LopeorfueelCasino.Aquellosíquefuegrave.Deallímevienelalesión.¿ConocenustedeselCasino?».

ComprendípocoapocoquesereferíaaMonteCasino.Mehizounadescripcióndelaamargabatalla,yestuvo,él,deordinariotranquiloeimpasible,tanvivazenellocomo si se tratase de los criminales antojos de camellos rabiosos. Era un hombresincero; creía lo que decía. Pero había divisado un grupo de americanos entre losanimales y rápidamente se encaminóhacia ellos.Se esfumó tan aprisa comohabíaaparecido,yloencontrébien;yohabíaperdidodevistaydeoídoalcamelloqueyanobramaba,ydeseabavolverloaver.

Pronto loencontré.Elmatarife lohabíapuestoenpie.Searrodillabadenuevo.Diounrespingoqueotroconlacabeza.Lasangredelollarsehabíaextendidoaúnmás.Sentíciertoalivioporlosescasosyengañososmomentosenlosqueseledejabasolo.Peronopudemirarmuchotiempoysalídeallíahurtadillas,puesyaconocíasudestino.

Mi amigo se había retirado durante el relato del guía; iba tras el rastro decualquier inglés. Le busqué, y cuando lo hube encontrado, al otro extremo de la

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plaza, había ido a parar junto a los burros. Quizás se encontraba aquí menosincómodo.

Durante el resto de nuestra estancia en la roja ciudad no volvimos a hablar decamellos.

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LOSSUKS

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Los Suks son aromáticos, frescos y plenos de colorido. El olor, siempreagradable,varíaacadapasosegúnlanaturalezadelosproductos.Noexistenombreni anuncio alguno, tampoco un solo escaparate. Todo cuanto hay a la venta estáexpuesto. Nunca se sabe lo que costarán las cosas, igual suben los precios quepermanecenestables.

Los puestos y tiendas en los que se vende lo mismo están apiñados enagrupacionesdeveinte,treintaomás.Hayunbazardeespeciasyotrodeartículosdepiel.Los cordeleros tienen su sitio y los cesteros el suyo.Entre los vendedores detapices algunos poseen grandes y amplios almacenes; se pasa por delante de elloscomo si constituyesen una ciudad aparte, en la cual se nos invita enfáticamente aentrar. Los joyeros se disponen alrededor de un patio propio, enmuchas de cuyasestrechas tiendas puede verse hombres trabajando. Se encuentra de todo, perosiemprerepetido.

Lacarteradepielquesedeseeestáexpuestaenveintetiendasdiferentes,ycadauna de esas tiendas linda estrechamente con las demás. He ahí un hombre que seagacha enmediode sumercancía.Lo tiene todo amano, el espacio es escaso.Nonecesitaapenasmoverseparaalcanzarcualquierade lascarterasdepiel,ysóloporamabilidad, cuando no es muy viejo, se levanta. También el hombre del puestocontiguo,deaparienciamuydiferente,sesientaenmediodelosmismosartículos.Yasí,durantetalvezcienmetrosaambosladosdelpasajecubierto.Seofrece,porasídecir,todocuantoenartículosdepieldetodoMarruecosdelsurposeeesteenormeyfamosobazarde laciudad.Estaexposiciónseprestaalorgullo.Deunasolavezsemuestra loque seproduce,pero tambiéncuantoexiste.Parececomosi lascarterassupiesenquesonlariquezamismayseexhibiesenbellamentedispuestasalosojosdelostranseúntes.Nonosextrañaríaenabsolutoque,derepente,todaslascarterasseuniesenenrítmicomovimientoymostrasen,enpolícromayorgiásticadanza,todalaseduccióndequesoncapaces.

Ese sentimiento asociativo entre los objetos, unidos en su aislamiento frente atodoslosdemás,esavivadopor los transeúntesasuantojoencadacorredorde losSuks. «Hoy me apetecería caminar entre las especias», se dice a sí mismo, y lamaravillosamezcolanzade olores subepor su nariz y aparecen ante sí los grandescanastosdepimentónrojo.«Hoymeharíanilusiónlaslanastintadas»,yalmomentocuelgande lo alto por todos lados, en púrpura, en azul oscuro, en amarillo solar ynegro.«Hoyquierocaminarentreloscestosyvercómosetrenzan».

Esinauditacuántadignidadadquierenestosobjetoshechosporelhombre.Nosonsiempre bellos, más y más morralla de dudosa procedencia, elaboradaindustrialmente,esintroducidafurtivamentetraídadesdelastiendasdelNorte.Perolaformaenquesonpresentadasestodavíalaantigua.Juntoalastiendas,dondesólosevende,existenotrasmuchasenlasqueaúnsepuedevercómosemanufacturanlos

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productos.Seasisteasíasuelaboracióndesdeelprincipioytodoresultaclaroparaelobservador. Pues es propio de la desolación de nuestra vidamoderna el hecho derecibirencasa,yparasudisfrute,listoybiendispuestoelproducto,comosalidodehorribles aparatosmágicos.Aquí, empero,podemosver al cordelero afanadoen sutrabajo, y cómo junto a él cuelga el acopio de cordeles terminados. En recintosdiminutos, tropel de pequeños mozos, seis o siete a la vez, tornean la madera, yhombres aún jóvenes ensamblan mesitas bajas con los trozos elaborados por losmuchachos. La lana cuyos luminosos colores nos fascinan, se tiñe en nuestrapresencia,yportodaspartessesientanmuchachosquetejengorrossegúnmuestrasvistosasycoloreadas.

Esunaactividadabierta,ycuantoocurresepresentacomoelproductoacabado.Enunasociedad,quetantooculta,queescondecelosamentealosextrañoselinteriorde sus casas, la figura y el rostro de susmujeres e incluso sus lugares santos, esaprogresivaaperturadecuantoseelaborayvende,resultaatrayenteendoblemedida.

Enefecto,pretendíconocerelcomercio,peroperdíel interéspor losproductosconquesecomerciabaapenaslleguéalosSuks.Vistodeunmodoingenuo,resultaincomprensible por qué se dirige uno a un determinado comerciante enmarroquinería,cuandojuntoaélhayotrosveinte,cuyosproductosnosedistinguenennada de los suyos.Se puede ir de uno a otro y volver de nuevo al primero.Latienda a la que vamos a comprar no es, desde un principio, nada segura. Inclusohabiendo decidido de antemano ésta o aquélla, cabe cualquier posibilidad deinclinarsehaciaotra.

Al paseante, que transita afuera, nada le separa de los objetos, ni puertas nicristales.Elcomerciante,sentadoabajoentresusobjetos,nomuestranombrealgunoquelosdistinga,ycomoyadije,leresultamuysencilloalcanzarcualquieradeellos.Alcuriososeleofrecegustosamentecualquiermercancía.Puedetenerlalargotiempoenlamano,puedehablarlargamentesobreella,hacerpreguntas,exteriorizardudas,ysi leapetece, traeracolaciónsuhistoria, lahistoriadesusorígenesylahistoriadetodo el mundo, sin comprar absolutamente nada. El comerciante es, ante todo,silencioso.Siempreestásentadoahí;siempreobservandodecerca.Cuentaconpocoespacio y escasa posibilidad para demasiados movimientos. Pertenece tanto a susproductoscomoéstosaél.Nuncaestánocultos.Siempretienesusmanosysusojospuestosenellos.Ciertaintimidadseductoraseestableceentreélysusobjetos.Comosiformasenpartedesunumerosafamilia,loscuidaylosmantieneenorden.

Noleestorbanilecohíbeconocerexactamentesuprecio:loguardaensecretoynunca lo llegaremos a saber. Esto añade a la conducta del comerciante algoapasionadamentemisterioso.Sóloélpuedesabercuáncercaestamosdesusecreto,yporelloatajaconímpetulosgolpes,demodoqueladistanciaprotectoradelpreciojamás sea puesta en peligro. Para el comprador es motivo de orgullo no dejarse

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engañar,noconsisteenunasimpleconversación,puestoqueentodomomentotanteaenlaoscuridad.Enlospaísesquevivenlamoralidaddelprecio,allídondedominanlos precios más estables, comprar algo carece de todo arte. Cualquier tonto va yencuentracuantonecesita;cualquiertontoquesepacontarpuedeevitarelengaño.

EnlosSuks,porelcontrario,elprimerprecioqueseofrececonstituyeunacertijoinextricable.Nadie lo conoce de antemano, ni siquiera el tendero, pues existen encualquiercasonumerososprecios.Cadaunovaleparalasituación,elcomprador,lahoradeldíaysegúneldíadelasemana.Haypreciosparaunsoloproductoyotrospara dos o más juntos. Hay precios para extranjeros que sólo están un día en laciudad, y otros para extranjeros que viven en ella desde hace tres semanas. Hayprecios para pobres y precios para ricos, para aquéllos, por supuesto, los máselevados. Podríamos pensar que existe mayor variedad de precios que personasdistintassobrelatierra.

Pero se trata, en principio, del comienzo de un complicado «affaire», de cuyasalidanadaseconoce.Seaseguraquedebeunorebajaraproximadamenteauntercioelprecioinicial;porsupuestoestonoesmásqueunaburdaapreciaciónyunadeesasinsípidasgeneralizacionesconlasquesedespachaalagentequenoestáensituaciónocondeseossuficientesparaacometerlassutilezasdetanancestralprocedimiento.

Esdedesearqueeltirayaflojadelanegociacióndureunapequeñaygenerosaeternidad.

Elcomerciantegustadeltiempoqueseempleaenlacompra.Losargumentosqueapuntanalacondescendenciadelotroresultanartificiosos,embrollados,vehementesyapasionados.Sepuedeserdignooelocuente,mejorlasdoscosas.Conladignidadsedemuestraporambaspartesquenoseestámuydecididoalaventaoalacompra.Con la elocuencia se ablanda la cerrazóndel contrincante.Existen argumentosquedespiertanmerodesdén,perootrostocanelcorazón.Hayqueprobarlotodoantesdeclaudicar.Llegadoelmomentodeceder,debeocurrir inesperaday repentinamente,de manera que el contrincante quede desconcertado; y pida otra oportunidad dereflexión. Unos desarman al otro con altanería, otros con charme. Cualquier trucoestápermitido;undescuidoesinimaginable.

Entiendasgrandesporlasquesepuedeentrarydarunavuelta,elvendedorcuidagustosamentedeconsultarconunsegundocomercianteantesdeceder.Esteúltimo,ocultoensegundoplano,unaespeciedeautoridadespiritualenmateriadeprecios,entraenescena,peronoregateaporsímismo.Seleconsultasolamenteparatomarresolucionesdefinitivas.Puedeadmitir,porasídecir,contralosdeseosdelvendedor,fantásticasfluctuacionesenelprecio.Sinembargo,hastaqueélinterviene,nadieenningúnmomentohaconseguidonada.

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ELCLAMORDELOSCIEGOS

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Tratoderelataralgoyapenasenmudezcomedoycuentadequeaúnnohedichonada.Algomaravillosamente luminosoydensopermaneceaúnenmíyobstruye lapalabra.¿Esacasolalengua,quenoentiendo,yquepaulatinamentedebointerpretarenmi interior?Había acontecimientos, imágenes, sonidos, cuyo sentido de entradaradicaenunomismo,quefueronnotantotomados,sinoreducidosapalabras,yquemás allá de las palabras, son aún más profundos y plenos de sentido que ellasmismas.

Sueño en un hombre que olvida las lenguas de la Tierra hasta no comprendercuantosediceenningunadeellas.

¿Qué hay en el lenguaje? ¿Qué esconde? ¿Qué le sustrae a uno? Traté deaprender,durantelassemanasquepaséenMarruecos,notantoárabecomotambiénuna de las lenguas bereberes. No quería perder ni un ápice de la fuerza de esasextrañasvoces.Queríasentirmetanafectadoporesossonidosheterogéneoscomoenrealidadsemerecen,ynoflaquearporunconocimientodeficienteysuperficial.Nohabíaleídonadasobreelpaís.Suslugaresmeresultabantanajenoscomosusgentes.Lopocoquealolargodeunavidalellegaaunoporlosaires,decadapaísycadapueblo,sepierdeenlasprimerashoras.

Peropermanecíalapalabra«Alá»,quenopodíaeludirdeningunamanera.Porloque atañe a los viejos, una parte demi experienciame predisponía hacia ellos, lapartemáscotidiana,emotivaypersistente.Viajandolotoleramostodo,losprejuiciosquedan en casa. Se observa, se escucha, se siente uno fascinado ante lomás atrozporqueesnuevo.Losbuenosviajerossondespiadados.

Cuandoelpasadoaño,trascincuentaañosdeausencia,meacercabaaViena,pasépor el Blindemarkt, un lugar cuya existencia nunca hubiera sospechado conanterioridad.Elnombremehiriócomounlátigo,yjamásmehaabandonadodesdeentonces.Eseaño,cuandolleguéaMarrakesh,meencontrérepentinamenteentrelosciegos.Erancientos,incontables,lamayoríamendigos,ungrupodeellos,unasvecesocho,otrasdiez,podíaverseenelmercadoformandounaapretadafila,ycuyaroncay eternamente reiterada letanía era audible a lo lejos. Me situé frente a ellos,igualmenteinmóvil,ynomuysegurodesipercibíanmipresencia.Cadaunodeellossosteníafrenteasíunplatodemadera,ycuandounamonedacaíaenunodeéstos,pasabademano enmano, y cada cual la palpaba, la probaba, hasta queuno, cuyafunciónparecíaserésa,selaembolsabafinalmente.Sesentíaencomún,aligualquesemurmurabayseclamabaencomún.

Todos los ciegos pedían en nombre de Dios, y mediante la limosna podíaobtenersedeÉlalgúnfavor.EmpezabanconDios,terminabanconDiosyrepetíansunombre diez mil veces al día. Todas sus letanías contenían su nombre de variasformas, pero la letanía a la que se aferraban desde un principio permanecíainalterable.SonarabescosacústicosentornoaDios,peromuchomásexpresivosque

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ópticos.Lamayoríaconfiabanúnicamenteensunombre,ysóloaésteclamaban.Hayen ello una obstinación terrible; se me presentaba Dios como un muro al queacometiesen siempre por el mismo lugar. Pienso que los mendigos se mantienenmejorgraciasasusfórmulasquealomendigado.

La repetición de la misma letanía caracterizaba al vocero. Se le queda a unograbado,llegaaconocérsele,estásiempreahí;expresaunaconcretaidentidadprecisaal igualquesuletanía.Nosabremosnadamásdeél,cuidadeprotegerse, la letaníatambiénessufrontera.Enunlugarsemejanteélesexactamenteeso;loquevocea,nimásnimenos;unmendigociego.Perolaletaníatambiénesunamultiplicación,cuyarápida y regular repetición hace de ella un conjunto. Se da en ello una particularcapacidad de postulación: reclama para muchos y acopia para todos. «¡Piensa entodos los mendigos, piensa en todos los mendigos! Dios te bendice por todos losmendigosalosquedes».

QuieredecirtodoestoquelospobresentraránquinientosañosantesquelosricosenelParaíso.MediantelimosnasseenajenaalospobresalgodelParaíso.Sialguienhamuerto,«seleacompañaapie,rápidamente,hastalatumba,conosinvociferantesplañideras,paraqueelmuertoalcanceprontolagloria.Losciegoscantanelcredo».

CuandovolvídeMarruecosmehinquéconlosojoscerradosyderodillasenunrincón demi habitación e intenté repetir durantemedia hora larga, a la velocidadprecisa, y con la fuerza adecuada «¡Alá!, ¡Alá!, ¡Alá!», procuré imaginarme elcontinuar repitiendo lo mismo durante todo un día y buena parte de la noche, ycomenzardenuevotrasunbrevedescanso;seguirasídurantedíasysemanas,mesesyaños;volvermemásymásviejoyseguirviviendoasí,yaferradotenazmenteaestaclasedevida,tornarmefuribundocuandoalgomeestorbaseenella,ynodesearotracosasinoperseverarabsolutamenteenello.

Comprendílaseducciónqueseescondeenunavidaquetodoloreducealaformamás simple de repetición. ¿Cuánta o qué escasa variación había en la labor de losartesanos que vi trabajar en sus pequeños recintos? ¿Y en el regateo de loscomerciantes?¿Yenlospasosdelosdanzarines?¿Yenlasincontablestazasdetédementa, que toman aquí todos los huéspedes? ¿Cuánta variedad hay en el dinero?¿Cuántaenelhambre?

Comprendí así qué eran en realidad esos ciegos mendigos: los santos de larepetición.Estáexcluidodesusvidascasitodoaquelloqueennosotrosevitatodavíalarepetición.Existeellugarconcreto,enelqueseacurrucanosecolocan.Existelainvariableletanía.Existeellimitadonúmerodemonedasalquepuedenaspirar,tresocuatrounidadesdiferentes.Tambiénexistenlosdonantes,quesondiversos,perolosciegosnolosvenyensuplegariaprocuranquetambiénellosseaniguales.

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LASALIVADELMORABITO

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Me separé del grupo de los ocho ciegos, su letanía aún en el oído, y habíacaminadosólounospasoscuandomellamólaatenciónunhombreviejoycanoquese encontraba completamente solo, las piernas algo zambas, mantenía la cabezaligeramente inclinada y mascaba algo. También él era ciego y, a juzgar por losharaposquelecubrían,setratabadeunmendigo.Sinembargo,susmejillasllenasydebuencolor,suslabiossaludablesyhúmedosparecíanindicarotracosa.Mascabadespacio con los labios cerrados y la expresión de su cara serena.Masticaba concuidado,comosideunritosetratara.Estoledeparabaaojosvistasungranplacer,ymientras lo observaba, me llamó la atención su saliva, que debía ser abundante.Estaba delante de una hilera de tiendas en las que se amontonaban montañas denaranjasparalaventa;medecíaparamísiacasounodeloscomercianteslehabríadadounanaranjay estaría comiéndosela.Mantenía sumanoderecha algo apartadadelcuerpo,contodoslosdedosmuyseparadosunosdeotros.Parecíanentumecidosycomosinolospudiesecerrar.

Quedabarealmentemuchoespaciovacíoentornoalanciano,hechoqueresultabasorprendente en un lugar tan concurrido. Se comportaba como si estuvieseacostumbrado a estar solo y no desease nada mejor. Me fijé en él, que mascabaresueltamente, y quise saber lo que ocurriría cuando terminase de hacerlo. Sedemoraba mucho; nunca había visto a un hombre masticar tan plácida yconcienzudamente.Sentíacomosimipropiabocainiciaraunlentomovimiento,peseanocontenernadaquepodermascar.Captéalgodemajestuosoensugozoquemeresultómássorprendentequetodocuantohastaentonceshabíavistoenbocahumana.Su ceguera nome llenó de compasión. Parecía sereno y feliz. Ni una sola vez sedetuvoparapedirlimosna,comolosdemássecuidabandehacer.Talvezeracuantonecesitaba.Talveznoprecisaranadamás.

Cuandoterminó,serelamióloslabiosunpardeveces,extendióladiestraconlosdedosseparadosunpocomáshaciaadelanteypronuncióconvozcálidasucantinela.Medirigíalgotímidamentehaciaélypuseunamonedadeveintefrancosensumano.Los dedos permanecían extendidos; en efecto, no podía cerrarlos. Elevó la manolentamenteyse la llevóa laboca.Apretó lamonedacontrasusgruesos labiosy lahizodesaparecerenlaboca.Apenasdentro,comenzódenuevoamascar.Trasegabalamoneda de aquí para allá, yme pareció que podía seguir susmovimientos, tanprontoseencontrabaalaizquierdacomoaladerecha;yélmasticabadenuevotanabsortocomoantes.

Mesorprendíy lleguéadudar.Mepreguntabasinomehabríaequivocado.Talvezlamonedahubieradesaparecidoentre tantoporalgúnotroresquiciosinqueyomediera cuenta.Aguardédenuevo.Tras seguirmascando con idéntica fruición, yuna vez hubo terminado, emergió lamoneda entre sus labios. La escupió sobre lamanoizquierdaenalto.Juntoalamonedafluyóabundantesaliva.Ysóloentoncesla

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hizodesaparecerenunabolsaquecolgabadesucostadoizquierdo.Tratédeborrarmirepulsiónenlaextrañezadeestehecho.¿Hayalgomássucio

queeldinero?Peroelancianonoerayo; loqueamímeproducíaasco,constituíapara él un placer: ¿no había visto yo alguna que otra vez individuos que besabanmonedas?La cantidad de saliva poseía aquí una razón especial y estaba claro quedestacaba de los demásmendigos por esa profusa elaboración de saliva. Lo habíaensayadosindudamuchotiempoantesdepedirlimosna;ningúnotrohubiesetardadotantoen llevaracabo loquesiemprehabíahecho.En losmovimientosde subocaexistíaalgúnotrosentido.

¿Osólofuemimonedalaqueintrodujoensuboca?¿Notaríasobrelapalmadelamano que era mayor de lo que habitualmente recibía, y quiso agradecerloespecialmente?Aguardéporverloqueocurríaacontinuaciónynomeresultóarduala espera. Estaba desconcertado y fascinado a un tiempo y es bien cierto que nohubiera sido capaz de ver otra cosa que al anciano. Repitió algunas veces sucantinela.Unárabepasópordelanteypusoensumanounamonedadecincofrancos.Ladirigió sin titubeoa laboca, la introdujoenellaycomenzóamascar igualqueantes.Quizásestaveznomasticódurantetantotiempo.Escupiódenuevolamonedaconmuchasalivaylahizodesaparecerenlabolsa.Recibiónuevasmonedas,algunasinclusomuypequeñas,yvariasvecesserepitióelmismogesto.Yocadavezestabamásperplejo;cuantomásmiraba,menoscomprendíaporquéhacíatodoeso.Perodeuna cosa no cabía la menor duda: lo hacía siempre; era su costumbre, su manerapeculiardemendigar.Ylaspersonasqueledabanalgo,esperabandeélelalardedesuboca,quecadavezqueseabríaparecíamásroja.

No caí en que también amí seme observaba; y que debía ofrecer un aspectolisonjero.Quizás,quiénsabe,asombradoyconlabocaabierta.Puesdesúbitosalióun hombre de detrás de sus naranjas, dio un par de pasos hacia mí y dijoreposadamente:«Esunmorabito».Yosabíaquelosmorabitossonhombressantosalos que se les atribuye poderes especiales.La palabrame libró del espanto y sentícómoalmomentomenguabamirepulsión.Tímido,pregunté:«¿Pero,porquémetelamonedaensuboca?».«Lohacesiempre»,respondióelhombre,comosisetratasedelacosamásnaturaldelmundo.Seapartódemiladoyvolviótrassusnaranjas.Notéentonces que de detrás de cada puestome acechaban dos o tres pares de ojos. Lacriaturasorprendenteerayo,quedurantetanlargoratonohabíacomprendidonada.

Toméestehechocomodespedidaynoesperémás.Elmorabito,merepetía,esunhombresanto,yenestesantohombretodoessanto,inclusosusaliva.Encuantolasmonedasdelosdonantesentranencontactoconsusaliva,lesdispensaunabendiciónespecial y eleva de este modo los méritos que obtengan en el cielo mediante ladonacióndelimosnas.ÉleradehechoelParaíso,yteníaqueofreceraloshombresalgomásnecesarioqueparaéllasmonedas.Comprendíasílaplacidezqueadornaba

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su ciega faz y que la diferenciaba de los otros mendigos que había visto hastaentonces.

Mefuiyguardétodoestotanprofundamenteenmisentimiento,queatodosmisamigos leshablédelhecho.Nadiehabía reparadoenellohastaelmomentoynotéquesedudabadelaveracidaddemispalabras.Aldíasiguientebusquéellugar,peroélyanoestabaallí.Busquépor todaspartesyme fue imposibledarconél. Insistítodoslosdías,peronovolvió.Quizásvivíaencualquierlugar,soloenlasmontañas,yveníaocasionalmentealaciudad.Podríahaberpreguntadoporélalosvendedoresdenaranjas,peromeavergonzabaanteellos.Nosignificabalomismoparaellosqueparamí,ydesdeelmomentoquenoexperimentabaabsolutamenteningúntemorenhablar de él a amigos, que jamás lo habían visto, busquémantenerme apartado deaquéllosqueloconocíanbien,yenquienesélconfiabayresultabanatural.Amínomeconocía,perotalvezlehubieranhabladodemí.

Volvíaverletodavíaunavez;justounasemanadespués,denuevoenunatardede sábado. Estaba ante la misma tienda, pero no tenía nada en la boca y ya nomascaba.Repetíasuletaníahabitual.Leofrecíunamonedayaguardé.Prontovolvióamascarávidamente;peroestandoaúnocupadoenello,semeacercóunhombreydijounasandez:«Esunmorabito.Esciego.Metelamonedaensubocaparasabercuántolehandado».Acontinuaciónhablóalmorabitoenárabeymeseñaló.Elviejohabíacesadodemasticaryescupidodenuevolamoneda.Sevolvióhaciamíysufazresplandecía.Mededicóunabendiciónquerepitióseisveces.Lacordialidadycalorqueme alcanzó a través de sus palabras fue de una intensidad como jamás habíarecibidodepersonaalguna.

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SILENCIOENLACASAYLAAZOTEAVACÍA

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Paratenerconfianzaenunaciudadextrañasenecesitaunespaciocerradosobreelqueostentarunciertoderechoydondesepuedaestarsolocuandoelbarullodevocesnuevas e incomprensibles aumente. Ese espacio ha de ser silencioso; nadie debevernoscuandonoscobijamosenél,nadiecuandoloabandonamos.Acabaporserlomás hermoso escabullirse en un callejón sin salida, permanecer de pie frente a unportal del que se posee la llave en el bolsillo, y abrir sin quemortal algunopuedaoírlo.

Se accede a la humedad de la casa y se cierra la puerta. Está oscuro y por uninstantenadaseve.Sesienteunocomolosciegosdelasplazasycallejasquehemosabandonado.Peropronto recuperamos la luz.Damos con los empedradospeldañosqueconducenalpiso,yarribanosencontramosconungato.Elgatomaterializa laausenciaderuidosquetantoextrañamos.Porelloagradecemosqueviva,alavezqueledejamosvivirensilencio.Ylealimentamossinnecesidaddequegrite«Alá»milvecesaldía.Noestálisiadoytampocoprecisaabandonarseaunespantosodestino.Disfrutasiendoatroz,peronolodice.

Vamos, venimos y respiramos el silencio. ¿Dónde ha quedado aquel trajínmonstruoso?¿Dóndelaluzdeslumbranteylosruidosestridentes?¿Dóndeloscientosycientosderostros?Enestascasaspocasventanasdanalcallejón,einclusoavecesninguna; todo se abre al patio, y éste al cielo. Sólo a través del patio se accede alcontactoagradableymesuradoconsuentorno.

Siempre puede uno subir a la azotea y ver de un solo golpe de vista todos losterradosdelaciudad.Constituyeunachataimpresión,puestodoparececonstruidoenamplias gradas.Se tiende a pensar que sería posible pasear sobre la ciudad entera.Las callejas no son obstáculo, apenas se ven; se olvida incluso que existan.MuycercaresplandecenlospicosdelAtlas,quealguienpodríatomarporlacordilleradelosAlpes,silaluzsobreellosnofuesetanintensaylaspalmerasnoseinterpusiesenentreellosylaciudad.

Losminaretes,quesealzanaquíyallá,nosoncampanariosenmodoalguno.Sonciertamenteesbeltos,peronodemasiadopuntiagudos;suanchuraeslamismaarribaqueabajo,debidoaesaplataformadesdedondesellamaalaoraciónalláenloalto.Sonalgoasícomofaroshabitadosporunavoz.

Sobrelosterradosdelascasassemueveunapoblacióndegolondrinas.Escomouna segunda ciudad, sólo que en ella se circula con tanta prisa como despacio loshombres por las callejas. Las golondrinas nunca descansan, y uno se pregunta siduermen alguna vez; les falta pereza, sosiego y dignidad. Roban al vuelo, y losterrados,vacíos,debenantojárselesunpaísconquistado.

Cualquiera puede pasar desapercibido en esas azoteas. Aquí, repetía en miinterior,podrévermujerescomoenuncuento,desdeaquípodrémirarenlospatiosde las casas vecinas y atisbar sus movimientos. Cuando subí por primera vez al

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terrado que pertenecía a la casa de mi amigo, me sentía lleno de expectación, ymientrasojeabaalolejoslosmontessobrelaciudad,miamigosemostrabacontento,y yo comprendía su orgullo por haber podido enseñarme algo tan hermoso. Peropareció inquietarse cuando me cansé de la lejanía y mi curiosidad prendió en locercano.Mepillómirandohaciaelpatiodelacasavecina,dondeescuché,paramisatisfacción,vocesespañolasyfemeninas.

«Aquí no se hace eso», me dijo. «No se debe. Yo he sido reprendido confrecuenciaporello.Resultapocodelicadopreocuparseporlosasuntosdelacasadelvecino.Esincorrecto.Adecirverdad,jamásdebeunodejarseverenelterrado,sobretodosieshombre.Puesamenudoandanlasmujeresporlaazoteayquierensentirsetranquilas».

«Perosinohayningunamujerporahí».«Quizássenoshayavistoya»,reflexionó.«Nosllamaránlaatención.Tampocose

debehablarenlacalleconunamujerconvelo».«¿Ysihedepreguntarporelcaminoaseguir?».«Enesecasotienesqueesperaracruzarteconunhombre».«Pero,sinduda,podrásacomodarteentupropiaazotea.Sinotaslapresenciade

alguienenelterradovecino,noesculpatuya».«Entonces debo apartar lamirada y dejar bien patente cuán desinteresado soy.

Unamujerhaaparecidoahoraanuestraespalda.Se tratadeunaviejasirvienta.Nisiquieratieneideadequeyohayanotadosupresencia;peroyasehaesfumado».

Apenastuvetiempodevolverme.«Entalcaso,seesmenoslibreenlaazoteaqueenlacalle…».

«Enefecto»,afirmó.«Noqueremosperderlabuenafamaentreelvecindario».Observéalasgolondrinasyenvidiéquédespreocupadamentesobrevolabantres,

cinco,diezazoteasauntiempo.

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LAMUJERDELAREJA

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Paséanteunafuentepúblicadondebebíaunmuchacho.Giréalaizquierdayoídeloaltounavozqueda,tiernaydelicada.Miréhaciaunacasadeenfrenteyvi,alaalturadelprimerpiso,trasunarejatrenzada,elrostrodeunajoven.Eradetezoscura,no llevabaveloymanteníasucaramuycercade la reja.Hablabamucho,peroconsuavefluidez,ytodassusfrasessecomponíandepalabrasafectuosas.Meresultabaincomprensiblequenollevasevelo.Manteníalacabezaligeramenteinclinada,ynotéque se dirigía a mí. Su voz apenas se elevó, y tampoco perdió la compostura;encerrabatantadelicadeza,comosisostuviesemicabezaentresusbrazos.Peronovimanoalguna;sólomostrabasurostro,acaso lasmanosestuvieranatadasaalgo.Ellugarenelquesehallabaeraoscuro,ysobrelacalle,dondeyopermanecía,brillabadeslumbranteelsol.Suspalabrasbrotabancomodeunafuenteyfluíanunatrasotra,jamáshabíaoídopalabrascariñosasenestalengua,perosentíaqueloeran.

Quisellegarhastalapuertadelacasadedondeproveníalavoz,perotemíaquecualquiermovimientopormipartepudieseahuyentarlacomoaunpájaro.Quéharíaentonces si enmudeciese. Traté de ser tan sutil y delicado como la propia voz ycaminécomojamáslohabíahecho.Nodebíaasustarla.Todavíaoíalavozcuandomehallabamuypróximoalacasaynopodíaveryalacabezaentrelasrejas.Elestrechoedificiosemejabaunaruinosatorre,segúnseveíaporunhuecoenelmurodelquesehabían desprendido algunos cascotes. La puerta, sin ornamento alguno, demíserastablasclaveteadas,estabaafianzadaconalambre,yparecíanoabrirsecondemasiadafrecuencia.No era una casa acogedora; apenas se podía entrar, y dentro de segurooscura y por entero decrépita. Justo al volver la esquina se abría un callejón sinsalida,perodesiertoysilencioso,ynovianadieaquienpreguntaralgo.Tampocoenelcallejónperdílafuentedevozcandorosa,desdelaesquinasonabacuallejanísimomurmullo. Retrocedí, me situé de nuevo a cierta distancia de la casa y observédetenidamente: allí seguía el rostro oval, cuyos labios se movían a la par que lasdulcespalabras.

Mepareció,noobstante,quesonabanalgodiferentes;conteníanperceptiblementeunasúplicaincierta;eracomosidijesen:notevayas.Quizáspensóquemehabíaidopara siemprecuandodesaparecípara comprobar casaypuerta.Sin embargoestabaallídenuevoydebíaquedarme.Cómodescribirlaimpresióndeunrostrofemeninosin velo,mirando desde lo alto de una ventana, en esta ciudad y en estas callejas.Pocasventanasseabrensobreloscallejonesynoseveanadieasomadoaellas.Lascasassoncomomurallas;confrecuenciase tiene lasensacióndurante largo tiempode andar entre muros, cuando, sin embargo, se sabe a ciencia cierta que sonviviendas. Vemos las puertas y escasas e inservibles ventanas. Con las mujeressucede algo similar; se mueven como bultos informes a lo largo de las callejas,apenasselesreconoce,tampocoselesintuye,yprontoestáunohartodeesforzarseytratar de retener una imagen precisa de ellas. Se tiende a desentenderse de las

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mujeres.Peronadieseresignaagusto,ycuandounamujerseasomaentoncesaunaventanayparecequehablaeinclinaligeramentelacabezaynodesaparece,comosihubieseestadoaquíesperándonosdesdesiempre,yquecontinúahablandocuandoselevuelvelaespaldaabandonándolaquedamente,peroqueseguiráhablando,tantosiseleoyecomosino,ysiemprehaciaalguien,paraalguien;unamujerasíconstituyeunmilagro,unaaparición,ysesienteunoinclinadoatenerlaporlomásimportantedetodocuantodeordinariopudieraverseenestaciudad.

Hubierapermanecidoagustomástiempoaquí,peronoeraunbarriodeshabitadodel todo.Mujeres con velo se cruzaban conmigo y no reparaban para nada en sucompañera de la reja. Pasaban de largo ante la alminarada casa, como si nadiehablase.Nosedetenían,nomirabanhaciaallí.Conpasoinvariableseaproximabanalacasaparadoblar,justobajolaventanadelamujer,haciaelcallejóndondeyomeencontraba.Noobstante,sentíaquemedirigíanmiradasdereprobación:¿Quéhacíaaquí?¿Porquéestabaaquí?¿Porquéteníalavistaclavadaenloalto?

Ungrupodecolegialespasópordelante.Jugaban,bromeabanysecomportabancomosinooyesenelrumor.Meobservarondearribaaabajo:Lesresultabamenosdefiar que la mujer sin velo. En cierta medida me sentí avergonzado, puesto quepermanecía quieto y miraba absorto. Caí en la cuenta de que mi ausencia podríaconfundiral rostrode la reja;cadaunade laspalabras fluíacomounmanantialdetrinos. Sonaban entretanto los chillidos estridentes de los niños, que se alejabanlentamente.Llevabanconsigosuscarterasyveníandelcolegio;buscabanalargarelcaminohacia casay recurrían apequeños juegos, aunade cuyas reglaspertenecíasaltarporelcallejón,bienhaciaadelante,bienhaciaatrás.Asíavanzabanapasodecaracolyhacíandemiescuchaunmartirio.

Unamujerconunniñopequeñoalcostadoseparójuntoamí.Tuvoqueacercarsepor detrás, pues no sentí su presencia. Permaneció un instante y me dirigió unamiradademalaintención;traselveloadivinélosrasgosdeunamujervieja.Apretabaal niño como si mi presencia lo amenazase, y se largó sin decirme siquiera unapalabra.Mesentímolesto;abandonémilugarylaseguílentamente.Anduvounpardecasascallejaabajo,ydespuéstorcióaunlado.Cuandolleguéalaesquinaporlaquehabíadesaparecido,pudever,alfinaldeuncallejónsinsalida,lacúpuladeunapequeñaKubba, así se llaman los sepulcros sagrados en este país, a donde van enperegrinaciónlosfielesconsusruegos.LaviejapermanecíafrentealcerradoportóndelaKubbayelevabaalchiquitínporencimadesucabeza.Apretabalabocacontrauna imagen que desde mi posición no podía reconocer con claridad. Repitió estemovimientovariasveces,despuéscolocóalniñoenelsuelo,letomódelamanitaydio la vuelta para irse. Cuando alcanzó la esquina del callejón tuvo que pasar denuevofrenteamí,peroenestaocasiónnomedirigióniunamalamirada,yvolvióenladirecciónporlaqueamboshabíamosllegado.

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MeacerquéalaKubbaydescubríamediaalturadelportóncuarteadounaanillaenlaquesearrollabanunostraposviejos.Eranlosqueelniñohabíabesado.Todoserealizóconenormesolemnidad,yenmiaturdimientonocaíenlacuentadequeloscolegiales estabandetrás demíymeobservaban.De súbitooí su risa clara; tres ocuatrodeellosseencaramabanalportóndelaKubba,seasíandelaanillaybesabanlos viejos harapos. Reían entretanto a voz en grito y repetían la ceremonia desdetodoslados.Unosecolgabaaladerechadelaanilla,otroalaizquierda,ylosbesoscontinuabanconruidosochasquido.Prontoeranapartadosporlosdemás.Cadacualdeseaba mostrarme lo que era capaz de hacer; tal vez esperasen de mí que lessecundase.Eranniñoslimpios,todosbiencuidados;seguroqueseleslavabavariasveces al día. Los trapos, sin embargo, aparecían tan sucios como si con ellos sehubieselimpiadoelcallejón.Pasabanporserandrajosdelropajedelpropiosanto,yparaloscreyentesquedabaenellosalgodesusantidad.Cuandotodoslosmuchachossehabíanhartadodebesarlos, se acercaron rodeándome.Unodeellosme llamó laatenciónporsucaraavispada,ynotéqueagustohubieradeseadohablarconmigo.Lepreguntéenfrancéssisabíaleer.Respondiómuycortés:«Oui,Monsieur».Yollevabaunlibrobajoelbrazo,loabríyseloofrecí;leyódearribaaabajo,lentamenteperosin fallos, las frases francesas. El libro era una obra sobre las creencias de losmarroquíes,ylaparteporlaquehabíaabiertotratabadelaveneraciónalossantosyasusKubbas.Enellopodíaverseonocasualidad;meleíaenesemomentocuantohabíarepresentadoconsuscompañeroshacíaunrato.Pero,contodo,nosedioporenterado;quizásconelafándelalecturanocomprendíaenabsolutoelsignificadodelaspalabras.Leelogié,yélasumió,sinembargo,mireconocimientoconladignidaddeunadulto.Mecayótanbienqueinvoluntariamentelorelacionéconlamujerdelareja.

Señaléendireccióndelacasaenruinasylepregunté:«Esamujerdealláarriba,delareja,¿laconoces?».

«OuiMonsieur»,respondió,ysucaramepareciósincera.«¿Elleestmalade?»,proseguí.«Elleesttrèsmalade,Monsieur».Ese «muy» que robusteciómi pregunta sonó como un lamento sobre algo que

debíatocarlemuydecerca.Tendría,alosumo,nueveaños,peroparecíaquehubieseconvividoveinteañosconunenfermograve,sabiendobiencómocomportarseenunasituaciónsemejante.

«¿Elleestmaladedanssatête,n’est-cepas?».«Oui,Monsieur,danssatête».Asintióconungestocuandodijo«delacabeza»,

peroseñalóenlugardesupropiacabezaladeotromuchachodesingularbelleza:Eraderostroalargado,lánguido;conojosrasgados,negrosymuytristes.Ningunodelosniños reía ya. Permanecían mudos. Pero su estado de ánimo se transformó en un

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instante,tanprontocomencéahablardelamujerdelareja.

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VISITAALMELAH

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Alamañanadeltercerdía,tanprontoestuvesolo,encontréelcaminodelMelah.Lleguéauncrucedondehabíanumerososjudíos.Eltráficofluíaanteellosygirabapor una esquina. Vi gente que atravesaba un pasadizo que parecía excavado en elmuro,yseguítrasella.Dentrodeesaespeciedemuralla,quelocircundabaporsuscuatrocostados,seencontrabaelMelah,elbarriojudío.

Mehallabaanteunpequeñobazarabierto.Enelcentrodeestanciasdiminutasseagachaban unos hombres entre mil objetos; algunos iban vestidos a la europea, yestaban sentados o en pie. Lamayoría llevaba esa chía negra sobre la cabeza quesuele distinguir aquí a los judíos; otros muchos llevaban barba. En las primerastiendasconlasquetropecésevendíanpaños.Unomedíasedaconelana;otrodirigíareflexivo y vivaz su lapicero y sacaba cuentas. Incluso las tiendas más ricamenteabastecidasparecíanmuypequeñas.Muchasteníanclientela;enunodelospuestosseacodaban negligentemente dos hombresmuy gruesos en torno a un tercero enjuto,queparecíasereldueño,ymanteníanconélunaanimadayseriaconversación.Paséde largo tan despacio como me fue posible y observé sus rostros, cuyaheterogeneidad era sorprendente. Había caras que con otros atuendos las habríatomado por árabes. También viejos judíos radiantes a lo Rembrandt; clérigoscatólicos de sosiego y humildad ladinos. Judíos eternos, en quienes la inquietudestaba grabada por toda su figura. Había asimismo franceses, españoles y rusosrubicundos.A uno debería habérsele honrado como al patriarcaAbraham, hablabacondescendientementeaunciertoNapoleón,yunpetulantesabihondoqueseparecíaaGoebbelsseentrometíaentodomomento.Penséenlatransmigracióndelasalmas.Talvez,medecía, todaalmahumana tienequeseralgunavez judía,yahora todasellashancoincididoaquí:ningunaseacuerdadeloquefueanteriormente,ycadaunadeellascreefervientementequedesciendepor líneadirectade lospersonajesde laBiblia,cuandosetraicionatanclaramenteasímismaenlosrasgos,queinclusoyo,unextraño,puedoreconocerlo.

Peroteníanalgoqueeracomúnatodos,ytanprontocomomeacostumbréalavariedad de sus rostros y de su expresión, procuré encontrar lo que de hechoconstituíaesacomunidad.Poseíanunmodofugazdemirary formarseun juiciodecualquieraquepasaba.Niunasolavezocurrióqueyopasasedesapercibido.Cuandomedetenía,gustabadeadivinarseenmíaunvendedorydeponderarmeparaello.Peroconfrecuenciapercibíalaraudaeinteligentemiradamuchoantesdedetenerme,cuandoandabaporelotroladodelacallejalacaptabatambién.Aunentrelospocosqueholgazaneaban,comolosárabes,lamiradanoeranadaindolente:Veníacomounseguro emisario y desaparecía rauda. Se daba entre ellos miradas hostiles, frías,indiferentes, despectivas y de matiz interminable. Pero nunca se revelaban torpes.Eranmiradas de personas acostumbradas a estar siempre por encima de las cosas,peroquenoqueríansuscitarlahostilidadqueesperaban:nihuelladedesafíosiquiera;

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yunciertotemorquesemanteníaprudentementeoculto.Podríaafirmarsequelavirtuddeesoshombresestácontenidaensuprudencia.La

tiendasóloestáabiertaporunlado,ynonecesitanpreocuparsepornadadecuantoocurreasusespaldas.Laspersonasmismasenelcallejónsesientenmásinseguras.Pronto advertí que los «Judíos Eternos» incluso entre ellos quienes actuaban sindescansoyconunpuntodeindecisión,siempreresultabansertrashumantes,gentesquellevabanconsigotodossusenseresyquetenían,conellos,queabrirsecaminoatravés de lamultitud, y que ignoraban si alguien no se abalanzaría por la espaldasobresumíserapropiedad;porlaizquierda,porladerechaoportodaspartesalavez.Quiensedecíapropietariodeunatiendayenelloperseveraba,siemprepodíaesperarlopeor.

Algunos, no obstante, se acurrucaban en el callejón y ofrecían chucherías a laventa.Confrecuenciasetratabademontoncitosdeverduraofrutasmuyllamativos.Secomportabantalcomosinotuviesenverdaderamentenadaquevenderyseceñíanexclusivamente a los ademanes propios del negocio.Miraban con desinterés; eranmuchosynomeresultónadasencilloacostumbrarmeaellos.Peroprontomehiceatodo y no me maravillé demasiado cuando vi a un hombre viejo enfermizoacurrucadoenelsueloqueofrecíaalaventaunúnicoyresecolimón.

Memetí entonces en un callejón que desde la entrada del bazar llevaba a lasprofundidades del Melah. Estaba demasiado poblado. De entre los innumerableshombres, vinieron hacia mí algunas mujeres sin velo. Una mujer avejentada yapergaminada del todo marchaba a paso lento, parecía el más viejo de los sereshumanos.Susojosestabandirigidosfijamentealalejanía;parecíamirarexactamentea donde se encaminaba.No apartó a nadie;mientras otros describían círculos paraabrirse paso, a su alrededor siempre había sitio. Pienso que se la temía:Caminabamuy lentamente y habría tenido tiempo sobrado para maldecir a cada una de lascriaturasvivientes.Eltemorqueinfundíaera,enefecto,elqueledabafuerzaensucaminar.Cuandofinalmentesecruzóconmigo,medi lavueltay lamiré.Sintiómimirada, pues sevolvióhaciamí tan lentamente comocaminabay la sorprendiódelleno. La esquivé con rapidez; y ante sumiradami reacción fue tan instintiva quepocodespuésmedicuentadecuánvelozmentecaminabayomismo.

Pasé por delante de una serie de barberías. Hombres jóvenes, peluqueros alparecer,permanecíanociososalapuerta;delotrolado,enelsuelo,unhombreofrecíaa la venta un cesto de langostas asadas. Pensé en la famosa plaga egipcia y meextrañó que también los judíos comiesen langostas. En un puesto especialmenteelevado se acurrucaba un hombre que poseía los rasgos y el color de un negro.Llevaba la chía de los judíos y vendía carbón, que amontonado alrededor suyo,parecíacomosituviesequeseremparedadoconélyesperasetansóloquellegasenlos albañiles que deberían llevar a cabo tal cometido. Se comportaba tan

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sigilosamente que en un principio me pasó por alto, y sólo me di cuenta de supresenciaporsusojosquebrillabanenmediodetodoaquelcarbón.Juntoaélvendíaverduras un tuerto. El ojo con el que no veía estabamonstruosamente hinchado yproducíaunaimpresiónamenazadora.Élmismoseocupabaentrasladarsusverduras.Lashacíacuidadosamenteaunladoyluego,congrancautela,denuevohaciaatrás.Otroseacurrucabaenelsueloalladodecincooseispiedras.Lastomabaunaporunaenlamano,soplabasobreella,laobservabaylamanteníaporunmomentoenelaire.Volvíaacolocarlajuntoalasotrasyrepetíaconéstaselmismojuego.Nomemiróunasolavez,apesardepermanecerdepiemuycercadeél.Eralaúnicapersonaentodoelbarrioquenomemirósiquiera.Laspiedrasquepretendíavendernoledabantreguayparecíamásinteresadoenellasqueenloscompradoresmismos.

SentíquetodosevolvíamásmíseroamedidaquemeibaadentrandoenelMelah.Quedarontrasdemílosbellostejidosylassedas.YanadieparecíaricoymajestuosocomoAbraham.Elbazar,justoenlapuertadeentrada,eraunaespeciedebarriodelujo; la vida real, la vida del pueblo sencillo se representaba aquí.Me encontrabaahoraenunapequeñaplazarectangularquesemerevelócomoelcorazóndelMelah.Juntoaunafuenteoblongahabíahombresymujeres.Lasmujeresportabancántarosque llenaban de agua. Los hombres llevaban sus pellejos de cuero. Las acémilaspermanecían juntoaellosyesperabanser llevadasaabrevar.Enmediode laplazapodíaverseagachadosalgunosvendedoresambulantes.Unosexponíancarne,otrosbollitos fritos; tenían consigo a sus familias, mujer y niños. Era algo así como sihubieseninstaladosuhogarenlaplazayviviesenycocinasenallí.

Campesinos en atuendo bereber pululaban alrededor con gallinas vivas en lamano; las cogían de las patas, que llevaban atadas, cabeza abajo. Cuando seacercaban lasmujeres, se las ofrecían para que las sopesasen. Lamujer tomaba alanimalentrelasmanossinqueelbereberlosoltara,perosinvariardeposición.Éstaloapretaba,lopellizcabaylopalpabaporallídondedeberíatenercarne.Nadiedecíauna palabra durante esta prueba, tanto el hombre, como lamujer, como el animal,incluso, permanecían mudos. Después lo dejaba de nuevo en su mano, de la queseguíacolgando,ysedirigíaalcampesinosiguiente.Jamáscomprabaunamujerunagallinasinanteshaberexaminadoconcienzudamentemuchasotras.

Alrededorde la inmensaplazahabía tiendas,enalgunade lascuales trabajabanartesanos;sumartilleosonabafuerteentrelaalgarabíadeloshablantes.Enunrincónde laplazahabía reunidosgrancantidaddehombresquedisentíanacaloradamente.Yo no entendía nada de lo que decían, pero a juzgar por sus ademanes el asuntotrataba de los grandes recursos del mundo. Había diversidad de opiniones queesgrimían con argumentos;me pareció comprender que abordaban con entusiasmolosargumentosdelosdemás.

Enelcentrodelaplazaseerguíaunviejomendigo,elprimeroqueviallí,yno

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era judío. Con la moneda que recibía, se volvía inmediatamente hacia uno de losbollitosquecrepitabanenlasartén.Habíadistintosclientesalrededordelfuego,yelviejo mendigo tenía que aguardar hasta que le tocase el turno. Pero permanecíaresignado,tancercanoyaalasatisfaccióndesuacuciantedeseo.Cuandofinalmenterecibía el bollito se colocaba con él de nuevo en el centro y se lo zampaba conglotonería. Su apetito se expandía como una nube de satisfacción sobre la plaza.Nadieleprestabaatención,y,sinembargo,todosaspirabanelaromadesubienestar;elmendigomepareciómuyimportanteparalavidaybienestarpúblicodelaplaza,sumonumentoalaglotonería.

Peronocreoquefuesesóloaélaquienhabríaqueagradecerelfelizembrujodeestaplaza.Mesucedíaalgoasícomosihubiesellegadorealmenteaotraparteenlametademiviaje.Noqueríamarcharmejamásdeaquí,desdehacíacientosdeañosyohabíaestadoaquí,perolohabíaolvidadoyahoratodorenacía.Veíaexpresadatodaladensidadycalorde lavidaquesentíaenmímismo.Cuandomeencontrabaallíyoeraesaplaza.Piensoquesiemprevuelvoaesaplaza.

Separarmedeellameresultabatanarduoquecadacincoodiezminutosvolvíadenuevo.Alládondefuese,pormásquepenetraseenelMelah,medeteníaparavolvera laplacita,cruzándolaenestaoaquelladirecciónparacerciorarmedeque todavíaestabaallí.Desemboquéprimeroenunode loscallejonesmás tranquilosdondenohabíatiendaalguna;sóloviviendas.Pordoquier,sobrelosmuros,juntoalaspuertas,a cierta altura del suelo, había grandes manos pintadas, cada dedo netamenteperfilado,yporlogeneraldecolorazul:Selasconsiderabacomoprevenciónalmaldeojo.Fueelemblemamáscomúnqueencontréporaquí,ylaspersonasgustabandecolocarlo especialmente allí donde vivían. A través de las puertas abiertas podíaatisbarenlospatios;eranmáslimpiosqueloscallejones.Llegabaamílapazdesuinterior.Pormividaquehubieseentradogustoso,peronomeatrevíaello,puesnovianadie.Nosabíaacienciaciertaloquepodríadecirsiderepentemetropezase,enuna casa semejante, con una mujer. Me asustaba ante la idea de que pudiesesobresaltar a alguien. El silencio de las casas transmitía a uno cierta suerte decircunspección.Peronodurómuchoelsilencio.Unfinoyagudoestertor,quesonabaenprincipioagrillos,seacrecentóhastaelpuntoquemehizopensarenunajauladepájaros.«¿Quépuedesereso?¡Aquínoexisten,evidentemente,pajarerasconcientosde pájaros! ¡Niños tal vez! ¡Un colegio!». Pronto no quedó duda alguna; elensordecedorbarulloproveníadeunaescuela.

Miréporunportónabiertoalinteriordeungranpatio.Seapretabanallísentados,quizás,doscientoschiquillos;algunoscorríandeacáparaalláojugabanenelsuelo.La mayoría, sentados en los bancos, sostenían catones en la mano. En pequeñosgruposde tresocuatro sebalanceabanagitadamentehacia adelanteyhacia atrásyrecitaban al tiempo con agudas vocecitas: «Aleph. Beth. Gimel». Las pequeñas

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cabezas negras se mecían de un lado a otro; siempre había uno entre ellos másapresurado, susmovimientosmás impetuosos;ydesubocasalían losvocablosdelalfabetohebraicocomounflorecientedecálogo.

Ya había entrado yme esforzaba por desenmarañar el trajín de tal cantidad deniños.Losmáspequeñosjugabanenelsuelo.Habíaunmaestroentreellos,vestidomuy pobremente, que en la diestra blandía un cinto de cuero para golpear. Semeaproximó sumiso. Su alargado rostro era chato e inexpresivo; contrastabaostensiblemente, en suexánime rigidez, con lavivezade losniños.Secomportabacomosinopudiesesersumaestro,comosiestuviesemuymalpagadoparaello.Eraunapersonajoven,aunquesujuventudloconvertíaenviejo.Nohablabaunapalabrade francés y por mi parte no esperaba nada de él. Me sentía satisfecho conpermanecerenmediodelensordecedorbarulloydepoderobservarunpoco.Apenasle tuve en cuenta. Tras su rigidez cadavérica se ocultaba algo como de ambición:queríamostrarmedecuántoerancapacessusniños.

Llamó a un jovencito y le puso delante una página del catón, demodoque yotambiénpudieseverla,yseñalóvelozunatrasotralassílabashebreas.Cambiabadeunalíneaaotra,aquíyallá;yonodebíacreerqueeljovenlohubieseaprendidodememoria,yquerecitaseaciegas,sinleer.Losojosdelpequeñocentelleabanmientrasleíaenvozalta:«La-lo-ma-nu-sche-ti-ba-bu».Nocometíaunsolofalloyjamástartamudeaba.Eraelorgullodesumaestroyleíacadavezmásrápido.Cuandohubo terminado y el maestro le retiró el catón, acaricié su cabeza y le elogié enfrancés, eso sí que lo entendía. Volvió al banco e hizo como si ya no me viese;entretanto,vinoelmuchachosiguientedelafila,queeraalgomásapocadoycometíaerrores.Elmaestroledespidióconunligerobofetónytodavíahizosaliraunoodosniños. Durante todo este procedimiento no cesó en lo más mínimo el estrepitosoalboroto;lassílabashebraicascaíancomogotasdelluviasobreelembravecidomardelaescuela.

Entretanto, otros niños se me aproximaban y me observaban curiosos; unos,desvergonzados;otros,tímidos;algunos,conciertacoquetería.Elmaestro,segúnsuinescrutable resolución,despedíacondurezaa los tímidos,mientrasdejabahaceralosdescarados.Todo teníasusentido.Éleraelpobrey tristeseñordeestasecciónescolar. Cuando hubo terminado la representación desaparecieron de su rostro lasmezquinas huellas de complacido orgullo. Expresé mi agradecimiento muyamablemente y, para enaltecerle, con cierto engolamiento, como si fuese yo unvisitanteinsigne.Misatisfaccióneraevidente;conmifaltadetacto,quesiempremeacompañó en el Melah, decidí volver al día siguiente y ofrecerle entonces algúndinero.Mirétodavíauninstantealosmuchachos,suvaivénmehabíahechizado;delconjunto fueron lo que más me gustó. Entonces me fui, pero el barullo lo llevéconmigounbuentrecho.Meacompañóhastaelfinaldelacalle.

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Lacalleresultósermásconcurridaal llegaraunimportantelugarpúblico.Viaciertadistanciademíunamurallayungranportón.Nosupeadóndeconducía;perocuanto más me acercaba, más frecuentemente me tropezaba con mendigos que sesentabanaderechaeizquierdadelacalle.Mesorprendieron,puestoquetodavíanohabíavistoaningúnmendigojudío.Encadaunadelaspuertasviadiezoquinceenfila, hombres y mujeres rumiando entre ellos, la mayoría gente mayor. Permanecíalgoperplejoysilenciosoenmediodelacalle,enaparienciaexaminandoelportón,cuandoenrealidadobservabalosrostrosdelosmendigos.

Un hombre joven se me acercó desde un lado, señaló la muralla, y dijo: «lecimetière israélite», disponiéndose a hacerme entrar. Eran las únicas palabrasfrancesas que hablaba. Le seguí velozmente a través del portón. Parecía avispado,peronohabíanadadequéhablar.Meencontré enun lugar tremendamente estéril,dondenocrecíaniunamalahierba.Laslápidaserantanbajasqueapenasselasveía;andando se tropezabaconellas comoconpiedras corrientes.El cementerioparecíaunagigantescaescombrera;quizáslohabíasidoysólomástardeselehabíaañadidosumásauténticodestino.Nadasobresalíadel lugar.Laspiedrasqueseveían,y loshuesosque seadivinaban,yacían revueltos.Noeraagradablecaminarporaquí,nohabíaformadehacersealaidea,ysóloimaginarloresultabaridículo.

Loscementeriosestándispuestosde talmaneraenotraspartesde laTierraquedeparanalegríaalosvivientes.Vivemuchoenellos,plantasypájaros;yelvisitante,comoúnicoserhumanoentretantosmuertos,sesiente,enconsecuencia,alentadoyfortalecido. Su propia condición le resulta envidiable. Sobre las lápidas lee losnombresdediferentespersonas;hasobrevividoacadaunadeellas.Sinnecesidaddereconocerlo,pareceunpococomosilashubiesevencidoatodaseneldesafíoúltimo.Tambiénseentristece,escierto,portantosqueyanoestán,peroconellosesienteasí mismo invencible. ¿En qué otro lugar podía llegar a tanto? ¿En qué campo debatalladelmundoquedacomoúnicosobreviviente?Permaneceerguidoenmediodetodosaquéllosqueyacen.Perotambiénlosárbolesylaslápidassemantienenenpie.Hansidoplantadosydispuestosaquíylerodeancomounasuertedelegadoparasusatisfacción,pueséseessuobjetivo.

Sinembargo,nadahaysobreestedesérticocementeriodelosjudíos.Eslaverdadmisma;unpaisaje lunardemuerte.Alobservador le es francamente indiferente enquélugarreposealguien.Noseagachaynadabuscaparaadivinarlo.Seamontonanahí comobasura y desearía uno salir huyendode allí raudo comoun chacal.Es eldesiertodelosmuertossobreelqueyanadacrece;elúltimo,eldesiertopóstumo.

Cuandomehube adentradoun trecho, escuché rumores tras demí.Mevolví ypermanecí quieto. También en esta parte de la tapia, cerca del portón, habíamendigos. Eran viejos con barba; unos, con muletas; otros, ciegos. Quedédesconcertado, pues no había reparado anteriormente en ellos; y dado quemi guía

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había tenido tanta prisa,mediaba de seguro entre ellos y yo una distancia de cienpasos. Vacilé, pues, a la hora de atravesar de nuevo esa parte de yermo antes dehaberme adentrado más. Pero ellos no titubearon. Tres del grupo de la tapia sesepararonysemeaproximaronrenqueantesatodaprisa.Elprimeroeraunhombremacizo,deanchasespaldasyconunamajestuosabarba.Teníaunasolapiernayselanzabaconbríosobresusmuletashaciadelante.Pronto tomóconsiderableventajasobre los demás. Las livianas lápidas no le suponían impedimento alguno; susmuletas tocabansiempreel terrenoenel lugarprecisoynoresbalaban jamássobreninguna piedra. Se abalanzó sobre mí como una fiera vieja amenazadora. En surostro, que muy pronto tuve cerca, no había nada que moviese a compasión.Expresaba, como toda su figura, una sola y exigente demanda: «¡Vivo. Dame!».Experimentaba yo el inexplicable sentimiento de que pretendía aplastarme con sumole,ymeproducíahorror:Miguía,personaligerayenjutaqueposeíalaagilidaddeunlagarto,tirórápidamentedemíantesdequeelotromealcanzase.Noqueríaqueles diese nada a esos mendigos y les gritó algo en árabe. El hombre recio de lasmuletasintentóaproximársenos,perocuandovioqueéramosmásvelocesdesistióyse quedó quieto. Le oímaldecir colérico durante un buen rato, y las voces de losdemás,quehabíanquedadorezagados,seuníanalasuyaenuncoroenfurecido.

Mesentíaaliviadoporhaberpodidoesquivarles, e inclusomeavergonzabapordespertar en vano sus esperanzas. La embestida del viejo cojitranco no fracasó acausadelaspiedras,quebiensoportaronélysusmuletas;fuemejorporladestrezade mi guía. De la victoria en esta desigual carrera no se beneficia Dios. Quiseaveriguaralgosobrenuestropobrecontrincanteymedirigíalguía.Noentendióunasola palabra, y en lugar de una respuesta se ensanchó su rostro en una estúpidasonrisa.Aloqueañadía«Oui»,siempre«Oui».Nosabíaniadóndemeguiaba.Peroel desierto parecía, tras la experiencia con el anciano, no tan desértico. Era él sulegítimomorador,unguardiánderocasestériles,debasurasydehuesosinvisibles.

Sin embargo, yo había asimilado bien su significado. No había transcurridomuchotiempocuandolleguéfrenteatodounpuebloquesecongregabaantemí.Trasuna pequeña elevación desembocamos en una hondonada y aparecimos de repentefrente a un oratorio diminuto. Fuera, en semicírculo, se habían acomodado comopodían tal vez cincuenta mendigos, hombres y mujeres, con cada una de susdeformidadesexpuestasalsol,comotodaunaestirpedelaquedescollabanaquéllosde edadmás avanzada. Tendidos sobre el suelo, en grupos variopintos, semovíantodosalavez,nodemasiadoapresuradamente.Comenzaronafarfullarbendicionesalavezquealargaban losbrazos.Perono seacercaronmucho, antesdeatravesar elumbraldeloratorio.

Miréhaciaunaestanciaalargadaydiminutaenlaqueardíancientosdecandelas.Metidas en cortos cilindros de cristal, nadaban en aceite. La mayoría de ellas se

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encontrabanesparcidassobreunamesaderegularalturayselaspodíamirarcomoseleeun libro.Un reducidonúmero colgabadel techo en recipientesmás capaces.Acada ladodel recintohabíaunhombreenpie, encargado,evidentemente,dedirigirlas oraciones. Sobre las mesas próximas se veían algunas monedas. Vacilé en elumbral,puestoquenoibacubierto.Elguíasequitósunegrachíadelacabezaymela alcanzó.Me la coloqué, no sin cierto escrúpulo, pues estaba bastante sucia.Losrecitadoresmehicieronseñasymeintrodujeentrelascandelas.Nosemetomóporjudíoyenconsecuencianorecé.Elguíaseñalólasmonedasyentoncescaptéloquedebíahacer.Permanecísólouninstante.Sentímiedoanteaquelimpresionanterecintoen medio del desierto, todo lleno de candelas, sólo constituido por luminarias.Difundían una callada serenidad que no cesaba en tanto seguían ardiendo. Quizásúnicamenteestastenuesllamaseracuantoquedabadelosmuertos.Enelexterior,sinembargo,sesentíamuydecercalavehementevitalidaddelosmendigos.

Me mezclé de nuevo con ellos y comenzaron a agitarse de verdad. Por todaspartes se apiñaron a mi alrededor, de tal modo que podía entonces abarcar sudecrepitud de una sola mirada y me sumieron en una especie de complicada y,ciertamente, violenta danza. Agarraban mi rodilla y me besaban la chaqueta.Bendecían,oasíme lopareció,cadapartedemicuerpo.Eracomosiunamasadegenteconbocayojosynariz,conbrazosypiernas,conharaposymuletas,contodocuantotenían,contododecuantosecomponían,seempeñaseenpedirleaunosólo.Quedéaterrorizado,peronopodíadesasirme,puestoqueestabaconmovidoytodoelhorror pronto se diluía en esa profunda emoción. Jamás la gente se me habíaaproximadotantofísicamente.Olvidésusuciedad,meeraindiferente;noreparéenlamugre.Sentíquétentadorpodíaserparaelcuerpohumanovivodejarsedescuartizar.Esta horrible dosis de veneración hace válido el sacrificio, y cómo no suscitarentoncesmaravillas.

Pero el guía se ocupó de que no continuase en manos de los mendigos. Eranantiguos sus ruegos y todavía no satisfechos.Yo no tenía suficiente calderilla paratodos.Apartócongritosyvocesairadasalosdescontentosysemellevóasiéndomedel brazo. Cuando tuvimos el oratorio a nuestras espaldas, dijo con una estúpidasonrisa tres veces «Oui», a pesar de que yo no le había preguntado nada. Cuandoregreséporelmismocaminonoparecíaya lamismaescombrera.Perosupebienadóndehabíanidoapararsuvidaysuluzconjuntamente.Elviejodelportón,elquecorriósobresusmuletascontantaenergía,memiróconhosquedad,peropermaneciómudoyguardóparasísudesprecio.Salíporelportóndelcementerioymiguíaseesfumótanrápidocomohabíavenido,yporelmismolugar.Esposiblequevivieseenunagrietadelatapiadelcementerioyquesaliesedeellaencontadasocasiones.Desapareció,nosinantesrecibirloqueseledebía,ycomodespedidarepitió«Oui».

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LAFAMILIADAHAN

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CuandovolvíaldíasiguientealMelah,caminétanrápidocomomefueposiblehacia lapequeñaplazaquedenominaba«elcorazón»,ydespuésa laescueladondetodavíame sentía algo deudor del inexpresivomaestro.Me recibió como si nuncahubiese estado allí, exactamente de lamismamanera, y quizás hubiera continuadotodoelprocesodelecturacompleto,peromeadelantéaélylediloquecreíqueledebía. Tomó el dinero ávidamente, sin titubeo alguno y con una sonrisa que hizoparecersurostrotodavíamásenvaradoyestúpidosicabe.Medemoréunmomentoentrelosniños;contemplésusrítmicosmovimientosdelecturaquedíasantestantomehabíanimpresionado.AbandonéentonceslaescuelayvaguéalabuenadeDiospor los callejones del Melah. Mi ansiedad por llegar a una de las casas iba enaumento.MehabíapropuestonoabandonarestavezelMelahsinhabervistounadesuscasaspordentro.Pero¿cómoentrar?Necesitabaunpretexto,yquisomibuenasuertequeprontosemepresentaseuno.

Permanecídepiefrenteaunadelascasasmayores,cuyoportaldestacabadelosdemásdelacallejaporsuespecialvistosidad.Elportónestabaabierto.Miréhaciaunpatio en cuyo interior se sentaba unamujer joven,morena,muy llamativa.Quizásfuera ella la que primerome había llamado la atención. En el patio jugaban unosniños,ypuestoqueyoya teníaalgunaexperienciaescolar, caíen lacuentadequeacasopudiera considerar la casa comoescuelayponermeen tal situación, al igualquesimeinteresaseporlosniños.

Permanecídepieunratoymiréabsortohaciaelinterior,porencimadelosniños,a lamujer; cuando,depronto,un joven,yahombre fornidodelqueni siquieramehabíapercatado,seseparódelfondoyavanzóhaciamí.Eradelgadoyandabaconlacabezamuy erguida; su ondeante atavío le daba un empaque distinguido. Se parófrenteamí,meobservóserioyescrutadorymepreguntóenárabesobremisdeseos.Lerespondíenfrancés:«¿Estoesunaescuela?».Nopareciócomprenderme,titubeóunmomentoydijo:«Attendez!»,apartándosedemí.Noeralaúnicapalabrafrancesaque conocía, pues cuando volvió con un individuo joven, vestido al estilo francés,con un perfecto corte europeo y como si de un día de fiesta se tratase, dijo «monfrère»y«parlefrançais».

Este hermanomás joven tenía un rostro algo torpe, como de campesino, y eramuymoreno.Enotrocontextolohubiesetomadoporunbereber,peronuncaporunbereberguapo.Enefecto,hablabafrancésymepreguntóquédeseaba.«¿Estoesunaescuela?»,repetíahorayaunpocomásconscientedemiatrevimiento,puesnopuderesistirme a dirigir de nuevo otramirada sobre lamujer del patio, lo que les pasódesapercibido.

«No»,dijoelhermanomenor.«Ayerhuboaquíunaboda».«¿Unaboda?¿Ayer?».Yoestabamuysorprendido,Diossabeporqué;yantemi

impulsivareaccióncreyóoportunoañadir:«Sehacasadomihermano».

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Señaló con un leve movimiento de cabeza al hermano mayor, aquél a quienencontrabatanelegante.Enesemomentodebíagradecerlainformaciónyseguirdenuevomi camino.Vacilé sin embargo, y el recién casado dijo con un hospitalariomovimientodebrazos:

«Entrez! ¡Pase usted!». Su hermano agregó: «¿Desea ver la casa?». Les di lasgraciasypenetréenelpatio.

Losniños—eranquizásunadocena—sesepararonymehicieronsitio.Atraveséelpatioacompañadoporlosdoshermanos.Laatractivajovenselevantó—eramásjovendeloqueyohabíasupuesto,talvezcontaraalrededordedieciséisaños—ymefuepresentadaporelhermanomenorcomosucuñada.Eraella laquedíasatrássehabía casado. Se abrió la puerta de una habitación situada al extremo opuesto delpatio, invitándoseme a entrar. La estancia, bastante pequeña y meticulosamenteordenadaylimpia,estabadecoradaalestiloeuropeo;alaizquierdadelapuertahabíaunaampliacamadoble;asuderecha,unagranmesacuadradacubiertaporuntapetede terciopelo.Detrás, en la pared, se hallaba un aparador, en el que se podían verbotellasycopitasdelicor.Lassillasalrededordelamesacompletabanelcuadro;erasimilar a cualquier modestísima vivienda francesa pequeñoburguesa. Ni un soloobjeto delataba el país en el que uno se encontraba. Seguro que era la mejorhabitación,bienquecualquierotradelacasamehubieseinteresadomás.Peroelloscreyeronagasajarmeentantomeofrecíansitioaquí.

La joven, que entendía francés, pero que apenas abría la boca, tomó botella ycopitadelaparadorymesirvióunaguardientemuyfuertedelquedestilanaquí losjudíos. Se llama Malya y lo beben mucho. Con frecuencia tuve la impresión,charlando con mahometanos, que ellos, que de hecho no deben beber nada dealcohol, envidian a los judíos por este aguardiente. El hermanomenorme instó abeber.Noshabíamossentado los tres—él, sucuñadayyo—mientraselmayor,elrecién casado, permaneció apenas un par de segundos de cortesía en la puerta yprosiguió su camino. Tenía, sin duda, mucho que hacer, y puesto que no podíaentenderseconmigo,meconfióasumujeryasuhermanopequeño.

La mujer me observaba con sus imperturbables ojos marrones, no apartaba lamiradademí,peronielmásleveestremecimientodesurostrodelatóloquepensabaal respecto. Llevaba puesto un sencillo vestido estampado que debía proceder dealgúnbazarfrancés,muyatonoconeldecoradodelahabitación.Sujovencuñado,dentrodesutrajeazuloscuro,ridículamentebienplanchado,parecíacomosiacabasedesalirdelescaparatedeunatiendaderopaparisina.Loúnicoextrañoenelconjuntodelahabitacióneraelcoloroscurodelapieldeambos.

Mientras duraron las preguntas de cortesía, formuladas por el joven y que yobuscabacontestarconigualcordialidad,aunquetambiénmenosrígidamente,nodejédepensarenquelahermosaymudapersonaquesesentabafrenteamíacababade

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levantarsede su lechonupcial.Erayapasadoelmediodía,peroabuenseguroquehoysehabía levantado tarde.Yoeraelprimerextrañoque laveíadesdequehabíairrumpidoensuvidaesetrascendentalcambio.Micuriosidadhaciaellasalíaalpasodeladeellapormí.Susojosfueronlosquemehabíanhechoentrarensucasa,y,sinembargo,memirabaconfijeza,quedamente,mientrasyohablabaconprofusión,perono a ella. Y tengo bien claro que a lo largo de esa charlame sentía lleno de unaesperanza completamente absurda. Esperaba que por su parte me comparase enpensamientosasuesposo,quetanbienmehabíacaído;deseéenmiinteriorquemeprefiriese a él, que prefiriese mi presuntuosa singularidad, tras la cual quizás ellaentreveía poder o riqueza, a su vulgar arrogancia y fácil dignidad. Le brindé mifracasoyledeseéunabuenavidamatrimonial.

Eljovenmepreguntódedóndevenía.«De Inglaterra», dije. «Londres». Me había acostumbrado a dar aquí esta

simplificadarespuestaparanoconfundiralagente.Percibíunligerodesencantoamiafirmación,peroaúnnolleguéasaberloquemáslehubiesegustadoescuchar.

«¿Estáustedaquídevisita?».«Sí,todavíanoconozcoMarruecos».«¿EstuvoustedyaenlaBahía?».Yentoncescomenzóapreguntarmeacercadetodaslascuriosidadesoficialesde

laciudad: sihabíaestadoaquíoallá,para terminarofreciéndosemecomoguía.Yosabíaquenadasepodíaverencuantounotomabaaunnativoporguía;yparazanjartanrápidocomofueraposibleesaaspiraciónyllevarlaconversaciónaotroterreno,aclaréquemeencontrabaaquíconunaproductoracinematográficainglesa,yqueelbajácontabapersonalmenteconuncicerone.Yonotenía,dehecho,nadaqueverconesefilm.Perounamigomíoinglés,queloproducía,mehabíainvitadoaMarruecos;mientrasqueotroamigo,un jovenamericanoqueestabaconmigo, representabaunpapelenél.

Miinformaciónnodejódecausarimpresión.Porloquenoinsistióenmostrarmelaciudad;peromuydistintasperspectivasseabrieronantesusojos.¿Tendríamosunpuesto para él?Hacía de todo; y se encontraba desde tiempo atrás sin trabajo. Surostro, que tenía algo de dureza y hosquedad, se me había mostrado hasta ahorainextricable;reaccionabapocootandespacioquecondificultadpodíaadmitirseenelhombre algo recto del todo. No obstante, comprendí que su atuendo me habíaconfundido respecto de su comportamiento. Quizás resultase tan siniestro en éseatuendo porque hacía tiempo que estaba sin trabajo, y tal vez su familia así se lohiciesesentir.Yosabíabienquetodoslospequeñospuestosenlaproductorademiamigoestabancedidoshacíatiempoyasíselodijealmomento,paranoinducirleaerror.Semeacercóunpococonlacabezaporencimadelamesaysoltóderepente:

«Êtes-vousIsraélite?».

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Dije que sí entusiasmado.Era tan grato poder asentir por fin; y también sentíacuriosidadporelefectoqueestaconfesiónpodríatenersobreél.Rióabiertamenteymostrósusgrandesdientesamarillentos.Sevolvióhaciasucuñada,quesesentabaaciertadistanciafrenteamí,ycabeceóconvehemenciaparatransmitirlesualegríaporestanoticia.Ellanisiquierapestañeó.Mepareciómásbienalgodefraudada;quizáshubieradeseadoalextranjerototalmenteextraño.Seanimóapenasuninstante,yencuantocomencéahacerlepreguntascontestóconciertafluidez,comosipormiparteasílohubieseesperadodeél.

SupeentoncesquelacuñadaeraoriundadeMazagan.Lacasanuncasolíaestartan llena.Losmiembrosde la familiahabíanvenidoa labodadesdeCasablancayMazaganytraídoconsigoasushijos.Ahoravivíantodosjuntosenlacasayporesoestaba el patio tan inusualmente concurrido. Él se llamaba Élie Dahan y seenorgullecióalsaberqueyollevabasumismonombre.Suhermanoerarelojero,peronoteníanegociopropio,estabaempleadoconotrorelojero.Fuiinvitadodenuevoabeberymepusierondelantefrutasconfitadas,comolasquemimadresecuidabadehacer. Bebí, pero las frutas las dejé cortésmente de lado —tal vez porque meresultaban demasiado familiares— y al momento este hecho provocólamentablementeunaperceptible reacción en el rostrode la cuñada.Les conté quemisantepasadosdebieronvenirdeEspañaypreguntésitodavíaexistiríagenteenelMelah que hablase español antiguo. Él no conocía a nadie, pero había oído algoacercade lahistoriade los judíosespañoles,yesta ideaera laprimeraqueparecíasalirsedesuafrancesadapresentaciónydelasrelacionesconsulimitadoambiente.Preguntó entonces de nuevo: Cuántos judíos había en Inglaterra; si les iba bien ycómosecomportabanysihabíagrandeshombresentreellos.Derepentesentícomounardientecompromisoparaconelpaísenelquemehabíaidobien,enelquehabíaganado amigos; y para que me entendiese, le hablé de un judío inglés que habíallevadoalpaísaunaltoprestigiopolítico,LordSamuel.

«¿Samuel?»,preguntó,yseleiluminódenuevoelrostrodetalmodoquelotomécomosihubieseoídohablardelpersonajeyestuviesealcorrientedesucarrera.Peroenesomehabíaequivocado;puessevolvióhacialajovenydijo:«Éseeselapellidode mi cuñada. Su padre se llama Samuel». La sorprendí expectante y asintió convehemencia.

Apartirdeesemomentosehizomásatrevidoensuspreguntas.Elsentimientodeun lejano parentesco con Lord Samuel que según le dije había sido miembro delGobiernobritánico,leenardecía.Siaúnhabíaotrosisraelitasennuestraproductora.Uno, respondí.Sinodesearía traerloconmigodevisita.Se loprometí.Sinohabíacon nosotros algún americano. Por primera vez pronunció la palabra «americano»;percibí que ésa era su palabra dorada y comprendí por qué, en principio, se habíasentidoconfusopormiorigeninglés.Lehablédemiamigoamericanoquevivíaen

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nuestromismohotel;perotuvequeañadirquenoeraningún«israelita».El hermano mayor entró de nuevo; quizás le pareció que permanecía allí

demasiadotiempo.Lanzóunamiradaasumujer,ysiguiómirándomefijamente.Creíhabermequedado allí por suvoluntadyque la esperanzade entablar conversacióncon él no había desaparecido. Le dije al hermano menor que podría, cuando leapeteciera, buscarmeenmihotel, yme levantédel sillón.Medespedíde la joven.Los dos hermanosme acompañaron al exterior. El recién casado se detuvo ante elportón, un poco como cortándome el paso, y me vino a la cabeza la idea de quequizás esperaba alguna recompensa pormi visita a su casa. Pormi parte tampocodeseabayoofenderle, todavíainclusomecaíabien,yasípermanecíallíuninstanteenlamásembarazosadisyuntiva.Mimano,quehabíaidoaproximándosealbolsillo,se detuvo a medio camino y la sorprendí como quien dice dispuesta a rascar. Elhermanomenorvinoenmiayudaydijoalgoenárabe.Oílapalabra«jehudi»,judío,quesereferíaamí,yfuidespedidoconunamistosoyalgodesilusionadoapretóndemanos.

Justo al día siguiente se presentó Élie Dahan en mi hotel. No me encontró yvolvió de nuevo.Me ausentaba con frecuencia y él no tenía la suerte de tropezarconmigo;quizáspensabainclusoqueyomandabadecirquenoestaba.Laterceraocuartavezdiofinalmenteconmigo.LeinvitéauncaféymeacompañóalXemaáElFná,dondenossentamosenunade las terrazas.Vestía igualqueeldíaanterior.Alprincipionohablóapenas,pero incluso su inexpresivoademánbastabapara inferirque algo guardaba en su corazón. Un anciano, que vendía bandejas de azófar, seaproximóanuestramesa;porsunegrachía,porsuindumentariaybarbaerafácildereconocerenélunjudío.Élieseinclinóllenodemisteriohaciamí,ycomosituviesequeconfesarmealgomuyespecial,medijo:«C’estunIsraélite».Asentísatisfecho.Anuestroalrededorsesentaban,escandalosos,algunosárabesyunoodoseuropeos.

Justoahora,unavezreanudadaentrenosotros lacordialidaddeldíaanterior,sesentíamáslibreyvolvióasudemanda.

Si yo podría darle una carta al comandante del campamento de Ben Guérir.Deseaba,ansiosamente,trabajarconlosamericanos.

«¿Quéclasedecarta?»,pregunté.«Dígalealcomandantequedebedarmeunpuestodetrabajo».«Peroyonoconozcodenadaalcomandante».«Escríbaleunacarta»,insistió,comosinohubieseoídoloqueledecía.«Noconozcoalcomandante»,repetí.«Dígalequedebedarmeunpuesto».«Perosinisiquierasécómosellama.¿Cómopuedoescribirleallí?».«Yoledirésunombre».«¿Quétipodetrabajolegustaríatener?».

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«Commeplongeur»,dijo,ycreí recordarqueesosignificabaalguienque lavaraplatos.

«¿Haestadoyaalgunavezallí?».«Hetrabajadode“plongeur”conlosamericanos»,afirmómuyorgulloso.«¿EnBenGuérir?».«Sí».«¿Yporquésefuedeallí?».«Medespidieron»,dijotambiénconorgullo.«¿Hacemuchodeeso?».«Unaño».«¿Porquénosepresentóentoncesdenuevo?».«La gente deMarruecos no debe quedarse en el campamento. Sólo si trabajan

allí».«Pero ¿por qué se despidió? ¿Quería, tal vez, marcharse usted?», agregué con

tacto.«Nohabíasuficientetrabajo;sedespidióamuchagente».«Enesecasonoquedaráunsolopuestolibreparausted,siesquehaytanpoco

trabajo».«Escríbalealcomandantequedebedarmeelpuesto».«Unacartamíanotendríaningúnefecto,puestoquenoleconozco».«Conunacartasemeadmitirá».«Peroyonosoysiquieraamericano.Lehedichoquesoyinglés.¿Norecuerda?».Fruncióelceño.Eralaprimeravezqueatendíaaunaobjeciónmía.Recapacitóy

dijo:«Suamigoesamericano».Comprendí al fin. Yo, el verdadero amigo de un auténtico americano debía

escribir una carta al comandante del campamento de Ben Guérir en la que sesolicitaraqueseledieseaÉlieDahanunpuestocomo«plongeur».

Ledijequehablaríaconmiamigoamericano.Seguroqueélsabríaquéhacerenuncasoasí.Talvezpodríaescribirélmismounacartasemejante;pero,porsupuesto,deberíaconsultarleantes.Yosabíabienqueélnoconocíadenadaalcomandante.

«Escribaustedquedebedarletambiénunpuestoamihermano».«¿Suhermano?¿Elrelojero?».«Tengotambiénunhermanomenor.SellamaSimón».«¿Quéhace?».«Essastre.Tambiénhatrabajadoconlosamericanos».«¿Desastre?».«Contabalacolada».«¿Ytambiénhaceunañoqueélestáfueradeallí?».

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«No,fuedespedidohacecatorcedías».«Esosignificaquenohaymástrabajoparaél».«Escribaustedporlosdos.Yoledaréelnombredelcomandante.Escribadesde

suhotel».«Hablaréconmiamigo».«¿Deborecogerlacartaenelhotel?».«Vuelvadeaquídosotresdías,cuandohayahabladoyaconmiamigoyentonces

ledirésipuedeescribirunacartaensufavor».«¿Noconoceelnombredelcomandante?».«No.Ustedmismoqueríadarmeelnombre,¿no?».«¿Debollevarleelnombredelcomandantealhotel?».«Sí,puedehacerlo».«Le llevo hoymismo el nombre del comandante; y usted le escribe una carta

diciendoquedebedarnosunpuestoamihermanoyamí».«Tráigamemañanaelnombre».Comencéamostrarmeintransigente.«Nopuedo

prometerlenadaantesdehaberhabladoconmiamigo».Maldijeelmomentoenquepisélacasadesufamilia.Ahoravendríadiariamente,

quizás más de una vez, y siempre repitiendo la misma frase. No debí aceptar lahospitalidaddeaquellagente.Eneseprecisoinstante,dijo:

«¿Nodesearíavolveracasa?».«¿Ahora?No;porelmomentotengopocotiempo.Congustoenotraocasión».Me levanté y abandoné la terraza. Se levantó indeciso y me siguió. Noté que

vacilabayapenasdimosunospasospreguntó:«¿Hapagado?».«No».Lohabíaolvidado.Quisehuirtanrápidocomomefueraposibledesulado,

yolvidépagarelcaféalquelehabíainvitado.Mesentíavergonzadoymiirritaciónsedisipó.Regresé,paguéyvagamosjuntosporelcallejónqueconducíaalMelah.

Entoncesadoptóelpapeldeciceroneymemostró todocuantoyaconocía.Susexplicacionesconsistían,alosumo,endosfrases:«EstoeslaBahía.¿Estuvoustedya en laBahía?». «Ahí están los orfebres. ¿Havisto ustedya a los orfebres?».Mirespuestanoeramenosestereotipada.«Sí,yaestuveallí»,o«Sí,yaloshevisto».Tansóloteníaunsimpledeseo:¿Cómohacerlecomprenderquenomellevaseaningúnsitio?Peroélhabíadecididosermeútil;ylatenacidaddeuntontoesinquebrantable.Cuandovique insistía,echémanodeunardid.PreguntéporelBerrima,elpalaciodelsultán.Todavíanoheestadoallí,confesé,perosabíabienquenosepodíaentrar.

«¿ElBerrima?»repitióentusiasmado.«Mitíaviveallí¿Debollevarle?».Nopudedecirqueno.Tampococomprendía loquesu tía teníaquehacerenel

palacio del sultán. ¿Era tal vez portera del palacio? ¿Lavandera? ¿Cocinera? Mesedujopoderllegardeestaformaalafortaleza.Quizáspodríaentablaramistadconla

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tíayasíconoceralgosobrelavidacortesana.En el camino hacia el Berrima llegamos a hablar del Glaoui, el bajá de

Marrakesh. Pocos días antes se había dado un intento de atentado contra el nuevosultán de Marruecos en la mezquita del barrio. El servicio religioso era la únicaposibilidadparaelautordelatentadodeentrarenestrechocontactoconelrey.Estenuevosultáneraunhombremayor.Eraeltíodelanterior,alquelosfranceseshabíandestronado y expulsado deMarruecos. Como instrumento de los franceses, el tío-sultánfuecombatidoportodoslosmediosdesdeelpartidoliberal.Entrelosnaturalesdelpaíssólocontabaconunapoyofirme,yésteeraelGlaoui,elbajádeMarrakesh,alqueyadesdehacíadosgeneracionesseleconocíacomoelaliadomásdesvalidodelos franceses. El Glaoui había acompañado al nuevo sultán a la mezquita y dadomuerte allí mismo al autor del atentado. El propio sultán sólo había resultadolevemente herido. Justo cuando tuvo lugar este acontecimiento paseaba yo con unamigo por esa parte de la ciudad; dimos por casualidad con la mezquita, yobservamos a la multitud, que esperaba entonces la llegada del sultán. La policíapresentabaunaltogradodeexcitación,puesyahabíaadministradounabuenadosisde golpes, y tomaba sus disposiciones desatinada y estentóreamente. Tambiénnosotrosnosvimosdirigidosbruscamente,perocontra losnativossearremetíaconmayor furia y a gritos, hasta que se situaban justo en el lugar donde les estabapermitidohacerlo.Enestascircunstanciassentimospocointerésenesperarlallegadadelsultánycontinuamosnuestrocamino.Mediahoradespuésocurrióelatentadoylanoticiasepropagócomomechaencendidaporlaciudad.Caminaba,pues,ahoraconmi nuevo acompañante por losmismos callejones que entonces; y esto era lo quehabíamotivadolacharlaacercadelGlaoui.

«Elbajáodiaalosárabes»,afirmóÉlie.«Apreciaalosjudíos.Esamigodelosjudíos.Notoleraquelesocurranada».Hablabamás y conmás rapidez que de costumbre, y sonaba raro, como si lo

hubieseaprendidodememoriaenalgúnviejolibrodehistoria.ElaspectomismodelMelah no me había parecido tan medieval como estas palabras sobre el Glaoui.Advertí su rostrodesencajadocuando repitió lasmismaspalabras.«Losárabes sonsus enemigos. Tiene consigo a los judíos. Habla con judíos. Es el amigo de losjudíos». Prefirió el título de «bajá», que caracterizaba a la nobleza, al apellido«Glaoui».SiemprequeyodecíaGlaoui, replicaba él «bajá».En suboca sonaba aligual que la palabra comandante, con la que hacía poco me había llevado a ladesesperación. No obstante, su mayor y más alentadora palabra siguió siendo, elGlaouiporasídeciralaterquedad,«americano».

Entretanto, a través deunpequeñoportal habíamosdado conunbarrio situadofueradelosmurosdelaciudad.Lascasaserandeunsolopisoyparecíanmiserables.Porlospequeños,sinuososcallejonesnoseveíaunasolapersona,acáyallá,unpar

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deniños jugando.Mepreguntaba cómo llegaríamos al palaciopor aquí, cuando separófrenteaunadelascasasmásmodestasydijo:

«Aquívivemitía».«¿NoviveenelBerrima?».«EstoeselBerrima»,dijo.«TodoelbarriosellamaBerrima».«¿Yaquítambiénpuedenvivirjudíos?».«Sí»,respondió,«elbajálohaautorizado».«¿Haymuchosporaquí?».«No,lamayoríasonárabes.Perotambiénvivenalgunosjudíos.¿Nodeseausted

conoceramitía?Miabuelatambiénviveaquí».Estabamuycontentodepoderverdenuevootradesuscasasymesentídichoso

dequefueseunacasatansencillaeinsignificante.Estabasatisfechoconelcambio;ydehaberle entendidoalmomento,mehubiese alegradomáspor estehechoquedeunavisitaalpalaciodelsultán.

Llamó y aguardamos un poco. Apareció unamujer joven, fuerte, de faccionesamables.Noshizopasar,aunque,noobstante,parecíaalgoabochornada,puestoquerecientementehabíanestadopintando todas lashabitacionesynopodíadeningunamanerarecibirnoscomocorrespondía.Estábamosenelpatiodiminuto,alquedabantrespequeñashabitaciones.LaabueladeÉlie,quenoparecíademasiadovieja,estabaallí. Nos recibió sonriente, pero me dio la impresión de que no se sentíaparticularmenteorgullosadeél.

Tresniñospequeñosjugueteabanenderredordelpatiogritandocomolocos.Erantodos menudos y deseaban ser cogidos en brazos; el escándalo de los dos máspequeños era ensordecedor. Élie animaba a su joven tía, charlaba mucho para misorpresa. Su árabe adquirió una cierta vehemencia de la que no le hubiese creídocapazenabsoluto,peroquizástodofueradebidoalapropianaturalezadelidioma.

Latíameagradó.Eraunamujerlozana,joven,quememaravillóporenteroyqueno se comportaba nada servilmente. Recordaba a primera vista esas mujeresorientalescomolasquehapintadoDelacroix.Teníalamismaformaoblongayasuvezplenaderostro,idénticocortedeojos,lamismanarizrectay,quizás,estilizadaen exceso. En el pequeño patio permanecí muy cerca de ella; nuestras miradasconfluíanennaturalcomplacencia.Estabatansobrecogidoquebajabalosojos;peroentoncesveíasusfuertesempeinestanatrayentescomosurostro.Agustolehubiesebuscadolasvueltas.GuardósilenciomientrasÉlietodavíaledabaánimosylosniñosgritabanmásymásfuertecadavez.Sumadrenoestabamáslejosdemíquedeellos.Seguroquenotaalgo,penséparamisadentros,ymeresultabapenoso.Losescasosmueblesaparecíanapiladosenelpatiounosencimadeotros;lashabitaciones,delasquepodíaverseelinterior,seencontrabanvacías,nadiehubiesepodidoacomodarseenningunaparte.Lasparedesestaban reciénenjalbegadas, comosi seacabasende

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mudar.Lajovenmujerolíaalimpioaligualquesusparedes.Tratédeimaginarmeasumaridoytuveenvidiadeél.Meinclinéanteellas,estrechésumanoydilavueltaparamarcharme.

Éliemesiguió.Fuera,yaenlacalle,dijo:«Sientemuchoqueesténdelimpieza».Nopudecontenermeyexclamé:«Sutíaesunahermosamujer».Teníaquedecírseloaalguienyquizásesperaba,contratodarazón,queélhubieserespondido:«Elladeseavolveraverle».Peroenmudeció.

Hacíatanpococasodemiinexplicableinclinaciónquepropusollevarmeaveraun tío suyo. Me resigné a ello, un poco avergonzado, puesto que ya me habíadelatado;quizásactuécontraloestablecido.Untíohorribleoaburridopodríaacasocompensaralahermosatía.

Por el camino me aclaró las complicadas relaciones familiares. Eranverdaderamentemás copiosas que complicadas; tenía parientes en lasmásdiversasciudadesdeMarruecos.Llevélaconversaciónhaciasucuñada,quehabíavistodíasatrásymeprocuréinformaciónasimismoacercadesupadreenMazagan.«C’estunpauvre», dijo, «un pobre». Era, como se recordará, aquel hombre que se llamabaSamuel. No ganaba nada. Su mujer trabajaba para él; sola había mantenido a lafamilia. Si en Marrakesh había muchos judíos pobres, «doscientos cincuenta»,afirmó, «la comunidad les da de comer».Por pobre entendía él la gente que pedíalimosna;ysedesmarcabamuyclaramentedeestaclasedehombres.

EltíoalqueíbamosahoraavisitarposeíaunpequeñocuchitrilenlasafuerasdelMelah,dondevendíapiezasdeseda.Eraunhombreenjuto,pequeño,pálidoytriste,de pocas palabras. Su tienducha parecía solitaria; nadie se acercó mientras estuveenfrente.Parecíacomositodoslostranseúntesdescribiesenuncercoentornosuyo.Contestabaamispreguntasencorrectofrancés,quizásalgomonosilábico.Elnegocioiba muy mal. Nadie compraba nada. Se carecía de dinero. Extranjeros no veníanapenas a causa de los atentados. Él era un hombre silencioso y los atentados leresultaban demasiado ruidosos. Su lamento era menos acre que vehemente.Pertenecía a ese género de personas que piensan en todo momento que oídosextranjerospodíanestaralaescucha,ysuvozeratansofocadaqueaduraspenasseleentendía.

Leabandonamoscomosinuncahubiésemosestadoallí.TuvedeseosdepreguntaraÉliecómosehabíadesenvueltosutíoenlaboda.Endefinitivahacíatansólodosdíasque la familia había celebrado sugran fiesta.Pero reprimí esta pregunta, algomaliciosa,queéldetodosmodosnohubiesecomprendido,ysugeríquedebíavolveracasa.Meacompañóhastaelhotel.Peroenelcaminoaúnmemostrólarelojeríaenla que trabajaba su hermano. Eché un vistazo desde fuera y le vi cómo, serio,reclinadosobreunamesa,observabaatravésdeunalupalaspiececitasdeunreloj.Noquisemolestarleyseguíandandosinquesedieracuenta.

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Me detuve frente al hotel para despedirme de Élie. Su prodigalidad con susparienteslehabíadadodenuevoánimosyvolvióahablardelacarta.«Letraeréelnombre del comandante», me dijo, «mañana». «Sí, sí», respondí, y entré raudo ydandograciasaesemañana.

Desde entonces aparecía diariamente. Cuando yo no estaba daba la vuelta a lamanzanayvolvíadenuevo.Siseguíasinaparecer,seplantabaenlaesquinafrentealaentradadelhotelyaguardabapacientemente.Endíasmásosadostomabaasientoen el hall del hotel. Pero no permanecía sentado allí más que un par deminutos.Sentíaaversiónporelpersonalárabedelhotelqueletratabacondesdén,puesquizáslereconocíacomojudío.

Apareció con el nombre del comandante. Pero trajo también todos losdocumentosquehabíaposeídoa lo largode toda suvida.No los trajodeuna solavez.Cadadíaseañadíaunoodosquehabíarecordadoentretanto.Parecíaserdelaopinióndequeyopodríaredactarmuybien,consóloquererlo,ladeseadapeticiónalcomandante de Ben Guérir, y sobre su efecto, una vez hubiese sido escrita, noalbergabalamásligeraduda.Lospapelesteníanalgodeirresistibleentantoseleíaalpieunnombreextranjero.Metrajoreferenciasdetodoslospuestosenlosquehabíaestado; realmente había trabajado hacía poco tiempo de «plongeur» con losamericanos.Metrajoreferenciasdesuhermanomenor,Simón.Jamásveníasinsacarunpapeldelbolsilloyponérmeloantelosojos.Secuidabadeaguardarbrevementealefectodemilecturayproponíaentoncesvariacionesaltextodelacartaqueyodebíaescribiralcomandante.

Entretantohabíacomentadopormipartehastaelmínimodetalle todoelaffairecon mi amigo americano. Éste se ofreció para recomendar a Élie Dahan a suspaisanos,peronoesperabadeellonadaparaeljoven.Niconocíaalcomandante,nisiquiera a una persona que tuviese influencia en la adjudicación de puestos. PeroambosnoqueríamosrobarleaÉlielaesperanzayasífuecomoseescribiólacarta.

Yoquedémásaliviadocuandopuderecibirleconestanoticiay,porvariar,meterlamanoenelbolsilloypodersacarunpapel.

«¡Leausted!»,medijorecelosoyalgoserio.Leíeltextoinglésdeprincipioafin,yapesardequesabíaquenoentendíauna

palabradetodoaquello,leílomáslentamentequepude.«¡Traduzca!»,dijosininmutarse.Tradujeydiamispalabrasfrancesasunanotaenfáticayfestiva.Leentreguéla

carta.Buscóalgoycomprobóentonceslafirma.Latintanoeramuyoscuraymoviólacabeza.

«Estonopodrá leerlo el comandante»,dijo,ymedevolvió la carta.Sin elmásleve recato añadió: «Escríbame tres cartas. Si el comandante no contesta la carta,enviarélasegundaaotrocampamento».

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«¿Para qué necesita usted la tercera carta?», le pregunté para ocultar miestupefacciónantesudesenvoltura.

«Esparamí»,dijoorgulloso.Comprendí que quería incorporarla a su colección de documentos, y la idea de

queesaterceracartaeraparaéllamásimportante,parecíafueradedudas.«Escribasudirección»,añadió.Elhotelnosemencionabaenningunaparte,por

esohabíaescudriñadoelpapel.«Perotodoesonotienesentidoalguno»,exclamé.«Nosotrospartimospronto.Si

hadecontestarsealacarta,¡senecesitasudirección!».«¡Escriba su dirección!», respondió impasible;mi objeción no le causó lamás

mínimaimpresión.«Eso lo podemos hacer de todosmodos», insistí. «Pero su dirección tiene que

constar,delocontrariotodoestoesabsurdo».«No»,repitió,«¡escribaelhotel!».«Pero¿quéocurrirásirealmenteseledeseadaraustedelpuesto?¿Cómosele

encontrará? Partimos la semana que viene y seguro que la respuesta no llega tanrápido».

«¡Escribaelhotel!».«Selodiréamiamigo.Esperoquenoseenojeportenerqueescribirdenuevola

carta».Nopodíamenosdereprenderleporsutestarudez.«Trescartas»,fuesurespuesta.«Escribaelhotelencadaunadelastrescartas».Ledespedíenfadadoypenséparamí:¡sinotuviesequevolveraverlo!Aldíasiguientellegóconciertotalantefestivoymepreguntó:«¿Deseaustedconoceramipadre?».«¿Dóndeestá,pues?»,inquirí.«Enlatienda.Tieneunnegociojuntoconmitío.Adosminutosdeaquí».Acepté y nos dirigimos hacia allá. Se encontraba en la calle moderna que

conducía desde el hotel al Bab Agenaou. Yo había recorrido ese camino confrecuencia varias veces al día y echado algún vistazo a las tiendas a izquierda yderecha.Entrelospropietariosdeesastiendashabíamuchosjudíos,susrostroserandignos de confianza.Me preguntaba si uno de ellos sería su padre, y pasé revistamentalmente:¿Quiénpodríaser?

Peromenospreciéelnúmeroyvariedaddeestastiendas,puesapenashubepisadola calle comencé amaravillarme de cómo hasta ahora jamás tomara en cuenta tanextraordinario comercio. Había azúcar de cualquier género, sea en pilones, sea ensacos.A cualquier altura, sobre todas las estanterías en derredor nohabíamásqueazúcar.Todavíanoconocíaunnegocioenelquenosevendieseotracosaqueazúcaryencontréestehecho,Diossabeporqué,muydivertido.Elpadrenoestaba,peroeltíosíymediaconocer.Eraunhombrecillodesagradable,flaco,derostroamargado,

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quenomehubiesemerecidolamenorconfianza.Vestíaalaeuropea,perosutrajeseveíasucioyera fácilverque lasuciedadconsistíaenunamezclaextrañadepolvocallejeroyazúcar.

Elpadrenoestabalejosysemandóensubusca.Mientrastantosedispusoenmihonor, como es costumbre aquí, té dementa. Pero en vista de la subyugantementeempalagosa fuerza del local, me hice a la idea de que tendría que beberlo, fácilvomitivo.ÉlieaclaróenárabequeyoeradeLondres.Unhombreconsombrerodecalleeuropeosobrelacabeza,queyohabíatomadoporuncomprador,semeacercóunospasosydijoeninglés:«Yosoybritánico».EraunjudíodeGibraltaryhablabasu peculiar inglés nadamal. Pretendió información sobremis negocios y como notuviesenadaquedecirlerepetílaviejahistoriasobreelfilm.

Conversamosunpocoysorbípausadamenteelté;enestollegóelpadre.Eraunhombreeleganteconunahermosabarbablanca.Llevabaunachíaylaropaalestilodelosjudíosmarroquíes.Poseíaunacabezagrandeyredondadeampliafrente;peroloquemásmellamólaatenciónfueronsusojosrisueños.Éliesecolocójuntoaélydijoconunemotivomovimientodebrazo:

«Jevousprésentemonpère».Todavíanohabíadichonadacontantasolemnidadyconvicción.«Père»sonóen

su boca francamente sublime y jamás habría pensado que un hombre así de tontopudiese llegar a tal elevación. «Pére» sonó, en importancia, por encima de«americano»;yyoestabacontentodequedelcomandantenoquedaseyamucho.

Estrechélamanodelhombreymiréhaciasusojosrisueños.Preguntóasuhijo,enárabe,sobreminombreymiprocedencia.Dadoquenohablabaningunapalabraenfrancés,elhijosecolocóentrenosotrosdosyseconvirtió,muyencontradesuestiloapenasvehemente,ennuestrointérprete.Explicódedóndeveníayqueyoerajudío, y le dijo mi nombre. De la forma en que lo hizo, con su indolente y casiinarticuladavoz,sonóanada.

«¿E-li-asCa-ne-ti?»repitióelpadreinterrogativaytrémulamente.Dijoparasíelnombreunpardeveces,acuyoefectoseparabaclaramentelassílabasunasdeotras.Ensuboca,elnombresehizomásimportanteybello.Entretantonomeveíasinoquemiraba al frente; como si el nombre fuese más real que yo y más digno de serinterrogado.Atendí sorprendido y atónito. En su cantinela encontrémi nombre talcomo si perteneciese a una lengua extraña que no conocía en absoluto. Lo sopesógenerosamente cuatro o cinco veces; me pareció como si oyese el tintineo de laspesas. No sentí preocupación alguna; no era ningún juez. Sabía que encontraríasentidoyentidadaminombre;yalcanzadoesepuntomemiródenuevoysonrióconlosojos.

Estaba ahí como si quisiese decir: el nombre está bien, pero no existía ningúnidiomaenelqueme lopudieseexpresar.Lo leíaensucaray sentíun irrefrenable

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afectohaciaél.Jamásmehabríaatrevidoaimaginármelocomoera.Suestúpidohijo,suamargadohermano,eranambosdeotromundo,ysóloelrelojerohabíaheredadoalgodesuporte,peroéstenoestabapresente;yentretantoazúcarnohabríahabidositioparanadie.Élieesperóaunapalabramíaparatraducir,peronoproferíninguna.Permanecí por respeto totalmente mudo, pero quizás también para no romper elprodigiosohechizodelnombre-cantinela.Asíestuvimosunlargoratofrenteafrente.Sisólocomprendieseélporquénopuedodecirnada,medijeamímismo,simisojostan sólo pudiesen sonreír como los suyos.Hubiese sido incluso humillante confiaralgoaesteintérprete,ningúnintérpretehubieseresultadosuficientementebuenoparaelviejo.

Esperópacientementemientrasyoperseverabaenmimutismo.Porúltimo,algocomounvagodespechopasórápidamenteporsufrenteydijounafraseenárabeasuhijo,quevacilóunmomentoantesdetraducírmela.

«Mipadreruegaledisculpe,puesdesearíaretirarse».Asentíymeestrechólamano.Sonrióyparecíacomosituviesequehaceralgoa

lafuerza;seguroqueeraalgúnnegocio.Volviólacarayabandonólatienda.EsperéunpardeminutosyentoncessalíconÉliealacalle.Ledijelobienque

mehabíacaídosupadre.«Esungranerudito», respondió llenodeveneraciónyextendió losdedosde la

mano izquierda hacia arriba, donde quedaron expresivamente suspendidos. «Leedurantetodalanoche».

Desde aquel día Élie tenía ganado el juego conmigo.Yo atendía con devocióntodos sus pequeños y fastidiosos deseos, porque era el hijo de aquel hombreexcepcional.Mediounpocodelástimaquenodeseasenadamás,puesnadaexistíaqueyonolehubieseconcedido.Recibiótrescartasinglesasenlascualessusafanes,suformalidadyhonradez,cuandotrabajabaalgunavezparaalguien,fueronexaltadashastaelcielo, inclusosuabsolutanecesidadde lograrlo.Suhermanomáspequeño,Simón,alquenoconocíadenada,era,enotroterreno,nomenoshábil.LadireccióndelosdosenelMelahfueomitidaintencionadamente.

Enelencabezamientodelascartaslucíaelnombredenuestrohotel.Cadaunadelastresestaba,empero,firmadapormiamigoamericanocontintanegray,alparecer,eterna.Parahacertodavíaotraexcepción,habíaañadidosudirecciónhabitualdelosEstadosUnidosyelnúmerodesupasaporte.CuandoleexpliquéaÉlieestepasajedelacartacasinopudocreerlodecontento.

PorsupartemetransmitióunainvitacióndesupadrealPurim:podíacelebrarlafiestaconellosencasa,enelcírculofamiliar.Accedíagradecidodetodocorazón.Meimaginélaperplejidaddesupadreantemidesconocimientodelasviejascostumbres.Lohabríahechocasi todomalylasoracionessólolashubierapodidorepetircomounapersonaquejamásreza.Meavergoncéfrentealancianoalqueestimabayquise

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ahorrarle esa preocupación. Pretexté trabajo yme prometí amímismo cancelar lainvitaciónynovolverleaver.Mebastóhaberlevistounavez.

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CUENTEROSYESCRIBANOS

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Los cuenteros suelen tener mayor clientela. A su alrededor se forman los másdensos y también los más duraderos círculos de gente. Sus intervenciones duranbastante;enuncorrointeriorlosoyentesseagachanenelsueloynosemarchantanpronto. Otros forman en pie un cerco exterior, y tampoco se mueven, pendenfascinados de las palabras y gestos del cuentero. A veces son dos los que recitanalternativamente.Suspalabrasllegandesdelejosypermanecensuspendidasporlargotiempo en el aire al igual que los habituales. Yo no entendía nada y sin embargopermanecía igualmente fascinado al eco de su voz. Eran palabras sin significadoalgunoparamí, lanzadas conenergíay fuego: eran entrañables al hombre,pues seafirmabaorgullosodeellas.Lasordenabaatenordeunritmoqueamísiempremeparecía muy personal. Cuando se detenía, hacía su aparición el otro, igualmentepoderosoyelevado.Meeraposiblepercibir lasolemnidaddealgunaspalabrasylamaliciosaintencióndeotras.Estabaacostumbradoaloscumplidoscomosiapuntasendirectamentehaciamí;ymesentíamenazado.Todoparecíadominado; laspalabrasmásimponentesvolabantanlejoscomodeseabaelnarrador.Elaire,porencimadelos oyentes, se percibía en movimiento; y uno que entendiese tan poco como yo,sentíalatirlavidamásalládeloyente.Parahacerhonorasuspalabraslosnarradoresibanvestidosdeunaformachocante.Suindumentariasediferenciabadeladelrestodelosoyentes.Vestíantelaslujosas;unouotro,porlogeneral,enterciopeloazulomarrón.Actuabancomopersonalidadesdealtorango,perofantásticas.Paraquieneslesrodeaban,teníanraramenteunamirada.Atendíanasushéroesyfiguras.Cuandosumirada caía sobre alguien que estuviese allí habitualmente, éste debía pasar taninadvertidocomocualquierotro.Losextranjerosnoexistíanparaélenabsoluto;nopertenecíanalreinodesuspalabras.Alprincipionoqueríaadmitirsiquieraqueyoleinteresase tanpoco, erademasiado sorprendentepara ser verdad.Yasí permanecíalargoratoenpie,hastaqueesasvocesmehacíanirhaciaotrolugarmássonoro,perotampoco entonces reparaba en mí, cuando ya casi empezaba incluso a sentirme agustoenelcorromásamplio.Elcuentero,porsupuesto,sehabíafijadoenmí,peroparaélcontinuabasiendounextrañoensucírculoencantado,puesnoeracapazdeentenderle.

Confrecuenciahabríadadocualquiercosaporcomprenderle,yesperollegueeldía en que pueda apreciar a estos cuenteros itinerantes tal como semerecen. Perotambién estaba contento de no entenderles. Constituían para mí algo así como unenclavedevidaarcaicaysincambio.Suidiomalesresultabatanindispensablecomoa mí el mío propio. Las palabras eran su alimento y no se dejaban convencerfácilmentepornadieparacambiarlasporotroalimentomejor.Mesentíaorgullosodeconstatar el poder narrativo que ejercían sobre sus compañeros de lengua. Seasemejabanamishermanosmásviejosymejores.Enmomentosfelicesmedecíaamímismo:También yo puedo reunir personas en tornomío a las que relatar algo.

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Peroenvezdecambiardelugaralugar,sinsercapazdeencontraroídosqueseabranamí;envezdevivirdelaconfianzademipropiorelato,mehabíahipotecadoparaconelpapel.Yo, soñadorpusilánime,vivoa resguardodemesasypuertas;yellosentre la algarabía del mercado, entre cientos de rostros extraños, cambiandodiariamente, desprovistos de todo conocimiento frío y superfluo, sin libros,ambicionesniprestigiovacío.Entre laspersonasdenuestro ambientequeviven laliteratura,rarasvecesmehabíasentidoagusto.Losmirocondesdénporquedesdeñoalgo enmímismoy creo que ese algo es el papel.Aquíme encontraba de prontoentrepoetasquepodíamiraralacaraporquenohabíaunasolapalabrasuyaqueleer.

Sin embargo, en la proximidad más inmediata, tuve que reconocer hasta quépunto había ofendido el papel. A pocos pasos de los cuenteros tenían su sitio losescribanos.Habíasilencioalrededorsuyo,lapartemássilenciosadelXemaáElFná.Los escribanos no ensalzaban su capacidad; estaban allí sentados tranquilamente,hombrespequeños,enjutos,suescribaníadelante;yjamásdabanaunolasensacióndequeesperasenclientes.Cuandomiraban,teobservabansinespecialcuriosidadyalmomento desviaban de nuevo la mirada. Sus bancos estaban dispuestos a ciertadistanciaunosdeotros,de talmodoqueera imposibleque seoyesenentre sí.Losmás avezados o quizás también losmás antiguos se acurrucaban en el suelo. Allírecapacitabanoescribíanenunmundodiscreto,ajenoaldesenfrenadobulliciodelaplaza circundante. Era como si se les consultase sobre reclamaciones secretas, ypuesto que todo sucedía públicamente se habían acostumbrado todos ya a pasardesapercibidos. Incluso ellos mismos apenas estaban presentes; sólo contaba unacosa:lacalladapresenciadelpapel.

Hastaellosllegabanjóvenesoparejas.Unavezviadosmujeresjóvenesconvelosentadas en el banco ante el escribano ymoviendo los labios imperceptiblemente.Otra vez reparé en toda una familia sumamente orgullosa y distinguida. Estabaconstituidaporcuatropersonasquehabían tomadoasientoendospequeñosbancosen el ángulo izquierdo del escribano. El padre era un viejo fuerte, un berebermajestuosamentebien formado,encuyo rostropodían leerse todos los signosde laexperiencia y de la sabiduría. Intenté imaginar una parcela de la vida que él nohubiese desarrollado, y no pude encontrar ninguna. Ahí estaba él, en su singulardesamparo,y juntoaélsumujer,deporte igualmentesugestivo,puesdesuveladorostrosóloquedabanlibreslosenormes,profundosojososcuros,yenelbancodeallado dos hijas jóvenes, por supuesto con velo. Todos se sentaban derechos ymuydignos.

El escribano, que era mucho más pequeño, hizo valer su respetabilidad. Susrasgosdelatabanunasutildelicadezayéstaeratanperceptiblecomoelbienestarylabellezadelafamilia.Yolosmirabaacortadistancia,sinescucharunsólosonido,sinapreciarunsólomovimiento.Elescribanoaúnnohabíacomenzadoconsupráctica

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particular.Había dejado que se le informase cumplidamente de lo que se trataba ymeditabaahoracómopoderexpresarmejortodoestoatravésdelapalabraescrita.Elgrupo actuaba tan compenetradamente como si todos los interesados se hubiesenconocidoyadesdesiempreysesentasendesdetiempoinmemorialenelmismolugar.

No me pregunté por qué vendrían juntos, tan unidos iban, y sólo mucho mástarde, cuando ya nome encontraba en este lugar, comencé a pensar en ello. ¿Quépodía ser realmente lo que requería la presencia de toda una familia ante elescribano?

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LAELECCIÓNDELPAN

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Alatardecer,cuandoyaestabaoscuro,medirigíahaciaaquellapartedelXemaáEl Fná, donde las mujeres vendían pan. En una larga hilera se acurrucaban en elsuelo,tancubiertoelrostroporelveloquesóloselesveíalosojos.Cadaunateníauncesto frente a sí, cubiertoporunpañoy sobre elquedescansabaalgunode losdelgadospanesredondosexpuestosalaventa.Caminabalentamentepordelantedelahilerayobservabalasmujeresylospanes.Lamayoríaeranmujeresmadurasysusformas teníanalgode lospanes.Suaromasubióhastaminarizyalpropio tiempocapté lamiradade susojososcuros.Ningunamujerme tuvoencuenta;para todasellasyoeraunextranjeroqueveníaacomprarpan,peromeguardébiendehacerlo;deseabarecorrerlahilerahastaelfinalynecesitabaunbuenpretexto.

A veces se sentaba unamujer joven entre ellas; sus panes parecían demasiadoredondos, como si no los hubiese hecho por sí misma, y su mirada era diferente.Ninguna,ni joven,nivieja,estabamucho tiempoociosa.Devezencuandounadeellascogíaunahogazadepanconladiestra,lanzábalaligeramentealaire,larecogíade nuevo, balanceaba un poco la mano como si la sopesase, palpábala un par deveces,demodoqueseoyeseyvolvíaadejarla,trassemejantescaricias,juntoalosrestantespanes.Lahogazamisma,sufrescura,supeso,suaroma,ofrecíaseasíalacompra.

Habíaalgodedesnudoyseductorenestospanesquelashacendosasmanosdelasmujeres,delasquenada,exceptolosojos,quedabaaldescubierto,compartían.«Estopuedodarte,cógelocontumano;estuvoenlamía».

Entretanto,ciertoshombresdemiradaresueltapasabandelargo,ycuandounodeellosencontrabaalgodesugusto,sedeteníaytomabaunahogazaensudiestra.Laechabaentonceslevementealaire,larecogíadenuevo,balanceabaunpocolamano,comosifueseunplatillodebalanza,palpabaunpardeveceslahogaza,demodoqueseoyesey ladevolvía junto a lasdemás si la encontrabademasiado ligeraono laquería por cualquier otro motivo. Pero alguna vez se quedaba con ella, y podíasentirse el orgullo de la hogaza y cómo desprendía un aroma especial. El hombremetíalamanoizquierdabajosuchilabaysacabaunamonedamuypequeña,apenasvisible junto al gran tamaño del pan, y se la arrojaba a la mujer. Entonces hacíadesaparecerlahogazaentresuchilaba—eraimposiblenotardóndeestaba—yseguíaadelante.

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LADIFAMACIÓN

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Los niños mendigos preferían las cercanías del restaurante «Kutubiya». Aquísolíamoscomertodosnosotros,tantoamediodíacomoalcaerlatarde;yellossabíanmuybienqueasínopodíamoseludirlos.Paraelrestaurante,quemanteníasubuenafama,noeranesosniñosningunajoyadeseable.Cuandoseacercabandemasiadoalapuerta,eranperseguidosporelpropietario.Lesresultabamásprovechososituarseenla esquina de enfrente para rodearnos raudos a nosotros que íbamos a comerasiduamenteenpequeñosgruposdetresocuatro,tanprontonosdivisaban.

Algunasgentes,queyapermanecíanmesesenlaciudad,semostrabanreaciasaladádivaytratabandesacudirsealosniñosdeencima.Otrosvacilabanantesdedarlesalgoporavergonzarlesesta«debilidad»delantedesusconocidos.Tardeotempranose tenía que aprender de una vez a vivir aquí, y los residentes franceses iban a lacabezaparabienoparamal,segúnsetome:Ellosjamásechabanlamanoalbolsilloporunmendigoytodavíasevanagloriabanalgodesemejantetacañería.Yotodavíaerabisoñoy,porasídecir,jovenenestaciudad.Meeraindiferenteloquesepensasedemí.Aunquepudieratomársemeporunmentecato,yoamabaalosniños.

Siellosalgunavezmeabandonaban,mesentíadesdichadoylosbuscaba,sinquellegasenadarsecuenta.Megustabansusgestosvivaces,lospequeñosdedosconlosque se señalaban laboca, cuandocon lastimerosademanesgimoteaban«manger!»,«manger!»;lasindescriptiblescarasdetristezaquehacíangesticulardemodocomosirealmenteestuviesenapuntodedesfallecerdehambreydebilidad.Meagradabansusendiabladastravesurastanprontocomohabíanrecibidoalgo;laalegreagitaciónconlaquesalíancorriendo,sumiserablebotínenlamano;elincreíblecambiodesusrostros, que de moribundos se habían convertido súbitamente en afortunados. Megustaban sus pequeños enredos cuando me mostraban niños de pecho, cuyasdiminutas y casi insensibles manitas me asían, para los que mendigaban: «a éltambién,aél tambiénmanger!,manger!»,conel findedoblarsu limosna.Noeranpocos los niños, y yo trataba de ser ecuánime, pero, naturalmente, tenía mispreferidos,aquelloscuyosrostroserandeunabellezayvivacidadde lasque jamáspodía sentirme saturado.Me seguíanhasta laspuertasmismasdel restaurante,y sesentíansegurosbajomiprotección.Sabíanqueteníabuenadisposiciónhaciaellosyeso les permitía alcanzar las proximidades de este fabuloso lugar que les estabaprohibidoydondesecomíatanto.

Elpropietario,unfrancésdecalvamondayojosdepapelmatamoscas,queteníaacogedorasybuenasmiradasparaconsuclientela,noqueríatolerarlaproximidaddeniñosmendigos.Susharaposnoagradaban.Loseleganteshuéspedesdebíanencargarsu costosa comida a gusto, y, en consecuencia, no había que recordárseles en todomomentoelhambreylospiojos.Cuandoenlaentradaabríayolaspuertas,yélporcasualidadseencontrabacerca,dirigíaunamiradaalapandilladechiquillosdefuera,yagitabamalhumorado lacabeza.Perodadoqueyo formabapartedeungrupode

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quince ingleses que consumíamos dos comidas seguras diariamente, no osabadecirmenada,yesperabaunaoportunidadpropiciaquelepermitiesesolventarloconironíayamabilidad.

Unmediodía,deuncalorsofocante,estabaabiertalapuertadelrestauranteparadejarpasarunpocodeairefresco.Condosdemisamigosmehabía libradoyadelasaltodelosniños,ytomamosasientoenunamesalibrecercadelapuertaabierta.Loscríospermanecieron fuerapero sinperdernosdevista,biencercade lapuerta.Conelloqueríanprolongarsuamistadconnosotrosyquizástambiénsertestigosdecuanto comiésemos. Nos hacían señas y encontraban nuestros bigotesextraordinariamente divertidos. Una niña, de unos diez años, la más graciosa detodos, que durante un buen rato había notado que yo podía caerle simpático, seseñalaba continuamente la exigua superficie entre el labio superior y su nariz yapretaba allí entre dos dedos un ilusorio bigote, que hilachaba y estiraba conentusiasmo:Alaparreíaefusivaylosdemásniñosconella.

Elpropietariodelrestaurantevinoalamesaparatomarnotadenuestropedidoyvio a los alborozados niños. Con rutilante gesto me dijo: «¡Ya juegan ahí laspequeñas cocottes!». Me sentí dolido por esa insinuación; quizás tampoco queríacreerleporquemegustabanmismendigos,yexclaméingenuamente:«¡Quéva,aesaedad!».

«Pocaideatieneusted»,afirmó,«porcincuentafrancospuedeteneracualquierade ellos. Enseguida va uno con usted a la vuelta de la esquina». Yo estaba muyindignadoylerepliquéconcalor.«Esonoesasí;esoesimposible».

«Ustednosabecómovanlascosasporaquí»,añadió,«deberíaconocerunpocola vida nocturna enMarrakesh.Yo vivo aquí desde hace tiempo.Cuando vine porprimeravez,yestofuedurantelaguerra,todavíaerasoltero»—echóunafugazperoduramiradaalotrolado,haciasumujer,entradaenaños,quecomosiempreestabasentadaenlacaja—,«…estabayoconunpardeamigosyempezábamosadarnoscuenta de todo esto, cuando fuimos conducidos una vez a cierta casa y, apenasacomodados, ya estábamos rodeados por un buen número de crías desnudas. Sepostrabananuestrospiesyserestregabanportodaspartescontranosotros,ynoeranmayoresquelasdeahífuera,algunasmáspequeñasincluso».

Yomovíincrédulolacabeza.«Nohabíanadaquenosepudieseposeer.Hemosprocuradodarnosbuenaviday

también hemos tenido con cierta frecuencia nuestras diversiones. En una ocasiónhicimosunalocuratremenda;estoselotengoquecontaraustedes.Éramostres;tresamigos. Uno de nosotros fue con una fatma a su habitación» —así llaman losfrancesesdespectivamentea lasmujeresdelpaís—,«quenoerayaningunacría,ylosotrosdosmirábamosatravésdeunagujeroelinteriordelahabitación.Primeronegociólargoratoconella;acordaronelprecioyélleentregóeldinero,quemetióen

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unamesilla de noche junto al lecho. Se apagó la luz y ambos se acostaron juntos.Nosotros lo habíamos visto todo desde fuera. En cuanto estuvo oscuro, uno denosotros sedeslizóal interiorde la alcoba, sigilosamente,y reptóhasta lapequeñamesadenoche.Metiólamanoenelcajóncontodacautelay,mientraslosotrosdosiban a lo suyo, sustrajo el dinero. Se arrastró de nuevo con rapidez y salimoscorriendodeallí.Prontoregresónuestroamigo.Habíaestadodebaldeconlafatma.¡Se pueden ustedes imaginar cómo nos reímos! Esto fue sólo una de nuestraslocuras».

Nos lo podíamos imaginar, pues reía a mandíbula batiente, se partía de risa yabría la boca de oreja a oreja. No podíamos sospechar que tuviese una boca tangrande,yaque jamás lohabíamosvisto así.Secuidaba,por el contrario,de ir concierta dignidad de acá para allá en el restaurante y retiraba los platos de susprivilegiados comensales con decoro y suma reserva, como si le resultase del todoindiferenteloqueseleencargase.Lasrecomendacionesquedabanoeranenabsolutoinoportunasysonabancomosilaspronunciasetansóloparahalagaralcliente.Hoyhabía agotado todas las reservas y mostraba una inequívoca expresión de júbilo.Aquélla debió ser para él una épocamagnífica; y se comportaba de unmodo queapenas recordaba su conducta habitual. Enmedio de su relato se acercó a nuestramesauncamarerobajito.Lodespidióbruscamenteconunencargoconelfindequenooyeseloquenoscontaba.

Nosotros sin embargo, comobuenos anglosajones, nosquedamosdehielo.Misdosamigos,delosqueunoeradeNuevaInglaterra,elotrouninglés,yyo,quevivíadesde hacía quince años entre ellos, compartíamos el mismo sentimiento dedesdeñosa aversión. Éramos también precisamente tres, nos iba demasiado bien, yquizás nos sentíamos de algún modo culpables por los otros tres que con fuerzashermanadas habían escamoteado el sueldo a una pobre nativa. Lo había relatadobrillante y orgullosamente; sólo veía en ello la gracia, pero su entusiasmo cesócuandosonreímoscongestoamargoyasentimosabochornados.

La puerta aún seguía abierta, y los niños fuera impacientes y resignados.Presentíanquemientrasduraseelrelatonoseríanexpulsados.Penséquedeningunamanera podrían entenderlo. El propietario, que había comenzado a hablar con taldesdén hacia ellos, pronto se convirtió en despreciable. Si la difamaba o si, por elcontrario,decía laverdad sobreella, comosuelenhacer lospequeñosmendigos, élestabahundidoprofundamenteconellos;yyodesearíaqueexistiesealgúngénerodecastigoquelehicieseimposibleprescindirdesuapoyo.

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ELASNOLÚBRICO

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Demis paseos nocturnos por las callejas de la ciudad cuidaba regresar por elXemaá El Fná. Era extraordinario deambular por la plaza casi vacía. No quedabaningún acróbata, ni bailarín, ni encantador de serpientes, ni tragafuegos. Unhombrecillo desamparado se agazapaba en el suelo ante una cesta de huevosmuypequeños. A derecha e izquierda suyas no había nada. Lámparas de acetilenoprendíanaquíyallá;laplazaolíaasí.Entienduchasybodegonestodavíaeraposiblever hombres solos que sorbían sopa a cucharadas. Parecían solitarios, como si notuviesen dónde ir. En las esquinas de la plaza se veía gentes durmiendo. Algunostumbados,lamayoríaencuclillas,todosllevabanpuestaslascapuchasdesusabrigossobrelacabeza.Dormíaninmóviles,nadiehabríasospechadoquebajolaschilabas,respirabaalgo.

Unanochevi enmediode la plazaun espeso corrodegentes, iluminadode lamaneramáscaprichosaporlámparasdeacetileno.Todospuestosenpie.Lasoscurassombras sobre rostrosy figuras,unidas a la fría luzque las lámparasvertían sobreellas,lesdabanunaspectolúgubreeinquietante.Oíaelsonidodedosinstrumentostradicionales, además de la voz de un hombre que animaba vivamente a alguien.Cuando estuvemás cerca y encontré unhuecopor el quepodermirar a través delcorro, advertí en el centro a un hombre de pie con un bastón en la mano, queformulabaacuciantespreguntasaunasno.

Elborricoera,detodoslosmiserablesasnosdeestaciudad,elmásmísero.Loshuesoslesobresalían,estabamuertodehambre,supellejoraído,abuenseguroqueyanoeracapazdesoportar lamenorcarga.Sepreguntabaunocómosesostendríatodavía sobre sus patas. El hombre entablaba con él un cómico diálogo. Intentabapersuadirledealgo.Comoeljumentopersistieraensutenacidad,lehacíapreguntas.Y dado que no quería contestar, aquellos hombres alumbrados reían a mandíbulabatiente.Talvezsetratabadeunahistoriaenlaqueelburrojugabaalgúnpapel.Puestras un prolongado parloteo comenzó el triste animal a girar muy lentamente alcompásdelamúsica.Elbastónseblandíacontinuamentesobreél.Elhombrehablabamásrápidoymásaltocadavez,seenfurecíaenaparienciaparamanteneralasnoenmovimiento,perosuspalabrasmesonabancomositambiénélmismoencarnaseunafiguracómica.Lamúsicaseguíayseguía;loshombresnosalíanyadelacarcajadayseconducíancomoantropófagosocomedoresdeasnos.

Permanecísóloporpocoratoyasíesquenopuedodecirloqueocurriódespués.Mihorrorsobrepasómicuriosidad.Hacíatiempoqueteníaalosasnosdeestaciudadclavados en el corazón. Paso a paso tuve oportunidad de comprobar sucomportamiento levantisco, y era, en verdad, harto desvalido. Pero aspecto tanlamentableenunacriaturajamáslohabíatenidodelante;yenmicaminohaciacasaprocuré firmemente, para poder tranquilizarme con ello, que no quedase en mímemoriadeestanoche.

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EldíasiguienteerasábadoybientempranomedirigíalXemaá.Eraunodelosdías más concurridos. Mirones, expositores, cestos y tiendas se superponían,resultabadifícilabrirsecaminoentrelamultitud.Lleguéallugardondeseencontrabaelasnolanocheanterior.Miréynopudedarcréditoamisojos:ahíestabadenuevo.Completamentesolo.Loobservédetenidamente,imposiblenoreconocerlo,eraélsinduda. Su dueño, muy cerca, conversaba apaciblemente con un par de personas.Todavíanosehabíaformadoningúncorroasualrededor.Losmúsicosnoestaban,larepresentación aún no había comenzado. El burro estaba allí al igual que la nocheanterior.Elpellejoparecíabajounsolradianteaúnmásraídoqueporlanoche.Loencontrémásmiserable,másfamélicoymásviejotodavía.

Desúbito,sentíalguienamisespaldasyescuchéunaspalabrasfuertes,peroqueno comprendía, dichas al oído.Me di la vuelta y perdí de vista por un instante alanimal. El hombre que había podido oír, se apretaba estrechamente a mí entre lamultitud;peropareceserquehabíaamenazadoaalgúnotroynoamí.Mevolvídenuevohaciaelasno.

Nosehabíamovidodesusitio,perosinembargonoerayaelmismopollino.Deentresuspatastraseras,sesgado,colgabadeprontounmiembrodescomunal.Parecíamásduroqueelgarrote conelque se lehabíaamenazado lanocheanterior.Enelbreve intervaloenelquemediera lavuelta, sehabíaoperadoenélunaprodigiosatransformación.Nosabíaloquehubierapodidover,oíruolfatear.Tampocoloquelehabríapasadoporsucabeza.Contodo,aesamiserable,viejaydébilcriatura,ahoraapuntodereventar,aúnselaseguíautilizandoparadiálogosinsensatos;selatratabapeor que a un asnodeMarrakesh, cuya exigua existencia eramenor que nada; sincarnes,sinfuerza,sinpellejoadecuado,aúnposeíatantavoluptuosidadensuinteriorparaquesumeraestampameliberasedelefectodesumiseria.Piensoconfrecuenciaenél.Ymerepitoamímismo,cuántoquedabaaúndeélcuandoyoyanadaveía.Deseoparatodoseratormentadosemejantedisposiciónenladesgracia.

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«SCHEHEREZADE»

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Eralapropietariadeunpequeñobarfrancésquesellamaba«Scheherezade»,elúnico local en la Medina que permanecía abierto toda la noche. A veces estabacompletamente vacío, en ocasiones se sentaban en su interior hasta tres o cuatropersonas. Pero aun cuando estaba repleto, amenudo entre las dos y las tres de lamadrugada,podíaescucharsecadapalabraquepronunciaranlosclientesdeallado,yseentrabaenconversaciónconcualquiera.Pueslaestanciaeradiminutayencuantohabíadentroveintepersonassentadasodepie,parecíacomositodoestuvieseapuntodereventar.

Justoaldoblarlaesquinaseencontrabalaplazavacía,elXemaáElFná,distanteapenas diez pasos del bar.No cabe pensar en un contrastemayor.Alrededor de laplazasetumbabansobreelsuelopobresgentesenharaposquedormían.Estabantanatonoconellugar,quedebíaunoestaraltantoparanotropezarconellos.Resultabasospechosoquienaestahora, todavíaestabaenpieydeambulabapor laplaza;erapreferible pecar deprecavido.LaverdaderavidadelXemaáhabía cesadoyahacíaratocuandocomenzabaladelbarecito.Quienaestashorasrondabaparecíaeuropeo.Acudían franceses, americanos, ingleses. También venían árabes; pero siemprecorrectamentevestidosalaeuropeaoquebebían;ysóloestolesconvertíaya,asusojoscuandomenos,engentemodernaoeneuropeos.Lasbebidaseranmuycarasy,en consecuencia, sólo se aventuraban a entrar árabes adinerados. Las gentesharapientas que yacían en la plaza, no tenían nada, o a lo más dos francos en elbolsillo. Los clientes del «Scheherezade» pagaban ciento veinte francos por unacopitade«cognac»,quevaciabanunatrasotra.Enlaplaza,antesdequellegasealsueño,seacostumbrabaunoalamúsicaárabe,losaparatosderadiogemíanchillonesdesdelosdiferenteslocales,quecadacualconsiderabasupropiotecho.Enelbarnohabíamásquemúsicadebaile,peroamortiguada,ytodoelqueentrabaseencontrabaallíagusto.MadameMignonseinteresabaporlosritmosalamoda.Estabaorgullosadesusdiscosy,másomenos,unavezporsemanallegabaallocalconunnuevohit,queacababadecomprar.Lohacíaescucharasusclienteshabitualesysolíavérselainteresadavivamenteporelgustopersonaldesuclientela.

Había nacido en Shanghai, de padre francés y madre china. Tuvo los ojosrasgados,peroselosdejórectificarmedianteunaintervenciónquirúrgicayasí,pocoera lo que quedaba de su carácter chino, aunque en ningún momento encubría lanacionalidadchinadesumadre.Vivióenotrascoloniasfrancesas;antesdellegaraMarruecos pasó algunos años en Duala. Tenía algo que objetar contra todas lasnaciones,y jamásescuché juicios tan ingenuosy rotundoscomo losdeestamujer.Pero no permitía que se censurase a franceses ni a chinos, a la vez que añadíaorgullosa:«Mimadreerachina.Mipadreerafrancés».Asídesatisfechaestabadesímisma y todo eran reparos a su clientela apenas mostraban cualquier otraprocedencia.

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Gané suconfianzaa lo largodeunaconversación, soloconella,unavezenellocal.Cuandomisamigosdelacuadrillacinematográficainglesaolvidaban,alahoradeladespedida,pagarsusrondas,estabayo,porlogeneral,alquite.Detalmodoqueellame tenía por rico; rico en un sentido disimulado, como es frecuente entre losingleses, a quienes se les reconoce raras veces por la indumentaria. No sé quién,quizás por tomar a Madame Mignon por loca, me había hecho pasar por unpsiquiatra.Dadoqueconfrecuenciamesentabaallítranquilamente,sindecirpalabra,asolasconella;mástarde,puestoqueseinformabapormenorizadamentesobresusclientes,decidiódarcréditoaeserumor.Nodesmentínada, inclusomeveníabien;asíellamecontabamáscosas.

EstabacasadaconMonsieurMignon,untipogrande,fuerte,quehabíaservidoenlalegiónextranjerayquelaayudabamuypocoensubar.Cuandonohabíaningúncliente,gustabadedormirapierna suelta sobre losbancosde ladiminutaestancia.Pero en cuanto llegaban clientes que conocía, los conducía al burdel francés deenfrente, denominado «LA RIVIERA», a dos minutos apenas del bar. Pasaba allígustosamenteunpardehoritasyregresaba,porlogeneral,consusclientes.Contabaa su mujer dónde había estado, le informaba sobre las chicas nuevas que habíaencontradoenelburdel,bebíaalgoyalomejorvolvíamástardeconotrosclientesala «Riviera». Era ésta la palabra que en el «Scheherezade» se oía con mayorfrecuencia.

MonsieurMignon teníaunacara redonda,soñolienta,sobrehombrospletóricos.Sonreíacondesganayhablaba,paraserfrancés,sorprendentementedespacioymuypoco.Tambiénlamujersabíaguardarsilencio,poseíasudelicadezapeculiarynosedejabaimportunarconfacilidad.Perounavezhabíaempezadoahablar,difícilmentevolvíaadetenerse.Mientrastanto,élfregabaunpardevasos,dormitabaoibaa«LaRiviera». Madame jamás permitía a su robusto marido echar a la calle clientesborrachoscuandoempezabanaresultardesvergonzados.Porsímismaseencargabade todo esto. El local le pertenecía, y para asuntos peligrosos tenía escondida unaporra de goma tras la barra del bar, allí donde también se apilaban los discos delgramófono.Mostrabaconagradoesaporraa susamigos,a loque jamásdejabadeañadirseunamordazcarcajada,yagregabaasuvez:«Essóloparaamericanos».Lasmayores dificultades las tenía con americanos borrachos y a ellos asimismo ibadirigido, por supuesto, su odio visceral. A sus ojos había dos tipos de bárbaros:nativosyamericanos.

Sumaridonosiempreestuvoenlalegiónextranjera.Undíasesirviódemíasumanera,mediotorpeymedioastuta,ypreguntó:«Ustedesmédico,unmédicoparalocos,¿noescierto?».«¿Porquécreeustedeso?»,preguntésorprendiéndomeamímismo. «Nos lo han dicho. Yo estuve dos años de guardián en un manicomio deParís».«Entoncesentiendeustedalgodetodoesto»,ledije,ysesintióhalagado.Me

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hablódesuprofesión,ydecómoentoncessabíadistinguiryreconocerexactamenteentre los locos, quiénes eran peligrosos y quiénes no. Tenía su propia y sencillaclasificación,segúnlopeligrosoquelehabíaparecidocadaunodeellos.LepreguntéacercadeloslocosenMarrakeshymencionóporsupartealgunoscasosnotorios.Apartirdeaquellanochemeconsideróalgoasícomounaviejaautoridaddelamismaesfera profesional. Nosmirábamos cuando alguien en el local se comportaba algofueradelugar;ydevezencuando,incluso,llegabaaofrecermeun«cognac»gratis.

MadameMignon tenía una amiga, una tan sólo, de lo que sacaba un provechoconsiderable. Se llamaba Ginette y volvía siempre. La mayoría de las veces sesentabaenunodelosaltostaburetesfrentealabarrayesperaba.Erajoventodavíayacicaladaenextremo;elcolordelatezpálido,comoeldequiendesaparecetodalanocheyduermededía.Teníaunosojossaltonesyacadamomentosevolvíahacialapuertadelbar,acasollegasealgúncliente;parecíaentoncesquesusojossepegasenaloscristales.

Ginetteanhelabaquepasaraalgo.TeníaveintidósañoscumplidosyaúnnohabíasalidodeMarruecos.Nacióaquí,depadreinglés,quemarchóaDakarynoseocupómásdeella,ymadreitaliana.Leagradabaoírhablaringlésporquelerecordabaasupadre.Dealoqueéstesededicaba,porquéestuvoenMarruecosymástardemarchóa Dakar, no pude enterarme nunca. Tanto Madame Mignon como ella misma lonombrabanamenudoconorgullo,sinprecisardeltodo,insinuandoapenasquehabíadesaparecido a causa de su hija. Seguramente ambas deseaban que fuese así, puesdadoqueelpadrenosepreocupabadeella,tuvoquehaberverdaderamentealgoparaqueélevitaselaciudaddondeellavivía.Nuncasehablabadelamadre;medabalaimpresióndequeresidíaaúnenMarrakesh,peroporalgonoseestabaorgullosodeella.Quizásfuerapobre,odeprofesiónnoespecialmenterespetable,otalveznoseesperaramuchodelositalianos.GinettesoñabaconunavisitaaInglaterra,porlaquesentíamuchacuriosidad.Perohabríaidoacualquierparte,aItaliaincluso;confiabaqueunpríncipeazul la arrebatasedeMarruecos.Enhoras en lasqueelbar estabavacíoparecíaespecialmenteimpaciente.Ladistanciadesdesuelevadotaburetea lapuerta excedía acaso los tres metros; cada vez, sin embargo, que ésta se abría seechabahaciaatráscomosihubieserecibidoungolpeenlosojos.

Ginettenoestabasola,comomeparecióenunprincipio.Sesentaba juntoaunhombre muy joven de apariencia afeminada, todavía más acicalado que ella; susgrandesojososcurosy el colormorenode la tezdelataban almarroquí. Intimabancomouñaycarneyconfrecuenciallegabanjuntosallocal.Losteníaporunaparejadeenamoradosymecuidédeobservarlosantesdesaberalgosobreellos.Élsiempreparecía recién llegado del casino. No sólo se adaptaba por su atuendo a lascostumbres francesas; amenudo se dejaba acariciar en público porGinette, lo queequivalíaparaunárabealamayorinfamia.Bebíanmucho.Avecesuntercerohacía

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ladoconellos,untipodeunostreintaaños,deaspectomásvirilynotanacicalado.CuandoGinettemedirigióporprimeravez lapalabra—converdadera timidez,

puesmeteníaporuninglés—,estabafrentealabarra,yomesentabaasuderechaysu joven amigo del otro lado. Me preguntó por el desarrollo de la película querodaban mis amigos en Marrakesh. Para ella esto no era en absoluto unacontecimientosinimportancia,y,comoprontopudenotar,habríadadomediavidaporintervenirenelfilm.Respondíamablementeasuspreguntas.MadameMignonsealegrabadequealfinhubiésemosintimadosumejoramigayyo.Charlamosunrato,y entonces me presentó al joven de su izquierda: estaba casada con él. Quedésorprendido;puesanteshabríapensadocualquierotracosa.Vivíanjuntosdesdehaceun año. Los dos unidos daban a uno la impresión de hallarse todavía en viaje debodas.Sinembargo,cuandoGinettesesentabaallísinél,mirabaanhelantehacialapuerta, y entoncesdeningúnmodoera a sumaridoaquiendeseabaver entrar.Lepreguntéentrebromasdiscretasporsuformadevidayaverigüéqueibandelbaracasa hacia las tres de la madrugada para cenar. Alrededor de las cinco de lamadrugadaseacostabanydormíanhastabienavanzadoelmediodía.

Le pregunté en qué trabajaba sumarido. «En nada», respondió ella, «para esotiene a su padre». Madame Mignon, que escuchaba la conversación, sonriósocarronamente ante semejante información. El jovenmoreno y amanerado sonriótímidamente,perodetalformaquemostrómuchosushermososdientes.Suvanidadlo eclipsaba todo, incluso la disyuntivamás penosa. Nos invitamosmutuamente abebery entramos en conversación.Notéque era tan afectado comoaparentaba.Lepregunté cuánto tiempo había vivido en Francia; parecía tan del todo francés.«Ninguno»,dijo.«JamáshesalidodeMarruecos».SilegustaríairaParís—repetí—.No,noteníaningunailusiónenello.SiacasoaInglaterra.—No,rotundamenteno—.Sileagradaríairacualquierotrolugar.—No—.Atodorespondíacondesgana,comosicareciesededeseos.Intuíqueahídebíahaberalgomásdeloquenohablaba,algoqueleatabaaestelugar.Ginettenopodíaser,yaqueelladabaclaramenteaentenderqueestaríamejorencualquierotraparte.

Lapareja,deaparienciatancomúnycorriente,medejóintrigado.Losveíacadanocheenelbarecito.Sóloseinteresabanporunacosa:ademásdeporlosextranjerosque frecuentaban el local, por los discos de Madame Mignon. Exteriorizaban supredilecciónpordeterminadascanciones,algunas lasencontrabantanhermosasquesepodíanescucharseisvecesseguidas.Entonceslesprendíaelritmoenlaspiernasysearrancabanabailarenelexiguoespacioentrelabarraylapuerta.Apretabantantosus cuerpos entre sí que resultaba algo embarazoso mirarlos. Ginette sentíasatisfacción por esta intimísima modalidad de baile; el espectador, en cambio, seirritabaconelmarido:«Conélesespantoso.Noquierebailardeotromodo.Selohedichodemilformas.Dicequenosabedeotramanera».Empezabaentonceselbaile

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siguientey,unavezalcanzadoesemismopunto,cuidabannodesaprovecharunasolavuelta de gramófono. Me imaginaba a Ginette en otro país, cualquiera al que setrasladase,ycómollevaríaexactamentelamismavida,conlamismagente,almismoritmo,ylaveíaenLondresbailandoalsondelosmismosdiscos.

Unanoche,cuandotodavíaestabasoloenelbar,mepreguntóMadameMignoncómomecaíaGinette.Yosabíalapartequeleibaenello,ydije:«Tieneuncarácteragradable».

«¡Yanoselareconoce!»dijoMadameMignon.«¡Sisupieseloquehacambiadoenesteaño!¡Esdesdichada,lapobre!Nodebíahabersecasadoconél.Estosnativossontodosmalosmaridos.Supadreesrico,debuenafamilia,esoescierto;perolehadesheredadoporcasarseconGinette.Yelpadredeellanoquieresabernadadesuhijaporhabersecasadoconunárabe.Ahoraningunodelosdostienennada».

«¿Cómovivenentoncessiélnotrabajaysupadrenoledanada?».«¿Nolosabeusted?¿Nosabequiénessuamigo?».«No,¿cómopuedosaberlo?».«Siustedlohavistoaquísentadoconellos.SuamigoesunhijodelGlaoui.Yél

essuprotegido.Todoestoyaduraalgúntiempo.AhoraelGlaouiestáenojadoconsuhijo.No tiene nada en contra de lasmujeres. Esmás, quiere que sus hijos tenganmujeres,tantascomodeseen.Peroesascosasconloshombresnoleagradan.Haráunpardedíashadesterradoasuhijo».

«¿YdeesohavividoelmaridodeGinette?».«Sí. Y de ella también. La obliga a acostarse con árabes ricos. Hay uno en

particular,enelpalaciodelhijodelGlaoui,quedeseaaGinette.Yanoesjoven,perosírico.Ella,alprincipio,noloquería,perosumaridolaindujoaello.Ahorasehaacostumbradoaél.Amenudoseacuestanlostresjuntos.Sumaridolepegacuandono quiere. Pero en los últimos tiempos esto sólo ocurre con otros, pues él esmuyceloso.Sóloladejaacostarseconaquelloshombresquepaguen.Montasusescenasde celos cuando a ella le gusta alguno en particular. Le pega cuando alguno no legustaytambiéncuandonolodeseapordinero;ylepegaasimismocuandolegustauno tanto que desearía acostarse con él sin cobrar. Por eso es tan desdichada. Lapobreniñanopuedehacerloquequiere.Esperaaunhombrequeselallevedeaquí.Quisieradesearlequesefuese;medapena.Sinembargo,almismotiempo,aquíesmiúnicaamiga.Siseva,notengoanadie».

«¿DiceustedqueelGlaouiestáfuriosoconsuhijo?».«Sí,lohadesterradoporunatemporada.Confíaenqueolvidaráasuamante.Pero

élnoloolvidarájamás.¡Estántanunidos…!».«¿YelamigodeGinette?».«Tambiénélhapartido.Teníaquehacerlo;puespertenecealséquitodelhijodel

Glaoui».

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«¿Asípues,ambossehanido?».«Sí.Yestosuponeundurogolpeparaella.Ahoranotieneniuncéntimo.Tienen

que vivir a base de deudas; y eso no durará mucho. El Glaoui ya ha intentadosepararlosunpardeveces.Peroelhijo siempre regresa.Nopuede soportarlo, a lalargano resiste sinelmaridodeGinette.Unassemanasa losumoyestádenuevoaquí,ysupadretransige».

«Enesecasotodoirábiendenuevo».«Ay,sí;todoempezarádenuevo,nosetratadenadaserio.Poresarazónélestá

unpoquitoenfadadoconella,ynadamás.Entretantoélintentaencontraraalguien;poresohablóconusted.Sedicequeustedesmuyrico.Pensóalprincipiosóloensímismo,peroyolehedichoquedeesonada.Ustedmeresultademasiadobuenoparauntipoasí.¿LegustaGinette?».

Sólo ahora comenzaba a comprender quemi presunta riquezamehabía jugadounamalapasada.Contodo,enunpuntoMadameMignonobrabainjustamente.

«Habríaquesacarladeaquí»,opinó.«NoledéniuncéntimoporGinette.Sevacomoviene,ylapobrechicaestáindefensa.Conesehombrenopodráahorrarnadaparasí.Seloquitatodo.Márcheseusted,sencillamente,conella.Mehadichoqueleacompañarásiusted lodesea.Élnopuedesalir;pertenece,endefinitiva,alséquitodelhijodelGlaouiynopuededesaparecertanfácilmente.Norecibiríaelpasaporte.¡Lachicamedatantapena…!Selavepeordíaadía.Deberíahaberlaconocidohaceunaño;¡quésaludableseveía!,comounbrotederosa.Es,alfinyalcabo,inglesa.Porsupuesto,comosupadre.Poresoestanencantadora.Pareceincreíble.¿Lahabríatomadoustedporunainglesa?».

«No», convine. «O tal vez sí. Quizás, por su delicadeza, la habría tomado poringlesa».

«¿No es cierto?», dijo Madame Mignon. «Tiene algo de delicado. Como unainglesa;enefecto.Amí,personalmente,nomegustan los ingleses.Sondemasiadoflemáticos. ¡Mire a sus amigos! Ahí se dejan caer siete, ocho personas toda unanoche,horasyhoras,ynoseoyeunsoloruido.Esomeinquieta.Nuncasesabesinoseocultaráalgúnperversocriminalentreellos.Perocomparadosconlosamericanos,ésossíquenomegustannada.Vayabárbaros.¿Havistoustedmiporradegoma?».Lasacódedetrásdelmostradorylaagitóunpardevecesdearribaaabajo.«Éstalaguardosóloparalosamericanos.Mehaservidoyaenmuchasocasiones;¡selopuedoasegurar!».

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ELINVISIBLE

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Paseaba,alocasodelatarde,porlaplazamayordelcentrodelaciudad,yloqueallí buscaba no era su vistosidad y su viveza, con ellas ya contaba, buscaba unpequeñobultomarrónenelsueloquenosólosereducíaaunavoz,sinoaunsonidoúnico.Eraunprofundo, prolongado«a - a - a - a - a - a - a - a».Nidisminuíaniaumentaba,perojamáscesabayentodomomentoeraperceptiblesobrelosmilesdeclamoresyvoceríode laplaza.EraelsonidomáspersistentedelXemaáElFná,elquealolargodetodaunanoche,ynochetrasnoche,permanecíaigual.

Lo oía ya desde la lejanía. Cierta desazón, a la que no era capaz de dar unainterpretacióncorrecta,mellevabaallí.Habíapaseadoporlaplazaentodaocasión;tantascosasmeatraíanenellaquejamásdudénovolveraencontrarelbultoaquélcon todocuanto leerapropio.Sóloporesavoz,quehabíavenidoa reducirseaunsonidoúnico,sentíaciertotemor.Seencontrabaenlafronteradelovivo;lavidaquegenerabanoconsistíaenotracosamásqueenesesonido.Pormiparte,escuchabaansioso y amedrentado y para entonces alcanzaba un punto preciso enmi camino,justoelmismositio,dondedesúbitooíaalgoasícomoelzumbidodeuninsecto:«a-a-a-a-a-a-a-a».

Sentía cómouna calma inaprensible se expandía a lo largo demi cuerpo, y entantomipasohabíasidohastaelmomentoalgolentoeinseguro,avanzabaahora,derepente, con resolución, derecho hacia el sonido. Yo sabía de dónde provenía.Conocíaelhatillomarrónenel suelo,delquenohabíavistomásqueunoscuroytoscopedazodetela.Jamásvilabocadelaqueproveníael«a-a-a-a-a-a-a-a»; jamás el ojo, jamás lasmejillas; ni una solapartedel rostro.Nohabríapodidoafirmarsieserostroeraeldeunciegoosiveía,porelcontrario.Lasuciatelamarrónera como una capucha totalmente calada que lo cubría todo. La criatura—algunahabía de ser— se acurrucaba en el suelo y curvaba la espalda bajo la tela. Pocacriaturahabíaallí;parecía ligeraydébil,yesoera todocuantosepodíaconjeturar.No supe lo grande que era, pues jamás la vi de pie. Lo que había en el suelo semantenía tan agazapado que aun tropezando involuntariamente con él no habríacesado por ello el sonido. Nunca lo vi venir, jamás lo vi partir; no sabía si eratransportadoydepositadoallíosicaminabaporsuspropiaspiernas.

Ellugarquehabíaescogidonoestabaenabsolutoresguardado.Eralapartemásabierta de la plaza, de un incesante ir y venir en torno almontoncillomarrón. Enatardeceresconcurridosseesfumabaentrelaspiernasdelagente,yaunqueyosabíacon exactitud dónde estaba, y oía continuamente su voz, me costaba trabajoencontrarlo. Pero entonces la multitud se dispersaba y el bulto permanecía en sulugar, como si a su alrededor, a lo largo y a lo ancho la plaza estuviese ya vacía.Entoncesquedabaenlaoscuridadcomounaviejaymugrienta,abandonada,prendadevestir de la que alguienquería desprenderse y hubiese dejado caer a hurtadillasentre la multitud para no llamar la atención. Pero ahora ya había desaparecido la

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genteyallíquedabasoloelbulto.Noesperéaqueselevantaseporsímismoofueserecogido. Me perdí en la oscuridad con una ahogada sensación de impotencia yorgulloasuvez.

Laimpotenciameerapropia:Sabíaquejamástrataríadehaceralgoporllegaralfondodel enigma.Sentía horror ante supresencia; ypuestoqueno sabíaotorgarleotrarealidad, lodejabareposarallísobreelsuelo.Cuandomeaproximaba,cuidabadenotropezarconél,comosiacasopudiesedañarlooponerloenpeligro.Allíestabatodas las noches; y cada noche se paraba mi corazón apenas escuchaba por vezprimeraelsonido,ydenuevoseparalizabacuandodivisabaelbulto.Sucaminodeidayvueltameresultabamássagradoaúnqueelmíopropio.Jamásleseguíelrastroynosédóndeseperdíaelrestodelanocheydelamañanasiguiente.Setratabadealgoexcepcional,yquizásseteníaasímismoportal.Avecescaíaenlatentacióndetocarconundedomuysuavementelacapuchamarrón—estolonotaríasinduda—,yquizás poseyese un segundo sonido con el que responder. Pero esta aspiración sedesvanecíarápidamenteenmiimpotencia.

Dijequeenmihuidatodavíameasaltabaotrosentimiento:elorgullo.Mesentíaorgullosodelfardoporquevivía.Loquepensasemientrasrespirabaprofundamentehundido entre los demás, jamás lo podré saber. El significado de su salmodia meresultaba tan oscuro como su entera presencia. Pero vivía, y cada día, a su horaprecisa,estabadenuevoallí. Jamásviquerecogiese lasmonedasque learrojaban;poco era lo que se le echaba; nunca habíamás de dos o tresmonedas.Quizás nohubiese llegado a tanta miseria como para tener que recogerlas. Tal vez no teníalenguaparapronunciarla«l»de«Alá»,yelnombredeDiosloreducíaaun«a-a-a- a - a - a - a - a».Perovivía sin embargo, y conun celoyuna tenacidad sinparrepetíasuúnicoacento;yasídurantehorasyhoras,hastaqueseconvertíaenelúnicosonidodetodalaanchaplaza,enclamorqueacallabatodaslasotrasvoces.

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ELIASCANETTI.Rustschuk(Bulgaria),25dejuliode1905,Zúrich(Suiza),14deagostode1994.Nacido en el senodeuna familiade comerciantesdeorigen judíosefardí,quecuandoélteníaseisaños,marchóaManchester,enInglaterra.

Tresañosdespués,traslamuertedesupadre,setrasladaronaViena.Fueenviadoa estudiar a Zúrich y Frankfurt, y tras su vuelta a Viena, se licenció en CienciasQuímicas, doctorándose más tarde, si bien nunca ejerció por preocuparle más lafilosofíaylaliteratura.

En 1938, huyendo de la persecución nazi, marchó a París, y a continuación aInglaterra, en donde residiría varios años, adquiriendo la nacionalidad británica, ydesarrollandolamayorpartedesuobra.AñosmástardefijaríaresidenciaenZúrich,endondeviviríaaisladodelmundoexteriorhastasumuerte.

Enelaño1981,obtuvoelPremioNobeldeLiteratura.

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