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1 UNIVERSIDAD CENTRAL DE LAS VILLAS FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES CARRERA DE ESTUDIOS SOCIOCULTURALES TRABAJO DE DIPLOMA TÍTULO Roberto Fernández Retamar y los estudios postoccidentales en América Latina AUTORA Yuliana Denis Pino 5to año. Estudios Socioculturales TUTORA Dra. Marilys Marrero Fernández. CURSO 2007-08

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UNIVERSIDAD CENTRAL DE LAS VILLAS FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES

CARRERA DE ESTUDIOS SOCIOCULTURALES

TRABAJO DE DIPLOMA

TTÍÍTTUULLOO

Roberto Fernández Retamar y los estudios postoccidentales en

América Latina

AUTORA Yuliana Denis Pino 5to año. Estudios Socioculturales

TUTORA Dra. Marilys Marrero Fernández.

CURSO 2007-08

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“Todavía, con toda precisión, no tenemos siquiera un

nombre, estamos prácticamente sin bautizar: que si latinoamericanos, que si iberoamericanos, que si

indoamericanos. Para los imperialistas no somos más que pueblos despreciados y despreciables. Al menos lo éramos.

Desde Girón empezaron a pensar un poco diferente. Desprecio racial.

Ser criollo, ser mestizo, ser negro, ser, sencillamente, latinoamericanos, es para ellos desprecio”

Fidel Castro Ruz

(19 de abril, 1971)

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RESUMEN

En la sociedad contemporánea, específicamente en el contexto de la América

Latina, se va haciendo cada vez más común encontrarnos con escritores,

pensadores (intelectuales en general) que dedican con marcado interés e

importancia dentro de su obra, espacios para temas referentes a los estudios

sobre el ámbito cultural latinoamericano, el cual se ha visto amenazado y de

alguna manera ha sido víctima indistintamente, de las políticas culturales

imperiales, anti-americanistas, reflejado en sus estudios teóricos.

Este interés de acreditar la existencia de una auténtica cultura latinoamericana,

pudiera estar fundado en gran medida por la situación actual que está viviendo

la América Latina, donde los procesos integracionistas tienen dentro de sus

principales objetivos la de salvaguardar la identidad cultural de los pueblos

latinoamericanos, pues al decir de Roberto Fernández Retamar, poner en duda

nuestra cultura es poner en duda nuestra propia existencia, nuestra realidad

humana misma.

De ahí la importancia del estudio de su legado –con especial interés dentro del

contexto de las ciencias sociales– como antecedentes indiscutibles para los

estudios culturales desde América Latina, los cuales ocupan además un

determinante espacio dentro la ensayística de uno de una de las figuras

intelectuales más prominentes en nuestra historia revolucionaria y en nuestro

presente, Roberto Fernández Retamar.

En la actualidad, Roberto Fernández Retamar es una de las figuras a la cual el

ejercicio de pensamiento, su profundidad, su coherencia y su sentido de la

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pertenencia revolucionaria le han llevado a formar parte del Consejo de Estado

de la República de Cuba.

Por esta y muchas razones es que resulta necesario detenerse en su

ensayística dentro del marco de esta investigación, tomando como centro su

obra Todo Calibán, puesto que constituye un texto paradigmático por sus

reflexiones sobre Latinoamérica y su evolución a partir del concepto-metáfora

que propone para identificarla, así como por su trascendencia misma, luego de

la discusión de las diversas propuestas teóricas para los estudios culturales en

América Latina.

Entre los principales objetivos de la tesis se encuentran: exponer las diferentes

propuestas teóricas contemporáneas de los estudios culturales para América

Latina y valorar la significación del concepto-metáfora “Caliban” como

antecedente de los estudios socioculturales latinoamericanos desde una visión

postoccidental. La tesis está estructurada en dos capítulos: el primero contiene

una reseña de las principales propuestas teóricas de diferentes críticos sobre los

estudios culturales contemporáneos desde América Latina; el segundo se centra

en el estudio del texto de Roberto Fernández Retamar, Todo Caliban, con el

propósito de exponer sus reflexiones sobre la importancia del concepto-metáfora

Caliban desde un enfoque postoccidental como discurso de resistencia frente a

los enfoques occidentalistas y coloniales para América Latina.

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INDICE

Introducción/ 6-13 Capítulo 1 Reseña de las principales propuestas teórica para los estudios culturales desde América Latina/ 14-39

1.1 Latinoamérica y Latinoamericanismo

1.2 Identidad y postmodernidad en América Latina

1.2.1 La postmodernidad desde Latinoamérica según la crítica

1.3. Postcolonialismo y postoccidentalismo: una visión desde América

Latina

1.4 Los estudios culturales desde América Latina como escenario de estudio

para las Ciencias Sociales

Capítulo 2 Significación de Caliban de Roberto Fernández Retamar para los estudios latinoamericanos/ 40-73

2.1 Roberto Fernández Retamar: un intelectual comprometido.

2.1.2 Cronología de su obra 2.2 Caliban como metáfora de resistencia anticolonial para Latinoamérica

2.3 José Martí: fundamento necesario para la creación de Caliban

2.4 Caliban y los nexos con la historia de América Latina

2.5 Caliban en la hora actual de América Latina

2.6 Intelectuales opinan sobre los aportes de Fernández Retamar al

pensamiento latinoamericanista

Conclusiones/ 74

Recomendaciones / 76

Bibliografía / 77

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INTRODUCCIÓN

En la sociedad contemporánea, específicamente en el contexto de la América

Latina, se va haciendo cada vez más común encontrarnos con escritores,

pensadores (intelectuales en general) que dedican con marcado interés e

importancia dentro de su obra, espacios para temas referentes a los estudios

sobre el ámbito cultural latinoamericano, el cual se ha visto amenazado y de

alguna manera ha sido víctima indistintamente de las políticas culturales

imperiales, anti-americanistas, reflejado en sus estudios teóricos.

Este interés de acreditar la existencia de una auténtica cultura latinoamericana,

pudiera estar fundado en gran medida por la situación actual que está viviendo

la América Latina, donde los procesos integracionistas tienen dentro de sus

principales objetivos la de salvaguardar la identidad cultural de los pueblos

latinoamericanos, pues al decir de Roberto Fernández Retamar: “poner en duda

nuestra cultura es poner en duda nuestra propia existencia, nuestra realidad

humana misma, y por tanto estar dispuestos a tomar partido en favor de nuestra

irremediable condición colonial, ya que se sospecha que no seríamos sino eco

desfigurado de lo que sucede en otra parte” (Fernández Retamar, 2006 :11).

En el mundo actual, recurrir a próceres como Simón Bolívar, José Martí, Che

Guevara y otros muchos para reconsiderar las bases del proyecto unitario y de

emancipación de América Latina, que aún tiene pendiente su total liberación y la

formulación de un modelo de desarrollo autóctono que le permita preservarse a

si misma, ofrece mejores posibilidades de vida a todos sus habitantes.

De ahí la importancia del estudio de sus legados, –con especial interés dentro

del contexto de las ciencias sociales– como antecedentes indiscutibles para los

estudios postoccidentales en América Latina; los cuales ocupan además un

determinante espacio dentro la ensayística de uno de una de las figuras

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intelectuales más prominentes en nuestra historia revolucionaria reciente y en

nuestro presente, Roberto Fernández Retamar(1930).

Objeto de estudio: La obra ensayística de Roberto Fernández Retamar sobre

Caliban.

A Retamar se le conoce comúnmente como poeta, además de ser investigador,

ensayista, profesor universitario y presidente de la Casa de las Américas no solo

por ser una institución emblemática sino porque a ella ha estado ligado, desde

su fundación misma, su aliento creador que lo vincula para siempre a ese

genuino monumento cultural de nuestra América.

Por su parte es necesario señalar que el aula universitaria fue y es para Retamar

una de sus grandes devociones, y posiblemente haya contribuido mucho a que

el alma del poeta cristalizara paralela a la necesidad de exteriorizar en la

ensayística los frutos de la razón crítica.

En la actualidad, Roberto Fernández Retamar es una de las figuras a la cual el

ejercicio de pensamiento, su profundidad, su coherencia y su sentido de la

pertenencia revolucionaria le han llevado ser uno de los intelectuales de

referencia en los estudios culturales latinoamericanos. Al decir de Beatriz Pastor,

ha sentado las bases para la constitución de una teoría de la literatura

latinoamericana iniciando el proceso revolucionario de los estudios literarios en

América Latina.

Profundo estudioso e investigador de la obra martiana, es autor de una extensa

bibliografía sobre el Héroe Nacional de Cuba, y ha sido galardonado con

importantes distinciones nacionales e internacionales. Por otra parte, dedica

horas de su existencia al ejercicio de la pluma, construye con celo, número a

número, una revista emblemática de ideas y de creación literaria casi tan antigua

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como la Casa misma, y mueve los hilos conductores que permiten que la

institución mantenga la vitalidad de sus orígenes.

Estas peculiaridades de Retamar, a veces ocultas, lo convierten en un intelectual

de gran altura ante innumerables personalidades de las letras y las artes de

nuestro continente, pues es indudablemente una de las personalidades más

destacadas e influyentes de la identidad latinoamericana. Por esta y muchas

otras razones es entonces que resulta necesario detenerse en su ensayística

dentro del marco de esta investigación, tomando como centro el estudio de su

obra del 2006 Todo Calibán, puesto que constituye un texto paradigmático por

sus reflexiones sobre Latinoamérica y su evolución a partir del concepto-

metáfora que propone para identificarla, así como por su trascendencia misma,

luego de la discusión de las diversas propuestas teóricas para los estudios

culturales en América Latina desde una visión postoccidental.

La constitución de los Estudios Latinoamericanos – y de “lo latinoamericano”

como objeto de estudio– está vinculado a la problemática de la subalternidad,

que según John Beverley, “emerge a través, o en las intersecciones, de un

amplio rango de disciplinas académicas y de posiciones sociales”(Beverley 1995

:285), haciendo converger así el Latinoamericanismo y los estudios culturales

alrededor de temas, tales como: las relaciones entre el poder metropolitano-

occidental y formaciones periféricas; las dinámicas de resistencia cultural que

oponen las identidades no hegemónicas a los códigos sociales dominantes; la

reconversión de lo popular y de lo nacional bajo el efecto globalizador de las

comunicaciones de masas.

Puede afirmarse que los Estudios Culturales y los Estudios Latinoamericanos

comparten el proyecto de mezclar -colaborativamente- transdisciplinariedad y

transculturalidad, para responder a las categorías entre lo dominante y lo

subalterno, lo culto y lo popular, lo central y lo periférico, lo global y lo local;

deslizamientos que recorren las territorialidades geopolíticas, los símbolos

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identitarios, las representaciones sexuales y las clasificaciones sociales. Estos

imbricados contrastes de categorías alteraron la relación dicotómica entre lo uno

y lo otro, lo idéntico y lo diferente, lo propio y lo ajeno, lo colonizador y lo

colonizado, que antes fundaba la conciencia oposicional −contestaria− de

América Latina. Para Walter Mignolo, "post-occidentalismo" sería la palabra

clave para articular el discurso de descolonización intelectual desde los legados

del pensamiento en Latinoamérica (Mignolo, 1998, pdf).

Hacia finales de los años ochenta, el debate sobre la postmodernidad generó en

América Latina una gama bastante amplia de reacciones: desde los más

entusiastas defensores del capitalismo y el "final de las utopías", pasando por

los espíritus moderados, que veían allí la posibilidad de revitalizar la compresión

crítica de viejos problemas, hasta los detractores más acérrimos, que no

dudaban en calificar lo "postmoderno" como una nueva maniobra de penetración

imperialista. Una década después, se observa una reacción muy parecida de la

intelectualidad latinoamericana frente a dos de los debates que agitan el mundo

académico de los noventa: la globalización y la postoccidentalidad.

No resulta difícil comprender el por qué de la energía y pasión con que muchos

teóricos(cas) latinoamericanos participan en tales discusiones: es la necesidad

de asumir la defensa de la autenticidad y de lo genuino de las expresiones

culturales de "América Latina" en un momento histórico en el que las

pertenencias culturales de carácter nacional o tradicional parecieran ser

relevadas (o, por lo menos, empujadas hacia los márgenes) por identidades

orientadas hacia valores transnacionales y postradicionales, propias de la

globalización neoliberal.

Apenas comenzando el siglo XX, el pensador uruguayo José Enrique Rodó

escribió un ensayo destinado a influenciar notablemente las representaciones

sobre América Latina y los Estados Unidos manejadas por gran parte de la

intelectualidad durante todo el siglo. Pero en los umbrales del siglo XXI, el

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fenómeno de la globalización creó nuevas formas culturales que obligan a

revisar las representaciones de nuestra cultura. Algunos intelectuales formulan

las siguientes interrogantes: ¿La "globalización", acaso no es ésta una palabra

de moda pero vacía de contenidos, como lo fue también la expresión

"postmodernidad"? ¿A nombre de qué o de quién se expresa que la

"globalización" exige un cambio radical de las representaciones culturales que

Latinoamérica ha generado sobre sí misma? ¿No estaremos frente a una nueva

estrategia ideológica proveniente de los países imperialistas, en su afán de

legitimar un orden económico internacional que les conviene?(Castro- Gómez,

1998).

A pesar de que tales objeciones pudieran tener alguna fuerza, otros críticos

piensan que la situación no es tan simple y que, pese a su carácter un tanto

nebuloso y caleidoscópico, la palabra "globalización" sí está refiriéndose a

procesos muy complejos de orden planetario que generan transformaciones no

sólo cuantitativas en el ámbito de la economía y de la racionalización técnica-

institucional, sino también cualitativas en el ámbito de la reproducción cultural;

estos cambios desencadenan un profundo debate en torno al

latinoamericanismo, es decir, en torno a las categorías histórico-culturales con

las que se ha pensado Latinoamérica desde el siglo XIX.

Los estudios culturales desde América Latina han mostrado convincentemente

que la globalización no es algo que ocurre "fuera" de nosotros y nos "aliena" de

alguna supuesta esencia ideológica, personal o cultural (cf. Martín-Barbero

1989; García Canclini 1995). En las condiciones creadas por la globalización,

cada vez son más las personas en todas las localidades que se ven obligadas a

vivir en una situación institucionalizada de riesgo y, por tanto, a ejercer

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protagonismo sobre su propia vida a nivel cognitivo, hermenéutico y estético,

como bien lo muestra la sociología de la cultura contemporánea.1

Estos argumentos cobran mayor valor a la hora de pensar quiénes somos los

latinoamericanos hoy en día, en tiempos de la globalización, lo que haría de la

interrogante en cuestión un interesante tema de estudio fundamentalmente

desde la visión de las ciencias sociales y humanísticas. Es por ello la necesidad

de repensar e incorporar dentro de las disciplinas en las universidades cubanas

un espacio importante para los estudios culturales latinoamericanos, los cuales

hasta el momento no han adquirido el reconocimiento y el tratamiento que

indudablemente se merecen. Todos estos elementos teóricos conducen a la

formulación del siguiente problema científico: ¿Cómo fundamentar la

significación para los estudios latinoamericanos del concepto-metáfora “Caliban”,

de Roberto Fernández Retamar, desde un enfoque postoccidental?

Objetivo general:

Analizar el concepto-metáfora Caliban de Roberto Fernández Retamar como

expresión de resistencia cultural desde una visión postoccidental.

Objetivos específicos:

1. Exponer las diferentes propuestas teóricas contemporáneas de los

estudios latinoamericanos con énfasis en las postoccidentales.

2. Valorar la significación del concepto-metáfora Caliban de Roberto

Fernández Retamar como antecedente de los estudios socioculturales

latinoamericanos desde una visión postoccidental.

1 Beck 1986; Baumann 1992; Luhmann 1993; Lash / Urry 1994; Schulze 1995.

Cfr, Castro-Gómez, Santiago, ed. cit.

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Hipótesis:

El concepto-metáfora Caliban, constituye un símbolo de resistencia anticolonial

de la cultura latinoamericana frente a las teorías colonialistas del discurso

occidental, como evidente estrategia discursiva de la cultura desde una visión

postoccidental en la ensayística del intelectual cubano Roberto Fernández

Retamar.

Tareas científicas:

1. Búsqueda y análisis de la bibliografía actualizada sobre los estudios

socioculturales en América Latina.

2. Lectura y análisis del texto Todo Caliban de Roberto Fernández Retamar.

3. Resumen de las ideas esenciales de los textos que den respuesta a los

objetivos.

Aporte fundamental:

Para un consecuente análisis del desarrollo de los estudios culturales desde

América Latina, es necesario retomar las tesis de Walter Mignolo y de otros

estudiosos del tema para fundamentar la validez actuales de estas teorías frente

a estudios tradiciones de carácter colonial; basados en estas teorías la

demostración de la tesis del carácter precursor de la obra del prestigioso

intelectual cubano, Roberto Fernández Retamar con sus propuestas de Caliban

han sido nuestro principal objetivo en el estudio que se presenta, el cual no ha

sido demostrado por los estudios críticos.

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Métodos de la investigación:

Han sido empleados los siguientes métodos de las ciencias: métodos del nivel

teórico: histórico-lógico, aplicado a las relaciones entre los aspectos de carácter

teórico sobre los estudios culturales `postcoloniales y los textos de Retamar

contenidos en Todo Caliban; los métodos analítico-sintéticos, inductivo-

deductivos, para discutir, analizar y valorar las categorías a partir de

argumentaciones, generalizaciones y el procesamiento de las referencias

científicas. Métodos del nivel empírico, relacionados con los análisis del aparato

crítico de la investigación y la selección de los textos incluidos en la bibliografía,

fundamentalmente aquellos vinculados con el objeto de estudio de la tesis.

Estructura de la tesis:

La tesis está estructurada en dos capítulos: el primero contiene una reseña de

las principales propuestas teóricas de diferentes críticos sobre los estudios

culturales contemporáneos desde América Latina; el segundo se centra en el

estudio del texto de Roberto Fernández Retamar, Todo Caliban, con el propósito

de exponer sus reflexiones sobre la importancia del concepto-metáfora Caliban

desde un enfoque postoccidental como discurso de resistencia frente a los

enfoques coloniales para América Latina.

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CAPÍTULO 1

Reseña de las principales propuestas teórica para los estudios culturales desde América Latina

Los Estudios Culturales debaten las problemáticas que le dan mayor vitalidad

crítica a las redefiniciones del saber académico, desde diversas zonas

geográficas aunque nuestro centro de atención se sitúa desde América Latina.

En opinión del crítico Walter Mignolo, (Mignolo, 1998) quienes encarnan estas

figuras de la otredad en su condición material de sujetos distintos y distantes de

los centros de autoridad y control discursivos, resienten los Estudios Culturales

como un meta-discurso globalizador avalado por una red de propuestas

metropolitanas que reinstitucionaliza —por conducto académico— varias nuevas

formas de dominio internacional. En este capítulo se pretende ofrecer un

acercamiento a algunas de las principales propuestas teóricas para los Estudios

Culturales latinoamericanos, teniendo en cuenta la importancia que adquieren

los mismos ante la necesidad de comprender y alcanzar el verdadero

reconocimiento de la autenticidad latinoamericana en el contexto global actual.

Es por ello que entre dichas teorías se examinan en este capítulo las siguientes

temáticas:

1.2 Latinoamérica y latinoamericanismo.

1.2. Identidad y postmodernidad en América Latina.

1.3. Poscolonialismo y postoccidentalismo: una visión desde América Latina.

1.1 Latinoamérica y latinoamericanismo

Según la crítica consultada, (Castro-Gómez, 1998), no es posible una teoría

latinoamericana que se piense independiente de la categoría de subalternidad

periférica, latinoamericanismo, postcolonialidad y postoccidentalidad, la que

modula el pensamiento latinoamericano, aceptada hoy en su acepción

15

postcolonial por el programa de los Estudios Culturales y del

Latinoamericanismo. Por ello Nelly Richard (Richard, 1998) en “Insertando

Latinoamérica con el latinoamericanismo: discurso académico y crítica cultural”,

proclama que es necesario pensar en la complejidad de las fuerzas que

tensionan el escenario académico-cultural de "lo latinoamericano" al transitar por

el diagrama teórico (alteridad, marginalidad, subalternidad) que elaboran los

Estudios Culturales en su disputa con los saberes jerárquicos, aunque dicha

elaboración lleve contradictoriamente el sello de la academia metropolitana. En

opinión de Castro Gómez, el Latinoamericanismo lleva a “lo latinoamericano" a

desplazarse hoy por un ambiguo mapa de localidades entre centro (la academia

metropolitana) y periferia: los bordes de conflictiva diseminación del

conocimiento global elaborado sobre América Latina. Las ambigüedades y

contradicciones de ese mapa exigen repensar que para cada uno de nosotros, el

acto de asumir determinada teoría insertos en un determinado enfoque

sociocultural mediante códigos, obliga a adoptar un lugar en el discurso

anticolonial.

Se plantea así que la postmodernidad ha contribuido a liberar los acordes

discordantes de varios márgenes y periferias, y que la reivindicación modernista

de una multiplicación de otredades (étnicas, sociales, genérico-sexuales) ha

presionado contra las fronteras de la institución cultural, obligándola a incluir

voces hasta ahora desvalorizadas por la dominante occidental-metropolitana.

Esta proliferación de márgenes ha creado múltiples interrupciones y

discontinuidades en la superficie de representación del poder cultural que

disgregaron la imagen del Centro y ya no es concebida como absoluto punto de

dominio y control homogéneos. Para esta teoría la nueva fragmentación y

disgregación del trazado de autoridad metropolitano ha modificado el esquema

binario –jerarquía y subordinación– que, bajo la ideología contestataria de las

teorías del subdesarrollo, oponían centro y periferia como localizaciones fijas y

polaridades contrarias, rígidamente enfrentadas entre sí por antagonismos

lineales. La contraposición geográfica entre centro y periferia como puntos

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radicalmente separados por una distancia irreversible entre dos extremos se ha

rearticulado de un modo más fluido y transversal debido a la nueva condición

segmentada y diseminada del poder de los medios y de las mediaciones.

El enfoque del Latinoamericanismo presenta la tensión entre lo global y lo local,

lo central y lo periférico, lo dominante y lo subordinado, lo colonizador y lo

colonizado, esta vez articulado por la academia como máquina de producción y

validación internacionales de la teoría postcolonial, que, entre otras funciones,

"mediatiza el intercambio de mercancía cultural del capitalismo global en zonas

periféricas"(Mignolo 1998 :112). Podemos coincidir con Walter Mignolo en que

"se está produciendo una transformación fundamental del espacio intelectual, a

raíz de la configuración de una razón postcolonial, tanto en el lugar de práctica

oposicional en la esfera pública como el de una lucha teórica en la academia"

(Idem), así como "un desplazamiento del locus de enunciación del Primer Mundo

al Tercer Mundo" (Idem).

Para Nelly Richard, la paradoja consiste en que la academia metropolitana juega

al mismo tiempo a simular una desterritorialización del poder de representación,

ocupando para esto, refinadas estrategias según las cuales "una centralidad

descentrada procura religitimarse en un contexto globalizante a través de

apelaciones a alteridades, marginalidades, subalteridades, etc. desde sus

propios aparatos académicos de producción de saber y con la participación de

intelectuales postcoloniales radicados en ellos" (Richard, 1998, pdf). Así expresa

que deconstruir tales estrategias, poniendo en contradicción interna el

metadiscurso globalizador que las fabrica, subraya la materialidad viva y

cambiante de las especificidades de contextos que ese discurso nombra y des-

identifica a la vez. Pasa por insistir en la marca concertada de historicidades y

localidades concretas, de situaciones coyunturales específicas que hagan de la

"diferencia" latinoamericana un proceso múltiple y conflictivo de la tensión

identidad-alteridad en cada nuevo contexto de discursos que hable sobre la

diferencia.

17

Para la Richard, no basta con que las teorías postcoloniales incorporen la figura

de la Otredad a su nuevo discurso anti-hegemónico, para que el otro real —el

sujeto concreto formado por tramas históricas y sociales, de censura y

exclusión— llegue a participar con voz propia en el debate hegemónico.

Tampoco basta con que la teoría postmodernista de la marginalidad y de la

diferencia, elaborada por la academia “metropolitana”, tome la palabra en

representación de la periferia —“aunque lo haga con el saludable propósito de

cumplir un rol de intermediaria político-institucional en la lucha por sus derechos

de expresión” (Idem)— para que las reglas del poder cultural se vuelvan

igualitarias o para que ese "fantasear con el otro" signifique "algún compromiso

estable con los proyectos políticos o estéticos que Latinoamérica pueda ofrecer"

(Masiello, Cfr, Richard 1998, pdf).

¿Cuál es el escenario, entonces, en el que se debate hoy lo latinoamericano?

Los críticos consultados (Castro-Gómez, 1998) responden: un escenario

marcado por la insidiosa complejidad de esta nueva articulación postcolonial

hecha de poderes intermediarios que transitan entre la centralidad descentrada

de la metrópolis, por un lado, y la resignación cultural de la periferia,

conflictivamente agenciada por la teoría metropolitana de la subalternidad.

Reproduciendo sus observaciones, se pretende que la reinterpretación crítica de

lo latinoamericano como “activa marcación diferencial” en este escenario de

complejas intersecciones de fuerzas y categorías, exige la articulación de un

conocimiento situado que, tal como lo señala Walter Mignolo, pueda "establecer

conexiones epistemológicas entre el lugar geocultural y la producción teórica"

(Mignolo 1998 :119), pero sin caer en el determinismo ontológico que postula

una equivalencia natural, no construida, entre lugar, experiencia, discurso y

verdad. La relación entre lo latinoamericano y el Latinoamericanismo

dependería, entonces, de “nuestra capacidad de resignificar la experiencia en la

clave teórico-discursiva de una pregunta por las condiciones y situaciones de

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contexto: por las diferencias entre hablar desde y hablar sobre Latinoamérica

como dos situaciones enunciativas atravesadas institucionalmente por una

relación desigual de saber-poder”, (Richard, 1998, pdf) . Una relación

políticamente modificable, desde ambos lados, si una vigilante conciencia

autocrítica del "dónde" y del "cómo" lleva cada toma de la palabra a revisar su

propio juego de enunciación.

Para los críticos que defienden esta teoría, la autoridad conceptual implicada en

el hablar sobre Latinoamérica desde la academia internacional, se ejerce a

través de una división del trabajo que, en el inconsciente de muchos de los

discursos del Latinoamericanismo, suele oponer teoría y práctica, razón y

materia, conocimiento y realidad, discurso y experiencia, mediación e

inmediatez. La primera serie de esta cadena de oposiciones (razón,

conocimiento, teoría, discurso, mediación) designa el poder intelectual de

abstracción y simbolización que define la superioridad del Centro, mientras que

la segunda serie (materia, realidad, práctica, experiencia, inmediatez) remite a

América Latina a la espontaneidad de la vivencia. Según Jean Franco, esta

división del trabajo "pone a Latinoamérica en el lugar del cuerpo, mientras el

Norte es el lugar que la piensa" (Franco, Cfr. Richard 1998, pdf). El ideologema

del cuerpo presenta la fantasía de una América Latina cuya autenticidad

radicaría en la fuerza primordial de la experiencia vivida. Siguiendo esta línea de

oposiciones, la otredad latinoamericana se constituiría como reverso del

concepto y de la razón fetichizada por el saber de la academia.

América Latina sería esa fuente primaria (no mediada) de acción e imaginación,

de lucha y resistencia: el afuera radical y primario (radical como lo primario) del

Latinoamericanismo que abastecería a la intelectualidad metropolitana con su

plus de vivencia popular traducible como lucha solidaria, compromiso político y

denuncia testimonial. Ese plus opera, según la economía simbólica de

compensación que rige el discurso-tipo sobre América Latina, como suplemento

de lo real ambiguamente cargado de un valor de excedente y resto, en cuanto

19

designa emblemáticamente lo intraducible al lenguaje conceptual de la teoría del

Centro: una fuerza prediscursiva que se le resiste y que el Latinoamericanismo

busca capturar o declara incapturable (Moreiras 1994; Avelar 1994; Williams

1994, Cfr. Richard, 1998, pdf).

Cita como ejemplo literario el reciente y exitoso rescate del testimonio

latinoamericano donde mejor se ilustra la complejidad de las tensiones que

recorren el nudo del Latinoamericanismo dividido entre:

1) la voluntad política de una intermediación solidaria con la voz de la

subalternidad.

2) el desafío epistemológico de reformular posiciones de lectura que no sometan

ni reduzcan la heterogeneidad social del texto subalterno a un código de

autoridad.

3) las condicionantes académicas de una disciplina metropolitana obligada a

teorizar la otredad mediante categorías forjadas por la lengua de dominio de su

saber institucional.

Si bien lo latinoamericano parece estar en el centro del nuevo contexto

postcolonial, de simbolizar una alternativa descolonizadora, a la vez de disfrutar

del privilegio ético, de expresar el compromiso social con los desfavorecidos,

parecería también que dicha ejemplaridad sólo se radicaliza en la condición de

que lo latinoamericano permanezca en una situación de conciencia preteórica o

subteórica, marginado entonces de las batallas de los códigos metropolitanos

que decretan y sancionan el significado de América Latina.

1.2 Identidad y postmodernidad en América Latina

Expresan al respecto de esta teoría, estudiosos como Eduardo Mendieta,

(Mendieta, 1998, pdf), que en América Latina no hemos hecho otra cosa que

disputar las funciones del sujeto (personal, social, nacional, histórico, político,

cultural) en los discursos de la identidad. Un discurso que hoy nos convoca a

20

explorar la textura (la textualidad) y el habla (la discursividad) de ese sujeto

heteróclito más allá de los marcos restrictivos, en la intrasubjetividad que lo

desplaza y reconduce. Esta es, claro, una pregunta por el lugar que ocupamos

en el recomienzo constante del relato que nos forma.

En la noción actual de identidad habita también la parte del otro, que no es

meramente el portador de otra identidad sino la pregunta por nuestra identidad,

por la noción de identidad que nos construye mutuamente. Plantea la bibliografía

que un análisis histórico de las definiciones de identidad en el discurso cultural

latinoamericano nos daría un primer balance de perspectivas. Justamente, en

varios momentos, esas nociones coincidirían en ampliar el carácter fronterizo,

limitante, del Diccionario y del Archivo, porque postulan un campo semántico

curiosamente rebasado: la identidad se ha enunciado, cuando ha sido creativa y

no meramente discriminatoria, como inclusiva, y hasta heterogénea. Esta es la

definición paradójica que hoy a los críticos les interesa analizar: la identidad

pluralizada, que designa la semejanza no como homogénea sino como

analógica. Esas analogías son la trama de una práctica teórica latinoamericana

que ha buscado exceder los cánones de la percepción clásica, de la

representación naturalista, del logocentrismo patriarcal y de la dominación

etnocéntrica. Práctica que ocurre desde la intemperie del sujeto alterno, desde la

celebración del diálogo carnavalesco, desde la utópica transparencia del habla

mutua, desde el Barroco hiperbólico y latinoamericano desde lo amerindio.

Algunos han propuesto incluso otro nombre para la identidad postmoderna: el de

"des-identidad"; llamado por Nelly Richard la "disidencia de identidad", esto es,

el cuestionamiento de la cultura masculino-paterna por la subjetividad fluida y no

codificada de lo femenino. Quizá por ello en América Latina, por una larga y

probada capacidad de resistencia y redefinición, se ha propuesto abrir otro

espacio discursivo (el discurso del otro, no sólo otro discurso) sobre las

identidades de la llamada postmodernidad periférica.

21

Refieren los críticos que algunos teóricos modernistas y postmodernistas (o

estructuralistas y posestructuralistas, de acuerdo a la identidad que asuman),

creyeron que la identidad era poco menos que irrelevante. Unos por depender

de la supuesta universalidad del cartesianismo, otros por creer que la

subjetividad es un mito. Ambos, así, por responder a las sobrecodificaciones

positivistas o a las disoluciones irracionalistas, según el caso, de sus propias

posiciones en el discurso como si determinaran la naturaleza misma un sujeto

universal.

Las propuestas teóricas de la postmodernidad sobre la muerte del sujeto, la

muerte del yo, la muerte del autor, confirman tanto las demandas de la

modernidad como las exploraciones de una postmodernidad propia. Ambas se

dan primero en América Latina, ya en el inicial sistema industrial-colonial y en el

actual fracaso del fundamentalismo neo-liberal. Refiere la critica que la

modernidad en América Latina ha sido una identidad antagónica, no porque se

nieguen los sucesivos centros, sino porque se contradicen desde el propio

discurso, ya que Latinoamérica esta hecha de las modernizaciones que le han

dado nacimiento y muerte. Para Nelly Richard, de estas restas sale la suma de

la postmodernidad, de la cual el discurso sobre la identidad crítica es otro

camino hacia lo nuevo adelantado.

Hoy se afirma que "la muerte del sujeto ha muerto"; no es casual que sea así ya

que la emergencia de los movimientos étnicos, feministas y ecologistas, han

cambiado los mapas de la sociedad civil, reinstaurando la moral de la comunidad

como una política de la identidad actual. Por otra parte, es importante destacar

que existe la necesidad de una crítica dialéctica de las versiones de la carencia

que en América Latina han sido modeladoras de una buena parte del discurso

de la identidad.

Una versión peruana de la carencia latinoamericana es la tesis de la "cultura de

la dominación" propuesta, entre otros pensadores y científicos sociales como

22

Augusto Salazar Bondy, la que se inscribe en la teoría de la dependencia,

característica de los años 60. La documentación sobre la dependencia explica

una parte de los hechos económicos, y la noción de dominación (externa o

interna) describe la naturaleza del poder intermediario. Tampoco es difícil

demostrar que el destino social de los discursos disciplinarios y de la esfera

pública, reproducen formas de poder dominante y de control ideológico estatal.

Proclaman que más difícil sería, pasar de la concepción del individuo como una

víctima de los sistemas de control y coerción (lo que corresponde a la sociedad

disciplinar de Foucault y al sujeto desustantivado por el Estado de Althusser) a la

visión cultural del sujeto como agente de su propia constitución (lo que después

Foucault llamó “el sujeto de las prácticas de libertad"). Así, la identidad sería

más amplia que nuestra identidad personal, social, histórica y cultural. Sería un

proyecto elaborado en la interacción con los otros y definido por la búsqueda de

igualdad y justicia, de la autorealización adulta y moral de “la comunidad radical

democrática”.

Otra importante propuesta para redefinir la identidad abierta se relaciona con el

concepto del discurso antihegemónico propio de la cultura popular como una

fuente extraordinaria del procesamiento de información “conflictiva” y de la

reapropiación creativa de nuevas formas y técnicas; las mismas formaciones

discursivas de la cultura latinoamericana dan cuenta de instancias privilegiadas

donde cuajan grandes respuestas a la crisis, el deterioro y la denegación.

Nuestras culturas no son sólo subproductos coloniales de las metrópolis

dominantes, son también sistemas semióticos de reapropiación y

transcodificación, dentro de los cuales el tejido de la vida cultural es una red más

resistente que la misma trama social.

Se impone, en opinión de la critica, la recuperación de los discursos identitarios

de nuestros artistas y escritores en sus propios términos y en su textualidad

cultural, como la demostración más clara de una identificación del otro, de los

otros, de la otredad que han sido capaces de imaginar y verbalizar, aun si están

23

libres de la referencialidad de lo inmediato. En estos tiempos donde predomina

la universalización del mercado, cuando se intenta desvalorar, por razones

políticas, el significado de los intelectuales y los escritores, debe recordarse que

entre lo más valioso que tienen los países latinoamericanos están los hombres y

mujeres que han elaborado las imágenes y los discursos de una libertad sin

precio, humanizando el espacio como memoria histórica y futuro. En este

proceso de respuestas, es imposible dejar de reconocer la importancia de una

de las fuerzas más democratizadoras que han irrumpido en la cotidianidad

latinoamericana, el feminismo, como apertura emancipatoria de nuestra

identidad.

La identidad no es una de las promesas incumplidas de la modernidad. Desde la

perspectiva actual, ya no se trata de una pregunta especulativa. Señalan los

estudiosos del tema que a la retórica pregunta ¿cuál es nuestra identidad?, un

escritor de tanta relevancia, literaria no ideológica, como Carlos Fuentes ha

respondido: "la que tenemos ahora mismo; porque no se trata de una búsqueda

del origen, que es ilusorio, ni una apuesta por el futuro, que restaría sustancia al

presente". La identidad es procesal pero su contenido es actual: Rulfo, Lezama

Lima, Cortázar, Arguedas, Carpentier, Fuentes, García Márquez, han elaborado

las representaciones de la identidad latinoamericana como alteridad,

heterogeneidad y descentramiento. La literatura reafirma el saber de la

historicidad, la nueva novela histórica latinoamericana es el mejor legado, como

previo a su explicación didáctica, disciplinaria y formal, porque sostiene un

conocer no institucionalizado, más próximo a la subjetividad y a la comunicación.

En una época en que los discursos de las ciencias sociales, de la economía y de

la política están enfrascadas en el estudio latinoamericanista, desde varios

enfoque, pueden o no ser compartidos, se redefinen las coordenadas de la

identidad de América Latina en un debate aun sobre lo postmoderno, no

concluido.

24

1.2.1 La postmodernidad desde Latinoamérica según la crítica

Pensar la postmodernidad desde Latinoamérica ocupa a una parte de la

comunidad crítica latinoamericana, (Castro-Gómez, 1998), y esto se fundamenta

porque una reflexión crítica sobre la crisis es una tarea común luego de la

pérdida del paradigma emancipatorio e ilustrado de América Latina forjado en

los años 60 del siglo XX, cuyos balances y proyecciones demandaron diversos

trabajos.

Aunque por definición la postmodernidad es un proceso de descentramientos,

otro descentramiento de la modernidad es necesario desde Latinoamérica. Y si

se puede dar por superada la etapa de las definiciones, promovida por sus

grandes teóricos desde las interacciones con la modernidad es porque hoy se

acepta que la postmodernidad finalmente es un diálogo que ocurre con la

modernidad, dentro de ésta, pero con los términos de aquélla por su

operatividad.

También ha habido reacciones anti-postmodernas que han ocupado a algunos

especialistas, los que descartaban el postmodernismo y lo concibieron como un

artificio postindustrial y ajeno. Este debate ha evolucionado y hoy se entiende

mejor como prácticas postmodernas que dan cuenta de la resistencia y de los

avances de las formas culturales en un período de intensa des-modernización

capitalista.

Sin embargo, estas posiciones generalmente son fundamentalistas como lo es el

neo-liberalismo latinoamericano, que ha buscado vaciar de contenido a la

política y de entender la sociedad civil como mercado, y difícilmente se podría

llamar postmoderna a esa visión globalizante, tecnocrática y monológica.

Hay también en estos años un intento por darle al postmodernismo un

contenido más probatorio y crítico; y aunque este no es un movimiento

articulado, sí es una actividad programática, un ejercicio que desde su eje

25

latinoamericano, puede desatar los grandes nudos canónicos y atar las nuevas

redes de los procesos abiertos. Para Walter Mignolo “En esta línea de

razonamiento, el proyecto inconcluso de la modernidad es el proyecto

inconcluso de los sucesivos colonialismos y de los legados coloniales activos en

la etapa actual de un capitalismo sin fronteras. Entiendo, entonces, los cuatro

"pos" como proyectos críticos de superación del proyecto de la modernidad y de

una democracia global apoyada en un capitalismo sin fronteras” (Mignolo, 1998,

pdf).

El relato sobre la identidad es recurrente en la crítica postmoderna como

reflexión teórica y práctica en torno al sujeto, a su experiencia multifuncional y a

su dialogismo político; el postmodernismo latinoamericano es, en opinión de

algunos estudiosos del tema como Mendieta o Mignolo, un nuevo relato de las

marginalidades y la fragmentación donde se reconstruye la identidad de lo

heteróclito (el proceso de formar parte de la diferencia).

Ya en los años 80 reaparecen en el escenario social una serie alterna de actores

cuyas prácticas discursivas daban cuenta de una agencia cultural y política al

margen de las instituciones. Esta serie de movimientos sociales que se identifica

como sociedad civil, Habermas la denomina la "esfera pública" (Mendieta, 1998,

pdf) ; este es el caso del feminismo y del neofeminismo como replanteamiento

de la diferencia genérica y la búsqueda de una dimensión subversiva en lo

femenino. En otra dimensión, los movimientos ecologistas irrumpen con un

discurso crítico, los que han logrado recuperar un espacio de comunicación

sobre la sociabilidad como la identidad de los latinoamericanos en el espacio

público.

Desde esta propuesta de la postmodernidad, una de las primeras fuerzas de

intermediación radical fue, desde los años 70, el feminismo latinoamericano. En

cada país "feminismo" significa distintos énfasis, y en algunos hay reacciones

anti-feministas. Pero en países como Chile, durante la dictadura de Pinochet, las

26

organizaciones de mujeres, sin llamarse feministas, fueron responsables de

buena parte de la resistencia. En el Perú, durante las grandes crisis de los 80,

cuyos efectos han dividido al país por la línea de la pobreza, posibilitó no sólo

una cierta democratización de la vida cotidiana, sino que inició un programa de

mediación para ocupar los extramuros, digamos, del Estado, y abrir brechas y

canales para recursos posibles.

En el discurso postmoderno la identidad se relativiza: no hay una sola sino

varias, construidas o elegidas, atribuidas o negociadas. Pero si la identidad

puede ser permutante y cambiar, quiere decir que el sujeto se manifiesta entre

varias identidades, ya sea la étnica o profesional, política o sexual, urbana o

religiosa.

Se plantea que los espacios de preservación de identidades tiene una gran

tradición en América Latina, pues la palabra de un indio no podía competir con la

de un español en el código colonial: el discurso colonizador no requiere declarar

sus fuentes, el del colonizado debe aportar agentes mediadores como prueba de

su verdad (situación que enfrentan los campesinos de hoy como lo hiciera el

Inca Garcilaso de la Vega para construir su verosimilitud en sus crónicas).

Otros como Der Walden, se cuestionan la posición que se asigna a América

Latina como contructo de la postmodernidad reforzada por el predominio de una

intelectualidad tecnocratizada en la globalidad. Los estudiosos del tema

aseguran que la crisis de la modernidad, que se manifiesta en el centro mismo

de Europa, tiene como respuesta la emergencia de proyectos que la

trasciendan: el proyecto posmodernista, en y desde la misma Europa (Arendt,

Lyottard, Vattimo, Baudrillard) y los Estados Unidos (Jameson), el proyecto

postcolonialista en y desde la India (Guha y los estudios subalternos, Bhabha,

Spivak), el proyecto postorientalista (Said, Arkhun, Khatibi, Lisa Lowie) y el

proyecto postoccidental desde América Latina (Retamar, Dussel, Kusch, Silvia

Rivera). En resumen, la crisis del proyecto de la modernidad generó su propia

27

superación en los proyectos que se van gestando en el pensamiento

posmoderno, poscolonial, postoriental y postoccidental. Cada uno de ellos se va

articulando a la vez que van rearticulando nuevas localizaciones geográficas y

epistemológicas que contribuyen al desplazamiento de las relaciones de poder

arraigadas en categorías geoculturales e imperiales que, en los últimos

cincuenta años, se vieron dominadas por los estudios de áreas concomitante

con el ascenso a la hegemonía mundial de los Estados Unidos. Es decir, lo que

la etnología comparada fue para los proyectos coloniales tempranos (España,

Portugal), y lo que los estudios comparados de las civilizaciones (Said, Cfr.

Castro-Gómez, 1998, pdf) y el surgimiento de la antropología moderna

(Inglaterra, Francia; Fabián 1983) fueron para los proyectos coloniales

modernos, lo fueron también los estudios de áreas para el colonialismo

posmoderno en la etapa actual de globalización. En esta línea de razonamiento,

el proyecto inconcluso de la modernidad es el proyecto inconcluso de los

sucesivos colonialismos y de los legados coloniales activos en la etapa actual de

un capitalismo sin fronteras, así lo refiere Walter Mignolo.

1.3 Poscolonialismo y postoccidentalismo: una visión desde América Latina

Las llamadas "teorías poscoloniales", según refieren los autores del texto

Teorías sin disciplina(1998), nacen como resultado de las tensiones generadas

por problemas migratorios en cierta medida, y se articulan en cambio, al interior

de contextos postradicionales de acción, es decir, en localidades donde los

sujetos sociales configuran su identidad interactuando con procesos de

racionalización global y donde las fronteras culturales empiezan a volverse

borrosas.

"Latinoamericanismo", "Latinoamericanística" y "Estudios Latinoamericanos" son

términos utilizados a veces de manera sinónima, a veces de manera diferencial

en la discusión poscolonial. Por lo general, ellos hacen referencia al conjunto de

28

saberes académicos y conocimientos teóricos sobre América Latina producidos

en universidades e instituciones científicas del primer mundo, y específicamente

en algunos departamentos de literatura en los Estados Unidos dedicados a los

estudios sobre América Latina. Aunque los "Estudios Latinoamericanos" incluyen

ciertamente la sociología, la politología, la historia, la antropología y últimamente

también los estudios culturales, fue precisamente en los departamentos de

lengua y literatura donde empezó a discutirse por primera vez el problema de la

postcolonialidad.

Una segunda etapa del debate tuvo lugar en el congreso de LASA celebrado en

Guadalajara (Abril de 1997). Algunos de los temas debatidos entre 1991 y 1993

se mantienen todavía vigentes, pero la discusión se ha diversificado mucho más

debido a varios factores, entre ellos:

1. La consolidación de los Estudios Culturales (García Canclini, Brunner,

Ortiz, Sarlo, Calderón, Hopenhayn, Martín-Barbero, Yúdice, etc.) como

nuevo paradigma de teorización de lo latinoamericano a finales del siglo

XX.

2. La incorporación de nuevos debates provenientes de otras disciplinas

(antropología cultural, semiología, historia, filosofía).

3. La fundación del Grupo Latinoamericano de Estudios Subalternos.

4. La publicación de libros como The Darker Side of the Renaissance (W.

Mignolo), Cultura y Tercer Mundo (ed. B. González Stephan) y The

Postmodernism Debate in Latin America (eds. J. Beverley / J. Oviedo / M.

Aronna), así como a la participación crítica desde Latinoamérica de

autores como Hugo Achúgar y Nelly Richard.

Por tanto, resulta válido destacar, para un mejor entendimiento de las diferentes

propuestas teóricas contemporáneas de los estudios culturales en América

Latina, algunos de los términos empleados por los estudiosos y que sin lugar a

dudas han sido referidos a lo largo de la historia de América Latina para articular

los cambiantes órdenes mundiales y el movimiento de las relaciones coloniales.

29

Tales son los casos de occidentalismo y postoccidentalismo, conceptos básicos

de esta tesis.

Desde el bautizo de nuestro continente de las "Indias Occidentales" hasta

"América Latina" (es decir, desde el momento de predominio del colonialismo

hispánico hasta el momento de predominio del colonialismo francés),

"occidentalización" y "occidentalismo" fueron los términos claves (como lo fue

"colonialismo" para referirse al momento de predominio del imperio británico). Es

así que, "post-colonialismo" se adecua al discurso de descolonización del

"Commonwealth", "post-occidentalismo" ha sido la palabra clave para articular el

discurso de descolonización intelectual desde los legados del pensamiento en

Latinoamérica; es necesario distinguir las historias locales (en Latinoamérica) de

su esencialidad geo-histórica (Latinoamericano) (Castro-Gómez 1998).

Según el criterio de Walter Mignolo, agregar un “post” más a la pléyade ya

existente no es el objetivo de los estudios latinoamericanos, pues este aparente

nuevo "post" no es tan nuevo ya que Roberto Fernández-Retamar acudió a él en

1976, cuando publicó uno de sus artículos clásicos, "Nuestra América y

Occidente" (Fernández Retamar, 1976).

La palabra-clave aparece, en el artículo de Retamar, como una consecuencia

lógica de su revisión del pensamiento en América Latina desde el siglo XIX, en

un intento por "definir el ámbito histórico de nuestra América" (Ibid. 1976 :36).

Este concepto, como se analizará en el capitulo 2, no es solo una cuestión de

verdad histórica, sino de categorías socioculturales en las relaciones con el

conocimiento y el poder.

El análisis histórico que hace Fernández Retamar del pensamiento en América

Latina desde el siglo XIX hasta 1976, muestra que una de las preocupaciones

fundamentales fueron las relaciones entre América Latina y Europa, al menos

hasta 1898, y las relaciones entre América Latina y América Sajona desde y a

30

partir de 1898, momento en el que los esfuerzos locales y los proyectos de

independencia en Puerto Rico y Cuba se encontraron en un nuevo orden

mundial y en una situación muy diferente a la de los movimientos de

independencia al comienzo del siglo XIX.

El paulatino ingreso de Estados Unidos a la escena mundial, y el

desplazamiento de España del orden imperial, se produjo hacia finales del siglo

XIX, cuando Cuba y Puerto Rico tuvieron que cambiar sus proyectos históricos,

entrecruzados con nuevos conflictos imperiales. A partir de ese momento ya no

es posible hablar de la independencia de los países de América Latina como si

ésta se definiera por los casos históricos, en América hispana y lusitana, de las

primeras décadas del siglo XIX cuando la liberación de España implicaba, para

muchos y al mismo tiempo, el cambio de lazos económicos y culturales con

Francia e Inglaterra, muchas veces ignorando las implicaciones históricas de

liberarse de un imperio decadente y entrar en negociaciones con imperios

emergentes, pero imperios coloniales. A finales del siglo XIX nos encontramos

con un escenario mundial en el que los imperios emergentes son testigos de una

nueva fuerza imperial que llegará a su apogeo medio siglo más tarde, después

de la segunda guerra mundial.

Para los pensadores en América Latina, el cruce y superposición de poderes

imperiales se concibió no tanto en términos de colonización, sino de

occidentalización. Es por esta razón que "postoccidentalismo" (en vez de

"postmodernismo" y "postcolonialismo") es una palabra que encuentra su lugar

en la trayectoria del pensamiento en América Latina, así como "posmodernismo"

y "postcolonialismo" lo encuentra en Europa, Estados Unidos y en las ex-

colonias británicas, respectivamente (Mignolo, 1998).

No se trata de reclamar autenticidades y lugares de origen, sino de trayectorias

históricas debido a la resistencia que "poscolonialismo" encontró y todavía

31

encuentra en América Latina, y en ciertos sectores de los estudios

latinoamericanos en los Estados Unidos.

"Posoccidentalismo" puede designar la reflexión crítica sobre la situación

histórica de América Latina que emerge durante el siglo XIX, cuando se van

redefiniendo las relaciones con Europa y gestando el discurso de la "identidad

Latinoamericana", hasta la situación actual en que el término adquiere una

nueva dimensión debido a la inserción del capitalismo en "oriente" (este y

sureste de Asia).

Al considerar las tesis de Retamar como antecedentes de disquisiciones teóricas

no tan actuales por tanto, recordemos el contexto en el cual introdujo la palabra-

clave "posoccidentalismo":

La idea de que los latinoamericanos verdaderos "no somos

europeos", es decir, "occidentales", ya había encontrado en este siglo

sostenedores enérgicos, sobre todo entre los voceros de

comunidades tan visiblemente no "occidentales" como los

descendientes de los aborígenes y de los africanos. Los grandes

enclaves indígenas de nuestra América (que en algunos países son

una "minoría nacional" que constituye una mayoría real) no requieren

argumentar esa realidad obvia: herederos directos de las primeras

víctimas de lo que Martí llamó "civilización devastadora", sobreviven a

la destrucción de sus civilizaciones como pruebas vivientes de la

bárbara irrupción de otra civilización en éstas tierras (Fernández

Retamar 1976, :51)

Se plantea por Mignolo que en 1976 era menos problemático hablar de

"latinoamericanos verdaderos". El hecho de que hoy lo sea es una consecuencia

particular del proceso creciente de globalización planetaria y del incremento,

tanto de los capitales transnacionales como de la migraciones masivas, que

32

cuestionan categorías que permitían afianzar la cultura de entes considerados

abstractos, sin reconocimiento cultural en sus territorios.

El hecho de que la palabra-clave fuera y todavía sea "occidentalización" u

"occidentalismo" se debe a los legados del discurso imperial mismo, para el cual

las posesiones ultramarinas de Castilla y Portugal se categorizaban como

"Indias Occidentales" y no como "América".

El párrafo citado sobre la palabra-clave "postoccidentalismo", que Fernández

Retamar introduce, incluye a indios y negros, pues, lejos de constituir seres

extraños a nuestra América por no ser "occidentales", pertenecen a ella con

pleno derecho: “más que los extraños civilizadores". No es casual que el

pensamiento marxista de Retamar brotara del seno de aquel mundo, pues esta

no es ya una ideología occidental, sino en todo caso postoccidental: por ello

hace posible la plena comprensión, la plena superación de Occidente, y en

consecuencia dota al mundo no occidental del instrumento idóneo para entender

cabalmente su dramática realidad.

En el caso de la América Latina, ello se hace patente cuando el marxismo-

leninismo es asumido y desarrollado por figuras heráldicas como el peruano

José Carlos Mariátegui y los cubanos Julio Antonio Mella y Rubén Martínez

Villena (Ibid 1976, :52). Para los estudiosos de esta problemática, es difícil

aceptar que el posoccidentalismo, como proyecto de trascender el

occidentalismo, pueda concebirse sobre la base de una ideología "no

occidental". El pesimismo que puedan generar la globalización actual y el

capitalismo sin fronteras, no es un argumento suficiente para pensar que el

postoccidentalismo es una quimera intelectual.

Por otra parte, es necesario referirse a una de las reflexiones del filósofo

argentino Oscar del Barco, y que fuera publicada cuatro años después que el

artículo de Retamar antes citado: “Los intelectuales de hoy desaparecerán, pero

33

los oprimidos seguirán elaborando teorías que les permitan orientarse en busca

del triunfo” (del Barco, 1980, 182). Los regímenes dictatoriales en América

Latina durante los años de la guerra fría, hicieron poco caso a la distinción de

clases, no reprimieron sólo a los proletarios, sino a todo aquel a quien se

considerara comunista, montonero o guerrillero.

Para Castro-Gómez, la rearticulación de las relaciones entre prácticas sociales y

prácticas teóricas es un aspecto fundamental del posoccidentalismo como

condición histórica y horizonte intelectual. El ejemplo de del Barco contextualiza

el artículo de Retamar en un momento de enorme producción intelectual en

América Latina, que tiende a desdibujarse en la escena teórica internacional

debido a la fuerza hegemónica del inglés, como idioma, y de la discusión en

torno al posmodernismo y del postcolonialismo, fundamentalmente llevada

adelante en inglés.

Si bien el libro de del Barco se publicó en el 80, es el resultado de discusiones y

conflictos que atraviesan los años 60 y 70. En la transición entre las dos

décadas, la teoría de la dependencia (en sociología y economía) y la teoría del

colonialismo interno (en sociología y antropología), complementaron el escenario

de la producción intelectual en América Latina. Ambas, la teoría de la

dependencia y del colonialismo interno, son a su manera reflexiones

"postoccidentales" en la medida en que buscan proyectos que trasciendan las

dificultades y los límites del occidentalismo. Ambas son respuestas a nuevos

proyectos de occidentalización que no llevan ya el nombre de "cristianización" o

de "misión civilizadora", sino de "desarrollo".

En esa situación, el discurso hegemónico neoliberal pretende instaurar una

dramática colonización intelectual al expresa que América Latina deja de ser el

lugar donde se producen teorías, para continuar siendo el lugar que se estudia.

Para Mignolo, al hacer de la obra de Gunder Frank el "token" de la teoría de la

dependencia en Estados Unidos, ésta se convirtió al mismo tiempo, en un

34

cambio de mirada: la mirada desde el norte que convierte a América Latina en

un área para ser estudiada, más que un espacio donde se produce pensamiento

crítico. Lamentablemente, esta imagen continúa vigente en esfuerzos recientes

como el de Berger, en el cual la teoría de la dependencia pasa naturalmente a

integrarse a la tradición de estudios latinoamericanos en Estados Unidos

(Berger, Cfr. Mignolo, 1998, pdf).

El argumento de Fernández Retamar se desarrolla en una tensión constante

entre el proyecto ideológico de la Revolución Cubana, y la cuestión étnica en la

historia de América Latina. Señala Mignolo que el mismo párrafo citado de

Retamar donde se introduce la noción de "posoccidentalismo" ligada a la lucha

de clases, comienza con una clara alusión a la cuestión étnica ("Indios y negros,

pues, lejos de constituir cuerpos extraños a nuestra América por no ser

"occidentales", pertenecen a ella con pleno derecho: más que los extranjerizos y

descastados "civilizadores"). Según Mignolo la cuestión étnica le permite a

Retamar introducir una ruptura fundamental en el relato histórico de las

Américas, debido a la hegemonía del legado colonial hispánico en la

construcción de categorías socioculturales y geoculturales en América.

"Postoccidentalismo" es, por tanto, la palabra clave que encuentra su razón

frente al "occidentalismo" de los acontecimientos y la discursividad del Atlántico

(norte y sur), desde principios del siglo XVI. Postoccidentalismo, concebido

como proyecto crítico y superador del occidentalismo, que fue el proyecto

pragmático de las empresas colonizadoras en las Américas desde el siglo XVI.

En el artículo citado, Fernández Retamar señala tres momentos de ruptura en

los que se van construyendo etapas hacia una proyección posoccidental en las

que América como las márgenes de occidente, no tiene el mismo papel en el

orden mundial que Asia, como la encarnación de lo oriental. Esos tres momentos

son, la independencia haitiana entre finales del siglo XVIII y comienzos del XIX;

las independencias de los países iberoamericanos a partir de 1810, y la

35

independencia de Cuba en 1898. Mientras que los dos primeros momentos

están caracterizados por la independencia frente a colonialismos territoriales, el

tercer momento de ruptura se caracteriza por la tensión entre el desprendimiento

de un colonialismo decadente y la emergencia de un nuevo tipo de colonialismo

imperial, surgido del primer movimiento de independencia en las Américas, que

lleva a Martí a hablar de "nuestra América", distinta de la otra América que no es

nuestra.

Es importante subrayar lo que Fernández Retamar recuerda: que la revolución

Haitiana es el inicio de la independencia de "nuestra América", lo cual pone en

tensión la cuestión étnica con la cuestión de clase: el emergente grupo criollo,

sobre todo en el Caribe y en la economía de plantaciones, no acepta la

independencia ligada a la emancipación étnica. Se forja igualmente en la

memoria tres grandes genocidios de la modernidad, en los cuales América está

implicada: el genocidio indígena con la llegada de los españoles, el genocidio de

la diáspora africana, y el genocidio que comienza con la gestación misma de la

modernidad (la expulsión de los judíos de España) y que marca la crisis del

proyecto.

Fernández Retamar, a partir de la experiencia de la Revolución Cubana,

propone desviar el discurso occidentalista hacia uno postoccidental. Las

múltiples formas de teorización y conceptualización que se organizan en torno a

palabras-claves como postmodernidad, postcolonialidad, postoccidentalismo

están desarticulando las conceptualizaciones del discurso de la modernidad y

poniendo de relieve un nuevo mapa en el que no se sostienen ya las categorías

de pensamiento del occidentalismo y la actual realidad política de los países

latinoamericanos así lo demuestran.

Se entiende, insiste Mignolo, los cuatro "post" como proyectos críticos de

superación del proyecto de la modernidad y de una democracia global apoyada

en un capitalismo sin fronteras. Estos proyectos actualizan y activan, al mismo

36

tiempo, la descentralización y la ruptura de la relación entre áreas culturales y

producción de conocimientos. Es decir, contribuyen a la restitución de las

historias locales como productoras de conocimientos que desafían, sustituyen y

desplazan las historias y epistemologías globales, en un momento en que el

sujeto articulado por la modernidad, es cada vez más difícil de sostener.

La reorganización de la producción del conocimiento, desde una perspectiva

postoccidentalista, tendría que formularse en una epistemología fronteriza en la

cual la reflexión (filosófica, literaria, ensayística), incorporada a las historias

locales, encuentra su lugar en el conocimiento desincorporado de los diseños

globales en ciencias sociales.

Los estudios de José Saldívar (1997) contribuyeron a redefinir las categorías

imperiales y a construir un espacio de alianza entre "Nuestra América" de Martí y

la "otra América" de los chicanos y latinos en Estados Unidos. Al hacerlo,

Saldívar contribuyó también a rearticular las categorías imperiales implicadas en

los estudios de áreas y, por ende, en los estudios subalternos, en tanto que

éstos mantienen en silencio la distribución entre conocimiento basado en las

disciplinas y conocimiento basado en las áreas. Subalternidad y estudios

culturales adquieren así una nueva dimensión en los trabajos de Saldívar, en la

medida en que se desprenden de la distinción entre sujeto y objeto, entre

disciplina y área. La diferencia entre, por ejemplo, los estudios culturales

chicanos y subalternidad es un nuevo modelo al proponer la articulación entre

estudios culturales latinoamericanos y subalternidad (Beverley 1995).

En el contexto de las humanidades, las prácticas literarias y filosóficas (el

ensayo histórico, antropológico, literario, filosófico, etc.) en América Latina,

fueron y son el espacio donde se gestó un "pensar" al margen de las disciplinas,

(Mignolo 1998). En la medida en que las prácticas académicas y científicas de

las ciencias sociales se asientan en las regiones de gran desarrollo económico y

tecnológico, las regiones de menor desarrollo económico y tecnológico no

37

pueden competir o mantenerse al mismo nivel en la producción de

conocimientos.

En opinión de investigadores como Arturo Andre Roig, dos tareas se presentan

con cierta urgencia en el pensamiento latinoamericano y en los estudios

latinoamericanos. Una es la de repensar la conceptualización misma de América

Latina que revisa y ordena Fernández Retamar. La otra, ligada a la anterior, es

la de repensar las relaciones entre pensamiento latinoamericano y estudios

latinoamericanos en el ámbito de la producción intelectual y académica. Las

configuraciones actuales de ambas se mantienen todavía en los marcos de la

epistemología moderna. La necesaria contribución de proyectos

postoccidentalistas, como continuación de lo esbozado por Fernández Retamar,

será pues la de construir, por un lado, América Latina en la nueva escena global

y, por el otro, construir el puente entre pensamiento en América Latina y estudio

de América Latina. El primero, en su constante reflexión sobre la

occidentalización a partir de las independencias, contribuyó a forjar un

pensamiento crítico derivado de las historias locales (Mignolo 1998). El segundo,

en su constante reflexión sobre América Latina a partir de 1900, consolidado en

la creación de LASA durante los años sesenta en el contexto de la gestación de

los estudios de área contribuyó a forjar un conocimiento directa o indirectamente

motivado por los diseños globales. En el caso particular de América Latina, la

perspectiva postoccidentalista como perspectiva crítica de pensamiento tendrá

un papel fundamental.

1.4 Los estudios culturales desde América Latina como escenario de estudio para las Ciencias Sociales

Durante años la existencia del individuo ha estado matizada por peligros

potenciales que han hecho temer a muchos por la amenaza encerrada en ellos

no solo para la humanidad, sino para la vida toda del planeta.

38

Se quiera o no, cada ser humano tiene una incidencia especifica en la

agudización de las dificultades o en la deseada solución de los problemas. La

certidumbre de ello convierte a los hombres, inevitablemente, en actores

principales de los acontecimientos que los preocupa; en la medida en que se

hacen concientes de tal situación, se les hace evidente que cada uno debe

propiciar su propia transformación, es decir, la solución de sus propios

problemas.

Ello ha redimensionado el papel de los estudios culturales y de las ciencias

sociales todas, lo que trae consigo retos extraordinarios para el que hacer

científico-investigativo, así como para la formación académica en esta esfera, y

somete a exigencias mas profundas la manera de estudiar, de explicar, de

sugerir y de proponer soluciones en los estudios sociales, en general, y

culturales, en especial.

Sin lugar a dudas, la América Latina constituye un escenario necesario de

estudio para las ciencias sociales en Cuba, partiendo específicamente desde la

formación intelectual de las futuras promociones de investigadores

socioculturales cubanos, puesto que son estos habitantes indiscutibles de la

realidad latino americana.

Dentro de las exigencias, cada vez mas crecientes de Latinoamérica, esta el

lograr el verdadero reconocimiento de su autenticidad cultural, de sus estudios

culturales, de su propia existencia; problema este que a pesar del tiempo ya

recorrido, continúa ocupando un lugar primerísimo en el debate cultural

internacional.

Es cierto que dentro de los principales retos de la formación de investigadores

socio culturales cubanos, está el de preparar a profesionales capaces de gestar,

de transformar su propia realidad nacional; sin embargo, es necesario tener en

cuenta que al referirse a la cultura nacional de un país, incorporamos aquellos

39

elemento populares que la identifican del resto de los países y que

indiscutiblemente nacen de las tradiciones culturales propias de esa nación

estrechamente relacionados a su propia historia. Mas, al apoyarse en la tesis de

Alfredo Guevara de que “En la cultura nacional esta la raíz que nos une a la

América Latina (…)”, entonces se presenta la necesidad de recurrir a los

estudios socioculturales latinoamericanos para la formación de profesionales

dentro de las universidades cubanas.

Cuando se analizan con profundidad cada uno de los planteamientos o tesis de

los teóricos sobre los estudios culturales de América Latina, se evidencia que

mas allá de las particulares de cada pueblo existe una raíz que nos identifica,

que nos convierte en lo que bien definiera José Martí y más tarde retomara

Roberto Fernández Retamar en sus estudios, como “la América Mestiza”, donde

el mestizaje no es sino la esencia de nuestra cultura, descendiente de

aborígenes, de europeos, de africanos, étnica y culturalmente.

40

CAPÍTULO 2

Significación de Caliban de Roberto Fernández Retamar para los estudios latinoamericanos

Roberto Fernández Retamar2 es uno de los intelectuales más relevantes de

nuestra cultura, y su obra una de las más significativas de Cuba y de América

Latina; poeta y ensayista reconocido y respetado además en muchos otros

países del mundo, por sus aportes al pensamiento latinoamericano, evidenciado

en su extensa participación en eventos internacionales, como conferencista 2 Nace en La Habana el 9 de junio de 1930. Se graduó de Bachiller en 1947 en el Instituto Edison, después de terminar sus estudios trabajó como profesor auxiliar en el mismo centro. Ese mismo año comenzó a colaborar con poemas en revistas juveniles. En 1948 abandona la carrera de Arquitectura e ingresa en Filosofía y Letras. Participa en actividades en la formación de la Sociedad Cultural Nuestro Tiempo (1951) y obtiene el Premio Nacional de Poesía con su libro Patrias (1949-1951). En 1954 se doctoró en Filosofía y Letras. Obtuvo por oposición una cátedra de Lingüística en la Universidad de la Habana. Cursó estudios en La Sorbona y en la Universidad de Londres. Invitado por la Universidad de Yale para ofrecer un curso sobre Literatura hispano-americana, toma clases con René Wellek. Colaboró en Les Lettres Nouvelles, Esprit, Europe, Les Lettres Francaises, Orígenes, El Nacional, Triad, Nuestro Tiempo, Lunes de revolución, Bohemia, Cuba, Cuba Socialista, Poesía de América, Siempre!, fue coeditor de la revista Unión. Impartió conferencias sobre Literatura hispanoamericana en las universidades de Praga y Bratislava. Fue director de Nueva Revista Cubana. Se ha desempeñado como profesor de la Escuela de Artes y Letras de la Universidad de La Habana y presidente de la Casa de las Américas. Realizó actividad diplomática como Consejero Cultural de Cuba en Francia entre 1959-60 y se ha desempeñado como Diputado a la Asamblea Nacional del Poder Popular y miembro del Consejo de Estado. En 1998 es designado como Presidente del Consejo Asesor de la Oficina del Programa Martiano. Textos suyos han sido traducidos a diversos idiomas. Ha sido reconocido con: el Premio Latinoamericano de Poesía Rubén Darío, Premio Internacional de Poesía Nikola Vaptsarov de Bulgaria, el Premio Internacional de Poesía Pérez Bonalde, de Argentina y con la Medalla oficial de las Artes y las Letras, otorgada en Francia, en 1998 le otorgan en Argentina la Orden de Mayo. Premio de la Crítica Literaria por: Aquí, 1996. Premios recibidos: 1981, Orden Félix Varela de primer grado, 1989 Premio Nacional de Literatura, 1994 Medalla Alejo Carpentier,1996 Orden Juan Marinello. Presidente de la Academia Cubana de la Lengua Española, 2008

41

invitado en diversas universidades del mundo, y en el reconocimiento a los

aportes de su obra de relevantes personalidades de todo el mundo3. Este

capítulo tiene como propuesta ofrecer un acercamiento a su figura y a una parte

de la labor intelectual de Fernández Retamar estrechamente vinculada a la

cultura latinoamericana, específicamente sus teorías anticolonialistas sobre el

acontecer cultural de la América Latina y la posición asumida por la misma ante

las diversas amenazas a que ha sido sometida durante más de quinientos años,

por su contribución teórica a los estudios culturales latinoamericanos desde una

visión postoccidentalista. En su texto de 1976, “Nuestra América y Occidente”

expuso al respecto:

La idea de que los latinoamericanos verdaderos "no somos

europeos", es decir, "occidentales", ya había encontrado en este siglo

sostenedores enérgicos, sobre todo entre los voceros de

comunidades tan visiblemente no "occidentales" como los

descendientes de los aborígenes y de los africanos. Los grandes

enclaves indígenas de nuestra América (que en algunos países son

una "minoría nacional" que constituye una mayoría real) no requieren

argumentar esa realidad obvia: herederos directos de las primeras

víctimas de lo que Martí llamó "civilización devastadora", sobreviven a

la destrucción de sus civilizaciones como pruebas vivientes de la

bárbara irrupción de otra civilización en éstas tierras (Fernández

Retamar 1976 :51).

Tomamos como referente más representativo para demostrar la significación de

sus conceptos su libro publicado en el 2006, Todo Caliban por constituir una

síntesis de sus reflexiones mediante un discurso postoccidentalista contenido en

sus textos publicados a partir de 1971, cuyo centro ha sido la metáfora-concepto

de resistencia cultural y política: Caliban (Fernández Retamar, 2006). 3 En el parágrafo 2.6 de la tesis se presentan diversas opiniones de personalidades de la cultura que expresan su reconocimiento a los aportes teóricos realizados por Retamar a los estudios latinoamericanos.

42

2.1 Roberto Fernández Retamar: un intelectual comprometido

En la década del cincuenta estuvo vinculado al grupo y a la revista Orígenes,

lidereados ambos por Lezama Lima. Cuando triunfa la Revolución Cubana,

Roberto Fernández Retamar era un joven poeta y un brillante académico que

había publicado unos de los poemarios más significativos dedicado a Rubén

Martínez Villena, Elegía como un himno y había obtenido en 1952 el Premio

Nacional de Poesía.

En 1960 fue agregado cultural de Cuba en París, tarea difícil en un terreno

expuesto a las miradas del mundo en momentos de gran tensión. En 1961 fue

elegido secretario coordinador de la UNEAC, y desde entonces ha estado

vinculado completamente a las tareas revolucionarias en su esfuerzo por dar

coherencia, sentido y eficacia al frente intelectual y artístico cubano de esta

primera década de Revolución.

El académico y filólogo de finales de los cincuenta devino periodista en 1959,

diplomático en 1960, organizador del proceso cultural de los sesenta, director de

la prestigiosa revista Casa de Las Américas desde 1965, orientador de las

actividades culturales y portavoz de la intelectualidad cubana hacia adentro y

hacia afuera de Cuba. Como director de la revista Casa de las Américas, y

posteriormente de esta autorizada Institución, ha elevado el prestigio mundial de

las mismas, como portadora de las expresiones más progresistas del

pensamiento latinoamericano y de las personalidades más relevantes del siglo

XX. Se ha desempeñado como un alto dirigente en el frente de la cultura, y se

ha dedicado a acrecentar el valor y la dignidad del trabajo intelectual en la

Revolución. Es miembro del Consejo de Estado de la república de Cuba.

En tanto poeta y escritor, también ha aportado una responsable contribución a

nuestras letras a través de un elevado compromiso intelectual: una creación

poética insertada en las mejores expresiones del coloquialismo latinoamericano

y, especialmente, un trabajo teórico de alta calidad e importancia, de obligada

43

consulta, sobre la trayectoria de la literatura latinoamericana, la poesía

trascendentalista cubana de los cincuenta, el modernismo y la modernidad de

las letras en América Latina, específicamente el modernismo martiano, sobre la

literatura y la intelectualidad comprometidas en Cuba y en otras latitudes, así

como disímiles temas de la cultura latinoamericana y cubana desde sus raíces

hasta la contemporaneidad.

Profundo estudioso e investigador de la obra martiana, es autor de una extensa

bibliografía sobre el Héroe Nacional de Cuba, contribuyendo de manera

significativa a la difusión y conocimiento de su obra, desde su labor docente y

como fundador en 1977, y director hasta 1986, del “Centro de Estudios

Martianos” y de su Anuario. En 1998 es designado como Presidente del Consejo

Asesor de la Oficina del Programa Martiano.

Para evaluar el extraordinario significado de Roberto Fernández Retamar para la

cultura cubana y latinoamericana, basta considerar por un instante el conjunto

de sus actividades y praxis creadora, la estatura y proyección de sus tareas en

el campo de la cultura, la trascendencia y hondura de sus textos, el grado de

compenetración e inmersión responsable en el quehacer intelectual en la

Revolución.

A través de sus diferentes ensayos, Roberto Fernández Retamar enfoca

diversos ángulos del específico rostro cultural del llamado “tercer mundo”,

aunque el autor usa esta expresión con reservas al expresar que ese “tercer

mundo” podrá hacernos pensar en el tercer estado pero no, como querrían

algunos, en una inexistente tercera vía: al igual que para el resto del mundo, su

obligada opción es entre capitalismo y socialismo, aunque naturalmente, con

características peculiares.

La gran formación teórica, la vasta información literaria y científica, el partidismo

socialista, y la audacia y rigor investigativo del pensamiento de Fernández

44

Retamar, ofrece sobradas muestras como figura de referencia para los estudios

culturales en América Latina, lo cual permite corroborar el problema de nuestra

investigación, al situarlo como un precursor en el siglo XX de las tesis del

discurso postcolonial y postoccidental; figura de obligado estudio por parte de los

especialistas en los estudios latinoamericanos por sus tesis simbólicas sobre

Caliban como personaje metafórico de la resistencia cultural latinoamericana,

estudios iniciados en los años setenta del pasado siglo.

2.1.2 Cronología de su obra Elegía como un himno: [ed. de Tomás Gutiérrez Alea], La Habana, 1950; 2a.

ed., Ed. Unión, La Habana 1999.

Patrias. 1949-1951: (con dibujo de Felipe Orlando), La Habana, 1952.

Alabanzas, conversaciones. 1951-1955: (con dibujo de Felipe Orlando), Ed. El

Colegio de México, México, D.F., 1955.

Vuelta de la antigua esperanza: (con dibujos de Agustín Fernández), La

Habana, 1959.

En su lugar, la poesía: (diseño y dibujo de Fayad Jamís), Ed. La Tertulia, La

Habana, 1959; 2a. ed., 1961.

Con las mismas manos. 1949-1962: (diseño de Tony Evora), Ed. Unión, La

Habana, 1962.

Historia antigua: (con dibujo de Antonia Eiriz), Cuadernos de Poesía F.J., La

Habana, 1964 (i.e., 1965); 2a. ed., Ed. Inventarios Provisionales, Las Palmas de

Gran Canaria, 1971.

Poesía reunida. 1948-1965: (con portada de Fayad Jamís), Ed. Unión, La

Habana, 1966.

Buena suerte viviendo: Ed. Era, México, D.F., 1967.

Que veremos arder: (con portada de Umberto Peña), Ed. Unión, La Habana,

1970. Este libro, con el título Algo semejante a los monstruos antediluvianos,

se publicó simultáneamente en Barcelona, Ed. El Bardo.

A quien pueda interesar. (Poesía 1958-1970): Ed. Siglo XXI, México, D.F.,

1970; 2a. ed., 1974.

45

Cuaderno paralelo: La Habana, Ed. Unión, 1973.

Circunstancia de poesía: Buenos Aires, Ed. Crisis, 1974; [2a. ed., aumentada],

con portada de Umberto Peña, La Habana, Ed. Unión, 1977.

Revolución nuestra, amor nuestro: La Habana, Ed. Arte y Literatura, 1976.

Palabra de mi pueblo. Poesía 1949-1979: La Habana, Ed. Letras Cubanas,

1980; 2a. ed., 1985.

Circunstancia y Juana: México, D.F., Ed. Siglo XXI, 1980. Incluye

Circunstancia de poesía [3a. ed.] y Juana y otros poemas personales.

Juana y otros poemas personales: [2a. ed.], Managua, Ed. Ministerio de

Cultura, 1981; [3a. ed.], con dibujos de Mariano, La Habana, Ed. Letras

Cubanas, 1981.

Poeta en La Habana: (selec. e introducción por José María Valverde),

Barcelona, Ed. Laia, 1982.

Hacia la nueva: (con dibujos de Raúl Martínez), La Habana, Ed. Unión, 1989.

Hemos construido una alegría olvidada. Poesías escogidas (1949-1988):

(selec. y prólogo por Jesús Benítez), Madrid, Ed. Visor, 1989.

Mi hija mayor va a Buenos Aires: (diseño de Pedro de Oraá), La Habana, Ed.

Unión, 1993.

Algo semejante a los monstruos antediluvianos. Poesías escogidas 1949-

1988: (ilustraciones de José Pérez Olivares), La Habana, Ed. Letras Cubanas,

1994.

Las cosas del corazón: (con dibujos de Roberto Fabelo), La Habana, Ed.

Gente Nueva, 1994; 2a. ed., con nota introductoria de Mario Benedetti, Buenos

Aires, Espasa Calpe, 1997.

Una salva de porvenir: (dibujos de Rolando Estévez), Matanzas, Cuba, Ed.

Vigía, 1995.

Aquí: Caracas, Ed. Pomaire, 1995; 2a. ed. Santa Clara, Cuba, Ed. Capiro, 1996.

Esta especie de poema. Antolojía (sic) poética, edición (sic) de Josérramón

Melendes, Río Piedras, Puerto Rico, Ed. QeAse, 1999.

Versos: La Habana, Ed. Letras Cubanas, 1999.

46

Ensayos y estudios teóricos: La poesía contemporánea en Cuba. 1927-1953: La Habana, Ed. Orígenes,

1954.

Idea de la estilística: Universidad Central de Las Villas, 1958; 4a. ed., La

Habana, Ed. Pueblo y Educación, 1983.

Papelería: Universidad Central de Las Villas, 1962.

Ensayo de otro mundo: La Habana, Instituto Cubano del Libro, 1967; 2a. ed.,

aumentada, Santiago de Chile, Ed. Universitaria, 1969.

Introducción a Cuba. Historia: La Habana, Instituto del Libro, 1968.

Calibán: México, D.F., Ed. Diógenes, 1971 y ediciones posteriores.

El son de vuelo popular: La Habana, Ed. Unión, 1972; 2a. ed., La Habana, Ed.

Letras Cubanas, 1979.

Lectura de Martí: México, D.F., Ed. Nuestro Tiempo, 1972.

Para una teoría de la literatura hispanoamericana: La Habana, Ed. Casa de

las Américas, 1975; 2a. ed., aumentada, Bogotá, Ed. El Huaco, 1976; 3a. y 4a.

eds., aumentadas, México, D.F., Ed. Nuestro Tiempo, 1977 y 1981; 5a. ed.,

aumentada, La Habana, Ed. Pueblo y Educación, 1984; primera edición

completa, Bogotá, Instituto Caro y Cuervo, 1995.

Acerca de España. Contra la Leyenda Negra: Medellín, Ed. La Oveja Negra,

1977. "Nuestra América y el Occidente": (con nota de Leopoldo Zea), número 10

de Latinoamérica. Cuadernos de Cultura Latinoamericana, México, D.F.,

Coordinación de Humanidades, Centro de Estudios Latinoamericanos, Facultad

de Filosofía y Letras, Unión de Universidades de América Latina, 1978.

Introducción a José Martí: La Habana, Centro de Estudios Martianos y Ed.

Casa de las Américas, 1978.

Calibán y otros ensayos. Nuestra América y el mundo: La Habana, Ed. Arte y

Literatura, 1979.

Algunos problemas teóricos de la literatura hispanoamericana: Cuenca, Ed.

Casa de la Cultura Ecuatoriana, 1981.

Para el perfil definitivo del hombre: (prólogo de Abel Prieto), La Habana, Ed.

Letras Cubanas, 1981; 2a. ed., corregida y aumentada, 1995.

47

Entrevisto: La Habana, Ed. Unión, 1982.

José Martí: semblanza biográfica y cronología mínima: (en colaboración con

Ibrahím Hidalgo Paz), La Habana, Ed. Política, 1982; [2a. ed.], Centro de

Estudios Martianos, Ed. Pueblo y Educación, 1990.

Naturalidad y modernidad en la literatura martiana: Montevideo, Dirección

General de Extensión Universitaria, Universidad de la República, 1986.

Ensayos: (conjuntamente con Adelaida de Juan), introducción de Leonardo

Vicuña Izquierdo, notas de Cecilia Ansaldo Briones y Juan Hadatty Saltos,

Guayaquil, Ed. de la Universidad de Guayaquil, 1988.

Algunos usos de civilización y barbarie, Buenos Aires, Ed. Contrapunto,

1989; 2a. ed., revisada, Buenos Aires, Ed. Letra Buena, 1993.

Ante el Quinto Centenario: Veracruz, Instituto Veracruzano de Cultura, 1992.

José Martí. La encarnación de un pueblo: Buenos Aires, Ed. Almagesto, 1993.

Fervor de la Argentina. Antología personal: (prólogo de Juan Carlos

Volnovich), Buenos Aires, Ed. del Sol, 1993. Es un libro misceláneo, de prosa y

verso, que incluye algunos textos ajenos.

Cuando un poeta muere: (dibujos de Rolando Estévez), Matanzas, Cuba, Ed.

Vigía, 1994.

"Nuestra América": cien años, y otros acercamientos a Martí: (prólogo de

Cintio Vitier), La Habana, Ed. Si-Mar, 1995.

Todo Caliban: (prólogo de Norma Fernández, dibujos de Julián Usandizaga),

Buenos Aires, IDEP, Col. Milenio, 1995; [2a. ed., sin ese prólogo y esos dibujos],

Concepción, Chile, Cuadernos Atenea, Literatura, 1998.

____________ : La Habana, Fondo de Cultura del ALBA, 2006.

Cuba defendida: La Habana, Ed. Unión, 1996.

Recuerdo a… : La Habana, Ed. Unión, 1998.

La poesía, reino autónomo: La Habana, Ed. Letras Cubanas, 2000.

48

2.2 Caliban como metáfora de resistencia anticolonial para Latinoamérica

Conviene para un mejor entendimiento de la significación de la obra de

Fernández Retamar, partir del análisis de su trascendental libro editado por

primera vez en el año 2000, Todo Caliban4, que reúne un conjunto de ensayos

escritos entre 1971 y 1999, cuyo centro es la metáfora-concepto anticolonial y de

resistencia, Caliban, en los cuales reflexiona sobre los caracteres del colonizado

y del colonizador, y las estrategias de resistencia del primero frente al segundo,

entre otros importantes temas de la sociedad contemporánea.

Explica en su primer texto de 1971 que Caliban es el anagrama utilizado por

Shakespeare a partir de la palabra caníbal en su connotación como

“antropofágica”. Término que a su vez proviene del indoamericanismo caribe,

pueblos valientes y guerreros que habitaban la región de las Antillas, perpetuado

este nombre hoy en nuestra región del Caribe y en sus mares. Este es el

significado utilizado por Shakespeare en su emblemática obra La Tempestad.

Pero más importante aún resulta descubrir dentro de dicha obra la historicidad y

las ideas en defensa de la cultura de Nuestra América, las que no pueden ser

plenamente hoy apreciadas con olvido de lo que representa el personaje-

conceptual o el concepto-metáfora de Caliban dentro del pensamiento

anticolonial como expresión de su discurso postoccidental.

Durante más de trescientos años se atribuyó a los países latinoamericanos un

lugar subordinado en el desarrollo mundial del capitalismo para beneficio de los

explotadores, dándole así a la América Latina una marginación respecto a la

cultura europea; esta situación real tiene significados profundos en el hecho de

lo que ha significado el colonialismo para los pueblos de América. Nuestros

países han sido por tanto productores de materia prima a bajo costo,

4 Se consulta en esta tesis la edición del 2006 de Fondo cultural del ALBA, pero la primera edición fue realizada por la Editorial Letras Cubanas en el año 2000.

49

monoproductores, proveedores de mano de obra barata, espacio para la

colonización espiritual.

En el plano intelectual este proceso se ve reflejado en la lucha entre el

pensamiento colonial y colonialista, nuestra intelectualidad, como exponentes de

pueblos que se derivan de una genuina cultura latinoamericana al encarnar las

aspiraciones de “una familia de doscientos millones de latinoamericanos que han

dicho basta y han echado a andar”(Ibid :196), ha enfrentado sangrientas

dictaduras durante siglos, las que han silenciado sus voces con la censura o con

la muerte o las desapariciones.

Quizás, algunos intelectuales no identificados con esta compleja realidad de

América Latina se han preguntado: ¿existe una cultura latinoamericana?; esta

interrogante que cuestiona nuestra propia existencia como latinoamericanos y

sus fuentes nutricias, es el motivo de reflexión del primer texto de 1971,

“Caliban”, cuando Retamar al definir la tesis esencial: “Poner en duda nuestra

cultura es poner en duda nuestra propia existencia” (Ibid :11). Reconocimiento

que un autor tan destacado como el norteamericano Fredric Jameson, realiza en

su texto “Calibán a la conquista”. (Jameson, 1989)

En este ensayo el escritor cubano toma el hilo de la polémica aludida para

aclarar los perfiles de esa dicotomía entre pensamiento colonial y genuino

pensamiento latinoamericano. Para Retamar, si bien este hecho de alguna

manera es padecido por todos los países que emergen del colonialismo, “esos

países nuestros a los que esforzados intelectuales metropolitanos han llamado

torpe y sucesivamente barbarie, pueblos de color, países subdesarrollados,

Tercer Mundo, creo que el fenómeno alcanza una crudeza singular al tratarse de

lo que Martí llamó “nuestra América mestiza” (Fernández Retamar, 2006, :37).

Ello demuestra la indiscutible tesis martiana de que todo hombre es mestizo, e

incluso toda cultura, tesis validada por los estudios antropológicos de Fernando

Ortiz en el siglo XX.

50

Entre esos intelectuales que han tomado a Latinoamérica como tema de

reflexión se encuentra el argentino Domingo Faustino Sarmiento, quien planteó

el dilema “civilización y barbarie”, queriendo significar que el destino de los

pueblos latinoamericanos estaba en seguir el ejemplo de Norteamérica o de

Europa, tomando de ellos sus modos de vida.

En el fondo, Sarmiento fue un forjador de la nación argentina de visión

equivocada, y además racista, para quien lo americano puro o mestizo no era

sino barbarie. Fue, en su visión europeizante y proyanqui, el tipo de intelectual

colonizado. En cambio, Martí, en esta polémica, representa el más puro

americanismo; y es que Martí hablaba por las clases explotadas, por la América

mestiza, y por ello su americanismo tenía otra base social e intelectual enraizada

en los valores del cultura en Latinoamérica. Sarmiento, por su parte, propugnaba

el exterminio de lo indígena y de los indígenas en franca posición de

nordomanía.

“Caliban”, (1971), título del ensayo de Retamar, hace referencia a Caníbal-

Caribe, nombre con el que identificaron los colonizadores europeos a los

habitantes de las Antillas, como fue abordado anteriormente. Habitantes pues,

de tierras colonizadas durante más de trescientos años, pero que hoy se ha

convertido en un símbolo para conquistar la libertad y la justicia. Es por tanto la

alegoría de su discurso postaccidental, que expresa las aspiraciones y las

reivindicaciones del hombre de “Nuestra América mestiza”. Próspero y Caliban,

los personajes de Shakespeare, representan a los protagonistas de nuestra

historia: Próspero, el colonizador que quita la tierra a Caliban, y no el intelectual

Ariel de José Enrique Rodó, que debe escoger entre servir a uno u otro. Para

Retamar, "Nuestro símbolo no es pues Ariel, como pensó Rodó, sino Caliban.

Esto es algo que vemos con particular nitidez los mestizos que habitamos estas

mismas islas donde vivió Caliban […]. No conozco otra metáfora mas acertada

de nuestra situación cultural, de nuestra realidad" (Ibid, :32)

51

En este estudio ideoestético e histórico del concepto, además de analizar su

origen en la tragedia shakesperiana, Retamar reconstruye su trayectoria literaria

y sociohistórico. Europa es el primer escenario teórico de los encuentros entre

Caliban y Próspero: primero, su abordaje en uno de los textos más conocidos

del francés Miguel de Montaigne, “De los caníbales” de 1580, traducida al inglés

en 1603, estos son seres que guardan vivas sus propiedades y virtudes

naturales, donde nada hay de bárbaro en estas naciones, en evidente referencia

a las tierras americanas. A la interpretación de Shakespeare, le sigue el drama

de Ernest Renan en el siglo XIX, Caliban, continuación de La Tempestad,

(1878); en él Caliban es la imagen del pueblo esclavizado (Ibid :20-21). En 1928

se publica en París, por el francés Jean Guéhenno, Caliban habla, con una

apreciación positiva de Caliban, al decir de Retamar, personifica al Demos.

Continúan las alusiones a los personajes renacentistas que simbolizaron la

antagónica relación colonizador-colonizado, y se publica en 1950 por O.

Mannoni, Próspero y Caliban: la sociología de la colonización. En este estudio

se invierte la relación en una visión equivocada, ahora Caliban es el colonizador.

El escenario de Caliban se traslada a Latinoamérica. En 1900, Rodó publicó su

Ariel; para el pensador uruguayo, Ariel identificaba a “nuestra civilización”, pero

se equivocó al identificar entonces a Caliban con los Estados Unidos; al respecto

su coterráneo Mario Benedetti ha expresado que quizás Rodó se equivocó

cuando dijo el nombre del peligro, pero “no se equivocó en su reconocimiento de

dónde estaba el mismo” (Benedetti, Cfr. Ibid :26)

En 1935 el argentino Aníbal Ponce escribe el ensayo “Humanismo burgués y

humanismo proletario”, consagra su tercer capítulo al estudio de Ariel, y al

referirse a La Tempestad resume con brillantez: “en aquellos cuatro seres está

toda una época: Próspero es el tirano ilustrado que el renacimiento ama;

Miranda su linaje; Caliban las masas sufridas; Ariel el genio del aire, sin ataduras

con la vida” (Ibid :27).

52

En opinión de Retamar, el primer caribeño en asumir el tema fue el barbadense

George Lamming en su libro de 1960, Los placeres del exilio, pues en su

capítulo “Caliban ordena la historia”, sitúa la escena en los trágicos escenarios

de la Revolución haitiana, donde la historia de Caliban pertenece al futuro. Es

así que en la década del sesenta, Caliban es asumido por los latinoamericanos

como nuestro símbolo de resistencia frente al colonialismo: “Caliban se escribió

cuando la década del sesenta todavía echaba resplandores y hacía nacer

esperanzas que en considerable medida habían sido alimentadas por las

emergencias del Tercer Mundo después de la Segunda Guerra Mundial” (Ibid

:121).

A partir de 1989 varios escritores han retomado el significado de Caliban, entre

ellos: Suniti Namjochi con Snapshots of Caliban, Michelle Cliff con “Caliban’s

Daughter (1991), de Virginia Mason, Caliban (1992), y en el 2000 Caliban

Superstar, de Bob de Jorge, estudio analítico de signo lingüístico. (Ibid :8)

En última instancia, Retamar, nos dice en sus textos sobre Caliban que la tarea

y el destino de los hombres de cultura y de pensamiento, sólo pueden encontrar

una base firme de libertad junto a esas masas explotadas que luchan por un

mundo mejor. Desde su perspectiva, la reivindicación de lo propio no puede ser

una frase, ni un prurito folclorista: es una posición, una actitud antimperialista y

militante; es, además, una defensa de la cultura, desde la resistencia la

reivindicación de Caliban, como hombre-pueblo, en todos los aspectos de la

existencia humana. De ahí que Retamar reafirme la necesidad para

Latinoamérica de afianzarse en sus raíces, desterrar la influencia colonialista y

desarrollar una cultura peculiar que dé expresión viva y genuina, profunda y

revolucionaria a la situación política y humana de América Latina. La cultura a la

que se aspira por tanto es, o debe ser, la síntesis de las luchas sociales y

espirituales, de la lucha por el avance social, espacio donde el pueblo despliega

sus virtudes: “nuestra cultura es − y solo puede ser− hija de la revolución, de

53

nuestro multisecular rechazo a todos los colonialismos; nuestra cultura, al igual

que toda cultura, requiere como primera condición nuestra propia existencia”

(Ibid :73).

Esta concepción amplia y comprometida la opone Fernández Retamar a las

actitudes colonialistas que han adoptado algunos intelectuales y escritores

latinoamericanos del siglo XX. Así es el caso del argentino Jorge Luis Borges en

quien ve al escritor colonial representante de una clase en ocaso, o de los

mexicanos Carlos Fuentes u Octavio Paz. Borges, curiosamente afirmó en su

juventud “la raíz criolla”, y hasta tuvo “posiciones izquierdistas”, luego evolucionó

hacia el europeísmo y la derecha, convirtiéndose en escritor-lector colonial, pues

en 1955 expresó, asumiendo la lección de su coterráneo Sarmiento, “creo que

nuestra tradición es Europa” (Borges, 1926 :5).

También asume estas tesis el mexicano Carlos Fuentes en su texto “Civilización

y barbarie”, donde el escritor toma partido a favor de la civilización y contra la

barbarie; tesis debatidas ampliamente por Retamar al reflexionar: “Fuentes es

una de las más destacadas figuras entre los nuevos escritores latinoamericanos

que se han propuesto elaborar, en el orden cultural, una plataforma

contrarrevolucionaria” (Fernández Retamar, 2006, : 69).

Se puede afirmar que la crítica de Fernández Retama sobre los intelectuales

colonizados se apoya en una actitud definida y determinante: el compromiso

como escritor que luchar por la liberación de América Latina y por liberarse del

peso de aquellas estructuras económicas caducas, causas de la explotación y

de la miseria, y de aquellas otras ataduras mentales, que los atan a la

dependencia y al coloniaje cultural.

Sólido, bien fundamentado, “Caliban” es un texto de acentos polémicos que

debe ser leído por todos los latinoamericanos de hoy, debido a su esencia

libertaria y descolonizadora. Así, Caliban se identifica con la voz del esclavo en

54

una exposición contemporánea junto a otras análogas expresiones de la cultura

de la resistencia, como pueden ser en la cultura cubana, la literatura testimonio

de Miguel Barnet, al rescatar la historia del exesclavo Esteban Montejo, en el

cine, El otro Francisco, de Sergio Giral, versión de la obra literaria antiesclavista

del siglo XIX Francisco, de Anselmo Suárez y Romero, o el clásico de nuestra

cinematografía, La última cena, de Gutiérrez Alea.

Sus ensayos recogidos en Todo Caliban, luchan contra la maligna repercusión

programada en la doble atadura que es el punto de partida para tal revuelta y tal

afirmación: “¿Existe una cultura latinoamericana?”(Ibid, :11); no es casual que su

tesis doctoral defendida en la Universidad de Praga en 1976 se convirtiera en un

testo ensayístico fundacional para la nueva crítica cultural el Latinoamérica: Para

una teoría de la literatura latinoamericana. En este libro demuestra la tesis de

sus propuestas desde la postoccidentalidad de los estudios culturales

latinoamericanos frente a la invasión ideológica y cultural del neoliberalismo.

2.3 José Martí: fundamento necesario para la creación de Caliban Como es conocido, un lugar importantísimo dentro de la obra de Fernández

Retamar lo ocupa el estudio de la obra de José Martí, por lo trascendental y

valioso de su legado no solo para Cuba sino también para la América Latina.

Motivo de referencia para los cubanos que más han aportado a los estudios

teóricos de América Latina, junto a Retamar, Juan Marinello y Cintio Vitier.

Incansable investigador y estudioso de la obra martiana, se apoya en el

pensamiento del Apóstol cubano para fundamentar la concepción de la cultura

latinoamericana a través de Caliban. Aunque lo hiciera a lo largo de cuantiosas

páginas, quizás la ocasión en que Martí ofreció sus ideas sobre este aspecto de

un modo más orgánico y sistemático fue su ensayo de 1891 “Nuestra América”.

Ante la necesaria pregunta sobre la relación entre los habitantes europeos en

América -en cuya herencia zoológica y cultural, según palabras de Retamar,

55

“Europa tuvo su indudable parte”, con los primitivos habitantes de la misma

América, constructores de culturas amerindias admirables, Martí respondió: “Se

viene de padres de Valencia y madres de Canarias, y se siente correr por las

venas la sangre enardecida de Tamanaco y Paramaconi, y se ve como propia la

que vertieron por las breñas del Calvario, pecho a pecho con los gonzalos de

férrea armadura, los desnudos y heroicos caracas”( Martí, 1973,VIII :336). Esto

se traduce, según Retamar, en que Martí ha sentido correr por sus venas sangre

de caribe, sangre de Caliban.

El rechazo de Martí al etnocidio que Europa realizó en América es total, y es lo

que Retamar refleja en gran medida en sus diversos ensayos escritos sobre

Latinoamérica, así como su identificación con los pueblos americanos, los que le

ofrecieron heroica resistencia al invasor y en quienes Martí veía los antecesores

naturales de los independentistas latinoamericanos. Y es que Martí no soñaba

con una imposible restauración, sino con una integración futura de América que

se asentara en sus verdaderas raíces y alcances, por sí misma, orgánicamente

desde sí, como cima de la auténtica modernidad:

Bueno es abrir canales, sembrar escuelas, crear líneas de vapores,

ponerse al nivel del propio tiempo, estar del lado de la vanguardia en

la hermosa marcha humana; pero es bueno, para no desmayar en ella

por falta de espíritu o alarde de espíritu falso, alimentarse por el

recuerdo y por la admiración, por el estudio justiciero y la amorosa

lástima, de ese ferviente espíritu de la naturaleza en que se nace,

crecido y avivado por el de los hombres de toda raza que de ella

surgen y en ella se sepultan. Sólo cuando son directas prosperan la

política y la literatura. La inteligencia americana es un penacho

indígena. ¿No se ve cómo del mismo golpe que paralizó al indio se

paralizó a América? Y hasta que no se haga andar al indio, no

comenzará a andar bien la América. (Idem)

56

La identificación de Martí con nuestra cultura aborigen fue acompañada por un

cabal sentido de las tareas concretas que le impuso la circunstancia: aquella

identificación le alimentó los criterios más radicales y modernos de su tiempo.

Este acercamiento de Martí al indio existe también con respecto al negro,

naturalmente. Si en su época ya se habían iniciado trabajos serios sobre las

culturas aborígenes americanas -trabajos que Martí estudió amorosamente-,

habría que esperar hasta el siglo XX para la realización de estudios en relación

con las culturas africanas, y el notable aporte que ellas significan para la

integración de la cultura americana mestiza (Frobenius, Delafosse Suret-Canale;

Ortiz, Ramos, Herskovits, Roumain, Metraux, Bastide, Franco). Así se conforma

su visión calibanesca de la cultura de lo que llamó “Nuestra América”. Martí es

consciente de la dificultad de encontrar un nombre que, al nombrarnos, nos

definiera conceptualmente; por eso, después de varios tanteos, se inclina por

esa modesta fórmula descriptiva, con lo que, más allá de razas, de lenguas, de

circunstancias accesorias, abarcan a las comunidades que con problemas

comunes viven “del (río) Bravo a la Patagonia”, y que se distinguen de la

América sajona, de la América que no es nuestra:

La universidad europea -escribió Martí- ha de ceder a la universidad

americana. La historia de América, de los incas acá, ha de enseñarse

al dedillo, aunque no se enseñe la de los arcontes de Grecia. Nuestra

Grecia es preferible a la Grecia que no es nuestra. Nos es más

necesaria. Los políticos nacionales han de remplazar a los políticos

exóticos. Injértese en nuestras repúblicas el mundo, pero el tronco ha

de ser el de nuestras repúblicas. Y calle el pedante vencido; que no

hay patria en que pueda tener el hombre más orgullo que en nuestras

dolorosas repúblicas americanas. (Martí, 1973)

Es imposible no ver en aquel texto -que se ha dicho, resume de modo

relampagueante los criterios de Martí sobre este problema esencial- su rechazo

violento a la imposición de Próspero (“la universidad europea…el libro

57

europeo…el libro yanqui”), que ha de ceder ante la realidad de Caliban (la

universidad latinoamericana).

En sus ensayos, Retamar expone, que “Nuestra América” -y buena parte de la

obra de Martí- es un diálogo implícito, y a veces explícito, con las tesis

sarmientinas. “¿Qué significa si no la frase lapidaria de Martí: No hay batalla

entre la civilización y la barbarie, sino entre la falsa erudicción y la naturaleza?".

(Fernández Retamar, 2006, :47). Siete años antes de aparecer “Nuestra

América” (1891) -aún en vida Sarmiento- había hablado ya Martí del pretexto de

que la civilización, que era el nombre vulgar con que corría el estado del hombre

europeo, tiene derecho natural de apoderarse de la tierra ajena perteneciente a

la barbarie, así éramos nombrados por los que deseaban la tierra ajena que no

fuera de Europa o de la América europea. La supuesta barbarie de los pueblos

latinoamericanos ha sido inventada con crudo cinismo por “quienes desean la

tierra ajena”; los cuales, con igual desfachatez, daban el nombre vulgar de

“civilización” al “estado actual” del hombre “de Europa o de la América europea”.

Por otra parte, también es suficientemente conocido lo que Martí vio en los

Estados Unidos como futura potencia capitalista predominante. Baste recordar

que denunció, “el carácter crudo, desigual y decadente de los Estados Unidos, y

la existencia, en ellos continua, de todas las violencias, discordias,

inmoralidades y desórdenes de que se culpa a los pueblos hispanoamericanos”

(Martí, 1973, XXVIII, :294) y que a unas horas de su muerte en el campo de

batalla, confió en carta a su amigo mexicano Manuel Mercado: “Cuanto hice hoy,

y haré, es para eso (…) impedir a tiempo que se extiendan por las Antillas los

Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de

América”(Martí, 1973, XX, :151).

Por todo ello, queda bien claro, el porqué Retamar hace especial énfasis dentro

de sus estudios sobre Latinoamérica a la obra de José Martí como fundadora de

una concepción latinoamericanista y antimpeialista; puesto que no se puede

58

pensar ni teorizar sobre los estudios culturales latinoamericanos sin tener como

referente la obra martiana y su trascendencia toda, de la cual Roberto

Fernández Retamar es un fiel investigador, puesto que le ha dedicado mucho

tiempo de su creación intelectual, definiendo sus relaciones con la modernidad y

el modernismo al establecer las bases teóricas de esta problemática en su libro

Introducción a Martí publicado en 1978.Las tesis expuestas en Caliban, por

Fernández Retamar, tienen sus bases teóricas en el pensamiento

anticolonialista del más universal de los cubanos.

2.4 Caliban y los nexos con la historia de América Latina

La pretensión de englobar a la América Latina en el “mundo libre” −nombre

regocijado que se dan hoy a sí mismo los países capitalistas, y de paso regalan

a sus oprimidas colonias y neocolonias− es la versión moderna de la pretensión

decimonónica de las clases criollas explotadoras de someternos a la supuesta

“civilización”; y esta última pretensión, a su vez, retoma los propósitos de los

conquistadores europeos.

Frente a esta pretensión de los conquistadores, de los oligarcas criollos, del

imperialismo y sus amanuenses, ha ido forjándose la genuina cultura

latinoamericana, la cultura gestada por el pueblo mestizo, descendiente de

indios, de negros y de europeos, quienes siguieron a Bolívar y a los libertadores,

los padres fundadores de la independencia americana; la cultura de las clases

explotadas, del campesinado pobre que en México de 1910 siguiera a Emiliano

Zapata o a Pancho Villa, la clase obrera que respaldó a Luis Emilio Recabarren

o a Jesús Menéndez, la “cultura de las masas hambrientas de indios, de

campesinos sin tierras, de obreros explotados” de que habla la Segunda

Declaración de La Habana (1962). Esa cultura, como toda cultura viva, y más en

sus albores, está en marcha; esa cultura tiene rasgos propios, aunque haya

nacido −al igual que toda cultura, y esta vez de modo especialmente planetario−

de una síntesis.

59

En estas relaciones de Caliban con la historia, siguiendo el pensamiento de

Retamar, la metáfora-concepto de materializa en hechos. Se pueden citar

algunas de las fechas que marcan el advenimiento de esa cultura: las primeras

se refieren a combates de indígenas y revueltas de esclavos negros contra la

opresión europea. En 1780, una fecha mayor: sublevación de Tupac Amaru en

Perú; en 1804, independencia de Haití; en 1810, inicio de los movimientos

revolucionarios en varias de las colonias españolas de América, movimientos

que van a extenderse hasta bien entrado el siglo; en 1867, la victoria de Juárez

sobre Maximiliano; en 1895, el comienzo de la etapa final de la guerra de Cuba

contra España −guerra que Martí previó también como una acción contra el

naciente imperialismo yanqui−; en 1910, la Revolución Mexicana; en los años 20

y 30 del pasado siglo, la marcha de Prestes al interior e Brasil ( 1925-1927), la

resistencia en Nicaragua de Sandino, y el afianzamiento en el Continente de la

clase obrera como fuerza de vanguardia; en 1938, la nacionalización del

petróleo mexicano por Lázaro Cárdenas; en 1944, la llegada al poder de un

régimen democrático en Guatemala, que se radicalizará en el gobierno de

Jacobo Arbenz; en 1946, el inicio de la presidencia en Argentina de Juan

Domingo Perón; en 1952, la Revolución Boliviana; en 1959, el triunfo de la

Revolución Cubana; en 1961, la victoria de Playa Girón: primera derrota militar

del imperialismo yanqui en América y la proclamación del carácter socialista de

la Revolución Cubana; en 1967, la caída del Che Guevara al frente de un

naciente ejército latinoamericano en Bolivia; en 1970, la llegada al gobierno, en

Chile, del socialista Salvador Allende. O la figura del Che Guevara, al decir de

Retamar: “El más calibanesco de los Arieles que personalmente he conocido y

amado” (Fernández Retamar, 2006, :178).

Ante estos acontecimientos, Retamar reflexiona y escribe: “Fechas así, para una

mirada superficial, podría parecer que no tienen relación muy directa con nuestra

cultura. Y en realidad es todo lo contrario: nuestra cultura es −y sólo puede ser −

hija de la revolución, de nuestro multisecular rechazo a todos los colonialismos;

60

nuestra cultura, al igual que toda cultura, requiere como primera condición

nuestra propia existencia” (Ibid, :73).

Sin embargo, Retamar no solo hace alusión en sus ensayos a la cultura

latinoamericana forjada en medio de innumerables pretensiones de los

capitalistas, de los explotadores, de los conquistadores europeos, de “los

pueblos modernos que se gratifican ellos mismos con el epíteto de civilizados”,

en frase de Pareto (Pareto, Cfr, Ibid :71); se refiere además a otra cultura

forjada, a la anti-América que identifica además a dichos pueblos: la de los

opresores, la de quienes tratan de imponer en estas tierras esquemas

metropolitanos, o simplemente, mansamente, reproducen de modo provinciano a

la cultura aldeana.

Mas, para Retamar, no cabe dudas de que esa cultura de la anti-América está

en crisis y conjuntamente con ella todo el sistema en que se basa, y por su parte

considera que en las manos de los latinoamericanos está el poder y el deber

contribuir a colocar en su verdadero sitio la historia del opresor y la del oprimido,

en evidente enfoque postaccidental y anticolonialista.

Hispanoamérica, Latinoamérica, como se prefiera (escribió Mariátegui), no

encontrará su unidad en el orden burgués. Este orden nos divide, forzosamente,

en pequeños nacionalismos. El porvenir de la América Latina es la integración

de partir del socialismo del siglo XXI, expresado en la actual propuesta del

ALBA, fruto del pensamiento revolucionario, latinoamericanista y antiimperialista

de nuestra América. Ese porvenir, que ya ha empezado, acabará por hacer

incomprensible la ociosa pregunta sobre nuestra existencia y situará en su

centro a Caliban, como símbolo de la historia de resistencia política y cultural,

como metáfora del discurso cultural postoccidental contemporáneo.

61

2.5 Caliban en la hora actual de América Latina

Sería importante, para el desarrollo de este epígrafe partir una interrogante del

propio Fernández Retamar: ¿Qué es Caliban sino una imagen que forjó el

deslumbrante poeta Shakespeare, y otro poeta, a mucha distancia (espacial,

temporal y de la otra), presentó de manera distinta, pero rindiéndole homenaje al

Bardo que volvió a soñar el mundo?(Idem).

Con la perspectiva abierta por la Revolución que tiene lugar en Cuba desde

1959, y asumiendo o intentando desarrollar, como dijera Retamar, el ideario

martiano, empezó a escribir Calibán en un momento difícil para Cuba. Pero lo

importante es cómo ha cambiado el mundo desde 1971 hasta la actualidad, de

ahí la propuesta de análisis: Caliban en la hora actual de América Latina .

Nos encontramos en un mundo unipolar, donde los Estados Unidos (que ya

Martí había considerado “una república imperial”, “la Roma americana”) son más

arrogantes y agresivos que nunca, aunque tengan aliados que defienden y

defenderán, cada vez más, intereses propios entre los demás países capitalistas

desarrollados. Las consecuencias de ese cuadro para la América Latina y el

Caribe disgregados son sin duda alarmantes. La reciente y espantosa guerra de

destrucción contra Afganistán y contra Iraq, desencadenada bajo el falso

pretexto de castigar al terrorismo, muestra con descarnado cinismo cuáles son

las actuales reglas del juego en el plano internacional. Por lo pronto, una nueva

y enérgica derechización del mundo no puede menos que repercutir en el

continente americano, lo que se pone de manifiesto en varios terrenos,

incluyendo desde luego el político, pero también el estrictamente cultural.

En el discurso pronunciado al recibir en 1982 el Premio Nobel de Literatura,

García Márquez preguntó: “¿Por qué la originalidad que se nos admite sin

reservas en la literatura se nos niega con toda clase de suspicacias en nuestras

tentativas tan difíciles de cambios sociales?”(García Márquez, 1982, htm). Hoy

más que nunca, la América está obligada a permanecer fiel a sí misma, a las

62

tentativas tan difíciles de cambios sociales, y son expresión de ello, los procesos

políticos que se llevan a cabo en Venezuela, Ecuador y Bolivia, entre los más

radicales y revolucionarios.

Caliban, metáfora de la resistencia, fue concebida por Retamar, cuando la

década del 60 todavía echaba resplandores y hacía nacer esperanzas, las que

en considerable medida habían sido alimentadas por la emergencia del Tercer

Mundo después de la Segunda Guerra Mundial. Luego de la primera aparición

de Caliban, en 1971, hubo un importante tema que aunque se había esbozado

antes, encontró desarrollo, tal es el caso del concepto de modernidad en

América Latina, como expresión cultural del cambio que se produjo en América

Latina a finales del siglo XIX liderado por José Martí.

De acuerdo con lo anterior, lo que se ha dado en llamar modernidad en relación

con la América Latina es el resultado de un proceso de modernización del

capitalismo dependiente en la zona. O, como dijera Retamar hace un tiempo

atrás, “la modernidad a la cual se abría entonces nuestra América era una

dolorosa realidad: entre (1880 y 1920) nuestros países son uncidos, como meras

tierras de explotación, al mercado del capitalismo monopolista”(Fernández

Retamar, 2006, :130).

En consecuencia, no se trató ni remotamente de un caso único, sino de un

fenómeno planetario: entonces estaba en trance de ocurrir el paso del

capitalismo a su etapa imperialista. Como ha escrito Gutiérrez Girardot, citado

por Retamar, nuestras “especificidades” que hasta ahora se han considerado

como el único factor dominante deben ser colocadas en el contexto histórico

general de la expansión del capitalismo y de la sociedad burguesa, de la

compleja red de “dependencias” entre los centros metropolitanos, sus regiones

provinciales, y los países llamados periféricos. La comparación entre las

literaturas de los países metropolitanos y de los países periféricos resultará

provechosa sólo si se tienen en cuenta sus contextos sociales. De otro modo,

63

las literaturas de los llamados países periféricos seguirán apareciendo como

literaturas “dependientes”, miméticas, es decir, incapaces de un proceso de

definición y de formación original, incapaces de ser, simplemente, literaturas,

expresión propia.

Los países latinoamericanos se sitúan entre los países llamados “periféricos”.

Pero tal carácter, ostensible en lo económico y en lo político, al margen de los

muchos matices que presenta de un país a otro y de un momento a otro, en

forma alguna puede ser trasladado de modo mecánico a nuestra literatura, a

nuestras artes, a nuestro pensamiento: es sabido que parte de ello tiene

jerarquía mayor. Como lo sintetizó José Emilio Pacheco en 1982, “nuestras

sociedades fracasaron, nuestros poetas no”.

La compleja discusión modernidad-postmodernidad, todavía no ha concluido. Si

bien, desde hace algún tiempo, el tema ha sido considerado en la América

Latina, es pertinente, para muchos, la pregunta que desde el título de un trabajo

de 1989 se hace George Yúdice: “Puede hablarse de la Postmodernidad en

América Latina?”. Como también, sin desconocer la coherencia de no pocas

respuestas negativas a tal pregunta, resulta digna de consideración la respuesta

afirmativa dada por Yúdice: “si por postmodernidad entendemos las

respuestas/propuestas estético-ideológicas locales ante, frente y dentro de la

transnacionalización capitalista, ya no sólo en Estados Unidos y Europa sino en

todo el mundo, el análisis de las culturas latinoamericanas tiene que partir de

esta relación dialógica” (Yúdice, 1994 :45).

No puede negarse que a raíz de la llegada de los europeos a los territorios

americanos en 1492, y de las subsiguientes oleadas de conquistadores y

explotadores, la suerte de América se vinculó hasta hoy con el desarrollo en los

países metropolitanos de las distintas etapas del capitalismo, aunque tal

desarrollo haya estado lejos de beneficiarnos en todos los aspectos: el papel de

Latinoamérica ha sido contribuir también a la historia de Occidente. Saqueados

64

una y otra vez, los pueblos latinoamericanos han padecido pero no han ejercido

la modernidad.

La realidad es que dada la internacionalización (o mejor, según palabras de

Yúdice, “la transnacionalización capitalista”) del mundo, no le es posible a la

América permanecer indiferente a la postmodernidad. Y no sólo porque al decir

de Claudio Guillén, “la actualidad artística e intelectual, que hemos dado en

rotular, para bien o para mal, Postmodernismo” (Guillén, Cfr, Fernández

Retamar, 2006), incluya obras de autores latinoamericanos como Carlos

Fuentes, García Márquez, Mujica Laínez, Jorge Ibargüengoitía o Vargas Llosa, o

el fenómeno cultural llamado “postboom”, sino porque el capitalismo

multinacional o tardío no le es, no puede serle ajeno a América.

Como escribiera Retamar, “el camino de América Latina no será un camino de

hormigas”. El capitalismo ha demostrado ser una catástrofe total. Más de

quinientos años después del descubrimiento que no fue tal, pero sí, ciertamente,

el comienzo del indispensable encuentro de todos los seres humanos, es

importante tener en cuenta el siguiente análisis de Retamar:

Reconozcamos, pensando en los habitantes originales del “brave new

world” que ahora compartimos, quienes vieron llegar en 1492 las tres

carabelas con la cruz en forma de espada donde el Hijo del Hombre

murió una vez y un millón de veces y sigue muriendo, y pensando en

lo que allí y en otros sitios vino después, que nuestra única opción es

hacer culminar ( y perdonar) aquel terrible comienzo, con un

descubrimiento verdadero, similar a los que los griegos llamaron

anagnórisis. En este caso el descubrimiento del múltiple ser humano

“ondulante y diverso”: el ser humano total, hombre, mujer, pansexual;

amarillo, negro, piel roja, carapálida, mestizo; productor (creador)

antes que consumidor; habitante de la Humanidad, la única patria real

(“Patria es humanidad”, dijo Martí, retomando una idea de los

65

estoicos), sin Este ni Oeste, sin Norte ni Sur, pues su centro será

también su periferia. Religiones, filosofías, artes, sueños, utopías,

delirios lo han anunciado en todas partes. Será el fin de la prehistoria

y el comienzo de la casi virginal historia del alma. Si no, será sin duda

el prematuro fin de nosotros los seres humanos, quiénes habíamos

precipitado antes de tiempo el final del diminuto fragmento de

existencia cósmica que nos fue asignado. Pero tal precipitación no es

inevitable. Einstein, Sagan o Hawkins nos han familiarizado (incluso a

nosotros los legos) con la imaginación del Cosmos; Darwin, von

Uexkül o Gould, con la imaginación de la Vida; Freud, los surrealistas

o Jameson, con la imaginación del Inconciente; y Marx postuló

abiertamente que la Historia tiene más imaginación que nosotros.

Quizá pudiéramos sintetizar esta idea con la afirmación de Einsten

que él tenía autoridad superior para emitir: “La imaginación es más

importante que el saber”.(Ibid, :177)

Por lo tanto, en acuerdo con Fernández Retamar, se puede decir que Caliban es

la metáfora más acertada de la situación cultural de la América Latina, de su

realidad, como una contribución a una nueva visión postaccidental de la cultura

desde América a través de Caliban hecho historia:

“De Tupac Amaru, Tiradentes, Toussaint L´Ouverture, Simón Bolívar,

José de San Martín, Miguel Hidalgo, José Artigas, Bernardo

O´Higgins, Juana de Azurduy, Benito Juárez, Máximo Gómez, Antonio

Maceo, Eloy Alfaro, José Martí, a Emiliano Zapata, Amy y Marcus

Garvey, Augusto César Sandino, Julio Antonio Mella, Pedro Albizu

Campos, Lázaro Cárdenas, Fidel Castro, Haydee Santamaría,

Ernesto Che Guevara, Carlos Fonseca o Rigoberta Menchú; del Inca

Garcilaso de la Vega, Sor Juana Inés de la Cruz, el Aleijadinho,

Simón Rodríguez, Félix Varela, Francisco Bilbao, José Hernández,

Eugenio María de Hostos, Manuel González Prada, Rubén Darío,

66

Baldomero Lillo u Horacio Quiroga, a la música popular caribeña, el

muralismo mexicano, Manuel Urgarte, Joaquín García Monge, Heitor

Villa-Lobos, Gabriela Mistral, Oswald y Mário de Andrade, Tarsila do

Amaral, César Vallejo, Cándido Portinari, Frida Kahlo, José Carlos

Mariátegui, Manuel Álvarez Bravo, Ezequiel Martínez Estrada, Carlos

Gardel, Miguel Ángel Asturias, Nicolás Guillén, El Indio Fernández,

Oscar Niemeyer, Alejo Carpentier, Luis Cardoza y Aragón, Edna

Manley, Pablo Neruda, Joao Guimaraes Rosa, Jacques Roumain,

Wilfredo Lam, José Lezama Lima, C.L.R. James, Aimé Césarie, Juan

Rulfo, Roberto Matta, José María Arguedas, Augusto Roa Bastos,

Violeta Parra, Darcy Ribeiro, Rosario Castellanos, Aquiles Nazoa,

Frantz Fanon, Ernesto Cardenal, Gabriel García Márquez, Tomás

Gutiérrez Alea, Rodolfo Walsh, George Lamming, Kamau Brathwaite,

Roque Dalton, Guillermo Bonfil, Glauber Rocha o Leo Brouwer, ¿qué

es nuestra historia, qué es nuestra cultura, sino la historia, sino la

cultura de Caliban?(Ibid, :32)

2.6 Intelectuales opinan sobre los aportes de Fernández Retamar al pensamiento latinoamericanista

Dentro del mundo intelectual internacional, especialmente de la América Latina,

han sido muchos los teóricos que le han prestado gran interés a los estudios de

Retamar, e incluso, los han tomado como referentes teóricos en los tantos

análisis sobre la América Latina y sus estudios culturales. Algunas opiniones y

criterios sobre este quehacer intelectual de Retamar son abordados en este

epígrafe, puesto que evidencian el porqué de la necesidad de tenerlos en cuenta

para la formación de la nueva generación de investigadores y críticos

socioculturales.

67

MARIANO AGUIRRE. Ercilla, Santiago de Chile, 1970.

Los ensayos de Roberto Fernández Retamar, aclaran muchos puntos

sobre los cuales se ha discutido apasionadamente en América Latina

sin tener una información adecuada. Ese es uno de sus méritos se

esté o no de acuerdo con el proceso cubano, o con lo que plantea

Fernández Retamar. Otro de sus valores es la claridad y la forma

directa en que enfrenta problemas, muchas veces complejos, de la

realidad que lo rodea. (Fornet, 2001, :260)

CARLOS HENDERSON. Revista Mexicana de Cultura, México, D.F., 1972.

No hace mucho apareció un libro en extensión de páginas, sobre los

lineamientos ideológicos de la cultura latinoamericana. El libro se

titula Caliban. Apuntes sobre la cultura en nuestra América; su autor

es el conocido poeta cubano Roberto Fernández Retamar. Este librito

está llamado a ser ampliamente consultado y debatido; nosotros

creemos que viene a llenar un vacío. En momentos en que se

suceden infinidad de reportajes y entrevistas a los más conocidos

escritores surgidos con el boom o gracias al boom (y como ya

sabemos estos reportajes muy raramente resultan reveladores, de

manera que allí surja alguna idea que pueda ser provechosamente

comentada), el libro de Fernández Retamar tiene un sitio de hecho

señalado. […] se inicia con una necesaria toma de posición frente a la

manida y gaseosa interrogante: “¿Existe una cultura

latinoamericana?”. La respuesta no se hace esperar. La respuesta no

podía ser otra que desenmascarar esta ingenua pregunta, que

encierra una irremediable condición colonizada. (Ibid, :262)

MERCEDES LÓPEZ BARALT. Revista de Estudios Hispánicos, San Juan, P.R.,

1973.

Nuestra cultura es -y sólo puede ser- hija de la revolución, de nuestro

multisecular rechazo a todos los colonialismos; nuestra cultura, al

68

igual que toda cultura, requiere como primera condición nuestra

propia existencia.

El epígrafe arriba citado es la tesis que desarrolla uno de los más

extraordinarios documentos latinoamericanos de los últimos años:

“Caliban”, del poeta e intelectual cubano Roberto Fernández Retamar.

Espoleado por la insolencia ignorante de la pregunta: “¿existe una

cultura latinoamericana?”, formulada por un periodista europeo

nominalmente izquierdista, Retamar emprende una seria reflexión

sobre la larga y difícil búsqueda de nuestra expresión, que no otra

cosa es la historia de nuestra cultura. Este largo camino, que hace

necesaria la contestación a la burda pregunta del europeo, implica

contestar a un planteamiento anterior y más urgente: ¿existimos?

Con justa ira, que no deviene la superficialidad del panfleto, sino que

por el contrario, y de manera aleccionadora, se traduce en una

investigación impecable, Retamar asume nuestra defensa. Su ojeada

histórica sobre algunas de las manifestaciones más significativas de

nuestra literatura parte del reconocimiento de la necesidad de

recuperar nuestro símbolo: “Asumir nuestra condición de Caliban

implica repensar nuestra historia desde el otro lado.” Con un enfoque

auténticamente latinoamericano se lanza Retamar a destruir el mito

de nuestra inferioridad, echando por tierra la falsa imagen que de

nosotros mismos nos han impuesto los imperios, y que

lamentablemente hemos internalizado, convirtiéndonos en

espléndidos e inconscientes agentes de coloniaje. […]

Nuestra suerte de colonizados nos ha dejado el problema de una

lengua (y con ella una visión del mundo) que no hemos creado. Si una

lengua nativa puede emplearse como elemento de resistencia contra

la lengua del invasor, nosotros tenemos una tarea más difícil, que es

la de apropiarnos de esa lengua impuesta, dándole un sentido nuevo.

Esto pretende hacer Roberto Fernández Retamar en términos del

mito Caliban. Resulta iluminador el hecho de que justo en la base de

69

este mito está una característica positiva nuestra, la que nos confiere

existencia: la voluntad de defender la tierra y la cultura contra la

agresión. Fue precisamente la resistencia caribe la que provocó la ira

española que elaboró luego el símbolo en términos de salvajismo.

Cabría quizá una objeción. ¿Y qué hay de la otra imagen del indio

pacífico y “bueno”, aquel que se somete? ¿Es que no alude a una

realidad de nuestro continente, en su condición enajenada? ¿Por qué

asumir, del doble mito, sólo su cara calibanesca? ¿No es más

compleja nuestra realidad, acaso no comprende revolución y

enajenación, lucha y sometimiento?

Retamar no pretende en ningún momento proclamar que todo el

Latinoamérica es revolucionario. Lo que nos dice es que aquellos

hechos históricos, literarios, culturales que manifiestan afirmación

latinoamericana son los que nos representan de forma más legítima.

En este sentido hay fechas que adelantan el advenimiento de nuestra

cultura y otras que lo atrasan. Bajo esta misma luz habría que hacer

una revisión de la literatura latinoamericana, que no sería otra cosa

que destacar las relaciones entre historia, sociedad y literatura.

Retamar esboza el replanteamiento de figuras como Borges, Fuentes,

Rodó, Sarmiento, Martí y otros. Pero el resto de la tarea es nuestra.

(Ibid, :262-265)

RÓMULO RAMÍREZ RODRÍGUEZ. El Comercio, Lima, 1977.

A través de su propia obra ensayística, que se ha producido sin

desmayo y paralelamente a su valiosa poesía “conversacional”, y de

la revista Casa de las Américas, que dirige desde hace varios años,

Fernández Retamar ha contribuido al esclarecimiento de la situación

cultural del Continente. Es pertinente destacar que la singularidad de

su aporte radica, precisamente, en que ha visualizado la problemática

cultural de Hispanoamérica no como un fenómeno aislado y

70

autóctono, sino como un aspecto central -al lado de otros también

significativos- del proceso histórico y social del Continente.

En estos años, Fernández Retamar fue dando a conocer diversas

reflexiones, distintos asedios en torno a aspectos teóricos de la

literatura hispanoamericana, que se emparentaban visiblemente con

los mejores intentos por forjar una conceptualización y una praxis

crítica que estuviese en aptitud de comprender cabalmente nuestra

producción intelectual. Esta labor intensa constituye, en cierto modo,

un precedente sumamente estimulante de lo que ya se llama, con la

equivocidad del adjetivo, “nueva crítica literaria latinoamericana”. […]

[Una] faceta sustancial de las indagaciones de Fernández Retamar es

la revaloración de la tesis propuesta por escritores

hispanoamericanos que han sido hasta hoy marginados. Resulta

siendo hora, y así lo entiende Fernández Retamar (ésta es casi una

labor de rescate), de estudiar y apreciar en su contexto las páginas

que escribieron críticos como Alfonso Reyes, Pedro Henríquez Ureña,

José Carlos Mariátegui, Ezequiel Martínez Estrada, entre otros. Y,

asimismo, de asimilar e incorporar, tras el análisis correspondiente,

las ideas de nuestros más destacados escritores, que han resuelto,

en la mayoría de los casos, ser nuestros más perspicaces críticos.

(Ibid, :267-268)

ISAÍAS PEÑA GUTIÉRREZ. El Espectador, Bogotá, 1980.

Yo siempre he meditado en por qué “Caliban” despertó tanto interés,

por qué se tradujo tanto y lo piratearon hasta en Italia (razón por la

cual la edición de Feltrinelli fue suspendida). Creo que era importante

no solo la pregunta de si existía la cultura latinoamericana -con ella

principia el ensayo-, sino el bagaje y la herencia cultural de Fernández

Retamar, sumados a las nuevas circunstancias en que escribía.

Quiero decir que, al contrario de lo que podría pensarse, su pasado

pequeñoburgués, su anterior cristianismo, su amplio conocimiento de

71

la cultura mundial, sumados a la experiencia de la Cuba

revolucionaria y el aprendizaje emocionado del marxismo y, por fin,

del Martí liberador, permitían una real nueva visión de la América

Latina. Un lenguaje vertical pero no sectario, una confrontación de

América con el mundo sin la interferencias del panamericanismo

manipulado de Estados Unidos, un vernos parte de un todo al cual se

le exige una silla desencadenada, libre, para tomar puesto deliberante

en la historia, hicieron de “Caliban”, un ensayo que se multiplicó por

las universidades occidentales, incluidas las de los Estados Unidos.

(Ibid, :272-273)

ABEL E. PRIETO. Casa de las Américas, La Habana, 1980.

La evolución de la ensayística de Roberto Fernández Retamar

muestra el desarrollo de una indagación que crece en superficie y en

profundidad. Del intento de un joven poeta de resumir, de hacer el

balance de la poesía cubana que le precedió, comienza a

bosquejarse el panorama poético de Hispanoamérica. De las

preocupaciones literarias, buscando respuestas que no pueden

hallarse en los marcos de la literatura, arribamos a preocupaciones

culturales que se enfilan hacia la identidad de nuestra América y las

claves para su comprensión. La descolonización es asumida como

punto de partida para cualquier aproximación legítima a nuestra

historia, a nuestra cultura, y va abriendo su mirada hasta alcanzar el

mundo subdesarrollado y todas las comunidades marginadas del mito

de Occidente. Ha sido una expansión donde cada pregunta encuentra

respuesta en la pregunta siguiente, donde cada cuestionamiento es

contenido y superado en el próximo.

El crecimiento en profundidad, por otro lado, ha sido una necesidad

del crecimiento en superficie; y viceversa. De explicaciones estilísticas

e intentos de periodización generacional, cierta dosis de mitificación

de los problemas culturales y otras limitaciones propias de un

72

pensamiento en evolución, se forma -luego de un complejo proceso

que no debe esquematizarse- una penetrante visión marxista-

leninista. […](Ibid, :275-277).

WALTER MIGNOLO. RCLL, Lima-Berkeley, 1991.

Me parece justo que tomemos a Fernández Retamar como punto de

referencia para discutir problemas que, varios años más tarde, van a

retomar Said y Jamenson. Tenemos en particular inclinación (los

latinoamericanos al menos) para reflexiones que surgen de otras

experiencias, e ignorar (y más aún para criticar) lo que surge de la

nuestra.

(Ibid, :279)

GUILLERMO MARIACA ITURRI. El poder de las palabras, La Paz-La Habana,

1993

Sería difícil encontrar otro intelectual latinoamericano que haya

fusionado tan completamente la crítica a la modernidad y su radical

negación […] Gracias a Fernández Retamar la crítica literaria

hispanoamericana es ahora nuestra crítica, nuestro cultural sentido

común, aunque todavía arrastremos su genealogía colonial. (Idem)

JOHN BEVERLEY. Diccionario Enciclopédico…Caracas, 1995. El ensayo “Caliban”, de Roberto Fernández Retamar, rápidamente se

convirtió en un manifiesto cultural para América Latina, el Caribe y las

comunidades latinas de los Estados Unidos […]. (Ibid, :280)

Es evidente el reconocimiento que el pensamiento latinoamericanista

de Roberto Fernández Retamar ha alcanzado desde diversas facetas

de análisis. Los aportes que se destacan por parte de la comunidad

latinoamericana de las Ciencias Sociales e relación con sus

propuestas nos remiten al carácter fundacional de una nueva visión

73

crítica de la realidad y de la cultura en América Latina, en la cual su

condición de poeta le ha permitido poetizar a través de la metáfora el

carácter de resistencia de nuestra cultura; tesis latinoamericanistas

que han alcanzado un carácter de “manifiesto” programático por sus

lineamientos ideológicos y toma de posición que desenmascara el

discurso colonial, y “que viene a llenar un vacío”. El reconocimiento a

la práctica creadora de Caliban, para repensar la historia desde

América Latina, con un enfoque auténticamente latinoamericano; ello

ha permitido contribuir al esclarecimiento de temas tan importantes

como el lugar de la identidad cultura de América, las relaciones de la

modernidad y la postmodernidad, el lugar de la figura de José Martí

como fundador de un proceso de modernidad visualizando las más

disímiles propuestas culturales del continente americano. Todo ello

porque ha asumido la descolonización como centro vital de todo su

pensamiento latinoamericanista y antimperialista.

74

CONCLUSIONES

• Hoy, “la brecha se ensancha” entre los países ricos y los países pobres,

“el pillaje del tercer mundo”, “el problema por excelencia” han crecido

hasta límites casi intolerables, y consecuentemente también, ha crecido

un pensamiento occidental de derecha que se encarga de sancionar

aquellas realidades, como ha venido haciendo desde 1492. Para ello se

ha valido de silencios, reticencias, o palabras pomposas o relucientes que

cambian de aspecto, pero no de función.

• Ante la inminente desvalorización de la América Latina por parte del

pensamiento engendrado en el seno de Occidente, han surgido voces

capaces de teorizar sobre la autenticidad de la cultura latinoamericana,

por lo que ha resultado imprescindible el análisis de las diversas

propuestas teóricas de la intelectualidad sobre los estudios culturales

desde América Latina dentro de esta investigación.

• América Latina constituye un escenario necesario de estudio para las

ciencias sociales en Cuba, partiendo específicamente desde la formación

intelectual de las futuras promociones de investigadores socioculturales

cubanos, puesto que son estos testigos indiscutibles de la realidad

latinoamericana.

• Por su parte, en un esfuerzo ingente fundado en estas vivencias, en estas

lecturas y en sus meditaciones, el intelectual Roberto Fernández Retamar

recompone los caminos por los cuales América Latina llegó a ser lo que

fue, configura el ser que hoy es, e incluso vislumbra las promesas de que

los latinoamericanos son portadores, delineando destinos “que la historia

se obstina en negar y la filosofía insiste en postular”.

75

• En relación a un acercamiento inicial a las problemáticas propuestas por

la investigación, se ha tenido en cuenta el libro Teorías sin disciplina.

Latinoamericanismo, postcolonialidad y globalización en debate, (1998),

de Santiago Castro-Gómez, por aportar elementos teóricos sobre las

diferentes conceptualizaciones de términos como postcolonialidad,

identidad, latinoamericanismo, postoccidentalismo, postmodernismo,

entre otras.

• Se destacan además los estudios de Walter Mignolo por reconocer la

significación de Roberto Fernández Retamar como antecedente de la

década del 70, de su tesis postoccidental como expresión de una cultura

de la resistencia para la América Latina, simbolizado en el concepto-

metáfora de Caliban.

• Es así que en el segundo capítulo hemos abordado el compromiso de

Retamar de fundamentar a través de su obra Todo Caliban el quehacer

intelectual de la América Latina, así como la autenticidad de su cultura

ante la pretensiosa pregunta sobre nuestra propia existencia. Se

comprueba la hipótesis que ha guiado esta investigación sobre la

creación del concepto-metáfora Caliban, creado por Retamar, el cual

constituye un símbolo de resistencia anticolonial de la cultura

latinoamericana frente a las teorías colonialistas del discurso occidental,

como evidente estrategia discursiva de la cultura desde una visión

postoccidental de ensayística.

76

RECOMENDACIONES

• Continuar trabajando esta línea de investigación referente a los estudios

culturales en América Latina desde una visión anticolonialista.

• Encaminar nuevos trabajos investigativos a través de los cuales se pueda

abordar con mayor profundidad temas de interés sociocultural para la

América Latina indagando en otros enfoques.

• Profundizar sobre temas relacionados en el pensamiento postoccidental,

para un mejor entendimiento de la realidad sociocultural latinoamericana

en diversos intelectuales de América Latina y de Cuba.

• Vincular la carrera de Estudios Socioculturales a tareas relacionadas con

los proyectos de integración de la América Latina.

• Continuar profundizando en el pensamiento de Roberto Fernández

Retamar, tomando en cuenta temas como la modernidad y la autenticidad

en Latinoamérica, el lugar que ocupa la obra martiana en este contexto y

en la diversidad de textos que aborda el concepto de Caliban.

77

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