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s u M A R I o .. Portada de Carloo A. Caotellanoo. - Poemao de Juan Ramón Jlmolnez, J. Moreno Villa, Elía Gil Salguero, Humberto Zarrllli, L. A. Caputl, Ort'" Saralegul¡ Concepción Silva Bolllnzon, Bellrán "artinez, R. Blenelo Brito, T. S. ElIot, R. Lanau, Fred Faure y Jotge E. Móblll. - Elltotenciallomo y Literatura, por Guillermo De Torre. - Dibujoo de Ollmpla Torreo, Eotudio de Hano Platocbek. La Nocbe Buena del Guerrillero, por Jooé Bergamin, Dibujo de Amalla Nieto. Joaquin Torreo Oarcia, por Emilio Oribe. Kierkegaard y loo olatemao, por Suoana Soca. - Manuel y Antonio Machado, por Jeoualdo. aotudioo oobre F-red Faure, Iveo Alíll, Deonoyer, Charleo Walch, Pettoruti, Spallanzani, Gamarra, Garcia Reino, Bano Platochek y Jorge Móbill, p'or Lula Eduardo Pombo. - Retrato de- Concepción Silva Bollinzon, por Ar-mando Gonzá-Iez. - Loo Cuentoo Selvático-o de Horaclo Quiroga, por Carloo Ma. Princivalle. En torno al romancero, por Laura Eocalante. Vivir, elltralia cooa, por Francioco Alejandro Lanza. - La Boletada por Mario Benedetti. - Reproducciones de Eduardo Yepeo, Eotudlo de Joool Ma. Podestá. Giovan-ni ScheiwiJler, por Eduardo Westerdahl, La Naturaleza Poética de Machado, por Enrique Azcoaga, - Notao de Llbroo. 88'

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Revista literaria y cultural uruguaya

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  • s u M A R I o

    ..

    Portada de Carloo A. Caotellanoo. - Poemao de Juan Ramn Jlmolnez,J. Moreno Villa, Ela Gil Salguero, Humberto Zarrllli, L. A. Caputl,Ort'" Saralegul Concepcin Silva Bolllnzon, Bellrn "artinez, R.Blenelo Brito, T. S. ElIot, R. Lanau, Fred Faure y Jotge E. Mblll.- Elltotenciallomo y Literatura, por Guillermo De Torre. - Dibujoo deOllmpla Torreo, Eotudio de Hano Platocbek. La Nocbe Buena delGuerrillero, por Joo Bergamin, Dibujo de Amalla Nieto. JoaquinTorreo Oarcia, por Emilio Oribe. Kierkegaard y loo olatemao, porSuoana Soca. - Manuel y Antonio Machado, por Jeoualdo. aotudioooobre F-red Faure, Iveo Alll, Deonoyer, Charleo Walch, Pettoruti,Spallanzani, Gamarra, Garcia Reino, Bano Platochek y Jorge Mbill,p'or Lula Eduardo Pombo. - Retrato de- Concepcin Silva Bollinzon, porAr-mando Gonz-Iez. - Loo Cuentoo Selvtico-o de Horaclo Quiroga, porCarloo Ma. Princivalle. En torno al romancero, por Laura Eocalante.

    Vivir, elltralia cooa, por Francioco Alejandro Lanza. - La Boletadapor Mario Benedetti. - Reproducciones de Eduardo Yepeo, Eotudlo deJoool Ma. Podest. Giovan-ni ScheiwiJler, por Eduardo Westerdahl, LaNaturaleza Potica de Machado, por Enrique Azcoaga, - Notao de Llbroo.

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    LAS DIRECCIONES QUE INTEGRAN EL MINISTE-RIO DE OBRAS PUBLICAS, REALIZAN EN ESTOS 1v10-MENTOS UNA INTENSA Y FECUNDA LABOIR QUE HADE TRADUCIRSE, CONFORME A LOS RECURSOS QUE SECUENTEN, EN UN ARMONICO DESARROLLO DE LASOBRAS PUBLI,CAS QUE BENEFICIARA POR IGUAL ATODAS LAS ZONAS DEL PAIS.

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    Orden de la E

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  • EN M-I T ER e E- R o M A R

    Rara "ALFAR"

    En mi tercero mar estabas t,de ese color de todos los colores(que yo dije otro da de tu blanco);de ese rumor de todos los rumoresque siempre persegu, con eL color,por aire,tierra, agua, fuego, amor,tras el gris terminal de todas las salidas.

    T eras, viniste siendo, eres el amoren fuego, agua, tierra y aire,amor en cuerpo mo de hombre y en cuerpo de mujer,el amor que es la formatotal y nicadel elemento natural, que es elementodel todo, el para siempre;y que siempre te tuvo y te tendrsino. que no todos te ven,sino que los que te miramos no te vemos hasta un da.

    El amor ms completo,amor, t erescon la sustancia toda(y con toda la esencia)en los sentidos todos de mi cuerpo(yen todos los sentidos de mi alma)que son los mismos en el gran saberde quien, como yo ahora, todo en luz, lo sabe.

    Lo sabe, pues lo supo ms y ms;el ms, el rps, camino nico de la sabidura;ahora yo se ya que soy completo,Porque t, mi dese.ado dios, ests visible,ests audible, ests sensibleen TIlIDOr y en color de mar, ahora;porque el'es espejo de m mismoen el mundo, mayor por ti, que me ha tocado.

    J TI A. N R A M O N JIMENEZ

  • EXISTENCIALISMO y LITERA.TURA

    -

    Una revista juvenil acaba de interrogar-me: " el existencialismo es un problema denuestro tiempo 1". La pregunta pertenece allInaje de aquellas cuya respuesta afirmativa:yace en el simple hecho de su formula0in.En efecto, hay casos ~n que hacerse cuestinde su existencia problemtica equivale ya areconocer paadinamente que existen comotales. Pues en puridad slo preguntamosaquello de que estamos ciertos, aquello decuya rpli0a antes que otra cosa esperamosuna corroboracin. :Mas slo nos inquietacomo problema aquello cuya expresin mul-tvoca se agranda al formularlo dubitativa-mente. Si bien las cosas incuestionables setornan enigmticas cuando nos disponemosa verlas de modo inquisitivo, asombradamen-te. f, Acaso '1.10 se Iha dicho con razn que laactitud filosfica 00mienza en el asombro ~En el asombro igualmente pudiera hallarsela raz de tood arte, inclusive su razn deser, cuando pretende revelarnos una 'llUevafaz del mundo.

    El existencialismo es, pues, un problemade nuestro tiempo; pero no de un modo abs-tracto e intemporal, sino por su aproxima-cin a lo humano, a los problemas propiosdel ser humano, vistos y sentidos ahora. yaqn, en su radical historicidad. Seala-como ya lo escrib en mi Valoracin lite-raria del existenciall~snw - un vital reaccincontra la filosofa al uso que pareca haberllegado a morderse la cola, a no salir de s

    misma, con riesgo de 00nvertirse en una es-tril filosofa de la filosofa. Aludo en unapalabra: a aquella filosofa que despus deKant -segn Ortega hubo de reconocer-semejaba volverse de espaldas a la vida yse interesaba ms por el mtodo de conoci-miento del mundo que por el mundo mis-mo. En este sentido , qun dejar de esti-mar admirable el enrgico golpe de timndado por el existencialismo, encarndonos,con la realidad fundamental del existir yno con sus irreales esencias, aplicndose alos problemas metafsicos del hombre con-creto 1 Y ms admirable an -por encimade cualquier reserva adjetiva- es la cir-cunstancia pe(mliarsima de que esta filoso-fa, a fin de hacer ms tangibles y comuni-cables los problemas que plantea o resucita,no vacile en alternar lo rigurosamente dis-cursivo con lo libremente imaginativo; esdecir, deje de acantonarse en moldes espe-cialistas y acierte a verterse en la novela yen el teatro.

    Esta nueva extravasacin se debe al he-cho fundamental de que las tesis existencia-listas pueden expresarse mejor, con m's ne-titud y plasticidad que dentro de las obrasdoctr11ales, en las imaginativas; pues segnha escrito Simone de Beauvoir "si la des-eripcin de la esencia pertenece a la filosofapropiamente dicha, nicamente la novelapermitir evocar, reflejar, en su realidadcompleta, singularmente, el flujo original de

  • la existencia". L'etre et le nant, Pknom-nonologie de la perception son por consi-guiente, menos explcitos, tienen un alcancemenos amplio y profundo que H uis clos yTous les hommes sont mortels. Y, por miparte, ya he manifestado otras veces mi pre-ferencia por esta manera de expresin lite-raria, diputndola inclusive superior en surealizacin a la filosfieoa.

    Claro est que -muy previstamente- talsentir no concuerda Mn la opinin de losseores filsofos. Los profesionales y lmila-terales de esta disciplina no aeaban de salirde su asombro indignado; no acaban de acep-tar la profanizacin de sus ritos, la diila-nizacin de su misterio que, en ltima ins-tancia, implica el existencialismo. Hasta enlos recin llegados, en aquellos cuya maso-nera gremial parec~ que habra de ser me-nos cerrada, el enojo no se recata. Acabode recibir, por ejemplo, un libro de JulinJYlas sobre Ortega 'Y la idea de la 1'a:zn.vital, donde el autor, con cuatro palabrasdestempladas, intenta quitarse de encima elexistencialismo.

    No nos indignemos a nuestra vez -puestoque, en definitiva, tampoco yo tengo por-que erigirme eoontrariamente en apologista dela nueva tendencia y aspiro simplemente a

    seguir vindola objetivamente-, con simpa-ta, s -ya que sin ese ademn prev1.o deaproximacin todo se confunde, no hay pers-pectiva que resulte clara-, pero a equidis-tancia entre el panegrico y el vituperio. Elhecho de que una Weltanscha1(,~tng filosficaadquiera, desde el momento de nacer, desdo-blamiento y proyeccin literarias es dema-siado nuevo e inslito para ser aceptado f-cilmente por todos. Ningn otro estilo depensamiento alcanz en su orto pareja biva-lencia. Pero i no sean ingratos los filsofos!Piensen un instante lo que habra sido, Joque hubiera supuesto para nuestro enriquec

    .cimiento espiritual peseerllsu;da una tras-lacin literaria inmediata de los sistemas msfundamentales. Qu no daramos hoy portener la novela del {imperativo coateg'Iricokantiano, el drama de la tesis-antitesis he-geliana, el poema del impulso vital bergs,:}-niano ... ! (H Irreverencia, profanacin!;santos custodios de lo hermtico, acorred-nos!" - exclaman aterradas las Vestales deltemplo sombro. .. Pero es que olvidan o fin-gen olvidar, entre otras cosas, que tambinexiste una admirable dinasta de filsofosartistas, para quienes la expresin bella nofu incompatible con el pensamiento rigu-orso, desde Platn a Pascal, desde Nietzschea Bergson, desde Santayana a :Ortega).

    G u I L L E R M O D

    1/1

    E T o R R E

  • LOS

    Fbula de La Fontaine

    DIBUJOS DE

    Olimpia Torres

    OLIMPIA

    -

    Supongo que Olimpia jams ha levantadosu lpiz a la altura de los ojos, con estegesto entre religioso y mecnico, para me-dir la nariz de lID calco griego. Sin embar-go, esta omisin es preC'isamente lo que suarte requiere; sus lneas, siglas y texturasvienen de una naturalidad que, para ex-presarse por entero, no pide, no puede pe-dir otra cosa, sino este juego lineal, entreinvencin e ilustracin, en que se entrelazanlos elementos pmamente plsticos, las me-tforas poticas, la fantasa y la burla.

    Toda calificacin es incompleta si no secomenta la fundamental intencin de Olim-pia, sin duda extraplstica y que, por estomismo, ha tenido que crearse sn instrumen-to. Olimpia siente el placer de contem-

    pIar las debilidades humanas. lVIuy lejos,empero, de la malignidad, lejos tambin delodio agrio de un Grosz o del utilitarismomaquiavlico del panfleto poltico, pare0esentir esta satisfaccin del nio, inocente yvidiente al mismo tiempo, que ha sorpren-dido al adulto pedante y arrogante en ro-pas menores. Olimpia sorprende a ciertotipo de nuestro tiempo en el momento dedar el paso de lo sublime a lo ridculo, ysu encanto particular consiste en que dejatraslucir de cuando en cuando, este orgendel hombre con cabeza de asno y zancadasde avestruz.

    Otras veces ya no es una partiC'ularida:llo que surge de los dibujos de Olimpia, unamezquindad pasajera, sino pecados capita-

  • Fbula

    les. Olimpia ha dibujado los siete, y es enestas obras donde se manifiesta a las clarasel intenso sentido potico y la vena inven-tiva mediante la interferencia de las for-mas creadas. Del mismo modo, y ya en unplano ms espiritual an, procede en lasilustraciones para las fbulas de Lafontai-ne: sus signos adquieren una m.ayor inde-pendencia; la imaginacin intervielle conpredominio en los temas. Dibuja all consutileza, hacindonos olvidar el aspecto ma-nual y tcnico, trascendindolo para situaral espectador en tierra imaginaria, de atms-tratados por rOlimpia son de lIDa elementalfera trasparente y mgiC'a.

    Cabr decir ms. lVIuchos de los asuntossencillez, otros de una evidencia de inten-dones satricas, despreciadas siempre porel artista que no posee, como Olimpia, eltacto suficiente y la visin prstina paradar nobleza a sus asuntos. Alrededor de

    Olimpia Torres

    estos temas comienza, para O1impia, el jue-go; los grandes y pequeos hallazgos de sig-nos, unos tan importantes como los otros,realidades traspuestas, grafismos alusivos.Si para muchos artistas ciertas cosas, cier-tos modismos del hablar, ciertas bestias so-ciales son, como dije, tabues intransitables,Olimpia intenta su redencin y las trasfor-ma en juguete,- en fin de cuentas, ni eljuguete es lo importante, sino el jugar, ylas maneras de inventarlo.

    Un sentido moral, al margen de toda pe-dantera, se trasluce en estos dibujos. Olim-pia ve el mundo con limpieza. Un mundoCouya poblacin en nada cede ante la com-paracin con la fauna molieresca, encuentraen Olimpia un juez, no por humano menosperspicaz, pero que bien puede olvidarse desu sentencia durante el juego de la ejecu-cin.

    H A N s p L A T s e H E K

  • CA.RTA DE UN DESTERRADO

    Perdname el desvaro:yo no quiero.ms envoque un pedacito de ro.

    Yo nO' s de cul; de aqulretozn y bailarndonde mojaba mi lpizcuando quera escribiTuna carta cariosa.y preciosa para t.

    Yo' no quiero ms envoque un pedacito de ro.

    Yo no s de cul; de aqulanchuroso y tenebrosodonde aprend lo severode la vida, lo ms hondo,lo que slo v el sentido,lo que nunca ven los ojos.

    Yo no quiero ms envoque un pedacito de ro.

    fY dile a mis compaerosque no necesito nada.Que tengo .amor, carne, queso,legumbres y -noches largas;que tengo un cielo de gloriay una tierra muy alzada;que me sobran las revistas,los libros y hasta las cartas;que si me agobian las penas,miro las del otro, y paran.],1:as, esto s... lo repito,es una cosa sagrada:Yo no quiero ms envoque un pedacito de ro.

    Yo no s de cul; mandadmedel azul, del amaranto,del inquieto, del suave,del que va derecho al salto,del que regatea y blll'la,del que es .angosto o es ancho.

    Perdname el desvaro:quiero un pedazo de ro.

    J M O R E N O VIL L A

  • Dibujo Arnalia Nieto

    LA.. NOCHE BUEN A. DEL GUERRILLERO(Cuento de verdad)

    1

    No hay claras en el cielo. Ni en el sneloUn fro enmascarado de niebla espesa pene-tra hasta los huesos. Todo es nube cerrada,que ha ido oscurecindose con la puesta, yanocheciendo, escurre sus lgrimas invisiblesclavndolas como puntas de aguja sobre lapiel. Tres sombras humanas, precedidas deun mulo, caminan trabajosamente en la oscu-ridad, subiendo por el enmaraado sen"eromontaoso. Parece que los brazos retorci-dos de los pinos, enlazndose, les tendierancepos de lobo. Sumida en la noche tenebro-sa la voz lejana de una muchac-ha entona unvillancico. Los tres bultos humanos que su-ben por el sendero, tras la cabalgadura, han,parado un ins1Jante, husmeando como pe-rros la orientacin para su camino. Y ha-blan con voz baja y cansada, como si es-tuviesen dentro de un calabozo.

    La mujer vieja. - Por aqu no vemosseal alguna.

    La mujer joven. - (Que lleva un nio ~nlos brazos). Por aqu es, madre. Estoy se-gura.

    El hombre viejo. - La niebla nos ha en-gaado algo, pero ya les andamos cerca. Hayque subir un poco ms.

    Los tres avanzan silenciosamente. Luego

    la vieja se detiene.La vieja. - j Qu vamos malos digo! i Quie-

    tos! , No sents? De la oscuridad salta unavoz dura que' grita: i alto! Los que subense detienen instantneamente como parali-zados. Apareoe una figura campesina en-vuelta toda en una manta de la que sale porun lado el can del fusil apuntalado.

    El viejo. - , Vis C'Omo bamos bien? i Yales encontramos!

    El hombre Joven. - , Sois vosotros ~ ya quin trais?

    El viejo. - , Ya no reconoces lo tuyo?La jovell. - (Destapando al nio dormi-

    do) i Con cuidado, no me lo despiertes!El hombre joven toma en sus brazos al

    nio que despierta llorando.

    II

    Ahora van los cuatro, precedidos del mu-lo, caminando en la oscuridad sin decir pa-labra. El guerrillero lleva al nio en susbrazos bajo la manta. Entre la espesura delramaje aparece un temblor de llama. En unaclara, abierta entre los pinos, la hogueraforcejea con la niebla, esparciendo sus hu-mos quietos y haciendo crujir los rastrojoshmedos con un tnue c-hisporroteo de luce-cillas. .Alrededor, un puado de hombres,

  • -callados, miran a los que llegen. Dicen:Uno. - (Encorvado sobre el fuego, reani-

    mndolo con una rama) , Qu 1 , Trajsteiscena?

    Otro. - , y bebida 1El VIeJO desembaraza al mulo de un

    montn de bultos que llevaba encima y losva poniendo en el suelo. Los dems le mi-ran, confiados; y una alegra cautelosa, co-mo el silencio, avienta sombras en los sem-blantes.

    La vieja. - Tambin all abajo prepa-ramos vuestra nochebuena ...

    Uno. - , Con tan buena comida y bebidase puede creer en Dios! ...

    La vieja. - i Calla, renegao, no maldigasdel que vino al mundo por nosotros!

    Otro. - j y ellos se lo llevaron!Otro. - j Nos lo llevaron!Otro. - j Buen provecho les haga!La vieja. - j Call t!... i Que por su

    nombre tenemos esta noche una pizca de paz. . IsIqUIera ....Mientras trajinan las dos mujeres, prepa-

    rando la cena, el viejo reparte a los hombrescajetillas de tabac'o que stos van tomandocon codicia; y en todos los labios se prendeuna breve lumbre, apenas perceptible a losojos picados por el humillo negI'o de lostizones encendidos. De pronto se escuchaun silbido largo que se repite como una 3e-al; los guerrilleros esconden los cigarri-llos bajo la ropa y apagan las brasas del fue-go golpendolas. Vuelve a oirse el llantodel nio asustado:

    La joven. - (Lo toma de brazos del hom-bre, escndindolo en su seno) j Calla, calla,hijo, que pueden oirte! ...

    El joven. -i Tpamelo bien con le man-ta, no nos descubra! ...

    Sigue el silencio de ansiedad en el que

  • que cantan, desgarrando la niebla a golpesde latones y panderos. En un corral, escon-didos entre la paja, dos mujeres y un viejohablan sobresaltados:

    La vieja. - j Dale el peoho para que ca-lle! j Tendr hambre!

    La joven. - (Dndole el pecho al nio queaprieta contra s) i Calla, mi cielo!

    El viejo. - Mucho tardamos en volver.Temo que nos vieran. Oyen las voces agriasque se acercan hacia el establo. Como si lastemiera se levanta la vaca que yaca echadasobre el rastrojo. Y el mulo, con los ojoscargados de sombras, vuelve la cabeza, asus-tado, hacia la puerta. Llegan, alborotados,los de la gritera, galleantes, turbios de vi-nazo y desvelo. Dos guardias civiles les si-guen cerca, omo sin decidirse a separarlesni a unirse al vocero. Todos quedan uninstante mudos, ante el pajar, mirando algrupo de los viejos y de la madre dando elpecho a su hijo. De pronto lma voz rompediciendo:

    -l\1:ralos. i Si son ellos!-Algo malo haran esta noche cuando

    aql se esconden: j qu vienen hudos!-j Calla! i Qu ste es como el portal mis-

    msimo de Dios!

    -j Con Virgen y todo!-No falta ms que San Jos!- Huy de la quema!-j Pues yo veo sus cuernos!-j Animal, son los de la vaca!La vieja, en pie, erquida, con voz fie-

    ra que le sale de las entraas, las increpa:j Borrachos, que os maldiga el Seor!

    Entre todos empujan a los guardias. Es-tos apuntan sus fusiles al grupo formado porlos viejos y la madre que tiene al hijo en elregazo. Deja la mujer al nio sobre las pa-jas, lanzndose afuera, con los brazos en al-to, para defenderlo. Suena un disparo ycae al suelo, de bruces, herida de muert~,la joven mujer. Huyen algunos. Otros seesC'onden donde pueden. El mulo escapa conespanto, dando cOCes al cielo, mientras lavaca muge con humano sentido quejumbro-so. Atiende el viejo a la criatura, tratandode ocultarla, apagando sus llantos. La viejaCOlTe por la callejuela gritando enloquecida:-"i Matarn a Dios!, matarn a Dios! ...

    No cesa de llOviznar con el alba.Tras la mscara impenetrable de la ne-

    blina que blanquea -todo es nube cerrada-empieza a clarear el da. La palpitacin lu-minosa del corazn del nio que llora pulsasu precipitado latido en la invisible estrella.

    J o s E B E R 6: A ::M I N

  • p o E M A s

    ALONDRA HERIDA

    Tan simple era mi canto,que no viste fluir -nieve y celaje-desde el lecho de musgo de mi mano.

    No oiste la cada de sus hojas,el ll'anto de su sangre ...tan simple era mi c,anto.

    Volaba de mi frenteun. palpitar de pjaro.Por mis arterias ibatan lejanoque ID; su fina lluviate mojaba.Retina inmvil, la sonrisa harinay el latido calladocon desnudos tobillossurcando olas de dashasta dejar el ser transfigurado.Dolor de alondra herida, en aire ausente.

    Dibuja en luzsu vuelo simple y blanco.

    ESTABAS POR MIS VENAS

    -

    Estabas, por mis venas, en la Vida

    Encerrado en su marcomo en t mismo

    y t mismo en su nieblafrente al cielo

    Girando por su azulen humo y nube

    y tu mismo en su crculode viento

    y en torbellino todo lo que dueleentre el cielo y el mar

    y t mismo-t mismo y yo-

    en el vientopor illlS SIenes.

    E L I A 6- I L SALGUERO

  • J o a q u n

    JOAQUIN

    Torres

    TORRES'

    Garca

    6ARCIA

    No es posible, ni lgico, todava, decir 10definitivo deseable. Ya empieza a verse queen el trmino de la permanencia vital quedesemboc en la muerte, se hallaba el prin-cipio de una aventura superior que va cum-plindose en silencio hacia la perfeccinideal. Ha trans

  • -enriquecida de ideas y ciudades, cosmopoli-ta, modernsima "J7 ascaica, con etapas deaprendizaje, de creacin pura, de creacinobligada por las necesidades, de pl,enitudgozosa, de insatisfaccin, rebelde, que con-duce a la doctrina y a la polmica. La abs-tracin, la C'Onstriccin, la dialctica den-tro de lo terico, se sostienen paralelamentea las otras creadas que acompaan con sucrecimiento el desarrollo sistemtico de lasideas. Torres Garca se constituye en unacontecimiento de los ms importantes delmundo artstico contemporneo. En impor-tancia, en categora, en amplitud, no le ce-der nada a Picasso, a Braque, a Chirico oa Rivera. Para los destinos futuros del artedel continente es una figura de las que serimposible preseindir: vive con la vitalidady la frescura de las legendaras imgenescorpreas del Renacimiento; con obra quecrece sin cesar en realidad y misterio, condiscipulado y magisterio abundantes, condoctrinas, ideas, tesis, como slo puedenproceder las que concilian la intuicin y laracionalidad, equilibrndolas en etapas dealternancia y construyendo la personalidadmultiforme de los maestros ms grandes dela historia del arte. JYIuy raro episodiotranscendente constituye su existencia. Esposible que an permanezca algn tiempoen la penumbra, pero forzosamente ha deirrumpir en la universalidad.

    Ahora se destaca ms aquello que alguienseal, y que notamos hace unos veinte aos,cuando se radic en JYIontevideo: "una recti-tud de carcter, intransigente, enrgico,condicin del gran temple de los pintoresheroicos" .

    En las grandes salas donde se exhiben lasobras de los impresionistas franceses, en lasvecindades de la Playa de la Concordia,existe un muro que conserva las imgenes,las biografas, las teoras, de los creadoresdel impresionismo. All estn los rostros deJYIonet, ~Ianet, Renoir, Czanne, i3isley, De-gas. Descarnados, ancianos, coronados dearrugas y de nieves, desmaterializados, con laserenidad suprema que viene despus deltormento, casi diramos divinos e impasibles,a pesar de ser tan prximos a nuestro tiem-po. All est todo el heroismo de los artistas

    despreciados durante veinte, treinta aos delsiglo anterior. Largos instantes contemplesa exhibicin sacra y prxima, mientras asu alrededor se extendan las telas llenandovarias salas, desde la Olimpia de ~Ianet a lasbailarinas de Degas, o a los colores suntuososde Renoir. " y ms de una vez pens en To-rres Garc'a: peda para l un pedazo de unapared semejante, en el futuro, en algunagran ciudad suramericana, cuando lo que esdisputa y creacin se convierta en consagra-cin e historia.

    Para ello, talvez sea necesario que perez-can varias generaciones y que ~Iontevideo seaproxime en algo - ser sumamente difcil1- pare0ido al ambiente de una ciudad comoPars. Aunque ello ocurra en un trozo mni-mo de nuestra ciudad; desde all resplande-cer la vida y la obra de Torres Garca enprimer trmino.

    En este instante, sentimos an lo que tie-ne nuestro homenaje, nuestro pensamiento,nuestra palabra, de provisorio e imperfecto.La personalidad de este pintor eclipsar amucha gente de aqu en adelante. Bastarcon que se despliegue la obra que nos dejaen los vastos ambientes de Amrica y Euro-pa. Bastar con que se eA-tiendan y se ha-gan espritu en la carne de los hombres fu-turos, sus libros. Su "Historia de mi ,vida",la "Tradicin del Hombre Abstracto", lasntesis de sus teoras que public la edito-rial Poseidn, su "lVIstica de la Pintura",y lo que me parece fundamentalsimo, loscinco cuadernos denominados "Lo aparentey lo Concr'eto en el Arte", que c'ntienensus conferencias del ao de 1947, en el C1rsode la Facultad de Hu.manidades. Esta obraescrita est destinada a ser clsica en lapintura del porvenir, en la Filosofa delArte, en el conjunto de los ensayos genia-les que dejaron los artistas: Leonardo, Bau-delaire, Poe, Valry, Gauguin, Czanne. Esel testimonio autntico del espritu creadorque pasa insensiblemente del dominio de lasformas, los colores, los valores, al escenariode los tratados, los pensamientos, las nor-mas; por ltimo, la conquista de las ideas.Las trgicas ideas, que imantan a Platn yque encierran los enigmas del universo y delarte.

    E M I L I o o R I B E

  • F R E D F A u R ELa poes~,como consciente ejercicio ad-

    quirido del don potico, para que no haya"nada en demasa", porque el verso debercontener lo inspirado, de dos modos; el unocon la relacin de contenido a continente,el otro para conducirlo con las riendas dellegado clsieo: la armona y la mesura. Elpoeta es esto en Fred Faure, medida yacorde, pasin dominada, jams el "movi"miento que desplaza la lnea".

    Ms ac de todo innovar, el genio de laraza rige en sus poemas una sintxis incon-movible, donde el giro se siente cmodo ysuelto en sus lmites, puesto que esa mismasintxis es el producto de un perfecociona-miento supremo, logrado por el ms finosondaje de la inteligencia. Hay modos decrear poticoo que son de raza y se diferen-cian como tales. Es muy significativo elhecho literario de la sealada influenciagongorina en :NIallarm, y que corres-ponde a entronques y enfoques de unconcepto de arte, vertiendo la inspiracinen rgidos andamiajes de matemticas espi-rituales. i Qu de factores hace el francs,concertar con ellos! Primero, la tierra, elpas dulce y mltiple, que est en su geo-grafa tanto, vivo y palpitante, como en lamuy suave -j y qu persistente!- divinasonrisa de aCluellos ngeles gticos de la cate-dral de Reims; y luego en su idioma, reacioal enriquecimiento cuantitativo, que l co-noce entraablemente, seguro de su materia,de su tono, de sus nexos, como para moldear-los hasta el mximo rendir: el del inasiblematiz y el de la flexibilidad infinita del pen-samiento. De aqu la jerarqua, la realezade cada uno de sus vocablos encaminndosehacia el engarce de la rima. Y as en cadasiglo Francia talla un diamante. La joyanos vendr siempre eslabonada a otras pre-tritas para su mayor gloria" prestigio yluz. Faure mantiene hoy en la poesa lri-ca, C'On un pudor por la ineditez, quizs ex-cesivo, la yerdadera pasin francesa, en loque esta encierra y germina de ms conti-nuada, tambin de lo que Gabriel Boissycalifica "de ms espontnea y soadora".El la defiende -y la salva- de todo nar-cisismo, en un primer trmino. Su poe-sa est en torno del amor para seguir re-velando el secreto ferico del cuerpo, d~linstante del goce, provocado y culminadopor encima del instinto c"n el agudo cono-cer. Su equilibrio es perfecto y mantiene

    esa pasin, tcnicamente con la aristocraciadel linaje ronsarteano, dentro de un subjeti-vismo muy afinado que se transubstanciali-za en el verso por valores de una objetivi-dad sublimada. Es que hay en el poeta unamaestra de su sensualismo, en lo que ellapuede comportar para el lector como entre-gamiento, como revelacin. A vee'es la man-tiene dentro de un clima general, otras elsentimiento impone una individualidad tanosada y tan sincera, que se piensa en algu-nas de las "Pieces condannes" de Baudelai-re. Solo que esta vez, el fino licor, se nosentrega, en una copa de metal, arcaica.

    L'ardeur alors pose a ton frontDont l'ivoire este d'un galbe rondQuelque diademe de perlesPendant qu'une houle dferleEn l'ocan bleu de tes yeuxEt brunit un cerne autour d'euxPuis par le jeu rendu tout roseTon corps maintenant se reposeDe s'etre au deduit enflammAvec un talent C'Onsomm.

    (Aveu circonstanci)

    Alors qu'en sa douce prsencoeUn long moment semble trop COUl'tEt notre heul'e h&tant sa cadenceEn un clail' finit son tour.

    (Poeme)

    Sea lo que fuere del porvenir del gnero,las seales de sus poemas en este momen-to, estn sonando las eternas cuerdas delhombre y la mujer, el tillO frente al otro sinmiedo al pecado, ni al remordimiento, ni ala muerte. El amor sigue siendo la parbo-la de la vida. La vida es hacia la muerte.De ambas se libera Fred Faure en la re-creacin de su poema.

    En cuanto a la ltima, este poeta se apres-ta a recibirla, con la sonrisa del hombre ,quesupo amar, amar ,por el conocimiento. Laespera con elegancia y -displicencia:

    De ce temps erois nous a la veilleCal' dja la mort me sUl'veilleBientot je serai dans sa mainSinon demain apres-demain.

    (Poeme)j Puede que tambin, sea con esta misma

    sonrisa, que los ngeles de la Catedral deReims, miren desde lo alto, el correr dela yida y la muerte de los hombres!

    L U I S E D U A R D O P O M B O

  • Dibujo

    p o E M E

    Garca Reino

    -

    Quand ma main sur toi s'est poseEt puis qu'elle t'a caresseTI semble qu'il me reste aux doigtsComme lme parcelle de toiC 7est un parfum. de ton COTce1fais e'est bien aussi de la forceUn effluve mystrieuxQui me donne un pouvoir de dieuCal' quelque objet que je saisisseSon contact me devient dliceEt je le pl'ends pou!' U11 jO'yauCroyant encor toucher ta peau

    F R E D F A TI R E

  • KIERKEGAARD y LOS SISTEMAS(Fragmento)

    Las llamadas filosofas existenciales apa-recen en la historia del espritu, ms quecomo pensamiento, como reaccin subjetivay pasional del ser humano y concreto frentea un pensamiento abstractamente universa-lizado. En sus c"mienzos nos aparecen en-carnando la oposicin de las conciencias in-dividuales a ciertas formas crepusculares deuna filosofa especulativa de carcter gene-ral. en cuva rbita el conjunto de las parti-

    . "

    cularidades se integraba y desapareca. Re-accin del ser humano en su totalidad fren-te al podero de la razn exclusiva, la en00n-tramos a travs del tiempo con nombres di-versos, expresando, sea una nueva contienda,sea una nueva alianza entre la subjetividady la objetividad, esas dos enmascaradas querecprocamente se engaan, y en las gale-ras de espejos multiplicados en la con-ciencia del hombre, se engaan a s mismas,tomndose ll:!- una por la otra.

    Sera pueril preferir siempre la falta ::lesistema al sistema.

    La grandeza de Pascal resalta admi-

    rablemente de la comparacin con aqu-lla de Spinoza, y la lectura de Descartessuele producir un placer diferente y seme-jante en intensidad al que produce la lec-tura de lVlontaigne.

    Mueho antes de los pensadores simblicosLao ts y Confucio, Platn y Aristteles,aparece en el hombre mismo y termina conl, la estirpe de los creadores de sistemasy la de aquellos espritus que llegan a losreinos de la razn con una humanidad msefusiva y directa que la de los primeros.Humanidad que se manifiesta en ciertas for-mas del espritu de estos pensadores, aunquesus vidas y creencias hayan sido opuestas.

    Hay un nexo de unin entre Plotino, SanAgustn, la escuela de San Buenaventura, 1'1on-taigne Pascal, Kierkegaard, Nietzsche, Unamu-no. Y con Unamuno se integran a esa lnea es-piritual ciertos grandes mstic-os de Espaa ytodos los pensadores agnicos conocidos eignorados. Acaso lo que determine ese acer-amiellto entre tan variados espritus seauna cierta forma de soledad consigo mismos,

  • -acaso una proporcin parecida entre el esp-ritu de geometra y el espritu de fineza,omponentes del espritu propiamente dicho,en una medida que es medida del hombre yno del sistema.

    Cuando t.'Iontaigne reconoce y proclama enel conjunto de su propia naturaleza indivi-dual la unidad de una forma indivisible "J'superior, est innegablemente cerca de Pas-cal, a pesar de la aversin asctica que esteltimo manifestaba hacia "el necio deseo dedescribirse a s mismo". Y tambin lVIon-taif,'"11e se acel'C'a a Dunn 8cott. el primel'que, en pleno siglo de hegemona aristot-lica, se atrevi a decir, renovando a los ale-jandrinos, que el principio de la individua-cin estaba en la forma.

    Se encuentra hace unos cien aos y en laltima faz de las enseanzas de Schelling, laprimera manifestacin de esas filosofas exis-tenciales ligadas entre s por ciertos fenme-nos de nuestra poca. Pero en Soren Kierke-gaard vemos la primera afirmacin con-creta de esa existencialidad. Y la vemos .311el hombre y en el poeta temperamentalment0discpulo de los grandes romntiC's alemanes, la vemos como la rebelin del pensadorprivado contra la filosofa especulativa, co-mola afirmacin de la existencia saliendo alotro extremo del ordenado mundo de Hegelpara buscar como l la vieja identidad eu-tre el ser y el pensar, pero partiendo de laconsideracin del pensamiento como partelimitada de un ser de lmites imprecisos.

    En la primera mitad del siglo :A.""1X, He-gel, con su palabra y su prestigio primero,con su solo pensamiento despus, reinaba so-bre Europa y construa las catedrales de lalgica, en las que la razn universal se con-templaba a s misma y las coneiencias indi-viduales se integraban y desaparecan. He-gel en lo histrico, Fichte y Schelling en laespeculacin pura, extremaban las conse-uencias del idealismo postkantiano. Enton-ces el individuo (la persona humana, dirams tarde Berdiaeff), se sublev contra laimpuesta universalidad de un concepto his-trico, dueo inflexible de sus enigmas. Sa-bemos que la reaccin de lVlarx fu la de cons-truir sobre la tierra esa historia que Hegell'eoompona voluptuosamente en su espritu.y al otro e}..i:remo de una misma oposicinsurge Dostoiewsky, haciendo suya la protes-ta de su amigo, el crtico Bielinsky, el cual,negndose a aceptar la cruel perfeccin de

    la historia, peda a Hegel cuenta de todaslas vctimas de las guerras, las persecucio-nes y los cataclismos.

    Dostoiewsky, desarrollando el dilema su-premo en "los ICaramazof", al poner en bocade Aliocha la clebre frase: "si tuviese queelegir entre el sacrificio de un solo 11o yla felicidad total para el resto del mundo,yo no podra elegir", en contraposicin conlVIarx, que elega violentamente, se colocabadel lado de aquellos para quienes tamaaeleccin no pertenece al albedro del hombre.

    En nuestro tiempo, el mismo dilema se hapresentado Con caractercs de atrocidad ~nlos campos ele concentracin. En Francia f'ehan desarrollado las ms graneles polmicasalrededor del libro de David Rousset, Eluniverso conc'entracionario, y alrededor deltema de si los detenidos influyentes en uncampo y miembros de un grupo poltico ta-nan o no derecho, ante la exigencia impla-cable de enviar a la muerte a un cierto n-mero de detenidos, de sustituir a algunos destos por otros no designados que, segn elcriterio de un determinado grupo poltico,no presentaban los mismos caracteres de in-ters para la comunidad humana. Y en elcurso de estas recientes polmicas podemosver hasta qu punto las posiciones de elec-cin y no eleccin en tan terrible materiapermanecen incambiadas.

    La reaccin contra Hegel se exterioriza 'mSoren Kierkegaard en Copenhague y alre-dedor de 1840, con un furor que en este granexaltado crece paralelo a su perfecto cono-cimiento de la doctrina a la cual se opone."lVIe niego a formar parte del espectculode la historia', exclama con su particularvehemencia y, reivindicando los derechos dela conciencia individual en todas sus partessobre las del solo conocimiento, agrega:"Slo la existencia interesa al que existe" y"slo la subjetividad es el criterio de la ver-dad objetiva".

    SOren Kierkegaard (1813-1857) haba na-cido en Copenhague en una familia de fero-ces pietistas, dominada por el personaje delpadre, el cual, confesor de s mismo, nuncase pudo absolver de un pecado cometido ensu juventud. Sus muC'hos hijos crecen conel presentimiento de estar destinados a mo-rir a los treinta aos, lo cual se realiza pun-tualmente para todos, exceptuando Soren ysu hermano, el obispo de AIsborg. Lleva yacepta en su monstruosa melancola el pe-

  • cado del padre, frente al cual nos dice sen-tirse como deba sentirse Salomn ante elsalmista prosternado. Pero el propio padrese sorprenda al ver en el semblante del nio80ren "la estampa de una muda desespera-cin". Aunque ms tarde el esteta se cubrecon una mscara de dandysmo, cuando enBerln y en los dos o tres salones ms inge-niosos de su tiempo, en momentos en que suconversacin es ms brillante que ninguna,le impacientan los propios juegos mentalesy sale de su elocuencia, como de un vastosilenc-io, superponindole una secreta mecli-tacin.

    ]}[aravillosamente dotado desde su infanciade todos los dones del espritu, vemos en llas mximas aptitudes para la teologa y pa-ra todas las disciplinas filosficas, la mismapreocupacin de Pascal por la santidad yninguna tendencia hacia el estado de pastoral cual se le destinaba.

    Influyen poderosamente sobre l las inter-pretaciones dadas por Lutero a la frase deSan Pablo: "Todo lo que no procede de lafe es pecado".

    La fe. aun cuando no habitaba totalmenteen l, era la presencia ajena y resplande-ciente con la cual comunieaba por el deseode llegar a ella y por los ejemplos vivos delos santos y de los hombres verdaderamenteespirituales. Y en las pocas en que la fese alejaba, ella era la ausente en la que sepiensa con ansiedad exclusiva, la que con-serva el poder de anular todas las presencias.

    Inadaptable y capaz como nadie, presien-te desde su extrema juventud que debe vivirsolo y arbitrariamente dedicado a la solaproduccin. Pero el protestantismo oficialque le rodea, identifica la ley divina Con lasdel trabajo y de la familia. No admite losascetas solitarios, y, si bien predica la tiran-tez y la austeridad, muestra un verdadero pa-vor ante las demenc'ias ele la cruz.

    El esteta sufre en su Dinamarca de cier-tas formas patriarcales combinadas con lade una emancipacin que se anuncia. A.dver-timos en l un horror no' excento de humo-rismo para la vulgaridad general, un horrorconstante que no le impulsa a pasar a tra-vs de ella y vencerla sino a retirarse delmundo de los otros. En "Culpable o no cul-pable", vemos claramente cmo el asceta que

    c~'ece dentro de l, rechaza por falta de ver-dadera religiocidad el mismo mlmdo que el

    esteta no poda tolerar por su irritante fal-ta de elegancia...

    Kierkegaard sufre de su propia extrae-za, pero sta se le hace an ms visible cuan-do encuentra a Regina Olsen. El mismo nosdice hasta qu punto cuanto haba de belloy adorable en la juventud de esa criaturaarmoniosa y alegre, contrastaba con la pro-pia tristeza. Y hasta qu punto la lgubredisposicin de nimo a la que diera el ms-tico nombre de aceda, pes sobre l, comosi la advirtiese por primera vez.

    Despus de un ao de vacilaciones, desistede su casamiento, provoca una difcil rup-tura, y se dirige a Berln, adonde vive conla mayor fantasa. Lgicamente la abando-nada olvid el abandono, pero el que aban-donara no poda olvidar nunca nada. Habavivido de la ruptura durante el breve aeuer-do y del acuerdo durante la larga ruptura.Cmicamente, el muy deseable olvido de lajoven le causa la mayor indignacin, y, tr-gicamente, el personaje de Regina sigue vi-viendo en el interior de Kierkegaard, y co-mo en l todo deviene y se transforma, losactos del drama pasado se actualizan y re-nuevan mediante la idea fundamental kier-kegaarc1iana ele la repeticin, que encontrmucho antes de Freud, y bajo cuya ley, in-fatigables formas viven y reviven con nues-tra vida.. "Todo me es inexplicable y ms que nada

    yo mismo", dice nuestro autor. Y su histo-ria sentimental permanece como una de lasms extraas del mundo. Por un lado, lmismo ha dicho que, al querer abrazar a lapersona amada, slo encontraba angustiosa-mente una sombra. Y, por otro lado, quenunca logr la menor eomunicacin espiritualcon ,ella. El amor se mova a lo largo de. suvida como una llama que se basta a s mis-ma, intermediario entre el mlmdo de los sen-tidos y el de la inteligencia, sin penetraren el uno ni en el otro para obtener un ins-tante de contacto Con su objeto. Y, despo-jado de cuanto se define y comunica, sbi-tamente a pesar de su singularidad espec-fica nos aparece participando de la esenciamisma del amor humano, la que se mani-fiesta irreductible a toda explicacin y es--capa como por milagro a la razn y al ab-surdo.

    "El diario de un seduetor", escrito paraconvencer a la propia Cordelia de su cinis-

  • --

    ...

    mo, no logr convencer a nadie de otra cosaque no fuera su ingenio. El enftico narra-dor de cste libro se parece al torturado pro-tagonista de "Culpable no culpable", al pun-to que los dos se encuentran en el verdaderopersonaje, tal como nos aparece en una delas ms curiosas cartas que hayan sido es-critas, y en la cual dice a Regina, recordan-do una vieja cancin de dos msic's ambu-lantes, uno de los couales est profundamenteenamorado y el otro desea profundamenteestarlo, qne los dos viven en el alma del soloKierkegaard; l es el que ama y el que de-sea el amor.

    Pero, aunque el abandonar a Regina fue-ra para l "como abandonarse a la muerte";por algo ms esencial todava pens en ellahasta su ltima hora. "Si yo hubiese tenidofe, no la hubiera abandonado", repeta in-cansablemente hasta el final este grandeamador de la fe, el que saba que .por mediode ella sola hubiera podido salvar las distan-cias que ms que nada lo separaban de simismo. E hizo penetrar a Regina Olsen enel mundo de sus mitos. Y para poder llevarconsigo a tan graciosa y agradable persona,"aguda y sin historia como un abeto", haciaclimas demasiado ansteros para ella, la hizoparte integrante del drama definitivo de lafe.

    Haba aplicado a la vida humana los tresestadios consecutivos de la historia; el est-tico, el tico y el religioso, unidos y separa-dos entre s por el salto ininteligible. Per.)Sore11 , el hombre, haba vivido contradicto-riamente en los tres estadios. Slo al finalse ocup exclusivamente del tercero y em-pez a escribir los tratados religiosos quepor primera vez firm con su propio nomobreo En guerra contra el protestantismo ofi-cial de obispos y pastores, hablaba cada vezms de un cristianismo terrible, capaz dedar felicidad solamente a los santos. Al fill'.l1de su vida y habindose apartado de su con-fesin, nos dicen que se inclinaba al catoli-cismo, buscando en l otras formas ms asce-ticas y en cierto sentido ms libres.

    De un ambiente parecido y en rebelinabierta contra una sociedad parecida surgiNiesztche, y opuso a la idea de Dios la ideadel superhombre que quiere substituirlo. Ylas races comunes de esos testimonios opues~tos hicieron que la celebridad del pensado::.'alemn preparara internacionalmente el ca-

    mino para el dans y ambos influyeran mstarde sobre los mismos espritus.

    En nuestro autor vemos la bsqueda con-tinua de una fe ms perfecta ;{, aunque con-trariemos a los conocedores de Pascal y Kier-kegaard en Francia, la actitud del segundonos recuerda invariablemente la del primero.Aunque el uno desea lo que el otro realiza,sale el pensador dans del mundo de los sis-temas en busca del hombre y, a travs delhombre, con mximas ansias de rigor, enbusca de Dios, de la misma manera que Pas-coal, emergiendo de su universo geomtrico,para seguir a Dios de los mrtires y de lossantos.

    El que erraba sin tregua por la ciudad deCopenhague conversando con las gentes delpueblo y aprendiendo de ellas trascendenta-les cosas, cay un da en una de las calles yfu llevado al hospital. "Vengo para morir",dijo tranquilamente, y los que le rodeabanadvirtieron que sus ojos brillaban de ale-gra. El tambin pensaba que el testimoniode su vida no estaba todava a la medida delde su espritu y que el de la muerte s loestaba y lo manifestaba.

    En 1857, ;,' cuando haca ms de diezaos que esperaba su muerte terminla pasin de este revolucionario mis-tico. Pero sus temas comenzaron a apasio-nar a Ibsen y al pensamiento escandinavoprimero, ms tarde al pensamiento alemny despus de aos de silencio, a Europa en-tera. Y empezaron de cada vez a vivir y elsufrir nuevamente.

    Aquella criatura de incandescencia habaencarnado el drama de todos los personajes.En su interior, donde todos devenan y nin-guno descansaba, haba sido Scrates y lossofistas, Hegel y Abraham, el caballero dela fe "el que conquist a la princesa" y elcaballero de la resignacin "el que perdi ala princesa", el rey sin corona y el de lasmltiples coronas, el estilista y el asceta, Joby don Juan, el de lVlozart. Pero sobrevivia todos los personajes el que a todos sobre-llevaba y sostena: el autntico seor de la'angustia. El mismo retuvo en su carne laastilla permanente de una angustia deseaday temida al mismo tiempo. Porque, en me-dio de la angustia, tocaba trascendida esarealidad que a las sutiles manos escapaba yque l a coada instante para siempre miraracomo posesin ajena y nunca suya.

  • "Todo sucede como para preparar la en-trada en escena de la angustia", nos dice.Este telogo, para quien, como para Feuer-bach, la teologa era psicologa, nutrido delos antiguos, haba sido el apasionado deScrates, en el cual, no sin arbitrariedad,contemplaba exclusivamente el centro ra-diante de una filosofa racional que l llamaba la admiracin. Pero hubo un momento enque la lucidez de Scrates provoc en esteser, en el cual lo parti0ular y lo general-cruelmente se trababan, la misma desespe-racin que le causara la alegra de una per-fecta femineidad. Sinti que el conocimientolo traicionaba porque no poda hacerle tole-rar lo intolerable. Lo que Scrates podapara s mismo no lo poda para el discpuloescandinavo porque mediaba entre ellos unagrande distancia. El griego haba dicho "pe-car es ignorar", y el telogo haba aprendidoentretanto que pecar es saber que se peca.

    As Kierkegaard, en el ms extrao de su::>libros, opone razn y revelacin y porque lhaba venido para romper y no para unir,separando a aquellas que, desde San Pablo,vienen siendo unidas, las deja frente a fren-te en una trgica relacin de presen0ia.

    Hacia un extremo de su pensamiento es-taba Scrates o la humana perfeccin de lainteligencia; hacia; el otro extremo estabaAbraham, llamado por la voz del ngel a sa-lir del mundo de la tica y a aceptar por lafe lo absurdo, al creer que la voz del ngelera la verdadera voz y que la orden de ;;a-crificar al hijo de su complacencia no ibaen contra del mandamiento, sino que sal1adel plano de los mandamientos, alcanza laplenitud del estado religioso, en el cual loabsurdo se transforma en milagro.

    Llegando al extremo de la ansiedad, Kier-kegaard se acoge al pensador privado, a J oh,el que forzara 00n sus lamentos las puertasdel ms all, e identificndose con el hombreatormentado a los indiscretos y convenciona-les discursos de los amigos de Job, respondecon los mismos argumentos que si hU~liransido los comensales del banquete platnico.Scrates representaba la inteligencia y J ohla paradoja, o sea el pensamiento y la pasin.De ellas nace alguna vez la concordia, quees fusin de amor perfecto en su ilimitadaalegra. Kierkegaard lo sabe y lo espera;pero en l se realiza el milagro por un tiem-po muy breve, y largamente se repite el

    choque generador del escndalo que es su-frimiento.

    Pero cada vez que el "pensador eon pa-sin" pero pensador dividido llegaba. al limite de la propia desesperacin, se produjoel choque del pasaje a un mundo en el cuaiel milagro era posible. Y porque saba quose haba realizado para otros aunque no lle-gara del todo a l mismo, sinti que podasobrellevar el peso ms intoler8,ble de todes:el peso de lo absurdo.

    y como las dos fuerzas estaban en Kier-kegaard, cuando al fulgor de la paradoja VIsu propia desesperacin, con los mtodos dela inteligencia fu descubriendo en ella lasangustiosas formas de las cuales haba naci-do; y remontando por los singulares ros,hizo el camino a la inversa y hall las comu-nes fuentes de la angustia y, para conocerlamejor, la proclam categora del espritu.

    Donde Spinoza haba dicho: no reir, nomaldecir, no llorar, no odiar, comprender,nuestro pensador no domina su propio fre-nes, sino que lo vive y al mismo tiempo lle-ga a comprenderlo, en virtud de la simul-taneidad coaracterstica de su infatigable es-pritu.

    Viendo la vanidad de sus esfuerzos paradeshacerse de la angustia o para sustituirlapor otra presencia. de igual jerarqua, elposedo la lleva consigo a los dominios de larazn y all, venciendo al temor por el deseo,la posee realmente, en una instantnea yfulgurante reconociliacin del mundo de laparadoja y el de la inteligencia.

    Sabemos que, para l, la paradoja vivaera el hombre-Dios en la cruz y su cristianismo el irrealizable de los primeros mrti-res. Pero no slo por eso no poda Kierkc-gaard liberarse de la angustia, sino que parasus altas ambiciones, la alegra se confundicon la fe perfecta. Y en la unin con lo di-vino consecuentemente su vida slo conocipocas horas sl1f2esivas de felicidad. Pero, aunprivado de alegra 'jT soando con las per-fecciones de la distan!e, al recorrer los m-bitos de la desesperacin, sali de ella sinsalir, admiI'ablemente.

    Antes que sus temas y su vocabulario fUe-ran sistematizados en las escuelas, antes queHeidegger los aplicase al ser de la derelic-cin, y antes que Jaspers construyera sobreellos su propio sentido de la trascendencia,ya el hombre apriorstico, "el profano que

  • --

    especula", haba construdo para la angustiaun breve pero rgido sistema teolgico-filo-sfico.

    El pensador considera la desespera0incomo enfermedad mortal de la que el enfer-mo muere porque no muere, y a la que com-para con un precipicio al que el enfermoteme no de ser precipitado sino de precipi-tarse. Dado que el pagano desespera y elcristiano tambin aunque sea del dolor de noser un santo, y dado que no hay en el mundohombre libre de la posible ansiedad de algo,el pensador, considerando la desesperacincomo regla sin excepciones y enfermedadms grave en cuanto se ignora a s misma,no ve otro remedio que el de aceptarla e in-ternarse en ella con la mayor lueidez. Ha-cindolo, aprendemos que, al creer que des-esperamos de algo, desesperamos de nosotrosmismos. "El que dice Csar o nada, deses-pera en realidad del propio yo que no halogrado ser Csar" ...

    El plano primario de la desesperacines el de la abolicin del yo que, privado delobjeto de su deseo, ansa desaparecer. Luegovendr para el que sabe resistir, el plano su-perior y viril del yo encontrndose a s mis-mo despus de haber salido del plano espe-cficamente femenino del yo que busca supropio aniquilamiento.

    Refirindose a la relacin dolorosa queexiste entre hombre y mujer cuando el ob-jeto de amor se aleja, opina Kierkegaardque en esta ltima el sufrimiento es ms im-placable porque, a igual entrega afectiva co-rresponde ms grande abandono del yo fe-menino. Pero, aunque acepta en principioen los msticos y en su comunieacin CO!1lo invisible, la equivalencia de lo masculinoy lo femenino, muy raras veces, afirma elpensador, la mujer comunica con Dios sinopor medio del hombre. Vemos en esta opi-nin una cierta influencia protestante y, P0l'-

    que hemos meditado acerca de la a veces gra-tuita arbitrariedad del dolor de la mujerpor el hombre, pensamos que si es especofica-mente difcil para ella el salir del plano co-mn de la abolicin del yo, y lo es, nica-mente despus de haberlo logrado, la cria-tura puede comunicar eon el ms all. An-tes slo ha de comunicar consigo misma ...

    En medio de todos los desgarramientos, yestudiando las escenas de la Biblia como sifueran mitos, nuestro pensador se encuentracon la angustia original al estado puro. Laserpiente no exista o la serpiente era la an-gustia de la nada que haba impulsado aEva, en el mundo de la inocencia y de lanecesidad, a gustar y a hacer gustar a Adudel fruto de un rbol igual a todos los rbo-les. La serpiente era la angustia de la liber-tad empujando a Eva fuera de su paraso,y con ella la responsabilidad de la eleccinque en su germen contiene, y que determi-nara, una vez la libertad en sncope y lacada del pecado, la entrada en el duro mun-do de la posibilidad. Y a eada nuevo esta-dio y en cada hombre volvera la libertad,repuesta de su sncope, a labrar cruelmenteel angosto ro entre lo posible y lo necesario.

    En este caso advertimos que el conocimien-to era slo va para llegar al instante dereconocer. La angustia que estaba desde elprincipio con Eva a la puerta de su parasoera la melanclica tristeza que dominaba alnio Soren, la misma a quien el joven te-logo llamara su aceda. Y la genial simpli-cidad de esta cosa complicada logra, sin que-rerlo, unir lo general y lo singular, objetode toda verdadera trascendencia. A nuestravez la reoonocemos. Era la que estaba contodos y con cada uno desde el principio. Nosmostraba sus mscaras sucesivas y las llam-bamos diversamente. Cuando la primera yla ltima se confundieran en una, en-contraramos un nombre para ella y, por seruno solo, nos parecera un nombre nuevo.

    s u s A N A. s o e A

  • MULTIPLE

    CANTICO DE LA' BELLEZA

    Y V I R G I N AL

    "Tan familiar me eres 'y he de llamarte ausente"(Cntico de la Imagen H. Z.)

    En l,a hora en que interToga el cuello del cisneporque bogan los verdes misterios de la orilla.En la hora de cielo y tan sereno que hace temblarpor cada vUBloque pudiera hacerlo tTizas como a lID cristal.

    Cuando lID aire de nuevo, inaugura castillos.En la hora en que duermen los ecos porque todo es espejo,y que el blanco es ms blanco en barcas y seales.Cuando tod~ se hace as de inolvidablecomo un husped que nos deja una cancin.En la hora en que amo el remordimientoporque slo es memoria de aquello que la vida ha sabido perd81'.En la hora en que todo se'aleja 'y se acercacomo un ramo de rosas que se tira; a la mar.

    Cuando uno se olvida que el cielo y el paisaje,igual que las mujeres.al fin, sin el poeta, serian lo que son.En la hora que puede eternizarse porque no la vigilan.Yo te sent venir, a ti que siempre estsnmade, s, y en mi espiral c~utiva,tan pura como lllia palabra bella, no pronunciada todava.y me qued mirndote como lID nio a la luna.y el cisne, como el lago, y el verdor, y los crculosfijaron su ms fina actitud, su contorno,slo para que vierasl cmo se te parecen.

    Oh belleza inasible, mltiple y virginala ratos merecida, y poco frecuentada,y que por ser tan ma, perecedera eres.Que t, como la llama, y ms, como la flor, y el corazn que anidasenemigos no tienes,

    ms que el tiempo.

    .

    -

    HUMBERTO ZARRILLI

  • La Toilette. (Oleo) Francois Desnoyer

    YVES ALIX,CHARLES

    FRANCOISVVALCH y

    DESNOYER,NOSOTROS

    -

    Con un acierto que se hace acreedor deentusiasta elogio, la Srta. Sara Lussich Mr-que, presidenta de .Amigos del Arte, a suvuelta de un reciente viaje por Europa, lo-gr organizar dos muestras de pintura fran-cesa contempornea, una de ellas agrup ahes Alix, Fran

  • (ay! y las ms de las veces, que sucios!),en la que se ha embarcado, sin ton ni son,la pintura uruguaya de estos ltimos aos,ingrata y traicionera a la propia luz de susol y de su cielo. Atravesamos as, por unacrisis incongruente del color... y la pintu-ra, (ya hoy, pudiera ser hasta un axioma deJYIonsieur de la Palisse) es color.

    Este hecho que ese-ribo de intento, contanta pintoresca crudeza, es grave y mues-tra lIDa vez ms (entre otras muchas cosas)los inconvenientes junto con las ingenuida-des y las lagunas, en las que viene -fatal-mente- a vararse, el intelectual como elplstico uruguayo, que pretende de culturaautodidacta, nada ms. En esa pretencinhayr dos trucos: primero, una crasa menti-ra; quien ms quin menos, en mayor o me-nor grado, en pblico o en privado, se da"sus afeites de cultura" y luego, resulta elms cndido auto-engao, el que se fabri-ca en el hojeo de la monografa o la revistade arte europeo. Lo que all se teoriza yacontece en el precioso compulso, con lastradiciones y legados del pasado, se adop-ta luego aqu. Careciendo de crtica y delos ms elementales nutrimentos para vigo-Tizar el intelecto y andar, se propaga en unabruma de impersonales variaciones. Salpi-cn de influencias entradas por los ojos, porla epidermis o por los odos, con la cornetade alguno que otro maoso teorizante.

    La verdad es que se nos ha corrido una.mancha de aceite, de grises, grises de nadiey de todos, agravada eon un dibujo, que entodos, se recorta de negro. i Algn da, na-rrar ;yo, la historia de esa parbola del co-lor, con sus aventuras y tornados, que vadesde la escuela Carlos Mara de Herrera,hasta la escuela taller de Joaqun TorresGarca. El proceso es ilustrativo, ms quefecundo, en varios rdenes: cultural, peda-ggico, ideolgico, terico.

    Barajado al azar, a semejanza de quienusa el especfico sin consulta mdica, pocosson los que comprenden el signo y el conte-nido de "la luz parda del taller", que a pro-psito de la exposicin Osear l/arca Reino,trajo a colacin Clara Silva, en el proemiodel Catlogo.

    Agrguese que los pintores franceses, nossorprendieron en el momento en que se in-cuba la invasin lenta, subterrnea de arteno figurativo.

    Sin querer diagnosticar, teniendo en cuen-

    ta nuestra edad histrica, nuestra formacinartstica, nuestra idiosincracia y otras cir-cunstancias sociales, insinuara que esa ten-dencia, quizs en la base, aparece resistidasubconscientemente, como no lo sospeC'han, uilos mismos principiantes a quienes se lesquiere precipitar en la corriente... delID salto. Esperemos. Yo me mantengo, res-petuoso y anhelante, en la espectativa. Nome falta confianza tampoco. Eso s, creoque no se pueda jugar a las escondidas conla realidad. He visto mucha cosa abstracta,osando cubrirla. El cobertizo se transforma-ba para m, en un arnero.

    La voz de los artistas franceses es clara inteligible. Si alguna estridencia tiene es laque suena a canto de "coq gaulois" y seopone a aquella corriente con ese grito y CO::luna fuerza sincera, toda pasin.

    No daban lugar a dudas, ni a tanteos y senos presentaron, hablndonos en un lengua-je "expresivo" de las eternas relaciones delhombre eon su mundo, con la ahora tan vili-pendiada madre Naturaleza.

    Reconfortante espectculo, mostraban unpunto de partida, otro de apoyo, otro de lle-gada.

    Ives Alix, en una carta desde Pars, pre-cis: "pero si la pintura abstracta est lla-mada a llenar un lugar importante, aunqueslo revelara al final, cuatro o cinco nombres,Francia despliega un brillante abanico de tem-peramentos subjetivos, que conceden un sitiopreponderante al pensamiento, sin olvidar lasensibilidad y sin ir a lo abstracto".

    No toquemos ms la herida: la leccin de_~lix, Desnoyer y Walch, consisti en la in-quebrantable fidelidad que los tres, mantie-nen por la luz de Francia. Extrada de all,tamizada dentro o fuera del taller (que tan-to d) para la verdadera re-creacin de esaluz, es con ella, varia y multiplicada, con laque hacan adquirir fuerza al colorido lum-nico de sus telas, por el juego de los valores.

    hes Alix, tena la presencia sana y limopia de un artista "grave y robusto" (JeallCassou), que puede bien enorgullecerse desu amor por lo humano y decir: "Ante todo,siempre he sido y soy un expresionista",aclarando sobre el trmino: "Es que todopintor digno de ese nombre, es por el hechode que interpreta lo que ve, un subjetivo,porque su pensamiento se desliza entre elespectculo y la representaein que de l da".

    Si se entra a considerar su obra, es de

  • red, le servan de punto de partida.Walh es tambin escultor - pero l es--

    culpe por el placer del "metier" y no comoDesnoyer para el estudio de sus telas. Espara l otro medio expresivo."

    "En cuanto a m. .. Es muy difcil hacersu propio retrato" y a lo que hemos trans-cripto ya, agrega:

    "Si empec por un expresionismo violentoo que a veces se volva amargo, es que laguerra de 1914, que nos haba tomado nues-tra juventud, los decepcionantes aos que lasiguieron, volvieron a muchos de nosotrosinquietos y poco indulgentes con los hombres.

    No hay que olvidar jams la clebre defi-nicin dada por lV1aurice Denis en "Teoras'y que es ciertamente la mejor que se puedaencontrar: "Antes de ser una mujer desnu-da o un caballo de batalla, un cuadrodebe ser una superficie plana recubier-ta de colores reunidos con cierto orden".Una gran parte de mi tiempo de artista, hasido consagrada a las bsquedas tcnicas dela composicin y al conocimiento lo ms pro-fundizado posible de los recursos, mismomateriales del color. Siemp,re he deseadopermanecer en contacto profundo con mitiempo".

    Lo reproducido en este final, entra en elttulo que encabeza nuestro comentario, conl "y nosotros" que agregu al nombre de lostres artistas de Francia. Es otra leccin desabidura, de armonioso criterio y de esaamplitud de espritu y ejercicio de pensa-miento que hacen tan frtil y tan iniguala-da la vida artstica de Pars.

    tener, presente su concepto de lo bello : "lobello ante todo, en el cuadro, es su organi-zacin coloreada, el ritmo de las formas, larelacin imprevista de los tonos, pues sonlas cualidades puramente plsticas, las quedeberu poner al espectador en comunicacincon el artista y permitirle recoger su pen-samiento". Estimo que este ideal, iluminala obra de los tres y hace no slo vitales,sino actuantes sus personalidades.

    El propio Ives Alix, nos envi el retratode cada uno:

    "Desnoyer es un buen gigante meridional,naido en Albi, cuyo acento lleva consigoen sol. No es un exhuberante, pero s 'tUl

    . apasionado. Una sonrisa desengaada lan-guidece a menudo en su cara, es que hijode pueblo, ha vivido duramente. Sus faccio-nes son atormentadas y podran parecer du-ras, si la llama rojiza de sus cabellos, sobralos que pone, curiosamente cuando est ensu taller, una vieja gorra de marino, un airade profunda bondad, no atrajeron de inme-cliato la sonrisa y la simpata del visitanta.Su pintura resplandece de alegra interior:es una fuerza de la naturaleza".

    "Sus clirectivas son simples. Es decidida-mente figurativo; tiene por costumbre decir,que el porvenir de la pintura francesa estcontenido entero en Czanne y en Courbety que si tuviramos muchos "bonhommes"como ellos, las Cuestiones de arte figurativo ono figurativo no se plantearan ms".

    "Ha estudiado largamente y estudia siem-pre las reacciones de los c'lores unas sobrelas otras en la luz y en el tiempo y sus obrasantiguas envejecen perfectamente"............ ., .

    "Walch es, en algn modo, fsica y moral-mente la oposicin de Desnoyer. Bajo, grue-so, sonriente, amable pero reservado y se-creto, su pintura expresa la alegra y laserenidad. Es alsaciano y nos transmite elespritu divertido y a veces revoltoso de losviejos imagineros de su pas.

    Es un narrador incansable y de una ima-ginacin inextinguible. Un sentido plsticomuy seguro, le permite sin embargo evitarla ancdota. Parte del tema, pero son lasmanchas oloreadas, distribudas al azar, conlas cuales prepara sus telas, las que le sugie-ren, del mismo modo que las manchas queLeonardo de Vinci, vea sobre una vieja pa-

    En Bretagne. (Oleo) Ives Alix

    L U I S' E D U A R D O P O M B O

  • e A N e I o N

    De los molles aquellos, que sacudecon su fusta de luz el viento amigo,

    Traigo este puma musical conmigo.

    De los molles al llano, donde vuelanmil aves, con un vuelo sin sentido,Traigo este puma musical herido.

    Traigo esta bestezuela delicada,con un pie duramente destrozado,De los molles aquellos, de aquel lado.

    De los molles, que ahora el viento amigo,con su fusta de luz, de luz los llena,Para cUTarlo con el agua buena.

    Para curarlo con el agua mansaque cone por los fondos de mi huerta,Traigo esta bestezuela, medio muerta.

    Traigo este puma musical conmigo,sobre mi corazn, muy abrazado,De los molles aquellos, de aquel lado.

    L A e A p u T I

  • ANTONIO MACHADO,MANUEL Y

    DOS CA.RAS DE LA MISMA SA.NGRE

    Estas pag~nas fueron escritas pocos das despus de la ?ntwrtede Mamtel Machado, mientras pasaba mis vacaDiones en Bella Mar,prximo a Mar del Plata; A7'gentina. Ni siquiera la nat1.waleza y lamagnfica obra del hombre en tan hermoso paraje, pudieron suavizarmi ceo, AlU, de mtevo, estaba tambin la inJilsticia. Pul indulgen-cia a quienes hacan mi vida grata: pjaro, rbol, nnbe, ?1wr, amigos,H me dediqu a repasar las dos caras de esta medalla q~le aq~l de-nnncio.

    LAS DOS CARAS O A CADA CUAL LOSUYO

    Acaba de morir en Madrid, el poeta :\la-nuel lVIachado, para mi una especie de"otro conde Don Julin" del desgarrado so-lleta de su hermano Antonio, grande de lasletras, muerto en exilio del "mal de Espaaherida", en seguida del xodo. Manuel yAntonio ilVIachado, dos destinos que mareha-ron unidos en la pura esttica individualis-ta, pero que se abrieron diametralmentecuando la suerte de su patria fu la delpropio pueblo: Antonio que, consecuentecon las races de su ser y sentir, rubric sums emocionada pgina con su defensa ymuerte por ella; :Manuel, seorito encona-do y descredo, que si bien supo niitrir lomejor de su potica de la entraa popular,prefiri el destino de los tantos condesDon Julin, el padre de la Caba, entrega-dor de Ceuta a los musulmanes y servil deTarik. En pago de cuyo destino, Manuelree'ogi la triste migaja acadmica de lostraidores de Espaa.

    Como alguna prensa importante, en espe-cial argentina, \. tejiera substantiva, si noelogiosa, : necrologa, a 'Manuet ~rachado,al parecer con intencin absolutoria, comosi el morir pudiera lavar de golpe las cul-pas del trnsfuga y acercarnos un sedanteolvido a su felona; y lo que es mucho peoren este caso, tratara de juntar ambas vidas(la de lVianuel y la de Antonio) en el repo-so eterno, como juntas estuvieran en tiem-pos de la pura creacin esttica, nunca me-jor oportunidad entonces para mostrar es-tas dos caras de una misma sangre y refres-(-al' la memoria infiel de los graciosos abscl-vedores.

    Nos apresuramos a decir que no es nues-tro intento el de claval' esta mariposamuerta, en la pared, por un puro gusto ex-hibicionista. Pero es que nuestro recuerdode aquello que Antonio peda"~n vano a suhermano avivara, porque bie~ pensado nose sabra de quin sera el maana, es tanclaro an que, por momentos, hasta msparece realidad actual que suceso trascen-dido. Y adems, porque nos rebelamoscontra ese siempre barato sentimentalismonecorologista que a menudo intenta librar alos traidores de sus culpas, porque un he-cho mucho menos importante que el vivir-la muerte-, cierre el ciclo del creadordesaparecido. Creo que en este caso, a pe-sar de que se quiera hacer aparecer a lVIa-nuel como lleno de remordimientos finales,tal vez por las duras palabras de su her-;mano, el querer absolverle, es hasta una pro-fanacin y escarnio a la memoria de Anto-nio, gran poeta, gran patriota, gran espaolde la Espaa nica, la eterna y verdadera.

    M's que ninguna otra c'Osa, el desmedidoafn del intencionado apologista, fil lo quetrastorn mis sentidos e impulsme. a estavaloracin. Hacer justicia es colocar lascosas siempre en su sitio, en el oportunomomento, y comenzar el recuento del dra-ma por sus orgenes.

    Antonio, junto a su pueblo, del cual sesenta apenas un aprendiz de su saber; conesa que ya pesaba en l "carne de muerte",como di0e en su soneto a Lister, qUISO lle-varse a su Espaa malherida al hombro,para morir abrazado a ella en la triste al-coba de un hotelillo del destierro, apenasfuera de un campo de concentracin. ElseoritoJHanuel, "con el cuerpo joven, pe-ro el alma helada"; que saba que iba amo-

  • rir "porque no amaba ya nada", -como diceen Ars Moriendi- ; sin ambicin ni amorni fe ni gratitud. ni siquiera ya con "unvago afn de arte", segn su A-delfos,prefiri la comodidad que los traidores leofreeian y rumiar avergonzado (puedeser), luego, las desnudas palabras que parael tiempo y para nosotros -advertidoras,flagelantes, presentes palabras- dejara An-tonio, grabadas eon su sangre y su desga-rrado corazn en la mano ...

    Si ese fu el destino que cada uno se eli-gi, no confundir, entonces, ni por conmi-seracin siquiera, las dos caras de esta me.dalla, de esta medalla de una sangre igual;estas caras que, en definitiva, no son msque las de la propia Espaa en el largoproceso de su construirse: la de quienes lahan estado vendiendo a espaldas de; su pue-blo, la de los condes D. Julin,: resentidos yambiciosos, y la de ese pueblo eterno que laha estado comprando con su sangre y no loha mentado siquiera, c'mo dice AntonioMachado. Sobre estas dos caras, ahora cir-cunscriptas por dos formas hermanas, dar,en sntesis, los rasgos que definen ms queuna potica en s, la entera actitud moraldel vivir.

    l\lAl\TUEL: CONSIGO Y CONT'RA SI

    Antes que palpar los rasgos de esta meda-lla, y amarlos o aborrecerlos por la gracia omiseria de un ojo amable o torvo, de unlabio socarrn o infantil, de un mentn afioJado o progntico, tratar de fijarlos porsu historia expresiva, esa denuncia que lle-va tanto del alma como de las vsceras, deeada individuo social.

    S que no siempre la firmeza de los rasegos de un lado de esta medalla -JYIanuel-,que nos importa ahora, acusa fidelidad deconciencia. Porque, como muy bien decaMairena a sus alumnos, "por debajo de loque se piensa est lo que se cree, como sidijramos en una capa ms honda de nues-tro espritu". Y "hay hombres tan profun-damente divididos consigo mismos, quecreen lo contrario de lo que piensan". Yesto para nosotros -como lo era para suenunciador-, es lo ms free,uente. Se ne-cesitan -circunstancias \especiales para queestas revelaciones subconscientes se produz-can. Cuando tales choques se producen"conmueven fuertemente la coneiencia de

    los pueblos... la opinin muestra en su su-perficie. -habla Mairena no siempre excathedrar- muchas prendas que estaban enel fondo del bal de las conciencias ... "

    Tal vez no supuso nunca Manuel que es-tas palabras de Antonio, un da, podranservir para anteceder correctamente la de-nuncia de la profunda divisin consigomismo que palabra y acto suyos revelan.Presente est en muchos pasajes de snobra el documento que, al afirmar su rai-gambre popular, advierte un sentido socialprogresista, como por ejemplo en este so-leal':

    "Tonto es el que mira atrs ...l\ientras hay camino alanteel caso es andar y andar";

    que no es ciertamente el que mejor definesu postura en el drama espaol. El caso esque JYIanuel se hizo algo ms que el tonto,ya que ni mir p'alante, ni anduvo un pasoen esa direccin. No aceptamos ni por aso-mo esa disculpa que hemos odo de algunosespaoles: que la g11-erra lo tom en Bur-gas. .. no. El gran choque espaol entre loarcaic,o y reaccionario en procura de susantiguas prebendas y la transformacin quese empezaba a operar en la Espaa de laIII Repblica, que gobernaba con "un sen-tido !de porvenir, que es el sentido esen-cial de la historia", como dijo Antonio, futan conmovedor para la comodidad y el es-cepticismo de Manuel (como lo fu paramuchos que alardeaban de "lo popular" ...rn literatura), que la letrilla de su cantehondo:

    "Es el saber popularque encierra todo el saber ... ",

    qued sepultada en el rondo de sn bal, va-ciado de las otras prendas, por aquella s-bita conversin que aluda Mairena.

    y entonces,. en JYIanuel, todos los valoresse trastrocaron. Ni pensar, por supuesto,por rubor de la propia Espaa esencial delCid, en aquellos sus anteriores poemas co-mo el de Castilla, con el que Unamuno jus-tificaba la eternidad del poeta en su len-gua, o el de Alvar Faez}) o el de Los (fon-qll.cistadores, o esos retratos de Carlos V yele su humilde grandeza, el de Felipe V."siempre de negro hasta los pies vestido";o algunos de sus elogios a ilustres muertos.Toda esa admimcin queda fuera de sutiempo; es la simple historia que habla porsu facilidad a la versificacin y al diti-rambo.

  • ....

    Vigentes nos quedan, pues, en su obra,los conceptos denunciadores de su debili-dad. c"mo los que traduce esta malage3,qne ms que de mote, bien podra servirlede epitafio:

    "Camino que no es caminodems est que se emprendaporque ms nos descarracunto ms lejos nos lleva";

    o aquellos que revelan estados que, por ?osealarde de cantehondism.o escptico o anr-quico seoritismo, por lo transitorio, quera-mos mejor no entender en su poesa pinto-resca, como estos soleares:

    "No tengo amigos ninguno.Penas son las que yo tengocon mis penitas me: junto";

    o este otro:" ... en mi vaco corazn,se oye sonarel de p,ofu.ndis del bordn";

    o todava este nihilismo, muy corriente eni oda su expresin:

    "Enseanzas del vivir ...yo ya no se qu pensar,ni siquiera que sentir",

    que, por muy bien dichas que estn, no so-brepasan en efecto al del cido corrosivo.Pero adems de stos, los otros, los que eldrama vino a revelar como verdadero y per-manente, que creamos fugaces estados deesplin racial ("Soy de la raza mora, viejaamiga del sol", etc.).

    Entonces, s, se nos hizo claro de pronto,como quien revela una placa, todo el Ma-nuel Machado de las juergas y las cantao-ras, da los toros, las manzanillas y los solea-res; el Manuel Machado del lado fC'il, pin-toresco y despreocupado espaol. El Manuel:l\Iachado que llama hermana a Antifona, la"virgen impura", esa "flor de orga", uni-do a la cual siente que los llevan "olas sinleyes", porque son a un mismo tiempo "san-tos e infames", y cuyos destinos ("tu her-mosura podrida, mi lira rota" -canta-)se asemejan :" ... as los dos, t amores, yo poesadamos por oro a un mundo que despreciamos"y si en Antfona, un exceso de egolatra(algn Pem'n dira que de piedad) y depesimismo, a la par que de inutilidad porsu oficio de cantor, revela el paralelismo desus destinos, ya que para l hetairas y poe-tas son hermanos, en Ars Morz:endi, destru-do, incrdulo de su propia transitoriedad,est visible toda su senectud moral, irre-

    mediable, y ms arraigado an su enterodesprecio por el ser y el querer. El " Vive!"de su euforia pasajera nos ensea que nun-coa pas en l de un alimento egoista y per-sonal:

    " ... i Vive!Es decir: ama y besa,escucha, mira, toca,embrigate y suea ... "

    aunque bien pronto, estremecido de s mis-mo, pobre si mismo, suspira:

    " ... Muere!Es decir: calla ciegaabstente olvida,resgnate ... y espera".

    Qu otra cosa? Ni la honda alma popularque l saba capaz de eternizar a nuestrocorazn, ni la saludable experiencia que lavida del pueblo le hace sospechar verdades,nada es capaz de sostenerlo y salvarle ya:

    "Lleno estoy de sospechas de verdadesque no me sirven ya para la vida,pero que me preparan dulcementea bien morir.El cuerpo joven, pero el alma heladas que voy a morir, porque no amoya nada".Es que Manuel Machado, esta cara de la

    sangre que nos acongoja, vivi siempre enuna especie de ocaso, en su Ocaso. muchoms afligido por s, que por los dems, "po-bre cuerpo dolorido", "triste alma lacera-da," "yerto corazn heridQ", ~autodefinicione8--. .. y entonces piensa:

    ,'para mi amarga vida fatigada ...el mar amado,\ el mar apetecido,el mar, el mar' y no pensar en nada!";

    es decoir, renunciacin absoluta, regreso a lasoledad total, intimidad egocntrica. Enverdad, en eso estuvo, :iYfanuel :M!achado, ca-balmente, siempre. Pero la guerra de Es-paa, gran cernidor de voluntades, decreencias y de fe, nos lo acab por situarc,lara y definitivamente. Frente a su pueblo ya los 'suyos, a su hermano Antonio, la msencumbrada voz potica de la lengua espa-ola contempornea, Manuel empe sudestino por la causa de Franco, el otro con-de don Julin, la miseria total enton0es.

    "Nuestro gran poeta est en Burgos aliniciarse el :iYIovimiento nacional -escribe elantologista fascista, antecediendo la contri-bucin de Manuel al Cancionero de (fu.erra,publicado en Madrid en 1939-, cuando Es-paa -"centinela de la Europa en duelo-vuelve i por todos! a emprender la guerra ... "

  • Manuel Machado pone en seguida su nom-bre, su gloria y su trabajo al servicio deEspaa y de sus hombres". Haca apenasocho meses que los republicoanos haban ente-rrado a Antonio, el hermano a quien, se di-ce, quera tan entraablemente... En eseCancionero, entre otros poemas, est suoracin a Jos Antonio (Primo de Rivera)el jefe de Falange, la que termina:" ... y en la portada de su nueva historiala patria inscribe ya tu nombre santo ...Jos Antonio! j Presente! i A.rriba Espaa!"A esa Espaa, y a estos hombres era al ser-vicio de quienes estaba l\Ianuel l\Iachado.En el correr del 40, public su libro Horasde Oro, como contribucin a la exaltacinfranquista y seguro pasaporte para la Aca-demia. Quera l Que se viera su "nuevaforma potica" de ahora -dice--, la pobrenueva forma por ejemplo, de lill soneto al-mibaroso y superlativo -al par que de n-fima calidad potica- al "caudillo" Fran-cisco Franco, en quien Dios hasta puso ge-nio, pero sobre todo, para 1YIanuel," ... para un maana que el ayer no niega,para una Espaa ms y ms Espaa,i la sonrisa de Franco resplandece!"Desde luego qne, de inmediato, ingres a laAcademia, con un discurso que recuenta lahistoria de su hecho potico y en el que ru-bricoa con ese sonetn a Franco, que aludi-mos, un ciclo nuevo que comienza en ese"momento cumbre de nuestra Historia queempez el 17 de Julio de 1936',' dice l\Ia-nuel (Unos versos, .~tn alma y una pocacon el discurso de recepcin de Pemn, 1YIa-drid, 1940). Esta. es la trayectoria y el des-tino de :Manuel 1YIachado, acadmico deFrancisc'o Franco y de la Espaa Negra,el lado de sombra de la medalla que nosocupa y preocupa.

    Al~TONIO; LA POESIA, REFIRMACIONDEL PUEBLO EN SI

    En cambio , qu puede necesitar de nues-1ra exgesis este astro cada vez ms limpioa cuanta mayor distancia se nos coloque enel tiempo; este "pescador de pescados vi-vos"; todo l substancia potica, "hondapalpitacin de espritu", y, sobre todo, todol, encendida, '''animada respuesta al 0On-tacto del mundo" Hemos dicho repetidasveces nuestra entera admiracin, tanto a supoesa, de la ms honda, depurada y 11atu-

    ?'al (es decir, como l quera este trmino:"lo bien dicho y en generaV la solucin mselegante del problema de la expresin") dela potica hispana contempornea, como asu actitud moral, no otra cosa en todos losinstantes, que la refirmacin de su respetoa la dignidad del hombre y al sentido pro-ftico del destino del pueblo, la gran je-rarqua humana, Para Antonio l\Iachado,"un pueblo es siempre una empresa futura,un arco tendido hasta el maana" y el poe-ta, no ms que un aprendiz de su saber,como se senta l. En consecuencia, "sivais para poetas -recomendaba insistente-mente l\lairena- cuidad vuestro folklore,Porque la verdadera poesa la hace el pue-blo". En una palabra, que poesa y pueblo,en un instante, se encuentran y conflillden.

    Toda su expresin es, de este modo, unasabia y decantada sntesis del saber de supueblo, el que, en resumen, es el pueblo delmundo. Lo absolutamente indiscutible enAntonio Macohado es que ni un solo verso,ni lill solo pensamiento '--tendramos quetranscl'birlo entero.,. - denuncian (ln lotra cosa que un poeta cuya creciente per-fectibilidad en el sentir y expresar, no esms que el vnculo entre nuestro tiempo so-cial y el de sus ilustres antecesores con losque, merecidamente, Bergamn, antecede supoesa: Juan Ruiz, Jorque 1YIanrique, Gil\ric-ente, Garcilaso, Gngora, Lope, Juande llli Cruz, Fray Luis, Bequer.

    Adentrado en el romancero de su pueblotan finamente hilado por su to AgustnDurn, aunque lejos de su arcasmo, con lomismo que muchos otros han alardeado denovedades '-"toda simulacin. de arcasmome parece ridcula", dice en su prlogo deCampos de CasNlla-j tratando siempre demirar antes que al valor! del mito o a lo pu-ramente heroico, a "lo elemental humano",su poesa se autentifica y proyecta siemprea una distancia futura, porque Antonio 1Yfa-chado, eternamente joven -", soy c1siC'o oromntico ?"- ama mucho ms "la edadque se avecina y a los poetas que han desurgir, cuando una tarea comn apasionelas almas". Estas bellas palabras, escritasen Toledo, en Abril de 1919, para la segun-da edicin de su Soleclacl, GalM'as y otrospoemas, delnean todo un compromiso deaccin solidaria, de cuyo fiel cumplimientodieron cuenta los osC'uros das que vivi supueblo, y la admiracin de quienes fuimosconmovidos por la fidelidad de su pensa-

    -

  • ..

    miento en la accin que los sucesos de supueblo le reservaron,

    Todo su ideario est infiltrado de un he-roico humanismo; toda su vida, de una sos-tenida seguridad en el bien morir, o enmorir bien, como debe morir el hombre; esdecir, en alcanzar un final que atesore has-ta sus ltimos instantes. "Cuando os que-den pocas horas de vida, recordad el dichoespaol: de cobardes no se ha escrito nada.y vivid esas horas rec'Ordando que es pre-ciso que se escriba algo de vosotros", Deah, el sentido vivo que ha de tener la cul-tura, en su amplio sentido para AntonioMachado; una cultura mirada desde aden-tro, "quiere decir, desde el hombre mismo"-expone-: no el de caudal o tesoro acu-mulable, "fondos de existencia que puedanacapararse por un lado, y por otro, repar-tirse a voleo", No, "Para nosotros -escriheen los das de fuego para Espaa, y detr