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Una comunicación más allá de las palabras entre tzentales y jóvenes Preparatoria y Universidad Loyola en el Mochilazo Jesuita 2011 Psic. José Antonio Brito Solís
Los indígenas tzentales en las
Comunidades de la Sierra de Chiapas nos
abrieron su mundo durante nueve días
llevándonos a vivir así una experiencia que nunca
olvidaremos.
Participar en sus festejos a través de sus
tradiciones, cantos, bailes y rituales; tener como
alimentos frijoles con chile y tortillas y en algunas
ocasiones caldo de gallina con pozolt o té;
trabajar con los jóvenes y adultos en las milpas y
los cafetales; disfrutar de la sonrisa de los niños
al jugar en el campo contagiándonos de su
inocencia, orar en sus sencillas capillas con
envueltos en el fresco frío de las tardes que le
daban un toque de solemnidad al ambiente
fueron sólo algunas de las vivencias que
compartimos con los tzentales en el Mochilazo
Jesuita del 14 al 23 de Diciembre del 2011.
El Mochilazo Jesuita es una jornada de peregrinación orante y de inserción en las
comunidades indígenas para ejercitarse en el desprendimiento y acercarse con mayor facilidad
al diálogo personal con Dios; es organizada y dirigida por Sacerdotes Jesuitas a través de la Red
Juvenil Ignaciana; en esta ocasión el P. Jorge Atilano González Candia, SJ coordinó los trabajos,
acompañado del P. Salvador Ramírez Peña, SJ y Eduardo Anaya, Escolar Jesuita.
Asistimos 23 jóvenes de diferentes lugares de la República y un joven de Madrid
España, estudiantes del Tecnológico de Monterrey Campus Querétaro, de la Universidad
Metropolitana de México, del ITESO Guadalajara y las IBERO Puebla, México y León; así como
jóvenes de grupos juveniles ignacianos de Chiapas, San Luis Potosí, Tabasco y Michoacán,
además de cuatro representantes de la Preparatoria y Universidad Loyola del Pacífico de
Acapulco Guerrero, Diego Ariel Mendoza Díaz de 6º Semestre de Preparatoria, Antonio Acosta
Hernández de 6º Semestre de Ingeniería Industrial, Jorge Maldonado Calixto de 2º Semestre
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de Ingeniería Industrial y un servidor como profesor de preparatoria formamos el
grupo que recorrió la Sierra de los Municipios de Bachajón y Chilón, Chiapas acercándonos a
una realidad de vida distinta a la de nosotros, que aunque hoy se encuentra lejos de nuestros
hogares, permanecerá siempre cerca de nosotros por lo que significó.
El entusiasmo que caracteriza a los jóvenes combinado con las expectativas de
aventura y el cansancio del viaje fueron las condiciones en cómo nos fuimos conociendo poco
a poco los del grupo el primer día conforme íbamos llegando de nuestros diferentes estados a
la casa de los Jesuitas en Bachajón y aunque jamás nos habíamos visto, desde el primer
momento nos unió el deseo sincero de vivir la experiencia, es por eso que desde el inicio se
estableció una buena integración que permaneció hasta el último día y fue con esa señal con la
que comenzamos.
Con una mochila al hombro, llevando solo lo indispensable de ropa, artículos de aseo
personal y un sleeping bag, recorrimos caminando en silencio durante nueve días cuatro
comunidades, anduvimos horas de camino con el sol sobre nosotros, escalamos cerros llenos
de lodo, penetramos la selva, cruzamos ríos y verdes veredas, comimos de las frutas de los
árboles que encontrábamos cuando el cansancio nos obligaba a detenernos y ahí alejados del
ruido del mundo, de la rutina absorbente, del internet y de los celulares nos centramos en una
dinámica interior llena de tranquilidad y paz.
Al llegar a cada comunidad los niños eran los primeros en recibirnos y la gente alegre
de nuestra llegada nos esperaba con emoción sabiendo que desde muy lejos un grupo de
jóvenes pasaría uno o dos días con ellos y con agrado los tzentales nos compartían sus
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alimentos, dormimos en sus capillas envueltos en nuestros sleeping y cobijas por el frío
de la noche, nos bañamos en los ríos, bailamos en sus rituales y aunque el dialecto que ellos
tienen nos impedía entender lo que decían y a ellos lo que nosotros hablábamos, los pocos
traductores nos ayudaron a entablar una comunicación más allá de las palabras, un dialogo
que tiene que ver más con el espíritu que con la voz, más con los símbolos del amor,
permitiendo que nos identificáramos no sólo por nuestras costumbres e ideas; sino más por
los valores que se centraban en encontrar a Dios a través de esa Espiritualidad Ignaciana que
ellos a su manera también conocen y que la hacen realidad en su contexto, pero que en esos
días la fundimos en una sola para sentirnos con ellos parte de su comunidad.
Además de la experiencia comunitaria y de caminata, en el Mochilazo Jesuita se abren
espacios de oración, tomando como base los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola;
así pues las celebraciones, las reflexiones, las meditaciones y momentos de silencio en medio
de los hermosos escenarios naturales nos permitieron interiorizar de forma profunda nuestro
ser, nos ayudó a desprendernos de tensiones y cargas emocionales, nos dio respuestas a
preguntas inconclusas, nos renovó de fuerzas y nos llenó de esa Espiritualidad Ignaciana para
discernir de forma particular cada una de nuestras decisiones que la vida nos presenta.
Los Jesuitas brindan la
oportunidad a los jóvenes de
tener esta experiencia una vez al
año y así poder conocer y
comprender las realidades
existentes en las zonas más
pobres de México, llevándolos a
construir en sus vidas una
conciencia social sólida y un
espíritu crítico y humanista ante la
situaciones que vive nuestro país.
Los tzentales nos abrieron
su mundo y nos regalaron
momentos inigualables dándonos
una perspectiva de la vida, jamás
olvidaremos las enseñanzas que
nos compartieron aquellos
hombres y mujeres y aunque hoy
ya no estamos allá, una parte del
corazón de cada mochilero se
quedó para siempre en lo alto de
aquellas montañas.