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Un país rico que se convirtió en pobre - atlas.org.ar · Anexo estadístico 161 Capítulo VIII El fin del “modelo agroexportador”

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Un país rico que se convirtió en pobre

Yeatts, Guillermo Un país rico que se convirtió en pobre : mitos y verdades de la Argentina . - 1a ed. - San Isidro : el autor, 2015. 224 p. ; 21x15 cm.

ISBN 978-987-33-6879-0

1. Economía Argentina. I. Título CDD 330.82

Fecha de catalogación: 24/02/2015

Un país rico que se convirtió en pobre. Mitos y verdades de la Argentina.

de Guillermo M. Yeatts

Todos los derechos reservados © 2015

ISBN 978-987-33-6879-0

Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de cubierta, puede reproducirse, almacenarse o transmitirse en forma alguna, ni tampoco por medio alguno, sea este electrónico, químico, mecánico, óptico de grabación o de

fotocopia, sin previa autorización escrita por parte del editor.Su infracción está penada por las leyes 11.723 y 25.446

Impreso en Argentina. Printed in Argentina

Universidad Francisco Marroquínwww.ufm.edu

Un país rico que se convirtió en pobre. Mitos y verdades de la

Argentina

Guillermo M. Yeatts

7

Dedicado a mis cinco hijos, dieciséis nietos y dos bisnietos, quienes son mi inspiración.

Para que puedan transformar a la Argentina y disfrutarla como una promisoria tierra de libertad en la cual les sea

posible perseguir sus sueños y su felicidad.

9

ÍndiceAgradecimientos 13

Prólogo Gabriel Calzada Álvarez 15

Capítulo I

El gran misterio argentino 19

La paradoja argentina� � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � 19¿Del desarrollo al subdesarrollo?� � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � 21El peso de las viejas instituciones � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � 251853–1916: ¿oasis de la historia? � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � 27Las instituciones que cambiaron y las que no cambiaron: ¿pies de barro de la Argentina liberal? � � � � � � � 30La Argentina corporativa: militares, Iglesia, sindicatos, empresarios prebendarios � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � 36

Capítulo II

La continuidad de la Edad Media en el Nuevo Mundo 43

Proteger, rezar, trabajar � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � 45¿“Neofeudalismo” español en América Latina? � � � � � � � � � � 50Metales preciosos y trabajo aborigen esclavo � � � � � � � � � � � 53Monopolios y corporaciones � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � 57

10

Capítulo III

Independencia sin libertad 61

Revolución de Mayo: ¿afianzamiento o cambio institucional? � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � 61La puja desde el régimen monopólico comercial español hacia un comercio libre� � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � 62El caudillismo como forma de dominación � � � � � � � � � � � � � 69

Capítulo IV

Alberdi y el intento de crear una nueva Argentina 79

Wheelwright y el enamoramiento de Alberdi del derecho anglosajón � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � 83California: “leading case” en cambio institucional � � � � � � � � 86Inmigración e instituciones informales: trasplante institucional � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � 89Sarmiento: la educación como motor de cambio � � � � � � � � � 92

Capítulo V

Los logros económicos durante la “Argentina liberal” (1852–1916/30) 99

La Revolución Industrial como oportunidad � � � � � � � � � � � 103Más comercio con el mundo � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � 106El peso de la inversión extranjera� � � � � � � � � � � � � � � � � � � � 112La inmigración deseada y la inmigración recibida � � � � � � � 115

11

Capítulo VI

La Argentina que se resistió al cambio 123

La supervivencia de viejas instituciones� � � � � � � � � � � � � � � 123La subsistencia del derecho codificado � � � � � � � � � � � � � � � 125La continuidad de la legislación minera colonial � � � � � � � � 128Distribución de la tierra a partir de criterios políticos� � � � � 131Las “retenciones” a las exportaciones en la Argentina liberal � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � 137

Capítulo VII

Inmigración y presión hacia la apertura política 143

Presiones para modificar un sistema electoral cerrado � � � 146Ley de Residencia: tensión entre el “orden y progreso” y el naciente sindicalismo � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � 152Ley Sáenz Peña y la aparición de la Argentina real� � � � � � � 155Anexo estadístico � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � 161

Capítulo VIII

El fin del “modelo agroexportador” y el retorno de las viejas instituciones 163

Fortalecimiento del llamado “movimiento obrero” � � � � � � � 166El nacionalismo económico previo a la década del 30: Mosconi y el nacimiento de YPF � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � 170Gran depresión, crisis y cierre de la economía� � � � � � � � � � 174La consolidación del retorno � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � 178

12

Capítulo IX

La consolidación del nacionalismo económico y político 181

El pensamiento nacionalista � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � 186Las ideas de Perón� � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � 190La economía peronista � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � 195La continuidad institucional en el post peronismo � � � � � � � 198

Capítulo X

La “Argentina liberal”: ¿Mito o realidad? 201

Economías de mercado sin competencia política� � � � � � � � 202¿Un país liberal que se hizo estatista? � � � � � � � � � � � � � � � � 205Siete mitos de la “Argentina liberal”� � � � � � � � � � � � � � � � � � 206¿Redistribuir para gobernar? � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � 209Una Argentina 1853–1916 de “carne y hueso” � � � � � � � � � 211Instituciones informales: claves del cambio profundo � � � � 212

Bibliografía 217

13

Agradecimientos

Quiero agradecer a todos los que me indujeron a tener una mirada más crítica del pasado y me llevaron a ahondar el análisis, a efectos de comprender el deterioro que experimentó nuestro querido país a lo largo del último siglo.

En primer lugar, a Martín Simonetta, Director Ejecutivo de la Fundación Atlas para una Sociedad Libre, quien –por más de un año– leyó mis borradores y me dio su opinión sobre la revisión de la historia que encaraba en la presente obra.

Asimismo a Iván D. Posse Molina por su análisis profundo sobre el libro, ricos comentarios y aportes, los cuales –incluso sin coincidir necesariamente con mis afirmaciones– beneficiaron a la presente obra.

También quiero agradecer especialmente a Gabriel Calzada, rector de la Universidad Francisco Marroquín (UFM), a quien tuve el placer de conocer cuando la Universidad Francisco Marroquín me otorgó un Doctorado honoris causa (2013) con motivo de mi obra sobre la propiedad del subsuelo en América Latina (El robo del subsuelo, publicado hace veinte años). Esa alegría fue acompañada por la publicación del presente libro por parte de la UFM y el alto honor de contar con su pluma para prologarlo.

14

Esta obra reafirma, en sus conclusiones, que no son sólo las normas formales las que determinan la performance económica de una sociedad, sino que los hábitos, valores y costumbres juegan un rol crítico. Manuel Ayau comprendió que era fundamental esparcir y sembrar nuestras ideas para generar sólidos cimientos para que la libertad prospere. En ese contexto, y junto con otros lúcidos empresarios e intelectuales, dio vida a la UFM hace casi medio siglo. Hoy “la Marro” es –sin duda– un enorme faro que con su luz ilumina el planeta.

Finalmente, quiero agradecer a mi querido amigo José Ignacio García Hamilton, quien –con su recuerdo y sus obras– está siempre presente entre nosotros. Con él conversamos largamente sobre la temática de este libro cuando viajamos juntos a presentar mi libro Roots of Poverty in Latin America en New York University (NYU). En muchas oportunidades compartimos inolvidables y cálidos momentos, intentando dilucidar el origen de la llamada “decadencia argentina”.

.

15

Prólogo Gabriel Calzada Álvarez

Rector de la Universidad Francisco Marroquín; anteriormente, fue presidente y director general del

Instituto Juan de Mariana, España. Ha publicado numerosos artículos económicos en distintos medios de comunicación, entre los que se encuentran: Expansión,

Libertad Digital, La Razón, Mises Daily y The Spain Herald. Imparte conferencias académicas y participa en programas de radio y televisión contribuyendo a difundir

las ideas de libertad política y económica. Calzada cuenta con doctorado en Economía por la Universidad

Rey Juan Carlos.

¿Cómo se explica que el país que a comienzos del siglo XX llegó a ser la décima sociedad más rica del mundo sea hoy un país pobre? ¿Qué sucedió? ¿Qué podemos aprender del ascenso y posterior hundimiento argentino? Estas son algunas de las principales cuestiones que Guillermo Yeatts desenmaraña con enormes dosis de realismo en Un país rico que se convirtió en pobre. Mitos y verdades de la argentina, la obra que el lector tiene ahora en sus manos.

Durante un periodo de tres cuartos de siglo comprendido entre mediados del XIX y principios del siglo XX, Argentina deslumbró al mundo por su cultura, por su evolución jurídico-política y, sobre todo, por su economía. El país llegó a tener una renta por habitante cercana a dos tercios de la de EEUU y poco a poco se

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convirtió en el destino soñado de cientos de miles de europeos. Yeatts nos cuenta cuáles fueron los motores de esa extraordinaria etapa de bonanza económica: una coyuntura positiva de crecimiento de la demanda global y una caída de los costos de transacción que los argentinos supieron explotar como nadie haciendo crecer su comercio exterior; una condiciones atractivas para los inversores internacionales y locales que produjo una elevada tasa de inversión y de afluencia de capitales extranjeros; y un gran flujo migratorio hacia Argentina que permitió una enorme expansión de la capacidad productiva.

La atracción por el milagro argentino fue tan grande que el país austral llegó a ser, en las primeras décadas del siglo pasado el segundo receptor de inmigrantes europeos, por detrás sólo de los Estados Unidos de América. Las buenas perspectivas de la economía argentina convertían el país en destino de millones de personas que soñaban con prosperar. Ese optimismo en el futuro de Argentina se fundamentaba en una sociedad y una economía que gozaban de unas condiciones muy competitivas.

Sin embargo, el futuro no depararía las maravillas que muchos habían soñado. Lejos de seguir recortando distancias con EEUU y las demás potencias mundiales, Argentina comenzó, tras un brillante comienzo de siglo XX, una lenta decadencia que le ha llevado a ocupar en 2014 la posición 104 en el Índice de Competitividad Global, escoltada por economías como las de Nepal, Bhutan, por delante, y seguida de Bolivia y Gabón.

Este libro está dedicado a la explicación realista tanto del deslumbrante éxito como del posterior fracaso de la economía y de la sociedad argentina. La riqueza de

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la tesis de Guillermo Yeatts consiste en no limitarse a las causas directas ni a los efectos de corto plazo. El autor analiza los factores que sustentan el desenvolvimiento de una sociedad, metiéndose de lleno las causas profundas y remotas. Así, Yeatts nos cuenta el desarrollo de las fuerzas que posibilitaron la prosperidad y también de aquellas que la amenazaron hasta acabar con ella. Este ejercicio de análisis de la de distintos procesos contradictorios permite al autor separar los mitos de las realidades que han sido utilizados para explicar el asombroso y apasionante milagro económico argentino y su desmoronamiento.

A lo largo de los capítulos del libro se estudian los factores ideológicos y culturales más que los materiales y más evidentes. Es más, una de las grandes virtudes de la obra es ayudar a entender cómo las instituciones y las ideas hacen avanzar la sociedad y cómo las condiciones materiales resultan –en lugar de ser causa– de las costumbres, actitudes, instituciones e ideas. Los procesos sociales y la capitalización de un mercado dependen de ideas que van enraizando o que simplemente logran influir en un conjunto de instituciones por un periodo más o menos extenso de tiempo; ideas sobre las relaciones en sociedad, ideas sobre la justicia, ideas sobre la libertad.

Como ocurriría en la segunda parte del siglo XX con el milagro económico alemán, la recuperación francesa y el plan de liberalización español, la prosperidad de Argentina tuvo relación con el liderazgo de un grupo de personas que lograron introducir las ideas de la libertad en diversas instituciones del país. El éxito de este grupo resultó en una serie de proyectos legislativos, el más conocido de los cuales fue la Constitución Argentina de 1853. Sin embargo, las nuevas leyes coexistieron

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con viejas ideas e instituciones contrarias a la libertad, algunas de las cuales databan desde los tiempos de la colonización española. En palabras de Guillermo Yeatts existe una “visión excesivamente optimista e irreal respecto del periodo” que “omite la subsistencia de profundas raíces institucionales de los hábitos, las prácticas, las costumbres y la centenaria forma de organización cargada en la herencia institucional”. Esas raíces eran tan profundas como antiguas y liberticidas, e incluyen desde los vestigios de la organización militarista de la sociedad hasta la reglamentación gremial de los oficios, pasando por la aceptación de privilegios y protecciones estatales. Esas raíces resultaron muy difíciles de cortar tanto por su profundidad como por sus extensiones.

La obra, más allá de su gran aportación a la interpretación de un periodo crucial de la historia de Argentina, contiene enseñanzas importantes para futuros intentos de liberalización. En esencia, Un país rico que se convirtió en pobre nos advierte contra la tentación constructivista y positivista de pensar que se puede cambiar la sociedad de arriba y que basta con realizar cambios legislativos para lograr un cambio social armónico y una prosperidad sostenida. Este mensaje nos debería animar a redoblar esfuerzos en el campo de la educación de los principios éticos, jurídicos y económicos de una sociedad de personas libres y responsables.

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Capítulo I

El gran misterio argentino

La paradoja argentina

A comienzos de los años 60, cuando tenía poco más de veinte años y realizaba un Bachelor of Science en Finanzas en New York University (NYU), tuve la oportunidad de asistir a una clase que condicionaría mi vida en el futuro. En ella, el profesor Paul Alpert1 señaló que existían cuatro tipos de países: los desarrollados, los subdesarrollados, Japón y la Argentina. Japón: un país sin recursos naturales que había logrado alcanzar el desarrollo. La Argentina, por el contrario, un país generosamente dotado de recursos naturales que no lograba brindar un buen nivel de vida a sus habitantes. Después de hacer esa afirmación, preguntó si había algún argentino en la clase y, con cierta timidez, levanté la mano.

Esa reflexión, tan evidente como sorprendente, permaneció dando vueltas en mi mente por muchos años. El intento de explicar esa situación paradójica me llevó a preguntar: ¿por qué causas la Argentina había dejado de ser una nación próspera? O ¿por qué el país había

1 Algunas obras de Paul Alpert, el profesor que tanto me motivó, son: Alpert, Paul. Partnership or Confrontation? Poor Lands and Rich. Nueva York, Free Press, 1972, c.1973; Alpert, Paul. Economic Development: Objectives and Methods. Nueva York, Free Press of Glencoe, 1963; Alpert, Paul. Twentieth Century Economic History of Europe. Nueva York : Schuman, 1951.

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logrado serlo? ¿Cómo podía explicarse el fenómeno de un país rico que se volvió pobre?

Estudiando en profundidad el tema, hallé datos que confirmaban el nivel que había alcanzado la economía argentina: hacia 1913, la Argentina era el país con el 10º mayor PBI per cápita del planeta, lo que representaba la mitad de lo producido por toda América Latina. La producción por habitante era prácticamente 2/3 de la de Estados Unidos de América, en tal momento. Aquella Argentina, que había sido un desierto medio siglo atrás, era considerada, junto con Australia y Canadá, como uno de los países más promisorios del globo.

Siguiendo el razonamiento del profesor Alpert, comprobé que esa Argentina no sólo vivía la supuesta paradoja de ser un país rico en recursos naturales pero pobre en su nivel de desarrollo, sino que también era ejemplo de otra contradicción: la de ser un país que en la primera década del siglo XX contaba con indicadores de país desarrollado y que fue cayendo en una decadencia que lo convirtió –décadas más tarde– en un país subdesarrollado.

En los años siguientes dediqué gran parte de mis energías tanto a intentar comprender lo sucedido como a buscar formas de revertir tal situación. Por un lado, la investigación, canalizada en diversas obras académicas. Por el otro, la acción para promover el cambio, a través de diferentes organizaciones sin fines de lucro, think tanks, para intentar modificar ese –aparente– destino de pobreza.

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¿Del desarrollo al subdesarrollo?

Tal como detallo en mi obra El botín. La Argentina saqueada, el país tuvo indicadores sobresalientes que lo señalaban como otro melting pot, lo que aquí llamamos “crisol de razas”, identidad que nació como consecuencia del atractivo destino que vieron los inmigrantes en la segunda mitad del siglo XIX. Según su PBI per cápita en 1913, nuestro país se ubicaba por encima de países europeos tales como Alemania, Francia, Austria, Suecia, Irlanda, Italia, Noruega, Finlandia y España. En ese año el PBI per cápita argentino era 48% superior al de Italia y casi 85% superior al de España, los dos principales países de los que provino la inmigración que llegó a nuestro país.2

1913: la Argentina, el décimo país con mayor PBI per cápita del mundo (1990 International Geary–Khamis dollars)

País PBI per cápita 19131 Estados Unidos de América 5.3012 Australia 5.1573 Nueva Zelanda 5.1524 Reino Unido de Gran Bretaña 4.9215 Canadá 4.4476 Suiza 4.2667 Bélgica 4.2208 Países Bajos 4.0499 Dinamarca 3.912

10 Argentina 3.79711 Alemania 3.64812 Francia 3.48513 Austria 3.46514 Uruguay 3.310

2 Guillermo Yeatts. El botín. La Argentina saqueada. Buenos Aires, Editorial Grito Sagrado, 2008.

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1913: la Argentina, el décimo país con mayor PBI per cápita del mundo (1990 International Geary–Khamis dollars)

15 Suecia 3.09616 Chile 2.98817 Irlanda 2.73618 Italia 2.56419 Noruega 2.44720 Finlandia 2.11121 España 2.056

Promedio mundial 1.526Fuente: Agnus Maddison. Historical Statistics for the World Economy: 1–2003 AD.

A primera vista parece imposible comprender la lógica de esta decadencia argentina, que se ha transformado en un gran misterio. Tan así es que incluso recientemente, The Economist, en su artículo “La parábola de la Argentina. ¿Qué pueden aprender otros países tras un siglo de declinación?”, intenta analizar este proceso:

“Hace un siglo, cuando Harrods decidió instalar su primer emporio en el extranjero, eligió Buenos Aires. En 1914, la Argentina se destacó como el país del futuro. Su economía había crecido más rápido que la de Estados Unidos durante las cuatro décadas previas.

Su PBI per cápita era más alto que el de Alemania, Francia o Italia. Se jactaba maravillosamente de sus fértiles tierras para agricultura, su clima soleado, una nueva democracia (el sufragio universal masculino fue introducido en 1912), una población educada y el baile más erótico del mundo. Los inmigrantes bailaban tango, fueran de donde fueran. Para los jóvenes y ambiciosos,

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la elección entre la Argentina y California era difícil”. 3

Si tuviéramos que utilizar una palabra para definir las políticas aplicadas entre 1853 y 1916 podríamos utilizar el término “apertura”. La Argentina era un país abierto. Pero además de abierto era atractivo para las inversiones, para el comercio y para las personas del mundo, como lo iremos viendo a lo largo de esta obra, lo cual generó un círculo virtuoso de crecimiento. Esa prosperidad se refleja en las palabras de la historiadora María Oliveira–Cézar en su artículo “Cuando en Francia querían ser ricos como un argentino”. Allí se refiere a la época en la que los diplomáticos franceses decían que la Argentina había sido hecha “por el brazo italiano, el capital inglés y el pensamiento francés”. También cita las palabras del escritor Paul Morand al referirse a que los argentinos “se creían europeos colonizando América del Sur” y la afirmación de Alain Rouquié al señalar que “los argentinos son italianos que se creen británicos y hablan español con acento genovés o napolitano”. 4

El contexto internacional fue clave para comprender tal fenómeno. En aquel momento, la economía mundial vivía una situación –en cierto sentido– similar a la que disfruta actualmente la Argentina: los coletazos de la Revolución Industrial tenían un impacto positivo en las circunstancias que afectaban a la economía del país. Barcos, trenes, frigoríficos simbolizaban aquella caída de costos de transacción que permitían comercializar lo otrora no comercializable. Transformaban en transables

3 The Economist. “The Parable of Argentina ¿What other countries can learn from a century of decline?”, 2014.4 María Oliveira–Cézar. “Cuando en Francia querían ser ricos como un argentino”. La Nación, 20 de junio de 2010.

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bienes hasta ese momento no transables. En la segunda mitad del siglo XIX, el mundo “se achicaba” en favor de la Argentina y se producía una rápida integración positiva de nuestra economía con el resto del planeta.

La pujanza de la economía argentina era tal que se manifestaba incluso en su interés por competir en el liderazgo hemisférico con Estados Unidos, lo cual se manifestó en la actitud de los representantes argentinos en la Primera Conferencia Panamericana de 1889, donde pusieron el énfasis en frenar cualquier iniciativa de aquel país. Al respecto afirma Carlos Escudé en Historia general de las relaciones exteriores de la República Argentina que:

“Frente al eslogan ‘América para los americanos’ de la Doctrina Monroe, que la delegación norteamericana intentó reeditar en esta Primera Conferencia Panamericana, Roque Sáenz Peña lanzó su célebre frase ‘América para la Humanidad’”.

Tal vez en aquella competencia por la hegemonía política continental se encuentra uno de los fundamentos del alto nivel de “antiamericanismo”, o mejor dicho “antiimperialismo americano”, que existe en la sociedad argentina. Tal posición aún se encuentra viva, tal como lo manifiesta el estudio “World Public Opinion 2007”,5 realizado por The Chicago Council on Global Affairs, que concluye que:

• Sólo en la Argentina y Palestina la mayoría de la población (55%) considera que Estados Unidos

5 The Chicago Council on Global Affairs. “World Public Opinion 2007”, p. 44. WorldPublicOpinion.org, 2007.

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debería abandonar la mayoría de sus esfuerzos por resolver los problemas internacionales.

• Una avasallante mayoría (84%) de los encuestados no confía en que Estados Unidos actúa con responsabilidad en el mundo.

• La Argentina se encuentran entre los países que más se oponen al liderazgo de Estados Unidos en el mundo y quiere que reduzca su presencia militar en el exterior.

• Un 75% de los argentinos (la mayoría entre los 12 países estudiados) considera que Estados Unidos debe reducir sus bases militares. Esto supera a la opinión de los palestinos, población en la que solo el 70% comparte esta visión.

• Únicamente el 1% de los argentinos encuestados piensa que Estados Unidos debe ser el líder en la resolución de problemas internacionales.

Como hemos visto, casi todos los indicadores de aquel momento parecían coronar a la Argentina como un país desarrollado, rico y promisorio. Pero ¿qué sucedió entonces?

El peso de las viejas instituciones

Algunos autores señalan que la Argentina llegó a ser un país con una organización basada en la libertad, y que ese valor parecía haber llegado para quedarse. ¿Realmente fue así? Una mirada sobre algunas instituciones formales podría llevarnos a pensar que sí, por ejemplo, la Constitución implementada en 1853, sustentada en Bases y puntos de partida, de Juan Bautista Alberdi. Pero ¿era posible concretar un cambio

Guillermo M. Yeatts26

tan profundo y duradero sólo a partir de modificaciones en la normativa legal?

A mediados de la década de 1990, cuando realizaba investigaciones para mi libro Raíces de pobreza, llegó a mis manos la obra El autoritarismo hispanoamericano y la improductividad.6 En la tapa se leía el nombre de su autor: José Ignacio García Hamilton. Movilizado por haber encontrado en esa obra una rica visión respecto del tema que tanto me motivaba, intenté por todos los medios contactarlo. Y lo logré. A partir de entonces, nació una increíble combinación de sincera amistad y sinergia intelectual. Poco tiempo después, comprobé que tal obra se basaba en su trabajo previo Los orígenes de nuestra cultura autoritaria7 (1990). Tanto a José Ignacio como a mí nos preocupaban las causas profundas de la falta de prosperidad de nuestro querido país que –paradójicamente– había sido próspero. El peso de las antiguas instituciones coloniales y su profundo arraigo fueron descriptos con claridad por García Hamilton:

“[…] en la Colonia el trabajo era forzoso; después de la Independencia se establece el clientelismo de tipo militar. El ejército que había servido para luchar contra España le sirvió luego al jefe militar para mantenerse en el poder y él lo retribuía con bolsones o con el derecho al bandidaje. Durante el gobierno de Rosas, en las zonas de frontera se entregaban bolsones con aguardiente, yerba, tabaco y algunos víveres, como una política

6 José Ignacio García Hamilton. El autoritarismo y la improductividad. Buenos Aires, Sudamericana, 1998 y 2003.7 José Ignacio García Hamilton. Los orígenes de nuestra cultura autoritaria. Buenos Aires, Calbino,1990.

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en parte de ampliación de la frontera y de mantenimiento del orden”.

Tal descripción, así como la información disponible, mostraban una continuidad de la Edad Media (supuestamente finalizada en 1492) en el nuevo mundo. La concentración del poder militar, el religioso y el político –tan característicos del Medievo europeo– permanecía “vivita y coleando” en la América hispana. La figura del “caudillo” –personaje todopoderoso en su ámbito regional– parecía una versión latinoamericana del antiguo señor feudal. Su combinación de poder militar, económico y político, así como el ejercicio de un liderazgo paternalista entre sus seguidores, lo posicionaban como un “dictador bueno e incuestionable” sobre su área de influencia. Volviendo al presente, aún encontramos en los siglos XX y XXI la prevalencia de un liderazgo carismático, que navegará cómodamente las aguas del populismo.

Todos estos factores que constituyen una naturaleza contradictoria de la historia institucional argentina nos han llevado a intentar comprender más en profundidad el proceso y contestar a la pregunta: ¿podemos decir que la Argentina fue un país autoritario que se transformó, de la noche a la mañana, en respetuoso de las instituciones y la libertad?

1853–1916: ¿oasis de la historia?

La prosperidad de aquella Argentina de 1853–1916 y la posterior caída nos llevan a hacer la pregunta: ¿por qué el país dejó de ser ese “oasis” y retornó luego a su camino habitual? El espíritu de libertad de los líderes intelectuales (como Alberdi o la Generación del 37) y algunos políticos (como D. F. Sarmiento cuando fue presidente de la Nación)

Guillermo M. Yeatts28

tal vez no reflejó las tendencias profundamente arraigadas de normas, prácticas y valores que volvieron a emerger con el cambio de las circunstancias internacionales que caracterizaron a la década de 1930, tales como el cierre de mercados de exportación y la caída de los precios internacionales de los commodities agropecuarios. La pregunta es si esas ideas eran parte de la esencia de aquella Argentina que pareció desdibujarse cuando se modificaron factores como el auge de los precios de las materias primas y la instauración del voto universal, o si existió una tendencia de intelectuales y políticos en esa dirección pero finalmente la pulseada la ganó la vieja esencia institucional, reflejada en el pensamiento y la acción “nacionalista” por sobre la “liberal”.

La evidencia nos permite percibir que en el período 1853–1916, la Argentina experimentó un proceso más profundo y complejo de lo que habitualmente se describe. Por un lado, como hemos comentado, se implementó la Constitución de 1853, fundamentada en el pensamiento de Juan Bautista Alberdi e inspirada por la Generación del 37, que reflejaba el espíritu y la voluntad de emprender un cambio profundo en la historia institucional del país, pasando de la “barbarie” a la “civilización”, en términos sarmientinos. Diversas políticas reflejaron el espíritu de 1853: la apertura a la inmigración, la inversión y el comercio con el mundo, así como el laicismo reflejado en normas tales como la ley 1.420 de educación universal, obligatoria, gratuita y laica (lo cual fue un hito clave en la historia de la separación entre religión y Estado), sancionada en 1884.

La prosperidad generada atrajo a millones de inmigrantes, de los cuales más de 3 millones se radicaron en el país. Este flujo de personas modificó profundamente

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el escenario político debido a la incorporación de nuevos jugadores, votantes e ideas en la arena política. Los nuevos partidos políticos aparecidos en aquel momento fueron un síntoma de tal situación.

Tal como sucedía en la mayor parte del planeta en aquellos momentos, los sistemas electorales argentinos posibilitaban que los resultados de las votaciones no reflejasen la voluntad de la mayoría ciudadana. Hasta la entrada en vigencia de la Ley Sáenz Peña (1912), que sancionó el voto universal, secreto y obligatorio, la existencia de un “voto no secreto” o “público” permitía influir en la emisión del sufragio. Como dijimos, un síntoma de esta situación es que en la primera elección posterior a esta reforma, el porcentaje de votantes sobre la población se incrementó de cerca del 2% a más del 8%. La apertura del sistema electoral reflejó la voluntad de una Argentina diferente de la anterior.

La inmigración, atraída por la prosperidad, comenzó a tener peso político a través de la demanda de reformas políticas y de reclamos de arrendatarios, como en el llamado “Grito de Alcorta” de 1912 en Santa Fe. La cultura del inmigrante ya no era la dócil aceptación del trabajador de la tierra. La extensión de la alfabetización y la educación, y el ascenso rápido de una voluminosa clase media fueron perfilando el origen de un nuevo cambio. Los intentos revolucionarios en 1890 y 1893 reflejaron la fuerza de la creciente clase media inmigrante y sus demandas políticas. La llegada del anarquismo y el sindicalismo europeo también marcó la senda de una nueva realidad. La ley 4.144 de Residencia (también conocida como Ley Cané) de 1902 –que permitía expulsar inmigrantes sin juicio previo– reflejó un intento por frenar esta creciente tendencia.

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Las instituciones que cambiaron y las que no cambiaron: ¿pies de barro de la Argentina liberal?

Entonces ¿eran firmes los cimientos institucionales sobre los que se basó la profunda reforma político–económica de la Argentina durante 1853–1916? ¿Cambió la cultura ciudadana o simplemente las normas positivas? Remitiéndonos al pensamiento de Douglass North al referirse a las instituciones como las reglas de juego formales e informales que gobiernan un país, iremos viendo a lo largo de esta obra que el establecimiento de una nueva Constitución fue un intento de dar un gran “volantazo” en la historia institucional del país, que manifestó la voluntad de un profundo cambio de rumbo cuyos resultados se hicieron tangibles. La Argentina pudo capitalizar las oportunidades ofrecidas por el apogeo de la Revolución Industrial y la caída de los costos de transacción que le posibilitaron constituirse en un exportador global. Puertos, barcos, frigoríficos y ferrocarriles fueron algunas de las innovaciones que permitieron que el país dejara de dar la espalda al mundo y se beneficiara de esta integración económica.

Pero sólo nuevas ideas y formas de actuar podrían modificar el patrón de comportamiento social. Douglass North, al hablar de instituciones, no lo hace sólo como referencia a las normas formales (constitución, leyes, decretos, etc.), sino también como reglas informales que rigen el “software mental” de las sociedades. Los hábitos, los valores, la forma en que se cumplen las normas, que orientan las energías hacia la creación de riquezas o no. En ese marco, las religiones –en épocas en las que tenían mayor influencia en los comportamientos de las personas– desempeñaban un rol fundamental.

Un país rico que se convirtió en pobre. Mitos y verdades de la Argentina. 31

La obra de Max Weber La ética protestante y el espíritu del capitalismo refleja también una explicación del crecimiento económico desde lo cultural–religioso. Lawrence Harrison también hace alusión al peso de lo “no escrito”. En su obra El subdesarrollo está en la mente, marca la relación entre desarrollo económico y valores culturales. Considera que en la medida en que las sociedades logren poner en práctica el potencial creativo de sus habitantes, podrán encontrar el camino del crecimiento económico.8

Los tres autores enfocan su visión en lo que hay detrás de las normas positivas, destacan el rol de la interacción entre lo formal y lo informal, lo visible y lo menos visible, el derecho y la cultura.

El peso de lo “no escrito”: Hábitos, valores, costumbres y desarrollo económico

Douglass North Instituciones informales: hábitos, valores, costumbres, enforcement (cumplimiento efectivo de la ley).

Max Weber La ética protestante tiene un rol fundamental en el origen del capitalismo.

Lawrence Harrison El subdesarrollo se encuentra en la mente de las sociedades.

En una obra previa, Raíces de pobreza. Las perversas reglas de juego en América Latina, hemos estudiado en profundidad la diferencia entre el espíritu de colonización de la América anglosajona y el de conquista de la América española. Mientras que en el primer caso, la colonización fue una iniciativa privada en busca de libertad religiosa, en el segundo fue todo lo contrario: la apoteosis de la iniciativa real española a través de la fuerza militar

8 Gastón Castellanos. El subdesarrollo está en la mente. México, UNAM, 8 de abril de 2005.

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orientada a la búsqueda de riqueza mineral y la imposición de la religión católica. Ambas culturas llegaron y tomaron novedosas formas en el nuevo mundo. La reflexión de Alberdi sintetiza de manera admirable este proceso:

“[España] Le dio militares, nobles y monjes, con el propósito natural y oportuno de arrancar el mundo descubierto por ella a los pueblos infieles y bárbaros que lo poseían [...].

[…] Los ingleses emigraron a América en busca de una factoría, los españoles y portugueses, en búsqueda de una fortuna”.9

J. B. Alberdi, más allá de su proyecto de Constitución, era consciente de los límites de las modificaciones en la legislación formal. Por ese motivo, se refirió –entre otros puntos– a la necesidad de atraer inmigrantes para que esas reglas de juego formales fueran efectivamente cumplidas a través de portadores de tales hábitos. El rol de la inmigración, más allá de satisfacer la demanda del mercado laboral de corto plazo, consistía, sin lugar a dudas, en consolidar el cambio de las instituciones formales. Tenía conciencia de que el desafío era grande, pues era necesario reemplazar hábitos belicosos por hábitos productivos, tal como lo señala en sus Escritos póstumos.

“La América española fue guerrera, no industrial, comercial ni agricultora, desde su cuna”.10

9 Juan Bautista Alberdi. Escritos póstumos (1895), p. 89 y 92. Universidad Nacional de Quilmes, 1996.10 Juan Bautista Alberdi. Escritos póstumos (1895), p. 87. Universidad Nacional de Quilmes, 1996.

Un país rico que se convirtió en pobre. Mitos y verdades de la Argentina. 33

“España le dio su propia condición guerrera, religiosa y antieconómica; su espíritu aventurero y de propaganda católica que cultivó luchando siglos contra el islamismo”.11

En su paper “El liberalismo y la declinación argentina en la historiografía reciente. Una nota bibliográfica”,12 Eduardo A. Zimmermann menciona la distinción realizada por Charles A. Hale respecto de la experiencia latinoamericana durante el siglo XIX, la cual es analizable a partir de dos líneas de interpretación. Por un lado, la que llama “cultural”, que asigna un lugar preferencial a la herencia como factor determinante del orden sociopolítico, corporativo, jerárquico y autoritario, así como del desenvolvimiento institucional futuro. En palabras de Zimmermann, en esta visión, la experiencia liberal del siglo XIX es interpretable como “un desvío de una corriente más permanente” y no como una ruptura de raíz con la historia cultural de la región. La segunda línea que señala Hale es más de tipo económico, y considera que la estructura institucional económica y política estuvo determinada por la “dependencia económica” y los cambios derivados de la Revolución Industrial y la demanda mundial.

Nos preguntamos si podría equipararse el caso de aquella Argentina con el actual de Singapur, donde observamos una economía predominantemente de mercado pero una limitación de la competencia política. Al ampliarse la competencia política –vía Ley Sáenz Peña– la ampliación del alcance del voto universal (masculino),

11 Juan Bautista Alberdi, op. cit., p. 89.12 Eduardo A. Zimmermann. “El liberalismo y la declinación argentina en la historiografía reciente. Una nota bibliográfica”. Revista Libertas 12 (mayo de 1990). Instituto Universitario ESEADE.

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secreto y obligatorio comenzó a reflejar preferencias diferentes de las manifestadas previamente.

Repetimos, y deseamos dejar en claro, que en el mundo los sistemas electorales de los países más civilizados también incluían este tipo de restricciones. Es decir, la Argentina no era una excepción, sino simplemente un reflejo de las prácticas electorales prevalecientes en aquel momento. Como hemos mencionado, sólo basta con observar el momento histórico en que los países posibilitaron el voto femenino e, incluso, la abolición de la esclavitud en Estados Unidos, para darnos una idea de las ideas vigentes en ese momento en el planeta.

Brecha entre voto masculino y femenino en países seleccionados

País Voto masculino Voto femenino BrechaDinamarca 1915 1915 0 añosHolanda 1917 1919 2 añosReino Unido 1918 1928 10 añosJapón 1925 1945 20 añosItalia 1919 1945 26 añosEstados Unidos 1870 1920 50 añosBélgica 1893 1948 55 añosEspaña 1869 1931 62 añosFrancia 1848 1944 96 añosSuiza 1848 1971 123 añosFuente: Ball State University Libraries GIS Research and Map Collection.

El éxito económico del período 1853–1916 se había producido sobre sólidas bases económicas, pero con decisiones concentradas tal como sucedía en la mayor parte del mundo en ese momento. Tal como en la actualidad en el caso de Singapur, la prosperidad argentina 1853–1916 se basaba en el liderazgo de un pequeño grupo

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y la cercanía a las ideas de la libertad, así como en la rentabilidad económica de la agro–exportación. Aunque la gran diferencia con Singapur es que, actualmente, en el mundo predominan los gobiernos electivos y en aquel momento eso no sucedía.

A lo largo de estas páginas analizaremos en profundidad dos tendencias que coexistieron en aquella Argentina, muchas veces idealizada: una fuerte tendencia a favor del cambio hacia una sociedad abierta y una sólida inercia pro statu quo, basada en intereses, ideas y creencias favorables a la tradición hispánica medieval. Entre las primeras, podemos mencionar al espíritu de la Constitución alberdiana de 1853, los efectos dinámicos de la Revolución Industrial, la caída de los costos de transacción, el incremento de la inversión extranjera directa e indirecta y la apertura migratoria, así como el establecimiento de la educación pública no religiosa. Entre las segundas, la concentración de poder de los grupos tradicionales canalizada en una competencia electoral restringida (voto cantado), la distribución de la tierra de acuerdo con criterios políticos, la prevalencia del derecho codificado como factor de regulación, la supervivencia de la legislación minera colonial que empoderaba fuertemente al Estado, la continuidad y fortalecimiento del poder militar. Todo ello, reforzado por la influencia anarquista y la cultura sindical llegada desde Europa continental.

Pulseada entre continuidad y cambio en “la Argentina liberal” (tendencias seleccionadas)Tendencias pro cambio Tendencias pro statu quo

Espíritu de la Constitución de 1853.Competencia electoral restringida

hasta Ley Sáenz Peña (voto cantado).

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Pulseada entre continuidad y cambio en “la Argentina liberal” (tendencias seleccionadas)

Efectos de la Revolución Industrial. Distribución de la tierra de acuerdo con criterios militares (latifundios).

Caída de los costos de transacción. Tradición anarquista y sindical en inmigración.

Inversión extranjera directa e indirecta. Legislación minera colonial.

Apertura migratoria. Derecho codificado.Establecimiento de educación pública

laica (no religiosa).Continuidad y fortalecimiento del

poder militar.

Ambas tendencias interactuaron en forma interesante, entrecruzándose, contradiciéndose o potenciándose, según el caso. La nueva Argentina coexistió y lidió con la vieja Argentina, generando complejos procesos que analizaremos a lo largo de esta obra.

La Argentina corporativa: militares, Iglesia, sindicatos, empresarios prebendarios

En, Raíces de pobreza. Las perversas reglas de juego en América Latina, hemos estudiado la forma en que “la espada, la burocracia y la cruz” caracterizaron el proceso de conquista del nuevo mundo, signando el destino de la naturaleza de la cultura política y las instituciones económicas emergentes en América Latina. En consecuencia, los procesos de avance de Europa sobre la América Latina y la América Anglosajona fueron altamente diferenciados.

Algunas de las características centrales tienen que ver con la naturaleza de iniciativa privada o pública del proceso de colonización y conquista, la índole rentística de la economía hispanoamericana basada en la riqueza

Un país rico que se convirtió en pobre. Mitos y verdades de la Argentina. 37

mineral, y que permitiría el financiamiento de la Corona Española. Por último, pero no menos importante, la adjudicación de motivaciones religiosas (una única religión) al proceso de conquista en el caso de América Latina, en contraste con la diversidad religiosa existente en el de Estados Unidos.

Como veremos más adelante, y como he analizado específicamente en mi obra El robo del subsuelo, la propiedad real de la riqueza subterránea continuó tras la independencia y mantuvo la renta minera–hidrocarburífera en manos de los gobiernos, generando alternativas para financiar los actuales populismos.

Naturaleza institucional de la América Hispana y de Estados Unidos de América

América Hispana Estados Unidos de América

Conquista pública, como iniciativa de la Corona Española. Colonización privada (pilgrims).

Economía rentística, basada en riquezas minerales. Libre empresa.

Monopolio religioso. Libertad religiosa (competencia).

La tendencia militarista prevaleciente –y fuertemente arraigada en la sociedad argentina hasta hace muy poco tiempo– podemos encontrarla en lo profundo de la historia latinoamericana e incluso medieval española. García Hamilton se refería a algunos arquetipos existentes en la sociedad argentina. Uno de ellos es el del “militar que muere pobre”, como José de San Martín o Manuel Belgrano, como paradigmas y ejemplos a los que debía apuntar la sociedad. En este contexto, a diferencia de lo que sucede en la América no Latina, los héroes –cuyo ejemplo se inculca en las escuelas a los niños

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desde pequeños– fueron básicamente héroes militares y no innovadores de la sociedad civil que posibilitaron mejoras en la calidad de vida de la humanidad. Tuvimos muchos más casos como el de San Martín que como el de Alexander Graham Bell, inventor del fotófono, dispositivo que posibilitaba la transmisión de sonido mediante la emisión de luz, antecesor del moderno teléfono.

El triángulo militar–religioso–real ponía las energías sociales de esta parte del mundo a funcionar en el marco de estos vectores. La España que conquistó América fue una España marcadamente medieval en su más profundo sentido, no sólo por la persistencia de vínculos jerárquicos (como los de señor–vasallos), como por la presencia de gremios, defensores de intereses específicos (en términos modernos), que restringían la competencia. Esta organización corporativa fue exportada a la organización colonial.

Incluso la figura del caudillo emergió como el señor feudal del nuevo mundo, caracterizado por riqueza material, poderío militar y reconocimiento social. Posteriormente indagaremos sobre los orígenes del populismo en esta cultura caudillista.

Una mirada de largo plazo sobre la historia institucional argentina nos permite ver el período 1853–1916 como una pequeña isla de crecimiento, estabilidad y prosperidad. Pero antes y después observamos un marcado dominio de poderosas corporaciones.

La crisis de 1930 marcó el inicio de décadas de alternancia entre golpes de Estado que establecieron gobiernos militares, populismo peronista, restricción electoral de este peronismo y emergencia de endebles

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gobiernos triunfantes en el marco de la prohibición del actor político más importante. La inestabilidad e impredecibilidad institucional dieron lugar a contextos económicos inciertos, capitalizados por el nacionalismo económico a partir de políticas restrictivas del comercio internacional de sustitución de importaciones, castigo de la actividad agropecuaria a favor de la industria y supuesta redistribución del ingreso a través de políticas populistas. Tal vez el eslogan peronista: “justicia social, soberanía política, independencia económica” refleja el leitmotiv de las políticas nacionalistas. El restablecimiento de una democracia estable –aunque populista– recién tuvo lugar a partir de 1983.

Argentina 1853–1916: ¿cambio o continuidad institucional?Período medieval 1853–1916 Período 1930–1983

Espada

¿Oasis liberal?

MilitarismoRey / burocracia

(nobleza)Presidencialismo sin

límites

GremiosCorporaciones

sindicales y empresarias

Cruz Iglesia

Tras la crisis de 1930, observamos una re–emergencia de la espada, la burocracia y la cruz, pero con algunos nuevos condimentos. La continuidad de un fuerte militarismo –que caracterizó lo que O’Donnell llamó el “péndulo cívico militar– junto con la consolidación de un poderoso sindicalismo y un empresariado prebendario que, al estilo de los antiguos gremios del Medievo, negociaban con el poder político para forjar reglas de juego hechas a su medida, caracterizaron a la Argentina en los años posteriores. Tal vez el peronismo –y sus raíces en el fascismo de Benito Mussolini– represente esta

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alianza entre “Estado, Producción y Trabajo” que solemos escuchar en los discursos.

Uno de los pilares de esta cultura política de la Argentina actual es el fuerte poder sindical. La mencionada Ley de Residencia, que fuera sancionada por el Congreso de la Nación Argentina en 1902, hizo posible que el gobierno expulsara a inmigrantes sin juicio previo. Esta herramienta legal fue aplicada con el objetivo de reprimir la naciente organización sindical de los trabajadores, especialmente anarquistas y socialistas. Más adelante, como veremos, si bien Juan Domingo Perón fue quien logró llegar al “corazón” de los sectores obreros nacidos a partir del proceso de sustitución de importaciones consecuencia del cierre de la economía a partir de 1930, fue el general Onganía (presidente entre 1966 y 1970) quien llegó al “bolsillo” de estos a través del otorgamiento a los sindicatos de la importante caja representada por las obras sociales (ley 18.610 de 1970). Dicha ley definió la obligatoriedad del aporte de los trabajadores y las contribuciones de los empleadores, concediendo al sindicalismo el manejo de fondos que transformaría su poder “moral” en un poder “económico”. El presente nos muestra una dirigencia gremial casi intacta, como resultado de su poderío financiero, que desempeña un rol clave en el apoyo al partido político hegemónico.

Del mismo modo, el corporativismo empresario actuó juntamente con el sector público para diseñar y mantener mercados cautivos, aislados de la competencia internacional a través de políticas de protección de la industria nacional, generando rentas extraordinarias a partir de estos privilegios.

Un país rico que se convirtió en pobre. Mitos y verdades de la Argentina. 41

En consecuencia, en la Argentina del presente todavía permanecen vigentes sistemas de organización característicos de la Edad Media. El siglo XXI aún encuentra al país con una organización feudal –dominada por las corporaciones– en pleno apogeo de la era global, como un “Jurassic Park” institucional.

Restricción de competencia en corporativismo empresarial y sindical

Corporativismo empresarial Corporativismo sindicalLimitación de la competencia a través

de proteccionismo. Sindicato único por empresa.

Ingreso protegido a través de mercados cerrados (sustitución de importaciones,

compre nacional, etcétera).

Ingreso garantizado a través del control sindical del sistema de

salud.

En esta obra indagaremos también sobre la rentabilidad política del corporativismo distributivo, que explica fenómenos tales como el cierre de mercados a productos extranjeros, el poder de los gremios en negociaciones salariales durante procesos inflacionarios, las políticas tales como las del “compre nacional”, las recurrentes devaluaciones competitivas, las nacionalizaciones de deudas privadas, entre otras.

En síntesis, intentaremos ahondar en la comprensión de procesos profundos y –evidentemente– más duraderos que caracterizan el fenómeno institucional y económico de nuestro país.

43

Capítulo II

La continuidad de la Edad Media en el Nuevo Mundo

Si bien 1492 –año en que Cristóforo Colombo descubre América, creyendo que había llegado a Asia– representa el inicio de la influencia europea en el nuevo mundo, las situaciones institucionales en los países que lideraron el proceso resultan profundamente diferentes. Tal como hemos analizado extensamente en Raíces de pobreza. Las perversas reglas de juego en América Latina, mientras que en Gran Bretaña el proceso de limitación del poder real se encontraba en pleno desarrollo y ejecución, así como el nacimiento del capitalismo moderno, España se hallaba en pleno proceso de consolidación de sus estructuras medievales. Por tal motivo, suena paradójico que aquel año sea considerado el fin del Medievo (476–1492) en forma generalizada.

Esta estructura medieval, tan viva en la España que conquistó América Latina, trasladó –como era esperable– sus instituciones al nuevo mundo. La espada, la cruz y la burocracia fueron exportadas como instituciones a través de las milicias, el monopolio religioso y la nobleza. En ese contexto, la figura del “virrey” sería todo un símbolo de la continuidad del mandato real fuera del viejo mundo, así como de todos sus privilegios y simbolismos.

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La exportación del tríptico medieval en el Nuevo MundoEspada Cruz BurocraciaMilicias Monopolio religioso Nobleza

Mientras lentamente iba naciendo el germen del capitalismo en países como las actuales Gran Bretaña y Holanda, y la Edad Media iba dando sus últimos coletazos institucionales, en el caso de España se consolidaba el poder real. En el contexto de casi ocho siglos de disputa por la recuperación del territorio tomado por los moros, el descubrimiento de América significó para este país un fortalecimiento de las tendencias monárquicas. Asimismo, los ingresos provenientes de la minería posibilitaron escapar de la tendencia general hacia la apertura monárquica vivenciada en otras sociedades.

Resulta difícil analizar los períodos históricos como momentos aislados de su historia previa. Hacerlo es como simplemente revisar las distintas aristas de una fotografía, pero no el antes y el después. La riqueza del enfoque de la economía institucional tiene que ver con este intento por comprender las situaciones como procesos complejos, en los que actúa información centenaria que adquiere fortaleza en las acciones y omisiones de los actores que dan forma a tales momentos históricos. Bajo este enfoque, en obras anteriores hemos analizado las instituciones profundas que reinaron y reinan en América Latina, y las hemos diferenciado de las vigentes en la América Anglosajona, así como el Estado institucional de la España y el Reino Unido de entonces, y la naturaleza del proceso de conquista / colonización.

Como veremos a lo largo de este capítulo, más allá de la conclusión formal de la Edad Media, las instituciones más características de este período histórico continuaron

Un país rico que se convirtió en pobre. Mitos y verdades de la Argentina. 45

vigentes en la España post medieval, en las llamadas eras Moderna (1492–1789) y Contemporánea (1789 en adelante).

Proteger, rezar, trabajar

“Ninguno puede ser cuchillero en París si no compra el oficio del Rey. Una vez que el cuchillero ha comprado el oficio debe jurar por los santos que guardará el oficio y obrará bien y lealmente según los usos y costumbres del oficio, que son los siguientes. Primero. Ningún cuchillero podrá tener más de dos aprendices y no los podrá tener menos de seis años de servicio. Segundo. Ningún cuchillero podrá ni deberá trabajar en días de fiestas que celebra el común de la ciudad, ni de noche, en las cosas que pertenecen a su oficio de cuchillería, pues la claridad de la noche no basta para hacer bien su oficio. Tercero. Ninguno podrá ni deberá trabajar en tiempo normal de vísperas, ni en tiempo de cuaresma, después de completas. Cuarto. Nadie podrá ni deberá sustraer aprendiz u oficial a otro, mientras no haya cumplido su tiempo de servicio”.13

A diferencia del naciente capitalismo, la sociedad medieval se caracterizaba por estructuras sociales rígidas: la nobleza militar, los sacerdotes y la servidumbre (vasallos). En este contexto, algo tan simple y evidente como el ascenso social sería un fenómeno recién originado hacia el fin de la Edad Media, característico del capitalismo y la emergencia de la burguesía, que transformaría

13 Estatuto del gremio de cuchilleros de París del siglo XIII, reseñado en Universidad de la Laguna (2002:36).

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aquella rigidez en un proceso dinámico. George Duby se refiere a esta coexistencia de tres órdenes diferenciados y mutuamente impenetrables. Dos de ellos gozaban de altos privilegios: los oratores –enfocados en rezar y administrar sacramentos–; los bellatores –cuya función era proteger al “pueblo de Dios” a través de la guerra–. El tercero –menos afortunado– estaba constituido por los laboratores, cuya misión era el trabajo de la tierra para la producción de alimento destinado a los otros dos órdenes, sin privilegios y sobre los que caía el peso de la tributación.14

Economía medieval y el emergente capitalismo post medieval

Sociedad medieval Sociedad post medievalNaturaleza Estática DinámicaDinamismo

socialRigidez social a través de

castasAscenso social a través de

individuosGrupo líder Nobleza Burguesía

Estructura de incentivos Regulación Competencia

Criterio determinante Prevalencia de lo militar Prevalencia de lo

económico

En este contexto, el vínculo entre los señores feudales y el rey iría variando según las diferentes circunstancias. De acuerdo con ellas, los señores podrían tanto administrar justicia y ejecutar castigos, como iniciar guerras con otros señores, e incluso aplicar impuestos y acuñar monedas. El análisis del rol social desempeñado por estos señores nos lleva invariablemente a relacionarlos con la figura del caudillo que ejerció poder explícito a lo largo del siglo XIX en la Argentina.

14 Isaías Covarrubias Marquina. La economía medieval y la emergencia del capitalismo, 2004, p. 34. Edición electrónica gratuita. Texto completo en www.eumed.net/cursecon/libreria/2004/icm/

Un país rico que se convirtió en pobre. Mitos y verdades de la Argentina. 47

También en la Edad Media observaríamos el peso de una poderosísima institución que encontramos vigente incluso en el presente de nuestro país: el corporativismo gremial. En este contexto los gremios de artes y oficios contaban con un elevado poder para posibilitar o impedir el acceso de nuevos jugadores al mercado. Así, por ejemplo, los artesanos se nucleaban en corporaciones y a través de ellas regulaban tanto precios, calidad, cantidad de bienes a producir, como su rentabilidad. En consecuencia, como fruto de estos acuerdos, se eliminaba la competencia dentro de los mismos rubros a través de la asignación de lugares de venta predeterminados y el control sobre lo producido, algo llamativamente contrastante con la lógica dinámica del capitalismo. En este contexto, rígidos códigos marcaban las reglas dentro de cada gremio, regulando las relaciones entre maestros (propietarios del taller y de las materias primas), oficiales (agentes avanzados en el conocimiento productivo) y aprendices (quienes recién se iniciaban en este proceso).

La economía corporativa se caracteriza por la regulación y la administración de mercados, la asignación de privilegios, monopolios y oligopolios, la ausencia de competencia y, por lo tanto, la falta de incentivos hacia la mejora permanente en calidad y precio. El resultado: una economía estática que experimentó un escaso desarrollo durante siglos.

Pero el nacimiento de los burgos, cuyos protagonistas eran ciudadanos libres, rompió esta “zona de confort”, incomodando a la estática tranquilidad. Tal como señala Miguel Ángel Perfecto, el corporativismo es entendible como una reacción de la sociedad medieval al inicio del capitalismo. Algo así como un “manotazo de ahogado”

Guillermo M. Yeatts48

de los grupos privilegiados –nobleza, Iglesia, burocracia del Antiguo Régimen–, ante la amenaza a sus intereses económicos y sociales, preservados por siglos.15

En consecuencia, esta naturaleza rígida debió enfrentarse con las características dinámicas, competitivas y de movilidad social derivadas del naciente capitalismo. La rigidez de las instituciones políticas medievales también se repetía dentro de los gremios. Así lo describe Isaías Covarrubias Marquina al referirse a la consolidación de su poderío en la restricción de la competencia:

“Los gremios van a ser dirigidos mediante una organización interna bastante rígida. La jerarquía de trabajo se establecía en tres niveles: maestros, oficiales y criados aprendices. Los maestros deben demostrar su competencia y su capacidad financiera y en algunos gremios, debían realizar una ‘obra maestra’ para acceder a la maestría, así como debían pagar una matrícula. Los maestros son los únicos que pueden votar los estatutos por los que se rige el gremio y elegir los procuradores y jefes del mismo. Los oficiales son maestros en potencia y las condiciones para acceder a la maestría están contenidas en los estatutos. Además de su formación, el oficial tenía derecho a recibir alojamiento, alimentación y un salario. Los criados aprendices, con bajos salarios, permanecían de por vida en su estado [...]”.

15 Miguel Ángel Perfecto. “El corporativismo en España: Desde los orígenes a la década de 1930”. Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 185–218.

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Los reglamentos, elaborados unilateralmente por los maestros, limitaban cada vez más la actividad y el espíritu de iniciativa del artesano. De esta forma, las aspiraciones de los oficiales de acceder a la maestría fueron seriamente limitadas. Desde el siglo xiv se elevan aun más los requisitos de admisión. En la medida en que se arraigó la práctica de que fueran los hijos aprendices los llamados a ocupar el puesto de sus padres maestros artesanos, esta condición se convirtió en un privilegio hereditario. Otra manera de restringir el acceso al gremio era exigir la ciudadanía al recién llegado. Para gozar de los derechos de la ciudad debía contar con la recomendación de seis miembros reputados de su oficio, por lo cual el ingreso estaba muy condicionado”.16

El funcionamiento de los gremios medievales nos hace pensar inevitablemente en los actuales colegios profesionales que también intentan, y en la mayoría de los casos lo logran, restringir el acceso al mercado de los competidores. En otra obra, hemos analizado la sacrosanta institución del “escribano público” en la Argentina –sus poderes, capacidades, limitación de competencia, altos honorarios como consecuencia de este oligopolio– en comparación con el “notario” en países como Estados Unidos. Esta rigidez genera una ausencia de incentivos positivos para la mejora continua.

Más allá del fin formal de la Edad Media en 1492, en aquella España que conquistó América todavía existían

16 Isaías Covarrubias Marquina. La economía medieval y la emergencia del capitalismo, op. cit.

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con una enorme vitalidad las instituciones características de aquel período, las que serían exportadas y adaptadas para gobernar el nuevo mundo.

¿“Neofeudalismo” español en América Latina?

El estadio –en términos de desarrollo institucional– de la España que conquistó América era marcadamente diferenciado del de la población británica que colonizó el nuevo mundo. Tal vez la prevalencia de lo militar por sobre otras cuestiones encontró su origen en el contexto de ocho siglos de lucha por la recuperación de la península Ibérica de manos árabes, que tuvieron en su poder el sur de la actual España. En consecuencia, las energías de aquella sociedad se orientaron más hacia “la espada” y la fuerza física que hacia otras cuestiones vinculadas con el progreso económico, el comercio y la innovación. Tal como dice Pierre Vilar, el proceso de conquista colonial española tendría mucho que ver con los hábitos ya consolidados a partir de una centenaria lucha medieval por recuperar lo que consideraban su tierra, la concepción territorial y religiosa expansiva, más que con lo comercial y económico.17

También señala Luis Vitale al respecto que no sería exacto afirmar que la España posterior a la Reconquista fuera una monarquía –de estilo moderno– sino un Estado feudal, institucionalmente más primitivo. En consecuencia, los primeros reinos emergidos en el contexto de la Reconquista (tales como Navarra, Castilla y Aragón en los siglos x y xi) contaban con marcadas características feudales en las que el soberano se presentaba como señor,

17 Pierre Vilar. Historia de España, París, Librairie Espagnole, 1975, p. 30.

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distribuyendo territorios “como si fueren de su patrimonio personal, confundía sus rentas privadas con el impuesto público y mezclaba las obligaciones de sus súbditos con las de sus vasallos”.18 Dado este estado de cosas, era esperable que tal perfil institucional se exportara al “nuevo mundo”, sorpresivamente descubierto.

A nivel institucional, la inspiración se encontró en la confluencia del poder moral emanado de “la espada y la cruz”, que potenciarían su energía para justificar y posibilitar la conquista de América. Por su parte, el Tratado de Tordesillas, firmado pragmáticamente el 7 de junio de 1494 (tan sólo dos años después del descubrimiento de América) entre las coronas española y portuguesa, permitió dividir las áreas de influencia de ambos imperios en el nuevo mundo a través del meridiano localizado a 370 leguas en dirección oeste de las islas de Cabo Verde, organizando y poniendo límites a potenciales conflictos con Portugal en las acciones de conquista.

Las instituciones de esta España corporativa fueron exportadas a la América hispana. El descubrimiento de América y su riqueza mineral le posibilitó financiar su política expansiva militar en Europa. Asimismo, en América Latina la conquista resultaba una clara inversión que potenciaba su liderazgo militar europeo. En consecuencia, su prioridad tendría que ver con la extracción de la mayor cantidad de recursos en el menor tiempo posible. Las instituciones como la mita, la encomienda y el yanaconazgo reflejan la necesidad de mano de obra extractiva que posibilitara rápidamente hacer efectiva aquella riqueza mineral.

18 Luis Vitale. Historia social comparada de los pueblos de América Latina. Pueblos originarios y la colonia. Instituto de Investigación de Movimientos Sociales “Pedro Vuskovic” y Talleres de Impresos Atalí, Chile, 1997.

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1492: año clave para la consolidación del poder en España

2 de enero

Recuperación de península ibérica.

Tras casi 800 años de presencia musulmana (desde 711 hasta 1492 = 781), los reyes católicos recuperan el Reino de

Granada.

31 de marzo

Expulsión de población judía de

España.

Se firma el decreto de Alhambra, en Granada, por el cual se expulsan entre 150.000 y 200.000 judíos sefardíes de

España.

12 de octubre

Descubrimiento de América.

Desembarco de los tres navíos de Cristóforo Colombo en lo que sería

América.

Si bien no se puede generalizar sobre la base del nivel de desarrollo relativo en el nuevo mundo, el europeo era marcadamente más avanzado que el de los aborígenes americanos. Existe una coincidencia respecto de la economía básica y orientada a la recolección, caza y pesca, lo cual los instala en una distancia tecnológica muy importante respecto de una Europa que –en el siglo xV– se encontraba a pasos de la Revolución Industrial. La brecha de conocimiento entre ambas sociedades era un abismo.

Algunas hipótesis estiman la cantidad de población aborigen entre sesenta y ochenta millones de personas;19 al momento de la llegada de los españoles, los principales grupos eran los aztecas, mayas e incas. Este dato nos da una idea de que la conquista de América no se hizo sobre una tábula rasa sino sobre una masa crítica relevante de población que interactuó –en forma violenta o pacífica–

19 Las hipótesis más fuertes señalan que esta última población llegó de Asia unos cien mil años atrás a través del estrecho de Bering y logró alcanzar Alaska, para luego llegar hasta América Central y del Sur.

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con los conquistadores, que intentaron trasplantar las instituciones hispanas.20

Existe un debate acerca de si aquella América Latina recibió las formas de gobierno feudales aún vigentes en España o no. Al respecto, afirma Alexis Guardia que la región en aquel momento no puede considerarse feudal en un sentido de atomización del poder central y delegación de jurisdicción en el feudo, sino que existía una fuerte presencia del poder central en la administración colonial, por lo que es más preciso hablar de cuasi–señorío.

Asimismo, hace referencia al imperialismo español como una etapa superior del feudalismo, en el sentido del perfil de relación que establece la metrópolis con sus colonias, reflejada en el régimen monopólico comercial, así como en la burocracia que lleva a cabo la administración colonial. Guardia observa una continuidad del feudalismo –aunque modificada–, que toma una nueva forma para adaptarse a las novedosas circunstancias y considera que el capitalismo –que avanzaba rápidamente en Holanda, Inglaterra y Francia en los siglos xVI y xVII–, poco tenía que ver con lo que sucedía en España, Italia, Europa oriental y en las colonias hispanas.21

Metales preciosos y trabajo aborigen esclavo

Durante la conquista de América Latina los colonizadores obligaban a los aborígenes a producir para el mercado de Europa. En consecuencia, esta economía no se basaría ni en el trueque ni en la limitada producción feudal, sino en la generación de materias

20 Alexis Guardia. “Feudalismo o capitalismo en la historia colonial de América Latina”. Araucaria de Chile, N.º 4, 1978.21 Alexis Guardia, op. cit.

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primas (especialmente minerales) destinadas al mercado internacional, mediante importantes volúmenes de mano de obra originaria.22

Tal como afirma Leslie Bethel, la llamativa rapidez con que los españoles recorrieron las Américas se fundamentó en los incentivos por la búsqueda de yacimientos de oro y plata.23 En el contexto de un continente inmenso, y ante la imposibilidad de una gestión directa, la corona concedió la libertad para explorar y explotar los yacimientos a súbditos españoles. A cambio, les cobró un impuesto sobre la producción. Estas regalías fueron variando; el valor inicial fue de dos terceras partes de la producción, y en 1504 pasó a una quinta parte (20%).24

El crecimiento de la producción mineral fue llamativo, sobre todo, en el caso de la plata. En el período 1492–1520 / 1781–1800 (aproximadamente tres siglos), es destacable la diferencia entre el incremento de la producción de oro y de plata. Mientras que el primero creció sólo 206%, la segunda lo hizo en más de un 1.700%. Las estadísticas sobre la producción aurífera brindan números más limitados (y menos confiables) que los de la plata y esto estaría vinculado con el hecho de que el oro era el metal más valioso y, por lo tanto, los incentivos para evitar el pago de derechos reales y dedicarse al contrabando eran mayores.25

22 Luis Vitale. América Latina: ¿Feudal o capitalista? Publicación docente de la Universidad de Concepción, p. 6. Chile, 1969.23 Leslie Bethel. Historia de América Latina. América colonial: economía. p. 51. Cambridge University Press, 1990.24 Leslie Bethel, op. cit., pp. 74 y 75.25 Leslie Bethel, op. cit., p. 88.

Un país rico que se convirtió en pobre. Mitos y verdades de la Argentina. 55

Producción de oro y plata en la América HispanaAño Oro (kg) Plata (kg)

1492–1520 5.800 47.0001521–1545 7.160 90.7001546–1560 8.570 311.6001561–1580 6.840 418.9001581–1600 7.380 422.9001601–1620 8.520 422.9001621–1640 8.300 393.6001641–1660 8.770 366.3001661–1680 9.260 337.0001680–1700 10.765 341.9001701–1720 12.820 393.6001721–1740 19.080 431.2001741–1760 24.610 533.1451761–1780 20.705 652.7401781–1800 17.790 879.060

Var. 1781–1800 / 1492–1520 206% 1.770%Fuente: Octávio Puche Riart. “Minería en América de lengua española”, en Brasil 500 Anos – A Construçao do Brasil e da América Latina pela mineraçao. CETEM, 2000

La economía en aquella América hispana encontraba en el trabajo indígena organizado en el sistema de encomiendas uno de sus pilares fundamentales. Arturo Emilio Sala describe el funcionamiento de instituciones clave en el proceso de conquista española, como lo son la mita y el yanaconazgo:

“Las encomiendas se dividían en dos clases: mita y yanaconazgo. Los indígenas sometidos a la mita eran llamados mitayos, término que derivada de la voz quechua que significa turno, dado que los indios de una reducción se renovaban en tandas para cumplir con el servicio. Tenían la obligación de trabajar para sus señores durante dos meses

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del año, con la sola retribución de alimentos. Por lo general realizaban trabajos en las minas.

Los que formaban parte del yanaconazgo eran llamados yanaconas y trabajaban durante todo el año al servicio del encomendero, quien –en teoría– debía alimentarlos, darles alojamiento, vestido, adoctrinamiento, socorrerlos en caso de enfermedad, invalidez, vejez”.26

El economista Dioenis Espinosa, cubano nacionalizado italiano, realizó una estimación de la rentabilidad del descubrimiento de América enfocando en el resultado económico de los cuatro viajes y de la conquista. Para realizar su cálculo, Espinosa analizó los registros y balances de barcos que arribaban a puertos españoles. Respecto de la inversión requerida para la llegada a América concluyó que significó 623 millones de maravedíes, la moneda de la época, lo cual, convertido a euros actuales, rondaría los 2.530 millones. Respecto de los ingresos, desde 1492 hasta 1660, la cantidad de metales preciosos que ingresó en España en ese siglo y medio fue de 200 toneladas de oro y 17.000 toneladas de plata (a lo que habría que añadir el cobre), lo cual representa 64.875 millones de maravedíes que –en el presente– serían más de 260.000 millones de euros. Ante ello, Espinosa concluye que el costo fue irrisorio (2.530 millones de euros), en términos de los ingresos (260.000 millones de euros).27

26 Arturo Emilio Sala. La resistencia seminal, Buenos Aires, Biblos, 2005, p. 80.27 Susana Regueira. “¿Cuánto costó el descubrimiento de América?”, en Faro de Vigo. 2 de febrero de 2014.

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Señala Octávio Puche Riart en “Minería en América de lengua española” que tanta riqueza posibilitó el mantenimiento del vasto Imperio español, donde nunca se ponía el sol, y permitió frenar por Occidente a los turcos. La conquista de América enriqueció a Europa y extenuó a España.28

Monopolios y corporaciones

El control del comercio por parte de España era una pieza fundamental del rompecabezas para mantener el poder en su porción de América. En este contexto, el régimen monopólico comercial tenía exactamente esa misión, ante las múltiples amenazas. La Casa de Contratación era una institución clave en la implementación del complejo sistema:

“La Corona estableció un rígido sistema de monopolio comercial a partir de 1495 por el cual sólo los súbditos de Castilla podían comerciar con América; por lo mismo, se prohibía a las naciones extranjeras, e incluso a los españoles no castellanos, participar en el comercio americano […]. El monopolio se estableció en Sevilla con el propósito de que este puerto controlara la totalidad del tráfico marino […] sobre todo, vigilar cuidadosamente las importaciones de metales preciosos, evitando el contrabando de estos […].

28 Octávio Puche Riart. “Minería en América de lengua española”, en Brasil 500 Anos –A Construccao do Brasil e da América Latina pela Mineracao, CETEM, 2000.

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La Casa de Contratación que funcionó desde 1503 hasta 1717 en Sevilla llegó a ser la clave del Imperio español en ultramar”.29

Pero este sistema mercantil incrementó los precios domésticos y alentó prácticas que se arraigaron en las sociedades latinoamericanas, como el contrabando. Graciela Márquez señala que el control monopólico que España y Portugal impusieron sobre sus colonias se basó en el supuesto mercantilista orientado a generar un stock de metales preciosos a través de superávits comerciales. Asimismo, el contrabando ampliaba la oferta de bienes de la colonia brindando un efecto positivo sobre los precios. Pero el sistema, y la irregularidad de las flotas, acrecentó fuertemente los precios de las mercaderías europeas que se transaccionaban en el comercio legal.30 De esta manera, se fueron generando condiciones e incentivos económicos para que los habitantes del nuevo mundo demandasen que los liberaran de estas normas opresivas sobre sus transacciones, con gran efecto negativo sobre su poder de compra. Asimismo, surgieron aliados –también potenciales beneficiarios– de una independencia de las colonias que pudiera establecer el libre comercio.

El sistema implementado por España para la economía de América se encontraba orientado plenamente a la extracción de las riquezas minerales, su exportación a Europa y el financiamiento de un gasto público creciente,

29 Carlos Araya Pochet. Historia de América en perspectiva latinoamericana. San José, Costa Rica, EUNED, 2005, p. 64.30 Graciela Márquez. “Monopolio y comercio en América Latina, siglos xVI–xVII”. Ponencia presentada en el XXIII International Congress of the Latin American Studies Association celebrado en Washington, D. C. del 6 al 8 de septiembre de 2001. Centro de Estudios Económicos El Colegio de México, 2001.

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impulsado en sus orígenes por el gasto militar. Las palabras de Jorge Bustamante en “La república corporativa” reflejan esta dinámica perversa entre deseos de control, mayores regulaciones y gasto público:

“Cuanto más poder se atribuye al Estado para administrar privilegios en la sociedad, son necesarios mayores controles que aseguren su otorgamiento no arbitrario y la posterior utilización correcta de los mismos por parte de los beneficiarios. Reglamentos, normativas, manuales, dictámenes y opiniones, primero. Inspecciones, verificaciones, supervisiones y fiscalizaciones, después. La sociedad corporativa, al atribuir beneficios discrecionales y diferenciales, genera simétricamente una sociedad de controles. Controles que nunca pueden efectivizarse con éxito por la propia mecánica del sistema, que lleva en sí el germen de su propia frustración”.31

El análisis de la prehistoria argentina nos permite comprender lo que vendría después de la Revolución de Mayo de 1810 y la Independencia de 1816 y por qué sería tan difícil revertir la inercia de una pesada energía orientada hacia el cierre, el control, la ausencia de competencia. La tradición corporativa e instituciones orientadas a la generación de una economía extractiva de los recursos naturales, con poco valor agregado por el hombre, seguirían caracterizando la economía que tendría en los años siguientes. Por su parte, el peso de

31 Jorge Bustamante. La república corporativa. Guatemala, Centro de Estudios Económicos–Sociales, Año: 32, N.º 695, 1990.

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los gremios, señores feudales y caudillos seguiría siendo fundamental en la determinación de las políticas públicas.

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Capítulo III

Independencia sin libertad

Revolución de Mayo: ¿afianzamiento o cambio institucional?

El período 1810–1853 fue complejo institucional, política y económicamente. El enfoque prevaleciente al respecto es el vinculado a la ruptura con la monarquía española y el inicio de una nueva era, en términos institucionales. Si bien esto es formalmente cierto, el análisis del período muestra una realidad de cambio mucho más compleja caracterizada por un quiebre en lo formal –independencia y fin del régimen monárquico– pero una transformación más lenta, modesta, y limitada en materia de instituciones informales.

Si bien es cierto que la Revolución de Mayo de 1810 representó el establecimiento del primer gobierno patrio “de transición” –en el contexto de una España bajo el dominio napoleónico– y la Independencia de 1816, la declaración de una ruptura más definitiva, aquella instancia puede tener múltiples lecturas y análisis, así como diferentes intereses y convicciones al respecto. De hecho, el período posterior a la Revolución de Mayo no estuvo en absoluto caracterizado por instituciones sólidas, a un punto tal que ni siquiera podemos hablar de la Argentina como una única unidad política. Prevaleció el aspecto militar y, en consecuencia, se arraigaron aun más formas de organización vinculadas más a la guerra que a la paz,

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a la fuerza que a la ley, a la barbarie que a la civilización. Fue una época signada por el conflicto armado (interno y externo) en la que lo económico, lo comercial, la creación de valor, fueron dejados a un lado. En este contexto, los regímenes caudillistas predominaron, contrastando las ideas de república y cambio. Mientras tanto, en el mundo la Revolución Industrial continuaba avanzando con toda su energía, con innovación, caída de costos de transacción, necesidad de nuevos mercados y proveedores.

A lo largo de este capítulo nos preguntaremos si la Revolución de Mayo y la Independencia significaron una ruptura institucional profunda respecto de la historia previa –un antes y un después– o fueron un cambio más visible en las formas que en el fondo. Asimismo, analizaremos instituciones como la de los “caudillos” –señores feudales en el Nuevo Mundo–, que cumplieron un rol paraestatal en el período analizado.

La puja desde el régimen monopólico comercial español hacia un comercio libre

Sin duda, la cuestión comercial tuvo un papel central en el proceso de independencia en el Río de la Plata, ya que para este, ser parte de la corona española implicaba un alto costo de oportunidad. Durante el período colonial, tal como hemos analizado, el régimen monopólico comercial español imponía restricciones que dieron origen a un casi institucionalizado contrabando.

Este régimen era altamente limitativo para las colonias americanas; Sevilla era el único puerto de origen en una primera instancia, y luego se agregaba Cádiz. Desde allí las mercaderías eran enviadas a través de un

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sistema de barcos mercantes y galeones de guerra –los cuales intentaban repeler los ataques piratas– a Veracruz (México) y Portobelo (Panamá). Los productos partían de España dos veces al año y llegaban a Veracruz entre diciembre y enero, y a Portobelo, en agosto. Desde allí eran distribuidos por todas las colonias a través de distintas rutas comerciales. En consecuencia, los que llegaban a Buenos Aires seguían el siguiente camino: puerto de Cádiz (España)–Portobelo–Callao–Lima, desde donde arribaban finalmente a Buenos Aires.

El contrabando trajo prosperidad y dio oxígeno al Río de la Plata. Había permitido el crecimiento sobre la base del comercio, más allá de las restricciones impuestas por el régimen de monopolio comercial. El contrabando había permitido el nacimiento de una clase comerciante con intereses y creciente capacidad de defenderlos. Este marco, que alentaba las transacciones por fuera del sistema, vio nacer algunas de las primeras fortunas de origen local. Los recursos de muchas tradicionales familias patricias tuvieron un origen vinculado a esta actividad mercantil informal. Desde un punto de vista socio–político, el contrabando posibilitó el nacimiento de una “burguesía” con capacidad de interferir en los mandatos reales, evaluar costos y beneficios y generar acciones. Al respecto, dice Vicente Fidel López:

“El contrabando, subsistiendo el monopolio comercial del puerto de Cádiz, equivalía en el Río de la Plata al comercio libre y franco del puerto de Buenos Aires con los puertos y marinas extranjeras. Los resultados estaban a la vista de todos: Buenos Aires había crecido y rivalizaba ya con Lima, en grandeza y en importancia, sin más elementos que las materias primas que

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entregaba al extranjero por contrabando, digamos por comercio libre, y los retornos que recibía del mismo modo para internarlos hasta el Alto Perú por ese ancho camino que había contribuido a formar riquísimos apostaderos desde Córdoba hasta Salta, por el que a la vez se recibían de Potosí ingentes sumas de metales preciosos para saldar la internación de las mercaderías extranjeras”.32

En consecuencia, el comercio de las colonias era un monopolio formal pero con una importante y llamativa flexibilidad. El régimen –a pesar de algunas flexibilizaciones experimentadas– era como un perro que ladraba fuertemente pero no mordía y “dejaba hacer” al sector privado, aunque con limitaciones que generaban incertidumbre y agregaban costos a las transacciones. Sergio Villalobos, en Comercio y contrabando en el Río de la Plata y Chile, 1700–1811 describe con gran color la situación comercial durante el régimen:

“¿Qué se nos contestaría si decimos que en Montevideo y Buenos Aires era frecuente ver naves portuguesas, norteamericanas, francesas, turcas, prusianas, suecas y hasta inglesas; que los comerciantes tenían tratos con casas de Río de Janeiro y Londres; que la industria inglesa se había adaptado a las necesidades locales, produciendo hasta los rústicos ponchos y estribos de madera que usaban los campesinos del Río de la Plata y Chile?”33

32 Vicente Fidel López. Historia de la República Argentina, tomo I, Buenos Aires, La Facultad, 1911.33 Sergio Villalobos. Comercio y contrabando en el Río de la Plata y Chile, 1700–1811. Buenos Aires, Eudeba, 1965.

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Pero detrás de las políticas comerciales imperantes, que estaban guiadas por el afán expansivo y recaudatorio de la corona española, también existía una fuerte coalición de intereses que se beneficiaba de esta situación que frenaba cualquier tipo de cambio hacia el libre comercio. Así lo señala Samuel Amaral:

“El mercantilismo era el resultado de políticas destinadas a proveer de ingresos a los gobiernos y enriquecer a grupos de interés que tenían influencia en ellos. Era un mundo de preferencias que, onerosas para amplios sectores dentro de cada país, eran altamente beneficiosas para intereses particulares que sostenían a los gobiernos y se beneficiaban de ellos. La extensión del libre cambio significaba más bienes para más gente a menor costo. Su advenimiento no se produjo como consecuencia de la decisión de mercaderes o gobernantes esclarecidos, sino de una creciente competencia por los privilegios”.34

La situación descripta parecía estable para quienes se beneficiaban de ella. Pero la Revolución Industrial avanzaba e incrementaba el “costo de oportunidad” de quedarse fuera de ella o de insertarse a un ritmo más lento e institucionalmente inestable. En este marco de ruptura con las restricciones al intercambio existentes y apertura del mercado del Río de la Plata al comercio deben comprenderse las Invasiones Inglesas de 1806 y 1807. Si bien décadas después, este proceso ha sido

34 Samuel Amaral. “¿De qué se cumplen doscientos años? Las consecuencias políticas y económicas de la Revolución de Mayo de 1810 en Buenos Aires”, Revista de Instituciones, Ideas y Mercados N.º 53, octubre de 2010, p. 115.

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comunicado como patriótico, lo cierto es que la actitud británica contó con el apoyo de algunos sectores a nivel local, en un contexto de debilidad de la corona española. Estas invasiones permitieron acrecentar la conciencia de los criollos sobre los eventuales beneficios de un comercio más abierto con el mundo, en lugar de un acceso de productos restringido al régimen español y el contrabando. A nivel macropolítico, resulta fundamental comprender este acontecimiento en un contexto clave. Apenas un año antes, había tenido lugar la batalla de Trafalgar (21 de octubre de 1805) en la que Gran Bretaña, Austria, Rusia, Nápoles y Suecia enfrentaron y derrotaron a Napoleón Bonaparte (Francia y España), restringiendo sus intereses expansionistas.

Durante la Revolución de Mayo, España se encontraba aplastada por las invasiones napoleónicas. Esta debilidad de la metrópolis era ideal para el avance de distintas fuerzas capaces de beneficiarse de tal situación. Esta revolución –como se sabe– no significó la independencia, sino que estableció una Junta que gobernaba en nombre del rey de una España invadida por Napoleón. El día 14 de mayo de 1810 llegó a Buenos Aires la noticia de la caída de la Junta Central de Sevilla y las victorias napoleónicas, situación que llevó a los habitantes locales a tomar decisiones respecto de qué hacer en tales circunstancias.

El virrey Cisneros debió renunciar el 25 de mayo de 1810, cuando se estableció la Primera Junta de Gobierno Patrio, la cual estaba encabezada por Cornelio Saavedra, jefe del Regimiento de Patricios, el teniente coronel Miguel de Azcuénaga, y en la que participaba Mariano Moreno –abogado, representante de comerciantes ingleses, conocedor y amante de la Ilustración, quien

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tradujo al castellano El contrato social de Rousseau–. Además, la Primera Junta estaba integrada por Manuel Belgrano, abogado y economista, lector de Adam Smith y los fisiócratas, por Manuel Alberti, sacerdote, Juan José Castelli y Juan José Paso. Eduardo Conesa analiza en profundidad la confluencia de intereses económicos y posiciones que se producía en aquella negociación:

“Los 120 comerciantes ingleses que tenían residencia en Buenos Aires y se reunían periódicamente en el restaurante “Las Tres Plumas” […] ejercían fuerte presión para la apertura del comercio de importación en general. Cisneros decidió actuar con gran prudencia y pidió la opinión del Consulado que, excepto por su honorable secretario don Manuel Belgrano, era un aquelarre de comerciantes monopolistas españoles [...]. También solicitó la opinión de don Manuel Fernández Agüero, representante de los comerciantes monopolistas de Cádiz. Esta última opinión fue particularmente elocuente en defensa del proteccionismo tradicional español. En ella había un largo escrito donde se ensayó una fuerte defensa de la cerrazón al comercio de importación, como medida de protección a la industria local. Se decía, por ejemplo, que uno sólo de los buques ingleses estacionado en la rada del puerto de Buenos Aires contenía 19.000 pares de zapatos, y que si esas mercaderías se ofrecían a bajo precio en Buenos Aires, desaparecería la industria del zapato local. Se mencionaba que los industriales textiles ingleses eran capaces de ofrecer hermosos ponchos de gran calidad a $3, mientras que los producidos en Córdoba o Catamarca tenían un costo de $15

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cada uno. La apertura de la economía iba a llevar a la ruina a las hilanderías y tejedurías del interior del país, como así también a las españolas de la península. Pero Cisneros estaba urgido por la angustiosa situación del tesoro del Virreinato y pidió la opinión de los hacendados del Virreinato, que eran fundamentalmente ganaderos, productores de cueros y sebo para la exportación. A estos les convenía la apertura de la economía, pues se suponía que, cuanto mayores fueran las importaciones, mayores deberían ser a la larga las exportaciones de los productos originales del país”.35

La Revolución de Mayo fue consecuencia de la interacción del cambio de circunstancias internacionales –desde lo económico, el desarrollo de la Revolución Industrial, y desde lo político, el avance de Napoleón sobre España– y la dinámica de poder dentro del Río de la Plata. Fernando Jumar e Isabel Paredes consideran que claramente la sociedad hispanoamericana, previa a la Revolución de Mayo puede ser vista como una sociedad de antiguo régimen, como la de Castilla, Navarra u otros dominios de los reyes de Castilla, ya que se caracterizaba por formar “un conjunto cuya única organización jerárquica era la que daban los objetivos mayores de la corona”.36

35 Eduardo Conesa. “La economía política de la Revolución de Mayo”, Buenos Aires, Revista La Ley, 2010, p. 10. Buenos Aires, 2010.36 Fernando Jumar e Isabel Paredes. “El comercio intrarregional en el complejo portuario rioplatense: el contrabando visto a través de los comisos, 1693–1777”, en América Latina – Historia Económica, N.º29, México, ene./jun. de 2008.

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El sistema impuesto permitía que los actores locales se encontraran cómodos en el marco de la monarquía, y la elite se resistiera a implementar cambios que pudieran traerle consecuencias negativas. Mientras duró, el sistema brindó a la elite local herramientas para mantenerse en una zona de confort, de la que difícilmente hubieran gozado sin la protección de la corona, en un contexto de naciente Revolución Industrial. “El monopolio también los beneficiaba sin que sufrieran los efectos restrictivos del mismo gracias al contrabando que la corona no podía evitar y que sólo intentaba mantener dentro de límites tolerables”, sostienen.37

La Revolución de Mayo dio comienzo a un camino de independencia política pero no pudo o no quiso iniciar un camino de quiebre institucional hacia la limitación de un soberano, que ya no sería el rey.

El caudillismo como forma de dominación

Tras la revolución, la actual Argentina comenzaría un largo camino signado claramente por lo militar, lo bélico. Como señala José Ignacio García Hamilton, una vez alcanzada la Independencia, el poder fue tomado por caudillos: “guerreros que basaron su poder político en los ejércitos locales, a los que solían recompensar con el derecho al bandidaje: el saqueo, las confiscaciones y el deterioro de la producción mantuvieron vigencia”.38 García Hamilton hace hincapié sobre la fuerza de esta tendencia en la sociedad argentina al destacar la prevalencia de la creencia del “militar bueno que murió pobre”, como uno de

37 Fernando Jumar e Isabel Paredes, op. cit.38 José Ignacio García Hamilton. “El oro y el barro”. La Nación, 1° de febrero, 2003.

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los cuatro mitos esenciales de la cultura política de nuestro país, señalando, por un lado, el rol positivo de lo militar y, por el otro, la pobreza como virtud. Como dijimos en otras obras, los héroes de nuestra sociedad poco tienen que ver con la creación de valor, la innovación, la empresarialidad, sino con el combate y la pobreza.

Este caudillismo es un fenómeno socio–político prevaleciente en América Latina en el siglo XIX. Diversos autores consideran que en él se puede ver el origen de los populismos contemporáneos. François Chevalier define al caudillismo como “un fenómeno histórico que surge en la coyuntura política latinoamericana originada con la independencia de los países […] es propio de una sociedad con sistema democrático inmaduro, grandes diferencias sociales, y existencia de oligarquías locales o regionales. Es propio de una sociedad donde personas poderosas prepotentes no aceptan el juego político democrático”.39

Para Chevalier, el caudillismo muestra estructuras sociales subyacentes que tienen su origen en el pasado español: la relevancia del linaje es clave para comprender a la sociedad española y la colonia.

Insistimos en la idea de que el caudillo es comparable en muchos sentidos con el viejo “señor feudal” que en la Edad Media brindaba protección a sus súbditos y, en muchos casos, lograba un vínculo de admiración y reconocimiento por parte de los sojuzgados. Como señalábamos, también encontramos la figura del “dictador bueno” que aparece con gran frecuencia en la

39 François Chevalier. “‘Caudillos’ et ‘Caciques’ en Amérique. Contribution a l’étude des liens personnels”, pp. 30–47 en varios autores. Mélanges offerts de Marcel Bataillon, Bulletin hispanique, vol. 54 bis, 1962.

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historia latinoamericana del siglo XX e incluso del XXI, tanto electo por voto democrático como por golpes de Estado. El caudillo protege, ordena, bendice, combate. Ejerce funciones que inexorablemente nos recuerdan a las del señor feudal. Un señor feudal extemporáneo, como señalamos en el capítulo anterior. John Lynch, en su obra Caudillos de Hispanoamérica. 1800–1850, considera que el caudillo contaba con tres características básicas: una base económica, arraigo social y un proyecto político. Era el hombre fuerte de su zona, del área que lo había visto nacer. Su autoridad surgía de la tierra y de su control sobre los recursos de la zona. Mantenía una relación patrón–cliente con sus subordinados, basada en la lealtad–fidelidad.40 Los caudillos competían entre sí por el poder, pero este poder se basaba en la fuerza. No tenía que ver con el imperio de la ley sino con la ley del más fuerte. Y obviamente, dadas estas reglas de juego, el contexto hacía fundamental que el caudillo tuviera el poder físico de complementar su liderazgo emocional sobre sus subordinados. A medida que escribimos estas páginas, tenemos la sensación de estar describiendo a los mismísimos señores feudales medievales.

La provisión de seguridad, a cualquier precio, parece ser clave en un estado de naturaleza hobbesiano, donde el hombre es el lobo del hombre y la vida es solitaria, desagradable, brutal y corta. En ese contexto, el caudillo es rey. Y quienes buscan y proponen el cambio son conscientes de la necesidad de instalar la civilización en un contexto de barbarie.

40 John Lynch. Caudillos en Hispanoamérica. 1800–1850. Madrid, Editorial Mapfre, 1993.

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Diversos estudios analizan la psicología del caudillo. Entre ellos, Francisco Laca Arocena en Una aproximación a la psicología del caudillo hispano: Porfirio Díaz y Francisco Franco, señala que en la tradición antiliberal y antidemocrática hispana, una vía de percepción del poder “es un poder personal antes que institucional”: el secretismo –es decir, la ausencia de necesidad de rendir cuentas– y el providencialismo, y la autoridad carismática es reforzada por la propaganda del régimen caudillista. Es un “hombre providencial”, definible como “autoridad carismática” en términos de Max Weber, en contraposición con la “autoridad legal” que se basa en reglas impersonales y legales.41 Asimismo Laca Arocena destaca el contraste entre las colonias latinoamericanas y los Estados Unidos en materia de violencia civil post independencia. Mientras que los segundos, una vez concluida la guerra de Independencia, inician un período de estabilidad interior –con la excepción de la guerra civil estadounidense durante la presidencia de Lincoln–, las repúblicas hispánicas no experimentarán una paz interna estable a lo largo del siglo XIX colmándose de “guerras de independencia, guerras civiles, intentos monárquicos, revoluciones, pronunciamientos militares, dictaduras seguidas de nuevas revoluciones, seguidas a su vez de nuestros pronunciamientos militares”, ni se unirán en unidades políticas mayores.42

También Alberdi analiza la socio–psicología detrás del fenómeno del caudillismo. Bradford Burns, en La

41 Francisco Laca Arocena. “Una aproximación a la psicología del caudillo hispano: Porfirio Díaz y Francisco Franco”. Sociotam, vol. XXI, N.º 1, pp–65–83. México, 2011.42 Francisco Laca Arocena, op. cit., p., 66.

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pobreza del progreso: América Latina en el siglo XIX,43 señala que Alberdi analizó su relación con las masas como “guardián de sus tradiciones” y defensor de su forma de vida:

“[…] el sistema de caudillos aparece en América bajo la forma de la democracia, y juntos ambos se desarrollan y progresan. Artigas, López, Güemes, Quiroga, Rosas, Peñaloza, como jefes, cabezas y autoridades son producto de su gente, son su personificación más genuina y espontánea. Sin más autoridad que esa, sin dinero, sin recursos, han guiado al pueblo y detentado más poder que los mismos gobiernos”.44

Diversos autores intentan desentrañar la naturaleza y causas del militarismo latinoamericano que se ha presentado en las más diversas variantes. Ignacio Sotelo considera que no es un fenómeno externo, accidental o casual y que debe estudiarse como una significativa constante.45 En su visión, el militarismo se encuentra íntimamente vinculado con la herencia colonial que ha sobrevivió “de una manera virulenta para atormentar a la república”46 y es una consecuencia emergente del vacío político posterior al fin de la era colonial.47

43 E. Bradford Burns. La pobreza del progreso: América Latina en el siglo XIX. México, Siglo XXI Editores, 1990. 44 Juan Bautista Alberdi. Los caudillos. Colección Grandes Escritores Argentinos, 3; Buenos Aires W. Jackson, Inc.. AGM–PLA, p.165.45 Ignacio Sotelo. Modelos de explicación del militarismo latinoamericano: Una interpretación histórica, Berlín, Lateinamevika – Institut, p. 65.46 Ignacio Sotelo. Op. cit., p. 69.47 Ignacio Sotelo. Op. cit., p. 73.

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Una de las versiones más acabadas de caudillos es la figura de Juan Manuel de Rosas, quien gobernó Buenos Aires desde 1829 hasta 1852 (con una interrupción de tres años, entre 1832 y 1835). John Lynch, director del Instituto de Estudios Latinoamericanos y profesor de la Universidad de Londres, escribió en 1981 su libro Juan Manuel de Rosas y lo describe:

:“Estudiar a Rosas es estudiar las bases originales del poder político en la Argentina, las grandes estancias y su formación, crecimiento y desarrollo. Comprender a Rosas es comprender más claramente la naturaleza de las relaciones de parentesco, de los vínculos entre protector y protegido, entre patrón y peón, clave de tantas instituciones políticas y sociales en América Latina. Comprender a Rosas significa comprender más a fondo las raíces del caudillismo, o dictadura personal, en el mundo hispánico, y discriminar más cuidadosamente hasta dónde constituye una herencia del pasado colonial o cuánto de él deriva de la independencia y sus consecuencias”.48

En su capítulo “Leviatán”, Lynch relata la forma en que el autoritarismo total reemplazó a las normas constitucionales y aplicó un “poder sin límites” como una forma de combatir la anarquía. La acción de Rosas nos recuerda las reflexiones de Thomas Hobbes al justificar la monarquía absoluta como una alternativa dicotómica respecto del estado de naturaleza. Los seres humanos prefieren –en la visión de Hobbes– la concentración total

48 John Lynch. Argentine Dictador Juan Manuel de Rosas, 1829–1852, publicado originalmente por Oxford University Press. En la Argentina: Juan Manuel de Rosas, Buenos Aires, Emecé Editores, 1984, p. 9.

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del poder a la ley de la selva que reinaba en el estado de naturaleza.

El abismo entre el “caudillismo” y la “república”

Caudillo Proyecto de la generación del 37

Tipo de poder Poder sin límites Poder con límitesTipo de autoridad Autoridad carismática Autoridad legal

Personalización de la autoridad Personalismo Independiente de la

personaTipo de relaciones

intra–societalesProtector–protegido,

patrón–peón Gobernante–ciudadano

División de poderes No SíTipo de juego prevaleciente Ley del más fuerte Imperio de la ley

Contexto Estado de naturaleza Sociedad civilConsecuencia Barbarie Civilización

En términos generales, podemos ver cómo el ámbito de reglas de juego en el que domina el caudillo nada tiene que ver con quienes deseaban un país distinto, como la llamada “generación del 37”, que analizaremos en el capítulo siguiente. Mientras los dominios del caudillo tenían que ver con un estado de naturaleza donde prevalecía la ley del más fuerte y se daba una situación de “barbarie”, el sueño de la generación del 37 se relacionaba con una civilizada sociedad civil –valga la redundancia– en la que imperase la ley. Mientras que en el reino de los caudillos el poder era ilimitado, personal, basado en un liderazgo carismático, y establecía relaciones protector–protegido y/o patrón–peón, en la otra visión el poder tiene claros límites, se basa en una autoridad legal y establece vínculos gobernante–ciudadano, en los que el primero debe trabajar a favor del último.

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En este contexto de baja calidad institucional, hasta 1852, nuestra economía se basaba únicamente en la exportación de cueros y tasajo, y la agricultura alcanzaba niveles sólo de subsistencia. Como señala García Hamilton, importábamos trigo. Y el producto bruto interno era apenas el 2% del de la América hispana, con una población menor en cantidad que la de Chile, Bolivia, Paraguay y Perú.49

El período posterior a la Independencia de España –más allá de las ideas de cambio presentes en algunos jóvenes dirigentes– hasta la mitad del siglo XIX seguía encontrando a aquella Argentina más cerca de la “barbarie” que de la “civilización”. La figura de Rosas se erigía en Buenos Aires como símbolo de lo que no se había podido cambiar. Pero no era el único. Podemos mencionar –por nombrar apenas unos pocos– a Facundo Quiroga (La Rioja), José G. Artigas (Uruguay), Miguel de Güemes (Salta), Francisco “Pancho” Ramírez (Entre Ríos), y Ángel “Chacho” Peñaloza (La Rioja), entre otros.

En este complejo contexto, se daría el clima social e intelectual adecuado para el florecimiento de las ideas de la generación de 1837, que encontraría en Alberdi su personaje más destacado, quien podría influir en el país que surgiría a partir de 1852.

En los próximos capítulos ahondaremos en los mitos y verdades existentes en lo que se conoce como “la Argentina liberal”. Analizaremos si realmente fue liberal y en qué medida, así como la prosperidad y sus causas. Intentaremos develar si aquella “Argentina rica” es cierta o, tal como señala el historiador económico Mario

49 José Ignacio García Hamilton. “El oro y el barro”, op. cit.

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Rapoport, es un mito más que prevalece en la sociedad basado en falsas percepciones históricas que es necesario poner en evidencia: tomar “lo que se estuvo diciendo o creyendo como verdad asumida durante mucho tiempo acerca del país y de su historia, y analizarlo a la luz de nuevas evidencias e interpretaciones”. Destaca Rapoport que existen mitos sobre figuras históricas, pero también hay otros, más importantes, referidos a “los procesos históricos, con las estructuras históricas, políticas, económicas y sociales que caracterizaron la evolución del país”. El ejemplo que da es que la Argentina “estuvo alguna vez, hacia las primeras décadas del siglo XX, entre los [países] más avanzados del mundo o el que llegó a ser, en cierto momento, una potencia mundial”. Continúa diciendo: “de esta última aserción se sostiene otro mito: el que la decadencia de la Argentina comenzó en los años 40, con los procesos de industrialización, la intervención del Estado en economía y las políticas de distribución de ingresos”.50

50 Mario Rapoport, Mitos, etapas y crisis en la economía argentina. Buenos Aires, Imago Mundi, 2007.

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Capítulo IV

Alberdi y el intento de crear una nueva Argentina

Desde fines del siglo xVIII se intensificaron las presiones para terminar con la monarquía en América Latina, especialmente a partir de la Revolución de 1776 en Estados Unidos. En el contexto de las revoluciones hispanoamericanas destinadas a lograr la independencia de España –a inicios del siglo XIX– surgieron ideas orientadas a transformar las instituciones profundas de lo que sería la Argentina. Para un grupo de ciudadanos, la Independencia de la corona española no había logrado los cambios esenciales ambicionados por quienes tenían expectativas diferentes y vieron en aquel proceso una simple continuidad de la organización virreinal. Asimismo, eran conscientes de que una revolución institucional permitiría capitalizar las oportunidades emergentes de la Revolución Industrial que vivía el mundo en aquel momento, transformando la organización económica vigente en un oasis de prosperidad.

Uno de los representantes de este grupo de jóvenes inquietos era Juan Bautista Alberdi, quien nació en Tucumán, en el mismo año de la Revolución de Mayo, un 29 de agosto de 1810. Su historia personal lo iría involucrando con una visión distinta para aquel país. A los catorce años, debió dejar su tierra de origen para estudiar en Buenos Aires en el Colegio de Ciencias Morales, como

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consecuencia del fallecimiento de su padre, Salvador Alberdi –quien era un comerciante vasco, dueño de una pulpería–; esta situación se sumaba a la ausencia de su madre, quien había muerto en su nacimiento. En su nueva ciudad, tomó contacto con Miguel Cané (padre del autor de Juvenilia), Vicente Fidel López y Antonio Wilde, entre otros movilizados jóvenes que desempeñarían un importante rol en la sociedad en los años posteriores.

En el contexto de la tiranía del rosismo (primer gobierno, 1829–1832, y segundo, 1835–1852), luego de recibirse de abogado en Córdoba, y tras la publicación de algunas de sus primeras obras, fue motor de la denominada Generación del 37, también llamada Generación de Mayo. Este grupo integrado originalmente por unos 55 apasionados jóvenes y nacido en junio de 1837, fue un interesante movimiento que tuvo como meta constituirse en una alternativa política ante el avance del autoritarismo de Juan Manuel de Rosas. Una de sus misiones fundamentales era desarrollar una segunda fase de la Revolución de Mayo (de la que se creían hijos) y veían en el despotismo del gobernador de Buenos Aires una amenaza mortal.

Además de Alberdi, formaban parte de esta agrupación otros jóvenes intelectuales como Marcos Sastre, Esteban Echeverría y Vicente Fidel López. En este marco, se fundó en 1838 la Asociación de la Joven Generación Argentina, que buscaba un cambio en el rumbo de los destinos del país, influida por movimientos europeos en los que se realzaban valores tales como la igualdad, la libertad y el progreso; a este grupo se sumaron personalidades como Domingo Faustino Sarmiento y Bartolomé Mitre.

Un país rico que se convirtió en pobre. Mitos y verdades de la Argentina. 81

En el contexto de persecuciones y prohibiciones, la dinámica actividad político–intelectual de tres enérgicos jóvenes de estos grupos –Alberdi (Tucumán, 1810), Esteban Echeverría (Buenos Aires, 1805) y Domingo Faustino Sarmiento (San Juan, 1811)– creó el Salón Literario, inaugurado en junio de 1837. Este funcionaría en la trastienda de la librería de Marcos Sastre, ámbito en que discutían y enriquecían sus ideas políticas. En un intento de acallar estas ideas, el Salón Literario fue clausurado en 1838 por el gobernador de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas. En los años siguientes, Echeverría fundó la “Asociación de la Joven Argentina” y, posteriormente, la “Asociación de Mayo”, con el fin de desempeñar un rol social similar.

Para este grupo de jóvenes la Independencia no bastaba y era necesario trabajar en la protección de los derechos. Echeverría señalaba –en sus “Lecturas pronunciadas en el Salón Literario”– el espíritu que guiaría la acción de estos trascendentes y entusiastas movimientos:

“Tenemos independencia, base de nuestra regeneración política, pero no derechos ni leyes, ni costumbres que sirvan de escudo o de salvaguardia a la libertad que ansiosamente hemos buscado. Nos faltaba lo mejor, la techumbre, el abrigo de los derechos, el complemento del edificio político –la libertad–, porque esta no se apoya con firmeza sino en las leyes y las costumbres”.51

51 Esteban Echeverría. Obras completas de Esteban Echeverría, ed. Juan María Gutiérrez. Buenos Aires, Ediciones Antonio Zamora, 1951, p. 102.

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Tras las persecuciones de la policía secreta de Rosas, “la Mazorca”, Alberdi decidió exilarse en Montevideo en 1838. Desde allí, llevó adelante una intensa actividad periodística anti–rosista que se manifestó en obras tales como Muera Rosas o El grito argentino. Luego de pasar por París, regresó a América Latina para radicarse en Valparaíso, Chile, donde residiría por 17 años ejerciendo su profesión de abogado y el periodismo.

La derrota de Rosas se produjo en la batalla de Caseros el 3 de febrero de 1853, ocho meses después del pronunciamiento de Urquiza el 1.º de mayo de 1851. En ese contexto clave, Alberdi escribió su obra Bases y puntos de partida para la organización de la Confederación Nacional, la cual fue publicada en Valparaíso el 1.º de mayo de 1852. Alberdi la remitió a Félix Frías, Urquiza, Mitre, Juan María Gutiérrez, entre otros líderes involucrados en el Congreso General Constituyente, con el objeto de influir en las decisiones institucionales que se producirían en esos momentos clave. Urquiza agradeció la oportunidad de la iniciativa de Alberdi, y reconoció su aporte con las siguientes palabras:

“Su bien pensado libro es, a mi juicio, un medio de cooperación importantísimo. No ha podido ser escrito en una mejor oportunidad”.

La derrota de Rosas en la batalla de Caseros en 1852 abriría un nuevo camino, en el que el espíritu de las ideas alberdianas intentaría recalar. La Argentina se organizaría a partir de una Carta Magna centrada en las ideas de la obra escrita en el exilio de Juan Bautista Alberdi Bases y puntos de partida para la organización nacional.

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Como sabemos, la obra sería la piedra institucional clave de la Constitución Nacional sancionada el 1.º de mayo de 1853. A lo largo de este capítulo analizaremos la visión de Alberdi respecto de aquella Argentina y el significado profundo de tal proyecto de Carta Magna, así como los peligros y/o desafíos que él visualizaba para que el proyecto pudiera triunfar con un profundo arraigo institucional en el largo plazo.

Wheelwright y el enamoramiento de Alberdi del derecho anglosajón

Muchas veces nos preguntamos de qué forma Alberdi tomó contacto con las instituciones prevalecientes en Estados Unidos, en una época en la que –obviamente– el acceso a la información global era sustancialmente diferente del actual. Alberdi, si bien vivió una profunda experiencia internacional, no conoció personalmente, a diferencia de Sarmiento, el país que tanto admiraba.

Uno de los puntos clave en esta historia es su

contacto con el enérgico empresario norteamericano William Wheelwright, quien tendría un papel clave en su vida académica y profesional. En Chile, Alberdi estableció un profundo vínculo con este visionario ingeniero y empresario norteamericano, quien le permitió ahondar en el conocimiento del sistema de organización anglosajón, así como de las instituciones que funcionan en otras sociedades para promover el espíritu empresario y el crecimiento. El vínculo fue tal que Alberdi escribió la historia de la vida de este emprendedor en la obra Vida de Wheelwright. ¿Quién era Wheelwright? Un apasionado descubridor de nuevos horizontes empresarios que se

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afincó en el Cono Sur. Tal como señala Jorge Osvaldo Batista:

“El ingeniero William Wheelwright era un eterno emprendedor en la región, habiendo fundado la Pacific Steam Navigation Company (Compañía de Vapores del Pacífico), además de alentar la comunicación interior de Chile por ferrocarril y la industria minera. Alberdi asistió profesionalmente al ingeniero Wheelwright en diversos aspectos comerciales. De diversos éxitos profesionales obtuvo fondos que le permitieron mejorar su situación personal, hasta que llega a ser propietario de su quinta ‘Las Delicias […]”.52

Wheelwright parecía una célula viva de una Revolución Industrial en expansión en áreas recónditas del planeta. Quien ha estudiado y descripto con maestría la interesante historia del rico vínculo entre Alberdi y Wheelwright ha sido Italo Bretti, quien en “Juan Bautista Alberdi: Puertos y ferrocarriles argentinos” señala:

“El 22 de mayo de 1844 [Alberdi] escribe un artículo elogioso sobre Guillermo Wheelwright, un marino y empresario norteamericano que había establecido las primeras líneas de buques a vapor de Valparaíso a Panamá y proyectaba construir nuevos puertos y ferrocarriles. Termina trabando amistad con Wheelwright y enterándose de que había llegado al Río de la Plata en 1823, a los 25 años, como sobrecargo de un barco mercante. Desgraciadamente el barco encalla en

52 Jorge Osvaldo Batista. “Alberdi y su paso por Chile: origen de nuestro presidencialismo”. Equipo federal de trabajo – Facultad de Ciencias Sociales, UNLZ, Año II, N.º 24, 2007, p. 15.

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el banco Ortiz, y se hunde. Luego de ser auxiliado por los pobladores de Quilmes, conoce la villa de Buenos Aires, que no tenía puerto aunque si muchos estudios y propuestas. Wheelwright decide embarcarse rumbo a Chile, donde hubiera puertos de aguas profundas en operación.

En Chile pronto llega a ser capitán de barcos a vela que navegan entre Valparaíso y Panamá; hasta que en enero de 1824 fue nombrado cónsul de los Estados Unidos de América en Guayaquil, el puerto más importante del Pacífico de aquella época. En 1829, luego de años de trabajo, logró establecer una línea de navegación a vela entre Valparaíso y Cobija, el puerto de Bolivia.

Dado el prestigio logrado como empresario naval, en 1834 fue visitado por el capitán Robert Fitzroy, quien junto a Charles Darwin, navegando el Beagle, estudió la Patagonia. A partir de ese momento mantuvo una relación de amistad con Fitzroy, quien llegó a ser almirante y presidente de la Sociedad Geográfica Real Británica. Fitzroy luego ayudó a Wheelwright a fundar la Pacific Steam Navigation Co. para operar entre Valparaíso y Panamá.

Con el paso del tiempo, a partir del negocio naviero se involucró en proyectos portuarios y ferroviarios rentables, que aportaban carga a las bodegas de sus vapores y ampliaban el sistema de transportes que la América del Sud necesitaba. En 1845 Alberdi logra la habilitación para ejercer la abogacía (en Chile), por lo que Wheelwright lo contrata como abogado de sus empresas.

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En 1849 gestionó ante las autoridades chilenas la renovación de los contratos de concesión de la Compañía de Vapores, los ferrocarriles y la empresa de aguas corrientes de Valparaíso.

Para defender los intereses de la empresa naviera de Wheelwright, debía conocer todas las Constituciones y legislaciones de los países del Pacífico cuyos puertos eran utilizados en el traslado de personas y mercaderías: Chile, Bolivia, Perú, Ecuador, la actual Colombia, México, los estados norteamericanos y de los países de Centroamérica. Así conoció la Constitución de California de 1849 y se informó sobre toda la legislación del nuevo estado norteamericano”.53

De esta manera, el Alberdi en el exilio transformó su soledad en una pasión por el conocimiento de los sistemas jurídicos latinoamericanos, profundizando su experiencia en la lucha contra caudillos todopoderosos y descubriendo el camino recorrido por Estados Unidos para limitar el poder. Su escape de su tierra madre lo llevaría a deslumbrarse con la fórmula que funcionaba en otras sociedades para poner fin al arbitrio del Estado.

California: “leading case” en cambio institucional

La obsesión de Alberdi era limitar el poder político. Su conocimiento de la historia británica y norteamericana, así como su sufrimiento personal en el marco de la realidad nacional, lo llevaron a imaginar, proponer e impulsar formas para frenar el autoritarismo vigente.

53 Italo Bretti. “Juan Bautista Alberdi: Puertos y ferrocarriles argentinos”. Publicado en ibretti.com.ar.

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Más allá de la Independencia de España, lo que es hoy el territorio argentino se encontraba gobernado por caudillos todopoderosos que gozaban de una confluencia de poder político, económico y moral sobre la población. El entramado social se asemejaba al de una Edad Media feudal en el siglo XIX, donde la servidumbre era la contracara de un poder primitivo basado en el poder de la fuerza, y no en la ley.

Tal como señala Natalio Botana, Alberdi consideraba que los habitantes del Virreinato del Río de la Plata lograron transformar aquella revolución de 1810 en Independencia en 1816, pero no lograron llegar a una instancia superior. No alcanzaron a concretar un pacto constitucional con legitimidad social para sostenerse en el tiempo y concretar su meta de cambio social.54

La Constitución de California de 1849 fue para Alberdi el modelo que representaba la obra cumbre del cambio institucional. ¿Por qué California? Porque era un leading case de un territorio con cultura hispana que pasó a regirse por reglas de la cultura anglosajona. Como se sabe, California se convirtió en parte de Estados Unidos en el marco del Tratado de Guadalupe Hidalgo (1848), luego de que México fuera derrotado en la guerra con aquel país.

En la búsqueda de fórmulas para lograr este cambio profundo, Alberdi indagó en experiencias sociales en situaciones similares. Como señalo en mi artículo “A 150 años de la sanción de la Constitución. La California que no

54 Natalio Botana. “Alberdi, el escritor de la República”. Clarín, 4 de septiembre de 2010.

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fue: una comparación dura”, tal como aquella Argentina, California también fue un desierto colonizado con la cruz y la espada. La Iglesia fundó nueve misiones en 1769 con el objeto de convertir a los indígenas al catolicismo. El trato fue descripto por observadores como de miseria, humillación y terror. Tras dos años de guerra con Estados Unidos (1846/48) se firmó el tratado de Guadalupe, por el cual Estados Unidos compró los territorios de California, Nevada, Utah, Arizona, Nuevo México y Colorado, que pasaron a su dominio. Este tratado respetó los derechos de propiedad de quienes residían en California. En este contexto se redactó en 1849 la Constitución de California, cuyas características eran la libertad de comercio, la libertad civil, la propiedad privada y la abolición de la esclavitud para todo aquel que pisara su territorio. Desde allí, California emprendió un sostenido crecimiento de la población, las inversiones, el nivel de actividad y de vida.55

Alberdi observó el cambio profundo de California a partir de que se convirtió en estado de la Unión en 1850. Al respecto, señala: “Hace cinco años [él escribe en 1852] eran excluidos de aquel territorio [California] los cultos disidentes, los extranjeros, el comercio. Todo era soledad y desamparo bajo el sistema republicano de la América española, hasta que la civilización vecina, provocada por esas exclusiones incivilizadas e injustas, tomó posesión del rico suelo y estableció en él sus leyes de verdadera libertad y franquicia. En cuatro años se ha erigido en estado de la primera República del universo el país que en tres siglos no salió de oscurísima y miserable aldea”. En aquella California, Alberdi veía el cambio posible y las esperables consecuencias de modificar las reglas de

55 Guillermo Yeatts. “A 150 años de la sanción de la Constitución. La California que no fue: una comparación dura”, Buenos Aires, La Nación, 4 de mayo de 2003.

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juego y el sistema de incentivos de una sociedad. Como una experiencia exitosa comprobada en laboratorio, aquel caso parecía confirmar su suposición. Aun una población hispana (con sus hábitos, valores y comportamientos) podría modificar sus resultados con un giro en sus instituciones formales.

De este modo, visualizaba una nueva Constitución Nacional como el sólido cimiento fundacional sobre el que se asentaría el soñado cambio profundo. Pero ¿cómo sería posible revertir el centenario peso de la tradición hispana más allá del cambio de la ley positiva?

Inmigración e instituciones informales: trasplante institucional

Alberdi era consciente del largo camino para alcanzar la libertad, que no se lograba ni se consolidaba sólo desde el terreno de las políticas públicas. Una Argentina distinta demandaba procesos más profundos y, tal vez, lentos que posibilitarían la reversión de la tradición de caudillismo político, prebendarismo económico reinante en la América hispana, así como el cambio de los hábitos empresariales y laborales. Sabía de la compleja naturaleza de aquel cambio.

En términos del Premio Nobel de Economía Douglass North, el tucumano comprendía que, más allá de modificaciones superficiales de las normas formales, el cambio de la tendencia institucional exigía una profunda modificación del “software mental” reinante en los habitantes. Sabía que el desafío central y de largo plazo se centraba en la modificación profunda de los hábitos, los valores y las costumbres de la ciudadanía. En ese contexto

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asignaba una importancia descomunal a los inmigrantes, desde un punto de vista mucho más relevante que el de ser simples proveedores de la mano de obra demandada por la pujante economía. La inmigración era sinónimo de lo que él llamaba civilización:

“Poblar es civilizar cuando se puebla con gente civilizada, es decir, con pobladores de la Europa civilizada. Por eso he dicho en la Constitución que el gobierno debe fomentar la inmigración europea”.56

Esa visión se daba en un contexto de creciente movilidad de personas en el planeta. La migración mundial entre 1861 y 1920 experimentó uno de sus momentos de apogeo, y se movilizaron unos 45 millones de personas a nivel internacional. Mientras que un 61% tuvo como destino Estados Unidos, aproximadamente un 10% migró a la Argentina y un 7% a Brasil; las demás naciones de América Latina recibieron una cantidad menor de inmigrantes.

La amplitud respecto de la población extranjera queda de manifiesto en el artículo 20 de la Constitución Nacional de 1853, que parece reflejar este espíritu orientado a atraer inmigrantes a través de un trato igualitario con los ciudadanos locales, aun en el caso de no admitir ciudadanía:

“Los extranjeros gozan en el territorio de la Nación de todos los derechos civiles del ciudadano; pueden ejercer su industria, comercio y profesión;

56 Juan Bautista Alberdi (1879). “Gobernar es poblar”, página explicativa incluida en Bases y puntos de partida para la reorganización nacional, Buenos Aires, La Cultura Argentina, 1915, p. 18.

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poseer bienes raíces, comprarlos y enajenarlos; navegar los ríos y costas; ejercer libremente su culto; testar y casarse conforme a las leyes. No están obligados a admitir la ciudadanía, ni a pagar contribuciones forzosas extraordinarias. Obtienen nacionalización residiendo dos años continuos en la Nación; pero la autoridad puede acortar este término a favor del que lo solicite, alegando y probando servicios a la República”.

Como lo señala el estudio “La inmigración en la legislación argentina”, de Marián Bentancurt, Cecilia Chemes, María Belén Gómez Cane y Natalia Teplitz,57 mientras que la Constitución Argentina de 1853 hizo de la población su fin más importante, las legislaciones posteriores, como la Ley de Residencia de 1902, inspirada en el pensamiento del congresista Miguel Cané, pusieron más obstáculos a la inmigración. Contrariamente a la visión más optimista de Alberdi, Cané advertía sobre los riesgos de las corrientes revolucionarias que se experimentaban en Europa a través de la acción de los sindicatos.58

En la concepción de Alberdi, la inmigración no sería sólo un recurso que hacía falta para completar el déficit de mano de obra requerido por la demanda de empleo de una economía en crecimiento, sino que era la oportunidad –o el requisito necesario– para cimentar un edificio institucional construido sobre el endeble suelo de circunstancias políticas favorables. El profundo cambio de hábitos, costumbres y otras instituciones informales que

57 Marián Bentancurt, Cecilia Chemes, María Belén Gómez Cane y Natalia Teplitz. La inmigración en la legislación argentina. Universidad del CEMA, octubre de 2006.58 Marián Bentancurt, Cecilia Chemes, María Belén Gómez Cane y Natalia Teplitz. Op. cit., p. 6.

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Alberdi veía en los procesos migratorios queda claro en su reflexión al respecto en las Bases:

“¿Queremos plantar y aclimatar en América la libertad inglesa, la cultura francesa, la laboriosidad del hombre de Europa y los Estados Unidos? Traigamos pedazos vivos de ellas en las costumbres de sus habitantes y radiquémoslas aquí”.59

La visión de Alberdi parece dejar claro el desafío de acompañar las reformas de las instituciones formales con un profundo cambio en las instituciones informales. De esta manera, la inmigración representaba –en su concepción– un “trasplante” de estas instituciones. Era la forma más costo–efectiva de asentar el cambio que significaban las normas escritas.

Más allá de su formación como abogado, Alberdi había desarrollado una comprensión profundamente económica y sociológica de los procesos que hay detrás del cambio institucional.

Sarmiento: la educación como motor de cambio

No sólo Alberdi concibió el cambio como cambio de hábitos, valores, comportamientos. También Sarmiento intentó “implantar la civilización”.

Domingo Faustino Sarmiento, nacido en San Juan el 15 de febrero de 1806, fue becado en 1817 para estudiar en Buenos Aires por ser uno de los mejores alumnos en su provincia. Lamentablemente para él, no pudo utilizar

59 Juan Bautista Alberdi. Bases y puntos de partida …, op. cit.

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la beca por motivos políticos. Años después, como consecuencia de la persecución del caudillo Quiroga, en 1831, debió emigrar a Chile. Tal circunstancia lo llevaría a escribir en 1845 Civilización y barbarie. Vida de Juan Facundo Quiroga. Retornó a San Juan en 1833 y creó la Sociedad Literaria, así como el periódico El Zonda, de claro sesgo anti–rosista, que fue clausurado. En 1840 fue encarcelado y nuevamente debió emigrar a Chile. En ese contexto, hizo famosa su frase “Las ideas no se matan”. La valoración de la libertad, por la persecución a que fue sometido, se hizo parte de su vida, e incluso participó en la batalla de Caseros, donde se derrocaría a Rosas.

De manera similar a Alberdi, Sarmiento también era consciente de la necesidad de modificar los comportamientos y hábitos de la sociedad para comenzar a recorrer el camino de la prosperidad. En diversas obras, escritas antes de su presidencia, dejó en claro este punto, abordando la problemática del país luego de la Independencia en 1816 y la necesidad de abandonar el rumbo de la barbarie y encaminarse hacia la civilización.

En la concepción de Sarmiento, la educación no se refería sólo al fenómeno de incorporación de información en la mente de los alumnos sino que era una herramienta clave para contribuir a incrementar el grado de civilización de la sociedad. En ese contexto debe interpretarse su iniciativa de traer maestras de Estados Unidos, como una forma de “importar” estas prácticas, hábitos, valores de sociedades que lograban brindar una perspectiva diferente a sus habitantes.

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Alejandro E. Giarrizzo, en “Sarmiento y los Estados Unidos de Horace Mann”,60 revela la sorprendente fascinación que viviría el sanjuanino al desembarcar en Estados Unidos, lo cual refleja en el capítulo “Estados Unidos” de su libro Viajes por Europa, África y América (1845–1847):

“Cuando Sarmiento llega a los EE.UU. en su primer viaje, tras desembarcar en Nueva York en septiembre de 1847, lo que ve lo confirma en su inmenso entusiasmo por el progreso de los pueblos, y lo pone frente a un espectáculo de despliegue de civilización que habría de hechizarlo a partir de ese momento. Nunca se llegará a sobreestimar el gran significado que tuvo este primer viaje a los EE UU. para Sarmiento, que ve allí confirmado su sueño civilizador”.61

En esa ocasión (1847), pudo conocer en persona a Horace Mann, con quien hasta el momento sólo había tenido contacto por medio de la lectura de su obra. En 1865, regresó a Estados Unidos como enviado del entonces presidente Bartolomé Mitre para estudiar el funcionamiento de la educación en aquel país. La entonces viuda de Mann, Mary Peabody, ofició de contacto con la comunidad de educadores y fue clave en el proceso de “exportación” de maestras estadounidenses a la Argentina que se desarrollaría más adelante.

Tal como afirma Julio Crespo en su obra Las maestras de Sarmiento, la llegada de estos cuatro

60 Alejandro E. Giarrizzo. “Sarmiento y los Estados Unidos de Horace Mann”. Proyecto Gutenberg – Ambas Américas, 2008.61 Alejandro E. Giarrizzo, op. cit.

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hombres y sesenta y una mujeres entre 1869 y 1891, a partir de su iniciativa y la influencia de Mary Mann, permitió organizar las primeras escuelas normales, “base de un sistema de instrucción pública que sería el más avanzado y eficiente de América del Sur”.62 El informe “Sesenta y cinco valientes. Recorrido de las maestras y maestros norteamericanos en la República Argentina (1869–1890)” da mayores precisiones al respecto: señala que durante la primera década de este período (1869–1879) llegaron al país tres hombres y veintisiete mujeres. Asimismo, entre 1880 y 1890 treinta y siete mujeres respondieron al llamado del gobierno argentino. Y finalmente, entre 1890 y 1898 arribaron las últimas seis maestras. También informa que el grupo principal provino de tres centros educativos: la escuela Normal de Winona: veintidós maestras; de Indianápolis: ocho, y de Oswego: cuatro. Las demás llegaron de Maine, Vermont, Massachusetts, Nueva York, Pennsylvania, Maryland, Virginia, Ohio, Michigan, Indiana, Illinois, Missouri, Wisconsin, Minnesota y Colorado.63

Tal como lo describen Andrés Cisneros y Carlos Escudé, la Iglesia Católica intentó bloquear el arribo de las maestras norteamericanas, así como la sanción de la Ley 1.420 de educación común, laica y obligatoria, implementada en la primera presidencia de Julio A. Roca (1880–1886), la que generó un importante conflicto con el Vaticano:

62 Julio Crespo. Las maestras de Sarmiento. Buenos Aires, Grupo Abierto Libros, 2007.63 Biblioteca Nacional del Maestro, Ministerio de Educación. “Sesenta y cinco valientes. Recorrido de las maestras y maestros norteamericanos en la República Argentina (1869–1890)”. 200 años – Bicentenario Argentino. Buenos Aires, 2010.

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“El nuncio papal, monseñor Luis Mattera, se opuso a la sanción. Las autoridades argentinas le respondieron que el representante pontificio podía exponer libremente sus ideas en conferencias confidenciales, pero no interferir en una cuestión que era de neta competencia del gobierno argentino. Mattera siguió en su lucha e intentó evitar que arribaran a la Argentina maestras normales contratadas por el Ejecutivo en Estados Unidos para la dirección de los establecimientos de enseñanza oficiales y laicos”.64

Las maestras de Sarmiento no eran simples transmisoras de información, sino embajadoras de una civilización de la cual se enamoró el sanjuanino, quien quiso exportar aquellas instituciones a la Argentina a través de esa innovadora acción.

Como se sabe, el francés Alexis de Tocqueville también quedó maravillado al conocer in situ la forma espontánea en que actuaba la sociedad civil en Estados Unidos, donde no existían jerarquías ni privilegios basados en la sangre sino una cooperación integrada de la ciudadanía. Del mismo modo que Sarmiento, Tocqueville se sorprendió al observar el contraste con su Francia natal, a partir de la experiencia vivencial de sus dos estadías en Estados Unidos: la primera entre 1831–1833, durante la cual escribió su primera obra Del sistema penitenciario en los Estados Unidos y de su aplicación en Francia (1833); la segunda, entre 1835 y 1840, en la cual analizó

64 Andrés Cisneros y Carlos Escudé. “Las relaciones entre Argentina y el Vaticano”, en Historia General de las Relaciones Exteriores de la República Argentina. Buenos Aires, Centro de Estudios de Política Exterior, Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI) y Nuevo Hacer, Grupo Editor Latinoamericano, 1998–2003.

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en profundidad la naturaleza de la organización social de aquel país, la que quedó plasmada en su opus magna La democracia en América65. Tocqueville observaba que en “América” (Estados Unidos) reinaba la paz y no la guerra –algunas décadas antes de la Guerra Civil que azotara al país entre 1861 y 1865– y que la sociedad se organizaba en forma espontánea y crecía a través de la cooperación voluntaria:

“Mientras todas las naciones europeas quedaban asoladas por la guerra o desgarradas por discordias civiles, el pueblo americano era el único en paz del mundo civilizado. Las revoluciones conmovían a casi toda Europa; en América no había ni motines; allí la república no trastornaba, sino conservaba todos los derechos; ningún otro país garantizó como él la propiedad individual y tanto la anarquía como el despotismo quedaron inéditos”.66

Tanto Alberdi como Sarmiento eran plenamente conscientes del enorme desafío que significaba un cambio profundo de hábitos, valores, comportamientos. Sabían que desde la política podrían implementarse reformas, pero que estas no se asentarían sobre tierras fértiles si no se producía –en forma paralela– una revolución cultural en las mentes de los habitantes.

65 Alexis de Tocqueville. La Democracia en América. Buenos Aires, Editorial Trotta, 2010.66 Alexis de Tocqueville, op. cit.

99

Capítulo V

Los logros económicos durante la “Argentina liberal” (1852–1916/30)

El período 1853–1916 fue una etapa de prosperidad para la Argentina. Incluso podríamos preguntarnos sobre la conveniencia de referirnos al período 1853–1930, que es cuando termina de desarticularse el que muchos llaman “modelo agroexportador”. Lo cierto es que, como veremos a lo largo de la obra, uno de los grandes puntos de inflexión a nivel político es la Ley Sáez Peña del año 1912, cuyo resultado es la elección en 1916 del primer presidente radical, Hipólito Yrigoyen; pero el fin del ciclo económico tiene que ver con la crisis de 1930 y el cierre de los tradicionales mercados de destino a la Argentina agroexportadora, lo cual analizaremos en el capítulo respectivo.

1852 es una fecha clave, ya que marca no sólo el comienzo de la vida del país como unidad política cercana a su realidad actual, sino que –desde el punto de vista económico– representará el inicio de lo que algunos historiadores denominan período de “organización nacional” (1852–1880), que sentaría las bases institucionales para la consolidación y el crecimiento que se verificarían a partir de esa fecha.

En aquella Argentina naciente como unidad política, incluso –en el período 1852–1862– Buenos Aires no era

Guillermo M. Yeatts100

parte. Durante ese lapso, posterior a la batalla de Caseros de 1852, la cuestión clave del conflicto con Buenos Aires eran los recursos aduaneros, así como la negación de los porteños a aceptar a un líder del interior como Urquiza. Nueve años después, la batalla de Pavón significó la victoria de Buenos Aires sobre la Confederación y el nacimiento de un país unificado, bajo el liderazgo porteño, así como la extensión de este –como veremos más adelante– hacia la conquista de la Patagonia (llamada “conquista del desierto”) en las décadas subsiguientes, lo que dio origen a la morfología actual de nuestro país.

En el período 1852/3–1916/30, el actual país vivió un inusitado crecimiento económico, caracterizado por una multicausalidad de factores que confluyeron para producir ese fenómeno y que veremos a lo largo de este capítulo. Intentaremos analizar de qué forma contribuyeron factores internos y externos en aquel período de crecimiento de la historia argentina, sendero luego abandonado. Asimismo, nos preguntaremos en qué medida aquel crecimiento se basaba en profundas reformas institucionales y/o en las circunstancias enormemente favorables de aquella economía mundial para nuestro país. También –en el capítulo respectivo– nos preguntaremos si aquel modelo de país reflejaba las preferencias de una dinámica población (consecuencia del importante flujo migratorio) o la prevalencia de las convicciones e intereses del pequeño grupo que lideraba la conducción de la Argentina.

El fin de la batalla de Pavón (1862) significó la conclusión del período de conformación del Estado nacional, después de la reunificación de Buenos Aires y la Confederación. Los gobiernos siguientes de Mitre, Sarmiento y Avellaneda dedicarían sus energías a consolidar y extender este nuevo criterio de nación. La

Un país rico que se convirtió en pobre. Mitos y verdades de la Argentina. 101

guerra del Paraguay (1864–1870) y la llamada “conquista del desierto” (1878–1885) constituyen hitos clave que manifiestan esa visión.

1852–1880: Consolidación de la naciente Argentina1852 Batalla de Caseros: Urquiza derrota a Rosas.

1853 Establecimiento de la Constitución Nacional de 1853, inspirada en las ideas de J. B. Alberdi.

1862 Batalla de Pavón: Buenos Aires derrota a la Confederación.

1864–1870 Guerra del Paraguay.

1878 “Conquista del desierto” (finaliza en 1885) e incorporación de la Patagonia a la Argentina.

1880 Federalización de Buenos Aires.

El marcado incremento presupuestario evidenciado en el período 1863–1880 pone de manifiesto la forma en que el Estado nacional se fue consolidando. Desde el punto de vista presupuestario, los recursos (considerados a través del ejecutado) se multiplicaron por 3,3, pasando de 7.925.702 pesos fuertes a 26.919.305. De esta manera, la nueva nación iba tomando forma, asignando una importante porción del presupuesto a la cuestión militar, lo cual se refleja en la relevancia del rubro “Guerra y Marina”, que en 1863 representó un 42% del total y en 1880, un 47% del presupuesto nacional; es decir, prácticamente la mitad de este era dedicada a cuestiones militares.

Guillermo M. Yeatts102

Ejecuciones presupuestarias del gobierno nacional (en pesos fuertes)

Año Interior Rel. Ext. Hacienda**Justicia, Culto e

Instr. Públ.Guerra y

Mar. Total

1863 962.508 43.059 3.353.962 223.826 3.342.347 7.925.7021864 973.349 70.255 2.812.948 280.151 2.983.228 7.119.9311865 964.879 79.297 4.019.723 353.971 7.099.276 12.517.1461866 1.003.191 81.669 4.017.112 335.718 8.308.221 13.745.9111867 922.443 77.951 3.412.834 404.079 9.292.770 14.110.0771868 2.380.911 83.106 3.296.637 488.019 10.444.733 16.693.4341869 1.767.558 93.619 4.312.267 723.321 8.056.666 14.953.4311870 1.710.649 88.452 7.498.289 882.974 9.259.602 19.439.9661871 2.217.836 94.078 9.784.542 1.036.157 10.444.733 21.166.2301872 2.480.299 97.029 16.027.640 1.087.421 6.770.398 26.483.9301873 4.192.885 99.728 14.423.613 1.304.794 11.004.051 31.025.0711874 5.835.137 128.306 13.005.967 1.397.948 9.416.837 29.784.1951875 7.240.207 172.514 9.413.525 1.560.499 10.181.116 28.567.8611876 3.479.604 158.602 9.660.959 1.474.953 7.378.930 22.153.0481877 2.149.007 113.185 9.021.198 1.288.515 7.353.055 19.924.9601878 3.211.630 169.895 10.627.950 1.119.235 5.712.208 20.840.9181879 2.371.566 126.010 11.066.795 1.336.597 7.622.190 22.523.1581880 3.844.331 128.302 8.933.151 1.321.632 12.691.879 26.919.305Fuente: Elaborado sobre la base de las Memorias del Ministerio de Hacienda. * Incluyen las ejecuciones ordinarias y extraordinarias derivadas de leyes especiales y acuerdos de gobierno. ** Incluye el pago de servicios de la deuda pública, cuya incidencia oscila entre un 50 y un 90% del total ejecutado.

A lo largo de este capítulo analizaremos la economía del período 1853–1916/30, identificando factores internos y externos que han sido determinantes de este período de expansión, pues permitieron que la Argentina, para 1913, fuera el décimo país del mundo con mayor producto bruto

Un país rico que se convirtió en pobre. Mitos y verdades de la Argentina. 103

por habitante. Asimismo, que fuera señalado junto con países como Australia y Canadá como una de las futuras potencias mundiales, e incluso, según diversas fuentes, llegara a desafiar la preponderancia mundial de Estados Unidos, tal como lo evidencian las palabras del popular Diccionario Larousse de aquella época (1919):

“Todo hace creer que la República Argentina está llamada a rivalizar en su día con los Estados Unidos de América del Norte, tanto por la riqueza y extensión de su suelo como por la actividad de sus habitantes y el desarrollo e importancia de su industria y comercio, cuyo progreso no puede ser más visible”.67

La Revolución Industrial como oportunidad

Aplicando el análisis FODA (Fortalezas, Oportunidades, Debilidades y Amenazas), podríamos decir que desde fuera del país emergía una gran oportunidad caracterizada por un proceso inusitado de crecimiento económico, caída de costos de transacción que posibilitaba el comercio internacional e incremento de la demanda de productos potencialmente producibles en una tierra de las características de la Argentina. Esta confluencia de oportunidades y fortalezas generó un contexto que fue capitalizado.

A mediados del siglo XIX los efectos de la Revolución Industrial, iniciada a mediados del siglo xVIII en Gran Bretaña, comenzaban a llegar a las áreas más lejanas del

67 Diccionario Larousse, Buenos Aires, 1919..

Guillermo M. Yeatts104

planeta. Tal como hemos analizado en Raíces de pobreza,68 los efectos de esta revolución fueron determinantes en la situación de la economía argentina. En el período 1850–1914, el sistema global alcanzó su punto más alto a partir de la confluencia del patrón oro, el crecimiento del comercio internacional y la movilidad de los factores capital y trabajo. El incremento de la demanda de granos, lana, cueros y carnes consumidos por la población urbana europea superaba las posibilidades de la agricultura de aquel continente en ese momento. En consecuencia, tierras más remotas tales como Australia, Nueva Zelanda, Canadá, Sudáfrica, el medio Oeste y Oeste de Estados Unidos, Uruguay, el sur de Brasil y la Argentina ingresaron en la escena productiva.

Otro efecto de la Revolución Industrial fue la aparición y utilización de barcos de vapor que hicieron al transporte marítimo menos costoso y más veloz. Esta tecnología potenció la productividad de la navegación que, hasta ese momento, dependía de vientos y corrientes marítimas. En tal contexto, sólo en el período 1850–1910, el tonelaje de flotas mercantes del mundo se cuadruplicó y la capacidad de carga creció aun más debido a la menor duración de los viajes. Esto tuvo un concreto impacto para la Argentina: mientras que con la tecnología previa, el tiempo de un viaje entre el país y el continente europeo oscilaba entre 3 y 4 meses, este tiempo se redujo a 50/60 días con la introducción de barcos de vapor.69 Así, la distancia se volvió rentable, lo cual repercutió en una dinamización de la inversión extranjera y, para el año 1913, la Argentina contaba con el 37,34% de la inversión

68 Guillermo Yeatts. Raíces de pobreza, p. 147 y ss. Abeledo–Perrot, Buenos Aires, 2000.69 William Glade, p. 213. Citado en Raíces de pobreza, op. cit., p. 150.

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británica en América Latina.70 El barco de vapor achicó el planeta acercando a los mercados de destino a países con enorme potencial, pero fuera de las fronteras productivas hasta ese momento.

Las oportunidades emergentes de la economía global superaban con creces a las amenazas para una economía limitada, como era la de la Argentina en aquel momento. Por el lado del análisis interno del país, su superficie y fertilidad confluían con el liderazgo de un pequeño grupo convencido de la factibilidad de capitalizar las oportunidades ofrecidas por el mundo. Pero estas fortalezas debían confrontar con una arraigada estructura de intereses y prácticas incompatibles con la nueva visión del país. La figura del todopoderoso caudillo, con dominio territorial, militar y político, tal vez sea una de las caras de aquellas arraigadas instituciones. Simbolizaba la continuidad de un poderío al estilo de la lejana Edad Media en el nuevo mundo.

Los efectos positivos de la Revolución Industrial también significaron una creciente demanda de alimentos, con el consecuente incremento de los precios agropecuarios. La mayor eficiencia del transporte marítimo (a través del barco de vapor) y terrestre (simbolizado en la figura de los ferrocarriles), la posibilidad de incrementar los tiempos de preservación de las materias primas exportadas a través de frigoríficos son innovaciones clave que posibilitaron un sustancial incremento de los intercambios. Las mayores posibilidades de comerciar globalmente alentaron la movilidad de los factores de

70 Mex Winkler. “Investments of United States Capital in Latin America”, p. 280. Citado por William Glade. The Latin American Economies, p. 220.

Guillermo M. Yeatts106

producción y la inversión extranjera directa en países como la Argentina.

Revolución Industrial y crecimiento de la población mundial

Año Población (miles de millones)

1750 0,791800 0,981850 1,261900 1,65

Fuente: United Nations Population Division.

Como hemos señalado al inicio de esta obra, el crecimiento económico argentino durante el período 1853–1916/30 se basó en la capitalización de las oportunidades de los coletazos de la Revolución Industrial y se manifestó básicamente en tres áreas centrales: el incremento del comercio con el mundo (es decir, más exportaciones e importaciones); la mayor afluencia de inversiones –tanto directas como financieras– y el fenómeno inmigratorio, que significó la llegada de millones de extranjeros que representarían el recurso humano clave necesario para este crecimiento.

Más comercio con el mundo

Tal como señala Agustina Rayes en El comercio exterior argentino durante la gran expansión agroexportadora, 1900–1914, unas cuatro décadas antes de la Primera Guerra Mundial el intercambio global experimentó un crecimiento inédito y se constituyó en el motor crucial para marcar el boom de la economía argentina. En ese contexto, las exportaciones mundiales pasaron de 8.690 millones de dólares en 1896–1900

Un país rico que se convirtió en pobre. Mitos y verdades de la Argentina. 107

a 18.320 en 1911–1913, lo que significó un crecimiento de 110%. Algo similar sucedió con las importaciones, las cuales también se duplicaron con creces, ascendiendo de 9.810 millones de dólares a 19.920 en el mismo período.

Comercio global de mercaderías 1896–1913 (en millones de dólares)

Años Exportaciones Importaciones1896–1900 8.690 9.8101911–1913 18.320 19.920

Fuente: Lamartine Yates. P. (1959), “Forty Years of Foreign Trade, Londres, George Allen & Unwin Ltd.”, p. 28, en Agustina Rayes. El comercio exterior argentino durante la gran expansión agroexportadora, 1900–1914. México D.F., II Congreso Latinoamericano de Historia Económica; 2010.

Respecto del rol desempeñado por el comercio exterior en el crecimiento de la economía argentina, señala Rayes:

“Claramente, el comercio exterior fue el motor fundamental para el crecimiento económico argentino. En la actualidad, esta idea no resiste el menor debate porque las cifras son elocuentes por sí mismas. Hacia 1929 Argentina ocupaba la décima posición en el comercio exterior mundial con el 2,3% del valor de las importaciones y el 2,75% del valor de las exportaciones, liderando nítidamente en América Latina”.

También la visión de Ernesto Tornquist en The Economic Development of the Argentine Republic in the Last Fifty Years reafirma esta situación: las exportaciones del país se cuadruplicaron entre 1870 y 1890, pasando de 23.000 miles de pesos oro a 100.800, y las importaciones casi se quintuplicaron, pasando de 28.200 a 142.000 en el mismo período.

Guillermo M. Yeatts108

Comercio internacional argentino (en miles de pesos oro)

Año Exportaciones Importaciones Balanza comercial

1870 23.000 28.200 –5.2001875 52.300 58.300 –5.7001880 58.700 45.900 12.8001885 83.879 92.222 –8.3431890 100.800 142.000 –41.000

Fuente: Ernesto Tornquist & Co. The Economic Development of the Argentine Republic in the Last Fifty Years. Buenos Aires, 1919.

En el casi cuarto de siglo entre 1890 y 1914, las exportaciones crecieron más de cinco veces, pasando de 80.624.850 pesos oro a 519.423.930. Asimismo, en tal período se puede observar una caída relativa de la participación de la ganadería respecto de la agricultura. Mientras en el inicio del período considerado (1890), la ganadería representaba un 63,3% de las exportaciones totales (casi dos tercios) al final de este, 1914, sólo era de un 35,7% (un tercio). Casi lo contrario sucede con las exportaciones agrícolas, cuya participación sobre el total se incrementa de 32% en 1890 a 56,3% en 1913.

Un país rico que se convirtió en pobre. Mitos y verdades de la Argentina. 109

Participación relativa (%) de la ganadería y la agricultura en las exportaciones argentinas,

en valores corregidos, 1890–1914

Año%

exportaciones ganaderas del

total

% exportaciones agrícolas del

total

Otras exportaciones de todos los

rubros

Monto total de las

exportaciones ($ oro)

1890 63,3 32,0 3,8 80.624.8501891 60,4 22,1 16,7 83.344.7081892 58,1 30,1 11,1 89.041.2731893 55,1 31,5 12,7 93.034.2701894 59,2 31,4 8,6 104.414.6961895 60,2 30,9 7,5 129.736.1561896 60,1 29,3 9,9 128.384.7871897 70,1 15,1 13,4 108.140.3901898 65,1 25,3 8,3 152.843.7061899 60,6 32,1 6,3 188.857.3391900 45,0 45,4 7,7 160.839.7641901 53,5 36,1 9,0 178.359.7881902 57,1 31,5 9,7 195.564.8221903 49,0 41,9 7,7 237.164.8541904 39,9 52,1 6,4 278.237.4831905 43,2 48,4 6,5 339.938.6891906 41,9 49,1 7,2 308.156.6511907 41,3 50,1 7,0 312.787.9721908 31,0 61,3 6,1 382.342.7861909 37,7 53,8 6,5 416.345.9831910 41,8 48,7 7,0 390.696.6581911 51,5 38,0 7,2 351.453.6061912 40,0 53,1 5,3 513.370.1701913 35,7 56,3 6,1 519.423.930Fuente: Agustina Rayes. Las exportaciones argentinas durante la gran expansión. Productos y destinos, 1890 – 1913”, basado en datos de : ADGEN (1890–1914), SERIE, pp. 72–79.

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También Vázquez–Presedo (1971)71 muestra indicadores del crecimiento del comercio exterior argentino, comparando el período 1865–69 con 1910–14. Las exportaciones pasaron de 68 millones de pesos moneda nacional a 980 y las importaciones, de 51 millones a 130 en un lapso cercano a 40 años.

El comercio exterior durante la expansión (en pesos moneda nacional)

Período Exportaciones(en millones)

Importaciones(en millones)

Exportaciones por habitante

Importaciones por habitante

1865–69 68 86 39 511870–74 89 131 45 651875–79 105 102 46 451880–84 139 152 52 581885–89 195 270 63 881890–94 234 223 65 621895–99 298 241 70 571900–04 448 295 92 601905–09 761 607 131 1041910–14 980 932 136 130

Fuente: Vázquez–Presedo. Vicente, Estadísticas históricas argentinas. Buenos Aires, Ediciones Macchi, 1976.

El crecimiento de las exportaciones agropecuarias se verifica en diferentes productos tales como maíz –que pasa desde cero en 1860–69 hasta 5.521 toneladas métricas en 1925–29– y trigo –que crece también desde la ausencia de exportación hasta los 4.448 en el mismo período–. También se verifica crecimiento en materias primas como lino, carnes, cueros y lana.

71 Vázquez–Presedo. Vicente, Estadísticas históricas argentinas. Buenos Aires, Ediciones Macchi, 1976.

Un país rico que se convirtió en pobre. Mitos y verdades de la Argentina. 111

Argentina: exportación agropecuaria Miles de toneladas métricas, promedios anuales

Año 1860–69

1875–79

1885–89

1895–99

1900–04

1910–14

1925–29

Cueros – 70 85 100 100 125 181Lana 45 90 129 211 178 137 130Trigo 0 6 111 801 1.591 2.227 4.448Lino 0 0 51 209 475 679 1.618Maíz 0 13 277 910 1.518 3.194 5.521

Carnes – 34 45 95 161 437 805Fuente: Díaz Alejandro (1975). en P. Gerchunoff y L. Llach. El ciclo de la desilusión y el desencanto. Buenos Aires, Ariel, 2003.

Durante este período –caracterizado por la agroexportación como gran motor de la economía– observamos un importante desarrollo en indicadores clave asociados con ese proceso. Tal como señalan Di Tella y Zymelman (1967), entre los períodos 1885–89 a 1910–14, la población experimentó un crecimiento de 3 millones a 7,2, la red ferroviaria, de 6,5 mil kilómetros a 31,1 y las exportaciones de cereales del país, de apenas 389.000 toneladas a 5.294,000 toneladas, lo cual representó un incremento de 12 veces.

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El esquema agroexportador Población, vías férreas y exportaciones

Año Población (miles) Red ferroviaria (miles de km)

Exportación de cereales

(miles de ton)1885–89 3.066 6,5 3891890–94 3.612 12,7 1.0381895–99 4.219 15,0 1.7111900–04 4.860 17,7 3.0111905–10 5.803 22,2 4.8251910–14 7.203 31,1 5.294

Fuente: Di Tella y Zymelman (1967) en P. Gerchunoff y L. Llach. El ciclo de la desilusión y el desencanto. Buenos Aires, Ariel, 2003

El peso de la inversión extranjera

El flujo de capitales extranjeros desempeñó un papel central en el trípode del crecimiento de aquella Argentina, junto con el comercio internacional y la inmigración. Contrariamente a lo que, según veremos, sucedería unas décadas más adelante, la seducción exitosa del capital extranjero fue clave en la potenciación del crecimiento argentino. Si tomáramos una foto en el año 1909 veríamos, tal como lo muestra Carlos Díaz Alejandro, que la relevancia del capital extranjero como porcentaje del capital total alcanzaba al 41%. Asimismo, la inversión privada británica se mostraba como fundamental en la inversión de largo plazo, representando un 65% del total. Si miramos por sectores de actividad, veremos que el gran líder son los ferrocarriles, seguido por títulos del Estado, empresas comerciales, compañías de tierras y títulos hipotecarios, empresas inmobiliarias, tranvías, el área de gas, electricidad y agua, bancos, puertos, plantas envasadoras de carnes, entre los rubros principales.

Un país rico que se convirtió en pobre. Mitos y verdades de la Argentina. 113

El capital extranjero en la Argentina (en 1909, en millones de dólares corrientes)

Capital extranjero como porcentaje del capital total 41%Existencias de inversiones privadas extranjeras de largo plazo 2.176

Reino Unido 1.423Estados Unidos 19

Otros 733Por sector de actividad

Ferrocarriles 776Títulos del Estado 688

Empresas comerciales 193Compañías de tierras y préstamos hipotecarios 146

Compañías inmobiliarias 145Tranvías 88

Gas, electricidad, agua 56Bancos 36Puertos 21

Plantas envasadoras de carne 8Otros 40

Fuente: Di Tella y Zymelman (1967) en P. Gerchunoff y L. Llach. El ciclo de la desilusión y el desencanto. Buenos Aires, Ariel, 2003

Profundizando en la inversión británica, y tal como lo señala Irving Stone en “British Direct and Portfolio Investments in Latin America before 1914”, las inversiones de aquel origen pasaron de 2,7 millones de libras esterlinas en 1865 a 253,8 millones en 1905, tanto en forma de inversiones directas como de inversiones en títulos.

Guillermo M. Yeatts114

Inversiones británicas directas y en títulos en la Argentina (en millones de libras esterlinas)

1865 1875 1885 1895 1905– Inversiones totales 2,7 22,6 46 190,9 253,8

– Inversiones directas 0,5 6,1 19,3 97 150,4– Inversiones en títulos 2,2 16,5 26,7 93,9 103,4– Préstamos al gobierno 2,2 16,5 26,7 90,6 101,4

– Seguros a corporaciones 3,4 2,2Fuente: Irving Stone. “British direct and portfolio investments in Latin America before 1914”, Journal of Economic History, vol. 37. Septiembre de 1977. p. 706

El perfil de las inversiones británicas en la Argentina puede observarse en la siguiente tabla referida al año 1875. Esta no sólo muestra la relevancia de los préstamos gubernamentales realizados en Londres sino a través de compañías de capital compartido (especialmente en el sector bancario, ferrocarriles, tranvías, telégrafos, frigoríficos, etc.) y en inversiones directas. Señalan Carlos Escudé y Andrés Cisneros que:

“la llegada de Mitre al gobierno nacional constituyó un punto de inflexión en las vinculaciones entre la Argentina y Gran Bretaña. A partir de ese momento (1862), el carácter de la historia de las relaciones angloargentinas cambió, pues los ferrocarriles, el comercio y las inversiones reemplazaron los pronunciamientos de caudillos y los gritos de soldados revolucionarios llamando a los gauchos a la lucha”.72

72 Carlos Escudé y Andrés Cisneros. Historia general de las relaciones exteriores de la República Argentina, Buenos Aires, Grupo Editor Latinoamericano, 1998.

Un país rico que se convirtió en pobre. Mitos y verdades de la Argentina. 115

Inversiones británicas en la Argentina en 1875 (en libras esterlinas)

Cartera de inversiones Libras esterlinasPréstamos gubernamentales en Londres 12.970.100

Compañías de capital compartido 10.219.750 Bancos de Londres y Mercantil 1.600.000

Ferrocarriles 6.609.750 Cía. de Tranvías de Buenos Aires 800.000

Cía. de Telégrafo del Río de la Plata 150.000 Gas Mutual de Buenos Aires 200.000

Fábrica de Carne Liebig y Bolicua 560.000 Minas de San Juan 200.000Inversiones directas 4.000.000

1.000 granjas de ovejas de irlandeses 2.000.000Fuente: M. G. Mulhall. “The English in South America”. Buenos Aires, 1878, p. 529. En Carlos Escudé y Andrés Cisneros. Historia general de las relaciones exteriores de la República Argentina, Buenos Aires, Grupo Editor Latinoamericano, 1998.

La inmigración deseada y la inmigración recibida

Por su parte, la inmigración fue el tercer factor clave en el crecimiento económico argentino. Datos de la Dirección Nacional de Migraciones nos permiten observar que entre 1857/59 y 1920/29 la inmigración neta (las personas que ingresaron menos las que volvieron a su país) representó 3.280.951 personas. De allí la expresión popular que señala que “mientras los mexicanos descienden de los aztecas, los peruanos de los incas, los argentinos descienden de los barcos”.

Guillermo M. Yeatts116

Argentina: inmigración neta (1857–1976)Período Total1857/59 7.5241860/69 63.5141870/79 92.6871880/89 622.2021890/99 283.4721900/09 924.8891910/19 432.3321920/29 854.331

Total período 1857–1929 3.280.951Fuente: Dirección Nacional de Migraciones, 1970.

La relevancia de la inmigración recibida por la Argentina no es sólo importante desde la perspectiva de su impacto sobre la economía local, sino incluso comparando su peso con el flujo migratorio total del período 1820–1932. En tal período, Estados Unidos recibió al 57,9% del total de los migrantes del planeta, mientras que la Argentina fue el segundo país receptor, alcanzando al 11,6% del total, seguido por Canadá (9%), Brasil (7,8%) y Australia (6,1%). De esta forma, el país recibió 6,5 millones de inmigrantes que contribuirían a forjar la identidad cultural en las siguientes décadas.

Un país rico que se convirtió en pobre. Mitos y verdades de la Argentina. 117

Destino de los emigrantes europeos a ultramar (1820–1932)

PaísAño de inicio de los datos

Cantidad Porcentaje del total

Porcentaje acumulativo

Estados Unidos 1820 32.564.000 57,9 57,9Canadá 1821 5.073.000 9 66,9

Argentina 1840 6.501.000 11,6 78,5Brasil 1821 4.361.000 7,8 86,3

Uruguay 1836 713 1,3 87,6Australia 1840 3.443.000 6,1 93,7

Nueva Zelanda 1840 580 1 94,7Sudáfrica 1840 731 1,3 96

Cuba 1880 1.394.000 2,5 98,5México 1880 270 0,5 99Argelia 1893 150 0,3 99,3Chile 1850 90 0,2 99,5

Venezuela 1832 70 0,1 99,6Puerto Rico 1880 62 0,1 99,7

Antillas Británicas 1835 60 0,1 99,8Hawái 1907 40 0,1 99,9

Zimbawe 1890 30 0,1 100Perú 1850 30 0,1 100,1

Paraguay 1882 21 0 100,1Nueva Caledonia 1879 12 0 100,1

TOTAL 56.183.000Fuente: José Moya. Primos y extranjeros. La inmigración española en Buenos Aires, 1850–1930. Buenos Aires, Emecé, 2004.

La relevancia de la población europea se puede observar en la tabla siguiente, que refleja los orígenes fundamentalmente italiano y español. En el período 1869–1895, cinco de cada diez eran de origen italiano y dos, de origen español. Entre 1895 y 1914, se incrementó la inmigración española sobre el total (41,2%) y se redujo en términos relativos la italiana (35,7%). Pero en ambos

Guillermo M. Yeatts118

períodos analizados, más de siete de cada diez inmigrantes recibidos tuvieron como origen Italia y España.

Porcentaje de la inmigración recibida por la Argentina, destacándose fundamentalmente el

aporte de las corrientes italiana y españolaPeríodo

1869–1895 1895–1914 1914–1947 1947–1960Italia 50,7% 35,7% 25% 35,8%

España 20,2% 41,2% 26,2% 20,4%Resto de Europa 7,5% 11,5% 26,2% 8,3%Países vecinos 10,5% 7,5% 17,2% 28,9%

Resto del mundo 1% 4,1% 5,4% 5,6%Fuente: Guy Bourdé. Buenos Aires: Urbanización e Inmigración, Buenos Aires, Huemul, 1977. pp. 156–7, en Lic. Marcelo Garabedián, La inmigración en la Argentina moderna. Historia visual. Buenos Aires, Museo Roca, 2011.

La inmigración de origen italiano se volcó no sólo a la Argentina sino también hacia Estados Unidos y el sur de Brasil, propulsada por el sueño del fare l´America (hacer la América), escapando de las hambrunas y la pobreza en el viejo mundo. Si consideramos el período 1861–1930, veremos que casi 2,5 millones de italianos emigraron a la Argentina, mientras que 5,2 millones lo hicieron a los Estados Unidos y Canadá y 1,3 millones a Brasil.

Un país rico que se convirtió en pobre. Mitos y verdades de la Argentina. 119

Principales destinos de emigrantes italianos en América (1861–1930)

Año Estados Unidos–Canadá Argentina Brasil

1861–1870 – – –1871–1880 26.000 86.000 37.0001881–1890 251.000 391.000 215.0001891–1900 520.000 367.000 580.0001901–1910 2.394.000 734.000 303.0001911–1920 1.650.000 315.000 125.0001921–1930 450.000 535.000 76.000

TOTAL 5.291.000 2.428.000 1.336.000Fuente: Alberto Sarra. “Sull emigrazione in Argentina”. brigantaggio.net, octubre 2007.

¿Pero era deseado este boom inmigratorio vivido por la Argentina? El artículo 14 de la Constitución Nacional refleja el espíritu pro inmigración de la Carta Magna:

“Todos los habitantes de la Nación gozan de los siguientes derechos conforme a las leyes que reglamenten su ejercicio; a saber: de trabajar y ejercer toda industria lícita; de navegar y comerciar; de peticionar a las autoridades; de entrar, permanecer, transitar y salir del territorio argentino; de publicar sus ideas por la prensa sin censura previa; de usar y disponer de su propiedad; de asociarse con fines útiles; de profesar libremente su culto; de enseñar y aprender”.

Pero aquella inmigración que Alberdi proponía era claramente selectiva y tenía un fin de cambio social y no simplemente de atracción de mano de obra. La

Guillermo M. Yeatts120

Constitución Nacional en su artículo 25 ya señalaba el fomento de una inmigración europea:

“El Gobierno Federal fomentará la inmigración europea; y no podrá restringir, limitar ni gravar con impuesto alguno la entidad en el territorio argentino de los extranjeros que traigan por objeto labrar la tierra, mejorar las industrias e introducir y enseñar las ciencias y las artes”.

La inmigración europea (de algunas zonas de Europa) era –en la visión de Alberdi– la semilla de un cambio cultural profundo. Complementando las reflexiones de Alberdi encontramos una visión similar desde la perspectiva de Sarmiento en Facundo:

“Las razas americanas viven en la ociosidad y se muestran incapaces, [...] para dedicarse a un trabajo duro [...]. Esto sugirió la idea de introducir negros en América, que tan fatales resultados ha producido. Pero no se ha mostrado mejor dotada de acción la raza española [...]”.73

Esta visión de la inmigración como exportadora de valores y la diferenciación entre distintos tipos de inmigración se expresan con mayor claridad en Bases y puntos de partida… al referirse a cuál era la inmigración deseada: las “poblaciones de la Europa más adelantada en la libertad y la industria […] hay extranjeros y extranjeros”. Al respecto señala Alberdi:

73 Domingo Faustino Sarmiento. Facundo. Caracas, Biblioteca Ayacucho, 1993. p. 28.

Un país rico que se convirtió en pobre. Mitos y verdades de la Argentina. 121

“Gobernar es poblar en el sentido que poblar es educar, mejorar, civilizar, enriquecer y engrandecer espontánea y rápidamente, como ha sucedido en los Estados Unidos. Mas para civilizar por medio de la población es preciso hacerlo con poblaciones civilizadas; para educar a nuestra América en la libertad y en la industria es preciso poblarla con poblaciones de la Europa más adelantada en libertad y en industria [...] hay extranjeros y extranjeros; y que si Europa es la tierra más civilizada del orbe, hay en Europa y en el corazón de sus brillantes capitales mismas, más millones de salvajes que en toda la América del Sud. Todo lo que es civilizado es europeo, al menos de origen, pero no todo lo europeo es civilizado; y se concibe perfectamente la hipótesis de un país nuevo poblado con europeos más ignorantes en industria y libertad que las hordas de la Pampa o del Chaco”.74

“Con tres millones de indígenas, cristianos y católicos, no realizaríais la república ciertamente. No la realizaríais tampoco con cuatro millones de españoles peninsulares, porque el español puro es incapaz de realizarla allá o acá. Si hemos de componer nuestra población para nuestro sistema de gobierno, si ha de sernos más posible hacer la población para el sistema proclamado que el sistema para la población, es necesario fomentar en nuestro suelo la población anglosajona. Ella está identificada con el vapor, el comercio y la libertad, y nos será imposible radicar estas cosas

74 Juan Bautista Alberdi. Bases y puntos de partida…, op. cit.

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entre nosotros sin la cooperación activa de esa raza de progreso y de civilización”.75

A lo largo del presente capítulo hemos descripto tres grandes características de la economía del período 1853–1916/30: el crecimiento del comercio exterior a partir de la capitalización de las oportunidades del incremento de la demanda global y la caída de costos de transacción derivados de la revolución industrial; la fuerte afluencia de capitales extranjeros, especialmente británicos; y, finalmente, el flujo inmigratorio (diferente al soñado por Alberdi) que cambiaría para siempre el perfil de la Argentina.

En los siguientes capítulos, analizaremos la profundidad de estas tendencias que caracterizaron este aparente inicio de cambio institucional. Recordemos que recién a partir de 1912 llegaría el fin del llamado “voto cantado” y su reemplazo por el “voto secreto, universal y obligatorio”, lo cual reflejaría un resultado político con una brecha menor entre la Argentina real y la limitada al voto de unos pocos. Volviendo a Douglass North y su teoría sobre el cambio institucional, nos preguntamos –e iremos respondiendo a lo largo de esta obra– si el cambio constitucional (un cambio en las instituciones formales) llegó a arraigarse en los hábitos, valores y costumbres de la nueva ciudadanía de la naciente Argentina.

75 Alberdi. Bases y puntos de partida…, op. cit.

123

Capítulo VI

La Argentina que se resistió al cambio

La supervivencia de viejas instituciones

En el capítulo anterior, nos hemos referido a la economía de la llamada “Argentina liberal”. El impacto de la Revolución Industrial, la caída de los costos de transacción y la visión de una elite convencida y entusiasmada por los beneficios de una reforma institucional, fueron el eje de esta tendencia. Pero ¿fue esa la única fuerza que operaba en aquella circunstancia o convergían diferentes mareas pulseando en tensión? Asimismo, ¿qué efecto institucional tenían las nuevas energías que nacían del aluvión derivado del creciente comercio internacional, de la inversión extranjera y la fortísima oleada inmigratoria?

En este capítulo ahondaremos en las instituciones, formales e informales, que se resistieron al cambio. Nos preguntaremos cuán profundo era el cambio posible en aquella Argentina. Si era viable a través de una modificación de las normas positivas o también era necesaria una revolución, más profunda, en los valores, hábitos y costumbres de la sociedad. Si existía un consenso respecto de esta visión sobre la nueva Argentina. Si, más allá del discurso de una parte de la elite gobernante, se aplicaron reformas profundas o se mantuvieron “excepciones” en temas clave.

Guillermo M. Yeatts124

Nuestro foco estará puesto en aquella otra Argentina –de la que se habla menos– que se resistió a seguir el camino del cambio. Aquel país que se negó (en forma abierta o cerrada) a basarse en las ideas y reglas de la libertad.

Profundizaremos en algunos casos puntuales que muestran esto. En primer lugar, nos referiremos a un aspecto vinculado con la naturaleza del sistema legal: la continuidad del derecho codificado, de los regulatorios códigos positivistas –que señalan qué se puede hacer y no qué no se puede hacer– en lugar del derecho consuetudinario, más alineado con el espíritu de la Constitución de 1853. Lo paradójico de tal situación es que produce la coexistencia de una Constitución Nacional basada en el derecho anglosajón (consuetudinario) con leyes que reglamentan los derechos, en el más puro estilo codificador de la normativa hispánica.

En segundo lugar, observaremos la preservación en manos del Estado de recursos clave como los vinculados con la riqueza del subsuelo, especialmente fortalecidos a partir del descubrimiento de petróleo en Comodoro Rivadavia. En tercer lugar, analizaremos el criterio político con el cual se distribuyó la tierra en nuestro país, y el origen de los llamados latifundios. En contraste, veremos la forma en que la tierra fue asignada en la América Anglosajona.

Por último, nos referiremos a cómo las llamadas “retenciones” –impuestos a las exportaciones– no son un fenómeno contemporáneo, ni moderno, sino que nacieron y tuvieron su auge en el contexto de la llamada “Argentina liberal”, y llegaron a representar un 30% de los ingresos públicos en 1864.

Un país rico que se convirtió en pobre. Mitos y verdades de la Argentina. 125

La subsistencia del derecho codificado

Alberdi se había inspirado en el derecho norteamericano y, especialmente, en la Constitución de California para implementar un sistema jurídico–institucional diferente del que prevalecía en la Argentina. Su influencia logró establecer una Constitución muy cercana a la soñada. Pero un importante detalle quedó de lado. Más allá de la modificación de los principios constitucionales, continuó teniendo vigencia uno de los pilares de la normativa continental española: el derecho codificado, que constituía una de las vetas más peligrosas para un nuevo avance, más sutil, del Estado sobre las libertades de las personas.

Esta continuidad de la vigencia del derecho codificado, más allá de la adopción de una carta magna protectora de los derechos individuales, constituyó una de las puertas clave que posibilitaron el avance del Estado sobre las personas, avasallando sus derechos en forma legal. El artículo 14 de la Constitución Nacional señala que “Todos los habitantes de la Nación gozan de los siguientes derechos conforme a las leyes que reglamenten su ejercicio; a saber: de trabajar y ejercer toda industria lícita; de navegar y comerciar; de peticionar a las autoridades; de entrar, permanecer, transitar y salir del territorio argentino; de publicar sus ideas por la prensa sin censura previa; de usar y disponer de su propiedad; de asociarse con fines útiles; de profesar libremente su culto; de enseñar y aprender”.76

En consecuencia, a través de la interpretación de este “las leyes que reglamenten su ejercicio” (el ejercicio

76 Constitución Nacional Argentina, artículo 14.

Guillermo M. Yeatts126

de los derechos) se abrirá la puerta a la injerencia del Estado y la limitación de tales derechos individuales, a través de políticas reglamentaristas, a pesar de que el artículo 28 de la Constitución Nacional brindará una gran claridad al respecto al señalar:

“los principios, garantías y derechos reconocidos en los anteriores artículos no podrán ser alterados por las leyes que reglamenten su ejercicio”.

Pero ese reaseguro legal no fue blindaje suficiente para el avance de la codificación por sobre los derechos individuales. El jurista Ricardo Rojas destaca la claridad con que el artículo 14 debe interpretarse, como los riesgos eventuales de un entendimiento distinto:

“El artículo 14 no habla de reglamentar ‘los derechos’ sino su ejercicio, y, aunque parezca evidente, entre ambas cosas existe una diferencia abismal […] nuestros tribunales han convalidado leyes que limitan el contenido de los derechos so color de reglamentar su ejercicio, en clara violación a lo dispuesto por el artículo 28 y a la finalidad para la cual se constituyó el gobierno […]

[…] la Argentina es un caso similar al norteamericano en cuanto no sufrió un cambio sustancial en las costumbres sociales, comerciales y jurídicas después de cambiar su organización política. Pero mientras que en los Estados Unidos esas costumbres estaban basadas en el respeto al derecho de propiedad, la libertad de comercio y el individualismo, en la Argentina estaban

Un país rico que se convirtió en pobre. Mitos y verdades de la Argentina. 127

íntimamente vinculadas al intervencionismo, la reglamentación, la burocracia y la represión”. 77

En ambas tradiciones se veía una profunda diferencia: mientras el derecho hispano establecía derechos, la tradición anglosajona simplemente reconocía y protegía derechos preexistentes. Esta diferencia, que puede parecer trivial, es en realidad profunda, ya que si es el Estado el que establece derechos, también puede no reconocerlos, mientras que si simplemente protege los derechos, su rol es de naturaleza completamente diferente. El derecho anglosajón se basaba en el peso de la jurisprudencia, la cual representaba la evolución espontánea de las normas a través de los fallos judiciales, basada en los usos y las costumbres de las sociedades. Por el contrario, el derecho codificado se asentaba en normas positivas que establecían derechos. Y así como los establecían podrían removerlos, a través de la misma mecánica.

En este sentido, el derecho consuetudinario es un aspecto central en el esquema de frenos y contrapesos, ya que el derecho surge de forma gradual, espontánea, y los jueces son custodios de la evolución institucional. La codificación otorga al Poder Judicial un rol menor, ya que las normas nacen de la interacción del Poder Legislativo y el Ejecutivo. En tanto el objetivo de las normas en el common law es proteger derechos, en el derecho continental español la meta es establecerlos. Como señalamos en El robo del subsuelo, en tal contexto, el rol de los jueces es defender a los individuos contra

77 Ricardo Rojas. Cita publicada en El robo del subsuelo, op. cit., pp. 84 y 85.

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la arbitrariedad y la opresión del Estado.78 Más allá de los antídotos constitucionales, la legislación hispánica no fue derogada. El rol del legislador, en lugar de limitar el ejercicio de la libertad, fue el de regularla. Y limitarla.

El derecho codificado permitió un flagrante avance de la legislación sobre los derechos individuales, pasando –en forma aparentemente legal– por sobre las restricciones constitucionales destinadas a preservar la libertad.

La continuidad de la legislación minera colonial

Las prácticas del país, después de 1853, revelaban una continuidad con los tiempos anteriores. Otro de los ejemplos de esto, como hemos estudiado en profundidad en El robo del subsuelo,79 ha sido la vigencia de la legislación colonial en lo referente a la propiedad estatal del subsuelo, piedra angular de la tradición institucional que sustentó la Argentina, y la América hispana, desde el descubrimiento del nuevo mundo hasta el presente, generando fuertes desincentivos para el desarrollo del negocio petrolero, gasífero y mineral.

Como hemos mencionado, ni la Revolución de Mayo de 1810 ni la Independencia de 1816 marcaron una ruptura institucional profunda con las tradiciones hispanas. Más allá de los eufóricos discursos a favor de “romper las cadenas”, lo cierto es que lo se encontraba bajo el control real pasó a estar bajo la órbita estatal. Contrariamente al espíritu pro mercado de la Constitución de 1853, continuaron vigentes la propiedad estatal del subsuelo y la apropiación voraz de sus recursos, lo cual se acentuó a partir del descubrimiento de petróleo en

78 Guillermo Yeatts. El robo del subsuelo, op. cit., p. 60.79 Guillermo Yeatts. El robo del subsuelo, op. cit., p. 95.

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Comodoro Rivadavia en 1907. La continuidad del derecho codificado, que contradijo al espíritu de la Constitución Nacional, permitió el establecimiento de un Código de Minería (1886) que establecería la naturaleza legal del sector.

Incluso la Constitución de 1853 no derogó la legislación colonial, sino que ratificó la vigencia de las Ordenanzas de Nueva España y México, reconocidas por el Estatuto de Hacienda y Crédito, hasta la promulgación del Código de Minería de 1886. Mientras que el espíritu de la carta magna reconocía al derecho de propiedad y la actividad privada un rol esencial, el Estatuto de Hacienda y Crédito, destinado a ordenar el sistema rentístico y financiero de la república, lo contradecía.

La continuidad del espíritu de la legislación hispanaAño Instrumento jurídico Incentivo institucional1853 Constitución Nacional Revierte tendencia legal.

1853 Estatuto de Hacienda y CréditoReconoce la vigencia de los

Estatutos de Nueva España y México.

1871 Código Civil Corrobora la tendencia previa a partir de la codificación.

Este estatuto, redactado en forma preliminar por el doctor Mariano Fragueiro y sancionado el 9 de diciembre de 1853, establecía en su artículo primero la vigencia en todo el territorio de las Ordenanzas de México, manteniendo el mismo espíritu de la legislación colonial que otorgaba al Estado un rol clave en materia minera: propiedad estatal del subsuelo, delimitación legal de las explotaciones, creación de registros, obligatoriedad de registrarse, establecimiento de un canon o regalía, límites a la propiedad, etc. En los más de treinta años transcurridos entre la sanción de la Constitución (1853)

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y la promulgación del Código de Minería (1886), la Corte Suprema emitió fallos destacando la vigencia de las leyes coloniales de Nuevo México en esa materia, lo cual es un claro síntoma de la continuidad jurídica, a pesar del supuesto cambio.

La actitud del Estado ante el descubrimiento de petróleo en Comodoro Rivadavia en 1907 es también un indicador de la intervención gubernamental en el período 1853–1916. Mientras que el artículo 9 del Código de Minería establecía que “el Estado no puede explotar ni disponer de las minas”, sobre la base de la ley de Tierras Fiscales 4.167, del 8 de febrero de 1903, el presidente Figueroa Alcorta decretó la creación de una reserva nacional de petróleo en la que se prohibía “la denuncia de pertenencias mineras y concesión de permisos de cateo” sobre unas 100.000 hectáreas de tierra que rodeaban Comodoro Rivadavia.80 Esa práctica fue la base de las posteriores declaraciones de áreas reservadas para la exploración y producción de hidrocarburos.

Así como en el analizado caso de la continuidad del derecho codificado, más allá de los cambios institucionales establecidos por la Constitución alberdiana, la propiedad estatal de las riquezas del subsuelo mantuvo en poder del Estado el manejo de estos recursos.

Como hemos mencionado en El robo del subsuelo, en los Estados Unidos imperó el principio británico “Cujus est solum, ejus est usque ad coelum et ad inferos” (aquel a quien pertenezca el suelo, también es dueño de todo lo que se encuentra por encima y por debajo por una extensión indefinida, hasta el cielo y el infierno). Tal regla

80 Guillermo Yeatts. El robo del subsuelo, op. cit., p. 144.

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básica posibilitó que las riquezas del subsuelo fueran propiedad de los individuos y no del Estado, incentivando la toma de riesgo, la inversión y la innovación tecnológica. Por el contrario, en América Latina –y en particular en la Argentina– la propiedad estatal de los recursos del subsuelo diluyó los incentivos hacia la exploración y explotación. Y, asimismo, alentó la utilización de tales recursos para financiar regímenes políticos peligrosamente todopoderosos.

Propiedad del subsuelo

Tradición hispana Tradición sajona (Gran Bretaña–EE.UU.)

Propiedad del rey. Propiedad del superficiario.

Explotación por concesiones. Explotación por acuerdos particulares.

Regalías públicas. Regalías privadas.Actividad dependiente del favor

político. Actividad dependiente del mercado.

Fuente: Guillermo Yeatts. “Propiedad del subsuelo y privatización en América Latina. La tradición colonial en la legislación petrolera argentina”. Publicado en Propiedad del subsuelo y privatización en America Latina, Buenos Aires, FEEL, 1997.

Distribución de la tierra a partir de criterios políticos

Otro de los puntos en los que observamos una fuerte injerencia estatal son los criterios respecto de la distribución de la tierra. Tal como expone Guillermo Banzato en “La expansión territorial bonaerense, 1780–1880. Aportes de la historia local”, en los primeros años previos y posteriores a la Revolución de Mayo, buena parte de la producción vinculada a la tierra se daba en un contexto de la más marcada informalidad legal. Señala:

“[…] desde la época colonial hasta fines de la década de 1830, la puesta en producción de la

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tierra se estaba llevando a cabo, principalmente, por los sectores de medianos y pequeños productores. Entre ellos prevalecían los que no contaban con respaldo legal en la tenencia de sus parcelas.

Esta continuidad de la ocupación sin títulos, aun en un contexto en que se estaba cerrando la posibilidad de acceder a la propiedad legal de la tierra al norte del río Salado, se reprodujo en cada corrimiento de la frontera hacia el oeste y sur, a lo largo de todo el siglo XIX”.81

Bajo el gobierno de Bernardino Rivadavia se sancionó en 1826 la Ley de Enfiteusis, la cual derivó en una asignación de la propiedad de la tierra con criterios políticos. Tal norma establecía, entre otras cosas:

“Art. 1. Las tierras de propiedad pública cuya enajenación por la ley del 15 de octubre, es prohibida en todo el territorio del Estado, se darán en enfiteusis, cuando menos, durante el término de 20 años, que empezarán a contarse desde el 1.° de enero de 1827.

Art. 2. En los primeros diez años, el que las reciba en esta forma, pagará al Tesoro Público la renta o canon correspondiente a un 8% anual sobre el valor que se considere a dichas tierras, si son de pastoreo, o a un 4% si son de pan llevar”.

81 Guillermo Banzato. “La expansión territorial bonaerense, 1780–1880. Aportes de la historia local”. Anuario del Centro de Estudios Históricos Prof. Carlos S. A. Segreti. Córdoba, 2001.

Un país rico que se convirtió en pobre. Mitos y verdades de la Argentina. 133

La Ley de Enfiteusis consistía, en otras palabras, en el arrendamiento de las tierras públicas a largo plazo. Tal como señala Jesús Leguiza:

“La enfiteusis en realidad no era ni un arrendamiento ni una propiedad absoluta. El ocupante podía disponer a perpetuidad, pagando un canon, pero la tierra no era suya ni podía vender. El concepto viene del derecho romano y se aplicaba a las tierras conquistadas por el Imperio e incorporadas al patrimonio del Estado, las cuales podían ser habitadas a cambio de un quinto de sus frutos (cosechas) o un décimo de las rentas (ganancias) [...]. Según Avellaneda, en 1840 más de 9 millones de hectáreas estaban en manos de 300 personas y luego Sarmiento calculó que 13 millones de ha estaban en manos de poco más de 800 propietarios. ¡Terratenientes eran los de antes! Vélez Sarsfield elimina esta figura jurídica romana y la muerte o certificado de defunción de la enfiteusis se declara con la sanción del Código Civil, el 19 de agosto de 1876”.82

Esta visión de encontrar en la Ley de Enfiteusis el origen del sistema de latifundios que tuvo lugar en la Argentina posterior, también es señalada por Jacinto Oddone en La burguesía terrateniente argentina: Buenos Aires colonial, Capital Federal, provincia de Buenos Aires, provincia de Entre Ríos, territorios nacionales, donde señala que la mayoría de los nombres de los enfiteutas son bien conocidos. Respecto de estos apellidos, señala:

82 Jesús Leguiza. “Primer empréstito y Ley de Enfiteusis”. Ámbito Financiero, 9 de febrero de 2008.

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“[...] los oímos pronunciar todos los días. En cualquier momento los podemos leer en la crónica social de los grandes diarios de la Capital Federal y de las ciudades y pueblos de campaña [...] es seguro que por más previsores que hayan sido aquellos enfiteutas, han de haber estado lejos de sospechar que la tierra pública que el gobierno concedía en el año 1822, de valor ínfimo, casi nulo, convertiría en millonarios a sus descendientes de tercera o cuarta generación, haciéndolos dueños del suelo de la provincia”.83

La forma en que se distribuyó la tierra contrasta fuertemente con la forma en que se realizó en la América Anglosajona. En nuestro país el proceso de distribución de la tierra no se basó en unidades pequeñas, otorgadas en la medida en que fueran trabajadas productivamente, sino a través de un criterio rentista que dio como resultado la concentración de la propiedad en escasas unidades de grandes extensiones.

Un segundo hito en la distribución de la tierra (luego de la Ley de Enfiteusis) tuvo que ver con la “campaña del desierto”, llevada a cabo entre 1878 y 1885. Al respecto, comenta Pacho O’Donnell:

“Entre 1876 y 1903 el Estado argentino regaló o vendió a precio vil 41.787.023 hectáreas a 1.843 terratenientes elegidos entre funcionarios y personajes relacionados con el poder. Sesenta

83 Jacinto Oddone. La burguesía terrateniente argentina: Buenos Aires colonial, Capital Federal, provincia de Buenos Aires, provincia de Entre Ríos, territorios nacionales. Buenos Aires, Ediciones Populares Argentinas, 1956.

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y siete propietarios pasaron a ser dueños de más de 6.062.000 de hectáreas”. 84

Paradójicamente, la distribución de la tierra generada a partir de la conquista del desierto fue contrastante con el formato de distribución en otras áreas del país. El momentum político–económico, así como el creciente peso de la inmigración, desempeñaron un rol clave. En consecuencia, la morfología de la sociedad que emergió fue diferente. Así lo relata Hugo Miatello en “La agricultura y la ganadería en la República Argentina”:

“En la provincia de Buenos Aires no se adoptó el sistema de colonización, tal como en Santa Fe, Córdoba y Entre Ríos, para entregar fraccionada la tierra al inmigrante europeo. Los latifundios imperantes, el conservatismo de los terratenientes y la escasa acción oficial han detenido un tanto la evolución colonial de la provincia; la cual, por

84 Pacho O’Donnell. “La campaña del desierto. Pros y contras de una decisión geopolítica correcta y urgente”. Revista Noticias, N.º 1.742. En la opinión de este historiador, la relevancia geopolítica de la “conquista del desierto” era clave para el Estado argentino: “La ‘campaña del desierto’ fue una decisión geopolítica correcta. Y, podríamos decir, urgente. De no ocupar Argentina la Patagonia lo hubiera hecho otra nación extranjera. Chile, estimulada por Sarmiento exiliado, ya lo había hecho en el estrecho de Magallanes y reivindicaba sus derechos acompañado de una carrera armamentista que puso a ambos países al borde de una guerra. En cuanto a Gran Bretaña, es casi milagroso que no lo haya hecho dada la inmensa importancia estratégica de un territorio que le hubiese permitido controlar la comunicación entre ambos océanos, de la misma manera que con la ocupación de Gibraltar dominaba el paso entre el Atlántico y el Mediterráneo [...]”.

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otra parte, se dedicaba con preferencia, con acentuada afición, a la explotación ganadera”.85

En el mismo sentido, Ezequiel Gallo, en su libro La Pampa Gringa. La colonización agrícola en Santa Fe (1870–1895), estudia este proceso que se produjo a través de inmigrantes, pequeños y medianos productores agrícolas en otras áreas del país y sus efectos sociales, políticos y económicos en el mediano plazo. A mediados del siglo XIX, la expansión territorial se acompañó de un traspaso de tierras en manos del Estado provincial hacia pequeños productores privados.

En este contexto, el llamado “Grito de Alcorta”, del 25 de junio de 1912, constituye un acontecimiento clave en los intentos de representación política de los crecientemente organizados inmigrantes agropecuarios. En esa ocasión, la Sociedad Italiana de Alcorta se reunió en una asamblea de la que participaron más de 300 agricultores, e iniciaron una huelga reclamando una reducción de los precios de los arrendamientos y aparcerías, contratos mínimos de 4 años, entre otras cuestiones. A partir de esta convocatoria, encabezada por Francisco Bulzani, se fortaleció la idea de constituir una agrupación de chacareros y, en el marco de la Sociedad Italiana de Rosario, se fundó la Federación Agraria Argentina el 15 de agosto de 1912. Esta reacción generó un conflicto sangriento en el que murieron los dirigentes agrarios Francisco Mena y Eduardo Barros en la ciudad de Firmat, y Francisco Netri en la ciudad de Rosario. El “Grito de Alcorta” se considera la primera manifestación con fuerza política de los inmigrantes

85 Hugo Miatello. “La agricultura y la ganadería en la República Argentina”, Boletín del Ministerio de Agricultura, t. 20, N.º 7 y 8, p. 577, cit. en H. Giberti, op. cit., p. 158.

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dedicados a la actividad agropecuaria, que desafiaron a los arraigados y tradicionales propietarios de la tierra.

Las “retenciones” a las exportaciones en la Argentina liberal

Una mirada sobre el presente de los conflictos campo–gobierno parece darnos la errada idea de que las retenciones a las exportaciones agropecuarias –impuestos sobre los ingresos brutos que se generan por las ventas al exterior– fueran un fenómeno contemporáneo, consecuencia de la desesperación fiscal posterior a la crisis 2001–2002, pero en realidad ocupan largas páginas en la historia argentina. Podríamos decir que se encuentran casi en nuestro mismo ADN institucional e incluso se aplicaron, con rigor, en la Argentina alberdiana.

Tal como señalan Lucio Castro y Luciana Díaz Frers, sobre la base de datos de Orlando Ferreres, durante el siglo XIX, los derechos de exportación fueron las principales fuentes de recursos tributarios del fisco nacional, y superaron el 30% en 1864. Asimismo, ya en un contexto de país más consolidado en el siglo XX –en 1918– los ingresos por retenciones representaban 16,5% de la recaudación federal de impuestos, alcanzando un pico de casi 20% en 1920, para desvanecerse en 1933 como consecuencia de la nueva política de administrar el comercio a partir de las llamadas “Juntas Nacionales”.86

86 Lucio Castro y Luciana Díaz Frers. Documento de Trabajo N.º 14: Las retenciones sobre la mesa. Del conflicto a una estrategia de desarrollo. CIPPEC, agosto de 2008.

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Evolución de las retenciones como porcentaje del gasto público y el tipo de cambio real – 1864–1936 / 1964–2004

Como se sabe, la puja por los ingresos aduaneros tal vez sea el corazón para comprender décadas de falta de acuerdo entre Buenos Aires y las demás provincias de la Argentina anterior a 1862. Por esta razón, tienen un lugar central en la Constitución de 1853, que en su artículo 4 establece que: “El Gobierno federal provee a los gastos de la Nación con los fondos del Tesoro Nacional, formado del producto de derechos de importación y exportación [...]”. Roque Fernández señala con claridad el importante rol que tuvo la puja por la recaudación aduanera en la formación del Estado argentino, lo cual derivó en innumerables conflictos, muchos de los cuales concluyeron con acciones bélicas:

“Del conflicto sobre la administración de la caja de la aduana se pasó a las armas. La Confederación derrota a Buenos Aires en la batalla de Cepeda en octubre de 1859. Urquiza estableció su campamento en San José de Flores, y en noviembre del mismo año se firma un pacto de

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unión entre Buenos Aires y la Confederación. En octubre de 1860 Buenos Aires jura la Constitución Nacional. Se levantan los piquetes y la aduana de Buenos Aires queda dentro de la jurisdicción nacional. Esto significó que la caja de la aduana dejaba de pertenecer exclusivamente a Buenos Aires. Pero el tema no se termina en esa instancia. La legislatura bonaerense posteriormente declara nulo el Pacto de San José de Flores, y la Confederación responde interviniendo la provincia de Buenos Aires. Y de nuevo las provincias argentinas entran en guerra enfrentándose en la batalla de Pavón de septiembre de 1861, donde Buenos Aires derrota a la Confederación.

Un año antes de que venciera el plazo para llevar a cero las retenciones el mariscal López de Paraguay ataca a la Argentina, y el Poder Ejecutivo llama a una nueva convención reformadora que flexibiliza la fecha de 1866 sin poner un límite temporal que pudiera interpretarse como una falta de compromiso al esfuerzo bélico emprendido por las fuerzas militares argentinas. Pero concluida la guerra en 1870 las retenciones perdieron su razón de ser. Durante la presidencia de Mitre las retenciones llegaron a una tasa del diez por ciento, bajando luego al ocho, al seis y finalmente al cuatro por ciento. La Ley de Aduana de Juárez Celman de 1888 suprime las retenciones” .87

87 Roque B. Fernández. La ratificación por el Congreso de las retenciones móviles no elimina los vicios de fondo. Buenos Aires, UCEMA, 2008.

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En 1860, Isidoro Ruiz Moreno afirma que incluso la Convención Nacional Reformadora introdujo una enmienda para sobrellevar la pérdida de caja que significaba para Buenos Aires renunciar a los derechos de exportación. El acuerdo alcanzado fue que los ingresos por retenciones quedaran transitoriamente en manos del gobierno central “hasta 1866, en cuya fecha cesarán como impuesto nacional”.88

Como veremos más adelante, en la década de 1930 las diferentes Juntas tendrán la misión de intentar aislar el mercado local del internacional, y permitir que el Estado se apropie de esta diferencia. Durante el gobierno de Juan Domingo Perón (1946–1955) no se aplicaron retenciones debido a la operatoria de Instituto Argentino para la Promoción del Intercambio (IAPI), que tenía “metas redistributivas” similares sobre la asignación de recursos, pero volvieron a aparecer en octubre de 1955 (decreto 2.000). Mario Rapoport explica que incluso durante la “Revolución Libertadora”, mediante un decreto de octubre de 1955, se establecieron retenciones de hasta el 25% del valor exportado, existiendo una amplia lista de productos involucrados, lo cual se corroboró bajo el gobierno de Frondizi, quien fijó derechos de exportación para los principales productos agrícolas y ganaderos de entre el 10 y 20% del valor de las exportaciones.89 Tal como señala José Alberto Figueras, diversos gobiernos intermedios

88 Isidoro J. Ruiz Moreno. “El origen de las retenciones”. La Nación, 1° de junio de 2008.89 Mario Rapoport. “Un pasado de retenciones”. Página/12, 18 de mayo de 2008.

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aplicaron tales medidas, y las actuales retenciones retornaron a partir de la mencionada crisis 2001–2002.90

En síntesis, la cuestión de las “retenciones” –que actualmente es eje de la puja entre propietarios de la tierra y gobierno nacional– ha sido el tema central del conflicto entre Buenos Aires y la Confederación en el siglo XIX. Y, contrariamente a la visión idealizada de tal período, también se aplicaron impuestos a las exportaciones agropecuarias en la llamada “Argentina liberal”. Tal como señala Gerardo Gallo Candolo, este impuesto a las exportaciones, mal llamado “retenciones”, es difícil de explicar fuera de la Argentina, ya que la mayoría de los países modernos entienden que el estímulo de sus exportaciones es un factor clave para estimular el desarrollo.91

En muchos casos la idealización del período 1853–1916 ha llevado a la prevalencia de una visión excesivamente optimista e irreal respecto del período. Si bien es cierta la iniciativa a favor de la libertad de una importante porción de los grupos gobernantes, tal análisis omite la consideración de la subsistencia de profundas raíces institucionales de los hábitos, las prácticas, las costumbres y la centenaria forma de organización cargada en la herencia institucional. Consideramos que la revisión de esta “historia oficial” de aquel período puede aportar una lectura más realista para comprenderlo en su profunda totalidad.

90 Alberto José Figueras. Las retenciones: lo que se dijo y lo que no se dijo. Reflexiones sobre el impuesto a las exportaciones agrarias. Universidad Nacional de Córdoba, Facultad de Ciencias Económicas, agosto de 2008.91 Gerardo Gallo Candolo. “Argentina: Breve historia del impuesto a las exportaciones”. Independent Institute, 31 de mayo de 2008.

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Capítulo VII

Inmigración y presión hacia la apertura política

¿Queremos plantar y aclimatar en América la libertad inglesa, la cultura francesa, la laboriosidad del hombre de Europa y de Estados Unidos? Traigamos pedazos vivos de ellas en las costumbres de sus habitantes y radiquémoslas aquí.

¿Queremos que los hábitos de orden, de disciplina y de industria prevalezcan en nuestra América? Llenémosla de gente que posea hondamente esos hábitos. Ellos son comunicativos; al lado del industrial europeo pronto se forma el industrial americano. La planta de la civilización no se propaga de semilla. Es como la viña, prende de gajo.

Juan Bautista Alberdi, Bases y puntos de partida.

La prosperidad que comenzó a vivir la Argentina a partir de la segunda mitad del siglo XIX trajo aparejados cambios. En un escenario socioeconómico dinámico, el crecimiento atrajo a un número creciente de inmigrantes. Y estos comenzaron a demandar no sólo trabajo sino también derechos civiles y políticos. ¿Pero era aquel inmigrante, que llegaba a estas tierras, el soñado por Alberdi?

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El cambio que vivía el país era profundo y rápido, como un tsunami que generaba nuevas realidades económicas y sociales, redistribuía el poder y modificaba las reglas del juego. Este profundo proceso es bien documentado por Ezequiel Gallo,92 quien pone números a estos vertiginosos acontecimientos que modificaron a aquella Argentina en pocas décadas, a saber:

• la población, que en 1869 alcanzaba 1,8 millones de habitantes, llegó a 7,8 en 1914, cuadruplicándose en 45 años;

• el comercio exterior, que llegaba a los 74 millones de pesos oro en 1870, superó los 1.000 millones en 1913;

• la red ferroviaria, que sólo tenía 700 km en 1870, en 1914 totalizaba 33.000 km;

• el área sembrada, que en 1872 era de 200.000 hectáreas, en 1914 superó las 12.400.000 hectáreas.

En síntesis, en menos de medio siglo, mientras la población se mutiplicó por 4, el comercio exterior lo hizo por 12, la red ferroviaria por 40 y el área sembrada por 55. El progreso económico trajo aparejado un profundo cambio social y en la cultura institucional.

A diferencia del dócil criollo, el nuevo jugador fue el “gringo”, que llegó movilizado por la búsqueda de un progreso material y social. Tal vez el concepto de fare l’América (“hacer la América”) sea una de las frases que simbolicen el espíritu de aquel inmigrante que llegaría para trabajar e implantar sus hábitos, valores y

92 Ezequiel Gallo. “Liberalismo y crecimiento económico y social: Argentina (1880–1910)”, en Revista de Instituciones, Ideas y Mercado N.º 49, octubre de 2008, pp. 233–243.

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cultura en el nuevo mundo. A diferencia de los pilgrims norteamericanos, impulsados por la búsqueda de libertad religiosa, los migrantes hacia la Argentina se movilizaban más por motivaciones de progreso económico, el escape de la pobreza en sus países de origen y la posibilidad de generar en el nuevo mundo un horizonte de progreso para su descendencia. La inmigración europea se enraizó en la Argentina y un nuevo país emergió. En contraste con lo soñado por Alberdi, y como hemos detallado en el capítulo respectivo, no fueron exclusivamente la “libertad inglesa, la cultura francesa, la laboriosidad del hombre de Europa y de Estados Unidos” las corrientes inmigratorias que predominaron.

La dinámica social permitió que en muy poco tiempo una nueva Argentina surgiera como consecuencia de esta migración. Los –en principio– callados extranjeros fueron echando raíces y conociendo la lengua local, e incluso la modificaron dando origen al “lunfardo”, una mezcla espontánea del castellano con distintos idiomas extranjeros, especialmente lenguas o dialectos hablados en los actuales territorios de España e Italia.

Los inmigrantes se asentaron y comenzaron a reclamar derechos e instaurar tendencias sociales y políticas prevalecientes en Europa, tales como el sindicalismo, el anarquismo y otros movimientos obreros. Muy rápido comenzaron a prosperar, ascender socialmente y pudieron dar a sus hijos una educación que los igualó, en tal sentido, con los sectores más elevados de la sociedad. En apenas una generación, padres analfabetos vieron doctorarse a sus hijos, alcanzando el más alto grado académico, e ingresando en la cima de una sociedad que adquiría una nueva forma y distribución de poder.

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Presiones para modificar un sistema electoral cerrado

Una Argentina electoralmente distinta nacía como consecuencia necesaria del mismo proceso de crecimiento económico. Los nuevos habitantes del país eran más educados que las generaciones previas y demandaban mayor participación política. Los datos sobre las tasas de alfabetismo revelan un exponencial crecimiento en este período: mientras en 1869 casi un 75% de los habitantes no sabían leer ni escribir, hacia 1914 los analfabetos eran apenas 35,9% de la población.

Evolución del analfabetismo en Argentina 1869–1980. Porcentaje sobre el total de la población de 14 años y más

Año Tasa de analfabetismo1869 77,41895 53,31914 35,91947 13,61960 8,51970 7,41980 6,11991 3,7 (1)

Fuente: La educación de jóvenes y adultos – Estado de situación en la Argentina – Ministerio de Educación de la Nación, agosto de 2000, que cita a CFI Analfabetismo en Argentina. Evolución y tendencias actuales, Buenos Aires, 1963. Ministerio de Educación y Justicia, CONAFEP, Plan Nacional de Alfabetización, Buenos Aires, 1985. (1) Tasa de analfabetismo en la población de 10 años y más.

La extensión del alfabetismo, así como la desvinculación de la religión respecto de la educación a partir de la Ley de Educación Común 1.420, aprobada el 8 de julio de 1884 durante la administración de Julio A. Roca, posibilitaron el achicamiento de la brecha cultural

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dentro del país. Asimismo, la aplicación del principio de la enseñanza laica en las escuelas generó un profundo enfrentamiento con la Iglesia Católica. Afirma Luján Mabel Duro que esta norma colaboró para el logro de cohesión social en un contexto de ingreso al país de las mencionadas corrientes migratorias, enseñándoles a las nuevas generaciones el idioma local, la lecto–escritura, las cuatro operaciones básicas, así como otras cuestiones destinadas a promover la “conciencia de Nación”, tales como la participación en las celebraciones nacionales, el respeto por los símbolos patrios, entre otras cuestiones.93

Pero en esta campaña de expansión de una “historia oficial”, José I. García Hamilton señala que fue Figueroa Alcorta quien asumió el desafío de homogeneizar a los hijos de inmigrantes y, en consecuencia, inició una campaña de educación patriótica a través de la escuela pública y el servicio militar obligatorio. Por su parte, Carlos Escudé afirma respecto de la “educación patriótica”:

“Estos programas agudizaron fuertemente el carácter ‘nacionalizante’ de los programas anteriores, que no estaban para nada desprovistos de esta dimensión. El programa de historia pasó a ser exclusivamente de ‘historia patria’, enfatizándose sus ‘aspectos dramáticos’. El programa de instrucción cívica establecía que la fórmula ‘el primero y principal deber del hombre y del ciudadano es amar, honrar y servir a su Patria, trabajando por su prosperidad interior y por su grandeza y su gloria en el exterior’,

93 Luján Mabel Duro. “¿Qué cambios promovió la Ley Federal de Educación en cuanto a las prácticas escolares y los recursos que se asignaron a tal fin?”. Sociedad Argentina de Análisis Político. VII Congreso Nacional de Ciencia Política. Córdoba, 2005.

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debía ser aprendida de memoria y ‘comentada inteligentemente por los alumnos’”.

El autor de los planes de enseñanza unificada que se aprobaron en 1910, Ernesto A. Bavio, destacaba que: “La Alemania ha sacado gran partido de la enseñanza de la historia bajo el punto de vista nacional y patriótico porque reconoció que el objeto principal de la historia era vivificar el sentimiento nacional y el amor a la patria a fin de obtener su unificación por medio del cultivo del patriotismo. [...] El Estado alemán se apodera del niño apenas empieza a balbucear y ya no le suelta; le manda que se eduque, que aprenda los hechos más notables de su historia, los sacrificios que la patria impone, el respeto que se debe a la ley y la obligación en que está de defenderla con su sangre y con su vida”. Carlos Escudé muestra cómo Bavio redactó un “catecismo patriótico” que debía ser memorizado por los niños, luego reemplazado por el de Enrique de Vedia. Mariano Plotkin rescata un elocuente párrafo de este catecismo, que rezaba:

“Maestro – ¿Cuáles son los deberes de un buen ciudadano?

Alumno – El primero, amar a la patria.Maestro – ¿Antes que a los padres?Alumno – ¡Antes que a todo!”94

Destaca Lucía Lionetti que el rol de la educación era mucho más que transmitir conocimiento. Era un instrumento de consolidación de la “identidad nacional”: Afirma al respecto:

94 Mariano Plotkin. “Política, educación y nacionalismo en el Centenario”, Todo es historia. Buenos Aires, septiembre de 1985, p. 72.

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“La vastedad del territorio y la población heterogénea se convirtió en un desafío para quienes entendieron como prioritario promover el sentimiento de fidelidad a la patria […].

[…] Junto al ‘buen inmigrante’ podía venir también el ‘mal inmigrante’. Para ese mal se pensó en un remedio. La educación era el mejor anticuerpo para preservar a la comunidad de la inestabilidad [...].

La escuela se convirtió en activa participante para fijar una determinada versión de los ‘hechos gloriosos’. Las celebraciones de los aniversarios de la Revolución del 25 de Mayo de 1810 y de la Declaración de la Independencia del 9 de Julio de 1816 fueron la ocasión para que la institución hiciera su despliegue público […]”.95

Pero el régimen electoral vigente antes de la llamada Ley Sáenz Peña constituía un claro obstáculo al ingreso de nuevos jugadores a la arena política. Como analizaremos más adelante, el voto “cantado” generaba condiciones restrictivas y una competencia limitada. No obstante, la vigencia del sufragio secreto, universal y obligatorio dio origen a nuevas condiciones en el mercado político y marcó el fin del juego de aquella Argentina agroexportadora basada en una competencia electoral limitada.

95 Lucía Lionetti. “La función republicana de la escuela pública: la formación del ciudadano en Argentina a fines del siglo XIX”. Revista Mexicana de Investigación Educativa, vol. X, N.º 27, septiembre de 2005, Sección Investigación: pp.1.225–1.259.

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Voto antes y después de la Ley Sáenz Peña de 1912 (8.871)Norma electoral predominante Ley 140 de 1857 Ley Sáenz Peña, desde

1912Publicidad del voto “Cantado” (público) Secreto

Acceso al voto Restringido UniversalCarácter Voluntario Obligatorio

Género Sólo varones Sólo varones (mujeres desde 1947)

Naturaleza del mercado político Acotado a elites Ampliación del mercado

políticoMorfología del mercado

electoral Oligopolio Competencia más abierta

Economía prevaleciente Agroexportación Sustitución de importaciones

El progreso económico permitió que se instaurara el voto secreto y universal masculino a partir de la Ley Sáenz Peña, y en consecuencia se manifestara la “voluntad general”, parafraseando a Rousseau, de los ciudadanos, que ya no coincidía en muchos aspectos con la de la Generación del 80.

La creciente demanda de apertura política por parte de los habitantes se manifestó en diversos acontecimientos de trascendencia política, que serían puntos de ruptura en una tendencia pro statu quo. Uno de ellos fue la Revolución del 90 o Revolución del Parque, insurrección producida el 26 de julio de 1890 durante la presidencia de Juárez Celman (sobrino de su antecesor, Julio A. Roca). Si bien este intento llevado a cabo por la naciente Unión Cívica –con personalidades tales como Leandro Alem, Bartolomé Mitre, Aristóbulo del Valle y Bernardo de Irigoyen, entre otros– fue acallado, su relevancia llevó a la renuncia del presidente, quien fue reemplazado por el vice Carlos Pellegrini. Este proceso se produjo en el contexto de la agudización de la crisis económica iniciada

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en 1889, caracterizada por una creciente inflación, crédito restringido, caída de exportaciones y baja de títulos públicos.96

Los dirigentes de la Unión Cívica rechazaban la legitimidad del régimen gobernante que –en su visión– se basaba en el fraude electoral. La carta enviada por Leandro Alem al presidente de la Unión Cívica de Mendoza, sólo 17 días después de producirse la fracasada revolución, refleja la demanda de derechos exigidos por esta revolución:

“[…] La república sabe que el nuevo partido ha inscripto en su bandera de principios la honradez administrativa, la libertad de sufragio, el régimen municipal, la autonomía de las provincias y el castigo del fraude electoral y de las malversaciones del tesoro público. Este programa amplísimo, progresista e impregnado de un espíritu esencialmente nacional, lejos de lesionar los derechos e intereses de ninguna provincia, hará la felicidad de todas, puesto que se propone realizar las más adelantadas conquistas del derecho político [...].

[…] La libertad necesita ser conquistada y conservada por la conducta digna y perseverante del mismo pueblo, y si este en vez de merecer o exigir con entereza gobiernos libres y honrados, se presta dócilmente a la explotación de círculos menguados o de sus gestiones personales, siempre peligrosas, tendrá el gobierno creado

96 César Arrondo. “La revolución del Parque”. Foro Nacional de Historiadores Radicales. Unión Cívica Radical. Buenos Aires, 2013.

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por su inepcia y por su cobardía; es decir, tendrá el gobierno que merezca su propia indignidad”.97

Este origen de la Unión Cívica estaría fuertemente ligado a la búsqueda de apertura del sistema político, así como al intento de representación de las clases bajas inmigrantes y descendientes de inmigrantes,98 que iban adquiriendo mayor protagonismo económico pero aún se mantenían sin posibilidades de influir en el sistema político.

Ley de Residencia: tensión entre el “orden y progreso” y el naciente sindicalismo

Mientras en el momento de la sanción de la Constitución de 1853 era fundamental atraer población hacia la Argentina, ya –medio siglo después– la necesidad de inmigrantes se encontraba más satisfecha y prevalecía el deseo de “orden” por sobre el de la afluencia masiva de inmigración. La ley 4.144 de Residencia de 1902, establecida durante la segunda presidencia del general Roca, es un síntoma clave de esta nueva posición al respecto. Tal como lo señalan Marián Bentancurt, Cecilia Chemes, María Belén Gómez Cane y Natalia Teplitz en su trabajo “La inmigración en la legislación argentina”, la población extranjera generó nuevas situaciones de conflicto, especialmente como consecuencia de las ideas anarquistas y socialistas que tomaban fuerza en Europa y que llegaban al país especialmente de la mano de

97 Alem, su vida, su obra, tragedia de su muerte, las doctrinas democráticas del fundador de la Unión Cívica Radical a través de documentos, discursos y escritos. Buenos Aires, Editorial Alem, 1928, pp. 77–81.98 Unión Cívica Radical. “Presencia en la historia”. www.ucr.org.ar.

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inmigrantes españoles e italianos. Recurrentes huelgas y atentados laborales hicieron que el inmigrante fuera considerado peligroso.

Comenta Eduardo A. Zimmermann en “Sindicatos y política en la Argentina” que esta etapa de las organizaciones sindicales –promovida por los anarquistas– se caracterizó por la acción directa y la huelga como forma de lucha. Ejemplo de esto no son sólo las huelgas de 1902, sino también numerosas expresiones populares y atentados como las manifestaciones del 1.º de mayo de 1909 y el asesinato de Ramón Falcón, jefe de Policía.99

En ese contexto, la Ley de Residencia (impulsada por el entonces senador Miguel Cané en 1899) posibilitaba la expulsión de los extranjeros considerados indeseables, especialmente los líderes sindicales, sin juicio previo. Cuatro de sus cinco artículos son los siguientes:

“Artículo 1.º: El Poder Ejecutivo podrá ordenar la salida del territorio de la Nación a todo extranjero que haya sido condenado o sea perseguido por los tribunales extranjeros por crímenes o delitos comunes.

Art. 2.º: El Poder Ejecutivo podrá ordenar la salida de todo extranjero cuya conducta comprometa la seguridad nacional o perturbe el orden público.

Artí. 3.º: El Poder Ejecutivo podrá impedir la entrada al territorio de la república a todo extranjero cuyos antecedentes autoricen a

99 Eduardo A. Zimmermann. “Sindicatos y política en la Argentina (1900–1943)”. Revista Libertas 2, Instituto Universitario ESEADE, mayo de 1985.

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incluirlo entre aquellos a que se refieren los artículos anteriores.

Art. 4.º: El extranjero contra quien se haya decretado la expulsión, tendrá tres días para salir del país, pudiendo el Poder Ejecutivo, como medida de seguridad pública, ordenar su detención hasta el momento del embarque”.

Claramente, la Ley de Residencia fue un intento por acallar, tapar, reprimir la naturaleza de una nueva tradición política que se arraigaría en la Argentina, llegada en barcos desde una Europa mediterránea con una cultura sindical, mucho más rebelde que la del sumiso habitante originario de América.

El creciente peso y frontalidad de las agrupaciones obreras quedarían también de manifiesto en otros acontecimientos que se darían en los años posteriores, tales como la llamada “semana trágica” (del 7 al 14 de enero de 1919) a partir de la toma de los Talleres Vasena en reclamo de mejoras en las condiciones laborales. El conflicto dejó la abrumadora cifra de entre 141 a 700 muertos, según la fuente que se considere.

Integración y expulsión de extranjeros en dos normas

Ley de Educación Común 1.420 Ley de Residencia 4.144

Año 1884 1902

Meta Apertura educativa y laica Expulsión de extranjeros que cometan crímenes

Objetivo Integración de inmigrantes a la sociedad

Control de comportamientos políticos de inmigrantes

Desafiando los riesgos de expulsión del país derivados de la Ley de Residencia, en 1912 sucedería

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otro hecho que marcaría un punto de inflexión en la historia política argentina: el llamado “Grito de Alcorta” fue una rebelión de pequeños y medianos arrendatarios rurales que tuvo origen al sur de la provincia de Santa Fe (en la ciudad de Alcorta) y se propagó a lo largo de la región pampeana. A través de una huelga por tiempo indeterminado se reclamaba rebaja general de los arrendamientos y aparcerías, contratos mínimos de cuatro años, entre otros puntos. Este hito marcó el “ingreso a la cancha política” de los chacareros inmigrantes –especialmente italianos y españoles– como jugadores con peso propio. Al mismo tiempo, representó el nacimiento, en Rosario, de la Federación Agraria Argentina el 15 de agosto de 1912, como su entidad representativa, contrastante con la Sociedad Rural Argentina.

Ley Sáenz Peña y la aparición de la Argentina real

Las mayores demandas de una sociedad de creciente dinamismo y disconformidad manifiesta, llevaron a la sanción de la Ley Sáenz Peña, la cual modificaría el escenario electoral. El cambio de reglas de juego político, así como la ampliación del espectro de votantes, modificaron por completo el mercado electoral y, como es obvio, la incorporación de nuevos votantes que no pensaban necesariamente igual que los anteriores. En el período previo, existía una confluencia de intereses por parte del sector agropecuario en el mantenimiento del que sus críticos llamaron “modelo agroexportador”.

Hasta ese momento, la cuestión electoral se manejaba sobre la base de la ley 140 de 1857, que permitía un voto masculino, a viva voz y por una lista completa. Este carácter público del voto hacía que fuera fácilmente manipulable. La carta de Sarmiento a su amigo

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Oro deja bien clara la estructura de incentivos vigente en la competencia electoral:

“Nuestra base de operaciones ha consistido en la audacia y el terror que, empleados hábilmente, han dado este resultado admirable e inesperado. Establecimos en varios puntos depósitos de armas y encarcelamos como unos veinte extranjeros complicados en una supuesta conspiración; algunas bandas de soldados armados recorrían de noche las calles de la ciudad, acuchillando y persiguiendo a los mazorqueros; en fin: fue tal el terror que sembramos entre toda esta gente con estos y otros medios, que el día 29 triunfamos sin oposición”.100

Edgardo Zablotsky, en su trabajo “La ley Sáenz Peña: su efecto sobre la política económica argentina”, señala que en los actos electorales previos a la ley de referencia: a) contaba con la participación de una ínfima porción de la población, que en promedio alcanzaba al 1,7% (mientras que, por ejemplo, el acto electoral de 1983 tuvo una participación del 52% de la población); b) el fraude era una característica central del acto electoral. Algunas de esas prácticas eran tanto la inscripción indebida y la omisión de nombres en el Registro Electoral, en el cual figuraban ciudadanos ausentes y muertos, como la votación en grupo de paisanos que votaban a la vez y dispersaban a la oposición, o como la apertura de los registros y el reemplazo de los votos emitidos, a través de la destrucción y cambio de las boletas. Finalmente, la compra de votos era una práctica habitual, por la que los

100 Domingo Faustino Sarmiento. “Carta a Domingo de Oro, 17 de junio de 1857”, en, Milcíades Peña. La era de Mitre, Buenos Aires, Fichas, 1973.

Un país rico que se convirtió en pobre. Mitos y verdades de la Argentina. 157

ciudadanos recibían un vale que era cambiado por dinero una vez concretado el voto, en el comité del partido.101

En ese contexto, el presidente Sáenz Peña implementó su reforma a través de tres leyes: las 8.129 y 8.130 de 1911, y la ley 8.871, sancionada en 1912. La primera imponía el enrolamiento obligatorio y la unificación de los registros electorales con los registros militares. La segunda delegaba en los jueces electorales la responsabilidad de la formación de padrones. Por su parte, la ley 8.871 –conocida como Ley Sáenz Peña– estableció el sufragio masculino universal, secreto y obligatorio para todos los ciudadanos nativos o naturalizados mayores de 18 años. Esta ley fue sancionada por el Congreso en 1912.

Dadas las nuevas reglas, el resultado en la primera elección post reforma fue claramente diferente de los anteriores: mientras entre 1853 y 1910, el porcentaje de votantes no superaba el 2,8% del total de la población, tras la sanción de la Ley Sáenz Peña creció en forma nunca vista, hasta alcanzar el 8,8% del total de los votantes.

101 Edgardo Zablotsky, La ley Sáenz Peña: Su efecto sobre la política económica argentina. CEMA, julio de 1991, N.º 17, pp. 11 y 12.

Guillermo M. Yeatts158

Proporción de votantes en las elecciones presidenciales 1853–1983

Año Presidente electo Población totalProporción

de votantes

1853 Urquiza 640.000 1,0%1859 Derqui 1.280.000 1,0%1862 Mitre 1.400.000 1,0%1868 Sarmiento 1.688.000 1,0%1874 Avellaneda 2.154.000 1,2%1880 Roca 2640.000 2,0%1886 Juárez Celman 3.094.000 2,0%1892 L. Sáenz Peña 3.858.000 2,0%1898 Roca 4.462.000 2,0%1904 Quintana 5.716.000 2,5%1910 R. Sáenz Peña 7.092.000 2,8%1916 Yrigoyen 8.300.000 8,8% *1922 Alvear 9.368.000 8,8%1928 Yrigoyen 11.282.000 12,9%1931 Justo 12.167.000 11,1%1937 Ortiz 13.490.000 14,2%1946 Perón 15.654.000 17,2%1951 Perón 17.625.000 42,3 **1958 Frondizi 19.250.000 47,1%1963 Illia 21.688.000 43,0%1973 Cámpora 24.820.000 49,2%1973 Perón 24.820.000 48,6%1983 Alfonsín 29.630.000 52,0%

Fuente: Statistical Abstract of Latin America, capítulo 34, en Edgardo Zablotsky. “La Ley Sáenz Peña: su efecto sobre la política económica argentina”. CEMA, N.º 17, julio de 1991. * Primera elección posterior a la Ley Sáenz Peña.** Primera elección incluyendo el voto femenino. El 23 de septiembre de 1947 fue promulgada la denominada Ley del Voto Femenino (N.º 13.010), que se puso en práctica en las elecciones del 11 de noviembre de 1951.

Un país rico que se convirtió en pobre. Mitos y verdades de la Argentina. 159

Es interesante la visión de Martín Lagos en su trabajo “Rasgos socioculturales, liderazgos, educación y crecimiento: Algunas observaciones, reflexiones e hipótesis sobre el caso argentino”; señala que lo acaecido entre 1852 y 1940 tuvo que ver más con “el liderazgo de hombres que, aun estando plenos de carencias y defectos, supieron llevar a la Nación por caminos opuestos a los que dictaban aquellos instintos o rasgos socioculturales contrarios al desarrollo”.102 En consecuencia, la Argentina 1853–1916 no reflejaría las reales preferencias del mercado político que sí se harían observables a partir de la modificación de las normas electorales.

En consecuencia, una vez que la ciudadanía pudo expresar sus preferencias a través del voto, las demandas políticas serían diferentes de las anteriores. A esta nueva circunstancia debemos sumarle un factor adicional: la nueva oleada inmigratoria que modificó el perfil cultural de la sociedad, ascendiendo socialmente, reclamando derechos, en un contexto de extensión educativa. Baste señalar que en las primeras décadas del siglo XX se expandió fuertemente la población escolar, que alcanzó a siete de cada diez niños de entre 6 y 13 años.103

Luego de estas reflexiones, nos preguntamos nuevamente: ¿por qué la Argentina abandonó el aparentemente exitoso camino seguido entre 1853 y 1916? Nos animamos a sugerir que el llamado “modelo agroexportador”, era sin duda muy positivo para la economía del país según los indicadores analizados. Pero,

102 Martín Lagos. “Rasgos socioculturales, liderazgos, educación y crecimiento: Algunas observaciones, reflexiones e hipótesis sobre el caso argentino”. ESEADE, 15 de noviembre de 2007.103 Susana Pires Mateus. “La formación de docentes en arte: un desafío”. Formación Docente, 13 de agosto de 2010.

Guillermo M. Yeatts160

asimismo, no reflejaba la demanda de las mayorías, que permanecían acalladas en las reglas de juego electorales restrictivas, que caracterizaban no sólo a la Argentina sino a prácticamente todos los países desarrollados del planeta.

Un país rico que se convirtió en pobre. Mitos y verdades de la Argentina. 161

Anexo estadístico

Sufragio universal masculino Cronología en países seleccionados

País Año

Alemania 1871 Revocado durante la Alemania nazi (1933–1945)

Nueva Zelanda 1893Finlandia 1906Argentina 1912 Ley Sáenz PeñaNoruega 1913

Dinamarca 1915Rusia 1917

Austria 1918República Checa 1918

Eslovaquia 1918Estonia 1918Hungría 1918

Luxemburgo 1919Países Bajos 1919

Polonia 1919Suecia 1921

163

Capítulo VIII

El fin del “modelo agroexportador” y el retorno de las viejas instituciones

La década del 30 es conocida como un retorno al cierre de la economía argentina. ¿Pero ha sido tan lineal la historia? ¿Ha sido simplemente un antes y un después o bien un proceso lento, más híbrido y complejo que la pureza de las simplificaciones?

Una de las metas de esta obra es explicar el fin del llamado “período liberal” en la Argentina. Hasta el momento vimos que, si bien ese período tuvo muy interesantes facetas vinculadas a las ideas de la libertad en sus líderes, también tenía otros aspectos esencialmente alejados de lo que podríamos asociar con ella. En el capítulo anterior hemos mostrado cuestiones clave –en términos de intervención del Estado– que tuvieron vigencia durante el período 1853–1916. La distribución de la tierra de acuerdo con criterios políticos, la subsistencia de un sistema legal codificado más allá del espíritu aperturista de la Constitución de 1853, la permanencia de la propiedad del subsuelo en manos del Estado, así como la llamativa (o no) existencia de algo similar a las actuales “retenciones” a las exportaciones (derechos de exportación) que representaban una importante porción de los ingresos tributarios nacionales, son algunos de los hechos que nos muestran aspectos no tan liberales en la llamada “Argentina liberal”.

Guillermo M. Yeatts164

Al mismo tiempo, vimos normas tales como la Ley de Residencia –orientada a restringir la expresión del creciente movimiento anarquista y sindical, también fuertemente influido a partir de los movimientos migratorios–, la cual constituye otra cara de la más popular actitud de tolerancia hacia la inmigración. Finalmente, como lo analizamos en el capítulo respectivo, la llamada “Argentina liberal” se produjo en un contexto de un voto que no era secreto ni universal y permitía una alta manipulación del electorado, lo cual queda demostrado en la primera elección posterior a la profunda reforma que implicó la Ley Sáenz Peña, que dio como resultado la asunción del primer presidente radical, Hipólito Yrigoyen.

También vimos el efecto que tuvo la inmigración sobre la cultura política, así como los intentos por implantar una identidad nacional en distintas instancias de la “Argentina liberal”. En el capítulo anterior tratamos sobre el nacimiento, crecimiento y consolidación del anarquismo–sindicalismo que, como poder, se fue dando a partir de las últimas décadas del siglo XIX, definiéndose en las primeras décadas del XX. El voto secreto acrecentó la participación ciudadana y las reglas dejaron de ser sólo armadas por un pequeño grupo para dar paso a una competencia política más amplia. El nuevo partido gobernante, el radicalismo, debería lidiar con los movimientos de trabajadores. Paradójicamente, Hipólito Yrigoyen –quien fuera el primer presidente elegido en elecciones abiertas y competitivas– sería, a la vez, el primer mandatario que sufriera un golpe de Estado. La caída del partido radical significaría el inicio de un período de más de medio siglo de alternancia de golpes cívicos–militares, emergencia del populismo peronista y su prohibición.

Un país rico que se convirtió en pobre. Mitos y verdades de la Argentina. 165

Tal como lo analizamos en los capítulos anteriores, la complejidad del rol desempeñado por el partido de Yrigoyen es sintetizada con claridad por el historiador David Rock en su obra El radicalismo argentino:

“La Unión Cívica Radical desempeñó un papel decisivo en la presión ejercida sobre la elite conservadora para que promulgase las medidas de reforma (1912). Cuatro años más tarde, cuando obtuvo la presidencia (1916), una nueva era se inició en la política argentina. El radicalismo fue la primera fuerza política nacional importante en la Argentina, y uno de los primeros movimientos populistas latinoamericanos. No obstante, teniendo en cuenta su posterior vinculación con la clase media urbana, interesa recordar que el partido tuvo sus orígenes, en la década de 1890, en una minoría escindida de la elite; sólo después de iniciado el nuevo siglo desarrolló sus rasgos populistas, al convertirse en un movimiento de coalición entre el sector de la elite e importantes sectores de las clases medias”.104

Desde el punto de vista económico, a lo largo de este capítulo analizaremos la transición entre el fin del llamado “modelo agroexportador” (1853–1916/30) y el también denominado “modelo de sustitución de importaciones” –nacido a partir de la década de 1930– que caracterizaría buena parte del siglo XX.

104 David Rock. El radicalismo argentino, 1890–1930. Buenos Aires, Amorrortu Editores, 2010.

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De la “apertura agropecuaria” al “cierre industrialista”

“Modelo” agroexportador “Modelo” de sustitución de importaciones

Período de “vigencia” 1853–1916/30. 1930–1989.

Objetivo Crecimiento a través de la agroexportación.

Sustitución de importaciones con producción nacional, dejando de depender de exportaciones de commodities agropecuarios, en un contexto de cierre de mercados y caída de sus precios internacionales.

Migración Inmigración de otros países hacia la Argentina.

Migración interna, del interior a las capitales, que concentran la actividad industrial.

El fin de este análisis no es encontrar culpables al analizar períodos históricos, sino reconocer tendencias pro cambio pero también otras tendencias institucionales, arraigadas por siglos, que se opusieron férreamente a un cambio de rumbo.

Fortalecimiento del llamado “movimiento obrero”

En las primeras décadas del siglo XX, el llamado “movimiento obrero” fue creciendo y consolidándose. Tal como analizamos, la inmigración posibilitó la llegada de hábitos y costumbres anarquistas y sindicales de la Europa continental. La Ley de Residencia fue el manifiesto abierto que expulsaba a sectores inmigrantes que desafiaban las reglas de juego vigentes. Rubén Rotondaro señala que la cantidad de huelgas –síntoma del crecientemente activo rol del sindicalismo– se fue incrementando, pasando de apenas una en el año 1878 a veintiséis en 1896, es decir, casi dos décadas después.

Un país rico que se convirtió en pobre. Mitos y verdades de la Argentina. 167

Primeras huelgas (1878–1896)

AñoNúmero

de huelgas

Oficios comprendidos

1878 1 Tipógrafos.1887 1 Zapateros.

1888 2 Maquinistas ferroviarios y obreros de los talleres Solá (ex Ferrocarril del Sud, hoy Gral. Roca).

1889 3 Obreros y ferroviarios de los talleres Solá, carpinteros y albañiles.

1890 4 Albañiles, carpinteros, zapateros y obreros ferroviarios.1891 2 Obreros ferroviarios de los Talleres Solá y sombrereros.

1892 7 Sombrereros, tipógrafos, peluqueros, faroleros, peones municipales, obreros ferroviarios y tabaqueros.

1893 3 Zapateros, yeseros y cigarreros.

1894 9Albañiles, ebanistas, curtidores, vidrieros, hojalateros, yeseros, cocheros de tranvías, descargadores de carbón.

1895 19

Yeseros, estibadores, marinos, calafateros, carpinteros de ribera, caldereros, peones del puerto, panaderos, mayorales, galponistas, sastres, marmoleros, fideeros, pintores, carpinteros del puerto, talabarteros, herradores, constructores de carros, zingueros.

1896 26

Fideeros, constructores de carruajes, curtidores, bronceros, hojalateros, cigarreros, vidrieros, relojeros y joyeros, tipógrafos, obreros y ferroviarios de los Talleres Solá, alpargateros, obreros de las usinas de gas, panaderos, sastres, telefonistas, sueleros, maquinistas ferroviarios.

Fuente: Departamento Nacional del Trabajo. Boletines en Rotandaro, Rubén. Realidad y cambio en el sindicalismo. Buenos Aires Pleamar, 1971.

El incremento de la cantidad de huelgas se produce con gran fuerza en los años posteriores, pasando de 170 en 1906 a 397 en 1919, lo que representa una variación de 133%, mayor aun si analizamos el fenómeno a partir de la cantidad de personas involucradas en ellas, que pasa de cerca de 70.000 en 1906 a 308.000 en 1919. Los

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datos analizados hablan por sí mismos y muestran una incontrastable tendencia de fortalecimiento de la acción sindical.

Movimientos huelguísticos en Buenos Aires (1906–1919)Año Cantidad de huelgas Cantidad de huelguistas1906 170 70.7431907 231 169.0171908 118 11.5611909 138 4.7621910 298 18.8061911 102 27.9921912 99 8.9921913 95 23.6981914 64 14.1371915 65 12.0771916 80 23.3211917 138 136.0621918 196 133.0421919 397 308.967

Var.% 1906–1919 +133% +336%Fuente: Departamento Nacional del Trabajo. Boletines en Rotandaro, Rubén. Realidad y cambio en el sindicalismo. Buenos Aires, Pleamar, 1971.

Paralelamente, durante la administración de Yrigoyen, las mayores garantías que posibilitaban la asociación gremial permitieron un incremento importante de la cantidad de sindicatos, que pasó de 70 en 1916 a 750 en 1920. Por su parte, la cantidad de afiliados creció de 40.000 a 70.000.105

105 Héctor J. Iñigo Carrera. La experiencia radical, 1916–1922, tomo II, p. 190. Buenos Aires, Ediciones La Bastilla, 1980.

Un país rico que se convirtió en pobre. Mitos y verdades de la Argentina. 169

1916–1920: Fuerte incremento de la actividad sindical

Año Cantidad de sindicatos Cantidad de afiliados a sindicatos

1916 70 40.0001919 n/d n/d1920 750 70.000

Variación % 1916–1920 +971% +75%

Fuente: Elaboración propia sobre la base de datos de “Los gobiernos radicales”, en Héctor Petrocelli, Historia constitucional argentina, “Argentina histórica”.

El proceso de crecimiento del sindicalismo se incrementaría aun más en los años próximos. Tal como veremos en las siguientes páginas, el proteccionismo de la década de 1930 permitió –a un alto costo económico e institucional– el incremento de la producción industrial en las grandes urbes y, en consecuencia, aumentó la demanda de trabajo en esa área, así como la fortaleza política del sector sindical. Tal como lo explica el sociólogo Gino Germani, esto generó una migración interna desde el interior hacia Buenos Aires, de movilidad social y movilización política, permitiendo que peones rurales del interior se convirtieran en obreros industriales, mientras que los hijos de inmigrantes se transformaban en profesionales.106

Por su parte, este proceso de cierre de la economía, la sustitución de importaciones, alentó un proceso de migraciones internas, modificando el mapa socio–económico de la Argentina. Como señala Pablo Dalle en “Estratificación social y movilidad en Argentina (1870–

106 Gino Germani. “El surgimiento del peronismo: el rol de los obreros y de los migrantes internos”, en Desarrollo Económico, nº 51. Buenos Aires, 1973.

Guillermo M. Yeatts170

2010). Huellas de su conformación socio–histórica y significados de los cambios recientes”, una nueva clase obrera de origen criollo comenzó a coexistir con los trabajadores urbanos, constituidos por inmigrantes europeos, y posteriormente ambos grupos se fueron integrando culturalmente. Asimismo, esta migración interna impactó en el crecimiento urbano, tal como lo hizo en su momento la inmigración europea, pero con patrones diferentes de movilidad social: mientras que los inmigrantes europeos de 1860–1930 conformaron la clase media, los migrantes internos –señala el autor– se sumaron a los segmentos de clases inferiores del sistema, “empujando” a la clase media de origen europeo hacia arriba, en la pirámide social.107 En este contexto, se comienza a producir una coexistencia entre los primeros sindicalistas, en su mayoría de origen europeo, con los nuevos, básicamente provenientes del interior argentino. Como hemos analizado, el sindicalismo llegaría para quedarse y ser un artista protagónico e imposible de ignorar en las décadas siguientes de la historia argentina.

El nacionalismo económico previo a la década del 30: Mosconi y el nacimiento de YPF

En el contexto de presidencias radicales, nació la empresa estatal Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF) en 1922, lo cual reflejó la creciente influencia de un militarismo nacionalista –alejado de las ideas de 1853– en el entorno gobernante que iba adquiriendo protagonismo. El primer director general de YPF fue el general Enrique

107 Pablo Dalle. “Estratificación social y movilidad en Argentina (1870–2010). Huellas de su conformación socio–histórica y significados de los cambios recientes”. Revista de Trabajo, Año 6, N.º 8, enero/julio de 2010.

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Mosconi, nombrado también en 1922 ya bajo la presidencia de otro radical, Marcelo T. de Alvear, quien ejerció su mandato hasta 1930. Su formación militar es clave para comprender el rol que consideraba debía tener el petróleo –al que señalaba como “la fuente del progreso moral y material de los argentinos”– como recurso estratégico. El petróleo era mucho más que una fuente potencial de dinero: constituía un activo clave en el posicionamiento estratégico del país. La siguiente frase de Mosconi da una idea de su visión respecto de la cuestión energética:

“No queda otro camino que el monopolio del Estado pero en forma integral, es decir, en todas las actividades de esta industria: la producción, la elaboración, el transporte y el comercio [...] sin monopolio del petróleo es difícil, diré más, es imposible para un organismo del Estado vencer en la lucha comercial las organizaciones del capital privado”.

Mosconi nació en Buenos Aires el 21 de febrero de 1877; su padre, Enrico Mosconi, era un ingeniero italiano que llegó a la Argentina contratado en el proceso de construcción de ferrocarriles y vías en Rosario, Córdoba y Mendoza. Ingresó a los catorce años al Colegio Militar de la Nación. Vivió una experiencia internacional en la que se destaca su incorporación al ejército alemán, donde tomó parte de las maniobras imperiales en 1907 en el Batallón 10 de Westfalia. Retornó a la Argentina en 1914 y fue designado subdirector general de Arsenales de Guerra y luego, en 1916, director del Arsenal Esteban de Luca. Una rápida mirada a su historia personal evidencia el porqué de su fuerte vinculación con lo energético y lo militar, forjada por una temprana incursión en el tema, así como

Guillermo M. Yeatts172

por la influencia de su experiencia en la Alemania previa a Primera Guerra Mundial.108

En la visión de Mosconi era incomprensible la alternativa de un petróleo que no fuera nacional. Más allá del análisis económico, en su concepción militarista, ceder la exploración y explotación a los capitales extranjeros implicaba un grave riesgo para la soberanía nacional, tal como se puede observar en su reflexión:

“Resulta inexplicable la existencia de ciudadanos que quieren enajenar nuestros depósitos de petróleo acordando concesiones de exploración y explotación al capital extranjero, para favorecer a este con las crecidas ganancias que de tal actividad se obtienen, en lugar de reservar en absoluto tales beneficios para acrecentar el bienestar moral y material del pueblo argentino. Porque entregar nuestro petróleo es como entregar nuestra bandera”.

La influencia de Mosconi se difundió por América Latina, región que recorrió propagando su visión. Ejemplo de esto es la creación en Bolivia de Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB), en 1936, tras la expropiación de la filial de Standard Oil en aquel país. También se atribuye a las ideas de Mosconi la creación en Brasil del Conselho Nacional do Petróleo (CNP).

Como analizamos en profundidad en El robo del subsuelo, si bien la mayor visibilidad del nacionalismo petrolero se observa con el nacimiento de YPF, estas

108 Historia de los Yacimientos Petrolíferos Fiscales, http://www.ypfcr.com.ar/

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tendencias son parte esencial de la historia institucional de la Argentina y de América Latina como región. Si bien el punto saliente es la creación de la Dirección General de Explotación del Petróleo tras el descubrimiento de este hidrocarburo en la zona de la ciudad de Comodoro Rivadavia en el año 1907 –como vimos en capítulos anteriores–, nunca se cortó el “cordón institucional” con la tradición hispana que vio en las riquezas minerales del nuevo mundo uno de sus mayores atractivos. De hecho, al día siguiente de encontrar petróleo en Comodoro Rivadavia, el 13 de diciembre de 1907, José Fuchs y Humberto Beghin, dos enviados de la División de Minas, Geología e Hidrología del Ministerio de Agricultura, el Poder Ejecutivo estableció una reserva de 100.000 hectáreas alrededor de la zona del hallazgo y pronto se convirtió en productor, desoyendo las prohibiciones establecidas por el Código de Minería para la explotación directa por parte del Estado.109

La historia oficial sobre el petróleo en nuestro país oculta una realidad más rica y profunda: la de decenas de emprendedores que medio siglo antes no sólo descubrieron el oro negro sino que intentaron iniciar el negocio petrolero, chocando con la impenetrable muralla de la intervención estatal. Otro dato interesante es que, a pesar del entusiasmo de Mosconi, durante su gestión creció sustancialmente más la producción del sector privado (465%) que la de YPF (137%).

109 Guillermo Yeatts. “Nacionalismo petrolero”, La Nación, Buenos Aires, 28 de diciembre de 2003.

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A pesar de Mosconi, durante su gestión creció más la producción del sector privado que la de YPF

(en miles de barriles de petróleo)

Año Producción de YPF Producción del sector privado

1922 2.191 6691923 2.606 7721924 2.980 1.1631925 3.832 2.0591926 4.571 3.1671927 5.017 3.4481928 5.135 3.6511929 5.500 3.8991930 5.196 3.786

Incremento 1922–1930 137% 465%Fuente: Guillermo Yeatts. “Subsurface Wealth: The Struggle for Privatization in Argentina”. The Foundation for Economic Education (FEE), 1997.

Esta breve revisión de la figura del general Mosconi, así como la creación de Yacimientos Petrolíferos Fiscales, reflejan la fuerza del rol militar en la economía y la política argentinas ya en momentos previos a la década de 1930, cuando –evidentemente– se acentuarían estas tendencias, extendiéndose al resto de las instituciones de la economía y la política.

Gran depresión, crisis y cierre de la economía

Después de la crisis mundial iniciada a partir de 1929, la actividad industrial sufrió un fuerte golpe, que provocó una caída de la demanda de materias primas y sus precios internacionales. En consecuencia, países productores de commodities, como la Argentina, sufrieron la pérdida del valor relativo de sus ventas externas respecto de sus

Un país rico que se convirtió en pobre. Mitos y verdades de la Argentina. 175

compras, y se vieron restringidos en la adquisición de manufacturas y maquinarias.110

En apenas cuatro años, las exportaciones argentinas cayeron un 32% y las importaciones un 26%, básicamente a partir de una brusca disminución de los términos del intercambio. La mirada de un período más largo (1928–1938) nos muestra un descenso aun mayor en las exportaciones, que se redujeron en un 57%, descendiendo de 1.018 millones de dólares a 438 en sólo diez años. Como era esperable, las consecuencias tuvieron un profundo impacto económico–político que marcaría las siguientes décadas de la historia institucional argentina.

Políticamente, el derrocamiento del presidente Hipólito Yrigoyen en su segundo mandato, y la asunción del presidente de facto general José Félix Uriburu, marcó el inicio de una era de más de seis décadas de “golpes de Estado”. Económicamente, significó un “volantazo” de cierre al mundo y fuerte protagonismo estatal en la economía. Desde el punto de vista social, el nacionalismo económico y el proceso de “industrialización” generaron una dinámica de migración interna del interior hacia los grandes centros urbanos, especialmente Buenos Aires y el Gran Buenos Aires. El historiador peronista José Luis Torres denominó a este período –iniciado el 6 de septiembre de 1930–, que derrocó a Yrigoyen y finalizó el 4 de junio de 1943 con el derrocamiento de Ramón Castillo, “década infame”.

110 Marcos F. Daziano. “Los comienzos en la Argentina de la industrialización por sustitución de importaciones (1930–1955): causas, objetivos y análisis de sus consecuencias”, en Apuntes Agroeconómicos, Facultad de Agronomía, Universidad de Buenos Aires, Año 7, N.º 8, 2012.

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Presidentes durante la llamada “década infame”Período Presidente Características

1930–1932 José Félix Uriburu Asume por golpe militar.1932–1938 Agustín Pedro Justo Gobierno electo.1938–1940 Roberto M. Ortiz Gobierno electo.

1940–1943 Ramón Castillo El mandato finaliza como consecuencia del golpe militar del 4 de junio de 1943.

En el contexto de la crisis económica global, la preferencia comercial de Gran Bretaña –cliente clave para los productos argentinos– por los productos de los países del Commonwealth a partir de la Conferencia de Ottawa (1932), tuvo un impacto fundamental en la economía local. En ese contexto, se llevó a cabo el Pacto Roca–Runciman, orientado a posibilitar algún tipo de acceso comercial al mercado británico por el cual se garantizaba una cuota de exportación de 390 mil toneladas de carne enfriada, y la Argentina no establecería derecho de importación al carbón británico y no reduciría las tarifas de los trenes ingleses.

La depresión del comercio argentino

AñoExportaciones (millones de

dólares)

Importaciones (millones de

dólares)Términos del intercambio

1928 1.029 806 100,01929 918 819 91,91930 516 613 87,31931 426 339 64,71932 335 215 66,4

1932 como porcentaje de

192832% 26%

Fuente: L. Lach y P. Gerchunoff. El ciclo de la desilusión y el desencanto, Buenos Aires, Ariel, 2003.

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Depresión y caída de exportaciones (millones de dólares)

País Exportaciones1928

Exportaciones 1938 Variación

Argentina 1.018 438 –57,0Canadá y EE.UU. 6.618 4.027 –39,2

América Latina 3.184 2.021 –36,5Europa 15.139 10.478 –30,8

Fuente: League of Nations (1942).

Tal como analizamos en profundidad en una obra previa, El botín. La Argentina saqueada, a lo largo de la historia de nuestro país observamos transferencias recurrentes, muchas de las cuales aparecen con gran fuerza en la década de 1930. Mientras que en el marco del “modelo agroexportador” la economía se basaba en las ventajas comparativas, la nueva década estaría caracterizada por la aplicación de políticas sectoriales orientadas a favorecer a ciertos sectores en desmedro de otros. Políticas generales, tales como el control de cambios y el aumento de restricciones a la importación, y otras sectoriales, como la regulación de los mercados agropecuarios y el control de estos a partir de juntas reguladoras, caracterizaron a la economía de esta década. En este contexto surgieron entidades como la Comisión Nacional del Azúcar (1928), la Comisión Nacional de Fomento Industrial (1931), la Dirección Nacional de Elevadores de Granos (1933), la Junta Nacional de Carnes (1933), la Junta Nacional de la Yerba Mate (1933), la Junta Nacional de Granos (1933), la Junta para Promover las Exportaciones de Carne (1937), la Comisión Nacional de Patatas (1931), la Comisión Nacional de Fibras Textiles (1931), la Comisión Nacional de Extracción del Quebracho (1933), la Junta Reguladora de la Industria Lechera (1934), la Comisión Nacional del Aceite (1934),

Guillermo M. Yeatts178

la Comisión de Productos Alimenticios Nacionales (1934), la Comisión Nacional de la Industria Vitivinícola (1934), la Comisión Nacional de Regulación del Transporte (1937) y la Comisión de Control de Abastecimiento (1937). La función de dichas comisiones y Juntas era recuperar o mantener la rentabilidad de los respectivos sectores que representaban. Mantener la rentabilidad no significaba otra cosa que mantener los precios de venta, no sólo a través de regulaciones sino también mediante la compra gubernamental. Argumentos tales como “Es necesario mantener la producción nacional”, “el autoabastecimiento”, “el control nacional sobre un sector estratégico”, entre otros, eran los que favorecían tales políticas.111

En ese contexto, en 1935 fue creado el Banco Central como organismo rector del sistema monetario y financiero, reemplazando a la Caja de Conversión vigente desde 1899. El encargado de diseñar las funciones del Banco Central fue Raúl Prebisch (que luego actuaría como secretario ejecutivo de la CEPAL y sería conocido como padre de la teoría de la dependencia centro–periferia), quien fue presidente de la institución hasta 1943.

La consolidación del retorno

La crisis del 30 significó un cambio en el paradigma predominante en la Argentina y el resurgimiento del nacionalismo, opuesto a la integración del país a la economía global y que no creía en el crecimiento económico permanente como meta. Como analizaremos en el próximo capítulo, entre las diferentes corrientes existentes encontraremos a los nacionalistas restauradores; no aceptaban la Revolución Francesa ni la Norteamericana,

111 Guillermo Yeatts. El botín. La Argentina saqueada, op. cit., 2008.

Un país rico que se convirtió en pobre. Mitos y verdades de la Argentina. 179

y se enfocaban más en valores como la patria, la religión, la tradición, la familia e incluso la raza. Veían un orden social jerárquico en el que minorías iluminadas debían guiar al pueblo, como los viejos caudillos del siglo XIX. Por su parte, los nacionalistas populares creían en el pueblo como actor central y culpaban de los males del país al imperialismo. Entre ellos se destaca Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina (FORJA), grupo emergente de la Unión Cívica Radical, que tenía entre sus filas a personalidades como Arturo Jauretche, Raúl Scalabrini Ortiz y Homero Manzi.

Sin dudas, la Ley Sáenz Peña –oportunamente analizada– de 1912 constituyó el gran punto de inflexión hacia la apertura política del país. La salida del voto “cantado” permitió la manifestación de la Argentina “real” en contraste con la Argentina “oficial”. A diferencia del sumiso criollo, el inmigrante desafiaría el orden vigente. El ascenso social pondría, en relativamente poco tiempo, a hijos de inmigrantes a competir política y socialmente con las generaciones más arraigadas, que presenciaban el derretimiento de su cómodo monopolio. La proporción de votantes sobre el total de población prácticamente se multiplicó por tres en las elecciones posteriores a la ley de voto secreto, obligatorio y universal de 1912, pasando de 2,8% de la población en la elección de Roque Sáenz Peña a un 8,8% en 1916, cuando resultó electo el primer presidente radical, Yrigoyen. Otro gran salto en la proporción de votantes se observaría en las elecciones de 1951, tras la promulgación de la ley 13.010 de voto femenino el 23 de septiembre de 1947, que se puso en práctica en las elecciones del 11 de noviembre.

Durante la década del 30, el intento por dar un giro institucional profundo se refugió en prácticas conocidas

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como el llamado “fraude patriótico”, orientado a justificar el medio a través del fin de defender los intereses del país. En este marco, los opositores fueron perseguidos y se intentó acallar sus voces.

El cierre de la economía tuvo como consecuencia, entre 1935 y 1939, la duplicación del PBI industrial, que se multiplicaría nuevamente por dos durante la Segunda Guerra Mundial, al mismo tiempo que se incrementaba el empleo industrial y el poder político derivado de estos cambios.112 El efecto del crecimiento de la industria protegida bajo el naciente proceso de sustitución de importaciones confluyó con la movilizada dinámica de los sindicatos, los cuales tomaron un activo rol en las negociaciones de aquel país que comenzaba a ser “industrial”, como consecuencia del aislamiento de los mercados globales.

En ese contexto de golpes de Estado, militarismo, industria protegida y fuerte sindicalismo, se gestaba el retorno a una organización económica característica de la Edad Media donde gobernaban las corporaciones, los gremios, tal como en la era precapitalista. Poco a poco se daban las precondiciones para la aparición de quien sería uno de los personajes políticos más relevantes en las siguientes décadas de nuestra historia.

112 Mario Rapoport. “Mitos, etapas y crisis en la economía argentina”. Articulo revisado el 1/12/2007. Nación – Región – Provincia en Argentina 2007, N.º 1.

181

Capítulo IX

La consolidación del nacionalismo económico y político

En el capítulo anterior hemos analizado la forma en que finalizó el llamado “modelo agroexportador” y se inició un período de cierre de la economía que duraría más de medio siglo. En las décadas siguientes, ese cierre –implementado a través del “modelo de sustitución de importaciones”– modificaría sólo la morfología no sólo de la economía, sino la de la política y la sociedad argentinas. El alejamiento de los mercados mundiales alentaría el nacimiento y consolidación de intereses que se arraigarían profundamente en los cimientos sociales, modificando el perfil hasta el presente. El nacionalismo económico y el político irían de la mano y se retroalimentarían.

Corporaciones sindicales, grupos empresarios prebendarios, junto a políticos con ideas redistributivas, se alternarían con militares corporativos, marcando el retorno de la Argentina a una nueva Edad Media. En lo político, a partir de 1930 se iniciaría una era de golpes de Estado, populismos, nacionalismos y militarismos y restricciones en la competencia electoral que caracterizarían el período hasta el retorno de la democracia en 1983.

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Regímenes políticos en la Argentina (1946–1989)Período Régimen Presidente Partido Político

5/46 Democrático Perón Justicialista9/55–11/5511/55–5/58 Militar Lonardi

Aramburu5/58–3/62 Democrático Frondizi UCRI3/62–7/63 Guido7/63–6/66 Democrático Illia UCR6/66–6/706/70–2/712/71–5/73

MilitarOnganía

LevingstonLanusse

5/73–7/737/73–11/7311/73–7/747/74–3/76

DemocráticoCámpora

LastiriPerón

MartínezJusticialista

3/76–3/813/81–12/8112/81–6/826/82–12/83

MilitarVidelaViola

GaltieriBignone

12/83–7/89 Democrático Alfonsín UCRFuente: Edgardo Zablotsky. “La Ley Sáenz Peña: Su efecto sobre la política económica argentina”, sobre la base de datos de Carlos Floria y César García Belsunce. Historia de los argentinos, Buenos Aires, Larousse, 1993, y David Rock. La Argentina autoritaria, Buenos Aires, Editorial Abril, 1993.

El cierre de la economía, a partir de 1930, daría como resultado una modificación de la morfología social que constituiría un caldo de cultivo de lo que sería el mercado político del futuro peronismo. Este profundo proceso social es analizado por Gino Germani –sociólogo italiano que emigró a la Argentina huyendo del fascismo, padre intelectual de la sociología argentina– en “El surgimiento del peronismo. El rol de los obreros y los migrantes internos”, entre algunas de sus obras. Allí señala que la inmigración europea masiva concluyó súbitamente en 1930 y que hasta ese año la inmigración neta de Europa era, en promedio anual, de 88.000 personas y en la década

Un país rico que se convirtió en pobre. Mitos y verdades de la Argentina. 183

siguiente se redujo a 7.300 por año y a 5.500 en 1940–46.113 Germani diferencia la “Argentina inmigrante” de la “Argentina migrante”: asocia la primera con la inmigración europea y la segunda, con la migración dentro del país, desde el interior hacia los grandes centros urbanos. Describe:

“La ‘Argentina inmigrante’ […] había surgido del gran crisol cultural y étnico creado por la inmigración internacional. El componente ‘criollo’ de la nueva clase trabajadora fue tan prominente que produjo la aparición de un estereotipo: el ‘cabecita negra’, que fue a su vez sinónimo de peronista [...]. Para los nacionalistas de derecha y parte del peronismo se lo concibió como el retorno a la ‘auténtica’ Argentina y su triunfo sobre ese Buenos Aires y Litoral, tan extranjeros y cosmopolitas. Para los ‘liberales’ de viejo cuño significó la vuelta a la barbarie del siglo XIX que supuestamente había desaparecido con la inmigración europea [...]. La cultura argentina fue modificada por la incorporación de los restos de sociedad ‘criolla’ y los recién llegados fueron rápidamente absorbidos por este nuevo crisol y la cultura nacional renovada. Los mismos procesos de fusión y absorción se produjeron con los rasgos divergentes de su cultura política, pero dejaron un impacto profundo y duradero en la

113 Gino Germani, “El surgimiento del peronismo. El rol de los obreros y los migrantes internos”, en La sociedad en cuestión. Antología comentada, p. 607. Buenos Aires, CLACSO, 2010.

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vida política del país: su expresión lo constituyó el peronismo y su posterior evolución”.114

Este período se caracterizaría por la consolidación del retorno de un activo y creciente rol del Estado en la economía, y la dominación por parte de grupos de intereses específicos, tal como los entiende Mancur Olson. En su obra Auge y decadencia de las naciones, Olson advierte sobre las tendencias propias de los sistemas hacia el predominio de grupos pequeños, pero con gran capacidad de acción colectiva, por sobre las grandes mayorías, que establecen coaliciones de distribución que parasitan al resto de la sociedad. De esta forma, se llega a una instancia de esclerosis institucional, congelada por rigideces sociales sin dinamismo. En el contexto del dominio de las coaliciones de distribución que podrían hacer ingobernables a las sociedades, Olson asigna a los sindicatos un papel fundamental:

“Los sindicatos son las principales organizaciones que ejercen efectos negativos sobre el crecimiento […]. A menudo los sindicatos no constituyen más que una pequeña parte de la historia de las coaliciones de distribución, y a veces ni siquiera forman parte de ella, pero son las coaliciones de máxima importancia en lo que respecta al movimiento migratorio de la industria manufacturera no ligada a un entorno específico. Los fabricantes, aunque forman parte de un cartel, tendrán menos beneficios si se ven obligados a hacer frente a mayores costos de producción debido a normas restrictivas del

114 Gino Germani. El surgimiento del peronismo. “El rol de los obreros y los migrantes internos”, en La sociedad en cuestión. Antología comentada, op. cit., p. 609.

Un país rico que se convirtió en pobre. Mitos y verdades de la Argentina. 185

trabajo o salarios demasiado elevados para resultar competitivos”.115

Huelgas, huelguistas y jornadas de trabajo perdidas. Promedios de cinco años. 1907–1949

Período Número de huelgas

Número de huelguistas (en

miles)Días de trabajo

perdidos

1907–1909 162 62 3451910–1914 132 187 4221915–1919 164 123 15681920–1924 116 115 13971925–1929 92 30 2901930–1934 73 20 5681935–1939 71 43 9941940–1944 66 15 2471945–1949 78 245 1939

Fuente: Gino Germani. “El surgimiento del peronismo. El rol de los obreros y de los migrantes internos”, en La sociedad en cuestión, Buenos Aires, CLACSO, 2010, p. 617.

El cierre de la economía, el crecimiento de la intervención del Estado, la migración interna hacia grandes conglomerados industriales –especialmente el Gran Buenos Aires– y el consecuente incremento del poder sindical, hacían confluir las románticas ideas nacionalistas con el poder de grupos de interés que aislaban al país del mundo.

115 Mancur Olson. “Auge y decadencia de las naciones”, 1986. Citado por Antonio Martín Artiles, Holm–Detlev Köhler, Manual de sociología del trabajo y relaciones laborales, Buenos Aires, Delta Publicaciones, 2007, p. 162.

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Migrantes internos (interprovinciales) del total de argentinos nativos que viven en departamentos por centro

urbano mayor (en 1947: áreas geográficas constantes). 1895–1960Áreas 1895 1914 1936 1947 1960

Gran Buenos Aires 16,4 21,4 18,9 38,0 32,0100.000 y más 16,8 16,3 – 20,0 19,050.000–99.999 11,0 12,6 – 19,0 12,020.000–49.999 7,8 10,5 – 19,0 14,0

Menos de 20.000 10,5 12,6 – 16,0 12,0Fuente: Gino Germani. “El surgimiento del peronismo. El rol de los obreros y de los migrantes internos”, en La sociedad en cuestión, Buenos Aires, CLACSO, 2010, p. 592.

El pensamiento nacionalista

“El dilema es de hierro. Ya se ha dicho. O nación o factoría”.

Juan José Hernández Arregui

El contexto de cierre de la economía en la década del 30, así como diversos acontecimientos como el Pacto Roca–Runciman, generaron un contexto que permitió el ascenso de una ola de pensamiento nacionalista, favorable a la no integración a la economía global, a la creación de empleo e industria nacional, así como a la no dependencia de los mercados mundiales. En tal situación, el 29 de junio de 1935 emergió FORJA (Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina) un grupo de jóvenes que rescataba la visión nacionalista del radicalismo. Lo hizo bajo la consigna “Somos una Argentina colonial, queremos ser una Argentina libre”.

Entre los líderes de estos grupos se destacaban Arturo Jauretche y Raúl Scalabrini Ortiz. El pensamiento

Un país rico que se convirtió en pobre. Mitos y verdades de la Argentina. 187

nacionalista de Jauretche era movilizado por la idea de liberación de los países dependientes como forma de mejorar las condiciones de vida de lo que llamaban “el pueblo”, evitando la esclavitud de los países centrales que asfixiaban el “desarrollo nacional”.116 Su encuentro con Raúl Scalabrini Ortiz se produjo a partir de un artículo escrito por este con una visión antiimperalista y que marcaba el dominio británico en sectores clave de la economía, tales como los ferrocarriles, los bancos, la llamada deuda externa y la dependencia política y cultural.117 Las definiciones de Jauretche señalan con claridad la visión revolucionaria del orden que tenía aquella FORJA.:

“Hay dos Argentinas, una conservadora, que no quiere que ocurra nada, y en la cual está incluido el actual radicalismo. Esa Argentina tiene una apariencia poderosa porque maneja las estructuras oficiales de los partidos, el periodismo, la radiotelefonía, los gobiernos, pero esa Argentina no tiene vitalidad ninguna, es un edificio caduco, subsiste por inercia porque en ella ya no creen ni los que la forman. Y hay una Argentina subterránea, joven, vigorosa, caótica aún, pero que pronto se va a orientar, que se está orientando a pesar del desorden que introducen banderías extrañas en su seno, como el comunismo y el fascismo; la mayoría de los jóvenes que se creen comunistas o fascistas no son tal cosa; son radicales que no

116 Marta Matsushita. “Arturo Jauretche. Nacionalismo y pensamiento nacional”, p. 168. Doshisha Studies in Language and Culture, Kyoto, vol. 7, N.º 1, 2004.117 Marta Mastushita. Op. cit., p. 171.

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han encontrado al radicalismo y con ellos trabaja FORJA, orientándolos poco a poco”.118

Por su parte, a Scalabrini Ortiz lo inquietaba la paradoja de la existencia de hambre en un país rico en carnes y cereales. Tal como señala Norberto Galasso –estudioso del fenómeno de FORJA–, Scalabrini Ortiz concluye que el imperialismo es la causa de tal situación, manifestada en ferrocarriles, frigoríficos, puertos, en manos del imperialismo británico. Scalabrini Ortiz participa en la Revolución Radical de Paso de los Libres y es desterrado a Europa en 1933, experiencia que le hace fortalecer su visión y lo lleva a sostener que “somos esclavos de los ingleses” y es necesaria una visión nacional.119 Tras su regreso del exilio, en 1935, inicia en la Argentina una “lucha contra el imperialismo”, a través de diferentes vías, como el periódico Señales y desde la misma FORJA analiza y condena lo que considera la entrega de la soberanía nacional.

El pensamiento de FORJA, tal como lo estudia el historiador Fermín Chávez,120 comenzó a llegar en 1940 a manos del entonces coronel Perón, a través de una reunión gestada por uno de sus fundadores, el mayor Fernando Estrada, y de la que participan Jauretche y Homero Manzi, lo cual influiría la tendencia ya marcada hacia el nacionalismo de su pensamiento. Señala Jauretche sobre el encuentro:

118 “Jauretche cuenta el nacimiento de FORJA”. www.elhistoriador.com.ar119 Norberto Galasso. Raúl Scalabrini Ortiz, Buenos Aires, Ediciones Colihue, 1985.120 Fermín Chávez. Perón y el justicialismo, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1984, pp. 11 y 15.

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‘’[...] nos fuimos al Ministerio de Guerra y allí lo conocimos a Perón, con quien tuvimos una larga conversación. De allí salimos a conversar con Homero y analizar a estos dos hombres (Perón y Estrada), que nos parecieron los más capaces que había en el movimiento revolucionario, y llegamos a la conclusión de que Perón, por su orientación, por sus ideas y por su aptitud de captación de ambiente, era el hombre indicado para darle un contenido parecido al que nuestro pensamiento deseaba a la revolución”.121

FORJA denunciaba desde su nacimiento el vaciamiento del radicalismo, se consideraba ‘’la gran cantera intelectual de este intento de formular el entronque y el peronismo levantaría las tres banderas por ellos promovidas: la soberanía política, la independencia económica y la justicia social’’.122

Finalmente, FORJA se dio por disuelta el 24 de

febrero de 1946 al considerar que su meta estaba cumplida con el golpe militar de 1943 y la emergencia de la figura de Perón como representante de una nueva visión de política nacional, control del capital extranjero y otras medidas marcadas por la organización, a través de un acta que señala:

“Declara […] que el pensamiento y las finalidades perseguidas al crearse FORJA están cumplidas al definirse un movimiento popular en condiciones políticas y sociales que son la expresión colectiva

121 Arturo Jauretche. Citado por Miguel Ángel Scenna. FORJA de Yrigoyen a Perón, Buenos Aires, Ed. La Bastilla, 1972, p. 147.122 Javier Slodki. El Estado justicialista, CEAL, Biblioteca Política, 1988. p. 43.

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de una voluntad nacional de realización cuya carencia de sostén político motivó la formación de FORJA ante su abandono por el radicalismo.Y resuelve: La disolución de FORJA dejando en libertad de acción a sus afiliados. Arturo Jauretche, presidente de la Asamblea”.123

Las ideas de Perón

La figura de Juan Domingo Perón, sus ideas y su acción política reflejan uno de los puntos clave de esta etapa de la historia argentina. Bajo el mencionado lema “justicia social, soberanía política e independencia económica”, Perón gobernó aquella Argentina que ya había iniciado el camino de la “industrialización por sustitución de importaciones” y migración interna a los grandes centros urbanos. Perón leyó el nuevo escenario y desarrolló políticas orientadas a capitalizarlo políticamente.

Como hemos resaltado, la “materia prima” para la emergencia del peronismo se fue desarrollando antes de que Perón asumiera su rol en la política argentina, especialmente desde la década de 1930. En ese marco, Perón comprendió la situación, leyó los intereses y capitalizó políticamente las demandas sociales que –repetimos– eran previas a su aparición en la acción política.

Pero ¿cuáles eran las ideas de aquel peronismo? En la visión de Juan José Sebreli, diversos intelectuales como José Luis Romero, el mencionado Gino Germani y Tulio Halperin Donghi consideran que el fascismo es central en la visión de Perón, y que su incursión por

123 Javier Slodki, op. cit., p. 51.

Un país rico que se convirtió en pobre. Mitos y verdades de la Argentina. 191

Europa en el período 1939/41124 fue clave para comprender tal impacto; fue agregado militar en la Italia de Benito Mussolini, a la que definió como “un ensayo de socialismo nacional, ni marxista ni dogmático”. Por su parte, Federico Finchelstein, experto en fascismo, argentino, doctorado en la Universidad de Cornell y profesor e investigador de New School, sostiene que el fascismo italiano tuvo fuerte efecto en las “tradiciones autoritarias” que eran preexistentes en la Argentina, dando forma a una cultura política implícita en gran parte de la historia del siglo XX en ese país, en la que se incluye el peronismo. En su opinión, si bien el peronismo no es fascista, el fascismo es parte importante de sus orígenes.125 Al respecto, señala:

“Luego de 1945, el militar argentino Juan Perón, líder de una dictadura militar en busca de legitimidad, invierte los términos de la cuestión y crea la primera forma de populismo moderno. A diferencia del fascismo, Perón recorre el camino inverso. Como líder práctico de una dictadura, Perón gana las elecciones presidenciales, que lo convierten en líder democrático. El peronismo destruye (o incluso autodestruye) la dictadura militar para construir una nueva forma no deliberativa de entender la democracia”.126

124 La Gaceta. “Pensar el peronismo: Juan José Sebreli: Perón pendulaba entre el fascismo y el bonapartismo”, 29 de septiembre de 2013.125 Raquel de San Martín. Tradición autoritaria en Argentina: Perón viene del fascismo, Montevideo, Fondo de Cultura Económica, 20 de agosto de 2010.126 Federico Finchelstein. “Por qué negar que el peronismo es un populismo”, en La Nación, 14 de marzo de 2014.

Guillermo M. Yeatts192

La historia de vida de Perón (1895–1974) se encuentra, casi en forma monopólica, influida por ideas militares derivadas de su carrera. Marcelo Camusso, en “Perón y sus maestros. Formación para la acción”, identifica que su formación tiene cuatro etapas: su infancia y adolescencia (1900–1910), su acceso al Colegio Militar (1911–1913), la fase militar de contacto con el material humano, entre 1914 y 1925, su etapa de formación y docencia con sus primeras experiencias políticas preparatorias (1925–1943).127

Mirko Mayer analiza algunas coincidencias entre el peronismo y el fascismo. Una de ellas sería el liderazgo carismático, que caracterizaba a Perón, así como también a Mussolini y Hitler, en los casos de Italia y Alemania respectivamente. La influencia del primero de estos es fundamental a partir de sus ideas y estilo y la gran admiración que le profesaba. Un segundo punto es el uso de un aparato propagandístico, natural del peronismo. En tercer lugar, identifica que en los orígenes de ambos regímenes apareció el temor a la amenaza comunista. Por último, la cercanía a la tradición sindical que caracterizó a ambos regímenes.128 Por su parte, Germani identifica diferencias entre fascismo y peronismo en la composición de la “base humana” de ambos regímenes. Mientras que en el primer caso estaba integrada por “la burguesía y

127 Marcelo Camusso. “Perón y sus maestros. Formación para la acción”. Universidad Católica Argentina. Escuela de Ciencias Políticas para el 6 º Congreso Argentino de Ciencia Política, Rosario, 5–8 de noviembre de 2003.128 Mirko Mayer. “Peronismo y fascismo, una asociación problemática”. Presentado en el Segundo Congreso de Estudios sobre el Peronismo (1943–1976), organizado por Red de Estudios sobre el Peronismo. Universidad de Tres de Febrero, Caseros, 4, 5 y 6 de noviembre de 2010.

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fundamentalmente por la clase media inferior (pequeña burguesía, campesinos medios y pequeños, empleados, comerciantes, etc.), siendo muy reducida –por lo menos en los comienzos y durante un largo período– la participación del proletariado”, en el segundo caso, se fundamentaba en “el apoyo de grandes sectores de las clases trabajadoras urbanas y rurales”.129

El corporativismo es una de las claves para comprender al peronismo. Las negociaciones con grupos sectoriales llevan a la Argentina hacia una nueva Edad Media, donde los actores son las corporaciones, los grandes grupos y sus líderes, y no los ciudadanos. Rubén Zorrilla da como ejemplos de corporativismo en el gobierno de Perón al decreto 23.825 (del 2 de octubre de 1945), conocido como Ley de Asociaciones Profesionales, así como la Ley 14.250 (29 de septiembre de 1953) de Convenciones Colectivas de Trabajo, pilares del sindicalismo moderno que permitieron contar con una posición negociadora fuerte frente al empresariado.130 Pero, si bien Perón abre el juego de las negociaciones al ingreso de los grupos sindicales, será el gobierno militar del general Onganía el que fortalecerá estratégicamente el poder económico de estos grupos a través de la ley 18.610 de Obras Sociales Sindicales. Si bien las obras sociales sindicales nacen en el año 1944 a través del decreto 30.655/44, que funda la Comisión de Servicio Social, recién a partir de 1970 se realiza una transferencia plena de este poder económico a los sindicatos. Señala José Caro Figueroa que cuando “la dictadura de Onganía dispuso universalizar las obras sociales poniendo en

129 El líder y las masas: Fascismo y peronismo en Gino Germani”. Documentos de trabajo Nro. 371, p. 7. UCEMA, Buenos Aires, 2008. .130 Rubén H. Zorrilla. El liderazgo sindical argentino, Buenos Aires, Siglo Veinte, 1983, p 134.

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manos de los sindicatos únicos la cobertura de salud de los trabajadores, lo hizo para consolidar su entendimiento con el grueso de la dirigencia sindical peronista”.

En términos de Max Weber, uno de los fundadores de la sociología moderna, el liderazgo de Perón es clasificable como de tipo “carismático”. Weber identifica tres tipos de liderazgos según la forma en que se legitima la autoridad: el líder tradicional, quien simplemente hereda el poder; el líder legal o burocrático, cuyo reconocimiento se basa en la legitimidad de las reglas a través de las que fue electo; y finalmente, el caso del líder carismático, en el que se da una devoción a una persona particular. Weber advierte que uno de los peligros políticos de la democracia de masas es la posibilidad del fuerte predominio en la política de elementos emocionales.131 Asimismo señala que otro riesgo es la subordinación del Poder Legislativo al Poder Ejecutivo. En consecuencia, el Parlamento se transformaría en “unos borregos votantes perfectamente disciplinados, donde lo único que tiene que hacer el parlamentario es votar y no traicionar a su partido [...]. Por encima del Parlamento está así el dictador plebiscitario que, por medio de la maquinaria, arrastra a la masa tras sí y para quien los parlamentarios no son otra cosa que simples prebendados políticos que forman su séquito”. 132

131 Max Weber. Escritos políticos, Madrid, Alianza Editorial, 1991, p. 159.132 Max Weber. “El político y el científico”, p. 21. Documento preparado por el Programa de Redes Informáticas y Productivas 21 de la Universidad Nacional de General San Martín (UNSAM). http:\\www.bibliotecabasica.com.ar.

Un país rico que se convirtió en pobre. Mitos y verdades de la Argentina. 195

La economía peronista

La política económica aplicada por Perón no será otra cosa que la continuidad y profundización de los lineamientos de industrialización por sustitución de importaciones iniciados en la década de 1930. Si observamos el “Programa de reactivación de la economía nacional” de 1940, también llamado “Plan Pinedo” (en referencia al ministro de Hacienda Federico Pinedo), veremos que estas ideas preexistían a las políticas de Perón. Este plan proponía fomentar la industria nacional, imponer un control selectivo de importaciones y, obviamente, la sustitución por producción nacional, entre otras medidas.133 La pulseada campo versus industria ya se había definido así como la puja entre ideas a favor de la inserción agropecuaria en el mercado internacional versus las que favorecían al desarrollo de una producción industrial nacional protegida.

Argentina: crecimiento industrial 1943/1954

Año Número de establecimientos

Propietarios o directores

Personal ocupadoEmpleados Obreros

1943 61.172 72.002 87.778 756.2821946 86.440 115.923 135.484 838.3871948 81.937 114.969 136.630 917.2651950 83.370 121.217 143.523 923.8241954 151.838 224.954 166.980 1.055.496

Fuente: Censos Industriales, en Rubén Roandaro. Realidad y cambio en el sindicalismo. Buenos Aires, Editorial Pleamar, 1971.

En términos generales, Perón implementará una política de alta intervención estatal. Tal como lo señala el

133 Carlos Escudé y Andrés Cisneros. Historia general de las Relaciones Exteriores de la República Argentina (1806–1989), op. cit.

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sitio de la Presidencia de la Nación, aplica un Primer Plan Quinquenal que nacionaliza el Banco Central posibilitando el control de la moneda extranjera y la utilización de la diferencia de las exportaciones de cereales al exterior a efectos de transferir ingresos a los sectores industriales a través de créditos subsidiados. También se nacionalizan ferrocarriles y empresas de telecomunicaciones, así como las redes de gas, en manos de empresas extranjeras; esto da origen a Ferrocarriles Argentinos, Empresa Nacional de Telecomunicaciones (ENTel) y Gas del Estado. También se implementa el voto femenino que posibilita votar a la mujer por primera vez el 11 de noviembre de 1951.

En este contexto se profundizó la acción del IAPI (Instituto Argentino de Promoción del Intercambio), con la meta de monopolizar los intercambios internacionales. El IAPI fue creado en 1946 por el presidente, general Edelmiro J. Farrell, mediante el decreto 15.350 del 28 de mayo de 1946 bajo la órbita del Banco Central. Según Susana Novick, autora del libro IAPI. Auge y decadencia, “fue el intento más serio por nacionalizar la economía e independizarla de los centros financieros internacionales”.134 El IAPI ejerció un rol monopólico en la comercialización de productos agrícolas –principalmente trigo–, comprando en el mercado interno y vendiendo en el internacional, mientras que en el caso de los productos ganaderos asumió un papel menos activo, de intermediación y recaudación de ingresos. Esto se corresponde con la importancia relativa que estos bienes tuvieron por esos años, medida tanto por volumen como por precios; es decir, se comercializaron principalmente

134 Susana Novick. IAPI. Auge y decadencia. Buenos Aires, Editorial Catálogos, 2004.

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cereales, seguidos por productos ganaderos y, en menor medida, forestales y mineros.135

El peso del IAPI en las exportaciones argentinas (Participación del IAPI en el total de las

exportaciones, en millones de M$N)

Año Total exportado Total exportado por IAPI

Participación IAPI

1949 3.741 3.679 99,0%1950 5.427 3.822 70,5%1951 6.711 4.607 68,6%1952 4.392 2.656 60,5%1953 7.189 5.056 70,4%

Fuente: Juan Carlos Esteban. Imperialismo y desarrollo económico, Buenos Aires, Editorial Palestra, 1961, p. 41.

Impresiona observar el peso del IAPI en las exportaciones argentinas. Juan Carlos Esteban afirma, en Imperialismo y desarrollo económico, que 1949 fue el punto de apogeo donde 99 de cada 100 pesos moneda nacional se exportaban por esa vía, yendo en una tendencia decreciente hasta 1953, cuando alcanzó el 70,4%.

El primer período de la economía de Perón fue de “vacas gordas”: el país disfrutaba de fuertes reservas internacionales acumuladas en los años de la Segunda Guerra Mundial (1939–1945), en un contexto de imposibilidad de importar bienes, y buenos precios internacionales de los productos primarios. En este marco, se orientaron las energías hacia la distribución del ingreso, la expansión del empleo y un aumento del peso del Estado en la producción nacional. Después de la Revolución Libertadora de 1955, Perón mantuvo un rol

135 Guillermo Yeatts. El botín. La Argentina saqueada, op. cit.

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político desde el exilio en el contexto de un peronismo proscripto, generando una situación de alta polarización nacional –incluso durante su regreso a la Argentina en 1973– hasta el retorno de la democracia en 1983.

La continuidad institucional en el post peronismo

La tendencia hacia la sustitución de importaciones iniciada en la década del 30 tuvo una marcada continuidad más allá de los cambios de gobierno. Las ideas de la CEPAL y de quien fuera su secretario ejecutivo entre 1950 y 1963, Raúl Prebisch, marcaron una impronta en la economía política argentina. Estas ideas se basaban en la existencia de países centrales (productores de manufacturas) y periféricos (productores de materias primas). En su concepción, el paso del tiempo mostraría un incremento de la brecha de precios entre los productos industriales y los commodities, situación en la que los países agropecuarios tenían más para perder que para ganar. En consecuencia, la primarización de las economías no hacía otra cosa que mantener su “dependencia” respecto de las economías desarrolladas. Por ende, la recomendación era profundizar los procesos iniciados de “industrialización por sustitución de importaciones” (ISI). Con pequeñas excepciones de tímidos intentos de apertura, la economía argentina se mantuvo cerrada hasta inicios de la década de 1990, ya que no sólo la ideología sino los intereses defenderían a rajatabla las ventajas de un mercado sin competencia internacional y sus beneficios para los sectores.

Como hemos detallado, la historia argentina entre 1930 y 1983 fue un período de marcada inestabilidad política e institucional –caracterizado por golpes de Estado, populismos y restricciones en la competencia política–, que marcó un claro cierre de la economía y un fuerte

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protagonismo del Estado, en el marco de la adopción de un régimen de sustitución de importaciones que posibilitó el nacimiento y consolidación de grupos de interés empresariales, sindicales, militares y políticos. Edgardo Zablotsky, en “A Public Choice Approach to Military Coups D’Etat”, describe la incertidumbre política de este período y el rol intervencionista de las fuerzas armadas a través de golpes militares como una característica típica de la Argentina en aquellos años:

“La historia de muchos países latinoamericanos presenta un denominador común: las fuerzas armadas han jugado un importante rol en su vida política. Este rol se evidencia a través de largos períodos de gobierno militar y un sorprendentemente grande número de golpes de Estado militar. No obstante, este rol ha sido frecuentemente sobrestimado por supuestos de que los golpes de Estado son fenómenos únicamente militares. La observación de la historia política latinoamericana no confirma este supuesto. Si, por ejemplo, centramos nuestra atención en un leading case y analizamos un gran número de regímenes militares que caracterizan a la Argentina, queda claro que –al menos para este país– no existen golpes militares sin algún tipo de apoyo de al menos una parte de la población civil”.136

Se suele acusar exclusivamente a Perón de los males económicos e institucionales de la Argentina pero, como estamos analizando en esta obra, esta parece ser

136 Edgardo Zablotsky. “A Public Choice Approach to Military Coups D’Etat”. Documento de trabajo Nº 85. CEMA, Agosto 1992.

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una sobresimplificación del análisis. Las tendencias de reglas de juego que permitan la búsqueda de rentas tienen que ver con el origen institucional de América Latina, con la prevalencia y supervivencia de prácticas medievales, aun en un contexto global de Revolución Industrial. En este marco, concluimos que las políticas públicas del período 1853–1916/30 fueron un intento parcial por revertir una tendencia profundamente arraigada en los “genes” institucionales de la sociedad. Perón fue apenas un eslabón más (tal vez el más acabado) de un proceso mucho más complejo y el peronismo fue, tal vez, el “batacazo” final, con más visibilidad.

Los intentos de retorno a las instituciones previas a 1853 se fueron produciendo y el pensamiento nacionalista fue propulsando tal situación en la década de 1930 en una economía ya cerrada. El período 1930–1983 fue pendular en términos de gobiernos militares, populismos y democracias restringidas, pero observamos una continuidad de aislamiento y economía dirigida por el Estado desde lo económico–institucional.

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Capítulo X

La “Argentina liberal”: ¿Mito o realidad?

A lo largo de estas páginas hemos intentado comprender por qué aquel país rico que era la Argentina a inicios del siglo XX, en pocas décadas se volvió pobre. Asimismo, la naturaleza y origen institucional de aquella riqueza, reflejada en diversos indicadores analizados –tales como su PBI equivalente a la mitad del de toda América Latina, su producto por habitante, que se ubicaba en el décimo lugar a nivel global–, y los datos que se desprenden de los inmigrantes atraídos, el crecimiento de exportaciones e importaciones, así como de la inversión en el país.

Hemos ahondado en el análisis de si la difundida imagen de una “Argentina liberal” –imperante entre 1853 y 1916– es concordante con los datos que se desprenden de la realidad institucional de aquel período. De si tal Argentina fue abierta, desregulada, con baja injerencia estatal, con competencia política, quebrando así la pesada tradición hispánica de un Estado omnipresente, con un centenario rol protagónico en las instituciones previas.

El análisis nos ha permitido observar que la visión de una “Argentina liberal” es en parte cierta pero también en parte no lo es. ¿Qué queremos decir con esto? Que coexistieron ambas tendencias. Por un lado, la visión, deseos e implementación de un país organizado en la

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libertad por parte de un grupo de líderes. Por el otro, la supervivencia y fortalecimiento de fortísimas tendencias institucionales previas que prevalecieron en la pulseada y, finalmente, posibilitaron el eterno retorno de un pasado de enorme gravitación.

Es cierto que la idealización de un período histórico es realmente cómoda y simplifica los análisis, las conclusiones y la difusión de las ideas. Asimismo, nos sirve a nosotros –quienes defendemos la idea de la libertad– para mostrarnos como víctimas de una confluencia inexplicable de circunstancias. Esta visión “purista” (como todas las versiones idealizadoras) construye dogmas e idealiza momentos, iconiza héroes y señala culpables. Como en una religión, establece dioses, santos a quienes realzar y rezar, así como demonios a quienes culpar de todos los males. La visión idealizada puede ser muy útil para comunicar un mensaje con simpleza y convencer con efectividad, pero se aleja en diversos puntos de una realidad que es más simple y gris (como siempre es la realidad), y no tan blanca o negra.

Pero el paso del tiempo otorga la perspectiva necesaria para mirar el pasado con más frialdad y sensatez. Nos permite tener una visión más realista y humana de los acontecimientos, y comenzar a intentar comprender los procesos –a partir de datos concretos y un análisis objetivo– desde una perspectiva más compleja y realista.

Economías de mercado sin competencia política

¿Podríamos decir que algunos países actuales como Singapur o, incluso, la misma China, son liberales? Si bien es cierto que han experimentado giros hacia economías

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más orientadas al mercado, la apertura en materia política e institucional es baja.

En este sentido, los informes de Freedom House califican a la China actual (2013) como país “no libre” (con un puntaje de 6,5, donde 1 es el mejor y 7 el peor) y señala que no es una democracia electoral, ya que el CCP tiene el monopolio del poder político y el Politburo Standing Committee (PSC) establece la política del gobierno y el partido.137 Más allá de eso, hay quienes ven –como James Dorn, vicepresidente para Asuntos Académicos de Cato Institute– que China avanza hacia el liberalismo económico, tomando medidas destinadas a llevar a cabo una reestructuración institucional y, de esa forma, estar más cerca del liberalismo económico138

Algo similar –pero más moderado– podríamos decir de Singapur, que es calificado por Freedom House como “parcialmente libre”. El informe de Freedom House señala que los ciudadanos no pueden cambiar su gobierno en forma democrática y el partido gobernante (PAP) domina el proceso político y usa una variedad de métodos indirectos para limitar a los partidos de la oposición. La calificación es 4,5 (siendo 1 la mejor y 7 la peor).

El vínculo entre libertad económica y política es interesante para analizar, y tiene profundas implicancias. De hecho, procesos complejísimos como el fin de la Edad Media tuvieron que ver con el reconocimiento de derechos por parte de la monarquía en el contexto de

137 Freedom House. “Freedom in the World 2013”. Report on China. Freedom House, 2013.138 James A. Dorn. “China avanza hacia el liberalismo económico”. Cato Institute, 26 de abril de 2007.

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un debilitamiento frente a otros sectores tales como la burguesía empresaria.

Una de las preguntas que surgen es si mayor libertad económica es la antesala de mayor libertad política. Es decir, si reformas realizadas en contextos no democráticos necesariamente se arraigan, se expanden y dan como resultado, también, una apertura política. El caso del Chile de Pinochet es un ejemplo a favor de lo señalado, aunque existen también decenas de ejemplos contrarios al razonamiento previo. Pero Milton Friedman realiza un interesante análisis sobre el vínculo entre las libertades económicas y las políticas:

“La historia sugiere que el capitalismo es una condición necesaria para la libertad política. Claramente no es una condición suficiente. La Italia y la España fascistas, así como Alemania en diversos momentos en los últimos setenta años, Japón antes de las dos guerras mundiales, la Rusia zarista en las décadas previas a la Primera Guerra Mundial, son ejemplos de sociedades que no pueden ser entendidas como políticamente libres. Pero la empresa privada era la forma de organización dominante. Es, en consecuencia, claramente posible tener arreglos económicos que son fundamentalmente capitalistas en arreglos políticos que no son libres”.139

139 Milton Friedman. Capitalism and Freedom, Chapter I, “The Relation between Economic Freedom and Political Freedom”. University of Chicago Press, 2002.

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¿Un país liberal que se hizo estatista?

Mi querido y admirado amigo José Ignacio García Hamilton se refirió a esta tendencia de idealización y generación de íconos culturales, tan típica de la historia argentina. En su visión, permitió transmitir un mensaje unificado de cohesión a la naciente Argentina, a los efectos de “homogeneizar a los hijos de inmigrantes” a través de la “educación patriótica iniciada por el presidente José Figueroa Alcorta, luego continuada por otros”.140 García Hamilton se refirió a figuras innegables (para bien o para mal) de la cultura argentina como Eva Perón, Manuel Belgrano, San Martín e incluso el personaje Martín Fierro como parte de la construcción de un mensaje cultural convenientemente idealizado. El caso más saliente y gráfico es el de Eva Perón, a quien José Ignacio se refirió como “la dama buena que regala lo ajeno”. También analizó el mito del “militar que muere pobre”, aplicado a los casos de San Martín y Belgrano, y el de “el gaucho pobre que se hace violento”, que muestra el cambio de actitud del pacífico gaucho salvaje ante las nuevas circunstancias impuestas. Finalmente, se refirió al mito de la víctima en el que “existía una conspiración internacional contra nosotros” y era necesario romper la dependencia de las inversiones inglesas, aunque –como señaló– buena parte del crecimiento argentino se originó en aquella relación amor/odio con Gran Bretaña (Invasiones Inglesas antes de la Revolución de Mayo, inversiones inglesas entre 1880 y 1916, guerra de Malvinas en 1982, inversiones inglesas en la década de 1990).141

140 José Ignacio García Hamilton. “El marco institucional, la producción y el progreso”, Artículos, 2013.141 José Ignacio García Hamilton. “El marco institucional, la producción y el progreso”, op. cit.

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En este contexto, decimos que la presente obra se inscribe en la línea de la revisión de la historia, una revisión orientada a conocer la verdad, desmontando los cimientos de una “historia oficial”, artificialmente construida. Nos permite mirar el pasado con ojos ávidos de realidad y encontrarnos con interesantes y ricas verdades.

En tales circunstancias, suena descabellado, por ejemplo, escuchar que aquella “Argentina liberal” cobraba más retenciones (impuestos a las exportaciones) que la actual “Argentina K”. O que la “Argentina liberal” mantuvo en pie la legislación minera colonial española, que procuró asegurarse ingresos económicos emergentes de las riquezas del subsuelo. O que la “Argentina liberal” restringió los derechos de protesta de los trabajadores inmigrantes, bajo normas tales como la llamada Ley de Residencia. O que la “Argentina liberal” distribuyó la tierra con criterios políticos –a través de la Ley de Enfiteusis o el reparto a partir de la conquista del desierto–, dando lugar a enormes latifundios.

Siete mitos de la “Argentina liberal”

A partir del análisis realizado podemos encontrar algunas creencias que comúnmente se aceptan, pero que la evidencia muestra más como un mito que como una realidad. A saber:

1. Los ciudadanos argentinos de 1853–1916 eran liberales. Esta afirmación, como hemos señalado, es inexacta debido a que los gobiernos eran votados en un marco de competencia política limitada donde el voto no era secreto, con lo cual las posibilidades de manipulación eran extremadamente altas. A partir

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de la Ley Sáenz Peña de 1912 –que estableció el voto secreto, universal y obligatorio– el porcentaje de votantes sobre el total de la población se incrementó de cerca del 2 por ciento al 8,8 por ciento y las preferencias del electorado fueron fuertemente diferentes a partir de ese momento.

2. Las políticas aplicadas entre 1853–1916 fueron liberales. Tal como hemos analizado, si bien encontramos ideas fundadas en la libertad, así como políticas basadas en este pensamiento, también hallamos una fuerte gama de continuidad con la tradición hispánica. Entre ellas, el mantenimiento del derecho codificado referido a las normas preexistentes, la propiedad estatal de las riquezas del subsuelo (característica de una conquista basada en la minería), la distribución de la tierra de acuerdo con criterios políticos, por mencionar algunas.

3. El crecimiento económico 1853–1916 no era dependiente del buen contexto externo. A partir de la década de 1930, cuando los mercados de destino de las exportaciones argentinas se cerraron, el llamado modelo agroexportador colapsó, iniciando seis décadas de economía cerrada, orientada al mercado interno y de sustitución de importaciones.

4. La “Argentina liberal” estimulaba plenamente la producción agropecuaria. Como hemos analizado, en aquel contexto se aplicaban derechos de exportación (lo que actualmente llamamos “retenciones”) que representaban el 30% de los ingresos fiscales nacionales.

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5. La inmigración profundizó la vigencia de las ideas de la libertad. Las corrientes inmigratorias trajeron consigo prácticas e ideas vinculadas al anarquismo y al sindicalismo, sentando las bases de la cultura política moderna de la Argentina. Como se analiza en el capítulo respectivo, el aumento de la masa de inmigrantes mostró un incremento de la cantidad de huelgas y reclamos. La Ley de Residencia fue un intento por controlar tales manifestaciones ciudadanas.

6. El militarismo nació con el derrocamiento de Perón. El militarismo se encuentra fuertemente arraigado en la historia de América Latina y en la de la Argentina. En la España “medieval” en la Edad Moderna que conquistó América, la “espada” fue una institución clave. Mucho más que la ley. Tras la Independencia, los caudillos operaban como modernos señores feudales con un enorme poder militar y social. Por su parte, el período de golpes de Estado vivido desde 1930 hasta 1983 es un reflejo de la fuerza de lo militar, e incluso del apoyo social a tales prácticas.

7. Perón inició el estatismo en la Argentina. Como hemos analizado en profundidad en el capítulo respectivo, las políticas de intervención en la economía aparecieron más de diez años antes de que el general Perón fuera presidente de la Argentina. El análisis de la década de 1930 y sus instituciones económicas (entre ellas las “Juntas”) nos permite ver con claridad este proceso.

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¿Redistribuir para gobernar?

Nos guste o no, el modelo posterior a la vigencia de la Ley Sáez Peña reflejó el pensamiento de la ciudadanía argentina. Como vimos en profundidad, la previsible relación entre el trabajador rural y los dueños de las tierras se vio alterada por la misma lógica del progreso: el crecimiento económico y los inmigrantes llegaron para querer ser parte y modificar las reglas de juego vigentes hasta el momento. Las tendencias anarquistas y sindicales vinieron al país desde Europa en forma indómita, acelerando el renacimiento de las instituciones medievales en las que los gremios desempeñaban un papel clave. De esta manera, y como lo analizamos en Raíces de pobreza, el trípode militar, religioso y estatal vigente en la Edad Media institucional vivida en el proceso de conquista de América Latina, reaparecerá en la Argentina posterior a 1916 bajo la figura del poder sindical, empresarios corporativos y Estado distribuidor de privilegios. Nada más lejano al mercado y a la ley como instrumento neutral.

Wilfredo Pareto, uno de los intelectuales clave del fascismo italiano, desarrolló el principio “80–20”, que brindó a Mussolini una herramienta fascinante para la aplicación de sus políticas sobre la base del apoyo popular. Esta “ley” sostenía que –en aquella Italia– el 20% de las personas poseían el 80% de las riquezas. Si esto era así, la conclusión para la acción política rentable era muy clara: quitarle al 20% y darle al 80% de las personas, que sólo tenían el 20% de las riquezas. El “abc” de la rentabilidad política de la redistribución estaba escrito y fue aplicado con “éxito” político por quien gobernó aquella Italia entre 1922 y 1943. Como lo mencionamos en el capítulo respectivo, la experiencia de Perón en la Italia de

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Mussolini fue fundamental en el aprendizaje de aquella forma de gobierno.

Ante la inexistencia de límites institucionales, la pregunta es: ¿por qué no redistribuir privilegios para obtener el apoyo ciudadano? Y así lo hizo el político que –aún hoy– es referente ineludible en la política argentina. Quitarles a los pocos que tienen mucho y darles a los muchos que tienen poco fue una de las prácticas más frecuentes de su política y su discurso. Del mismo modo, castigar al “campo terrateniente” y brindarle a la “industria obrera” reflejó este mismo espíritu guiado por la búsqueda de rentabilidad política.

En el contexto de un Estado permeable a las influencias como era el surgido a partir de la década del 30, emergió un contexto amigable a la búsqueda de rentas en lugar de a la generación de riquezas. James Buchanan se refiere a la diferencia entre ambos grupos de reglas de juego: mientras que las primeras se dan en un contexto de monopolios, mercados cautivos, privilegios –al mejor estilo medieval– las segundas se producen en un ámbito de mercados abiertos, competencia y dinamismo, posibilitando el schumpeteriano proceso de destrucción creativa y progreso. Por otra parte, y tal como analiza Mancur Olson, la medievalización económica acarrea un proceso de acumulación de coaliciones distributivas que –por su creciente peso– terminará por llevar a las sociedades al colapso económico. Incluso, una vez en gobiernos democráticos, la regla imperante –más allá de una división formal de poderes– será la de las democracias mayoritarias por sobre las instituciones formales.

Por último, es importante tener en cuenta que, como lo hemos señalado, la España que conquista América

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(más allá del fin formal de la Edad Media en 1492) era netamente medieval, en términos de la prevalencia de la fuerza por sobre una ley neutral, la imposición religiosa por sobre la libre elección, el voraz apetito fiscal de los recursos minerales del nuevo mundo que se destinaría al financiamiento de la actividad militar en Europa, el sometimiento de la población aborigen como “súbditos forzados” a la acción en la extracción mineral.

Una Argentina 1853–1916 de “carne y hueso”

Muchos análisis sobre el período 1853–1916 se basaron en una visión limitadamente legalista, enfocada más en los aspectos netamente jurídicos que ignoraron ex profeso o no otros acontecimientos de gran relevancia para comprender la lógica de los procesos sociales. Junto a la consideración parcial de la ley positiva también resulta fundamental considerar una visión completa de esta, los usos y costumbres reinantes, los intereses sobre los que se basan las políticas y las normas, las políticas fiscales vigentes, los aspectos culturales sobre los que se apoya la estructura económico–institucional.

La idealización de los momentos históricos es un proceso natural, así como la clasificación de los buenos y los malos. Pero la visión de ángeles y demonios alimenta visiones extremas que arrastran tanto al amor como al odio. Un diagnóstico errado tendrá como consecuencia un plan también equivocado.

Por otra parte, es mucho más fácil echarles la culpa a Juan Domingo Perón y al peronismo por todos los “males” de la Argentina, pero una simple mirada por la década de 1930 nos permite observar en ese momento la

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presencia del renacimiento de toda la actividad reguladora de la economía, expresada en la figura de las “juntas reguladoras”. El fin del llamado modelo agroexportador marcó el inicio de una nueva era que dejaba de lado la exportación de productos primarios y alentaba la sustitución de importaciones, a través del proteccionismo y la promoción de la subsidiada industria nacional. Cuando perdió fuerza el boom agropecuario, una nueva realidad institucional reemplazó a una economía más abierta.

Entonces, ¿podemos decir que la culpa fue de Perón o es ésta una sobre–simplificación? La evidencia muestra que Perón capitalizó las demandas existentes en la sociedad, en un contexto de ausencia de límites al abuso del poder. Pero “vendió” lo que el mercado político –dadas las nuevas reglas de democracia mayoritaria– quería comprar, fortaleciendo tendencias pre–existentes a él mismo.

Instituciones informales: claves del cambio profundo

Ya hemos señalado que Douglass North –con un enfoque casi socio–psicológico– diferencia o identifica instituciones formales e informales. Mientras que las primeras son más evidentes, visibles y maleables externamente, las segundas son más sutiles, invisibles y de difícil modificación. Una Constitución, una ley o una agencia gubernamental se puede cambiar a través de una norma. Pero ¿es posible modificar con tanta simpleza el “software” instalado por la cultura en las mentes de los ciudadanos?

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No podemos decir que Alberdi tuviera una visión idealista al respecto. Todo lo contrario, era consciente de la necesidad –y el enorme desafío– de trabajar sobre las instituciones informales, por eso hizo tanto hincapié en la inmigración. No sólo como proveedora de mano de obra masiva para una economía inserta en la Revolución Industrial, sino como importadora de valores, modificadora de hábitos y sustitutiva de costumbres. Por eso, y como lo hemos desarrollado en el capítulo respectivo, la inmigración con la que soñaba Alberdi era bien específica. No era cualquiera, sino que tenía que ver con lo que él consideraba las sociedades más “civilizadas”. También en Sarmiento se dará esta comprensión del fenómeno del cambio institucional orientado a trabajar en las instituciones “invisibles”, las más profundas y arduas de remover. La “importación” de maestras de Estados Unidos tenía esta meta: trabajar en la instalación de un sistema operativo más cercano al de aquel país de mayor desarrollo, reemplazando las “vetustas” –en su visión– prácticas imperantes.

Podríamos discutir la linealidad o no de la visión de Alberdi en este sentido, pero no podemos desestimar su conciencia respecto de la necesidad de darle fundamentals institucionales a la organización formal de aquella Argentina. Su realismo se centra en la visión de que la Constitución de 1853 tendría pies de barro sin valores sobre los que asentarse. De hecho, y como ya lo hemos desarrollado, la ausencia de un cambio de valores social pondría en serio riesgo a aquel cambio promovido a partir de la iniciativa alberdiana.

En este sentido, visiones opuestas parecen tener puntos en común. Y nos referimos a los argumentos del intelectual italiano Antonio Gramsci, quien desarrolló lo

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que se conoce como el “giro gramsciano”. Este giro hace referencia a una vuelta de tuerca respecto de la posición tradicional de Karl Marx en el sentido de que la estructura económica determina la superestructura cultural. Contrariamente, Gramsci sostuvo que la superestructura –hábitos, valores, costumbres– de una sociedad era la que influía en forma más férrea sobre la estructura económica, ensalzando el rol de lo cultural y el manejo de tales factores críticos en la determinación del “software” social.

En consecuencia, este ethos de las sociedades tendrá raigambre profunda y firme y los cambios sobre él serán de modificación lenta y a través de tendencias persistentes. La creencia de que todo puede ser cambiado a través de simples implantes también incentivó buena parte de los golpes de Estado que vivió el país entre 1930 y 1983. Tal concepción de construcción de edificios institucionales sobre pantanos tuvo los resultados esperados: fracaso tras fracaso.

El presente nos pone como testigos y protagonistas de la tercera gran revolución económica de la historia de la humanidad, luego de la agrícola y la industrial. La revolución del conocimiento, como lo desarrollo en mi libro Un mundo pequeño, está reduciendo en forma dramática los costos de transacción, achicando el planeta y poniendo a competir usos, costumbres, hábitos, valores a nivel global. En este contexto, las instituciones informales han dejado de ser impermeables para ser perforadas por un menú de elecciones ampliado de manera planetaria.

En esta situación, la competencia de ideas, hábitos y valores realmente abre en profundidad la competencia de formas de organización, sembrando sólidos cimientos de las instituciones más relevantes, que son las informales.

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Sobre su solidez sí se pueden construir instituciones formales con fundamentos de mayor perdurabilidad y arraigo en las sociedades.

Como ya hemos analizado, la América Latina vivenciará el extraño fenómeno de ser una región con instituciones medievales en pleno fin del mismo Medievo. En contraste con lo sucedido en la América Anglosajona, que experimentó el avance de las instituciones modernas sobre su territorio y población, la América Latina fue conquistada por instituciones de carácter fuertemente medieval: la espada, la cruz, la burocracia son claros indicadores de este fenómeno. Y estas instituciones sobrevivieron incluso a la independencia de España. Así, el señor feudal medieval fue sustituido por el caudillo, el que –posteriormente– fue reemplazado por el carismático líder populista que aún vemos en el presente.

La continuidad feudal, caudillesca y populistaMomento Líder político–social Apoyo social

Edad Media Señor feudal SúbditosPeríodo post Independencia Caudillo Seguidores

Siglo xx Líder populista Masas

En esta obra buscamos acercarnos un poco más a la verdad, como en una revisión de recuerdos familiares, en la que las nuevas generaciones –que ya no tienen nada que ganar ni que perder con la relectura de los acontecimientos de los antepasados– revisan con cariño las historias y objetos de sus predecesores, e intentan comprender sus comportamientos sin quitarlos del contexto en el que se desenvolvían. Lo hacemos con sinceridad y deseos de aumentar el reconocimiento de nuestra propia identidad a través de una mirada sensata del pasado, así como

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de sentar bases realistas para promover las ideas que pensamos y sentimos.

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