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1 RBCEH, Passo Fundo, v. 4, n. 1, p. 76-87, jan./jun. 2007 El psicoanálisis con adultos mayores: subjetividad, relato y vejez Abel Fernández Ferman * Resumo En este trabajo se aborda el tema de la vejez en el marco de la época en la que vivimos articulándoselo con el concepto de subjetividad. En un mun- do en desasosiego por la velocidad y la inmediatez, el psicoanálisis ayuda a restituir una función de portavoz de la historia generacional, espacial y tempo- ral. Se plantean posibilidades de trata- miento psicoanalítico y los prejuicios al respecto. Se desarrollan las relaciones con los procesos de rememoración y construcción de un relato subjetivante así como de rescate transgeneracional. Se jerarquiza el lugar del relato, la ca- pacidad de relatar, recordar, historizar, para generar una línea de continuidad existencial, singular y filiatoria. Palabras-clave: Vejez. Relato. Construcción. Subjetividad. Análisis.

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El psicoanlisis con adultos mayores:subjetividad, relato y vejez

Abel Fernndez Ferman*

76RBCEH, Passo Fundo, v. 4, n. 1, p. 76-87, jan./jun. 2007

Resumo

En este trabajo se aborda el tema de la vejez en el marco de la poca en la que vivimos articulndoselo con el concepto de subjetividad. En un mun- do en desasosiego por la velocidad y la inmediatez, el psicoanlisis ayuda a restituir una funcin de portavoz de la historia generacional, espacial y tempo- ral. Se plantean posibilidades de trata- miento psicoanaltico y los prejuicios al respecto. Se desarrollan las relaciones con los procesos de rememoracin y construccin de un relato subjetivante as como de rescate transgeneracional. Se jerarquiza el lugar del relato, la ca- pacidad de relatar, recordar, historizar, para generar una lnea de continuidad existencial, singular y filiatoria.

Palabras-clave: Vejez. Relato. Construccin. Subjetividad. Anlisis.

[...] Hay quienes imaginan el olvido como un depsito desiertouna cosecha de la nada y sin embargo el olvido est lleno de memoriaMario Benedetti

Introduccin

En este trabajo se aborda el tema de la vejez y el tratamiento psicoanaltico en el marco de la poca en la que vivimos articulndoselo con el concepto de subjeti- vidad. Entendemos al psicoanlisis como el trabajo de bsqueda de y en la subjetivi- dad humana, incluyendo las perspectivas interiores que hacen al meollo de la in-

* Psiclogo y Master en psicoanlisis. Asociacin Psi- coanaltica del Uruguay (APU). Ex-encargado de la ctedra de Psicodiagnstico de la Facultad de Psicologa. Miembro fundador, habilitante y docente de la Asociacin Uruguaya de Psicoterapia Psicoanaltica (AUDEPP). Miembro y docente de la Asociacin Psicoanaltica del Uruguay. Docente en cursos de postgrado en el Instituto Agora y de formacin de terapeutas psicoanalticos en AUDEPP. Autor del libro La consulta psicolgica y de diversos artculos publicados en revistas cientficas de nuestro medio (RUP, Nexos, relaciones etc.).

Recebido em maio 2006 e avaliado em jan. 2007

vestigacin de los sentidos singulares del discurso humano, sea ste enunciado en forma verbal o en el lenguaje del cuerpo, los gestos o los actos que incluyen siempre la perspectiva del inconsciente. Se busca rescatar el significado de la experiencia personal y se aspira al cambio o efecto teraputico. La experiencia y el signifi- cado aprehendido es siempre personal y se logra en el encuentro transferencial que se produce entre analista y paciente en el dialogo producido en el campo intersubjetivo asimtrico generado por el interjuego de la transferencia y la contratransferencia en un determinado contexto social, econmico y cultural. Los referentes para nuestro trabajo son tanto la concepcin de un sujeto dividido como las experiencias singulares acontecidas en un campo bipersonal (BARANGER, 1961) contextuadas en unas determinadas co- ordenadas espacio temporales, en las que ponemos entre parntesis la verdad de la teora para jerarquizar siempre la verdad del paciente. Se desarrollan las relacio- nes con los procesos de rememoracin y construccin de un relato subjetivante as como de rescate transgeneracional, para generar una lnea de continuidad existencial, singular y filiatoria.En un mundo en desasosiego por la velocidad y la inmediatez, el psicoanlisis ayuda a restituir una funcin de porta- voz de la historia generacional, espacial y temporal. El problema de la relacin entre el aparato psquico, como abstrac- cin terica, y el exterior vale decir el conjunto de variables sociales, econmi- cas y polticas que fundan y sostienen un campo representacional (BLEICHMAR,2005) se plantea quizs hoy, en tiempos de

vrtigo y crisis de las estructuras sociales tradicionales, como la familia, el barrio, etc., con ms fuerza e inters que antes a la hora de considerar el psicoanlisis y los procesos de subjetivacin.

Subjetividad y vejez en el consultorio del psicoanalistaDe que manera incide el armado representacional que tenemos hoy sobre la vejez en nuestra praxis? Cmo los pre- juicios que sobre el tema tenemos? Acaso psicoanalistas y ancianos no hacen suyas las imgenes o concepciones que se tienen sobre el tema al nivel de un discurso social que jerarquiza la juventud y la productivi- dad? Cmo no sentirnos tocados ante las convulsivas transformaciones tecnolgicas y de las costumbres tan ajenas a las de nuestra juventud?Los dramas clnicos de las personas en proceso de envejecimiento nos involucran con el sufrimiento ante malestares ntimos por las prdidas ilusorias y reales sucedi- das a lo largo de la existencia.1La expresin vivencial de estos pade-cimientos nos permitir construir otros sentidos que incluyan algo de lo incon- ciente, la historia y el presente? Con qu horizonte de futuro? Es una ardua tarea que se entretejer en el espacio intersub- jetivo de la sesin analtica en la que algo habr de deshilvanarse para reorganizar la trama con un nuevo guin a partir de las significaciones, posibilidades e impo- sibilidades de los protagonistas. En ciertos casos asistimos a la insistencia de un cuer- po que enferma y remplaza viejos dolores descarnados del psiquismo que cercan y obstaculizan las posibilidades para asociar

y simbolizar. Son muchas veces estas cir- cunstancias las que cuestionan y desafan nuestra posicin como analistas en estas situaciones al enfrentarlos con los lmites de nuestra tcnica. Nos encontramos en la situacin artesanal de la construccin de discursos en el transcurrir de la vejez levantando represiones y generando po- sibilidades para que nuevos contenidos puedan ser pensados y desplegados. Tam- bin el cuerpo requiere nuestra escucha e inclusin por las circunstancias de sus transformaciones con el transcurso del tiempo y no slo cuando est enfermo, de ah la necesidad de formas de intervencin que no slo hacen a la atencin flotante e involucran muchas veces al trabajo en la interdisciplina.La representacin social de la vejez, con un progresivo deterioro fsico, mental, productivo y hasta esttico, se convierten en un peso para el senescente y sus fami- liares as como para el psicoanalista. No ser extrao entonces que la identificacin con una tal imagen haga de la depresin un motivo tan frecuente en este tipo de consultas. Incluso una actitud de rechazo provocada por la imagen del deterioro y de una vida aproximndose a su fin nos har volver a enfrentarnos con el tema de la castracin en su mxima expresin: la muerte, promoviendo tal vez al rechazo y reforzamiento del prejuicio de in ana- lizabilidad del senescente. El derrumbe de determinadas formas de subjetivacin-forma de sentirse siendo en el mundo- se afirma en una determinada estructuraci- n psquica previa y ambas se sostienen mutuamente. Desde esta perspectiva creo que nuestro trabajo consistir entonces en ver cmo la amenaza o puesta en riesgo

que se da a nivel de la subjetivacin afecta promoviendo muchas veces la emergencia de patologas que quedaban encubiertas o estabilizadas en determinadas rutinas o formas de vida no posibles de ser man- tenidas.Es en el crisol de la transferencia don- de estos temas son trabajados, lo escindi- do, lo rechazado que la sociedad deposita en los viejos y que habita nuestro ima- ginario tambin, amalgamado a nobles ideales. Me refiero aqu a la necesidad de tener en cuenta el rechazo descarnado por lo viejo y el culto por lo joven y bello que no dejan de insistir para entrar en el campo de la sesin.Tomamos como otro ejemplo de la incidencia ideolgica en la consideracin del tema del envejecimiento a la Teora del Desapego (CUMMINGS e HENRY,1961) segn la cual la evolucin natural de la persona en proceso de envejecimiento sera un progresivo desinters del mundo, de vnculos y actividades, y de la vida mis- ma, cuya funcin social sera dejar lugar a los jvenes. Desde esta perspectiva, en la que los cambios parecieran quedar excluidos, el trabajo psicoteraputico se limitara a un acompaamiento o una preparacin para la muerte, y el destino previo a la muerte bien podra ser el confinamiento en una casa de salud.2No se trata de una teora que junto alvrtigo civilizatorio contemporneo amenaza con un desarmado de la subje- tividad de quien envejece? Pensamos en una subjetividad en riesgo cuando los seres humanos quedan expulsados de sus marcos referenciales, o los mismos son tildados de caducos por los sectores do- minantes de la sociedad. Los aspectos que

o desvalorizados y desechados. Tiene el psicoanlisis algo para decir y hacer en estas circunstancias?El mismo Freud (1905) se refiri al trabajo analtico con personas mayores de 50 aos como una tarea imposible por ser el material inconsciente a elabo- rar demasiado extenso y la resistencia al cambio demasiado fuerte. Este punto de vista ha sido incluso reforzado desde cier- tas posturas del psicoanlisis al hablar de rigidizacin de las estructuras y hasta de una progresiva extincin libidinal. Por el contrario, sabemos de la inextinguibilidad de la libido circulando siempre en nuevos deseos, nuevos objetos, tal como discerni- mos del funcionamiento pulsional. Pero aqu tambin el riesgo sera actuar desde prejuicios formativos buscndole acti- vidades recreativas, sustitutos de una sexualidad ya apagada, apoyados en una desmentida de la sexualidad en lugar de analizar. Me refiero entonces al riesgo de contraponer la teora del desapego a una teora-accin del apego. A pesar de las citadas afirmaciones de Freud, sabemos por E. Jones (1953) que Freud, segn le haba dicho, nunca dej de analizarse, dedicando siempre a este fin la ltima media hora del da.

Crisis de la mitad de la vida y vejezEn el mundo entero en las ltimas d- cadas la poblacin de ms de 65 aos viene en aumento. Tambin lo hacen las consul- tas al psicoanalista de personas en proceso de envejecimiento. He de detenerme en este camino, aunque muy brevemente,

to, como manera de contextualizar una determinada prctica clnica que vengo realizando con adultos mayores.Me ocupar entonces de las peculiari- dades de aquellas personas que adquieren conciencia de su propio proceso de enveje- cimiento. Con este fin, me centrar entonces en la segunda mitad de la vida, proceso que ubicar en su inicio en la crisis de la mitad de la vida descrita por E. Jacques (1966). Si bien ste la ubic a partir de los 35 aos, yo lo har entre los 40 y los 45 aos3 en el entendido que hoy las expectativas de vida son mayores a la de las personas estudiadas por Jacques (artistas y creadores de los siglos pasados) y a las peculiaridades de nuestro medio (Ro de la Plata) con una salida tarda de la ado- lescencia (en relacin a otras sociedades).Evocar concisamente un cuento de los hermanos Grimm a modo introduc- torio del tema: Un campesino que hace comer a su padre apartado de su familia, en una pequea silla de madera hecha por l, sorprende a su hijo juntando maderas: Qu haces? pregunt el padre. Es para hacer una silla para cuando tu seas viejo, dice el nio. Inmediatamente el abuelo recuper su lugar en la mesa comn.Quines son los viejos? Cules son sus peculiaridades? Sin duda, para el nio del cuento que junta las maderas, la vejez es algo que le acontece a los otros. Lo curioso es que seguramente tambin lo era para el hombre (negacin y pro- yeccin mediante) que haca comer a su padre alejado de la familia. Marcel Proust deca que de todas las realidades, la vejez es quizs aquella de la que conservamos durante ms tiempo en la vida una idea puramente abstracta.

conforman la identidad son cuestionadosen el tema de la vejez y el envejecimien-

79RBCEH, Passo Fundo, v. 4, n. 1, p. 76-87, jan./jun. 2007al campesino; momento crtico en el que algo se trastocar para siempre? Con el tiempo suficiente, todos llegaremos a viejos.Aunque no para todos, el perodo que se inicia con la crisis de la mitad de la vida es un momento de realizaciones. Para muchas personas es la poca de la autorrealizacin, consolidacin personal, emancipacin de los hijos, etc. Aproxima- damente las tres cuartas partes de la pro- duccin artstica y cientfica en el mundo es de personas mayores a 40 aos, lo que incluye toda la produccin propiamente psicoanaltica de S. Freud. Para casi todos se trata de la poca de una paulatina toma de conciencia del paso del tiempo y el envejecimiento, tanto propio como el de nuestros padres u otras personas signifi- cativas de nuestro entorno, que envejecen y mueren. Este hecho, por cierto no suele pasar sin dejar una profunda marca en quien lo vive.En la biografa de Freud escrita por E.Jones (1953) ste dice: El padre de Freud haba fallecido en octubre...4 Al agradecer a (su amigo) Fliess su psame, escribi: Por uno de esos senderos obscuros que se esconden tras la conciencia oficial, la muerte de mi padre me ha afectado pro- fundamente. Yo lo haba valorado mucho y lo haba comprendido con toda exactitud. Con esa su peculiar mezcla de profunda sabidura y fcil fantasa, signific mucho en mi vida. No hay duda de que al llegarle la hora ya se haba sobrevivido a s mismo, pero su muerte ha hecho revivir en mi todos mis sentimientos ms tempranos. Ahora me siento completamente desamparado.Refirindonos a las peculiaridades delperodo que comienza a partir de la crisis

tres formas de su expresin intrapsquica(SALVAREZZA, 1988):1. Acentuacin de la interioridad con un mayor nfasis en la introspeccin y eva- luacin vital, as como con un intento de estimacin del si-mismo (self). En los casos mejores este proceso abre ca- mino a la integridad y al proceso, dese- able, de la rememoracin. En algunos sujetos narcisistas, puede tornarse en desesperacin y el penoso sentimiento de la nostalgia por lo perdido, por lo que no pudo ser.2. Cambio en la apreciacin del pasaje del tiempo con desarrollo de la conciencia de la finitud de la vida y de un tiempo personal limitado para vivirla.3. Personalizacin de la muerte vivenciada a travs de la muerte de pares y seres allegados. Es decir que la muerte deja de ser una concepcin ms o menos abstracta. Es un cambio en relacin al tema en si mismo, en tanto ahora se vuelve un problema ms personal. Se trata de la propia vivencia de mortali- dad. La certeza de lo indefectible de la propia muerte.

En condiciones normales los ltimos dos puntos van alejndose del centro de las preocupaciones de las personas, mecanismos de elaboracin y negacin mediante, pero no as el primero.El llamado incremento de la inte- rioridad suele permanecer en la vejez ayudando al proceso del envejecimiento. Este punto, a mi juicio, ha sido confun- dido muchas veces con un incremento del narcisismo, en un polo psicopatolgico, en el sentido de una excesiva preocupacin

El campesino sorprende al hijo, y el hijode la mitad de la vida podemos mencionar

(egosta) por s mismo. Tal no es ms que una vicisitud posible que se convierte en uno de los grandes motivos de sufrimiento expresados como desesperacin ante el envejecer, depresin (por colapso narci- sista), hipocondra, conductas negadoras y/o exageradas (como la tipificada en la imagen del viejo verde). Para que un desenlace as tenga lugar, debe pre-existir un trastorno psicopatolgico previo de la persona. Me han comentado que Aju- riaguerra sola decir que se envejece de acuerdo a como se ha vivido.Cuando postulamos el incremento de la interioridad como salida normal en el envejecimiento digno, estamos pensando en un aumento de la relacin con el mun- do interno, que facilita el despliegue de potencialidades en el mundo cotidiano, que de ninguna manera supone aislamien- to, marginacin, pasividad, ni incremento del egosmo. Enfatizo esto porque en el trabajo psicoanaltico con pacientes que envejecen doy importancia primordial a la actividad de la rememoracin como forma de ponerse en contacto con uno mismo y poder rescatar las cosas hechas y vividas a lo largo de la vida en la organizacin de relatos en el contexto transferencial. Se trata, a mi forma de ver, de una forma de conservar al tiempo que reconocer lo que ya no est (de discriminar pasado y presente) y ubicarse ante esta etapa vital, y lo relaciono con la posibilidad de elabora- cin psquica en un sentido psicoanaltico (FREUD, 1914).La persona que comienza a envejecer enfrenta una serie de cambios progresivos, en los que no me voy a detener, que se dan conjuntamente a nivel del cuerpo, la mente y la trama de vnculos sociales.

Hemos afirmado que la depresin constituye uno de los motivos principa- les de consulta en la etapa de la vida que comienza luego de la crisis de la mitad de la vida y en la vejez misma. Depresi- n por las prdidas de objetos (personas, ideales, etc.) reales o fantaseados, consi- derados esenciales para vivir o satisfacer un deseo (FREUD, 1917e). En los adultos mayores vemos muchas veces fijaciones, como efecto de la viscosidad de la libido (FREUD, 1937), adherencias libidinales a representaciones previas. Se trata muchas veces de duelos patolgicos cursados ante la prdida de objetos o respecto al cuer- po propio, a identificaciones anteriores (prdida de lugares tanto en lo familiar, lo laboral y lo social). Si esto predomina, la subjetividad permanece inmersa en el doloroso terreno de la aoranza con la paralizacin temporal que esto supone en cuanto a la posibilidad de desarrollo de nuevos anhelos materializados en proyectos de vida.Estas prdidas pueden haber sido anticipadas como posibilidad en la crisis de la mitad de la vida o pueden haber sido negadas en la fantasa de una eterna juventud, caso en el que el enfrentamien- to con estas circunstancias se hace ms difcil de sobrellevar y elaborar.Debemos reconocer que nuestra sociedad, que pone tanto nfasis en los aspectos productivos del individuo, no ofrece mayores posibilidades a quien se encuentra en proceso de envejecimiento, lo que puede muchas veces generar moti- vos para detonar una situacin de duelo patolgico y/o depresin en individuos cursando la tercera edad. Por cierto, que el factor desencadenante social se conjugar

82RBCEH, Passo Fundo, v. 4, n. 1, p. 76-87, jan./jun. 2007con la estructura psquica de la persona que envejece y hasta con factores consti- tucionales, combinndose los tres aspectos de manera variable en cada sujeto al modo de las series complementarias plan- teadas tambin por Freud (1917) como ecuacin etiolgica. Volvemos entonces sobre la distincin de un envejecimiento normal y otro signado por la estructura psicopatolgica previa.Es frecuente que en situaciones pato- lgicas, desde un punto de vista psquico, veamos en algunos viejos una tendencia a aislarse. Seguramente esto llev a postular tal tendencia como un acontecimiento na- tural y esperable en la vejez (CUMMINGS e HENRY, 1961). Tras esta postura pode- mos encontrar con relativa facilidad el horror a la vejez, al igual que sucede con la locura.

Tratamiento psicoanalitico y vejez

Nos negamos a reconocernos en el viejo que seremos.S. de Beauvoir

Es posible el psicoanlisis en la ve- jez? Para qu? Podramos considerar que el psicoanlisis ha sido siempre una disciplina abocada a la comprensin de la subjetividad, de la organizacin de la experiencia personal incluidos sus aspectos inconscientes. Es tambin desde este punto de vista que vuelvo a plantear un tema en el que hace algunos aos vengo trabajando: la vejez. No para abordarlo genricamente o desde la temida degradacin del cuerpo con sus repercusiones en el sujeto y en lo social (la vejez como categora discursiva

de la cultura y de la ciencia), ni en una articulacin del sujeto del inconciente y el sujeto social, siempre problemtica, sino desde la clnica, en el mbito de la consulta de un sujeto batallando por mantener vi- vos sus deseos en un entorno en el que los lmites de la vida se hacen dolorosamente presentes y que por momentos se intenta desmentir, negar o resignarse pasivamen- te. Pensamos tambin aqu en el tipo de resistencia que plantea Freud (1937) como fuerza de la costumbre en las personas de edad avanzada, en la idea freudiana de la entropa psquica como lmite al trabajo psquico. Cmo repercute la idea que de s mismo tiene alguien ante un cuerpo que al envejecer se vuelve cada da ms el lugar privilegiado de la desilusin narcisista?Cmo mantener la apuesta a la vida ante la certeza de un cuerpo, frecuentemente teatro de enfermedad y declinacin, que se debe mantener vivo an sabindolo condenado a muerte? En nuestro medio, Silva Garca (1995) comenta que la muerte est enlaza- da con el tiempo, (que) cada momento es una pequea amortizacin de una deuda que al final habr que saldar ntegra.El espacio del anlisis puede ser, tantocomo a cualquier edad, se dir, un lugar en el que el deseo se relance al anudarse la experiencia a la palabra, a la expectativa de cambio y alivio del sufrimiento ante el paso y el peso de la vida en estas condiciones. Desde el discurso de la medicina y la cien- cia suelen predominar los enunciados de tipo pedaggicos que instan a luchar contra las prdidas enfatizando un ideal de vida activa en un intento de tipo adaptativo que promete calidad de vida eterna para lo que se incluye la promesa de un desarrollo cientfico acompaado de una tecnologa

83RBCEH, Passo Fundo, v. 4, n. 1, p. 76-87, jan./jun. 2007siempre en progreso. No se trata de un encandilamiento que deja atrapado al sujeto en la desmesura de un ideal que no comparece con la singularidad de la vida? Se trata muchas veces, a mi modo de ver, de un discurso normalizante y normativo que amordaza la diferencia y que opera mediante la sugestin. Recordamos aqu el consejo en el que Fred (1912e) nos advier- te respecto a que: la ambicin pedaggica es tan inadecuada como la teraputica. Desde la prctica psicoanaltica, se tratara de la escucha y la rememoracin (FER- NNDEZ, 1994) que habilite a la propia historia (con sus aspectos reprimidos y escindidos) y reconcilie al sujeto con la legitimidad del deseo propio en un cuer- po dbil y mortal, como el de todos, en el marco de la responsabilidad que cada uno tiene respecto a sus acciones.Junto al duelo por las vivencias deprdida que abarcan los planos psquico, corporal y social se produce una modifi- cacin en la economa psquica a conse- cuencia de las transformaciones en estas tres reas en forma conjunta en un tiempo en el que las potencialidades de las nuevas generaciones (hijos, nietos, etc.) parecen renovarse y fortalecerse. El nacimiento de los nietos provoca sentimientos ambiva- lentes muchas veces: la alegra por su pre- sencia, seal del crecimiento de los hijos y la continuidad generacional al tiempo que sealando la finalizacin de muchos tiempos personales con el horizonte de la propia muerte. Podramos pensar que la enfermedad en algunos viejos y las reitera- das y exageradas consultas al mdico son parte de montajes defensivos para man- tener el equilibrio psquico al encontrar, ilusoriamente en la mirada del mdico,

el control de la enfermedad y la muerte, en el retorno a una cierta experiencia de contencin materna como intento de neu- tralizar el sentimiento de inermidad.El proceso analtico podr ser pensado asimismo en el contexto de la continuidad generacional, en el pasaje de contenidos adquiridos de una a otra generacin. Se recuperan las races para luego transmitir la esencia en mltiples relatos a los suce- sores durante la vejez. Cada individuo es investido narcisisticamente desde antes de su nacimiento como receptor y luego transmisor de lo que se encarnar en l: afectos, rasgos, enunciados, emblemas familiares y culturales. Y en esta cadena algo se conservar al tiempo que algo se modificar. Cada sujeto ser eslabn de una cadena generacional, portador de contenidos concientes e inconcientes, histricos e ideolgicos y asegurar la con- tinuidad de esa cultura. El mismo formar parte de una historia al dejar a la nueva generacin un legado y un lugar. Y en este mismo acto una nueva voz dar vida a valores e ideales que aunque mantengan su impronta habrn de modificarse nece- sariamente con el paso a la generacin si- guiente. Olvido y conservacin habrn de circular en la cadena de las generaciones en la que se podr reconocer y aceptar, en el mejor de los casos, la alteridad en los continuadores, frontera entre lo propio y lo ajeno. La trasmisin ser siempre par- cial por lo que la tarea tendr siempre algo del orden de lo imposible al no poder co- nocer ni dominar qu se conservar y qu se perder en el camino. Trabajo entonces de elaboracin, de renuncia narcisista, de nueva vuelta sobre la castracin. Y en el encuentro tanto con el joven como con el

84RBCEH, Passo Fundo, v. 4, n. 1, p. 76-87, jan./jun. 2007psicoanalista esperamos se pueda trans- formar algo en el viejo, algo que proviene de la generacin siguiente, del otro.

Efectos de des-subjetivacin:re-subjetivacin y relato

Por cierto que estamos hechos de cuer- po, pero tambin de palabras, de relatos, historias que nos habitan y constituyen desde que nacemos hasta que morimos. Somos cuerpo y narracin. Desde sta ptica, somos construcciones y construc- tores. En este sentido siempre es posible re escribir, re formular identificaciones que hacen padecer al sujeto o a los de- ms. Y, desde este punto de vista, como afirma Marcelo Viar el psicoanlisis es esencial, no un artculo accesorio o suntuario de la resocializacin. La es- cucha de la narracin de una historia es siempre un momento re-creativo que permite la articulacin o transformacin de lo vivido en experiencia a travs del relato perlaborativo. Se crea o recrea una trama vivencial que sostiene algo propio de la condicin humana en un marco de receptividad conformado por el encuadre y nuestra actitud analtica en un intento de reconstruccin de un espacio narra- tivo, siempre amenazado, en su forma tradicional, en la sociedad del vrtigo, del consumo y del zapping. El espacio ana- ltico se vuelve entonces espacio ntimo, espacio relacional, espacio de bsqueda y creacin, espacio de perlaboracin, transferencia mediante, que recompone las posibilidades de volver a representar. Se trata de un espacio de palabra y afecto en un encuadre protector que inhibe el actuar y permite modificar la esterilidad

del sntoma. En el acto del rememorar, del relato, se construye sentido y se reivindica la propia condicin de sujeto humano. Se reconstruye y hasta podramos decir que se construye, en patologas ms graves o zonas de funcionamiento mental ms arcaico, la trama temporal que articula recuerdos con anhelos, eje fundamental en el par dialctico integracin-exclusin.El ser humano no solamente tiene una inteligencia capaz de usar y transformar la realidad sino que es capaz de producir nuevas realidades, cultura. Esta creacin no slo est al servicio de mantener la vida sino tambin de producir sentido. Que la vida tenga sentido supone posibilidad, lo que abre nuevamente la cuestin de la tem- poralidad pasible de ser contenida y des- plegada en un relato, en una narracin. El sentido de un presente, incluye un pasado que se proyecta en un futuro indetermina- do, de alguna manera introduce tambin el tema de la des-esperanza y la posibilidad de una espera esperanzada, tanto en el paciente como en el psicoanalista.Pasado, presente y futuro se articulan as promoviendo la continuidad existen- cial en el marco transferencial y en un contexto transgeneracional.Oponemos entonces el sentimiento de esperanza al de la des-esperanza frente a la inminencia de la muerte que genera el ominoso sentimiento del sinsentido. El trabajo de historizacin, de rememoracin, apunta a la posibilidad, no slo de la refor- mulacin de ideales, sino tambin de una nueva integracin de la historia vivida al modo de una nueva re escritura de la no- vela familiar (FREUD, 1909c [1908]) en un continuo existencial personal y trans- generacional que ancla en el pasado para proyectarse al futuro desde el presente.

a las personas en proceso de envejecimien- to con su sensacin de desproteccin y falta de preparacin para enfrentar los nuevos riesgos que les plantea la sociedad, frente al desvalimiento al cual los deja so- metidos? Y a nosotros mismos que somos los que debemos ayudarlos a disminuir tales efectos?La nocin de Fred (1916a [1915]) sobre la transitoriedad (lo perecedero), remite indefectiblemente a la finitud del tiempo del hombre. Es en el reconoci- miento del lmite de la vida, la conciencia de finitud indisolublemente ligada a la de incertidumbre, que desarrollamos un plan de vida, o dicho de otro modo, que decidimos como habremos de vivir des- de una perspectiva subjetiva que recoge una historia personal. De lo contrario podramos pensar en un penar nostalgioso por lo que no fue ni podr ser o alguna salida ms o menos manaca. Freud, si- guiendo en esto a Rank (1914) sustenta la idea del doble como armado defensivo: En efecto, el doble fue en su origen una seguridad contra el sepultamiento del yo, una enrgica desmentida del poder de la muerte. Decamos en un trabajo anterior (FERNNDEZ, 2004): La posibilidad de la rememoracin en el proceso analtico permite al analizando el reencuentro con aspectos valorados de s mismo que ahora son reconocidos por y ante el analista, as como la posibilidad de la reparacin y el duelo por lo que no fue posible.Los procedimientos de subjetivacin,incluyen las condiciones en que se desar- rolla la vida desde los primeros aos en el entorno familiar a las condiciones sociales en las que aquella acontece. Situaciones

cin de la alteridad reclaman de una tica capaz de revisar y reformular tanto teoras como prcticas clnicas y comportamien- tos cotidianos. Cunto hay de rechazo a la vejez en cuanto semblante de la inminente prdida de poder? Cunto de intento de apropiacin y asimilacin narcisista de la humanidad del otro extranjero?Los viejos se colocan ante la mirada ajena de quien se siente an lejos de tal realidad como la sombra de un destino ine- xorable del que muchas veces intentamos alejarnos sea mgicamente o negando su in- minencia y olvidando que es slo cuestin de tiempo. De cmo escuchemos a ese otro (ajeno extranjero o prximo prjimo) depender tambin lo que logremos en ese encuentro. Intentando no caer en la inge- nuidad dir que no ser entonces lo mismo la escucha escptica a la escucha del des- pliegue de sentidos posibles. La escucha de una historia que ya fue a la de una historia con tiempo futuro, de lo que an resta por hacer y que incluye el duelo por lo que no se har. Pensamos en este contexto que la palabra en el marco transferencial podr liberar una angustia siempre en riesgo de quedar atrapada y tramitada en el cuerpo en mltiples manifestaciones del padecer somtico en el que incluimos tambin la serie de las frecuentes preocupaciones hipo- condracas. La angustia, susceptible de ser intensificada y favorecida por el contexto social adverso, no encuentra muchas veces un camino adecuado para manifestarse.Marcelo Viar se pregunta: Cul esla fijeza o reversibilidad de reorganizar la constelacin pulsional e identificatoria en la vida adulta?. Y hago tambin ma su respuesta cuando afirma: Siempre - toda

Cmo afectan los hechos traumticoscomo el rechazo y consecuente margina-

buscando figurabidad y destino y esta es una arista que especifica a la reflexin psicoanaltica... Creo y postulo la cons- truccin del acto analtico en la sincrona del presente transferencial.El proceso de la rememoracin si bien incluye al del recordar, supone, como se dijo, una toma de contacto con uno mismo tendiente a recuperar o revalorar lo hecho a lo largo de la vida. Como ya lo hemos afirmado, el resultado buscado ser acer- carse a la integridad y la integracin.El trabajo con pacientes en proceso de envejecimiento, sobre los nuevos modos de subjetividad, tiende a dar mayores po- sibilidades representacionales en funcin de lo que la estructura psquica pueda per- mitir ampliar. Y entendemos el ensanche de las posibilidades representacionales como la apropiacin o produccin de algo nuevo con lo ya sabido no pensado (BOLLAS, 1991).Se tratara entonces de un esfuerzo de subjetivacin siempre inconcluso y parcial, precario y en una temporalidad indeterminada a un devenir impreciso que tantas veces intentamos exorcizar aferrndonos a imgenes cristalizadas y engaosas como intentos defensivos frente a la incertidumbre. La imagen de s, como identidad clausurada, suele no ser ms que una mscara, ante el desasosiego que genera la coexistencia de pluralidad de imgenes y fuerzas que nos habitan.Al hablar de subjetividad se puede caer en la trampa de entificar al sujeto. Ante el fracaso de la funcin simblica, la imagen suele producir el efecto de prote- ger al sujeto del encuentro con la nada. El cuerpo en la vejez es lugar privilegiado de

plenitud ilusoria que el deseo encuentra su posibilidad de poner en movimiento al sujeto. Y el deseo surge al yo al encarnarse en la palabra, o sea, al nombrarse. El trata- miento psicoanaltico tiende a desmontar imgenes cristalizadas de la vejez de quien consulta y a convocar al sujeto a respon- sabilizarse por el destino de sus acciones, cuya motivacin ms legtima es el propio deseo. Se abre entonces a la creacin de sentido ms que a un sentido dado a priori por la etapa vital que se cursa.

Abstract

Psychoanalisis with eldes people: subjectivity, narra- tive and old age

The topic approached in this article is old age; it is set within contemporary time and articulated with the concept of subjectivity. In a world filled with unease, due to speed and immediacy, psychoa- nalysis helps to restore the role of being the spokesperson of the generational, spatial and temporal history. The possi- bilities of psychoanalytical treatment and the prejudices around it are considered. The article examines the relations betwe- en treatment and recollection processes, the construction of a subjectivating re- count, as well as a trans-generational rescue. Priority is conceded to the capacity to narrate, recall and historize, in order to generate a singular line of filiations and existential continuity.

Key words: Old age. Narrate. Construction. Subjectivity. Analysis.

la vida los excesos de la pulsin pulsandesilusin narcisista. Es renunciando a la

Notas

1 Dejo de lado en este trabajo los procesos

. Consejos al mdico sobe el tratamien- to psicoanaltico (1912e) O. C. T. XII. Bs. As.: Amorrortu.

deteriorativos de base orgnica que deben . Recordar, repetir y reelaborar (1914g)

ser pensados en el contexto de un equipo multidisciplinario.2 Me refiero al confinamiento en situaciones injustificadas, con todo lo amplio y vago que puede resultar esta afirmacin.3 Esta delimitacin no deja de ser arbitraria y es tomada como forma de ubicarnos ante el tema que nos convoca.4 Freud contaba entonces con 42 aos.

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