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monografia sobre Ruanda
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Hacia una periodización del genocidio ruandés
Facultad de Ciencias Sociales
Monografía Historia Social Moderna y Contemporánea
Julia Virginia Rofé
“Hacia una periodización del genocidio ruandés.”
Casas MarilinaFrascaroli Antonella
Piola MarianaWagner Ana
Primer cuatrimestre
2014
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Hacia una periodización del genocidio ruandés
Introducción
Entre el 6 de abril y el 4 de julio de 1994, se desató en Ruanda una ola de violencia genocida que
terminó con 800.000 víctimas mortales, cientos de miles de ataques sexuales de increíble crueldad, y
más de dos millones de refugiados. Estos hechos fueron el resultado de un período de inestabilidad
política, en el que existieron fuertes tensiones sociales, luchas por el poder, en un contexto de
subdesarrollo económico, que comienza durante la administración belga sobre el país africano como
colonia, y se acentúa a partir de la descolonización.
En esta matanza sin precedentes en la historia contemporánea, se pueden analizar conflictos
políticos, económicos y culturales que no solo involucran a los integrantes del país en cuestión sino a las
principales potencias mundiales.
Desde la visión de Daniel Feierstein (2008), que entiende el genocidio como práctica social,
proponemos analizar el caso ruandés de ese modo, como un proceso, que desarrolla consigo, al tiempo
que se produce, tecnologías específicas del poder; permitiéndonos de esta manera quebrar la mirada del
proceso como un hecho puntual cuyo fin es simplemente el exterminio de un grupo sobre otro.
Por lo tanto, planteamos analizar el genocidio ruandés como una práctica social genocida que se
articula en el tiempo, donde las muertes no son el fin, sino los medios para llegar a objetivos de mayor
escala.
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Hacia una periodización del genocidio ruandés
Marco teórico
El concepto de genocidio fue acuñado inicialmente por Rafael Lemkin en 1944, como la
destrucción de una nación o de un grupo étnico. Este tiene dos fases: la destrucción de la identidad
nacional del grupo oprimido y la imposición de la identidad nacional del opresor. “Esta imposición, a su
vez, puede hacerse sobre la población oprimida a la que le es permitido quedarse, o únicamente sobre el
territorio, tras haber expulsado a la población y colonizado la zona con los propios integrantes
nacionales del opresor” (Feierstein, 2008:2)
La idea de imposición de una nueva identidad del grupo opresor da cuenta del funcionamiento de
los sistemas de poder en la modernidad. Mediante la constitución de estados nacionales éste busca
imponer su propia identidad.
En el transcurso de los distintos debates planteados por las Naciones Unidas para aprobar la
discusión del término genocidio, se buscó “licuar” ciertos conceptos del término que resultasen
subvertores. En diciembre de 1948, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó el texto para la
Prevención y Sanción del Crimen de Genocidio, donde no solo logra excluir ciertos grupos del término,
como es el caso de grupos políticos, sino que también trata de desplazar la idea de racionalidad en el
acto mismo. De esta manera, se asocia el genocidio a la irracionalidad de un grupo y no a la puesta en
juego de los dispositivos específicos de la modernidad; finalizada la Segunda Guerra Mundial, los actos
provocados por el nazismo son vistos como irracionales y Hitler como un demente. “Las explicaciones
de los primeros años de la posguerra sobre el nazismo y sus siniestras consecuencias se personalizaron
tanto en la figura de Hitler que daba la impresión de que todo el devenir de una nación hubiera sido
secuestrado por la diabólica influencia de un solo hombre” (Kershaw, 2004:19)
De esta manera, genocidio es definido por las Naciones Unidas como “cualquiera de los actos
mencionados a continuación, perpetrados con la intención de destruir total o parcialmente a un grupo
nacional, étnico, racial o religioso: a)Matanza de miembros del grupo; b) Lesión grave de integridad
física o mental de los miembros del grupo; c) Sometimiento intencional del grupo a condiciones de
existencia que hayan de acarrear su destrucción física, total o parcial; d) Medidas destinadas a impedir
nacimientos en el seno del grupo e) Traslado por la fuerza de niños del grupo a otro grupo.”
(Feierstein, 2008:3)
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Hacia una periodización del genocidio ruandés
Los asesinatos políticos, por lo tanto, quedan excluidos de la definición y pasan a ser vistos
como crímenes de lesa humanidad. La persecución ya no va a ser contra un grupo, definido con
identidad propia sino contra individuos de la sociedad civil. Diferencia puntual con el término
genocidio, debido a que, éste no es una matanza indiscriminada sino lo contrario, es una matanza
discriminada.
Feierstein (2008) va a cuestionar estas definiciones determinadas por las Naciones Unidas y
propone una definición de genocidio más rica. Define el genocidio como una práctica social. En
palabras del autor “ la idea de concebir al genocidio como practica social evita aquellas perspectivas que
tienden a cosificar a los procesos genocidas, equiparándolos a fenómenos climáticos naturales […]
practica social implica un proceso llevado a cabo por seres humanos y requiere de modos de
entrenamiento, perfeccionamiento, legitimación y consenso que difieren de una práctica automática o
espontánea.”
Otros autores como Traverso (2012) sostienen que las violencias modernas tienen varios puntos
centrales: la relación entre guerra total y depuración étnica, entre colonización y exterminio, entre
totalitarismo y sistema de concentración, entre violencia política y violencia racial. “Las violencias
masivas del siglo XX siempre presentan más allá de sus contextos, de sus actores sociales y de sus
formas muy diferentes, el mismo rasgo en común: son violencias de Estado” (Traverso, 2012:234).
La principal legitimidad de matar del Estado moderno: el “otro negativo”, el que hay que
exterminar, el que genéricamente está en guerra con la mayoría, contra la nación. Todas las atrocidades
del siglo XX tienen en común la defensa de lo propio, universal y legítimo, contra sus enemigos. En
todos los casos se da un ordenamiento ideológico a partir de la idea de voluntad general. La existencia
del interés general por sobre el particular – que se convertirá en matriz ordenadora de un sin número de
tradiciones políticas – se puede expresar a lo largo de la historia moderna de diversas maneras. La
nación, que unificaba en ciudadanía a pobres y ricos, ya no se contradice con la identidad racial. Se
articula y se fortalece en la necesidad de supervivencia y fortaleza de la raza. Se plantea la muerte
estatal legítima como acto de supervivencia. El discurso racial con su potencial legitimador de
aniquilamiento, ayudaba a neutralizar cualquier resistencia a la eliminación de “otros enemigos”
políticos, raciales y político-raciales al interior de Europa. El enemigo eran las razas minoritarias que
ponen en peligro su existencia. (Traverso 2012)
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Vemos así el problema de de la legitimidad del poder en la Modernidad: “no es crimen
necesariamente provocar la muerte, solamente cuando no logre configurar ese matar en el marco de la
defensa de un contrato legítimo, de valores legítimos”.
Plantear el genocidio como un proceso significa entender que éste empieza antes del exterminio
mismo y culmina después de las muertes. Feierstein realiza una tipología de las prácticas genocidas
dentro de las que destaca el tipo “reorganizador”, al cual remite la aniquilación cuyo objetivo es la
transformación de las relaciones sociales hegemónicas , “los vínculos, los códigos, la cotidianeidad, las
mediciones políticas; en suma, el ejercicio concreto y abstracto del poder en dicha sociedad” al interior
de un Estado (Feierstein, 2008: 105) . Este tipo de genocidio, logra actuar específicamente sobre las
relaciones sociales con el objetivo de clausurar aquellas que generan fricción o mediaciones al ejercicio
del poder y reemplazarlas por una relación unidireccional con el poder, a través del procedimiento de la
delación y la desconfianza. Esta modalidad genocida opera “reorganizando” la sociedad, estructurando
otro tipo de vínculos hegemónicos. Las muertes, por lo tanto, cobran su carácter de medios y ya no de
fines. La desaparición de quienes corporizan determinadas relaciones sociales es condición necesaria
pero no suficiente para la clausura de dichas relaciones. El proceso se encuentra dirigido al conjunto
social, el terror opera buscando desterrar determinadas relaciones sociales a la vez que fundar otras.
El genocidio, se hace evidente, no está por fuera de las prácticas sociales, hay procesos que
llevan a él. Por esto Feierstein plantea seis momentos del proceso: Estigmatización, hostigamiento,
aislamiento, debilitamiento sistemático, exterminio y realización simbólica.
Los procesos del primer momento ocurren en el ámbito de lo simbólico. La construcción de la
otredad negativa tiene dos instancias: la ajenización y negativización del otro. Hay un “otro” distinto y
negativo.
Cuando la tolerancia llega a sus límites se pasa al segundo momento: el hostigamiento. Este
puede ser tanto físico como legal. Este momento da paso al siguiente cuando el grupo perpetrado se aísla
o recluye. Esta puede ser tanto interna o externa (exilio).
El tercer momento, aislamiento, implica quebrar los lazos de una fracción social con el resto de
la sociedad. Este momento da paso automático al quinto momento, el debilitamiento del grupo; este
puede ser tanto físico como psíquico. El autor va a plantear que este último es más fuerte que el físico
porque la mente resiste más que el cuerpo.
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De este momento al exterminio hay un solo paso. El grupo social ya se encuentra debilitado
física y psíquicamente, y la muerte permite alcanzar el objetivo del proceso genocida: la modificación
de la sociedad. Es el terror de estas muertes lo que perpetúa en la conciencia social, es este el paso al
último momento: la realización simbólica
Este último momento nuevamente se inscribe en el plano de lo simbólico, y puede verse cómo el
proceso, entonces, comienza y culmina en el ámbito de lo simbólico.
Análisis del genocidio ruandés
Desde el siglo VI comenzaron a instalarse en las montañas boscosas de Ruanda, un pueblo de
raza pigmeoide, los Twas. Posteriormente llegaron los Bahutus o Hutus, de características similares, que
debido a su alta tasa de natalidad, ocuparon en pocos años gran parte del territorio interlacustre. Ambos
pueblos convivieron pacificamente gracias a un modelo de subsistencia basado en la caza y la
recolección de alimentos. A lo largo del siglo XV, se instalaron en el territorio los Batutsi o Tutsi,
procedentes de la actual Etiopía. Si bien sólo constituían el 15% de la población, su modelo de
subsistencia basado en la ganadería se impuso al de las tribus existentes y les permitió implantar un
sistema feudal que centralizaba el poder en un rey autoritario y una pequeña corte Tutsi procedente de la
nobleza. Los Tutsi pasan así a convertirse durante el siglo XVI en señores feudales y los Hutu en sus
siervos.
Durante el último tercio del siglo XIX, el rey Leopoldo II, a partir de la introducción
de Bélgica en el Reparto de África, logró que le fuera concedida la mayor parte de la región del Congo
y, tras la Primera Guerra Mundial, los belgas además, obtuvieron de Alemania, a través del Tratado de
Versalles en 1919, la colonia de Ruanda-Urundi. Los belgas explotaron económicamente el territorio, el
cultivo de café fue una de las actividades económicas principales.
Para aplicar su sistema y así obtener beneficios, los belgas utilizaron la estructura de poder
indígena e introdujeron reformas administrativas y sociales destinadas a consolidar el poder de los Tutsi.
Para ello desarrollaron una hipótesis que demostraba la superioridad genética de los Tutsi, basándose en
falsas teorías antropológicas e inspirándose en el discurso y métodos “científicos” del francés Gobineau.
Este proceso de diferenciación culminó en 1945 con la polémica creación de un documento de identidad
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que especificaba el origen étnico de cada individuo: Twa, Hutu o Tutsi.
En este momento, las tribus ruandesas son denominadas como etnias. De esta manera, se
legitiman y amparan las diferencias entre ellas. La ira ante la opresión y el mal gobierno se dirigió
entonces hacia la élite Tutsi más que hacia el distante poder colonial.
1. La construcción de una otredad negativa y el hostigamiento: dos fases que atraviesan todo el
proceso genocida
Podemos observar que tanto la primera fase de la periodización de Feierstein como la segunda,
tanto la ajenización y negativización del otro como el hostigamiento, se dan de forma entrelazada y
constante desde la constitución de las relaciones socio-políticas.
La conciencia del otro, dice Feierstein, se da en un proceso de ruptura de la existencia dual, en la
que aún no puede delimitarse lo uno de lo no uno. El conjunto de relaciones sociales que constituyen a
una persona permite establecer un sentido de pertenencia a grupos determinados. Éste ámbito refiere a la
construcción de relaciones y de cuerpos, y esa construcción es un largo proceso histórico de sucesivas
rupturas, confrontaciones y expropiaciones, cuya violencia queda por lo general encubierta. En el
proceso de la construcción negativizante de la identidad del sujeto social dibujado como “otro”, se
articulan elementos del pasado, símbolos y características existentes en el imaginario colectivo, que
hacen posible la redefinición del mundo, la construcción de nuevos mitos y símbolos que refuerzan los
prejuicios latentes, y que permiten la legitimación de prácticas exclusorias. Se erige una imagen
prototípica del otro “no normalizado” como la figura que representará a los miembros de la “otra”
especie. Es el momento de la ruptura inicial, la marcación del sujeto social a ser exterminado.
La segunda etapa, el momento de hostigamiento, Feierstein la caracteriza en dos tipos de acción:
el primer tipo es de origen espontáneo, desarrollado por fuerzas de choque de la fuerza social dominante
y consiste en la implementación progresiva y esporádica de acciones contra el sujeto social construido
como “otredad”, profundizando el proceso de marcaje del otro. Se instala la necesidad de ordenar y
regular una situación que se va tiñendo de violencia latente e incertidumbre. Y es fácil en este proceso
dirigir la responsabilidad de la inestabilidad a ese sujeto demarcado. La segunda forma de acción es de
carácter estatal, como legitimación institucionalizada de las prácticas discriminatorias a través de
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limitaciones ejercidas contra los sujetos. Estas limitaciones intentan regular sus espacios, sus
movimientos y sus formas de desarrollo, y delimitar sus propias prácticas. Este doble hostigamiento,
físico y legal, busca excluir al diferente.
En el caso ruandés observamos un proceso más complejo que el planteado por el autor, debido a
que, los procesos de construcción de la otredad y el de hostigamiento se producen en dos direcciones y
momentos distintos. En el siglo XVI, cuando los Tutsis se diferencian de los Hutus para imponerse y
luego hostigarlos físicamente, y más tarde, en el siglo XX, los belgas exacerban aún más estas
diferencias, llevando a una demarcación de la otredad, basado en formulaciones de tipo teóricas raciales
que culminan con un nuevo hostigamiento pero de tipo legal, la creación del documento de identidad
que marca quienes son Hutus y quienes son Tutsis.
Las diferencias entre ambos grupos fueron marcadas desde el momento en que los Tutsis
implantan un sistema de diferenciación social y económico, ejerciendo un orden feudal, donde los Tutsis
pasan a ser dominadores y los Hutus dominados. Los Tutsis marcan a un “otro”, lo negativizan y al
hacerlo lo dominan. Si bien pasamos de un proceso de lo simbólico a la acción, esta reconstrucción
continúa cuando los belgas remarcan una diferenciación de tipo racial, basados en los escritos del conde
de Gobineau1, llevando a la práctica su teoría con la creación de un documento de identidad. Las
diferencias entre ambos grupos son reconstrucciones meramente simbólicas, pues estos compartían una
cultura, un lenguaje y una religión en común.
Entre los años 1958 y 1959 se producen una serie de acontecimientos llevados adelante por un
grupo de Hutus que reclamaban un cambio social e intentan socavar el poder de los Tutsis. Hasta el año
1961 se produjeron enfrentamientos que derivan finalmente en la independencia de Ruanda y la
finalización de la monarquía Tutsi.
La forma absolutamente arbitraria como las potencias coloniales dividieron artificiosamente los
territorios africanos, disciplinando por la fuerza una convivencia forzada entre grupos que tenían viejos
antagonismos (Dadrian, Vahakn, 2005:112.), el legado del colonialismo, las rivalidades entre las propias
potencias, y el cambio en la relación de fuerzas internas entre los Hutu y los Tutsi, fueron elementos
1 Joseph Arthur de Gobineau fue un diplomático y filósofo francés del Siglo XIX que sostenía la idea de jerarquía de las razas humanas y el mestizaje como degeneración y decadencia de la civilización, a través de escritos contaminados por el darwinismo social, eugenismo y biología racial, traza el reconocimiento de pureza étnica a través de la similitud de los rostros, las formas, constitución, gestos y el aspecto, la belleza, la fuerza física y la inteligencia.
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absolutamente visibles que estimularon las crecientes tensiones racistas que agravaban la convivencia
entre los grupos.
2. El aislamiento
El tercer momento planteado por Feierstein, el aislamiento, ocurre a partir de 1962 cuando la
colonia alcanza la independencia y se la divide como Ruanda y Burundi. Debido a los años de
enfrentamiento, de monarquía feudal y de construcción de la otredad negativa por parte de los Tutsis,
luego de la descolonización belga, los Hutus intentan vengarse, los persiguen y estos deben huir a
Uganda.
“En diversas circunstancias históricas, esta etapa fue asumiendo formas distintas, pero el objetivo
ha permanecido intacto: delimitar el espacio (social, geográfico, político) por el que puede transitar esta
fracción ‘diferente’ y, al mismo tiempo, quebrar los lazos entre la fracción negativizada y el conjunto
social.” (Feierstein, 2008: 226)
Podemos ver que la construcción planteada por Feierstein se da de forma distinta en el caso
Ruandés. Son los grupos que antes se impusieron los que deben aislarse. La construcción de la otredad
negativa junto con el hostigamiento llevado adelante por los Tutsis provocó que ellos mismos sean los
protagonistas del tercer momento planteado.
En 1990 un grupo Tutsi volverá a Ruanda intentando recuperar el lugar perdido. Integran una
organización político-militar, el Frente Patriótico Ruandés (FPR) cuyo fin era luchar por el retorno de
los exilados. Desde este momento se enfrentan con el gobierno republicano de Juvenal Habyarimana,
produciendo tres años de enfrentamientos y muertes entre ambos grupos.
Para julio de 1993, un grupo dentro del gobierno Hutu contribuyó a lanzar la “Radio de las Mil
Colinas”, desde la que se incita a la sociedad Hutu contra la Tutsi y contra el FPR y se denigran las
expectativas de acuerdos de paz por parte de la ONU.
Para Agosto, bajo presión de los prestamistas internacionales, se firmaron los acuerdos de paz en
Arusha, Tanzania. Con la garantía de una fuerza de la paz de la ONU, se propuso la instalación de un
gobierno de transición donde estaría representado el FPR junto con la oposición y se dota a Ruanda de
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un destacamento de 2.548 hombres, los cuales tenían prohibido, por el capítulo VI de la Carta de
Naciones Unidas, utilizar la fuerza.
Paradójicamente, el colapso de los acuerdos, destinados a lograr un poder compartido en una
proyectada democracia multipartidaria, desató las más violentas pulsiones de muerte y fue entonces
cuando el ejército Hutu decidió apelar a lo que denominó “opción cero”, que no era otra cosa que el
aniquilamiento de los Tutsis. Los sectores más radicalizados de los Hutu temieron que los acuerdos
significaran el principio de la restitución de la monarquía Tutsi, y se lanzaron a resolver el conflicto
mediante una campaña de exterminio generalizada.
Los enfrentamientos entre ambos grupos se hicieron cada vez más frecuentes. La instigación a la
violencia por la radio de las Mil Colinas continuaba.
En Febrero miles de jóvenes Hutus fueron reclutados, bajo el nombre de Interhahamwe (los que
matan juntos), y entrenados en el manejo de armas de fuego y machetes, principal instrumento con que
se cometerán las masacres meses después. Se adelantan créditos del Banco Mundial para comprar armas
de fuego. El gobierno de Francia, apoyó y financió gran parte de este armamento.
En Enero de 1994 tras un telegrama que envía a Nueva York el comandante de la Misión de
Naciones Unidas en Ruanda (MINUAR), general Dellaire, solicitando autorización para el
desmantelamiento del escondite de armas, el Departamento de operaciones para el mantenimiento de la
paz, le prohíbe cualquier tipo de intervención e informan el problema al presidente Hutu Juvenal
Habyarimana quien negando las evidencias, hizo distribuir las armas en todas las comunas del país.
3. El debilitamiento sistemático
Feierstein (2008) describe este momento como fase crucial dentro de la periodización y lo despliega en
tres acciones:
a) Resquebrajamiento físico: deterioro de las condiciones de existencia objetivas (desnutrición,
epidemias, hacinamiento, falta de atención sanitaria, asesinatos y torturas esporádicas)
b) Resquebrajamiento psíquico: deterioro de las condiciones de existencia subjetivas (prácticas de
humillación y de quiebre de las fronteras de resistencia, asesinatos a familiares y conocidos,
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intento de quebrar los lazos solidarios a partir de utilización de castigos colectivos, creación de
condiciones para prácticas como la delación, el maltrato a los pares, la categorización y
clasificación de prisioneros)
c) Selección: aquí se produce el objetivo de esta etapa. Algunos son asesinados, otros mueren por el
deterioro de sus condiciones de existencia objetivas, otros se adaptan al no soportar el deterioro
de sus condiciones de existencia subjetivas como seres autónomos.
Podemos observar cómo este desgaste moral se da en Ruanda a través de prácticas sociales que van
socavando las condiciones de existencia del grupo Tutsi, sostenidas y reforzadas mediante la
transmisión del mensaje ordenador que constantemente emitían los escasos medios de comunicación.
El presidente Habyarimana, de fuertes lazos con su par francés François Mitterrand, había
evolucionado definitivamente hacia una postura intransigente, al punto de llegar a liderar junto a su
esposa y otros referentes políticos el misterioso comando akazu (pequeña casa), conformado por
grupos de elite decididos a llevar a cabo el genocidio por todos los medios. El akazu y otros sectores
radicalizados del nacionalismo Hutu, entre la que es dable destacar por su ferocidad a la CDR
(Coalición para la Defensa de la República) hicieron especial hincapié en el fortalecimiento de la
propaganda y la instigación al aniquilamiento de los Tutsis, para lo que utilizaron, básicamente, tres
medios de comunicación hegemónicos: a) la radiodifusora estatal Ruanda; b) la difusora privada RTLM
(Radio Televisión Libre del Milles Colines); c) la revista Kangura ( Dadrian, Vahakn, 2005) 2 . La
difusión de la propaganda antitutsi fue feroz y alcanzó ribetes increíbles de agresividad y racismo.
Además de instalar el miedo respecto de una supuesta campaña militar de los altos, que eran denigrados
con apelativos tan insultantes como “cucarachas” o “raza de víboras”, estimulaba el odio hacia este
grupo minoritario. Esas manifestaciones claramente racistas fueron condenadas por la Comisión
Internacional de Juristas, a la vez que diputados belgas advirtieron sobre los contenidos hitlerianos de la
revista kangura. (Dadrian, Vahakn N, 2005, p. 115).
En esta región la mayoría de la población no accede a la televisión en sus hogares, y si lo hacen la
oferta de las programaciones es limitada; muchas emisoras de radio funcionan pocas horas al día; los
periódicos son escasos, y el 60% de sus habitantes se encuentra bajo la línea de pobreza.
2 “La Radio Televisión Libre “Las Mil Colinas”, una de las emisoras con más audiencia del país, transmitió entre 1993 y 1994 una prédica sistemática antitutsi, promoviendo la diferenciación y el odio racial, utilizando música de Zaire y programas con una dialéctica claramente racista, llamando a la población hutu a "erradicar la invasión asesina de los tutsis", a quienes descalificaba llamándolos "parásitos” y “cucarachas”. Dadrian, Vahakn N.: “, 2005, p. 115
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En ese marco de referencia hay que valorizar la influencia de los medios de comunicación en poder
de los Hutu, y la penetración ideológica que los mismos son capaces de causar en la población. Los
aparatos ideológicos del Estado, quizás en este caso más claramente que en otros, intentaban reproducir
un sistema de creencias y formas de relacionamiento social propias, y destruir definitivamente aquel que
consideraban establecido en un pasado por un grupo opresor, al que debían aniquilar para reorganizar
una nueva sociedad sin su presencia.
4. El aniquilamiento material
Durante la noche del 6 al 7 de Abril el avión en el que viajaba el presidente de Ruanda y su par
de Burundi fue derribado. El ataque nunca se esclareció, y si bien este acto se le atribuye al FPR, hay
quienes sostienen que se trató de un autoatentado Hutu para propiciar la masacre. Para estos momentos
las condiciones estaban dadas para el quinto paso planteado por Feierstein: el exterminio.
Se desata en Ruanda una masacre sin precedentes que produce la muerte de más de 800.000
Tutsis y Hutus moderados, en menos de cien días. Las ejecuciones, matanzas, incendios de casas fueron
imagen corriente en Ruanda. Mientras los camiones municipales recogían los cadáveres, los equipos de
asesinos recorrían la ciudad y el general Dallaire pedía refuerzos.
Los franceses enviaron 450 hombres, los belgas 450 paracaidistas y otros 500 a Kenya, y 80
italianos se unieron a la operación, mientras 250 Rangers estadounidenses se encontraban en Burundi. Si
hubieran unido sus esfuerzos a los de la MINUAR, esas tropas occidentales habrían podido detener las
masacres en Kigali, acallar la radio extremista e imponer un cese del fuego. Pero por orden del gobierno
estas fuerzas se limitaron a la misión de evacuar a los ciudadanos extranjeros, abandonando a los civiles
Tutsis, incluidas las parejas mixtas y los empleados de las embajadas, entre los cuales estaba el personal
del centro cultural francés y decenas de Tutsis que se habían colocado bajo la protección de la ONU.
También los cascos azules quedaron abandonados e impotentes. Sin embargo, siguiendo la orden del
presidente François Mitterrand los franceses se ocuparon de evacuar a la viuda del presidente
Habyarimana, que pertenecía al clan de los "duros", y de poner en lugar seguro a algunas personalidades
del régimen. (“A diez años de un genocidio anunciado” en Le Monde Diplomatique, N° 57)
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Hacia una periodización del genocidio ruandés
El 12 de abril el ministro Willy Claes, traumatizado por el asesinato de diez cascos azules,
anunció al secretario general de la ONU Boutros Boutros-Ghali que retiraba el contingente belga de la
MINUAR, y se lanzó a una acción diplomática para tratar de persuadir a los demás países de que
hicieran lo mismo.
Ruanda quedó desprotegida. Sin un gobierno y un ejército que los defendiese, los Tutsis y Hutus
moderados quedaron sumidos en la masacre por parte de los Hutus “duros”. "Los cadáveres cubrían las
calles, el país olía a sangre, y al abrir cualquier puerta cientos de cuerpos caían a nuestros pies", cuenta
el médico ruandés Alphonse. (“Convivir con el Genocidio” en Le Monde Diplomatique, N° 13)
Ruanda no era un país que en ese momento respondiera a algún interés extranjero, a excepción
del gobierno francés que buscaba seguir manteniendo relaciones con un gobierno Hutu. El gobierno
francés lleva adelante la “Operación Turquesa”3 y se crea en el sudueste del país una “zona humanitaria
segura” para que Tutsis y Hutus moderados pudieran refugiarse.
A mediados de julio del mismo año 1994, el FPR se apodera de Kigali obligando al gobierno
Hutu radical a huir del país en dirección al Zaire seguido de al menos dos millones de Hutus, creando así
el campo de refugiados más grande de Goma, denominado “la ciudad de los muertos”. El ejército
francés delega el mando de su misión a las tropas etíopes y el FPR forma un nuevo gobierno interino de
unidad nacional en Kigali.
Este momento es conocido en la historia del país como el fin del genocidio.
5. La realización simbólica
3 Se conoce con el nombre de “Operación Turquesa” a una misión en la que 2500 soldados fueron enviados por el gobierno francés a Ruanda para pacificar el territorio.
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Hacia una periodización del genocidio ruandés
Siguiendo la teoría de Feierstein, entendemos que las prácticas sociales genocidas no culminan
en el exterminio, sino que continúan realizando en el ámbito de lo simbólico, en el modo de convivir y
narrar el momento traumático. Damos paso al último momento planteado por él, la realización
simbólica.
“Para generar los efectos de destrucción de relaciones sociales que se buscan por medio del
aniquilamiento y desaparición material de determinados cuerpos se requiere que dicha práctica (la
practica social genocida) se “realice” a través del procedimiento simbólico de su “representación”
(Feierstein, 2008:237).
En Ruanda, el gobierno trata de mantener su autoridad controlando las tensiones y las divisiones.
Creó la Comisión Unidad y Reconciliación que se limitó únicamente a analizar la causa de las fracturas
en la sociedad ruandesa, y a ejecutar un programa de "movilización".
El presentar el exterminio como "la expresión de la cólera popular", el “odio de un grupo sobre
otro” “los Tutsis fueron aniquilados por el mero hecho de serlo”, se encubre el proceso genocida mismo,
se trata de dar una explicación a la muerte, una justificación encubierta: murió por el hecho de ser Tutsi.
Esta justificación continúa o afirma la muerte desde la misma construcción de la otredad negativa que se
construyo en un principio.
“Para desmontar esta construcción negativa y recuperar la identidad social de las víctimas, como
intento de preservarlas en la memoria y en la historia, resulta ineludible recomponer en qué términos fue
ideado su exterminio. (…) esta búsqueda debería permitir una reapropiación de las victimas en tanto
sujetos sociales” (Feierstein, 2008:243).
Veinte años después del exterminio ocurrido en Ruanda, las marcas, los recuerdos, el dolor,
continúan en los sobrevivientes Tutsis y Hutus. El momento vuelve sobre sus conciencias, continua en
Ruanda el “Fantasma invisible, el genocidio atormenta las conciencias.” (“Convivir con el Genocidio”
en Le Monde Diplomatique, N° 13)
Conclusión
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Hacia una periodización del genocidio ruandés
A diferencia de lo ocurrido en otros genocidios, en el caso de Ruanda ambos grupos tenían una
cultura común, hablaban la misma lengua, profesaban la misma religión católica (a cuya jerarquía se
atribuye, también en este caso, un rol de profundización y agudización de las contradicciones),
conservaban las mismas costumbres y organización social . Agresores y víctimas pertenecían, en
realidad (relegando la exaltación inconsistente de supuestas diferencias que estalló cuando el conflicto
era inevitable), al mismo grupo etnocultural.
Una de las particularidades del genocidio de los Tutsi y de la matanza de los Hutus moderados,
es que se trata de un genocidio de proximidad. En los años noventa se registran los llamados
"genocidios de proximidad", cuya especificidad consiste en su carácter fratricida y masivo en tanto son
consumados entre quienes previamente habían sido vecinos, parientes o simplemente conocidos, como
resulta ser el caso de Ruanda o de Bosnia Herzegovina. (“De Justicia universal versus imperialismo
judicial” Le Monde Diplomatique, N° 13)
Según Yolande Mukagasana, una sobreviviente, "aquí no hay diferencias entre el verdugo y la
víctima, como en Sudáfrica. Nosotros vivíamos juntos, éramos amigos...Es necesario reconstruir la
unidad de la nación ruandesa, quebrada por la colonización y por la ideología etnicista de los Padres
Blancos".
Las tensiones son también alimentadas por la insolente riqueza de unos pocos, en un país donde
el 60% de la gente vive bajo el nivel de pobreza. Muchos ruandeses se sienten excluidos de la
reconstrucción, en beneficio de las empresas extranjeras a las que el liberalismo del actual gobierno de
Paul Kagamé abrió las puertas. Por otro lado, cuando se presta atención al escenario donde transcurren
los acontecimientos, se puede advertir que el territorio total perteneciente al país, 26.300 km2, resulta
escaso en relación a la población, que en 2012 era de alrededor de 12.000.000, es decir una densidad de
419.8/km2. Quiere decir que la ocupación del territorio se transforma también en motivo de
enfrentamientos, y de justificación de la lucha entre grupos colindantes. (Reinoso 2008)
En Ruanda quedan las huellas de una marca que atraviesa toda la sociedad, tanto local como
global. Cuando se intenta rastrear las causas de lo ocurrido en el fatídico año 1994, no pueden obviarse
las responsabilidades de los organismos internacionales, así como de los gobiernos de los países
europeos. Una responsabilidad directa recae sobre aquellos países que supieron dominar los destinos de
Ruanda alguna vez, como Francia y Bélgica, pero también de forma indirecta, todos los países del globo
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Hacia una periodización del genocidio ruandés
tuvieron una complicidad en menor o mayor medida. El desinterés y el ocultamiento de información
sobre lo que estaba aconteciendo no tiene indulgencia a la hora de asignar responsabilidades.
Entendemos, finalmente, que la tesis de periodización de los procesos genocidas entendidos
como prácticas sociales que desarrolla Daniel Feierstein puede aplicarse al denominado “Genocidio de
Ruanda”, si bien que algunos de los pasos se dan de manera ligeramente disímil con respecto a los casos
que analiza el autor: el genocidio Nazi y el genocidio argentino. Pero esta discordancia tiene lugar al
tratarse de procesos históricos que se configuran de acuerdo a los contextos particulares en que se
desarrollan.
El punto de convergencia, está claro, es que se trata en todos los casos y absolutamente, del
resultado de las prácticas sociales que se vinieron desarrollando con anterioridad y no de un paréntesis
en la historia de un país sin conexión con las condiciones sociales, políticas y económicas. Feierstein
agrega, “El problema de la condena abstracta y metafísica del genocidio y la imposibilidad de su
condena concreta se encuentra vinculado a que las relaciones sociales tendientes al genocidio son
construidas y reconstruidas a diario en los diversos estados-nación contemporáneos por medio de lo que
Foucault ha denominado las practicas de la sociedad de normalización”. (Feierstein, 2000:115)
Bibliografía
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Hacia una periodización del genocidio ruandés
Libros y articulos
-Dadrian, Vahakn N.: “Configuración de los genocidios del siglo veinte. Los casos armenios, judío y
ruandés”, en Feierstein, Daniel (compilador): “Genocidio. La administración de la muerte en la
modernidad”, Editorial Eduntref, Buenos Aires, 2005.
-Feierstein D: “La Argentina: ¿Genocidio y/o crimen contra la humanidad? Sobre el rol del derecho en
la construcción de la memoria colectiva” .Nueva Doctrina Penal 2008/A. Del Puerto, Buenos Aires,
2008
-Feierstein D: “Seis estudios sobre genocidio.”Editorial Eudeba, Buenos Aires, 2000
-Feierstein, D: “El genocidio como práctica social”. Fondo de cultura económica, Buenos Aires, 2008.
-Kershaw, I.: “Hitler”. Biblioteca Nueva, España. 2000.
-MELVERN, L.: “Un pueblo traicionado: el papel de occidente en el genocidio de Ruanda” Editorial intermon oxfam, 2000
-Traverso, E.: “La historia como campo de batalla. Interpretar las violencias del siglo XX.” Fondo de
cultura económica, Buenos Aires, 2012.
Audiovisuales
-Bugingo, F.: Ruanda, un horror sin fin. 2010
-Reinoso, S.: “Ruanda, 100 dias que no conmovieron al mundo”. INCAA. Zona Audiovisual 2008
http://www.youtube.com/watch?v=MSMU3KbKat4
-Terry George: Hotel Rwanda. Gran Bretaña. 2004
Artículos periodísticos
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Hacia una periodización del genocidio ruandés
Blondel, Alice “El derrotero criminal de la economía maderera” Le Monde Diplomatique, N° 54, diciembre 2003.
Braeckman Colette. “A 10 años de un genocidio anunciado”. Le Monde Diplomatique, N° 57, Marzo 2004.
Conesa Pierre. “Visiones cínicas de la globalización” Le Monde Diplomatique, N° 21, Marzo 2001.
Lozada Martín. “Justicia universal versus imperialismo judicial” Le Monde Diplomatique, N° 19, Enero 2001.
Robert Anne-Cécile, “Convivir con el Genocidio” en Le Monde Diplomatique, N° 13, julio 2000.
Links en internet
-El programa de divulgación sobre el genocidio en Rwanda y las Naciones Unidas. 2005
http://www.un.org/es/preventgenocide/rwanda/index.shtml