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Mattick Paul - Marx Y Keynes - Los Limites de La Economia Mixta

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    Primera edicin en ingls: 1969, Porter Sergent Publisher, Boston.

    Primera edicin en castellano: 1975, Ed. Era. Mxico. Trad. de Ana Mara Palos

    Esta versin digital: 2009, Crculo Internacional de Comunistas Antibolcheviques, [email protected].

    http://cai.xtreemhost.com

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    Indice

    Paul Mattick, una biografa .................................................................................................... 4 Juventud y militancia en Alemania .................................................................................................... 4 La emigracin a los Estados Unidos .................................................................................................. 4 Correspondencia Consejista Internacional ...................................................................................... 6 El retiro y la implacable crtica del keynesianismo ...................................................................... 7 Vuelta a la actividad y fallecimiento .................................................................................................. 8

    Prlogo............................................................................................................................................. 10

    Marx y Keynes.....................................................................17

    Introduccin .............................................................................................................................. 17 I. La revolucin keynesiana......................................................................................... 18 II. Marx y Keynes ................................................................................................................... 27 III. La teora marxista del valor-trabajo .................................................................. 31 IV. Valor y precio .................................................................................................................... 37 V. La ley del valor como mecanismo de equilibrio ......................................... 43 VI. Acumulacin y el descenso de la tasa de ganancia .................................... 46 VII. El ciclo econmico ................................................................................................... 51 VIII. La realizacin de la plusvala .............................................................................. 54 IX. El capitalismo en crisis ................................................................................................ 59 X. La expropiacin del capital ......................................................................................... 66 XI. Salvando al capitalismo .............................................................................................. 73 XII. El keynesianismo al revs ....................................................................................... 78 XIII. La transformacin del capitalismo ................................................................... 83 XIV. La economa mixta...................................................................................................... 94 XV. Dinero y capital ............................................................................................................. 103 XVI. Tecnologa y economa mixta ............................................................................. 112 XVII. Formacin de capital y comercio exterior................................................. 121 XVIII. Desarrollo econmico ......................................................................................... 135 XIX. El imperativo imperialista..................................................................................... 149 XX. Capitalismo de Estado y economa mixta ...................................................... 157 XXI. Marxismo y socialismo ........................................................................................... 164 XXII. Valor y socialismo ................................................................................................... 171 Eplogo ........................................................................................................................................ 183 Apndice 1: Divisin del trabajo y conciencia de clase.................................. 188

    Trabajo productivo y trabajo improductivo................................................................................. 188 La conciencia de clase en su relacin con el trabajo productivo y con el trabajo improductivo........................................................................................................................................... 189 Trabajo y ciencia................................................................................................................................... 191 La abundancia capitalista .................................................................................................................. 192 Trabajadores y estudiantes............................................................................................................... 196 Perspectivas posibles .......................................................................................................................... 200

    Apndice 2: Marxismo y Economa de la Utilidad Marginal ......................... 203

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    Paul Mattick, una biografa

    Paul Mattick (1904-1981) es, junto con Anton Pannekoek y Otto Rhle, uno de los autores ms representativos de la corriente marxista denominada comunismo de consejos o comunismo consejista. Pero en l confluyen caractersticas que lo colocan en una posicin peculiar. A diferencia de gran parte de los autores importantes del marxismo occidental contemporneo, Mattick no estaba desvinculado de la clase obrera, ni su vida profesional se desarrollaba en el medio acadmico. Y su inters en los aspectos filosficos del marxismo complementaba su inters por los aspectos polticos y econmicos.

    Juventud y militancia en Alemania

    Paul Mattick naci en 1904 en la Pomerania alemana, ahora polaca, en la desembocadura del Oder. Ya en la infancia se traslad a Berln, donde creci en una familia de trabajadores con conciencia de clase y en un entorno proletario. A los 14 aos ya era miembro de la Freie Sozialistische Jugend (Juventud Socialista Libre), vinculada a los Espartaquistas. Por esas fechas, 1918, los aos turbulentos del final de la I Guerra Mundial, comenz a trabajar en la empresa Siemens AG -en la que permanecera hasta 1921-, donde fue elegido delegado de los aprendices en el consejo obrero de la compaa durante la Revolucin alemana.

    Implicado en muchas acciones durante la revolucin, varias veces arrestado y amenazado de muerte, Mattick se aline en el ala izquierda de los comunistas alemanes, que no quisieron someterse a las condiciones rusas de control de la III Internacional. Tras la escisin en Heidelberg del KPD (Partido Comunista de Alemania) y la formacin del KAPD (Partido Comunista Obrero de Alemania) en la primavera de 1920, Mattick ingres al KAPD y trabaj en la organizacin de la Rote Jugend (Juventud Roja), escribiendo para su peridico.

    En 1921, a los 17 aos, abandona Berln para trasladarse primero a Hanver. Despus trabaja en Bremen como electricista y se establece, finalmente, en Colonia, donde entra a trabajar como mecnico en la Humboldt de Deutz. All es organizador y agitador activo en el KAPD y en la AAU (Unin Obrera General de Alemania) en la regin y establece contacto con intelectuales, escritores y artistas que trabajaban en la AAUD-E (Unin Obrera General - Organizacin Unitaria) liderada por Otto Rhle. Escribe numerosas colaboraciones en la prensa radical.

    En 1923, el KAPD no contaba en Colonia con ms de 25 miembros y los afiliados a las AAUD y AAUD-E eran algunos centenares. Estos grupos no se encontraban ciertamente en grado de provocar o dirigir huelgas. Sin embargo, participaban en la lucha econmica y poltica de forma muy activa. La unidad de accin haba alcanzado uno de los puntos ms altos. Las huelgas eran en su mayor parte espontneas y entre los obreros las divergencias polticas pasaban a segundo plano. Slo los representantes sindicales socialdemcratas intentaban a menudo, bajo instruccin de sus dirigentes, frenar la accin. Las divergencias entre los consejistas y los miembros del KPD, que por entonces ya versaban sobre la naturaleza capitalista de Estado del rgimen ruso y el carcter burgus de la poltica bolchevique, resultaban externas a las luchas cotidianas.

    La truncada revolucin de octubre alemana de 1923, aunque signific el fin de un perodo revolucionario, no fren ciertamente las luchas obreras, que continuaron speramente hasta principios de los aos treinta y la toma del poder por los nazis. Los grupos de la izquierda comunista a los cuales Mattick perteneci, continuaron su labor poltica, enfrentndose, sin embargo, cada vez ms duramente contra el partido comunista. Muy pronto el partido comunista logr hegemonizar la parte ms combativa de la clase obrera alemana en ruptura con la socialdemocracia, y los grupos de ultra-izquierda se encontraron aislados al margen de la vida poltica, aunque siempre presentes en la lucha.

    La participacin en las huelgas, insurrecciones y un nuevo arresto hicieron imposible a Mattick encontrar trabajo durante varios aos. A esto se junta el declive de las luchas radicales y, con ellas, de las esperanzas revolucionarias, y las persecuciones de la polica y de los nazis en ascenso. As, en 1926, gracias al billete que le procurara gratuitamente un pariente lejano, emigra con otros compaeros a los Estados Unidos, aunque sigue manteniendo contactos con los restos del movimiento consejista en Alemania.

    La emigracin a los Estados Unidos

    Ya en Estados Unidos, primero se establece en Benton Harbor, Michigan, y ms tarde, a principios de 1927, en Chicago, donde permanecera quince aos. Trabaja como mecnico tramoyista en la Western Electric, que contaba entonces con ms de 50.000 obreros. Pronto comienza a colaborar con otros emigrantes para intentar unificar las diferentes organizaciones de obreros alemanes.

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    Mattick se vincula a los Industrial Workers of the World (IWW, Trabajadores Industriales del Mundo), la nica organizacin sindical revolucionaria existente en Amrica y que tena presencia adems en Canad, Australia y otros pases. Muy activos durante el primer cuarto de siglo, el objetivo de los wobblies (como eran llamados los activistas del IWW) era reunir a todos los trabajadores en una One Big Union (Un Gran Sindicato) por encima de diferencias nacionales o sectoriales, para as preparar la huelga general que derribara al capitalismo.

    El auge del movimiento de desempleados durante la Gran Depresin volvi a dar a IWW algn desarrollo regional, a pesar del declive de las huelgas militantes. Desempleado l mismo, Mattick participa en los movimientos reivindicativos de los desempleados, y en particular de forma activa en los grupos de desempleados radicales de Chicago, que preconizaban, contra la opinin de las organizaciones ligadas al Partido Comunista de los EE.UU., la accin directa para conseguir medios de subsistencia.

    El grupo formado en torno a Paul Mattick, que ms tarde -siempre en estrecho contacto con los IWW- no contara con ms de unos noventa obreros, incluyendo los que se haban trasladado a Buffalo y Nueva York, durante estos aos comprenda en Chicago a ms de cien personas activas, en los distintos barrios y en los consejos de parados. En la fbrica donde Mattick trabajaba, que en tiempos normales ocupaba a 50.000 obreros, el personal se haba reducido en el ao 1931 a 16.000, y al ao siguiente a 8.000. El grupo de Mattick public el primer rgano impreso del movimiento de parados, el Workers Alliance, que propagaba el modelo de organizacin consejista. Para los IWW el principio asamblesta y los comits de accin autnomos no significaban una novedad, de modo que en Chicago el movimiento espontneo acept fcilmente las teoras de los consejistas, mientras que en otras ciudades la presencia de organizaciones rgidamente leninistas fren notablemente la difusin de nuevos mtodos de accin.

    En una larga entrevista del 7 de octubre de 1972, Mattick reconstrua brevemente los aos que siguieron al hundimiento de las acciones en Wall Street:

    A principios de la crisis del 29 existi un perodo de calma relativa. En general, se consideraba justa la previsin de Hoover: la crisis sera breve y estara seguida por un perodo de prosperidad. En los Estados Unidos, durante este perodo, no haba ningn tipo de seguridad social, ni siquiera contra el paro; existan slo algunas instituciones de caridad para los pobres, pero stas se ocupaban sobre todo de viejos y nios y no podan asumir la carga de atender tambin a los parados. Por tanto, los parados se encontraban completamente perdidos, si antes no haban ahorrado, pues nadie estaba dispuesto a ayudarles. Al cabo de poco tiempo, en 1930 y 1931, se produjeron manifestaciones masivas, sobre todo frente a las oficinas de asistencia a los pobres; hubo enfrentamientos, actos desesperados e intervenciones de la polica. Durante algunas de estas grandes manifestaciones, la polica dispar sobre la muchedumbre y dio muerte a algunos manifestantes. Tras una manifestacin en la que la polica haba disparado matando a 12 personas, casi 2 millones de personas se lanzaron a las calles de Chicago: frente a estas masas la polica no poda hacer nada. La ciudad entera estaba bloqueada. Por todas partes haba policas, pero los manifestantes eran tantos, y cada polica se encontraba hasta tal punto rodeado de manifestantes, que stos le impedan utilizar las armas. En las tiendas abandonadas por los comerciantes en quiebra, varias en cada calle, los habitantes organizaban reuniones y discusiones. Se trataba de un movimiento completamente espontneo, que al principio no tena ni nombre ni rganos a travs de los cuales expresarse. As que, lentamente, nosotros intentamos organizar el movimiento, haciendo propuestas en las asambleas y distribuyendo panfletos. Haba manifestaciones casi cada da. Muchos se vean obligados a abandonar sus propias viviendas. Los dueos de las casas intentaban por medios legales, con la polica y el juzgado, desalojar a los parados. Pero apenas los muebles haban sido trasladados a la calle y la polica se haba alejado, los apartamentos eran de nuevo ocupados. A menudo, la polica volva, causando enfrentamientos y muertos. Hubo muchas acciones de solidaridad espontnea. Con frecuencia nuestro grupo organizaba comidas. Cocinbamos en comn en los comercios vacos, despus de haber cogido sin pagar todo lo comestible y luego lo distribuamos entre los parados. Por la noche, cosa extraa, continubamos con nuestros cursillos sobre El Capital. Durante el ao en que yo daba un cursillo, los participantes aumentaron de 80 a 120. Las actividades de los grupos polticos en el interior del movimiento variaban de ciudad a ciudad. En Nueva York, por ejemplo, donde el PC y los socialistas eran bastante fuertes, las asambleas fijaban resoluciones para mandar a Washington a travs de distintas delegaciones. Todo se analizaba en la forma acostumbrada de hacer poltica. Por el contrario, nosotros preferamos la accin directa, preferamos desviar las tuberas de gas, de modo que todos tuvieran gas gratis o iluminar las viviendas con luz elctrica directamente de las farolas pblicas.

    Nosotros empezbamos con una accin y a continuacin, espontneamente, otros grupos continuaban por el mismo camino. A este nivel de masas del movimiento, la polica prefera no intervenir. Eligi otra tctica. Dos aos despus del inicio de la crisis, la miseria de las masas haba llegado hasta tal punto que, si la polica hubiese continuado con las detenciones y asesinatos, la gente habra explotado. Y es precisamente en esta situacin cuando empieza la serie de reformas de Roosevelt, los public works, la asistencia a los parados. El gobierno se vio obligado en 1933 a decidir en este sentido, pues se haba llegado al punto en el que un movimiento decididamente revolucionario habra podido tomar forma de un momento a otro.*

    * Cit. por Claudio Pozzoli, 1978.

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    Mattick segua estando conectado a los grupos consejistas alemanes y holandeses Adems de los cursos sobre El Capital, en este perodo lleva a cabo un estudio terico ms sistemtico de Marx. La publicacin de la principal obra de Henryk Grossman, La ley de la acumulacin y del derrumbe del sistema capitalista (1929), fue fundamental para ello, ya que reactualizaba la teora marxiana de la acumulacin, que haba sido completamente olvidada. Para Mattick la crtica de la economa poltica de Marx se convirti en un asunto directamente conectado con su propia prctica revolucionaria. Desde entonces consider la teora marxista del desarrollo capitalista y su lgica interna de contradicciones que inevitablemente llevan a la crisis, como el fundamento de todo el pensamiento poltico del movimiento obrero revolucionario.

    Correspondencia Consejista Internacional

    Durante la dcada de los treinta, Mattick desarrolla una intensa actividad tanto entre los grupos obreros alemanes emigrados a Estados Unidos como entre los sectores americanos revolucionarios. En 1933 elabora un programa para los IWW, tratando de darles un fundamento marxista ms slido basado en la teora de Grossman, aunque esto no tuvo ningn efecto en cuanto a la evolucin de la organizacin.

    Escribe ya casi exclusivamente en ingls. Analiza muy de cerca la dinmica del capitalismo americano para superar la crisis econmica en una perspectiva keynesiana. El New Deal que, como cualquier otro medio defensivo del capitalismo, puede dar la impresin de una accin consciente y planificada, pero en realidad era slo una respuesta ciega y desesperada, de un sistema entre la espada y la pared de sus propias contradicciones, muy pronto logr diferir la agudizacin del antagonismo social hasta la solucin aportada con la Segunda Guerra Mundial. En 1935, cuando las disposiciones estatales contra el paro probaron su eficacia, el movimiento de desempleados se apag, sofocado por los dlares asistenciales prodigados por el Estado.

    Tras algn intento fracasado de ejercer influencia en el Proletarian Party of America (PPA), una organizacin leninista, Mattick funda en 1934 un grupo consejista con algunos amigos comunistas procedentes del IWW, en el que haba tambin algunos miembros expulsados del PPA. El grupo mantuvo contactos con los pequeos grupos de la izquierda comunista germano-holandesa en Europa y public la revista International Council Correspondence, que durante los aos treinta se convirti fue el equivalente anglo-americano de la Rtekorrespondenz del Grupo de Comunistas Internacionales de Holanda (GIKH). La revista public traducciones de artculos y debates europeos, junto con anlisis econmicos y comentarios polticos sobre acontecimientos de actualidad en EE.UU. y otros pases. Se dedic particularmente a analizar las formas de la contrarrevolucin capitalista y de integracin de la clase obrera en el capitalismo: el fascismo, el New-Deal americano y el capitalismo de Estado ruso.

    A International Council Correspondence seguiran, con la descomposicin de los grupos consejistas europeos, las revistas Living Marxism (1938-41) y New Essays (1942-43), en todas las cuales Mattick ejerci las funciones de editor y escribi profusamente, y a las que tambin contribuyeron Karl Korsch, Anton Pannekoek y Otto Rhle entre otros. Korsch haba conocido a Mattick en 1935 y sera su amigo personal durante aos, desde su emigracin a EE.UU. a finales de 1936. A travs de l y de Henryk Grossman, Mattick contact con el Institut fur Sozialforschung de Horkheimer (que sera considerado el ncleo de la Escuela de Frankfurt). En 1936 escribe para el Instituto una investigacin sociolgica sobre el movimiento de desempleados en EE.UU., que permaneci indita hasta su publicacin en 1969.

    En 1935 se hace pasar como escritor y consigue un subsidio del Writers Project, parte del New Deal rooseveliano. Con la Segunda Guerra Mundial se convierte en ciudadano americano, pues durante este perodo en los EE.UU. los extranjeros no tenan ya derecho ni a un puesto de trabajo ni al seguro de paro. De 1940 a 1948 vuelve a trabajar en la industria, como metalrgico en Chicago. La burocracia sindical, entonces bajo control de los comunistas americanos, impona la paz social en las fbricas, en nombre de la defensa de la democracia y de la alianza con la Rusia de Stalin. En las reuniones sindicales, Paul atacaba regularmente la clusula anti-huelga recordando que: Ahora que los patronos nos necesitan, ahora es cuando debemos golpearles! Deprisa los gorilas sindicales le hicieron ver que tales propsitos no eran nada convenientes, y que su salud seguira mejor si evitase las reuniones sindicales...*

    A continuacin, y tras una breve estancia en Alemania, vuelve a Nueva York. Dada su edad, no logra encontrar trabajo y durante dos aos vive de nuevo con el subsidio de paro y pasando muchas dificultades materiales.

    * Charles Reeve, 1998.

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    El retiro y la implacable crtica del keynesianismo

    Con la campaa de persecucin dirigida contra toda la intelectualidad crtica, iniciada durante la II Guerra Mundial y agudizada en la posguerra con el maccarthismo, la izquierda norteamericana haba sido reducida a la total inactividad poltica. A principios de los 50, Mattick se retira al campo, en un pequeo pedazo de tierra en el estado de Vermont, cerca de la frontera canadiense, donde vivir con la mujer y su hijo, haciendo trabajos ocasionales y actividad como escritor. En este periodo slo encar pequeas y ocasionales actividades polticas, escribiendo artculos cortos para diversos peridicos.

    Desde los aos 40, y ms entrados los 50, Mattick se dedic al estudio en profundidad de las teoras de Keynes, compilando numerosos artculos contra la teora y la prctica keynesianas. Lleva ms all la teora del desarrollo capitalista de Marx y de Grossman, para dar una respuesta crtica a los nuevos fenmenos y formas del capitalismo moderno. Gracias a los ingresos de su esposa, que a finales de los aos 50 obtuvo un puesto en la universidad de Cambridge (Massachussetts), Mattick podra dedicar una buena parte de los ltimos aos de su vida a estudiar y escribir.

    Con los cambios generales de la escena poltica y la renovada emergencia del pensamiento radical en los 60, Mattick pudo realizar algunas contribuciones ms extensas e importantes.

    Uno de sus trabajos mayores fue Marx y Keynes: Los lmites de la economa mixta (1969), que se confirmara como una de las obras principales del pensamiento marxista de posguerra. Traducido a varios lenguajes, tuvo bastante influencia en el movimiento estudiantil despus de 1968. En una poca en la que muchos economistas de izquierda buscaban en la imbricacin de las ideas de Marx y Keynes una complementariedad que permitiera entender mejor el funcionamiento de la economa capitalista y proporcionase as instrumentos de poltica econmica para evitar las crisis y el desempleo, Mattick, que comparta gran parte de los planteamientos econmicos de Henrik Grossman, seal la esencial incompatibilidad entre ambas teoras. Para Marx, el capitalismo es un sistema preado de contradicciones, que han de llevar a la explotacin creciente de l@s trabajadore/as y a crisis cclicas cada vez ms profundas y destructivas. Por lo que, la nica actitud progresiva para Marx era buscar los medios para trascenderlo de modo revolucionario. Keynes consideraba, en cambio, que el problema del capitalismo consista simplemente en hallar los medios para que la demanda efectiva fuera suficiente para reducir el desempleo a niveles tolerables, apuntando as al pleno empleo y al amortiguamiento estatal de los efectos perturbadores de las contradicciones del capital.

    En Mattick, la teora de los lmites objetivos de la economa mixta y de la intervencin estatal en la economa capitalista, la crtica de las ideologas econmicas burguesas y de las ilusiones reformistas del movimiento obrero tradicional, parten de la teora marxista del valor como ncleo interpretativo de las contradicciones del capitalismo moderno; como hiptesis cuya verificacin cotidiana no es slo tarea de la ciencia, sino tambin, y sobre todo, de la prctica poltica.

    Lee atentamente la obra de Marcuse y critica su teora del hombre unidimensional, como producto de la ideologa dominante pese a su aparente radicalidad. Rechaza vehementemente la tesis en la cual el proletariado, tal como Marx lo entendi, se haba convertido en un concepto mitolgico en la sociedad capitalista avanzada. Aunque acord con el anlisis crtico que haca Marcuse de la ideologa dominante, Mattick demostr que la propia teora de la unidimensionalidad slo exista como ideologa. Marcuse afirm ms tarde que la crtica de Mattick (1972) sobre su libro fue la nica seria.

    En Economics, politics, and the age of inflation (1978) Mattick continuara su crtica del paradigma keynesiano, cuya aplicacin prctica tras la II Guerra Mundial gener la combinacin de recesin e inflacin que Samuelson bautizara como stagflation. Mattick explic la inflacin como un fenmeno debido a la expansin monetaria y crediticia, destinado tambin a aumentar la rentabilidad de las empresas: Cuando los precios aumentan a mayor ritmo que los salarios, lo que no pudo extraerse de los trabajadores en el proceso de produccin se les extrae en el mbito de la circulacin. En este libro Mattick afirma que, por su propia naturaleza el modo de produccin capitalista hace imposible la investigacin emprica en las relaciones globales de produccin de la sociedad, una idea que le llev posteriormente a criticar las corrientes econmicas marxistas (para l neorricardianas) que buscaban una verificacin emprica de la teora laboral del valor.

    Crisis y teora de la crisis (1974) es probablemente uno de sus textos econmicos ms destacables. Adems de una valiosa exposicin de la compleja teora de las crisis contenida en las obras de Marx, es tambin la mejor descripcin de las distintas teoras de la crisis surgidas en la tradicin marxista y culmina con la liquidacin terica de los postulados keynesianos:

    El hambre de beneficio es universal y la exigencia de capital adicional no puede encontrar satisfaccin en un mundo en el que masas de capital cada vez mayores se enfrentan en concurrencia unas con otras no slo para afirmarse a s mismas, sino tambin para sustraerse a un estancamiento que de otro modo tomara grandes vuelos. Es indudablemente cierto que pueden obtenerse e incluso aumentarse los beneficios monopolistas incluso en condiciones de estancamiento, pero slo a costa de un estancamiento todava mayor y de un desmoronamiento imparable de la economa. De aqu se deriva la necesidad de

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    nuevas intervenciones estatales en la economa, las cuales, sin embargo, no hacen sino contribuir a desintegrar todava ms el sistema. As el futuro del capital est ligado a su acumulacin, si bien la acumulacin no le ofrece ningn futuro.

    Del mismo modo que la prosperidad que imper durante aos no afect homogneamente a todos los pases capitalistas, la crisis que comienza todava no se manifesta por igual en los diferentes pases. Sin embargo, en todos ellos es ya tangible el paso del auge al estancamiento y al pnico a que contine la in-flacin se une, ahora, el pnico ante una nueva crisis. No es posible determinar tericamente si va a resultar factible contener una vez ms la crisis que se est extendiendo por medio de intervenciones estatales que atajen las dificultades actuales a costa de la duracin de la vida del capital. Sin duda se intentar, pero el resultado puede muy bien no conducir sino a la consolidacin provisional de la degradada situacin actual y, por consiguiente, a la antesala de la ruina global del sistema capitalista a la que ya vemos tomar cuerpo. Sin embargo, lo que tarde o temprano est llamado a aparecer ante nuestros ojos cada da es la verificacin emprica de la teora marxiana de la acumulacin, de las leyes de la crisis del capital. (Del captulo 4, Esplendor y miseria de la economa mixta)

    Vuelta a la actividad y fallecimiento

    En los aos 60, Mattick public de nuevo en revistas europeas, siendo conocido por muchos especialistas a travs de sus ensayos aparecidos en la revista internacional de Lelio Basso y en los Cahiers de Marxologie, de Maximilien Rubel. En 1968, con el redescubrimiento del consejismo por parte del movimiento estudiantil alemn, fue propuesto a la izquierda europea como crtico de Marcuse y de las teoras de Baran y Sweezy sobre el capitalismo monopolista, muy difundidos entonces entre la izquierda antiinstitucional y algunos sectores del movimiento obrero tradicional.

    En los 70 muchos artculos viejos y nuevos fueron difundidos en varias lenguas. En el curso 1974-75 Mattick fue un profesor visitante en el rojo Centro Universitario de Roskilde en Dinamarca, la nica vez que tendra un empleo acadmico. All dio lecciones acerca de la crtica marxista de la economa poltica, sobre la historia del movimiento obrero y sirvi como referente crtico en seminarios con otros invitados como Maximilian Rubel, Ernest Mandel, Joan Robinson y otros. En 1977 complet en la Universidad de la Ciudad de Mxico su ltima gira de lecciones. Slo hablara dos veces en Alemania Oriental: en 1971 en Berln y en 1975 en Hanver.

    De esta manera, en sus ltimos aos, Paul Mattick tuvo xito en obtener audiencia para sus puntos de vista en las nuevas generaciones. En 1978 apareci una importante coleccin de artculos a lo largo de 40 aos, bajo el ttulo de Anti-Bolshevik Communism.

    En febrero de 1981, Mattick muere en Cambridge, Massachussets, dejando un manuscrito casi terminado para otro libro, que fue pstumamente editado y publicado en 1983 por su hijo, Paul Mattick Jr., como Marxism: Last Refuge of the Bourgeoisie? En este libro intenta presentar un cuadro general de sus ideas sobre la sociedad capitalista y la oposicin revolucionaria a la misma. Expone de forma muy condensada las ideas econmicas de Marx y las crticas a las que estas han sido sometidas. Su segunda parte presenta y analiza, en lneas generales, la historia del movimiento socialista desde los tiempos de la I Internacional hasta la revolucin rusa del 17.

    La bibliografa de Mattick pasa de 500 artculos y libros, de los que una gran parte est dedicada a la temtica econmica. La dinmica de ciclos de expansin econmica y recesin del capitalismo, la posicin de la teora de Marx frente a los paradigmas de la economa acadmica, la relacin entre organizaciones obreras y movimiento espontneo de los trabajadores y la historia del marxismo, son los temas principales en la obra de Mattick. Aquell@s que tuvieron la oportunidad de conocerle, no olvidaran la fuerza de sus convicciones, el calor y la riqueza del contacto, su humor corrosivo, la calidad humana de la persona que daba vida a los ideales de autoemancipacin social. Su actitud de mirar de frente a la historia del movimiento socialista, no negando ninguno de los sucesivos fracasos de los intentos de trascender el capitalismo, para aprender de ellos, y hacer lo mismo con la realidad contempornea de las luchas proletarias, constituye probablemente una de las vacunas ms eficaces contra los falsos optimismos y los pesimismos desesperados.

    Cuando Marx hablaba de la "misin histrica" de la clase obrera para acabar con el sistema capitalista, hablaba, como puede recogerse de su teora de la acumulacin, de la expropiacin de los pocos por los muchos.

    l vio, debidamente, que la expansin del capital es tambin la polarizacin de la sociedad en una pequea minora de capitalistas y una vasta mayora de gente carente de propiedad, obligada a vender su fuerza de trabajo para existir e incapaz de existir cuando ya no se les compra. Entretanto, el proletariado industrial de hace cien aos se ha inflado hasta una masa amorfa de ocupaciones y profesiones asalariadas, todas las cuales dependen de las vicisitudes de los acontecimientos del mercado y de la fortuna o infortunios del proceso de acumulacin. Pueden pensar de s mismos de cualquier manera que quieran, pero no pertenecen a la clase dominante, sino a la clase dominada.

    * ...La realidad de las clases trabajadoras en la sociedad industrial avanzada [no] niega la realidad del concepto marxiano de proletariado, meramente porque sus niveles de vida hayan mejorado y su conciencia de clase se haya evaporado. Como antes, la sociedad est dividida en los propietarios de los

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    medios de produccin y la clase obrera desposeda, o en controladores del capital y en trabajadores asalariados carentes de poder.

    Esto ocurre slo sobre la asuncin de que el status quo puede mantenerse, de que todos los problemas sociales pueden resolverse dentro de las instituciones existentes, de que la historia se ha detenido en las condiciones establecidas, de que es posible negar al proletariado -esto es, la vasta mayora de la poblacin en los pases industrialmente avanzados- un papel en la historia.

    * Es, por supuesto, concebible que nada mueva a la poblacin obrera, que aceptasen cualquier miseria que se les ponga al paso en lugar de alzarse en oposicin al sistema responsable de ella. De cualquier manera, la ausencia de una conciencia revolucionaria no es la ausencia de la inteligencia. Es mucho ms probable que la clase obrera moderna no soporte indefinidamente todo lo que el sistema capitalista le tiene reservado; puede haber un punto de ruptura en que la inteligencia puede llegar a incluir la conciencia de clase. La prontitud a asumir los pasos revolucionarios no requiere de un comportamiento de oposicin consistente antes del primer acto independiente; una clase obrera aptica bajo ciertas condiciones puede convertirse en una clase obrera despierta bajo condiciones diferentes. Porque es esta clase la que ser ms profundamente afectada por la reversin de la suerte de la produccin de capital, o por las excursiones capitalistas a la guerra, puede, con toda probabilidad, ser la primera en romper con la ideologa unidimensional de la dominacin capitalista. (Crtica de Marcuse: El hombre unidimensional en la sociedad de clases, XII, 1972)

    El agotamiento del modelo keynesiano fue de este modo, a la vez, el sntoma patente del declive

    histrico y mundial del modo de produccin capitalista, el principio del fin de aquellas condiciones que haban permitido, despus de la II Guerra Mundial, la integracin poltico-ideolgica estable del movimiento proletario en el capitalismo. Por eso

    Llegado al apogeo de su poder, el capitalismo lleg tambin al punto ms alto de vulnerabilidad; no tiene salida si no para la muerte. Por ms dbiles que se presenten las posibilidades de revuelta, menos que nunca es el momento de renunciar al combate *

    * * *

    Esta sntesis biogrfica no pretende ninguna originalidad y se limita a reunir informaciones de las fuentes

    siguientes, con algunas correcciones y aadidos propios:

    - Wikipedia: http://es.wikipedia.org/wiki/Paul_Mattick - Paul Mattick homepage: http://www.home.no/mattick/biografispansk.htm

    Texto firmado por J.A.T.G. y publicado con modificaciones y cortes en Lecturas de economa poltica (Diego Guerrero, coordinador, Madrid, Sntesis, 2002, pgs. 301-311. - Revista Etctera: http://www.sindominio.net/etcetera/REVISTAS/ETC-2.pdf

    Correspondencia de la guerra social, n 2, Junio de 1984, Barcelona. Dedicada a Paul Mattick. - Paul Mattick por Charles Reeve: http://www.geocities.com/jneves_2000/paul_mattick.htm

    En: Paul Mattick, De la Pauvret et de la Nature Fetichiste de lEconomie, Ed. Ab Irato, Paris, 1998. - Paul Mattick y el comunismo de consejos, por Claudio Pozzoli: http://www.geocities.com/cica_web/consejistas/varios/pozzoli_mattick.zip

    Publicado a modo de prlogo en el libro: Paul Mattick. Rebeldes y renegados. La funcin de los intelectuales y la crisis del movimiento obrero. Icaria, 1978. Archivo del Crculo Internacional de Comunistas Antibolcheviques.

    * Cit. por Charles Reeve, 1998.

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    Prlogo*

    El desarrollo del capitalismo es inseparable de las crisis: esta ley se confirma empricamente de vez en cuando. A pesar del retorno de las crisis la economa burguesa no ha propuesto, hasta hoy, ninguna teora que se adapte a la realidad. La razn es que el punto terico del que parte es en si mismo errneo. La teora capitalista, en efecto, parta de la idea errnea de que la produccin estaba subordinada al consumo y que, por consiguiente, la oferta y la demanda se adaptaran en el mercado. Aunque se reconoca que este mecanismo de ajuste poda verse interrumpido debido a sobreproducciones parciales, se estaba convencido de que el mecanismo del mercado resolvera, de modo espontneo, estas discordancias. La teora del mercado, como la teora del equilibrio a partir del cual la oferta condiciona la demanda y viceversa, todava est vigente aunque reformulada de distinta manera. En la teora neoclsica de la utilidad marginal**, que se fundamenta en principios psicolgicos, se trata simplemente de anunciar de nuevo la vieja teora de la oferta y de la demanda, que haba permanecido intacta hasta 1936. En primer lugar, hay que afirmar que en modo alguno debe ponerse en duda la realidad de las crisis actuales. Pero, para explicarlas, se ha supuesto que ellas provenan del exterior del sistema, y que podan ser superadas gracias a la intervencin de mecanismos de equilibrio automticos. La existencia de las crisis no era un hecho inmanente del propio sistema y, por consiguiente, tampoco era una realidad que debiera someterse a la investigacin terica. No es necesario insistir en este punto. Yo insistir nicamente en que la teora neoclsica del equilibrio de modo particular bajo su formulacin matemtica, ha sido considerada como el jaln a partir del cual la economa poltica se transform en ciencia, ptica a partir de la cual fue despojada de su carcter histrico. En todo caso se desarrollaba en unos niveles de abstraccin que le daban un carcter puramente ideolgico y le despojaba de toda su posibilidad de aplicacin prctica. Su funcin ideolgica se esfum, por la fuerza de las cosas, cuando estall la gran crisis del 29 que hizo perder la confianza en los mecanismos de equilibrio del mercado.

    La primera gran crisis de la teora econmica capitalista ha sido, pues, la consecuencia de una crisis real, duradera y profunda. Si no hubiera estallado, la teora del equilibrio habra conservado probablemente su formulacin neoclsica. Pero el contraste entre la teora y la realidad era demasiado evidente por lo que se hizo necesario adaptar la antigua teora a la nueva situacin. Esta adaptacin, que entr en la historia de las ideas con el nombre de revolucin keynesiana no hace otra cosa sino tomar nuevamente la antigua teora del mercado, con la diferencia de que ya no se supone la existencia de la accin eficaz de un mecanismo de equilibrio que opera de modo espontneo, sino que se habla en su lugar de un equilibrio establecido conscientemente, con la finalidad de aportar una salida a la crisis.

    La teora de Keynes es tan esttica como la neoclsica y se fundamenta, como ella, en un imaginario mecanismo de equilibrio. Pero ella aade como elemento nuevo que las modificaciones que conoce el mundo capitalista dificultan cada vez ms la posibilidad de mantener el equilibrio nicamente a travs del mercado. Partiendo de la antigua concepcin de que el consumo determina la produccin, basta que aqul se retrase algo en relacin a sta para que las inversiones resulten cada vez menos rentables y que, por consiguiente, lleguen a desaparecer. La relativa saturacin del consumo, que se expresa a partir de una demanda insuficiente, llevara consigo una disminucin de las inversiones y, por consiguiente, un aumento del paro. Para reequilibrar nuevamente consumo y produccin, oferta y demanda, sera necesario elevar el nivel de consumo mediante el consumo pblico y multiplicar las inversiones mediante inversiones pblicas a cargo del Estado. La poltica monetaria y fiscal del Estado sera, por consiguiente, el instrumento adecuado, capaz de actuar de manera positiva no slo sobre la economa en su conjunto sino tambin sobre la rentabilidad del capital privado.

    Esta teora traduca una necesidad poltica, una reaccin a las consecuencias sociales de la crisis. Pero era considerada asimismo como un recurso susceptible de facilitar el paso a una nueva coyuntura. Al mismo tiempo que se presentaba como una teora general, no haca otra cosa que tomar como punto de referencia la situacin especfica de la Gran Crisis, para conjurar, en primer lugar, cualquier riesgo de suceso revolucionario. Las propuestas de intervencin estatales en la economa iban destinadas a evitar los peligros de un paro masivo pero tambin a incitar nuevas inversiones privadas, por lo que las intervenciones del Estado continan sirviendo al capital. Se trataba de lograr lo que se llama el efecto multiplicador de las nuevas inversiones, o sea la hiptesis de que las inversiones efectuadas en una rama de la produccin inducen otras en otras ramas. Tal proceso, comparable al de la velocidad de rotacin del dinero en circulacin, compensara la falta de

    * Conferencia publicada con el ttulo de La crisis mundial y el movimiento obrero en la Revista Etctera, n 2, Junio de 1984, Barcelona. http://www.sindominio.net/etcetera/REVISTAS/ETC-2.pdf. El ttulo original completo es: Weltwirtschaftskrise und Arbeiterbewegung. Ein Vortrag mit Diskussion, Soakverlaf (La crisis econmica mundial y el movimiento obrero. Una conferencia con debate), Hanver, 1975. ** Vase el apndice segundo: Marximo y Economa de la Utilidad Marginal, 1938.

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    rentabilidad de los gastos pblicos mediante la elevacin de la rentabilidad de la economa privada. Es totalmente exacto, por descontado, que nuevas inversiones cuando no estn compensadas simultneamente por otros retraimientos de inversiones, tienen como consecuencia el estmulo de la vida econmica y la disminucin del paro, tanto si son obra del Estado como del capital privado. El aumento de los gastos del Estado, propuesto por Keynes, incluso si su financiacin se basa en el dficit presupuestario, tiene pues este efecto estimulante, tal como qued confirmado con el xito obtenido gracias a este modelo por parte del programa de creacin de empleos del rgimen hitleriano, al igual que el logrado con el New Deal americano. Tales xitos slo se entendan, sin embargo, en el contexto de la teora abstracta y errnea del equilibrio; nada tenan que ver con las exigencias de la produccin capitalista. Para sta, no se trata en modo alguno de asegurar el equilibrio entre la oferta y la demanda, la produccin y el consumo, sino nicamente de producir beneficios y de asegurar la valoracin del capital existente y su acumulacin. Un capital concreto que exista en forma de dinero debe, para satisfacer las exigencias de la produccin capitalista, transformarse en una cantidad superior de capital a travs del ciclo de la reproduccin. En el capitalismo, toda produccin que no proporciona ningn tipo de plusvala es produccin sin acumulacin y contradice el movimiento del capital.

    Una produccin que no est hecha en vistas de la creacin de plusvala choca, en el capitalismo, contra ciertos lmites. Desde siempre el Estado toma en carga una parte de la produccin social, la que asegura los equipamientos pblicos indispensables al sistema (la infraestructura). Adems ha monopolizado, en muchos pases, una parte de la produccin global y se sita as entre los empresarios productores de plusvala. Toda una parte de la produccin social es, por consiguiente, asumida por el Estado, a distintos niveles. Pero en general es el capital privado quien asegura la mayor parte de la produccin social y determina sus caractersticas y su desarrollo. La creciente importancia de la produccin viene determinada por la acumulacin del capital global, es decir del capital privado; no tiene nada que ver con la lucha contra las crisis mediante el aumento de los gastos pblicos, se trata al contrario de un fenmeno secundario que acompaa siempre el desarrollo capitalista. Las polticas de equilibrio econmico del Estado no representan nada ms que intervenciones suplementarias en la economa, que sobrepasan los gastos habitualmente necesarios; es una produccin inducida por el Estado para reactivar la produccin social global.

    En los remedios keynesianos contra las crisis, no se trata en modo alguno de restringir el capital privado en provecho del sector del Estado, sino ms bien de multiplicar la demanda global en el marco de la produccin de capital. Ya que la demanda, segn esta teora, depende del consumo y que este es insuficiente para asegurar el pleno empleo, hay que ampliarlo incrementando el consumo pblico que no es suscitado por el mercado. Para no debilitar todava ms la demanda presente en el mercado y ya insuficiente, sin que por ello entre en competencia con el capital privado, el estado debe limitar la produccin inducida en el consumo pblico, es decir en los trabajos pblicos, en la produccin de armamento, en la investigacin espacial y en otros campos semejantes.

    El capital, para comportarse como tal, debe acumularse, es decir, aadir una parte de la plusvala producida sobre la cantidad de capital ya existente. Desde este punto de vista, cualquier aumento del consumo, tanto si es pblico como privado, disminuye la cantidad de plusvala disponible para la acumulacin. Lo que es consumido no puede ser acumulado, es decir transformado en instrumentos de produccin y en fuerza de trabajo que permita aumentar el provecho y el capital. De todos modos la poltica de Keynes corresponda a una situacin transitoria, en la que un simple aumento de la produccin genera un clima econmico que incita al capital privado a tambin invertir. Este suplemento de produccin privada para el mercado debera provocar una expansin donde la produccin inducida por el Estado e incapaz de producir ningn beneficio sera compensada por el aumento de la masa de beneficio en la produccin privada. Los dficits de la produccin inducida por el Estado seran, en aquel momento, anulados por los nuevos beneficios.

    Pero si no sucede as, la produccin suscitada por el Estado representa un aumento de la deuda pblica, una acumulacin de deudas privadas sobre el Estado. Si el Estado aumenta los impuestos para poder cubrir los gastos pblicos destinados a estimular la demanda, por un lado disminuye simultneamente las posibilidades de acumulacin ya reducidas del capital privado y, por otro lado, simplemente desplaza la demanda del sector privado hacia el sector pblico, sin modificar en modo alguno el volumen de la demanda global. Para aumentar la hay que recurrir al financiamiento mediante el dficit presupuestario, con la extensin del crdito de Estado. Pero como la produccin se encuentra reducida por la disminucin e incluso por el paro total de la acumulacin, no slo las capacidades productivas permanecen sin emplear, sino incluso el capital-dinero ya que no puede ser nuevamente invertido de manera rentable y no permite el paso de la forma dinero a la forma capital. Este capital inerte en forma de dinero, el Estado puede obtenerlo del capital privado, hasta el punto de hacer subir sus gastos por encima de las posibilidades impositivas. Estos emprstitos de Estado constituyen el financiamiento mediante dficit presupuestario de los gastos pblicos. Aunque permita aumentar la produccin, no aumenta la produccin de beneficio. Si llegara el caso, los poseedores de capital invertiran ellos mismos su dinero desempleado. Si se recurre a la produccin realizada por el

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    Estado, es sencillamente para aumentar la produccin sin consideracin de rentabilidad.

    A pesar de que las inversiones del Estado tengan como efecto ampliar la produccin global, la masa de plusvala adquirida por el capital privado permanece inferior al aumento de la produccin, de manera que la produccin global tiene a su disposicin una masa de beneficio relativamente disminuida, con tendencia a mayor disminucin a medida que se ampla la produccin inducida por el Estado e improductiva de beneficios. Si el Estado pide prestado el dinero no empleado del capital privado, es necesario que le pague un inters. Ya que la produccin inducida por el Estado no produce ningn tipo de beneficio, tampoco puede cubrir ningn inters, ya que ste corresponde a una parte de los beneficios. Este inters, por consiguiente, debe ser cubierto sea por los impuestos sea por otros emprstitos del Estado. Por consiguiente, no slo la produccin no crea beneficios, sino que el reembolso de las deudas del Estado que han facilitado esta produccin complementaria tiene que ser cubierta por el sector privado. Pero como las deudas del Estado pueden ser siempre nuevamente consolidadas, desde un punto de vista prctico slo son los intereses los que gravan los emprstitos del Estado, de manera que el aumento de la produccin representa un aumento de la deuda pblica que no encuentra ningn tipo de trabas a condicin de que la produccin global aumente ms rpidamente que la carga de intereses que ella misma genera.

    Sin embargo, de lo que se trata en el caso del aumento de la deuda pblica, es de una destruccin del capital, porque no puede generar ninguna produccin capitalista, es decir capaz de producir beneficios. Pongamos un ejemplo: durante la Segunda Guerra Mundial, la deuda pblica de Estados Unidos alcanz 300 mil millones de dlares, que slo existan tericamente en los ttulos de emprstito. El equivalente a esta suma fue utilizado durante la guerra, en cierta manera consumido, y, por consiguiente, desapareci. Una plusvala, recogida en una poca anterior y que permaneca sin emplear como capital, se haba transformado en gastos militares y, de este modo, se haba evaporado. Detrs de la deuda pblica, no queda sino la posibilidad que siempre tiene el Estado de aumentar los impuestos y lanzar nuevas emisiones de endeudamiento. A pesar de que el equivalente de la deuda del Estado, es decir los gastos militares, pertenezcan al pasado, el Estado deber todava pagar los intereses y, de manera simultnea, intentar librarse de su deuda, cosa que slo es posible si el capital privado amasa nuevos beneficios y en proporcin creciente.

    Pero, dado el hecho de que la tendencia a la baja en el ndice de beneficios es inseparable del desarrollo del capital, cada vez es ms difcil encontrar una solucin al problema del endeudamiento del Estado provocado por los gastos pblicos a cuenta del dficit presupuestario. Esta es la razn por la que el endeudamiento del Estado nunca es prorrogado sino simplemente anulado como por ejemplo en Alemania durante 1923 debido a una inflacin galopante. La ampliacin desmesurada de la deuda pblica ya constituye por si misma una especie de expropiacin del capital privado, e incluso es posible leer la expropiacin rampante del capital en el ndice de endeudamiento del Estado, que impide la prosecucin de la acumulacin. Pero esto slo es vlido cuando el capital se encuentra efectivamente en una situacin de crisis permanente, acompaada de un continuado aumento de gastos pblicos. Si evocamos esta posibilidad es simplemente para indicar que cuando se lucha contra la crisis mediante el gasto pblico, se tropieza con limitaciones totalmente determinadas, que no pueden ser franqueadas sin poner en peligro al propio capital. Si llegara a instalarse una crisis duradera, se llegara a constatar, durante su curso, que la intervencin del Estado, aunque estimulara la economa en un momento inmediato, slo lo logra mediante el precio de la destruccin a largo trmino del capital privado.

    Para disipar ciertos malentendidos, es necesario hacer hincapi en el hecho de que esto slo es exacto desde un punto de vista global. Para el capital privado que logra acrecentar su produccin gracias al gasto pblico, esta produccin inducida complementaria es muy beneficiosa. Pero la plusvala o el beneficio, que se encamina hacia estos capitales particulares, no se realiza en modo alguno por la produccin global regida por el mercado sino que proviene de la plusvala producida en perodos anteriores, que ya exista, no producida en aquel momento. En otras palabras, estos capitales realizan sus beneficios a partir del capital-dinero no empleado que les atribuye el Estado mediante sus inversiones. Las ganancias realizadas por cualquier capital concreto favorecido significan una prdida para el capital global, una utilizacin del capital-dinero acumulado. Es este capital-dinero no empleado el que reinicia el movimiento de los medios de produccin y de las fuerzas de trabajo inmovilizadas, y su volumen fija los lmites de este crecimiento de la produccin. Desde el momento en que la ampliacin de crdito mediante capital no empleado se agota, un nuevo aumento del gasto pblico slo es posible mediante una clara inflacin, gracias a la creacin de dinero y su posterior devaluacin. Si el financiamiento por dficit presupuestario mediante emprstitos de Estado ya es un proceso inflacionista, este proceso permanece limitado y controlable, mientras que la pura y simple inflacin de billetes de banco no encuentra ningn lmite objetivo.

    Es inevitable que el crecimiento continuo de un sector de la economa no productor de beneficio ponga al final en crisis al propio sistema de produccin capitalista. Por este motivo, el mantenimiento de un cierto nivel de produccin y de empleo deseado, no puede ser otra cosa que una posibilidad transitoria, un remedio que tarde o temprano ser desechado por una nueva coyuntura del capital

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    privado. Puesto que el Estado es el del capital privado, la poltica anticrisis que pone en pie mediante la financiacin de gastos pblicos subvencionados por el dficit presupuestario encuentra un trmino cuando su propia extensin la transforma de momentneo elemento de estabilizacin econmica en algo contrario, un factor agravante de la crisis. Desde aquel momento, se impone nuevamente la antigua ley de las crisis.

    Para tratar ahora de los problemas econmicos de hoy en da, es necesario constatar en primer lugar que las grandes crisis de nuestro siglo, a diferencia de las del siglo XIX, no se han superado gracias a medidas puramente econmicas. Durante el siglo pasado todo el mundo se adaptaba a las consecuencias de la crisis y de la recesin sin intentar atenuarlas o superarlas con intervenciones deliberadas. La primera gran crisis del siglo XX lleg durante la Primera Guerra Mundial, cosa que no significa, en modo alguno, que la guerra fuera consecuencia de la crisis, sino simplemente que la situacin de crisis preexista y que si no se la reconoci como tal, fue porque la guerra imperialista le dio otro aspecto. La crisis de 1929, nacida en Amrica, alcanz a todo el mundo, y tanto ms debido al hecho de que las naciones europeas todava no haban podido desasirse totalmente de la crisis anterior. La situacin de crisis declarada por la Primera Guerra Mundial se prolong en una crisis de posguerra, a pesar de las fluctuaciones con que se manifest la recesin. Pero no se logr encontrar de nuevo una progresin de la acumulacin. El relativo estancamiento de la economa europea no poda sino poner trabas a su vez a la prosperidad que el capital americano conoci despus de la guerra. La economa americana, en principio, haba conocido un impulso poderoso, aunque insuficiente para arrastrar al conjunto de la economa mundial. Cuando la prosperidad americana naufrag, lleg la crisis mundial.

    Fue entonces cuando Keynes elabor las modificaciones de la teora neoclsica (que ya haba encontrado anticipaciones prcticas en distintos pases donde los Gobiernos haban intervenido en la marcha econmica). Pero estas intervenciones no haban significado ningn xito notable, y esta fue la causa que explica que la aportacin de Keynes a la teora clsica del mercado tardara en imponerse. Por otra parte, es exacto que la poltica armamentstica de Hitler financiada con el dficit presupuestario y otros medios logr detener el paro. Pero los mismos factores que comportaban este resultado agravaban simultneamente la crisis hasta el punto de no permitir otra eleccin final que una descomposicin ms total de la economa a pesar de la intervencin del Estado y una solucin imperialista violenta, es decir la guerra. El capital alemn jug la carta de la guerra, para hacer pagar a los otros pases el salvamento de su propia economa. En los Estados Unidos gracias al New Deal (que aunque nada deba a las ideas de Keynes, sin embargo respetaba sus principios tericos) el paro descendi de 15 millones a 8 millones de personas. Pero, hacia 1937, pareca que se haban agotado todos los medios de lucha contra la crisis. Fue necesario el esfuerzo de armamento cara a la Segunda Guerra Mundial, realizado al finalizar la guerra espaola, para que el paro pudiera todava reducirse ms. Slo la guerra permiti el pleno empleo, tanto en Amrica como en los dems pases beligerantes. El programa de Keynes encontraba su realizacin en la produccin de guerra, es decir, en condiciones que excluan la acumulacin. Por ejemplo, en Estados Unidos, el ndice de acumulacin descendi por debajo del 1%, de manera que el capital slo alcanzaba para reproducirse. Casi la mitad de la produccin total fue utilizada para fines militares, y lo que se destruye en la guerra no puede servir para la acumulacin. El pleno empleo estuvo pues acompaado de una reducida acumulacin capitalista a nivel cero; en otras palabras, una produccin que slo era capitalista en sus principios tericos.

    Despus de la Segunda Guerra Mundial, el capital internacional conoci un relanzamiento inesperado, y que no cuadraba con las teoras de Keynes.

    Segn stas, el punto de referencia era una situacin de estancamiento econmico que poda remediarse gracias al aumento de la demanda pblica. Sin embargo, los tericos de inspiracin keynesiana vieron en el relanzamiento general de la economa la confirmacin de sus ideas. Cosa que no corresponda a su manera de pensar. En realidad este relanzamiento, como los precedentes, era consecuencia de la crisis que lo haba precedido. El estancamiento del capital europeo entre las dos guerras mundiales y la enorme destruccin de capital, tanto bajo su forma de valor como bajo su forma fsica, realizada por la guerra, comportaron una modificacin general de la estructura del capital que permiti elevar los beneficios en relacin a un capital disminuido, hasta un nivel suficiente para asegurar un relanzamiento de la acumulacin. El secreto de la alta coyuntura de la posguerra, es la destruccin del capital por la guerra y la crisis. No son los mtodos keynesianos de orientacin de la actividad econmica, sino los propios mecanismos de crisis de acumulacin del capital, los que explican este relanzamiento.

    Desde un punto de vista marxista, este relanzamiento no tena nada de sorprendente. El ndice medio de beneficio, y por consiguiente el ndice de acumulacin del capital, depende siempre de la situacin del capital global o, en trminos marxistas, de la composicin orgnica del capital. La destruccin del capital, asociada a una elevacin de la productividad del trabajo, puede engendrar un ndice de beneficio que permita pasar de la recesin a una nueva fase de prosperidad. Es as como se realiza la acumulacin del capital a pesar de la crisis y gracias a ella, siempre que el beneficio

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    corresponda a las exigencias de la acumulacin. La reorganizacin de conjunto del capital condujo a un relanzamiento. Se hubiera podido pensar que la adaptacin del beneficio a la acumulacin estaba objetivamente excluida; pero una efectiva reactivacin econmica confirma que no fue este el caso.

    Es el mecanismo de las crisis del capital, y no la manipulacin keynesiana de la economa, lo que explica la duracin de la coyuntura favorable durante los aos de la posguerra. Por otra parte, esta reactivacin no estuvo exenta de contragolpes, porque afect a modo muy diverso a los distintos pases.

    En muchos pases, y de manera muy particular en Estados Unidos, el Estado intervino constantemente en la actividad econmica, mediante el camino de la poltica monetaria y fiscal, para poner remedio a las recesiones que venan incluso durante el periodo de relanzamiento. La prosecucin de la poltica imperialista supuso la exclusin de cualquier tipo de reduccin de los gastos del Estado improductivos destinados a fines militares, e impuso el mantenimiento y la extensin del sector no rentable de la produccin global. Sin embargo, la expansin del capital era bastante importante para provocar un relanzamiento general, en el que la parte de la produccin inducida del Estado disminua proporcionalmente a pesar de continuar siendo un elemento significativo de la produccin global. El mantenimiento en tales condiciones de lo que era considerado como una situacin de prosperidad capitalista, provoc el nacimiento de una ilusin por la que se pensaba que se haba logrado finalmente poner trmino a las cclicas crisis del capital, gracias a los mtodos de Keynes. La era de las crisis pareca superada para siempre, porque se crea poder establecer, mediante la intervencin central en el funcionamiento econmico, un equilibrio entre la oferta y la demanda asociado al pleno empleo. La aparente posibilidad de regulacin econmica del mercado por parte del Estado, con el consiguiente desarrollo sin crisis que permita, impresion incluso al campo anticapitalista, hasta el punto que se quisieron asociar las ideas marxistas a las de Keynes, y que se dijo que se iniciaba un nuevo perodo de desarrollo capitalista incapaz de ser explicado por la ley de las crisis de Marx. Basta pensar en personas como Marcuse, Baran y Sweezy, para darse cuenta hasta que punto influyeron las nuevas ilusiones capitalistas en aquellos que se consideraban sus crticos.

    En el paso realizado por Keynes de lo que se llama de la microeconoma a la macroeconoma, es decir la toma en consideracin de los problemas sociales antes olvidados, todava hay algo de esttico, porque no se considera el desarrollo del capital; pero la elaboracin de la teora de Keynes ha supuesto muchas tentativas para darle un carcter dinmico o, si se prefiere, para profundizar sobre las leyes del desarrollo y del movimiento del capital. Si esto se pudiera considerar un programa para la economa poltica burguesa, tal progreso no sera sino volver nuevamente a los clsicos de la economa poltica, y de modo muy particular aunque sin citarla a la teora marxista del desarrollo capitalista.

    Se reconocan ahora las dificultades inherentes al desarrollo capitalista y, por consiguiente, la tendencia a perturbar incesantemente el equilibrio anteriormente alcanzado. Pero ello era para llegar a la conclusin de que las contradicciones inmanentes del sistema se podan suprimir mediante una intervencin durable y planificada del Estado. En el lenguaje de la apologtica capitalista, como el que empleaba por ejemplo Samuelson, el desarrollo del capital concebido como

    crecimiento, tenda ciertamente a la inestabilidad, pero sta poda ser eliminada mediante la orientacin de la economa, del mismo modo que una bicicleta cae al suelo si se la deja sola, pero permanece en equilibrio cuando est montada por un ciclista. Esta concepcin optimista fue casi el patrimonio de la teora econmica burguesa.

    Qu fue lo que pas realmente? Repitmoslo todava otra vez: la guerra haba destruido hasta tal punto la economa europea y japonesa, que la resurreccin no poda ser considerada de otro modo que como un proceso muy lento.

    Simultneamente a las fuerzas productivas, el capital haba tambin desarrollado las fuerzas destructivas, que haban alcanzado mucho ms gravemente a los pases comprometidos en la guerra que no durante la anterior contienda mundial del 14. Adems de las consideraciones polticas suscitadas por un nuevo adversario, el imperialismo sovitico, tambin haba razones propiamente econmicas para incitar al capital americano a acelerar la reconstruccin del capital occidental, mediante emprstitos y el Plan Marshall. Con ello, no slo se lograba beneficiar directamente a los que obtenan la ayuda americana sino tambin a la propia economa americana, porque la importacin de capital por los otros pases se traduca, necesariamente, en exportacin de mercancas americanas. De esta manera, la vida econmica se reanimaba por ambas partes, tanto en los pases importadores de capital como en los exportadores de mercancas. La destruccin de los valores capitalistas en Europa y Japn, la anulacin de las deudas mediante las devaluaciones, las aplicaciones de nuevas tecnologas y de nuevos mtodos de produccin, asociadas a un ndice de explotacin elevado debido a la penuria provocada por la guerra, todo ello permiti ndices de beneficios y un ndice de acumulacin que se elev a casi el 25% de la produccin global. Fue precisamente este ndice de acumulacin excepcional, unido a circunstancias particulares, el que

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    entr en la historia con el nombre de milagro econmico y que mejor progresivamente el grado de competitividad de Europa y Japn en el mercado mundial.

    Como contrapartida, la economa americana se caracteriza por un ndice de acumulacin muy bajo, que se mantuvo por debajo de sus promedios histricos durante toda la posguerra, sin superar nunca el 3 el 3,5%. Precisamente debido al hecho de que el capital americano estaba alcanzado por la sobreacumulacin (con lo que no era posible que los beneficios correspondieran a las necesidades de valoracin del capital), la posibilidad de exportarlos hacia otros pases permita asociarlos al auge que conocan los pases en reconstruccin. A este factor hay que aadir tambin los nuevos compromisos imperialistas a escala planetaria, interviniendo en los desarrollos polticos asiticos (guerras de Corea y de Indochina). La exportacin de capital, y los gastos unidos a las expediciones imperialistas que exigan anualmente de 20 a 25 mil millones de dlares, excluan una disminucin del presupuesto del Estado e imponan la financiacin de la poltica extranjera imperialista mediante mtodos inflacionistas, ya que el ndice de beneficios era relativamente bajo. La adopcin del dlar como referencia internacional y unidad monetaria de reserva permiti al capital americano, acelerando la creacin de moneda, no slo el penetrar profundamente en la economa europea, sino tambin de manera simultnea estimular la produccin americana gracias a la produccin inducida por el Estado. Sin alcanzar el pleno empleo, el elevado ndice de empleo provoc esta ilusin de un desarrollo capitalista exento de crisis, tal como decamos antes. Sin esta produccin inducida por el Estado, el nmero de parados hubiera sido mucho ms elevada de lo que fue, porque el ndice de acumulacin no permita conseguir el pleno empleo. Pero, incluso durante los ltimos aos de la guerra de Indochina, la capacidad de produccin americana slo se empleaba en un 86% y el desempleo oscilaba entre el 4,5 y el 5% de la poblacin activa. Por consiguiente, el perodo de posguerra fue muy distinto en Estados Unidos y en Europa y Japn, y la reactivacin general de este perodo llevaba consigo ya el germen de la destruccin, que se manifestaba anticipadamente en la diversidad de condiciones de acumulacin propias de cada pas capitalista. Pero como Amrica casi aseguraba la mitad de la produccin mundial, el relativo estancamiento del capital americano era el ndice de una rentabilidad insuficiente en relacin de las exigencias de beneficio del capital mundial, aunque esta poda quedar enmascarada durante mucho tiempo mediante la adopcin de manipulaciones monetarias y polticas de crdito, capaces de hinchar los beneficios. La prosperidad se acompaaba de una inaccin rampante.

    Dado que la intervencin del Estado en la economa descansa, en lo que se refiere a la extensin de la produccin, en la capacidad del Estado para ofrecer un sentido de respuesta, esta intervencin tiene una eficacia anloga a la creacin de crdito en el sector privado. En la teora de Marx, pero tambin en las teoras burguesas, un desarrollo excepcional del crdito siempre ha anunciado una crisis prxima, ya que es signo de una competencia ms dura para un margen de beneficio en manifiesta disminucin, cosa que conduce a una concentracin y centralizacin ms exageradas del capital. Los trusts capitalistas se esfuerzan cada uno en obtener una par te ms importante del beneficio social global, ampliando su produccin y bajando sus precios gracias al crdito - con lo que se agrava la sobreacumulacin de capital que ya se manifestaba en la penuria de beneficios-. A pesar de todo, el primer efecto de la extensin del crdito, en la medida en que multiplica efectivamente la produccin, consiste en retrasar el estallido de la crisis. La actividad econmica es ms intensa de lo que sera sin esta extensin. Pero la multiplicacin de la produccin no significa necesariamente la de los beneficios globales. Basta que la relacin entre el ndice de explotacin y la estructura del capital global sea la misma, retrasando momentneamente la crisis, para preparar una crisis ms profunda todava, as que la prosperidad provocada mediante el crdito se demuestre ilusoria. Una extensin demasiado rpida del crdito, que encuentra tarde o temprano su lmite en el ndice de inters determinado por el ndice de beneficio, siempre ha sido la expresin de las contradicciones inherentes al sistema capitalista, y la propia economa burguesa siempre la contempl con el mayor escepticismo.

    Pero lo que nos importa aqu es que la extensin del crdito siempre tuvo un efecto inflacionista. Si los precios suben es para que la mayor inversin en capital quede justificada cuando el ndice de beneficio est estancado, con la finalidad de ganar en la esfera de la circulacin lo que no puede obtenerse en proporcin suficiente en la produccin. Como los precios nunca suben de igual modo y dado que, de modo particular, el precio de la fuerza de trabajo siempre va retrasado en relacin al aumento general de los precios, resulta una modificacin de la relacin salario/beneficio, en ventaja del beneficio capitalista. Tambin se provoca un desplazamiento general de la estructura de las rentas, en detrimento de las capas sociales cuyas rentas no siguen el ritmo de los aumentos de precios. El capital intenta garantizar sus beneficios cargndolos a la sociedad y principalmente a los trabajadores aunque sin lograr mantener o encontrar de nuevo su capacidad de acumulacin. En cualquier caso, el crdito no ha sido capaz hasta el momento presente de suprimir nunca el ciclo de las crisis capitalistas; es la propia crisis la que elimina al crdito como medio para relanzar la produccin.

    Dado que la produccin inducida por el Estado mediante el crdito no genera, desde el punto de vista de la sociedad, ni provecho ni inters, slo encuentra lmites objetivos en la masa de capital

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    presente pero no empleado, que el Estado toma en emprstito al capital privado. Esta fraccin del capital privado, que resurge en forma de deuda pblica, financia tambin los intereses que gravan los emprstitos del Estado. Si estos lmites objetivos del endeudamiento del Estado son alcanzados, el mantenimiento de la produccin inducida por dicho endeudamiento depende entonces de la capacidad del Estado para crear moneda; en otras palabras, de pende del financiamiento de esta produccin mediante la mquina de fabricar billetes o mediante la pura y simple inflacin provocada por la devaluacin. Pero el financiamiento mediante la deuda pblica es en si mismo un proceso inflacionista, aunque ms lento, porque el beneficio social no se acrecienta al mismo ritmo que la produccin en su conjunto, y esta distancia creciente entre el beneficio y la produccin conlleva inevitablemente un alza de precios. De hecho, el financiamiento mediante los emprstitos de Estado se acompaa de una aceleracin de la creacin de moneda de manera que, por un lado, se anima a la inversin privada con la baja de los ndices de inters, mientras por otro lado se procure disminuir la carga de intereses del Estado.

    Nadie ha puesto jams en duda que los mtodos propuestos por Keynes no fueran inflacionistas; l mismo y sus seguidores han visto, por el contrario, que en ello resida el secreto de la estabilidad capitalista. Sin embargo, se admita que los procesos inflacionistas conducan a un nuevo equilibrio econmico que pona trmino a la fase inflacionista. Pleno empleo acompaado de la estabilidad de los precios, tal era el objetivo a alcanzar; los mtodos inflacionistas podan ser utilizados o abandonados segn las necesidades de cada momento. Mientras existiera paro, la inflacin sera el nico modo de atenuarlo o de eliminarlo. Una vez alcanzado el pleno empleo, se podra parar la inflacin utilizando medios deflacionistas, compensando los dficits anteriores gracias a los nuevos beneficios. En cualquier caso, se crea firmemente en la posibilidad de conducir la economa hacia una poltica fiscal y monetaria perspicaz, segn los deseos del gobierno. Si la supresin del paro y de los problemas sociales que comporta se acompaaban de una inflacin rampante, ste era un precio en cualquier caso menor a los ojos de los economistas. Ms vala el pleno empleo con una tendencia a la inflacin que no resignarse al creciente paro por miedo a la inflacin. Por otra parte, se constat que tanto hoy como en el pasado, cualquier coyuntura favorable iba acompaada de aspectos inflacionistas. El pleno empleo se asociaba siempre al alza de precios, como lo haba histricamente establecido el economista ingls Phillips; la baja de los precios siempre iba acompaada de un ndice elevado de paro. Por consiguiente, en la inflacin actual, todava se vea la aplicacin de una especie de ley natural que asociaba el pleno empleo y la inflacin. As, no slo la inflacin se explicaba mediante el pleno empleo, sino que era imputada a los trabajadores porque se les consideraba responsables del aumento de los precios, debido a los mejores salarios que lograban en perodo de pleno empleo.

    Lleg el da, sin embargo, que tuvo que admitirse que no slo el pleno empleo era inseparable de la inflacin sino tambin que sta aumentaba incluso en perodo de creciente paro. La recesin econmica, en lugar de frenar la inflacin, no haca sino acelerarla. Un hecho que combinaba mal con las teoras econmicas ms extendidas. El arsenal anticrisis de Keynes demostr ser ilusorio, y ante la nueva crisis que se anunciaba, nos encontrbamos tan desarmados como ante las precedentes. Esto no haca sino confirmar una vez ms lo que se haba perdido de vista durante el largo perodo de alta coyuntura que haban conocido algunos pases occidentales; a saber, que es imposible regularizar el sistema capitalista y que la nica regulacin que en cierta medida existe es la del retor-no de las crisis. En el siglo XX como en el anterior, el proceso de acumulacin del capital comporta el paso de un perodo de expansin a una situacin de crisis, condicin necesaria para una nueva acu-mulacin, y esto siempre que quede una posibilidad objetiva de restablecer la rentabilidad perdida.

    Queda claro que es exacto que la intervencin del Estado puede influir en el curso de la actividad econmica y que, cuando se entra en una situacin de crisis, es posible atenuar sus efectos ampliando la produccin gracias a este mtodo intervencionista, aunque sin influir en modo alguno sobre la tendencia hacia la sobreacumulacin que resulta del imperativo de valorizacin del capital. Si se confirma la crisis de sobreacumulacin, se constata que las tentativas para atenuarla gracias a la orientacin econmica del Estado no hacen sino agravarla. En tales circunstancias, la crisis se traduce del modo ms clsico, mediante la cada de la produccin, el desempleo masivo, la destruccin de capital y de la fuerza de trabajo y la intensificacin de la competencia entre capitales. La crisis general del capital, nacida de la relacin entre las clases sociales y que resulta, en definitiva, de la produccin del capital, no puede resolverse por los mtodos con pretensiones de nuevas orientaciones de la economa capitalista, sino solamente si esto es posible por los medios destructivos, los mismos que ya en el pasado permitieron salir de la crisis y suscitar una reactivacin. Si la burguesa ha credo haber encontrado el camino de un desarrollo capitalista exento de crisis, la crisis que se anuncia atestigua una vez ms que la economa burguesa es incapaz de comprender su propio sistema y todava menos de dirigirlo. Lo que empieza a pasar es la verificacin emprica de la teora de la acumulacin de Marx, entendida como teora de la crisis capitalista.

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    Marx y Keynes

    Introduccin

    Este libro lo escrib en un periodo que el presidente de los Estados Unidos salud como la mayor expansin de bienestar econmico en la historia. Otros, en otros pases, hablaron de milagro econmico, o bien alegaron que nunca nos haba ido tan bien. Los economistas profesionales esta-ban entusiasmados porque su funesta ciencia se haba convertido al fin en la esperanza del mundo. Impresionaban tanto a gobiernos como a hombres de negocios con su erudicin terica y la aplicabilidad prctica de sta. Con la infortunada excepcin de una minora desarticulada, desde lo alto hasta lo bajo de la escala social haba un acuerdo general de que la economa se encontraba en un momento excelente y que as permanecera. Haba cierta preocupacin por algunos residuos de pobreza y algunos problemas de desempleo que todava afeaban el hermoso rostro de la prosperidad occidental; y haba algo ms que simple preocupacin por el problema pendiente del subdesarrollo que impeda a la mayor parte del mundo compartir la prosperidad general. Pero algn da las naciones pobres tambin despegaran y emularan el xito de Occidente, y entonces las bendiciones del capitalismo cubriran todo el globo.

    Aunque yo fui testigo de este periodo de prosperidad sin precedentes, tambin experiment la Gran Depresin entre las dos guerras mundiales. En aquel tiempo, la confianza en la elasticidad del capitalismo estaba en un punto muy bajo y abundaban las teoras referentes a su declinacin que predecan su inevitable defuncin. El marxismo estaba en ascenso una vez ms, aunque slo fuera como expresin de una creciente discrepancia entre la ideologa capitalista y la realidad. El clima de desesperanza termin gracias a las intervenciones gubernamentales en la economa y a la segunda guerra mundial. Mientras tanto, John Maynard Keynes haba desarrollado su teora, que sugera que las polticas monetaria y fiscal eran capaces de asegurar el pleno empleo en una economa capitalista estancada. Los gobiernos aplicaron las sugerencias de Keynes para garantizar en alguna medida la estabilidad social y econmica en sus pases. Como estos experimentos resultaron exitosos, se convirti en un slogan el proclamar que ahora todos somos keynesianos.

    Lo que yo me propongo demostrar es que la solucin keynesiana a los problemas econmicos que acosan al mundo capitalista tiene slo una validez temporal, y que las condiciones en las que puede resultar efectiva estn en proceso de disolucin. Por este motivo, la crtica marxista de la economa poltica, lejos de haber perdido su pertinencia, gana nueva importancia a causa de su habilidad para abarcar y trascender tanto las viejas' como las nuevas teoras econmicas. Mi intencin es someter la prctica y la teora keynesiana a una crtica marxista; adems, tratar de aclarar las tendencias y los acontecimientos polticos y econmicos con la ayuda del anlisis marxista.

    Este libro no se presenta como una narracin consecutiva; varias de sus partes fueron escritas en diferentes ocasiones y distintas pocas. Todas sus partes son necesarias y todas ellas se refieren al tema nico de 1a economa mixta y a las diferencias entre Keynes y Marx. Hay algunas inevitables faltas de ritmo e incluso repeticiones que, espero, facilitarn en vez de dificultar la lectura de la obra.

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    Captulo I

    La revolucin keynesiana

    Las teoras de los economistas burgueses hasta David Ricardo se desarrollaron antes de que existiera una conciencia real de los conflictos de clase que dominan a la sociedad capitalista. Ricardo, como escribi Marx, fue

    quien por fin toma conscientemente como eje de sus investigaciones la contradiccin de los intereses de clase, la contradiccin entre el salario y la ganancia y entre la ganancia y la renta del suelo, aunque viendo simplistamente en esta contradiccin una ley natural de la sociedad. Al llegar aqu, la ciencia burguesa tropieza con una barrera para ella infranqueable,1

    puesto que un desarrollo crtico ulterior slo podra conducir al reconocimiento de las contradicciones y limitaciones del sistema capitalista de produccin. Haciendo lo que los economistas burgueses no pudieron hacer, Marx se consider a s mismo como el autntico heredero, as como el destructor de la economa burguesa.

    Aunque la economa burguesa era ciertamente incapaz de avanzar, tal como dijo Marx, s era capaz de cambiar su apariencia. Los economistas clsicos haban hecho hincapi en la produccin y en el sistema como un todo. Sus seguidores insistieron en el intercambio y la empresa individual. La teora econmica result crecientemente apologtica hasta que todo el problema de las relaciones sociales que son el fundamento de los procesos econmicos fue desechado mediante el rechazo de la teora clsica del valor, en beneficio del concepto del valor subjetivo de los marginalistas. Las crecientes dificultades econmicas, sin embargo, despertaron el inters por el ciclo econmico, por los factores que influyen en la prosperidad, la crisis y la depresin. La escuela neoclsica, cuyo abogado ms conocido fue Alfred Marshall, intent transformar la economa en una ciencia prctica; busc modos y medios para influir en los movimientos del mercado y para acrecentar tanto el rendimiento del capital como el bienestar social general.

    En medio de la Gran Depresin apareci el trabajo de John Maynard Keynes, Teora general de la ocupacin, el inters y el dinero, que muy pronto fue celebrado como una revolucin en el pensamiento econmico y que condujo a la formacin de una escuela de economa keynesiana. Mientras que los pertinaces economistas ortodoxos impugnaron esta escuela bien por socialista o por ilusoria, algunos socialistas poco rigurosos intentaron unir a Marx con Keynes, aceptando las teoras de Keynes como el marxismo de nuestro tiempo. Se dijo entonces que el escepticismo de Marx acerca del futuro de la sociedad burguesa solamente indicaba su incapacidad o repugnancia para criticar a los clsicos constructivamente. Y de Keynes se dijo que haba hecho realidad las aspiraciones de Alfred Marshall por un capitalismo reformado y mejorado.

    La popularidad de John Maynard Keynes tiene ya muchos aos y se inici con su libro The Economic Consequences of the Peace. Keynes se opuso a la dureza del tratado de Versalles porque en torno a Alemania como soporte central, se agrupaba el resto del sistema econmico europeo, y la prosperidad del resto del continente dependa principalmente de la prosperidad e iniciativa de Alemania.2 Algunos sugirieron que el razonamiento conciliatorio de Keynes estaba motivado por su temor a una revolucin anticapitalista a raz de la guerra. Otros sospecharon que sus constructivas propuestas con respecto a la paz eran simplemente formas sutiles de preparar la poltica exterior britnica de posguerra. Si bien indudablemente estas dos preocupaciones representaron un papel en la formacin de su opinin, la oposicin de Keynes al tratado se basaba principalmente en consideraciones econmicas y estaba determinada por su conviccin de que el inundo capitalista poda operar racionalmente.

    Para Keynes, la guerra en s era solamente un interludio accidental y desdichado en el proceso de formacin de capital en una economa liberal. En 1919, temi una disminucin en la acumulacin de capital a causa de que

    las clases trabajadoras pueden no desear continuar por ms tiempo sacrificndose, y las clases capitalistas, no confiando ya en el futuro, pueden desear disfrutar ms plenamente sus libertades de consumir en tanto que stas duran; precipitndose as la hora de su confiscacin.3

    Era necesario restaurar las costumbres de acumulacin perturbadas; porque en aquel tiempo Keynes todava apoyaba la desigualdad en la distribucin de la riqueza como el mejor medio para una gran acumulacin de capital. Con el final de la guerra, esperaba un retorno al libre comercio internacional y a ilimitadas oportunidades de inversin. El medio ms simple para restablecer la normalidad, era sin duda reconstruir las condiciones de preguerra. Esto implicaba el tratar a Alemania como si no hubiera habido guerra alguna.

    1 K. Marx, El Capital. Ed. Fondo de Cultura Econmica, Mxico, 1946, t. I, p. XVIII. 2 J. M. Keynes, The Economic Consequences of the Peace. Nueva York, 1929, p. 146. 3 Ibid., p. 22.

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    Pero despus de experimentar el periodo de socialismo de guerra en Inglaterra y en el continente, y ser testigo del experimento bolchevique en Rusia, Keynes dej de pensar que el capitalismo estaba restringido a una economa liberal; de hecho, empez entonces a considerar el laissez faire como una leyenda, y como algo metafsico. Estaba convencido de que la economa capitalista poda ser regulada para que funcionara mejor sin perder su carcter capitalista. Y si la economa nacional poda ser dirigida por cauces definidos y convenientes, tambin podra ser coordi-nada en funcin de las necesidades econmicas del mundo. Puesto que se podan concebir esquemas de control, Keynes confiaba en que su realizacin prctica dependera solamente de la presencia de hombres sabios de buena voluntad. Crea en el supremo valor del liderazgo intelectual y en la sabidura de los pocos elegidos,4 y en su habilidad para influir en los procesos econmicos en una forma socialmente satisfactoria.

    En la teora econmica burguesa los hombres actan racionalmente en un mercado en el que el inters propio de unos se enfrenta al inters propio de otros, cada uno rivalizando por aventajar a los dems y limitndose unos a otros. Mediante todos los ilimitados intentos individuales para llevar al mximo la satisfaccin de los deseos, el mercado establece relaciones de precios que tienden a realizar una ptima asignacin de los recursos. Keynes no impugn el aserto segn el cual la optimizacin del propio inters econmico conduce al mximo de bienestar social; pero s encontr que la gente rara vez conoce sus verdaderos intereses. El principio individualista no era suficiente para reconocer el propio inters individual verdadero. Los ahorros y las restricciones en el consumo, por ejemplo, en ocasiones convienen tanto al individuo como a la sociedad; pero otras veces pueden empobrecer a ambos. Para saber cundo resulta apropiada una u otra poltica se requiere el punto de vista social.

    La nocin de que la satisfaccin del propio inters individualista exige una consideracin de las necesidades del sistema social, forz a Keynes a dirigirse de la microeconoma a la macroeconoma de los clsicos. Esto implic un regreso parcial a la teora del valor-trabajo; porque las nociones aplicables a la determinacin firme e individual de los precios no son aptas para una teora que discute agregados sociales tales como ingreso total, consumo, inversin, empleo y su interdependencia econmica. Se ha considerado que en este cambio de Keynes hay implcita una crtica fundamental del orden social existente.5 En realidad solamente prueba la gran preocupacin de Keynes por los controles gubernamentales

    tanto porque son el nico medio practicable de evitar la destruccin total de las formas econmicas existentes, como por ser condicin del funcionamiento afortunado de la iniciativa individual.6