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Cuento de la vida de María Emilia Riquelme y Zayas, fundadora de las Misioneras del Santísimo Sacramento y María Inmaculada
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NOMBRE:
Cuento: María Emilia Riquelme
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¡Hola queridos amigos! Soy María Emilia, una buena amiga de
Jesús y quiero contaros muchas cosas bonitas de mi vida para
que vosotros también os hagáis sus amigos y queráis mucho a
nuestro Padre Dios, como yo lo quiero.
Cuento: María Emilia Riquelme
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Nací en Granada, una ciudad de España, un 5 de agosto de
1847. Mis papás eran muy buenos y se querían mucho, sus
nombres eran Emilia Zayas y Joaquín Riquelme.
Cuento: María Emilia Riquelme
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Mi papá era un militar valiente que servía muy bien a su
patria en los distintos cargos públicos que le confiaban.
Cuando yo llegué a este mundo se sintió un poco apenado
porque quería tener un niño, para que después fuese militar
como él, pero se le fue pasando y siempre me cuidó con
mucho cariño.
Cuento: María Emilia Riquelme
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Mi mamá era una señora muy culta, generosa y con gran
corazón, además era muy piadosa; con ella aprendí desde
pequeña a conocer y amar a Jesús con todo mi corazón.
Mirad, ¿os cuento un secreto? De mi papá heredé el carácter
valeroso y firme, y de mi mamá la dulzura y generosidad.
Cuento: María Emilia Riquelme
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A los dos días de nacer me llevaron a bautizar con una
lista de nombres tan larga, ¡que si os cuento no termino! Al
fin me quedé con María Emilia. Ese día volví a nacer como
hija de Dios y de nuestra querida madre la Iglesia.
Cuento: María Emilia Riquelme
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Dios permitió que desde pequeña también aprendiera a sufrir
y se llevó a mi mamá al cielo cuando yo apenas tenía siete
años. ¿Os imagináis cuanto lloré? Pero Dios no me dejó sola y
un día me mandó a su hijo Jesús en brazos de su madre
María, y desde entonces la Virgen María fue para mí la
Madre que me acompañó hasta el final de mi vida.
Cuento: María Emilia Riquelme
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Para educarme bien, mi papá me llevó como interna en un
colegio donde exigían mucho, pero enseñaban muy bien.
Permanecí en él hasta que acabé la etapa escolar.
Cuento: María Emilia Riquelme
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En Pamplona, donde vivíamos entonces, por las noches
escuchaba cómo hablaban los soldados que vigilaban el barrio
militar: “Centinela, ¡alerta! ¡Alerta está!”, contestaba el que
estaba de guardia. Así aprendí que yo también debía estar
alerta contra cualquier cosa que me pudiera apartar del
camino de Dios. ¿Y sabéis cuál era ese camino? Jesús me
pedía que yo le ofreciera mi vida toda para Él.
Cuando ya podía acompañar a mi papá, me tocó asistir con él
a muchos de sus compromisos sociales y como era un buen
militar al servicio de la Reina de España, tuvo que cambiar
de residencia frecuentemente por distintas ciudades.
Cuento: María Emilia Riquelme
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Muy decidida a hacerle caso, se lo dije a mi papá… ¡la que
se armó! Así que con mucha tristeza por no hacer lo que
Jesús me pedía, tuve que continuar cuidando a mi papá
Joaquín hasta que Dios se lo llevó también al cielo.
Cuento: María Emilia Riquelme
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Cuando me quedé sola intenté entrar en alguna familia
religiosa, pero me di cuenta de que ese no era mi camino.
Entonces pensé en construir una capilla en una finca que
heredé de mis padres, ubicada en Granada, con el gran deseo
de tener a Jesús en la Eucaristía y que muchas personas
vinieran a adorarlo, como yo. Puse todas mis fuerzas para
realizar esta tarea y el templo quedó hermoso, así como la
casa alrededor de él.
Cuento: María Emilia Riquelme
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Pensé en invitar a una comunidad de Hermanas para que
viniesen a habitar la casa, pero Jesús quería otra cosa y me
envió a varias jóvenes con los mismos deseos de adorar y
amar a Jesús, como yo.
Cuento: María Emilia Riquelme
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Entonces surgió fuertemente en mí el deseo de formar mi
propia familia religiosa, para que no sólo yo, sino muchas
otras personas se consagren a Él y acompañen a Jesús,
especialmente presente en la Eucaristía.
Cuento: María Emilia Riquelme
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Acababa de nacer una nueva familia religiosa, ¿adivináis cuál?
¡Sí, claro! La de las Misioneras del Santísimo Sacramento y
María Inmaculada.
Y un 25 de marzo de 1896 –en la fiesta de la Anunciación
de María, cuando el Señor, por medio de un Ángel, le hizo
saber que había sido elegida para ser la Madre de Jesús, el
Hijo de Dios- en esa bonita capilla, toda radiante de luz,
pude ver realizado mi sueño de consagrarme a Jesús con
los tres votos religiosos de pobreza, castidad y obediencia.
Me acompañaban siete jóvenes con las que empezamos el
noviciado.
Cuento: María Emilia Riquelme
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Una familia que sigue creciendo hasta hoy para servir en
distintos lugares del mundo, enseñando a los niños, jóvenes,
papás, abuelitos,… a toda la gente, a amar mucho a Jesús y
a ser buenos hermanos entre todos, para que formemos en
el mundo la gran familia de Dios.
Cuento: María Emilia Riquelme
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Desde que comenzó a crecer esta familia tuve el deseo de
que el Señor nos llevara también a otros lugares fuera de
Granada, como a Pamplona, Madrid,… y también fuera de
España, a otros países al otro lado del mar; pero aunque
tuve una vida muy larga, hasta que no cumplí 93 años no se
pudo hacer realidad este sueño, más bien fueron mis hijas
Misioneras quienes se encargaron de ir a otros países.
Primero llegaron a Brasil, después a Bolivia, Perú, Colombia,
México, Estados Unidos, Angola en África, y Filipinas en
Asia,…
Cuento: María Emilia Riquelme
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Lo primero que hacían las Hermanas era construir una
capilla donde poder adorar a Jesús y una escuela para poder
enseñar a leer y escribir a los niños, pero sobre todo, a
querer mucho a Jesús y a María. ¡Este era el sueño que Dios
había puesto en nuestro corazón! Un sueño que sigue
poniendo en el corazón de muchas personas. ¿Sabes? Jesús
también tiene un sueño para ti, ¡búscalo en tu corazón! Él
está deseando contártelo para que seas muy feliz.
Cuento: María Emilia Riquelme
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¿Y qué más os puedo contar? Que soy muy feliz por ver
crecer esta familia y desde el cielo, donde Jesús me llevó
para estar con Él un 10 de diciembre de 1940, yo bendigo a
todos, pido al Señor para que seáis muy buenos y que cada
uno de vosotros ame mucho a Dios, a Jesús, su Hijo, y a su
madre la Virgen María.
Cuento: María Emilia Riquelme
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¿Sabéis cuál es el secreto para esto? Tenéis que hacer
como yo: ¡Aprender a subir bajando! ¿Suena gracioso, no?
Pues esto quiere decir que hay que ser humildes, sencillos,
hacerse pequeños. Esto le gusta mucho a Jesús, el más
humilde de todos, por eso quiso quedarse entre nosotros en
un pedacito de pan y un poco de vino, para que en cada
Eucaristía se convirtieran en su Cuerpo y en su Sangre, y así
poder alimentarnos y estar muy cerca de nosotros.
Cuento: María Emilia Riquelme
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¿Verdad que queréis tener a Jesús así de cerquita? Desde
ahora, a prepararse bien para la Primera Comunión y no
dejéis de visitarlo para charlar con Él como vuestro gran
amigo. Seguid a Jesús y seréis muy felices como yo lo soy.
Os quiero mucho,
María Emilia Riquelme y Zayas