Los Autores Del Régimen

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  • JavierVelzquez LOS AUTORES DEL

    RGIMENEl mundo literario en el caedismo

  • Primera edicin, mayo de 2012

    D.R. Javier Velzquez D.R. Honorable Ayuntamiento de Culiacn/ Instituto Municipal de Cultura Culiacn Av. lvaro Obregn 617 Sur, Jorge Almada, Culiacn, 80200 (Sinaloa)

    Maritza Lpez, editora

    Coleccin: Palabras del Humaya/Tercera pocaDiseo de portada e interiores: Fabiola VzquezFotografa de portada: Jess Garca

    ISBN:

    Editado y hecho en Mxico

    Prohibida la reproduccin total o parcial de la presente publicacin, por cualquier medio, sin previa autorizacin de los propietarios de los derechos reservados.

    Honorable Ayuntamiento de CuliacnInstituto Municipal de Cultura Culiacn

  • Honorable Ayuntamiento de CuliacnInstituto Municipal de Cultura Culiacn

    JavierVelzquez LOS AUTORES DEL

    RGIMENEl mundo literario en el caedismo

  • A Marcela, ahora y siempreA mis hermanos, por los das azules

    A Elizabeth Moreno, por hacer esta historia posible

    A mis amigos, en especial a los del 79

  • Los que hemos trabajado sin cesar por levantar el prestigio de Sinaloa por medio de las letras

    nos consideramos felices con que su nombre suene ya por lo menos con decoro y crdito.Francisco Gmez Flores, Narraciones y caprichos I, 1889

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    Es innegable que la literatura, igual que otras artes, contribuy a labrar la imagen de la nacin mexicana a finales del siglo xix. Bajo un programa positivista, los idelogos del rgimen del ge-neral Porfirio Daz quien asumi el poder en 1877 para no de-jarlo hasta 1911 pretendieron construir la representacin de un Mxico seguro, estable y moderno, es decir, se crey necesario manifestar que los das aciagos y violentos de las guerras civiles e intervenciones extranjeras ya se haban superado. Dicha inten-cin nacida en el seno de la Repblica bajo la gida de intelec-tuales como Vicente Riva Palacio, Ignacio Manuel Altamirano y Guillermo Prieto, se difundi a la provincia. As, los escritores de Sinaloa asumieron tambin la tarea de proyectar un estado material y culturalmente desarrollado.

    Mientras la mayora de la clase popular padeca la miseria, el analfabetismo y la marginacin, la frrea mano del general Francisco Caedo Belmonte (1877-1909) logr una poltica es-table y una economa que favoreci a comerciantes e inversio-nistas extranjeros. Bajo esta contradiccin, la cultura literaria se manifest en Sinaloa principalmente en Culiacn, Mazatln y Mocorito como en ningn otro estado del noroeste en esta poca. Como han reconocido algunos historiadores, pese a su

    Prefacio

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    marcado contraste, el rgimen porfiriano abri las puertas a la modernidad regido bajo el lema de Paz, orden y progreso.

    Las condiciones materiales en Sinaloa, al menos para la clase media y alta, posibilitaron las expresiones artsticas y la confor-macin de una lite intelectual. Quines fueron los principa- les literatos que radicaron en la entidad? De qu medios se va-lan para publicar sus creaciones? Cul fue el sentido de que se agruparan en asociaciones literarias? Para responder estas inte-rrogantes se ha intentado recrear el ambiente social en que nues-tros intelectuales vivieron, es decir, las condiciones que ayu- daron a gestar una cultura literaria en el caedismo, un pasaje poco conocido y escasamente abordado por los estudiosos del pasado sinaloense.

    Tambin esta obra ofrece una visin sobre cmo los litera-tos se ungieron representantes de la opinin pblica guas intelectuales y morales, forjando la imagen de un Sinaloa pro-gresista; se atribuyeron rasgos de hombres ilustrados para do-tarse de prestigio y estrechar el crculo intelectual, excluyendo as a otros que deseaban sobresalir. Durante esta poca, que se presumi moderna, los intelectuales mantuvieron una estrecha relacin con el poder: si fueron educadores morales y sentimen-tales, lo fueron porque adems de ocupar cargos pblicos en la estructura del rgimen caedista, desempearon diversas fun-ciones sociales a travs del magisterio, la medicina, la abogaca y principalmente del periodismo. Era inevitable que los literatos, ms all de deleitar a la poblacin con sus escritos, se propusieran educarla y politizarla, sobre todo a un sector juvenil en el que ya desde entonces se depositaban las esperanzas de la Repblica.

    En este contexto, los literatos trazaron las grafas de un r-gimen y de una poca. Si bien el pas an no competa con las

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    naciones europeas ms desarrolladas, se supona que ya estaba en el camino del progreso material e intelectual renda sus frutos, por lo que se enfatiz el papel de los hroes patrios, de la ciencia y las mquinas; sin embargo, aunque de manera menos prolfi-ca, se publicaron escritos que sugeran un tiempo crepuscular, marcado por la infelicidad, desastres y enfermedades. As, se ha-ca patente la contradiccin estructural del rgimen porfirista, y acaso los textos sobre la decadencia prefiguraron la Revolucin mexicana o por lo menos hicieron constar cierto malestar contra la dictadura.

    Finalmente, esta obra pretende valorar aquello que la Re-volucin se llev para bien y para mal: la inauguracin de una modernidad. En una estampa de junio de 1909 rescatada por El Monitor Sinaloense se puede atisbar un rgimen que se desvane-ca: Caedo, quien haba muerto de una implacable neumona, por ltima vez reuni en torno suyo a los representantes del es-tablishment poltico, comercial y a lo ms granado de la intelec-tualidad, como Julio G. Arce, Enrique Gonzlez Martnez, ngel Beltrn. El adis era para siempre. Se iba aquel gobernante que se supuso, segn los editorialistas, haba consagrado su vida y sus energas, con patriotismo y abnegacin, al engrandecimiento y prosperidad de esta importante regin de la Repblica.

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    La poca de los literatos

    En ninguna otra poca haba contado Sinaloacon mayor nmero de escritores.Francisco Gmez Flores,

    Narraciones y caprichos, 1889

    El tedio de los das calurosos en las pequeas ciudades sinaloen-ses, a fines del siglo xix, era interrumpido por las actividades del comercio, la minera y la agricultura, as como por activi- dades artsticas y culturales. La lite social, en la que participa-ban los literatos de Culiacn y Mazatln, realizaba actividades para reafirmar su posicin: serenatas, bailes de saln, conciertos opersticos y paseos diurnos o a la luz de la luna por plazas, jar-dines o bulevares que se crearon o rehabilitaron bajo el primer mandato del gobernador Mariano Martnez de Castro (1880-1884). La atraccin de la arquitectura por la naturaleza, gracias a la fusin del positivismo con los rescoldos del espritu romn-tico, se hizo tangible. En Mazatln se mejor el paseo de Olas Altas y se cre la plaza Machado, mientras que en Culiacn se construyeron la Plaza de Armas y la Plaza Rosales; adems, en

    La cultura literaria en el caedismo

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    ambas ciudades se alinearon y empedraron las calles. 1 Aparte se hicieron otras obras de mayor relieve: mercados, puentes, es-cuelas y teatros que los literatos reclamaban para estar a la altura de las naciones civilizadas.

    Las actividades sociales y recreativas que aliviaban el letar-go eran las fiestas o bailes de saln o en la calle, en ocasiones era el sobresalto por las fiestas patrias, otros das eran las tertulias que mitigaban el aburrimiento, adems de los juegos de mesa o del tiro al blanco, jornadas taurinas y peleas de gallos, y de vez en cuando el letargo se sacuda con la llegada de los circos, la recu-rrencia del carnaval o con los breves dramas y lecturas literarias que se hacan en los teatros Alegra y el Rubio, en Mazatln, y el Apolo en Culiacn. 2

    Las actividades culturales, aunque escasas, eran sumamen-te significativas. Amado Nervo trabaj como periodista de El Correo de la Tarde en el puerto mazatleco y el 9 de enero de 1893 public que el nuevo ao no iniciaba mal pues se haban tenido dos tertulias en ocho das [lo que] es algo y puesto que el fro de esta poca no haba cancelado el entusiasmo por el baile, avizoraba que en la temporada de verano habra repetidas fiestas. El 29 de enero de 1894, Nervo dio a conocer una crnica don-de deca suspirar porque, en comparacin con la capital donde domingo a domingo se reseaban las fiestas celebradas en la se-mana, en la provincia nada ocurra que pudiera mostrar a sus lec-

    1 Martn Sandoval Bojrquez, Luis F. Molina y la arquitectura porfirista en la ciudad de Culiacn, Difocur/ H. Ayuntamiento/ La Cr-nica de Culiacn, Culiacn, 2002, pp. 54-60.2 Moiss Medina Armenta, Formas y espacios de diversin en el Culiacn caedista, 1885-1910, tesis de licenciatura, uas, Culiacn, 2005, pp. 108-170.

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    tores, e ironizaba al decir que en el triste Teatro Rubio no se representara ms drama que la tragedia de la araa que devora la mosca en los tenebrosos rincones de los palcos terceros ante un reducido nmero de insectos, mientras que en la plaza de ga-llos los domingos se escenificaran peleas en las que uno [...] riega invariablemente con su negra sangre la arena del circo. 3

    A pesar del ritmo semilento de la vida y de las pocas ac-tividades culturales, los hombres letrados de esta poca no du-daban de que Sinaloa fuera a paso seguro hacia el progreso. En su obra Narraciones y caprichos, Francisco Gmez Flores consi-deraba al teatro como la diversin favorita de los pueblos cultos, y a pesar de lamentar que las compaas dramticas casi no vi-sitaran Culiacn debido a su situacin geogrfica, deca que en su progresista sociedad haba gran aficin, como lo prueba la circunstancia de que un grupo de personas distinguidas, se haya propuesto dar una serie de representaciones, con un fin adems filantrpico. 4

    La incipiente cultura literaria de Sinaloa estuvo jalonada por el dinamismo del comercio, considerado por los pensadores occidentales como el motor de la civilizacin y del desarrollo; ms all de su fin de lucro, estos lo consideraron como el me-canismo civilizatorio ms eficaz, suponiendo que al crecer y volverse complejas las relaciones sociales el hombre descubrira nuevas y estimulantes expresiones para el florecimiento del arte

    3 Mayra Elena Fonseca valos, La obra periodstica de Amado Nervo en El Correo de la Tarde, (1892-1894), Consejo Estatal para la Cultura y las Artes de Nayarit-Universidad Autnoma de Nayarit/ Ayuntamiento de Tepic, Tepic, 2002, p. 107.4 Francisco Gmez Flores, Narraciones y caprichos. Apuntamientos de un viandante, Tipografa de Ignacio M. Gastlum, Culiacn, 1889, p. 63.

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    y la ciencia; y viceversa, como aseguraba David Hume desde su Inglaterra capitalista y burguesa: Cuanto ms avanzan estas re-finadas artes [la ciencia, la literatura y la poesa], ms sociables se tornan los hombres.

    Sin embargo esta cultura literaria no fue extensiva a toda la entidad, pues si bien hubo vida literaria en los distritos del norte, El Fuerte y Mocorito, fue en la regin centro-sur, en los distri- tos de Culiacn y Mazatln, donde hubo mayor participacin de los literatos. Ambos lugares tuvieron una actividad cultural y li-teraria como ninguna otra entidad del noroeste mexicano, pues en esta zona se conformaron por lo menos tres constelaciones au-torales y varias asociaciones literarias, publicndose dos revistas literarias y numerosos peridicos.

    Para 1895 los trabajadores intelectuales que vivan en Sinaloa eran poco ms de quinientos, mientras que un lustro despus la cifra ya se haba duplicado, de acuerdo con el censo aplicado el 28 de octubre por el gobierno estatal. 5 La mayora de estos trabajadores estaba concentrada en el magisterio, la me-dicina, la abogaca y el periodismo, mientras que la minora eran clrigos y artistas; de estos ltimos no se especifica qu rama del arte cultivaron, pero quiz eran msicos y cantantes de las or-questas que haba en Culiacn y Mazatln, ya que hay escasas referencias de pintores solo se sabe que Salvador J. Agraz tuvo la intencin de abrir la Academia de Pintura. Sin duda el es-plendor del caedismo se manifest en la ltima dcada del siglo xix, pues la estabilidad poltica lograda a travs de la represin y

    5 Hctor Leal Camacho, Sinaloa durante la Revolucin: el papel de los intelectuales en la transformacin social, tesis de maestra, uas, Culiacn, 1997.

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    de un prspero comercio cuya base eran las inversiones extran-jeras, sentaron las bases para la consolidacin cultural y de un grupo social que laboraba con el saber. Que el nmero de tra-bajadores se haya duplicado se explica por la incorporacin a la sociedad de las primeras generaciones de egresados del Liceo Rosales, fundado en Mazatln por Eustaquio Buelna en 1872 e inaugurado en 1873, ao en que se traslad a Culiacn. Ade-ms, el nmero de escuelas tambin increment, sobre todo en el periodo de gobierno de Buelna, por lo que el nivel de alfabe-tismo a inicios del siglo xx era superior a la media nacional. En el pas los planteles se multiplicaron, y de acuerdo con Luis Gon-zlez: Junto a la diversin creci la escuela, la nueva escuela que se propuso como ideal sustantivo la difusin de los amores a la patria, al orden, a la libertad y al progreso. 6 No obstante, el analfabetismo no dej de ser un pesado lastre y la aculturacin de los indgenas, una radical medida.

    En resumen, a pesar de la miseria que padeca la poblacin, ciertos factores econmicos y polticos permitieron que existiera un grupo claramente diferenciado por sus prcticas sociales: los literatos, estos trabajadores intelectuales que por su nivel de conocimiento y manejo de la escritura ejercieron en la parcela del poder un papel fundamental en la vida pblica. Estas personas, con independencia de su profesin, escriban poemas, cuentos y crnicas que generalmente publicaban en la prensa. La mayora no eran literatos formales, es decir, no se dedicaban por comple-to a este quehacer ni vivan de ello sino que lo hacan por aficin; adems, su formacin era autodidacta y cultivaron la literatura

    6 Luis Gonzlez, El liberalismo triunfante, Historia general de Mxico, vol. 2, 1988, p. 950.

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    para adquirir un saber y conseguir prestigio. Los literatos, en una poca en que la idea de nacin necesitaba afianzarse, dieron a la ficcin fines educativos, morales e instructivos. En un rgimen autoritario necesitado de legitimidad y consenso, la prensa que se consolid gracias a la forzada estabilidad poltica y al empuje del comercio, lo que logr que los literatos dispusieran de espa-cios idneos para subsistir, ya fuera en cargos administrativos o como articulistas.

    Si se toma en cuenta el tiempo que comprendi el caedis-mo, entre 1877 y 1909 existieron poco ms de 75 literatos; no to-dos vivieron en Sinaloa al mismo tiempo y, naturalmente, hubo algunos decesos. Asimismo, un poco ms de la mitad practicaron el gnero de la poesa por lo que Francisco Gmez Flores lleg a decir que la palabra poeta anda en boca de todos y se prodi-ga con una facilidad que pasma, al grado de que si uno tropieza con alguien, resulta poeta, y de los que hayan tropiezos en vez de consonantes. 7

    Las constelaciones literarias

    La vida literaria durante el caedismo era sobresaliente. En un ba-lance literario de la penltima dcada del siglo xix, Gmez Flores deca con satisfaccin: Los que hemos trabajado sin cesar por levantar el prestigio de Sinaloa por medio de las letras, nos con-sideramos felices con que su nombre suene ya por lo menos con decoro y crdito. 8 Precisamente Gmez Flores quien naci

    7 Francisco Gmez Flores, Narracciones y caprichos..., op. cit., p. 49.8 Ibd, p. 163.

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    en 1856 y muri en 1892 fue el mayor intelectual de las letras sinaloenses del siglo xix, articulando en torno suyo a una plya-de de literatos, y el nico que lleg a disputarle su hegemona fue Adolfo ORyan, conocido con el seudnimo de Zenn. Gmez Flores, cuyo seudnimo fue Merln, fue profesor, periodista y un certero e ingenioso crtico literario, de pensamiento liberal, lo que a menudo le ocasion problemas sobre todo con la Iglesia; posea un amplio conocimiento de la literatura universal anti-gua y contempornea. Su carrera literaria la inici en la ciudad de Mxico al lado de Agustn Verdugo, Jos Pen Contreras y Manuel Gutirrez Njera; este ltimo recuerda que cuando G-mez Flores lleg a la ciudad traa uno o dos libros de versos muy malos, por lo que mejor se dedic a la crtica: en 1881 public Bocetos literarios, un compendio de artculos, motivo por el cual Gutirrez Njera dijo que este autor gozaba de grandes apti- tudes y no comunes cualidades. 9 En Sinaloa, Gmez Flores fue director del peridico La Voz de Mazatln y colaborador asi-duo de El Eco Popular, La Opinin y El Correo de la Tarde, entre otros; en 1881 fue regidor del ayuntamiento de Culiacn. En 1887 public el libro Humorismo y crtica que compendiaba notas de poltica, filosofa y literatura, y dos aos despus dio a conocer Narraciones y caprichos, un libro de cartas y artculos varios que haba publicado en la prensa; en 1888 fue redactor del peridico oficial. En la ciudad de Mxico, a donde se haba ido a residir a fi-nes de 1891, preparaba el segundo volumen de artculos, una no-vela y un drama, cuando la muerte lo sorprendi el 22 de enero de 1892. De manera pstuma, el 25 de enero de ese mismo ao,

    9 Manuel Gutirrez Njera, Bocetos literarios, de F. J. Gmez Flores, en Obras, vol. 6, unam, Mxico, 1985, p. 202.

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    en El Correo de la Tarde se afirm que Gmez Flores fue el alma de una poca de asombroso movimiento periodstico en el estado; a su influjo aparecieron los principiantes y entraron de nuevo a la lucha los veteranos. l era el jefe; nosotros obedeca-mos y confibamos en su pericia. Se debe justamente a Gmez Flores una visin panormica de los grupos literarios existentes en la dcada de 1880, identificando a dos generaciones: una anti-gua, que escasamente escriba, y otra contempornea, la suya; y consideraba a dichos literatos como sinaloenses por el hecho de que haban nacido en la entidad o porque, como argumentaba, haban nacido en Sinaloa para las letras.

    La antigua generacin de escritores, donde casi todos ha-ban renunciado a la creacin, estaba integrada por Gabriel F. Pe-lez, Pedro Victoria y Santiago Caldern, siendo [Eustaquio] Buelna el nico que de vez en cuando publica algn trabajo his-trico o erudito. Estos escritores pertenecieron a la poca de la Reforma, periodo en que hubo una gran actividad en la prensa sinaloense: el zacatecano Antonio Rosales fungi como redactor del peridico oficial, as como Ignacio Ramrez, el Nigromante. 10 Respecto a su trama biogrfica, se sabe que Gabriel F. Pelez na-ci en Matamoros, Tamaulipas y que se desempe como con-tador de la Aduana Martima en Mazatln, as como diputado en el congreso local, y fue tambin tesorero general del estado. 11 Pe-dro Victoria, un destacado poeta, fue secretario de gobierno in-terino del coronel Jess Ramrez en 1877, puesto que repiti con

    10 Jorge Briones Franco, La prensa en Sinaloa durante el Caedismo, 1877-1911, uas/ Difocur, Sinaloa, 1999, p. 49. 11 Flix Brito Rodrguez, La poltica en Sinaloa durante el Porfiriato, Difocur/ Foeca/ Conaculta, Sinaloa, 1998, p. 160.

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    el general Caedo al ganar este las elecciones en junio del mismo ao y posteriormente Porfirio Daz le confiri un cargo a nivel federal; en 1892 funga como administrador de la aduana marti-ma. 12 De Santiago Caldern se desconocen sus datos generales, aunque l, Victoria, Pelez y Gmez Flores fueron incluidos en la antologa Mazatln Literario de 1889. Otros escritores omi-tidos por Gmez Flores fueron justamente los participantes del lbum Mazatln Literario, cuyos artculos se retomaron de las colecciones de peridicos, para buscar en sus columnas las composiciones dispersas de los escritores ms conocidos y es-timados. En esta antologa figuraron tambin Alonso Morga-do, Apolonio Sinz, Casimiro E. Alvarado, Jos Salcido E. maz, M. Snchez Tirado, Jorge A. Wilhelmy, Adolfo Wilhelmy y Ben-jamn Vidal. Todos ellos publicaban en peridicos sinaloenses como La Voz de Mazatln, El Monitor del Pacfico, El Occidental, La Voz del Pueblo, entre otros peridicos de las ltimas dcadas del siglo xix.

    Por otra parte, la nueva generacin la conformaban, segn el criterio de Gmez Flores, los siguientes literatos: Jos Ferrel, ngel Beltrn, Daniel Prez-Arce, Leopoldo Valencia, Ignacio M. Gastlum, Francisco Sosa y vila, Ruperto L. Paliza, Herlin-do Elenes Gaxiola, Alberto Arellano, Carlos Ramrez, Manuel Salas, Eduardo Betancourt, Agustn Hernndez y Francisco J. Gaxiola. 13

    D. Lpez retom esta clasificacin en Literatura, artculo que public el 3 de junio de 1891 en El Correo de la Tarde. Segn Lpez en esta poca reinaba una esterilidad casi absoluta en las

    12 Ibd., pp. 168-169.13 Francisco Gmez Flores, Narraciones y caprichos..., op. cit., p. 163.

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    letras sinaloenses, pues sealaba que mientras unos se haban ido de Sinaloa, los que permanecieron parecan tambin ausen-tes, ya que haban cado en una apata atroz y dejronse arreba-tar por una indiferencia completa: el hecho es que no escriben ni pizca. Con este sealamiento se refera al licenciado Ayn, cuyo fuerte haba sido la oratoria, pero que, a causa de falta de prctica, haba perdido el hbito de la improvisacin: escriba de tarde en tarde, pero solo para decir que los toros de la lti-ma corrida eran corniveletos, es decir, se volvi reseista de la tauromaquia; aluda tambin a Pedro Victoria, poeta que estaba ms atento a los intereses fiscales, pues en la actualidad des-empea un importante empleo lejos de aqu [de Mazatln]; e incluy a Samuel Hjar y Haro, quien encontr que le produ-ca ms la tarea de revolver expedientes de Juzgado que seguir escribiendo alguna crtica. Adems de Ferrel, la gente nueva sera de acuerdo con Lpez Manuel Bonilla, Jorge Ulica (anagrama de Julio G. Arce) y Juan B. Ruiz, quienes son jve-nes entusiastas, trabajadores y modestos [...] Los mencionados jvenes fundan y alientan la esperanza de una resurreccin inte-lectual en nuestro estado. Pese a que Gmez Flores mencion como literatos noveles a Luis Blanco, el doctor Mateos, Arturo Garca, Ernesto Prez, Enrique Pardo y Ricardo Carricarte, para Lpez a la vuelta de pocos aos estos escritores contaban escasamente debido a que ya no escriban o se haban dispersa-do con rumbos distintos; inclusive el propio Gmez Flores para 1891 era considerado como una voz silente, sobre todo porque se haba ido a vivir a la ciudad de Mxico, y aada Lpez: De all, de la capital del pas, nos enviar de seguro la segunda parte de esa obra, pues no creemos que nos olvide a los que lo hemos aplaudido muchas veces y admirado siempre.

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    Ciertamente, los nuevos literatos estaban teniendo una presencia que habran de sostener hasta la implosin del rgi-men caedista. Jos Ferrel Flix naci en 1865 en Hermosillo, Sonora, y fue director del peridico El Pacfico de Mazatln y La Voz de Mazatln en el puerto sinaloense, as como de El Progreso Latino y El Demcrata Mexicano en la capital mexicana; 14 en 1891 dio a conocer su novela La cada de un ngel, la que gener pol-mica en los principales diarios del pas debido a su crtica social. Ferrel fue un sistemtico opositor al porfiriato y pis la crcel en mltiples ocasiones: al frente de El Pacfico escribi un artculo en contra de Caedo, ganndose un ao de prisin en el cuartel de Mazatln; despus, cuando emigr a la ciudad de Mxico, y a travs de El Demcrata atac al gobierno de Daz, lo que le vali de nueva cuenta sufrir persecucin y crcel teniendo hasta doce procesos en su contra. En 1909, a la muerte de Caedo, se registr como candidato a la gubernatura de Sinaloa, perdiendo las elecciones con Diego Redo debido a un presunto fraude. 15

    Por otro lado, hacia 1890 Leopoldo Valencia se desempea-ba como director del peridico El Sur de Sinaloa, en El Rosario, mientras que Daniel Prez Arce era licenciado en derecho y un reconocido periodista: hacia 1897 tena su despacho en la calle Principal nmero 161 del puerto mazatleco, y en 1898 compar-ti la redaccin de El Correo de la Tarde con Carlos F. Galn, el doctor Martiniano Carvajal cuyo seudnimo era Fray Agatn,

    14 Carlos Grande, Biografas sinaloenses (Prontuario 1530-1998), Car-yalci, Culiacn, 1998, p. 57.15 Azalia Lpez Gonzlez, Rumbo a la democracia: 1909, Cobaes-uas, Culiacn, 2003, p. 41.

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    Esteban Flores y Adolfo ORyan. 16 Francisco J. Gaxiola, quien naci en 1869 en Sinaloa de Leyva, fue historiador, diplomtico y poltico, as como profesor de estudios superiores; de Ignacio M. Gastlum se sabe que fue abogado y colaborador de varios peridicos; por su parte Francisco Sosa y vila era ingeniero y ocup por un corto periodo (1892-1893) la direccin del Colegio Rosales en Culiacn y se dice que fue destituido por confron-tar sus ideas liberales con las religiosas de un estudiante, llegan- do su caso al congreso. 17 Quien dirigi dieciocho aos este cole-gio fue el doctor Ruperto L. Paliza (Mxico, 1857), de 1893 a 1911, donde imparti diversas ctedras; a l se debe la fundacin de la Casa de Beneficencia y la Casa de Asilo, ambas en Culiacn, y por largo tiempo dirigi el Hospital Civil; su profesin de m-dico la compagin con la poltica, pues fue regidor de Culiacn por siete aos, fue dos veces diputado local y magistrado del Tri-bunal de Justicia. Finalmente, Herlindo Elenes Gaxiola, oriundo de Culiacn, fue periodista y redactor de El Monitor Sinaloense (1892-1911); egresado del Colegio Rosales, se afili a la causa de Eustaquio Buelna, cuando el historiador se rebel contra la dic-tadura de Porfirio Daz.

    De los literatos mencionados por Lpez se sabe que Ma-nuel Bonilla, nativo de San Ignacio (1867), fue afn a las ideas de Jos Ferrel y estudi ingeniera en Estados Unidos; desem-pe varios cargos pblicos: regidor de Culiacn, miembro del

    16 Gustavo Jimnez Aguirre, Lunes de Mazatln, Crnicas 1892-1894 (Obras de Amado Nervo), Ocano/ unam/ Conaculta, Mxico, 2006, p. 265.17 Hctor Carlos Leal Camacho, El papel de las sociedades poltico-culturales sinaloenses en la Revolucin, Clo, vol. 1, nm. 27, Culiacn, pp. 32-33.

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    Tribunal de Justicia y administrador de la fbrica El Coloso, de Diego Redo, y empleado de la Compaa Naviera del Pacfico. 18 Asimismo, quien firmara con el seudnimo de Marcial, dirigi El Correo de la Tarde y La Pldora; en 1897 public su novela por entregas Espinas y amapolas. Estampas nacionales en El Correo de la Tarde. En 1909, tras conocer el supuesto fraude contra Ferrel, renunci al puesto de visitador de Hacienda y se afili al ao siguiente a la candidatura de Madero.

    Por otro lado, Esteban Flores, quien fue coetneo de Julio G. Arce y de Francisco J. Gaxiola, naci en 1970 en Chametla, ubicada en el distrito El Rosario; se educ en el colegio Jess Loreto y se gradu como profesor de educacin primaria en la escuela lancasteriana; colabor en El Correo de la Tarde, del que sera su director de 1895 a 1905, particip en los diarios El Me-fistfeles y El Monitor Sinaloense, y en las revistas literarias Bohe-mia Sinaloense y Arte; fue funcionario del gobierno de Caedo, regidor y presidente municipal de Culiacn, como profesor del Colegio Civil Rosales imparti las materias de historia, matem-ticas y literatura. 19

    Por su parte Julio G. Arce, originario de Guadalajara, estu-di en el Liceo de Varones la carrera de farmacia; en 1889 lleg a Mazatln y pronto se traslad a Culiacn donde, en sociedad con su suegro Antonio Moreno, adquiri la botica Alemana. 20 En 1897-1899 dirigi la revista literaria Bohemia Sinaloense, en 1899 fue jefe de la seccin de estadstica y de instruccin pblica; de 1898 a 1909 fue director y propietario de El Mefistfeles, primer

    18 Ibd.19 Ibd.20 Ibd.

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    diario de Culiacn, donde publicaba con regularidad la columna Crnicas diablicas con el seudnimo de Cyrano; fue tam-bin director general de la Mexican Pacific Mining Company en 1906, adems, por esas fechas se desempe como diputado local.

    A fines del siglo xix se ira conformando una nueva plya-de de escritores en Sinaloa. Eran jvenes inquietos, interesados en sobresalir en las letras, pero tambin de cobrar notoriedad so-cial. Entre ellos destacaban Francisco Medina, Jess G. Andrade, Francisco Verdugo Flquez, Enrique Gonzlez Martnez, Ama-do Nervo, Luis Hidalgo Monroy, Hayde Escobar de Flix Daz, entre otros.

    Medina naci en el poblado de Tierra Blanca, cerca del ro Humaya, el 20 de abril de 1879, yndose a estudiar a Culiacn en su adolescencia al Colegio Rosales; a temprana edad a los 15 aos comenz a publicar en peridicos de la capital sinaloen-se, principalmente poemas. 21 Jess G. Andrade (Culiacn, 1880) fue hijo del prefecto del distrito, Francisco M. Andrade, uno de los favoritos del rgimen; en 1895 Jess Andrade se traslad a Guadalajara para estudiar en el Liceo de Varones, desde donde colabor en diversas revistas y peridicos del pas. 22 Por su lado Verdugo Flquez (Culiacn, 1876) se titul como abogado en 1901 en el Colegio Civil Rosales, fue notario pblico y regidor por el ayuntamiento de Culiacn en 1906, presidente de la so-

    21 Agustn Velzquez Soto, El romntico amigo de la imparcialidad. Preludios de vida literaria en Francisco Medina (1896-1900), Difocur, Cu-liacn, 2005, p. 14.22 Gabriel Agraz Garca de Alba, Bibliografa de los escritores de Ja-lisco, t. i, unam-ibb, Mxico, 1980, p. 390.

  • Los autores del rgimen. El mundo literario... 29

    ciedad mutualista de occidente, as como catedrtico del colegio Rosales. 23 Gonzlez Martnez (Guadalajara, 1871), quien lleg a Sinaloa a laborar como mdico, dio a conocer su obra inicial en esta entidad: Preludios (1903), Lirismos (1907) y Silnter (1909), fue prefecto del distrito de Mocorito, as como director de la re-vista Arte (1906-1909). El poeta Nervo (Tepic, 1870), por otro lado, se desempe como cronista de El Correo de la Tarde en el periodo 1892-1894, a la par que public varios de sus poemas; tambin Monroy escribi para El Monitor Sinaloense y como pro-fesor fue el encargado de la educacin en Navolato.

    Sin embargo, de toda esta constelacin sobresale el caso de Hayde Escobar de Flix Daz, ms conocida por su seudnimo de Cecilia Zad, quien naci en Mazatln, en 1868, y se convirti en la primera mujer de la entidad en publicar un libro de poesa que se titul Versos a un ngel. Ya en la primera dcada del siglo xx otros nuevos literatos habran de surgir, como Genaro Estra-da, Sixto Osuna, Carlos Filio y Juan L. Paliza.

    La morada literaria: peridicos y revistas

    La prensa en la etapa independiente de Mxico fue, mediada por el liberalismo, un espacio exclusivo para la manifestacin de las ideas principalmente polticas, pero tambin sociales, filo-sficas y literarias; fue en este espacio donde la mayora de los intelectuales ejerci la incipiente opinin pblica, y desde la cual buscaron adoctrinar, educar o moralizar con editoriales o artcu-los, pero tambin por medio de poemas y relatos.

    23 Flix Brito Rodrguez, op. cit., p. 168.

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    Los libros fueron un producto de poca edicin en la enti-dad debido a que el autor deba sufragar los costos, adems de que no tenan la misma circulacin ni igual trascendencia que los peridicos. Son contados los autores que vieron publicada su obra individual, entre otros se encuentran Gmez Flores, dueo de las tres obras ya citadas (que eran recopilaciones de sus artcu-los periodsticos); Jos Ferrel, con su novela La cada de un n-gel; Cecilia Zad, con Versos a un ngel; Francisco Medina, con su poemario Visiones; Enrique Gonzlez Martnez, autor de tres poemarios; y algunas antologas, como Literatura sinaloense, que eran discursos pronunciados en el aniversario del general An-tonio Rosales, y el lbum Mazatln Literario, un compendio de poemas y relatos, as como escritos que versaban sobre historia o crtica literaria.

    El Mazatln Literario posee gran importancia, pues se trata del primer esfuerzo por reunir una obra por su calidad literaria, incluyendo a diversos autores dueos de una voz personal o de reconocida trayectoria; el criterio de calidad precisamente se estableci para participar en la Feria Universal de Pars en 1889. Esta convocatoria de reunir la obra de los literatos sinaloenses fue un visible reconocimiento de que Mazatln manifestaba una mejora econmica reflejada en su cultura; por esta razn se esmeraron en la seleccin de los textos, as como en la parte material, ya que la tipografa y encuadernacin fueron encarga-das a la imprenta y casa editorial de Miguel Retes, en tanto que el papel fue fabricado en Jalisco; mencionar, como se haca en el prlogo, a esas industrias complementarias del arte literario tena como propsito dar una idea de la cultura intelectual de esta ciudad, llamada por antonomasia la Perla del Pacfico.

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    Sin embargo, la prensa tuvo la supremaca en el terreno edi-torial. Despus de su ms o menos larga tradicin, iniciada con el siglo xix, en la etapa finisecular ocurri la modernizacin del periodismo, pues del predominio del editorial poltico se pas a la primaca de las noticias y los reportajes, as como a la in-clusin de secciones literarias. Dicha renovacin se debi tanto al fenmeno poltico y econmico como a los mismos avances tecnolgicos: el desarrollo de las vas frreas, la red telegrfica, las mquinas de escribir y la introduccin de innovadoras rotati-vas. 24 As, aunque en primer lugar esto ocurri en la prensa de la capital del pas, poco despus dichos avances llegaron a algunas zonas perifricas, como Mazatln o Culiacn, gracias a que tu-vieron una cercana relacin con los Estados Unidos.

    A partir de los aos sesenta del siglo xix fue cuando se comenzaron a notar cambios en los formatos y los contenidos de los rotativos sinaloenses, apareciendo los peridicos inde-pendientes, crticos; luego, los literarios, industriales, mercan-tiles, entre otros. En esta poca la mayora de las publicacio-nes tuvieron una vida efmera, y en el caso de los peridicos literarios y de variedades (muy pocos, por cierto), aparecan y desaparecan por no ser costeables o por falta de lectores. 25 En Culiacn, al ser la capital de la entidad, el Peridico Oficial tena fuerte presencia, aunque era comn el cambio de su denomina-cin; debido a la evolucin de la prensa, estos peridicos inclu-

    24 Alberto del Castillo Troncoso, El surgimiento de la pren-sa moderna en Mxico, La Repblica de las Letras. Asomos a la cultura escrita del Mxico decimonnico, 3 vols., Belem Clark de Lara y Elisa Spec-kman Guerra (eds.), unam, vol. ii. Publicaciones peridicas y otros im-presos, Mxico, 2005, p. 106.25 Jorge Briones Franco, op. cit., pp. 52-55.

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    yeron en sus pginas disposiciones gubernamentales, escritos polticos, selecciones literarias y hasta hechos extraordinarios o relevantes.

    Fue durante el porfiriato, ciertamente, que esta actividad tuvo su edad dorada en Sinaloa, pues se lograron editar 128 peri-dicos que se distribuyeron en las principales ciudades: Mazatln tuvo 62, Culiacn, 37; El Rosario, 13; y 16 diseminados en otras localidades. Asimismo, Briones expresa que Lo prolfico de la produccin periodstica en esta fase no tiene nada que ver, has-ta donde sabemos, con alguna medida administrativa o de go-bierno que se haya propuesto alentar la produccin editorial y seala que los cambios habran estado favorecidos por la expe-riencia editora y tcnica acumulada en los aos previos y muy probablemente por la esperanza que suscitaba la nueva era que inaugura el triunfo de los liberales porfiristas. 26 Sin embargo, debemos considerar las subvenciones gubernamentales que el rgimen dictatorial de Daz destin a la prensa a partir de la dca-da de 1890 para golpear a las publicaciones opositoras, las cuales se vieron obligadas a cerrar sus imprentas ante la incapacidad de competir con un nuevo peridico que ofreca mejores servicios por un precio sumamente mdico. 27 Es probable que haya exis-tido este patrocinio en Sinaloa, pues solo hubo un diario inde-pendiente: El Correo de la Tarde, que responda no obstante a los intereses de los comerciantes del puerto mazatleco; as pues, las subvenciones ya fueran abiertas u ocultas habran sido un poderoso factor, adems de la estabilidad poltica y econmi-ca, que indujo y reforz el quehacer de la prensa.

    26 Ibd., p. 227.27 Alberto del Castillo Troncoso, op. cit., p. 109.

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    Lo notable de todo esto es que, a la par que haba un inters por modernizar el formato del impreso, exista tambin uno por innovar el contenido, siendo el literario uno que fue ganando espacio gracias al prestigio que su inclusin revesta. Este desa-rrollo de la prensa convirti a la entidad a fines del siglo xix, adems, en un polo atractivo para literatos y periodistas de otras; una muestra de ello fue la presencia del nayarita Amado Nervo, el capitalino Jos Juan Tablada, el queretano Heriberto Fras, y los jaliscienses Carlos Filio, Julio G. Arce, Sixto Osuna y Enrique Gonzlez Martnez, por citar algunos. Adems, fue a travs de la prensa como los literatos estrecharon vnculos con otros de la Repblica mexicana.

    Durante el caedismo, a pesar de que la expansin de la prensa abarc varias localidades, los principales peridicos si-guieron siendo los de Culiacn y Mazatln. En el puerto, Miguel Retes fund El Correo de la Tarde en 1885, cuyo director fue Car-los F. Galn, aquel que desde abril de 1869 haba dirigido El Occi-dental. El nuevo diario respondi a los intereses comerciales, por lo que informaba del precio de los productos y del movimiento aduanal, pero destac por informar de la cultura y en especfico por brindar un espacio a la literatura, pues mantuvo la columna fija titulada Variedades en la cuarta plana, donde se publica-ban poemas y novelas por entregas da a da; y en su edicin do-minical la primera plana era literaria. Refirindose a una lectora imaginaria, en su crnica Quin es el conde Juan?, del 12 de marzo de 1894, Nervo haca un resumen del contenido de este diario: Estbamos en que te diste a leer El Correo [...] el cultivo del caf o de la pia te tiene muy sin cuidado [...] Las cuestiones financieras te preocupan menos an. Y enseguida agregaba: Eso s: la lista de pasajeros no la perdonas; la nota del registro

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    civil tampoco; las noticias de Dentro y fuera de la ciudad... mu-cho menos... y la novela... esa es la parte ms dorada del bollo. [...] Leste en un santiamn los versos....

    En torno a este peridico, que fue el primero en mante-ner una publicacin diaria, se forj una generacin de literatos; en 1897 se integraron a su redaccin Daniel Prez-Arce, Este-ban Flores y Florentino Arciniega y Ledesma; en 1899 lo haran Adolfo ORyan y Julio G. Arce; asimismo figuraron como edi- torialistas Jos Ferrel, Sixto Osuna, Juan Puga, Jos Rentera, Je-ss Orozco, Francisco Medina, Hayde Escobar de Flix Daz, Mara de Jess Neda Bonilla, Manuel Bonilla, Rosendo R. Ro-drguez, Manuel Manzo, Heriberto Fras y Enrique Gonzlez Martnez, entre otros. 28

    En Culiacn, el peridico El Mefistfeles (1898-1909) tam-bin aglutin a diversos escritores. Su director fue Julio G. Arce, Esteban Flores el jefe de redaccin y como redactores estuvieron Jos Rentera, Enrique Gonzlez Martnez, Francisco Medina, Antonio Moreno, Jess G. Andrade, Carlos Filio, Sixto Osuna, Juan L. Paliza y Fernando Martnez. Asimismo, el bisemanario El Monitor Sinaloense agrupara a otros literatos entre 1892 y 1911, siendo su redactor responsable Herlindo Elenes Gaxiola, Igna-cio M. Gastlum el editorialista y como colaboradores Gonzlez Martnez, Esteban Flores, Francisco Sosa y vila, Francisco Ver-dugo Flquez, Manuel Bonilla y Jess G. Andrade. 29

    A la par que los peridicos, hubo dos revistas de gran tras-cendencia para las letras de Sinaloa: la Bohemia Sinaloense (1897-1899) y Arte (1907-1909). Al ser la ciudad de Culiacn la capi-

    28 Jorge Briones Franco, op. cit., p. 104. 29 Ibd., pp. 63-64.

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    tal del estado, naturalmente concentr la mayor parte de acti-vidades que los literatos podan realizar: puestos pblicos, el periodismo y el magisterio. Por ejemplo Julio G. Arce fue pro-fesor del Colegio Civil Rosales, diputado local y director de la revista Bohemia Sinaloense, la que vincul a los literatos locales con los del pas. El antecedente de esta publicacin fue la que fund Manuel Gutirrez Njera en la ciudad de Mxico, la Revis-ta Azul, cuya duracin fue de 1894 a 1896 y de la que se editaron 128 nmeros. La Bohemia public apenas 24 nmeros las difi-cultades se hicieron patentes en la ltima edicin y se imprimi en Mazatln, pero es la nica revista literaria del siglo xix en Sinaloa. Su propsito fue difundir a los literatos ya reputados, pero tambin a los de nuevo cuo, de distintas latitudes. Por ejemplo, en la columna titulada Esbozos y firmada por Jorge Ulica, este se refera a las nuevas publicaciones de los literatos, como Msticas y Perlas negras, poemarios de Amado Nervo; de los libros recibidos de otros estados, como Oro y negro, de Fran-cisco M. Olagubel; de la incorporacin de nuevos colabora- dores como Manuel Rocha y Chabre, de Chihuahua; Eduardo J. Correa, de Aguascalientes; Juan B. Villaseor, poeta de Guada-lajara; as como notables traducciones de poemas o cuentos de la literatura inglesa y francesa: Enrique Gonzlez Martnez publi- c la traduccin de El cuervo, de Edgar Allan Poe, y por su parte Jorge Alberto Zuluoga, cuentos de Catulle Mends.

    Los vnculos de la Bohemia Sinaloense con peridicos y re-vistas del pas son evidentes. En cuanto a su relacin con revistas literarias, se encuentran las siguientes de Guadalajara, Flor de Lis y El verbo rojo, esta ltima dirigida por Jorge Alberto Zuluoga; a su vez algunos literatos de Sinaloa publicaran en El verbo rojo. Tambin la Bohemia comparti colaboraciones con Crisantema,

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    revista literaria de Morelia dirigida por Jos Ortiz Rico y Alfonso Aranda y Contreras, quienes junto a Severo I. Aguirre, Guadalu-pe Artalejo del Arellano, Silvestre Terrazas y Leonardo F. Rodr-guez, llegaran a colaborar con la Bohemia y con la revista Lira Chihuahuense. Respecto a sus vnculos con los peridicos, Arce menciona que algunos artculos de la Bohemia estaban teniendo aceptacin y reconocimiento por parte de la prensa ilustrada del pas. Algunos de los peridicos con los que se tuvo contac-to fueron El Mundo, de la ciudad de Mxico, de donde le man-daban fotograbados de algunas seoritas de Sinaloa hechos por Rafael Gerea y que ilustraron algunos nmeros de la revista; La Estrella Occidental, de Jalisco, editada y dirigida por Manuel Caballero; El Correo de Sonora, dirigido por Juan de las Heras; el semanario La Voz de la Niez, de San Juan de los Lagos, cuyo director Jos S. de Anda le envi a Arce el monlogo titulado El ltimo insurgente.

    Para 1904 varios de los literatos orbitaran en torno a la figura del jalisciense Enrique Gonzlez Martnez, quien haba llegado al poblado Sinaloa en 1896, y poco despus vivira en Mocorito, sitios desde donde colabor con El Correo de la Tarde. Pero no fue el nico medio en el que public, pues de hecho su nombre aparece ligado a diversos proyectos periodsticos, entre ellos El Eco del Fuerte, fundado en 1891 y en el que escribieron Jos Ferrel, Herlindo Elenes Gaxiola, Ignacio M. Gastlum, Francisco J. Gaxiola y Enrique Pardo. Pero su labor ms destaca-da se encuentra en Mocorito gracias a que Jos Sabs de la Mora, fundador del semanario Voz del Norte en 1903, lo invit a dirigir una revista literaria; sin embargo el poeta le pidi que su director fuera su amigo Sixto Osuna: al final la revista Arte tendra una codireccin. A esta empresa se sumaran Jos S. Conde, Anto-

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    nio Echeverra, Adolfo Avils, Manuel J. Esquer y Luis Monzn, quienes ms tarde publicaran el peridico quincenal Iris. As, la revista Arte se publicara de forma mensual, del 1 de julio de 1907 a marzo de 1909, logrndose editar 14 nmeros. Gonzlez Martnez habra de rememorar:

    Aprovechando la buena voluntad y el entusiasmo de Jos Sabs de la Mora, que acababa de adquirir una imprenta y redactaba un periodiquito llamado La Voz del Norte, discurrimos publicar una revista literaria. La bautizamos con el nombre de Arte, y aprove-chando mi amigo Sixto Osuna y yo nuestras relaciones literarias de la capital y las provincias, pedimos y conseguimos copiosa colaboracin, ms copiosa de lo que la capacidad de la revista permita. Lo principal de esta eran los originales nuestros. Sixto Osuna public cuentos y versos; De la Mora, relatos breves; yo, como Sixto, poemas y novelas cortas; y los tres, notas de crtica que llegaban ms en cantidad que calidad. 30

    Efectivamente, adems de Osuna, Gonzlez y Sabs de la Mora, los nicos escritores sinaloenses que publicaron fueron Esteban Flores, Francisco Verdugo Flquez y Francisco Medi-na, y de la regin solo Amado Nervo (Tepic) y Rodrigo Gamio (Guaymas) entraran a la exclusiva nmina. La revista fue cos-mopolita y contempornea y en sus pginas desfilaron narra- dores y poetas mexicanos como Jos Juan Tablada, Balbino D-valos, Francisco M. de Olagubel, Salvador Daz Mirn, Luis G. Urbina, Jess E. Valenzuela, Luis Rosado Vega, Severo Amador,

    30 Enrique Gonzlez Martnez, Obras. Poesa I, Mxico, El Co-legio Nacional, 1995, p. 11.

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    Joaqun Arcadio Pagaza, Rafael de Alba, Miguel ngel del Cam-po (Micrs), Jess Urueta, Enrique Fernndez Ledesma, Juan B. Delgado, Efrn Rebolledo, Victoriano Salado lvarez, Celedo-nio Junco de la Vega y Mariano Azuela.

    Sin embargo, la mayor parte de la galera de Arte se con-form por literatos extranjeros y de actualidad: Anatole France, Paul Bourget, Marcel Prevost, Max Nordau, Sully-Prudhomme, Alfred Capus, Adolfo Brisson y Julio Lemaitre (Francia); Giova-ni Papini y Edmundo de Amicis (Italia); Edward Soederberger (Suecia); Salvador Rueda, Pedro de Rpide, Ramn del Valle-Incln, Po Baroja, Guillermo Ferrero, Francisco Villaespesa, Eduardo Marquina, Nilo Fabra, Enrique Dez Canedo, Manuel y Antonio Machado (Espaa); Alejandro Swientochowski (Po-lonia); as como el norteamericano Mark Twain; y los latinoa- mericanos, representantes de la literatura modernista: Ricardo Jaimes Freyre, Leopoldo Lugones y Rafael Obligado (Argenti-na); Andrs A. Mata (Venezuela); Guillermo Valencia, Ricar-do Arenales y Jos Asuncin Silva (Colombia); Rafael Lpez (Honduras); Rubn Daro (Nicaragua); Enrique Gmez Carri-llo (Guatemala); Julin del Casal y Manuel S. Pichardo (Cuba).

    Al parecer el criterio en la seleccin de los textos haba sido, en primer lugar, que los escritores fueran contemporneos, re-conocidos y universales, y segundo, que representaran la nue-va direccin del arte: el modernismo o, visto de otra manera, el abandono del anquilosado romanticismo. Pero quiz el trasfon-do de esta tendencia de conformar una lite cultural se centr en el deseo de Enrique Gonzlez Martnez por destacar en las letras mexicanas, sobre todo si se tiene en cuenta que en 1905 haba ido a la capital en busca de forjar su carrera literaria, sin lograrlo. Como haya sido, desde Mocorito estuvo pendiente de

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    las novedades literarias que se suscitaban en la capital de la Re-pblica y en otras partes del mundo. Poco a poco fue cobrando notoriedad, pues en el tercer nmero de la revista informaba: varios peridicos de la repblica se han servido a saludar a la nueva publicacin con frases alentadoras y cariosos elogios. Asimismo, recibieron varios libros de diversas latitudes, como los siguientes: La doctrina de Monroe, de Carlos Pereyra; Ru-mores de mi huerto, de Mara Enriqueta; El amor de las sirenas, de Heriberto Fras; Breve noticia de algunos manuscritos de inters histrico para Mxico, de Victoriano Salado lvarez; Maquetas y Megalomanas, de Francisco Gonzlez de Len; y Procelarias, de J. Surez Pino.

    En 1909, ao en que public Enrique Gonzlez Martnez su tercer libro, Silnter, ingres a la Academia Mexicana. La re-vista dej de publicarse en marzo y tres meses despus morira el gobernador Francisco Caedo a causa de una neumona, arras-trando tras de s la paz y el orden que haba permitido el surgi-miento de una cultura literaria.

    Las asociaciones literarias

    Durante las dos primeras dcadas del porfiriato se conformaron asociaciones literarias, formales e informales y casi todas ef- meras, en la ciudad de Mxico y en algunos estados. 31 En su pri-mera poca, la Academia de San Juan de Letrn marc un hito en la conformacin de estas asociaciones, sin embargo esta se

    31 Alicia Perales Ojeda, Las asociaciones literarias mexicanas en el siglo xix, unam, Mxico, 2000, pp. 29-30.

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    debilit a raz de las prdidas morales y materiales que trajo con-sigo la intervencin norteamericana de 1847; una segunda po-ca se ubica de 1867 hasta 1870, cuyo fruto ms prominente fue el semanario El Renacimiento (1869) y las subsiguientes revistas, en las que Ignacio Manuel Altamirano public sus prdicas naciona-listas. Finalmente, la fundacin del Liceo Mexicano Cientfico y Literario en 1885 supuso una renovacin literaria, siendo la revista quincenal El Liceo Mexicano (1885-1892) la publicacin ms valio-sa del siglo xix pues reuni a los escritores ms connotados.

    Uno de los principales propsitos de estas asociaciones fue instaurar una literatura nacional, por lo que poesa, novelas y re-latos de historia patria predominaron durante este siglo y an en el siguiente. De acuerdo con Perales Ojeda, en las tres pocas distintas de la literatura mexicana (el neoclasicismo, el romanti-cismo y el modernismo) podran advertirse otros tantos impul-sos renacentistas surgidos de las agrupaciones literarias.

    Adems de su inters literario, estas agrupaciones respon-dieron a una necesidad social, ya que la clase media acuda a estos centros literarios que eran ejes de ilustracin y esparcimiento, e incluso fueron espacios de docencia al ser talleres donde se lean las composiciones y se emita una crtica normativa. Perales Oje-da seala que estas discusiones fueron verdaderas ctedras con las que muchos escritores recibieron lo mejor de su formacin; 32 desde el punto de vista sociolgico, al registrar veladas literarias, acompaadas de msica, declamacin y representaciones teatra-les, fungieron tambin como vlvulas de escape para una socie-dad de escasos recursos y privada de espectculos debido a la inseguridad pblica durante la primera mitad del siglo.

    32 Alicia Perales Ojeda, op. cit., p. 41.

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    El hecho de compartir los cdigos liberales y progresistas, y compartir profesiones como el periodismo, les permiti a los sinaloenses reconocerse, agruparse y buscar satisfacer intereses comunes. Igual que las sociedades del centro del pas, las de Sinaloa tenan la funcin social de dotar de prestigio a los es-critores que intentaban conseguir un sitio en el mundo de las letras. Otras finalidades, de acuerdo con Perales Ojeda, fueron conseguir la amistad de los literatos ms clebres, que tambin lo eran en la poltica, para obtener con ello un beneficio perso-nal, conseguir la aprobacin de las obras y conquistar un lugar de privilegio, o tan solo conseguir prestigio intelectual al asistir a las veladas, sesiones y actos literarios. Pero sobre todo, con estas asociaciones los literatos sortearon las dificultades para escenifi-car o publicar la obra, pues a travs de estas consiguieron que los peridicos y las revistas se ocuparan de ellos. 33

    Durante el siglo xix e inicios del xx, Sinaloa fue el nico estado del noroeste que conform varias asociaciones literarias, pues ninguna otra entidad vivi con tanto esmero la actividad literaria, ni se convirti en un importante ncleo de activi-dad cultural que lograra establecer un circuito cultural; segn Perales Ojeda, Baja California no cont con ninguna publica-cin literaria durante esta poca, en Durango se tiene noticia solamente de un club literario conformado en 1876, mientras que en Sonora solo existi la Sociedad Literaria organizada en Guaymas. 34

    Por su parte Hctor R. Olea seala que la primera asocia-cin en Sinaloa data de 1870, cuando el director de la Casa de

    33 Ibd., pp. 34-35.34 Ibd., pp. 201-227.

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    la Moneda en Culiacn, el ingeniero Ismael Castelazo, organi-z una asociacin denominada Sociedad Cientfica y Literaria que reuni al licenciado Eustaquio Buelna en ese momento candidato a la gubernatura, al ingeniero Luis G. Orozco, al profesor Jos Rentera, al licenciado ngel Urrea y a Francisco Armenta. 35 No obstante, Perales Ojeda menciona que de la pri-mera que se tiene noticia es la que se conform en Mazatln en 1875 con el nombre de Sociedad Artstico-literaria, y al siguiente ao tambin se estableci otra corporacin llamada Filarmnica Artstico-literaria con el propsito de establecer y sostener un plantel de instruccin pblica, para lo cual organizara concier-tos y funciones dramticas. 36

    Con un idntico propsito, la Sociedad Cientfica Literaria promovida por el ingeniero Castelazo logr en 1872 la creacin de tres escuelas preparatorias en los distritos de Culiacn, Ma-zatln y El Fuerte, aprovechando que Buelna ya era gobernador (1871-1875). De existir solo 14 escuelas primarias al inicio de su periodo, al trmino ya haba alrededor de 200 centros educati-vos, siendo una de esas escuelas el Liceo Rosales, nombrado as en honor al hroe de San Pedro que derrot a los franceses en el Segundo Imperio; este colegio fue definitorio para forjar una cultura literaria que en ese momento era incipiente: muchos de los literatos pasaron por sus aulas, ya fuera como alumnos o pro-fesores; en 1873 se instituy su Junta Directiva de Estudios, sien-do el cargo de presidente para Francisco Gmez Flores (padre). Adems, como resultado de las reuniones de esta asociacin, sus

    35 Hctor R . Olea, La imprenta y el periodismo en Sinaloa, 1826-1950, uas/ Difocur, Culiacn, 1995, pp. 78-202.36 Alicia Perales Ojeda, op. cit., p. 226.

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    miembros lograron publicar el peridico semanario Adelante, de corta duracin, y despus El Porvenir de Sinaloa.

    Segn un estudio realizado por Leal Camacho, en 1875 se cre la agrupacin cientfica Sociedad Unin, la cual tuvo un destino incierto; en Culiacn se constituy el 22 de noviem- bre de 1877 la Sociedad Ro de la Loza, en honor del recin falle-cido Leopoldo Ro de la Loza, un destacado mdico, ingeniero y militar que haba impartido clases en colegios de la ciudad de Mxico, fue fundada por profesores y alumnos del Liceo Rosa-les con una intencin cientfico-literaria y entre sus integrantes aparecen Francisco Gmez Flores (hijo), el ingeniero Luis G. Orozco y el mdico Ramn Ponce de Len. 37

    El factor poltico influy en gran medida para la conforma-cin de estas asociaciones no solo en Sinaloa, sino en el pas. En esta poca era comn que las facciones polticas, liberales y con-servadores, se agruparan. Los partidos dominantes expre-sa Perales Ojeda rigieron las conciencias de los literatos por mucho tiempo. Vencedores y vencidos convivan, los primeros dirigieron, de forma tolerante o intransigente, los grupos lite-rarios; mientras que los segundos, fieles a sus ideales, soporta-ron el triunfo del enemigo trabajando en comn. 38 La Sociedad Continental, fundada en Mazatln en diciembre de 1877, estaba integrada por los liberales Gregorio Acua, Jorge L. Canalizo, Raymundo Alduenda, el periodista Jos C. Valads y los empre-sarios Antonio, Francisco y Enrique Daz de Len, pero su ca-rcter literario solo era el pretexto para reunirse a discutir ideas polticas contrarias al recin inaugurado rgimen de Francisco

    37 Hctor Leal Camacho, op. cit., p. 24.38 Alicia Perales Ojeda, op. cit., p. 38.

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    Caedo. Quiz por ello su duracin fue efmera y tal vez por es-tas ideas dos aos despus Jos C. Valads, director del peridi-co La Tarntula, caera asesinado por rdenes del mandatario.

    Por otro lado, el Liceo Rosales fue el recinto acadmico donde los futuros literatos recibieron no solo una instruccin acerca de las ciencias exactas, sino tambin sobre los rudimen-tos de la literatura: oratoria, filosofa, gramtica e historia patria. En 1887 en Culiacn, con el arribo de Francisco Sosa y vila a la administracin del liceo, se fund la Asociacin Cientfica Ro-sales en la que participaron miembros de la Junta Directiva de Estudios, catedrticos y estudiantes. Esta asociacin, segn Leal Camacho, estuvo integrada por Sosa y vila, Ramn Ponce de Len, Francisco Gmez Flores, Ruperto L. Paliza y Evaristo Pa-redes, as como por los alumnos Jos A. Ortiz, Bernardo Vz-quez, Mariano Peimbert, Florentino Arciniega y Ledesma, entre otros; sin embargo su existencia fue fugaz debido a la destitucin de Sosa y vila como director del liceo a raz de las discusiones religiosas que sostuvo con algunos alumnos, asunto que lleg a la legislatura local. 39

    Para 1888, alumnos rosalinos fundaron en Culiacn la So-ciedad Juvenil Jurez con el propsito de discutir conocimientos de actualidad, as como realizar actividades literarias y musica-les. Su inauguracin se realiz en el Saln de Actos del Colegio y estuvo presidida por el gobernador Caedo, el director del insti-tuto y los catedrticos; al ao siguiente, expresa Leal Camacho, publicaran el semanario El Progreso, cuyo director sera Rafael

    39 Hctor Leal Camacho, op. cit., p. 24.

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    Caedo Btiz (hijo del gobernador), Juan Francisco Vidales y Ramn Ponce de Len (hijo). 40

    En las postrimeras del siglo xix, Mazatln ya era un im-portante foco cultural. En 1895 se registr la sociedad Aurora, 41 integrada por el doctor Juan Jacobo Valads y sus hijos: Francis-co, de formacin farmacutica, Juan Jacobo, ingeniero agrimen-sor; el minero Andrs Avendao; el ingeniero Manuel Bonilla, autor de algunos poemas y una novela; el doctor Martiniano Carvajal; los profesores J. Felipe Valle, Jos F. Galn y Aurelio Gmez Llanos; y los literatos Amado Nervo, Manuel Manzo, Esteban Flores, Jos Berumen, Vicente Gonzlez Valads, ngel Beltrn, Juan y Benito Sarabia, Francisco Gmez Flores y Hora-cio Corts; as como Jos Ferrel Flix, periodista crtico del rgi-men, autor de una novela y pariente de los Valads; y el presb-tero Dmaso Sotomayor. La finalidad de esta organizacin, que se reuna en la Botica Central de la calle Ceres y Carnaval, fue realizar fiestas patrias, obras de caridad en apoyo al Hospital Ci-vil, comentar la obra literaria propia y ajena y discutir asuntos de inters poltico. Incluso antes de su fundacin, a finales de julio de 1892, la Sociedad Aurora haba ofrecido un banquete y una tertulia literaria, segn El Correo de la Tarde.

    En la seccin Esbozos de la revista Bohemia Sinaloense se inform que la asociacin femenil Crisantema, fundada en 1897 por Cecilia Zad, Teresa Villa, Dolores Lizrraga y Ceno-bia Obregn, realizaba veladas literarias y musicales, bailes de fantasa y representaciones teatrales. Para este tiempo, Culiacn

    40 Ibd., p. 26.41 Jos C. Valads, Memorias de un joven rebelde, Universidad Aut-noma de Sinaloa, Culiacn, 1985, pp. 53-54.

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    ya gozaba de cierta actividad cultural, pues el pintor Salvador J. Agraz tuvo la intencin de abrir una academia de pintura, en el teatro Apolo se presentaban eventos artsticos, como el realiza-do por la compaa de zarzuelas de Arturo Buxens, con artistas como Gil del Real, Clara Urea, Parra, Vargas y Castell; este mis-mo teatro se acondicionaba tambin con un cinematgrafo para proyectar pelculas.

    El teatro Apolo puede catalogarse como asociacin infor-mal, donde se organiz un evento para premiar a los artistas si-naloenses que estuvieron en las ferias mundiales de Chicago y Atlanta, celebradas en 1893 y 1896 respectivamente Estados Unidos desde 1876 haba iniciado la organizacin de distintas ferias con motivo de celebrar el centenario de su independen-cia. Alicia McCarthy cant una composicin de la poetisa Ce-cilia Zad, mientras que Norberto Domnguez y Jess M. Cuen pronunciaron sendos discursos; el primero, publicado por la Bohemia el 1 de noviembre de 1898, exalta las letras y el nacio-nalismo y enfatiza que esta exposicin era una de las hermosas manifestaciones de la civilizacin contempornea.

    Finalmente se encuentran los clubes culiacanenses: el de los Jacobinos y el de los Girondinos, de finalidades poltico-cul-turales. El primero fue instituido en 1900 por el doctor Ruperto L. Paliza, director del Colegio Rosales, Ramn Ponce de Len y Cipriano Hernndez de Len, as como por los licenciados He-riberto Zazueta, Evaristo Paredes y Francisco Verdugo Flquez, el farmacutico Antonio H. Moreno, el ingeniero Luis F. Molina, los literatos y profesores del colegio Carlos Filio, Julio G. Arce y Esteban Flores, as como el editor Faustino Daz. Sus puntos de reunin fueron bien las oficinas del peridico El Monitor Sinalo-ense, cuyo propietario era Daz, o bien la Botica del Comercio,

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    cuyos propietarios eran Moreno y su yerno Arce. El segundo club fue fundado en 1904, pero con un inters netamente pol-tico y ya no literario, pues naci como apoyo para que Caedo se reeligiera en la gubernatura; sus miembros fueron Ignacio M. Gastlum, Ricardo Carricarte y algunos empresarios azucare-ros. 42

    Grafas de la literatura

    A finales del siglo xix el concepto de literatura se volvi ms complejo. El Diccionario Academia Usual de la Lengua Espaola seala que entre 1734 y 1834 este concepto se refera al conoci-miento de las letras humanas, lo cual englobaba diversos mbi-tos del saber; sin embargo, en la poca finisecular su significado se resemantiz debido esencialmente a la filosofa positivista y la ideologa nacionalista: para 1884 concentraba ya una orienta-cin esttica (las belles lettres) y al mismo tiempo designaba al conjunto de todas las producciones literarias de un pueblo o una poca.

    Esta directriz gestada en Europa se observa tambin en Mxico, donde los literatos postindependentistas fueron del estilo neoclsico al romntico con la finalidad de construir y consolidar una identidad nacional. Por ejemplo, Fernndez de Lizardi se propuso operar una reforma social para que los mexicanos combatieran los vicios coloniales, como el gobierno autoritario, los privilegios de los peninsulares y la instruccin

    42 Hctor Leal Camacho, op. cit., p. 29.

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    defectuosa; 43 y hacia la segunda mitad del siglo, despus del llamado Segundo Imperio, Ignacio Manuel Altamirano secund este esfuerzo para encontrar la senda de la literatura nacional, lo cual no quera decir folklorismo puro o indigenismo a ultran-za; sino tener la capacidad de beber lo mejor de lo ajeno para aplicarlo felizmente a lo nuestro, dndole un cariz propio, arts-tico y razonado. 44 La finalidad de fortalecer el nacionalismo, a partir de trasvasar otra cultura, se deba principalmente por el temor a las invasiones extranjeras que haban cimbrado los pi-lares de una repblica que an no encontraba una slida forma de gobierno.

    Fue en la poca del general Caedo cuando los literatos, entre ellos los sinaloenses, practicaron la escritura con el enfo-que moralizante que Lizardi haba trazado y el del nacionalismo propuesto por Altamirano. La doble funcin social otorgada a la obra literaria era evidente: educar al pueblo y al mismo tiempo politizarlo a travs de inculcar el sentimiento patritico. En sus Bocetos literarios, Gmez Flores lleg a idealizar una literatura domstica, un conjunto de conocimientos necesarios para que el pueblo fuera libre, pues sealaba que sera muy fructfero si se estableciera un gnero literario, que bajo forma ligera, al al-cance de todo linaje de lectores, encerrara tiles enseanzas en todos los ramos del saber humano, para la prctica comn de la vida. 45 Refirindose en especfico a la poesa, Gmez Flores pe-da aludiendo al proyecto nacionalista que se registraran las

    43 Eva Lydia Oseguera de Chvez, Historia de la literatura mexica-na. Siglo xix, Alhambra Mexicana, Mxico, 1990, p. 24.44 Ibd., p. 82.45 Francisco Gmez Flores, Narraciones y caprichos..., op. cit., p. 22.

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    pulsaciones de la poca, las de un siglo rico en descubrimientos y doctrinas filosficas, donde el progreso intelectual y material transformaba las conciencias; en suma, exiga que el poeta diera una visin del mundo en que viva a travs de la recreacin de sentimientos, ideas, desengaos y esperanzas: El poeta lrico, al expresar sentimientos propios, debe tambin expresar senti-mientos que encuentren eco, recuerdo o esperanza en todos los seres humanos. 46

    Asimismo, en un artculo de 1878, Gmez Flores sealaba que uno de los objetivos del crtico literario era

    dar un vistazo a todas las materias, examinar todas las obras, des-cribir todas las fiestas, narrar todos los acontecimientos; ascen-der a las ridas cuestiones de la vida social y poltica, y descen-der a las juguetonas y alegres descripciones de las costumbres populares. 47

    En suma, este tipo de literatura interesada por la cosa pblica buscaba recrear los caracteres definitorios del pueblo mexicano: el lenguaje, el folclore y los paisajes, su historia y sus costumbres. Ya Altamirano haba comprendido, advirti Jos Luis Martnez, que era necesario un programa para forjar una literatura mexicana, nacional y original que contribuyera a la formacin de una conciencia cvica. 48 De esta manera Gmez

    46 Francisco Gmez Flores, Humorismo y crtica. Monlogos de Merln, Tipografa de La Voz de Mazatln, a cargo de Villalobos y Delgado, Mazatln, 1887, p. 41.47 Francisco Gmez Flores, Narraciones y caprichos..., op. cit., p. 74.48 Daniel Cosso Villegas et al., Historia general de Mxico, El Co-legio de Mxico, vol. 2, Mxico, 1988, p. 1053.

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    Flores, haciendo eco de aquellas ideas, se propona que el pas o la regin fuera reconocido como un locus civilizado, donde la cultura tena ya su manifestacin ms palpable: las obras escri-tas, siendo el referente cardinal la obra Historia de la literatura inglesa (1864) que Hiplito Taine desarroll bajo la perspectiva de la doctrina positivo-nacionalista.

    La cimentacin de este programa de literatura nacional ocurri en el porfiriato, la cual se hizo ms evidente en la parti-cipacin mexicana en la Feria Universal de Pars (1889), donde los sinaloenses presentaron el lbum Mazatln literario. En aras de presentar la imagen de una nacin moderna, que progresaba pese a su heterognea composicin, las entidades fueron convo-cadas para que expusieran productos, obras materiales e intelec-tuales. Sinaloa present as la antologa Mazatln Literario cuyo prlogo es una sntesis de cmo el positivismo y el nacionalismo repercutieron en la representacin de la literatura. En dicho pr-logo annimo aunque ha sido atribuido a Gmez Flores se afirmaba que, en primer lugar, la literatura serva para medir el grado cultural y civilizado de un pueblo, pues las condiciones materiales y sociales (el medio fsico) permitan que hubiera este tipo de manifestaciones; y en segundo lugar, se reconoca que si bien Mazatln no poda competir an con la civilizacin euro-pea, se encontraba en una irrefrenable evolucin:

    Vulgar ha venido a ser con el transcurso del tiempo, el repetido proloquio de que la Literatura es el termmetro de la civiliza-cin de los pueblos: all donde florecen prsperas las letras, es porque existen en suficiente cantidad los elementos indispensa-bles a su florecimiento.

    [...]

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    Mazatln ha querido dar muestra, no solo de su progreso en el orden puramente fsico, acudiendo con su parte a la gran exhibicin universal, sino que como un homenaje extraordinario al gigantesco pueblo que ha sabido marchar a la vanguardia de la moderna civilizacin, ha querido darla tambin del estado actual de su cultura.

    No se ufana de poder todava entrar en liza con otros centros intelectuales del propio pas, menos an con los focos europeos de donde irradia la ideficiente [sic] luz del adelanto cientfico; pero modestos sus trabajos, los presenta reverente y solcito ante los altares del Progreso, tal como ante la ara de Dios la pobre campesina una olorosa flor de su huerto; que la humildad de la ofrenda no amengua ni debilita el fervor del creyente (1889: 1). 49

    Pars apareca as como el epicentro de la civilizacin, y la religin era ahora secular pues se adoraba al progreso a cuyo al-tar asistan nuestros literatos con la humildad y devocin de una pobre campesina: la nativa de un suelo en vas del desarro-llo. Esta representacin asoci a la literatura sinaloense con la ingenuidad, cuyo teln de fondo era el reconocimiento tcito de estar peldaos abajo de la escala evolutiva: vala ms la accin de ofrendar que el voto mismo. Qu poda brindar, si no una flor de su huerto, una campesina? Este enunciado posiblemente busc transmitir modestia, sin embargo lo que se reconoca era que a la literatura sinaloense, tasada con los cnones europes-tas, an le faltaba desarrollarse, pues dicha imagen remite a la convencin que contrapona los trminos ciudad/campo para aludir al progreso o al atraso. Es probable que haya sido Gmez

    49 Francisco Gmez Flores, Narraciones y caprichos..., op. cit., p. 1.

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    Flores quien escribiera este prlogo, ya que se repiten frases t-picas de otros textos suyos y era l quien deca adems que la literatura estaba en su infancia, o incluso, en su fase embrionaria.

    Una primera exigencia hecha por Gmez Flores a los litera-tos, en concordancia con la directriz positivo-nacionalista y con el programa trazado por Altamirano, era la originalidad como lo era el suelo, las montaas, la vegetacin, es decir, al criticar a los imitadores de Vctor Hugo y de Bcquer, lo haca porque juzgaba que era pernicioso para nuestra literatura infantil; por lo que recalcaba la necesidad de buscar y rastrear un modelo de litera-tura nacional en las cualidades peculiares del carcter mexicano, en las costumbres e ideas de la sociedad y en la belleza fsica de la patria. En una clara apropiacin de la tesis de Taine, Gmez Flores tambin lleg a afirmar:

    Yo he venido sosteniendo que [...] cada nacin debe tener su li-teratura espontnea y original, reflejo fiel de su carcter y repre-sentacin artstica de su cultura. De esto a opinar por que nos encerremos dentro de muros chinescos, hay mucha diferencia. 50

    Sin explicitarlo, Gmez Flores se adhera a la corriente esti-lstica del realismo que, bajo el influjo de la ideologa positivista, irradi el pensamiento epocal: la literatura deba reflejar la reali-dad de los pueblos. En estos trminos, la observacin fue erigida en un paso fundamental del mtodo cientfico: de acuerdo al po-sitivismo, el conocimiento entraba por el ojo avizor.

    Igual criterio era vlido para la poesa. Un poeta era, y G-mez Flores retomaba la definicin dada por el diccionario espa-

    50 Francisco Gmez Flores, Bocetos..., op. cit., pp. 9-16.

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    ol, el que imitaba la naturaleza en verso, con inversin y entu-siasmo; por naturaleza, remita al sentido aristotlico: a todo lo existente y lo posible inverosmil tanto del mundo fsico como el moral; y para ser buen imitador, el poeta deba decir algo nuevo, o modificar con originalidad ideas antiguas, as como transmitir al lector el sentimiento de arrebato. 51 Algunos vates sinaloenses como Gabriel F. Pelez y ngel Beltrn, compartieron y practi-caron esta potica que fue puesta en boga por los literatos nacio-nalistas como Ignacio Ramrez, Manuel M. Flores, Manuel Acu-a, Juan de Dios Peza, entre otros. Una revisin al contenido del lbum Mazatln Literario nos revela que en la seleccin de los textos imper el criterio de que estos estuvieran apegados ms al realismo que al romanticismo: se incluyeron relatos histricos, de costumbres y prcticas sociales, ensayos de crtica literaria, as como poemas dedicados a divas de la pera; con la intencin de exhibir lo que realmente era el puerto, el ingeniero Francisco Sosa y vila escribi Qu es Mazatln? Artculo escrito para este lbum, donde detall el progreso material de la ciudad en sus diversos ramos.

    En este sentido, otra caracterstica de la literatura sinaloen-se que adopt el estilo realista como fue usual en hispanoam-rica fue la equiparacin de la prctica escrituraria con la foto-grafa o la pintura, otorgndosele con ello una clara supremaca al recurso descriptivo; es decir, optaron por la mmesis: se deba trazar en la pgina los caracteres particulares del suelo mexicano, lo que adems deba deleitar y educar. En Mxico, Luis G. Ur-bina expres sobre Miguel ngel del Campo: Micrs posea una facultad retentiva verdaderamente estupenda. Lo que l vea

    51 Francisco Gmez Flores, Humorismo..., op. cit., p. 41.

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    quedaba para siempre grabado en su cerebro como una placa fotogrfica; 52 en esta misma direccin, Gmez Flores afirma-ba que las obras de un individuo podan ser calificadas como originales cuando retratan fielmente su individualidad, y las obras de una nacin tambin merecan ese calificativo cuando pintan con exactitud su fisonoma moral y sus hbitos, preocu-paciones, tendencias y pensamientos, 53 por tanto, no fue ca-sual que su primer libro se titulara Bocetos literarios. Asimismo Nervo, al ser un cronista del puerto de Mazatln, comparaba su pluma con un pincel, por lo que sus palabras buscaban dibujar: Fuerza es alistar la pluma, limpiarla cuidadosamente como se limpia un pincel, y dejarla luego que corra sobre el papel inma-culado, sobre el papel terso, sobre el papel que aguarda con la muda impasibilidad de la materia inerte, el trazo, el bosquejo, la lnea. 54 La pgina era, pues, un lienzo donde se habran de trazar, bosquejar y delinear las palabras para pintar la realidad. Justamente, tanto para la crnica como para la novela como se pretendi para la poesa los requisitos eran, adems de un uso correcto y elegante del lenguaje, la exactitud en la recreacin de los personajes y los espacios, como se aprecia en el siguiente pasaje de un crtico annimo (las cursivas son mas):

    Vea Ud. las condiciones de una buena novela: [...] Es la obra donde ms trabaja la imaginacin, sensibilidad exquisita, cono-

    52 Celina Mrquez, Hacia una definicin del realismo en La rum-ba de ngel de Campo, La Repblica de las Letras. Asomos a la cultura escrita del Mxico decimonnico, vol. i, unam, 2005, p. 145. 53 Francisco Gmez Flores, Humorismo..., op. cit., p. 10.54 Mayra Elena Fonseca valos, op. cit., p. 115.

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    cimiento profundo del corazn y de las costumbres; [...] exige un gran caudal de erudicin para delinear con exactitud el carcter de los hombres clebres; y hace adems indispensables las galas del lenguaje, exigiendo facilidad en el manejo de todos los estilos. Instruir y deleitar debe ser su lema; instruir y deleitar el fin que se proponga en todas sus producciones . 55

    Un sinaloense que concentr esa tentativa por realizar re-tratos fue Manuel Bonilla, autor de la novela por entregas titu-lada Espinas y amapolas. Fotografas nacionales, la que se public en El Correo de la Tarde a partir de 1891. El sealamiento de que se tratan de fotografas es revelador, puesto que en la prensa estas cumplan con la funcin de constatar que el acontecimien-to descrito por el reporter realmente haba pasado, y en este caso Bonilla busc sealar que su narracin pretenda la objetividad, ya que el autor describi con precisin sus fiestas, costumbres, carcter, as como sus viviendas, tipo de vegetacin e incluso traz con minuciosidad su geografa. La trama de dicha novela giraba en torno a la vida de los habitantes de Sapiori (Duran-go), pueblecito ubicado en la Sierra Occidental, que un buen da se cansaron de las fechoras de don Patricio cacique que hizo fortuna en la intervencin francesa y que recurri al crimen para adquirir el rango que haba perdido con el triunfo de los libera-les por lo que decidieron levantarse en armas apoyados por los indios de Otatln. Lo fuerte de la crtica con claras alusio-nes al porfirismo era atenuado por el tiempo histrico alusivo al Segundo Imperio, el cual ya haba sido superado; esto explica

    55 El Correo de la Tarde, 19 de mayo de 1891, Mazatln.

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    el porqu Bonilla se salv de la represin, aunque tambin influ-y su prestigio y posicin en la estructura caedista.

    La funcin moralizante otorgada a la literatura impidi que el realismo cristalizara plenamente en Mxico, pese a la voluntad manifiesta de pintar o fotografiar la realidad, pues seguir con exac-titud dicho programa significaba transitar a la denuncia social, ya que la miseria que asolaba al pas era insoslayable: se impona ocuparse de la cara srdida de la realidad e intentar describirla tal como era, lo que tena sus serios riesgos en un rgimen autori- tario como el de Porfirio Daz. Por esta razn, se plante la nece-sidad de inculcar valores positivos a la sociedad para que abando- nara los vicios y malas costumbres que provocaban el atraso.

    En esa funcin social se encuentra imbricada la axiologa cristiana, pues se impona condenar el pecado, expiar las culpas y ofrecer hroes que se salvaban del infierno gracias al arrepen-timiento. Si hubo una crtica social fue solo para condenar aque-llo que impeda el progreso. De esta forma los escritores sinalo-enses, al tiempo que recrearon las condiciones pauprrimas de los sectores marginales, buscaron justificar, explicar o coadyu- var en la problemtica social donde anidaban los vicios y el crimen, y as poder continuar dentro de la estructura por- firista. Ya Jos Mara Vigil en una nota introductoria a un libro de poemas de 1866 haba revelado los matices que deban adoptarse al escribir sobre el bajo mundo (l imitaba en ese momento al romntico Espronceda, pero despus esa sera una de las acota-ciones comunes para quienes escriban una literatura nacional):

    La pintura del vicio hecha en trminos convenientes y dirigidos a excitar horror y aversin hacia l, es el objeto moral que debe constituir el fondo en composiciones de esta naturaleza.

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    En la condenacin absoluta del vicio es preciso tambin ofrecer al delincuente los medios del arrepentimiento y la expia-cin, por los cuales, si no se rehabilitan en una sociedad que ha contribuido tal vez a su prdida, se hace nacer en los corazones desgraciados la consoladora esperanza de una vida mejor. Estos son los dos objetos que me he propuesto y que estn bastante determinados en la presente composicin. 56

    Por otra parte, quien supo de la represin y tuvo que mo-derar su discurso fue Heriberto Fras, director de El Correo de la Tarde en Mazatln entre 1906 y 1909. Fras estuvo a punto de ser fusilado por revelar informacin militar en la novela por en-tregas Tomchic! Episodios de la campaa en Chihuahua, 1892, relacin escrita por un testigo presencial; despus de esa vivencia, modific su postura: En [El triunfo de] Sancho Panza sigue intentando atenuar la crtica inicial (de Tomchic) y declara su adhesin al ejrcito, al gobierno, y a Daz. 57 Fras, pese a prac-ticar el estilo naturalista en El Naufragio (1895), que a la postre se llamara El amor de las sirenas (1908), incluy la exigida mora-leja romntica: el protagonista Federico Argelles se salva de las sirenas (alegora de los vicios: el alcohol, el juego, la carne y la morfina, entre otros) gracias al amor y al trabajo de una mujer. Algo parecido sucede en El triunfo de Sancho Panza (1911), cu-yas acciones transcurren en Mazatln, donde es probable que

    56 Manuel de Ezcurdia, La Meretriz, en La Repblica de las le-tras..., Belem Clark de Lara y Elisa Speckman (eds.), op. cit., p. 227.57 Adriana Sandoval, Introduccin, en Heriberto Fras, El triun-fo de Sancho Panza (Mazatln), continuacin de Tomchic (1a. ed.: Imprenta de Luis Herrera, 1911) y Miserias de Mxico (1a. ed.: Andrs Botas y Miguel Editores, 1916), Conaculta (Lecturas Mexicanas), Mxico, 2004, p. 18.

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    la haya escrito durante la temporada que ah vivi; en esta novela el autor se propuso desnudar los vicios sociales y polticos en la provincia, no de un modo real, sino simblico (acaso como un subterfugio para evitar recriminaciones), pues asent en su oportuna y apresurada introduccin:

    Cierto que los personajes que aqu pinto son, como de novela, hijos de mi libre fantasa; pero simbolizan los vicios sociales y polticos de muchos influyentes de provincia. El licencia-dito pcaro y enredador, maestro en la intriga; el financiero rapaz y audaz; el profesionista aventurero que esconde las uas bajo el ttulo de la sapiencia oficial, llevan del brazo a sus ambiciones y a sus mujeres para dar el asalto. 58

    En dicha novela Fras retom un pasaje de Tomchic para escribir el captulo Flor de redencin en el que relata cmo el periodista Miguel Mercado fue rescatado del alcohol gracias al amor: Y ella fue la salvacin de Miguel; ella detuvo el suicidio y evit la catstrofe. Vivieron juntos en una breve casita rodeada de huertas de duraznos y membrillos [...]. Ella hizo el milagro de una resurreccin extraordinaria. 59 El sentido religioso es por dems evidente. Ms que una indefinicin hacia el realismo, Fras emple el estilo romntico para evitar represalias, aunque con el naturalismo de Emile Zol, en su pretensin de cientifici-

    58 Heriberto Fras, El triunfo de Sancho Panza (Mazatln), conti-nuacin de Tomchic, Miserias de Mxico (Primera edicin de Miserias de Mxico, Andrs Botas y Miguel Editores, 1916), Introduccin de Adriana Sandoval, Mxico, Conaculta, Lecturas Mexicanas, 2004, p. 37.59 Adriana Sandoval, op. cit., p. 111.

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    dad, busc un equilibrio: Enseamos deca el francs el mecanismo de lo til y de lo nocivo, desligamos el determinismo de los fenmenos humanos y sociales a fin de que un da se pue-da dominar y dirigir esos fenmenos. 60 Bajo esa luz, cuando el periodista yanqui John K. Turner public en 1908 su Mxico Brbaro, una crtica social acerca de la explotacin de los ind-genas en la regin maya, el autor de Tomchic objetara ya en los albores de la Revolucin: de seguro que [Turner] no se lanz a tal pintura de Mxico Brbaro con la impasibilidad fra y austera de Emile Zol, que describe la vida tal como es, o mejor dicho, tal como la siente y la ve, buena y mala, y no solo mala. 61

    En conclusin, si los escritores iban a delinear los vicios sociales, la crtica literaria exiga que hubiera de por medio una moraleja o, como Vigil haba dicho, con los valores religiosos de por medio, que existiera una condena contra el vicio y se ofrecieran los medios del arrepentimiento. En suma, se peda la produccin de novelas ejemplares. Esto se comprueba con el recibimiento crtico que mereci la novela La cada de un ngel (1891) de Jos Ferrel Flix, cuyos protagonistas eran Julio Morel y el Filsofo, donde el primero simbolizaba al vicio sin digni-dad, mientras que el segundo la dignidad viciada. Una vez ms, la dimensin religiosa emerge con la alusin a la cada del ngel rebelde. Y a pesar de que Ferrel no haba buscado moralizar, a

    60 mile Zol, La novela experimental, en El naturalismo. Ensayos, manifiestos y artculos polmicos sobre la esttica naturalista, Laureano Bonet (comp., intr. y n.), Jaume Fuster (trad.), Ediciones Pennsula, Barcelona, 2002, p. 70.61 El Correo de la Tarde, 13 de enero de 1910, Mazatln.

  • Javier Velzquez60

    fuerza el crtico Azuaga quera ver arrepentimiento y redencin en los personajes:

    Morel es un pervertido. El Filsofo un desgraciado que si hu-biera Ferrel querido ponerle un poco ms de fuerza de volun-tad, la redencin era segura.

    De los labios de Morel, no se hubiera desbordado una pala- bra de arrepentimiento. En el alma del Filsofo, ardi siempre la llama de la regeneracin, sofocada primero por el vicio, apaga-da despus por el despecho, pero dejando las cenizas calientes del arrepentimiento. 62

    La redencin era segura? S, pero Ferrel no lo hizo. Su intencin fue rendir culto a Alphonse de Lamartine, autor del extenso poema pico de 15 mil versos titulado precisamente La chute dun ange (1838). El personaje del filsofo sera un oculto homenaje, un guio a quien fue considerado como el primer ro-mntico francs y reconocido por Verlaine y los simbolistas como una decisiva influencia. A pesar de que Azuaga observ que las de la novela eran figuras simblicas, no vacil en sealar que eran retratos sociales:

    La fotografa del filsofo est admirablemente sacada [...], al ne-gativo de Morel, falt tiempo de exposicin; carece de contras-tes de luz y tal vez por eso no quiso el fotgrafo perder el tiempo en retocarlo y, pasado al papel, result el retrato regular solamen-te, pudiendo haber sido obra maestra.

    62 El Correo de la Tarde, 27 de mayo de 1891, Mazatln.

  • Los autores del rgimen. El mundo literario... 61

    Jos Ferrel, quien en el momento de la publicacin purgaba una condena en el cuartel Rosales de Mazatln por haber cri-ticado al rgimen caedista, haba logrado despistar a sus crticos hacindoles creer que se propona moralizar, siendo que en reali-dad adopt el estilo decadentista, corriente que estaba en boga en Francia y que haba cobrado fuerza en la prosa, pero sobre todo en la poesa.

    El decadentismo tendencia literaria y actitud artstica surgidas en Pars y otras ciudades europeas fue una rebelin contra la moral burguesa y el materialismo capitalista, por lo que abraz el pesimismo, recre zonas y personajes marginales, hall fugas existenciales en las drogas, el alcohol o el suicidio. Se tra-taba del spleen, estado de nimo que asolaba a las urbes, el mal du sicle caracterizado por nuevos sufrimientos y enfermedades, sobre todo de la psiquis la ansiedad, el estrs, la depresin, propiciadas por los progresos de individuacin. 63 La literatura francesa se nutri de esa realidad social aunque, como menciona De Villena, el decadentismo fue ms una intuicin personal que el fin de un periodo histrico, pues Francia e Inglaterra en ese tiempo estaban en franca expansin colonialista y no sufran an sus crisis econmicas y polticas. 64

    En el suelo sinaloense el modernismo fue una prolongacin del romanticismo, como sucedi en Espaa: Emilia Pardo Ba-zn, considerada como la introductora del naturalismo, pensaba

    63 Philipe Aris y George Duby, Gritos y susurros, Historia de la vida privada: De la Revolucin francesa a la Primera Guerra Mundial, t. iv, Taurus, Madrid, 2003, p. 531. 64 Luis de Villena (comp., intr., trad. y n.), Introduccin. El de-cadentismo/La decadencia, Poesa simbolista francesa, Gredos, Madrid, 2005, p. 14.

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    que era ms exacto denominar al movimiento como neo-idealis-mo o neorromanticismo, como expresa Osuna en un artculo de 1907. 65 En esta fuente literaria algunos mexicanos igual que en Hispanoamrica abrevaran, sobre todo los jvenes avecinda-dos en la capital de la Repblica, pero tambin los de la periferia. Sin embargo la apropiacin del decadentismo que funcion como un sinnimo de modernismo en Sinaloa fue peculiar, pues hubo una intensa pugna por frenarlo, por subvertirlo, por despojarlo de su carga negativa.

    Muros contra el modernismo

    La dcada de 1890 signific una reorientacin esttica para las le-tras no solo latinoamericanas como Rubn Daro, Jos Mart, Leopoldo Lugones, Jos Asuncin Silva, Julin del Casal, entre otros, sino tambin mexicanas. En nuestro pas y de frente al realismo nacional a lo Altamirano, vuelto ya pintoresquismo y color local, surgi una nueva generacin capitaneada por Ma-nuel Gutirrez Njera y Jos Juan Tablada que se inscribi en una potica decadentista, cosmopolita, moderna. Un artculo decisi-vo para esta nueva propuesta fue escrito por Gutirrez Njera en 1876 titulado El arte y el materialismo, donde abog por la li-bertad artstica, rebelndose as contra el realismo y el asquero-so y repugnante positivismo debido a la imposicin de cantar al progreso, a la industria y a los hroes. Si bien el Duque Job se haba pronunciado contra la mmesis y defendido en cambio la libertad

    65 Sixto Osuna, A propsito de un libro, revista Arte, nm. 4, 1 de octubre de 1907, Imprenta Voz del Norte, Mocorito. p.62.

  • Los autores del rgimen. El mundo literario... 63

    artstica, haba aclarado que el arte deba ser bello, bueno y ver-dadero; es decir, quera un arte moral e idealista, pues afirmaba que por fortuna: Al lado de Las flores del mal de Charles Baude-laire, podemos ver aun Las contemplaciones de Vctor Hugo. 66

    Pero, no fue Baudelaire quien dijo que el arte positivista era un