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JULIO / SEPTIEMBRE 2007 213 CUADERNOS de pensamiento político RESEÑAS Loa salvaje al escritor La caza salvaje JON JUARISTI Colección: Autores Españoles e Iberoamericanos Editorial Planeta. 2007. 432 páginas No es frecuente que alguien dedicado últi- mamente a escribir novelas y que pena por encontrar editor se adentre en la crítica de li- teratura. Zapatero a tus zapatos, se ha dicho a sí mismo, irresoluto. Lo tuyo es porfiar en la escritura, seguir leyendo a los maestros, no cejar en el camino y apartarte de emitir jui- cios sobre otros. Es la tentación del escritor, encastillarse en la torre de marfil, cerrar el pico sobre los demás y aguardar a que ha- blen de uno. Que hablen, aunque sea mal, pero que hablen de uno. Y contar con aliados fieles, y poderosos, para cuando alguien hable mal de uno salir a embestir contra él: se trata de un resabiado, un envidioso, un don nadie pagado por la editorial adversaria. Co- nozco a un vasco que ha reaccionado así a la crítica de la última de sus infumables nove- las, y a su crítico le han dado su merecido. Pero acepto el encargo y decido escribir sobre la primera novela de Jon Juaristi, maestro de pensar y un amigo de verdad. La ha titulado La Caza salvaje, en Planeta, y le han premiado con el Azorín de este año. Una pasta. El libro se la merecía, así como seguramente otras treinta o cuarenta novelas más también se la merecían. Iba con Planeta para ese premio de la Diputación de Alicante que esa editorial edita y comercializa. Yo ni entro ni salgo en el premio, yo me alegro por mi amigo. Y también por este libro que he leído con fruición de- jándolo todo de lado. A Juaristi se le lee así, dejándolo todo de lado y entrando al galope en su última entrega, la que fuere. Soy de las decenas que le habremos leído completo, desde El linaje de Aitor hasta su fe de vida, la anteúltima entrega o biografía que excedió mis expectativas. De ella ya me había ido leyendo él mismo páginas escritas a mano, en esas noches en que yo –un exterrado sans feu ni lieu a fin de cuentas– recalaba en su casa para encontrarme en familia, y en la pe- numbra de una lámpara y su voz grave, grave- mente baja para no despertar al hijo, te va haciendo la confidencia de quien se siente tan fuera como tú. La voz de las páginas de Juaristi es pura followability. Algo que, tras iniciarse, no puedes dejar de seguir. También en esta última entrega literaria, que resulta que él se ha em- peñado en llamar novela. ¿Por qué la ha querido llamar así, si todo el resto de su producción es tan literaria y de fic- ción como La Caza Salvaje? A Jon no se le puede escapar que siempre ha escrito el mismo libro o, mejor, siempre ha ido engrosando el mismo volumen de las historias de nacionalis- tas vascos. Comenzó con los escritores román- ticos del protonacionalismo y fue cardando a fondo vidas, dichos y hechos de todos los na-

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Loa salvajeal escritorLa caza salvajeJON JUARISTIColección: Autores Españoles e IberoamericanosEditorial Planeta. 2007. 432 páginas

No es frecuente que alguien dedicado últi-mamente a escribir novelas y que pena porencontrar editor se adentre en la crítica de li-teratura. Zapatero a tus zapatos, se ha dichoa sí mismo, irresoluto. Lo tuyo es porfiar en laescritura, seguir leyendo a los maestros, nocejar en el camino y apartarte de emitir jui-cios sobre otros. Es la tentación del escritor,encastillarse en la torre de marfil, cerrar elpico sobre los demás y aguardar a que ha-blen de uno. Que hablen, aunque sea mal,pero que hablen de uno. Y contar con aliadosfieles, y poderosos, para cuando alguienhable mal de uno salir a embestir contra él: setrata de un resabiado, un envidioso, un donnadie pagado por la editorial adversaria. Co-nozco a un vasco que ha reaccionado así a lacrítica de la última de sus infumables nove-las, y a su crítico le han dado su merecido.

Pero acepto el encargo y decido escribir sobrela primera novela de Jon Juaristi, maestro depensar y un amigo de verdad. La ha tituladoLa Caza salvaje, en Planeta, y le han premiadocon el Azorín de este año. Una pasta. El librose la merecía, así como seguramente otrastreinta o cuarenta novelas más también se lamerecían. Iba con Planeta para ese premio dela Diputación de Alicante que esa editorialedita y comercializa. Yo ni entro ni salgo en elpremio, yo me alegro por mi amigo. Y también

por este libro que he leído con fruición de-jándolo todo de lado.

A Juaristi se le lee así, dejándolo todo de ladoy entrando al galope en su última entrega, laque fuere. Soy de las decenas que le habremosleído completo, desde El linaje de Aitor hastasu fe de vida, la anteúltima entrega o biografíaque excedió mis expectativas. De ella ya mehabía ido leyendo él mismo páginas escritas amano, en esas noches en que yo –un exterradosans feu ni lieu a fin de cuentas– recalaba en sucasa para encontrarme en familia, y en la pe-numbra de una lámpara y su voz grave, grave-mente baja para no despertar al hijo, te vahaciendo la confidencia de quien se siente tanfuera como tú. La voz de las páginas de Juaristies pura followability. Algo que, tras iniciarse, nopuedes dejar de seguir. También en esta últimaentrega literaria, que resulta que él se ha em-peñado en llamar novela.

¿Por qué la ha querido llamar así, si todo elresto de su producción es tan literaria y de fic-ción como La Caza Salvaje? A Jon no se lepuede escapar que siempre ha escrito el mismolibro o, mejor, siempre ha ido engrosando elmismo volumen de las historias de nacionalis-tas vascos. Comenzó con los escritores román-ticos del protonacionalismo y fue cardando afondo vidas, dichos y hechos de todos los na-

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cionalistas, absolutamente de todos, políticos,escritores, folcloristas, curas y terroristas, inclu-yéndose él mismo en el cardado. Eran historiaspara seguir la ideología nacionalista que, nosha asegurado Juaristi, funciona como sistemacultural. Sistema, en el sentido de estructura-ción abigarrada y tautológica en la que las afir-maciones se hallan soldadas entre sí y una teconduce a otra y, comiences por donde co-miences, todas se encadenan como axiomasdel conjunto. De caer una, caería el conjunto y,en consecuencia, no se abandona ninguna enel camino. Por eso las más abyectas formula-ciones morales y más aberrantes formas deanalizar los hechos del pasado que asentó Sa-bino Arana siguen en pie hoy, vergonzantementesostenidas pero irrenunciablemente manteni-das. Y sistema cultural, en el sentido de que lascreencias son mecanismos para fomentar es-tados anímicos y motivaciones que parezcan deun realismo único. La ideología de los vascosdel nacionalismo estructura su vida, haciéndo-les percibir, comprender, juzgar y manipular larealidad. En cuanto sistema cultural, el abertza-lismo es lo más parecido al religioso, pero sediferencia de éste en que no busca dar sentidoal caos, a la paradoja moral ni al dolor, sino loque busca es una política autónoma. Una polí-tica propia ante la pérdida de orientación en loshechos sociales y ante la incapacidad de com-prender la esencia de la responsabilidad y delos derechos cívicos. Los relatos de nacionalis-tas que Juaristi ha ido desplegando en abanicohan mostrado hasta la saciedad dos hechos in-apelables: el mapa mental abertzale ante loproblemático de cada coyuntura social y susmatrices para generar conciencia colectiva. Loscentenares de personas de nuestra tierra retra-zadas en las páginas de sus libros activabanuna trama que nos volvía comprensible esemapa mental y actitudinal. Urdimbre de perso-najes insospechados desde los que Juaristi ex-traía novísimos conceptos. He aquí una listarápida de ellos. Perder para ganar. Llorar la pér-dida de la patria inexistente. Sacralizar el ase-sinato en el altar de la patria. La etnia en guerra

permanente (el infinito artificial) porque, si laguerra terminase, la etnia desaparecería. Laguerra interminable. La estética del goce de lamuerte. El hastío y aburrimiento del ciudadanoátomo. ¿La ciudad entregada? Tal vez éste fueseun buen título para su siguiente libro pero, comono lo ha escrito todavía, yo me he apropiado yadel título y he escrito una trilogía de ficción. Tresnovelas, quiero decir.

Vengo, por tanto, a la pregunta inicial de por quéha dado el apelativo de novela a La Caza Sal-vaje. Se me ocurren tres razones: 1ª, haber que-rido pergeñar in extenso las aventuras de unsolo nacionalista en tiempos de crisis bélicareal, el cura Martín Arrizubieta; 2ª, haberse ex-playado en hechos que no le ocurrieron en larealidad a ese cura pero que podían haberleocurrido de la misma forma que otros sí le ocu-rrieron; y 3ª, porque la forma es la del relatonovelesco, un encadenamiento de hechos enurdimbre que propician la creación de un per-sonaje, Martín Abadía.

El inicio es prometedor, más de un centenar depáginas de humor a raudales, ironía fina y ac-ción casi trepidante. Un cura jesuita sin fe, li-cencioso, que sabe aprovecharse de susconocimientos filosóficos adquiridos en Alema-nia decide aprovecharse de la Iglesia y vivir deella para ofrecer consuelo a las masas, fuerenfascistas o comunistas. La masa nunca soportala certeza de la finitud y él sabrá ingeniárselaspara ofrecerle el sincretismo más apropiado encada ocasión. ¿Pícaro o cínico o crápula? Todojunto, la primera ocasión es la Guerra Civil y elcura supera la prueba a base de traición, men-tira y delación. Estos vicios juntos configuran suethos una vez exiliado en el refugio bayonés, alcual llega con un tiro en las posaderas. En la se-gunda parte nos hallamos en 1940, cuando unprofesor judío, francés íntegro y buen republi-cano, logra acercarse desde París hacia la fron-tera española, disfrazado de monje, para huir dela Francia de Vichy. El cura Martín se apellidaahora Abadie y es sargento de las Milicias fran-

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cesas en Pau y se supone que va a ayudarle apasar clandestinamente. Pero le entrega de ma-nera miserable a la Gestapo (“me han obligadoa colaborar, pero no tengo nada contra usted.Ni siquiera soy antisemita”) a cambio de uncoche Ford y documentación como diplomáticoalemán. También le había desplumado de todosu dinero al profesor judío antes de entregarlo ala Gestapo. Una carta desde Canadá escrita poreste profesor judío, que in extremis será libe-rado por unos partisanos, nos informa al finaldel capítulo que Martín Abadía es un ser abso-lutamente inmoral y que odia a cuantos de-muestran creer en algún valor. Según él, Abadíaes un cazador, un ser al margen de la sociedad,el prototipo del fascismo. Y sigue una explica-ción de esta ideología como venatoria. Sin em-bargo, la peripecia de la traición es simple yexpeditiva –como son todas las traiciones– y hu-biera requerido de pocas páginas, pero engrosauna parte entera. Y es precisamente esta parteaquella en que la novela comienza a dejar deser leída como novela para que el lector se pre-gunte si está leyendo una novela.

Los libros de Juaristi (todos salvo El Reino delocaso y El bosque originario que van de recor-datorio de los mitos europeos) eran ensayosque se leían como una novela. La teoría fluíacasi espontáneamente de la peripecia narrativade los nacionalistas. Uno iba asimilando la te-oría sin ningún coste cultista debido a la fluidezdel inesperado relato. Uno no estaba acostum-brado a leer ensayo así de fácil y de manera tanemocionante. Y La caza salvaje comienza en susegundo capítulo a parecerse a cualquier capí-tulo de cualquier ensayo de esos otros libros nonovelescos suyos que se leen como novelas.Pero, dado que el lector estaba advertido deque había comprado una novela de Juaristi yasí venía comprobándolo a lo largo de la pri-mera parte, ahora se detiene para tomarse unrespiro y preguntarse si no lee otro ensayo cual-quiera de Juaristi. Espectacular, pero ensayo alfin y al cabo. ¿Por qué ocurre eso, o eso es almenos lo que nos ha ocurrido a varios lectores?

En esa segunda parte a la que me refiero estáde más la necesidad de inferir teoría acerca dela naturaleza del personaje. De entrada existeun largo discurso del profesor judío acerca de lacaza salvaje de Enrique IV en Fontainebleau. Setrata de una escena inicial bien traída pero cuyatemática va ocupando páginas y más páginassea cual sea la circunstancia dialógica de lospersonajes hasta que, finalmente, mediante unacarta se nos informa que el cura cazador es elsíntoma de una sociedad atravesada por la con-tradicción: a los esquemas trifuncionales de ex-plicación de la sociedad, vigentes desde losanálisis de G. Dumézil, le faltaría una cuarta fun-ción, la del ente destructor de esa sociedad ofunción venatoria. Función depredadora que,cuando se extiende y generaliza, hace desapa-recer a la sociedad. Vergi gratia, la Europa delos años 40. En el capítulo primero había exis-tido una primera aproximación al mito del curacazador, que en nuestra tierra se denomina pre-cisamente con el nombre del protagonista, Mar-tín abade, el cura Martín, o también el curacazador. En el capítulo segundo, este cura na-cionalista se constituirá en emblema del nacio-nal-socialismo y no sólo en un personajeinmundo, delator y colaborador del asesinato.El emblema fue gestado mediante discurso ló-gico y, esto otro, mediante peripecia. Sobraba,pues, aquello. Ya que lo que iba in crescendocomo creación de personaje queda psicológi-camente debilitado. Es justo que el lector co-mience a interrogarse si no está leyendo ensayo,el ensayo extraordinario con que suele deleitar-nos el autor.

En la parte tercera no le pasa nada digno demención al personaje de la novela, porque elMartin Abtei de ahora es un nacionalista vascoconvertido en auténtico nazi de ideas nazis queacaba escribiendo una carta al Führer paracrear una unidad española de defensa de AdolfHitler ante el inminente ataque de los comu-nistas que ya se acercan a Berlín, la Einheit Ez-kerra encuadrada en las Waffen SS. Martín sehalla discutiendo constantemente a lo largo y

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ancho de los cinco capítulos de esta terceraparte de la novela. Discute con Pilar Primo deRivera (de la discusión saca en limpio una mu-chacha tuberculosa a la que mantiene junto aél hasta que muere) en su despacho del Insti-tuto para los países hispánicos. Discute con sudirectora nazi y discute en un bar con unHauptsturmfürer borracho, un teórico del na-cionalismo étnico alternativo de la Europa delas etnias, que no ha querido promover Hitler.Discute con españoles hedillistas que vienende la División Azul y no se sabe adónde van.Las discusiones enseñan cosas, pero las dis-cusiones no generan personaje. Es lo que sin-tetizó Aristóteles tras leer hasta la saciedadtodos los Diálogos de Platón. A esos diálogos élllamó filosofía, y los contrapuso a la tragedia,que era el relato de ficción donde se verificabala acción, no la real sino aquella otra que, pesea ser de ficción, servía para hacernos com-prender lo real, merced a la peripecia del per-sonaje y al lavado de emociones. Existetambién un diálogo en el búnker entre Hitler yMartín&Ezkerra, que iban a recibir la condeco-ración de la Cruz del Caballero y la nacionali-dad alemana pero se quedan sin nada. “Queles den por el culo”, les dice Führer y los des-pacha. Un diálogo breve e insignificante paraquien haya visto la película “El hundimiento”. Ymientras todos sus colegas españoles defien-den el búnker y son machacados por los rusos,Martín Abadía logra apropiarse de un clergy-man y huir. La traición queda sugerida denuevo, pero no queda entramada. Aparecerá enBelgrado en la siguiente parte de la novela peroen ésta Martín Abadía ha sido un discutidormás y no el personaje principal de su propianovela. Nada de cuanto se ha discutido ha in-crementado el pathos de su carácter.

En esa cuarta parte, Martín aparece en la pri-mavera de 1945 en la frontera eslovena, dete-nido por los titistas, con un pasaporte a nombredel embajador inglés Martin Abbey y es condu-cido ante Tito. Éste le coloca en la Oficina deAsuntos Religiosos de la Liga Comunista de Yu-

goslavia. Y vuelta a discusiones informativas, in-teresantísimas para quienes ignoramos casitodo de la ex-Yugoslavia de ustachis y chetniks,pero poco relevantes para tejer el relato de unavida. El mito de la caza salvaje queda empa-rentado ahora con el mito de los vampiros, queson muertos vivientes, homologables a aquellosciclos escandinavos del Ragnarök o de los Göt-terdammerung germanos de los que se noshabló en la segunda parte. Ha pasado el tiempode los héroes y de los vampiros y a Martín se leaconseja que huya. Y aparece ante el cardenalOttaviani.

Estamos en la quinta y última parte de la novela,el cura Martín Abadía es encerrado durante unmes para que haga ejercicios espirituales en elcolegio de los jesuitas de Rimini y luego trasla-dado a un convento de franciscanos de San Ma-rino. Y en 1950, a sus cuarenta y cinco años esenviado a Córdoba donde contacta con los fun-dadores del F.L.P. y tiene lugar la última parte dia-logada de la vida del cura vasco. Y más historiasde nacionalistas vascos, de comunistas y dearistocráticos felipes en pos de la revolución. Cie-rra esta parte un irónico y unamuniano deus exmachina novelístico, en el que un joven profesortrotskista de nombre Juaristi da muerte a su per-sonaje, el cura Abadía, pese a la voluntad depermanecer del personaje.

¿Una novela o una nueva historia de naciona-listas vascos? Léanlo ustedes como quieran.Pero comoquiera que lo lean, habrán acabadoustedes atrapados por la lectura. Porque Jua-risti es un escritor total, su voz es siempre es-critural: la forma es el contenido de cuanto sele oiga decir. Cierta vez escribió a propósito deun escritorzuelo euscaldún que “todo crimen es-tilístico encubre una guarrada moral perpetradacon mala conciencia” (Sacra Némesis,pág.117). El suyo es un discurso siempre in-tencionado, lo más alejado del azar o del ca-lentamiento de boca. Un léxico rico peroescueto, pocas subordinadas, las precisas, sin-taxis diáfana, ironía como tropo dominante

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entre otros tropos que él va eligiendo para queel contenido quede con-figurado. En todos suslibros su metáfora preferida emergía del psico-análisis (seguramente un Freud más leído queasimilado en sesiones terapeúticas), de la et-nopsicología (los esquemas de Jung y las su-gerencias de la violencia sacral de R. Girard) yde una dilatada meditación de la Torá, supongo.Y con un saber que no ocupa lugar, con miles ymiles de libros en la memoria. Juaristi es de losmás eruditos de nuestro país, y su escritura seencarga de hacérnoslo notar pero se ha con-vertido en un prosista espectacular. Sin em-bargo la novela es un género riguroso de laliteratura.

Como se ha comprobado, mi lectura de La cazasalvaje comenzó siendo la de una novela y en-seguida se convirtió en lectura apasionada deensayo, y a través de sus inverosímiles diálogosde corte absolutamente barojianos fui imagi-

nándome que me hallaba en medio de los pri-meros Diálogos de Platón, los mejores, en par-ticular Eutifrón y Critón sobre la condena ymuerte de Sócrates, donde importa el porqué yno el quién ni el cómo. Aristóteles no los conta-bilizó como instrumentos de catarsis y lavadode emociones. Seguramente es de lo que ca-rece esta novela de Juaristi. El título mismo meparece poco ajustado. ¿No hubiera bastado “Elcazador salvaje”, que es precisamente unaparte de la naturaleza del escritor de esta no-vela? Porque la otra, la esencial de la vida delautor, es la de guerrero, como todos ya sabe-mos.

¿Qué sabemos ahora que no supiéramos antesde esta novela? Sabemos cómo es el retratomoral de un singular nacionalista vasco en vir-tud de su nacionalismo mismo.

MIKEL AZURMENDI

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Justicia histórica,interés egoístaEuropa y el drama de ÁfricaCARLOS ROBLES PIQUERTaurus. Madrid, 2006. 426 páginas

Nacido en Madrid en 1925, cuando el sigloXX había consumido su primer cuarto y elmundo no había mostrado por lo tanto nitodo su potencial autodestructivo ni su ca-pacidad para renacer de sus cenizas, el di-plomático Carlos Robles Piquer ha podidocontemplar, a menudo desde miradores pri-vilegiados, demoliciones y fundaciones, el

final de regímenes inicuos y el surgimiento dedemocracias vibrantes. Que a sus más deochenta años se aventure a escribir un librotan ambicioso como Europa y el drama deÁfrica habla de una infatigable curiosidad in-telectual y de su capacidad para la indigna-ción moral. Sus desempeños comoembajador en Libia y en Chad y, en la última

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etapa de una carrera política dilatada, comodiputado en el Parlamento Europeo, dondefue vicepresidente de la Asamblea ParitariaACP-UE (África-Caribe-Pacífico/Unión Euro-pea), le han permitido conocer sin filtros niintermediarios la realidad de un continentecuyo drama nos debería quitar el sueño. Undrama que nos concierne no sólo por razo-nes de estricta justicia histórica y urgenciahumanitaria, sino por puro interés egoísta.Porque o nos ocupamos de África y contri-buimos a reparar desmanes de los que Eu-ropa tiene parte –sólo parte– de la culpa, o susangría nos salpicará hasta hacer peligrar elnivel de vida del que buena parte de Occi-dente disfruta como nunca antes en su asen-dereada historia. La incorporación plena aEuropa y la globalización han proporcionadoa España muchas más ventajas que perjui-cios: sin esos factores, y sin la llegada ma-siva de inmigrantes que han permitido invertirlas agónicas tendencias demográficas, no sepodría entender el crecimiento español.

Divide Robles Piquer su ensayo en dos gran-des bloques. En una primera parte, analizadiez grandes temas que permiten hacerse unaidea bastante fidedigna de la complejidad delcontinente negro, con epígrafes que son todauna declaración de intenciones, un impres-cindible ejercicio de liquidación de tópicos,malentendidos y mentiras. A vista de pájaro,bastan ejemplos como “África tiene historia”,“La fragmentación política: un proceso artifi-cial”, “África: un continente rico”, “El problemade la deuda externa”, “La pobreza no es irre-mediable” o “La dictadura del ‘hombre fuerte’”para calibrar las altas miras de su empeño.Sin embargo, el encomiable afán de traer acolación datos lo más fidedignos y actualiza-dos posibles, acaba jugando en su contra: elcúmulo de noticias fragmentarias y la suce-sión de cumbres, conferencias y reuniones deorganismos internacionales acaba convirtién-dose en un bienintencionado “tsunami” quedesdibuja la visión del conjunto y confunde al

lector más tenaz. África no es un sujeto úniconi inmóvil, de ahí que el deseo de aprehen-der la mayor parte de sus facetas sea dignode elogio, aunque la tarea haya desbordado laindudable capacidad de trabajo y compren-sión de un ensayista que no se muerde la len-gua y proclama que después de haberdisimulado sus ansias imperialistas con eldisfraz de la civilización, Europa no puedeahora desvincularse de su obra colonizadora.

En la segunda parte, Robles Piquer desarrollala sustancia de su tesis. Bajo el epígrafe “Eu-ropa ante África”, analiza las fases de la evo-lución de la ayuda europea al desarrolloafricano, da cumplida voz a las opiniones dis-crepantes, esboza las “raíces de la espe-ranza”, con especial hincapié en “lademocracia como objetivo”, y concluye “aven-turando” diez conclusiones: África, comodrama; Europa, como respuesta; la ayuda,como estímulo; la “condicionalidad”, comocorrectivo; el Estado, como baluarte; la uni-dad, como objetivo; la paz, como prioridad; laeducación y la salud, como cimiento; la pros-peridad, como un derecho; la paciencia, comola mejor terapia”. Un prontuario en el que secombina la información menos edulcoradacon un optimismo político que no esconde lasdificultades ni los penosos puntos de partida,pero que al mismo tiempo fija bases razona-bles para un cambio de rumbo, aunque demomento sólo sea un puñado de países(Mauricio, Malí, Botsuana, Namibia, CaboVerde, Sudáfrica y Mozambique) los que, agrandes rasgos, y con diferentes grados deéxito, puedan ser puestos como ejemplo deque también en África hay sendas de espe-ranza.

Los africanos no se resignan a su suerte, ymenos desde que tienen la oportunidad dever con sus propios ojos (a través de las tele-visiones que les muestra que hay otros mun-dos y están en éste) y escuchar con suspropios oídos (a través de los que han logrado

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salvar todos los obstáculos naturales y artifi-ciales e ingresar en la próspera fortaleza Eu-ropa) que otra vida es posible. Si de los 650millones de africanos el 70 por ciento tienemenos de 25 años, ¿quién detendrá su ím-petu? La pensadora francesa Simone Weilhizo del ponerse en el lugar del otro una con-dición filosófica y moral indispensable. Loacaba de demostrar Íñigo Moré en un libroque complementa el análisis que Robles Pi-quer circunscribe a África. En La vida en lafrontera Moré repasa las vicisitudes de veintefronteras y recuerda que si las islas Canariasfueran un país “sería la quinta potencia eco-nómica de África, donde sólo le superan Sud-áfrica, Argelia y Nigeria, además deMarruecos. Este último por los pelos, lo quesignifica que apenas dos millones de cana-rios producen tanto cada año como treintamillones de marroquíes”. Subraya Moré que“la cuenta atrás ya ha comenzado. Y el pro-blema no es el efecto llamada. Estas perso-nas no vienen a España, sino que huyen desus países. Huyen de los golpes de Estado,del hambre y de la miseria. A los africanos lesbasta poner la televisión para saber que en-frente hay sitios donde se come todos los díasy no matan a la gente por la calle. Quizá ig-noran que viven en la frontera más desigualde la tierra, pero saben que durante los últi-mos 30 años no han tenido ningún futuro. Ysaben también que los que progresaron sonlos que se fueron. La desgraciada realidadque viven estos africanos les hace percibirque su única opción real de mejora esecharse al mar en una barca y esperar un mi-lagro”.

Es imposible resumir un libro en una reseñaque lo que pretende sobre todo es incitar a lalectura, porque, como señala Carlos RoblesPiquer al final de Europa y el drama de África,“no es fácil entender ‘lo africano’”. El esfuerzoes formidable. La ambición, admirable. Vuelvea mencionar el autor estadísticas que cree-mos archisabidas, cuando en realidad están

archiolvidadas: el 40% de la población afri-cana que subsiste con menos de un dólar aldía, los 200 millones de almas sin agua po-table y los 300 millones sin servicios sanita-rios, los dos millones de niños que muerenanualmente antes de celebrar su primer cum-pleaños, los 26 millones de africanos conta-giados de sida… Para cambiar el curso de lascosas, los africanos deben hacerse responsa-bles de su propia responsabilidad y los euro-peos abandonar falsos paternalismos, laselites del continente negro deben desarrollaruna conciencia laminada, la fuga de tituladosy cerebros a un Occidente tentador debecesar, los dictadores deben dejar de ser elpan de cada día, las multinacionales quehacen negocios con los “hombres fuertes”mientras miran hacia otro lado cuando se vio-lan los derechos humanos deben ser someti-das a implacable escrutinio… Un cúmulo dedeseos que la realidad de cada día se en-carga de hacer descarrilar.

Pero hay realidades que se pueden corregir yque Robles Piquer no deja de mencionar, unade las grandes causas que perpetúa la pos-tración africana: la protección que Occidente(Europa y Estados Unidos) otorga a su agri-cultura. El objetivo lo cifró la Conferencia deCancún del año 2003: “ofrecer una vida mejora los agricultores de los países pobres que lu-chan desesperadamente contra el sistematrucado del comercio mundial. Se partía deuna constatación: la de que en los paísesdesarrollados, las subvenciones a la agricul-tura cuestan 300 mil millones de dólares alaño, es decir, alrededor de cien veces elmonto de la ayuda entregada a África segúnel Banco Africano de Desarrollo, lo que vienea coincidir con lo recordado por el comisarioNielson: “A través del presupuesto de la Co-munidad, damos un apoyo casi dos veces su-perior para la agricultura nacional en los 15Estados Miembros [antes de la ampliación dela UE] (que emplea en total menos de 7 mi-llones de agricultores, de pescadores y caza-

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dores) al que damos a los países en vías dedesarrollo, donde casi tres mil millones depersonas viven con menos de 2 dólares aldía”. (…) “[Los Estados ricos] no sólo sub-vencionan a sus agricultores, sino también laexportación de sus excedentes a mercadoscarentes de esa protección”. Una tarea a aco-meter de manera inmediata, con costes polí-ticos indudables, pero imprescindible siqueremos que los africanos encuentren en supropio continente los medios para no tener

que emigrar, para no tener que llamar a laspuertas de nuestro celoso paraíso, sin dudaun edén comparado con la desesperanza quedejan atrás. Libros como Europa y el dramade África contribuyen a atizar la conciencia, adespertar la necesidad de saber para no es-cudarse en la ignorancia, para alterar con vo-luntad política el curso condenado de lascosas.

ALFONSO ARMADA

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La nuevarevolución americanaJOSÉ MARÍA MARCOEditorial Ciudadela, Madrid, 2007

Entre 1779 y 1780, cuando estaba a puntode culminar la primera revolución americanay el gobierno de la Monarquía española deCarlos III todavía ninguneaba a los primerosembajadores de la nueva nación indepen-diente (primero Arthur Lee y después JohnJay), pese a la buena voluntad del Conde deAranda y al apoyo que, en virtud de los Pac-tos de Familia con Francia, España se habíacomprometido a prestarles, John Adams y suhijo John Quincy Adams (futuros presidentesfederales –segundo y sexto– de los EstadosUnidos) realizaron un viaje por España quese inició en El Ferrol, y a través de La Coruña,Betanzos, Villafranca, Astorga, León, Burgosy Bilbao concluyó en San Juan de Luz, desdedonde continuarían hacia París. En el diariode John Adams se refleja, con la excepción

de las referencias a tres caballeros de La Co-ruña, Astorga y Bilbao, respectivamente, queclaramente simpatizaban con su causa, lapercepción de una profunda incomprensióne indiferencia, cuando no hostilidad, haciala gran revolución liberal de las coloniasamericanas de Gran Bretaña. Un “culturalgap” o “Atlantic gap” que, no es de extrañar,inspiraría a los dos Adams, padre e hijo, losprimeros esbozos de la teoría de los dosmundos o esferas que se formalizó en la fa-mosa “doctrina Monroe”.

El excelente ensayo de José María Marcotrata de responder, más de doscientos añosdespués, a las razones por las que los espa-ñoles, y en general los europeos, siguen sinentender el éxito de una cultura política li-

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beral-conservadora en los Estados Unidos.El autor, con un magistral dominio de los mé-todos historiográficos, politológicos y filoló-gicos, así como los recursos estilísticos delgran ensayista, nos ha regalado la que sinduda es, en mi opinión, la mejor obra escritay publicada en español sobre la democraciaen América. No abundan precisamente losbuenos libros de este género en nuestropaís, aunque desde finales de los años 60(Contracultura, Guerra de Vietnam, Water-gate) proliferan los panfletos de basura anti-americana, que se han incrementadoexponencialmente tras el 11 de Septiembrede 2001.

El Dr. Marco, uno de los mejores especialis-tas españoles en historia del pensamiento yde las ideas políticas (como ha demostradoen sus anteriores libros sobre Giner de losRíos, sobre la Generación del 98 y sobreAzaña) subraya en la introducción de sunuevo libro la gran paradoja: “En Europasiempre ha habido un antiamericanismo na-cido del desconocimiento, de la falta de cu-riosidad o de los prejuicios” (página 13),pese a que “Estados Unidos nació como unsueño europeo, más aún, como la única uto-pía europea que ha arraigado y perduradocon éxito” (página 14). Y la tesis, referidamás específicamente a las últimas tres dé-cadas, es clara: “La revolución norteameri-cana liberal-conservadora ha tenido éxito.Ha cambiado la faz de Estados Unidos y ladel mundo entero. Ha abierto nuevos espa-cios de libertad y ha permitido que cente-nares de millones de personas sean máslibres y más prósperas en todo el mundo”(página 29). Es muy de agradecer la clari-dad de su escritura (alguien la ha calificadode “angloamericana”) que no es más que re-flejo de su claridad mental (y añadiría:moral) en medio de tanta bazofia ideológica,inmoralidad, ignorancia y desinformaciónpolíticas sobre la gran potencia norteameri-cana, que desde 1898 (Henry Adams, John

Hay, Theodore Roosevelt, Brooks Adams) hatratado de fundar su legitimidad (sí, impe-rial, pero de un “New Empire” liberal, comer-cial y benevolente) en el liderazgo, más queen la dominación, frente a los viejos impe-rios coloniales europeos, incluido el sovié-tico. Sobre el trasfondo de la intervención yresolución en cuatro guerras mundiales (en1917, en 1941, durante la larga Guerra Fría,y en la actual contra el terrorismo islamista),José María Marco analiza con gran precisiónla génesis y desarrollo del movimiento libe-ral-conservador en Estados Unidos (más alláde las etiquetas simplificadoras y distintasdenominaciones, siempre mal comprendidasy confundidas desde Europa: Conservadu-rismo tradicional, económico y cultural,Nueva Derecha, Mayoría Moral, CoaliciónCristiana, Libertarismo, Neoconservadurismoen un sentido amplio y el fenómeno más es-pecífico de los “Neocon”, etc.) que se haconsolidado particularmente entre las elec-ciones de Ronald Reagan (1980) y de Ge-orge W. Bush (2000). Un movimientoheterogéneo, plural, multicultural (aunqueno “multiculturalista”) y transversal, a vecescontradictorio, pero finalmente hegemónicoy bipartidista que expresa a veces interesesde élites, pero también refleja los senti-mientos de la América profunda, algo quetrasciende la simple mayoría numérica en loque John Calhoun denominó la mayoría con-currente. El Dr. Marco, en la tradición másclásica y genuina de Tocqueville, a diferenciade los prejuicios aristocratizantes y euro-centristas de otra tradición, la de los man-darines académico-culturales y de losintelectuales chic (Weber y Ortega, por ejem-plo), aborda claramente, sin complejos, elanálisis profundo y empírico, es decir, de losvalores y de la experiencia histórica (algo di-ferente del magma-entelequia empiricistacon la correspondiente jerga behaviorista delos “hechos sin valoración”, según el para-digma sociológico weberiano “Vertfrei”) dela sociedad civil americana, la complejísima

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constelación de las asociaciones voluntariase instituciones religiosas, culturales, econó-micas y políticas, verdadero fundamento dela libertad como sustancia y de la democra-cia como procedimiento, adjetivo, del sis-tema político. Véase como ejemplo, brillantey eficaz, el epígrafe que el autor titula “El de-recho a defenderse” (páginas 236 y si-guientes), que refuta algunos tópicosanti-americanos y de paso ridiculiza, conrazón, la teoría del Estado de Max Weber.

Aunque debe leerse toda la obra, reco-miendo en especial los capítulos 3 (“Fábricade ideas”) y 5 (“La nación religiosa”), queson particularmente originales y pertinentespara comprender el significado del pensa-miento liberal-conservador norteamericano,en contraste con las derechas del ViejoMundo. Concretamente, la profundizaciónque hace el autor de las hipótesis queTocqueville enunciara sobre el catolicismoamericano me parece una aportación fun-damental. Asimismo, la clarificación sobre elverdadero significado intelectual y políticodel fenómeno de los “neocon” (me hubieragustado una valoración más extensa de lainfluencia decisiva de Leo Strauss en la re-volución intelectual contra el relativismo,historicismo y behavismo del “establis-hment” académico) después de las tonte-rías delirantes que se han dicho y escritosobre ello.

Creo que el libro de José María Marco es,entre otras cosas, la mejor vacuna que sepuede recomendar en nuestro país para estaplaga o epidemia de anti-americanismo, chico vulgar, que padecemos y que en gran me-dida está resquebrajando el edificio de latransición democrática española, ya queésta, para consolidarse, necesita recono-cerse interiormente como una cultura polí-tica democrática liberal, sin complejos, yasimismo reconocer o distinguir quiénes sonsus amigos y sus enemigos en el exterior. Enuna célebre reflexión que John Adams hizoaños después de su viaje por España (“Dis-courses on Davila”, 1790), especulandosobre los conceptos esenciales de la psico-logía política (“passion for distinction”, “emu-lation”, “ambition”, etc.) señala muy pers-picazmente que el sentimiento de miedo(“fear”) conduce a los celos (“jealousy”), yque el estado de mortificación por la supe-rioridad del otro a la envidia (“envy”). Puesbien, volviendo al sentido de la pregunta queaparece en el subtítulo de la obra que co-mentamos, por qué los españoles y los eu-ropeos no entienden el crecimiento de laderecha liberal-conservadora norteameri-cana, la respuesta de fondo ya la intuyóAdams, y ahora José María Marco nos la ex-plica con gran inteligencia: por miedo a la li-bertad y envidia hacia los Estados Unidos.

MANUEL PASTOR

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Hasta 1968 la principal política norteameri-cana de posguerra se articulaba alrededor deuna contradicción: los Estados del Sur, here-deros del bando confederado durante la gue-rra civil eran, simultáneamente, la región másconservadora del país y la base más sólidadel Partido Demócrata, a la sazón vehículo delprogresismo en los Estados Unidos. Kevin Phi-llips saltó a la fama tras publicar su célebreThe Emerging Republican Majority (1969),donde elaboraba las bases para acabar conesa paradoja. El autor se dio entonces a co-nocer como el arquitecto de la “estrategia su-reña” mediante la cual Richard Nixon capturóla región para los candidatos presidencialesRepublicanos en 1968. Aunque entonces eraconservador, Phillips experimentó un virajehacia la izquierda durante los años 80 y hainvertido los últimos 20 años en atacar per-sistentemente al mismo Movimiento Conser-vador al que tan buenos servicios prestódurante su colaboración con Nixon.

En este libro, Phillips ataca lo que en su opi-nión son las tres amenazas interrelacionadasa las que se enfrentan los Estados Unidos: lavulnerabilidad causada por la dependenciadel petróleo, el exceso de deuda pública y pri-vada generada por la irresponsabilidad fiscaldel Gobierno y las grandes corporaciones, yla creciente influencia del radicalismo con-servador cristiano en la política nacional. Aun-que todos estos problemas son familiares

para los conocedores de los Estados Unidos,el argumento del autor tiene dos importantesfallos. Metodológicamente, Phillips se permiteevaluar la evolución de los Estados Unidos através de un análisis comparativo de dudosorigor entre la evolución vital del ser humano yla historia de las grandes potencias (en estecaso, Gran Bretaña, Holanda, España y lospropios Estados Unidos). En segundo lugar, elargumento se desliza hacia la demonologíaprogresista cuando, partiendo de la observa-ción de que la posguerra iraquí ha sido unejemplo de incompetencia colosal, concluyeque los desastres de la posguerra han sidoconsecuencia de la sed de petróleo de unaAdministración rehén del fundamentalismocristiano.

Aun así, este libro merece la pena leerse. Phi-llips es un profundo conocedor de la dinámicapolítica del Sur, del papel de las iglesias pro-testantes conservadoras en esa dinámica ydel impacto de ambos fenómenos en el tea-tro político nacional. El lector encontrará eneste libro un análisis enormemente ilumina-dor del proceso mediante el cual el movi-miento fundamentalista cristiano ha experi-mentado un proceso de expansión imparable.En particular, el autor se concentra en la evo-lución de la iglesia protestante más impor-tante y exitosa del país: la Convención deBaptistas Sureños (SBC por sus siglas en in-glés).

American TheocracyThe Peril and Politics of RadicalReligion, Oil and Borrowed Moneyin the 21st CenturyKEVIN PHILLIPSViking, New York, 2006, 462 págs.

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De acuerdo con la evidencia histórica ama-sada por Phillips, las iglesias protestantes nor-teamericanas suelen comportarse según unpatrón presente desde el periodo colonial. Así,las varias congregaciones atraviesan unaetapa inicial más o menos marginal, radical y“redentorista”. Desde ahí, evolucionan haciaposturas más moderadas y próximas al pro-testantismo “respetable” a medida que au-mentan en número de fieles e influencia.Estas denominaciones pasan entonces a serfagocitadas por nuevas congregaciones máspequeñas y radicales que, continuando elciclo, crecen hacia la moderación para caervíctimas de aquellas que recogen el testigodesde la periferia más fundamentalista.

La excepción a la regla general es la SBC.Desde los años de la Guerra Civil (1861-1865) y la subsiguiente Reconstrucción(1866-1877) los Estados “rebeldes” adqui-rieron un carácter propio marcado por la ocu-pación militar y el sometimiento políticodirecto del Gobierno Federal. La SBC adquirióya entonces un fuerte carácter identitario, aso-ciado con el conservadurismo sureño que haretenido hasta nuestros días. Incluso durantelos años 60 del pasado siglo, cuando la SBCse deshizo de sus componentes racistas, losbaptistas sureños continuaron reteniendo esecomponente conservador, una tendenciahacia el evangelismo más vigoroso, y unafuerte coloración identitaria asociada con el“Viejo Sur”. Así, la Convención ha retenido sumagnetismo ideológico al mismo tiempo quese expandía geográficamente empujada porel impulso de la masiva emigración blancadesde los Estados del Sur a los del Norte. Lapresencia de la SBC se hizo notar primero enlos “Estados fronterizos” situados en la divi-soria tradicional entre el Norte y el Sur, queva desde Maryland en la costa Este a NuevoMéjico en el Sur-Oeste del país, pasando porOklahoma y Missouri. Más tarde, las parro-quias Baptistas sureñas se harían notar in-cluso más al Norte, en la mitad superior y

rural de Pennsylvania, Ohio y los Estados delNoreste y Medio Oeste hasta Nebraska. Me-diante un impresionante despliegue de datosestadísticos, Phillips dibuja dos nuevasMason-Dixon Lines o fronteras entre un Nortelaico y progresista y un Sur conservador y re-ligioso. Una se extiende de Este a Oeste,desde Maryland a Wisconsin, a través de Ne-braska, las Dakotas, hasta Minnesota. La otra,de Norte a Sur, desde Alaska y el Estado deWashington, a través de Colorado hasta NuevoMéjico.

Por si esto no fuera suficiente, desde los tur-bulentos años 70 y a través de la década delos 80 se produjeron otros dos fenómenoscruciales para la política americana. Primero,el “efecto boomerang” (backlash) contra losexcesos liberales de los años 60 dio lugar alcrecimiento de las sectas conservadoras lu-teranas y calvinistas, asociadas en el Nortecon grupos autóctonos de origen alemán, nór-dico y escocés en las mismas zonas geográfi-cas donde la emigración sureña favorecía laexpansión de la SBC. Segundo, y quizá másimportante, estas iglesias conservadoras tam-bién empezaron a mostrar un creciente interéspor la actividad política. Hacia la segundamitad de la década de los 70, los mismospastores protestantes que tradicionalmentehabían rechazado de plano inmiscuirse en“asuntos terrenales” se transformaron repen-tinamente en actores cruciales dentro delaparato político del Partido Republicano,tanto a nivel local como estatal y nacional. Enun estilo similar al de su genial The EmergingRepublican Majority, Phillips argumenta queestos “Estados frontera”, en lo cultural, se hantransformado en los “Estados péndulo” que,en última instancia, deciden las eleccionespresidenciales norteamericanas. Ohio, cuyosvotos decidieron las elecciones de 2004, essin duda el caso más conocido.

No obstante, Phillips olvida otro aspecto cru-cial en el desarrollo político del fundamenta-

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lismo cristiano norteamericano. Concreta-mente, los detalles de la relación entre líderesreligiosos y los principales activistas del mo-vimiento conservador de base están comple-tamente ausentes. En parte, esto esconsecuencia evidente de la obsesión delautor por culpar a la familia Bush del cre-ciente influjo evangélico en la política nortea-mericana. El momento crucial en la politizacióndel protestantismo conservador americano seprodujo cuando un grupo de activistas conser-vadores convencieron al predicador Jerry Fal-well para que trasladara su influencia religiosaal teatro político. Esa reunión se produjo en1979, mucho antes de que George Bush Jr. hi-ciera su entrada en la política norteamericanay muy a pesar del moderado George Bush Sr.

En la misma línea, Phillips cree firmementeque las instituciones norteamericanas sufrenun riesgo real de ser destruidas por fanáticosreligiosos cristianos. No obstante, la realidadparece apuntar hacia la dirección opuesta.Así, es cierto que algunas políticas concretasde la Administración Bush han sido diseña-das para satisfacer las demandas del funda-mentalismo protestante, pero éstas serán, nocabe duda, corregidas cuando el color polí-tico del Gobierno cambie. El caso de las con-diciones para la concesión de ayudas aldesarrollo es un ejemplo ilustrativo. Por otrolado, los aspectos más importantes del apa-rato político e institucional norteamericano nohan sufrido grandes cambios: la legalidad delaborto parece estar a salvo, el rezo en las es-cuelas públicas continúa prohibido y la ense-ñaza de la Teoría de la Evolución de Darwin

en los colegios públicos ha sido reciente-mente reforzada por los tribunales. Por otrolado, la influencia de grupos religiosos sobreel Partido Republicano no es ninguna nove-dad. Durante los años que precedieron a laGuerra Civil, la presión que los grupos evan-gélicos protestantes ejercían sobre el Partidoera incluso mayor que en la actualidad. Apesar de esa presión, los líderes moderados(incluido Abraham Lincoln) retuvieron firme-mente el control sobre el Partido y sus pro-puestas políticas. A tenor del cariz que hatomado la campaña para las primarias de2007, no parece que el Partido Republicanohaya cambiado mucho. Los republicanos con-servadores pueden elegir, salvo sorpresas deúltima hora, entre tres candidatos: Rudy Giu-liani, Mitt Romney y John McCain. El primeroes un neoyorquino (por sí solo suficiente parairritar al ala derecha del Partido) con ciertaafición por el travestismo y el divorcio ruidoso.Romney es incapaz de definir con alguna pre-cisión su postura hacia, por ejemplo, elaborto. En cuanto a McCain, el senador se hapasado la última década arremetiendo con-tra la “malvada” y “poco representativa” in-fluencia evangélica. No obstante, esto no haimpedido que la mayoría de los líderes reli-giosos republicanos hayan cedido al juego po-lítico posibilista negociando con loscandidatos e incluso hayan mostrado suapoyo por uno u otro. En resumen, no pareceque las preocupaciones de Phillips sobre lasalud de la Gran República estén del todo jus-tificadas.

DAVID SARIAS

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A través de estas conversaciones, CésarAlonso de los Ríos, periodista y escritor quetransitara anteriormente por la izquierda, yJaime Mayor Oreja exponen los peligros a losque se enfrenta España. Se realiza un viajepor la trayectoria profesional del entrevistadopara ir poniendo de manifiesto el peligro realque supone el nacionalismo para la integri-dad territorial y moral de este país y de losespañoles.

Desde la Transición hacia la democracia po-demos conocer del político vasco y ex Minis-tro de Interior lo que supuso el auge delnacionalismo en el País Vasco y la conforma-ción del Movimiento de Liberación Naciona-lista Vasco. No sólo ETA y su entorno,mediante el recurso de la violencia y la coac-ción, sino el PNV y los partidos políticos na-cionalistas surgidos al albur de la democraciahan compartido siempre las tesis maximalis-tas de Sabino Arana y del independentismovasco. Para lograrlo, el entorno del PNV se havalido de instrumentos indirectos que han fa-vorecido un clima de opresión sobre aquellosque defendían el constitucionalismo. “Nosmataban a los que habíamos sacado ade-lante la Constitución y el sistema parlamen-tario...” (pág. 48).

La indefinición y ambigüedad de un naciona-lismo que se pensó moderado durante losaños 80 mostró su verdadero rostro con el

Pacto de Estella o con el Plan Ibarretxe, a jui-cio de Jaime Mayor Oreja. Esta situación es laque le llevó a la denuncia en reiteradas oca-siones y a mostrar una fuerza moral que re-sultó incómoda a muchas personas que nocreían en la fuerza del Estado de Derechopara vencer a una organización terrorista y asu entorno delictivo y delirante. La referenciaal PSOE y su errática trayectoria son el ejem-plo puesto por el entrevistado.

“En realidad no se puede hablar de ‘la’ polí-tica antiterrorista del PSOE, ya que existieronal menos varias y absolutamente contradic-torias, nunca creí en la estrategia del palo y lazanahoria. Nunca creí en la toma de tempe-ratura con los terroristas. Nunca creí en losmediadores e interlocutores con ETA. Nuncacreí en el atajo de la guerra sucia” (pág. 63).

Tampoco escapa a su crítica el abandono quesufrieron las víctimas del terrorismo durantelos llamados “años de plomo” y que ahora seestá volviendo a repetir. Para él deben ser unode los ejes que vertebren y articulen cualquieractuación en la lucha contra el terrorismo.“Las víctimas además de serlo, eran mudas,se les obligaba al silencio. Una doble injusti-cia” (pág. 74).

En cuanto a la actual situación política del na-cionalismo vasco se asiste con preocupacióna la legitimación adicional que el actual go-

Esta gran naciónConversaciones de Jaime MayorOreja con César Alonso de los RíosEd. Libroslibres, Madrid, 2007

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bierno le otorga. Esto ha servido para cam-biar la justificación que el mal llamado “na-cionalismo moderado” utiliza para vertebrarsu proyecto secesionista.

“En realidad es un retroceso en el sentido deque ya no hay margen para los territorios fo-rales, no hay libertad, no hay pacto... Ahorase recurre al pueblo vasco, a la nación vasca,a la soberanía imaginaria. En definitiva a unaconstrucción tan ficticia como necesaria parael desarrollo de un régimen totalitario” (pág.127).

La falta de respuesta del gobierno del PSOEse plasma en un “proceso de paz” que no hasido más que una humillación constante delEstado de Derecho y del prestigio tanto de laley como de las instituciones. La política pe-nitenciaria, el fortalecimiento de las ideolo-gías políticas antidemocráticas, el intento dedesautorizar a los movimientos cívicos con-trarios a la cesión y el sometimiento o la pros-cripción de pactos con el PP son sólomuestras de un camino emprendido por unGobierno que no se da cuenta de que se en-frenta a un movimiento nacionalista perfecta-mente articulado. Este movimiento aspira aconseguir la secesión y para ello utilizará lavía armada o la democrática. Revestirá su pro-yecto de legitimidad democrática o recurriráa la fuerza.

“Es curiosa esta obsesión de negar la reali-dad para evitar la respuesta. Todavía para mu-chos ETA es una simple partida de mafiososy criminales. No quieren aceptar que, ademásde ser todo eso, hacen ‘política’: de discrimi-nación, de persecución, etnicista y territo-rial... eligen a los que matan...” (pág. 154).

Finalmente, el 11-M es un acontecimiento es-pecialmente oscuro a juicio del entrevistado.

Para él hay que encontrar respuesta a la pre-gunta de quién se beneficia, porque paraMayor Oreja el atentado supone la rupturaentre una política que buscaba defender conconvicción la idea de nación española, delprestigio de la ley y de la vigencia de la Cons-titución frente a la situación actual donde sebusca el desbordamiento de nuestra normafundamental. Por eso es tan importante des-cubrir quién buscó la derrota electoral del PPy quién obtuvo mayores beneficios de la tra-gedia.

“No tengo información. Tengo únicamente mipropio análisis lógico. Pero sí estoy seguro deque “alguien” quiso que el PP perdiera laselecciones. En este sentido no tengo dudas”(pág. 149).

Es el símbolo de cómo aquellos que nuncahan creído en España quieren apartar de loscircuitos democráticos e institucionales al PP,que se ha mostrado como garante eficaz de laidea nacional, de sus valores y de la defensade la libertad para todos.

En cuanto a la forma, el estilo del libro es elpropio de una entrevista. Destaca por la cla-ridad y la concisión que ambos despliegan.Se sigue un criterio cronológico para mante-ner una línea directriz en la que se van inter-calando observaciones tanto del entrevistadocomo del entrevistador. Se aprecia, así, la sin-tonía existente entre ambos. Su brevedad y elinterés de los temas tratados convierten aéste en un libro sumamente recomendablepara todos aquellos interesados en conocerla trayectoria de uno de los políticos españo-les más capaces y prestigiosos de nuestrotiempo, así como sus análisis sobre temas decapital importancia para esta nación.

MARIO RAMOS VERA

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En medio de las críticas europeas a la hege-monía estadounidense o hyperpuissance enpalabras del antiguo ministro de Exterioresfrancés, Hubert Védrine, las ideas de Niall Fer-guson en Coloso aparecen como un oasis enel desierto. Es cuando menos admirable sudefensa del “imperio liberal”, representadopor Estados Unidos, en el seno de una socie-dad, la europea, claramente acomplejada porsu pasado colonial. Para Ferguson, EE.UU. esel único actor internacional capaz de exportarel Estado de derecho y las ventajas de la eco-nomía de mercado. No se trata de una misiónaltruista o mesiánica como sostiene, de modopeyorativo, la progresía; pues la estabilidadmundial es parte fundamental de su interésnacional como potencia global.

En los últimos días de la era Clinton, Niall Fer-guson escribía: “el gran desengaño que so-brelleva el mundo del siglo XXI (es) que losdirigentes de un estado con los recursos eco-nómicos para hacer del mundo un lugar mejorcarezcan del valor para hacerlo”. Nueve mesesmás tarde y tras la matanza del 11 de Sep-tiembre, el prácticamente recién elegido 43ºpresidente norteamericano, George W. Bush,imprime un giro radical a lo que se esperabaque iba a ser su política exterior –más bienaislacionista a juzgar por los discursos decampaña–, y se decanta por ejercer su papelde superpotencia en un orden turbulento. Di-seña, en consecuencia, una estrategia de

confrontación y transformación de los “Esta-dos fallidos” en Oriente Medio. Primero, Afga-nistán y segundo, Irak.

Un año más tarde de la intervención contraSadam Hussein y tras analizar en profundidadcuál ha sido la trayectoria de EE.UU. como po-tencia mundial, más partidaria del dominio“indirecto” que del “directo”; este historiadorde origen escocés relaciona el imperio norte-americano con su antecesor, el británico, alentender que ambos comparten, en épocasdistintas, esa tarea de promover la democra-cia liberal y la prosperidad más allá de susfronteras. Una empresa no exenta de sacrifi-cios.

Precisamente, de este ejercicio comparativo,Ferguson identifica tres déficit que explicaríanpor qué EE.UU. es hoy una potencia menosefectiva de lo que lo fue la Corona Británica.El primero, es el económico. Ferguson recri-mina a Estados Unidos su excesiva depen-dencia del capital exterior, debido a suvoracidad consumista tanto en el plano pú-blico como en el privado. Este historiador bri-tánico asegura que es difícil recordar unimperio anterior que haya permanecido en eltiempo, después de quedarse a merced deldinero extranjero.

El segundo es el déficit de personal. NiallFerguson considera que Estados Unidos no

ColosoAuge y decadenciadel imperio américanoNIALL FERGUSONEditorial: Random House Mondadori. Mayo 2005.Barcelona. 502 Páginas.

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podrá satisfacer sus aspiraciones hegemó-nicas si no cuenta con “colonizadores” sobreel terreno. Una idea que repite constante-mente en las 502 páginas del ensayo. Lapresencia marginal de norteamericanos enpaíses en donde EE.UU. tiene importantes in-tereses estratégicos como Oriente Medio esuna de las muchas consecuencias negativasde un imperio que “se niega a sí mismo”. Elorigen anti-imperialista de EE.UU. –se cons-tituyó como nación luchando por su inde-pendencia contra los colonos británicos–, eslo que le impide reconocerse a sí mismo deforma abierta como una potencia imperial.

Sea como fuere, lo cierto es que mientras enla época del imperio británico las elites deOxford y Cambridge escogían las dependen-cias coloniales como uno de sus primerosdestinos, conscientes de la importancia demantener el dominio global para asegurarsemayores índices de prosperidad, EstadosUnidos se caracteriza por todo lo contrario.

En paralelo, desde la Guerra de Vietnam lasociedad norteamericana ha reducido al mí-nimo su resistencia al número de bajas enoperaciones militares en el exterior. Este re-chazo público, unido a la visión cortoplacistadel político, convierte “la vuelta a casa de lossoldados” en el más repetido de los eslóga-nes de Washington. Esta intolerancia a losdaños colaterales (por cierto, cada vez me-nores por el uso de la tecnología militar) delas campañas bélicas, reduce significativa-mente las capacidades del poder militar.

Restringir de un modo u otro la acción defuerza no sirve sino para aumentar la moraldel enemigo, pues éste conoce con antela-ción cuándo y dónde se frenará su adversa-rio. Niall Ferguson, también, lamenta losefectos contraproducentes que estos men-sajes de retirada generan entre la poblaciónlocal. En el caso concreto de Irak, la insis-tencia incluso del presidente George W. Bush

de no permanecer “ni un día más y ni un díamenos en Irak” produce cierta desesperanzaen la sociedad iraquí.

En consecuencia, surge lo que Ferguson de-nomina el déficit de atención. Según cómose conciban las instituciones y el peso de lastradiciones políticas se impide el consensoen los proyectos de “construcción nacional”a largo plazo. El ejemplo iraquí, por ser elmás reciente, es el más clarificador. La cele-brada “guerra de las tres semanas” prontoquedó empañada por el caos y la inseguri-dad de la era post-Sadam. Los errores deldía después se achacan a un problema ad-ministrativo, de coordinación, entre el De-partamento de Defensa y el de Estado. Laescasez del número de tropas como fuerzasdel orden o el desmantelamiento del ejér-cito, dejando campar por sus anchas en elpaís árabe a hombres sin empleo resentidosy armados, son algunos de los errores tácti-cos que facilitaron la entrada de otros fac-tores externos dispuestos a boicotear elproceso estadounidense.

Igual de refrescante es el análisis que rea-liza Niall Ferguson sobre los antecedentes dela Segunda Guerra del Golfo. Es realmenteexhaustiva la narración de las negociacionesen la ONU, el papel de Tony Blair en la peti-ción de la segunda resolución y la “traición”de Jacques Chirac con su política de apaci-guamiento. Tampoco está de más el recor-datorio de las intervenciones fuera de lalegalidad internacional, en las que las capa-cidades militares de EE.UU. jugaron un papeldecisivo, pero, sin embargo, no fueron fusti-gadas por la progresía europea: Ruanda,Serbia y Kosovo.

En suma, para acabar de redondear su ar-gumento a favor del imperio liberal y reiterarla importancia de que Estados Unidoscuente con la “voluntad política” suficientepara ejercerlo, Ferguson plantea a sus lecto-

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res cuáles serían las alternativas al fin de la“unipolaridad” estadounidense. Lejos delmultilateralismo utópico de los biempensan-tes, Ferguson considera que la única contra-partida real al orden actual es la apolaridad,la anarquía, una edad de oscuridad.

Quienes aún piensan en la Unión Europeacomo la sucesora del liderazgo de EstadosUnidos, encontrarán en Coloso un balancemás desolador que eufórico. La disminuciónde las tasas demográficas es uno de los pe-ores males a los que se enfrenta a largoplazo la población mundial, pero lo hace deun modo más intenso y con más urgencia enla Unión Europea. El envejecimiento acele-rado de la sociedad europea le resta in-fluencia y competitividad. La preferenciaeuropea por el ocio, en contraposición, porejemplo, a los diez días de vacaciones anua-les de Estados Unidos, es otro de los facto-res que le desbancan de la carrera por elliderazgo mundial.

China, pese a que debido a su crecimientoeconómico se posiciona mejor que la UEpara suceder el poder hegemónico deEE.UU., no parece que goce de la solidez po-lítica y social suficiente como para conver-tirse en una superpotencia a medio plazo.Las tensiones internas, debidas a las enor-

mes diferencias entre la población urbana yla rural, o la debilidad de su sistema finan-ciero y bancario, dejan al Dragón Asiático enuna situación de excesiva vulnerabilidad.Ferguson asegura que “esas tasas de creci-miento pueden traer tanto la inestabilidadcomo la prosperidad”.

Una vez con los pies en la tierra, Fergusonaplica a la globalización promovida por Esta-dos Unidos la teoría platónica de los dosmundos para subrayar que el reverso a “laaldea global” sería la fragmentación territorial,como ya ocurriera en el siglo IX. El autor hacealarde en Coloso de su mentalidad práctica y,además de romper con ciertas mentiras delcolonialismo (aunque daría pie a otra reseñacon sus matices), pone al lector en la disyun-tiva de elegir entre una potencia de la libertado la ausencia de poder. De ahí su interés enque EE.UU. asuma su papel de imperio de-mocrático, lo que quizás no sea tan fácilcuando precisamente esa supuesta superiori-dad (que no ejerce como debiera) es lo que leachacan sus adversarios.

Con todo, Coloso contiene una moraleja deobligada lectura para quienes ansían ese finde la hegemonía norteamericana.

ROCÍO COLOMER FLORES

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Sugiere Chesterton en algún lugar de susobras que la clasificación fundamental quedebe establecerse en el universo comienzapor distinguir entre “cosas que se puedencomer” y “cosas que no se pueden comer”. Deahí la trascendental diferencia que separa unhuerto de un jardín. Nótese, sin embargo, quesi adoptásemos rigurosamente, y con la de-bida seriedad, este criterio fundamental, elDios de los católicos –como el propio Ches-terton por ejemplo– entraría, sorprendente-mente, dentro del primer grupo de objetos.Las implicaciones ontológicas y teológicas deeste planteamiento no han sido todavía sufi-cientemente exploradas. De haberse llevadoa cabo en su momento –pensemos en un hi-potético desarrollo de la Escuela de Sala-manca, por ejemplo– habrían dado lugar, sinduda, a una estructura conceptual de la filo-sofía, la ética y la teología de Occidente, muydiversa de la que hoy conocemos. A partir deaquí, es difícil aventurar qué repercusionespodrían haberse seguido en el terreno denuestras humanidades y, desde éstas, en unaClasificación Decimal Universal con que orga-nizar hoy nuestras bibliotecas.

Se refiere esta simple anécdota para ilustrarcómo, en cuestiones tocantes al saber hu-mano, los criterios de clasificación no sonnunca simples criterios de clasificación y de-terminan, con frecuencia, el sentido de lo cla-sificado. Y es que, en efecto, los seres

humanos seleccionamos, organizamos y ma-nejamos todos nuestros datos en función desistemas categoriales que expresan, entreotras cosas, nuestras expectativas e intereses.Estos conjuntos de categorías rigen y deter-minan, además, la comprensión de sí mismoque tiene, en un momento dado, el saber deuna sociedad. De aquí que el intento de con-sensuar y “fijar” estas categorías de manerauniversal –aspiración radical de todo bibliote-cario eficiente, a quien la idea de tener quecambiar los tejuelos y las baldas del sabercada generación resulta una pesadilla– cons-tituya uno de los argumentos filosóficos másfascinantes del discurso occidental así comouna de las vertientes más llamativas de todatentativa seria de utopía… o de dictadura. Te-nemos aquí, precisamente, el primer vector deinterés que confluye en la lectura de una obraengañosamente “técnica” como es esta de Eltemplo del saber, cuyo subtítulo, Hacia unabiblioteca digital universal, podría hacer pen-sar, sobre todo, en estudiantes de biblioteco-nomía.

El segundo vector clave que converge en latrama de esta obra se comprende con sólotener presente la profunda y recíproca in-fluencia que la Historia muestra entre los con-tenidos de una cultura y el de los recursostécnicos que ésta moviliza para la producción,archivo y transmisión de su información. Delsonido articulado a la WEB, pasando por el

El templo del saber:hacia la biblioteca digitaluniversalJOSÉ LUIS GONZÁLEZ QUIRÓSY KARIM GHERAB MARTÍNDeusto. Barcelona. 2006.

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papiro o el pentagrama, aquello que se sabey el modo como puede llegar a saberse o re-cordarse guardan siempre una relación recí-proca esencial y determinante. Lo subrayancerteramente los autores de la obra, José LuisGonzález Quirós y Karim Gherab, al recordar-nos que Sócrates fue, con gran probabilidad,analfabeto. No se trata con ello de descubrirlas miserias de nadie. Sócrates fue, en últimainstancia, analfabeto, no por defecto acadé-mico en su socialización, sino por unaapuesta intelectual por el diálogo vivo y no porla escritura –ortopedia para memorias flojas–como contexto y procedimiento óptimo parala reflexión humana. De ahí el pudor dialógicode su seguidor, Platón, acaso, con Homero, lamejor pluma de la Grecia antigua.

El caso es que las actuales tecnologías de lainformación y la comunicación nos ponen en-cima de la mesa, queramos o no, el viejotema de una biblioteca universal y los crite-rios y conceptos con los que organizarla, yesta vez, además, no como ensueño de nin-guna utopía cognitiva sino como realidad in-minente. Es precisamente esta inminencia laque plantea tres grandes temas de reflexiónque la obra explora con lucidez y penetración.El primero de estos temas puede concretarseen lo siguiente: la complejidad de nuestro en-tramado informativo y social lleva a conside-rar que “… en el fondo, es más razonableconsiderar que todo documento de saber serefiere a otros documentos que suponer, porel contrario, que cualquier documento fundasu valor en poseer alguna clase de relaciónprivilegiada con la realidad.” (p.156) A partirde aquí, cualquier cuestión política o legalconcerniente al manejo o estructura de nues-tras T.I.C. cobra una importancia estratégicafundamental en la configuración de una “rea-lidad oficial”.

El segundo de estos temas, que recorre todala obra, se refiere a la redefinición de las fun-ciones educativa e investigadora que plantea

nuestra nueva gestión de la información. “Enuna época de cultura de masas resultan es-pecialmente llamativos algunos de los de-sastres catalizados o causados por ladifusión de mensajes de muy baja calidad in-telectual y moral, el relativismo práctico in-ducido de una manera insensible por laproliferación de textos innecesarios, mentiro-sos y confusos, frente a los que puede resul-tar casi insoportable la pretensión de queexista alguna cosa más parecida que otra alideal de la verdad. Pero, dada la naturalezadel problema de fondo, siempre serán muchomayores las ventajas de la libertad que el im-posible intento de poner mordazas supuesta-mente ilustradas. Vale esta conclusión entodos lo terrenos, pero ha de aplicarse conespecial prudencia en el ámbito académicoen el que la pretensión de que existen verda-des valiosas y errores evitables es esencial”.(p. 183.)

El tercer tema, en fin, y el más ampliamentedesarrollado a lo largo de la obra, es el de larevolución cognitiva que entraña el poder or-ganizar la información, no sólo a partir de des-criptores externos como es tradicional (autor,título, fecha de publicación, etc…), sino tam-bién a partir de descriptores internos. Dentrode estos últimos se distingue, además, entreel empleo de aquellos simples descriptoresinternos que singularizan un texto (como, porejemplo, cuando se solicitan textos que rela-cionen “Cervantes”, “psicosis” y “Freud”), y elempleo de descriptores internos “popperia-nos” que describen el lugar lógico de un textoen el conjunto de discusiones que afectan auna determinada parcela (como, por ejemplo,“este es el primer texto que cuestiona la dis-tinción entre estímulo y respuesta en el aná-lisis de la conducta humana”).

La consideración rigurosa de las implicacio-nes culturales de este extraordinario paso enla historia de nuestra gestión del conoci-miento supone el principal esfuerzo de la obra

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en lo que constituye el esbozo de una “teoríaideal de la documentación”. Hasta qué puntoesta nueva realidad epistémica zanja viejosproblemas o los remite a nuevos contextos es,sin duda, el interrogante que pervive al con-cluir su última página. A ningún conocedor dela historia de nuestro pensamiento se leoculta, por ejemplo, que el primer imperativode toda nueva filosofía ha sido la relectura dela propia historia de la filosofía, y, por tanto,valdría decir, la reformulación de los principa-les “descriptores popperianos” de las princi-pales obras antecedentes. Nos vemos asíinmersos con singular viveza en lo que todojuego de categorías entraña de aventura inte-lectual. En efecto, el descriptor “popperiano”de cualquier biblioteca universal siempre seráun contenido histórica y críticamente abierto.Este hecho no impide, sin embargo, la puestaen marcha efectiva, por obra de Internet, de

ese proyecto de “alfabeto de ideas posibles”o verdadera gramática universal que atisbaraLeibniz como situación límite de una base dedatos digital universal. Junto a este gran temaclásico, y al hilo del mismo, los autores pre-sentan toda una serie de estimulantes pre-guntas y de lúcidas previsiones en lo que serefiere a nuestra tecnología del saber. Pero porencima de todos los interrogantes sobre unavisión tradicional de la investigación, la publi-cación y el estudio que el libro suscita, a laluz de las nuevas tecnologías, la lectura de laobra perfila una fascinante convergencia entrela labor filosófica y la de gestión de la infor-mación, una convergencia profunda y com-pleja que no dejará indiferente a ningúnhumanista que tenga los pies puestos en elsiglo XXI.

IGNACIO QUINTANILLA NAVARRO

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No son pocos los que pretenden instalar enel imaginario colectivo la falacia de una Igle-sia Católica cavernaria, responsable de siglosde tinieblas e involución científica. En defini-tiva, se trataría de una rémora que ha lastradoel avance de la civilización, mediatizando lasconciencias, oponiéndose al progreso y a laexpansión de la libertad. Frente a la Ilustra-ción, dicen, la poderosa ‘magia’ de Roma en

nombre de Cristo, que en el plano científicose circunscribiría a poco más que a la con-dena de Galileo y al proselitismo de una tie-rra plana… El asunto es serio, y una buenaprueba de ello se encuentra en los manualesde historia que estudian miles de escolares.Quizá el caso paradigmático de esta corrientese encuentre en la reciente negación de men-tar las históricas raíces cristianas de nuestro

Contra la amnesiaCómo la Iglesia construyóla civilización OccidentalTHOMAS E. WOODS JR.Trad.: Catalina Martínez Muñoz Ciudadela Libros, Ensayo, 280 pp. 2007

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continente en el felizmente fracasado tratadopor el que se pretendía una Constitución paraEuropa.

Thomas E. Woods, historiador converso for-mado en Harvard y Columbia, hoy residenteen el Ludwig von Mises Institute, no sólo sos-tiene que la Iglesia Católica contribuyó al pro-greso de nuestro modo de vida profundizandoen el legado grecorromano, sino que afirmaque la propia Iglesia es la creadora de la civi-lización occidental. Naturalmente, recuerda elautor, esto no significa que a lo largo de lahistoria las conductas de los católicos, algu-nos de ellos muy destacados, “hayan sidosiempre irreprochables”. Tampoco lo oculta laIglesia, distinguiendo entre la santidad de lainstitución y las culpas de los creyentes, y asílo proclamó Juan Pablo II al comienzo delnuevo milenio, pidiendo perdón por estas úl-timas.

Desde las invasiones bárbaras hasta nuestrosdías, Woods enumera las principales aporta-ciones del catolicismo a los cimientos de Oc-cidente y sus instituciones. Apoyado en unaerudita y amplia bibliografía, a lo largo deCómo la Iglesia construyó la Civilización Oc-cidental, Woods divide esquemáticamente suscontribuciones siguiendo la historia de la Igle-sia. Del renacimiento Carolingio destaca lalabor didáctica de Alcuino de York, las copiasde los grandes textos clásicos y las innova-ciones en la escritura emprendidas desde losmonasterios. En ellos se produjeron impor-tantes avances agrícolas y técnicos, como eluso de la energía hidráulica en las abadíascistercienses. La pericia de los monjes llegahasta el punto de que, tal y como se ha de-mostrado en una reciente investigación ar-queológica reseñada en el libro, en unaabadía del norte de Yorkshire (Inglaterra) ha-llaron un horno para producir hierro fundidode similares características a uno moderno.La abadía de Rievaulx, que así se llamaba, fuecerrada hacia 1530 por Enrique VIII cuando

emprendió la expropiación de bienes ecle-siásticos: “de no haber sido por la codicia quellevó al monarca inglés a terminar con los mo-nasterios ingleses, los monjes habrían estadoa punto de preludiar la era industrial” dos-cientos cincuenta años antes.

La aparición y extensión de las Universidadesdurante la Edad Media, continuadoras de lasescuelas catedralicias, no hubiera sido posi-ble sin “el estímulo y apoyo del papado”.Woods dedica el capítulo más extenso a “laIglesia y la ciencia”. Además de contextuali-zar y abordar las aristas –casi siempre obvia-das– del ‘caso Galileo’, subraya, apoyándoseen el cardenal Newman, que “aunque el inci-dente de Galileo hubiera sido tan negativocomo la gente supone”, resulta “revelador”que sea prácticamente el único que se citepara corroborar “la supuesta hostilidad de laIglesia Católica hacia la ciencia”. Entre la mul-titud de figuras católicas relevantes que se re-señan en la obra por su contribución aldesarrollo de la ciencia moderna, sobresalenpersonajes como el beato danés NicolausSteno, padre de la geología moderna; o losjesuitas, con hombres como el padre Riccioli,destacado astrónomo que calculó el índice deaceleración de un cuerpo en caída libre, oAthanasius Kircher, fundador de la egiptolo-gía. Hasta treinta y cinco cráteres lunares fue-ron bautizados por miembros de la Compañía,y, por ejemplo, a la sismología se la denomina“ciencia jesuita”. Thomas E. Woods mantieneque “las creencias teológicas de los católicossentaron las bases para el progreso cientí-fico”, ya que abren la puerta a la vía de la ex-periencia para “conocer la naturaleza deluniverso que Dios decidió crear”. La tradicióncristiana “concibe a Dios –y por extensión aSu creación– como un ser racional y metó-dico”, argumenta.

También se repasan las evidentes influenciasdel catolicismo en el arte y la arquitectura, yse aborda el nacimiento del Derecho Interna-

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cional moderno, que se atribuyen a los deba-tes entre teólogos españoles tras el descubri-miento de América. Los abusos sobre losindígenas movieron a hombres como el sa-cerdote Francisco de Vitoria a subrayar, juntoa otros teólogos, la defensa de la libertad detodos los hombres y a proclamar su derechoa la vida, a la cultura y a la propiedad. Comodice el autor, “si ahora criticamos los excesoscometidos por los españoles en el nuevoMundo es gracias a los instrumentos moralesque nos proporcionaron los propios teólogoscatólicos de España”. Asimismo, se reafirmala crucial contribución a la economía produ-cida durante la Edad Media y, más tarde, conlos escolásticos. Así, por ejemplo, cita la teo-ría sobre el dinero del rector de la Universi-dad de París, Jean Buridan, o los avances enla teoría monetaria de su discípulo Nicolás deOresme. Posteriormente, escolásticos comoMartín de Azpilcueta desarrollarían aportacio-nes como la teoría cuantitativa del dinero, larefutación del “precio justo” sobre la base defactores objetivos (emprendida por el frailePierre de Jean Olivi), o la teoría del valor sub-jetivo defendida por San Bernardino de Siena.

Woods también aborda la caridad católica.Desde los cuidados médicos ofrecidos en Eu-ropa en los monasterios, al patrocinio de laIglesia para la creación de hospitales alrede-

dor del siglo IV. Un dato: 58 años después dela nacionalización de los bienes eclesiásticosen Francia (noviembre de 1789), aquel paíscontaba con un 47% menos de centros mé-dicos que en el momento de la expropiación.Por otra parte se apunta a la sistematizacióndel derecho canónico elaborada por el monjeGracián (siglo XII, Una concordancia de cá-nones discordantes) como modelo en Occi-dente para elaborar “un orden legalcoherente” más allá de la costumbre.

La obra de Thomas E. Woods, también autordel “best-seller” The Politically Incorrect Guideto American History, ni es un manual de his-toria ni un ensayo al uso. Amena y ágil, res-cata un legado muchas veces silenciado conmultitud de citas e invitaciones a lecturas pos-teriores. Curiosamente, como apunta el car-denal Antonio Cañizares en el prólogo de laedición española, los “mismos enemigos delcatolicismo que dicen oponerse a la Iglesiapor los dogmas irracionales que ésta sostieneno prestan igual resistencia a la hora de rela-cionarse con otros credos religiosos que,aparte de ser ajenos a nuestra tradición his-tórica, mantienen la creencia de un dios cuyanaturaleza divina no establece vínculos con larazón”.

MIGUEL GIL

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