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I.E.S. Zizur B.H.I. Revista literaria curso escolar 2005-2006 Literatur aldizkaria I.E.S. Zizur B.H.I.

Literatur aldizkaria - Ies Zizur Mayor Bhi

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I.E.S. Zizur B.H.I.

Revista literariacurso escolar 2005-2006

Literatur aldizkariaI.E.S. Zizur B.H.I.

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Revista Literaria Ies Zizur Bhi . Curso escolar 2005-2006http://www.pnte.cfnavarra.es/ieszizur

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Bienvenida 3

1er ciclo1er premio: Iranzu Argandoña, El vestido verde 5Mención especial: Irati Rivas, El secreto de mi abuelo 6

1er premio: Carmele Otxoa, Recuerdos 92º premio: Margarita Simón, ¡¡…y próspero año nuevo!! 10

2º ciclo1er premio: Oihan Iturria, Un café de medianoche 122º premio: Leire Merino, Una mujer desconocida 14Mención especial: Amaia Arbizu, Inquietudes desde el pueblo 16Mención especial: Ion Cabrera, Amanecer 17

1er premio: Iván Beroiz, Vive cada momento 182º premio: Mayder Aguilar, Amor prohibido 19

Bachillerato 1er premio: Maider Gastón, La capacidad 212º premio: Nuria Ortega, A tí 22

Buenos días, bienvenidos, muchas graciaspor estar aquí: gracias a la Dirección por apo-yar este acto con su presencia y a la Apyma porlo mismo, pero sobre todo porque si muchosde vosotros os habéis animado a escribir segu-ramente habéis recibido ánimos en casa. Y gra-cias por encima de todo a quienes hacéis posi-bles estas celebraciones, pues si no escribieraisestos certámenes no tendrían lugar.

Ayer fue el Día Mundial del Libro y de losDerechos de Autor, aniversario de las muertesdel principal escritor español, del principalescritor inglés y, aunque no sea tan famoso, delprimer escritor americano. En su honor, no esmi intención soltar ahora un discurso largo yextenso, pero sí quiero comentar tres citas deautores diversos que, en mi opinión, conden-san aspectos fundamentales de la creación lite-raria.

La primera es de Goethe: “Todos los días sedebería leer unas bellas líneas, mirar un hermosocuadro, escuchar una pequeña canción y, si esofuera posible, decir algunas palabras razonables.”Porque la literatura necesita de un entrena-miento constante de las dos potencias, de lasensibilidad y del intelecto. El escritor no sólodebe ver y oír, sino también mirar y escuchar,lo que requiere atención, voluntad y empatía.

La segunda es del poeta pamplonésAlejandro Medrano: “Al ser auténticos maestrosen el arte del disimulo, nadie supo nunca que lostres tristes tigres, en realidad, se llevaban uncachondeo de cuidado.” La literatura debe mos-trar la otra cara de la realidad, ha de hacernosver que eso que consideramos real no es sino lomás externo y que siempre hay algo más allá.

Y la tercera es de una de las mejores escri-toras españolas del S. XX, por no decir lamejor, Carmen Martín Gaite: “De pronto alzó

los ojos al cielo y se dio cuenta de que estaba com-pletamente sola en el mundo, sin más compañíaque aquel motorcito invisible que fabricaba imá-genes por dentro de su cabeza. Pero lo pensó conorgullo, y de aquella soledad le brotó un chorro defuerza dolorosa y desconocida. Más que aquellaprimera noche, que ahora le parecía ya tan lejoscuando dibujó por dentro la Casa Grande. Más,más, requetemás. Era una sensación de poder casidiabólico, que la convertía de verdad en la mujerde blanco con la antorcha en la mano.

Comprendió que sólo ella misma podía darlecuerda a aquel motorcito maravilloso de su cabe-za, que de vez en cuando se le paraba, como ungramófono sin cuerda, y la dejaba con el mundo aoscuras. Ahora ya lo sabía: nadie la iba a ayudara agarrar la manivela, pero tenía toda la vida pordelante para aprender a hacerlo. Y el motorcitoera suyo, nadie se lo pensaba robar no habíamiedo.

Se puso en pie. En aquel mismo momento,estaba apareciendo, por detrás de los montes, laluna rodeada de un halo color naranja. Todavíatraía cara de sueno.

-¡Escribiré mis cuentos, te pongo por testigo,reina de la noche! - exclamó Sorpresa, mirándola.Y algún día los leerá el señor de la Casa Grande.¡Aprenderé a comerme yo sola, como él, el pasteldel Diablo!” ¿Qué nos dice esta cita? Que la lite-ratura es un ejercicio de libertad, de autoafir-mación y de conocimiento. Que el que escribepretende darse a conocer y conocerse a símismo a la vez, hallar su lugar en el mundo yal mismo tiempo decir “Aquí estoy yo.” Que eslo que habéis hecho, quizás de forma intuitiva,todos los que os habéis presentado a este con-curso, y que espero que sigáis haciendo.

JAVIER PÉREZ LARUMBE

BienvenidaLUNES, 24 DE ABRIL DE 2006

Premios certamen literario

Page 3: Literatur aldizkaria - Ies Zizur Mayor Bhi

Cuando entré me recibió una mezcla de olores familiares ypenetrantes. Mi abuelo estaba allí, como siempre, detrás del mostra-dor, esperando a cualquiera que quisiera entrar a comprar algo, amirar, o, como en mi caso, a hacerle compañía y ayudarle. Adorabaaquella tienda de disfraces. En aquel momento recordé cómo mecogía y me llevaba al almacén y allí nos probábamos todo tipo demáscaras, pelucas, complementos y trajes cuando era más pequeña.Y pensé que mi abuelo siempre estaría allí con sus grandes gafas y sudelantal preparado para algún arreglo.

Cómo me equivocaba. Me llamo Keyra, pero mi abuelo siempre me llamaba “Key”.

Yo era la caballera Key. Y es que a mí nunca me gustaron las prince-sas. Eran los únicos disfraces que nunca me ponía. El nunca consi-guió ponerme uno, siempre me decía que era como más guapa esta-ba, pero yo prefería cualquier otro disfraz que no fuera de princesa.Era lo único sobre lo que discutíamos. Recuerdo que tenía un arma-rio lleno de disfraces especiales que no estaban en venta. Uno deellos, un vestido verde y una corona de princesa. Era de talla adultay él siempre me decía que un día me lo vería puesto. Y yo siempre ledecía que no.

Cómo me equivocaba. Aquella tarde, después de salir del colegio, me dirigí a la tien-

da. Estaba lloviendo. Cuando llegué a la tienda y la vi cerrada, miinstinto me dijo que algo iba mal.

Y esta vez no me equivocaba. Con el corazón encogido eché a correr hasta casa. Sabía que a

veces el abuelo no abría la tienda, pero siempre me avisaba, y aque-lla vez no lo había hecho.

Chorreando entré en casa, tiré la mochila al suelo y fui dere-cha a la habitación del abuelo. Nada más abrir la puerta vi a mimadre y a mi padre ante la cama, y a mi abuelo, que estaba acosta-

do allí. Tenía la piel pálida y unas oscu-ras ojeras de la noche anterior. De

repente, me pareció muy mayor.El abuelo se percató de

mi presencia y medijo:

- H o l a ,Key, ¿qué tal el

cole? -

B i e n ,abuelo.¿ Q u épasa?

-Nada hija, tan sólo he pasado una mala noche. Aquel ambiente me pareció muy raro, porque papá y mamá

callaban, y mi madre siempre le decía al abuelo que se quejabamucho. Estuve un rato más con el abuelo hasta que mi madre nosdespachó de allí.

La de aquel día fue la comida más silenciosa de todas las querecuerdo en aquella casa. Yo sabía que al abuelo le pasaba algo. Y alfinal pregunté:

-¿Es grave? Mi madre suspiró. -No se te puede esconder nada. Tu abuelo y tú sois iguales.

Está bien. -dijo al ver en mi cara un signo de interrogación- El abue-lo arrastra desde hace tiempo una enfermedad del páncreas. Pero noquiere ir al hospital. Ya sabes cómo es, que quiere morirse en casa ytodo eso. Y esta noche ha tenido una crisis, pero no nos ha dejadollamar al médico -su voz se convirtió en un susurro- porque dice quele queda poco y que él ya sabe qué tiene. Nos ha dicho que por favorvayas a la tienda a tú ya sabes qué. Y nada más.

Entonces comprendí. Quería verme con aquel vestido puesto.Salí corriendo de casa dejando a mi madre con la palabra en la boca.Poco después ya estaba de vuelta con el vestido en una bolsa. Sinperder un segundo me lo puse y llamé a la puerta de la habitacióndel abuelo.

-Pasa, Key. Pasé y allí estaba, esperando verme. Sólo tuve tiempo de darle

un beso en la frente. -Adiós, princesa, cuida bien la tienda, me dijo.

Ahora soy dueña de esa tienda, y a veces voy al armario de losrecuerdos a visitar a mi abuelo vestida de princesa.

El vestido verde

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IRANZU ARGANDOÑA

Page 4: Literatur aldizkaria - Ies Zizur Mayor Bhi

-Perfecto, estaré en mí despacho, recuerde, me gustaría tomarel vuelo más pronto que tengan -sin decir nada me fui hacía mi des-pacho.

Coloqué en la mesa la maleta y comencé a meter cosas delarmario en el interior, no quería llevar mucha cosa pero no me teníaque faltar nada. Más que todo metí: Mi libreta de apuntes, la libre-ta y fotos de mi abuelo, un par de camisas limpias y unos vaqueros,no sabía cuanto tiempo estaría en Italia pero decidí prevenir, unsombrero y la cámara de fotos de mi padre, me gustaba tener unrecuerdo de el viaje. Mientras yo me preparaba alguien llamó a lapuerta suavemente:

-¿Se puede? -Por supuesto, adelante, por favor. -Doctor, ya le he logrado el billete de avión a Italia, saldrá hoy

a las 10:00 de la mañana -me dijo Susán con el billete y los papelesde el avión en la mano

-¿Se me permite preguntar la razón de este viaje tan repenti-no?

-En primer lugar gracias por el billete de avión, pero por favorno me llames doctor, si no Niels, si no es una molestia, claro. No mesiento demasiado a gusto cuando se dirigen a mí con la palabra doc-tor. Y, respecto al viaje, ha resultado... que mi tía ha enfermado y,como sus hijos no están en casa, me ha pedido a mí que vaya yo acuidarla -dije lo más veloz que pude.

-Comprendo doc..., disculpa Niels, dijo con una sonrisa en loslabios y unos mofletes sonrosados. Sin decir nada más se retiródejándome unos mofletes muy colorados. Era cierto que yo solo eraun muchacho trabajando en un museo, y era cierto que desde que

entré a trabajar en el edificio no dejaba de observar a Susan, sus ojosazules que brillaban solo con el roce de la luz, en su pelo de tonodorado oscuro, en su manera de ser… bueno, a lo que iba, estabatotalmente enamorado de Susan. Coloqué el billete de avión en mimesa y miré el reloj, eran la diez menos cuarto así que cogí la male-ta y me fui hacía Susan:

-Adiós, siento tener que dejarte sola con el doctor Flich, si sepone histérico ya sabes, solo tienes que decir “dinosaurio sin descu-brir” y se tranquilizará al momento.

-Adiós, que tenga buen viaje y gracias por el remedio, si nosería ¡inaguantable!

Los dos intercambiamos carcajadas y me dijo cuando iba asalir por la puerta:

-Vuelve lo antes posible Niels, te voy a echar mucho de menos.-se acercó a mí y me dio un abrazo al que me incorporé. Después de despedirme de todos cogí mi taxi que me llevó a

el aeropuerto, ahí hice todo el papeleo, metí la maleta y me senté enel asiento del avión. Este salió puntual y sin ningún problema espe-ré hasta llegar a mi destino. Estaba un poco agotado cuando lleguéasí que decidí ir en busca de un lugar donde alojarme. En una esqui-na de la plaza “Nabona” encontré un pequeño y acogedor hostal queademás no era nada caro.

Al día siguiente me dirigí a la catedral de Roma porque lanoche pasada había estado mirando los apuntes de mi abuelo y susfotos con lo que averigüé que comenzó, o por lo menos que los datosmas interesantes los sacó, de un libro de este lugar titulado “Ladinastía de nuestro rey”.Empecé a buscar, por lo menos sabía que elsecreto de mi abuelo estaba relacionado con un rey. Cuando hallé el

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“Cuando entré me recibió una mezcla de olores familiares ypenetrantes”.

Esa misma frase fue la ultima que dijo mi abuelo antes defallecer. Pero bueno antes he de comenzar desde el principio. El día9 de Febrero yo tenía nueve años recién cumplidos, hacía siete díasque habían ingresado a mi abuelo en el hospital y era la primera y laúltima vez que iba a verle en ese estado. Como era muy pequeño nome dejaban entrar a ver a mi abuelo en su habitación pero despuésde insistir mi padre decidió llevarme. Así que me colgué de su pier-na izquierda y nos dirigimos a la sala numero 112. Los números erande color dorado y se encontraban en una puerta blanca con manillaplateada. Antes de entrar mi padre miró hacia mí, él sabía perfecta-mente que yo esperaba ver a mí abuelo sentado en el sillón de cueroen el que me sentaba junto a él con una gran sonrisa y los brazosbien abiertos para poder abrazarme. Sí, realmente esperaba ver de esamanera a mi abuelito, y no os podéis imaginar la desilusión que tuveal abrir la puerta y verle tumbado en aquella cama blanca rodeada detubos y bolsas. En aquél mismo momento me agarré más fuerte a lapierna de mi padre y cerré los ojos, pero él pudo cogerme en brazosy nos adentramos hacia el interior. Mi abuelo estaba dormido y mipadre me sentó en la única silla que había en esa habitación. Elambiente que se respiraba allí no era demasiado acogedor, más quetodo era bastante frío, y yo no me encontraba muy cómodo. Lahabitación estaba formada solo por la cama, una mesilla, la silla enla que me encontraba, un pequeño armario y una ventana que no sébien donde estaba ubicada, ya que mi vista no alcanzaba hasta talpunto.

Mi padre me miraba y yo le miraba a él atemorizado y conlágrimas en los ojos. En ese momento apareció mi madre asomadaen la puerta y mi padre sin decir nada se dirigió hacia ella, me quedésólo en la habitación con mi abuelo que hubiera sido de gran com-pañía si no fuese porque estaba un poco discapacitado para entrete-nerme con sus historias. Empezaba a quedarme sin lágrimas cuandomi abuelo abrió un poco los ojos, no podía creerlo, me disponía agritar y saltar de alegría cuando me hizo un gesto para que me que-dara en silencio, era como si estuviésemos jugando al escondite. Lehice la misma señal y en ese instante me acerqué a él y me dijo mediotartamudeando y en voz muy bajita:

-Querido nieto, como puede que no me quede mucho tiem-po junto a ti, te voy a confesar mi mayor secreto. Espero que lo lle-ves en tu interior como a mi y que nunca, pero nunca se lo cuentesa nadie, será nuestro secreto.¿vale?

-Sí,abuelito, te lo prometo. -Bien, en mi juventud me apeteció ser un arqueólogo como

“Indiana Jones” pero a mi estilo, es decir yo no llevaba látigo, no ibamedio desnudo en las investigaciones y sobre todo no tenía tantosproblemas como él.

Yo estaba muy callado, pero no tanto como sorprendido. -Un día encontré un lugar bastante extraño, cuando entré me

recibió una mezcla de olores familiares y penetrantes. Después de unrato descubrí que...

-repentinamente comenzó a toser, paró y mi madre y mi padreaparecieron con una enfermera detrás. Entonces mi padre me cogióde la mano, yo me resistí, quería seguir estando con mi abuelito,pero me aupó y no pude evitarlo. Las lágrimas se me caían de losojos y resbalaban en mis mofletes hasta los hombros de mi padre. Miabuelo se iba alejando y yo iba gritando y pataleando todo el rato.¡Quería estar con el, tenía que acabar de contarme su secreto, teníaque estar con él mientras se curaba, tenía que apoyarle en su estado!

Durante toda la noche no dejé de llorar, y mis padres tuvieronque estar a mi lado para tranquilizarme, al final logré dormirme ydescansar un poco, aunque de vez en cuando recuerdo que se me res-balaba alguna lágrima por la mejilla. Ese día ha sido, y será el día mástriste de toda mi vida. Mi abuelo no murió ese día pero eso me pare-ció a mi. Desde ese día hasta hoy todas las noches de Febrero tengoese mismo sueño, es como un pozo que está hecho en mi vida y quese repite siempre en la misma época. Ahora tengo veintiún años ysupongo que gracias a mi abuelo me he convertido en algo que megusta, en algo que se ha transmitido de mi abuelo a mi, algo como“Indiana Jones” pero a mi estilo.

Como es de esperar no podía quitarme de la cabeza las pala-bras de mi abuelo, y por eso mismo decidí descubrir a que se referíami abuelo. No me dijo dónde buscar y tampoco pudo especificarmedónde ni cuándo comenzó a explorar, pero sí me había dado unapista muy valiosa para lo que tenía. Todas las historias que me con-taba en su regazo ocurrían en Europa, mejor dicho en Italia, la únicapregunta que necesitaba resolver era en que lugar debía empezar abuscar, porque Italia no era un lugar que se recorría en un par dehoras, ¡era un país entero!.

Entonces comencé a buscar en las fotos de mi abuelo quehabía en casa de mis padres, recogí todas las fotos de éste fuera decasa y en algún lugar que pareciese Italia. Me costó días encontraralgo que pareciera sospechoso, pero una mañana temprano en unascuantas fotos hallé un pequeño pero interesante parecido. Me dirigía la guía de Italia que estaba en mi escritorio desde hacía tres días ybusque algo parecido a un león esculpido en mármol y rodeado deángeles, con trompetas. Al principio no aparecía nada , hasta que enun hoja dorada pude contemplar una foto maravillosa, era el mismoleón pero este parecía que estuviese vivo y que de un momento aotro te fuese a morder. Después de averiguar que mi abuelo habíaestado unos cuantos años en Roma me dirigí a el museo donde tra-bajo de historiador y le dije a Susán, mi secretaria:

-Por favor llame al aeropuerto y compre un billete para ir aRoma lo antes posible.

-Pero tiene una reunión con el director del museo el señorSpok.

-Anúlala, tengo que encargarme de un tema personal, buenomejor que le reciba mi compañero.

-El doctor Flich tiene un encuentro con usted a las 11:00 enpunto, pero como usted no estará le encantará recibir al director y elgrupo del instituto Halmider -dijo tecleando las teclas de su ordena-dor.

El secreto de mi abuelo

Page 5: Literatur aldizkaria - Ies Zizur Mayor Bhi

Recuerdos, ¿qué son? Es el pasado que uno vez fue

Y no volverá Un retrato en el horizonte

Una pequeña imagen Que siempre estará ahí

En nuestra cabeza Para que quede para siempre

Una muestra del pasado Y otra del futuro

Que cada vez crecerá más y más. Nacemos, morimos y vivimos.

En este breve tiempo están los recuerdos

En el pequeño corazón que todos tenemos Que va creciendo

A medida que nosotros nos hacemos mayores

hasta que una vez se para Y todo se acaba. Todo excepto eso

Porque los recuerdos siempre han estado, están y estarán con nosotros para siempre

nunca se irán.

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Recuerdos

libro había una página señalada con una nota, la curiosidad se apo-deró de mí y si ni siquiera pensar que alguien estaría leyendo el librocomencé a leer la nota: “Querido nieto, puede que cuando leas estoesté ya en otro mundo, por ello quiero decirte que estoy orgullosode ti y que siempre lo estaré. Como veo, ya has encontrado mi notay el libro que me ayudó en la búsqueda. No puedo decirte mucho,pero sí que lo que buscas es una sala del siglo XIX, y este libro te ayu-dará en tu búsqueda, pero sobre todo no te fíes de “Los Lionés”, noquerrán nada más que tu información. “Bueno querido nieto quetengas suerte y pásatelo muy bien. Con cariño: Tu abuelo. P.D.:Siento mucho no haber podido estar más tiempo contigo, esperoque lo que encuentras te sirva de recuerdo.”

Me costó un poco leer la nota ya que estaba escrita en un tipode código que aunque mi abuelo me había enseñado a usarlo era másque un poco extraño. Después de guardarme la nota en el bolsillo yde secarme las lágrimas que me corrían por la cara, eché un vistazoal libro, estaba lleno de polvo y al parecer no había sido abierto desdehace mucho tiempo. En la página que se hallaba la nota había undibujo de algo parecido a un signo que yo había visto antes, no sabíadonde pero lo había visto, en algún sitio. No pude averiguar que sig-nificaba el signo, así que decidí seguir mirando la página misteriosa.Debajo del signo se hallaba un pequeño texto escrito en una lenguadesconocida hasta que descubrí que lo único extraño que había enaquel texto era que estaba escrito del revés. Después de leerlo averi-güé que se trataba de un juego de piratas y que yo tenía que hallar eltesoro escondido y señalado por los números: X, II, M, L y V. Encada número descubriría algo más.

¿Pero donde empezaba a buscar? Cogí el libro y me lo llevé, yaque la catedral se utiliza ahora de biblioteca, cuando salí intentéesconderlo debajo de mi abrigo pero no pude pestañear porque deimprevisto me rodearon unos cuantos hombres, que por el tatuaje deuno supe de inmediato que no me convenía quedarme y como es deesperar eché a correr descosidamente. Comenzaron a seguirme, yono conocía la ciudad pero parecía lo contrario viéndome entre lascalles, entre los callejones y las plazas. Empezaba a estar agotado yentonces mientras intentaba esconderme en una plaza se me ocurrióla idea de subir al hotel que se encontraba enfrente, subí y vi subir atodos los hombres que me perseguían, entonces me metí en el ascen-sor lleno de gente y bajé, me dirigí hacía mi hostal a cinco manza-nas o en ese caso plazas. Durante el resto del día que quedaba deci-dí quedarme en mi habitación examinando el libro, en la libreta demi abuelo descubrí el mismo signo impreso en la libreta de mi abue-lo detrás de la portada, también estaba en una hoja y debajo decíaque ese signo apareció por primera vez en los manuscritos de unaiglesia y que pertenecían á la familia Merskal. Cuando vi mi apelli-do escrito en la libreta de mi abuelo me sorprendí, ¡lo que buscabaera de mi familia! Entonces comencé a comprender, en la nota de mi

abuelo que decía: “Espero que lo que encuentres te sirva de recuer-do.” Todo encajaba, mi abuelo era realmente el que realizó toda laexpedición, yo solo tenía que unir las pistas que él me dejó, la libre-ta en la mesa de estudio, la nota en el libro, todos los datos. Entoncesdecidí ir a comprar un buen disfraz a la tienda que se encontraba enla otra esquina de la calle, no me costó mucho decidirme, puesto quellevaba una idea fija en la cabeza. Esperé hasta el día siguiente parapasar a la acción, me puse el disfraz y fui a la catedral muy tempra-no, comencé a buscar números romanos, miré en los libros, en lasvidrieras, en los mosaicos y al final en el sitio donde nunca buscaríalos encontré, es decir en la bola del mundo que había en el segundopiso para adornar. Los números parecían botones y los pulse con elorden del signo: X, II, M, V y L. en ese momento la estantería delsegundo nivel se abrió, y los botones de la bola desaparecieron, meadentré en el pasillo secreto, la entrada se cerró, pero el pasillo se ilu-minó. Seguí avanzando hacía el horizonte que de pronto se convir-tió en unas escaleras en forma de caracol. Cuando bajé todo era pre-cioso era una cámara deslumbrante donde había obras de arte que,según supuse, pertenecían a mi familia desde hace décadas. Meadentré un poco más y entonces repetí una frase que había cambia-do mi vida:

-Cuando entré me recibió una mezcla de olores familiares ypenetrantes. El trabajo de mi abuelo estaba ahí, toda la historia deuna familia también, estuve horas en ese lugar, inspeccionando ydibujando, al final el secreto de mi abuelo se descubría y con él unaparte de mí quedaba libre. Mi labor en Italia quedaba finalizada ypor eso decidí regresar a casa.

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IRATI RIVAS CARMELE OTXOA

Page 6: Literatur aldizkaria - Ies Zizur Mayor Bhi

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Ya llegó la Navidad, Da igual si en pueblo o en ciudad,

vivamos donde vivamos, en todos los sitios ha habido regalos.

Los Reyes han sido generosos y trabajadores, con niños ricos y niños pobres.

Ellos de todo dan, desde un móvil hasta un Batman.

Por Reyes, niños y niñas ilusionados, van a la calle con todos sus regalos.

Sin olvidar el gran roscón, toda la familia se infla mogollón. La figura aparece, así de repente,

y uno de la familia se queda sin diente. Todos dicen: “Año nuevo, vida nueva”,

pero como siempre hay que ir a la escuela. Pues yo digo que mucho no ha cambiado,

¿eso es bueno?, me he preguntado. Yo pienso que sí, desde luego,

¡¡feliz Navidad.y próspero año nuevo!!

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¡¡…y próspero añonuevo!!

MARGARITA SIMÓN

Page 7: Literatur aldizkaria - Ies Zizur Mayor Bhi

regalaba: un blanco cisne, que silencioso, esperaba tras su oscura mira-da, antes despectiva, ahora cómplice de su más preciado tesoro, quejuraba guardarlo desde el fondo del estanque; las flores que crecían bajolos altos robles, enpequeñecidas, pero que hacían llegar su aroma, subelleza, a la hoja más alta de la copa.

Poco a poco, el sol, redondo y luminoso, empezó a salir entrelas colinas. Las nubes se apartaron a su paso. Los árboles y arbustosalzaron sus ramas. Sus dulces rayos lo llenaron. Aquel vacío, aquellasoledad habían quedado por fin olvidados.

Por fin la vió aparecer. Avanzó hacia él. La tomó en sus brazos.Sintió el roce de su vestido. Su suave melena sobre sus ojos cerrados. Oyósu tímida sonrisa. Aquel momento había llegado. Pudo olvidarse detodo, e imaginar. Imaginar qué sería de él, de los dos. El calor recorriósu cuerpo. El sol de la vida lo calentaba, lo llenaba.

Tras disfrutar por varios minutos del calor de la mañana, apar-tó la vista, y entró de nuevo en la habitación. Ahora la luz inundabala estancia. Se acercó a la cama y se sentó en el borde, sonriente. Alfin deslizó su mano por su espalda. Rozó sus cabellos rizados. Acercósu boca, y la despertó con un beso en la mejilla. Por fin, tras muchosaños de espera, había amanecido, se dijo.

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Lo despertó la sensación de que pronto amanecería. Y supo,de una manera inexplicable, que sería un amanecer especial. Uno delos que nunca se olvidan.

Miró la hora en el reloj de su muñeca. Gracias a la luz de laluna vió que eran las ocho de la mañana. Sacudió la cabeza, aún unpoco dormido, y la volvió a hundir en la mullida almohada. Pensóen quedarse allí un buen rato más, pero una brisa gélida lo conven-ció por fin para levantarse y buscar algo más abrigado que aquel pija-ma.

Retiró la sábana, y como no encontraba las zapatillas, se aven-turó descalzo sobre el suelo enmoquetado. Llegó junto al armario yde él sacó un albornoz azul. Se lo puso y lo ató en torno a su cintu-ra. Sin saber muy bien qué hacer, se dirigió al balcón y abrió las dospuertas acristaladas. Una ola de aire frío lo golpeó en la cara, desper-tándolo por completo. Tras meterse las manos en los bolsillos ysobreponiéndose a la acuciante necesidad de meterse de nuevo en lahabitación, contempló el paisaje que se desplegaba ante él.

La oscuridad lo recibió. Una oscuridad casi absoluta. La luna,como un ojo enorme, lo escudriñaba desde las alturas, impasible.Sus rayos hacían relucir de manera siniestra las ramas desnudas delos árboles, alzándose como garras que intentaran atraparlo. Su cuer-po se estremeció. Aquel temblor, el ulular del viento, la negrura... Lehicieron recordar.

Habían pasado apenas veinticuatro horas, pero la gente se larecordaba una y otra vez, incansablemente. Lo buena que había sido,cómo todo el mundo la quería tanto, lo mucho que se preocupaba por losdemás... Tenía que dar la mano, asentir tristemente y hacer como queescuchaba a aquellas personas, que nunca antes había visto. Las señoras,con un pañuelo inmaculado, se secaban cada cierto tiempo una lágrimainvisible; y los hombres daban unas palmadas de ánimo en la espalda alos familiares. Esas eran sus falsas muestras de comprensión y cariño. Así,sin nadie alrededor, sin nadie a quien explicar sus penas, pasaron losdías, las semanas, los meses. Cada vez se acordaba más de ella. Pensabaen lo que habían compartido: sus vacaciones, sus horas frente a la chi-menea, las fiestas, los bailes frenéticos de discoteca... Cada vez la añora-ba más. Sentía un enorme vacío. Ahora que ella se había ido, no creíaque pudiera volver a encontrar a alguien, nunca más.

El horizonte empezó a mostrar un ligero, tímido y huidizotono azulado, que lentamente se fue extendiendo hacia él. Las pocasestrellas fueron apagándose débilmente. Las nubes fueron aparecien-do, blancas, como trazos del pincel de un caprichoso pintor.

Un día, mientras estaba en casa, solo, sin nada interesante quehacer, decidió salir fuera. Fue una decisión repentina. Su alma le pediaa gritos un aire nuevo, gente nueva, vida nueva. Se abrigó y salió a lacalle. Unas nubes cercanas, grises y amenazantes lo recibieron. Encogido,empezó a andar calle arriba, sin rumbo. Anduvo durante mucho rato,guiado por la luz de las farolas. Pasaba por delante de carteles lumino-sos que lo invitaban a entrar a bares y discotecas. Tras muchas horas, yaanochecido, el muelle lo recibió. Los barcos se balanceaban sobre lasaguas negras, pacientes. Pensó que podría alquilar un velero. Un barcode altas y estilizadas velas, que lo alejara de allí. Tras semanas y sema-

nas llegaría a mar abierto, y se quedaría flotando sobre las olas duranteun tiempo indefinido, disfrutando de los rayos del sol y de la luna en surostro. Rápidamente se sacudió aquella estúpida idea de la cabeza. Noquiso quedarse allí mucho tiempo. El frío, la soledad, el hambre, nosabía qué, le hicieron entrar en un café.

Hacía esquina, y la fachada era verde, aunque de noche no podíadistinguirse muy bien. A pesar de que era bastante pequeño, no tuvoningún problema para encontrar una mesa libre. Se sentó junto a laventana, cerca de la calefacción. Un poco aburrido, empezó a fijarse enla clientela. Dos mesas más allá un hombre mayor, con una bufanda acuadros y unos guantes de lana contemplaba el té de su mesa, mientraslo removía absorto con la cucharilla. Cerca de la puerta una abuela y sunieta tomaban unas pastas con chocolate caliente. La niña parecía muyaburrida, mientras la anciana leía una revista. Pensó que toda a quellagente se había refugiado en aquel local por algo. No sabía por qué, perosentir que tenían algo en común lo hizo sentirse más a gusto en aquellugar.

La camarera se le acercó y le preguntó qué quería. Le pidió uncafé con leche y nata. Al principio no se dio cuenta, pero luego se fuefijando más en ella. Contempló sonriente sus movimientos como le traíasu consumición en aquella bandeja. Sus rizos castaños se balanceabansuavemente sobre su rostro, dándole un aire divertido, Cuando se lo dejósobre la mesa ella le sonrió y él le devolvió el gesto. Luego se marchó y sequedó tras la barra. Tras tomar lo que había pedido, él pagó su café y sefue.

Pasó mucho tiempo y ya no volvió a acordarse de aquella tarde.Pero el sabor, el olor, el ambiente de aquel lugar le hicieron volver. Deuna manera inexplicable, se encontraba a gusto cuando estaba en aque-lla cafetería. Se olvidaba de todo lo que le había pasado. La soledadparecía remitir, los recuerdos alejarse. Pero no tardo en darse cuenta deque no era el lugar si no ella. Aquella camarera, que le traía el café todoslos días. Se fue encariñando con ella, de una forma que jamás podríahaber imaginado. No podía dejar de pensar en ella. Siempre era lamisma sonrisa, el mismo café, día a día.

El azul fue dejando paso a un rojo y naranja pálido. Los árbo-les fueron recibiendo la luz del nuevo día complacidos, disfrutando,esperando la llegada del sol. Más tarde, los destellos rojizos atravesa-ron raudos las suaves colinas, cegándolo por unos instantes.

Pasó mucho tiempo, y él siempre iba a verla, a ella. Era un per-fecto método de evasión de la vida diaria, del trabajo, de sus recuerdos...A pesar de todo, necesitaba algo más, pero, ¿Acaso ella sentía lo mismo?Muchas tardes estuvo a punto de invitarla a tomar una copa, pero cadavez que se acercaba a ella su mente se ponía en blanco y un sudor fríorecorría su rostro. Al final, tras muchos infructuosos intentos, optó porun modo más indirecto, pero menos complicado.

Un día, tras el café habitual, depositó una nota en la taza vacía,con restos de café. Él se fue, y deseó con toda su alma que hubiera encon-trado la nota. A la mañana siguiente él se encontraba en el banco delparque. De repente, las nubes que cegaban su ser desaparecieron, dejan-do paso a una luz interior, que hacía meses brillaba de forma mágica,Inconscientemente se fue fijando en los detalles diarios que la vida le

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Un café de medianoche

OIHAN ITURRIA

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dor de ajedrez. Sin duda alguna la carta era para él. ¿Pero y Cristina.’’ Ella no

sabía nada. Parecía tan enamorada. Javier sabía lo que era perder aun ser querido. Su abuelo, el hombre que él más admiraba en elmundo no hacía ni un mes que los había dejado.

Javier se sintió desconcertado, no sabía muy bien qué debíahacer.

Por una parte, tenía que contarle lo sucedido pero había algoen la carta, algo que su corazón había descubierto y que le impedíadecirle la verdad.

Cristina parecía tan dulce... Tuvo que ser muy duro comenzaruna nueva vida en Argentina, un país que no estaba pasando sumejor momento económico, el gobierno allí era un desastre. Javierse sentía identificado con la muchacha, ella también estaba sola.

Entonces se le ocurrió escribirle otra carta. Había decidido nocontarle la verdad, si él mismo se hiciera pasar por su amado nadamalo sucedería, y así Cristina seguiría teniendo siempre alguien conquién hablar y a quién contarle sus problemas, ella jamás se entera-ría.

Eso fue exactamente lo que hizo. Al principio solo hablabacon ella de vez en cuando por el ordenador. Javier descubrió que erauna chica muy interesante, siempre tenían algún tema de que hablar,cada vez que conversaba con ella para Javier el tiempo volaba. Eljoven fue conociéndola poco a poco y sin darse cuenta se estaba ena-morando. Se convirtió en su mejor amiga, hablaba con ella todos losdías y a todas horas.

5 AÑOS DESPUÉS. Javier ya no era un crío, tenía veinte años, quería ser abogado

como su padre, estaba estudiando derecho en la universidad deBarcelona. La ciudad le gustaba. Había conocido a mucha gente.Todas las tardes bajaba a la playa y daba un paseo por la orilla delmar disfrutando del sonido de las olas. Luego volvía al piso que teníaalquilado con otros tres compañeros de facultad y lo primero quehacía era encender el ordenador para ver si Cristina le había manda-do algún correo. Siempre había alguno. Pero aquel día cuando Javierabrió el correo, se dio cuenta de que había llegado el momento quesiempre temió que llegara. Cristina regresaba a España.

Querido Luis: Tengo muy buenas noticias, gracias al trabajo que conseguí, he

podido reunir el dinero suficiente para volver a España, aunque no pormuchos días. Tengo muchas ganas de verte, de poder tocar tu piel, deabrazarte, de sentir tus labios. Mi avión llegará el domingo por la tardea Barcelona, quedamos en la recepción del hostal Santa María, cerca deColón a las siete.

Allí te espero, te quiero mucho, Cris.Durante esa semana Javier no paró de pensar en cómo debía

de contarle todo lo sucedido. ¿Cómo iba a reaccionar ella cuandosupiera que durante todos esos años él le había estado engañando?,jamás se lo perdonaría. A Javier se le pasó por la cabeza el no ir averla. Pero no podía cometer ese error, la joven debía saber la verdad.

Faltaban diez minutos para las siete de la tarde. La ciudad esta-ba hermosa ese domingo de primavera. Muchos niños corrían toda-vía por las calles, al sol cada vez le costaba más ocultarse.

Javier llevaba puesto su mejor traje, y no muy habitual en él sehabía echado colonia.

Vio a lo lejos el luminoso en la fachada; “Hostal Santamaría”.Entró en el portal. No era muy grande, en la recepción había unhombre mayor atendiendo a una pareja que deseaba una habitación.Subiendo por unas escaleras muy estrechas estaban las habitaciones.Él decidió esperar sentado en un sillón muy cómodo que se encon-traba al lado de la puerta de entrada. Aquellos últimos cinco minu-tos fueron los más largos, los más intensos de toda su vida.

De pronto una joven corrió hacia él. Javier sintió como losbrazos de Cristina rodeaban su cuerpo y lo apretaban fuerte contrael pecho. Entonces ella le susurró unas palabras al oído que consi-guieron tranquilizar al joven “no necesito que me des explicaciones... losé todo”. No era muy alta, pero bellísima, nunca pensó que fuera tanguapa, con un vestido de flores precioso y el pelo recogido en unacoleta.

Javier nunca le preguntó como lo había averiguado...

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Lo despertó la sensa-ción de que pronto amane-cería, ni siquiera dejó sonarel despertador. Miró elreloj, tan solo faltabancinco minutos para que lasagujas alcanzaran las siete.

—“Otro día más”pensó Javier mientras semiraba en el pequeño espe-jo de su desordenada habi-tación. Su cara estabacubierta de granos y las oje-ras le aparecieron alrededorde sus ojos, había estadoestudiando hasta muy tarde. Mientras se lavaba los dientes y losincómodos hierros que corregirían su boca, oyó el grito de su madreque lo llamaba desde el hall. Javier se vistió rápidamente, se puso suuniforme de todos los días, la camisa blanca con el escudo del cole-gio y los pantalones grises que siempre llevaba sucios. La verdad esque a él nunca le importó llevar aquel horroroso traje que todos loscolegios de pago obligaban llevar a sus alumnos.

Bajó las escaleras a la velocidad de la luz sin ninguna preocu-pación por resbalarse y caer.

Pensaba que el autobús había llegado antes de tiempo y quevolvería a perderlo por tercera vez en la misma semana.

Pero esta vez no era así:— “Toma Javier esta carta es para ti, estaba en el buzón junto

a las demás” Javier miró atentamente la carta, nunca nadie antes le había

mandado una, estaba entusiasmado. ¿Quien sería...?. Quizás Miguel, su mejor amigo que meses antes se había

mudado a otra ciudad. El padre de éste se hizo millonario gracias auna pequeña empresa de textiles que montó, y no quisieron sabernada más de aquel barrio lleno de delincuentes que no hacían másque robar coches y atracar estancos, decidieron trasladarse a un pue-blecito de las montañas, lejos de los ruidos y la contaminación.Cuando Miguel se fue, Javier cambió completamente, ya ni siquierasalía a divertirse como cualquier otro de su edad, la adolescencia, esafase de la vida donde dejas de ser un niño y poco a poco tienes quedejar de depender de unos padres que te tienen protegido entre bra-zos y te ayudan cuando lo necesitas. También es tiempo de disfrutar,de salir con los amigos en busca de nuevas experiencias y nuevas sen-saciones. ¿Pero con quién iba él a experimentar esa fase de la vida?Javier no conocía a mucha gente, era demasiado tímido y Miguel erasu único amigo.

Enseguida se dio cuenta de que Miguel no había sido el autorde la carta. La caligrafía del remite era demasiado buena comparadacon las terribles letras de Miguel: Pero, ¿Quién si no podía habersido?.

De pronto se acordó deMarieta la joven que conoció elverano pasado en el camping deConíl. Cuando vió su cabellorubio y ondulado, sus ojosmarrones pero enormes, Javiersintió un cosquilleo que nuncaantes había sentido, no pudosiquiera responder a la sencillapregunta de ¿cómo te llamas? Ala joven le hizo gracia y quisoconocerlo mejor. Los dos coinci-dían, tenían gustos muy pareci-dos; la pasión por la música, lahistoria, las películas de

acción..., eran como uña y carne. Fue la semana más corta de su vida pero también sería las más

difícil de olvidar.No, era imposible que fuera ella la remitente de la carta. Javier

seguía arrepentido de no habcr podido intercambiar sus direcciones,no había vuelto a saber nada más de ella. El último lugar donde lavio fue en el la cafetería del camping desayunando junto a sus padresy su hermano pequeño. No se despidió de él.

Abrió la carta con mucho cuidado, no quería romper el sobre,era la primera vez que veía uno como ese. Se fíjó en el sello, era deotro país, pudo leer las pequeñas letras que había debajo de la carade un hombre de rostro ceñudo. ARGENTINA, era el país que indi-caba el sobre. Sacó el papel que había dentro. Las manos le tembla-ban, todo su cuerpo sintió un escalofrío.

Querido Luis: No sabes cuanto te he echado de menos, he pasado días y noches

enteras pensando en tí, en lo que hubiera sido de nosotros allí en España,los dos juntos, disfrutando como locos nuestro amor y nuestra juventud.Este año sin ti ha sido un río de lágrimas, aquí en Argentina todo hasido más complicado, a mi madre le costó mucho encontrar trabajo y mipadre, en cambio, no ha parado en casa ni un momento. Yo me sientomás sola que nunca, apenas tengo amigos, no te tengo a ti. Te mando midirección de correo electrónico, en casa todavía no tenemos ordenadorpero en el pueblo donde vivo ahora hay una pequeña biblioteca, mepodré escribir contigo desde el ordenador que hay allí.

Por favor contéstame y dime que todavía no te has olvidado demí.

Muchos besos Cristina.A Javier le costó recapacitar, el cartero se había confundido de

buzón, esa carta no era para él, estaba dirigida a un tal Luis que él,en un principio, creyó no conocer. Entonces se acordó del joven quehabía vivido antes en la que actualmente era su casa. Luis, sí, así sellamaba, falleció en un accidente de moto hacía poco menos de unaño. Sus padres quisieron vender la casa porque les recordaba a sudifunto hijo. Por lo que Javier había oído, solo tenía quince añoscuando murió, debía ser un joven muy inteligente y un buen juga-

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Una mujer desconocida

LEIRE MERINO

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Lo despertó la sensación de que pronto amanecería, apagó eldespertador y se quedó tumbado en la cama, inmóvil, durante quin-ce minutos.

¡Qué diferente era hace diez meses! Le habían diagnosticado una enfermedad terminal, le daban

un año de vida. ¡Qué horror! Tengo veinticuatro años, quiero terminar mi carrera y casarme

con Miren, mi novia desde que tenía dieciséis años. ¡Tengo tantossueños por realizar!

Según iban pasando los días, cambió su forma de ver la vida;pensó que a pesar de todo, era afortunado.

Hay personas, que no tienen la oportunidad que le brindabael destino a él, de poder planificar su despedida. Había jóvenes a losque un accidente de coche, avión, moto, etc..... les segaba la vida; olo que es peor, los que eran víctimas de la droga, que malviven comomuñecos de trapo, sin personalidad, sin iniciativa propia, como des-echos humanos. ¡Eso sí que es triste!

Él tendría una vida corta pero intensa; había tenido una infan-cia muy dichosa, había sido un adolescente feliz, se le iban a quedarcosas por realizar, ¿pero a quién no?

Hay gente que muere con 90 años, y no ha realizado ni 1amitad de sus sueños, o gente que ha vivido muchos años, siendounos desgraciados e infelices; él por el contrario, había vivido estosúltimos meses a tope. No quiso contarles a los suyos lo de su enfer-medad, ¿Para qué? ¿Para hacerlos sufrir? Lo iban a tratar diferente,seguro, y él se sentiría peor. Preparó cartas y cintas de video expli-cando todo, y pidiendo por favor, que no sufrieran, que él había sidomuy feliz, y se iba de este mundo contento y agradecido, por losaños que había vivido.

Una de las cosas que más le gustaba era pasear por el parque,era una sensación inexplicable. Cuando escuchaba manar el agua dela fuente, cerraba los ojos y mentalmente se transportaba a las cata-ratas de Iguazú; un viaje que estaba en su agenda realizar.

Observaba cosas que antes pasaban inadvertidas para él, comover crecer un retoño y convertirse en una preciosa flor.

Cuando te ponen fecha a tu existencia, cambia tu concepto dever las cosas; pasas de malos rollos, de envidias, de broncas y te vuel-ves más profundo, más cursi dirían algunos.

Cuando le diagnosticaron el tumor era invierno, al principiolo veía feo, frío, oscuro… Luego vio que no era tan negro, le encan-taba sobre todo la nieve…

La primavera ¡Qué bonita! Todo renace de nuevo; las flores, lahierba, vuelven los pájaros…

El verano ¡Qué maravilloso! A veces calor asfixiante pero sepuede combatir, con un buen chapuzón en la piscina, en la playa oen el río…

El otoño ¡Qué hermoso! Es la estación que más me gusta, nohay nada más bonito que ir al monte en otoño; esa mezcla de colo-res, el atardecer, ver AMANECER…

Su último pensamiento antes de levantarse fue: ¡¡Qué rara sensación será no despertar y ver amanecer..!!

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Lo despertó la sensación de que pronto amanecería. El cieloestaba todavía negro y no se veía ni un destello de luz. Abundioabrió la ventana y comprobó que aquel presentimiento había sidofruto de su nerviosismo. Se dirigió a la cocina y cogió un vaso parabeber agua pero se le precipitó de las manos y produjo un granestruendo. Su mujer se levantó sobresaltada por el ruido y fue a lacocina. Allí estaba su marido y trató de tranquilizarlo. Le aconsejóque se volviera a acostar. Abundio le hizo caso pero no pegó ojo yaque estaba atentamente escuchando cualquier ruido que pudieraparecerse a una cosechadora.

No había pasado ni una hora, cuando se volvió a levantar. Estavez ya se podían observar unos tenues rayos de luz, que le produje-ron una gran felicidad. Se puso el buzo de trabajo y descendió lasescaleras de dos en dos. Se le olvidaron las llaves del tractor y por eso,Su mujer salió al balcón para dárselas:

—”¡Te se olvidan las llaves!”-le gritó su mujer.Abundio no se molestó en agradecérselo y directamente se

metió al tractor. Su mujer no sabía a dónde iba ya que Benito, elcosechero arguedano, no había llegado aún. Aunque no le sorpren-dería que fuese únicamente a pasar el rato con su querido tractor“JhonDeere”.

En el pueblo el sector agrario era la mayoría; por tanto,Abundio no era el único nervioso. Al contrario, en el pueblo elambiente estaba muy cargado. El beneficio de todo un año de traba-

jo era lo mas importante en el mes de Julio, de ahí que el único temade conversación fuese la cosecha.

Finalmente llegó Benito al pueblo. “¡Que alivio!” -pensarontodos aunque nadie osó decirlo. El cosechero se bajó de la cosecha-dora y comentó:

—Se me ha olvidado la cosechadora -nadie rió el chiste, lacrispación era notoria, por tanto, prosiguió- Empecemos: ¿Por quépieza?

En esa pregunta estaba todo el conflicto. Todos querían quecomenzara por la suya, pues todos tenían el mismo miedo al “pedris-co”, y ninguno se quedaba atrás exponiendo argumentos convincen-tes para defender sus intereses. Uno de ellos, llamado Elíseo, dijo:

—”¡¡¡Tajo parejo!!! “(Que viene a ser en un lenguaje muy alde-ano, el campo más cercano primero).

No era tonto el hombre: estaban en la era de su campo.Después de un buen rato de disputas incontrolables, lo echaron asuertes y algunos quedaron satisfechos y otros no tanto. Empezaronla recolección de los cereales; primero la avena y la cebada y mástarde, el trigo.

Pasaron las dos semanas de la recolección y cada vecino teníaya todo el fruto en el granero. El primer domingo después de la cose-cha subieron todos sin excepción a la ermita de San Cristóbal paraagradecer al patrón el buen fruto recogido y pedirle para el año pró-ximo otra recolección igual. El pueblo entero rezó devotamente yaque todos habían quedado satisfechos con la cosecha recolectada.

Abundio llegó a casa y esbozó un suspiro de gran tranquilidad.Se tumbó en la cama y durmió plácidamente, tranquilo porque susfrutos estaban ya seguros y recolectados en el granero. Ya no temíani la sequía ni el “pedrisco”. Atrás habían quedado las dos semanasde preocupación continua y noches de insomnio por culpa de lacosecha. Aquella noche se respiró gran tranquilidad en el pueblo y ala mañana siguiente, el presentimiento de que ya había amanecidolo despertó.

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Inquietudes desde el pueblo Amanecer

ION CABRERAAMAIA ARBIZU

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Qué tristes en mi habitación. ¡Ay qué tristes momentos yo he vivido. Cuántas veces mi vida he compartido tristes penas que hay en mi corazón. Cuando te miro siento una pasión,

creo que en dos mi vida se ha partido, pero te miro y creo que hay sentido,

creo que esto parece una canción. Sueño a veces que estas a mi lado

y en esos sueños contigo he volado, cuento noches y días para verte.

Te amo como yo nunca he amado, creo que mi corazón me ha hablado,

he logrado quererte y no tenerte.

Olores de amanecer,nuevo día en las ventanas, colores dorados y ocres,

luces plateadas y blancas, sabores del mar añejo,

hedores de sal se inhalan, despierta ya marinero,

tu barco también zarpaba,

no protestes de tu vida, mundo y gente, tú viajabas,

y ahora que cerca vives, nuevo día en las ventanas,

olores de amanecer, luces plateadas y blancas, colores dorados y ocres, recuerda al llegar el alba.

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Vive cada momento

Amor prohibido

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IVÁN BEROIZ MAYDER AGUILAR

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Fueron aquellos unos amores singulares. En junio las cerezasponían una nota viva, fresca y sonriente por toda la vega. El río sehacía notar por su fluida tranquilidad, se dejaba querer por los sen-tidos de quienes se arrimaban a él. De sus aguas lisas emanaban albo-res de verano, verdaderas caricias en el alma. Eran las mismas tierrasen las que tiempo atrás se libraron duras batallas, en muchos casosenfrentando a hermanos, y más aún, a amigos. Pero las bastas pro-mesas se habían cumplido en gran parte, y la guerra cesó en la medi-da en que la natura renacía de sus propias raíces. Una vez más, lanaturaleza había superado al hombre, sosegadamente, como si nada.

La ingenuidad de los hombres había hecho de la belleza una“nada” y su fuerza física había quebrantado las leyes de la historia,como en tantas otras ocasiones. No duró mucho pero se hizo eter-no. En esos meses cualquier cosa por los sentidos perceptible, se vol-vió negra como el carbón, de hedor insoportable, tangible comohúmeda ceniza y tan grata de oír como un último grito desgarrado.Fue algo de mal gusto, imposible de tragar. Pero tragamos. Y pasa-mos, igual que pasa el mal tiempo, cuando ya no puede llover más.Aunque las cosas no mejoraron por inercia sino que lo hicieron porvoluntad de seres que ya estaban hartos de ver realidades de malamuerte.

Los que peor suerte tuvimos fuimos las personas mayores,porque apenas sí nos quedaban ganas de vivir una vez pasado todoaquello. Habíamos sido los primeros en mostramos fuertes en tiem-pos de guerra, en alentar a quienes podía ser que tuvieran una buenavida. Sin embargo, paradójicamente, el fin de aquella lucha, fue elfin de nuestras vidas. Habíamos gastado nuestras débiles energías endejar las cosas de la mejor manera posible, para que la gente másjoven tuviera más fácil el soñado “volver a empezar”. Pero al acabarel suplicio de soldados y soldados, de civiles y civiles, empezó elnuestro, el de los “viejos”, más aviejados que nunca. La edad nosapretaba con fuerza, y nuestras dolencias se habían multiplicado, enmuchos casos de por vida. Piernas que cojearon hasta el lecho, men-tes atormentadas hasta la saciedad, tranquilidades usurpadas pormiedos infantiles... éramos juguetes. O peor, simples alimentos queya habían caducado por fuera. Por dentro, objetos que parecían nohaber sido fabricados jamás. Fantasmas.

En poco tiempo nos habían caído, en forma de nuevas arru-gas, demasiados años, ese era nuestro sentir. La verdad es que yo nosoportaba ver a otros que se iban, que se rejuvenecían al irse a unlugar mejor, mientras yo me quedaba vivo pero sin vida. Sentía unaprofunda envidia que me reconcomía por todas mis esquinas. Migeneración caía en sueño profundo y yo me entristecía, pero no por-que se fueran ellos, sino porque no me iba yo. Recuerdo haber mal-decido miles de veces millones de cosas, porque nadie parecía que-rer llevárseme a otro mundo.

Así estuve durante largas semanas, sumido en miserias, con elrostro serio y el corazón desencajado. Eso, el verme tan vacío quecasi no me veía, me hizo tomar la última decisión de mi vida. Era lahora, sin duda, ya no tenía nada, nunca en tantos años había alcan-zado a tener tan poco. Me mudé, no más. Mudé mi raída piel y la

guardé en una especie de cajón grande, pero que tenía una puerta.Llegada la hora ya me acostaría al lado de ese pellejo, para que meenterraran con él. Pero todavía no.

Empecé a frecuentar un pequeño terreno que había en mediode una gran explanada, a las afueras del pueblo, y allí pasé variosmeses, puede que cuatro o cinco, ayudando a regenerarse a aquelpedacito de naturaleza. A finales de abril ya brotaban algunos frutos,¿y cuál fue mi sorpresa? descubrí que también brotaban intrusos.Más exactamente,una intrusa. Y no se andaba con rodeos porque lohacía delante de mis narices. Pero yo no me veía capaz de decirlenada, al fin y al cabo era una mujer de mi edad, que estaba en unadestartalada silla de ruedas, y que como luego bien supe, no tenía nila mitad que yo. Era pobre con las cinco letras de la palabra.

No le dije nada, es más, me hice pasar por intruso yo también,ya que sentía curiosidad por conocer a aquella señora que a pesar desus limitaciones físicas, tenia cierta gracia en sus movimientos, Yreía. Y se fue convirtiendo en mi obsesión el saber cada día algo másde ella, el aprender, con 81 años. En apenas un mes, nos llegamos aentender hasta en lo imposible, tocamos lo más joven de nuestravejez. El pasar de un extremo a otro, me hizo amarla, ella me hizoquererla. Y cuando dejaba de desearla, la razón era que ya la tenia ensu totalidad.

Aquel fue el último nombre que conocí y el único que recuer-do, Sonia me hizo olvidar mi propio nombre, hasta casi perderlo,pero ella fue la que mejor supo llamarme. Al final, la muerte, que noes el fin, sino sólo melancolía, me apartó de ella. De la persona pobrecon mayores riquezas que pueda existir.

Cada vez que pienso en ella, sigo viendo aquel cuadro mara-villoso que la naturaleza pintó para nosotros todos y cada uno de losdías en que fuimos al río: el agua mansa, la refrescante fruta, elcampo en todo su esplendor... Tuve muchísima suerte de morir en labatalla del amor, que es más sufrida, que en la de la guerra, ¿ pero,no sería Sonia la autora de aquel cuadro? Al fin y al cabo, fue unamar desmedido y plenamente mutuo.

2120

La capacidad

MAIDER GASTÓN

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“Fuerón aquellos unos amores singulares. En junio, las cerezasponían una nota viva, fresca y sonriente por toda la vega”. Puede queése fuese el inicio de la novela que ibas a escribir. Quién sabe. Mehubiese gustado que fueras escritora. Que pudieses contar todas tusexperiencias, con esas ganas de vivir, a los cuatro vientos. Pero no, nopuedes. Sé que en cada harías sentir a cada lector que es lo que quie-re ser y no lo que dicen los demás que sea. Le daría un trocito de ti,de tu alma. No me preguntes por qué sé todo esto, quizá sea el sextosentido que la abuela dice que poseo. Pero tú, ya, no lo podrás com-probar.

Son las cuatro de la madrugada, y como cada noche no puedodormir. Sí, estoy pensando en ti. No puedo sacarte de mi mente.Para mí, lo eres todo, mis ganas de seguir, de vivir... Todo es graciasa ti, aunque cada día me voy apagando poco a poco. No me debequedar mucho tiempo. La esperanza que un día tuve, la esperanzaque me queda no seguirá ahí mucho más tiempo. Me gustaría tantoque estuvieses aquí conmigo... que pudieses ver la escultura que hehecho a la abuela, que vieses como el abuelo no olvida ninguna desus batallas, y de cómo nos la cuenta... Sé que te hubiese encantadopoder discutir con él sobre la parte de esas historias que no coincidecon la realidad y que después del enfado inicial acabaríais tomandouna taza de chocolate caliente. Pero no, no puedes.

Hay tantas cosas que tengo que contarte. Ya han pasado die-cisiete años y muchos meses desde que nací. Sí, la abuela dice que hecrecido muy deprisa. Que hace nada que era una canija que no para-ba de llorar. Me dice que dormía con un ojo abierto por sí acaso apa-recías, para poder verte. Sé que es verdad, porque llevo diecisieteaños y muchos meses esperando a que vuelvas, que vengas y estemosjuntas otra vez. Ella piensa que ya te he olvidado. Pero no, no puedo.

Eras tan joven... Te robé tu vida, aunque digan que no fue miculpa. Lo siento tanto... La sonrisa que se forma la comisura de mi bocacada vez que pienso en ti, se convierte en amargas lágrimas en cuantome doy cuenta de que ya no estás, y de que aunque todos los días pongaun cubierto más en la mesa, sé que nunca estarás ahí sentada.

¿Por qué? Tengo miedo de hacerme esa pregunta. Quiero pen-sar que antes de mi llegada fuiste feliz. Sé que sí. Recuerdo la sonri-sa con la que me miraste antes de dejarme. Ahora estoy sola rodea-da de un montón de gente, y estoy sola porque tú no estás conmigo.Si pudiese pactar con el diablo porque te trajese de vuelta conmigo,no dudaría ni un momento. Te quiero tanto. Aunque antes dijeseque quiero seguir viviendo sé que llevaré siempre un vacío dentro demí, y que nadie lo llenará. Sé que me queda poco, tal vez un soplode vida, siento que me extingo, que me apago. Y no sé si cuando yome vaya te encontraré allí.

Tengo tantas cosas que preguntarte, tantos besos y abrazos quedarte.

Mamá, ¿por qué te fuiste?

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A tí

NURIA ORTEGA

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I.E.S. Zizur B.H.I.

Revista literariacurso escolar 2005-2006

Literatur aldizkariaI.E.S. Zizur B.H.I.