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Jacques Monod Su teoría científica y filosofía del azar Filosofía de la Naturaleza María Flor Costa Marrapodi USAL

Jacques Monod - Su teoría científica y filosofía del azar

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Trabajo sobre la teoría científica de Jacques Monod y sus implicancias filosóficas.

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Jacques Monod

Su teoría científica y filosofía del azar

Filosofía de la Naturaleza

María Flor Costa Marrapodi

USAL

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Jacques Monod Su teoría científica y filosofía del azar

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María Flor Costa Marrapodi USAL – Filosofía

ÍNDICE

Jacques Monod: Su teoría científica y filosofía del azar

Introducción .......................................................................................................... P. 2

El azar y la necesidad............................................................................................. P. 3

El lugar del hombre en el Universo ....................................................................... P. 3

Antigua Alianza ...................................................................................................... P. 4

Azar-Heterogeneidad-Soledad .............................................................................. P. 5

Objetividad de la Naturaleza-Selección Natural ................................................... P. 5

Ética racional-Conocimiento científico objetivo-Responsabilidad ........................ P. 6

Azar-Contingencia-Arbitrariedad .......................................................................... P. 8

Asombro-Misterio-Sentido .................................................................................... P. 9

Conclusión ........................................................................................................... P. 10

Bibliografía .......................................................................................................... P. 12

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“El cambio, sólo el cambio, la absoluta y ciega libertad,

es el origen de todo ese prodigioso edificio

que es la evolución de nuestro universo.”

Jacques Monod.

JACQUES MONOD: SU TEORÍA CIENTÍFICA Y FILOSOFÍA

DEL AZAR.

INTRODUCCIÓN

En el siguiente trabajo, trataremos de exponer, sintéticamente, los puntos nodales en la

teoría científica de Jacques Monod, con el objetivo de arribar a los planteos de índole filosófica

que por decantación se desprenden de sus ideas científicas.

Veremos en este caso particular la forma en que un planteo científico conduce a una

doctrina filosófica en particular y ésta a su vez, supone una ética, un modo de actuar y

manejarse frente a la realidad.

Empezaremos por contextualizar la vida y obra del científico francés.

BIOGRAFÍA

Jacques Lucien Monod (París 1910 – Cannes 1976) fue un biólogo francés del siglo XX. Fue

director del Instituto Pasteur, donde creó el departamento de bioquímica. Pionero en la

genética molecular, recibió en 1965, junto con A. Lwoff y F. Jacob, el Premio Nobel por sus

descubrimientos relativos al control genético de las enzimas y a la síntesis de los virus. Entre

sus obras escritas, se encuentra uno de los libros más vendidos en el campo de la divulgación

científica: “El azar y la necesidad” (1970).

Jacques Monod creció en el sur de Francia, mezclando su pasión por la biología y la

música. Licenciado en la Sorbona, se convirtió en profesor de zoología. En 1934 trabajó en el

Instituto Tecnológico de California, donde se encaminó hacia el estudio de los mecanismos de

la transmisión genética.

A su regreso en París, Monod se instaló como director en el Instituto Pasteur; allí

prosiguió sus investigaciones durante la guerra (participó en la Resistencia, aunque abandonó

el partido después del caso “Lysenko”).

Junto a François Jacob, consiguieron demostrar que la inducción enzimática puede

explicarse en términos puramente bioquímicos. A continuación, además de introducir el

concepto de “ADN mensajero”, identificaron grupos de genes organizados en estructuras que

dirigen los procesos metabólicos y que son activados o inhibidos por otros genes que se

encuentran en sus estructuras. Estos estudios significaron un fuerte impulso a la genética

molecular y por ello les fue entregado el Premio Noble en 1965 compartido con Lwoff.

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María Flor Costa Marrapodi USAL – Filosofía

El azar y la necesidad

En 1970, Jacques Monod publicó El azar y la necesidad, que provocó gran cantidad de

polémicas y fue inmediatamente un gran éxito. El libro es una reflexión científico-filosófica que

plantea la imposibilidad de sostener cualquier concepción finalista del mundo y del hombre.

Monod se propuso en esta obra ilustrar las consecuencias filosóficas y espirituales de los

últimos descubrimientos de la biología molecular y de la genética.

A grandes rasgos, Monod plantea que la biología científica se desarrolla basándose en el

“postulado de objetividad”, que constituye la base de toda ciencia positiva y excluye la

posibilidad de que los fenómenos naturales puedan explicarse en respuesta a un proyecto o

finalidad intrínsecos en la naturaleza, dado que proyecto y finalidad son dimensiones del

pensamiento humano, y no propiedades de las cosas.

No obstante, la biología admite como elemento objetivo de la vida una propiedad de los

seres vivos que se parece a un “proyecto”, esta es la “teleonomía”: propiedad de transmitir de

una a otra generación los contenidos de invariabilidad que caracterizan a una especie a través

de las generaciones. Pero para la ciencia moderna, la invariabilidad precede necesariamente a

la teleonomía; efectivamente, la teoría darwiniana de la evolución sostiene que la evolución de

estructuras cada vez más teleonómicas es debida a perturbaciones sobrevenidas en una

estructura que ya tiene la propiedad de invariabilidad. Cuando por el contario, los fenómenos

de la vida se explican mediante la teleonomía, nos encontramos frente a teorías

“antropomórficas”; en particular, las corrientes que Monod criticará duramente, el animismo y

el vitalismo.

A continuación haremos un breve recorrido por la propuesta científica de Monod con el

fin de arribar a sus implicancias filosóficas y éticas. De esta forma veremos que la relación del

hombre con el mundo dista de ser inocente o desinteresada, y que más bien tiene que ver con

el anhelo por encontrar una explicación y por establecer un fundamento a nuestra aparición y

estadía en el universo.

EL LUGAR DEL HOMBRE EN EL UNIVERSO

“Ha sido Jacques Monod uno de los últimos representantes de un gremio dotado ya de una

tradición peculiar: el de los científicos que en un momento determinado de su labor intelectual se

sienten obligados a hacer filosofía. Y emprenden esta tarea no como complemento enriquecedor de

su vida con una nueva actividad, sino como resultado y continuación de su propia práctica

científica.”1

De la mano con su propuesta científica, van, en el pensamiento de Monod, dos grandes

preocupaciones filosóficas: a) el lugar del hombre en el universo; y b) la determinación de

valores que puedan dar sentido a la existencia humana.

La respuesta al primer orden de preocupaciones la responde con la afirmación de la

absoluta soledad del hombre, de su heterogeneidad radical y desconcertante frente al cosmos.

Nacido por mecanismos de puro azar, que se van organizando en las estructuras vivientes,

1 Carlos Paris; “Jacques Monod: su filosofía científica”; Artículo en el Diario El País, 6 de junio de 1976.

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María Flor Costa Marrapodi USAL – Filosofía

desplazando todo finalismo evolucionista, toda concepción del mundo como proyecto, resulta

el hombre un ser extraño, foráneo al cosmos, arrojado a él.

“No dejan, en efecto, de resonar en la voz de Monod los términos de la visión existencialista y

camusiana referentes al absurdo de la humana existencia recreados en su perspectiva científica. En

una visión que quiere asumir sin contemplaciones la tragedia de nuestra condición en un mundo

inhumano y en el que hemos perdido la compañía de los dioses.”2

ANTIGUA ALIANZA

A simple vista, los seres vivos somos diferentes del resto del mundo físico. No obstante,

definir lo que nos diferencia, resulta muy complejo en términos objetivos. La biología de los

últimos siglos ha demostrado que tanto los animales, plantas y todo ser vivo en general,

obedece a las mismas leyes físicas que explican el comportamiento de la materia inerte. Ante

estos descubrimientos, los vitalismos que proponían una esencia particular de la vida,

exclusiva y necesaria para distinguir a un ser vivo de cualquier otra cosa, quedaron

desarticulados: la materia viva es ante todo materia. Cada vez son menores las probabilidades

de encontrar leyes naturales que apliquen únicamente a los seres vivos.

Por otra parte, los seres vivos tienen una estructura compleja y muy definida, en estrecha

relación con una serie de funciones propias de cada especie y cada órgano. De este modo, la

estructura llega a ser tan compleja y tan adaptada a su función, que su existencia puede ser

incluso justificada como un medio para cumplir sus funciones. Se trata del argumento del

diseño: lo vivo es de cierta forma en particular por obedecer a un plan preconcebido.

“Se compara a los seres vivos con los productos de la actividad humana; si la existencia de un reloj

implica la de un relojero, las sorprendentes adaptaciones de los seres vivos requieren de la

existencia de un creador, o al menos de un plan, de un objetivo al que de alguna manera la

evolución se va a cercando.”3

En este contexto, los seres humanos, preocupados por las explicaciones posibles del

mundo que los rodea, se inclinan a creer en la existencia de un orden universal, en el cual ellos

mismos ocupan un lugar no sólo legítimo, sino necesario e inevitable.

Monod califica a quienes creen que la naturaleza está orientada a un fin de vitalistas y

animistas. Mientras que los primeros limitan el finalismo a los seres vivos, los segundos

afirman el carácter vitalista del cosmos entero. Monod opina que los animistas proyectan su

subjetividad en el mundo exterior, atribuyéndole características propias de lo psíquico.

“Así, el animismo primitivo, que poblaba la naturaleza de mitos graciosos o terribles. Así, las

grandes construcciones de Leibniz y Hegel.”4

2 Ibíd.

3 Enrique Espinosa Arciniega y Martín Bonfil Olivera; “Hijos del azar: una reseña crítica de El azar y la

necesidad”; revista IPN, ciencia, arte: cultura, nueva época, año 5, núm. 26, vol. II, págs.. 55-58, julio-agosto de 1999. 4 Miguel Benzo Mestre; “Sobre el sentido de la vida”, Artículo en el Diario El País, 6 de junio de 1976.

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El vitalismo parte de la idea de que el mundo viviente no puede explicarse mediantes

leyes físicas objetivas, y que deben existir leyes y principios específicos del mismo. Por su

parte, el animismo (Monod lo ubica en las filosofía de Spencer, Marx y Engels entre otros)

también explica la realidad inanimada mediante principios “mentales”, o sea, con leyes del

pensamiento, que sólo son válidas en el terreno del sistema nervioso central humano.

AZAR – HETEROGENEIDAD - SOLEDAD

Monod critica de la dialéctica marxista el hecho de que sólo es animista en la medida que

se propone encontrar en la materia los principios de la dialéctica, o sea, busca principios

fijados “a priori”. Por el contrario, la biología molecular basa sus propios procedimientos en los

de la física; de forma que se ha descubierto que las proteínas son la causa de la construcción

del organismo, y que el mismo es una máquina química que se construya por sí sola.

De todo ello se deduce, por lo tanto, que el azar es la ley fundamental que regula la

combinación de las proteínas y la manera en que éstas se estructuran. Si el azar es la

explicación de las alteraciones accidentales del código genético, la consecuencia es que el azar

es la única fuente de cualquier novedad biológica, de cualquier cambio del ADN y yendo un

poco más allá, es principio de cualquier “creación” en la biósfera.

Monod estaba convencido de que en el fondo, las doctrinas vitalistas y animistas

desarrolladas anteriormente responden a la ilusión por la cual la especie humana se esfuerza

en negar su propia contingencia, convenciéndose de que su aparición en el mundo responde a

un proyecto, a un plan previsto en la marcha del cosmos, y que no se debe a un simple azar.

Esta angustia hereditaria empuja al hombre a buscar explicaciones que aporten sentido a

su existencia en el mundo, de lo que se deriva el recurso a las explicaciones vitalistas y

animistas. Sin embargo, Monod cree que el hombre puede renunciar a esas ilusiones, ya que

se encuentra en condiciones de abrazar lo que él llama “ética del conocimiento”, una ética que

implica la renuncia a cualquier ideología.

OBJETIVIDAD DE LA NATURALEZA – SELECCIÓN NATURAL

Para entender de qué va la ética que propone Monod, es imprescindible desarrollar un

poco las teorías científicas en las que el científico encuentra sustento.

Antes de Monod, en la ciencia contemporánea ya se encontraba una concepción del azar

de radical importancia e influencia, mayormente en las teorías darwinistas. Allí donde la

ciencia tradicional veía en cada ser el resultado de un proyecto, las teorías de Darwin sólo

veían una posibilidad que se había impuesto entre tantas otras, que había logrado el éxito. En

línea con este punto de vista, Monod niega la existencia del designio divino en la naturaleza. El

viaje de Monod por la biología molecular desemboca en la teoría de la evolución.

Darwin propuso un mecanismo para explicar el origen de todas las especies de los seres

vivos: la evolución por medio de la selección natural, entendida como la supervivencia

selectiva de ciertos individuos con características beneficiosas en el medio en que habitan.

Este mecanismo se basa en la supervivencia de organismos de una especie que presentan

variaciones que permiten adaptarse mejor al medio, proporcionándoles a su vez una ventaja

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reproductiva. En este punto se puede apreciar que la clave se encuentra en el mecanismo de la

herencia. En la duplicación del ADN es inevitable que haya errores y mutaciones esporádicos,

que se traducirán en cambios en las estructuras de las proteínas, y finalmente en la forma en

que los organismos interactúan con el entorno. Las mutaciones pueden dar lugar tanto a

alteraciones fatales en el portador de la mutación como a ventajas evolutivas. Así, las

presiones del ambiente escogen de esta fuente de azar a los individuos mejor adaptados.

Darwin explica que hasta el más pequeño paso en la cadena evolutiva de los seres vivos

nace de algún cambio azaroso que triunfa en la especie. Consiste en alguna modificación

genética que resulta provechosa para el organismo, que permite que su existencia resulte más

fácil. Por lo que el individuo vive más años y tiene más descendientes que otro individuo

promedio de su misma especie. Aquellas mutaciones que sean provechosas para el organismo

provocarán formas vivientes nuevas, por el contrario, aquellas que le produzcan desventajas,

llevarán a esas formas vivientes a la desaparición. Primero la casualidad, luego el éxito o el

fracaso. En estas teorías, Monod encuentra el respaldo suficiente para afirmar que es

imposible hablar de un plan o proyecto en la naturaleza.

“Su filosofía podría resumirse en unas declaraciones efectuadas en 1971, donde dijo: <<Lo que he

intentado mostrar es que la actitud científica lleva consigo lo que yo llamo el postulado de la

objetividad, que es afirmar que no existe plan ni intención en el universo>>.”5

Frente a este panorama, la ciencia, por sus propias características intrínsecas, no puede

reconocer ningún proyecto subyacente ni permitir la aproximación a la naturaleza con visiones

preconcebidas que no sean, al menos en principio, demostrables. La búsqueda constante de

objetividad en la ciencia, esta forma de humildad ante los hechos del mundo, constituye la

incapacidad para servir de prueba a cualquier teoría que intente mostrarnos como parte de un

proyecto acabado del cual no podemos corrernos.

“Ésta es una capacidad liberadora de la aparentemente fría objetividad científica. Nótese que no

compete a la ciencia demostrar la no existencia de semejante proyecto: simplemente nos da una

forma de abordar el estudio del universo que nos rodea, en la que tales visiones intrínsecamente no

comprobables no son consideradas ni utilizadas.”6

ÉTICA RACIONAL – CONOCIMIENTO CIENTÍFICO OBJETIVO – RESPONSABILIDAD

“Jacques Monod aprendió de su padre las teorías darwinistas sobre la evolución del universo de los

seres vivientes. Su padre, Lucien Monod, era un buen acuarelista que transmitió a su hijo dos

valores dominantes en su obra, aunque parezcan contradictorios entre sí: una ordenada

metodología científica y un sentimiento artístico de la libertad. Las ideas que el padre de Jacques

Monod que inculcara a su hijo no eran otras sino las dominantes de la época positivista, en la que la

confianza en la ciencia llenaba de esperanza el futuro, “la ciencia lo podrá todo” era el inconsciente

slogan de la época.”7

5 Alfonso García Pérez, “Jacques Monod: una obra para una vida”; Artículo en el Diario El País, 6 de junio

de 1976. 6 Enrique Espinosa Arciniega y Martín Bonfil Olivera; Op. Cit.

7 Alfonso García Pérez, Op. Cit.

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Para Monod, la ética humana sólo puede determinarse a partir de la objetividad de la

naturaleza y los valores del conocimiento científico natural. En entusiasmo por la teoría y la

contemplación significa la clave de la ideología que él propone para orientar el futuro de la

historia humana, historia que se encuentra bajo el dominio del azar, historia, por lo tanto,

impredecible.

“Desde Descartes y Bacon –con otros matices podríamos rastrear esta actitud ya en Sócrates y los

atomistas- se ha formulado esta esperanza del conocimiento riguroso como clave liberadora. En la

Ilustración encontró su máxima expresión significativa. Desgraciadamente, un examen crítico del

desarrollo de la ciencia actual y su manipulación por los grandes poderes de nuestro mundo nos

muestra la inanidad de esta imagen excesivamente idealista que cree constituye la ciencia un

reducto de pureza sustraída a los conflictos humanos. Es, por el contrario, la ciencia real –no la

mera imagen que el científico subjetivamente se forja de ella- algo irremediablemente histórico,

inserto en la dinámica de la sociedad y las luchas de clases.”8

Una de las condiciones para que el hombre pueda vivir en comunidad manteniendo a sus

miembros unidos consiste en la imposición de leyes muy estrictas. Al mismo tiempo, para

justificar la obediencia a esas leyes, el hombre se vio en la necesidad de inventar mitos

filosóficos y religiosos. Pero la ciencia moderna, según Monod, ha demostrado que todos estos

mitos son incompatibles con el conocimiento objetivo, destruyendo así el fundamento

ontológico de todas las tablas de valores. Y el hombre no puede vivir sin valores, los necesita

para elegir entre un comportamiento y su opuesto; esta contradicción entre el conocimiento

objetivo y la necesidad de valores es la causa de la angustia del hombre contemporáneo.

Monod considera que allí se encuentra la explicación del rechazo de muchos hombres para con

la ciencia.

“Una filosofía teleológica o animista, que adjudique a priori a la naturaleza entera propiedades del

hombre o de su forma de pensar puede describirse de muchas maneras, pero no como científica.”9

El rigor científico que exige Monod alcanza a todas las proyecciones del animismo,

incluyendo al materialismo dialéctico y su constante pretensión de ser científico.

“Nietzsche decía que la más espinosa de las cuestiones sería la de averiguar si la ciencia es capaz de

señalar nuevos límites a la actividad del hombre, después de haber demostrado que puede

quitárselos y destruirlos. Monod también se plantea esta cuestión, y tratando de resolverla cae en

la trampa: habla primero de la necesidad de distinguir entre valores y conocimientos (…), pero

sucumbe después ante la necesidad de hallar una fuente de motivos y razones para la existencia

humana.”10

Propone una ética del conocimiento en la cual éste representa la única fuente de verdad

auténtica, lo que a su vez exige una revisión de los fundamentos de la ética. Si bien este

examen es válido, es también sumamente difícil de llevar a cabo, y el plantear al conocimiento

objetivo como “valor supremo” resulta ser una propuesta un tanto arbitraria. El conocimiento

científico mantiene el ideal de la objetividad y trata constantemente de demostrar hechos

8 Carlos Paris; Op. Cit.

9 Enrique Espinosa Arciniega, Martín Bonfil Olivera; Op. Cit.

10 Ibíd.

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María Flor Costa Marrapodi USAL – Filosofía

concretos, por lo que se ve obligado a poner en duda todas las certezas a priori. Esta actitud

crítica conlleva que todo aquello que es aceptado como parte de este conocimiento objetivo,

sea constantemente cambiante. Por lo tanto, no puede ser la fuente de razones para la

existencia, o por lo menos no de la misma forma que los fundamentos éticos que se encarga

de cuestionar; no puede por sí mismo darle un sentido a la vida, sino más bien funcionar como

herramienta.

La ética del conocimiento de Monod puede servir como guía para la conducta humana,

para hacer uso de los poderes que el conocimiento científico nos provee de forma consciente y

responsable. Pero de ninguna forma nos devuelve la tranquilidad que nos garantizaba la

predeterminación de nuestro destino, es una certeza que la ciencia se encarga de destruir; la

ciencia no se reconoce como fuente de verdad absoluta. Y esta incapacidad para garantizar la

objetividad de su conocimiento es una cuestión que actualmente reconocen todas las escuelas

de filosofía de la ciencia.

“Escribió en cierta ocasión que <<uno de los grandes problemas de la filosofía era la relación entre

el reino del conocimiento y el reino de los valores. El conocimiento es lo que es. Los valores son lo

que deberían ser>>.”11

El planteo de Monod invita a aprovechar lo que se aprende de la ciencia. Una “ética del

conocimiento” será una herramienta útil en esta búsqueda. Si bien no hay una finalidad, un

“para qué” en la naturaleza, nada impide que busquemos un “por qué” a través de medios

racionales. Para ello, cada hombre debe tomar las riendas de su vida, establecer un objetivo en

el tiempo que tiene en el mundo, fijarle un sentido a su existencia. El conocimiento científico,

sostendrá Monod, nos provee el mayor beneficio, acompañado del precio más alto: consiste

en que el hombre asuma la total responsabilidad de su propia vida.

AZAR – CONTINGENCIA – ARBITRARIEDAD

No hay motivos para creer que en la naturaleza se encuentre algo que torne necesaria la

presencia de vida, menos aún, la evolución de seres humanos pensantes. La vida en todas sus

manifestaciones, cumple con los principios de la naturaleza, pero de ningún modo es deducible

a partir de ellos. Es un fenómeno posible en la naturaleza, uno entre tantísimos otros

fenómenos posibles.

Se ha asentado una opinión sobre la forma racional de entender la vida que hace que

parezca que todo lo que nos rodea pierda su misteriosa belleza. Monod estaba convencido de

que la posibilidad de que la vida pueda surgir de los mecanismos evolutivos, sujetándose a las

leyes físicas y seleccionando azarosamente a los seres mejor adaptados a su medio, es más

sorprendente y maravilloso que el pensar en una creación milagrosa.

“Y especialmente sabiendo que una de sus expresiones posibles es la aparición de seres que son

conscientes de su propia existencia: tanto, que logran formular una teoría de la evolución.”12

11

Alfonso García Pérez, Op. Cit. 12

Enrique Espinosa Arciniega, Martín Bonfil Olivera; Op. Cit.

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No obstante, todo lo maravilloso de la visión evolutiva no evita que esta forma de ver el

mundo tenga implicaciones que puedan resultar desoladoras. Si la vida no tiene un propósito,

nada parece impedir que caigamos en un nihilismo en el que la existencia, nuestra existencia,

parezca no tener sentido.

“en palabras de Monod, “La antigua alianza está ya rota; el hombre sabe al fin que está solo en la

inmensidad del Universo de donde ha emergido por azar”. Quizá esto explica el rechazo, consciente

o no, que sigue habiendo hacia el abandono de los animismos y la adopción del conocimiento

científico y sus implicaciones: por qué a fines del siglo XX, cuando las sorprendentes capacidades de

la ciencia y la tecnología resultan ya indudables, no logremos asimilar la nueva visión del mundo

que habitamos.”13

ASOMBRO – MISTERIO – SENTIDO

“la ciencia parece como un pequeño islote rodeado de irracionalidad. Arbitraria es, según Monod, la

decisión de fijar lo que ha de entenderse por conocimiento científico; intrínsecamente imposible

conocer la velocidad y la posición de las partículas elementales; resultado de un azar infinitamente

improbable la aparición del primer código genético, es decir, el nacimiento de la vida, que tal vez

sólo haya ocurrido una vez en el universo; arbitrario el decidir que el proyecto fundamental de los

seres vivos es el de engendrar seres de su misma especie; debidos a un azar imprevisible los cambios

genéticos que posibilitan la evolución biológica… Así, la ciencia, que parecía destinada a eliminar el

misterio del mundo, lo restaura, situándolo en la base misma de la realidad y de su propio estatuto

epistemológico.”14

Nuestra relación con la ciencia no puede consistir en pedirle lo que no nos puede dar, un

fundamento que en última instancia dé sentido a nuestras vidas; el sentido es algo que sólo

nosotros podemos establecernos. Por otro lado, sí podemos pedirle a la ciencia que sea una

herramienta que sirva a nuestros esfuerzos por comprender la naturaleza y el funcionamiento

del entorno en que se desarrolla nuestra (y todo tipo de) vida. Por último, este

posicionamiento frente a la realidad, busca recuperar es impulso que desde la antigüedad

movió a los hombres a dedicarse a la ciencia: el asombro ante la naturaleza.

13

Ibíd. 14

Miguel Benzo Mestre. Op. Cit.

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CONCLUSIÓN

El objetivo principal del presente trabajo consistió en tomar la propuesta de Monod como

ejemplo para reflejar aquello que se encuentra desde siempre en la relación entre el hombre y

el cosmos, la búsqueda constante de una explicación al orden en que la humanidad se

encuentra involucrada y el lugar que, en caso de haberlo, le corresponde.

Por su parte, nuestro científico afirma la heterogeneidad radical del hombre, en estado de

total y desconcertante soledad frente al cosmos.

El azar y la necesidad, tema principal en el desarrollo de la obra de Monod, nace del

replanteo acerca del origen de la vida, su trabajo científico tiene alcance filosófico: las

investigaciones acerca de la herencia y la genética, sobre la evolución de los organismos a

partir de mutaciones azarosas en sus estructuras más elementales, pone en cuestión toda una

teoría de la causalidad, proyectiva y finalista.

Los organismos vivos nacen por mecanismos de puro azar, impidiendo así despegar a la

contingencia del origen de todos los cambios que se dan en la naturaleza, y desplazando

cualquier visión finalista y concepción del mundo en tanto proyecto. En este contexto, el

hombre se encuentra a sí mismo como un ser extraño al orden, arrojado en el mundo.

A lo largo del trabajo, se intentó reflejar cómo en la base de la propuesta de Monod (y de

toda teoría acerca del mundo) se encuentra la angustia que ha empujado desde siempre al

hombre a buscar explicaciones de su existencia. Monod confía en que ateniéndose a una “ética

del conocimiento” el hombre podrá dejar de lado cualquier ideología que pudiera surgir de las

explicaciones vitalistas y animistas. No obstante, tanto las posturas finalistas como la aparente

objetividad científica del evolucionismo se asientan en las diferentes visiones del mundo como

axiomas anteriores a la investigación: así como la interpretación del mundo en tanto proyecto

presupone una racionalidad que organiza y provee de sentido a la vida, la propuesta de Monod

asume que en el origen se encuentra el azar, y a partir de allí establece las bases para sostener

la evolución por selección natural.

Monod intenta con todos los medios de los que dispone, romper con las visiones

teleológicas del mundo, aprovechando lo que se aprende de la ciencia, para adoptar una

postura de humildad ante los hechos del mundo. De esta forma, busca acabar con los intentos

de mostrar a la humanidad como parte de un proyecto acabado del cual el hombre no puede

correrse.

Está convencido que el camino a seguir es el de la ética del conocimiento, asegurando que

los esfuerzos del hombre deben reorientarse: abandonar las preguntas que apunten a la

finalidad, al “para qué” en la naturaleza, y encausarlas a la búsqueda de un “por qué”,

obviamente a través de medios racionales.

Al fin y al cabo, los esfuerzos de Monod responden a aquello que tantos otros pensadores

y científicos –desde los griegos- han intentado arribar: los principios permanentes en la

búsqueda racional para encontrar la verdad (o algo similar) del cosmos.

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Monod lo hace desde la biología, y su postura frente a la realidad busca recuperar el

impulso que ya Aristóteles determinó como causante del interés del hombre pro la ciencia: el

asombro frente a la naturaleza.

“Hemos olvidado la importancia de contemplar con deleite el mundo que nos rodea, pensando que

la actividad científica se justifica sólo en la medida en que nos da beneficios materiales y nuevas

formas de utilizar a la naturaleza; creyendo que la única felicidad que nos puede proporcionar la

ciencia está en las comodidades provenientes de la tecnología. (…) Es en el goce de la nueva visión

de lo vivo, en la eterna sorpresa que es la naturaleza de la que formamos parte, en donde podemos

hallar quizá una parte del sentido de la existencia humana. Siempre podremos buscar nuestro lugar

en la naturaleza, si reconocemos que más que esperar encontrar algo escrito en ella que nos revele

nuestro papel, tenemos la entera responsabilidad de decidirlo.”15

15

Enrique Espinosa Arciniega, Martín Bonfil Olivera; Op. Cit.

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BIBLIOGRAFÍA

Alfonso García Pérez; “Jacques Monod: una obra para una vida”; Artículo en el Diario El

País, 6 de junio de 1976.

Carlos Paris; “Jacques Monod: su filosofía científica”; Artículo en el Diario El País, 6 de

junio de 1976.

Enrique Espinosa Arciniega y Martín Bonfil Olivera; “Hijos del azar: una reseña crítica de El

azar y la necesidad”; revista IPN, ciencia, arte: cultura, nueva época, año 5, núm. 26, vol. II,

págs.. 55-58, julio-agosto de 1999.

Miguel Benzo Mestre; “Sobre el sentido de la vida”, Artículo en el Diario El País, 6 de junio

de 1976.