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Nueva serie / Autobiografías de prestigiosos investigadores argentinos ASOCIACIÓN ARGENTINA PARA EL PROGRESO DE LAS CIENCIAS Ciencia e CI Investigación Ciencia e CI Investigación e TOMO 2 N°1 - 2014 Reseñas Reseñas ISSN 2314-3134

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Nueva serie / Autobiografías de prestigiosos investigadores argentinos

ASOCIACIÓN ARGENTINA PARA EL PROGRESO DE LAS CIENCIASASOCIACIÓN ARGENTINA PARA EL PROGRESO DE LAS CIENCIAS

Ciencia e CI Investigación

eCiencia e CI Investigación

e

TOMO 2 N°1 - 2014

Reseñas

Reseñas

ISSN 2314-3134

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SUMARIO

EDITORIAL

Editorial ........................................................................................................3

ARTÍCULOS

Semblanza de José Alberto Castro por Gerardo Castro ................................ 5“Según pasan los años” en la toxicología.José Alberto Castro ...................................................................................... 6

Semblanza de Antonio Krapovickas por Arturo J. Martínez.........................25¿Que pasó ahí? El caso del maní.Antonio Krapovickas ...................................................................................27

Semblanza de Carlos Lantos por Miguel Borruel .........................................35Una reseña distinta. ¿Vida o supervivencia?.Carlos Lantos ..............................................................................................37

Semblanza de Ángel Luis Plastino por Susana Hernández ...........................4754 Años como físico. Ángel Luis Plastino ......................................................................................49

Semblanza de Carlos M. Previtali por Norman A. García ............................6940 Años de fotoquímica en Río Cuarto. Carlos M. Previtali ......................................................................................71

Semblanza de Alberto C. Riccardi por Julián F. Petrulevičius .......................79Paleontología al servicio de la geología y de la sociedad.Alberto C. Riccardi .....................................................................................80

Semblanza de Edmundo A. Rúveda por Teodoro S. Kaufman ......................93Una aventura sexagenaria: desde la escuela de farmacia y bioquímica al Iquir. (1952-2014).Edmundo A. Rúveda ...................................................................................96

INSTRUCCIONES PARA AUTORES ...........................................................112

TOMO 2 Nº12014

EDITOR RESPONSABLEAsociación Argentina para el Progreso de las Ciencias (AAPC)

CUERPO EDITORIALJuan Carlos AlmagroAlberto Baldi Nidia BassoMiguel A. BlesaGerardo CastroEduardo CharreauAlicia Fernández CirelliLidia HerreraArturo MartínezRoberto MercaderAlejandro WolosiukJuan Xammar OroNorberto Zwirner

COMITÉ CIENTÍFICO ASESOR Sara Aldabe Bilmes (Fisicoquímica) María Cristina Añón (Alimentos) Miguel de Asúa (Historia y Filosofía de la Ciencia) Silvia Braslavsky (Fisicoquímica) Alberto Cassano (Tecnología) Francisco de la Cruz (Física)Susana Finquelievich (Sociología Urba-na) Víctor Ramos (Geología)Carlos Reboratti (Geografía y Hábitat) Edmundo Rúveda (Química Orgánica)Catalina Wainerman (Sociología y Edu-cación Superior)Roberto J.J. Williams (Materiales)

SECRETARÍA TÉCNICAM. Gimena Blesa

CIENCIA EINVESTIGACIÓNPrimera Revista Argentinade información científica.Fundada en Enero de 1945.Es el órgano oficial de difusión deLa Asociación Argentina para el Progreso de las Ciencias.A partir de 2012 se publica en dos series, Ciencia e Investigación y Ciencia e Investigación Reseñas

Av. Alvear 1711, 4º piso, (C1014AAE) Ciu-dad Autónoma de Buenos Aires, Argentina.Teléfono: (+54) (11) 4811-2998Registro Nacional de la Propiedad Intelec-tual Nº 82.657. ISSN 2314-3134.

Lo expresado por los autores o anunciantes, en los artículos o en los avisos publicados es de exclusiva responsabilidad de los mismos.

Ciencia e Investigación se publica on line en la página web de la Asociación Argentina para el Progreso de las

Ciencias (AAPC) www.aargentinapciencias.org

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Asociación Argentina para el Progreso de las Ciencias

Asociación Argentina para el Progreso de las Ciencias

COLEGIADO DIRECTIVO

PresidenteDr. Miguel Ángel Blesa

VicepresidenteDr. Eduardo H. Charreau

SecretariaDra. Alicia Sarce

TesoreroDr. Marcelo Vernengo

ProtesoreroDra. Lidia Herrera

Presidente AnteriorDra. Nidia Basso

Presidente HonorarioDr. Horacio H. Camacho

Miembros TitularesIng. Juan Carlos Almagro

Dr. Alberto BaldiDr. Máximo Barón

Dr. Gerardo D. CastroDra. Alicia Fernández Cirelli

Ing. Arturo J. MartínezDr. Alberto Pochettino

Dr. Carlos Alberto RinaldiDr. Alberto C. Taquini (h)

Dr. Juan R. de Xammar Oro

Miembros InstitucionalesSociedad Argentina de Cardiología

Sociedad Argentina de Farmacología ExperimentalSociedad Argentina de Hipertensión Arterial

Sociedad Argentina de Investigación BioquímicaSociedad Argentina de Investigación Clínica

Unión Matemática Argentina

Miembros FundadoresDr. Bernardo A. Houssay – Dr. Juan Bacigalupo – Ing. Enrique Butty

Dr. Horacio Damianovich – Dr. Venancio Deulofeu – Dr. Pedro I. ElizaldeIng. Lorenzo Parodi – Sr. Carlos A. Silva – Dr. Alfredo Sordelli – Dr. Juan C. Vignaux – Dr.

Adolfo T. Williams – Dr. Enrique V. Zappi

AAPCAvenida Alvear 1711 – 4º Piso

(C1014AAE) Ciudad Autónoma de Buenos Aires – Argentinawww.aargentinapciencias.org

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EDITORIAL

Las Reseñas de este primer número del segundo año de nuestra revista recorren el país: La Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Corrientes, La Plata, Río Cuarto, Rosario y Villa Martelli (Gran Buenos Aires). Barremos así un amplio espectro regional. Aunque sin presencia de las Ciencias Sociales, temáticamente el foco es también amplio: Botánica, Ciencias Biomédicas, Física, Geología y Química.

Las historias aquí presentadas son ilustrativas de las tareas de más de una generación de investigadores que ahora rondan desde los 70 hasta los 92 años y siguen activos en sus respectivas disciplinas. Constituye un interesante ejercicio comparar los contextos en los cuales se desarrollaba la actividad científica en, digamos, la primera y la segunda mitad del siglo XX y en la actualidad. Esa comparación ilustra que la evolución de la tecnología impactó fuertemente en el modo de hacer ciencia y también ilustra la importancia que tienen las políticas oficiales con respecto a la Ciencia y la Tecnología.

La Reseña de Ángel Plastino rompe el molde de las anteriores. Ángel ha optado por incluir una concienzuda discusión de sus andanzas con la entropía. Esta última sección de su Reseña será seguramente de mucho interés para los lectores más versados en temas de Física y Fisicoquímica. No descuida el autor sin embargo narrar su paso por otros temas de investigación, por los importantes cargos de gestión que ejerció y estos temas son de interés para una amplia audiencia.

Las enseñanzas que deja la lectura de estas reseñas son útiles para el futuro. Por ejemplo, queda claro que las aptitudes de los investigadores jóvenes actuales son muy distintas de las que se requerían hace 50 años; consecuentemente, la enseñanza universitaria debe ir cambiando y es probable que el ritmo de cambio de esta enseñanza no sea adecuado para acompañar los vertiginosos cambios del escenario de la investigación científica. Seguramente éste será uno de los temas a analizar en el Seminario Iberoamericano sobre Ciencia, Tecnología, Universidad y Sociedad que realizarán en forma conjunta el Observatorio Iberoamericano de la Ciencia, la Tecnología y la Sociedad de la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI) y el Consejo lnteruniversitario Nacional (CIN) en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (26, 27 y 28 de mayo) y que AAPC auspicia. Otro tema, que seguramente será tratado también en ese Seminario, tiene que ver con uno de los aspectos más característicos de la política oficial de estos tiempos: la creación de nuevas universidades nacionales y de qué manera éstas se insertan en el área de la investigación científica.

Dr. Miguel Ángel Blesa.Buenos Aires, 22 de abril de 2014.

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SEMBLANZA

Ver plasmado en un texto tan-tas historias y anécdotas de mi pa-dre, historias y anécdotas que por supuesto conocía pero que aho-ra se hacen públicas, me produjo una sensación extraña. Mucha de esta historia me tuvo como testigo o como partícipe, son tantos años juntos…Como él nos ha dicho al-guna vez en una sobremesa en casa a mamá y a mí, “somos socios en la vida” ¡Es que hemos compartido todo! La vida familiar y la profesio-nal, en las buenas y en las malas. Para colmo, al no haber formado yo una familia propia, hoy me he con-vertido un poco en padre de mis pa-dres, acompañándolos y cuidándo-los en la vejez y sus achaques. Y la vida continúa, ¡ya podrán calcular los años transcurridos!

Los tiempos más felices de mi actividad profesional han sido aque-llos cuando los tres trabajábamos en el CEITOX, no solamente por el placer de investigar junto con mis viejos, pensar experimentos, dis-cutir resultados (en el laboratorio y en casa) si no también por todas aquellas oportunidades compartidas conociendo lugares hermosos en los viajes por congresos.

En muchas de esas ocasiones me tocó ver algo muy particular y noto-rio para un hijo respecto de su padre; fue darme cuenta del respeto y con-

José Alberto Castropor Gerardo Castro

sideración que su persona tiene en otros pares que sólo lo conocían por su trayectoria científica a través de los papers o por su cruzada perma-nente por llevar los temas de nuestra especialidad, que preocupan a los países subdesarrollados, a los foros científicos del primer mundo.

Reconocimientos a nivel nacio-nal, como el premio de la Funda-ción Konex en 1993, el de CEDI-QUIFA en 1996 o internacionales como el Merit Award de la Unión Internacional de Toxicología (IU-TOX) en 2001 o las invitaciones para escribir reviews o capítulos en libros constituyen pruebas palpables de una valoración por su persona y trayectoria que, créanme, no fue conseguida precisamente mediante las relaciones públicas. Para alguien de carácter tan frontal y poco polite como el suyo, no es algo que se dé con fluidez.

El apoyo sostenido por casi trein-ta años del National Institutes of Health mediante subsidios para la línea principal de investigación de nuestro laboratorio (y madre en úl-tima instancia de todas las demás), “Mecanismo de la hepatotoxicidad del tetracloruro de carbono”, fue un reconocimiento a la originalidad de su investigación, en tiempos donde la comprensión de los mecanismos básicos de la toxicidad de las sus-tancias químicas estaba definiéndo-se en el mundo.

De una lectura rápida de esta reseña podrá interpretarse, sin mu-cho esfuerzo, que la suya no es una biografía estándar en el ámbito de la ciencia, que no es una persona de hacer concesiones por convenien-cia y que tiene una voluntad inque-brantable para conseguir aquello que sueña. Esto siempre le trajo mu-chos problemas con otros (historias que no merecen citarse aquí) pero también fue el factor aglutinante de muchas amistades sinceras que lo acompañaron en la vida.

Mi padre no se jubiló, simple-mente lo jubilaron con un trámite formal que ahora le da una libertad de horarios que casi no usa y con la cesión de las responsabilidades de conducción del laboratorio a mí. Por lo demás, sigue disfrutando de la investigación como el primer día. Supongo que así seguirán sus días hasta el último, no puedo imaginar-lo de otra manera.

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“SEGÚN PASAN LOS AÑOS” EN LA TOXICOLOGÍAPalabras clave: toxicología, farmacología, mecanismos de toxicidad. Key words: toxicology, pharmacology, mechanisms of toxicity.

Nací en Buenos Aires el 28 de agosto de 1933. Mis padres fueron dos inmigrantes gallegos que vinie-ron a Argentina en momentos muy difíciles en su país de origen. Mi padre vino solo, teniendo 11 años, a principios del siglo veinte. Tenía educación primaria, era muy lector y con un gusto especial por las his-torias de alquimistas, sus recetas y formulaciones. Mamá también vino sola a los 14 años. Era la hija mayor entre 10 hermanos. Su madre quedó viuda y, con reciente adquisición de tifus, creyó que debía asegurar el fu-turo de sus hijos y fue así que la en-viaron a mi madre sola a Argentina donde había parientes que habían tenido un próspero pasar y con un almacén donde podía trabajar (allí se conocieron con mi padre). No tenía educación primaria completa porque siempre había tenido la limi-tación de tener que ser la “segunda madre” de sus hermanitos. Tenía una adoración obsesiva por la música y por ver a sus hijos, mi hermana y yo, no solo músicos, sino que además “que ellos (nosotros) no fueran bu-rros como ella”. Por supuesto, am-

bos teníamos que estudiar música, mi hermana piano y yo flauta, en el Conservatorio Municipal. Esa activi-dad hizo de mi hermana una desta-cada pianista y, en mi caso, sólo un admirador de la música clásica pero que llegué a ser parte de la Sinfóni-ca Juvenil de Radio del Estado, que fue mi trabajo hasta que terminé mis estudios de la Licenciatura en Quí-mica.

Después de casarse y con gran-des sacrificios, mis padres llegaron a tener un almacén propio, próspe-ro, en Brasil y Tacuarí (Constitución) enfrente de la Iglesia de Santa Ca-talina. Allí hice un preescolar don-de concurrían también chicos del orfanato adjunto. El almacén tenía además un despacho de bebidas y comedor adjunto (mamá hacía la comida). Por la cercanía del puerto siempre venían a comer o a pasar un rato con amigos tanto marineros de barcos de países lejanos (muchos de ellos de España) y personajes varia-dos que tocaban la cítara o el violín o que tenían historias de sus países para contar. También pasaban por

allí empleados del Ferrocarril de la estación Constitución, que eran ir-landeses o ingleses y que me tenían afecto. Yo trataba de oír historias y disfrutarlas. Papá era, para los “mo-dos actuales”, demasiado creyente en la honestidad de la gente; fiaba a todos sus clientes con la famosa libreta que se pagaba a fin de mes, le salía de garante a cuanto vecino se involucraba en un crédito, etc. Vino luego de esa etapa próspera un período de inestabilidad políti-ca grave en Argentina y sus clien-tes estuvieron meses enteros (y los empleados públicos aún más) sin cobrar y no le pagaban. Pero él pa-gaba a sus proveedores y, por su ho-nestidad, lo hizo a rajatabla. Perdió todo: almacén, muebles, cosas de la casa; se fundió. Fuimos a parar a un conventillo. Papá consiguió un empleo en un almacén en una zona próspera y mi madre lavaba ropa para gente acomodada. No obstan-te éramos felices. Vivimos unos po-cos años en ese lugar (unos 2 ó 3 años, en Boedo). En esa etapa hice segundo y tercer grado de la prima-ria. Posteriormente tuvimos un cam-

José Alberto Castro1. Centro de Investigaciones Toxicológicas (CEITOX-UNIDEF). CITEDEF. J. B. de La Salle 4397, B1603ALO Villa Martelli, provincia de Buenos Aires, Argentina. E-mail: [email protected]. Instituto de Investigación e Ingeniería Am-biental. Universidad Nacional de General San Martín (UNSAM). Av. 25 de Mayo y Francia, B1650ANQ San Martín, provincia de Buenos Aires, Argentina.

[email protected]

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7“Según pasan los años” en la toxicología

bio que fue central en nuestra vida. A través de parientes, consiguieron que mi mamá pasara a ser portera de una casa de departamentos chica en Palermo, a dos cuadras de Plaza Italia y teníamos un pequeño depar-tamento adjunto a la terraza donde los inquilinos podían lavar y poner a secar su ropa. También tenía un só-tano amplio donde había un horno incinerador de residuos y otro a leña para calefacción y un depósito de leña. Como los inquilinos no guar-daban cosas en el sótano y usaban muy poco la terraza, esos dos sitios fueron centrales en mi vocación ex-perimental por la físico-química en-tre los once y los veinte años. En el sótano tenía un escritorio y una silla y escribía mientras atendía el incine-rador y la temperatura del calefactor o cortaba la leña que hiciera falta en invierno. En verano era muy fresco y solo necesitaba ir cuando quemaba residuos. En primavera y verano mi “laboratorio” estaba en la terraza.

El colegio primario fue muy bue-no para mí. Allí hice 4º, 5º y 6º gra-dos. Fue muy importante para mi futura vocación el maestro de sexto grado. Yo disfrutaba especialmente los días que por grandes lluvias o muchos chicos enfermos, el maes-tro no enseñaba temas didácticos de programa nuevos. En cambio, nos narraba vidas de personajes cen-trales de la ciencia, la medicina, el arte, etc., también hacía mostracio-nes de ejemplares que tenía en un roperito: de plantas, animales, quí-mica, etc. Otro chico y yo éramos monitores (una especie de ayudan-tes del maestro). Allí me enteré de los logros de Leonardo Da Vinci, de Pasteur y muchos otros más. Men-ciono estos dos casos porque deja-ron en mí “marcas” que aún conser-vo. Del primero, el hábito de anotar en cuadernos especiales cuanta idea loca se me ocurría; del segundo, mi admiración y el deseo de ser útil a la sociedad con sus hallazgos y el

amor a su país y a sus creencias. En esa etapa devoraba los libros de Ju-lio Verne y un libro sobre “Ciencias Físico-químicas y Naturales” que tenía mi padre y que describía ex-perimentos y los libros de alquimia de mi padre. Frecuentaba también con mis amigos la biblioteca popu-lar que estaba en Uriarte y Güemes. En verano los chicos nos quedába-mos hasta muy tarde en una esquina de Charcas y Thames discutiendo de política, de religión, de si el hombre podía ir a la luna, etc., etc. También teníamos equipos de fútbol, básquet (en River), béisbol (en Platense) o si no, íbamos al río o a la costanera. Antes de que estuviera tan pobla-do, en el barrio de Palermo éramos “dueños absolutos” del territorio entre Plaza Italia y el río. Allí jugá-bamos, pescábamos, nadábamos y hacíamos exploraciones.

Mi vida transcurrió en esta etapa teniendo muy buenos amigos. Con ellos, al crecer, compartimos jue-gos de ajedrez, billar, etc. El colegio secundario nos dividió un poco. Yo hice los primeros tres años en el Na-cional Manuel Belgrano. Este cole-gio estaba más cercano al Conserva-torio Municipal (Cangallo y Pasteur, en esa época) y concurría por la tarde. Por la mañana iba al conser-vatorio, cuatro veces por semana. En el colegio estaba en la “orquesta del colegio” y, debido a ello, parti-cipé en encuentros nacionales de intercambio que se organizaron en La Rioja y en Santa Fe donde con-currían alumnos de todo el país y se discutían formalmente entre ellos solamente temas de interés social y político y se intercambiaban música, baile folklórico, deporte, etc. Fue a mi gusto, algo extraordinario. Nun-ca había salido de Buenos Aires. El desconocimiento era tan grande que hasta llevé, por imposición dictato-rial de mi madre, piloto y paraguas a La Rioja; se empolvaron mucho. Me sentí mucho más argentino al volver.

Cuarto y quinto años del colegio secundario los hice en otro colegio, el Nicolás Avellaneda. La razón del cambio fue que se inauguró allí un sistema de “Bachillerato Especia-lizado” para los dos últimos años de colegio. Había tres opciones: Letras, Biológicas y Exactas. El re-querimiento exigido para ser acep-tado era tener más de siete puntos de promedio. Yo elegí Exactas. Allí éramos veintiséis alumnos. De ellos, 24 aspiraban a seguir en el futuro “Ingenierías” y dos (entre ellos yo), Química. Había en el grupo cinco alumnos que venían de ser abande-rados en sus respectivos colegios. El nivel era excelente. Teníamos to-das las mismas materias que en un bachillerato habitual, pero muchas más horas enfatizando las de Exac-tas (Matemáticas, Física y Química). También efectuábamos experimen-tos, mostraciones de laboratorio, muy atractivos.

El colegio tenía laboratorios de Física y de Química excelentes, que eran donaciones del Gobierno de Alemania. Yo estaba encantado. Era muy exigente por el rendimiento que se pedía. Si se lograba un pun-taje mayor que siete en promedio, se ingresaba directo a la Facultad. Mi madre estaba preocupada por-que nunca me había visto estudiar así (dos horas diarias) y temía que yo abandonara la música (no ocurrió). Aparte, absorbía todo lo que leía y me gustaba (si no era así, sufría). Además de las Exactas, recuerdo que sólo me gustaban especialmen-te Psicología y Lógica. Tuve el se-gundo promedio de la división en cuarto año y el primero en el quinto y superior a 9 en ambos. En sábados y domingos y en vacaciones la barra de la esquina y deportes con todo. Qué edad espectacular.

Llegó el momento ansiado de empezar la carrera deseada. Éra-mos en la Licenciatura 135 alum-

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CIENCIA E INVESTIGACIÓN - RESEÑAS - TOMO 2 Nº1 - 20148

nos. Solo dos materias de Química (General e Inorgánica) y Análisis Matemático. Trabajos prácticos muy largos, problemas, etc. Al finalizar marzo solo éramos 35 los regulares completos: aplazos, pero también huelgas, problemas políticos na-cionales y latinoamericanos, asam-bleas, operativos policiales, etc. Hi-cieron estragos. Un mundo nuevo que no había vivido en el Colegio Nacional. En la Facultad de Cien-cias Exactas se empezó a evaluar por encuestas la aparición de futuras especializaciones. Para mi caso esas encuestas fueron, al verlas con los años, graciosas. Cada cosa de la quí-mica nueva que veía me encantaba y ya no estaba seguro que la elegi-da anteriormente era la favorecida. En primer año pensé que la elegida sería química nuclear; luego disfru-té en especial cualitativa y orgánica, en los dos años siguientes.

En el ínterin me pasó algo es-pecial, había llegado el momento de hacer el Servicio Militar. Por mi modesto origen familiar, no tenía vínculo alguno para conseguir un destino conveniente como para no perder un año de estudios. Me ha-bía tocado Ejército por el número de mi Libreta de Enrolamiento. No sé si creer en los milagros pero sí pasó que un amigo mío sí tenía relaciones con gente de Ejército y me pidieron para revistar en el Hospital Militar Central, en Palermo. Estaba a esa al-tura de las cosas cursando el tercer año de la Licenciatura. Me tenía que presentar a las 6 de la mañana. De 6 a 7 formación, limpieza de los pa-tios internos, etc., etc. A las 7 al la-boratorio, mate y un pan y a revistar en la Sección “Bioquímica Clínica”. Al principio hacía solo preparación del material necesario e informes. Posteriormente, y a lo largo de los 14 meses que estuve bajo bandera, terminé ejecutando todas las deter-minaciones que allí se efectuaban. Eran muy variadas e incluían sólo

medidas menos rutinarias: sangre, plasma o suero, líquido cefalorra-quídeo, jugo gástrico, cálculos, etc. Podían ser reacciones dadas o algunas pocas enzimas de las que se medían en esa época o determi-naciones colorimétricas propias de los análisis clínicos de esos tiempos. Otro saldo útil fue enterarme de la enorme variedad de enfermedades o variables que terminaban siendo reveladas por esos análisis. Eso se me volvió crítico cuando llegaron las vacaciones y el jefe del servicio estuvo ausente. Quedé junto con una persona técnica con la respon-sabilidad no sólo en la ejecución de todos los numerosos pedidos, sino que tenía que “poner la cara” cuando algún médico venía a hacer alguna pregunta relacionada con los datos informados. Me ponía a leer desesperado acerca de las interpre-taciones de los datos y cuando ellos eran sugerentes de alguna patología relevante repetía las medidas. Tenía claro que iba a tener que “defender” mi resultado tanto frente a un médi-co que era además oficial militar y que mi condición de soldado y es-tudiante era demasiado obvia, (una pelada al ras, delantal con pechera y una cara de nene que hoy envidio). Sobreviví al desafío y ello tuvo una fuerte influencia en el futuro. Pude incluso, eligiendo turnos de trabajos prácticos más tardíos, no perder el año en la Facultad. Era el tercero. En las vacaciones incluso pude seguir jugando béisbol como catcher en un club de segunda división. Me lesio-naron fuertemente un tobillo cuan-do traté de evitar una “entrada” del equipo contrario y estuve internado un mes con el pie enyesado en el Hospital. No tuve más remedio que estudiar y preparé mi examen de Or-gánica con gran detalle. Sobreviví a la lectura de los varios tomos del li-bro de Zappi, que conseguí prestado y, posteriormente, a los detallados y muy exigentes exámenes.

Cuando volví a la “vida civil” podía tener un empleo. Era difícil conseguir uno en esa época si no se tenía el servicio militar cumplido. Además tenía que ser compatible con poder seguir estudiando. Me presenté al concurso para la recién creada Orquesta Sinfónica Juvenil de Radio del Estado y obtuve la va-cante de segunda flauta. Los ensayos eran todos los días hábiles de 18 a 20, los sábados la función era en la Radio del Estado, excepto un sábado al mes donde el ámbito era el Audi-torio de la Facultad de Derecho. Se-guí en esta actividad hasta recibirme en la Facultad. Si bien nunca consi-deré que la música sería mi futuro (a pesar de mi madre) creo que nos permitió un alivio económico y ex-perimentar un placer especial cuan-do las partituras eran de particular agrado mío (música rusa, Beethoven y sus sinfonías, etc.).

En 1953 la familia había podi-do conseguir, con apoyo del Banco Hipotecario, dejar el trabajo de por-tería y mudarse como propietaria a una pequeña casa en Villa Bosch.

Para esa etapa de mi vida, acom-pañando mi actividad en la música, también sucedió que debí optar por una “especialidad” dentro de las existentes en ese nuevo esquema de la Licenciatura. Elegí la Analítica y ella fue la que completé durante el cuarto y quinto año. Curiosamente tenía Análisis Biológico, ¡pero no te-nía Química Biológica!

¡Finalmente me recibí de Licen-ciado en Ciencias Químicas! Fue para mí y para mis padres una obse-sión completar esa carrera universi-taria. Es que cuando estaba por co-menzar mis estudios en la Facultad aún los parientes míos más queridos les decían a mis padres (y a mí tam-bién) frases que eran muy tristes y desmoralizantes: “¡Alberto (así me llamaban en casa) la Universidad no

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9“Según pasan los años” en la toxicología

es para los pobres (mi familia), dé-jalo que siga trabajando!” (cosa que también hice luego de completado el servicio militar). Recibirme fue para mí el placer de haber sobrevivi-do a esa penosa creencia de pobre.

A esa altura de las cosas también sucedió algo personal muy impor-tante y fundamental en mi vida. Ya hacia el final de la carrera había co-nocido a una compañerita de la Li-cenciatura, Carmen Rodríguez, que sería mi compañera (y aún lo es a nuestros 80 años, mi esposa y ma-dre de mis dos hijos). También había empezado a intentar tener un trabajo vinculado con la Química (y a dejar la música y el béisbol). Trabajamos, mi futura esposa y yo, en un labo-ratorio muy conocido que se dedi-caba a los análisis industriales, Hic-kethier y Bachmann, en la Sección Orgánica. Aprendimos muchísimo allí y estábamos ahorrando para ca-sarnos. Este trabajo en Hickethier y Bachmann fue muy formativo, tanto desde el punto de vista profesional como humano.

Dos años antes yo había dado examen para intentar ingresar en la entonces denominada CITEFA (hoy CITEDEF). Un amigo mío de la Fa-cultad trabajaba allí y me sugirió que me presentara. Según él, allí se hacían estudios (importantes para la época) iniciales de cohetería. En su momento me resultó muy interesan-te teniendo en cuenta mis gustos por la lectura de Verne y los viajes a la luna. Pero pasaron dos años entre el examen y el momento que llegó la vacante, cuando yo pensé que nun-ca ocurriría.

Graciosamente, me recibí en marzo de 1958 y me casé en abril de ese año, teniendo solamente los sueldos modestos del laboratorio donde Carmen y yo trabajábamos. Aún desde el sitio de nuestra “luna de miel” en Río Tercero, Córdoba,

compraba el diario buscando la apa-rición de un trabajo con mejor suel-do. Necesitaba ahora, una vivienda para la nueva familia. Al volver me encontré con una carta que anunció algo insólitamente importante. Me salió el nombramiento en CITEFA a partir del 1º de julio de 1958. Increí-blemente, los sueldos eran muy bue-nos para la época. Fui a parar a la División de Química y Metalurgia. En los primeros tiempos trabajaba en ropas y telas protectoras contra compuestos químicos tóxicos, de-tección de tóxicos y destrucción de algunos tóxicos (entre ellos algunos que eran casi indestructibles, pero que lográbamos destruir a tempe-ratura ambiente y de modo instan-táneo, como los famosos PCBs, el 2,4,5-T y el 2,4-D y otros varios pes-ticidas (Rúveda y cols., 1962). Ese trabajo fue hecho en combinación con el laboratorio de Hickethier y Bachmann. Yo tenía dos trabajos en esa época (CITEFA y ese otro labora-torio), llegaba a casa muy tarde, pero hacía falta el esfuerzo para comprar la vivienda. Ese trabajo con los PCBs y otro sobre valoración de los deter-gentes aniónicos los presentamos en el primer congreso científico al que concurrí en mi vida (de Santillán y Castro, 1961). Fue en Tucumán, en 1960. Al volver del mismo me es-peraba en la estación de trenes de Retiro mi esposa que me anunció que estaba embarazada de mi hijo, Gerardo Daniel. Ella también había ingresado recientemente a CITEFA y trabajábamos juntos otra vez.

Ocurrió algo inesperado por esos tiempos. El jefe del grupo al que pertenecíamos visitó una institución equivalente a CITEFA (a su área de química) en el Reino Unido y al volver dijo que era crítico desarro-llar la Enzimología, puesto que allí la mayor parte de las actividades te-nían que ver con esa disciplina y su interacción con tóxicos. Ninguno de los otros miembros del grupo quisie-

ron aceptar ese desafío y como yo era el más joven no pude eludir el problema. Pero yo no había hecho Química Biológica (no hacía falta en esa época para la especialidad Analítica), aunque sí, curiosamente, había rozado algo de enzimología clínica durante el servicio militar en el Hospital Militar (en esa época solo se hacía allí amilasa y fosfata-sas ácida y alcalina). Pero también debía resolver el problema de lograr una formación teórica en la enzi-mología. Fui a El Ateneo y encontré que acababa de salir un libro espec-tacular de Enzimología por parte de Dixon y Webb. Me habían dado un año de plazo para encarar el proble-ma teórico y práctico de concretar un pequeño laboratorio…

En lo teórico me autoimpuse leer hoja por hoja el libro, efectué to-das las demostraciones de cinética, efectos de pH, temperatura, etc., y con ese background hacía un semi-nario para todos los presentes del grupo cada viernes. Paralelamente, conseguí recuperar un espectrofotó-metro Beckman DU que era de CI-TEFA y estaba prestado en otro lado, un colorímetro Klett-Summerson y un baño termostático. Un tiempo largo después conseguí un grafoti-tulador Radiometer y una centrífuga refrigerada.

Decidimos que la mejor mane-ra de aprender era haciendo medi-das de cuanta enzima me pareciera factible. Apareció en esa época un nuevo Director en Química y Meta-lurgia que tenía un hermano médi-co, profesor adjunto en facultad de Medicina y me “instó” a trabajar con ese grupo médico. Medíamos una gran variedad de enzimas en sangre, líquido cefalorraquídeo y ocasional-mente en algún tejido. Era tan nove-doso todo esto para la época que en 1962, la Academia Nacional de Me-dicina distinguió este trabajo con un premio (Castro y Castro, 2011). Otro

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CIENCIA E INVESTIGACIÓN - RESEÑAS - TOMO 2 Nº1 - 201410

tanto sucedió posteriormente con la Sociedad de Pediatría (Castro y Cas-tro, 2011). El problema visto por mí era que yo quería que el laboratorio nuestro tuviera proyectos propios y también quería hacer una tesis. Cuando se fue el director que nos ligaba al grupo médico, creí que era oportuno organizar un bioterio y te-ner animales para experimentación. Tuvimos que aprender a criarlos, manejarlos, obtener muestras y a procesarlas, viviendo los problemas reales. No había cursos específicos. También por lectura y compra de enzimas puras a Sigma o Boering-her, empezamos a hacer estudios híbridos (parte en ratas y parte con muestras humanas de intoxicados, por ejemplo con talio) (Astolfi y col., 1966). También ello fue novedoso y reconocido por la Facultad de Me-dicina de la Universidad de Buenos Aires (Castro y Castro, 2011).

En esta etapa de mi vida ya había dejado el trabajo a la tarde-noche en el laboratorio Hickethier y Bach-mann. y obtuve, ganando un con-curso, una vacante de ayudante en la Cátedra de Toxicología y Química Legal de la FCEN-UBA. En el jurado estaban el Dr. Pedro Cattaneo, el Dr. Fernando Gaudy (titular de toxi) y el Dr. Adolfo Montes. Se había pre-sentado el que tenía el cargo en ese momento. Lo gracioso es que yo no conocía como era el sistema de con-cursos y había pensado que había una vacante nueva. El tema se cono-cía recién dos días antes y fue “Leyes de absorción de tóxicos gaseosos no reactivos”. Me fue muy bien y hasta el ordenanza (un gallego también) estaba de mi lado. La vacante era para dedicación parcial pero el ju-rado me preguntó si estaba dispues-to a hacer una dedicación semiex-clusiva. Era de 35 horas semanales y había que presentar una tarea de investigación también. Era mi sue-ño dorado… Fue así que presenté al Dr. Gaudy mi pequeño proyecto. El

Dr. Gaudy me había tomado tanto aprecio que me dejó estudiar lo que yo quería. Se trataba de un proble-ma que habían planteado Dixon y Webb en su capítulo del libro sobre inhibidores enzimáticos. Había que entender cómo los lacrimógenos tipo cloroacetofenona hacían llorar y por qué ese efecto era reversible a pesar de que ellos eran reactivos postulados como “reactivos sulfhi-drílicos” y siendo la enzima blanco supuestamente la colinesterasa cuya naturaleza sufhidrílica era dudosa. El proyecto generó un lío grande a nivel de las autoridades de la Facul-tad que lo vieron como algo malo. El Dr. Cattaneo me convocó personal-mente a su laboratorio para cono-cerme más “como persona”, porque se enojó tanto con las autoridades de la Facultad por el rechazo al pro-yecto mío que renunció a su cargo. Fue un lío terrible. Era un problema puramente enzimológico y toxicoló-gico, no político como se pretendía.

A partir de esa conversación con el Dr. Cattaneo surgió un aprecio mutuo muy grande, que duró has-ta su muerte para él y para siempre para mí. Fue así que comencé mis actividades de docencia e investiga-ción. Las docentes incluían un turno hasta los sábados. Las de investiga-ción eran hasta las 9 de la noche (la cátedra en Perú 222 no tenía faci-lidades para hacerlo, estaba en CI-TEFA desde las 7 hasta las 21 todos los otros días que investigaba, pero estaba feliz. Sin embargo hubo un problema inesperado. El Dr. Gaudy que era mi padrino de tesis, sólo por su deseo de ayudarme en lo formal, tuvo que concursar su cargo de pro-fesor titular y al hacerlo lo perdió frente al Dr. Omar Guagnini que era jefe del Laboratorio Pericial de la Policía Federal. Para él y buena parte de la gente de la Cátedra, la Toxicología era sólo algo analítico y con un objetivo mayor en lo pericial. Yo, que pensaba algo muy distinto y

más ligado con los mecanismos de la toxicidad, no la pasé muy bien.

Para colmo el Dr. Gaudy al perder el concurso se fue a vivir a EE.UU. donde estaba un hijo suyo y poco tiempo después falleció.

Ahora adulto y pensando en todo esto no entiendo como fue que no sólo no me achiqué sino que seguí con entusiasmo todas las tardes ese proyecto de tesis y cursos de cosas que yo creía útiles (cromatografía gaseosa, métodos manométricos en el laboratorio del Dr. A. Stoppani, técnicas de TLC, etc. y además bús-quedas bibliográficas exhaustivas en la AQA, donde yo era socio).

Una anécdota graciosa que me ocurrió en la biblioteca de AQA. Leyendo distintos libros de Enzimo-logía, vi en uno una foto de “un tal famoso” Dr. Luis F. Leloir, de la Re-pública Argentina, y yo pensé en ese momento ¿quién será que es tan im-portante? La foto mostraba una per-sona joven, con una peinada “Glos-tora” impecable. Yo no lo conocía, ni tenía idea donde trabajaba.

En ese momento hubo cambios políticos importantes en el país y en la FCEN. Se creó el Departamento de Química Biológica y ese famoso Dr. Leloir y el grupo de trabajo del Instituto Campomar se incorporaron a la FCEN. Él era el jefe del depar-tamento en el que estaban Toxicolo-gía, Química Biológica I, una nue-va Química Biológica II y Análisis Biológicos. Se convocó a la primera reunión de ese nuevo departamento que iba a tener lugar en los Labo-ratorios de Campomar, en Monroe y Obligado. Yo había sido elegido por el personal auxiliar de todas las cátedras como su representante en las reuniones de ese nuevo claustro. La planta baja era del IBYME, el la-boratorio del Dr. Leloir y su equipo estaban en el primer piso, y tras su

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11“Según pasan los años” en la toxicología

puerta había un largo corredor lle-no de equipos, congeladoras, cen-trífugas, etc. Al fondo, entrando a la derecha había un sitio grande donde estaba la biblioteca, allí se comía al mediodía y se hacían los semina-rios al mismo tiempo. Yo no cono-cía a nadie allí, tampoco al Dr. Le-loir que ya distaba bastante en edad del joven pintón de la foto del libro. Cuando fui a esa reunión, subí la es-calera caracol al primer piso, golpeé la puerta externa y me dijeron que pase. Había un señor mayor sentado en una silla de esterilla, que tenía un delantal gris y un pantalón estilo jog-ging. Le pregunté por el Dr. Leloir y le mencioné que venía para asistir a la reunión de claustro. Ni él me dijo que el tal Dr. Leloir era él, ni a mí se me ocurrió que alguien que se decía que era muy importante iba a estar con un delantal gris “no del todo nuevo” y en una silla que deseaba mucho que desear. Me dijo que la reunión iba a ser “en ese lugar que estaba al fondo del corredor” y allí me quedé esperando a los profeso-res. Llegaron los profesores titulares que eran parte del Departamento en ese momento (Dres. Carlos Cardini, Moisés Grinstein, O. Guagnini). En-tonces llamaron por el interno al Dr. Leloir y cuando llegó… era el mis-mo que con su aspecto de ordenan-za pobre me había recibido cuando golpeé la puerta principal. Notable-mente, esa silla peculiar mucho más tarde se hizo famosa cuando le die-ron el Premio Nobel.

Comenzó la reunión y el Dr. Car-dini planteó el problema de que en esa reunión de Departamento solo debía haber profesores titulares y que no correspondía que yo (un simple Jefe de TP) estuviera presen-te. Empezamos mal, pensé yo. Yo aclaré que había ido porque me ha-bían mencionado que en la nueva estructura de los Departamentos co-rrespondía que hubiera un represen-tante del Personal Docente Auxiliar

y que ellos me habían elegido para esa participación. Me preguntaron si yo tenía alguna nota en mano que así lo probara. Yo dije que no, porque ni siquiera se me había ocurrido que pudiera pasar algo así. Pasó que para calmar los ánimos de los titulares, el Dr. Leloir ofreció hablar al Decanato (en Perú 222) para preguntar sobre la cuestión. Le dijeron que sí corres-pondía y que yo había sido el ele-gido… qué manera fea de empezar. Para colmo el tema central que plan-teó el Dr. Cardini fue la reestructura-ción del Departamento y una de sus propuestas incluía suprimir Toxico-logía y Química Legal, pues según la veía él era una simple extensión de la Química Analítica que ya se conocía y que era, por lo tanto, in-necesaria. Madre mía, se armó una disputa seria conmigo. Recuerdo que fui al lugar de la Biblioteca que había allí mismo, tomé un ejem-plar último del Chemical Abstracts y señalé lo que en otras partes del mundo los resúmenes mostraban: las “otras cosas” que la toxicología mundial veía importantes aparte de las que yo personalmente creía im-portantes y que había “mamado” del capítulo de “inhibitors” del Dixon y Webb. Fue una manera terrible de empezar mi relación con el nuevo Departamento. Para colmo yo es-taba cercano a terminar de escribir mi tesis cuya evaluación ese mismo Departamento tendría en sus ma-nos, sabiendo que el padrino de la misma, el Dr. Gaudy, no estaba en el país y probablemente había falle-cido. Se venía la noche...

Los requerimientos para los pla-nes de ejecución de una tesis habían cambiado montones de veces, había que hacer cursos nuevos, etc., etc. Yo había hecho muchos simplemen-te por inquietud propia y deseo de aprender pero… no había hecho Química Biológica I (porque no era requerimiento en la especialidad Analítica). Decidí enfrentar el pro-

blema, porque no me quedaba otra. Como graduado que ya era (Licen-ciado) tenía en esa época el dere-cho a hacer una materia dada sin la obligatoriedad de la correlativa, pero tenía que tener la autorización del Profesor Titular de esa materia. Yo elegí hacer Química Biológica II (pero no tenía la I) y ella se hacía en Campomar y su titular era el mis-mísimo Dr. Cardini con quien había discutido. Evidentemente, “mi caso era raro” y atípico. Para colmo, el año anterior (cuando se hizo la cur-sada por primera vez) el Dr. Cardini había tenido una experiencia que había sido horrible. Esa Química Biológica II nueva había sido he-cha por docentes de la Biológica I que le generaron conflictos, porque “sus notas finales habían sido menos buenas que las de otros alumnos comunes”. Él creyó que yo podría pretender algún privilegio por ser docente y yo le garanticé que yo no pretendía ningún privilegio. Y así fue que me volqué a este curso “a muer-te”. Era anual. Una primera mitad con teóricas y TPs full time (conse-guí autorización en CITEFA) y otra mitad involucrado en alguno de los grupos de trabajo de Campomar. Me fue espectacular. Saqué el máximo de notas. En los TPs yo tenía una ex-periencia a veces mayor que la de los docentes auxiliares. Al fin y al cabo para esa época yo tenía hasta distinciones por aportes en Enzimo-logía Clínica. Tenía ahora el aprecio personal no sólo de los docentes sino también el afecto personal del Dr. Cardini y del Dr. Leloir. Disfruté de ello todo el resto de mi carrera. Presenté mi tesis atípica y el jurado lo constituyeron el Dr. Stoppani, el Dr. Enrico Cabib y el Dr. Guagnini.

El primer problema fue averiguar en detalle cómo había hecho cada experimento. Esa tarea le quedó al Dr. Cabib y era lógico que así fuera. Mi tesis tenía que ver con colineste-rasa y él hacía poco había estado en

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el laboratorio del Dr. I.B. Wilson (el que descubrió toda la estructura de su centro activo, la interacción con tóxicos fosforados y aún diseñó los tratamientos en base teórica).

El Dr. Stoppani también conocía a la colinesterasa muy bien, aunque la medía por métodos manométricos (yo había hecho su curso al respec-to) pero en mi caso yo empleaba un método mucho mejor, titrigrá-fico. El Dr. Guagnini no compartía conceptualmente mi enfoque de la toxicología. El análisis de mis expe-rimentos con el Dr. Cabib llevó una semana. Tuve que hacer dos semi-narios al medio día en Campomar para contar mis conclusiones teóri-cas. También invitaron a los mismos a los investigadores del Instituto de Neurobiología del segundo piso. Me banqué bien las preguntas. La tesis se aprobó, mis relaciones con Campomar eran excelentes y aho-ra el otro sueño a cumplir: la beca externa. Me interesaba, en especial, conocer “la otra cara de la luna”. Había hurgado sobre lo que “los tó-xicos le hacen a las enzimas”, pero ahora me parecía crítico aprender “lo que las enzimas le hacen a los tóxicos”. En realidad, ese enfoque había comenzado intensamente desde el lado de la farmacología y más bien con un interés como me-canismo de desintoxicación.

Esos estudios habían sido lidera-dos en ese entonces por el Dr. R.T. Williams en el Reino Unido y por el Dr. B.B. Brodie y el Dr. J.R. Gillette en EE.UU. La financiación debía sur-gir de CONICET o de la UBA. Ambos casos no fueron fáciles y estuvieron llenos de problemas propios de la época (que prefiero no comentar). Me enteré por parte del Dr. Cattaneo muchos años después, que fue críti-ca la opinión que hizo de mí el Dr. Cardini en una larga carta de reco-mendación. Tuve también el apoyo

incondicional del Dr. Cattaneo, que tenía claras mis dificultades. Yo ha-bía optado por el laboratorio del Dr. Brodie, por un trabajo de él que me había encantado y que tenía que ver con la filogenia y ontogenia del me-tabolismo de sustancias extrañas al organismo (para él, siempre pensan-do en fármacos).

La cuestión es que me salió la beca de CONICET y ahora debía ir al Laboratory of Chemical Pharma-cology (LCP) del National Heart and Lung Institute, dependiente del Na-tional Institutes of Health (NIH) en Bethesda, Maryland, EE.UU.

Ni yo ni mi esposa habíamos viajado al exterior jamás, ni siquiera viajado en avión (ni sabíamos como era el interior de un avión). Yo podía leer razonablemente bien inglés téc-nico, pero me costaba mucho enten-der a otros de habla inglesa. Viajá-bamos los cuatro (mi esposa, los dos chicos de 5 y 3 años y yo). Mi falta de “potrero” viajero era tan gran-de que me asusté cuando la azafa-ta hizo (mirándonos a nosotros) el show del uso del salvavidas y la máscara de oxígeno por si “llegaba a ser necesario”. Pero yo no enten-día porque nos lo decía (en inglés) a nosotros en especial y en cambio ¡el resto de la cabina apenas le pres-taba atención a la azafata y tomaba whisky! El viaje era a Miami con conexión desde allí a Washington, que salía cinco horas después. En Miami nos esperaba el Dr. Eduardo Charreau y su esposa (que ya eran expertos en viajes) y nos llevaron a pasear en ese espacio de espera. Él había viajado el día anterior e iba a Harvard con una beca del NIH. El Dr. Charreau había estado en mi la-boratorio durante el Servicio Militar en CITEFA y era un amigo personal. La visión de una ciudad tan lujosa como Miami, me impresionó mucho y me deprimió seriamente acerca de

la diferencia tremenda con el Bue-nos Aires que dejábamos atrás (para el 5 de noviembre de 1966).

Llegamos al aeropuerto de Bal-timore donde nos esperaba el Dr. J.R. Gillette, quien nos llevó a un hotel económico, donde veríamos luego como resolver el problema de la vivienda y “otro” que no se nos había ocurrido: tener un vehículo. Bethesda en esa época era tan auto-dependiente que las calles no tenían veredas, y peor, hacía falta alquilar un auto para poder salir a comprar uno o para elegir vivienda. Allí nos ayudó un tal Dr. G. Krishna muy amistoso y finalmente nos ubicamos en un lugar más económico y cerca-no (en Rockville), luego compramos a otro becario un auto usado que fue genialmente bueno.

También nos enteramos de algo insólito. Otro argentino, el Dr. Fran-cisco Stefano (discípulo de Houssay) también iba a ir al LCP, en el área dedicada a catecolaminas, hista-minas, etc. y trabajaría con el Dr. Brodie. Yo trabajaría con el Dr. Gi-llette en Drug Metabolism. Lo lindo fue que terminamos viviendo en el mismo complejo de departamentos en Rockville y que éramos vecinos. Ello fue además muy bueno para ambas familias. Ellos tenían una hija chiquita y su esposa se llevaba muy bien con la mía.

Finalmente fui al LCP que estaba en el edificio 10 del campus del NIH. El campus tenía en esa época “sólo 37 edificios”, muchos miles de em-pleados, infinitos sitios de estacio-namientos para autos, una hermosa cantidad de árboles enormes y para mi sorpresa (y agrado) una inmensa cantidad de simpáticas ardillas, que sin temer a los humanos, andaban por todos lados. El edificio 10 era un monstruo en su tamaño, de alrede-dor de 14 pisos y de por lo menos,

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13“Según pasan los años” en la toxicología

200 metros de lado. Los corredores parecían infinitamente largos. El la-boratorio donde fui a parar era el 8N-113. En otros pisos había partes con investigación clínica. El LCP cu-bría los pisos 8 y 9 y tenía otra parte separada en otro edificio. Había una cantidad infinita de equipos por los laboratorios y aún en los corredores. Yo no tenía idea en esa época sobre lo que era el NIH. Esa ignorancia te-nía su origen en haber actuado en Argentina en un lugar alejado por completo del medio académico mé-dico vinculado con la investigación. ¡Como imaginar que yo iría a parar a la institución más rica del país más rico del mundo! Los primeros meses me sentía perdido. Me costaba mu-cho entender el inglés norteamerica-no. Para colmo pronto empezamos a vivir el invierno severo con fuerte nevada (habíamos llegado el 5 de noviembre). Nosotros jamás había-mos visto siquiera la nieve en Argen-tina. Me llevaba media hora quitar la capa de nieve de arriba del auto y habilitarlo para salir. Había que ase-gurar que no se enfermaran los hijos y que tuvieran en que entretenerse. El período hasta marzo fue el más complicado profesionalmente en el laboratorio para mí. Posteriormente ya tenía una tarea que podía hacer correctamente, manejaba equipos que necesitaba sin problemas y es-tudiaba metabolismos de fármacos en distintas especies (rata, ratón, cobayo, mono, conejo). Yo ya medía distintos metabolismos y el citocro-mo P450. Terminé el primer trabajo que me había encomendado el Dr. Gillette (Castro y Gillette, 1967). Eso fue bueno porque él empezó a con-fiar en mis posibilidades (solo había publicado reviews durante dos años y repletos de unpublished observa-tions). Pero mi problema era que yo estaba deseoso de poder hacer algo en Toxicología y de ser posible, con tetracloruro de carbono ¡El Dr. Gi-llette me dio vía libre para hacerlo! Empezó a pasar que otros miembros

del LCP se llevaban bien conmigo y me apoyaron en los estudios. Prime-ro el Dr. H. Sasame, luego otros más. Para abril ya estaba totalmente acli-matado al LCP y produciendo con todo. Me ofrecieron financiación para ir al Congreso de FASEB en Chi-cago. Podía ir con el auto y fuimos los cuatro y disfrutamos no sólo el evento, sino la ciudad también. Allí nos encontramos 35 argentinos que habían ido al FASEB (entre ellos es-taba también el Dr. Charreau) y cada uno contaba sus experiencias.

El resto del año fue tremenda-mente productivo y razonablemente agradable. El problema era que las posibilidades de “hacer cosas” en un lugar así eran tantas que siem-pre pensaba que podía iniciar una nueva. Varios querían trabajar jun-to conmigo y nos llevábamos muy bien. Terminé en esa estadía cinco trabajos que fueron saliendo. Mi es-tadía que era por un año se exten-dió dos meses más con una beca del propio NIH. Mi problema era el futuro. Ahora tenía claro que podía hacer cosas pero también sabía que mi laboratorio en CITEFA no era el NIH. Esa producción fue record para ese período. El Dr. Gillette nos hizo una despedida linda en su casa y me dieron “la lapicera grabada del LCP” al año, cosa que según “los enten-didos” ocurría solo después de dos años de estadía. Pero nosotros extra-ñábamos mucho a la familia y era el momento de volver a casa. Basta de enviar sobres con diapositivas a la familia cada semana que ellos mira-ban juntos en un proyector.

Una cosa muy importante tam-bién ocurrió durante esos catorce meses en NIH-Rockville-Bethesda-Washington DC. Durante ese perío-do vino a Washington el Dr. Houssay por lo menos en tres oportunidades. Él era el vínculo con la Organiza-ción Panamericana de la Salud que tiene sede allí. Cada vez que iba

allí nos hablaba por teléfono a casa en algún momento ¡y entre las 6 y las 7 de la mañana! Fue de visita al LCP “a averiguar como andaban sus dos becarios de CONICET” (Stefano y yo) y el detalle de la opinión de quienes eran los que los dirigían. Gracias a Dios fue muy favorable la opinión que recogió de los dos.

¡De vuelta en Argentina! Por un lado la alegría enorme del reencuen-tro con la familia. Estaban todos es-perándonos en Ezeiza: mis padres, mi hermana y mi cuñado, los padres de mi esposa, mis tíos. Al volver me reencontré con el laboratorio y sus lejanas posibilidades con respecto a lo que había vivido en el NIH. Tam-poco tenía el auto, que lo había ven-dido para poder llevar unos dólares, por si tenía problemas inesperados. Dejé amigos en EE.UU., que aún hoy contacto.

¿Que podía hacer? Sabía que existían proyectos que financiaba el NIH en el exterior (por ejemplo, el Dr. Houssay los tuvo, el Dr. Leloir los tuvo, y algunos otros también). Llegué a la conclusión que no tenía alternativa que fuera peor que no tener dinero para trabajar. Logré la autorización del Presidente de CI-TEFA (el Almirante Fernando Milia) y presenté proyectos al NIH y tam-bién al CONICET ¡Salieron los dos! Allí empezó una etapa muy buena del laboratorio. Ahora era inacepta-ble para mí no hacer. Sabía que sí tenía un proyecto podría tener resul-tados de interés. El tema elegido era “Mecanismo de la hepatotoxicidad del tetracloruro de carbono”. Esta combinación era un sistema mo-delo de daño celular. Un tóxico de bajo peso molecular y que tiene un metabolismo aparentemente simple y el blanco de daño, el hígado, un órgano cuya bioquímica, función y estructura era la más conocida. Con-ceptualmente el proyecto podría ha-berse llamado “Mecanismo de daño

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celular por tóxicos”, pues intentaba lograr reglas generales de porqué los tóxicos son tóxicos. Hilando más fino, podía haberse llamado, tam-bién, (y en inglés) “Chemically-indu-ced free radical cell injury”

Curiosamente, con este proyec-to la idea era tratar de explicar paso a paso porque el CCl4 produce en 24 horas necrosis hepática en un 80-90% y como ese conocimiento podía ser usado para lograr mejores modos diagnósticos y tratamientos preventivos o terapéuticos. El ob-jetivo era luego ver si las reglas de la toxicidad aprendidas y los trata-mientos podían extrapolarse a 1) efectos del CCl4 en otros órganos, 2) otros tóxicos hepáticos, 3) otros tó-xicos actuando en otros órganos, 4) otros tóxicos actuando en otros seres vivos.

Al estudiar otros tóxicos hepá-ticos siempre disfruté en incluir al-gunos carcinógenos potentes (como las N-nitrosaminas), también usé el estudio de los fármacos antichagási-cos Nifurtimox y Benznidazol como “otros tóxicos” actuando sobre dis-tintos órganos (ya que era crítico ser entendido acerca de la utilidad de estos estudios). Cuando estudiamos “otros tóxicos” sobre otros seres vi-vos recurrimos al efecto del Benzni-dazol y otros compuestos actuando ahora sobre un ser unicelular rele-vante para ser entendido: el Trypa-nosoma cruzi (en colaboración con el Dr. Juan J. Cazzulo).

Este proyecto con apoyo del NIH tuvo un financiamiento ininterrum-pido durante el período 1969-1996. Incluso, tuvimos dos proyectos si-multáneamente durante seis años. Uno sobre mecanismos de toxici-

dad aguda y otro de carcinogénesis. También tuvimos apoyo del CONI-CET, de la SECyT y de CITEFA.

Una descripción resumida de nuestros estudios sobre el CCl4 y de su interés para imaginar expli-caciones, hipótesis e intentos de tratamientos eficaces, se ilustra en la Figura 1 para el caso de la ne-crosis hepática. Se establecieron los procesos de activación enzimática a metabolitos reactivos (radicales libres.CCl3) y como sus reacciones de interacción covalente o sus reac-ciones de abstracción de hidrógeno de blancos celulares hepáticos (pro-teínas, lípidos, ADN, hemo, etc.) es-taban involucrados en el inicio del proceso dañino.

Nos pareció importante luego tratar de entender que eventos crí-ticos eran lo que esos procesos ini-

Figura 1. Hipótesis de trabajo para explicar la necrosis hepática inducida por CCl4.

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15“Según pasan los años” en la toxicología

ciales disparaban vía interacciones covalentes o estrés oxidativo y que constituían los pasos siguientes que conducían a la muerte celular. Fue entonces que necesitamos seguir ese proceso a otros niveles (por ejemplo, estudiándolo detalladamente por microscopía electrónica e histológi-camente).

Como se postulaba en la época, los procesos blancos del daño de la siguiente etapa podrían ocurrir so-bre las bombas de calcio presentes en microsomas y mitocondrias y ello conduciría a una acumulación nefasta del calcio celular. Decidi-mos verificar si era factible emplear quelantes de calcio que tuvieran cierto grado de liposolubilidad como tratamiento contra la necro-sis. Varios quelantes específicos de calcio fueron efectivos (alizarina sulfato sódico, calción y Arsenazo III) (Castro y Castro, 1997a,b). Como muchas actividades mediadas por calcio requieren la participación de la hormona calmodulina, pensamos que esta última, quizás, también tuviera alguna participación en el proceso de daño celular y así pa-reció ser. Con conocidos fármacos, con capacidad anticalmodulínica, también pudo prevenirse en bue-na parte la acción necrogénica del CCl4. También eran efectivos ciertos bloqueantes de la acción del calcio (Castro y Castro, 1997a,b).

¿Qué proceso tan dañino inicia-ba esa participación calmodulina-calcio dependiente, que llevaba a la muerte celular? Todos éstos eran tratamientos que eran capaces de actuar aún 6 o diez horas después de administrado el CCl4 ¡Nunca has-ta esa época se había encontrado tratamiento alguno que fuera efec-tivo dado después del CCl4! Era ex-citante, la microscopía electrónica del hígado, a 6-10 horas después del CCl4 ya mostraba daños tremendos

en el retículo endoplásmico y en mitocondrias. Los tratamientos que manejábamos parecían actuar cerca del denominado “punto de no retor-no”. Pero esa situación es la más co-mún en las intoxicaciones humanas. Pudimos ver que esa acumulación de calcio-calmodulina dependiente estimulaba procesos degradativos de fosfolípidos y proteínas y potencial-mente, de ácidos nucleicos. Fue así que encontramos que inhibidores de proteasas y fosfolipasas también eran capaces de prevenir a 6 o 10 horas la necrosis hepática por CCl4 (Castro y Castro, 1997a,b). Hicimos extrapolaciones con potencialidad antidótica a otros tóxicos hepáticos como dimetilnitrosamina, tioaceta-mida, aflatoxina, bromobenceno, alcohol alílico, etc.

Como el CCl4 debe su toxicidad a que es capaz de generar radicales libres (.CCl3 y CCl3O2

.) y promover el proceso de estrés oxidativo (donde también se generan radicales libres, las ROS), también estudiamos la ca-pacidad de impedir la necrosis he-pática por CCl4 con varios compues-tos radioprotectores (ej. cistamina, cisteamina, cisteína, WR1605, AET, N- acetilcisteína, glutation) y todos ellos funcionaron muy bien.

También verificamos la suscepti-bilidad a la acción tóxica del CCl4 en otros órganos que tienen distin-tos contenidos de CYP2E1 y aún en especies que casi carecen de él (ej. la gallina) y por supuesto, la gallina es resistente a su efecto, a tal punto que en una época se usaba el CCl4 como vermicida en estas aves (Cas-tro y Castro, 1997a,b).

En definitiva, el estudio de la ac-ción necrogénica del CCl4 fue de-terminante para nuestra formación en toxicología y, a su vez, permitió tener apoyo internacional del NIH durante 27 años.

CARCINOGÉNESIS qUÍMICA AMBIENTAL

Pero había un problema para mí y que era mi viejo deseo de poder hacer alguna cosa útil vinculada con la carcinogénesis. El inicio de ese sentimiento fue el 7 de julio de 1947. Yo tenía 14 años y nun-ca había oído mucho de la palabra cáncer. Por primera vez, (y única, aunque parezca insólitamente raro) había visto llorar a mi mamá. Un lla-mado telefónico le hizo saber que la tía Rita estaba muy mal y que se iba a morir porque tenía cáncer. Había sido como una madre para ella y la que la había cuidado tanto cuando vino sola de España a los 14 años. Yo quedé impactado para siempre. Ahora, las cosas me parecían muy distintas. En mis viajes anuales al NIH pasaba largas horas en su bi-blioteca y en la cercana National Library of Medicine. Sacaba cente-nas (o más) de fotocopias sobre lo que necesitaba para mi proyecto y también sobre carcinogénesis quí-mica. Sabía que ahora había un alud de información epidemiológica que claramente indicaba la importancia de factores ambientales en la géne-sis de los cánceres humanos y que ubicarlos y estudiar las razones de su acción eran importantes para ra-cionalizar una prevención. También había podido seguir el desarrollo de los nuevos tratamientos que se es-taban desarrollando en los “clinical trials” en el NIH para leucemia (veía en el comedor a mamás con sus hi-jos peladitos y oía sus expectativas entusiastas desde mi mesa cercana. Muchos eran pacientes de distintos países y de habla hispana).

Traté de mejorar información en aspectos que ahora sabía que iba a necesitar si quería hacer algo útil. Fue así que gané una beca de la Unión Internacional contra el Cán-cer (UICC). En ese periodo estuve

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aprendiendo procedimientos de aislamiento y análisis de bases de ácidos nucleicos en la Internacio-nal Agency for Research on Cancer (IARC) en Lyon, Francia, bajo la di-rección del Dr. R. Montesano. Esa estadía me permitió también apren-der más sobre los avances que la epidemiología estaba apuntando a la génesis del cáncer humano.

A lo largo de esos años el labora-torio logró también que otros miem-bros del grupo se formaran en temas vinculados (la Dra. María I. Díaz Gómez en carcinogénesis química, la Dra. Élida C. de Ferreyra en histo-química, el Dr. Héctor M. Godoy en análisis de N-nitrosaminas, Carmen en metodologías de microscopía electrónica, María del Carmen Villa-rruel en análisis de carcinógenos en alimentos y Gerardo en técnicas de GC-MS para el análisis de bases de ADN). Todo ahora parecía factible de algo.

En los últimos seis años conta-mos con el apoyo del NIH para otro proyecto más, uno sobre el mecanis-mo de la carcinogenicidad del CCl4 (era el inicio más lógico). Este com-puesto era nuestro pet preferido. Es hepato-carcinogénico y, para col-mo, se lo había encontrado presente en aguas de consumo humano junto con su metabolito, el cloroformo.

Tuvimos resultados interesantes en este proyecto. Uno de ellos fue que observamos que la activación a radicales libres .CCl3 había sido tan relevante en el caso de la necrosis hepática a nivel del retículo endo-plásmico, también podía ocurrir en la membrana externa de prepara-dos de núcleos totalmente libres de contaminación por retículo endo-plásmico. La importancia reside en que los .CCl3 son tan reactivos que no tienen capacidad de migrar des-de el retículo endoplásmico distan-te (molecularmente) al núcleo. Allí

pudimos verificar no solamente la unión al ADN, sino también a lípi-dos de su membrana y quizás más importante, a las distintas fracciones de las proteínas nucleares (Castro y cols., 1989). También estudiamos la naturaleza química de las interac-ciones de los •CCl3 sobre las bases del ADN, algunos aminoácidos y lípidos (revisión en Castro y Castro, 1997b).

Paralelamente desarrollamos una actividad intensa en el campo de la carcinógénesis por N-nitrosaminas. En contraste con el caso del CCl4, las nitrosaminas (ej.: dimetil; dietil; otras) son carcinógenos potentes y ubicuos en el medio ambiente (ali-mentos; bebidas alcohólicas; humo de cigarrillo, etc.) ¡En algunos casos pueden producir cáncer después de exponer los animales a una sola do-sis! La dimetilnitrosamina era parti-cularmente atractiva para estudiar. Se activa de un modo parecido al CCl4 (vía el CYP2E1). Sus efectos dañinos son mediados por la pro-ducción de un metabolito reactivo, el ión carbonio +CH3. Este reacciona con el ADN y las proteínas.

En esa época se consideraba que no había ninguna especie que fuera resistente a la acción tóxica de la di-metilnitrosamina. Nosotros demos-tramos que no era así para el caso de la gallina (como pasaba con el CCl4) y aún con otra ave; la paloma. Estas aves tienen una baja capacidad metabolizadora de Fase I (Godoy y cols., 1982).

En los estudios sobre el metabo-lismo pudimos verificar que la die-tilnitrosamina (mucho más potente carcinógeno que la dimetilada) no parecía activarse igual que la dime-tilnitrosamina. También verificamos la existencia de un camino metabó-lico reductivo para la dimetilnitro-samina, que conducía a la hidraci-na correspondiente (Godoy y cols.,

1983). Ello parecía muy relevante porque se le atribuía en algunos es-tudios un rol en el cáncer de colon y a su vez se sabía que varias hidraci-nas producían cáncer de colon. Por ello nos interesó el modelo experi-mental de los visones, los cuales a pesar de ser carnívoros no habían evidenciado cáncer de colon pero sí de hígado al exponerse a nitrosami-nas en su alimento a base de pesca-do (Martino y cols., 1988).

Hicimos estudios en otros órga-nos de la rata que fueron de interés, por ejemplo en el ovario, donde verificamos interacciones con su ADN y proteínas, derivadas de un metabolismo activamente in situ. Ello pareció de alto interés debido a la presencia relevante de dimetilni-trosamina en el humo del tabaco y debido al riesgo que ello implicaba para descendencia que podía invo-lucrar esas interacciones (Díaz Gó-mez y cols., 1988).

La exposición de la mujer que está amamantando a nitrosaminas fuertemente carcinogénicas pre-sentes en el humo del tabaco (por ejemplo, dimetilnitrosamina; nitro-sopirrolidina y nitrosonornicotina también puede iniciar el proceso de mutagénesis y carcinogénesis en la cría que amamanta como evidenció la formación de sus metabolitos re-activos con las bases de ADN (Díaz Gómez y cols., 1986).

CHAGAS: UNA APLICACIÓN DEL CONOCIMIENTO DE LOS ME-CANISMOS DE TOXICIDAD

Un hecho que no tenía previsto ocurrió en cierto punto de la vida del laboratorio, que nos llevó a in-cluir otras actividades experimen-tales que probaron ser duraderas y exitosas. Se suponía que una de mis obligaciones principales en CITEFA era el desarrollo de la Toxicología en el país; para colmo yo la considera-

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ba ligada con una multitud de profe-siones y especialidades.

Vecino a nuestro laboratorio ha-bía otro que era de síntesis orgáni-ca y que tenía buena capacidad en síntesis de componentes variados (incluyendo organofosforados). Tra-té de interesarlos en que en vez de guardar el frasquito de lo que sin-tetizaban y publicaran el paper res-pectivo también intentaran ver si era efectivo frente a una plaga relevante para el país, por ejemplo la vinchu-ca. Tomaron con entusiasmo e inte-rés esa propuesta, e incorporaron a una bióloga en sus estudios.

Comenzaron a ensayar primero los compuestos que en esa época se empleaban para el control del Triatoma infestans en el país – ej., malation – Era el inicio de una “Entomotoxicología” (yo mientras tanto estaba inmerso en el CCl4, las nitrosaminas y esas yerbas). Ellos observaron que las vinchucas apa-rentaban tolerar cuanto insecticida probaran. Parecía que la vinchuca no absorbía los compuestos que en-sayaban. Y este era un insecto que se alimentaba de sangre. Me conta-ron el problema y recuerdo que les pregunté “¿este bicho respira?” “Sí, tiene espiráculos para ello” me res-pondieron. Les dije que creía que las podría reventar y quizás a sus huevos también. Sucede que yo em-pleaba bromuro de metilo para este-rilizar la viruta de las camas de las ratas en esa época. Lo probamos y aún muy diluido mató las vinchucas y a sus huevos rápidamente. El an-hídrido sulfuroso también lo hacía pero era menos potente. El entusias-mo llegó a que estudiáramos juntos el mecanismo de la alquilación que ocurría en sus componentes tisula-res (Castro y cols., 1976).

El entusiasmo hizo incluso que probáramos lo que sabía que se hacía en EE.UU. para el control de

termitas en las casas; “encarpar” un rancho y gasearlo. No se tocaba nada de lo que había adentro (ello sí era un problema serio con el mala-tion). Fuimos todos a Catamarca y se hizo un estudio comparado de am-bos procesos (el de malation y el de bromuro de metilo).

Viene a propósito contar lo que fue esta experiencia para mí y como cambió en buena parte a mi labora-torio (no al otro). Nunca había visto un rancho y menos uno lleno de vin-chucas y un montón de otros insec-tos. Como en el procedimiento que empleaba malation insuflado a alta presión debían sacar todas las cosas que había adentro del rancho; pude ver dos cosas terribles: una miríada de vinchucas salió corriendo fuera del catre, colchones, cuadritos, etc., etc. Pero lo peor para mí fue que pude entender que un problema gra-ve era la educación que necesitaba esa gente del rancho. Me pregunta-ban a mí “¿cuál es la chinche mala?” de todos esos insectos que salían del rancho corriendo. Discutía la mujer con su esposo acerca de cuál era cuál. Volví al laboratorio muy pre-ocupado. El grupo de jóvenes que trataba el tema Entomotoxicología estaba entusiasmado y hoy son un grupo importante especializado al respecto y también sobre otras pla-gas.

Pero en mi caso sucedió algo medio inesperado; yo había vuelto a mis locuras del CCl4, las nitrosami-nas y a mis deseos de encontrar me-canismos básicos de “porqué las co-sas son tóxicas” (los insectos habían sido útiles como modelo también). Resulta que mi amigo el Dr. Stefano (a cargo en esa época del Instituto de Investigaciones Farmacológicas de CONICET) me contactó para que yo tratara de completar la formación de una becaria de su instituto en metodologías de biotransformación de fármacos porque ella intentaría

luego completar su formación en EE.UU.

También había llegado al labo-ratorio recientemente la Dra. Edith G. Díaz, y habiendo tomado con-ciencia de lo grave que era el pro-blema del Mal de Chagas, creí que lo mejor era aprovechar esta situa-ción y estudiar algo que hiciera falta y que fuera complementario de lo que separadamente hacía el grupo de Entomotoxicología de CITEFA: estudiar los fármacos existentes que se empleaban para tratar la enferme-dad. Hacía relativamente poco se habían introducido dos, el Nifurti-mox (un nitrofurano) y el Benznida-zol (un nitroimidazol). En el caso de Nifurtimox había una publicación exhaustiva sobre los ensayos que efectuó Bayer al comercializar el producto en la década del sesenta. En el caso de Benznidazol (Hoffman La Roche) sólo pude encontrar un trabajo acerca de su efectividad so-bre el Trypanosoma cruzi.

Mi reflexión fue que en ambos casos era importante ya fuera com-pletar lo que era conveniente ac-tualizar de los ensayos realizados (caso del Nifurtimox) y en el caso del Benzidazol prácticamente era generar una enorme cantidad de información necesaria y que por alguna razón no estaba disponible. Pensaba que por sus estructuras quí-micas eran de esperar riesgos que no se habían establecido aún, por ser compuestos nitroderivados. Co-menzamos estudiando el proceso de metabolización reductiva de ambos compuestos en materia fecal de rata y humana. La nitroreducción fue muy intensa para ambos compues-tos y estaba mediada por las bacte-rias presentes en ellas (revisión en Castro y cols., 2006).

Una preocupación importan-te fue darse cuenta que hacía falta conocer mucho más sobre el meta-

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bolismo nitroreductivo gravitante de ambos fármacos para poder inter-polar los datos experimentales que había para el caso del Nifurtimox y para encarar lo necesario a efectuar para el caso del Benznidazol. Fue así que encaramos ese problema durante años. Se estudió ese meta-bolismo en distintas especies que se habían empleado o que se debieran emplear en distintos órganos y se empezaron a lograr resultados in-teresantes y más aún aplicaciones potenciales útiles en los tratamien-tos. Por ejemplo, se verificó que no debían usarse estos compuestos durante el embarazo puesto que los metabolitos reactivos del Benzni-dazol reaccionaban químicamente tanto con los componentes prácti-cos de la madre como con los del feto (de Toranzo y cols., 1984). En esa época había quienes creían que podía ser útil tratar a la mujer em-barazada para evitar la infección del recién nacido. Estudios posteriores

nuestros evidenciaron que era reco-mendable hacer los tratamientos en el recién nacido y antes de que las enzimas bioactivantes del Benzni-dazol o el Nifurtimox a metabolitos tóxicos adquieran mayor actividad. Ello es lo que hoy se hace en la clíni-ca y de hecho la toxicidad de ambos compuestos en los primeros tiempos de vida no es un problema (Aguilar y cols., 1987a, 1990; Bulffer y cols., 2011a).

Los estudios en distintas especies también fueron útiles porque evi-denciaron que la especie más ade-cuada para evaluar la carcinogenici-dad potencial de estos compuestos debería haber sido el ratón y no la rata (Aguilar y cols., 1987b). Ello se vio como más relevante cuando en nuestros estudios se pudo verificar que los metabolitos reactivos del Benznidazol reaccionaban covalen-temente con el ADN y las proteínas nucleares y que ambos compuestos

tenían propiedades mutagénicas (Gorla y Castro, 1985; Gorla y cols., 1986). También pudo verificarse que estos fármacos pueden pasar vía le-che materna al lactante y modificar la respuesta del mismo a los efectos de otros compuestos cuyo metabo-lismo sea inducido por inductores del tipo del fenobarbital (Aguilar y cols., 1990).

En los estudios efectuados a lo largo de años acerca de los efectos de ambos compuestos sobre distin-tos órganos pusimos especial énfasis en aquellos vinculados con repro-ducción (testículos, ovarios), fun-ción endocrina (adrenales), tejido mamario y más recientemente sobre páncreas, colon, esófago y corazón (Castro y cols., 2006; Montalto de Mecca, 2008).

Toda esta información que ge-neramos adquirió particular rele-vancia a partir del hecho de que

Figura 2. Mecanismos de nitrorreducción de los fármacos Nifurtimox y Benznidazol.

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ambos compuestos se empezaron a usar también en etapas crónicas de la enfermedad, en las cuales estos órganos ya tienen alteraciones pro-pias de la enfermedad y que por lo tanto efectos adicionales tóxicos de-rivados de los tratamientos podrían agravar más la situación. De particu-lar y obvia utilidad resultaron nues-tros resultados sobre riesgo cardíaco de tratamiento de Nifurtimox en esa etapa. El Benznidazol no tuvo ese efecto adverso (Montalto de Mecca y cols., 2008).

Completamos más recientemen-te nuestros aportes tratando de desa-rrollar metodologías para medir en sangre ambos compuestos en labo-ratorios que no disponen de equi-pamiento más sofisticado (Bulffer y cols., 2011b). Los estudios más teó-ricos sobre el metabolismo efectua-dos nos permitieron postular que la toxicidad procedía según se ilustra en la Figura 2 y que fue discutida en distintas revisiones de literatura que efectuamos (Castro y cols., 2006).

Un desafío recientemente he-cho con el afán de ser útil en este tema se vinculó con el problema de las transfusiones de sangre en áreas donde esta enfermedad es endémi-ca y en situaciones de emergencia en las cuales debe procederse con urgencia y cuando no hay posibi-lidad de verificar si la sangre esté infectada o no hay disponibilidad suficiente de dadores. En esos casos se recomienda el empleo del Violeta de Genciana para efectuar la qui-mioprofilaxis efectiva. Este aditivo siempre fue visto como un riesgo de carcinogenicidad y mutagenicidad para el recipiente de la transfusión debido a que distintos ensayos de mutagenicidad en sistemas bacte-rianos mostraron que en efecto este aditivo es mutagénico para leucoci-tos de la sangre que aporta el dador y además para los del que la recibe (Díaz Gómez y Castro, 2013). Pero

teniendo en cuenta que este com-puesto probó ser muy útil en situa-ciones reales de necesidad, intenta-mos bloquear ese efecto mutagénico para el recipiente de la transfusión y esto se logró administrándole al que recibe la sangre compuestos como la N-acetil cisteína o el ácido lipoico (esto no tendría problemas, teniendo en cuenta que la sangre ya ha sido librada del Trypanosoma cruzi con el violeta de Genciana previamente) (Díaz Gómez y Castro, 2013).

También hicimos algunos estu-dios para el desarrollo de nuevos fár-macos contra el Trypanosoma cruzi mismo. El problema era que en el CEITOX no teníamos cultivos de T. cruzi. Pudimos no obstante probar algunas ideas asociándonos con el laboratorio del Dr. Juan J. Cazzulo y con otros. Un punto importante fue que se pudo establecer que la acción tripanomicida del Benznidazol se debería a que el Trypanosoma cruzi lo metaboliza a metabolitos reacti-vos que se unen al ADN, proteínas y lípidos del parásito (de Toranzo y cols., 1988). Pudimos demostrar que en concentraciones micromo-lares varios inhibidores generales del citocromo P450 eran poderosos tripanomicidas y que interferían con la síntesis de membrana del parási-to y con su actividad mitocondrial (Franke de Cazzulo y cols., 1998). También fueron poderosos tripano-micidas varias anticalmodulinas. En el caso de estos fármacos las expec-tativas de potencial uso clínico que-daron truncas debido a que los efec-tos sobre el T. cruzi ocurrían a muy baja concentración pero también los vinculados con su toxicidad.

EL ALCOHOL: UN NUEVO “PET” EN EL LABORATORIO

A pesar de que una fracción im-portante del tiempo disponible en el laboratorio estaba dedicada a otros proyectos nunca dejamos de

apuntar al área de la carcinogénesis química. Frecuentemente los toxi-cólogos que estudiaban el tema de la hepatotoxicidad del CCl4 mante-nían un seguimiento bibliográfico (o experimental a veces) con el tema del efecto del consumo de alcohol sobre el hígado. Yo no fui la excep-ción y aún durante mi estadía en el NIH hice algún estudio que vincula-ba ambos temas. Posteriormente lo seguí leyendo por razones docentes.

Hay razones adicionales que in-fluyeron en mi interés por el tema de la toxicología del alcohol. Entre aquella época de mi beca en NIH en los sesenta y la actualidad, el con-sumo de alcohol en la Argentina (y en gran parte del mundo) aumentó gravemente. También ello ocurrió en la mujer y dejó hace rato de ser solo problema en los hombres. Además, el hábito de fumar y el consumo de alcohol están entre las causas cono-cidas más frecuentes de enfermedad y mortalidad. Hay sin embargo as-pectos de la gravedad del consumo de alcohol que a mí entender no han tenido atención adecuada por su relevancia: 1) su participación de la promoción de cáncer en distintos órganos; 2) el daño reproductivo que produce en ambos sexos. La pobla-ción en cambio percibe claramente los efectos sobre el sistema nervio-so central y sus consecuencias en la vida diaria (Maciel y cols., 2013; Quintans y cols., 2013).

Para colmo, creo mucho más di-fícil lograr cambios culturales sobre el abuso del alcohol, como lo que hace poco comenzó a ocurrir con el hábito de fumar. Esto vuelve a la educación algo más crítico para la prevención. También requiere tener que convencer a los usuarios con argumentos que documenten los da-ños de un modo más convincente y esto solo se logra con estudios sobre los mecanismos de acción tóxica. Eso es de interés de un laboratorio

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de investigación. Este tipo de enfo-que también dio frutos positivos en el caso del hábito de fumar.

Además del hábito de fumar y de la alimentación, el consumo de al-cohol es uno de los tres factores de riesgo más importante para los cán-ceres humanos. Las localizaciones asociadas con este riesgo incluyen el tracto aerodigestivo superior, el hígado, la mama, el colon y recto y, con algún grado de incertidum-bre, estómago, próstata y pulmón (Maciel y cols., 2013). En el CEITOX analizamos el mecanismo por el cual el consumo de alcohol promue-ve la inducción de cáncer en las tres etapas del proceso: iniciación, pro-moción y progresión. Se hace énfa-sis especialmente en la necesidad de una biotransformación del etanol al mutágeno y carcinógeno acetaldehí-do y de la estimulación de un proce-so de generación de radicales libres del propio alcohol (1-hidroxietilo, acetilo) y de especies reactivas de oxígeno (Castro y Castro, 2002). En estudios recientes encontramos nuevas vías metabólicas para la ge-neración de metabolitos reactivos del etanol, en la fracción nuclear de hígado y en órganos relevantes a la carcinogénesis como mama y prós-tata (Castro y Castro, 2005, 2014). Señalamos posibilidades preventivas a través de la dieta que surgen más allá de evitar el consumo de bebidas alcohólicas (Castro y Castro, 2013, 2014; Castro y cols., 2014).

Visualizamos además el efecto estimulador del consumo de alco-hol sobre la activación de otros car-cinógenos ambientales (de Mecca y cols., 2013; Díaz Gómez y cols., 2002, 2006), su capacidad para in-hibir procesos de reparación de da-ños en el ADN, sobre el sistema in-mune y en la progresión del proceso carcinogénico.

Estamos explorando también en que medida este tipo de biotrans-formaciones podría ser relevante para explicar daños reproductivos en testículos, en útero y en ovarios (revisiones en Castro y cols., 2014; Maciel y cols., 2013; Quintans y cols., 2013) que se observaron en la epidemiología humana. Estas in-vestigaciones han recibido subsidios de CONICET, de ANPCyT y de UN-SAM.

La asociación entre el consumo de alcohol con el hábito de fumar y la alimentación rica en grasa y proteína animales es particularmen-te perjudicial al respecto. La inves-tigación experimental debe tener como objetivo analizar las razones mecanísticas por las cuales estas po-tenciaciones podrían ocurrir y como es factible disminuir los riesgos por educación y prevención.

UNA MISIÓN: CONTRIBUIR AL DESARROLLO DE LA TOXICOLO-GÍA EN EL PAÍS y EN EL MUNDO

En 1959, cuando era ayudante en la Cátedra de Toxi en Exactas, los contenidos de la materia tenían un enfoque muy dirigido hacia las quí-micas forense y analítica vinculadas. Fue en el principio de la década del sesenta que comenzó la preocupa-ción generalizada por los efectos de las sustancias químicas sobre ecosis-temas y el medio ambiente. Recuer-do que cuando volví de mi beca ex-terna a principios de 1968 propuse un curso de Toxicología Molecular al claustro de Química Biológica que luego cambié a Toxicología II, que además de los principios bási-cos (mecanismos) incluía efectos de tóxicos sobre insectos, plantas, hon-gos, bacterias, etc. Estaba realmen-te excitado. El claustro aprobó con entusiasmo mi propuesta pero mis colaboradores no compartían total-mente mis puntos de vista por distin-

tas razones y finalmente esa idea no prosperó. Para mi fue muy frustrante ya que ni en EE.UU. había en esa época cursos con este enfoque y fue así que por esto y otras razones del momento que se vivía, dejé mi car-go en la Facultad. No obstante, ese afán por desarrollar la Toxicología siguió siendo una motivación fuerte. Desde 1969 en adelante pero más intensamente entre 1973 y 1976, fui con colegas médicos (las Dras. E. Giménez, N. Vallejo u ocasional-mente con algunos de sus colabo-radores del Centro de Intoxicados del Hospital de Niños, con el Dr. A. Grande, del Hospital Posadas, con el Dr. J. Berman de Rosario) por las provincias a tratar de que en distin-tos lugares de nuestro país hubiera al menos lo siguiente:

1) Centros de Tratamiento de In-toxicados.

2) Laboratorios que pudieran ha-cer diagnóstico bioquímico de in-toxicaciones.

3) Laboratorios capaces de de-tectar y/o cuantificar tóxicos en el medio ambiente.

4) Laboratorios capaces de inves-tigar problemas toxicológicos regio-nales.

Mirando hoy el mapa de Argenti-na me doy cuenta que casi no hubo lugar en que no haya estado por lo menos una vez y en algunos casos varias veces. Ello me permitió cono-cer y apoyar a mucha gente intere-sada en la Toxicología. De las rela-ciones surgieron algunas amistades y vínculos que luego en diciembre de 1979 me permitieron atreverme a convocar a todos con la propuesta de fundar una Sociedad Argentina de Toxicología (hoy Asociación To-xicológica Argentina), entidad que fuese multidisciplinaria y cuyos es-

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tatutos fuesen democráticos y repre-sentativos. La Asociación sigue exis-tiendo, ha hecho muchos congresos y actividades científicas y permitió vínculos antes no imaginables entre la gente de distintas profesiones y para el bien del país. En algún mo-mento en sus comienzos fui elegido su presidente. Otros integrantes del CEITOX ocuparon cargos relevantes en su conducción.

La experiencia adquirida en Ar-gentina me llevó luego a desafíos más importantes. Sucedió que la Unión Internacional de Toxicología (IUTOX) me designó entre 1983 y 1986 como uno de los siete miem-bros de su Comité Científico y tuvo la arriesgada inquietud de preguntar-me: ¿qué cosa yo creía que IUTOX no estaba haciendo y debería hacer? Como yo era el único de los siete directores proveniente de un país en desarrollo, me sentí con la res-ponsabilidad de plantear que había mucho que hacer en estos países e hice una serie de propuestas. Como resultado, hoy IUTOX tiene en su or-ganigrama una división entera para ocuparse de problemas en nuestros países. Otra experiencia parecida me sucedió con la Unión Internacio-nal de Farmacología (IUPHAR), don-de fui uno de los Consejeros de la Sección de Toxicología, entre 1979 y 1987 y Consejero en su Comité Ejecutivo entre 1998 y 2001. Hoy los congresos de IUPHAR tienen secciones específicas donde se ana-lizan los problemas toxicológicos de los países en vías de desarrollo.

En 1987 organizamos el Primer Congreso Internacional de Toxicolo-gía en los Países en Desarrollo, que ocurrió en el mes de noviembre en Buenos Aires. En este ámbito se ana-lizaron los problemas que vinculan Toxicología con el subdesarrollo y que son muchos. Concurrieron tres-cientas personas de 29 países y allí

interactuaron idealistas de ambos mundos, el desarrollado y el todavía en desarrollo ¡La llama permaneció encendida! Los siguientes congre-sos han ocurrido desde entonces en varios países en vías de desarrollo, cada tres años. A partir de 2005 IU-TOX consideró tan relevantes a estos congresos que los incorporó como su segunda actividad científica junto a los congresos mundiales (IUTOX, 2007).

EL CEITOX y LA FORMACIÓN DE RECURSOS HUMANOS EN TO-XICOLOGÍA

La formación de recursos huma-nos en Toxicología siempre ocu-pó un lugar importante dentro del CEITOX. Todos los investigadores del CEITOX hemos tenido la opor-tunidad, y para varios de nosotros, en más de una ocasión, de perfec-cionarnos en el exterior mediante becas postdoctorales otorgadas por organismos nacionales y del exte-rior. A lo largo de los años muchos profesionales del interior del país y algunos del exterior han concurrido a formarse en temas específicos de investigación mediante el régimen de pasantías. Varios investigadores del CEITOX hemos sido o somos docentes de Toxicología, en FCEN-UBA, en la Universidad J.F. Kenne-dy, en la UADE, en la Universidad Nacional de La Pampa y otras. En la actualidad tenemos bajo nuestra responsabilidad una carrera de pos-grado en la Universidad Nacional de General San Martín (UNSAM), a la que nos referiremos más abajo. En nuestro centro se han desarrollado dieciocho tesis de doctorado y dos de maestría.

La relación entre nuestro labo-ratorio y la Universidad Nacional de General San Martín (UNSAM) cambió radicalmente la actividad docente en el grupo de investiga-

ción. Primero, con la creación de una carrera de especialización (ca-tegorizada “A” por la CONEAU), que desde su comienzo en 1999, ha producido algo más de sesenta espe-cialistas, desde profesiones de base como la medicina, la química y la bioquímica, la biología, la ingenie-ría química, la farmacia o la higiene y seguridad laboral, entre otras. Más adelante, también con el dictado de varios cursos de posgrado en temas de Toxicología, que a la fecha han realizado más de tres mil quinientos profesionales, muchos de ellos de países de Iberoamérica.

La formación en distintos aspec-tos de la Toxicología, de profesio-nales involucrados con la salud y el medio ambiente, contribuye a la educación de la sociedad toda y a impulsar los cambios que se nece-sitan. Las actividades docentes del CEITOX con la UNSAM pretenden ser un aporte en tal sentido.

CERRANDO CON UNAS RE-FLEXIONES…

Hay reflexiones mucho más per-sonales que fui elaborando al evocar aquí hechos de mi vida o vinculados directamente con mi actividad cien-tífica.

Argentina es un país que gracias a disponer de un sistema educativo gratuito en todos sus niveles permite a sus ciudadanos intentar educarse, a tal punto que sus necesidades o sueños lo requieran. Mis padres y los de mi esposa no lograron dis-frutar de esas posibilidades, pero sí lograron apoyar a sus hijos y a sus nietos para que consiguieran títulos universitarios o alcanzar logros ar-tísticos y culturales, a pesar de no tener siempre todos los medios eco-nómicos a su alcance. Seguramente hay que hacer esfuerzos adicionales muy intensos para ir avanzando,

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pero no son imposibles. Ser pobre no es un impedimento para realizar estudios universitarios o avanzados (como a mi me quisieron hacer creer algunos). Es solo una dificultad que es factible superar en Argentina.

La facultad me prestaba libros o yo concurría a la biblioteca a leerlos; había apuntes que hacían los cen-tros de estudiantes o que me acerca-ron amigos que podían concurrir a las clases teóricas. Hubo y hay becas y apoyo que el Estado pone al alcan-ce de los estudiantes y aún becas ex-ternas para el perfeccionamiento de los graduados, de CONICET o aún de otros entes nacionales o interna-cionales.

El camino no se cierra por ser po-bre, ni alguien me preguntó si lo era; mis padres estaban muy agradecidos a la Argentina por las oportunidades que el país les dio a sus hijos y nie-tos (y aún llegaron a ver iniciados sus estudios a sus bisnietos).

Es importante que los jóvenes en-tiendan lo relevante que es todo esto y que si bien hoy lo vemos como un “derecho adquirido” (y lo es) es im-portante que sepan no sólo que esto no siempre fue así y peor aún, que aún hoy tampoco es igual en otros países. Siempre puede haber riesgo de que “algún iluminado” crea que es bueno volver a “aquellos tiem-pos” y lo que sería bastante peor, que con falsos argumentos logre convencer a otros. Hay que evitar a toda costa que eso vuelva a suceder.

Quiero expresar mi eterno agra-decimiento a aquellos que nos ayu-daron a superar momentos difíciles y problemas de todo tipo. Un recuer-do especial para mi amigo el Capi-tán de Navío Ing. Jorge Chichizola, recientemente fallecido, que tanto hizo por nosotros.

REFERENCIAS

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23“Según pasan los años” en la toxicología

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CIENCIA E INVESTIGACIÓN - RESEÑAS - TOMO 2 Nº1 - 201424

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SEMBLANZA

El Ing. Agr. Antonio Krapovic-kas forma parte de las primeras ge-neraciones de discípulos del Ing. Agr. Lorenzo R. Parodi. Generación especialmente talentosa educada y guiada por el Ing. Parodi y otros profesores que desde la Facultad de Agronomía de Buenos Aires am-pliaron la visión hacia las ciencias básicas para incrementar la produc-ción de alimentos. A esta genera-ción pertenecieron reconocidos in-vestigadores en el área de botánica agrícola, fisiología vegetal, genética y mejoramiento y ecología. El Ing. Krapovickas es un ejemplo especial de esta generación no sólo por su contribución a las ciencias botáni-cas argentinas sino por ser uno de los pocos investigadores de habla española que han hecho aportes ori-ginales sobre el origen y evolución de las plantas cultivadas.

Agrónomo de profesión y de espíritu capaz de unir el desarrollo científico con el conocimiento tra-dicional de los agricultores sobre el uso de las plantas. Científico muy modesto y extremadamente discre-to. Admirador y respetuoso tanto de sus profesores como de sus distin-guidos colegas que se formaron con él bajo la guía del Ing. Parodi. Sus consejos y comentarios sencillos y útiles muchas veces sirvieron a sus discípulos y colegas para enfrentar conflictos y solucionarlos construc-

Antonio Krapovickas por Arturo J. Martínez

tivamente.

A él le toco vivir una época fas-cinante de la genética y del mejo-ramiento de las plantas conocida como el “neodarwinismo”. Fue in-fluido por el optimismo y por el es-fuerzo científico de la época gracias al cual se terminó con las grandes hambrunas en la Europa de post-guerra y en los países asiáticos re-cién independizados. Él contribuyó a esa época dedicándose estudiar el origen del maní (Arachis hypogea L), cultivo domesticado por las culturas andinas y chaqueñas desde el nor-te de Argentina hasta Colombia con centro de diversificación principal en Bolivia y Perú. Con más de 60 especies originarias todas en Améri-ca del Sur, el maní ha tenido y tiene una importancia única en la lucha contra el hambre en Africa Oriental y en los países de la península in-dostánica.

Sus contribuciones no terminan en el maní sino que a pesar de ser oriundo de la ciudad de Buenos Ai-res y siguiendo los anhelos del Ing. Parodi, como ya lo había hecho el Dr. Bernardo Houssay con sus dis-cípulos, desarrolló su carrera en el interior del país. Primero en Cór-doba, luego en el Instituto Miguel Lillo de Tucumán y por último con importante apoyo del CONICET y la inestimable ayuda de su esposa, la Dra. Carmen Cristóbal, en el Insti-tuto Botánica del Noroeste (IBONE) que él fundó en el predio de la Fa-cultad de Agronomía de la Universi-dad del Nordeste en Corrientes. Éste ha sido un paso muy importante en su vida porque agregó a su contri-bución científica la creación de un foco de innovación en las ciencias agrarias en el nordeste argentino y en los países limítrofes. Allí organi-zó un herbario de gran calidad en el que se conservan ejemplares de la

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CIENCIA E INVESTIGACIÓN - RESEÑAS - TOMO 2 Nº1 - 201426

flora del bosque atlántico marítimo del subtrópico y de la flora chaque-ña del nordeste argentino, Paraguay y sur de Brasil, actualmente en vías de extinción por el crecimiento del cultivo de la soja.

El Ing. Krapovickas ha sido un entusiasta botánico de campo con

una gran capacidad de observación. Siempre recuerdo lo que me de-cía: llama la atención que después de 5000 años el hombre casi no ha agregado nuevos cultivos para ali-mentación... y agregaba: tal vez por-que se fue perdiendo la capacidad de observación de las plantas que lo

rodean... A sus 92 años este mensa-je sigue siendo actual y tomado por numerosos tratados internacionales que a partir de 1992 promueven el estudio y la conservación de la bio-diversidad para que las generacio-nes futuras, como la nuestra, gocen de sus beneficios.

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¿QUE PASÓ AHÍ? EL CASO DEL MANÍPalabras clave: Arachis; malvacea; IBONE.Key words: ecological Arachis; malvacea; IBONE.

Nací el 8 de octubre de 1921, de modo que ahora cuento con 92 años. Me crié en el barrio Caballi-to de Buenos Aires. Viví en Avenida Parral y Monte Egmont, este último nombre fue cambiado y solo perdu-ra en la novela “Adán Buenosayres” de Leopoldo Marechal, en el vérti-ce de un triángulo de 15 cuadras de lado y en cuyos otros ángulos vivían Alberto Soriano y los hermanos A.T y J.H. Hunziker. A un costado, en el parque Centenario está el Museo Nacional de Historia Natural Ber-nardino Rivadavia y en el centro la estatua del Cid Campeador, obse-quio del matrimonio Huntington to-mando a nuestro país como modelo de la hispanidad.

Fui a la escuela “Andrés Ferreira” donde fue nuestro maestro de 6º gra-do el “Chino” Dautier, severo, muy disciplinado y coautor de un catá-logo de las aves argentinas editado por el Museo de La Plata. Cursé el secundario en el Colegio Nacional “Mariano Moreno”, donde tuve pro-fesores destacados como Bianchi y Giusti, directores y fundadores de la revista literaria “Nosotros” y Ro-mualdo Ardissone eminente geógra-fo.

En 1939 ingresé a la Facultad de Agronomía y Veterinaria de la

Universidad de Buenos Aires, don-de tuve profesores extraordinarios como Santos Soriano (Microbiolo-gía), Marchionato (Fitopatología), Reichart (Edafología), Wernicke (Fí-sica), Lorenzo R. Parodi (Botánica). Este último decidió mi inclinación por la botánica.

Tuve compañeros que se distin-guieron a nivel internacional como los hermanos Hunziker, Alberto So-riano, E. Favret, Cercos, Monrós.

Publiqué mi primer trabajo en marzo de 1945, aún siendo estu-diante, en la Revista Argentina de Agronomía, sobre taxonomía de Malváceas, familia a la que me de-diqué hasta ahora.

Para resolver un problema taxo-nómico recurrí a los cromosomas y comencé su estudio en el Labo-ratorio de Genética de la Facultad de Agronomía y Veterinaria bajo la dirección del Ingeniero Agrónomo Andrés.

Para estos estudios viajé en 1945 por el centro y norte del país. En 1948, junto con A. Soriano y W. Ba-rrett, por toda la Patagonia a sólo a 60 km/hora, en un viejo jeep, reza-go de guerra perteneciente al Insti-tuto de Botánica. Éramos el último

pinche del Instituto (yo), el pinche del pinche (Barrett) y alguien que ni siquiera era pinche (Soriano).

Mi primer trabajo de citotaxono-mía apareció en 1949 en la revista Lilloa. Trata sobre “Las especies de Sphaeralcea de Argentina y Uru-guay”, presentado en octubre de 1948 en el 2º Congreso Sudameri-cano de Botánica en Tucumán.

Este Congreso, muy bien orga-nizado, contó con una asistencia muy nutrida de especialistas, tanto de Sudamérica como del resto de las Américas y de Europa, con muchos de los cuales hice muy buenas rela-ciones.

Este trabajo tuvo muy buena acogida y fue decisivo en mi carrera pues por él recibí la beca Guggen-heim (1954-55) y fui designado Pro-fesor en la Universidad Nacional de Córdoba.

Como trabajaba en el Instituto de Botánica del Ministerio Nacional de Agricultura me dieron el traslado a la Estación Agropecuaria de Man-fredi, localidad situada a 70 km de la ciudad de Córdoba, con lo cual pude atender mi actividad docente que se inició con el dictado de Ge-nética en 1949.

Antonio KrapovickasInstituto de Botánica del Nordeste (UNNE-CONICET)Casilla de Correo 209, 3400 [email protected]

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CIENCIA E INVESTIGACIÓN - RESEÑAS - TOMO 2 Nº1 - 201428

La Estación Experimental de Manfredi está ubicada en el centro del área de cultivo del maní (Ara-chis hypogaea L.) en la provincia de Córdoba. Por supuesto éste era uno de los cultivos que mejor se atendía en la Estación, a cargo del Ingeniero Agrónomo Víctor A. Rigoni. El di-rector J.A. Báez coleccionó material vivo de Arachis correntina (Krapo-vickas y Gregory 1994), especie en-démica del noroeste de la provincia de Corrientes, con el cual obtuvie-ron el primer híbrido interespecífico en el género Arachis al cruzarlo con A. hypogaea (Krapovickas y Rigoni, 1949).

Se hicieron numerosos intentos de cruzamientos interespecíficos para establecer las relaciones entre A. hypogaea y las especies silvestres de género.

El primer cruzamiento lo hizo W.C. Gregory en 1946, cruzando A.hypogaea (2n=40) x A.glabrata (2n=40) obteniendo únicamente se-millas no desarrolladas.

En el Instituto Agronómico de Campinas, Sao Paulo, Brasil, A.J.T. Mendes (1947) contó por primera vez los cromosomas de varias espe-cies (2n=20) procedentes de Mato Grosso, Brasil, y cruzamientos que no dieron resultado.

En Manfredi pude estudiar ci-tológicamente el híbrido obteni-do por Rigoni, constatando que A.hypogaea es un tetraploide (2n=40), A.correntina es un diploi-de (2n=20) y el híbrido un triploide (2n=30) perenne como A.correntina pero estéril. En meiosis pude ver en metafase 10 bivalentes y 10 mono-valentes, mostrando una estrecha re-lación filogenética entre las dos es-pecies (Krapovickas y Rigoni, 1954).

En un viaje realizado junto con Báez y Rigoni al noroeste argentino

en 1950, después de búsquedas in-fructuosas llegamos a Yala, 14 km al noroeste de Jujuy, donde Báez con-versando con unos niños encontró que ellos conocían al maní silvestre y le mostraron las plantas cuyos fru-tos comían. Esta planta resultó ser un tetraploide (2n=40) y la bautizamos como Arachis monticola (Krapovic-kas y Rigoni, 1957).

Este descubrimiento fue muy interesante e importante pues A. monticola resultó ser una especie anual, silvestre y con un área muy reducida de unos 10 km a lo largo del río Grande de Jujuy, entre 1260 y 1565 msnm, y en el río Arenales cerca de la ciudad de Salta. Cruza-da con A. hypogaea da híbridos con frutos fértiles. Se diferencia por sus frutos biarticulados pequeños y con un istmo de 2 a 7 cm de longitud, característica exclusiva de todas las especies silvestres del género.

En 1953 hice un viaje al este de la provincia de Salta, y en Campo Durán, sobre el río Itiyuro, cerca del límite con Bolivia, encontré otra especie silvestre, pero ésta que es diploide (2n=20) la identificamos como A. pusilla Benth., especie del NE de Brasil (Krapovickas y Rigoni, 1957). Más tarde, cuando vimos la verdadera A. pusilla en su hábitat en Brasil, comprobamos que se tra-tan de dos especies diferentes y a la de Salta la llamamos A. duranensis (Krapovickas y Gregory 1994).

En 1954 con una beca Guggen-heim viajé a Estados Unidos. En el trayecto asistí al 2º Congreso Pana-mericano de Agronomía en Piracica-ba, Sao Paulo, Brasil. Allí presenté, junto con V.A. Rigoni, “Cruzamien-tos interespecíficos en Arachis y consideraciones sobre el centro de origen del maní cultivado”.

El hecho de que los híbridos ob-tenidos dieran semillas normalmen-

te demuestra gran afinidad entre A. hypogaea y la especie silvestre tetraploide A. monticola. Como en-tonces no se conocían especies sil-vestres de Arachis anuales en Brasil central y Paraguay, descartamos a Brasil como centro de origen de A. hypogaea, como se había sostenido hasta ese momento. Por el contrario proponíamos que el maní cultivado debe haberse originado en los fal-deos orientales de la Cordillera de los Andes, posiblemente en el No-roeste argentino o en el sur de Boli-via. Esta suposición estaba sustenta-da en la existencia en Bolivia de un centro de variación del maní cultiva-do independiente del que existe en Brasil y Paraguay.

En Brasil estudié los Arachis de los herbarios de Sao Paulo, Rio de Janeiro, Pernambuco y Belem do Pará.

Durante mi estadía en Estados Unidos revisé el material de los grandes herbarios norteamericanos: Nueva York, Washington, Harvard, Missouri, Chicago, San Francisco, Berkeley y Los Ángeles, y reuní in-formación importante para planear los viajes de exploración, más de 30, que luego sucedieron. En Ra-leigh, N. Carolina, conocí a Walton C. Gregory, destacado investigador del maní, con quien desarrollé una fructífera y estrecha amistad.

A mi vuelta pasé a trabajar en el “Instituto Miguel Lillo” de Tucumán, sin abandonar mis estudios en Man-fredi.

En enero y febrero de 1958 via-jé a Bolivia, donde recorrí desde Cochabamba al Chapare y a Santa Cruz de la Sierra, sin éxito. Recién encuentro especies silvestres de Ara-chis en Santa Cruz de la Sierra (A. Rigonii), en Roboré (A. Cardenasii) y en el río Parapetí (A. Batizocoi).

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29¿Que pasó ahí? El caso del maní

Dos hechos singulares ocurren durante la guerra del Chaco entre Bolivia y Paraguay. En 1934, Mar-tín Cárdenas, integrante del servi-cio sanitario del ejército boliviano, descubre A. Cardenasii en Roboré, no lejos del frente. Mientras que, en marzo de 1935, Teodoro Rojas, que acompañaba la vanguardia del ejér-cito paraguayo, colecciona A. dura-nensis en Carandaity, poco antes de finalizar la guerra.

Con el apoyo financiero de nues-tros respectivos organismos, W.C. Gregory (United States Department of Agriculture, USDA), J.R. Pietrarelli (INTA) y yo (CONICET), realizamos una extensa prospección durante 4 meses, entre enero y abril de 1959, con el objetivo de coleccionar mate-rial vivo en los lugares donde se hu-biera herborizado algún ejemplar de Arachis, tratando en lo posible de vi-sitar las localidades tipo. El itinerario fue Corrientes – Posadas –Asunción - P.J. Caballero - Sao Paulo - Mato Grosso – Cuiabá - Chapada dos Pa-recis – Goias - Minas Gerais - Sao Paulo –Corumbá – Roboré - Santa Cruz de la Sierra - Salta. Cuando disponíamos de automóvil se hicie-ron paradas cada 10 kms como es el caso de Corrientes, Mato Grosso y Minas Gerais.

Entre el 3 de abril y el 8 de mayo de 1961, partiendo de Sao Paulo re-corrimos, con Gregory y Pietrarelli, Minas Gerais, Goias, W de Bahia, Mato Grosso y Paraguay.

En 1967 junto con Gregory via-jamos al Nordeste de Brasil, donde recorrimos Bahia, Pernambuco y Ceará.

Del 1 de abril al 9 de junio de 1971, con un subsidio de FAO, junto con A. Fernández y L.A. Mroginski viajé a Orán (Salta) y de allí pasa-mos a Bolivia para hacer el trayecto

Bermejo – Tarija - Villa Montes - Ya-cuiba. Recién encontramos especies silvestres en el chaco boliviano, cer-ca de Villa Montes, donde coleccio-namos A. duranensis y A. ipaënsis. Este hallazgo fue muy importante pues tras muchos cruzamientos y análisis cariotípicos resultaron ser los antecesores silvestres del maní cultivado.

Después de estos viajes se incor-poraron C.E. Simpson (A&M Univer-sity, Stephenville, Texas, EE.UU.), D.E. Williams (USDA) y J.F. Valls, A.C. Allen y L. Coradin (Centro Nacional de Pesquisa de Recursos Genéticos e Biotecnológicos CE-NARGEN-EMBRAPA, Brasilia), este último organismo aportó toda su infraestructura para el éxito de las campañas.

Con Gregory nos dividimos las tareas. Él y su grupo se dedicó a ha-cer cruzamientos. Así es que realiza-ron un plan de cruzamientos dialé-licos con 86 parentales, abarcando casi toda la variabilidad del género (Gregory y Gregory, 1979).

Yo me dediqué a la taxonomía, y junto con A. Fernández a la citología (Fernández y Krapovickas, 1994).

Como corolario de estos viajes publicamos junto con W.C. Gre-gory la “Taxonomía del género Ara-chis (Krapovickas y Gregory, 1994, 2007), donde a las 21 especies co-nocidas del género agregamos 48 nuevas especies, totalizando 69. En este trabajo señalamos que las espe-cies que pueden estar involucradas en el origen del maní son A. batizo-coi, A. duranensis y A. ipaënsis.

Además de material silvestre se coleccionaron cerca de 2000 mues-tras del maní cultivado, que pasaron a Bancos de Germoplasma de Man-fredi, USDA, Brasil e India (ICRISAT).

Resultado de estas colecciones han sido la solución de la nomencla-tura de las entidades sub-específicas de A. hypogaea (Krapovickas y Rigo-ni, 1969) y el estudio de las razas de maní de Bolivia, Perú (Krapovickas y col., 2009, 2013) y Ecuador (in-édito), describiendo e ilustrando 61 razas de Bolivia, 47 de Perú y 50 de Ecuador, con muy pocas en común entre estos países.

En estos momentos estamos tra-bajando con un análisis genético de la colección de maníes cultivados de Manfredi, con cerca de 40 variables (Royo y col., inédito), que confirma aquella clasificación propuesta en 1960 y 1994.

En 1964 nos mudamos a Co-rrientes, donde me hice cargo de la cátedra de Genética de la Facultad de Agronomía y Veterinaria de la UNNE, y mi señora de la de Mor-fología Vegetal. Allí, en el Departa-mento de Botánica, comenzamos a armar un laboratorio de citología, otro de anatomía vegetal, un herba-rio y una biblioteca especializada, que fue la base del Instituto de Bo-tánica del Nordeste (IBONE), creado en el CONICET el 28 de diciembre de 1977.

El herbario tuvo varios apor-tes muy importantes. Entre ellos el herbario privado de Don Augusto Schulz, de Colonia Benítez (Cha-co), con unos 25.000 ejemplares y el otro de Troels Myndel Pedersen, de Mburucuyá (Corrientes), con más de 30.000 ejemplares que su viuda donó al IBONE junto con su biblio-teca botánica que estaban en su es-tancia Santa Teresa.

Es interesante señalar que am-bos hicieron lo mismo. Don Augus-to, con su sueldo de maestro armó, además de su herbario, un peque-ño Parque de 10 ha en la Estación

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CIENCIA E INVESTIGACIÓN - RESEÑAS - TOMO 2 Nº1 - 201430

Experimental del INTA de Colonia Benítez, donde están representadas la mayoría de las comunidades del Chaco Oriental y que ahora maneja Parques Nacionales.

Don Troels, próspero estanciero, además del herbario y excelente bi-blioteca que donó al IBONE, donó su estancia de 17000 Ha. a Parques Nacionales. Además su viuda creó la “Myndel Botanica Foundation” para posibilitar viajes de estudio a botánicos de nuestro país y de paí-ses vecinos.

Mis propias colecciones llega-ron a 48.000 ejemplares. De modo que en la actualidad el herbario del IBONE, que lleva el nombre de “Carmen L. Cristóbal”, ya pasó los 500.000 ejemplares y contiene prin-cipalmente material de Argentina, Bolivia, Brasil y Paraguay.

En 1957, 1968 y 1973 produje tres artículos sobre evolución del género Arachis y el origen del maní cultivado donde concreté la división del género Arachis en varias seccio-nes basándome en nuestros estudios de híbridos, de morfología de cro-mosomas, análisis de productos fe-nólicos y exomorfología.

En 1994 publicamos la “Taxo-nomía del género Arachis” (Krapo-vickas y Gregory, 1994) e inmedia-tamente viajamos con mi esposa a Europa aprovechando la bonanza de la década. Allí completé el es-tudio del material de Arachis en los grandes herbarios (Bruselas, Copen-hagen, Ginebra, Kew, Munich, Paris, Stokholm, Torino y Viena).

En 1997, a raíz de recibir el Pre-mio “Arturo Burkart” de la Academia Nacional de Ciencias Exactas, Físi-cas y Naturales, presenté la posible conexión precolombina transpacífi-ca del maní, A. hypogaea var. hirsu-ta, común en yacimientos arqueo-

lógicos de Perú y del noroeste de Argentina, que se caracteriza por su fruto con un reticulado sobresalien-te, con una joroba por grano y un pico de loro bastante desarrollado. Esta variedad tiene un área que se extiende desde la costa occidental de América hasta Madagascar abar-cando el sudeste de Asia y la Mala-sia. Hasta Madagascar llegaron los polinesios. Su antigüedad en Perú se remonta al Precerámico Final (2500 a 1800 a.C.) (Bonavia, 1982).

Para China, Chang (1968 y 1977) data por medio del radiocarbono las fechas de 2750 y 2335 a.C. para dos sitios arqueológicos con restos de maní. Algunos etnólogos consideran estos hallazgos como poco genuinos (Harlan y de Wet, 1973).

Seijo y col. (2004) demuestran con técnicas de citogenética mo-lecular que los padres silvestres de A. hypogaea son A. duranensis y A. ipaënsis, y que el origen se produjo una sola vez. El único lugar donde conviven las dos especies silvestres está en las proximidades de Villa Montes en el sud de Bolivia, a 650 msnm., en el límite del Chaco Oc-cidental con el bosque de cebil, donde el río Pilcomayo después de cruzar la Cordillera se transforma en río de llanura.

Ahora tenemos varias pregun-tas, ¿qué pasó allí?, ¿quién lo hizo?, ¿cuándo? Aquí me ayudó mucho la biblioteca de mi hermano Pedro, ar-queólogo (Krapovickas, 1997, 2004, 2010).

Tenemos algunas certidumbres: el lugar, al pie de las sierras subandinas en el sud de Bolivia, donde conviven los progenitores A. duranensis y A. ipaënsis antes del precerámico, unos 4000 años antes del presente y antes de que se organizara la vida en al-deas con prácticas de agricultura por los hallazgos de Bonavia en Perú.

La agricultura llegó a esa zona poco antes de la llegada de los es-pañoles, primero los chanés (arawa-cos) 1000 años dC y luego los chi-riguanos (guaraníes), de modo que habría que descartarlos.

Por la antigüedad, hay que pen-sar en bandas de cazadores-reco-lectores, quienes con frecuencia practicaban dos tipos de cultivo: el de tierra inundada, después de las bajantes de los ríos y el de tierra firme. El primero adecuado para la variedad fastigiata, precoz, y el se-gundo más adecuado a la variedad hypogaea, tardíos; siempre en ex-tensiones muy pequeñas de 2x2 a 4x4 m, lo que facilita la acción de la deriva genética.

Los habitantes indígenas en la actualidad que son cazadores-re-colectores son los Mataco-Wichi, Toba, Chorote y Ashushlay. Ninguna de estas etnias tiene nombre propio para el maní y para el resto de Sud-américa se han registrado sólo una docena de nombres. Seguramente los domesticadores del maní fueron anteriores a todas estas etnias.

Según Bachofen, en 1861, la mu-jer inventó, entre otras cosa, el culti-vo (Lowie, 1946).

Las más importantes plantas do-mesticadas se comen cocinadas. Entre los primeros cultivos hallados en yacimientos arqueológicos se en-cuentran el ají (Capsicum spp.) y el mate (Lagenaria siceraria) el primero es un condimento y el segundo sir-ve como recipiente y para elaborar utensilios, lo que prueba la impor-tancia de la cocina en el proceso de domesticación.

La teoría sintética de la evolu-ción orgánica, que se opone a la ley de Hardy-Weinberg, explica muy bien el proceso creador.

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31¿Que pasó ahí? El caso del maní

El hombre del Arcaico tenía a raíz de su carácter itinerante un co-nocimiento profundo de los recursos alimenticios. Con su palo recolector transformado en palo de sembrar o de plantar comienza a crear un nue-vo agrosistema que lo independiza del ambiente. La extensión de sus cultivos es muy pequeña, inducien-do la acción de la deriva genética. El movimiento de estas bandas, junto con sus cultivos, permite un juego indefinido entre aislamiento y mi-gración que posibilita la acción de la endogamia y la recombinación de genes por exogamia, proveyendo nueva variabilidad sobre la cual se puede aplicar la selección (Krapo-vickas, 2010).

En el IBONE se formó un equipo de trabajo constituido por 10 per-sonas: los Ingenieros Agrónomos A. Fernández y R.O. Vanni, los Docto-res G. Seijo, G. Robledo, L. Chalup, los Bioquímicos S. Samoluk y D. Ca-rissimo, que trabajan con la sección Arachis y las Doctoras G.I. Lavia, A. Ortiz y la Lic. C. Silvestri, que se ocupan del resto del género Arachis, y la alumna A. García que se dedica a hacer cruzamientos.

MALVACEAE

Desde mis comienzos en que publiqué mi primer trabajo en 1945 me dediqué a la taxonomía de las Malváceas y a sus cromosomas.

Describí los siguientes nuevos géneros: Acaulimalva (1974), Allo-sidatrum (1988), Bordasia (2003), Calyculogigas (1960), Diramphis (1970), Hochreutinera (1970), Mon-teiroa (1951), Phragmocarpidium (1969), Spirabutilon (2009) y Tropi-dococcus (2003).

Publiqué revisiones de Cienfue-gosia (2003), Gaya (1996), Hibiscus (2004), Lecanophora (1950), Mal-vastrum (1957), Monteiroa (2003),

Nototriche (1953), Pavonia secc, Le-bretonia (1975), Peltaea (1965), Sida (2003, 2006, 2007), Sphaeralcea (1949), Tarasa (1954), Urocarpidium secc. Anurum (1954).

OTROS

En 1955, a mi vuelta de la beca Guggenheim, fui a trabajar al Insti-tuto Miguel Lillo. Allí me topé con una cantidad de manuscritos inédi-tos sobre Convolvuláceas de Carlos O’Donnell, quien falleciera poco antes. Ordenarlos y prepararlos para su edición me llevó poco más de un año y el resultado fue la publicación de dos gruesos volúmenes de la re-vista Lilloa de 1959 y 1960.

La experiencia que adquirí sobre esta familia me permitió describir 3 especies nuevas de Convolvuláceas, en 2009.

También me atreví un poco con las Palmeras y publiqué dos notas en 2007 y 2008.

En total publiqué 160 trabajos. La mayoría en castellano y en revis-tas argentinas y muchísimas en Bon-plandia, publicación del IBONE.

Mi carrera fue la de un transgre-sor. No bien me recibí fui profesor en la Universidad Nacional de Córdoba sin ninguna experiencia docente. En la Facultad de Agronomía y Zootec-nia de la Universidad Nacional de Tucumán fui elegido vicedecano y estuve a cargo del decanato por 3 meses sin haber desarrollado ningu-na actividad institucional en la Uni-versidad. Casi todos mis trabajos se publicaron en castellano en revistas no indexadas.

PREMIOS y DISTINCIONES

Beca John Simon Guggenheim Foundation. U.S.A. 1954

Académico Correspondiente. Academia Nacional de Agronomía y Veterinaria, 15-X-1976.

Premio Konex 1983. “Diploma al Mérito”.

Premio CADIA 1984. Centro Ar-gentino de Ingenieros Agrónomos.

Socio Honorario. Sociedad Ar-gentina de Genética. 13-IX-1988.

Socio Honorario. Sociedad Ar-gentina de Botánica.

Corresponding Member. Botani-cal Society of America, 13-IX-1989.

Premio Bunge y Born en Agrono-mía. Buenos Aires 17-VII-1990.

Presidente Honorario del VI Con-greso Latinoamericano de Botánica. Mar del Plata, 28-X-1994.

Académico. Academia Nacional de Ciencias. Córdoba, 16-VII-1997.

Premio “Arturo Burkart”. Acade-mia Nacional de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. Año 1997.

Miembro de la Sociedad Cientí-fica del Paraguay. Sesión 14-X-1997.

Profesor Extraordinario. Univer-sidad Nacional del Nordeste. 9-V-1999.

Miembro Honorario, Asociación de Biología de Tucumán. 5-X-2001.

Doctor Honoris Causa. Univer-sidad Nacional de Rosario, 16-VIII-2012.

ACTUACIÓN

Investigador Superior. Carrera del Investigador Científico y Tecno-lógico. CONICET, 1-I-1981 (ingreso II-1961).

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CIENCIA E INVESTIGACIÓN - RESEÑAS - TOMO 2 Nº1 - 201432

Director del Instituto de Botáni-ca del Nordeste - IBONE, Convenio CONICET-UNNE, Corrientes, desde 28-XII-1977 hasta mi jubilación.

Presidente de la Sociedad Argen-tina de Botánica (1967-69 y 1972-74).

Presidente de la Sociedad Argen-tina de Genética (1983-85).

BIBLIOGRAFÍA

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NOTA PROVISTA POR EL MINISTERIO DE CIENCIA, TECNOLOGÍA E INNOVACIÓN PRODUCTIVA

Recuperación de tecnologías ancestrales y sustentables en Jujuy

La vicuña como modelo de producción sustentable

Ciencia e historia se unen para preservar a la vicuña

Cazando vicuñas anduve en los cerrosHeridas de bala se escaparon dos.

- No caces vicuñas con armas de fuego;Coquena se enoja, - me dijo un pastor.

 - ¿Por qué no pillarlas a la usanza vieja,

cercando la hoyada con hilo punzó ?- ¿Para qué matarlas, si sólo codicias

para tus vestidos el fino vellón ?

Juan Carlos Dávalos, Coquena

Lo primero es pedir permiso a la Pachamama. Porque a ella, en la cosmovisión andina, pertenecen las vicuñas que se extienden por el altiplano de Perú, Bolivia, Chile y Argentina. Una ceremonia ancestral, unida a la ciencia moderna, permite que comunidades y científicos argentinos exploten de manera sustentable un recurso de alto valor económi-co y social. La vicuña es una especie silvestre de camélido sudamericano que habita en la puna. Hasta 1950-1960 estuvo en serio riesgo de extinción debido a la ausencia de planes de manejo y conservación. Desde la llegada de los españoles se comenzó con la caza y exportación de los cueros para la obtención de la fibra, que puede llegar a valer U$S600 por kilo, lo que llevo a la casi desaparición de estos animales. Por ese entonces, la población de vicuñas en América era cercana a los 4 millones de ejemplares, en 1950 no eran más de 10.000.A fines de la década del 70 Argentina, Bolivia, Chile, Perú y Ecuador firmaron un Convenio para la conservación y manejo de la vicuña que permitió recuperar su población hasta contar en la actualidad con más de 76 mil ejemplares en nuestro país.En Santa Catalina, Jujuy, a 3.800 metros sobre el nivel del mar, investigadores de CONICET, junto a comunidades y productores locales, han logrado recuperar una tecnología prehispánica sustentable para la obtención de la fibra de vicuña. Se trata de una ceremonia ancestral y captura mediante la cual se arrean y esquilan las vicuñas silvestres para obtener su fibra. Se denomina chaku y se realizaba en la región antes de la llegada de los conquistadores españoles.Según Bibiana Vilá, investigadora independiente de CONICET y directora del grupo Vicuñas, Camélidos y Ambiente (VICAM) “Hoy podemos pensar en volver a hacer ese chaku prehispánico sumado a técnicas que los científicos apor-tamos para que las vicuñas pasen por toda esa situación sufriendo el menor stress posible. Las vicuñas vuelven a la naturaleza, la fibra queda en la comunidad, y nosotros tomamos un montón de datos científicos.”

El chakuEl chaku es una práctica ritual y productiva para la esquila de las vicuñas. Durante el imperio inca, las cacerías reales o chaku eran planificadas por el inca en persona. En esta ceremonia se esquilaba a las vicuñas y se las liberaba nue-vamente a la vida silvestre. La fibra obtenida era utilizada para la confección de prendas de la elite y su obtención estaba regulada por mecanismos políticos, sociales, religiosos y culturales. Se trata de un claro ejemplo de uso sus-tentable de un recurso natural. Hugo Yacobaccio, zooarqueólogo e investigador principal de CONICET, explica que “actualmente el chaku concentra hasta 80 personas, pero durante el imperio inca participaban de a miles. Hoy las comunidades venden esa fibra a acopiadores textiles y obtienen un ingreso que complementa su actividad económica principal, el pastoreo de llamas y ovejas”. El proceso comienza con la reunión de todos los participantes, luego toman una soga con cintas de colores reunidos en semicírculo y arrean lentamente a las vicuñas guiándolas hacia un embudo de red de 1 km de largo que des-emboca en un corral. Cuando los animales están calmados se los esquila manipulándolos con sumo cuidado para reducir el stress y se los libera. Hoy, 1500 años después del primer registro que se tiene de esta ceremonia, la ciencia argentina suma como valor agregado: el bienestar animal y la investigación científica. En tiempo del imperio Inca, el chaku se realizaba cada cuatro años, actualmente se realiza anualmente sin esquilar a los mismos animales “se van rotando las zonas de captura para que los animales renueven la fibra” explica Yacobaccio. Según Vilá “es un proyecto que requiere mucho trabajo pero que demuestra que la sustentabilidad es posible, tenemos un animal vivo al cual esquilamos y al cual devolvemos vivo a la naturaleza. Tiene una cuestión asociada que es la sustentabilidad social ya que la fibra queda en la comunidad para el desarrollo económico de los pobladores locales.”Yanina Arzamendia, bióloga, investigadora asistente de CONICET y miembro del equipo de VICAM, explica que se

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esquilan sólo ejemplares adultos, se las revisa, se toman datos científicos y se las devuelve a su hábitat natural. Además destaca la importancia de que el chaku se realice como una actividad comunitaria “en este caso fue impulsada por una cooperativa de productores locales que tenían vicuñas en sus campos y querían comercializar la fibra. Además partici-paron miembros del pueblo originario, estudiantes universitarios y científicos de distintas disciplinas. Lo ideal es que estas experiencias con orientación productiva tengan una base científica.”

Paradojas del éxito.La recuperación de la población de vicuñas produjo cierto malestar entre productores ganaderos de la zona. Muchos empezaron a percibir a la vicuña como competencia para su ganado en un lugar donde las pasturas no son tan abun-dantes. En este aspecto el trabajo de los investigadores de CONICET fue fundamental, según Arzamendia “el chaku trae un cambio de percepción que es ventajoso para las personas y para la conservación de la especie. Generalmente el productor ve a las vicuñas como otro herbívoro que compite con su ganado por el alimento y esto causa prejuicios. Hoy comienzan a ver que es un recurso valioso y ya evalúan tener más vicuñas que ovejas y llamas. Nuestro objetivo es desterrar esos mitos”, concluye.Pedro Navarro es el director de la Cooperativa Agroganadera de Santa Catalina y reconoce los temores que les produjo la recuperación de la especie: “Hace 20 años nosotros teníamos diez, veinte vicuñas y era una fiesta verlas porque habían prácticamente desaparecido. En los últimos años se empezó a notar un incremento y más próximamente en el último tiempo ya ese incremento nos empezó a asustar porque en estas fincas tenemos ovejas y tenemos llamas”. Nava-rro identifica la resolución de estos problemas con el trabajo del grupo VICAM: “Yo creo que como me ha tocado a mí tener que ceder en parte y aprender de la vicuña y de VICAM, se puede contagiar al resto de la gente y que deje de ser el bicho malo que nos perjudica y poder ser una fuente más productiva.”

La fibra de camélidoAdemás de camélidos silvestres como la vicuña o el guanaco, existen otros domesticados como la llama cuyo manejo es similar al ganado, para impulsar la producción de estos animales y su fibra, el Estado ha desarrollado dos instrumentos de fomento. En la actualidad se encuentran en evaluación varios proyectos para generar mejoras en el sector productor de fibra fina de camélidos que serán financiados por el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva. Se trata de dos Fondos de Innovación Tecnológica Sectorial destinados a la agroindustria y al desarrollo social que otor-garán hasta $35.000.000 y $8.000.000 respectivamente. Los proyectos destinados a la Agroindustria son asociaciones entre empresas y organismos del sector público con el objetivo de mejorar la calidad de la fibra de camélido domés-tico a partir del desarrollo de técnicas reproductivas, mejoramiento genético e innovaciones en el manejo de rebaños; incorporar valor a las fibras a partir de mejoras en la materia prima o el producto final; permitir la trazabilidad de los productos para lograr su ingreso en los mercados internacionales y fortalecer la cadena de proveedores y generar em-pleos calificados. La convocatoria Desarrollo Social tiene como fin atender problemas sociales mediante la incorporación de innovación en acciones productivas, en organización social, en el desarrollo de tecnologías para mejorar la calidad de vida de manera sostenible y fomentar la inclusión social de todos los sectores. Otorgará hasta $8.000.000 por proyecto que mejore las actividades del ciclo productivo de los camélidos domésticos, la obtención y/o el procesamiento de la fibra, el acopio, el diseño y el tejido, el fieltro y la confección de productos.

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SEMBLANZA

Me encontraba eufórico estre-nando mi diploma de Médico otor-gado por la UBA a fines de 1965. Un título logrado por una sumato-ria de esfuerzos y ayudas, dado que para costearme la carrera tuve que trabajar en múltiples actividades, no solamente para mantenerme sino también para atender la economía de mi reciente casamiento.

Me encontraba entonces en la plenitud de ese estado de satisfac-ción cuando escuché un consejo sabio de un maestro de semiología clínica y sagaz cardiólogo que me dijo en tono de sentencia inapela-ble: “Ahora tiene un título profesio-nal. Tendrá que elegir entre dedicar-se de lleno a la medicina asistencial o aprovechar la única oportunidad que tendrá en su vida de adentrar-se en el terreno de la investigación básica, aunque sea por unos años, pues será el complemento funda-mental que necesita para aprender a pensar, modelando su mente con el rigor del método científico. Usted debe elegir”.

Aquellas palabras del Dr. Salva-dor Más me sacudieron y me vol-vieron a la realidad y, sin alcanzar a comprender totalmente el signifi-cado de lo que pretendió advertirme aquel sabio maestro de la Medici-na ya para ese entonces mi suegro, comprendí que mi etapa de apren-dizaje no había terminado sino que estaba por comenzar otro nuevo

Carlos Lantospor Miguel Borruel

capítulo que desconocía totalmente.Orientado por las consultas rea-

lizadas, tuve una muy cordial entre-vista por parte del Dr. Juan Tramez-zani, director del Instituto de Neu-robiología y Medicina Experimental que funcionaba en un edificio en el barrio de Belgrano.

Me aconsejaron que la mejor forma de adentrarme en el rigor de la investigación biológica era plan-tearme el desafío de trabajar en una tesis y para ello necesitaba contar con un tutor de mucha experiencia que me guiara, enseñara y aconse-jara y posiblemente también me es-timulara en los momentos donde las cosas no salen como uno pretende y sobreviene la frustración. El Dr Tra-mezzani me presentó al Dr. Carlos Lantos, integrante de su equipo de investigadores, quien sería mi tutor y padrino de la futura tesis. ¡No pudo estar más acertada su intuición de conocedor de ciencia y conductas humanas en grupos de trabajo!

Desde ese momento, el Dr Car-

los Lantos apeló a sus dotes de do-cente para enseñarme las primeras letras del abecedario de las ciencias y hacerme conocer el rigor de las premisas que contiene el método científico.

Carlos Lantos era ya el hombre que más sabía sobre esteroides, re-gulación homeostática, glándula su-prarrenal y todo lo que comprendía el famoso eje hipotálamo, hipófisis, suprarrenal. Pero pronto me fue ex-plicando que esos mecanismos no-vedosos no eran los únicos que re-gulaban la secreción de corticoides y que en los mecanismos del estrés tenía que haber otros caminos, aún no explicados, que de alguna ma-nera operaban en forma rápida, di-recta y por proximidad y que para eso la naturaleza había dotado a la suprarrenal de los mamíferos de dos estructuras histológicamente muy diferenciadas, pero funcionalmente muy ligadas como lo son la médula y la corteza. Allí, Carlos Lantos me orientó para planificar su demostra-ción en experiencias muy bien dise-ñadas que la adrenalina estimulaba por mecanismos novedosos y direc-tos la liberación de esteroides.

En ese viejo edificio se concen-traban las mentes más brillantes de la ciencia que trascendían las fron-teras y valga para eso citar al Dr. Bernardo Houssay que a pesar de su avanzada edad seguía operando perros, al Dr Federico Leloir que tra-

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CIENCIA E INVESTIGACIÓN - RESEÑAS - TOMO 2 Nº1 - 201436

bajaba incansablemente y aun no sospechaba que en años venideros recibiría el máximo galardón. Todos rodeados por curiosos discípulos que poco tiempo después desco-llarían también en el mundo de las ciencias.

El Dr. Carlos Lantos tenía su mente muy ocupada intentando des-entrañar los complejos mecanismos moleculares y enzimáticos que re-gulan la producción y acción de los corticoides naturales y ya nos ade-lantaba que las distintas estructuras moleculares en el espacio tenían que estar ligadas a distintas formas de comportamiento y acción.

El viejo Instituto de Neurobio-logía y Medicina Experimental era una caldera generadora de conoci-mientos. Allí numerosos becarios o jóvenes investigadores adquirían herramientas para liberar sus mentes creativas. Allí estaban muchos de los científicos que pocos años después serían las columnas más sólidas de la ciencia Argentina.

El Dr. Carlos Lantos ocupaba ob-sesivamente su tiempo en la inves-tigación y en orientar sus ideas de avanzada en el terreno de la biolo-gía molecular, pero siempre estuvo a nuestro lado para enseñarnos, guiar-nos, estimularnos y muchas veces contenernos en los momentos donde los experimentos no apoyaban nues-tras hipótesis. Nos enseñó que las hipótesis no se abandonan, en todo

caso hay que planificar y controlar mejor los experimentos. Esa tena-cidad para encontrar demostración de los andamiajes de las ideas cons-truidas en el profundo pensamiento de la abstracción teórica constituye una característica fundamental de la mente de un científico.

Carlos Lantos tiene y tuvo siem-pre las máximas condiciones inte-lectuales para alcanzar metas cien-tíficas innovadoras pero también debo citar su exquisita sensibilidad humana, su generosidad, su humil-dad, su desprendimiento y su tiem-po inagotable para guiar a muchas generaciones de jóvenes científicos que son orgullo para las Ciencias y para el país.

Carlos Lantos, como ya dije an-tes, era el referente del máximo co-nocimiento sobre esteroides y sus ideas de avanzada nos hacían prever que quedaba mucho por conocer en la biología molecular y la fisiología celular.

Finalizada exitosamente mi te-sis “Acción de la adrenalina sobre la biosíntesis de esteroides”, Carlos Lantos me estimuló para realizar un trabajo en terreno sobre la suprarre-nal de un mamífero que tenía con-diciones muy particulares de hábitat y adaptaciones fisiológicas y allí comenzaron nuestros trabajos incu-bando suprarrenales de la foca de Weddell en la Base Almirante Brown en la Antártida. La síntesis de este-

roides de este animal nos dejó sor-prendidos, cuando la sagaz interpre-tación de Lantos permitió reconocer otras cualidades en la 18-hidroxi-corticosterona, con comportamiento de su acción no mediada por enzi-mas y las primeras hipótesis sobre su participación en el sorprendente condicionamiento fisiológico que le permite a la foca realizar prolonga-das inmersiones en apnea.

Esto da inicio a una nueva eta-pa de investigaciones en que Carlos Lantos junto con sus discípulos y colaboradores se abocan al estudio químico y fisiológico de la sorpren-dente molécula de la 18-hidroxi-corticosterona, tema que aun en la actualidad lo encuentra en plena actividad.

Escribir una semblanza sobre el Dr. Carlos Lantos es una tarea que me llena de orgullo y satisfacción, por darme la oportunidad de desta-car públicamente su valor científico y humano y mi gratitud por sus ense-ñanzas que modularon para siempre mi mente y mi espíritu pero me hace sentir en deuda con la gran cantidad de científicos que se formaron con su tutela, por lo que va mi recono-cimiento para todos ellos, que en silencio en esta oportunidad, tienen sin embargo muchísimas y muy va-riadas experiencias para aportar so-bre la riqueza de la vida humana y científica de Carlos Lantos.

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UNA RESEÑA DISTINTA. ¿VIDA O SUPERVIVENCIA?

Palabras clave: : Viajes, idiomas, guerra, estudios, docencia, investigación.Keywords: Travel, languages, war, studies, teaching, research.

La redacción de Ciencia e Inves-tigación me propuso hacerle llegar una reseña sobre mi vida racional, proposición a la que accedo con placer y orgullo por motivos que quizás los lectores entenderán me-jor al final del artículo, aunque con cierto temor. Por ahora les pido que tengan paciencia y sepan entender lo difícil que es para mí “viajar por el espacio virtual” (como se dice actualmente, si no me equivoco) a través de mis ochenta y cinco menos seis años que aquella vida suma al-gebraicamente.

Para algunos, quizás, tuve un pasado apasionante que me per-mitió emular, salvando las distan-cias, la vida de los grandes viajeros científicos tales como Bougainville, Humboldt y por supuesto Charles Darwin. Todos ellos, como bien se sabe, en su doble calidad de viajeros y naturalistas.

Lo que difiere en esta reseña tanto de las mencionadas como de las de muchos de mis amigos que describen trayectorias, digamos así, más normales son las condiciones y condicionamientos ambientales. Para entender resumo la mía en dos

períodos arbitrarios que se superpo-nen ampliamente, esto sí, como en el resto de los mortales.

ESTUDIOS PRIMARIOS y SE-CUNDARIOS: UNA VIDA COMPLI-CADA EN PARTE DEL MUNDO EN CRISIS

Al cumplir 6 años de edad, en 1934, inicié mis estudios primarios, en idioma alemán, con el primer grado en la Volksschule (escuela elemental pública) del distrito mu-nicipal XIX de Viena, Capital de la República de Austria, país empobre-cido que había perdido su grandeza imperial después de ser derrotado en la primera guerra mundial.

Completé estos estudios en la misma escuela en 1938. En 1939, el fallecimiento de mi madre y otras circunstancias nos obligaron a migrar a Belgrado, Capital del en-tonces Reino de los Eslavos del Sur (Kraljevina Jugoslavija), donde inicié mis estudios secundarios al tiempo de aprender el idioma local (serbo-croata), en que se dictaban. Entre tanto estalló la segunda guerra mun-dial. Razones complejas requirieron que mi padre se trasladara con su

familia en 1940, a un año de inicia-do este horrible conflicto, a París en plena derrota temporal de las fuer-zas aliadas ante la Alemania nazi.

Abordamos entonces en Belgra-do el último Simplon Orient Express, perteneciente a una línea tradicio-nal a la que varias (en ese momento ocho) naciones habían destinado en años de paz duradera a unir Cons-tantinopla (Istambul) y la mayor par-te del sur de Europa con Londres. El viaje fue el último de este Express antes de que Italia entrara en guerra y nuestro destino como seres huma-nos, arriesgado en forma creciente.

En París alcancé a cursar la “Clas-se de Sixième” en idioma francés que, entretanto, había aprendido. Fue en el Lycée Hoche, en el subur-bio Saint Cloud. Todo esto antes de haber cumplido 12 años.

En 1940 la familia consiguió abandonar la Francia ocupada y trasladarse a Madrid donde cursé en el Liceo Francés (Lycée Français) de esta ciudad, en idioma francés, con fuertes requerimientos de aprender el español, los dos cursos secunda-rios anuales siguientes: las “classe de

Carlos Pedro LantosLaboratorio de Esteroides. Departamento de Química Biológica. Facultad de Ciencias Exactas y Naturales. Universidad de Buenos Aires.

[email protected]; [email protected]

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cinquième “ y “classe de quatrième” respectivamente. En 1942, partien-do del puerto de Cádiz, cruzamos en el trasatlántico español “Cabo de Buena Esperanza” el océano Atlán-tico. Fue un viaje de aventuras en un momento histórico, si uno quiere dramatizar las cosas con un poco de romanticismo de Jules Verne pero, de nuevo, con riesgos a los que nin-gún adolescente de catorce años debería estar expuesto. Una breve descripción para no sobrecargar estas páginas: a poco de zarpar, el capitán informa “habernos cruzado anoche con una importante flota de guerra aliada (norteamericana y bri-tánica) con destino a Casablanca en el Marruecos Francés” (entonces en poder del gobierno títere de Pétain, casi-aliado de los Alemanes). Apa-rentemente se trataba de los adelan-tos al tránsito de la armada coman-dada por el general estadounidense Dwight Eisenhower, verdadero ini-cio de la etapa final de la segunda guerra mundial que terminó con el poder de las fuerzas del Eje en occi-dente. A los pocos días, un submari-no alemán hizo arrestar las máqui-nas en plena noche para lo que, nos contó el capitán después, fue “un acto de rutina, destinado a ver si nos dejaba seguir, al que no escapaba la posibilidad de hundirnos por equi-vocación, si así se lo ordenaban”. El viaje incluía una estadía de una semana en Puerto España (Port of Spain) capital de la (entonces) co-lonia británica de Trinidad-Tobago, bien lejos de un trayecto más directo de aquéllos que en épocas menos excepcionales abundan. No nos dejaron desembarcar. Recibimos en cambio la visita diaria de empleados y empleadas de oficiales militares y civiles al servicio de la corona que interrogaban a pasajero por pasajero y a navegante por navegante sobre sus experiencias y posibles encuen-tros con enemigos.

Llegamos a Argentina, país de mi nacionalidad por opción, el 14 de noviembre de 1942 o sea a mi edad de catorce años. Ni bien llegado y con la intención de inscribirme en el Colegio del Salvador de Buenos Aires rendí un examen de admisión ad hoc en el Colegio Nacional Gral. Belgrano al cual ese colegio estaba “incorporado”. Rendí las materias de primer año en forma “libre” y luego pude rendir en forma regular los denominados “tercero, cuarto y quinto año del Nacional” en el Cole-gio del Salvador durante 1944,1945 y 1946, es decir que a los 18 años de edad me recibí de Bachiller Na-cional. Una especie de resumen con palabras-clave lo describiría en mi caso como un Título Normal en un Tiempo Anormal de Estudios con un Contenido Disperso en Circunstan-cias Anormales.

ESTUDIOS UNIVERSITARIOS. MI ESCASA VIDA PROFESIONAL. PRINCIPIOS DE INVESTIGACIÓN EN ENDOCRINOLOGÍA BÁSICA

Atraído por igual por las discipli-nas relacionadas con la química y la biología, especialmente por todo lo relacionado con hormonas, empe-zaron entonces mis estudios univer-sitarios. No me había decidido en esa etapa por una carrera pura cien-tífica, analítica, clínica u otra con perspectivas de futuro industrial-tec-nológico centrada en la estructura química de medicamentos nuevos. Como muchos de mis coetáneos, tampoco había pensado seriamente en mi porvenir material. En esa épo-ca abundaban los jóvenes ilusos sin riqueza ni fondos asegurados, pero con una exagerada fe en si mismos para contribuir desinteresadamente, en este orden, a las ciencias básicas y a la felicidad y progreso del uni-verso.

En 1947 ingresé a la (entonces) Escuela de Farmacia y Bioquímica

de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad de Buenos Aires. Poco antes de recibirme de Farma-céutico (1950) gané un concurso como Practicante de Farmacia del Hospital de Clínicas, un cargo muy codiciado en esa época debido, en-tre otros, al prestigio de su jefe, el Dr. Bandoni. Razones extracurriculares me obligaron a dejar este cargo.

Los años 50 trajeron novedades en casi todos los frentes. En el uni-versitario, mi graduación como Far-macéutico.

En 1952, siguiendo un aviso en los diarios y después de un exa-men-entrevista por un equipo mix-to argentino-estadounidense, fui admitido como laboratorista en el laboratorio de control de productos farmacéuticos de Johnson & Johnson de Argentina.

Dejé el cargo en Johnson & Jo-hnson por motivos económicos para cargos mejor renumerados y de ma-yor responsabilidad en empresas más pequeñas, motivos con los que tuvieron mucho que ver mi casa-miento en 1957 y el nacimiento de Sebastián (1958), María Pía (1960) y Ángeles (1961). Con cierto éxito en los Laboratorios Lostaló, bajo el pa-tronazgo muy activo de Don Rosen-do Lostaló, un empresario catalán que empezó bien de abajo, desarro-llé técnicamente un antitusígeno, es-pecialidad medicinal bajo forma de cápsulas que aún se consigue en las farmacias.

Esto, en cuanto a mi corta acti-vidad profesional que me ayudó a sobrevivir en una etapa crítica.

Paralelamente, un ex condiscí-pulo del Salvador, Juan Tramezzani, docente en el Instituto de Histología y Embriología del Dr. Eduardo De Robertis, me propuso dirigir mi tesis doctoral sobre lesiones cerebrales

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en la rata que afectaban la biosín-tesis y secreción de hormonas este-roideas vitales por la corteza supra-rrenal (ver más adelante), así como la función tiroidea. Mi actividad fue ad honorem la única posible para un joven con mucho entusiasmo pero sin antecedentes ni experiencia en el campo. Tengo que mencionar que la investigación científica fue una meta que me interesaba desde la infancia, tendencia que fue esti-mulada con entusiasmo durante mis estudios secundarios, por algunos de los Padres Jesuitas en el Colegio del Salvador.

La tesis1 iba a versar sobre “Area Preóptica y Equilibrio Endócrino en la Rata” y se realizaría para optar al título de Doctor en Farmacia y Bio-química de la Universidad de Bue-nos Aires. (Ver después).

Y aquí sí, se puede hablar, gracias a la ayuda de Juan y de todo el gru-po que luego se trasladó al Instituto de Biología y Medicina Experimen-tal (IBYME) del Dr.Houssay, de una segunda etapa netamente científi-ca, que, con las limitaciones de mi edad: 85 años, aún perdura. Cum-pliendo con la tesis aprendí muchas técnicas y hasta pude hacer peque-ñas modificaciones en algunas de las técnicas químicas para llegar a medir cantidades picomolares, es decir pequeñísimas, de hormonas en las poco voluminosas muestras de sangre que podíamos recoger. Em-pecé a familiarizarme con un grupo de pequeñas moléculas, que regula-ban una gran variedad de funciones fisiológicas, algunas de ellas vitales. Se trataba de los esteroides, de los cuales los producidos por la corte-za suprarrenal, los corticoides, son esenciales para la supervivencia. La purificación de los esteroides aisla-dos de la suprarrenal de rata fue, por consiguiente, requisito crucial.

La tesis puso énfasis en la corte-za suprarrenal y sus corticoides en relación a su control por el cerebro. Existían en ese momento muy pocos grupos en el mundo que trabajaban en el mismo campo. Uno de ellos era el de Marion Birmingham en Montreal, con el cual me relacioné. La colaboración con Marion fue fun-damental en mi vida de investigador y, me atrevo a decir, en interpreta-ciones comunes. Marion, los este-roides y las particularidades vitales de los corticoides fueron esenciales para mi propio aprendizaje primero y luego en mi actuación científica y docente2,3,4. En cuanto a la aquí pre-sentada “reseña de mi vida”, decidí finalmente repetir conceptos y expli-caciones todas las veces que sea ne-cesario, a medida que los relatos de la reseña progresan exigiendo nue-vos criterios de disciplina científica. Considero esto como deber hacia el lector.

Aunque terminada en los últimos años del decenio 1950, la tesis fue juzgada recién a mi vuelta de los EE.UU. y Canadá, en 1964, y me otorgó el último título de Doctor en Farmacia y Bioquímica.

INVESTIGACIONES qUE AúN PERDURAN

Retrocedamos un poco: por con-sejo de mi director y muchos en Obligado 2490, me presenté a una beca del U.S. Public Health Servi-ce, equivalente a un Ministerio de Salud, de los Estados Unidos. Todos en Buenos Aires, me apoyaban y me otorgaban amplia libertad de elec-ción, en caso favorable, del lugar de trabajo. Después de titubeos me decidí por una región que impactaba por la densidad de centros de inves-tigación y sobre todo la interdisci-plinaridad de las publicaciones, la Nueva Inglaterra, especialmente el estado de Massachusetts. Hubo fuertes rumores, y un poco más que

tales, sobre el perfeccionamiento de píldoras anticonceptivas en cuya in-vestigación se destacaban los inves-tigadores Gregory Pincus en aspec-tos básicos y Celso Ramón García en los clínicos7.

Un tercer investigador, Ralph Dorfman, trabajaba, igual que Pin-cus, en la ciudad de Worcester a 74 km de Boston. Ambos fueron direc-tores de la Worcester Foundation for Experimental Biology. Pero a Dorf-man se lo conocía fuera de ese am-biente no sólo por trabajos en anti-concepción, sino también por otros de menor aplicación inmediata, de la familia de los esteroides.

Pequeños cambios de estructura de estas moléculas producen nota-bles diferencias de funcionalidad biológica. A medida que aumenta la concentración de algunos de ellos pueden causar patologías, incluyen-do la inversión en los progestágenos de la protección del feto. De todos modos, sólo la corteza suprarrenal produce corticoides y entre todos los esteroides, sólo los corticoides con todos sus defectos, son esencia-les para la supervivencia.

Con el Dr. Dorfman y sus adjun-tos (que venían de todo el universo) aprendí mucho sobre nuevas meto-dologías, tales como trabajar con esteroides radiactivos.

Indudablemente, fueron técnicas caras, sobre todo por el costo de és-tos como él del instrumental. Pero la ola de proyectos anticonceptivos ayudaba a comprar o por lo menos a que los proveedores nos prestaran aparatos que estábamos utilizando con fines distintos. Con la invitación “úsalo el tiempo que quieras, y aví-sanos cuando requieras otro equipo con ventajas sobre éste” traían y llevaban aparatos desde y hacia sus cercanos lugares de concentración o producción, dejándolos el tiempo

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necesario en la Worcester Founda-tion. Un hecho anecdótico es el pri-mer intento de”buscar” testosterona en orina de un niño en edad prees-colar. El niño era mi hijo Sebastián, entonces de cinco años, que (aún) no daba muestras de biosintetizar testosterona8. En aquella etapa de mi vida sucedió un hecho luctuoso: el asesinato del presidente Kennedy. Su muerte nos sacudió no sólo por inesperada, sino porque había naci-do en Boston, Massachusetts de una familia de inmigrantes irlandeses de largo arraigo en la ciudad. Parte de sus estudios se realizaron allí y va-rios de nuestros instructores lo cono-cieron en algunos de sus años en su Massachusetts natal.

El destino quiso que, justo en esa época, mis trabajos de investigación se centraran en cuatro líneas, todas ellas relacionadas al estrés. El tema será tratado con mayor profundidad en otra oportunidad. Aquí me limi-taré a señalar algunas particularida-des relacionadas con nuestro grupo interdisciplinario y conmigo como primero entre pares.

Arriba resumí la metodología en el tema de mi tesis y mencio-né brevemente varios trabajos y mi contribución al desarrollo de ciertas técnicas en ellos. Hasta qué punto las condiciones ambientales, inclu-yendo las ligadas al terrible magni-cidio del Presidente, influyeron en la elección y elaboración de temas o, por lo menos, en la preferencia de continuar con algunos más que otros, es motivo de dudas.

Una corta reseña de estos tra-bajos se centraría en aprender algo más acerca de la secuencia: Estrés → Sistema Nervioso Central (SNC) → Hipotálamo→ Hipófisis→ Corteza Suprarrenal que en aquel momento constituía el eje del conocimiento secuencial integrado: nervioso, neu-roendócrino, endócrino y biológico

de la acción del estrés. Lógicamente se incluían patologías provenientes del exceso o defecto de corticoides en condiciones patológicas o farma-cológicas, que llevaron a acuñar las palabras “homeostasis”, “síndrome de adaptación” y “enfermedad de adaptación”, debidas a Selye9 y a Cannon10, términos, ahora, de cono-cimiento común.

Lo que no abundaba en la misma endocrinología eran experimentos que llevaran a una interpretación más holística de ataduras de cabos entre varios mediadores. Estos me-diadores no son sólo receptores y enzimas, sino también otras macro-moléculas que parten de un mismo estímulo e integran el todo a través de mecanismos diferentes, tanto interconectados como simplemen-te confluentes hacia el mismo des-tino. En otras palabras, como si los mediadores, unidos por paralelas o independientes, fueran meridianos que parten de un polo geográfico su-perior hacia otro inferior (Figura 1).

Los trabajos de Gerardo Burton y la tesis de Mario Galigniana así como los estudios de Guille Vicent con Mario11,12,13,14,15 y resultados publicados16 hablan a favor de esta multiplicidad y, significativamente para futuras investigaciones, de la relación de la misma con estructuras tridimensionales de los esteroides (Ver detalles al final).

Numerosos experimentos en Buenos Aires trataron hasta ahora de conciliar entre ellas: exclusividad para la corteza suprarrenal y esen-cialidad para la vida, en mamíferos. En lo que coinciden los corticoides con otras hormonas esteroideas es en la pluralidad de meridianos con-ducentes.

Inmediatamente surgen pregun-tas tales como: ¿Depende la esen-cialidad vital de esta glándula sólo de los corticoides?¿Depende la esencialidad vital de los corticoi-des sólo de receptores específicos? ¿Existen grupos de átomos aislados

Figura 1: Modelo de globo terráqueo para la modulación del estímulo estresante y sus respuestas.

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esenciales para la supervivencia o sólo es esencial el conjunto de ellos? ¿En general: cómo se explican lógicamente algunas actividades fi-siológicas dispares entre esteroides de aparente estructura molecular si-milar? ¿Lo que ocurre en nosotros se puede extrapolar al resto de los ver-tebrados? ¿Rige para la vida, todo lo que rige para el estrés? Y sobre todo surge la doble pregunta que repeti-remos varias veces durante esta re-seña: ¿Es suficiente representar mo-léculas esteroideas en forma plana o se requiere de una representación tridimensional que permita caracte-rizar acciones biológicas específi-cas? ¿Debe ser rígida o flexible esta representación? Entre los pocos gru-pos que en aquella época hablaban de la relación conformación 3D del esteroide con afinidad por recepto-res específicos estaba el de William L Duax y su mentor de entonces el Dr. Charles M. Weeks pero estos autores no contemplaban explícita-mente mecanismos múltiples para la ligazón mutua17.

Desde el Dpto. de Química Or-gánica, Eduardo Gros, quien dejó una herencia imborrable en el mis-mo, supo integrar un equipo inter-disciplinario que ayudó a responder a varias de estas preguntas y a otras pudimos responder a lo largo de los años siguientes. Quiero señalar sobre todo a Gerardo Burton, pero también, en otros entornos, a María Cristina Damasco, Alcira Aragonés, Mario Galigniana, Graciela Piwien-Pilipuk, Miguel Borruel, Patricia Bo-rruel, Adriana Veleyro, Laura Matko-vic´, Mateo Chekherdemian, Adolfo Kalinov, Alicia Roldán, Guillermo Vicent, María Elisa Otero y Alberto Ghini. Dos de mis discípulos de en-tonces se destacaron notablemente en investigación y docencia univer-sitaria y ocuparon después lugares significativos en ambas categorías, tanto en la Argentina como en Nor-

teamérica: Eduardo Charreau y Ale-jandro de Nicola.

Por otra parte, de acuerdo con lo dicho y si se analizan referencias bibliográficas, se verá que entre los conceptos de secuencia y variabi-lidad del globo se debe incluir el evolutivo. Si bien, cronológicamente esta rama de nuestra investigación corresponde a un período muy pos-terior en el cual “nos acordamos” de lo que siempre habíamos imagi-nado, fue recién en los años 90 que nos encontramos con la personali-dad adecuada para encararlo. Nora Ceballos, que realizó una meritoria tesis interdisciplinaria en este labo-ratorio, es actualmente profesora ti-tular de endocrinología comparada. Es así como la diversidad de “me-ridianos” -para conseguir la regu-lación del equilibrio: “hidratación-desecación” también fue estudiada en nuestro grupo interdisciplinario de Buenos Aires por dicha investiga-dora quien, como bióloga, los rela-cionaba con aspectos filogenéticos. Trabajando con tejido interrenal de Rhinella arenarum, tejido de anfibio equivalente a la corteza suprarrenal en mamíferos, con Nora encontra-mos un nuevo camino bio-sintético hacia la aldosterona, el corticoide sodiorretentor más potente del reino animal, que en nuestro sapo, como en muchos otros anfibios resultó ser un esteroide muy abundante18. Para entender la importancia biológica de este hallazgo hay que tener presente las fórmulas moleculares de los es-labones en ambos caminos (Figura 2). En el camino de la derecha (Δ4) la corticosterona actúa, por lo me-nos en mamíferos, como glucocor-ticoide aún siendo al mismo tiempo metabolito secuencial en el camino biosintético de la aldosterona. En el camino de la izquierda (Δ5) aparen-temente no existirían metabolitos secuenciales de actividad biológica alternativa glucocorticoidea. El mis-mo compuesto N, factor clave en la

demostración del nuevo camino me-tabólico, tiene sólo propiedades so-diorretentoras, aunque mucho más débiles que los de la aldosterona. La presencia de grandes concentracio-nes de los esteroides del camino de la derecha, sin alternativa, puede ser innecesaria o aún patológica para el organismo. Sin embargo los cami-nos Δ5 y Δ4 exhiben, según Pozzi y Ceballos, localizaciones subcelula-res diferentes que, así y todo, llevan a los fines útiles19,20 evitando así di-cho inconveniente.

En ésta como en otras investiga-ciones contamos con la colabora-ción del Insituto Tecnológico de Tel Aviv, especialmente la del Dr. Mar-cel Harnik de la institución israelí. Asimismo, la del Dr. C.H. Shackle-ton, trabajando en esa etapa en el Children`s Hospital del Oakland Re-serch Institute, Calif.

El hallazgo y su interpretación merecieron un comentario elogio-so del Dr. Derek Barton, investiga-dor inglés que había sido laureado en 1969 con el Premio Nobel por sus contribuciones al desarrollo del concepto de conformación y sus aplicaciones en química.

Volví a Buenos Aires con mi fa-milia en 1972, después de haber rechazado ofrecimientos varios, por ejemplo el de Marion Birmingham en cuyo laboratorio en el Allan Memorial Institute of Psychiatry de la Universidad McGill me quedé por un año tras de mi estadía en la Worcester Foundation. Ofrecimien-tos y rechazos tuvieron sus razones opuestas no, en última instancia, la de contar con un cargo importan-te más estable y de mejor remune-ración que la que recibía en aquel momento, patrocinado por el An-cient and Accepted Scottish Rite, y, por otro lado, la palabra de honor dada a Don Bernardo de volver a la Argentina en un momento muy críti-

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co en que convenios internacionales requerían su ayuda para que no me obligaran a volver sin demora a una patria aún escasamente preparada para una repatriación inmediata. Opté por la segunda razón: cumplí con mi palabra.

De todos modos, mi carrera pro-siguió tanto en el CONICET como en la UBA, en cuya Facultad de Ciencias Exactas y Naturales escalé todas las posiciones por concurso a partir de profesor asociado ad ho-norem hasta titular con dedicación parcial y las del CONICET, hasta in-

vestigador principal y codirector del Programa de Regulación Hormonal y Metabólica (PRHOM). En 1993 me acogí a los designios de una ley es-pecial para jubilados científicos.

MOLÉCULAS HORMONALES (DE ACCIÓN BIOLÓGICA FINAL), MOLÉCULAS INTERMEDIARIAS EN LOS CAMINOS METABÓLICOS, MOLÉCULAS CON DOBLE CARÁC-TER

Retrocediendo un poco consi-deraré, en cambio, que haya sido intelectualmente muy productivo,

antes de jubilarme, el año 1981. Fue el año en que el grupo en Buenos Ai-res pudo asignar el verdadero senti-do del doble carácter, intermediario y hormona, a varios eslabones y la confluencia en globo, unidos o in-dependientes, de varios meridianos. Ya vimos que Eduardo Gros, tesistas comunes y otros de sus discípulos e integrantes de nuestro grupo me abrieron muchos horizontes sobre cómo las propiedades espaciales (tridimensionales) de los sustituyen-tes-esteroides en las secuencias del estrés podían ser tanto o más impor-tantes para la actividad biológica que la composición atómica de es-tos grupos esteroideos en si21.

Cuando en 1952 analizamos la concentración de esteroides en san-gre de la vena suprarrenal de ratas con lesiones en el área preóptica cerebral (ver antes) encontramos un esteroide cuyas propiedades co-rrespondían a 18-hidroxi-11 desoxi-corticosterona1, luego abreviado en la literatura como “18 OH DOC”. Aproximadamente en la misma épo-ca, el compuesto fue separado in vitro a partir de incubaciones con tejido adrenal de rata y luego iden-tificado por Marion Birmingham en Montreal5 y otros investigadores en Norteamérica y Europa6. La deno-minación química del nuevo com-puesto quizás suene a primera vista un poco anodina para el no-especia-lista, si no fuera porque abre el ho-rizonte hacia una nueva manera de correlacionar estructuras molecu-lares con actividad biológica final. Dos esteroides llamados en lenguaje semi-químico 18 OH DOC (18-hi-droxidesoxicorticosterona) y 18 OH B (18-hidroxicorticosterona) inte-gran, en efecto, uno de los grupos de moléculas que permiten al mamí-fero regular su hidratación corpórea a través de la retención sódica, así como disponer de energía para otras funciones vitales tales como la resis-tencia al estrés.

Figura 2: Se indican los siguientes intermediarios en el camino conven-cional (“Δ4”): 1, pregnenolona; 2, progesterona; 3, desoxicorticosterona; 4, corticosterona; 5, 18- hidroxi-corticosterona y 6, aldosterona. El com-puesto N (3β,11 β, 21-trihidroxi- 20-oxo-5-pregnen-18-al) es el interme-diario final en el camino correspondiente“Δ5”.Los colores representan las siguientes actividades biológicas finales en mamíferos: Negro, sin efecto conocido; Verde, progestágeno; Celeste y azul, predominantemente so-diorretentor (mineralocorticoide); Rojo, antiestrés e inmunosupresor (glu-cocorticoide); Naranja, regulatoria de muchos parámetros del medio inter-no según condiciones ambientales (ver texto: Pág. 42, 43 y 44).

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dente del Centro de Estudiantes de Farmacia y Bioquímica en la primera mitad del decenio 1950, periodo del cual guardo un muy buen recuerdo en cuanto al aprendizaje práctico de democracia colaborando con mis compañeros que pensaban distinto. También, el de haber estado pre-so cuando grupos de inadaptados pretendían, y consiguieron, quemar iglesias en Junio de l955. Lo intenta-ron también con la Catedral de Bue-nos Aires pero falló el intento. Los que la defendimos fuimos llevados directamente en un camión celular desde la Catedral a la cárcel de Villa Devoto cuando había disminuido la intensidad del episodio y al querer salir de la iglesia. Todo esto es his-toria reciente pero historia al fin que no vale la pena ser refrescada.

Esta reseña quizás excesivamen-te larga carece aún de la descripción de tareas docentes que, por su im-portancia no limitada, dejaré para otra oportunidad. A grandes rasgos: en la docencia asigné mucha im-portancia a invitar docentes-inves-tigadores de antecedentes variados, desde el estructural-molecular ex-puesto por los físicoquímicos y los químicos orgánicos, hasta los estric-tamente fisiólogos, por estudiosos de fisiología general y comparada que apuntan directamente a las con-diciones de supervivencia y desta-can la multiplicidad de meridianos conducentes. No siempre conseguí este objetivo complejo.

IDEAS FINALES

Es indudable más que probable que, a pesar de tratarse de temas muy discutidos, la sucesión en el camino Δ4 (figura 2 y 3) de eslabo-nes alternativos predominantemente sodiorretentores o glucocorticoides (glucogénica, antiestrés inmunosu-presores) se explica mejor mediante representaciones 3D que mediante las clásicas anteriores. Muchos ex-

perimentos del grupo11,12,13,14,15 lo confirman. Por razones de practici-dad limito la explicación a la figura 3. En su lado izquierdo se muestra la existencia de hormonas sodiorre-tentoras (rodeadas de triángulos), glucogénicas (rodeadas de cuadra-dos) y de función mixta o aún poco definida, tales como la 18 OH B (ro-deadas de círculos). También mues-tra que casi todos estos compuestos son intermediarios de biosíntesis de otro u otros. En el lado derecho de la figura 3 se representan las estruc-turas tridimiensionales de tres de es-tas moléculas [desoxicorticosterona (a),corticosterona (b) y aldosterona (c)*] en las que se respetan los ángu-los de las valencias de los átomos de carbono en el espacio y las conse-cuencias de la representación para la molécula resultante. En la imagen se destaca la posición del Carbono 18 (punto de flecha roja) cuya im-portancia fisiológica y biosintética vimos con anterioridad.

Debemos señalar que el con-cepto de la tridimensionalidad de estructuras ha sido mejorado últi-mamente con el de dinámica mo-lecular que contempla flexibilidad de las moléculas, incluyendo la fle-xibilidad del anillo A con respecto al esqueleto total14. La importancia del esquema radica sobre todo en su proyección al futuro (evolución has-ta mamíferos).

La relevancia que asigno a los hallazgos de los años 70 en la Base Almirante Brown, sobre todo a los relacionados con la 18-hidroxicorti-costerona (“18 OH B”), radica en la gran producción biosintética de este esteroide por la suprarrenal de la foca y en sus propiedades químicas y biológicas .Empecemos por hablar de una evidencia y de una serie de hipótesis de trabajo La evidencia es que la 18 OH B aumenta la ex-creción de ácidos por la orina del mamífero rata no necesariamente

La larga saga de la existencia de estos “esteroides 18-hidroxila-dos” no es ajena a lo que aquí an-tecede sobre confluencias de va-rios meridianos hacia ambos polos. Mientras la 18 OH DOC ocupa un lugar importante como hormona sodiorretentora en algunas especies mamíferas, la 18 OH B es un pa-radigma para moléculas de acción cambiante según los requerimientos de la fisiología y las circunstancias ambientales a las que está expuesto el mamífero portador.

El primer ejemplo lo tuvimos, hace ya más de cuatro decenios, cuando conseguimos que un buque de la marina transportara a Miguel Borruel a la base argentina Almiran-te Brown de la Antártida para estu-diar allí la foca de Weddell. En expe-rimentos in vitro con suprarrenales de foca, la 18-hidroxicorticosterona resultó ser el tercer corticoide en im-portancia cuantitativa producida por la corteza adrenal de este mamífero marino(22). Tratando de correlacionar requerimientos con circunstancias, postulamos ya en aquella época un mecanismo por el cual la 18 OH B podría cambiar de estructura mole-cular en medio ácido vs medio alca-lino o neutro y, consecuentemente, de acción fisiológica (ver importan-cia del medio ácido en publicacio-nes de la época23,24 y reciente25). Esto sería importante en la lucha de los mamíferos marinos contra la intoxi-cación por falta de eliminación del dióxido de carbono. Personalmente completé en un viaje siguiente la toma de muestras realizadas por Mi-guel.

UNA NUEVA ACTUALIZACIÓN EXTRACURRICULAR

Hasta aquí, la parte curricular de esta segunda etapa de mi vida acti-va. La extra-curricular tiene mucho de actuación gremial y política. Por ejemplo, la de haber sido vicepresi-

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acompañada de retención sódica se-gún publicado por Damasco et al. ya en 1979 (23) .Las hipótesis de trabajo se refieren a los mecanismos que in-tervienen en esta acidificación que parecen ser varios (24,25,26) reabriendo así para este aspecto regulatorio el modelo del globo terráqueo con va-rios meridianos confluyentes.

No puedo terminar sin agradecer el trabajo intelectual que en la di-vulgación de esta reseña desempe-ñaron con mucha iniciativa propia y discusiones inteligentes mis colabo-radores recientes: Tamara Heer, Mi-jal Distler, Marilina Raices y Victoria Bazzano.

Y, por supuesto, a seis persona-lidades que tanto me han ayudado desde todo punto de vista:

El Dr. Luis Federico Leloir, por su amistad y aliento.

El Dr. Carlos Eugenio Cardini, su compañero en todo, por las mismas causas.

La Dra. Nidia Basso por su cali-dad humana que abarca el esfuerzo de editar estas reseñas.

El Dr. Jesús A. Fenrnández Tres-guerres Hernández por todo lo que nos estimularon fructíferas conver-saciones científicas y personales, en medio de sus visitas de jerarquía in-ternacional.

El Dr. J. Lino Barañao por su in-terés en nuestros temas comunes, en medio de grandes responsabilidades políticas de divulgación científica.

El Dr. Juan Carlos Calvo, por su empeño en ayudar a mi memoria y el trabajo que esto significa.

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Figura 3: Algunos pasos de la biosíntesis de corticosteroides hormonales activos en los cuales se ve que existen compuestos con la doble función de hormonas y precursores de otras hormonas. Las flechas continuas indican caminos biosintéticos importantes; las interrumpidas indican caminos ocasionales bajo circunstancias especí-ficas. Es de hacer notar que sólo en la representación tridimensional los esteroides a y c, mineralocoriticoides, muestran estructuras más planas que el esteroide b, un glucocorticoide. En el glucocorticoide corticosterona (b), el primer anillo se inclina con mayor ángulo. Adaptado de varios trabajos del grupo (ver texto) incluyendo la tesis para optar al título de Doctora en Ciencias Químicas de Alcira Aragonés.

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45Una reseña distinta. ¿Vida o supervivencia?

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SEMBLANZA

Qué estimulante y placentero y, a la vez, qué temible desafío es es-cribir sobre alguien a quien se quie-re y se admira muchísimo. A la con-veniente parquedad y objetividad que reclama el estilo científico se opone la emoción que desborda y que amenaza con convertir seriedad en ñoñerías... pero me gusta comen-zar recordando lo que dije en oca-sión de celebrar, en un evento en las Sierras de Córdoba, el septuagésimo cumpleaños de Ángel, hace algunos meses. Bueno, está bien, hace más de 12 meses... pero dejémoslo ahí, ya que él mismo se encarga de acla-rarlo al final de su reseña. Entonces dije que cuando conocí a Ángel y lo adopté o nos adoptamos, como du-pla director-discípula, yo supe que estaba obteniendo mucho más que un tutor y un guía, estaba ganando un amigo para toda la vida. Y así fue, por cuarenta años... y meses, y ten-go la certeza de que será siempre. Es una amistad que llena el alma, no libre de disensos o críticas, en los cuales también se afianza como debe ocurrir en las amistades genui-nas pero sostenida por una básica solidaridad, comprensión, apoyo recíproco y diálogo profundo. A Án-gel agradezco la confianza sin va-cilaciones que siempre depositó en mí y en mis capacidades, confianza que yo juzgaba extrema, pero que sobre todo me sostuvo e impulsó en épocas remotas, cuando las cuestio-

Ángel Luis Plastinopor Susana Hernández

nes de género en la física argentina no eran claras y obvias como hoy, tal como consta en el recuerdo de numerosas coetáneas.

Ángel Plastino es una persona que sorprende desde muchos án-gulos. Su prodigiosa inteligencia se combina con una vastísima cul-tura que invade todos los ámbitos científicos y humanísticos, de tal dimensión que uno se pregunta azorado cómo hizo para adquirirla y mantenerla, ocupado como siem-pre estuvo en su trabajo más horas diarias de las que emplea una per-sona normal, aunque esa persona sea científico/a. Con Ángel Plastino se puede hablar de todo. Siempre tiene a mano la anécdota, la referen-cia, la correlación con otros temas o sucesos y si ocasionalmente así no fuera, se preocupa y lo averigua. Es un hombre esponja: en el curso de su riquísima labor de gestión en la UNLP y la CIC se preocupó por adquirir una importante porción de

ese ecumenismo del conocimiento que despliega y cultiva. ¿Que hizo escuela?, claro, decenas de discípu-los exitosos fabricados en el país y desparramados por todo el mundo, que no continuaron como acólitos, que se animaron a barrer las áreas más diversas de la física pero, cu-riosamente, siempre con algún pi-larcito de los que sostienen el edi-ficio, apoyado en aquellas primeras enseñanzas. En su tierna infancia científica transitó por la física nu-clear teórica desde donde luego le resultó cómodo comprender que la física de materia condensada era mucho más que la física de sólidos y liderar, primero en el país, luego en la región y finalmente en el ámbito internacional, una serie de eventos que sobrevivió nada menos que tres décadas, la de los Talleres Interna-cionales sobre Teorías de Materia Condensada. Más tarde se enamoró de la Teoría de la Información con sus aplicaciones a la Mecánica Esta-dística y diría que encontró su nicho ecológico cuando la colaboración de su amigo Constantino Tsallis lo deslumbró con las posibilidades de las entropías no aditivas, actividad a la que sumó la vocación por descu-brir y profundizar los alcances de las medidas de información y su poten-cial capacidad para desvelar todos los misterios de la ciencia. Proyecto ambicioso sin duda, que condensó a su alrededor una densa nube de

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fans y prolíficos colaboradores. Hoy, emérito por donde se quiera, se mul-tiplica enseñando a y colaborando

con colegas del universo de las cien-cias sociales. Viajero y lector incan-sable, lleva por el mundo su bagaje

de saber profundo y su incompara-ble vocación por compartirlo. Don-de lo encuentren, aprovéchenlo.

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54 AÑOS COMO FÍSICOPalabras clave: Física de la Información; problema cuántico de muchos cuerpos.Key words: Physics of Information; Many body quantum problem.

1. INFANCIA y ADOLESCENCIA

Tal vez el rasgo más distintivo de niñez sea el haber comenzado a leer a muy temprana edad, dos años, al menos, antes de ingresar a la escue-la primaria. Cuando lo hice, ya ha-bía leído bastante, incluyendo todos los libros infantiles de Constancio C. Vigil, de la Editorial Atlántica, y clásicos como La Isla del Tesoro y Robinson Crusoe. A los 8 años me traje de la casa de uno de mis abue-los una Enciclopedia antigua, de la 2ª. Década del siglo XX, que devoré con entusiasmo y releí en muchas ocasiones. Dado que por esas épo-cas mi memoria era casi perfecta, pude, como consecuencia, navegar con facilidad extrema toda mi edu-cación pre-universitaria, sin haber tenido que estudiar mucho casi nun-ca, con una gloriosa excepción, de la que hablaré más adelante.

A edad también algo prematura adquirí la gran pasión de mi vida, el Jazz (escucho al escribir esto a un gran pianista del género), gracias a un tío que tocaba piano de oído. También a los 8 años entré en con-tacto con un disco del sexteto de Benny Goodman que me dio vuelta la cabeza. Desde entonces no hay casi día en que no escuche o toque algo de Jazz. En esa crítica edad co-mencé a estudiar libros de ajedrez que encontré en la biblioteca pater-

na y conseguí casi inmediatamen-te vencer con facilidad a todos los miembros de mi familia que practi-caban el juego ciencia.

Mi familia era numerosa y los almuerzos dominicales multitudina-rios. Todos eran radicales e hinchas de Gimnasia y Esgrima, lo que mar-có mis rumbos en forma indeleble. Sería Ingeniero de la UNLP, como mi padre, militaría en la Federación Universitaria de La Plata, también como él, me afiliaría a la UCR a la edad apropiada y cargaría toda la vida con la pesada carga de sufrir como hincha de Gimnasia. Si bien, con la excepción de un tío que era ``puntero” del Dr. Balbín, nadie en la familia era activo militante, se ha-blaba mucho de política y desde los 6 o 7 años mi padre me llevaba a los pocos actos públicos que se per-mitían por esos años a la oposición (década de los 40), que generalmen-te tenían lugar en la Plaza Rocha de La Plata, a unos cientos de metros de mi casa.

Hice la Primaria en la Escuela que tiene la UNLP y entre mis com-pañeros había unos pocos interesa-dos en la política, radicales y con-servadores, con los que sosteníamos intensos debates a partir de los 10 años. Recuerdo mucho a uno de ellos que tenía un retrato del Gene-ral Uriburu en su dormitorio. Ya en

el Secundario (Colegio Nacional de la UNLP) la cosa se hizo más inten-sa. Varios compañeros eran correli-gionarios y estábamos en casi igua-les proporciones adheridos a los dos grandes subgrupos que componían la Interna radical de esos años, de modo que nuestras discusiones eran bastante entretenidas.

En el Nacional encontré también compañeros que compartían mi pa-sión por el Jazz, acompañada por el debate entre las dos ``escuelas” de ese momento: Hot Jazz o Be-Bop, estando yo mucho más cerca de la 2a, ¡hasta hoy!, sin que deje de agradarme mucho el Jazz tradi-cional. Promediando el Nacional, Piazzolla formó su célebre Octeto que me fascinó. Con él ingresé al maravilloso mundo del Tango y a las interminables polémicas entre los pocos ``Piazzolistas” y el resto del mundo tanguero. En los años del secundario ejecutaba el clarine-te y formaba parte de una bandita que tocaba dónde y cuándo podía. Fueron momentos maravillosos que recuerdo con gran nostalgia. El cla-rinete demanda mucho esfuerzo y es una adicción formidable que se cobra muchísimo tiempo.

En el año 1954, a mis 14 años, sucedió algo que cambiaría mi vida (y la de muchos jóvenes de ese en-tonces). Apareció en Argentina la

Angel Luis PlastinoCONICET & UNLP

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primera revista de Ciencia Ficción (CF), ``Más Allá”, que se constituyó en mi portal de entrada al mundo de la Ciencia. No sólo pude leer a los hoy llamados ``cuatro grandes” escritores clásicos: Arthur C. Clarke, Isaac Asimov, Ray Bradbury y Robert A. Heinlein, sino también empezar a entusiasmarme con los artículos de divulgación científica, muy bien escritos y de buen nivel, que la re-vista publicaba en cada número. He seguido leyendo ávidamente este tipo de ficción toda la vida. Desde 1968 estoy suscripto a la más impor-tante de las Revistas del género, The Magazine of Fantasy and Science Fiction, donde publicar es tan difícil como hacerlo en Nature o en The New Yorker. Por cierto, la mejor CF de hoy tiene poco que ver con la de mi adolescencia. Las ciencias socia-les constituyen el núcleo.

Mi contacto con Más Allá, en particular en lo que hace a los per-sonajes de las novelas y cuentos que en ese momento me resultaron más atractivos, me posibilitaron entrever un futuro no en la Ingeniería sino en la Física. Y aquí aparece justo la excepción a la facilidad de los estu-dios iniciales que mencioné arriba, al comenzar esta reseña. A fines del 54 decidí dar libre el tercer año, que contaba entre sus asignaturas, pre-cisamente y por vez primera en el currículo, Física. Mi padre me advir-tió que no podía estudiarla por mi cuenta, como al resto del material de tercer año y que debía acudir a un profesor particular. Rápidamente constaté que esto era verdaderamen-te así. Física no se podía simplemen-te ``leer”. Había que ``entender”, con cierto esfuerzo por cierto. La situación no era enteramente nueva para mí, porque lo mismo sucede con el Ajedrez, a cuya práctica ac-tiva me dediqué fuerte en los años de la Primaria (tengo alguna meda-lla en torneos infantiles) pero debí abandonar cuando empecé a tocar

Jazz (cuestión de tiempo). Un libro o una posición de Ajedrez se estudian también. Aprobé Física libre con 10 y confirmé que mis lecturas CF me estaban encaminando bien, pues el modo de encarar las cosas de la disciplina simplemente me resultaba apasionante.

2. LA FACULTAD

A principios del 57 me inscribí en la Facultad de Ciencias Físico-matemáticas de la UNLP, que reu-nía a todas las Ingenierías junto a las carreras de Física y Matemáticas. El mismo día hice lo mismo en el Centro de Estudiantes de Ingeniería (CEILP) y comencé a participar en reuniones de Agrupación antes de que comenzaran las clases del Cur-so de Ingreso. Mi Agrupación incluía socialistas, anarquistas y radicales. Estaba en vigencia un viejo pacto de a-partidismo político, que da-taba desde 1932. Contábamos con Agrupaciones hermanas en Medi-cina, Derecho y Humanidades. Sin embargo, no conducíamos el CEILP desde hacía 7 años. Debuté formal-mente como estudiante repartiendo panfletos en el 1er día del Curso de Ingreso. Hasta que me licencié, en 1961, el CEILP fue mi 2º hogar. Debe señalarse que ocupábamos una vieja casona de grandes dimen-siones, propiedad nuestra (lo sigue siendo hoy), de modo que éramos relativamente independientes de los avatares políticos, puesto que, por ser propiedad privada, no se podría cerrar, como lo fueron varias veces todos los demás en La Plata, Buenos Aires, etc. Ese año ganamos las elec-ciones de Centro y me convertí en miembro de su Comisión Directiva, cuyos debates eran de gran altura en esos lejanos tiempos. Aprendí muchísimo sobre la dinámica de reuniones, lo que me sería útil años después.

En lo académico propiamente di-cho la pasé muy bien. Éramos solo seis los estudiantes de Física versus 900 de Ingeniería y una sola alumna de Matemáticas con la que compar-timos prácticamente todas las asig-naturas de los primeros dos años. La separación vino recién en tercer año (1959), en que sólo tuvimos en co-mún el curso de Variable Compleja. Nos iniciamos en la Teoría con Me-cánica Clásica y las cosas comen-zaron a tornarse fascinantes para mí. En otra vena, ese año abando-né definitivamente el clarinete. Los tiempos no daban y me resultaba claro que no era lo suficientemente bueno como para ganarme la vida como músico. 1960 me trajo gran-des novedades. Ese año cursamos Mecánica Cuántica, temática que me permitiría ganarme la vida desde entonces. Recuperamos la conduc-ción del CEILP, que habíamos perdi-do en 1959, y fui electo Presidente del mismo. Al terminar mi mandato pasé a ser Consejero estudiantil del C. Directivo por el período anual 61-62. Lo más importante fue ini-ciarme como investigador, pues era obligatorio un trabajo de Licenciatu-ra. Consulté a nuestra Bibliotecaria a quien recuerdo siempre con mu-cho afecto. Ella me dijo que exis-tían unos volúmenes que resumían los Abstracts de los papers de Física de cada año y que estaban dispo-nibles allí. Al consultarlos noté que había un Profesor nuestro que apa-recía regularmente: el Dr. Horacio E. Bosch, que fue nuestra elección junto a Francisco Krmpotic, para in-tentar la Tesis de Diploma. Por suerte nos aceptó y así ingresamos formal-mente a la Física Nuclear de Bajas Energías. Finalmente, fui designado ayudante alumno en el mismo año, comenzando así mi carrera docente en los Laboratorios de Física I.

Terminando con éxito el trabajo de marras, ambos nos Licenciamos en 1961 e inmediatamente pusimos

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5154 Años como físico

nuestra mirada en la Tesis Doctoral. Se iniciaba la Era del Estado Sólido y Horacio había conseguido algu-nos de los primeros detectores que podían utilizarse para trabajar con radiación beta y gama. En Bosch y col. (1963), presentamos el primer trabajo de espectroscopía que utili-zó tales detectores. La Presidencia del CEILP, que ejercía en paralelo, constituyó una enorme responsabi-lidad. Contábamos con una impren-ta propia, bastante importante, que empleaba 13 operarios y una segun-da casa, más una librería-papelería que tenía dos empleados. Durante mi presidencia llegó a ser la 2ª en ventas anuales de La Plata. Es decir, 15 familias dependían de nosotros. A todo esto se agregaba, lógica-mente, la dinámica gremial. Recién cuando tuve ocasión de ser Rector de la UNLP afronté responsabilida-des mayores a éstas. Fue una expe-riencia que me marcó a fuego.

Inmediatamente terminada la Li-cenciatura comenzamos con Fran-cisco a trabajar en el Doctorado, siempre dirigidos por Horacio, a quien debemos gratitud eterna. Co-rrelaciones angulares gama-gama y la determinación de coeficientes de conversión fueron nuestros temas. Conseguimos efectuar dos publica-ciones, en Nuclear Physics (Elsevier) y una más en el Journal de Phsyique, y luego de muchas penurias y sofo-cones presentamos nuestras Tesis a fines de 1963. Terminaba la carrera y mi militancia estudiantil. Había que pensar en hacer un Post-Doc. Nuestra idea, con Francisco, era abandonar la Física Experimental y pasar a la Teórica.

3. POST-DOC EN UCLA

Ambos obtuvimos sendas Becas de Conicet. Francisco decidió volver a sus lares natales en Zagreb, con Alaga, gran experto en decaimiento beta. Lo mío fue extremadamente

afortunado. Horacio había compar-tido oficina en Berkeley con el gran Steve Moszkowski, que había escrito nada menos que el artículo de teoría nuclear del Hanbdbuch der Physik.

Le escribió pidiéndole me permi-tiera trabajar con él e, increíblemen-te, me aceptó. Para mayor suerte, al llegar a Los Ángeles, a fines del 64, Steve no tenía alumnos de doctora-do y sólo otro Post-Doc (Robert Ar-vieu, que se tornó gran amigo). Ello implicaba que recibí muchísima más atención de mi Director de la que sería normal en la mayoría de los casos, por parte de un personaje de tal envergadura.

De tal modo cayó en mis manos el proyecto que Steve considera aún hoy el más importante de su carrera. Se había comenzado a estudiar por esos años de manera microscópica la superconductividad nuclear. La interacción responsable se tomaba directamente de la física del estado sólido, como componente de corto alcance de la interacción nuclear y como largo alcance se colocaba una interacción ad-hoc cuadrupolar. La idea de Moszkowski fue apelar a factores estrictamente nucleares para dar cuenta de tal composición corto-largo alcance de la interac-ción residual nuclear. Dada la alta densidad del núcleo atómico, en el interior el scattering (dispersión) entre nucleones es elástico, debi-do al principio de Pauli. Sólo en la superficie nuclear dicho principio permite scattering inelástico. De tales consideraciones se puede mo-delar una interacción nuclear que sólo es finita si dos nucleones se en-cuentran en la misma locación en la superficie nuclear, interacción que fue bautizada como Surface delta interaction (SDI). Las componentes de corto y largo alcance aparecían así automáticamente. Mi misión era verificar cuán buena era esta idea comparando con datos experimen-

tales de espectros nucleares. ¡Y tu-vimos mucha suerte! Los concomi-tantes resultados fueron excelentes y se publicaron en Plastino y col. (1966) que resultó ser un artículo muy leído y referenciado. Además tuve la oportunidad de presentarlo en el Encuentro de Primavera de la American Physical Society en abril de 1966 en Washington, D. C. Un segundo trabajo sobre parecida te-mática fue publicado en Yucker y col. (1967).

UCLA me permitió un retorno al mundo del ajedrez. Su Student Union tenía un magnífico edificio de varios pisos y, en la planta baja, una sala de ajedrez con numerosos tableros. Ésta estaba siempre muy concurrida. Muchos jugando, otros mirando y mucha charla política. Un ambiente irresistible para mí. Para mi sorpresa, la mayoría sostenía posiciones muy de izquierda. Era la época de la guerra de Vietnam y de los Derechos Civiles de la gente de color. En el plano ajedrecístico recu-peré bastante el nivel que había al-canzado a los 12 años y luego perdi-do. Dedicaba una horita casi diaria al juego e hice muchos amigos allí.

Robert Arvieu regresó a Francia a fines de 1965. Un nuevo Post-Doc de Steve entró ahora en escena, Amand Faessler, figura protagónica de mi carrera científica. Venía del sur de Alemania, de la Universidad de Frei-burg, donde había realizado su Tesis Doctoral con Walter Greiner. Ellos habían trabajado mucho en núcleos deformados pesados (Tierras Raras y Transuránicos). Era natural aplicar a ellos la SDI. El tema resultó fructí-fero. Amand y yo pudimos publicar siete artículos, aceptados en el 66 e impresos en el 67, que fueron deci-sivos para el futuro de ambos. Él re-cibió una oferta de Profesorado en la Universidad de Muenster, en su país, y yo otra del Departamento de Física de la UNLP.

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CIENCIA E INVESTIGACIÓN - RESEÑAS - TOMO 2 Nº1 - 201452

4. DE VUELTA EN LA PLATA, VIAJE A ALEMANIA y RETORNO

Me tocó dictar Mecánica Esta-dística en 1967-68, lo que a la larga tuvo un profundo impacto en mi ca-rrera. En cuanto a investigación, las facilidades computacionales a mi al-cance en la UNLP no me permitían continuar con análisis microscópi-cos nucleares. Ello me obligaba a cambiar de tema. Con Sara Abecasis juntamos esfuerzos y, con la ayuda de Horacio Bosch, nos pusimos a trabajar en el llamado Modelo de Davydov, el más avanzado de los modelos fenomenológicos nuclea-res. Publicamos tres artículos, el úl-timo de ellos [Plastino y col. (1969], tal vez el más completo sobre el mo-delo. El libro de Física Nuclear de W. Greiner cita a los tres papers.

Amand Faessler me consiguió un cargo (equivalente a Profesor Adjun-to) en su Universidad para el bienio 69-70. Conocer Europa constituyó una fantástica experiencia, espe-cialmente porque el turismo no te-nía aún las dimensiones que alcan-zó luego. Por ejemplo, no se hacía cola para visitar la Torre Eiffel ni el Louvre ni la Capilla Sixtina. Fueron dos años maravillosos para mi fami-lia. En lo científico trabajamos con Amand en extensiones nucleares del método auto-consistente de Hartree-Fock, con resultados bastante satis-factorios. Tuve la oportunidad de dar charlas en varias Universidades Europeas y sentir que mi nombre era relativamente familiar en el ámbito de la teoría nuclear continental. En este período me aceptaron ocho ar-tículos más, de modo que me sentía, a los 30 años, muy orgulloso, con la inmodestia de la juventud.

A mi retorno, fui designado Pro-fesor Titular de la flamante Facultad de Ciencias Exactas de la UNLP, en el año 1971, construida quitándole a Ingeniería sus Departamentos de

Matemáticas y Física. Comenzaba para mí, auspiciosamente, una nue-va era ignorando que se alumbraba una década trágica.

5. LA DÉCADA DEL 70.

La UNLP había adquirido una computadora IBM lo suficiente-mente poderosa como para volver a pensar en desarrollos microscópicos con la Surface Delta Interaction, a lo que comencé a abocarme. Preci-samente en ese momento apareció la que sería mi primer doctorando, la hoy Investigadora Superior del Conicet Susana Hernández, gran amiga desde esos lejanos tiempos. Nuestros esfuerzos tuvieron bastan-te éxito con numerosos resultados. Conseguimos publicar unos diez artículos en base a los que Susana escribió su Disertación Doctoral.

Mi ``carrera” como Director de Tesis comenzó así de manera con-tundente. Le siguieron 28 Tesis Doctorales más para enriquecer mi acervo en este particular del que me siento particularmente orgulloso. Mis antiguos discípulos se hallan desparramados en distintos lugares del 1er y 3er mundo. Más impor-tante, se han generado perdurables amistades con muchos de ellos. Cin-co de estos ex-doctorandos perma-necen en la UNLP. Incluso, con dos continúo trabajando hasta hoy.

En la década del 70 continué también colaborando con Amand Faessler, a quien visitaba regular-mente en Juelich, pequeña ciudad del oeste alemán, en donde el equi-valente germano a nuestra CONEA tiene un parque de investigación enorme, tanto en tamaño como en nivel científico. Otro hito de esa dé-cada fue mi asociación al ICTP de Trieste, a sugerencia de Amand. Ello me permitió integrarme a una nutri-da comunidad de gentes que traba-jaban en el Problema Cuántico de

Muchos Cuerpos, hacia el que co-mencé a orientarme.

El método de Hartree-Fock (HF) es una forma aproximada de las ecuaciones de la mecánica cuán-tica fermiónica, muy utilizada en física y en química. También se lo suele llamar método del campo auto-consistente. Esto se debe a que sus ecuaciones, basadas en orbita-les mono-particulares, son más ac-cesibles computacionalmente que los métodos basados en funciones de onda de muchas partículas. La aproximación HF es el equivalente, en física computacional, a la aproxi-mación de orbitales moleculares de inmenso valor conceptual. Este es-quema de cálculo es iterativo y com-puta la mejor solución (que consista en un único determinante de Slater) para la ecuación de Schroedinger independiente del tiempo. La inte-racción de un único fermión, en un sistema multi-fermiónico, con el res-to de los fermiones del sistema, se aproxima promediándolo como una interacción entre dos cuerpos.

En Trieste, año 1975, tuve la fortuna de conocer a tres personas que resultarían grandes amigos y co-autores: Manuel de Llano (Mé-xico, D.F.), Valdir Aguilera-Navarro (Sao Paulo) y Hank Miller (en ese momento en la Universidad de Frankfurt, trabajando con W. Grei-ner). Con Manuel comenzamos allí, a orillas del Adriático, a discutir la posibilidad de realizar cálculos Hartree-Fock en el límite termodiná-mico. En ese momento se creía que, en tal límite, las únicas posibles so-luciones HF eran las ondas planas. El tema nos condujo a trabajar en lo que se llama materia nuclear. Se trata de un sistema idealizado de nucleones (protones y neutrones) interactuantes, que existe en varias fases no bien establecidas aún. No es la materia de un núcleo, sino una hipotética sustancia consistente en

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5354 Años como físico

un número gigantesco de protones y neutrones, en iguales proporciones, que interactúan entre sí solamen-te a través de la fuerza nuclear, sin interacción Coulombiana. Tanto el volumen como el número de partí-culas son infinitos, pero la densidad es finita. No hay efectos de superfi-cie y si hay invariancia traslacional. Es un tema importante que predice detalles básicos sobre la interacción nuclear y es falsable.

El Profesor Albert Overhauser, de la Purdue University y ganador de la Medalla Nacional de Ciencia de 1994, había predicho la posibi-lidad de la existencia de ondas pe-riódicas en la materia nuclear, ge-nerando gran controversia. Gracias a los buenos oficios de Jorge Flores, Director del Instituto de Física de la Universidad Nacional Autónoma de México (IFUMAM), pude reali-zar una estadía de tres meses en el IFUNAM a partir de enero de 1976, suceso que por fortuna se repitió varias veces, en años subsiguientes, para trabajar con Manuel y otros amigos como Rubén Barrera y Lutz Dohnert. El tema Overhauser nos intrigaba mucho. En de Llano y col. (1976a – 1976b) pudimos confirmar que la hipótesis de Overhauser tenía sólidos fundamentos y que habían infinitas soluciones de Hartree-Fock en el límite termodinámico, más allá de las ondas planas.

En Aguilera-Navarro y col. (1977) encontramos dos familias infinitas de orbitales de Overhauser generalizados (con dos parámetros), que explícitamente satisfacen, para estados ocupados, las ecuaciones de Hartree-Fock en el límite termo-dinámico. Para una interacción delta atractiva nos proveen de soluciones HF de más baja energía que la aso-ciada a ondas planas, aún para aco-plamientos débiles o para densida-des bajas. Miembros de las familias que contienen infinitos armónicos

conducen a una red estática clásica a través de transiciones de 1º o 2º orden, según la familia.

Un efecto interesante pudimos detectar ese mismo año 1977. Un conjunto ortonormal de orbitales que explícitamente satisfacen las ecuaciones de HF para estados ocu-pados, acoplado a la interacción de Skyrme, predice clusterización alfa a bajas densidades en materia nuclear [Aguilera-Navarro y col. (1977b)]. Al respecto, Tony Hilton Royle Skyrme (1922-1987) fue un científico britá-nico que modeló exitosamente la interacción efectiva entre nucleones inmersos en materia nuclear me-diante un potencial de rango nulo, una idea que tuvo gran aceptación y es aún utilizada a la fecha en la ecuación de estado de estrellas de neutrones. Hoy hay consenso en que, a densidades nucleares norma-les, el modelaje con ondas planas es más estable que el de la clusteriza-ción alfa. Sin embargo, a densidades de alrededor de un tercio de la den-sidad nuclear central, se produce una transición a una fase cristalina de materia alfa. En la misma vena, este tipo de investigación se ha con-tinuado en De Llano y col. (1978) y Barrera y col. (1878b).

En 1977 nos encontramos con la peculiar situación de que un grupito de físicos latinoamericanos estába-mos trabajando juntos en temas de materia condensada y se nos ocurrió la idea de organizar un Workshop Latinoamericano sobre el tema. Ade-más de Valdir, Manuel y yo, se sumó a la organización Rubén Barrera del IFUNAM. Los cuatro convocamos a tal reunión en ese mismo año, en el Instituto de Física Teórica de Sao Paulo, la que se desarrolló con toda felicidad, sin que tuviésemos la me-nor idea de que comenzaba algo que iba a perdurar hasta el 2014. Como asociado de Trieste, conseguí que el ICTP hospedara una 2ª Reu-

nión allí en Octubre de 1978. Tuvo una amplia repercusión y ya dejó de ser latinoamericana. Generosamen-te, los amigos de la CNEA me permi-tieron organizar en la sede de Aveni-da del Libertador una 3ª Reunión en 1979 y Lutz Dohnert realizó una 4ª en 1980 en la Universidad Central de Venezuela (Caracas). Ya éramos un grupo internacional grande y no hubo dificultad alguna en organizar la 5ª Conferencia en la UNAM. La siguiente tuvo lugar en Saint Louis, Missouri y la cosa siguió, año a año, en diversos sitios, recorriendo todos los continentes, hasta la fecha. Se trata de uno de los eventos anuales del mundo de la física más antiguos. En particular, se ha realizado en dos ocasiones en Mar del Plata y en otra en la Facultad de Derecho de la UBA.

El modelo de Lipkin es un mo-delo esquemático para entender la dinámica de sistemas interactivos de muchos fermiones, que obedece un álgebra su(2). El término de in-teracción del concomitante Hamil-toniano se expresa en términos de una forma cuadrática con respecto a los operadores de creación y des-trucción de los generadores su(2). Fue propuesto en 1965 por los in-vestigadores israelíes H. Lipkin, N. Meshkov y A. Glick y ha sido ex-tensivamente utilizado para verificar diversos tipos de teorías de muchos cuerpos. En la década del 70 ingre-sé en esa clase de estudios. Como el modelo tiene solución exacta, aunque numérica, se hace sencillo testear diversas nóveles metodolo-gías aproximadas para el problema cuántico de muchos cuerpos. En tal temática (Modelos exactamente so-lubles) trabajé muy fuerte durante varios años, siendo mi primera pu-blicación Cambiaggio y col. (1978). María Cristina Cambiaggio era una física experimental del grupo de Horacio Bosch y una de las muchas víctimas de las purgas que se hicie-

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ron en la UBA en los 70’s, lo que la obligó a buscar lugar de trabajo en La Plata. Fue un placer colaborar fructíferamente con ella durante va-rios años. En nuestro primer trabajo inventamos el concepto de aparea-miento de cuasi spin, un símil Lip-kin del apareamiento que da lugar a la superconductividad que hereda todas las propiedades matemáticas del mismo. El nuevo tipo de aparea-miento permite clasificar y utilizar fácilmente todos los multipletes del modelo de Lipkin. Antes se usaba únicamente el correspondiente al estado fundamental del modelo.

En el 78 coincidí con Steve Moszkowski en una visita al IFU-NAM y diseñamos juntos una sim-plificación adicional del modelo de Lipkin, cuyas soluciones exactas son siempre de carácter analítico [Plasti-no y col. (1978).] Décadas después se ha empleado este modelo para estudiar transiciones de fase de di-verso tipo, como las de entangle-ment [Plastino y col. (2010)]; Zander y col. (2009).

Otro tema que me interesó en la década que culminó en 1980 fue el llamado problema casero de Bethe (Bethe homework problem) propues-to por el Premio Nobel Hans Bethe, asesor científico del Presidente Eis-enhower. El problema data de 1978. Se proponía que la parte repulsiva del llamado potencial de Reid, ac-tuando en todas las ondas parciales relativas, se usase como interacción modelo para calcular las propieda-des más importantes de un gas de neutrones. Obtuvimos algunos re-sultados muy interesantes [Cambia-ggio y col. (1980).] Este trabajó cau-só sensación cuando María Cristina lo presentó en el Third Workshop on Condensed Matter Theories y así se lo hizo notar en el informe efectua-do a la National Science Foundation de EE.UU., que financió parte im-portante del evento.

En total, publiqué 53 artículos internacionales con referí en la dé-cada de los 70, sobre diversas pro-blemáticas. Pero lo más importante es que esa década me generó un importante número de amigos para toda la vida. En lo que hace a mi actividad política, obviamente no hay mucho que decir. Los Comités radicales estuvieron cerrados mucho tiempo, aunque el partido continuó funcionando de diversos modos. En mi caso, formaba parte de un grupo de correligionarios que nos reunía-mos en almuerzos celebrados en el Club Universitario de La Plata un par de veces por mes y, ocasionalmente, nos reuníamos con la Franja Morada local.

6. PRIMER TRIENIO DE LOS 80

La década de mis 40 años co-menzó auspiciosamente con la in-corporación a mi grupo de cuatro tesistas doctorales: Gastón Gutié-rrez, Guillermo Bozzolo, Guiller-mo Zannoli y Josué Núñez. Como comento aparte, comienzo por en-tonces a trabajar en teoría de la in-formación (GZ). GG se dedicó a mi línea de Materia Nuclear y GB-JN a Modelos exactamente solubles. En este período pude visitar dos veces el célebre Los Alamos National La-boratory de New Mexico (donde se diseñó la primera bomba atómica), cortesía de George Baker, asiduo participante de nuestro Condensed Matter Workshop. En Baker (1982) encontramos un resultado intere-sante, basado en la muy conocida expansión para bajas densidades del estado fundamental de un sistema fermiónico, donde la interacción es central. Pudimos desarrollar un es-quema perturbativo en el que el es-tado de orden cero es el de un fluido de esferas repulsivas. Para un caro-zo duro más un potencial de pozo cuadrado y, usando determinantes de Padé, hallamos divergencias en la energía y presión correspondien-

tes a un empaquetamiento cerrado aleatorio a una densidad parecida al valor empírico para esferas duras clásicas.

Este trienio fue muy productivo para mí debido a cuanto se había agrandado mi grupo, lo que nos permitió agregar 36 publicaciones a mi CV. En enero-marzo del 83 hice mi última visita prolongada a Amand Faessler, que ahora estaba en la Universidad de Tuebingen, un lugar precioso del sur alemán. Ade-más, en 1982 ascendí a Investigador Superior del CONICET y, a media-dos de 1983, la Academia Nacional de Ciencias Exactas y Naturales me otorgó el Premio Teófilo Isnardi.

En el plano político las cosas se activaron bastante. Constituimos con mis amigos radicales la Funda-ción Eugenio Blanco, en homenaje al ministro de Economía del Presi-dente Arturo IIlia y comenzamos a tener alguna presencia en la Capital Federal.

7. MIS AñOS POLÍTICOS: 1984-1992

El lunes 31 de octubre de 1983, tomando un café con un amigo de nuestra Fundación, comentamos nuestro temor a tener que abando-nar nuestras profesiones para ocupar algún puesto político en el período democrático a iniciarse en Diciem-bre. La idea era ver si no podríamos ``zafar”, de algún modo. Imposible. Me ofrecieron la Presidencia de la Comisión de Investigaciones Cientí-ficas de la Provincia de Buenos Aires (CIC) y me convenció la amenaza de saber quién iría si yo no aceptaba: alguien totalmente desvinculado de la Ciencia Básica. No la mejor moti-vación, ciertamente.

El 16-12-83 el flamante Goberna-dor Alejandro Armendáriz me puso en funciones en el tradicional edifi-

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cio de la CIC y comenzaron cuatro años realmente intensos para mí. Por cierto, tuve una ventaja que ningún antecesor o sucesor (hasta ahora) en la Presidencia CIC había disfrutado. Directa o indirectamente conocía a todos los miembros del Gabinete Provincial. El Secretario General de la Gobernación, con despacho ve-cino al del Gobernador, había sido compañero de Agrupación en mis años estudiantiles y me tuteaba con varios diputados y senadores.

Era mi convicción que lo único que el Mundo Científico necesi-ta, en un país del tercer mundo, es simplemente dinero. Los científicos saben mejor que nadie cuáles son las prioridades y no necesitan que algún político venga a darles lec-ciones en este sentido. Lo difícil es encontrar estrategias recaudadoras. Para gran suerte, el ministro de eco-nomía de la Provincia, el Dr. Osval-do Benigno Palacios era (es) una per-sona muy lúcida y extremadamente culta. Entendió muy bien el dilema de la CIC y lo resolvió satisfactoria-mente. Cuadruplicó su presupuesto, con el compromiso de dedicar 50% a la ciencia básica y el resto a desa-rrollos tecnológicos y extensión. Se pudo de esta manera ampliar con-siderablemente la planta de Investi-gadores CIC y el número de Becas y Subsidios. Uno de mis mayores orgullos es haber podido repatriar al Doctor Carlos Bollini como Investi-gador Superior de la CIC. Debo se-ñalar que el Presidente de la Junta de Calificaciones fue en esos 4 años el Premio Nobel Luis Federico Leloir.

Durante mi primera semana en la CIC escribí una carta a los entonces 126 Intendentes poniendo la Institu-ción a su servicio como asesora tec-nológica, que financiaría en lo posi-ble los problemas a afrontar en ese sentido con un Plan de Asistencia a Municipios. Tal plan tuvo mucha aceptación en los Municipios del

Interior bonaerense, cuyos alcaldes rutinariamente incluían a la CIC en su circuito cuando debían bajar a La Plata.

Se acometieron decenas de Pro-yectos a pedido de los Intendentes y se instituyó un protocolo para que el Directorio los estudiase y eventual-mente aprobase. Por cierto, después de tantos años mi memoria es borro-sa en detalles, pero recuerdo como nuestro emprendimiento más ambi-cioso el diseño de una nueva esco-llera para el Puerto de Quequén, a cargo del Departamento de Hidráu-lica de la Facultad de Ingeniería de la UNLP, que costó la décima parte de lo que varias consultoras interna-cionales habían presupuestado. En el tema hidráulico menciono asimis-mo asistencia a varios Municipios por el tema inundaciones. Antropó-logos del Museo de la UNLP asistie-ron a una municipalidad del interior en el tema de instalación de un nue-vo cementerio, tema que no puede llevarse a cabo a la ligera. Me im-presionó vivamente un llamado del Intendente de Tres Arroyos por una invasión de mosquitos resistentes a los insecticidas. El problema fue rápidamente solucionado con una visita de entomólogos de nuestro Museo, pero lo significativo es que la primera reacción del alcalde hu-biera sido llamarme. Comenzamos varios programas de investigación clínica bajo la inspiración del Pro-fesor Horacio Cingolani, también Investigador Superior de CONICET. Debo señalar que se constituyó una Red integrada por la CIC y las en-tonces 5 Universidades Nacionales con sede en Buenos Aires a fin de aprovechar al máximo el potencial instalado en la Provincia. Realmen-te, mis 4 años de CIC fueron felices y me dejaron gratos recuerdos.

A fines de 1985 recibí una visita de los directivos platenses de Franja Morada en mi oficina del Departa-

mento de Física. Querían postular-me para la Presidencia (Rectorado) de la UNLP. Se estaba terminando el período de normalización universi-taria encarado por el Presidente Al-fonsín desde diciembre del 83 y en el 86 se iba a elegir, por primera vez en veinte años, un Presidente surgi-do de la voluntad de los Claustros y no del ``dedo” del Presidente de la Nación. La oferta me sorprendió profundamente, pues era algo que jamás me había imaginado y la sor-presa no era muy agradable. Mi ges-tión en la CIC convivía fácilmente con mi labor como investigador, sin interferencias importantes. Pero diri-gir la Universidad eran palabras ma-yores y mi vida se trastocaría total-mente. El argumento de la Franja era sin embargo que, según sus encues-tas, yo era el único candidato radical que podía conquistar la mayoría de la Asamblea Universitaria y que una derrota en La Plata tendría trascen-dencia en ámbitos mayores que el platense. Evidentemente, habiendo militado en la UCR desde la adoles-cencia, no podía rehusarme ahora.

La campaña electoral fue muy trajinada. Tuve que reunirme y pre-sentar mis propuestas a todos los electores de los tres claustros (Pro-fesores, Graduados y Estudiantes) de las entonces trece Facultades de la UNLP, lo que suma 39 reuniones distintas, más muchas otras ``mano a mano”, más innumerables reunio-nes de estrategia con la Franja. Pero, en abril de 1986, la Asamblea Uni-versitaria se reunió un sábado en el Salón de Actos del histórico Colegio Nacional y fui electo Presidente con bastante más de los 2/3 de los votos. Yo esperaba el debate y la votación en mi ``boliche” del Instituto de Físi-ca, a unos 70 metros del lugar de la Asamblea, siguiendo por Radio Uni-versidad todo el trámite. Allí me fue a buscar una especie de ``guardia de honor” de la Franja para que salu-dase a la Asamblea como Presidente

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CIENCIA E INVESTIGACIÓN - RESEÑAS - TOMO 2 Nº1 - 201456

Electo. Tal acompañamiento resultó absolutamente necesario, pues fui recibido con una lluvia de piedras provenientes de grupos ultra, que también me esperaban enardeci-dos en la puerta del Colegio. Sin mi ``guardia” pude haber sido seria-mente lastimado (o peor). ¡Tal mi primera experiencia Rectoral! Ello no empañó demasiado la solemni-dad del momento ni mi profunda emoción al poder dirigirme a mis votantes desde el escenario del Sa-lón, inaugurando el retorno de la de-mocracia y autonomía universitarias luego de 20 años de intervención de nuestra casa de altos estudios por el Poder Ejecutivo Nacional. El presi-dente Alfonsín me puso en funcio-nes el 1º de junio de 1986 en el Aula Magna de nuestra Facultad de Medi-cina en un acto altamente emotivo y comenzaron así los seis años más duros, intensos y dificultosos de mi vida.

Tratar de describir esos años con cierto detalle necesitaría de un libro (que no pienso escribir). Me limitaré pues a una muy somera elaboración. Para peor, desde junio del 86 hasta enero del 88 detenté una Presiden-cia doble: CIC y Universidad pues, por una larga serie de motivos de diversa índole, resultó impracticable que renunciase a la CIC. Para tratar de dar una idea de lo que significa ser Rector relato algo que sucedió en mi primera jornada laboral. En la pila de correspondencia acumu-lada, la mayor parte felicitaciones y buenos deseos, había una notifica-ción de IOMA, la obra social de la Provincia de Buenos Aires que tam-bién atendía a nuestros docentes y no docentes. Me comunicaban que denunciaban el Convenio que nos ligaba. Casi me infarto. Recién llega-do, se quedaba sin cobertura médi-ca toda nuestra gente. Por supuesto, pude solucionar esto en un par de días, con la colaboración de las Au-toridades de esta obra social. Pero

el shock adrenalínico fue tremendo. Si bien no en tamaña magnitud, el exceso de stress y adrenalina era co-tidiano. Cuando era niño escuchaba un famoso programa de radio de esas épocas: los Pérez García, cuyo lema era todos los días un nuevo problema, todos los días una nueva emoción. Pues ésa era la constante diaria. Arribaba cada mañana a mi hermoso e histórico despacho, que ocupó en su momento el Fundador de la UNLP: Joaquín V. González, con la certeza de que un nuevo des-calabro acechaba.

Sólo abordaré un par de temas relativos a mi gestión. En primer lu-gar, desde 1966 la Universidad fue regida por autócratas designados por el PEN a los que nadie supervi-saba. Hacían y deshacían a su anto-jo. Ello generó un desorden norma-tivo espectacular. Era imprescindible racionalizar y unificar la normativa universitaria, tarea que, acometida entusiastamente por los 52 integran-tes del Consejo Superior, estaba lejos de ser sencilla. Pero se logró consen-suar casi por unanimidad tras varios meses de trabajo. Por ejemplo, una consecuencia fue tener un regla-mento de Postgrado uniforme con los mismos requisitos formales para ser Doctor en Medicina o en Astro-nomía. Otro tema central fue el de consensuar que la tarea básica de la Universidad es crear conocimiento y que todas las demás misiones deri-van de esta creación. La Universidad debe, en buena medida, enseñar el conocimiento que ella misma gene-ra, sea éste el de un cirujano exitoso, un jurista famoso o un químico de excelencia. Este discurso fue llevado al Consejo de Rectores (CIN), crea-do en 1984, ámbito en el que tuvo favorable recepción. Como apunte importante para mí, dejo constancia de que en 1987, a instancias de la Prof. S. Hernández, fui designado Profesor Honorario de la UBA.

Cuando se agotaba mi mandato, en 1989, se volvió a plantear casi la misma situación que en 1983, ahora aguzada porque el radicalismo ha-bía perdido la Provincia de Buenos Aires. Ya no sólo la Franja, sino la militancia en general, consideraban que era muy arriesgado cambiar de caballo en medio del río y que de-bía postularme a la única reelección que los Estatutos permitían, aun-que eso requiriese obtener 2/3 de la Asamblea en primera votación. Tal cosa sucedió, exitosamente, so-brando algún voto y mi mandato fue extendido hasta junio de 1992. Hay una estrecha y tradicional vincula-ción entre la UNLP y el Gobierno provincial que ahora ya no era de mi Partido. Debo señalar con agra-decimiento la gran colaboración y ayuda personal del Gobernador A. Cafiero en la segunda parte de mi gestión. Vale la pena mencionar una anécdota ilustrativa, entre mu-chas otras. Habíamos conseguido un subsidio muy importante de uno de los Estados Federales alemanes para crear una Escuela de Postgrado de Marketing Internacional, que fun-cionaría en la Facultad de Ciencias Económicas. Estaba todo acordado pero hacía falta un último detalle formal adicional: una carta de nues-tro Gobernador a su par alemán, en la que se solicitase el envío de los concomitantes fondos. Yo no la po-día escribir, pues no era par de un Gobernador. Debí pues telefonear al Dr. Cafiero para explicarle el proble-ma y pedir ayuda. Al cabo de un par de minutos, el Dr. Cafiero.me inte-rrumpe para decirme que entendía perfectamente y que le enviara con un ordenanza a la Gobernación (5 cuadras del rectorado), el texto en alemán que él debía firmar. 45 mi-nutos después tenía la solicitud ya firmada en mi despacho. La Escuela fue creada y sigue funcionado hasta el día de hoy.

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5754 Años como físico

El 1º de junio de 1992 fue uno de los días más felices de mi vida, pues pude poner en funciones a mi sucesor, el Ing. Luis Lima, en cuya elección había trabajado fuertemen-te. No fue fácil. Hubo dos candida-tos radicales. Lima era Miembro de la Academia Nacional de Ciencias Exactas y Naturales y el otro no. Mi opción resultaba obvia. La Franja votó dividida y se ganó en segun-da votación por meros dos votos. El lento escrutinio me hizo sufrir agó-nicos espasmos, aún en los minutos finales de mi mandato. Los temores de la Franja, que habían motivado mis dos postulaciones previas a la Asamblea Universitaria, quedaban confirmados plenamente. Mi ``acto” de despedida como ex rector, luego de la toma de posesión del nuevo, recordando el famoso tango, fue to-mar un último café antes de aban-donar definitivamente, con gran ale-gría, el despacho del Fundador de la UNLP.

¿Abandoné la investigación du-rante mi gestión? Pues no. Tenía varios Becarios a los que no podía abandonar. Mi Secretaria personal, la Sra. Elsa Vibbot, clausuraba todos los accesos a mi despacho cuando algún Becario entraba a él y podía-mos trabajar con toda tranquilidad. En mi período rectoral 1986-1992 publiqué 53 artículos internaciona-les y varios Tesistas míos se recibie-ron. Estos 53 papers seguramente ayudaron para que en 1993 se me concediera el Premio Konex de Pla-tino en mi especialidad, distinción que se otorga cada 10 años. Ade-más, durante los tres últimos años de gestión dicté Mecánica Cuántica 1, pues temí que no dar clases du-rante 6 años podría inhabilitarme (bloquearme) psicológicamente en el futuro.

Tengo sentimientos encontrados respecto a mis 6 años como Rector: por una parte, visité lugares y cono-

cí personajes interesantísimos a los que no hubiera tenido acceso de otra manera y aprendí mucho sobre “cómo” funcionan, en realidad, las cosas y los seres humanos. Pero, del lado negativo, viví angustias, dramas y desazones tremendas y casi conti-nuas. Durante alrededor de un año, a partir de junio del 92, sufrí de pe-sadillas en las que volvía a ser Pre-sidente de la UNLP. Debo confesar, empero, que siento mucho orgullo por los logros que se alcanzaron de los que aún hoy recibo reconoci-mientos diversos.

8. FÍSICA DE LA INFORMA-CIÓN

Si bien he trabajado en diversas áreas de la Física, comenzando con la nuclear experimental de bajas energías y pasando muchos años dedicado al problema cuántico de muchos cuerpos, es justo aseverar que diversos análisis en Física de la Información (entrópicos) constitu-yen el cuerpo principal de mi obra a partir de la finalización de mi man-dato rectoral.

Para un físico teórico, el concep-to de entropía S viene ligado mayor-mente a una medida del desorden microscópico de un sistema. Desde un punto de vista fenomenológico, por supuesto, S está asociado a la porción de la energía total E disponi-ble para realizar trabajo útil (energía libre F) mediante la relación F=E-TS, donde T es la temperatura. En teoría de la Información, S es una medida de la ignorancia del observador res-pecto de los detalles estructurales del sistema. Adicionalmente, S es la base de un método de inferencia utilizado en diversas disciplinas, el Principio de Máxima Entropía, abre-viado comúnmente como MaxEnt, y considerado por muchos como el más poderoso en el mundo científi-co. El pequeño listado de interpre-taciones entrópicas aquí reseñado

puede ser enriquecido con muchas otras más. Con lo dicho basta para darse una idea de que el de S es uno de los conceptos más complejos de la ciencia, al que, como he señala-do, he dedicado parte importante de mi tarea como investigador.

Mi primera ``incursión entrópi-ca” se dio en 1981, en colaboración con dos grandes amigos de la CNEA, Araceli Proto y Dino Otero. Ataca-mos de este modo el problema de la fisión fría [Otero y col. (1981)], Nuestro nuevo resultado fue la de-terminación del estadio final del proceso de fisión fría, con una dis-tribución (fission mass-yield) de máxima entropía, constreñida por el número de masa (A), que explicaba perfectamente los resultados experi-mentales en 15 casos. Con Araceli y Dino más Guillermo Zannoli en-contramos poco después otra faceta de la entropía, a saber, su utilidad como constante de movimiento para el estudio de problemas dinámicos [Otero y col. (1981)]. Pudimos es-tablecer, vía el formalismo de la teoría de la información, una cone-xión explícita entre S y el teorema de Ehrenfest. Tal ligazón arroja una prescripción muy útil para describir la evolución temporal de observa-bles físicos, que hemos utilizado en distintos escenarios desde entonces. Nuestra última aventura al respecto fue realizada con Claudia Sarris (ex Tesista de Ara) y ella misma [Sarris y col. (2013], mi último trabajo con Araceli, aceptado con posterioridad a su prematuro y tan lamentado fa-llecimiento. La teoría de la informa-ción (TI) provee herramientas que configuran un nuevo paradigma para la ciencia. Siguiendo el famoso dicho de Feynman (1948): there is a pleasure in recognizing old things from a new point of view, este pla-cer puede volverse realmente intoxi-cante y me ha motivado muy fuerte-mente a intentar reformular diversas teorías desde el modo TI.

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CIENCIA E INVESTIGACIÓN - RESEÑAS - TOMO 2 Nº1 - 201458

Es conveniente hacer aquí refe-rencia a J. A. Wheeler, pionero en el campo de la cosmología cuántica (y en muchos otros también), con el desarrollo, en colaboración con B. DeWitt, de la ecuación que lleva sus dos nombres, que determina la comúnmente llamada wave function of the Universe. En 1990, Wheeler sugirió que la información es funda-mental en la física del Universo. De acuerdo a su célebre it from bit doc-trina, all things physical are informa-tion-theoretic in origin. En otras pala-bras, todo it, cada partícula, campo de fuerza y aún el espacio-tiempo, derivan su función, su significado, su misma existencia, a partir de la respuesta de dispositivos empíricos capaces de responder a preguntas cuyos resultados son un SÍ o un NO. Es decir, hablamos de posibilidades binarias, o bits. La frase it from bit simboliza la idea de que cada ítem del mundo físico admite su interpre-tación más profunda en términos informacionales. Lo que llamamos realidad emergería, en última ins-tancia, de efectuar y registrar SI-No preguntas referidas a equipamiento experimental apropiado. Wheeler (1990) resume estas ideas afirmando que el nuestro es un universo parti-cipativo.

Las oraciones anteriores tratan de resumir brevemente lo que se deno-mina Paradigma de Wheeler, que si bien es aún minoritario hoy, cuenta con formidables apoyos, como el del Premio Nobel Gell-Mann y el del Santa Fe Institute, New Mexico. Asociado al paradigma encontramos también al llamado Programa de Wheeler, que pretende derivar todas las leyes de la física desde la teoría de la información. Si bien simpatizo con el paradigma, no puedo aseverar que me identifico plenamente con el mismo. En cambio es justo decir que mucho de mi trabajo se enmarca en el Programa. Debe mencionarse que éste acumula éxitos significati-

vos. Por ejemplo, dos grandes ami-gos míos, Roy Frieden (University of Arizona) y Bernie Soffer (UCLA), han podido re-derivar ya, a partir de él, utilizando Teoría de Juegos, las ecuaciones de la mecánica clásica, del electro-magnetismo, las de Di-rac y Klein-Gordon, las de la Relati-vidad General, etc. Por cierto, el pri-mer gran paso en este programa fue dado mucho antes por E. T. Jaynes (Washington University, St. Louis, Missouri), en 1957 [ver el excelente libro de Amnon Katz (1957)]. Jaynes reformuló la mecánica estadística, basándola enteramente en el con-cepto de información (medida loga-rítmica de Shannon), mostrando la equivalencia entre esta medida y la entropía termodinámica. En particu-lar, inventó el Principio de Máxima Entropía (MaxEnt) y mostró elegan-temente como reconstruir el forma-lismo termodinámico, asignando carácter físico a los concomitantes multiplicadores de Lagrange, que resultaron ser la temperatura, la pre-sión, el potencial químico, etc.

Como ya dijimos, Jaynes refor-muló en 1957 la mecánica estadís-tica (ME) sobre la base de la teoría de la información, con la mecánica cuántica como telón de fondo, en tanto que la teoría de Gibbs, pri-mera formalización axiomática de la ME (1902), y única hasta Jaynes, tiene como tal a la mecánica clási-ca. En vez de los cuatro postulados, referidos al espacio de las fases, re-queridos por Gibbs, Jaynes sólo usa dos. El básico dice que el operador densidad que describe un dado sis-tema es el determinado por el prin-cipio MaxEnt. Un segundo axioma asevera que este operador depende explícitamente sólo de valores de expectación disponibles e, implíci-tamente, de algún Hamiltoniano. No hacen falta referencias a idénticas a-priori probabilidades ni al concepto de equilibrio. Equilibrio es el estado de cosas en el que el conocimiento

a priori necesario para dar una des-cripción satisfactoria del sistema se refiere únicamente a constantes de movimiento. Desde el punto de vista de la navaja de Ockham, Jaynes ne-cesita menos postulados y concep-tos que Gibbs, por lo que su teoría tiene mayor alcance.

Pasemos ahora a un tema central. El principio MaxEnt establece que la distribución probabilística menos sesgada (o prejuiciosa) que se le puede atribuir a un sistema estadís-tico es aquélla en la que, dadas unas ciertas condiciones fijas, se maximi-za la entropía, esto es, aquélla en la que la desinformación (ignorancia) es máxima. En una situación de in-formación parcial la distribución es-tadística menos sesgada será aquella que menos información extrínseca al problema contenga. El princi-pio implica que 1) dada la entropía como una funcional de la distribu-ción probabilística y 2) las condicio-nes intrínsecas al problema que re-flejan nuestro conocimiento acerca del mismo, 3) la distribución menos sesgada cumplirá un principio va-riacional δS=0, al que se le añaden ciertas restricciones, vía multipli-cadores de Lagrange, que definen nuestro saber a-priori. Este principio de inferencia es a menudo conside-rado el más poderoso de la ciencia. En muchos de mis trabajos me he abocado al análisis de este principio con dos variaciones esenciales, a saber (1) eliminar la palabra ``esta-dística” como adjetivo del sustantivo ``sistema” y (2) generalizar lo que se entiende por ``entropía”.

La Teoría de la Información (TI) asigna a cada distribución probabi-lística P una ``ignorancia”, o ``falta de información”, llamada entropía de Shannon (expresada en bits con logaritmos en base 2): S= - ∑i P log2

P. Claude Shannon inventó la TI en 1948, creando así una nueva rama de las Matemáticas, en los laborato-

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rios Bell. La medida de información se llama S para los físicos, pero H para los matemáticos e ingenieros. Es la cantidad de información que nos faltaría para llegar a la situación de información completa en la que una de las Pk vale uno y el resto se anula. Si todas las Pk son iguales (a 1/N), estamos en la situación de máxima ignorancia (máxima entro-pía). ¿Por qué debiera uno maximi-zar la ignorancia, o entropía, sujeto a las restricciones que surjan de la información disponible? Porque ello garantiza que en el proceso de in-ferencia uno utilice la verdad, toda la verdad (por ejemplo, valores me-dios conocidos) y nada más que la verdad. Maximizar la ignorancia garantiza que no se esté inventando información no disponible.

9. ENTROPÍA CUÁNTICA

Supongamos ahora que P es el módulo cuadrado de una función de onda ψ. Le podemos asignar una entropía de Shannon (cambiando de unidades para usar los logaritmos naturales) como SQ= –2 |ψ|2

(x) ln |ψ(x)|. Esta integral no es, ob-viamente una entropía termodiná-mica. La denominaremos entropía cuántica, Es, empero, una legítima medida de información de Shannon. Trabajar con esta nueva medida es la idea central de la Tesis Doctoral de Norma Canosa (UNLP), que tuve el honor de dirigir a fines de los 80’s. Nuestro objetivo era averiguar hasta qué punto es posible obtener infor-mación de carácter cuántico sobre la base de disponer de algunos va-lores de expectación que emerjan de una función de onda dada ψ, sin conocer ψ, por supuesto, a fin de de-terminar esta función sin pasar por la ecuación de Schrödinger. Nuestro primer trabajo al respecto es Canosa et al (1989). Usábamos pues una no-vel versión del principio de máxima entropía aplicado a distribuciones asociadas a estados cuánticos es-

peciales. Esto nos permitió efectuar inferencias concernientes a la fun-ción de onda del estado fundamen-tal a partir del conocimiento de unos pocos valores medios relevantes. El esquema se aplicó a potenciales an-armónicos y al de Morse, con exce-lente resultados. Más aún, encontra-mos que, en todos los casos en que ψ se puede obtener analíticamente, nuestra metodología proporciona-ba la solución exacta. Por ejemplo, para el potencial de Coulomb basta conocer el valor medio de la inversa de r2.

El esquema fue luego extendido a sistemas de muchos cuerpos, con-formándose un sistemático esquema de inferencia de la función de onda correspondiente a un estado funda-mental sobre la base de información limitada, lo que ampliaba el rango de aplicaciones del principio de máxima entropía con vínculos va-riacionales. Los concomitantes re-sultados eran de mayor calidad que los arrojados por teorías de campo medio, aún incluyendo proyección (Projected Hartree-Fock). Y esto su-cedía aún en regiones de transición donde HF puede tener problemas [Canosa y col. (1990)]. Examinamos después la posibilidad de avanzar con otros estados, los excitados. Para ello investigamos la posibilidad de inferir espectros de energía y sus concomitantes auto-estados sobre la base de información incompleta res-pecto del estado fundamental. Los resultados se publicaron en cola-boración con Hank Miller, nosotros intentamos a continuación una apli-cación estrictamente nuclear de las ideas arriba esbozadas, en el con-texto de dos modelos nucleares dis-tintos que incorporan el fenómeno de apareamiento (pairing) junto a in-teracciones multipolares. Consegui-mos mejoras sustanciales respecto a la metodología standard (projected Hartree-Fock y BCS), especialmente en 1) regiones transicionales y 2) la

descripción de fluctuaciones de los observables relevantes. Obtuvimos también un tratamiento analítico en el límite termodinámico [Canosa y col. (1992)] El siguiente paso fue desarrollar una aproximación para describir las excitaciones colecti-vas de sistemas de muchos cuerpos fermiónicos, basada en estas ideas entrópicas. Volvimos a tener éxito y, en algunos escenarios, obtuvi-mos inclusive resultados exactos. En otros, nuestros resultados eran de mejor calidad que los arrojados por la célebre RPA [Canosa y col. (1992)]. Nuestro tratamiento permi-te mejorar la aproximación WKB y compite con el muy apreciado mo-delo de Gustzwiller en el modelo de Hubbard [Casas y col. (1993)]. Además, pseudo calores específicos, obtenidos como derivadas de la en-tropía cuántica (1) adquieren el rol de signaturas de transiciones de fase [Arrachea y col. (1992)].

Vemos pues que obtenemos un éxito formidable con las funciones de onda obtenidas maximizando la entropía cuántica con vínculos, fun-ciones que llamaremos PME , dado que ellas derivan del principio de máxima entropía y NO de resolver una ecuación de Schrödinger. ¿Por qué? Podemos aducir varias razones [ver Plastino et al (1993)]. La prime-ra es que la entropía cuántica SQ es, como ya se ha señalado, una legíti-ma medida de información de Shan-non. Consideremos N cajas. En una, y sólo una, de ellas hay escondido un objeto valioso con probabilidad Pi para la caja rotulada con el índi-ce i. Nuestra ignorancia en este caso es dada por la medida logarítmica de Shannon, como la suma sobre i de la cantidad (-Pi ln Pi), que llama-remos por el momento J. Si ahora asociamos estas cajas con los kets | i > de una base ortonormal comple-ta, entonces Pi = |Ci|

2, donde Ci es el coeficiente de la expansión de la función de onda deseada en la base

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| i > . Nuestro método de inferencia provee estas componentes en base a cierto grado de información a priori. Si esta información es la adecuada, necesariamente el proceso de infe-rencia debe proporcionar resultados apropiados.

La segunda razón es que se pue-de probar rigurosamente que la entropía cuántica posee un único máximo global (ver la última refe-rencia citada). Más aún, y esta sería una tercera razón, se ha demostra-do en la misma referencia que SQ obedece un teorema H y (quinta razón) que la función de onda MEP satisface el teorema virial, como lo hace obviamente la función de onda exacta. Como es bien sabido, este teorema  es una ecuación ge-neral que relaciona el valor medio de la energía cinética de un sistema con su energía potencial promedio. Ahora, sea H el operador Hamilto-niano y W otro operador hermítico cualquiera. Si Ф es una autofunción exacta de H, entonces ciertos valo-res de expectación respecto de ella obedecen lo que se llaman teoremas hiperviriales. Dado un operador W correspondiente a un observable ar-bitrario, todo auto-estado | Ф > del Hamiltoniano verifica < Ф| [H, W] | Ф > = 0. El grado de bondad de una aproximación a Ф puede apreciarse verificando que la función de onda aproximada satisfaga teoremas hi-perviriales. Y, en la última referencia citada se demuestra que la función de onda MEP lo hace para ciertos observables relevantes W [Plastino y col. (1995)] Esta sería una razón adicional (6ª) que justifica utilizar el principio de máxima entropía cuán-tica. Finalmente, hemos verificado que, en muchos escenarios, minimi-zar la energía (la ecuación de Schrö-dinger surge de un principio varia-cional de este tipo) y maximizar SQ

resultan procedimientos equivalen-tes. Esto se entiende fácilmente. El módulo cuadrado de la función de

onda es una distribución probabi-lística (DP). Como toda DP, queda pues determinada por sus momen-tos. Algunos de éstos constituyen nuestra información a priori en el MEP. Si los elegimos sensatamente, necesariamente deben dar una bue-na aproximación a la DP de marras. Al aumentar el número de momen-tos a priori, naturalmente la función de onda MEP convergerá a la exac-ta. Nuestro trabajo en este rubro ha mostrado pues que en lugar de re-solver exacta o aproximadamente la ecuación de Schrödinger uno puede trabajar equivalentemente con el principio de máxima entropía.

10. ENTROPÍAS GENERALIZA-DAS S

La entropía generalizada, o en-tropía de Tsallis, Sq, (¡ahora la q es minúscula!), es una generalización de la entropía de Shannon, introdu-cida por mi gran amigo Constanti-no Tsallis (1988) En la Literatura, la relevancia física de esta entropía comenzó a cobrar importancia a partir de 1993. Un espectro cada vez mayor de sistemas complejos, naturales, artificiales y sociales se han identificado con la estadística generalizada construida a partir de Sq, con bien establecidas prediccio-nes y consecuencias. Entre ellas po-demos mencionar especialmente:

1. La distribución que caracte-riza el movimiento de áto-mos fríos en redes ópticas disipativas, predicha en el 2003 y observada en 2006.

2. Las fluctuaciones del campo magnético en el viento solar.

3. Las distribución de veloci-dad en plasmas granulares [plasmas que contienen, en suspensión, partículas car-gadas de tamaño que va de los milímetros a los nanó-

metros. Tienen aplicación industrial]

4. Relajación de vidrios de spin.

5. Iones atrapados que interac-túan con un gas clásico.

6. Colisiones de alta energía en los detectores LHC/CERN (CMS, ATLAS y ALICE) así como RHIC/Brookhaven (STAR and PHENIX).

Desde ya vale la pena destacar algunos resultados teóricos que cla-rifican las condiciones físicas para las que la estadística asociada a Sq de hace necesaria:

1. Difusión anómala.

2. Sensitividad a condiciones iniciales y producción de entropía en la frontera del caos.

3. Conjuntos probabilísticos que hacen la entropía de Tsallis, que NO es aditiva, extensiva sin embargo en el sentido termodinámico.

4. Termo-estadística del movi-miento sobre-amortiguado de partículas interactuantes.

5. Generalizaciones no-linea-les de las ecuaciones de Schrödinger, Klein-Gordon y Dirac.

6. Procesos irreversibles des-critos por ecuaciones de difusión, Fokker-Planck, y reacción-difusión con térmi-nos difusivos no-lineales que involucran potencias de la densidad.

7. Descripción estadística de estados meta-estables de sis-

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6154 Años como físico

temas con interacciones de largo alcance.

8. Tratamiento estadístico de sistemas en equilibrio térmi-co con baños finitos.

Definimos, para una distribución probabilística normalizada discreta {pi} como:

donde q es un número real (llamado índice entrópico). Si q=1, S1 se redu-ce a la entropía ordinaria de Shan-non. En el caso continuo de una densidad de probabilidad tenemos una integral, por supuesto.

Dados dos sistemas estadística-mente independientes A y B, para los que

Pkm(A,B) = Pk(A) Pm(B),

sucede que la entropía de Sq satis-face la condición de suma Tsalliana

Es evidente que 1-q es una me-dida de no aditividad. ¿Por qué esta generalización es indispensable? Porque si extremizamos la medida de información de Shannon sujeta a vínculos obtendremos, SIEMPRE, una función exponencial. Ahora bien, muchas distribuciones en el mundo científico NO son exponen-ciales sino, por ejemplo, leyes de potencia.

Es oportuno hacer aquí algunas acotaciones personales sobre mi ac-tividad en esta temática. Cobré con-ciencia de ella en una Conferencia celebrada en Puerto Rico a media-dos de 1992, en un almuerzo con Constantino Tsallis. El había en ese momento publicado dos trabajos so-

bre el tema. Tal era la extensión de lo que con el tiempo se convertiría en una problemática con miles de autores y publicaciones. Me intrigó mucho el tema y Constantino pro-metió enviarme (¡por correo ordina-rio!) sus dos (ahora célebres) pione-ros papers.

Al recibirlos tiempo después en La Plata, mi hijo (Ángel Ricardo) se interesó también, lo que motivó, que por primera vez en nuestras vidas, comenzáramos a colaborar científi-camente. De esa cooperación surgió la primera aplicación física de la por ese entonces nueva estadística de Tsallis.

Diversos sistemas astrofísicos se modelan mediante configuraciones auto-gravitantes de fluidos que satis-facen una ecuación de estado efecti-va dada por una ley de potencia

,

en donde ρ es la densidad y P la presión. Tal ecuación de estado se caracteriza mediante dos paráme-

temas auto-gravitantes de N cuerpos que satisfacen las ecuaciones aco-pladas de Vlasov-Poisson.

En el contexto de las soluciones de las ecuaciones de Vlasov-Pois-son, las esferas politrópicas (también llamadas polítropas estelares) co-rresponden a las configuraciones en las que, en cada punto del espacio, la distribución de velocidades de las partículas del sistema está dada por una ley de potencia. Nosotros en-contramos rasgos muy importantes de tal distribución, que la vinculan con la entropía de Tsallis, como se discute abajo.

Las galaxias son importantes ejemplos de sistemas auto-gravitan-tes de N cuerpos descriptas por una distribución de partículas en el es-pacio de las fases de seis dimensio-nes, f(x, v, t). Diversos aspectos de la estructura galáctica pueden descri-birse satisfactoriamente suponiendo que f es una solución estacionaria de la ecuación de Boltzmann no-co-lisional, también llamada ecuación de Vlasov. De acuerdo al teorema de Jeans, toda solución estaciona-ria de tal ecuación depende de las coordenadas del espacio de fases a través de integrales de movimiento del potencial galáctico. Para siste-mas con simetría esférica éstas son la energía y el impulso angular. Si se considera el caso más sencillo (de-pendencia sólo de la energía), un principio variacional entrópico nos lleva al modelo estelar politrópico [Plastino y col. (1993a)], el tercer ar-tículo de la literatura Tsalliana]. Éste es mi trabajo más referenciado, con 455 citas (Scholar Google) a febrero del 2014 (mi hijo tiene otro paper con muchas más citas que éste). Las galaxias contemporáneas han adqui-rido su forma actual como resultado de un proceso de relajación, que conduce a las distribuciones galácti-cas de equilibrio (o meta-equilibrio) hoy observadas. El resultado de este

tros, la constante politrópica y el índice politrópico n. En el límite en que este índice tiende a infinito se obtiene una ecuación de estado tipo gas ideal, con P proporcional a la densidad. Son de especial interés las configuraciones esféricamente simétricas de fluidos auto-gravitan-tes que responden a la ecuación de estado politrópica recién menciona-da arriba. Estas configuraciones son gobernadas por la ecuación diferen-cial de Lame-Emden, que surge de combinar la ecuación de Poisson, la condición de equilibrio hidrostático y la ecuación de estado politrópica. Las esferas politrópicas en contextos astrofísicos pueden describir confi-guraciones auto-gravitantes de gas o configuraciones estacionarias de sis-

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proceso debiera poder obtenerse de un principio variacional apropiado. Un candidato natural para este prin-cipio, en concordancia con la meto-dología de Jaynes, sería optimizar la entropía de Shannon bajo las condi-ciones impuestas por las cantidades físicas relevantes conservadas, como la masa y la energía. Tal programa fue explorado por el astrofísico Bri-tánico Lynden-Bell de Cambridge. Lamentablemente, esta extremiza-ción conduce a la distribución de la esfera isoterma, caracterizada por una masa infinita. Este resultado no-físico nos motivó a buscar OTRAS entropías, y teníamos justo en ese momento la de Tsallis para probar. Implementando el proceso de maxi-mización con su entropía ¡los infi-nitos desaparecen! Como debiera ser, reaparecen si el índice de no aditividad q tiende a la unidad, y la entropía de Tsallis converge a la de Shannon. Además, puede verse de consideraciones físicas que q no puede ser negativo y debe ser mayor que 9/7, lo que ha sido corroborado en los últimos 20 años por muchos otros trabajos. Pudimos así demos-trar, por vez primera la relevancia de la entropía de Tsallis Sq en un esce-nario donde la de Shannon produce divergencias. ¿Por qué falla Shannon aquí? Porque estamos tratando con interacciones de largo alcance. La mecánica estadística convencional no puede lidiar con ellas, como ha sido visto en numerosas ocasiones a partir de nuestro trabajo, el primero en vincular la entropía de Tsallis con las interacciones de largo alcance. Nuestro paper estimuló a otros in-vestigadores a continuar explorando estas ideas, aplicando Sq en diversos contextos que involucran interaccio-nes de largo alcance. En particular, inspiró numerosos trabajos donde tales vinculaciones se aplicaron a la física de plasmas (en especial, plasmas astrofísicos). Podemos men-cionar asimismo, en años recientes, aplicaciones de Sq (y su conexión

con distribuciones politrópicas) al modelado de los halos galácticos de materia oscura.

El desarrollo del formalismo de Jaynes para la entropía de Tsallis constituyó nuestro siguiente pro-blema y resultó en nuestro segun-do trabajo en el tema y el cuarto en la historia de la entropía de Tsallis [Plastino y col. (1993b)] En su pa-per original, Tsallis utilizó los valo-res medios convencionales. Si una cantidad física A toma valores ai con probabilidades pi entonces

<A> = Σi pi ai (1)

Ésta tan natural elección impedía obtener, sin embargo, la función de partición Z en forma sencilla. Ello motivó a Constantino, junto a su en-tonces doctorando Evaldo Curado, a modificar la definición de valor me-dio. En lugar de (1) ellos introducen, el 2º. paper de la saga Tsallis

<A>q = Σi piq

ai , (2)

lo que permite obtener Z en fir-ma cerrada. El tema era reconciliar (2) con el formalismo de Jaynes, cosa que hicimos en el artículo arri-ba mencionado, el 4º paper de esta historia, recuperando las relaciones ortodoxas entre los multiplcadores de Lagrange, los valores medios (2) y Sq. Por cierto, los valores medios tipo (2) fueron eventualmente reem-plazados por otras dos formas ma-temáticas más adecuadas. La defini-ción más utilizada hoy fue originada por C. Tsallis, R. Mendes y A. R. Plastino, y la última por mis Becarias Flavia Pennini, Sandra Martínez y yo mismo. Algún tiempo después, San-dra, Gustavo Ferri (cuya tesis dirigí) y el suscrito mostramos que las cuatro formas son en realidad equivalentes, en el sentido de que los resultados de cualquiera de ellas pueden ser traducidos a los arrojados por las otras tres por medio de un ``diccio-

nario” apropiado [Martínez y col. (1995)].

La teoría de la información fue creada por C. Shannon en 1948, en forma casi completa. Poco después (principios de los 50’s) fue axiomati-zada por el gran matemático sovié-tico A. I. Kinchin sobre las bases de cuatro postulados, el último de los cuales está relacionado con la adi-tividad. Obviamente, la entropía de Tsallis lo viola. Nosotros mostramos que reemplazándolo por la ecuación (3) obtenemos una axiomatización adecuada [Plastino y col. (1996) y (1999)] Lamentablemente, debo se-ñalar que este resultado fue, años después, ``redescubierto” por otros investigadores del primer mundo, sin citarnos. Esto suele suceder a los científicos del tercer mundo, que no disponemos, generalmente, de los medios necesarios para asistir a un número suficiente de conferencias internacionales como para publici-tar adecuadamente nuestros resulta-dos y establecer una masa crítica de ``contactos”.

Al releer el maravilloso trabajo de W. Gibbs de 1902 sobre los fun-damentos de la mecánica estadísti-ca, en la que se la axiomatiza por vez primera (la 2ª. la haría E. Jaynes in 1957, usando la teoría de la infor-mación de Shannon), vimos que el origen de la entropía de Tsallis esta-ba allí ya implicado [Plastino y col. (1994)] Consideremos un sistema S de niveles de energía ei interactuan-do débilmente con un baño térmico B. El sistema total T= S + B tiene ener-gía constante Eo con error ±δ, con δ mucho menor que Eo.. Nuestra idea básica es que estamos tratando con una baño muy grande pero finito de energía EB finita. La probabilidad de encontrar al sistema S en un estado i > de energía ei será proporcional al número de estados del sistema total ni compatible con tal escenario. Sea η(E) el No. de estados (por unidad de

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6354 Años como físico

intervalo de energía) del baño en un entorno de E. Entonces, el número ni estará dado por ni = 2 δ . η(Eo - ei), implicando el cociente de probabili-dades para los estados i,j

(pi / pj ) = [ η(Eo - ei) / η(Eo – ej)]. (3)

Suponiendo ahora que el núme-ro de estados del baño con energía ≤ E crece como una potencia α de E. Esto sucede frecuentemente. Por ejemplo, un conjunto de N partícu-las libres no relativistas o de N os-ciladores armónicos. La relación (3) conduce entonces, si b= α-1 [ver el maravilloso libro de Reif (1965), mi texto favorito de Mecánica Estadísti-ca para cuestiones básicas] de modo que η(E) = constante . Eb, dado que η es esencialmente la derivada de M(E) con respecto a E. Un poco de álgebra conduce inmediatamente ahora a la distribución canónica de Tsallis (llamada q-exponencial), con q = (α-2 / α-1) y, en el límite en que q tiende a la unidad, un análisis más detallado muestra que el No. de par-tículas del baño tiende a infinito (ver nuestro recién paper) y la distribu-ción de Tsallis tiende a la canónica exponencial de Gibbs.

Moraleja: el mismo camino que Gibbs recorrió para deducir su distri-bución canónica nos lleva también a la de Tsallis, si el baño térmico no es infinito. Más aún. Como ba-ños infinitos estrictamente hablando NO existen en la Naturaleza, pode-mos pensar la distribución de Gibbs como una idealización de la ``real”, que sería la de Tsallis. ¡Esto no es mera especulación! Un reciente y cuidadoso análisis de los dispositi-vos experimentales, efectuado con mi amigo Christophe Vignat [Vignat y col. (2009)] de Orsay, confirma tal aseveración.

La transformada de Legendre es una operación que transforma una función f de la variable real x en

otra fT, de una variable diferente y, manteniendo constante su conteni-do informacional. La derivada de la función f es el argumento de fT.

fT(y) = xy − f (x) con y = f’(x) ⇒ rela-ción de reciprocidad

La transformada de Legendre es su propia inversa. Se usa para pasar de la formulación Lagrangiana de la mecánica clásica a la Hamiltoniana. Las relaciones de reciprocidad de Legendre constituyen el ingrediente formal esencial de la Termodinámi-ca.

Vimos que el formalismo infor-macional de Jaynes puede acomo-dar sin problemas tanto la entro-pía de Shannon como la de Tsallis. ¿Qué otras formas entrópicas puede también acomodar?. La respuesta es todas. Esto fue demostrado en [Plas-tino y col. (1997)].Mostramos allí que la estructura invariante frente a transformadas de Legendre, que es el rasgo fundamental de la Termo-dinámica, no depende, a nivel mi-croscópico, de la forma funcional de la entropía S[p], sino que es una consecuencia necesaria del Princi-pio de Máxima Entropía de Jaynes. Además, en el especialmente espe-cial caso del Conjunto Canónico, cualquier forma funcional para el vínculo asociado al valor medio de la energía puede ser acomodado sin problemas.

Por cierto, he continuado traba-jando en la problemática de Tsallis hasta el día en que escribo estas lí-neas. Mi último trabajo aceptado en el tema es, a enero de este año, Plas-tino (2014).

11. CONNOTACIONES MI-CROSCÓPICAS DE LA TERMODI-NÁMICA

La termodinámica es la ciencia de las transformaciones energéticas. Éstas involucran calor y otras formas

de energía, la mecánica siendo la más importante. La energía poten-cial es la capacidad, en función de la posición, para hacer trabajo. La cinética es la asociada al movimien-to, etc. Dado que todo objeto tiene cierta estructura, posee una energía interna que soporta tal estructura. En cuanto al trabajo, tenemos interno y externo. Este último se hace sobre ``algo”. El primero es hecho ``den-tro de algo”, siendo una suerte de ``capacidad”. La termodinámica i) estudia e interrelaciona las variables macroscópicas, como temperatura, volumen y presión, que se emplean para la descripción de sistemas tér-micos y ii) se ocupa de fenómenos empíricamente reproducibles.

El interés se centra en estados especiales del sistema llamado de equilibrio, estados estacionarios a los que se llega luego de un pro-ceso de estabilización. Se conside-ra siempre que los sistemas se han preparado en cierta forma específi-ca y que el estado de equilibrio es único u unívocamente determinado por los valores de los parámetros macroscópicos. La robustez de la termodinámica es única en la física, pues como postulados emplea sola-mente hechos experimentales. No puede por ende ser falseable en el futuro por algún nuevo e ingenioso experimento. Ninguna otra teoría física tiene tal característica. Histó-ricamente, la termodinámica surgió de la necesidad de aumentar la efi-ciencia de las primitivas máquinas de vapor, particularmente a través del trabajo del investigador francés Sadi-Carnot (1824). El físico escocés Lord Kelvin fue el primero en definir concretamente la termodinámica en 1854: “Se trata de la relación entre el calor y las fuerzas ejercidas por partes contiguas de los cuerpos, y de la relación entre el calor y la elec-tricidad”.

Los axiomas de Gibbs y los de MaxEnt nos dan teorías microscópi-

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cas que describen satisfactoriamen-te la termodinámica del equilibrio, aunque los de Jaynes también dan cuenta de las situaciones fuera del equilibrio. Ahora bien, los de Gibbs son postulados sobre comporta-mientos en el espacio de las fases y los de Jaynes’ se refieren a cantida-des pertenecientes a la Teoría de la Información. En ninguna de las dos teorías se da lugar alguno a asercio-nes macroscópicas empíricamente verificadas, como todas las de la termodinámica. En el año 2005 ini-ciamos con mi amigo Evaldo Curado del Centro Brasileiro de Pesquisas Físicas (CBPF, Río) un programa que tenía por objetivo averiguar hasta qué punto era posible reformular la Mecánica Estadística partiendo de axiomas de carácter macroscópico. El primer paso lo dimos en [Plastino y col. (2005)] ] El proyecto continúa, habiendo sumado al mismo con im-portantes aportes a Fernando Nobre (CBPF) y Montserrat Casas (Balea-res).

La primera idea es la de dar sta-tus de axioma a la aserción básica macroscópica. Es decir: Axioma 1:

dE = TdS +Σm Pm dAm, (4)

en donde las P son variables in-tensivas y las A extensivas. Como se-gundo y final postulado tomamos el primero de los axiomas de Kinchin de la Teoría de la Información. Axio-ma 2: Si contamos con W estados microscópicos accesibles, rotulado s con la letra i, cuyas pertinentes pro-babilidades llamamos pi, entonces la entropía S es función exclusiva de los W pi’s. Estos dos postulados casi bastan pare reconstruir la Me-cánica Estadística habitual. Ésta por ende, se basaría hasta aquí en un postulado macroscópico de origen termodinámico y en uno microscó-pico que proviene de una teoría ma-temática: la de la información. ¿Qué

falta? Axioma 3: La energía interna E y los parámetros externos Am deben ser considerados como los valores de expectación de apropiados ope-radores, a saber el Hamiltoniano H y los operadores hermíticos Rm (Am ≡< Rm >). Por ende, los Am (y también E) dependerán de los autovalores de ta-les operadores y del conjunto de las probabilidades {pi, i=1,…,W}. Notar que los autovalores energéticos van a depender de los Rm .

Podemos colegir que el postu-lado segundo no es otra cosa que una re-expresión de la conjetura atómica de Boltzmann: las cantida-des macroscópicas son promedios estadísticos evaluados usando una distribución microscópica. Ludwig Boltzmann fue el primer científico moderno que ‘’creyó” en los áto-mos, siendo por ello violentamente atacado por la mayoría de sus con-temporáneos. Su teoría cinética de los gases (1866, la tesis doctoral a los 22 años) los presupone. Las críti-cas a su interpretación estadística de la 2a. Ley de la Termodinámica fue-ron realmente feroces. Que Boltz-mann pretendiera explicar y prede-cir cómo las propiedades atómicas (masa, carga, estructura) determinan las propiedades de la materia (vis-cosidad, conductividad térmica, di-fusión, etc.) resultaba abominable. ¡Recién se extinguieron por com-pleto tales críticas en 1924! Esto, mucho después de su suicidio, en Septiembre de 1906.

Volviendo a nuestros tres axio-mas para la Mecánica Estadística, ellos representan aseveraciones de hechos. ¿Por qué? Porqué se los toma prestados o bien del experi-mento (primer axioma) o de teorías pre-existentes. Sorpresivamente, tal vez, ninguno de los tres postula-dos incorpora conocimiento nuevo. Meramente re-expresan nociones previas. ¿Esto es bueno? Epistemoló-gicamente Sí. La ciencia debe guiar-

se por el apotegma de la navaja de Ockham. Cuánto menos hipótesis, mejor. Nuestra teoría no podría ser más económica en este sentido. ¡No hay ninguna hipótesis nueva!

Los principales enemigos de Boltzmann, W. Otswald y E. Mach, propugnaban una supremacía de la termodinámica y criticaban la me-cánica estadística de Boltzmann por estar fundamentada en entidades ficticias: los átomos, de cuya exis-tencia no había evidencias en los 1870’s. Paradójicamente, nuestra axiomática reivindica la pretensión de preponderancia termodinámica, dado que nuestro primer postulado es la 1ª Ley.

La idea básica es prestar aten-ción al cambio genérico pi → pi + dpi constreñido por la ecuación (34). Es decir, los cambios dpi deben efec-tuarse de tal manera que (4) no sea violada. Nuestras principales canti-dades macroscópicas S, Am y E varia-rán con dpi, pero los concomitantes cambios sólo pueden ser arbitrarios dado que tienen que ser compati-bles con (34). Nótese una ventaja importante de nuestra axiomática. Las de Gibbs o Jaynes estipulan de entrada quién es S (su forma funcio-nal). La nuestra no. Es decir, la for-ma microscópica de la entropía no viene predeterminada por la termo-dinámica.

Estudiando ahora el cambio de (4) bajo la transformación pi → pi + dpi uno se encuentra con una grata sorpresa. Las ecuaciones resultantes resultan ser las mismas que arroja el problema variacional de Jaynes: las ecuaciones de MaxEnt. Se puede pues demostrar que tales ecuaciones se derivan de nuestra axiomática. Y como de las ecuaciones de Jaynes se deriva toda la mecánica estadística, esta sigue pues de nuestra axiomáti-ca también. Y viceversa.

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6554 Años como físico

Por ende, nuestra axiomática es enteramente equivalente al sistema de postulados de Jaynes. Como se-ñal de la recepción que estos con-ceptos han recibido podemos citar, con cierto orgullo, lo siguiente. Nuestra teoría fue publicada como un capítulo del libro [Plastino y col. (2012)] Este capítulo ha sido bajado de la Web 4000 veces a diciembre de 2013.

12.- CONSIDERACIONES FINA-LES

Al momento de redactar esta reseña el No. de publicaciones re-fereadas en Revistas Científicas In-ternacionales Periódicas que lista mi CV asciende a 557. Obviamen-te, no he tenido espacio aquí para hablar de la mayoría de ellas, y esto no implica que las considere menos importantes que aquéllas que sí han aparecido específicamente arriba. Tal vez pueda interesar mi factor h, que es de 44 según Google Scholar. Distinciones no previamente citadas que me interesan mencionar son 1) mi Doctorado Honoris Causa por la Universidad de Pretoria (1997), 2) El Scopus-Elsevier Prize to the most ci-ted Argetine physicist, otorgado por el período 1998-2008, 3) ser Miem-bro de la Academia Brasileña de Ciencias (1994) y 4) ser Miembro de la Academia Mexicana de Ciencias (1997).

Tengo 74 años y estoy jubilado de CONICET, pero en la categoría de ``contratado”, lo que me permite seguir activo. Estoy dirigiendo dos Tesis Doctorales y un Investigador Asistente. He publicado 16 papers en 2013 y empezado en tal vena bastante fuerte el 2014. En cambio, mi vida política ha menguado sen-siblemente, pues se necesitan para acometerla fuerzas que ya no ten-go. Mi última actividad importante aquí fue integrar el ``Gabinete en las sombras” del Dr. Rodolfo Terrag-

no, en el período que le tocó presi-dir el Comité Nacional de la UCR: 1995-1997. Ello me permitió reco-rrer el país (mayormente a costa de mi bolsillo) y formarme muy buena idea del estado de la educación en Argentina. De paso, poder hablar en nombre del Comité Nacional en los comités locales de ciudades, pe-queños pueblos y aún pequeños ca-seríos de nuestro vasto territorio, es algo que me resultaba encantador.

Trataré de seguir científicamente activo hasta que mi salud diga bas-ta., con mis intereses de siempre: Jazz y Tango, Ciencia-Ficción, Aje-drez y Ciencia. En el último rubro, y como muchos otros físicos, e incur-sionado últimamente en Biología, Neurología y Ciencias Sociales. Cito un solo ejemplo. La localización temporal de transición tónico-clóni-ca en epilepsias, que no se aprecia claramente en los EEGs, y donde en-tran nuestros cuantificadores infor-macionales. En el libro [Gell-Mann (2004)] se muestra como la comple-jidad estadística, concepto en el que he invertido mucho esfuerzo, clara-mente ubica correctamente el lugar de la transición en el eje temporal.

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CIENCIA E INVESTIGACIÓN - RESEÑAS - TOMO 2 Nº1 - 201468

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SEMBLANZA

Siento un gran orgullo al haber sido invitado a realizar una sem-blanza de Carlos M. Previtali –Previ para todos– científico de reconoci-miento internacional.

Su característica de hombre ho-nesto, de científico sólido, altamen-te confiable y por demás accesible, hicieron de Previ un referente en lo humano y en lo académico con quien no sólo sus discípulos –entre los que figuro– sino todos los que por una u otra razón lo han teni-do cerca pueden contar de manera irrestricta en todo tipo de situación.

En mi caso particular a todo ello se suma una larga amistad, extensi-va a nuestras familias, que se inició en el año 1974. Tal vez por eso lo más difícil es separar y abordar la faceta personal, aunque es un paso obligado ya que complementa todo lo demás.

Previ es una persona apasionada, directa y de expresión contundente a la que una amistad de 40 años me ha posibilitado comprender y acep-tar enteramente. Esta misma amistad nos ha abierto la posibilidad no sólo de compartir oficina (¡durante cua-tro décadas!) sino de sobrevivir a las dificultades y vicisitudes que la prolongada convivencia conlleva y me ha permitido reconocer en él al amigo cabal y sobre todo capaz de

Carlos M. Previtalipor Norman A. García

brindarse por entero cuando las cir-cunstancias apremian.

Su amplitud intelectual le ha fa-cilitado abordar simultáneamente otros campos culturales. El piano y el clarinete -dos de sus grandes pa-siones- han sido el vehículo para disfrutar de la música. Sus gustos van desde la clásica al jazz pasando por el tango, como no podía ser de otra manera tratándose de un porte-ño nacido en los años ’40.

Pasando al campo académico diremos que luego de los estudios universitarios de grado en la UBA y avanzando ya en su doctorado en esa Universidad, la nefasta Noche de los Bastones Largos interrumpe sus planes. Las circunstancias ha-cen que se radicara en Chile, don-de permanece por más de tres años. Allí conoce a Rita, su esposa. En la Universidad de Chile culmina sus estudios de doctorado, presentando finalmente su trabajo de tesis en la

FCEN de la UBA, Argentina.

En el año 1970 retorna a nuestro país y ni bien se crea la Universidad Nacional de Río Cuarto (UNRC) en 1971, es convocado a tomar parte en la organización académica de áreas relacionadas con la Fisicoquímica y la Química Inorgánica. Resulta ser el primer profesor concursado de la UNRC. Se instala con su familia en Río Cuarto donde vive desde enton-ces y donde crecieron sus tres hijas

Desde un primer momento en la UNRC Previ se aboca a la dura pero gratificante tarea de instaurar, organizar y desarrollar un Departa-mento de Química del más alto ni-vel dentro del País, apuntando a la excelencia tanto en el grado como en el posgrado.

Su preocupación constante por la formación química universitaria quedó puesta de manifiesto en la inquietud y rigurosidad respecto a la enseñanza de la disciplina. Se ha destacado por sus condiciones do-centes, ampliamente reconocidas por alumnos y discípulos. Paralela-mente, la claridad y acierto de sus decisiones marcaron el rumbo del posgrado.

El prestigio del que goza hoy el Departamento de Química de la UNRC respecto de la formación de

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CIENCIA E INVESTIGACIÓN - RESEÑAS - TOMO 2 Nº1 - 201470

sus egresados y del equipamiento de sus laboratorios es, en gran me-dida, consecuencia de los objetivos permanentes y renovados fijados por Previ en tal dirección.

Aun frente a la soledad, el des-concierto y el desmantelamiento humano y material que acarreó la última dictadura militar para el siste-ma universitario en general y para la UNRC en particular, Previ se consti-tuyó en una figura fundamental para el sostenimiento del Departamento de Química. Nunca permitió que la decadencia y el desaliento invadie-ran el ámbito académico y mantuvo el nivel para el estímulo de nuevos marcos de relaciones con otras insti-tuciones universitarias y científicas. Su actividad en pos de fortalecer relaciones con instituciones de apo-yo a la investigación científica fue permanente. Eso contribuyó para que en pocos años y aún con no de-masiados recursos económicos, el inicio y la continuidad de líneas de investigación en varias áreas de tra-bajo propias y ajenas coadyuvaran a la implementación de una carrera

de Doctorado en Química de primer nivel.

Llegado a este punto, no quisiera ser injusto con los diversos pioneros del Departamento de Química de la UNRC. Las empresas llevadas ade-lante por Previ nunca hubieran podi-do concretarse en soledad. Contó y cuenta en su derredor con excelen-tes colegas y colaboradores que han luchando hombro a hombro junto a él en todo momento. Esas personas, que quizá lean estas líneas, sabrán reconocerse en el contexto del es-crito.

Su contribución a la investiga-ción científica es quizá el perfil sobre el que menos es necesario explayarse. Un fugaz recorrido por su Curriculum Vitae muestra por sí mismo y claramente los muy im-portantes aportes realizados. Inicial-mente fueron referidos a la Cinética Química y a lo largo de su carrera y especialmente dentro del área de la Fotoquímica ha incursionado en diferentes temáticas. Sin lugar a du-das es la Transferencia de Electrones

Fotoinducida donde ha logrado un espacio como referente internacio-nal, campo en el que ha interactua-do con los centros científicos más prestigiosos y dirigido un elevado número de tesis doctorales.

En reconocimiento a su extensa, prolífica y exitosa trayectoria de más de cuarenta años dedicados a la vida académica, tanto dentro del país como en el extranjero, la UNRC lo premió con el nombramiento como Profesor Emérito.

Es de destacar que su espíritu científico sigue hoy vigente. Mues-tra de ello son sus actuales trabajos de investigación, que continúan con el mismo alto nivel de siempre y su interés por mantener contacto con el laboratorio, movilizando de manera cotidiana a sus nuevos y viejos dis-cípulos.

A partir del ejemplo que ofrece en el día a día a los que tenemos la fortuna de compartir su ámbito de trabajo, nos queda el compromiso de procurar continuar con sus ideales.

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40 AÑOS DE FOTOQUÍMICA EN RÍO CUARTO

Palabras clave: Cinética química fotoquímica transferencia de electrón.Key words: Chemical kinetics photochemistry electron transfer.

LOS INICIOS

Me considero un afortunado por haberme educado en la mejor época de la enseñanza pública en nuestro país. Asistí a la escuela primaria en el barrio de Mataderos de la Ciudad de Buenos Aires. La escuela era sólo de varones como correspondía a esa época de géneros segregados. En los dos últimos años, quinto y sexto, te-níamos maestros, de los cuales ten-go un grato recuerdo. En ese enton-ces se rendía un examen para poder ingresar a una determinada escuela y las vacantes se ocupaban por rigu-roso orden de mérito en ese examen. Para el ingreso al colegio secundario elegido había que obtener un muy buen puntaje, ya que era una escue-la pequeña con solo dos divisiones en primer año. Se trataba de la Es-cuela Nacional de Comercio Nº 9, más conocido como “El Comercial de Flores”. Logré ingresar en 1954 y egresé en el año 1958 con el título de Perito Mercantil. Allí tuve profe-sores muy buenos y de los otros. Mi recuerdo especial es para el profesor de Física de 3er año. Era un joven, estudiante o recién recibido de in-geniero, y la claridad de sus clases y el entusiasmo que ponía en ellas me

impresionaron profundamente. Este primer contacto con ésa, la física creo que fue decisivo para mi futuro. En 4to y 5to año teníamos una ma-teria llamada merceología, que era algo así como una química aplica-da, con una profesora muy exigente que nos obligó a profundizar en la química más allá de los contenidos de la materia. Estos dos profesores fueron los que de alguna manera incidieron en mi elección de una carrera universitaria, junto con los profesores de contabilidad, quie-nes lograron que sintiera un fuerte rechazo por esta materia y evitaron mi ingreso a la Facultad de Ciencias Económicas.

En 1958, la FCEN de la UBA ini-ció una fuerte campaña para captar alumnos, y distribuyó un folleto titu-lado “888 palabras sobre la ciencia”. Allí se trataba de explicar qué es la ciencia y qué hacen los científicos, con capítulos especiales para cada una de las carreras que se dictaban en ese momento en la Facultad. En ese año tenía una gran confusión so-bre qué carrera universitaria seguir y creo que esa publicación fue decisi-va. Se esperaba que si habías ido a una escuela comercial, lógicamente

siguieras en la Facultad de Ciencias Económicas, para lo cual la UBA no exigía examen de ingreso. Cuando comuniqué a mis padres que ha-bía decidido por una carrera en la FCEN, me manifestaron su preocu-pación por mi futuro, en cuanto a cómo iba a lograr mi subsistencia. Esa preocupación fue uno de los mo-tivos por los que me decidiera por la Licenciatura en Química, a pesar de que mis preferencias estaban por la física. La idea fue que como quími-co tendría una salida laboral en la industria, en tanto que como físico el futuro era incierto. El problema fue que una vez tomada la decisión, casi a fin de año, me entero que el curso de ingreso en la FCEN había comenzado en agosto y ya estaba terminando. La única alternativa era dar los exámenes de Matemática, Física, Química y Lógica que com-ponían el curso de ingreso en forma libre. Entre diciembre y marzo logré pasar los mismos, con gran esfuerzo y temor y no precisamente en forma brillante.

En 1959 comienzo mis estudios de Licenciatura en Química con Ro-dolfo Busch como profesor de Quí-mica General e Inorgánica I y Boris

Carlos M. PrevitaliFacultad de Ciencias Exactas, Fisico-Quimicas y Naturales, Universidad Nacional de Río Cuarto.

[email protected]

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CIENCIA E INVESTIGACIÓN - RESEÑAS - TOMO 2 Nº1 - 201472

Spivakow en Análisis I. A lo largo de la carrera tuve la fortuna de tener algunos profesores brillantes, como Misha Cotlar, Manuel Sadovsky y el Ing. Staricco en matemática, V. Deulofeu en química orgánica, J. G. Roederer y W. Kowalewsky en física y un grupo de jóvenes profesores en fisicoquímica y química inorgánica, entre ellos R. Levitus, F. Danon, C. Abeledo, L. Becka y A. Lagos. Estos profesores me impactaron no sólo por su nivel científico, sino por la claridad de sus clases y la motiva-ción que generaban entre sus alum-nos. En ese entonces debía elegir una especialidad para cursar el últi-mo año de la licenciatura en quími-ca y dentro de las opciones elegí la fisicoquímica.

Finalizo en agosto de 1964 y viene otro momento de decisiones importantes y que de alguna manera podían marcar el futuro. Esto fue en qué tema hacer la tesis doctoral. En ese momento habían regresado al Departamento de FQ varios jóvenes profesores que habían completado su formación doctoral en el exterior y estaban iniciando grupos de inves-tigación en distintos temas de interés en el momento. En todos estos gru-pos estaban tratando de incorporar licenciados para hacer la tesis doc-toral y las ofertas eran varias. Creo que en mi elección del tema de la cinética química influyó más que el interés por el mismo, la calidad humana de quienes estaban forman-do el grupo en ese tema. Ellos eran Eduardo Lissi y Juan Grotewold, re-cientemente llegados después de finalizar sus estudios de PhD en la universidad de Gales. En ese mo-mento el grupo incorpora a Miguel Rubinstein, quien había hecho su doctorado en la UN de La Plata en el instituto del Prof. Schumacher, y como tesistas a Miguel Neuman, Sil-via Braslavsky, Alberto Villa y María del Carmen Vara. Posteriormente se incorpora Elsa Abuin. Comenzamos

con gran entusiasmo en un labora-torio en Perú 222 y todo estaba muy bien hasta los lamentables sucesos de julio de 1966, la “noche de los bastones largos”. En ese momento, como protesta ante el avasallamien-to de la universidad democrática se toma la decisión conjunta de renun-ciar a nuestros cargos docentes. Has-ta ese entonces yo era ayudante de primera con dedicación exclusiva, cargo que había obtenido por con-curso en 1964. Posteriormente esta decisión produjo muchas discusio-nes sobre si la renuncia masiva, so-bre todo en la Facultad de Ciencias Exactas, había sido una decisión co-rrecta o si se hubiera debido actuar de otra forma. Esto fue un punto de inflexión muy importante, no sólo en mi carrera sino en mi vida.

En este momento creo oportuno hacer un paréntesis en mi reseña académica y tocar un tema muy im-portante para mí.

LA MúSICA

La música fue siempre una com-ponente importante en mi vida. Desde niño en casa escuchaba a mi padre, pianista aficionado (aunque en algún momento trabajó en algu-na orquesta acompañando películas de cine mudo). A los siete años co-mencé con mis estudios sistemáticos de piano, teoría y solfeo, detestados estos últimos. He de confesar que la disciplina del estudio sistemá-tico del piano no me gustaba para nada. Cualquiera que haya sufrido el estudio del Hanon y los varios libros de Czerny me comprenderá. Posteriormente pude agradecer esos esfuerzos ya que disfruté mucho, y aún lo hago, la práctica musical. En algún momento pensé dedicarme a la carrera profesional de músico. Por suerte me di cuenta a tiempo que te-nía muchas más ganas que aptitudes y cambié por la química.

Mi primer trabajo fue durante los meses del verano 1957/58 como ca-dete en la librería inglesa de la calle Cangallo al llegar a Florida. En ese momento había descubierto el Jazz. Hasta allí mi interés pasaba por la música clásica y un poco por el tan-go orquestal. Con lo que me pagaron por esos meses compré un clarinete usado y un método de aprendizaje con toda la ilusión de que podría comenzar solo y llegar a ser un se-gundo Benny Goodman. Cuando no le pude sacar una nota al apara-to comencé en 1958 a tomar clases con un italiano, Filotette Martorella, que era clarinetista de la orquesta estable del Colón. En el año 1959 me encontré con Luis Kandell como alumno de Martorella y compañero en la Licenciatura en Química en el primer año de la Facultad. En la Facultad también tenía por compa-ñero a Pedro Jolodovsky, excelente pianista y en esos años comenzando con el oboe. Con él participamos de muchas sesiones de música de cá-mara a las que se incorporaba un chelista y un violinista aficionados. Tuve el placer de explorar la música para clarinete de Mozart, Beethoven y Brahms. Son unos de los recuerdos más gratos de esa etapa, que coinci-dió con los últimos años de estudios de la licenciatura.

Posteriormente ya en la Universi-dad Nacional de Río Cuarto, se ofre-ció un curso de música de cámara del cual participé y a partir de ese momento me incorporé al grupo de música de la Universidad, con quie-nes además de conciertos didácticos en las escuelas de la zona, ofrecía-mos la enseñanza de distintos instru-mentos. Entonces comienza mi inte-rés por la flauta dulce y la música del renacimiento. Luego tuve a mi cargo durante un par de años uno de los cursos de flauta dulce para adul-tos. La mayoría de los alumnos eran colegas, docentes de la universidad. Estas actividades se interrumpieron

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cuando nos trasladamos con la fa-milia a EE.UU. en 1983 y al regreso me encuentro con que el grupo de música había cambiado en su cons-titución e intereses.

UNIVERSIDAD DE CHILE

Producida la renuncia en julio 1966 se gestiona el traslado de nu-merosos investigadores a Chile y otros países latinoamericanos, tra-tando de preservar los grupos que se habían constituido en la FCEN de la UBA. El grupo de cinética se estable-ció en Santiago de Chile, la mayoría incluidos los jefes Juan G., Eduardo L., Alberto Villa, Elsa Abuin y al poco tiempo Tito Scaiano, en la UTE (Uni-versidad Técnica del Estado) poste-riormente llamada USACH (Univer-sidad de Santiago de Chile) en tanto que Silvia Braslavsky y yo fuimos acogidos por la Universidad de Chi-le, en el Departamento de Química de la Escuela de Ingeniería. La tesis doctoral iniciada en la FCEN - UBA con la dirección de los Dres. Juan Grotewold y Eduardo Lissi fue reco-menzada prácticamente desde cero en los nuevos laboratorios. El tema de tesis estaba referido a la cinética de reacciones de radicales libres en fase gaseosa. Otro inconveniente no menor, es que cuando llego a la Uni-versidad de Chile, encuentro que mi tema de tesis, que traía comenzado en Bs.As., había aparecido publica-do casi por completo en el Journal of Physical Chemistry.

Mi estadía de más de tres años en Santiago de Chile tuvo consecuen-cias muy importantes en mi futuro. Conocí otras realidades universita-rias muy distintas a la de mi época de estudiante en Bs. As. lo que me llevó a tomar conciencia de lo bue-no y lo malo de distintos sistemas académicos, experiencia ésta que posteriormente fue muy útil para la tarea de organización del departa-mento de química en Río Cuarto.

También en Santiago conocí a quien sería mi esposa. Nos casamos Rita y yo en enero de 1970 cuando ya estaba tomada la decisión de re-gresar a Argentina. Formamos una hermosa familia con tres hijas y ac-tualmente cinco nietos. En Chile de-jamos también muchos amigos con quienes seguimos manteniendo una cercana relación, tanto en la vida privada como en el ámbito acadé-mico.

REGRESO A LA ARGENTINA

Facultad de Farmacia y Bioquímica - UBA

Terminé la tesis doctoral en el año 1969 en Chile y fue presenta-da en la FCEN de la UBA. El título fue Recombinación de Radicales Metilo y Descomposición del Etano Vibracionalmente Excitado y el di-rector formal el Dr. Juan Grotewold, aunque en realidad la dirección fue compartida entre este y Eduardo Lis-si. De la misma surgió mi primera publicación científica. (Casas y col., 1971)

A comienzos de 1970 se pre-senta la oportunidad de regresar a Argentina donde nos ofrecen junto con el Dr. Juan Grotewold incorpo-rarnos al Departamento de Fisico-química de la Facultad de Farmacia y Bioquímica (FFB) de la UBA. Juan como director de departamento y yo como profesor adjunto interino a cargo de Química General. Duran-te la gestión de Grotewold y con el apoyo del Dr. A. C. Taquini, decano de la FFB en ese momento, se con-creta el regreso al país y la incorpo-ración al Depto. de Fisicoquímica de los Dres. Roberto Fernández Pri-ni, Miguel Blesa y Sergio Baggio. La tarea principal en la FFB además de la docencia de grado, consistió en colaborar con el Dr. Grotewold en el montaje de un laboratorio de ci-nética química, la elección de las lí-

neas de investigación y seleccionar, adquirir e instalar el equipamiento necesario en un lugar donde sólo se contaba con los elementos mínimos para un laboratorio de fisicoquími-ca. Con Sergio Baggio dictamos un curso de postgrado sobre espec-troscopía molecular. A partir del mismo comenzamos una colabora-ción muy interesante en el análisis armónico de espectros IR y Raman de compuestos inorgánicos, funda-mentalmente oxianiones de azufre. Empleábamos el método matricial FG de Wilson para el cálculo de las frecuencias de los modos normales, para lo cual teníamos acceso a una computadora IBM360 instalada en el Hospital de Clínicas, a dos cua-dras de la Facultad. Era la época de las tarjetas perforadas y programas escritos en Fortran. Lamentablemen-te esto se vio interrumpido por mi partida a Río Cuarto y la de Sergio a Aluar en Puerto Madryn. Esto era sin embargo un divertimento, apartado de mi interés fundamental que era la cinética química.

Hasta allí el interés era en reac-ciones en fase gaseosa. Como en mi tesis había empleado radiación UV para generar radicales alquilo a partir de compuestos carbonílicos, una extensión natural pareció co-menzar a explorar la cinética de re-acciones fotoquímicas en solución, en un comienzo principalmente en colaboración con el Dr. Juan (Tito) Scaiano. Con Tito manteníamos una gran amistad desde los tiempos de estudiantes en la FCEN. En 1967 ha-bía llegado a Chile para incorporar-se como tesista al grupo de cinética en la UTE. Al mismo tiempo que realizábamos la parte experimental de las respectivas tesis iniciamos juntos la exploración de modelos teóricos de cinética en fase gaseo-sa. Esta colaboración continuó a mi regreso a Argentina cuando co-mienza mi interés por la fotoquími-ca en solución. En ese momento el

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Dr. Scaiano se traslada a Inglaterra (1970) y proseguimos con el trabajo conjunto con experimentos simultá-neos en la UBA y en el University College de Londres sobre el efecto de temperatura en reacciones No-rrish Tipo II de compuestos carboní-licos (1971-72). Hasta ese momento era común encontrar en los textos la afirmación de que las reacciones fotoquímicas (más precisamente los procesos elementales de moléculas en estados electrónicos excitados) no eran controlados por activación. Nuestros trabajos fueron pioneros en la determinación de parámetros de activación para reacciones de estados excitados, (Scaiano y col., 1972; Grotewold y col., 1972/73) y fueron citados en textos clásicos de fotoquímica de la década del 70 (Barltrop y col., 1978) (Turro, 1978). Un aspecto importante de estos tra-bajos fue que además de los resulta-dos experimentales, se introdujo un tratamiento teórico para el cálculo de los parámetros de activación, ba-sado en una extensión del método BEBO (Bond Energy Bond Order) para reacciones de moléculas exci-tadas que habíamos publicado con anterioridad. (Previtali y col., 1972)

La aventura de Río Cuarto

En 1971 se crea la Universidad Nacional de Río Cuarto, dentro de un plan de creación de nuevas uni-versidades impulsado por los Dres. A. C. Taquini y S. U. Rifé. Ambos estaban en la conducción de la Fa-cultad de Farmacia y Bioquímica. El Dr. Rifé fue designado Rector Orga-nizador de la nueva Universidad y me presentó la posibilidad de parti-cipar en el proyecto como profesor en el área fisicoquímica y química inorgánica. Me entusiasmó la idea de comenzar un proyecto univer-sitario desde cero y decido aceptar la propuesta. Una condición para trasladarme a Río Cuarto era que el cargo docente fuera ocupado por

concurso. Es así que el concurso se sustancia a principios de 1972 y en mayo me incorporo como Profesor Asociado con dedicación exclusiva y como delegado del rector para organizar el Departamento de Quí-mica y Física. La tarea consistía en la planificación tanto de los aspec-tos docentes como de investigación. Comenzamos las clases en mayo de 1972 en aulas prestadas del Colegio Nacional y los trabajos prácticos de química los hacíamos en un labora-torio del Colegio Industrial ambos en el centro de la Ciudad. Al mis-mo tiempo trabajábamos en la for-mulación de los planes de estudios de las carreras que se ofrecían. La organización original de la univer-sidad era por departamentos y no por facultades. En nuestro departa-mento teníamos la responsabilidad del dictado de todas las materias de química y física para las carreras que las requirieran. En ese momento la Universidad contaba con un campo de 100 Has. que se había consegui-do en donación en las afueras de la ciudad. Las oficinas y el rectorado funcionaban en el centro en locales prestados por la Municipalidad. Lo único que había en el campo era una construcción provisoria donde comenzó a funcionar el rectorado y otras oficinas a fines de ese año. En 1973 se habilitaron en el campo (que a partir de allí comenzó a ser llamado pomposamente Campus Universitario) otras construccio-nes provisorias algunas de las cua-les aún siguen prestando servicios, como suele suceder en nuestro país. Allí nos trasladamos a principio de año y comenzamos a instalar los laboratorios de docencia e investi-gación. Los primeros trabajos que publicamos con la dirección aca-démica de Río Cuarto son del año 1973/74 en colaboración con Tito Scaiano quien para ese entonces se había unido al proyecto Río Cuarto. (Previtali y col., 1973/74; Previta-li y col., 1975) Estas publicaciones

en realidad fueron el producto de la tarea que veníamos desarrollando antes de instalarnos en Río Cuarto. Los primeros trabajos genuinamente realizados en la nueva Universidad demoraron algo más en publicarse, como explico más abajo.

Precisamente una de las tareas fundamentales llevadas a cabo al comenzar la etapa de Río Cuarto fue tomar contacto con jóvenes científi-cos en ese momento en el exterior, para integrarlos al departamento que se estaba organizando. Es así como durante 1972/3 regresan al país, y más específicamente a Río Cuarto, Silvia Braslavsky, Miguel (Mito) Neu-mann, Juana Chessa, Ernesto Silber y Tito Scaiano, quienes se incorporan al nuevo proyecto. Lamentablemen-te la inestabilidad política de esos años hace que al poco tiempo la ma-yoría de ellos se trasladen al exterior donde posteriormente tuvieron una destacada actuación. Una dificultad fue convencer a gente de otros luga-res de que el proyecto de Río Cuarto era viable y que cambiaran su lugar de trabajo por la nueva universidad. En general preferían seguir en su lu-gar de origen en algún centro impor-tante, aunque se le ofrecieran cargos de mayor jerarquía y la posibilidad de iniciar un grupo independiente. En varios casos se presentaron a los llamados a concurso y posterior-mente desistieron de hacerse car-go de la nueva posición. De todas maneras se consiguieron iniciar las líneas de electroquímica y fisicoquí-mica orgánica, que posteriormente se consolidaron y posibilitaron la formación de jóvenes que termina-ron en posiciones relevantes en la carrera académica.

En esta etapa de mi carrera la tarea a la que dediqué los mayores esfuerzos fue consolidar un centro docente y de investigación de buen nivel en el centro del país. El inicio fue arduo, hubo que montar los la-

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boratorios desde cero con muy es-caso equipamiento. Pese a que se contaba con los fondos necesarios, los trámites de licitación e impor-tación de los equipos importantes demoraron varios años. A esto se sumó la inestabilidad política de esos años lo que se tradujo en distin-tas conducciones de la Universidad (interventores) a los que había que explicarles en qué consistía el tra-bajo de investigación, su importan-cia en relación con la docencia de buen nivel, la necesidad de contar con los elementos necesarios, etc. Los primeros trabajos los hacíamos con elementos muy precarios, p.ej. lámparas comunes que se conse-guían en el comercio local para los reactores fotoquímicos. Esto llevó a que las primeras publicaciones de trabajos hechos en Río Cuarto tarda-ran algunos años en producirse.

En cuanto a los proyectos pro-pios, en 1973/74 comienzo una nueva línea sobre fotoquímica de agroquímicos, (Silber y col., 1976) respondiendo a la idea de proyectos orientados. De estos trabajos deriva el que sería uno de los temas del gru-po en los años siguientes, la fotoquí-mica de clorobencenos. Una gran cantidad de compuestos con activi-dad pesticida o herbicida contienen átomos de cloro como sustituyentes en anillos aromáticos. Sin embargo era muy poco lo que se sabía sobre la fotoquímica y fotofísica de la es-tructura básica de los mismos. Co-mienzo entonces a interesarme en la temática y eso resultó en una línea que mantuve durante un par de dé-cadas. Además de los estudios sobre irradiación directa de distintos clo-robencenos se realizaron varios tra-bajos sobre la cinética y mecanismo de la fotodescomposición sensibili-zada de haloaromáticos.

De fines de principios de los 80 datan también las primeras tesis doctorales del grupo. La primera

tesis que dirigí fue la del Dr. Nor-man A. García (Andi), actualmente investigador superior de CONICET que dirige un exitoso grupo de foto-química en Río Cuarto. Desde que llegó en 1974 compartimos oficina y una gran amistad. El título de la tesis fue Estudios Fisicoquímicos de Interacciones Débiles entre Biomo-léculas y consistió en estudiar la in-teracción de aminoácidos alifáticos con biomoléculas mediante técnicas de absorción y fluorescencia. Esta lí-nea se prosiguió durante los años si-guientes, en particular la interacción de estados excitados de compuestos indólicos con aminoácidos, siendo uno de los trabajos importantes rea-lizados mediante la técnica de láser flash fotólisis durante la estadía en el Radiation Laboratory de la Uni-versidad de Notre Dame. (Previtali, 1984) Esos trabajos de comienzos de los 80s fueron el origen de una serie de publicaciones del grupo sobre la fotofísica de compuestos indólicos que continuaron hasta el año 2008. (Altamirano y col., 2008)

EL DESPEGUE

En el año 1976 se produce un hecho importante para la consolida-ción del grupo de fotoquímica cual fue la incorporación del Dr. Juan José Cosa proveniente de la Univer-sidad Nacional de Córdoba y de una estadía post-doctoral en Londres con el Prof. G. Porter premio Nobel de química 1967. Con Juanjo iniciamos el tema de procesos fotofisicos en sistemas auto-organizados (micelas, polielectrolitos, microemulsiones, liposomas, etc.). A partir de allí se comienza a diversificar la temática del laboratorio. Uno de los temas que surge como extensión de los an-teriores es el de la cinética de pro-cesos fotoinducidos de transferencia de electrones. El énfasis es en la de-terminación de parámetros de acti-vación de la cinética de estos proce-sos y el efecto de solvente sobre los

mismos. (Previtali, 1995) Esta línea fue tal vez la de mayor importancia en lo personal, desde ese entonces hasta la actualidad. (Bertolotti y col., 2013) De la misma surgieron varias tesis doctorales y publicaciones im-portantes del grupo.

Al mismo tiempo el estudio de la fotofisica y fotoquímica del indol y sus derivados de interés biológico se extiende a sistemas auto-organi-zados. El énfasis es entonces en el empleo de procesos fotofísicos y fotoquímicos como sondas de pro-piedades fisicoquímicas de estos sistemas (Borsarelli y col., 1993; Borsarelli y col., 1998). En esta línea también se concretaron varias tesis doctorales y numerosos trabajos pu-blicados en las revistas más impor-tante dentro de esta temática.

Durante 1983/84 realizo una estadía en el Radiation Laboratory, de la Universidad de Notre Dame, EE.UU. En esa oportunidad tomo contacto con varias técnicas expe-rimentales basadas en el empleo de láseres pulsados. Los trabajos siguieron las líneas que veníamos desarrollando en Río Cuarto, pero con nuevas perspectivas posibilita-das por el equipamiento disponible. (Previtali y col., 1984; Alfassi y col., 1985) Si bien habíamos comenzado algunos intentos de este tipo en Río Cuarto esta estadía de algo más de un año nos permitió implementar en Río Cuarto técnicas similares a las del Radiadion Laboratory a par-tir de 1985. Nuestro laboratorio de fotoquímica en Río Cuarto fue el primero en tener operando la técni-ca de láser flash fotólisis en Améri-ca Latina. Los primeros láseres con que contamos fueron construidos artesanalmente en Argentina. Eran láseres de nitrógeno que operaban a 337 nm y nos permitían una reso-lución temporal del microsegundo. Sobre la base de estos avances orga-nizamos cursos de posgrado sobre la

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CIENCIA E INVESTIGACIÓN - RESEÑAS - TOMO 2 Nº1 - 201476

detección de especies de muy corta vida que fueron tomados por investi-gadores jóvenes de distintos centros del país y de Chile.

Con la vuelta de la democracia se efectuaron los concursos docen-tes en la Universidad, suspendidos desde 1973. Así fue como fui de-signado Profesor Titular en 1986 y posteriormente luego de alcanzar la edad reglamentaria para la jubi-lación fui honrado como Profesor Emérito de la Universidad. En 1987 se produce mi ingreso a la Carrera del Investigador Científico del CO-NICET en la categoría de Investiga-dor Principal. Posteriormente accedí a la clase de Investigador Superior en el año 2003.

A partir de 1990 se establece una importante colaboración con gru-pos de Brasil (Dr. Miguel Neumann, Instituto de Química de San Carlos de la Univ. de San Pablo) y de Chile (Dres. Eduardo Lissi y María Victoria Encina de la Universidad de Santia-go de Chile, USACH). Esta colabora-ción comienza primero con el grupo de San Carlos, a través de proyectos financiados por CONICET-CNPQ y Fundación Antorchas fundamental-mente en el tema de fotoquímica de colorantes y procesos fotoinducidos de transferencia de electrones. Pos-teriormente se incorpora el grupo de la USACH y allí comenzamos con el estudio del mecanismo de acción de sistemas fotoiniciadores de po-limerización basados en el empleo de colorantes que permitan el uso de radiación visible para el proceso de polimerización. De esta cola-boración resultaron publicaciones en revistas de primer nivel y se ha logrado presentar un novedoso en-foque para comprender los sistemas fotoiniciadores basado en resultados de láser flash fotólisis. (Previtali y col., 1994; Bertolotti y col., 1999) Esta fue una línea en la que hemos seguido trabajando en Río Cuarto

hasta la actualidad. En los últimos años esto nos ha llevado a interesar-nos en la fotoquímica de colorantes sintéticos para su empleo en siste-mas iniciadores de polimerización, en particular nos interesa el estudio del comportamiento fotoquímico en sistemas micro-heterogéneos (Porcal y col., 2012) y su aplicación a la fotopolimerización en esos medios. (Porcal y col., 2013) Al mismo tiem-po se proseguía con el interés en la cinética de los procesos fotoquími-cos primarios, tema en el cual se concretaron varias tesis doctorales en la Universidad de Río Cuarto.

A fines de los 90 se produce el regreso al grupo del Dr. Claudio Borsarelli. Claudio hizo la tesis en nuestro grupo con la dirección de Juanjo Cosa y posteriormente una estadía postdoctoral en el Instituto Max Planck con la dirección de Sil-via Braslavsky. Regresa a Río Cuarto e ingresa a la Carrera del Investiga-dor de CONICET con mi dirección. El aporte de Claudio en esos años fue muy importante y resultó en va-rios trabajos publicados junto con la Dra. Sonia Bertolotti, esta última también realizó una estadía post doctoral con Silvia B. en el Max Planck y a su regreso permaneció en el grupo. Claudio luego se tras-lada a la Universidad Nacional de Santiago del Estero donde es actual-mente profesor titular e Investigador Principal de CONICET. Con ellos concretamos una serie de trabajos mediante la técnica de espectrosco-pía optoacústica inducida por láser (LIOAS). (Borsarelli y col., 2002; Borsarelli y col 2003)

A principios de los 2000 comien-zo una colaboración con la Dra. María S. Churio (Sandra) de la Facul-tad de Ciencias Exactas de la Uni-versidad Nacional de Mar del Plata. Sandra venía de realizar su estadía post-doctoral en Alemania y me pide que sea su director de tareas para el

ingreso a la Carrera de CONICET, cosa que acepté con mucho gusto. En sus comienzos el tema de trabajo fue la aplicación de LIOAS para la determinación de parámetros termo-dinámicos de la reacción de com-puestos oxigenados de azufre. Estos trabajos fueron con la participación importante de Sonia Bertolotti. Pos-teriormente se prosiguió con la fo-toquímica de los aminoácidos del tipo de las micosporinas, tema en el cual realizó su tesis doctoral Federi-co Conde desarrollando la parte ex-perimental entre Mar del Plata y Río Cuarto. Esta colaboración prosigue actualmente entre Sandra Churio y Sonia.

También en esa época finaliza su tesis con nosotros María Lorena Gómez con la co-dirección del Dr. Hernán Montejano sobre sistemas fotoiniciadores de tres componentes (Gómez y col., 2003; Gómez y col., 2007). Hernán realizó su doctorado con nosotros permaneciendo en el grupo como investigador de CONI-CET. Posteriormente Lorena realiza una estadía post doctoral en el IN-TEMA con el Dr. Roberto Williams. Desde allí ingresa a la Carrera de CONICET y regresa a Río Cuarto donde actualmente está conducien-do la línea de síntesis de hidrogeles y sus aplicaciones.

En total desde que comencé en Río Cuarto se han concretado bajo mi dirección trece tesis doctorales. Otras más fueron co-dirigidas con Juanjo Cosa. La mayoría de los te-sistas han tenido después una des-tacada carrera académica tanto en nuestro país como en el exterior. Al grupo se incorporaron también becarios post-doctorales locales y jóvenes investigadores de Chile y Brasil realizaron estadías prolonga-das. También tuve la suerte de dirigir a varios investigadores asistentes en su ingreso a la Carrera de CONICET.

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7740 Años de fotoquímica en Río Cuarto

A modo de conclusión de estos recuerdos y comentarios más actua-les, puedo ver que mi aporte más importante a la ciencia argentina ha sido concretar la formación de un grupo de científicos que ha logrado reconocimiento a nivel internacio-nal. Esto en un lugar donde lo único que existía cuando llegué en 1972 eran un campo a orillas del río y mu-chas ilusiones y ganas de comenzar un proyecto propio. Todo lo logrado fue posible gracias a la ayuda y el compromiso de mucha gente que me acompañó en todos estos años.

AGRADECIMIENTOS

A todos aquellos que han hecho posible la concreción de los objeti-vos que inicialmente nos planteára-mos al iniciar el proyecto Río Cuarto y que no he mencionado especial-mente en lo anterior. Ellos son Vi-cente Ávila, Carlos Chesta, Héctor Garrera, Héctor Gsponer, Ricardo Lema, Oscar “Papacho” Zimerman y muchos otros integrantes del grupo y del Departamento tanto docentes como personal de apoyo administra-tivo y técnico.

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SEMBLANZA

Cómo hacer una semblanza de quien fue el mentor de mi carrera científica sino a través de lo que ha sido mi propia experiencia personal y académica. Pido disculpas por tanta referencia anecdótica a nues-tro lugar de trabajo y a mi persona pero esta última es a la vez una de las dimensiones que propone el Dr. con su trato, la personal.

Todas las dimensiones que se manifiestan externamente en el con-tacto con el Dr. Riccardi son trans-mitidas con vehemencia y precisión. La postura circunspecta y el coin-cidente atuendo de saco y corbata que se destacan en el Museo desde hace 20 años es una de las carac-terísticas "visuales" que alguien diría superfluas pero yo creo constituyen-te de una imagen que alimenta el imaginario popular de la institución. En el ámbito académico del Museo uno no puede imaginarse al Dr. Ric-cardi sino como Profesor; profesor del tipo que no hace distinción del número de alumnos que asiste a sus clases y que da teóricos por igual aunque haya uno solo. Lógica que hay que decirlo no es hegemónica en el mundo académico.

Recuerdo el día en que fui a pro-ponerle a mediados de los '90 al Dr. Riccardi como Jefe de la División Paleozoología Invertebrados del Museo de La Plata, la posibilidad de

Alberto C. Riccardipor Julián F. Petrulevičius

investigar insectos fósiles. Con 28 años a cuestas de una vocación in-comprensible por los bichos, recuer-do el trabajo de ese momento cru-cial enmarcado en El Jardín de las Delicias del subsuelo del Museo. De ahí en más, a descubrir una figura carismática de la Facultad de Cien-cias Naturales y Museo y emblemá-tica de la paleontología y geología argentinas.

La aceptación de una rama com-pletamente nueva, una paleontolo-gía de lo terrestre, en una División netamente dedicada a lo marino o acuático fue una apuesta fuerte para el laboratorio. Una nueva rama ade-más confiada a un Becario de Ini-ciación y Doctorando que fue sor-teando obstáculos y que, después de más de 15 años, agradece esa estrategia y confianza inicial a un alumno por lo menos inusual para el sistema. Más allá de las diferen-cias temáticas, el trabajo en conjun-to también puede llegar, aunque sea

escueto, a través en este caso de un compromiso activo por la protec-ción de los fósiles como propiedad del Estado, en coincidencia con una historia legislativa centenaria y en-frentando la pretendida paternidad que propugnan sectores académicos de países "centrales" (Petrulevičius y Riccardi. 1999. Fossil insects as a matter of conservation in Argentina. Meganeura 3: 7).

Primero como becario / tesista y luego como Investigador del CO-NICET en la División valoro la es-trategia del Dr. que propugna que sus miembros puedan trabajar de manera digna por ejemplo en gabi-netes propios, raro "privilegio" en el Museo, considerando las limitadas posibilidades que brinda un edificio construido para hacer ciencia en el siglo XIX.

Más allá de la academia local, y para resumir en pocas palabras la envergadura científica y política del Dr. Riccardi es suficiente recordar que ha sido electo durante su carrera para conducir las sociedades cientí-ficas nacionales e internacionales tanto de Geología como de Paleon-tología (APA, AGA, IPA, IUGS) y que más decir, leamos las palabras que nos propone el Dr. por el recorrido de su vida.

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PALEONTOLOGÍA AL SERVICIO DE LA GEOLOGÍA Y DE LA SOCIEDAD

Palabras clave: Geología, estratigrafía, paleontología, amonoideos, Jurásico, Cretácico.Key words: Geology, stratigraphy, paleontology, ammonoids, Jurassic, Cretaceous.

“Biography and memoirs can never be wholly true, since they cannot include every conceiva-ble instance of what happened” A. Powell.

RESUMEN

Nací en Buenos Aires el 18 de junio de 1942 y viví en la Patagonia hasta los 9 años. Parte del colegio primario y el secundario los hice en Buenos Aires. Me gradué de Li-cenciado en Geología y de Doctor en Ciencias Naturales (Orientación Geología) en la Universidad Nacio-nal de La Plata (UNLP), donde co-mencé a ejercer la docencia, ingre-sando posteriormente como becario al CONICET. En esas instituciones alcancé las categorías de Profesor Titular e Investigador Superior. He sido además Geólogo de la Direc-ción Nacional de Geología y Mine-ría, becario de la “J.S. Guggenheim Memorial Foundation”, Jefe de la Di-visión Paleozoología Invertebrados y Director Sustituto del Museo de La Plata, investigador por concurso in-ternacional del Geological Survey of Canada y Profesor Visitante de la McMaster University, Ontario, Ca-nadá. Entre otros cargos ocupados

he sido Presidente de la Asociación Paleontológica Argentina y de la Asociación Geológica Argentina, Director de las revistas de ambas instituciones, Presidente de la Comi-sión Asesora de Ciencias de la Tierra del CONICET, Chairman de la “In-ternational Subcommission on Stra-tigraphic Classification”, miembro Titular de la “International Subcom-mission on Jurassic Stratigraphy”, Vicepresidente de la “International Palaeontological Association”, Presi-dente del “4th International Congress on Jurassic Stratigraphy”, editor de revistas científicas nacionales e in-ternacionales, Councillor del Comité Ejecutivo y Presidente (2008-2012) de la “International Union of Geo-logical Sciences”. Mis investigacio-nes se han centrado en el estudio de los cefalópodos, fundamentalmente amonoideos, del Paleozoico supe-rior, Jurásico y Cretácico, su sistemá-tica, estratigrafía, paleobiogeografía y evolución, con especial referencia a la estratigrafía del Jurásico de la Argentina y del Cretácico de la Pa-tagonia. Me he dedicado también al estudio de la historia de la geología y del Museo de La Plata y de su fun-dador. Sobre todos estos temas he

hecho más de 500 publicaciones y cincuenta informes inéditos.

1. INFANCIA PATAGÓNICA

Mi padre, Orestes Riccardi, fue el quinto de seis hijos de inmigran-tes italianos llegados a la Argentina a fines del Siglo XIX y afincados en la ciudad de Buenos Aires. Ya mé-dico se trasladó a la Patagonia en 1938, para realizar un reemplazo en el hospital de la empresa petrolera Astra S.A., 20 km al norte de Co-modoro Rivadavia. En esa zona, en marzo de 1939, el destino lo cruzó con quien sería mi mamá, Magda-lena Sibeth, una joven de 17 años, segunda de cuatro hijos de padres alemanes, criada en San Bernardi-no, Paraguay, que residía, en ese en-tonces, en la zona de Caleta Oliva-res. Se casaron en diciembre de ese año y se establecieron en Astra con la idea de regresar posteriormente a Buenos Aires. Por ello mi mamá se trasladó a esa ciudad, en la cual nací el 18 de junio de 1942.

A los pocos días me llevaron a la Patagonia, donde me crié y residí hasta los nueve años. La época allí vivida quedó grabada para siempre

Alberto C. RiccardiAcademia Nacional de Ciencias de Buenos AiresDivisión Paleozoología Invertebrados, Museo de La Plata.

E-mail: [email protected]

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81Paleontología al servicio de la geología y de la sociedad

en mi mente y en mi corazón. Así, al leer años después el “Viaje del Beagle”, hice mías las palabras de Carlos Darwin: “ Al conjurar imáge-nes del pasado descubro que los de-siertos de la Patagonia se presentan frecuentemente ante mis ojos; pese al hecho de que sus características sobresalientes… solamente pueden ser descriptas haciendo referencia a sus aspectos negativos, en ellas no hay poblaciones ni albergues, care-cen de agua y no tienen árboles...”. “¿Por qué entonces esta desolada aridez se ha fijado tan firmemente en mi memoria? ¿Por qué no me han producido una impresión similar las verdes y fértiles pampas, tan útiles a la humanidad?”. “Me resulta difi-cultoso analizar estos sentimientos, pero creo que se deben en parte al desafío que estas regiones significan para la imaginación. Los desiertos de la Patagonia no tienen límites, son difícilmente transitables y por ello desconocidos; tienen el sello de ha-ber permanecido sin cambios a tra-vés de los tiempos y pareciera que no existen límites a su permanencia futura. Si tal como lo supusieron nuestros antepasados, la Tierra estu-vo rodeada por mares imposibles de cruzar o por desiertos con tempera-turas intolerables, ¿quién no mirará con sensaciones difíciles de definir estas últimas fronteras del conoci-miento humano?”.

En la Patagonia conocí gente de muchas nacionalidades, general-mente europeos que habían deja-do sus países debido a vicisitudes relacionadas con la Gran Guerra de 1914-1917 y la Civil Española de 1936-1939 y fue con ellos y sus hijos, con quienes compartí en la Escuela N° 49 el aprendizaje de las primeras letras, que aprendí a amar a mi patria, pues todos ellos se sen-tían parte del país en el que habían encontrado un nuevo hogar. De esos años de mi infancia recuerdo en es-pecial a un sardo emprendedor, Ati-lio Rossi, quien de las conchillas de

los moluscos que se encuentran en la costa del Golfo de San Jorge pro-dujo la cal necesaria para muchas de las construcciones que se reali-zaron en Comodoro Rivadavia en las décadas de 1920 y 1930. Junto con su hermana María desarrolló un emprendimiento agrícola en Bahía Solano al norte de Comodoro Riva-davia. Atilio y María, me quisieron como a un hijo y me enseñaron a disfrutar de la convivencia con la naturaleza y a apreciar la fortaleza de carácter que se necesita para en-frentar ambientes hostiles.

2. ESTUDIOS EN BUENOS AI-RES

En 1952, cuando estaba por cum-plir 10 años, mi padre decidió que continuase mis estudios en el Cole-gio San José de Buenos Aires. Así fue como pase a estar “pupilo” en una institución con una disciplina que, desde la perspectiva actual, puede ser calificada de rigurosa. Durante la vida en el colegio, las salidas de fin de semana me permitieron cono-cer íntimamente otros núcleos fami-liares, constituidos por tíos y primos, cada uno de ellos con sus propias características, pero donde siempre me sentí un hijo y un hermano más. Durante todos esos años mantuve y acrecenté la excelente relación que siempre tuve con mis padres, funda-mentalmente a través de largas car-tas que intercambiábamos semanal-mente, mediante las cuales recibía de ellos el cariño, los consejos y el aliento que me ayudaron a sobrelle-var su ausencia física.

Las vivencias de esos años resul-taron fundamentales para mi forma-ción personal pues, al margen de conocimientos, adquirí disciplina para el trabajo, capacidad para so-brellevar por mi mismo diferentes situaciones y una vida interior poco sujeta a la influencia de circunstan-cias externas.

Al terminar mis estudios secun-darios decidí estudiar Geología, la cual consideré me permitiría, en función de su práctica profesional, volver a los escenarios de mi infan-cia. A tomar esta decisión me ayudó la relación que tenía con un geólogo amigo de mis padres, el Dr. Eduardo Meyer, oriundo, al igual que su Se-ñora Reneé, de Lausana, Suiza. Am-bos tuvieron conmigo un afecto es-pecial y fue el Dr. Meyer quien, a mi pedido, me aconsejó que estudiara geología en la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), en razón del en-foque “naturalista” que allí tenía la enseñanza de esa disciplina.

3. LA UNIVERSIDAD DE LA PLATA y LA DIRECCIÓN NACIO-NAL DE GEOLOGÍA y MINERÍA

En 1960 inicié mis estudios uni-versitarios en la Facultad de Cien-cias Naturales y Museo (FCNyM) de la UNLP y a fines de 1964 obtuve el título de Licenciado en Geología. En esos años también me interesé por diferentes aspectos del funcio-namiento de la Facultad. Inquietu-des similares, referidas a cuestiones institucionales de largo alcance, las mantuve toda mi vida, tratando siempre de anteponerlas a otras de tipo coyuntural o personal.

En el segundo año de la carrera asistí a las clases de Paleontología Invertebrados que dictaba el Dr. H. H. Camacho, quien para hacer-lo se trasladaba desde Buenos Ai-res. Al terminar el curso le planteé mi interés en adquirir mayores co-nocimientos en la temática. El Dr. Camacho me propuso ingresar en el Laboratorio de Estratigrafía, del cual era Jefe, en la entonces Direc-ción Nacional de Geología y Mine-ría (hoy Servicio Geológico Minero Argentino – SEGEMAR -). Así fue que en Agosto de 1963 comencé a trabajar como Ayudante Geólogo en un edificio ubicado en Perú 562 de la ciudad de Buenos Aires. El Dr. Ca-

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macho me sugirió que me dedicase a estudiar amonites del Mesozoico, hecho que coincidió con la llegada de materiales de ese grupo coleccio-nados por el Dr. W. Volkheimer en la Hoja 27b, Cerro Sosneado, Pro-vincia de Mendoza. La determina-ción de esa colección constituyó mi primer informe inédito, que efectué, conjuntamente con la Dra. R. Levy, en 1964.

En enero de 1965, luego de com-pletar la licenciatura en Geología, entré al Servicio Militar, para cuya realización había solicitado una prorroga de dos años. Incorporado al Regimiento de Granaderos a Ca-ballo General San Martin pasé al Es-cuadrón Chacabuco, donde estuve hasta agosto del mismo año, en el que fui dado de baja.

En 1965 llegó a la Argentina Gerd E. G. Westermann, Profesor en la Universidad de McMaster, Cana-dá, y especialista en amonites del Jurásico Medio. Westermann tenía interés en visitar afloramientos del Jurásico medio de las provincias de Neuquén y Mendoza, para lo cual había tomado contacto con el Dr. Camacho, quien me lo presentó e hizo los arreglos necesarios para que yo lo acompañase en mi calidad de geólogo de la Dirección Nacio-nal de Geología y Minería. El viaje se realizó entre la segunda quincena de octubre y la primera de noviem-bre de 1965, período durante el cual estudiamos una serie de localidades clásicas del Jurásico medio desde el sur de Zapala, en Neuquén, hasta la región del río Atuel en Mendoza. Allí nació una vinculación en in-vestigación y una estrecha amistad personal que perdurarían hasta la actualidad, a través del tiempo y la distancia.

Por la misma época había ini-ciado gestiones para ingresar como geólogo en Yacimientos Petrolíferos Fiscales, a resultas de lo cual me

habían ofrecido un puesto, con des-tino en Comodoro Rivadavia. Aun-que esta propuesta concordaba con los motivos que me habían llevado a estudiar geología, comprendí, tal como me lo hizo saber mi padre, que tal trabajo dificultaría o retar-daría completar mis estudios, por lo cual decidí dejarlo de lado y realizar el Doctorado.

El Dr. Camacho me propuso efectuar mi tesis doctoral sobre la estratigrafía de la región oriental de la Bahía de la Lancha, en la provin-cia de Santa Cruz, un área clave de la geología de la cordillera patagó-nica austral. Por razones formales luego figuraría como Director de la Tesis el Dr. A. J. Amos. Así entre fi-nes de enero y mayo de 1966 hice mi primer viaje al oeste de la pro-vincia de Santa Cruz. En esos me-ses no solamente realicé estudios en la región del lago San Martín, sino que, en compañía de G. Altevogt, un geólogo alemán que estuvo temporariamente en la Dirección Nacional de Geología y Minería, y de otros geólogos de mi edad, rea-lizamos varios perfiles en unidades del Cretácico aflorantes en lago Ar-gentino, cerro Cazador y Río Turbio, región que en ese tiempo era relati-vamente inhóspita.

También participe por la misma época en un curso de postgrado en Micropaleontología que dictaba el Dr. Camacho en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires. Allí, en el segundo piso del viejo edificio de Perú y Alsina, realizamos tam-bién las clases prácticas a cargo de A. (Magda) Bertels, entonces Jefe de Trabajos Prácticos. Como práctica de laboratorio Magda hizo que los alumnos del curso estudiáramos fo-raminíferos de muestras del “Roca-nense” del Bajo de Añelo, Provincia del Neuquén. Ese trabajo corroboró, para esa región, los resultados sobre el límite Cretácico-Terciario, obteni-dos por ella en su tesis doctoral so-bre los microfósiles del “Rocanen-se” de General Roca, Río Negro, y dio lugar a mi primera publicación científica, en coautoría.

Mi tesis constituyó un estudio in-tegral de la geología al este del lago San Martín, con especial énfasis en la fauna de amonites allí represen-tada, correspondiente al Cretácico inferior. Las tareas de campo las realicé solo, salvo en los aspectos vinculados al Cuaternario y a la geomorfología, para lo cual conté con la ayuda del Dr. F. Fidalgo, con quien recorrí la zona en febrero de

Westermann, GEG, Riccardi, A.C., baqueano (de izquierda a derecha) en Paso del Espinacito.

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83Paleontología al servicio de la geología y de la sociedad

1967. La Tesis fue defendida y apro-bada en octubre de 1968 con lo que obtuve el título de Doctor en Cien-cias Naturales (Orientación Geolo-gía). Una síntesis de la geología y estratigrafía se publicó en 1971. Ese estudio me permitió no solamente contribuir al conocimiento detalla-do de las unidades geológicas allí representadas, desde el Paleozoico al Cuaternario, sino que me sirvió para hacer uso de métodos y cri-terios geológicos apropiados para la caracterización, clasificación y nomenclatura de unidades estrati-gráficas en las que las observacio-nes locales fueron ubicadas en un contexto regional más amplio. Todo ello me llevó, entre otras conclusio-nes, a reconocer la correcta relación entre rocas volcánicas que hasta ese entonces no estaban diferenciadas o cuyas relaciones genéticas no ha-bían sido clarificadas y a adoptar denominaciones estratigráficas de alcance regional.

4. BECA EN CANADÁ

Entre 1966 y 1967 Westermann me había invitado reiteradamente a ir a la Universidad de McMaster en Canadá para realizar un estudio de los amonites del Jurásico medio de los Andes argentino-chilenos. Para ello solicité una Beca Externa al Consejo Nacional de Investiga-ciones Científicas y Técnicas (CO-NICET). El objetivo era aprender metodologías modernas que luego me permitiesen encarar otras inves-tigaciones sobre los amonites de la Argentina.

La decisión adoptada significó el abandono del motivo original, de índole petrolera, que había tenido para iniciarme en la geología y su reemplazo por el de desarrollar una estratigrafía de detalle de las unida-des geológicas del Jurásico y Cretá-cico de la Argentina, mediante el es-tudio de un grupo de invertebrados

fósiles de especial importancia para tal fin.

En pos de ese objetivo no dudé en renunciar a mi puesto en el Insti-tuto Nacional de Geología y Mine-ría, cuando el trámite de mi solici-tud de licencia para hacer uso de la beca externa que me había otorgado el CONICET – solicitud que en ese entonces debía ser aprobada por la Presidencia de la Nación - fue pos-tergado, por razones poco claras.

Las investigaciones realizadas en Canadá se extendieron hasta agosto de 1970, merced a que la beca por un año del CONICET fue seguida por otra financiada por el “National Research Council” de Canadá. To-davía guardo con cariño y agradeci-miento la nota del CONICET, en la cual, al informarme el otorgamiento de la beca, Bernardo Houssay como firmante de la misma sostenía: “El envío de personas con vocación y aptitud para los trabajos de investi-gación, a los centros científicos más avanzados del extranjero, constituye un aspecto esencial del programa de este Organismo para la promo-ción del desarrollo científico y técni-co nacional y es, a la vez, una muy valiosa oportunidad que se ofrece a los candidatos seleccionados. El Consejo espera que sus becarios han de aprovechar esa oportunidad con la mayor amplitud e intensidad, y que ello habrá de traducirse luego en un significativo aporte a la eleva-ción del nivel científico-técnico de nuestro país y, por lo tanto, al pro-greso general del mismo”. El gesto y los conceptos los recordé siempre, especialmente cuando, en décadas posteriores, las becas otorgadas se anunciaban mediante listas pegadas en las paredes del acceso a la sede de ese organismo. El CONICET de Houssay fue desde todo punto de vista una institución de avanzada dentro del país, en la cual hasta un becario que recién comenzaba era tratado por todo el personal como

un ser digno del mayor respeto. Para ese primer viaje al exterior, y para otros posteriores, conté con el apo-yo de quien fuera mi esposa, Nora Sabattini, y de mis hijas Laura y Be-tina.

Los estudios realizados en Cana-dá se basaron en un concepto bioló-gico de la definición de taxones. En todos los casos se trató de determinar la variación intra e interespecífica de las faunas representadas, tomando en consideración material prove-niente de localidades del Jurásico medio ubicadas en las provincias de Neuquén y Mendoza y en el norte de Chile. Los resultados obtenidos dieron lugar, a partir de 1972, a la publicación de una serie monográ-fica a la que se agregó un extenso conjunto de trabajos complemen-tarios, en los cuales se abarcó la sistemática y la distribución estrati-gráfica, geográfica y las relaciones evolutivas y paleobiogeográficas de los taxones reconocidos.

Paralelamente realicé un trabajo en el cual establecí la existencia de dimorfismo sexual en géneros del Valanginiano del Neuquén en lo que constituyó, a nivel mundial, uno de los primeros estudios en su tipo en faunas de amonites del Cretácico inferior. También hice mi primera contribución paleobiogeográfica en relación con bivalvos del Albiano en el contexto de la, entonces novedo-sa, teoría de la tectónica de placas. El trabajo fue realizado conjunta-mente con J.B. Waterhouse, Profe-sor de la Universidad de Toronto, a quien había consultado con respecto a las similitudes entre mi material de Patagonia y el de Australia y Nueva Zelanda, que el había estudiado.

Durante mi estadía en Canadá tuve la oportunidad, gracias al apoyo del CONICET, de asistir, en abril de 1969, al “William Smith Symposium” en Inglaterra donde conocí a los principales investigadores del ámbi-

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to internacional en bioestratigrafía y amonites del Jurásico y Cretácico y recorrí localidades clásicas del Jurá-sico inglés.

En septiembre-octubre de 1969 efectué con Westermann estudios de campo en diferentes localidades del Jurásico superior de Zacatecas (Ma-zapil, Concepción del Oro) y San Luis Potosí (Real de Catorce) al norte de la ciudad de México, ocasión en la que contamos con el apoyo del Instituto de Geología de la Universi-dad Nacional Autónoma de México (UNAM), donde me relacioné con investigadores como I. Ferrusquía V. G. Alencaster y C. González Arreo-la, relación que se prolongaría en la década siguiente. También visité Estados Unidos, en 1970, y exami-né colecciones de Patagonia en la Universidad de Princeton y en el Servicio Geológico en Washington, donde recibí la ayuda de R. Imlay, una de las máximas autoridades de ese país en moluscos del Jurásico y Cretácico inferior.

Mi estadía en Canadá fue una experiencia científicamente enri-quecedora que me permitió también apreciar un contexto universitario y social diferente al que había conoci-do en la Argentina, experiencia que siempre recomendé seguir a beca-rios y doctorandos.

5. REGRESO A LA UNIVERSI-DAD NACIONAL DE LA PLATA – INVESTIGADOR DEL CONICET

Al regresar al país en agosto de 1970 solicité el ingreso a la Carre-ra del Investigador del CONICET. Mientras aguardaba el resultado, el entonces Profesor de Paleontología Invertebrados en la UNLP, Dr. A. J. Amos, me dio un lugar de trabajo en el Museo de La Plata y obtuvo un subsidio del CONICET para que pudiese mantenerme y seguir mis investigaciones. Al mismo tiempo pasé a desempeñarme como Jefe de

Trabajos Prácticos ad-honorem en Paleontología Invertebrados. El Dr. Amos, quien tenía una excelente formación geológica y criterios am-plios y modernos, era un egresado de la Universidad de Buenos Aires que había llegado a La Plata a me-diados de la década de 1960, don-de había conformado un grupo de investigación en estratigrafía y pa-leontología del Paleozoico superior.

En 1971 fui designado Investi-gador Adjunto del CONICET y en 1972 Profesor Adjunto ad-honorem en Paleontología General. Así me inicié en la Carrera del Investigador, en la que sería promovido a Inde-pendiente en 1976, a Principal en 1982 y a Superior en 1992. En la Carrera Docente, luego de desem-peñarme por casi quince años en forma ad-honorem, sería designado Profesor Titular rentado en 1986.

En 1972 dos estudiantes, S. E. Damborenea y M. O. Manceñi-do, que habían hecho trabajos con Amos en el Paleozoico superior, me pidieron integrarse a mis investiga-ciones en el Jurásico. Les sugerí que comenzaran a estudiar, respectiva-mente, bivalvos y braquiópodos, de forma tal de complementar mis re-sultados sobre los amonites y lograr así un conocimiento integrado de los grupos de invertebrados geoló-gicamente más importantes y, como corolario, de la estratigrafía del Jurá-sico marino de la Argentina.

Luego de mi regreso al país continué con los trabajos de campo en el Jurásico de las pro-vincias de Neuquén y Mendoza, que extendí a la zona de Paso del Espinacito, en el sur de San Juan. Comencé también a ampliar geo-gráfica y estratigráficamente mis investigaciones en el Cretácico de la provincia de Santa Cruz, con el objeto de aplicar allí tam-bién un enfoque paleontológico y bioestratigráfico similar al que

estaba usando en el Jurásico me-dio. Realicé relevamientos en toda la región, con vistas a un análisis integral de las faunas de amonites y la bioestratigrafía del Cretácico inferior de la Cordillera Patagóni-ca Austral. En parte de esos viajes conté con la compañía y colabo-ración de un micropaleontólogo inglés, Robin Whatley, que estuvo en el Museo de la Plata entre 1970 y 1973, por iniciativa de Amos, con el fin de organizar un labo-ratorio de su especialidad. Había tenido oportunidad de conocerlo en Londres, durante el “William Smith Symposium”, y su visita a la Argentina posibilitó que llegá-semos a establecer una duradera amistad sobre la base de una cos-movisión compartida. Esta rela-ción dió lugar a que, en la década siguiente, algunos de mis becarios (S. Ballent, M. Aguirre) efectua-sen estudios postdoctorales en el “University College of Wales” en Aberystwyth, donde Robin era Profesor.

En febrero de 1971 realicé un relevamiento en el Jurásico mari-no del centro-oeste de la provin-cia del Chubut, gracias a la ayuda del Dr. E. Musacchio, quien hacía poco tiempo había concluido su tesis doctoral en la región de Pam-pa de Agnia. Con estos estudios pude acotar al Jurásico inferior alto la fauna de amonites allí re-presentada y corroborar las obser-vaciones de Musacchio sobre la existencia de importantes cambios faciales.

Esta experiencia resultó útil para reconocer en 1973 modifica-ciones similares en Piedra Pintada, margen sur de la Cuenca Neuqui-na, en el curso de un viaje finan-ciado con fondos de investigación de Westermann y destinado a in-troducir a Damborenea y Manceñi-do en el conocimiento del Jurási-co andino. Dado que ésta era una

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85Paleontología al servicio de la geología y de la sociedad

interpretación que difería de las de otros autores y que todas ellas eran fundamentalmente cualitati-vas, consideré necesario someterla a contrastación mediante la apli-cación de un método cuantitativo, i.e. análisis de agrupamientos, que en esa época había sido usado por primera vez, independientemente, en discriminaciones biofaciales y estratigráficas. El estudio, el prime-ro en su tipo realizado no sólo en el país sino en el mundo, fue hecho con una IBM 360-50 del Centro de Estudios Superiores para el Proce-samiento de la Información (CESPI) de la UNLP, y los resultados per-mitieron corroborar que los cam-bios observados eran faciales. Años después impulsaría estudios simila-res para diferenciar biofacies en el Pleistoceno-Holoceno del noreste de la Provincia de Buenos Aires y de la Patagonia, en el contexto de las tesis doctorales, respectivamen-te, de M. Aguirre (1988) y G. Pasto-rino (1994).

En 1973 la situación en el país y en la Universidad Nacional de La Plata se tornó más inestable y con-flictiva. Como resultado de accio-nes intimidatorias, por parte de los grupos facciosos entonces domi-nantes, Amos dejó la Universidad, camino que siguieron casi todos los integrantes de su grupo de in-vestigación. Por mi parte comencé a hacer gestiones en instituciones de otros países y solicité una beca, con el objetivo de salir, temporal o definitivamente, del país.

6. BECA GUGGENHEIM, RE-GRESO A CANADÁ y A MÉXICO

En enero de 1975 viajé nueva-mente a Canadá, con una beca de la Fundación Guggenheim, para continuar mis investigaciones con-juntas con Westermann.

Para aceptar la beca sin renun-ciar a mi cargo de investigador del

CONICET no tuve otra opción más que solicitar, por motivos perso-nales, licencia sin goce de sueldo. Pude apreciar, en cambio, la libe-ralidad de la Fundación Guggen-heim, cuyo Secretario, S. L. Schle-singer, se disculpó por pedirme, cuando concluí el período de mi beca, una simple declaración del destino de los fondos recibidos y el envío, cuando fuese posible, de copias de las publicaciones resul-tantes de mis investigaciones.

Permanecí en la Universidad de McMaster por casi dos años, el se-gundo de ellos con el apoyo econó-mico del “National Research Cou-ncil” de ese país. En relación con el programa de trabajo, en octubre de 1975 hicimos con Westermann otra visita a México, efectuando ta-reas de campo en el Jurásico me-dio de Oaxaca (San Juan Diquiyu) y Guerrero (Cualac-Huamuxtitlan), con el objetivo de hacer compara-ciones con las faunas de igual edad de la Argentina y de Chile.

A partir de 1976 estos estudios sistemáticos de los amonites se com-plementarían con análisis paleobio-geográficos en los cuales se estable-cerían comparaciones faunísticas con otras regiones del mundo y se discutiría la evolución de los amo-nites andinos en el contexto de la distribución de masas continentales y de los cambios en las vías oceáni-cas y en los niveles del mar durante el Jurásico. Análisis que extendería a las faunas del Cretácico. En relación con este tema procedería, en 1988, a vincular las variaciones en la diversi-dad de los amonites con secuencias y discontinuidades estratigráficas, en el contexto de un simposio sobre Estratigrafía Secuencial y Discordan-cias Interregionales, que organicé conjuntamente G. González Bono-rino, C. Gulisano, L. Legarreta y M. Uliana.

Mientras tanto, para mediados de 1976 el Instituto de Geología de la UNAM, México, dirigido en esa época por el Ingeniero D. A. Cór-doba, me había ofrecido un puesto permanente como Investigador. Sin embargo, debido a algunas modifi-caciones en las condiciones origi-nales de ese cargo, resolví regresar a la Argentina.

7. NUEVO REGRESO A LA AR-GENTINA, LA DIVISIÓN PALEO-ZOOLOGÍA INVERTEBRADOS EN LA UNLP

Retomé mis actividades como Investigador del CONICET y en la FCNyM de la UNLP donde fui designado Jefe ad-honorem de la División Paleozoología Invertebra-dos. Con esa posición emprendí la tarea de reconstruir esa unidad como centro de investigación. Des-de un primer momento me propuse llevar a cabo una estrategia de largo alcance con el fin de que la institu-ción pudiera llegar a contar con el plantel de investigadores mínimo necesario como para atender ade-cuada y equilibradamente la mayor parte de los temas de importancia en la Paleontología de invertebra-dos del Paleo-, Meso- y Cenozoico. Así consolidé mi propio grupo de trabajo para lo cual apoyé la incor-poración como Investigadores del CONICET de Damborenea y Man-ceñido y posteriormente, a partir de 1980, de S. Ballent, quien, primero como becaria y luego como Inves-tigadora, pasó a ocuparse de la mi-cropaleontología del Mesozoico. El objetivo fue complementar mis estu-dios de amonites con los referidos a bivalvos, braquiópodos y microfósi-les, para sobre tal base construir una zonación múltiple de la estratigrafía del Jurásico que pudiera ser aplicada a partir de cualquiera de sus com-ponentes. Versiones sucesivamente mejoradas, tanto de esa zonación múltiple como de la basada exclu-sivamente en amonites, serían pu-

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blicadas en las décadas siguientes. Posteriormente, entre los 80 y 90, apoyaría el ingreso a la División de otros becarios, luego investigadores, que se dedicaron a investigar dife-rentes grupos de invertebrados del Paleozoico y Cenozoico.

Durante los años que estuve en el país en la década de 1970 continué con mis estudios sobre los amonites y la estratigrafía del Jurásico medio de Neuquén y Mendoza y del Cretá-cico inferior de la Patagonia austral. Las investigaciones realizadas con Westermann en el Jurásico medio permitieron, entre otras conclu-siones, definir la edad caloviana del Yeso Tábanos y su presencia en Chacay Melehue, la existencia del Bathoniano marino en la Argentina y establecer un esquema bioestra-tigráfico para los Andes argentino-chilenos.

Los estudios que llevé a cabo so-bre las faunas de amonites del Jurá-sico más alto y del Cretácico de la Cordillera Patagónica Austral, por su parte, contribuyeron, entre otros aspectos, a desechar una supuesta discontinuidad mayor en el Cretá-cico inferior, al establecer que, la Formación Springhill corresponde al Tithoniano-Berriasiano, la fauna de Favrella al Hauteriviano y el gé-nero Hatchericeras al Barremiano, todos ellos previamente referidos al Aptiano y/o Albiano. A partir de 1978 la mayor parte de mis estudios serían financiados mediante subsi-dios del CONICET y, ocasionalmen-te a partir de la décaca de 1990, por la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica (ANPCYT).

8. ESTUDIOS EN EL PERú y NORTE DE CHILE y SOBRE HISTO-RIA DE LA GEOLOGÍA

En adición a los viajes al oeste y sur de la Argentina, a fines de 1978 hicimos con Westermann estudios en el Perú y el norte de Chile. La visi-

ta al Perú estuvo dirigida a comparar las faunas de amonites del Jurásico medio de ese país con las de Argen-tina, Chile y México y sus resultados dieron lugar a un trabajo en el que se incluyeron observaciones realizadas en Chunumayo y Paras (río Pacuya-cu), al noreste y sudeste de la ciudad de Ayacucho, conjuntamente con los Ingenieros O. Palacios y C. Ran-gel del Instituto Geológico Minero y Metalúrgico del Perú (INGEMMET). Con Westermann hicimos también estudios en el Jurásico de la región al noreste de Arequipa, entre Sincha y Lluta, donde recibimos la ayuda de J.-C. Vicente, un destacado geólogo francés que trabajó muchos años en Chile y Perú mediante programas de cooperación de esos países con el gobierno de Francia.

Del Perú pasamos a Chile, donde gracias a la ayuda y colaboración de G. Chong Díaz, profesor de Geolo-gía de la Universidad del Norte en Antofagasta, realizamos observa-ciones y colecciones en la región de Caracoles y Sierra de Domeyko. En este viaje, que tuvo lugar en un momento de gran tensión interna-cional debido al problema limítrofe existente con Chile, pudimos obser-var preparativos militares en el sur del Perú y pasar retenes militares en el norte de Chile, evidencias de la dimensión continental que podría eventualmente haber tomado el conflicto.

En Santiago de Chile conocí a G. Cecioni, Profesor en ese entonces en la Universidad de Chile, a quien le pedí escribiese un artículo en home-naje a Egidio Feruglio, de su misma nacionalidad italiana quien, entre 1925 y 1949, había trabajado en la geología de la Patagonia. Mi interés por Feruglio se había originado en mis estudios geológicos en esa re-gión y en el hecho de que en la Ar-gentina nunca se había escrito nada sobre él. Por tal motivo había reu-nido alguna información hecho que,

sumado a que Cecioni había cono-cido personalmente a Feruglio, fue decisivo en el pedido que le hice, el cual se concretó finalmente en un escrito conjunto. En las décadas si-guientes me ocupé de dar a conocer aspectos de la historia de la geolo-gía y paleontología del Mesozoico, de las regiones y de las instituciones de la Argentina en las que trabajé, incluida la historia del Museo de La Plata y de su fundador Francisco P. Moreno. Finalmente en 2007 sería uno de los iniciadores de los Con-gresos Argentinos de Historia de la Geología.

9. ESTUDIOS EN EL PALEOZOI-CO SUPERIOR y SOBRE FILOSO-FÍA DE LA GEOLOGÍA

A partir de los años 70 apoyé también las investigaciones sobre el Paleozoico superior, que habían subsistido en la Universidad Nacio-nal de La Plata luego de la salida de Amos. Conjuntamente con N. Sabat-tini realicé en 1975 un estudio sobre los cefalópodos de esa edad, tema sobre el cual también haríamos otras publicaciones en décadas posterio-res, entre ellas una reinterpretando como escamas de vertebrados cro-sopterigios restos que investigadores de otros países habían atribuido a coleoideos.

Paralelamente me planteé la ne-cesidad de precisar mis ideas con respecto a las características de la Geología, en comparación con otras disciplinas científicas. Las conclu-siones a las que llegué y di a conocer en 1977, me llevaron a intercambiar correspondencia con M. Bunge, G. G. Simpson, J. Bosch y O. Reig. Más tarde, en otras publicaciones, vol-vería sobre este tema y también me ocuparía de los problemas éticos de la actividad científica.

También a fines de la década de 1970 coordiné la renovación de dos salas exhibición del Museo de

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87Paleontología al servicio de la geología y de la sociedad

La Plata, para lo cual debí incluso conseguir aportes económicos de empresas petroleras privadas y de un empresario, Antonio Bitar, egresado del Museo con quien había trabado amistad en la Dirección Nacional de Geología y Minería.

10. LA ASOCIACIÓN PALEON-TOLÓGICA ARGENTINA, LA ISJS y LA ISSC

En 1979 me postulé a Presiden-te de la Asociación Paleontológica Argentina, con el objetivo de mo-dernizar la institución. Allí desarro-llé una intensa gestión de reorgani-zación implementando, entre otras acciones, nuevas reglamentaciones del funcionamiento de la Revista Ameghiniana y de los Congresos Pa-leontológicos e iniciando una Serie de Publicaciones Especiales con la conmemoración del XXV aniversa-rio de la institución. Mis actividades de investigación hicieron que fuese elegido miembro individual de la “International Subcommission on Jurassic Stratigraphy (ISJS)” (1977) y de la “International Subcommis-sion on Stratigraphic Classification (ISSC)” (1979), dependientes de la “International Union of Geological Sciences” (IUGS). En el primer caso mi membrecía me llevaría en 1991 a proponer, en una reunión efectuada en Poitiers, Francia, la realización en la Argentina del “4th Internatio-nal Congress on Jurassic Stratigraphy and Geology”, el primero en su tipo que tuvo lugar fuera de Europa, del cual fui Presidente y se realizó en la ciudad de Mendoza entre el 15 y el 27 de octubre de 1994. Sus resul-tados los edité en un libro que fue publicado en Suiza en 1996. Por otro lado mis actividades en la ISSC me condujeron a participar en la re-dacción de la segunda edición de la “International Stratigraphic Guide” (1994). Ello significó intercambiar ideas con H. Hedberg y A. Salvador, destacados estratígrafos de Estados Unidos que ocuparon sucesivamen-

te el cargo de Chairman de la ISSC. Mi relación fue especialmente estre-cha y derivó en amistad, en el caso de Amos Salvador. Todo ello llevó a que fuese elegido Vice Chairman (1992-1994) y Chairman (1994-2002) de la ISSC y a que realizara varias publicaciones sobre clasifica-ción y tipos de unidades en estrati-grafía y su significación temporal.

11. EN EL SERVICIO GEOLÓGI-CO DE CANADÁ

Para fines de 1979 situaciones conflictivas en el país, sumadas a las que tuve con las autoridades de la FCNyM de la UNLP, me impul-saron nuevamente a salir del país. Gracias a una información que me hizo llegar Westermann me presenté a un concurso para cubrir un cargo de Investigador del Mesozoico en el Servicio Geológico de Canadá. Fui entonces invitado a visitar depen-dencias de esa institución en Ottawa y Calgary, donde se me entrevistó. Si bien algunos de los postulantes eran conocidos especialistas de Estados Unidos, Australia e Inglaterra, la elección recayó en mí, con lo que obtuve el puesto y la radicación permanente en ese país. En abril de 1980 me establecí en Ottawa y comencé a trabajar junto al paleon-tólogo Jurij (George) A. Jeletzky, a quien, debido a su jubilación, yo debía reemplazar. Allí me beneficia-ría, además, del contacto con otros paleontólogos y estratígrafos desta-cados, como H. Frebold, W. Fritz y E. T. Tozer. Jeletzky era el especia-lista más importante de la época en coleoideos fósiles y se ocupaba fun-damentalmente de faunas de inver-tebrados del Cretácico. Poseía una fuerte personalidad, que lo ayudó a sobrellevar una vida llena de vicisi-tudes, y nuestra relación se estable-ció a través de una excelente vincu-lación laboral al margen de la cual tuvimos una íntima y filial amistad. Perder la cotidianidad de esa rela-ción fue lo que más lamenté cuando

luego de un año decidí regresar a la Argentina. Pero simplemente pri-mó el hecho de que a mi edad sentí que mi lugar se hallaba en el país en el que había nacido. Durante ese año en Canadá efectué un viaje de estudio al Cretácico superior de Saskatchewan y Alberta y visité el Servicio Geológico de Estados Uni-dos en Denver, donde conocí a W.A. Cobban, destacado especialista en amonites del Cretácico superior de ese país, cuyas colecciones fueron fundamentales, desde un punto de vista comparativo, para que pudiese completar una importante monogra-fía sobre los Scaphitidae del Santo-niano-Campaniano de la Formación Bearpaw del “Western Interior” de Canadá. Solamente volvería a resi-dir temporariamente en Canadá en 1989, durante los seis meses que pasé en la Universidad de McMas-ter como Profesor Visitante, con el fin de completar con Westermann dos monografías adicionales sobre las faunas de amonites del Jurásico medio de Argentina y Chile.

12. REGRESO DEFINITIVO A LA ARGENTINA

En 1981, a mi regreso a la Argen-tina, me reincorporé al CONICET y a mi puesto en la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la UNLP don-de en 1986 fui designado, concurso mediante, Profesor de Paleontología Invertebrados con dedicación sim-ple.

A partir de 1986 y hasta 1991 me desempeñé como Jefe del De-partamento de Paleontología en la Facultad de Ciencias Naturales y Museo cargo desde el cual impulsé y coordiné la implementación de un Plan de Estudios para la Carrera de Paleontología, que fue aprobado en 1987. También me ocupé de la dirección de las publicaciones cien-tíficas del Museo de La Plata (1984-1988), por considerar que la produc-ción regular de las mismas ayudaría,

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CIENCIA E INVESTIGACIÓN - RESEÑAS - TOMO 2 Nº1 - 201488

a través de los canjes, a mantener e incrementar el patrimonio de la Biblioteca de la institución, al cual contribuí además mediante un sub-sidio específico del CONICET.

Referente a mis estudios sobre amonites y estratigrafía, en la dé-cada de 1980 fui invitado a redac-tar un capítulo sobre el Jurásico de Argentina y Chile en la obra “The Phanerozoic Geology of the World” y estudios de campo que hice con el Dr. E. Rolleri derivaron en varias publicaciones conjuntas. Una de ellas, “Cordillera Patagónica Aus-tral” incluida en la obra Geología Argentina de la Academia Nacio-nal de Ciencias, en Córdoba, estu-vo dedicada a presentar una sínte-sis crítica de todo el conocimiento geológico de la región. Este análi-sis lo extendería luego en un libro dedicado al Cretácico del sector meridional de América del Sur.

En el mismo período terminó su tesis doctoral, en la Universidad de Buenos Aires, M.B. Aguirre Urreta (1981), quien bajo mi drección ha-bía efectuado un estudio sobre amo-noideos heteromorfos del Cretácico inferior de la Cordillera Patagónica Austral y a quien posteriormente sugerí estudiar los amonoideos y

estratigrafía del Cretácico inferior de la Cuenca Neuquina, con el ob-jeto de completar la cobertura del Mesozoico marino de la Argentina. Al mismo tiempo intenté desarrollar una mayor eficiencia en los trabajos en curso en la provincia de Santa Cruz, para lo que promoví estudios conjuntos, a los que asocié tam-bién a F.A. Medina, de la Univer-sidad de Buenos Aires. Éstos dieron como resultado la discriminación taxonómica y estratigráfica de va-rios taxones de Aconeceratidae del Hauteriviano-Albiano y un conoci-miento detallado de amonoideos heteromorfos del Albiano de la re-gión del lago San Martin. En las dé-cadas siguientes completaría otros estudios de significación para el co-nocimiento del Cretácico de la mis-ma región. Entre ellos uno realizado conjuntamente con P. Kraemer, un egresado de la Universidad Nacio-nal de Córdoba que realizó su tesis doctoral al sur del lago Viedma, en el que hicimos análisis de la estrati-grafía regional. Todo esto me sirvió para suplementar trabajos previos y determinar la relación existente entre varios niveles amonitíferos y comprobar la presencia de todos los pisos del Cretácico Superior, con lo cual la existencia de importan-tes discontinuidades, supuesta pre-

viamente por otros autores, quedó desechada. Pude además, en cola-boración con F. A. Medina, de la Universidad de Buenos Aires, con-tribuir significativamente al conoci-miento de las faunas del Aptiano y del Albiano de la Patagonia y a sus vinculaciones con otras de igual edad de la Antártida.

Todo lo expuesto derivó en una zonación, cuya precisión sería in-crementada en sucesivas versiones, que comprende una serie de biozo-nas o asociaciones de amonites en-tre el Berriasiano y el Maastrichtia-no. La misma responde a la geología de la región y fue usada para estable-cer relaciones paleobiogeográficas con otras áreas del Hemisferio Sur. Las conclusiones obtenidas proba-ron ser de utilidad para estudios similares que se vienen llevando a cabo en la Antártida, África del Sur y Oceanía.

Adicionalmente me ocupé de investigar la posible existencia de calpionélidos en el límite Jurásico-Cretácico, para lo cual invité espe-cialmente al Dr. J. Fernández Car-mona, especialista cubano a quien conocí durante una reunión del proyecto IUGS-UNESCO IGCP 322 que organicé en Cuba, a visitar la Argentina. Como resultado se docu-mentó por primera vez en el país la existencia de calpionélidos.

También durante la década de 1990 visitaron el país D. Pirrie de la Universidad de Exeter y P. Doyle, del University College de Londres, interesados en las faunas de belem-nites y en su uso en determinación de paleotemperaturas. En conjunto efectuamos algunas publicaciones sobre la bioestratigrafía de los be-lemnites en la Argentina y la Antár-tida y determinaciones paleoclimá-ticas para el Albiano sobre la base del estudio de isótopos estables.

El autor en el Museo de Ciencias Naturales de La Plata en 1986.

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89Paleontología al servicio de la geología y de la sociedad

13. HALLAZGO EN LA ARGEN-TINA DE FACIES MARINAS DEL JU-RÁSICO BASAL y TRIÁSICO

Hasta 1986 se había conside-rado que en la Argentina el Jurási-co marino más antiguo se hallaba representado en la región del río Atuel por niveles dudosamente atri-buibles al Sinemuriano superior. Por ello decidí tratar de establecer fehacientemente cuáles eran los niveles marinos más antiguos re-presentados en esa región. Con tal fin programé un estudio de la zona que, de acuerdo con la paleogeo-grafía aceptada, se efectuó desde el oeste al este. Descarté además una posible diferenciación, a distancia, de grandes unidades estratigráficas sobre la base del conocimiento preexistente. Ello me llevó, junto con mi grupo de trabajo, a exami-nar afloramientos de rocas pelíticas allí aflorantes y a establecer, por primera vez para todo el territorio argentino, la existencia de niveles marinos del Jurásico más antiguo e incluso del Triásico superior.

14. ESTUDIOS EVOLUTIVOS

El enfoque paleobiológico del estudio de la fauna de amonites me indujo a analizar aspectos vincula-dos a la teoría evolutiva. En 1982 fui invitado por el Ingeniero E. Favret a dar una conferencia, sobre macro y microevolución, en el contexto de la hipótesis del equilibrio puntuado propuesta unos años antes, en oca-sión del XIII Congreso Argentino de Genética que se realizó en La Plata. En esta conferencia y en la publica-ción resultante demostré, con ejem-plos concretos, la existencia de dife-rentes ritmos evolutivos, en un todo de acuerdo con la Teoría Sintética de la Evolución. Otros aspectos relacio-nados con temas de evolución hete-rocrónica determinada por cambios en estabilidad ambiental, fueron tra-tados posteriormente en publicacio-nes sobre otros grupos de amonites.

15. EL COMITÉ ARGENTINO DE ESTRATIGRAFÍA, EL CÓDIGO y EL LÉXICO ESTRATIGRÁFICO

En 1983 me incorporé, como Presidente de la Subcomisión de Ju-rásico, al Comité Argentino de Estra-tigrafía, el cual presidiría a partir de 1988. Desde esa posición me ocu-paría en años siguientes de coordi-nar la redacción de un nuevo Códi-go Argentino de Estratigrafía (1992) y de impulsar una obra de enver-gadura como lo es el Léxico Estra-tigráfico de la Argentina, editando en 1993, junto con Damborenea, el primer volumen dedicado al Jurási-co. En años posteriores se editarían diferentes versiones, en papel y/o en Internet, de los correspondientes al Ordovícico, Silúrico, Devónico, Carbonífero, Pérmico, Triásico, Pa-leógeno, Neógeno y Cuaternario. Desde la Presidencia de la Subcomi-sión de Jurásico promovería además el inicio de los Simposios Argentinos del Jurásico, el primero de los cuales organicé en La Plata en 2003 y cu-yos resultados incluí en un volumen editado en España en 2005.

16. GESTIÓN EN EL CONICET y LA CIC

En el curso de las actividades del Comité Argentino de Estratigrafía desarrollé una vinculación más es-trecha con varios de sus miembros, entre otros con el Dr. Pedro N. Sti-

y miembro de la Junta de Califica-ciones, cargos que ocuparía hasta 1994. Integré además entre 1992 y 1995, en parte como Presidente, la Comisión Asesora de Unidades Funcionales en Ciencias de la Tie-rra. Con Stipanicic, con quien lle-gué a tener una estrecha relación laboral y de amistad, hicimos visitas de trabajo a todas las unidades de Ciencias de la Tierra e incluso de otras disciplinas afines del interior del país. Por los mismos años, entre 1993 y 1999, formé parte de la Junta de Calificaciones de la Comisión de Investigaciones Científicas (CIC) de la Provincia de Buenos Aires. Desde esos cargos traté de dar la máxima transparencia a la adopción de re-comendaciones sobre los diferentes temas considerados. En el CONICET me preocupó especialmente el im-pulsar otras temáticas, al margen de las tradicionales, de aplicación más directa a las necesidades de la so-ciedad. Me preocupé además por el crecimiento exponencial de temas de investigación tradicionales y el escaso desarrollo de otros y su apa-rente vinculación a la permanencia extemporánea de criterios que, si bien se justificaron en los inicios del CONICET, fueron posteriormen-te superados por el desarrollo de la investigación en el país, e.g. la rela-ción vinculante entre número de be-carios y posibilidad de promocionar en la Carrera del Investigador. Otro

De derecha a izquierda, A.C. Riccardi, G.E.G. Westermann, y A. v. Hillebrandt

panicic quien en 1991, al ser designado Vicepresidente del CONICET, me pidió que me desempe-ñase en ese or-ganismo como Presidente de la Comisión Asesora de Ciencias de la Tierra, el Agua y la Atmósfera

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CIENCIA E INVESTIGACIÓN - RESEÑAS - TOMO 2 Nº1 - 201490

aspecto que llamó mi atención fue el desarrollo y aceptación de prácticas bibliométricas internacionales que privilegiaban el número de lo que se publicaba y el medio en que se lo hacía, al margen de la calidad y contenido del trabajo específico que se evaluaba. En tal sentido hice un estudio dirigido a mostrar diferentes falencias de tal tipo de mediciones, usando para ello publicaciones geo-lógicas argentinas y sudamericanas.

17. HACIA UNA CRONOESTRA-TIGRAFÍA DEL JURÁSICO MARI-NO DE LA ARGENTINA

Los estudios realizados con Wes-termann de la fauna de amonites del Jurásico nos habían permitido esta-blecer una zonación que incluía una serie de biozonas de amonites entre el Hettangiano y el Oxfordiano, que había probado ser útil a lo largo de las costas del Océano Pacífico por el norte hasta México y por el sur hasta la Península Antártica. Para la Argentina esta zonación había sido suplementada, tal como lo planificara originalmente, por las basadas en bivalvos, braquiópo-dos y microfósiles, debidas a otros miembros de mi grupo de trabajo.

En la década de 1990 consideré necesario promover otro tipo de es-tudios estratigráficos con el fin de lograr una cronoestratigrafía inte-grada del Jurásico de la Argentina. Mi propósito fue efectuar determi-naciones de edades absolutas, de cambios de polaridad magnética y de valores de isótopos estables, en niveles controlados bioestratigráfi-camente. Además, traté de integrar a mi grupo de investigación a al-gún especialista en sedimentolo-gía. Para ello me puse en contac-to con S. Valencio del Instituto de Geocronología (INGEIS) y H. Vi-zán del Laboratorio de Paleomag-netismo, ambos de la Universidad de Buenos Aires. Así se realizaron una serie de estudios en la Cuenca

Neuquina que permitieron, a M.P. Iglesia Llanos, estudiante de doc-torado de Vizán, establecer una escala magnetoestratigráfica para el Jurásico inferior y al grupo del INGEIS efectuar una serie de deter-minaciones isotópicas en el Pliens-bachiano y Jurásico medio. Por la misma época colaboré también en un trabajo paleomagnético de formaciones volcánicas jurásicas de la Patagonia, implementado a instancias de un investigador de la Universidad de Torino, R. Lan-za. Tales trabajos tuvieron signi-ficación para analizar posibles movimientos relativos en América del Sur durante el Jurásico. En re-lación con la obtención de edades absolutas a partir de niveles de to-bas intercalados en las sucesiones con amonites, ya en la década de 1980, comencé a hacer muestreos detallados en el Pliensbachiano-Oxfordiano de Chacay Melehue al oeste de Chos Malal.

Todos estos estudios se verían dificultados por problemas de equipamiento, razón por la cual, para el caso de las determinacio-nes de edades absolutas, tomé contacto, por intermediación de Westermann, con S. Kamo de la Universidad de Toronto. Entre los resultados iniciales pudimos es-tablecer, en forma directa y por primera vez a nivel mundial, la edad de la base del Toarciano y del Caloviano. Los trabajos sobre isótopos serían continuados en colaboración con un equipo de la Universidad de Oxford dirigido por H. Jenkyns y S. Hesselbo.

En el curso de los estudios rea-lizados en la década de 1990 ha-bía comprobado la existencia de teutidos en el Toarciano inferior de Neuquén, en lo que constituyó el primer hallazgo en su tipo para América del Sur y uno de los dos registros extra-europeos conocidos hasta la fecha. Este hallazgo lo usé

como posible evidencia local del “Oceanic Anoxic Event” registra-do en el Toarciano del Hemisferio Norte, inferencia que fue corrobo-rada cinco años después, en los estudios isotópicos efectuados so-bre material de la misma localidad por el grupo de la Universidad de Oxford.

En lo atinente a estudios sedi-mentológicos dirigí la beca y tesis doctoral de S. Lanés, de la Uni-versidad de Buenos Aires, quien contribuyó al estudio del Jurásico inferior de la región del río Atuel. Posteriormente colaboré en pro-yectos de R. Palma y su grupo de trabajo, de la misma Universidad, mayormente focalizados en el Ju-rásico medio y superior.

En conexión con todos estos es-tudios en el Jurásico andino, en la década de 1990 organicé un pro-yecto internacional, “Correlation of Jurassic Events in South Ameri-ca” (1992-1996), dentro del Pro-grama Internacional de Geocien-cias (IGCP) financiado por la IUGS y UNESCO, en el marco del cual promoví reuniones internacionales en Santiago de Chile (1992), Anto-fagasta (1993), Santiago de Cuba (1994), Bogotá (1995) y Trelew (1996), en las cuales se contribu-yó al conocimiento del Jurásico de toda la región.

18. TRANSFERENCIA DE CO-NOCIMIENTOS A LA EXPLORA-CIÓN PETROLERA

La significación estratigráfica de todas estas investigaciones en el Jurásico de Neuquén y Men-doza y en el Cretácico de la Pa-tagonia Austral sería puesta de relieve en los trabajos que du-rante las décadas de 1970 y 1980 realizaron en las provincias de Santa Cruz, Neuquén y Mendoza varias comisiones geológicas de Yacimientos Petrolíferos Fiscales

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91Paleontología al servicio de la geología y de la sociedad

(YPF). Estos estudios los inicié en 1972 con testigos de perforaciones realizadas por YPF en la Cuenca Neuquina y prosiguieron con el de muestras recogidas en 1974, en la región de Cerro Lotena, por una Comisión Geológica de YPF dirigida por Miguel Uliana, desta-cado geólogo petrolero egresado de la Universidad Nacional de La Plata. Para fines de la década de 1970 la frecuencia de estos envíos de muestras por parte de YPF se fue incrementando lo que dio lugar a varios convenios, uno de ellos des-tinado específicamente al estudio paleontológico de la Formación Chachao, del Cretácico inferior, en el sur de la provincia de Mendoza. El extenso informe resultante, efec-tuado conjuntamente con Dambo-renea y Manceñido, constituyó el primer estudio integral de cambio de facies en el lapso Tithoniano-Valanginiano en la margen orien-tal de la Cuenca Neuquina del sur de la provincia de Mendoza. Otro convenio, más general, cubriría en la década siguiente el estudio de muestras de varias comisiones de YPF, dirigidas, entre otros, por C. Gulisano, H. Arbe, A. Gutiérrez Pleimling, L. Legarreta, J. Koko-gian, G. Pando, R. Pombo, F. Betti-ni. De especial importancia fue el programa de estudio del Jurásico implementado por Carlos Gulisano en la década de 1980. Los fondos aportados por YPF mediante estos convenios fueron usados en finan-ciar otras actividades e investiga-ciones de la División a mi cargo y en adquirir muebles para alojar las muestras de fósiles en permanente crecimiento. Todas estas comisio-nes realizaron extensas coleccio-nes de amonites, las que dieron lugar a 50 informes inéditos que realicé entre 1972 y 1990 y a la in-corporación de material represen-tativo a las colecciones del Museo de La Plata, las cuales, como con-secuencia, se triplicaron en igual lapso. Muchos de los resultados

fueron usados en nuevas interpre-taciones estratigráficas y sirvieron para los trabajos que culminaron después en el autoabastecimiento petrolero del país.

19. LA ASOCIACIÓN GEOLÓ-GICA ARGENTINA

En 1991 fui elegido Presidente de la Asociación Geológica Argen-tina, cargo en el que continuaría, mediante tres reelecciones sucesi-vas, hasta 1999. Desde él impulsé, la regularización y modernización de la revista institucional, la imple-mentación de un sitio en Internet y de varias reglamentaciones y pre-mios destinados a mejorar el fun-cionamiento institucional. Me ocu-pé también de la protección de los yacimientos paleontológicos de la Argentina, tema sobre el cual realicé varias conferencias y publicaciones.

Como Presidente de la Asocia-ción Geológica Argentina fui ade-más, en 1993, invitado a formar parte de la Comisión Nacional de la Carta Geológica (Ley 24.224), cuya finalidad es proponer criterios técni-cos y científicos y asesorar en todos los aspectos concernientes a la pla-nificación y ejecución del Programa Nacional de Cartas Geológicas. De esta manera volví a vincularme, des-pués de 25 años, con el SEGEMAR, organismo sucesor de la Dirección Nacional de Geología y Minería.

En mis años como Presidente de la Asociación Geológica Argentina dediqué especial esfuerzo a esta-blecer o mejorar vinculaciones con investigadores e instituciones del exterior. Para ello promoví la de-signación de numerosos miembros correspondientes y la firma de con-venios con la Geological Society of America, la American Association of Petroleum Geologists y la Sociedad Cubana de Geología. En tal sentido me preocupé especial y personal-mente de lograr una presencia más

activa en las actividades de la “Inter-national Union of Geological Scien-ces” (IUGS) y de asistir como repre-sentante oficial de la Argentina a los congresos geológicos internaciona-les de Kyoto (1992), Beijing (1996) y Rio de Janeiro (2000). En 1992 fui también elegido Vicepresidente de la “International Paleontological As-sociation”, cargo en el que sería ree-legido dos veces y me desempeñaría hasta 2002.

20. EL NUEVO MILENIO, LA IUGS

En la década de 1990 desde mi cargo de Jefe de División del Museo de La Plata había participado activa-mente en las actividades del Conse-jo Departamental de la institución, el cual en 1998 me designó Director Sustituto del Museo. Objetivo cen-tral de todo mi accionar fue lograr mejoras de organización que permi-tieran cumplir adecuadamente con las misiones de una institución de su tipo. En esas instancias dediqué tiempo y esfuerzo a que el Museo recuperase, en sus actividades pro-pias, algo de su independencia ori-ginal y a impedir que se afectase con reformas inapropiadas el edificio histórico del Museo. Esto me llevó a proponer la construcción – luego concretada – de dos nuevos edifi-cios, uno para investigación - sobre la base de una estructura preexisten-te que había sido financiada por el CONICET- y otro para depósitos de colecciones.

Estos hechos derivaron en situa-ciones institucionales conflictivas que me llevaron a considerar la posi-bilidad de alejarme de la institución. Por ello me presenté a un concurso abierto por el CONICET para cubrir el cargo de Director del Museo de Ciencias Naturales Bernardino Ri-vadavia. El resultado fue negativo, en el contexto de una tramitación viciada por irregularidades de dis-tinto tipo. Todos estas circunstancias

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influyeron para que encarase un re-ordenamiento de mis actividades, todo lo cual redundaría en una serie de beneficiosos cambios personales en el inicio del nuevo milenio.

A resultas de las vinculaciones establecidas con la IUGS desde mi posición de Presidente de la Aso-ciación Geológica Argentina, en el Congreso Geológico Internacional de Rio de Janeiro (2000) fui elegi-do “Councillor” del Comité Ejecu-tivo de la organización, cargo que desempeñé entre 2002 y 2006. En esos años y entre 2006 y 2008 me ocupé de asesorar el Comité Ejecutivo de la IUGS en aspectos relacionados con las actividades de la “International Commission on Stratigraphy”. Finalmente en 2008 fui elegido Presidente de la IUGS (2008-2012) en el Congreso Geológico Internacional de Oslo. Desde ese cargo impulsé diferen-tes actividades, especialmente las vinculadas a la transferencia de conocimientos entre países con di-ferentes niveles de desarrollo y a temas de patrimonio geológico y de Geoparques, en colaboración con programas de UNESCO. En el marco del 50 aniversario de la IUGS y del 40 aniversario del Pro-grama Internacional de Geocien-cias (IGCP), tuve el honor de orga-nizar y presidir las celebraciones realizadas conjuntamente por la IUGS y UNESCO.

Las tareas que llevé a cabo en-tre 2000 y 2012, colaborando y fi-nalmente dirigiendo una organiza-ción tan grande y compleja como la IUGS, con 122 países miembros y más de 50 organizaciones inter-nacionales afiliadas, me requirie-ron tiempo y esfuerzo adicional al dedicado a mis investigaciones científicas. Toda esta actividad fue posible y se vio embellecida por la presencia, el amor, la comprensión

y el apoyo de mi esposa, Marta Ri-moldi.

21. DISTINCIONES

Los trabajos que efectué a lo largo de cincuenta años se hallan representados por más de 500 pu-blicaciones de diferente tipo y cin-cuenta informes inéditos, entre los que se encuentra un volumen que edité en homenaje y agradecimien-to a Gerd. E.G. Westermann. Los mismos han sido reconocidos con numerosos premios y distinciones por parte de diferentes instituciones nacionales y del exterior: Premio B. Houssay del CONICET (1987), Premio Consagración Provincia de Buenos Aires en Ciencias Naturales, Médicas y Químicas (1990), Premio Eduardo L. Holmberg, trienio 1983-1985, de la Academia Nacional de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de Buenos Aires (1991), Primer Pre-mio Nacional de Geociencias (Geo-logía, Geofísica, Oceanografía y Me-teorología), trienio 1986-1989, de la Secretaría de Cultura de la Nación (1992), Diploma al Mérito y Konex de Platino en Ciencias de la Tierra (Geología, Geofísica y Oceanogra-fía) de la Fundación Konex (1993), Académico de la Academia Nacional de Ciencias, Córdoba (1995), Pre-mio Asociación Geológica Argentina (1995), Socio Honorario de la Aso-ciación Paleontológica Argentina (1995), Premio al Mérito Paleontoló-gico de la Asociación Paleontológica Argentina (1999), Honorary Fellow de la Geological Society of America (2001), Socio Honorario de la Aso-ciación Geológica Argentina (2002), Reconocimiento a la Excelencia en la Trayectoria de la Fundación Florencio Pérez (2008), Ciudadano Ilustre de la Ciudad de La Plata (2008), Académi-co Titular de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires (2009), Premio “Bicentenario de Mayo” 2010 de GAEA, Sociedad de Estudios Geográficos, Buenos Aires (2010),

Miembro de Honor de la Comisión de Geoética del Ilustre Colegio Ofi-cial de Geólogos de España (2012). Al cumplir setenta años fui honrado con la publicación de un volumen especial, promovido por Westermann y editado por Damborenea y Mance-ñido, en el que se incluyeron trabajos de colegas del país y del exterior.

22. REFLEXIONES FINALES

Con esta síntesis he intentado exponer aspectos de mi vida y mo-tivaciones personales que explican y dan razón a lo que he realizado en mi actuación pública y científica. Nume-rosos temas se hallan en desarrollo, entre ellos el estudio de los amonites del Jurásico inferior y del Oxfordiano de la Cuenca Neuquina y del Cretáci-co superior de la Cuenca Austral.

El camino recorrido no fue fácil, debido a la permanente inestabilidad institucional y a la falta de políticas de largo alcance que ha sufrido la Ar-gentina durante la mayor parte de la época vivida. No ayudó tampoco la forma directa en la que hice la defen-sa de todo lo que consideré de impor-tancia para el país y las instituciones. Ello se reflejó especialmente en el ámbito universitario, donde media-nías personales sumadas a la politi-zación sectaria de parte de la dirigen-cia estudiantil, fueron una constante que afectó el nivel académico. Pese a ello la pertenencia al CONICET y el detentar cargos docentes ad-hono-rem o con dedicación simple, cons-tituyeron una salvaguarda efectiva que posibilitó la continuidad en mis tareas. En definitiva todo lo realizado requirió determinación y esfuerzo y fue posible gracias al CONICET y a la ayuda de muchas personas, algunas de ellas mencionadas en esta reseña, a los que estaré siempre agradecido.

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SEMBLANZA

No es tarea fácil condensar en tan poco espacio el impacto que el Dr. Edmundo Alfredo Rúveda ha provocado en quienes contamos con la inmensa suerte de trabajar con él, ya sea bajo su dirección o como meros colaboradores. Más difícil aún es marcar con detalle y justicia todos los aspectos de su in-negable influencia sobre la Quími-ca Orgánica del país, en especial la Síntesis Orgánica y su accionar como docente imaginativo y divul-gador científico de nota.

Sin embargo, algunos hechos y anécdotas personales de vieja data, incluso aquellos que tuvieron lugar en años previos a mi incorporación a IQUIOS ayudarán a ilustrar de una manera más desapasionada y obje-tiva sus principales características personales y notable personalidad. Lamentablemente, por ser ésta una semblanza muy personal, para evi-denciar mejor las características sin-gulares del Prof. Rúveda, también necesariamente deberé hablar algo de mí.

Conocí a un Edmundo Rúveda de casi 50 años, con el que compar-tí lugar de trabajo y muchos otros momentos. Sin embargo, desde la admiración que profesan sus coetá-neos porteños y el cariño y respeto, transformados hasta en veneración, que manifiestan sus antiguos ami-gos, colegas y discípulos de Campi-

Edmundo A. Rúveda por Teodoro S. Kaufman

nas y otros lugares de Brasil (‘los me-jores papers en Química Orgánica de Brasil de aquella época los firma-ba un argentino: Edmundo Rúveda’, comentó públicamente una vez un notable químico brasileño) puedo colegir casi sin temor a equivocar-me que Rúveda ha dejado huellas imborrables y muchas marcas inde-lebles entre todos esos químicos con los que se relacionó en épocas pasa-das. Tan fuertes como las que con su ejemplo y enseñanzas, imprimió en nuestras vidas.

Supe de la existencia de un “Dr. Rúveda” allá por 1977, cuando du-rante mi cursado de Química Orgá-nica I y refiriéndose al bloque edi-licio que albergaba a las Cátedras de Orgánica, alguien me comentó muy seriamente que “este edificio se construyó para un tal Rúveda, pero nunca vino y quedó así”. Con la confianza que dan las horas de tra-bajo conjunto, casi 25 años después me atreví a comentarle esta conver-sación, a lo que Rúveda me respon-

dió claramente y con total franqueza “si hubiera venido en ese entonces, IQUIOS seguramente habría fraca-sado; antes de mi estadía en Brasil no estaba preparado para esto…”. Pero no fue sino hasta 1982 que el apellido Rúveda volvió a sonar en mis oídos con creciente frecuencia.

En ese entonces yo estaba ini-ciando una Tesis en inmunología y mi lugar de trabajo se encontraba aledaño al Laboratorio Central del Hospital Centenario, que recibía a Argentina Luluaga, quien para más datos también era conocida como “la señora de Rúveda”, como Di-rectora. Pocos meses más tarde y en ocasión de un curso de post-grado fui enviado a consultar a un experto, el Dr. Rúveda, acerca de la estructu-ra química de un carbohidrato raro. Fue la primera vez que lo vi y me impresionó gratamente por su serie-dad y sinceridad. Me atendió muy amablemente en su oficina y me escuchó calmo; no me solucionó el problema pero muy gentilmente me dio todas las pistas para que even-tualmente lo pudiera resolver.

Ese mismo año volví a cruzarme con Rúveda; fue mi docente en un curso del Doctorado, en el que dic-tó una clase magistral acerca de la “evaluación de la ciencia”. Demás está decir que sus complejos análi-sis, sesudas reflexiones, críticas cer-teras y por sobre todo sus analogías

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CIENCIA E INVESTIGACIÓN - RESEÑAS - TOMO 2 Nº1 - 201494

chispeantes dieron pie a un cúmulo de interesantes preguntas, lo que ge-neró un buen debate e hizo que la clase resultase muy amena.

Finalmente, casi un par de años después tuve que sintetizar un reac-tivo y nuevamente fui enviado a la oficina del Dr. Rúveda a consultar si me podía facilitar el material de par-tida. “Piense que esto es como una transfusión y que este frasco contie-ne mis glóbulos rojos” me dijo al entregarme el envase, dando preciso significado a lo que cada reactivo químico valía para él. Pero además, se interesó por mi transformación química y dándose cuenta que ne-cesitaba algo más que lo solicitado terminó ofreciéndome un espacio de laboratorio para que pudiese sinteti-zar mi reactivo en las mejores condi-ciones. Un año después, tras hacerse inviable mi continuidad en la inmu-nología y en una gran demostración de coraje, Rúveda me daba “asilo” en el Instituto de Química Orgánica y de Síntesis (IQUIOS) que lo tenía por Director y se ofrecía gentilmente para dirigir mi Tesis.

Ese período, que había continua-do a la etapa fundacional del Insti-tuto, se caracterizaba por un intenso trabajo de todo el personal. El Di-rector daba el ejemplo y, entre otras múltiples actividades, en persona concurría puntualmente al Correo Central a retirar la correspondencia institucional; muy especialmente varias publicaciones periódicas re-levantes que llevaba a su casa para leer e incluso luego comentar. No era infrecuente para los becarios recibir la visita del Dr. Rúveda en su mesada, con la fotocopia de un paper en la mano, invariablemente marcada con la sigla EAR en tinta azul en un costado visible. Muchas veces la charla era larga; en otras ocasiones con dos palabras bastaba: “Pruebe esto”.

Era tal el entusiasmo que muchos de los entonces becarios, contagia-dos por Rúveda de ese apetito insa-ciable de avanzar y siempre avanzar, trabajábamos largas horas durante la semana e incluso parte del sábado. Éramos solo un puñado alborotado y con ganas, que nos apiñábamos en la biblioteca para tomar sus cur-sos de post-grado o para turnarnos en el dictado de seminarios de in-vestigación. Casi invariablemente el tema era el análisis de una síntesis orgánica, que servía de excusa hasta para recibir de Rúveda sus conoci-mientos, experiencia y hasta sabios consejos, matizados con alguna anécdota de sus vivencias en los Laboratorios de Paladini, Battersby o Wenkert, cuando no en su propio Laboratorio de Campinas.

Ya en aquel momento, entre sus colegas y antiguos conocidos, el Prof. Rúveda era distinguido como “el Maestro”, apodo cariñoso que perdura hasta el día de hoy, y tanto el enfoque como la calidad de sus investigaciones y la factura de sus trabajos eran indiscutibles. No resul-ta fácil desarrollar síntesis orgánicas competitivas y en múltiples etapas en ambientes carecientes como el nuestro; sin embargo, a lo largo de diversos proyectos, Rúveda alcanzó logros asombrosos en relación con la síntesis de moléculas compleja-mente funcionalizadas, como fors-kolina, ácido trispórico y cassiol, y publicó sus trabajos en las revistas más reconocidas de la disciplina, los cuales han sido ampliamente ci-tados.

Un ejemplo que marca el nivel de esas ambiciones me tocó muy de cerca, cuando en mayo de 1986, hacia finales de mi Tesis y después de sintetizar varios biomarcadores de interés geoquímico, intentamos efectuar la primera síntesis total de triciclohexaprenol, precursor pro-puesto de esta serie de compuestos.

No funcionó, pero visto retrospecti-vamente el intento no hace más que resaltar la magnitud de los desafíos y propuestas que el Prof. Rúveda se proponía y nos estaba enseñan-do a encarar. La primera síntesis de triciclohexaprenol fue publicada en 1987, nada menos que por el Pre-mio Nobel Elias J. Corey. Esta tenta-tiva infructuosa muestra que bajo la hábil batuta de Rúveda el entonces joven IQUIOS estaba evolucionan-do en el camino correcto, aunque lamentablemente en ese momento no tuviésemos todos los elementos para el éxito.

Un par de detalles adicionales agregan trazos claros a su ética y proceder. Uno de ellos tuvo lugar a mi regreso del post-doctorado, cuan-do le propuse redactar dos trabajos empleando material proveniente de mi Tesis Doctoral. Era un conjunto de varias síntesis sencillas que se me habían ocurrido siendo becario. Tal vez por analogía con una vivencia personal que de vez en cuando co-menta, Rúveda me entusiasmó a que las publique solo. Fueron mis prime-ras contribuciones en las que figuré como único autor.

El segundo detalle, que también tuvo lugar a mi regreso del Docto-rado, tuvo su explicación y razón de ser unos 22 años más tarde. Hacer Síntesis Orgánica de productos na-turales es una tarea dura, fatigosa y muchas veces frustrante; lograr resultados en solitario resulta ha-bitualmente muy difícil. Rúveda, quien siempre había mostrado un perfil caracterizado por compartir y colaborar lo debe haber sabido y sin embargo en ese momento a pesar de haberle solicitado alguna ayuda, salvo por una mínima apoyatura ad-ministrativa institucional, “me soltó la mano” apenas reinsertado, para que trabajase solo e independiente-mente.

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95Semblanza de Edmundo A. Rúveda por Teodoro S. Kaufman

Para mí era una independencia tan verdadera como extremadamen-te peligrosa, pero cuyo sentido logré comprender mucho tiempo después. Rúveda había aprendido de su pro-pio maestro que el colega con sen-tido y vocación de independencia debía desarrollarse con esa indepen-dencia y que un verdadero jefe de grupo debía respetar esa consigna a pesar de que perdiese en ese acto un potencialmente valioso colaborador. En los últimos 25 años, colaboré con Rúveda en la redacción de varios ar-tículos de divulgación, que abarcan desde el descubrimiento de la úrea hasta la síntesis del viagra, pero nun-ca lo vi violentar ese principio para él sagrado.

Si bien es cierto que la Química Orgánica Sintética se desarrolla en numerosos puntos del país y está a cargo de una buena dotación de co-legas muy virtuosos, muchos de los cuales han tenido desarrollos acadé-micos independientes, no es menos cierto que los trabajos en la mate-ria presentados en congresos, que 30 años atrás ocupaban un mínimo porcentaje de la disciplina, actual-mente representan más de la mitad de los trabajos que se presentan en las ediciones del Simposio Nacional de Química Orgánica (SINAQO) y el Dr. Rúveda no es ajeno a ese cambio. Mostró y demostró que se podía hacer.

La Unidad Química Orgánica del IQUIR de hoy, tanto como su pre-decesor, el IQUIOS, que funcionó

como tal por 25 años, son el resul-tado del sueño original que tuvo Ed-mundo Rúveda unos 50 años atrás. Ambos permitieron que la Química de Rosario en general y la Quími-ca Orgánica Sintética en particular, hayan logrado un sitio destacado en el mapa moderno de la ciencia nacional. A principios de la década pasada, este logro fue sintetizado claramente por una afamada colega al confesar, refiriéndose al IQUIOS “Ustedes han logrado en menos de 25 años lo que a nosotros nos llevó más de 50”.

Este mérito es indudablemente mayor si se considera que el naci-miento de IQUIOS tuvo lugar en un ambiente carente de infraestructura y tradición, y en tiempos social y económicamente poco auspiciosos para que el germen de la investiga-ción científica movida por la curio-sidad pudiese brotar sin sufrir con-tratiempos.

Pero en el Dr. Rúveda no solo debe reconocerse a un eximio cien-tífico, sino que puede distinguir-se también un educador de nota y un hábil divulgador científico. En su época activa Rúveda fue un do-cente dedicado. Con sus clases de Química Orgánica I, era capaz de repasarlas con avidez a pesar de que ya habían sido dictadas unas veinte veces; lo mismo con su próximo se-minario en el que seguramente iba a deslumbrar al auditorio analizan-do con la misma pasión desde una síntesis compleja y excitante hasta

una simple transformación quími-ca que tiene algún truco para con-tar. Lo he visto desde confeccionar manualmente simples apuntes con esquemas acompañados de un pe-queño texto resaltado, para usar en cursos de post-grado, hasta procurar la mejora de planes y programas de estudio y diseñar atractivos de todo tipo para entusiasmar a potenciales estudiantes de química… y todo con el mismo empeño y convicción.

A los ochenta, Profesor Honora-rio de la UNR e Investigador Emérito de CONICET, Rúveda encontró otra forma de divertirse. Ayudar a decidir la estrategia de siembra de agropiro o de alfalfa en tierras de una organi-zación de beneficencia, la rotación de sus cultivos o los detalles del ma-nejo del ganado…. Pero desarrolla esa actividad munido de su clásico enfoque científico de solucionador de problemas y con todo el empuje, imaginación y ganas de hacer, que lo caracterizaron durante toda su parábola académica.

Por todo ello considero que es justo reconocer y agradecer al Dr. Edmundo A. Rúveda por su persis-tente actitud de empeño y sacrificio en aras de consolidar su propio, y en algún momento descabellado sueño, de hacer en este lugar lo que otros no se habrían atrevido a con-cretar y de ser nítido faro y constante fuente de inspiración capaz de mos-trar con su ejemplo y dedicación el camino a las futuras generaciones.

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UNA AVENTURA SEXAGENARIA: DESDE LA ESCUELA DE FARMACIA Y BIOQUÍMICA AL IQUIR (1952-2014)

Palabras clave: Química orgánica; síntesis de productos naturales; química de carbohidratos; enseñanza de química orgánica.Key words: Organic Chemistry; natural product synthesis; carbohydrate chemistry; organic chemistry teaching.

1. EDUCACION PRIMARIA y SECUNDARIA EN CORRIENTES

Nací en la ciudad de Corrientes el 18 de marzo de 1934 en el seno de una familia correntina de clase media típica. Soy el menor de tres hermanos y como era costumbre en esa época, mi hermano mayor debía ser médico, como afortunadamente lo fue, mi hermana debía ser maes-tra y profesora de piano, como tam-bién lo fue y yo debía ser abogado.

Toda la escuela primaria y par-te de la secundaria la hice en la Escuela Normal de Maestros José M. Estrada. En general, fui un buen alumno y en el secundario estudia-ba bastante porque me daba mucha satisfacción formar parte de lo que entonces se llamaba “cuadro de ho-nor”. Cursando el tercer año, con algunos compañeros de curso deci-dimos pasarnos al Colegio Nacional General San Martín. La idea era no sólo cambiar de Colegio sino, ade-

más, rendir el cuarto año libre. Y lo hicimos; rendimos siete de las asig-naturas en diciembre y las restantes cuatro en marzo, de modo que en-tramos directamente al quinto año del Colegio Nacional.

Esa aventura de adolescente tuvo para mí consecuencias en ese mo-mento impredecibles; en efecto, al estudiar las materias de cuarto año noté que me atraían más las disci-plinas como química y física, con las que tomaba contacto por prime-ra vez, que las asignaturas relacio-nadas a la abogacía. Más aún, ya cursando el quinto año, llegué a la conclusión que mi futuro no era es-tudiar leyes sino algo relacionado a la química, pero era 1950, estába-mos en la ciudad de Corrientes y yo tenía 16 años…

La única alternativa universitaria en la ciudad era la Facultad de Agro-nomía y Veterinaria, dependiente en

esa época de la Universidad Na-cional del Litoral; sin embargo, tras conversar con algunos conocidos me enteré que en Santa Fe, la ciudad con una universidad grande más próxima a Corrientes, funcionaba la Facultad de Ingeniería Química, también dependiente de la UNL. La idea de estudiar Ingeniería Química en Santa Fe me pareció en ese mo-mento muy adecuada a mis preten-siones.

El verdadero problema se pre-sentó cuando les planteé estas ideas a mis padres. Ellos podían financiar mis estudios en Santa Fe y nunca se opusieron a que tratara de cumplir con mis planes sino todo lo con-trario, siempre me estimularon. Sin embargo, en esta ocasión mis padres me plantearon que, siendo un chico de 16 años, tal vez fuera mejor ele-gir una carrera en la ciudad de Ro-sario, donde mi hermano mayor ya estaba estudiando Medicina. Por esa

Edmundo A. RúvedaInstituto de Química Rosario (CONICET-UNR), Facultad de Ciencias Bioquímicas y Farmacéuti-cas, Suipacha 531, 2000 Rosario, Argentina.

[email protected]

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97Una aventura sexagenaria: desde la escuela de farmacia y bioquímica al Iquir. (1952-2014)

razón busqué lo más relacionado a la química disponible en Rosario y me decidí por estudiar Bioquímica.

2. ESTUDIANTE UNIVERSITA-RIO EN LA ESCUELA DE FARMA-CIA y BIOqUIMICA DE LA FACUL-TAD DE CIENCIAS MÉDICAS DE LA UNIVERSIDAD NACIONAL DEL LITORAL

En esa época, para estudiar Bio-química era necesario ser Farmacéu-tico; es así como en 1951 me inscri-bí como estudiante de Farmacia en la Escuela de Farmacia y Bioquímica de la antigua Facultad de Ciencias Médicas dependiente de la UNL. Desde mis comienzos como univer-sitario fui un estudiante muy dedica-do; así como me daba placer salir en el “cuadro de honor” en la escuela secundaria, sentía una gran satisfac-ción cuando daba buenos exámenes y obtenía buenas calificaciones.

El primer año transcurrió exito-samente y sin problemas; recuerdo que como teníamos un curso de Fí-sica me entusiasmaba leer “Mundo Atómico”, una revista muy difundi-da en la época; pero mi interés en ese tema no pasaba de un entusias-mo. Sin embargo, asistir a las clases del curso Química Orgánica I, del segundo año, me produjo un gran interés por estudiar esa disciplina. El curso estaba a cargo de José M. Roces, quien no era un químico orgánico en el sentido actual de la expresión, sino simplemente un gra-duado en Farmacia y Bioquímica que ejercía su profesión de Farma-céutico en la ciudad de Santa Fe. Sin embargo, este Profesor daba sus cla-ses de una forma muy particular en las que conseguía transmitir de una manera muy vívida e interesante los descubrimientos que marcaron las distintas etapas del desarrollo de la Química Orgánica y la vida de las personas que habían participado de los mismos.

Quizá por mi juventud o tal vez por el romanticismo típico de esa etapa de la vida, en ese entonces pensé que mi futuro ya estaba mar-cado y que debería dedicarme a la Química Orgánica. Para empezar y sin saber por qué, consagré todo el año lectivo de 1952 a estudiar ex-clusivamente Química Orgánica I. En esa época los cursos eran anuales y ésa fue la única materia que rendí a fin de ese año, de las correspon-dientes al segundo año de la carrera de Farmacia.

Obviamente, ser Químico Orgá-nico era sólo el sueño de un joven de 18 años, en la Argentina de prin-cipios de la década del 50 del siglo pasado. La situación de la Universi-dad en esa época era muy diferente a la actual; ninguno de los profeso-res tenía dedicación exclusiva y no había chances de poder trabajar en un laboratorio. En otras palabras no me quedaban otras alternativas, más que seguir estudiando las materias de la carrera y tratar de recibirme lo antes posible; después de todo ese era el compromiso que había asumi-do con mis padres.

A principios de 1956, ya era Far-macéutico y había finalizado el ser-vicio militar. Si bien anteriormente había intentado infructuosamente ser Ayudante de Química Orgáni-ca I, esta vez tuve la oportunidad de presentarme a concurso. Como tenía muy buenas notas elegí, por supuesto, entrar a la Química Orgá-nica I. Para ese entonces, Roces ya no estaba, debido a que las autori-dades universitarias designadas por el cambio de gobierno de 1955 lo habían dejado cesante.

El nuevo profesor era Jorge Mu-ratorio, un químico muy joven, gra-duado en la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad de Buenos Aires y Doctorado en Química. Mu-ratorio tenía una mejor y más am-

plia formación básica que la mía y una visión más real de lo que era la Química Orgánica.

Tengo muy gratos recuerdos de esta época en la que además de cur-sar las materias de Bioquímica, pa-saba mucho tiempo en el laborato-rio. La mayor parte de las veces me dedicaba a probar nuevos trabajos prácticos y a hacer algunas reaccio-nes muy simples, pero también de-diqué tiempo a aprender a separar aminoácidos por cromatografía so-bre papel.

Tanta dedicación ponía en mi trabajo de ayudante, que un día Mu-ratorio me preguntó qué pensaba hacer en el futuro. Obviamente, mi respuesta fue que quería trabajar en Química Orgánica. Muratorio me respondió muy sensatamente que dedicarse a ese tipo de cosas era un problema serio y que si estaba dis-puesto podía intentarlo, pero no en Rosario, donde la infraestructura era muy pobre y la falta de Maestros era más que evidente.

En esa época no existía el CONI-CET; él prometió ayudarme y efecti-vamente lo hizo. En febrero de 1958 fui aceptado en la Cátedra de Quí-mica Biológica I, de la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la Univer-sidad de Buenos Aires, para trabajar por un mes bajo la dirección de Ale-jandro C. Paladini, quien acababa de ganar un concurso de Profesor Titular.

Mi estadía corta en Buenos Ai-res fue una experiencia inolvidable. En esos años Paladini desarrollaba un proyecto en colaboración con Eduardo Braun Menéndez y dispo-nía de un laboratorio en el Instituto de Fisiología de la Facultad de Me-dicina, que quedaba en el 7º piso entrando por calle Paraguay. Yo tra-bajaba en uno de los locales, donde se estaba montando un laboratorio

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CIENCIA E INVESTIGACIÓN - RESEÑAS - TOMO 2 Nº1 - 201498

estaban aprendiendo a hacer Análi-sis Clínicos de la manera más seria y eficiente posible para instalar sus propios laboratorios y ejercer la pro-fesión.

3. DOCTORADO EN LA FACUL-TAD DE FARMACIA y BIOqUIMI-CA DE LA UNIVERSIDAD DE BUE-NOS AIRES

En Setiembre de 1958, restan-do cuatro materias para recibirme de Bioquímico, me instalé en Bue-nos Aires, contando en la ocasión con la invalorable ayuda y el apoyo constante de mi amigo Luis R. Mare-chal. Consciente de que mi salario de Ayudante no daba para mucho, Marechal me ofreció compartir, sin gastos de mi parte, un departamento en el cual con algunos colegas había montado un Laboratorio de Análisis Clínicos. Marechal le dedicaba real-mente muy poco tiempo al labora-torio y ponía su mayor esfuerzo tra-bajando en una de las Cátedras de Histología de la Facultad de Medici-na; es así que tiempo después aban-donó para siempre la idea de reali-zar Análisis Clínicos, se trasladó al Instituto Campomar, ya ubicado en Monroe y Obligado y allí desarrolló toda su carrera científica.

Seguí trabajando en Química Biológica I, en el desarrollo de un Proyecto diferente a todos los que le interesaban a Paladini en aquel mo-mento, gracias a la Beca Dr. Daniel Goytia-Estela A. de Goytia, otorgada por la Asociación Argentina para el Progreso de las Ciencias. Para él era realmente un “hobby” trabajar en el aislamiento de alcaloides de plantas del género Aspidosperma, tarea que realizaba en colaboración con los Dres. Orazi y Corral de la Universi-dad Nacional de La Plata (Paladini y col., 1962).

Para ese entonces, merced a unas gestiones hechas por Paladini ante el Secretario de la Universidad durante

el rectorado de Rizieri Frondizi, me había trasladado al Departamento de becarios de la Universidad, que estaba ubicado precisamente en la Facultad de Farmacia y Bioquími-ca; es decir, ¡vivía en la Facultad! Mientras tanto, y con respecto a mi carrera de Bioquímica que me había llevado a Buenos Aires, casi me ha-bía transformado en un estudiante crónico…, pero finalmente en agos-to de 1960 me recibí de Bioquímico.

Ese año fue crucial para mi futu-ro personal y académico. En 1960 tomé dos decisiones muy importan-tes, las cuales analizadas después de muchos años considero que fueron realmente muy acertadas. La prime-ra fue aceptar el consejo de Paladini de presentarme a una Beca de Ini-ciación del recientemente creado CONICET, para trabajar con Guiller-mo A. Iacobucci, quien había sido contratado como Profesor de la Cá-tedra de Fitoquímica. Iacobucci vol-vía de trabajar en la Universidad de Harvard con Robert A. Woodward, futuro Premio Nobel de Química 1965 y quien en ese entonces era muy reconocido por sus brillantes contribuciones a la Síntesis de Pro-ductos Naturales (estricnina, reser-pina, clorofolila y otros). Como iba a recibir un salario de becario, la segunda gran decisión fue casarme. Así, en marzo de 1961 era becario de CONICET y hombre casado.

Mi Plan de Trabajo era un pro-yecto de aislamiento de produc-tos naturales típico de la Argentina de esa época, y consistía en estu-diar los componentes derivados de beta-indolil etilamina presentes de las semillas de especies de Pipta-denias; éstas tenían una marcada acción alucinógena y eran usadas por tribus de nativos desde el norte argentino hasta el Perú. Durante ese año y varios de los siguientes, tuve la suerte de compartir el laboratorio de Fitoquímica con Alfredo M. Kuck, quien había obtenido su Doctorado

de distribución en contracorriente (Paladini y col., 1960) para el ais-lamiento, purificación y determi-nación estructural de péptidos rela-cionados con la hipertensina, hoy conocida como angiotensina.

Me resultaba fascinante poder escuchar durante los almuerzos a Paladini contando algunas de las anécdotas del legendario Instituto Campomar de la calle Julián Álva-rez, dirigido por el no menos le-gendario Luis Federico Leloir. Del mismo modo, me resultaba una ex-periencia extraordinaria ver en per-sona a Bernardo Houssay y a Eduar-do Braun Menéndez, a quienes conocía sólo a través de los artícu-los que periódicamente publicaban en la revista Ciencia e Investigación acerca de la importancia de la Inves-tigación Científica (Houssay, 1955) y de cómo se debían seleccionar los profesores universitarios (Braun Me-néndez, 1956). Curiosamente, y a pesar de tantos años transcurridos, ¡qué tan aplicables resultan todavía hoy a nuestras Universidades!

A poco de retornar a Rosario, quedé muy gratamente sorprendido al enterarme en Junio de 1958 que Muratorio había recibido una car-ta de Paladini, quien me ofrecía un cargo de ayudante en la Cátedra de Química Biológica I. La apuesta era muy fuerte y hasta tenía ribetes de aventura. ¡Debía optar por quedar-me en la ciudad de Rosario o dejar su ya conocido y tranquilo ambiente para trasladarme a Buenos Aires!

Mudarme a Buenos Aires impli-caba una serie de decisiones muy importantes; no sólo vivir el día a día de Buenos Aires con su ritmo distin-guido, sino también pensar que me dedicaría con todas las fuerzas a la Investigación Científica, alterando el objetivo para el que mis padres me habían mandado desde Corrientes, a estudiar a Rosario. Y todo ello mien-tras mis compañeros de la Facultad

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con Venancio Deulofeu y que obvia-mente tenía más experiencia que yo. A fines de 1961 Iacobucci decidió aceptar un ofrecimiento de la firma Squibb & Sons de New Jersey y re-tornó a los Estados Unidos, por lo que me planteé cuán alcanzable se-ría para mí llegar a trabajar en Quí-mica Orgánica.

Sin embargo, por razones que desconozco y como por arte de ma-gia, el mismísimo Venancio Deulo-feu se hizo cargo de la Cátedra de Fitoquímica en Febrero de 1962. De esta forma, a principios de 1963 terminé defendiendo mi Tesis Doc-toral, realizada bajo la dirección de Don Venancio. Una vez defendida mi Tesis, Don Venancio no sólo me sugirió que publicara el trabajo en Phytochemistry, que en aquella épo-ca era una revista nueva (Iacobucci y col. 1964), sino que además terminó escribiendo el manuscrito, ya que mi inglés no era lo suficientemente aceptable para redactar papers.

Un detalle interesante de esta pu-blicación es que los autores del tra-bajo fuimos solamente Iacobucci y yo, a pesar haber sido dirigido todo ese año y asesorado en la escritura de la Tesis por Don Venancio. Al preguntarle por qué él no se había incluido entre los autores, Don Ve-nancio me explicó que él no debía figurar, ya que no había pensado el proyecto, cuya idea había sido de Iacobucci, actitud que me pareció muy ética y generosa de su parte.

Durante el año 1963 seguí tra-bajando bajo la dirección de Don Venancio en la química de los áci-dos clorogénicos, componentes de la yerba mate. Este era un antiguo proyecto que Don Venancio había iniciado cuando trabajaba en el Ins-tituto de Fisiología de Houssay y que seguía siendo de su interés, ya que le habían quedado algunos aspectos importantes sin resolver. Esta época

fue muy exitosa, gracias a que pude aplicar la experiencia adquirida en el Laboratorio de Paladini, en el uso de la distribución en contracorrien-te, para separar los isómeros produ-cidos por la transesterificación de estos compuestos en medio alcalino suave (Rúveda y col. 1964a, Rúve-da y col. 1964b). A mediados de ese año, nuevamente por sugerencia de Paladini y con la aceptación de Don Venancio, empecé a pensar en otra aventura: Hacer un post-doctorado en el exterior…

4. POST-DOCTORADO EXTER-NO EN LA UNIVERSIDAD DE LI-VERPOOL, INGLATERRA

Es así como en febrero de 1964 inicié mi post-doctorado bajo la di-rección de Alan R. Battersby (hoy Sir Alan) en el Departamento de Quími-ca Orgánica de la Universidad de Li-verpool, con una beca de la Funda-ción Rockefeller. Paladini avaló mi presentación a la beca y la elección del laboratorio de Battersby se basó en que en esa época el estudio de la biosíntesis de productos naturales, era un tema muy en boga. Además, a pesar de que Liverpool no ofrecía muchos atractivos por ser una ciu-dad industrial, el Departamento de Química Orgánica estaba muy bien equipado con instrumental moder-no, que incluía equipos de resonan-cia magnética nuclear y espectro-metría de masa.

Battersby, quien era lo que se diría hoy “un Maestro”, me puso a trabajar en la biosíntesis de alcaloi-des; si bien era un tema de difícil implementación a mi regreso a Ar-gentina, éste me resultó de extrema utilidad para aprender Química Or-gánica. En esa época este aspecto se estudiaba completamente a través de marcaciones con carbono-14 y tritio y los alcaloides debían ser degradados carbono por carbono para determinar inequívocamente

donde se encontraban las marcas. Obviamente, todo el trabajo debía hacerse inicialmente con alcaloides fríos y una vez puestas a punto las degradaciones, llevarlas a cabo con los productos radiactivos. La investi-gación resultó todo un éxito, ya que así pudimos establecer los caminos biosintéticos de algunos alcaloides protoberberínicos (Battersby y col. 1965a; Battersby y col. 1975).

Estando en Liverpool y tal vez por la influencia de una publica-ción de Elías J. Corey (Premio Nobel de Química de 1990) acerca de la síntesis del sesquiterpeno tricíclico longifoleno (Corey y col. 1964), en la que este químico notable descri-bía por primera vez los rudimentos de lo que actualmente se conoce como “análisis retrosintético” (Kau-fman y col. 1992), me terminé de convencer que la Síntesis de Pro-ductos Naturales era central en la investigación en Química Orgánica y que deseaba dedicarme a trabajar en ese área. Por eso, para mi segun-do año de beca y una vez terminado el proyecto de biosíntesis, le pedí a Battersby que me permitiera trabajar en una propuesta de síntesis. Como resultado, logramos la síntesis del alcaloide desoxitubulosina, estruc-turalmente relacionado a la emetina (Battersby y col. 1965b).

Estuvimos en Liverpool hasta fi-nes de 1965. En lo personal, esos fueron años muy buenos y en cuan-to al objetivo de mejorar mi forma-ción, la experiencia resultó excelen-te. Por otra parte, en junio de 1964, pleno apogeo de los Beatles, nació Carolina.

Con Battersby, quien después de Liverpool fue designado Profesor en el University Chemical Laboratory en Cambridge, mantuve una rela-ción amistosa a lo largo de los años y todas las veces que volví a Inglate-rra fue para visitar Cambridge y con-

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versar con él. Sus consejos siempre me resultaron de gran utilidad.

5. EL RETORNO A LA UBA. LOS PRIMEROS PASOS DE UNA CARRE-RA CIENTIFICA INDEPENDIENTE

De regreso en Buenos Aires y como Jefe de Trabajos Prácticos de Fitoquímica, dejé latente mi idea de trabajar en Síntesis Orgánica e inicié con Don Venancio una serie de es-tudios sobre las estructuras químicas de los ácidos aristolóquicos, unos compuestos fenantrénicos nitrados presentes en plantas del género Aristolochia. Esta investigación, que contó con la colaboración del Profe-sor Pailer de la Universidad de Vie-na, nos dio algunas satisfacciones ya que es muy poco usual encontrar productos naturales que contengan grupos nitro. Parte de esos trabajos, especialmente los referidos a los alcaloides y lactamas, también pre-sentes en esas plantas, los hicimos con Horacio Priestap (Priestap y col. 1967, Rúveda y col. 1968), quien fue uno de los últimos tesistas de Don Venancio.

A principios de 1966 me presen-té a un concurso de Profesores en el Departamento de Química Or-gánica de la Facultad de Farmacia y Bioquímica, fui designado Profesor Asociado, dedicación exclusiva e ingresé a la Carrera del Investiga-dor Científico de CONICET, en la categoría E-4, de acuerdo a la an-tigua escala de la Carrera. Sin em-bargo, por los conocidos problemas que atravesó la Universidad en esos años, recién en setiembre de 1967 y por decisión del Departamento puede hacerme cargo del Curso de Química Orgánica II; tenía treinta tres años. Ese mismo año tuve la sa-tisfacción de ser distinguido con el Premio Fundación Odol en el Área de Ciencias Exactas, otorgado por el CONICET.

Los Profesores de Química Or-gánica I y III eran Samuel Lamdan y Armando Novelli, dos docentes de reconocida trayectoria en la Fa-cultad; en particular Don Armando, quien había escrito un clásico libro de Química Orgánica. Sin embargo, el Departamento de Química Orgá-nica tenía en esa época un funciona-miento muy particular; la analogía que yo había encontrado para des-cribirlo era que se asemejaba al Rei-no Unido, que en ocasiones era un país y más de las veces eran tres. En otras palabras, cada Cátedra funcio-naba independientemente. Había que organizar todo, dar clases, dic-tar trabajos prácticos y desarrollar proyectos de investigación, razón por la cual con Sem Albónico, quien fue designado Profesor Adjunto, tu-vimos que empezar a ocuparnos de las cosas de acuerdo a nuestro mejor saber y entender, afortunada-mente con el asesoramiento de Don Venancio.

Por ello, durante el día trabajaba en el Laboratorio y por las noches preparaba las clases, ya que como Profesor Asociado me tocó dar el cuatrimestre entero de Química Orgánica II. No era fácil conciliar el llanto de Edmundo, quien había nacido en enero de 1968, y la cui-dadosa preparación de la clase para el día siguiente usando el Morrison y Boyd, texto que había recomendado Don Venancio, como el mejor para dictar el curso.

Durante ese año me convencí que la expresión “la mejor manera de aprender es enseñando” es una gran verdad. Con Albónico conse-guimos dos cargos de Jefe de Traba-jos Prácticos con dedicación exclu-siva, los que fueron ocupados por Jorge Gallo Pecca y Raúl Croahré. Gallo Pecca se doctoró con Albó-nico y luego se fue a trabajar a la Industria Farmacéutica con mucho éxito. Con Croharé sintetizamos al-

gunas triptaminas metoxiladas en diferentes posiciones con probable actividad psicotrópica (Crohare y col. 1970), como una extensión de mi Tesis Doctoral y estudiamos aris-tolactamas naturales (Croharé y col. 1974). Croharé también se fue a tra-bajar a la Industria, pero nunca es-cribió su Tesis a pesar de haber teni-do la parte experimental terminada.

En el período 1968-1969 se in-corporó a nuestro grupo Oreste A. Mascaretti proveniente de la Uni-versidad Nacional de La Plata. Con Mascaretti estudiamos los alcaloides ciclopeptídicos de algunas Ram-náceas muy difundidas en Salique-ló, ciudad de la que Mascaretti era oriundo. Con mucho esfuerzo, ya que no trabajábamos en las mejores condiciones, obtuvimos resultados interesantes, los que años después constituyeron la Tesis Doctoral de Mascaretti (Mascaretti y col. 1972; González-Sierra y col. 1974).

Nuestro grupo se vio reforzado en 1971 con la incorporación de Manuel González-Sierra, Licencia-do en Química de la Universidad Nacional de La Plata con una ex-celente formación y con la confor-mación de una colaboración con Ernest Wenkert, reconocido químico orgánico sintético y Profesor de la Universidad de Indiana en Bloom-ington.

A Wenkert lo conocimos de ma-nera accidental una tarde de Octu-bre de 1971. Había sido invitado para dictar una serie de conferencias en el Departamento de Orgánica de la Facultad de Ciencias Exactas y Marcelo J. Vernengo, quien ya era Profesor de Química Orgánica III de la Facultad, apareció en nuestro laboratorio acompañado de este exi-mio químico.

Con Mascaretti y González-Sierra, y contando con la colabora-

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ción de Wenkert, logramos resulta-dos muy interesantes en relación a la estereoquímica de los alcaloides ciclopeptídicos (González-Sierra y col. 1972; Chang y col. 1974), pro-yecto que surgió como resultado de una fructífera conversación con Wenkert. Estos resultados constitu-yeron posteriormente la Tesis Docto-ral de González-Sierra.

Si bien este proyecto era una típi-ca propuesta destinada a la elucida-ción estructural de productos natu-rales aislados de plantas superiores, tenía un condimento adicional que lo hacía diferente a los trabajos de su tipo más difundidos en ese mo-mento. Para determinar las estructu-ras, y en particular la estereoquími-ca de estos alcaloides, se requería la identificación de los fragmentos resultantes de la degradación de los mismos y su comparación con pro-ductos sintetizados en el laborato-rio. Si bien las secuencias sintéticas para la preparación de estas sustan-cias de referencia eran relativamente simples y la mayoría de ellas estaban descritas en la literatura, esta situa-ción nos alentó a soñar con que se-ría posible desarrollar proyectos de síntesis de productos naturales en nuestro propio Laboratorio.

La influencia de Wenkert en el desarrollo de nuestro grupo de tra-bajo fue realmente muy importante, en particular porque nos permitió tener acceso a equipos que en esa época no estaban disponibles en Argentina, como espectrómetros de masa y de resonancia magnética nuclear de 220 MHz. Wenkert y sus colaboradores hacían los estudios espectroscópicos en Estados Unidos y nosotros en Buenos Aires nos en-cargábamos de la parte química.

Tan fructífera fue nuestra rela-ción con Wenkert que a principios de 1973, luego de haber ganado un Concurso de Profesor Titular, dedi-

cación exclusiva, realicé una esta-día de seis meses en su Laboratorio con la idea de iniciar un proyecto de Síntesis Orgánica en colaboración. Quizás así lograríamos finalmente comenzar a trabajar en Síntesis…

Lamentablemente, la situación política del país en general y de la Universidad en particular, torció nuestro camino. En esos años la si-tuación de la Universidad era muy compleja y se fue agravando hasta que, en setiembre de 1974, se pro-dujo el colapso y nuestro grupo de trabajo se dispersó. Debía buscar caminos alternativos y todavía esta-ba a tiempo para ello, ya que tenía apenas cuarenta años. Una de esas posibilidades era emigrar y la otra trabajar en la Industria. A través de Wenkert me ofrecieron un cargo de Profesor contratado en el reciente-mente creado Instituto de Química de la Universidad Estadual de Cam-pinas, Brasil, dirigido en esa época por Jair de Paiva Campello. Me pare-ció una buena idea, ya había estado algunas veces en Brasil y consideré factible adaptarme fácilmente a ese país. Sin embargo, esto requería entre otras cosas, producir modifi-caciones importantes en el funcio-namiento familiar, incluyendo el cambio de trabajo de mi esposa, la adaptación de los chicos y de noso-tros mismos a un ambiente diferente y desconocido; en fin, era comenzar una nueva aventura…

6. DE LA PLANTA MORENO DE LABORATORIOS PFIZER AL Iq DE UNICAMP

La otra alternativa que tenía, de trasladarme a trabajar en la Indus-tria, fue una sugerencia de Kuck, quien trabajaba en los Laboratorios Pfizer desde 1966. Él se enteró que en ese momento estaban buscando una persona para la Planta More-no de la empresa. Como me pare-ció más fácil probar primero en la

Industria, ya que requería menos cambios familiares, en setiembre de 1974 acepté trabajar como Gerente de Control de Calidad.

Al poco tiempo de trabajar en Pfizer noté que el tipo de trabajo que debía hacer no me resultaba nada atractivo y que extrañaba el trabajo creativo libre de la Universidad. Por ello, le solicité a Campello que ac-tivara mi contrato en la UNICAMP.

Durante todo el tiempo que es-peré el contrato continué en Pfizer, pero ya con mayor tranquilidad por-que sabía que mi estadía allí no du-raría mucho tiempo. Además, como no tenía la presión de obtener resul-tados para publicar y justificar sub-sidios, traté de usar todo mi tiempo libre para leer bibliografía. En otras palabras, convertí mi paso por la In-dustria en una especie de año sabá-tico.

Es así que a fines de octubre de 1975 y con visa permanente para toda la familia, me trasladé a Cam-pinas. Mi esposa y los chicos llega-ron a fin de año, después de la fi-nalización de las clases. El Instituto de Química de UNICAMP tenía un funcionamiento totalmente opuesto al Departamento de Orgánica; debía compartir con Profesores de todas las disciplinas y de diferentes na-cionalidades, disponía de una gran cantidad de instrumental moderno, contaba con una biblioteca exce-lente y era frecuentado por muchos estudiantes de post-grado.

Las tareas docentes en el IQ tam-bién eran muy diferentes a las del Departamento de Química Orgáni-ca; a principios de año se asignaban los cursos y era obligación dictar en un cuatrimestre un curso de grado, incluyendo un curso experimental, y en el otro uno de postgrado para los estudiantes graduados que hacían sus maestrías y doctorados. Todo

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eso me permitió adquirir una expe-riencia global de cómo moverme en un Instituto de Química y aprender a convivir con personas que si bien tenían intereses generales comunes, presentaban intereses particulares y modalidades de trabajo muy dife-rentes a las mías.

Mi primera actuación como do-cente en el IQ fue en enero de 1976. Me asignaron dar parte de un Curso de Orgánica de verano. En ese mo-mento mi “portuñol” era más “ñol” que “portu”, afortunadamente; sin embargo, los estudiantes brasileños fueron muy comprensivos y pude completar las clases sin ningún tipo de problemas.

A poco de llegar a Campinas me propusieron trabajar en la síntesis de una serie de contraconceptivos mas-culinos. Ese era un proyecto de la Organización Mundial de la Salud promovido por Carl Djerassi y con-sistía en la síntesis de una serie de ácidos grasos insaturados y su em-pleo para obtener ésteres de testos-terona. Los resultados no se podían publicar pero podían ser usados para desarrollar trabajos de Tesis; sin embargo, cuando el proyecto se dio por finalizado me permitieron efec-tuar alguna publicación (Frigheto y col. 1978).

Simultáneamente, por la facili-dad de contar con productos natura-les de diferentes tipos (terpenos, lig-nanos, alcaloides) y tener un equipo de RMN de 13C a nuestra disposi-ción, con varios colegas del IQ rea-lizamos numerosos estudios espec-troscópicos, los cuales en aquellos años eran muy novedosos (Imamura y col. 1977; Fonseca y col. 1978; Marsaioli y col. 1978; Fonseca y col. 1979; Pais y col. 1979; Koike y col. 1979). Si bien no tenía intención de convertirme en un espectroscopista, estos trabajos me dieron mucha ex-periencia en el uso de esta poderosa

metodología, que en esos años co-menzaba a popularizarse.

Notablemente, estando en UNI-CAMP tuve la oportunidad de obser-var que una de las mejores maneras de hacer síntesis orgánica de pro-ductos naturales en estas latitudes era usar como materiales de partida la gran colección disponible de pro-ductos naturales extraídos de plan-tas superiores y tratar de estudiar sus transformaciones en estructuras relacionadas extraídas de plantas, organismos marinos y otras fuentes (Imamura y col. 1980; Imamura y col. 1981; De Miranda y col. 1981).

Una de las ventajas es que esas sustancias abundantes generalmente no les interesan a los químicos de productos naturales, quienes prefe-riblemente buscan compuestos no descriptos en la literatura, a pesar de las pequeñas proporciones en las que se pueden encontrar. Así empe-zó un exitoso proyecto de síntesis que continué por muchos años, in-cluso ya instalado en Argentina.

Tengo muy buenos recuerdos del IQ de UNICAMP, del que fui Director Asociado desde 1978 a 1981, donde conservo muchos amigos de aquella época. Considero que la estadía en Campinas fue una experiencia exce-lente para todos nosotros. Mi esposa pudo progresar profesionalmente, mis hijos se adaptaron rápidamen-te a vivir en Brasil y aprendieron a manejarse “internacionalmente” y para mi formación profesional esta etapa fue un negocio redondo. Ade-más, en 1981 tuve la satisfacción de ser designado Miembro Correspon-diente de la Academia Brasileira de Ciencias.

7. DE REGRESO A ROSARIO, IqUIOS y LA SINTESIS DE PRO-DUCTOS NATURALES

Después de más de cinco años en Campinas consideramos con mi

esposa que era el momento de vol-ver. Mis hijos no podían perder la oportunidad única de estar en con-tacto con sus abuelos y otros parien-tes cercanos, y para mí era una nue-va posibilidad para procurar recrear el anhelado proyecto de Síntesis Or-gánica en Argentina. Pero antes ha-bía que tomar una decisión crítica: ¿Dónde instalarnos?

El Departamento de Química Or-gánica de la que ahora era la Facul-tad de Ciencias Bioquímicas y Far-macéuticas de la actual Universidad Nacional de Rosario ofrecía en ese entonces una situación atractiva por varias razones. En primer término, no se trataba de un ambiente desco-nocido; había estudiado allí cuando todavía era la Escuela de Farmacia y Bioquímica dependiente de la Fa-cultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional del Litoral y en la década de 1970 me habían ofrecido volver para instalarme allí como Profesor. Además, conocía a muchas de las personas que eran Profesores de esa Facultad y algunos de ellos hasta habían sido mis com-pañeros de estudios.

En segundo lugar, Rosario ofrecía otras ventajas. Por ser una ciudad grande, contaba con toda la infraes-tructura necesaria para vivir y desa-rrollarse profesionalmente; sin em-bargo, la vida era más simple que en Buenos Aires, con un ritmo bastante más tranquilo, distancias más cortas que significaban pérdidas de tiempo mucho menores…y todo eso a sólo 300 Km de la Capital. Si bien es cier-to que Dios es argentino pero atien-de en Buenos Aires, en caso de ne-cesidad Rosario permitía realizar el viaje de ida y vuelta a la Capital en el mismo día, ya sea en automóvil, ómnibus y también hasta en avión.

Tomada esta decisión estratégica y luego de ser designado Profesor Titular dedicación exclusiva, invité a Manuel González Sierra a unir-

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se a esta nueva aventura. Manuel, quien hacía varios años estaba en el Laboratorio de James McChesney en Estados Unidos y quería volver a Argentina inmediatamente aceptó la invitación.

La expresión “aventura” no es para nada exagerada; salvo algunos cambios no menores, como la crea-ción del Centro de Estudios Fotosin-téticos y Bioquímicos (CEFOBI) y el Instituto de Fisiología Experimental (IFISE), la Facultad estaba esencial-mente tal cual la había dejado en 1958, cuando partí para la Universi-dad de Buenos Aires a hacer mi Tesis Doctoral.

Afortunadamente, el Departa-mento de Química Orgánica que estaba a cargo de Héctor Badano, quien había sido mi compañero, tenía laboratorios razonables y algo de instrumental; sin embargo, estaba orientado exclusivamente a la ense-ñanza y abocado al dictado de los cursos de Química Orgánica para los estudiantes de Farmacia y Bio-química. Si bien estos cursos tenían un buen nivel y Badano nos brindó todo el apoyo para que nos instalá-ramos, fue necesario implementar un conjunto de cursos de post-grado e iniciar trabajos de investigación que permitieran conformar un grupo de trabajo capaz de crear un Labo-ratorio con tradición en síntesis or-gánica.

Una cuestión mayor, si preten-díamos hacer síntesis orgánica de manera competitiva, era la necesi-dad imprescindible de contar con un equipo de resonancia magnéti-ca nuclear, que además funcionara eficientemente, para poder analizar las transformaciones químicas rea-lizadas. La suerte estuvo de nuestro lado y tras sortear algunos inconve-nientes inesperados logramos ad-quirir un espectrómetro Bruker WP 80. Fue así que, con el equipo de

RMN funcionando, el dictado de los primeros cursos de postgrado, la incorporación de jóvenes becarios muy motivados y utilizando algu-nos diterpenos fácilmente obteni-bles como materiales de partida, tal como lo había hecho en Campinas, a principios de 1982 se puso efec-tivamente en marcha el Instituto de Química Orgánica y de Síntesis (IQUIOS) como un Instituto de In-vestigación dependiente de la UNR y el CONICET.

Durante esos años y ya como In-vestigador Principal de CONICET, desarrollamos varias síntesis parcia-les de productos naturales (Gonzá-lez-Sierra y col. 1983; Mischne y col. 1984; González-Sierra y col. 1984; González-Sierra y col. 1985a; González-Sierra y col. 1985b; Gon-zález- Sierra y col. 1986; Spaneve-llo y col. 1986; Olivieri y col. 1986; González-Sierra y col. 1987a; So-moza y col. 1987; González-Sierra y col. 1987b; Kaufman y col. 1987; González-Sierra y col. 1989). Apro-vechamos la gran ventaja adicional de este tipo de proyectos, que ma-yormente sólo se requiere el uso de reactivos generales, por lo que un buen surtido de reactivos no muy sofisticados nos resultó suficiente.

Posteriormente incorporamos a Mascaretti y a Luis F. Sala. Masca-retti se trasladó a Rosario con una lí-nea de investigación independiente acerca de la química de beta-lacta-mas, que había iniciado en la Facul-tad de Farmacia y Bioquímica de la UBA a su regreso de Estados Unidos. Con Sala, quien se había doctorado en la UBA y se encontraba de regre-so de Estados Unidos, desarrollamos un proyecto de síntesis parcial de un homólogo de una feromona de mosquitos a partir de una lactona que habíamos aislado con Priestap varios años atrás (Sala y col. 1987; Prietap y col. 1977).

Durante todo este tiempo trabajé en asociación con Manuel, quien se encargó de que el equipo de RMN estuviera activo esencialmente las 24 horas por día los siete días de la semana, prácticamente los 12 meses del año, haciendo espectros no sólo para nuestro grupo sino para mu-chos otros investigadores de varias Universidades del país. La falta de una biblioteca actualizada me obli-gaba a tratar de conseguir la infor-mación necesaria para el desarrollo de los proyectos, cosa que lograba de las maneras más variadas. En ese sentido mi participación en la Comi-sión Asesora de Ciencias Químicas del CONICET, si bien me consumía tiempo, resultaba ventajosa para es-tar en Buenos Aires y conseguir, al mismo tiempo, la bibliografía nece-saria.

Como resultado de este esfuer-zo, entre los años 1986 y 1987 se defendieron las primeras nueve Te-sis Doctorales en el IQUIOS. Ante estas circunstancias enfrentamos el desafío de determinar qué estrate-gia debía adoptarse para completar la formación de nuestros becarios y concretarla. Decidimos simple-mente continuar con lo que ya era tradición en el área de Química en la Argentina y que lamentablemen-te se fue perdiendo en estos últimos tiempos: Una vez defendida la tesis Doctoral, era indispensable adquirir experiencia post-doctoral en el exte-rior. Es así como todos los doctora-dos de ese grupo inicial de becarios tuvieron la oportunidad de realizar estadías post-doctorales en diversos laboratorios del exterior, por diver-sos períodos, conviviendo o traba-jando con otros investigadores, en proyectos diferentes y bajo la super-visión de otros directores.

Hacia fines de la década del ochenta con la incorporación de Juan Zinczuk, proveniente de la Universidad Nacional de La Plata,

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decidimos modificar nuestro pro-yecto inicial de síntesis parcial y co-menzamos con un nuevo enfoque, consistente en la síntesis de interme-diarios clave para la síntesis formal de productos naturales más com-plejos. Simultáneamente y gracias a un proyecto de equipamiento de Laboratorios de Química Orgánica, organizado por Benjamín Frydman desde CONICET, recibimos un es-pectrómetro Bruker ACE-200. Ma-nuel se hizo cargo del nuevo apa-rato. Por la experiencia que había adquirido a lo largo de los años, la disponibilidad de un equipo más so-fisticado le permitió convertirse en un reconocido experto en RMN.

Con Zinczuk y un grupo de cola-boradores logramos acceder a varios intermediarios clave para la síntesis de productos naturales. Quizás el más desafiante y relevante de esos proyectos fue la síntesis de una de-calina polifuncionalizada, útil para la síntesis del diterpeno tricíclico forskolina, que presentaba varios grupos hidroxilos de diferente na-turaleza y estereoquímica y la pre-paración de un intermediario clave para la síntesis del ácido trispórico, un producto natural aislado de hon-gos (Somoza y col. 1989; Colombo y col. 1990; Colombo y col. 1992; Preite y col. 1993; Bacigaluppo y col. 1993; Preite y col. 1994; Baci-galuppo y col. 1994; Bacigaluppo y col. 1996). Simultáneamente, y en colaboración con el grupo de Pala-dini, sintetizamos algunas flavonas halogenadas y nitradas con proba-ble actividad ansiolítica (Marder y col. 1996; Marder y col. 1997).

La década de 1990 fue muy fruc-tífera en lo que a distinciones se re-fiere. En 1993 fui distinguido por la Fundación Konex con el Diploma al Mérito y posteriormente con el Konex de Platino en Química Or-gánica. Ese mismo año también fui considerado Graduado Ilustre por

la Universidad Nacional de Rosa-rio, en conmemoración del 25 Ani-versario de su Fundación. En 1994 la Academia Nacional de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales me otor-gó el Premio “Enrique V. Zappi” en Química Orgánica y en 1996, la Asociación Química Argentina me galardonó con el Premio “Dr. Ve-nancio Deulofeu” en Química Or-gánica. La Academia Nacional de Ciencias (Córdoba) me designó Aca-démico Correspondiente en 1998 y finalmente, en 1999, el Rotary Club Rosario me otorgó el Premio Anual por mis aportes al desarrollo científico y mis contribuciones aca-démicas. Para entonces ya hacía un tiempo que había sido promovido a la Clase Superior.

En este ínterin, mientras algu-nos nuevos becarios defendieron sus Tesis Doctorales, se nos presen-tó un nuevo desafío institucional, consistente en la reinserción de los becarios que decidieron volver del exterior y reinsertarse para repoblar el Instituto. Ésta nunca ha sido una tarea fácil ni menor, ya que no siem-pre es posible disponer de cargos y/o lugares de trabajo para los que vuelven; sin embargo, poco a poco y durante el período entre 1989-1994, la gran mayoría de los beca-rios volvió al país y prácticamente todos los que lo hicieron, se fueron reinsertando paulatinamente como Profesores de la Universidad y/o como Miembros de la Carrera del Investigador del CONICET, tratando de formar sus propios grupos de in-vestigación.

La incorporación a la Universi-dad de los nuevos investigadores tuvo interesantes y muy positivas repercusiones en lo que hace al for-talecimiento del eje químico de la Facultad, ya que varios de ellos se incorporaron en las más diversas áreas de la Química, incluyendo Química Analítica, Química Gene-

ral e Inorgánica, Química Analítica de Medicamentos, Química Farma-céutica, etc., lo que hizo posible la creación de la carrera de Licencia-tura en Química, como así también organizar y desarrollar hacia fines de la década de 1990 un currículo competitivo para el Doctorado en Ciencias Químicas. Este Doctorado, que representó una evolución ma-yor con respecto al Doctorado de la Universidad con el que se graduaron los primeros becarios, fue categori-zado desde sus comienzos con la más alta calificación que otorga la CONEAU.

Dada mi edad, empecé a notar que la síntesis de productos natura-les se estaba tornando una actividad demasiado competitiva y compleja para poder insistir en ella; por esa razón, resolví tratar de desarrollar al menos una síntesis total y por ese motivo decidí encarar la síntesis to-tal de casiol, un producto natural re-lativamente accesible para nuestras condiciones de trabajo y que posee una actividad biológica interesante. Como casiol había sido sintetizado previamente a través de varias se-cuencias sintéticas, la nuestra debía ser más simple y proceder con mejo-res rendimientos. En efecto, después de sortear algunos problemas, final-mente conseguimos la síntesis total de (+)-casiol (Colombo y col. 1989; Colombo y col. 2001; Colombo y col. 2003) de manera simple y efi-ciente. En 2001 fui designado Aca-démico Correspondiente en Rosario de la Academia Nacional de Cien-cias Exactas, Físicas y Naturales y en 2002 Miembro Correspondiente de la Academia de Ciencias de América Latina.

8. DE IqUIOS A IqUIR

Llegado ese momento me pare-ció, por una parte, que era oportuno ser reemplazado por una persona

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105Una aventura sexagenaria: desde la escuela de farmacia y bioquímica al Iquir. (1952-2014)

joven en la Dirección del IQUIOS; por otra, consideré que dado el rela-tivamente bajo número de inscriptos en la Licenciatura en Química, de-bía dedicarme a procurar hacer más atractivo el curso inicial de Química Orgánica para tratar de resolver ese problema.

En 2002, Manuel González-Sierra fue designado por concurso como nuevo Director del IQUIOS. Durante su gestión y en consonan-cia con la política de CONICET, se aprovechó la diversidad de intereses y el crecimiento de las otras áreas de la química en la Facultad para dar lugar a otro Instituto. Es así que en 2007 se creó el Instituto de Quími-ca Rosario (IQUIR), manteniendo la doble dependencia (de UNR y CONICET), como fruto de la incor-poración a IQUIOS de las áreas de Química Inorgánica y Química Ana-lítica.

En la actualidad, el IQUIR cuenta con más de cincuenta investigado-res, siendo más de las dos terceras partes de esa planta Profesores de la Facultad e Investigadores que revis-tan en alguna de las categorías de la Carrera del Investigador de CONI-CET. Un número similar de becarios realiza sus tareas de investigación en pos de sus respectivos Doctora-dos en Ciencias Químicas, mientras que una treintena de alumnos es recibida anualmente en calidad de pasantes y tesistas de Licenciatura.

Me produce una gran satisfac-ción mencionar que en 2013, cuatro de los científicos distinguidos por la Fundación Konex hicieron sus doc-torados en los que hoy es el IQUIR: Teodoro S. Kaufman, su actual Di-rector, Ernesto G. Mata, Alejandro C. Olivieri, Konex de Platino y Ale-jandro J. Vila. Los tres primeros con-tinúan desarrollando sus actividades de investigación en el IQUIR, mien-tras que Vila es el actual Director

del Instituto de Biología Molecular y Celular de Rosario (IBR). Todos ellos son Profesores de la Universidad Nacional de Rosario.

El alejamiento de la Dirección del Instituto me permitió colabo-rar de otras formas con CONICET. En 2003 volví a formar parte de la Comisión Asesora de Ciencias Quí-micas de CONICET. En 2004 pasé a cumplir funciones de Coordinador, en 2005 como Coordinador Alterno de la Junta de Calificación y Promo-ción y en 2006 como Coordinador de la Junta. Ésa fue mi última activi-dad en CONICET, después de incon-tables participaciones en diferentes Comisiones desde la década de 1980. En 2013 fui designado Investi-gador Emérito de CONICET.

9. ENSEñANZA DE qUÍMICA ORGÁNICA

Para tratar de mejorar la enseñan-za de la Química Orgánica recurrí a un grupo de especialistas en Educa-ción en Química de la Universidad de Michigan. Leyendo un interesan-te artículo en el Journal of Chemical Education (Ege y col. 1997) pude ver que esos especialistas habían decidi-do que era más conveniente enseñar los principios básicos de la Quími-ca usando ejemplos de la Química Orgánica y no casos de la Química Inorgánica, como se hace habitual-mente. En otras palabras, usaban al Curso de Orgánica, que ellos llama-ban Estructura y Reactividad, para enseñar Química General. Mi idea no era eliminar el clásico curso de Química General, como hicieron ellos, sino considerar que como el curso Estructura y Reactividad re-presentaría una mayor continuidad entre la Química General y la Orgá-nica, facilitaría su aprendizaje.

Con el apoyo de González-Sierra y gracias al programa FOMEC se pudo financiar la visita por un mes

del Profesor Richard Lawton de la Universidad de Michigan, quien me enseñó a enseñar Orgánica con ese nuevo enfoque. En esa época tam-bién publicamos varios artículos en revistas de educación científica

(Colombo y col. 2001; Colombo y col. 2002; Pellegrinet y col. 2002; Testero y col. 2003; González-Sierra y col. 2008) y de divulgación cien-tífica (Spanevello y col. 1989-1990; Kaufman y col. 1992; Kaufman y col. 2004; Kaufman y col. 2005; Kaufman y col. 2006).

Sin embargo, pese a que los re-sultados que obtuvimos en el nuevo curso de Química Orgánica fueron muy favorables, el número de ins-criptos en la Licenciatura no aumen-tó como esperábamos. Por esa ra-zón, Rolando Spanevello, integrante del grupo inicial de becarios de la década de 1980 y ahora Profesor Ti-tular de Química Orgánica, me sugi-rió que tal vez si otorgábamos algún premio al mejor estudiante de Quí-mica despertaríamos más interés.

Así fue como gracias a la com-prensión de los directivos de la Fun-dación Josefina Prats de la ciudad de Rosario, se instituyó el Premio Fundación Josefina Prats-IQUIOS al estudiante más destacado de la Licenciatura en Química en 1989. El Premio consistía en la suma de $ 500, lo que equivalía en aquella época a USD 500. El primer estu-diante distinguido fue Sebastián Tes-tero, actualmente Investigador del IQUIR. Para mi gran satisfacción, con algunas modificaciones, ese Premio se continúa otorgando.

Como resultado de mi interés por la docencia universitaria, luego de una reorganización de la Facultad, en 2007 fui designado Director de la Escuela de Química con la idea de actualizar el Plan de Estudios y, de nuevo, tratar de aumentar la matrícula. Para la actualización del

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CIENCIA E INVESTIGACIÓN - RESEÑAS - TOMO 2 Nº1 - 2014106

Plan de Estudios trabajamos con el Secretario Académico, Oscar Di Paolo, tratando de ofrecer a los estu-diantes una sólida formación básica con el mínimo posible de asignatu-ras y manteniendo el trabajo final de Licenciatura (Tesina) requisito que ya existía en Planes anteriores. Consideramos que esta actividad que debe desarrollarse bajo la direc-ción de un Profesor en alguno de los Laboratorios de la Facultad o fuera de ella siempre que cumpla con los requisitos necesarios, es de enorme importancia para la formación del futuro Licenciado. En 2013, este Plan de Estudios fue acreditado con la máxima calificación que otorga la CONEAU.

Estando a cargo de la Escuela de Química, con el fin de aumentar la matrícula y usando ejemplos de otras instituciones (Facultad de Ciencias Exactas de la UBA y American Che-mical Society) también organizamos la Semana de la Química. En su pri-mera versión de 2007, el evento in-cluyó una serie de atracciones como galería de experimentos, conferen-cias de divulgación, mesas redondas con graduados y estudiantes y nu-merosas otras actividades destinadas a estudiantes de los últimos años de la escuela secundaria. Esta actividad continúa realizándose en la Facultad y en 2013 participaron de la misma unos 1000 estudiantes secundarios. Finalmente, logramos el tan ansiado aumento de la matrícula en la Li-cenciatura en Química. En 2011 fui designado Profesor Honorario de la Universidad Nacional de Rosario.

10. LA qUIMICA DE LOS HI-DRATOS DE CARBONO

Como estaba liberado de la Di-rección del Instituto disponía de tiempo para desarrollar algún pro-yecto de investigación que no fuera tan demandante de esfuerzo como la síntesis de productos naturales.

Pensando a qué tipo de química me podía dedicar, recordé algo que me había ocurrido hacía muchos años, estando en el IQ de UNICAMP. En 1977 o 1978 tuvimos la visita del Profesor Derek Barton; conversando con Sir Derek a quien le comentá-bamos nuestros proyectos en de-sarrollo, se me ocurrió decirle que tal vez era más conveniente para nosotros que después de escuchar nuestros resultados, en virtud de la experiencia y visión que tenía, él nos sugiriera planes para mejorar nuestra química. Sir Derek, que no era particularmente simpático, me miró y no respondió absolutamen-te nada. Sin embargo, después de que todos nosotros terminamos con nuestras exposiciones, Sir Derek me miró y dijo: ¿por qué no trabaja con azúcares?

La verdad es que en ese momen-to no entendí qué me quiso decir. Sin embargo, 30 años después deci-dí poner a prueba el consejo de Sir Derek y empezamos, primero con María Inés Colombo y después con la participación de la becaria María Laura Bohn y en colaboración con Carlos Stortz, del Departamento de Orgánica de la FCEN-UBA, un pro-yecto destinado a analizar la regio-selectividad en las reacciones de glicosidación de derivados de D-glucosamina y la influencia de los grupos protectores en la reactividad.

La asociación con Stortz resultó excelente; en Rosario hacíamos la parte química y Stortz en Buenos Aires hacía los cálculos, lo que nos permitió obtener resultados muy in-teresantes (Bohn y col. 2006; Bohn y col. 2007; Bohn y col. 2008; Co-lombo y col. 2011a; Colombo y col. 2011b; Colombo y col. 2012; Della Felice y col. 2013). Debo aceptar que efectivamente Sir Derek tenía razón, la química de los azúcares es muy interesante y resulta sor-prendente que aun hoy, después de

tantos años, la reacción de glicosi-dación consistente en la unión de dos monosacáridos para formar un disacárido, presente todavía facetas relevantes sin resolver.

11. LA FUNDACION JOSEFINA PRATS

Como mencioné más arriba, para instituir el Premio al mejor estudiante de Licenciatura en Quí-mica me había puesto en contacto con la Fundación Josefina Prats. Esa relación inicial con los directivos de la Fundación se transformó con el tiempo en un vínculo más estrecho, a tal punto que en 2000 me propu-sieron formar parte del Consejo de Administración de la Fundación. Como Miembro del Consejo sugerí la ampliación de los Premios a es-tudiantes de Biotecnología y Física, que posteriormente se extendieron, bajo la forma de Ayudas Económi-cas, a Becarios Doctorales de CONI-CET que trabajaran en los Institutos IBR (biología), IFIR (física) e IQUIR (química). En 2013 se incluyó entre las instituciones participantes a la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional de Rosario.

Tal vez por mí interés en la pro-moción de las actividades acadé-micas, en mayo de 2013 me desig-naron Presidente de la Fundación. Puesto que esta Fundación dispo-ne de fondos como resultado de la explotación de un establecimiento agropecuario, actualmente tengo que desempeñar una actividad muy diferente a la que, después de tantos años, estaba acostumbrado. Debo reconocer sin embargo, que esta nueva situación, afortunadamente me permite estar activo y enfrentar nuevos e interesantes desafíos.

Considero muy importante agra-decer a todas las personas con las que trabajé a lo largo de todos estos años; en particular, a Alejandro C.

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107Una aventura sexagenaria: desde la escuela de farmacia y bioquímica al Iquir. (1952-2014)

Paladini, Venancio Deulofeu, Alan Battersby y Ernest Wenkert, entre muchos otros que me enseñaron y apoyaron. Deseo también desta-car que la comprensión y el apoyo constante de mi esposa, de mis hijos y actualmente de mis nietos, fueron cruciales para el desarrollo de mi actividad académica.

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Mischne M.P., González-Sierra M., Rúveda E.A. (1984) Synthesis of the Novel Marine Diterpenes Iso-copal-12-en-15,16-dial, 14-epi-Isocopal-12-en-15,16-dial and 15-acetoxy-Isocopal-12-en-16-al from Methyl Isocopalate. Journal of Organic Chemistry 49, 2035-2037.

Olivieri A.C., González-Sierra M.,

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CIENCIA E INVESTIGACIÓN - RESEÑAS - TOMO 2 Nº1 - 2014110

Rúveda E.A. (1986) Stereoselec-tive Synthesis of the Novel Bis-norditerpene Grindelestrictic Acid, Isolated from Grindelia stricta. Journal of Organic Chem-istry 51, 2824-2826.

Pais M., Jarreau F.X., González-Sier-ra M., Mascaretti O.A., Rúveda E.A., Chang J-C., Hagaman E.W., Wenkert E. (1979) C-13 NMR Analysis of Cyclic Peptide Alka-loids. Phytochemistry 18, 1869-1972.

Paladini A.C., Rúveda E.A. (1960) Aplicaciones Bioquímicas de la Distribución en Contracorriente. Ciencia e Investigación 16, 211-218.

Paladini A.C., Rúveda E.A., Corral R.A., Orazi O.O. (1962) Estudios sobre Plantas. Parte VII. Aisla-miento de Desacetil-aspidosper-mina. Anales de la Asociación Química Argentina 50, 352-355.

Pellegrinet S.C., Colombo M.I., Testero S.A., González-Sierra M., Rúveda E.A. (2002) A New Laboratory Experiment Based on a Chemical Transformation of Santonin: Synthesis of Santonic Acid. The Chemical Educator 7, 155-158.

Preite M.D., Zinczuk J., Colom-bo M.I., Bacigaluppo J.A., González-Sierra M., Ruveda E.A. (1993) Resolution and Absolute Configuration of a Tricyclic Lac-tone. A Potentially Useful Precur-sor of Highly Functionalized Ter-penoids. Tetrahedron:Asymmetry 4, 17-20.

Preite M.D., Rúveda E.A. (1994) Synthesis of the Ziegler Key Inter-mediate and Related Precursors for the Synthesis of Forskolin and Erigerol in Enantiomeric Pure Form. Synthetic Communica-tions 24, 2809-2825.

Priestap H.A., Rúveda E.A., Albo-nico S.M., Deulofeu V. (1967) Structure of the 1-Dimethyl aminoethylphenanthrene Base from Aristolochia argentina Gris. Journal of the Chemical Society, Chemical Communications, 754-755.

Priestap H.A., Bonafede J.D., Rúve-da E.A. (1977) Argentilactone, a Novel 5-Hydroxyacid Lactone from Aristolochia argentina. Phy-tochemistry 16, 1579-1582.

Rúveda E.A., Deulofeu V., Galma-rini O.L. (1964a) The Lactone of Neochlorogenic Acid. Chemistry & Industry 239-240.

Rúveda E.A., Deulofeu V., Galma-rini O.L. (1964b) Isomerizacion y Lactonización de los Acidos Ca-feoilquínicos. Anales de la Aso-ciación Química Argentina 52, 237-249.

Rúveda E.A., Albonico S.M., Prie-stap H.A., Deulofeu V., Pailer M. Gosinger E., Bergthaller P. (1968) Die Konstitution der Aristolochi-asaure. IVa. Monatshefte für Che-mie 99, 2349-2358.

Sala L.F., Cravero R.M., Signorella S.R., González-Sierra M., Rúve-da E.A. (1987) Stereoselective Synthesis of (5R, 6S)-(-)-Erythro-6-acetoxy-5-dodecanolide, a

Lower Homologue of a Mosquito Oviposition Attractant Phero-mone, from Argentilactone. Synthetic Communications 17, 1287-1297.

Somoza C., Colombo M.I., Olivieri A.C., González-Sierra M., Rúve-da E.A. (1987) Model Studies for the Synthesis of Erigerol. Syn-thesis of 1-Deoxy-13-Epierigerol from Grindelic Acid. Synthetic Communications 17, 1727-1733.

Somoza C., Darias J., Rúveda E.A. (1989) An Intramolecular Mi-chael-Aldol Condensation Ap-proach to the Construction of Advanced Intermediates in the Synthesis of Forskolin. Journal of Organic Chemistry 54, 1539-1543.

Spanevello R.A., González-Sierra M., Rúveda E.A. (1986) Regi-oselective Synthesis of the Spi-ro-benzofuran Unit Present in Several Natural Products by an Intramolecular Michel Cycliza-tion. Synthetic Communications 16, 749-762.

Spanevello R.A., Colombo M.I., Rúveda E.A., Retegui L.A. (1989-90) Química Orgánica y Trans-plantes de Organos. Ciencia Hoy 1, 74.

Testero S.A., Colombo M.I., Rúve-da E.A. (2003) The Transfor-mation of Santonic Acid into γ-Metasantonin: A Challenging Chemical Puzzle for Advanced Undergraduate Organic Chemis-try Students. The Chemical Edu-cator 8, 364-367.

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NOTA PROVISTA POR EL CONICET

El 98 por ciento de los doctores formados por el CONICET tiene empleo

Según un informe dado a conocer por este organismo científico acer-ca de la inserción de doctores, sólo un 1 por ciento de estos ex-becarios no tiene trabajo o no poseen ocu-pación declarada y un 10 por ciento posee remuneraciones inferiores a un estipendio de una beca doctoral.

Asimismo, proyecta que el 89 por ciento de los encuestados tiene una situación favorable en su actividad profesional, pero sobre todo asegura que más del 98 por ciento de los cien-tíficos salidos del CONICET consigue trabajo.

Los datos surgidos del estudio “Análisis de la inserción laboral de los ex-becarios Doctorales financia-dos por CONICET”, realizado por la Gerencia de Recursos Humanos del organismo, involucró 934 casos sobre una población de 6.080 ex-becarios entre los años 1998 y el 2011.

Al respecto, en el mismo se con-sidera que del número de ex-becarios consultados, el 52 por ciento (485 ca-sos), continúa en el CONICET en la Carrera del Investigador Científico y Tecnológico.

De los que no ingresaron en el organismo pero trabajan en el país, sobre 341 casos, el 48 por ciento se encuentra empleado en universidades de gestión pública y un 5 por ciento en privadas; el 18 por ciento en em-presas, un 6 por ciento en organismos de Ciencia y Técnica (CyT), un 12 por ciento en la gestión pública y el resto en instituciones y organismos del Es-tado.

En tanto, en el extranjero, sobre 94 casos, el 90 por ciento trabaja en universidades, el 7 por ciento en em-presas y el 2 por ciento es autónomo.

El mismo informe traduce que la demanda del sector privado sobre la

incorporación de doctores no es aún la esperada, pero está creciendo. La inserción en el Estado, si se suma a las universidades nacionales y ministe-rios, se constituye en el mayor ámbito de actividad. 

Frente a ello, a los fines de avanzar en la inserción en el ámbito publico-privado el CONICET realiza activida-des políticas de articulación con otros organismos de CyT, es decir, universi-dades, empresas, a través de la Unión Industrial Argentina (UIA), y en parti-cular con YPF que requiere personal altamente capacitado en diferentes áreas de investigación.

Desde el CONICET se espera que en la medida que la producción argen-tina requiera más innovación, crecerá la demanda de doctores. Para cuando llegue ese momento el país deberá tener los recursos humanos prepara-dos para dar respuestas. Es por ello se piensa en doctores para el país y no solamente doctores para el CONICET.

Programa +VALOR.DOC

Sumar doctores al desarrollo del país

A través de esta iniciativa nacional, impulsada por el CONICET y organis-mos del Estado, se amplían las posibili-dades de inserción laboral de profesio-nales con formación doctoral

El programa +VALOR.DOC bajo el lema “Sumando Doctores al Desa-rrollo de la Argentina”, busca vincular los recursos humanos con las necesi-dades y oportunidades de desarrollo del país y fomentar la incorporación de doctores a la estructura productiva, educativa, administrativa y de servi-cios.

A partir de una base de datos y he-rramientas informáticas, se aportan re-cursos humanos altamente calificados a la industria, los servicios y la gestión pública. Mediante una página Web, los doctores cargan sus curriculum vi-tae para que puedan contactarlos por perfil de formación y, de esta manera, generarse los vínculos necesarios.

Con el apoyo del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Pro-ductiva, este programa tiene como ob-jetivo reforzar las capacidades cien-tífico-tecnológicas de las empresas, potenciar la gestión y complementar las acciones de vinculación entre el sector que promueve el conocimiento y el productivo.

+VALOR.DOC es una propuesta interinstitucional que promueve y fa-cilita la inserción laboral de doctores que por sus conocimientos impactan positivamente en la sociedad.

Para conocer más sobre el progra-ma www.masVALORDoc.conicet.gov.ar.

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INSTRUCCIONES PARA LOS AUTORES

CIENCIA E INVESTIGACIÓN RESEÑASLa Asociación Argentina para el Progreso de las Ciencias (AAPC) presenta esta nueva revista on line, cuyo objetivo es el de publicar reseñas escritas, por invitación, de prestigiosos investigadores argentinos sobre su trayectoria y sus logros científicos. Los artículos describen en el cuerpo central del mismo aquellos aspectos que cada investigador considera más relevantes tanto en su producción científica como en el tema. Dicho cuerpo puede incluir reflexiones sobre las razones que impulsaron a elegir una determinada línea de investigación, o a seguir una determinada línea de razonamiento, así como consideraciones sobre el marco institucional y la época en el que se desarrollaron las tareas. El lenguaje debe ser preciso, y apuntar a lectores que pueden ser colegas investigadores, educadores, profesionales o estudiantes universitarios que no necesariamente están familiarizados con los temas tratados. Puede incluirse opcionales boxes o recuadros que elaboren temas que se desea separar del cuerpo principal. Para ello se pueden emplear cuadros de texto, o texto normal con bordes externos.El artículo se complementa con una Semblanza, escrita idealmente por un colaborador cercano o discípulo, que sirva como presentación del investigador. Debe evitarse la rígida formalidad de un currículo, pero debe contener la información importante sobre la trayectoria del investigador.Las reseñas se publicarán por invitación, tras análisis por parte del Comité Científico, constituido por prestigiosos investigadores de diversas disciplinas. La AAPC recibe con agrado sugerencias sobre investigadores a invitar, dado que uno de los objetivos es la creación de un archivo de las tareas de investigación que se llevaron a cabo en el país. En la primera etapa se contempla especialmente publicar contribuciones de investigadores mayores de 70 años.Las instrucciones para los autores se dan a continuación.

Presentación del manuscritoEl artículo podrá presentarse vía correo electrónico, como documento adjunto, escrito con procesador de texto word (extensión «doc») en castellano, en hoja tamaño A4, a doble espacio, con márgenes de por lo menos 2,5 cm. en cada lado, letra Times New Roman tamaño 12. No se dejará espaciado posterior adicional después de cada párrafo, y no se indentará el comienzo de los párrafos. Las páginas deben numerarse (arriba a la derecha) en forma corrida. La primera página deberá contener: Título del trabajo, nombre del autor, institución a la que pertenece o última que perteneció y correo electrónico. Es conveniente incluir en esta primer página al menos tres palabras claves en castellano y su correspondiente traducción en inglés para facilitar su obtención a través de los buscadores de internet. A partir de la segunda página se desarrollará la reseña correspondiente. De ser posible es útil iniciar el escrito con un resumen o introducción que rápidamente ubique al lector en la persona y tema que trata la reseña. De querer agregarse una lista de citas de los trabajos publicados en su trayectoria la misma se colocará al final del texto siguiendo las instrucciones que se dan más abajo, y bajo el título BIBLIOGRAFÍA (Times New Roman 12, negrita alineado a la izquierda). La extensión del manuscrito total no excederá las 30 páginas a doble espacio, salvo consulta previa con los Editores.En caso de ser necesario incluir ilustraciones, hacerlo al final y de no ser original deberá citarse su procedencia en la leyenda correspondiente. Es responsabilidad del autor asegurarse de contar con los permisos necesarios para su reproducción. En el texto del trabajo se indicará el lugar donde el autor desea ubicar la ilustración (haciéndolo en la parte media de un renglón en negrita y tamaño de letra 14). Es importante que las ilustraciones sean de buena calidad. Se pueden incluir cuadros de texto con información que se desea separar del texto principal. Los cuadros de texto se escribirán en Times New Roman 12 con espaciado simple, y contendrán un borde sencillo en todo su perímetro; alternativamente pueden armarse usando la facilidad cuadro de texto de Word. Se puede agregar un título a cada cuadro de texto, en negrita, Times New Roman 12, alineado a la izquierda.

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Por la naturaleza de las reseñas, es poco probable que se incluyan tablas. De presentarse esta situación, la misma debe contener un título en Times New Roman 12, negrita + bastardilla, centrado, arriba de la tabla. La lista total de trabajos citados en el texto se colocará al final y deberá ordenárse alfabéticamente de acuerdo con el apellido del primer autor, seguido por las iniciales de los nombres, año de publicación entre paréntesis, título completo de la misma, título completo de la revista o libro donde fue publicado, volumen y página. Ejemplo: Benin L.W., Hurste J.A., Eigenel P. (2008) The non Lineal Hypercycle. Nature 277, 108-115.La reseña debe enviarse como documento word adjunto por correo electrónico a la Secretaría de la revista, [email protected] con copia al miembro del Comité Editorial de la revista o del Colegiado Directivo de la AAPC que formulara la invitación, y que actuará en la etapa de adecuación del manuscrito para asegurar que el mismo cumpla con todas las pautas editoriales. El material adicional (fotos, figuras, etc) se enviará también como adjuntos en el mismo mensaje.

Precisiones complementarias1. El Titulo, en la página 1, irá en negrita, mayusculas pica 14, seguida, a doble espacio del nombre

del autor, negrita, pica 12, seguida a doble espacio del nombre la institución o institutciones a las cuales quiere asociar su nombre, negrita, pica 12, seguida a doble espacio de la dirección de correo electrónico del autor, pica 12. Todo esto irá centrado. A continuación se dejarán tres renglones y se colocarán en renglones seguidos, espaciado sencillo con espaciado posterior de 6 puntos palabras clave y keywords en renglones separados. Ejemplo:

Palabras clave: Física nuclear; problemas de muchos cuerpos; coordenadas colectivas; teoría de campos nucleares; cuantización BRST.

Keywords: Nuclear physics; many-body problems; collective coordinates; nuclear field theory; BRST quantization

2. En caso que el manuscrito presente secciones y subsecciones, se procederá de la siguiente forma. Las secciones se numerarán 1., 2., etc, y el título de cada sección irá en negrita, mayúsculas, pica 12. Las subsecciones se numerarán 1.1., 1.2., etc, y el título irá en negrita, pica 12, con formato de oración (sólo comienza con mayúsculas). En la eventualidad de un nivel adicional de secciones, se numerarán 1.1.1., 1.1.2., etc, y el titulo ira en negrita + bastardilla (italics), pica 12, con formato de oración (sólo comienza con mayúsculas).

3. En el cuerpo del texto, las referencias se indicarán entre paréntesis, con el apellido del autor y el año de publicación. Si son dos autores, con los apellidos de los dos autores mediados por “y” y el año de publicación. Si son más de dos autores, con el apellido del primero seguido por “y col.” y el año de publicación.

4. Las palabras en idioma extranjero (incluyendo el nombre de instituciones en su idioma original extranjero) se escribirán en bastardilla.

5. Las citas textuales se escribirán en bastardilla6. Las figuras podrán numerarse y contar con una leyenda. La leyenda se escribirá en Times New

Roman pica 10, siguiendo el formato del ejemplo siguiente:Figura 1. Fotografía tomada en ocasión del X Congreso Argentino de Fisicoquímica,San Miguel de Tucumán, abril de 1997. De izquierda a derecha: Albert Haim, NéstorKatz y José A. Olabe 7. Se debe proveer una foto del autor para ilustrar su artículo, y se debe sugerir el nombre de la

persona que puede escribir la Semblanza.8. El listado de referencias se escribirá con espaciado sencillo y espaciado posterior de 6 puntos.9. Las notas al final se escribirán en espaciado sencillo, pica 10. Las notas al final se indicarán en

el texto correlativamente, numerándolas 1,2, 3,… Si se usa Microsoft Word 2010, la inserción de notas al final se logra pulsando Referencias, Insertar nota al final, cuidando que el formato sea 1, 2, 3,… El formato se puede establecer pulsando Notas al pie (dentro de Referencias). Versiones anteriores de Word poseen opciones equivalentes.

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