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Nueva serie / Autobiografías de prestigiosos investigadores argentinos ASOCIACIÓN ARGENTINA PARA EL PROGRESO DE LAS CIENCIAS Ciencia e CI Investigación CI e Reseñas Reseñas ISSN 2314-3134 TOMO 6 N°4 - 2018

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Nueva serie / Autobiografías de prestigiosos investigadores argentinos

ASOCIACIÓN ARGENTINA PARA EL PROGRESO DE LAS CIENCIASASOCIACIÓN ARGENTINA PARA EL PROGRESO DE LAS CIENCIAS

Ciencia e CI Investigación

eCIeReseñas

Reseñas

ISSN 2314-3134

TOMO 6 N°4 - 2018

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SUMARIO

EDITORIAL

Editorial ........................................................................................................3

ARTÍCULOS

Semblanza de Francisco José Barrantes por Virginia Borroni, Carlos Javier Baier y Silvia Susana Antollini ..................................................................... 4Jugando con el microcosmosFrancisco José Barrantes .............................................................................. 7

Semblanza de Osvaldo Barsky por Mario Lattuada .....................................23Ciencias sociales. Pasión por los librosOsvaldo Barsky ...........................................................................................26

Semblanza de Jorge O. Fernández Niello por Andrés Arazi ........................45Conociendo mundo a través del núcleo atómicoJorge O. Fernández Niello ..........................................................................47

Semblanza de Carlos Alberto Fossati por Fernando Goldbaum ....................58Del pueblo a la ciudad, el desarrollo de la inmunología en la Facultad de Ciencias Exactas de la UNLP Carlos Alberto Fossati ................................................................................59

Semblanza de Eduardo José Míguez por Hernán Otero ..............................75El estudio del pasado como cienciaEduardo José Míguez ..................................................................................77

INSTRUCCIONES PARA AUTORES .............................................................88

TOMO 6 Nº 42018

EDITOR RESPONSABLEAsociación Argentina para el Progreso de las Ciencias (AAPC)

CUERPO EDITORIALNidia Basso (editora en Jefe); Miguel A. Blesa (Editor Responsable de Reseñas); Juan Carlos Almagro; Gerardo Castro; Eduardo Charreau; Alicia Fernández Cirelli; Juan Xammar Oro

COMITÉ CIENTÍFICO ASESOR Sara Aldabe Bilmes (Química)María Cristina Añón (Alimentos)Miguel de Asúa (Historia y Filosofía de la Ciencia)Silvia Braslavsky (Química)Raúl Carnota (Matemáticas Aplicadas e Historia de las Ciencias)Juan José Cazzulo (Bioquímica)José Carlos Chiaramonte (Historia) Eduardo Charreau (Ciencias Biomédicas)Francisco de la Cruz (Física)Susana Finquelievich (Sociología)Gilberto Gallopín (Ecología) Víctor Ramos (Geología)Carlos Reboratti (Geografía y Hábitat)Edmundo Rúveda (Química)Catalina Wainerman (Sociología y Educa-ción Superior)Roberto J.J. Williams (Materiales)

ASISTENCIA TÉCNICAAlelí Jait

DIAGRAMACIóNGabriel Martín Gil

CIENCIA EINVESTIGACIóNPrimera Revista Argentinade información científica.Fundada en Enero de 1945.Es el órgano oficial de difusión deLa Asociación Argentina para el Progreso de las Ciencias.A partir de 2012 se publica en dos series, Ciencia e Investigación y Ciencia e Investigación Reseñas

Av. Alvear 1711, 4º piso, (C1014AAE) Ciu-dad Autónoma de Buenos Aires, Argentina.Teléfono: (+54) (11) 4811-2998Registro Nacional de la Propiedad Intelec-tual Nº 82.657. ISSN 2314-3134.

Lo expresado por los autores o anunciantes, en los artículos o en los avisos publicados es de exclusiva responsabilidad de los mismos.

Ciencia e Investigación se publica on line en la página web de la Asociación Argentina para el Progreso de las

Ciencias (AAPC) www.aargentinapciencias.org

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Asociación Argentina para el Progreso de las Ciencias

Asociación Argentina para el Progreso de las Ciencias

COLEGIADO DIRECTIVO

PresidenteDra. Ester Susana Hernández

SecretariaDra. Alicia María Sarce

TesoreroDr. Gerardo Daniel Castro

ProtesoreroDr. Alberto Antonio Pochettino

Miembros TitularesIng. Juan Carlos Almagro

Dr. Alberto BaldiDra Nidia BassoDr. Miguel Blesa

Dra. María Cristina CambiaggioDr. Eduardo Hernán CharreauDra. Alicia Fernández Cirelli

Dra. Lidia HerreraDr. Marcelo Jorge Vernengo

Dr. Juan Roberto de Xammar Oro

Miembros Institucionales:Sociedad Argentina de Farmacología Experimental:

Dra. Graciela Noemí BalerioUnión Matemática Argentina:

Dra. Ursula Maria MolterSociedad Argentina de Hipertensión Arterial:

Dra. Ana María PuyóSociedad Argentina de Investigaciones Bioquímicas:

Dr. Luis Alberto Quesada AlluéSociedad Argentina de Microscopía:

Dr. Raúl Antonio Versaci

Miembros FundadoresDr. Bernardo A. Houssay – Dr. Juan Bacigalupo – Ing. Enrique Butty

Dr. Horacio Damianovich – Dr. Venancio Deulofeu – Dr. Pedro I. ElizaldeIng. Lorenzo Parodi – Sr. Carlos A. Silva – Dr. Alfredo Sordelli – Dr. Juan C. Vignaux –

Dr. Adolfo T. Williams – Dr. Enrique V. Zappi

AAPCAvenida Alvear 1711 – 4º Piso

(C1014AAE) Ciudad Autónoma de Buenos Aires – Argentinawww.aargentinapciencias.org

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EDITORIAL

En las postrimerías del año presentamos este número, que contiene las reseñas de Francisco José Barrantes (Neurobiología), Osvaldo Barsky (Historia, Sociología y Educación), Jorge Fernández Niello (Física), Carlos Alberto Fossati (Inmunología) y Eduardo José Míguez (Historia).

Dos de las reseñas tienen una clara vinculación temática (Barsky y Míguez), otras dos se inscriben en el amplio campo de las disciplinas biomédicas (Barrantes y Fosssati), y la quinta pertenece al área de la física experimental. Se advierte sin embargo en varios casos la inquietud por ir adecuando los campos de estudio, incluso con cambios importantes. Es así que Barsky incursiona en aspectos de la historia económica y su vinculación con la sociología, para también incursionar en la educación, y en sus ratos libres escribir una detallada biografía de Carlos Gardel. Fernández Niello se inicia como físico experimental con aceleradores de partículas, y después deviene en Decano del Instituto de Investigación e Ingeniería Ambiental. Míguez comienza estudiando la economía agraria, para luego preguntarse de qué modo fue tomando forma lo que ahora llamamos República Argentina.

Muy interesante es también la forma en que Barrantes fue integrando conceptos y métodos de la física y de la química para sus estudios de neurobiología. Fossati por su parte nos muestra el estado actual de la inmunología, con el fuerte impacto que en su desarrollo tuvo César Milstein. En estos dos casos rememoro además vivencias personales en La Plata: el entrañable recuerdo de Edgardo Macchi, las charlas con el Moshe Spitz, y mi duro apren-dizaje del arte de conducir un automóvil, en el que mi mentor fue el Flaco Fossati.

Pero si hay algo en común a rescatar en estas cinco historias de vida, es la importancia y la extensión de las etapas de formación profesional en el exterior, y la continuidad de la vinculación con centros de investigación en el extranjero. Esta observación sirve para encender luces de alarma en estos momentos en que se ha vuelto difícil mantener la movilidad de los investigadores por el impacto de la devaluación que no ha sido acompañada con aumentos en asignaciones de los subsidios y partidas de programas de intercambio.

En este número, con dolor, debemos despedir a un querido amigo y miembro de nuestro Comité Científico Asesor: Edmundo Rúveda, que nos dejó el 12 de diciembre. Edmundo fue un muy destacado químico orgánico, impulsor del desarrollo de la síntesis orgánica, y fundador del instituto dedicado a ello en Rosario, que devino en el actual Instituto de Química de Rosario (IQUIOS).

Para cerrar, una noticia autoreferencial; el CONICET acaba de distinguir a cuarenta científicos como investiga-dores eméritos (https://www.conicet.gov.ar/el-conicet-distingue-como-emeritos-a-40-investigadores/). De ellos, 25 ya han descrito sus historias en nuestras páginas. Felicitaciones para todos ellos, pasados y futuros reseñados.

Dr. Miguel Ángel Blesa

Buenos Aires, 21 de diciembre de 2018

Asociación Argentina para el Progreso de las Ciencias

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SEMBLANZA

Cuando comenzamos nuestro doctorado con el Dr. Barrantes nun-ca dimensionamos la magnitud de la persona que teníamos enfrente. Sí quedaba claro desde el principio que el aspecto científico y humano no se podían disociar. Era docente de la cátedra de Química Biológica I de la Universidad Nacional del Sur, y en ese ámbito transmitía, no solo conocimientos específicos, sino también fascinación por ese mundo invisible de moléculas biológicas. En sus clases describía técnicas y estrategias, nos desafiaba a pensar críticamente y nos acercaba a su pasión, la investigación científica, invitándonos a realizar pasantías en su laboratorio. Muchos de nosotros nos iniciamos de esta manera, como alumnos, y fuimos creciendo en la carrera científica a su lado. Su faceta docente también se manifestaba en la vida cotidiana del laboratorio. Era común que organizara reuniones de grupo donde cada uno contaba sus resultados, mientras él los iba resu-miendo en un pizarrón. Eran reunio-nes que podían durar horas, donde discutíamos problemas y posibilida-des de solución. En ellas, nunca me-nospreció un comentario, por más absurdo que fuera y a todos escu-chaba con atención y seriedad. Sus correcciones eran siempre en tono tranquilo y educado, lo que nos per-mitía sentirnos con la comodidad de expresarnos libremente.

FRANCISCO JOSÉ BARRANTESpor Virginia Borroni, Carlos Javier Baier y

Silvia Susana Antollini

Conocido por todos como “Pancho”, para nosotros era el “Dr”, sin que esta formalidad al nombrar-lo repercutiera en la sensación que percibíamos cuando hablábamos con él, de que se podía decir cual-quier cosa. Su inquietud de carácter se manifestaba en cada uno de sus actos. Al inicio de una consulta mi-raba atento como si esperara escu-char algo fascinante, si en ese ins-tante se lograba captar su atención uno sabía que tendría por respues-ta la palabra justa o la sugerencia exacta para poder avanzar. Si por el contrario, el problema había sido mal planteado y no le resultaba re-levante, en silencio se levantaba y empezaba a acomodar cosas en su escritorio, en cuyo caso se sa-bía que lo habíamos perdido. Si la desesperación ganaba y se insistía, ocurría lo inevitable: atravesaba la puerta de su oficina y caminando a toda velocidad por el pasillo del segundo piso del INIBIBB, se aleja-ba, quedando uno con el cuaderno

en mano y cara de desahucio. Casi siempre algún testigo solidario se acercaba para escuchar el “se me fue” y convidar unos mates para pa-sar el momento. Estas experiencias nos desafiaban a buscar una mejor forma de presentar los resultados, a defender nuestras ideas con mayor precisión, a plantear el experimento confirmatorio que apoyara nuestra hipótesis. Era el público difícil al que había que convencer de que el trabajo valía la pena. Con el tiempo aprendimos que primero había que contar el fin de la historia, y luego ya habiendo captado su atención re-latar los detalles que condujeron a la realización del experimento.

Todos los que trabajamos con él gozamos desde muy temprano de una libertad que en no todos los laboratorios existe. Esta libertad que a veces resultaba abrumadora, nos obligaba a desarrollar rápidamen-te una independencia de trabajo y pensamiento que en otros lugares se alcanza más tarde. No había que esperar a que nos dijera que hacer sino tomar la iniciativa, situación sumamente favorable ya que nos daba la posibilidad de elegir lo que más nos gustaba. El Dr. Barrantes creía fervientemente que una buena pregunta podía provenir de cual-quier persona y estaba siempre dis-puesto a escucharla y a apoyarla sin importarle si eras becario, técnico,

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5Semblanza

estudiante de grado o investiga-dor. Si la idea le parecía buena, si el experimento lo entusiasmaba, si la pregunta lo estimulaba entonces podía pasar horas discutiendo, pre-guntando y repreguntando, hasta sacarle todo el jugo. Su respeto no se ganaba con un cargo sino por la calidad de las ideas que podíamos tener.

Su pasión por la ciencia y su gran dedicación al estudio de la interacción del receptor de acetil-colina nicotínico y los lípidos que lo rodean lo llevaron a recorrer el mundo en busca de la mejor forma de abordar este problema. Esta vi-sión internacional de la ciencia nos fue trasmitida a todos sus discípulos alentándonos siempre a buscar la oportunidad de realizar estadías en el exterior. A su lado se aprendía desde muy temprano que la ciencia no tiene fronteras y que lo que no se podía hacer en nuestro laboratorio sí se podía hacer en algún otro lugar del mundo, y hasta ahí había que ir. Era muy frecuente la presencia de profesores extranjeros en el ins-tituto, lo que nos brindaba la opor-tunidad de tomar contacto directo con los protagonistas de los últimos avances científicos. El Dr. Barrantes, no solo nos conminaba a escuchar las conferencias, sino que nos alen-taba a romper la enorme distancia que sentíamos que había con ellos, y contarles nuestros avances, defen-der nuestros estudios y preguntar críticamente.

Pero el intercambio científico no era lo único que le interesaba, sino también el intercambio cultural que implicaba el contacto con personas de otras sociedades. Dueño de una cultura general vastísima, con la misma autoridad que dicta confe-rencias sobre interacción proteína-lípido habla de arte, cocina, música o geografía, en español, inglés o ale-mán. La riqueza en su vocabulario

es una de sus características más destacadas, sorprendiendo siempre con palabras exquisitas, muy por fuera del ámbito científico. Su gran talento para las letras puede obser-varse leyendo sus trabajos, en los cuales cada palabra y cada frase está pensada y elegida para reflejar exactamente su pensamiento con una claridad indiscutida. Enorme era el desafío de presentarle un ma-nuscrito para corregir. Seguramente le era más fácil redactarlo él direc-tamente, pero nunca lo hizo. Nos enseñó a escribir enfrentándonos desde el comienzo con esa tarea. Luego se tomaba el tiempo de pri-mero entenderlo para poder corre-girlo y mejorarlo. El proceso de co-rrección incluía varias idas y vueltas por correo electrónico y sesiones en donde preguntaba por el significado de cada oración. El paso de su plu-ma por un manuscrito transformaba el borrador en un trabajo de calidad internacional.

Pese a la fidelidad a su tema de trabajo, siempre fue innovador en cuanto al abordaje de la pregunta. Introdujo en la Argentina técnicas novedosas como el patch-clamp y la microscopia de superresolución, esta última en estrecha colaboración con el grupo del Dr. Hell, reciente-mente galardonado con el premio Nobel en química. Aun después de tantos años de carrera nunca abandonó la pasión por la mesada, disfruta hacer experimentos como cualquier estudiante y puede pasar horas sacando fotos u observan-do preparados. Cuando estaba en Bahía Blanca, no pasaba un día sin que arme, desarme, ajuste o des-ajuste algún equipo, para desespe-ración de los que trabajábamos con él. Y con total desprendimiento qui-taba un accesorio en el que había estado trabajando obsesivamente, si le parecía que iba a estar mejor en otro lado. Su espíritu inquieto se manifestaba en cada una de sus

acciones, no era raro volver de las vacaciones y encontrar mudado un equipo o que él mismo había cam-biado de oficina. Toda su seriedad desaparecía cuando le seguíamos el ritmo y aceptábamos ayudar en sus mudanzas, las que disfrutaba como un chico. Algo que en los primeros años del doctorado marcaba una diferencia era quedarse hasta tarde los días de semana y/o ir los sába-dos o domingos. Esta actitud com-prometida le dibujaba una sonrisa en la cara, seguramente reflejo de la tranquilidad de saber que había en-contrado otro amante de la ciencia como él, de no haberse equivocado en la elección y de haber sabido transmitir pasión y fascinación por esta actividad tan particular. Esto se-llaba un acercamiento y una com-plicidad muy difícil de lograr si uno realizaba su trabajo a reglamento. El entusiasmo por esa actividad fue-ra de horario era tal que el no tener transporte hasta el complejo no era un impedimento, rápidamente se ofrecía a resolverlo con un “yo te paso a buscar”.

Paralelo a su labor en investiga-ción y dirección de grupo, realizó múltiples actividades instituciona-les como director del INIBIBB, que posicionaron al instituto como re-ferente nacional e internacional en el área de biofísica y neurociencias. Incorporó el instituto en la lista de centros de intercambio y entrena-miento de científicos en el Sur a través de la Third World Network Scientific Organization (TWNSO). Gracias a sus gestiones la Third World Academy of Science for the Developing World (TWAS) desig-nó al instituto como centro de ex-celencia científica del hemisferio sur, y logró que la UNESCO y la Universidad Nacional del Sur firma-ran un convenio para la creación de la cátedra UNESCO de Biofísica y Neurobiología Molecular, siendo la única cátedra de esta especialidad

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CIENCIA E INVESTIGACIÓN - RESEÑAS - TOMO 6 Nº 4 - 20186

en el mundo. Muchas anécdotas han quedado de los variados cur-sos de posgrado que organizó con presencia de alumnos y docentes de muy diversos países, y muchos recuerdos quedan del trabajo que implicó la organización de congre-sos nacionales con presencia de in-vitados destacados entre los que se incluyeron varios premios Nobel. No menos importante fue la enor-me cantidad de equipos que logró

incorporar para la institución en los años en que fue su director.

El “Dr.” camina rápido por los pasillos, habla en un tono tan bajo que a veces se complica entender-lo, mira con pícara sabiduría y dis-fruta plenamente de lo que hace. “Pancho” es el eterno becario, ab-solutamente apasionado con el di-lema científico que estudia y con una curiosidad infinita por aprender

nuevas técnicas. Su mente joven lo empuja sin temor a enfrentar nuevos desafíos. Pese a su vasta trayectoria y a que alcanzó los lugares más al-tos como investigador y docente, es impensable considerar que abando-ne, deje o se retire del laboratorio, motivo por el cual resulta temprano escribir esta reseña. Sin dudas en un tiempo habrá generado muchísimas cosas más de las que escribir.

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JUGANDO CON EL MICROCOSMOSPalabras clave: Neurobiología; neurotransmisión sináptica; carrera científica; microscopía.Key words: Neurobiology; synaptic neurotransmission; scientific career; microscopy.

FAMILIA E INFANCIA

Nací en la ciudad de Buenos Aires. Mis padres, Guillermo Horacio y Dolores, también eran porteños, hijos de salteños y de inmigrantes españoles, respectiva-mente. Mi padre, toco-ginecólogo, y mi madre, obstetra, se conocieron en el Hospital Alvear. Desde muy temprano asumí con total natura-lidad el relato reiterado que fuese mi padre quien me había traído al mundo, y lo concerniente a los na-cimientos fue parte integral de la in-fancia de mis hermanos Ana María y Guillermo y de la mía. Nuestra infancia fue feliz. Mis primeros re-cuerdos nítidos -posiblemente de los 4 ó 5 años- refieren a la “casa de la abuela”, jugando a mezclar colores -anilinas Colibrí disueltas en agua. Esa química lúdica debe haber de-jado una impronta muy fuerte, pues aún hoy sigo jugando con solucio-nes coloreadas (fluorescentes) en el laboratorio…

Mis primos mayores Hugo y Mecha fueron los principales esti-muladores de la imaginación de Ana María y mía. Posiblemente tendría 5 años cuando Hugo, maestro pri-mario, me hizo dirigir una orquesta infantil en su escuela; recuerdo la felicidad total de estar disfrazado de aviador en una carretilla con un pe-

queño ventilador como hélice. Las memorias se van haciendo más cla-ras al rememorar las interminables horas jugando con mis hermanos a lo hora de la siesta en el caluroso verano porteño, que se poblaba de mariposas; las fogatas de San Pedro y San Pablo, mis tías llevándonos al cine en el centro, o las “masas” que traían los domingos de la Confitería del Molino, todo enmarcado en un Buenos Aires notablemente -casi ca-bría decir sideralmente- más limpio en el suelo y el aire, con cadencia de tranvía. Mi abuelo paterno, Ernesto, llegó a ser tesorero del Consejo Nacional de Educación. Pasé de lla-marle “Dios” en mi primera infan-cia (su primer nombre era Jesús), a “abuelo galera” -calzaba sombrero bombín negro.

Comencé mi educación prima-ria en la escuela pública que esta-ba a tres cuadras de mi casa, en la calle Conde, pero al iniciar primer grado superior tuve cuanta enfer-medad infecto-contagiosa infantil pueda soportarse en un intervalo de pocos meses, y mis padres, en una decisión posiblemente criticable por cualquier psicólogo contem-poráneo, entendieron que lo más apropiado para mí era un período de “vida de campo”. Esta se concre-tó con mi tía paterna María Teresa

y su esposo, Arturo, en Rosario de Lerma, Salta, la tierra de mis ances-tros, y se extendió por varios meses. No me arrepiento de la pausa de “porteñidad” por el tiempo vivido en la tierra de mi bisabuelo Pancho, a quien mi madre había prometido que yo llevaría su nombre: montar a caballo en pelo, enlazar, desayunar sopa de mazamorra -a veces con ají quitucho- haber establecido tempra-namente un vínculo irreversible con los cerros multicolores, y grabar el inconfundible aroma de la hoja de tabaco secándose en las gigantescas estufas…

Cuando volví a Buenos Aires concurrí por dos años a la Escuela Argentina Modelo, de la que mi recuerdo más imborrable es de mi compañero de clases Robertito Arlt, hijo del escritor homónimo. La últi-ma parte de mi escolaridad prima-ria transcurrió en el Buenos Aires English High School, en la arbolada calle Melián, una de las más lindas de Buenos Aires. En ese entonces mi padre ya trabajaba en el Servicio de Obstetricia del Hospital Pirovano, de cual asumiría la jefatura más tar-de. Pero no fue la cercanía geográ-fica sino la firme convicción de mi madre acerca del valor de los idio-mas, la que motivó el cambio por un colegio bilingüe. Ella era una do-

Francisco José BarrantesInvestigador Superior Emérito (2018), contrata-do; Profesor Titular, Fac. Ciencias Médicas.Laboratorio de Neurobiología Molecular, Insti-tuto de Investigaciones Biomédicas (BIOMED) UCA-CONICET, Buenos Aires, Argentina.

[email protected]

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CIENCIA E INVESTIGACIÓN - RESEÑAS - TOMO 6 Nº 4 - 20188

tada natural, con enorme facilidad para las lenguas. No sólo aprendí el inglés en los años de plasticidad neuronal, sino que, siguiendo la tra-dición de esa escuela, y a instancias de Cubelli y Camardon, profesores de actividad física, aprendí a jugar al rugby (con la camiseta de Alumni) y a nadar. El BAEHS fue fundado por Alexander Watson Hutton en 1884, maestro primario escocés, más co-nocido por haber introducido el fút-bol en la Argentina…

Un hecho trascendente ocurrió durante mi último año en la escuela primaria. Mi maestro de 6º grado, el Sr. Horacio Loureiro, trabajaba por las tardes en una imprenta. Un día faltó, algo totalmente impensable. Había sufrido en la imprenta una le-sión muy grave en su mano diestra, con pérdida de la función. Cuando varias semanas después regresó, me propuso un trueque sorprendente: que yo le enseñara a escribir con la mano izquierda, pero a cambio yo debía aprender a usar la derecha. Fue una enseñanza extraordinaria de coraje ante la adversidad, que me dejó una impronta indeleble.

Durante casi toda mi escolaridad primaria no tuvimos un aparato de televisión, y pasábamos gran parte del tiempo leyendo, jugando al fút-bol, haciendo trucos de magia, u or-ganizando el “Dorado”, club infantil de nuestra creación. La magia jugó un papel importante en mi infancia. Cuando pude viajar solo por la ciu-dad, una de mis salidas favoritas era ir a un negocio de artículos de ma-gia en la Avenida de Mayo, donde el mago Alex Mir (ya adolescente me enteré que se llamaba Alejandro Miroli) enseñaba trucos relativamen-te sencillos con naipes, pañuelos y -el más sofisticado que incorporé a mi repertorio- con anillos metálicos, que aun hoy conservo.

La lectura de libros era, sin du-

das, la actividad más importante de diversión y aprendizaje. Y mi padre fuente inagotable de material de lec-tura. Él era un lector obsesivo, y su biblioteca crecía permanentemente; los libreros le preparaban con ante-lación ejemplares del repertorio de su predilección, filosofía e historia. Su ejemplo obviamente incidió so-bre nuestra relación con lo libros, y además de los infaltables de la co-lección Robin Hood, el Tesoro de la Juventud, o el Tarzán del Burroughs, pasábamos horas absortos, a veces terminando con ojos enrojecidos, devorando las historias del ex-plorador submarino Jacques-Yves Cousteau o del detective Sexton Blake, a quien suplanté más tarde por el más grande de todos, Sherlock Holmes.

JUGANDO CON LA CIENCIA y MI PRIMER MAESTRO, PEDRO ER-NESTO VALENTINI

Mi primer contacto con la cien-cia se produjo en los últimos años de la escuela primaria. La vida pro-fesional de mis padres fue el cata-lizador de este inicio. No puedo reconstruir con precisión el cómo, pero me enteré de la existencia de los análisis clínicos, posiblemente viendo los resultados impresos sobre el escritorio de mis padres. Lo cier-to es que en algún momento cuanto familiar se cruzara por delante ter-minaba siendo proveedor de mues-tra para un “análisis de orina”. El armamentarium de mi “laboratorio” constaba de tiras de papel de torna-sol, para medir el pH, y una probeta sin graduar, combinada con la gran pieza instrumental: un densitómetro (!). Obviamente, no era mucho lo que constaba en el informe de cada análisis, que yo redactaba en receta-rios de mis padres, pero mi clientela profesional no se quejaba…

Mi carrera “proto-científica” tuvo un vuelco importante cuando mis

padres atendieron el primer parto de la Dra. Scalamandré de Valentini, bioquímica clínica. Al comentarle mis padres de mi “hobby” surgió la invitación a concurrir a un verdade-ro laboratorio de análisis clínicos, el de ella y su marido, el Dr. Pedro Ernesto Valentini. Aceptaron, y así lo hice por varios meses. Mi interés por el análisis de fluidos pasó de su etapa infantil a la infanto-juvenil cuando vi en acción el impecable microscopio Leitz de Valentini. Fue un flechazo temprano e irreversible con la microscopía. Y Valentini mi primer maestro de ciencias, con el que aprendí a hacer recuentos glo-bulares, frotis sanguíneos, a teñirlos con hematoxilina-eosina, y a distin-guir los distintos tipos de leucocitos. Mis padres fueron condescendien-tes con mi deslumbramiento por la microscopía. Mi tío Luis era gerente en la casa central de la óptica Lutz Ferrando, en la calle Florida, de modo que resultara relativamente natural que me regalaran un pe-queño microscopio, que de ningún modo podía emular al reluciente bronce del de Valentini…

ADOLESCENCIA

Concurrí al Colegio Nacional Julio A. Roca, en Amenábar y Pampa. Guardo gratos recuerdos de mis profesores, aunque el hetero-géneo conjunto de docentes estaba formado mayoritariamente por abo-gados, médicos, y profesionales que impartían la docencia de historia, anatomía, filosofía o psicología en calidad de amateurs, salvo las con-tadas excepciones -los profesores de lenguas y en algunos casos, los de educación física. El nivel de ense-ñanza de esa época era, sin embar-go, decididamente bueno. Quienes cursamos esos años juntos trabamos una amistad que nos ha reunido en cenas de camaradería anuales inin-terrumpidamente desde que egresá-ramos, manteniendo viva la etapa

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9Jugando con el microcosmos

juvenil.

Además de las amistades, lo más destacado que me sucedió en mi paso por el Nacional Roca fue ha-ber tenido como profesor de litera-tura en cuarto año a don Osvaldo Horacio Dondo. Además de su con-dición de profesor de esta asignatu-ra, su modestia hizo que pocos nos enteráramos que era director de una biblioteca pública; aún menos co-nocida era su condición de escritor y poeta. Dondo nos estimuló a leer literatura argentina contemporánea, pero más importante aún fue ha-berme inducido a conocer a su par -también director de biblioteca pú-blica- Jorge Luis Borges… Gracias a Dondo me introduje en el fantástico mundo de Borges, en una iniciática incursión juvenil sobre la inmor-talidad, el tiempo, Swedenborg, y buscarlos en los instrumentos que paradójicamente se iban escapando de su mundo, al menos el visual: los libros… El Borges que conocí posi-blemente no pasaría de los 60 años, pero, ya casi totalmente ciego, de-bía recurrir a su increíble memoria para recitar, con su característica cadencia oral -frases breves, con sonidos que a veces parecían ab-sorbidos más que emitidos- poesía escandinava antigua, o comentarios sobre su admirados Poe, Whitman, o Faulkner.

Durante mi adolescencia prac-tiqué deportes regularmente. Pero fue casi por casualidad que conocí a Leopoldo Baltasar Cañizal, profe-sor recién egresado del Instituto de Educación Física, quien me intro-dujo a la gimnasia en aparatos. Tras dos o tres años, la práctica recrea-tiva, que me apasionaba, se trans-formó en competitiva, y más tarde, ya en la universidad, tuvo un giro adicional, ya que actué como juez en competencias e hice de intér-prete (en inglés) cuando gimnastas japoneses visitaron el Instituto de

Educación Física. Me adelanto ex-temporáneamente en este párrafo, para relatar una anécdota que me sucediera ya en 4º año de Medicina, cuando cursaba Clínica Médica. Me tocó palpar el abdomen de un paciente en el Hospital de Clínicas, ante la mirada del profesor titular, Gotta. Inesperadamente, el paciente hizo una mueca de molestia y emi-tió un quejido, a lo cual Gotta ex-clamó: “¡Qué sucede??!”. “La mano, la mano” se quejó el paciente, seña-lándome como el culpable... Yo pe-gué un salto hacia atrás. Mi mano, con llagas por la práctica de la barra horizontal, estaba cubierta con ga-sas y cinta adhesiva que raspaban el abdomen del paciente, y peor aún, generaron la mirada fulminante de Gotta. ¡Trágame tierra! Aún hoy me aterro al acordarme…

LA CARRERA DE MEDICINA y MIS “DIVERTIMENTOS COLATE-RALES”

Mientras cursaba el quinto año de la secundaria hacía lo propio con el curso de ingreso a Medicina

en la UBA. El comienzo de mi vida universitaria no fue fácil. Lo recuer-do como una transición del risueño mundo del colegio secundario a otro más anónimo y duro. Heredé la ca-lota craneana que mi padre utiliza-ra cuando él cursara las Anatomías, descriptiva en primer año y topográ-fica en segundo. Una de mis prime-ras tareas, antes que empezaran las clases, fue volver a pintar con esmal-tes rojo y azul las inserciones mus-culares en el cráneo que mi padre había delineado meticulosamen-te siguiendo a Testut. Buena parte de mi generación estudiaba por el “Testucito”, versión apocopada de los cuatro tomos, pero fue inevitable que yo estudiase la versión comple-ta, enciclopédica….

Mi primer examen de la carrera, precisamente el de Anatomía, no fue todo lo bueno que prometía el tiempo y profundidad que le dedi-cara junto con mis compañeros de estudio, Andrés Schlichter, hoy car-diólogo infantil, y Carlos Pochat, ci-rujano de tórax. Los tres estudiamos juntos toda la carrera, y preparamos

Figura 1. Estudiante de primer año de Medicina, 1963..

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y rendimos casi todos los exámenes en equipo, logros no menores… Afortunadamente, pude compen-sar mi rendimiento sub-óptimo en anatomía macroscópica en breve, cuando rendí Histología un 30 de diciembre. Me tomó examen el pro-fesor titular, Eduardo De Robertis, quien me invitó a presentarme al concurso de ayudantes de cátedra.

Así fue como mi segundo año como estudiante de medicina trans-currió coincidentemente con la ini-ciación de mi docencia universita-ria, cuatro tardes por semana, como “ayudante de segunda” en la prime-ra cátedra de Histología, Citología y Embriología, primero ad honorem, y luego rentado, iniciando así el con-tacto con quien sería mi director de tesis doctoral, beca del CONICET, y mi maestro, Eduardo Diego Patricio De Robertis, con quien compartí una década. Compartí la ayudan-tía con brillantes futuros médicos, como Julio Kuperman, Julio Moreno o Reginaldo Lejarraga, y futuros in-vestigadores, como Ángela Suburo, Tomás Reader, Elisa Bal y Enrique Rodríguez Boulan. Con Enrique no solo compartimos horas de docen-cia, sino que cursamos juntos mate-rias en Ciencias Exactas y trabamos una amistad de por vida, junto con María Teresa, su esposa. Sería im-perdonable no mencionar a Varisco, personal no docente de la cátedra, personaje pintoresco -y pintor- cul-to, que algunos alumnos confundían con De Robertis.

C u a n d o r e n d í A n a t o m í a Patológica en tercer año, el exa-men de preparados histológicos debe haber impresionado favo-rablemente al profesor Lascano, pues me ofreció asistir a la División de Microscopía Electrónica, del Instituto de Microbiología Malbrán, donde él tenía acceso exclusivo a un flamante microscopio electrónico Siemens, con el que estudiaba el vi-

rus de Junín (fiebre hemorrágica). Lo hice una vez por semana, por más de dos años, recibiendo de Lascano muchas enseñanzas, entre otras el no trivial arte del “foco perfecto” en microscopía electrónica, que re-quiere un manejo contraintuitivo de la imagen en nuestro cerebro.

Mi concurrencia al Malbrán tuvo tres beneficios adicionales. Por un lado, un biólogo de Exactas, el Dr. Bozzini, cuidaba la colección más extensa de microscopios óp-ticos que he visto en la Argentina, un verdadero museo-anticuariado; por otro, él era un experto y verda-dero artista en fotomicrografía, que en ese entonces era, por supuesto, analógica y muy artesanal. Me en-señó las sutilezas del revelado foto-gráfico, maximizando las variables de contraste, fineza del grano, etc. El segundo plus fue que una vez por mes concurría al Malbrán el inge-niero Cougnet, encargado del man-tenimiento de los contados micros-copios electrónicos en la Argentina. Dicho procedimiento requería el desarmado, limpieza y pulido de partes delicadas de la columna del microscopio. Cougnet me permitió inicialmente observar, y más tarde colaborar, en esta tarea. Sin duda fue un aprendizaje extremadamente útil, que luego sería clave para mis futuros trabajos. El tercer beneficio de mis visitas de una tarde por se-mana al Malbrán fue la realización de mi primer trabajo científico, que relataré más tarde.

Este fructífero período coincidió con mi etapa de formación médica en el viejo Hospital de Clínicas -hoy Plaza Houssay. Mi promoción tuvo la fortuna de tener a dos maestros de la Medicina argentina, los pro-fesores Héctor Gotta y Mario Brea en clínica médica y cirugía, res-pectivamente. Cuando Gotta viajó a Alemania durante un período sa-bático, le reemplazó Burucúa, quien

dejó una imborrable impresión en todos nosotros, por su excepcional erudición y dotes didácticas.

MIS PRIMEROS PASOS EN LA INVESTIGACIóN

Uno de mis recuerdos imborra-bles de mi época de ayudante de cátedra de Histología fue cuando asistí como oyente a una reunión científica de la Sociedad Argentina de Investigación Clínica, que se celebraba en el Automóvil Club Argentino. En uno de los interva-los, De Robertis me presentó a don Bernardo Houssay. Creo que, salvo el saludo, no pude articular palabra.

Como adelanté, mis miérco-les en el Malbrán tuvieron un fru-to adicional. Habiendo aprendi-do varias técnicas de microscopía electrónica, quise aplicarlas a un estudio concreto. En el Instituto dirigido por De Robertis el grupo de electrofisiología liderado por Hersh (Coco) Gerschenfeld utilizaba como animal de experimentación el Criptomphalus aspersa, el cara-col común de jardín en Argentina. En el jardín de mi casa había otro “bicho”, que mi madre combatía sin éxito: la babosa. Fui al Museo de Ciencias Naturales para averiguar cómo se llamaba ese “cuasi-caracol sin caparazón”: Vaginula soleiformis D´Orbigny, según la clasificación realizada en 1845 por el naturalista y paleontólogo francés en su viaje por Sudamérica. La “antena” retrác-til del bichito fue mi objeto de estu-dio, que procesé para microscopía electrónica. Al cabo de dos años había reunido datos estructurales respetables, aunque algo ingenuos, sobre la unión neuromuscular de la babosa. En el último año de la ca-rrera monté coraje y fui a verlo a De Robertis. Llevaba conmigo mis resultados experimentales adquiri-dos en el Instituto Malbrán y un bo-rrador de un trabajo, en inglés. Me

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temblaban las piernas mientras le contaba a De Robertis, inicialmen-te algo dudoso y asombrado, lo que había hecho. Quedó positivamente impresionado, y me sugirió que en-viara los hallazgos para su publica-ción a una revista de anatomía mi-croscópica, cosa que concreté en septiembre de 1968, antes de reci-birme. Oficialmente, con la firma de don Bernardo Houssay, una nota de febrero de 1969 del CONICET me informaba que “le ha sido acorda-da” una Beca de Iniciación bajo la dirección del profesor Eduardo de Robertis…Y a los tres meses de ha-ber comenzado mi beca, ¡aparecía publicado el trabajo científico arriba mencionado, con mi sola autoría!

LA TRADUCCIóN DE LA BIOLOGÍA CELULAR DE DE ROBERTIS, NOWISKI y SÁEZ

Una de las obras más exitosas y perdurables de De Robertis ha sido su libro de texto, inicialmente titu-lado “Citología General”, que fir-maba con el citogenetista uruguayo Francisco Alberto Sáez y el bioquí-mico y embriólogo de la Universidad de Texas, Wiktor W. Nowinski, ver-sión en la que yo estudié la asigna-tura en 1963. Recién comenzada mi beca doctoral, De Robertis me pro-puso traducir su opus magno, la 8ª edición, que en ese entonces ya se llamaba “Biología Celular”, y se pu-blicaba en versión española e ingle-sa. Esta monografía fue muy novedo-sa en su época, contrastando con los textos puramente morfológicos de la segunda mitad del siglo XX, al com-binar la citoquímica ultraestructural con la biología molecular. Acepté con gusto y enorme orgullo, sin ima-ginar la envergadura de la tarea que tendría por delante. De Robertis era extremadamente puntilloso y de-tallista, pero me indujo a discutir-le los giros y sentidos de lo que él escribía y yo traducía. En nuestros encuentros en su despacho me ex-

plicaba con entusiasmo los cambios que permanentemente introducía en el libro en base a las ultimísimas novedades que leía de cada tema, lo cual implicaba volver a traducir una y otra vez lo ya escrito. ¡Qué privilegio el haber tenido meses de “clases particulares” de biología ce-lular y molecular con el maestro! Evidentemente depositó en mí una enorme confianza, que se extendió a otra delicada esfera de nuevas ta-reas: cuando viajaba al exterior -y lo hacía frecuentemente- delegaba en mi gran parte del dictado de sus clases magistrales de Citología. Otra fuente adicional de aprendizaje de la biología celular…

EL INSTITUTO DE ANATOMÍA GENERAL y EMBRIOLOGÍA

El hoy denominado “Instituto de Neurociencias Prof. Eduardo De Robertis” en las décadas del ´60-´70 era el Instituto de Anatomía General y Embriología, sede de la 1ª Cátedra de Histología, Citología y Embriología. Este instituto era una de las mecas de la ciencia argentina,

junto con la Fundación Campomar (hoy Fundación Instituto Leloir), di-rigida por el Dr. Luis F. Leloir.

Tuve la suerte de trabajar duran-te la “década de oro” de esa insti-tución. El Instituto bullía de activi-dad, bajo un “coach” hiperactivo, De Robertis, que supo rodearse de investigadores muy talentosos y de diversa formación académi-ca. Bioquímicos como Georgina Rodríguez de Lorez Arnais y Carlos J. Gómez, médicos como Amanda Pellegrino de Iraldi, Hersch (Coco) Gerschenfeld, Flora Wald, Eduardo Soto y el propio De Robertis lidera-ban los grupos de investigación, que contaban con un plantel de investi-gadores jóvenes como Julio Azcurra, Dante Chiarandini, Guillermo Jaim Etcheverry, Eduardo Lapetina, Enrico Stefani, Enrique Ochoa, Juana Pasquini, y Jorge Pecci Saavedra, en-tre otros.

De Robertis era por lo general introvertido y parco, no trasuntando sus emociones. Sabía, por ejemplo, que Enrique Ochoa y yo le imitába-

Figura 2. El Profesor Eduardo De Robertis tras entregarme el diploma en la ceremonia de graduación de médico, diciembre de 1968.

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mos, de lo cual se reía cariñosamen-te, pero no en público. La imitación de Enrique Ochoa era absolutamen-te perfecta, inigualable. Más de una vez sus asistentes saltaban de su asiento creyendo que quien abría la puerta del laboratorio con un “Hola, m’hijas” era él, calmándose al verificar que era su doble, Enrique Ochoa…

El creciente prestigio internacio-nal del Instituto por los estudios de fraccionamiento subcelular, histo-química y bioquímica del cerebro, y en particular de las vesículas si-nápticas descubiertas por el mismo De Robertis en EE.UU., atraía como un magneto a visitantes del exterior. Cuando Ulf von Euler, fisiólogo y farmacólogo sueco descubridor de la noradrenalina y las prostaglandi-nas, ganador del premio Nobel de Medicina 1970, nos visitara, confe-só que no esperaba encontrarse con cuatro ultracentrífugas en marcha

simultánea día y noche en el pasi-llo… Entre los visitantes también los hubo a nivel postdoctoral. Uno de ellos fue George Gordon Lunt, quien, a poco de doctorarse en la Universidad de Birmingham en el Reino Unido, se unió al grupo de De Robertis con una beca de la Wellcome Trust, entre 1968 y 1970, volviendo luego entre 1972 y 1974 mediante un programa de intercam-bio Royal Society-CONICET. Por eso coincidimos durante cinco años en el Instituto, desarrollando una gran amistad que perdura hasta la ac-tualidad. Con George publiqué mi segundo trabajo, combinando his-toquímica enzimática con micros-copía electrónica (Barrantes & Lunt, 1970).

EDGARDO MACCHI y LA DIFRACCIóN ELECTRóNICA

Durante mi época de estudiante doctoral, creció mi interés por los

enfoques biofísicos para estudiar el sistema nervioso a nivel molecular. Así fue como llevé muestras de mis experimentos al Centro Atómico Constituyentes, para realizar espec-troscopía infrarroja en el laboratorio de Bonadeo. Pero la más importantes de las actividades “colaterales” fue-ron las que realizamos con Edgardo Macchi, químico pampeano for-mado en el prestigioso Polytechnic Institute of New York University de Brooklyn. Edgardo trabajaba en el Instituto de Fisicoquímica (INIFTA) de La Plata, dirigido en ese entonces por el alemán Hans Schumacher. Durante tres años viajé regularmen-te un día por semana a La Plata en el tren que la unía con la Capital, aprovechando el trayecto para desa-yunar en el salón comedor, y estu-diar. Así conocí a varios profesores como Brenner y Favelukes, quienes viajaban en el mismo horario.

En el INIFTA compartí gratos momentos con el matrimonio Figini (Rubén y Mariana Marx-Figini), y trabé amistad con los físicos que ha-cían cristalografía de pequeñas mo-léculas, entre ellos Eduardo (Pino) Castellanos, quien jugó un papel central en el ciclotrón de Campinas, Brasil. Edgardo Macchi me hizo des-cubrir el deslumbrante mundo de la difracción electrónica, una de las técnicas físicas que produce imá-genes estéticamente impactantes -y breves- de muestras orgánicas: un universo de “estrellas” (el patrón de difracción) simétricamente ordena-das y fugaces -el patrón dura sólo un par de segundos en la pantalla del microscopio. Aplicamos la técnica a las muestras de mis experimentos, pero recién publicamos nuestros resultados años más tarde, cuando Edgardo y su esposa nos visitaran en Alemania (Macchi & Barrantes, 1979).

Figura 3. Jugando con columna cromatográfica de Sephadex en el labora-torio del Instituto de Anatomía General y Embriología, 1970.

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13Jugando con el microcosmos

GREGORIO WEBER

Otro hito crucial en mi vida fue conocer a mi segundo guru, Gregorio Weber. Después de hacer su (primera) Tesis Doctoral (1942) en la Facultad de Medicina de la UBA bajo la dirección de Bernardo Houssay, partió en barco en ple-na Segunda Guerra Mundial hacia Inglaterra. En la Universidad de Cambridge, compartió la tradición iniciada por Luis F. Leloir, Ranwel Caputto, y su compañero de cama-da, Andrés Stoppani. Al igual que este último, Weber realizaría una segunda tesis doctoral en bioquí-mica (1947), bajo la dirección de Malcolm Dixon. Más tarde, Weber siguió a Hans Krebs, ya Nobel de Fisiología y Medicina, a Sheffield, y a comienzos de la década del ´60 fue reclutado por la Universidad de Illinois en Urbana-Champaign.

Gregorio Weber visitó a De Robertis en 1969, y ambos iniciaron una colaboración científica centra-da en el uso de espectroscopía de fluorescencia. De Robertis me eligió para ser el experimentador en di-cha colaboración, lo cual redundó en el privilegio de ser instruido en teoría y práctica de fluorescencia por uno de sus más grandes pione-ros, Gregorio. Del estudio surgió el primer compuesto fluorescente coli-nérgico (Weber y col., 1971). Ese fue el comienzo del vínculo científico, y luego de una profunda amistad con Gregorio, que he relatado en deta-lle en dos monografías (Barrantes, 2011, 2016a).

LA FABULOSA DÉCADA DEL ́ 70: DE CóMO CONOCÍ A MI FUTURA ESPOSA y EL CHURRASCO DE LELOIR

Varias cosas gravitantes sucedie-ron en mi vida personal y científica en esa década. Las mismas se conca-tenan de una manera singular. Una

de ellas fue obtener sendas becas de la Wellcome Trust, y del British Council, que subsidiaron mi viaje a Inglaterra para realizar un breve en-trenamiento en difracción de rayos X con el cristalógrafo J. B. Finean en la Universidad de Birmingham, y asistir a la Harden Conference, en octubre de 1970. Aproveché esta oportunidad para visitar el famoso Laboratorio de Biología Molecular (LMB) del MRC en Cambridge, donde conocí a John Kendrew, y a Maurice Wilkins en King´s College de Londres.

Al regreso de mi viaje, escribí mi informe al representante local del British Council. A vuelta de co-rreo, recibí una invitación para una recepción pre-navideña en su re-sidencia. El día del encuentro, por primera y única vez en mi vida ha-bía ayudado a mi padre en un parto, por lo cual llegué tarde. Coincidí en la puerta de la residencia con una joven, quien también llegaba tarde, por haber asistido a un velorio. Las singulares tardanzas, que parecían responder al Saṃsāra -el ciclo de na-cimiento y muerte de la cosmología budista- sirvieron de inicio a la con-versación... Así nos conocimos con Phyllis, mi futura esposa. Phyllis, nacida en las afueras de Londres, se había recibido de economista en la famosa London School of Economics y trabajaba para el Programa de Desarrollo de las Naciones Unidas (PNUD). Tres años más tarde nos casaríamos en Buenos Aires, antes de partir para nuestra larga estadía en Alemania. Si no hubiese sido por lo “serendípico” de este encuentro, las chances de conocernos hubiesen sido muy bajas…

Además del gusto por las me-todologías biofísicas, mis inclina-ciones temáticas giraban en torno a las membranas biológicas, tema que seguía sistemáticamente. Así fue como en 1970 escribí un artículo de

revisión sobre el tema, que presenté bajo seudónimo, según estipulaba el reglamento del concurso organi-zado por la Asociación Argentina Para el Progreso de las Ciencias. Gané el premio, que consistía en la publicación del trabajo científico en la revista Ciencia e Investigación, y una suma de dinero. El tesorero de la Asociación resultó ser nada me-nos que Luis F. Leloir, quien me citó a su domicilio para retirar el mon-to del premio. Cuando llegué a su departamento, me hizo subir por el ascensor de servicio, que daba a la cocina, donde inesperadamente en-contré a Leloir comiendo con apeti-to un churrasco, en la cocina satura-da con el perfume embriagador del bifecito. Me hizo sentar a la mesa mientras extendía el cheque del pre-mio. Nunca en mi vida volvería yo a experimentar el singularísimo tono de calidez, cercanía -y “experiencia sensorial múltiple”- que enmarcó la entrega de ese, mi primer premio en ciencias…

1972 fue un año poblado de viajes. Visité en Utrecht al profesor A. van Deenen, otro de mis héroes, experto membranólogo y editor de Biochimica et Biophysica Acta. También asistí a un curso teórico-práctico sobre membranas biológi-cas en Berna, donde conocí a dos de mis futuros colaboradores: el austríaco Peter Zingsheim, quien era nuestro instructor en membra-nas artificiales, y el inglés Derek Marsh, otro alumno del curso, con quien luego nos unieran décadas de trabajo colaborativo y nuestras familias sellaran lazos de amis-tad por vida. Y finalmente el curso de Biología Molecular en la Isla de Spetsai, en Grecia, organizado por Brian Clark y Mark Bretscher del MRC de Cambridge, el que me permitió convivir algunos días con uno de los más inteligentes -y ex-travagantes- científicos del siglo XX, Francis Crick. Y jugar el partido de

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fútbol “LMB Cambridge contra el Mundo” (yo jugué para el planeta). Todo esto funcionó como un caldo de cultivo para madurar mi interés en realizar un período postdoctoral en Inglaterra.

Gregorio Weber gestionó una beca de la Organización Panamericana de la Salud para que yo trabajase algunos meses con él en el Departamento de Bioquímica de la Universidad de Illinois. Cuando llegué a Urbana, el mismo día me puse a trabajar en el laboratorio. Ya tarde, de noche, luchando con un quitasato me corté la arteria princi-pal del dedo medio de mi mano iz-quierda -mi mano más diestra- que sangraba copiosamente. Ya muy tar-de, no quedaba nadie en el labora-torio. Afuera, un bedel limpiaba el pasillo; ofició de mensajero al pro-fesor Weber, quien me llevó a una clínica, y me intervinieron quirúr-gicamente. Esa fue la única oportu-nidad en que hablamos en castella-no... Con Gregorio el tiempo voló. Allí conviví con otros “Weberites” de nota: George Mitchell, Richard Spencer, Joe Lakowicz, David Kolb, Greg Reinhart, Fumio Tanaka, Rob MacGregor. Singularizo a Dave Jameson, el científico depositario de la tradición de Weber, dotado de una enorme generosidad y sentido del humor, con quien mantenemos una inquebrantable amistad.

En 1972 comencé mi formación en la Carrera Docente de Medicina. Así conocí a Armando Asti Vera, fi-lósofo y especialista en estudios orientales, quien oficialmente dic-taba el curso de Introducción a la Investigación. En la realidad, nos paseaba por la filosofía en general…

Mi tesis doctoral (1973) amal-gamó lo experimentado en Buenos Aires, Urbana-Champaign, La Plata y el Centro Atómico Constituyentes de la Comisión Nacional de Energía

Atómica, combinando neuroquí-mica con microscopía y difracción electrónica, infrarrojo, difracción de rayos X, espectroscopía de fluo-rescencia, una pizca de farmaco-logía, y mucha diversión. Stoppani fue uno de mis examinadores en la defensa oral. Treinta años más tarde, su discurso me introduciría como Miembro Correspondiente a la Academia Nacional de Medicina.

Mis gestiones epistolares para realizar un post-doctorado en Inglaterra, recibieron una respuesta concreta de Brian Hartley, bioquí-mico que trabajaba en mutagénesis dirigida sobre el fascinante tópico del origen de la vida en el plane-ta. Había sido colega de Weber en Cambridge. Un mediodía se produ-jo un hecho inesperado: De Robertis me invitó a almorzar en su casa. En el ascensor noté un cierto nerviosis-mo, y cuando ascendió la rampa del garaje, haciendo rugir el acelerador de su auto, De Robertis me dijo: “Pancho, Ud. es muy reservado, lo sé, pero debería haberme mante-nido más informado sobre sus pla-nes para Inglaterra… En la reunión de Directorio (CONICET), Luisito (Leloir) nos contó que a Ud. le aca-ban de otorgar una beca de la Royal Society para ir a Cambridge…” Esta sorpresiva revelación produjo un cóctel de neurotransmisores en mi cerebro, resultando en una mezcla de alegría reprimida y vergüenza por mi omisión involuntaria. En el almuerzo, ya sereno, De Robertis me daba consejos sobre mi futura estadía…

GREGORIO WEBER CATALIZA MI FUTURO

Una carta de Gregorio Weber, quien estaba haciendo un sabáti-co en Europa, cambió mi destino. Gregorio había conocido a Tom Jovin, un joven investigador discí-pulo de Arthur Kornberg, reclutado

por Manfred Eigen en Göttingen. En su carta, Gregorio sugería que me pusiese en contacto con Tom, quien estaba reclutando gente para el de-partamento que comenzaba a lide-rar. Lo hice, y Tom respondió con una generosa oferta, proveyendo los fondos para que viajara antes de fin de año para incorporarme a su gru-po. Consultado Gregorio, su segun-da carta sopesaba los pros y contras de uno y otro destino, indicando -sorprendentemente para mí, dada su propia trayectoria- predilección por Alemania. Seguimos su consejo, y en el lapso de tres meses Phyllis y yo nos habíamos casado y empacá-bamos para el nuevo destino.

MI SEGUNDA “DÉCADA DE ORO”: EL INSTITUTO MAX-PLANCK DE BIOFÍSICO-QUÍMICA DE GöTTINGEN

Inicialmente no programada con tanta extensión, mi estadía en el Instituto Karl Friedrich Bonhoeffer en la colina de Nikolausberg, en Göttingen, más conocido con el nombre indicado en el subtítulo, constituyó el período más relevante y fructífero de mi carrera científica y de los más felices de mi vida en el plano personal. Constituyó inicial-mente una suerte de segunda luna de miel con Phyllis, con viajes a los Alpes suizos y luego a Hungría y la entonces Yugoslavia. Nuestros tres hijos, Alexandra, Caroline y Diego, nacieron en Göttingen y cursaron allí las primeras etapas de escolari-dad primaria. Creamos sólidos vín-culos de amistad que perduran hoy, adoptando una actitud proactiva de integración, cosa que recomiendo a quien tiene miras de pasar una es-tadía prolongada en el extranjero y tengo la oportunidad de aconsejar. Desde el ángulo científico, duran-te mi estadía en Göttingen (1973-1982), tuve la suerte de establecer contactos con científicos de enor-me calidad profesional y humana.

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15Jugando con el microcosmos

A los tres meses de estar trabajando con Tom Jovin, me ofreció la posi-bilidad de incorporarme a la plan-ta científica del Departamento de Biología Molecular, con un cargo de la Sociedad Max-Planck, una oferta muy generosa que acepté.

También aceptamos con Phyllis la invitación de Tom para mudar-nos al castillo medieval (¡1368!) de Berlepsch. Manfred Eigen, direc-tor del Departamento de Cinética Química, amigo del conde de Berlepsch, había gestionado el uso de departamentos del castillo. Éste, ubicado en las cercanías del pue-blito de Witzenhausen sobre el río Werra, distaba casi 30 km del ins-tituto, pero bien valía la pena el doble viaje diario. Vivimos en el castillo varios años, coincidentes con los nacimientos de Alexandra y Caroline. El afable conde Hubertus von Berlepsch nos traía la correspon-dencia en su motoneta. Inolvidables e idílicos recuerdos.

Manfred Eigen había recibido el Premio Nobel en 1967, a la edad de 40, por sus descubrimientos sobre cinética rápida, que yo empezara a cultivar bajo la dirección de Tom en el estudio del receptor de acetilcoli-na (stopped-flow y salto de tempera-tura). Regularmente asistí a los “Tee Seminare” (seminarios de la hora del té) en el Departamento dirigido por Eigen, una experiencia intelectual que nos paseaba por distintas disci-plinas, con invitados de primer nivel. Manfred, sentado al fondo del salón, siempre hacía una o dos preguntas incisivas, medulares, al final de cada exposición. Sigue siendo hoy, a los 91 años, el científico que para mí reúne las mayores condiciones de genio entre los que he conocido. En esa época los trabajos científicos para los Proceedings de la Academia de Ciencias se enviaban exclusiva-mente a través de sus miembros. Él lo hizo con tres de mis trabajos, y en

esas ocasiones su curiosidad y saga-cidad sobre temas ajenos a su cam-po sencillamente me deslumbraron.

Mi primera época en Göttingen me permitió dos visitas al Instituto Pasteur para trabajar con otro cien-tífico excepcional, Jean-Pierre Changeux, gracias a sendas becas de la Organización de Biología Molecular Europea (EMBO).

Desde el comienzo de la estadía en Göttingen establecí contactos con Erwin Neher y Peter Zingsheim ( D e p a r t a m e n t o d e S i s t e m a s Molecu la res ) , Be r t Sakmann (Neurobiología), y Derek Marsh (Espectroscopía). Compartí oficina con un gran fisicoquímico y amigo, Bob Clegg, paradigma de la sim-patía y poseedor de una solidísima formación. Y caí en cuenta que pro-fesionalmente una de las actividades que me producían mayor placer era el establecer colaboraciones con enfoques complementarios. De allí surgió una de las primeras demostra-ciones experimentales sobre la exis-tencia de “lípido anular” rodeando la sección transmembrana en una proteína integral (Marsh y Barrantes, 1975), y otro en el que combinamos la síntesis química de compuestos fluorescentes específicos del siste-ma colinérgico, con estudios de mi-croscopía de fluorescencia y elec-trofisiología, con Tom Jovin y Bert Sakmann (Barrantes y col., 1976), ambos presentados al Proceedings por Manfred Eigen.

Por ese entonces Erwin y Bert pu-blicaban su trabajo seminal sobre el uso de la técnica electrofisiológica de patch-clamp utilizando el recep-tor de acetilcolina como paradigma (Neher & Sakmann, 1976), que les conduciría al Premio Nobel en 1991. Fue precisamente nuestra temática común -el receptor de acetilcoli-na- y nuestra conocida amistad las que indujeron a que el director del

Departamento de Neurobiología, Otto Creutzfeldt, propusiera al Directorio colegiado del Instituto, la creación de un grupo independien-te por el período de cinco años, que se denominó Grupo “Biofísica de Membranas” o “Barrantes-Neher-Sakmann”, con la anuencia de Tom Jovin, Hans Kuhn y Otto, los direc-tores de los departamentos “paren-tales”, y nos proveyeron un gene-roso subsidio. Independientemente de la ayuda que aseguraba nuestro financiamiento por el quinque-nio, me pareció importante como vehículo de integración el aplicar independientemente a subsidios propios. Esto requirió un esfuerzo en el aprendizaje de la redacción de proyectos en idioma alemán, y su defensa viva voce en varios fo-ros, actividad ésta en la que tuve como “entrenador” a mi amigo Kai Gottschaldt, electrofisiólogo pre-cozmente fallecido pocos años más tarde. El esfuerzo se vio recompen-sado con un importante apoyo de un consorcio de investigación espe-cializado (Sonderforschungsbereich) sobre “Sinapsis” del Consejo de Investigación alemán (Deutsche Forschungsgemeinschaft).

ESTUDIOS DE FLUORESCENCIA DEL ACHR in vitro E in situ

Lo que aprendiera de espectros-copía de fluorescencia con Gregorio Weber constituyó la base del tra-bajo experimental que desarrollé con Tom Jovin en el Max-Planck de Biofisicoquímica en Göttingen, consistente en el diseño y uso de compuestos fluorescentes para estu-diar el nAChR. Hans-Jörg Eibl sinte-tizó derivados del pireno, con largos tiempos de vida media, y con Bert Sakmann los utilizamos para estu-diar in situ la distribución del nAChR en la unión neuromuscular, en uno de los primeros estudios que com-binaron fluorescencia y electrofisio-logía (Barrantes y col., 1975). Junto

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con el entonces estudiante de tesis turco Yusuf Tan y mi postdoc espa-ñol Bernat Soria-Escombs, emplea-mos más tarde estos compuestos para estudiar in vitro la interacción antagonista-receptor mediante téc-nicas de fluorescencia de cinética rápida, como el salto de temperatura (Tan y col., 1980a,b; Tan y Barrantes, 1980), y con el inglés Mike Dowdall introdujimos su uso como potentes inhibidores de los recaptadores de colina en la presinapsis colinérgica (Dowdall y col., 1976).

En otra serie de investigaciones realizadas con Robert Bonner y Tom Jovin en Göttingen recurrimos a la fluorescencia intrínseca del nAChR

como fuente de señal física. Esto constituyó un innovador y técnica-mente muy demandante enfoque de mínima perturbación para estudiar la interacción nAChR-ligando, que nos permitió utilizar el neurotrans-misor natural, la acetilcolina (caren-te de fluorescencia) explotando la fluorescencia de los residuos de trip-tófano en la proteína receptora -cla-ra influencia de Gregorio. Pudimos de este modo dilucidar la cinéti-ca de desensibilización inducido por agonistas (Bonner y col., 1976; Barrantes, 1976). Silvia Antollini en Bahía Blanca ha sido la brillan-te continuadora de esta tradición “Weberiana”, cultivando la espec-troscopía de fluorescencia in vitro

como herramienta fundamental de trabajo.

L A M I C R O S C O P Í A ELECTRóNICA y PROMEDIADO DE MOLÉCULAS INDIVIDUALES A PRINCIPIOS DE LA DÉCADA DEL ´80. TRABAJOS CON JOACHIM FRANK, PREMIO NOBEL DE QUÍMICA 2017

Durante mi estadía en Göttingen establecí fructíferas colaboracio-nes científicas, una de las cuales condujo a las primeras descrip-ciones estructurales del nAChR en su membrana nativa. Estos estu-dios fueron realizados junto con Peter Zingsheim, Joachim Frank y

Cuadro 1. Los receptores de acetilcolina nicotínicos

Los receptores de acetilcolina nicotínicos (nAChRs) son proteínas-canales selectivos para cationes, cuya función es mediar la neurotransmisión química excitatoria. Tanto en la sinapsis periférica –la unión neuro-muscular o la electroplaca de los peces eléctricos- como en las sinapsis colinérgicas del sistema nervioso central, los nAChRs constituyen uno de los principales receptores de neurotransmisores, traduciendo la señal química mediada por acetilcolina (ACh) e imitada por una de las principales drogas de adicción, la nico-tina. El nAChR es una proteína pentamérica, y cada una de sus 5 subunidades contiene cuatro segmentos transmembrana hidrofóbicos, de 20-30 aminoácidos de longitud, denominados M1-M4. Hemos postulado que, además de estas dos regiones principales del nAChR, hay un tercer dominio importante localizado en la interfase lípido-proteica, que incluye a las porciones de la proteína expuestas a los lípidos, por un lado, y los lípidos circundantes al nAChR, por otro (Barrantes 2003, 2004). Estos últimos corresponden a la región del cinturón de lípidos (“ánulo”) ubicada en el perímetro inmediato del nAChR, originalmente descubierta y caracterizada por primera vez en términos de su selectividad y estequiometría (Marsh & Barrantes, 1978).

Cuadro 2. La acetilcolina, neurotransmisor natural, y las drogas que actúan sobre el nAChR

El nAChR posee dos sitios de unión para el neurotransmisor endógeno, la acetilcolina. Tales sitios son de distinta afinidad y están ubicados en la interfase entre las subunidades α-ε (α-γ en el receptor muscular embrionario) y α-δ. Compuestos como la α-bungarotoxina o la d-tubocurarina son antagonistas competitivos del AChR. Los indios de las cuencas del Orinoco y del Amazonas envenenaban la punta de sus flechas con el extracto del curare para la caza, introduciendo así este alcaloide en el armamentarium farmacológico coli-nérgico. Alexander von Humboldt, en 1805, estableció algunas de las fuentes botánicas del curare en varias especies de árboles de Strychnos. Fue recién en la década del ‘40 cuando se emplearon por primera vez compuestos del curare en anestesiología. Otro grupo heterogéneo de compuestos, entre los que se encuen-tran anestésicos locales, drogas alucinógenas como la fenciclidina, la clorpromazina, anestésicos generales y algunos alcoholes, se comportan como antagonistas o inhibidores no competitivos del canal del nAChR, ya sea bloqueando el canal iónico o favoreciendo la transición del nAChR a su estado termodinámicamente más estable, el desensibilizado.

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17Jugando con el microcosmos

Dorothea Neugebauer, mediante mi-croscopía electrónica de alta resolu-ción combinada con reconstrucción de imágenes por promediado de moléculas individuales. Esta original combinación nos permitió describir la estructura del nAChR con una resolución de 1.8 nm a comienzos de la década del ’80 (Zingsheim y col., 1980a,b; 1982a). Pudimos así establecer la asimetría de la proteína (Zingsheim y col., 1982a) y más tar-de localizar los dos sitios de unión de la α-bungarotoxina (Zingsheim y col., 1982b). Joachim Frank se hizo acreedor al Premio Nobel de Química en 2017, precisamente por el desarrollo de las técnicas de pro-mediado de imágenes que aplicára-mos a poco de su creación en esta serie de trabajos.

MI RETORNO AL PAÍS: BAHÍA BLANCA

El profesor Rodolfo Brenner, dis-tinguido bioquímico y lipidólogo, fue quien me hizo saber que el Instituto de Investigaciones Bioquímicas de Bahía Blanca (INIBIBB) estaba acé-falo, ocupando interinamente su dirección desde Buenos Aires el profesor Héctor Torres. Aclaró el Dr. Brenner que ya existía un postulan-te con abultados antecedentes, pero me estimuló a presentarme al con-curso de director. Para mi sorpresa, recibí la invitación del CONICET para visitar el Centro Regional de Investigaciones de Bahía Blanca, del cual era parte el INIBIBB. Tras múlti-ples entrevistas, regresé a Alemania, y a comienzos de 1983 recibí la confirmación de mi entrada en la Carrera del Investigador Científico del CONICET como Investigador Principal y como director del Instituto. Tenía 39 años. Al poco tiempo se realizó el concurso para optar al cargo de profesor titular de Bioquímica. El jurado fueron Luis Federico Leloir, Alejandro Paladini y Juan Dellacha. Concluido el exa-

men, Leloir me dio sabios consejos sobre cómo encarar la conducción de un instituto. Puso especial énfasis en señalar que las tareas administra-tivas no deberían distraerme de la investigación...

Mi entusiasmo al regresar al país coincidió con el retorno de la demo-cracia; se vivía una época de gran optimismo en múltiples órdenes, no siendo la ciencia ajena a este esta-do de ánimo colectivo. El INIBIBB, entonces un instituto de creación

reciente, estaba altamente especia-lizado en bioquímica de lípidos. Heredé no sólo la dirección del instituto como tal, sino la de todos los becarios e inclusive, de varios investigadores jóvenes, cuyas temá-ticas ya estaban determinadas, razón por la cual tuve que compenetrarme acerca de las mismas. Fue un perío-do sumamente formativo en todos los aspectos.

Figura 4. En el balcón del Consulado Argentino en Hamburgo, familia en pleno, renovando el pasaporte. En el sentido de las agujas del reloj: Phyllis, yo, Caroline, Alexandra y Diego. 1980.

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CIENCIA E INVESTIGACIÓN - RESEÑAS - TOMO 6 Nº 4 - 201818

EL INIBIBB EN EL CONTEXTO INTERNACIONAL: CENTRO DE EXCELENCIA y CÁTEDRA UNESCO

Mis conexiones con Göttingen se mantuvieron y reforzaron a tra-vés de un subsidio de la Fundación Volkswagen con Tom Jovin, que catalizó su primera visita a la Argentina, oportunidad que permi-tió su encuentro con el presidente en ejercicio, Raúl Alfonsín. Otro proyecto con Derek Marsh fue apo-yado por el Servicio de Intercambio Académico Alemán (DAAD) y per-mitió la visita de Hugo Arias, profe-sional del CONICET y luego uno de mis tesistas doctorales, al laborato-rio de Espectroscopia de Derek en Göttingen.

En 1988 recibí una agradable sorpresa: me habían otorgado el Premio de Biología de la entonces denominada “Academia de Ciencias del Tercer Mundo” (TWAS). Ese año los premios en las varias discipli-nas científicas fueron entregados por Abdus Salam, premio Nobel de Física paquistaní fundador y presi-dente de la Academia. El día de la ceremonia Salam me invitó a almor-zar. A pesar de la enorme dificultad suya para articular palabras, y mías para oír su casi inaudible voz (Salam padecía ya un estado avanzado de Parkinson), sus incisivas preguntas sobre la quiralidad de aminoácidos posiblemente llevaron todo mi cau-dal sanguíneo de la zona gástrica a la corteza cerebral. Sencillamente, no esperaba esas preguntas almor-zando con un físico teórico, por más genial que fuese... Al año siguiente, me sorprendió nuevamente al ver en la revista Nature una publicación notable de Salam sobre el tema…

Mi contacto con la TWAS, que se prolonga ya por varias décadas, me permitió conocer además del gravi-tante Abdus Salam a otros grandes científicos, entre ellos algunos ar-

gentinos notables. Uno de ellos fue Juan José Giambiagi, uno de los más importantes gestores de la física en América Latina, quien en ese enton-ces se desempeñaba en el Centro Latinoamericano de Física de Río de Janeiro (CLAF). El otro, el bahiense César Milstein, al que me referiré luego. La TWAS incluyó temprana-mente al INIBIBB entre las institu-ciones de investigación destacadas del cono sur, y entre las primeras de Argentina, con la denominación “Centro de Excelencia”, calificación otorgada también, más tarde, por el South Center de Ginebra, Suiza.

Otro reconocimiento importan-te para el INIBIBB fue el estableci-miento de la Cátedra UNESCO de Biofísica y Neurobiología Molecular (véase Barrantes, 2001), logro que contó con el aval de varias universi-dades latinoamericanas. La Cátedra catalizó la visita de investigadores de todas partes del mundo y el dic-tado de cursos de estas disciplinas científicas con asistencia de decenas de estudiantes de América Latina, África, y otras geografías. Visitantes como Anthony Watts del Depto. de Bioquímica de Oxford y Manuel Prieto del Instituto de Fisicoquímica de Lisboa, lo hicieron en más de una oportunidad; John Nichols, de Trieste; Andreas Schoenle, Lars Kastrup, Markus Dyba, Stefan Jakobs, y Erwin Neher, de Göttingen, quien recibiera el doctorado honoris causa de la UNS; el neurobiólogo Richard Keynes, bisnieto de Darwin, y profesor en Cambridge; Enrique Rodríguez Boulan, de Cornell; Juan Bacigalupo, Ramón Latorre, del CECS en Santiago de Chile; Michael Adams, de la Univ. de California en Riverside; E. Jiménez, de la Univ de las Filipinas; Michael White, de la Univ. de Filadelfia; Amit Chattopadhya, de Hyderabad, India; o Tom Kirchhausen, de Harvard, en-tre otros.

Durante dos períodos no con-secutivos integré el Directorio de la International Society for Neurochemistry (ISN), teniendo a mi cargo el Comité de Ayuda en Neuroquímica, lo cual me permitió trabajar junto a varios científicos en la reinserción de jóvenes investiga-dores que intentaban retornar a sus países de origen, en otorgar ayu-das para la compra de instrumental científico, o en la distribución de colecciones enteras de revistas en países de bajos recursos, tareas muy similares a las que me tocaran luego como vicepresidente de la TWAS. Recibí de Berndt Hamprech, presi-dente de la ISN, el pedido de orga-nizar el congreso de esta sociedad en Buenos Aires, que tuvo lugar en 2001, coincidentemente con la he-catombe financiera del país.

Una de las visitas más recordadas al INIBIBB y a Bahía Blanca fue la de César Milstein. Un día recibí su lla-mada telefónica desde Cambridge. “Pancho, un grupo de ginecólogos me invitan a un congreso en Bahía. Si me organizas actividades con los es-tudiantes y un par de seminarios so-bre mi especialidad, voy”. César era oriundo de Bahía, pero nunca había regresado a su ciudad natal, donde todavía vivía su padre, Lázaro. Logré que la Universidad Nacional del Sur le otorgase el Doctorado honoris causa. No sin dificultades, porque contrariamente a cualquier expec-tativa lógica, el Consejo Superior de la Universidad opuso una notable resistencia, aduciendo que César había renunciado a su nacionalidad, entre otros argumentos aún más ob-jetables. Solicité al rector de la UNS que me permitiese exponer ante el Consejo, lo cual finalmente incli-nó la balanza a favor del honoris causa… César había pedido que le consiguiéramos dos bicicletas. En su primer día en Bahía, emprendieron el camino a nuestro instituto en las afueras de la ciudad, distante 7 km

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19Jugando con el microcosmos

del hotel. Sucedió algo inesperado y extraordinario: la gente en la ca-lle reconocía a su ciudadano ilustre, aplaudía desde la vereda, y cuando pasó frente a la universidad una mul-titud de estudiantes se integró a la caravana, siguiendo a César y Celia a pie... Ya en el instituto, el salón donde se realizaría su exposición estaba totalmente desbordado; a puertas abiertas, una muchedumbre se agolpaba en el hall y los pasillos y se extendía hasta las escalinatas externas. Este homenaje espontáneo fue para César el mejor recuerdo de su visita, junto con la emoción de Lázaro, su padre, cuando César reci-bía el título en la universidad…

INTRODUCCIóN DE LA METO-DOLOGÍA DEL patch-clamp EN LA ARGENTINA

Al regresar al país en 1982 tra-je conmigo instrumental para im-plementar la técnica electrofisiólo-gica de patch-clamp, desarrollada por mis compañeros de aventura en el grupo de Biomembranas en Göttingen, Bert Sakmann y Erwin Neher, por cuyo desarrollo reci-bieran el Premio Nobel. El contar con el primer picoamperímetro -hecho inédito hasta entonces en Latinoamérica- contribuyó a la for-mación de los primeros becarios en dicho campo científico: Cecilia Bouzat (1986-1991), Laura Zanello (1986-1995) y Gabriela Amodeo (1987-1989). Afortunadamente varios electrofisiólogos de nota, como el británico Paul Adams de la Universidad de Stony Brook en Nueva York, o Héctor López de Córdoba, contribuyeron iniciática-mente a la formación de esta prime-ra generación de electrofisiólogos de canal único.

Los estudios que iniciáramos en Alemania con el español Manuel Criado nos permitieron establecer

por métodos bioquímicos que la translocación iónica mediada por el receptor de acetilcolina requiere la presencia de colesterol y fosfolípi-dos cargados negativamente (Criado y col., 1982, 1984). Sobre esta base una de mis más destacadas discípu-las, Cecilia Bouzat, llevó a cabo una extensa serie de estudios de patch-clamp que permitieron establecer que la conformación del receptor adecuada para la activación del ca-nal es sensible al ambiente lipídico y que la capacidad de la proteína de censar los lípidos estaría locali-zada en la interfase lípido-proteica (Bouzat y col., 1998). Esta serie de estudios confirmó la capacidad del microambiente lipídico y en par-ticular de los esteroles de modular la función del canal iónico asocia-do con el nAChR. La Dra. Bouzat desarrolló una brillante carrera científica, siendo en la actualidad Investigadora Superior del CONICET y Vicedirectora del INIBIBB, habien-do sido acreedora al Premio L´Oreal de Paris otorgado a mujeres destaca-das a nivel mundial. Y el INIBIBB ya goza de una cuarta generación de electrofisiólogos de canal unitario...

L O S S A B Á T I C O S , M O L D E A D O R E S D E “CIUDADANOS DEL MUNDO” DE NUESTROS HIJOS

Mis casi tres décadas al frente del INIBIBB tuvieron dos períodos sabáticos: en 1986 la familia partió rumbo a Long Island, donde pasa-mos algunos meses, yo trabajando con el brillante Paul Adams, en el Departamento de Neurobiología de la State University of New York (SUNY) gracias a subsidios de la Ford Foundation y de la Howard Hughes que Paul acababa de obtener. Con Paul organizamos una conferencia en el Neurosciences Institute de la Rockefeller University, para discutir el tema del receptor de acetilcolina. A mi regreso organizamos una re-unión científica importante en San Martín de los Andes (Figura 5).

El segundo sabático respondió a una invitación de Nigel Unwin, del LMB en Cambridge, apoyado por la Royal Society y el Human Frontier Science Program de Japón. Comenzó en pleno invierno, en época de vacaciones escolares de nuestros hijos, quienes rechinando

Figura 5. Con Gregorio Weber en San Martín de los Andes, en ocasión del International Workshop on "Acetylcholine receptors and related membra-ne proteins: current strategies and future developments". Bahía Blanca and San Martín de los Andes, Argentina, Septiembre 1988.

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los dientes asistieron a la escuela local en Cambridge… (años más tarde lo apreciarían con cariño). Con Nigel intentamos aumentar la cristalinidad de sus especímenes tubulares mediante manipulación de los lípidos, con el fin de mejorar la resolución de la crio-microscopía electrónica del nAChR. La ciencia se complementó con los encuentros con César Milstein y su mujer Celia, Virgilio (Ari) Lew y Teresa, y Alberto Kauman -el “círculo íntimo”. César había “educado” a un carnicero lo-cal sobre cortes de carne al estilo argentino, y los encuentros gastro-nómicos se alternaban con sesiones musicales (Ari al violín y Alberto, eximio organista, al piano). También en Cambridge la hora del té era cru-cial, imperdible, por los encuentros que la infusión oriental catalizaba: Aaron Klug, Fred Sanger, o Max Perutz al alcance de la mano.

Una anécdota inolvidable de ese sabático fue la invitación de Nigel para asistir al “Feast” navideño en su College, Trinity. Había que ves-tir de etiqueta. Compré un saco de segunda mano en Oxfam, y Richard Henderson me prestó un pantalón. Me presenté en el 19-20 Portugal Place (“The Golden Helix”), la casa de Nigel Unwin que perteneciera a Francis Crick, y que este último visi-taba en verano. “Y el chaleco?” pre-guntó Nigel. Faltaba esa prenda cla-ve. “No es problema” agregó. Subió al altillo, y volvió con 3 ó 4 opcio-nes. Elegí el más pequeño, pero aun así me llegaba muy por debajo del borde inferior del saco… ¡Eran cha-lecos de Francis Crick!

REGRESO A LA MICROSCOPÍA: CONTACTO CON EL JOVEN STEFAN HELL y MIS INICIOS EN NANOSCOPÍA

La Fundación Alexander von Humboldt me otorgó el premio homónimo en 1999 para visitar mi

alma mater alemana, en Göttingen. Tras acompañarme a la ceremonia de premiación y simposio anual en Bamberg, Erwin concertó en Göttingen entrevistas con los líderes de laboratorios de microscopía. Mi elección no fue fácil, pues se tra-taba de científicos de primer nivel. Uno de ellos acababa de regresar de Turku, Finlandia, reclutado por Tom Jovin para liderar un grupo joven. Sus ideas me parecieron brillantes, y el interés en colaborar fue recíproco. Así comenzó un vínculo profesional y de amistad con Stefan Hell. Stefan había concebido y desarrollado conceptos teóricos sumamente no-vedosos y ambiciosos para superar la barrera de difracción óptica, una ley física que Ernst Abbe formulara en 1873 -escrita en piedra en el mo-numento erigido en su nombre en Jena. Dicha ley establece la distan-cia de 200 nm como límite inferior para discernir dos estructuras simi-lares en el microscopio óptico. No era sorprendente, por tanto, que las ideas seminales del joven Hell (Hell & Wichmann, 1994) fueran conside-radas herejías inicialmente, cuando el dogma era que la óptica de los microscopios de luz estaba resuelta desde el siglo XIX...

JITU MAyOR y LA FASCINACIóN DE LA INDIA

En una de las reuniones anuales de la TWAS Obaid Siddiqui, pione-ro en el uso de la Drosophila para estudios de comportamiento ani-mal y fundador del Centro Nacional de Ciencias Biológicas (NCBS) en Bangalore en 1992, me invitó a vi-sitar la India. Allí establecí una co-laboración con Satyajit (Jitu) Mayor, un biólogo que acababa de regresar a su país natal tras su doctorado en Rockefeller y postdoctorado en Cornell. Esta colaboración involu-cró a dos de mis becarios, Ramiro Massol (hoy en Boston) y Virginia Borroni (hoy en Bahía Blanca), quie-nes realizaron estadías de varios me-ses en Bengaluru. Mis visitas ya lle-gan a la docena, atraído por la cien-cia y la cultura india. La esposa de Jitu es cineasta, lo cual nos permitió a Phyllis y a mí conocer el riquísimo mundo del arte del subcontinente indio, desde su música clásica has-ta el cine experimental. La ciencia en el NCBS es superlativa, y Jitu un cultor de primer nivel de la biología celular, quien pese a su juventud ya es miembro de la Academia de Ciencias de EE.UU. Hemos publica-do un trabajo con su grupo (Kumari y col., 2008). Jitu calificó a Virginia

Figura 6. Con Erwin Neher en Göttingen, 2003.

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Borroni como “la mejor becaria que había trabajado en su laboratorio”. Totalmente cierto: Virginia es una investigadora muy inteligente y ta-lentosa.

LA CONSTRUCCIóN DEL PRIMER MICROSCOPIO óPTICO DE SUPERRESOLUCIóN EN LA ARGENTINA

En los años que siguieron la mi-croscopía de luz experimentó una verdadera revolución, impulsada por Stefan Hell en Europa, y William Moerner y Eric Betzig en EE.UU. Tuve la fortuna de ser testigo, en sucesivas visitas, de los avances en el campo, de la concreción de sus ideas, trasladadas del papel a su im-plementación experimental, en lo que se convertiría en el microscopio de superresolución en sus modali-dades 4-Pi (que mejora la resolución en el eje Z) y de emisión estimulada, “STED” (stimulated emission deple-tion, que lo hace en el plano X,Y).

Uno de mis discípulos más ta-lentosos, dotado de una gran inteli-gencia, Javier Baier, viajó becado a Alemania y juntos realizamos expe-rimentos que se concretaron en las primeras observaciones nanoscópi-cas de un receptor de neurotransmi-sor (Kellner y col., 2007), y una de las primeras de una proteína in situ en la superficie de una célula. La colaboración con Stefan se extendió a la construcción del primer micros-copio óptico de superresolución en la Argentina (y en Sudamérica) con su ayuda y la de más de una docena de sus colaboradores.

MI HOJA DE RUTA

A poco de reinsertarnos en Buenos Aires recibí el ofrecimiento de la Universidad Católica Argentina (UCA) para integrarme al Programa de Investigaciones Biomédicas, lo que coincidiera con las etapas fina-

les de la construcción de sus labora-torios, que nada tienen que envidiar a los mejores del sistema Max-Planck o de las universidades americanas de vanguardia. Iniciado por Tomás Santa Coloma, el grupo constaba de 3 investigadores hace 5 años; hoy se ha transformado en el Instituto de Investigaciones Biomédicas, de doble filiación (UCA-CONICET), con un vertiginoso crecimiento: ya somos 22 investigadores de planta, 15 becarios, y 10 profesionales del CONICET.

En la actualidad, alrededor del 9% de la población mundial supera los 65 años. Las proyecciones indi-can que para el año 2050 esta cifra se duplicará. Dentro de la franja eta-ria de los mayores de 65, los sajones hablan de los “oldest old”, refirién-dose a los mayores de 80. Esta sub-población, curiosamente no se du-plicará en este período, sino que se triplicará, pasando de alrededor de 150 millones a 450 millones. La fa-ceta negativa de este progreso es que muchas de las enfermedades con las que se enfrenta el siglo XXI concier-nen a trastornos neurodegenerativos del sistema nervioso central, y en particular, las demencias, cuyo ries-go aumenta claramente con la edad. Hoy, cada 3 segundos se produce un nuevo caso de demencia en el mundo. Las consecuencias sobre la economía, los sistemas de salud, y el andamiaje social en general son inevitables, y ya han adquirido es-cala global.

Dada mi parcela del saber, la hoja de ruta que me he trazado par-te de dos hipótesis: La primera es que varias enfermedades neurode-generativas cursan en forma clínica-mente asintomática con alteraciones de la transmisión nerviosa mediada por neurotransmisores químicos, en la sinapsis; la segunda hipótesis es que dichas alteraciones preceden la degeneración y muerte neuronal.

Por ende, la comprensión detallada del funcionamiento de la sinapsis y de cómo las anomalías de dicho funcionamiento (“sinaptopatías”) conducen a la enfermedad, consti-tuyen los pilares para el desarrollo de biomarcadores aplicables en es-tadios precoces, presintomáticos, y para el diseño y síntesis de drogas para combatir la enfermedad en sus estadios de manifestación clínica.

Gran parte de nuestros esfuerzos actuales están orientados a estos te-mas. En el caso de la enfermedad de Parkinson, tratamos de entender, a través de enfoques de farmacolo-gía molecular, los mecanismos de acción de drogas que actúan sobre el sistema colinérgico central (Pérez-Lloret y Barrantes, 2016; Pérez-Lloret y col., 2016, 2017), así como en aspectos genéticos de la patolo-gía (Pérez-Lloret y col., 2018). En la enfermedad de Alzheimer, nos inte-resa la relación entre los efectos del colesterol sobre el receptor de ace-tilcolina con factores de riesgo ge-nético de padecer Alzheimer, como es el caso de ciertas isoformas de la proteína ApoE, dentro del marco de la hipótesis que vincula ciertas dis-lipidemias del colesterol con el de-sarrollo inicial de la patología mole-cular de esta enfermedad (Barrantes y col., 2010; Borroni y col., 2016; Barrantes, 2018). Por otro lado, es-tudiamos el comportamiento de mo-léculas individuales del receptor de acetilcolina mediante microscopía de super-resolución en células vivas, siguiendo su movilidad y agregación (Mosqueira y col., 2018), comporta-mientos cuyas alteraciones podrían conducir a estados disfuncionales. Intentamos así transitar el puente transdisciplinario entre investiga-ción neurobiológica básica y la clí-nica neurológica (Sanz y col., 2018).

BIBLIOGRAFÍA SELECCIONADA

(para listado completo de las citas,

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CIENCIA E INVESTIGACIÓN - RESEÑAS - TOMO 6 Nº 4 - 201822

ver http://uca.edu.ar/es/instituto-de-investigaciones-biomedicas/labora-torios-de-investigacion/laboratorio-de-neurobiologia-molecular/publi-caciones-y-otros-logros)

Barrantes, F.J., Sakmann, B., Bonner, R., Eibl, H., and Jovin, T.M. (1975) 1-pyrene-butyrylcholine: A fluorescent probe for the cholinergic system. Proc. Natl. Acad. Sci. U. S. A. 72, 3097-4001.

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Barrantes, F.J. (2016). Gregorio Weber’s Roots in Argentina. In: D.M. Jameson (ed.), Perspectives on

Fluorescence: A Tribute to Gregorio Weber, Springer Ser. Fluoresc. 17: 17–40, Springer International Publishing Switzerland.

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Bonner, R., Barrantes, F.J., and Jovin, T.M. (1976) Kinetics of ago-nist-induced intrinsic fluorescence changes in the membrane-bound acetylcholine receptor. Nature 263 429-431.

Marsh, D. and Barrantes, F.J. (1978) Immobilized lipid in acetyl-choline receptor-rich membranes

from T. marmorata. Proc. Natl. Acad. Sci. U. S. A. 75, 4329-4333.

Mosqueira, A., Camino, P.A. & Barrantes, F.J. (2018). Cholesterol modulates acetylcholine receptor diffusion by tuning confinement so-journs and nanocluster stability. Sci. Reports 8, 11974.

Pérez-Lloret, S. & Barrantes, F.J. (2016). Deficits in cholinergic neuro-transmission and their clinical corre-lates in Parkinson’s disease. Nature Parkinson´s Disease 2, 16001.

Zingsheim, H.P., Barrantes, F.J., Frank, J., Haenicke, W., and Neugebauer, D.-Ch. (1982) Direct structural localization of two toxin-recognition sites on an acetylcholine receptor protein. Nature 299. 81-84.

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SEMBLANZA

¿Por dónde empezar? Es la pre-gunta que me hice cuando me in-vitaron a realizar una semblanza de Osvaldo Barsky, que con gusto acepté a pesar del desafío que plan-teaba.

El personaje no es simple, tiene múltiples aristas e intereses y en to-dos se ha destacado con una pasión y capacidad de trabajo difícil de imitar, dejando huellas profundas a nivel nacional e internacional y en varias generaciones de investigado-res en ciencias sociales.

A ello se agrega una amistad de muchos años en la que no son pocas las deudas en enseñanzas, oportu-nidades y generosidad que segura-mente diluyen la supuesta objetivi-dad con que trato de borronear estas líneas.

Lo conocimos junto a Humberto Mascali, ambos en ese momento be-carios de CONICET, en un seminario al que asistimos en Buenos Aires en los primeros años del retorno de la democracia. Osvaldo había vuelto con su familia al país desde una lar-ga estancia en Quito, Ecuador, don-de se desempeñaba como funciona-rio de FLACSO. Humberto nos pre-sentó, recordándome los excelentes trabajos que habían escrito sobre el agro pampeano Barsky, Ciafardini y Cristiá en la década de 1970. Época

OSVALDO BARSKypor Mario Lattuada

en la que un casi adolescente Barsky militaba activamente en política, en los centros de estudiantes, en la estructura del Partido Comunista y, posteriormente, como uno de los ac-tores principales en la escisión que condujo a la creación del Partido Comunista Revolucionario.

Compromiso y militancia lo lle-varon en los años de la dictadura mi-litar a tomar el camino del exilio ha-cia Ecuador, donde además de com-partir el espacio intelectual con des-tacados investigadores argentinos y latinoamericanos, como Miguel Murmis, Eduardo Archetti, Eugenio Díaz Bonilla entre otros, revolucio-naron el campo de los estudios agra-rios en Ecuador y Latinoamérica. Sus trabajos sobre la reforma agraria ecuatoriana y las transformaciones del campesinado en ese país son el producto de algunas de las investi-gaciones desarrolladas, así como la formación de decenas de jóvenes in-vestigadores que fueron alumnos de

la exitosa y prestigiosa maestría de FLACSO Quito.

En 1986, Osvaldo, con su simpa-tía y cordialidad habitual, nos reci-bió en el Centro de Investigaciones sobre el Estado y la Administración (CISEA) donde coordinaba el grupo de estudios agrarios como si nos co-nociéramos de toda la vida. Nos sor-prendió al comentar en forma entu-siasta los libros que cada uno de no-sotros habíamos publicado ese año. Claro, más tarde confirmaría este rasgo que lo caracteriza: todo, abso-lutamente todo de lo que se publica en los campos de su interés, son ad-quiridos, analizados y comentados antes de que la tinta se seque.

El período CISEA (1984 – 1990) fue uno de los más importantes en la gestación de trabajos sobre el sector agropecuario argentino. No hubo antecedentes previos y, me atrevería a decir, que los importan-tes esfuerzos posteriores no iguala-ron la concentración de masa crítica y producción relevante sobre temas agropecuarios de la Argentina que se realizaron en ese período. Martin Piñeiro, Eduardo Trigo, Jorge Sábato, Edith Obschatko, Roberto Martínez Nogueira, Felipe Solá, Ignacio Llovet, Arnaldo Bocco, Tomás Bulat son sólo algunos de los nombres que marcaron esta edad de oro de los estudios rurales, políticas públi-

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cas y corporaciones en la Argentina. A ellos se sumaron en un proyecto común lo más granado de los in-vestigadores del INTA en distintos campos para generar un obra am-plia y profunda sobre el desarrollo agropecuario pampeano en sus as-pectos tecnológicos, productivos y sociales.

Las tesis que contradecían la visión del estancamiento pampea-no, la reconstrucción de la evolu-ción del pensamiento agrario en la Argentina, así como la demostración del proceso de desconcentración de la propiedad fundiaria constitu-yen los aportes más sustantivos de Barsky y sus equipos en ese perío-do, implicando una ruptura con las concepciones predominantes hasta el momento.

Paralelamente, como no podía ser menos, Osvaldo se hizo cargo de la Maestría en Estudios Sociales Agrarios de FLACSO, sede Buenos Aires, la cual ha continuado hasta la actualidad con éxito y prestigio en la formación de posgrado, y puso en marcha Ruralia, revista de estudios sociales agrarios, con amplia reper-cusión en el medio a partir de la pu-blicación de trabajos de excelencia sobre el agro argentino y latinoame-ricano.

En la década de 1990 asume con igual pasión las tareas de pro-motor y gestor de las políticas de mejoramiento de la calidad univer-sitaria, participando en el diseño y ejecución del Fondo para el mejo-ramiento de la Calidad Universitaria (FOMEC) y luego en la construc-ción institucional del sistema de acreditación de posgrados en la Comisión Nacional de Evaluación Universitaria (CONEAU). Abrazará con igual intensidad este nuevo campo de conocimiento y ampliará a partir de ese momento sus líneas

de investigación sobre la educación universitaria, con especial referencia a dos universos hasta ese momento desconocidos: los postgrados en la Argentina, y las capacidades de investigación en las universidades privadas. Tarea que profundizaría al asumir posteriormente la dirección de investigaciones de la Universidad de Belgrano y en la actualidad como director del Centro de Altos Estudios en Educación Superior de la Universidad Abierta Interamericana. En este último caso, además, fundó la revista Debate Universitario y fue el artífice de la constitución de un doctorado en educación superior integrando universidades nacionales estatales y privadas, y especialistas nacionales e internacionales, con la participación de algunos de los refe-rentes más destacados del área.

Por supuesto que esta nueva lí-nea de investigación no desplazó su interés por lo rural. Este hombre nunca fue bueno para restar o divi-dir, siempre le gustó sumar o multi-plicar. A comienzos del presente si-glo, inició con producción propia y de discípulos y colegas, en particu-lar historiadores a quienes siempre ha reconocido en un estado superior de dedicación y meticulosidad en el trabajo investigativo, la publica-ción de una colección de libros que dan cuenta de las etapas históricas del capitalismo del agro pampea-no. Una tarea extraordinaria, en la que he sido tentado varias veces a participar con el objeto de revisar y actualizar en coautoría el perío-do del primer peronismo, pero en la que nunca hemos encontrado el tiempo o la oportunidad de concre-tar. Probablemente por dos razones: una porque el ritmo avasallador de trabajo de Osvaldo y su revisión de miles de obras y materiales produ-ce en los simples mortales un efecto de parálisis ante una aplanadora y, otra, porque, probablemente, tengo

el presentimiento de que no nos hu-biésemos puesto de acuerdo en al-gunas de las virtudes y defectos de las políticas de ese período.

En cualquier caso, hubo otros valientes y capaces que como el historiador Jorge Gelman, se suma-ron al trabajo y conjuntamente con Osvaldo publicaron una “Historia del agro argentino. Desde la con-quista hasta finales del siglo XX”. Un trabajo que constituye una mi-nuciosa y profunda sistematización, revisión crítica, articulación y sínte-sis de las contribuciones realizadas por cientos de autores en períodos y temas fragmentarios, que la hacen una obra de referencia ineludible.

En cada área de interés en que ha participado, Barsky ha sido crea-dor de un combo que resulta funda-mental para consolidar los campos de conocimiento en que ha incur-sionado: constitución de equipos de trabajo, fundación de revistas aca-démicas y colecciones editoriales, y puesta en marcha de posgrados de alta calidad académica. Así ocurrió con la problemática rural y actual-mente con la educación superior universitaria.

Pero no todo es trabajo. A Osvaldo también le gusta distenderse y tener sus tiempos y espacios para algún hobby. Claro que en su particular entendimiento del esparcimiento y lo lúdico está el escribir junto a su hijo una biografía de Carlos Gardel, probablemente la más importante y rigurosa que se haya publicado, de sólo 943 páginas, y convertirse en un referente sobre la historia de este ídolo popular argentino.

Este recorrido nos habla de una personalidad extraordinaria. Inteligencia, generosidad, dedica-ción, capacidad de trabajo inagota-ble. Sobre todo, una honestidad in-

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25Semblanza

telectual y una pasión manifiesta sin filtros por el proyecto que en cada momento lo involucra; rasgo que según los auditorios puede generar reacciones encontradas. Sin lugar a dudas, nadie puede quedar indife-rente ante la huella que deja.

Pero, no todas son bondades. Osvaldo Barsky tiene defectos. Todo sería perfecto si no fuese por un sentimiento que nos separa irre-mediablemente. Él es un leproso fa-nático de Newell´s Olds Boys y yo un tímido simpatizante canalla de

Rosario Central, una grieta que abre el clásico del fútbol de la ciudad de Rosario, de donde ambos somos oriundos, que sólo nos ha permitido superar la mutua admiración por el juego de Lionel Messi.

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CIENCIAS SOCIALES. PASIÓN POR LOS LIBROSPalabras clave: Historia y sociología rural. Educación superior. Vida y obra de Carlos Gardel.Key words: History and rural sociology. Higher education. Life and work of Carlos Gardel.

Hacer un balance de mi produc-ción en el área de ciencias sociales me implica revisar etapas y procesos en que orígenes familiares, vivencias personales, incluida la militancia política, explican y se confunden inevitablemente con aportes estric-tamente académicos. Organizaré la información en forma temática y etapas temporales que permitan también explicar la lógica del abor-daje de la diversidad de temas (es-tudios agrarios, de educación supe-rior y sobre la vida y obra de Carlos Gardel).

LOS ORÍGENES FAMILIARES

Mis padres iniciaron su vida en el contexto de una sociedad agraria en la que ocupaban roles diferen-tes. Mi madre, nacida en 1915 era una de los 12 hijos de una familia chacarera arrendataria de origen piamontés, que se desplazaba terri-torialmente en la medida en que los contratos vencían. Conoció a mi pa-dre cuando estaban asentados en la colonia cuya cabecera era el pueblo de Saira, cercano a Marcos Juárez, Provincia de Córdoba. En esa locali-dad mi padre, nacido en 1914, uno

de 8 hijos varones, trabajaba con el suyo en la casa de ramos gene-rales de su propiedad que abastecía integralmente a los colonos y aco-piaba sus cosechas. Allí se casaron en 1936. Una ecuación que me ligó tempranamente con mis abuelos pa-ternos en las visitas a Saira, y a una chacra situada entre Las Varas y Las Varillas en la provincia de Córdoba, donde finalmente se había asenta-do mi familia materna, en que mi abuela encabezaba el núcleo fami-liar dado la muerte prematura de mi abuelo al estallar una máquina tri-lladora a vapor, accidente muy co-mún en esa época.

La inserción directa en la reali-dad agraria, particularmente en la chacra donde se desarrollaba la típi-ca agricultura extensiva de la región pampeana combinada con un tam-bo y algo de producción ganadera, fue una introducción en vivo en la temática agraria donde no faltaban referencias a los aspectos sociales. Después de años de deambular por distintos establecimientos, las leyes que empezaron a instrumentarse en 1942 de congelamiento de arrien-dos y prohibición de los desalojos, y

la eliminación de las limitaciones a la producción ganadera, habían per-mitido una explotación estable con capacidad de expandirse. Mi abuela era una fuente inagotable de relatos de los maltratos de los administrado-res, por ejemplo prohibiendo tener una vaca más de la autorizada para alimentar a los hijos pequeños así como su control riguroso de la co-mercialización de las cosechas. Por el lado de mi padre, la gran crisis de los años 30 había impactado fuerte-mente en el establecimiento paterno, la fuga de los colonos arrendatarios de sus campos sin poder afrontar las deudas fue un aspecto central de su sensible reducción económica. Se había transformado en una tienda y desaparecieron las funciones de acopio y abastecimiento general a los colonos.

Esta situación económica deter-minó que no hubiera allí espacio para la inserción de mis padres. Luego de probar suerte en Villa María, donde mi padre salía en auto a vender ropa a los colonos, a través de un hermano consiguió trabajo como viajante en una importante firma distribuidora de tela y ropa de

Osvaldo BarskyInvestigador Principal del CONICET (Jubilado)Director del Centro de Altos Estudios en Educa-ción de la Universidad Abierta Interamericana

[email protected]

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27Ciencias sociales. Pasión por los libros

situada en Rosario y se fue a ejer-cer a Villa María (Córdoba) donde trabó relación con la dirección del movimiento denominado Juntas de Defensa de la Producción orienta-do por el Partido Comunista que se desarrolló entre 1934 y 1936. De este movimiento sólo existen en la academia los estudios para el Chaco (ver “Movimiento social y alianza de obreros y campesinos. Chaco (1934-1936)” de Nicolás Iñigo Carrera y Jorge Podestá, Centro Editor de América Latina, 1991). León Barsky en su libro “Y maduró la espiga” (Editorial La Barca, 1958) describiría a este movimiento en el que partici-pó, el único relato existente sobre el mismo en la zona pampeana.

La influencia del mayor de los hermanos, médico, fue muy fuerte. Ya en Rosario la participación en la organización de la solidaridad con los republicanos españoles en su lu-cha contra el franquismo entre 1936 y 1939 incorporó a mis padres a un movimiento nacional de gran peso social y político.

Los libros de la biblioteca de mi padre y el diario, me convirtieron en un lector apasionado. Por ejemplo, compartí con mi hermano la com-pra de 42 libros de Julio Verne cuya combinación de novelista con co-nocimientos geográficos y tecnoló-gicos me marcaron fuertemente. La cercanía de mi casa en el centro de Rosario con la Biblioteca Argentina, con una sala de literatura infantil primero y luego una gran hemero-teca que me permitía consultar los periódicos y por ejemplo leer apa-sionadamente en directo el desarro-llo de la segunda guerra mundial, incentivaron mi curiosidad por los hechos históricos.

ESTUDIOS y MILITANCIA POLÍTICA

Mi médico pediatra y amigo de

mi padre Juan Ingallinella fue deteni-do por la policía de Rosario el 17 de junio de 1955 y torturado hasta mo-rir. Ello provocó grandes moviliza-ciones estudiantiles y fue mi primera participación en política. Cursaba el primer año de la escuela secundaria en el Superior de Comercio sito en Boulevard Oroño entre Mendoza y 3 de Febrero, de donde una mani-festación estudiantil partió y en la calle Córdoba fue interceptada y disuelta por una feroz represión de la policía montada. Terminé en una verdulería. En 1958 me sumé a los movimientos estudiantiles secunda-rios que acompañaron las moviliza-ciones contra la sanción del artículo 28 que legalizaba a las universida-des privadas argentinas. En 1960 co-mencé a estudiar en la Facultad de Ciencias Económicas de Rosario lo más cercano a la carrera de econo-mía que era la Carrera de Contador Público. En primer año se dictaba un Pre-Seminario de Investigación. En el mismo había que elegir un tema. Motivado seguramente por mis antecedentes familiares, elegí la problemática agraria argentina. En la biblioteca Argentina encontré una gran cantidad de libros que me permitieron armar una ambiciosa propuesta sobre “la cuestión agraria argentina”. La abundante bibliogra-fía no habitual para un estudiante de primer año, impresionó a los profesores. Circuló en la facultad la versión de la supuesta “calidad” del trabajo, y el Centro de Estudiantes al que me había afiliado recientemen-te, me pidió una conferencia sobre el tema. Mi éxito ante una nutrida e inesperada concurrencia tuvo que ver con la impunidad de mis 17 años combinada con la gran igno-rancia que existía en los estudiantes sobre los temas agrarios.

Mis siguientes años como mili-tante estudiantil y político fueron de gran intensidad. Incluyen en 1967 un viaje a la Unión Soviética como diri-

Rosario. Mi padre era un trabajador infatigable y con el tiempo sumó a esta actividad la fabricación de ca-misas con el sistema de trabajo a do-micilio de los distintos actores que participaban en la confección de es-tas prendas (cortador, costureras que hacían diferentes piezas de acuerdo a su especialidad, planchadoras). Mercadería que luego vendía a los negocios que visitaba como viajan-te. Con esta estrategia logró acumu-lar un capital y asociado con dos so-cios que aportaban capital alquilar un local y vivienda en pleno centro de Rosario en 1946 para poner la fá-brica de camisas.

Mi padre había cursado hasta 5° grado y mi madre tenía una base elemental dada por los maestros ru-rales que recorrían las chacras en la época, y fue mi padre el que le ense-ñó a leer y escribir adecuadamente. Sin embargo en mi casa había una razonable biblioteca y un hábito de lectura muy importante para la épo-ca: se recibía diariamente el diario “La Capital” de Rosario. ¿De dónde había surgido y consolidado esta in-quietud? Su explicación viene del costado de la política.

Mi padre cuando era todavía viajante militaba en el Sindicato de Empleados de Comercio a par-tir de su incorporación al Partido Comunista. Esta incorporación se remontaba a otra saga familiar. El mayor de los ocho hermanos, León Barsky, médico y autor de nove-las y cuentos había sido el puente para que los jóvenes de Saira fue-ran adoctrinados por un linyera, un francés de apellido Guillot, que durante meses les explicaba con el apoyo de libros marxistas y anar-quistas los temas de la explotación del hombre por el hombre y de las injusticias sociales que dominaban el mundo y a nuestro país. Luego es-tudió en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional del Litoral,

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gente de la Federación Universitaria Argentina en una delegación que in-cluía a la lingüista Ivonne Bordelois por la Liga Humanista y al médico Lepanto Bianchi por los gradua-dos reformistas, además de un es-tudiante humanista. Luego a la Unión Internacional de Estudiantes, en Praga, donde nos sorprendió la muerte del Che Guevara. En estos viajes aprecié en directo la grave decadencia del llamado “socialismo real”. Un movimiento social impor-tante en que participé fue “el rosaria-zo” que se inició el 16 de mayo de 1969 con la muerte de Adolfo Bello, estudiante de mi facultad con quien tenía que compartir ese sábado un examen de Matemáticas Financiera. Fue una verdadera explosión social donde tuve una activa presencia in-tegrándome en la organización de las principales manifestaciones.

EXPERIENCIAS LABORALES y COMIENZO DE LA PRODUCCIóN ACADÉMICA

En e s to s años (1970-72 ) , con Carlos Crist iá y Horacio Ciafardini participamos como Equipo Económico del Grupo de Planeamiento Integral dirigido por Horacio Premoli que tuvo a su car-go los estudios de base de los Planes Reguladores de las ciudades de la Provincia de Santa Fe. En estos estu-dios hacíamos análisis del contexto rural lo que nos permitió acumular valiosa información proporcionada por la Dirección de Estadísticas de la Provincia de Santa Fe. Descubrimos allí, al analizar la evolución de la producción y los rendimientos de los principales cultivos, que se ha-bía producido una importante ex-pansión en la década del 60 de ambas variables, lo que mostraba el desarrollo de grandes transfor-maciones en el agro santafecino. También fuimos contratados jun-to a Edgardo Ferrer, por la Editorial Biblioteca para la redacción de un

estudio sobre el sector agropecuario de la Provincia de Santa Fe, y para la redacción de un estudio sobre la in-fluencia económica del Río Paraná.

Con los nombrados y Roque Caggiano creamos en 1970 el Centro de Trabajadores Intelectuales (CTI). La vuelta al país de Horacio Ciafardini fue un aporte decisivo. Entre otras actividades venía de tra-bajar con el gran economista polaco marxista Michał Kalecki que se es-pecializó en macroeconomía y de-sarrolló gran parte de los principios que sostendría posteriormente John M. Keynes, y Charles Bettelheim, in-fluyente economista francés. Fue un factor decisivo para la calidad y ri-gurosidad académica del grupo. Ello incluía un depurado uso del lengua-je ya que Ciafardini era un destacado lingüista que dominaba a la perfec-ción numerosos idiomas. Dedicados con intensidad al estudio de las obras de Adam Smith, David Ricardo, Karl Marx, Rosa Luxemburgo, Nicolai Bujarin, Rudolf Hilferding, Piero Sraffa, Kalecki, Betthelheim, Maurice Godelier, Maurice Dobb y otros, el seminario permanente fue un verdadero posgrado en teo-ría económica. En 1971 la editorial Fondo de Cultura Económica de México llamó a un concurso sobre el tema “Las empresas multinaciona-les en el desarrollo e integración de Latinoamérica” y eso hizo que pro-dujéramos un documento al que lla-mamos “Dependencia, integración y monopolios en América Latina” que en un tiraje limitado hicimos circular en el ámbito académico. La Editorial Periferia lo quiso publicar pero mis colegas querían incorporar un capítulo sobre el imperialismo soviético en América Latina, de lo que no había respaldo empírico. Al disentir conmigo al respecto, el libro nunca se publicó.

Otra línea de investigación es-tuvo relacionada con las transforma-

ciones recientes del agro pampeano. Para ello nos apoyamos en el mate-rial reunido en los estudios realiza-dos para los Planes Reguladores. Nos reuníamos en unas oficinas situadas encima del estadio de lar-ga historia de boxeo Rosario Norte, que pertenecía al ingeniero Pedro J. Cristiá que había presidido la Confederación General Económica y a donde llegaba gran cantidad de publicaciones de los organismos es-tatales entre ellas las del INTA.

En junio de 1971 publicamos en la Revista Polémica editada por el Centro Editor de América Latina de gran difusión nacional, un fascículo denominado “Producción y tecnolo-gía en la región pampeana”. Fue un gran avance para el estado de los es-tudios académicos sobre el agro en el país, centrados en una polémica que pretendía explicar el atraso del desarrollo agrario y su incapacidad de ser fuente de las divisas necesa-rias que precisaba la economía na-cional. Nuestros estudios y nuestros datos nos mostraban que se habían producido cambios relevantes en el grado del desarrollo capitalista agrario, en su estructura económico-social y particularmente en el creci-miento de su producción asociado a constantes y crecientes cambios tecnológicos. La discusión nacional estaba dominada académicamente por un debate que partía de la no-ción de “estancamiento” del agro pampeano y en base a la misma se construirían en 1973 políticas fisca-les para motivar respuestas produc-tivas que en realidad ya se estaban dando. Nuestro estudio no fue teni-do en cuenta y se avanzaron igual en estas políticas que tendrían ne-fastas consecuencias en la construc-ción creciente de un conflicto agro-pecuario y nacional que influiría en procesos políticos más globales.

En 1971 con Edgardo Ferrer y el historiador Carlos Alberto Yensina

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29Ciencias sociales. Pasión por los libros

publicamos otro fascículo en la co-lección Polémica del Centro Editor de América Latina “Los sindicatos y el poder en el período peronista”. El trabajo mostraba que existieron dos etapas sobre el rol de las organiza-ciones sindicales en su relación con el estado en este período. En la pri-mera, entre 1943 y 1946 la alianza del movimiento sindical con el equi-po gobernante le permitió actuar con márgenes de autonomía que denominamos de tipo reformista. En la segunda etapa, hasta la caída del gobierno peronista, el equipo gober-nante eliminará todo margen de au-tonomía y colocará a la burocracia sindical directamente al servicio del aparato del estado.

Para realizar los estudios vincu-lados con el traslado de la ciudad de Federación que quedaría cu-bierta por el Lago Salto Grande al construirse la represa, el Instituto Autárquico de Planeamiento y Vivienda (IAPV) de Entre Ríos formó una comisión técnica especial en-cabezada por el Arq. Walter Grand. En noviembre de 1972 me sumé a la misma con la responsabilidad de realizar los estudios económicos. Se comenzó por un estudio en profun-didad de la industria manufacturera de Federación. Los resultados fueron incorporados a un extenso informe donde se delineaban los avances del proyecto. Se planteó un proce-so de análisis de la estructura de la economía regional, un estudio de la dinámica y el comportamiento de la economía local y proyecciones so-bre el funcionamiento futuro de la economía del área.

Con la llegada del gobierno de Héctor Cámpora el 25 de mayo de 1973, asumieron en la provin-cia de Entre Ríos Enrique Tomás Cresto como gobernador y Dardo Pablo Blanc como vice gobernador. Extendieron una hora la duración de la jornada de los empleados públi-

cos y simultáneamente se dictó en 1974 una ley nacional que elimina-ba su estabilidad. Se desarrolló un importante movimiento con gran-des movilizaciones en la ciudad de Paraná, y se formó un Comité de Lucha del cual fui presidente, ha-blando en nombre de los empleados públicos en la sesión parlamentaria que debatió la temática. Esta partici-pación me significó la rescisión de mi contrato.

Ya desde 1972 dirigía a grupos de estudios de “El Capital”, a partir de un esquema elaborado con Horacio Ciafardini. Dábamos en forma inte-grada la teoría del valor, la plusva-lía y la ganancia (introduciendo el debate de la transformación de los valores en precios) lo que permitía una visión dinámica y no dogmática como manejaban muchos autores marxistas.

Durante el año 1974 inicié mis actividades docentes y de investi-gación en la Universidad Nacional del Litoral con categoría de Profesor asociado de Economía Agraria de la Escuela de Agronomía, situada en Esperanza. También fui Profesor titular y Coordinador del Área de Sociedades Contemporáneas, en la Facultad de Ciencias de la Educación los años 1974 y 1975 y me incor-poré como personal del programa Ciencia y Técnica de la Universidad, en un estudio del sector avícola de las Provincias de Santa Fe y Entre Ríos.

El 1 de julio de 1974 murió el presidente Juan Domingo Perón y asumió como Presidenta Isabel Martínez de Perón. Se intervinieron las universidades, entre ellas la del Litoral. En la Facultad de Ciencias de la Educación fue designada decana una persona cuyo antecedente más relevante era ser maestra de labo-res y responsable de un Costurero Evita. Apenas asumió fuimos des-

pedidos numerosos docentes, en-tre ellos algunos de peso relevante en la sociedad santafecina, como la historiadora Molina, hija del im-portante dirigente de la Democracia Progresista Luciano Molina. Ante la reacción pública generada la deca-na fue reemplazada por un escriba-no. Nos retomaron a todos pero en mi caso el escribano me llamó para decirme que no tenía más remedio que cesantearme porque no enten-día que tenía que ver un economista coordinando un curso de Historia de Sociedades Contemporáneas. Ante mi respuesta de que seguramente tenía más relación que la existente entre la historia y la escribanía se re-dondeó el despido.

En 1975, dado que mientras nos cesanteaban en algunas facultades nos tomaban en otras o en proyec-tos de Ciencia y técnica, el rector de la Universidad del Litoral dictó una resolución dejando cesantes de cualquier cargo que ocuparan a una larga lista de docentes. Una aberra-ción desde el punto de vista de la justicia laboral pero a la medida del autoritarismo del sector del peronis-mo en el poder.

Quedé entonces sin traba-jo. Pero por poco tiempo. Recibí la visita en Paraná, donde vivía, de Ana Geymonat que me trajo un ofrecimiento para trabajar en Villa Mercedes en la Universidad Nacional de San Luis para dictar ma-terias de economía e impulsar estu-dios agrarios. El rector de la univer-sidad era Mauricio López1 miembro del Consejo Mundial de Iglesias y su peso político le había permitido re-sistir a la ola de intervenciones desa-tada por el gobierno de Isabel Perón. Comencé en 1976 a trabajar como Profesor titular, dedicación exclusi-va, en la Escuela de Administración.

El 24 de marzo de 1976 se pro-dujo el golpe de estado que derrocó

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CIENCIA E INVESTIGACIÓN - RESEÑAS - TOMO 6 Nº 4 - 201830

al gobierno de Isabel Martínez de Perón asumiendo una Junta Militar encabezada por Rafael Videla el control del poder político nacional Quedé entonces sin trabajo hasta que sorpresivamente recibí una lla-mada del director del departamento de Administración de la Universidad del que dependía planteándome que mi designación como profesor había quedado frenada junto con la de su hermano en el despacho del rector Mauricio López que desde marzo había sido desplazado de su cargo y detenido con prisión domiciliaria. Que los militares de Aeronáutica bajo cuya jurisdicción había queda-do la Universidad (por la presencia de la base aérea de Villa Mercedes) no habían encontrado antecedentes políticos míos (dado que estaba re-cién llegado) y que si yo estaba de acuerdo la resolución se confirmaba y podía tomar mi cargo.

Con escasa conciencia de la magnitud de la represión, acepté y comencé a dictar clases desde me-diados de abril de 1976. Fueron mo-mentos muy duros. Varios docentes del departamento fueron detenidos y una noche en que con un colega nos encontrábamos en la estación terminal de ómnibus, un grupo de suboficiales de la base aérea suma-mente alcoholizados comenzaron a jactarse como habían matado a otro de los profesores del departamento unos días antes.

Afortunadamente yo había con-cursado para hacer la Maestría en Sociología Rural del Consejo Lat inoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO) que en su se-gunda edición se dictaría en con-venio con la Pontificia Universidad Católica del Ecuador situada en Quito. Lo dirigía Eduardo Archetti, el destacado antropólogo argenti-no al que había conocido cuando él hacía sus investigaciones en la Universidad del Litoral sobre los

productores “farmers” del norte de la Provincia de Santa Fe2. En la pri-mera semana de junio tomé el avión para Ecuador donde iniciaría otra etapa decisiva en mi formación y producción científica.

ESTUDIOS y PRODUCCIóN ACADÉMICA EN EL ECUADOR.

La Maestría tenía un diseño in-terdisciplinario muy rico que incor-poraba temáticas asociadas a la pro-ducción animal y vegetal, con las de historia latinoamericana, economía, estadística, sociología y antropo-logía rural y numerosos seminarios especializados. Además de Archetti y Kristi Anne Stölen, nombres como los de Miguel Murmis, Sempat Assadourian, Heraclio Bonilla, José Bengoa, Segundo Moreno, Néstor Lavergne, Eugenio Díaz Bonilla en-tre otros marcaban el alto nivel de la actividad.

En septiembre fue detenida en Rosario y trasladada a Paraná prime-ro y luego a Villa Devoto, mi señora, Raquel Cristina Gacek. Había des-enterrado con un colega de un jar-dín los libros de nuestra biblioteca para quemarlos antes de organizar su partida al Ecuador y los denun-ció un vecino. Mis padres trajeron a mis hijos a Quito, y en enero de 1977 ella fue liberada y pudo viajar, reponerse físicamente de las tortu-ras y vejámenes sufridos y reiniciar con admirable coraje y tenacidad su carrera como psicóloga, contri-buyendo fuertemente al desarrollo del psicoanálisis en el Ecuador. Ese período fue de gran impotencia por-que era imposible volver, lo que se confirmaría por los interrogatorios a que fue sometida, y donde mi nom-bre aparecía encabezando una orga-nización inexistente a partir de los cursos que había dado de estudio de El Capital.

Mientras terminaba de cursar

las materias, en octubre de 1976 ingresé como profesor-investigador a la Sede Académica de Ecuador de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales. Ello me facilitó asociar mi proyecto de tesis a una estrategia institucional y contar con recursos materiales que me permi-tieron contratar varios ayudantes de investigación dado el ambicio-so proyecto que desarrollaría. La tesis, dirigida por Eduardo Archetti y el generoso apoyo intelectual de Miguel Murmis, que había asumido como director de investigaciones de FLACSO, denominada “Iniciativa te-rrateniente en el pasaje de hacienda a empresa capitalista: el caso de la sierra ecuatoriana. (1959-1964)” era un planteo novedoso y alternativo a las interpretaciones vigentes sobre las transformaciones de las hacien-das en América Latina. La misma ubicaba a una fracción terrateniente como apta para responder, a nivel de la unidad de producción, a las nuevas condiciones de estímulo del mercado nacional por su creciente expansión, y a nivel social y políti-co, capaz de imponer una estrategia adecuada a sus intereses en las parti-culares condiciones de la década de 1969 en Ecuador. Esta problemática se inscribía dentro de la discusión sobre las vías o caminos posibles de pasaje de un sistema estructurado por relaciones pre-capitalistas a un agro capitalista. Dentro de este de-bate la tesis trataba de aportar ele-mentos que contribuyeran a alterar la visión tradicional de inmovilidad e incapacidad del sistema de ha-ciendas por modificar el nivel de de-sarrollo de las fuerzas productivas y la estructura social que le es propia. Se abordaban los procesos de cam-bio que se dieron en las haciendas de la sierra ecuatoriana a partir de la entrega de huasipungos a los cam-pesinos por iniciativa terrateniente, pero para entender el proceso social era necesario penetrar en las formas en que estos sectores propietarios

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31Ciencias sociales. Pasión por los libros

nización. Fui posteriormente con-sultor del Programa Regional de Empleo para América Latina y el Caribe (PREALC) para la realización de estudios sobre los procesos de comercialización de leche, trigo, arroz y carne en el Ecuador. A es-tos materiales le dimos perspectiva académica y publicamos los artícu-los “Caracterización de estructuras de clase en el agro ecuatoriano”, en colaboración con Ignacio Llovet y Miguel Murmis, y “Procesos de co-mercialización agraria y estructura regional de clases”, en colabora-ción con Eugenio Díaz Bonilla. En estos trabajos introducimos visiones alternativas a las dominantes en el análisis de estos procesos, mostran-do su heterogeneidad de acuerdo al tipo de producto y la capacidad de retener excedentes y facilitar la capi-talización de sectores de menor ta-maño en la esfera comercial, como los pequeños intermediarios en la producción de papas, en muchos casos de menor tamaño que muchos campesinos.

Como consultor para la OEA en procesos de desarrollo rural traba-jé intensamente entre 1979 y 1982 junto a Eugenio Díaz Bonilla, Carlos Furche y Roberto Mizrahi quienes llevaban adelante un importante pro-yecto de Desarrollo Rural Integral en zonas de colonización. Con los mis-mos elaboramos el libro “Políticas agrarias, colonización y desarrollo rural en el Ecuador”, que presen-taba como novedad metodológica una experiencia que llamamos de proyecto-proceso, alternativa a la forma tradicional de desarrollar los proyectos, realizando acciones con las comunidades afectadas al mismo tiempo que se hacían los estudios, de manera de mantener movilizados a los actores.

Desde FLACSO avanzamos en una investigación sobre “Tecnología y cambio social: las haciendas le-

cheras del Ecuador”, en colabora-ción con Gustavo Cosse culminando con un libro publicado en 1981 con ese título. Se analizaban las trans-formaciones de las haciendas, los cambios tecnológicos, los nuevos actores y el desarrollo de políticas estatales específicas.

También desde 1980 fui contra-tado por el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA), (proyecto PROTAAL) como Director del Proyecto “Estudio de cambios tecnológicos en los campe-sinos del Carchi, Ecuador”. En esta investigación desarrollada conjun-tamente con Ignacio Llovet y cola-boradores se avanzó sobre el estu-dio de la producción de papa en el norte del Ecuador, y los cambios tec-nológicos y sociales que se habían producido. En 1984 publiqué el li-bro “Acumulación campesina en el Ecuador”. El título era una provoca-ción sobre las ideas dominantes en las visiones vigentes que planteaban la imposibilidad de los campesinos de capturar excedentes y expandir sus escalas productivas a través de la incorporación de tecnologías di-visibles y por lo tanto a su alcance, dadas por la introducción de nue-vas variedades, fungicidas e insec-ticidas. Un análisis detallado de las unidades y sus estrategias demostra-ba que eran posibles estos procesos exitosos. La literatura internacional sobre el tema tardaría algunos años en revisar sus posiciones y en ese sentido el estudio tuvo repercusio-nes más allá del ámbito nacional.

En el Centro de Planificación y Estudios Sociales (CEPLAES) dirigí el Proyecto “Cambios en la hacienda y situación de la mujer campesina”, convenio con la Fundación Ford en los años 1981 y 1982. En colabora-ción con Lucía Salamea y Patricia de la Torre, se analizaba la moderniza-ción hacendal y los nuevos roles de la mujer campesina. Publicamos en

rurales se expresaban a través de sus organismos corporativos y como in-fluenciaban en las decisiones estata-les, moldeando las leyes de Reforma Agraria dictadas en 1964 y 1972.

Dado el equipo que colaboró con la búsqueda de material fue posible relevar una información ex-haustiva sobre las haciendas en la Dirección Nacional de Avalúos y Catastros y recoger una valiosísima descripción de los procesos relata-dos por administradores de hacien-das y campesinos a los encuesta-dores del Ministerio de Agricultura y Ganadería en 1976, que permitió reconstruir los procesos de transfor-maciones en forma detallada para 28 haciendas de un cantón (Cayambe) representativo de los procesos ana-lizados, y para las haciendas del grupo de los Plaza, líderes de la modernización agraria. También ex-plorar la legislación y debates en el Palacio Legislativo Nacional y fichar el diario “El Comercio” desde 1959 a 1964. La tesis permitió la construc-ción de numerosos artículos y capí-tulos de libros difundidos en el país y en el ámbito latinoamericano.

Con egresados y profesores del curso de la Maestría de CLACSO y otros investigadores, fundamos en 1977 el Centro de Planificación y Estudios Sociales (CEPLAES) que desarrolló una intensa actividad. Publiqué allí “Terratenientes y de-sarrollo capitalista en el agro” en colaboración con Miguel Murmis y José Bengoa y “Ecuador, cambios en el agro serrano” (editor) convenio FLACSO-CEPLAES en que recogía-mos síntesis de las tesis generadas en el curso de CLACSO.

Paralelamente realicé algu-nas consultorías en comerciali-zación agropecuaria contratado por la Organización de Estados Americanos (OEA) en proyectos de desarrollo rural en zonas de colo-

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1984 el libro “Mujer y transforma-ciones agrarias en la Sierra ecuato-riana” abordando pioneramente es-tudios sobre la temática.

Fui contratado como investigador de la Universidad de Cornell (USA), para el proyecto “Estudio de los sis-temas de producción campesina en la Provincia de Imbabura, Ecuador”; Ecuador, en 1982 y 1983 trabajan-do en colaboración con Donna Goldstein de dicha universidad. Fui Miembro del grupo de expertos convocado por la Food Agricultural Organization (FAO) y la Agencia de Desarrollo Alemana (DSE) para elaborar sugerencias dirigidas a la preparación de la II Conferencia Mundial de Agricultura; Feldafing, Alemania, 1983.

Como docente en FLACSO Sede Quito, dicté “Economía I”, “Sujetos sociales y modelos de desarrollo en el agro”, y “Políticas estatales en el agro” en la I Maestría en Estudios del Desarrollo, 1979, y en la II Maestría en 1982. En ambas actividades diri-gía diversas tesis sobre el agro ecua-toriano. Asumí como Coordinador de Investigaciones de la Facultad Lat inoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), Sede Quito du-rante 1983 y 1984.

Finalmente, y como un cierre de mis actividades académicas en Ecuador, preparé un libro denomi-nado “La reforma agraria ecuatoria-na”. El título del libro hacía alusión a la integridad de las reforma del agro ecuatoriano, no sólo la rela-cionada con la sanción de dos leyes de Reforma Agraria, sino a la tota-lidad de procesos de transformacio-nes tecnológicas y productivas, que habían cambiado radicalmente la situación del agro nacional. Retomé los estudios que había trabajado en los diversos proyectos señalados y le incorporé nuevos análisis que le die-ran una dimensión histórica más ex-

tensa. Este trabajo integral mereció varias reediciones de la Corporación Editora Nacional y tuvo amplia re-percusión nacional e internacional. Todavía hoy me llega información de los sitios electrónicos de su utili-zación por académicos de distintos países.

En estos años trabajé en estrecha colaboración con Martín Piñeiro y Eduardo Trigo en los proyectos internacionales que coordinaban desde el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA) sobre los cambios tecnológi-cos en el agro latinoamericano y que dieron lugar a varios estudios publi-cados. Antes de cerrar mis reflexio-nes sobre el período de producción académica en Ecuador, debo men-cionar que en 1979, el último año del Consejo Supremo de Gobierno de la junta militar que gobernaba el país desde 1976, se realizó un debate en la Casa de la Cultura Ecuatoriana sobre un proyecto gubernamental de Desarrollo Rural que anulaba en la práctica los contenidos más avanza-dos de las leyes de Reforma Agraria vigentes en Ecuador. En este debate polemicé con el autor de la nueva ley, el abogado Mentor Poveda, reci-biendo mis argumentos el apoyo de una gran cantidad de funcionarios del Instituto Nacional de Reforma Agraria y Colonización (IERAC). A raíz de ello el gobierno resolvió ex-pulsarme del país, lo que no pudo ser rápidamente instrumentado, dado mi carácter de funcionario interna-cional de FLACSO que me otorgaba inmunidad diplomática. Ello permi-tió que mediante gestiones de otros miembros del gobierno se lograra evitar la expulsión, y como en po-cos días asumía el nuevo gobierno de Jaime Roldós, el tema se diluyó.

EL RETORNO A ARGENTINA y LA CONTINUIDAD DE LOS ESTU-DIOS SOBRE EL AGRO ARGENTI-NO y LATINOAMERICANO.

Al volver a Argentina a co-mienzos de 1985 me incorporé en Buenos Aires al equipo de estudios agrarios dirigido por Martín Piñeiro en el Centro de Estudios sobre el Estado y la Administración (CISEA) que estaba realizando investigacio-nes sobre la expansión productiva y el cambio tecnológico de la región pampeana en décadas recientes. Participaban Edith de Obschatko, Roberto Martínez Nogueira, Felipe Solá, Néstor Huici, Juan Carlos Del Bello, Marta Gutiérrez, Miguel Murmis, Eduardo Jacobs, Ignacio Llovet y Tomás Bulat. Al sumarme al equipo, me pareció relevante in-vestigar los procesos previos que habían provocado una gran caída de este sector en las décadas de 1940 y 1950, buscando allí explicaciones más complejas a las existentes en la literatura académica sobre este pe-ríodo al que se identificaba con el nombre de “estancamiento”. Dadas mis líneas anteriores de investiga-ción en que discutía la existencia de la expansión ahora estudiada en el CISEA, versus la noción de estanca-miento, trabajé la temática en varias dimensiones. Primero demostrando empíricamente que nunca hubo una situación de estancamiento entendi-da como inmovilidad, sino que en realidad lo que hubo en la década de 1940 fue una gran caída de la producción de maíz, trigo, y lino que arrastró estadísticamente a toda la agricultura argentina y latinoame-ricana. En segundo lugar identifican-do los factores internacionales (se-gunda guerra mundial, boicot nor-teamericano a las importaciones de insumos y exportaciones agrícolas, falta de transporte naval), y las polí-ticas locales sobre tenencia de la tie-rra implementadas desde 1942, las políticas de precios diferenciales ne-gativos para la agricultura mediante

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tipo de cambios diferenciales, las rigideces del mercado laboral a par-tir de las leyes de protección a los obreros rurales, las trabas al trans-porte a partir del deterioro de los ferrocarriles y de la falta de repues-tos para los camiones, la falta de im-portación de maquinaria agrícola y repuestos, que provocaron un fuerte proceso de desinversión y retroceso tecnológico. Ello me permitió deba-tir con las corrientes interpretativas dominantes en el ámbito académi-co que polarizaban sus análisis en la problemática de la tenencia de la tierra o en las políticas negativas ha-cia el agro, sin integrar las dimensio-nes más complejas internacionales y nacionales que explicaban estos fe-nómenos. El conjunto de estos estu-dios y mis análisis fueron publicados en el libro “La agricultura pampea-na. Transformaciones productivas y sociales” que edité en 1988.

En 1987 inicié mi carrera como Investigador del CONICET. Mantuve una línea de investigación sobre el agro latinoamericano produc-to de lo cual fueron el documento “Evolución de la productividad y el cambio técnico en el sector agrope-cuario de América Latina”, elabo-rado para el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), en colabora-ción con Martín Piñeiro, en 1986 fui contratado por la Universidad de las Naciones Unidas, Tokio, para la elaboración de un documento sobre “Las tendencias en el desa-rrollo agrario latinoamericano y las perspectivas del campesinado”; y lo más relevante fue el libro “Políticas agrarias en América Latina” basado en una investigación realizada para el IICA y publicado en 1990 simul-táneamente en Chile y Argentina. Se analizaban en este último las políticas de desarrollo de la comu-nidad, de reformas agrarias y de desarrollo rural. Se realizaba una discusión crítica sobre las visiones más difundidas sobre el agro lati-

noamericano y la situación de los pequeños productores, y se plan-teaban estrategias institucionales y líneas de políticas sobre el desarro-llo rural. El libro ha tenido una difu-sión importante en Latinoamérica y en el país siendo muy utilizado en el ambiente académico. En 1986 creé el Área de Estudios Agrarios de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, Sede Argentina y la Maestría en Estudios Sociales Agrarios que se mantiene vigente, acreditada con categoría “A” por la CONEAU y de la que han egresado una cantidad muy relevante de es-pecialistas. He dictado con colabo-ración con otros colegas la materia “Historia del agro argentino” hasta la actualidad y dirigido tesis de esta maestría, y también dicto esta mate-ria en el Doctorado de Historia de la Universidad de la Plata. En este contexto en el año 1990 comenzó la publicación de la revista acadé-mica de ciencias sociales “Ruralia” de estudios interdisciplinarios agra-rios de la que fui su director durante cinco años.

En 1987 se construyó un gran proyecto interinstitucional entre el IICA, el INDEC y el INTA denomina-do “Procesos productivos y sujetos sociales en la región pampeana” del cual fui su coordinador. En el mis-mo, en base a destacados especialis-tas, se analizaban los aspectos físi-cos, productivos, sociales y tecnoló-gicos que servirían de fundamentos al diseño del Censo Agropecuario a realizarse en 1988. De la gran masa de documentos producidos se se-leccionaron para su síntesis por los propios autores capítulos que sir-vieron de base a la edición en 1991 del libro “El desarrollo agropecuario pampeano” del que fui su editor en el que además se incorporaron aná-lisis sobre sistemas de información agropecuaria y las experiencias del Censo Agropecuario realizado en 1988. Participaron Sílcora Bearzotti,

Víctor A. Becker, Arnaldo M. Bocco, Antonio R. Cascardo, Juan Carlos Del Bello, Pedro O. Gómez, Gustavo Cosse, Marta Gutiérrez, Delia Keller, Ignacio Llovet, Gustavo N. Moscatelli, Guillermo Neiman, Miguel A. Peretti, José B. Pizarro, Alfredo Pucciarelli, Felipe Solá, Cristina Sabalain y María Isabel Tort.

En 1987 fui consultor de la Secretaría de Agricultura y Ganadería de Argentina, en un convenio con el Banco Mundial, para la elaboración de un informe sobre las grandes em-presas agropecuarias de la región pampeana, trabajo realizado en colaboración con Mario Lattuada e Ignacio Llovet. En 1988 fui respon-sable del monitoreo de proyectos de Desarrollo Rural de Interamerican Foundation en el noroeste argentino del Grupo de Análisis en Desarrollo Institucional (GADIS). En 1991 el ex ministro de economía José Alfredo Martínez de Hoz publicó un libro de defensa de su gestión y con un grupo de especialistas rebatimos sus líneas argumentales en un libro denominado “Respuesta a Martínez de Hoz” que coedité con Arnaldo Bocco.

Entre 1986 y 1989 dirigí en el Centro de Investigaciones Sociales sobre el Estado y la Administración el Proyecto “Políticas Agropecuarias (PPA)” financiado por el Consejo Nacional de Inves t igac iones Científicas y Técnicas (CONICET). En 1992 con Marcelo Posadas y Andrés Barsky editamos un libro de-nominado “El pensamiento agrario argentino”. El mismo fue el primer intento de ofrecer una síntesis co-mentada de los principales autores académicos sobre el agro pampea-no desde fines del siglo XIX hasta el momento de la edición del libro. También ese año coeditamos con Mario Lattuada tres volúmenes con estudios sobre “Explotaciones fami-liares en el agro pampeano”. Ambos

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esfuerzos de difusión masiva de es-tos temas han tenido relevancia en su utilización académica en el país en los estudios sobre los actores so-ciales del agro pampeano.

Entre los años 1989 y 1993 fui Director del Programa de Investigación en Desarrollo (PID) del CONICET “Censo Nacional Agropecuario 1988: Aplicación de sus resultados al conocimiento de la situación y evolución recien-te de la estructura agraria de la re-gión pampeana”. Participaron los investigadores Alfredo Pucciarelli, Marcelo Posada, Andrés Barsky, y Pablo Pucciarelli. Esta importante investigación dio como resultado en 1997 la publicación del libro “El agro pampeano. El fin de un perío-do”. Además de los relevantes estu-dios desarrollados por mis colegas3 en el mismo escribí un extenso capí-tulo que sistematizaba el debate que sobre la evolución de la estructura agraria pampeana se había desarro-llado en relación a diversos períodos históricos. Partiendo del período lla-mado tardo-colonial hasta las inter-pretaciones producidas hasta finales de la década de 1980, el estudio se detiene particularmente en el modo sesgado en que diversos analistas de la cuestión agraria han utilizado los datos cuantitativos para construir in-terpretaciones distorsionadas de la realidad que no surgen necesaria-mente de la lectura de la informa-ción empírica disponible. Al mismo tiempo, incorpora análisis detalla-dos sobre temas como la evolución del arrendamiento durante el siglo XX, que permiten conectar estre-chamente las interpretaciones más generales ofrecidas por la interpre-tación de la información censal con los avances producidos por recien-tes investigaciones monográficas provenientes del campo de la histo-ria. El libro recibió el Primer Premio Regional de Ciencias Geográficas, Históricas y Antropológicas, Región

V-Centro, Producción 1996/99, de la Secretaría de Cultura de la Presidencia de la Nación. Distinción otorgada el 30 de diciembre de 2004.

En 1993 me sumé al equipo de estudios económicos del Frente Grande como responsable del tema agropecuario, y en tal carácter en la alianza FREPASO que disputó las elecciones con Menen en 1995. Proseguí participando en ese espa-cio político hasta el triunfo electo-ral de 1999 que instaló a Fernando de la Rúa como presidente y donde me separé por divergencias con la orientación que tomó ese gobierno.

Sin dudas la producción acadé-mica de mayor repercusión fue la elaboración en colaboración con el destacado historiador Jorge Gelman, recientemente fallecido, de la “Historia del agro argentino. Desde la conquista hasta finales del siglo XX” publicada en el año 2001 en la colección “Historia argentina” diri-gida por José Carlos Chiaramonte. La misma tuvo dos reediciones en 2005 y 2009, esta última denomi-nada “Historia del agro argentino. Desde la conquista hasta comien-zos del siglo XXI”. Tuve a mi cargo la elaboración de los siete capítulos que se inician en la conformación básica del agro moderno a par-tir de 1880 y que culminan con el conflicto agrario de 2008. Desde su publicación esta obra ha sido con-sulta permanente de la comunidad académica nacional e internacional como lo reflejan los nuevos trabajos sobre la temática, sin dudas por su utilidad como síntesis de los proce-sos más relevantes.

Desde el 1 de diciembre del año 2000 asumí como Director de Investigaciones de la Universidad de Belgrano hasta el 30 de septiembre de 2012. Conseguimos subsidios para varios proyectos de investiga-

ción de distintas áreas, entre ellas un área de investigación en estudios agrarios que dirigí con investigadores como Julio Djenderedjian, Carmen Sesto, Leonardo Fernández, Sílcora Bearzotti y Juan Luis Martirén. El emprendimiento más ambicioso fue la publicación de una “Historia del capitalismo agrario pampeano” bajo mi dirección que editó seis volúme-nes. El primero fue “La expansión ganadera hasta 1895” en coautoría con Julio Djenderedjian publicado en el año 2003 que estudia en forma integral los orígenes y la evolución de la ganadería argentina hasta fines del siglo XIX. La colección avanzó en base a un acuerdo con investi-gadores del Instituto Ravignani de la Universidad de Buenos Aires. El segundo tomo fue “La vanguardia ganadera bonaerense, 1856-1900” de Carmen Sesto, publicado en el año 2005. El tercero “De Rivadavia a Rosas. Desigualdad y crecimien-to económico” de Jorge Gelman y Daniel Santilli, editado en el año 2006. El tomo cuatro, “La agricultu-ra pampeana en la primera mitad del siglo XIX” de Julio Djenderedjian fue publicado en el año 2008. También en este año se publicó el tomo cinco, “Los límites del progreso: expansión rural en los orígenes del capitalismo rioplatense” de Roberto Schmit. En el año 2010 se editó el tomo seis: “Expansión agrícola y coloniza-ción en la segunda mitad del siglo XIX” de Julio Djenderedjian, Sílcora Bearzotti y Juan Luis Martiren. En el año 2016, y ahora con la colec-ción radicada en la Universidad Abierta Interamericana, se incorpo-ró a la misma una reedición de la clásica obra de Eduardo José Miguez “Las tierras de los ingleses en la Argentina. (1870-1914)”.

En el año 2006 fui Consultor del RIMISP-Centro Latinoamericano de Desarrollo Rural para la elaboración de un estudio sobre “Tendencias ac-tuales de las economías extrapam-

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35Ciencias sociales. Pasión por los libros

peanas, con especial referencia a la situación del empleo rural”, en co-laboración con Leandro Fernández, y para la elaboración de un estudio sobre “Componentes de una política de tierras para el desarrollo territo-rial rural de la Argentina”. En el año 2007 esta colaboración se extendió a la coordinación del libro “El desa-rrollo rural en Argentina” en colabo-ración con Alejandro Schejtman. En 2009-2010 con esta entidad se tra-bajó en el Proyecto de Aprendizaje Social “Alza de precios agrícolas: ¿Una oportunidad para los peque-ños productores rurales?" Del Grupo Chorlavi, como facilitador de acti-vidades de los proyectos ganadores del concurso del Fondo Mink’a de Chorlavi.

Fui consultor del Instituto N a c i o n a l d e Te c n o l o g í a Agropecuaria (INTA) como eva-luador del Instituto de Economía y Sociología Rural del INTA, no-viembre y diciembre de 2007 y de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentación de la Nación para la coordinación de un estudio sobre “Elaboración de es-trategias conducentes a optimizar la modalidad de producción por arren-damiento”, desde octubre de 2008 a marzo de 2009. Trabajaron en este proyecto un importante núme-ro de profesionales del INTA y de la Secretaría de Agricultura. Terminado el proyecto el Poder Ejecutivo lo re-tiró del debate parlamentario en fun-ción de sus enfrentamientos con las entidades agropecuarias.

En el año 2008 en pleno desa-rrollo del conflicto agropecuario con el gobierno, fuimos convocados con Mabel Dávila por la Editorial Sudamericana para la elaboración de un libro que terminamos el día en que el Senado de la Nación re-chazó el proyecto gubernamental de retenciones móviles a las expor-taciones agropecuarias conocida

como Resolución 125. El mismo, denominado “La rebelión del cam-po. Historia del conflicto agrario argentino”, basado en estudios pre-vios y en nuevos aportes, como una primera historia del desarrollo de la soja en el país, tuvo una gran reper-cusión y su agotamiento en treinta días obligó a su inmediata reedi-ción y luego fue escogido en una colección especial de los libros de ciencias sociales más vendidos en el país y editados en una versión masi-va por un convenio de esta editorial con la revista Noticias. Fue incorpo-rado como punto de referencia so-bre la temática por gran cantidad de especialistas.

Fui consultor del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, para la realización de un estudio so-bre “El conflicto agrario argentino desde la resolución 125. Políticas, procesos y perspectivas.” Buenos Aires, octubre a diciembre de 2009, y consultor del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) para cooperar en la elaboración de un estudio sobre la situación inter-nacional del sector agropecuario, Buenos Aires, mayo a diciembre de 2010. Mis posiciones públicas de crítica al gobierno por sus políticas hacia el agro, y particularmente va-rios artículos míos en los medios de comunicación denunciando la des-trucción del censo Agropecuario de 2008 en el INDEC, en el período de eliminación de las estadísticas pú-blicas impulsado por el secretario Guillermo Moreno determinaron mi exclusión de este proyecto y de futuras participaciones en proyectos gubernamentales. Ello terminó de definir mi vuelco académico al área de estudios superiores.

L A S A C T I V I D A D E S V I N C U L A D A S C O N L A S INVESTIGACIONES SOBRE LA EDUCACIóN SUPERIOR.

En 1990 y 1991 me desempe-ñé como Secretario de Extensión Universitaria de la Universidad Nacional de Luján. Convocado por Juan Carlos Del Bello, secretario de Políticas Universitarias, comencé a trabajar en investigaciones y activi-dades de gestión en la educación su-perior universitaria. Fui consultor del Banco Mundial como asesor de la Secretaría de Políticas Universitarias de la República Argentina para la realización de un diagnóstico so-bre la situación de los posgrados universitarios en el país y para co-laborar en el diseño del Fondo para el Mejoramiento de la Calidad Universitaria (FOMEC). 1993-1994. Luego fui Coordinador Académico del Fondo para el Mejoramiento de la Calidad Universitaria (FOMEC), Secretaría de Políticas Universitarias de la República Argentina-Banco Mundial, 1995-1996 y Coordinador del Área de AcreditaciónNde Posgrados de la Comisión Nacional de Eva luac ión Un ive r s i t a r i a (CONEAU), 1996-1999.

Además de una intensa actividad de gestión transformé algunos docu-mentos en publicaciones académi-cas, entre las que se destaca el libro sobre “Los posgrados universitarios en la República Argentina” que pu-bliqué en 1997, y que es el primer trabajo integral sobre la temática producido en el país.

Como director de Investigaciones de la Universidad de Belgrano des-de el 1 de diciembre de 2000 im-pulsé también un área de estudios sobre la educación superior dirigida por Víctor Sigal, en que participa-mos con Mabel Dávila, Leonardo Fernández, Teresa Busto Tarelli y Marcela Petrantonio.

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CIENCIA E INVESTIGACIÓN - RESEÑAS - TOMO 6 Nº 4 - 201836

El primer gran esfuerzo fue la publicación en el año 2004 de un volumen “Los desafíos de la Universidad Argentina”, (coeditor con Víctor Sigal y Mabel Dávila) en la que participaron destacados refe-rentes sobre la temática, que analizó el contexto internacional y latinoa-mericano de la misma, los impactos de la sociedad del conocimiento en la educación superior, la educación superior y la equidad social, los temas de legislación, gestión y go-bierno universitario, la problemática del financiamiento de la educación superior, los temas de investigación, inserción de graduados y posgrados y la problemática de la evaluación y la acreditación.

En el año 2006 con el apoyo de Universia se realizaron dos es-tudios relevantes sobre aspectos de la universidad argentina, con participación de un equipo de la Universidad de Buenos Aires enca-bezado por Marcela Mollis, y otro de la Universidad de Belgrano que coordiné. Este último elaboró un informe sobre “Políticas y mecanis-mos para fortalecer la articulación entre los posgrados universitarios y las cadenas productivas con el fin de mejorar los niveles de competiti-vidad”. Participaron Inés Pousadela, Marcela Petrantonio, Teresa Busto Tarelli y Emma Di Tullio. Ambos es-tudios fueron integrados en un libro publicado por la editorial Planeta.

En 2006 y 2007 fui director de la evaluación del Proyecto de Interamerican Foundation de fondos rotatorios de crédito para proyectos de los egresados en las escuelas ru-rales de alternancia de la Federación de Centros para la Producción Total (FACEPT), provincia de Buenos Aires, trabajo realizado con los in-vestigadores Mabel Dávila y Teresa Busto Tarelli, que dio origen a un libro sobre Educación y desarrollo rural y el rol de estos centros.

En el año 2007, convocados por el Consejo de Rectores de Universidades Privadas, con Juan Carlos Del Bello y Graciela Giménez elaboramos un estudio integral sobre “La universidad privada argentina”. Apoyándonos en una encuesta a estas instituciones y en una exhaus-tiva recopilación de la información existente en los distintos sectores del estado, construimos un libro con la historia de la creación de las univer-sidades privadas, el modelo orga-nizacional, la economía del sector universitario privado, la participa-ción del sector universitario privado en el sistema universitario nacional, la organización académica, los pro-gramas de estudio y los planteles docentes, los estudios de posgrado, la investigación y la extensión en las universidades privadas, la calidad y las perspectivas de las universidades privadas.

En el año 2010 publicamos “Las carreras de posgrado en la Argentina y su evaluación”. (Compilador, en colaboración con Mabel Dávila) que incluía trabajos de los autores y de Leonardo Fernández, Gabriela Giba, Lucas Luchilo, Teresa Busto Tarelli, Inés Pousadela y Marcela Petrantonio sobre distintos aspectos vinculados con la problemática.

Desde el año 2012 me hice cargo de la Dirección del Centro de Altos Estudios en Educación (CAEE) de la Universidad Abierta Interamericana. En el mismo se edita desde noviem-bre de 2012 la Revista “Debate Universitario” que dirijo, que se pu-blica semestralmente, con referato, y que forma parte del Núcleo Básico de Revistas Científicas Argentinas del CONICET, de Latindex Catálogo (Categoría I) y diversos sitios inter-nacionales. Se han publicado ya 12 números, se publica en versión en lí-nea con acceso abierto y en versión impresa. También se ha impulsado una colección de libros en acceso

abierto sobre la problemática de la educación superior. Se han edita-do ya 7 volúmenes. Entre ellos uno de mi autoría, “La evaluación de la calidad académica en debate” volu-men I. En el mismo se analizan crí-ticamente los rankings internaciona-les de las universidades y su reper-cusión en la Argentina, y se presenta una historia de las publicaciones científicas, y de la organización de la información científica, y los pro-blemas provocados por la cultura de la citación y el control monopólico por editoriales y entidades privadas de la evaluación del sistema inter-nacional de las actividades e institu-ciones universitarias.

Desde el segundo Seminario de Investigación de las Universidades Privadas realizado en el año 2001, y en los tres siguientes realizados en los años 2007, 2010 y 2014, tuve a mi cargo la elaboración del informe central sobre el estado de la investi-gación en las universidades privadas con la colaboración de Gabriela Giba, Ángela Corengia y Gabriela Michelini en el último. Con estos colegas y José Fliguer elaboramos en el año 2016 el libro “La investi-gación en la universidad privada ar-gentina” editado por el Consejo de Rectores de Universidades Privadas que recoge el material de los cinco seminarios e integra estudios adicio-nales sobre diversos temas asocia-dos a la problemática.

El 27 de agosto de 2015 las uni-versidades Nacional de Río Negro, Abierta Interamericana, Austral, Torcuato Di Tella y San Andrés crea-ron la Red de Estudios en Educación Superior. La primera iniciativa fue la edición de un libro con 14 estudios realizados por destacados estudio-sos de la problemática a partir de cumplirse dos décadas de sanción de la Ley de Educación Superior. Además de un capítulo sobre las crisis internacional de las revistas

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37Ciencias sociales. Pasión por los libros

científicas y otro en colaboración con Ángela Corengia sobre la edu-cación universitaria privada en el país. También con esta investigadora hicimos la edición y presentación de este volumen.

En este contexto las universida-des de Río Negro, Austral y Abierta Interamericana elaboramos un pro-yecto de Doctorado en Educación Superior que se encuentra en eva-luación en la CONEAU.

LOS ESTUDIOS SOBRE LA VIDA y LA OBRA ARTÍSTICA DE CARLOS GARDEL

En 1986 el destacado historiador de la Universidad de Essex Simon Collier publicó su excelente bio-grafía sobre Carlos Gardel que fue traducida al castellano y publicada en 1988. Admirador profundo de la calidad de este artista, me apasio-nó la descripción del personaje y la gran cantidad de incógnitas que el autor planteaba a partir de los límites que había tenido su investi-gación. En 1991 había impulsado como Secretario de Extensión de la Universidad de Luján una radio FM de la Universidad. Allí Enrique Fliess que había sido rector de la Universidad y que era un destacado conocedor del tema del tango, tenía un programa radial. Me entusiasmó la biografía de Gardel y con otros li-bros que Fliess me suministró, armé un micro sobre el cantor en su pro-grama. Comencé a investigar y a comprar material sobre el cantor, su cinematografía, el tango y la ciudad de Buenos Aires y le propuse a Fliess avanzar en una biografía más inte-gral que resolviera muchos de los enigmas o vacíos que habían deri-vado en muchos mitos. Avanzamos pero sus ocupaciones le impedían dedicarse y seguí por mi cuen-ta, hasta que mi hijo Julián Barsky, Licenciado en Artes Combinadas de la UBA y músico, se sintió atraído

por la temática y comenzamos un intenso trabajo de investigación y de repaso de numerosas publicacio-nes nacionales y extranjeras sobre el cantor, pero también sobre contexto en Buenos Aires, el interior del país, Madrid, Barcelona, Paris, Nueva York, además de una gran cantidad de revistas, diarios y búsqueda en internet que permitieron avanzar en la sistematización de una relevante documentación probatoria sobre su nacimiento, infancia, adolescen-cia, formación artística y evolución, sus giras en el interior, sus giras en España y Francia y sus años finales en Nueva York. Un detallado trabajo sobre su música que incluye el más completo listado de sus grabacio-nes discográficas, y sobre sus pelí-culas. Se acopió una gran cantidad de fotografías que permitieron selec-cionar un material ingeniosamente incorporado como base explicativa en el gran volumen de 943 pági-nas editado por la editorial Taurus, especializada en biografías, con el título de “Gardel: la biografía”. Después del gran impacto de su pri-mera edición en el año 2004, el li-bro ganó el concurso de la Comisión Nacional Protectora de Bibliotecas Populares (CONABIP) dependien-te de la Secretaría de Cultura de la Presidencia de la Nación en la temá-tica Identidad Nacional para su ree-dición y distribución en las biblio-tecas populares de Argentina (año 2006).

En el año 2008 por pedido de la Editorial Sudamericana con Julián Barsky elaboramos el libro “La Buenos Aires de Gardel” para la co-lección “Nudos de la historia argen-tina” dirigida por Jorge Gelman, uti-lizando a Gardel como referente de espacios urbanos para presentar un análisis descriptivo de la formación de la ciudad de Buenos Aires entre 1860 y 1935, en diversos aspectos históricos, sociales y culturales.

En el año 2010, la Editorial Libros del Zorzal nos solicitó una versión más breve de la biografía, que aprovechamos para actualizar con nuevos materiales aparecidos en estos años incorporando detalles como por ejemplo las andanzas de su madre en Venezuela antes de vol-ver a Francia para tener a su hijo, el recorrido del cadáver de Gardel por los distintos paisajes de Colombia para hacerlo llegar a Estados Unidos y poder trasladarlo a la Argentina y otros.

En el año 2017 publicamos “El cine de Gardel. Volumen I. De Patria Films a Joinville (1917-1932)” en el sistema de acceso abierto de la colección investigación de la Universidad Abierta Interamericana que describe este proceso entre su primera película silente de 1917, Flor de Durazno, los cortometrajes de 1930 y las películas filmadas en los estudios de la Paramount en Joinville, Francia. Se encuentra en elaboración el segundo tomo sobre las películas filmadas en Nueva York. Se presenta acá un análisis exhausti-vo de cada película, su argumento, su elenco, las secuencias fílmicas, la repercusión de las películas.

ALGUNAS REFLEXIONES.

Mirando de conjunto la produc-ción académica descripta, segura-mente es llamativo la variedad de temas encarados y el volumen de lo producido. Un par de aclaraciones para entender la lógica que está de-trás. En primer lugar los desafíos que imponen los procesos migratorios. Primero a Ecuador en 1976 y luego el retorno a Buenos Aires en 1985. En ambas circunstancias legitimar la presencia académica implica gene-rar una producción específica en el lugar donde se llega. Se borran los antecedentes directos que en deter-minados ámbitos definen la perso-nalidad y uno advierte que todo em-

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pieza de nuevo. En mi caso, rosarino de origen, la vuelta a Buenos Aires fue llegar a un punto cero, dado que la producción intelectual de esta ciudad, por lo menos en las ciencias sociales, se mira a sí misma. Ya lo había percibido a partir de los estu-dios agrarios que habíamos hecho en Rosario y su nula repercusión nacional. En Ecuador, el desconoci-miento de la realidad agraria local operaba en una doble dirección. Por un lado, estaba libre de “pre-juicios” sobre la misma, y ello facilitaba construir interpretaciones claramen-te contrastantes con las existentes. A su vez el desconocimiento obligaba a un doble esfuerzo de apurar etapas para estar en condiciones de aportar nuevo conocimiento. Ello implica un entrenamiento de mayor inten-sidad de lo que una circunstancia diferente marcaría.

El otro elemento, es mi propen-sión a encarar empresas colectivas, seguramente por cierta práctica política que de adolescente daba a ello alto valor. Ello ha implicado el armado de proyectos, de espacios institucionales, revistas, coleccio-nes de publicaciones. Por cierto mi temprana pasión por los libros no es ajena a algunas de estas iniciativas. Pero además, la importante cantidad de consultorías desarrolladas que tienen que ver con estrategias de supervivencia económica, han sido retomadas para darles formas acadé-micas y difundirlas en ámbitos más amplios de las estructuras burocrá-ticas nacionales o internacionales que las demandan.

Finalmente, nada se equipara con haber participado en espacios comunes con mis hijos. Con Andrés Barsky, en el espacio de proyectos agrarios en FLACSO. Con Julián Barsky, en los estudios sobre la vida y la obra de Carlos Gardel. Y con los amigos latinoamericanos y argenti-

nos que esta actividad ayudó a cons-truir, y que el tiempo ha mantenido.

BIBLIOGRAFÌA

LIBROS

“Terratenientes y desarrollo capi-talista en el agro” en colabo-ración con Miguel Murmis y José Bengoa. CEPLAES, Quito, Ecuador, 1978, 149 págs.

“Ecuador, cambios en el agro serra-no” (editor). FLACSO-CEPLAES, Quito, Ecuador, 1980, 531 págs.

“Tecnología y cambio social: las ha-ciendas lecheras del Ecuador”, en colaboración con Gustavo Cosse, Ed. FLACSO, Quito, 1981, 200 pags.

“Políticas agrarias, colonización y desarrollo rural en el Ecuador”, en colaboración con Eugenio Díaz Bonilla, Carlos Furche y Roberto Mizrahi, OEA, ed. en español, CEPLAES, Quito, 1982, 295 pags.

“Acumulación campesina en el Ecuador”, Ed. FLACSO, Quito, 1984, 180 pags.

“La reforma agraria ecuatoriana”, Ed. Corporación Editora Nacional, Quito, 1984, 406 pags; 2da. edición, Corporación Editora Nacional, Quito, 1988.

“ L a a g r i c u l t u r a p a m p e a n a . Transformaciones producti-vas y sociales” (editor), Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 1988, 422 págs.

“Políticas agrarias en América Latina”, Ed. Imago Mundi, Buenos Aires, 1990, 134 págs.

“El desarrollo agropecuario pam-peano” (editor). Grupo Editor Latinoamericano, Buenos Aires, 1991, 801 págs.

“Respuesta a Martínez de Hoz” (coeditor con Arnaldo Bocco), Ed. Imago Mundi, Buenos Aires, 1991, 276 págs.

“El pensamiento agrario argentino”, en colaboración con Marcelo Posadas y Andrés Barsky, Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, 1992, 189 págs.

“Explotaciones familiares en el agro pampeano”, (coeditor con Mario Lattuada), Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, 1992. Tres tomos.

“Los posgrados universitarios en la República Argentina” Ed. Troquel, Buenos Aires, 1997, 240 págs.

“El agro pampeano. El fin de un pe-ríodo” (coeditor). Ed FLACSO-CBC-UBA, Buenos Aires, 1997, 648 págs.

“Historia del agro argentino. Desde la conquista hasta finales del siglo XX” en colaboración con Jorge Gelman. Editorial Mondadori-Grijalbo, Buenos Aires, 2001, 400 págs., 2da edición, Ed. Sudamericana, 2005, 3ra edición ampliada, Ed. Sudamericana 2009, 579 págs.

“Historia del capitalismo agrario pampeano”. Tomo I: “1850-1895. La expansión ganade-ra”, en colaboración con Julio Djenderejian. Editorial Siglo XXI, Buenos Aires, 2003, 535 págs.

“Los desafíos de la Universidad Argentina”, (coeditor con Víctor Sigal y Mabel Dávila), Editorial

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39Ciencias sociales. Pasión por los libros

Siglo XXI, Buenos Aires, 2004, 536 págs.

“Gardel. La biografía”, en colabo-ración con Julián Barsky, Ed. Taurus, Buenos Aires, 2004, se-gunda edición 2006, 943 págs.

“La universidad privada argentina” en colaboración con Juan Carlos del Bello y Graciela Giménez, Ed. El Zorzal, Buenos Aires, 2007, 541 págs.

“La Buenos Aires de Gardel”, en colaboración con Julián Barsky, Ed. Sudamericana, Buenos Aires, 2007, 203 págs.

“El desarrollo rural en Argentina. Un enfoque territorial”, (compilador en colaboración con Alejandro Schetjman), Ed. Siglo XXI, Buenos Aires, 2008, 542 págs.

“Cambio técnico y transformacio-nes sociales en el agro extra-pampeano” en colaboración con Leonardo Fernández, Ed. Teseo, Buenos Aires, 2008, 163 págs.

“La rebelión del campo. Historia del conflicto agrario argentino.” En colaboración con Mabel Dávila, Ed. Sudamericana, Buenos Aires, septiembre 2008, segunda edi-ción octubre 2008, 346 págs. Tercera edición Revista Noticias para su venta en puestos de dia-rios y revistas. Diciembre de 2009.

“Educación y desarrollo rural, La experiencia de los Centros Educativos para la Producción Total (CEPT) en Argentina“, en colaboración con Mabel Dávila y Teresa Busto Tarelli, Ed. CICCUS, Buenos Aires, 2009. 260 págs.

“Las carreras de posgrado en la Argentina y su evaluación”. (Compilador, en colaboración

con Mabel Dávila). Ed. Teseo, Buenos Aires 2010, 649 págs.

“Gardel. El cantor del tango” en co-laboración con Julián Barsky. Ed. Libros del Zorzal”, Buenos Aires, 2010, 370 págs.

“La evaluación de la calidad acadé-mica en debate”. Volumen I: “Los rankings internacionales de las universidades y el rol de las re-vistas científicas”. UAI editorial-Editorial Teseo, Buenos Aires, 2014, 306 págs.

“La investigación en la universidad privada argentina”. En colabora-ción con Ángela Corengia, Joé Fliguer y Gabriela Michelini. C o n s e j o d e R e c t o r e s d e Universidades Privadas, Buenos Aires, 2016, 536 págs.

“El cine de Gardel. Vol. 1. De Patria Films a Joinville (1917-1932)”. Universidad Abierta Interamericana. Editorial Teseo, Buenos Aires, 2017, 268 págs.

“La ley de educación superior” (Compilador, en colaboración con Ángela Corengia). Red de Estudios en Educación Superior. Ed, Teseo, Buenos Aires, 2018, 550 págs.

ARTÍCULOS EN LIBROS

“La actividad económica de la Provincia de Santa Fe”, en Santa Fe, el paisaje y los hombres, en colaboración, Ed. Biblioteca, Rosario, 1971, 52 págs.

“La influencia económica del Río Paraná”, en Paraná, el pariente del mar, Ed. Biblioteca, Rosario, 1973, 19 págs.

“Ideologías terratenientes en los procesos de modernización de la Sierra Ecuatoriana”, en

Terratenientes y desarrollo capi-talista en el agro, Ed. CEPLAES, Quito, 1978, 60 págs.

“Los terratenientes serranos y el de-bate político previo al dictado de la Ley de Reforma Agraria de 1964 en el Ecuador”, en Ecuador, cambios en el agro serrano, Ed. FLACSO-CEPLAES, Quito, 1980, 73 págs.

“Relaciones de producción, articula-ción social y cambio técnico”, en colaboración con Martín Piñeiro, Eduardo Trigo y Celia Barbato de Silva, en Procesos sociales e innovación tecnológica en la agricultura de América Latina, Ed. IICA, San José de Costa Rica, 1983, 49 págs.

“Iniciativa terrateniente, cambio técnico y modelo institucional: el caso de la producción leche-ra en la Sierra Ecuatoriana”, en colaboración con G. Cosse, en ibidem, 71 págs.

“Tendencias de la agricultura lati-noamericana: concentración excluyente o complejización social con concentración”, en Cambio técnico en el agro lati-noamericano: situación y pers-pectivas en la década de 1980.IICA, San José, 1983, l5 págs.

“Modernización hacendal y nuevos roles de la mujer campesina”, en colaboración, en Mujer y trans-formaciones agrarias en la Sierra ecuatoriana, Ed. Corporación Editora Nacional, Quito, 1984, 98 págs.

“Caracterización de estructuras de clase en el agro ecuatoriano”, en colaboración con I. Llovet y M. Murmis, en Clase y región en el agro ecuatoriano, FLACSO-CERLAC, Ed. Corporación Editora Nacional, Quito, 1986, 62 págs.

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CIENCIA E INVESTIGACIÓN - RESEÑAS - TOMO 6 Nº 4 - 201840

“Procesos de comercialización agraria y estructura regional de clases”, en colaboración con E. Díaz Bonilla, en ibidem, 42 págs.

“Pequeña producción y acumula-ción de capital: los productores de papa en Carchi, Ecuador”, en colaboración con I. Llovet, en Transición tecnológica y diferen-ciación social en la agricultura latinoamericana, M. Piñeiro e I. Llovet (ed.), IICA, San José, 1986, 174 págs.

“Reflexiones sobre las interpreta-ciones de la caída y expansión de la agricultura pampeana”, en Barsky, Osvaldo et. al. La agri-cultura pampeana: transforma-ciones productivas y sociales, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 1988, 21 págs.

“La caída de la producción agríco-la pampeana en la década de 1940”, en ibidem, 87 pag.

“Evolución y rasgos actuales de la estructura agraria pampeana”, en colaboración con A. Bocco e I. Llovet, en La economía agraria argentina, Asociación Argentina de Economía Agraria, IICA, Buenos Aires, 1988, 27 pags; también existe una versión en in-glés del mismo libro.

“Las políticas de desarrollo rural en América Latina: balance y perspectivas” en La economía campesina: crisis, reactivación y desarrollo, Fausto Jordán (com-pilador), IICA, San José, 1989, 84 págs.

“Explotaciones familiares en el agro pampeano: procesos, interpreta-ciones y políticas”. en Las explo-taciones familiares pampeanas, O. Barsky et. al,. Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, 1992, 36 págs.

“Evolución del tamaño y el régimen de tenencia de las explotaciones agropecuarias desde 1914” en El desarrollo agropecuario pam-peano, O. Barsky (editor), Grupo Editor Latinoamericano (GEL), Buenos Aires, 1991, .145 págs.

“Martínez de Hoz y el desarro-llo de políticas agrarias en la Argentina”, en Barsky O. y Bocco A.(editores) Respuesta a Martínez de Hoz, Buenos Aires, 1991, 28 págs.

“La política agraria pampeana en Argentina” en “La agricultura latinoamericana: crisis, trans-formaciones y perspectivas”, GIA-CLACSO, Santiago de Chile, 1991, 8 págs.

“Políticas agrícolas y reformas ins-titucionales en la Argentina en el contexto del ajuste” en “Latinoamérica agraria hacia el siglo XXI”, CEPLAES, Quito, 1993, 40 págs.

“Transformations into the Argentine’s pampas” en “Modernization and Stagnation: Latin America Agriculture into the 1990s”, Michael J. Twomey y Ann Helwege(editores), University of Michigan, Greenwood Press, USA, 1991, 29 págs.

“Transformaciones productivas y so-ciales en la pampa argentina” en Modernización y estancamiento. La agricultura latinoamericana en los años noventa. Michael J. Twomey y Ann Helwege (com-piladores). Fondo de Cultura Económica, México, 1994, 27 págs.

“La evolución de las políticas agra-rias en Argentina”, en La pro-blemática agraria. Nuevas apro-ximaciones, Marta Bonaudo y Alfredo Pucciarelli (editores),

Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, 1993, 38 págs.

“Los complejos agroindustriales en América Latina y Argentina” en Estudios agroindustria-les . Mar iano Mar t ínez de Ibarreta et.al., colección Los Fundamentos de las Ciencias del Hombre, Ed. CEAL, Buenos Aires, 1994, 27 págs.

“La información estadística y las visiones sobre la estructura agraria pampeana” en Barsky y Pucciarelli (editores) El agro pampeano. El fin de un período. Ed.FLACSO-CBC-UBA, Buenos Aires, 1997, 182 págs.

“El desarrollo de las carreras de pos-grado” en La educación superior en la Argentina. Eduardo Sánchez Martínez (editor), Ministerio de Cultura y Educación, Buenos Aires, 1999, 24 págs.

“La Educación Superior en América Latina: entre el aislamiento insos-tenible y la apertura obligada” (en colaboración con Ricardo Domínguez e Inés Pousadela) en Los desafíos de la universidad argentina, (coeditor con Víctor Sigal y Mabel Dávila), Editorial Siglo XXI, Buenos Aires, 2004, 57 págs.

“La investigación en las universi-dades privadas argentina” en Los desafíos de la universidad argentina,(coeditor con Víctor Sigal y Mabel Dávila), Editorial Siglo XXI, Buenos Aires, 2004, 7 págs.

“Las transformaciones del siste-ma internacional de Educación Superior” (en colaboración con Mabel Dávila) en Los desafíos de la universidad argentina, (co-editor con Víctor Sigal y Mabel Dávila), Editorial Siglo XXI,

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41Ciencias sociales. Pasión por los libros

Buenos Aires, 2004, 38 págs.

“Las carreras de posgrado en la Argentina” (en colaboración con Mabel Dávila) en Los desafíos de la universidad argentina, (coe-ditor con Víctor Sigal y Mabel Dávila), Editorial Siglo XXI, Buenos Aires, 2004, 37 págs.

“El sistema de investigación y pos-grado en el sistema universitario privado argentino” en La univer-sidad argentina en el cambio de siglo, Gabriela Delamata (edi-tora), Jorge Baudino Ediciones/Escuela de Polìtica y Gobierno de la Universidad Nacional General San Martín, 2008, 11 págs.

“Políticas y mecanismos para fortale-cer la articulación entre los pos-grados universitarios y las cade-nas productivas con el fin de me-jorar los niveles de competitivi-dad” en colaboración con Teresa Busto Tarelli, Emma Di Tullio, Leonardo Fernández, Marcela Petrantonio e Inés Pousadela, en La formación universitaria para el sistema educativo y el sector productivo. Casos comparados, Universia-Ed. Planeta, Buenos Aires, 2006, 255 págs.

“Problemas y desafíos de una gran cuestión abierta. La historiogra-fía agraria pampeana del siglo XX” en colaboración con Julio Djenderedjian, en La historia económica argentina en la en-crucijada. Balances y perspecti-vas, Jorge Gelman (compilador), Ed. Prometeo, Buenos Aires, 2006.

“Tendencias actuales de las econo-mías extrapampeanas con espe-cial referencia a la situación del empleo rural” (en colaboración con Leonardo Fernández), en El desarrollo rural en Argentina, Alejandro Schejtman y Osvaldo

Barsky (coordinadores), Ed. Siglo XXI, 2008, 16 págs.

“Componentes de una política de tierras para el desarrollo territo-rial rural de la argentina” en El desarrollo rural en Argentina, Alejandro Schejtman y Osvaldo Barsky (coordinadores), Ed. Siglo XXI, 2008, 14 págs.

“Conflicto rural-urbano y políticas públicas en Argentina” en Pasado y presente en el agro argentino, Javier Balsa, Graciela Mateo y María Silvia Hospital (compi-ladores), Universidad Nacional de Quilmes-Ed. Lumiere S.A., Buenos Aires, 2008, 17 págs.

“The Social Actors behind the E x p a n s i o n o f A r g e n t i n e A g r i c u l t u r e ” e n Fe e d i n g the Future. Argentine Food Production Ten years fron Now, Coen van Iwaarden (editor). Dutch-Argentine Chamber of Commerce, Buenos Aires 2009, 13 págs.

“La evaluación de posgrados en Argentina” (en colaboración con Mabel Dávila) en Las carreras de posgrado en la Argentina y su evaluación. (Osvaldo Barsky y Mabel Dávila, compiladores). Ed. Teseo, Buenos Aires 2010, 81 págs.

“Estado de la investigación en las universidades privadas argen-tinas en el año 2010” (en cola-boración con Gabriela Giba) en Las carreras de posgrado en la Argentina y su evaluación. (Osvaldo Barsky y Mabel Dávila, compiladores). Ed. Teseo, Buenos Aires 2010, 75 págs.

“Vinculación entre posgrados y sec-tor productivo” coordinador (en colaboración con otros autores) en Las carreras de posgrado en

la Argentina y su evaluación. (Osvaldo Barsky y Mabel Dávila, compiladores). Ed. Teseo, Buenos Aires 2010, 133 págs.

“El conflicto agrario argentino desde la resolución 125” en Aportes, sujetos y miradas del conflicto agrario argentino (José Muzlera, Marina Poggi y Ximena Carreras Doallo, compiladores). Ed. CICCUS, Buenos Aires, 2011.

“Los sujetos sociales en la expan-sión de la producción agrope-cuaria argentina” en Alimentar el Futuro, Argentina Proveedora de Alimentos para el mundo, Cámara de Comercio Argentino Holandesa, 2013.

“Las políticas agrarias en tiempos del kirchnerismo” en Discurso, política y acumulación en el kir-chnerismo, Javier Balsa (compi-lador), Universidad Nacional de Quilmes, 2013.

“La educación universitaria privada en Argentina” en colaboración con Ángela Corengia. en La uni-versidad privada en América Latina y el Caribe, Claudio Rama (editor), Grupo Magro Editores, Montevideo, 2017.

ARTÍCULOS EN REVISTAS y FASCÍCULOS.

“Dependencia, integración y mo-nopolios en América Latina”, en colaboración con Horacio Ciafardini, Carlos Cristiá y Edgardo Ferrer, ed. CTI, Rosario, 1971, 200 pág.

“Producción y tecnología en la re-gión pampeana”, en colabora-ción con Horacio Ciafardini y Carlos Cristiá, Polémica No 55, Ed. Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, 1971, 40 págs.

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CIENCIA E INVESTIGACIÓN - RESEÑAS - TOMO 6 Nº 4 - 201842

“Los sindicatos y el poder en el pe-ríodo peronista”, en colabora-ción con Edgardo Ferrer y Carlos Alberto Yensina, Polémica No 80, 40 págs.

“Iniciativa terrateniente en la rees-tructuración de las relaciones sociales en la Sierra Ecuatoriana: 1 9 5 9 - 1 9 6 4 ” , e n R e v i s t a Ciencias Sociales, Vol. II No 5, Universidad Central del Ecuador, 1978, 53 págs.

“Evolución de la productividad y el cambio técnico en el sec-tor agropecuario de América Latina”, documento elaborado para el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), en colabora-ción con Martín Piñeiro, diciem-bre 1985, 106 págs.

“Estilos de desarrollo agrario y pers-pectivas del campesinado en América Latina”, documento elaborado para el “Economic Aspects of Human Development P ro j ec t ” , Un i t ed Na t i on s University, Regional and Global Studies Division, Buenos Aires, diciembre 1986, 72 págs.

“La agroindustria lechera en América Latina”, FUNDECO-CONICET, Buenos Aires, 1987, 55 págs.

“Las grandes empresas agropecua-rias de la región pampeana”. Documento preparado en cola-boración con Mario Lattuada e Ignacio Llovet para la Secretaría de Agricultura y Ganadería de la Nación, convenio con Banco Mundial. 428 págs., Buenos Aires, l987.

“La expansión agrícola pampea-na: escenarios productivos y requerimientos de inversión”. Documento preparado para el Instituto de Investigaciones Económicas de la Confederación

General Económica de la República Argentina, l37 págs., Buenos Aires, l989.

“Las políticas agrarias en Argentina en el contexto de los planes de ajuste económico”, en Revista Ruralia, No 3 FLACSO, Buenos Aires, 28 págs., 1992.

“Políticas agrarias y ajuste estruc-tural en Argentina” en Revista Latinoamericana de Sociología Rural, No 1, ALASRU (Asociación Latinoamericana de Sociología Rural), Concepción, Chile, 25 págs., 1992.

“La Educación Superior en América Latina: entre el aislamien-to insostenible y la apertura obligada” (en colaboración con Ricardo Domínguez e Inés Pousadela). Documento preparatorio del Seminario “Opciones estratégicas para la reforma y la movilidad en edu-cación superior” organizado por Columbus, la Asociación de las Universidades de Latinoamérica (AULA) y la Association of European Universities (CRE) en Florianópolis, Brasil, 24 al 26 de agosto de 2000.

“Conflictos en el agro pampeano”. Revista “Todo es historia”, Año XLI, edición 490, Buenos Aires, mayo de 2008.

“El conflicto agrario argentino des-de la resolución 125. Políticas, p rocesos y pe r spec t ivas .” Documento preparado para el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, Buenos Aires, diciembre de 2009.

“Estrategias de pequeños producto-res ante la volatilidad de precios agrícolas y sus efectos en segu-ridad alimentaria”. Boletín Inter Cambios Nº110, Rimisp-Centro

Latinoamericano de Desarrollo Rural, Santiago de Chile, mayo de 2010.

“ E l s i s t e m a d e p o s g r a d o s en l a A rgen t i na : t enden -cias y problemas actuales” en colaboración con Mabel Dávila,. Revista Argentina de Educación Superior, Universidad Nacional de Tres de Febrero, Nº5, diciembre de 2012.

“Acerca de los rankings inter-nacionales de las universi-dades y su repercusión en Argentina” en Revista Debate Univers i tar io, Univers idad Abierta Interamericana-CAICYT, Vol 1, Nº1, diciembre 2012.

“La evaluación de la ciencia, la cri-sis del sistema internacional de revistas científicas y propuestas de políticas.” Revista Debate Univers i tar io, Univers idad Abierta Interamericana-CAICYT, Vol 3, Nº5, diciembre 2014.

“La inconsistencia de los rankings internacionales de las universi-dades y la debilidad del deba-te académico en la Argentina” en Revista Ibero Americana de Ciencia, Tecnología y Sociedad (OEI). Indicadores, rankings y evaluación. N°37, volumen 13, febrero 2018.

Participación en Seminarios con presentación de ponencias o co-mentarista, en reuniones interna-cionales, o expositor en distintos eventos de centros académicos y organismos internacionales so-bre la problemática agraria y so-bre las políticas de evaluación de la calidad universitaria en nume-rosos países de Europa y América Latina y en Argentina.

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43Ciencias sociales. Pasión por los libros

NOTAS

1 El primer día del mes de enero de 1977, Mauricio López fue secuestra-do de su domicilio por un grupo de nueve personas De acuerdo a testi-monios aparecidos luego de la dic-tadura militar, fue visto con vida en el campo Las Lajas, seis meses des-pués de su secuestro. Una pequeña dependencia de la Aeronáutica en el piedemonte que fuera denunciada como centro clandestino de deten-ción en 2002.

2 Véase “Explotación familiar y acumulación de capital en el cam-

po argentino” de Eduardo Archetti y Kristi Anne Stölen, Ed. Siglo XXI, Buenos Aires, 1975.

3 Así Alfredo Pucciarelli presentó una reorganización innovadora de la información censal de 1988, uti-lizando el valor de la tierra como variable discriminatoria previa de la extensión territorial utilizada por el Censo, y ello le permitió plantear nuevas hipótesis sobre la relación entre el valor de la tierra y la can-tidad y calidad de la tierra utilizada y la extensión de la superficie ex-plotada con las características de la inversión de capital y del volumen

de la producción, redefiniendo la tipología de las explotaciones agro-pecuarias. Andrés Barsky, desde una perspectiva geográfica, presentó una minuciosa investigación destinada a redefinir los criterios de delimitación espacial en las actividades agrope-cuarias. Su propuesta metodológi-ca incorporó por primera vez en la historia de los estudios regionales agrarios la utilización del valor de producción como criterio central de delimitación del perfil y la composi-ción interna de las distintas regiones y subregiones del agro pampeano.

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NOTA PROVISTA POR EL CONICET

El 98 por ciento de los doctores formados por el CONICET tiene empleo

Según un informe dado a conocer por este organismo científico acerca de la inserción de doctores, sólo un 1 por ciento de estos ex-becarios no tie-ne trabajo o no poseen ocupación de-clarada y un 10 por ciento posee re-muneraciones inferiores a un estipen-dio de una beca doctoral.

Asimismo, proyecta que el 89 por ciento de los encuestados tiene una situación favorable en su actividad profesional, pero sobre todo asegura que más del 98 por ciento de los cien-tíficos salidos del CONICET consigue trabajo.

Los datos surgidos del estudio “Análisis de la inserción laboral de los ex-becarios Doctorales financia-dos por CONICET”, realizado por la Gerencia de Recursos Humanos del organismo, involucró 934 casos sobre una población de 6.080 ex-becarios entre los años 1998 y el 2011.

Al respecto, en el mismo se con-sidera que del número de ex-becarios consultados, el 52 por ciento (485 ca-sos), continúa en el CONICET en la Carrera del Investigador Científico y Tecnológico.

De los que no ingresaron en el organismo pero trabajan en el país, sobre 341 casos, el 48 por ciento se encuentra empleado en universidades de gestión pública y un 5 por ciento en privadas; el 18 por ciento en em-presas, un 6 por ciento en organismos de Ciencia y Técnica (CyT), un 12 por ciento en la gestión pública y el resto en instituciones y organismos del Es-tado.

En tanto, en el extranjero, sobre 94 casos, el 90 por ciento trabaja en universidades, el 7 por ciento en em-presas y el 2 por ciento es autónomo.

El mismo informe traduce que la demanda del sector privado sobre la

incorporación de doctores no es aún la esperada, pero está creciendo. La inserción en el Estado, si se suma a las universidades nacionales y ministe-rios, se constituye en el mayor ámbito de actividad. 

Frente a ello, a los fines de avanzar en la inserción en el ámbito público-privado, el CONICET realiza activida-des políticas de articulación con otros organismos de CyT, es decir, universi-dades, empresas, a través de la Unión Industrial Argentina (UIA), y en parti-cular con YPF que requiere personal altamente capacitado en diferentes áreas de investigación.

Desde el CONICET se espera que en la medida que la producción argen-tina requiera más innovación, crecerá la demanda de doctores. Para cuando llegue ese momento el país deberá tener los recursos humanos prepara-dos para dar respuestas. Es por ello se piensa en doctores para el país y no solamente doctores para el CONICET.

Programa +VALOR.DOC

Sumar doctores al desarrollo del país

A través de esta iniciativa nacional, impulsada por el CONICET y organis-mos del Estado, se amplían las posibili-dades de inserción laboral de profesio-nales con formación doctoral.

El programa +VALOR.DOC bajo el lema “Sumando Doctores al Desa-rrollo de la Argentina”, busca vincular los recursos humanos con las necesi-dades y oportunidades de desarrollo del país y fomentar la incorporación de doctores a la estructura productiva, educativa, administrativa y de servi-cios.

A partir de una base de datos y he-rramientas informáticas, se aportan re-cursos humanos altamente calificados a la industria, los servicios y la gestión pública. Mediante una página web, los doctores cargan sus curriculum vi-tae para que puedan contactarlos por perfil de formación y, de esta manera, generarse los vínculos necesarios.

Con el apoyo del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Pro-ductiva, este programa tiene como ob-jetivo reforzar las capacidades cien-tífico-tecnológicas de las empresas, potenciar la gestión y complementar las acciones de vinculación entre el sector que promueve el conocimiento y el productivo.

+VALOR.DOC es una propuesta interinstitucional que promueve y fa-cilita la inserción laboral de doctores que por sus conocimientos impactan positivamente en la sociedad.

Para conocer más sobre el progra-ma www.masVALORDoc.conicet.gov.ar.

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SEMBLANZA

En alemán, uno de los términos utilizados para designar al director de doctorado es “Doktorvater”. La traducción literal sería: “padre de doctorado”. Corroborando este tér-mino, encontré una aclaración aun más interesante: cuando uno termi-na su tesis, quien fue el director deja de ser el director, pero seguirá sien-do siempre el “Doktorvater”. Me pareció oportuno empezar con esta aclaración mi semblanza del Dr. Jor-ge Fernández Niello.

Jorge me dirigió en la primera materia de laboratorio fuera de la facultad, en la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA). Y des-de entonces me empujó a las etapas siguientes: tesis de licenciatura y de doctorado. Y literalmente fue un em-puje: estando yo apenas empezando una etapa, y sin siquiera vislumbrar cuando esta terminaría, él ya me ha-blaba de la siguiente, la cual tenía ya toda planeada. En estas etapas aprendí a diseñar y construir detec-tores de partículas y a usarlos con haces del Acelerador TANDAR. No sé si los detectores que construí hi-cieron avanzar mucho a la ciencia, pero sin duda yo aprendí muchísi-mo al construirlos.

Yo era uno de los muchos alum-nos que Jorge formó por esa época. Su vocación por transmitir sus cono-cimientos y atraer estudiantes al gru-

JORGE O. FERNÁNDEZ NIELLOpor Andrés Arazi

po fue, quizá, su característica más destacable. Su tutela no se limitaba solamente a lo técnico. Se preocu-paba de nuestro bienestar en lo per-sonal, familiar y humano.

También me empujó a pedir una beca en Alemania para hacer el doctorado usando la técnica espec-trometría de masas con aceleradores (AMS) en el laboratorio de la Univer-sidad Técnica de Múnich. Recuerdo que en una pequeña reunión de des-pedida les decía a mis padres que en Alemania no sólo aprendería más física, sino que tendría también una perspectiva mucho más amplia del mundo. Y lograría así más indepen-dencia. Pero tampoco es que me lar-gó tan solo: a los pocos meses Jorge vino a Múnich y me acompañó allí por varios meses para supervisar que me estuviera independizándome co-rrectamente. Me ayudó a preparar mi primer seminario en Alemania, para el cual temblaba de miedo, y me dio los empujones necesarios

para arrancar con el trabajo. Tam-bién, preocupado por mi forma-ción integral y por que obtenga mi perspectiva más amplia del mundo, me sacaba un poco del enclaustra-miento del laboratorio para llevarme a conocer Múnich y me alentaba a aprender la cultura y la historia del lugar. Recuerdo haber pasado una Navidad los dos solos en una cer-vecería de Múnich. Luego llegaron sus hijos y ya juntos fuimos de ex-cursión a Salzburgo y a Regensburg.

También allanó mi regreso y, ya doctorado, mi incorporación a la CNEA. Aquí incorporamos lo apren-dido en AMS y me hizo incursionar también en el estudio de los meca-nismos de reacciones nucleares. En esta época también me enseñó a enseñar: primero codirigiendo estu-diantes bajo su tutela y, enseguida, a dirigir los míos propios. Al punto en que él se abrió de algunos temas para que fueran desarrollados por nosotros solos. “Tenés que publicar con tus alumnos pero sin mí, para mostrar que sos independiente” me decía. En esta época pasaron muchí-simos alumnos por nuestro grupo, y a todos Jorge los orientó tanto en la concreción de sus trabajos de tesis, como en planear su futuro, ya sea en nuestro país o en el extranjero. Esta orientación siempre trascendía lo académico y contemplaba al alum-no como persona, preocupándose

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CIENCIA E INVESTIGACIÓN - RESEÑAS - TOMO 6 Nº 4 - 201846

por su inserción laboral, social, fa-miliar y hasta conyugal.

Después de tantos años compar-tidos con Jorge creo que conocía ya casi toda su historia de enorme es-fuerzo, perseverancia y dedicación. Pero al leer su reseña confirmé la lección que siempre transmitió: la

del trabajo duro, serio, humilde y sincero. Casi un cuarto de siglo tra-bajando con él me califican como testigo.

Recuerdo aún que un día de 2001, estando con Jorge en el Labo-ratorio del Acelerador de Múnich, nos cruzamos en el pasillo con un

señor algo mayor. Jorge lo saludo muy afectuosamente y me lo pre-sentó, muy orgulloso: “Él es mi Do-ktorvater”.

Aquí, en estas breves líneas, yo he tenido el enorme orgullo de pre-sentar al mío.

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CONOCIENDO MUNDO A TRAVÉS DEL NÚCLEO ATÓMICOPalabras clave: Deformación octupolar nuclear; reacciones nucleares a bajas energías; espectrometría de masas con aceleradores.Key words: Nuclear octupole deformation; low energy nuclear reaction; AMS.

RESISTENCIA

Soy el menor de tres hermanos criados en el seno de una familia de una clase media típica de las que, en ese entonces, principios de la década del 50, conformaban la ciu-dad de Resistencia. Chaco era una provincia joven (en realidad, nací en el Territorio Nacional Presidente Perón), llena de inmigrantes y con una pequeña “clase alta” constituida mayoritariamente por profesionales: abogados, médicos, educadores.

La colonización del territorio tuvo un gran impulso en las primeras décadas del siglo pasado, estimula-da en buena medida por la explota-ción de quebrachales realizada por La Forestal. Por cierto, la trayectoria del desmonte era seguida por mis abuelos maternos, de modo que mi madre (Cladis) nació en una aldea del norte santafesino, que ahora desapareció del mapa, y lo mismo sucedió con el lugar de nacimiento de varios de sus ocho hermanos. Su educación tuvo lugar en una escuela de campo, adonde llegaba tras reco-

rrer cuatro leguas a caballo. Ella no pudo terminar la educación prima-ria. Mi padre (Floreal) nació en la ciudad de San Cristóbal (ubicada al noroeste de Santa Fe) y luego mis abuelos paternos se trasladaron al interior de Santiago del Estero. Para poder finalizar la escuela primaria, mi padre tuvo que ir a vivir con unos tíos a la ciudad de Santa Fe.

Con este relato pretendo expli-car el origen de la importancia que mis padres le dieron a la educación, incentivando a sus hijos para que tuviesen una formación que ellos, lamentablemente, no pudieron conseguir. Papá, hijo de un gallego anarquista y anarquista él mismo, aunque no militara, era un autodi-dacta que trató de inculcarnos una lógica muy simple: “hay que saber matemáticas ya que si por algún mo-tivo se trunca la posibilidad de tener un estudio secundario completo, el conocimiento de las matemáticas les resultará de enorme utilidad”. No sé si habrá sido por ese entre-namiento recibido desde muy chico, pero siempre me moví con facilidad

con los números y probablemente eso me haya marcado un derrotero hacia la física. Mi hermana mayor, Gladis, era la encargada de “adelan-tarse” a lo que las maestras iban a enseñarnos a mi hermano Lolo (Flo-real) y a mí. Probablemente haya sido por los sinsabores que nosotros le ocasionábamos que ella terminó graduándose en una carrera poco afín a las matemáticas (abogacía), a diferencia de la carrera elegida por Lolo (ingeniería química) o la física que yo elegí.

La infancia y adolescencia en la Resistencia chica de las décadas del 50 y 60 fueron idílicas para mí. Con casi nulas complicaciones en la es-cuela gozaba de mucho tiempo li-bre para jugar al básquet en el club Villa San Martín, andar en bici, o, ya en la adolescencia, remar en el río Negro o jugar al rugby en el club Cotton. Es obvio que todas esas ac-tividades deportivas fueron también incentivadas por mi padre, quien me dijo cuando era chico mens sana in corpore sano y yo había entendido “manzana en cuerpo sano” sin saber

Jorge O. Fernández NielloInstituto de Investigación e Ingeniería Ambien-tal, Universidad Nacional de San MartinLaboratorio TANDAR, Comisión Nacional de Energía AtómicaCONICET

[email protected]

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bien qué tenía que ver una cosa con otra. La vida familiar era sencilla y feliz. Recuerdo las Nochebuenas en lo de mi abuela materna Magdale-na con todos los tíos e innumerables primos; pasar algunos días de va-caciones en enero en el campo de un tío en Cote Lai o Tapenagá; ha-ber viajado una vez dos días en tren para conocer Buenos Aires…

Cuando terminé la primaria en la Escuela 26 me inscribí en la Es-cuela Nacional de Comercio, donde también iban mis hermanos. Ese fue otro designio familiar: “no sabemos si podremos subvencionarles estu-dios universitarios, de modo que lo mejor es que tengan una buena base para ir a trabajar a algún banco u otro comercio cuando terminen la secundaria”. Aprendimos a que-rer mucho a esa escuela, si bien era un edificio viejo, de aulas con cha-pas de cinc a la vista y dos canillas (una para varones y otra para muje-res) frente a las cuales se formaban largas colas en las tardes de verano para tomar unos sorbos de agua. No recuerdo que la secundaria le haya quitado tiempo a mis actividades extracurriculares, que sirvieron para sellar amistades firmes de más de medio siglo de duración con tipazos como Juanjo Cabrera, Carlitos Zaba-la, y demás amigos chaqueños. Sin embargo, no todas las materias me agradaban: Economía Política, De-recho Administrativo, Anatomía, Bo-tánica, Instrucción Cívica, etc. etc. ya me indicaban qué carreras NO iba a seguir en la universidad. Física era en realidad bastante desconoci-da para mí, ya que en la escuela de comercio tuvimos solamente Fisico-química en tercer año y Merceología en cuarto y quinto. Yo pensaba que mi destino sería estudiar ingeniería química como mi hermano Lolo en la prestigiosa Universidad Nacional del Litoral. Sin embargo, un test vo-cacional que realicé en quinto año puso frente a mis ojos una posibi-

lidad desconocida: ¡estudiar física en la Universidad de Buenos Aires! Cabe destacar que alrededor del 70% de los treinta y pico de alum-nos que hicimos juntos los cinco años del secundario hemos tenido un estudio universitario completo, aunque uno o a lo sumo dos eran hijos de universitarios y muy pocos de padres con estudios secundarios. ¿Era otra Argentina?

PERDIDO EN BUENOS AIRES

Tal vez porque al ser el menor me convertía en el más mimado de la familia, no me costó mucho con-vencer a mis padres de estudiar en Buenos Aires. Fue así que con 16 o 17 años recién cumplidos vine con una valija pequeña a una ciudad totalmente desconocida, muy dis-tinta a la pueblerina Resistencia, sin ningún familiar que sirviese como red de contención para eventuales dificultades, y conectado con mi familia chaqueña a través de cartas que demoraban casi una semana en llegar a destino. Tuve que aprender los nombres de calles (por lo menos las del barrio de Constitución, do-micilio del hotel/pensión donde me alojaba), los recorridos de algunos colectivos, subtes, etc. Mirando re-trospectivamente, creo que la defini-ción de hotel/pensión para ese lugar es un poco excesiva: más bien era casi una pieza en un lugar en don-de varias familias compartíamos un único baño.

Naturalmente, a esa altura de mi vida era perfectamente consciente de todas las privaciones que mis pa-dres pasarían para mantener a tres hijos universitarios. Eso puso un peso extra en la exigencia que me impo-nía para transitar en forma exitosa el recorrido universitario. Bien pronto me di cuenta de que la incompatibi-lidad existente entre “tiempo libre” y exigencia universitaria se imponía por sí misma, como quedó de inme-

diato demostrado por la inutilidad de haber traído desde Resistencia mi yudogui y una carta de recomenda-ción para practicar yudo con el pro-fesor Yamamoto: el “tiempo libre” sencillamente no existía; la autoe-xigencia de recibirme en tiempo y aprovechar al máximo la posibilidad que me dio mi familia convirtieron a esos años, primera parte de la dé-cada del 70, en tiempo totalmente dedicado al estudio. Todo eso estaba sumergido en años nada fáciles en Argentina. (¿Tuvo alguna vez nues-tro país unos años fáciles?) Onganía, el secuestro de Aramburu, Lanusse, Cámpora, Perón, Isabelita, JUP, Tri-ple A, organizaciones armadas, Jun-ta Militar generaban un clima que angustiaba a mis padres al tener vi-viendo un hijo solo a mil kilómetros de distancia.

A lo largo de los años comencé a entender mejor la disciplina que estudiaba, y, consecuentemente, a disfrutarla más. A mitad de la carre-ra conocí a Mario Mariscotti, profe-sor de Física Moderna. El carisma de Mario y lo interesante que me resultó el contenido de esa asignatu-ra potenció el interés por la carrera que había elegido, marcando indu-dablemente el convencimiento de que ese iba a ser mi futuro profesio-nal, de que eso era, precisamente, lo que me gustaba. Preparar las mate-rias con los amigos de la facultad, Andrés Rivas, Jorge Pracchia, Jorge Ratto, Gustavo Vigna, era pasar mo-mentos divertidos, intensos. Y cuan-do terminé de cursar todas las ma-terias, fui al Departamento de Física de la CNEA (Avda. del Libertador 8250) para pedirle a Mario si po-día realizar el trabajo de seminario (Tesis de Licenciatura) en su grupo. Había ingresado a la física nuclear.

En los primeros años de la dé-cada del 70 conocí a dos personas excelentes: a mediados de 1972 a Lina, con quien llevo más de 40

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49Conociendo mundo a través del núcleo atómico

años de matrimonio, y, algo antes, en 1971, a Alberto Pacheco. Desde que la conocí, Lina fue un crucial apoyo, primero durante mi época de estudiante y luego durante toda mi trayectoria profesional. Nos ca-samos al año siguiente de haberme recibido (1977) y doce meses más tarde nació Jorgelina, cuyo naci-miento me salvó de cumplir el ser-vicio militar, obligatorio en aquella época. En cuanto a Alberto Pacheco, lo conocí en 1971 cursando las ma-terias iniciales de matemáticas y con él trabajo codo a codo desde que entramos ambos a la CNEA.

El trabajo de seminario lo hice en el grupo de Mario Mariscotti, pero bajo la supervisión directa de Ge-rardo García Bermúdez, una perso-na que me enseñó a investigar. Mi tarea fue construir un miniorange, un espectrómetro básico para medir electrones de conversión y bloquear los rayos gamma y X. Ese trabajo fue ideal para mí, ya que, si bien fue la réplica de otro miniorange reciente-mente desarrollado en Groningen, me permitió iniciarme en la física de aceleradores (utilizábamos el Sin-crociclotrón de la CNEA), aprendí electrónica nuclear, a levantar y ana-lizar espectros y, simultáneamente, a diseñar un pequeño artefacto, a con-seguir imanes permanentes, no muy frecuentes en esa época, a interac-tuar con técnicos de taller, etcétera.

Durante ese año se estaba ges-tando en el seno del Departamento de Física de la CNEA la adquisición de un acelerador electrostático de iones pesados para reemplazar al en ese entonces “vetusto” sincroci-clotrón. El Departamento de Física puso en marcha un Comité de Ca-pacitación, conducido por Ernesto Maqueda, Marcos Saraceno y Ge-rardo García Bermúdez, que tenía como objetivo seleccionar y capa-citar jóvenes físicos para trabajar en el acelerador ambicionado. A fines

de diciembre de 1976 se realizó un concurso en la CNEA para seleccio-nar los primeros becarios y fue así que ingresé, juntamente con Alber-to Pacheco, Daniel Abriola, Cristi-na Berisso, Cecilia Alonso Arias y Alberto Etchegoyen, como becario en el Programa de Capacitación; a ese grupo seleccionado se unieron Hugo Huck y Edgardo Duering, egresados del Instituto Balseiro. Esa camada se consolidó rápidamente y con varios de ellos continúo mi ac-tividad profesional. El Programa de Capacitación resultó muy exitoso, y recibió comentarios elogiosos por parte de otros laboratorios interna-cionales. Su implementación es un ejemplo a seguir cuando se preten-de realizar un proyecto sustantivo de investigación.

DOCTORADO EN MUNICH

Tuvimos dos años de cursos in-tensivos en física nuclear, cuántica avanzada, reacciones nucleares e instrumentación, dados por exce-lentes profesionales del Departa-mento de Física. Entre ellos, quiero destacar a dos profesores de esos cursos que me enseñaron que la fí-sica compleja se puede, y se debe, explicar de manera sencilla, Marcos Saraceno y Jorge Testoni. Luego de esa capacitación teórica en Buenos Aires se decidió enviarnos al exte-rior para entrenarnos en la física de iones pesados utilizando acelerado-res similares al que se había decidi-do comprar en la CNEA. El paraguas académico de dicho entrenamiento era la realización de tesis doctorales en los nuevos lugares. En mi caso, me presenté a una beca del Servicio Alemán de Intercambio Académico (DAAD), bastante intrépidamente de mi parte ya que no sabía ni una pala-bra en alemán, y obtenida la misma partí hacia Múnich para trabajar en el grupo del Profesor Jorrit de Boer, de la Ludwig Maximilians Universität (LMU). Viajé solo, y luego de dos

meses, que me sirvieron para con-seguir un alojamiento razonable y a Lina para graduarse de abogada en la UBA, comenzamos, con nuestra hija Jorgelina, la aventura alemana que marcó nuestras vidas para siem-pre.

Nuevamente un hábitat distinto para mí, sin ningún contacto que actuara como red de contención. Europa nunca había estado en mis planes, y la idea de Alemania que yo tenía era prácticamente la formada por las películas de Hollywood de la Segunda Guerra. Sin embargo, encontramos un país con gente muy amable, donde la palabra es valora-da, y que estaba conducido por uno de los políticos más brillantes que conocí: Helmut Schmidt. Estuvimos en total cuatro años viviendo allí (después de doctorarme quedé un tiempo con un cargo de ayudante en la LMU), y nuestra integración en la vida bávara se vio favorecida por mi constante participación en el equi-po de futbol del hospital del barrio donde vivíamos, Schwabing. Yo no era nada habilidoso con la pelota, pero me destacaba bastante jugando como stopper, es decir, anulando al centrodelantero contrario.

Mi trabajo de tesis fue el estudio de la estructura del núcleo 218Ra. Es-tos estudios se realizan acelerando iones hasta que alcancen energías muy elevadas, de varios millones de electronvoltios, que se hacen chocar luego contra un blanco, usualmente una lámina muy delgada. Cuando un núcleo atómico colisiona contra otro a estas elevadas velocidades y energías, puede ocurrir que ambos elementos de la colisión terminen fundiéndose en un nuevo núcleo atómico que normalmente queda dotado de una alta energía interior, de la cual se libera mediante la eva-poración de partículas. En el caso particular del 218Ra, este núcleo se forma luego de un proceso que in-

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CIENCIA E INVESTIGACIÓN - RESEÑAS - TOMO 6 Nº 4 - 201850

volucra la incidencia de iones de 13C contra una lámina de 208Pb, la fusión de ambos núcleos y la posterior eva-poración de tres neutrones.

En ese momento no había nin-guna información acerca de dicho núcleo ni de la región de la tabla de nucleidos donde el mismo se en-cuentra, de modo que todo era terra ignota. Fue un acierto la elección de dicho tema, ya que encontramos una estructura nuclear novedosa, caracterizada por una deformación octupolar (en forma de pera), en donde los estados excitados del nú-cleo tenían un muy particular modo de decaimiento, que después se en-contró en casi todos los nucleidos de la zona en cuestión. Fue realmente un trabajo pionero en muchos as-pectos, si bien en su momento no se tenía real dimensión de la novedad que se presentaba. A partir de ese trabajo se sucedieron una abultada cantidad de investigaciones e inter-pretaciones teóricas de núcleos con deformación octupolar. En febrero de 1982 me gradué de Doktor rerum naturalium de la Ludwig Maximilians Universität, suceso de máximo orgu-llo para mis padres en la lejana Re-sistencia.

La tesis la realicé en tres años, un tiempo no habitual en esa universi-dad para trabajos en física experi-mental, motivado en gran parte por mi apuro en volver para trabajar en el, en ese entonces en construcción, acelerador del Laboratorio TANDAR, tal el nombre ideado por Daniel Abriola con el cual se lo conoce. Sentía que no debía defraudar a los colegas, mentores, que me habían seleccionado para el programa. Fue-ron tres años de intensísimo trabajo, interrumpido casi solamente para distraerme jugando al futbol los sá-bados a la mañana. Esa vida intensa fue posible gracias al apoyo y com-prensión de Lina, quien se encargó casi exclusivamente de la crianza de

Jorgelina. El último año en Múnich fue mucho más desahogado, ya que el título de doctor permite en Alema-nia acceder a una situación social reconocida y el salario de ayudante era sustancialmente superior al de becario del DAAD. Un mes antes de volver a Argentina nació nuestro se-gundo hijo, Federico, en Múnich, y falleció mi padre en Resistencia.

PRIMAVERA ALFONSINISTA

El regreso a la Argentina fue una primavera. Volvimos casi simultá-neamente quienes nos habíamos ido a capacitar en el exterior, con-solidados en nuestra formación pro-fesional, y pronto nos pondríamos a trabajar juntos en forma altamente efectiva. La inauguración del ace-lerador TANDAR era inminente, se avizoraba en muy pocos meses la llegada de Alfonsín a la presidencia, con los aires democráticos que ese viento acarreaba y su significado después de los años oscuros vividos en el país. Instalados en un cómodo departamento del barrio de Chaca-rita, en 1984 nació nuestro hijo me-nor Floreal.

Fueron años muy productivos para el grupo, durante los cuales la mayoría de nosotros abandonó los temas particulares en los que había trabajado en el exterior para emban-derarnos tras un nuevo proyecto de investigación: el estudio de reaccio-nes nucleares a bajas energías. Se trata aquí de entender los procesos que tienen lugar cuando dos núcleos colisionan acercándose entre sí a distancias suficientemente pequeñas como para que las fuerzas nucleares -intensas, pero de muy corto alcan-ce- puedan hacerse sentir.

Como resultado de la interacción entre dos núcleos puede suceder que ambos se “interpenetren” y ter-minen fundiéndose en un nuevo nú-cleo atómico que estará constituido

por la suma de los componentes de cada uno de los iniciales, que pier-den su identidad (mecanismo cono-cido como reacción de fusión, por ejemplo el explicado en la forma-ción del 218Ra). Otro posible desen-lace de la colisión es que los núcleos intercambien una o más partículas (protones y neutrones) y/o que ad-quieran alguna energía interna a ex-pensas de la energía cinética inicial (reacciones de dispersión inelástica, o de transferencia). Un último tipo de proceso, la dispersión elástica, ocurre cuando ambos núcleos, al colisionar, conservan su identidad y no existe pérdida de la energía ci-nética total. La comprensión de es-tos procesos nos ayuda a conocer el funcionamiento de las estrellas, la abundancia relativa de núcleos atómicos en el cosmos y los meca-nismos por los cuales se originan los elementos químicos que forman parte de los objetos que nos rodean. Fue así que iniciamos un ambicioso programa de investigación en temas de reacciones nucleares y formali-zamos sólidos vínculos con distintos laboratorios similares en el exterior.

En mi caso, no abandoné total-mente los estudios de la estructura de aquellos núcleos que poseen una deformación octupolar. En efecto, continué estrechamente vincula-do con el grupo de la LMU, donde realicé mi doctorado, de forma de realizar estadías de algunos meses prácticamente todos los años de la década del 80. En dos oportunida-des, esas estadías fueron prolonga-das, de más de un año de duración, de forma que la visita comprome-tía trasladar a la familia completa. (Una familia con tres hijos es algo así como “familia numerosa” en Ale-mania.) Los trabajos allí realizados posibilitaron cubrir un amplio ran-go de isótopos del radio y estudiar hasta dónde se extendía la presencia de la deformación octupolar, si la misma era efectiva cuando la forma

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51Conociendo mundo a través del núcleo atómico

de excitación del núcleo consistía solamente en hacerlo vibrar o cómo se traducía cuando se lo hacía girar, rotar. Estos trabajos generaron diver-sas tesis doctorales en las cuales yo participaba activamente. Varios de estos trabajos se realizaron en cola-boración con el grupo de espectros-copía de la universidad de Estras-burgo, lugar donde realicé también estadías prolongadas.

Simultáneamente, estos viajes me permitían estar muy informado sobre los trabajos en temas de reac-ciones nucleares que se realizaban en Europa, y contactarme estrecha-mente con los especialistas más en-cumbrados en los mismos. Fue así que conocí a un físico teórico argen-tino que había emigrado al exterior a mediados de los sesenta, Carlos Dasso. Entablé una estrecha amis-tad con Carlos a partir de una esta-día que hizo durante un tiempo en mi casa en Múnich y gocé de largas conversaciones, durante las cuales, con imágenes sencillas, tratábamos de entender los mecanismos de re-acción. Esas charlas permitieron en-riquecer mi formación experimental aportando una solidez teórica con-siderable. Con él reescribimos un código de computación que permite calcular de una manera simple las probabilidades de fusión conside-rando las deformaciones que pue-dan tener los núcleos interactuantes. Este código tuvo gran repercusión en el análisis de datos experimentales.

ESPECTROMETRÍA DE MASAS CON ACELERADORES DE IONES PESADOS

A principio de los noventa, cuan-do estaba finalizando una de esas largas estadías europeas, me vincu-lé con un colega experimental de la Universidad Técnica de Múnich (TUM) que había comenzado a de-sarrollar una interesante técnica de aplicación de aceleradores de partí-

culas: espectrometría de masas uti-lizando aceleradores de iones pesa-dos (AMS, por sus siglas en inglés). Estos trabajos me interesaron muchí-simo, ya que abrían la posibilidad de realizar aplicaciones similares en la Argentina utilizando el acelerador TANDAR. El colega en cuestión es Gunther Korschinek, con quien me une desde entonces una gran amis-tad.

En esa época nos habíamos mu-dado a nuestra casa definitiva de Vi-lla Urquiza, mucho más cercana al laboratorio TANDAR que la anterior. Mis periódicas visitas a Múnich ya no estaban destinadas a mi alma ma-ter, la LMU, sino a la TUM, donde me desenvolvía en el grupo de AMS. En realidad, esta diferencia es más bien formal, ya que ambas univer-sidades comparten el acelerador de partículas que utilicé durante toda mi vinculación con Alemania. Sin embargo, el grupo alemán en donde había realizado mi tesis doctoral se había disuelto por retiro de mi su-pervisor, de modo que di por fina-lizada mi investigación en temas de estructura nuclear en isótopos con deformación octupolar. Estos viajes fueron solventados por un generoso subsidio de la Volkswagen Stiftung. De ahí en más, hasta el presente, me he dedicado a estudios básicos de mecanismos de reacciones nuclea-res a bajas energías y a la aplicación a diferentes campos de la ciencia de la técnica AMS. Si bien ambas acti-vidades difieren temáticamente en-tre sí, comparten una serie de reque-rimientos instrumentales y de equi-pamiento, y presentan importantes similitudes metodológicas en cuanto a la ejecución de los experimentos.

Comenzamos una activa colabo-ración con investigadores de AMS de Múnich y Canberra, promovien-do la creación de un sólido grupo de investigación en TANDAR y la formación de recursos humanos a

partir de la codirección de tesis doc-torales conjuntamente. Aquí fue de-cisiva la incorporación al grupo de Andrés Arazi, a quien tuve el gusto de dirigir en sus tesis de licenciatu-ra y doctorado, y con quien traba-jo desde hace más de veinte años. En su trabajo de tesis utilizamos la técnica de AMS para estudiar la pro-babilidad de formación del isótopo 26Al mediante la fusión de 25Mg y un protón. El radioisótopo 26Al es clave para entender y validar modelos de procesos de nucleosíntesis estelar.

Las aplicaciones de radioisóto-pos como trazadores ambientales, por ejemplo las tesis doctorales de Daniela Álvarez y Agustín Negri uti-lizando los nucleídos 36Cl y 129I, no se limitaron solamente a aquellos de vida media larga empleando la téc-nica de AMS. Con los colegas Hugo Huck y Daniel DiGregorio comenza-mos a utilizar con la misma finalidad radioisótopos de período corto (7Be, 137Cs), los cuales usualmente pueden ser medidos con gran precisión me-diante técnicas convencionales de contaje directo de los productos de decaimiento. Para ello se utilizó un sistema de detección de ultra bajo fondo, originalmente diseñado para tratar de identificar señales de mate-ria oscura en un laboratorio ubicado en la mina de Sierra Grande. Estas particulares aplicaciones de radio-núclidos significaron el origen de mi incursión en la temática ambiental. Para esa misma época nos encarga-ron al ingeniero José Gregui y a mí la formulación y dictado de la asig-natura Contaminación Radiactiva, materia obligatoria para los alumnos de la Licenciatura en Análisis Am-biental de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM). Yo había ingresado al plantel docente de la UNSAM en 1997, cuando concursé para el cargo de Profesor Adjunto en la Escuela de Ciencia y Tecnología. Ese acto fue el reinicio de mi activi-dad en la docencia universitaria, ya

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CIENCIA E INVESTIGACIÓN - RESEÑAS - TOMO 6 Nº 4 - 201852

que había sido interrumpida cuando renuncié al cargo de ayudante con motivo de mi primer viaje a Alema-nia. Pocos años después de haber ingresado en la UNSAM concursé para el cargo de Profesor Asociado en el Departamento de Física de la UBA.

Las charlas con José Gregui y la interacción con los estudiantes de “Contaminación radiactiva” impul-saron mi interés por la temática e in-centivaron la escritura de mi primer libro, Radiactividad en el medio am-biente, editado en Eudeba. En ese li-bro intenté describir distintos aspec-

tos de la presencia de radiaciones en el medio ambiente. El objetivo, y creo que el libro lo alcanza, es ayudar a tener una mejor compren-sión sobre los potenciales peligros involucrados y de ayudar a disipar los prejuicios que conllevan las acti-vidades con radiaciones ionizantes.

En 2002 tuve el honor de ser in-vitado por el Profesor Walter Kuts-chera, uno de los padres de la técni-ca de AMS, para realizar una estadía de investigación en Viena, sede del Vienna Environmental Research Ac-celerator. Para aprovechar esa visita, propusimos con Andrés Arazi una

investigación que involucraba la uti-lización del acelerador austríaco en una forma no convencional, colo-cando un blanco dentro del mismo y acelerando los productos de reac-ción. El objetivo era simular y estu-diar la fusión de un protón con un núcleo de 12C, proceso fundamental que ocurre en las estrellas y consti-tuye parte del ciclo de formación de los elementos carbono, nitrógeno y oxígeno. Ese estudio fue exitoso y significó el inicio de nuevas colabo-raciones con el laboratorio de Viena. Más adelante, realicé también esta-días cortas (tres meses) en la Austra-lian National University, Canberra,

EL METEORITO DE CAMPO DEL CIELO

Los meteoritos, piezas valiosísimas para estudiar la historia del sistema solar, adquieren un interés cien-tífico cada vez mayor a medida que se perfeccionan las técnicas de investigación destinadas a develar la información en ellos contenida. En su vuelo a través de nuestro sistema solar, los meteoroides –llamados “meteoros” si llegan a penetrar el campo gravitatorio terrestre y “meteoritos” una vez que se depositan sobre la superficie de nuestro planeta– están expuestos a radiación cósmica que, al interactuar con los núcleos que los constituyen dan lugar a reacciones que producen nuevos nucleidos, estables o radiactivos. Particularmen-te importantes son los núcleos radiactivos de vida media de centenares de miles de años, como berilio-10, aluminio-26, cloro-36, calcio-41, manganeso-53, níquel-59, hierro-60, dado que estos rangos temporales son comparables a las deambulaciones de los meteoroides por nuestro sistema solar. Del estudio en los meteoritos de la concentración de estos núcleos se puede obtener información acerca del tamaño del meteo-roide y de la posición preatmosférica que habría tenido el fragmento estudiado; también sobre el tiempo de exposición a la radiación cósmica y sobre la variación temporal y espacial de la misma.

El meteorito de Campo del Cielo que nos ocupa, de tipo ferroso, fue encontrado en el suroeste del Chaco, en el límite con Santiago del Estero. El sugestivo nombre de Campo del Cielo con el cual se conoce la zona de caída del meteorito es una traducción de la denominación aborigen Piguem Nonralta. Los habitantes originarios de la zona utilizaban en sus flechas puntas de hierro, hecho que llamó la atención de los conquis-tadores y les hizo pensar en la existencia de minas de las que provenía el metal, por lo que enviaron expe-diciones en su busca, una de ellas la de Mexia de Miraval, quien lo encontró en 1576. Dos siglos después, en 1783, tuvo lugar la expedición de Don Miguel Rubin de Celis, que dio lugar al primer informe científico sobre el meteorito. Este informe fue publicado en el Philosophical Transactions of the Royal Society of Lon-don volumen 78 (1788) 37-43 (An account of a mass of native iron, found in South-America, by Don Michael Rubin de Celis. Communicated by Sir Joseph Banks).

En nuestra investigación utilizando muestras de este meteorito, se analizó la producción de berilio-10, aluminio-26, cloro-36, calcio-41 y níquel-59 en los laboratorios TANDAR de la CNEA y en laboratorios simi-lares de la Universidad Técnica de Múnich y de la Australian National University, en Canberra. A partir de los resultados obtenidos, y basándonos en la edad terrestre que surge de mediciones indirectas y de evaluaciones geológicas de los cráteres producidos, se pudo establecer que las muestras analizadas estuvieron originaria-mente muy protegidas de la acción de la radiación cósmica, por encontrarse a una profundidad superior a los 300 centímetros respecto de la superficie del material extraterrestre original, cuya masa habría superado los 840.000 kilogramos. Dichos resultados avalan la colosal dimensión del meteoroide que dio origen al me-teorito chaqueño que nos ocupa, uno de los meteoritos ferrosos más grandes hallados hasta el presente. En la actualidad, se estima que del material original solamente unos 50.000 kilogramos permanecen en el lugar del impacto; el resto se encuentra vandalizado o diseminado por distintos museos del planeta.

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53Conociendo mundo a través del núcleo atómico

en el grupo de Keith Fifield, otra de las personalidades más importantes en AMS y con quien hubo luego un fuerte vínculo de colaboración y realización de trabajos conjuntos.

GESTIóN EN LA UNIVERSIDAD NACIONAL DE SAN MARTIN

En 2007, mi carrera tuvo un in-esperado giro, cuando el entonces Rector de la UNSAM, Carlos Ruta, me propuso hacerme cargo de la Secretaría Académica de dicha uni-versidad. Nuevamente tuve que aprender e incursionar en temas desconocidos y pude enriquecerme intelectualmente a través del contac-to estrecho con distinguidos profe-sionales de disciplinas muy distantes de las ciencias exactas. La Universi-dad Nacional de San Martín había pasado de ser un proyecto incipiente a convertirse, en ritmo vertiginoso, en una institución consolidada, de modo tal que, con la transformación de la universidad, la Secretaría Aca-démica tenía que acomodarse para acompañar esos cambios, por lo que mi gestión sirvió para impulsar un or-denamiento y profundizar la utiliza-ción de nuevas tecnologías al servi-cio de los procesos administrativos. Se dio un fuerte impulso a la gestión de la información y al estableci-miento de nuevas plataformas digi-tales para la educación a distancia y la creación de un campus virtual (Programa +campus). Esta prime-ra responsabilidad institucional fue una linda y fructífera experiencia, y entre los colegas que frecuenté qui-siera destacar a Juan Carlos Tedesco, ex Ministro de Educación de la Na-ción, una de las personalidades más fascinantes que conocí. Trabajar con él, una persona respetuosa, con ini-ciativa y decisión, ha sido un placer y estoy agradecido por ello.

Durante esos años había aban-donado la práctica de futbol por ra-zones obvias, pero impulsados por

Aníbal Gattone comenzamos con Alberto Pacheco a incursionar en otro deporte que hoy en día se hizo casi un designio de toda la familia: el running. Participé en distintos ti-pos de carreras, incluso en marato-nes de 42 kilómetros, y gracias a la práctica de esta actividad pude co-nocer rincones no muy frecuentados de muchas provincias argentinas. La práctica de este deporte, en cierta medida solitario y de largo aliento, me sirvió (sirve) como entrenamien-to mental, dado que estas caracte-rísticas, sumadas a la persecución de conquistas sólidas, son, en cier-ta forma, similares a los objetivos usualmente perseguidos en la inves-tigación científica.

Entre 2008 y 2014 tuve la po-sibilidad de realizar una fructífera colaboración en temas relacionados con astrofísica nuclear con un físico alemán radicado en Argonne, Esta-dos Unidos, a quien admiraba mu-cho desde mi época de doctorando en Múnich (él era asistente en la TUM en ese entonces). Se trata de Ernst Rehm, con quien compartí la codirección de las tesis doctorales de Juan Manuel Figueira y Patricio Carnelli.

En 2012 concursé para el puesto de Decano del Instituto de Investi-gación e Ingeniería Ambiental, 3iA, creado en la UNSAM cuatro años antes. Fui el sucesor del primer de-cano, Alberto Pochettino. El desa-fío que comprometía esa tarea era muy interesante, ya que significaba definir el escenario disciplinar del Instituto (los estudios ambientales pueden referirse a distintos campos o disciplinas científicas) y profundi-zar la investigación y el desarrollo tecnológico en el mismo. Me pre-ocupé por poner en práctica en el Instituto la filosofía de trabajo que fui adquiriendo a lo largo de toda mi trayectoria profesional en distintos laboratorios del mundo, obviamen-

te adecuándolos a una universidad argentina. Para el logro de estos propósitos fue determinante la cons-trucción de un edificio donde se alojaron solamente grupos propios del Instituto y la obtención de un préstamo del MinCyT para equipa-miento y mobiliario de laboratorio. En toda esta acción fue decisiva la capacidad, esfuerzo y compromiso de muchas personas (investigadores, personal administrativo y docen-tes), con quienes hemos compartido una visión de institución. A modo de ejemplo (y agradecimiento) es menester mencionar a Pablo Aued, Roberto Candal, Gerardo Castro y Griselda Polla, entre muchos otros. Como resultado de la gestión se vis-lumbra en el 3iA el desarrollo pleno de investigaciones de un excelente grupo humano en un clima cordial y de gobierno democrático. La ins-titución se convirtió en un lugar es-timulante para investigadores jóve-nes, muestra de ello es el creciente ingreso al instituto de asistentes y adjuntos, quienes, junto con los be-carios doctorales y posdoctorales, aseguran una base afianzada de re-cursos humanos que construyen una institución original y fértil. En efecto, el 3iA ha logrado consolidarse en el plano nacional como un Instituto de referencia en temas ambientales.

En el año 2012 fui nombrado Profesor Regular Titular en la Facul-tad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires, en 2013 Profesor Regular Titular de la Universidad Nacional de San Martín, y en 2014 fui promovido a Investigador Superior del CONICET. Estas designaciones significaron el punto máximo de mi carrera profe-sional como investigador.

A lo largo de mi trayectoria como docente e investigador tuvieron par-ticipación numerosas personas que influyeron decisivamente en mí, muchos de ellos los mencionados

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CIENCIA E INVESTIGACIÓN - RESEÑAS - TOMO 6 Nº 4 - 201854

en este relato. Mirando retrospec-tivamente, encuentro que con esas personas me une un vínculo etéreo pero muy sólido a la vez: la curio-sidad por entender la naturaleza. En mi caso, el acercamiento hacia la naturaleza fue a través de lo que los isótopos nos pueden revelar. Precisamente, en el último año he-mos escrito con Agustín Negri un libro, Entendiendo el lenguaje de los isótopos que ahora se encuentra en proceso de edición en UNSAM Edita, sobre las innumerables cues-tiones vinculadas con la atmósfera, la litosfera, la hidrosfera y la biosfera que se pueden comprender enten-diendo el lenguaje de los isótopos.

Afortunadamente, la profesión que elegí me permitió conocer a científicos brillantes y relacionarme con ellos, por lo cual estoy profun-damente agradecido. Ellos a su vez tuvieron un papel determinante en alcanzar los logros aquí relatados.

Escribir este resumen de vida constituye una buena oportunidad para mirar retrospectivamente y re-flexionar sobre los años recorridos. Aparecen entonces discípulos muy apreciados, y también colegas entra-ñables con los que entablé una sóli-da amistad. Tuve especial cuidado e interés en apoyar el crecimiento de investigadores jóvenes, estimularlos y apoyarlos en la obtención de sus objetivos y metas.

AGRADECIMIENTOS

Quiero agradecer a Miguel Blesa por su invitación a escribir este texto para su proyecto “Reseñas de Cien-cia e Investigación”. Es un enorme orgullo y satisfacción, y me resultó muy interesante plantear esta mira-da introspectiva de mi vida y mi ca-rrera profesional. Creo haber tenido mucha suerte al poder trabajar en lo que me gusta, y con excelentes ami-gos. Gocé del privilegio de tener una

formación estatal gratuita en todos los niveles de mi carrera. Esta fortu-na se vio favorecida por el sacrificio que hicieron mis padres para posi-bilitar mis estudios universitarios sin que yo tuviera necesidad de trabajar (solamente durante el último año de la carrera trabajé como ayudante de segunda en el Departamento de Fí-sica de la UBA). Sé que sin este pri-vilegio que me dio mi país y sin el sacrificio que realizaron mis padres, todo hubiera sido mucho más difícil, tal vez imposible, para mí. Creo que es por eso, por agradecimiento, que tengo permanentemente presentes mis orígenes y, por sobre todas las cosas, la herencia de mis padres: tra-bajo, esfuerzo, decencia.

Agradezco a Lina, quien me ha apoyado incansablemente desde mi época de estudiante casi recién lle-gado a Buenos Aires. Mi desarrollo como profesional no hubiera sido posible sin contar con su aliento. Ella, nuestros tres hijos, sus familias (¡cuatro nietos!) son la fuente de mis afectos más profundos.

BIBLIOGRAFÍA

Las referencias bibliográficas que figuran a continuación no son un listado exhaustivo de mis publica-ciones, sino sólo un registro de los principales temas de investigación por los que he incursionado.

E S T R U C T U R A N U C L E A R , DEFORMACIóN OCTUPOLAR

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55Conociendo mundo a través del núcleo atómico

mination of the Octupole over the Quadrupole Degrees of Free-dom and the New Type of Tran-sitional Nuclei: The 218Ra Case. Nucl. Phys. A567, 685.

ESTUDIO DE MECANISMOS DE REACCIóN

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CIENCIA E INVESTIGACIÓN - RESEÑAS - TOMO 6 Nº 4 - 201856

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SEMBLANZA

El doctor Carlos Alberto Fossati puede ser considerado sin dudas como uno de los grandes impulso-res de la Inmunología Molecular en la Argentina. La inmunología es una ciencia relativamente joven, y re-cién se comenzó a entender su fun-cionamiento a nivel molecular en la década del 70 del Siglo pasado. Uno de los hitos más importantes sin dudas fue el descubrimiento de la técnica de producción de anti-cuerpos monoclonales por nuestro compatriota Cesar Milstein. Este avance permitió en pocos años des-cribir la existencia de una gran can-tidad de proteínas que regulan y ac-tivan la respuesta inmune tal como hoy la conocemos. Alberto, como el mismo relata, un joven de origen pueblerino pero dotado de una gran curiosidad, constancia y hambre de conocimiento desde niño, pudo ins-talar la técnica de anticuerpos mo-noclonales en la Argentina a pocos años de ser desarrollada, generan-do nuevas estructuras, disciplinas y conocimiento, venciendo las di-ficultades objetivas que encontró. Quienes como yo nos formamos a su lado, sabemos que Alberto logró muchas cosas, pero también sabe-mos de cuán abajo empezó cada una de esas cosas. En una época donde para armar un laboratorio había que empezar por pintar sus paredes, hacer conexiones eléctri-cas, etc., Alberto logró entusiasmar

CARLOS ALBERTO FOSSATIpor Fernando Goldbaum

a un grupo numeroso de jóvenes, formando una importante cama-da de investigadores en la cátedra de Inmunología de la Facultad de Farmacia y Bioquímica, Universidad de Buenos Aires, a la vez que logró introducir la Inmunología como ma-teria y como disciplina científica en la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad de La Plata, aún a cos-ta de largos e interminables viajes cotidianos entre ambas ciudades en transporte público. Y a la par de todo esto, Alberto ha sido y es uno de los pilares de la Sociedad Argentina de Inmunología, tan importante para el desarrollo de esta ciencia en nuestro país y del desarrollo de esta discipli-na también en el CONICET.

Quizás lo más importante que destaco de la trayectoria de Alberto es su humildad, claramente relacio-nada con su formación humanística, y su gran generosidad, tan escasa en nuestro medio. Estos atributos, su-mados a su buen ánimo frente a la

adversidad, le permitieron a él y a quienes nos formamos con él, avan-zar en circunstancias difíciles. Todos nosotros recibimos de Alberto el mensaje implícito de que debemos construir para que los que vienen después de nosotros estudien e in-vestiguen en mejores condiciones y que nos superen en las metas al-canzadas. Algo tan simple, pero tan trascendente.

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DEL PUEBLO A LA CIUDAD, EL DESARROLLO DE LA INMUNOLOGÍA EN LA FACULTAD DE CIENCIAS EXACTAS DE LA UNLP

Palabras clave: anticuerpos monoclonales, hipersensibilidad alimentaria, brucelosis.Key words: monoclonal antibodies, food hypersensitivity, brucellosis.

Carlos Alberto FossatiProfesor Emérito, Facultad de Ciencias Exactas, Universidad Nacional de La Plata.Investigador Superior CONICET contratado – Instituto de Investigaciones Inmunológicas e Inmunopatológicas IIFP, CONICET-UNLP.

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1. INTRODUCCIóN

Hace ya un largo tiempo, muy largo en realidad, el Dr. Miguel Blesa me pidió que escriba la Reseña de mis actividades científi-co/académicas. El tiempo sigue co-rriendo y mi decisión sigue prolon-gándose. ¿Por qué? Porque no logro entender si realmente mi actividad en esos campos merece quedar pu-blicada por una organización tan importante como AAPC. ¿A quién podría interesarle leer esa reseña? ¡Probablemente a nadie! ¿A quién le interesaría la información autobio-gráfica que incluirá, si finalmente la concreto? A muchos menos, supon-go. En definitiva, ¿para qué, por qué y a quién?, no me generan respues-tas certeras sino solo conjeturas. Por ello trataré de continuar escribiendo intentando no dudar ni volver a pre-guntármelo.

Esta reseña es un viaje perso-nal a lo largo de mi camino en la Inmunología y su inserción en la Facultad de Ciencias Exactas de la UNLP.

2. EL PRINCIPIO

Nací en la hermosa ciudad de Trenque Lauquen, situada en ple-na pampa bonaerense, aunque mis padres ya estaban radicados en Tres Lomas – por entonces ese era el nombre oficial de la estación del Ferrocarril Sarmiento mientras la lo-calidad se denominaba José María Blanco – ellos eran oriundos de Trenque Lauquen con familias fuer-temente arraigadas en ella.

Mi familia paterna era de un gru-po de inmigrantes italianos afinca-dos en el campo y, lógicamente, de-

dicados a las actividades agrícolas y ganaderas (toda una historia la del asentamiento migratorio en la zona y la de la dispersión geográfica de algunos familiares por el resto de la Argentina y Uruguay).

En cambio, mi familia materna, básicamente con raíces españolas, estaba firmemente arraigada al ám-bito urbano y poseía tanto propieda-des en la ciudad como extensiones importantes de campo, de la mano de una bisabuela sumamente em-prendedora que, entre otras cosas, construyó empresas que trascen-dieron holgadamente la región y al-guna alcanzó nivel nacional. En su seno había varios profesionales uni-versitarios, médicos, farmacéuticos, entre otros, y algunos personajes empeñados en disminuir la fortuna generada por mi bisabuela, viviendo

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lujosamente en Buenos Aires.

Mi padre (Trento), sus cuatro her-manos varones y mi tía, se criaron en el campo pero también vivieron en una casa muy grande (típica de la época) en la ciudad. Papá curso la Primaria en una escuela rural y parte en una urbana. Inició sus estudios Secundarios en el recientemente creado Colegio Nacional de Trenque Lauquen que dependía académica y administrativamente de Santa Rosa (la Pampa, a 250 km) y los finalizó como pupilo en el Colegio San José de La Plata. Estudió Farmacia y luego Bioquímica en la entonces Facultad de Química y Farmacia de la UNLP (pasó a ser Facultad de Ciencias Exactas en 1968) donde se graduó como Farmacéutico en 1938, tras dos años de actividad profesional se inscribió en Bioquímica y se doctoró en el año 1943. Anecdóticamente, aunque no deja de ser interesante mencionar, en esos momentos no existía una estructura que cubrie-ra la realización de una Tesis de Doctorado, que era casi una acti-vidad privada, realizada en alguna Cátedra y solventada por el propio peculio del interesado, situación de trabajo ad-honorem que muchos he-mos vivido posteriormente en forma reiterada y cíclica. Su tesis fue reali-zada en la Cátedra de Bromatología, estuvo dirigida al estudio de compo-nentes de leche de consumo en la ciudad de La Plata.

Mi madre (Tin), hija de un Farmacéutico de pueblo y una italia-na vivaz, alegre y excelente cocinera (después de su muerte encontramos documentos que mostraban que ha-bía estudiado y actuado como obs-tetra), vivió en Treinta de Agosto y en Trenque Lauquen, donde realizó sus estudios secundarios al igual que su hermana (Negra). Mi abuelo ejerció su profesión hasta poco antes de su muerte.

Ambas familias vivían sobre la misma avenida (en Trenque Lauquen todas las calles son avenidas y casi todas poseen rambla al medio) casi enfrente una de la otra. A mi padre le ofrecieron trabajo en la farmacia en que había trabajado mi abuelo materno y eso terminó el acerca-miento con mi madre y poco des-pués se casaron. Para entonces mi padre se había instalado en Tres Lomas y el casamiento disuadió a mi madre de continuar los estudios uni-versitarios. Se instalaron en una casa céntrica alquilada, con local amplio donde funcionaba tanto la Farmacia como el Laboratorio y vivieron allí hasta 1965, año en que se mudaron a una nueva casa que construyeron de cero, a menos de 100 metros. A la sazón mi padre, único bioquími-co en las inmediaciones, alternaba los jueves acudiendo al hospital de Salliqueló y al de Pellegrini para asistir pacientes en esos nosoco-mios (durante las vacaciones lo acompañaba frecuentemente en esas excursiones), tarea que realizó durante muchos años hasta que se instalara un Bioquímico en el pue-blo. Finalmente, mi padre dejó la bioquímica en cuanto una profesio-nal vino a Tres Lomas.

La relaciones familiares seguían siendo muy fluidas por lo que sema-na por medio, cuando la farmacia no estaba de turno, viajábamos a Trenque Lauquen y también a Treinta de Agosto. Entre los vínculos conser-vados estaba la del médico familiar, por lo que mamá decidió esperar el parto de su primer embarazo en su ciudad natal. Mi hermana, en cam-bio, ya nació en Tres Lomas casi dos años después.

3. PRIMARIA y SECUNDARIA

El ciclo primario lo realicé en la escuela provincial Nº 4 Juan Manuel Belgrano (ahora escuela Nº1) de Tres Lomas. Entonces el pueblo tenía

dos escuelas primarias (Nº4 y Nº7) que cubrían dos turnos cada una, a la tarde Primero Inferior, Primero Superior, Segundo y Tercero. A la mañana una división de Tercero y de Cuarto a Sexto. No existía Jardín de Infantes. A pesar de lo pequeño de la localidad, existía un cierta rivali-dad entre los alumnos de ambas es-cuelas, claramente inaceptable pero real (¿somos una sociedad atrapada por el afán de disociar en lugar de unir?).

Por alguna razón que no recuer-do claramente aprendí a leer y es-cribir, como así también el manejo elemental de los números, bastante antes de comenzar el ciclo primario (sí recuerdo claramente la ansiedad por aprender a leer) por lo que ingre-sé a la primaria a los 5 años recién cumplidos. Mi estadía como alumno en la escuela duró muy poco, un par de meses tal vez, dado que una re-glamentación nueva impidió que los chicos comenzaran la escuela antes de los 6 (según año calendario, por entonces). Allí comenzó un proble-ma para mis padres pues yo era muy curioso y estaba sumamente intere-sado en ir a la escuela y aprender (la salida de ella me produjo una gran tristeza y desazón que aún re-cuerdo muy bien). Se resolvió con clases particulares con una maestra que vivía en el hotel de la vuelta (Hotel Gomila). Era muy frecuente por aquellos tiempos que las maes-tras ejercieran fuera de sus lugares de residencia y vivieran en hoteles o pensiones hasta que se trasladaban a otro destino o se afincaban en el pueblo. Numerosos matrimonios se generaron entre locales y maestras. Casi no existían varones en el magis-terio. Por esa época llegó el prime-ro a Tres Lomas, Jorge Salas, como director a la escuela Nº4. Su esposa Coca era también maestra y tenían un hijo, Poli, con quien estableci-mos una profunda amistad infantil.

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Me apasionaban esas clases (con la Señorita Rina) y aprendí mucho por lo cual rendí un examen y al año siguiente ingresé con 6 años direc-tamente a Primero Superior. Como consecuencia siempre fui, en lo su-cesivo, uno de los menores de cada promoción.

Toda la Primaria transcurrió (como debería ser siempre) sin con-tratiempos ni dificultades. La vida en el pueblo era simple y tranqui-la, donde todos los adultos velaban por el cuidado de todos los chicos. Había extensos terrenos baldíos en todas las manzanas, las calles eran de tierra, había muchos caballos y sulkis, pero circulaban muy pocos autos. La libertad de movimiento de los niños era muy grande, íbamos y volvíamos solos a la escuela, jugá-bamos a la pelota en medio de la ca-lle, y las mayores (y únicas) restric-ciones para ello eran haber hecho los deberes, responder al llamado de “tomar la leche” y volver al hogar en cuanto se “prendan las luces” del alumbrado público.

Cuando estaba alrededor de cuarto grado, si mal no recuerdo, se produjeron varios eventos impor-tantes, alguno clave para el futuro del pueblo. Cayó una nevada de magnitud no registrada la cual nos permitió construir muñecos de nie-ve o inventar esquíes para nieve. Se produjo una inundación importante tras una lluvia torrencial de unos 400 mm en menos de 24 horas, que quedó en la historia como “los 400” (el 2 de abril de 2013 rememoré ese diluvio sin imaginar que el de La Plata sería mayor y mucho más dañino que aquél). El pueblo quedó totalmente aislado por un tiempo y solo se podía entrar o salir a caba-llo o con su tracción, hasta que se reinició el servicio ferroviario, se lo-gró abrir caminos entre los campos más altos para que pudieran circular tractores, camionetas y después au-

tomóviles, y lentamente se fue nor-malizando. Tanta agua en un paraje seco fue una fiesta para los chicos que realizamos impensables aventu-ras movilizándonos más allá de los límites del pueblo entre charcos y lagunas.

El gran acontecimiento de esa época y el más importante que me tocó vivir como treslomense fue la creación del Colegio Secundario (1955) dependiente de Trenque Lauquen. Constituye un hito tras-cendente ya que cambió la vida y las expectativas de los niños y jóve-nes (y del resto de los habitantes, en realidad). La apertura del secundario cambió definitivamente al pueblo y su futuro. Surgió por el compromiso desinteresado y colectivo de insti-tuciones y vecinos, profesionales, maestros, religiosos de todas las confesiones allí radicadas, amas de casa, peones, ciudadanos de a pié, etc. de cara al progreso, al creci-miento y a la apertura de posibili-dades para el futuro de sus hijos y nietos. Las maestras y los profesio-nales se adaptaron y capacitaron (vía cursos a distancia del Ministerio de Educación) para actuar como profesores y personal administrativo de esa creación, la cual pronto fue reconocida oficialmente (Instituto Mariano Moreno) por la Dirección de Educación de Gestión Privada de la Provincia de Buenos Aires y el Ministerio se hizo cargo de pagar sueldo a quienes (todos) se desem-peñaban ad-honorem. Pasó definiti-vamente al ámbito estatal en 1994. (Mi padre fue durante muchos años profesor de Física y de Química tan-to para el secundario diurno como para el comercial nocturno, creado unos años después; mi madre dictó Botánica, también por mucho tiem-po en ambos turnos). La apertura ge-neró una nueva y gran opción para toda la juventud ya que encarar estu-dios secundarios no requeriría tanto sacrificio ni el esfuerzo económico

de enviar hijos a otras ciudades para poder estudiar. También colaboró con una más rápida maduración de los chicos pues ahora teníamos que enfrentar la decisión de trabajar o estudiar, es decir, una gran parte de esa decisión era nuestra responsabi-lidad. Era la oportunidad de encarar el doloroso cambio de la escuela al colegio, de una maestra protectora (dentro y fuera del aula) por diversos docentes de distintas disciplinas que deberíamos atender independiente-mente la una de la otra, mayor inten-sidad de estudio y dedicación, entre otros cambios. No todos estaban se-guros de poder afrontarlos ni todos pudieron hacerlo. Para muchos fue una decisión muy difícil, para mí completamente natural.

Los aspectos académicos de esos primeros tres años transcurrieron normalmente, sin problemas, con al-gunos profesores excelentes y algu-no malo. Formamos un sólido com-pañerismo y muchas amistades que aún alimentamos, aunque muchos, lamentablemente, ya se fueron.

Sin embargo, sucedieron situa-ciones sumamente graves durante eso años. A la sazón el director del colegio era el cura párroco quien había asumido la parroquia unos años antes (1956 – 1962). Era un cura muy activo, inteligente y em-prendedor, instruido y culto y de una muy fuerte personalidad. Muy involucrado en la sociedad se con-virtió rápidamente en una fuerza importante e insoslayable para toda empresa. Participaba activamente de todas las iniciativas que se pro-ducían y generaba muchas él mis-mo (aunque tratando siempre de adueñarse de todo lo que pasaba). Autoritario, despótico, agresivo, sin reales filtros éticos, sociales o huma-nitarios. ¡Fue un desastre! Dividió a los vecinos, a los católicos y los de otras creencias, a los maestros, a los alumnos, a los chicos, a los profe-

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sores, a los clubes. Vigilaba, con la complicidad de una corte de adu-lones la conducta de los vecinos y muy especialmente a los alumnos secundarios, particularmente a las mujeres. Llegó a usar los sermones de misa dominical para criticar a los vecinos que no actuaban siguien-do sus designios. Finalmente se lo-gró alejarlo del pueblo y recaló en la parroquia de Trenque Lauquen. Al ser esta una comunidad mucho mayor y más fuerte política y eco-nómicamente, no logró imponer su condición.

Los que hayan seguido un poco la historia de la violación de los derechos humanos en nuestro país, particularmente durante el Proceso recordarán al mencionado cura en cuanto vean su nombre: Emilio Ogñenovich. De allí pasó a cape-llán de la Armada en Bahía Blanca, luego fue arzobispo de la Diócesis de Luján-Mercedes. Tuvo una lasti-mosa gestión en la política nacional, denunció gente que posteriormen-te resultó desaparecida o asesi-nada entre otras actividades anti-republicanas y anti-democráticas. Curiosamente, su nefasto paso por Tres Lomas no figura ni en su biogra-fía oficial ni en Wikipedia. Terminó su carrera cuando le descubrie-ron malos tratos y estafas al estado con el cuidado de chicos y con el manejo de fondos estatales para lí-neas de transporte de pasajeros en Mercedes/Luján junto a su herma-no; murió poco después en 1988. [Sitios interesantes para comprender la magnitud del personaje, https://es .wik ipedia.org/wiki/Emi l io_Og%C3%B1%C3%A9novich,

h t t p : / / w w w . w i -k i w a n d . c o m / e s / E m i l i o _Og%C3%B1%C3%A9nov ich http://www.hoymercedes.com.ar/principal/tag/monsenor-emilio-og-nenovich/ ]

h t t p s : / / w w w . p a g i -n a 1 2 . c o m . a r / d i a r i o / e l m u n -do/4-161439-2011-01-30.html (Coherente con causas injustas),

h t t p : / / w w w . a m b i t o .com/566037-a-los-88-anos-murio-el-arzobispo-emilio-ognenovich

https://www.lanacion.com.ar/1345774-fallecio-monsenor-emi-lio-ognenovich

http://www.aica.org.ar/aica/igl_arg/obispos/ob_biografias/Ognenovich.html ]

Mi promoción fue una de las menos numerosas en la historia del colegio; nunca fuimos más de 20 y sólo 18 finalizamos el Ciclo Básico, 16 mujeres y 2 varones. Todos los demás decidieron seguir Magisterio por lo cual fui el único que pre-tendía el Bachillerato. Obviamente no se abriría el Cuarto Bachiller y yo debía ir a estudiar a otro lado. Trenque Lauquen era la opción di-recta donde podría alojarme con mi abuela materna o internarme en un colegio o pensión, nadie de la fami-lia quería cargar con esa responsa-bilidad a la abuela y no había una buena opción de internación con lo que le solicité a mis padres que me enviaran más lejos. Quedó, enton-ces, la posibilidad de ir pupilo a La Plata o Buenos Aires. El San José de La Plata discontinuó la pensión pero el de Buenos Aires prosiguió con el sistema hasta 1963. Así que, a poco de cumplir los 15 años, partí ha-cia Buenos Aires. Cursé cuarto año como pupilo y quinto como externo viviendo con dos señoras allegadas a la familia.

Fue toda una experiencia de vida, del pueblo a la gran ciudad, de ser alguien conocido por todos a ser un anónimo entre miles, de ver libre directa y permanentemente el horizonte en cualquier dirección a

ver paredes o edificios, de pequeños grupos de personas a enormes mul-titudes, de estar permanentemente protegido a tener que tomar decisio-nes constantemente casi en soledad. Recuerdo vívidamente las primeras noches que desde Plaza Once me dirigía a internarme al colegio, me paraba a mirar en rededor y llegar a la conclusión que eso que veía era el verdadero zoológico de Buenos Aires. Me costó mucho aprender que no había que intentar mirar el horizonte, y que hubiera tanta canti-dad y variedad de personas en unos pocos metros cuadrados. De una escuela y un colegio mixtos donde el trato con las chicas era una con-vivencia sana, natural e igualitaria, a un colegio solo para varones donde resultaba cansador tener que expli-carles a los compañeros que si era posible convivir y ser amigos con las chicas.

Extrañé mucho mi casa, mis pa-dres, mi hermana, mis amistades y también extrañaba mi pueblo. Todo ello me generó angustias y tristezas pero también aumentó mi decisión y entereza para superarlo. Claro que los fines de semana contaba con el apoyo, la atención y el cariño de mi tutor y su familia, Cacho Petrini (mé-dico Pediatra), Chola y sus tres hijos, menores que yo pero muy cálidos, a cuya casa en Castelar iba todos los viernes para pasar el fin de semana.

Para esos dos años de Bachillerato elegí la especialización en Física, Química y Matemática. Otra opción era más biológica pero estaba muy orientada a la medicina, otra orien-tada a derecho y había alguna otra que no recuerdo bien. Siempre me gustaron esas disciplinas además de la Biología, aunque también dis-fruté mucho con Historia antigua, Geografía y la Literatura del Siglo de Oro español. No tuve inconvenien-tes durante esos años y, en quinto, comencé a pensar qué carrera uni-

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versitaria seguir y donde hacerlo. Estaba orientado hacia la Ingeniería mecánica o química, bioquímica o equivalentes. Buenos Aires no me gustaba y en cambio si me gustó La Plata, seguramente influido por las anécdotas que contaba mi padre y porque iba frecuentemente a visitar a mi prima María Rita que estaba estudiando psicología. No obstante, nos presentaron la posibilidad de hacer, paralelamente a quinto año, el ingreso a Ingeniería (por algún convenio entre la UBA y el Colegio), de manera que casi no debíamos concurrir a la Facultad excepto para rendir exámenes. Aprobé los prime-ros parciales de esa instancia pero comprendí que no era lo que más me gustaba. Así tomé la decisión de realizar mis estudios universitarios en la UNLP.

4. LA UNIVERSIDAD

Me decidí por la UNLP, reco-rrí los edificios de Ingeniería y de Química y Farmacia, solicité y ana-licé los programas y características de las carreras que me interesaban y concluí que Ingeniería Química contenía muy poca química y que Química no incluía casi nada de ciencias biológicas. Por otra parte Química y Bioquímica eran prácti-camente iguales en sus contenidos de los primeros cuatro años por lo que resultaría más fácil, llegada la ocasión, pasar de bioquímica a quí-mica. A la inversa era más dificulto-so pues se tendrían que cursar todas las materias biológicas. Como con-secuencia me inscribí ese mismo día en Bioquímica.

El curso de ingreso comenzó el 15 de enero y era muy intensivo pero corto, dos meses. Estaba muy bien organizado, con muy buen ni-vel docente y exigente; si bien no era eliminatorio si era obligatorio. Teníamos que rendir dos parciales de cada una de las cuatro asignatu-

ras, Física, Química, Matemática y Biología. En virtud de la fuerte carga de esas disciplinas en mi bachillera-to no representó ningún problema aprobar el curso de ingreso sin di-ficultades.

Tampoco sufrí el desarraigo habi-tual y notable de la mayoría de los estudiantes del interior del país pues ya contaba con dos años de expe-riencia en el manejo de mi propia vida. Viví en una pensión y luego en una casa con compañeros del pue-blo y de localidades vecinas.

Los estudios de la Carrera trans-currieron normalmente con pocos inconvenientes pero con gran es-fuerzo, pues el plan de estudios era sumamente exigente y estricto. Hacer amistades y tener muy bue-nos compañeros fue bastante sim-ple, y pudimos forjar sólidos lazos de amistad con muchos compañe-ros y compañeras de estudios, que aún persisten. Tuve la suerte de ha-cer excelentes amigos y armamos muy sólidos grupos de estudio para distintas asignaturas. Puedo mencio-nar entre otros a Guillermo Urrutia, Gerardo Vasta, Alfredo Actis Dato, Horacio Levitin y Ariel Scaglia, en-tre otros. Claro que se forjó más que amistad, me enamoré de una de mis compañeras, cristina añón, y se ini-ció un noviazgo que se transformó en matrimonio un par de años des-pués de recibirnos y en familia con el nacimiento de Verónica, nuestra única hija. Desde entonces segui-mos unidos, juntos y felices.

Cristina, María Esther Lasta (compañera de estudios y amiga de Cristina desde el Jardín de Infantes) y yo nos recibimos exactamente al final de las cursadas y fuimos los únicos tres de nuestra promoción en terminar en diciembre del sexto y úl-timo año (más que un logro creo que es una curiosidad).

5. INVESTIGACIóN y DOCEN-CIA

Si bien mi visión de la bioquí-mica era el ejercicio de la actividad profesional en la clínica, que viví de cerca en el laboratorio pater-no y que realmente me gustaba y al que entraba a mirar, preguntar y ayudar casi todos los días mientras viví en Tres Lomas (en cambio nun-ca me atrajo la Farmacia a pesar de estar y “ayudar” en la elaboración de píldoras, ungüentos, cápsulas, sellos y jarabes [eso si me gusta-ba]), durante la carrera comencé a apreciar otros enfoques y, que me resultaban mucho más atractivos, especialmente la bioquímica mole-cular, y en sexto año descubrí la in-munología. Inmunología no existía como asignatura y prácticamente no estudiamos nada de ella salvo algu-na metodología inmunoquímica de manera muy conceptual y aplicada. Teníamos al final de la Carrera una Bioquímica Patológica de carácter semestral que, como recién se ha-bía abierto un par de años antes, no tenia plantel docente permanente y la dictaban docentes de Buenos Aires. El Dr. Gómez se hizo cargo un año (o dos) y no quiso o no pudo continuar por lo que se recurrió a un grupo de docentes de Exactas y de Medicina coordinados desde Química Biológica cuyo Profesor Titular era el Dr. Gabriel Favelukes. Gabriel se había instalado en Exactas unos años antes (1960) al re-gresar de su posdoctorado en EEUU, generó una revolución en el perfil de la Bioquímica de la Facultad. Introdujo la Bioquímica Básica, más tarde bautizada como Bioquímica o Biología Molecular. Formó un plan-tel docente de alta calidad, modifi-có la forma de enseñar, aprender y enfocar las ciencias biológicas, creó un grupo de investigación sólido y diversificado centralmente enfoca-do en proteínas y ácidos nucleicos, pero incluyó a la biofísica (asigna-

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tura también semestral que enton-ces la dictaban Marcelino Cereijido y Catalina Rotuno quienes también desplegaban una muy intensa acti-vidad política en la UNLP, aunque no la mezclaban en las clases) y la Inmunología en manos del Dr. Moisés Spitz- Moisés (un personaje novelesco y amigo entrañable, inso-bornable, fuerte activista político y anarquista de sangre). A su regreso de Suecia, donde estuvo trabajando en el Instituto Karolinska, Moisés se instaló con Favelukes en Química Biológica para concretar su docto-rado (https://www.biol.unlp.edu.ar/homenajes.htm). También se afincó un Físico, Raúl Grigera, quien rea-lizó su tesis trabajando en conjun-to con Cereijido y Rotuno, y fue Profesor Titular de Biofísica y crea-dor del IFLISYB.

Con Moisés, en Química Biológica II, nos introdujimos a la Inmunología que comenzó a sonar cada vez más intensamente en mi cabeza. Obviamente decidí hacer la Tesis e intentar insertarme en el mundo científico, por lo cual fui a hablar con Gabriel. Me propuso un plan de trabajo en el área de la bio-síntesis de proteínas que me resul-tó muy interesante y me presenté a una beca de Iniciación de CONCET. Mientras trabajaba aprendiendo y practicando la metodología reque-rida, diariamente me hacía tiempo para hablar de Inmunología (tratar de aprender, realmente) con Moisés. Como resultado de esas incursiones me convencí que realmente la in-munología era lo que más me intere-saba, hablé con Gabriel para pedirle retirar la solicitud de beca, cambiar de tema y de director de trabajo y arreglarme para conseguir algún estipendio. No le gustó, obviamen-te, pero finalmente me entendió y a partir de allí apoyó mi elección.

Comencé a trabajar en un tema

de actualidad en ese momento, rela-cionado a los factores solubles que participaban de la respuesta inmu-ne, de lo cual se sabía poco y era muy confuso. Con el paso de los años esos factores humorales devi-nieron en interleuquinas, citocinas, etc. Visto a la distancia mi trabajo de tesis me resulta tan elemental que siempre dudo si seguir guardando el original. Antes de terminar con los experimentos del trabajo de tesis, Moisés debió exiliarse en Inglaterra donde su amigo y compañero polí-tico César Milstein aceptó que tra-bajara en su laboratorio. Milstein nos había visitado en un par de ocasiones, revisó mis resultados, nos dio consejos y nos enseñó mu-cha Inmunología básica. También nos adelantó los próximos avances en el campo de la bioquímica y ge-nética de inmunoglobulinas y de la inmunología celular. Recuerdo especialmente que yo estaba muy preocupado porque mis resultados se contradecían con los de dos re-conocidos autores que publicaban frecuentemente en Annual Reviews of Immunology. Pero César me de-cía que nadie les creía y que era raro que publicasen en esas revistas. Tuve que bajar a la biblioteca a bus-car el último número de esa revista y mostrarle el artículo; lo miró y me dijo que nosotros estábamos bien encaminados y que ignorara lo que ellos decían. Eso destrabó mi trabajo que se había lentificado sobremane-ra en repeticiones de experimentos para ver el porqué de la diferencia.

El exilio de Moisés, que le sal-vó la vida, me dejó muy mal para-do pues se terminó el período de beca, la tesis sin terminar y nadie capacitado en el tema con quien consultar. Como consecuencia tuve que incorporar otros temas (estu-ve trabajando en Enfermedad de Chagas y en Inmunología Tumoral con distintos supervisores y diferen-

tes becas y cargos – No puedo de-jar de agradecer al Dr. Juan Carlos Bustos, neumonólogo de estirpe y al Dr. Osvaldo Mércuri, colaborador del Dr. Brenner, ambos fallecidos), mientras tanto seguía adelante con mi trabajo y viajaba permanente-mente a Buenos Aires para realizarle frecuentes consultas al Dr. ricardo aníbal margni , Profesor titular de Inmunología en la Facultad de Farmacia y Bioquímica, UBA, quien me abrió sus puertas para que no me quedara aislado.

Finalmente con la ayuda de mi esposa y los compañeros de Química Biológica (muy especial-mente Alberto Sarachu) y el rema-nente del grupo de Moisés (Alberto Parma, Carlos Matewecki y Beatriz Del Buono), finalicé la parte experi-mental del trabajo y comencé la es-critura del mismo. Escribía (en papel aéreo) y enviaba por correo el ma-terial para que Moisés corrigiera y devolviera, tarea lenta y exasperante que me insumió cerca de un año. La finalización de la escritura generó un nuevo problema, ya que yo tenía aprobado un plan con un director de Tesis que había sido cesanteado por el gobierno de Isabel Perón meses antes de su exilio (segunda persecu-ción política peronista contra él), y por consiguiente no podía presentar la Tesis con Moisés como director. La solución vino de la mano del profesor de Microbiología II (mi-crobiología clínica), el Dr. Alfredo Actis Dato, quien aceptó apadrinar el trabajo (a su vez era el padre de un compañero y entrañable amigo nuestro, como ya mencioné) y así logré mi doctorado en 1976.

La familia se había ampliado con el nacimiento de nuestra hija Verónica y comenzamos la búsque-da de oportunidades de realizar es-tudios posdoctorales en el exterior. Mientras tanto yo seguía tratando

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de afianzar algunas de las otras lí-neas de investigación y profundiza-ba la relación con el laboratorio de Margni.

6. EL POSDOCTORADO

Decidimos que preferíamos, por razones de raíces, ir a Europa a pe-sar que era más fácil EEUU donde ya se nos habían presentado algunas posibilidades. Moisés mudó su lugar de trabajo de Cambridge a Londres donde obtuvo por concurso una posición en Saint Bartholomew´s School of Medicine y me invitó a in-tegrarme a ese recién formado labo-ratorio (otro comienzo). Cristina rá-pidamente consiguió lugar en King College London y la correspondien-te beca externa CONICET.

Enviamos a Verónica de 3 años a “aprender” ingles durante varios meses y en enero de 1979 viajamos a Londres. Moisés y su familia nos alojaron hasta que conseguimos al-quilar una casa y en menos de 15 días comenzamos a trabajar. Un año más tarde nuestro laboratorio fue repentinamente cerrado puesto que estaba subvencionado por una com-pañía que fue absorbida por otra a la cual no le interesó proseguir las líneas de trabajo (inmunología de infecciones virales, entre otras). Habíamos obtenido algunos anti-cuerpos monoclonales para lo que contábamos con la asistencia del Laboratorio de Biología Molecular de Cambridge que visitábamos con cierta frecuencia. Fue un golpe duro e inesperado, sobre todo tenien-do en cuenta que acabábamos de montarlo desde cero. Rápidamente Moisés consiguió otra posición por concurso en el National Institute for Biological Standards and Control (NIBSC) donde tuvimos que comen-zar nuevamente pero ahora contá-bamos con personal técnico y un par de investigadores formados que trabajaban en ese laboratorio desde

antes del concurso.

Me aboqué a la obtención y ca-racterización de diversos anticuer-pos monoclonales para su empleo en otros proyectos que se desarrolla-ban en esa institución (virus y hor-monas entre otros) y para trabajos en colaboración con otros científicos.

Allí permanecí hasta el final de la estadía de algo más de dos años. Decidimos regresar a pesar de la po-sibilidad de quedarnos.

7. EL REGRESO

Poco antes del retorno, el Dr. Margni visitó NIBSC para proponer-me que me integrara a su grupo de trabajo. Tras un intercambio epistolar acepté a condición de hacer docen-cia en La Plata. A su vez la Facultad de Ciencias Exactas me otorgó un cargo docente con Dedicación Exclusiva y me autorizó a realizar tareas científicas en Buenos Aires a cambio de un compromiso formal de montar la Cátedra y generar un grupo de trabajo en Inmunología. Me incorporé a CONICET con doble lugar de trabajo y así comencé con poca diferencia de tiempo la forma-ción del laboratorio de anticuerpos monoclonales del IDEHU y la del grupo en UNLP.

O sea, ¡volver a empezar!

Mientras realizaba docencia en Bioquímica Patológica (donde dic-tábamos algunas clases introduc-torias de Inmunología) comencé a organizar un plan de estudios para Inmunología, asignatura que se ha-bía incorporado como obligatoria para Bioquímica por primera vez en la Facultad de Ciencias Exactas en el plan de estudios 1980. Cabe aclarar que el plan 1953 para acce-der al Doctorado de Bioquímica y Farmacia debía sumarse, entre otros cursos, Inmunología y Serología,

curso que no fue incluido en el plan siguiente (1963) donde se separó el Doctorado en Bioquímica.

Obtuve un cargo de profesor adjunto, por un sistema de concur-sos que logramos mantener en la Facultad durante toda la dictadura, para poner en funcionamiento la cá-tedra. El concurso interino se realizó – ya en democracia - en 1984 y el ordinario lo obtuve en 1986. Accedí a Profesor Titular DE por concurso en 2013 y renové hasta 2021. Mi jubilación fue concedida a partir de noviembre de 2017 y fui nombrado Profesor Extraordinario Categoría Emérito de la UNLP el 20 de octu-bre de 2017.

Inmunología comenzó a fun-cionar en 1986 y hasta fines de 2017 estuvo a mi cargo. Durante ese período logramos crear asig-naturas de Inmunología optativas para Farmacia, para Biotecnología y Biología Molecular y mate-rias optativas para posgrado de: “Inmunología Molecular y Celular” y “Bases Moleculares y Celulares de las Inmunopatologías”, a cargo de Fernando Chirdo y Guillermo Docena, respectivamente.

Paralelamente comencé a desa-rrollar el Laboratorio de Anticuerpos Monoclonales en la entonces cá-tedra de Inmunología de la FFYB. Debido a problemas presupuestarios el Dr. Margni no había logrado equi-par el laboratorio a la medida de las necesidades y tuve una ardua y prologada tarea para montar una in-fraestructura mínima adecuada para los fines propuestos. Me llevó mu-cho tiempo lograr obtener el primer hibridoma y sólo entonces decidí buscar colaboradores para su inicia-ción científica.

Mientras tanto, en La Plata la si-tuación era más precaria pues los dos primeros años del dictado de la

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materia fui el único docente y, ade-más, no disponía de un laboratorio propio. Dado que también estaba en Bioquímica Patológica, el Dr. Helvio Galdeano (su profesor Titular) acep-tó y colaboró para que compartiera su lugar.

Logré incorporar a dos estudian-tes para el doctorado, un bioquí-mico UNLP carlos rubbi para un nuevo tema a incorporar al IDEHU, brucelosis, y una Bioquímica UBA laura morelli para el tema central del IDEHU, que era el estudio de los anticuerpos asimétricos del que el Dr. Margni era pionero.

Brucelosis como tema, fue adop-tado después de una muy extensa búsqueda de posibles líneas de tra-bajo para lo que, felizmente, conté con la capacidad y colaboración de un compañero, Jorge ronco, doc-torado bajo la dirección de Margni. Logramos encontrar un tema al cual la Inmunología podía realizar un aporte significativo mediante el em-pleo de anticuerpos monoclonales, que era de interés socio económico para el país, de importancia para la salud pública, de incidencia en sanidad animal, que no requeriría (al menos por un buen tiempo) de instalaciones de seguridad biológica (que no teníamos), que las bacterias (inactivadas) pudieran ser consegui-das de otros laboratorios en canti-dad suficiente, entre otros aspectos

considerados.

laura logró, con esfuerzo, de-dicación y su gran inteligencia, re-sultados importantes para el tema central del IDEHU como fue la ca-racterización de los anticuerpos asimétricos. Determinó, mediante el estudio de diversos anticuerpos monoclonales, que un mismo clon celular podía producir simultánea-mente anticuerpos normalmente glucosilados y asimétricamente glu-cosilados, en distintas proporciones según el hibridoma (Morelli y col. 1989, Morelli y col 1993) y, además, que su comportamiento inmunoquí-mico era el esperado para ambas poblaciones. Esos resultados fueron ampliados a la determinación de los restos glucosídicos, sus propiedades funcionales y otras características gracias a la generosa colaboración de la Dra. Juliana leoni con quién establecimos una fuerte interacción y una profunda amistad que, afor-tunadamente, aun persiste. laura se doctoró en 1989, realizó un pos-doctorado en New York, a su regreso trabajó con la Dra. Juana Pasquini, y posteriormente obtuvo una posición en la Fundación Leloir donde con-tinúa actualmente. Construyó una brillante carrera científica y hoy re-vista como Investigador Principal de CONICET.

carlos trabajó en la primera etapa del estudio de antígenos de Brucella.

Dotado de una inteligencia superior y estudioso obsesivo, logró la iden-tificación y obtención de antígenos bacterianos que fueron claves para el desarrollo de métodos de detec-ción y diagnóstico y para la produc-ción de anticuerpos monoclonales. Se doctoró también en 1989 en la UNLP, consiguió una posición en Inglaterra, no regresó al país y ac-tualmente trabaja en la Universidad de Liverpool.

Mientras tanto, yo colabora-ba con el grupo de Chagas del IDEHU (Cesar Carbonetto y Emilio malchiodi) en la tesis de este último, quien también se doctoró en ese mis-mo año y de quien fui codirector de tesis. Emilio es actualmente un des-tacado científico, Profesor Titular de Inmunología en FFYB, Investigador Superior CONICET y director del IDEHU. Como consecuencia de esta colaboración incorporamos a otro graduado de La Plata, norberto Zwirner, quien bajo mi dirección y la codirección de Emilio se doctoró en la UNLP en 1993 tras desarrollar un excelente trabajo “Análisis de Antígenos Específicos de Diferentes Estadios Evolutivos de Trypanosoma cruzi Mediante el Empleo de Anticuerpos Monoclonales”. En este tema obtuvimos un anticuerpo mo-noclonal anti T. cruzi, de reactividad cruzada con células musculares de tejidos habitualmente afectados en la etapa crónica de la enfermedad de Chagas (Zwirner y col. 1994). Este monoclonal mostró capacidad para alterar tanto la contractilidad cuanto la frecuencia cardiaca del corazón murino en ensayos in vi-tro (Cremaschi y col. 1995), (traba-jo conjunto con el CEFYBO) que resultó útil para conocer el rol de los autoanticuerpos en la inmu-nopatogenia del Chagas crónico. Norberto realizó un posdoctorado en EEUU y a su regreso continuó como docente en nuestra asignatu-ra pero se incorporó al Laboratorio Figura 1: Laura Morelli y Carlos Rubbi.

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de Inmunogenética, con el Dr. Leonardo Fainboim. Posteriormente se instaló en el IBYME donde ha formado un excelente grupo de tra-bajo. Actualmente es Investigador Superior de CONICET y Profesor de Inmunología en FCEN-UBA.

8. CONSOLIDACION

En ambos lugares los grupos cre-cieron con mayor velocidad y fue-ron consolidándose

8.1. EN BUENOS AIRES

Nuestra línea de trabajo princi-pal siempre fue la relacionada a la brucelosis.

Fuimos los primeros en utili-zar proteínas citoplasmáticas de Brucella para el diagnóstico de la brucelosis. Fernando Goldbaum jugó un rol central en este campo. Demostramos que la respuesta IgG contra esas proteínas permite la di-ferenciación entre infección activa e inactiva (Goldbaum y col. 1992). Otro anticuerpo monoclonal po-sibilitó purificar una proteína ci-toplasmática de 18 kDa, presente en todas las especies de Brucella, altamente inmunogénica y cuya respuesta IgG también constituye un excelente marcador de activi-dad. El estudio de la proteína de 18 kDa mostró que es una enzima con actividad de Lumazina Sintetasa (Goldbaum y col. 1999), y por cris-talografía y difracción de rayos X de alta resolución se determinó su es-tructura pentamérica, la cual podría ser de importancia en el desarrollo de vacunas anti-péptidos actuando como carrier ya que es muy inmu-nogénica y se comporta como las partículas virus-like (Baldi y col. 2000). Fernando presentó la tesis en 1992, y recibió el premio UBA por ese trabajo. Posteriormente es-tuvo trabajando en EEUU, regresó a Argentina y rápidamente formó

un grupo en la Fundación Instituto Leloir. Es Investigador Superior de CONICET, Director de la Fundación Instituto Leloir 2008-2011, Director por Concurso del Instituto de Investigaciones Bioquímicas de Buenos Aires (IIBBA-CONICET), y recibió el Premio Konex 2013 a las cien personalidades más destaca-das de la última década en Ciencia y Tecnología en la Argentina, Área Biotecnología.

A lo largo de los años, la colabo-ración con Jorge Wallach, médico infectólogo, fue imprescindible para todos los estudios clínicos y diagnós-ticos en humanos. Jorge se doctoró, bajo mi dirección, en la Facultad de Medicina UBA en el año 2000 y continúa en estrecho contacto con nosotros. Jorge aún ejerce su profe-sión, es Prof. Asociado IIB-UNSAM y Prof. Asistente de Medicina Interna en la Fundación H.A. Barceló. En 1994 se doctoró, en FFYB, también la médica silvia miguel

Esos fueron años de muy intenso trabajo desarrollado por varios in-vestigadores que concretaron publi-caciones de muy buen nivel y origi-nalidad, que realizaron, y realizan, un gran aporte al campo de la in-munología e inmunopatología de la brucelosis, y el desarrollo de vacu-nas entre otros campos importantes.

pablo Baldi, al que haré referen-cia más adelante concretó su tesis en 1996.

Carlos A. Velikovsky se docto-ró bajo la dirección de Fernando en (2000), y actualmente es Scientific Liaison del departamen-to de Publicaciones de la USP (US Pharmacopeial Convention). Guillermo Giambartolomei, tras doctorarse en el IDEHU, se incor-poró a nuestro laboratorio después de su etapa postdoctoral en EEUU. Juliana cassataro presentó su te-

sis (2003) en nuestro grupo con la Dirección de Guillermo, al igual que astrid Zwerdling (2009). Karina pasquevich (2009) se doctoró bajo la dirección de Juliana.

G u i l l e r m o , a c t u a l m e n t e Investigador Principal (INIGEM) realizó importantes aportes a la consolidación de nuestros avan-ces. Formó su propio grupo, está realizando aportes centrales en el campo de la neurobrucelosis (Baldi y Giambartolomei, 2013) y es un referente en el inmunología del Sistema Nervioso Central (Baldi y Giambartolomei 2013 -b-) Juliana, también tras su paso por el INIGEM, desarrolló un grupo de trabajo en el IIB-UNSAM, es Investigadora Principal de CONICET y se destaca en el campo de la vacunología.

pablo Baldi se doctoró bajo mi dirección en 1996 con el estudio de la respuesta inmune humoral anti-proteínas de Brucella y su aplica-ción al diagnóstico de la brucelosis humana y animal. Es quién dirige, mantiene y hace crecer el grupo ori-ginal del IDEHU. Además de dirigir la Tesis de victoria Delpino (2006), fue director de las Tesis de mariana Ferrero (Premio Facultad 2010), ac-tualmente Investigadora Adjunta, y de andrea Fernández (próxima a ser defendida), entre otras no menos

Figura 2: Fernando Goldbaum.

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importantes pero más alejadas de mi participación. Pablo es Investigador Principal y Profesor Asociado de Inmunología, su grupo se dedica al estudio de la interacción hués-ped/parásito (fundamentalmente Brucella) con el sistema mucosal, especialmente epitelio respiratorio (Hielpos y col. 2017), y con la in-terface materno-fetal (Fernández y col 2016). También incursiona en el desarrollo de vacunas y aspectos inmunopatológicos y clínicos de la brucelosis humana y de animales.

Victoria, por su parte dirigió, en-tre otras, la tesis de Romina Scian (2009), por citar sólo a quienes tra-bajaron con mayor vínculo con el

IDEHU. Ellos promovieron la aper-tura de nuevas ideas y líneas de tra-bajo así como la de grupos actual-mente bien consolidados. Victoria ha profundizado y develado muchos aspectos de los daños hepáticos (Delpino y col. 2010) y osteoarticu-lares (Pesce y col. 2016) causados por la brucelosis. Es Investigadora Independiente (INIGEM).

8.2. EN LA PLATA

Al incorporar a Fernando chirdo iniciamos una línea de trabajo so-bre proteínas de trigo y enfermedad Celíaca en conjunto con la Dra. maría cristina añon en el CIDCA. Fernando desarrolló métodos de

separación, purificación e identifi-cación de gliadinas lo que permitió diseñar un ELISA de inhibición de alta especificidad y detectabilidad que cumple con las recomendacio-nes de la OMS para la certificación de alimentos destinados a enfermos Celíacos, presenta mayor detecta-bilidad que el método oficial de la AOACS (Chirdo y col. 1995). El tema se fue expandiendo al estudio de otros aspectos y ha rendido resulta-dos destacables.

Fernando se doctoró en 1995, y realizó una estadía posdoctoral en Escocia. Actualmente es Investigador Independiente de CONICET y Profesor Adjunto de Inmunología, ha formado un grupo con el tema original que ha expandido a inmu-nología de mucosas. Este grupo es muy exitoso por la calidad y canti-dad de sus aportes bibliográficos, STAN y por la formación de recursos humanos

martín rumbo, también con la Codirección de cristina y la activa participación de Fernando, realizó valiosos estudios acerca de la in-fluencia del procesamiento de ali-mentos sobre la inmunodetectabili-dad de proteínas, que permitieron la detección de anticuerpos específi-cos contra proteínas alimentarias en suero, saliva, calostro y leche de da-dores humanos sanos bajo dieta nor-mal (Rumbo y col. 1998) así como la presencia de altos niveles de glia-dinas no degradadas (Chirdo y col. 1998), resultados de importancia por su posible implicancia sobre la mo-dulación de la respuesta inmune de neonatos y su influencia en la pato-genia de la enfermedad celíaca, en-tre otros aportes interesantes. martín aprobó su tesis en 1999, estuvo dos años en Suiza y regresó a nuestra Facultad, donde es Profesor Adjunto de Biología e Investigador Principal de CONICET. Logró formar un gru-po de trabajo multidisciplinario en

Figura 3: Guillermo Giambartolomei, Martín Rumbo, Juliana Cassataro, Pablo Baldi.

Figura 4: Jorge Ronco, Emilio Malchiodi, Guillermo Giambartolomei.

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mucosas, microbiota e inmunome-tabolismo. Ha logrado excelentes avances en el conocimiento y en la formación de recursos humanos, entre otros. Actualmente es Director del Instituto de Investigaciones Inmunológicas y Fisiopatológicas (IIFP, UNLP-CONICET).

Poco después del inicio de la línea anterior incorporamos a Guillermo Docena para trabajar en Alergia e Hipersensibilidad es-pecialmente orientada, aunque no restringida, a estudiar alergia a la leche de vaca, también en conjun-to con el CIDCA. Demostramos fehacientemente que la caseína y sus productos de agregación son el alérgeno principal de este alimento (Docena y col.1996). Detectamos componentes de reactividad cruza-da entre proteínas de leche de vaca y de soja, hallazgo importante dado que la leche de ese vegetal se utili-za como sustituto de la leche bovina en niños alérgicos (Rozenfeld y col. 2002). Posteriormente pudimos pro-bar esa reactividad cruzada in vivo, en un modelo murino de alergia a leche (Smaldini y col. 2012) y más tarde caracterizar un epitope involu-crado. Además, desarrollamos méto-dos para la detección de pacientes sensibilizados a proteínas de látex, a partir de extractos producidos en nuestro laboratorio. Estos ensayos resultaron ser superiores a los méto-dos de “prick-test” para la detección de individuos sensibilizados. En

efecto, pudimos detectar y analizar, por primera vez en el país, la preva-lencia de esta alergia en grupos de riesgo.

Guillermo se doctoró en el año 2000. Realizó diversas pasantías cortas en el exterior, especialmen-te en Londres, y actualmente es Investigador Principal CONICET y Profesor Adjunto de Inmunología. Dirige un grupo en el IIFP, centrado en alergias y patologías inflamato-rias intestinales. Ha concretado un importante aporte científico en su área de trabajo y una contribución significativa en la formación de re-cursos humanos. En efecto codirigió conmigo la tesis de paula rozenfeld y dirigió la de amanda rey (2011) y paola smaldini (2012) con mi codi-rección, entre otras tesis finalizadas.

paula rozenfeld se unió al grupo de alergia y participó activamente de varios de los estudios menciona-dos. paula se doctoró en 2003, con-tinua en el IIFP como Investigadora Independiente CONICET, y formó un grupo de estudio de la fisiopato-logía de enfermedades lisosomales, en el que ya se doctoraron varios in-vestigadores. Con ella como direc-tora codirigí la Tesis de nicolás De Francesco (2013).

Por la misma época, maría de los Ángeles serradell realizó es-tudios de inmunología parasita-ria, Paracoccidiodes brasiliensis e

Histoplasma capsulatum, que le per-mitieron aprobar su tesis en 2003. maría actualmente es Investigadora Independiente de CONICET y Profesora Adjunta de Inmunología en la UNAJ. Ha generado un grupo de trabajo en esta Facultad.

La actividad académica y cien-tífica desarrollada en la Facultad de Ciencias Exactas no solo per-mitió la creación de la Cátedra de Inmunología y del grupo aso-ciado si no que en el año 2005 la Universidad confirmó el Laboratorio de Investigaciones del Sistema Inmune (LISIN). El continuo creci-miento generó, finalmente la apro-bación del Instituto de Estudios Inmunológicos y Fisiopatológicos, como Unidad ejecutora de doble dependencia UNLP-CONCET en el año 2014, del que fui coordinador y organizador.

9. GESTIóN ACADÉMICA y CIENTÍFICA

Durante mi desempeño participé de diversas actividades de gestión académica y científica.

En lo académico puedo mencio-nar mi actuación como Consejero Suplente y Titular del Honorable Consejo Académico de la Facultad de Ciencias Exactas de la UNLP, también me desempeñé en nume-rosas Comisiones Asesoras de ese cuerpo, especialmente represen-tando al Departamento de Ciencias Biológicas.

En el citado Departamento he ocupado diversas posiciones en for-ma virtualmente continuada desde 1982, varios períodos como inte-grante del Consejo Departamental y en dos oportunidades fui elegi-do Jefe del Departamento (perío-dos 1989-1990 y 1992-1993). Me cupo la responsabilidad de dirigir el Proyecto FOMEC Nº728 (iniciado Figura 5: Martin Rumbo, Guillermo Docena, Fernando Chirdo.

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en 1998). “Mejoramiento de la en-señanza de las Ciencias Biológicas para las Carreras de Farmacia y Bioquímica”; Departamento de Ciencias Biológicas de la Facultad de Ciencias Exactas, UNLP; que se constituyó en el subsidio más im-portante recibido para la docencia en Ciencias Biológicas.

Representé a la Facultad y el Departamento en varias comisio-nes, jurados, asesorías, etc. ante ins-tituciones y organizaciones externas a la UNLP, incluyendo algunas del exterior.

En el plano científico también integré numerosas comisiones en el ámbito Universitario así como en CIC, SECYT, MINCYT, CONEAU, CONICET donde integré e integro comisiones Ad-hoc y Asesoras de di-versa índole. Esto incluye comisiones de Ingreso a Carrera del Investigador, Comisiones para Promociones, in-cluyendo la promoción a Superior, Jurado para Directores de Unidades Ejecutoras, etc.

10. PREMIOS, DISTINCIONES y CARICIAS AL ALMA (O AL EGO).

Recibí varias distinciones en to-dos estos años, más allá de las co-rrespondientes a los trabajos realiza-dos por nuestros grupos, menciona-ré algunas personales:

- Diploma y Medalla de Plata del “Xeme Grand Concours International 1978”. Academie Internationale de Lutece, París (Francia). Por el Trabajo de Tesis Doctoral. Premio cuya im-portancia nunca pude develar y tampoco sé exactamente cuándo ni cómo se gestó (creo que lo presentó el Dr. Actis Dato).

- Premio a la Labor Científica, Tecnológica y Artística. Categoría: Investigador Formado Secretaría

de Ciencia y Técnica, 2014. Universidad Nacional de La Plata.

- P ro f e so r Ex t rao rd ina r i o Categoría Emérito de la Universidad Nacional de La Plata (2017).

- Premio Trayectoria de la Sociedad Argentina de Inmunología “Por sus contribuciones al desarrollo de la Disciplina en Argentina y sus aportes al fortalecimiento de la SAI”. 2018

- Miembro Correspondiente de la Academia Nacional de Farmacia y Bioquímica, 2018

11. CONCLUSIONES

El conjunto de trabajos y activi-dades desarrolladas a lo largo de mi carrera me requirió un gran esfuerzo y una muy intensa dedicación; tuve que asumir nuevas responsabilida-des y enfrentar situaciones difíciles de diversa índole. No obstante no me arrepiento y poco cambiaría de todo lo realizado. A la larga, los bue-nos momentos y las grandes alegrías superan lo anterior. Especialmente, la bendición de haber cosechado tantos buenos amigos y compañeros,

la suerte de haber logrado rodearme de gente con quienes compartir el trabajo en forma honesta, inteligente y dedicada, y con fuerte vocación. Creo que quizás mi mayor mérito, si cabe adjudicármelo, es haberme ro-deado de ellos. Hace muchos años, al principio de estas actividades, en una de las muchas conversaciones con mi colega y amigo el Dr. Néstor Caffini (Cacho), le dije que para mí la base del crecimiento univer-sitario, académico y científico era atraer estudiantes y graduados que, sin lugar a dudas, en poco tiempo estuvieran mejor capacitados que yo. En eso podría afirmar que no me equivoqué nunca, todos me supera-ron y los que aún no lo hicieron (si alguno) pronto lo logrará.

Claro está que ningún logro se puede alcanzar sin la colaboración de otras personas y de varias institu-ciones y organizaciones.

Muy particularmente debo reco-nocer a mi entorno familiar. Sin la constitución de una familia sólida, unida y comprometida en apoyar a los restantes miembros, nada hubie-ra sido posible. El acompañamiento de Cristina ha sido fundamental en

Figura 6: Familia: Tin, Trento, Verónica, Cristina.

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mi vida, incluyendo especialmente la personal. Verónica llenó todas las expectativas que pusimos en ella y las superó ampliamente. Jorge y, obviamente, los “peques” Lucía y Marcos son la frutilla del postre.

REFERENCIAS

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Docena G.H., Fernández R. , Chirdo F.G., Fossati C.A. (1996). Identification of casein as the major allergenic and antigenic protein of cow’s milk. Allergy 51, 412-416. pISSN: 0105-4538

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P e s c e Ay e l é n I , V i g l i e t t i , Pau la , A r r io la Ben i t ez C , Giambaratolomei G.H. Delpino

Figura 7: Nietos: Lucía, Marcos.

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CIENCIA E INVESTIGACIÓN - RESEÑAS - TOMO 6 Nº 4 - 201872

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Rozenfeld P, Docena GH, Añón MC, Fossati CA. (2002). Detection and identification of a soy protein component that cross-reacts with caseins from cow milk. Clinical and Experimental Immunology, 130:49-58 pISSN: 0009-9104

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NOTA PROVISTA POR EL MINISTERIO DE CIENCIA, TECNOLOGÍA E INNOVACIÓN PRODUCTIVA

Recuperación de tecnologías ancestrales y sustentables en Jujuy

La vicuña como modelo de producción sustentable

Ciencia e historia se unen para preservar a la vicuña

cazando vicuñas anduve en los cerrosheridas de bala se escaparon dos.

- no caces vicuñas con armas de fuego;coquena se enoja, - me dijo un pastor.

 - ¿por qué no pillarlas a la usanza vieja,

cercando la hoyada con hilo punzó ?- ¿para qué matarlas, si sólo codicias

para tus vestidos el fino vellón ?

Juan carlos Dávalos, coquena

Lo primero es pedir permiso a la Pachamama. Porque a ella, en la cosmovisión andina, pertenecen las vicuñas que se extienden por el altiplano de Perú, Bolivia, Chile y Argentina. Una ceremonia ancestral, unida a la ciencia moderna, permite que comunidades y científicos argentinos exploten de manera sustentable un recurso de alto valor económi-co y social. La vicuña es una especie silvestre de camélido sudamericano que habita en la puna. Hasta 1950-1960 estuvo en serio riesgo de extinción debido a la ausencia de planes de manejo y conservación. Desde la llegada de los españoles se comenzó con la caza y exportación de los cueros para la obtención de la fibra, que puede llegar a valer U$S600 por kilo, lo que llevó a la casi desaparición de estos animales. Por ese entonces, la población de vicuñas en América era cercana a los 4 millones de ejemplares, en 1950 no eran más de 10.000.A fines de la década del 70 Argentina, Bolivia, Chile, Perú y Ecuador firmaron un Convenio para la conservación y manejo de la vicuña que permitió recuperar su población hasta contar en la actualidad con más de 76 mil ejemplares en nuestro país.En Santa Catalina, Jujuy, a 3.800 metros sobre el nivel del mar, investigadores de CONICET, junto a comunidades y productores locales, han logrado recuperar una tecnología prehispánica sustentable para la obtención de la fibra de vicuña. Se trata de una ceremonia ancestral y captura mediante la cual se arrean y esquilan las vicuñas silvestres para obtener su fibra. Se denomina chaku y se realizaba en la región antes de la llegada de los conquistadores españoles.Según Bibiana Vilá, investigadora independiente de CONICET y directora del grupo Vicuñas, Camélidos y Ambiente (VICAM) “Hoy podemos pensar en volver a hacer ese chaku prehispánico sumado a técnicas que los científicos apor-tamos para que las vicuñas pasen por toda esa situación sufriendo el menor stress posible. Las vicuñas vuelven a la naturaleza, la fibra queda en la comunidad, y nosotros tomamos un montón de datos científicos.”

El chakuEl chaku es una práctica ritual y productiva para la esquila de las vicuñas. Durante el imperio inca, las cacerías reales o chaku eran planificadas por el inca en persona. En esta ceremonia se esquilaba a las vicuñas y se las liberaba nue-vamente a la vida silvestre. La fibra obtenida era utilizada para la confección de prendas de la elite y su obtención estaba regulada por mecanismos políticos, sociales, religiosos y culturales. Se trata de un claro ejemplo de uso sus-tentable de un recurso natural. Hugo Yacobaccio, zooarqueólogo e investigador principal de CONICET, explica que “actualmente el chaku concentra hasta 80 personas, pero durante el imperio inca participaban de a miles. Hoy las comunidades venden esa fibra a acopiadores textiles y obtienen un ingreso que complementa su actividad económica principal, el pastoreo de llamas y ovejas”. El proceso comienza con la reunión de todos los participantes, luego toman una soga con cintas de colores reunidos en semicírculo y arrean lentamente a las vicuñas guiándolas hacia un embudo de red de 1 km de largo que des-emboca en un corral. Cuando los animales están calmados se los esquila manipulándolos con sumo cuidado para reducir el stress y se los libera. Hoy, 1500 años después del primer registro que se tiene de esta ceremonia, la ciencia argentina suma como valor agregado: el bienestar animal y la investigación científica. En tiempo del imperio Inca, el chaku se realizaba cada cuatro años, actualmente se realiza anualmente sin esquilar a los mismos animales “se van rotando las zonas de captura para que los animales renueven la fibra” explica Yacobaccio. Según Vilá “es un proyecto que requiere mucho trabajo pero que demuestra que la sustentabilidad es posible, tenemos un animal vivo al cual esquilamos y al cual devolvemos vivo a la naturaleza. Tiene una cuestión asociada que es la sustentabilidad social ya que la fibra queda en la comunidad para el desarrollo económico de los pobladores locales.”Yanina Arzamendia, bióloga, investigadora asistente de CONICET y miembro del equipo de VICAM, explica que se

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esquilan sólo ejemplares adultos, se las revisa, se toman datos científicos y se las devuelve a su hábitat natural. Además destaca la importancia de que el chaku se realice como una actividad comunitaria “en este caso fue impulsada por una cooperativa de productores locales que tenían vicuñas en sus campos y querían comercializar la fibra. Además partici-paron miembros del pueblo originario, estudiantes universitarios y científicos de distintas disciplinas. Lo ideal es que estas experiencias con orientación productiva tengan una base científica.”

Paradojas del éxito.La recuperación de la población de vicuñas produjo cierto malestar entre productores ganaderos de la zona. Muchos empezaron a percibir a la vicuña como competencia para su ganado en un lugar donde las pasturas no son tan abun-dantes. En este aspecto el trabajo de los investigadores de CONICET fue fundamental, según Arzamendia “el chaku trae un cambio de percepción que es ventajoso para las personas y para la conservación de la especie. Generalmente el productor ve a las vicuñas como otro herbívoro que compite con su ganado por el alimento y esto causa prejuicios. Hoy comienzan a ver que es un recurso valioso y ya evalúan tener más vicuñas que ovejas y llamas. Nuestro objetivo es desterrar esos mitos”, concluye.Pedro Navarro es el director de la Cooperativa Agroganadera de Santa Catalina y reconoce los temores que les produjo la recuperación de la especie: “Hace 20 años nosotros teníamos diez, veinte vicuñas y era una fiesta verlas porque habían prácticamente desaparecido. En los últimos años se empezó a notar un incremento y más próximamente en el último tiempo ya ese incremento nos empezó a asustar porque en estas fincas tenemos ovejas y tenemos llamas”. Nava-rro identifica la resolución de estos problemas con el trabajo del grupo VICAM: “Yo creo que como me ha tocado a mí tener que ceder en parte y aprender de la vicuña y de VICAM, se puede contagiar al resto de la gente y que deje de ser el bicho malo que nos perjudica y poder ser una fuente más productiva.”

La fibra de camélidoAdemás de camélidos silvestres como la vicuña o el guanaco, existen otros domesticados como la llama cuyo manejo es similar al ganado, para impulsar la producción de estos animales y su fibra, el Estado ha desarrollado dos instrumentos de fomento. En la actualidad se encuentran en evaluación varios proyectos para generar mejoras en el sector productor de fibra fina de camélidos que serán financiados por el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva. Se trata de dos Fondos de Innovación Tecnológica Sectorial destinados a la agroindustria y al desarrollo social que otor-garán hasta $35.000.000 y $8.000.000 respectivamente. Los proyectos destinados a la Agroindustria son asociaciones entre empresas y organismos del sector público que tienen entre sus objetivos mejorar la calidad de la fibra de camélido doméstico a partir del desarrollo de técnicas reproductivas; el mejoramiento genético e innovaciones en el manejo de rebaños; la incorporación de valor a las fibras a partir de mejoras en la materia prima o el producto final; permitir la trazabilidad de los productos para lograr su ingreso en los mercados internacionales; y fortalecer la cadena de provee-dores y generar empleos calificados. La convocatoria Desarrollo Social tiene como fin atender problemas sociales mediante la incorporación de innovación en acciones productivas, en organización social, en el desarrollo de tecnologías para mejorar la calidad de vida de manera sostenible y fomentar la inclusión social de todos los sectores. Otorgará hasta $8.000.000 por proyecto que mejore las actividades del ciclo productivo de los camélidos domésticos, la obtención y/o el procesamiento de la fibra, el acopio, el diseño y el tejido, el fieltro y la confección de productos.

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SEMBLANZA

Conozco a Eduardo Míguez des-de 1983, cuando me incorporé al Equipo de investigación Población y Sociedad, que Eduardo venía de crear, junto a Norberto Álvarez, en la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires (UNICEN, Tandil). Esos años de la recuperación de la democracia, de-cisivos para el país y para el ámbito científico y académico, fueron tam-bién cruciales para algunas univer-sidades del interior que tuvieron la oportunidad, en cierto sentido úni-ca, de refundar algunos espacios académicos, destinados a gozar de prestigio nacional e internacional. Decir que la carrera de historia fue uno de ellos es señalar de entrada la importancia de Eduardo Míguez como promotor de instituciones. A su iniciativa como Decano normali-zador –junto a la de otros profesores que venían de la larga noche del exi-lio- se debe la creación del Instituto de Estudios Históricos y Sociales, el prestigioso Anuario IEHS y, desde fines de los noventa, el Doctorado en Historia, formador a su vez de nuevas generaciones de destaca-dos historiadores del interior del país. El compromiso institucional de Eduardo (o, mejor aún, la afor-tunada conjunción entre las carac-terísticas de un individuo y las po-sibilidades de una época) se reflejó también en su paso por la Secretaría

EDUARDO JOSÉ MÍGUEZpor Hernán Otero

de Investigación de la UNICEN y en la incorporación a asociaciones científicas de su especialidad (como las de Historia Económica y la de Población, de las que fue presiden-te) o, más recientemente, su ingre-so como miembro de número a la Academia Nacional de la Historia.

En el plano científico Eduardo es un historiador de formación amplia y profunda, tempranamen-te marcada por sus estudios en la Universidad de Oxford, una de las mecas modernas del saber históri-co. Su inquietud especulativa lo ha llevado a explorar, no sólo los más variados campos de la historia, sino también el terreno de las ciencias en general. Ejemplo de ello, la meto-dología y la epistemología, materias con las que inició su carrera docen-te, continúan presentes en su forma de pensar lo social. Desde la historia económica y agraria, pasando por la población, la inmigración y la fron-tera, hasta la historia política en los

últimos años, la vasta producción de Eduardo Míguez se unifica gracias a múltiples vasos comunicantes, en particular su concentración en un período del que es un destaca-do especialista: el que va desde la unificación del país tras la batalla de Caseros hasta la crisis de 1930.

Un rasgo particularmente desta-cable de su trayectoria es su capaci-dad para formar recursos humanos, término poco feliz de la sociedad industrial que no da cuenta de la compleja y profunda relación maes-tro-discípulo que, desde los albores de la academia, caracteriza a la for-mación de científicos, más cercana en muchos aspectos al oficio medie-val que a la producción masiva y en serie. Entre las habilidades propias de la dirección debe mencionarse su notable capacidad para leer la producción de los dirigidos (aún en temas que pudieran serle menos cer-canos) y detectar en ella los méritos y deficiencias (en términos de la ló-gica de los textos y no, como suele ser frecuente, de lo que el director hubiera querido leer). Esta habilidad requiere no solo un conocimiento fundado de los campos historiográ-ficos en que se inscriben los trabajos sino también la capacidad para de-safiar las hipótesis ajenas con el fin de hacerlas más robustas.

Como la mayoría de su gene-

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ración, el compromiso ocupa un lugar importante en su percepción del mundo, a lo que se suma en el plano personal la ética protestante de un padre pastor, de reconocida trayectoria en el campo teológico y en la defensa de los derechos huma-nos. Eso no supone en Eduardo la adhesión grandilocuente a arquitec-turas teóricas sino, como él mismo afirma, “el compromiso primario del investigador con su comunidad científica”. Siguiendo la máxima de San Mateo (“por sus frutos los conoceréis”), Eduardo cree más en el análisis de los resultados de las acciones que en las teorías que las motorizan. Ello es el fruto de un ra-cionalismo consecuente que lo lleva a desconfiar de todo lo que no pue-da ser verificado de un modo u otro, premisa básica que aplica tanto a la construcción del conocimiento his-tórico como a su visión más general de la sociedad.

No es de extrañar que esa prefe-rencia por la acción y sus resultados haga de él un docente comprome-tido e incansable y un crítico sagaz de los efectos no deseados de los

sistemas de evaluación. Entre ellos se destaca la crítica a la “paperma-nía” ambiente, no a la producción en sí misma, desde luego, sino a la rutina estandarizada de elaboración serial de trabajos que ganarían en profundidad y proyección si sus au-tores no estuvieran sometidos a re-glas que privilegian la cantidad por sobre la originalidad.

Desde luego la referencia al científico no estaría completa sin la referencia al individuo, tarea siem-pre compleja para la que, como en los cuadros impresionistas, tal vez puedan ser de utilidad algunas po-cas pinceladas. Eduardo congenia el buen humor con cierta distancia di-fícil de franquear (debo confesar que me sigue asombrando que discípu-los destacados y ya entrados en años lo traten todavía de usted). Es faná-tico del tenis y del futbol (“canalla” para más datos, fruto de su paso por Rosario); excelente asador y cocine-ro, hasta el punto de constituir una temeridad invitarlo a cenar; incan-sable viajero de las rutas argentinas (en particular la nacional 40, por la que parece haber desarrollado una

extraña adicción); visitante asiduo de Villa la Angostura, su lugar ima-ginario en el mundo; amante de la música clásica y del cine de los años 60 y 70 (quien no conozca su gusto por las películas de Lina Wertmüller es porque no ha conversado lo su-ficiente con él) y conversador apa-sionado de los más variados temas. Estas pinceladas no deberían dejar afuera un aspecto esencialísimo: su esposa Estela y su hijo Nahuel, ya que conozco pocas personas para la cuales la familia constituya un refu-gio tan primordial como en su caso.

En síntesis, Eduardo Míguez es una persona de bien, comprometida con la creación de instituciones, de las que es un crítico y un defensor -para parafrasear el título de su últi-mo libro- de primera línea. Docente incansable e investigador original, sus discípulos pueden dar cuenta de la honda huella de sus orientaciones y de su generosidad para transmitir los saberes de un oficio tan apasio-nante como la investigación históri-ca.

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EL ESTUDIO DEL PASADO COMO CIENCIA

Palabras clave: Historia Argentina. Siglo XIX. Historia económica. Migraciones. Formación de la nación.Key words: Argentine history. Nineteenth Century. Economic History. Migrations. Nation building.

1. INTRODUCCIóN

Es casi tan habitual hablar de ciencias sociales, como expresar dudas sobre su verdadero carácter científico o, al menos, sobre su equi-paración con las ciencias “duras”. ¿No existe un fuerte componente ideológico, que resta cientificidad a estas disciplinas? Discutí este pun-to en una nota para Ciencia Hoy (Míguez 2007), argumentando que en realidad, la ciencia en si misma es una ideología, en el sentido de que es una forma de ver el mundo y que las ciencias sociales, si son tales, buscan hacer lo mismo que intentan las otras disciplinas cientí-ficas: comprender el mundo desde la “ideología científica”. Reconocía allí que esto es particularmente di-fícil por diversas razones, pero no quita que el objetivo sea el mismo. Cuando comencé a enseñar meto-dología de la investigación histórica, al comienzo de mi carrera docente, encontré una forma de explicárselo a mis alumnos, en el marco de una extensa discusión sobre la objetivi-dad en historia: nuestra disciplina busca comprender el pasado según las normas y criterios de una comu-nidad académica que legitima su labor. Los resultados no son inmu-

tables – al igual que en cualquier ciencia, cuyas formulaciones están siempre sujetas a revisión –; lo que la diferencia de otras aproximacio-nes al pasado es el esfuerzo por comprender y explicar al servicio de la ciencia misma – y a través de ella a la sociedad – y no al servicio de algún objetivo exterior a la propia comunidad científica. Los conoci-mientos así construidos afectan a la sociedad, pero el compromiso pri-mario del investigador es con su co-munidad científica. Poco despues, profundizando mis conocimientos en la disciplina que enseñaba, des-cubrí en autores como Karl Popper (1979), Thomas Kuhn (1971), Alan Chalmers (1982), Stephen Toulmin (1972), un rico sustento epistemo-lógico para aquel argumento, for-mulado en un comienzo de manera intuitiva.

¿Había estado esa idea en el co-mienzo de mi vocación académica? Curiosamente, sí, aunque de una manera oblicua. Como era previsi-ble por entonces, cuando hacia el año 1968 fui definiendo mi propen-sión por las ciencias sociales, bus-qué en el marxismo la clave para en-tender la historia. Y lo que Marx in-tentaba era precisamente una forma

científica de comprender la socie-dad: “Así como Darwin descubrió la ley del desarrollo de la naturaleza orgánica, Marx descubrió la ley del desarrollo de la historia humana” resumió Federico Engels la trayec-toria intelectual de su amigo en su entierro. Sin dejar nunca de apreciar el aporte de Marx al conocimiento de las sociedades, mi relación con sus ideas ha ido cambiando con el tiempo; pero no esa vocación por el estudio científico del pasado. Ya en mi carrera profesional ella ha hecho que me sintiera muy a gusto en el trato con colegas de las disciplinas físico-naturales. Es la curiosidad per-manente, la búsqueda sistemática y sin concesiones de la verdad (aun sabiendo que nunca nos es dada la certeza de hallarla) en el marco de un método siempre en revisión, lo que me ha motivado a lo largo de mi vida: para referirlo nuevamente a Marx: “En la puerta de la ciencia, como en la puerta del infierno, de-biera estamparse esta consigna: Qui si conven lasciare ogni sospetto; Ogni viltá convien che sia morta”, escribió en el Prefacio a su “Contri-bución a la crítica de la economía política.”

Eduardo José MíguezInstituto de Estudios Histórico-sociales; Uni-versidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires y Facultad de Humanidades, Universidad Nacional de Mar del Plata

[email protected]

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2. EL INICIO DE MI CARRERA ACADÉMICA

Estaba condenado a la vida uni-versitaria casi desde la cuna. Mis abuelos fueron trabajadores manua-les que alcanzaron, esforzadamente, un lugar que les permitía hacer estu-diar a sus hijos. Pero renunciando a la carrera de medicina que la familia le proponía (M’hijo el doctor), mi pa-dre optó por ser pastor protestante. Antes de lo que yo puedo recordar, sin embargo, la Iglesia Metodista lo destinó a la formación de futuros pastores, y lo envió a hacer un Mas-ter en la Universidad de Emory, en Atlanta. Al regresar, fue profesor de la Facultad Evangélica de Teología (FET, más tarde, Instituto Superior de Estudios Teológicos, ISEDET), y po-cos años despues, fuimos a Nueva York, donde se doctoró en Union Theológical Seminary, tomando cur-sos en Columbia Univesity, que está muy próxima. Como la FET tenía una suerte de mini-campus, con vi-vienda para profesores, y en Estados Unidos visitamos diversas universi-dades con enseñanza teológica, me acostumbré a vivir rodeado de pro-fesores y estudiantes universitarios. Y a las bibliotecas y las largas horas de lectura, de escritorio y máquina de escribir de mi padre. De hecho, los tres hijos hemos heredado la do-cencia universitaria, el mayor tam-bién en el campo confesional; los dos menores, secularizados, en las ciencias sociales. La otra cosa que recibimos de mi padre – y de nues-tra formación religiosa – es el senti-do de compromiso con la sociedad en general, y con nuestra vocación en particular; la obligación de inten-tar siempre el mayor esfuerzo para hacer las cosas de la mejor manera posible.

En el ciclo académico 1967/8 mi padre fue invitado a Nueva York, ahora como docente en las institu-ciones donde se había doctorado,

y yo pasé con ellos el receso estival (crudo invierno allí). De manera cu-riosa, fue mi iniciación en la con-ciencia política. El hijo de un colega de mi padre, Peter Lehman, un par de años mayor que yo, a quien co-nocía por una visita previa de su pa-dre a la FET, estaba ahora absorbido por las luchas por los derechos civi-les de las minorías y contra la guerra de Vietnam, y abrió mi mirada ha-cia las preocupaciones sociales. A mi regreso a Buenos Aires comencé a sufrir lo que quedaba de escuela media como una valla que me se-paraba de lo que realmente me pre-ocupaba: el estudio de la sociedad con miras a su transformación. De la escuela solo me atraía un peque-ño círculo de amigos, entre los que se destacaba Miguel de Asúa quien, si no compartían del todo mis incli-naciones políticas, al menos sí las preocupaciones intelectuales. Mi-guel (Panchi, como lo llamábamos), el mejor alumno de la escuela, es-tudiaría despues medicina (contra nuestra opinión, que veíamos en él sin duda a un investigador cien-tífico), y a través de un hiperbólico recorrido, terminaría siendo mi co-lega en la Academia Nacional de la Historia, además de miembro de la Academia Nacional de Ciencias.

Mientras tanto, entre mis varia-das actividades en búsqueda de dar vuelo a mis inquietudes intelectua-les y políticas, asistí a una conferen-cia de Sergio Bagú, un historiador marxista. Junto con mis lecturas de esa época, aquella charla me con-venció que la historia era un campo más prometedor que otros para con-tribuir a desentrañar los problemas de la sociedad (y ofrecía además el refugio de la docencia media en caso de que fracasaran las expecta-tivas más ambiciosas). Cuando en 1969 completé la escuela, el ingre-so a Fylo (la facultad de Filosofía y Letras de la UBA) estaba decidido. De la vida en los accidentados años

que siguieron, llena de ricos recuer-dos que exceden lo que aquí puedo contar, solo quiero rescatar que ella no entrañaba una distancia entre el estudio y el compromiso social. Las horas de lectura, que me llevaron a recibirme, a diferencia del secunda-rio, con un muy buen promedio, no excluían las dedicadas a la militan-cia social, política o estudiantil. Más allá de ello, la meta era clara; sabía que debía recibirme, y que despues debía viajar al exterior a hacer el doctorado que me abriría más tarde las puertas de la investigación y do-cencia universitaria.

Una conjunción de accidentes facilitó las cosas. Cuando ya avizo-raba el fin de mi carrera de grado, y, además del golpe de estado de 1976, la multitud de golpes que iban recibiendo mis convicciones sobre los mecanismos del cambio social fueron acelerando mi urgencia por ir a estudiar afuera, una feliz coin-cidencia me puso en contacto con Christopher Hill, Warden de Balliol College, Oxford y uno de los más destacados historiadores británicos. A través suyo inicié los contactos para ir a estudiar a aquella univer-sidad. Y mi padre me ayudó a con-seguir una beca de una institución protestante. Por otro lado, Reyna Pastor y sobre todo Enrique Tande-ter, que habían sido mis profesores y eran ahora mis consejeros – traba-jaba además en un grupo de investi-gación sobre economía colonial que Enrique dirigía y como su ayudante en el relevamiento de datos – me orientaron sobre la forma de iniciar mi carrera académica. Sabiamen-te, Enrique sugirió que eligiera un tema en que pudiera avanzar con fuentes existentes en Gran Bretaña. Christopher Platt, entonces director del centro de estudios latinoameri-canos de Oxford, era especialista en inversiones británicas en América Latina, y había publicado un texto sobre fuentes para ese tema en Gran

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79El estudio del pasado como ciencia

Bretaña, que Enrique me prestó. Me-ses más tarde, feliz de dejar atrás la Buenos Aires de 1976, y desconcer-tado por iniciar una vida nueva en un medio desconocido, abordé bajo la dirección de Platt mi tesis docto-ral en Oxford.

3. LÍNEAS DE INVESTIGACIóN

3.1. LA HISTORIA ECONóMICA y LA ECONOMÍA AGRARIA

La disponibilidad de archivos, y la revisión de los trabajos ya hechos, me sugirió que las inversiones en el sector agrario eran una buena alter-nativa para centrar mis estudios. El tipo de fuentes con que trabajaría, y la metodología que Platt tendía a sugerir a sus alumnos, se focaliza-ban en la historia de las empresas: su proceso de creación, las formas de propiedad, la estructura de la in-versión y sus cambios, las fuentes de financiación, la comercialización de productos, la rentabilidad. Como existieron empresas con capitales británicos en diversos sectores de la economía agraria argentina – es-tancias en la región pampeana (este tema dio lugar a mi primera publi-cación, Míguez 1981), empresas de colonización agrícola en Santa Fe y Córdoba, empresas forestales, estan-cias y colonias en las nuevas tierras conquistadas en 1879: La Pampa y Patagonia – mi tesis me llevó a una revisión amplia de la dinámica económica agraria argentina de la segunda mitad del siglo XIX. Al re-gresar al país Ezequiel Gallo, quien había sido uno de mis referentes en Oxford (había estado allí como Vi-siting Fellow) me puso en contacto con Félix Luna, que editaba enton-ces una colección de libros de in-vestigación histórica: de él resultó Las tierras de los ingleses en Argenti-na (Míguez, 1985).

Por razones que explicaré más adelante, fui dejando la investiga-ción en historia económica en los proyectos posteriores al doctorado. Pero nunca dejé de estar vinculado al campo: me he mantenido al día con lo producido, he participado en la organización profesional, en la evaluación de trabajos y proyectos, en la docencia de posgrado, en la dirección de estudiantes de posgra-do en temas de historia económica del período que siempre abordé en mis trabajos; el de la gran expan-sión, 1850-1914 (o 1930, según otra interpretación). Seguramente por ello, ya a comienzos del siglo actual, José Carlos Chiaramonte me invitó a escribir un texto general de historia económica argentina, en una colec-ción que dirigía con miras a la do-cencia universitaria y la alta divul-gación. En principio, encaramos el proyecto con una colega, María Inés Barbero, que abordaría los tiempos más recientes. Problemas posterio-res hicieron que esa parte del libro no se concretara, y fue publicado abarcando solo hasta 1930 (Míguez 2008). Sin embargo, con la idea de participar en la discusión de la sec-ción que abordaría María Inés, ha-bía hecho una cuidadosa revisión de la historiografía económica sobre el siglo XX. Al concluirla, sentí que era posible continuar, de alguna ma-nera, con mis anteriores hipótesis presentadas en el trabajo sobre eco-nomía agraria. El resultado (Míguez 2005) consideraba las diferentes ideas que se habían barajado sobre la decepcionante performance de la economía argentina despues de 1930 – insuficiente o excesiva inge-rencia del Estado, dependencia de los mercados externos o, por el con-trario, tendencias autárquicas, lega-do de las instituciones coloniales españolas, etc. Mi propia hipótesis, inspirada en parte en ideas de otro de mis referentes en Oxford, Guido di Tella (que luego de su gestión pú-blica en Argentina, se había refugia-

En una primera etapa de mi in-vestigación la transferencia de capi-tales y la teoría del imperialismo y la dependencia habían llevado bue-na parte de mi atención, pero para inicios de los años 1980 ese campo de estudio parecía llegar a una vía muerta (Halperín 1982). En cambio, el estudio de la economía agraria mostraba inagotable vitalidad, y a él volqué mi trabajo. Inscribiendo las conclusiones de mi tesis en el marco de una secuencia de resultados de investigaciones recientes era posible revisar las posturas historiográficas hasta entonces dominantes (Míguez 1986). En esencia, el argumento es que, insatisfechos con los resultados de la economía argentina de su pre-sente, la historiografía entre los años 1930 y 1960 tendió a ver con escep-ticismo el crecimiento agrario de la etapa anterior a la Gran Guerra, y culpaba a un supuesto latifundio ineficiente del atraso posterior del país. La investigación detallada pos-terior mostraba, en cambio, que el latifundio había sido menos univer-sal de lo supuesto, y que allí donde había existido, en general, estaba lejos de ser ineficiente. Desde una perspectiva económica, tendió a aprovechar adecuadamente la dota-ción de factores para maximizar sus ganancias y en consecuencia el cre-cimiento de la economía. En cam-bio, desde la social, había favoreci-do la concentración de la riqueza. Sin embargo, esta era matizada por diversos fenómenos – cría lanar en el norte de la provincia de Buenos Aires, colonización agrícola en San-ta Fe y otras provincias pampeanas, fraccionamiento de la propiedad por herencia en las zonas de ocu-pación más antiguas, formación de unidades agrarias intermedias en la zona sur de la provincia de Buenos Aires, etc. – que habían promovido sectores medios rurales. El atraso ar-gentino posterior a 1930 no parece tener en la estructura agraria la prin-cipal explicación.

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do en Oxford también como profe-sor visitante), era que el crecimiento de base agraria había generado un cierto nivel de desarrollo, en espe-cial del capital humano, pero que éste era insuficiente para sostener el lugar de Argentina en un mundo en el que los términos de intercam-bio ya no favorecían la producción agrícola. Una economía insuficien-temente competitiva en lo industrial y tecnológico e incapaz de sostener su rica estructura social sobre bases agrarias, se debatía en vaivenes que no lograban encontrar un equilibrio que asegurara un crecimiento soste-nido.

En ocasiones, he vuelto al traba-jo en historia económica. Un pro-yecto del programa ECOS, a través del cual se financia la colaboración de Francia con otros países, en que participamos con Zacarías Moutou-kias, de la Universidad de París VII, Michel Bertrand, de la Universidad de Toulouse, y Samuel Amaral, de la Universidad de Tres de Febrero, lue-go de varias estadías de intercambio y un encuentro en Toulouse, terminó con la publicación de un volumen colectivo (ver Míguez 2018a). Pero lo que más me vincula a este campo es la dirección de estudiantes. Una de ellas, Andrea Lluch, que vino de la Universidad de La Pampa a hacer su doctorado bajo mi dirección en Tandil, hoy es referente en el cam-po de historia de empresas y presi-dente de la Asociación Argentina de Historia Económica. Con Agustina Rayes, egresada de Tandil que hizo su doctorado en la Universidad Tor-cuato Di Tella bajo mi dirección, pu-blicamos (Míguez y Rayes, 2014) un trabajo que me ha vuelto al tema de los vínculos externos de la argentina agroexportadora, que no abordaba desde mi tesis doctoral.

3.2. LA HISTORIA DEMOGRÁFICA y DE LA INMIGRACIóN

De regreso de Oxford, despues de descartar una propuesta poco atrayente en Brasil, comencé a bus-car trabajo, y una serie de coinci-dencias terminó llevándome, aún en pleno “Proceso”, a la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires, en Tandil. El azar también determinó mi nuevo tema de investigación. Al llegar a Tandil me pidieron que reseñara una obra de Michael Flinn sobre el sistema demográfico europeo. En tanto, y sin vinculación con esto, Norberto Ál-varez, un colega joven que también daba clases allí, había logrado acce-so a los registros parroquiales loca-les del siglo XIX, y armado un grupo para relevar la información. En reali-dad, era una idea a tientas más que un verdadero proyecto. En Inglaterra algo había conocido de los trabajos de historia demográfica, y la lectura del libro de Flinn ayudó a orientarme en esta nueva línea. Me incorporé entonces al grupo de Norberto – con quien nos hicimos estrechos amigos –, buscamos bibliografía para pensar un proyecto en base a los registros parroquiales, nos pusimos en con-tacto con demógrafos e historiado-res de la población en Argentina, e iniciamos esa línea de investigación, con el equipo denominado en ese momento “Población y Sociedad”. Hicimos en realidad exactamente lo contrario a lo que indica cual-quier buen manual metodológico; partimos de una fuente y buscamos despues un problema y un método. Aunque aquella experiencia no salió tan mal, no es lo que recomiendo a mis alumnos, ni lo que he hecho en trabajos posteriores.

A poco de comenzar esta línea, un becario de CONICET egresado de la UBA, Guillermo Velásquez, buscó cambiar lugar de trabajo y se convirtió en el primer becario en el

área de sociales en Tandil. Como yo era el único docente de la facultad con doctorado, me propuso como director, y ya en los albores de la democracia, CONICET me aceptó. Convencí a Guillermo que dejara su proyecto de ecología electoral, y se volcó a la demografía que, con variantes, ha continuado cultivan-do como investigador de CONICET hasta el presente. Otro de los inte-grantes del equipo, Hernán Otero, obtendría una beca francesa para hacer allí el doctorado en esa área, reintegrándose luego como investi-gador asistente de CONICET (hoy es Principal). Entre tanto, obteníamos algunos de los primeros resultados en temas como mortalidad (Álvarez y Míguez, 1989) crecimiento de la población y fecundidad (Álvarez y col., 1990; Míguez 1991).

Pero el peso de la inmigración en la sociedad argentina hace que cualquier estudio de población no pueda eludir esa variable. Y por la época, los estudios migratorios re-cobraban notable fuerza en el país. Despues de los pioneros aportes de Gino Germani en los años 1950 y 60, poco había progresado esta te-mática que, con base en Estados Unidos, estaba en plena expansión en el mundo. Un investigador nor-teamericano, Samuel Baily y un ar-gentino formado en Italia, Fernando Devoto, dieron un fuerte impulso a los estudios migratorios. Devoto creó y dirigió una revista sobre el tema y se formaron numerosos gru-pos que abordaban el área, y se pu-blicaron centenares de trabajos. Un aspecto importante de estos estudios se refiere al proceso de integración de los inmigrantes en la sociedad argentina. Germani, siguiendo co-rrientes predominantes entonces, había pensado en un proceso re-lativamente rápido, que se conoce como “crisol de razas” (melting pot en inglés). Los estudios de Baily y Devoto apuntaban más a lo que de-

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nominamos “pluralismo cultural”, la supervivencia y reconstrucción de redes sociales, formas identitarias y culturales en los lugares de arribo. Un indicador clave de los grados de integración de inmigrantes son las pautas matrimoniales, vale decir, la selección de conyugues por parte de los inmigrantes y sus hijos. Simplifi-cando, la endogamia, el matrimonio de igual origen, muestra la persisten-cia de las redes sociales y cultura-les, en tanto la exogamia refleja una integración a la nueva sociedad. Un detallado estudio llevado a cabo retomando dos tesinas de licencia-tura que dirigiera – una a cargo de Otero y María Elba Argeri, la otra de María Mónica Bjerg – que abarcaba las localidades de Necochea y Tan-dil, sugirieron que al menos en esos contextos, si la endogamia predomi-naba en la primera generación (los inmigrantes), lo opuesto ocurría en la segunda (sus hijos). Existían, sin duda, variaciones entre diferentes comunidades y según las caracterís-ticas del proceso migratorio (Míguez y col. 1991). Más tarde, retomé el tema en un artículo para un libro de balance sobre las migraciones italia-nas en la Argentina (Míguez, 1993).

Para esa época (1989/90), la Fun-dación Fulbright me invitó a pasar un año como docente en una uni-versidad de Estados Unidos, y acep-té, entre otros motivos, preocupado por la crítica situación de la econo-mía argentina. La estancia me per-mitió profundizar en las bibliotecas de aquel país la comparación con el caso norteamericano, y de ella sur-gieron dos análisis generales de los procesos migratorios (Míguez 1990 y 1992). A mi regreso, publicamos con Fernando Devoto una colec-ción de ensayos sobre estos temas (Devoto y Míguez 1992). Para la misma época, también con el so-porte de trabajo hecho en el país del norte, desarrollé un análisis de la elasticidad del flujo migratorio a

la demanda laboral, que presenté en una reunión científica en Italia en 1994, pero que solo se publicaría años más tarde debido a que estuve por entonces absorbido por tareas de gestión (Míguez 2001). La esta-día en Estados Unidos me había per-mitido también estrechar el vínculo con Samuel Baily, del que emergió el proyecto (Devoto participó en las primeras etapas, si bien lo dejó más tarde), de publicar un volumen com-parando procesos migratorios en di-ferentes países de América Latina (Baily y Míguez 2003).

3.3. LA SOCIEDAD DE FRONTERA

Al avanzar en los estudios demo-gráficos y migratorios en la región de Tandil, un tema que se imponía eran los rasgos de la sociedad que se formaba en la frontera con la po-blación araucana de las pampas. Ya antes del viaje a Estados Unidos había avanzado en la investigación de los aspectos políticos-sociales de este medio (Míguez 1987). Esta investigación mostraba como, más allá de las restricciones del sistema político, al menos en el plano mu-nicipal, los inmigrantes lograban trasladar a la gestión pública su cre-ciente peso en la sociedad local. De regreso de Estados Unidos retomé esta línea de trabajo, adoptando una metodología popularizada por Ste-phen Thernstrom (1970), que había tenido mucho impacto en el estudio de la sociedad norteamericana. Esta consistía en seguir en diferentes cen-sos a las mismas personas, para ver su movilidad social. Más allá de las dificultades por la distancia entre los censos en Argentina (contamos con registros de censos de 1869 y 1895, en lugar de cada 10 años como prescribe la ley y se practicaba en Estados Unidos), pudimos compro-bar que existía una fuerte movilidad ascendente entre los inmigrantes, y entre ellos y sus hijos, que era nota-blemente mayor a la de la población

nativa (Míguez 1993b).

Por otro lado, varios de los jóve-nes que habían sido mis primeros alumnos en Tandil habían desarro-llado ya sus carreras académicas, lo que permitió formar un sólido equipo de investigadores, la mayo-ría de ellos becarios posdoctorales o investigadores asistentes de CONI-CET; Otero, Argeri, Blanca Zeberio y Andrea Reguera se habían doctora-do en Francia; en Argentina, Bjerg, que estudió la comunidad danesa bajo la dirección de Devoto en la UBA, y Marcelino Iriani, que anali-zó la vasca bajo mi dirección, en la Universidad de La Plata. Hacia fines de la década de 1990 se estableció el doctorado en Tandil, y gracias a un subsidio de Foncyt incorporamos como becaria a Melina Yangilevich, que hizo su tesis sobre la justicia de paz en la frontera. En esos años, en que estaba absorbido por la gestión, mi principal tarea fue la dirección del grupo. Terminada esa etapa en 2000, pudimos concretar con Meli-na un libro de divulgación (Míguez y Yangilevich, 2005) y un artículo que mostraba el proceso de construc-ción del sistema judicial en la fron-tera (Míguez y Yangilevich, 2011).

3.4. LOS SECTORES MEDIOS

En 2000 decidí abandonar las ta-reas más demandantes de gestión, y volver a centrar mi labor en la inves-tigación (nunca había dejado la do-cencia). Poco antes, Devoto me ha-bía invitado a participar de un volu-men colectivo, la Historia de la vida privada, destinado a ofrecer a un pú-blico amplio resultados de los avan-ces más recientes en ese campo de la historia. Más que resumir trabajos ya hechos, preferí avanzar algunas ideas en torno a uno nuevo, basa-das en los resultados de estudios an-teriores propios y ajenos, en el área demográfica y migratoria (Míguez 1999). Ese artículo, en cuya elabo-

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ración conté con la colaboración de Ricardo Pasolini, retomó un tema importante de historia argentina que estaba postergado también desde los pioneros estudios de Germani: la formación de los sectores medios. Con la idea de avanzar en esa temá-tica hice una estadía en Oxford en 2002, y de vuelta en Argentina, in-vité a un sólido estudiante, Leandro Losada, a que iniciara su tesis en un aspecto del tema. Por entonces daba algunas clases en la Universidad de San Andrés, en Buenos Aires, y allí me propusieron la dirección de una estudiante doctoral, Isabella Cos-se, que pensaba abordar aspectos vinculados a los cambios de estos sectores a mediados del siglo XX. Fi-nalmente, Losada derivó su estudio hacia el auge y declinación de las élites: la idea original era estudiar como esa declinación había tendido a reforzar la cultura de clase media, pero llegamos a la conclusión que los limitados conocimientos existen-tes sobre los rasgos sociales de los sectores altos demandaban previa-mente un estudio más general. Por motivos que explicaré de inmediato, yo no seguí avanzando en el tema, que fue atrayendo una fuerte aten-ción, y en el que tanto Cosse como Losada ocupan un lugar destacado. Sin embargo, años más tarde, fui invitado a contribuir un capítulo so-bre la sociedad en la provincia de Buenos Aires en la segunda mitad del siglo XX para una extensa colec-ción de historia de esta provincia. Como no era mi período frecuente de estudio, abordé el desafío con María Estela Spinelli (Míguez y Spi-nelli, 2014), y el trabajo nos llevó a observar nuevamente a las clases medias en el interior provincial. En la actualidad, un becario doctoral, Juan Martín Duana, ha retomado esta perspectiva a través del estudio de casos (Tandil, Junín y Tres Arro-yos) para el período de formación de los sectores medios (1910-1940) en las ciudades intermedias de la pro-

vincia.

3. 5. EL SISTEMA POLÍTICO EN LA ORGANIZACIóN DE LA NACIóN

Mientras exploraba la posibili-dad de avanzar en el proyecto sobre sectores medios, seguía trabajando con el grupo que estudiaba la socie-dad de frontera; temas por lo demás vinculados. La perspectiva social de la frontera plantea problemas sobre su dinámica política, como ya había estudiado en el artículo de 1987. En esta línea tuve oportunidad de elaborar algunas hipótesis genera-les (Míguez 2003), que más tarde, retomaríamos ya sobre una base de investigación más amplia, junto con Valentina Ayrolo, una ex-dirigida y colega en la Universidad de Mar del Plata (Ayrolo y Míguez, 2012). Esta conjunción entre frontera y poder terminaría por volcar mis esfuerzos a la historia política. Este ciclo se inició con la invitación de un colega y amigo, Jorge Gelman, que publi-caba la colección de alta divulga-ción “Nudos de la Historia”, a que le propusiera un título.

Vale la pena aquí hacer un pe-queño excursus. Notará el lector que varios de mis trabajos estuvie-ron vinculados a la alta divulgación. Esto tiene que ver con la naturaleza de nuestra disciplina. Si el rigor me-todológico es un requisito irrenun-ciable, el resultado final de nuestra labor debe incidir sobre la sociedad, creando una imagen del pasado que alimenta formas y prácticas sociales del presente. Si bien el compromiso de nuestra labor es con la comuni-dad científica, transmitir los resulta-dos a un público más amplio es una parte de ella. Como paralelo, podría decirse que es en cierta forma equi-valente al desarrollo tecnológico en ciencias duras. En ocasiones, y esto es altamente satisfactorio, se logra aunar las dos cosas. Una investiga-ción nueva produce resultados ori-

ginales, que se pueden formular en un lenguaje accesible no solo para los colegas si no también para un público amplio. Esto es improbable en historia económica o demográfi-ca, llena de formulas matemáticas, cuadros estadísticos, y detalles téc-nicos. Pero es más factible en ciertas vertientes de la historia social y po-lítica. Por eso, en ocasiones un libro puede a la vez transmitir el resultado de una investigación, y divulgarlo en la sociedad.

Esto último es lo que intenté ha-cer en el trabajo que siguió. La fron-tera era un lugar de concentración militar y actividad política. Algunos indicios me sugerían que luego de la Guerra con el Paraguay (1865-70) la profesionalización de los cua-dros militares había ido cambiando la relación entre política y ejército, formando una fuerza más profesio-nalizada. Una revolución en 1874, desarrollada centralmente en territo-rios de frontera, era una oportunidad para poner a prueba la hipótesis, y a la vez, para narrar un aconteci-miento histórico que podía interesar a un público amplio, y para expli-car la dinámica política de la época. El resultado fue Mitre Montonero (Míguez 2011). Quizás lo más inte-resante del libro es que la hipótesis con la que partí no se comprobó. Mi conclusión fue que las fuerzas arma-das estaban aún fuertemente politi-zadas, y que faltaban unos cuantos años para que surgiera un ejército prioritariamente profesional, si es que alguna vez lo hubo.

De manera imprevista, este libro tuvo efectos importantes en mis te-mas de investigación futuros. Sobre todo, porque unos colegas, Juan Suriano y Gustavo Paz, que diri-gían por entonces una colección de biografías, me propusieron retomar al personaje central de aquella pe-queña obra, y escribir un libro sobre él. Nunca había pensado en escribir

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una biografía y sin embargo el de-safío absorbería buena parte de los siguientes seis o siete años de mi vida profesional. Mitre tuvo un pa-pel protagónico en la organización de la nación desde la batalla de Ca-seros, en 1852, hasta la conclusión de su presidencia en 1868, y segui-ría pesando hasta fin de siglo. Así, mientras escribía la biografía de Mi-tre (Míguez, 2018), fueron surgien-do resultados parciales de la inves-tigación que dieron lugar a artículos académicos sobre el sistema político en esa etapa.

Otro aspecto de mis estudios so-bre el sistema político tiene su raíz más bien en la docencia. En la ense-ñanza de historia argentina siempre tuve la sensación de que los conteni-dos habituales de la materia estaban centrados de manera casi exclusiva en Buenos Aires, y en una nación que tenía como centro a esa ciu-dad y provincia. Las otras provincias irrumpían ocasionalmente, cuando cobraban efímero protagonismo por algún incidente, pero tenían un lu-gar marginal en la historia de la na-ción. Una nación que, según la con-cepción habitual, se había construi-do desde Buenos Aires. Esa forma de ver la historia argentina me parecía sesgada. La investigación que dio lu-gar a Mitre Montonero y los estudios para la biografía de Mitre sugerían que así era, ya que una parte impor-tante de esas historias ocurría en las provincias. Esto convergía con algo que había observado como profesor: que en el proceso de consolidación de la nación las provincias habían cobrado mucho más protagonismo de lo que en general suponía buena parte de la bibliografía. Estas obser-vaciones, compartidas con la colega mendocina Beatriz Bragoni (había sido jurado de su tesis doctoral en la UBA, y desde entonces, mantenía-mos intercambios), llevaron a que pensáramos en un proyecto sobre el papel de las provincias en la orga-

nización nacional. Como varios co-legas jóvenes, y algunos ya consoli-dados, estaban trabajando en la re-novación de los estudios de historia política sobre las provincias, pensa-mos en organizar reuniones sobre el tema, primero, un encuentro en Tan-dil y luego otro en Mendoza, ambos con apoyo de FONCYT. Participaron de ellos Ariel de la Fuente, docto-rado en la State University of New York con una tesis sobre La Rioja, y que se había radicado en Estados Unidos (actualmente en la univer-sidad Purdue) y Gustavo Paz, cuya tesis en Emory fue sobre Jujuy, y que luego de enseñar unos años en Esta-dos Unidos había regresado al país. Además de los investigadores más jóvenes, se sumaron colegas de tra-yectoria más extensa, como Eduar-do Zimmermann, Jorge Gelman, Raúl Fradkin y Darío Roldán, que participaron en la discusión sobre el proceso formativo de la nación. Mi propia contribución se centró en el lugar de la frontera en el sistema político nacional. El resultado fue un volumen titulado Un nuevo orden político. Provincias y Estado Nacio-nal, 1852-1880, (Bragoni y Míguez, 2010), que propuso una perspectiva algo diferente a la entonces predo-minante sobre la organización del Estado Argentino.

Partiendo de aquel proyecto, for-mamos un grupo de investigación que coordinamos con Bragoni y Paz, para estudiar las dirigencias provin-ciales en el proceso formativo del sistema político (1860-1890). A tra-vés de un amplio equipo logramos cubrir casi todas las provincias. Este trabajo está en su tramo final. Sus resultados muestran que, al menos en el litoral, junto a la previsible presencia de los individuos prove-nientes de las familias más tradicio-nales, aparecen grupos, minoritarios pero significativos, que, sobre todo a través de la universidad y el ejérci-to, logran ascender hasta lugares de

preeminencia en el sistema político. Y en general, que éste estaba domi-nado por personas que lograban su prestigio a través de su acción inte-lectual, más que por la riqueza o el origen social. Los resultados finales de este proyecto seguramente esta-rán disponibles en 2019.

4. DOCENCIA

Como ya señalé, de regreso en Argentina una serie de coinciden-cias hicieron que me ofrecieran un cargo con dedicación exclusiva en la UNCPBA, en Tandil. Con 31 años, el doctorado, y muy poco más, me dieron un cargo de profesor asocia-do, lo que refleja el estado de las ciencias sociales en Argentina en la época. La materia que me encomen-daron fue Metodología de la Investi-gación Histórica, una asignatura que podía dictar por mi experiencia (bre-ve) en investigación, pero en la que de ninguna manera era especialista. Naturalmente, me puse a estudiar, y consulté a mis referentes para orga-nizarla. Ezequiel Gallo me dijo algo que resultó muy cierto; no es un área en la que uno vaya a hacerse un especialista, pero trabajar unos años en esa materia es una rica experien-cia que aprovecharás el resto de tu vida. Por lo demás, los alumnos de grado debían realizar allí una breve experiencia de investigación, por lo que dirigí a unos cuantos jóvenes en su primer ejercicio, lo que me per-mitió “cazar talentos”.

Junto con metodología, daba unas clases en historia argentina, y en cuanto me fue posible, fui de-jando el área metodológica y asu-miendo la responsabilidad docente allí. Cuando como parte del proceso de normalización se comenzaron a efectuar los concursos docentes, se abrió un cargo de profesor titular de historia argentina con dedicación simple en la Universidad de Mar del Plata, cercana a Tandil. Decidí pre-

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sentarme, y, generosamente, el jura-do me otorgó el cargo, ya que ha-bía muy poca gente formada (o con cierta formación, como era mi caso) por entonces. Desde ese momento hasta hoy he mantenido mi dedica-ción exclusiva en Tandil y un cargo simple en Mar del Plata, recorriendo las dos horas de camino de ida y de vuelta una vez por semana. Además de éstas, que son mis universidades base, he dado clases como invitado en muchas del país, y en algunas del extranjero. Espero que esas clases hayan sido útiles para mis alumnos; sé que lo han sido para mí. Por un lado, porque enseñar siempre plan-tea desafíos que en ocasiones se traducen en pistas para la labor de investigación. A veces, preguntas planteadas por los alumnos, otras, preguntas que uno se formula a sí mismo al tratar de explicar algo. Por otro, porque conocer muchas uni-versidades diferentes, en muchos lu-gares diferentes, es una experiencia que enriquece enormemente. Ofre-ce perspectivas sobre otras formas de hacer las cosas, cuyas virtudes y defectos amplían nuestra visión.

5. GESTIóN ACADÉMICA y CIENTÍFICA

Mi primer vínculo con la ges-tión científica fue en una asociación profesional. A poco de regresar de Inglaterra, Roberto Cortes Conde, y algunos otros historiadores y econo-mistas de trayectoria interesados en la historia económica, propusieron formar la Asociación Argentina de Historia Económica, cuya princi-pal tarea fue la organización anual – más tarde, cada dos años – de reuniones científicas. Con Samuel Amaral y Oscar Binello formamos una suerte de secretaría permanen-te, que operó varios años, función que más tarde fue asumida por las comisiones directivas. Ya en los años 1990 me tocó ejercer la presidencia de la Asociación, que hoy lleva ya 35

años de vida. Años despues, cuando trabajaba en temas demográficos, la experiencia de aquel agrupamien-to contribuyó a la formación de la Asociación de Estudios de Población de Argentina, cuya presidencia tam-bién ejercí en algún momento.

Pero el mayor desafío de mi vida en gestión me llegó muy temprano, con el regreso a la democracia. La necesidad de poner en marcha en 1984 la renovación universitaria, y la escasez de recursos humanos disponibles, llevaron a que me pro-pusieran ser, con apenas 33 años y sin experiencia alguna, decano normalizador de la Facultad de Hu-manidades de la UNCPBA. Fue una tarea difícil, ya que debía organizar los concursos y tratar de dotar a la universidad de los mejores recursos humanos posibles, en un contex-to de escasez. En mi área, historia, donde “conocía el paño”, me fue posible tentar a personas que habían sufrido el exilio, o el exilio interno, a renovar el departamento y crear un centro de investigación. Gracias al aporte de Juan Carlos Garavaglia, Juan Carlos Grosso y Zacarías Mou-toukias que volvieron del exterior, y de Raúl Mandrini y Susana Bianchi (más tarde se sumó por breve tiempo Daniel Santamaría), que habían que-dado en 1976 al margen del sistema universitario, con Norberto Álvarez pudimos ir revitalizando el estudio de la historia en nuestra universidad. Moutoukias logró un acuerdo con la embajada de Francia que financió la formación de algunos jóvenes egre-sados, y en pocos años se consolidó el Instituto de Estudios Histórico-Sociales.

Era en cambio muy difícil atraer docentes de otras carreras que se dictaban en la facultad. Para peor, en un par de ocasiones, personas que se habían mostrado dispuestas a incorporarse, fueron tentadas por la posibilidad de cargos en CONI-

CET y optaron por permanecer en Buenos Aires. Entonces, gracias a la mediación de Juan Carlos Pugliese, que era rector de la UNCPBA, me entrevisté con Carlos Abeledo, pre-sidente de CONICET, para conver-sar sobre el problema. Abeledo se mostró muy interesado, y siempre he creído que aquella conversación tuvo algo que ver con la creación posterior del SAPIU, un sistema que buscaba integrar a los investigadores de CONICET en la actividad de las universidades, y que, lamentable-mente, tuvo poca vida. Desde en-tonces, una de las preocupaciones que siempre he tenido en mis cargos de gestión ha sido intentar integrar la investigación y la docencia uni-versitaria.

En 1986 logramos cerrar la eta-pa de normalización, y regresé a mi condición “civil” de docente-investigador universitario. Pero unos años despues, luego de regresar del sabático en Estados Unidos, el rector Carlos Nicolini mi invitó a ocupar la secretaría de Ciencia y Técnica de la Universidad. Me pareció un desafío interesante y acepté, y entre 1992 y 2000 desempeñé ese rol, en los últimos años, siendo a la vez vice-rector. Seguramente lo más rico para mi de esa experiencia fue la interac-ción con docentes-investigadores de variadas disciplinas y facultades, lo que me ha ayudado a pensar mi propia actividad en un marco más amplio y complejo. Por otra parte, para un historiador la experiencia en la vida institucional tiene un ré-dito adicional: da una sensibilidad más directa de ciertas dimensiones del funcionamiento de lo social. En aquellos ocho años, sin duda, como antes en la etapa de decano norma-lizador, mis posibilidades de realizar investigación se redujeron, pero vis-tos en perspectiva, fueron años muy enriquecedores.

En 2000 di por concluida mi eta-

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pa de responsabilidades mayores en la vida universitaria, y si bien conti-nué en tareas de gestión, dirigiendo en alguna etapa el Instituto, nuestra revista (Anuario IEHS), o el progra-ma de doctorado, estas tareas ya no dificultaban de manera significativa las horas de investigación. Además de ellas, en algún momento me tocó coordinar el área de ciencias hu-manas de FONCYT, y aunque, por cierto, es una tarea muy demandan-te –no siempre es sencillo conseguir colegas dispuestos a emprender la evaluación de proyectos, y lograr que lo hagan en tiempo y forma – también fue enriquecedora. Segura-mente por esta larga experiencia en gestión académica, he sido varias veces convocado por CONEAU y Mincyt para colaborar en la eva-luación de actividades de investiga-ción. He tratado de volcar toda esta experiencia en un pequeño ensayo, que se propone como una invitación a pensar un conjunto de problemas de nuestro sistema universitario y científico, teniendo como referencia las estructuras equivalentes en otros lugares del mundo (Míguez 2018c).

6. CONCLUSIONES

Cuando opté por seguir una ca-rrera académica en las ciencias so-ciales, pensaba que ella era la llave para contribuir de manera decidida a mejorar el mundo. Sigo pensan-do que en parte es así, aunque en términos mucho más modestos. Las ciencias sociales no han creado, ni siquiera previsto, los profundos cambios que el mundo ha tenido en el medio siglo que ha pasado desde entonces. Pero si a través del estu-dio del pasado hemos podido con-tribuir a entender esos cambios, en algo habremos contribuido a que las cosas funcionen un poco mejor, o al menos, menos mal.

Hoy, esta tarea se enmarca, y debe enmarcarse, en ese amplio

mundo que llamamos ciencia. En el siglo XIX, como refleja la frase en Engels citada al comienzo de esta reseña, el positivismo dominante suponía que las ciencias sociales podían hermanarse con las físico-naturales. El siglo pasado se distan-ció de esa idea, y la conjunción de racismo y discriminación social que expresó toda su fuerza en la ideolo-gía Nazi, se aseguró de desprestigiar la confluencia entre ciencia social y físico-natural. En los últimos años, sin embargo, se han abierto líneas de reflexión, tanto en el plano epis-temológico, como en el quehacer científico, que abren la posibilidad de una colaboración mutua rica en varios campos. Un reciente éxito mundial de ventas como libro de divulgación histórica de Yuval Noah Harari (2014) explora, precisamen-te, un enfoque en el que se integra una perspectiva que mucho toma de la experiencia y los resultados de otras ciencias, tanto de la naturaleza como del hombre. Creo que seguire-mos explorando este camino.

Los historiadores nos formula-mos siempre nuevas preguntas, en función de las nuevas realidades de la vida social. Por eso la historia es inagotable. Porque siempre hay nue-vas formas de ver el pasado. Formas de ver el pasado que tienen que ver con los sucesivos presentes. Hasta fi-nes del siglo XX la preeminencia de los estados nacionales en los relatos históricos era abrumadora. En los últimos años, cuando la globaliza-ción nos muestra los límites de esa creación que apenas tiene un par de siglos, otros temas van cobrando interés. Los imperios, por ejemplo, no por lo que tenían de imperiales, sino por su dimensión global. En mi propia labor, el estudio del proceso formativo de la nación ha buscado des-naturalizarla; vale decir, mostrar que no es algo dado, inscripto en la naturaleza de las cosas, sino un tra-bajoso proceso de construcción, en

el que intervino no poco el azar. Una construcción asociada al desarrollo de la democracia y el capitalismo, y que quizás pierda eficacia en un mundo de formas políticas nuevas, y en el que los marcos regulatorios de las naciones ya no sean eficaces por la expansión de la tecnología y las comunicaciones. Solo el futuro nos mostrará si esas son las nuevas preguntas de la historia.

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INSTRUCCIONES PARA LOS AUTORES

CIENCIA E INVESTIGACIÓN RESEÑASLa Asociación Argentina para el Progreso de las Ciencias (AAPC) presenta esta nueva revista on line, cuyo objetivo es el de publicar reseñas escritas, por invitación, de prestigiosos investigadores argentinos sobre su trayectoria y sus logros científicos. Los artículos describen en el cuerpo central del mismo aquellos aspectos que cada investigador considera más relevantes tanto en su producción científica como en el tema. Dicho cuerpo puede incluir reflexiones sobre las razones que impulsaron a elegir una determinada línea de investigación, o a seguir una determinada línea de razonamiento, así como consideraciones sobre el marco institucional y la época en el que se desarrollaron las tareas. El lenguaje debe ser preciso, y apuntar a lectores que pueden ser colegas investigadores, educadores, profesionales o estudiantes universitarios que no necesariamente están familiarizados con los temas tratados. Puede incluirse opcionales boxes o recuadros que elaboren temas que se desea separar del cuerpo principal. Para ello se pueden emplear cuadros de texto, o texto normal con bordes externos.El artículo se complementa con una Semblanza, escrita idealmente por un colaborador cercano o discípulo, que sirva como presentación del investigador. Debe evitarse la rígida formalidad de un currículo, pero debe contener la información importante sobre la trayectoria del investigador.Las reseñas se publicarán por invitación, tras análisis por parte del Comité Científico, constituido por prestigiosos investigadores de diversas disciplinas. La AAPC recibe con agrado sugerencias sobre investigadores a invitar, dado que uno de los objetivos es la creación de un archivo de las tareas de investigación que se llevaron a cabo en el país. En la primera etapa se contempla especialmente publicar contribuciones de investigadores mayores de 70 años.Las instrucciones para los autores se dan a continuación.

Presentación del manuscritoEl artículo podrá presentarse vía correo electrónico, como documento adjunto, escrito con procesador de texto word (extensión «doc») en castellano, en hoja tamaño A4, a doble espacio, con márgenes de por lo menos 2,5 cm. en cada lado, letra Times New Roman tamaño 12. No se dejará espaciado posterior adicional después de cada párrafo, y no se indentará el comienzo de los párrafos. Las páginas deben numerarse (arriba a la derecha) en forma corrida. La primera página deberá contener: Título del trabajo, nombre del autor, institución a la que pertenece o última que perteneció y correo electrónico. Es conveniente incluir en esta primer página al menos tres palabras claves en castellano y su correspondiente traducción en inglés para facilitar su obtención a través de los buscadores de internet. A partir de la segunda página se desarrollará la reseña correspondiente. De ser posible es útil iniciar el escrito con un resumen o introducción que rápidamente ubique al lector en la persona y tema que trata la reseña. De querer agregarse una lista de citas de los trabajos publicados en su trayectoria la misma se colocará al final del texto siguiendo las instrucciones que se dan más abajo, y bajo el título BIBLIOGRAFÍA (Times New Roman 12, negrita alineado a la izquierda). La extensión del manuscrito total no excederá las 30 páginas a doble espacio, salvo consulta previa con los Editores.En caso de ser necesario incluir ilustraciones, hacerlo al final y de no ser original deberá citarse su procedencia en la leyenda correspondiente. Es responsabilidad del autor asegurarse de contar con los permisos necesarios para su reproducción. En el texto del trabajo se indicará el lugar donde el autor desea ubicar la ilustración (haciéndolo en la parte media de un renglón en negrita y tamaño de letra 14). Es importante que las ilustraciones sean de buena calidad. Se pueden incluir cuadros de texto con información que se desea separar del texto principal. Los cuadros de texto se escribirán en Times New Roman 12 con espaciado simple, y contendrán un borde sencillo en todo su perímetro; alternativamente pueden armarse usando la facilidad cuadro de texto de Word. Se puede agregar un título a cada cuadro de texto, en negrita, Times New Roman 12, alineado a la izquierda.

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Por la naturaleza de las reseñas, es poco probable que se incluyan tablas. De presentarse esta situación, la misma debe contener un título en Times New Roman 12, negrita + bastardilla, centrado, arriba de la tabla. La lista total de trabajos citados en el texto se colocará al final y deberá ordenárse alfabéticamente de acuerdo con el apellido del primer autor, seguido por las iniciales de los nombres, año de publicación entre paréntesis, título completo de la misma, título completo de la revista o libro donde fue publicado, volumen y página. Ejemplo: Benin L.W., Hurste J.A., Eigenel P. (2008) The non Lineal Hypercycle. Nature 277, 108-115.La reseña debe enviarse como documento word adjunto por correo electrónico a la Secretaría de la revista, [email protected] con copia al miembro del Comité Editorial de la revista o del Colegiado Directivo de la AAPC que formulara la invitación, y que actuará en la etapa de adecuación del manuscrito para asegurar que el mismo cumpla con todas las pautas editoriales. El material adicional (fotos, figuras, etc) se enviará también como adjuntos en el mismo mensaje.

Precisiones complementarias1. El Titulo, en la página 1, irá en negrita, mayusculas pica 14, seguida, a doble espacio del nombre

del autor, negrita, pica 12, seguida a doble espacio del nombre la institución o institutciones a las cuales quiere asociar su nombre, negrita, pica 12, seguida a doble espacio de la dirección de correo electrónico del autor, pica 12. Todo esto irá centrado. A continuación se dejarán tres renglones y se colocarán en renglones seguidos, espaciado sencillo con espaciado posterior de 6 puntos palabras clave y keywords en renglones separados. Ejemplo:

Palabras clave: Física nuclear; problemas de muchos cuerpos; coordenadas colectivas; teoría de campos nucleares; cuantización BRST.

Keywords: Nuclear physics; many-body problems; collective coordinates; nuclear field theory; BRST quantization

2. En caso que el manuscrito presente secciones y subsecciones, se procederá de la siguiente forma. Las secciones se numerarán 1., 2., etc, y el título de cada sección irá en negrita, mayúsculas, pica 12. Las subsecciones se numerarán 1.1., 1.2., etc, y el título irá en negrita, pica 12, con formato de oración (sólo comienza con mayúsculas). En la eventualidad de un nivel adicional de secciones, se numerarán 1.1.1., 1.1.2., etc, y el titulo ira en negrita + bastardilla (italics), pica 12, con formato de oración (sólo comienza con mayúsculas).

3. En el cuerpo del texto, las referencias se indicarán entre paréntesis, con el apellido del autor y el año de publicación. Si son dos autores, con los apellidos de los dos autores mediados por “y” y el año de publicación. Si son más de dos autores, con el apellido del primero seguido por “y col.” y el año de publicación.

4. Las palabras en idioma extranjero (incluyendo el nombre de instituciones en su idioma original extranjero) se escribirán en bastardilla.

5. Las citas textuales se escribirán en bastardilla6. Las figuras podrán numerarse y contar con una leyenda. La leyenda se escribirá en Times New

Roman pica 10, siguiendo el formato del ejemplo siguiente:Figura 1. Fotografía tomada en ocasión del X Congreso Argentino de Fisicoquímica,San Miguel de Tucumán, abril de 1997. De izquierda a derecha: Albert Haim, NéstorKatz y José A. Olabe 7. Se debe proveer una foto del autor para ilustrar su artículo, y se debe sugerir el nombre de la

persona que puede escribir la Semblanza.8. El listado de referencias se escribirá con espaciado sencillo y espaciado posterior de 6 puntos.9. Las notas al final se escribirán en espaciado sencillo, pica 10. Las notas al final se indicarán en

el texto correlativamente, numerándolas 1,2, 3,… Si se usa Microsoft Word 2010, la inserción de notas al final se logra pulsando Referencias, Insertar nota al final, cuidando que el formato sea 1, 2, 3,… El formato se puede establecer pulsando Notas al pie (dentro de Referencias). Versiones anteriores de Word poseen opciones equivalentes.

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