Upload
nellys-castillo
View
30
Download
2
Embed Size (px)
Citation preview
UNIVERSIDAD PEDAGOGICA EXPERIMENTAL LIBERTADORINSTITUTO PEDAGOGICO “LUIS BELTRAN PRIETO FIGUEROA” DEPARTAMENTO DE
FORMACIÓN DOCENTEÁREA DE TECNOLÓGIA EDUCATIVA
CARACTERÍSTICAS, PRINCIPIOS, FUNCIONES DE LA EVALUACIÓN EDUCATIVA. ÉTICA EVALUATIVA.
UNIDAD I
Compiladora Prof. Nellys Castillo
[Escriba aquí una descripción breve del documento. Normalmente, una descripción breve es un resumen corto del contenido del documento. Escriba aquí una descripción breve del documento. Normalmente, una descripción breve es un resumen corto del contenido del documento.]
Prof. Nellys Castillo. Evaluación de los Aprendizajes. 2011. UPEL-IPB. Página 1
A Manera de Reflexión
Gran parte del desarrollo de la unidad I del Curso Evaluación de los
Aprendizajes, ha estado orientado al estudio de la historicidad y evolución epistémica
de la tarea evaluativa, de allí se desprende nuestra reflexión orientada a seguir en la
búsqueda de sus referentes teóricos y técnicos, no antes de realizar las siguientes
aclaratorias.
Coincidimos con autores como Pérez Gómez ((2001), Gimeno Sacristán (1996),
Santos Guerra (2000) y Álvarez Méndez (2001), al afirmar que antes de preguntar
acerca del cómo evaluar, debemos deliberar sobre el por qué y para qué evaluar.
Aproximarnos a dar respuestas a estas inquietudes nos refiere inmediatamente al
“sentido que tenga o demos al conocimiento y la actitud que como docentes
adoptemos ante el mismo. El conocimiento debe ser el referente teórico que da
sentido global al proceso de hacer una evaluación. Éste puede diferir según la
percepción teórica que guía la evaluación. Aquí está el sentido y significado de la
evaluación y, como sustrato, el de la educación” (p. 27, Álvarez, ob.cit).
Es evidente que, según entendamos el conocimiento, la evaluación tomará una vía
u otra, en consecuencia al alejarnos de la anterior reflexión corremos el riesgo de
asumir la evaluación como una “herramienta meramente instrumental”, esto la
convierte en una actividad de poco valor en cuanto a la formación de la persona, el
aprendizaje, la enseñanza y en el desarrollo del currículo, la evaluación se encuentra
estrechamente ligada a la naturaleza del conocimiento.
Al respecto, Álvarez (ob.cit) alerta que se debe tener fidelidad y coherencia
epistemológica para poder dar consistencia y credibilidad práctica, lo que implica que
la forma de lograrlo radica en la cohesión entre la concepción y la realización concreta
asumida. A lo cual añade:
La interpretación y la lectura que del conocimiento hizo el positivismo no es la misma que hizo la nueva sociología o la hermenéutica o la teoría crítica. De estas corrientes filosóficas surgieron cosmovisiones diferenciadas del conocimiento y concepciones curriculares contrarias que concretaron aquellas ideas (p.28) Desde este contexto, enfatizamos, que para poder hacer referencia a los principios
orientadores del proceso evaluativo, mencionar sus características y funciones
debemos recordar que estos paradigmas, nos muestran posturas epistemológicas
opuestas que nos permiten observar los fenómenos sociales de maneras diversas, por
ende, comprenderlos explicarlos, éstas nos plantean además diferentes formas de
Prof. Nellys Castillo. Evaluación de los Aprendizajes. 2011. UPEL-IPB. Página 2
actuar. Las corrientes curriculares son el producto de esta relación y la evaluación
como componente curricular también lo es.
Sería temerario esforzarnos en caracterizar la evaluación lejos de estas premisas,
distantes a los principios reales que la sustentan y sobre todo sin tener claro a los
propósitos que sirve, aunque con frecuencia esto se haga. No obstante acompañamos
estas palabras de inicio, con la presentación de diversos materiales de autores con
distintas posiciones epistemológicas, lo cual consideramos puede resultar de gran
valor en la construcción de posturas evaluativas propias en la formación inicial del
docente.
Naturaleza y características de la evaluación
Asumiendo que la evaluación es un elemento fundamental del proceso de
enseñanza y aprendizaje, que está presente durante todo él y participa en el desarrollo
del currículum, Amengual (1972) propone como características las siguientes:
La evaluación es integrada, es decir está inmersa en el desarrollo curricular.
Es formativa, dirigida a perfeccionar tanto el proceso como los resultados de la
acción educativa.
La evaluación debe ser continua, presente a lo largo de todo el proceso de
enseñanza y aprendizaje.
La evaluación debe ser recurrente, debe reincidir sobre el desarrollo del
proceso.
La evaluación debe ser criterial, loque supone la formulación de criterios
previos que iluminen todo el proceso y permitan evaluar con rigor los
resultados.
Es decisoria, ya que la información obtenida servirá de fundam,ento para la
toma de decisiones.
Es coopertiva, afectando a un conjunto de usuariosque participan activamente
en cada una de las fases del proceso.
Tomado de: Cartagena J, y Lorenzo, M. Ciclos formativos y cuerpo de profesores
Técnicos de Formación Profesional. (2003). Guadalajara: Edit. Mad. (p. 134).
Prof. Nellys Castillo. Evaluación de los Aprendizajes. 2011. UPEL-IPB. Página 3
Características de la evaluación, dos enfoques
Según Wolf y Reardon (1996), las características más básicas de los enfoques
tradicional y alternativo son las siguientes:
Evaluación Tradicional
Hace hincapié en el conocimiento memorístico.
Enfatiza en el producto del aprendizaje “lo observable”.
No a los procesos “razonamiento, estrategias, habilidades, capacidades”
Evaluación cuantitativa el principal instrumento el examen de lápiz y papel.
Se basa en normas y algunas veces en criterios para asignar una calificación.
Énfasis en la función social de la evaluación: evaluación sumativa.
Se evalúa el aprendizaje de los alumnos y no de la enseñanza.
El docente define la situación evaluativa; a veces autoritaria.
Puede moldear lo que ha de ser enseñado.
Considera que la transferencia y/o generalización de saberes es espontánea,
por lo que escogen para los exámenes ejercicios nunca revisados.
Evaluación Alternativa
Realiza juicios con base a la observación, subjetividad y en el juicio profesional.
La evaluación se focaliza de manera individualizada sobre el alumno a la luz de
sus propios aprendizajes, es idiosincrática.
Provee información evaluativa de manera que facilita la acción curricular.
Permite a los estudiantes participar en su propia evaluación.
Su metodología se centra en técnicas de participación, productos de los
estudiantes.
Habilita al evaluador a crear una historia evaluativa respecto del individuo o
grupo con base a relevantes y variables evidencias.
Prof. Nellys Castillo. Evaluación de los Aprendizajes. 2011. UPEL-IPB. Página 4
Características de la evaluación según Reeves, 1996
La evaluación alternativa es consistente con los principios del aprendizaje auto-
dirigido, y cuestiona a la evaluación tradicional como una de las fuentes de mayor
poder del profesor en sistemas convencionales.
La evaluación alternativa promueve el aprendizaje, en la medida en que está
diseñada para constituirse en una oportunidad para éste tenga lugar.
La evaluación alternativa muestra respeto por los estudiantes y por sus opiniones, y
entiende que el aprendizaje es un proceso interno que no puede medirse con exactitud
desde fuera.
La evaluación alternativa proporciona preparación para el aprendizaje continuo, que
depende de la adquisición de destrezas de autocontrol y autoevaluación.
Es posible confiar en la autoevaluación y la heteroevaluación entre iguales; de
hecho, más que sobrestimar el propio rendimiento los estudiantes suelen hacer lo
contrario.
Reeves, T. and Okey, J. (1996) "Alternative Assessment for Constructivist Learning
Environmentes". Contenido en: Wilson, B. (Ed.) Constructivist Learning Environments. Case
Studies in Instructional Design. New Jersey, Educational Technology Publications.
Características de la evaluación
La Evaluación educativa que realiza el docente es:
a) Integral. Cubre todos los objetivos propuestos, así como la totalidad de
los aspectos del aprendizaje y del accionar del alumno.(Todo los
elementos del proceso educativo y las manifestaciones de la conducta
de los individuos) valorando los aspectos cualitativos y cuantitativos del
rendimiento y conducta del educando, así como de los demás sujetos y
elementos que intervienen en el proceso.
b) Sistemática. Porque permite obtener, analizar e interpretar y formular
juicios válidos de cada paso o secuencia previamente establecida en
el proceso de enseñanza y aprendizaje, en concordancia con los
objetivos propuestos en el proceso educativo, comunicando los
resultados oportunamente para la realimentación debida.
c) Continua y Permanente. Porque al realizarse simultánea e
ininterrumpidamente al desarrollo de las acciones educativas del
proceso, posibilita reajustes inmediatos.
Prof. Nellys Castillo. Evaluación de los Aprendizajes. 2011. UPEL-IPB. Página 5
d) Flexible. Porque sus objetivos, estrategias e instrumentos diversos
consideran un amplio margen de variación en cuanto a las
características y condiciones personales de los sujetos del currículo, tipo
de instrumentos a utilizar, así como el tiempo de su aplicación.
e) Participativa y Colectiva. Porque implica la intervención de todas las
personas que participan en el proceso educativo: educandos,
docentes, los padres de familia.
PRINCIPIOS BÁSICOS DE LA EVALUACIÓN
Uno de los autores que más se preocupó en formular los principios generales de la
evaluación educativa, fue el especialista N. Gronlund. Dicho autor toma como punto de
partida la idea de que la evaluación es un proceso y, como tal, es más efectiva cuando
se fundamenta en sólidos principios operacionales. “Estos principios (ideas
orientadoras) dan la dirección al proceso y sirven como criterios para verificar la
efectividad de procedimientos y prácticas específicas”. . (Villacorta V, J. 1996).
Gronlund, citado por Villacorta (ob.cit), estableció los principios básicos de la
evaluación, a los cuales llamó “las ideas orientadoras”. Estos principios se
fundamentan a partir de la concepción de la evaluación como un “proceso” y, a su vez,
sirven como “criterios” para determinar la efectividad de las acciones específicas que
se realicen en la evaluación y son los siguientes:
1. La determinación y clarificación de lo que se va a evaluar debe tener siempre
prioridad (conocimientos, habilidades, cambios de conducta). Va unido al
establecimiento de los objetivos del aprendizaje.
2. Se debe seleccionar o elaborar las técnicas e instrumentos de evaluación de
acuerdo a los propósitos a los cuales sirven, lo cual se hace analizando los objetivos a
lograr y la naturaleza de aquello que se quiere evaluar.
3. La evaluación integral supone una variedad de técnicas que le permiten evaluar con
facilidad y flexibilidad el logro del objetivo.
4. El uso apropiado de las técnicas de evaluación exige el conocimiento de sus
limitaciones y posibilidades.
5. La evaluación es un medio y no constituye un fin en sí misma ya que permite
mejorar la educación y optimizar el proceso de enseñanza y aprendizaje.
Tomado parcialmente de:
http://ufap.dgdp.uaa.mx/descargas/evaluaciondelauniversidad.pdf. Rev. Perspectiva
Educacional, Instituto de Educación UCV, Nº 37-38, I y II Sem. 2001 - Págs. 9 – 33
Prof. Nellys Castillo. Evaluación de los Aprendizajes. 2011. UPEL-IPB. Página 6
José Gimeno Sacristán Ángel I. Perez Gómez. (2002) COMPRENDER Y TRANSFORMAR LA ENSEÑANZA
LA EVALUACIÓN EN LA ENSEÑANZA Madrid: EDICIONES MORATA, S. L.
LAS FUNCIONES DE LA EVALUACIÓN EN LA PRÁCTICA
La evaluación desempeña diversas funciones, es decir, sirve a múltiples objetivos,
no sólo para el sujeto evaluado, sino de cara al profesor, a la institución escolar, a la
familia y al sistema social. Su utilidad más llamativa no es, precisamente, la
pedagógica pues el hecho de evaluar no surge en la educación como una necesidad
de conocimiento del alumno y de los procesos educativos, Partimos de una realidad
institucional históricamente condicionada y muy asentada que exige su uso: se evalúa
por la función social que con ello se cumple. Es una misión históricamente asignada a
la escuela y a los profesores en concreto, se realiza en un contexto de valores
sociales, por unas personas y con unos instrumentos que no son neutrales.
Esa multifuncionalidad de la evaluación introduce contradicciones y exigencias
difíciles de compaginar; lo que se traduce en tensiones y posiciones muy distintas,
Desde el punto de vista pedagógico conviene una menor presión de la evaluación
sobre el alumno, mientras que socialmente tiende a acentuarse, pues es impensable
que el sistema escolar no proporcione „etiquetados‟ de los alumnos cuando salen de él
y pasan a la vida productiva. El conflicto no es siempre evidente, pues mientras
algunas de las funciones son claras y explícitas, otras son ocultas.
Sorprende, como señala BATES (1984, pág. 128), la rapidez con la que los
supuestos por tos que se realiza la evaluación en las escuelas son asimilados por los
procesos de ubicación social y creación de jerarquías. Si ello es así es porque esos
procesos sociales son valores previos y demandas que se vierten sobre la
escolarización, aunque sea de forma inconsciente. Una institución como la escuela
genere valores y prácticas que la sociedad asimila, pero incorpore otros muchos que
antes de ser comportamientos escolares son prácticas sociales a las que no puede o
no sabe sustraerse. Muchos de los efectos o funciones que cumple la evaluación son
producto de toda una patología” en las formas de realizarla producida por necesidades
no pedagógicas.
Por el modo en que está institucionalizada la enseñanza, por el hecho de que los
resultados obtenidos repercuten en valoraciones de los sujetos y hasta son puntos de
referencia para la autoestima, las prácticas de evaluación tienen influencia decisiva en
los alumnos, en sus actitudes hacia el estudio y hacia el contenido, en los profesores,
en las relaciones sociales dentro del aula y en el entorno social. Esa proyección
múltiple obliga a deslindar los significados de esta práctica tan extendida, que escapa
a los mismos profesores. Una cosa es querer realizarla con unos objetivos y otra son
los papeles que realmente desempeña, como bien distinguía SCRIVEN (1967, pág.
40). Los profesores tienen que plantearse esta doble perspectiva: para qué y cómo
evaluar, desde un punto de vista pedagógico, y qué funciones cumple la evaluación
que realizan.
Prof. Nellys Castillo. Evaluación de los Aprendizajes. 2011. UPEL-IPB. Página 7
La práctica de evaluar genera un cierto currículum oculto. Pondremos un ejemplo
para dar idea de lo que comentamos. Un sistema de evaluar es plantear pruebas de
varias preguntas codas que difieren en cuanto a la dificultad y rapidez de la respuesta
requerida. Consecuencia de ese planteamiento es que los alumnos, una vez que
conocen el sistema, se dedicarán a responder el máximo número de preguntas,
independientemente del valor que cada una de ellas tenga. Es curioso cómo en ciertas
aplicaciones de pruebas de inteligencia o en los llamados vulgarmente exámenes de
“tipo psicotécnico”, por ejemplo, se aconseje explícitamente no detenerse en las
preguntas (ítems) que plantean dificultades, dejando éstas para el final, puesto que el
número de preguntas contestadas puede mejorar la puntuación total obtenida. La
forma de la prueba implica la necesidad de no detenerse, de no reflexionar, de buscar
la mejor puntuación.
El comportamiento que con ello se aprende responde a la “necesidad de obtener un
buen resultado”, lo que es coherente con la aspiración a sobresalir y con la táctica de
jerarquizar sujetos dentro de os grupos.
Entenderemos mejor los efectos de las prácticas de evaluación si ordenamos las
funciones, pretendidas o no, que cumple. Las sistematizaremos en tipos para lograr
una cierta claridad, lo que no significa que no existan interdependencias entre unas y
otras:
A) Definición de los significados pedagógicos y sociales B) Funciones sociales C) Poder de control D) Funciones pedagógicas: 1) Creadora del ambiente escolar 2) Diagnóstico 3) Recurso para la individualización 4) Afianzamiento del aprendizaje 5) Función orientadora 6) Rase de pronósticos 7) Ponderación del curriculum y socialización profesional E) Funciones en la organización escolar F) Proyección psicológica G) Apoyo de la investigación A) Definición de los significados pedagógicos y sociales
"El poder de la organización escolar, que evidentemente se deriva del sistema político, consiste en hacer de un niño que se equivoca en las restas, que no concuerda el verbo con el sujeto o no domina el pretérito simple, un mal alumno” (PERRENOUD, 1990. pág. 18).
Sería conveniente detenerse a pensar en que los significados que atribuimos a las
categorías lingüísticas que utilizamos son construcciones afectadas por
comportamientos instituidos, así como por valores y concepciones que no se explicitan
siempre. A través de las prácticas variadas de evaluación escolar, apoyadas en
exigencias no siempre pedagógicas y en valores no siempre defendibles, nada más y
nada menos que se construyen categorías como las de rendimiento educativo, éxito y
Prof. Nellys Castillo. Evaluación de los Aprendizajes. 2011. UPEL-IPB. Página 8
fracaso escolar del alumno, buenos y malos escolares, calidad de la enseñanza,
progreso escolar, buen-mal profesor, buen centro escolar.
Si analizamos detenidamente cada una de esas categorías que se utilizan en el
lenguaje cotidiano y en el más especializado se pueden poner en cuestión los criterios
por los que definir cada uno de esos términos.
Pero en la dinámica de la práctica se dan por supuestas muchas cosas. Los usos y
los resultados de la evaluación, aunque sean discutibles sus procedimientos, generan
realidad y sirven para pensar, hablar, investigar, planificar y hacer política educativa
sobre la educación. La evaluación dota de contenido a la idea de „excelencia escolar‟,
que sirve para hablar después de lo que funciona mejor o peor (PERRENOUD, 1990).
Es la base, como señala este autor, para manifestar desigualdades que son
construidas entre los sujetos. La institución escolar misma dota de significado a lo que
entenderemos por realidad educativa y a través de sus procedimientos dota de sentido
real a los propios conceptos con que pensamos la práctica. Ni los alumnos, ni los
profesores son libres de elegir el significado de ésta.
B) Funciones sociales
Las funciones sociales que cumple la evaluación son la base de su existencia como
práctica escolar. En una sociedad en la que el nivel de escolaridad alcanzado, el grado
de rendimiento que se obtiene en los estudios cursados, tienen que ver con los
mecanismos y oportunidades de entrada en gran parte del mercado laboral, la
certificación de valía que las instituciones escolares expiden a los alumnos cumple un
papel social fundamental. La acreditación del saber -y de las formas de ser o
comportarse- expresan la posesión de un capital cultural y de valores que se cotizan
en la sociedad.
Las titulaciones garantizan tácita y formalmente niveles de competencia, lo que no
pueden asegurar, como dice BOURDIEU (1988, pág. 22), es que sea cierta tal
garantía. Los títulos simbolizan la posesión del saber y de la competencia en la
medida en que socialmente les son atribuidas esas cualidades, en forma desigual,
según de cuáles se trate. Por eso unos tienen prestigio y otros no en función de los
valores dominantes en cada sociedad y momento.
"Los vínculos existentes entre las jerarquías escolares y otras jerarquías de excelencia son tanto más explicables en la medida en que se pretende que la enseñanza constituya una preparación para la vida: en este sentido, las clasificaciones escolares no son sino la prefiguración de las jerarquías vigentes en la sociedad global, en virtud de modelos de excelencia que reciben una valoración suficiente como para ocupar un espacio en el curriculum". (PERRENOUD, 1990. pág. 15). La capacidad de certificación que tienen las instituciones escolares y los profesores
desencadene toda una dinámica interna de ritos de evaluación reiterados que acaban
desembocando en una calificación final, cuya trascendencia personal y social no
puede dejar indiferentes a profesores, padres, alumnos, administradores y
generadores de empleo. Salir de la institución mejor o peor "calificado" tendrá
inevitablemente sus consecuencias. Una sociedad jerarquizada y meritocrática
reclama la ordenación de los individuos en función de su aproximación a la
excelencia‟. A mayor cercanía, mayor mérito individual. Naturalmente, esa práctica no
Prof. Nellys Castillo. Evaluación de los Aprendizajes. 2011. UPEL-IPB. Página 9
se ha originado en la escuela, pero sí se aplican allí los procedimientos técnicos que la
legitiman, ocultando los valores a los que sirve.
La forma técnica de llevar a término la selección y graduación se justifica
“científicamente comparando los rendimientos de los individuos con una norma
estadística relativa a un grupo, o apelando al dominio de un criterio de excelencia y de
competencia en ciertos conocimientos y destrezas (DEALE, 1975). En el primer caso
importa determinar posiciones relativas de los individuos (quién es “mejor»), en el
segundo, capacitación real (quién es «competente»).
La evaluación cumple su función selectiva y jerarquizadora en todos los niveles
escolares, aunque alguno de ellos, como la educación infantil o la primaria, no tengan
asignado explícitamente tal cometido. Ese poder selectivo es tanto más evidente
cuanto más elevado sea el nivel escolar y menos candidatos concurran a él.
En tanto que la escolaridad se universaliza en sus niveles primarios y secundarios y
se ofrece como obligatoria para todos, la lógica de la selección a la que sirve la
evaluación se traslada a otros escalones del sistema. El aumento de titulados de un
determinado nivel y especialidad devalúa los títulos, puesto que el número de sus
poseedores se incrementa más rápidamente que el número de puestos de trabajo a
los que conducían en un principio, como ha señalado BOURDIEU (1988, págs. 131-
133). Y devalúa más todavía las oportunidades de los que no poseen títulos, pues
tienen que competir con los titulados para puestos –de bajo nivel que antes no
requerían acreditaciones específicas.
La democratización del acceso a la escolaridad básica hace de la enseñanza una
oportunidad para todos, sea cual sea su circunstancia personal y su origen social.
Cuando se practica la evaluación en la educación obligatoria con tintes selectivos y
jerarquizadores es una práctica antisocial, pues no se trata de elegir a los mejores por
sus logros, o a quiénes valen y quiénes no, sino de proporcionar oportunidades para
que todos adquieran la cultura básica y lleguen al final. Así se explica la aparición de la
idea de que la evaluación, si es comparación con algo o alguien, debe ser la del sujeto
consigo mismo. La ideología comparativa y competitiva ha evolucionado en este
sentido en el pensamiento educativo progresista (MACINTOSH y HALE, 1976), lo que
no significa que lo haga paralelamente en las prácticas reales.
Sería una ingenuidad no darse cuenta de que a la salida de los niveles del sistema
educativo que son obligatorios -no selectivos- espera la selección y la competencia,
que tendrá en cuenta, inevitablemente, los rendimientos alcanzados durante ese
período. La pretensión de que al final de la escolaridad obligatoria no existan dos
títulos distintos, uno que certifica el éxito y otro la simple permanencia en la
escolaridad obligatoria, se explica por querer evitar ese carácter selectivo.
Para lograr el objetivo no selectivo es preciso combatir, no sólo esos mecanismos,
sino toda una mentalidad que afecta a los profesores y a los padres, educados, todos
ellos, en la ideología jerarquizadora de las prácticas educativas, que transmiten
después a sus hijos-alumnos.
"…aunque la escuela no leve a cabo evaluación formal alguna, aunque el maestro se abstenga de todo juicio público, ello no impedirá que los alumnos se comparen y elaboren para su USO jerarquías informales, como lo hacen en ámbitos que escapan al curriculum" (PERRENOUD, 1990, pág. 15). Esta mentalidad se proyecta en el uso de la evaluación como recurso para lograr el
control sobre el alumno en las instituciones educativas. La función selectiva y de
Prof. Nellys Castillo. Evaluación de los Aprendizajes. 2011. UPEL-IPB. Página 10
graduación pasa a ser un instrumento de poder de la institución sobre los individuos
que regula las relaciones interpersonales.
C) Poder de control
La posibilidad de acreditar el valor del aprendizaje escolarizado, obviamente dota a
quien lo tenga de un instrumento importante de poder sobre los evaluados, lo que
tiene una enorme repercusión en un ambiente escolar ya de por sí jerarquizado, por
otras razones, como las diferencias de edad, desigual posesión del saber, de la
capacidad de competencias en la gestión y en el establecimiento de normas de
comportamiento aceptable. En el ambiente escolar esa condición se hace notar en
multitud de circunstancias: en la capacidad de repartir el tiempo, en la asignación de
tareas, en la decisión sobre el paso de unas actividades a otras, en la posesión de
criterios para decidir qué trabajo es „correcto‟ y cuál no, en la determinación de la
conducta aceptable‟, en la libertad de movimientos dentro del espacio escolar, etc.
Las prácticas de evaluación, por la actitud de algunos profesores al imponerlas, por
la forma de realizarlas, por la potestad de corregir respuestas interpretables, por el
hecho de que sus resultados puedan discutirse o no, se convierten con demasiada
facilidad en instrumentos para potenciar el dominio sobre las personas.
Los profesores, con esa capacidad en sus manos, regulan la conducta en clase,
controlan las posibles insumisiones y mantienen la actividad del alumno trabajando
con contenidos y metodologías que no son atractivos por sí mismos. El poder poner un
"cero" o suspender a un alumno es una amenaza efectiva y más tolerable que el
castigo físico o la ridiculización social ante los compañeros.
El evaluador no sólo manifiesta sus criterios sobre lo que es normal”, "adecuado" y
relevante en el aprendizaje de contenidos de su materia, imponiéndolos como valores
generalmente no discutibles, sino que con la evaluación puede controlar la conducta
del alumno. La cantidad de contenido que cubre una prueba, qué tipo de aprendizaje y
de respuestas se valoran mas positivamente, el tiempo de realizarla, el mantener
indefinido el momento en que se aplicará para que los alumnos se mantengan en
"alerta permanente”, comunicar a los padres una calificación negativa son, entre otras
muchas, prácticas conocidas que expresan cómo el profesor hace uso del poder a
través de la evaluación. Por medio de ella se ejerce, simplemente, la autoridad
(DORNBUSCH y SCOTT, 1975).
Esta función de la evaluación se evidencia y se potencia, sobre todo, en ambientes
autoritarios, intolerantes y dogmáticos, pudiendo ser tanto más atractiva a los
profesores cuanto más inseguros se sientan en las relaciones con los estudiantes,
cuanto más distantes estén de la cultura de éstos, cuanto más inexpertos sean para
manejarse en situaciones sociales, cuanto menos dominen lo que enseñan y la forma
de hacerlo con métodos atractivos y cuanto menos interesantes sean los contenidos
de la enseñanza. Este control no siempre aparece como conflictivo, impuesto y
autoritario, sino que puede asimilarse sin provocar problemas ni rebeldías, dentro de
un estilo liberal y democrático. La evaluación es una forma tecnificada de ejercer el
control y la autoridad sin evidenciarse, por medio de procedimientos que se dice sirven
a otros objetivos: comprobación del saber, motivar al alumno, informar a la sociedad,
etc. Estamos ante una función generalmente encubierta de la evaluación.
Prof. Nellys Castillo. Evaluación de los Aprendizajes. 2011. UPEL-IPB. Página 11
D) Funciones pedagógicas
Las funciones pedagógicas de la evaluación constituyen la legitimación más
explícita para su realización, pero no son las razones más determinantes de su
existencia. Como estas funciones no son las únicas, seria conveniente que cada vez
que se recomienda un modelo o técnica para evaluar desde una óptica pedagógica, se
piense en qué consecuencias tendrá para otras funciones como las que acabamos de
subrayar. Al no poder intervenir desde la pedagogía en ciertas funciones sociales
asignadas al sistema escolar, los nuevos conceptos pedagógicos pueden ser
„recuperados‟ para otros cometidos.
1. Creadora del ambiente escolar La proyección que tiene la evaluación en las
relaciones interpersonales en la enseñanza, entre alumnos y entre éstos y los
profesores, potenciados por el hecho de que muchos de los resultados trascienden al
exterior, es algo evidente para cualquier observador de la realidad escolar. Nada de lo
que ocurre en los ambientes del aula y del centro escolar es ajeno al hecho de las
actividades escolares que tienen la condición de que todas ellas son potencialmente
evaluables. Baste recordar la adaptación a las pautas de comportamiento de los
evaluadores, a sus técnicas, que los alumnos tienen que realizar con el fin de obtener
buenos resultados o, simplemente, buena opinión del profesor. El afán por destacar, el
rechazo a ayudar a otros, el interés por hacerse notar, la ayuda al compañero en un
momento de examen, la competitividad entre alumnos, el juicio de empollón” que se
aplica a cierto tipo de alumnos, el rechazo a los que obtienen peores resultados en
trabajos colectivos, etc., son expresiones de que el clima social en la enseñanza se
contamina de las prácticas de evaluación. El éxito o fracaso en la evaluación es un
valor que pesa en la relación que alumnos y profesores establecen entre sí, porque
sus resultados sirven de referencia en la estructuración de relaciones sociales en
general y. de forma más inmediata, en las familiares. Las normas y valores por las
que funciona el grupo escolar tienen mucho que ver con el clima de evaluación.
Estos fenómenos microsociales forman un contexto de aprendizaje de valores
sociales que tiene incidencias muy directas en el desarrollo de cualquier proyecto
pedagógico. Sin cambiar este clima, las alternativas e innovaciones no podrán alterar
en profundidad la educación que viven los alumnos.
El concepto de ambiente escolar no sólo hace referencia al clima psicosocial del
aula, sino que, al impregnar las tareas escolares, se proyecta en las connotaciones
que los contenidos de aprendizaje y de la cultura tienen para el alumno. Si
potencialmente todas las tareas, sus productos o el proceso de su realización son
evaluables, no existirá otro aprendizaje ni otra cultura que los que vayan a ser
evaluados. La confusión llega a un punto en el que los profesores no sabemos bien si
evaluamos porque queremos comprobar lo enseñado o enseñamos porque tendremos
que evaluar. Para los alumnos la situación es evidente: tienen claro que la evaluación
no es diagnóstico de lo aprendido sino razón para estudiar. La cultura o el
conocimiento proporcionado por los profesores, o el que se adquiere por otros medios,
queda contaminado al ser valorado en la institución escolar. Algo que no ocurre
generalmente fuera de ese medio.
Leer, ampliar conocimientos, observar una ilustración o una pelicula, etc. tienen
distinto valor según se realicen o no en la institución escolar.
2. Diagnóstico. La evaluación justifica su utilidad pedagógica cuando se utiliza como
recurso para conocer el progreso de los alumnos y el funcionamiento de los procesos
Prof. Nellys Castillo. Evaluación de los Aprendizajes. 2011. UPEL-IPB. Página 12
de aprendizaje con el fin de intervenir en su mejora, Ese poder diagnóstico se puede
utilizar en varios sentidos: (a) Conocimiento del estudiante para detectar el punto del
que parte y establecer necesidades de aprendizaje previas. Es la evaluación inicial al
comienzo de una unidad de enseñanza o de un curso. Esta práctica es muy importante
en unidades didácticas o materias con alto grado de estructuración de sus contenidos,
donde es necesario el dominio de aprendizajes previos para pasar a los siguientes,
como es el caso de las matemáticas o los idiomas, por ejemplo. (b) Conocimiento de
las condiciones personales, familiares o sociales del alumno, para obtener una
perspectiva global de las personas en su propio contexto. Esta pretensión se cumple
en unos casos con la aplicación de pruebas, cuestionarios o con sencillas entrevistas
con él y con sus padres (véase el ejemplo de la Figura 22). (c) Para tomar conciencia
sobre el curso del proceso de aprendizaje, proporcionando información para detectar
errores, incomprensiones, carencias, etc., y poder corregirlos y superarlos, evitando el
fracaso antes de que se produzca. Este es el sentido formativo de la evaluación: el
poder servir para corregir y mejorar los procesos. (d) Se puede diagnosticar con el fin
de determinar el estado final de un alumno después de un tiempo de aprendizaje, del
desarrollo de una parte significativa de la materia o de una unidad didáctica. Es la
acepción sumativa de la evaluación.
Profesión: _________________________________ Edad: _______ ¿Dónde estudia o lee su hijo/a? ¿Tiene todo el material necesario? ¿ Tiene obligaciones fuera del colegio? ¿A qué dedica su tiempo libre ¿Hablan con su hijo de la escuela o de sus amigos? ¿Sale con compañeros de clase? ¿Tiene muchos amigos? ¿Hace algún comentario sobre el tipo de enseñanza? ¿Tiene problemas con sus compañeros? ¿con los profesores?
Figura 22: Pauta para guiar una entrevista con lospadres y recoger informaciones relevantes. Sexto curso de primaria
(e) Finalmente, se pueden diagnosticar cualidades de los alumnos y considerarlas al
distribuirlos en grupos: por sus intereses para formar talleres, por rasgos de
personalidad y de sociabilidad en la clase para hacer tareas en equipo, por hábitos de
trabajo para encomendarles unos u otros, por niveles de destreza en el dominio de
idiomas extranjeros, etc.
Prof. Nellys Castillo. Evaluación de los Aprendizajes. 2011. UPEL-IPB. Página 13
Fuente original: Rosales (1990) Evaluar es reflexionar sobre la enseñanza. NARCEA,
Madrid
OBJETO Y FUNCIONES
Un cuidadoso análisis de las investigaciones y trabajos realizados en torno a la
evaluación durante los últimos años, pone de relieve un considerable enriquecimiento
de este ámbito en aspectos como su objeto, funciones, metodología y aplicaciones. A
dicho enriquecimiento han contribuido no sólo el desarrollo de estudios curriculares,
manifiesto en esta misma época, sino también una pluralidad de aportaciones
procedentes de disciplinas más o menos próximas como la psicología cognitiva y
humanistas, la sociología en su dimensión etnográfica y ecológica, el desarrollo de
programas de intervención social y otras, hasta tal punto que algunos autores
consideran el terreno de la evaluación como un ámbito disciplinar con personalidad
específica, no estrictamente enmarcable dentro de los estudios sobre el currículum o
la enseñanza, sino de algún modo producto de multitud de aportaciones y relaciones
interdisciplinares.
Vamos a partir aquí de la consideración de la evaluación como un componente
esencial de la enseñanza, que se desarrolla paralelamente al desarrollo global de la
misma y recibe una amplia serie de estímulos procedentes de diversas áreas de
conocimiento, con las cuales mantiene a su vez importantes relaciones. En este
sentido, objeto, funciones, metodología y aplicaciones de la evaluación coinciden y
repercuten directamente sobre los correspondientes componentes y características de
la enseñanza.
Objeto de la evaluación
Tradicionalmente se ha venido considerando como objeto propio de la evaluación
los aprendizajes de los alumnos. Y se podría decir que en la actualidad a nivel de
conocimiento común, sigue siendo ésta la conceptualización más extendida.
Paulatinamente se va introduciendo en el ámbito del objeto de la evaluación al
profesor, la metodología, los recursos y la propia institución escolar. Es posible
observar cómo a su vez, dentro de cada uno de los componentes citados, se produce
de manera progresiva, un enriquecimiento de carácter interno, en cuanto a la
consideración de nuevas dimensiones del objeto que se evalúa.
Prof. Nellys Castillo. Evaluación de los Aprendizajes. 2011. UPEL-IPB. Página 14
LOS ALUMNOS
Así, en el caso de los alumnos, las investigaciones sobre el aprendizaje escolar y el
desarrollo madurativo ponen de relieve la insuficiencia de los resultados de carácter
intelectual y subrayan la necesidad de evaluación del ámbito actitudinal, de integración
socioafectiva. Se manifiesta asimismo el interés de la evaluación del ámbito
psicomotor de la conducta. Dentro del mismo terreno intelectual se trata de proyectar
la evaluación más sobre las habilidades, las técnicas, las estrategias de conocimiento,
que sobre el dominio de la información.
EL PROFESOR
En el caso del profesor, se puede percibir un enriquecimiento paralelo del objeto de
la evaluación. Tradicionalmente centrado en las características personales bajo el
supuesto de que la manera de ser repercute en la eficacia profesional, a partir de los
años sesenta y en función del desarrollo de la psicología conductista y del proceso de
tecnificación general en los ámbitos social y labora, la evaluación del profesor pasa a
centrarse en su conducta observable, en sus formas de actuación ante los alumnos.
Se asume en este caso que la relación entre actuar en el aula y el aprendizaje de los
alumnos es más directa y significativa que la relación entre forma de ser personal y
eficacia profesional. Posteriormente, a partir de los años setenta, con el desarrollo de
las investigaciones sobre los procesos mentales del profesor (percepción, juicio,
decisión...), la evaluación docente asume como un nuevo campo de proyección el
pensamiento, considerando que la actuación del profesor aparece fuertemente
condicionada por la naturaleza de sus percepciones, juicios, teorías y decisiones.
LOS RECURSOS DIDACTICOS
En cuanto a los recursos didácticos, su evaluación ha progresado desde el interés
por el efecto global del medio sobre el aprendizaje del alumno, al estudio específico de
la influencia de determinados atributos como el lenguaje sobre el desarrollo de
habilidades y aprendizajes específicos en el alumno, todo ello dentro de una amplia
serie de relaciones de interacción con factores como la situación y contenidos con que
se utiliza, la preparación del profesor y las características psicopedagógicas de los
alumnos.
INTERACCIÓN
El objeto de la evaluación, sin embargo, no podría limitarse a los componentes que
se acaba de citar (alumnos, profesor, medios) y otros más, por importantes que
resulten. Es necesaria la consideración de todos ello en su mutua interacción y no sólo
Prof. Nellys Castillo. Evaluación de los Aprendizajes. 2011. UPEL-IPB. Página 15
en un determinado momento, como si fuéramos capaces de parar el tiempo. La
enseñanza constituye un proceso eminentemente complejo que evoluciona de manera
dinámica. Por ello, la evaluación de la misma debe asumir la dificultad que implica
una consideración simultánea de todos sus componentes, y además, a lo largo de su
desarrollo, no sólo en determinados momentos.
Es necesario advertir asimismo que toda actividad didáctica tiene lugar en un
determinado contexto, cuyas características interactúan de forma relevante. Este
contexto puede entenderse en diferentes niveles:
1. Existe un nivel próximo a la interacción profesor-alumno representado por el clima
de relaciones interindividuales y grupales en el aula.
2. Existe un nivel de proximidad media, constituido por el clima más amplio de
relaciones en el centro o institución escolar.
3. Finalmente, está, como englobando a los anteriores, el ámbito sociocultural
(político, administrativo...) de la comunidad en la que se desarrollan las actividades
dela institución escolar.
La línea de investigación sobre evaluación de programas educativos, cuyo
origen se suele poner en torno a los años sesenta, vinculada al desarrollo de la
evaluación de programas sociales, deberá asumir progresivamente la complejidad de
su objeto, a la que se acaba de hacer una escueta referencia, y que simplificadamente
podríamos decir que consta de tres grandes dimensiones:
a) Componentes: aprendizajes del alumno, funciones del profesor, recursos.
b) Procesos: planificación, desarrollo y resultados.
c) Contextos: grupal, institucional y social.
Funciones de la Evaluación
En el estudio de las funciones de la evaluación se puede observar la existencia de
diversidad de posturas. En sentido amplio, la evaluación se inscribirá en una
secuencia de actividad compuesta por tres tipos de funciones:
a) Recogida de información sobre componentes y actividades de la enseñanza.
b) Interpretación de esta información de acuerdo con una determinada teoría o
esquema conceptual.
c) Adopción de decisiones relativas al perfeccionamiento del sistema en su conjunto y
de cada uno de sus componentes.
Desde una postura mucho más restringida, algunos autores como Cronbach
(1980), opinan que las funciones de la evaluación se limitan a la simple recogida de
Prof. Nellys Castillo. Evaluación de los Aprendizajes. 2011. UPEL-IPB. Página 16
datos, rechazando que la tarea de enjuiciamiento o interpretación de los mismos sea
propia de la evaluación, del evaluador. Este se ha de contentar con obtener la mayor
cantidad posible de información fidedigna sobre la enseñanza para ponerla en manos
de quien asume la responsabilidad de juzgar su valor y adoptar decisiones. Sin
embargo, la postura más frecuente entre investigadores de la evaluación es la de
otorgar a ésta las funciones de información y enjuiciamiento. En los conceptos que
sobre evaluación han explicado autores como Eisner, Glass, House, Scriven,
Stufflebeam, Guba, Lincoln, el Joint Committee y muchos otros, se consideran tareas
propias de la evaluación las de información y valoración o enjuiciamiento. Resulta
interesante en este punto la postura de Stake, para quien la función propia de la
evaluación es proporcionar información sobre el “valor” de la enseñanza, con lo que
incluye en la misma información, la elaboración de un enjuiciamiento sobre el valor de
lo que se estudia.
En la diferenciación entre funciones informativa y enjuiciadora podría desempeñar
un papel relevante la amplitud del ámbito abarcado por la evaluación. Resulta lógico
pensar que ambas funciones se combinen estrechamente en el ámbito de actuación
inmediata en el aula, y que, progresivamente puedan diferenciarse o separarse a
medida que la evaluación se proyecte sobre la enseñanza a nivel de institución
docente, o a nivel aún mayor.
Así, en la evaluación de programas educativos de amplia proyección, la administración educativa puede encargar a expertos la realización de informes sobre el desarrollo de los mismos, y reservarse celosamente la capacidad de evaluación, o bien, proceder, a la realización de una metaevaluación sobre la evaluación inicial de los expertos....
La desvinculación entre información y enjuiciamiento por una parte y toma de
decisiones por otra, resulta ya más fácilmente comprensible, si bien entre estos
componentes existe una relación lógica. Dicha desvinculación se produce aun siendo
la misma persona quien realice todas las funciones (profesor en el ámbito del aula). Y
con mayor claridad cuando son personas diferentes quienes las asumen (a nivel
institucional y administrativo). De hecho, en los conceptos que sobre evaluación
explican la mayoría de autores en los últimos años, se identifican como funciones
propias de la misma, las de información y enjuiciamiento. Normalmente, bajo el
término evaluación se incluye a las dos, considerándolas a su vez estrechamente
vinculadas con la función de toma decisiones.
Si consideramos que la evaluación se compone de las funciones de información y
enjuiciamiento y que, globalmente constituye una realidad distinta, aunque
estrechamente relacionada con la toma de decisiones, es posible percibir, en su
Prof. Nellys Castillo. Evaluación de los Aprendizajes. 2011. UPEL-IPB. Página 17
relación con esta última que la evaluación como entidad global desempeña a su vez
tres tipos de funciones que se han venido denominando: diagnóstica, formativa y
sumativa.
F. Informativa F. Diagnóstica
F. Evaluadora F. Formativa
F. Enjuiciadora F. Sumativa
Es decir, que las funciones informativa y enjuiciadora dan lugar a la función
evaluadora, la cual a su vez puede desempeñar funciones diagnóstica, formativa y
sumativa.
1. La función de evaluación sumativa, la más comúnmente practicada y conocida
desde siempre, tiene lugar al final de un determinado proceso didáctico, constata los
resultados del mismo y sirve de base para adoptar decisiones de certificación, de
promoción o repetición, de selección. Este tipo de función evaluadora ha sido
denominada también retroactiva (Stufflebeam, 1972), pues en realidad, da cuenta de
lo realizado en el pasado.
2. La función formativa de la evaluación, cuya denominación se debe a Scriven
(1967), se proyecta no sobre los resultados, sino sobre el proceso didáctico. Sirve para
determinar la naturaleza del desarrollo del mismo y constituye el punto de partida para
decisiones de perfeccionamiento. Se trata de una función evaluadora que ha sido
denominada también preactiva (Stufflebeam, 1972), pues en realidad, da cuenta de o
realizado en el pasado.
3. La función diagnóstica de la evaluación suele considerarse por algunos autores
dentro de la formativa. Pero puede también estudiarse como función aparte si
consideramos que su realización tiene como misión específica determinar las
características de la situación inicial para la puesta en marcha de un determinado
Prof. Nellys Castillo. Evaluación de los Aprendizajes. 2011. UPEL-IPB. Página 18
proceso didáctico, y servir de base por lo tanto, para decisiones sobre la programación
o diseño del mismo. También se atribuye a la evaluación diagnóstica la profundización
en el conocimiento de las causas de determinados problemas a lo largo de la
enseñanza, en cuyo caso serviría de base para decisiones relativas a su recuperación.
En este último caso, la evaluación diagnóstica resulta más claramente asociable a la
de carácter formativo.
Prof. Nellys Castillo. Evaluación de los Aprendizajes. 2011. UPEL-IPB. Página 19
DE LA EVALUACION PUNITIVA A LA EVALUACION FORMADORA
Antonio Pérez Esclarín (1999)
Si la pedagogía se centra en el alumno y se orienta a promover su autonomía de modo
que cada vez necesite menos de sus maestros, necesariamente debe cambiar la
práctica generalizada de la evaluación que es asumida como el arma fundamental del
docente para clasificar y someter a los alumnos. La evaluación tradicional es el medio
principal del docente para expresar su poder. Es una practica común que los docentes
utilicen los exámenes o pruebas para obligar a los alumnos a estudiar e incluso
castigar su actuación, con lo que propiamente, mas que evaluar, devalúan el ejercicio
de enseñanza.
Si la educación existe para que los alumnos tengan éxito y no por promover su
fracaso, la evaluación debería guiarse por ese criterio y estar orientada a promover al
máximo el desarrollo integral de todos y de cada uno de los alumnos, arrojando
información y luz sobre sus fortalezas, debilidades y modos de aprender, de modo que
se puede ofrecer la ayuda que necesite. En este sentido la evaluación debe promover
la reflexión y compresión y la valorización de los esfuerzos, intereses, aspiraciones de
todos los que participan en la acción educativa. No hay, por consiguiente, evaluación
válida sino parte de una profunda autoevaluación.
Para subrayar la pérdida de sentido en la práctica generalizada de la
evaluación, me suele gustar repetir que el docente es el único profesional que, con
frecuencia, se enorgullece de sus fracasos. De hecho, no conozco ningún medico que
vaya alardeando por allí que, de cincuenta enfermos que atendió, solo sobrevivieron
cuatro o cinco; como tampoco conozco ningún ingeniero que se ufane de que la
mayoría de los edificios que construye terminan pronto por caerse.
Pero si conozco docentes que exhiben sin el menor pudor su fama bien ganada
de “raspadores” y se les oye alardear sin pena, e incluso con apreciable gozo, con
frases como estas: “De cuarenta y cinco alumnos sólo me pasaron tres. Son unos
brutos, no saben ni entienden nada”
Esta actitud aberrante apunta a una de las desviaciones más notorias y
evidentes de la evaluación, pues olvida que el éxito del que enseña solo puede
definirse a partir del éxito del que aprende. El fracaso de los alumnos evidencia el
fracaso del docente, el fracaso de la enseñanza, fracaso que ni se oculta culpando a
los alumnos de brutos y desinteresados.
http://ufap.dgdp.uaa.mx/descargas/evaluaciondelauniversidad.pdf. Rev. Perspectiva
Educacional, Instituto de Educación UCV, Nº 37-38, I y II Sem. 2001 - Págs. 9 – 33
Prof. Nellys Castillo. Evaluación de los Aprendizajes. 2011. UPEL-IPB. Página 20
SENTIDO Y FINALIDAD DE LA EVALUACIÓN DE LA UNIVERSIDAD
Miguel Ángel Santos Guerra
ÉTICA Y EVALUACIÓN EDUCATIVA Kenneth Strike (1997), en una obra que data de 1990, plantea algunos principios
generales sobre la ética de la evaluación educativa.
- Principio de la maximización del beneficio: sostiene que la mejor decisión es la
resultante del mayor beneficio para la mayoría de las personas. De este modo, juzga
la moralidad de nuestras acciones por sus consecuencias.
¿Quiénes son los beneficiarios de la evaluación? ¿Salen favorecidos de ella quienes
ya lo han sido por el azar, la herencia o la cultura?
- El principio de igual respeto: requiere que respetemos el igual valor de los agentes
morales. Este principio implica tres ideas subsidiarias: Primero, el principio de igual
respeto requiere que tratemos a la gente como fines en vez de como medios. No
debemos tratar a los demás como si fueran simples medios para conseguir nuestros
objetivos. Segundo, un hecho vital con respecto a los agentes morales es que son
libres y racionales. Así pues, debemos respetar sus elecciones. Las personas libres
tienen derecho a tener su propio criterio respecto de lo que es bueno para ellas.
Tercero, como agentes morales, las personas tienen igual valor. Que las personas
sean de igual valor significa que tienen los mismos derechos básicos y que sus
intereses son de igual valor.
- El principio de la intimidad: La intimidad implica el derecho a controlar la
información sobre uno mismo y protege a la gente de interferencias en sus asuntos.
En la evaluación se requiere que los procedimientos no sean mente intrusivos y que
se centre en aquellos aspectos que se refieren al contenido de la exploración.
Como se dice en el informe de la Evaluación de la Reforma del Ciclo Superior de EGB
en Andalucía (Pérez Gómez y Gimeno Sacristán, 1994), en cuya elaboración participé
con otros evaluadores:
«Se concibe como prioritaria la exigencia de garantizar la confidencialidad de los
datos, mediante el anonimato más escrupuloso, de modo que deben eliminarse o
camuflarse cuantos datos y elementos puedan llevar a la identificación de
personas o instituciones concretas».
No siempre es posible salvaguardar el anonimato sin quebrantar el derecho a conocer
la verdad. Si solamente existe una persona que desempeña el papel de Decano o
Rector, será difícil escarnotear la identificación del mismo aunque se omita el nombre.
Siempre es posible encubrir a los protagonistas bajo el disfraz de los pseudónimos,
Prof. Nellys Castillo. Evaluación de los Aprendizajes. 2011. UPEL-IPB. Página 21
pero no siempre es posible renunciar a la identificación del papel institucional de modo
que se mantenga una comprensión auténtica de la realidad.
- Principio de transparencia: Requiere estar abierto a las personas que tienen
relación con los procedimientos, los propósitos y los resultados de la evaluación. El
principio de transparencia protege de la jerarquización, del secretismo y de la
manipulación de la información.
- Principio de humanidad: Exige que se muestre consideración por los sentimientos y
los individuos en contextos evaluativos. Lo decían Taylor y Bogdan de forma lapidaria:
En la evaluación hemos de ser honestos, no crueles.
- Principio de no discriminación: La igualdad, en el contexto de la evaluación, puede
entenderse mejor como una prohibición contra la toma de decisiones basada en datos
irrelevantes. Características como la raza, la religión, el sexo o el grupo étnico al que
se pertenece se considerarán irrelevantes.
- Principio del respeto a la autonomía: Los profesionales tienen derecho a una
libertad razonable en el ejercicio de su trabajo. Los evaluadores no deberían limitar ni
la libertad ni el juicio.
La ética no sólo preside la forma de llevar a cabo el proceso sino que se preocupa por
el respeto a los valores en el contenido de la evaluación. No sólo de los valores de la
Universidad o facultad que se evalúa, sino de los valores de una sociedad
democrática. Lo diré con un ejemplo: Si hacemos la evaluación de un Hospital y
encontramos en él magníficos planteamientos en el trato a los pacientes,
extraordinaria eficacia en los diagnósticos y en las intervenciones terapéuticas, una
buena estructura de espacios y una excelente coordinación y funcionamiento de los
profesionales, ¿no deberíamos decir nada sobre el hecho de que solamente pueden
acceder a ese Hospital los ciudadanos con altísimo nivel económico mientras a pocos
metros enferma y mueren las personas que no tienen medios económicos?
La autoridad legítima sobre el proceso de evaluación proviene del modelo normativo
de la organización de la enseñanza en la sociedad. El modelo condiciona la
institucionalización de la enseñanza y promueve (o admite) un modelo de evaluación
coherente, que no la contradiga. Por eso es necesaria la reflexión ética, ya que la
evaluación puede convertirse en un elemento de transformación y de mejora. La
evaluación ha de poner de manifiesto las limitaciones éticas de
los modelos imperantes para hacerlos avanzar hacia otras fórmulas más positivas.
La ética que se exige a la evaluación ha de presidir también la metaevaluación.
¿Hasta dónde ha de llegar esta exigencia? ¿Quién evalúa a los metaevaluadores? Si
se establecieran Comisiones de Garantía de la Ética, ¿quién ejercería el control
democrático sobre ellas?
Prof. Nellys Castillo. Evaluación de los Aprendizajes. 2011. UPEL-IPB. Página 22
En su excelente y clásica obra Evaluation with validity, traducida al castellano con el
título Evaluación, ética y poder, Ernest House (1980) exige a la evaluación veracidad,
belleza y justicia.
«Una evaluación una actividad política por naturaleza. Presta sus servicios a los responsables de las decisiones, se traduce en redistribuciones de recursos, justifica que unos reciban ciertas cosas y otros otras. Está íntimamente vinculada con la distribución de los bienes básicos en la sociedad. Es algo más que un enunciado de ideas, se trata de un mecanismo social para la distribución, que aspira a adquirir una categoría institucional. La evaluación no sólo debe ser veraz sino también justa». (Flouse, 1997).
No siempre se plantea la evaluación siguiendo estos criterios. Cuando se pretende
medir los resultados de las Universidades a través de pruebas estandarizadas con el
fin de hacer una clasificación según la posición en la escala y se conceden luego
recursos siguiendo esa clasificación, se está utilizando la evaluación al servicio de la
injusticia y de la desigualdad. Por muy rigurosas y precisas que sean las pruebas, no
se evita el desajuste moral. Se está dando
a los que más tienen (cultura, dinero, poder...) todavía más a través de un instrumento
que parece neutral y aséptico. Es una trampa terrible que algunos defienden, de forma
ingenua y muchos de manera interesada.
Prof. Nellys Castillo. Evaluación de los Aprendizajes. 2011. UPEL-IPB. Página 23
SENTIDO Y FINALIDAD DE LA EVALUACIÓN
DE LA UNIVERSIDAD
Miguel Ángel Santos Guerra
Principios de la evaluación educativa
a. Principio de racionalidad: Si entendemos la evaluación como un proceso de
comprensión de lo que sucede, no se entiende que la Institución siga funcionando un
año tras otro sin que nos preguntemos qué está pasando con las pretensiones, con las
actuaciones, con las repercusiones. Resulta irracional pretender algo y no saber nunca si
eso que se pretende se ha realmente alcanzado. Queremos formar. Bien. Pero, ¿lo
conseguimos? ¿Por qué? Queremos enseñar. Bien. Pero, ¿aprenden? ¿Por qué?
Es de suma racionalidad tratar de responderse a preguntas como éstas: ¿Se está
alcanzando lo que con esfuerzo, tiempo y dinero se pretende conseguir? Las preguntas
se multiplican y a todas ellas ha de responder la evaluación: ¿Por qué no se consigue?
¿Se alcanzan otras finalidades que no se pretendían? ¿Es razonable este costo, para la
consecución de los logros? ¿Cómo se puede mejorar lo que se pretende?
b. Principio de responsabilidad: Lo que hacemos en la Universidad no es
intrascendente, banal o aséptico. De todo lo que sucede dentro de ella hay quien se
beneficia y hay quien se perjudica. No da igual cómo se hacen las cosas. No sólo por lo
que se aprende, sino por la forma en que se hace. Y por todo aquello que lleva implícito
el currículum que se desarrolla en ella.
Las cuestiones sobre la responsabilidad institucional se afrontan desde la evaluación
porque ésta nos ofrece un diagnóstico de lo que sucede y nos abre pistas sobre la forma
en que puede mejorarse.
No sería admisible que los profesionales de un Hospital fallasen reiteradamente en los
diagnósticos, errasen en la aplicación de los tratamientos, fracasasen en las
operaciones... sin que nadie se preguntase por lo que sucede. Parece que ahí sí existen
repercusiones visibles e importantes. Las que se dan en las Universidades, por ser de
distinta naturaleza, no se consideran importantes, no son tan visibles o parecen siempre
responsabilidad de los «pacientes».
c. Principio de colegialidad: La balcanización en las instituciones (Hargreaves, 1996)
impide que los enfoques colegiados prosperen. En la Universidad el individualismo se
ve acentuado por una estructura de fragmentación de las asignaturas, de la división del
espacio, de la articulación del tiempo... ¿Quién se hace o se responde la pregunta clave
de cómo acaban formados los alumnos en la Universidad? Parece que la única
aspiración es responderse a la pregunta: ¿Dominan mi asignatura? Pero los aspectos
globales, lo que realmente sucede con un alumno, con todos los alumnos, ¿de quién es
responsabilidad?
La evaluación institucional (De Miguel, 1991; Casanova, 1992-1997; Santos Guerra,
1990, 1998c) afronta esta cuestión de forma, directa. ¿Cómo funciona la Universidad?
¿Qué papel desempeña en la sociedad? ¿Qué tiene que mejorar? De donde se deduce
que la evaluación es responsabilidad de todos, no sólo de los políticos o de los gestores.
Nace de todos y a todos se dirige.
Prof. Nellys Castillo. Evaluación de los Aprendizajes. 2011. UPEL-IPB. Página 24
d. Principio de profesionalidad: ¿Cómo mejorar la práctica profesional en la
Universidad? Existen muchos caminos. A mi juicio, uno de los más eficaces es el que se
deriva del conocimiento que produce una reflexión sistemática y rigurosa sobre la
práctica de los profesionales.
“Los profesionales responsables de por sí son aquellos que evalúan lo que hacen con
respecto a normas críticas generadas por ellos mismos, investigan los efectos relativos
a la enseñanza que imparten y a los resultados, responden a los cambios de contexto y
de clientela, experimentan, evalúan y desarrollan nuevos programas para resolver los
problemas que descubren” . (Simons, 1995).
El aprendizaje que se deriva de la evaluación está destinado no tanto a producir
información para el almacenamiento en anaqueles, cuanto a la comprensión que
perfeccione a los profesionales.
La formación psicopedagógica del profesorado tiene vinculaciones fuertes con esta
reflexión que debe focalizar su atención en los procesos de enseñanza y aprendizaje
(Benedito y otros, 1991).
Ese aprendizaje será significativo en la medida que se desmonten las barreras del
apriorismo, del dogmatismo y de la rutinización. Desde la clausura y el hermetismo
personal e institucional sólo se producirán excusas, reticencias, descalificaciones tanto
al proceso de evaluación como a los resultados.
e. Principio de perfectibilidad: Las instituciones pueden (deben) mejorar. Esa mejora
tiene múltiples instancias. Depende de la voluntad, la inteligencia y el esfuerzo de los
gestores. Del compromiso de los profesionales de la enseñanza. Y también de los
estudiantes.
“Un sistema de evaluación educativa, debidamente diseñado y aplicado, es el recurso
más eficaz de que puede disponer una institución universitaria para apreciar en qué
medida ofrece unos servicios educativos de calidad y decidir las acciones de mejora
que pudieran ser necesarias” (Balbas y otros, 1990).
Parece que la calidad de los aprendizajes en la Universidad sólo podrá mejorarse si los
profesionales se convierten en mejores docentes. De hecho se habla de la "calidad de la
enseñanza" como si ésta produjese automáticamente el aprendizaje. Unos excelentes
alumnos, deseosos de aprender, capaces de aprender, apasionados por el saber,
constituyen una de las piezas claves de la calidad.
También se puede detectar la necesidad de intervenir en aspectos relacionados con las
estructuras, el funcionamiento de los procesos de selección, la organización del tiempo
y del espacio, la formación de los profesionales... Es decir, la evaluación no llama
solamente al corazón y a la mente de cada persona. Supone una interpelación a la
dimensión organizativa y estructural de la institución (Cronbach, 1963; Westoby, 1988;
Pfeffer, 1992, 1993; Santos Guerra, 1994, 1997; Etkin, 1993).
f. Principio de ejemplaridad: La Universidad puede y debe constituirse en un
referencia de exigencias intelectuales, profesional, éticas. No es frecuente que el foco de
Prof. Nellys Castillo. Evaluación de los Aprendizajes. 2011. UPEL-IPB. Página 25
la atención de la indagación de la investigación universitaria se centre sobre sus propios
procesos de enseñanza y aprendizaje (Fernández Pérez, 1989; De la Cruz, 1991).
“La evaluación es una tarea propia de la actividad universitaria y como tal ha de
instalarse en el devenir natural de la institución” (Rodríguez, 1991).
Cuando escucho críticas acerbas sobre una institución que debería ser un faro para la
sociedad, no puedo por menos de inquietarme. No porque se formulen, sino porque
tengan fundamento y base sólida.
Si la institución universitaria emprende evaluaciones que le permitan afrontar las
opiniones, reflexionar con rigor y empeñarse en la mejora, servirá a otras instituciones y
a la sociedad en general de referencia y de compromiso. No hay forma más bella de
autoridad que el ejemplo.