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ELENA GARRO,MATERIAL DEL LECTURA* “NOTA INTRODUCTORIAMARCO AURELIO CARBALLO Elena Garro (19201998) quería ser coreógrafa, bailarina o general, y de pronto se puso a escribir cuentos. Pero ha escrito más novelas que cuentos, si pudiera hacerse esa clase de equiparación contando el número de cuartillas publicadas. Mientras la mayoría de los escritores afirma que desde siempre ambicionaba escribir, Elena Garro sostiene, en cuanto se lo preguntan, que su vocación era otra. Quizá por esa otra vocación escribió también, antes que las novelas, varias obras de teatro que figuran en el libro Un hogar sólido, con seis piezas en un acto, y Felipe Ángeles, obra en tres actos. Lo cierto es que la Garro ha escrito muchos cuentos y algunos, si no es que la mayoría, extraordinarios. Hasta antes de su autoexilio —Nueva York, Madrid, París— los antologadores decían que su mejor historia corta es “La culpa es de los tlaxcaltecas”. Ni aquéllos, los antologadores, ni los críticos han hecho un balance acerca de los más recientes cuentos publicados como para señalar que tal o cual texto es el mejor de lo que se ha creado en los últimos años. Elena Garro ha dicho que sus esfuerzos, con una salud minada a partir de un corazón roto, están dedicados a escribir una novela en torno a la Revolución Rusa, más que historias cortas. En ese libro se sostendría la tesis de que la Gran Duquesa María —hija del Zar a la que se dio por desaparecida, salvándose en apariencia de la matanza— podría haber aparecido en el mundo occidental, y desde luego en el cine, con el nombre de Greta Garbo. Nadie puede asegurar, sin embargo, que no haya escrito cuentos en seguida de Andamos huyendo Lola, volumen editado por Joaquín Mortiz, aunque publicara hasta ahora otras tres novelas, luego de Los recuerdos del porvenir, la primera y más conocida. El otro libro de cuentos es La semana de colores, editado por la Universidad Veracruzana. Los años pasan —unos ocho desde que anunció la escritura de la novela sobre la Revolución Rusa— pero se ignora si el libro está terminado y si hay algún editor comprometido ya a publicarla, como se ignoran muchas cosas de Elena Garro. Por ejemplo que tenía una máquina de escribir desvencijada y que luego pasó mucho tiempo sin máquina. Habría que especular que la novela sobre la Revolución Rusa está escrita de tal forma novelada que, a lo largo de sus páginas, habrá, seguro, minihistorias tejidas de tal suerte que el lector salte de una a otra, fascinado por el lenguaje electrizante y encantador de la Garro. En alguna ocasión la escritora dijo en Madrid que escribía las novelas a vuelamáquina. Urgían los adelantos, en cuanto a regalías, para sobrevivir en ese país, España. Por extraños móviles iba de un hostal a otro, de un hotel a otro, huyendo de sombras inidentificables que la acosaban a ella y también a su hija, Helena Paz Garro. Quizá no fue

Elena Garro

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Literatura: elena garro

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  • ELENA GARRO, MATERIAL DEL LECTURA*

    NOTA INTRODUCTORIA

    MARCO AURELIO CARBALLO

    Elena Garro (1920-1998) quera ser coregrafa, bailarina o general, y de pronto se puso a escribir cuentos. Pero ha escrito ms novelas que cuentos, si pudiera hacerse esa clase de equiparacin contando el nmero de cuartillas publicadas. Mientras la mayora de los escritores afirma que desde siempre ambicionaba escribir, Elena Garro sostiene, en cuanto se lo preguntan, que su vocacin era otra. Quiz por esa otra vocacin escribi tambin, antes que las novelas, varias obras de teatro que figuran en el libro Un hogar slido, con seis piezas en un acto, y Felipe ngeles, obra en tres actos.

    Lo cierto es que la Garro ha escrito muchos cuentos y algunos, si no es que la mayora, extraordinarios. Hasta antes de su autoexilio Nueva York, Madrid, Pars los antologadores decan que su mejor historia corta es La culpa es de los tlaxcaltecas. Ni aqullos, los antologadores, ni los crticos han hecho un balance acerca de los ms recientes cuentos publicados como para sealar que tal o cual texto es el mejor de lo que se ha creado en los ltimos aos.

    Elena Garro ha dicho que sus esfuerzos, con una salud minada a partir de un corazn roto, estn dedicados a escribir una novela en torno a la Revolucin Rusa, ms que historias cortas. En ese libro se sostendra la tesis de que la Gran Duquesa Mara hija del Zar a la que se dio por desaparecida, salvndose en apariencia de la matanza podra haber aparecido en el mundo occidental, y desde luego en el cine, con el nombre de Greta Garbo. Nadie puede asegurar, sin embargo, que no haya escrito cuentos en seguida de Andamos huyendo Lola, volumen editado por Joaqun Mortiz, aunque publicara hasta ahora otras tres novelas, luego de Los recuerdos del porvenir, la primera y ms conocida. El otro libro de cuentos es La semana de colores, editado por la Universidad Veracruzana.

    Los aos pasan unos ocho desde que anunci la escritura de la novela sobre la Revolucin Rusa pero se ignora si el libro est terminado y si hay algn editor comprometido ya a publicarla, como se ignoran muchas cosas de Elena Garro. Por ejemplo que tena una mquina de escribir desvencijada y que luego pas mucho tiempo sin mquina. Habra que especular que la novela sobre la Revolucin Rusa est escrita de tal forma novelada que, a lo largo de sus pginas, habr, seguro, minihistorias tejidas de tal suerte que el lector salte de una a otra, fascinado por el lenguaje electrizante y encantador de la Garro.

    En alguna ocasin la escritora dijo en Madrid que escriba las novelas a vuelamquina. Urgan los adelantos, en cuanto a regalas, para sobrevivir en ese pas, Espaa. Por extraos mviles iba de un hostal a otro, de un hotel a otro, huyendo de sombras inidentificables que la acosaban a ella y tambin a su hija, Helena Paz Garro. Quiz no fue

  • con esa misma rapidez, empleada en las novelas, como escribi Andamos huyendo Lola, cuyos textos estn bien trabajados. Aun cuando los personajes principales de los cuentos sean una madre y una hija y dos gatos que andan a salto de urbes y de pases, merodean alrededor de ellos otros seres que dan fe con sus actos de lo terrible que puede ser la condicin humana, hablen de ellos en ingls, en francs o en espaol castizo. No es el caso de que hayan sido escritos con celeridad y con descuido se insiste, porque son textos redondos.

    Henry Miller nunca daba a leer un texto escrito tres aos antes, al contrario de Juan Jos Arreola que cuando se ha reledo, segn palabras suyas, ha descubierto que sus cuentos fueron publicados sin que, al releerlos, sintiera que algo sobraba o la necesidad de agregar algo. Por supuesto, para Elena Garro, Henry Miller no es uno de los autores de su predileccin, como para que siguiera ejemplos que el escritor norteamericano sugiriera copiar. Elena Garro se identifica con autores como Francis Scott Fitzgerald, por mencionar a uno, cuyos personajes son opuestos del todo a los de Henry Miller. En lugar de hombres andrajosos y de amores srdidos, son caballeros y damas que viven y aman como gente civilizada.

    Alguna vez la escritora mexicana originaria de Puebla y que vivi su niez en Iguala, Guerrero deplor la existencia actual de jvenes de arete, maquillaje, aturdidos de ruido por la msica moderna, drogados y salvajes, y se pregunt: Dnde estn los bellos y los hermosos, llenos de ideales y de valor?. Ella misma se respondi: Desaparecidos para siempre. Habra que preguntar si con la desaparicin de los jvenes bellos y valientes desaparecern tambin los personajes de Elena Garro, es decir, sus cuentos, novelas y obras de teatro.

    Lstima que los editores mexicanos poco hayan ofrecido ms all de Andamos huyendo Lola y de sus novelas: Los recuerdos del porvenir, Reencuentro de personajes, Testimonios sobre Mariana y La casa junto al ro.

    Se ignora si hay tantos ms cuentos como para integrar un volumen, pero se sabe que cuando menos una novela sobre la Revolucin Rusa? est terminada. No sera extrao que a Elena Garro empezaran a publicarle en francs y entonces principiara un reconocimiento que aqu se le ha regateado.

    * Carballo, Marco Aurelio, Nota introductoria en Elena Garro, Mxico, UNAM, Material de lectura, Cuento contemporneo, 2008, pp. 3-5.

  • Una biografa de Elena Garro**

    Elena Poniatowska

    Qu escritor no quisiera tener un bigrafo tan enamorado de su personaje como Patricia Rosas Loptegui! Su capacidad de entrega no tiene lmites. Su admiracin se desborda en cada pgina. Que Elena Garro era una seductora absoluta, queda comprobado en este libro que lleva el escandaloso ttulo de El Asesinato de Elena Garro.

    Elena Garro fue un ser lleno de contradicciones y enigmas. Para ella nunca hubo medias tintas. Se comi el personaje a la escritora? Elena es un icono, un mito, una mujer fuera de serie, con un talento enorme. A nadie deja indiferente. Impresion a todos los que la conocieron, marc con una huella indeleble a quienes la trataron; imposible para su hija Helena Paz vivir y "ser" sin ella. Sin embargo, con su muerte, no ha crecido su leyenda. Quien la sostiene con lealtad admirable es Patricia Rosas Loptegui, que la envuelve en libros como caricias e insiste en que la recordemos y le rindamos tributo.

    Este tercer tomo, El asesinato de Elena Garro que le dedica, Patricia recoge artculos dispersos en revistas y diarios. Sin embargo, habra que asentar que Elena no tiene identidad periodstica, es decir, quienes la tratamos la considerbamos una extraordinaria escritora, pero no una periodista. El periodismo no fue su profesin, la literatura s, y la ejerci en forma maestra. Adems de escribir espordicamente en revistas de poca monta, salvo Siempre! (Sucesos y Revista de Amrica no circulaban), Elena solo escriba (y muy bien) cuando algn acontecimiento suscitaba su indignacin. El reparto de la tierra, la miseria de los campesinos, el lder de la cnc, Javier Rojo Gmez y Carlos Madrazo, el ingeniero Norberto Aguirre Palancares, el coprero Csar del ngel, fueron sus temas. Tambin escogi escribir sobre Rgis Debray y Roberto Fernndez Retamar, entre otros. Estos artculos, sin embargo, no aaden un centmetro a su estatura de novelista, cuentista y autora teatral.

    Patricia Rosas Loptegui, profesora de la Universidad de Nuevo Mxico, estudia la vida y obra de Elena Garro y la encumbra. Ningn bigrafo ms apasionado por su sujeto que ella. Idolatra a Elena Garro, no le cuestiona nada. Le reza, la convierte en santa. Despus de dos libros, Yo solo soy memoria y Testimonios de Elena Garro, nos da a conocer el ltimo tomo de la triloga, El asesinato de Elena Garro. Nos avienta de cabeza al mundo ardiente y peligroso del periodismo de la Garro, del que se saba poco o nada, ya que public primero en Presente, un peridico de Cuernavaca desconocido en el Distrito Federal, y ms tarde slo lo hizo de vez en cuando en revistas como Sucesos y Siempre! Quiz en los primeros aos, en 1941 en la revista As, pudo considerrsele una periodista de vanguardia, porque habl de la situacin de la mujer cuando pocos lo hacan en una sociedad misgina y sexista. Las abnegadas mujercitas mexicanas deban bordar pauelos con orillas de llorar y sonar la nariz de sus hijos. Nada mejor que el confinamiento para esos seres dbiles y pasivos que paren con dolor. Elena Garro sali de su casa dando un portazo, y slo con ese acto se convirti en una amenaza para el statu quo.

  • En los cuarenta, Elena entrevistaba a quien se le daba la gana y como se le daba la gana. Ningn jefe de redaccin a quien rendirle cuentas, ninguna orden de trabajo como la recibimos todos los reporteros. As, Elena escoge a la cantante de pera Lolita Gonzlez de Reachi (quin ser?), le pregunta si su marido se opone a su carrera y le seala que "de Reachi" significa ser propiedad de un hombre. Tambin dialoga con la actriz Isabela Corona (a quin Juan Soriano le pint un fabuloso retrato) y con la pintora Frida Kahlo, tres mujeres que luchan por destacar (bueno, Frida Kahlo luch por sobrevivir). Ninguna de las entrevistas es memorable, en cambio un reportaje en la crcel de mujeres s lo es. "Mujeres perdidas" es una excelente crnica y, para hacerla, Elena convivi con las presas.

    Elena Garro tampoco se consider feminista: "El da en que manejemos ideas propias, entonces ser feminista, pero mientras manejemos intelecto masculino, no soy feminista. [...] No. No hay mujer que haya tenido una sola idea." Y Marie Curie? Y Simone Weil? Y Simone de Beauvoir? Y Marguerite Yourcenar? Y, en Mxico, Sor Juana Ins de la Cruz, Frida Kahlo o Rosario Castellanos, su contempornea?

    En las pginas que siguen abundan los comentarios de Patricia Rosas Loptegui basados en la informacin de Elena Garro. Como Patricia no vivi los acontecimientos, slo puede verlos a travs de Elena. La informacin que Elena le da es un amasijo de contradicciones, cuando no de falsedades, lo cual hace que su trabajo sea sesgado y tendencioso porque las inexactitudes se vuelven imposturas. Parcial, Patricia Rosas Loptegui afirma que su periodismo no es constante porque Octavio Paz la limita. Nos dice que en 1957 Octavio "accede" a que Elena se d a conocer como dramaturga, cuando es vox populi que fue Octavio Paz quin, loco de entusiasmo, present al grupo Poesa en Voz Alta las obras Andarse por las ramas, Los pilares de doa Blanca y Un hogar slido. Si viviera todava Juan Soriano lo corroborara.

    Un hogar slido fue un prodigio al que tuve el privilegio de asistir. Elena, vestida de terciopelo negro, subi al escenario a recibir un prolongado aplauso al lado de Guillermo Dvila, gran amigo de Carlos Pellicer, Juan Soriano, Juan Jos Gurrola y otros, y Octavio no caba en s del orgullo. Sonrea aun ms que Elena. Para esto, la mujer de teatro haba escrito, segn ella desde 1958, el esplndido drama histrico Felipe ngeles que Coatl, de Ernesto Flores, public en Guadalajara en 1967, y otra obra maestra, Los recuerdos del porvenir, cuyo manuscrito extravi. Elena hablaba de un bal mgico lleno de obras prodigiosas que se extraviaba en los pases en los que resida. La semana de colores, publicado en 1958, es un libro maravilloso. Octavio Paz admir a su mujer que no dejaba de asombrarlo, mejor dicho, de inquietarlo y desazonarlo hasta despearlo al fondo del infierno. Ella es la que brilla, la estrella, la de los propsitos que Paz festeja y necesita. La escucha arrobado, re de sus ocurrencias y concuerda con ella cuando ataca a ste y a otro. Discuten y l se rinde. Qu hermosa pareja! Elena lo estimula y le rinde pleitesa. "Tus ojos son los ojos fijos del tigre y un minuto despus son los ojos hmedos del perro./ Siempre hay abejas en tu pelo. []/ Patria de sangre,/ nica tierra que conozco y me conoce,/ nica patria en la que creo,/ nica puerta al infinito." Elena fascina no slo a su marido, sino a quienes la cortejan. Es una mujer de mundo. Tambin Octavio es un

  • hombre de mundo. Enamoran, ren, se burlan de pretendientes y pretendientas, son los reyes de la noche. Encandilado por todos los sentimientos encontrados que le provoca su mujer, Octavio Paz llev el manuscrito de Los Recuerdos del Porvenir a Joaqun Diez Canedo, quien lo lanz en 1963. Un ao despus, Octavio de nuevo se enorgulleci de que le dieran el Premio Xavier Villaurrutia, en 1964, aunque ya estaban separados. "Es la mejor escritora de Mxico" declar. Segn Patricia, para Elena el trabajo de creacin estaba prohibido y le era difcil escribir. Sin embargo, la misma Elena contaba que pasaba muchas horas sola y que poda vivirlas a su antojo. Quin le prohiba qu? Otra vez, segn Patricia, Octavio Paz.

    Las contradicciones y las falsedades se van acumulando a lo largo de las pginas porque Elena es la nica fuente de informacin y Patricia Rosas Loptegui le cree a pie juntillas. A finales de la dcada de los cincuenta, Elena se preocupa por los campesinos de Ahuatepec, Morelos, y se enfrenta al banquero Agustn Legorreta. Convertida en luchadora social, fustiga al pri y alaba a Javier Rojo Gmez, que dirige la cnc. Nada le importa ms que el reparto de tierras y la suerte de los indios, como ella los llama. "Me cri entre ellos y para m son tan queridos como mi familia espaola. Aparte de esta razn sentimental los indios son las personas cultas del pas [] Los indios son muy inteligentes, han sufrido mucho. Se les ha prohibido hasta tener memoria, porque la Conquista de Mxico les quit hasta la memoria, entonces ellos existen casi de contrabando y a escondidas... Me parece que lo que les sucede es un pecado terrible. Y los quiero mucho y me produce mucha pena que los exploten de esa manera, que los maten de esa manera y que no tengan derechos!" Elena aparece en las reuniones campesinas en Morelos, a las que puede acceder gracias al lder campesino Cristbal Rojas, director del peridico Presente, y causa sensacin. Tambin llega despampanante y furiosa al despacho del gobernador, al del procurador de justicia y todos los ujieres le ceden el paso. Ir vestida con prendas de Dior, de Chanel o de Jacques Fath es una estrategia para impresionar, como lo son los abrigos de piel y las suaves chalinas color beige o palo de rosa o verde pistache, los favoritos de Elena. Sorprende a todos, la reciben y su reaccin ante ella oscila entre el miedo y el deslumbramiento.

    Ataca a los intelectuales: "Yo creo que todos estn ms o menos ligados con el gobierno, o tienen una chamba en el gobierno, o la han tenido. No te parecen entonces una farsa sus gritos y sus grandes escritos?" A Octavio Paz le hace la vida de cuadritos, teme sus escndalos, nada peor que se le aparezca y le grite en cualquier restaurante. Todava aos despus de su divorcio, cuando a Octavio lo hacen miembro del Colegio Nacional, en 1967, su mximo temor es que llegue Elena a sabotear el acto. "Elena es de armas tomar, es tremenda." Tambin, como nos lo informa Patricia, desenmascara a la poltica cultural mexicana, su totalitarismo, la sociedad patriarcal, las "cabezas pensantes" que la mantienen marginada. Siempre que puede le pega a los intelectuales, cualquier ocasin es buena. Escribe en Sucesos para todos: "La Revolucin careci de un sistema filosfico. Los intelectuales mexicanos acostumbrados a pensar poco y a disfrutar de muy buenas prebendas, se abstuvieron de ejercer el pensamiento y antes y despus del asesinato de

  • Francisco I. Madero prefirieron las carteras de ministro a la incertidumbre del desempleo." "Los intelectuales han jugado a todas las barajas", acus en 1968.

    Segn Patricia Rosas Loptegui, mientras Garro haca pblica la barbarie de funcionarios, caciques y empresarios mexicanos, la obediencia de Octavio Paz al rgimen era premiada con el puesto de embajador en India, en septiembre de 1962. Cmo explicarse entonces la renuncia pblica de Octavio Paz, en 1968, a raz de la matanza de Tlatelolco?

    Elena Garro convivi con lderes campesinos y padeci el asesinato de Rubn Jaramillo. Lo conoci y trat a su familia: "Los intelectuales usaron la bandera de Rubn Jaramillo, pero jams se ocuparon de l. Yo lo conoc, yo lo trat, ellos no." Aos ms tarde, gracias a otro lder campesino, Florencio Medrano Mederos, el fraccionamiento Villa de las Flores, que perteneca al hijo del gobernador de Morelos, Felipe Rivera Crespo, se convirti en la colonia Rubn Jaramillo. En 1973 (Elena andaba huyendo), cuando fui a la colonia a hacer un reportaje que habra de publicarse en el libro de crnicas Fuerte es el silencio, los campesinos me preguntaron si no conoca "a otra gerita como usted", y result ser Elena Garro. "Quera ensearnos a leer y a escribir para que pudiramos defendernos." Lo cierto es que la cercana de Elena con los campesinos es el fundamento de su mejor obra. Su preocupacin es autntica. Elena, catlica, lucha contra el mal que se les inflige a los ms pobres, le indigna el despojo de que son vctimas. Al defenderlos escribe sus mejores pginas y hace gran literatura. A Sergio Pitol le entusiasma "La culpa es de los tlaxcaltecas". "Es un cuento magistral!", exclama.

    Todo lo que escribi Elena fue ms o menos autobiogrfico: "Yo no puedo escribir nada que no sea autobiogrfico; en Los recuerdos del porvenir narro hechos en los que no particip, porque era muy nia, pero s viv le confa a Roberto Pramo. Asmismo en las dos ltimas novelas, Reencuentro de personajes y Testimonios sobre Mariana, trato las experiencias y sucesos que me acontecieron en la multitud de pases donde he vivido. Y como creo firmemente que lo que no es vivencia es academia, tengo que escribir sobre m misma."

    Elena deca cosas muy buenas: "Cualquier experiencia o experimento es una aventura y la aventura es la cualidad superior del hombre. Una obra de arte es una aventura." "No me considero original; me ha interesado sobre todo tratar el tema del tiempo, porque creo que hay una diferencia entre el tiempo occidental que trajeron los espaoles y el tiempo finito que exista en el mundo antiguo mexicano." "En la poltica se condena a la belleza cuando sta interfiere con el poder." "Los polticos, como los escritores, pueden permitirse todo menos aburrir al pblico." "El miedo es el peor consejero, no aconseja sino crmenes. Detrs de cada dictador hay un potencial de miedo infinito." "El presidente no es ms que un empleado del pueblo: no es Dios. Yo creo que Dios no dura seis aos sabes? Si un administrador no satisface las necesidades, que se vaya. Puede haber otro ms apto." "Estamos en el tiempo de matar: se empieza matando en el nombre de una idea y se termina asesinando en el nombre de un jefe. Y un jefe es una mentira!" "El fin de todo acto poltico es la toma del poder. Y el fin del poder es conservarlo. Toda poltica

  • est fundada en una filosofa o ideologa. La monarqua sostenida por la filosofa espiritualista y religiosa se fund en el derecho divino. La gran burguesa arrebat el poder a la nobleza fundndose en los derechos humanos y la abolicin del derecho divino. A su vez, la pequea burguesa representada por Marx y Lenin, carente de poder econmico y de poder divino, fundament su derecho al poder poltico en la intelectualidad. Y de hecho la gran revolucin comunista no es sino el asalto al poder de la clase ms vida: la pequea burguesa." Contestataria y coqueta a la vez, Elena le asegura a Carlos Landeros: "Si fuera castrista luchara por el castrismo y yo slo peleo por la Constitucin mexicana. Yo soy agrarista guadalupana, porque soy muy catlica. Devota del Arcngel San Miguel y de la Virgen de Guadalupe, patrona de los indios."

    A partir de 1963, los acontecimientos se precipitan y a Elena, anticastrista, la involucran en las investigaciones de la cia sobre el asesinato de John F. Kennedy. Ya no slo le preocupan los asuntos campesinos, Elena conoce al presunto asesino (desde luego, ligado a Cuba) y lo denuncia. A partir de entonces cobra vida su novela an no escrita, Andamos huyendo Lola, porque, acorralada por s misma y por las intrigas, se acenta su delirio de persecucin, su paranoia.

    En 1965, Madrazo, presidente del pri, intent reestructurar al partido oficial. Elena public una entrevista con l de casi cien pginas en que lo elogia demasiado y lo convierte en un hroe. Cita a Carlos Madrazo: "Creo en la rebelda como una forma viva del pensamiento. Creo que es una de las formas ms vivas de expresin. Los grandes sabios, los grandes escritores, los descubridores, no han sido otra cosa que rebeldes." "El amor es un mtodo de conocimiento y creo que fue el mtodo empleado por Balzac." "Porque el hombre confronta su estatura pequea con los valores superiores por los que debe vivir y morir. La lucha es eso: un riesgo y esto no debe aceptarse si uno no est dispuesto a llevarla hasta su final. Los hombres nos dividimos en dos grupos: los que aprendemos a morir y los que aprenden a vivir.". "La izquierda mexicana ha creado, a travs de la historia del pas, un clima de combate civil, y de ella han surgido todos nuestros grandes hombres." "El hombre es falible, pero para m vale igual quien se equivoca actuando en pos de una idea generosa, que aquel que tericamente es perfecto pero que nunca ha hecho nada." Elena asegura que el pri es una empresa privada y no un partido poltico, y es muy buena su crtica a Lauro Ortega, "hombre enormemente rico y actual dirigente del pri, que representa en Mxico a la empresa japonesa Mitsubitsi y trabaja para ella obteniendo desde el poder todos los contratos que la favorezcan aunque resulten onerosos para el pas". En todas partes, Elena suelta el nombre de Madrazo, cualquier ocasin es buena para hacer la apologa de su dolo. Lo apoy hasta ir con Gregorio Ortega (director de la Revista de Amrica a quienes todos llamaban Orteguita) a pedirle que encabezara el movimiento estudiantil que termin en la masacre del 2 de octubre de 1968. Madrazo, como buen poltico, se neg. Elena sigui yendo a las asambleas en Ciudad Universitaria a gritar: "Madrazo, Madrazo, Madrazo." l iba a llevar a cabo la Reforma agraria, l hara justicia, l combatira el racismo, l, que ya despertaba pasiones, controversias, discusiones; l, slo l, que lea a Balzac, que tena cifras y datos en la punta de la lengua, el informado, el activista, el gran lector, el hombre pensante deca la verdad al igual que

  • Churchill. Madrazo superhombre desbancara a los protagonistas de la historia universal. Activista, Elena deca de s misma que era una partcula revoltosa. Tambin el Distrito Federal estaba revuelto. Elena iba y venia, argumentaba, denunciaba y volva a denunciar. "La mujer de Octavio Paz", comentaban a pesar de la separacin. Su hija Helenita, aun ms airada, arrebataba la palabra: era muy evidente la presencia de las dos Elenas en actos pblicos que invariablemente causaban sensacin. Dos mujeres rubias y guapas, impecablemente vestidas, sobre sus altos tacones, abanderaban a Madrazo. (Para ser un poco frvola, habra que recordar que Elena tena piernas tan hermosas, o ms, como las de Marlene Dietrich). En todas partes se les reconoca, en algunas corran a recibirlas, en otras, huan. "Mucha gente me ha dicho que si no tengo miedo de sealar a los que violan las leyes le dijo a Carlos Landeros, pero por qu voy a tener miedo, si yo no hago ms que repetir lo que dicen las cabezas del gobierno."

    Quien habra de huir con su hija tomada de la mano fue la propia Elena. El 17 de agosto public en la Revista de Amrica "El complot de los cobardes" acusando a los intelectuales de mandar a los jvenes al matadero. Todava el 22 de agosto de 1968 la Chata encabez una manifestacin frente a la Embajada de la URSS contra la invasin de Checoslovaquia. "Helena, la hija del poeta Octavio Paz" consignan los peridicos. A propsito de la actitud antiintelectual de Elena, Archibaldo Burns habra de decirle a Patricia Vega: "Mira, en el 68 vi poco a Elena, pero ella tena la obsesin de siempre: Octavio Paz, y quera fastidiar a los amigos intelectuales de Octavio lo fueran o no, esto es importante, porque ella los vea como los amigos de Paz, por eso deca que todas esas gentes estaban mandando a los estudiantes de carne de can, que los iban a matar y que iban a dar a la crcel, mientras ellos estaban muy cmodamente instalados en sus casas. Ella pensaba que los amigos de Octavio estaban haciendo eso; adems Elena detestaba a los comunistas, les tena un odio feroz." El 7 de octubre de 1968 culp a quinientos intelectuales y los madracistas se equivocaron al decirle que fuera a esconderse. La propia Elena, ya muy acelerada, llamaba a la Direccin de la Federal de Seguridad: "Habla Elena Garro. Insisto en que vengan a aprehenderme. Que me fusilen si soy culpable." La ayudaron despus los polticos que tanto haba ensalzado? Rojo Gmez, Madrazo y Palancares, le aconsejaron prudencia. Las cosas se habran calmado y nada le habra pasado si hubiera permanecido en Mxico. Su propio delirio la empuj a denunciar a quien se le dio la gana. Barri con quinientos intelectuales. (No saba yo que haba tantos). Incluy, por ejemplo, a Leonora Carrington (quin no tena nada que ver) simplemente porque la gran pintora era amiga de Octavio. Ninguno de los acusados le habra hecho dao. Para qu? Ella se bastaba sola. "Fue cuando decid huir para escapar a mi asesinato que aquellos estudiantes, que nunca supe si lo eran, me vinieron a comunicar." Y la Chata? Ninguna mencin a su hija. A poco a ella iban a dejarla viva? A partir de entonces se agudiz su delirio en el que introdujo malamente a su hija, la Chatita. Octavio Paz alguna vez exclam: "Lo que no puedo perdonarle es lo que le ha hecho a nuestra hija." A Octavio debi dolerle la carta que Helenita, su hija, le escribi a cambio de su poema rechazando asistir a la Olimpiada Cultural que se iniciara el 12 de octubre de 1968. Juan Soriano resume con inteligencia la situacin de Elena Garro en el 68, y Elena lo cita: "Juan Soriano me dijo mucho despus: Actuaste siempre como una persona libre, sin grupo o partido y

  • eras el blanco ideal. Por eso digo que no tengo lugar ni a izquierda, derecha o medio centro. Soy una outcast, una indeseada."

    Estigmatizada por Octavio Paz, crucificada por Octavio, obsesionada por Octavio, hablaba de l cuando Octavio ya no la mencionaba. O apenas y en funcin de su hija. A Gabriela Mora le dijo: "Yo vivo contra l, estudi contra l, habl contra l, tuve amantes contra l, escrib contra l y defend a los indios contra l. Escrib de poltica contra l, en fin, todo, todo, todo lo que soy es contra l. Mira, Gabriela, en la vida no tienes ms que un enemigo y con eso basta. Y mi enemigo es Paz."

    Que Elena Garro sedujo hasta los ltimos aos de su vida, lo dicen sus entrevistadores, que terminaban arrodillados a sus pies. As le pas al reportero Luis Enrique Ramrez, que quera enviarle su sueldo a Pars. "Pero Luis Enrique, las condiciones de Elena son mucho mejores que las suyas!" Luis Enrique gast lo que no tena para llamarla por telfono a Pars. Una Elena de casi ochenta aos lo haba subyugado en la casa de Devaki, en Cuernavaca. Tambin Patricia Vega qued prendada. La voz baja y delgadita de Elena, apenas el susurro de una voz, embrujaba. Haba que acercarse mucho para no perder una sola de sus mgicas palabras y los oyentes se quemaban. Elena result ser un veneno muy poderoso, pero la primera que se envenen fue ella misma. Muchos aos antes, cuando Carlos Fuentes supo que Elena Garro estaba en el Festival de Cine de Cannes con Archibaldo Burns y que se haba metido a baar en Eden Roc, coment: "Se han de haber envenenado hasta los que se baaban en el mar de Mrmara."

    Quin mat a Elena Garro si no la propia Elena Garro? A cinco aos de su muerte, es posible descubrir que el verdadero asesino de Elena fue su vida alejada de la realidad, incluso de s misma. Su paranoia no tuvo lmites. En cada esquina se fraguaba un complot en contra suya. Helenita, la Chatita como le decan, y ella, corran el mximo peligro. Las seguan por la calle, su telfono estaba intervenido, queran acabar con ellas. Quines? Quin podra matarlas? Los estudiantes? Los campesinos? Los empresarios? El gobierno? Quines eran los autores de las maquinaciones? Aunque asegur que el ex presidente Adolfo Lpez Mateos, durante su sexenio, le orden a Octavio Paz sacarla del pas, lo cierto es que tambin le dijo a Carlos Landeros, en 1965, que el gobierno la quera: "A m el gobierno me quiere muchsimo. La prueba de que hay la mxima libertad de prensa soy yo." Por fin, me quieres o no me quieres, como dice la cancin?

    Para documentar la mala situacin econmica de las dos Elenas, Patricia Rosas Loptegui comenta que Elena le dice al poderoso y temido secretario de Gobernacin, Fernando Gutirrez Barrios, que ella ya sabe que l se la quiere echar al plato, pero en Mxico, en lenguaje popular "echar al plato" significa hacer el amor, y Patricia le da una connotacin trgica. Elena no tiene qu comer, no tiene nada en su plato. "Elena representa el signo de su desamparo, y al encontrarse en una situacin vulnerable, se representa como una figura sometida y postrada a travs del smbolo del alimento que yace en un plato y puede ser ingerido, o un cuerpo extendido con el que se puede hacer lo que se quiera." Nada ms irreal y absurdo! Elena coquete con casi todos los personajes sobre quienes escribi,

  • incluso con aquellos a quienes atac como Titino Agustn Legorreta, o Norberto Aguirre Palancares, a quin consideraba guapsimo. "Se parece a Robert Oppenheimer", o Csar del ngel, el lder coprero a quien escondi en su casa durante das, y Carlos Madrazo, que para ella fue Dios sobre la Tierra. Todos le correspondieron. Era una hechicera. Cuando no la vea, Carlos Madrazo le enviaba con su chofer estuches con brazaletes y collares a su casa de Alencastre, y ella sacaba a bailar al chofer. A Fernando Gutirrez Barrios, Elena le escribi una carta francamente lacayuna llamndolo "DArtagnan", guapo, inteligente, leal, benevolente, impartidor de justicia, y se comenta que con l hizo un pacto secreto ligado al Movimiento Estudiantil.

    Elena se echaba a la bolsa a quin se le antojaba. Por ejemplo, le cay muy en gracia a su casero, el abogado Ral Crdenas, quien vena a cobrarle la renta de la casa de Alencastre (que casi nunca pagaba), pero sala encandilado despus de varias horas de conversacin prodigiosa. Durante toda su estancia en Mxico, el poeta cubano Roberto Fernndez Retamar no sali de Alencastre, embrujado por las dos Elenas. "Es guapsimo, parece un prncipe italiano." Exaltada, Garro escribe cinco artculos sobre Rgis Debray, y asiste a una manifestacin callejera frente a la Embajada de Bolivia donde se hace notar (siempre se haca notar). De Rgis escribe: "Militares que chorrean sangre de pobre, no pueden hablar en el nombre de los pobres para atacar a un joven que piensa que esos pobres son defendibles."

    Rodeada de gatos franceses y gatos mexicanos que no se llevaban entre s y necesitaban dos piezas para no pelearse, una para los franceses y otra para los mexicanos, en un msero departamento de Cuernavaca, sentada en un silln con sus inseparables cigarros Lucky Strike, la atmsfera en la que vivi sus ltimos das fue deplorable. El olor a amoniaco descenda hasta la calle, pero ni una ni otra de las dos Elenas pareca notarlo. Al contrario, le cedan su espacio a los gatos. Elena, en los huesos, se nutra de caf, Coca Cola y cigarros. La Chata y ella peleaban. Quienes la visitaban regresaban deprimidos, pero todava subyugados por su encanto. "Estn muy mal, de veras sus circunstancias no podran ser ms adversas." Se hacan colectas, el dinero desapareca en un santiamn.

    No hubo complot, ni confabulacin, ni conspiracin en contra suya. Las novelas y los cuentos de Elena eran ledos y comentados. Muchos universitarios queran hacer su tesis sobre su obra, no slo en Mxico sino tambin en Estados Unidos. Jvenes entusiastas deseaban verla, "no seas mala, me muero por conocerla", y varios periodistas andaban tras una entrevista con ella. Su traicin (porque la llamaron traidora) slo acentu el mito que empez a fabricarse en torno a ella. Su teatro segua llevndose a escena, no slo en foros universitarios sino en Oxolotan, Tabasco. En 1991, durante el primer viaje, Mara Alicia Martnez Medrano mont con nios y ancianos en el campo tabasqueo varias de sus obras, entre otras Perfecto Luna, El rbol. Elena prefiri quedarse en Cuernavaca con Devaki, su hermana, en vez de acudir a ver esta funcin que mucho la habra gratificado. Monterrey, la primera ciudad en invitarla, le rindi un magno homenaje antes de su regreso definitivo a Mxico, en 1993. (Desde el hotel llam todos los das por telfono al cuidador de sus gatos. Sera Albano, su hermano bien amado?). Puebla la hizo hija

  • predilecta y le dio las llaves de la ciudad. En varias ciudades de la Repblica la recibieron con emocin, y Elena encontr lectores fervientes. Tambin en Bellas Artes se hicieron mesas redondas en las que participaron decenas de admiradores. Imposible decir: "Me roban, me atacan, no reconocen mis mritos, me odian, me quieren eliminar, me atosigan."

    El desplome final se debi a la confusin, la falta de realismo que la hizo actuar en contra suya. Cuando la invitaron a regresar a Mxico, crey que el gobierno le iba a poner casa. No fue as. La verdad, el gobierno habra podido hacerlo. Conaculta, sin embargo, trajo a siete gatos franceses en sus debidas jaulas. A Elena le fue otorgada la beca de creadores emritos, y a su hija, poeta, otra beca. A lo largo de los aos, Octavio Paz nunca dej de enviarles su pensin. Sari Bermdez, al frente del Conaculta, se convirti en su hada madrina y cuid de su salud, pero Elena tuvo que arreglrselas sola en el departamento de su hermana Estrella, recin muerta. Qu tristeza todo! Las dos Elenas queran regresar a Pars. As las vio Patricia Rosas Loptegui, solas y desconsoladas, y por eso el homenaje que les rinde y el fervor con el que se los rinde es doblemente valioso. Les tiende la mano a las cadas, a las abandonadas, a las que equivocaron el camino, a las del regreso a la "penitenciara", como llama Elena al feo edificio cubierto de barrotes negros. "No reconozco a Mxico, todo ha cambiado para mal."

    Vieja y enferma, Elena Garro volvi al principio de sus Recuerdos del porvenir: "Aqu estoy, sentado(a) sobre esta piedra aparente. Slo mi memoria sabe lo que encierra [...] estoy y estuve en muchos ojos, yo slo soy memoria y la memoria que de m se tenga"... "Quisiera no tener memoria o convertirme en el piadoso polvo para escapar a la condena de mirarme."

    **Publicado en La jornada semanal, el domingo 17 de septiembre de 2006, nm. 602.

    Elena Garro

    LA CULPA ES DE LOS TLAXCALTECAS

    Nacha oy que llamaban en la puerta a la puerta de la cocina y se qued quieta. Cuando volvieron a insistir abri con sigilo y mir la noche. La seora Laura apareci con un dedo en los labios en seal de silencio. Todava llevaba el traje blanco quemado y sucio de tierra y sangre.

    Seora!... suspir Nacha.

    La seora Laura entr de puntillas y mir con ojos interrogantes a la cocinera. Luego,

  • confiada, se sent junto a la estufa y mir su cocina como si no la hubiera visto nunca. Nachita, dame un cafecito... Tengo fro.

    Seora, el seor... el seor la va a matar. Nosotros ya la dbamos por muerta. Por muerta?

    Laura mir con asombro los mosaicos blancos de la cocina, subi las piernas sobre la silla, se abraz las rodillas y se qued pensativa. Nacha puso a hervir el agua para hacer el caf y mir de reojo a su patrona; no se le ocurri ni una palabra ms. La seora recarg la cabeza sobre las rodillas, pareca muy triste.

    Sabes, Nacha? La culpa es de los tlaxcaltecas.

    Nacha no contest, prefiri mirar el agua que no herva.

    Afuera la noche desdibujaba a las rosas del jardn y ensombreca a las higueras. Muy atrs de las ramas brillaban las ventanas iluminadas de las casas vecinas. La cocina estaba separada del mundo por un muro invisible de tristeza, por un comps de espera. No ests de acuerdo, Nacha?

    S, seora...

    Yo soy como ellos: traidora... dijo Laura con melancola.

    La cocinera se cruz de brazos en espera de que el agua soltara los hervores. Y t, Nachita, eres traidora?

    La mir con esperanzas. Si Nacha comparta su calidad traidora, la entendera, y Laura necesitaba que alguien la entendiera esa noche.

    Nacha reflexion unos instantes, se volvi a mirar el agua que empezaba a hervir con estrpito, la sirvi sobre el caf y el aroma caliente la hizo sentirse a gusto cerca de su patrona. S, yo tambin soy traicionera, seora Laurita.

    Contenta, sirvi el caf en una tacita blanca, le puso dos cuadritos de azcar y lo coloc en la mesa, frente a la seora. sta, ensimismada, dio unos sorbitos.

    Sabes, Nachita? Ahora s por qu tuvimos tantos accidentes en el famoso viaje a Guanajuato. En Mil Cumbres se nos acab la gasolina. Margarita se asust porque ya

  • estaba anocheciendo. Un camionero nos regal una poquita para llegar a Morelia. En Cuitzeo, al cruzar el puente blanco, el coche se par de repente. Margarita se disgust conmigo, ya sabes que le dan miedo los caminos vacos y los ojos de los indios. Cuando pas un coche lleno de turistas, ella se fue al pueblo a buscar un mecnico y yo me qued en la mitad del puente blanco, que atraviesa el lago seco con fondo de lajas blancas. La luz era muy blanca y el puente, las lajas y el automvil empezaron a flotar en ella. Luego la luz se parti en varios pedazos hasta convertirse en miles de puntitos y empez a girar hasta que se qued fija como un retrato. El tiempo haba dado la vuelta completa, como cuando ves una tarjeta postal y luego la vuelves para ver lo que hay escrito atrs. As llegu en el lago de Cuitzeo, hasta la otra nia que fui. La luz produce esas catstrofes, cuando el sol se vuelve blanco y uno est en el mismo centro de sus rayos. Los pensamientos tambin se vuelven mil puntitos, y uno sufre vrtigo. Yo, en ese momento, mir el tejido de mi vestido blanco y en ese instante o sus pasos. No me asombr. Levant los ojos y lo vi venir. En ese instante, tambin record la magnitud de mi traicin, tuve miedo y quise huir. Pero el tiempo se cerr alrededor de m, se volvi nico y perecedero y no pude moverme del asiento del automvil. Alguna vez te encontrars frente a tus acciones convertidas en piedras irrevocables como sa, me dijeron de nia al ensearme la imagen de un dios, que ahora no recuerdo cul era. Todo se olvida, verdad Nachita?, pero se olvida slo por un tiempo, En aquel entonces tambin las palabras me parecieron de piedra, slo que de una piedra fluida y cristalina. La piedra se solidificaba al terminar cada palabra, para quedar escrita para siempre en el tiempo. No eran as las palabras de tus mayores?

    Nacha reflexion unos instantes, luego asinti convencida.

    As eran, seora Laurita.

    Lo terrible es, lo descubr en ese instante, que todo lo increble es verdadero. All vena l, avanzando por la orilla del puente, con la piel ardida por el sol y el peso de la derrota sobre los hombros desnudos. Sus pasos sonaban como hojas secas. Traa los ojos brillantes. Desde lejos me llegaron sus chispas negras y vi ondear sus cabellos negros en medio de la luz blanqusima del encuentro. Antes de que pudiera evitarlo lo tuve frente a mis ojos. Se detuvo, se cogi de la portezuela del coche y me mir. Tena una cortada en la mano izquierda, los cabellos llenos de polvo, y por la herida del hombro le escurra una sangre tan roja, que pareca negra. No me dijo nada. Pero yo supe que iba huyendo, vencido. Quiso decirme que yo mereca la muerte, y al mismo tiempo me dijo que mi muerte ocasionara la suya. Andaba malherido, en busca ma.

    La culpa es de los tlaxcaltecas le dije.

    El se volvi a mirar al cielo. Despus recogi otra vez sus ojos sobre los mos.

    Qu te haces? me pregunt con su voz profunda. No pude decirle que me haba casado, porque estoy casada con l. Hay cosas que no se pueden decir, t lo sabes, Nachita.

  • Y los otros? le pregunt.

    Los que salieron vivos andan en las mismas trazas que yo. Vi que cada palabra le lastimaba la lengua y me call, pensando en la vergenza de mi traicin.

    Ya sabes que tengo miedo y que por eso traiciono...

    Ya lo s me contest y agach la cabeza. Me conoce desde chica, Nacha. Su padre y el mo eran hermanos y nosotros primos. Siempre me quiso, al menos eso dijo y as lo cremos todos. En el puente yo tena vergenza. La sangre le segua corriendo por el pecho. Saqu un pauelito de mi bolso y sin una palabra, empec a limpirsela. Tambin yo siempre lo quise, Nachita, porque l es lo contrario de m: no tiene miedo y no es traidor. Me cogi la mano y me la mir.

    Est muy desteida, parece una mano de ellos me dijo.

    Hace ya tiempo que no me pega el sol. Baj los ojos y me dej caer la mano: Estuvimos as, en silencio, oyendo correr la sangre sobre su pecho. No me reprochaba nada, bien sabe de lo que soy capaz. Pero los hilitos de su sangre escriban sobre su pecho que su corazn segua guardando mis palabras y mi cuerpo. All supe, Nachita, que el tiempo y el amor son uno solo.

    Y mi casa? le pregunt.

    Vamos a verla. Me agarr con su mano caliente, como agarraba a su escudo y me di cuenta de que no lo llevaba. Lo perdi en la huida, me dije, y me dej llevar. Sus pasos sonaron en la luz de Cuitzeo iguales que en la otra luz: sordos y apacibles. Caminamos por la ciudad que arda en las orillas del agua. Cerr los ojos. Ya te dije, Nacha, que soy cobarde. O tal vez el humo y el polvo me sacaron lgrimas. Me sent en una piedra y me tap la cara con las manos.

    Ya no camino... le dije.

    Ya llegamos me contest. Se puso en cuclillas junto a m y con la punta de los dedos acarici mi vestido blanco.

    Si no quieres ver cmo qued, no lo veas me dijo quedito.

    Su pelo negro me haca sombra. No estaba enojado, nada ms estaba triste. Antes nunca me hubiera atrevido a besarlo, pero ahora he aprendido a no tenerle respeto al hombre, y me abrac a su cuello y lo bes en la boca.

  • Siempre has estado en la alcoba ms preciosa de mi pecho me dijo. Agach la cabeza y mir la tierra llena de piedras secas. Con una de ellas dibuj dos rayitas paralelas, que prolong hasta que se juntaron y se hicieron una sola.

    Somos t y yo me dijo sin levantar la vista. Yo, Nachita, me qued sin palabras.

    Ya falta poco para que se acabe el tiempo y seamos uno solo... por eso te andaba buscando. Se me haba olvidado, Nacha, que cuando se gaste el tiempo, los dos hemos de quedarnos el uno en el otro, para entrar en el tiempo verdadero convertidos en uno solo. Cuando me dijo eso lo mir a los ojos. Antes slo me atreva a mirrselos cuando me tomaba, pero ahora, como ya te dije, he aprendido a no respetar los ojos del hombre. Tambin es cierto que no quera ver lo que suceda a mi alrededor... soy muy cobarde. Record los alaridos y volv a orlos: estridentes, llameantes en mitad de la maana. Tambin o los golpes de las piedras y las vi pasar zumbando sobre mi cabeza. l se puso de rodillas frente a m y cruz los brazos sobre mi cabeza para hacerme un tejadito.

    ste es el final del hombre dije.

    As es contest con su voz encima de la ma. Y me vi en sus ojos y en su cuerpo. Sera un venado el que me llevaba hasta su ladera? O una estrella que me lanzaba a escribir seales en el cielo? Su voz escribi signos de sangre en mi pecho y mi vestido blanco qued rayado como un tigre rojo y blanco.

    A la noche vuelvo, esprame... suspir. Agarr su escudo y me mir desde muy arriba.

    Nos falta poco para ser uno agreg con su misma cortesa.

    Cuando se fue, volv a or los gritos del combate y sal corriendo en medio de la lluvia de piedras y me perd hasta el coche parado en el puente del Lago de Cuitzeo.

    Qu pasa? Ests herida? me grit Margarita cuando lleg. Asustada, tocaba la sangre de mi vestido blanco y sealaba la sangre que tena en los labios y la tierra que se haba metido en mis cabellos. Desde otro coche, el mecnico de Cuitzeo me miraba con sus ojos muertos.

    Estos indios salvajes!... No se puede dejar sola a una seora! dijo al saltar de su automvil, dizque para venir a auxiliarme. Al anochecer llegamos a la ciudad de Mxico. Cmo haba cambiado, Nachita, casi no puede creerlo! A las doce del da todava estaban los guerreros y ahora ya ni huella de su paso. Tampoco quedaban escombros. Pasamos por el Zcalo silencioso y triste; de la otra plaza, no quedaba nada! Margarita me miraba de reojo. Al llegar a la casa nos abriste t. Te acuerdas?

  • Nacha asinti con la cabeza. Era muy cierto que haca apenas dos meses escasos que la seora Laurita y su suegra haban ido a pasear a Guanajuato. La noche en que volvieron, Josefina la recamarera y ella, Nacha, notaron la sangre en el vestido y los ojos ausentes de la seora, pero Margarita, la seora grande, les hizo seas de que se callaran. Pareca muy preocupada. Ms tarde Josefina le cont que en la mesa el seor se le qued mirando malhumorado a su mujer y le dijo:

    Por qu no te cambiaste? Te gusta recordar lo malo?

    La seora Margarita, su mam, ya le haba contado lo sucedido y le hizo una sea como dicindole: Cllate, tenle lstima!. La seora Laurita no contest; se acarici los labios y sonri ladina. Entonces el seor, volvi a hablar del presidente Lpez Mateos.

    Ya sabes que ese nombre no se le cae de la boca haba comentado Josefina, desdeosamente.

    En sus adentros ellas pensaban que la seora Laurita se aburra oyendo hablar siempre del seor presidente y de las visitas oficiales.

    Lo que son las cosas, Nachita, yo nunca haba notado lo que me aburra con Pablo hasta esa noche! coment la seora abrazndose con Pablo hasta esa noche dndoles sbitamente la razn a Josefina y Nachita.

    La cocinera se cruz de brazos y asinti con la cabeza.

    Desde que entr a la casa, los muebles, los jarrones y los espejos se me vinieron encima y me dejaron ms triste de lo que vena. Cuntos das, cuntos aos tendr que esperar todava para que mi primo venga a buscarme? As me dije y me arrepent de mi traicin. Cuando estbamos cenando me fij en que Pablo no hablaba con palabras sino con letras. Y me puse a contarlas mientras le miraba la boca gruesa y el ojo muerto. De pronto se call. Ya sabes que se le olvida todo. Se qued con los brazos cados. Este marido nuevo, no tiene memoria y no sabe ms que las cosas de cada da.

    Tienes un marido turbio y confuso me dijo l volviendo a mirar las manchas de mi vestido. La pobre de mi suegra se turb y como estbamos tomando el caf se levant a poner un twist.

    Para que se animen nos dijo, dizque sonriendo, porque vea venir el pleito.

    Nosotros nos quedamos callados. La casa se llen de ruidos. Yo mir a Pablo. Se parece a... y no me atrev a decir su nombre, por miedo a que me leyeran el pensamiento. Es verdad que se le parece, Nacha. A los dos les gusta el agua y las casas frescas. Los dos miran al cielo por las tardes y tienen el pelo negro y los dientes blancos. Pero Pablo habla

  • a saltitos, se enfurece por nada y pregunta a cada instante: En qu piensas? Mi primo marido no hace ni dice nada de eso.

    Muy cierto! Muy cierto que el seor es fregn! dijo Nacha con disgusto.

    Laura suspir y mir a su cocinera con alivio. Menos mal que la tena de confidente.

    Por la noche, mientras Pablo me besaba, yo me repeta: A qu horas vendr a buscarme?. Y casi lloraba al recordar la sangre de la herida que tena en el hombro. Tampoco poda olvidar sus brazos cruzados sobre mi cabeza para hacerme un tejadito. Al mismo tiempo tena miedo de que Pablo notara que mi primo me haba besado en la maana. Pero no not nada y si no hubiera sido por Josefina que me asust en la maana, Pablo nunca lo hubiera sabido.

    Nachita estuvo de acuerdo. Esa Josefina con su gusto por el escndalo tena la culpa de todo. Ella, Nacha, bien se lo dijo: Cllate! Cllate por el amor de Dios, si no oyeron nuestros gritos por algo sera!. Pero, qu esperanzas, Josefina apenas entr a la pieza de los patrones con la bandeja del desayuno, solt lo que debera haber callado. Seora, anoche un hombre estuvo espiando por la ventana de su cuarto! Nacha y yo gritamos y gritamos!

    No omos nada... dijo el seor asombrado.

    Es l...! grit la tonta de la seora.

    Quin es l? pregunt el seor mirando a la seora como si la fuera a matar. Al menos eso dijo Josefina despus.

    La seora asustadsima se tap la boca con la mano y cuando el seor le volvi a hacer la misma pregunta, cada vez con ms enojo, ella contest:

    El indio... el indio que me sigui desde Cuitzeo hasta la ciudad de Mxico...

    As supo Josefina lo del indio y as se lo cont a Nachita.

    Hay que avisarle inmediatamente a la polica! grit el seor.

    Josefina le ense la ventana por la que el desconocido haba estado fisgando y Pablo la examin con atencin: en el alfizar haba huellas de sangre casi frescas.

    Est herido... dijo el seor Pablo preocupado. Dio unos pasos por la recmara y se detuvo frente a su mujer.

    Era un indio, seor dijo Josefina corroborando las palabras de Laura.

  • Pablo vio el traje blanco tirado sobre una silla y lo cogi con violencia. Puedes explicarme el origen de estas manchas?

    La seora se qued sin habla, mirando las manchas de sangre sobre el pecho de su traje y el seor golpe la cmoda con el puo cerrado. Luego se acerc a la seora y le dio una santa bofetada. Eso lo vio y lo oy Josefina.

    Sus gestos son feroces y su conducta es tan incoherente como sus palabras. Yo no tengo la culpa de que aceptara la derrota dijo Laura con desdn.

    Muy cierto afirm Nachita.

    Se produjo un largo silencio en la cocina. Laura meti la punta del dedo hasta el fondo de la taza, para sacar el pozo negro del caf que se haba quedado asentado, y Nacha al ver esto volvi a servirle un caf calientito.

    Bbase su caf, seora dijo compadecida de la tristeza de su patrona. Despus de todo de qu se quejaba el seor? A leguas se vea que la seora Laurita no era para l.

    Yo me enamor de Pablo en una carretera, durante un minuto en el cual me record a alguien conocido, a quien y o no recordaba. Despus, a veces, recuperaba aquel instante en el que pareca que iba a convertirse en ese otro al cual se pareca. Pero no era verdad. Inmediatamente volva a ser absurdo, sin memoria, y slo repeta los gestos de todos los hombres de la ciudad de Mxico. Cmo queras que no me diera cuenta del engao? Cuando se enoja me prohbe salir. A ti te consta! Cuntas veces arma pleitos en los cines y en los restaurantes? T lo sabes, Nachita. En cambio mi primo marido, nunca, pero nunca, se enoja con la mujer.

    Nacha saba que era cierto lo que ahora le deca la seora, por eso aquella maana en que Josefina entr a la cocina espantada y gritando: Despierta a la seora Margarita, que el seor est golpeando a la seora!, ella, Nacha, corri al cuarto de la seora grande.

    La presencia de su madre calm al seor Pablo. Margarita se qued muy asombrada al or lo del indio, porque ella no lo haba visto en el Lago de Cuitzeo, slo haba visto la sangre como la que podamos ver todos.

    Tal vez en el Lago tuviste una insolacin, Laura, y te sali sangre por las narices. Fjate, hijo, que llevbamos el coche descubierto. Dijo casi sin saber qu decir.

    La seora Laura se tendi boca abajo en la cama y se encerr en sus pensamientos, mientras su marido y su suegra discutan.

  • Sabes, Nachita, lo que yo estaba pensando esa maana? Y si me vio anoche cuando Pablo me besaba? Y tena ganas de llorar. En ese momento me acord de que cuando un hombre y una mujer se aman y no tienen hijos estn condenados a convertirse en uno solo. As me lo deca mi otro padre, cuando yo le llevaba el agua y l miraba la puerta detrs de la que dormamos mi primo marido y yo. Todo lo que mi otro padre me haba dicho ahora se estaba haciendo verdad. Desde la almohada o las palabras de Pablo y de Margarita y no eran sino tonteras. Lo voy a ir a buscar, me dije. Pero adnde?. Ms tarde cuando t volviste a mi cuarto a preguntarme qu hacamos de comida, me vino un pensamiento a la cabeza: Al Caf de Tacuba!. Y ni siquiera conoca ese caf, Nachita, slo lo haba odo mentar.

    Nacha record a la seora como si la viera ahora, ponindose su vestido blanco manchado de sangre, el mismo que traa en este momento en la cocina.

    Por Dios, Laura, no te pongas ese vestido! le dijo su suegra. Pero ella no hizo caso. Para esconder las manchas, se puso un sweater blanco encima, se lo aboton hasta el cuello y se fue a la calle sin decir adis. Despus vino lo peor. No, lo peor no. Lo peor iba a venir ahora en la cocina, si la seora Margarita se llegaba a despertar.

    En el Caf de Tacuba no haba nadie. Es muy triste ese lugar, Nachita. Se me acerc un camarero, Qu le sirvo?. Yo no quera nada, pero tuve que pedir algo. Una cocada. Mi primo y yo comamos cocos .de chiquitos... En el caf un reloj marcaba el tiempo. En todas las ciudades hay relojes que marcan el tiempo, se debe estar gastando a pasitos. Cuando ya no quede sino una capa transparente, llegar l y las dos rayas dibujadas se volvern una sola y yo habitar la alcoba ms preciosa de su pecho. As me deca mientras coma la cocada.

    Qu horas son? le pregunt al camarero.

    Las doce, seorita.

    A la una llega Pablo, me dije, si le digo a un taxi que me lleve por el Perifrico, puedo esperar todava un rato. Pero no esper y me sal a la calle. El sol estaba plateado, el pensamiento se me hizo un polvo brillante y no hubo presente, pasado ni futuro. En la acera estaba mi primo, se me puso delante, tena los ojos tristes, me mir largo rato.

    Qu haces? me pregunt con su voz profunda.

    Te estaba esperando.

    Se qued quieto como las panteras. Le vi el pelo negro y la herida roja en el hombro.

  • Las piedras y los gritos volvieron a zumbar alrededor nuestro y yo sent que algo arda a mis espaldas.

    No mires me dijo.

    Puso una rodilla en tierra y con los dedos apag mi vestido que empezaba a arder. Le vi los ojos muy afligidos.

    Scame de aqu! le grit con todas mis fuerzas, porque me acord de que estaba frente a la casa de mi pap, que la casa estaba ardiendo y que atrs de m estaban mis padres y mis hermanitos muertos. Todo lo vea retratado en sus ojos, mientras l estaba con la rodilla hincada en tierra apagando mi vestido. Me dej caer sobre l, que me recibi en sus brazos. Con su mano caliente me tap los ojos.

    ste es el final del hombre le dije con los ojos bajo su mano.

    No lo veas!

    Me guard contra su corazn. Yo lo o sonar como rueda el trueno sobre las montaas. Cunto faltara para que el tiempo se acabara y yo pudiera orlo siempre? Mis lgrimas refrescaron su mano que arda en el incendio de la ciudad. Los alaridos y las piedras nos cercaban, pero yo estaba a salvo bajo su pecho.

    Duerme conmigo... me dijo en voz muy baja.

    Me viste anoche? le pregunt.

    Te vi...

    Nos dormimos en la luz de la maana, en el calor del incendio. Cuando recordamos, se levant y agarr su escudo.

    Escndete hasta el amanecer. Yo vendr por ti.

    Se fue corriendo ligero sobre sus piernas desnudas... Y yo me escap otra vez, Nachita, porque sola tuve miedo.

    Seorita, se siente mal?

    Una voz igual a la de Pablo se me acerc a media calle.

    Insolente! Djeme tranquila!

    Tom un taxi que me trajo a la casa por el Perifrico y llegu...

  • Nacha record su llegada: ella misma le haba abierto la puerta. Y ella fue la que le dio la noticia. Josefina baj despus, desbarrancndose por las escaleras.

    Seora, el seor y la seora Margarita estn en la polica!

    Laura se le qued mirando asombrada, muda.

    Dnde anduvo, seora?

    Fui al Caf de Tacuba.

    Pero eso fue hace dos das.

    Josefina traa el ltimas Noticias. Ley en voz alta: La seora Aldama contina desaparecida. Se cree que el siniestro individuo de aspecto indgena que la sigui desde Cuitzeo, sea un sdico. La polica investiga en los estados de Michoacn y Guanajuato.

    La seora Laurita arrebat el peridico de las manos de Josefina y lo desgarr con ira. Luego se fue a su cuarto. Nacha y Josefina la siguieron, era mejor no dejarla sola. La vieron echarse en su cama y soar con los ojos muy abiertos. Las dos tuvieron el mismo pensamiento y as se lo dijeron despus en la cocina: Para m, la seora Laurita anda enamorada. Cuando el seor lleg ellas estaban todava en el cuarto de su patrona.

    Laura! grit. Se precipit a la cama y tom a su mujer en su brazos.

    Alma de mi alma! solloz el seor.

    La seora Laurita pareci enternecida unos segundos.

    Seor! grit Josefina. El vestido de la seora est bien chamuscado.

    Nacha la mir desaprobndola. El seor revis el vestido y las piernas de la seora.

    Es verdad... tambin las suelas de sus zapatos estn ardidas... Mi amor, qu pas?, dnde estuviste?

    En el Caf de Tacuba contest la seora muy tranquila.

    La seora Margarita se torci las manos y se acerc a su nuera.

    Ya sabemos que anteayer estuviste all y comiste una cocada. Y luego?

    Luego tom un taxi y me vine ac por el Perifrico.

  • Nacha baj los ojos, Josefina abri la boca como para decir algo y la seora Margarita se mordi los labios. Pablo, en cambio, agarr a su mujer por los hombros y la sacudi con fuerza.

    Djate de hacer la idiota! En dnde estuviste dos das?... Por qu traes el vestido quemado?

    Quemado? Si l lo apag... dej escapar la seora Laura.

    l?... el indio asqueroso? Pablo la volvi a zarandear con ira.

    Me lo encontr a la salida del Caf de Tacuba... solloz la seora muerta de miedo.

    Nunca pens que fueras tan baja! dijo el seor y la avent sobre la cama.

    Dinos quin es pregunt la suegra suavizando la voz.

    Verdad Nachita, que no poda decirles que era mi marido? pregunt Laura pidiendo la aprobacin de la cocinera.

    Nacha aplaudi la discrecin de su patrona y record que aquel medioda, ella, apenada por la situacin de su ama, haba opinado:

    Tal vez el indio de Cuitzeo es un brujo.

    Pero la seora Margarita se haba vuelto a ella con ojos fulgurantes para contestarle casi a gritos:

    Un brujo? Dirs un asesino!

    Despus, en muchos das no dejaron salir a la seora Laurita. El seor orden que se vigilaran las puertas y ventanas de la casa. Ellas, las sirvientas, entraban continuamente al cuarto de la seora para echarle un vistazo. Nacha se neg siempre a exteriorizar su opinin sobre el caso o a decir las anomalas que sorprenda. Pero, quin poda callar a Josefina?

    Seor, al amanecer, el indio estaba otra vez junto a la ventana anunci al llevar la bandeja con el desayuno.

    El seor se precipit a la ventana y encontr otra vez la huella de sangre fresca. La seora se puso a llorar.

    Pobrecito!... pobrecito!... dijo entre sollozos.

  • Fue esa tarde cuando el seor lleg con un mdico. Despus el doctor volvi todos los atardeceres.

    Me preguntaba por mi infancia, por mi padre y por mi madre. Pero, yo, Nachita, no saba de cul infancia, ni de cul padre, ni de cul madre quera saber. Por eso le platicaba de la Conquista de Mxico. T me entiendes, verdad? pregunt Laura con los ojos puestos sobre las cacerolas amarillas.

    S, seora... Y Nachita, nerviosa, escrut el jardn a travs de los vidrios de la ventana. La noche apenas si dejaba ver entre sus sombras. Record la cara desganada del seor frente a su cena y la mirada acongojada de su madre.

    Mam, Laura le pidi al doctor la Historia de Bernal Daz del Castillo. Dice que eso es lo nico que le interesa.

    La seora Margarita haba dejado caer el tenedor.

    Pobre hijo mo, tu mujer est loca!

    No habla sino de la cada de la Gran Tenochtitln agreg el seor Pablo con aire sombro.

    Dos das despus, el mdico, la seora Margarita y el seor Pablo decidieron que la depresin de Laura aumentaba con el encierro. Deba tomar contacto con el mundo y enfrentarse con sus responsabilidades. Desde ese da, el seor mandaba el automvil para que su mujer saliera a dar pasetos por el Bosque de Chapultepec. La seora sala acompaada de su suegra y el chofer tena rdenes de vigilarlas estrechamente. Slo que el aire de los eucaliptos no la mejoraba, pues apenas volva a su casa, la seora Laurita se encerraba en su cuarto para leer la Conquista de Mxico de Bernal Daz.

    Una maana la seora Margarita regres del Bosque de Chapultepec sola y desamparada.

    Se escap la loca! grit con voz estentrea al entrar a la casa.

    Fjate, Nacha, me sent en la misma banquita de siempre y me dije: No me lo perdona. Un hombre puede perdonar una, dos, tres, cuatro traiciones, pero la traicin permanente, no. Este pensamiento me dej muy triste. Haca calor y Margarita se compr un helado de vainilla; yo no quise, entonces ella se meti al automvil a comerlo. Me fij que estaba tan aburrida de m, como yo de ella. A m no me gusta que me vigilen y trat de ver otras cosas para no verla comiendo su barquillo y mirndome. Vi el heno gris que colgaba de los ahuehuetes y no s por qu, la maana se volvi tan triste como esos rboles. Ellos y yo hemos visto las mismas catstrofes, me dije. Por la calzada vaca, se paseaban las horas solas. Como las horas estaba yo: sola en una calzada vaca. Mi marido haba contemplado por la ventana mi traicin permanente y me haba abandonado en esa calzada hecha de

  • cosas que no existan. Record el olor de las hojas de maz y el rumor sosegado de sus pasos. As caminaba, con el ritmo de las hojas secas cuando el viento de febrero las lleva sobre las piedras. Antes no necesitaba volver la cabeza para saber que l estaba ah mirndome las espaldas... Andaba en esos tristes pensamientos, cuando o correr al sol y las hojas secas empezaron a cambiar de sitio. Su respiracin se acerc a mis espaldas, luego se puso frente a m, vi sus pies desnudos delante de los mos. Tena un araazo en la rodilla. Levant los ojos y me hall bajo los suyos. Nos quedamos mucho rato sin hablar. Por respeto yo esperaba sus palabras.

    Qu te haces? me dijo.

    Vi que no se mova y que pareca ms triste que antes.

    Te estaba esperando contest.

    Ya va a llegar el ltimo da...

    Me pareci que su voz sala del fondo de los tiempos. Del hombro le segua brotando sangre. Me llen de vergenza, baj los ojos, abr mi bolso y saqu un pauelito para limpiarle el pecho. Luego lo volv a guardar. El sigui quieto, observndome.

    Vamos a la salida de Tacuba... Hay muchas traiciones...

    Me agarr de la mano y nos fuimos caminando entre la gente, que gritaba y se quejaba. Haba muchos muertos que flotaban en el agua de los canales. Haba mujeres sentadas en la hierba mirndolos flotar. De todas partes surga la pestilencia y los nios lloraban corriendo de un lado para otro, perdidos de sus padres. Yo miraba todo sin querer verlo. Las canoas despedazadas no llevaban a nadie, slo daban tristeza. El marido me sent debajo de un rbol roto. Puso una rodilla en tierra y mir alerta lo que suceda a nuestro alrededor. El no tena miedo. Despus me mir a m.

    Ya s que eres traidora y que me tienes buena voluntad. Lo bueno crece junto con lo malo.

    Los gritos de los nios apenas me dejaban orlo. Venan de lejos, pero eran tan fuertes que rompan la luz del da. Pareca que era la ltima vez que iban a llorar.

    Son las criaturas... Me dijo.

    ste es el final del hombre repet, porque no se me ocurra otro pensamiento.

    El me puso las manos sobre los odos y luego me guard contra su pecho.

    Traidora te conoca y as te quise.

  • Naciste sin suerte le dije. Me abrac a l. Mi primo marido cerr los ojos para no dejar correr las lgrimas. Nos acostamos sobre las ramas rotas del pir. Hasta all nos llegaron los gritos de los guerreros, las piedras y los llantos de los nios.

    El tiempo se est acabando... suspir mi marido.

    Por una grieta se escapaban las mujeres que no queran morir junto con la fecha. Las filas de hombres caan una despus de la otra, en cadena como si estuvieran cogidos de la mano y el mismo golpe los derribara a todos. Algunos daban un alarido tan fuerte, que quedaba resonando mucho rato despus de su muerte.

    Falta poco para que nos furamos para siempre en uno solo cuando mi primo se levant, me junt ramas y me hizo una cuevita.

    Aqu me esperas.

    Me mir y se fue a combatir con la esperanza de evitar la derrota. Yo me qued acurrucada. No quise ver a las gentes que huan, para no tener la tentacin, ni tampoco quise ver a los muertos que flotaban en el agua para no llorar. Me puse a contar los frutitos que colgaban de las ramas cortadas: estaban secos y cuando los tocaba con los dedos, la cscara roja se les caa. No s por qu me parecieron de mal agero y prefer mirar el cielo, que empez a oscurecerse. Primero se puso pardo, luego empez a coger el color de los ahogados de los canales. Me qued recordando los colores de otras tardes. Pero la tarde sigui amoratndose, hinchndose, como si de pronto fuera a reventar y supe que se haba acabado el tiempo. Si mi primo no volva, qu sera de m? Tal vez ya estaba muerto en el combate. No me import su suerte y me sal de all a toda carrera perseguida por el miedo. Cuando llegue y me busque... No tuve tiempo de acabar mi pensamiento porque me hall en el anochecer de la ciudad de Mxico. Margarita ya se debe haber acabado su helado de vainilla y Pablo debe de estar muy enojado... Un taxi me trajo por el Perifrico. Y sabes, Nachita?, los Perifricos eran los canales infestados de cadveres... por eso llegu tan triste... Ahora, Nachita, no le cuentes al seor que me pas la tarde con mi marido.

    Nachita se acomod los brazos sobre la falda lila.

    El seor Pablo hace ya diez das que se fue a Acapulco. Se qued muy flaco con las semanas que dur la investigacin explic Nachita satisfecha.

    Laura la mir sin sorpresa y suspir con alivio.

    La que est arriba es la seora Margarita agreg Nacha volviendo los ojos hacia el techo de la cocina.

  • Laura se abraz las rodillas y mir por los cristales de la ventana a las rosas borradas por las sombras nocturnas y a las ventanas vecinas que empezaban a apagarse.

    Nachita se sirvi sal sobre el dorso de la mano y la comi golosa.

    Cunto coyote! Anda muy alborotada la coyotada! dijo con la voz llena de sal.

    Laura se qued escuchando unos instantes.

    Malditos animales, los hubieras visto hoy en la tarde dijo.

    Con tal de que no estorben el paso del seor, o que le equivoquen el camino coment

    Nacha con miedo.

    Si nunca los temi por qu haba de temerlos esta noche? pregunt Laura molesta.

    Nacha se aproxim a su patrona para estrechar la intimidad sbita que se haba establecido entre ellas.

    Son ms canijos que los tlaxcaltecas le dijo en voz muy baja.

    Las dos mujeres se quedaron quietas. Nacha devorando poco a poco otro puito de sal. Laura escuchando preocupada los aullidos de los coyotes que llenaban la noche. Fue Nacha la que lo vio llegar y le abri la ventana.

    Seora!... Ya lleg por usted... le susurr en una voz tan baja que slo Laura pudo orla.

    Despus, cuando ya Laura se haba ido para siempre con l, Nachita limpi la sangre de la ventana y espant a los coyotes, que entraron en su siglo que acababa de gastarse en ese instante. Nacha mir con sus ojos viejsimos, para ver si todo estaba en orden: lav la taza de caf, tir al bote de la basura las colillas manchadas de rojo de labios, guard la cafetera en la alacena y apag la luz.

    Yo digo que la seora Laurita, no era de este tiempo, ni era para el seor dijo en la maana cuando le llev el desayuno a la seora Margarita.

    Ya no me hallo en casa de los Aldama. Voy a buscarme otro destino, le confi a Josefina. Y en un descuido de la recamarera, Nacha se fue hasta sin cobrar su sueldo.