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EL ASESINATO CATEGORIAL Como recordar ellegado del siglo :xx E n eI umbra! de la era moderna. 1a naruraleza era considerada la fuente principal de incertidumbre a 1a que se enfrentaba 1a vida humana. Inunda- ciones y sequias, hambrunas que azota- ban sin previo aviso, y enfermedades contagiosas que sepresentaban de im- proviso, peligros todos elIos incalificables que acechaban en 1a "naturaleza vir- gen", eran los prindpales depositos de 10 desconoddo y (como tal) temib1e. Para generar confianza. 1a era moderna recurrio al mito de 1a historia humana entendida como un relato de superacion propiciada por el ingenio, 1a sagaddad, 1a determinadon y 1a 1aboriosidad de los seres humanos (que utilizarian tales cualidades cual si de versiones depu- radas de los cordones de las botas del baron de Miinchhausen se tratase): una superacion que los sacaria del fangal de 1a condidon "natural", "precivilizada". Los corolarios de clicho mito eran la in- quebrantab1e confianza en 1a capacidad humana de mejorar la naturaleza y 1a fe en 1a superioridad de 1a razon sobre las "fuerzas naturales degas". La mas repulsiva e intolerable (con mucho) de todas las caracteristicas de 1a naturaleza era el hecho de que su conducta azaro- sa y aleatoria desafiaba las expectativas, eludia los contro1es y, por 10 tanto, podia hacer aiiicos los planes humanos. La nodon de "orden dvilizado" constituia una forma de ver 1a condici6n humana desde 1a que todo aquello a 10 que no se permitiera formar parte de di- cho orden quedaba prohibido y elimina- do. En cuanto el proceso civilizador comp1etase su labor, no quedarian rinco- nes oscuros, agujeros negros de ignoran- cia, areas grises de ambivalencia ni guari- 22 ZYGMUNT BAUMAN das inmundas en las que pudiera refu- giarse 1a incertidumbre mas salvaje. De hecho, el Estado moderno tenia como objetivo gestionar los asuntos humanos mediante 1a exclusion de todo aquello que resultara imposib1e de administrar y que, por 10 tanto, fuera indeseab1e. Yo madiria que 1a incertidumbre fue el con- taminante prindpal y mas toxico que hubo que excluir del potencial orden creado por el hombre. Entre los objeti- vos que justificaban el Estado moderno estaban una actividad de limpieza y un proposito de pureza. Me atreveria a afirmar que esa ten- dencia del Estado moderno culmino a mediados del sig10 pasado. despues de que buena parte de 1a centuria hubiera transcurrido bajo los auspicios de un in- minente fin de 1a historia seglin esta se habia conocido hasta entonces: la histo- ria como un libre juego de fuerzas des- enfrenadas y descoordinadas. EI holocausto En 1a decada de 1940, a rm de los ru- mores que se filtraban desde el otro 1ado del frente acerca del asesinato en masa de judios por toda 1a Europa ocupada por los nazis, alguien recupero el antiguo termino bib1ico "ho10causto" para refe- rirse a 10 que estaba sucediendo. Se trata- ba de un acto sin precedentes de los que se tuviera constancia historica y; por 10 tanto, sin un nombre aceptado en nin- gUn diccionario. Hubo, pues, que acu- nar uno nuevo para designar el acto del "asesinato categorial": la aniquilacion fi- sica de hombres, mujeres y nmos por su simple pertenencia (real 0 atribuida) a una categoria de personas indigna del orden pretendido y contra la que. por ese motivo, se dicta (por via sumaria) una sentencia de muerte. En mos posteriores el uso del termi- no se ha ido amp1iando hasta abarcar tambien los numerosos casos de asesi- natos en masa dirigidos contra grupos etnicos, radales 0 religiosos, asi como aquellos otros casos en los que el ob- jetivo dcita 0 declarado era 1a supre- sion de poderes y derechos 0 1a expul- sion de un grupo de ese tipo, mas que su aniqui1acion total. Dada la enorme carga emocional del termino y 1a condena eti- ca casi universal de las acciones que de- signa, muchos han buscado que se reco- nozca el padecimiento que sufren como un nuevo caso de "ho10causto". De ahi que los tipos de dano infligido por un grupo humano contra otro que se han hecho merecedores de ser incluidos en 1a categoria del holocausto se hayan exten- dido con los mos mucho mas alia del campo semantico original del termino. En el habla popular, la palabra "ho- locausto" suele ser actualmente inter- cambiable con el termino "genoddio" (otra novedad lingiiistica del sig10 xx). En 1993. Helen Fein senalo que, entre 1960 y 1979, "se produjeron probable- mente un minimo de una docena de ge- nocidios y masacres genocidas, entre cu- yos casos se incluyen el de los kurdos en leak los habitantes del sur de Sudan. los tutsis en Ruanda. los hutus en Burundi. los chinos [ ... ] en Indonesia, los hindues y otros bengalles en el Pakistan oriental, los ache en Paraguay; numerosos pueblos en Uganda [ .. . r. Desde el momento en que se escribieron esas lineas. 1a lista se ha ampliado considerablemente y; mien- tras escribo estas, no muestra signo algu- no de aproximarse a su limite final. El CLAVES DE RAZON PAACTlCA. N° 199

El Asesinato Categorial

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Zygmunt Bauman - 2010

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Page 1: El Asesinato Categorial

EL ASESINATO CATEGORIAL Como recordar ellegado del siglo :xx

En eI umbra! de la era moderna. 1a naruraleza era considerada la fuente principal de incertidumbre a 1a que

se enfrentaba 1a vida humana. Inunda­ciones y sequias, hambrunas que azota­ban sin previo aviso, y enfermedades contagiosas que sepresentaban de im­proviso, peligros todos elIos incalificables que acechaban en 1a "naturaleza vir­gen", eran los prindpales depositos de 10 desconoddo y (como tal) temib1e. Para generar confianza. 1a era moderna recurrio al mito de 1a historia humana entendida como un relato de superacion propiciada por el ingenio, 1a sagaddad, 1a determinadon y 1a 1aboriosidad de los seres humanos (que utilizarian tales cualidades cual si de versiones depu­radas de los cordones de las botas del baron de Miinchhausen se tratase): una superacion que los sacaria del fangal de 1a condidon "natural", "precivilizada". Los corolarios de clicho mito eran la in­quebrantab1e confianza en 1a capacidad humana de mejorar la naturaleza y 1a fe en 1a superioridad de 1a razon sobre las "fuerzas naturales degas". La mas repulsiva e intolerable (con mucho) de todas las caracteristicas de 1a naturaleza era el hecho de que su conducta azaro­sa y aleatoria desafiaba las expectativas, eludia los contro1es y, por 10 tanto, podia hacer aiiicos los planes humanos.

La nodon de "orden dvilizado" constituia una forma de ver 1a condici6n humana desde 1a que todo aquello a 10 que no se permitiera formar parte de di­cho orden quedaba prohibido y elimina­do. En cuanto el proceso civilizador comp1etase su labor, no quedarian rinco­nes oscuros, agujeros negros de ignoran­cia, areas grises de ambivalencia ni guari-

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ZYGMUNT BAUMAN

das inmundas en las que pudiera refu­giarse 1a incertidumbre mas salvaje. De hecho, el Estado moderno tenia como objetivo gestionar los asuntos humanos mediante 1a exclusion de todo aquello que resultara imposib1e de administrar y que, por 10 tanto, fuera indeseab1e. Yo madiria que 1a incertidumbre fue el con­taminante prindpal y mas toxico que hubo que excluir del potencial orden creado por el hombre. Entre los objeti­vos que justificaban el Estado moderno estaban una actividad de limpieza y un proposito de pureza.

Me atreveria a afirmar que esa ten­dencia del Estado moderno culmino a mediados del sig10 pasado. despues de que buena parte de 1a centuria hubiera transcurrido bajo los auspicios de un in­minente fin de 1a historia seglin esta se habia conocido hasta entonces: la histo­ria como un libre juego de fuerzas des­enfrenadas y descoordinadas.

EI holocausto En 1a decada de 1940, a rm de los ru­mores que se filtraban desde el otro 1ado del frente acerca del asesinato en masa de judios por toda 1a Europa ocupada por los nazis, alguien recupero el antiguo termino bib1ico "ho10causto" para refe­rirse a 10 que estaba sucediendo. Se trata­ba de un acto sin precedentes de los que se tuviera constancia historica y; por 10 tanto, sin un nombre aceptado en nin­gUn diccionario. Hubo, pues, que acu­nar uno nuevo para designar el acto del "asesinato categorial": la aniquilacion fi­sica de hombres, mujeres y nmos por su simple pertenencia (real 0 atribuida) a una categoria de personas indigna del orden pretendido y contra la que. por

ese motivo, se dicta (por via sumaria) una sentencia de muerte.

En mos posteriores el uso del termi­no se ha ido amp1iando hasta abarcar tambien los numerosos casos de asesi­natos en masa dirigidos contra grupos etnicos, radales 0 religiosos, asi como aquellos otros casos en los que el ob­jetivo dcita 0 declarado era 1a supre­sion de poderes y derechos 0 1a expul­sion de un grupo de ese tipo, mas que su aniqui1acion total. Dada la enorme carga emocional del termino y 1a condena eti­ca casi universal de las acciones que de­signa, muchos han buscado que se reco­nozca el padecimiento que sufren como un nuevo caso de "ho10causto". De ahi que los tipos de dano infligido por un grupo humano contra otro que se han hecho merecedores de ser incluidos en 1a categoria del holocausto se hayan exten­dido con los mos mucho mas alia del campo semantico original del termino.

En el habla popular, la palabra "ho­locausto" suele ser actualmente inter­cambiable con el termino "genoddio" (otra novedad lingiiistica del sig10 xx). En 1993. Helen Fein senalo que, entre 1960 y 1979, "se produjeron probable­mente un minimo de una docena de ge­nocidios y masacres genocidas, entre cu­yos casos se incluyen el de los kurdos en leak • los habitantes del sur de Sudan. los tutsis en Ruanda. los hutus en Burundi. los chinos [ ... ] en Indonesia, los hindues y otros bengalles en el Pakistan oriental, los ache en Paraguay; numerosos pueblos en Uganda [ .. . r. Desde el momento en que se escribieron esas lineas. 1a lista se ha ampliado considerablemente y; mien­tras escribo estas, no muestra signo algu­no de aproximarse a su limite final. El

CLAVES DE RAZON PAACTlCA. N° 199

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UCJ:Ji7 ILIN

genocidio, segun definicion de Frank Chalk y Kurt Jonassohn, "es una for­ma de asesinato unilateral en masa con el que un Estado u otra aurori­dad pretende destruir a un grupo, tal como ese grupo y quienes pertenecen a el son definidos por los perpetrado­res". En el genocidio, el poder sobre la vida se entrelaza con el poder de definir (0, para ser mas precisos, con el poder de eximir). Son muchas las guerras "ortodoxas" en las que el nu­mero de victimas ha sobrepasado con mucho al de las que se han produci­do en mas de un genocidio. Lo que distingue a este, pues, de los conflictos mas violentos y sangrientos no es la cifra de victimas, sino su na­turaleza monolOgica. En el genocidio, los blancos potenciales de la violencia son definidos unilateralmente y se les niega cualquier derecho a responder. Para la sentencia de pena capital -ve­redicto contra el que no cabe recurso

alguno- es prueba suficiente el sim­ple hecho de haber sido acusado.

N° 199 • CLAVES DE RAZON rMCTlCA

OONnw

Si tal es la verdadera natural= de los actos genocidas, el significado actual de la palabra "holocausto" (por 10 gene­ral, sinonima y, por 10 tanto, intercam­biable con el termino "genocidio") guar­da solamente una relacion indirecta con el significado del termino segun este aparece en la traduccion griega del Levf­tico, en eI Antiguo Testamento, del que deriva. Ese antiguo vocablo fue recupe­rado e invocado como metafora del ex­terminio nazi de los judfos probable­mente porque sugerfa la exhaustividad de III destrucci6n llevada a cabo. El termino

griego 6MKUUOTO<; era una traduccion literal del hebreo "total mente calcinado", pues todas las of rend as que se llevaban al Templo debfan ser luego destruidas por completo por las llamas.

Ahora bien, 10 que separa el significado original del termino de su

posterior significado metaforico es que esa "calcinacion total" a la que hada re­

ferencia el vocablo anti guo estaba plena­mente imbuida de sentido religioso: pre­tendfa simbolizar la rendicion absoluta

ZYGMUNT BAUMAN

de la persona ante Dios y el caracter in­condicional de la devocion humana. Los objetos del sacrificio tenfan que ser las

posesiones mas valiosas y esplendidas de los fieles. Siguiendo ese derrotero de ex­tension metaforica, el "sacrificio" pas6 a

significar, seglin el 040rd English Dictio­nary, la "rellLmcia a algo valorado 0 de­

seado en aras de otra exigencia mas ele­vada 0 apremiante".

Si en eso consiste el sacrificio, eI Holocausto fue cualquier cosa menos tal sacrificio. Las vfctimas del Holocaus­to (y, en general, las vfctimas de todos los genocidios) no son personas "sacrificadas" en nombre de un valor

superior. Quien es objeto de un genoci­dio conforme a la paura introducida por eI Holocausto nazi es, por emplear la expresion de Giorgio Agamben, un homo sacer: alguien "que puede haber si­do asesinado pero, aun as!, no sacrificado". La muerte de un homo sa­cer esti desprovista de toda significacion religiosa; el homo sacer no es solo una persona de valor menor, sino un ente carente de todo valor sagrado 0 profa­no, divino 0 mundano. Lo que se ani­quila es una "vida sin mas", vada de to­

do valor. Es, pues, objeto "de una doble

excepcion, tanto del ius humanum co­mo del ius divinum".

Podriamos decir que, antes incluso de ser apresados, deportados a los cam­pos de exterminio, matados a tiros 0

asfixiados, los judfos Qunto con los ro­ma y los sinti) de Alemania y de otros pafses de la Europa ocupada por los na­zis ya habfan sido declarados, por asf decido, un colectivo homo sacer: una ca­

tegorfa cuya vida se habfa vaciado asf de todo valor positivo y cuyo asesinato perdfa, por consiguiente, toda significacion moral y dejaba de conlle­var un castigo. La suya era una unwertes Leben (una vida que no mereda la pena vivir), como tan1bien 10 eran las vidas de los gitanos, los homosexuales y los enfermos y los discapacitados mentales, segun la vision nazi del Neue Ordnung. 0, en palabras de un informe del go­bierno sueco fechado en 1929, eran personas "cuyo numero, en interes de la sociedad, ha de ser mantenido en el mf­

nimo posible". Lo que todas esas cate­godas ten ian en comun era su conside-

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EL ASESINATO CATEGORIAL

racion de inapropiadaJi para el nuevo (y

mejor) orden con el que se tenia previs­

to reemplazar laJi turbiaJi y desordenadaJi

realidades presentes: el orden social de­

purado de todo aditivo, mancha e im­

perfeccion, que los gobernantes sobera­

nos se disponian a construir.

Fue esa imagen de orden perfecto

la que suministro los criterios utiliza­

dos para separar a los "aptos" de los

"no aptos": es decir, a los sujetos cUyaJi

vidas meredan ser defendidas y mejo­

radas de aquellos que no podian ofre­

cer servicio concebible alguno a la for­

taleza del nuevo orden y que, sin em­

bargo, obstaculizarian la armonia de

este. En la reivindicacion del derecho

a incluir 0 a excluir del dominio de los

derechos legales y los deberes eticos

radicaba la esencia de la soberania del

Estado modemo, y el Holocausto

(junto con las purgas masivas de los "extranjeros de clase" en la Rusia esta­

linista) fue, segun el actual consenso

generalizado, la manifestacion mas ex­

trema y radical de esa reivindicacion.

Los aJiesinatos en maJia han acom­

pailado a la humanidad a 10 largo de

toda su historia. Pero esa version parti­

cular del asesinato categorial en masa

que conocemos como el Holocausto

habria sido inconcebible fuera del mar­

co de la sociedad moderna. Los aJiesina­

tos sistematicos llevados a cabo a 10 lar­

go de un periodo de tiempo prolonga­do requirieron de una ingente cantidad

de recursos y un frecuente ajuste de los

procedimientos. Dificilmente habria si­

do posible sin inventos tan tipicamente

modernos como la tecnologia indus­

trial, la burocracia (con su meticulosa

division del trabajo), la jerarquia estric­

ta del mando y la disciplina, unidaJi ala neutralizacion de laJi convicciones per­

sonales (y etiCaJi) y la aJipiracion geren­

cial a supeditar la realidad social a un

modelo predisefiado de orden: innova­

ciones todaJi ellas que tambien resulta­

ron ser las causas primordiales de los

espectaculares exitos de la era moderna.

Para erradicar una "raza" 0 una

"claJie" que transmite su potencial des­

tructivo de una generacion a otra, es

necesario reprimir las emociones y otraJi

manifestaciones de individualidad hu­

mana, y so meter la conducta humana

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al gobierno indiscutido de la razon ins­

trumental. La modernidad hizo posibfe ef Holocausto, pero foe el gobierno totali­tario (0 10 que es 10 mismo, una sobera­

nia total y absoluta) el que lleva a fa prdctica esa posibifidad.

Hitler anuncio entre vito res yacla­

maciones el advenimiento del Reich de

los Mil Mos, que darla comienzo a

partir de la eliminacion de la ultima

unwertes Leben. Igualmente, y para si­

milar alegria de sus entusiastas en todo

el mundo, Stalin proclamo que el final

de la injusticia, de la opresion claJiista y las guerraJi de clases estaba a la vuelta

de la esquina, esperando unicamente a

que se desenmascarara y se ejecutara al

Ultimo enemigo de la sociedad. La au­

sencia de clases en esra sociedad se 10-graria fusilando 0 matando de hambre

haJita el ultimo de los que destacaran y

no encajaran en ese nuevo modelo. Po­

demos decir que ambas formaJi de to­

talitarismo del siglo xx exploraron los

limites (~o aCaJiO el caracter ilimitado?)

del poder de exclusion soberano. Aus­

chwitz y Kolima fueron laboratorios

en los que se estudiaron las fronteras

de la maleabilidad humana y, sobre to­

do, se experimentaron y se sometieron

a prueba los metodos mas eficaces para

limpiar la sociedad de las contamina­

ciones mas revoltosaJi y mas generado­

raJi de incertidumbre.

Los regimenes totalitarios die ron

rienda suelta a una tendencia ya de

por si propia de la soberania del Esta­

do moderno (que tanto para Max We­

ber, en los albores del siglo xx, como,

mas adelante, para Norbert Elias, con­sisua en el "mono polio de los medios

de coaccion"), hasta el punto de alcan­

zar cotas disparatadas, con la esperan­

za de que ella misma hallara sus pro­

pios lfmites (0, mejor dicho, de que

demostrara su "trascendibilidad" ante

todo limite existente 0 futuro). La

aventura totalitarista no fue una abe­

rracion, un "accidente de la historia"

que pueda despacharse explicandolo

simplemente como una deformacion

cancerosa de un -por 10 general- salu­

dable cuerpo politico moderno. Fue,

mas bien, un intento sostenido de ex­

tender la forma fisica de ese cuerpo

hasta su maximo potencial.

Asesinato categorial Durante el paJiado siglo, aproximada­

mente unos seis millones de judios y, se­

gUn algunaJi versiones, cerca de un mi­llon de gitanos, acompailados de milla­

res y millares de homosexuales y de per­

sonaJi con discapacidad mental, fueron

matados a tiros, envenenados e incinera­

dos por los constructores del Nuevo Or­

den Mundial disefiado por los nazis,

simplemente porque no encajaban en el

orden que estaba a punto de erigirse.

No fueron laJi UnlCaJi victimaJi de laJi

innumerables obras de consrruccion

proyectadas y esparcidas por divers os rincones de la geografia mundial. Antes

de ellaJi, un millon y medio de armenios

fueron aJiesinados por ser las personas

equivocadaJi en ellugar equivocado. A ellos los siguieron diez millones de ku­laks -granjeros (real 0 presuntamente) acomodados- de Ucrania, a quienes se

maro de hambre por tratarse del tipo

erroneo de personaJi, inadmisible en ese nuevo y "maravilloso" mundo de con­

formidad sin clases. Despues de ellos,

millones de musulmanes fueron aniqui­

lados por ser considerados una mancha

en un paisaje de uniformidad hindu, al

tiempo que millones de hindues perdian la vida por "ensuciar" el paisaje de los

musulmanes. Millones de personaJi fue­

ron destruidaJi por interponerse en el ca­mino del Gran Saito Adelante chino 0

de la apacib1e, imperturbada y sencilla

armonia de los cementerios con la que

los jemeres rojos decidieron suplir el mundo desordenado, ruidoso y sucio de

1a humanidad pura y dura. Todos los

continentes del planeta han tenido sus

hutus locales que han maJiacrado a sus

vecinos tursis, y en codos ha habido tut­

sis nativos que han pagado a sus perse­

guidores con 1a misma moneda. Todos

los continentes han tenido su dosis de Darfures, Sudanes, Sierra LeOllaJi, Timo­

res Orientales y BosniaJi.

Lo que convirtio todos esos CaJiOS

en aJiesinatos categoriales fue, para em­

pezar, la particularidad de que los actos

mismos de 1a aJiignacion de laJi victimaJi

a una categorla y la sentencia a muene

de los miembros de esta baJitaran para

sellar el destino de los sentenciados: no

se requirio de ninguna otra prueba de la "culpabilidad" de laJi victimaJi. La aJiigna-

CLAVES DE RAz6 N PAACTICA ·N° 199

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cion de categaria him caso omiso de la diversidad de caracteristicas personales

de las personas asignadas y del grade de peligro que cada miembro individual

del grupo condenado podia representar. Era irrelevante, por 10 tanto, desde el

punto de vista de la logica asesina catego­rial, 10 viejas, jovenes, fuertes, debiles, geniales 0 malevolas que fueran las victi­mas. Los futuros sentenciados no tenian por que haber cometido un delito puni­ble para que se pronunciara un veredicto en su contra y se procediera a su ejecu­cion. Tarnpoco era relevante para dicho veredicto que se aportaran pruebas de la mala conducta de los condenados, ni mucho menos alin que se midiera esta

para permitir que el castigo fuera pro­porcionado a la gravedad de la supuesta fechorfa. Y, a la inversa, nada de 10 que las victimas hicieran 0 dejaran de hacer

podia reportarles el beneficio de la salva­cion: nada podia eximirlas de un destino

comun a la categoria a la que pertene­dan. Como Raul Hilberg senal6 en una conocida apreciacion suya, la suerte de los judios europeos habia quedado ya decidida y sellada desde el momento mismo en que las autoridades nazis completaron sus registros censales de la

poblaci6n judia y la separaron de los subditos alemanes "corrientes" estarn­

pando la letra "J" en sus pasaportes. En segundo lugar, 10 que hace de

semejante acumulacion de cadi veres un caso de asesinato categorial es su unidi­reccionalidad. El asesinato categorial es el opuesto exacto del combate, de una conrrontaci6n entre dos fuerzas, decidi­das ambas a destruir al adversario, inclu­so aunque una de ellas acme Unicamente en defensa propia tras haber sido provo­cada, atacada y arrastrada al conRicto par la hostilidad del otro bando. El ase­sinato categorial es, de principio a fin, una trama unilateral En el transcurso del asesinato categorial, las Imeas diviso­

rias entre los sujetos y los objetos de las acciones, entre el derecho a iniciar estas

y la obligacion de cargar con sus conse­cuencias, entre el "hacer" y el "padecer",

quedan trazadas con absoluta nitidez, son celosarnente vigiladas y se vuelven infranqueables. El asesinato categorial tiene como fin privar de sus vidas a los

blancos humanos designados, pero tam-

N° 199 ·CLAVES DE RAz6N pRACTrCA

bien -y a priori-expropiarlos de su hu­

manidad, de la que es un ingrediente in­dispensable (y, en el fondo, constitutivo) el derecho a la subjetividad, a la accion

guiada por la propia persona. El Holocausto judie ha adquirido

una posici6n de icono en la conciencia

de la epoca, un lugar enterarnente pro­pio. Podrfa decirse que destaca como paradigma 0 arquetipo de asesinato cate­garial, 0 como ejemplo por antonomasia del mismo. Podrfa incluso afirmarse que se ha convertido por eso mismo en una denominacion genbica con la que se de­signan las tendencias homicidas que tan a menudo dejan sentir su presencia y que con tan impresionante regularidad han venido estallando en el transcurso de la historia modema.

La memoria del pasado Hace cincuenta 0 sesenta ailos, se espe­raba que el conocirniento mismo de los truculentos detalles del Holocausto im­presionara hasta tal punto a la humani­dad que la despertara de su somnolencia

etica e imposibilitara asf nuevos genoci­dios. No ha sido asf. Del mismo modo

que ellegado del Holocausto ha inspira­do una aversi6n general rrente a las lla­madas "soluciones finales", para muchos

ha constituido tarnbien una tentaci6n de cara a probar las suyas propias. Mas de medio siglo despues, sigue alin abier­to el problema de inmunizar la sociedad £rente a tales tentaciones genocidas.

Dicho esto, a uno Ie habria gustado ailadir que, a raiz de tan incalificable ho­rror y de la repulsi6n que sigui6 a su re­velaci6n, el Holocausto judie marc6 el principio de una era mas civilizada y hu­mana en la historia de nuestra especie; que aunque la tendencia homicida con­tinUa sin haberse secado del todo, las

existencias actuales de espoletas necesa­rias para detonarla son mas escasas que nunca, hasta el punto de que tal vez se haya abandonado su produccion definitivarnente. Pero, por desgracia, no

podemos afirmar algo asf. El legado del Holocausto ha resultado ser demasiado

complejo como para que todo eso fuera posible y pudiera afirmarse con un mi­nimo grade de conviccion. La logica de

la convivencia humana no sigue los pre­ceptos de la logica de la conciencia mo-

ZYGMUNT BAUMAN

ral, y la una y la otra originan racionali­

dades radicalmente distintas. Es indudable que el Holocausto

cambio la situaci6n del mundo, pero no necesariarnente en el sentido esperado y deseado. El Holocausto ailadi6 una con­siderable dosis de informacion a nuestro conocimiento colectivo del mundo que

habitarnos conjuntarnente, y era inevita­ble que ese nuevo saber modificase nues­tro modo de vivir en el y de concebir y narrar la experiencia pasada y las pers­pectivas futuras de convivencia compar­tida. Antes de que se produjera, el Holo­causto era inimaginable. Para la mayoria de las personas, continuo siendo incon­cebible incluso cuando ya estaba muy avanzado. Hoy en dia, es cliflcil figurarse un mundo que no contenga la posibili­dad de un holocausto, 0 siquiera uno que este perfectarnente fortificado (no digarnos ya asegurado) £rente a la puesta en pclctica de dicha posibilidad. Todos hemos sido alertados al respecto y nadie ha retirado esa alerta todavfa.

Ahara bien, ~que significa vivir en un mundo permanentemente prenado del tipo de horrores representados por el Holocausto? ~El recuerdo de este hace del mundo un lugar mejor y mas segu­

ro, 0 pear y mas peligroso? Martin Heidegger explicaba que el

Ser (SeinJ equivale a un proceso de Wie­derholung (recapitulacion) continua del pasado. El Ser no tiene ningun otro modo de ser y esto es tan aplicable a los grupos humanos como 10 es a los indi­viduos humanos. Los dos aspectos de la identidad (individual y/o colectiva) dis­tinguidos por Paul Ricoeur, l'ipstHte (la diferencia que raya en la unicidad) y la memete (la continuidad del yo, la iden­tidad consigo mismo a 10 largo del tiempo), se entretejen hasta el punto de resultar inseparables, sin que ninguno de los dos sea capaz de sobrevivir por si solo. Cuando reunimos las observacio­

nes de H eidegger y de Ricoeur, se hace evidente el papel fundamental des em­penado por la retenci6n del pasado a la hara de formar el presente individual (0 colectivo). Hoyes corriente afirmar que los grupos que pierden su memoria pierden tambien su identidad: que la

perdida del pasado conlleva inextrica­blemente la perdida del presente y del

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EL ASESINATO CATEGORIAL

futuro. Si 10 que esti en juego es la pre­servadon de un grupo (es dedr, que siga siendo un valor que deba defenderse y apreciarse), el exito 0 el fracaso de tal empeno dependen del esfuerzo que se dedique a mantener viva esa memoria.

Puede que eso sea cierto, pero 10 que es seguro es que no supone toda la verdad, pues la memoria es un arma de doble filo. Para ser mas precisos, es, al mismo tiempo, una bendicion y una maldidon. Puede "mantener vivas" mu­chas cosas de valor marcadamente des­igual para el grupo y sus convecinos. EI pasado es un saco de acontecimientos y la memoria nunca los retiene todos, co­mo tarnpoco reproduce jamas en su for­ma "original" e "impecable" (sea 10 que sea 10 que tales adjetivos quieran decir) aquello que retiene 0 recupera del olvi­do. El "pasado en su totalidad", el pasa­do wie es ist eigentlich gewesen, como realmente ocurri6 (y como, seglin suge­ria Ranke, debia ser contado de nuevo por los historiadores), jamas vuelve a ser recuperado por la memoria (y si 10 fuera, esta seria una carga -antes que una ben­didon- para los vivos). La memoria se­lecciona e interpret a, y el que se selecciona y el como se interpreta son discutibles y son objeto de disputa continua. La resu­rreccion del pasado, el mantener el pasa­do con vida, solo puede conseguirse por medio del trabajo activo, la selecd6n, el reprocesamiento yel recidaje que lleva a cabo la memoria. Recordar es interpretar el pasado (0, para ser mas correctos, ex­plicar una historia pensada para ser identificada con el curso de los aconteci­mientos pasados). El estatus de ese "rela­to del pasado" es ambiguo y esti aboca­do a mantenerse asL

Por un lado, los relatos se cuentan o se narran. No puede haber relatos 0

historias sin narradores de las mismas, y estos, como todo ser humano, son, como bien sabemos, susceptibles de cometer errores y de dejar volar la ima­ginacion en algunos momentos. Errar es humano. Por otro lado, sin embar­go, la idea misma del "pasado" evoca una "cosa" solida, pertinaz, definitiva, inalterable e irreversible, el epitome mismo de "realidad" que no podemos revocar ni hacer desaparecer a nuestra voluntad. Los narradores ocultan su

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flaqueza human a tras la majestuosa grandiosidad del pasado, que, a dife­rencia del veleidoso presente y del alin informe futuro, puede consagrarse (aunque sea contra la evidencia de los hechos, por asi decirlo) como realidad inamovible que no acirrUte disputa. El pasado tiende a ser planteado (aunque sea contrafactualmente) como la linica roca s6lida a la que aferrarse en medio de un torbellino de opiniones frigiles, eHmeras, movedizas y esquivas, que so­lo son supuestamente verdaderas. 1n­vocando la autoridad de su propio ma­terial temitico, los narradores de la historia de 10 preterito pueden lograr que nos pase inadvertida la labor de re­procesamiento que tuvieron que llevar a cabo para transformar ese pasado en una historia. La invocacion de la auto­ridad del pas ado protege la interpreta­cion frente a cualquier inquisidon que no sea bienvenida, y que es calificada entonces de indiscreta y enojosa. No es que la verdad se beneficie necesaria­mente de ello, pero si que queda a sal­vo (por el momenta, al menos) una sensacion de "agradable bienestar": ese confort que se desprende de la creenda de estar en 10 cieno.

Los muertos no tienen poder algu­no para guiar la conducta de los vivos (y menos alln para vigil aria y corregir­la). Sin procesar, wie es ist eigentlic~ gewesen, sus propias vidas apenas po­drian constituir ensenanza alguna para nosottos; para convertirse en lecciones, primero han de ser transformadas en historias. EI pasado no interfiere direc­tamente en el presente: toda interferen­cia viene mediada por una historia. El curso que dicha interferencia tome finalmente se decide en el campo de batalla de la memoria, donde las histo­rias son los soldados y los narradores son los astutos 0 desventurados coman­dantes de las tropas en liza. Las leccio­nes a extraer del pasado son los princi­pales premios en juego en dicha batalla.

Sacralizaci6n y banalizaci6n La contienda entre interpretaciones en el curso de la cual el pasado vuelve a fra­guar con unos contornos visibles y con la significacion de "experiencia vivida" propia del presente, para luego ser reci-

dado en forma de planes para el futuro, se libra, como recientemente ha senala­do Tzvetan Todorov, en el estrecho paso que se abre entre dos trampas: la sacrali­zacion y la banalizacion.7 El grado de peligro que se contiene en cada una de estas Ultimas depende de si la que esti en juego es la memoria del individuo 0

la del grupo. Todorov admite que, en realidad,

resulta necesario (inevitable, induso) un cierto nivel de sacralizacion (un proceso que convierte un hecho pasado en un acontecimiento linico, del que se entien­de que es "como ninglin otro vivido por nadie mas", y que, por consiguiente, condena toda comparacion de ese estilo a la categoria de sacrilegio) para que la memoria ejerza su funcion en la autoafirmacion de la identidad indivi­dual. De hecho, para el sostenimiento de la ipseiti del yo personal es indispen­sable la pervivencia de alguna que otra area de interioridad rernisa a toda comu­nicacion: ciertas experiencias subjetivas centrales irreducibles, insolubles e inefa­bles, inapropiadas para su transmision interpersonal. Sin ese nlldeo, no habria oportunidad alguna de tener una indivi­dualidad genuina. La experiencia perso­nal es, en el fondo, personal· como tal, resulta "intransferible". EI rechazo (0, cuando men os, una cierta reticencia) co­municacional puede ser una condicion sine qua non de la autonomia individual.

Ahora bien, los grupos no son "co­mo los individuos, solo que mas gran­des". Si razonaramos simplemente por analogia, ignorariamos la diferenda cru­cial: a diferencia de los individuos que se autoafirman, los grupos viven a (t'aves de la comunicaci6n, el dialogo y el inter­cambio de experiencias. Los grupos se constituyen compartiendo recuerdos, no impidiendo el acceso de cualquier extra­no a los mismos. La verdadera naturale­za de 1a experiencia del asesinato catego­rial consiste en haber sido compartida y en que el recuerdo de la misma es para ser compartido y convertido en propie­dad comlin: consiste, por decirlo de otro modo, en que sea defendida frente a la tentacion de la sacralizaci6n. En el caso de la memoria compartida de una expe­riencia igualmente compartida (y, sobre todo, compartida como victimas), la sa-

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cralizacion impide realrnente la posibili­dad de comunicacion y, con ello, la de acrecentar la sabiduria colectiva de las personas vivas. A simple vista, al negar a otros grupos el beneficio que pueden obtener del aprendizaje y la memoriza­cion de la experiencia de otros, la sacrali­zacion protege los intereses de los sacra­lizadores. Pero las apariencias enganan: eI ostensible egoismo de la sacralizacion es desacertado y, en ultima instancia, contraproducente y danino para los pro­pios intereses del grupo que sacraliza. Si se ignoran 0 no se atienden debidamen­te las lecciones comunes que se pueden extraer de la experiencia de un grupo (y que solo se pueden descubrir a traves de un intercambio comunicativo), las con­diciones futuras de ese grupo estaran mal protegidas. Despues de todo, la su­pervivencia y eI bienestar del grupo de­penden mas de los principios vigentes y de la red de dependencias en la que se halia inscrito dicho grupo que de 10 que este se haga por su cuenta a sf mismo y al resto de la mencionada red.

La banalizacion sigue a primera vis­ta una ruta radicalmente opuesta a la de la sacralizacion, pero, sin embargo, aca­ba teniendo mas 0 menos los rnismos resultados: niega, aunque sea de forma indirecta, toda originalidad a la expe­riencia del grupo y, con ello, despoja el mensaje de esta, a priori, del valor singu­lar que podria justificar la necesidad de un diaIogo intergrupal. Como en eI caso de la sacralizacion, aunque aupada sobre la fortaleza de un motivo presuntamente contrario, esa banalizacion no ofrece de­seo ni animo alguno que invite (0 haga unirse) a una conversacion. Si el feno­meno que un grupo conoce a traves de su propia experiencia continua repitien­dose de forma aburridamente monoto­na en la experiencia de casi todos los de­mas, bien poco (0 nada) puede aprender un grupo de otro. Los casos pierden ese potencial iluminador que radica en su particularidad. Entre la multitud de ca­sos sirnilares 0 identicos, se pierde la pe­culiaridad a partir de la cual puede aprenderse algo verdaderamente general y de universal importancia (a raiz preci­samente de dicha singularidad). Parado­jicamente, pues, la banalizacion sirve a los propositos de los sacralizadores, pues

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potencia la sacralizacion, corrobora el supuesto buen tino y la logica de quien procede a tal prictica, e inspira un celo sacralizador alin mayor.

Tanto la sacralizacion como la ba­nalizacion separan a unos grupos de otros y los enfrentan entre S1. Ambas ha­cen que se entreguen a la introspeccion, pues arnbas reducen la importancia 0

niegan el valor de supervivencia del dia­logo intergrupal y del hecho de compar­tir experiencias de grupo que tienden a vivirse separadamente mientras los miembros de ese grupo permanecen irremediablemente ligados entre S1. Am­bas hacen que el camino hacia esa union necesaria para proteger la supervivencia del grupo (y para hacer del asesinato ca­tegorial algo superfluo) sea mas duro y dificultoso, tal veL, incluso, intransitable.

La sacralizacion y la banalizacion van de la mano. Todorov comenta el ca­so de Richard Holbrooke, representante del Departamento de Estado norteame­ricano en Yugoslavia, qui en accedio a conversar con las autoridades de Belgra­do despues de que estas hubiesen sido acusadas de llevar a cabo "un nuevo ho­locausto" en Bosnia y cito el precedente de Raul Wallenberg, quien, bajo el do­minio nazi, dejo a un lado su bienestar personal a fin de salvar vidas. Todorov seiiala que, mientras que Wallenberg arriesgo la vida al optar por ponerse al servicio de las vlctimas y, a tal fin, resis­tio frente a los todopoderosos perpetra­dores de aquel crimen, Holbrooke, ac­tuando en nombre (y a instancias) de la mas formidable hiperpotencia mundial, acudio a dar ordenes y pedir cuentas a personas rociadas a diario con los misi­les inteligentes y las bombas de esa mis­rna hiperpotencia. Clinton justifico la intervencion rnilitar en Bosnia citando la advertencia de Churchill contra la contemporizacion ante Hitler. Pero 2de que valia aquella comparacion?, se pre­gunta To do roV. 2Era Milosevic una arnenaza para Europa comparable a la de Hitler en su momento?

La banalizacion viene muy bien cuando se contempla la posibilidad de coaccionar a un adversario mas debil y cuando ha de promocionarse tal coac­cion entre el publico en general presen­tindola como un autosacrificio en lugar

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de como un acto de politica de poder. Sin banalizacion, la peculiaridad del cri­men seria vista en si rnisma como algo cargado de significado etico. Pem debe de haberse perdido la oportunidad de extraer principios eticos universalmente vaIidos cuando alguien como Moshe Landau, presidente en 1961 del tribu­nal que juzgo a Eichmann, pudo 26 mos despues presidir la comision que legalizo el empleo de la tortura contra otros exponentes "similares" del odio a los judios: los palestinos de los territo­rios ocupados.

La banalizacion suple con la ilusoria sirnilitud de la deslealtad de los enerni­gos otra sirnilitud que es la que realrnen­te cuenta si se pretende extraer alguna leccion de una experiencia pasada: la si­rnilitud de las relaciones de poder y la moralidad (0 inmoralidad) de los actos. Siempre (y dondequiera) que una fuerza omnipotente ahoga las voces de los de­biles y los desventurados en lugar de es­cucharlas, aquella se estara alineando del lado equivocado de la divisoria etica en­tre el bien y el mal; la banalizacion es un intento desesperado (pero exitoso du­rante un tiempo, mientras el fuerte siga siendo mas fuerte que el debil) de negar esa verdad. SoJo sobre la base de la uni­versalidad etica podemos condenar al general frances Paul Aussaresses por las atrocidades que autorizO y alento contra los rebeldes aJ'gelinos, 0 a Bob Kerrey (ex senador estadounidense que fue lue­go rector de universidad), acusado mu­chos anos despues por un antiguo com­panero de armas de haber perpetrado es­pantosas ejecuciones en masa en Viet­nam cuando estuvo alii con la fuerza ex­pedicionaria de Estados Unidos. "Una justicia que no sea igual para todos no merece ese nombre", nos recuerda Tzve­tan Todorov. Y mientras no haya posibi­lidades realistas de castigar a los matari­fes de Chechenia 0 a quienes inspiraron, patrocinaron y pagaron desde Estados Unidos las violaciones de los derechos humanos en El Salvador, Guatemala, Haiti, Chile 0 lrak, 0 a los culpables del maltrato del que son objeto los palesti­nos, 0 incluso a aquellos que, por la au­toridad que detentan, son culpables del "aval permisivo con el que han contado las tecnicas de interrogacion mas violen-

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tas jamas empleadas por la Agencia Cen­tral de Inteligencia", queda confirmado el derecho del Estado a perseguir a sus propios ciudadanos 0 a los residentes de otras territorios dependientes, despues de que este impute y reparta entre las victimas las malvadas intenciones que justifican y absuelven al Estado de toda fechoria de su parte, pero, sobre todo, de aquellas que probablemente cometera. Se trata del mismo derecho que, exten­dido allimite y exprimido hasta la Ulti­ma gota por los mandatarios nazis, re­dundo en la catastrofe del Holocausto.

Desafortunadamente, el derecho de los fuertes a hacer 10 que quieran con los debiles es otra de las lecciones de la era de los genocidas. Una leccion truculenta y aten'adora, sin lugar a dudas, pero no por ello aprendida, asumida y aplicada con menor ansia. Para estar lista para su adopcion, antes de nada, esa leccion ha debido ser despojada a conciencia de to­da connotacion etica hasta dejarla en el puro esqueleto de un juego de supervi­vencia de suma cero: "el mas fuerte sigue con vida". Que la deshumanizacion de las vfctimas sea algo que, a su Vel, des­humaniza (y devasta moralmente) a sus victimizadores es un inconveniente til­dado de menor (suponiendo que llegue siquiera a reconoeerse). La que importa es estar arriba y mantenerse arriba.

Esta que es la mas aterradora e in­humana de las lecciones que se extraen del genocidio se completa con el inven­tario de penalidades que se pueden infljgir a los debiles a fin de afirmar la propia fuerza. Apresar, deportar, encerrar en campos de concentracion 0 forzar a poblaciones enteras a someterse a una penuria proxima a la del modelo del campo de concentracion, demostrar la inutilidad de la ley mediante la ejecu­cion sumarisima de los sospechosos, en­careelar sin juicio ni un plaza de conde­na establecido, difundir el terror genera­do por el castigo aleatorio y sin explica­ciones: todos estos han sido metodos cuya eficacia (y, en consecuencia, cuya "racionalidad") ha quedado ampliamen­te demostrada. La lista podrfa ampliarse con el paso del tiempo. "Nuevos y me­jorados" recursos escin ya en pruebas y se madiran al mencionado inventario si las superan satisfactoriamente: arrasar

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con domicilios 0 distritos residenciales espedficos, arrancar olivares, enterrar cultivos ya sembrados, incendiar lugares de trabajo, aislar una casa de su explota­cion agrfcola aledana mediante un mu­ro, asi como otros metodos de destruc­cion de las Fuentes de subsistencia (ya de por si miserables) de esos agricultores. Todas estas medidas exhiben la propen­sion autopropulsada y autoexaeerbadora a inRigir dano a otros y a convertirlos en victimas. AI tiempo que creee la lista de atrocidades cometidas, tambien 10 hace la necesidad de aplicarlas con aun mayor resolucion para evitar que las victimas no solo hagan oir su voz, sino que consi­gan que se les escuche. Y cuando las vie­jas estratagemas devienen en rutina y va borrandose el horror que han sembrado entre sus destinatarios en el pasado, ya se escin buscando febrilmente nuevas, mas dolorosas y ffi<is horribles artimanas.

Las lecciones del genocidio inspira­das por la sacralizacion y la banalizacion suscitan y perpetuan mas separaciones, suspicacias, odios y hostilidades, con 10 que hacen que aumente la probabilidad de una nueva carastrofe.

El Holocausto fue, de hecho, un acontecirniento de tremenda importan­cia para la forma futura del mundo, pe­ro su significacion radica en su papel co­mo laboratorio en el que se condensaron los que hasta entonces habian sido ele­mentos potenciales de las formas mo­dernas y (en la actualidad) generalizadas de convivencia de la humanidad. Si no se reconoce esa significacion, seguiremos irremediablemente sin aprender la lec­cion mas importante del Holocausto: la que revela el potencial genocida endemi­co a nuestras formas de vida y las condi­ciones en las que dicho potencial podria brindarnos sus letales fiutos.

EI cfrculo vicioso de la animosidad Las lecturas sacralizadas y banalizadas del mensaje del Holocausto son erro­neas y peligrosas por la doble raWn de que alejan nuestra atencion de las estra­tegias que verdaderamente reducen el peligro, al tiempo que hacen que selec­cionemos una estrategia contrapradu­cente para el proposito que se supone y se espera que esta resuelva. Tales lecturas activan unas cadenas "esquismogeneti-

cas" (como la que recomienda "res- , ponder con fuerza a la fuerza comb a­tiendola con una fuerza aun mayor") que multiplican y magnifican los ries­gos genocidas que las pusieron en marcha originalmente.

Gregory Bateson, uno de los mas perceptivos y sagaces antropologos del siglo pasado, reflexiono sobre la natura­lela de las cadenas esquismogeneticas, anudadas en un cido siniestro de ani­mosidad humana. En cuanto caen enre­dados y atrapados en ese drculo vicioso de provocacion y respuesta, los antago­nisras se incitan, se azuzan y se instigan a realizar actos de frenetica beligerancia, cada Vel mas belicosos y cada Vel mas caracterizados por una obstinada, vehe­mente y; en Ultima instancia, inescrupu­losa combatividad. La beligerancia ad­quiere impulso propio y se alimenta de su propia furia: cada acto sucesivo de hostilidad proporciona toda la motiva­cion que necesita el siguiente; a medida que pasa el tiempo, la causa original del antagonismo importa cada Vel menos y puede incluso quedar olvidada: el confljcto surge simplemente porque Sl.

Existen dos dases de cadenas es­quismogeneticas. Unas son "comple­mentarias". En esos casos, una persona 0

un grupo obliga, en primer lugar, a otra persona 0 grupo a hacer algo que no Ie gusta hacer y que no haria si no fuera coaccionada a hacerlo. A continuacion, una vez aprendida la dificilleccion sobre las intenciones hostiles y el poder supe­rior de quien ha actuado as! en su con­tra, las asustadas victimas hacen manifiesta su mansedumbre y dedaran su obediencia con la esperanza de evitar otro golpe. La constatacion de su docili­dad, sin embargo, no hace mas que re­forzar la arrogancia de su opresor y el si­guiente golpe es mas doloroso que el primero. Eso vuelve aun mas sumisas a las victimas, 10 que envalentona alin mas a sus torturadores. Es Hcil imaginarse el resto de la historia. Los golpes y los do­lores se sueeden a una velocidad crecien­te y van adquiriendo mayor intensidad a cada paso. Si la cadena no se rompe, la Unica manera de que acabe sera con la destruccion total de las victimas.

Las otras cadenas esquimogeneticas son las "simetricas". En ese caso, ambos

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bandos juegan al mismo juego. Ojo por ojo, diente por diente, golpe por golpe. Una of ens a solo puede saldarse of en­diendo a su VeL a quien la ha cometldo (el dano solo se repara danando al damnificador). Hagas 10 que hagas, yo 10 igualare y 10 superare con mayor rabia e intensidad. El intercambio de golpes se convierte en una competicion de ensa­fiamiento, indemencia y crueldad. Am­bos bandos estin convencidos de que, cuanto mas despiadados y sanguinarios sean sus actos, mayor sera la probabili­dad de que el adversario se 10 piense dos veces antes de arriesgarse a un nuevo golpe, y de que, finalmente, arroje la toalla. Yambos lados creen que si reba­jan el tono 0 la intensidad de sus res­puestas (y no digarnos ya si se abstienen de responder), 10 Unico que conseguirin sera animar al adversario a golpear con aun mayor Furia. Pueden imaginarse igualmente el resto de la historia. Cuan­do ambos bandos comparten esa creen­cia, las posibilidades de romper la cade­na son practicamente inexistentes. Solo la mutua destruccion de los rivales (0 su agotamiento absoluto) podria poner fin a la contienda.

Las perspectivas no son buenas pa­ra la humanidad mientras continuen funcionando esas dos cadenas viciosas. Cabria preguntarse, mas bien, como ha podido sobrevivir la especie humana hasta la actualidad dotada como venia de tan desastrosas inclinaciones. Pero el caso es que ha sobrevivido. Asi que, en paralelo a los peligros, debe de haber tambien esperanza. Debe de haber un modo de cortar esas cadenas esquismo­geneticas, ,no?

En el inicio mismo de la larga, in­trincada y turbulenta historia de Europa, ya hubo quien se him esa misma pre­gunta: concretamente, en 1a trilogia de la Orestiada de Esquilo. En una de las obras, animada por el coro. Electra ansia vengar a su padre, asesinado por el amante de la madre de la propia Electra y llama a su hermano, Orestes, para que acabe con la vida de los asesinos. El coro esca encantado. Una nueva masacre acontece, con la que se cierra una cuenta de afrentas que estaban pendientes de respuesta para abrir otra nueva. AI final de la obra, confuso y desconsolado, el

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coro exclama: "~Cuindo remitira la mal­dicion ancestral y recibira sepultura, consumida su furia?". Sin embargo, por desgracia, ya no queda nadie para res­ponder. No es hasta la siguiente parte de la trilogia cuando se nos da una respues­ta y esta viene de Atenea, diosa de la sa­biduria: "Juicio justo, sentencia justa, que concluye en una votacion igualada que no acarrea deshonra ni derrota".

No se puede decir que el veredicto de Atenea haya sido obedecido a 10 largo de los mas de dos milenios de historia posterior: en innumerables ocasiones, ha sido ignorado; en muchas otras, flagrantemente quebrantado. Aun as!, ha continuado planeando sobre la histo­ria europea en forma de doloroso repro­che de nuestra conciencia que nos ha acuciado cada VeL que no hemos segui­do el consejo de la diosa. Lentamente-y no sin desvios y repliegues varios-, se fue avanzando por la senda que iba desde el imperio de la venganza hasta el de la ley y la justicia: la forma por antonomasia de destrabar los eslabones de las cadenas esquismogeneticas. Un "juicio justo, [una] sentencia justa" que "no acarre[e] deshonra ni derrota" y que, por 10 tanto, permita que los adversarios dejen a un lado sus rencillas y convivan en paz, es 10 que finalmente interrumpe la hasta en­tonces interminable cadena de represa­lias y venganzas.

Las dos I6gicas del asesinato categorial Ryszard Kapuscinski, explorador infati­gable de los mas famosos, los no tan co­nocidos y los completamente ignorados escenarios de inflamacion sangrienta y sufi-imiento humano, amen de estudioso asombrosamente perceptivo de los conflictos que destrozaron el caracter in­cipientemente humano de este mundo nuestro en rapida globalizacion, resumio asi el desafio al que nos enfrentamos co­lectivamente y las truculentas conse­cuencias que nos aguardan si no respon­demos a el:

"iNo es el reduccionismo consistente en describir cada caso de genocidio de forma aisla­da, como si estuviera separado de nuestra cruel rustoria y (en particular) de las desviaciones de poder en otras partes de nuestro planeta, un me-

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dio para eludir las preguntas mas brutales y fun­darnentales para nuestro mundo, y los peligros que arnenazan a este?

Cuando los estallidos sucesivos del fienesi del asesinato categorial son sacra­lizados como una tragedia privada de las victimas, de los descendientes de estas y de una herencia que es propiedad exclu­siva de las primeras y de los segundos, pero, al mismo tiempo, son banalizados por el resto de la humanidad como si se tratara de una manifestacion lamentable pero omnipresente de la iniquidad 0 de la locura irracional humanas, acaban siendo imposibles la reflexion comparti­da sobre los origenes de ese fienesi y la accion comtin destinada a neutralizarlos. Seguir el consejo y la advertencia de Ka­puscinski es una tarea sumamente apre­miante, un imperativ~ que no podemos desatender mas que a un elevado riesgo colectivo para todos nosotros.

Podriamos comenzar por tratar de abarcar los mUltiples y variados casos de asesinato categorial dentro de dos varie­dades en absoluto idiosincrisicas y si bastante comunes y generalizadas (cipi­cas incluso) de racionalidad instrumen­tal. A pesar de sus peculiaridades diver­sas, todos los casos contemporineos de asesinato categorial pueden clasificarse segtin si obedecen a uno u otro de dos tipos de logica, que, a falta de nombres mejores, podemos caracterizar aplicando la distincion que hiciera Ferdinand Ton­nies entre Gesellrchaft (los agregados con­tractuales e impersonales) y Gemeinschaft (las unidades primordiales), 0 entre "so­cial" y"comunitario".

Ninguno de esos dos tipos de totali­dad que Tonnies distinguio y yuxtapuso hace ya mas de un siglo es actualmente un fenomeno "natural" 0 que simple­mente nos venga "dado" (aunque ese ca­dcter de "dado" era 10 que, segun el propio Tonnies, caracterizaba a la Ge­meinschaft y la diferenciaba de la Gesellr­chaft). En nuestro mundo de moderni­dad l1quida, de dpida desintegracion de los laws sociales y de sus contextos tra­dicionales, ambas totalidades son postu­ladas, primero, y han de ser constrnidas despues. Y su construccion es una labor que, de no afrontarse, de no asumirse conscientemente y de no llevarse a ter­mino con decision, jamas se iniciaria ni,

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aun menos, se completaria por su pro­pio impulso. En el mundo contempora­neo, ni las comunidades ni las socieda­des pueden ser otra cosa que logros: artefactos resultado de un esfuerzo productivo. El asesinato categorial es hoy en dla un subproducto, un efecto secundario 0 un producto de desecho de la producci6n de esas comunida­des y sociedades. • La l6gica social del asesinato categorial es la de la construcci6n de orden. En el momenta de disenar la "gran sociedad" con la que se pretende reemplazar el agregado de 6rdenes locales incapaces de autorreproducirse de forma eficaz, cier­tos segmentos de la poblaci6n acaban siendo inevitablemente clasificados co­mo "sobrantes": para ellos no se encuen­tra espacio ninguno en el orden racio­nalmente construido del futuro.

El asesinato categorial, como el des­herbar (0, en general, como toda actividad de "limpieza a fondo" 0 "purificaci6n"), es una destrucci6n creativa. Eliminando todo aquello que esti fuera de sitio 0 no encaja (como los "extranjeros" 0 como cualquier unwertes Leben), se crea 0 se reproduce un orden. El orden sin clases de la sociedad comunista exigia la destruc­ci6n de los portadores del germen de la desigualdad de clases; el orden de limpie­za racial del Reich de los Mil Mos obli­gaba a una limpieza exhaustiva del solar donde se llevaban a cabo las obras de cons­trucci6n de dicho orden que liquidara todas las sustancias racialmente impuras y contarninantes. El vocabulario al servicio del genocidio puede haber variado de un lugar a otro, pero la pauta basica se ha venido repitiendo en multitud de ocasio­nes a 10 largo de la historia moderna, don­dequiera que la acelerada construcci6n de un orden "nuevo y mejorado" fuese asu­mida y emprendida por ciertos poderes del Estado moderno, dotados de lma fuer­za y unos recursos aplastantes (por ejem­plo, en la Camboya de Pol Pot, la China de Mao 0 la Indonesia de Suhano). • La l6gica comunitaria, de manera muy parecida a la l6gica social, es un vastago plenamente legltimo de la condici6n moderna, por mucho que el parecido familiar pueda ser dificil de detectar en primera instancia. En vista de la rapidez con la que se derriten y acaban flotando

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a la deriva todos los marcos establecidos y conocidos que servian para apuntalar la autoconfianza de la acci6n, la seguri­dad de la posici6n social y la protecci6n del cuerpo y sus prolongaciones, una de las reacciones posibles y mas probables es la busqueda febril de un punto firme y seguro: un refugio hente a la ansiedad potenciada por el poco fiable y erratico escenario de la vida. Entre la cacofonfa de senales y la caleidosc6pica mutabili­dad de panoramicas, cuando todo a nuestro alrededor se mueve, va a la deri­va y cambia de rostra sin apenas avisar (0 sin avisar para nada), ese refugio pare­ce hallarse en la uniformidad de la mis­midad. Dada la actual ausencia de una jerarquia netamente definida de valores (sustituida por una competencia salvaje entre fines enmeros), ese refugio parece radicar en una leal tad sin reservas que anula e invalida todas las demas respon­sabilidades, tan confusamente abundan­tes como agotadoras. Cuando todo 10 demas se ha vuelto descaradamente artificial (una fubricaci6n de notoria pro­cedencia "humana" y, por consiguiente, susceptible de ser "deshecha" par el hombre), el refugio parece cimentarse en una especie de compania que "ningun hombre puede disgregar" por la propia presencia primordial, "natural", de esta, inmune a todas las elecciones humanas y resuelta a sobrevivirlas. La era moder­na (y, sobre todo, la era moderna liqui­da) es una epoca de construcci6n comu­nitaria intensa aunque poco concluyente (0, mejor dicho, intensa por el hecho de ser poco concluyente, y mas desesperada y dedicada por ese mismo motivo). Yes­ta inspira sus propios asesinatos catego­riales. Y sus casos proliferan a un ritmo acelerado, desde Bosnia y Kosovo hasta Ruanda y Sri Lanka.

Como Rene Girard ha argumenta­do y demostrado de forma convincente, es dificil que algo una y aglutine con mayor solidez a una "comunidad" recien ensamblada que el hecho de compartir la complicidad de un crinlen; de alll que el asesinato categorial de rm comunita­ria difiera en varios y llamativos rasgos del de raiz social. Asi, en contraposici6n directa con el tipo social de asesinato ca­tegorial (ejemplificado por el Holocaus­to), en los actos genocidas inspirados

por la construcci6n de una comunidad el enfasis recae en la naturaleza "perso­nal" del crimen, en el hecho de matar a plena luz del dia y de que quienes 10 ha­cen son unos asesinos de rostro y nom­bre conocido para sus victimas y de que estas son familiares, amigos, conocidos 0

vecinos puerta con puerta con los asesi­nos. Para un asesinato categorial en nombre de la construcci6n de una co­munidad, ni se necesita ni se aprueba la "puesta en suspenso" de las emociones; por consiguiente, se niega toda validez a la excusa de "actuar obedeciendo 6rde­nes". Debe quedar claro a todo el mun­do que 10 t'mico que se interpondra en­tre los perpetradores y el tribunal de crf­menes de guerra sera la comunidad pos­tulada y a punto de ser construida, que s6lo la solidaridad continua y la lealtad a la causa comunitaria podrfan servir a los perpetradores de defensa cuando se les acuse de ser unos criminales. Las victi­mas designadas no son mas que las he­rrarruentas de la construcci6n comunita­ria; los autenticos enemigos son los de­nunciantes internos, los renegados 0,

simplemente, los mas tibios con la causa entre los individuos designados como hermanos dentro de la comunidad.

Aqui se han presentado las variantes social y comunitaria del asesinato cate­gorial como "tipos puros", por asi decir-10. En la practica, sin embargo, la mayo­ria de los casos de asesinato categorial contienen una mezcla de elementos de lila y otra, en proporciones variables, y deben ser ubicados en puntos interme­dios entre los dos extremos "tipico--idea­les". Los tipos ideales aqui desarrollados 10 han sido en calidad de recursos anali­ticos, con el fin de ayudar a la compren­si6n de las principales fuentes de amena­za genocida en nuestra sociedad moder­na liquida. Mi argumento principal es que la lecci6n mas importante que po­demos extraer dellegado del Holocausto es la necesidad de prestar detenida aten­ci6n a dichas fuentes y de emprender una acci6n concertada para neutralizar­las. La divisi6n, la separaci6n y la exclu­si6n han sido y continuan siendo los instrumentos primordiales del asesinato categorial y, por mucho que dejemos volar la imaginaci6n, es imposible que puedan proponerse como medios vili-

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dos para prevenirlo. La erradicaci6n de la tendencia genocida hace imprescindi­ble la inadmisibilidad de los dobles rase­ros, los tratamientos diferenciales y la se­paraci6n con los que se labra el terreno propicio para una batalla por la supervi­vencia en forma de juego de suma cero. Cualesquiera que sean los preceptos para la convivencia humana que haya que ex­traer del largo historial de asesinatos ca­tegoriales, 10 cieno es que s610 pod ran ser universales. Es imposible aplicarlos de forma selectiva, a menos que 10 que se pretenda sea su transformaci6n en una nueva apologia del derecho a imponerse de los mis fuertes.

Este parece ser un imperativo cla­ro, aunque no sea precisamente recon­forrante. En el mundo actual, escenario de una globalizaci6n tan veloz como (todavia) descoordinada, la dependen­cia mutua ha alcanzado ya una exten­si6n global, algo que, sin embargo, no ha sido igualado por una sociedad (0 unas instituciones de control politico, 0 un sistema de derecho, 0 un c6digo eti­co vinculante) de parecida escala mun­dial. La solidaridad de destino no ha generado hasta el momenta una solida­ridad de sentimiento y de acci6n, y si­gue sin estar ni mucho menos claro que es 10 que se necesita hacer y que puede hacerse para inducir a que se haga. Asi que el imperativo viene sin las instruc­ciones de uso ni los instrumentos que tal uso podria precisar. Ahora bien, esa lamentable circunstancia no hace que aqueJ sea menos esencial 0 urgente: pa­ra una persona moral, la incertidumbre en tomo a un curso de acci6n realista no es excusa para no hacer nada 0 para consolarse adoptando la postura de un espectador circunstante.

Tal vez s610 podamos (~o, mas bien, debedamos?) repetir 10 dicho por Kapuscinski: "Dada la inexisten­cia de mecanismos, de barreras lega­les, institucionales 0 tecnol6gicas ca­paces de repeler de forma efectiva nuevos actos de genocidio, nuestra unica defensa frente a ellos descansa en la elevaci6n moral de los indivi­duos y las sociedades por igual, en una atenci6n constante y considerada aI mandamiento "am a a tu pr6jimo como a ti mismo"".

No 199 • CLAVES DE RAZON pRAC TlCA

Allector esceptico que dude de la eficacia de tal mandamiento rrente a los modemos tanques, helic6pteros, bom­bas de relojeria y misiles inteligentes, y la intoxicante tentaci6n que tales ingenios despiertan en sus dueiios, podriamos decide que lilla lecci6n que la historia del asesinato categorial nos ha enseiiado mas alia de toda duda razonable es que amar al pr6jimo e inducir a este a que nos ame (aparte de sus otras virtudes, por ejemplo, morales) es el Unico servi­cio razonable, efi= y duradero que los individuos y los grupos pueden prestar a su amor propio.

"J uicio justo, sentencia justa" significa imperio de la ley: una ley igual para todos, una ley no partidista ni co­rrompida. Las personas tienden a vivir en paz y a abstenerse de emplear la vio­lencia cuando pueden dirigir sus quejas y sus rencillas a un poder en cuya inco­rruptibilidad e imparcialidad pueden confiar. Pero en un planeta como el nuestro, en rapido y ca6tico proceso de globalizaci6n, ese poder brilla s610 por su ausencia. Es un poder presente den­tro de las fronteras de los Estados poHti­camente soberanos, pero los daiios mas dolorosos se infugen actualmente desde ese "espacio exterior" a toda frontera, desde esa tierra de nadie, al mas puro es­tilo del Salvaje Oeste, donde no hay mas "raz6n" que la de la "fuerza", donde s610 los mas fuertes se sientan a juzgar y don­de s610 los mas debiles son castigados por sus actos. En nuestro mundo en vias de globalizaci6n, el poder ya no reside en la politica. EI poder coercitivo -eco­n6mico y militar- ha rota sus cadenas politicas y deambula Iibre por el espacio planetario, al tiempo que la politica que podria embridar sus travesuras (y que, de hecho, trat6 de domeiiarlas, con cier­to exito, dentro de los Hmites fronteriws de los Estados nacionales) continua sien­do local, como antes.

En un mundo asi, ninguna persona ni ningiln lugar se sienten protegidos ni seguros. Una vez mas, las cadenas es­quismogeneticas asumen el control del destino humano. Y ahora son globales, envuelven todo el planeta y hacen triste­mente inutiles las herramientas desarro­lladas a 10 largo de los siglos para cortar­las. Nuevamente, las Electras de hoy lla-

ZYGMUNT BAUMAN

man a sus hermanos a vengar las afrentas sufridas y a reparar la injusticia cometida contra sus seres queridos y a1legados, porque buscan -en vano- los poderes que podrian garantizarles unos juicios y unas sentencias justas. La voz celestial de Atenea sigue aguardando -esperanzada­mente, pero todavia en vano- a ser oida en la Tierra globalizada.

La competencia incontrolada por el uso de la violencia (una violencia cada vez mas desorbitada y abusiva) se ali­menta del mismo desorden mundial que la competencia incontrolada por la obtenci6n de rentabilidades (unas renta­bilidades cada vez mas desorbitadas y abusivas), 10 que aiiade ailn mas caos a este desordenado planeta. Aunque se las suponga enzarzadas en una guerra de desgaste, 10 cierto es que ambas compe­tencias son estrechas aliadas: ambas es­tan interesadas en la perpetuaci6n del desorden planetario, sin el cual no dura­rian mucho, y ambas recelan de la posi­bilidad de un control politico y de la instauraci6n del imperio de 1a ley, a cuyo advenimiento no sobrevivirian.

En un planeta en vias de globaliza­ci6n, ninguna de las dos cadenas esquis­mogeneticas que funcionan a escala pla­netaria puede cortarse localmente. No hay soluciones locales a unos problemas de raiganlbre global. Las causas de la su­pervivencia y de la justicia, tan rrecuente­mente enfrentadas en el pasado, exigen hoy unas estrategias similares y tienden a con verger en una sola: esa causa unificada no puede ser atendida (y mucho menos realizada) a nivellocal ni a base de inicia­tivas exclusivamente locales. Los proble­mas globales s610 tienen soluciones glo­bales. En un planeta que se globaliza, los problemas humanos no pueden ser abor­dados y resueltos mas que a traves de una humanidad solidaria.

[Selecci6n del capItulo 2 de Mundo Consu­

mo. Etica del individuo en el mundo global.

Paid6s, 2010.]

Zygmunt Bauman es catedritico emerito de Sociologfa en las Universidades de Leeds y Var­sovia. Autor de La wltul'tl como praxis, Vidas des­perdiciadas y Vida Lfquida.

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