31
El Miedo a Tucapel En febrero de 1982, un grupo operativo de la Dirección de Inteligencia del Ejército disparó cinco veces en la cabeza y luego degolló al líder sindical Tucapel Jiménez. El dirigente –cuyo asesinato se abordó en el octavo capítulo de Los archivos del cardenal– se había convertido en una amenaza para el régimen por su capacidad movilizadora, sus acercamientos al general Gustavo Leigh y sus poderosos aliados en Estados Unidos. T ucapel Jiménez Alfaro era un hombre de rutinas. Todos los días salía de su casa a la misma hora. Todos los días volvía a almorzar. Desde su vivienda en la Villa España, en Renca, a la ANEF en el centro, hacía siempre el mismo recorrido. Cada domingo se ponía corbata. Seguirlo debe haber sido cosa fácil. Nunca conducía a más de 40 kilómetros por hora. Jiménez, elegido presidente de la Asociación Nacional de Empleados Fiscales en forma ininterrumpida desde 1963, era un hombre de

El Asesinato de Tucapel Jiménez

Embed Size (px)

DESCRIPTION

Historia de Chile

Citation preview

Page 1: El Asesinato de Tucapel Jiménez

El Miedo a Tucapel

En febrero de 1982, un grupo operativo de la Dirección de

Inteligencia del Ejército disparó cinco veces en la cabeza

y luego degolló al líder sindical Tucapel Jiménez. El

dirigente –cuyo asesinato se abordó en el octavo capítulo

de Los archivos del cardenal– se había convertido en una

amenaza para el régimen por su capacidad movilizadora,

sus acercamientos al general Gustavo Leigh y sus

poderosos aliados en Estados Unidos.

T

ucapel Jiménez Alfaro era un hombre de rutinas. Todos los

días salía de su casa a la misma hora. Todos los días

volvía a almorzar. Desde su vivienda en la Villa España,

en Renca, a la ANEF en el centro, hacía siempre el mismo

recorrido. Cada domingo se ponía corbata. Seguirlo debe

haber sido cosa fácil. Nunca conducía a más de 40

kilómetros por hora.

Jiménez, elegido presidente de la Asociación Nacional de

Empleados Fiscales en forma ininterrumpida desde 1963,

era un hombre de carácter fuerte y a la vez simpático y

campechano. Un gran articulador, capaz de dialogar con

moros y cristianos. Como dirigente, se peleó con Eduardo

Frei Montalva y con Salvador Allende en sus respectivos

gobiernos. Sus críticas a la Unidad Popular casi le cuestan

Page 2: El Asesinato de Tucapel Jiménez

la expulsión del Partido Radical. Partió apoyando el golpe

de Estado, pues creyó en las promesas que se le hicieron

de mejorar la condición de los empleados públicos, pero

en cuanto el modelo económico adoptado por el régimen

comenzó a golpear a sus representados se tornó en

contra. Un mes después de la muerte de Frei Montalva,

este hombre que no era ni marxista ni opositor

clandestino fue asesinado. ¿Por qué?

El aliado

En 1974, Tucapel Jiménez aceptó asistir a la asamblea

anual de la Organización Internacional del Trabajo (OIT)

en Ginebra, junto a los dirigentes Eduardo Ríos, Guillermo

Medina, Federico Mujica y Ernesto Vogel. Los

acompañaron los delegados empresariales y los de

gobierno. En esa oportunidad, Ríos, quien encabezaba la

delegación, dijo, con el consentimiento de los demás

dirigentes, que «el gobierno de Allende (…) interrumpió

más de cuarenta años de vida institucional y democrática

para ahondar la miseria del pueblo chileno».

Vogel, entonces dirigente de los ferroviarios, entrevistado

para este reportaje, rechaza que los dirigentes hayan

defendido a la dictadura ante la OIT: «El ministro del

Trabajo, un general de Carabineros, citó a varios

dirigentes y nos dijo: “La próxima semana parten a

Ginebra”, aunque nadie lo había solicitado. Le

manifestamos que teníamos que consultar con nuestras

Page 3: El Asesinato de Tucapel Jiménez

directivas. Hubo votaciones y con autorización de

nuestras organizaciones aceptamos. Allá hicimos

declaraciones sobre lo que estaba ocurriendo en Chile:

que se había disuelto la CUT, que había persecuciones.

Incluso después nos detuvieron por no asistir a los actos

de conmemoración del golpe en el Diego Portales».

No obstante, el respaldo inicial de Tucapel Jiménez a las

nuevas autoridades quedó plasmado en una entrevista

que concedió en noviembre de 1974. «Ahora se habla con

claridad y franqueza. Nuestros planteamientos son

analizados y obtenemos respuestas en plazos brevísimos

(…) Existe plena libertad para reuniones y para discutir

los problemas», decía.

Y sobre Ginebra: «Nosotros nos jugamos enteros por que

viniera una comisión a Chile que pudiera ver en el

terreno, objetivamente, la verdadera realidad sindical que

vivimos». Es verdad, decía, que transitoriamente las

elecciones y las negociaciones colectivas se hallaban

suspendidas. «Por el momento, hacer una elección es

volver a la chuchoca política, al chantaje político».

Tucapel Jiménez confiaba en que las demandas de los

empleados públicos serían atendidas, como se le había

Page 4: El Asesinato de Tucapel Jiménez

prometido. Pero paulatinamente comenzó a caer en

cuenta de que eso no sucedería.

El miedo al boicot

Jiménez empezó a trabajar a los dieciséis años cargando

sacos en lavaderos de oro. En 1944 entró al servicio

público y pronto se convirtió en dirigente. Sin embargo,

nunca dejó de cumplir con sus labores por atender sus

responsabilidades como sindicalista. «Mi papá era

dirigente solo después de las cinco de la tarde y durante

las vacaciones. Nunca en horario de trabajo», recuerda su

hijo, el actual diputado del PPD Tucapel Jiménez Fuentes.

Era un hombre austero a quien su mujer le cosía la ropa.

«En los tiempos de la dictadura debe haber ganado unos

700 u 800 mil pesos de hoy, pero no lucían, porque era

muy desprendido. Recuerdo que un día regaló mi bicicleta

a un niño que no tenía, y cuando protesté me dijo: “Pero,

hijo, si a ti te puedo comprar otra”. “Ya, pero cuándo”, me

quejaba yo».

El sindicalismo chileno había sido duramente castigado

por la represión y las organizaciones subsistentes estaban

divididas, entre otros asuntos, respecto de si aceptar en

ellas la participación de dirigentes comunistas. Sin

declararse derechamente opositor al régimen, Tucapel

Jiménez comenzó por criticar los despidos, las rebajas de

Page 5: El Asesinato de Tucapel Jiménez

sueldo en el sector público y la indiferencia de las

autoridades a sus planteamientos. En 1975 creó el Grupo

de los Diez, una coordinadora de organizaciones

sindicales que comenzó a demandar cambios en las

políticas económicas y laborales del régimen. Se vinculó

con la poderosa AFL-CIO, organización sindical

estadounidense que era la rival de la entidad patrocinada

por la Unión Soviética, y por esa razón un sector del

sindicalismo lo consideraba un aliado del imperialismo.

Pero Estados Unidos dejó de ser incondicional a la

dictadura, especialmente a partir de 1976, el año en que

Orlando Letelier fue asesinado en Washington DC y en

que el demócrata Jimmy Carter fue electo presidente de

ese país. En 1976 el ministro del Trabajo, general del aire

Nicolás Díaz Estrada, fue reemplazado por Sergio

Fernández y las diferencias de Jiménez con el régimen se

acentuaron.

En 1979, Tucapel Jiménez planeó un boicot a las

exportaciones de productos chilenos, por ser producidos

en una dictadura que no respetaba derechos laborales

mínimos como la sindicalización, la negociación colectiva

y la huelga. El presidente de la multisindical AFL-CIO,

George Meany, quien lo apoyaba, tenía el poder para

instruir a sus asociados para que no descargaran los

productos al llegar a los puertos norteamericanos. Así, los

Page 6: El Asesinato de Tucapel Jiménez

jerarcas del régimen militar temieron que la protesta

tuviera éxito.

El hijo del sindicalista chileno cuenta que todas las

semanas recibían amenazas telefónicas en su casa. Una

de las que recuerda más nítidamente se refería al boicot:

«Yo tomé el teléfono y una persona me dijo: “Si el boicot

se produce, están todos ustedes condenados a muerte”».

En la sentencia del caso Tucapel, el ministro Sergio Muñoz

relata que el entonces ministro de Hacienda, Sergio de

Castro, viajó a Estados Unidos y se entrevistó con Meany,

«a quien le hizo presente que el gobierno de Chile de la

época estaba dispuesto a impulsar reformas legales que

contemplaran los aspectos enunciados, con lo cual se

obtuvo que se omitiera la implementación del boicot a las

exportaciones de productos de empresas chilenas». Es lo

que el propio De Castro declaró en el proceso.

Tucapel Jiménez fue recibido en la Casa Blanca por el

presidente Carter en enero de 1980. Sin embargo, los

vientos se volverían en su contra porque Carter perdió la

reelección y ese mismo mes asumió Ronald Reagan. La

llegada del republicano significó la intensificación de la

represión en Chile.

Page 7: El Asesinato de Tucapel Jiménez

Tucapel Jiménez fue recibido en la Casa Blanca por el

presidente Carter en enero de 1980. Sin embargo, los

vientos se volverían en su contra porque Carter perdió la

reelección en noviembre de 1981 frente a Ronald Reagan.

La llegada del republicano significó la intensificación de la

represión en Chile, según afirma el abogado Roberto

Garretón en El libro negro de la justicia chilena.

El Walesa chileno

El 15 de noviembre de 1980, un día sábado, se dictó el

Decreto Ley 3.511, que disponía la reorganización de la

Dirección de Industria y Comercio (DIRINCO), donde

trabajaba Jiménez. Para llevarla a cabo, decía el decreto,

se suspendía la inamovilidad de sus funcionarios, que a

partir de ese momento pasaban a tener calidad de

interinos. El lunes a primera hora, con las firmas de José

Luis Federici y Hernán Büchi, ministro y subsecretario de

Economía respectivamente, se despachó un nuevo

decreto que despidió a Jiménez de su cargo y dio por

terminado el período especial de interinato.

Lo que se pretendía es que la ANEF se viera obligada a

prescindir de Tucapel Jiménez como presidente, pero los

cálculos fallaron: cuando el dirigente presentó la

renuncia, los asociados la rechazaron y optaron por

mantenerlo a la cabeza de la asociación.

Page 8: El Asesinato de Tucapel Jiménez

Se parecía mucho, le dijeron sus asesores a Augusto

Pinochet, a lo que sucedía en Polonia con el líder

sindicalista Lech Walesa. Walesa había sido despedido de

los astilleros donde trabajaba, pero los trabajadores

organizados exigieron su reincorporación y a partir de ese

incidente se inició una movilización que terminó

desestabilizando al gobierno comunista.

«Tan relevante es este hecho que, aun con posterioridad

a la muerte de Tucapel Jiménez Alfaro, se estimó que el

viaje de Lech Walesa a Chile era contraproducente, pues

sería utilizado políticamente, viajando un agente de la

Central Nacional de Informaciones junto al sacerdote

Rector de la Misión Católica Polaca en Chile, Bruno

Richlowsky, persuadiendo a dicho sindicalista para no

concurrir a nuestro país, aduciendo compromisos

internos», revela la sentencia del juez Sergio Muñoz.

Jorge Mario Saavedra, el abogado que representó a la

familia del sindicalista y que investigó por cuenta propia

durante los años en que la causa judicial no se movía,

dice que «Pinochet estaba obsesionado con el caso

Walesa. El general Jorge Ballerino, su orejero, lo había

convencido de que algo similar podría ocurrirle».

Page 9: El Asesinato de Tucapel Jiménez

Después de su despido, Jiménez quedó ganando una

pensión de 20 mil pesos. En ese momento una de las AFP

recientemente creadas le ofreció pagarle al contado 600

mil pesos y un sueldo de 200 mil mensuales si accedía a

aparecer en un spot televisivo invitando a los

trabajadores a retirarse del viejo sistema de pensiones y

ficharse en esa AFP. Le hubiera arreglado la vida, pero

Jiménez lo rechazó. «Dijo que hubiera sido engañar a los

trabajadores», relata su hijo. Otro de los dirigentes con

que viajó a Ginebra, Guillermo Medina, no pensó lo mismo

y aceptó convertirse en rostro de una AFP.

En los primeros días de septiembre de 1980 hubo un acto

en la ANEF que se conoció como «el Caupolicanazo

chico», porque se realizó pocos días después del

Caupolicanazo, el primer acto político en dictadura, con

Eduardo Frei Montalva como orador princial. El

Caupolicanazo chico fue el primer acto público y masivo

en la sede sindical. Tucapel fue uno de los oradores. El

otro, Frei Montalva. El exmandatario no quería ir, pero

Jiménez fue a buscarlo. Le reclamó que debía asumir su

responsabilidad histórica. Si había cualquier cambio

político, le dijo, él tendría que encabezarlo.

El 17 de febrero de 1982, Jiménez volvió a la carga

haciendo un llamado a todas las organizaciones sindicales

Page 10: El Asesinato de Tucapel Jiménez

para que se unieran en un solo frente para luchar contra

el modelo económico. Creía que «esta idea fructificaría y

que la unidad sindical nacional sería una realidad de aquí

a fines de marzo», según la cita recogida en el fallo del

juez Muñoz. La prensa de la época tachó el llamado de

Jiménez como un intento de revivir la CUT. «Detrás del

llamado de unidad gremial está la mano comunista»,

decía La Nación.

El propio Pinochet hizo pública su molestia. El 21 de

febrero de 1982, apenas unos días antes del crimen, dijo

en Calbuco: «Lógicamente, cuando hay estas pequeñas

acciones negativas momentáneas, aparecen los de

siempre. Aparecen los negativos de siempre y a ellos les

mando hoy este mensaje: el Gobierno tolera muchas

cosas, pero jamás va a tolerar volver atrás. Jamás va a

tolerar que algunos enquistados estén actuando en forma

negativa y tratando de sembrar la cizaña en las mentes

de los trabajadores. Por ello, me atrevo a decir a aquellos

que están en estos momentos realizando acciones

contrarias al Gobierno: mucho cuidado, señores, porque

también ustedes pueden salir fuera del país».

Tucapel Jiménez Alfaro no se amilanó y siguió trabajando,

no solo en la unificación de las organizaciones sindicales,

Page 11: El Asesinato de Tucapel Jiménez

sino que en la organización de un paro nacional, que

debía concretarse en marzo de 1983.

Un amigo peligroso

El 23 de febrero de 1982, Jiménez acudió a cenar a la

casa de Jorge Ovalle, un abogado radical amigo suyo y, al

mismo tiempo, asesor del excomandante en jefe de la

Fuerza Aérea, Gustavo Leigh, otro de los invitados a la

comida.

Leigh había caído en desgracia en 1978, luego de una

larga pugna de poder con Pinochet y de un fallido plan del

aviador para derrocarlo. Cuando fue destituido de la

jefatura de la FACH y obligado a abandonar la Junta

Militar, el cuerpo completo de generales del aire renunció

con él, a excepción de Fernando Matthei, quien lo sucedió

como comandante en jefe. Esa fue una victoria esencial

para que Pinochet tomara el control total del régimen, sin

contrapesos.

«La idea de mi papá era sumar a Leigh al movimiento

social opositor, porque ya había salido de la Junta. Cuando

terminaron la cena, y salieron a la calle, Leigh apuntó a

unos autos que había estacionados allí y le dijo a mi papá:

“Tucapel, te están siguiendo”», relata el diputado

Jiménez. Entrevistado en marzo de 1982, a propósito de

sus encuentros con el sindicalista, Leigh afirmó al

Page 12: El Asesinato de Tucapel Jiménez

vespertino La Segunda que siempre estuvieron bajo la

vigilancia de la CNI.

Jorge Mario Saavedra, quien entonces era amigo y asesor

del sindicalista, relata que la relación del «Tuca» –como le

decían cariñosamente sus amigos– con el exintegrante de

la Junta se urdía con dificultad. Había quienes, como el

propio Saavedra, se oponían a esos contactos: «Yo

dudaba de la verdadera vocación democrática de Leigh y,

además, en términos prácticos, me parecía inconducente

buscar acuerdos con alguien que estaba fuera del poder.

Leigh se había comprometido a impulsar ciertos proyectos

en favor de los empleados fiscales, cuando en realidad no

tenía ninguna posibilidad de llevarlos a cabo».

Pese a las reticencias de sus amigos, Tucapel Jiménez

había tenido más de un encuentro con Leigh. En la

víspera del crimen, acudió a la cena en la casa de Ovalle

acompañado del vicepresidente de la ANEF, Hernol Flores.

En el libro Chile, la memoria prohibida se sostiene que la

sintonía que inicialmente tuvo la dictadura con el

movimiento sindical se debía a la influencia de Leigh y de

algunos de sus hombres, como el general Nicolás Díaz

Estrada, uno de los primeros ministros del Trabajo del

régimen, quien fue dado de baja tras la renuncia de Leigh:

Page 13: El Asesinato de Tucapel Jiménez

«Era la reanimación de esa sintonía, ahora con un Leigh

despechado, la que Ovalle facilitaba. A Leigh podía

interesarle la fuerza y el ascendiente sindical de Jiménez.

En cambio de Leigh podía interesarle a Jiménez un cierto

crédito militar, a pesar de que el general se hallase por

entonces en retiro, como respaldo a una iniciativa que

acababa de lanzar prominentemente al ruedo: la

reunificación del movimiento sindical, un desafío y una

amenaza indudable para el régimen».

En el mismo libro se relata que esa noche los comensales

hablaron de política y criticaron el sistema económico,

aquejado de síntomas de recesión. «Se habló de la

necesidad de que las autoridades de gobierno

enmendaran rumbos».

Un automóvil que había seguido a Jiménez permaneció

durante toda la cena esperando a que saliera, y sus

ocupantes no se intimidaron al saberse descubiertos por

los comensales. Hernol Flores se ofreció a acompañar a

Jiménez de regreso a casa, alarmado por el seguimiento

tan ostensible, pero el dirigente declinó el ofrecimiento.

«Son mis guardaespaldas», le dijo.

En la sede de la hoy Central Unitaria de Trabajadores hay

quienes sostienen que el asesinato de Jiménez fue en

realidad un mensaje para Leigh. El abogado Saavedra no

Page 14: El Asesinato de Tucapel Jiménez

comparte esta opinión y cree que la cercanía de Jiménez y

Leigh fue una gota más en un vaso ya repleto.

Últimas horas

En el verano de 1982, Jiménez conducía un taxi que había

adquirido apenas meses antes, con el pago de la

indemnización tras ser despedido de la DIRINCO.

«Nosotros sabíamos que lo seguían. Recibíamos

amenazas en la casa todas las semanas. Mi mamá vivía

desvelada. Escuchaba un ruido y pensaba que nos habían

puesto una bomba», relata el diputado Jiménez. «Cuando

mi papá llegaba y nos veía asustados, le bajaba el perfil.

“Quién los va a querer matar a ustedes”, nos decía, y yo

me tranquilizaba».

En el proceso por el caso Tucapel quedó establecido que

el régimen militar creó, entre otros, un servicio destinado

a regular la actividad gremial y sindical, que llamó la

Secretaría Nacional de los Gremios. Como la Secretaría

Nacional de la Mujer y la Secretaría Nacional de la

Juventud, era uno de los departamentos de la Dirección

de Organizaciones Civiles, dependiente en ese momento

del subsecretario general de Gobierno, Jovino Novoa.

«Dicha repartición tenía entre sus funciones formar

dirigentes sindicales que representaran las ideas del

Page 15: El Asesinato de Tucapel Jiménez

gobierno, como, además, tenía vinculaciones con

diferentes instituciones o grupos que sustentaban

posiciones proclives al régimen, de los cuales formaban

parte algunos de sus funcionarios, entre ellos, el

Movimiento Revolucionario Nacional Sindicalista (M. R. N.

S.)», dice el fallo del ministro Muñoz.

El MRNS era en realidad un grupo paramilitar, organizado

jerárquicamente, cuyos integrantes vestían tenidas

especiales e insignias, y practicaban ejercicios con armas

y explosivos. Ellos canalizaban a la CNI la información que

se reunía sobre los sindicalistas opositores.

Misael Galleguillos, el encargado de la Secretaría Nacional

de los Gremios, quien había ayudado a crear el MRNS,

recopilaba información sobre Tucapel Jiménez, entre otros

dirigentes, y se los pasaba a la Brigada Laboral de la CNI,

a cargo de Álvaro Corbalán. Más tarde, la CNI compartía

los datos que reunía con los demás servicios de

inteligencia, entre ellos la DINE, en las reuniones

periódicas que se sostenían en la llamada Comunidad de

Inteligencia.

Según los antecedentes recopilados por el juez Muñoz, la

prominencia y el riesgo que se le atribuía a las conductas

de Jiménez llevaron a la CNI a registrar todos sus

Page 16: El Asesinato de Tucapel Jiménez

movimientos, «levantándosele y acostándosele». De esta

manera determinaron dónde vivía, los lugares que

visitaba y los recorridos que hacía. Confeccionaron una

carpeta con sus principales antecedentes, incluyendo a su

grupo familiar y a las personas que frecuentaba,

interceptaron los aparatos de teléfono en su casa y en la

ANEF, y grabaron y analizaron sus conversaciones.

Además, la CNI reclutó a Julio Oliva, el junior de la ANEF,

para que informara sobre todas los planes, actividades y

reuniones de Jiménez. En una ocasión, Valericio Orrego,

un dirigente del Ministerio de Obras Públicas que

participaba en la Secretaría Nacional de los Gremios, se

infiltró en una reunion del Grupo de los Diez con una

grabadora adosada al cuerpo, pero la máquina empezó a

hacer ruido, lo delató y tuvo que huir.

Tucapel era seguido tan abierta y ostentosamente que

cuando llegaba a su casa se acercaba al auto de sus

celadores y se despedía: «Muchas gracias por venir a

dejarme».

Pocos días antes del asesinato, el hijo del dirigente,

entonces de diecinueve años, y el único de los tres

hermanos que vivía aún con sus padres, se fue a pasar las

vacaciones con unos primos en Algarrobo, confiado en

Page 17: El Asesinato de Tucapel Jiménez

que su padre estaba seguro. Cuando conversaban en

casa, lo que más temían era que un día Tucapel Jiménez

fuera expulsado del país, posibilidad que no desagradaba

a Tucapel hijo y a su madre. «Estábamos agotados de

vivir en esa tensión y nos imaginábamos que iríamos a

vivir a Los Angeles, Estados Unidos».

Lo que ignoraba la familia era que la posibilidad de

expulsión había sido desaconsejada, entre otros, por el

abogado Ambrosio Rodríguez, asesor jurídico de la CNI,

quien era de la opinión de que la expulsión sería

«contraproducente». También su desaparición, pues por

el prestigio internacional del dirigente esas medidas

aumentarían «la campaña externa contra el Gobierno».

En el menú de posibilidades quedó solo la eliminación.

«Mi papá me fue a dejar al terminal. Me preguntó si mi

mamá me había dado plata para el viaje y yo le dije que

no. Él sabía que yo le mentía, porque mi mamá no me iba

a mandar con los bolsillos vacíos. Sonrió y me dio plata

también. Me pidió que lo llamara al llegar y se despidió»,

relata el diputado. No recordó en ese momento que en

1981 su padre le había pasado un casete para que lo

escuchara junto a su madre, «si un día me pasa algo». «Ni

siquiera lo escuchamos. Lo guardamos pensando que

jamás tendríamos que oírlo».

Page 18: El Asesinato de Tucapel Jiménez

El contenido de la grabación quedó transcrito en el

proceso:

«Quiero enviar este mensaje como última instancia en

esta vida. Para mi mujer Haydeé Fuentes Salinas, mujer

que sufrió mucho por mí, muchísimo, y que ahora en este

minuto le pido perdón. (…) A mis hijos queridos, si algo

me pasa, sea para ustedes mi palabra de aliento. Tengan

resignación, tengan tranquilidad para vivir. (…) Adiós,

seres queridos. Adiós…, estimada…, vieja…, chao. Por

último, quiero decirles a los trabajadores de Chile, a los

trabajadores de mi país, a los trabajadores fiscales, a la

Agrupación Nacional de Empleados Fiscales, mi querida

ANEF, que los problemas que afectan a los trabajadores,

especialmente al sector público, se resuelvan ojalá a la

brevedad posible. ¡Viva Chile!».

El crimen

El 25 de febrero de 1982, a las 9:30 de la mañana,

Tucapel Jiménez salió de su casa como todos los días

rumbo a la ANEF. Manuel Bustos, entonces presidente de

la Coordinadora Nacional Sindical, lo esperaba para una

reunión en que se trataría el tema de la reunificación del

movimiento. Tucapel se sentía optimista porque estaba

seguro de que conseguiría reunir en una misma

organización desde democratacristianos a comunistas.

Page 19: El Asesinato de Tucapel Jiménez

Myriam Verdugo, viuda de Bustos, en entrevista para este

reportaje recuerda haber presenciado reuniones previas

de Jiménez con Bustos, cuando este permanecía en la

Cárcel Pública.

«En esos diálogos conversaron sobre la necesidad de

lograr la unidad entre las organizaciones sindicales.

Manuel entendía que él no podía hacer ese llamado, pues,

dada la conformación de la Coordinadora Nacional

Sindical que él dirigía, donde se reunían DC, socialistas,

comunistas, radicales, Mapus OC y otros de izquierda sin

militancia reconocida, sería más fácil que el Gobierno, la

derecha en general, y los medios lo atacaran y

denostaran. Él aceptaba que la convocatoria a la unidad,

primer paso para convocar a un paro general, debía venir

de personas menos fáciles de atacar. A Bustos se le

sindicaba, incluso al interior de la DC, como filocomunista.

Tucapel no tendría esos problemas y estaba dispuesto a

asumir el liderazgo», relata.

La reunión de esa mañana con Bustos en la sede de la

ANEF, entonces, era crucial.

«Mi papá era muy ordenado y muy puntual. Nunca se

hubiera detenido a recoger pasajeros sabiendo que

Page 20: El Asesinato de Tucapel Jiménez

Bustos lo esperaba. Si lo hizo fue porque vio a alguien

conocido», dice el diputado Jiménez.

Ese alguien era el carabinero en retiro Luis Pino Moreno,

casado con una prima suya. «Él fue despedido de la

institución porque tuvo un desliz sentimental y su amante

se quitó al vida en el cerro Santa Lucía. Lo habían llamado

a retiro en diciembre. Desde entonces, iba todos los días

a la casa, a pedir ayuda. Hasta que llegó febrero y no fue

más. Después de la muerte de mi papá, en una fiesta

familiar, se emborrachó y le pidió perdón a mi madre, le

dijo que lo que había hecho lo hizo por su mujer y su

hija».

Gracias al servicio prestado por Pino, tres hombres que

descendieron de otro taxi se subieron al vehículo de

Tucapel Jiménez y lo obligaron a conducir a punta de

cañón hasta un sector apartado camino a Lampa. Uno de

ellos le dio cinco disparos en la nuca y otro le cercenó el

cuello para rematarlo. Los hombres esperaron a que

exhalara el último aliento de vida, sacaron el taxímetro y

una peineta verde para simular un robo, subieron los

vidrios del vehículo para acelerar la descomposición del

cuerpo y se marcharon.

Page 21: El Asesinato de Tucapel Jiménez

De inmediato la información oficial habló de un asalto

común. Así también lo consignó parte de la prensa de la

época. «Pienso que no es un asesinato político. Creo que

es delictual, pero la verdad es que no voy a hacer ninguna

declaración», decía el director de la CNI, general de

Ejército Humberto Gordon, a La Tercera del 27 de febrero.

Esa era justamente la tesis que la DINE quería que se

implantara. Carlos Herrera Jiménez, uno de los autores

materiales del crimen y conocido en los cuarteles como

«Bocaccio», consignó ante el juez Muñoz que así le

pidieron que fuera la operación. «La misión consistía en

que yo me debía parar y esperar que pasara este señor,

hacerlo parar, porque este señor salía de su casa

taxeando. Esa información ya se tenía y se sabía.

Conversé con la gente que tenía que operar, vi los medios

que se me asignaron. ¡Ah!, otra cosa muy importante (…)

era que la muerte de este señor debía ocurrir como si

fuese hecho por delincuentes habituales», explicó el

agente diecisiete años después.

De hecho, un año y casi cinco meses después, el 11 de

julio de 1983, un comando de la CNI –al que se integró

Carlos Herrera Jiménez– secuestró y mató al carpintero

Juan Alegría Mundaca, un hombre solitario y sin

vinculaciones políticas, para encubrir el crimen del

Page 22: El Asesinato de Tucapel Jiménez

dirigente: lo obligaron a escribir una carta inculpándose

por el asesinato del sindicalista e hicieron aparecer su

muerte como un suicidio.

En el momento, sin embargo, las sospechas de la familia

y de toda la dirigencia sindical cayeron de inmediato

sobre los servicios secretos. No obstante, el ministro en

visita nombrado para investigar, Sergio Valenzuela Patiño,

llegó a la conclusión de que no era posible encontrar a los

culpables y sobreseyó el caso.

Tucapel Jiménez hijo, su madre y su hermana mayor se

mudaron a Suecia, donde vivía su hermana menor. El

primero regresó a Chile en 1995 a pesar de que tenía una

vida armada en Suecia, y de que su esposa y sus hijos no

tenían deseos de vivir en el país. Pero el deseo de hacer

justicia fue más fuerte.

«Fuimos a ver al magistrado con nuestro abogado, Jorge

Mario Saavedra. Valenzuela Patiño se tocó la frente

diciéndome: “El caso de su papá me tiene hasta aquí”».

De esa reunión, Tucapel hijo salió convencido de que la

única manera de hacer justicia era cambiar al magistrado

y comenzó a mandar cartas a la Corte Suprema, algunas

escritas a mano, las que eran indefectiblemente

Page 23: El Asesinato de Tucapel Jiménez

rechazadas. Su cruzada solo tuvo efecto en 1998, tras el

arresto de Pinochet en Londres.

«La aprobación de su extradición [de Pinochet] a España

fue anulada porque se dijo que el voto de uno de los lores

estaba comprometido, porque era casado con una

activista de Amnistía Internacional. Entonces yo pregunté:

“¿Y cómo puede ser que se piense que un magistrado que

tiene un hijo en la CNI pueda ser imparcial en el caso de

mi padre?”».

Esta vez la Corte Suprema lo escuchó y el caso fue

asignado al juez Sergio Muñoz, quien en tres años logró

esclarecer los hechos. El asesinato no fue cometido, como

se pensaba, por la CNI, sino por la Dirección de

Inteligencia del Ejército, DINE. La acción recibió el nombre

nada eufemístico de «Operación especial de inteligencia

destinada a la eliminación física de Tucapel Jiménez

Alfaro», y fue encargada al mayor de Ejército Carlos

Herrera Jiménez, el autor de los disparos. Lo acompañaron

Manuel Contreras Donaire, quien remató al dirigente

degollándolo, y Miguel Letelier. Las armas usadas las

proporcionó el Ejército.

Las órdenes las dio el director de la DINE, Ramsés

Alvarez. El comandante del Cuerpo de Inteligencia del

Page 24: El Asesinato de Tucapel Jiménez

Ejército, Víctor Pinto, supervisó la operación y proporcionó

el apoyo logístico.

El magistrado comprobó que un primer intento había

fracasado, pues el primer grupo de la DINE que recibió el

encargo demostró «falta de compromiso» con la misión.

Entonces hubo que convocar a personal militar que

estaba adscrito a la CNI: Francisco Ferrer Lima y Carlos

Herrera Jiménez.

«Concluida la denominada operación especial de

inteligencia de eliminación física de Tucapel Jiménez

Alfaro, las personas que participaron en su ejecución

material se trasladaron hasta el cuartel militar ubicado en

calle García Reyes N° 12 de la Comuna de Santiago, en

donde el oficial se presentó ante el Comandante del

Cuerpo de Inteligencia del Ejército, y su superior directo le

expresó haber ejecutado el hecho planificado, esto es la

eliminación física de Tucapel Jiménez Alfaro, y le hizo

entrega de las armas de fuego y cortante que le

proporcionara para realizar la acción, como, además, de

las especies y documentos retirados al perpetrar el

delito».

El personal involucrado recibió anotaciones de mérito en

sus hojas de vida y recompensas económicas.

Page 25: El Asesinato de Tucapel Jiménez

En la sentencia final, en 2002, Muñoz condenó a doce

personas, entre las que incluyó, además de a los autores

materiales y a sus superiores, a los cómplices y al general

en servicio activo Hernán Ramírez Hald, al exfiscal

Fernando Torres Silva y a su mano derecha, el coronel

Enrique Ibarra, como encubridores, por sus incansables

esfuerzos por estropear la investigación judicial.

Cabos sueltos

Tucapel Jiménez Fuentes siente que en el caso de su

padre se hizo «media verdad y media justicia». Las

condenas le parecieron ridículamente bajas. Torres e

Ibarra recibieron 800 y 540 días de pena remitida,

respectivamente. Contreras Donaire, el hombre que

cercenó el cuello de Tucapel Jiménez, obtuvo un beneficio

carcelario durante el Gobierno de Ricardo Lagos tras

completar poco más de dos años de una condena de seis.

Miguel Letelier también está libre tras cumplir su

sentencia. Solo Herrera Jiménez, el autor de los disparos,

continúa cumpliendo su pena de presidio perpetuo.

«Una de las revelaciones más dolorosas para nosotros

como familia fue saber que el junior de la ANEF, Julio

Olivares, entregaba información a la CNI sobre mi padre.

Él era hijo de una amiga y vecina de mi mamá, que vino a

pedir ayuda para su hijo cesante. En 1974 lo contrataron

en la ANEF, pero como no había plata para pagarle mi

Page 26: El Asesinato de Tucapel Jiménez

papá ponía una parte de su sueldo, e hizo que otros

dirigentes hicieran lo mismo para hacerle un salario».

Julio Olivares estuvo procesado, pero no fue condenado.

En la causa quedó establecido que fue reclutado por la

CNI en 1976 y que siguió prestando servicios por lo

menos hasta 1984, mucho después de la muerte del

sindicalista.

En el proceso quedó sin aclarar el asesinato de René

Bazoa Alarcón, un exmilitante comunista que se convirtió

en colaborador de los servicios de seguridad y que era

informante del agente del Comando Conjunto Roberto

Fuentes Morrison, «el Wally». Bazoa trabajaba en la

armería desde donde se incautó el arma no inscrita que

se usó para asesinar a Tucapel Jiménez, y reconoció a dos

de los sujetos que lo hicieron. Sabía que pertenecían a la

DINE. Fue asesinado a tiros en la calle, en marzo de 1982.

Sin culpables quedó también la detención de la familia

completa de una mujer que había tenido un hijo del

sindicalista, detención ordenada por el ministro del

Interior, Sergio Fernández. Los hermanos y el padre de la

mujer fueron torturados intentando que confesaran que

habían asesinado a Tucapel Jiménez para vengar el honor

de su hermana. Fueron liberados sin cargos.

Page 27: El Asesinato de Tucapel Jiménez

Saavedra asevera que quizás el aspecto más relevante

que quedó al margen de la sentencia final fue establecer

la responsabilidad de Pinochet en dar la orden de eliminar

a Tucapel Jiménez al director de la DINE. Antecedentes

abundan en el proceso, pero Saavedra revela que él,

como abogado, por un criterio práctico, consideró

necesario conseguir primero las condenas contra los

demás involucrados, pues los juicios que habían incluido

el nombre del dictador se entrampaban en recursos en los

tribunales superiores y en recusaciones a los jueces que

lo intentaron.

El diputado Jiménez no duda de que Pinochet en persona

dio la orden a la DINE: «No es casualidad que a Frei lo

mataran un mes antes que a mi padre. En un mes,

Pinochet se deshizo de los dos actores principales de la

oposición».