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22 El Hombre y la Máquina No. 24 • Enero - Junio de 2005 Convergencia entre reconocimiento y cultura LINA MARÍA CASAS SALCEDO* DELFÍN IGNACIO GRUESO** «No puede existir amor sin conocimiento en el otro, ni libertad sin reconocimiento recíproco». JÜRGEN HABERMAS * Estudiante de filosofía. Miembro del Grupo Vita. Universidad del Valle. ** Ph.D en Filósofía. Miembro del Grupo Praxis, Universidad del Valle. [email protected] Fecha de recepción:31/01/05 Fecha de aprobación:10/02/05 12/2/93. Ethel Gilmour. Libro Arte Violencia en Colombia

Convergencia entre reconocimiento y cultura

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22 El Hombre y la Máquina No. 24 • Enero - Junio de 2005

Convergencia entrereconocimiento y cultura

LINA MARÍA CASAS SALCEDO*DELFÍN IGNACIO GRUESO**

«No puede existir amor

sin conocimiento

en el otro, ni libertad

sin reconocimiento

recíproco».

JÜRGEN HABERMAS

* Estudiante de filosofía. Miembro del Grupo Vita. Universidad del Valle.

** Ph.D en Filósofía. Miembro del Grupo Praxis, Universidad del Valle. [email protected]

Fecha de recepción:31/01/05 Fecha de aprobación:10/02/05

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Resumen

El propósito de este artí-culo es esclarecer el modo detratar, en sentido moral, lasidentidades colectivas en unasociedad que se precie de serjusta. En ese orden de ideas,se comentan algunos puntosde vista liberales y comuni-taristas.

Palabras clave: recono-cimiento, justicia, cultura,minorías

Abstract

This article reviews di-fferent aspects related to thenotion of “recognition” and“justice”. The central issue isthe best way (in the moralsense) of dealing with mino-rities, cultures, and other sor-ts of differences. Some pointsof view (liberals as well ascommunitarians) are takeninto account.

Key words: recognition,justice, culture, minorities

En el ámbito de la cultura hansurgido múltiples exigencias porparte de grupos o colectividades queesperan un reconocimiento políticoy social por parte de la sociedad.Este reconocimiento se empieza amatizar por la existencia de la plu-ralidad cultural, esto es, de las dife-rentes racionalidades que circulanen el mundo de la cultura. La socie-dad contemporánea debe fundarsesobre el reconocimiento y legitimi-dad de la pluralidad y no sobre va-lores únicos y tradicionales, puessobre valores como estos el ordensocial no puede más que configuraruna racionalidad que proscribe, cen-

sura o excluye otras subculturas quehistóricamente han intentado ocu-par un espacio en la sociedad y ha-bitar el mundo como seres huma-nos y no como individuos margina-dos. En una sociedad semejante nose reconocen ni se toleran los valo-res políticos y sociales de los gru-pos marginados. En este artículo seintentará dar cuenta de diferentesaspectos relacionados con las nocio-nes de “reconocimiento” y de “jus-ticia” desde la visión de teorías li-berales y comunitaristas.

1. Presentación general delconcepto de reconocimiento

A finales de los años setenta ycomienzos de los años ochenta segeneralizó el debate teórico en lapolítica moderna frente a un proble-ma en particular: ¿Todos debemosser tratados como iguales? Diferen-tes respuestas a esta pregunta vienena constituir lo que hoy conocemoscomo teoría del reconocimiento.

El término “reconocimiento”hace referencia a una idea moral queva entrelazada con el concepto deidentidad, de la interpretación quecada persona tiene de sí misma, dequién es como ser humano. Esteconcepto de reconocimiento tienecierta validez en el campo psicoló-gico y en el moral, si se piensa queel ser humano no sólo se reconocea sí mismo como sujeto cognoscen-te, sino, también en tanto que se re-laciona con los otros, no con un ca-rácter monológico sino dialógico,puesto que los seres humanos so-mos capaces de reconocernos a no-sotros mismos por medio del inter-cambio con los demás. Este rasgodialógico lo podemos observar cla-ramente en la teoría de George Her-bert Mead, quien plantea que el in-tercambio se da por medio de lo queél denomina “otros significantes”,de tal forma que nuestra identidadse delimita con las cosas que nues-tros “otros significantes” quierenver en nosotros. Charles Taylor dice:

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“La identidad se adquiere a travésde nuestra adquisición del lengua-je para expresarnos e interactuarcon los otros”;1 de esta manera seenlazan reconocimiento e identidad,porque se entiende que no somosseres aislados, sino que somos per-sonas que negociamos por mediodel diálogo en parte interno, y lue-go externo, con los demás. Así, lapropia identidad depende de mis re-laciones dialógicas derivadas de lasociedad.

En el argumento que defiendeel discurso del reconocimiento sepueden identificar dos niveles: pri-mero, el campo íntimo, en el que loimportante es la formación de laidentidad y del yo, lo que tiene lu-gar en un diálogo direccionado ha-cia otros significantes. El segundoes la esfera pública, para la cual lapolítica apuesta a tener soluciones

1 Charles Taylor amplía el concepto de identidad de Herbert Mead al señalar la necesidad de las relaciones para realizarnos y definirnos. Véase “La política delreconocimiento”, en Multiculturalismo, F.C.E, 1991, p. 53

2 Honneth Axel, La Lucha por el Reconocimiento, por una gramática moral de los conflictos, Crítica, Barcelona, 1997

de reconocimiento igualitario. Si-guiendo esta línea, Axel Honneth2

entiende que la dinámica del reco-nocimiento puede explicar conflic-tos sociales a través de elementostanto psicológicos como sociales.Este fenómeno se puede procesar entres estadios, que tienen su raíz enlos trabajos de Hegel y Mead. El pri-mer estadio tiene que ver con el re-conocimiento emocional, en el quetienen lugar las relaciones primariascomo el amor y la amistad. Dichasrelaciones se caracterizan especial-mente por crear fuertes lazos afec-tivos, en los que el sujeto se reco-noce por primera vez como un su-jeto de necesidad. De esta manera,Honneth se vale de los desarrollosde las teorías psicoanalistas (inves-tigaciones de Winicott) para mos-trar que en la relación madre-hijose puede observar el amor, entendi-do en palabras hegelianas como ser-

La marcha, Jorge Elías Triana

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sí- mismo en otro. Esta es la prime-ra forma de reconocimiento a la queestamos enfrentados.

El segundo estadio se refiereespecíficamente a que todos los su-jetos deben ser reconocidos. El re-conocimiento pasa a ser aquí detipo jurídico. Cada individuo es po-seedor de toda la gama de derechosque adquiere una vez se ha vincu-lado a la sociedad. Esta forma dereconocimiento permite vernoscomo sujetos racionales y autóno-mos. Sin embargo, ser reconocidosegún Honneth va más allá de laaceptación de un orden moral, ytiene que ver con adquirir una for-ma de vida correspondiente alobrar racionalmente, que es en loque radica el cumplimiento de lacondición necesaria para apelar alos derechos.

En el tercer estadio se encuen-tra el reconocimiento de tipo social,donde subyace la idea de la valora-ción a todas las comunidades res-pecto a los individuos que las con-forman; por ello una comunidadvalorativa puede perseguir objetivoscomunes para poder reconocer enel otro el esfuerzo que realiza en labúsqueda de dichos fines. Es asícomo el concepto de solidaridad ex-presa una interacción en la que lossujetos participan desde su particu-laridad gracias a una valoración si-métrica que se ofrecen entre sí.

Análogamente a las formas dereconocimiento corresponden tresformas distintas de agresión al in-dividuo o a la colectividad: La vio-lación, este tipo de menosprecio quemuestra los intentos por apoderarsedel cuerpo de otra persona por en-cima de su voluntad, implica la hu-millación (muerte psíquica); la des-posesión de derechos, es decir, im-

3 Ibíd. p. 1594 Entiendo por movilización poner, de parte de las colectividades, una actividad en práctica para conseguir un fin común. En este sentido siguiendo la perspectiva de

Nancy Fraser un reclamo de las injusticias socioeconómicas, arraigadas en la estructura político-económica de la sociedad (casos como los de la explotación, lamarginación económica y la privación de los bienes materiales indispensables para llevar una vida digna); y las injusticias de lo cultural o simbólicas, que estánarraigadas en los patrones sociales de representación, interpretación y comunicación (casos como los de dominación, no reconocimiento y respeto).

plica la privación de la capacidadde exigir ciertos derechos (muertesocial). Por último, la deshonra, queconsiste en no valorar justa la for-ma de autorrealización que poseendeterminados sujetos en el ámbitosocial, implica la negación de símismo dentro de la comunidad (pér-dida de la autoestima).3 Los concep-tos positivos como el amor, el reco-nocimiento jurídico y la solidaridadno son suficientes para establecerlas causas del conflicto por el reco-nocimiento. Así, se hace necesarioindagar sobre los conceptos negati-vos (violación, desposesión y des-honra) para comprender las necesi-dades de las diferentes luchas.

Desde otro punto de vista, da-das las consideraciones anteriores,las exigencias de reconocimientode las diferencias han alimentado lasluchas de grupos dentro de la socie-dad con conflictos que tienen comointerés una movilización política osimbólica.4 La integración de estasminorías constituye uno de los pun-tos más destacados de la políticamoderna. Así, el problema en cues-tión es el de una moralidad políticaque se ocupe de ciertos grupos queexigen reconocimiento de su iden-tidad tanto individual como grupal,pues sienten (en razón de su etnia,religión y cultura) que han sido mar-ginados o excluidos. Por ello exi-gen no sólo derechos sociales y eco-nómicos sino un debido reconoci-miento frente al Estado por una jus-ticia simbólica y cultural. Con estamovilización la existencia de am-plios grupos marginados atenta con-tra valores democráticos como losde la igualdad o la justicia social.De ahí que al plantearse la erradi-cación de este problema se estéplanteando al mismo tiempo un au-téntico reto para una sociedad de-

El término “reconocimiento”

hace referencia a una idea

moral que va entrelazada con

el concepto de identidad, de

la interpretación que cada

persona tiene de sí misma, de

quién es como ser humano.

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mocrática. Para continuar esta pri-mera aproximación de cómo se debeentender la idea de reconocimien-to, en lo siguiente nos adentraremosen el tema con la explicación queha dado al problema la filosofíapolítico- moral, para luego matizarlacon la idea de cultura y educación.

2. Problemática: Controversiaentre liberalismo ycomunitarismo

La problemática sobre las exi-gencias de reconocimiento ha lle-vado a revaluar el ideal democráti-co, ya que existe una pluralidad devalores que entran en conflicto yque han sido reducidos por los fun-damentos del liberalismo a una ideamoral universalmente válida paratodos los seres humanos. De estamanera, siguiendo el planteamien-to de Isaiah Berlín,5 los valores de-ben ser irreducibles por su plurali-dad; pero para una mejor compren-sión de los valores humanos es ne-cesario el conflicto. Así, para supe-rar el problema del reconocimientodeben solucionarse las necesidadessociales, ya que en uno o más casosse suscitan en una sociedad des-acuerdos al interior de la sociedaddebido a diferencias de creencias yde valores.

En torno a la idea de reconoci-miento, se levantó una controversiasuscitada en el pensamiento ético-político liberal cuando ella recobrósu vitalidad en los años setenta, alformular planteamientos novedososfrente a esta problemática. El casodel filósofo norteamericano JohnRawls, que publicó en 1971 el libroTeoría de la justicia, se destaca en-tre los diversos trabajos teóricosque, desde la perspectiva liberal,han intentado resolver los proble-mas con una propuesta ético-políti-ca que retoma el contractualismo de

Hobbes, Locke, Rousseau, pero,que se inspira básicamente en la teo-ría ética de Kant. Rawls, valiéndo-se del artificio de “posición origi-nal”, planteó principios de justiciabasados en decisiones racionales,conducidas por leyes morales tras-cendentales, que fueron importan-tes para estructurar la justicia social.

En respuesta a esta propuestasurgieron ciertas posiciones críticasa los principios planteados y a lasconsecuencias que llevaría la teoríarawlsiana. Estas discusiones, quebrotaron en el marco de la filosofíapráctica, por los llamados comuni-taristas tomaron puntos claves paraun debate complejo que aún ennuestros días no ha tenido un des-cenlace claro y elaborado. Entre losprincipales críticos comunitaristasse encontraron: Michael Sandel,Charles Taylor, Michael Walzer, quedesencadenaron reacciones a fina-les de los años ochenta, cuando eldebate empezó a tener lugar. Lascríticas más destacadas fueron diri-gidas al concepto de individualis-mo liberal, puesto que, por una par-te, la noción de individuo presupo-ne una identidad presocial que nie-ga todo vínculo social, y por otra,los derechos del individuo eran con-siderados universales (“El indivi-duo es pura libertad” y de él todoprovenía y a él todo retorna).6 Entérminos generales, los comunitaris-tas criticaron la noción de autono-mía y el modelo social del libera-lismo, en que la sociedad es un meroinstrumento del individuo. Una delas posiciones más sobresalientesfue la de Taylor, quien planteó,como lo vimos anteriormente, quenuestra identidad es necesariamen-te social, y que todo proceso de sub-jetivación tiene lugar en el seno dela comunidad donde podemos com-prendernos e interpretarnos a travésde la interacción con los otros.

5 Isaiah Berlín, Conceptos y categorías, F:C:E, México, 1998, Ver en La Fortuna Moral, Bernard Williams.6 Escudero Alejandro, “La crítica del comunitarismo al liberalismo”. Véase en Pensar la Comunidad, 2002, p. 95.

El sistema escolar aparece,

entonces, como una instancia

de reproducción de las

relaciones sociales de

dominación y, por tanto, de

las formas de conciencia y de

representación ideológica que

les legitima.

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Cabe mostrar que, debido a lacontroversia, las diferentes actitu-des que surgieron ante este proble-ma se pueden resumir de la siguien-te forma: en primer lugar, aquellosque reconocen que hay un proble-ma entre ciertas identidades colec-tivas y proponen corregirlo hacien-do ajustes al modo liberal de plan-tear los fundamentos de gobernabi-lidad (Rawls, Jürgen Habermas yWill Kymlicka); y en segundo lu-gar otros que piensan que los pro-blemas son tan profundos que com-prometen al Estado mismo, cuestio-nan su legitimidad moral y desbor-dan su capacidad de acción (Char-les Taylor, Nancy Fraser, Iris Ma-rion Young y Axel Honneth. El pro-blema en general gira en torno a lostérminos que cada teoría (liberal ocomunitarista) usa para defender suposición, porque el hablar de un sis-tema social implica tener claro nosólo la controversia del “individuo”,sino como la cultura es parte orde-nadora del movimiento. A continua-ción explicaremos la importancia deimplica considerar conceptos comoreconocimiento, cultura y educa-ción en cada teoría, y cuáles puntosse pueden destacar de las dos posi-ciones.

3. Ambigüedad de términos

El planteamiento del problemaque se viene presentando ha pro-vocado la revaluación de concep-tos como los de cultura y educa-ción, que revelan el rechazo a unaconcepción unidireccional de loscambios y refuerzan la convicciónde que caben diferentes interpreta-ciones y orientaciones de los mis-mos. En consecuencia, junto al pre-dominio en el ámbito académico ypolítico de términos más o menosambiguos, se aprecia un interéssocial creciente y paralelo por pro-blemas relacionados con ideascomo ciudadanía, democracia par-ticipativa, políticas públicas, inclu-sión-igualdad social. Pero, por en-

cima de la elaboración de una pro-puesta teórica distinta o de la deli-mitación de un área de disputa es-pecífica, lo que se aprecia en lossíntomas de cambio de nuestrassociedades y en la forma de enten-derlos por parte de algunos agen-tes sociales es la lucha por el reco-nocimiento político de la capaci-dad de reflexión y decisión de losciudadanos. Junto a la concentra-ción de poder económico y políti-co, se asiste a la demanda de unamayor participación en el análisis,la toma de decisiones y la planifi-cación por parte de las organiza-ciones y personas afectadas por loscambios que se producen. Podríaafirmarse que es la misma comple-

De la serie América Latina Tortura,Umberto Giangrandi

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jidad creciente del sistema socialy los riesgos a que nos ha conduci-do nuestro modelo de organizacióny producción los que provocan yexigen una mayor participaciónconsciente de la población. En estesentido, es la reflexividad de la so-ciedad -destacada por algunosprestigiosos sociólogos como ca-racterística propia de las socieda-des complejas de nuestro tiempo-y la supervivencia del planeta loque impulsa la reflexión y la ac-ción de un número creciente depersonas y organizaciones.

Podemos observar que existe,desde el campo de la teorías filo-sófico-morales, una ambigüedadcon la idea de cultura; pero lo cier-to es que ésta debe ser un punto im-portante en las teorías políticas. Lacultura se expresa como parte in-tegrante de estas exigencias, su ca-pacidad consiste en que es un sis-tema moral que se explica a sí mis-mo y forma un conjunto de tradi-ciones y valores, reproducibles en

la historia. De estamanera, la culturadentro de las socie-dades se acrecientapor el desarrollo dereglas organizativasdonde la interpreta-ción, la comunica-ción y la cosmovi-sión son las que lahacen mediadora deun mundo que seconstruye por lascolectividades. Espor esto que paracomprender a fondoesta perspectiva delos conflictos sehace necesario revi-sar lo que se entien-de por cultura ycómo ella participaactivamente en laeducación. La pro-ducción culturalconstituye el objeto

de conocimiento de las relacionessociales, tal objeto debe ser expli-citado por la contribución del sis-tema educativo que debe recrearespecíficamente las relaciones sim-bólicas y de fuerza que se dan en-tre los grupos sociales.

Ahora bien, la importancia quese le ha dado a la cultura es débildesde ciertas argumentaciones co-munitaristas, debido a que son enrespuesta a un liberalismo queplantea un Estado neutro e indife-rente frente a las exigencias cultu-rales y simbólicas de las colectivi-dades. De hecho, este movimientosurge contra el liberalismo deRawls que reclama neutralidad cul-tural del Estado democrático. Porlo tanto, la imagen de Estado queha ofrecido la teoria liberal es lade un orden contractual entre losintereses de individuos privadosque interactúan en el ámbito de lasociedad civil. Vemos así que lateoría liberal separa radicalmentela integración social de una parti-

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El segundo jinete, Augusto Rendón

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cipación política.7 En otras pala-bras, el liberalismo expone la jus-ticia como un equilibrio que se sos-tiene con ciertas condiciones idea-les de una vida buena, se constru-ye a partir del individuo conside-rado como persona política que in-teractúa en el campo de lo públi-co, lo ético y lo cultural y se des-plaza en esta perspectiva al campode lo privado. El Estado no se de-tiene en un problema de integra-ción del individuo con un grupo desocialización. A partir de esta pro-blemática se hace necesario pen-sar cómo los grupos sociales asu-men esa vida buena por medio desus valores y tradiciones. Se debepartir, pues, por hablar en términosno de una individualidad sino decomunidad. Así, la justicia pasa aser un tópico diferente enfocado nosólo en un individuo autónomosino también en las colectividades,dando cuenta que ahí se permitentodas las exigencias de reconoci-miento que proporcionan un análi-sis más profundo hacia una justi-cia cultural. La cultura apuesta, en-tonces, a una idea grupal que de-termina la política como supera-ción de una política alcanzada porel individuo, que dejaba la culturaa la luz de lo privado.

La distinción entre lo públicoy privado, tal como aparece en lateoría política moderna, expresauna voluntad de homogeneidad quehace necesario lo privado, particu-larmente de grupos y personas apartir de su etnia, raza y género.Dada esta consideración se puedeentender que ha existido una opo-sición entre razón y afectividad,como lo indica Iris Marion Young,dada por una ética moderna quepone una marca de imparcialidadcon el sello característico de la ra-zón moral. En tanto característicade la razón, la imparcialidad im-

plica una exigencia de universali-dad y su resultado se enfoca a eli-minar toda alteridad. En palabrastextuales enuncia que: “Este puntode vista generalmente es un cons-tructo contrafáctico, una situaciónde razonamiento que erradica a lagente de su verdadero contexto detoma de decisiones morales envivo, llevándola a una situación enla que no podría existir.”8 La evi-dencia es que la dicotomía entrerazón y deseo en la teoría liberalse expresa en la distinción del ám-bito público (universal, de la sobe-ranía y el Estado), y el ámbitoprivado,(particular, de las necesi-dades y los deseos), la generalidadpor la exclusión de la particulari-dad.

El dilema toma otro rumbocuando se pregunta: ¿Cómo se com-porta el Estado en relación con unacultura determinada? o por el con-trario: ¿Cómo entran a regular susrelaciones con la cultura de manerapositiva? Para dar respuesta a estosinterrogantes el Estado debe apos-tar por una comprensión de la cul-tura pública en la que participen losdiferentes grupos en su construc-ción, para que se garanticen valo-res y derechos a través de la demo-cracia.

Como se ha visto, la cultura noha sido definida de una manera cla-ra en la política liberal ni en el mar-co de la política del reconocimien-to, en donde la cultura es definida apartir de la vida social, de la políti-ca y el Estado. En otras posiciones,la cultura se juzga desde los fineshumanos internos a los que la praxiscultural parece aspirar: unas vecestiene funciones especificas y enotras refleja viejas concepcionesrománticas del mundo del siglo XIX.La cultura se desprende de concep-ciones de la vida buena y de la di-mensión ética del hombre que an-

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Población civil, Beatriz González

7 Colom Francisco, “El espacio social de las políticas de la identidad”, en Convergencia entre Ética y Política, p. 71.8 Young Iris Marion, “La configuración de lo público y lo privado”, en La democracia en sus textos, p. 448.

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cla contextos políticos. Entre estaspropuestas se encuentran las deCharles Taylor y Will Kymlicka.

Kymlicka, en su texto titulado“Ciudadanía Multicultural”, define ala cultura desde una concepción sub-jetiva, a saber, desde el ethos de ungrupo, y caracteriza el modo de vidade la civilización moderna. Apoyán-dose en esta definición, Kymlickapropone que la cultura debe afectarsólo a aquellos grupos que bien sonnaciones o bien etnias; por ello, lasculturas nacionales deben superarfenómenos del individualismo y deobediencia paternalista al Estado. Deesta forma, analiza el papel de la cul-tura en la teoría democrática liberalsobre la base de la defensa de la li-bertad de elección, que depende deuna cultura que proporciona a susmiembros unas formas significativasa través de todo el abanico de activi-dades humanas, incluyendo la vidasocial, educativa, religiosa, recreati-va, económica, abarcando la esferapública.

Por otra parte, Charles Taylorpresenta “una deducción trascen-dental” del valor de la comunidad,de manera sistemática, al igual quepresenta las formas y causas del in-dividualismo ético. Su posición giraen torno a la siguiente afirmación:La civilización actual, basada en elnarcisismo individualista, tiene queencontrar en la cultura comunita-ria algún tipo de regeneración. ParaTaylor, la regeneración cultural sedebe impulsar a toda costa paratransformar el Estado. De aquí queel ideal sea una vida integrada co-lectivamente.

Con respecto a la vida integra-da colectivamente, sostenida por lacomunicación cultural y el recono-cimiento de la positividad de lasexigencias culturales, Taylor, en sutexto Ética de la Autenticidad, pone

en entredicho tres males que sostie-nen el desprestigio de la cultura li-beral-individualista: la desapari-ción de los horizontes morales o desentido, el dominio de la razón ins-trumental y la pérdida de la liber-tad. Todas ellas representan un granproblema para los teóricos moralesen estos elementos, denuncia el au-tor. Existe un relativismo que redu-ce el horizonte moral a un subjeti-vismo carente de razones; es poresto que plantea que se debe consi-derar “la autenticidad” como unideal moral donde el Estado no per-manece neutral, lo que le permiteabrir la situación de las sociedadesmodernas, dotando de significado lavida social mediante fuentes mora-les. El ideal de autenticidad evadeel narcisismo individual en la me-dida en que la identidad personalinteractúa con la alteridad y el re-conocimiento del otro, siendo unaidentidad dialógica por medio de lafusión de horizontes.9

La autenticidad es la resonan-cia subjetiva de las corresponden-cias significativas, que se presentapor una realización lingüística quepermite el reconocimiento de lopropio a través de lo ajeno. Este ar-gumento se puede ver también enLuis Villoro, quien plantea que po-demos llamar “auténtica” a unacultura cuando está dirigida porproyectos que responden a necesi-dades y deseos colectivos básicosy cuando se expresa efectivamen-te en creencias, valoraciones y an-helos que comparten los miembrosde cada cultura.10 Así, la concre-ción de la identidad colectiva deuna cultura obliga a revisar que lacultura cambia con las situacioneshistóricas. De lo cual se concluyeque la cultura no es singularidad,sino, más bien, un ideal de apro-piación de lo otro. La comunidadcultural no se define, entonces, por

9 Villacañas José Luis, “EL Estado y la cultura. Sobre una cuestión básica de multiculturalismo”. Véase en Convergencia entre Ética y Política, p. 37-3810 Villoro, Luis , Sobre la identidad de los pueblos, Capítulo IV, p. 97

Luis Villoro, plantea que

podemos llamar “auténtica”

a una cultura cuando está

dirigida por proyectos que

responden a necesidades y

deseos colectivos básicos y

cuando se expresa

efectivamente en creencias,

valoraciones y anhelos que

comparten los miembros de

cada cultura.

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un particularismo, sino que se re-conoce por la conexión social y unaacción política colectiva.

Si la cultura no ha tenido unadefinición clara y amplia, debeconjugarse entre las teorías, comolo habíamos dicho anteriormente,su participación como mediadoraen la que se insertan todos los tra-mas de significación que constitu-yen un horizonte y confluyan lasdiferentes perspectivas. Cada so-ciedad tiene su propia cultura, unparticular mundo de vida; esto esespecialmente notorio en las actua-les sociedades complejas. El sig-nificado de las acciones socialespor el reconocimiento viene dadopor las exigencias que permiten undiscenso en el campo de lo públi-co y una dinámica manifestaciónpolítica y simbólica que nos llevaa considerar que es imposible ho-mogenizar una constante como unmodo general de vida, donde lascolectividades tienen que recono-cerse en un trasfondo que sea cons-truido por un proyecto de Estadoque se edifica sobre el acervo delantagonismo. Al respecto, la edu-cación multicultural debe aportaren definitiva cómo pensar al otro ylo otro, la alteridad.

Habiendo anotado cómo la cul-tura opera al modo de una red y unespacio social para el intercambioy circulación desigual de los bienesy recursos, sean materiales, socio-culturales, políticos o simbólicos,hablar de este intercambio permiteobservar cómo se producen y nego-cian capitales específicos, es decir,religiosos, políticos, estéticos, eco-nómicos, entre otros. Así, el objetoy razón de ser de las luchas socia-les son estos bienes, son estos re-cursos producidos por los agentessociales que reclaman legitimaciónsocial, por esto es necesario revisarqué ha sucedido con la educacióncomo una significación y apropia-ción de lo otro.

Con respecto a la escuela, ellajuega un papel primordial en la re-producción de los privilegios cultu-rales, susceptible de conversión encapital económico y social. Por tan-to, el saber y la escuela son en símismos factores de emancipación yliberación que reza sobre los contra-tos sociales y constitucionales. Lainstitución escolar debe distribuirsaberes equitativamente por encimade las diferencias sociales, sexuales,étnicas y técnicas, contribuyendo ala extinción de las desigualdades yprivilegios ya que es pilar de un Es-tado ajeno a esta problemática. Des-de aquí se observa que no existe unademocracia escolar: allí prevaleceuna injusticia que se refleja más ade-

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De la serie América Latina. La violencia enColombia. Umberto Giangrandi

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lante en las exigencias de reconoci-miento por parte de las colectivida-des que interactúan en la sociedad.11

En realidad, el sistema escolaraparece, entonces, como una instan-cia de reproducción de las relacio-nes sociales de dominación y, portanto, de las formas de concienciay de representación ideológica queles legitima.12 En sociedades con-cretas, naciones o grupos sociales,las acciones educativas tienden a lareproducción del sistema culturaldominante, pero la perspectiva quese debe implementar es la de unareproducción de las culturas dondese expresa lo “pluricultural” y lo“multicultural”. La función propiade la educación debe enfocarse a lainculcación y apropiación del arbi-trio cultural de los diferentes gru-pos sociales, determinando dispo-siciones frente a estos conflictosrelativos, para lograr producir con-diciones necesarias para las diferen-tes demandas de reconocimientoque también se dan en la escuela.

El sistema educativo cumpleuna importante función de legitima-ción al convenir la ideología de do-nes y talentos, entendido como dis-posiciones innatas, en la explicacióndel éxito o del fracaso escolar. Poreste mecanismo, la escuela transfor-ma desigualdades sociales en des-igualdades “naturales”, es decir,transforma privilegios aristocráticosen derechos meritocráticos. Es asícomo los privilegios y el patrimo-nio, que históricamente se trasmi-ten de manera directa (económica,social, cultural y política), alegan-do títulos de nobleza, vocacionesfamiliares, atributos sanguíneos,carismas o dones que antes corres-pondían a derechos naturales, hoyrequieren de la certificación esco-lar para ser legitimados.

De ahí se desprende el desarro-llar conceptos, mecanismos e ins-

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Basta un salto, Augusto Rendón

No se trata de una comunicación que

transmita el aprendizaje sin apelar

explícitamente a rasgos, disposiciones y

atributos constitutivos de la

personalidad, sino que abra horizontes a

otras significaciones sociales que la

conviertan en generadora no sólo de

información sino de reconocimiento

social, que constituya una herencia sin un

canon que excluya.

11 Téllez Iregui, Gustavo. Pierre Bourdieu: Conceptos Básicos y Construcción Socioeducativa. Universidad Pedagógica Nacional, Bogotá, 2002, p.9812 Ibíd . p. 100.

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33El Hombre y la Máquina No. 24 • Enero - Junio de 2005

Convergencia entre reconocimiento y culturaLina María Casas Salcedo • Delfín Ignacio Grueso

13 Wolf Susan, “Comentario”. Véase en “El multiculturalismo y la política del reconocimiento”. Ensayo de Charles Taylor, p. 115-116.

tancias fundamentales donde inte-ractúen la política del reconoci-miento en los procesos educativosy sociales; así mismo, se debe darcuenta de la acción pedagógica ex-presada por excelencia en la vidacultural como ejercicio simbólicopara la legitimación de las diferen-tes exigencias colectivas, tambiénéste como un espacio público. Es-pecíficamente, lo considera SusanWolf, sea como fuere, esta clase defalta de reconocimiento se encuen-tra difundida en nuestras institucio-nes educativas, constituyendo ungrado de insulto y de daño que re-quiere un remedio inmediato: debehaber una exigencia de reconoci-miento de la diversidad culturalexpresada en la esfera de la educa-ción, que considere que todas lasculturas y las obras que producencomo igualmente buenas, impliqueel rechazo de todas las normas deuna evaluación homogenizante, loque a su vez no permite la validezde los juicios de igual valor.13

De esta forma, la falta de reco-nocimiento se encuentra difundidaen nuestras instituciones educati-

vas y se debe constituir la afirma-ción de las culturas como parte im-portante porque los grupos consti-tuyen nuestra comunidad. Además,las acciones pedagógicas debenapuntar a una relación de comuni-cación que se ejerce a través dellenguaje, que no descansa en elmonopolio de la fuerza; no se tratade una comunicación que transmi-ta el aprendizaje sin apelar explí-citamente a rasgos, disposicionesy atributos constitutivos de la per-sonalidad, sino que abra horizon-tes a otras significaciones socialesque la conviertan en generadora nosólo de información sino de reco-nocimiento social, que constituyauna herencia sin un canon que ex-cluya. Este cambio no debe estarmediado sólo por la cultura sino enlo económico, lo político y lo sim-bólico, en la que la autenticidad deque hablaba Taylor intervenga ac-tivamente con una participación yconcertación a la luz de los con-textos donde las colectividades lu-chen por sus derechos y perspecti-vas de Estado, como expresión designificación y reconocimiento.