SEMANA 1
PROCESOS COGNITIVOS,
AFECTIVOS Y EMOCIONALES
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FUNCIONAMIENTO PSICOLÓGICO INTEGRAL DEL SER HUMANO
PROCESOS PSICOLÓGICOS BÁSICOS DEL SER HUMANO: UNA VISIÓN
INTEGRADORA DE SU FUNCIONAMIENTO.
Toda aproximación al estudio de lo humano implica la existencia previa de
ideas, creencias y teorías acerca de por qué las personas hacen lo que hacen.
Estas ideas, que se enmarcan dentro de una psicología del sentido común, son
características de nuestra especie, porque influye en todos los actos definidos
como humanos, especialmente en los contextos sociales. ¿La razón? Es la
herramienta fundamental que nos permite el entendimiento, control y predicción de
la conducta de los demás.
Al ser seres definidos en interacción con otros, el sentido común nos lleva a
pensar que los porqué del comportamiento de los demás están guiados por los
mismos tipos de creencias, ideas, motivaciones e intenciones que percibimos en
nosotros mismos. Esto es, se tiende a creer que los motivos, creencias e
intenciones de los demás son parecidos a los propios, por lo tanto, se pueden
explicar y entender de igual forma (De Torres, Tornay y Gómez, 1999).
El objetivo de la psicología, en cuanto ciencia, es el mismo en cuanto al
sentido común, esto es: comprender, predecir y controlar la conducta humana. El
sentido común nos provee de una fuente de ideas, pero en ciencia las intuiciones
en las que se basa deben pasar por el filtro de un método de validación científico.
La ciencia psicológica, que se dedica al estudio del procesamiento de la
información, tiene como objetivo el descubrimiento de la estructura y procesos
internos del sistema humano, los que finalmente son los responsables de cómo
dicho sistema se comporta (Torres, Tornay y Gómez, 1999).
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Dicho de manera sencilla, se encarga de averiguar cómo está organizado y
cómo funciona nuestro cerebro, sin la necesidad de abrirlo y mirar directamente en
su interior. Por lo tanto, se basa en un paradigma que adopta el supuesto central
que los sistemas humanos manipulan la información.
Se hace una metáfora respecto a que el ser humano sería una máquina
pensante. Es decir, los procesos cognitivos serían al cerebro lo que los
programas son al computador. Esta concepción tuvo importantes consecuencias,
durante años, en relación al modo de entender la mente humana en nuestra
disciplina. Es desde esta perspectiva que surgen las distintas teorías del
procesamiento de la información (Torres et al, 1999).
Hoy, las nuevas formas de entender lo humano se alejan de lo planteado
por las teorías del procesamiento de la información. Permiten generar nuevas
concepciones del funcionamiento mental del ser humano, entendiéndolo como un
funcionamiento más bien integral, armónico y colaborativo de los procesos
psicológicos que lo definen.
Según Varela (2000), la mente es una ocurrencia fenomenológica, es decir,
está en relación a algo. No es parte de algo, como un cerebro o la cognición; sino
que es esa corporalidad y ese proceso en la experiencia con el mundo, no fuera
de ella. Para este autor, no podemos tener nada que se asemeje a una mente o a
un proceso psicológico, sin que esté totalmente encarnada o inscrita en una
corporalidad envuelta en el mundo. Es decir, la mente no está en el cerebro (o
en la cabeza) a secas, sino en el cerebro que está en un hombre que vive en un
contexto y que se encuentra en un espacio de interacción constante con los otros.
Lo cognitivo, afectivo o motivacional surge como una experiencia inmediata,
inextricablemente ligada a un cuerpo que es activo, que se mueve y que interactúa
con el mundo, desde dicho funcionamiento.
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Los procesos cognitivos, desde esta nueva propuesta, no estarían dados
por la representación de un mundo real pre-dado y externo a ésta, ni menos por la
proyección de un mundo interno, subjetivo, también dado de antemano. La
cognición, en general, es entendida como acción. Es más, es acción corporizada
en un ser que funciona de manera integrada. Las experiencias, entonces, se
originan en el cuerpo, indisociado, que posee diversas actitudes sensorio-
motrices, las que se encuentran arraigadas de manera simultánea, en un contexto
biológico, psicológico y cultural (Varela, 2000).
Desde ahí, el conocimiento no radica en la mente, ni en la sociedad, ni en la
cultura, en tanto situaciones aisladas; ni siquiera en el conjunto de los tres. El
conocimiento se genera y está dado por la interacción de los tres aspectos.
Como seres humanos, nos interesa comprender el mundo en el que
vivimos. La historia del pensamiento humano responde, en gran parte, a las
historias de las explicaciones que nos hemos ido dando a través del tiempo acerca
de cómo se originó el universo, la naturaleza humana y el papel que
desempeñamos en un mundo que cambia constantemente.
El ser humano es concebido en la actualidad como un ser complejo, que
puede ser comprendido desde diversas posturas teóricas, planos y dimensiones.
El conocimiento de los seres humanos ha variado significativamente de una época
a otra y de una cultura a otra. Por eso, la historia de la psicología científica ha
transitado desde visiones parcializadas, estáticas y distintas, a visiones más
integradoras del funcionamiento psicológico. Éstas incluyen los procesos
históricos y culturales a los que ha dado forma, buscando plasmar en este mundo
sus múltiples posibilidades de desarrollo.
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HACIA UNA NUEVA EPISTEMOLOGÍA DE LA MENTE:
NEUROFENOMENOLOGÍA DE LOS PROCESOS PSÍQUICOS
Contextualizar lo humano en un sujeto poseedor de procesos psicológicos
con una visión integradora de los mismos, es lo que nos permite entender el
proceso de adaptación a su medio.
El desarrollo de la vida misma se entiende como un proceso de
conocimiento constante, el que permite al organismo adaptarse para sobrevivir.
Por lo tanto, en el proceso del devenir -que permite al ser humano mantenerse en
la supervivencia- el conocimiento y las múltiples experiencias que adquiere a
través de los sentidos, está determinado por su estructura. Como surge desde su
ser biológico, todo lo relacionado con la vida puede ser explicado desde allí. A
partir de este punto de vista, la psicología es parte de la biología, porque los
fenómenos que estudia se dan en el devenir de los seres vivos (Maturana, 1991).
Es así como lo humano surge en la dinámica de las interacciones que se
dan entre los organismos como seres totales, entendiéndolo como un ser
biopsicosocial, en el que se concibe a la mente o lo mental como una instancia de
la vida, como una organización dentro de la organización que es la vida misma
(Maturana, 1991).
En consecuencia, la vida y la mente se auto-organizan en sistemas que
están estructuralmente determinados, que son autopoiéticos. Por autopoiesis se
entiende a la organización de los seres vivos como redes cerradas, que
autoproducen los componentes que lo constituyen. El ser humano, desde esta
lógica, es autónomo en su supervivencia, la que depende de las circunstancias
ambientales en las que le toca desarrollarse. Desde ahí conoce el ambiente que lo
rodea, a través de la percepción que está determinada por su estructura, es decir,
no puede conocer más allá de lo que le permiten sus sentidos (De Torres,
Tornay y Gómez, 1999).
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Entonces, desde esta lógica, la mente está encarnada en un ser que
interactúa en un medio que cambia constantemente. Entender lo mental de esta
manera representa dos desafíos: uno a nivel epistemológico y el otro a nivel
ontológico.
Desde el punto de vista ontológico, no podemos captar un objeto, esto es,
percibir, sentir, recordar, etc., como si fuera independiente del sujeto que conoce,
como si estuviera “ahí afuera”. El objeto surge de la acción manipuladora de éste,
por lo que, tanto el objeto como el sujeto están emergiendo o co-surgiendo en un
espacio de tiempo presente.
De aquí surge el primer postulado de Varela que plantea que la mente no
está en el cerebro y que la cognición que se produce a nivel de neuronas es la
encarnación de una acción que el ser humano realiza en el medio. Esta acción o
manipulación activa co-determina al sujeto y al objeto. (Varela, 2000).
En otras palabras, lo que está ahí afuera y lo que hacemos para estar en
ese mundo son inseparables, porque se co-determinan. Si no percibimos lo que
“está allá afuera” no lo conozco, por lo tanto, no existe.
En esta co-determinación hay un concepto muy importante usado por
Varela (2000) en relación a la cognición y es el concepto enactivo o enacción.
Estos términos provienen del verbo inglés “to enact” que significa poner en
ejecución o en acción, pero también significa representar o actuar, en el sentido de
interpretar un papel o un rol por un actor. Por lo tanto, en relación a la cognición,
Varela establece que ésta no es una representación de un mundo dado
previamente, por una mente pre dada, sino más bien es la puesta en obra o en
acción de un mundo y una mente, a partir de las múltiples acciones que un ser
realiza en ese mundo (Varela, 2000)
Desde el punto de vista epistemológico, la posibilidad de acercarse a
conocer lo que está “allá afuera” surgirá y estará dado por la acción que realiza un
cuerpo (enacción) sobre el medio que decide conocer. Desde ahí entonces, es
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pertinente preguntarse, ¿Todos perciben lo mismo de la realidad? ¿Todos
perciben de la misma manera? Se dejará la respuesta pendiente aún.
A nivel epistemológico, toma relevancia el concepto de adaptación
evolutiva. Éste permite conectarse con la idea que el cerebro es parte de una
evolución adaptativa, que genera un organismo con mayor capacidad de
sobrevivencia, porque ésta proviene y es permitida desde la información que
entrega el medio ambiente en el cual interactuamos (Varela, 2000).
Si la noción de adaptación la trasladamos al sistema de conocimiento
humano, se entenderá que una característica esencial y representativa de nuestra
especie, es la habilidad de auto-organizarse al momento de conocer. Esto se
desarrolla en términos maduracionales y permite la emergencia o surgimiento de
habilidades cognitivas superiores. Éstas, progresivamente, estructuran un sentido
de identidad total y unificada o integrada con cierta continuidad histórica.
En este proceso de adaptación, la capacidad de reconocerse como único a
través del tiempo, permite la continua y coherente auto-percepción y
autoevaluación frente al devenir de un medio cambiante. Por esta razón, la
mantención de la percepción de uno mismo llega a ser tan importante como la vida
en sí misma. Sin esta identidad, seríamos incapaces de funcionar
apropiadamente y se perdería, al mismo tiempo, nuestro sentido de realidad. Ese
sentido de individualidad y unicidad personal, a través del ciclo de vida, determina
la forma en que conoceremos y entenderemos la realidad.
Somos como somos debido a nuestras historias de interacciones con el
mundo, tanto pasadas como presentes, lo que permite perpetuarnos a nosotros
mismos y darnos un sentido de continuidad en el tiempo y en el espacio (Ruiz,
1997).
Estos procesos forman parte de un todo integrado y armónico de nuestro
interactuar en los planos cognitivos, afectivos y motivacionales, con una sociedad
que también nos moldea y determina.
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Al analizar al individuo, esta vez como sujeto de procesos
biopsicosociales, se asume que lo que singulariza al ser humano como tal,
aquello que lo vuelve específicamente humano, es su convivencia global e
integradora con la sociedad.
Lo verdaderamente humano, entonces, no es el ser biológico, que
pertenece a una especie determinada, la humana; sino estar inserto en una red de
relaciones como la familia, el colegio, grupos de iglesia, clubes deportivos, etc. Es
en estos espacios en que expresa su forma de entender el mundo, por lo tanto, la
forma en que vuelca su mundo cognitivo, afectivo y motivacional (De Torres,
Tornay y Gómez, 1999). El sentido de lo “humano” se encuentra, por consiguiente,
en constante coexistencia con “otros”. Desde ahí, el conocimiento no es un objeto
que se pasa de uno a otro, sino que es algo que se co-construye por medio de
operaciones y habilidades cognoscitivas, inducidas en la interacción social. Por lo
tanto, el desarrollo de las funciones psicológicas superiores se da primero en un
plano social y después en un plano individual. La transmisión y adquisición de
conocimientos y patrones culturales es posible cuando, de la interacción de un
plano interpsicológico, se llega a la internalización en un plano intrapsicológico.
Los procesos psicológicos pueden ser concebidos unitaria e integralmente
como capacidades, cuya fuente es el sistema nervioso y sus estructuras. Estos
procesos psicológicos se entienden en el marco más global de vida humana, en el
mundo de la correspondencia entre su estructura biológica y el mundo que habita
y co-construye (Barría, 2004).
La capacidad de comportamiento y de co-construcción de entornos, que
caracteriza el modo de vida de nuestra especie en el mundo, se basa en los
procesos psicológicos posibilitados por su constitución cerebral.
Por lo tanto, la base de los procesos psicológicos está en el cerebro y sus
estructuras, compartida en parte, por otras especies, pero especialmente
desarrollada en el ser humano.
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Desde ahí surgen otros cuestionamientos. Por ejemplo, ¿por qué la realidad
externa es percibida de diferente manera? ¿Quién está equivocado? ¿Existe una
realidad externa objetiva o sólo existe lo que percibimos de ella? ¿Cuál es la
realidad verdadera–objetiva, independiente de las características biológicas y
culturales de quien describe u observa?
En respuesta a dichas interrogantes, pareciera ser que existen tantas
formas de percibir y entender lo que rodea al ser humano como sujetos
cognoscentes. ¿No parece tan obvio? A continuación se desarrollará esta idea
comenzando con una revisión de la neurofenomenología.
La neurofenomenología de los procesos psíquicos es la ciencia que
explica el estudio de la conciencia mediante el examen ordenado de una
determinada experiencia, por parte de un sujeto, combinado con el análisis de
los correspondientes procesos y patrones neuronales de tal experiencia. Es la
ciencia que busca reducir la clásica brecha entre lo objetivo y lo subjetivo,
entre lo físico y lo mental, entre lo que es real para alguien y lo que no lo
es para otro (Barría, 2004).
No se puede percibir fuera del dominio definido por el propio cuerpo y el
propio sistema nervioso. Para el ser humano existe un solo mundo, el que está
experimentando mediante los procesos fisiológicos que lo convierten en lo que
es. Es decir, el ser humano está inmerso en un sistema cognitivo, afectivo y
motivacional, del cual no puede escapar (Sierra y Muneva, 2007).
El término mente en lugar de cognición, refleja el deseo de integrar un
amplio rango de fenómenos psicológicos.
Entender la fenomenología es entender el funcionamiento natural de la
conciencia y de la mente. Tanto los existencialistas Sartre y Kierkegaard, junto con
los fenomenólogos, como Heiddeger y Husserl, afirman que la experiencia
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humana, como vivencia, está íntimamente relacionada a cómo percibimos,
actuamos y somos concientes de ello (Echeverría, 1997). Esto es, el humano vive
en un continuo presente, dentro de su existencia particular e irrepetible, entonces,
lo que se convierte en experiencia es particular e irrepetible también.
El ser humano es en un espacio fenomenológico de existencia, es decir,
ocupa un espacio en el mundo, un estar en el mundo de manera integral con la
capacidad de representarse lo que ve, toca y siente, a través del lenguaje. Este
último es el que permite que las cosas que el hombre vea sean representadas
lingüísticamente y emerjan como un nuevo fenómeno ante la experiencia, por lo
tanto, “una nueva experiencia”.
El hombre puede saber que existe, porque tiene una vivencia existencial
irreductible. Entonces, ¿cómo podría reducir la experiencia si es la propia
vivencia? La vivencia se traduce en conciencia del tiempo presente, que puede ser
expresada y transmitida a través del lenguaje de un ser humano a otro. El ser
humano es, por tanto, un ser lingüístico que desde la experiencia de
lenguajear co-construye el mundo que aparece ante sus ojos (Maturana,
1991).
Por lo tanto, la mente comienza con el supuesto que la “acción” (percibir,
pensar, sentir, motivarse) está mediada por el medio en el que ésta se efectúa.
Por eso, la concepción de psicología como ciencia nunca ha estado exenta
de dificultades o, más bien, de múltiples miradas o formas de entender lo
psicológico. Así como existen tantas formas de entender la realidad como
personas hay, existirían tantas formas de entender lo psicológico como psicólogos
hay.
En su origen, la psicología recibió influencias muy diferentes, en ocasiones
con principios filosóficos bastante incompatibles entre sí. Finalmente, la
consolidación de las ciencias naturales, en especial de la biología, abrió las
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puertas para el inicio del estudio científico de los fenómenos psicológicos. Sin
embargo, en la fundación de la psicología como ciencia tuvo impacto la herencia
del dualismo y el voluntarismo, característico de la filosofía precientífica. Dualismo
que ha marcado a la disciplina psicológica hoy, pero que cada vez pierde más
fuerza y da paso a entender el funcionamiento psicológico como un todo
integrado.
PROCESOS PSICOLÓGICOS BÁSICOS DEL SER HUMANO: EL SER
HUMANO COMO SUJETO DE PROCESOS PSICOLÓGICOS
Los procesos de memoria, percepción, sensación, pensamiento, atención,
concentración, lenguaje, inteligencia y creatividad, resolución de problemas,
emociones, sentimientos, estados de ánimo, motivaciones, estrés, distrés, entre
otros, son procesos psicológicos que involucran el modo de vida de la especie
humana en el mundo permitido por su estructura biológica y el mundo que habita y
construye.
La capacidad de comportarse y de construir su entorno es lo que
caracteriza el modo de vida de nuestra especie en el mundo, capacidad que se
basa en los procesos psicológicos posibilitados por su constitución cerebral (De
Torres, Tornay y Gómez, 1999).
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En las próximas clases, se conocerán los procesos psicológicos básicos del ser
humano desde el punto de vista de cómo podemos inferirlos a través de la
observación del comportamiento. Éstos serán abordados de la siguiente manera:
1. Se distinguirá los procesos cognitivos básicos, tales como:
Sensación.
Percepción.
Atención y concentración.
Memoria.
2. Procesos psicológicos cognitivos superiores
Inteligencia y creatividad.
Lenguaje.
Resolución de problemas.
3. Procesos psicológicos afectivos
Emoción.
Sentimiento.
Estado de ánimo.
4. Los procesos motivacionales humanos
Motivación extrínseca e intrínseca.
Psicofisiología de la motivación.
Para comenzar a comprender de manera integral los procesos psicológicos
presentados anteriormente, es interesante plantear las siguientes interrogantes:
¿Cómo se puede dar cuenta de que una persona está comprendiendo lo que otro
le está explicando?
¿Cómo se puede dar cuenta de que una persona siente pena, alegría, frustración
o rabia?
¿Cómo se puede saber qué motivó la conducta de tal o cual persona?
Parecen preguntas que involucran una respuesta sencilla: se podría
responder simplemente: observándolos. Sin embargo, esta respuesta encierra otra
interrogante: lo que se observa, ¿será lo que piensa, siente o motiva al otro
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observado? O, más bien, ¿responde a lo que desde la forma de pensar, sentir y
motivar el observador infiere lo que al otro le puede estar pasando?
Se comenzará a responder estas interrogantes en la segunda semana de
desarrollo de contenidos, eligiéndose una mirada, entre otras, que permitirá
comprender las distintas explicaciones paradigmáticas y teóricas explicativas del
funcionamiento de los procesos psicológicos cognitivos, afectivos y
motivacionales. La mirada escogida será la científica, aceptando que para hacerlo
debemos poner la objetividad entre paréntesis y conversar desde ese paréntesis.
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Referencias
Barría, J. (2004). Neurofenomenología de la conducta conscient. Revista
Internacional, Vol.8, Nº3. Pág. 1 y 2
De Torres, J., Tornay M. F.& Gómez E. (1999). Procesos Psicológicos Básicos.
España: Mc Graw Hill
Echeverría, J. (1997). Introducción a la metodología de la ciencia. La filosofía de la
ciencia en el siglo XX" (2ª.ed.). Madrid: Editorial Cátedra.
Maturana, H. (1991). Biología de la Cognición y Epistemología. Chile: Editorial de
la Universidad de la Frontera de Temuco. Escuela de Psicología.
Ruiz, A. (1997). Las Contribuciones de Humberto Maturana a las Ciencias de la
Complejidad y la Psicología. Santiago de Chile: Instituto de Terapia
Cognitiva INTECO.
Sierra, O. & Munévar, G. (2007). Nuevas ventanas hacia el cerebro humano y su
impacto en la neurociencia cognoscitiva. Revista Latinoamericana de
Psicología, Vol. 39, Nº1, pp., 149-157
Varela, F. (2000). El Fenómeno de la vida. Santiago, Chile: Dolmen ediciones