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Impresores y libreros en Murcia: Talleres y librerías… Amparo García Cuadrado

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Impresores y libreros en Murcia: Talleres y librerías en el espacio

urbano durante la Edad Moderna*.

Murcian printing houses and bookshops: workshops and bookshops in

the Modern Age urban space.

Amparo García Cuadrado

Universidad de Murcia

Resumen: Se aborda la localización de las imprentas y librerías en la ciudad de Murcia

desde la llegada de los primeros profesionales del libro, los cambios de ubicación de

estos negocios motivados en buena medida por la política municipal y la propia

configuración y posterior transformación del espacio urbano. Se incide, particularmente,

en el devenir de dicha política y las características de las viviendas ocupadas por los

talleres y librerías. Las fuentes utilizadas son en su mayoría de carácter municipal (actas

y padrones parroquiales) y bibliográficas (pie de imprenta y colofones de los impresos

conservados). Los resultados obtenidos hablan de una pronta concentración de estos

trabajadores manuales en dos puntos neurálgicos distintos, para pasar desde mediados

del siglo XVIII a una clara dispersión con la aparición de un nuevo centro de la

industria del libro a finales de la centuria.

Palabras clave: Imprenta en Murcia, librería en Murcia, política municipal, casas de

libreros e impresores.

Abstract: This article addresses the location of the printing houses in the city of

Murcia, from the arrival of the first booksellers to the changes occured on their location

due to the local policy and the changes in the configuration and transformation of urban

planning. It is particularly important the development of this local policy and the

character of the housing complex occupied by this bookstores and printing houses. The

information sources are mainly municipal (minutes and parish registers) and

bibliographical (imprint and colophons of the preserved printed documents). The results

talk about a quick gathering of these artisans in two main different places, going to a

clear dispersion over the middle of XVIII century, with the appearing of a new center

for the book industry at the end of the century.

Keywords: Printing in Murcia, bookstores in Murcia, Murcia local policy, booksellers

and printers houses.

* Artículo recibido el 19 de abril de 2016. Aceptado el 2 de noviembre de 2016.

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urbano durante la Edad Moderna.

Introducción.

Un asunto de interés en el estudio del libro antiguo es llegar a conocer el lugar

donde debieron de ubicarse los talleres de aquellos profesionales, que llamados por las

autoridades civiles o religiosas cuando no por propia iniciativa, comenzaron a dibujar la

toponimia impresora y librera dentro del espacio urbano. Qué duda cabe que contar con

las series de padrones vecinales alumbra sobremanera dicha cuestión, aunque

ciertamente no son pocos los tipógrafos que hacían constar en las portadas de sus

impresos, o en sus colofones, la calle o plaza donde se hallaban establecidos, e incluso

el lugar donde se vendía el impreso con los datos de ubicación de la tienda del librero o

la casa del editor1. Otra vía de información, también de naturaleza municipal, generada

por los usos propios del concejo en el ejercicio de su actividad, son sus actas, así como

la documentación económica dispersa en series (libros de clavería, de mayordomos, de

propios…) o legajos sueltos innominados. También los contratos de arrendamientos,

contenidos en los protocolos notariales, permiten conocer con exactitud la localización

de la vivienda de alguno de ellos.

Antes de adentrarnos en el caso murciano, recurriendo a la documentación

señalada, nos gustaría realizar alguna puntualización sobre la realidad social de estos

trabajadores manuales. El impresor o el librero que llegaba con su “casa a cuestas”

dispuesto a permanecer un tiempo más o menos prolongado según las circunstancias no

era sino uno de tantos que, al igual que otros especialistas manuales, procuraba lograr

cierta situación de amparo haciendo valer su condición de “único en su oficio”, razón

por la que podía ser nombrado “menestral de la Ciudad”. Y es que desde la baja Edad

Media las ciudades habían logrado de la autoridad regia unos privilegios o prebendas

que tratarán de mantener en los sucesivos reinados. Juan I en 1383 había otorgado al

concejo murciano el privilegio de nombrar 20 menestrales exentos de moneda y a los

que la propia autoridad municipal aliviaría también en determinadas cargas concejiles y

alguna ayuda de costas para iniciar su actividad.2 Pero, ¿quiénes eran los menestrales?

Recoge el profesor Julio Gerardo Martínez, en su estudio sobre los fueros de Cáceres,

que los menestrales eran los “ommes de mester”, aquellos que desempeñaban un

“mester” o práctica de cualquier oficio y precisaban del visto bueno del concejo para su

ejercicio. Se trataba de hombres libres “que mediante el ejercicio de sus oficios venían a

satisfacer las más inmediatas y elementales necesidades de los que vivían en dicha

1 La creciente accesibilidad a un notable número de fondos antiguos digitalizados gracias a la

proliferación de las bibliotecas digitales y al libre acceso en Google Books, han facilitado enormemente la

consulta de los propios productos editoriales, y extraer de ellos las ricas informaciones que encierran. Por

esta razón, nos ha parecido de interés reproducir un buen número de pies de imprenta y colofones que dan

razón de la topografía librera e impresora. 2 A.M. Murcia. Pergaminos, nº 115. Carta plomada de Juan I concediendo al Concejo de Murcia el

privilegio de nombrar menestrales. 1383-04-01. Tordesillas. Carta real transcrita en: José Manuel DÍAZ

MARTÍNEZ, Amparo BEJARANO RUBIO y Ángel Luis MOLINA MOLINA, Documentos de Juan I,

Murcia, Academia de Alfonso X el Sabio, 2001, pp. 222-223. A.M. Murcia. Leg. 4287, nº 37. Minuta de

una petición del Concejo de Murcia a Isabel la Católica, solicitando franqueza de impuestos para veinte

menestrales y maestros de Murcia. 1470 / 1499.

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ciudad”3; por tanto eran “menesterosos” en el sentido de necesitados para el adecuado

desarrollo de un burgo.4 En este grupo social se integrarán los impresores y los libreros,

gentes que van a ejercer un “menester” u oficio necesario para el concejo. El hecho de

que estos nuevos trabajadores no llegaran a formar gremios, al modo de los oficios

tradicionales, no les impediría contar con las mismas prerrogativas. Así, uno de aquellos

profesionales del libro que quería asumir para sí el título de “menestral de la Ciudad”,

solicitaba mediante un memorial tal condición a los munícipes con objeto de recibir las

gracias aparejadas al cargo. Con el paso del tiempo y la llegada de otros competidores,

ese menestral disfrutaba frente a sus colegas de una posición de privilegio dentro del

sector. Por otra parte, impresores y libreros no solo tenían en común con el resto de los

artesanos poder ser nombrados menestrales sino que, al igual que aquellos, tomaron

para sí la costumbre ancestral de ubicarse en una determinada zona de la ciudad, “en la

misma calle o en el mismo barrio”, además de conformar una estructura paralela a la de

los oficios gremiales, esa jerarquía perfectamente reglada de maestro, oficial y aprendiz

que había caracterizado en el Medievo a estas “corporaciones de oficios” o “gremios en

potencia” estudiados por J. Valdeón.5

Pues bien, era común entre tales menestrales pedir como ayuda de costas una

casa donde poder ubicar sus escasos enseres y establecer el taller. Por esta razón, la

población interesada en disponer de una imprenta concedía graciosamente la casa al

impresor, o bien acordaba fijarle un sueldo o simplemente darle unos reales con los que

poder afrontar el alquiler de la vivienda anualmente. Como ha estudiado Martínez

Poveda para Orihuela, son diversos los documentos municipales que dan cuenta del

pago de alquileres a los impresores y libreros para favorecer su establecimiento desde el

siglo XVII.6 Este uso del concejo oriolano es el mismo que seguirá la ciudad de

Alicante en el siglo XVIII y que estaba presente en Murcia desde épocas tempranas.7 La

dadivosidad de los concejos para con estos profesionales ̶ ayuda de costas, casas de

gracia, alquileres y exenciones fiscales ̶ estaba en consonancia con lo legislado desde

1480 por la Corona deseosa como estaba de favorecer la expansión de los libros de

molde por sus reinos.8 Pérez Pastor en su estudio sobre la imprenta toledana cita

expresamente un documento anterior que manifiesta la temprana postura de los Reyes

en este punto. Nos referimos a la carta-orden de la Reina Católica de 25 de diciembre de

1477 a la ciudad de Murcia donde dispone que Teodorico Alemán, impresor de libros,

3 Julio Gerardo MARTÍNEZ MARTÍNEZ, “Los oficios menestrales en los fueros de Cáceres”, Anuario

de la Facultad de Derecho de Extremadura, vol. 3, 1984/85, pp. 151 y 153. 4 Covarrubias en su Tesoro de la Lengua castellana o española señala que “Menestral es lo mismo que

manestral, oficial mecánico, que gana de comer por sus manos” y “Menester […] menesteroso, el

necesitado”. 5 Julio VALDEÓN BARUQUE, “Gremios y oficios en la estructura urbana de la ciudad medieval”, en

Andrés CIUDAD RUIZ, María Josefa IGLESIAS PONCE DE LEÓN y María del Carmen MARTÍNEZ

MARTÍNEZ (coords.), Reconstruyendo la ciudad maya. El urbanismo en las sociedades antigua,

Madrid, Sociedad Española de Estudios Mayas, 2001, pp. 483-490. 6 Paloma MARTÍNEZ POVEDA, La imprenta en Orihuela y Alicante. Siglos XVII-XVIII, Alicante, 2015,

Tesis doctoral inédita. 7 Incluso en otras localidad de menor entidad como Lorca, Juan Bellot, impresor y librero, tras su fracaso

por establecerse en Murcia solicitaba al Ayuntamiento lorquino una “casa y exceptuándole de carga

gravosa de cualquier especie, y socorriéndole con alguna cantidad para el coste de su letra y que ninguna

persona pueda vender en esta ciudad papel que pueda conducir a su ejercicio y darle carruaje para traer su

familia […]”. A.M. Lorca. Acta cap. de 17-II-1707. 8 Novísima Recopilación de las leyes de España dividida en XII libros, mandada formar por el Señor D.

Carlos IV, Madrid, B.O.E., 1980, t. IV, Título XV, Ley I, D. Fernando y Dª Isabel en Toledo año de 1480,

ley 96 “No se paguen derechos algunos por la introducción de libros extranjeros en estos Reynos”.

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fuese franco de pagar alcabala.9 El mandato regio bien pudo haber influido en el modo

de actuar de las autoridades murcianas para con la naciente industria. La documentación

municipal conservada muestra esa política de acogida por parte de la Ciudad y una clara

relación entre ella y la ubicación de estos trabajadores manuales en un espacio urbano

muy concreto.

Nada podemos alumbrar sobre dicha cuestión por falta de datos referidos a los

primeros impresores y libreros que hicieron acto de presencia en la capital del Segura en

los años ochenta del siglo XV. Ni siquiera en la centuria siguiente contó Murcia con

talleres permanentes cuyos trabajos hayan dejado un rastro suficiente para fijar un lugar

en la toponimia urbana. Por ahora, tan solo conocemos un pliego suelto en el que se

precisa un lugar de la ciudad donde en una fecha desconocida (¿finales del siglo XVI?)

se hallaba ubicado un taller de impresión: “En la Plaça de San Antolín”, añadiéndose

“Vendense en la misma Imprenta” (Fig. 1).10

Figura 1. Pie de imprenta del pliego Verissima Relacion, donde se declara,

como vn hombre principal se casò con su hija, [s.a.]

Primeras pistas en los impresos del siglo XVII y otros documentos.

No será hasta el Seiscientos cuando comiencen a figurar en las portadas de los

impresos murcianos datos topográficos que completan la información sobre los artífices

que los dieron a luz. El primero de ellos, Diego de la Torre, hace constar en 1605 que

está imprimiendo en el “Convento de San Francisco de Murcia”, un edificio hoy

desaparecido y que dará nombre al Plano de San Francisco, antigua calle de la

Carretería en el barrio de San Pedro. Allí, precisamente, debemos situar el centro

neurálgico de la imprenta durante más de un siglo, si bien a partir del XVIII comenzará

a dispersarse por otras zonas urbanas terminando paulatinamente con su exclusividad.

Que Diego de la Torre imprimiese en el mismo convento nada tiene de particular dado

que el texto que imprime en aquel año ̶ segunda etapa del impresor en Murcia ̶ la

Miscelánea primera de oraciones eclesiásticas es una recopilación de los sermones del

franciscano Diego de Arce. Sin embargo, la primera llegada del impresor a Murcia nada

más iniciarse la centuria estuvo motivada por una llamada del concejo ante la falta de

9 Cristóbal PÉREZ PASTOR, La imprenta en Toledo. Descripción bibliográfica de las obras impresas en

la imperial Ciudad, Madrid, Imprenta y Fundición de Manuel Tello, 1887, p. IX. La exención regia se

haría efectiva en 1481 en el caso de Guillermo Alemán, factor de Teodorico, a quien la Ciudad hubo de

eximir del almojarifazgo correspondiente a su paso por Murcia con unas carretas cargadas de libros de

molde. Juan TORRES FONTES, Don Pedro Fajardo, Adelantado Mayor del Reino de Murcia, Madrid,

C.S.I.C., 1953, apéndice documental, p. 311. 10

Sobre la llegada de la imprenta a Murcia ver: Amparo GARCÍA CUADRADO y Cristina HERRERO

PASCUAL, La herencia de papel. Primeros siglos de imprenta en Murcia, Murcia, Ediciones Tres

Fronteras, 2008, pp. 7-13. Sobre el citado pliego suelto (Verissima Relacion, donde se declara, como vn

hombre principal se casò con su hija, sin saber que lo era […] y lleva al fin vna Loa de Lope, en

vituperio, y alabanza de las mujeres) conservado en la BNE (R/26596), es difícil señalar una posible

fecha, pero bien podría haber sido estampado a finales del siglo XVI o primeros años del XVII, p. 61.

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taller de impresión, según una carta transcrita por J. García Soriano en sus Anales de la

Imprenta que reproducimos. Dice así:

“Entendiendo esta ciudad el vtil que se le sigue de que en ella aya emprenta

hizo diligencia para que la Vuiese y traxo a diego de la Torre que es el maestro que la

tiene a cargo. Y por no dar el ordinario licencia para que se ympriman algunas cosas

menudas como son coplas de casos sucedidos y otras obras nueuas hasta cantidad de

ocho pliegos como se haze en Valladolid, Alcalá, Valencia y otras partes. Para auer

esta licencia se a escripto a los procuradores de corte la pidan en el Real consejo, y

hasta agora no se a despachado. V. m. se encargue dello y procure esta licencia

haciendo petiçion con las razones que parezca conuenir que se podrá auer con que las

obras se aprueuen por el ordinario, hasta ocho o diez pliegos. Nuestro Señor, etc.

Murcia doze de abril 1600”.11

Esta breve estancia del impresor entre 1600 y 1602 no ha dejado datos de

utilidad topográfica, pero parece evidente que, si había sido llamado por el concejo,

aquél debió de proporcionarle la casa donde vivir y establecer su negocio. Una escueta

nota en las actas de agosto de 1597 informa de un intento anterior de traer imprenta y de

ubicarla en una de las casas del Plano de San Francisco:

“Que se den a Jusepe Domenego, librero, quinientos reales por que trayga

una ymprenta a esta çiudad. Y que asimismo se le dé una de las casas del barrio de

san Françisco por tiempo de seys años, e que los dichos dineros y casas se le darán

aviendo traydo la dicha imprenta. Y haga la escritura el señor Alonso Díaz”.12

Desconocemos si el librero Domenego llegó a cumplir con el encargo pues

nada ha quedado de lo impreso, pero la asignación de casa gratuita al impresor era una

práctica conocida que recordarán en sus memoriales ante el Ayuntamiento otros

tipógrafos. En 1611 Agustín Martínez, precisado de ayuda por el escaso trabajo de su

prensa, confirma la gracia otorgada a su antecesor en estos términos:

“Agvstin Martines Impresor vezino desta ciudad digo que para mayor

nobleza della V. S. tomo asiento con Diego de la Torre que truxese vna imprenta y

para ello le dieron de ayuda de costa mil y trezientos reales y se le señaló vna de las

casas que V. S. tiene frontero a S. Francisco y aviendo assistido quatro años se fue sin

acabar el tiempo que tenia obligación la qual quedo en poder de Antón Martínez Cotes

que la tubo vn año de quien yo la compre y a seys años y medio que siruo con ella a V.

S. con grandes necesidades […]”.13

El interesante documento informa cómo, efectivamente, la Ciudad había

propiciado a de la Torre la casa frente al convento, lugar de trabajo y morada durante un

tiempo. No podemos confirmar que en ella desarrollara su escasa actividad el citado

Antón Martínez Cotes ni el propio impresor autor del memorial.14

Los tres impresos

11

Justo GARCÍA SORIANO, “Anales de la Imprenta en Murcia y noticia de sus impresores”, en P.

TEJERA TEJERA, Biblioteca del Murciano, Madrid, Tipografía de la Revista de Archivos, Bibliotecas y

Museos, 1924, t. II, pp. 613-614. 12

A.M. Murcia. Acta Cap. 30-VIII-1597, f. 45 r. 13

Justo GARCÍA SORIANO, Anales de la Imprenta en Murcia […], op. cit., p. 616. 14

De la cruz y el ladron Sermon por Fr. Diego de Arce […] Impresso en el couento de San Francisco, de

Murcia, por Agustin Martinez. Año 1607; Libro primero de la vida y milagros, del glorioso confessor

Sant Gines de la Xara y de algunas cosas notables que ay en el Monasterio, consagrado y dedicado a su

santo nombre, sito en el reyno de Murcia, de la orden de... Sant Francisco [...] compuesto y ordenado

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conservados estampados en 1607 por Agustín Martínez señalan como lugar de

impresión los conventos de San Francisco y de San Agustín lo que nos llevaría a

plantearnos más bien un deambular de la prensa hacia su escasa clientela. La vuelta a

Murcia de Diego de la Torre en 1615 y la estampación durante ese año de unos pocos

productos editoriales dejan sin confirmar la ubicación del taller en la casa antes referida,

la misma vivienda que bien pudiera haber sido asignada más tarde a Luis de Berós

como único impresor durante un tiempo. Berós, que trabajaba también en Orihuela, lo

hará en Murcia desde 1617, pero no consigna tampoco dato de interés hasta 1622 en la

Relación al viaje que el Conde de Monterrey hizo a Roma; en un completo colofón

confirma que en dicho año estaba “enfrente de San Francisco”, es decir, en la calle

Carretería, en alguna de las casas pertenecientes a los Propios de la Ciudad y que esta

proporcionaba como ayuda de costas a sus 20 menestrales (Fig. 2).

Figura 2. Colofón de la Relación al viaje que el

Conde de Monterrey hizo a Roma.

La instalación de estos trabajadores amparados por el cabildo frente al

convento franciscano tenía su fundamento en la existencia de unas casas nuevas

propiedad de la Ciudad construidas probablemente en la segunda mitad del siglo XVI.

La descripción recogida en un documento notarial de 1570, trascrito por Chacón

Jiménez, nos alumbra sobre el aspecto que presentaba aquel espacio ciudadano cuya

importancia se vería incrementada en 1580 con el traslado de la Pescadería desde la

plaza de la Carnicería a la de San Francisco:

“[…] un mesón e parador de parar carros e otras cosas, con veinte casas

alquiladoras e un huerto çercado, e un bancal de hasta dos tahullas de moreras que está

en medio de las dichas casas y huerto e alinda con ellos, que el dicho parador, casas e

huerto y moreral alindan de la una parte con huerto del monasterio del señor Sant

Françisco e con tierras de Pero Sancho e con tierras de Soler e con huerta de Pero

Riquelme, regidor, e con la muralla vieja e otros linderos […]”.15

Como ya hemos dicho, dicho entorno formaba parte de la parroquia de San

Pedro, una de las más potentes desde el punto de vista económico, con abundante

trasiego de carretas, viajeros y mercancías, y con una población activa más industrial y

de mayores medios económicos.16

Estas eran las características que reunía el lugar

elegido para instalar en una de aquellas “casas alquiladoras” el taller de los primeros

impresores que, de manera gratuita y junto a otros menestrales, marcarían el inicio de

una topografía impresora de larga pervivencia.

por el Padre Fray Melchor de Huelamo de la mesma prouincia y orden. Murcia: impresso en el Convento

de Sant Francisco de Murcia: por Agustin Martinez, 1607; Liber contionum de aduentu et faestis vsq. ad

Epiphaniam inclusive [...] Autore R.P.F. Ferdinando de Peralta Montañes Ordinis Eremitarum S.P.

Augustini Beticae prouinciae [...]; cum triplici indice locupletissima. Murtiae: in conuentu. S. Aug.: per

Augustinum Martinez, 1607. 15

Francisco CHACÓN JIMÉNEZ, Murcia en la centuria del Quinientos, Murcia, Universidad de Murcia,

Academia Alfonso X el Sabio, 1979, p. 90. 16

Ibídem, p. 398.

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Naturalmente entre los oficios necesarios para la Ciudad se encontraban

también los libreros. Pascual Martínez habla del establecimiento a mediados del siglo

XVI de los Segura, padre e hijo, que pronto entrarían en competencia con el ya citado

Jusepe Domenego, instalado en la Plaza de Santa Catalina, y con Juan Dorado, el más

importante de estos profesionales, natural de Alcalá de Henares. El primero había

llegado a la ciudad en los años ochenta donde permaneció prestando servicios al

concejo unos 25 años como encuadernador y librero (tal vez como impresor desde

1597). En cuando a Dorado, sabemos que estaba avecindado desde 1592 en una casa

alquilada para ocupar más tarde otra de su propiedad en la misma Plaza. En 1605

Antonio Abadía, otro librero de Santa Catalina, compraba la tienda de Domenego antes

de su partida a Cartagena. El valenciano Gabriel de Rives y Pedro de Collantes son

otros nombres de la librería murciana de finales del Quinientos cuya ubicación no

podemos precisar por el momento.17

En cualquier caso, contamos con datos suficientes

para situar el centro neurálgico de la primitiva librería en un lugar distinto al de la

imprenta.18

Santa Catalina constituía una de las plazas de mayor actividad económica,

política y social de Murcia. En ella se celebraban y conmemoraban los grandes sucesos

de la vida local, una especie de plaza mayor que había sido objeto de constantes

ampliaciones desde el siglo XV, y donde se localizaban el Contraste de la Seda y Sala

de Armas, la Lonja, y el Matadero en la actual Plaza de las Flores.19

El continuo tránsito

ciudadano y su centralidad hacían de ella el lugar más idóneo para concentrar la venta

de impresos destinados también a un vecindario potente económicamente con un alto

porcentaje de hidalgos, comerciantes y vecinos dedicados a actividades burocrático-

administrativas.20

No podemos afirmar que aquellos libreros disfrutaran a su llegada de

una casa de gracia, pero Jusepe Domenego sí parece que contara desde 1587 con la

exención de impuestos concejiles,21

privilegio que en 1706 reclamaba para sí el también

librero madrileño Alejandro Díaz Navarro, parroquiano de Santa Catalina.22

Probablemente arribara a Murcia al amparo de algún otro colega, y en 1697 solicitaba al

cabildo licencia para el ejercicio de su actividad, petición que le fue concedida en

septiembre de aquel año.23

Pero en marzo de 1706, se dirigía de nuevo al concejo e

informaba de su condición de único en su oficio, lo que denota la precaria situación que

vivía el sector entonces:

“Al memorial de Alexandro Díaz Navarro, mercader y encuadernador de

libros, en que representa que por razón de dicho oficio y ser único, debe ser exempto

de guardias, levas y otras cargas concejiles, como se le a concedido a sus antecesores,

suplicando se le mande conceder dicha exempción para que no se le moleste con

motivo de lo referido. Y la Ciudad haviéndolo oído, atendiendo a lo preciso de dicho

17

Lope PASCUAL MARTÍNEZ, “Libros y libreros en Murcia según los protocolos del siglo XVII”, en

Pedro Manuel CÁTEDRA GARCÍA, y María Luisa LÓPEZ-VIDRIERO ABELLO (coords.), El libro

antiguo español: Actas del segundo Coloquio Internacional (Madrid), Salamanca, Ediciones de la

Universidad de Salamanca, 1992, pp. 163-175. 18

Francisco CHACÓN JIMÉNEZ, Murcia en la centuria […], op. cit., p. 211. Entre los vecinos de Santa

Catalina se computan un librero en 1566 y otro en 1598. 19

Ibídem, pp. 87-88. 20

Ibídem, p. 398. 21

A.M. Murcia. Acta Cap. 7-XI-1758, f. 127 v. “Que si cabe en el número de escusados Jusepe

Domenego, librero, se reciba por tal escusado”. 22

Al menos en 1698, año de su boda con Bárbara Pinar, era feligrés de Santa Catalina. Family Search.

Murcia. Matrimonios, Santa Catalina, 10 diciembre de 1698, f. 34 v. 23

A.M. Murcia. Actas Cap. 24-IX-1697, f. 129 v. “Licencia a librero”. “Al memorial de Alejandro Díaz,

natural de Madrid, de profesión librero, suplicando se le conceda licencia para usarla en esta Ciudad.

Habiéndolo oído lo tuvo por bien”.

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ministerio, concedió al dicho Alexandro Díaz la esempción que pretende y para su

reguardo se le dé testimonio”.24

Una circunstancia parecida debieron de vivir los tipógrafos posteriores, al

menos desde que Miguel Lorente llega a la ciudad y matrimonia con la viuda del

impresor Juan Fernández de Fuentes, cuya prensa funcionó en Murcia desde 1635 hasta

su muerte (1650). En ninguno de sus impresos, como en los de su viuda, podemos

confirmar el lugar donde funcionaba la imprenta. Pero, en octubre de 1655 el propio

Miguel Lorente, mediante un memorial dirigido a la autoridad, afirma que “por ser tan

importante su arte y ser él solo, la Ciudad le a dado casa en que vivir de gracia”, pero

que se le estaba obligando a pagar algunos pechos concejiles por lo que solicita ser

nombrado menestral, la única manera de conseguir las “preeminencias en conformidad

del Real privilegio”.25

El texto no tiene desperdicio pues aclara dos cuestiones que

parecen ser una misma por aparecer unidas en épocas posteriores. En primer lugar, no

era preciso que el impresor gozase de la condición oficial de “menestral de la Ciudad”

para poder disfrutar de una casa, gracia que le había sido otorgada a su llegada y que era

independiente de las otras preeminencias y ventajas de orden fiscal que otorgaba el

concejo como quedar exento de guardias, levas y otras cargas concejiles según afirmaba

el librero Díaz en 1706.26

Es evidente que con esta política proteccionista, respaldada

por la Corona, se perseguía atraer también a estos menestrales y conseguir su

permanencia para el necesario desarrollo urbano.27

Por otra parte, a mediados del XVII

parecen haber olvidado en qué consistía el real privilegio de 1383 al que atribuían no

solo la exención de moneda, sino también la de algunos pechos concejiles. Además, en

el inconsciente colectivo atribuirían erróneamente tal privilegio al propio Alfonso X el

Sabio, y no a Juan I, el verdadero otorgador de la gracia real aludida.

Lo cierto es que la vivienda a que hace referencia Miguel Lorente, que era

propiedad del Ayuntamiento, seguía en su disfrute 34 años más tarde, hasta que en

marzo de 1689 solicitaba que la casa dada como ayuda de costas, vivienda en la que

habitaba, se le asignara a su yerno para quien pedía ahora el título de menestral. La

petición fue atendida y Vicente Llofríu, el yerno, fue nombrado “por tal menestral como

solo en dicho arte, con la casa de aposento y preeminenzias de los tales y con la facultad

y privilexios de que an gozado sus antezesores en dicho arte […] y con la obligazión de

tener reparada y corriente la dicha casa que es propia desta Ciudad y todo sea durante la

boluntad deste Ayuntamiento”.28

Otro interesante documento, inserto en un legajo del

24

A.M. Murcia. Actas Cap. 23-III-1706, f. 36 r. “Alexandro Díaz Navarro, esempto de guardias”. 25

A.M. Murcia. Acta Cap. de 30-X-1655, f. 378 r. 26

Parecida petición contiene el memorial presentado en 1717 por los libreros: “La Ziudad, en vista del

memorial de Juan López, librero, y Joseph Díaz Caiuelas, impresor, y otros menestrales, acordó que a

estos dos y a los demás menestrales no se les incluya en el repartimiento del cuartel que se está

practicando, ni en las demás cargas comunes por elegirles con esta exención como menesterosos en la

República, dándose a este fin las providencias comunes”. A.M. Murcia. Acta Cap. 13-X-1717, f. 136 r.

“Menestrales”. En virtud de la real Orden de 23 de noviembre de 1713 tuvo principio al respecto de dos

pesos por cada vecino, que irá variando según los años para el mantenimiento de la tropa y las

necesidades o urgencias de la Corona. José CANGAS ARGÜELLES, Diccionario de Hacienda con

aplicación a España, T I, 2ª ed., Madrid, 1833, p. 268. 27

Isabel GARCÍA DÍAZ, La ciudad de Murcia bajo la monarquía de los primeros Trastámara, Murcia,

Universidad de Murcia, 1988, pp. 215-217 (Tesis doctoral; reproducción digital en Digitum). Disponible

en: http://hdl.handle.net/10201/29385 28

A.M. Murcia. Acta Cap. de 5-III-1689, f. 41 r. El texto se encuentra transcrito en: Amparo GARCÍA

CUADRADO, “Vicente Llofríu Blasco: un impresor entre dos siglos”, Murgetana, año LXIII, núm. 127,

2012, pp. 67-94.

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Archivo Municipal, da cuenta de que la vivienda en cuestión, donde vivía y trabajaba el

único impresor de la ciudad, era la nº 10 de la calle Carretería frente al Convento de San

Francisco.29

Parece claro que la existencia de ambos espacios urbanos (Plano de San

Francisco y Plaza de Santa Catalina), como puntos de referencia de las actividades del

libro, no era sino una consecuencia de la propia estructura de la ciudad con unos barrios

bien definidos por oficios y actividades. En los memoriales dirigidos por los libreros a

la autoridad no se hace alusión a casa alguna, aunque sí a la exención de impuestos en

tanto que también ellos eran menestrales. Sin embargo, el oficio de librero desarrollaba

dos vertientes complementarias, aunque de naturaleza bien distinta. Por un lado, el

librero era un trabajador manual, un artesano encargado de realizar la encuadernación

que el libro requería, y para ello precisaba de un local donde acomodar las herramientas

de su trabajo ligatorio, en definitiva, un taller. Pero junto a esta industria, la

compraventa de los especiales productos con los que trataba lo convertían en un

mercader, en un comerciante al uso deseoso de abrir su negocio en un espacio menos

industrioso y más en consonancia con las características del mercado al que se dirigía

(clero, burócratas, administradores, notarios, escribanos, estudiantes) (Fig. 3). De ahí la

necesidad de establecerse en un lugar céntrico, de obligado paso, como era Santa

Catalina, una plaza donde el concejo no disponía de esas “casas alquiladoras” que con

tanta solicitud ofrecía a sus impresores en San Pedro30

.

Figura 3. Centro urbano de Murcia en el siglo XVII.

Fuente: ROSSELLÓ VERGER, V. y CANO GARCÍA, G. Evolución urbana de la

ciudad de Murcia (831-1973), Murcia, Ayuntamiento, 1975.

29

A.M. Murcia. Legajo 2892 (I). “Casa n. 10 frente de San Francisco. La tubo Miguel Lorente de gracia

por Menestral de la Ymprenta con obligación de repararla y desde san Juan de 1710 corre por

arrendamiento vitalicio a cargo de Domingo García en precio cada año de 385 reales”. 30

Esta búsqueda del centro neurálgico de la ciudad era común entre los libreros. Es lo que se observa en

la rica y populosa Sevilla del XVI donde los principales negocios de venta de impreso abrían sus puertas

a la calle Génova “la avenida principal de la ciudad” y “eje comercial y económico de Europa y América

[…] al que rodeaba el conjunto de corporaciones e instituciones anexas a la Carrera de Indias: la Casa de

Contratación, el Consulado de mercaderes, la Casa de la Moneda y las gradas de la Catedral”. Carlos

Alberto GONZÁLEZ SÁNCHEZ, y Natalia MAILLARD ÁLVAREZ, Orbe tipográfico. El mercado del

libro en la Sevilla de la segunda mitad del siglo XVI, Gijón: Ediciones Trea, 2003, p. 54.

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Problemas económicos y cambios de ubicación.

Tres meses más tarde de que la Ciudad favoreciese a su nuevo impresor, las

actas municipales dan cuenta de las dificultades económicas del concejo y la necesidad

de sacar un mayor provecho con el arriendo de los bienes de su propiedad, entre ellos

las casas que estaban en poder de los menestrales desde tiempo inmemorial. En junio de

1689 se acordaba que, con excepción de las dadas al ejecutor de sentencias y al

impresor, sus ocupantes pagaran la mitad de lo que costaba su arriendo al año; desde

entonces, una vez fallecido el titular de la gracia, la casa debía ser sacada a pregón y

otorgada al mejor postor.31

Esta medida, que como vemos no afectó en un primer

momento al impresor Llofríu, sería a la larga determinante en el traslado del taller a

comienzos del Setecientos. La necesidad de solucionar con presteza el vacío de las arcas

municipales llevaría a plantear la supresión de la gratuidad de todas las viviendas para

que fueran arrendadas al precio de las demás, una medida que acarrearía continuas

quejas por parte de los afectados. Los menestrales aducían en su favor la obligatoriedad

de mantener los privilegios otorgados por la Corona, entre los que consideraban

erróneamente la casa de gracia con que se habían visto favorecidos tradicionalmente.32

Por lo que conocemos a través de la documentación municipal, la negativa a conceder la

gracia de aposento se mantuvo poco tiempo ya que las protestas obligarían a los

munícipes a volver a la situación anterior, con la oposición frontal de varios regidores, y

la controvertida cuestión quedó en suspenso.33

Ya iniciada la nueva centuria, una vez

realizadas las consultas pertinentes en la Corte y en la Real Chancillería de Granada,

volvieron a concederse las casas solicitadas.34

Finalmente, la situación vino a

solventarse a favor de la Ciudad por las dificultades ocasionadas por la contienda civil.

La guerra había obligado al Ayuntamiento a destinar como hospital algunas de sus

casas, expulsando a sus inquilinos, hasta el acomodo de los soldados enfermos en el

convento de Capuchinas en 1707. El estado lamentable en que habían quedado tras el

uso hospitalario exigía su pronta reparación antes de ser arrendadas. Aprovechando esta

circunstancia y en vista de que todos los empleos estaban duplicados, y que “con el

título de menestrales las gozaban [las casas] graciosamente, se revoca[ban] y daban por

31

A.M. Murcia. Actas Cap. 25-VI-1689, f. 111 r. “Casas de menestrales”. 32

A.M. Murcia. Actas Cap. 5-II-1695, f. 32 r. “Por mandado de la Ciudad entró en esta sala Lorenzo

Olivares, Portero de ella y certificó haver citado a este Cavildo a los caballeros Regidores que a allado en

esta Ciudad para ver la proposición echa en el antecedente por el Señor Don Pedro Carrillo Fontes, en

razón de que las casas que están dadas de gracia a diferentes menestrales cesen y se arrienden como los

demás Propios por los atrasos con que se alla esta Ciudad. Y haviéndola oydo, tratado y conferido, acordó

que para el primer Cavildo se trayga razón de las dichas gracias y el privilegio o facultad que tiene esta

Ciudad para hazerlas con cuya vista se tomará la resolución más conveniente”. 33

A.M. Murcia. Actas Cap. 21-V-1701, f. 71. “Martín de Lezcano, menestral de coches con gracia de

casa. […] Y así mismo se vio el acuerdo de 25 de junio del año pasado de 1689 en que resolvió esta

ciudad que para beneficio de sus propios, los menestrales que tenían casa de aposento pagasen en cada un

año la mitad de su arrendamiento y muertos que fuesen se corriesen al pregón y arrendasen como los

demás propios. Y la Ciudad haviéndolo oído y que la disposición de dicho acuerdo no tuvo subsistencia

por las razones y motivos que constarán de los libros capitulares deducidas por los menestrales,

haciéndose después diferentes gracias y nombramientos de semejantes personas en conformidad del real

privilegio del Señor Rey D. Alonso el Sabio que siempre ha estado en uso. En su cumplimiento y en

atención que dicho Martín de Lezcano es único en su ejercicio y en quien concurren las partes y calidades

que para tal menestral se requieren, se nombró por tal en el dicho oficio de maestro de coches y, en su

consecuencia, se le hace gracia de la referida casa que deja el dicho Martín López y con la misma

obligación que la tenía este. Y para que se le guarden las preeminencias que como tal menestral le

competen según el dicho privilegio, se le despache título en toda forma”. 34

A.M. Murcia. Actas Cap. 21-V-1701, f. 83 r. “Provisión citatoria sobre las casas de los menestrales”.

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nulos los tales nombramientos, sin que sobre ello se admiti[eran] memoriales” salvo

peticiones de arriendo a los mejores postores.35

A partir de entonces, todos los

menestrales agraciados hubieron de renunciar a su privilegiada situación, y también el

impresor Llofríu que había trasladado sus prensas a una zona cercana al convento

franciscano aunque ya perteneciente a la parroquia de San Antolín, a la calle de la Sal.

Así queda constancia en el pie de imprenta de la Copia de la relacion veridica, que ha

venido à esta Ciudad, de la Batalla del Campo de Almansa, sin fecha, pero

probablemente de 1707. No sabemos el tiempo que permaneció en aquella calle, por

cierto en una casa propiedad del impresor,36

pero en 1711 el taller estaba funcionando

en otra de sus diversas viviendas, en la Plaza Nueva de San Pedro, iglesia de la que era

feligrés (Fig. 4).37

Figura 4. Pie de imprenta. Explicación clara y compendiosa de toda

la doctrina Christiana de Diego Camuñas (O.F.M.)

Hacía ya un tiempo que el taller de Llofríu no era el único en la ciudad de

Murcia. En 1706 un nuevo tipógrafo venido de Orihuela abría otro en una zona cercana

al barrio petrino, en la parroquia de San Bartolomé. Se trataba de Jaime Mesnier quien

antes de finalizar el año alquilaba a uno de los regidores de la ciudad una casa en la

Platería instalando allí su imprenta y librería (Fig. 5).38

Comenzaba así, un tímido

desplazamiento del negocio de impresos hacia una nueva zona equidistante entre la

Catedral y la bulliciosa Plaza de Santa Catalina. El modo de actuar del impresor denota

ya una nueva relación con la Administración. Mesnier, quien estaba acostumbrado a los

usos tradicionales pues había recibido un trato de favor del concejo para instalarse en

Orihuela en 1691, buscaría por su cuenta el local que precisaba y lo hacía bajo arriendo

de una casa a un particular, curiosamente a uno de los regidores responsables de la

nueva situación.39

Figura 5. Pie de imprenta. Clamores apostólicos y Ciegos alumbrados

de Diego Camuñas (O.F.M.)

35

A.M. Murcia. Actas Cap. 1-III-1707, f. 23 v. “Se aderecen las casas nuevas que han servido de

hospital”. 36

A.H.P. Murcia. Prot. 3108, ante Jiménez de León, 1714, f. 276. “Vicente Llofriu,vezino desta Ciudad,

zesión contra Manuel Onofre, vezino de ella”. Onofre renuncia al arriendo de la casa de la calle de la Sal

propiedad de Vicente Llofríu. 37

Explicación clara, y compendiosa de toda la Doctrina Christiana […] Fr. Diego Camuñas. En Murcia:

Por Vicente Llofriu, Impressor en la Plaza nueva, 1711. 38

A.H.P. Murcia. Prot. 4977, ante Nicolás Ibáñez Navarro, 1706, f. 94 r.-95 v. “D. Francisco Antonio del

Villar, vezino y rexidor de esta Ziudad, arrendamiento contra Jaime Mesnier, vezino de ella”. 39

La ayuda de costas proporcionada a Jaime Mesnier en 1691 por la Ciudad de Orihuela fue de 20 libras

de salario que pasaría finalmente a ser conceptuadas como ayuda para pagar el alquiler. Paloma

MARTÍNEZ POVEDA, La imprenta en Orihuela […], op. cit., documentos, pp. 999 y 1002 y otras.

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Adiós a las casas de gracia o ayuda de costas.

Vamos a detener por un momento la reconstrucción de la topografía impresora

para abordar la nueva situación en que quedaron las casas del Plano de San Francisco,

entre ellas la nº 10, antiguo local de la imprenta Llofríu. La nueva política impuesta por

el consejo terminaba con la ayuda de costas que había permitido el establecimiento de

tantos menestrales en el mismo espacio urbano, un lugar que seguirá siendo requerido

por los maestros en los diversos oficios, pero ahora como arrendados tras ganar las

pujas de las casas que salían a pregón. Efectivamente, según la nueva normativa, una

vez rematada al mejor postor se podía disponer de la casa municipal mediante

arrendamiento vitalicio, con la obligación de pagar los ducados señalados y

comprometerse a repararlas anualmente para evitar su deterioro.40

También la casa nº 10

fue arrendada quedando en manos de un maestro de sastre, Miguel Mora, como único

postor. El nuevo inquilino se comprometía a pagar 35 ducados por año, en dos pagas,

siempre “que el tabique por rotura de la pared maestra que tiene se ha de reedificar de

nuevo a costa de la Ciudad y por cuenta de la primera paga de este arrendamiento”. Y

así, el antiguo taller que había lindado con otras casas del Ayuntamiento y que

“afronta[ba] con el convento de San Francisco, colegio y hermita de Nuestra Señora de

la Concepción y dicha calle de la Carretería” pasaba de imprenta a sastrería. Las

minuciosas condiciones señaladas en el contrato de arrendamiento serán las mismas que

hubieron de firmar los impresores y libreros interesados en ocupar las casas frente a

San Francisco.41

Esta manera de actuar propia del concejo murciano, poco tenía que ver

con lo que estaba ocurriendo en localidades tan cercanas como Orihuela o Alicante. Si

en Murcia las autoridades municipales habían dejado de favorecer el establecimiento de

menestrales al eliminar la posibilidad de disfrutar de una vivienda gratuita, en el reino

40

A.M. Murcia. Actas Cap. 24-V-1707, f. 89 v.-90 r. A Pedro Agüera, maestro de hacer relojes y

campanas, la Ciudad le favoreció con una de las casas nuevas, la nº 4, donde había vivido 34 años con la

“obligación de asistir a las obras de esta ciudad tocantes a su oficio […] y habiéndola desocupado para

que sirviese de hospital para los soldados enfermos y cesado esta causa, suplica volverla a habitar en la

forma en que la había tenido o de la que fuere del agrado de la Ciudad”. La ciudad acordó que si quería

habitar alguna de esas casas hiciera postura en la forma en que estaba resuelto. Por su parte, Gabriel

Fernández, hace postura en una de las casas frontero de San Francisco, la nº 8, en precio de 24 ducados al

año, obligándose hacer los reparos que fueren necesarios a su costa. La Ciudad acordó que se corriese al

pregón. 31-V-1707, f. 95 r. y ss. Gabriel Fernández tenía hecha postura por 24 ducados y arreglos a su

costa. La de Juan Teruel, la nº ? , se remató por 29 ducados; estaba destrozada por la tropa y pide se le

arregle. La Ciudad se niega. El 11 de junio estaban ya arrendadas en la forma señalada. El 9 de julio (f.

129 v.-130 r.) se vio en cabildo la tasación que se había hecho de “las casas nuevas de esta Ciudad

frontero San Francisco que han servido de hospital y nuevamente se han arrendado donde consta el gasto

que sus habitadores han hecho en cada una” en cerrar las roturas y componer los tabiques por cuenta de

los alquileres y son las de los números: 2,3,4,6,7,8,9,10,11,12,13. 41

A.H.P. Murcia. Prot. 3656 ante Fajardo Calderón, 1707, f. 483 r. “La Ciudad de Murcia, arrendamiento

vitalicio de la casa nº 10 frente de San Francisco contra Miguel Mora”. 1. Que los reparos necesitaba

dicha casa para “entrarla a vivir se han de hacer de contado como son el tabique y rotura de la pared

maestra por quenta de la primera paga de este arrendamiento y lo que costare se le ha de abonar; y los

demás que en adelante se ofreciesen anualmente, han de correr por cuenta de dicho arrendador de forma

que ha de ser obligado a tenerla siempre corriente y habitable al fin de este arrendamiento”.

2. Que si por descuidos y falta de reparos se arruinase la casa o parte de ella, el arrendatario quedaba

obligado a reedificarla de nuevo a su costa.

3. Que si sucediese incendio por descuido del arrendador o alguno de su familia quedaba obligado el

referido a volverla a reedificar a su costa; “y siendo de otra forma, con la mera justificación que hiciese

ha de vastar para darle por libre de esta obligación”.

4. Que una vez fallecido el dicho Miguel de Mora ha de cesar este arrendamiento, quedando “dicha casa

libre y desembarazada para que por parte de esta Ciudad se use de ella como le pareciere”.

5. Si dejase la casa tendría que pagar la renta de vacío como si de ella gozase.

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vecino los impresores y libreros continuaban recibiendo las ayudas habituales del

concejo.

En esta situación de cierto desamparo por parte de la autoridad municipal,

entrará en escena un maestro librero, el mercader de origen aragonés Juan López o Juan

Royo López, quien en abril de 1713 solicitaba ser nombrado “menestral del

Ayuntamiento” con las prebendas y exenciones del cargo.42

Concedida la solicitud

pasará a contratar el arriendo vitalicio de la casa nº 7 de la Carretería, anteriormente

ocupada por don Antonio Jiménez de León, secretario de S. M., comprometiéndose a

pagar 2 ducados más que el anterior inquilino, en total 29 ducados al año.43

Más tarde,

también el maestro impresor José Díaz Cayuelas hacía idéntica solicitud, petición que

tardaría en ser concedida por hallarse ocupada la vivienda que solicitaba, la nº 6, vecina

a la del librero, una proximidad motivada, sin duda, por existir entre ellos relaciones

profesionales por la impresión de una colección de comedias sueltas (Moreto, Lope,

Calderón) y algunos textos de espiritualidad costeados por el mercader.44

En 1716

Cayuelas pasará a ser menestral del concejo lo que le permitirá hacer constar en sus

impresos el título de “Impresor de la Ciudad”.45

Son varios los documentos de

naturaleza municipal y notarial que dan razón de la ubicación de este impresor frente a

San Francisco; en uno de ellos se lee:

“Casa nº 6, enfrente de San Francisco, en arrendamiento vitalicio a cargo de

Joseph Díaz Cayuela, desde 24 de junio de 1716. Cargo: Hácese cargo a Joseph Díaz

Cayuela, impresor, vecino desta Ciudad de trescientos veinte y un reales vellón cada

año de su arrendamiento en cuia cantidad a tomado por los días de su vida la casa nº 6,

enfrente de San Francisco con obligación de repararla, el qual corre desde 24 de junio

del pasado 1716 y los a de pagar conforme a su obligación de por mitad

anticipadamente los días de San Juan de junio, y Pasqua de Navidad de que otorgó

escriptura en 30 de marzo de dicho año ante los escribanos del Ayuntamiento […]”.46

Así pues, si Vicente Llofríu había abandonado definitivamente la Carretería,

tiempo después las casas nº 6 y 7 de dicha calle albergaban una imprenta y una librería

de largo recorrido entre las gentes del libro (Figs. 6 y 7). Por su parte, el ahora librero

Llofríu, dueño de varias casas en San Pedro, abría su tienda en una de ellas, según

creemos en la Lencería (hoy Jiménez Baeza), en la misma parroquia, aunque algo

distante de la calle donde había ejercido como impresor (Fig. 8). La posterior venta del

42

A.M. Murcia, Actas Cap. IV- 1713, f. 50 v. “Juan López se admite por librero”. “Al memorial de Juan

López, vezino de esta ciudad, de ofizio librero, suplicando le onrre con el título de librero de

Ayuntamiento, con las exempziones que le corresponden. La Ziudad haviéndolo oído y conferido,

teniendo presente su buena havilidad en esta facultad, le nombró por librero de la Ziudad con las

exempziones que le corresponden como a los demás menestrales. Y acordó se le de testimonio con

expresión de ellas”. 43

A.M. Murcia, Actas Cap. 24-X-1713, f. 194 v. “Juan López, sobre arrendamiento bitalizio de una

casa.” 44

A.M. Murcia. Acta Cap. 21- IV-1714, f. 77 v. “Joseph Díaz Caiuela, pide la casa nº sesto.” 45

A.M. Murcia. Acta Cap. 28-III-1716, f. 39-40 v. “Joseph Díaz”. A.H.P. Murcia. Prot. 2799, ante Fajardo Calderón 1716, f. 54 (30 marzo). “La Ziudad de Murcia, arrendamiento vitalizio contra Joseph

Díaz Caiuela, vezino de esta Ziudad”. En la calle que afronta con San Francisco que es la nº 6 de las casas

nuevas por 321 reales; los arreglos por cuenta del impresor. 46

A.M. Murcia. Legajo 2905 (I), f. 38 r.

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negocio de libros en 1721 a uno de sus empleados, Lorenzo Martínez Urrea,47

propiciaría la instalación de la librería enfrente de San Francisco, en la nº 12, local

arrendado por Urrea al Ayuntamiento asumiendo para sí los desperfectos ocasionados

por el anterior inquilino carente de recursos.48

También la falta de solvencia del librero

acabaría dejando dicha casa en manos de otro maestro en el oficio, Francisco Navarro,

una cesión que sería aceptada por el concejo en 1728 por 341 reales.49

El interés de

Navarro por instalarse en aquel lugar debía de ser grande pues tiempo atrás ya había

pujado sin éxito por la nº 5, según informan las actas de 1724.50

Figura 6. Colofón de la Verdadera relación, y curioso romance, en que se dà por estenso

cuenta de los valerosos hechos del valiente Francisco Pliego, [s.a.]

Figura 7. Pie de imprenta. Poema encomiástico, en diversos metros al V. Doctor [...]

Fray Juan Duns Escoto de José Ordoñez (O.F.M.)

Figura 8. Colofón de la Nueva relación y curioso romance en que se declara […] los amores,

cautiverio y rescate de una principal Señora, llamada Doña Lidora, [s.a.]

Ante estos hechos, debemos inferir que el barrio de San Pedro, particularmente

la Carretería, continuaba siendo un polo de atracción para los libreros bien avanzada la

centuria. En aquel barrio, cerca de la Iglesia, había estado con anterioridad la librería de

Francisco Navarro, “en la esquina de su placeta [S. Pedro] y calle que sale de ella y va a

la aduana del Almojarifazgo”, una casa arrendada a un vecino y que acabaría formando

parte del patrimonio de Llofríu.51

El padrón elaborado en 1721 con fines recaudatorios

confirma esa concentración de profesionales. En San Pedro se encontraban los libreros

Llofríu, Navarro y Juan López más el tipógrafo Cayuelas. La misma fuente confirma la

47

A.H.P. Murcia. Prot. 3602, ante Alonso Ochandiano, (27 julio 1721), f. 47 r.-51 v. “Lorenzo Martínez,

venta de tienda de librería contra D. Vizente Llofríu, y este obligación contra dicho Lorenzo Martínez y

consortes”. 48

A.M. Murcia. Acta Cap. 8-VIII-1722, f. 102. “Lorenzo Urrea Martínez” y A.H.P. Murcia. Prot. 2802,

ante Ximénez de León, (10 sept. 1722), f. 76. “La Ciudad de Murcia, arrendamiento vitalicio a Lorenzo

Urrea Martínez”. 49

A.M. Murcia. Actas Cap. 1727, 2-XI-172, f. 166 r., “Al memorial de Francisco Navarro” A.H.P.

Murcia. Prot. 3272, ante López Baeza, (1728), f. 6. “La ciudad de Murcia, arrendamiento vitalicio contra

Francisco Navarro”. 50

A.M. Murcia. Actas Cap. 21-III-1724, f. 56 r. “Al memorial de Francisco Navarro, haciendo postura en

la casa de la Carretería la nº 5”. A.M. Murcia. Actas Cap. 4-IV-1724, f. 67 r. “Remate de casas”. 51

A.H.P. Murcia. Prot. 3928, ante B. Ruiz, 21 agosto 1725, f. 714-718. “Don Bizente Llofríu, vezino

desta Ziudad, venta real contra D. Francisco Tuero, presbítero”.

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residencia del viejo librero y efímero impresor Alejandro Díaz en la parroquial de San

Nicolás,52

mientras que Jaime Mesnier seguía siendo feligrés de San Bartolomé.53

Otra librería en San Pedro y un complicado traslado de taller.

La llegada de otros profesionales en la década de los años veinte había

incrementado la nómina de libreros e impresores pues, junto a los maestros que ya

hemos señalado, había en la ciudad otros menestrales que trabajaban para aquellos en

calidad de oficiales. Francisco Antonio de Buedo y Gerónimo Vicen Pérez debían de

hacerlo para Díaz Cayuelas y, es más que probable que Juan Polo Burillo, sobrino del

librero Juan López, lo hiciera en la vecina librería. Este último, Polo Burillo, nacido

también en la Hoz de la Vieja como su tío, casaba en marzo de 1721 en Santa María con

una murciana y pronto buscará el lugar donde establecerse.54

La noticia más temprana

que conocemos de su residencia es del año siguiente cuando bautiza al primero de sus

retoños en la parroquial de San Pedro,55

iglesia de la que será feligrés hasta su muerte en

1749. Sabemos también del arriendo por 9 años de una casa lindando a mediodía con la

Aduana (1729),56

aunque en 1731 hacía lo mismo con otra de la parroquia de Santa

María por 3 años, casa pegada a la muralla que afrontaba con “la boquera del val de la

lluvia”,57

para retornar rápidamente a San Pedro, a otra vivienda arrendada y lindera por

poniente con las monjas Verónicas.58

Junto a este convento permanecerá su tienda

largos años tras adquirir en 1733 una casa en el Porche de Verónicas.59

Esta movilidad hasta alcanzar un local permanente será una constante, si bien

no todos conseguirían instalar sus negocios en viviendas de su propiedad. Quizás uno de

los casos más significativos entre los impresores fuera el de José Díaz Cayuelas quien

procedente de una familia con patrimonio lograría incrementarlo y montar un

importante taller unos metros más allá de las casas del Ayuntamiento, pero abocado

también al Plano de San Francisco junto a la Pescadería. Se trataba de una zona al inicio

de la parroquia de San Antolín, barrio que ya había albergado tiempo atrás una

imprenta. El tipógrafo contaba con una casa de su propiedad en San Juan, en la calle de

la Corredera, donde tal vez comenzara a dar a luz sus primeros trabajos antes de su

llegada en 1716 frente al convento franciscano. A pesar de contar con esa vivienda

propia, es significativo que hubiera orientado sus pasos hacía el barrio más

paradigmático para los de su oficio en calidad de arrendado. Pero en 1722 solicitaba que

se le otorgase a censo perpetuo cuatro casas pequeñas que mediaban entre las del

ejecutor de Sentencias y la Pescadería para fabricar otra “de que se origina[ba] beneficio

52

Aunque el padrón anota “impresor que fue de libros” solo conocemos un impreso de 1711 estampado

por Díaz y dedicado a la duquesa de Atrisco y condesa de Montezuma, El primer ministro de Dios,

desgraciadamente sin datos de ubicación. 53

A.M. Murcia. Legajo 3798. Padrones parroquiales de 1721. 54

Family Search. Murcia. Santa María. Matrimonios. 1708-1724, f. 168 r. (20 junio 1721) 55

Family Search. Murcia. San Pedro. Bautismos (1706-1730) f. 177 v. (7 mayo 1722). 56

A,H.P. Murcia. Prot. 3762 ante Francisco Pérez Mesía, f. 1 r.-2 v. “Francisco Cuevas, vezino de la

ciudad de Lorca, arrendamiento contra Juan Polo vecino y librero desta Ciudad”. 57

A.H.P. Murcia. Prot. 3763 ante Francisco Pérez Mesía, f. 283. “Eduardo Ramirez de Arellano, vezino

desta Ciudad, arrendamiento contra Juan Polo, vezino desta Ciudad”. 58

A.H.P. Murcia. Prot. 3764 ante Francisco Pérez Mesía, f. 215. “Mathías García, vezino desta Ciudad,

arrendamiento contra Juan Polo, vezino de ella”. 59

A.H.P. Murcia. Prot. 3766, ante Pérez Mesía, f. 184 r.-186 v. “Juan Polo, vezino y librero en esta

Ciudad, venta real contra Antonio Martínez, vecino de ella”.

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público y mayor ornato a dicho sitio, y por estar las referidas casas casi arruinadas”

podría eliminarse la “rinconada y fealdad que ocasiona[ban].60

A través de esta petición

se proponía adquirir de manera permanente un solar pagando anualmente unos reales al

Ayuntamiento (censo perpetuo). Los trámites administrativos fueron costosos pues

trascurridos cincos años todavía quedaban impedimentos y desacuerdos entre los

capitulares. La oposición de uno de los regidores al proyecto retrasaría el otorgamiento

y, por tanto, la construcción del nuevo edificio donde albergar el negocio. Por el

informe negativo emitido por el regidor en 1727 sabemos de la precaria situación de las

casas del nuevo vecindario, unas viviendas “sin particular hermosura” y “arrimadas a la

Plaza de Pescados” y a otras de oficios “serviles” que poco tenían que ver con la que

Cayuelas se proponía edificar.61

La insistencia del impresor por lograr instalarse como

propietario en aquel paraje y sus buenos contactos como “Impresor de la Ciudad”

inclinaron la balanza a su favor en 1731, imponiéndosele un censo moderado poco

superior a lo que producían los arriendos de las cuatro casas al año (385 reales). Se le

obligaba, eso sí, a hacerse cargo la contribución para la limpia y monda del Val de la

Lluvia (6 reales) y a terminar las obras al cabo de cinco años.62

La amplia fábrica construida desde sus cimientos, según refiere en su

testamento, constaba de varias casas de morada, tres de ellas auxiliares de otras

principales, cuyo coste desmedido hubo de afrontar con diversos créditos, parte de los

cuales quedaron pendientes tras su muerte.63

En aquel “complejo” magníficamente

ubicado ya que por levante mediodía daba a las casas del Ayuntamiento, a poniente con

el Val de la Lluvia y a norte con la Pescadería, trasladaba en 1738 su imprenta cuyas

puertas abrían a la plazuela del Colegio de la Purísima, institución perteneciente a la

orden franciscana contigua al convento y, por tanto, muy cerca de la casa municipal que

había ocupado hasta entonces. La apertura del taller a esas nuevas dependencias no

supondría el abandono de la casa nº 6 de la Carretería ya que en ella quedaron alojados

los trabajadores del taller, o al menos uno de sus oficiales, Gerónimo Vicen Pérez,

según creemos la mano derecha del impresor en Murcia, junto a su sobrino Felipe Díaz

Cayuelas.64

El primer impreso que conocemos estampado en el nuevo emplazamiento

son las Reales ordenanzas, del Colegio, y Congregacion del arte de Plateros de 1738

donde en su pie de imprenta se lee: “En Murcia: por Joseph Diaz Cayuelas [...] enfrente

del Colegio de la Purissima Concepcion”; faltaban unos meses para que ya enfermo

60

A.M. Murcia. Acta Cap. 12-V- 1722, f. 58 r. “Al memorial de Joseph Díaz Cayuelas, impresor de esta

Ciudad” y A.H.P. Murcia. Prot. 3273, ante López Baeza, 1731, f. 49-54 v. “Los muy Ilustres Sres. del

Ayuntamiento de esta Ciudad, dación de zenso perpetuo contra José Díaz Cayuelas, vecino de ella”. 61

A.M. Murcia. Actas Cap. 9- VIII. 1727, f. 112 r. y v.”Joseph Díaz Caiuela” 62

A.M. Murcia. Actas Capitulares. 6-VI-1730, f. 76 v. y A.H.P. Murcia. Prot. 3273, ante López Baeza,

1731, f. 49 r.-54 v. “Los muy Ilustres Sres. del Ayuntamiento de esta Ciudad, dación de zenso perpetuo

contra José Díaz Cayuelas, vecino de ella”. 63

A.H.P. Murcia. Prot. 3825, ante José Ramos, diciembre de 1738, f. 913 y ss. “Joseph Díaz Caiuela,

vezino que fue desta Ziudad, su testamento”. 64

Tras morir Díaz Cayuelas, Vicen Pérez pujó para alquilar la casa de la Carretería. Acta Cap. 1-X-1738,

f. 275 r. “Postura en la casa del nº 6. Viose petición de Gerónimo Vicen Pérez haciendo postura por

arrendamiento en la casa nº quinto [sic] de la Carretería, que ha vacado por muerte de Joseph Díaz

Cayuela, por tiempo de cinco años que han de tomar principio la víspera de Navidad de este presente año

y en precio cada uno de ellos de treinta ducados de vellón pagados anticipadamente como es estilo de

medio en medio año. Y la Ciudad haviéndolo oydo la admitió y acordó se corra al pregón y remate el día

23 del corriente, zitándose los postores”.

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diera poderes para testar. Tras su muerte (verano de 1738) el taller continuó en la misma

ubicación en manos de su sobrino y heredero hasta su cierre definitivo en 1791.65

Cambio de titularidad y desalojos en las casas de la Carretería.

Tener la librería en una de las casas de la Ciudad podía ocasionar graves

inconveniente si se quería mantener abierto el negocio tras la muerte de su titular. Esta

fue la situación vivida por la madre de Juan López al morir su hijo en julio de 1723.66

A

los pocos días, Isabel López se dirigía al concejo para traspasar la titularidad del

arriendo a su nombre pues como señalaba en su escrito, una vez fallecido el librero

dejándola por su heredera, deseaba “conservar la librería en el mismo sitio por mantener

tres sobrinas huérfanas y un sobrino del mismo ejercicio”.67

El problema que se le

presentaba requería una pronta solución ya que algunas personas interesadas en

ocuparla pedían se sacase a pregón según lo estipulado en el contrato.68

Sin embargo, la

inversión realizada por el difunto durante esos años no había sido pequeña y no parecía

razonable que otros inquilinos se aprovechasen de las mejoras introducidas, además de

las pérdidas que suponía el traslado de un negocio tan consolidado. Por fortuna, la

Ciudad respondió afirmativamente a tan razonable petición y, de momento, la librería

pudo continuar abriendo sus puertas en la Carretería. Pero la solución no era en realidad

tan sencilla. La avanzada edad de la nueva propietaria aconsejaba la venta del negocio a

su nieto Juan Royo Pérez, que hasta entonces, y desde su llegada a Murcia procedente

de Aragón, trabajaba en la librería y se encontraba con sus 27 años preparado para

gestionarla convenientemente.69

El traspaso de la librería al joven Royo exigía

modificar la titularidad de la vivienda cuanto antes; por esta razón Isabel pedía poco

después que el arrendamiento por los días de su vida lo fuera también por la de su nieto,

una solicitud que no pareció conveniente a los capitulares.70

Ante la negativa

administrativa, el librero insistió con nuevos escritos para que la anciana pudiera

transferirla antes de su muerte, una manera de asegurarse la continuidad del negocio en

el mismo local.71

Una vez admitida esta última solicitud, Isabel pudo compartir con su

nieto la titularidad del arriendo “con la obligación de dar el susodicho cuenta” después

de la muerte de su abuela “para tomar providencia en dicho arrendamiento”.72

65

Sobre las vicisitudes vividas por aquella imprenta ver: Amparo GARCÍA CUADRADO, “Nuevos

documentos sobre tipografía murciana”, en Revista General de Información y Documentación, vol. 21,

2011, p. 330. Disponible en: http://revistas.ucm.es/index.php/RGID/article/view/37433 66

Family Search. Mucia. San Pedro, Defunciones, 1691-1743, f. 144 r. 67

A.M. Murcia. Actas Cap. 10-VI-1723, f. 96 v. “Al memorial de Isabel López”. 68

Entre las cláusulas de este tipo de contratos de arrendamiento se contemplaba que fallecido el titular

debía cesar el arrendamiento, quedando libre y desembarazada para que la Ciudad usase de ella como le

pareciese. 69

Amparo GARCÍA CUADRADO, “Los Royo en la Murcia del siglo XVIII: apuntes sobre librería y

conflictos entre libreros”, Carthaginensia, vol. 25, núm. 48, julio-diciembre de 2009, pp. 407-437. 70

A.M. Murcia. Actas Cap. 13-VII-1723, f. 98. “Arrendamiento vitalicio casa nº 7”. “El Sr. D. Pedro de

Torres, regidor hacedor de Propios, dio cuenta como en virtud de lo resuelto por esta Ciudad en el cavildo

antecedente ha ajustado con Isabel López, madre de Juan López, librero difunto, el arrendamiento de la

casa de la Carretería que tuvo el susodicho, la nº 7, por los días de la vida de dicha madre, en precio de los

29 ducados en cada un año que ganaba antecedentemente. Y respecto de que ésta es una mujer muy

anciana y tiene un nieto que es el que ha de mantener la libraría, le parece se podrá hacer el arrendamiento

por la vida de ambos. Y la Ciudad haviéndolo oído, acordó que se ejecute sólo por la vida de la dicha

Isabel López, otorgando escritura en forma como está resuelto.” 71

A.M. Murcia. Actas Cap. 9-XI-1723, f. 159 r. “Pretensión de Juan Roio”. 72

A.M. Murcia. Actas Cap. 4-IV-1724, f. 67 r. “Remate de casas”.

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En abril del 1725, ante la falta de salud de Isabel, el librero se dirigía presuroso

a los munícipes pidiendo le hiciesen “gracia de la referida casa por los días de su vida y

la de Francisca Gil, su mujer, en la misma forma que la tuvo Juan López, su tío”.73

Es

evidente que el escarmentado librero quería, ante el siempre incierto futuro, dejar ligada

la casa a su familia aunque él faltase. Con estos trámites conseguía finalmente su

objetivo: seguir en el disfrute del codiciado inmueble. El peligro a que se había visto

abocado ̶ el traslado de la tienda ̶ quedaría de ese modo conjurado y tras firmar el

preceptivo contrato pudo disfrutar de no pocos años de estabilidad, como ahora

veremos.74

Dos años había tardado en garantizarse la continuidad de la librería en el

mismo emplazamiento urbano, pero había valido la pena; unos meses después el

párroco de San Pedro escribía la partida de defunción de Isabel.75

Si grave era perder tan buena ubicación por el fallecimiento del titular, todavía

era peor sufrir el desalojo temporal por orden del cabildo para instalar en aquellos

locales a soldados enfermos o albergar a la soldada en los traslados de la tropa. No

fueron pocos los menestrales que reclamaron a lo largo de los años la devolución de los

alquileres o su impago por tal motivo. En 1706 el desalojo para instalar el improvisado

hospital terminó con el deterioro de 11 casas de la Carretería76

que fue preciso “volver a

componerlas del desbarato y quebranto que ha[bían] padecido”. Entre ellas la que, hasta

la llegada de los soldados, había ocupado la imprenta de Llofríu. Es presumible, por

tanto, que la marcha del impresor a la calle de la Sal pudiera haberse producido a raíz

del desalojo y la posterior pérdida de gratuidad para todos los menestrales. A este

respecto es interesante constatar cómo tras la muerte del maestro Cayuelas, su oficial

Vicen Pérez hacía postura para arrendar la nº 6, el antiguo taller de su patrono, una puja

que por serle favorable le permitía formalizar el arriendo; sin embargo las necesidades

del concejo lo impidieron “por haber estado ocupada con la bandera de guardias de

Infantería, y ser preciso hacer algunos reparos para habilitarla”.77

Muerto Vicen en

1740, la casa fue arrendada por el propio Felipe Díaz Cayuelas para el alojo de sus

operarios. Cuatro años después, cuando las casas habían sido vendidas, el Ayuntamiento

reclamaba los alquileres correspondientes a pesar de no haberse ocupado durante un año

por haber albergado “una bandera de reclutas de reales guardias valonas, que se

estableció en ella de orden de los comisarios de guerra […] mandando salir y

desocuparla a los inquilinos que de mi quenta vivían en ella”, exponía el impresor en su

detallado escrito.78

El enojoso asunto no quedaría concluido hasta 1748 en que los

73

A.M. Murcia. Actas Cap. 17-IV-1725, f. 67 r. “Al memorial de Juan Roio”. 74

A.H.P. Murcia. Prot. 2803, ante Pedro Fajardo Calderón y Antonio Jiménez de León, 28 abril de 1725,

f. 13. “La Ziudad de Murcia, arrendamiento viatalizio contra Juan Royo”. 75

Family Search. Murcia. San Pedro. Defunciones. El 1 de agosto de 1725 murió Isabel López, viuda de

Domingo Royo. Testó ante Alejandro López Mesas, f. 154 r. 76

A.M. Murcia. Actas Cap. 1-III-1707, f. 23 v. “Se aderecen las casas nuevas que han servido de

hospital”. A.M. Murcia. Actas Cap. 24-V-1707, f. 89 v.-90 r. Viose la tasación que se había hecho de las

casas nuevas de esta Ciudad frontero San Francisco que han servido de hospital y nuevamente se han

arrendado donde consta el gasto que sus habitadores han hecho en cada una en cerrar las roturas y

componer los tabiques que en su obligación queda prevenido haber de ser por cuenta de los alquileres y

son las de los números: 2,3,4,6,7,8,9,10,11,12,13 y la de la casa nueva que habita Andrés de Armunia. 77

A. M. Murcia. Acta Cap. 19-IX-1739, f. 234 r. “A memorial de Gerónimo Vicempérez en que dice que

haviéndose rematado en su cabeza para arrendamiento la casa nº 6 de la Carretería, propia de esta ciudad”

y A.M. Murcia. Acta Cap. 28-XI-1739, f. 290 r. “Casa nº 6”. No llegó a firmar el contrato de arriendo

por fallecer en febrero del año siguiente. Family Search. San Pedro. Defunciones 1691-1743, f. 211 r. 78

A. M. Murcia. Acta Cap. 16-X-1745, f. 286 v. “Phelipe Díaz”.

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capitulares consideraron oportuno la devolución del arriendo anual que ya había sido

abonado por el afectado.79

Incremento y diseminación de libreros e impresores por la ciudad.

Un recorrido detenido por los padrones de las distintas parroquias elaborados

en la primavera de 1734 permite constatar la toponimia del sector en aquel año. San

Pedro continuaba siendo el centro neurálgico ya que reunía al mayor número de

profesionales del libro: Francisco Navarro (51 años), Juan Royo Pérez (38 años),

sobrino de Juan López, Juan Polo Burillo (40 años) y el impresor José Díaz Cayuelas

(58 años) con su oficial Vicen Pérez (40 años) y otro joven oficial de librería, cercano al

círculo de Cayuelas, Gregorio Gómez (19) residente en San Antolín. En el tramo de la

calle Platería, perteneciente a la parroquia de Santa María, estaba ahora la imprenta de

los Mesnier regida desde la muerte de su fundador por su yerno Juan Martínez (56

años). En esta parroquia residía también el librero Martínez Urrea (40 años) que,

llevado por su mala fortuna, vivía ahora en casa de un maestro tejedor aunque seguía

ejerciendo su oficio como asalariado o vendedor callejero.80

En Santa Catalina estaba

avecinado Juan Martínez Osorio (30 años) también librero y del que no conocemos dato

alguno. Finalmente, en la parroquia de San Juan encontramos por primera vez anotado

el apellido de una familia que será determinante en el desarrollo de la librería murciana

durante más de cien años, Francisco Benedicto Rodríguez (46 años). Este era el grupo

de profesionales en los años 30, los mismos que configurarán el sector librero e

impresor en las siguientes décadas con algunas agregaciones.81

En efecto, diez años más tarde, los padrones vecinales indican que la movilidad

y titularidad de las imprentas y librerías había sufrido escasas modificaciones. En 1743

el barrio de San Pedro continuaba dando cabida a los libreros. En él se podían localizar

las tiendas de Navarro, Royo y Polo Burillo. A estos tres se había agregado otro maestro

aragonés, Antonio Roncales (26 años).82

En 1744 se sumaba a la nómina, en San Pedro,

un oficial de la imprenta de Cayuelas y también librero, Felipe Teruel Martínez (22

años),83

natural de Aragón y que tras su boda pasará a formar sociedad con su cuñado

Antonio Roncales en la calle del Pilar.84

Por otro lado, en San Antolín se encontraba frente al colegio de la Purísima, en

el Plano de San Francisco, la imprenta heredada por Felipe Díaz Cayuelas, y en Santa

María tenía ya su surtida librería Francisco Benedicto Rodríguez, en la esquina de la

Trapería, en el llamado Porche de Nuestra Señora del Socorro (Fig. 9); también era

parroquiano Juan Hernández, un librero de 56 años que trajinaba en el negocio de

impresos tal vez como empleado. Los Mesnier, que tradicionalmente habían trabajado

79

A. M. Murcia. Acta Cap. 1-X-1748, f. 227 r. “Idem Phelipe Díaz”. 80

Sabemos que en 1743 Lorenzo Urrea había abandonado su oficio. El padrón de aquel año recoge que

con 50 años era alcaide de las cárceles episcopales con título de teniente. A.M. Murcia. Legajo 2499 (II). 81

A.M. Murcia. Legajo 1062. Vecindario de las parroquias de 1734. 82

A.M. Murcia. Legajo 2499 (II). Padrón de San Pedro de 1743. 83

El trabajo de Teruel como oficial de imprenta y grabador en el taller de Díaz Cayuelas, lo tenemos ya

documentado en 1744. A.M. Murcia. Legajo 1586, nº 10-2, año 1744. 84

Amparo GARCÍA CUADRADO, “Noticias sobre el impresor Felipe Teruel Martínez”, Anales de

Documentación, vol. 18, núm. 1, 2015, p. 2 Disponible en:

http://revistas.um.es/analesdoc/article/view/206131/171601

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como impresores y libreros en la Platería, se trasladaban con el segundo marido de la

heredera, Francisco José López, a la calle Zambrana en 1741 (hoy Andrés Baquero) y

muy pronto a otro local en la cercana Plazuela de Santa Quiteria (Fig. 10), en la

parroquia de San Lorenzo.

Figura 9. Colofón del pliego Habiendo acompañado la Reyna Nuestra Señora

(que Dios guarde) el Santisimo Sacramento, 1746.

Figura 10. Pie de imprenta. Carta que escribe la madre priora […]de Agustinas Descalzas […] de

Murcia a las madres prioras de los conventos de la Hermandad, 1741.

A finales de la década de los años cuarenta e inicios de los cincuenta el número

de oficinas tipográficas se incrementa con la llegada del murciano Nicolás Villargordo y

Alcaraz desde Salamanca, quien se establece en la calle Frenería y en 1749 pasa a la

Plaza de Santo Domingo; dos años más tarde se trasladaba a la Plaza de San Juan de

Dios, y en 1761 estaba frente a las monjas de Santa Ana, siempre en la parroquia de

Santa María (Fig. 11). También José Fandos Ximeno, un antiguo oficial de imprenta,

abrirá un efímero taller cerca de la Iglesia de San Lorenzo (Fig. 12), una vez clausurado

el de los Mesnier (1746), donde probablemente había trabajado junto a Antonio Roque,

otro oficial de impresor. Es precisamente durante esta época cuando se produce una

diseminación mayor por el espacio urbano, junto a un deambular en busca del local más

adecuado o menos gravoso para sus débiles economías.85

Es el mismo fenómeno que se

observa en otras localidades como en la andaluza Granada, caracterizada durante el

siglo XVII y en menor medida en el XVIII por un continuo desplazamiento de los

talleres mucho más productivos, por otra parte, que los murcianos.86

Figura 11. Colofón. Oracion Encomiástica y Gratulatoria en los solemnes cultos […]

al glorioso San Luis Rey de Francia de José Tomás Blanco (O.F.M.), 1751.

85

Es particularmente dramática la situación de permanente interinidad del taller de Villargordo tras su

vuelta de Salamanca, ciudad a la que retornará en 1761 ante la falta de clientes en su patria chica.

Conocemos también un trabajo del impresor en Alicante en 1750 y nueva vuelta a Murcia al año

siguiente. 86

María José LÓPEZ-HUERTAS PÉREZ, “La consolidación de la imprenta. El siglo XVII”, en Cristina

PELEGRÍN PARDO (coord.), La imprenta en Granada, Granada, Universidad de Granada, Junta de

Andalucía, 1997, pp. 73-103. De la misma autora y en la misma obra, “La transición a la tipografía

moderna. El siglo XVIII”, pp. 105-138.

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Figura 12. Pie de imprenta. Rara, y maravillosa ave del Oriente, Maria Santissima

de las Maravillas de Francisco Moreno (O.F.M.)

Esta circunstancia, que parecía afectar tan solo a quienes arrendaban su

vivienda a un particular, será sufrida también por los dos libreros que trabajaban frente

al convento franciscano. La estabilidad que hasta entonces habían disfrutado las

librerías instaladas en la casas 7 y 12 de la Carretería quedaba truncada ante la

proyectada venta de las mismas a las monjas del cercano convento de Verónicas. En

enero de 1741 se recibía de la Corte la licencia pedida por el concejo:

“[…] para poder bender las doze casas que en una línea posee frente de San

Francisco, propias de esta Ziudad […] con la calidad de que se balúen, saquen al

pregón […] y rematen en el mejor postor, depositado su producto […] se convierta en

la compra de diez casas al derrame del puente nuevo de piedra que perteneze al

Colegio de la Purísima Conzepcion repararlas y ensancharlas […] en vista del

pedimento dado por el Combento y religiosas de la Santa Berónica pidiendo la

valuación de las cinco casas que pretende para enchanche de su iglesia […]”.87

Tal remodelación del paisaje urbano con la demolición de las casas resultaba

un grave perjuicio para sus moradores, quienes no tardarían en dirigir los consabidos

memoriales a la autoridad. Francisco Navarro manifestaba interés por adquirir una de

ellas, pero dado que tenía hechas considerables mejoras en la que habitaba, “además de

los reparos precisos”, suplicaba que lo invertido se le descontase en el caso de ganar la

puja correspondiente; de lo contrario consideraba justa una cierta indemnización por su

marcha.88

Poco más tarde, en parecidos términos, se dirigía el librero Royo al

Ayuntamiento:

“Viose memorial de Juan Royo, de oficio librero, en que hace presente tener

por arrendamiento vitalicio por su vida y la de su muger la casa del nº 7 de la

Carretería frente a San Francisco, y hecho en ella diferentes mejoras; y que a llegado a

su noticia que en fuerza de Real Facultad se a bendido con otras zinco al convento de

Berónicas para ensanche de su Iglesia. Y concluye suplicando se le mantenga en dicho

su arrendamiento o en fuerza de él se le de casa de habitación y se le satisfagan las

mejoras que tiene hechas a justa tasación con lo demás que expresa. Y la Ciudad

haviéndolo oído lo cometió a la Junta de Hacienda para que inspeccione este memorial

como el arrendamiento de Francisco Navarro, según está resuelto”.89

El silencio de las actas capitulares es total sobre la respuesta dada a los

libreros. Tan solo informan de que las ganancias obtenidas por la venta de las viejas

viviendas irían destinadas a la construcción de dependencias municipales más

necesarias, una posada y el nuevo matadero. La nº 12, la arrendada a Navarro, pasó a las

monjas, ya que seis de ellas, las más próximas, se remataron en cabeza del convento.90

En cuanto a la nº 7, la de Royo, fue permutada al Colegio franciscano por otra vieja, un

87

A.M. Murcia. Acta Cap. 26-I-1741, f.17 v. “Real facultad para la venta de 12 casas y 4 escribanías” 88

A.M. Murcia. Acta Cap. 21-III-1741, f. 65 r. “Memorial de Francisco Navarro”. 89

A.M. Murcia. Acta Cap. 15-IV-1741, f. 74 r. “Memorial de Juan Roio”. 90

A.M. Murcia. Acta Cap. 13-V-1741, f. 96 r. “Remate de las casas”.

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espacio necesario para remodelar el derrame del puente de piedra a la salida del Carmen

con miras a facilitar “la entrada y salida de los carruajes y otros fines del beneficio

público”.91

Es muy probable que Royo siguiese en la vivienda permutada y, desde

luego, es seguro que ambos maestros continuaron como feligreses de San Pedro, pues

así lo confirman los padrones conservados.

La documentación municipal sobre el tema que venimos tratando es ya

inexistente. Pero lo cierto es que la venta de las casas que habían albergado los negocios

del libro no había logrado extirpar la tradicional atracción por la parroquia petrina y la

cercana de San Antolín entre los impresores y libreros. En esta última, ya mediada la

centuria, mantenía un pequeño negocio el oficial de librero natural de Murcia Gregorio

Gómez, según creemos antiguo trabajador de la imprenta de Cayuelas.92

Pero, ahora,

durante la segunda mitad de la centuria vemos un claro movimiento de estos

profesionales hacia una zona próxima a la sede catedralicia, un acercamiento que ya

había iniciado Mesnier a su llegada y sobre todo el primero de los Benedicto al

establecerse “frente a las cadenas de la Catedral”, cadenas que separaban por entonces

el recinto sacro del profano y que han dejado su huella en la denominación de la puerta

norte del templo. La casa arrendada en la calle Trapería, donde se encontraba la librería

de Benedicto, quedaba tras la muerte de su fundador en manos de su viuda y desde 1752

en las de su yerno Isidro Berenguer, oficial de librero natural de Benisa (Valencia),

mientras el mayor de sus hijos pasaba a residir en la parroquia de Santa Catalina tras su

matrimonio.93

Desde un local de dicha parroquia que no podemos precisar, emprendía

Francisco Benedicto Oliver su larga y fructífera carrera profesional como librero. Es la

misma época en que se abren nuevos negocios cercanos a la Catedral, en la misma calle

de la Trapería. El quincallero francés Francisco Fache, reconvertido en mercader de

libros, ocupaba una casa arrendada frente al Porche del Socorro (Fig. 13). La librería de

Fache, muy bien surtida a través de las relaciones que mantenía con los impresores y

libreros de Lyon, Marsella y Valencia, vendría a llenar el hueco dejado por la de

Berenguer-Benedicto que había entrado en decadencia.94

Figura 13. En contraportada de la Novela a S. Pasqual Baylon

de Pascual Salmerón (O.F.M.), [s.a.]

91

A.M. Murcia. Acta Cap. 18-XI-1741, f. 214 r. “Permuta de la casa 7º de la Carretería con el Colegio de

la Purísima”. 92

La presencia de Gregorio Gómez, junto a Vicen Pérez, como testigo en varias escrituras otorgadas por

José Díaz Cayuelas en 1738 nos permiten plantear una estrecha relación con el maestro, tal vez como

asalariado de la imprenta Cayuelas. A.H.P. Murcia. Prot. 3825, ante José Ramos, f. 513 v. y 516 v. 93

Amparo GARCÍA CUADRADO, Los Benedicto, una familia de mercaderes de libros en Murcia

(siglos XVIII-XIX), Murcia, Universidad de Murcia, Servicio de Publicaciones, 2014, pp. 59 y ss. 94

IDEM, “Un francés entre los libreros murcianos del siglo XVIII”, Revista General de Información y

Documentación, vol. 25 (1), 2015, pp. 141-155. Disponible en:

http://revistas.ucm.es/index.php/RGID/article/view/48982

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Datos del Catastro de Ensenada y otras fuentes posteriores

Importante para nuestro propósito es la información contenida en el Catastro de

Ensenada.95

Las respuestas de 1756 permiten conocer el número de imprentas y

librerías que funcionaban en Murcia capital, así como los nombres de los maestros y

oficiales que trabajaban en ellas, e incluso el número de aprendices que mantenían en

sus casas. Si aunamos estos datos con los que nos proporcionan otras fuentes podemos

establecer un panorama de la situación de la industria del libro y su localización urbana

mediada la centuria (Fig. 14).

Figura 14. Plano parcial de la ciudad en el XVIII.

Fuente: ROSSELLÓ VERGER, V. y CANO GARCÍA, G. M. Evolución urbana

de la ciudad de Murcia (831-1973), Murcia, Ayuntamiento, 1975.

Por lo que al sector librero se refiere, la cantidad de tiendas abiertas no era

escasa. Los murcianos interesados podían acudir a tres zonas muy concretas de la

ciudad para encontrar los impresos que pudieran saciar sus distintas necesidades

lectoras. En Santa María se localizaban las ya citadas tiendas del oficial Isidro

Berenguer (23 años) y la del librero Fache (36 años), ambas en la calle de la Trapería, y

en el Arenal la del espadero y librero Francisco de Gea (38 años). A la parroquia de San

Pedro pertenecían los establecimientos de Juan Royo (54 años) y su pariente Polo Ruiz

(23 años), pero ya no funcionaba la librería de Navarro que había desaparecido,

95

Guy LEMEUNIER (intr.), Murcia 1756 según las Respuestas Generales del Catastro de Ensenada,

Madrid, Ediciones Tabapress, 1993, p. 174.

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mientras que el oficial Gregorio Gómez (42 años) debía de mantener su pequeño

establecimiento en ese entorno como parroquiano de San Antolín que era.96

Finalmente,

en Santa Catalina mercadeaba con no poco provecho Benedicto Oliver. Naturalmente,

algunos de estos libreros mantenían en sus negocios algún que otro oficial o aprendiz

como ayuda en sus ocupaciones. En casa de Benedicto trabajaba su hermano Antonio en

calidad de oficial y un aprendiz; también Juan Polo contaba con un muchacho en

aprendizaje. En total, el número de individuos que declaraban trabajar en el ramo era de

ocho, entre maestros, oficiales y aprendices.

En cuanto a los impresores, el listado que recoge la fuente catastral es muy

semejante aunque los talleres abiertos eran bien escasos, tan solo tres como ahora

veremos. La tradicional oficina de San Antolín, la del maestro Cayuelas (49 años),

contaba probablemente con varios oficiales: Juan Marín Penalva (30 años), cuñado por

entonces de Felipe Cayuelas, José de los Llanos (50 años), quien ocasionalmente

estampaba por su cuenta97

y tal vez José Fandos (37 años). Por su parte, Nicolás

Villargordo (40 años) luchaba por mantener su negocio en Santa María, mientras que el

oficial Felipe Teruel (34 años) no tardaría en iniciar una exitosa carrera como maestro

en la calle del Pilar (1758?) para trasladarse a la más céntrica Lencería en el barrio de

San Pedro en 1762. Por último, en el listado de impresores figura un tal Antonio

Morenete (70 años) con un hijo oficial de imprenta; entre ambos ganaban lo que un

oficial. Según pensamos, los Morenete debían de estar relacionados con Villargordo

pues al hijo encomendaría la venta de sus enseres tipográficos al abandonar la ciudad

hacia Salamanca en 1761. Por tanto, el número de trabajadores del sector recogidos en

la fuente catastral, si contamos al aprendiz que mantenía Cayuelas, era de nueve

individuos, sin computar los que trabajaran en la imprenta ubicada en el Convento de

San Francisco que, desde 1753 hasta 1766, surtiría las necesidades de la Provincia

franciscana.

La apertura por parte de Teruel de su propia oficina en la calle del Pilar va a

coincidir con el asentamiento en Murcia de otro comerciante de impresos. Hacia 1758

debemos situar la llegaba a Murcia de un mercader con una holgada situación

económica, el navarro José Santiago Gómez (Fig. 15). Muy interesado en las

actividades de edición y venta de impresos conseguía hacerse con el arriendo de dos

casas propiedad del duque de Veragua y Berwick. Se trataba de dos viviendas

contiguas, las casas números 6 y 7, en esa misma calle de la Trapería, con la intención

de reducirlas a una, una ingente obra de remodelación que iría amortizando a cambio de

los alquileres de los inmuebles durante 17 años. La librería de Gómez terminaría por ser

una de las más concurridas con la ayuda inestimable de uno de sus hijos, mientras el

librero dedicaba su tiempo a otras actividades mercantiles que incrementaban día a día

sus ya abultados caudales.98

96

En su declaración de bienes hecha en 1755 se cita un “pedazo de librería”, con la que comerciaba,

valorada en 1.500 reales. A.H.P. Murcia. Prot. 3330, ante Alejandro López Mesas, f. 635 r.-636 v.

“Ymbentario hecho por Gregorio Gómez, vecino de esta Ciudad, de sus vienes”. 97

En julio de 1754 el Ayuntamiento ordenaba el pago a José de la impresión de un Auto sobre las

viviendas de la huerta. A.M. Murcia. Legajo 1052 (II). 98

Amparo GARCÍA CUADRADO, “José Santiago Gómez, librero y editor (1761-1776): cultura

teológica, literatura y lecturas devotas en la segunda mitad del siglo XVIII”, Carthaginensia, vol. 31,

enero-diciembre de 2015, pp. 349-374.

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Figura 15. Pie de imprenta. Construcción del arte de Antonio Nebrija

de Lucas Espinosa (O.F.M.)

Durante las décadas siguientes se definirá plenamente el moderno centro

urbano de la venta de impresos en la Trapería; a ella llegará, tras permanecer como

aprendiz con su hermano Francisco, Joaquín Benedicto a quien vemos instalado junto al

Porche del Socorro frente a la Catedral (Fig. 16), muy cerca del librero Fache y,

naturalmente Santiago Gómez. Y mientras, en San Pedro, continuaban abiertas la de

Juan Polo en Verónicas y la de Royo en la Lencería, ahora en manos de su hijo Vicente,

quien trabajaba en calidad de librero-encuadernador para el Ayuntamiento y mercader

de libros, como habían hecho sus mayores (Fig. 17).

Figura 16. Prospecto del Diario de Murcia, 1792.

Figura 17. Pie de imprenta. Anual Sagrada novena

del gloriosisimo San Joseph, [s.a]

La partida a Salamanca de Nicolás Villargordo en 1761, junto al cierre

obligado de la imprenta que durante 13 años habían mantenido los franciscanos en su

convento (1753-1766), más la clausura temporal del taller de Cayuelas (1774),

moverían a Francisco Benedicto Oliver a ampliar su actividad al ámbito tipográfico en

la calle Platería (Fig. 18). Y no lejos de la nueva oficina de Benedicto, Felipe Teruel

continuaba su andadura en la Lencería (Fig. 19). En definitiva, el sector impresor había

quedado reducido a dos establecimientos, una precariedad que en l780 aún continuaba.

En esa fecha Teruel y Benedicto eran los únicos tipógrafos activos en todo el Reino,

según declaración de los propios interesados.99

Figura 18. Pie de imprenta. Instrucción de confesores y penitentes

de Daniel Concina (O.P.).

99

A.H.P. Murcia. Prot. 2348, ante J. M. Atienza, 1780, f. 288.

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Figura 19. Pie de imprenta. Oracion panegírica

de Carlos Buxados (O.F.M.)

Los padrones de 1781 no dejan duda sobre la situación de la imprenta

murciana.100

Ya nadie trabajaba en el arte impresor en San Antolín; solo en San

Bartolomé, podemos localizar a Benedicto en la Platería y a Pedro Dormal,

probablemente su oficial, en el cercano callejón de las Calavericas. Y a escasa distancia,

en San Pedro, la imprenta de Teruel afianzaba su posición bajo la dirección de su viuda

con la ayuda del oficial Juan Vicente Teruel, sobrino del fundador. Esta menguada

situación quedaría anulada con el arriendo y nueva apertura de la imprenta de San

Antolín, la del Plano de San Francisco, entre 1784-1791 por parte de Antonio Santa

María, impresor burgalés llegado de Orihuela. Poco mas tarde, una nueva oficina, esta

vez mancomunada, comenzaba a funcionar en la calle de los libreros, en la Trapería,

con no pocas dificultades (Fig. 20).101

La gran influencia que en el panorama tipográfico

de la ciudad ejercía Antonia Ramírez, la viuda de Teruel, complicaría la consolidación

de la única compañía de impresores que tenemos documentada en la época (Fig. 21).

Figura 20. Pie de imprenta. Oración fúnebre […] en sufragio de don Carlos III

de Andrés Martínez (O.C.), [s.a.]

Figura 21. Pie de imprenta. El espudeo, o el hombre industrioso

de Marcelo Miravete de Maseres, [s.a.].

La sociedad formada por Antonio Santa María y el impresor leonés Manuel

Muñiz, aunque de muy escaso recorrido (1788-1792), sería responsable de la instalación

por primera vez de una oficina tipográfica en la concurrida y céntrica calle, una oficina

que ya en solitario mantendría Muñiz más allá de concluido el siglo, hasta su muerte en

1804, para pasar a ser gestionada por su viuda e hijo. Y mientras, las tiendas vecinas

cambiaban de titular con una nueva generación de libreros en las personas de José

Benedicto Raigal, hijo de Joaquín, y José María Gómez, el otro librero de la Trapería.

También en San Pedro, el relevo generacional había afectado a la librería de Polo, ahora

regentada por su hijo Juan, que junto con la de Vicente Royo seguirían unos años en

activo en el siglo XIX.

100

A.M. Murcia. Legajo 2499 (II). 101

Amparo GARCÍA CUADRADO, “Nuevos documentos […], op. cit., pp. 313-133.

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Esta era la toponimia librera e impresora en Murcia a la llegada del nuevo

siglo. Convendría antes de finalizar añadir algunas consideraciones sobre las casas que

sirvieron como talleres y librerías.

Características de las casas y su problemática.

La documentación sobre esta cuestión es bien escasa, pero la de carácter

municipal nos permite constatar el estado de deterioro y las continuas reparaciones que

hubieron de realizarse en las viviendas del Ayuntamiento. No es infrecuente encontrar

en las actas anotaciones sobre las quejas del concejo hacia los inquilinos por no

mantenerlas en las debidas condiciones o por encontrarse atrasados en el pago de los

alquileres. Como ejemplo ilustrativo tenemos el del impresor Cayuelas, hombre con

patrimonio, pero no siempre con la liquidez deseada. A su muerte en 1738 la deuda con

el Ayuntamiento era de 1.500 reales del censo de las cuatro casas sobre las que

construyó la de San Antolín, y 650 reales de los alquileres de aquella donde

previamente había vivido y trabajado; es decir, tenía pendientes dos años del arriendo de

la casa de la Carretería.102

Y junto a los impagos, los memoriales de sus ocupantes para

que fueran reparadas las paredes maestras cuyo estado de deterioro era alarmante, sin

contar con el trastorno que ocasionaba su desalojo cuando eran requisadas para otras

necesidades puntuales, como hemos visto. Aquellas viviendas, que tiempo atrás eran

calificadas de “casa nuevas”, tenían en el Setecientos no pocas carencias, hasta el punto

de no importar que la estancia de la soldada las deteriorara gravemente.103

A todo esto

habría que sumar la poca consistencia de la mayoría de las viviendas murcianas

construidas habitualmente en ladrillo y adobe, con tejados cubiertos con materiales muy

inflamables (leña, zarzos) que requerían una continua vigilancia por parte de las

autoridades ante los posibles incendios.104

El peligro evidente hacía necesario

contemplar entre las condiciones del arriendo que, si el incendio se originaba por

descuido del arrendador o alguno de su familia, quedaba obligado a reedificarla a su

costa. También las riadas con las consiguientes inundaciones y su misma antigüedad las

convertía en inmuebles precisados de continuos reparos, un asunto que el Ayuntamiento

cargaba sobre sus ocupantes, acudiendo incluso a la justicia para conseguir el

cumplimiento del contrato.105

Otras veces, la Ciudad asumía el gasto cuando la ruina era

evidente. Es lo que en octubre de 1728 sucedió con la casa-tienda de Juan Royo cuyo

lamentable estado pudo observar el veedor de albañilería mandado por el concejo para

102

A.H.P. Murcia. Prot. 3835, ante José Ramos (1738). Testamento de José Díaz Cayuelas, f. 915. 103

En 1589 se había acordado que, con objeto de mantener las nuevas casas en perfecto estado y ofrecer a

quienes entrasen a la ciudad por ese lado un aspecto “noble y decoroso”, no se enviase soldado alguno a

las casas frente a San Francisco. Francisco CHACÓN JIMÉNEZ, Murcia en la centuria […], op. cit., p.

90. 104

Ibídem, p. 97. 105

A.M. Murcia. Actas Capitulares, 26-IX-1705, f. 97 v. El caballero obrero mayor exhibió una memoria

del “reconocimiento que ha hecho con el alarife de las casas propias de esta ciudad que tiene dadas en

arrendamiento y otras de gracia a los menestrales”. Y visto que necesitaban en su mayoría reparos, acordó

que no haciéndose dichos reparos por las personas a quienes legítimamente tocaba, se les apremiase a ello

por todo rigor de derecho acudiendo para ello a la Justicia. A.M. Murcia. Actas Cap. 21-III-1719, 21

marzo, f. 31 v. “Reparos casas de la Ciudad”. El Sr. D. Luis Salas, Regidor, obrero mayor, dio cuenta de

haber hecho reconocer los reparos de que necesitan las casas de esta Ciudad frontero San Francisco que

deberán haber ejecutado los arrendadores que las tienen, habita y reparación, y constan por una

certificación de los señores alarifes que hizo presente y se leyó. Y la Ciudad habiéndolo oído dio las

gracias al Sr. don Luis por esta diligencia. Y acordó que el Caballero Procurador General haga en justicia

las que convengan para que los arrendadores de dichas casas cumplan con su obligación”.

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reconocer la pared foral norte por “hallarse amenazando ruina según el desplomo que

tiene, cuyo reparo pertenece a esta ciudad. Y respecto de la medianería que tiene con las

casas de don Antonio Ximénez de León, debe este contribuir en la parte que le

corresponda cuyo coste importa 830 reales según la certificación dada por dicho

maestro”.106

La penosa situación de la vivienda fue atendida a finales de noviembre en

que se libraron los dineros para reedificar la citada pared (Fig. 22).107

Figura 22. Pie de imprenta. Cartilla Physiologica, galenico-espagirica,

mathematico-medica de Juan Jiménez de Molina.

Cuando las reparaciones corrían por cuenta de los ocupantes, se procuraba

amortizar los gastos a costa de los alquileres. Este mecanismo lo hemos visto en el caso

del librero Martínez Urrea quien por impago hubo de abandonar la vivienda que sacada

a pregón fue a parar a Francisco Navarro asumiendo la deuda de su colega.108

Ni que

decir tiene que si el inquilino quería introducir mejoras debía solicitar los permisos

pertinentes, amén de correr con todos los gastos y terminar la obra en el tiempo

señalado. Con esta condición firmó Juan Royo el arriendo vitalicio de la nº 6 para poder

“fabricar un quarto y un corredor en la entrada de dicha casa, otro quarto más dentro de

dicha entrada […] que está sobre la entrada”.109

Las escueta información anotada por el

escribano permite afirmar que las viviendas de la Carretería no eran de una sola planta

sino que al menos contaban con dos alturas, espacio necesario para poder ubicar la

librería en la parte baja y otras dependencias para la familia en el piso superior.110

Este

compartir el espacio familiar con el negocio era lo habitual entre los artesanos y

comerciantes del Antiguo Régimen, como bien señala J. Itúrbide al describir las

imprentas y librerías pamplonesas.111

Por lo que respecta a las casas arrendadas a particulares, nada sabemos con

certeza sobre su estructura y capacidad aunque sí de las reformas que algún librero hubo

de realizar para acomodar el local a sus necesidades. En 1758 Santiago Gómez, tras

106

A.M. Murcia. Actas Cap. 16- XI -1728, f. 170 r. “Reparos en la casa de esta ciudad frente a San

Francisco”. 107

A.M. Murcia. Actas Cap. 23-XI- 1728, f. 188 r. “Casa de Juan Roio”. 108

A.H.P. Murcia. Prot. 3810, ante José Ramos, 30 abril de 1727, f. 119 r.-120 v., 3ª fol. “Francisco

Navarro, escritura de cesión contra Lorenzo Urrea, vecino de esta ciudad”. Urrea dice que por escritura

ante Ximénez de León de 1722 Juan Navarro, ya difunto, cedió en Lorenso Urrea la casa de morada en

que al presente habita propias de dicho Ayuntamiento en el Plano de San Francisco, la nº 12. Se le había

dado arrendada por los días de su vida con la condición de practicar los arreglos que se necesitaran hacer

y pagar cada año 31 ducados. Urrea había hechos a su costa reparos para su conservación y estaba

debiendo del pago del arriendo 31 ducados por un año por lo que había tratado con Francisco Navarro

cederle la casa y que Navarro pagara 180 reales al Ayuntamiento, una parte de la deuda que mantenía. 109

A.H.P. Murcia. Prot. 2803, ante Pedro Fajardo Calderón y Antonio Jiménez de León, 28 abril de 1725,

f. 13 y ss. “La Ziudad de Murcia, arrendamiento viatalizio contra Juan Royo”. 110

En la petición al concejo el librero menciona que se propone “fabricar en dicha casa una alcoba y dos

cuartos que le tendrán que costar más de 1.800 reales”. A.M. Murcia. Actas Cap. 17-IV- 1725, f. 67 r. “Al

memorial de Juan Roio”. 111

Javier ITÚRBIDE DÍAZ, Escribir e imprimir. El libro en el Reino de Navarra en el siglo XVIII,

Pamplona, Gobierno de Navarra, 2007, p. 217. Javier ITÚRBIDE DÍAZ, Los libros de un Reino: historia

de la edición en Navarra (1490-1841), Pamplona, Nafarroako Gobernua = Gobierno de Navarra, 2015, p.

63.

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arrendar dos casas en Trapería, emprendía unas costosas reformas consistentes en

construir “primeramente una entrada y un quarto bajo, una dispensa, lugar común,

puertas postigo al callejón, escalera, sala principal con su alcoba y balcón, cocina y

comedor y demás oficinas que se pueden hacer sobre la dicha entrada u quartos bajos y

encima otros correspondientes”.112

El número de estancias y la bondad de algunos de los materiales empleados

(madera y hierro), más el tardío condicionamiento de los entresuelos no contemplados

en el proyecto inicial, supuso un gasto de 11.500 reales en la reedificación de las tres

alturas de la vivienda. Tamaña inversión era un caso excepcional, sin duda, por la

importancia de su variado comercio, aunque su librería nada podía parecerse al humilde

negocio de un Gregorio Gómez equipado con un mostrador, un banco para la puerta, un

estante para los libros, más un armario donde almacenaba los impresos.113

Tal vez

guardara más semejanza con la de otro librero de su entorno, José Benedicto Raigal,

cuya importante librería ocupaba la parte baja de su propia casa, la nº 5 de la Trapería,

adquirida por 30.000 reales en 1816. Se trataba de una vivienda amplia y bien

acondicionada con todo tipo de mobiliario, vidrieras en las escaleras y en el comedor,

alcoba, balcón alto y otras salas; el equipamiento de la librería se reducía al armazón de

la tienda, la puerta, un mostrador, dos estantes de tienda, dos bancos, una escalera de

mano y dos cajones para portear libros, más otros ocho para acudir a la feria.114

Por lo

demás, la instalada en Verónicas, propiedad de Juan Polo, contaba a mediados de siglo,

con dos celosías de madera para las puertas, una escalera de cinco peldaños, ocho tablas

con sus canes (estantes) para los libros, un mostrador con dos cajones con cerradura y

llave, a lo que se sumaba un armario de pino común para almacenar los géneros de

listonería que despachaba también en la tienda.115

En 1791 esta librería sufriría un

traslado a un inmueble contiguo en un local alquilado a las monjas que lindaba por

delante con la plazuela de la Iglesia de San Pedro y mediodía con el convento.116

En ese

nuevo local, tras abrir una puerta a la calle en sustitución de una vieja ventana enrejada,

fueron instalados el armazón donde paraban los libros y el mostrador con sus cajones.

Por último, conocemos el equipamiento de que gozó la primera librería de la familia

Benedicto frente a la Catedral. En ella, el número de estantes llegaba a cinco, una

cantidad necesaria para albergar el rico fondo existente en octubre de 1746, disponía

también de un mostrador de pino con dos cajones con cerradura y llaves, y de un banco

de pino sin respaldo, todos ellos elementos comunes a cualquiera de las librerías que

tenemos documentadas.117

Por lo que hace a los talleres de impresión, solo sabemos que el de Díaz

Cayuelas estuvo instalado en el piso superior de la casa, en un cuarto junto a la azotea

de su propia vivienda de la Plazuela del Colegio de la Purísima, al menos desde los años

setenta. La incomodidad de estar instalado en la parte alta de la casa podía compensarse

112

A.H.P. Murcia. Prot. 2671, ante José Leandro Castilblanque, 11 de julio de 1758, f. 160 r.-162 v.”El

Excmo. Señor Duque de Veragua, arrendamiento contra Joseph Santiago Gómez”. 113

A.H.P. Murcia. Prot. 3330, ante Alejandro López Mesas, f. 635 r.-636 v. “Ymbentario hecho por

Gregorio Gómez, vecino de esta Ciudad, de sus vienes”. 114

Amparo GARCÍA CUADRADO, Los Benedicto […] op. cit., p. 186. 115

IDEM, “La librería de Juan Polo en Murcia a mediados del siglo XVIII”, Investigación

bibliotecológica, vol. 23, núm. 49, 2009, p.18. 116

IDEM, La librería en el siglo XVIII: el murciano Juan Polo Ruiz, Murcia, Universidad de Murcia,

Servicio de Publicaciones, 2010, p. 42. 117

A.H.P. Murcia. Prot. 2811, ante Fernández de Córdoba, f. 74 r. y 75 r. “Imbentario de los vienes que

an quedado por la fin y muerte de Francisco Benedicto, mercader de libros que fue de esta Ciudad”.

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por la cercanía de la terraza para secado de los pliegos impresos.118

Es de suponer que

dado el “ornato del edificio” debía de tratarse de un lugar espacioso con cabida

suficiente para poder albergar un taller que llegó a contar hasta con cinco prensas en

1769.119

En cualquier caso, una oficina en condiciones no podía ser de dimensiones

reducidas; en ella había que ubicar los toneles para humedecer los pliegos, las prensas,

todo el material de imprenta, los bancos de los componedores y sus grandes cajas

tipográficas (chibaletes), y otros espacios donde almacenar papel y libros.120

En cuanto a las demás oficinas nada podemos aportar salvo que eran inmuebles

arrendados, bien al Ayuntamiento o a particulares, lo que no significaba que el impresor

no contara con vivienda propia. Cayuelas poseían una en San Juan heredada de sus

padres, y Felipe Teruel pudo hacerse con la propiedad de dos casas en San Antolín, en

la Plazuela de San Ginés pero, sin duda, era preferible pagar un elevado alquiler a las

monjas de Santa Ana que abandonar la Lencería, una espacio revalorizado por la

cercana y céntrica Plaza de Santa Catalina.121

De igual modo que ocurría con las

librerías, los talleres de impresión formaban parte de la vivienda familiar y, por tanto,

los espacios doméstico y laboral se encontraban entrelazados, una circunstancia común

a lo largo del tiempo en Murcia y en otras localidades, como ya se ha dicho.122

Así pues, libreros e impresores desarrollaban su actividad en casas arrendadas

con escasas excepciones como ocurría con la generalidad de los artesanos, a menos que

la buena marcha de sus negocios les permitiese hacerse con una en propiedad. Es lo que

sucedió con el librero Juan Dorado en Santa Catalina o con Juan Polo. Este último

adquirió la suya en 1733 tras vivir como arrendado hasta esa fecha, vivienda que

seguirían utilizando sus herederos y por la que pagaba una pía memoria a la Iglesia de

San Pedro de 84 reales al año. Sobre los Benedicto, sabemos de la compra de una de

pequeñas dimensiones por parte de Francisco en la parroquia de San Juan, pero

desconocemos si fue propietario de la casa de la Platería donde mantendría la imprenta

y la librería hasta su muerte. Sí tenemos documentado, sin embargo, el traslado de la

librería de Joaquín, en el Porche del Socorro, a una estupenda vivienda comprada por su

hijo en la misma Trapería.

118

En Pamplona, dos de los cinco talleres estudiados por Itúrbide ocupaban la parte alta de las viviendas a

pesar de los inconvenientes que originaba el acarreo de materiales y la estabilidad del piso con el continuo

trasiego de las prensas, pero la proximidad con las terrazas facilitaría el oreo y rápido secado de los

pliegos una vez estampados. Javier ITÚRBIDE DÍAZ, Escribir e imprimir […], op. cit., pp. 260-261. 119

A.H.P. Murcia. Prot. 2945, ante Jilarte Valdivieso, 1769, f. 206-207. “La Real Justicia de esta Ziudad,

fianza contra Phelipe Díaz, vecino de ella”. Cayuelas sale como fiador de un cirujano curador de un

menor en la partición de bienes de su abuela. Para ello hipoteca la casa de San Antolín heredada de su tío

José y la imprenta con 5 prensas por valor de 30.000 reales. En 1774 la cantidad de utillaje, incluidas dos

prensas, una grande y otra pequeña, un tórculo y otra para papel, difícilmente podía estar albergado en un

espacio reducido. Amparo GARCÍA CUADRADO, “Nuevos documentos sobre…” […] op. cit., p. 317. 120

Clive GRIFFIN, Los Cromberger. La historia de una imprenta del siglo XVI en Sevilla y Méjico,

Madrid, Ediciones de Cultura Hispánica, 1991, p. 53. 121

Estas dos viviendas compradas por los Teruel aparecen citadas en el testamento de la sobrina del

impresor. A.H.P. Murcia. Prot. 4261, ante Bruno Manuel Belda (1814), f. 118 r.-123 v. “Testamento de

doña María Ignacia Vicente Teruel, doncella”. 122

Muy ilustrativo a este respecto es el epígrafe que Marta de la Mano dedica a la espaciosa casa de tres

alturas ocupada por Juan de Junta y Alejandro Cánova en Salamanca donde al espacio doméstico se unían

la imprenta y la libraría. Marta de la MANO GONZÁLEZ, Mercaderes e impresores de libros en la

Salamanca del siglo XV, Salamanca, Ediciones Universidad de Salamanca, 1998, pp. 58-64.

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Es de suponer que los alquileres dependieran de la ubicación y de la mayor o

menor amplitud de las viviendas. Las casas del Ayuntamiento suponían un desembolso

variado tal vez por no ser todas iguales o estar más o menos deterioradas. Juan López

hubo de abonar al año 319 reales en dos pagas por San Juan y por Navidad como era la

costumbre establecida. Por la nº 6, Cayuelas pagaba un poco más, 321 reales, aunque

los alquileres municipales se mantenían bastante estables. La ocupada por Urrea en

1722 llegaba a los 341 reales, los mismos que hubo de afrontar Navarro al ocuparla en

1727. La renta de la nº 7, la de Juan López, no varió a lo largo del tiempo, ni siquiera

con los cambios de titularidad. Más caros eran los arriendos de las viviendas

particulares: la de la calle de la Sal (San Antolín), propiedad de Llofríu, fue alquilada a

un vecino del barrio por 374 reales en 1711; la ocupada por Juan Polo en San Pedro en

1731 era algo más económica (350 reales), mientras que la de Mesnier en la Platería

alcanzaba los 400 (1706) y su renovación en 1710 sufrió un incremento de 60 reales. En

la segunda mitad del siglo, la alquilada por Felipe Teruel a las Anas en la Lencería

obligaba al impresor a desembolsar 600 reales, y las dos arruinadas de la Trapería,

frente a la casa-palacio del Marqués de Beniel, sobre las que Santiago Gómez construyó

su amplia residencia, le importaban 660 reales al año. Estos elevados alquileres,

superiores a los acostumbrados en una ciudad como Pamplona,123

debían de estar en

consonancia con la renta industrial y comercial per cápita de Santa María, seguida de

San Bartolomé, Santa Catalina y San Pedro ya en el siglo XVIII.124

Conclusión.

Son dos las razones que van a determinar la primitiva ubicación de los talleres

de impresión y las librerías en Murcia. En primer lugar, la tradicional adscripción de las

casas de la Carretería a los menestrales en las viviendas propiedad de la Ciudad frente al

convento de San Francisco. Este hecho será determinante en el establecimiento de los

primeros impresores en la colación de San Pedro. Por lo tanto, dicha localización es

inseparable de la política seguida por el concejo hacia sus menestrales. ¿Qué mejor zona

para instalar un taller de impresión que en aquella calle Carretería donde trabajaban y

vivían un sinfín de operarios manuales? En segundo lugar, la concentración de los

libreros durante el Seiscientos en la Plaza de Santa Catalina, vino determinada por ser

aquella una plaza principal y central de la ciudad, lugar de transacciones comerciales,

residencia de escribanos y con importantes edificios públicos que actuaban como polos

de atracción para la ubicación de tiendas, platerías y otros negocios aprovechando el

intenso tráfico ciudadano del área. En ambos casos, sin embargo, estamos ante barrios

económicamente potentes, de carácter más industrial el primero, más comercial y

administrativo el segundo. Así, la existencia de ambos espacios urbanos como puntos de

referencia será consecuencia de la propia estructura de la ciudad, con unos barrios bien

definidos por oficios y actividades.

Ahora bien, estas dos ubicaciones primigenias de los profesionales del libro

correrán distinta suerte a partir de la segunda década del siglo XVIII, en que se hará

123

Javier ITÚRBIDE DÍAZ, Escribir e imprimir […], op. cit., p. 218. En 1710 los impresores Juan José

Ezquerro y Francisco Picart pagaban 16 ducados por la casa y taller en un lugar céntrico. En 1731, Pedro

José Ezquerro desembolsaba 17 ducados, y Castilla 16 ducados en 1773; por su parte Domech abonaba

por el alquiler de una vivienda de calidad 15 ducados al año. 124

Vicente ROSELLÓ VERGER y Gabriel CANO GARCÍA, Evolución urbana de la ciudad de Murcia

(831-1973), Murcia, Ayuntamiento de Murcia, 1975, p. 85.

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evidente un desplazamiento de los libreros y su concentración en el barrio de San Pedro

(Plano de San Francisco, calles del Pilar y Lencería.) La marcada huella dejada por los

primitivos establecimientos en la parroquia petrina determinará el centro neurálgico de

librerías e imprentas hasta mediados de la centuria. Andando el tiempo, y con la

remodelación del área catedralicia con la edificación del nuevo Palacio Episcopal y la

apertura de la Plaza de la Catedral, Trapería y Platería pasarán a constituir el eje

principal de la ciudad donde el alto clero, la burguesía comercial y la aristocracia

constituían la más segura clientela de la industria del libro.

Libreros e impresores vivieron mayoritariamente como arrendados, en casas

municipales en malas condiciones o en viviendas particulares, a pesar de que alguno de

ellos contara con una propia. Tal circunstancia bien pudo estar motivada por la situación

privilegiada en la segunda mitad del XVIII de las calles Lencería (el taller de Teruel) y

Platería (el taller de Benedicto) frente a los barrios de San Antolín y San Juan donde se

localizaban las casas de su propiedad. Los alquileres más económicos y estables eran los

municipales, aunque las rentas estarían en consonancia con su localización en el espacio

urbano; las zonas revalorizadas desde la segunda mitad de siglo exigían una inversión

mayor para sus inquilinos (Lencería y Platería).

Tanto los profesionales arrendados como los que habitaban sus propias

viviendas parecen compartir el espacio doméstico con el profesional. Las librerías

abrían sus puertas a las calles al estar instaladas en la parte baja de las casas, aunque

contasen con otras salas o entresuelos donde almacenar mercancías. En cuanto a los

talleres de imprenta, al menos el de los Cayuelas en San Antolín, ocupaba la planta

superior del edificio junto a la azotea. Es más que probable, por tanto, que tanto librerías

como imprentas parasen en edificios con varias alturas, incluidas las casas municipales.

Otra nota que va a caracterizar a estos negocios es la estabilidad topográfica de

aquellos que rendían buenos dividendos (Plano de San Francisco, Lencería, Platería);

caso contrario ocurre con los menos productivos como era el de los Mesnier en su

última etapa (Platería, Zambrana y Santa Quiteria) o el de Nicolás Villargordo en

permanente crisis (Frenería, Santo Domingo, San Juan de Dios y frente a las Anas).

También las librerías buscarán una ubicación permanente a pesar de tener que bregar, a

veces, con circunstancias poco favorables (las de la Carretería, la de Verónicas o la del

Porche del Socorro en Trapería).

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