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EDITORIAL
Celebración de la semana del libro y del idioma
La semana comprendida entre el 20 y 24 de abril el DEHA tuvo la
dicha de celebrar, con gran regocijo, las 1ras Jornadas pedagógicas
en conmemoración del día internacional del libro y el idioma. En el
marco de estas jornadas se realizaron una serie de actividades en
las cuales se exaltaron valores propios de la lengua, así como tam-
bién temas relacionados con elementos históricos sobre este día pro-
movido por la UNESCO desde 1995 y elegido como "Día Internacio-
nal del Libro", dada la coincidencia con el fallecimiento de Miguel de
Cervantes, William Shakespeare y el Inca Garcilaso de la Vega en la
misma fecha en el año 1616.
Uno de los conversatorios relevantes de la semana fue el dirigido por los profesores Roger Vilain y
Álvaro Molina: “¿A dónde fueron a parar los huesos de Cervantes?”, máxima figura de la literatura
española y creador del libro más traducido en el mundo, a excepción de la Biblia, Don Quijote de la
Mancha. Durante una entretenida tertulia se expuso sobre su vida, obras, y el hecho relevante de que
a pesar de haber muerto hace más de 4 siglos, el legendario autor es-
pañol hace noticia, debido a que un grupo de arqueólogos encontraron
su tumba. De acuerdo al diario español El País, los restos del au-
tor, encontrados en Madrid, en donde actualmente se localiza la Iglesia
de las Trinitarias.
Estas actividades exaltan la academia y permiten espacios de extensión
que dan cabida a toda la comunidad universitaria: conversatorios, cine
foros, talleres, concursos de pintura, fotografía, cuentos entre otros,
permiten que se conjugue la verdadera esencia universitaria: docencia,
extensión e investigación.
Profesora Rosa Corzo
PUNTO DE ENCUENTRO
DEPARTAMENTO DE EDUCACIÓN,
HUMANI DADES Y AR TES. Jefe De partamento: Rosa Corzo
Conse jo Ase sor De partame ntal : Le sce y
Muñoz , Ja tniel Vi l la rroel , Richard Suáre z, y Josef ina Pache co
AÑO 2015 Volumen N° 9
Punto de Encuentro. Boletín del Departamento de Educación, Humanidades y Artes. N° 9, Publicaciòn especial 2015
Edición: Consejo Departamental. DEHA: [email protected]
RESEÑA SEMANA DE LA LENGUA
Lunes 20/04/2015
Apertura del evento con la conferencia: Didáctica de la Lengua a cargo de la Prof. Car-men Vas.
Mesa de ponencias donde los profesores presentaban sus investigaciones
Cine foro: 12 años de esclavitud (2013), de Steve McQueen. Comentarista: Prof. Carlos Espinoza.
Martes 21/04/2015
Cine foro: El bebé de Rosemary (1968), de Roman Polanski. Lugar: Unidad de Publicaciones Periódicas – Ciudad Universitaria UNEG. Comentarista: Prof. Jatniel Villarroel.
. Miércoles 22/04/2015
Conversatorios
A cargo de Profs. del CIELA. 1.- ¿A dónde fueron a parar los hue-sos de Cervantes? Lugar: Unidad de Publicaciones Perió-dicas – Cuidad Universitaria UNEG. 2.– Eritismo y Literatura: 50 sombras de Greice. Lugar: Biblioteca – Cuidad Universitaria UNEG.
Cine foro: Drácula: la leyenda jamás contada (2014),
de Gary Shore. Lugar: Unidad de Publicaciones Periódicas – Ciudad Universitaria UNEG. Comentarista: Rosa Corzo
Conferencia: Comprendiendo las condiciones neurológicas de nuestros jóve-nes que pudieran afectar su desempeño universitario. Lugar: Sala de usos múltiples – Ciudad Universitaria UNEG. Conferencista: Dr. Marcos Gudiño Moderadora: Zugheidy Girón representante de la Dirección de Desarrollo Es-tudiantil.
Prof. Rosalba Mendoza recibiendo el certificado de su ponencia. La acompañan el prof. Lescey Muñoz y la Prof. Zulema Melendez, Coordinadora General de Extensión y Difusión Cultural.
Profs. Roger Vilain y Álvaro Molina du-rante el conversatorio sobre Cervantes
Profs. Fabiola Mendoza y Jatniel Villa-rroel durante el conversatorio sobre
Erotismo y Literatura
Punto de Encuentro. Boletín del Departamento de Educación, Humanidades y Artes. N° 9, Publicaciòn especial 2015
Edición: Consejo Departamental. DEHA: [email protected]
RESEÑA SEMANA DE LA LENGUA
Jueves 23/ 04/2015
Conferencia central: La magia del verbo en J. M. Briceño Guerrero.
Lugar: Biblioteca UNEG Ciudad Universitaria. Conferencista: Prof. Bernardo Enrique Flores Ortega. Cine foro: Expiación (2007), de Joe Wrigth. Lugar: Unidad de Publicaciones Periódicas – Ciudad Universitaria UNEG. Comentarista: Prof. José Vicente Henríquez Henríquez.
Viernes 24/ 04/2015 Taller sobre mitología.
Lugar: Sala de Publicaciones Periódicas - Ciudad Universitaria UNEG.
Tallerista: Prof. Bernardo Enrique Flores Ortega.
Cine foro: El lector (2008), Stephen Daldry.
Lugar: Unidad de Publicaciones Periódicas – Ciudad Universita-ria UNEG.
Comentaristas: Profs. Yenny Jiménez e Ysmenia González.
Prof. Bernardo Enrique Flores Ortega durante su conferencia.
Prof. Bernardo Enrique Flores Ortega durante el taller de mitología.
Concurso de pintura. Ciudad Universitaria UNEG.
Centro estudiantes participantes en el Concurso de creación artística.
Taller: Creación Literaria para Niños.
Lugar: Biblioteca UNEG Ciudad Universitaria.
Talleristas: Profas. Josefina Pa-checo y Zlinda Pino
Punto de Encuentro. Boletín del Departamento de Educación, Humanidades y Artes. N° 9, Publicaciòn especial 2015
Edición: Consejo Departamental. DEHA: [email protected]
RESEÑA SEMANA DE LA LENGUA Concursos Para esta semana se realizaron dos concursos con jurado externo a fin de que pudiese participar toda la comunidad universitaria. El jurado estuvo conformado por: Eleusis Bonillo (UDO), Elizabeth Arias (ULA), Alessio Chinellato (ULA), Juan Guerrero (UNEG), Carlos Flores (UCAB), Ivan Bucher (CRU-University of Montana), Juan Carvajal (Diario Primicia). Por motivo de la Semana de la Lengua la Prof. Elizabeth Arias dedicó las siguientes palabras al DEHA: Sirva la presente para felicitar a su Departamento por la iniciativa de este Concurso de Cuento en el marco de la Semana de la Lengua. Las actividades de este tipo, además de contribuir a la formación integral de los estudiantes y estimular sus potencialidades creativas, propician el clima de intercam-bio cultural y artístico que debe reinar en las instituciones académicas.
Ganadores de los concursos La categoría Composición Artística estuvo a cargo del profe-sor Freddy Sotillo quien seleccionó las mejores obras. Los ganadores fueron:
Sleytherd Lira (1er lugar),
José Gómez (2do lugar)
José Coraspe (3er lugar).
Prof. Villarroel junto a Juan Car-vajal, uno de los miembros del
jurado, en el cierre del evento.
De arriba abajo: ganadores del Concurso de Com-posición Artística, 1er., 2do., y 3er. lugar
Prof. Freddy Sotillo junto a los concursantes.
Punto de Encuentro. Boletín del Departamento de Educación, Humanidades y Artes. N° 9, Publicaciòn especial 2015
Edición: Consejo Departamental. DEHA: [email protected]
RESEÑA SEMANA DE LA LENGUA
Ganadores del Concurso de Fotografía
1er. lugar, Pedro Cascante, estudiante de Contaduría Pública Sede Ciudad Bolívar.
2do. lugar, Yulianys Cedeño, estudiante de Ingeniería en Informática Sede Ciudad Universitaria
3er. lugar, Roger Vilain, profesor adscrito al DEHA
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RESEÑA SEMANA DE LA LENGUA
Ganadores del Concurso de Cuento
Los ganadores del Concurso de Cuento fueron los siguientes:
1er. lugar: Roger Vilain, “El otro mago”.
2do. lugar: Lescey Muñoz, “El duende del racismo”.
3er. lugar: Georgina Bolívar, “Alitas de pollo”.
Prof. Roger Vilain recibiendo su reconocimiento junto a su hijo Daniel.
Prof. Lescey Muñoz recibiendo su reconocimiento.
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EL OTRO MAGO
ROGER VILAIN I
Ya sé que la magia no existe. Cuando menos no como la he entendido desde niño: algo, un no sé
qué que te permite sacar conejos de un sombrero, transformar piedras en palomas o lograr que un
vaso de agua se convierta en papelillo.
A mi edad créeme que no estoy para cuentos. Uno vive su vida, estudia ingeniería, plomería o se
mete a taxista, y lo otro es alimento para demagogos. Los magos quedan para historias fantásticas o
novelitas rosa de las que andamos hasta los dientes.
No, es que no estoy para cuentos. De muchacho sí, es decir, a los once o doce años iba a casa de
Tomás o Jeremías y en un santiamén todo adquiría tonos pastel. Pero la magia, lo que se dice la ma-
gia, dicen que hay que buscarla dentro de uno, en el fondo, y creer en ciertas posibilidades. Qué va,
para eso están los sesudos que chorrean pavadas a diestra y a siniestra. Sin embargo lo otro, esa
urdimbre de malabarismos típicos de feria surge prácticamente de la nada. La felicidad al alcance de
la mano. El asunto consiste en mentir bien: ilusión por donde lo mires.
A veces, al salir tomado de la mano de mi madre y tropezarme en las aceras con caballeros o mu-
jeres que iban de aquí para allá sin fijarse en los demás, como incrustados en un tubo de ensayo que
alguien después arroja a la vida y a las calles, jugaba a imaginar que una señora terminaba con el pie
metido en algún hueco que se la tragaba por completo, que la desaparecía así nomás. Nunca pude
acertar, en ningún momento se cumplió lo que pudo haber sido mi truco favorito. Resultó imposible
hacer que las circunstancias obedecieran eso que ordenaba desde mis ocho años gracias a una varita
imaginaria.
Crear mundos, alzarse con todo el poder y coger al toro por los cuernos -el toro de la realidad em-
brujada desde tus hechizos, quiero decir-, repito, nunca se me dio así como así. Yo soy un descreído
sin remedio, asunto que agrava todo el lío de modo que aún en la primera infancia, como ven, re-
chacé lo que otros niños aceptan sin mirar atrás. Transformar la realidad, aparecer y desaparecer
objetos con un chasquido de los dedos, convertir mi almohada en oso y, en fin, dominar el arte de
transformar el plomo en oro, todo, absolutamente todo esto no ha tenido un ápice que ver conmigo.
Mientras Raúl o José Luis volaban como Supermán o hacían de las suyas al más puro estilo de
Merlín, mi yo interior andaba seguro de sus limitaciones. No me luciría con poderes extraordinarios y
demás hierbas parecidas. La magia era para los magos, y a los magos, señoras y señores, hay a bus-
carlos en los circos, no en un miércoles cualquiera mientras tomas el taxi para llegar por ejemplo al
aeropuerto.
Punto de Encuentro. Boletín del Departamento de Educación, Humanidades y Artes. N° 9, Publicaciòn especial 2015
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II
Estudiar literatura, mi viejo dice que estudiar literatura es una vaina para ricos. Ven acá, muchacho
pendejo, coge el teléfono, llama, toma, ya mismo pídele trabajo a cuanta empresa se te enrede en-
tre los ojos y el dedo índice. Coge el teléfono y repasa las páginas amarillas, paséate por ellas, insis-
te, insiste, dices que estudiaste eso, literatura o como se llame, ajá, dices eso y pides un trabajito,
anda. Entonces me cuentas.
Mi viejo jura que me moriré de hambre. Tu primo Ernesto, tu primo Carlos, tu primo Antonio, esos
son tipos serios: odontólogo, contador, abogado. Tú eres tan inteligente, qué carricito tan inteligente,
puedes estudiar lo que te dé la gana y mírate, feliz porque pasarás hambre de por vida.
III
Cierro los ojos y me veo sentado. Percibo la dureza de las tablas que hacen las veces de asiento.
Estoy en un circo, uno de esos miserables y tristes circos que recalaron en el pueblo como barcaza de
segunda que toca puerto en medio de trasatlánticos o yates. En el escenario un personaje conocido
realiza trucos mientras la mayoría aplaude. Una gallina sale de un saco vacío, un palo de escoba pasa
a ser ramo de flores. Me encuentro en lo alto de las gradas, hechas con tablones superpuestos ama-
rrados con cadenas y mecates. El mago, vaya sorpresa que me llevo, es también el carnicero del
mercado. Las veces que voy con mi madre para ayudarla con las bolsas de chuletas o bistecs, ese
señor ocupa el lado de allá del mostrador. Quién lo hubiera imaginado, ahora es mago en esta carpa.
Pero ya lo sé, no existe la magia como no existe Santa Claus o el Hada de los Dientes o toda esa pa-
labrería con que pretenden adornar la infancia. Sé muy bien que Supermán tampoco vuela, que Hulk
ni es verde ni vive en parte alguna y sé también que los milagros, los de antes, los de ahora y los que
llegarán en el futuro son ensoñación monda y lironda.
IV
Como la magia hace plaf al estrellarse contra el suelo, prefiero ir sobre seguro. La gente se persig-
na, las señoras ponen el Ave María Purísima en sus bocas y el asunto fluye de lo lindo, dicen ellas.
Para hallar cosas perdidas o para rogar un favorcito en pleno vendaval la magia sirve para el sosiego
o para la resignación. También para que no se acabe la esperanza. Yo no. O estudio o me liquidan en
el primer examen. O me gano el pan o nadie me va a multiplicar los peces. O hecho afuera todo el
sudor de este mundo o al diablo, jamás llegaré a esa línea del horizonte que busco trasegar. Entonces
nada, clavos, martillo, cincel, neuronas, braga de trabajo y adiós padrenuestroqueestasenloscielos.
Chao suerte, hola romperme el lomo en la faena. Adiós quehacer improvisado, salud diez horas dia-
rias con el culo aplastado en una silla pegándole a las teclas.
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V
A las teclas, sí. El viejo estaba equivocado. Ni cogí el teléfono ni patiné sobre páginas amarillas.
Soy un escritor, así como lo lee: es-cri-tor. Peor que estudiar literatura, ya lo sé. Aún escucho sus
palabras, el grito al cielo, la condena eterna, el desengaño final, definitivo, porque tu primo Ernesto,
odontólogo, y tú un bueno para nada que terminará arrasado por quién sabe qué cosa, vencido por la
vida, hecho polvo por la estupidez.
Un caso perdido, eso es. Y aunque la magia pertenece a Disney fíjate que desde hace mucho me
la paso hurgando en algo que se le parece. Es decir, no hay varitas mágicas, no soporto a Harry Pot-
ter, tampoco trago a un Copperfield lleno de embustes, de glamour rosé y toda la parafernalia, pero
meto las narices en ese espacio extraño que es la fantasía. En semejante plano he aprendido a nave-
gar. Un escritor crea fantasías, un escritor engaña a su manera y ese engaño debe estar lleno de ver-
dades o estarás jodido compañero, o nadie creerá el embuste que cuentes en doscientas treinta y
cinco páginas.
En fin, que soy escritor, a mis veintitrés años soy un escritor que no estudió literatura y que a es-
tas alturas seguiría siendo la vergüenza de su padre, que Dios lo tenga en la gloria. Un poemario, ni
medio en el bolsillo, una novela negra, dos libros de cuentos, otro de ensayos, todos más o menos
aceptados por esa señora extraña que dieron en llamar “la crítica”.
VI
Por lo general voy a un café y me entrego. Desde hace tiempo llego a mi mesa favorita, como el
circo a mi pueblo y como el barco de segunda al puerto, para cumplir la tarea que tarde a tarde reali-
zo como un quehacer sagrado: escribir. A las cinco y media El Diente Roto me espera con las sillas
bien dispuestas. Entro, el rincón acostumbrado, café, agua mineral, tabaco, hojas blancas, bolígrafo
barato. “El demonio que me habita” salió en este lugar, así como “La ventana de la casa azul” y ya
casi termino “El reino del unicornio”.
Mi mesa preferida está ubicada justo bajo el bombillo que ilumina parte del salón principal cuya
luz se cuela a través del pasillo que termina en otra sala, más amplia que la primera, pero también
más bulliciosa. La historia es simple, una línea recta que culmina en gancho al hígado: alguien escribe
un cuento sórdido, erótico, oscuro. Un personaje cuenta lo que ocurre, siempre en primera persona,
entre una mujer joven, dedicada a la pintura, y un hombre algo menor cuya aspiración es darle forma
a su primera novela. Él escribe y mientras escribe la observa y mientras la observa día a día, a cada
instante y con pasión obsesiva, crea la obra maestra que luego llegará, por fin, a los anaqueles de las
librerías. Un reality literario, no cabe la menor duda.
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Ella también está ahí, la chica de la barra. La chica de la barra pide un Johnnie Walker en las rocas
y luego del primer sorbo pasa la vista alrededor. Me ve pero no me ve, es decir, yo escribo y fumo
pero todo indica que soy un pobre bicho que no vale la pena contemplar. No se percata de que estoy.
Me mira pero no me mira. “Me observan, luego existo”, variante cartesiana que viene muy a cuento a
propósito de las circunstancias. Moraleja y conclusión: soy poco menos que un insecto.
Cruza la pierna y desde su asiento la chica de la barra es Venus emergiendo de su vaso, la Venus
del whisky que ya va por la mitad. La falda es corta y el hecho de que esté sentada la hace lucir más
diminuta aún. Piernas de infarto, cintura de infarto, subo la vista: tetas de paro cardíaco. La Venus de
la barra bebe sola, bebe a placer mientras el insecto no le quita los ojos de encima y escribe y sueña,
y escribe y recuerda la varita mágica de aquellos magos de pueblo y ojalá funcione, ojalá, ojalá, ella
dispuesta para mí al calor de un hechizo, de Merlín, de Copperfield, maldita sea, pero ya sabes, ya lo
requetesabes, la magia es pasto de individuos tan distintos, tan poco yo, tan imposibles para mí, qué
se le va a hacer.
Voy a dibujarla con palabras. No, voy a filmarla, escenas a base de escritura. Uno, dos, tres, ac-
ción. Sílabas, letras que la encierran y la entregan. Una mujer sabe lo que tiene, una mujer de ver-
dad, caballero, conoce al pelo lo que lleva entre las piernas o lo que guarda en medio de esa maraña
de neuronas. Voy a filmar a esa mujer con mis palabras y la película final cobrará vida sobre estas
cuartillas aún en blanco. Ella sabe lo que tiene y yo también soy capaz de adivinarla. Ambos lo sabe-
mos, estamos aquí para encontrarnos. Otro Johnnie Walker, me mira, claro, sin mirarme otra vez
pasa los ojos por mí y de esta no presencia en que me he transformado me atrevo, la atrapo, toco
sus piernas, abrazo con morbo su cintura, la traigo hacia mí, hurgo en su piel, recorro sus hombros,
bajo, continúo bajando hasta las nalgas, hasta llegar a la falda cortísima y meter las manos en el fue-
go que ya nadie va a apagar. Me mira, esta vez sí me mira y me percato de cómo sus ojos se sostie-
nen en los míos. Escribo, no hay apuros, no hay presiones. Va a ocurrir lo que tiene que ocurrir y
nadie apuesta a lo contrario. No hay magia, no hay trucos, no hay espectáculo para la galería. El co-
nejo hace juego con el estofado. Nada de chisteras.
Escribo: “Pasa las manos por sus piernas, de a poco recorre la cara interna de sus muslos”, y al
desprender la vista del papel noto que finaliza el movimiento, que cumple su parte con la devoción
que pongo en el libreto. Continúo, escribo ahora: “bebe un sorbo, apenas se moja los labios lleva a su
lugar un mechón de cabello despeinado. Suelta dos botones de su camisa semitransparente”. De in-
mediato la acción se superpone al guión en pleno desarrollo. Sincronía, total complicidad. “Me levan-
to, nos besamos, abandonamos el lugar porque el mundo, el sexo, la vida, nos guiñan un ojo desde
afuera”. En efecto, me levanté y al acercarme nos besamos como si sólo importara arrojarse a unos
labios que esperan, a ese juego de lenguas y saliva para salir después al mundo que desde hace tan-
to nos reclama.
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EL DUENDE DEL RACISMO
LESCEY MUÑOZ La agresión
Sangre espesa y púrpura manaba como un cruento espectáculo de cascadas sobre el rostro del
negrito Parasco, después de la paliza propinada con un objeto de acero sobre su cara por Lunasol,
una hermosa muchacha de 16 años. En consecuencia, la dantesca escena protagonizada por dos ado-
lescentes impregnó al colegio Madre Coromoto de un cariz de ocultismo, de un acertijo sin solventar;
pues, ese súbito ataque dejo a todos estupefactos.
La madre de Lunasol, Laila; mujer nerviosa, regordeta, ignorante, chismosa e inocente tuvo
remembranzas del génesis que generó esta actitud en su hija. Un pasado sepultado por la tinta inde-
leble del olvido renacía en ese preciso momento como un ave Fénix activa y avasallante que buscaba
reivindicar una solución definitiva.
Regresando a casa del colegio, madre e hija caminaban con un escandaloso silencio por las ca-
llejuelas empedradas del pueblo. Lunasol cabizbaja y sumergida en otro universo abrazada por su
progenitora y Laila con ojos húmedos y brillosos en pleno trance viajando al pasado y recordando su
único amor tormentoso entre gritos, golpes e insultos.
El inicio
La infancia de Lunasol transcurría en una casa gris de techos rojos y cubierta en gran parte por
el follaje de trepadoras, esto le daba un aspecto primitivo a la infraestructura pueblerina que se des-
tacaba con la peculiar ubicación del hogar a las faldas de una imponente montaña selvática a las
afueras del pueblo. Cuando se mudaron para esa casa, Lunasol tenía apenas 5 años y era una niña
perspicaz e hiperactiva, en contraste con su hermano mayor, Momo, un chiquillo taciturno de 10
años, ojos grandes y boca abierta que parecía trastornado.
El papá de Lunasol era Casimiro, hombre beodo, mujeriego e inseguro quien siempre estaba en
constante pugna con su esposa. Al respecto, las peleas eran diarias y progresivas, de origen irrisorio
como la sazón de las comidas hasta asuntos graves como la infidelidad. En tal sentido, la pareja esta-
ba absorta en sus pleitos, desdeñando el cuidado afectivo de sus hijos, y éstos se ponían a jugar para
aislarse del ambiente tenso y conflictivo en que derivó su hogar.
El contexto turbulento de Lunasol la llevó a crear amigos imaginarios con quienes transcurría su
actividad lúdica. En efecto, la niña siempre hablaba a solas y en la fuerza de sus monólogos daba la
impresión de que realmente dialogaba con otra persona. Esto sucedía cuando estaba sola en sus apo-
sentos o el patio de su casa. Su madre, Laila, le otorgaba poca importancia a lo sucedido y en cierta
manera le confortaba la sana distracción de su hija cuando escuchaba sus risas y las firmezas de sus
soliloquios.
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La advertencia
Luego de una jornada de enfrentamientos y decepciones con Casimiro, Laila es arropada por el
sueño y cae con beneplácito sobre su inmensa cama a entregarse a su mundo onírico de paz y placer.
No obstante, los problemas aun no habían cesado, un extraño escalofrío similar a una mano helada,
casi polar, recorrió el obeso cuerpo de Laila de pies a cabeza y súbitamente despertó a la mediano-
che. En la ventana de su cuarto se había posado una lechuza que observaba a la mujer con una mira-
da de encantamiento y como música de fondo decenas de perros aullaban en la calle.
El instinto maternal de ella la hizo dirigirse inmediatamente al aposento de su hija Lunasol y en el
trayecto hacia su destino se percató de que la puerta de la casa estaba abierta con gran amplitud.
Súbitamente, modifica su camino y se dirige a cerrar el portal negro de madera, en ese momento
notó en la calle la figura de espalda de su hija con su ropita de dormir y la niña se alejaba con pasos
pausados rumbo a la gran montaña selvática. En esta extraña situación, Laila se apresura a alcanzar
e interpelar a Lunasol pero, cuando toma a la niña por su bracito, observa en su que carita aun tenía
los ojos cerrados y estaba somnolienta. La infante abrió los ojos en ese momento y le dijo a su madre
que Desiderio (como llamaba a su amiguito imaginario) la invitó a subir la montaña y ella señalaba la
dirección donde este se encontraba; sin embargo, Laila no lo veía, pero tenía un extraño presenti-
miento que se incrementó por un remolino de viento que atravesó la calle y ascendió por los matorra-
les.
Los días posteriores, Laila notó un cambio de actitud en Lunasol, esta tenía poco apetito, estaba
con un semblante de melancolía y más taciturna que su hermano Momo, además, sus convesaciones
con Desiderio ya no eran locuaces y divertidas; al contrario, cuando hablaban, ella lloraba y se queja-
ba. Asimismo, Laila se percató de rasguños y moretones en el cuerpecito de Lunasol y la niña argu-
mentaba a su mamá que estaba siendo maltratada por Desiderio ya que ella no quería subir la mon-
taña selvática a la medianoche. En consecuencia, Laila estaba sumamente preocupada e indecisa
entre llevar a su niña a un doctor de la mente o solventar el problema de una forma diferente.
Noches después, el llanto nocturno de Lunasol despertó a Laila a la medianoche y cuando esta
abre la puerta de la habitación de la niña entra la luz y cuando ella se percata de una sombra rara en
el cuarto, la silueta oscura se escabulle ocultándose debajo de la cama. De un sopetón, la madre to-
ma a su hija y la lleva a dormir en sus aposentos, entre sus brazos. A partir de allí, Laila tenía la cer-
teza de que una presencia maligna estaba en su hogar aterrorizando a Lunasol.
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La solución
Momo y Lunasol son llevados a casa de su abuela materna de manera temporal, mientras Laila
y Casimirio trabajan de forma mancomunada en la solución del problema, una cohesión histórica en
una pareja próxima a un debacle. Por consiguiente, los esposos se dirigen hacia una iglesia cercana
en donde habitan una orden de monjas españolas muy religiosas y entregadas al trabajo social. En el
transcurso de la mañana obtienen una entrevista con el párroco y la madre superiora del templo.
El presbítero era el Padre Flaminio, un hombre alto, canoso, de edad avanzada y mirada obstina-
da; la madre superiora era Sor Auxiliadora, una mujer de edad avanzada, tez morena y poseedora de
una mirada penetrante y más obstinada que la del párroco. Ambos oyeron los argumentos del matri-
monio, además, interpelaron a los esposos sobre varios asuntos de su vida cotidiana. Eso sí, los reli-
giosos, de vez en cuando, intercambiaban las miradas levantando las cejas mientras escuchaban el
testimonio sobrenatural de la asustadiza pareja.
Sor Auxiliadora lanzó un estruendoso golpe con el puño izquierdo sobre el escritorio de la oficina
de la iglesia diciendo: “¡Basta, sabemos qué es lo que realmente sucede y no perderemos más el
tiempo!, ¡vamos rápido, él sabe que iremos por él!”, impetuosamente, la monja tomó el agua bendita
y un rosario de cristal mientras el Padre Flaminio tomaba su Biblia, escapulario, cruz de Caravaca y
capa, al tener las cosas listas, todos se retiraron del templo con destino a la casa encantada de Laila
y Casimiro.
Cuando se dirigían al sitio en cuestión, el Padre Flaminio alertó a los esposos sobre la presencia
de un duende en su hogar, se trata de una criatura antigua y diabólica que buscaba apoderarse las
almas de los infantes y solo son visibles por los niños. Les dijo que estos entes poseían forma huma-
na y cuerpos chicos; agregó que su apariencia suele ser tosca y han aparecido en muchos lugares de
Venezuela. De tanto que preguntaron, el cura y la monja manifestaron que en el caso de Lunasol, las
circunstancias se daban para la aparición de ese bicho: la niña poseía una gran belleza, no estaba
bautizada, vivía en un hogar conflictivo, entre otras cosas que tanto gusta a los seres demoníacos;
además, Laila siendo adolescente abortó a los 7 meses sin otorgar el sacramento del bautismo al feto
y, generalmente, cuando esto sucede, esos fetos cuya vida es apagada repentinamente y sin ser bau-
tizados son recibidos en el mundo de las tinieblas y transmutados en grotescos engendros.
Cuando el cura, la monja, Laila y Casimiro estaban ubicados en el umbral de la casa, una pesadez
se apoderó del ambiente y un olor pestilente fluía desde el interior, era mediodía y la luz solar fulgu-
raba con fuerza en las paredes externas, brindaba una apariencia reluciente como de oro. Después
de varios rezos, decidieron pasar al domicilio y antes de meter la llave en la puerta negra de madera,
ésta se abrió sola dejando escapar un aire frío que venía de adentro. Aun así, se metieron y una es-
calofriante frialdad mezclada con un hedor a excremento rodeaba al cuarteto, además, se escuchaba
el llanto de un niño en el fondo de una de las habitaciones.
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Laila, atemorizada, sentía un calor recorrer sus piernas, y efectivamente se trataba de su propio
orine que corría por el miedo que le producía enfrentarse a un ente de ultratumba. La obesa mujer le
señalaba al padre Flaminio y a Sor Auxiliadora la puerta del cuarto de Lunasol. Con paso firme y deci-
dido, los religiosos ingresaron al cuarto de la niña con la cruz de Caravaca en alto, el rosario de cristal
en una mano, la Biblia bajo el brazo y el agua bendita en la otra mano. Cuando entran al cuarto, una
insalubre sorpresa les esperaba ya que había una gran cantidad de excremento esparcido por toda la
habitación. Era de espanto, las heces se localizaban en el techo, piso, cómoda, cama, almohadas,
juguetes, ventana, puerta; por todos lados. La porquería era como arcilla, del mismo color además de
pastosa y pegajosa. Lo curioso es que no vieron al duende, se había esfumado. Pero igual, los religio-
sos se quedaron rezando y rociando agua bendita en el dormitorio hasta el ocaso.
Última revelación
Transcurridos 7 días desde la visita del cura y la monja, Laila decide separarse de Casimiro e irse
con Lunasol y Momo. La mujer no quería volver a esa casa encantada, pero fue alentada a retornar
por Sor Auxiliadora quien le aseguró que de manera definitiva el duende había dejado a la niña; sin
embargo, la monja le advirtió que ella debía ver una última vez la presencia física de la criatura infer-
nal antes de su partida sin retorno a ultratumba porque ese era un mal necesario.
Laila regresó a su casa y volvió, esta vez, trayendo también a su mamá. Todos entusiasmados
limpian todo el hogar, cambian la posición de los enseres, lavan las telas, podan las matas, entre
otras actividades. Después, a la hora del descanso, Laila decide darse un baño, se quita la ropa y al
abrir la cortina del baño lanzó un grito estremecedor. Sus ojos quedaron impactados al ver físicamen-
te a Desiderio, el duende. El engendro no llegaba a medir ni un metro de estatura, era de raza ne-
gra, nariz muy ancha, labios excesivamente gruesos y blanquecinos, su cabello ensortijado parecía
azabache, poseía cicatrices en todo el cuerpo, sus pies eran sumamente largos, y, sorprendente-
mente estaban orientados hacia atrás, sus ojos amarillos ávidos, atemorizantes que penetraban el
alma y paralizaban de miedo a cualquier cristiano. Desiderio emitió chillido no humano, abofeteó con
excremento a Laila y luego se esfumó para siempre. Era el escarmiento para la mujer que provocó su
regreso a ultratumba.
Ecos
Pasaron los años y del suceso terrorífico no se habló más. Laila a la final se divorció de Casimiro y
se encargó sola de sus dos muchachos. En todo ese tiempo, Lunasol fue desarrollando un odio irra-
cional y repulsivo hacia la gente de raza negra, especialmente si eran hombres, la sola presencia de
uno de ellos despertaba en ella la tribulación vivida con Desiderio y esto originó ese racismo que
crecía con ella y la llevó a desfigurar el rostro del negrito Parasco quien jugando con sus amigos se
tropezó con ella y la asustó. Laila, aun consternada, miraba a su hija mientras caminaban a casa, allí
comprendió que si había un demonio feo que debía ser erradicado era el duende del racismo.
Punto de Encuentro. Boletín del Departamento de Educación, Humanidades y Artes. N° 9, Publicaciòn especial 2015
Edición: Consejo Departamental. DEHA: [email protected]
ALITAS DE POLLO
GEORGINA BOLÍVAR
Yacía en su sofá como todos los viernes que no fueran quincena, chaleco en el piso, revólver en la
mesa, teléfono apagado, y unas cuantas cervezas frías en la nevera esperaban por aquel hombre
hastiado de su trabajo. Sintonizar ESPN, Meridiano o Fox Sport, lo alejaba de la cotidianidad; un poco
de deporte, un poco de alcohol, y un plato de alitas fritas con mucha salsa de tomate hacían un com-
plemento perfecto antes de irse a la cama.
De lunes a viernes formaba parte de lo que él llamaba payasos de oficina, condenados a archivar,
tomar declaraciones, sacar copias y atender el teléfono con algunas llamadas de auxilio. La vida de
Pedro Pérez era una total cotidianidad, ya las muertes no le sorprendían, asesinatos, suicidios, viola-
ciones y secuestros eran solo un número más en su registro.
Él siempre recuerda sus primeros años como policía, el éxtasis de salir en la madrugada a cazar
ratas como solía llamar a su oficio, la adrenalina de apuntar con el revolver a algún presunto delin-
cuente, de echar tiros al aire y sentir con eso que espantaría a todo aquel que estuviera en su cami-
no; su moto era más que su transporte oficial, era una yegua desenfrenada domada y querida.
Pero, solo eran recuerdos. Hace varios años Joaquín Rodríguez, enemigo de Pedro desde la ado-
lescencia fue transferido como Jefe de la Policía a la jurisdicción donde este laboraba, y se valió de
algunas amonestaciones anteriores y su deseada venganza para condenarlo a ser un “payaso de ofici-
na”
-Pedro Pérez, ¿Quién diría? Así que policía, guardia nocturna, vehículo asignado, 15 años de ser-
vicio; Supongo ya sabes que soy el sucesor de Ramírez, y pues me he dedicado a investigar a mis
subalternos. – dijo Joaquín.
-Rodríguez no vengas a amedrentarme a estas alturas de la vida. – murmuró Pedro
-No te preocupes chico – esbozó Ramírez- para hacer de tu vida más tranquila y llevadera, decidí
que seas el secretario de la jurisdicción ¿Qué te parece? Un escritorio, un teléfono, una máquina de
escribir, tu vida será una diversión total. Es una pequeña muestra de cuánto te estimo.
Por mucho que Pedro protestó fue condenado a ser uno más de los Payasos de oficina, cuando
escucha la sirena y unos cuantos tiros sentado en su sofá, recuerda con rencor la decisión de Ramí-
rez, sin embargo agradece poder comerse sus alitas de pollo bañadas en salsa viendo algún partido
de béisbol por Meridiano.
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Detrás de su sofá en su humilde casa está Carolina su mujer, quien cada viernes religiosamente
prepara el plato de costumbre a su marido, observa a través de la ventana las luces de la Gran Cara-
cas, suspira y sigue; sigue empanizando, friendo, y respirando el olor a aceite reusado que sale de su
sartén.
Minutos más tarde se escuchan varios tiros, Pedro Pérez los escucha y solo le sube el volumen a
la televisión, siente también un pequeño ruido, lucha por tratar de ignorarlo hasta que huele sus ali-
tas de pollo chamuscadas.