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EDITORIAL Celebración de la semana del libro y del idioma La semana comprendida entre el 20 y 24 de abril el DEHA tuvo la dicha de celebrar, con gran regocijo, las 1ras Jornadas pedagógicas en conmemoración del día internacional del libro y el idioma. En el marco de estas jornadas se realizaron una serie de actividades en las cuales se exaltaron valores propios de la lengua, así como tam- bién temas relacionados con elementos históricos sobre este día pro- movido por la UNESCO desde 1995 y elegido como "Día Internacio- nal del Libro", dada la coincidencia con el fallecimiento de Miguel de Cervantes, William Shakespeare y el Inca Garcilaso de la Vega en la misma fecha en el año 1616. Uno de los conversatorios relevantes de la semana fue el dirigido por los profesores Roger Vilain y Álvaro Molina: “¿A dónde fueron a parar los huesos de Cervantes?”, máxima figura de la literatura española y creador del libro más traducido en el mundo, a excepción de la Biblia, Don Quijote de la Mancha. Durante una entretenida tertulia se expuso sobre su vida, obras, y el hecho relevante de que a pesar de haber muerto hace más de 4 siglos, el legendario autor es- pañol hace noticia, debido a que un grupo de arqueólogos encontraron su tumba. De acuerdo al diario español El País, los restos del au- tor, encontrados en Madrid, en donde actualmente se localiza la Iglesia de las Trinitarias. Estas actividades exaltan la academia y permiten espacios de extensión que dan cabida a toda la comunidad universitaria: conversatorios, cine foros, talleres, concursos de pintura, fotografía, cuentos entre otros, permiten que se conjugue la verdadera esencia universitaria: docencia, extensión e investigación. Profesora Rosa Corzo PUNTO DE ENCUENTRO DEPARTAMENTO DE EDUCACIÓN, HUMANIDADES Y ARTES. Jefe Departamento: Rosa Corzo Consejo Asesor Departamental: Lescey Muñoz, Jatniel Villarroel, Richard Suárez, y Josefina Pacheco AÑO 2015 Volumen N° 9

UNTO DE NCUENTRO - uneg.edu.ve · Durante una entretenida tertulia se expuso sobre su vida, obras, y el hecho relevante de que a pesar de haber muerto hace más de 4 siglos, el legendario

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EDITORIAL

Celebración de la semana del libro y del idioma

La semana comprendida entre el 20 y 24 de abril el DEHA tuvo la

dicha de celebrar, con gran regocijo, las 1ras Jornadas pedagógicas

en conmemoración del día internacional del libro y el idioma. En el

marco de estas jornadas se realizaron una serie de actividades en

las cuales se exaltaron valores propios de la lengua, así como tam-

bién temas relacionados con elementos históricos sobre este día pro-

movido por la UNESCO desde 1995 y elegido como "Día Internacio-

nal del Libro", dada la coincidencia con el fallecimiento de Miguel de

Cervantes, William Shakespeare y el Inca Garcilaso de la Vega en la

misma fecha en el año 1616.

Uno de los conversatorios relevantes de la semana fue el dirigido por los profesores Roger Vilain y

Álvaro Molina: “¿A dónde fueron a parar los huesos de Cervantes?”, máxima figura de la literatura

española y creador del libro más traducido en el mundo, a excepción de la Biblia, Don Quijote de la

Mancha. Durante una entretenida tertulia se expuso sobre su vida, obras, y el hecho relevante de que

a pesar de haber muerto hace más de 4 siglos, el legendario autor es-

pañol hace noticia, debido a que un grupo de arqueólogos encontraron

su tumba. De acuerdo al diario español El País, los restos del au-

tor, encontrados en Madrid, en donde actualmente se localiza la Iglesia

de las Trinitarias.

Estas actividades exaltan la academia y permiten espacios de extensión

que dan cabida a toda la comunidad universitaria: conversatorios, cine

foros, talleres, concursos de pintura, fotografía, cuentos entre otros,

permiten que se conjugue la verdadera esencia universitaria: docencia,

extensión e investigación.

Profesora Rosa Corzo

PUNTO DE ENCUENTRO

DEPARTAMENTO DE EDUCACIÓN,

HUMANI DADES Y AR TES. Jefe De partamento: Rosa Corzo

Conse jo Ase sor De partame ntal : Le sce y

Muñoz , Ja tniel Vi l la rroel , Richard Suáre z, y Josef ina Pache co

AÑO 2015 Volumen N° 9

Punto de Encuentro. Boletín del Departamento de Educación, Humanidades y Artes. N° 9, Publicaciòn especial 2015

Edición: Consejo Departamental. DEHA: [email protected]

RESEÑA SEMANA DE LA LENGUA

Lunes 20/04/2015

Apertura del evento con la conferencia: Didáctica de la Lengua a cargo de la Prof. Car-men Vas.

Mesa de ponencias donde los profesores presentaban sus investigaciones

Cine foro: 12 años de esclavitud (2013), de Steve McQueen. Comentarista: Prof. Carlos Espinoza.

Martes 21/04/2015

Cine foro: El bebé de Rosemary (1968), de Roman Polanski. Lugar: Unidad de Publicaciones Periódicas – Ciudad Universitaria UNEG. Comentarista: Prof. Jatniel Villarroel.

. Miércoles 22/04/2015

Conversatorios

A cargo de Profs. del CIELA. 1.- ¿A dónde fueron a parar los hue-sos de Cervantes? Lugar: Unidad de Publicaciones Perió-dicas – Cuidad Universitaria UNEG. 2.– Eritismo y Literatura: 50 sombras de Greice. Lugar: Biblioteca – Cuidad Universitaria UNEG.

Cine foro: Drácula: la leyenda jamás contada (2014),

de Gary Shore. Lugar: Unidad de Publicaciones Periódicas – Ciudad Universitaria UNEG. Comentarista: Rosa Corzo

Conferencia: Comprendiendo las condiciones neurológicas de nuestros jóve-nes que pudieran afectar su desempeño universitario. Lugar: Sala de usos múltiples – Ciudad Universitaria UNEG. Conferencista: Dr. Marcos Gudiño Moderadora: Zugheidy Girón representante de la Dirección de Desarrollo Es-tudiantil.

Prof. Rosalba Mendoza recibiendo el certificado de su ponencia. La acompañan el prof. Lescey Muñoz y la Prof. Zulema Melendez, Coordinadora General de Extensión y Difusión Cultural.

Profs. Roger Vilain y Álvaro Molina du-rante el conversatorio sobre Cervantes

Profs. Fabiola Mendoza y Jatniel Villa-rroel durante el conversatorio sobre

Erotismo y Literatura

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RESEÑA SEMANA DE LA LENGUA

Jueves 23/ 04/2015

Conferencia central: La magia del verbo en J. M. Briceño Guerrero.

Lugar: Biblioteca UNEG Ciudad Universitaria. Conferencista: Prof. Bernardo Enrique Flores Ortega. Cine foro: Expiación (2007), de Joe Wrigth. Lugar: Unidad de Publicaciones Periódicas – Ciudad Universitaria UNEG. Comentarista: Prof. José Vicente Henríquez Henríquez.

Viernes 24/ 04/2015 Taller sobre mitología.

Lugar: Sala de Publicaciones Periódicas - Ciudad Universitaria UNEG.

Tallerista: Prof. Bernardo Enrique Flores Ortega.

Cine foro: El lector (2008), Stephen Daldry.

Lugar: Unidad de Publicaciones Periódicas – Ciudad Universita-ria UNEG.

Comentaristas: Profs. Yenny Jiménez e Ysmenia González.

Prof. Bernardo Enrique Flores Ortega durante su conferencia.

Prof. Bernardo Enrique Flores Ortega durante el taller de mitología.

Concurso de pintura. Ciudad Universitaria UNEG.

Centro estudiantes participantes en el Concurso de creación artística.

Taller: Creación Literaria para Niños.

Lugar: Biblioteca UNEG Ciudad Universitaria.

Talleristas: Profas. Josefina Pa-checo y Zlinda Pino

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RESEÑA SEMANA DE LA LENGUA Concursos Para esta semana se realizaron dos concursos con jurado externo a fin de que pudiese participar toda la comunidad universitaria. El jurado estuvo conformado por: Eleusis Bonillo (UDO), Elizabeth Arias (ULA), Alessio Chinellato (ULA), Juan Guerrero (UNEG), Carlos Flores (UCAB), Ivan Bucher (CRU-University of Montana), Juan Carvajal (Diario Primicia). Por motivo de la Semana de la Lengua la Prof. Elizabeth Arias dedicó las siguientes palabras al DEHA: Sirva la presente para felicitar a su Departamento por la iniciativa de este Concurso de Cuento en el marco de la Semana de la Lengua. Las actividades de este tipo, además de contribuir a la formación integral de los estudiantes y estimular sus potencialidades creativas, propician el clima de intercam-bio cultural y artístico que debe reinar en las instituciones académicas.

Ganadores de los concursos La categoría Composición Artística estuvo a cargo del profe-sor Freddy Sotillo quien seleccionó las mejores obras. Los ganadores fueron:

Sleytherd Lira (1er lugar),

José Gómez (2do lugar)

José Coraspe (3er lugar).

Prof. Villarroel junto a Juan Car-vajal, uno de los miembros del

jurado, en el cierre del evento.

De arriba abajo: ganadores del Concurso de Com-posición Artística, 1er., 2do., y 3er. lugar

Prof. Freddy Sotillo junto a los concursantes.

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RESEÑA SEMANA DE LA LENGUA

Ganadores del Concurso de Fotografía

1er. lugar, Pedro Cascante, estudiante de Contaduría Pública Sede Ciudad Bolívar.

2do. lugar, Yulianys Cedeño, estudiante de Ingeniería en Informática Sede Ciudad Universitaria

3er. lugar, Roger Vilain, profesor adscrito al DEHA

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RESEÑA SEMANA DE LA LENGUA

Ganadores del Concurso de Cuento

Los ganadores del Concurso de Cuento fueron los siguientes:

1er. lugar: Roger Vilain, “El otro mago”.

2do. lugar: Lescey Muñoz, “El duende del racismo”.

3er. lugar: Georgina Bolívar, “Alitas de pollo”.

Prof. Roger Vilain recibiendo su reconocimiento junto a su hijo Daniel.

Prof. Lescey Muñoz recibiendo su reconocimiento.

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EL OTRO MAGO

ROGER VILAIN I

Ya sé que la magia no existe. Cuando menos no como la he entendido desde niño: algo, un no sé

qué que te permite sacar conejos de un sombrero, transformar piedras en palomas o lograr que un

vaso de agua se convierta en papelillo.

A mi edad créeme que no estoy para cuentos. Uno vive su vida, estudia ingeniería, plomería o se

mete a taxista, y lo otro es alimento para demagogos. Los magos quedan para historias fantásticas o

novelitas rosa de las que andamos hasta los dientes.

No, es que no estoy para cuentos. De muchacho sí, es decir, a los once o doce años iba a casa de

Tomás o Jeremías y en un santiamén todo adquiría tonos pastel. Pero la magia, lo que se dice la ma-

gia, dicen que hay que buscarla dentro de uno, en el fondo, y creer en ciertas posibilidades. Qué va,

para eso están los sesudos que chorrean pavadas a diestra y a siniestra. Sin embargo lo otro, esa

urdimbre de malabarismos típicos de feria surge prácticamente de la nada. La felicidad al alcance de

la mano. El asunto consiste en mentir bien: ilusión por donde lo mires.

A veces, al salir tomado de la mano de mi madre y tropezarme en las aceras con caballeros o mu-

jeres que iban de aquí para allá sin fijarse en los demás, como incrustados en un tubo de ensayo que

alguien después arroja a la vida y a las calles, jugaba a imaginar que una señora terminaba con el pie

metido en algún hueco que se la tragaba por completo, que la desaparecía así nomás. Nunca pude

acertar, en ningún momento se cumplió lo que pudo haber sido mi truco favorito. Resultó imposible

hacer que las circunstancias obedecieran eso que ordenaba desde mis ocho años gracias a una varita

imaginaria.

Crear mundos, alzarse con todo el poder y coger al toro por los cuernos -el toro de la realidad em-

brujada desde tus hechizos, quiero decir-, repito, nunca se me dio así como así. Yo soy un descreído

sin remedio, asunto que agrava todo el lío de modo que aún en la primera infancia, como ven, re-

chacé lo que otros niños aceptan sin mirar atrás. Transformar la realidad, aparecer y desaparecer

objetos con un chasquido de los dedos, convertir mi almohada en oso y, en fin, dominar el arte de

transformar el plomo en oro, todo, absolutamente todo esto no ha tenido un ápice que ver conmigo.

Mientras Raúl o José Luis volaban como Supermán o hacían de las suyas al más puro estilo de

Merlín, mi yo interior andaba seguro de sus limitaciones. No me luciría con poderes extraordinarios y

demás hierbas parecidas. La magia era para los magos, y a los magos, señoras y señores, hay a bus-

carlos en los circos, no en un miércoles cualquiera mientras tomas el taxi para llegar por ejemplo al

aeropuerto.

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II

Estudiar literatura, mi viejo dice que estudiar literatura es una vaina para ricos. Ven acá, muchacho

pendejo, coge el teléfono, llama, toma, ya mismo pídele trabajo a cuanta empresa se te enrede en-

tre los ojos y el dedo índice. Coge el teléfono y repasa las páginas amarillas, paséate por ellas, insis-

te, insiste, dices que estudiaste eso, literatura o como se llame, ajá, dices eso y pides un trabajito,

anda. Entonces me cuentas.

Mi viejo jura que me moriré de hambre. Tu primo Ernesto, tu primo Carlos, tu primo Antonio, esos

son tipos serios: odontólogo, contador, abogado. Tú eres tan inteligente, qué carricito tan inteligente,

puedes estudiar lo que te dé la gana y mírate, feliz porque pasarás hambre de por vida.

III

Cierro los ojos y me veo sentado. Percibo la dureza de las tablas que hacen las veces de asiento.

Estoy en un circo, uno de esos miserables y tristes circos que recalaron en el pueblo como barcaza de

segunda que toca puerto en medio de trasatlánticos o yates. En el escenario un personaje conocido

realiza trucos mientras la mayoría aplaude. Una gallina sale de un saco vacío, un palo de escoba pasa

a ser ramo de flores. Me encuentro en lo alto de las gradas, hechas con tablones superpuestos ama-

rrados con cadenas y mecates. El mago, vaya sorpresa que me llevo, es también el carnicero del

mercado. Las veces que voy con mi madre para ayudarla con las bolsas de chuletas o bistecs, ese

señor ocupa el lado de allá del mostrador. Quién lo hubiera imaginado, ahora es mago en esta carpa.

Pero ya lo sé, no existe la magia como no existe Santa Claus o el Hada de los Dientes o toda esa pa-

labrería con que pretenden adornar la infancia. Sé muy bien que Supermán tampoco vuela, que Hulk

ni es verde ni vive en parte alguna y sé también que los milagros, los de antes, los de ahora y los que

llegarán en el futuro son ensoñación monda y lironda.

IV

Como la magia hace plaf al estrellarse contra el suelo, prefiero ir sobre seguro. La gente se persig-

na, las señoras ponen el Ave María Purísima en sus bocas y el asunto fluye de lo lindo, dicen ellas.

Para hallar cosas perdidas o para rogar un favorcito en pleno vendaval la magia sirve para el sosiego

o para la resignación. También para que no se acabe la esperanza. Yo no. O estudio o me liquidan en

el primer examen. O me gano el pan o nadie me va a multiplicar los peces. O hecho afuera todo el

sudor de este mundo o al diablo, jamás llegaré a esa línea del horizonte que busco trasegar. Entonces

nada, clavos, martillo, cincel, neuronas, braga de trabajo y adiós padrenuestroqueestasenloscielos.

Chao suerte, hola romperme el lomo en la faena. Adiós quehacer improvisado, salud diez horas dia-

rias con el culo aplastado en una silla pegándole a las teclas.

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V

A las teclas, sí. El viejo estaba equivocado. Ni cogí el teléfono ni patiné sobre páginas amarillas.

Soy un escritor, así como lo lee: es-cri-tor. Peor que estudiar literatura, ya lo sé. Aún escucho sus

palabras, el grito al cielo, la condena eterna, el desengaño final, definitivo, porque tu primo Ernesto,

odontólogo, y tú un bueno para nada que terminará arrasado por quién sabe qué cosa, vencido por la

vida, hecho polvo por la estupidez.

Un caso perdido, eso es. Y aunque la magia pertenece a Disney fíjate que desde hace mucho me

la paso hurgando en algo que se le parece. Es decir, no hay varitas mágicas, no soporto a Harry Pot-

ter, tampoco trago a un Copperfield lleno de embustes, de glamour rosé y toda la parafernalia, pero

meto las narices en ese espacio extraño que es la fantasía. En semejante plano he aprendido a nave-

gar. Un escritor crea fantasías, un escritor engaña a su manera y ese engaño debe estar lleno de ver-

dades o estarás jodido compañero, o nadie creerá el embuste que cuentes en doscientas treinta y

cinco páginas.

En fin, que soy escritor, a mis veintitrés años soy un escritor que no estudió literatura y que a es-

tas alturas seguiría siendo la vergüenza de su padre, que Dios lo tenga en la gloria. Un poemario, ni

medio en el bolsillo, una novela negra, dos libros de cuentos, otro de ensayos, todos más o menos

aceptados por esa señora extraña que dieron en llamar “la crítica”.

VI

Por lo general voy a un café y me entrego. Desde hace tiempo llego a mi mesa favorita, como el

circo a mi pueblo y como el barco de segunda al puerto, para cumplir la tarea que tarde a tarde reali-

zo como un quehacer sagrado: escribir. A las cinco y media El Diente Roto me espera con las sillas

bien dispuestas. Entro, el rincón acostumbrado, café, agua mineral, tabaco, hojas blancas, bolígrafo

barato. “El demonio que me habita” salió en este lugar, así como “La ventana de la casa azul” y ya

casi termino “El reino del unicornio”.

Mi mesa preferida está ubicada justo bajo el bombillo que ilumina parte del salón principal cuya

luz se cuela a través del pasillo que termina en otra sala, más amplia que la primera, pero también

más bulliciosa. La historia es simple, una línea recta que culmina en gancho al hígado: alguien escribe

un cuento sórdido, erótico, oscuro. Un personaje cuenta lo que ocurre, siempre en primera persona,

entre una mujer joven, dedicada a la pintura, y un hombre algo menor cuya aspiración es darle forma

a su primera novela. Él escribe y mientras escribe la observa y mientras la observa día a día, a cada

instante y con pasión obsesiva, crea la obra maestra que luego llegará, por fin, a los anaqueles de las

librerías. Un reality literario, no cabe la menor duda.

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Ella también está ahí, la chica de la barra. La chica de la barra pide un Johnnie Walker en las rocas

y luego del primer sorbo pasa la vista alrededor. Me ve pero no me ve, es decir, yo escribo y fumo

pero todo indica que soy un pobre bicho que no vale la pena contemplar. No se percata de que estoy.

Me mira pero no me mira. “Me observan, luego existo”, variante cartesiana que viene muy a cuento a

propósito de las circunstancias. Moraleja y conclusión: soy poco menos que un insecto.

Cruza la pierna y desde su asiento la chica de la barra es Venus emergiendo de su vaso, la Venus

del whisky que ya va por la mitad. La falda es corta y el hecho de que esté sentada la hace lucir más

diminuta aún. Piernas de infarto, cintura de infarto, subo la vista: tetas de paro cardíaco. La Venus de

la barra bebe sola, bebe a placer mientras el insecto no le quita los ojos de encima y escribe y sueña,

y escribe y recuerda la varita mágica de aquellos magos de pueblo y ojalá funcione, ojalá, ojalá, ella

dispuesta para mí al calor de un hechizo, de Merlín, de Copperfield, maldita sea, pero ya sabes, ya lo

requetesabes, la magia es pasto de individuos tan distintos, tan poco yo, tan imposibles para mí, qué

se le va a hacer.

Voy a dibujarla con palabras. No, voy a filmarla, escenas a base de escritura. Uno, dos, tres, ac-

ción. Sílabas, letras que la encierran y la entregan. Una mujer sabe lo que tiene, una mujer de ver-

dad, caballero, conoce al pelo lo que lleva entre las piernas o lo que guarda en medio de esa maraña

de neuronas. Voy a filmar a esa mujer con mis palabras y la película final cobrará vida sobre estas

cuartillas aún en blanco. Ella sabe lo que tiene y yo también soy capaz de adivinarla. Ambos lo sabe-

mos, estamos aquí para encontrarnos. Otro Johnnie Walker, me mira, claro, sin mirarme otra vez

pasa los ojos por mí y de esta no presencia en que me he transformado me atrevo, la atrapo, toco

sus piernas, abrazo con morbo su cintura, la traigo hacia mí, hurgo en su piel, recorro sus hombros,

bajo, continúo bajando hasta las nalgas, hasta llegar a la falda cortísima y meter las manos en el fue-

go que ya nadie va a apagar. Me mira, esta vez sí me mira y me percato de cómo sus ojos se sostie-

nen en los míos. Escribo, no hay apuros, no hay presiones. Va a ocurrir lo que tiene que ocurrir y

nadie apuesta a lo contrario. No hay magia, no hay trucos, no hay espectáculo para la galería. El co-

nejo hace juego con el estofado. Nada de chisteras.

Escribo: “Pasa las manos por sus piernas, de a poco recorre la cara interna de sus muslos”, y al

desprender la vista del papel noto que finaliza el movimiento, que cumple su parte con la devoción

que pongo en el libreto. Continúo, escribo ahora: “bebe un sorbo, apenas se moja los labios lleva a su

lugar un mechón de cabello despeinado. Suelta dos botones de su camisa semitransparente”. De in-

mediato la acción se superpone al guión en pleno desarrollo. Sincronía, total complicidad. “Me levan-

to, nos besamos, abandonamos el lugar porque el mundo, el sexo, la vida, nos guiñan un ojo desde

afuera”. En efecto, me levanté y al acercarme nos besamos como si sólo importara arrojarse a unos

labios que esperan, a ese juego de lenguas y saliva para salir después al mundo que desde hace tan-

to nos reclama.

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EL DUENDE DEL RACISMO

LESCEY MUÑOZ La agresión

Sangre espesa y púrpura manaba como un cruento espectáculo de cascadas sobre el rostro del

negrito Parasco, después de la paliza propinada con un objeto de acero sobre su cara por Lunasol,

una hermosa muchacha de 16 años. En consecuencia, la dantesca escena protagonizada por dos ado-

lescentes impregnó al colegio Madre Coromoto de un cariz de ocultismo, de un acertijo sin solventar;

pues, ese súbito ataque dejo a todos estupefactos.

La madre de Lunasol, Laila; mujer nerviosa, regordeta, ignorante, chismosa e inocente tuvo

remembranzas del génesis que generó esta actitud en su hija. Un pasado sepultado por la tinta inde-

leble del olvido renacía en ese preciso momento como un ave Fénix activa y avasallante que buscaba

reivindicar una solución definitiva.

Regresando a casa del colegio, madre e hija caminaban con un escandaloso silencio por las ca-

llejuelas empedradas del pueblo. Lunasol cabizbaja y sumergida en otro universo abrazada por su

progenitora y Laila con ojos húmedos y brillosos en pleno trance viajando al pasado y recordando su

único amor tormentoso entre gritos, golpes e insultos.

El inicio

La infancia de Lunasol transcurría en una casa gris de techos rojos y cubierta en gran parte por

el follaje de trepadoras, esto le daba un aspecto primitivo a la infraestructura pueblerina que se des-

tacaba con la peculiar ubicación del hogar a las faldas de una imponente montaña selvática a las

afueras del pueblo. Cuando se mudaron para esa casa, Lunasol tenía apenas 5 años y era una niña

perspicaz e hiperactiva, en contraste con su hermano mayor, Momo, un chiquillo taciturno de 10

años, ojos grandes y boca abierta que parecía trastornado.

El papá de Lunasol era Casimiro, hombre beodo, mujeriego e inseguro quien siempre estaba en

constante pugna con su esposa. Al respecto, las peleas eran diarias y progresivas, de origen irrisorio

como la sazón de las comidas hasta asuntos graves como la infidelidad. En tal sentido, la pareja esta-

ba absorta en sus pleitos, desdeñando el cuidado afectivo de sus hijos, y éstos se ponían a jugar para

aislarse del ambiente tenso y conflictivo en que derivó su hogar.

El contexto turbulento de Lunasol la llevó a crear amigos imaginarios con quienes transcurría su

actividad lúdica. En efecto, la niña siempre hablaba a solas y en la fuerza de sus monólogos daba la

impresión de que realmente dialogaba con otra persona. Esto sucedía cuando estaba sola en sus apo-

sentos o el patio de su casa. Su madre, Laila, le otorgaba poca importancia a lo sucedido y en cierta

manera le confortaba la sana distracción de su hija cuando escuchaba sus risas y las firmezas de sus

soliloquios.

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La advertencia

Luego de una jornada de enfrentamientos y decepciones con Casimiro, Laila es arropada por el

sueño y cae con beneplácito sobre su inmensa cama a entregarse a su mundo onírico de paz y placer.

No obstante, los problemas aun no habían cesado, un extraño escalofrío similar a una mano helada,

casi polar, recorrió el obeso cuerpo de Laila de pies a cabeza y súbitamente despertó a la mediano-

che. En la ventana de su cuarto se había posado una lechuza que observaba a la mujer con una mira-

da de encantamiento y como música de fondo decenas de perros aullaban en la calle.

El instinto maternal de ella la hizo dirigirse inmediatamente al aposento de su hija Lunasol y en el

trayecto hacia su destino se percató de que la puerta de la casa estaba abierta con gran amplitud.

Súbitamente, modifica su camino y se dirige a cerrar el portal negro de madera, en ese momento

notó en la calle la figura de espalda de su hija con su ropita de dormir y la niña se alejaba con pasos

pausados rumbo a la gran montaña selvática. En esta extraña situación, Laila se apresura a alcanzar

e interpelar a Lunasol pero, cuando toma a la niña por su bracito, observa en su que carita aun tenía

los ojos cerrados y estaba somnolienta. La infante abrió los ojos en ese momento y le dijo a su madre

que Desiderio (como llamaba a su amiguito imaginario) la invitó a subir la montaña y ella señalaba la

dirección donde este se encontraba; sin embargo, Laila no lo veía, pero tenía un extraño presenti-

miento que se incrementó por un remolino de viento que atravesó la calle y ascendió por los matorra-

les.

Los días posteriores, Laila notó un cambio de actitud en Lunasol, esta tenía poco apetito, estaba

con un semblante de melancolía y más taciturna que su hermano Momo, además, sus convesaciones

con Desiderio ya no eran locuaces y divertidas; al contrario, cuando hablaban, ella lloraba y se queja-

ba. Asimismo, Laila se percató de rasguños y moretones en el cuerpecito de Lunasol y la niña argu-

mentaba a su mamá que estaba siendo maltratada por Desiderio ya que ella no quería subir la mon-

taña selvática a la medianoche. En consecuencia, Laila estaba sumamente preocupada e indecisa

entre llevar a su niña a un doctor de la mente o solventar el problema de una forma diferente.

Noches después, el llanto nocturno de Lunasol despertó a Laila a la medianoche y cuando esta

abre la puerta de la habitación de la niña entra la luz y cuando ella se percata de una sombra rara en

el cuarto, la silueta oscura se escabulle ocultándose debajo de la cama. De un sopetón, la madre to-

ma a su hija y la lleva a dormir en sus aposentos, entre sus brazos. A partir de allí, Laila tenía la cer-

teza de que una presencia maligna estaba en su hogar aterrorizando a Lunasol.

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La solución

Momo y Lunasol son llevados a casa de su abuela materna de manera temporal, mientras Laila

y Casimirio trabajan de forma mancomunada en la solución del problema, una cohesión histórica en

una pareja próxima a un debacle. Por consiguiente, los esposos se dirigen hacia una iglesia cercana

en donde habitan una orden de monjas españolas muy religiosas y entregadas al trabajo social. En el

transcurso de la mañana obtienen una entrevista con el párroco y la madre superiora del templo.

El presbítero era el Padre Flaminio, un hombre alto, canoso, de edad avanzada y mirada obstina-

da; la madre superiora era Sor Auxiliadora, una mujer de edad avanzada, tez morena y poseedora de

una mirada penetrante y más obstinada que la del párroco. Ambos oyeron los argumentos del matri-

monio, además, interpelaron a los esposos sobre varios asuntos de su vida cotidiana. Eso sí, los reli-

giosos, de vez en cuando, intercambiaban las miradas levantando las cejas mientras escuchaban el

testimonio sobrenatural de la asustadiza pareja.

Sor Auxiliadora lanzó un estruendoso golpe con el puño izquierdo sobre el escritorio de la oficina

de la iglesia diciendo: “¡Basta, sabemos qué es lo que realmente sucede y no perderemos más el

tiempo!, ¡vamos rápido, él sabe que iremos por él!”, impetuosamente, la monja tomó el agua bendita

y un rosario de cristal mientras el Padre Flaminio tomaba su Biblia, escapulario, cruz de Caravaca y

capa, al tener las cosas listas, todos se retiraron del templo con destino a la casa encantada de Laila

y Casimiro.

Cuando se dirigían al sitio en cuestión, el Padre Flaminio alertó a los esposos sobre la presencia

de un duende en su hogar, se trata de una criatura antigua y diabólica que buscaba apoderarse las

almas de los infantes y solo son visibles por los niños. Les dijo que estos entes poseían forma huma-

na y cuerpos chicos; agregó que su apariencia suele ser tosca y han aparecido en muchos lugares de

Venezuela. De tanto que preguntaron, el cura y la monja manifestaron que en el caso de Lunasol, las

circunstancias se daban para la aparición de ese bicho: la niña poseía una gran belleza, no estaba

bautizada, vivía en un hogar conflictivo, entre otras cosas que tanto gusta a los seres demoníacos;

además, Laila siendo adolescente abortó a los 7 meses sin otorgar el sacramento del bautismo al feto

y, generalmente, cuando esto sucede, esos fetos cuya vida es apagada repentinamente y sin ser bau-

tizados son recibidos en el mundo de las tinieblas y transmutados en grotescos engendros.

Cuando el cura, la monja, Laila y Casimiro estaban ubicados en el umbral de la casa, una pesadez

se apoderó del ambiente y un olor pestilente fluía desde el interior, era mediodía y la luz solar fulgu-

raba con fuerza en las paredes externas, brindaba una apariencia reluciente como de oro. Después

de varios rezos, decidieron pasar al domicilio y antes de meter la llave en la puerta negra de madera,

ésta se abrió sola dejando escapar un aire frío que venía de adentro. Aun así, se metieron y una es-

calofriante frialdad mezclada con un hedor a excremento rodeaba al cuarteto, además, se escuchaba

el llanto de un niño en el fondo de una de las habitaciones.

Punto de Encuentro. Boletín del Departamento de Educación, Humanidades y Artes. N° 9, Publicaciòn especial 2015

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Laila, atemorizada, sentía un calor recorrer sus piernas, y efectivamente se trataba de su propio

orine que corría por el miedo que le producía enfrentarse a un ente de ultratumba. La obesa mujer le

señalaba al padre Flaminio y a Sor Auxiliadora la puerta del cuarto de Lunasol. Con paso firme y deci-

dido, los religiosos ingresaron al cuarto de la niña con la cruz de Caravaca en alto, el rosario de cristal

en una mano, la Biblia bajo el brazo y el agua bendita en la otra mano. Cuando entran al cuarto, una

insalubre sorpresa les esperaba ya que había una gran cantidad de excremento esparcido por toda la

habitación. Era de espanto, las heces se localizaban en el techo, piso, cómoda, cama, almohadas,

juguetes, ventana, puerta; por todos lados. La porquería era como arcilla, del mismo color además de

pastosa y pegajosa. Lo curioso es que no vieron al duende, se había esfumado. Pero igual, los religio-

sos se quedaron rezando y rociando agua bendita en el dormitorio hasta el ocaso.

Última revelación

Transcurridos 7 días desde la visita del cura y la monja, Laila decide separarse de Casimiro e irse

con Lunasol y Momo. La mujer no quería volver a esa casa encantada, pero fue alentada a retornar

por Sor Auxiliadora quien le aseguró que de manera definitiva el duende había dejado a la niña; sin

embargo, la monja le advirtió que ella debía ver una última vez la presencia física de la criatura infer-

nal antes de su partida sin retorno a ultratumba porque ese era un mal necesario.

Laila regresó a su casa y volvió, esta vez, trayendo también a su mamá. Todos entusiasmados

limpian todo el hogar, cambian la posición de los enseres, lavan las telas, podan las matas, entre

otras actividades. Después, a la hora del descanso, Laila decide darse un baño, se quita la ropa y al

abrir la cortina del baño lanzó un grito estremecedor. Sus ojos quedaron impactados al ver físicamen-

te a Desiderio, el duende. El engendro no llegaba a medir ni un metro de estatura, era de raza ne-

gra, nariz muy ancha, labios excesivamente gruesos y blanquecinos, su cabello ensortijado parecía

azabache, poseía cicatrices en todo el cuerpo, sus pies eran sumamente largos, y, sorprendente-

mente estaban orientados hacia atrás, sus ojos amarillos ávidos, atemorizantes que penetraban el

alma y paralizaban de miedo a cualquier cristiano. Desiderio emitió chillido no humano, abofeteó con

excremento a Laila y luego se esfumó para siempre. Era el escarmiento para la mujer que provocó su

regreso a ultratumba.

Ecos

Pasaron los años y del suceso terrorífico no se habló más. Laila a la final se divorció de Casimiro y

se encargó sola de sus dos muchachos. En todo ese tiempo, Lunasol fue desarrollando un odio irra-

cional y repulsivo hacia la gente de raza negra, especialmente si eran hombres, la sola presencia de

uno de ellos despertaba en ella la tribulación vivida con Desiderio y esto originó ese racismo que

crecía con ella y la llevó a desfigurar el rostro del negrito Parasco quien jugando con sus amigos se

tropezó con ella y la asustó. Laila, aun consternada, miraba a su hija mientras caminaban a casa, allí

comprendió que si había un demonio feo que debía ser erradicado era el duende del racismo.

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ALITAS DE POLLO

GEORGINA BOLÍVAR

Yacía en su sofá como todos los viernes que no fueran quincena, chaleco en el piso, revólver en la

mesa, teléfono apagado, y unas cuantas cervezas frías en la nevera esperaban por aquel hombre

hastiado de su trabajo. Sintonizar ESPN, Meridiano o Fox Sport, lo alejaba de la cotidianidad; un poco

de deporte, un poco de alcohol, y un plato de alitas fritas con mucha salsa de tomate hacían un com-

plemento perfecto antes de irse a la cama.

De lunes a viernes formaba parte de lo que él llamaba payasos de oficina, condenados a archivar,

tomar declaraciones, sacar copias y atender el teléfono con algunas llamadas de auxilio. La vida de

Pedro Pérez era una total cotidianidad, ya las muertes no le sorprendían, asesinatos, suicidios, viola-

ciones y secuestros eran solo un número más en su registro.

Él siempre recuerda sus primeros años como policía, el éxtasis de salir en la madrugada a cazar

ratas como solía llamar a su oficio, la adrenalina de apuntar con el revolver a algún presunto delin-

cuente, de echar tiros al aire y sentir con eso que espantaría a todo aquel que estuviera en su cami-

no; su moto era más que su transporte oficial, era una yegua desenfrenada domada y querida.

Pero, solo eran recuerdos. Hace varios años Joaquín Rodríguez, enemigo de Pedro desde la ado-

lescencia fue transferido como Jefe de la Policía a la jurisdicción donde este laboraba, y se valió de

algunas amonestaciones anteriores y su deseada venganza para condenarlo a ser un “payaso de ofici-

na”

-Pedro Pérez, ¿Quién diría? Así que policía, guardia nocturna, vehículo asignado, 15 años de ser-

vicio; Supongo ya sabes que soy el sucesor de Ramírez, y pues me he dedicado a investigar a mis

subalternos. – dijo Joaquín.

-Rodríguez no vengas a amedrentarme a estas alturas de la vida. – murmuró Pedro

-No te preocupes chico – esbozó Ramírez- para hacer de tu vida más tranquila y llevadera, decidí

que seas el secretario de la jurisdicción ¿Qué te parece? Un escritorio, un teléfono, una máquina de

escribir, tu vida será una diversión total. Es una pequeña muestra de cuánto te estimo.

Por mucho que Pedro protestó fue condenado a ser uno más de los Payasos de oficina, cuando

escucha la sirena y unos cuantos tiros sentado en su sofá, recuerda con rencor la decisión de Ramí-

rez, sin embargo agradece poder comerse sus alitas de pollo bañadas en salsa viendo algún partido

de béisbol por Meridiano.

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Detrás de su sofá en su humilde casa está Carolina su mujer, quien cada viernes religiosamente

prepara el plato de costumbre a su marido, observa a través de la ventana las luces de la Gran Cara-

cas, suspira y sigue; sigue empanizando, friendo, y respirando el olor a aceite reusado que sale de su

sartén.

Minutos más tarde se escuchan varios tiros, Pedro Pérez los escucha y solo le sube el volumen a

la televisión, siente también un pequeño ruido, lucha por tratar de ignorarlo hasta que huele sus ali-

tas de pollo chamuscadas.