125
1 CASO GARCIA BELSUNCE CARRASCOSA: ¿INOCENTE O CULPABLE?

Porfido carreras analisis del caso

Embed Size (px)

Citation preview

Page 1: Porfido carreras analisis del caso

1

CASO GARCIA BELSUNCE CARRASCOSA: ¿INOCENTE O CULPABLE?

Page 2: Porfido carreras analisis del caso

2

CAPITULO I LA PROPUESTA A lo largo de estas páginas trataré de analizar en detalle y con rigor metodológico los hechos y circunstancias que giraron en torno de uno de los crímenes más resonantes de la historia policial argentina. El 27 de octubre de 2002, María Marta García Belsunce de Carrascosa fue encontrada muerta en su casa del country Carmel, en las cercanías de Pilar. No hay un solo testigo, no hay una sola pericia, en definitiva, no hay una sola prueba directa que diga: el asesino fue Carlos Carrascosa. Jamás se pudo determinar a ciencia cierta quién mató a María Marta. Pero Carrascosa fue detenido, luego liberado, más tarde condenado por encubrimiento y hoy cumple cadena perpetua por la muerte de su mujer, como consecuencia de un fallo de la Casación Provincial. Hace muchos años un jurista español comenzaba su recurso diciendo que si existiese un museo de monstruosidades jurídicas, el fallo del cual se agraviaba, sin duda, ocuparía en aquél un lugar destacado. Al concluir la lectura de este libro, los que tengan la paciencia de hacerlo, decidirán si le piden permiso al doctor Hermosilla Cívico para apropiarse de sus palabras. A lo largo de los siete años que han transcurrido desde la muerte de María Marta García Belsunce, he escuchado decir que tal vez Carrascosa no sea culpable del asesinato de su mujer, o que al menos ese hecho no ha sido probado en forma indubitable, pero que su condena es justa y merecida, porque mintió, ocultó pruebas y no solicitó la inmediata realización de una autopsia. Debe tenerse en cuenta que nuestro régimen jurídico y en general el de todos los países civilizados, sólo prevén la posibilidad de condena por la comisión de un delito concreto y determinado y de modo alguno se acepta que una persona sea penada por homicidio, si no se le ha probado la autoría de ese crimen. Aquí no resulta de aplicación la teoría de las compensaciones, admitida por los usos y costumbres en otros medios ajenos al mundo de las leyes, de acuerdo a la cual se puede sancionar a quien no es culpable de determinado hecho si, en conciencia, se lo tiene por culpable de otro u otros hechos que resultan imposibles o al menos difíciles de probar.

Page 3: Porfido carreras analisis del caso

3

Antes de continuar debo decirles que soy abogado. Un abogado jubilado que no ejerce la profesión y que está totalmente alejado del mundo de abogados y jueces con el que convivió durante cuarenta años. No conozco a Carlos Carrascosa. Sólo lo he visto por televisión. Francamente, no me resulta simpático. Tal vez esto suene a prejuicio y hasta es probable que lo sea, pero su imagen me hace pensar que no pertenece a la clase de gente con la que me gustaría tomar café. Tampoco conozco a sus familiares y amigos. Para no faltar a la verdad, diré que escuché decir que Carrascosa es amigo de un empresario y artista plástico con quien fuimos íntimos amigos durante nuestra adolescencia y a quien quiero entrañablemente, aunque no nos hemos vuelto a ver en los últimos cuarenta años, salvo una vez, hace mucho, no sé si una tarde o una mañana en su casa de Uruguay y luego dos o tres veces en un restaurante de la calle Sinclair, mientras él comía con su familia y yo con mis hijos mayores, que por aquél entonces rozaban los veinte y hoy acarician los cuarenta. La acusación del fiscal y sus motivaciones particulares para actuar como actuó, la sentencia del Tribunal Oral de San Isidro que condena a Carrascosa por encubrimiento y lo absuelve del homicidio y el fallo de la Casación, han tenido la virtud de permitirme recuperar la capacidad de asombro, que ya creía definitivamente perdida en un mundo donde, lamentablemente, ya nadie se sorprende de nada. Si me gustasen las frases rimbombantes, que no me gustan, pero que algunas veces siento la tentación de utilizar, diría algo así como que siento bajo mis piernas el costillar de Rocinante y que vuelvo a la lucha con la adarga al brazo. Pero esta frase ya la empleó Ernesto Guevara en una carta de despedida dirigida a sus padres y no sólo sería un feo plagio, sino algo peor: un franco despropósito. Tampoco desempolvaré togas ni pelucas, porque, afortunadamente, los abogados argentinos no usamos semejante atuendo. Espero que el Colegio Público no me reclame el bono ni el pago de la tasa anual por esta suerte de alegato. Simplemente me propongo indagar sí Carlos Carrascosa es penalmente responsable del crimen por el cual está condenado. Creo sí, que la opinión pública ya lo condenó. Creo también que los jueces, con excepción del doctor Luis María Rizzi que votó por la absolución total de Carrascosa en el Juicio Oral de San Isidro y tuvo que soportar las voces infundadas del oprobio, se han cuidado, con la prudencia que hoy caracteriza a muchos hombres de derecho, de ver el feo espectáculo de las hienas masticando su honra.

Page 4: Porfido carreras analisis del caso

4

Les dije que soy abogado, pero aquí sólo me moveré en el mundo de los hechos, de las conductas humanas, de la lógica y del sentido común. El derecho, con sus pesados tomos de jurisprudencia y sus citas legales o de viejos aforismas romanos, continuará reposando en un lejano rincón de mi biblioteca. No trato de imponer una teoría, ni de tirarle un cabo salvador a Carrascosa y a sus cuñados, o de hundirlos aún más en el fango en el que la sociedad ya los ha colocado. Simplemente trato de llegar a la verdad, o al menos a la verdad jurídica, ya que la otra muchas veces es privativa de la víctima, del asesino y de Dios. La búsqueda de la verdad exige un presupuesto no negociable. Dejar en el zaguán los prejuicios, las ideas predeterminadas, las simpatías y antipatías personales o de clase, e ir colocando cada prueba, cada indicio, cada argumento, cada reflexión, sobre nuestra mesa de trabajo y ponderarlos a todos objetivamente, sea que sirvan de sustento o que destruyan de un plumazo la torre que pacientemente veníamos construyendo, para arribar así a una conclusión aséptica y desapasionada. Los invito a sumarse a esta tarea. Quienes no puedan encararla de acuerdo a las bases antes expuestas, no serán de la partida. A ellos les pido, en homenaje a las reglas de la investigación científica y sobre todo a su valioso y no recuperable tiempo, que nos despidan desde el andén.

Page 5: Porfido carreras analisis del caso

5

CAPITULO II ALGO FLOTA EN EL AMBIENTE Aunque consciente o inconscientemente tratemos de rechazar la idea, la verdad, como siempre, se impone por sí sola. Así como en los aviones viajan pasajeros de primera y de segunda clase, comúnmente llamada económica o turista, también tenemos muertos de primera y de segunda. Todos los días, por desgracia, mueren personas en accidentes de tránsito, episodios domésticos o asesinatos callejeros. De ellos poco dicen las noticias periodísticas. A lo sumo, dos líneas: “Matan jubilada en Ezpeleta”. Pero si el homicidio no se produce en un suburbio sino en un barrio elegante de la ciudad, en un club de campo o en un barrio cerrado, la misma información se imprimirá en otro molde y ocupará un lugar central y destacado. Tampoco deberíamos extrañarnos si esa noticia se sostiene en el tiempo precedida por titulares como: “Algo más sobre el crimen del country”. “Se indaga en su círculo íntimo”. “Mensaje mafioso? ¿Ajuste de cuentas?”. “Crimen pasional”. Si los hechos, o al menos ciertas circunstancias apenas confusas, dan pie para vestir con ropaje de misterio a una muerte producida en ocasión de robo, ésta perderá su condición de hecho cotidiano y la prensa sacará de ella su mayor provecho útil, tratando de promover el episodio a la máxima categoría aspirada: boom periodístico. Párrafo aparte merece el mecanismo que vincula a los comunicadores sociales con el público y a éstos con aquéllos, que en un raro juego de idas y vueltas se retroalimentan recíprocamente y le dan mayor impulso a la idea inicial. La hipnosis del espejo: los medios excitan al público y el público, ya excitado, excita a los comunicadores. De esa manera se instala en la sociedad un pensamiento generalizado. El pensamiento generalizado goza de la categoría de los primeros principios: no requieren demostración, no se los discute. Todos se hincan ante el altar de ese nuevo Dios y con la fe propia de los creyentes, no se le exigen pruebas que confirmen su verdad.

Page 6: Porfido carreras analisis del caso

6

Pero tampoco acá debemos engañarnos. Si la prensa pinta de colorado el agua del río, es porque las emociones del público se avivan, como les sucede a algunos animales, con el inconfundible olor de la sangre. Es decir: venden, porque compran. Algunos dirán aquí que la responsabilidad es de los medios, pues ellos no pueden desconocer el poder que ejercen sobre las masas. Esto es cierto y si no que lo consulten a Goebbels. Mucho antes de que él naciese la madre de Napoleón III solía decir que una mentira repetida en forma constante, termina convirtiéndose en verdad. Aún cuando la historia suele atribuir esa frase al Ministro de Propaganda del Tercer Reich, quien sin duda la pronunció muchas veces, su autoría, hasta donde yo sé, pertenece a Hortensia de Beauharnais. Pero, de modo alguno me voy a asombrar, si algún día se descubre que ella, a su vez, la tomó de Ramses I. Si no quieren bucear en las fuentes de la historia, pregúntenle a los gobiernos porqué le temen a la prensa. Pero no por eso debemos exculpar a la sociedad. Si la prensa la manipula, es porque ella es manipulable y así como Eva se dejó tentar por la serpiente, la sociedad se muestra ávida por devorar las noticias que la exacerban. Nadie exculpó a Adán y a su mujer por rendirse ante los encantos del demonio y comer el fruto del árbol prohibido. No exculpemos nosotros a los que se dejan tentar por la prensa y comen el fruto de noticias morbosas. Pero el círculo medios-sociedad- sociedad- medios forma una ronda generosa y permite que más pasajeros se sumen al alegre trencito. Los nuevos integrantes de la comparsa no serán otros que prominentes funcionarios de los tres poderes del estado. Si un ministro o un juez se atreve a actuar en contra del pensamiento generalizado, en pocos segundos se convertirá en cebo de buitres. Es cierto que hay periodistas y medios que no lanzan sus noticias sin contar al menos con la convicción íntima de su certeza y después de haberla confirmado con otras fuentes, como también es cierto que no toda la sociedad se relame con sangre. Del mismo modo hemos conocido funcionarios que se inmolaron en el altar de la infamia, por hacer lo que bien o mal creyeron que era su deber. Pero, como enseñaba Aristóteles en su Etica, una golondrina no hace verano.

Page 7: Porfido carreras analisis del caso

7

Traigo esto a colación, pues fue exactamente lo que sucedió en el caso García Belsunce. Pero me adelanto a decir que si bien este caso ocupa un lugar importante en la historia del pensamiento generalizado, justo es reconocer que ni un maestro del suspenso podría haber diseñado cada acto, cada información, cada hallazgo, cada nueva sorpresa, como la realidad, por sí sola, se ocupó de orquestar. Reitero, si bien el público y los medios danzaron la ronda generosa y así se estableció un pensamiento generalizado, aquí, ni unos ni otros, tiraron la primera piedra. La piedra rodó por la fuerza propia del destino, pero sería esconder la verdad, no decir que la avalancha también fue provocada por actos y omisiones cometidos por la familia de la víctima. La muerte de María Marta García Belsunce tenía todos los condimentos para ser un “giallo”, como llaman los italianos a este tipo de casos policiales. No murió en Ezpeleta ni en Turdera. No, murió en un country de Pilar. No era hija de un sin techo o de un trabajador textil. Tampoco de un mediano comerciante, siquiera de un profesional poco conocido. Era la hija del Presidente de la Academia Nacional de Derecho. Su muerte primero se difundió como un accidente doméstico. Un golpe en la cabeza con el pico de la bañadera. Tiempo más tarde un titular ganó la calle: “María Marta murió asesinada de cinco balazos”. Convengamos que la noticia golpeó fuerte. Las dudas eran cantadas y la gente no podía dejar de preguntarse: ¿Cinco balazos y ninguno de los familiares lo advirtió?. A partir de allí y como sucedía con las antiguas novelas por entregas, todos los días el público recibía y por cierto esperaba con labios voluptuosos, algún nuevo capítulo del crimen- misterio. Y así supimos que un hermano de la víctima solicitó a un alto jefe policial que intercediera para que un patrullero no llegase hasta el velorio. Más tarde uno de los dos médicos que atendieron a María Marta la noche del crimen, declaró ante el fiscal que él había advertido a la familia de que se trataba de un asesinato y que debían llamar a la policía. Como es de imaginar, la sociedad se exacerbaba y los medios impedían que sus anhelos se viesen frustrados.

Page 8: Porfido carreras analisis del caso

8

Después vino la historia del certificado de defunción. Lo extendió, como era de práctica, de mala e ilegal práctica, un médico a sueldo de la empresa de servicios fúnebres. Allí se consignó que la muerte se había producido en la Capital Federal y no en Pilar y que su causa había sido un paro cardiorrespiratorio no traumático. La enterraron con un certificado de defunción falso, informaban los diarios, e informaban bien. Pero algunas lenguas corrieron la especie de que Guillermo Bártoli, cuñado de María Marta y encargado de contratar el servicio, intentó sin éxito una rápida cremación. El ambiente se seguía recalentando. Del resbalón en la bañadera, a los cinco balazos. De los cinco balazos, a un certificado falso. De un certificado falso, a oscuras maniobras para cremar el cadáver, con lo cual jamás se hubiese detectado la verdadera causa de la muerte. El crimen perfecto. La limpieza de las manchas de sangre, que hasta ese momento parecían algo normal y atinado para evitar que los asistentes al velorio se enfrentasen a un cuadro no apto para demasiado público, inmediatamente pasaron a la categoría superior de graves maniobras de encubrimiento. Como si todo esto fuera poco, como frutilla del postre, vino el tema del famoso “pituto”. Un medio hermano de la víctima, John Hurtig, encontró debajo del cuerpo de aquélla un pequeño pedazo de plomo achatado, que terminó resultando, ni más ni menos, que la sexta bala disparada contra María Marta. Preocupado por su hallazgo, John se propuso averiguar qué podía ser ese extraño objeto y así fue que se practicó un conciliábulo dentro del baño de la casa. De ese cónclave participaron, además de él, un cuñado, su hermano, el abogado y periodista Horacio García Belsunce y su padre, Constantino Hurtig, que es médico. Horacio dijo que podría tratarse de un “pituto”, de esos que se utilizan en los estantes de las bibliotecas. Los estudiosos de la ontología del “pituto” llamaron a Carrascosa y le preguntaron si sabía qué era ese pedazo de plomo, aclarándole que ellos pensaban tirarlo. Carrascosa pensó que podría ser algo que se les había caído a los médicos y no se opuso al destino dispuesto para el “pituto” por la familia de su mujer. No podemos dejar de destacar que ese hecho fue insólito, como así también que nunca nadie intentó dar una explicación, siquiera poco convincente, de semejante estupidez.

Page 9: Porfido carreras analisis del caso

9

En vez de dejar tranquilo al “pituto” dentro de un cajón o arriba de una mesa, acordaron tirarlo por el inodoro. La echazón del “pituto” terminó de darle al caso los ribetes de un crimen familiar con participación generalizada o, al menos, con encubrimiento masivo. En aras de excluir la posibilidad de un acto de locura colectivo, más adelante arrimaré algunos elementos de reflexión, para tratar de establecer porqué hicieron lo que hicieron, o, al menos, porqué alguno de ellos hizo lo que hizo. Las noticias se sucedían unas a otras y con el mismo vértigo las habladurías corrían de boca en boca. Y así escuchamos y leímos sobre crimen pasional; marido engañado; desviaciones sexuales de la víctima; sórdidos y oscuros negocios con dinero negro; dependencia económica del entorno familiar de Carlos Carrascosa, lo que llevaría a padres y hermanos a hincarse sin orgullo ni pudor frente al asesino de su hija o hermana. Por último, mientras Bártoli, Carrascosa y otros testigos afirmaron que ellos se encontraban en la casa del primero viendo un partido de fútbol, lugar en el que permanecieron hasta algo después de las 18.47, la empleada de Bártoli sostiene que a las seis de la tarde ya no había nadie en el living de aquélla y que el televisor estaba apagado. Por otra parte, la encargada del Club House declaró que en algún momento entre las seis y las siete de la tarde Carrascosa estuvo con ella tomando café en el bar y que permaneció allí quince o treinta minutos, hecho éste que Carrascosa negó categóricamente. Todo llegó a su climax con el fiscal de la causa, que por las razones que veremos más adelante se convirtió en el principal enemigo de la familia y trató, sin el menor apoyo ni sustento, de vincular el crimen con la mafia del narcotráfico, lo que explicaría así el encubrimiento de la familia, sea por sus vinculaciones con el cartel de Juárez o por temor a sus represalias. También fue el fiscal quien sostuvo y aportó pruebas que en su momento habremos de ponderar, afirmando que las heridas provocadas por los disparos no habían sido fácilmente advertidas, pues los asesinos las cerraron mediante el uso de la casera “gotita”. Cinco balazos, un certificado de defunción falso, el intento de cremar a María Marta, obstaculizar la llegada de la policía, limpiar las manchas de sangre, cerrar las heridas con la “gotita”, tirar una bala por el inodoro, eran demasiados indicios para evitar que la prensa y la sociedad se formasen la idea de que se trataba de un homicidio en el cual la familia de la víctima, por una u otra razón, estaba seriamente comprometida. Así nació, en este caso, lo que dí en llamar el pensamiento generalizado.

Page 10: Porfido carreras analisis del caso

10

CAPITULO III UNA FORMA DE TRABAJO A lo largo de estas líneas no emplearé el estilo propio de la novela o del cuento, con los que en la actualidad me siento más familiarizado, simplemente porque aquí dejé de lado cualquier posibilidad de ficción, error éste en el que sí pareciera haber incurrido el agente fiscal. Tampoco seguiré el estilo que caracteriza a las investigaciones periodísticas. En primer lugar porque esta no es una investigación periodística y, por otra parte, porque ese estilo me resulta tan atrayente como extraño. Trataré de exponer los hechos y de analizarlos para determinar si existen pruebas que permitan atribuir la autoría del homicidio al condenado, utilizando el estilo que habitualmente se usa en los alegatos judiciales. Esto es así, porque tanto en ese acto procesal como en este trabajo se persiguen fines idénticos. Persuadir a sus destinatarios, en un caso los jueces y en otro los lectores, de que las cosas sucedieron o no sucedieron de la manera en que se las explica, desarrolla y sostiene. Qué pasó la noche del 27 de octubre de 2002 en el Carmel, sólo lo saben tres personas. La víctima, el asesino y Dios. Todo lo demás son conjeturas, meras conjeturas. Pero las conjeturas, para que tengan validez, deben apoyarse en hechos comprobados y, ante todo, tener en cuenta el accionar humano desde una óptica real y no antojadiza, es decir, de acuerdo a lo que de ordinario sucede en el curso normal de las cosas, dejando trabajar libremente a la lógica y al sentido común por encima de cualquier simpatía o aversión, prejuicio o solidaridad de clase y haciendo caso omiso de las expectativas que la opinión publicada haya podido generar en la opinión pública. Tampoco se puede caer en conclusiones simplistas, más propias de un juego de niños que de la forma correcta de valorar las pruebas en una causa judicial, porque así, sin decirlo, pero casi gritándolo sin demasiado pudor, nos hemos encontrado frente a afirmaciones tales como que la prueba de la mentira acredita, como yapa de kiosco, el encubrimiento y el homicidio también. Al formular algunas hipótesis, ciertamente no podré probar que las cosas hayan sucedido del modo en que allí se las expone, porque aquí nadie ha tenido la bola de cristal. Simplemente quiero expresar que ellas bien podrían haber sucedido de esa manera o por esa razón y, en suma, y esto es lo importante, que es más probable que los hechos hayan

Page 11: Porfido carreras analisis del caso

11

acontecido tal como acontecen en mi versión y no como han supuesto con excesivo voluntarismo el acusador fiscal y los jueces de la causa. A riesgo de resultar reiterativo, voy a permitirme insistir en un concepto. Si se cuenta con pruebas categóricas e indubitables de que un hecho sucedió de determinada manera, poco importa si ello es lógico y razonable, o si se ajusta o no a lo que de ordinario sucede según el curso natural de las cosas. Simplemente fue así, y eso es suficiente para tenerlo por probado. El divorcio de la realidad probada con la realidad habitual, podrá llevarnos a bucear en las aguas de la psiquiatría o a indagar en el mundo de los que sueñan despiertos, pero carecerá de toda relevancia para modificar la determinación de los hechos que han sido debidamente acreditados. En cambio, cuando no contamos con pruebas categóricas e indubitables que nos permitan conocer como sucedieron los hechos, aquí la realidad habitual, lo que es lógico y razonable, lo que sucede de ordinario según el curso natural de las cosas, es el norte del que no podremos apartarnos sin caer en el vicio de la arbitrariedad, del capricho antojadizo o del exceso y la desviación de poder. En el análisis de los hechos que no cuenten con pruebas directas acerca de la forma en que ellos sucedieron, me ajustaré a la regla precedentemente expuesta. Ella será mi norte. Cuando hablo de razón y de lógica, muchos podrán preguntar de qué razón y de qué lógica estoy hablando. La cosa es simple. Yo estoy alegando. Mi misión es convencer. Si mi lógica y mi razón no tocan en la misma sintonía que la lógica y la razón de los lectores, habré fracasado. Por tanto, cuando recurro a la lógica y a la razón, recurro a vuestra lógica y a vuestra razón. No a la mía, o al menos, no sólo a la mía. En los próximos capítulos trataré los distintos puntos que son necesarios conocer para poder arribar a una conclusión objetiva acerca de la culpabilidad de Carlos Carrascosa en el homicidio por el cual fue condenado. En primer lugar haré una breve referencia a los hechos que rodearon la muerte de María Marta García Belsunce. Después analizaremos todas y cada una de las acciones que se debieron realizar para cometer el crimen, armar una estrategia defensiva, planear los pasos a seguir, preparar la escena del falso accidente, limpiar el lugar y desaparecer de él. En este caso trataremos de calcular el tiempo que razonablemente insumieron cada una de esas tareas, ya que ello nos permitirá establecer sí Carrascosa y, eventualmente algunos familiares, pudieron ser los asesinos de María Marta.

Page 12: Porfido carreras analisis del caso

12

En ese análisis tendremos en cuenta las dos hipótesis posibles en la materialización de un homicidio.

a) Crimen compulsivo, por tanto no premeditado. b) Crimen premeditado.

Cada una de estas dos hipótesis abre la puerta a otras dos variables:

a) El autor actuó en complicidad con otros coautores. b) El autor actuó solo.

Cada alternativa ofrece facetas muy diferentes y nos obliga a analizarlas por separado. Quiero detenerme un instante, porque muy al pasar acabo de mencionar un tema que es fundamental para poder determinar como sucedieron o no sucedieron los hechos que terminaron con la muerte de María Marta García Belsunce, aquella lluviosa tarde de octubre de 2002 en el country Carmel. Si bien más adelante me dedicaré a desarrollar la cuestión con todo detalle, creo importante señalar que uno de los errores que a veces han cometido los investigadores y estudiosos del caso, fue el de no distinguir, al analizar los hechos, que sólo se pudo haber dado una de las cuatro alternativas expresadas más arriba y que según se trate de una u otra de ellas, distinta deberá ser la óptica desde la cual deberá observarse el homicidio y distintas las conclusiones a las que se podrán arribar, ya que situaciones diversas no pueden ser valoradas y sopesadas como si fuesen situaciones idénticas. Piensen por un segundo que si se trató de un crimen premeditado, el autor o autores sólo tuvieron que ejecutar un plan. Cómo hacerlo, los pasos a seguir, la coartada o coartadas elegidas, son acciones que fueron analizadas y decididas en forma previa al crimen. Por el contrario, si se trató de un crimen no premeditado, todas esas tareas debieron practicarse con posterioridad a la muerte y, en ese caso, fácil es advertir que el tiempo jugó, necesariamente, un papel preponderante. Por último me detendré en el análisis de los indicios que, en este caso, como ya comenté más arriba, han servido para conformar en la sociedad el pensamiento generalizado de la culpabilidad de Carrascosa y de la familia y para condenarlo a aquél a cadena perpetua. Antes de pasar al análisis de los hechos, creo conveniente detenerme una vez más para comentar las distintas formas de proceder en la tarea de investigación. Cuando el investigador persigue la verdad como única meta, recogerá todos los elementos que hacen a su búsqueda y los colocará sobre su mesa de trabajo. Puede ser que a cierta altura de la tarea comience a vislumbrar un resultado. No obstante el investigador leal continuará ponderando objetivamente todos los elementos que puedan aflorar, con total prescindencia de si éstos sirven o no para corroborar o rechazar aquel resultado provisorio, que ya se estaba convirtiendo en la “niña de sus ojos”.

Page 13: Porfido carreras analisis del caso

13

Por el contrario, cuando el investigador no persigue el hallazgo de la verdad sino el logro de un resultado predeterminado que sea funcional a sus intereses, manipulará las pruebas de modo tal que sólo colectará las que sean útiles para confirmar su tesis y colocará debajo de la alfombra todas aquellas que la controviertan. Este comentario viene a colación por la actividad desarrollada por el fiscal de la causa, quien sólo siguió una línea de investigación. El partió de un único presupuesto básico: la culpabilidad de la familia, ya sea en el crimen o en su posterior encubrimiento. Este procedimiento acientífico no sólo lo llevó a forzar el análisis de las pruebas en un sentido determinado, sino que nos ha privado de conocer otros elementos que deliberadamente se negó a investigar, por la simple razón de que ellos eran ajenos, no ya a la búsqueda de la verdad, sino a la tesis que él estaba empeñado en demostrar.

Page 14: Porfido carreras analisis del caso

14

CAPITULO IV TARDE DE FUTBOL Y ALGO MAS María Marta era menuda, de estatura mediana y figura interesante, sin resultar por ello una mujer llamativa. Su cara, que para algunos era bonita, otros la calificarían con el simpático y poco conveniente apelativo de “feucha”. Personalmente, para definirla, me apropiaría de un título del cine nacional. A mi juicio su encanto, su raro encanto, giraba alrededor del “secreto de sus ojos”. Digo raro encanto, porque sus ojos no eran ni grandes ni azules, ni tampoco negros y brillantes como dos luceros, sino marrones y pequeños, pero su mirada transmitía una calidez y simpatía difíciles de eludir. Sí, era el secreto de su mirada y no el secreto de sus ojos, el que le daba a María Marta ese halo tan particular. También eran sus labios, delgados y carentes de una gracia especial, los que jugaban en equipo con una sonrisa franca y agradable y hacía de ella esa eterna muchacha interesante y atractiva. Al momento de su muerte tocaba los cincuenta años. Vieja para muchos, demasiado joven para otros. Por razones obvias, me sumo a este último bando. Casada desde los veinticinco con Carlos Carrascosa, constituían uno de los tantos matrimonios que, sin mayores afinidades ni intereses en común, habían logrado una buena y cómplice relación. El hecho de no tener hijos los convertía en polivalentes. Eran marido, mujer, hijo, hija, padre, madre, de todo un poco y tal vez de nada demasiado. María Clara y “el gordo”, como lo llamaban sus amigos, vivieron muchos años en Buenos Aires, mientras aquél trabajaba en el pequeño y volátil mundillo de las finanzas. Un hombre de “la city” que luego decidió cambiar su vertiginosa actividad por una vida más apacible y bucólica. No, no se fue a la pampa salvaje, ni siquiera al campo. Simplemente se mudó a un country en la localidad de Pilar. De acuerdo a todos los testimonios y comentarios que han circulado a lo largo de más de siete años, se trataba de un matrimonio bien avenido y nadie pudo aportar ningún elemento que permitiera pensar en conflictos de pareja y mucho menos en infidelidades.

Page 15: Porfido carreras analisis del caso

15

En el mismo country vivía la media hermana de María Marta, Irene Hurtig, casada con Guillermo Bártoli. Los cuatro formaban un equipo inseparable. No sólo vivían en el mismo barrio cerrado y compartían la mayor parte de las actividades sociales, sino que veraneaban juntos, sea en el mar o en la casita del lago a orillas del Quillén, allá lejos, en ese lugar maravilloso que se llama puerto Lussich. En las temporadas de descanso se sumaban al grupo los sobrinos Bártoli, quienes también compartían con sus tíos Carlos y María Marta los clásicos asados o almuerzos en el Carmel. Mientras que su mujer disfrutaba de los deportes al aire libre, Carrascosa era un conocido habitué de los torneos de bridge. El 27 de octubre de 2002 la reunión era, como tantas otras veces, en lo de Bártoli. Esa tarde se jugaba el clásico: River vs. Boca. Serían de la partida, además del dueño de casa y su cuñado Carlos Carrascosa, Tomás Bártoli -hijo de Guillermo e Irene- Sergio Binello y su mujer, Diego Piazza y la novia de éste, Delfina Figueroa. Irene Bártoli regresó de un almuerzo y prefirió la paz de su cuarto al fútbol, pues no se encontraba bien de salud. Nada grave. Naderías, dirían las abuelas. Mientras tanto María Marta jugaba al tenis, partido que se debió suspender como consecuencia de la lluvia. Así fue que también ella, tardíamente, se sumo al grupo de los futbolistas. Los Binello se retiraron poco antes de concluir el partido, en el que se impuso Boca por dos goles contra uno y una vez terminado aquél, lo hicieron María Marta, Diego Piazza y su novia Delfina Figueroa. María Marta partió en dirección a su casa para bañarse y recibir los masajes que todos los domingos a las 19 le daba su kinesióloga, Beatriz Michelini. No obstante el ofrecimiento de Bártoli para acercarla en auto, ella optó por hacer el recorrido en bicicleta. Diego Piazza y Delfina Figueroa, que tenían menos vocación que aquélla por la lluvia, aceptaron la oferta de Bártoli, quien los llevó en su coche y regresó pocos minutos más tarde. Es importante precisar la hora en que se retiraron los Piazza, pues ellos serán testigos de la ubicación de Carrascosa hasta ese momento. Tal como recién les refería, dejaron lo de Bártoli pocos minutos después de terminado el clásico. Según la información oficial de la AFA eso sucedió a las 18.07, lo que nos

Page 16: Porfido carreras analisis del caso

16

permite presumir, sin mayor margen de error, que Diego y Delfina vieron por última vez a Carrascosa entre las 18.10 y las 18.13. De acuerdo al relato concordante de Carrascosa y de Guillermo, Irene y Francisco Bártoli, los dos primeros permanecieron en la casa viendo el partido de Independiente vs. Rosario Central, partido que también veía de a ratos Francisco, quien deambulaba entre el living y el dormitorio de su madre. Después de producirse el gol de Independiente a las 18.47 –siempre según el informe oficial de la AFA- Carrascosa se retiró en dirección a su casa, aunque antes pasaría por lo de los Taylor para interesarse por el resultado de un torneo de golf. Los Bártoli declaran que Carrascosa dejó su casa algunos minutos después del gol de Independiente, lo que nos permite presumir, aquí también sin mayor margen de error, que su partida se produjo a las 18.50/ 18.53. Carrascosa no vio movimiento en casa de los Taylor y continuó rumbo a la suya. Al llegar a ésta encontró a uno de los vigiladores en la puerta de su domicilio, quien le explicó que se había trasladado hasta allí porque nadie contestaba los llamados de teléfono que hacían desde la guardia para comunicarle a María Marta la presencia de Beatriz Michelini, su masajista. Carrascosa dio su autorización para que se permitiese la entrada de Michelini al Carmel e ingresó a su casa. Por las constancias de la guardia y a las declaraciones del vigilador, esto nos sitúa entre las 18.55 y las 19 horas. Les pido que retengan ese hecho, ya que la hora en la que Carrascosa y el vigilador Ortiz, pues así se llamaba el hombre, se encontraron en la puerta de la casa de aquél, será un punto sobre el cuál, tanto los jueces que lo condenaron como yo en este libro, volveremos una y otra vez, casi con excesiva reiteración. Sé que lo que les voy a proponer es un poco pesado, pero les ruego que lo hagan. Relean este capítulo detenidamente y, si fuese posible, dos veces los últimos diez párrafos.

Page 17: Porfido carreras analisis del caso

17

CAPITULO V EL ACCIDENTE EN LA BAÑADERA

• En el capítulo anterior dejamos a Carrascosa ingresando a su casa alrededor de las 19, pues aquí, como en todos los casos en que exista una alternativa de tiempos mínimos y máximos, siempre tomaré aquéllos que sean menos favorables para Carrascosa y sus familiares o ponderaré los hechos a la luz de ambas posibilidades. A partir de este momento y hasta el arribo de Beatriz Michelini, que como recordarán se encontraba en la guardia del country esperando que María Marta autorizase su ingreso, la declaración de Carrascosa no cuenta con más aval que sus propios dichos. Aclaremos desde ya que entre uno y otro hecho, sólo medió una escasa fracción de tiempo. Exactamente la que se tarda en recorrer el camino que va desde la puerta del Carmel hasta la casa de Carrascosa, que no excede, según la velocidad del automóvil, los 6 minutos. Carrascosa dice que subió al piso superior y que encontró a su mujer vestida con la ropa que había utilizado para jugar al tenis, con la cabeza lastimada, caída en el piso y con medio cuerpo dentro de la bañadera. Agrega que la retiró del agua y la colocó en el piso del baño. En ese momento escuchó el auto de la masajista y relata que desde la ventana le pidió a ésta que subiese, informándole que María Marta había sufrido un accidente. Luego se suceden una serie de hechos que mencionaré en forma sintética y sólo en cuanto ellos tengan relación directa con el cometido de este libro. Beatriz Michelini, la masajista, en forma inmediata tomó las siguientes medidas:

a) le hizo respiración boca a boca a María Marta, quien seguramente para ese entonces ya se encontraba muerta

b) le indicó a Carrascosa que llamase urgente a lo de Bártoli para pedir ayuda. c) le indicó a Carrascosa que llamase a un médico.

Carrascosa llamó a los Bártoli y, según sus dichos, después a la empresa OSDE requiriendo el envío de la ambulancia. Esta llamada, de acuerdo a los registros telefónicos de la empresa y las pericias practicadas, se materializó a las 19.07 y así lo tiene por probado la Cámara de Casación. Llegaron los Bártoli y mientras Guillermo se sumó a las tareas de rehabilitación, Irene partió desesperadamente en una suerte de rally por el country para buscar un médico

Page 18: Porfido carreras analisis del caso

18

que atendiese a su hermana y sólo encontró a Diego Piazza, un estudiante aventajado de medicina que es quien, junto a su novia Delfina Figueroa, había estado hasta momentos antes viendo el partido de fútbol con Carrascosa y su cuñado. Piazza también se sumó a las tareas de rehabilitación de María Marta, e Irene solicitó a la guardia el envío de una ambulancia. Es así que primero llegó, a las 19.24, la ambulancia pedida por Carrascosa a instancias de Michelini y, más tarde, la segunda ambulancia pedida por la guardia del country a instancias de Irene Bártoli. El primero de los médicos en llegar, Gauvry Gordon, revisó a María Marta y le aplicó varias inyecciones, pese a lo cual ésta jamás recobró el conocimiento. Poco después les informó a los familiares que María Marta había fallecido. Es ese médico quien hizo suya la versión familiar del accidente en la bañadera y se la transmitió a su colega, es decir, al médico que llegó con la segunda ambulancia. Es él también quien indicó a Michelini que limpiase las manchas de sangre del lugar para evitar que parientes y amigos se encontrasen frente a un cuadro ciertamente impresionante. Los médicos omitieron comunicar el hecho a la policía, tal como era su obligación frente a una muerte no natural. La circunstancia de que se tratase de un accidente en la bañadera, importaba de por sí una muerte dudosa y en ese sentido es clara la ley de procedimientos de la Provincia de Buenos Aires cuando obliga a los médicos, farmacéuticos y otros profesionales a denunciar el hecho. Cuando Carrascosa le preguntó a Gauvry Gordon por el certificado de defunción, éste le informó que aquél les sería otorgado por la empresa de servicios fúnebres. Guillermo Bártoli, entonces, acompañado por un amigo y vecino del country de apellido Taylor, partió a buscar una empresa para que se hiciese cargo del sepelio. Siguiendo los consejos de la mujer de Taylor, quien tenía alguna experiencia en la materia, fueron en primer lugar a una firma de Pilar, la cochería Ponce de León, la que no pudo hacerse cargo del servicio pues carecía de médico para extender el certificado de defunción por tratarse de día domingo. Entonces se trasladaron a la Capital Federal y siempre siguiendo los consejos de la familia Taylor, se dirigieron a Casa Sierra. En esta empresa les informaron que ellos se ocuparían de enviar un médico a Pilar, el que luego extendería el correspondiente certificado de defunción y asimismo les dijeron que mientras tanto podían trasladar el cuerpo de María Marta a la cama, pues hasta ese momento se encontraba en el piso del baño y a cuyo alrededor se iban ubicaban sus familiares y amigos a medida que llegaban al lugar del accidente.

Page 19: Porfido carreras analisis del caso

19

Las empresas fúnebres, para facilitar el trámite del entierro y poder prestar sus bien remunerados servicios sin problemas ni dilaciones, contaban con médicos que extendían el certificado de defunción. La corruptela hizo que algunos médicos ni siquiera revisasen al muerto y convengamos que con una simple revisación, tal vez pudiesen descartar un crimen violento, pero difícilmente la acción del veneno o una sobredosis de droga. Como veremos más adelante, en el caso de María Marta una simple revisación no hubiese detectado los orificios causados por los proyectiles que provocaron su muerte. Algunos médicos, tal vez conscientes de la inutilidad de su presencia junto al cadáver o por simple desidia, dejaban en las empresas de servicios fúnebres los certificados firmados en blanco. En el caso que nos ocupa, Casa Sierra hizo mucho más y, como verán más adelante, lo actuado por esta firma fue decisivo para que la causa se encaminase de una forma que concluyó con el descubrimiento del homicidio de María Marta y no con su inmediato archivo, como lo tenía decidido el fiscal. Pasó lo siguiente. Como María Marta había fallecido en la Provincia y sería enterrada en la bóveda familiar en el cementerio de la Recoleta que se encuentra en la Capital Federal, para obviar los trámites burocráticos que exige el traslado de restos de una jurisdicción a otra, la empresa hizo lo que era de práctica en esos casos y consignó que ella había muerto en la ciudad de Buenos Aires. Para evitar dar intervención a la policía, lo que supondría las complicaciones y demoras que demandaría una autopsia como era de rigor realizar ante una muerte violenta y un golpe en la bañadera sin duda lo era, colocaron en el certificado que la causa del deceso se debió a un paro cardiorrespiratorio no traumático. Volvamos a la casa de Carrascosa. Familiares, amigos y vecinos se hicieron presentes en el velorio. Aquí se producen dos hechos que más tarde darían lugar a todo tipo de conjeturas y suspicacias, en el sentido de que la familia sabía que María Marta había sido asesinada y que trató por todos los medios de encubrir el homicidio. Comenzaré por enunciarlos y luego pasaremos a comentarlos con más detalle. a) Se impidió el ingreso de la policía al velorio. b) Se tiró por el inodoro un objeto de plomo encontrado debajo del cuerpo de María Marta. El famoso “pituto”. Un vigilador advirtió desde su puesto de observación que un patrullero de la policía se dirigía a la entrada del country. Inmediatamente da cuenta del hecho a su superior.

Page 20: Porfido carreras analisis del caso

20

Este, antes de que el patrullero llegase a la guardia, se comunicó por teléfono con el señor Alberto White, presidente del country Carmel y le trasmitió la información. White, a su vez, se comunicó por teléfono con la casa de Carrascosa y le hizo saber a la señora de Binello, que fue quien respondió a su llamado, que la policía estaba llegando al country. Aquí se desarrollaron dos acciones independientes, con un único y mismo objetivo: impedir la llegada de la policía. Por un lado, Sergio Binello, a quien su mujer le pasó el teléfono, le indicó a White que hiciese todo lo que fuese necesario para impedir la llegada de la policía, aclarándole que sí fuese necesario coimearlos, que los coimease. Enterado Horacio García Belsunce, el hermano abogado y periodista de María Marta, de la inminente llegada de la policía al velorio, se comunicó con un alto jefe de la policía bonaerense, el comisario general Casafús y le explicó que su hermana había muerto en un accidente doméstico y con el propósito de evitarles nuevos disgustos a sus padres, quienes se encontraban lógicamente golpeados por lo sucedido, le solicitó que interpusiese sus oficios para que la policía no concurriese al lugar. La policía esa noche no concurrió al velorio. Pero no fueron ni los buenos oficios del comisario Casafús ni la fornida billetera de White, quienes impidieron su presencia. La policía no fue, simplemente porque el patrullero que había avistado el vigilador no se dirigía al country Carmel, como él equivocadamente había supuesto, sino a otro sitio de los alrededores. Nunca se sabrá si el comisario Casafús hubiese hecho algo por impedir la llegada de la policía. Todo pareciera indicar que el presidente del country, jamás se habría prestado para cumplir con la instrucción de obstaculizar el acceso policial mediante un espurio soborno. Regresemos una vez más a la casa de Carrascosa. Ahora es cuando el medio hermano de María Marta encuentra debajo de su cuerpo el llamado “pituto”, respecto del cual informé con cierto detalle en el capítulo II. John Hurtig no se sintió tranquilo ni con su extraño hallazgo ni menos aún con la decisión conciliada por la familia y aceptada y ejecutada por él, de tirar el plomo por el inodoro. John comenzó a sospechar que podría tratarse de una bala.

Page 21: Porfido carreras analisis del caso

21

“¿Y si entró un villero y la mató?”, fue la frase que él pronunció ante testigos la noche del velorio, con esa facilidad que tiene cierta gente para pensar que los únicos que cometen crímenes violentos en la Argentina son los pobres. Pero más allá de la opinión prejuiciosa y clasista de Hurtig, es del caso destacar que ese hecho lo llevó a insistir en la necesidad de investigar la causa de la muerte de su hermana. Su insistencia fue tal que sacó de quicio a su hermano Horacio, quien reconoció que las dudas de John lo “tenían con los huevos al plato”. Para satisfacer los deseos de su hermano, Horacio se comunicó por segunda vez con el comisario Casafús y le pidió que enviase un médico forense. A esa altura de los acontecimientos el doctor Romero Victorica, amigo de Horacio y fiscal ante la Cámara de Casación Federal, que se había acercado al velorio por pedido de aquél, también se ofreció para llamar a un médico forense. Con el propósito de evitar una duplicación de tareas, Horacio llamó por tercera vez a Casafús y le pasó el teléfono a Romero Victorica, para que coordinasen entre ellos las medidas a adoptar. De esa conversación entre Romero Victorica y el comisario Casafús, se desprendió la necesidad de dar, además, intervención a la policía. Casafús le hizo saber a Romero Victorica que él se comunicaría con el comisario Degastaldi, jefe de la DDI de San Isidro, que es el organismo competente para actuar en Pilar. El médico forense al que llamó Romero Victorica se encontraba practicando una diligencia en otro lugar y por esa razón no pudo concurrir al Carmel para revisar a María Marta. Minutos más tarde el comisario Degastaldi se comunicó con Romero Victorica, que para ese entonces se había convertido, por delegación de la familia y por propia decisión, en el encargado de coordinar las acciones tendientes a esclarecer la causa de la muerte de María Marta. En esa conversación Degastaldi informó que él se haría presente en el velorio y Romero Victorica le sugirió que también convocase al fiscal de turno. Y así fue que tanto el máximo jefe policial de la zona norte como el fiscal de turno, se hicieron vivos en el velorio de María Marta. El fiscal tomó conocimiento directo del hecho y nadie le ocultó que se había tratado de un homicidio violento. Le dijeron que María Marta se había golpeado la cabeza contra el pico de la bañadera. ¿Era esa acaso una muerte natural?.

Page 22: Porfido carreras analisis del caso

22

Por cierto que no y así como los médicos que concurrieron a casa de Carrascosa debieron haber formulado la denuncia, el fiscal debió haber ordenado sin más trámite una autopsia para determinar las causas de la muerte, aún cuando con ello se demorase el entierro y se inflingiese un serio fastidio a la familia. Pero no, el fiscal no ordenó una autopsia. Se limitó a preguntar dónde se realizaría el sepelio y cuando le informaron que sería en una bóveda en el cementerio de la Recoleta, él se dio por satisfecho, ya que ello le permitiría exhumar el cadáver en caso de así resultar necesario. Si el fiscal fue especialmente convocado por el jefe de investigaciones para hacerse presente en el lugar donde se había producido una muerte violenta ¿no es más que evidente que esa presencia, tanto del jefe de la DDI de San Isidro como del fiscal de turno, importaron la intervención oficial de la justicia?. Es interesante averiguar qué hizo el fiscal en el lugar del hecho y qué medidas tomó como consecuencia de su prevención personal y directa. Aunque parezca difícil creer, el fiscal se limitó a conversar con su colega federal Romero Victorica y con los familiares de la víctima. Recorrió el lugar, observó el cadáver y se retiró. Pero si bien todo ello resulta extraño, semejante comportamiento quedará empalidecido frente al hecho de que el fiscal no labró ninguna actuación dejando constancia de su convocatoria ante a una muerte violenta, como así tampoco de su inspección ocular en el lugar del hecho. Casi podríamos decir que el doctor Diego Molina Pico estuvo presente en el velorio de María Marta como amigo de la familia, aunque por cierto no revestía ese carácter y no cabe duda de que él allí fue expresamente convocado por el comisario Degastaldi como fiscal y no para acompañar a los deudos en sus sentimientos. En suma, el fiscal compareció al lugar del hecho como funcionario del Ministerio Público, pero omitió llevar a cabo los actos procesales correspondientes para dar por iniciada la causa. Para decirlo en forma más sencilla, María Marta García Belsunce fue enterrada en el cementerio de la Recoleta después de que el jefe de la DDI y el fiscal de turno se hubiesen hecho presentes en el velorio y mientras se celebraba la inhumación aún no se había iniciado la causa para averiguar los motivos de su muerte. Muchas veces me pregunté lo que ustedes ahora se estarán preguntando. ¿Porqué actuó el fiscal de la forma en que actuó?. Volvamos a las primeras líneas del capítulo II. Allí está la respuesta. Dijimos que hay muertos de primera y muertos de segunda.

Page 23: Porfido carreras analisis del caso

23

Y hay muertos de primera y muertos de segunda, porque también, es obvio, hay gente de una y otra de esas dos categorías. Los García Belsunce no transitan por la vida entre las estrechas filas de la clase económica. Gozan de una suerte de up-grade permanente. Lo importante no es que eso sea así, sino que ellos están convencidos de que es así y Diego Molina Pico, que aprendió a distinguir entre la oficial y la popular, también comparte esa visión clasista de la vida. No exagero un ápice ni dejo volar mi imaginación al viento, si sostengo que después de mirar a la víctima y a su entorno, el joven fiscal, en su mudo soliloquio, dijo: “es gente como uno”. ¿Porqué los García Belsunce hicieron lo que hicieron y dejaron de hacer las cosas que la ley ordena?. Porque ellos creyeron que la ley está hecha para la gente común y sólo ésta es la que está obligada a darle cumplimiento. Si muere alguien en la barriada de la vuelta o en la villa de emergencia, cómo no practicarle una autopsia, aunque ello importe despanzurrar el cadáver, demorar 48 horas el entierro y prolongar así el dolor de padres o hijos?. Pero eso que parece tan natural ante la muerte de don nadie, resulta un despropósito sin límites cuando se trata de muertos de primera clase. Así pensaron y pensaron mal, los familiares de María Marta. Así pensó y pensó peor, el fiscal de turno. Esa visión “nose-up” de la vida trajo aparejadas feas consecuencias para unos y para otros. Carrascosa enfrenta la cárcel y sus parientes y amigos el tribunal. Molina Pico enfrentó la brújula y perdió el norte. Volvamos una vez más a los hechos de la causa. La relación entre el fiscal y la familia era la normal entre “gente como uno”. Jamás se habían visto, pero se tuteaban con espontánea naturalidad. Si el muerto hubiese sido un farmacéutico de Garín o un plomero de Tigre ¿sus familiares se hubiesen atrevido a tutear al fiscal?. ¿El doctor Molina Pico hubiese permitido a los hermanos del farmacéutico o del plomero que le hablasen con la confianza que sólo se confiere a amigos y parientes?.

Page 24: Porfido carreras analisis del caso

24

Sin duda que no. Pero no nos equivoquemos. Es normal que la gente que considera que pertenece a un mismo círculo social, se brinde entre sí un trato diferente del que le brinda a los extraños. Esa confianza o solidaridad de clase, es la que llevó al fiscal a actuar como amigo de quienes no eran sus amigos y no como funcionario del ministerio público. El fiscal y la familia creían de buena fe en la hipótesis del accidente doméstico. Por esa razón Molina Pico esperaba que le acercaran el certificado de defunción para cerrar la causa que él abrió recién tres días después del entierro, con el único propósito de dar cierta prolijidad a sus anteriores desprolijidades. Pero como ya reseñamos más arriba, Casa Sierra consignó en el certificado dos hechos falsamente falsos, como diría Cataré, el celebre personaje de Andrea Camileri. Por un lado ubicó la muerte de María Marta en la Capital Federal, cuando era más que evidente que había muerto en su casa de Pilar y, como sí esto fuera poco, consignó como causa de aquélla “un paro cardiorrespiratorio no traumático” y pareciera que romperse la cabeza contra el pico de la bañadera, es un ejemplo escolar y gráfico de accidente traumático. Con ese certificado que vomitaba falsedad por los cuatro costados, ni el bien dispuesto Molina Pico, ni el más íntimo amigo de la familia, hubiese podido cerrar la causa sin más. Entonces el fiscal dispuso algunas medidas light y ordenó, como no tenía más remedio que ordenar, la exhumación del cadáver y su consecuente autopsia. Fue durante esos días agitados en que el vínculo generado por la afinidad social comenzó a resquebrajarse. Los hermanos varones de María Marta, aconsejados por sus abogados, se presentaron a declarar ante la fiscalía. De esas declaraciones hay un solo hecho que merece destacarse y subrayarse. Tanto Horacio García Belsunce como John Hurtig, le contaron al fiscal el insólito episodio del “pituto”, con la aclaración de que ellos lo habían tirado por el inodoro. Por favor y aunque después volveremos sobre este punto, les pido que se detengan un segundo en este detalle, porque creo que vamos demasiado rápido. Si no fuese por esa información espontánea de la familia, que no tenían obligación ni necesidad de suministrar, el caso del plomo tirado al pozo ciego jamás hubiese llegado a oídos de la prensa ni de la justicia y, obviamente, jamás se lo hubiese recuperado de su absurdo destino.

Page 25: Porfido carreras analisis del caso

25

Piensen por un momento que el episodio del “pituto” fue el hecho que más estigmatizó a la familia frente a la opinión pública primero y a la justicia después y que ese hecho, reitero, sólo trascendió por la innecesaria decisión de los hermanos de la víctima de hacerlo trascender. John Hurtig, el hombre que pidió que un forense revisara a su hermana para determinar las causas de su muerte, por cuya insistencia se llamó a la policía y al fiscal para que se hiciesen presentes en el velorio, que informó al fiscal del hallazgo del plomo achatado y de su posterior echazón y que fue quien como espontáneo colaborador de la policía encontró el “pituto” después de una intensa búsqueda entre los excrementos depositados en el pozo ciego de la casa de Carrascosa, hoy se encuentra procesado por encubrimiento, ni más ni menos que por haber sido él quien en su momento tiró el plomo, después de habérselo decidido así en un cónclave familiar celebrado al pie del inodoro. Por favor, también retengan este hecho, cuya importancia a la hora de juzgar intencionalidades no será menor.

Page 26: Porfido carreras analisis del caso

26

CAPITULO VI OLOR A POLVORA Dije en el capítulo anterior que el fiscal ordenó practicar la autopsia de María Marta García Belsunce. Lo que no les dije, es que antes de que el fiscal dispusiese esa medida, ésta ya le había sido solicitada en la causa. ¿Saben ustedes quién fue la primera persona que pidió la autopsia de María Marta?. Traten de adivinarlo. La autopsia de María Marta fue peticionada, ni más ni menos, que por el propio Carlos Carrascosa. Si este hecho los sorprendió, me animo a anticiparme y a decirles que mucho más se habrán de sorprender cuando les relate lo que hizo el fiscal Molina Pico frente al pedido formal de Carrascosa. El fiscal dispuso no hacer lugar al pedido de autopsia solicitado por Carrascosa hasta tanto su abogado patrocinante acompañase el bono que debe adjuntarse con cada presentación judicial, con destino a incrementar las arcas del Colegio de Abogados. Acto seguido y como si se tratase de una iniciativa de su propia inspiración, sin siquiera aludir ni mencionar el pedido de Carrascosa, requirió la exhumación del cadáver y la realización de la autopsia. Golpe bajo, gritarían en el Luna Park. Hasta ese momento aquélla eso era sólo una mera formalidad para cerrar la causa. Ni el fiscal ni nadie maliciaba su resultado. Pero el fiscal, que como ya expusimos más arriba, había cometido desprolijidades al proceder el día del velorio más por solidaridad de clase que como miembro del ministerio público, tenía necesidad de sacudirse el polvo y mostrarse como diligente y responsable. Por eso chicaneó a Carrascosa y lo primereó. Los médicos forenses, expertos como nadie en ver muertos de bala, comenzaron su tarea ante un cadáver especialmente exhumado para determinar las causas de su muerte accidental. No sólo su pericia profesional sino las circunstancias que rodeaban la autopsia, necesariamente los mantenía con las luces de alerta bien encendidas.

Page 27: Porfido carreras analisis del caso

27

No se trataba del sin techo hallado muerto en el frío de la noche, o el clásico desprendimiento de monóxido de carbono por el mal uso de una estufa sin tiro balanceado, ni contusiones múltiples en un accidente de tránsito, en las que los médicos trabajan para confirmar la hipótesis cantada. Se trataba de una exhumación por orden judicial, para practicar una autopsia ante una muerte violenta. No obstante eso, los médicos y pese al hecho de que ya habían observado las heridas en la cabeza de María Marta y las habían analizado con puntillosa prolijidad, fue recién más tarde, cuando ellos se encontraron con cinco proyectiles de plomo dentro del cráneo de la víctima, que advirtieron que estaban frente a un homicidio causado por disparos de arma de fuego y no ante un accidente doméstico, como todo les hacía pensar hasta una fracción de segundo antes del hallazgo de los mencionados proyectiles. Este punto es de suma importancia para comprender porque ni la familia ni los amigos que se acercaron al cuerpo de María Marta advirtieron los orificios de bala en su cabeza. Como dije en el capítulo II, es con las conclusiones de esa pericia que el caso tomó un vuelo inesperado. El fiscal, que hasta ese momento había cedido su condición de funcionario a su afinidad social con los García Belsunce y procedido en consecuencia, siente que ha sido engañado por la familia. No hay peor sensación para un joven funcionario que ha dejado de lado el cumplimiento estricto de sus obligaciones, en razón de la confianza que le merecían los familiares de la víctima, que recibir sin anestesia la bofetada de la traición. Así como antes dije que no exageraba un ápice ni dejaba volar mi imaginación al viento, si sostenía que después de mirar a la víctima y a su entorno, en su mudo soliloquio el joven fiscal dijo: “es gente como uno”, tampoco exagero ni deliro sí afirmo que el mismo hombre, temblando de odio e impotencia, ahora dijo: “estos hijos de puta me usaron”. En ese párrafo se encierra la razón de ser de una actuación parcial y arbitraria por parte del fiscal, que sólo persiguió dos objetivos herméticamente entrelazados:

a) salvar su ropa, después de las faltas cometidas por su inacción el día en que se constituyó en el lugar del hecho.

b) destrozar a los responsables de su baldón, a los que abusaron y burlaron de su confianza, a los infames traidores y asesinos.

Hijo de un oficial de la marina que llegó a la máxima jerarquía de la Armada, Diego Molina Pico debería haber aprendido en sus días juveniles de Puerto Belgrano, algunas nociones elementales de navegación a vela. No es con un giro abrupto de timón que se regresa el barco al veril. Sólo la calma y la serenidad nos permiten capear el temporal y arribar a puerto seguro.

Page 28: Porfido carreras analisis del caso

28

Dejemos la náutica y volvamos al mundo del derecho. No es arremetiendo con la ceguera de un toro de lidia que se busca y se hace justicia. Comprendo su indignación. Tal vez a su edad y en iguales circunstancias yo podría haber cometido sus mismos errores aquella mañana en el Carmel. Seguramente mi ira hubiese triplicado la suya, al sentirme mal usado y descubrir que la chica que se resbaló de la bañadera, ni se resbaló ni se golpeó en la bañadera, sino que la asesinaron de cinco balazos, mientras yo jugaba el fair play de la gente como uno. Lo que sí tengo claro, es que con ese estado de ánimo me hubiese excusado de seguir interviniendo. Lo que sí tengo claro, es que jamás hubiese dirigido una investigación sesgada, con otro norte que no fuese la objetiva determinación de la verdad. Lo que sí tengo claro, es que no hubiese recurrido a teorías artificiosas y carentes de sustento como la del cartel de Juarez. Lo que sí tengo claro, es que no hubiese dado a los indicios hallados en la investigación la interpretación y el sentido que él les dio. Pero no sólo el fiscal y la prensa contribuyeron para formar una imagen no positiva, por emplear un término que ha ganado su espacio en la vida política argentina, de Carlos Carrascosa y la familia. Tanto el propio abogado de la familia doctor Scelzi, como el amigo de Horacio García Belsunce, el fiscal Romero Victorica, llevados por su buena fe y su deseo como hombres de bien de encontrar la verdad sin tapujos, hicieron declaraciones ante la prensa que poco ayudaron a aquéllos. Scelzi, pese a ser abogado de la familia, siempre habló más como amigo de María Marta que como abogado y le anticipó al marido y a sus cuñados que trabajaría para buscar al asesino, fuese quien fuese. Sus declaraciones en manos de la prensa, reitero, arrimaron más agua para el molino de las sospechas que para la posición de Carrascosa. Romero Victorica lanzó la idea del crimen pasional y dijo que en la muerte violenta de toda mujer, el primer sospechado es el marido. También sostuvo que la circunstancia de haberse efectuado cinco disparos, demostraba la existencia de un crimen pasional. Esos disparos, según el fiscal federal, eran la más clara demostración del odio que el asesino sentía por su víctima: “te mato, te remato y te vuelvo a matar”, graficaba frente a las cámaras de televisión.

Page 29: Porfido carreras analisis del caso

29

El doctor Romero Victorica habló en varias oportunidades de su larga experiencia en el fuero penal. No pongo en duda ni su experiencia, ni sus conocimientos jurídicos, ni su hombría de bien. Sólo le formularía una pregunta: ¿a lo largo de su carrera, cuántas veces presenció las postrimerías de una muerte causada por el disparo de un arma de fuego sobre la cabeza de la víctima?. Adelanto la respuesta. Leyó muchas autopsias, escuchó muchos testigos y tal vez la confesión lisa y llana del matador. Pero nunca vio con sus propios ojos el efecto que causa un proyectil al romper la calota craneana, deslizarse por la masa encefálica y penetrar en el cerebro. Muchas veces el impacto es mortal. Esto quiere decir que la víctima del disparo necesariamente se va a morir. Su destino está sellado. Es irreversible. La pregunta es: cuándo morirá. Tardará dos segundos, cinco, diez, un minuto, dos, cinco, diez?. Mientras tanto, el cuerpo se convulsiona. El sistema nervioso sigue actuando como si tuviese vida propia. Los esfínteres, a veces, se descontrolan. Ese cuadro de muerte todavía sigue dando señales de vida. Para el asesino no es lo mismo retirarse de la escena del crimen con la víctima muerta, que con la víctima muriéndose. Los muertos ni hablan ni escriben. Los moribundos, jamás se sabe. Recuerdo, hace años, que la viuda de un coronel cayó de un séptimo piso a la calle en pleno centro de la Capital. Murió pocos segundos después. Pero antes de morir llegó a susurrar unas palabras que alcanzaron a escuchar los ocasionales testigos que se acercaron a socorrerla: “fue el suboficial mengano, fue el suboficial mengano…” dijo y no dijo más. Pero esas últimas palabras sirvieron para individualizar al asesino. Si después de recibir el primer disparo la víctima se mueve y también se sigue moviendo después de recibir el segundo, es muy probable que el asesino, más aún si está apremiado por huir, continúe disparando todos los proyectiles de su arma hasta que escuche el “clic” del percutor cuando ya no percute nada. En este caso se dispararon seis balazos, porque ésa es la munición total del arma utilizada, un revólver calibre 32. Si el asesino hubiese disparado con una pistola FM 9mm, que carga catorce proyectiles, es muy probable que la víctima hubiese recibido catorce impactos de bala.

Page 30: Porfido carreras analisis del caso

30

Acá no hay un “te mato, te remato y te vuelvo a matar” propio del crimen pasional, sino la necesidad del asesino de partir dejando tras de sí un cadáver inmóvil que ya no lo pudiese inculpar. Convengamos que ésta es otra alternativa valedera, que no debemos ni podemos descartar.

Page 31: Porfido carreras analisis del caso

31

CAPITULO VII EL CRIMEN Ahora trataré de introducirme dentro de la escena del crimen. Quiero saber y sin duda ustedes también, qué pasó o qué pudo haber pasado esa noche en el Carmel. Creo que tan importante como eso, es saber además que no pasó o que no pudo haber pasado ese 27 de octubre de 2002. Reitero una vez más que al no contar con pruebas directas, deberemos manejarnos teniendo en cuenta la lógica, la razón, lo que sucede de ordinario según el curso natural de las cosas, poniéndonos en el lugar de los actores y de modo alguno tratar de armar un rompecabezas para que la figura armada calce en el molde que diseñamos de antemano, para satisfacer nuestros deseos, prejuicios o sospechas. Si partimos del presupuesto de que el asesino es inteligente, sagaz, astuto, hombre de mil recursos, no podemos a renglón seguido travestirlo en incapaz, idiota y torpe, con el único propósito de que las cosas cierren como es necesario que cierren para poder arribar adonde ya habíamos decidido llegar, más allá de cualquier evidencia o razón. Como veremos en el capítulo siguiente, todo permite pensar que tanto el fiscal como los jueces incurrieron en esos vicios y así construyeron una versión de los hechos que es funcional con la solución que ellos, por las razones que enseguida habremos de ver resolvieron darle al caso. Tomaremos al crimen como si éste fuese un cuerpo inerte y desnudo, colocado sobre la fría mesa del forense. Escalpelo en mano comenzaremos con la disección. Ya dijimos que los homicidios pueden ser clasificados en dos categorías:

a) compulsivos o no premeditados, y b) premeditados.

. En consecuencia, deberemos separar cuidadosamente un supuesto del otro. Primer corte. Ya expliqué antes de ahora que en los casos de homicidios premeditados todos los pasos han sido analizados, sopesados y decididos con anterioridad al asesinato y, por tanto, al momento del crimen lo único que resta es ejecutar.

Page 32: Porfido carreras analisis del caso

32

Por el contrario, cuando se mata en forma compulsiva, es con posterioridad a la ejecución que el autor o autores deben planificar y decidir todos y cada uno los pasos que habrán de darse de ahí en adelante. El manejo de los tiempos será totalmente diferente en uno u otro supuesto, como diferente será la aptitud de su autor para analizar y ponderar alternativas o para adoptar decisiones. En el primer caso, en la etapa de la planificación se actuará en forma serena, sin apremios de tiempo y sin el impacto emocional del hecho físico de la muerte. En el segundo, todo transcurrirá en forma turbulenta, bajo la presión de la aguja del reloj y bajo la mirada de unos ojos inertes que ahora miran sin ver. No podemos ni debemos olvidar que en el homicidio premeditado, el asesino asumió la muerte con anterioridad a su ejecución, la valoró y decidió materializarla. Muy por el contrario, en el crimen compulsivo la muerte cae sobre su autor, con su imaginable carga emocional. En cada una de esas dos categorías, el asesino puede haber actuado solo o con la participación de cómplices primarios o secundarios. Segundo corte. Así como el hecho de que se trate de un homicidio compulsivo o premeditado apareja diferencias importantes, tanto a la hora de su materialización como a la del análisis del crimen, la participación de cómplices también nos enfrenta a escenarios diferentes. Vamos a ver más adelante que según sean los cómplices unos u otros, distinto será el momento a partir del cual Carrascosa pudo comenzar a transitar lo que he dado en llamar el camino de la muerte. También la existencia de cómplices puede facilitar y reducir tiempos en la materialización de las tareas que debieron llevarse a cabo después de consumado el homicidio. Pero la participación de dos o más personas importa un condicionamiento en el caso del homicidio compulsivo. En esta hipótesis, ni Carrascosa ni sus cómplices fueron a matar a María Marta. No había intencionalidad de matarla, por tanto su muerte es la resultante de una discusión o de un hecho semejante que desencadenó en ellos una suerte de ataque de ira colectivo que quebró sus frenos inhibitorios y los llevó a pasar, en un instante, del diálogo al crimen. Que una palabra, un gesto o una mirada, tengan la aptitud de generar semejante reacción en más de dos personas al mismo tiempo, es un hecho difícil de concebir no sólo en el mundo real, sino incluso en el más amplio de la ficción, si se pretende que ésta sea eso y no un delirio disfrazado de obra literaria. Dejaremos el escalpelo a un costado y tomaremos nuestro reloj. Sí, nuestro reloj, porque ahora vendrá, ineludiblemente, la hora de los tiempos.

Page 33: Porfido carreras analisis del caso

33

El tiempo es el gran condicionante de este crimen. No es un tiempo, son dos tiempos diferentes que deben jugar armónicamente y con la perfección de un mecanismo de alta precisión. Por eso mi reloj cuenta ahora con dos cronómetros. Un cronómetro nos marcará a partir de qué hora y hasta que hora Carrascosa y sus eventuales cómplices pudieron recorrer el camino de la muerte. Llamo camino de la muerte a todos y cada uno de los pasos que fueron necesarios realizar antes de los disparos y después de éstos para enmascarar el homicidio como si fuese un accidente. Un segundo cronómetro medirá, segundo a segundo, el tiempo que pudo demandar la ejecución de esos pasos. Las páginas siguientes estarán tocadas por un conjunto de sonidos que transportarán al lector al mundo ferroviario, tan plagado de silbatos, pitos y campanas. Su lectura se asemejará, irremediablemente, a la lectura de un denso diálogo entre un guarda y un motorman que discuten acaloradamente por minutos y segundos acerca del horario en que pasó o dejó de pasar la locomotora por la estación. También soy consciente de que los detalles y las precisiones de tiempos cansan y aburren al lector o, al menos, me cansan y aburren a mí. Pero acá no estamos haciendo ficción, donde podríamos prescindir de semejante fárrago, sino tratando de determinar la posibilidad de que una serie de hechos, que he dado en llamar el camino de la muerte, se hayan podido materializar dentro de un tiempo determinado. Ya que los aturdiré con silbidos, pitos y campanas, cada tanto, para amenizar, les permitiré sentir los soplidos de un lobo Sí, han leído bien. Los soplidos de un lobo. He creído conveniente enfrentar las acusaciones del fiscal al astuto perro salvaje, quien previamente ha sido encadenado para evitar bajas en el ministerio público. El se limitará a rebatirlas con la fuerza de sus pulmones. No me parece correcto llamar lobo al lobo como tampoco al hombre por su apelativo genérico. Por tanto lo bautizaré y el lobo, de ahora en más, se llamará Atila. Antes que nada quiero decirles que después de escribir los párrafos precedentes, sentí que rondaba en mi memoria un recuerdo lejano, donde un abogado destruía con soplidos los argumentos de la otra parte y seguramente me inspiré en él para escribir esas líneas. Los recuerdos, que al comienzo se mostraban opacos, poco a poco se fueron aclarando y así tuve la certeza de que el autor de esa idea genial no había sido otro que el doctor Mario A. Oderigo, uno de los más grandes abogados penalistas de la Argentina. Busqué

Page 34: Porfido carreras analisis del caso

34

un libro en mi biblioteca y allí encontré su obra “El Doctor Baturros y Otros Escritos”, donde bajo el título “Soplando Espero”, nos enseñó como derribar con un complejo sistema de soplidos los argumentos de su contraparte. Lamentablemente hace mucho que Oderigo nos dejó y con él se fue su inteligencia, su talento y su estilo único para expresarse ante la justicia. Por eso no puedo pedirle permiso para utilizar sus soplidos, así que los tomaré por mi cuenta y riesgo con la formal promesa de darle las explicaciones del caso cuando nos volvamos a encontrar. Además de sus soplidos, Atila nos ayudará con sus gestos. Así por ejemplo cuando un hecho resulte palmariamente absurdo o improbable, él agitará su cola de derecha a izquierda como si fuese el péndulo de un reloj. Si, por el contrario, se tratase de un argumento de peso, difícil o imposible de rebatir, Atila nos dejará escuchar sus agudos aullidos. Ahora comenzaré a analizar las cuatro alternativas posibles del crimen de María Marta García Belsunce, partiendo del supuesto de que su marido ha sido el autor o encubridor de aquél. Así como en los “Tres Mosqueteros” Alejandro Dumas nos presenta cuatro personajes centrales y no tres, aquí las cuatro alternativas serán seis y no cuatro, por las razones que pronto habrán de descubrir. A HOMICIDIO COMPULSIVO CON PARTICIPACIÓN DE CÓMPLICES. Los cómplices de Carrascosa pudieron ser Guillermo e Irene Bártoli, o personas ajenas a ellos. Nuevo corte. Este corte es indispensable y de aquí resulta que las alternativas sean seis y no cuatro, ya que según se trate de una u otra de ellas, el inicio de lo que dí en llamar el camino de la muerte será distinto. Recuerden que tanto Carrascosa como los Bártoli declararon que ellos estuvieron juntos en la casa de éstos hasta las 18.50/18.53, es decir, hasta pocos minutos después de producirse a las 18.47 el gol de Independiente. Pero si los Bártoli hubiesen integrado el grupo homicida, el tiempo del camino de la muerte se vería notablemente ampliado, pues la coartada que sitúa a Carrascosa a las 18.50/18.53 en la casa de aquéllos se desmoronaría y permitiría que lo ubicásemos en la puerta de su propia casa a las 18.25/ 18.27.

Page 35: Porfido carreras analisis del caso

35

Esto es así, ya que ante la caída de esa coartada deberíamos retroceder hasta la última hora en que Carrascosa y los Bártoli cuentan con una excusa inexpugnable. Como ustedes recordarán, en la reseña de los hechos que rodearon al crimen comentamos que la tarde del 27 de octubre, Carrascosa, Bártoli y un grupo de personas, se reunieron en la casa de este último para ver el clásico. También dijimos que a las 18.07 terminó el partido de River vs. Boca y poco después, entre las 18.10 y las 18.13 se retiraron de la casa María Marta, que lo hizo en bicicleta y Diego Piazza y Delfina Figueroa que fueron acercados por Bártoli hasta su domicilio. Bártoli debió llevar a Piazza y a su novia y regresar. Si tomamos como hora de la partida de Piazza la más desfavorable para Carrascosa, ese ir y volver de Bártoli pone las agujas del reloj, aproximadamente, a las 18.17. Tres minutos y medio para ir y otros tantos para volver. No se olviden que en esta hipótesis no nos encontramos frente al complot criminal premeditado, sino ante la muerte meramente compulsiva. Por tanto no es dable pensar que Carrascosa e Irene Bártoli estuviesen esperando ansiosos la llegada de Guillermo en la vereda, para subirse a su auto y correr a casa de María Marta para matarla. Esto, necesariamente, nos llevará a sumar el tiempo durante el cual ellos tres decidieron, Dios sabrá por qué y para qué, trasladarse a lo de Carrascosa. ¿Cuánto tiempo pudo llevar ese pequeño cónclave?. ¿Cuánto tiempo pudo llevarle a Irene, que estaba recostada en su cama, alistarse para partir?. Creo que hablar de cuatro o cinco minutos, es un lapso que podrá pecar por breve, pero no por excesivo. Eso nos colocaría, como ya dije, en el umbral de Carrascosa a las 18.25/18.27. ¿18.25 o 18.27? Ya he dicho que en todos los casos en que haya estimado o establecido que un hecho pudo llevarse a cabo entre dos espacios de tiempo, siempre tomaré, para limitar al máximo mi margen de error, aquél que resulte más desfavorable para Carrascosa.

1. LOS COMPLICES FUERON LOS BARTOLI.

Page 36: Porfido carreras analisis del caso

36

Analizaré esta alternativa desde dos ángulos: el de los tiempos y el de la lógica y el sentido común. Hablar de los tiempos nos obliga a distinguir entre dos tiempos distintos. Mis tiempos y los tiempos del fiscal. Según mi versión de cómo pudieron haber sucedido los hechos, el camino de la muerte habría comenzado entre las 18.25 y las 18.27. Para el fiscal, que parte del mismo punto inicial del que parto yo, pero que ubica a Carrascosa en el Club House antes de llegar a su casa, el camino de la muerte, necesariamente, habría comenzado más tarde. Por otra parte, los pasos que a mi juicio recorrieron el camino de la muerte, excluyen tanto el uso de pegamento para el maquillaje de los orificios de bala, como el lavado de las paredes de la planta baja y de la escalera, que sí forman parte de los pasos del fiscal y de la Cámara de Casación. Esto es así porque en el capítulo VIII, al analizar los indicios incriminatorios, demostraré que no se usó pegamento y que Carrascosa y sus eventuales cómplices no lavaron esa tarde las paredes de la planta baja y de la escalera. Por tanto, también en este aspecto, mis tiempos y los tiempos del fiscal son diferentes. Es decir, en ambos supuestos, los tiempos del fiscal son más favorables para Carrascosa y los Bártoli que los míos. Si yo me limitase a alegar como alega un abogado defensor, tomaría para este análisis exclusivamente la versión del fiscal, ya que ella es, en este punto, la más conveniente para Carrascosa. Pero como dije en un comienzo y lo reitero, estoy tratando, junto con ustedes, de indagar la verdad. Por esa razón, meto mis narices en todos los rincones. MI VERSION DE LOS HECHOS El camino de la muerte se habría comenzado a recorrer a las 18.25 y la hora límite de Carrascosa estaría marcada, demasiado ajustadamente, a las 18.57, ya que de ese modo éste contaría con el escaso margen de tres minutos para salir de su casa, subir al auto, partir, dar una vuelta y regresar antes de las 19 cuando fue visto arribar por el vigilador Ortiz, quién se encontraba allí para comunicar personalmente la presencia de la masajista en el country, dado que en la casa de Carrascosa nadie respondía a los llamados de teléfono que hacían desde la guardia.

Page 37: Porfido carreras analisis del caso

37

Debo aclarar que ese encuentro entre Carrascosa y Ortiz se habría producido entre las 18.55 y las 19 pero, por las razones apuntadas precedentemente, he tomado la hora menos favorable para aquél. Son 32 minutos. 32 minutos. ¿Parece un título de Alfred Hitchcock, no?. Ha llegado el momento de tomar nuevamente el bisturí para ir cortando todas y cada una de las capas que necesariamente revistieron el crimen. Después volveremos a dejar a un lado el filoso escalpelo y será otra vez el reloj el que nos permitirá cronometrar los tiempos. El camino de la muerte, según mi versión de los hechos, fue transitado por todos y cada uno de estos pasos:

a) comenzar un diálogo b) elevarse su volumen c) llegarse al climax d) desencadenarse la furia colectiva e) librarse la pelea f) buscar el arma g) dispararle a María Marta h) discutir entre cómplices los pasos a seguir y sus coartadas i) adoptar decisiones j) colocar el cadáver en el piso del baño k) limpiar las manchas de sangre l) lavarse m) cambiarse de ropa n) partir

Como puede verse no he contemplado entre estos pasos ni el maquillaje del cadáver con pegamento ni el lavado de las paredes de la planta baja y del primer piso, que sí serán tenidos en cuenta al contemplar la hipótesis del fiscal. Como María Marta iba a su casa para bañarse antes de recibir a la masajista a las 19, lo más probable es que a las 18.25 ya estuviese en la bañadera. Pero vamos a admitir, ya que también eso es posible, que cuando las visitas llegaron a su casa ella aún no hubiese ingresado al baño. Vamos a admitir también, pues también eso es posible aunque no seguro, que para ese entonces María Marta ya hubiese llenado la bañadera. Hago estas aclaraciones, ya que sí los asesinos la hubiesen sorprendido en el baño, el diálogo y la discusión de la muerte se hubiese tenido que desarrollar entre aguas y jabones, lo que no sólo suena a absurdo, sino que el cadáver de María Marta hubiese estado desnudo y totalmente mojado y, como es sabido, ella fue vista por la masajista, por los médicos, paramédicos, Piazza y los demás asistentes al velorio, vestida con las ropas deportivas que había usado esa misma tarde, humedecidas en parte.

Page 38: Porfido carreras analisis del caso

38

De no haber sido así, a todos los pasos señalados sería necesario adicionar el de secar el cuerpo y vestirlo, del mismo modo que de no haber llenado María Marta la bañadera antes del arribo de las visitas, también habría que sumar ese paso a las tantas acciones que se debieron llevar a cabo al recorrer el camino de la muerte. Piénsese que sólo el llenado de la bañadera insumiría, cuanto menos, 8 minutos. Como podrán observar, trato de actuar con la mayor objetividad posible, sin recoger las piedras que encuentro en el camino para rellenar mis agujeros, ni mucho menos para cascotear al fiscal. Como en esta hipótesis se trata de un crimen grupal y compulsivo –no premeditado- en forma inmediata al arribo del grupo se debió entablar, como es lógico y natural, un diálogo entre María Marta y sus visitas. María Marta, Carrascosa o los Bártoli dijeron una palabra o una frase que desencadenó la discusión y la discusión aumentó de tono. De repente, en forma espontánea, Carrascosa y sus cuñados, al mismo tiempo, se ven dominados por la ira. Patinan sus frenos inhibitorios y todos ellos se transforman, en cuestión de minutos, de pacíficos ciudadanos en feroces y encarnizados criminales que golpean a María Marta. Al comienzo la golpean con sus manos o lanzándole objetos contundentes, como de ordinario sucede en los arrebatos impulsivos. Luego con el atizador, y, finalmente, después de buscar un arma que afortunadamente no se encontraba registrada a nombre de Carrascosa, la matan, disparándole seis balazos, de los cuales cinco penetran en su cabeza y el restante rebota y se pierde, convirtiéndose en el famoso “pituto”. ¿Qué pudo haber desatado esa ira loca y compulsiva? Les pido que se tomen un momento para sentarse y reflexionar. Traten de imaginar la escena. Un grupo de personas se reúne para conversar o para tomar café una lluviosa tarde de domingo. Hagan un esfuerzo y exijan al máximo su imaginación. Si quieren divagar divaguen, si quieren construir hipótesis fantasiosas, constrúyanlas. Ahora, díganme, ¿cuál fue la palabra mágica que desató al león enjaulado, al animal feroz que reposaba oculto dentro de cada uno de los atacantes?. Para que a tres personas que son familiares y amigos de la víctima se les genere espontáneamente una reacción compulsiva y mancomunada que los lleve a saltar sobre ella, golpearla, buscar un arma y dispararle seis tiros en la cabeza, es necesario concluir que se debió tratar de una discusión muy pesada, que excede en mucho las pasiones propias que pudo provocar el resultado del clásico.

Page 39: Porfido carreras analisis del caso

39

Recuerden que el grupo no iba a matar, sino sólo a conversar, tomar café o ver televisión y, por tanto, fue algo que se dijo en esa conversación lo que convirtió a tres personas en tres fieras salvajes que atacan, golpean y no contentos con eso, le pegan seis tiros en la cabeza a quien los contradice o agrede con sus palabras, gestos o miradas. Francamente gozo de una imaginación bastante frondosa, pero en este caso confieso que no logro encender la chispa. ¿Qué pudo haber pasado para que una reunión entre parientes concluyese con un homicidio colectivo?. ¿Les suena poco creíble, no?. Casi los estoy escuchando sugerirme que deje esta alternativa de lado y pase a la segunda hipótesis. Pero daré una vuelta de tuerca para bucear en aguas más turbias y profundas. Es posible que Carrascosa y los Bártoli no hayan concurrido a tomar café y conversar sobre trivialidades. Tal vez fueron a increpar a María Marta por un tema concreto. Pero quede claro que matarla, en esta hipótesis, de modo alguno formaba parte de sus planes. ¿Qué pudo haberlos llevado a hacer un planteo concreto y urgente, cuando sabían que en pocos minutos más la conversación sería interrumpida por la llegada de la masajista?. ¿No era más razonable conversar sin esa limitación temporal después del masaje?. Todo esto indica que la hipótesis que analizamos, es más teórica que real. Atila deja sentir sus aullidos. Pero si bien este crimen producto de la compulsión homicida que desató una palabra o una frase, que sin exagerar he dado en llamar mágica, no luce como probable, nuestra tarea de analistas ceñidos por convicción y decisión a un método científico, nos exige tratarlo dentro de la categoría de los hechos no probables pero posibles. Por eso, pese a todo, trataremos de pescar en la arena. A algunas lenguas filosas hemos escuchado decir que María Marta tenía preferencias sexuales diferentes y que su sobrina, la hija de los Bártoli, no sería ajena a tales preferencias. Entonces la hipótesis de trabajo sería que los Bártoli le plantearon el hecho a María Marta, ella lo admitió sin más y allí a Irene y a Guillermo se les soltó la cadena y la atacaron.

Page 40: Porfido carreras analisis del caso

40

Reitero que todo esto no me resulta convincente y arriesgo a pensar que a ustedes tampoco. La hipótesis de la corrupción sexual no ha sido sostenida, siquiera invocada por el fiscal de la causa, que no ha mostrado reparos de ninguna naturaleza en afirmar cualquier despropósito en su afán de llevarse puesta a “la familia”, como a él le gusta llamarla para individualizar a su objetivo y para darles una pátina mafiosa funcional a sus aventuradas teorías. Creo que ésta es una de las más grandes canalladas que cierta parte de la sociedad argentina lanzó para avivar el fuego y regodearse con versiones perversas, sin advertir que lo único perverso vivía dentro de ellos. Simplemente lo planteo porque el tema ha rodado por las mesas de bridge y en los cócteles del verano y también porque la hipótesis que analizamos requiere de un estímulo demasiado fuerte para desencadenar las acciones que terminaron con la muerte de María Marta. Pero convengamos que no obstante que descarto de plano tamaña felonía, sólo un hecho de proporciones similares, que excediesen en mucho cualquier simple diferendo o controversia, pudo ser capaz de arrojar semejante resultado. Aún así cabría preguntarse cómo se explicaría en este supuesto la reacción del marido, que según la decisión judicial es él y no otro, el autor principal del homicidio. Ya no hablamos de los padres, que ante la confirmación de la existencia de una extraña relación que involucraba a su hija perdieron los frenos inhibitorios –justamente eso que nos distingue de los animales- y en un estado de convulsión lindante con la locura emprendieron a golpes con su hermana, sino de un tío político de la afectada que se contagió de la locura familiar y no dudó en buscar un arma y matar a tiros a su propia mujer. Nuevamente les pido que reflexionen un minuto y que piensen si todo esto les parece probable, o si más bien les suena poco creíble. Pero como debemos concluir con nuestro análisis, vamos a admitir, aún por vía de hipótesis, que tuvo que existir una fuerte discusión que despertó simultáneamente en tres personas una furia incontenible que los llevó a matar a golpes y a tiros a quien era su mujer, hermana y cuñada. No me atrevería a plantear un caso semejante en una obra de ficción, porque no le resultaría creíble a mis lectores. Pero regresemos a las 18.25. El trío que en pocos minutos pasará del papel de pasivos televidentes al de furibundos homicidas, ingresó a la casa. María Marta los escuchó y seguramente sorprendida bajó las escaleras.

Page 41: Porfido carreras analisis del caso

41

Nada impediría, por cierto, que en mérito a la confianza e intimidad que mediaba entre ambos matrimonios, la tertulia se hubiese desarrollado en el dormitorio. Las agujas del reloj continúan avanzando. ¿18.26, 18.27?. Comienza una conversación que en un momento llega a su clímax con el despertar súbito de la violencia colectiva. ¿Cuánto tiempo pudo haber durado ese diálogo?. ¿En 4 o 5 minutos una conversación puede pasar del saludo a la irritación total? Pongamos el cronómetro. Calculemos 4 o 5 minutos. ¿Demasiado poco, no? Habrán sido 10, tal vez 15?. Me inclinaría por una discusión larga, borrascosa, plagada de llantos e insultos, interrupciones, réplicas y contrarréplicas. ¿20, 30 minutos?. Prácticamente la hora de la llegada de la masajista se nos cae encima. Pero a Carrascosa y a los Bártoli todavía les queda mucho por hacer. ¿Cuánto tiempo pudieron demandar la lucha, los golpes de puño, del atizador, la busca del arma y, finalmente, el concierto de disparos?. ¿1 minuto, 2?. Tomen el reloj. ¿Les parece posible?. Sin duda que no. ¿3?. Sin que la muerte de la mujer, hermana y cuñada les haga mella, como si en su vida no hubiesen hecho otra cosa que matar, deliberan frente al cadáver. Las agujas del reloj siguen avanzando. Ellas no se detienen para esperar el resultado de los conciliábulos. Muchas son las cosas para analizar, discutir y decidir:

a) abandonar la escena del crimen y mantenerse juntos, dándose recíproca coartada, o tratar de disimular el homicidio para hacerlo pasar por un accidente doméstico?.

b) de optarse por la segunda de las alternativas expuestas en a), era necesario analizar si resultaba posible disimular seis balazos en una nuca sangrante y cuál era la mejor forma de llevarlo a cabo.

c) cómo conseguir que su maquillaje no fuese descubierto por los médicos que acudirán a revisar el cadáver para expedir posteriormente el certificado de defunción?. Es posible que este obstáculo pensaran superarlo consiguiendo un certificado de favor, pero, como ya se verá, esa variante en ningún momento estuvo en la mira de los asesinos.

d) Qué hacer con la masajista que a esa hora estaba a punto de llegar al country como todos los domingos?. Negarle la entrada con la excusa de que María Marta había sufrido un accidente y que estaban esperando al médico o dejarla pasar, como efectivamente sucedió?. En este caso, cómo se aseguraban de que la mujer

Page 42: Porfido carreras analisis del caso

42

a quien pusieron a hacer tareas de resucitación, no advirtiera los balazos que ellos pretendían ocultar?.

e) Cómo evitar que los médicos diesen intervención a la policía y el fiscal solicitase una autopsia, por tratarse el accidente doméstico de una muerte dudosa?.

f) Cómo limpiar la escena del crimen antes de que ingresase la masajista y los médicos que ellos mismos llamaron para que atendieran a María Marta?.

g) Cómo huir antes de que llegase la masajista, sin ser vistos por ningún vecino?.

A esa altura de los acontecimientos también era necesario que ellos tuviesen la certeza de un hecho imposible de controlar. Que nadie hubiese visto el auto de Carrascosa estacionado frente a su casa, ya que con él se hubiese delatado la presencia de éste antes de las 19, que es la hora en que él dice que llegó a su domicilio y así lo abona el vigilador Ortiz que en ese momento se encontraba en la puerta de aquél. Alguien podrá decir que tal auto no existió, porque Carrascosa y sus cuñados fueron caminando desde la casa de éstos. No olvidemos que ellos no fueron a matar, sino simplemente a conversar de bueyes perdidos o, en el peor de los supuestos, a pedir explicaciones o a discutir un hecho concreto. En ese caso no se explicaría que hayan hecho caminando bajo la lluvia el trayecto que habitualmente hacían en automóvil. Por otra parte, de haber sido así, debería tenerse presente que el cálculo de tiempo de traslado efectuado más arriba, que situaba a los asesinos llegando a casa de María Marta a las 18.25, debería ser incrementado en diez minutos, lo que entonces nos llevaría a las 18.35 y reduciría notablemente el ya reducido lapso para reunirse, discutir, golpear, matar, deliberar, limpiar y huir. Como esa reducción de tiempo excluye totalmente la posibilidad de esta alternativa, para poder continuar con su desarrollo y agotar así todas las posibilidades fácticas, partiremos del presupuesto de que asumieron el riesgo comentado y tuvieron la fortuna de que ningún vecino ni vigilador advirtiese el automóvil de Carrascosa, lo que es francamente difícil. Atila mueve la cola.

¿Cuántos minutos puede haber demandado el análisis, discusión y decisión de cada uno de estos items?. Piensen por un segundo que no se trata de personas como nosotros, que tratan el tema con serenidad y con asepsia de cirujanos en el living de su casa o en la mesa de un bar. Se trata de tres personas que no fueron allí para matar, pero que algo los exaltó al mismo momento y terminaron matando a la mujer, hermana y cuñada.

Page 43: Porfido carreras analisis del caso

43

El cadáver ensangrentado yace frente a ellos o a escasa distancia, si tuvieron el buen gusto de deliberar en otro ambiente. Un cadáver que aún los mira, con unos ojos que ya no pueden ver. Destaco esto, porque es fácil analizar una acción de guerra o la decisión del comandante de un avión o de un barco, sentado en el sillón de un escritorio, lejos de las balas o de la tormenta. Debemos suponer que tres personas que no son asesinos profesionales y que acaban de matar a un pariente cercano, a quien no tenían pensado eliminar minutos antes, hablan, razonan y deciden, bajo la influencia de un estado emocional muy particular. El que sostenga lo contrario, o es un asesino experto y sabe por propia experiencia que nada de eso lo altera ni lo inmuta, en cuyo caso esa persona no nos sirve para medir la reacción de tres neófitos, o es alguien que deja que los prejuicios o la mala fe primen sobre su sentido común, en cuyo caso tampoco nos sirve para medir la reacción de nadie. Volvamos ahora al implacable cronómetro. Hablar de diez o de quince minutos, en esas circunstancias ¿parece demasiado para analizar, discutir y decidir todos y cada uno de los siete puntos señalados más arriba?. Pareciera, sí, que es demasiado. Demasiado poco, por cierto. Pero dejémoslo ahí y tomemos el lapso más breve de 10 minutos. Siento el agudo silbato del guarda. Detengamos por un momento la marcha. Más arriba dijimos que Carrascosa debió partir de su casa a las 18.57 para regresar a las 19 y encontrarse cara a cara con el vigilador Ortiz. Tomando en todos los casos los tiempos mínimos calculados, ya han transcurrido 34 minutos desde que se comenzó a recorrer el camino de la muerte hasta el instante en que sonó el silbato. Esto significaría 2 minutos más del lapso con que contaba Carrascosa si el camino de la muerte se hubiese comenzado a recorrer a las 18.25 y 4 minutos más si aquél hubiese tenido comienzo a las 18.27. Suena la campana. Tiempo cumplido, habría gritado con su voz inconfundible Augusto Bonardo. ¿Pero Carrascosa está en condiciones de partir o aún le quedan en su mochila tareas pendientes?. Del cuerpo de María Marta, según relatan los primeros testigos que vieron su cadáver, manaba sangre. Carrascosa, necesariamente, tuvo que mancharse. Se manchó, eso es indudable. Entones al terminar su tarea tuvo que lavarse y cambiar sus ropas para mostrarse impoluto frente a su coartada, el vigilador Ortiz.

Page 44: Porfido carreras analisis del caso

44

Un aspecto no menor. Debió vestirse con ropa idéntica a la que vestía, para no llamar con ese detalle la atención de quienes habían estado con él hasta poco tiempo antes. Las agujas del reloj, implacables, siguen avanzando. ¿Cuánto tiempo le llevó a Carrascosa lavarse y cambiarse?. Cuatro, cinco minutos?. Carrascosa no sólo cuenta con dos modelos de cada prenda, sino que se lava y se viste con la velocidad de Fégoli, aquel personaje que cambiaba su atuendo en pleno escenario, sólo con el tiempo que le tomaba pasar a toda carrera por detrás de un pequeño biombo. Pero nosotros sólo le daremos 3. El cronómetro, por favor. Atila se ríe. El no necesita de asistencia técnica. Sabe que 3 más 2 son 5 y que 3 más 4 son 7. Pero si todo lo dicho hasta aquí muestra a esta variante como imposible, lo que diremos en los párrafos siguientes se ocupará de confirmarlo y reafirmarlo. Todavía quedan muchas cosas por hacer antes de que a las 19.06 arribe la masajista. Las agujas del reloj, implacables, continúan avanzando. Los Bártoli trasladan el cadáver de María Marta a la bañadera, la mojan y la colocan en el piso del baño. En este caso debemos descontar que la bañadera ya estaba llena al momento de comenzarse el diálogo fatal, ya que de lo contrario, los tiempos serían aún mayores. ¿2 minutos?. Las agujas del reloj, implacables, continúan avanzando. Pero aún faltan lavar las manchas de sangre. ¿Cuánto tiempo pudo insumir esa tarea?. Si sólo se tratara de lavar las manchas que se encontraban en los alrededores del baño, podríamos hablar de cinco o seis minutos. El vigilador que se apersonó a la casa de Carrascosa para avisar acerca de la presencia de la masajista en la puerta del Carmel, informó a la guardia que en el lugar había un solo automóvil (el de María Marta), hasta que llegó Carrascosa con el suyo. Por tanto los Bártoli, con sangre en sus ropas y en sus manos, debieron salir de la casa de María Marta caminando por las calles del country y llegar en ese estado hasta la

Page 45: Porfido carreras analisis del caso

45

propia, corriendo el riesgo de ser vistos por los vecinos, por su empleada doméstica o por sus propios hijos. Es cierto que ellos pudieron lavarse. Pero resulta difícil que además se hubiesen podido cambiar, ya que como en esta hipótesis no iban a cometer un crimen, que luego devino en compulsivo, no es dable pensar que ellos llevasen una muda a cuestas cuando hacían visitas por el country. ¿Cuánto tiempo les pudo haber llevado lavarse después de haber manipulado y trasladado el cadáver?. A ellos también les daremos el Fégoli de oro. 3 minutos. Los Bártoli, con sus ropas bordadas en rojo, parten de la escena del crimen caminando por las calles del Carmel. ¿Les resulta creíble la escena?. Por cierto que no, pero en la hipótesis que manejamos tuvo que ser así. Atila aulla. He vuelto, por segunda vez, a cronometrar los pasos del camino de la muerte. Las campanas repican con todo su vigor. Los agudos silbatos del guarda las acompañan. ¿Qué sucede? ¿Por qué tanta algarabía? Porque las agujas del reloj, implacables, han marcado las 19.09. ¿Y porqué ese hecho hizo tronar al viento las campanas?. Porque a las 19, cuando Carrascosa autorizó el ingreso de Michelini, a sus cómplices aún les quedaban tareas por hacer. Más concretamente, les quedaban 9 minutos para concluir su cometido y partir. ¿Les parece lógico semejante disparate?. ¿No corría acaso el riesgo de que unos y otros se dieren de narices en la escena del crimen?. La masajista Michelini ingresó al Carmel entre las 18.58 y las 19 y recorrió en 6 minutos el trayecto que va de la guardia a la casa de Carrascosa, lo que la ubica a aquélla en la casa de éste entre las 19.04 y 19.06. Michelini, necesariamente, hubiese tenido que encontrar a los Bártoli chapoteando entre la sangre.

Page 46: Porfido carreras analisis del caso

46

Pero si bien este hecho demuestra la no factibilidad de la hipótesis que estamos analizando, lo que diré a continuación la confirma y reafirma. A las 19.07, según una prueba irrefutable, cierta y no controvertida, más aún, es la prueba de hierro de la Cámara que condenó a cadena perpetua a Carrascosa, éste llamó por teléfono a OSDE solicitando el envío de una ambulancia para atender a María Marta. Sí, leyeron bien. Después de golpearla y matarla de cinco balazos en la cabeza, los asesinos llamaron a la ambulancia. Pongámonos de acuerdo, señores jueces. ¿La mataron o llamaron a la ambulancia? Esto es una suerte de oximoron mental. Pero la Cámara no se amilanó frente al oximoron mental y sostuvo que Carrascosa primero mató a su mujer y después solicitó auxilio médico. Pero lo interesante del caso es que Carrascosa habría llamado a la ambulancia cuando sus cómplices aún no habían terminado de lavar las manchas de sangre. Les voy a pedir un favor. Relean al menos dos veces el párrafo anterior. Atila aúlla con dos bocas trepado en la punta de un árbol. Si bien este solo hecho reafirma la inviabilidad de la hipótesis que analizamos y nos llevaría a descartarla de plano, avanzaré unos pasos más con el único propósito de dejar acreditado que ella no sólo fue imposible, sino que fue absolutamente imposible, si existiese esa categoría superlativa en el campo de las imposibilidades. Tal vez algunos lectores no confíen en la precisión de mis cronómetros y piensen que los tiempos calculados pudieron ser distintos. A ellos les voy a pedir un segundo favor. Tengan por no leído lo escrito en los párrafos precedentes con relación a minutos y segundos y limítense exclusivamente a prestar atención a lo que expondré a continuación. Dejaré de lado el reloj y daré paso a la lógica y al sentido común. Para que Carrascosa hubiese podido salir de su casa a las 18.57 para regresar a las 19 y así encontrarse con el vigilador Ortiz, sería menester que a aquél se le hubiesen conferido poderes sobrenaturales. En efecto, Carrascosa debió calcular la hora exacta en que la guardia, ante la falta de respuesta a los llamados telefónicos que estaba realizando para comunicar la presencia de Michelini en la entrada del country, enviaría a un vigilador para informar personalmente ese hecho y calcular también cuánto tiempo tardaría éste en hacerse presente desde el lugar donde se encontrase, ya que Ortiz no partió con su carrito Melex desde la puerta del Carmel, sino desde un sitio muy próximo a la casa de María Marta, que por cierto Carrascosa ignoraba.

Administrador
Resaltado
Administrador
Resaltado
Page 47: Porfido carreras analisis del caso

47

Sólo a través de esos cálculos, que hubiesen requerido de ayuda sobrenatural, Carrascosa podría haber conocido a qué hora el vigilador llegaría a su casa y de ese modo saber con exactitud el momento en el cual él debía dejar la escena del crimen, para luego regresar y encontrarse con aquél y hacerse así de la coartada que lo ubicaba a las 19 ingresando a su domicilio. Creo que de haber sido así, no nos enfrentaríamos ante un marido que mató compulsivamente a su mujer, sino lisa y llanamente ante el mago Fumanchú. Atila aúlla más fuerte. Dije en su momento que este libro tendría el estilo propio de un alegato, pero en rigor de verdad no lo es. Aquí estoy analizando los hechos en forma imparcial y objetiva, lo que por cierto no les sucede a los abogados cuando arriman agua para el molino de su cliente. Sí se tratase de un alegato no agregaría una sola palabra más, ya que ha quedado totalmente demostrado que la alternativa del homicidio compulsivo con la participación de los Bártoli, es total y absolutamente inviable y es de pésima técnica decir más de lo imprescindible, Pero como mi propósito es investigar el caso en profundidad, dejaré de lado las técnicas profesionales y continuaré trabajando con el bisturí. Además de su poca probabilidad fáctica y de su imposible materialización en el tiempo, la hipótesis que analizamos se torna mucho menos creíble por otras razones. Para solaz de los lectores los dejaré descansar por un rato de minutos y segundos, aunque les doy la mala noticia de que más adelante volveré, brevemente, a sacar mi reloj. De haberse desarrollado los hechos en la forma expuesta en esta variante, los Bártoli, necesariamente, debieron sumar al secreto y al pacto de silencio a su hijo Francisco, aquél que declaró que veía de a ratos el partido Independiente vs. Central, pero que se hizo vivo en el living después de las 18.47 cuando se produjo el gol de los diablos rojos. Imaginemos el diálogo. Mirá Francisco, se nos soltó la cadena y junto con el gordo la matamos a balazos a tu tía María Marta. Son cosas que pasan, viste. La muy hija de puta reconoció sin ningún pudor ni vergüenza que andaba detrás de tu hermana. Creo que se nos fue la mano, no sé, tampoco podíamos dejar que las cosas quedasen así, viste. Pero vos tranquilo mi amor que está todo bien y papi y mami te quieren mucho. Ah, una cosa, nosotros vamos a decir que estábamos en casa viendo el partido y vos nos hacés la gamba, dale Fran. Esto no es serio y mucho menos creíble. Pero de haber sido Guillermo e Irene Bártoli los colaboradores de Carrascosa o lisa y llanamente los coautores de su asesinato, ese diálogo, o uno más truculento aún, debió de existir. Pero eso no es todo.

Administrador
Resaltado
Administrador
Resaltado
Page 48: Porfido carreras analisis del caso

48

Además del diálogo de ciencia ficción también hubiese sido necesario que el leal Fran, sin que se le moviese un solo músculo, haya pronunciado una frase más o menos como la siguiente: Ta bien ma, no hay tema, declaro lo que ustedes quieran, ok. Este disparate, esta locura total, no la hemos visto ni en las peores películas cómicas y grotescas de la peor etapa del cine nacional o extranjero. Y después Francisco fue al velorio, lloró junto a sus abuelos, declaró como sus padres se lo pidieron, se cayó la boca durante siete años, jamás se quebró, ni terminó internado en un psiquiátrico. Por favor, no deliren con teorías mafiosas. Toto Rinna u otros chicos de Palermo o de Corleone, tal vez hubiesen podido bancar una situación de ese calibre. Sinceramente no lo sé. Pero ellos y sus padres y los padres de sus padres se criaron, educaron y vivieron dentro de otra cultura, la cultura de la omertá. Francisco Bártoli se crió y educó dentro de la burbuja de un barrio cerrado. Pero todo lo dicho hasta ahora: la escasa posibilidad de que haya podido darse el diálogo que desató la ira colectiva; la evidente falta de tiempo para recorrer el camino de la muerte; la marcha de los Bártoli teñidos de rojo caminando bajo la lluvia por las calles del Carmel; los poderes sobrenaturales de Carrascosa para adivinar la hora en la que llegaría a su casa el vigilador Ortiz y el absurdo pacto mafioso con el hijo adolescente, quedará empalidecido frente a lo que sucedió minutos más tarde. Recordemos que la primera decisión que tuvieron que tomar Carrascosa y los Bártoli fue la de mandarse a mudar dejando a María Marta muerta a balazos y mantenerse juntos brindándose coartadas recíprocas, a las que se sumaría gustoso el joven Francisco y dejar que la factura del crimen se cargase en la cuenta inagotable de la inseguridad en el conurbano bonaerense o, por el contrario, tomar el camino más difícil de quedarse en el lugar del hecho, corriendo el riesgo de ser descubiertos con las manos en la masa cuando intentaban simular un inofensivo accidente en la bañadera. Entre dos posibilidades ellos optaron, contra toda lógica y razón, por la menos conveniente. Pero bueno, bien o mal, en la hipótesis que ahora estamos analizando, eso sería lo que ellos habrían decidido. Entonces ahora veamos lo que hicieron los Bártoli y Carrascosa y ponderemos si ello es congruente y compatible con los hechos que hemos expuesto en el desarrollo de esta primera alternativa.

Administrador
Resaltado
Administrador
Resaltado
Page 49: Porfido carreras analisis del caso

49

Si al diálogo que imaginamos entre los Bártoli y su hijo Francisco lo calificamos de ciencia ficción, lo que viene a continuación nos transportará al mundo más complejo de la psiquiatría. En vez de ser consecuentes con el escenario montado por ellos y jugarse a que todos comprasen el discurso del accidente doméstico, realizaron todos y cada uno de estos actos:

a) dejaron entrar al country a la masajista, a quien fácilmente le podrían haber explicado que María Marta había muerto en la bañadera y que estaban esperando la llegada de la familia, con lo cual se la sacaban de encima sin que siquiera pasase la guardia.

b) llamaron a dos ambulancias por falta de una, para que tratasen de salvar la vida de un muerto, con el riesgo de que los médicos advirtiesen, como también hubiese podido advertir Michelini mientras le hacía a María Marta respiración boca a boca, la existencia de los balazos que ellos mismos querían ocultar

c) hicieron un verdadero rally buscando médicos por el country y a falta de médicos lo llevaron a Piazza, estudiante avanzado de medicina, quien también se sumó a las tareas de rehabilitación.

Y ellos no temieron que dos médicos, dos paramédicos, una kinesióloga y un estudiante de medicina, pudiesen advertir que estaban ante un crimen?. La respuesta lógica no se hace esperar y es sí. Atila mueve la cola. Sólo el realismo mágico, el Macondo vernáculo, puede representarse la escena del asesino llamando a la ambulancia mientras sus cómplices, manchados en sangre, aún estaban enmascarando el homicidio como un accidente doméstico. Sólo el realismo mágico, el Macondo vernáculo, puede representarse la escena de los cómplices buscando médicos y cuasi médicos para llevarlos a la escena del crimen, donde acababan de enmascarar seis balazos como un golpe contra la ducha. Para ser justo con el fiscal y los jueces, debo decir que según su versión de los hechos Carrascosa y los Bártoli taparon los orificios de bala con la “gotita”. Entonces la escena de Carrascosa llamando a los médicos podría desprenderse de un “reclame” filmado en color sepia: ¡Ellos usaron “la gotita” y saben sin temor a error que “la gotita” es infalible! diría en off una cautivante y sensual voz femenina, seguida por una cortina musical de Michael Jackson. Creo que nadie, absolutamente nadie, puede pensar que los hechos se desarrollaron de forma tan disparatada y carente de racionalidad como la que aquí se ha expuesto.

Administrador
Resaltado
Page 50: Porfido carreras analisis del caso

50

El fiscal, la Cámara y sus fieles seguidores, piensan que llamar a la ambulancia y buscar médicos por el Carmel, no fue otra cosa que circo, puro circo de Carrascosa y los Bártoli para disimular su condición de asesinos. Más adelante volveremos sobre este punto, pero les pido que piensen si ese circo no era de alto riesgo para los supuestos asesinos. Si más que la carpa de un circo, no están comenzando a vislumbrar las rejas de un manicomio. Un último punto. María Marta fue asesinada de cinco balazos provenientes de un revólver calibre 32. Como nadie ignora, la tenencia de armas de fuego no registradas está prohibida por la ley y su uso en una eventual legítima defensa, ocasionaría serios inconvenientes a su tenedor. Por tanto, lo lógico y razonable es que si Carrascosa era el legítimo tenedor de esa arma, ésta estuviese registrada en el RENAR. Pero ni Carrascosa ni Bártoli tenían registrada a su nombre un arma de ese calibre. ¿Fue nuevamente la buena suerte, esa que anda en yunta con los disparates, la que salvó a los cuñados?. ¿O lisa y llanamente ellos no tenían un arma como la que se empleó para asesinar a María Marta?. Ha quedado demostrado una, dos, tres y más veces que la hipótesis que analizamos es total y absolutamente inviable. Para decirlo más gráficamente: inviable al cubo. Insisto, aún para aquellos que hayan mirado con desdén mi precioso reloj, esta hipótesis carece de asidero desde el punto de vista de la lógica y del sentido común.

LA VERSION DEL FISCAL Todo lo dicho hasta acá es de acuerdo a los tiempos que se desprenden de mi versión de los hechos, según la cual Carrascosa y los Bártoli fueron directamente desde la casa de éstos a la de aquél, llegando al lugar del crimen a las 18.25. Pero según la versión de Molina Pico, Carrascosa no hizo ese traslado en forma directa, sino que previamente pasó por el Club House. Parece obvio destacar que si los plazos calculados en mi versión tornan inviable esta alternativa comenzando el camino de la muerte a las 18.25, mucho más inviable resultará dentro de los tiempos más reducidos del fiscal.

Page 51: Porfido carreras analisis del caso

51

No obstante quiero poner a los seguidores del fiscal y a los fieles devotos de la doctrina del pensamiento generalizado, frente a las consecuencias de adoptar su propia hipótesis. Para ser sincero y dejar de lado toda hipocresía, confesaré que quiero meterles la cabeza debajo del agua. Tal vez para limpiárselas de prejuicios, tal vez tan sólo para fastidiarlos. Coincido con Molina Pico que Carrascosa dejó la casa de Bártoli después de terminado el partido de River vs. Boca, que concluyó a las 18.07, lo que nos llevaría a las 18.11/ 18.14 como hora presuntiva de su partida, ya que Piazza se retiró con su novia entre las 18.10 y 18.13, mientras aquél todavía permanecía en el lugar. Antes de llegar a su casa, siempre según la versión de Molina Pico, Carrascosa habría pasado por el Club House. Allí conversó con la encargada del lugar, tomó un café y un limoncello y luego fumó un cigarrillo. La encargada del bar declaró y el fiscal le cree, que Carrascosa estuvo en la sede social entre 15 y 30 minutos. Luego Carrascosa tuvo que dirigirse a su casa y en ese supuesto el encuentro con los Bártoli se habría producido al llegar a aquélla. Si por el contrario primero pasó por la de éstos para buscarlos, este paso insumiría un tiempo mayor, ya que habría que computar el lapso que le llevó a Carrascosa regresar a lo de Bártoli, más el que le llevó la necesaria conversación con sus cuñados en la que acordaron ir a la casa de aquél. Suena un silbato. Si Carrascosa se hubiese encontrado con los Bártoli en su propia casa, se impondría una pregunta: ¿Cómo llegaron los Bártoli hasta la casa de Carrascosa?. El vigilador que se apersonó a la casa de Carrascosa para avisar acerca de la presencia de la masajista en la puerta del Carmel, informó a la guardia que en el lugar había un solo automóvil (el de María Marta), hasta que llegó Carrascosa con el suyo. Esto necesariamente nos llevaría de la mano a una de estas tres alternativas:

a) fueron caminando bajo la lluvia b) los llevó un tercero c) los llevó Carrascosa

Teniendo en cuenta que en la hipótesis que estamos analizando, crimen compulsivo, los Bártoli iban a ver a María Marta para conversar pero no para matarla, carece de toda razonabilidad que hayan hecho el recorrido caminando bajo la lluvia. Si hubiesen sido llevados por un tercero, lo que tampoco parece razonable, dado que ellos contaban con dos automóviles y además en ese caso carecerían de movilidad al

Page 52: Porfido carreras analisis del caso

52

momento de regresar, ese tercero habría sido testigo de un hecho negado por los Bártoli, como lo fue su concurrencia a la casa de María Marta antes de las 19 y habría guardado un silencio cómplice durante siete años. Si bien ese hecho de por sí es difícil, mucho más lo es si se tiene en cuenta que durante el lapso de un mes la muerte de María Marta fue tenida por todos como un accidente doméstico. Por tanto no parece lógico ni razonable que los Bároli hubiesen pedido en ese momento el silencio cómplice del tercero, ni tampoco que éste a lo largo de ese tiempo no hubiese comentado en rueda de amigos o en el propio velorio de María Marta, que a la hora aproximada en que se habría producido el accidente doméstico, él había llevado a los Bártoli a la casa de aquélla. De lo que no cabe duda, es que aquéllos no podían saber si su benévolo transportador había comentado o no la existencia del traslado con terceros y por tanto corrieron un serio riesgo al ocultar ese hecho. Por estas razones me inclino por la última de las alternativas enunciadas: los llevó Carrascosa. Veamos ahora cuáles serían los tiempos del fiscal. Carrascosa partió de lo de Bártoli a las 18.11. El recorrido de lo de Bártoli al Club House demanda 6 minutos. Carrascosa permaneció allí entre 15 y 30 minutos. Tomaré el plazo menor: 15 minutos. Ya son las 18.32. A esa hora debemos adicionarle 6 minutos para regresar a lo de Bártoli, los 4 minutos ya calculados para conversar entre ellos, acordar trasladarse a lo de Carrascosa y preparase para partir y los otros 3 minutos que demanda llegar hasta la casa de este último. Son las 18.45. Como el hecho de que los Bártoli hayan ido caminando bajo la lluvia o llevados por un tercero luce como poco probable pero no imposible, también tendré en cuenta la alternativa de que Carrascosa haya ido directamente del club house a su casa. Atila, impaciente, mueve la cola. En este caso él habría llegado a las 18.34, como también lo calculó alguna vez el juez de garantías cuando creyó que Carrascosa había estado en el Club House, aunque después y muy fundadamente dejó de creerlo. Para facilitarle el tema al lector, que a esta altura debe estar empachado de números, sintetizaré lo dicho en dos palabras:

a) De acuerdo a mis cálculos, Carrascosa y los Bártoli llegaron juntos a la casa de aquél a las 18.25.

b) De acuerdo a los cálculos del fiscal, Carrascosa habría llegado a su casa a las 18.34, si los Bártoli hubiesen ido por su cuenta, sea caminando bajo la lluvia o llevados por el socio del silencio, o a las 18.45, si los Bártoli hubiesen sido llevados por el propio Carrascosa después de pasar por el club house, como sería más razonable.

Page 53: Porfido carreras analisis del caso

53

Hasta aquí la cosa sería fácil y bastaría con adicionar a la hora en que de acuerdo a mí versión de los hechos Los Bártoli concluyeron con sus tareas de ocultamiento, las 19.09, 9 minutos o 20 minutos, según sea la alternativa que se tome entre las dos mencionadas en el punto b). Pero no se trata sólo de esa simple operación aritmética. Según la hipótesis del fiscal y de la Cámara, además de los pasos que yo tuve en cuenta y que ubican a las 19.09 a los Bártoli aún en la casa de Carrascosa, éste y sus cómplices habrían desplegado otras actividades, como maquillar el cadáver con la “gotita” y lavar las manchas de sangre de la planta baja y de la escalera, cuyos tiempos es necesario calcular y sumar. Antes de continuar, una pregunta. Alguno de ustedes sabía o era capaz de suponer que con la “gotita” se puede tapar un orificio de bala?. Sin duda que no. Porqué entonces tendrían que saberlo Carrascosa y los Bártoli?. Porque el fiscal así lo decidió y punto. No olviden que la doctrina del pensamiento generalizado, que por cierto incluyó dentro de su combo a la “gotita”, goza de la categoría de los primeros principios y éstos no requieren de demostración. Ya solos en la casa de María Marta, Irene y Bártoli buscan “la gotita”, la colocan en cada uno de los cinco orificios y mantienen firme su borde externo hasta que quede pegado. Luego limpian el resto de la superficie y raspan las partes salientes. ¿Cuánto tiempo insumió esta tarea de maquillaje?. ¿Cinco minutos, diez?. Como siempre tomaré el plazo menor. 5 minutos. Según la hipótesis del fiscal y los jueces, las manchas de sangre ya comentadas de la planta baja y de la escalera fueron lavadas por los asesinos de María Marta y sus encubridores. ¿Cuánto tiempo les llevó lavar esas manchas?. En ningún caso menos de 15 o 20 minutos. Por tanto a mis tiempos, el fiscal debe sumarles como mínimo, 20 minutos ( 5 de la “gotita” y 15 del lavado). Pero como él no inicia el camino de la muerte como yo a las 18.25, sino a las 18.34 o 18.45, los Bártoli, a las 19.29 como mínimo o a las 19.40 cómo máximo, aún se encontrarían lavando sangre en casa de Carrascosa en presencia de la masajista y de los médicos.

Page 54: Porfido carreras analisis del caso

54

Recuerden que la ambulancia de OSDE llegó al Carmel a las 19.24. ¿Se habrá escuchado alguna vez un despropósito mayor?. Puede ser, posiblemente sí, ya que en materia de despropósitos nuestro país no se ha caracterizado por mostrarse demasiado ahorrativo. Pero convengamos también que para superar el que nos ocupa, habría que haber hecho un esfuerzo encomiable. Si las campanas repicaron y los silbatos se hicieron sentir con poca clemencia para nuestros oídos, ahora, el bullicio, sería francamente ensordecedor. Quiero ser claro. Reitero que, a mi juicio, no existió ni “gotita” ni el lavado de pisos en la planta baja y en la escalera. Pero para los que desechen nuestro punto de vista y se sumen al del fiscal, sea porque sus argumentos les resultan más convincentes que los míos, sea porque ese discurso es afín al pensamiento generalizado del que no quieren o no pueden psicológicamente desprenderse, algo les está vedado: sumar papas con manzanas. En otras palabras, o se suben a mi bote o navegan en el de Molina Pico. Lo que de modo alguno pueden hacer, es bogar unos metros en uno y otros metros en otro, para armar así el rompecabezas a gusto y paladar, sin ningún rigor científico ni coherencia lógica y rompiendo los principios de contradicción y del tercer excluido. En este caso deberán comprar, envasada al vacío o envuelta en papel de estraza, la versión del fiscal, con sus tiempos más largos y menos favorables que los míos. Por esa razón y con el propósito de evitar el quiebre del orden lógico permitiendo que se tomen simultáneamente caminos distintos, es que ponderé los tiempos a la luz de ambas hipótesis. La cola de Atila flamea como pluma al viento. 2. LOS COMPLICES ERAN AJENOS Si los cómplices de Carrascosa hubiesen sido personas ajenas, es decir, cualquier otra que no fuesen los Bártoli, el inicio temporal del camino de la muerte se habría producido entre las 18.53 y las 18.56. Ello es así, porque si los Bártoli fueron ajenos al asesinato de su hermana y cuñada, no sería razonable suponer que le brindarían a Carrascosa una falsa coartada, situándolo como lo situaron en su propia casa hasta momentos después del gol de Independiente.

Page 55: Porfido carreras analisis del caso

55

Si la hermana de la víctima fue ajena a su asesinato y éste se causó por un arrebato del marido, no existe ningún motivo atendible y lógico para que ella y su marido amparasen a Carrascosa. Por tanto, teniendo en cuenta que el gol de Independiente se produjo a las 18.47, Carrascosa recién pudo dejar lo de Bártoli entre las 18.50 y las 18.53. Si le sumamos el tiempo del trayecto, nos encontramos con que Carrascosa estaría llegando a su casa entre las 18.53 y las 18.56. Como se trata de la hipótesis del crimen no premeditado, Carrascosa debió encontrar a sus futuros cómplices en la calle y llevarlos a su casa para tomar un café o simplemente para conversar o, tal vez, éstos ya estaban sentados en el living hablando con María Marta cuando él arribó. En homenaje a la brevedad y para compensar de alguna manera las extensas consideraciones vertidas en el apartado anterior, sólo me limitaré a decir, como verdad de Perogrullo, que si situando el inicio del camino de la muerte a las 18.25 los tiempos se mostraron insuficientes para dar cabida a todos y cada uno de los pasos que este homicidio requiere, mucho más insuficiente serían si a ese lapso le retaceásemos 28 minutos. Atila, sentado en un rincón, mueve su cola hacia uno y otro lado. La mueve muy lenta y pausadamente, como se mueve el péndulo de un reloj. Creo que he podido demostrar acabadamente que la primera de las hipótesis planteadas, crimen no premeditado con participación de dos o más personas, es total y absolutamente inviable. Inviable al cubo. Atila, astuto, me mira y sonríe. Claro, yo hablo en forma triunfal después de haber volteado sólo dos de las seis alternativas posibles. ¿Y las otras cuatro?. Ahora nos ocuparemos de ellas. Así como comencé por analizar el supuesto del homicidio compulsivo con participación de cómplices, continuaré la exposición desde el ángulo opuesto.

B HOMICIDIO PREMEDITADO SIN PARTICIPACIÓN DE CÓMPLICES.

Page 56: Porfido carreras analisis del caso

56

Ya hemos visto a lo largo del desarrollo del punto anterior, todas las dificultades e inconvenientes que hubiese habido que vencer para asesinar a María Marta en su casa dentro de un lapso de tiempo más que reducido. Como en esta hipótesis Carrascosa no contaría con la coparticipación de los Bártoli, es necesario situar el comienzo del camino de la muerte a la misma hora en que lo fijamos en la segunda de las alternativas del punto anterior, es decir, entre las 18.53/18.56. y, por tanto, todo tuvo que transcurrir en el breve lapso de 4 minutos en la variante más desfavorable para Carrascosa. En esta hipótesis no hay conversación previa, discusión, palabras mágicas que despierten la ira, deliberación de los pasos a seguir, etc. Como se trató de un crimen premeditado, aquí Carrascosa se limitó a entrar, acercarse a su mujer que estaba a punto de entrar en la bañadera, golpearla y dispararle los seis balazos. Pero aún recortando el tiempo que hubiese demandado la ejecución de las tareas excluidas, las restantes hubiesen insumido holgadamente el escaso y limitado margen de 4 minutos, sea que se tomen los pasos según mi versión de los hechos o según la versión del fiscal, que por cierto es más compleja, ya que ella incluye la colocación del pegamento y el lavado de paredes, hechos éstos que, por sí solos y tomados separadamente, requieren de un tiempo mayor que los 4 minutos fijados. Suenan al viento las campanas, pues Carrascosa, mientras con una mano preparaba la escena del falso accidente, con la otra llamaba a la ambulancia de OSDE. Atila, aún encadenado, es difícil de contener. Si bien con lo expuesto es más que suficiente para descartar esta hipótesis, me siento tentado de hacer un pequeño comentario. Como María Marta esperaba a su masajista a las 19, a las 18.53 o ya se encontraba bañada y cambiada o aún estaba en la bañadera. El detalle no es menor, ya que María Marta fue vista por la masajista, por Diego Piazza, por los médicos, los paramédicos y los concurrentes al velorio, con las mismas ropas deportivas que ella había usado esa tarde para jugar al tenis. Por tanto es necesario que hubiese sucedido una de estas dos cosas:

a) el crimen se produjo antes de las 18.53, con lo cual esta alternativa quedaría eliminada

b) después de matarla, Carrascosa se tomó el innecesario trabajo de vestir a su mujer, ya que para simular un accidente doméstico en la bañadera poco importaba que se encontrase vestida o desnuda.

De haberse dado el absurdo e ilógico supuesto previsto en b), a los tiempos calculados habría que adicionarle el que hubiese demandado secar y vestir el cadáver, tarea difícil si las hay, que en ningún caso le insumiría menos de 5 minutos a un experto funebrero.

Administrador
Resaltado
Page 57: Porfido carreras analisis del caso

57

Es importante aclarar que lo dicho precedentemente resulta aplicable a todas las hipótesis que excluyen la participación de los Bártoli y que por tanto sitúan el inicio del camino de la muerte a las 18.53. Atila aúlla recostado en el piso. Pero a esta altura del relato yo también he decidido sumarme a la task force de los asesinos. Hemos decido matarla. No se porqué, como tampoco jamás lo supieron ni el fiscal, ni los jueces, ni los militantes del pensamiento generalizado. Si matar a María Marta esa tarde de domingo y dentro de su casa aparejaba todas las limitaciones apuntadas que no podían ser desconocidas por Carrascosa, no sólo porque él tuvo que planear el homicidio y ponderar los pasos que debería ejecutar después de la muerte de su mujer, sino porque él sabía que su hora límite estaba dada por la llegada de la masajista a las 19, qué extraña razón pudo llevarlo para elegir ese día, ese momento y ese lugar para cometer el crimen?. Les vuelvo a pedir una vez más que se sienten y piensen. A ustedes, si alguna vez se les ocurriese matar a su mujer o a su marido –y quiera Dios que nunca se les ocurra- y si después de analizar las distintas alternativas clásicas, como el veneno, la caída del balcón, el golpe en la bañadera, y no continuaré con otras para no alimentar la imaginación de los lectores con novedosas e interesantes variantes, eligiesen, como aquí se eligió para matar, el disparo de un arma de fuego, hubiesen matado a su marido o a su mujer en su propia casa?. Y de ser así ¿hubiesen tratado de maquillar al cadáver y tratar de vender el homicidio como un accidente doméstico?. Si responden que sí, merecen que sus mujeres o sus maridos, según el caso, sean los autores del homicidio. Creo que ni ustedes, ni yo, ni nadie, cometería semejante despropósito. Y si nosotros no cometeríamos ese despropósito, qué nos permite suponer que Carrascosa sí lo cometería?. ¿Acaso demostró a lo largo de estos siete años o a lo largo de su trabajo en la “city” o en la práctica de un juego complejo como es el bridge, ser un minusválido mental?. A continuación y sólo como ejemplo, sugiero dos alternativas:

1. ALTERNATIVA CON USO DE ARMA DE FUEGO

Administrador
Resaltado
Page 58: Porfido carreras analisis del caso

58

Hubiese llevado a mi mujer a pasear por los alrededores del Carmel. Con la excusa de un ruido en el auto, hubiese detenido la marcha en un descampado y descendido. Mientras ella observaba plácidamente el paisaje, me hubiese colocado mis guantes de cuero, tomado el revólver, acercado a su ventanilla y después de pedirle con una sonrisa en mis labios que la bajase, le hubiese disparado tres tiros directos a la cabeza. Luego hubiese hecho un disparo a la ventanilla del conductor y otro a la ventanilla trasera del lado izquierdo, efectuados a través de la ventanilla junto a la cual se encontraba mi mujer. Hubiese subido nuevamente al automóvil, después de quitarme por cierto los guantes y partido raudo al hospital de Pilar, en el “intento de salvar la vida de mi mujer”. En el trayecto, en un lugar previamente elegido, pues se trata de un crimen premeditado, hubiese arrojado el arma y en otro lugar igualmente escogido, los guantes. Después hubiese disparado dos tiros al aire, con un arma registrada a mi nombre. La versión sería simple. Se nos cruzó un Falcón gris, detuvimos la marcha y nos pidieron nuestras billeteras y relojes. Mi mujer abrió su cartera y en ese momento el hombre, de unos treinta, treinta y cinco años, vestido con jean y camisa azul, de estatura mediana, ni demasiado alto ni demasiado bajo, de ojos oscuros y de pelo tal vez castaño, lo que no pude precisar bien ya que llevaba puesto un cap negro, le disparó a quemarropa tres balazos y también me disparó a mí. Llevado más por el pánico que por mi propia voluntad, puse primera y escapé. El auto de los delincuentes nos siguió y cuando los ví acercarse tomé mi pistola de la guantera y disparé un par de tiros en dirección a su parabrisas, pero ignoro si dí en el blanco. Al coche lo perdí, porque mi cuatro por cuatro era más veloz que el viejo Falcón de los delincuentes. Alguno se estará preguntando porqué en mi falsa versión de los hechos disparé un arma de fuego. Pese al uso de guantes, el disparo de un arma puede arrojar residuos de pólvora en la piel, ante todo en las partes no cubiertas por el guante, como por ejemplo en los antebrazos, en las muñecas, etc., que podrían ser detectados por la prueba de parafina.

Page 59: Porfido carreras analisis del caso

59

En este caso, de practicarse esa pericia y encontrarse huellas de pólvora en mi piel, estas podrían ser atribuidas a los disparos que dije haber efectuado con mi propia arma. La violencia en el conurbano cobra otra víctima, hubiesen dicho los titulares de los diarios.

2. ALTERNATIVA SIN USO DE ARMA DE FUEGO Los Carrascosa no tenían compromisos laborales y gozaban de una posición económica desahogada. Nada les impedía hacer un viaje al Brasil o a los lagos del sur. De hecho iban con cierta frecuencia a Junín de los Andes, al lago Quillén y le alquilaban a Mario Lussich la “casita del lago”. Pocas veces he visto, enclavado en la cordillera, casi en el límite con Chile, un lugar más bonito. Pocas veces he visto un lugar más desolado. Allí, donde las bajas temperaturas del agua aseguran una sobrevida de escasos minutos, un accidente de pesca es una fatalidad que el juez de Rahue sabría comprender. Señores, teniendo al alcance de la mano alternativas diversas, con y sin viaje de turismo ¿a quién se le hubiese ocurrido balear a su mujer dentro de su casa y después, en vez de huir y dejar el cadáver para cargarlo en la cuenta de la inseguridad en el conurbano bonaerense, quedarse en el lugar del hecho y ponerse a llamar a médicos, paramédicos, cuasi médicos, masajistas, policías y fiscales?. Qué asesino al verse acorralado, como sin duda se tuvo que ver Carrascosa cuando advirtió que las falsedades del certificado de defunción tornaban indispensable una autopsia, en vez de presentarse ante el fiscal y solicitarla, como efectivamente lo hizo, no hubiese echado mano al recurso de disponer la cremación del cadáver con la excusa del trasladar sus restos a orillas del Quillén, alegando que ese era el más íntimo deseo de María Marta y partido al sur con la urna, llevando las cenizas salidas del horno crematorio en sus rodillas?. Tal vez el fiscal hubiese gritado: ¡tongo!. Tal vez no lo hubiese gritado demasiado alto, para no evidenciar sus errores.

Page 60: Porfido carreras analisis del caso

60

No olviden que para ese entonces a María Marta se la tenía por muerta en la bañadera y aún no se había practicado la autopsia y mucho menos instalado en la prensa y en la opinión pública la idea del crimen. Si alguien hubiese revuelto el avispero, las avispas, enfurecidas, hubiesen clavado sus feos aguijones. Pero ninguna de esas picaduras, hubiese pasado de un ligero malestar. Esa cremación hubiese convertido al crimen en el crimen perfecto.

C HOMICIDIO PREMEDITADO CON PARTICIPACIÓN DE COMPLICES. Como ya lo expuse al tratar la alternativa del homicidio compulsivo con la participación de cómplices, debemos analizar dos supuestos:

1. que los cómplices hayan sido los Bártoli 2. que los cómplices hayan sido otras personas.

1. COMPLICES AJENOS Ya he dicho en el punto A. que si los cómplices de Carrascosa hubiesen sido personas ajenas, es decir, cualquier otra que no sean los Bártoli, el inicio temporal del camino de la muerte sería necesario situarlo entre las 18.53 y 18.57 y el plazo límite del homicidio siempre se fijaría, como en los anteriores supuestos, a las 18.57. Es decir, 3 minutos antes de la llegada del vigilador, pues ese es el tiempo calculado para que Carrascosa dejase su casa, diese una vuelta y luego regresase. Aquí también, como en el punto B, los tiempos se acortan y podría suponerse que al actuar en equipo Carrascosa se limitó a matar a su mujer y partir, dejando a sus cómplices las tareas de colocación del cadáver, lavado, etc. En ese caso sus cómplices no sólo hubiesen podido contar con los 4 minutos que transcurrieron desde la llegada a la casa de María Marta a las 18.53 y la partida de Carrascosa a las 18.57, sino también con los 3 minutos que le dimos a Carrascosa para salir y volver a las 19 y con los 6 minutos que transcurrieron hasta la llegada de Michelini. Total: 13 minutos. Teniendo en cuenta que debieron dejar el lugar antes de que llegase Michelini, a esos 13 minutos sería necesario restarle, cuanto menos, uno. Entrar a la casa, ir directamente al baño o al dormitorio y sin más dispararle a María Marta, puede haber demandado 1 minuto, tal vez algo menos.

Page 61: Porfido carreras analisis del caso

61

Por tanto Carrascosa entró, mató y partió, encomendando a sus colaboradores la ejecución de las tareas posteriores. Los tiempos mínimos ya estimados en A para armar la escena del accidente doméstico y lavar las manchas de sangre, excluyendo las de las paredes de la planta inferior y de la escalera, son los mismos: 7 minutos. Por último, los cómplices debieron lavarse y cambiarse, ya que no es dable suponer que saldrían ensangrentados caminando por las calles del country. Si hubiesen actuado rápido, pues todo estaba dentro de sus cálculos, lavarse y cambiarse pudo haberles insumido 3 minutos, como mínimo. Sumemos. 11 minutos. ¡Eureka! Sobra 1 minuto. Pero no se trata de medir tiempos como si se tratase del horario del tren. Piensen que a las 19, cuando Carrascosa dio la autorización para que la masajista Michelini ingresase al country, sólo habían transcurrido 7 minutos desde el inicio del camino de la muerte. Por más que Carrascosa fuese un tiempista que tenía previamente cronometrado cada paso, no podía ignorar dos cosas:

a) que cuando él a las 19 autorizó el ingreso de Michelini, aún sus cómplices, actuando dentro de los plazos fríamente calculados, no habían concluido con sus tareas

b) que así como no podía tener la certeza de que sus cómplices concluyeran las tareas en los 4 minutos restantes, tampoco podía saber sí Michelini tardaría en llegar a su casa 6 minutos, como efectivamente tardó, o sólo 4 y, en este caso, la probabilidad de que aquélla y sus cómplices se dieran de narices, era total.

Pero debo recordar lo dicho en el punto B. en el sentido de que todo indicaría que a las 18.53 María Marta o bien ya se encontraba bañada y cambiada o aún estaba en la bañadera o cambiándose. En ese caso a todos los tiempos ya calculados se les debería adicionar el de secarla y colocarle la ropa deportiva que ella había usado esa tarde para jugar al tenis, que estimé en 5 minutos. ¿Qué sentido podría tener esta tarea, si para simular un accidente en la bañadera daba los mismo que la “accidentada” estuviese vestida o desnuda?. Si sumamos los 5 minutos que como mínimo habría demandado secar y vestir a un cadáver, el encuentro entre Michelini y los cómplices era ineludible.

Page 62: Porfido carreras analisis del caso

62

Si a las tareas realizadas se les agrega la del lavado de paredes y la de la colocación de la gotita, tal como sostiene el fiscal, a ese tiempo mínimo de 11 minutos se le deberían adicionar como mínimo otros 20, lo que nos llevaría a las 19.26, o a las 19.31 si se acepta que María Marta fue secada y vestida por sus asesinos. La campana, poco piadosa, se estaría haciendo sentir. No sólo Michelini hubiese sorprendido a los cómplices de Carrascosa armando la falsa escena del accidente, sino que éste habría llamado a OSDE para pedir una ambulancia cuando aquéllos aún manipulaban el cadáver. Más aún, en esta hipótesis es probable que Gauvry Gordon y su paramédico, que llegaron al Carmel a las 19.24, también se hubiesen topado cara a cara con los cómplices. Convengamos que tal vez, como en las comedias de enredos, mientras unos entraban por la puerta los otros salían por la ventana. ¿Pero pudo Carrascosa calcular el tiempo que tardaría en llegar la ambulancia y el que insumirían las tareas del armado del falso accidente, como para lograr que sus cómplices y el médico se cruzasen por segundos?. ¿No era acaso más sensato demorar el llamado a OSDE?. ¿No era acaso más sensato planificar el homicidio de su mujer otro día, a otra hora y en otro lugar, como ya lo analicé en el punto anterior?. ¿No era acaso más sensato que contando con cómplices que ejecutasen las tareas posteriores a la muerte, Carrascosa se mantuviese alejado de la escena del homicidio y con una sólida coartada a su favor?. Otra hipótesis inviable al cubo y destruida por Atila con el más débil de sus soplidos. . 2. LOS COMPLICES FUERON LOS BÁRTOLI. Este es el primero de los supuestos en que matar a María Marta y ejecutar todos y cada uno de los pasos siguientes, se pudo llevar a cabo dentro del lapso establecido como camino de la muerte. Es decir que Carrascosa y sus cuñados, actuando en conjunto y con la premeditada intención de asesinar a María Marta, contaron con el tiempo necesario para matar, maquillar, lavar y huir. Esto es así, porque ahora estamos ante un crimen premeditado, donde ciertos pasos no serían necesarios y otros requerirían de un menor tiempo de ejecución. Por otra parte, en este supuesto el camino de la muerte pudo haber comenzado a las 18.21, ya que en ese caso es necesario restar a los tiempos estimados en la hipótesis del

Page 63: Porfido carreras analisis del caso

63

homicidio compulsivo, los 4 minutos que allí calculamos para que Carrascosa y los Bártoli, una vez que éste regresó a su casa después de llevar a Piazza y a su novia, acordasen ir a visitar a María Marta e Irene, que estaba en la cama, se alistase para partir. Pero si bien esta hipótesis cuenta en su beneficio con su posibilidad fáctica, suma en su perjuicio las razones ya comentadas al tratar el supuesto de la participación de los Bártoli en el crimen no premeditado y las expresadas al analizar el supuesto del homicidio premeditado sin participación de cómplices. A modo de síntesis, les recuerdo que allí se comenta el absurdo pero necesario diálogo entre los Bártoli y su hijo Francisco, a quien deberían sumar como socio de su delito; la contradicción entre sus tareas de encubrimiento y el llamado a los médicos y a Diego Piazza para que atendiesen a su víctima; las ventajas evidentes de dejar pasar el homicidio de María Marta como un crimen producto de la inseguridad bonaerense, en vez de tratar de mascararlo como un accidente; el despropósito de elegir como lugar del homicidio el domicilio de la víctima, en vez de materializarlo en un descampado o simular un accidente de pesca en los lagos del sur. Por cierto que no cansaré al lector reproduciendo todos y cada uno de los argumentos vertidos en ambos puntos, ya que sí alguien los quiere refrescar bastará con que relea las páginas que anteceden. Atila sopla y sopla, cada vez con más energía.

D HOMICIDIO COMPULSIVO SIN PARTICIPACION DE COMPLICES. Aquí, como en las demás alternativas en las que no han participado los Bártoli, el camino de la muerte recién pudo haber tenido comienzo después del gol de Independiente y en ese caso ya hemos situado a Carrascosa llegando a su casa entre las 18.53 y las 18.56, horarios éstos que el lector, a esta altura del relato, maneja con la misma precisión que un jefe de estación el horario de sus trenes. Tampoco parece necesario reiterar porqué su plazo límite lo fijamos a las 18.57, y por tanto Carrascosa sólo hubiese contado, en la variante de máxima, con 4 minutos para matar y llevar a cabo por sí solo todos y cada uno de los pasos posteriores a la muerte, lo cual, como ya se ha demostrado, es impracticable. Pero, para agotar todas las posibilidades, me propongo explorar una alternativa diferente.

Page 64: Porfido carreras analisis del caso

64

Carrascosa, que declaró que después de salir de lo de Bártoli pasó por la casa de Taylor para interesarse por el resultado de un torneo de Golf, dijo la verdad y llegó a su casa como él afirma a las 19, junto con el vigilador Ortiz. Recordemos que Ortiz le dice que está allí pues nadie contesta el teléfono y que en la puerta del country se encuentra esperando Beatriz Michelini, la masajista. Carrascosa autoriza su ingreso, comentándole que es probable que su mujer no haya escuchado los llamados porque se estaba bañando e ingresa a su casa. Los 6 minutos que transcurren entre ese momento y la llegada de Michelini están ahora bajo mi lupa, elemento éste que se ha agregado al reloj y al escalpelo. Recordemos que no estamos ante la hipótesis del homicidio premeditado, en la cual Carrascosa entraba, subía, mataba y todos los pasos posteriores ya habían sido planificados con anterioridad. Aquí, necesariamente, los pasos son más lentos. Pero a diferencia de lo ocurrido en las otras alternativas, donde Carrascosa tenía su plazo límite para concluir con las tareas posteriores a la muerte antes de las 19, ya que debía salir para luego regresar al mismo tiempo que Ortiz, aquí esa limitación de tiempo no existe. Tampoco ahora tiene el problema de que Michelini lo sorprenda manipulando el cuerpo de María Marta, pues él explicará lo que siempre explicó. Que encontró a María Marta caída con medio cuerpo sobre la bañadera, que la sacó del agua y trató de reanimarla. Tampoco necesitará lavarse y cambiarse. Tampoco se necesitarán conciliábulos para analizar y decidir los pasos a seguir. En suma, sus tiempos post crimen serán menores. El camino de la muerte toma un atajo. Mi abuelita italiana lo llamaría la “scorciatoia”. Habíamos dejado a Carrascosa entrando a su casa. Silbando contento comienza a subir las escaleras. María Marta está arriba. El teléfono había sonado y sonado en forma incesante. Era la guardia para avisar que había llegado Michelini, a quien ella, todos los domingos, esperaba a las 19. Pero María Marta dejó que el teléfono sonase sin atenderlo. Si se tratase de una obra de cine, la cámara se congelaría en la imagen del teléfono que suena y suena. Imagino, no sé porqué, un teléfono blanco y antiguo, como aquéllos que caracterizaron a los films italianos de la época mussoliniana.

Administrador
Resaltado
Page 65: Porfido carreras analisis del caso

65

También había llenado la bañadera, pero tampoco se bañó, como lo evidencia el hecho de que Michelini, Piazza, los médicos y sus paramédicos, como así también los familiares y amigos que concurrieron al velorio, la vieron vestida con las ropas deportivas que había usado esa tarde para jugar al tenis. Entonces la pregunta del millón o, mejor dicho, las preguntas del millón, serían: ¿Por qué María Marta no atendió el teléfono?. ¿Por qué María Marta después de llenar la bañadera no se bañó?. ¿Qué hizo o dijo María Marta que despertó la ira incontrolable de su marido, quien pasó, sin solución de continuidad, del alegre silbido al homicidio calificado por el vínculo?. Por cierto que ni yo ni nadie lo sabe y es por eso que para poder avanzar en el análisis de esta alternativa, me veré obligado a recurrir a mi imaginación, como a veces debo hacerlo al escribir cuentos o novelas policiales. María Marta no se bañó ni atendió el teléfono, porqué una apasionada conversación la mantuvo atrapada de cuerpo y alma. Una palabra se sucedió a la otra de manera constante y frenética. Ese diálogo caliente le impidió escuchar a su marido que entraba a la casa y subía la escalera. Cuando los pasos fuertes de Carrascosa se hicieron sentir, ya era tarde. Lo dicho, dicho estaba y el abrupto corte de la conversación fue insuficiente para remediar lo irremediable. Los que a esta altura del relato sospechan de un diálogo cargado de reproches o plagado de palabras cariñosas, que de una u otra manera ponían en blanco sobre negro una relación irregular, no se llevarán el Perry Mason de oro. Sí, fueron esas palabras las que desataron la ira de Carrascosa, quien se abalanzó sobre su mujer, la golpeó con sus manos, le pegó con el atizador y después de buscar y tomar su revólver le disparó el tambor completo. Ortiz lo había visto entrar, así que aquí, la fácil alternativa de huir y cargar el asesinato a la cuenta de la inseguridad del conurbano bonaerense, no tenía lugar. Sus caminos eran dos. Declarar que encontró a su mujer muerta a balazos y entonces sí pasarle la muerte a la violencia cotidiana o intentar simular un accidente doméstico. Optó y optó mal, por el accidente doméstico.

Administrador
Resaltado
Page 66: Porfido carreras analisis del caso

66

Cómo disimular los orificios sangrantes?. Como yo descarto el uso de pegamento, no tengo otra alternativa que pensar que Carrascosa se haya jugado y en ese caso convengamos que no se jugó nada mal, aunque sí con una audacia sin límites, a que nadie advirtiese los seis balazos en la cabeza de su mujer. Luego la mojó en la bañadera, la puso en el piso del baño y, cuando llegó Michelini, la dejó a ésta haciendo tareas de rehabilitación. Porqué llamó a médicos, paramédicos y estudiantes de medicina?. No, él no los llamó. Unos fueron llamados o traídos por su cuñada Irene Bártoli, ajena por cierto al homicidio, y el otro llamado lo hizo Carrascosa a pedido de Michelini, pedido al que él no podía negarse sin regar el ambiente de sospechas. Ahora analicemos la historia de ficción con el mismo rigor que hemos analizado las demás alternativas. Primero los tiempos. Cuánto tiempo puede haber necesitado Carrascosa para llegar al convencimiento de que su mujer lo engañaba?. Tal vez muy poco, pues en este caso no podemos descartar que el hombre ya tuviese sus sospechas. En consecuencia, estaríamos hablando de 30 segundos, a lo sumo de un minuto. Cuánto tiempo insumió la agresión. Sin duda primero fue verbal, después vinieron los golpes y, más tarde, más allá de toda razón, los seis balazos. 4 o 5 minutos?. Sí, eso es factible. Luego, acomodar la escena para simular el accidente doméstico puede haber llevado otro par de minutos. En la hipótesis del fiscal, según la cual se usó pegamento y se lavaron las paredes del piso inferior y de la pared de la escalera, es más que evidente que el tiempo, una vez más, se muestra mezquino y más que mezquino insuficiente. En mi hipótesis, sin el lavado de la sangre que se encontraba en los alrededores del baño y en las paredes, ni uso de pegamento, Carrascosa pudo recorrer el camino de la muerte mientras que Michelini llegaba a la escena del crimen. Más allá de la reacción que el diálogo apasionado pueda haber desatado en Carrascosa, hay que tener presente que él sabía que Michelini estaba llegando a su casa y que era factible que ella ya estuviese en la puerta cuando el rompía el silencio de la tarde-noche con el estruendo de sus balazos.

Page 67: Porfido carreras analisis del caso

67

Michelini tardó seis minutos en llegar, pero Carrascosa no sabía si los seis minutos serían cinco o cuatro y tampoco tenía un cronómetro en la mano que le fuera indicando el lapso ya transcurrido y el tiempo sobrante para llegar a su indeterminable plazo final. Si Carrascosa fuere un hombre violento al que la ira lo cegase como ciega a ciertos animales, nada de eso lo hubiese contenido. Si, por el contrario, se tratase de un hombre relativamente normal, la inmediata llegada de Michelini lo hubiese inhibido de matar a tiro limpio a su mujer, con tan escaso margen de tiempo. Tampoco un hombre relativamente normal, hubiese matado a su mujer de cinco balazos y tratado de simular ese homicidio como un accidente doméstico. Pero no podemos descartar que Carrascosa haya actuado en estado de emoción violenta, donde se pierde el control de los frenos inhibitorios y, en ese caso, hablar de cómo hubiese actuado un hombre relativamente normal es un verdadero sin sentido. Pero no obstante todo eso, mi propia invención literaria me genera algunas dudas. A lo largo de estos siete años en los que el fiscal y la prensa han escarbado en la vida de María Marta, nada, absolutamente nada, ha arrojado indicios de relaciones paralelas. Si María Marta no atendía el teléfono cuando la llamaban de la guardia, necesariamente hablaba por su celular. La policía y el fiscal han controlado, como es de rigor, las llamadas entrantes y salientes del celular de María Marta. Cualquier llamada realizada o recibida en el umbral de su muerte, hubiese caído bajo la lupa y de allí a descubrir la existencia de una relación extramatrimonial, apenas había un solo paso. De haber sido así, esa relación habría rodado por la acusación del fiscal y por los medios, ya que con ella hubiesen tenido lo que tanto buscaron y nunca encontraron: el motivo del crimen. Por tanto, descarto el teléfono celular y por las mismas razones el de la casa. Si descartamos los teléfonos, mi versión novelesca se desploma. Alguien entusiasmado con la posibilidad de un excitante romance como condimento del caso, podría pensar que el diálogo que desencadenó la ira de Carrascosa no fue telefónico, sino bis a bis. Esto significaría suponer que María Marta y su amante conversaban en el piso superior, mientras el marido, con pasos pesados, subía la escalera. Entonces qué sucedió?.

Page 68: Porfido carreras analisis del caso

68

Mientras Carrascosa escuchaba el diálogo prohibido, ellos escuchaban a Carrascosa remontando escalón por escalón. En ese momento el amante, convertido en un moderno Romeo, salta por la ventana, mientras ella, librada a su propio destino, salta del amor a la muerte (como todo esto es un disparate, le he dado el tono de las antiguas radionovelas de la tarde). ¿Es creíble que María Marta tuviese una cita en su propia casa, dentro de un country donde todo se ve y se sabe y se registran las entradas y las salidas de las visitas?. ¿Es creíble que esa cita se diese en un momento y dentro de un horario dentro del cual era lógico y esperable que llegase su marido, como efectivamente sucedió?. ¿Es creíble que esa cita se diese a la misma hora en que estaba llegando la masajista y mientras el teléfono sonaba y sonaba sin cesar, sin duda para comunicar su presencia?. ¿Es creíble que esa cita se haya concertado y concretado en el escaso tiempo que medió entre que ella llenó la bañadera y la hora en que debería llegar Michelini?. La respuesta es categórica. No, no es creíble. Ningún escritor mínimamente serio, diseñaría esa escena del crimen. Pero siguen las preguntas: Si el amante era del country y se reunían en sus casas ¿nadie nunca sospechó ni comentó nada de esa relación tan indiscreta?. Si el amante era una persona ajena al country ¿quién autorizó su entrada?. ¿Podía acaso ignorar el amante que Carrascosa era el asesino?. Sin duda que no, del mismo modo que Carrascosa no podía ignorar que aquél era el único testigo de su homicidio, no sólo por una deducción elemental de los hechos, sino porque entre el balcón y el césped del jardín, necesariamente escuchó los disparos. Hablamos de emoción violenta y de la pérdida de los frenos inhibitorios. Hablamos de eso para explicar porqué la proximidad del arribo de Michelini no lo detuvo a Carrascosa en su impulsivo accionar. Pero ahora tenemos que Carrascosa no sólo estaba constreñido en su accionar por Michelini, que avanzaba por las calles del country, sino que sabiendo que él quedaría en manos del amante de su mujer, igual siguió adelante sin reparos ni temores. Pareciera que estamos pasando de la emoción violenta a la demencia total. Pero continuemos.

Page 69: Porfido carreras analisis del caso

69

Durante el largo lapso en que la muerte de María Marta fue facturada y comprada como un accidente doméstico ¿el amante permaneció callado brindándole así impunidad al marido asesino?. ¿Le hubiese resultado difícil tirar la piedra y esconder la mano, enviando un anónimo en el que hablase de los disparos y del homicidio y así instaba al fiscal a realizar una autopsia?. Les ruego una vez más que se sienten y piensen si toda esta historia, que es fruto exclusivo de mi imaginación y que no se apoya en un solo hecho que la sostenga, les merece alguna credibilidad. Para aquellos que han comprado mi absurda historia, una última reflexión. Si Carrascosa sabía que su vida o más precisamente su honra pública y su libertad estaban en manos de un testigo que lo podía delatar o extorsionar en cualquier momento, porqué no dispuso la cremación del cadáver de su mujer, única forma de ponerse al socaire de amenazas y temores, máxime cuando el certificado de defunción extendido por el médico de Casa Sierra, habilitaba ese procedimiento?. Pensar que le dio el cuero para matar a su mujer, para matarla mientras la masajista le pisaba los talones, para matarla mientras el amante saltaba por la ventana, pero que tuvo reparos para cremarla, cuando con esa cremación y sólo con esa cremación aseguraba su tambaleante impunidad, creo que es una seria y grave incoherencia. Si para evitar la autopsia Carrascosa necesitaba de un certificado de defunción como el que le dio Casa Sierra, es decir, que consignase que la muerte se debió a un paro cardiorrespiratorio no traumático ¿es razonable pensar que aquél no haya intentado personalmente obtener ese certificado, sea de favor o pagando por él, en vez de dejar ese tema librado a la suerte en manos de Bártoli y de Taylor?. Si Carrascosa la mató ¿es razonable pensar que cuando le sometieron a su consideración el tema del “pituto”, se desentendiese de él con un desganado dejar hacer, en vez de apoderarse de la bala, en este caso su bala, la prueba de su homicidio y guardarla, para después, sin testigos a la vista, hacerla desaparecer definitivamente?. Descarto de plano la historia del romance. La conversación telefónica no existió, eso es indudable. La variante de Romeo saltando por el balcón, se contradice con la actuación posterior de Carrascosa, quien no podía ignorar que un testigo de cargo lo acechaba desde las sombras o desde la vereda de enfrente. Las posibilidades fácticas de que María Marta hubiese recibido a su amante en su casa dentro de un horario en el que era habitual que llegase su marido y cuando la masajista estaba ad portam, son casi nulas.

Page 70: Porfido carreras analisis del caso

70

La falta de toda sospecha o siquiera comentario en el sentido de que María Marta mantenía una relación irregular, más allá de los rumores jamás probados de sus relaciones con otra mujer, contribuyen, a mi juicio, para voltear la variante romántica. Pero aún para los que sigan creyendo en mi construcción artificial o para quienes piensen que la ira de Carrascosa se desató por una discusión con su mujer por la causa que fuese, es necesario aclarar que sólo nos encontramos ante la posibilidad de que el hecho haya sucedido, pero de modo alguno ello significa que efectivamente sucedió. En otras palabras, no hay una sola prueba que así lo confirme. Más bien, por el contrario, creo haber arrimado distintos argumentos que permiten pensar que la hipótesis de homicidio tratada en este punto también debe ser descartada. E CONCLUSIÓN Y COMENTARIO FINAL Dije que sólo hay dos formas de cometer un homicidio: compulsiva y premeditada. También dije que en cualquiera de esas dos variantes el asesino pudo actuar solo o asistido por cómplices. Respecto del caso concreto en análisis, aclaré que esos cómplices pudieron ser los Bártoli o personas ajenas a ellos. En los puntos precedentes tratamos las seis hipótesis comentadas y ellas fueron vistas tanto desde mi versión de los hechos como desde la versión del fiscal. En todos los casos las conclusiones a las que he arribado han llevado a descartar que Carlos Carrascosa haya sido el autor material del homicidio de su mujer. Un cometario final. Para el cálculo de los tiempos que pudo haber insumido cada uno de los pasos recorridos en el transcurso del camino de la muerte en las seis alternativas analizadas, después de haber ponderado una alternativa de máxima y otra de mínima, siempre elegí, finalmente, la alternativa de mínima. Del mismo modo partí de la hora u horas en que Carrascosa pudo comenzar a recorrer ese camino de acuerdo a mi versión de los hechos, que en todos los casos fue la más desfavorable para él y después destaqué cuál hubiese sido el resultado, tomando las hipótesis sostenidas por el fiscal. No se me escapa que al tratarse de estimaciones y pese a la prudencia y razonabilidad con que las he tomado, podría sostenerse que esos datos no tienen la fuerza de una pericia técnica o de una demostración científica. Es cierto, no la tienen. No obstante quiero decir que en algunos supuestos, como lavado de paredes, lavado de pisos, colocación de ropa a un cuerpo inerte, lavado y cambiado,

Page 71: Porfido carreras analisis del caso

71

o maquillaje de lastimaduras con el uso de la gotita, hice experiencias con animales, con personas y con los pisos y paredes de un galpón. Los tiempos de mis trabajos prácticos fueron mayores que los estimados a lo largo de este capítulo, tal como se desprende del siguiente cuadro comparativo: TRABAJOS PRACTICOS TIEMPOS CONSIGNADOS a) lavado de pisos 9 5 b) lavado de paredes 29 15 c) colocación de ropa 12 5 d) pegamento 20 5 e) lavarse y cambiarse 4 3 Habrán podido comprobar que al estimar los tiempos, he reducido los de los trabajos prácticos a la mitad, cuando no a la cuarta parte. Ello es así pues no soy una persona particularmente habilidosa para esos menesteres. Sólo he reducido en un 25 por ciento el tiempo de la tarea de lavarse y cambiarse, porque eso es algo que puedo hacer con relativa velocidad. En esas tareas fui asistido por dos personas a quienes Dios ha dotado de otros atributos, pero que igual que yo también llegaron tarde al reparto de habilidades manuales. De todos modos, deben tener presente que mis experiencias han sido realizadas sin la carga del peso de un homicidio sobre mis espaldas y sin la angustia de pensar en una puerta que se abre y me enfrenta con una kinesióloga o con un médico, mientras estoy con las manos en la masa. El fiscal y la Cámara insisten en que todos los pasos que conforman el camino de la muerte han sido realizados en equipo y con una distribución perfecta de tareas. De esa manera suponen que los tiempos les serán menos hostiles. Como toda construcción artificial y de escritorio, peca al bajar a la arena de la realidad. Si uno lava el piso mientras otro coloca la gotita, no necesariamente los tiempos se estiran, ya que el lavado del piso demandará el triple de tiempo cuando es encarado por una sola persona y no por tres. Por otra parte, hay actividades que no se pueden llevar a cabo en simultáneo, como colocar la “gotita” y vestir el cadáver o mantener la pelea y la discusión que generó la pelea. Si los enamorados del pensamiento generalizado quieren lanzarse sobre el cálculo estimativo de mis tiempos, para regatearme minutos así como se regatean los precios en el mercado de Londres, allá en ciudad de Méjico, estoy dispuestos a cederles

Page 72: Porfido carreras analisis del caso

72

generosamente todos los que quieran, así como a los turistas les rebajan los precios en el mercado, pero con la misma condición: que me compren el producto. Por eso les pido que si desean reducir alguno de mis tiempos, redúzcanlos, no me opongo, pero por favor comiencen por restarlos de los muchos minutos y segundos que generosamente cedí. En el caso más crítico, la participación de los Bártoli, calculé que ellos y Carrascosa pudieron llegar a la casa de éste entre las 18.25 y 18.27 y luego tomé el primero. Si de regatear se trata, allí van 2 minutos. El vigilador Ortiz llegó a casa de Carrascosa entre las 18.55 y las 19. Yo tomé las 19 y partí de ese punto para calcular la hora en que luego, seis minutos más tarde, lo hizo Michelini. Reduzcan esos otros 5 minutos y ya van 7. Con estos 7 minutos a mi favor, discutan todos los tiempos que quieran, que mis plazos totales serán inconmovibles. En la versión del fiscal, Carrascosa, después de salir de lo de Bártoli y antes de llegar a su casa, pasó por el club house. Según los testigos que avalan ese hecho, aquél permaneció allí entre 15 y 30 minutos. Tomé 15 y cedí los otros 15. Allí van esos 15 minutos. Todo indica, siempre dentro de la versión del fiscal, que Carrascosa antes de ir a su casa debió pasar a buscar a los Bártoli. En su momento no computamos ese lapso de 14 minutos. Como 15 y 14 son 29, reduzcan ese lapso a los tiempos previstos para recorrer el camino de la muerte en la versión del fiscal. Con los 7 y 29 minutos que para cada una de las versiones de los hechos me he guardado en el bolsillo, estoy en condiciones de soportar el más duro regateo y hacer amplios e interesantes descuentos. Pero reitero, a riesgo de pecar por insistente. Para los que por una u otra razón consideren que los pasos del camino de la muerte se hayan podido abreviar aún más y tampoco les resulten suficientes los 7 y 29 minutos que les acabo de conceder. Para los que por una u otra razón piensen que las discusiones o el lavado de manchas de sangre, los conciliábulos o la colocación del cuerpo en la bañadera, se hayan podido ejecutar en lapsos menores. Para los que por una u otra razón, en definitiva, no crean en la utilidad de mis cronómetros, les bastará aplicar su buena lógica y su sentido común y así también arribarán a la conclusión de que se deben descartar las seis alternativas de homicidio analizadas precedentemente y que han tenido por autor al marido de la víctima.

Page 73: Porfido carreras analisis del caso

73

Como pedir es fácil, les ruego que relean este capítulo en las partes donde se dan los argumentos de orden lógico que nos llevan a descartar la hipótesis de Carrascosa como asesino de su mujer.

Page 74: Porfido carreras analisis del caso

74

CAPITULO VIII EL PESO DE LOS INDICIOS Creo que con lo dicho en el capítulo anterior, ha quedado demostrado que no existe una sola prueba que permita concluir que Carrascosa haya sido el asesino de su mujer. Más aún, se han aportado elementos de convicción y formulado argumentos que demuestran su inocencia. No obstante puede ser que algún lector todavía se sienta aguijoneado por las espinas de la duda. Y yo le preguntaría ¿porqué piensa usted que Carrascosa puede ser culpable del delito por el cual se lo condenó? Adelanto su respuesta, la estoy escuchando. Usted cree que Carrascosa es culpable, por el tufillo creado por el armonioso cúmulo de indicios incriminatorios que comentamos en el capítulo II. Allí dijimos: “Cinco balazos, un certificado de defunción falso, el intento de cremar a María Marta, obstaculizar la llegada de la policía, limpiar las manchas de sangre, cerrar las heridas con la “gotita”, tirar una bala por el inodoro, eran demasiados indicios para evitar que la prensa y la sociedad se formasen la idea de que se trataba de un homicidio en el cual la familia de la víctima, por una u otra razón, estaba seriamente comprometida”. Fueron esos indicios los que llevaron a la Cámara y a la opinión pública a condenar a Carrascosa. Cuando el fiscal vio que una a una se cerraban las posibilidades de que Carrascosa fuese el asesino, recurrió a la teoría fantasiosa de que María Marta podría haber sido asesinada como un mensaje mafioso del cartel de Juárez. De acuerdo a esta teoría, Carrascosa y sus familiares sabían quiénes eran los asesinos de María Marta, pero los encubrieron para evitar, temerosos, su propia muerte. Así se explicaría el silencio doloroso de sus seres más queridos. La pregunta es porqué Molina Pico echó mano a la versión que comentamos. La respuesta es simple.

Page 75: Porfido carreras analisis del caso

75

Las demás puertas, como dijimos, no dejaban espacio para la comisión del crimen. ¿No era entonces, acaso, el momento de levantar el campo y comenzar a bucear en otras aguas?. ¿No era el entonces, acaso, el momento de ampliar el angular y poner bajo la mira a los socios y a los vigiladores del country?. No, porque los indicios incriminatorios pesaban demasiado fuerte sobre el ánimo del fiscal. Tal era el peso de los indicios, que el hecho de que no hubiese pruebas directas que inculpasen a Carrascosa y aún cuando su participación en el homicidio ya se perfilase como algo muy remoto, igual la mira no se podía apartar de él. Los indicios, queridos lectores. Nuevamente el pesado poder de los indicios. Por esa razón ahora me voy a detener a analizar, minuciosamente, cada uno de ellos. Aquellos que a esta altura de los hechos aún sienten sobre sus hombros la presión de la doctrina del pensamiento generalizado, les voy a pedir que al concluir con la lectura de este capítulo me digan si todavía escuchan sonar en sus oídos las campanas del fiscal y de los jueces o si ahora sienten que los argumentos aquí expuestos han cortado de un solo soplido el pesado badajo que las golpeaba. El lector podrá evaluar lo que expreso a continuación con relación a cada uno de esos indicios, analizar mis argumentos, mirarlos del derecho y del revés y arribar a su propia conclusión. Admito el disenso, bueno sería lo contrario. Disentir significa tener una opinión diversa, sobre la base de juicios y argumentos diferentes. De modo alguno disentir es ponerse en piñón fijo, que es algo muy distinto, o negarse a ver las cosas de otro modo al que previamente tenían establecido o al que ya había sido establecido en la sociedad como pensamiento generalizado y que ellos compraron de contado y se niegan a cambiar. Sé que es duro predicar en el desierto y que es difícil predicar en tierra de infieles. Pero más que duro o difícil, es francamente imposible hablar y reflexionar con el que no quiere escuchar. A los prejuiciosos irredentos, les pedí amablemente que nos saludasen desde el andén. Al resto, a los que han tenido la paciencia de seguirme hasta acá, a los que han comenzado a vislumbrar que no siempre la verdad impuesta por el pensamiento

Page 76: Porfido carreras analisis del caso

76

generalizado va de la mano con la verdad verdadera, les pido que hagan un último esfuerzo y me ayuden a introducirme en el análisis de cada uno de los indicios. Iº INDICIO. OBSTACULIZARON LA LLEGADA DE LA POLICIA. Ya reseñamos con todo detalle cómo sucedió este hecho. En primer lugar debemos destacar que hubo dos personas que intentaron evitar que la policía se hiciese presente en casa de Carlos Carrascosa, en lo que podría llamarse una tentativa imposible, pues, como ya comentamos, la policía que se trataba de contener no se dirigía al country Carmel, como erróneamente creyó el vigilador que disparó el alerta. Pero a la hora de indagar intencionalidades, poco importa que la policía se dirigiese o no al lugar donde estaban velando a María Marta. Lo importante, en este aspecto, es lo que ellos intentaron hacer, más allá de las consecuencias de sus actos. Si bien es cierto que tanto Horacio García Belsunce como Binello pusieron en evidencia su intención de que la policía no se acercara al velorio, no es menos cierto que fue el propio Horacio, como ya se comentara más arriba, quien con sus gestiones ante Casafús y Romero Victorica provocó la presencia de Degastaldi, jefe de la DDI y la del propio fiscal de la causa en el velorio de su hermana. ¿Puede seriamente decirse que Horacio García Belsunce tuvo ánimo de ocultar, si fue precisamente por su intervención que se obtuvo la concurrencia de la máxima autoridad policial y del fiscal de turno?. ¿Puede seriamente pensarse que si Horacio García Belsunce hubiese querido encubrir el homicidio de su hermana, iba a llamar a Romero Victorica para que fuese al velorio, contarle el episodio del “pituto”, pedirle que llevase a un forense, ponerlo en contacto con la policía y dejar en sus manos las relaciones de la familia con el fiscal y con el jefe de la DDI? La respuesta es obvia y no es necesario argumentar sobre lo obvio. Lo que puede ser interesante es indagar porqué Horacio García Belsunce y Sergio Binello trataron esa noche de evitar la llegada del patrullero que nunca llegó. Es decir, su propósito fue ocultar un homicidio o pudo mediar otra razón para proceder como procedieron?. Podría recurrir a cada lector y preguntarle si en alguna oportunidad vivió una situación semejante y solicitarle que se responda a sí mismo cuáles fueron en ese caso sus íntimos deseos.

Page 77: Porfido carreras analisis del caso

77

Pero creo que tenemos ante la vista un test más claro y objetivo. Recordemos cómo se generó el episodio de la llamada obstrucción policial. Un vigilador, totalmente ajeno a la familia, fue el que dio la voz de alarma a su jefe cuando creyó que un patrullero avanzaba hacia la puerta del country. Pensemos por un momento porqué este hombre común, se preocupó por la llegada de la policía, a punto tal de prevenir a su jefe. Pensemos también porqué su jefe, en vez de dejar que la policía llegase hasta la guardia y hacerla pasar, se comunicó de inmediato con el presidente del club para informarlo del hecho. Pensemos por último porqué Alberto White, al ser alertado por el jefe de los vigiladores de la posible llegada de la policía, con la misma diligencia que aquéllos llamó por teléfono a la casa de Carrascosa para avisar que estaba llegando un patrullero. No les parece extraño, que tres personas distintas procediesen y pensasen de la misma manera?. Creo que nadie, ni siquiera el fiscal con su particular imaginación para ver complots y maquinaciones turbulentas, puede pensar que el vigilador, su jefe y el presidente del country, estaban contratados por Carrascosa o su familia para actuar como vigías avanzados e informar desde su atalaya si la policía merodeaba el Carmel. Eso no sólo sería un disparate, sino que si la familia hubiese previsto y temido la llegada de la policía, el operativo “ataje” no se hubiese iniciado contra reloj y cuando aquélla ya se encontraba a metros del country, sino mucho tiempo antes, recurriendo o intentando recurrir a los buenos oficios del comisario general Casafús. Volvamos a los “porqué” que quedaron sin respuesta. Ahora sí le pregunto al lector: ¿Porqué el vigilador, su jefe y Alberto White se preocuparon por la posible presencia de la policía en el velorio?. Porque ellos tres consideraron que la presencia policial y el eventual traslado de María Marta a la morgue, a quien se suponía muerta en un accidente doméstico, sería un hecho tan innecesario como perturbador y doloroso para la familia. Y bien podemos suponer que sí dos vigiladores y el presidente del Carmel hicieron lo que hicieron ante la posibilidad de que María Marta fuese retirada del velorio y llevada a la morgue, Binello y el hermano de ésta intentaron hacer lo que hicieron con idéntico propósito. Yo tengo una experiencia personal y recuerdo bien cual fue mí reacción primaria ante la posibilidad de una autopsia.

Page 78: Porfido carreras analisis del caso

78

Pero recordemos que acá estamos analizando la participación de Carlos Carrascosa en el asesinato de su mujer y no la conducta de Horacio García Belsunce o de Binello. Por eso es fundamental preguntarse qué participación tuvo Carrascosa en la tentativa de “stopear” a la policía, de modo tal que ese hecho pueda ser considerado como indicio de su culpabilidad. No existe una sola prueba en la causa que diga o permita inferir que Horacio García Belsunce o Binello, actuaron como actuaron siguiendo instrucciones de Carrascosa. Más aún, ni siquiera está probado que Carracosa haya sido consultado en ese sentido, ni tampoco que fuera informado de las gestiones que Horacio y Binello realizaron. Resulta más que evidente que esos hechos de terceros, de modo alguno pueden crear una presunción de culpabilidad respecto de Carrascosa. Se escucha el soplido de Atila. IIº INDICIO. TIRARON EL PITUTO. Cuando se reseñó este hecho quedó claro que el “pituto” fue encontrado por John Hurtig. Si John Hurtig hubiese formado parte de un complot familiar para ocultar la muerte de su hermana, resultaría más que evidente que él no promovería un cónclave familiar para analizar qué era ese pedazo de plomo y discutir acerca de su destino trascendente. Lisa y llanamente hubiese sabido que era el plomo de una bala y punto. Pero no. John consulta. Luego insiste que desea que un forense revise a María Marta, temiendo que ella pueda haber sido asesinada por un villero. Tanto insiste, que como consecuencia de su perseverancia Horacio (con los huevos al plato, según sus propios dichos) llama al comisario Casafús, al mismo que había llamado la noche anterior para “stopear” a la policía y así se genera la presencia del jefe de la DDI y del fiscal de turno. ¿Así actúan los encubridores?. ¿Qué se supone que pensaban, que el fiscal haría lo que hizo y no debió hacer, es decir, sociales, o que ordenaría una autopsia tal como lo exige la ley ante una muerte dudosa?. Si había algo de lo que ellos no podían estar seguros, era qué haría el fiscal una vez presente en el lugar del hecho.

Page 79: Porfido carreras analisis del caso

79

No obstante gestionan su presencia a través de sus hombres de confianza y en modo alguno cuestionan su convocatoria. Lo expuesto descarta que haya habido ánimo colectivo de ocultar un asesinato tirando el plomo por el inodoro. Eso es totalmente contradictorio con la posterior llamada a la policía y al fiscal. También es necesario tener presente que justamente fueron los propios hermanos de María Marta quienes, antes de que se practicase la autopsia, le relataron al fiscal tanto el hallazgo del “pituto” como su absurda y posterior echazón. Si no hubiese sido por su declaración espontánea, la justicia jamás se hubiese enterado de la existencia de ese plomo, ni mucho menos lo hubiese encontrado escarbando inmundicias en el pozo ciego de la casa de la víctima. Si bien la decisión de tirar el plomo por el inodoro, en vez de dejarlo en cualquier lugar de la casa, constituyó para mí un hecho insólito y sin explicación, las demás circunstancias que la rodearon y que fueron expuestas precedentemente, le quitan toda eficacia como indicio incriminatorio. Insisto, más allá de la responsabilidad que pueda caberle a Carrascosa por el asesinato de su mujer y cuyo análisis es el motivo principal de este libro, si hay algo que demuestra a las claras la total desvinculación de los hermanos de María Marta con el homicidio y con el encubrimiento, es la actitud que éstos han tenido frente a la bala encontrada debajo del cadáver de aquélla, ya que después del despropósito inicial de tirarla, se presentaron al fiscal en forma espontánea y le relataron el hecho. Si ellos hubiesen sabido del homicidio, única forma de cometerlo o de encubrirlo, no necesitaban hacer un cónclave para decretar que una bala era un “pituto” y menos aún llamar al jefe de la departamental y al fiscal de turno. Pero si bien todo eso es totalmente incompatible con su culpabilidad, mucho más lo es contarle al fiscal, antes de que se practicase la autopsia, que encontraron un plomo y revelarle dónde lo tiraron, cuando, de ser ellos autores, cómplices o encubridores, bien sabían que ese plomo era una de las balas asesinas y, en ese caso, ni hubiese existido el insólito cónclave del baño y menos aún la confesión posterior. Los aullidos de Atila se dejan sentir. Respecto de Carrascosa, el tema del plomo es aún menos comprometedor. Recuérdese que él no participó del cónclave familiar. Una vez que la familia había decidido tirarlo, lo convocaron al baño y le preguntaron si él sabía qué podía ser ese objeto que habían encontrado debajo del cuerpo de María Marta y que ellos decidieron tirar por el water. Carrascosa les dijo que no sabía qué era, pero que pensaba que podía ser algo que se les hubiese caído a los médicos.

Page 80: Porfido carreras analisis del caso

80

No se opone a que lo tiren, pero no es él quien promueve la echazón. Pensemos por un momento que Carrascosa no mató a su mujer. El drama personal que él estaba viviendo ¿no tornaba más que comprensible su total desinterés por ese pedacito de plomo, que él creyó que era algo que se les había caído a los médicos y eso acaso no tornaba más que comprensible su: hagan lo que quieran?. Pensemos por un momento que Carrascosa mató a su mujer o que él estaba encubriendo el crimen de un tercero. En ese caso, él sabe bien que ese plomo es una bala. Una bala que creía dentro de la cabeza de María Marta, pero que ahora sabe que andaba suelta por la casa. Porqué dejarla en manos de sus cuñados?. Porqué correr riesgos inútiles?. En ese caso a la pregunta de si él sabía que era ese pedacito de plomo, no se impone como respuesta su “no sé” y su “hagan lo que quieran”. De ninguna manera. Su única respuesta lógica, no olvidemos que ahora estamos ante un asesino que acaba de matar a su mujer y está burlando a sus familiares más cercanos, como ya burló a los médicos y demás comedidos que se acercaron para tratar de revivir un cadáver, hubiese sido: Sí, creo que es de un aparatito que usaron los médicos. Déjenmelo que yo lo guardo por si alguien más tarde me lo pide. Se hace de la prueba que evidencia su homicidio y luego, a solas, lo oculta sin testigos. Nuevamente se escucha, ahora más fuerte, el soplido de Atila. Prometí ser objetivo y volcar sobre la mesa toda idea o reflexión que pueda servir para encontrar la verdad. No descarto que algún familiar, pero no todos, haya tenido la sospecha de que se trataba de un homicidio y haya creído conveniente no revolver el avispero. Este hecho sí explicaría la absurda y apresurada desaparición del plomo. Este hecho sí explicaría porqué por un lado se tira la bala por el inodoro, mientras que por otro John insiste en la necesidad de llamar a un forense, Horacio gestiona su presencia y ambos hermanos le revelan al fiscal el secreto del “pituto”. Insisto en que sólo se trata de una hipótesis, porque no es más que una hipótesis formulada en el intento de encontrar cierta racionalidad frente a la irrazonable echazón del plomo y frente a las actitudes posteriores que se contradicen de plano con cualquier intento de encubrir un homicidio. Reitero, no me apoyo en ninguna prueba, es sólo un salto a la imaginación.

Page 81: Porfido carreras analisis del caso

81

Muchas veces, frente a muertes producidas en accidentes o donde queda un resquicio para sospechar de la mala praxis médica, he escuchado a clientes y amigos que ante la pregunta de si van a demandar al presunto responsable, responden que no, que ya nada les puede devolver la vida del ser querido y que investigar y demandar importaría profundizar un dolor insoportable con el que tratan de convivir y esperan, algún día, llegar a vencer. Es en este orden de ideas que creí conveniente ponerme en el lugar de quien pudo sospechar, o siquiera suponer que la muerte de María Marta fue causada con motivo o en ocasión de un robo y que creyó que lo bueno y conveniente para él y más aún para otros seres queridos con lazos de sangre más cercanos a la víctima, era dejar que las cosas siguiesen su curso y no enfrentarlos al sufrimiento adicional de prolongar el desagradable trance del velorio con la práctica de una autopsia que acarrearía, además, el hecho brutal de pensar en el cadáver de la hija o de la hermana abierto al medio como una res y cercenado en pequeños trozos, para que los forenses puedan analizar prolijamente su cerebro, sus vísceras y sus órganos. Los que hayan pasado por esos feos momentos, comprenderán mejor lo que les quiero expresar. Quienes hayan tenido la fortuna de evitarlos, tal vez, con algo de sensibilidad y un poco de imaginación, lo puedan comprender. Insisto una vez más, es sólo una hipótesis que explicaría porqué, frente al malhadado hallazgo del “pituto”, algunos actuaron de una manera y otros de otra. IIIº INDICIO. NO PUDIERON DEJAR DE VER LOS ORIFICIOS DE LOS BALAZOS. Todos piensan que nadie, por más distraído que sea, puede dejar de ver el rastro que dejan seis balazos disparados a corta distancia sobre la cabeza de un ser humano. Yo también pensaba lo mismo, pero esta causa me obligó a cambiar de opinión. Veamos. Descartemos a Carrascosa. También descartemos a Bártoli y a su mujer, por ser parientes de la víctima que están bajo la mira del fiscal. ¿Pero es posible que la masajista que le hizo respiración boca a boca a María Marta, no advirtiese los orificios de bala?.

Page 82: Porfido carreras analisis del caso

82

¿Es también posible que ninguno de los médicos y paramédicos que concurrieron esa noche a casa de Carrascosa y asistieron a la víctima, no advirtiesen los orificios de bala?. ¿Tampoco los vio el estudiante avanzado de medicina Diego Piazza, que practicó tareas de reanimación?. Pero ellos no fueron los únicos que esa noche y a la mañana siguiente verían de cerca a María Marta. Decenas de parientes y amigos se acercaron al cuerpo y lo observaron en detalle. El fiscal nos dirá dos cosas: una no probada y la otra falsamente probada. La masajista y el médico fueron sobornados por Carrascosa no bien llegaron al lugar del hecho. Esta afirmación no sólo no ha sido probada y por tanto no es más que una afirmación dogmática y arbitraria del fiscal, sin más andamiaje que si yo afirmase que él no adoptó en forma inmediata las medidas que como fiscal de turno debió tomar cuando concurrió al velorio, porque fue sobornado por la familia. Y en ese orden de ideas podría agregar que fue por esa razón que él se dispuso a archivar una muerte violenta sin practicar la autopsia, como de hecho no la ordenó hasta que las falsas constancias del certificado de defunción lo pusieron entre la espada y la pared y recién fue allí, exigido por el nuevo rumbo que tomaron los hechos y más cuando los forenses revelaron la verdadera causa de la muerte, que se vio obligado a romper unilateralmente el acuerdo delictivo que lo vinculaba con sus cómplices. Su afirmación es tan poco seria como la mía. Sinceramente no creo que Molina Pico haya sido sobornado en ese bis a bis que mantuvo con los familiares de María Marta en la casa de Carrascosa. Tampoco tengo elementos para suponer que la masajista y el médico fueron sobornados por el marido de la víctima. Más aún, además del poco creíble episodio que supone a Carrascosa billetera en mano proponiéndole a la masajista y al médico que hiciesen la vista gorda frente a un homicidio y a éstos aceptando el convite movidos por la atracción del fajo impúdico y sin reparos morales ni temor a que el homicidio se descubriese poco después, lo que convierte a la escena en una imagen patética que ni el peor cine negro se ha atrevido a reproducir, esa invitación a delinquir debió hacerse en presencia del paramédico que acompañaba al doctor Gauvry Gordon y necesariamente hubiese debido comprenderlo a éste, pues él era tan testigo del crimen que se trataba de ocultar como su jefe y la masajista. No sólo el paramédico no declara haber presenciado el cohecho, sino que el fiscal omite incriminar a éste de un delito que, de haber ocurrido, no le podía resultar ajeno.

Page 83: Porfido carreras analisis del caso

83

Pero Carrascosa y su billetera todo terreno avanzaron al ritmo de su 4 por 4. Michelini y Gauvry ya están en la bolsa y de yapa, para ayudar al fiscal, le sumaremos por el mismo precio, como corresponde a una yapa, al paramédico también. Y entonces cabe preguntarse qué pasó con Piazza, el estudiante avanzado de medicina?. Qué pensó el fiscal, que la falta de título habilitante le impidió ver los cinco orificios de bala y por eso lo excluyó de su maliciosa y funcional suposición de cohecho?. Y la madre y el padre de María Marta y su hermana María Laura, así como los demás parientes y amigos que la vieron de cerca, porqué han sido excluidos de los míticos poderes de la faltriquera de Carrascosa?. Saben porqué, porque Diego Molina Pico es un chico bien educado y aprendió inglés. El término “is too much”, lo tenía demasiado grabado en algún lugar de su conciencia y le puso coto a su infame argumentación. Molina Pico es fiscal y los fiscales deben investigar y acusar. Pero Molina Pico tiene padres, como también los tienen Michelini y el doctor Gauvry. Y a Molina Pico no le gustaría ver mancillado el nombre de sus padres, sin una razón más valedera de que sólo se lo hizo para tratar de sostener una teoría funcional a los intereses de algún acusador. Pero esto no es todo. Además de la ambulancia del doctor Gauvry, llegó una segunda ambulancia que transportaba al doctor Biasi y a su paramédico Cachi. Este último médico fue el primero que lanzó ante el fiscal la teoría de que el homicidio de María Marta fue causado por disparos de un arma de fuego. Sostuvo que él advirtió el hecho a los familiares y que les indicó que llamasen a la policía. Sus dichos, después de tomar el tren del imaginable despliegue mediático, resultaron poco creíbles y no fueron avalados por Cachi, su paramédico, quien no sólo informó que el doctor Biasi no dijo lo que declaró ante el fiscal, sino que relató que ese tema tampoco fue objeto de conversación en el viaje de regreso, como hubiese sido lógico, ya que en ese caso ambos hubiesen sido testigos de un hecho no cotidiano y rutinario, como es un asesinato en un barrio cerrado. Una pregunta elemental. Si Carrascosa se vio obligado a someter a Michelini y a Gauvry Gordon bajo el irresistible peso de sus billetes para comprar su silencio cómplice, por qué razón se mostró tacaño o al menos ahorrativo con el belicoso doctor Biasi?. Podrá decirse que el doctor Biasi era insobornable y seguramente se estará diciendo la verdad. Pero una cosa es que Biasi haya rechazado el soborno y otra que Carrascosa no haya intentado tentarlo.

Page 84: Porfido carreras analisis del caso

84

Insisto, porqué aceitó a unos y a otros no?. Algo está claro. Si Carrascosa le hubiese hecho la menor insinuación, el doctor Biasi no hubiese dudado en denunciar ese hecho ante el fiscal, ya que eso estaba en la línea de su declaración testimonial. Pero el doctor Biasi, curiosamente, nada declaró al respecto. En suma, según el fiscal, Carrascosa compró de arrebato y al pie de la escalera la complicidad de Michelini y de Gauvry Gordon, pero omitió comprar la del paramédico del doctor Gauvry Gordon, la del doctor Biasi y la de Cachi, el paramédico de este último y la de Diego Piazza, que vieron o pudieron ver lo mismo que aquéllos habían visto o podido ver. Si la billetera de Carrascosa se hubiese abierto generosamente para comprar silencios y complicidades, como afirma Molina Pico, no sólo es absurdo que no haya avanzado también sobre el doctor Biasi y los paramédicos, sino que no se comprende cómo no se intentó sobornar a los médicos forenses encargados de practicar la autopsia, ya que ése era el último recurso que le quedaba a Carrascosa para que no se descubriese el homicidio, una vez que, también inexplicablemente, había desistido de proceder a la cremación de María Marta, hecho éste que le hubiese garantizado su impunidad total. Pero no. Carrascosa ni dispone la cremación de su mujer, ni intenta sobornar a los médicos. Como ya les conté, no hizo ni una cosa ni la otra, sino que lisa y llanamente pidió que se practicase la autopsia. Este hecho, que es un indicio más que relevante de su inocencia, parece haber pasado desapercibido para el fiscal y para los jueces. Atila resopla. Cuesta contenerlo. Pero dejemos de lado los artificios argumentales de un fiscal desesperado. En el capítulo VI dijimos textualmente: “Los médicos forenses, especializados como nadie en ver muertos de bala, comienzan su tarea ante un cadáver especialmente exhumado para determinar las causas de su muerte accidental. No sólo su pericia profesional sino las circunstancias que rodean la autopsia, necesariamente los mantenía con las luces de alerta bien encendidas. No se trataba del sin techo hallado muerto en el frío de la noche, o el clásico desprendimiento de monóxido de carbono, por el mal uso de una estufa sin tiro balanceado, ni contusiones múltiples en un accidente de tránsito, en las que se trabaja para confirmar la hipótesis cantada. Se trataba de una exhumación por orden judicial, para practicar una autopsia ante una muerte violenta.

Page 85: Porfido carreras analisis del caso

85

No obstante eso los médicos realizan una pulcra pericia, observan los orificios en la cabeza de María Marta, y es recién cuando se encuentran con cinco proyectiles de plomo dentro del cráneo de la víctima, que advierten que se encuentran frente a un homicidio causado por disparos de arma de fuego y no ante un accidente doméstico, como todo indicaba hasta una fracción de segundo antes del hallazgo de los mencionados proyectiles”. Si los médicos forenses no advirtieron los orificios causados por las balas, por qué razón debieron advertirlo Carrascosa, Bártoli, Michelini, Piazza, Gauvry Gordon y cuantos más parientes y amigos se acercaron aquélla noche al cadáver de María Marta?. Nadie, ni el fiscal, ni la prensa, ni los peores lenguaraces que han abierto sus bocas para opinar sobre este caso, han dicho que los médicos forenses fuesen negligentes, torpes, inexpertos o corruptos. Los médicos forenses no son acreedores de ninguno de esos descalificantes apelativos. Ellos no advirtieron los orificios de bala en la cabeza de María Marta, no obstante su pericia, experiencia y minucioso estudio del cuerpo, por la sencilla razón de que esos orificios, muy por el contrario de lo que yo y casi todos los legos en la materia creíamos, no son fácilmente visibles al ojo desnudo. La piel se cierra y así se esconde el agujero. Pero el fiscal no se rinde y ahora sacará de la manga una nueva teoría. Carrascosa y sus acólitos, no contentos con matar a María Marta de cinco balazos y con el propósito de engañar a médicos, masajistas y amigos, se abocaron a la tarea de cerrar los orificios con la famosa y casera “gotita”. Que la “gotita” es una maravilla es verdad sabida y vaya el chivo para su fabricante. Pero que la “gotita” es idónea para disimular cinco balazos en la cabeza, creo que no es un hecho conocido por la gente común. ¿Ustedes acaso lo sabían?. Lo cierto, según la versión del fiscal, es que Carrascosa conocía esas virtudes del viscoso producto y no dudó con particular éxito en ponerlas en funcionamiento para enmascarar el homicidio de su mujer. Le pediría al imaginativo doctor Molina Pico que se ponga de acuerdo. Carrascosa coimeó al pie del cadáver a la masajista y al médico o los engañó con la gotita?. O ahora habremos de enterarnos que los hombres se dividen en dos categorías:

a) los que detectan los orificios de bala por más gotita que les pongan.

Page 86: Porfido carreras analisis del caso

86

b) los que la gotita les nubla la vista. Los médicos forenses, cuando declararon ante la justicia y fueron preguntados si advirtieron la existencia de pegamento en los orificios, resultaron claros y concordantes en su respuesta: no advirtieron tal pegamento. De dónde salió la teoría de la gotita?. El que la echa a rodar es un perito de la Policía Judicial, que dice haber advertido al ver la filmación de la autopsia, que los médicos raspaban alrededor de los orificios, lo que lo llevó a pensar en la existencia de pegamento. Pero los médicos que efectivamente hicieron la autopsia y no la vieron en una mala copia de cine, como la vio el experto de la Policía Judicial, dicen que no hubo tal pegamento y que ellos rasparon los bordes de los orificios por razones técnicas, cosa ésta que seguramente es la que llevó al experto a construir la teoría de la gotita. Con lo expuesto es más que suficiente para desestimar dos de los indicios incriminatorios que contribuyeron a crear el llamado pensamiento generalizado de que Carrascosa y su familia eran los asesinos o, al menos, los encubridores del asesinato de su mujer. Ni hubo gotita y así lo afirman los médicos forenses que hicieron la autopsia, ni los orificios de entrada de las balas eran fácilmente detectables por cualquiera y así también lo demuestra el hecho de que tales forenses recién advirtieron la causa de la muerte, cuando al abrir el cerebro se encontraron con cinco proyectiles de plomo. Pero la historia de la gotita no termina acá y como todas las historias de esta causa trajo cola. Se practicó una pericia química y de ella resultó que en la piel de María Marta había residuos de ciano. ¡Bingo!. Esa sustancia está en la gotita, gritó el fiscal. Las preguntas que un observador desapasionado debería hacer, son dos:

a) esa es la única sustancia residual que arroja el uso de la gotita? b) esa sustancia además de encontrarse en la gotita, se encuentra en algún otro

elemento y en su caso en cuál?. La cosa es fácil. Si esa es la única sustancia que arroja la gotita y esa sustancia sólo se encuentra en ella, necesario será concluir que en el caso de María Marta se empleó la gotita. Si, por el contrario, la gotita deja un residual de más de un componente químico y en el cuerpo de María Marta sólo se halló uno de ellos y no el otro u otros, en ese caso concluiremos que no existió la mentada gotita.

Page 87: Porfido carreras analisis del caso

87

Por otra parte, si la sustancia encontrada en el cuerpo de María Marta además de no ser indicativa del uso de la gotita, se encuentra también en otros elementos, sería importante saber de qué elementos se trata, para ponderar si es razonable que ellos pudiesen haber sido usados por la víctima. Tal vez el lector se extrañará si le digo que nada de eso hizo el fiscal. O, a decir verdad, creo que a esta altura de los hechos ya nada de lo que haya hecho o dejado de hacer el fiscal, les puede extrañar demasiado. Molina Pico se subió sin mayor análisis ni profundización al hallazgo de ciano y difundió a los cuatro vientos: taparon los orificios de bala con pegamento. Pero la gotita no contiene ciano, sino ciano acrilato, que es una sustancia distinta al ciano. No es que la gotita tiene un poco de ciano y otro poco de acrilato y así se forma el ciano acrilato. El ciano acrilato es al ciano, lo que la cebolla de verdeo es a la cebolla cebolla. Por tanto, a otra cosa con la gotita doctor Molina Pico. Para ilustrar al lector, la sustancia hallada en el cuerpo de María Marta también se encuentra, entre otros, en los siguientes elementos:

a) vitamina B 12 b) semillas de almendras c) semillas de duraznos

Si bien todo lo expuesto es más que concluyente para descartar el artero uso de pegamento, diré en voz baja, para que no me escuche Atila, cuyos soplidos son tan fuertes y feroces que me impiden escribir, que el fantástico hallazgo o, mejor dicho, no hallazgo de la gotita, no se produjo en los cinco orificios de bala, sino sólo en uno. Sí, leyeron bien. Uno sólo de los cinco orificios de bala contenía muestras de ciano (no de la gotita) y no así de los cuatro restantes. Lo absurdo, siempre, absolutamente siempre, deviene en ridículo. ¿Qué pensó el asesino, que bastaba con tapar uno solo de los cinco orificios, confiado en que ese sería el único que verían los que se acercasen a la víctima?.¿Y los otros cuatro, qué?. Más ridículo no puede ser. Los aullidos de Atila se dejan sentir. IV INDICIO. INTENTARON CREMAR EL CADAVER

Page 88: Porfido carreras analisis del caso

88

No existe una sola prueba, ni siquiera la más endeble, que permita afirmar que Guillermo Bártoli, que fue el encargado de tramitar en certificado de defunción, haya hecho gestiones tendientes a su cremación. En algún programa de televisión se dejó ver a un denunciante anónimo que sostenía cosas del género. También se publicó que Horacio García Belsunce hizo gestiones en el mismo sentido en la cochería Lázaro Costa, lo que fue rotundamente desmentido por esa empresa. Ya relatamos más arriba cómo las empresas fúnebres suministraban a sus clientes certificados de defunción, que previamente habían obtenido pagando los servicios de médicos que se avenían a firmarlos en blanco. Como consecuencia del caso García Belsunce se inició una causa en la Capital, donde se investigó esta corruptela y se procesó, entre otros, al empleado de Casa Sierra que proveyó el de María Marta, consignando la doble falsedad de que ella había muerto en la ciudad de Buenos Aires y no en Pilar y que su muerte fue causada por un paro cardiorrespiratorio no traumático. El funebrero trató de evadir su responsabilidad cargando las culpas sobre Bártoli, a quien atribuía haberle informado que María Marta murió en Capital de un hecho no traumático. El denunciante anónimo no era otro que el hijo del funebrero. Comentarios huelgan. Es importante destacar que si Bártoli hubiese partido del Carmel con fines aviesos, tanto en lo que hace a la obtención de un certificado falso como a una eventual cremación, hubiese tomado al menos dos recaudos. El primero, partir solo, ya que de lo contrario sumaría un testigo incómodo de su delictiva misión. El segundo, hacer un verdadero rally por las casas de servicios fúnebres, hasta dar con una que satisficiese sus requerimientos. Si el fiscal fuese al menos consecuente con sus versiones conspirativas, debería haber colocado también en manos de Bártoli la omnipotente billetera de Carrascosa y munír a éste de algún viático para llevar alegría a los “beccamorti”. Pero no, Bártoli ni parte solo, ni emprende un rally entre cocherías para obtener el certificado salvador.

Page 89: Porfido carreras analisis del caso

89

Bártoli le pide a Taylor, un amigo y vecino del country, que lo acompañe. Tampoco recorre una y mil casas de servicios fúnebres hasta dar con la que le brinde lo que él necesita. Siempre siguiendo las indicaciones de la señora de Taylor, que contaba con alguna experiencia en la materia, se dirigen primero a Ponce de León, en Pilar y luego a Casa Sierra, en Capital. En Ponce de León no cuentan con médico para extender el certificado de defunción. Casa Sierra cuenta con todo. Bártoli les informa que su cuñada murió en su casa de Pilar en un accidente en la bañadera y que será enterrada en el cementerio de la Recoleta en la ciudad de Buenos Aires. Casa Sierra le explica que necesitan colocar un domicilio en Capital, ya que de lo contrario el trámite de traslado de restos de una jurisdicción a otra se complicaría. Bártoli les da el domicilio de sus suegros. Inquieto, porque María Marta continuaba en el piso del baño a la espera de que la revisase el médico, lo que hacía que parientes y amigos estuviesen hincados o sentados a su lado, pregunta a qué hora concurrirá el médico al Carmel. Casa Sierra le informa que el médico irá más tarde, pero que pueden colocar a María Marta en la cama, como era el deseo de la familia, hecho éste que Bártoli comunica de inmediato por teléfono a la casa de Carrascosa. Casa Sierra la hace fácil. Completa un certificado que el médico había dejado firmado en blanco, donde coloca las dos cosas necesarias para que su servicio se pudiese llevar a cabo sin problemas. El negocio de las empresas fúnebres es prestar el servicio. Ellas tratan, con sus conocimientos y experiencia, de evitarles a sus clientes los escollos que las leyes y las reglamentaciones puedan causarles. Si hubiesen consignado que María Marta había fallecido en Pilar, luego, para poder ser enterrada en Capital, deberían haber hecho trámites engorrosos que si bien eran realizables, se los podía eludir con el simple e inocuo subterfugio de darla por muerta en Capital. En el 99% de los casos no se hubiese advertido el pequeño truco y a nadie le hubiese importado demasiado que la tía Maruca o la abuela Pancha figurasen como muertas en Capital o San Isidro, más allá del lugar geográfico donde aquéllas efectivamente hubiesen muerto. Más sutil es la constancia de la causa de la muerte.

Page 90: Porfido carreras analisis del caso

90

Si Casa Sierra hubiese colocado lo dicho por Bártoli, muerte por golpe en la cabeza al resbalarse en la bañadera, la comunicación a la policía por tratarse de una muerte dudosa era ineludible, como ineludible resultaría la autopsia. Sin que Bártoli ni Carrascosa ni ningún pariente lo supiese, María Marta fue enterrada en la Recoleta con un certificado que contenía dos falsedades. Aquí viene el punto interesante. Si el bueno de John Hurtig no hubiese insistido con su deseo de hacer revisar a su hermana por un forense para sacarse la duda de si la había “matado un villero” y si Horacio García Belsunce no hubiese requerido la intervención de Romero Victorica y después o simultáneamente la del comisario Degastaldi y la del fiscal Molina Pico, María Marta hubiese sido enterrada tal como fue enterrada y nunca más su caso se hubiese removido. Casa Sierra se manejó como habitualmente se manejaba en el 99% de las muertes por las que se requerían sus servicios, en que la gente muere porque se tiene que morir. Sin balazos ni golpes raros. En estos últimos supuestos, lo habitual es que antes del entierro tomen intervención la policía y la justicia y en esos casos ellos no utilizarían los certificados de su propio stock sino los extendidos por el médico de la policía o por el forense. Evidentemente, lo que aquí no funcionó fue esa mezcla rara de Mussetta y de Mimí. Certificado para entierro común, con posterior intervención policial. El llamado al fiscal, necesariamente, traería sus consecuencias. Aunque tardíamente, aquél se vio obligado a abrir una causa. Cuando le presentaron un certificado en el que constaba que la víctima había muerto en otra jurisdicción y de un paro cardiorrespiratorio no traumático, no le quedó otra alternativa que purgar esos vicios mediante una autopsia, que también, como la apertura de la causa, fue tardía. Si Molina Pico hubiese cumplido con la ley y ordenado una autopsia cuando él concurrió al velorio, el descubrimiento del asesinato hubiese tenido un impacto infinitamente menor del que tuvo. Fue el tiempo transcurrido entre la muerte y la autopsia, con la creencia generalizada del accidente doméstico y el abrupto contraste entre éste y los cinco balazos, lo que conmocionó a la sociedad, a la prensa y, fundamentalmente, al propio e inexperto fiscal. En ese momento el certificado falso pasó a tener una relevancia que no tenía. En ese momento cada detalle, cada indicio, agregaba presión a la olla. El fiscal, que se siente traicionado y mal usado por la familia, actúa sin equilibrio ni ponderación. El resto es historia conocida.

Page 91: Porfido carreras analisis del caso

91

¿Si la familia hubiese integrado ese joint-venture del crimen, como denunció alguna prensa y sostuvo el fiscal, alguien puede llegar a pensar que los hermanos de María Marta y por tanto principales integrantes de la banda asesina, hubiesen pedido la intervención de un forense y por intermedio de Romero Victorica la de la policía y del fiscal, hecho éste que impidió que el crimen hubiese quedado enterrado para siempre en una bóveda de la Recoleta?. Volvamos al indicio que nos ocupa. El certificado falso. Sí, el certificado fue falso, pero su confección no es atribuible a Bártoli y mucho menos a Carrascosa. El certificado, como ya lo explicamos, lo hizo Casa Sierra como era normal, habitual y rutinario en su diaria actividad de enterradores. También aclaramos que Bártoli, en ningún momento, se interesó por una cremación. Es interesante comentar, para quienes se apasionan con las teorías conspirativas y ven en los García Belsunce, en los Bártoli y en los Carrascosa a la versión local de la mafia palermitana, que si ellos hubiesen querido borrar las huellas de un crimen hubiesen pedido al cementerio la cremación de María Marta, ya que con el certificado que amparaba su inhumación no mediaba ningún obstáculo para incinerar el cuerpo. Reitero. Carrascosa, al advertir que se embarraba la cancha con los vicios del certificado de defunción, hubiese podido cremar el cadáver de su mujer, si así lo hubiese dispuesto. Molina Pico hubiese puesto el grito en el cielo. Es cierto. Muchas voces también hubiesen acompañado al fiscal en su protesta, si éste se hubiese atrevido a decir a los cuatro vientos que fue convocado al velorio y consintió el entierro sin ordenar previamente una autopsia y sin tener a la vista el certificado de defunción. Pero Carrascosa y su banda, desde lo alto de un cerro, saludarían al fiscal con la misma unción con que hace años Rattín honró a la reina de Inglaterra y estarían festejando con champagne del bueno su impunidad total. Pensemos por un minuto que Carrascosa la mató. Si sus cuñados estaban en el tema y estúpidamente provocaron la presencia del fiscal ¿cómo hicieron para mantener una óptima relación los criminales serios con sus cómplices desbaratados que llamaron a la policía y al fiscal, le contaron los secretos del “pituto” y así fue que acabaron en el horno?. Pensemos por un minuto que Carrascosa la mató y vio la absurda y suicida actuación de sus cuñados. Porqué, ante la inminencia del desastre, no hundió el barco y borró las huellas con una modesta cremación?. Algunos podrán decir que no lo hizo porque a él le preocupaba el qué dirán.

Page 92: Porfido carreras analisis del caso

92

Yo les contestaría que más preocupaciones le trajo el que dijeron y muchas más el no haberla cremado. El pudo hacer muchas cosas. Por ejemplo, trasladar a su mujer a un cementerio del interior con el sensato argumento que deseaba que ella descansase junto a sus familiares o colocar sus cenizas a orillas del lago Quillén, inventando un no controvertible pedido de María Marta en ese sentido. En ambos casos haría pasar, con esa noble excusa, el cadáver de su mujer por su cómplice de hierro: el horno crematorio. Pero nada de eso hizo Carrascosa. ¿No es esa actitud, acaso, una presunción importante de inocencia?. El indicio que aquí analizamos, la tentativa de cremación, jamás existió. El certificado contuvo falsedades. Es cierto. Pero ni ellas son atribuibles a Carrascosa, ni éste jamás sostuvo lo que ese documento certificaba. Ni Carrascosa ni nadie dijo que María Marta hubiese muerto de un paro cardiorrespiratorio no traumático en la ciudad de Buenos Aires. Téngase presente que ambas falsedades hubiesen revestido importancia sí, valiéndose de ellas, Carrascosa hubiese intentado cremar los restos de su mujer. No sólo no lo intentó sino que, pudiéndolo hacer, no lo hizo. Atila, aburrido, sopla sentado. V. INDICIO. OBTUVIERON UN CERTIFICADO FALSO DE DEFUNCIÓN Al tratar el punto anterior hemos analizado extensamente este tema y creo que no caben dudas de que ni Bártoli ni menos aún Carrascosa son responsables de lo hecho o dejado por hacer por Casa Sierra. Nuevo soplido y pasemos al indicio que sigue. VI. INDICIO. LIMPIARON LA ESCENA DEL CRIMEN.

Page 93: Porfido carreras analisis del caso

93

Sí, es cierto, la limpiaron. Me apresuro a decir que me estoy refiriendo a la sangre que lavó Michelini. Hago esta aclaración, pues en la casa hubo dos sectores en los que se descubrió la anterior existencia de sangre. Uno, en los alrededores del baño donde Carrascosa dijo haber encontrado a su mujer y otro en la planta baja y en la escalera que sube al primer piso. Michelini está procesada por encubrimiento por haber lavado las manchas que se encontraban en el baño y en sus vecindades. Después de constatar la muerte de María Marta, el doctor Gauvry Gordon sugirió limpiar las manchas de sangre y de rastros de masa encefálica, con el propósito de brindar a los asistentes al velorio una imagen menos impresionante. Michelini se ofreció para hacerlo. Si todos creían que se encontraban ante una muerte accidental, qué huellas estaban borrando?. Si por el contrario, alguien sabía que se trataba de un homicidio, no era precisamente esa sangre, que se atribuía al accidente doméstico, lo que trataría de esconder. En otras palabras, para los que sabían que se trataba de un homicidio, el problema eran los cinco balazos y no las manchas de sangre, que como huellas eran ambivalentes, pues servían tanto para hablar de un accidente doméstico como de un asesinato. La sangre facturada como sangre del accidente doméstico, sea que la limpiasen como efectivamente lo hicieron o que la dejasen allí para espantar a familiares y amigos ¿en qué cambiaba la historia de los cinco balazos?. La limpieza de la sangre hubiese revestido importancia, si mediante ese procedimiento se hubiere pretendido disfrazar el homicidio o el falso accidente doméstico como una muerte natural, para evitar así la intervención policial y la consecuente autopsia y obtener un certificado de defunción limpio, como el que pese a todo obtuvieron de Casa Sierra, lo que les dejaba abierta la puerta para una cremación purificadora. Allí sí la limpieza de la sangre hubiese sido una clara maniobra de encubrimiento, tendiente a convertir una muerte accidental en una muerte natural. Pero admitida como lo fue por la familia la hipótesis de una muerte violenta, la sangre no quitaba ni ponía rey, ya que no era esa sangre la que permitía determinar cómo había muerto María Marta. ¿Sangre causada por el golpe en la bañadera o sangre causada por cinco impactos de bala?.

Page 94: Porfido carreras analisis del caso

94

En todos los casos sangre al fin que, allí presente si no se la hubiese lavado, estaba diciendo a gritos, acá hubo una muerte violenta, una muerte que no fue natural, que no fue el absurdo paro cardiorrespiratorio no traumático consignado en el certificado de defunción entregado por Casa Sierra, circunstancia ésta que ni Carrascosa ni su familia jamás negó. Reitero una vez más, la limpieza de la sangre no modificó ni alteró la escena del crimen, ya que nadie negó su existencia ni la existencia de una muerte violenta, y ella, la sangre, aún cuando se hubiese mantenido viva y húmeda, licuada o conformando coágulos, limpia o mezclada con la tierra de los zapatos de los asistentes al velorio, no informaba por sí sola ni permitía siquiera presumir la existencia de cinco plomos de bala ocultos en el cerebro de la víctima. A todo lo expuesto basta agregar que ni la masajista Michelini ni mucho menos Carrascosa, Bártoli o algún otro familiar de María Marta, fueron los que tomaron la decisión de limpiar. Esa decisión la tomó y así lo ha reconocido ante la justicia, el médico doctor Gauvry Gordon. Por otra parte es bueno recordar, tanto al analizar éste como cualquier otro indicio, que sólo puede hablarse de encubrimiento si los que borraron huellas o de cualquier otra forma obstaculizaron la acción de la justicia, sabían de la existencia del homicidio. Caso contrario, el encubrimiento no tiene andamiaje. Atila, una vez más, destruye con sus soplidos la endeble estructura del fiscal. Párrafo aparte merece la otra sangre, la que tiempo más tarde, con motivo de la realización de una segunda pericia practicada en casa de Carrascosa, después de que la autopsia determinó la causa de la muerte y una vez que el fiscal comenzó a tomar medidas que excediesen la mera formalidad, localizó la policía en la planta baja y en la pared de la escalera. Se trataba de sangre lavada y que escapaba al ojo desnudo, la que sólo fue advertida al ser sometida a la acción de un reactivo químico. Reitero, esa sangre sólo podía descubrirse mediante el uso de un reactivo químico y resultaba imposible de ver al simple observador. De quién era esa sangre, quién y cuándo se la lavó?. Estas preguntas no han tenido respuesta a lo largo de siete años. No se sabe cuándo ni quién lavó esas manchas de sangre. Después de uno de los más largos incidentes de tiras y aflojas de la historia judicial, porque los familiares de María Marta se negaban a someterse a la prueba de ADN sin las suficientes garantías de que ellas no serían manipuladas por la fiscalía o por la

Page 95: Porfido carreras analisis del caso

95

Policía Judicial, a quienes visualizaban como sus enemigos y sospechaban de su parcialidad, se logró practicar la esperada y decisiva pericia. La expectativa era muy grande, pues esas huellas borradas de la escalera ya no eran huellas ambivalentes como las de la sangre del baño. Esa sangre, de no haber sido lavada, hubiese sido sí un indicio claro de que no nos encontrábamos frente a un mero accidente doméstico, sino frente a una lucha que comenzó en la planta baja y culminó en la bañadera o que se inició en el piso superior, continuó por la escalera y en la planta baja y luego, María Marta, viva o muerta, pero manando sangre, fue llevada al piso superior. Insisto en la diferencia entre ambas evidencias, ya que mientras la primera, la lavada por Michelini, no decía nada y por tanto su eliminación carecía de entidad para encubrir, éstas, las de la escalera, decían y decían demasiado y su lavado hubiese podido ser una maniobra de ocultamiento para impedir que se conociese lo que realmente había ocurrido la noche del crimen. El resultado de la prueba de ADN indicó que la sangre hallada pertenecía a María Marta, a dos hombres y a una mujer. ¡Dos hombres y una mujer!. Al escuchar esta frase, miles de personas pensaron en Carrascosa, en Bártoli y en Irene. Lo interesante es preguntarse porqué lo pensaron. Pensaron eso, porque a esa altura de los acontecimientos el pensamiento generalizado ya tenía determinados a los autores del crimen. La propia familia, la cola del diablo, los indicios ponderados bajo el prisma parcial del fiscal, habían instalado una idea en la sociedad. Pero una vez instalada esa idea en la sociedad, ni la familia, ni un nuevo análisis de los indicios desde una óptica objetiva, ni el fiscal, ni la prensa, ni el propio diablo y su larga cola además, podrán revertirla con facilidad. Ese es el llamado pensamiento generalizado, al que me referí al comienzo de este libro. Pero pensaron en Carrascosa y en los Bártoli y una vez más pensaron mal. La prueba de ADN demostró que la sangre de la escalera no pertenecía ni a Carrascosa ni a miembro alguno de la familia. Cuando escribía este libro, le comenté a un amigo el episodio del ADN. Mi amigo, como tantos, milita en el bando fácil del pensamiento generalizado.

Page 96: Porfido carreras analisis del caso

96

Sí, fácil, porque cuando uno se suma a ese tipo de corriente, queda liberado del esfuerzo de pensar, analizar, estudiar y reflexionar, ya que todo eso y mucho más se recibe gratis, embutido, masticado y digerido. Volvamos a mi amigo. Me miró, me preguntó extrañado si era cierto que la prueba de ADN no incriminaba a Carrascosa, escuchó mi respuesta con desconfianza y con una sonrisa en sus labios me dijo: mirá, yo en las pruebas de ADN no creo un carajo. Fue Carrascosa y se acabó. Yo inicié una frase para formular algunas consideraciones y mi amigo me interrumpió: y si no la mató, igual ese tipo tiene que ir preso por no haber pedido esa misma noche que le hagan la autopsia a su mujer. Afortunadamente no suelo llevar a Atila al restaurante, porque él se limita, siempre encadenado, a refutar con soplidos las acusaciones del fiscal. Antes de cerrar el punto, debo decir que el misterio de la sangre de la escalera es el misterio del cuarto amarillo. Nadie vio esa sangre la noche del crimen. Eso, obviamente, indica que tuvo que ser lavada antes de la llegada de Michelini, salvo que se compre la hipótesis del fiscal, de que ella fue sobornada por Carrascosa para realizar tareas de encubrimiento múltiple, al pie del cadáver y mostrando, tentador, el fajo irresistible. Si comprásemos la irreverente hipótesis de Molina Pico, que es francamente incomprable y carente de todo sustento, Michelini debió haberlas lavado antes de que llegase Bártoli, lo que materialmente sería imposible. Claro, pero Bártoli, según el fiscal, también es cómplice o al menos encubridor del crimen. Lo que no cabe duda es que Michelini, Bartoli y Carrascosa, los tres juntitos y cantando “hacen así, así las lavanderas” debieron limpiar esa orgía de sangre antes de que llegasen Piazza, Gauvry Gordon y su paramédico, ya que si bien el doctor Gauvry, según el fiscal, también pertenece a la cofradía de la billetera, aquél no ha asociado a ese selecto club ni a su paramédico ni al joven Diego Piazza. Al tratar lo sucedido en el momento del crimen y en sus pasos posteriores, hemos visto que ese acto purificador practicado por las lavanderas de Avignon, con o sin el mágico Ariel, no hubiese podido ser llevado a cabo dentro del limitado margen de tiempo que medió entre el comienzo del camino de la muerte y la llegada de aquéllos. Podría tratarse de manchas anteriores al 27 de octubre?. Nadie puede afirmarlo ni negarlo.

Page 97: Porfido carreras analisis del caso

97

Qué estaríamos diciendo al decir que esas manchas de sangre y su consecuente lavado pudieron ser anteriores al 27 de octubre?. Simplemente eso. Que en forma ajena e independiente a la muerte de María Marta, la pared se manchó con sangre de cuatro personas, dos hombres y dos mujeres y una de esas mujeres era María Marta. Suena a misterioso. Vaya si lo es. Pero no deja de ser una hipótesis no analizada por los investigadores. Tal vez en este misterio no analizado por el fiscal repose, escondido, el misterio de la muerte de María Marta. Pero dijimos que era el misterio del cuarto amarillo y, sin duda, parece serlo. ¿Quiénes fueron esos dos hombres y esa mujer ajenos a la familia y al grupo de sospechados por el fiscal, que antes o después del 27 de octubre, junto con María Marta, mancharon con su propia sangre las paredes de la casa?. Ni la policía ni el fiscal han podido saberlo. Sí se quiere profundizar el misterio, basta detenerse en las conclusiones de la prueba de ADN. Entre varias manchas de sangre hay una, es decir una única y sola mancha de sangre que es levantada de la pared y al ser analizada se establece que ella no pertenece a un patrón genético, como es habitual, sino a dos. Al de María Marta y al de una tercera persona totalmente desconocida. Para graficarlo, diré que para que eso pudiese suceder, fue necesario que dos gotas de sangre, una de María Marta y la otra de NN, volasen al mismo tiempo por el aire, llegasen al mismo tiempo a la pared y coincidiesen en apoyarse en el mismo y exacto lugar, yuxtaponiéndose una con la otra y formando así una sola sangre. Creo que acabamos de pasar de Gastón Leroux a las Brujas de Salem. Atila, temeroso, se oculta detrás de los árboles. VII. INDICIO. LA COARTADA DE CARRASCOSA SE DERRUMBÓ. Bártoli, su mujer y los hijos menores del matrimonio, confirman la versión de Carrascosa.

Page 98: Porfido carreras analisis del caso

98

Tanto Bártoli como Carrascosa estuvieron juntos en casa del primero, viendo el partido de fútbol de Independiente vs. Rosario Central. Francisco Bártoli deambulaba del televisor al dormitorio de su madre que, como recordarán, se encontraba ligeramente indispuesta y se había recostado en la cama. Cuando se produce el gol de Independiente, que según la información oficial de la AFA fue a las 18.47, Francisco, fastidiado con ese tanto que terminaba de aguar las posibilidades de River para clasificar, como parece que eran sus deseos, se une a su padre y a Carrascosa para compartir lamentos y hacer los clásicos comentarios que suelen hacer los hinchas de fútbol cuando ven cómo la realidad les borra de un plumazo sus vanas ilusiones. Pero esta versión está controvertida por las declaraciones de otros testigos. Si Carrascosa y los Bártoli mintieron en algo tan elemental, esa mentira pudo haber tenido por objeto brindarse una falsa y recíproca coartada, hecho éste que los convertiría, francamente, en sospechosos del crimen. Y justamente por ese hecho fue que el juez de garantías dispuso el procesamiento y detención de Carrascosa en la DDI de San Isidro. Pero así como el juez de garantías, sobre la base de las declaraciones de los testigos que controvirtieron la versión de Carrascosa decretó su prisión, el mismo juez, al advertir la mendacidad de tales testigos, no dudó un instante en revocar su propia decisión y Carrascosa recuperó su plena libertad. En el libro “Perdón, María Marta” de Pablo Duggan, cuya lectura recomiendo vivamente a quienes les interese profundizar los distintos aspectos del caso García Belsunce, su autor analiza en forma medulosa y detallada las declaraciones de esos testigos que, en su momento, tuvieron la eficacia de llevar a Carrascosa por primera vez a prisión. Uno de esos testigos es la empleada que trabajaba los días domingos en casa de Bártoli. La mujer arroja una bomba de alto impacto cuando declara que a las 18 horas de esa tarde de lluvia y fútbol, ella retiró la vajilla del living y que en ese momento el televisor estaba apagado y no había nadie en el lugar. Recuerden que Piazza y su novia, a quienes en ningún momento el fiscal, tan pródigo en repartir culpas sin pruebas sustentables, los puso bajo el generalizado y amplio manto de sus sospechas, declararon que ellos y María Marta estuvieron en casa de Bártoli con éste y Carrascosa hasta pocos minutos después de finalizado el partido de River vs. Boca. Recuerden también que ese partido terminó, según el informe oficial de la AFA, a quien tampoco el fiscal sumó como la pata futbolística de su delirante complot, a las 18. 07, lo que permite ubicar a todos ellos en casa de Bártoli hasta las 18.10, si les otorgamos el escaso margen de 3 minutos para asimilar el resultado, ponerse de pie, despedirse,

Page 99: Porfido carreras analisis del caso

99

caminar hasta la puerta, subir al auto de Bártoli, que habría de acercarlos a su casa y partir. Si reloj en mano cronometrásemos cualquier escena de despedida, en la que por cierto no se encuentre presente mi mujer, ya que en tal caso el cronómetro carecería de todo sentido, podríamos comprobar que el lapso de tres minutos que estimé más arriba luce más que escaso, pudiéndonos arrimar sin temor a error a los cinco o seis minutos, lo que nos llevaría a las 18.12/18.13. Pero la empleada jura que a las 18 no había nadie en el living, lo que necesariamente importaría una de estas dos cosas:

a) Carrascosa, los Bártoli, Piazza y la novia de éste mintieron y es falso que hayan permanecido juntos hasta el final del partido Boca River, abandonándolo cuando faltaban más de siete minutos para definir un resultado que aún podía revertirse con un gol sobre la hora

b) la empleada de los Bártoli se equivocó o faltó a la verdad. Es interesante el análisis que hace Pablo Duggan de las declaraciones de esta testigo, ya que nos permite concluir que la mujer, cuanto menos, sufría alteraciones que le impedían ubicarse en tiempo y espacio, por usar la terminología que emplean los médicos forenses para informar si el paciente está de uno u otro lado de la línea que separa la razón de la incapacidad. Una de sus frases es memorable. Dice que recogió la vajilla a las 18 porque quería irse temprano a su casa. Cuando el juez que la interroga en la Capital en la investigación de la causa que se inició con motivo de los certificados de defunción de favor, le recuerda que ella debía permanecer en lo de Bártoli hasta después de preparar y servir la comida de la noche, la mujer responde que supuso que esa noche aquéllos no comerían, porque llovía. Es la primera vez que escucho y arriesgo a afirmar que ustedes también, que uno de los efectos de la lluvia sea la inapetencia generalizada. No pude dejar de pensar en las personas que viven en el trópico. Las largas temporadas de lluvia, necesariamente, causarían su muerte por la consecuente inanición. Su respuesta me trajo a la memoria la que una tarde me dio una señora que trabajaba en casa y que se refería habitualmente a unos extranjeros, a quienes ella, que aparentemente conservaba el recuerdo de las originarias fronteras del antiguo imperio otomano, equivocadamente llamaba turcos. Por ser amable y evitar que su monólogo fuese tan monólogo, le pregunté si esos señores hablaban castellano. ¡Qué van a hablar castellano! – me contestó visiblemente alterada y agregó su frase inolvidable- son muy feos esos turcos y de feos que son no saben hablar castellano.

Page 100: Porfido carreras analisis del caso

100

Es una pena que las dos señoras no se hayan conocido, ya que además de su afinidad por la religión evangélica, evidentemente también las unía su particular manera de construir silogismos. Dije que la empleada de Bártoli era evangélica. Debo rectificarme, tal vez ella no lo fuese y la que practique esa religión sea la empleada que trabaja en la casa de aquéllos de lunes a sábados. Este comentario no es antojadizo. Duggan transcribe la declaración de la testigo ante el juez de instrucción Lucini, en la que ella precisa que estaba segura de que había levantado la vajilla del té a las 18 hs, porque escuchó el “toc” de la radio que marcaba las seis de la tarde. Aclaró que se trataba de una radio evangélica, que estaba sintonizada en ese punto del dial por su compañera de trabajo. Duggan, en su brillante investigación, pudo determinar que esa radio no marcaba las horas, sea con un “toc”, “top”, “ton” o con cualquier otra señal sensible al oído humano. La mujer, interrogada por Lucini que buscaba saber la verdad y no por la fiscalía que sólo colectaba declaraciones que fuesen funcionales al armado de su esquema, incurre en todo tipo de contradicciones y desatinos. Recordemos que su testimonio original, tomado por los empleados de la fiscalía, llevó al juez de garantías a encarcelar a Carrascosa. Recordemos también que al advertir las falencias y contradicciones, tanto de este testimonio como de los brindados por los demás testigos que controvirtieron la versión de Carrascosa y de los Bártoli, el mismo juez no titubeó en poner la reversa y dejar sin efecto la prisión impuesta a Carrascosa. Pero el daño ya estaba causado. La detención y el encarcelamiento de Carrascosa fueron de los elementos que más contribuyeron para establecer lo que he dado en denominar el pensamiento generalizado. Cuando el juez de garantías, más tarde, advertido de su error revoca su decisión y libera a Carrascosa, el público, ya cebado por el atractivo sabor de la sangre, no piensa que Carrascosa es inocente, piensa que la justicia no es confiable y ese pensamiento también forma parte del pensamiento generalizado. Además de la testigo del inexistente “toc”, también controvirtieron la versión de Carrascosa y Bártoli, tanto la encargada del club house como uno de sus mozos. Una vez más debo citar a Duggan, quien transcribe y compara las declaraciones de uno y otro testigo, tanto las prestadas ante la fiscalía como ante el experimentado juez Lucini y demuestra en forma acabada que sus relatos acerca de que Carrascosa la tarde

Page 101: Porfido carreras analisis del caso

101

del 27 de octubre de 2002 entre las 18 y las 19 horas pasó por el Club House a tomar café, un limoncello y fumar un cigarrillo, está plagado de contradicciones. Contradicciones que las tornan poco verosímiles o decididamente no creíbles, no sólo para personas como Duggan o como yo, que hemos analizado sus dichos en forma objetiva y desapasionada, sino también para el propio juez de garantías, aquél que no dudó en encarcelar a Carrascosa fundado en sus testimonios, pero que tuvo la hombría de bien de levantar el caballo, no bien advirtió que había enterrado las dos manos en el mismo pozo. Por último, un comentario que hace a la lógica y al sentido común que propuse tener como norte en el análisis de los hechos. Si realmente Carrascosa hubiese estado aquella tarde en el club house, pareciera difícil que luego ocultase ese hecho y armase una falsa coartada en complicidad con Bártoli y su familia. En primer lugar porque Carrascosa no podía ignorar que tanto la encargada de la concesión como su empleado iban a recordar su presencia en un bar sin público, producida momentos antes de conocerse el hecho más trascendente en la historia del Carmel: la muerte de una socia que era nada menos que su mujer. Por otra parte, si Carrascosa necesitaba una coartada que lo ubicara fuera del lugar del crimen, su presencia en el club house corroborada por la encargada y el barman, era el paradigma de la buena coartada. Si esa coartada sólo le cubría una parte del tiempo que él necesitaba cubrir, nada le impediría a los cuñados mentirosos alterar los pasos y ubicar a Carrascosa en casa de Bártoli después de haber tomado el café y el limoncello en el club. Lo único que Carrascosa no podía hacer era negar su presencia en el club house, a menos que, obviamente, no hubiese estado allí sino en casa de los Bártoli, como todo indica que efectivamente sucedió. VIII INDICIO. OCULTAMIENTO DEL CADAVER Algunos testigos declararon que la familia no le facilitó al doctor Nötinger la revisación de María Marta, cuando él como médico se ofreció para hacerlo. Para ese entonces los médicos Gauvry Gordon y Biasi ya habían informado que María Marta había muerto, lo cual tornaba, a esa altura de los acontecimientos , innecesaria la intervención de cualquier médico, salvo que se piense que el juramento hipocrático incluye el deber de resucitar a los pacientes fallecidos. El velorio de María Marta fue por demás concurrido y en él estuvieron presentes y se acercaron al cadáver tanto el jefe de la DDI de San Isidro como el fiscal Molina Pico.

Page 102: Porfido carreras analisis del caso

102

Sus parientes y amigos se acercaron a María Marta sin limitaciones de ninguna naturaleza y, por tanto, las declaraciones de dos o tres testigos que relaten sus experiencias personales en sentido contrario, carecen de entidad para modificar lo que fue evidente, público y notorio. Atila, burlón, sopla y sopla, mientras baila y canta al compás del tamboril, ya que todos, absolutamente todos los indicios que sirvieron para instalar la creencia colectiva de la culpabilidad de la familia, fueron destruidos, uno a uno, por el astuto animal.

Page 103: Porfido carreras analisis del caso

103

CAPITULO IX LA SENTENCIA Ahora nos detendremos a analizar el fallo de la Cámara de Casación que condenó a Carrascosa a cadena perpetua. En esa sentencia no se encuentra una sola prueba directa de su autoría en el homicidio. Más aún, para quienes a esta altura del relato aún tengan dudas acerca de la inocencia o culpabilidad de Carrascosa, esta sentencia, el fallo que determina su responsabilidad en el asesinato de María Marta, les servirá para despejarlas y arribar a la conclusión de que aquél es inocente. Esto es así, no sólo porque la sentencia no se apoya en ninguna prueba que permita acreditar que Carrascosa es el asesino, sino porque incurre en contradicciones que la convierten en un verdadero galimatías y, paradojalmente, aporta interesantes elementos de juicio que prueban la inocencia del condenado. Los jueces, igual que tantos otros, llevados por la doctrina del pensamiento generalizado, pensaron que Carrascosa era culpable y simplemente por eso lo condenaron. Con esa certeza taladrando sus conciencias, dictaron el fallo condenatorio con los endebles elementos de prueba que les arrojaba la causa. Soy consciente de que lo dicho suena como algo gravísimo y lo es. Mucho más grave, es lo que los jueces hicieron. Para condenarlo, se valieron de un método más propio de la ingeniería hidráulica que del derecho. En efecto, los jueces han trocado la balanza por la barra. Como enseguida podrán advertir, ellos emplearon una suerte de palanca argumental que desplazó a pura fuerza de voluntad los hechos de un lado hacia otro, de manera tal de poder ubicar a Carrascosa en la escena del crimen en el momento en el que les resultó más funcional a la teoría que pretendían construir. Ese solo hecho, Carrascosa en el lugar del crimen, les bastó para determinar su culpabilidad.

Page 104: Porfido carreras analisis del caso

104

Luego dejaron de lado la “barra” y se valieron de la “gotita”, sí, de la maravillosa “gotita” que según Molina Pico se usó para tapar los orificios de las balas y con ella rellenaron los espacios vacíos que les quedaban. Una vez que situaron a Carrascosa en el lugar del crimen, empleando argumentos tan endebles como contradictorios, establecieron su culpabilidad basados únicamente en las presunciones que extrajeron de los tantas veces comentados indicios incriminatorios, como el del certificado de defunción falso, la echazón del pituto por el inodoro y la limpieza de las manchas de sangre que, con la invalorable ayuda de Atila, traté con todo detalle en el capítulo anterior. Los jueces trabajaron sobre tres elementos:

a) la hora en que llegó el vigilador Ortiz a la casa de Carrascosa para avisar de la

presencia de la masajista Michelini en la guardia del country b) la hora en que Michelini ingresó al Carmel. c) la llamada telefónica que Carrascosa hizo a las 19.07 a la empresa OSDE para

solicitar una ambulancia. Si se presta atención a la sentencia, para estructurar sus argumentaciones los jueces necesitaron que a las 19.07, cuando Carrascosa solicitó la ambulancia a OSDE, se encontrase acompañado solamente por Bártoli, cuya voz se escucha en la cinta grabada de la comunicación telefónica y por una mujer, que en ningún caso debía ser la masajista Michelini y que el fiscal sospecha que es Irene Hurtig. De esta manera, en su ideario imaginativo, a la hora señalada y antes de ella, Carrascosa y sus cómplices estuvieron solos con María Marta y por tanto pudieron matarla y armar la posterior escena del accidente doméstico. Si pudieron lo hicieron, será la conclusión del tribunal. ¿Ustedes se preguntarán porqué?. Tal vez la respuesta más ajustada a la realidad la podría haber dado Alberto Sordi: “perche mi piace”. Que traducida a la realidad de esta causa sería: porque los indicios inciminatorios (el pituto, el certificado de defunción falso, el intento de stopear a la policía, el lavado de las manchas de sangre, etc) así lo demuestran. Cualquiera que fuese el fundamento, el de Sordi o el de los indicios incriminatorios, el hecho de que hayan tenido la oportunidad de matar y encubrir, no prueba otra cosa que eso, la oportunidad de hacerlo, pero de modo alguno tiene entidad para probar el homicidio. Por tanto y lo diré una vez más, en esta causa la prueba del homicidio está basada exclusivamente en los indicios incriminatorios tantas veces comentados.

Page 105: Porfido carreras analisis del caso

105

Comencemos por decir que en ningún momento se ha negado que Carrascosa se encontrase en su casa a las 19.07. Por el contrario, es lo que siempre se ha sostenido. Tampoco se ha negado que a esa hora tanto Bártoli como Irene, que fueron los primeros en ser llamados por Carrascosa para hacerles saber del accidente y solicitar su ayuda, se encontrasen en la casa de éste. Los jueces afirmaron que existiría una contradicción entre ese hecho y lo declarado por Carrascosa, quien dijo que cuando llamó a OSDE sólo se encontraba en su casa Michelini, pero no así los Bártoli. Esta contradicción será, para ellos, otra grave presunción de culpabilidad. Enseguida volveré sobre este hecho, pues antes deseo continuar con la construcción argumental de la sentencia. Para que todo pudiese suceder tal como lo presentó la Cámara de Casación, era preciso que Michelini ingresase al country después de las 19.07, ya que de esa manera ella no podría encontrase en la casa de Carrascosa al momento de la llamada a OSDE. Veamos si fue así. El ingreso de Michelini, como es obvio, dependía de la autorización de los dueños de casa. Como nadie respondía a los llamados telefónicos que hacían desde la guardia para anunciar la presencia de Michelini, aquélla destacó al vigilador Glennon para que concurriese personalmente a la casa de María Marta y comunicase que la masajista se encontraba en la entrada del country. El vigilador Ortiz, que se estaba cerca de la casa de Carrascosa y que escuchó desde su radio la orden impartida a su colega Glennon, se ofreció para hacer la diligencia. Según lo he sostenido en los capítulos precedentes y así lo ha tenido por probado el Tribunal Oral de San Isidro, el vigilador Ortiz llegó a la casa de Carrascosa pocos segundos antes que éste, es decir, entre las 18.55 y las 19. Es en ese momento que Carrascosa autoriza la entrada de Michelini, quien arribará a su casa 6 minutos más tarde, con lo cual estaríamos ubicándola a ella en lo de Carrascosa entre las 19.01 y las 19.06, esto es, antes de la llamada a OSDE. Como este hecho no era funcional al propósito perseguido por los jueces, ellos sostuvieron que Ortiz recién llegó a la casa de Carrascosa a las 19.14, para que de esa manera el arribo de Michelini se produjese, ineludiblemente, después de esa hora. La acción de la palanca. Desplazaron a Ortiz de las 18.55/19 hasta las 19.14 y, de esa manera, automáticamente desplazaron también a Michelini hasta después de esa hora, ya que era necesario que primero llegase el vigilador y transmitiese la solicitud de ingreso, para que luego aquélla pudiese entrar al country.

Page 106: Porfido carreras analisis del caso

106

Pero mientras por un lado afirmaron esta postura, por otro incurrieron en flagrantes contradicciones. Esto es así, porque la palanca voluntariosa sirve para desplazar los hechos, pero de modo alguno para construir la verdad. Dijeron en su sentencia que, de acuerdo a las filmaciones de la guardia, el auto de Michelini estuvo estacionado en el lugar de espera de la entrada del Carmel desde las 18.55 hasta las 18.58 (luego, sin ninguna explicación, agregaron a esa hora 1 minuto y dijeron que fue hasta las 18.59. Nuevamente la palanca en acción). Esto me permite concluir, sin temor a equivocarme, que si a partir de las 18.58/18.59 las filmaciones ya no mostraban el vehículo de Michelini estacionado en el lugar de espera de la entrada del club, es porque ella ya había ingresado al Carmel. Más claro, agua. Por lo tanto, antes de esa hora (18.58/18.59) el vigilador Ortiz, necesariamente tuvo que haber llegado a la casa de Carrascosa, para que éste autorizase la entrada de Michelini. Esto se da de narices con lo sostenido por el tribunal, que colocó a Ortiz en casa de Carrascosa recién a las 19.14 y no, como debió ser, antes de las 18.58/18.59. Más adelante nos detendremos a analizar sobre la base de que elementos la Cámara sostiene lo que sostiene. Pero en un vano intento por armonizar sus dichos, el tribunal sacó de la galera, como mago de feria, el relato del tiempo que demandaron los trámites para ingresar al country y dijo que éstos insumieron alrededor de cinco minutos. Luego y muy confusamente, demasiado confusamente, trató de sugerir que a la última hora en que fue detectado el automóvil de Michelini por las cámaras de filmación (18.58/18.59), habría que adicionarle esos 5 minutos. Nuevamente habría que preguntarse porqué y otra vez la respuesta la daría el gran Sordi: perche mi piace. Pero aún dejando de lado las contradicciones de la sentencia y admitiendo por vía de hipótesis que Michelini hubiese ingresado al Carmel a las 19.03/19.04 (es decir, 5 minutos después de las 18.58/18.59) veremos que las cosas tampoco cierran como el tribunal lo plantea. ¡Qué difícil es trampearle a la verdad!. En primer lugar, como en el gran bonete, ha llegado el momento de preguntarse: ¿Y a Michelini y a su auto, quién los tiene?. ¿Dónde estuvieron Michelini y su auto durante esos 5 minutos que no lograron ser detectados por las cámaras de filmación?.

Page 107: Porfido carreras analisis del caso

107

Esta es una nueva incógnita para el caso, que ahora proviene ni más ni menos que de la Cámara de Casación. Confiesen los lectores que jamás esperaban semejante suspenso de una sentencia judicial. Qué pasó con Michelini y con su auto durante ese lapso, es un tema por demás interesante y respecto del cual la Cámara no ha dado una explicación suficiente, siquiera una mala explicación. Lamentablemente, no nos queda otra interpretación que Michelini y su auto desde la última hora en que fueron detectados por las cámaras de filmación (18.58/18.59) y su posterior ingreso al country, 5 minutos más tarde, se evaporaron. Sí, leyeron bien. Se evaporaron. ¿Les parece extraño?. ¡Vaya si lo es!. Pero a ese despropósito nos lleva de la mano la sentencia que analizamos. Pero dije que aún admitiendo lo inadmisible, es decir, la evaporación de Michelini y de su auto por el lapso de 5 minutos, la teoría de la Cámara igualmente se desvanece. Veamos. La Cámara, en forma poco clara, habló de 5 minutos de trámite para registrar el ingreso. El lapso de 5 minutos está tomado de las declaraciones de los vigiladores, que estiman en ese tiempo el trámite del ingreso al Carmel, pero de modo alguno dicen que concretamente el trámite de Michelini haya demorado 5 minutos a partir de la autorización dada por el dueño de casa, ya que la mayor parte de ese tiempo, lo sabe cualquiera que alguna vez haya concurrido a uno de esos lugares, lo insume el llamado telefónico de autorización de ingreso. Más aún, la propia Cámara dijo que el auto de Michelini, entre la primera filmación y su posterior evaporación, estuvo cuatro minutos estacionado frente a la guardia y es dable pensar que durante ese tiempo los vigiladores se ocuparon de tramitar su ingreso en vez de limitarse a mirar a la masajista. Pero para facilitarle las cosas al tribunal, dejaré por un momento de lado la fastidiosa realidad. Si Michelini hubiese ingresado al Carmel pasados los 5 minutos del trámite de registro y una vez recorporizada y regresada al siglo XXI , como sugiere la Cámara, ella habría llegado a lo de Carrascosa a las 19.10, ya que el recorrido desde la guardia hasta la casa de aquél demanda como máximo 6 minutos.

Page 108: Porfido carreras analisis del caso

108

Quiero ser preciso. 18.59 (último momento en el cual el auto de Michelini fue detectado por las cámaras de filmación) + 5 minutos (trámite de ingreso) + 6 minutos (recorrido desde la guardia hasta la casa de Carrascosa)=19.10. Es decir que Michelini, según se desprende de la sentencia de la propia Cámara, habría arribado a la casa de Carrascosa 4 minutos antes de que llegase a ella el vigilador Ortiz, que es quien debía transmitir la autorización de ingreso. ¿No les parece fantástico?. ¡Primero llegó la autorizada y 4 minutos más tarde el que comunicó a Carrascosa su presencia en la puerta del country y después transmitió por radio la autorización de ingreso!. Atila mueve dos colas y aúlla por toda la jauría. Como pueden ver, la Cámara no sólo volatilizó a Michelini y a su auto, sino que resolvió el dilema filosófico sobre la existencia del tiempo. ¿O con encomiable humildad habrá hecho suyas, sin decirlo, las célebres teorías sobre el tiempo de los “agujeros de gusanos” de Einstein-Rosen o la de los “agujeros negros Schwarzschild” de Flamm?. Como ya adelanté, nos detendremos un minuto para observar como la Cámara se las ingenió para usar su palanca y desplazar a Ortiz desde las 18.55/19 hasta las 19.14. Por favor les ruego que se sienten, ya que no quiero ser el responsable de las consecuencias que ciertas sorpresas puedan causar al desprevenido lector. Los jueces dicen que a las 19.13 Carrascosa atendió una llamada de teléfono en su casa. En dicha conversación, según la Cámara, se escucharía “un parlamento atribuible al imputado” en el que éste diría: “ya viene la guardia para acá”. Esa llamada habría durado 82 segundos y la mención comentada se habría hecho en la mitad de la conversación, lo que le permite a la Cámara establecer que Ortiz jamás pudo llegar a lo de Carrascosa antes de las 19.14. Les pido que tengan presente que este solo hecho es el que le permite a la Cámara situar a Ortiz a las 19.14 en la casa de Carrascosa y este hecho es uno de los pilares en los que basa su condena. Vamos a dar por bueno todo lo descripto objetivamente por el tribunal. Atila, desconfiado, agita su cola. Ahora bien ¿de dónde resulta que ese “ya viene la guardia para acá”, está referido al vigilador Ortiz?. ¿No podría tratarse de otro vigilador, que fue más tarde a la casa de Carrascosa?.

Page 109: Porfido carreras analisis del caso

109

¿No podría referirse a la ambulancia que habían llamado a las 19.07 o al pedido de auxilio que hizo Irene Hurtig a la guardia cuando se enteró del accidente?. ¿No podría estar diciendo o queriendo decir “ya vienen “de” la guardia para acá” y por tanto aludiendo a cualquiera de las hipótesis comentadas en el párrafo anterior y no a un vigilador?. Todo es posible, nada es seguro, como tampoco lo es que esa referencia aluda necesariamente al vigilador Ortiz. Sí preguntásemos porqué la Cámara sostiene que Carrascosa se está refiriendo a Ortiz y no a cualesquiera de las otras variantes expuestas, nuevamente deberemos recurrir a Sordi: “perche mi piace”. Pareciera que lo expuesto es más que suficiente para hacer tambalear el “sólido” pilar de la sentencia condenatoria. Pero enseguida veremos que esa afirmación de la Cámara, que no es otra cosa que una mera expresión de deseos, resulta difícil, cuando no imposible, de ser trasladada a la práctica. Ya dije que para que Carrascosa hubiese podido saber el momento exacto en el cual debió dejar la escena del crimen, subir a su auto, dar una vuelta y regresar justo cuando llegaba Ortiz con su carrito Melex, debió contar con poderes sobrenaturales. Concretamente sostuve que el asesino no era el marido, sino el mago Fumanchú. Pero ahora, a partir de lo sostenido por la Casación, la cosa sería más mágica aún. Mientras Carrascosa hablaba por teléfono pudo ver desde la ventana-así lo dice concretamente la Cámara- al vigilador en su carrito Melex llegando a su casa. Entonces presten atención, porque sí las cosas sucedieron tal como lo asevera el tribunal, ésta hubiese sido, inexorablemente, la secuencia de los hechos:

a) Carrascosa continuó hablando unos cuantos segundos más, ya que la llamada duró 82 segundos y el comentario se habría hecho al promediar el diálogo.

b) El Melex siguió avanzando c) Carrascosa salió de su casa, subió a su auto y partió d) El Melex siguió avanzando e) Carrascosa dio una vuelta y regresó f) Ortiz con su Melex llegó a la casa de María Marta, se dirigió a la puerta y en ese

momento arribó Carrascosa y así se produjo el encuentro entre éste y el vigilador.

Para que los hechos se desarrollasen de la manera expuesta, sería necesario que Carrascosa hubiese visto el Melex en la oscuridad de la noche a una distancia inusual, ya que de lo contrario no habría podido continuar conversando cerca de 40 segundos más, salir de su casa, subir a su auto, partir, dar una vuelta y regresar en el mismo momento que llegó el vigilador Ortiz.

Page 110: Porfido carreras analisis del caso

110

Sí el Melex hubiese circulado a 20 km por hora, en 40 segundos habría recorrido 222 metros. Como la totalidad de las tareas enunciadas demandaron un tiempo mayor que esos 40 segundos, durante los cuales el Melex avanzaba y Carrascosa seguía hablando por teléfono, necesario es concluir que Carrascosa avistó al vigilador a una distancia mayor a esos 222 metros, reitero, en la oscuridad de la noche. Tratemos de ser más precisos. ¿Cuánto tiempo pudo llevarle a Carrascosa salir, subir al auto, partir, dar un giro y volver?. Para evitar cualquier discusión cederé a todos los regateos: 1 minuto. Una suerte de Fégoli motorizado. Por tanto estaríamos hablando de 1 minuto y 40 segundos. Es decir que el Melex, para que Carrascosa y Ortiz llegasen al mismo tiempo, tendría que haber estado a una distancia de 555 metros de la casa de aquél. Sí Carrascosa, que según se ha podido comprobar a lo largo del juicio oral usa anteojos en forma permanente, pudo ver a un vigilador de noche a 555 metros, debemos concluir que efectivamente es el mago Fumanchú. Lo curioso es que la Cámara atribuye a Carrascosa la vista de un águila y a Ortiz la de un loro ciego. Esto es así, ya que mientras Carrascosa habría divisado a Ortiz a 555 metros, éste no habría visto al automóvil de aquél partiendo de su casa, cuando para ese entonces ya se encontraba a sólo 222 metros de aquélla!!!!! No sólo la frase “ya viene la guardia para acá” carece de entidad para probar que Carrascosa se estuviese refiriendo a Ortiz, sino que ha quedado demostrado que esa aventurada ocurrencia de la Cámara supera en mucho cualquier margen de complacencia que quiera tenerse con el tribunal. Para dar apoyo a su tesis, sí podemos llamar tesis a una mera ocurrencia, la Cámara recurre a la declaración del vigilador Rivero. Rivero dice que pasadas las 19 escuchó por radio el pedido de la guardia para que un vigilador se trasladase a lo de Carrascosa. La prueba, para la Cámara, luce contundente. Lo dijo Rivero y punto. Rivero dixit, veritatem est. ¿No habría que preguntarse por qué Rivero sabía a ciencia cierta que eran las 19 horas y monedas y no las 19 en punto o las 19 menos algo?. Y, en el mejor de los supuestos, más de las 19 ¿serán las 19.01 o las 19.14?. Cuando yo calculé los tiempos de cada uno de los pasos del camino de la muerte, los devotos del pensamiento generalizado, probablemente pasaron mis minutos por las horcas caudinas. Quisiera saber si son igual de severos con los 13 minutos que la Cámara maneja a discreción, o si ellos, con untuoso respeto, le dirán a los jueces amén y algunos amen, para que suene un poco más latino. Reitero una vez más.

Page 111: Porfido carreras analisis del caso

111

¿Ustedes tienen por probado, más allá de toda duda razonable, qué Carrascosa se haya referido al vigilador Ortiz en la mentada conversación telefónica de las 19.13, cuando se le escuchó decir la frase “ya viene la guardia para acá”?. ¿No les queda al menos una sombra de duda de que no haya sido así?. ¿No creen posible que Carrascosa haya dicho o querido decir “ya vienen “de” la guardia para acá”?. ¿No creen qué es difícil, cuando no imposible, que Carrascosa haya podido ver al vigilador Ortiz en la oscuridad de la noche a una distancia de 555 metros?. ¿No creen que es difícil, cuando no imposible, que Carrascosa después de haber avistado a la supuesta guardia avanzando hacia su casa, haya podido salir a la calle, subir a su auto, retirarse y regresar junto con la llegada de aquélla?. ¿Pueden descartar, sin temor a equivocarse, que Carrascosa a cientos de metros de distancia y en la oscuridad de la noche, no haya confundido la luz del carrito Melex con la luz de un automóvil de cualquier persona del country y que por tanto su comentario de “ya viene la guardia para acá” haya sido un error de apreciación y jamás existió tal guardia acercándose a su casa a las 19.13?. ¿Alguien en esa Cámara se tomó el trabajo de comprobar sí desde el lugar donde se encontraba el teléfono en la casa de Carrascosa o desde cualquier ventana, dado que tal vez usó un aparato celular o una extensión inalámbrica de su teléfono fijo, el ángulo de visión permitía ver una parte de la calle que se encontrara a 555 metros de distancia?. Para eso es necesario que la calle sea recta a lo largo de algo más de medio kilómetro en el trecho que llega hasta la casa de Carrascosa y que la ventana desde la cual éste miraba el camino estuviese orientada de manera tal que entre ella y un punto imaginario que se encuentre a 555 metros no hubiese nada que impidiese su visión. Lamentablemente, donde nosotros vemos un mar de dudas, la Cámara ha encontrado una sólida prueba para acreditar el homicidio. Dijimos al comienzo de este capítulo que la sentencia de la Cámara se estructuró sobre tres pilares:

a) la hora en que llegó el vigilador Ortiz a la casa de Carrascosa para avisar de la presencia de la masajista Michelini en la guardia del country

b) la hora en que Michelini ingresó al Carmel. c) la llamada telefónica que Carrascosa hizo a las 19.07 a la empresa OSDE para

solicitar una ambulancia. Como habrán podido comprobar, los dos primeros pilares tenían bases de barro y por tanto han cedido ante los simples soplidos de Atila. Vayamos ahora a la llamada telefónica a OSDE. Se hizo a las 19.07. Hasta allí estaríamos todos de acuerdo.

Page 112: Porfido carreras analisis del caso

112

¿Cuál sería aquí la gran contradicción?. Carrascosa sostiene que esa llamada la hizo él por sugerencia de Michelini antes de que llegase Bártoli y los jueces dicen que Guillermo Bártoli, según la grabación de la conversación telefónica, ya estaba allí con su cuñado. Que Carrascosa crea recordar que llamó antes y realmente llamó después, es una confusión comprensible si se tiene en cuenta el momento que él estaba viviendo y, en sustancia, esa diferencia no quita ni pone rey. Las contradicciones que puedan haber sobre este punto entre Carrascosa, Bártoli y Michelini, son francamente intrascendentes. Pero teniendo en cuenta lo expuesto más arriba sobre las argumentaciones del fallo en lo que hace a los tiempos de Ortiz y de Michelini y a la evaporación de ella y su automóvil, me permito dudar de que Michelini, a las 19.07, no se encontrara en la casa de Carrascosa como todo parece indicarlo. Si ella hubiese ingresado a las 18.58, hora en que también la Cámara estableció como el momento en que su automóvil fue detectado por última vez por las cámaras de filmación, y a ese horario le adicionásemos los 6 minutos que demandó el traslado desde la guardia hasta la casa de Carrascosa, localizaríamos a Michelini en este último lugar las 19.04. Es decir, 3 minutos antes del llamado a OSDE. Atila hace raros gestos con sus manos que no alcanzo a comprender. Ahora regresemos una vez más a nuestros tiempos. Los tiempos del camino de la muerte. Si vuelven atrás las páginas podrán comprobar que en nuestro cálculo de tiempos ubicamos a las 19.23 la conclusión de las tareas del armado de la escena que enmascaraba el homicidio como un accidente doméstico. Eso, por cierto, según mis cálculos y a las 19.29 o 19.45, según los más amplios del fiscal. Esto nos daría que los Bártoli todavía estarían en plena faena cuando Michelini ingresó a la casa de María Marta, sea que a ésta la ubiquemos allí a la hora en que yo lo estimé o a la hora en que la Cámara, forzadamente, la trató de ubicar. Atila, sin temor a ser evaporizado por la Cámara, mueve la cola con viva pasión. Como siempre lo mejor, es mejor dejarlo para el final. Por favor, siéntense una vez más y reflexionen. Prometo que será la última. Pero ahora les voy a pedir que sí los minutos de Ortiz y de Michelini ya los tienen aburridos, confundidos y hartos, se olviden de todo lo dicho en este capítulo sobre el punto.

Page 113: Porfido carreras analisis del caso

113

Sí, olvídense si Ortiz llegó a las 19 o a las 19.14 y si Michelini lo hizo a las 19.04 o las 10 de la noche. Vamos a admitir por un momento que efectivamente Ortiz llegó a las 19.14, como la Cámara quiso que llegara y que Michelini llegó….llegó a la hora que ustedes quieran. Limítense a leer detenidamente lo que sigue. ¿Qué necesidad imperiosa podían tener Carrascosa y sus cómplices para llamar a una ambulancia que atendiese a la persona que acababan de matar?. ¿Qué necesidad tenían de llamar a una ambulancia, arriesgándose así a que se descubriese su crimen?. ¿Qué les permitía pensar que los médicos y paramédicos convocados no advertirían los impactos de bala?. Si no era conveniente que Bártoli estuviese en la casa mientras Carrascosa llamaba a la ambulancia ¿para qué llamar a ésta mientras él estuviese allí, si hasta que llegase Ortiz o Michelini él no tenía porqué descubrir que había enviudado y por tanto el circo de la ambulancia devenía innecesario? El llamado de Carrascosa solicitando la ambulancia a las 19.07, es la prueba más acabada y concluyente de su inocencia. Lo voy repetir. El llamado de Carrascosa solicitando la ambulancia a las 19.07, es la prueba más acabada y concluyente de su inocencia. Si los Bártoli recién concluirían con su desagradable tarea a las 19.23 ¿porqué Carrascosa iba a llamar a la ambulancia a las 19.07, corriendo el riesgo de que ésta llegase unos minutos antes (llegó a las 19.24) y se diese de cara con sus cuñados manoseando la sangre?. No se olviden que si en vez de tomar mis tiempos para recorrer el camino de la muerte tomásemos los del fiscal, que suman 6 o 18 minutos más, según las distintas variantes ya analizadas, la ambulancia habría llegado a la casa de María Marta cuando a los Bártoli aún les quedaba bastante por hacer. Carrascosa, según la Cámara, habría realizado dos actos irracionales que no tendrían otro propósito que jugar con su destino, así como algunas personas arriesgan sus vidas jugando a la ruleta rusa. Pero el ejemplo no es feliz, ya que en la ruleta rusa sólo se cuenta con un 16.66% de probabilidades de morir, mientras que Carrascosa contaba con el 100% de certeza de ser descubierto. Autorizar la entrada de Michelini y llamar a la ambulancia cuando todavía sus cómplices no habían concluido con las tareas para enmascarar el homicidio y cuando

Page 114: Porfido carreras analisis del caso

114

tampoco podía saber si las concluirían al momento del arribo de aquéllos, son actos demenciales, temerarios y absurdos y, por tanto, todo indica que las cosas no sucedieron como la Cámara pretende que hayan sucedido. Si Carrascosa hizo esa llamada y sin duda la hizo, es porque él y sus cuñados eran ajenos al crimen. Insisto ¿por qué razón Carrascosa se iba a apurar a iniciar el show de las ambulancias- pues en la hipótesis del fiscal y de los jueces eso no fue otra cosa que una farsa- cuando nadie aún había descubierto el crimen y cuando a esa hora, 19.07, de ser él y sus cómplices los asesinos, todavía estarían lavando la sangre?. Todo esto no hace otra cosa que demostrar su inocencia y no su culpabilidad. Para los que piensen como el fiscal y los jueces que todo eso fue circo y nada más que circo para aparentar su inocencia llamando a los médicos, les pediría que reflexionen sobre dos cosas. ¿Ese circo no era demasiado riesgoso para sus planes?. ¿Podían descartar que Michelini y los médicos no descubrirían la verdadera causa de la muerte de María Marta?. ¿Ese circo, como lo exige cualquier circo, no requería acaso de cierto público?. ¿Y en ese caso, la llamada a OSDE a las 19.07, cuando aún nadie conocía la existencia del crimen, no luciría como total y absolutamente extemporánea?. Es decir, empezaron la función con payasos y equilibristas, pero el público todavía estaba en la vereda Si a las 19.07 la escena del armado del falso accidente ya hubiese estado concluida, cosa ésta que es imposible de acuerdo a lo que ya hemos demostrado, entonces la llamada circense podría tener algún asidero. En caso contrario, tal llamada no fue una cortina de humo sino un auténtico y real pedido de socorro y ella prueba acabadamente que Carrascosa y sus cómplices no fueron los asesinos. Algún devoto fundamentalista de la doctrina del pensamiento generalizado tal vez sostenga que esa llamada no fue una cortina de humo, sino que Carrascosa y sus cómplices, arrepentidos de su crimen, buscaron desesperadamente médicos, paramédicos y cuasi médicos, para que retornasen a María Marta al mundo de los vivos. En ese supuesto, Carrascosa y su gente no deberían haber recurrido al auxilio de la medicina, que sirve para curar enfermos o salvar vidas pero no para resucitar muertos, sino al de la Madre María o al de la Cámara de Casación, cuyos poderes mágicos han estado a la vista cuando hizo desaparecer a Michelini y a su automóvil o logró que la autorización de ingreso dada por Ortiz a las 19.14 hubiese sido recibida por la guardia 15 minutos antes.

Page 115: Porfido carreras analisis del caso

115

Este solo hecho, la retroactividad de la autorización cursada por el vigilador Ortiz en el tiempo, quien según la Cámara la habría comunicado a la guardia a las 19.14 y ésta la habría recibido 15 minutos antes, a las 18.58/18.59, es de por sí suficiente para colocar la sentencia que condenó a Carrascosa, no ya en el museo de las monstruosidades jurídicas creado por el doctor Hermosilla Cívico sino, lisa y llanamente, en la galería de los despropósitos. Los aullidos de Atila son ensordecedores. Pero esto no es todo. Piensen por un segundo que Carrascosa, a las 19.07, exteriorizó el accidente de su mujer llamando a OSDE. De eso no cabe duda y todos, la Cámara, Carrascosa y el Tribunal Oral de San Isidro, coinciden. ¿Qué sentido tendría entonces que Carrascosa, después de haber matado a su mujer, saliese a la calle, tomase el auto, diese una vuelta y regresase justo en el momento en que arribaba Ortiz, según la Cámara a las 19.14, con el único objeto de probar que él recién llegaba a su casa y tener así una coartada, si para ese entonces ya había exteriorizado con su llamado a OSDE a las19.07, que conocía desde esa hora la existencia del accidente?. A fuer de pecar por reiterativo lo voy a repetir. Según la Cámara, Carrascosa habría montado la escena de escabullirse del lugar del hecho, dar una vuelta en auto y regresar con cara de nada a las 19.14 junto con Ortiz, para tener así la coartada de que él recién en ese momento llegaba a su casa y que por tanto recién unos segundos después se podría enterar del accidente de su mujer. Pero la propia Cámara reconoce que 7 minutos antes Carrascosa había llamado a OSDE pidiendo una ambulancia, con lo cual semejante montaje y coartada devenían total y absolutamente innecesarios. Es decir que Carrascosa habría armado un doble circo. Hizo el circo de salir de su casa y regresar cuando llegaba Ortiz, para tener la coartada de que recién en ese instante ingresaba a la escena del crimen. Este primer paseo de “tony de pista”, según la Cámara, lo habría realizado a las 19.14. Pero antes de esa alegre aparición, Carrascosa había recorrido la pista animando a grandes y chicos con un teléfono en la mano. A las 19.07 practicó su genial pirueta y llamó a OSDE pidiendo una ambulancia. Con ese llamado habría pretendido simular su interés por salvar la vida de su mujer que yacía muerta en el piso del baño. Los dos circos.

Page 116: Porfido carreras analisis del caso

116

¿Pero de qué le serviría la coartada de Ortiz, con la que pretendía probar que recién llegaba a la escena del crimen a las 19.14, si con la llamada a OSDE ya había evidenciado que desde las 19.07, cuanto menos, conocía el accidente de su mujer?. Más que dos circos, parecen dos manicomios. He logrado taparle la boca a Atila en salvaguarda de mis tímpanos. Creo que ante esta prueba aportada por la fiscalía y hecha suya por el tribunal, la defensa de Carrascosa sólo puede decir: gracias, muchas gracias, estimados colegas. La sentencia que condenó a Carrascosa no sólo no se apoyó en ninguna prueba sustentable e incurrió en graves contradicciones, sino que en su vano intento por cambiar la realidad, trató sin éxito de alterar el tiempo y la materia. Ustedes se preguntarán por qué ese acto judicial no recibió la merecida rechifla?. Por un motivo muy sencillo, queridos lectores. Porque el fallo de la Cámara se adecuó a la doctrina del pensamiento generalizado y dijo lo que todos querían escuchar.

Page 117: Porfido carreras analisis del caso

117

CAPITULO X ALGO PARA PENSAR En el capítulo VIII traté los indicios que llevaron a condenar a Carrascosa y creo que tanto los argumentos vertidos para cada uno de ellos como los insolentes soplidos de Atila, han sido más que suficientes para destruirlos y lanzarlos al viento. También antes traté las seis hipótesis de cómo se pudo cometer el crimen. En el caso de las cinco primeras, no queda resquicio para la duda. En la última y pese a mi esfuerzo por arrimar una versión que hiciese creíble el crimen cometido en forma compulsiva por Carrascosa sin la colaboración de terceros, sólo se ha logrado demostrar que ello es posible, aunque no probable. No obstante y más allá de la mayor o menor probabilidad que cada uno considere factible, no debemos olvidarnos que ni en ese ni en ningún otro supuesto ha existido una prueba, sólo una, que permitiese acreditar la autoría del homicidio por parte de Carrascosa. Después analicé la sentencia de la Casación y concluí que ese acto no se sustentó en pruebas sólidas y, más allá de eso, aportó elementos de convicción que reafirman y prueban la inocencia de Carrascosa. Ahora me limitaré a decir lo que no dijo el fiscal. El espolvoreó el ambiente con el azufre que desprendían un conjunto de indicios, que tuvieron eficacia para crear el clima de la conspiración familiar. Esos indicios, destruidos, vuelan al viento. Ha llegado entonces la hora de hablar de indicios, pero de indicios positivos, aquellos que sirven para crear el clima de inocencia. En rigor de verdad, esos indicios, de una manera o de otra, ya han sido comentados a lo largo de los capítulos anteriores al formular argumentos, plantear dudas, proponer alternativas u ofrecer distintas perspectivas de análisis y, por tanto, allí encontrarán el desarrollo y sustento de cada uno de ellos. Por esa razón, me limitaré a mencionarlos.

1. Los hermanos de María Marta, antes de que se ordenase la autopsia y cuando aún la versión del accidente era también la versión del fiscal, le contaron a éste el hallazgo del “pituto”, su echazón y el lugar donde encontrarlo.

Page 118: Porfido carreras analisis del caso

118

2. Horacio García Belsunce, a instancias de su medio hermano John Hurtig, pidió la concurrencia de un médico forense para que determinase las causas de la muerte de María Marta y solicitó la presencia de la policía y del fiscal al velorio por intermedio del fiscal federal Romero Victorica, a quien encomendaron esa tarea en su condición de amigo y hombre de la justicia.

3. Carrascosa llamó a OSDE a las 19.07 para tratar de salvar la vida de su mujer, cuando a esa hora, de haber sido él el asesino, sus cómplices aún estarían armando la escena para enmascarar el homicidio como un accidente doméstico.

4. Irene Hurtig, enterada de la muerte de María Marta, recorrió el Carmel en busca de médicos, llevó al estudiante de medicina Diego Piazza para que la asistiese y solicitó el envío de una ambulancia, lo que se contradice con su participación como cómplice o encubridora del homicidio.

5. Carrascosa solicitó al fiscal la autopsia de María Marta, antes de que éste la ordenase.

6. Carrascosa, sin que nada se lo impidiese desde el punto de vista legal, se abstuvo de cremar a María Marta, con lo cual el crimen jamás se hubiese descubierto.

7. A lo largo de siete años, las quince personas más cercanas a María Marta han mantenido inalterables sus declaraciones originales, sin arrepentimientos ni contradicciones.

8. Los padres de María Marta, sus padrastros, hermanos y cuñados, se han mantenido solidarios con Carrascosa a quien consideran inocente.

Quiero detenerme en este último punto, que hasta el momento no ha recibido explicación satisfactoria, si bien con bastante ligereza tanto el fiscal como la opinión pública han dejado caer su sentencia lapidaria. Si Carrascosa fue el asesino o al menos partícipe o encubridor ¿qué papel jugaron los padres de María Marta, sus padrastros, sus cinco hermanos y sus cinco cuñados?. Si algo está claro es que su solidaridad con Carrascosa a lo largo de siete años y más allá de las distintas vicisitudes del proceso, a través del cual él desfiló como sospechoso, imputado, encubridor y asesino, se ha mantenido inalterable. La pregunta es si todos, absolutamente todos, son culpables, integrando una suerte de joint-venture de la criminalidad familiar, no conocida hasta el presente en las sociedades más o menos civilizadas, dejando de lado las sectas satánicas o ciertos ritos de algunas tribus de la selva amazónica, o sí ellos creen de buena fe en la inocencia del marido de la víctima. También aquí debemos ponernos al socaire de los juicios frívolos y carentes de otro sustento que la falta de responsabilidad de quienes los formulan, que como si se tratara de tomar partido por el verde o el azul, ponen a padres y hermanos en una actitud vana y desaprensiva, que para ellos mismos jamás admitirían ni frente al hecho ajeno de la muerte del gato del vecino. Sólo pido, apenas, una lámina de seriedad. Al analizar este hecho no debe dejarse de lado un dato no menor. El número de parientes involucrados, la constitución de la familia, con padres y padrastros, hermanos y medio hermanos, cuñados y medio cuñados y la circunstancia de que en siete años ni

Page 119: Porfido carreras analisis del caso

119

uno sólo de ellos haya saltado el cerco y cantado la palinodia, si es que de algo había de qué retractarse. Nuevamente reclamo seriedad. No recurran a las frases hechas. Acá la omertà de Toto Rinna y sus célebres compañeros, no tiene cabida. Ya dije que Rinna y los suyos se formaron en la cultura de la omertà. Nacieron y vivieron con ella, como con ella nacieron y vivieron sus padres y sus abuelos. Los García Belsunce podrán ser muchas cosas y serán distintas y variadas según sea el prisma desde el cual se los observe. Desde gente como uno, hasta estirados insoportables, desde soberbios y pedantes, hasta intachables hombres de bien. Pero si hay algo que no son y de eso no puede caber la menor duda, es un conjunto de mafiosos ante los que se inclinaría untuoso don Corleone. Reitero, nadie y mucho menos quince personas, se convierten en mafiosos de la noche a la mañana, con el solo correr de algunas horas y un poco de buena voluntad.

Page 120: Porfido carreras analisis del caso

120

CAPITULO XI UNA REFLEXION FINAL Pudimos comprobar que el fallo de la Cámara de Casación no se apoyó en ninguna prueba directa para condenar a Carrascosa a cadena perpetua. No contó con un testimonio, ni con una pericia que avalase su autoría. Más aún, he demostrado que los elementos aportados por ese tribunal, lejos de servir para incriminar a Carrascosa, han contribuido con eficacia para presumir su inocencia. En su momento expliqué porqué lo condenaron. Lo repito una vez más. Lo condenaron, así como lo condenó la sociedad, porque la suma de indicios incriminatorios los llevaron a la íntima convicción de que Carrascosa era culpable. El certificado de defunción falso, el intento de cremación, el lavado de la sangre, el lanzamiento del pituto por el inodoro, la tentativa de obstruir la acción policial, el uso de pegamento para disimular los orificios de bala, fueron más que suficientes para que la prensa, la sociedad y los jueces, arribasen a esa conclusión. Pero los jueces no pueden decidir por sus libres convicciones. Deben resolver de acuerdo con las pruebas de la causa valoradas según las reglas de la sana crítica. Vimos a lo largo de los capítulos anteriores que la factibilidad de que Carrascosa haya sido el asesino de María Marta, sólo en un supuesto resultaba posible pero no probable, aunque no hay una sola prueba que corrobore esa construcción artificial que yo mismo elaboré con el propósito de agotar el tema. En todos los casos en que se ha excluido la participación de los Bártoli, la campana del jefe de estación y su armonioso coro de pitos y silbatos se ha hecho sentir, avisando que los tiempos estaban cumplidos cuando todavía quedaban en la mochila de Carrascosa o de sus eventuales cómplices muchas tareas por hacer. Cuando por el contrario analizamos las hipótesis en que los Bártoli actuaron como cómplices de su cuñado, no sólo los tiempos resultaron mezquinos, sino que esa presunta complicidad se vería desmentida y contradecida por sus actitudes posteriores y hubiese exigido sumar a la maniobra a su hijo adolescente, lo que luce francamente impensable. En las alternativas de homicidio premeditado, nos hemos encontrado con los obstáculos ya mencionados y además ha quedado en evidencia de que ni un demente hubiese planificado un crimen dentro de su propia casa y con las limitaciones de tiempo que imponía la necesaria llegada de la masajista Michelini a las 19.

Page 121: Porfido carreras analisis del caso

121

En suma, de tratarse de un homicidio compulsivo, o fue fácticamente imposible de materializar o las actitudes posteriores de Carrascosa y sus eventuales cómplices se encargaron de demostrar que ellos no fueron sus autores. Si por el contrario, aquél hubiese sido un acto planificado previamente, nadie hubiese elegido ese día, esa hora y ese lugar para llevarlo a cabo, amén de los demás inconvenientes ya apuntados. Aquellos que condenaron a Carrascosa movidos por la fuerza de los indicios incriminatorios, ahora les pido a que vuelvan a analizar el caso a la luz de lo que se ha expuesto en los capítulos precedentes. Si los argumentos formulados les hacen ver otra cara del sol o cuanto menos les generan una duda razonable en sus anteriores convicciones, les pido que lancen al viento su nueva visión de los hechos. El reconocimiento de los errores no nos hace más débiles o más vulnerables. Sólo acceden al exclusivo podio de los grandes, los que han cometido errores y han tenido el coraje y la valentía de reconocerlos. .

Page 122: Porfido carreras analisis del caso

122

CAPITULO XII LAS BARBAS EN REMOJO El alegato ha concluido. Mis jueces, ustedes los lectores, sabrán si los argumentos arrimados a lo largo de los once capítulos que anteceden les han permitido llegar a la conclusión de que Carrascosa es inocente del homicidio de su mujer. También sabrán si esos argumentos han puesto en evidencia que, más allá de que Carrascosa sea inocente o culpable, él ha sido condenado sin pruebas que acrediten su participación en el homicidio. Puede ser que algunos todavía tengan dudas. A ellos les recuerdo que nuestra legislación penal y la de casi todos los países del mundo, disponen que en caso de duda los jueces deben absolver. Es la frase que tantas veces habrán escuchado en el cine y en la televisión, cuando el juez se dirige al jurado y les pregunta: “Consideran probado el homicidio que se le imputa al acusado, más allá de toda duda razonable”. Reitero, más allá de toda duda razonable. Personalmente no tengo dudas. Me gustaría que ustedes tampoco. Pero para aquellos que las cobijen les pido que recuerden que con ese estado de duda, que tal vez en algo he colaborado para sembrar, ustedes, como jueces, no podrían condenar a Carlos Carrascosa. Los jueces que lo condenaron, tampoco. Soy consciente de que para quienes no sean hombres de derecho, les resulte difícil comprender que en caso de duda corresponde absolver y no condenar. El principio es la inocencia y la culpabilidad la excepción. La carga de la prueba recae sobre quien acusa. Si el fiscal o el particular damnificado no aportan pruebas para acreditar que los hechos se han producido como ellos sostienen, la acusación se derrumba y la absolución se impone por sí sola. Ese sistema no es la garantía de la libertad para mengano o para fulano.

Page 123: Porfido carreras analisis del caso

123

No, es la garantía de la libertad individual para todos y cada uno de nosotros. Sentencias como la que condenaron a Carlos Carrascosa, más allá de su íntima inocencia o culpabilidad, importan colocar sobre la cabeza de cada habitante la permanente incertidumbre de ser condenado sin pruebas, de sentir que el amargo sabor de la cicuta lo amenaza por un crimen no cometido, de vivir bajo la oscilante espada de Damocles por el resto de sus días. Para los incrédulos crónicos, para los que siempre fruncen el ceño y mueven la cabeza negando antes de saber de qué se trata, simplemente les recuerdo que hace pocos días acaba de ser absuelto el matrimonio Fraticelli por el asesinato de su hija. Los Fraticelli perdieron a su hija, perdieron su buen nombre y honor y no exagero si digo que además ya perdieron sus vidas, aunque sigan viviendo en este mundo también. Pero los Fraticelli fueron condenados y sufrieron seis años de cárcel, hasta que la Corte Suprema de Justicia de la Nación anuló el juicio, quedaron en libertad, fueron sometidos a un nuevo juicio y ahora son declarados inocentes. Pero que Fraticelli haya sido condenado por un crimen que no cometió y sufrido la humillación pública y la cárcel y que Carrascosa haya sido condenado sin pruebas y sobre la base de indicios que no indican lo que el fiscal y los jueces les hacen indicar, es grave, tremendamente grave y doloroso para ellos, que son la víctimas directas de la injusticia. Pero es más grave aún si se piensa que eso sucede en la Argentina y que todos y cada uno de sus habitantes mañana se puede despertar y ser Fraticelli o Carrascosa. O para decirlo más crudamente, todos los habitantes viven ya no bajo condena condicional, como dice el título de Ulu Grosbord, sino bajo la amenaza cierta de una condena efectiva y perpetua. A todos nos preocupa y mucho la inseguridad cotidiana. Igual o mayor preocupación debería generarnos la inseguridad jurídica, esa que hizo que los jueces, sin pruebas, condenasen a Fraticelli primero y a Carrascosa después. Una vez más quiero llamar la atención sobre los riesgos que importa para la sociedad comprar argumentos y afirmaciones envasados al vacío, sin que pasen por el tamiz del análisis y de la reflexión personal de todos y cada uno de sus miembros. Una vez más quiero tocar campanas, pitos y silbatos, para advertir sobre las consecuencias de subirse al alegre y fácil trencito del pensamiento generalizado. Pero así como esas ideas se adquieren sin esfuerzo, con la misma liviandad se las deja de lado. Esto no sólo es válido para el tema que nos ocupa, sino en todos los casos en que la sociedad debe tomar partido y pronunciarse frente a cualquier acontecimiento que reclama su opinión y decisión.

Page 124: Porfido carreras analisis del caso

124

Tal vez esa forma de acercarse a la realidad y valorarla, es la que explica que muchas veces veamos que una mayoría abrumadora apoya una gestión de gobierno y al poco tiempo y con la misma contundencia denoste a los gobernantes, aunque la gestión antes plebiscitada no haya cambiado siquiera un milímetro. Por eso no habrá de resultar extraño si un día vemos a los que señalaron con su dedo inquisidor a Fraticelli o a Carrascosa, dar un giro de ciento ochenta grados y pedir la cabeza de los que los acusaron o condenaron. Cuando ya había terminado de escribir este libro, leí en los diarios una noticia que me obligó a retomar la pluma. Coloqué el cursor debajo el párrafo que antecede para intercalar dos palabras. El doctor Fraticelli solicitó el juicio político de los jueces que lo condenaron. Ahora observemos, atentamente, el comportamiento de los que en su momento lo apuntaron con el índice. Soy consciente de que a esta altura del libro muchos se estarán preguntando ¿entonces quién mató a María Marta?. Hay cientos de muertes cuyas investigaciones, lamentablemente, no han arrojado resultados positivos. En los homicidios producidos con ocasión de robo, la individualización del asesino que no ha dejado sus huellas en el lugar del hecho, se torna comúnmente imposible. A veces, la sensación de impunidad de los delincuentes o su impericia total, los lleva a conservar en su poder los elementos robados o el arma homicida. Cuando no es así, la víctima pasa a engrosar la larga lista de muertos sin matador conocido. Volvamos a la pregunta. Las habladurías del barrio decían que los Carrascosa guardaban en su casa fuertes sumas de dinero. Más allá de que fuese o no cierto, lo importante es que el hecho era creíble. Basta tener en cuenta que en el 2002, después del fenómeno del corralito, del corralón y de la pesificación asimétrica, la gente se mostraba reacia a confiar en los bancos. No es dable descartar que los ladrones hayan ingresado a la casa cuando María Marta estaba por entrar a la bañadera y que ésta, alertada por los ruidos, haya salido del baño y dado de cara con aquéllos. Acaso los intrusos serían conocidos de María Marta?. Pudo ser ese hecho la causa de su muerte?. Teniendo en cuenta que el ingreso al country estaba controlado y el perímetro cercado, no es arriesgado pensar que las personas que ingresaron a la casa de los Carrascosa no

Page 125: Porfido carreras analisis del caso

125

hayan sido ajenas al club, aún cuando tampoco podemos descartar que los ladrones hayan saltado la alambrada. Todo es posible. Socios, vigiladores o terceros. Esa línea de investigación no fue seguida por el fiscal y así se lo recriminó el juez de garantías doctor Barroetaveña. En la ya citada obra de Pablo Duggan “Perdón, María Marta”, su autor penetró en el mundo de los vigiladores y vecinos del country y aportó importantes elementos para profundizar la investigación. Si en aquel tiempo esa investigación hubiese podido ser efectiva, realmente, no lo sé. Tal vez sí, tal vez no. Hoy, siete años después, sólo un arrepentimiento, una delación o una gran casualidad, podrían abrirnos una puerta para dar con los asesinos.