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PODER CONSTITUYENTE PARA LA RESOLICIÓN DEL CONFLICTO INTERNO COLOMBIANA ANDRES MEJIA PIZANO UNIVERSIDAD DE LOS ANDES FACULTAD DE DERECHO 2003

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PODER CONSTITUYENTE PARA LA RESOLICIÓN DEL CONFLICTO INTERNO COLOMBIANA

ANDRES MEJIA PIZANO

UNIVERSIDAD DE LOS ANDES

FACULTAD DE DERECHO 2003

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INDICE.

INTRODUCCIÓN.

1. Rawls & Habermas: Legitimidad y Derecho.

2. Protagonistas del conflicto y demás sujetos colectivos de la sociedad.

2.1. La expansión guerrillera.

a. Las FARC.

b. El ELN.

c. El EPL.

d. EL M-19.

2.2. La creciente paramilitar y su estrategia.

2.3. El Estado: el otro protagonista de la confrontación armada.

2.4. Sujetos colectivos marginados.

2.4.1. Consenso mínimo normativo y no un mero acuerdo de intereses.

3. Integración entre Derecho y Sociedad.

3.1. Características del prolongado conflicto colombiano.

3.2. El Derecho; la herramienta para atender el llamado de la sociedad.

CONCLUSIÓN.

BIBLIOGRAFÍA.

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PODER CONSTITUYENTE PARA LA RESOLUCIÓN

DEL CONFLICTO INTERNO COLOMBIANO.

INTRODUCCIÓN.

El conflicto interno armado de Colombia parece prolongarse indefinidamente. La guerra

cumple ya más de medio siglo de existencia, durante el cual han perdido la vida miles de

colombianos. La preocupación que surge al pensar en por cuánto tiempo más pueda

extenderse esta situación, constituye la principal razón de esta investigación.

La hipótesis general de este estudio consiste en demostrar que existe una condición en

especial que debe cumplirse para resolver el conflicto interno armado colombiano, por

encima de todas las demás, en la que resulta imperativo comenzar a trabajar; se trata de

reformar la estructura del Estado colombiano, de tal manera que éste logre actuar como

mediador de las tensiones sociales que alimentan los enfrentamientos, y que el principal

instrumento para llevar a cabo esta reforma, ha de ser un poder constituyente inspirado en

el paradigma consensual-discursivo, que asegure la construcción de una verdadera

democracia participativa.

El presente artículo pretende confrontar una lectura del conflicto interno armado de

Colombia, de sus protagonistas y de las posibilidades y perspectivas de su eventual

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resolución, con algunas posiciones tomadas de las teorías jurídicas de John Rawls y Jürgen

Habermas, que conforman lo que se conoce como el paradigma consensual-discursivo. Por

esa razón, una primera parte es dedicada al esbozo de los planteamientos de Rawls y de

Habermas que conforman este paradigma. No obstante, aquí no se pretende presentar una

descripción completa y exhaustiva de su filosofía jurídica.1

En una segunda parte, se parte del estudio de los protagonistas del conflicto interno armado

de Colombia y de los demás sujetos colectivos que conforman nuestra sociedad, con el

objetivo de demostrar los errores cometidos por la constituyente de 1991, que consideramos

explican el fracaso de este intento por crear un Estado capaz de asegurar la pacifica

convivencia de su población.

Una tercera parte contiene el estudio de las principales tensiones sociales que han

alimentado la guerra en Colombia y de la evolución histórica de sus principales

protagonistas, así como del análisis de ciertas características del conflicto interno armado

colombiano que explican su especial prolongamiento, para demostrar porque la necesidad

de un poder constituyente como estrategia para alcanzar la hasta ahora tan esquiva y

anhelada paz por la que suspiran todos los colombianos.

En otras palabras, por medio de este artículo se analizan elementos particulares del

conflicto interno armado colombiano que llevan a abogar por la conformación de un poder

1 Un análisis detallado del modelo consensual-discursivo y de la democracia participativa que implica adoptar un poder constituyente desde dicho paradigma, puede encontrarse en otros trabajos a entera disposición del lector. Se recomiendan, entre otras, las siguientes lecturas; Capítulos II y III en: Mejía Quintana, Oscar. “Derecho, Legitimidad y Democracia Deliberativa.” Bogotá, Ed. Temis, 1998.

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constituyente que parta del paradigma ius-filosófico consensual-discursivo y que resulte en

un modelo de democracia participativa, que consideramos es el único capaz de asegurar

cualquier acuerdo de paz en Colombia.

1. Rawls & Habermas: Legitimidad y Derecho.

Este artículo respalda la tesis de Jürgen Habermas de que el Derecho es un instrumento de

reconciliación social y que los procedimientos jurídicos son el medio ideal y eficaz para

reintegrar una sociedad en conflicto. Aunque la tesis de Habermas fue construida pensando

en una sociedad poscapitalista, se cree que ella es igualmente válida y aplicable al análisis

de sociedades tradicionales en transición estructural dentro de un marco capitalista, como la

colombiana.

Aunque Habermas y Rawls provienen de tradiciones ideológicas diferentes, el primero del

pensamiento neo-marxista de la escuela de Francfort y el segundo de la filosofía política,

ambos hacen parte del ámbito de pensamiento democrático, socialista y liberal. Esto explica

porque Rawls infiere el Derecho a partir de postulados abstractos, mientras que Habermas

lo trata en forma sistémica. Por eso se afirma con frecuencia que la posición de Habermas

es comprehensiva, mientras que la de Rawls es explicativa de lo político y se limita a ello.2

No obstante, ambos autores resaltan la necesidad de una democracia deliberativa tendiente

a asegurar el desarrollo del pensamiento liberal. Este origen democrático común es lo que

2 Habermas, Jurgen & Rawls, John. Debate sobre el liberalismo político. Barcelona, Ediciones Piados Ibérica, 1998. Pp. 76.

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lleva a ambos pensadores a compartir la idea de que los principios constitucionales que

rigen la sociedad moderna, deben ser de aceptación universal. Esto tiene como lógica

consecuencia, la eliminación de toda ética particular de tipo religioso, étnico, racial o de

clase, en una sociedad caracterizada por la gran variedad de grupos y de culturas que la

conforman. La validez de los postulados constitucionales fundamentales dependerá pues de

que toda la sociedad los considere justos, es decir, que la sociedad en su conjunto los

encuentre razonables. Al construirse la unidad social sobre principios universales y no

particulares, se evita que los requisitos de la justicia entren en conflicto con los intereses de

sus ciudadanos: “La unidad social se basa en un consenso sobre la concepción política; y la

estabilidad es posible cuando las doctrinas que forman el consenso son afirmadas por los

ciudadanos políticamente activos, y cuando los requisitos de la justicia no entran demasiado

en conflicto con los intereses esenciales de los ciudadanos, según se forman y promueven

mediante sus acuerdos sociales.”3.

La teoría de la justicia de Rawls tiene tres bases esenciales, a saber; lo que él denomina la

posición original, las instituciones y los fines de la justicia. Como su teoría gira alrededor

del montaje de un sistema jurídico justo y estable, hay que comprender que la posición

original se trata de una concepción teórica utilizada para arribar a los principios de justicia

que le darán validez a la totalidad de ese sistema jurídico. De esta manera, dichos principios

deben ser el resultado de un consenso logrado entre agentes libres e iguales que ignoren

cuál será su futuro rol en la sociedad, y que por tanto carezcan de intereses particulares que

representar. En palabras de Rawls, los agentes actúan como si estuvieran bajo el efecto de

lo que él llama “el velo de ignorancia”. “La posición original y el velo de ignorancia hacen 3 Rawls, John. Liberalismo Político. Barcelona, Gedisa Editores. 1997. Pp. 137

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posible lograr un consenso mínimo unánime (no un mero acuerdo) sobre los principios de la

justicia que, de otra manera, sería difícil concertar con garantías procedimentales

suficientes para asegurar el contenido universal, autónomo y consensual de los mismos4.

Sobre las instituciones, Rawls señala que a partir de la mencionada posición original se

pasa a un congreso constituyente que la amplía, luego a un proceso legislativo que la

reglamenta, y por último a la puesta en marcha de la administración pública encargada de

aplicar las normas obtenidas. Para garantizar el equilibrio social, nos habla finalmente de

los fines de la justicia. Al respecto, lo esencial es que se permita la inclusión del disenso

dentro del consenso.

De esta forma propone un pluralismo razonable que busca la obtención de un consenso

entrecruzado, el cual constituye el eje central de la interpretación rawlsiana sobre una

democracia consensual-constitucional. “El consenso entrecruzado es un instrumento

procedimental de convivencia política democrática, que sólo mediante él puede ser

garantizado.”5 Su fuerza reside en la flexibilidad y transparencia del procedimiento político

de argumentación e interrelación ciudadanas. Para ello, deben existir en el seno de la

sociedad, varias doctrinas omnicomprensivas razonables, con su concepción del bien,

compatible con el pluralismo del régimen constitucional. La idea es alcanzar un

“...consenso entrecruzado de doctrinas omnicomprensivas razonables sobre los principios

4 Mejía Quintana, Oscar. “Derecho, Legitimidad y Democracia Deliberativa.” Bogotá, Ed. Temis, 1998. Pp. 179. 5Ibidem. Pp. 185.

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de justicia, como macro-valores reguladores de la estructura social.”6 Adoptando este

marco deliberativo, los juicios convergen lo suficiente para que la cooperación política,

sobre la base del mutuo respeto, pueda mantenerse.

Lo anterior requiere de un proceso procedimental. La primera etapa es denominada por

Rawls, la etapa constitucional y en ella se satisfacen principios procedimentales de

convivencia política, autonomía y neutralidad, que no suponen ideas fundamentales acerca

de la persona o de la sociedad. La segunda etapa es la del consenso entrecruzado, en la

sociedad en general, que se logra una vez concretada la etapa constitucional. De los

principios de justicia depende el contenido del consenso. Así las propuestas legislativas y

ciudadanas garantizan un mínimos de bienes sociales primarios y no solo libertades

políticas, lo que obliga a los grupos políticos a plantear alternativas consistentes y

coherentes ante toda la sociedad.7 Las fuerzas que acuden al foro público de deliberación

política son las encargadas de presionar porque el consenso constitucional se convierta en

consenso entrecruzado, al convocar a los grupos rivales para la presentación de sus

perspectivas, lo que implica una justificación pública de sus posturas desde la base de su

propia concepción política. “Al hacer ello, deben formular puntos de discusión sobre la

concepción política de la justicia, lo cual permite la generalización del debate y la difusión

de los supuestos básicos de sus propuestas.”8.

Habermas, a diferencia de Rawls, se intereso más por analizar los procedimientos de

deliberación y formación de la voluntad y la opinión pública, encargados de crear los

6Ibidem. Pp. 186. 7 Ibidem. Pp 186. 8 Ibidem. Pp. 187.

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valores fundamentales y por estudiar la manera como dichos valores van siendo

modificados dentro del proceso político democrático. De ahí su énfasis en los

procedimientos deliberativos que son los únicos que fundan legitimidad. Se trata entonces

de un proceso dialéctico, ajustado permanentemente por medio de consensos alcanzados

entre los distintos subsistemas del mundo de la vida, los cuales son; el económico, el

político y el socio-cultural. La crisis se produce cuando se presenta un desfase entre el

mundo de la vida y las normas que lo rigen. “La racionalización del derecho y la

colonización del mundo de la vida producen la relativización de las estructuras

convencionales de legitimación que, ante la desaparición del marco institucional existente,

dejan a la sociedad en su conjunto sin elementos de legitimación adecuados.”9. Habermas,

como Rawls, reserva la categoría de principios fundamentales, sólo a aquellos que han

contado con el consentimiento de todos los participantes.

Según esta teoría, las crisis de las sociedades pueden generarse en cualquiera de los

subsistemas que conforman el sistema social. De esta manera, cuando el Estado no logra

manejar la economía, éste subsistema entra en crisis, si los intereses particulares desbordan

al Estado, se produce una crisis de legitimidad político-administrativa y cuando la

distribución de recompensas no satisface las expectativas de la población, surge una crisis

de motivación. Estas son todas crisis estructurales que ponen el riesgo la totalidad del

sistema y pueden desintegrar gravemente la sociedad, dependiendo de la coyuntura

específica. En todo caso; “...el conjunto de crisis potenciales de carácter estructural y/o

sistémico conducen a un mismo punto: el déficit de legitimación en el que todas las demás

9 Mejía Quintana, Oscar. “La Teoría del Derecho y la Democracia en Jürgen Habermas: En torno a Faktizität Und Geltung”. Revista Ideas y Valores. Departamento de Filosofía de la Universidad Nacional de Colombia. Bogotá, 1997. Pp. 34.

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deficiencias estructural- funcionales descargan sus respectivas crisis y que hacen del

problema de la legitimidad en el Estado capitalista, como en el Estado patrimonialista, la

principal y permanente fuente de conflicto de las sociedades moderna y tradicional.”10.

Inicialmente, Habermas promueve el diálogo como instrumento para lograr la

reconstrucción normativa de la legitimidad, introduciendo los conceptos de “la acción

comunicativa” y “la ética del discurso”. 11

La acción comunicativa hace referencia a la comunicación y argumentación libres de

coacción externa, que son las únicas que posibilitan el entendimiento, objetivo central del

lenguaje. Mediante dicho diálogo se alcanzan nuevos consensos basados en el principio

discursivo, con los cuales se hace posible hallar una salida de la crisis social.

La ética del discurso por su parte, está basada en dos principios fundamentales: i) el

principio de universalidad y; ii) el principio de argumentación moral.12 No obstante, el

autor aquí estudiado reviene sobre su argumentación inicial, para introducir al Derecho,

como la herramienta por excelencia, para resolver las crisis de ilegitimidad en las

sociedades capitalistas. La crisis se resuelve finalmente a través de un enfoque

constitucional.

Las propuestas de ambos autores convergen formando el paradigma consensual-discursivo,

a través del cual se asegura una democracia basada en consensos y no en la ley de las

mayorías. Sus planteamientos han sido brevemente expuestos al principio de este artículo,

10Op cit. 4. Pp. 212. 11 Opcit. 4. Pp. 228 a 230. 12 Op. Cit. 4. Mejía Quintana, Oscar. Pp. 229.

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por considerarlos de extrema utilidad para el entendimiento de la crisis de legitimidad por

la que atraviesa el Estado colombiano y que conforma la principal fuente de su conflicto

interno armado. Igualmente y como se expresa a lo largo de este trabajo, consideramos que

estos planteamientos nos presentan una herramienta fundamental para trabajar en la

consecución de la unidad nacional y para reconstruir el tejido social. Se trata de la

democracia participativa, que consideramos es la única capaz de garantizar la expresión

plena de la sociedad. A través de un proceso de diálogo, del cual nadie se vea excluido, se

pueden lograr consensos fundamentales, que al traducirse en normas de Derecho, facilitarán

el proceso de reconciliación nacional.

2. Protagonistas del conflicto y demás sujetos colectivos de la sociedad.

Partiendo del análisis de los principales protagonistas del conflicto interno colombiano y de

los demás sujetos colectivos que conforman la sociedad colombiana, se pretende subrayar

ciertos problemas de la constituyente de 1991 que explican porque la actual Constitución

no abrió los canales democráticos necesarios para garantizar una efectiva participación y

para garantizar el éxito del Estado en su papel de mediador.

Existe una característica común a todos los actores armados que aún combaten dentro del

conflicto interno armado de Colombia y que explica en parte la dificultad de llegar a

acuerdos políticos con dichas organizaciones, a la vez que ayuda a comprender su tan

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negativa ausencia del proceso político que tuvo lugar en 1991 y a través del cual se produjo

nuestra actual Carta Política. Se trata de la ausencia de una brazo político que los represente

y que pueda ser claramente diferenciado de su brazo armado13, de tal manera que participe

activamente en la vida política de la nación. La responsabilidad en este punto no recae

exclusivamente en la carencia de una estrategia política de parte de dichas organizaciones

armadas. Desafortunadamente y como quedo demostrado con el genocidio de los

integrantes de la Unión Patriótica, el Estado Colombiano y en especial la irresponsabilidad

de su clase política y de sus Fuerzas Militares, explican el porque de esta situación tan

desfavorable para la realización de acuerdos políticos de los que pueda partir una salida

negociada al conflicto armado colombiano.14

Esta parte dedicada al estudio de los actores armados contiene reflexiones acerca de sus

métodos de financiamiento y de las estrategias política, económica y militar de las

guerrillas y los paramilitares, protagonistas ilegales de esta guerra que ya sobrepasa medio

siglo de existencia. Como veremos a continuación, sus características degeneran en

condiciones que han facilitado el recrudecimiento del conflicto colombiano y que han

hecho del mismo uno de los más largos en su género en el mundo. Lógicamente hay un

sinnúmero de condiciones que contribuyen al prolongamiento de la guerra en Colombia que

sobrepasan la esfera misma de sus principales protagonistas y que serán analizados más

adelante.15

13 Un ejemplo de organizaciones armadas con clara representación política se encuentra en el conflicto armado del Norte de Irlanda. El acuerdo conocido como “Good Friday Agreement” sería el resultado de que las partes puedan adelantar pactos políticos en medio de la lucha, pactos que facilitan enormemente la resolución del conflicto. 14 Una salida militar no se considera factible en el caso colombiano. Al respecto, ver: Zartman, William. "The unfinished Agenda". 1999. 15 Tercera Parte de este artículo.

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Se trata de demostrar como para que un conflicto armado se prolongue y complique de la

manera en que se ha prolongado y complicado el conflicto colombiano, se deben reunir

ciertas condiciones en las características propias de sus protagonistas, características en las

que se profundizó a lo largo de esta investigación. La mejor manera de alcanzar este

objetivo es realizando un parale lo entre guerrillas, paramilitares y fuerzas armadas, que gire

en torno a su evolución histórica, a sus estrategias militar, política y económica y a sus

fuentes de financiamiento, comenzando por las guerrillas como principal promotor de la

lucha armada, siguiendo con el estudio de los paramilitares, últimos en entrar en escena

pero cuya fuerza e importancia a alcanzado niveles antes inimaginables y, terminando con

las fuerzas armadas, desde el origen presentes en el combate. Comencemos pues con el

estudio de las guerrillas colombianas.

2.1. La expansión guerrillera.

El surgimiento de los primeros focos guerrilleros en Colombia se remonta a épocas del

llamado período de “La Violencia”, caracterizado por constantes enfrenamientos entre

liberales y conservadores. A partir de entonces comienzan a jugar otra serie de factores que

determinarán la consolidación de algunos de estos grupos guerrilleros de primera

generación, la desaparición de otros y el surgimiento de una segunda generación de grupos

subversivos. A continuación se hace un recuento histórico de cada uno de los grupos

guerrilleros que han protagonizado la lucha armada en Colombia, comenzando por los de

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primera generación y terminando con aquellos que resultaron de la segunda oleada de

formación guerrillera en el país.

a. Las FARC.

El principal grupo guerrillero en Colombia en razón de su edad, tamaño, despliegue e

influencia dentro del territorio nacional han sido las FARC. Los orígenes de este grupo

guerrillero se remontan al período comprendido entre 1948 y 1966 cuando se produjo la

llamada “resistencia armada comunista” protagonizada por grupos de campesinos

desplazados de zonas afectadas por la violencia partidista en los departamentos del Tolima,

sur-occidente de Cundinamarca y posteriormente en Ariari-Meta. Sin embargo, no es sino

hasta 1966 que las FARC se consolidan como guerrilla comunista con miras a alcanzar la

toma del poder. De ahí en adelante, las diferentes conferencias de dicho movimiento

marcaron, como lo sugiere Camilo Echandía 16, lo que sería su continua evolución y

proceso de desarrollo. La primera, celebrada en Marquetalia en el año de 1964, marcó su

inicio y creó el Bloque Armado del Sur integrado por los destacamentos de Marquetalia,

Riochiquito, Pato, Guayabero y sureste del Tolima; la segunda ocurre en el año de 1966 y

marca la transformación de las “autodefensas comunistas” en Fuerzas Armadas

Revolucionarias de Colombia FARC; la tercera tiene lugar en marzo de 1969 y como

resultado la creación de un nuevo frente en el área del Magdalena Medio en límites entre

Boyacá y Santander; dos años más tarde se abre un nuevo frente en el área general de

16 Echandía, Camilo. “Expansión territorial de las guerrillas colombianas: geografía, economía y violencia.” En; “Reconocer la guerra para construir la paz.” María Victoria Llorente y Malcolm Deas, Compiladores. Bogotá. Ediciones Uniandes-Cerec-Norma. 1999. Pp. 104.

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Urabá con la realización de la cuarta conferencia en El Pato en abril de 1971. Tres años más

tarde en el mismo lugar, se lleva a cabo la quinta conferencia mediante la cual se reorganiza

el Estado Mayor, se crea el secretariado como organismo permanente y se dictan algunas

normas relativas a aspectos financieros de la organización. La sexta conferencia tiene lugar

en 1978 en la región del Duda; la séptima ocurre entre los años de 1981 y 1982 y se

caracteriza por la creciente importancia dada a los temas militares, lo que refleja la

transformación que durante esta década sufrirá la organización en detrimento de lo político-

ideológico y a favor de lo económico-militar. En ese momento, la organización pasa a

llamarse FARC-EP, significando la consolidación del Estado Mayor, del secretariado y de

sus diferentes frentes, así como las nuevas características de ejército del pueblo que

pretende adoptar.

Los años setenta son el punto de referencia donde comienza su dinámica de expansión. A

partir de entonces, la organización adopta una estrategia de crecimiento basada en el

desdoblamiento de cada frente hasta conseguir la creación de uno por departamento. No

obstante, el verdadero punto de quiebre en el proceso de evolución de las FARC como lo

identifica Alfredo Rangel17, corresponde al inicio y transcurso de la década de los ochenta.

Gracias al proceso de expansión cocalera y al planteamiento y la puesta en marcha de

estrategias de largo plazo. Esto explica el número creciente de frentes que se consolidaron

en el Meta, Guaviare, Caquetá, Putumayo, Cauca, Santander y la Sierra Nevada de Santa

Marta.

17 Rangel, Suárez. Alfredo. “Colombia; guerra en el fin de siglo.” Capítulo 2. Bogotá, Tercer Mundo Editores-Unandes, 1998.

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Sumándose a la estrategia de desdoblamiento y a los recursos provenientes del cultivo de la

coca, así como a la disminución de la acción de la fuerza pública a causa del narcotráfico

que comienza a ocupar un lugar prioritario en el tema de seguridad nacional, aparece la

tregua con la administración Betancur que se extendió por un poco más de tres años a partir

de marzo de 1984. Todos estos factores determinaron la expansión territorial y el

crecimiento militar de las FARC durante la década de los ochenta.

Con el transcurso del tiempo, las FARC, cuyo origen se da en zonas de colonización,

comienza a inscribirse en los principales polos productivos del país, sacando provecho de

actividades como la ganadería, la agricultura comercial y la explotación petrolífera, entre

otras. Establecen redes de poder en zonas de frontera y cercanas a los litorales del país

importantes por los vínculos de la guerrilla con la práctica del contrabando. Ya para la

década de los noventa, este grupo guerrillero dirige su estrategia de expansión hacia los

centros de poder más importantes del país, los nervios de la agricultura moderna, y en

general los sectores más dinámicos de la economía nacional, al tiempo que fortalecen sus

milicias urbanas en las ciudades más importantes del país. Este grupo no formó parte de los

acuerdos de paz firmados con la subversión por la administración Gaviria y en

consecuencia, no participó en la constituyente de 1991.

Todo lo anterior permitió que este grupo guerrillero llegará muy fuerte a la mesa de

negociación que se instauró en 1998 con la elección del presidente Pastrana y de la cual

salió aún más fortalecido tras haber disfrutado durante casi todo el período presidencial de

un territorio del tamaño de Suiza denominado zona de distensión.

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b. El ELN.

En lo que se refiere al ELN, los orígenes de esta organización se remontan a la década de

los sesenta, más precisamente al 4 de Julio de 1964. Esta organización se desprende de una

perspectiva foquista con una fuerte influencia del tipo de guerrilla que lideraron Fidel

Castro y Ernesto Che Guevara en Cuba, cuya revolución culmina de manera exitosa. El

ELN es un claro intento por reproducir dicho modelo. En cuanto a su componente original,

el núcleo de la organización está compuesto por: elementos de la Brigada José Antonio

Galán, residuos de la guerrilla liberal de Rafael Rangel y miembros de algunos

movimientos sindicales y estudiantiles de la época. Echandía18 nos muestra como en los

primeros años de la organización se trató de pasar en lo militar, de los grupos de pequeñas

guerrillas que operaban en las zonas de frontera agrícola, lejos de los polos de desarrollo y

de los centros del poder, a columnas guerrilleras en zonas de mayor actividad económica y

población. Durante esta etapa inicial de expansión que termina en el año de 1973 con la

contundente derrota que les propina el ejército en Anorí y que por poco acaba con el ELN,

el radio de acción de la organización se limitó a los departamentos de Santander, Antioquia

y Sur del Bolívar.

1983 constituye el punto de quiebre a partir del cual este grupo comienza a registrar un

crecimiento significativo asociado a la extorsión de compañías extranjeras de exploración y

explotación petrolera, en especial las encargadas de la construcción del oleoducto de Caño

Limón – Coveñas. Barrancabermeja, siendo el centro de la actividad petrolera, cobra una 18 Op Cit. Echandía. Pp. 110.

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importancia especial junto con sus alrededores para este grupo. Para el ELN como para las

FARC, la década de los ochenta introduce la estrategia de desdoblamiento de frentes.19 A

partir de ese momento y hasta hoy, la organización viene siguiendo su estrategia de

expansión a través de la creación de nuevos frentes e intentando establecerse en centros de

importante actividad económica. Además del petróleo, también se han nutrido de la

economía aurífera y bananera entre otras. Su presencia ya no se limita a las zonas de

montaña y colonización y como las FARC han logrado penetrar los principales centros

urbanos del país. Esta organización se encuentra hoy en día dispersa por razones

estratégicas, aprovechando zonas geográficas que le permiten evadir la acción de las

autoridades e impedir que su existencia general se vea amenazada por posibles reveces

sufridos por cualquiera de sus frentes.

Al igual que las FARC, no participó de la paz parcelada promovida durante el gobierno

neo- liberal de Gaviria y estuvo ausente del debate político de 1991. Durante la

administración Pastrana fue víctima de una subvaloración política que contrastaba con la

atención dedicada al proceso adelantado con la FARC y que imposibilitó el

aprovechamiento de un momento propicio para iniciar una negociación de paz

c. El EPL.

El último grupo guerrillero incluido dentro de las organizaciones de primera generación

insurgente en Colombia es el EPL. Entre los años de 1967 y 1970 el grupo logra

consolidarse como organización subversiva con influencia en la región del Alto Sinú y San

Jorge, extendida hacia el Bajo Cauca y Urabá en Antioquia. Como resultado del conflicto 19 Op Cit. Echandía. Evolución de la localización de los frentes del ELN. Pp. 110.

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internacional suscitado entre las tesis comunistas de China y la Unión Soviética, el partido

comunista colombiano se divide y entra en escena el Ejército Popular de Liberación como

brazo armado del Partido Comunista Marxista Leninista. Tras caer varios de sus líderes en

manos del ejército colombiano, entre los cuales sobresale la muerte en combate de Pedro

León Arboleda en 1975, el grupo se paraliza y no es reactivado sino hasta 1978 cuando se

gesta una ruptura con la tesis maoísta que más tarde se consolidó en el XI Congreso del

PCML en abril de 1980. En la década de los ochentas el EPL se concentra principalmente

en los grandes centros industriales tanto urbanos como agrarios con énfasis en el Urabá

antioqueño, Córdoba y el Viejo Caldas. Durante esta etapa se amplió también su influencia

en Antioquia, Putumayo y el Norte de Santander donde coexisten explotaciones petroleras

y zonas de colonización. En cuanto a los centros urbanos, su mayor tradición se encuentra

en Medellín.20 Como las FARC, el EPL firma un documento de paz con el gobierno de

Betancur el 23 de agosto de 1984, tregua que fue hábilmente aprovechada para expandirse

hacia nuevas regiones y para aumentar el número de sus frentes y combatientes.

La posterior tregua firmada con el gobierno de Gaviria en 1990 marcó el inicio del proceso

de declive y desmovilización de este grupo guerrillero. A partir de entonces su estructura

militar se ve duramente golpeada por las fuerzas armadas del Estado y su base social y

política severamente afectada por los grupos paramilitares, en especial los de las regiones

de Córdoba y Urabá. Su desaparición sin embargo no es posible, gracias a la ruptura de un

sector liderado por Francisco Caraballo que en 1995 contaba con trece frentes y alrededor

de cuatrocientos hombres. Con un EPL muy debilitado terminamos pues el ciclo de

20 Op. Cit. Echandía. Evolución de la localización de los frentes del EPL. Pp. 118.

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movimientos guerrilleros de primera generación insertadas dentro del proceso global de la

Guerra Fría.

d. El M-19.

Durante las décadas de los setenta y ochenta nace una nueva oleada de organizaciones

guerrilleras comúnmente denominadas como de segunda generación. Ellas se caracterizan

por tener una fuerte influencia del proceso político-militar centro-americano y por defender

un nuevo pensamiento político que difiere del de las guerrillas anteriormente estudiadas.

Entre estos grupos guerrilleros se encuentran el Movimiento Revolucionario 19 de Abril

(M-19), el Movimiento Armado Quintín Lame (MAQL), la Corriente de Renovación

Socialista (CRS), la Autodefensa Obrera (ADO), el Partido Revolucionario de los

Trabajadores (PRT), el Frente Ricardo Franco y el MIR-Patria Libre.21 Su aparición jalonó

un proceso de unidad guerrillera que resultó en la Coordinadora Nacional Guerrillera y

posteriormente en la Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar. De todas las anteriores

conviene mirar con mayor detenimiento el caso del M-19 por la espectacularidad de sus

acciones y el tránsito de las armas a la política que los llegó a colocar como la tercera

fuerza electoral del país.

La gestación del M-19 fue el fruto de la reacción que tuvieron algunos sectores de la

Alianza Nacional Popular (ANAPO) y diversas corrientes de izquierda ante lo que se

21 Para profundizar en el estudio de estas organizaciones, ver; “De las Armas a la Polít ica.” Ricardo Peñaranda y Javier Guerrero (Compiladores). Bogotá, TM Editores. Iepri UN, Abril 1999.

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considero como el fraude electoral que le arrebató la presidencia al general Rojas Pinilla en

las elecciones de 1970. Dichas elecciones marcaron el fin de la alianza bipartidista para

turnarse el poder durante cuatro períodos consecutivos que culminaron con la elección de

Misael Pastrana Arango. Sin embargo, la acción que dio a conocer la existencia del nuevo

grupo insurgente ocurrió el 17 de enero de 1974 cuando un comando ocupa la Quinta de

Bolívar y sustrae la espada del Libertador. En palabras de Jaime Zuluaga Nieto, la

presencia del M-19 “... marcó una ruptura en la tradición de la izquierda armada

revolucionaria: reconoció lo urbano como espacio de lucha, reivindicó la

“democratización” del régimen, se dirigió a los pobladores y no solamente a la clase obrera,

cambió el tradicional lenguaje de la izquierda insurgente y no se alineó en ninguna de las

posiciones en que se dividía el movimiento comunista internacional. Su influencia política

fue mayor que su fortaleza militar, fue más corriente de opinión que organización y jugó un

papel decisivo en la conquista de espacios de la política para el movimiento insurgente.”22.

La siguiente acción del grupo que acaparó la atención de los medios de comunicación fue la

toma de la embajada de la República Dominicana con varios diplomáticos incluido el

embajador de los Estados Unidos. Ello abrió la posibilidad de una salida política negociada

del conflicto armado. En efecto, en 1982 el presidente Betancur obtuvo del Congreso la

aprobación de una generosa ley de amnistía y firmó acuerdos de tregua armada con las

FARC, el M-19 y el EPL. Sin embargo, dichos acuerdos no se sostuvieron y tan sólo

facilitaron el fortalecimiento militar de las guerrillas y la erosión de su legitimidad política,

al tiempo que se fortaleció el paramilitarismo a la sombra de la impunidad oficial y de su

22 “De Guerrillas a Movimientos Políticos (Análisis de la experiencia Colombiana: El caso del M-19) Por: Jaime Zuluaga Nieto. En: “De las Armas a la Política.” Ricardo Peñaranda y Javier Guerrero (Compiladores). Bogotá, TM Editores. Iepri UN. Abril 1999. Pp. 3.

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articulación con sectores de las fuerzas armadas, la violación sistemática de los derechos

humanos por parte de las fuerzas armadas en la lucha contrainsurgente y la irrupción del

narcoterrorismo. La toma del Palacio de Justicia por parte del M-19 en 1985 y su contra-

toma de parte del Ejército marcaron el fin del proceso de paz y la nueva militarización de la

vida nacional, al tiempo que se produjo una irrupción definitiva del narcotráfico y el

paramilitarismo en el conflicto armado.

Disminuido política y militarmente a raíz del fracaso que constituyó la toma del Palacio, el

M-19 aceptó negociar su desmovilización en 1989 en medio de la intensificación de la

acción terrorista de sectores del narcotráfico y del ascenso del paramilitarismo en algunas

regiones del país. El secuestro de Álvaro Gómez Hurtado en 1988 propició el encuentro

entre diversos sectores sociales y políticos que demandaron del gobierno de Barco la

definición de una nueva política de paz. El gobierno respondió poco tiempo después con la

llamada Iniciativa para la Paz (septiembre de 1988), la cual fue rechazada por la

Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar pero acogida unilateralmente por la comandancia

del M-1923.

El tránsito de este grupo guerrillero de las armas a la política se produjo en medio de la

agudización de la violencia por el narcotráfico, la intensificación del conflicto armado, el

desbordamiento de otras formas de violencia y un colapso parcial del Estado, todo lo cual

se expresó en una fuerte crisis de gobernabilidad. Sin embargo; “La presencia de la Alianza

Democrática M-19 (ADM-19), organización que agrupó a sectores del M-19, y a sectores

del EPL, el PRT y el MAQL, así como fuerzas y corrientes democráticas y de izquierda, 23 García-Peña, Daniel. Perspectiva histórica de los procesos de paz. Bogotá, Universidad de los Andes. 2002.

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fue determinante para la apertura política de comienzos de los noventa y, en particular, para

la convocatoria a la Asamblea Nacional Constituyente, el diseño y aprobación de la

Constitución Política de 1991 y el cambio de régimen político.”24.

Desdichadamente, dichas negociaciones condujeron tan sólo a una paz parcelada en la que

brilló la ausencia de los principales grupos guerrilleros de primera generación. Como

consecuencia de lo anterior, la Constituyente de 1991 que buscó reivindicar el régimen

democrático mediante la nueva Carta Política, no constituyó un proceso de debate

conformado por la totalidad de los actores en conflicto y de los sectores que conforman la

sociedad colombiana. Por esa razón, su representatividad y legitimidad son ambas hoy en

día altamente cuestionadas. Este punto es fácil de entender desde la perspectiva de Rawls,

pues al no encontrarse presentes todos los sectores y personalidades colectivas de la

sociedad colombiana en el debate político que se realizó en 1991, era lógico esperar que las

herramientas para la apertura del espectro democrático carecieran de efectividad y consenso

como habría de quedar demostrado en la práctica durante los años siguientes a la adopción

de la actual Constitución Nacional.

Con el análisis de este último grupo guerrillero y de su tránsito hacia la legalidad, se

completa la periodización de lo que puede considerarse el movimiento insurgente de

izquierda en Colombia. Así mismo, se reconoce la gran diversidad de formas que revisten

los grupos insurgentes en Colombia y la manera como la realidad histórica de sus

nacimientos y momentos más relevantes de evolución determinan el carácter ideológico y

las estrategias militares, económicas y políticas de cada organización. Las diferencias 24 Op. Cit. 22. Pp. 33.

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ideológicas, económicas y políticas existentes entre cada organización ayudan a revelar el

problema que se genera al excluir cualquiera de estos grupos subversivos, de un debate

político que pretende lograr una reconciliación nacional y gozar de entera legitimidad.

Según Alfredo Rangel,25 son tres los tipos fundamentales de financiamiento de las

guerrillas que se pueden identificar; el predatorio, el parasitario y el simbiótico. Siendo el

primero, aquel que se ejerce en zonas donde la presencia guerrillera se da de manera muy

esporádica y cuyas formas de sustracción son el abigeato, el secuestro y la extorsión. El

segundo, denominado parasitario, compuesto por actividades como el boleteo, la vacuna, el

pago por servicio de vigilancia a cultivos de narcóticos y la extorsión y que se presenta en

zonas de expansión guerrillera. Y el tercero, simbiótico, que se presenta en áreas donde la

guerrilla forma parte integrante y funcional de la economía regional, en actividades tales

como la minería, el narcotráfico, la ganadería y la agricultura.

Clientelismo armado o apropiación de bienes públicos por medio de las armas, presión

armada sobre candidatos y votantes y funciones clientelistas gamonales ejercidas por la vía

del terror y no muy distintas de las realizadas por las elites partidistas tradicionales, así

como el asesinato de alcaldes, concejales y gobernadores, componen el marco del

terrorismo político que actualmente desarrolla la guerrilla. Todo gira alrededor del

planteamiento de Mao Ze Dong de sustituir el gobierno legítimo a nivel local, siguiendo la

lógica de que quien ejerza el control de la fuerza, ganara también como consecuencia el

control político y fiscal.

25 Rangel Suárez, Alfredo. Colombia: guerra en el fin de siglo, Bogotá, Tercer Mundo Editores-Uniandes, 1998, Capitulo 2 (“Violencia política y guerra de guerrillas en Colombia”).

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2.2. La creciente paramilitar y su estrategia.

Como antecedentes de los grupos paramilitares en Colombia encontramos, entre otros, a los

escuadrones armados por los gobiernos conservadores posteriores a 1946, que sembraron el

terror en varias regiones del país, en especial en los departamentos del Valle del Cauca y

del Tolima. Su principal propósito era evitar el retorno al poder del Partido Liberal.

“Desde mediados de los años 40, el Partido Conservador inició un proceso de oposición en

contra del Partido Liberal, a partir de lo cual se impulsó el uso de la violencia legítima

como marco para la organización de grupos irregulares armados, que en principio buscaban

paralizar la participación electoral del liberalismo. El Partido Conservador organizaba a su

gente, los chulavitas, como grupos irregulares dirigidos por la policía, que eran reclutados

en las prisiones, en las zonas conservadoras y que eran seguidores incondicionales del

régimen conservador de aquel momento.”26.

Identificamos como momento de su surgimiento, los tropiezos de la política de paz de la

administración Betancur y como sus principales patrocinadores a propietarios agrarios

inversionistas en el negocio del narcotráfico (Pablo Escobar, Jorge Ochoa, Santiago

Londoño y Rodríguez Gacha, entre otros). El movimiento MAS (muerte a secuestradores),

26 Conferencia pronunciada por Alfredo Molano en el curso: El Conflicto colombiano y sus perspectivas., realizado por el Observatorio Solidaritat en el marco de Los Julios de la Universidad de Barcelona. Antecedentes históricos del conflicto colombiano: algunas claves interpretativas. En; http://www.ub.es/solidaritat/observatori/esp/colombia/análisis/molano.htm

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fue una experiencia piloto. Un hecho que puede parece anecdótico: el secuestro por parte

del M-19, de Martha Nieves Ochoa, hermana de miembros del cartel de Medellín, refleja

una de las principales causas del escalamiento del paramilitarismo; la respuesta mafiosa

frente a la extorsión y el secuestro realizados por la guerrilla.27

Los paramilitares como se puede ver en la obra de Fernando Cubides28, han hasta ahora

respondido a una ideología tosca y sin arandelas ni pretensiones ideológicas, sujeta tan sólo

al curso de los acontecimientos, así como al seguimiento de las acciones de la guerrilla.

Toda su ideología se resume en el hecho de que se constituyen como grupos armados al

margen de la ley y de las convenciones de Ginebra sobre el Derecho de la guerra, para

combatir a la insurgencia en razón de la incapacidad que han demostrado el Estado

colombiano y sus fuerzas militares para hacerlo con eficacia. La lógica detrás de ello, es

que como el Estado es incapaz de ofrecer protección, tampoco puede entonces demandar

obediencia.

La versión rendida por Castaño pone de presente su conocimiento respecto de la guerrilla,

sus intereses personales como víctima directa de la misma, la inicial etapa de colaboración

y adiestramiento con el ejército y la posterior convicción de que los métodos de guerra

regulares utilizados por las fuerzas militares serían siempre ineficaces frente a la lucha

contra la insurgencia.

27 Pardo, Rafael. De primera mano: Colombia 1984-1994: entre conflictos y esperanzas. Bogotá, Editorial Norma, 1996. Pp. 55. 28 Fernando Cubides. “Los paramilitares y su estrategia.”, en Malcolm Deas y María Victoria Llorente (compiladores), Reconocer la guerra para construir la paz, Bogotá, Uniandes-Cerec-Norma, 1999.

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Con el tiempo, la estrategia paramilitar registra un cambio fundamental; se pasa de la

defensa de los territorios de sus financiadores, a una expansión ofensiva que busca generar

presencia paramilitar en donde quiera que exista presencia guerrillera. La forma de

contrarrestar su inferioridad numérica, organizativa y logística frente a la guerrilla, es

actuando directamente contra la población civil encargada de brindar apoyo a la

insurgencia. En sus comienzos esto se lleva a cabo de manera desproporcionada e

indiscriminada, lo que permitió que en su momento, los paramilitares fueran responsables

de la gran mayoría de muertes que arrojaba el conflicto.

El dispositivo actual de estos grupos consiste en aumentar en función del crecimiento

guerrillero imitando sus métodos y tácticas y buscando consolidar su posición en territorio

guerrillero, lo que constituye el marco general de la lucha entre guerrilla y paramilitares por

el control de las zonas económica y políticamente claves del país.29 Por más de que los

paramilitares defienden sus propios intereses, es impensable negar el carácter cada vez más

político de su organización.

Con la posesión de Álvaro Uribe Vélez como presidente de la República, los paramilitares

al mando de Castaño comenzaron manifestado que de lograrse avances reales de

negociación con las FARC, ellos se desmovilizarían. Insisten en que debe realizarse un

rompimiento entre narcotráfico y autodefensas. El gobierno de Uribe ya expidió un Decreto

que extiende el indulto a los miembros de organizaciones paramilitares que decidan

desertar de forma individual.30

29 Op. Cit. Rangel, Suarez. La estrategia paramilitar. Pp. 49. 30 El Tiempo. Enero 29 de 2003.

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2.3. El Estado: el otro protagonista de la confrontación armada.

Las fuerzas militares son la institución encargada de la seguridad nacional. Sin embargo y

como veremos a continuación, es la precariedad del conjunto de las instituciones del Estado

a la hora de defender el monopolio de la fuerza y de mediar como arbitro de las diferentes

tensiones sociales que se presentan en el país, lo que ha contribuido enormemente a la

prolongación y el agravamiento del conflicto colombiano.

El régimen de propiedad privada siempre al servicio de los grandes terratenientes se

encuentra en el origen mismo del conflicto colombiano. El Estado ha sido incapaz de

aprobar una reforma agraria que asegure la función social de la propiedad en parte gracias a

que tanto el ejecutivo, como el legislativo han estado siempre al servicio de los intereses de

las clases dominantes. Lo mismo se ha evidenciado en torno al problema del poder y de la

participación política. Gracias a los intereses de las elites partidistas, que han sabido

enriquecerse a través de su permanencia en el poder y en los diferentes cargos públicos, ha

sido imposible llevar a cabo reformas constitucionales que garanticen la participación

política de todos los sectores colectivos que conforman la nación. El más grave ejemplo de

esta nefasta situación lo constituye el esquema restringido de democracia impuesto por el

neoliberalismo a la Constitución de 1991, cuyos artículos relativos a la participación

popular fueron redactados de tal manera que su efectividad quedó amarrada a

procedimientos y formalismos que inevitablemente la obstaculizan cuando no la

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imposibilitan. 31 Esto ha tenido como resultado la constante generación y el mantenimiento

de profundas tensiones sociales que día a día alimentan el enfrentamiento armado.

A lo anterior se suma la precariedad de las fuerzas armadas y demás instituciones del

Estado a la hora de garantizar la seguridad nacional y de defender el monopolio de la fuerza

pública. Retomemos la cita del General Valencia Tovar expuesta por Leal Buitrago en su

escrito acerca de la seguridad nacional:

“Este es un país de cuatrienios: cada presidente rompe con el pasado y entra a revolcar el

país con su esquema de salvación: diseña nuevas políticas si es que se pueden llamar así

las improvisaciones. Esas improvisaciones han caracterizado también los frentes externo e

interno. Sólo en parte la ausencia de políticas ha sido reemplazado por el estamento

militar.”32

En efecto, la seguridad nacional en Colombia ha estado marcada por la división misma de

las instituciones del Estado dentro del régimen democrático. A pesar de su condición como

democracia menos irrespetada del continente con sólo un golpe militar y el posterior

gobierno de una junta militar, el funcionamiento de su seguridad nacional ha estado, al

menos durante la segunda mitad del siglo pasado desde el frente nacional hasta el fin de la

guerra fría, a merced de la constante división entre el ejecutivo, como gobierno civil y la

31 Ver; Formisano Prada, Maritza y Mejía Quintana, Oscar. “La Asamblea Constitucional como Instrumento de Reforma Política en Colombia”, en: Pensamiento Jurídico No. 11. Universidad Nacional de Colombia. Bogotá, 1999. 32 Francisco Leal Buitrago. La Seguridad Nacional a la Deriva, Capítulo Dos “Seguridad Nacional Sin Política Militar de Es tado. Del Frente Nacional al Fin de la Guerra Fría”. Bogotá, Alfaomega-Uniandes-Flacso. 2002. El autor manifiesta su acuerdo con esta afirmación del General Valencia Tovar citada en la página 42 del Libro y expresada dentro de una Entrevista otorgada en febrero de 1992.

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comandancia de las fuerzas militares. La precariedad de las instituciones castrenses se

explica en parte por las exclusiones en materia de política de paz y de seguridad nacional de

las que han sido víctimas sus altos funcionarios.

La unanimidad que hasta hace poco se constataba en las zonas más afectadas por el

conflicto en contra de los militares, era fácilmente comprensible no solamente en razón de

sus excesos, sino también por el carácter pasajero de sus incursiones y porque no solían

establecer redes estables de dominio salvo para confiarlas a los paramilitares con quienes

raras veces sostenían enfrentamientos armados. Este comportamiento deja a la población

civil sin protección alguna en medio del terror de la guerra librada entre las guerrillas y los

paramilitares, que generalmente se desarrollan en zonas muy apartadas del territorio

nacional.

Durante la administración Pastrana se comenzó a trabajar en la reestructuración de las

fuerzas militares con el apoyo estadounidense dentro del marco del llamado Plan

Colombia.33 Sin embargo, la ayuda militar otorgada por Estados Unidos se encontraba

enfocada a la erradicación de los cultivos ilícitos siguiendo las políticas prohibicionistas de

dicho país. De esta manera la seguridad nacional quedó supeditada a los intereses

norteamericanos, lo que a su vez contribuyó a estimular las actividades terroristas y de

sabotaje por parte de los diferentes grupos armados que lógicamente se vieron amenazados.

Durante la actual administración Uribe se han comenzado a ver los frutos de los esfuerzos

realizados por modernizar las fuerzas militares, al tiempo que el Estado se perfila cada vez

33 Ibidem. Capítulo 5; ¿Seguridad nacional, regional o de Estados Unidos? Gobierno de Andrés Pastrana Arango, 1998-2002.

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más autoritario, resultado, como lo describe Horkheimer34, de un contexto de crisis en el

que es indispensable superar definitivamente una situación de anarquía y de desorden.

2.4. Sujetos colectivos marginados.

La constituyente de 1991 estuvo compuesta básicamente por fuerzas políticas conformadas

por miembros de algunos grupos armados que hacían su tránsito a la legalidad y miembros

de las fuerzas políticas tradicionales. Por esa razón una serie de sujetos colectivos que no

hacían parte de los grupos guerrilleros desmovilizados ni se han visto nunca representados

por los partidos tradicionales, se vieron de nuevo excluidos del nuevo acuerdo político.

Dichos sujetos colectivos están compuestos en su mayoría por minorías nacionales y grupos

étnicos.35 Las minorías nacionales36están conformadas por grupos de individuos asentados

sobre un territorio ancestral (anterior a la creación del estado global), que conforman una

comunidad histórica con una lengua y cultura común y propia y cuya institucionalidad es

considerada, en mayor o menor grado, completa. Se trata de todos los grupos indígenas que

habitan en territorio colombiano desde antes de la conquista española. Para representar a

todos estos grupos indígenas ante el Senado de la República, la Constitución de 1991

consagró una ridícula participación conformada por dos senadores de su circunscripción

especial, lo cual no refleja la realidad ni el tamaño de su población.

34 Ver Mejía quintana, Oscar. “Bienvenidos al Pasado”. UN Periódico No. 38. Bogotá, septiembre 15 de 2002. 35 Ver Will Kymlicka y los Derechos diferenciados de grupo, en: Bonilla, Daniel. “La Ciudadanía Multicultural y la Política de Reconocimiento.” Bogotá, CIJUS, Ediciones Uniandes, Facultad de Derecho. 1999. 36 Op. Cit. 4. Mejía Quintana, Oscar. Pp. 37.

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Los grupos étnicos37 que complementan las minorías nacionales, están conformados por

inmigrantes que pretenden incorporarse a la sociedad hegemónica aunque reivindican

espacios para expresar y promover sin discriminaciones sus tradiciones culturales. La

Constitución de 1991 no generó espacios de representatividad para este tipo de

comunidades establecidas en territorio colombiano, entre las que se destacan las

comunidades negras.38

La misma suerte corrieron las demás minorías; los sindicatos, los campesinos, las minorías

políticas, los sectores informales y los sectores medios en proceso de desaparición, todos

ellos ausentes del debate político realizado por la constituyente de 1991. De ahí que

ninguna de las disposiciones de la carta haya garantizado su participación.

2.4.1. Consenso mínimo normativo y no un mero acuerdo de intereses.

La Constituyente de 1991 y por consiguiente las instituciones por ella creadas mediante la

Carta Política, se rigen todas por la regla de mayoría simple, lo que desemboca en meros

acuerdos de intereses y no en consensos mínimos normativos. Esto como lo mencionamos

anteriormente, termina atropellando abiertamente los derechos de las minorías.

37 Bonilla, Daniel. “La Ciudadanía Multicultural y la Política de Reconocimiento.” Bogotá, CIJUS, Ediciones Uniandes, Facultad de Derecho., 1999. 38Formisano Prada, Maritza y Mejía Quintana, Oscar. “La Asamblea Constitucional como Instrumento de Reforma Política en Colombia”, en: Pensamiento Jurídico No. 11. Universidad Nacional de Colombia. Bogotá, 1999.

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El convencimiento de que cualquier intento de pacificación que deje sujetos colectivos

marginados o excluidos es una farsa, lleva a invitar a que el espíritu del poder constituyente

que acompañe los futuros esfuerzos en este sentido, se encuentre inspirado por el modelo

rawlsiano dialógico-argumentativo.39 Esto permite que el sistema jurídico-positivo, así

como los foros de discusión pública, que como veremos en punto tres de este artículo, han

fallado en su deber de aliviar las tensiones sociales, dejen de ser un patrimonio de la

“mayoría” (minoría dominante o elites), en el poder y contemplen los derechos de la

totalidad de los sujetos colectivos que encuadran dentro del concepto de ciudadano

“colombiano”.

3. Integración entre Derecho y Sociedad.

En este punto se presentan las principales tensiones sociales que el Estado colombiano ha

sido incapaz de solucionar y que, junto con otras condiciones, contribuyen a explicar el

excesivo prolongamiento del conflicto. Analizando el fracaso del Estado en su intento por

mediar dichas tensiones sociales, se argumentará a favor de un poder constituyente que,

inspirado en el paradigma consensual-discursivo, logre sentar las bases de un régimen de

democracia participativa. Sólo las instituciones de un Estado organizado bajo dicho

régimen, asegurarán el éxito del Estado en la resolución de los problemas sociales.

39 Op Cit. 4. Pp. 181

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3.1. Características del prolongado conflicto colombiano.

Para desarrollar este punto de la investigación partiremos del trabajo realizado por Nazih

Richani en su libro: “Systems of Violence. The Political Economy of War and Peace in

Colombia.”40 A pesar de centrarse en el estudio de la economía de la guerra Colombiana,

este autor abarca dos cuestiones fundamentales para el tema que aquí nos atañe; i) porqué

se prolongan los conflictos internos como el colombiano y; ii) qué tipo de configuraciones

estructurales socioeconómicas y políticas hacen de su resolución pacífica un objetivo tan

difícil de alcanzar. Como las demás teorías acerca de los conflictos prolongados, la

expuesta por Richani analiza las relaciones en torno a cuatro tipos de variables- el contexto

comunal, las necesidades sociales, la gobernabilidad y el papel del Estado y de los

organismos internacionales- todos los cuales constituyen una precondición de los conflictos

prolongados.

El eje central de su propuesta consiste en afirmar que los sistemas de guerra se encuentran

configurados alrededor de tres condiciones esenciales, todas ellas presentes en Colombia.

Dichas condiciones son (a) el fracaso de las instituciones, canales, y mecanismos políticos

prevalecientes en mediar, adjudicar o arbitrar los conflictos entre grupos sociales

políticamente antagónicos; (b) el éxito de las partes antagónicas en su intento por adaptarse

al conflicto estableciendo lo que el autor denomina una “economía política positiva” a

través de la acumulación de bienes políticos y económicos que hacen que la guerra sea la

40 Richani, Nazih. “Systems of Violence” The Political Economy of War and Peace in Colombia. Albany, New York. State University of New York Press. 2002.

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mejor alternativa considerando dos variables: (i) el equitativo balance de poder y (ii) los

altos costos de la paz, y; (c) un balance de fuerzas entre los actores o grupos en conflicto

que resulta en lo que Richani llama “comfortable impasse” (tratar de traducirlo al españo l

sería como hablar de una situación de cómoda inconveniencia).41 La idea consiste en

afirmar que la coexistencia de estas tres variables establece un sistema de guerra que tiende

a perpetuarse en sí mismo, mientras que la ausencia de cualquiera de estas condiciones

facilita una terminación menos distante y más probable del conflicto.

Para analizar las relaciones de poder entre los diferentes actores se hace necesario llevar a

cabo una apreciación de los diferentes bienes políticos y económicos por ellos adquiridos a

través de la guerra y a los cuales no les sería posible acceder en condiciones de paz. Según

esto, si uno de los actores viene presentando una economía política negativa, los otros

pierden incentivos para negociar en razón de sus mejores posibilidades de prevalecer. Si las

fuerzas en combate registran todas una economía política positiva, así sea asimétrica, el

conflicto es más propenso a prolongarse, particularmente si el balance de poder es tal, que

no es posible para ninguno de los bandos derrotar al enemigo. Richani sostiene que la

guerra civil de Colombia se encuentra en esta fase desde la década de los ochentas. Muestra

también como en los últimos años se viene infligiendo unos costos muy altos en términos

de fatalidades, recursos, perdida de bienes políticos, etc, a los diferentes grupos armados y

sectores, hecho que puede desembocar en una economía política negativa que facilite las

condiciones para negociar y mediar en el conflicto.

41 Ibidem. Pp. 5 “…(a) failure of state institutiones in mediating, arbitrating and adjudicating the main sources of social conflict; (b) wether the antagonistic parties succed in adapting themselves to a war condition- as the best available alternative given the power relations and the higher costs of peace- and manage to establish a positive political economy (PEE) ; and (c) wether the balance of forces among the conflicting groups or actors does not allow any one group to establish its own hegemony.”

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La historia de nuestro conflicto interno es la historia de los conflictos por la tierra en

Colombia desde tiempos de la colonia 42 y del fracaso institucional del estado post-colonial

para resolver los conflictos resultantes de los problemas entre terratenientes y campesinos.43

Esto produce una crisis hegemónica del Estado lo suficientemente fuerte para sobrevivir

todo el siglo veinte. En efecto, en la esfera económica, cuando las instituciones encargadas

de organizar el proceso productivo así como de los derechos de propiedad y de regular las

relaciones entre los participantes, se muestran ineficaces en la conciliación de las

diferencias, cada uno de los bandos se ve en la obligación de crear su propia manera de

conseguir recursos para proteger sus intereses. Desde los inicios del siglo veinte la

violencia en Colombia puede ser en parte explicada por la incapacidad del Estado y del

Derecho para adjudicar y resolver los problemas sociales, particularmente en lo que se

refiere a la distribución del ingreso y de los recursos y sobretodo en el sector agrario. Como

vimos anteriormente, los principales grupos en tensión o quienes tradicionalmente se han

visto más afectados por estas tensiones sociales, estuvieron ausentes de la Constituyente de

1991, que en consecuencia se mostró igualmente incapaz para aliviarlas. Esto se hace

mucho más grave si consideramos que el articulado de la Constitución no asegura la

participación popular de las minorías políticas y de los sectores tradicionalmente

marginados.

42 Zamosc, León. The agrarian question and the peasent movement in Colombia. London, Cambridge University Press, 1986. 43 Ver acápite titulado; Poblamiento y articulación a la sociedad y el Estado nacionales. En; González Sánchez, Fernan & Bolivar, Ingrid. Violencia y construcción del Estado en Colombia. Aproximación a una lectura geopolítica de la violencia colombiana.

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Centrarse en lo económico y dejar de lado lo político o lo histórico resulta insuficiente a la

hora de efectuar un análisis comprensivo de la prolongación de un conflicto. Por esa razón

se comienza con el estudio de los conflictos por la tierra en Colombia, pues con ellos

comienza la historia de la guerra en nuestro país y aunque no ha sido el único problema

envuelto en el conflicto interno colombiano, la pugna por la tierra si parece encontrarse en

los orígenes de esta guerra tan prolongada.44 Esto nos enfrenta a dos factores explicativos

del fracaso institucional en su mediación entre el campesinado y los terratenientes y la

distribución de los recursos agrarios, a saber: (a) la ausencia de una hegemonía política

dentro del Estado, lo que impide que quienes se encuentran en la obligación de formular y

ejecutar las políticas públicas necesarias para la mediación y adjudicación del problema

agrario verdaderamente lo hagan, y; (b) el escaso capital político con que han contado los

diferentes gobiernos en sus tímidos intentos por abarcar una solución definitiva del

problema mediante la puesta en marcha de una verdadera reforma agraria 45.

Existen varios ejemplos demostrativos del par de afirmaciones arriba mencionadas. De

todos ellos, merece traer a colación algunos en particular, como es el caso de la Ley 200 de

1936 adoptada dentro del marco de la administración del presidente López Pumarejo. Aún a

pesar de ser una ley muy modesta y superficial en su contenido, su expedición se estrelló

con una gran oposición dirigida por la clase terrateniente. Dicha ley intentaba dar una

mayor función social a la tierra en Colombia brindando como plazo máximo para su

44 Este capítulo del libro de Richani se titula “Institutional Failure: Genesis of the War system”, nombre bastante diciente de lo que Richani quiere demostrar si recordamos la primera condición para el prolongamiento de los conflictos mencionada anteriormente. 45 Ibidem.

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explotación, un término de diez años al cabo de los cuales se decretaba la expropiación. 46

La medida como política pública fue un fracaso total. Además de insuficiente frente a los

problemas que intentaba mediar y solucionar, lo que verdaderamente provocó fue un efecto

totalmente opuesto a aquel de integrar a los propietarios de la tierra con el campesinado. En

efecto, los terratenientes, al ver sus intereses amenazados, en lugar de proporcionar mayor

trabajo y acomodar sus privilegios a las necesidades de la sociedad, respondieron

expulsando al campesinado de sus territorios con el propósito de evadir cualquier

reclamación que en el futuro pudiera hacerse sobre el dominio de sus tierras. Lógicamente

esto sólo contribuyó, como en el caso de otras políticas públicas adoptadas en diferentes

administraciones a lo largo del siglo veinte, a agravar las ya existentes y delicadas tensiones

sociales. Lo más grave de este proceso es que con el tiempo actividades como la

ganadería,47 muy pobres en cuanto a mano de obra se refiere, pero acaparadoras en cuanto a

la cantidad de terreno que requieren, terminaron por reemplazar cada vez más a la ya poco

competitiva explotación agrícola de la tierra.48

Una preocupación adicional surge por la creciente concentración de tierras exacerbada en

los últimos años por el fenómeno del narcotráfico.49 Ahora más que nunca resulta evidente

que los diferentes actores y sectores luchan por el dominio estratégico de los territorios que

más prometen y que tendrán mayor importancia económica en el futuro marco de

globalización.

46 Medina, Medofilo. La protesta urbana en Colombia en el siglo XX. Bogotá, Ediciones Aurora, 1984. Pp. 45 a 59. 47 FEDEGAN. La ganadería bovina en Colombia. 1997-1998. Bogotá, FEDEGAN, 1998. 48 Op. Cit. Zamosc. 49 Reyes Posada, Alejandro. Compras de tierras por narcotraficantes. En; Drogas ilícitas en Colombia, su impacto económico, político y social. Bogotá, PNUD-DNE, Ariel Ciencia Política, 1997.

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Esta cuestión resulta fundamental para entender la agrupación del campesinado50 con

motivos puramente defensivos que da inició a los diferentes grupos guerrilleros que aún

después de cuarenta años y en condiciones totalmente diferentes, llevan a cabo la lucha

subversiva en contra de las instituciones del Estado y cuya ausencia de la constituyente de

1991 deslegitima la actual Carta Política que organiza la estructura de nuestro Estado y que

consagra los principios rectores de nuestra restringida democracia.

El mismo fenómeno de los conflictos por la tierra ha venido ocurriendo desde los orígenes

del conflicto armado en torno al problema del poder y la participación política. Gracias en

parte, a los intereses de una clase política corrupta que ha sabido enriquecerse a través de su

permanencia en el poder y en los diferentes cargos públicos, no ha sido posible adoptar una

reforma política que ponga fin a las tensiones sociales derivadas del cerrado sistema

político, defendido por los partidos tradicionales. Al ser el Estado un patrimonio de la

“mayoría” en el poder, resulta imposible que éste entre a mediar o resolver cualquiera de

los demás conflictos sociales. Esto ha tenido como resultado la constante generación y el

mantenimiento de profundas tensiones sociales que día a día se encargan de alimentar el

enfrentamiento armado en nuestro país.

La imposibilidad del Estado para resolver los problemas suscitados en torno a la propiedad

sobre la tierra y alrededor de los espacios políticos seria entonces el principal combustible

que mueve el motor del conflicto colombiano. Esto se ajusta completamente a la idea

expuesta por Habermas al hablar de las relaciones entre el sistema y el mundo de la vida:

50 Ver; “Las huellas de la violencia.” En; Pécaut, Daniel. Guerra contra la sociedad. Bogotá, Espasa Hoy, 2001.

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“Las crisis surgen cuando la estructura de un sistema sociedad admite menos posibilidades

de resolver problemas que las requeridas para su conservación”51.

3.2. El Derecho; la herramienta para atender el llamado de la sociedad.

Retomemos la obra de Richani y situémonos dentro de la segunda condición catalogada

como necesaria para el prolongamiento del conflicto, a saber: (b) el éxito de las partes

antagónicas en su intento por adaptarse al conflicto estableciendo lo que el autor denomina

una “economía política positiva” a través de la acumulación de bienes políticos y

económicos que hacen que la guerra sea la mejor alternativa considerando dos variables: (i)

el equitativo balance de poder y (ii) los altos costos de la paz.

Las instituciones militares del Estado colombiano son una de las organizaciones culpables

de ayudar a crear y perpetuar el sistema de Guerra en Colombia.52 Durante muchos años las

instituciones castrenses adoptaron una estrategia de contenc ión y de defensa militar, en

lugar de adelantar esfuerzos tendientes a eliminar a los grupos armados al margen de la ley.

Esto contribuyó a formar y consolidar un estado de “comfortable impasse” generando

nuevos intereses institucionales de los militares en medio de la guerra.

51 Op cit. 4. Mejía Quintana, Oscar. Pp. 207. 52 Ver los capítulos siguientes de la obra de Richani titulados correspondientemente: “The Military and the Comfortable Impasse” y “Guerrillas and the Impasse”.

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En este contexto se produce el acuerdo de los partidos tradicionales para repartirse el poder

y dejar a los militares fuera de la esfera política, conocido como el “Frente Nacional”. Esto

se convirtió en una de las herencias más extendidas a través de la segunda mitad del siglo

pasado. A cambio de no entrometerse en los asuntos políticos de la nación, los militares

obtuvieron competencia exclusiva en el tema de la defensa y la seguridad nacional. Las

concesiones brindadas por la rama ejecutiva a las instituciones militares a cambio de la

estabilidad política del régimen democrático les permitió perseguir sus propios intereses

con relativa facilidad, al margen de cualquier tipo de vigilancia o escrutinio público. Lo

anterior explica la falta de coordinación entre las agendas de paz desarrolladas por los

diferentes gobiernos y las acciones tomadas por los militares, que en consecuencia se

convirtieron en una especie de ente creador y destructor de la paz en Colombia.53

Como bien lo insinúa Richani, y como lo demuestran los cada vez más frecuentes ataques

terroristas en las áreas metropolitanas, la estrategia militar de contención, consistente en

mantener a las guerrillas fuera de las áreas de mayor importancia política y económica y en

suprimir los enlaces y formaciones subversivas en los centros rurales del país, se quedó

corta. Fue además una estrategia afectada por factores tales como los limitados recursos y

equipos militares, el apoyo estadounidense a la política de guerra de baja intensidad y la

percepción errada y generalizada de que la guerrilla no representaba una amenaza de tipo

mayor, por estar su actividad concentrada en las montañas y las selvas colombianas, lejos

de toda la realidad jurídico-político-económica cotidiana de la sociedad.

53 Ver Leal Buitrago, Francisco. “La Seguridad Nacional a la Deriva. Del Frente Nacional a la Posguerra Fría”. Alfaomega-Uniandes-Flacso. Bogotá, 2002.

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Al respecto de esta institución crucial del Estado, ocurrió lo mismo que con la participación

popular frente a la oportunidad histórica que representaba la constituyente de 1991 para

cambiar su regulación . En efecto, la posibilidad de reformar las fuerzas militares en 1991

se perdió en manos de los constituyentes que consintieron en las prerrogativas de la cúpula

militar de condicionar su apoyo a una reforma constitucional a la permanencia del statu quo

en su régimen jurídico, logrando así conservar sus diferentes comodidades y beneficios. El

único cambio productivo introducido durante la administración Gaviria respecto de las

Fuerzas Militares, lo constituyó el en adelante nombramiento de civiles al mando del

Ministerio de Defensa y del Departamento Administrativo de Seguridad.

La autonomía militar para manejar a discreción su presupuesto sin ninguna interferencia

civil previa o posterior hizo posible que los recursos fueran destinados en su mayoría a

incrementar los salarios y pensiones de las tropas y a responder a los intereses de diferentes

compañías privadas. Lo que más sorprende son los datos que demuestran el número de

empleados que mantienen las fuerzas militares en comparación con el número de soldados

que efectivamente se dedican a combatir con los grupos ilegales. Para 1999 eran 170.000

miembros, de los cuales tan sólo cerca de 30.000 eran soldados profesionales.54 Esto

significa aproximadamente que, para este año, por cada soldado profesional existían seis

personas mantenidas por el ejército, cuyas funciones no eran requeridas ni se encontraban

plenamente justificadas.

54 Op. Cit. Richani, capítulo 3.

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El “comfortable impasse” o la guerra de baja intensidad, facilitó el desarrolló de cerca de

110.000 hectáreas de cultivos ilícitos en un período no mayor de diez años,55 lo que a su

vez generó un efecto imprevisto compuesto por la creación y el surgimiento de un nuevo

actor armado que poco a poco habría de revolucionar completamente la dinámica de la

guerra y el conflicto; los paramilitares. De nuevo, el fracaso institucional del Estado

colombiano en su intento por expandir su autoridad a lo largo del territorio nacional,

sumado a otros factores muy importantes como el de la geografía colombiana, factor que

resulta ideal para permitir el desarrollo de este tipo de actividades en total clandestinidad,

explica porque Colombia se convirtió en el principal teatro del contrabando y el

narcotráfico.56

No obstante lo anterior, el progresivo escalamiento del conflicto desde 1995 ha llevado a

los militares y a los gobiernos a adoptar una estrategia militar más acorde con las

circunstancias, y aunque aún resta un largo camino por recorrer en la reestructuración de las

fuerzas militares, estas han ido incrementando su capacidad ofensiva, lo que a su vez

incentiva a los grupos armados al margen de la ley a contemplar una cercana salida

negociada del conflicto.

Con la aparición de los paramilitares, continua la historia de la lucha por la tierra y en

lugar de producirse un rompimiento de la crisis, ésta se ve profundamente agravada por la

llegada de un nuevo protagonista en el conflicto. Su entrada en escena produce un

escalamiento de la guerra, que a partir de los noventas viene rompiendo el “comfortable

55 Thoumi, Francisco. Economía política y narcotráfico. Bogotá, Tercer Mundo Editores, 1994. Pp. 133. 56 Betancur Dario & García, Martha. Contrabandistas, marimberos y mafiosos. Bogotá, Tercer Mundo Editores, 1994. Pp. 48.

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impasse” y en consecuencia acabando con la estabilidad del sistema propio de la

confrontación. Richani nos presenta tres indicadores para respaldar esta posición: (a) el

creciente número de muertes y masacres; (b) el creciente número de fatalidades

relacionadas con la guerra (lo que a mi manera de ver es prácticamente lo mismo que el

primero); y (c) los crecientes costos económicos de la guerra.57

La interminable guerra de baja intensidad está llegando a su fin. Cada vez resulta más

costoso para los grupos armados, para el Estado y para la población en general, en términos

económicos, así como en términos de capital humano, continuar con los enfrentamientos. A

esto se suma la voluntad de las clases dirigentes por poner un fin definitivo al conflicto e

incentivar la producción del país y mejorar así sus ingresos. Sin embargo, de no

aprovecharse este momento para buscar un verdadero consenso, es posible que una vez

consolidado el dominio de cada actor en sus correspondientes territorios, se vuelva a

establecer un equilibrio en el sistema de guerra y que de esta manera cada actor continúe

gozando de la economía política positiva que como ya vimos permite el prolongamiento del

conflicto.

CONCLUSIÓN.

En términos de Habermas, es necesario atender al llamado que en este momento hace el

mundo de la vida al Derecho para que a través de un nuevo pacto sin exclusiones se

comience a trabajar en la reconstrucción de la unidad nacional. Si como lo señala este 57 Ver capítulo 5 de Richani titulado; “Paramilitaries, Organized Crime, and the Dynamics of War”.

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autor, el Derecho ha de devenir “...el instrumento de consolidación de los subsistemas

económico y político-administrativo frente al subsistema socio-cultural que representa al

mundo de vida.”58, una lectura responsable de la actual coyuntura social nos indica que el

momento es ideal para que los actores y la comunidad trabajen por una salida

conjuntamente negociada del conflicto.

El mundo de la vida esta exigiendo del Derecho un nuevo instrumento de reconciliación

social. Solo un poder constituyente en el que todos se vean representados puede rehacer el

lazo social desintegrado, partiendo de una posición dialogal. Este nuevo poder

constituyente, encargado de formar la estructura del nuevo Estado, debe atender a reglas de

consenso y no dejar por fuera a ningún sujeto colectivo que en el futuro pueda verse tentado

de volver a organizarse militarmente.

La filosofía política y los planteamientos de Rawls y de Habermas nos ayudan a percibir las

consecuencias de llevar a cabo una paz parcelada, sellada por pactos con algunos, y no con

todos los protagonistas del conflicto interno armado, lo que refleja la crisis de legitimidad

por la que atraviesa nuestra sociedad. Sus tesis nos permiten inferir que un poder

constituyente que no esté conformado por la totalidad de los sujetos que conforman la

sociedad y que carezca de consenso en su interior, resulta a su vez en una Constitución sin

la legitimidad política universal necesaria para alcanzar su plena validez y efectividad.

Este fue el caso, tanto de la paz firmada por el presidente Gaviria con una parte de la

subversión, como del proceso constituyente que durante su mandato se realizó. En efecto, 58 Op Cit. 4. Mejía Quintana, Oscar. Pp. 210.

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en la constituyente de 1991 no participaron la totalidad de los sujetos colectivos que

conforman la sociedad colombiana. El resultado fue a su vez una Constitución que entablo

un régimen democrático restringido que impide la participación de los sectores

tradicionalmente marginados y que permite se continúe pisoteando los intereses de las

minorías.

Al origen del conflicto o de la crisis de nuestra sociedad se encuentra un Estado incapaz de

mediar y aliviar las diferentes tensiones sociales. Tensiones que al girar en torno de las

bases económicas (la tierra) y de las bases políticas (la participación en el poder), han

logrado desestabilizar por completo nuestro sistema social. Para corregir este problema es

necesario asegurar que las instituciones de ese Estado trabajen con base en consensos y sin

excluir a ninguna parte de la población. Para ello es necesario convocar un nuevo poder

constituyente en el que todos los sujetos colectivos se encuentren representados y que a

través de un diálogo consensual siente las bases para una verdadera democracia

participativa.

Hasta ahora la historia del prolongado conflicto colombiano no cuenta con un pacto que

haya incluido a la totalidad de sus protagonistas, y, como consecuencia de ello, la lucha ha

perdurado por más de medio siglo. No obstante, la realidad nacional pide cada vez más una

salida negociada y definitiva del conflicto. Los costos de la guerra han ido aumentando,

tanto para la población civil, como para los protagonistas de la confrontación armada.

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“Un pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla”. Desafortunadamente la

tesis planteada por Pécaut en su libro Guerra contra la sociedad59 es cierta. En Colombia

no hemos sabido construir una memoria colectiva que le de algún sentido a tantos años de

violencia. Esto no sólo significa que se puedan repetir los errores del pasado, sino que la

oportunidad de construir una unidad nacional en torno a nuestra sangrienta historia está

siendo desaprovechada.

El reto al que actualmente todos nos enfrentamos; la totalidad de la comunidad nacional,

los lideres de los diferentes grupos armados, los actuales gobernantes y representantes, las

minorías y la comunidad internacional, consiste en saber aprovechar un momento propicio

para alcanzar la reconciliación nacional. Si esto es así, es responsabilidad de todos evitar

que en las negociaciones por venir se cometan los mismos errores del pasado y que los

procesos y procedimientos de elaboración de los nuevos principios fundamentales, no

adolezcan de los mismos vic ios que evidenciamos en la constituyente pasada.

Recordemos que en un sistema donde no se encuentre garantizada la igualdad de

participación de todos los sectores de la sociedad, siempre existirá el riesgo de que surjan

tensiones y problemas que no logren ser resueltos por el Estado y que puedan poner en

riesgo la estabilidad nacional, al tiempo que atenten directamente contra la paz de nuestra

sociedad.

El gran numero de fatalidades sufridas por todos los protagonistas de la guerra, así como

los crecientes costos económicos de continuar desarrollando un conflicto de tan alta 59 Pécaut, Daniel. “Guerra contra la sociedad.” Bogotá, Espasa Hoy., 2001.

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intensidad, se suman a la voluntad de los gremios económicos y de la comunidad

internacional por alcanzar una salida negociada del mismo. No obstante, cabe la posibilidad

de cada actor consolide su dominio sobre sus respectivos territorios, estableciendo de nuevo

un equilibrio en el sistema de guerra, que les permita gozar de nuevo de una economía

política positiva que como ya vimos contribuye al prolongamiento del conflicto. De no

aprovecharse este momento propicio para la reconciliación, se cargará con una enorme

responsabilidad. Pero mayor será la responsabilidad si llegado el momento no se construye

una democracia constitucional que asegure la pacifica convivencia de la población

colombiana, mediante instituciones que garanticen la efectividad del Estado en su papel

como mediador de la sociedad.

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