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<www.medtrad.org/panacea.html> Reseñas Panace@. Vol. V, n. o 17-18. Septiembre-diciembre, 2004 287 SIMON JANUENSIS: Clavis sanationis sive Synonyma medi- cinae. Venetiis: G. de Tridino; 1486. Puede consultarse un ejemplar en la Biblioteca de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid. A lo largo del periodo medieval se fueron desarrollando en el ámbito mé- dico diversos repertorios, cuyo objeto de atención eran las palabras, los términos. Su finalidad era permitir el acceso a aquellos textos que plan- teaban dificultades de comprensión lingüística, ya fuera porque contenían términos muy técnicos, ya porque se habían escrito en lenguas poco conocidas. Su aparición estuvo muy relacionada —en principio, aunque no exclusivamente— con las labores de traducción de las principales obras médicas —especialmente, del griego o del árabe al latín— y con las lenguas consideradas como aptas para la transmisión del conocimiento especializado. Nos re- ferimos a los glossaria, los hermeneumata y los synonyma, precedentes de otros glosarios monolingües y plurilingües posteriores, así como de los vocabularios y los diccionarios terminológicos tan típicos de los siglos XIX y XX. La obra a la que hoy quitamos el polvo con el plumero, la Clavis sanationis sive synonyma medicinae, redactada a finales del siglo XIII por Simón de Cordo, constituye, sin duda ninguna, la culminación de todos esos inventarios medieva- les. A pesar de lo que nos podría hacer pensar el subtítulo por el que suele conocerse, Synonyma medicinae, esta obra va mucho más allá de ser un mero synonyma, es decir, un simple glosario de equivalentes de un término en varias lenguas. Es, más bien, un repertorio de transición entre el glosario y el diccionario, o incluso un auténtico diccionario médico, quizá el primero de la historia. Un diccionario en el que el orden alfabético es completo, no limitado únicamente a las prime- ras letras, como era lo normal en el medievo; y que incluye, como decimos, no sólo equivalentes de las entradas, sino de- finiciones, citas de autores, información filológica del tipo de las características principales de los alfabetos griego y árabe, así como reflexiones personales y comentarios del autor. Los ejemplos siguientes nos ilustran, además de sobre la variedad de temas que se tratan en la «Llave», sobre la disparidad en la estructura entre unas entradas y otras, lo que prueba esa transición que señalábamos; disparidad que va desde el simple sinónimo latino para un término griego o árabe hasta la confrontación de la opinión de varias autoridades respecto de un determinado asunto, pasando por la definición más o menos escueta: balanus repsico D. est semen arboris similis mirice et est fructus sicut nucis habentis intus medullam quae exprimitur ippopios vel ypopia secundum Pau. est sanies collecta sub cornea oculi leucoma, grece albugo nascale est quod matrici imponitur simile suppositorio: pessarium vero proprie est simile clisteri, quamvis pro nascali pessarium in libris antiquis sepe invenitu peritoneon Iohannes Serapio capitulo de hernia eius inquit intentio est extensus super ventrem et est siphac et iuvamentum eius est quod occultat et tegit viscera intrinseca et cetera. Item idem capitulo de idropisi et ve- lamine quod est inter membrana et inferiora et superiora et intestina. Alexander capitulo de asclite et thimpanite uteris inquit adiutorio quod possit viscera malaxare et digerere omnes qui in alto id est in epiplo et peritoneon continentur humores Cornelius Celsus abdomen quem greci peritoneon vocant radius vocatur instrumentum cirurgicorum stilus tenta et id quo medicine in oculis ponuntur ros siriacus exposuerunt quidam quod est flos orni et non dicunt quod ornus est. Sed ros siriacus est sumach. Vide quod ubicunque in libris de greco translatis habetur ros syriacus in arabicis eisdem locis et in casibus habetur su- mach, nam apud Dya. ca. de origano ubi est ros syriacus in Sera. eodem loco ex verbo Dya est simach steganosis, g. consolidatio dessicativa sirupus est ab arabico sirab quod est potio scrophule a scropha dicte eo quod ut a scropha multi porcelli ita ab una multe pullulant, similiter etiam Greci chiridas a chira i. porci vocant El plumero La Clavis sanationis, de Simón de Cordo (siglo XIII) Bertha M. Gutiérrez Rodilla* * Universidad de Salamanca (España). Dirección para correspondencia: [email protected].

Panacea 17-18 AF rev - medtrad.org · gran la magna enciclopedia Al-Tasrif, de Abulcasis, y el Liber aggregatus in medicinis simplicibus, generalmente atribuido a

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<www.medtrad.org/panacea.html> Reseñas

Panace@. Vol. V, n.o 17-18. Septiembre-diciembre, 2004 287

SIMON JANUENSIS: Clavis sanationis sive Synonyma medi-cinae. Venetiis: G. de Tridino; 1486. Puede consultarse un ejemplar en la Biblioteca de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid.

A lo largo del periodo medieval se fueron desarrollando en el ámbito mé-dico diversos repertorios, cuyo objeto de atención eran las palabras, los términos. Su finalidad era permitir el acceso a aquellos textos que plan-teaban dificultades de comprensión lingüística, ya fuera porque contenían términos muy técnicos, ya porque se habían escrito en lenguas poco conocidas. Su aparición estuvo muy relacionada —en principio, aunque

no exclusivamente— con las labores de traducción de las principales obras médicas —especialmente, del griego o del árabe al latín— y con las lenguas consideradas como aptas para la transmisión del conocimiento especializado. Nos re-ferimos a los glossaria, los hermeneumata y los synonyma, precedentes de otros glosarios monolingües y plurilingües posteriores, así como de los vocabularios y los diccionarios terminológicos tan típicos de los siglos XIX y XX.

La obra a la que hoy quitamos el polvo con el plumero, la Clavis sanationis sive synonyma medicinae, redactada a finales del siglo XIII por Simón de Cordo, constituye, sin duda ninguna, la culminación de todos esos inventarios medieva-les. A pesar de lo que nos podría hacer pensar el subtítulo por el que suele conocerse, Synonyma medicinae, esta obra va mucho más allá de ser un mero synonyma, es decir, un simple glosario de equivalentes de un término en varias lenguas. Es, más bien, un repertorio de transición entre el glosario y el diccionario, o incluso un auténtico diccionario médico, quizá el primero de la historia. Un diccionario en el que el orden alfabético es completo, no limitado únicamente a las prime-ras letras, como era lo normal en el medievo; y que incluye, como decimos, no sólo equivalentes de las entradas, sino de-finiciones, citas de autores, información filológica del tipo de las características principales de los alfabetos griego y árabe, así como reflexiones personales y comentarios del autor. Los ejemplos siguientes nos ilustran, además de sobre la variedad de temas que se tratan en la «Llave», sobre la disparidad en la estructura entre unas entradas y otras, lo que prueba

esa transición que señalábamos; disparidad que va desde el simple sinónimo latino para un término griego o árabe hasta la confrontación de la opinión de varias autoridades respecto de un determinado asunto, pasando por la definición más o menos escueta:

balanus repsico D. est semen arboris similis mirice et est fructus sicut nucis habentis intus medullam quae exprimitur

ippopios vel ypopia secundum Pau. est sanies collecta sub cornea oculi

leucoma, grece albugo

nascale est quod matrici imponitur simile suppositorio: pessarium vero proprie est simile clisteri, quamvis pro nascali pessarium in libris antiquis sepe invenitu

peritoneon Iohannes Serapio capitulo de hernia eius inquit intentio est extensus super ventrem et est siphac et iuvamentum eius est quod occultat et tegit viscera intrinseca et cetera. Item idem capitulo de idropisi et ve-lamine quod est inter membrana et inferiora et superiora et intestina. Alexander capitulo de asclite et thimpanite uteris inquit adiutorio quod possit viscera malaxare et digerere omnes qui in alto id est in epiplo et peritoneon continentur humores Cornelius Celsus abdomen quem greci peritoneon vocant

radius vocatur instrumentum cirurgicorum stilus tenta et id quo medicine in oculis ponuntur

ros siriacus exposuerunt quidam quod est flos orni et non dicunt quod ornus est. Sed ros siriacus est sumach. Vide quod ubicunque in libris de greco translatis habetur ros syriacus in arabicis eisdem locis et in casibus habetur su-mach, nam apud Dya. ca. de origano ubi est ros syriacus in Sera. eodem loco ex verbo Dya est simach

steganosis, g. consolidatio dessicativa

sirupus est ab arabico sirab quod est potio

scrophule a scropha dicte eo quod ut a scropha multi porcelli ita ab una multe pullulant, similiter etiam Greci chiridas a chira i. porci vocant

El plumero La Clavis sanationis, de Simón de Cordo (siglo XIII)Bertha M. Gutiérrez Rodilla*

* Universidad de Salamanca (España). Dirección para correspondencia: [email protected].

Page 2: Panacea 17-18 AF rev - medtrad.org · gran la magna enciclopedia Al-Tasrif, de Abulcasis, y el Liber aggregatus in medicinis simplicibus, generalmente atribuido a

Reseñas <www.medtrad.org/panacea.html>

288 Panace@. Vol. V, n.o 17-18. Septiembre-diciembre, 2004

viscidum grece mordicativum, pungens linguam, acuti saporis

ydrokephalos, grece dicunt habentes aquam in capite

zucoraria in antidotario universali in confectione mitri-dati exponitur est flos agni casti.

Médico del papa Nicolás IV y capellán de Bonifacio VIII, Simón de Cordo —conocido también como Simón de Génova (Simon Januensis, fl. 1288-1303)—, tradujo, en colaboración con Abraham ben Shem Tob de Tortosa (Abraham Iudaeus Tortuosiensis), dos obras de farmacopea del árabe —o, quizá, del hebreo— al latín: el Liber servitoris de preparatione me-dicinarum simplicium, que es el tratado 28 de los 30 que inte-gran la magna enciclopedia Al-Tasrif, de Abulcasis, y el Liber aggregatus in medicinis simplicibus, generalmente atribuido a Serapion, pero que podría tratarse en realidad de la traducción del Kitab al-adwiya al-mufrada, de Ibn Wafid. Esta tarea le puso en contacto directo con una realidad caótica, que era la del lenguaje de la medicina, porque, debido a la gran cantidad de traducciones que se habían llevado a cabo y el hecho de estar además involucradas en ellas muy diferentes lenguas, coexistía en dicho lenguaje una multitud de sinónimos y pseudosinónimos que le conferían una absoluta imprecisión y confusión. Por tal motivo, Simón Genovés concibió un am-bicioso proyecto —en el que se empleó durante treinta años, según sus propias palabras—, con la intención de clarificar ese lenguaje, especialmente en el dominio de la farmacopea, y contribuir así a la armonización del mismo, fijando la grafía que consideraba la más correcta y el significado de las palabras de origen griego o árabe, así como los términos técnicos lati-nos. Palabras y términos que obtuvo no sólo de su experiencia como herborizador, sino llevando además a cabo un intenso trabajo lexicográfico a partir de las obras de los principales autores clásicos y árabes: Celso, Dioscórides, Plinio, Galeno, Oribasio, Teodoro Prisciano, Pablo de Egina, Razes, Avicena, Abulcasis, etc.; y consultando también obras anteriores de tipo lexicográfico, como, por ejemplo, los Synonyma Stephani y el Alphita, según él mismo nos informa en el prefacio de la Clavis sanationis.

A pesar de sus esfuerzos filológicos, los alrededor de 6000 artículos de su diccionario quedaron registrados con la grafía que tenían en las obras médicas consultadas; es decir, con todas las confusiones debidas a su transmisión latina. Y, como no po-día ser de otro modo, a pesar de sus propósitos iniciales, no fue capaz de llevar a cabo ningún tipo de normalización termino-lógica y mantuvo la sinonimia propia del lenguaje médico del momento, quizá porque comprendiera que para que su libro tu-viera alguna utilidad debía mantener las palabras tal y como se encontraban habitualmente en los textos, pues cada hipotético «sinónimo» correspondía en realidad a un contexto y un área cultural distintos que lo modificaban y le daban su sentido pre-

ciso. Sólo llevando a cabo una revisión conceptual muy amplia se podría haber afrontado la homogeneización del lenguaje, pero tal revisión se escapaba de las posibilidades de Simón de Génova —y aun de la época en que compuso su obra—. Algo que no impidió que ésta alcanzara una gran difusión —tanto en su forma original como en la versión abreviada con adicio-nes que Julio Mondino de Cividale del Friul realizó en el si-glo XIV—. Lo demuestra de forma paladina el gran númerode manuscritos e impresos que existen. Se imprime temprana-mente en Ferrara, en 1471, y a esa edición siguen otras tres to-davía en el siglo XV —Milán (1473), Padua (1474) y Venecia (1486)— y todas las de los siglos posteriores, con un título que, aunque variable, es más o menos: Simonis Ianuensis opuscu- lum cui nomine clavis sanationis implicia medicinalia latina,graeca et arabica ordine alphabetico mirifice elucidans re-cognitum ac mendis purgatum... Su presencia es prácticamen-te constante entre los libros de las principales bibliotecas delos siglos XV y XVI, pero también debió de ser muy frecuen-te en las bibliotecas de particulares, médicos y no médicos, como lo ponen de manifiesto diversos inventarios notariales.

Todo lo anterior nos habla de la necesidad que había enton-ces —en el XIII, en que se compone la obra, pero también en el XVI, cuando se sigue imprimiendo— de un instrumento que ayudara a franquear los escollos del lenguaje médico. Una ne-cesidad que recuerda mucho a la nuestra y que nos ayuda, ade-más, a relativizarla, pues tendemos a sentir nuestros problemas como los más graves del universo y a creer que nunca antes los hubo peores. Si Simón de Cordo dedicó treinta años de su vida —sin imprenta y sin informática, no haría falta señalarlo— a la quimérica empresa de normalizar el lenguaje médico, es que sintió el problema con la misma agudeza con que lo sentimos nosotros. Y si se empeñó tanto en intentar resolverlo, es porque estaba convencido de que podía conseguirlo.

No lo logró, es cierto, porque ocho siglos después segui-mos en las mismas. Pero, igualmente, su gran obra merece toda nuestra admiración. Agradezcámosle además que, con ella, nos haya devuelto la perspectiva correcta con que contemplar la situación actual. Sirvan la preocupación y entrega de este qui-jote genovés —que, de haber sido santo, bien podría haberse convertido en el patrón de los lexicógrafos médicos— como acicate para todos nosotros, que aun contando con infinitos medios para desarrollar nuestro trabajo, con frecuencia fla-queamos y nos vemos incapaces de llevarlo a cabo.

Bibliografía1. Jacquart D. La coexistence du grec et de l’arabe dans le vocabularie

médical du latin médiéval: l’effort linguistique de Simon de Gênes. En: Louis P, Roger J. (Dirs.) Transfert de vocabulaire dans les sciences, París: CNRS; 1988. p. 277-290.

2. Steinschneider M. Zur Literatur der Synonyma. En: Pagel JL. Die Chirurgie des Heinrich von Mondeville (2 vols.). Berlín: Hirs-chwald; 1892. Vol. 2, p. 582-595.