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Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=163221399001 Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal Sistema de Información Científica JULIO ORTEGA Genealogías americanas Aisthesis, núm. 40, noviembre, 2006, pp. 9-32, Pontificia Universidad Católica de Chile Chile ¿Cómo citar? Fascículo completo Más información del artículo Página de la revista Aisthesis, ISSN (Versión impresa): 0568-3939 [email protected] Pontificia Universidad Católica de Chile Chile www.redalyc.org Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto

Ortega - Genealogias Americanas

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julio ortega

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    Red de Revistas Cientficas de Amrica Latina, el Caribe, Espaa y PortugalSistema de Informacin Cientfica

    JULIO ORTEGAGenealogas americanas

    Aisthesis, nm. 40, noviembre, 2006, pp. 9-32,Pontificia Universidad Catlica de Chile

    Chile

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    Aisthesis,ISSN (Versin impresa): [email protected] Universidad Catlica de ChileChile

    www.redalyc.orgProyecto acadmico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto

  • 9RESUMEN La nocin clsica de abundancia se desarrolla despus del descu-brimiento y exploracin de las Indias en un emblema de la fecundidad utilita-rista. Pronto, las crnicas, sobre todo de los mestizos intelectuales, se apropiande este emblema y lo transforman en una alegora cultural de la autodefinicine identidad. Guamn Poma de Ayala y el Inca Garcilaso de la Vega dedicarongran parte de su interpretacin de la Conquista para desarrollar un modelo dehibridez, en que el suelo americano, su riqueza y exhuberancia, no slo formanla historia natural, sino tambin el modelo cultural. El hombre nuevo, como asla nueva cultura, ya pertenecen al Nuevo Mundo. Otros autores, especialmen-te del siglo XIX, tambin citan este emblema de abundancia como parte de sudedicacin al paradigma de formacin nacional. Este ensayo argumenta quedurante sus diversas transformaciones la idea de abundancia est ntima-mente ligada a la historia cultural de Amrica Latina y es una de sus herra-mientas de representacin, cuestionamiento y autodefinicin.

    Palabras clave: abundancia, descubrimiento de las Indias, crnicas, hibridez,Amrica Latina

    ABSTRACT The classic notion of abundance develops after the discoveryand exploration of the Indies into an emblem of utilitarian fecundity. Soon, thechronicles, specially the mestizo intellectuals, appropriates this emblem andtransform it into a cultural allegory of self-definition and identity. GuamanPoma de Ayala and the Inca Garcilaso de la Vega dedicated a central part oftheir interpretation of the Conquest to develop a model of hybridity, in whichthe American soil, its richness and exuberance, are not only natural history butalso cultural model. The new man, as well as the new culture, belong already toa New World. Other authors, specially in the XIX century, also quote this emblemof abundance as part of their dedication to the national formation paradigm.This essay argues that along its many transformations the idea of abundance

    AISTHESIS N 40 (2006): 9-32 ISSN 0568-3939 Instituto de Esttica - Pontificia Universidad Catlica de Chile

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    JULIO ORTEGAHispanic Studies, Brown [email protected]

    Genealogas americanasAmerican genealogy

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    DEFINICIONES DE LA ABUNDANCIA

    Abundancia proviene de abundantia que, a su vez, remite a onda, y es as unsustantivo metafrico, como si no solamente designara sino que al enunciarya anunciara. Los diccionarios dan como primera acepcin el trmino mssobrio de copia, de donde proviene copioso y cornucopia. El cuerno de laabundancia declara muy bien una ligera redundancia: lo copioso es una co-pia metafrica de s misma. Esta copia es siempre otra, una referencia: equi-vale a la prodigalidad de la naturaleza paradisaca, remite a una edad arcdi-ca. La Encyclopdia Britannica (undcima edicin) entiende que abundanciaes un concepto italiano (la entrada no est en ingls, sino en italiano) y ladefine como a Roman goddess, the personification of prosperity and goodfortune. Todas las enciclopedias afirman que esta diosa es similar a Copia,Pomona y Ceres, pero la Encyclopdia Britannica insiste en su carcter fan-tstico cuando aade: She may be compared with Domina Abundia (old fr.Dame Habonde, Notre Dame dAbondance), whose name often occurs in poemsof the Middle Ages, a beneficent fairy, who brought plenty to those whom shevisited. La Enciclopedia dellarte Antica, Classica e Orientale, en cambio, ladefine como personificazione del benessere e della richezza difusa in tutto ilpopolo. En una enciclopedia portuguesa se la remite al Brasil. Pero en laEnciclopedia universal de Espasa-Calpe, la abundancia ocupa tres pginas.Su definicin es algo tautolgica: Gran cantidad de lo que una cosa en scontiene. Y ampla notablemente su registro cuando da como sinnimos co-pia, riqueza, fertilidad y fecundidad. Ms desarrollo tiene aqu la abundanciacomo concepto de la economa poltica, y se apela a Malthus para recordarque la abundancia no es signo de la prosperidad nacional. En el Dicciona-rio de autoridades (1726) de la Real Academia Espaola, se entendi queabundancia es palabra puramente latina; aunque se ilustra su uso con unacita del Viaje al Parnaso de Cervantes: Toda abundancia, y todo honor tesobre. Por lo dems, el uso que consigna prueba su amplio registro espaol:abundado, abundamiento, abundantemente, abundantissimamente (usado tam-bin por Cervantes), abundantissimo, abundar, abundante, abundosamente yabundoso. Ms prolijo en autoridades es R. J. Cuervo en su Diccionario deconstruccin y rgimen de la lengua castellana, que ilustra el uso de abundan-te, abundar y abundoso, como formas sintcticas distintas de ser y estar enestado de abundancia (75-79). Son numerosos los ejemplos tomados deCervantes. En el Diccionario crtico etimolgico castellano e hispnico (1980)de Joan Corominas, abundar, abundancia, abundante remiten a onda(25). Onda, anota, proviene del latn unda que significa ola. Abundar,

    is intimate to the cultural history of Latin America and one of its tools ofrepresentation, questioning and self-definition.

    Keywords: abundance, discovery of the Indies, chronicles, hybridity, LatinAmerica

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    prosigue, viene de abundare, que significa salirse las ondas, rebosar (283-284). En el Diccionario ideolgico de la lengua espaola, de Julio Casares,abundancia consiente una muy extensa lista de asociaciones que incluyen nom-bres, verbos, adverbios y locuciones. Se demuestra, as, el amplio camposemntico construido por la lengua espaola en tanto memoria, actualidad ymodelo de representacin; es decir, en cuanto matriz discursiva del asombro yla prodigalidad gestados por la lengua misma. En su Diccionario etimolgicolatino-espaol (1985), Santiago Segura Mungua fecha el uso de abundanciaen la segunda mitad del siglo XIII y de abundante (abundans) a principios delXV. Pero el incremento del uso, sobre todo en el XVI y XVII, lo ilustra MartnAlonso en su Enciclopedia del idioma (1958). El descubrimiento de Amrica,evidentemente, acrecent su valor y su elocuencia. Es notable, por ello, laausencia de su uso americano entre los ejemplos que aducen los diccionarios.Samuel Gili Gaya, en su Tesoro lexicogrfico: 1492-1726 (1947), incluye otrosidiomas pero ignora ocurrencias del Nuevo Mundo. Sus ejemplos giran entorno a la abundancia de frutos, de bienes y de palabras, en lo cual el usoamericano, precisamente, introduce variantes de viva actualidad. Los trmi-nos asociados (ubrrimo, fecundo, afluencia, feraz) adquieren una intensifi-cacin emprica, un valor de tiempo propicio.

    ESCENARIO FILOLGICO

    Isidoro de Sevilla, en su Historia de regibus Gothorum, Vandalorum etSuevorum (escrita en 624), incluy como prlogo un panegrico o elogio deEspaa. Mercedes Vaquero me hace ver que ese escrito temprano incluye yala nocin de la abundancia. No era ajeno Isidoro, en sus escritos de ordenreligioso, al concepto de abundantia, aunque en su Etymologiae es, ms bien,mencionada Ceres, una de sus representaciones ms comunes. Pero el paneg-rico de la Historia, ms all de su elocuencia retrica, posee la conviccin dela excepcin natural como modelo social y poltico. Esto es, las excelenciasdel medio son una bendicin que, a su vez, se extiende a la riqueza de loslderes y de la historia. Ms tarde, esa ecuacin ser puesta en duda, entreotros por Gracin, con irona, dada la mala fama de la administracin polti-ca espaola. Pero en los albores de las representaciones regionales, esta pgi-na de Isidoro de Sevilla sugiere la conciencia de una entidad que, en primertrmino, debe su existencia al discurso, donde se articula el sentido de un mbi-to propio, de la entidad nacional concebida, en contraste con otras regioneseuropeas, como una fuente excepcional. Veamos una versin de esa pgina:

    1. De todas las tierras que se extienden de Occidente hacia la India, t eres lams hermosa, Oh Espaa, sagrada y siempre bendita madre de lderes ynaciones. Eres por derecho reina de todas las provincias, de las que no sloOccidente sino tambin Oriente obtiene su luz. T eres gloria y ornamentodel mundo, la ms ilustre parte de la tierra, donde la gloriosa fecundidad dela gente visigoda se regocija y abundantemente florece.

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    2. Merecidamente la naturaleza indulgente te enriquece con la abundanciade todas las cosas que crecen. Eres opulenta en fresas, plena de uvas, rica enla cosecha. Ests recubierta de granos, los olivos te dan sombra, las vides tecircundan. Floreces en tus campos, eres boscosa en tus montaas y llena depeces en tus orillas. Ests situada en la regin ms placentera del mundo; nisofocada por el calor del sol, ni consumida por el fro helado, sino ceidapor la temperada zona celestial y alimentada por los vientos favorables deloeste. Para ti los campos producen todo lo frtil que anidan, las minas todolo valioso que atesoran, los animales todo lo hermoso y til que ofrecen

    3. Eres frtil en ros abundantes, bronceada por las corrientes donde el orofluye Tus manantiales son fuente de caballos (History of the Kings ofthe Goths,Vandals and Suevi, 1966, pp. 1-2).

    El carcter inaugural de este elogio sugiere que los trminos de la enume-racin dan cuenta de la abundancia en su primer da. Esa entonacinadnica implica tanto la escena del locus amoenus como su recomienzo enlas palabras. No slo porque el panegrico demanda la diferenciacin de sutema especfico, sino porque aqu la vehemencia de la alabanza sugiere sunovedad. Esa trama de retrica y primicia, de memoria tpica y primer da deasombro, ser connatural al discurso de la abundancia. Aunque el tpico esusual en el mundo clsico, el latn de Isidoro se nos aparece con una concre-cin que no es slo caracterstica de su mundano empirismo sino tambin dela suma que hace de lo regional y lo histrico, de la Hispania romana y laEspaa visigtica. La abundancia, despus de todo, es una demanda sobre laactualidad; en la suya, Isidoro oficia en Sevilla bajo el dominio visigtico. Losecos de este panegrico van a desarrollarse como un tpico plenamente espa-ol en los grandes textos medievales. El Poema de Fernn Gonzlez, de me-diados del XIII, incluye en su canto V un Elogio de Espaa, cuya tierra, nosdice, es much abastada y abondada. La Primera Crnica General (1289)que se compuso por orden de Alfonso el Sabio, desarrolla el tpico. PedroCorominas (El sentimiento de la riqueza en Castilla, en su Obra completaen castellano) hace la genealoga de la alabanza castellana desde el siglo XIII.A partir de los romances, concluye, se encuentra un camino que conduce a lacrnica de Indias, a la que concibe como epopeya de raz castellana. Y apartir de la historia de los fueros, llega a la conclusin de que la riqueza deCastilla est menos en la propiedad que en el seoro tradicional. Esta inter-pretacin hispnico-tradicional es, al final, nostlgica y mitologizante. Sinembargo, nos permite concluir que esos campos de Castilla pueden haber sidopolvorientos y pobres pero que los hijo de halgo, aun si no tienen nada,pueden poseer el discurso alegrico, castizo y cristiano de una Castilla cons-truida como modelo esencialista. Dudo que nadie considerara hoy que lacrnica de Indias es una epopeya espaola o castellana, ya que es un gne-ro hbrido producido en la experiencia americana, entre la voz que testimoniauna verdad y la escritura que pone a prueba esa certidumbre. De cualquiermodo, el modelo panegrico de Isidoro se convertir, en tierras americanas,

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    en un tema de variaciones cuya verdad se deber confiar a los sentidos, a lavista y el sabor; esto es, al renovado primer da de una experiencia casi mayorque el lenguaje, lo cual hace zozobrar el estatuto de la verdad. La crnica deIndias muchas veces debe forjar un laborioso sistema probatorio para sus-tentar su demanda de verdad. En otro sentido, esta matriz discursiva demues-tra que las races del discurso americano estn todas en los catlogos de laconviccin que forja a Espaa como una produccin del discurso comparati-vo, entre el norte y el sur, entre el este y el oeste, entre la cristiandad y elislam, entre Europa y Amrica... Es un discurso cuya fecundidad ser, sinduda, americana, ya no slo como prlogo a la historia o elogio hiperblico,sino como abundancia discursiva: el modelo se ha diversificado en relato, lasraces en ramajes y los tpicos obligados en produccin de diferencias. Alfinal, el breve catlogo de Isidoro de Sevilla ser transformado en bibliotecade Indias. Es un gesto que equivale a la devolucin que las regiones america-nas hacen a Espaa de las semillas de la abundancia: llegaron como nombresy vuelven ahora convertidas en un lenguaje nuevo, casi en una segunda natu-raleza. Esa segunda naturaleza americana ser la otredad espaola, all don-de el cronista transfiere los nombres del lenguaje al mundo y de ste a laescritura. El lenguaje se ha convertido en la materia de los otros, de aquellosque hacen y rehacen en la oralidad y en la escritura la fluidez y el intercambiocon que empieza el Nuevo Mundo.

    RETRICA

    Coln demuestra pronto que el lenguaje es insuficiente para representar losobjetos de Indias. Su Diario lleva el asombro del primer da del descubrimien-to, pero tambin la verosimilitud del segundo da en el paraso. Aunque nohemos estado en estas islas milagrosas ya hemos estado en el Jardn del Edn,de manera que nombrarlas es renombrarlas: sus nombres remiten al poderreligioso y al poder imperial. No obstante, el objeto se impone como exceso y,aunque las leyes de la perspectiva permiten racionalizar la relacin del sujetocentral y el mundo verificable, estos objetos americanos exceden el mismocampo de la visin. Desbordan tanto el espacio nominal del lenguaje como elespacio de control visual. Por eso dice Coln de unos rboles, a los que llamapalmas, que son de una disformidad fermosa. El oxmoron sugiere queson monstruosamente bellos. Ese rbol antillano sobrenombrado por Colnes el primer grafema del discurso de la abundancia. Quiz la primera semilladel rbol barroco: desplaza la forma simtrica consagrada por la perspectiva,y sugiere el ramaje circular y fecundo del pliegue y el despliegue. El bosqueamericano sobrenombra al Jardn ednico. Tampoco esta ampliacin del len-guaje es casual: los objetos se acrecientan en su utilidad, en la promesa de sufecundidad, valor y riqueza. Por otro lado, estos desplazamientos introducenen las normas de la retrica la inquietud de otra economa comunicativa.Pronto, un objeto ya no ser siempre intercambiable por una palabra,representable por un solo nombre, clasificable en una misma especie, legible

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    en el libro dado de la naturaleza creada, ser, ms bien, un objeto que seexpande en las palabras, que se representa en nombres distintos y que no esun smbolo fijado, sino un signo en proceso dentro de una historia natural queno acaba de ser escrita. As, la economa designativa de la retrica, su racio-nalidad y lgica, su moral del intercambio, es desplazada por una economaprdiga, que derrocha signos y promueve figuras; la metfora y la hiprboledeclaran el placer de figurar y el juego de escenificar. La persuasin de unaverdad compartible se transforma en las demandas de una promesa celebrante.

    APARICIONES DE LA MEZCLA

    El injerto de una planta en otra es uno de los principios de la abundancia quevarios cronistas e historiadores de Indias documentan. El producto de estamezcla no se debe slo a la suma de una planta americana y otra espaola,sino a la tierra que permite ese crecimiento nuevo. La nocin de lo nuevo segesta, en esta prctica, en un escenario cultural de la abundancia. Y, por lomismo, en un principio de desencadenamiento, en una verdadera produccinde la mezcla. Un fenmeno paralelo parece ocurrir en el contacto lingstico,no slo por los prstamos, hasta cierto punto predecibles en el encuentro delas lenguas indgenas, que son aglutinantes, con el castellano. Era inevitable,y sera proliferante, el mecanismo de asimilacin y adaptacin de lxico espa-ol en lenguajes hechos a incorporar variantes. Por eso, varias lenguas nati-vas acrecientan su registro al apropiar los trminos nuevos o al incluir susdeclinaciones en las palabras castellanas. En cambio, el espaol practica unaintensa adaptacin de la otra lengua al sistema voclico propio,castellanizando, de este modo, nombres y expresiones. As, Per parece pro-venir de Vir, un ro; y Lima de Rmac, otro ro. Un fenmeno distinto es latranscodificacin, el paso de una palabra o un concepto de un cdigo a otro,paso que afecta al sentido; ocurre con la papa, que es percibida alternativa-mente en Europa como afrodisaco y como veneno. Guamn Poma entiendeque el trmino India est hecho de dos palabras: in da, la tierra que est enel da, el Per. Ms tarde, la pareja Adn y Eva ser convertida en un solopersonaje: Adaneva. Con todo, la normatividad de la lengua y los valores deluso no recomiendan la mezcla y, aparentemente, descalifican la hibridez comolicencia o exceso. Joan Corominas, en su Diccionario crtico etimolgico cas-tellano e hispnico (1981, vol. V, IV: 26), al documentar el uso de meln citaa Laguna (1555): es el melocotn verdaderamente un durazno bastardo, por-que nace del durazno y del membrillo enxertos el uno en el otro. La nocinde bastarda como la verdad del injerto es una descalificacin tanto en elorden de la naturaleza como en el del lenguaje (la verdad denigra al productode la mezcla). Oliva Sabuco (s. XVII) acude al mismo procedimientogenealgico (explicar el objeto por sus orgenes) para sancionarlo: vemosdegenerar los hijos de los padres en salir mejores y ms virtuosos, o salirpeores y ms viciosos, como resulta el melocotn del durazno y membrillo, ycomo resulta el animal crocuta, arriba dicho, de hiena y leona. En este espa-

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    cio de control y sancin, lo nuevo de la mezcla slo poda producirse comoexceso: abriendo una escena alterna. All, del injerto a la hibridez, deltransplante al mestizaje, lo nuevo demuestra que es la suma de las partes queconstruyen al sujeto americano, hecho en la diferencia y la extraeza. Lonuevo americano es una forma venidera.

    HIPRBOLE DEL NUEVO MUNDO

    La abundancia pasa del prodigio al exceso, de la metfora a la hiprbole, y enel proceso se convierte en un discurso, l mismo, fecundo. La abundancia esautorreferencial, ocurre como siembra, transplante, traslado, injerto, en elescenario colonial; pero pronto ocurre en el discurso, donde prodiga figuras.Ms clsica es la nocin de la naturaleza como un bien comn del cual, en elNuevo Mundo, todos gozan. Pero ha pasado ya por el humanismo y supostulacin utopista la idea de que el sol es el modelo comunitario del bien,porque su luz es colectiva. La eterna primavera mexicana es un prodigiopero es tambin una cita clsica. Pero cuando los cronistas aborgenes se de-moran en describir los bienes propios, encuentran otras fuentes para su hipr-bole. Hernando Alvarez Tezozomoc, nieto de Moctezuma, en su Crnicamexicana (1598) dedica ms atencin a los adornos de los guerreros que a laguerra misma. Hasta los proyectos de Bartolom de las Casas y Vasco deQuiroga llevan la demanda de la abundancia. Los catorce remedios querecomienda De las Casas tienen como finalidad que las islas se conviertanen la mejor y ms rica tierra del mundo, todo esto viviendo en ella los indios.La abundancia reclama un sujeto, y el hombre pobre parece el hroe naturalde una Edad de Oro americana que es, como cree el Inca Garcilaso de laVega, una prolongacin mejorada de Espaa. Guamn Poma, siguiendo a Delas Casas, cree que el mismo discurso es ya el remedio, lo anuncia y adelanta:pronto tendremos remedio. Y repite la alabanza central de su alegato: laabondancia recorre el calendario con sus frutos y yerbas, como si el tiempofuese un huerto emblemtico. Gonzalo Fernndez de Oviedo es de los quems atencin presta a los tamaos y sabores, al punto que alguna vez recuer-da el sabor aunque olvida el nombre de una fruta. De las higueras isleas diceque llevan unos higos tan grandes como melones pequeos (Sumario, 214).Y tambin:

    Hay asimismo melones que siembran los indios, y se hacen tan grandes, quecomnmente son de media arroba, y de una, y ms; tan grandes algunos,que un indio tiene qu hacer en llevar una a cuestas; y son macizos y pordentro blancos, y algunos amarillos, y tienen gentiles pepitas casi de la ma-nera de las calabazas... (225)

    La comparacin con los frutos de Espaa es el punto de vista, de all lascalabazas, que sita el relato en lo verosmil. As, estos frutos pertenecen ala categora demostrativa de los ejemplos, a la estrategia humanista de la

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    persuasin. Slo que son ejemplos que ponen a prueba la lgica del relato alexceder la secuencia causa-efecto, potencia-acto, serie-objeto; y que deman-dan los testimonios y los descargos de la vista y el sabor, con lo cual aumentansu tamao, su valor. Los higos y los melones, por ejemplo, son productos espa-oles que crecen desaforadamente en Indias y que comparan unos con otros,en el tamao: los higos son como melones pequeos, los melones como melo-nes enormes, que seran monstruosos si no tuvieran, dentro, gentiles pepi-tas, o sea, la semilla del fruto domstico, verosmil. Los ejemplos se convier-ten en actos de fe; se sostienen en la hiprbole, en la acumulacin comparati-va y la reiteracin del testigo de cargo. Los melones son un ejemplo elocuente,porque se trata de un trmino genrico, que seguramente involucra a variasespecies; as, el meln es un emblema del transplante acrecentado; nombreviajero, recomienza en el Nuevo Mundo como una slaba de la abundancia(los latinos lo llamaron melopepon; Covarrubias, en el Tesoro de la lenguacastellana o espaola, dictamina que en rigor vale manzana). Todo tiende,as, al lenguaje del barroco, salvo que cuando el barroco llega es tambinexcedido. Ya de por s el barroco es un derroche nominativo que prolonga lasclusulas complementarias hasta casi perder de vista al sujeto de la frase. Yes que en el barroco cualquier inciso circunstancial se torna principal. Con locual, el drama de la abundancia deja ser una puesta a prueba de la vista y delnombre y pasa a ser un decorado suntuoso del arte de volver a ver y renombrar.

    TOPOS Y TPICO

    La herldica del Nuevo Mundo reincide en los tpicos de la abundancia. El 10de noviembre de 1558, el rey Felipe II firm en Valladolid la cdula real queconcede a Popayn, en Colombia, un escudo que bien podra ser l, la pocamisma de la abundancia controlada por el creciente poder regional. La histo-ria social y poltica de Popayn demuestra el proceso de negociacin y com-petencia entre los fundadores y seores principales, enriquecidos en el co-mercio, cuyo bienestar requiere confirmarse emblemticamente. La cluladictamina:

    Felipe II le confiere el escudo en el cual est en medio de l una ciudad de oro,con arboledas verdes a la redonda de ella y dos ros: el uno de una parte de ladicha ciudad y el otro de la otra, entre arboledas verdes, aguas azules y blan-cas; en lo alto, a mano derecha una sierra nevada y un sol encima de la misma,en el campo azul una orla con cuatro cruces de Jerusaln en campo de oro.El oro, significa nobleza y magnanimidad; Riqueza, Poder, Esplendor.El verde o sinople, significa Justicia, Celo, Verdad, Lealtad, Perseverancia yGratitud. Buena fe y alegra.La sierra nevada, por la albura de la nieve indica pureza de sus actos.El Sol, significa Unidad, Verdad, Claridad, Majestad, Abundancia, Liberalidad.La Orla, como pieza honorable de primer orden se otorgaba por los servi-cios sealados.Las cruces de Jerusaln, significan Sacrificio en las luchas por la religin.

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    Como se ve, en este escudo todos los objetos y atributos provienen delViejo Mundo. Salvo que la pequea y orgullosa ciudad espaola en los Andescolombianos que promedian con el Ecuador, sea una versin plcida de laciudad dorada, convertida ahora en huerto fecundo presidido por el sol dela abundancia, y por eso entre los monumentos de la virtud es un espacio dealegra. El cuerno de la abundancia, por lo dems, preside los escudos patriosque luego de la independencia de Espaa se dan Venezuela y Per. En el pri-mer caso, un lazo une la rama de laurel clsico a la rama de palma local; en elsegundo, el reino vegetal est representado por el rbol de la quina, uno de losremedios que desde la colonia prometen bienestar; y el reino animal por lallama, el carnero del Per, que provoc el asombro de los cronistas tempranosdel Per. En la herldica, la abundancia mtica del Nuevo Mundo es parte yade la retrica regional o nacional de los proyectos de consolidacin comercialy estatal. As, la abundancia deja de ser prodigio y pasa a ser ilustracin.Lleva, sin embargo, un rasgo constante de la identidad imaginaria latinoame-ricana.

    CARTOGRAFA E INVENTARIO

    Jacinto de Carvajal (ca. 1567-1650) recuenta, en su Descubrimiento del RoApure (edicin de Jos Alcina, 1985), la expedicin que Miguel de Ochogaviacondujo en 1647, y lo hace en la crnica ms barroca del llamado Ciclo delOrinoco. Ligeramente extravagante, con todos los tpicos escnicos del re-pertorio barroco, el cronista oficial exalta el recorrido de ese ro venezolanocomo si se tratara de una empresa mtica. Dice tener ya ochenta aos, pero sucuriosidad por la naturaleza y sus gentes est animada por el apetito barrocode listar el mundo como un catlogo de las abundancias. As, enumera ms de30 clases distintas de frutos y unos 35 tipos de pjaros. Tambin ofrece infor-macin etnolgica en su listado de los grupos caribes; enumera 72 etnias,aunque la mayora de ellas no las podemos hoy identificar por esos nombres.Las frutas las distingue utilizando todo el repertorio comparativo: por suscolores, sabores, olores, tamaos, formas y semejanza a otras de Espaa. Sonfrutas que exhiben el valor aadido de su apariencia: Pammas, fruta dellargor de un cauto de coral, morada y muy dulce. El otro valor el mismoplacer de los nombres nuevos, esa celebracin del idioma en el lenguaje de lanaturaleza fecunda: merecures, chivechives, cubarros, pachaccas, guamaches,yaguares, caramines, quebraderos, ojos de payara, manires, chares, muriches,guaycurucos, curichaguas...Y concluye: Ultra de las frutas insinuadas go-zan los indios caribes de las dems de nuestro uso, y es tanta abundanciacomo despus vi y experiment (242). Varias otras listas recorren esta crni-ca de sumas venezolanas, ya de por s listada en jornadas; y el recuento llegaa tanto que el cronista nos informa incluso de la hora en que duerme y la quedespierta, entre rezos y misas. El mundo se sostiene en sus nombres, se repro-duce en ellos, reciente y luciente, pero tambin compartido y mutuo, al modode un albergue ganado por el lenguaje. Esta parece ser una caracterstica de

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    la crnica que da cuenta del llano venezolano, de su diversidad vegetal y susciudades recientes. Es un repertorio del asombro que ocurre en la duracin deun tiempo de gozo y promesa, casi sin sombra de pasado. Incluso el ms im-portante poema venezolano del siglo XIX, la Oda a la agricultura de la zonatrrida de Andrs Bello, humanista y jurista, lingista y poeta, fillogo he-cho en los catlogos americanos, es un panegrico que enumera las plantas,sumando las de Amrica y las de Espaa, como si fueran ya todas hijas de lahuerta y del albergue de la nueva nacin.

    Joseph Luis de Cisneros fue un tratante en gneros de la CompaaGuipuzcoana, la empresa comercial vasca que desde 1742 obtuvo del rey deEspaa privilegios monoplicos en Venezuela. Cisneros imprimi un brevetratado comercial, Descripcin exacta de la provincia de Benezuela, en 1764(recuperado y prologado por Enrique Bernardo Nez, 1950). Esta descrip-cin sucinta de rudimentaria geografa econmica, es un inventario de losbienes y productos de algunas ciudades y pueblos del pas. Se trata de uncurioso tratado de la abundancia desde la perspectiva del comercio. Para ello,el autor no requiere sino proveer el listado de frutos, manufacturas y ganadosde cada zona. Su enumeracin est animada por la fe en el intercambio de losbienes como una demostracin de la salud pblica y del bienestar ciudadano.La perspectiva del comercio instaura una plaza pblica de las intermediaciones,donde se negocia y se dialoga, se produce y se consume, entre nombres rotun-dos, de sabor criollo y nativo, y almacenes siempre bien provistos. Entre lanaturaleza prdiga y los habitantes gozosos, est el almacn del comercio,suerte de cornucopia moderna que promedia entre el espacio rural, la migra-cin de trabajadores europeos y el avance urbano. La carne es el bien mspreciado en Caracas: Abastecen a esta Ciudad de Carne de Baca, que es laque se gasta; porque Carnero, nunca se pesa en las Carniceras: los Llano dela Villa de San Carlos, Villa del Pao, Villa de Calabozo, y Ciudad de SanSebastin, que son todas de su Provincia, y es tanto lo que abunda, que unNovillo, o Baca, en ocasiones, vale ocho Reales de Plata (46). Los nombresresonantes de las villas y pueblos son centros productores y productos ellosmismos del nuevo discurso comercial y fecundo. Pronto, esa enumeracin seda a la hiprbole: Se comen regaladas Terneras, buenos Carneros y Capo-nes, y todo con abundancia. Entran Atajos de Cerdos de las Poblaciones delcontorno, en grande abundancia, Pollos, Gallinas, Pabos y Patos (47).Cisneros escribe desde la plaza pblica, donde el mercado es el centro de lavisin prdiga: los productos desfilan como en una alegora mundana de lariqueza. Y sigue: Azcar blanca, y prieta abunda con exceso. Pero la hari-na se acumula de tal manera que se pierde en los almacenes; aunque hasta laprdida confirma que nos hallamos siempre con abundancia. Despus delas carnes, el cacao es el otro alimento preferido: El Cacao que se consumeen el Pas, es con tanto exceso, que se hace increble, porque se tiene porpreciso alimento (47-48). Este exceso, que termina en derroche, reconoceque el consumo es libre y que el ciudadano caraqueo se define al elegir uno uotro modo de endulzar su taza de cacao. Y cuando el cronista repasa los

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    caos de San Juan, asegura que en cada cao se puede hacer un Astillero,cortando las Maderas, a medida del deseo, de las montaas ms soberbiasque hay en las Vegas del Ro Yaracuy (51). Esa medida del deseo buscatransformar a la naturaleza bajo el nuevo dictamen de la industria. En ungesto digno de su empirismo ditirmbico, Cisneros termina enumerando to-dos los puertos y calas de la costa, ya sin adjetivos, porque esa suma de lageografa venezolana del Caribe es, en ltimo trmino, una cornucopia tanverbal como terrestre.

    LA CIUDAD METAFRICA

    En La grandeza mexicana (1604), Bernardo de Balbuena hace de la ciudad elcentro de su representacin barroca: la naturaleza es un catlogo de bienes,que el lenguaje ordena ya no en el mundo exterior sino en el escenario urbanoy cortesano de la pgina, en el canto lmpido y sosegado donde el sujeto reco-rre el diccionario como si fuese el mapa de Mxico. Balbuena pas de Espaaa Mxico, probablemente a los veinte aos, y su aprendizaje americano loconvirti en un poeta erudito, de empaque formal clsico y regusto por lassimetras del despliegue barroco. No se propuso la diferencia especfica de lomexicano sino la diferencia inclusiva de su lenguaje: la figura barroca, deexpansin americana, ocupa el tiempo presente, que no tiene orillas, y as lomexicano es un pliegue en la fluidez del espaol universal. Como Gracin,acude a imgenes de rara grandilocuencia, donde la extraeza del mundopone en tensin a la lgica de la representacin. Lo vemos en esta estrofarotunda, en la que nos dice que la ciudad de Mxico:

    Es centro y corazn desta gran bola,playa donde ms alta sube y crecede sus deleites la soberbia ola.

    La ciudad como eje y corazn de este mundo impone aqu una figura deequivalencias. Mxico es doble centro, geogrfico y corporal, efectivo y ale-grico, pero es tambin una playa u orilla donde los deleites se acrecientancomo una ola. As, cada palabra es otra cosa y slo la declaracin Mxico esuna ciudad deleitosa sera la referencia implcita. El poema no habla y, aun-que a veces canta, la ms de las veces metaforiza; dice una cosa por otra,acrecentando as el registro de las equivalencias, de la hiprbole descriptiva ydel himno demasiado mundano como para convocar a las musas. Este eplo-go y captulo ltimo que se declara discurso cifrado, se detiene incluso enel alto costo del alquiler de una casa (hay una tan altiva, dice, que su alquileres mayor que un condado, pues da de treinta mil pesos arriba). Por ello, suacopio tiende a lo genrico, y hasta el mercado central se debe ms al catlo-go que a los sentidos:

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    Cuanto en un vario gusto se apetecey al regalo, sustento y golosinajulio sazona y el abril florece,a su abundante plaza se encamina;y all el antojo al pensamiento halla,ms que la gula a demandarle atina.

    Se trata, as, de una abundancia ms emblemtica que efectiva. La abun-dancia se convierte en cita literaria, en archivo argumentativo, que sostienela autoridad del poema. En verdad, la grandeza mexicana carece de sujeto:es una frase adjetival, un discurso en bsqueda del acto enunciativo que daraactualidad al sujeto de la abundancia dentro del poema, desde fuera del mis-mo. Termina as el canto:

    Su gente ilustre, llena de noblezaen trato afable, dulce y cortesana,de un nimo sin sombra de escaseza.

    Esa gente se configura, por tanto, desde la abundancia y contra la caren-cia, en la plenitud urbana de su estilo de vida corts, por oposicin al desni-mo de la pobreza y sus sombras.

    La naturaleza es un decorado citadino, el teln de fondo de una primave-ra mexicana. Dentro del cuerno de la abundancia hay otro cuerno de laabundancia. Las flores, dice, las derrama abril, que es una cornucopia denombres: aqu con mil bellezas y provechos las dio todas la mano soberana.Esta divinidad que concede lo bello y lo til, es otra cornucopia, quiz su ideamisma, y prodiga su lenguaje florido.

    LA FRUTA Y LA LETRA

    Max Hernndez en su sugestiva exploracin psicoanaltica de la obra y lavida del Inca Garcilaso de la Vega (Memoria del bien perdido. Conflicto, iden-tidad y nostalgia en el Inca Garcilaso de la Vega) dedica un captulo a Laescritura y el poder, donde discute en detalle la fbula de los indios, los me-lones y la carta. Observa que el propietario de la huerta en Pachacamac sellama Solar, nombre que remite al sol, el dios indgena y tambin al terreno deuna familia noble espaola. Slo que, adems, se trata de un conquistadorque es dueo de tierras en el centro religioso indgena. Otra escena subyace alrelato: la tentacin de la fruta prohibida; probarla, dice Hernndez, es po-ner a prueba la letra. Concluye que la letra opera ms que como herramien-ta del saber como instrumento de la represin. Pero hay una ltima irona:Quien cuenta la ancdota por escrito es un indio. En su pluma, la escriturarecobra su poder liberador. Hernndez seala un mecanismo central del re-lato garcilasiano: la transferencia, el desplazamiento permanente de las equi-valencias simblicas. Quiz el Inca aprendi este mecanismo en la tradicin

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    humanista, a travs de Petrarca y, aun, de Dante. Est, despus de todo, enlas simetras y articulaciones del discurso neoplatnico y, muy probablemen-te, la mayor de todas las equivalencias, transferir el Incario perdido a Utopapoltica, permita articular el porvenir. La prctica humanista de narrar atravs de ejemplos construye una demostracin suficiente, que convierte a laverdad de la historia en leccin del presente.

    Los hechos se transfieren, as, en modelos de pensamiento; y conocer lahistoria implica rehacer el presente. Garcilaso parece haber entendido, desdemuy temprano, que su historia slo sera inteligible y tendra un lugar en lahistoria mayor de Espaa en Indias a travs de esta trama de transferencias yequivalencias, donde cada hecho y cada individuo se proyectan como ejem-plos de un relato de inclusiones, donde las cuentas se hacen para convertir loperdido en ganancia, la escasez en abundancia y el desplazamiento del sujetoen su nueva identidad escrita. La obra del Inca es esa carta: la transferen-cia del saber a la sabidura, de la memoria al relato, de la biografa a la histo-ria. La obra misma es un palimpsesto: detrs de la escritura est la oralidad;detrs de la historia, la fbula; detrs de los indios, la naturaleza, su espejoabundante. Los hijos de la abundancia no son, al final, vctimas de la letrasino su mejor ejemplo porque la carta que censura se niega a s misma aldescartar al Otro. La letra, propone el Inca, es siempre del Otro. La letrajerrquica, que se define por sus exclusiones, es el contrasentido de una ver-dad nueva (quechua y castellana) que la fbula rescribe, como una carta msdurable, del lado del sentido. Tambin es debido a esa polifona semntica queuna lectura transparente de esta fbula corre el riesgo de hacerse literal. Y nopuede serlo la lectura de un sistema de ejemplos cuyo mecanismo es la equiva-lencia. Este es el caso de los nombres. Ya en otra fbula, el Inca Garcilasodeca que el nombre del nufrago era Pedro Serrano. Pero el anagrama es unatransferencia: la piedra de la sierra es un emblema fundador transferido a suIsla americana, es un filsofo autodidacto, en este caso, un espaol que em-pieza todo de nuevo y que aprende a vivir como un nativo americano. Otrotanto ocurre con la transferencia del nombre del lugar, Pachacamac, en lafbula de la carta. La coincidencia de los nombres Solar y Pachacamac (pachaes tierra; camac, lugar sagrado) no parece casual. Entre el sol y la tierralos melones espaoles ya son americanos. Una de las versiones ms anecdticasy narrativas de esta fbula, Carta canta, de Ricardo Palma (Tradicionesperuanas), aade informacin al relato. No deja de ser revelador que un his-toriador, Garcilaso, acuda a recursos narrativos y que un narrador, Palma,intente documentar la fbula. En la primera versin de su relato, Palma, evi-dentemente siguiendo al Inca Garcilaso, escribi el melonar de Pachacamac.Pero en la segunda versin (1883) cambi el lugar a Barranca. Ocurre quePalma ha encontrado la historia del encomendero:

    Era don Antonio del Solar, por los aos de 1558, uno de los vecinos msacomodados de esta ciudad de los Reyes [Lima]. Aunque no estuvo entre loscompaeros de Pizarro en Cajamarca, lleg a tiempo para que, en la reparti-

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    cin de la conquista, le tocase una buena partija. Consisti ella en un espa-cioso lote para fabricar su casa en Lima en doscientas fanegadas de ferazterreno en los valles de Supe y Barranca, y en cincuenta mitayos o indiospara su servicio.

    En la primera versin se lea veinte fanegadas y en el valle dePachacamac. Haba el Inca Garcilaso cambiado el lugar a Pachacamacpara dar un valor mtico a la huerta? La fbula de la escritura, por lo mismo,lleva el carcter abierto, indeterminado y asociativo, de los signos, que impli-can varios sentidos y no se agotan en una sola lectura. No hay mejor emble-ma de la fuerza desencadenante de esta escritura del Nuevo Mundo; as comode este sujeto americano, tan reciente que la escritura recomienza poniendo aprueba todos sus valores. Al final, ste es un ejemplo elocuente del poder de laescritura, pero no solamente de su poder literal contra el Otro sino, ms agu-damente, de su poder paradjico e irnico, en las manos del Otro. Una fbuladel origen prueba que no hay orgenes, pues el cuento est en muchas partes;pero prueba tambin que sin los indios no habra cuento: su candor es el delnefito, el del analfabeto, que pronto ser instruido y alfabetizado. Por la vade los melones se apoderar de la letra; esto es, los signos de lo nuevo enla naturaleza le llevan a los nuevos signos del intercambio. Esta fbula apa-rentemente sobre las tensiones duales es, en verdad, sobre la construccin dela trada, de los tres lados de una figura inclusiva: los indios, el encomenderoy el narrador; Espaa, Pachacamac y los melones; la oralidad, la escritura yel poder; la censura, la transgresin y el aprendizaje... Su ltima leccin esque el fruto de la abundancia se reparte en la escritura.

    EMBLEMAS

    El rbol de la quina es el emblema de la abundancia vegetal en el escudonacional peruano. Fue legendaria su reputacin de remedio americano contralas fiebres y su difusin en las casas reales europeas lo impuso en la farmacopeay la Real Botica. Por lo menos entre 1634 y 1786, la fama de la quina, quininao quinquina, llamada tambin chinchona, que creca entre las montaas deEcuador, Per y Bolivia, trascendi el inters mdico y la curiosidad botnicay lleg a la literatura. Joaqun Fernndez Prez, de la UniversidadComplutense de Madrid, en su artculo Las relaciones entre Linneo y Mutis,el problema de la determinacin de los rboles de la quina, ha hecho la histo-ria de los muchos y contradictorios intentos de observar, clasificar y estudiara este rbol, cuya corteza (llamada cascarilla) se exportaba a Europa a tra-vs de Cdiz (Martnez Ruiz y Pazzis Pi Corrales, 1998: 75-109). Linneo, quehaba dedicado su tesis doctoral a las fiebres, tena una viva curiosidad por laquina, y gracias al gaditano Jos Celestino Mutis, que se haba instalado enNueva Granada, recibi un dibujo de la corteza de quina junto a la muestrade hojas y flores secas y le respondi de inmediato que nunca antes habavisto esas flores y me dieron una idea de este rarsimo gnero. Linneo

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    haba ya bautizado como Mutisia, en honor de su corresponsal, una flor ame-ricana, de la cual haba dicho: Jams haba visto una planta ms rara: suyerba es de clemtide, su flor de signesia. Para un naturalista como Linneo,que haba clasificado la naturaleza como un orden sistemtico, simtrico yarmnico, estas plantas raras y rarsimas encuentran su lugar en la SpeciesPlantarum; la quina, nos informa el profesor Fernndez Prez, est entreBellonia aspera y Coffea arabica, el caf. La bautiz como Cinchona. Esenombre remite al Per y a otra fbula de los orgenes que asume la lgica delas revelaciones, esa epifana del conocimiento de lo nuevo que caracteriza aestas historias sobre el sabor y el saber de los bienes del Nuevo Mundo. Otravez, le debemos a Ricardo Palma la genealoga de un relato que se construyecomo historia. En su tradicin peruana titulada Los polvos de la condesacuenta Palma que el virrey Luis Jernimo Fernndez de Cabrera Bobadilla yMendoza, conde de Chinchn, haba llegado a Lima enviado por Felipe IV,pero a poco de su arribo su esposa caa enferma, vctima de la fiebre terciana.Palma asegura que la historia se ubica en 1631 y que, providencialmente, unjesuita anunci que tena el remedio para salvar a la condesa. No en vano elremedio era primero conocido, en efecto, como polvos de los jesuitas. PeroPalma incluye dentro de ese cuento de origen otro ms, en un movimientocaracterstico de la fbula filolgica: cuanto ms inclusivas son ms verosmi-les parecen. Segn Palma, atacado de fiebres un indio de Loja llamado Pedrode Leyva bebi, para calmar los ardores de la sed, del agua de un remanso, encuyas orillas crecan algunos rboles de quina. Salvado as, hizo la experien-cia de dar de beber a otros enfermos del mismo mal cntaros de agua, en losque depositaba races de cascarilla. Con su descubrimiento vino a Lima y locomunic a un jesuita, el que, realizando la feliz curacin de la virreina, pres-t a la humanidad mayor servicio que el fraile que invent la plvora.Fernndez Prez nos da, sin mencionar a Palma, otra explicacin, no sin ad-vertir que tiene ms de literaria que de hecho documentado: hacia 1630 elcorregidor de Loja padeci unas fiebres paldicas y un jesuita llamado JuanLpez le dio el remedio que haba l mismo tomado gracias a un indio llamadoJuan Leiva. En esta versin la quina se llama rbol de las calenturas. Elrelato sobre la condesa de Chinchn, nos informa Fernndez Prez, provienedel libro de Sebastin Bado, Anastasis corticis Peruviae seu Chinae defensiode 1663. Varios historiadores de la medicina han credo demostrar que, enrealidad, la condesa no estuvo nunca enferma. Ya Palma se haba curado ensalud cuando al final de su tradicin (tan bien documentada que mencionaa Linneo) explica que en la primera versin haba atribuido a la primera espo-sa del conde lo que, en rigor, haba vivido la segunda. Estas fbulas filolgicasrequieren incluso dos esposas en su genealoga de sustituciones y equivalen-cias. El hecho es que la historia de la condesa suscit una saga literaria de noescasa fortuna. Jean de la Fontaine public en 1682 un tomo de versos titula-do Poema du Quinquina, y la Condesa de Genlis hizo popular la historia deldescubrimiento de la quina en su pieza Zuma o la decouverte du Quinquina(1817), introduciendo la variante de una sirvienta de la condesa de Chinchn,

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    que guarda en secreto el remedio, que es primero confundido con veneno. Noes inslita esa polaridad remedio/veneno: declara la extraeza de un frutoamericano. Fernndez Prez aade a esta suma de versiones la variedad delos nombres de la planta: Pulvis Eminentsimo Cardinal de Lugo, PulvisLugones, Pulvis Cardinalis, Pulvis Patrum Scil. Jesuitarum, Pulvis Jesuiticus.Estos nombres, evidentemente, remiten a distintas genealogas. La ciencia,por su lado, descubrira luego la variedad de familias de estos rboles de laregin de los bosques nublados, cuyas especies, varias de ellas hbridas,responden a nuevos nombres. El comercio, por su parte, no tard en aclima-tar fuera del Per la mejor variacin de quina, la de las yungas. Los holande-ses transplantaron la quina peruana al Asia y lograron una planta ms rica encontenido de quinina, dice Fernndez Prez. De modo que esta planta benfi-ca no deja de proveer una compleja textualidad a su carcter emblemtico,caracterstica de su inclusin en el repertorio europeo, donde los bienes ame-ricanos se descifran como una genealoga legendaria. Esa representacin per-tenece tambin al repertorio de la abundancia, a la familia de objetos recndi-tos y laboriosos (como el oro, la plata, las perlas y otros metales), que decla-ran el estado potencial, latente, de una riqueza esquiva y secreta. El oro, secrea, se mueve bajo la tierra, entre metales que se buscan para mezclarse yhacerse oro. Esa visin arcaica y casi alqumica, declara el asombro de lanaturaleza ignota y el azar de sus bienes inexhaustos. No por ms empricamenos aventurada, en el siglo XIX, la clandestina aventura inglesa de criar laalpaca en tierras de Australia y frica, los ensayos de varios pases en laaclimatacin de la papa o batata y la empresa holandesa de mejorar la quina.

    REPRESENTACIONES

    Es la abundancia un relato que imita la fecundidad de la naturaleza america-na, aun si extrema el panegrico? O se trata de un relato de relatos, de unatropografa que reproduce su propia representacin? El hecho histrico esque la productividad se debe a la mano de obra disponible, y que el cambio dergimen de la propiedad valora la acumulacin y el comercio frente a la dis-tribucin y la comunalidad. Pero hasta la feracidad de los productos nuevosen tierras del Nuevo Mundo, esa nocin de una naturaleza prdiga y de unafecundidad prodigiosa, se sostienen en las ideas de la suficiencia comunal y elbien colectivo. El antroplogo John Murra estudiando los informes sobre po-blacin y tributacin en la colonia andina, describi que estos libros de visi-tas documentaban un sistema agrcola vertical, segn el cual una comuni-dad controlaba varios pisos ecolgicos entre las tierras fras de altura, losclimas clidos y los valles de la costa. As, el trabajo agrcola era alterno yperidico, y el cultivo de los productos era continuo en el ao. Este rgimenexiga una administracin puntual, aseguraba el bien colectivo y evitaba elhambre. Pero tanto la encomienda, que se basaba en la explotacin y el servi-cio forzado, como la plantacin, que se sostena en la esclavitud, horadaronla produccin comunitaria y levantaron su productividad sobre la miseria.

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    Cuando Guamn Poma de Ayala explica que en el mundo andino ya el recinnacido tena asignado un lote de tierra de cultivo, se refiere a un pasado per-dido pero an lo anima el modelo del bien comn. Por eso, hasta quien msdenuncia el hambre, como Guamn, no deja de partir de la metfora de laabundancia, esa memoria que contradice al presente. Y el padre De las Casasadvierte que se condenar moralmente el encomendero por haberse enrique-cido sobre el hambre de los indios. Esta tensin intrnseca entre abundancia ycarencia configura la nocin misma de la historia natural de las Indias, alpunto de que en esas representaciones polares e ntimas adquieren su discursolos sujetos americanos. El historiador John C. Super, en su libro Food, Conquest,and Colonization in Sixteenth-Century Spanish America (1988), escribe losiguiente:

    The abundance and fertility of the land were consistent with beliefs aboutthe abundance of foods. Enthusiastic writers described the delicious andsoothing fruits, ripe for the picking, that nourished many of the settler duringthe early days of conquest. Some areas were so fertile that even if wakinglost, [you] will not die of hunger [M. Jimnez de la Espada, Relacionesgeogrficas de Indias, I, 80]. Such views probably overstate the availabilityof natural foods, although it is well to keep in mind that tropical fruitscontinue to serve as subsistence foods in the diet of the Latin American poortoday. Equally exciting to Europeans was the abundance of game and fowl.Dozens of varieties of small game some of which had been introduced byEuropeans hid in small thickets and ran through plains and forests. Deerand rabbits were so plentiful near Quito in the 1570s that a soldier with aharquebus could take six or seven deer at night, and it seems that the supplyis inexhaustible. In the valleys south of Quito, twenty boys from theIndian parish with their sticks could catch three hundred rabbits by midday[Relaciones, I, 132]. Outside Mexico City, extensive lakes and abundantnatural vegetation supported much fish and game. Indians used blow gunsto bring down waterfowl, bows and arrows to fell deer, nets to trap hares,spears and lines to catch fish (14-5).

    Pero junto a esta misma latencia e inminencia de la abundancia como len-guaje natural que el sujeto manifiesta y desencadena, se alzan los escenariosde la carencia, impuestos por la peste, la plaga, la aridez, la violencia y elhambre. Aun si la genealoga de estos tropos polares remiten al locus amenusy al paisaje desrtico, su actualidad no es slo ideolgica, una interpretacindominante, sino estructuradora y formativa. Esto es, son construcciones queconfiguran el espacio comn, el consenso de un escenario posible y veraz delsujeto colonial. Si, por un lado, el amo gestiona la feracidad, el siervo es quienla gesta; y, por otro lado, si uno padece el infortunio de la carencia, el otro lailustra con su miseria y muerte. El indgena, el negro, el pobre, son hroes ohijos de la abundancia cuando sta es representada como jardn nativo o huertofecundo; pero son su vctima cuando la abundancia pasa a ser entendida comoacumulacin y ganancia, cuya mecnica es violenta y disruptiva. El habitantedel paraso se convierte en esclavo de su propio mito. Ambas representacio-

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    nes no pocas veces coinciden y se interponen. Pero su historia cultural noconfirma meramente lo que ya sabemos sobre la sociedad colonial y su siste-ma de produccin, sino que nos permite ver mejor la trama de las representa-ciones y las interpretaciones que configuran los consensos, los tropos, las com-pensaciones imaginarias, as como las disputas y demandas del pensamientonativo, mestizo y heterogneo. Se trata de una formacin discursiva que tra-baja como la memoria cultural del presente, definiendo su sentido. John C.Super anota que:

    The fortunate times were those when an element of choice remained. In1589, the viceroy from Peru responded to the measles and smallpox epidemicby enumerating the foods for the healthy and the sick. To give strength tothe healthy he recommended foods of good substance, mutton, and fowl,and goat; those already burning from fever had to settle for concoctions ofbarely, quinoa, amaranth, sugar, and raisins, dressed with vinegar and oil(1985: 1-23).

    El ejemplo sugiere, sin irona, que la abundancia demanda un sujeto privi-legiado, mientras que la carencia impone la penuria de otro. Esta distribucindesigual de los bienes de abundancia, fue observada por varios cronistas yescritores no sin sutil dramatismo. En la literatura de signo nacional, que esya de conciencia diferencial, algunos equilibrios buscaron restitutir el sentidode un orden natural. As ocurre en el elogio que Andrs Bello hace del bananoen La agricultura de la zona trrida. Todos los cronistas observaron quehaba una variedad americana de la banana o pltano y que la llevada deEspaa se reprodujo con feracidad, as como repitieron la facilidad de su cul-tivo, su bondad y sus muchas clases y sabores. Fue, digamos, el ms modestoemblema de la abundancia. Bello aade un matiz de los nuevos tiempos:

    el banano, primerode cuantos concedi bellos presentesProvidencia a las gentesdel ecuador feliz con mano larga.No ya de humanas artes obligadoel premio rinde opimo;no es a la podadora, no al aradodeudor de su racimo;escasa industria bstale, cual puedehurtar a sus fatigas mano esclava;crece veloz, y cuando exhausto acaba,adulta prole en torno le sucede.

    Bello ha hecho coincidir a la abundancia con su sujeto natural: si la natura-leza prodiga este bien sin necesidad de mayor labranza, el esclavo puede cul-tivarlo como si el banano fuese una breve libertad de su trabajo y, adems,ejemplo aleccionador de duracin y sucesin. Ya que la sociedad no lo alivia

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    de sus servidumbres, el banano, como el primer emblema republicano, le des-cuenta las fatigas. En este poema, panegrico de las frutas sumadas, el esce-nario anuncia un sujeto redimido por la abundancia bajo el nuevo orden.

    BALANCES Y VERSIONES

    Una reciente encuesta de la opinin pblica venezolana revel que la granmayora de la poblacin crea que su pas era rico, pero que haba sido empo-brecido por la corrupcin poltica. La extraordinaria desproporcin entre lapobreza efectiva del pas (ms de la mitad de la poblacin viva en la pobrezaal final del siglo XX) y las expectativas sociales y personales sostenidas en eseconsenso de riqueza, explican las disrupciones sociales, las nuevas olasmigratorias (una encuesta de Gallup demostraba que los venezolanos eranuna de las poblaciones del mundo con ms voluntad migratoria), y el descr-dito de la vida pblica. Se puede aventurar que en casi todos los pases lati-noamericanos la misma encuesta tendra los mismos resultados: somos unpas naturalmente rico, empobrecido por la mala administracin. Subyace aeste consenso la nocin de una naturaleza prdiga, abundante en recursosmateriales, y una institucionalidad frgil, una y otra vez capturada por inte-reses forneos y dominaciones internas, por el mal gobierno denunciado yapor Guamn Poma de Ayala. Famosamente dijo el explorador italiano Anto-nio Raimondi que el Per era un mendigo sentado en un banco de oro. Hoyda no se podra separar tan fcilmente el mbito de los recursos naturales desu explotacin, imbricados como estn en una racionalidad econmica glo-bal, en la cual el monocultivo o la monoproduccin crean nuevas dependen-cias y desigualdades. El siglo XIX latinoamericano, dado a la polmica, deba-ti largamente desde su programa ilustrado los proyectos de la formacinnacional y su eje estatal. Los lderes criollos se concibieron como el productoprivilegiado de los ideales emancipatorios y de una modernidad republicanaepocal. Por eso, explica Benedict Anderson en su Imagined Communities, lospatriotas venezolanos creyeron que la Constitucin de los Estados Unidos eraun patrimonio de los tiempos y la incluyeron casi verbatim en su propia cartamagna. Uno de los debates fue sobre el destino social de la abundancia natu-ral. En esa discusin, la comparacin entre los pases latinoamericanos y losEstados Unidos de Amrica result crucial. Si Jos Mart crey que el futurode las repblicas americanas sera comprometido por el expansionismo norte-americano y que ambos mundos eran no slo distintos sino antagnicos, Do-mingo Faustino Sarmiento pens que el progreso de los Estados Unidos debaser imitado y transplant a la Argentina el modelo de ese xito: educacin,migracin y transportes. Mart crey que el ciudadano de las repblicas inde-pendientes sera el hombre del campo, por oposicin a la urbe decadente;Sarmiento, que ese ciudadano era el hombre plenamente urbano, heraldo dela civilizacin contra la barbarie del campo, hecha en la tradicin autoritaria.En su diario de viaje por los Estados Unidos, el gran Francisco de Mirandaobserva con alarma que los hombres pblicos no son siempre cultivados y

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    suelen carecer de urbanidad; hasta las mujeres resultan de una sociabilidadmodesta. Pronto, la abundancia norteamericana ser representada como lafuente de su democracia igualitaria, como si hubiese una correlacin necesa-ria entre la riqueza disponible y un orden social sin mayor diferencia de cla-ses. En Amrica Latina, en cambio, luego de los largos perodos de caudillismo,dictadura y dependencia, se asignar a la desigualdad de clases y la fragili-dad institucional la causa de la pobreza endmica en medio de la abundanciadilapidada. No pocos intelectuales terminarn en posturas irracionalistas yhasta racistas ante la dificultad de pensar las crisis. El propio Sarmiento anteel fracaso de su gestin de Presidente de la Argentina concluye que son loslmites de la raza los que impiden acceder al progreso. Otros prefieren, alborde del 1900, descartar el modelo norteamericano como materialista y oponerla cultura latina como idealista. Este pensamiento, iniciado por Jos EnriqueRod en su tratado Ariel (1900), y llamado por eso arielismo, influye larga-mente con su visin de las lites como clase directriz y letrada. La nocin deun fracaso recurrente, sin embargo, no es atribuida a la ilusin mesinica delos intelectuales sino a la variada incapacidad de los pueblos. Figuras promi-nentes de la vida pblica concluyen, en Lima y en Caracas, que la raza ind-gena est condenada a desaparecer pues padece de taras, que los pardosson ingobernables, que se ha hecho evidente una incapacidad innata para lomoderno y, por tanto, siempre se llega tarde al festn civilizatorio. Sobreesta fatalidad de la carencia se levantan las hiptesis del fracaso. A su modo,prejuicios aparte, demuestran la dificultad de esclarecer el carcter de la cri-sis, lo que, en verdad, prueba el fracaso de los mtodos de lectura interpues-tos. A esas hiptesis responde Jos Lezama Lima en su breve tratado de histo-ria cultural La expresin americana (1949), donde en lugar de las restas de lacarencia propone las sumas de la imagen y lo que llama eras imagina-rias; esto es, articula la produccin cultural y la experiencia histrica enobjetos artsticos privilegiados, en los cuales la cultura lleva la configuracinde la poca, su definicin en trminos de abundancia, goce del mundo, pleni-tud de las formas y barroquismo de medios.

    Octavio Paz, en El laberinto de la soledad (1950), desarroll la hiptesis,gestada en el XIX mexicano, de la Malinche, la compaera e intrprete deHernn Corts, como enigma nacional. En Los hijos de la Malinche, Pazelabor la concepcin de una bastarda del origen, que condenara a los indi-viduos a una soledad esencial. La Malinche aparece como una figura de lagenealoga irresuelta: la conquista es un romance familiar agnico y el librode Paz un acto de exorcismo. Al reconstruir una alegora nacional, hecha deinclusiones, Paz debate la necesidad de exceder un mito nacionalista de exclu-sin. En los Estados Unidos, una figura equivalente sera Pocahontas, tam-bin intermediaria entre los colonizadores y los indios, tambin traductora ymujer de un colono ingls. Slo que fue representada como un emblema mo-derno: como signo del intercambio y la mediacin, esto es, se le asign lafuncin de la negociacin de las diferencias. El historiador norteamericanoDavid M. Potter, trat de articular la conciencia nacional de la abundancia y

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    el carcter de su pas. Su libro, People of plenty, economic abundance andthe american character (1954), est limitado por su intento de sustentarse enel behaviorismo psicolgico de su tiempo, pero tiene el inters de situar suproyecto en un cotejo de situaciones paralelas de otros mbitos. Esa rpidacomparacin le permite afirmar la peculiaridad estadounidense de la abun-dancia, la que define no como un derivado de los recursos naturales sino comoun producto de la organizacin econmica y el adelanto tecnolgico y graciasal emprendimiento y el logro humanos. En los Estados Unidos, adems, laconviccin de esa prosperidad, que moviliz olas de inmigrantes de todo elmundo, reafirma el sentido de futuro. Resume Potter:

    Abundance has influenced American life in many ways, but there is perhapsno respect in which this influence has been more profound than in theforming and strengthening of the American ideal and practice of equality,with all that the ideal has implied for the individual in the way ofopportunity to make his own place in society and of emancipation from asystem of status (1954: 91).

    Inevitablemente, la visin del historiador est hecha en el espritu optimis-ta de su tiempo y no puede evitar a veces la mirada complaciente de Cndido.Incluso cuando habla del racismo, lo descarta como mero prejuicio, pero nove tras la abundancia las evidencias de la carencia. No tienen lugar en surepblica, por eso, la poblacin afroamericana y otras minoras tnicas, cuyarelacin problemtica con el bienestar, efectivo y simblico, pone en entredi-cho la racionalidad del sistema. De hecho, esas minoras son invisibles porquecarecen de un discurso. Potter articula el horizonte de expectativas y el reper-torio del excepcionalismo norteamericano, los que mutuamente se nutren; perosus comparaciones con otros pases slo le sirven para confirmar la bondadde su modelo de bienestar. Por eso, no se ocupa de la nocin del destinomanifiesto del XIX ni de la fase imperialista en el XX. Ese bienestar, lo sabe-mos mejor hoy, consume tambin buena parte de los recursos del mundo. Trasel modelo est la prctica de la colonizacin, del espacio vaco ganado alos aborgenes para los nuevos productos. Y el contraste frente a la prcticade explotacin espaola en el Nuevo Mundo. Los colonos puritanos llegarona Estados Unidos para cultivar la tierra e instalarse en ella; los espaoles,para explotar y tributar, enriquecerse y marcharse. Esta sentencia provienede Hegel, de sus Lectures on the Philosophy of World History (1830), dondetratndose de la Amrica hispnica sus generalizaciones son tan irrisoriascomo sus precisiones. Sin embargo, fue el ms importante vocero de la tesissobre las poblaciones indgenas como inferiores, por estar en un estado deinmadurez equivalente a la infancia; todava en proceso de hacerse, la mismanaturaleza produca poco y mal. Escribi, con humor involuntario: I evenrecollect having read that a clerygman used to ring a bell at midnight to remindthem to perform their matrimonial duties, for it would otherwise never haveoccurred to them to do so. Desprovisto de la necesidad, estos nativos vivan

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    en una languidez inocente. Y ni siquiera los mestizos y los criollos eran indivi-duos plenos porque slo una parte de ellos los aproximaba a Europa; en cam-bio, los americanos del norte eran ms europeos y, por tanto, ms avanzados.Si bien ni siquiera la comida es tan nutritiva en Amrica como en el ViejoMundo: although America has huge herds of cattle, European beef is stillregarded as a delicacy. Las culturas de Mxico y Per han alcanzado algngrado de desarrollo, afirma el filsofo, but only to the effect that it was apurely natural culture which had to perish as soon as the spirit approched it.Como la secuela de opiniones, grabados y relatos que propagaron estas yparecidas versiones, documentadas largamente por Antonello Gerbi en su tra-tado La polmica del Nuevo Mundo, dicen ms de quienes las cultivan que delobjeto en cuestin. Pero dicen tambin algo ms importante: el lugar de lossujetos del Nuevo Mundo en el discurso europeo es el lugar moderno del Otro.Esto es, los hombres diferentes que pueblan el mundo americano se han con-vertido en el enigma irresuelto del sujeto occidental, sostenido por su imagenpero ya no por su semejanza. La brbara Amrica de los humanistas es unespejo descarnado: Europa adquiere su verdadero rostro tras la mscara quehaba asignado al hombre americano.

    Ese sujeto de la abundancia, al final, no ser ya el hombre natural con-denado por Aristteles a la esclavitud; pero tampoco el buen salvaje, queMontaigne haba concebido como filsofo autodidacta y digno interlocutorde Platn. Ser, ms bien, el hombre pobre del padre Bartolom de las Ca-sas, el Inca Garcilaso de la Vega y Felipe Guamn Poma de Ayala, desde lafilosofa poltica neoplatnica, que promete como superior el orden comunita-rio patriarcal, soado en Europa y ya realizado en Indias, aunque destrudopor los conquistadores. La abundancia es el discurso: el hombre pobre es laprimera representacin de un sujeto de la diferencia, cuyo lenguaje dar cuentade su propio control del medio, de su memoria cultural y de su vocacin derestar el pasado de las sumas del porvenir. Siempre por hacerse, anunciadopor todos los discursos de esperanza redentora, este sujeto de las Amricasvenideras no ha dejado de forjar el horizonte de su propia promesa.

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