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www.rosarioenfamilia.org.pe 1 Meditación La parábola de este domingo nos habla del ban- quete de bodas del hijo, tema recurrente en la Biblia y en el mismo evangelio. Dios padre, el rey, invita a parcipar en la celebración de las bodas de su Hijo con la humani- dad, con la Iglesia, con cada uno de nosotros. El banquete es la expresión de la plenitud de feli- cidad que Dios promete a su pueblo y que constuye la meta de todo buen judío. El Padre, el rey, invita a las bodas precisamente a su pueblo elegido. Éste no responde: “no hicieron caso, y se fueron unos a su campo y otros a su negocio. Los demás, echando mano a los criados, los maltrataron y los mataron”. Esta parábola repite la misma idea de las dos anteriores, que hemos ido leyendo en los dos domingos pasados: la de los dos hijos y la ya citada de los viñadores homicidas: el rechazo de Israel a la oferta de salvación (la invitación al banquete de bodas hecha por Dios). Las puertas del banquete quedan, sin embargo, abiertas a todos los pueblos: a los que pasan por los cruces de los caminos..., todos los que encuentren. La sentencia que concluye esta parábola hace pensar que entre “los pocos elegidos” se pueda seguir contando el “resto de Israel”. Meditación del Evangelio del XXVIII Domingo del Tiempo Ordinario Mateo 22, 1 – 14 En aquel empo, volvió a hablar Jesús en parábolas a los su- mos sacerdotes y a los senadores del pueblo, diciendo: - El Reino de los cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo. Mandó criados para que avisaran a los convidados, pero no quisi- eron ir. Volvió a mandar criados encargándoles que les dijeran: “Tengo preparado el banquete, he matado terneros y reses ceba- das, y todo está a punto. Vengan a la boda”. Los convidados no hicieron caso; uno se marchó a sus erras, otro a sus negocios, los demás les echaron mano a los criados y los maltrataron hasta matarlos. El rey montó en cólera, envió sus tropas, que acabaron con aquellos asesinos y prendieron fuego a la ciudad. Luego dijo a sus criados: “La boda está preparada, pero los convidados no se la merecían. Vayan ahora a los cruces de los caminos y a todos los que encuentren, invítenlos a la boda”. Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. La sala del ban- quete se llenó de comensales. Cuando el rey entró a saludar a los comensales reparó en uno que no llevaba traje de fiesta y le dijo: “Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin vesrte de fiesta?”. El otro no abrió la boca. Entonces el rey dijo a los camareros: “Átenlo de pies y manos y arrójenlo fuera, a las nieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes. Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos”. PALABRA DEL SEÑOR – Gloria a Ti, Señor Jesús

Meditaciones del Evangelio del XXVIII domingo del Tiempo Ordinario

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Meditaciones diarias del Evangelio del XXVIIIdomingo del Tiempo Ordinario.

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Meditación

La parábola de este domingo nos habla del ban-quete de bodas del hijo, tema recurrente en la Biblia y en el mismo evangelio. Dios padre, el rey, invita a participar en la celebración de las bodas de su Hijo con la humani-dad, con la Iglesia, con cada uno de nosotros.

El banquete es la expresión de la plenitud de feli-cidad que Dios promete a su pueblo y que constituye la meta de todo buen judío.

El Padre, el rey, invita a las bodas precisamente a su pueblo elegido. Éste no responde: “no hicieron caso, y se fueron unos a su campo y otros a su negocio. Los demás, echando mano a los criados, los maltrataron y los mataron”.

Esta parábola repite la misma idea de las dos anteriores, que hemos ido leyendo en los dos domingos pasados: la de los dos hijos y la ya citada de los viñadores homicidas: el rechazo de Israel a la oferta de salvación (la invitación al banquete de bodas hecha por Dios).

Las puertas del banquete quedan, sin embargo, abiertas a todos los pueblos: a los que pasan por los cruces de los caminos..., todos los que encuentren. La sentencia que concluye esta parábola hace pensar que entre “los pocos elegidos” se pueda seguir contando el “resto de Israel”.

Meditación del Evangelio del

XXVIII Domingo del Tiempo OrdinarioMateo 22, 1 – 14

En aquel tiempo, volvió a hablar Jesús en parábolas a los su-

mos sacerdotes y a los senadores del pueblo, diciendo: - El Reino

de los cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo.

Mandó criados para que avisaran a los convidados, pero no quisi-

eron ir. Volvió a mandar criados encargándoles que les dijeran:

“Tengo preparado el banquete, he matado terneros y reses ceba-

das, y todo está a punto. Vengan a la boda”.

Los convidados no hicieron caso; uno se marchó a sus tierras,

otro a sus negocios, los demás les echaron mano a los criados y

los maltrataron hasta matarlos. El rey montó en cólera, envió sus

tropas, que acabaron con aquellos asesinos y prendieron fuego a

la ciudad. Luego dijo a sus criados: “La boda está preparada, pero los convidados no se la merecían. Vayan ahora

a los cruces de los caminos y a todos los que encuentren, invítenlos a la boda”.

Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. La sala del ban-

quete se llenó de comensales. Cuando el rey entró a saludar a los comensales reparó en uno que no llevaba traje

de fiesta y le dijo: “Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin vestirte de fiesta?”.

El otro no abrió la boca. Entonces el rey dijo a los camareros: “Átenlo de pies y manos y arrójenlo fuera, a las

tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes. Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos”.

PALABRA DEL SEÑOR – Gloria a Ti, Señor Jesús

Lunes

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Apostolado del Rosario en Familia

Meditación

Porque Dios es el Padre clemente y compasivo, qui-ere nuestra felicidad por encima de todo. Por eso, envía a sus mensajeros a llamar, a invitar, una y otra vez, a la participación en el banquete. No se amedrenta ante la negativa de los hombres; sigue llamando. Es significativo el verbo que usa Lucas en el texto paralelo: “Le dijo al siervo: sal a los caminos y veredas y haz entrar a la gente, aunque sea a la fuerza, para que se llene mi casa”. Casi parece que Dios “no soporta” que renunciemos a nuestra feli-cidad y casi “nos obliga” a aceptar su oferta.

Escuchando esta Palabra, estamos invitados personalmente, con mi comunidad, con toda la Iglesia y con toda la humanidad, al banquete de bodas: la Eucaristía, los bienes de la vida destinados a todos los hombres, la realización del banquete mesiánico en el hoy de nuestra historia. El Padre me invita, quiere que sea feliz. Su llamada e invitación son del todo gratuitas, no tienen otro interés que mi bien, mi felicidad: puro don de su liberalidad, de su amor miseri-cordioso y fiel.

Oración

Toda mi vida te bendeciré, y anunciaré a mis hermanos, tu amor fiel y misericordioso.Gracias, porque no te fijas en mi pecado, y sigues confiando siempre en mí.

Amén.

Martes

Miércoles

Oración

Padre, te alabo y te bendigo, te doy gracias con todo mi ser. Me siento invitado, cada día,a tu mesa, al banquete de bodas de tu Hijo, mi maestro y Señor, a la presencia de quien me ama. Por los siglos de

los siglos.

Amén.

Meditación

Meditando en este evangelio, constatamos que mientras, por una parte, siento la necesidad de vivir en acción de gracias por este amor, por esta ternura que se ha manifestado y se manifiesta conmigo de tantas for-mas, por otra pienso en las veces que tampoco yo hago caso a las llamadas del Padre, a su invitación al ban-quete: llamadas que me llegan por muchos conductos: los profetas reconocidos o no, las circunstancias de mi historia, de nuestras historia, las personas... No me veo reflejado en quienes maltratan a los enviados hasta matarlos, pero sí en los que no hacen caso, a veces, y hacen oídos sordos a esas llamadas que podrían hacerme plenamente feliz, en la solidaridad de la participación en el gran ban-quete destinado a todos los hijos de Dios.

El rechazo, la negativa de los hijos del pueblo elegido me hace reflexionar, cuestionarme, aunque en el fondo del

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Apostolado del Rosario en Familia

alma sigo sintiendo que, por la gran misericordia y fidelidad del Padre, también yo haré parte de aquel ‘resto’ que al final a lo mejor se decidirá a participar en el banquete. Es más, me convertiré, con su gracia, en uno de los invitados a invitar a otros, a hacer que ‘la casa se llene’: para satisfacción y alegría del Padre y del Hijo, para gozo y felicidad de todos los comensales

Oración

¡Oh Dios!, que has preparado bienes inefables para los que te aman; infunde tu amor en nuestros corazones, para que, amándote en todo y sobre todas las cosas, consigamos alcanzar tus promesas, que superan todo deseo.

Amén.

Jueves

Meditación

El evangelio narra la parábola del banquete que se encuentra en Mateo y en Lucas, pero con diferencias sig-nificativas, procedentes de la perspectiva de cada evan-gelista. El trasfondo, sin embargo, que llevó a los dos evangelistas a conservar esta parábola es el mismo. En las co-munidades de los primeros cristianos, tanto de Mateo como de Lucas, seguía bien vivo el problema de la convivencia entre judíos convertidos y paganos convertidos. Los judíos tenían normas antiguas que les impedían comer con los paganos. Después de haber entrado en la comunidad cristiana, muchos judíos mantuvieron la costumbre antigua de no sentarse en la mesa con un pagano. Así, Pedro tuvo conflictos en la comunidad de Jerusalén, por haber entrado en casa de Cornelio, un pagano y haber comido con él. Este mismo problema, sin embargo, era vivido de forma diferente en las comunidades de Lucas y en las de Mateo. En las comunidades de Lucas, a pesar de las diferencias de raza, clase y género, tenían un gran ideal de compartir y de comunión. Por esto, en el evangelio de Lucas, la parábola insiste en la invitación dirigida a todos. El dueño de la fiesta, indignado con la inasistencia de los primeros invitados, manda a lla-mar a los pobres, a los lisiados, a los ciegos, a los mancos para que participen en el banquete. Con todo, sobran sitios. Entonces, el dueño de la fiesta manda invitar a todo el mundo, hasta que se llene la casa. En el evangelio de Mateo, la primera parte de la parábola tiene el mismo objetivo de Lucas. Llega a decir que el dueño de la fiesta manda entrar a “buenos y malos”. Pero al final añade otra parábola sobre el traje de la fiesta, que insiste en lo que es específico de los judíos, a saber, la necesidad de pureza para poder comparecer ante Dios.

Oración

Crea en mí, oh Dios, un corazón puro, renueva en mi interior un espíritu firme; no me rechaces lejos de tu rostro, no retires de mí tu santo espíritu.

Amén.

Viernes

Meditación

La invitación permanece en pie. El rey invita a la gente. Los malos que eran excluidos como impuros de la par-ticipación en el culto de los judíos, ahora son invitados, específicamente, por el rey para participar en la fiesta. En el contexto de la época, los malos eran los paganos. Ellos también son convidados para participar en la fiesta de la boda.

El traje de fiesta. Estos versos cuentan como el rey entró en la sala de fiesta y vio a alguien sin el traje de fiesta. El rey preguntó: ‘Amigo, cómo fue que has entrado aquí sin traje de boda?’ Él se quedó callado. La historia cuenta que el hombre fue atado y echado a las tinieblas. Y concluye: “Porque muchos son llamados, mas pocos escogidos.” Algunos

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Apostolado del Rosario en Familia

piensan que aquí se trata de una segunda parábola que fue añadida para ablandar la impresión que queda de la primera parábola donde se dice que “malos y buenos” entraron para la fiesta. Lo mismo, admitiendo que ya no es la observancia de la ley que nos trae la salvación, sino la fe en el amor gratuito de Dios, esto en nada disminuye la necesidad de la pureza de corazón como condición para poder comparecer ante Dios.

Oración

Señor, queremos sentir como Tú y valorar las cosas como las valoras Tú. Porque Tú eres el centro, el prin-cipio y el fin de todo. Queremos amar como Tú, que das la vida y te comunicas con todo lo que eres. Quisiéramos decir como San Pablo: Mi vida es Cristo. Nuestra vida no tiene sentido sin Ti. Queremos aprender a “estar con quien sabemos nos ama”, nos has dado a tu Madre como nuestra, para que nos enseñe a meditar y adorar en el corazón. Te amamos ahora y por siempre.

Amén.

Sábado

Meditación

En la página evangélica resuena la invitación a la

boda real. Todos somos invitados. Todos somos llama-

dos por nuestro nombre. Jesús, no solamente vino a

hablarnos de Dios, sino que vino a nuestro encuentro

para unirnos a Él. Este es el significado de las imágenes

del banquete y de las bodas. “¡Vengan!”, dice el Señor.

Pero, podemos preguntarnos, cómo ha sido nuestra re-

spuesta, ¿le hemos dado un sí incondicional?, por desgracia, ¿no hemos rechazado alguna vez la invitación? Quiera

Dios que no se aplique también a nosotros este juicio: “La boda está preparada, pero los invitados no eran dignos”

El rey, en la parábola evangélica, preguntó a uno de los comensales cómo es que había entrado allí sin traje de

boda. Jesús subraya la necesidad del “traje de fiesta”, es decir, la necesidad de respetar las condiciones requeridas

para la participación en esa fiesta solemne. Estas palabras nos interpelan. Nos recuerdan que debemos prepararnos

para la boda real, que un día se nos pedirá cuenta de nuestra respuesta a Dios, y de lo que hemos hecho por los demás.

La participación del banquete de bodas se prepara día con día por medio de la comunión con Dios y con el prójimo.

Haz un propósito: realiza el día de hoy un examen de tu conciencia para ver cómo estás respondiendo al amor de Dios

y cómo vives el mandamiento del amor.

Oración

¡Señor Jesús! Nos presentamos ante Ti sabiendo que nos llamas y que nos amas tal como somos. Tú tienes pal-

abras de vida eterna y nosotros hemos creído y conocido que Tú eres el Hijo de Dios. Tu presencia en la Eucaristía ha

comenzado con el sacrificio de la Última Cena y continúa como comunión y donación de todo lo que eres. Aumenta

nuestra fe. Tú eres nuestra esperanza, nuestra paz, nuestro Mediador, hermano y amigo. Nuestro corazón se llena de

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Apostolado del Rosario en Familia

gozo y de esperanza al saber que vives siempre intercediendo por nosotros. Nuestra esperanza se traduce en confianza,

gozo de Pascua y camino apresurado contigo hacia el Padre.

Amén.

Domingo

Meditación

Dios, ha querido formar su Iglesia con hombres de toda raza, lengua, pueblo y nación. No excluye a nadie del banquete del Reino de los Cielos. La generosidad de Dios no tiene límites. Puede entrar el que quiera. Pero el que ha sido llamado por Dios a la fe se encuentra ante una elección muy personal, y tiene que preguntarse: ¿Sí o no? ¿acepto el vivir como Dios me pide, o quiero seguir en mis caprichos? ¿soy digno o no soy digno de mi vocación?

Porque no basta con haber sido llamados por Dios. Para conseguir la salvación, y no perderse, es necesario vivir acordes con los deberes cristianos. Jesús acabó su parábola con esta advertencia grave: - Son muchos los llamados, pero pocos los escogidos.

El Reino, y concretamente la Iglesia, son la sala del banquete en que nos sentamos a la mesa todos los llamados por Dios. Dentro ya de la Iglesia, siempre se ha considerado a la Eucaristía como la expresión más grande de todos los dones que Cristo nos brinda a los suyos. La Eucaristía es el banquete de la Nueva Alianza, como la llamó el mismo Jesús, y en ella nos hace gustar las delicias de su amistad más honda.

La Eucaristía es el adelanto del banquete eterno que nos saciará en el cielo. Jesús, al que ahora vemos en fe bajo las apariencias del pan y del vino, será en la visión nuestro gozo consumado. La Eucaristía ha sido, en la tradición cris-tiana, la ocasión más propicia para lucir con garbo el vestido de los elegidos, la gracia de Dios con la cual nos acercamos siempre a recibir al Señor, después de habernos arrepentido y purificado de nuestros pecados.

Oración

¡Señor Jesucristo! Tú eres el Rey que nos invitas con apremio al banquete celestial, del que nos das una prenda y un avance en la Comunión de tu Cuerpo y de tu Sangre.

Haznos siempre dignos de Ti. Que luzcamos con garbo en la tierra el uniforme de tu gracia, para verlo convertido después en vestido de gloria...

Amén.

Apostolado del Rosario en Familia

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