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Maternidad, adolescencia y psicoanálisis. Implicancias de la relación madre – hija en el embarazo en la adolescencia. Lic. en Ps. Néstor Rodríguez Pereira de Souza. INDICE. Pág. 1 - Introducción. Pág. 2 - Maternidad: ¿un recinto de poder o la trampa de un orden? Pág. 3 - El psicoanálisis y la maternidad. Pág. 5 - Los estudios de género y la maternidad. Pág. 6 - La maternidad en la adolescencia. Pág 8 - La relación madre - hija en la adolescencia. Pág. 13 – Un cierre tentativo…

Maternidad, Adolescencia y Psicoanalisis

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Page 1: Maternidad, Adolescencia y Psicoanalisis

Maternidad, adolescencia y psicoanálisis.Implicancias de la relación madre – hija en el embarazo en la adolescencia.

Lic. en Ps. Néstor Rodríguez Pereira de Souza.

INDICE.

Pág. 1 - Introducción.

Pág. 2 - Maternidad: ¿un recinto de poder o la trampa de un orden?

Pág. 3 - El psicoanálisis y la maternidad.

Pág. 5 - Los estudios de género y la maternidad.

Pág. 6 - La maternidad en la adolescencia.

Pág 8 - La relación madre - hija en la adolescencia.

Pág. 13 – Un cierre tentativo…

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Introducción.

El desarrollo de la presente comunicación tiene como objetivo articular conceptos y

concepciones aportadas por el Curso de Actualización en Psicoanálisis y Género y mi

práctica profesional en un centro de atención a madres y padres adolescentes y sus

hijos/as1. El propósito del trabajo consiste en elucidar críticamente un fenómeno social

que es considerado desde diferentes ámbitos como problemático: el embarazo en la

adolescencia2.

El embarazo adolescente ha sido un tema que ha adquirido visibilidad como un

problema social en las últimas décadas. Varios han sido los estudios que vinculan su

prevalencia con diferentes factores, tales como la desinformación sobre los métodos

anticonceptivos, el mal uso de los mismos, los bajos niveles educativos, la falta de

sostén familiar, la pobreza, la desigualdad, etc. pero pocos han sido los intentos de

comprensión de los aspectos intersubjetivos e intrapsíquicos que atraviesan esa

situación.

En la presente comunicación me detendré en un aspecto que hace a la realidad de la

temática y que tiene que ver con la relación entre la adolescente y su propia madre.

¿Cómo incide la calidad del vínculo existente, en la decisión de que una adolescente se

embarace y tenga un/a hijo/a?; ¿qué procesos de identificación, proyección se ponen

en juego durante este periodo entre madre e hija y qué grado de determinación tienen

a la hora de pensar el embarazo en la adolescencia?

El embarazo en la adolescencia conlleva necesariamente pensar la concepción de

maternidad implícita en el análisis de la problemática. ¿Cómo entendemos el ejercicio

de la maternidad y qué atravesamientos socio – culturales lo determinan?

1 Asociación civil Casa Lunas. www.casalunas.org2 En tanto elucidación es inacabada, provisoria, exploratoria y sujeta a revisiones y ajustes, buscando de-construir y elucidar aquellos enunciados que aparecen como evidentes (Fernández, A. 2008).

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Maternidad: ¿un ámbito de poder o la trampa de un orden simbólico?

La modernidad ha transformado la adolescencia y la maternidad en dos nociones

irreconciliables, cuya tensión tiene consecuencias directas en las vidas de las madres

adolescentes, tales como la ausencia de propuestas concretas para ellas y sus

hijos/as3.

La maternidad aparece en algunos planteos como un estado inmodificable,

transhistórico y como destino, encontrándose en todas las culturas (Palomar Verea,

2005); resulta así un llamado a la responsabilidad en honor a la especie humana, que

varones y mujeres debemos de responder aportando nuestra descendencia. En dicho

aporte, las responsabilidades serán estrictamente delimitadas, las mujeres proveerán

los cuidados para la crianza adecuada de las criaturas, mientras que los varones

proveerán de los sustentos materiales que permitan a madre e hijo/a tener un

desarrollo de bienestar. Fecundidad y maternidad han estado asociadas estrictamente,

como dos caras de la misma moneda; sin embargo se hace necesario distinguirlas una

de otra; la primera remitirá a la posibilidad biológica de procrear, mientras que la

segunda estará dada por las posibilidades de establecer un vínculo afectivo y de

reconocimiento de las necesidades del otro - bebé y de ejercer un rol de cuidado sobre

este. Nancy Chodorow la definirá como “un rol de base eminentemente psicológica”,

“La “maternidad suficiente” (suficiente para socializar un niño no psicótico) requiere

ciertas capacidades relacionales que están incorporadas a la personalidad, una

autopercepción de ser uno-mismo-en-relación”4. La íntima relación que existe entre

3 Durante mi práctica profesional en Casa Lunas me tocó acompañar a una joven de 17 años con una hija de 20 meses que no había finalizado sus estudios primarios, para lo cual se tuvo que coordinar con diferentes escuelas para que pudiera asistir; la joven no contaba con ninguna persona cercana (familia, pareja) con la cual dejar a su hija mientras estudiaba, con lo que se propuso que pudiera asistir a clases con su niña, lo cual fue rechazado en la mayor parte de las instituciones ya que la niña era “un factor distractor” tanto para el grupo de estudiantes como para las maestras. Finalmente una maestra trabajando en una organización civil (que también en principio se negó a que la joven asistiera) accedió a la propuesta, pudiendo así la joven culminar sus estudios primarios. Ejemplo este del desamparo al que las instituciones sociales condenan a las madres adolescentes al no generar espacios que las contemplen.4 Chodorow, Nancy. El ejercicio de la maternidad. Barcelona. Editorial Gedisa. 1984.

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ambos conceptos no ha sido fruto de la casualidad, sino que se ha debido a profundas

operaciones culturales que le han dado dicho sentido, constituyendo de esta forma una

operación política en sí misma. Dicha asociación ha sido analizada exhaustivamente

por la filósofa francesa, Elisabeth Badinter, quien establece el carácter histórico del

instinto maternal y cómo se ha encadenado a la “naturaleza femenina”.

“Como la procreación es natural, nos imaginamos que al fenómeno biológico y

fisiológico del embarazo debe corresponder una actitud maternal determinada” dirá la

autora.5 Mediante imbricados procesos socio – históricos y basados en la diferencia

anatómica, la maternidad se ha constituido en un eje fundamental que la subjetividad

femenina, para lo cual diferentes aportes teóricos han contribuido a ello; el psicoanálisis

en particular.

El psicoanálisis y la maternidad.

Este campo epistemológico ha integrado la maternidad a través de la construcción del

“deseo de hijo” en su concepción del desarrollo afectivo sexual de las niñas6; La

equivalencia que Freud desarrolla entre hijo = pene, definirá a la mujer normal como

madre posible (Badinter, E. 1991) De manera similar, otros/as psicoanalistas se han

referido al deseo de hijo cumpliendo diferentes funciones en este desarrollo, ya sea

como reparación del narcisismo dañado de la niña al saberse castrada dando a luz un

hijo del padre (Lampl de Groot, J. ver en Chasseguet Smirgel, 1977), o como labor

sublimatoria, fuente de gratificaciones y posibilidad única de realización intensa de

placer sexual a través del parto (Deutsch, H, ver en Chasseguet Smirgel, 1977), o

5 Badinter, Elisabeth. ¿Existe el instinto maternal? Historia del amor maternal. Siglo XVII al XX. Barcelona. Editorial Paidos. 1991.6 Freud postuló que el mismo estará ligado directamente como consecuencia del reconocimiento de la diferencia de sexos, y del complejo de castración que conlleva que la niña se vea como castrada, y por ende inferior al niño; como forma paliativa abandonará a la madre y con ello a su posición masculina; renuncia a la idea de tener un pene, sustituyéndolo por la de un hijo, y se orientará libidinalmente hacia su padre con el fin de tenerlo, alentando así el desarrollo normal de la feminidad.

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como investidura narcisista del propio cuerpo (Bonaparte, M, ver en Chasseguet

Smirgel, 1977); todas ligan el desarrollo de la feminidad normal con el deseo de hijo,

fortaleciendo las bases para el mito mujer = madre (Fernández, A. M.; 1993)7, tan

cuestionado por autoras psicoanalistas feministas.

Será Karen Horney (1977) quien se interrogará por la maternidad, por la “alegría del

alumbramiento”, reconociendo la desventaja que la misma supone desde el punto de

vista de la lucha social. “En la maternidad se expresa intelectualmente una tendencia

masculina inconsciente a despreciarla”; y continúa más adelante en su análisis “es

cierto que las mujeres desean simplemente el pene; a fin de cuentas, la maternidad no

es más que una carga que hace más dura la lucha por la existencia, y para los

hombres es una suerte no ser ellos quienes tengan que llevarla”8. Horney va más allá

incluso, hipotetizando que el aporte que realiza el hombre al desarrollo de la cultura a

partir de su creatividad (señalado anteriormente por Freud) pueda tener que ver con

una suerte de compensación por el “pequeño rol” que juega en la concepción de la

vida. “El psicoanálisis ha explicado y resaltado los sentimientos de profunda

gratificación que las mujeres experimentan en el ejercicio de la maternidad e inclusive

los considera como formando parte de la constitución de su propia subjetividad”

(Martínez, E. 1992, 197).

Si bien en la actualidad encontramos otras formulaciones deseantes que inciden en los

procesos de subjetivación femenina, que escapan a la maternidad como único logro

posible para generar una ilusoria completud, el mito mujer = madre opera de manera

muy eficaz, y sortear sus efectos sin culpa resulta difícil para la mayor parte de las

mujeres9.

7 Para un desarrollo mas profundo del mito mujer = madre, ver La Mujer de la ilusión de Ana María Fernández.8 Horney, Karen. La huida de la feminidad. En Psicología femenina. Alianza Editorial, Madrid.9 Si bien no me extenderé en este punto, es importante abrir la interrogante sobre cuál es la representación de mujer a la que se alude? Es decir, de qué mujer estamos hablando, articulándolo con el planteo de Judith Butler, para

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De esta forma, el psicoanálisis intentando generar evidencias en torno al desarrollo

afectivo sexual de la niña y la sexualidad femenina, postuló enunciados que

prescribieron la normativización de la subjetividad de las mujeres, constituyéndose en

un mecanismo mas de reproducción de las normas sexuales (Rubin, G., 1986)

Será el análisis que permitirán los Estudios de la Mujer y posteriormente los de Género,

lo que posibilitará una elucidación crítica a la interna del conjunto de la teoría

psicoanalítica10.

Los Estudios de Género y la maternidad.

Desde los diferentes estudios que académicas feministas han desarrollado, podemos

apreciar que de acuerdo al posicionamiento que adopten desde el cuerpo teórico –

político del feminismo, se atribuirán diferentes sentidos a la maternidad.

Nancy Chodorow es una socióloga y psicoanalista norteamericana, que se ubica en la

línea del feminismo de la igualdad; desarrolló su tesis de doctorado a partir de

cuestionar la reproducción de la maternidad como eje fundamental de la organización

social de los géneros y subordinación de las mujeres en el orden patriarcal. La autora

plantea que “la reproducción del ejercicio de la maternidad empieza desde la más

temprana relación madre-bebé en el primer periodo de desarrollo infantil” (Chodorow,

1984, 93). En esta relación primaria ocurrirán tres cosas: se fundará la actitud

psicológica básica para lo parental; se generará la “memoria de una intimidad única”

que se busca repetir en la vida adulta (y en el tema que nos convoca, adelantar en la

quien el concepto de mujer es “normativo y excluyente, en tanto representa un grupo de valores o disposiciones y no otros”, como ser por ejemplo, la maternidad, la pasividad y el masoquismo, características propias de la “feminidad normal” propuestas por Heléne Deutsch ; de esta forma, la noción de mujer se vuelve un concepto reificado y recursivo y digno de ser problematizado. 10 En este punto me permito disentir con el planteo de Silvia Tubert en la introducción a la edición española del libro de Jane Flax, Psicoanálisis y feminismo. Pensamientos fragmentarios, donde plantea que “el psicoanalisis describe sin formular normas ni preceptos”. Por el contrario, pienso que sus teorizaciones han permitido normativizar y prescribir el desarrollo de varones y mujeres, siendo la postura masculina aquella desde la cual se genera la norma, y subordinando e inferiorizando la diferencia encarnada en lo femenino

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adolescencia); y en tercer lugar, se “provee el fundamento de la expectativa de que las

mujeres sean madres”

Interrogándose por qué serán las mujeres quienes maternan, propone respuestas

basadas en el desarrollo diferencial durante la fase preedípica. Chodorow dirá que “El

desarrollo de la capacidad de ejercicio maternal en las niñas – y no en los niños –

resulta de experiencias diferentes de relaciones objetales y del distinto modo en que

son internalizadas y organizadas. El desarrollo en el periodo infantil y particularmente la

emergencia y resolución del Complejo de Edipo, implica distintas reacciones,

necesidades y experiencias psicológicas que coartan o suprimen las posibilidades

relacionales de lo parental en los niños y las mantienen abiertas y disponibles en las

niñas” (Chodorow, 1984, 140). Por otra parte, Luce Irigaray (1978), representante del

feminismo de la diferencia, propone que al estar la mujer ausente del orden de la

representación simbólica, o siendo su representación como ausencia en el interior de

una lógica falocéntrica, será expatriada de su deseo; en este sentido, la única forma en

que el orden simbólico le posibilita conectarse con el deseo es a través de la

identificación. “Ser la madre para otro y gozar a través de la identificación con el

hombre” (Meler, I. 1992, 160).

Estos planteos ponen en evidencia que la maternidad es una construcción que se

produce entre la intersección de las formaciones inconscientes y el conjunto de

representaciones instituidas en un momento social histórico determinado. Se hace

necesario problematizar la noción de maternidad que se encuentra implícita en

nuestras prácticas y desde la cual partimos, para que la misma no se constituya en un

anudamiento ideológico11 que obture nuestro quehacer e intervención profesional.

11 Propongo este concepto para referirme a las intervenciones que se puedan hacer en el marco de las prácticas profesionales que no se sustentan sobre la evidencia empírica ni sobre marcos conceptuales validados, sino que encuentran su fundamentación en el conjunto de ideas y pre-conceptos que el/la profesional tenga sobre el tema, sostenidos fundamentalmente en base a la experiencia propia y a los registros perceptivos personales que escapan al orden de la conciencia. Estos deben de ser revisados y estar sujetos a la crítica y refutación.

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La maternidad en la adolescencia.

Si nos remitimos a los datos estadísticos de nacimientos, los cuales vienen sufriendo

un descenso en el país y en la región, podríamos pensar que la equivalencia simbólica

Mujer=Madre que ha vertebrado la construcción subjetiva de las mujeres ha venido

dando lugar a otras formas de producciones de subjetividad femenina; al abrirse

opciones de ingreso al mercado laboral para las mujeres, las posibilidades de acceder

a otros emblemas narcisistas habilita a postergar la decisión de ser madres, muchas

veces motivadas por las dificultades que el sistema de producción capitalista impone

para poder conciliar ambos anhelos. La postergación que hacen las mujeres adultas de

sus maternidades ha provocado que la tasa de fecundidad de la sociedad uruguaya (y

de cada país de la región) descienda año a año; lo que provoca que el porcentaje de

embarazos en la adolescencia aumente al ser comparado con los datos totales; no

obstante, es importante tener en cuenta que en Uruguay la cantidad de embarazos en

jóvenes menores de 20 años viene descendiendo desde 1997, aunque en menor

medida que la tasa general de fecundidad12. Estas realidades tan disimiles ponen en

evidencia la capacidad de decidir, planificar y generar acciones para la concreción de

sus objetivos futuros en mujeres de clases media y alta, y lo contrario en aquellas de

sectores carenciados, lo que Ana María Fernández denomina como lógica de la

anticipación y lógica del instante respectivamente13. Mientras para las mujeres adultas

con posibilidades de narcisizar otros logros personales, la maternidad puede llegar a

ser significada como un obstáculo para la concreción de los mismos, para muchas

adolescentes que “se embarazan” la maternidad se encuentra en un lugar de

12 FUENTE: http://www.ine.gub.uy/biblioteca/Variables%20siglo%20xx/parteIItexto1ultimo.pdf13 Fernández, Ana María. Las lógicas sexuales. Amor, política y violencias. Buenos Aires. Editorial Nueva Visión. 2009

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idealización y realización. Al referirse a sus experiencias como madres plantean las

siguientes ideas:

“Ser mamá es hermoso para mi, en mi vida es casi todo.” (Alejandra, 17 años)

“Para mi ser madre es algo increíble, es una experiencia única. No tengo palabras para

expresarme, aparte ser mamá implica responsabilidad, paciencias, ganas y sobre todo

tener alguien que te apoye.” (Anabella, 18 años)

“un hijo es lo mas preciado que te da la vida” (Alexandra, 17 años)

“Para mi ser madre es una maravilla, los hijos son lo mas bello que hay.” (Dahiana, 17

años)14

De esta forma, el significado de maternidad como expresión de la esencia femenina

“hace carne” en estas adolescentes, poniendo en tela de juicio los alentadores

discursos que intentan evidenciar que las relaciones de género modernas se

encuentran en crisis (Badinter, 1994). Por el contrario, los mandatos patriarcales

parecen conservar sus principales bastiones y sus más rancios efectos en los

contextos sociales de mayor vulnerabilidad, manteniendo la clásica división sexual del

trabajo con sus correspondientes roles estereotipados de género15.

No obstante, la temática nos enfrenta a un nuevo desafío para su comprensión y que

tiene que ver con el hecho de que no todas las adolescentes de contextos de

vulnerabilidad social se embarazan o desean ser madres tempranamente en sus vidas.

Si bien en la mayor parte de los estudios e investigaciones que tienen como objetivo la

indagación de los factores que inciden en el embarazo adolescente se pone el acento

en los aspectos socio – ambientales de las/os jóvenes, existirían determinantes

14 Peregalli, A. Sampietro, Y. Maternidades, paternidades y adolescencias. Construirse hombre y mujer en el mundo. Buenos Aires. Editorial noveduc. 201215 De ahí que cuando se habla de si el patriarcado o las relaciones de género están cambiando o no, debemos de trazar las tendencias de la crisis al decir de Robert Connell, ya que sus manifestaciones varían de acuerdo a la clase social de la que se trate.

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psicológicas que precipitan tales acontecimientos, cuyas indagaciones han quedado en

los márgenes.

La relación madre - hija en la adolescencia.

Algunos embarazos que se producen en la adolescencia de estas mujeres, no se

inscriben únicamente en sus vidas, sino que también adquieren un significado en la

historia de la organización familiar y parental a la que pertenecen. No es la historia de

la joven que se embaraza únicamente, sino que es la historia del embarazo y la

procreación en el contexto de una familia. En la historia de estas jóvenes y de las

familias a las que pertenecen, el embarazo en la adolescencia es transgeneracional;

existe un alto porcentaje de adolescentes que son hijas de madres que lo fueron

durante sus propias adolescencias, y que en muchas oportunidades estas madres se

transforman en abuelas, con hijos/as a su vez de las mismas edades que sus nietos, lo

que configura en algunos casos dificultades en la asunción y adjudicación de roles.

Debemos puntuar asimismo, que en algunos casos la presencia de un niño/a en la

vida de estas adolescentes no resulta del deseo de un proyecto extra familiar, sino que

se entrama en el tejido vincular existente en el seno de la propia familia que integra.

La ausencia de los varones es aceptada por estas madres adolescentes, en algunos

casos motivado por dificultades en el vínculo con ellos, y en otras de manera forzadas

por circunstancias exteriores (prisión por ejemplo), pero la dificultad de integrar a los

varones en la asunción de su rol paterno es notoria, más allá de las condiciones

inherentes a una masculinidad hegemónica y tradicional.

Por otra parte, no es extraño ver cómo las hermanas mayores de estas adolescentes

también han comenzado a ejercer su maternidad durante sus adolescencias, este

fenómeno nos obliga a elucidar los procesos de subjetivación que se producen en

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estos contextos familiares. Esta característica evidente hace necesario que se ponga el

acento en las características del vínculo madre – hija y las particularidades del mismo

durante la adolescencia, de la misma forma que nos lleva a interrogarnos acerca de

cuál es el grado de incidencia que puede llegar a tener este aspecto. ¿Qué procesos

de introyección, identificación se generan en los primeros estadios de estas mujeres?

Podríamos plantear, siguiendo a Nancy Chodorow, que el deseo de embarazo que se

precipita en la adolescencia, se gesta en los primeros años de vida de estas

adolescentes, y su concreción se produce en sus vidas como consecuencia de un

contexto socio – cultural que favorece la identificación con un modelo de maternidad

basado en las características que el sistema patriarcal establece como tradicional para

la feminidad y la masculinidad, constituyendo de esta forma una “precocidad

desventajosa”16. No obstante, debemos tener en cuenta, que este modelo de

maternidad es mediatizado por quien ocupa el rol que ofrece los cuidados primarios, es

decir, por la propia madre. ¿Qué aspectos psicológicos se ponen en juego en el vínculo

madre – hija durante la adolescencia de ésta? ¿Podemos encontrar en este vínculo

alguna determinación que produzca el deseo de maternar en estas adolescentes?

Algunos estudios psicoanalíticos han puesto el acento en explicar esta interrogante.

Peter Blos ha planteado esta etapa del desarrollo como aquella en la que se produce

el “segundo proceso de individuación”; el primero ocurre en la infancia; en esta etapa la

ambivalencia hacia la madre peedípica alcanza su pico mas alto siendo este el punto

culminante para su resolución. Sostiene que “la liberación interna de la madre

preedipica deja a la hija libre para buscar el cumplimiento de su propia elección en su

propio cuerpo y mente”17 adquiriendo un sentido definitivo de su sentimiento de

16 Fernández, Ana María. Las lógicas sexuales. Amor, política y violencias. Buenos Aires. Editorial Nueva Visión. 200917 Blos, Peter. Modificaciones de la teoría psicoanalítica tradicional del desarrollo femenino en la adolescencia. Citado en Burin, Mabel. Estudios sobre la subjetividad femenina. Buenos Aires. Grupo editor latinoamericano. 1987

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identidad a partir de esta liberación. Para Chasseguet Smirgel (1977) todos los niños se

deben liberar de la omnipotencia materna y conseguir una sensación de autonomía. En

este marco, el interrogante que abre Mabel Burin en torno a la noción de liberación que

postula Blos es pertinente, ¿acaso se puede considerar como liberación la entrega a un

estado opresivo materno?; y de ser así, ¿por qué se produce el mismo? Los

embarazos de estas adolescentes están rodeados muchas veces de tragedias,

ausencias, soledades, privaciones afectivas y violencias de distintos órdenes, por lo

que es importante interrogarnos si las decisiones de embarazo en estas adolescentes

pueden significar también una posibilidad liberadora de las situaciones a las que estas

jóvenes se ven enfrentadas.

La vivencia de estas adolescentes en relación a sus propias madres muchas veces son

de un profundo sentido conflictivo, de rivalidades protagonizadas por parte de sus

propias madres, que se transforman en abuelas en sus tempranas terceras décadas.

En algunos relatos el embarazo y posterior hijo/a opera como un antes y después en el

vínculo madre – hija; los sentimientos de ambivalencia que sostienen dicho vínculo se

terminan resolviendo una vez se produce el nacimiento del/la bebé, provocando una

definición de los afectos predominantes en la relación. El vínculo en algunas

oportunidades entre madre e hija se transforma cualitativamente, deviniendo en una

relación de mayor empatía, al sobrevenir el embarazo de la joven18; esta modificación

en el vínculo puede responder a varios motivos, entre ellos a lo que Mabel Burin (1987)

denomina “dobles identificaciones cruzadas”, donde “la niña se identifica con su

madre en el proyecto de quien ella querría ser, a la vez que la madre se identifica con

su hija en el recuerdo de quien ella fue. Este vínculo de ser una en la otra, otorga al

vínculo identificatorio una cualidad de entrecruzamiento en el cual interviene, así

18 Pamela cuenta que “el vínculo con mi madre, teníamos muchas peleas, pero ahora no, no tenemos mas peleas, nos llevamos bien, nos contamos cosas, nos hablamos mucho”. “empezó a cambiar cuando yo estaba embarazada de M.E.”

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mismo, la propia madre de la madre, especialmente de la madre que la madre tuvo

cuando era adolescente. Estas dobles identificaciones tienen como destino “un

enjuiciamiento crítico” para lo cual los deseos hostiles diferenciadores son cruciales.

Durante la adolescencia se produce un proceso de desatribución de los valores de la

madre preedipica, posibilitado por la presencia del juicio crítico, puesto en marcha por

el deseo hostil por parte de la adolescente (Burin, 1987). “El problema se presenta

cuando el desarrollo y la activación del deseo hostil queda obturado, en cuyo caso

queda obturada también la crisis de la adolescencia y su diferenciación de su madre

preedipica.” (Burin, 1987, 112) ¿Podríamos pensar que la obturación de este deseo

hostil en algunas adolescentes, encuentre su desenlace a través de la posibilidad de

quedar embarazada, siendo de esta forma el embarazo un intento de discriminación en

el vínculo? Si tenemos en cuenta que en muchos casos se produce una doble

identificación cruzada entre madre e hija y que estas madres fueron interiorizadas por

sus hijas como madres adolescentes en su conjunto de representaciones, lejos de

producirse una diferenciación, estaríamos frente a un reforzamiento de la identificación

con la madre preedipica; “me pasó lo mismo que a mi madre” “quedé embarazada a la

misma edad”. Para provocar la ruptura del vinculo identificatorio con la madre

preedípica y encontrar nuevos objetos mediadores en el mundo externo, la adolescente

deberá realizar un trabajo psíquico que le permita desatribuir los dones omnipotentes

que son depositados a la primera y que caracterizan la relación madre – hija durante

esta etapa; este proceso le garantizará al mismo tiempo un “lugar psíquico donde

atribuir sus idealizaciones narcisistas” (Burin, 1987, 111) y encontrar así nuevas

fuentes de goce.

Para muchas jóvenes que viven en situaciones de vulnerabilidad social, la carencia de

ideales narcisistas forman parte de la lista de privaciones que deben enfrentar y que a

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la vez conforman sus subjetividades; ¿cómo encontrar entonces nuevas fuentes de

goce, si se renuncia al goce en la maternidad como vivencia placentera privilegiada?

Se abre así la interrogante de que más que pensar en deseo de ser madres,

deberíamos pensar en las posibilidades de goce que encierra la maternidad para estas

adolescentes, que no encuentran otros emblemas narcisísticos que catectizar.

Tomemos en cuenta que muchas de las adolescentes quedan embarazadas cuando ya

han abandonado los procesos de formación educativa, y no a la inversa, como se

maneja en el imaginario social. La identidad que les confiere el hecho de ser madres,

implica inaugurar un nuevo lugar en su aparato psíquico, donde se alojarán nuevas

posibilidades de realización, nuevos deseos y nuevos objetos internos acompañantes.19

En muchos casos, el embarazo en la adolescencia se presenta como una forma de

atribución de idealizaciones narcisistas anteriormente depositadas en sus madres, y

ahora depositadas en sí mismas y en sus hijos/as, encontrando un nuevo objeto

mediador en el mundo externo dado por la representación social de la maternidad.

Emilce Dio Bleichmar (1985) afirma que la niña “deberá reconstruir su sistema

narcisista de ideales de género y reinstalar una feminidad valorizada que oriente tanto

su rol del género como su deseo sexual”. En este sentido, si bien el embarazo implica

una ruptura en su proceso vital esperado, se transforma en una revalorización de la

feminidad y en un encuentro con el ejercicio de un rol de género deseado a la vez que

privilegiado en los contextos culturales en los que circulan.

Atendiendo a este análisis, si optáramos por abordar el tema del embarazo en la

adolescencia desde una perspectiva preventiva y no de acompañamiento de las

adolescentes en sus decisiones de ser madres, la mejor estrategia estaría en ofrecer

otras fuentes de placer, otros modelos identificatorios y otras posibilidades de

19 En una entrevista una joven embarazada de ocho meses planteaba que ante la pregunta de por qué quería quedar embarazada, que lo hizo “para no sentirse sola”.

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realización narcisística, desplazando el mito de la maternidad y la ecuación

mujer=madre como las única alternativa para ello.

El problema no es que las mujeres lleven a cabo el ejercicio maternal, el dilema está

cuando es lo único por lo cual pueden optar-desear, ya que de lo contrario se

enfrentarían a un vacío representacional.

Este proceso descrito encierra una trampa, ya que al mismo tiempo que las propias

condiciones materiales empujan, fomentan y dirigen el deseo de las mujeres a la

maternidad como única posibilidad de realización personal, en contextos sociales

donde lo único que pueden hacer es eso, pone en juego discursos condenatorios para

aquellas mujeres que parecieran experimentar dicho deseo de manera más temprana

en sus vidas y logran concretarlo. El mecanismo es de una gran eficacia, ya que

genera el mito de la maternidad como realización, produce las condiciones para

encauzar el deseo hacia el mismo, y una vez que se concreta, provoca discursos que

terminan desamparando, fragilizando e inferiorizando a los propios sujetos que el

mecanismo ha generado.

Un cierre tentativo...

El embarazo en la adolescencia surge como emergente social de un conjunto de

problemáticas que lo vuelven de una complejidad por momentos inabarcable.

Principalmente debe de ser considerado como un tema que involucra la deconstrucción

de las subjetividades que lo sostiene, ya que el mismo no sólo es producido por las

variables socio – culturales, sino por procesos de subjetivación sobre los que operan

las relaciones objetales de la primera infancia.

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La evidencia histórica nos muestra que como fenómeno social ha existido siempre; lo

que lo vuelve irresoluble; lo que han variado han sido los universos de significados en

los que se inscriben y las derivaciones que han tenido. A fines del siglo XIX y principios

del XX, la derivación que tenía sería la de la alianza marital20; en la actualidad, la

estigmatización y vulneración de los discursos sociales y científicos, y de los enfoques

preventivos. Al tratarse de una situación de carácter irresoluble, donde se demuestran

que muchas adolescentes desean ser madres21, el enfoque preventivo del embarazo en

la adolescencia no hace otra cosa que fragilizar, vulnerar y desamparar al conjunto de

las jóvenes, dentro de las cuales están quienes desean ser madres, quienes a partir de

un “imprevisto” deciden optar por la construcción de un proyecto de vida que integra la

maternidad y quienes lo son por circunstancias donde sus voluntades fueron coartadas

por terceros22. En relación a este último agrupamiento, se estima que de cada 10

mujeres que sufren una agresión sexual, aproximadamente una quedará embarazada.

En Costa Rica se reportó que el 90% de los embarazos en menores de 14 años era por

violación y un estudio en Chile encontró que el riesgo relativo de abuso sexual en

embarazadas menores de 15 años era de 5.9. En Uruguay se carece de datos23.

20 El historiador uruguayo José Pedro Barrán nos habla de la fecundidad en la adolescencia en el siglo XIX, como un acontecimiento habitual (un 36.92% menor de 21 años , un 16.29% menor de 18). “La fecundidad era un valor, los hijos se esperaban y deseaban” . Al mismo tiempo resalta el altísimo porcentaje de alianzas matrimoniales que existían en la época, caracterizadas por la mayor edad del esposo en relación a la mujer. Ver Barran, Hahum. El Uruguay del novecientos. Ediciones de la Banda Oriental. Montevideo. Uruguay. 197921 En el informe realizado por la consultora Equipos Mori para el Ministerio de Salúd Pública del Uruguay, surge que el 37% de los embarazos fueron planificados, siendo los sectores sociales mas carenciados que mayor porcentaje de embarazos planificados presentan.22 Llama la atención por ejemplo, que en los datos presentados en reiteradas oportunidades, aquellas situaciones de embarazo en la adolescencia que son consecuencias de abusos sexuales sostenidos por parte de familiares directos de las jóvenes no sean mencionados. Este síntoma de los datos continúa ubicando a las jóvenes abusadas por sus progenitores en el lugar de abyección definido por Judith Butler y resignificado por Irene Fridman Friedman (2005), es decir, por fuera de los discursos y como trauma potencial; el sujeto no entra en el campo de lo social, y por ende, no entra en los datos estadísticos que buscan reflejar la realidad de dicho campo; no es representado. Y aun en estos casos, se continúa hablando de prevención de embarazo, y no en la prevención del abuso y violación, lo que pondría el acento en el desarrollo de estrategias de intervención con los varones abusadores y por ende, en la deconstrucción de masculinidades hegemónicas.23 FLASOG. Factores relacionados con el embarazo y la maternidad en menores de 15 años. Perú. 2011

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El enfoque preventivo privilegia la educación como herramienta fundamental para

combatir el embarazo en la adolescencia; no obstante, como explicara anteriormente,

al tratarse de un fenómeno imbrincado en complejos procesos subjetivos, no podemos

pensar que las estrategia educativas en sí mismas (ya sean formales, o en valores)

puedan aportar para su posible resolución.

Tal vez debemos interrogarnos sobre esta relación que se establece entre educación y

fecundidad, mas aún cuando el propio sistema social y cultural presenta tantas

dificultades para que las mujeres puedan conciliar sus maternidades con otros

proyectos personales como ser los relacionados al mundo laboral y el educativo, y

quienes pueden hacerlo, tengan que sortear una serie de obstáculos que para los

varones adquieren otro valor u otras formas de resolución.

Son estos los que hacen que para que una mujer pueda acceder a determinados logros

personales deban postergar su maternidad, por lo que no debemos ver solo en la

educación una solución sino que debemos apuntar a generar estrategias de co-

responsabilidad que no lleven a depositar en las mujeres las tareas de cuidado como

una cuestión inmanente e inevitable a su género.

Debemos de reconocer la necesidad de construir perspectivas que permitan alojar lo

diverso que plantea cada caso, para cuestionar el orden social y de género en el que

nuestras prácticas se inscriben; un orden basado en inequidades e injusticias y que

vulnera y desampara a aquel/la que desafía los mandatos de lo que se espera que

cumpla en determinada etapa de sus vidas. Cuestionar el orden y sus efectos, y no a

los/as afectados/as por las decisiones que toman fruto de las condiciones en las que

viven.

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