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Lectio Domingo de Pascua

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Lectio Domingo de Pascua

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DOMINGO DE PASCUA La fiesta de la Vida Nueva

«Vio y creyó»

PADRES EUDISTAS Parroquia Santa Mónica

Cali

Ambientación

Lenta pero muy decididamente durante el tiempo de cuaresma fuimos marcando con

Jesús el camino de la cruz hasta llegar hoy, con Él, a celebrar la fiesta de la vida. Nada

más bello dejar que el texto de Juan, que nos presenta la liturgia de hoy, nos penetre y produzca en nosotros ese cambio, ese paso de la muerte a la vida que tanto necesitamos.

Hoy es Domingo de Pascua. Es el Domingo de los domingos: cada misa dominical

es un memorial de la resurrección, centro de nuestra fe y esperanza. La Pascua es también el punto de partida de la Iglesia.

Hoy es el «tercer día» del Triduo Pascual y a la vez el primero de la Cincuentena. Hoy es

el domingo más importante del año, del que reciben sentido todos los demás. Para bastantes fieles este es el día en que comienzan a celebrar la Buena Noticia de la Resurrección del Señor, porque no han acudido a la Vigilia Pascual. Vale la pena que la celebración de hoy sea particularmente festiva y expresiva.

El Cirio Pascual, encendido por primera vez la noche anterior, va a acompañarnos a lo

largo de siete semanas, y todos tendrían que captar su sencillo y simpático mensaje de

alegría y estímulo. La «octava» de Pascua, los ocho días que abarcan el domingo 1º y 2º y

los días intermedios, se viven en la comunidad cristiana como un solo día.

En el prefacio de todos estos días se dirá cada vez «en este día en que Cristo,

nuestra Pascua...». Y cada día recibiremos la bendición solemne al final de la celebración,

como si cada uno fuera realmente «solemnidad» en la clasificación de los días litúrgicos. Esta semana no admite ninguna otra festividad de Santos. Si coinciden, se recuperarán en

la semana siguiente.

1. Preparémonos: INVOQUEMOS AL ESPÍRITU SANTO

Espíritu de Vida, te invocamos sinceramente: ven en ayuda de nuestra debilidad.

Ven, Espíritu de Dios, y habita en nuestra flaqueza para que tu fuerza sea patente en nuestra existencia. Ven, presencia renovadora para que podamos nosotros, en nuestra fragilidad, recibir la Palabra de la Vida.

Ven a nosotros, injustos y pecadores, para que, por tu poder creador, se encarne en nosotros la Buena Noticia.

Ven a nosotros, Espíritu de la Verdad, toma posesión de nuestro corazón y de nuestra mente, acomódate en nuestro hogar, conduce nuestra vida cotidiana según los designios de Dios Padre.

Ven a nosotros, ven a tu Iglesia y hazla gustar de tu gozo embriagador, en la aceptación diaria y confiada de la única Palabra que salva. Amén.

2. Leamos: ¿QUÉ DICE el texto?

Hech. 1, 34a. 37-43: «Nosotros hemos comido y bebido con Él después de

su resurrección».

La resurrección del Señor es el acontecimiento salvador que da sentido peculiar, de esperanza y de vida, a nuestro peregrinar de cada día. El apóstol Pedro proclama en la casa de un «pagano» y fuera de ella, la obra liberadora de Cristo-Jesús.

Quienes vieron, con decepción y desilusión, morir a Jesús en la cruz son ahora los

testigos de su resurrección. Ese acontecimiento, los convierte en portadores de una misión de

esperanza y salvación para todos los hombres. Anuncian que Jesús es «juez de vivos y muertos» porque murió y resucitó para salvarnos a todos.

El anuncio de salvación que hace el apóstol Pedro en esta primera lectura de hoy, es el

anuncio que la Iglesia y todos nosotros hemos de ofrecer al mundo actual. Juan XXIII decía:

«¡Cristo ha resucitado!, ¡aleluya! Este saludo nos presenta un radiante

programa. No muerte, sino vida. No divisiones, sino paz. No egoísmo, sino

caridad. No mentira, sino verdad. No lo que deprime, sino lo que es luz,

pureza y respeto mutuo».

Sal. 118(117): «Éste es el día en que actuó el Señor»

Este salmo tiene esta estructura:

1. Invitación a la alabanza: vv. 1-4 2. Actitud del orante y socorro divino: vv. 5-14 3. Alegría entre los justos: vv. 15-18 4. Acción de gracias en el Templo: vv. 19-27 5. Recapitulación final: vv. 28-29

Con este salmo se cierra el «Hallel pascual» (alabanza de Pascua) de la Liturgia

judía. Al principio fue un canto individual y luego se convirtió en una liturgia nacional de acción de gracias.

El salmo presenta un imponente cortejo de fieles que acude al Templo para alabar a

Dios poer haber librado el Pueblo de una pru8eba nacional. La muchedumbre, acogida por los levitas en una parte exterior del Templo, es invitada por ellos a alabra a Dios por su amor salvador..

El jefe nacional celebra la intervención divina. Ya dentro del atrio sagrado, la

muchedumbre suplica a Dios que le asegure siempre la salvación. Un sacerdote, en forma de bendición ritual, les garantiza la asistencia de Dios y organiza la oblación del sacrificio. Los fieles se dispersan dando gracias a Dios.

Col. 3, 1-4: «Si han resucitado con Cristo, busquen los bienes del cielo donde está Cristo».

San Pedro nos decía que creer en Jesús es alcanzar el perdón de los pecados.

San Pablo nos dice que creer en Cristo es empezar a vivir una vida nueva. El apóstol, en el mensaje a los Colosenses, no se conforma en anunciar la «resurrección

de Cristo», sino que nos anuncia nuestra vida nueva al haber muerto y resucitado con

Cristo por medio del Bautismo. El cristiano, por tanto, no solamente ha de creer en la resurrección del Señor, sino que

ha de vivir la fuerza de esa resurrección en su propia vida. Pero esta vida supone un

nuevo comportamiento en el mundo: dejado lo viejo y de abajo (egoísmo, injusticia,

etc.), vivir lo nuevo y de arriba (lo verdadero, justo, generoso, etc.).

Jn. 20, 1-10: «El había de resucitar de entre los muertos».

EVANGELIO DE JESUCRISTO SEGÚN SAN JUAN

R/. Gloria a Tí, Señor .

1El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro

muy temprano, cuando todavía estaba oscuro; y vio quitada la piedra que tapaba la entrada.

2Entonces se fue corriendo a donde estaban

Simón Pedro y el otro discípulo, aquel a quien Jesús quería mucho, y les dijo:

— ¡Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde lo han puesto!

3Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro.

4Los dos

iban corriendo juntos; pero el otro corrió más que Pedro y llegó primero al sepulcro.

5Se agachó a mirar, y vio allí las vendas, pero no

entró. 6

Detrás de él llegó Simón Pedro, y entró en el sepulcro. Él también vio allí las vendas;

7y además vio que la tela que había servido

para envolver la cabeza de Jesús no estaba junto a las vendas, sino enrollada y puesta aparte.

8Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado

primero al sepulcro, y vio lo que había pasado, y creyó. 9

Pues todavía no habían entendido lo que dice la Escritura, que él tenía que resucitar. 10

Luego, aquellos discípulos regresaron a su casa. Palabra del señor. R/. Gloria a Tí, Señor Jesús.

Re-leamos el texto para interiorizarlo

Leer bien es escuchar en profundidad. Volvamos a leer este texto y fijémonos

bien y detengámonos en cada detalle que nos permitirá profundizar en el mensaje del

evangelista Juan. Ubiquemos este pasaje un poco en su contexto:

El capítulo 20 (del evangelio de San Juan es una revelación de Jesús Resucitado. Con

ello el evangelista completa las sucesivas revelaciones de Jesús que ha ido exponiendo a lo largo de su obra. En este capítulo ha seleccionado también un material concreto entre las abundantes tradiciones que presentaban el hecho y el mensaje de la Resurrección.

Tres días antes el cuerpo de Jesús había sido sepultado (Jn. 19,42) Las cosas se hicieron apresuradamente antes de que empezara el sábado (que para el pueblo judío empezaba la tarde del día anterior) en el cual no estaba permitido realizar ningún trabajo incluido el de enterrar a los muertos. Todo había quedado allí, como suspendido y faltaban cosas por hacer.

Juan ha elaborado este capítulo en función de su propia intención teológica: él quiere

despejar el camino para que los creyentes nos incorporemos de algún modo a la gloria del Resucitado. Así como Jesús quedaría incompleto como Salvador sin este hecho fundamental con el que remató su vida y su obra, así también el cristiano quedaría manco si no participase de algún modo y ya en este mundo de la vida gloriosa de Jesús.

Para ello presenta a los personajes en su proceso hacia el descubrimiento de la vida

gloriosa del Maestro y su incorporación a su dinámica.

Re-leer el texto

Primera escena: vv. 1-2

La figura que salta a la vista es la de María Magdalena. Para ella aquella espera

debió estar cargada de incertidumbre y mucho dolor, a la medida de su amor. Y es ese mismo amor el que no le deja esperar siquiera que amanezca y sale a buscar. Toda la vida de María había sido una búsqueda constante de su Señor y ahora lo seguía buscando.

Ella sabía a dónde ir y seguramente su corazón encerraba la certeza de un encuentro y

esto mismo la lleva a salir de casa. El texto deja entrever que buscaba a Jesús muerto. Ella pretendía terminar de embalsamar su cuerpo, último homenaje hecho a un difunto para después regresar a casa.

Cuando María llega al sepulcro, se encuentra con algo inesperado, la gran loza que

tapaba la entrada del sepulcro estaba corrida. Lo que María Magdalena ve es la señal de lo inconcebible. Esta piedra al ser quitada, le quita al hombre la única certeza. Envuelta en su dolor, no alcanzó a ver más allá. Ni siquiera se le ocurrió entrar. Se imagina lo peor. Se han llevado al Señor. Su reacción inmediata es salir corriendo a contar esto a alguien. Y se dirigió a donde están dos de los apóstoles.

Detengámonos unos momentos en tres verbos que nos ayudan a penetrar un poco más

en el camino que empieza a hacer la Magdalena: «fue», «vio», «corrió». Fue: Todo encuentro nos pide salir de nosotros mismos y este camino lo empieza

María: Sale de su casa, de la amarga experiencia de su soledad: piensa que el poder embalsamar el cuerpo de Jesús mitigue un poco su dolor. Nunca es bueno quedarnos encerrados rumiando el propio dolor. Es bueno salir.

Vio: María Magdalena vio pero no supo ir más allá de los signos. Es necesario darle

espacio a la evidencia aunque no siempre se comprenda. Parece algo paradójico pero a veces, cuando la luz ilumina mucho ésta misma enceguece.

Corrió: Tenesmos necesidad de compartir y a veces hace bien compartir también las

incertidumbres, las soledades. Gracias a su solicitud, a su típica intuición femenina y a su amor a Jesús, ella se convirtió en el primer mensajero de la resurrección.

María Magdalena creía que todo había terminado al dejar a Jesús en el sepulcro; pero al

mismo tiempo intuía que era un absurdo para Jesús y un desastre para sí misma. De ahí que su amor al Maestro no consentía aceptar los hechos y luchaba contra lo imposible: ella sola quería mover la piedra. ¿Qué pensaba hacer después si lo conseguía? ¿Y por qué se asusta

cuando otro le ofrece el trabajo hecho? ¡No busquemos lógica en el amor! La sorpresa fue enorme: el sepulcro estaba abierto y vacío. María Magdalena, que había

sido fiel en los duros momentos por los que el Señor había pasado, quiere acompañarlo

también ahora. Pero allí no está el Señor y «no sabe dónde lo han puesto». Es de

suponer que, con la muerte del Señor, habría sufrido una gran desilusión y no solamente una enorme pena. Ella también creía que con Jesús había llegado «la salvación» anunciada por los profetas; la liberación de los oprimidos y la instauración de la justicia en el mundo.

Entre la muerte y la resurrección de Jesús pasó un tiempo lleno de misterios. De la

misma manera ha de pasar un espacio espiritual o un proceso humano y sobrenatural, hasta que María haya recibido todos los elementos que la conduzcan del Jesús terreno al Jesús glorioso y resucitado.

Segunda escena: vv. 3-10 Ahora las figuras son Pedro y el discípulo a quien Jesús más amaba.

Ellos no se detienen a preguntarle a María cómo sucedió todo esto, salen corriendo de inmediato hacia el sepulcro.

Los discípulos piensan que aquel anuncio de María Magdalena era «cosas de mujeres».

Un delirio. Sin embargo, la esperanza que en ellos no ha muerto del todo, les hace salir corriendo a verificar lo que les dicen.

Al llegar al sepulcro vacío, «creyeron»; entendieron lo que las Escrituras y Jesús les

había anunciado. Desde entonces, aquel día dejará de ser "el día del sol" para ser el día del

Señor. Se evidencia cinco momentos que van pasando los dos discípulos: a) Un camino que inician juntos: «Corrían los dos juntos». Era una profunda experiencia que los discípulos habían vivido después de la sepultura

de Jesús y esto había estrechado más los vínculos entre ellos. Ahora se inicia el camino de una nueva búsqueda y los dos lo inician juntos.

b) El ímpetu del amor: «El otro discípulo corrió por delante, más rápido» Juan no aguanta: Su corazón lleva un ritmo más acelerado que el de Pedro. El

verdadero amor siempre quiere llegar primero. Lo que Juan desea es el encuentro, verlo nuevamente, estar con Él.

c) Signos de vida: «Ve las vendas en el suelo y el sudario que cubrió su cabeza».

Lo que antes para ellos había sido elementos de muerte, ahora se transforman en

signos, señales de vida. Él, Jesús, había estado allí, ahora no estaba. En ningún momento pensaron en ir a buscarlo. Lo empezaron a sentir vivo y eso bastaba.

d) El salto a la fe: «Vio y creyó». Dos palabras que nos dan la certeza de la resurrección y nos están indicando el paso

casi inmediato de un ver con los ojos físicos a un ver con los ojos de la fe. No fue necesario nada más. Juan tuvo la experiencia de Jesús resucitado, vio y creyó, sólo dos palabras suficientes para que de allí en adelante todos podamos vivir plenamente de la resurrección de

Jesús. No es suficiente ver hay que dar el salto a la fe. e) De regreso juntos: «Los discípulos entonces volvieron a casa».

Ahora, los dos apóstoles con su certeza recorren el camino a casa, llevan el anuncio de

la resurrección a lo ordinario de sus vidas. De una forma sencilla y sin grandes manifestaciones se cierra el texto. Simplemente los discípulos vuelven a casa, pero vuelven distintos: Vuelven con las marcas del resucitado en sus rostros y desde ese momento sus vidas adquieren nuevas dimensiones.

3. Meditemos: ¿QUÉ NOS DICE la Palabra? Juan consciente de que él es el último entre los que han visto a Jesús, declara la

importancia de «creer sin ver». Todo evento, único e irrepetible, es visto sólamente por el que es cercano en el tiempo y en el espacio. Sin embargo, la palabra del que lo testimonia lo hace presente también al que escucha.

El tema de Juan 20 es la relación entre «ver y creer», se ve un hecho y se cree en lo

que significa: El hombre es el que sabe leer la realidad: todo evento es una señal que es significativa sólo para el que lo entiende. La fe no es ciega: es la inteligencia que capta el significado de los hechos y se da cuenta del por qué son así y no de otro modo. Creer no es credulidad, sino lectura más razonable de la realidad.

Es importante este pasaje de la fe del discípulo que «vio y creyó» (vv. 1-10). Al

comenzar su evangelio Juan presentó otros dos verbos muy importantes: «vengan y lo verán» (Jn. 1, 39. 46). Eran la expresión de cómo se inicia la fe. De la fe ha tratado en casi

todos los capítulos y ahora al final presenta la última etapa de la fe en Jesús Resucitado como una visión: «vio y creyó».

El recuerdo de las Escrituras…

María Magdalena con su grito sorprendente y miedoso fue la circunstancia que sacó del cenáculo a los dos discípulos. Corrieron ambos y al llegar al sepulcro comprobó Pedro que estaba vacío y en orden. Examinó las vendas y el sudario y abrió su espíritu para percibir el mensaje que en ellas estaba escrito. A su lado, en silencio, el otro discípulo seguía con su mente y su corazón el mismo proceso.

A primera vista era misterioso al menos en parte. Pero el recuerdo de la Escritura según la cual debía resucitar, les iluminó todo, las vendas, el sepulcro vacío y el sentido de la

persona de Jesús y de la propia vida. «Vio y creyó... los discípulos, entonces, se volvieron a su casa». Son los mismos pasos que nos toca andar a todos de nuestra casa

al sepulcro y de la luz pascual que allí brilla otra vez al mundo. Los apóstoles comienzan a creer en la Resurrección, pasando por la idea del robo del

cuerpo y la confrontación de las Escrituras. Más que verificar un suceso, se trata de creer y testimoniar esa fe: en Jesucristo todo hombre es llamado a participar en la filiación divina.

La resurrección de Jesús nos descubre, antes que nada, que Dios es alguien que pone vida donde los hombres ponemos muerte. Alguien que genera vida donde los hombres la destruimos

4. Oremos: ¿QUÉ LE DECIMOS NOSOTROS a DIOS?

Cristo resucitado,

nos atrevemos a ponernos en tu presencia

para que nos llenes de Ti

y del gozo de tu triunfo sobre el mal y la muerte.

Creemos firmemente en tu presencia renovadora,

pero aumenta nuestra pobre fe. Confiamos en que eres Tú

quien nos guiará en esta meditación y en toda nuestra vida

para vivir como hombres y mujeres nuevos(as).

Enciéndenos con el fuego de tu amor,

para que nos entreguemos a Ti sin reservas

y quemes con tu Espíritu Santo nuestra debilidad y cobardía

para que, como profetas, te demos a conocer a nuestros hermanos.

Enséñanos, Cristo resucitado, a descubrirte,

para ser instrumentos de tu amor,

a buscar las cosas de arriba y a gozar de tu presencia a lo largo del día.

Transfórmanos, como a los primeros discípulos,

en unos apóstoles convencidos de tu resurrección,

capaces de darlo todo «por Ti y por el Evangelio».

Amén. 5. CONTEMPLEMOS la Palabra y COMPROMETÁMONOS: ¿Qué NOS

PIDE HACER la Palabra

Estamos llamados a la VIDA, a una vida en propiedad, personalizada. - Hay demasiadas fiestas... y a veces carecen de sentido, nos dejan vacíos. En Pascua,

estamos no ante un día de fiesta, sino ante la FIESTA. Hay que entrar en la fiesta, vivirla, no tanto pensarla.

- El cristianismo tiene una esencia festiva, es primero vida y después reflexión. Pero

también tiene una esencia responsable: conocer, amar, gozar, sentir, trabajar, luchar,

decidir, agruparse, cooperar, compartir. - Pero vivimos... como muertos. No obstante se anuncia la Vida y la Resurrección ante la

muerte. Volver a vivir, pero de verdad, haciéndonos cargo de nuestra vida, ser dueños de ella, haciendo de la VIDA

- Cristo resucitado hace de nuestra vida una fiesta continua. Desde las primeras

palabras de la Biblia, hasta la resurrección del Crucificado, un grito corre por palabras y por

hechos: ¡el hombre vivirá!

- Dios es el Dios de la vida y de los vivos. La resurrección, posterior y superior al grito de

la muerte, es la última palabra de Dios para la historia humana.

Lucharon vida y muerte

en singular batalla

y, muerto el que es Vida,

triunfante se levanta.

Rey vencedor, apiádate

de la miseria humana

y da a tus fieles parte

en tu victoria santa.

Amén. Aleluya.

Hoy siguen luchando vida y muerte, fe e increencia, esperanza y

desesperación, amor y odio, violencia y perdón. La «pasión por la vida» del que

cree en la resurrección, debe impulsarnos a hacernos presentes allí donde «se produce muerte», para luchar con todas nuestras fuerzas frente a cualquier ataque a la vida.

Esta actitud de defensa de la vida nace de la fe en un Dios resucitador y «amigo de la

vida».

Relación con la Eucaristía - No se pasa de lo viejo a lo nuevo sin estar unido con Cristo. El Bautismo en la Muerte

y Vida del Señor nos obliga a esta unión profunda que realiza nuestra propia transformación. La gestión ritual no produce sus frutos sino a condición de que repercuta en la vida.

- Sólo una Eucaristía celebrada dentro del acto eclesial evangelizador cobrará su

NOVEDAD, no por lo accesorio, sino por la interpelación que la Palabra nos hace y por la interpretación de los signos que ocurren en la vida. De ahí brotará la novedad que testimoniaremos en el mundo.

- Nos comprometemos a: Hacer del amor a Jesús el móvil de nuestro obrar. Saber leer en los signos de muerte la vida que surge. Compartir más nuestra fe

Para reflexionar y decidirnos: 1. ¿En qué se diferencia la actitud de María Magdalena de la de los discípulos en los

textos que nos trae la liturgia de hoy? 2. ¿Hemos tenido la experiencia de compartir nuestra fe en Jesús resucitado? 3. ¿Qué signos de muerte estamos llamados a similar para buscar en ellos la semilla de

vida? 4. ¿Cómo haremos para que en nosotros se dé el salto a la fe? 5. ¿Existen algunos signos que nos puedan identificar como personas resucitadas, por

ejemplo: la alegría, el compartir, el perdón? 6. ¿Nuestras fiestas tienen alegría de vida? 7. ¿En medio de los acontecimientos, procuramos una vida nueva y distinta?.

PADRES EUDISTAS Parroquia Santa Mónica

Cali