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LA PRODUCCIÓN ARROCERA EN EL ECUADOR 1900 -1950 ROQUE ESPINOSA UNIVERSIDAD ANDINA SIMÓN BOLÍVAR 2000 (falta presentación)

LA PRODUCCIÓN ARROCERA EN EL ECUADOR 1900 ... produccion arrocera...La concentración del interés en el sector externo de la economía significó, además, considerar que el mercado

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LA PRODUCCIÓN ARROCERA EN EL ECUADOR 1900 -1950

ROQUE ESPINOSA

UNIVERSIDAD ANDINA SIMÓN BOLÍVAR 2000

(falta presentación)

INTRODUCCIÓN

1.

Siguiendo la tradición de los estudios latinoamericanos, durante los años sesenta y setenta del siglo XX, los estudios históricos de carácter económico que se hicieron en el Ecuador, tomaron como referente y elemento explicativo al mercado externo. Esto les permitió a los investigadores contar con un “hilo conductor” de los procesos económicos (y también de los sociales y políticos) de nuestro país, no solamente durante el presente siglo, sino durante la República y la Colonia. Del mismo mo, permitió disponer de un factor causal para comprender y explicar la “lógica” del desarrollo de nuestra sociedad en las distintas épocas y períodos históricos. La relevancia del mercado externo tuvo varias implicaciones de orden teórico y metodológico1. Se tornó en un factor explicativo “"central” del desarrollo y del crecimiento: con una “centralidad” cercana a la filosofía de la “esencia”, desde y a partir de la cual se debía conocer la realidad y, sin la cual no era posible desentrañar la naturaleza de los fenómenos económicos, sociales y políticos. Esta centralidad hizo que el mercado mundial se convirtiera en determinante para comprender la evolución de la “formación social ecuatoriana”, razón por la cual el interés de los investigadores se dirigió a averiguar la manera (la “forma”) cómo, en distintos momentos de la historia, se produjo la vinculación de nuestro país a este último. Al enfatizar la importancia del mercado externo se consideró, aún sin proponérselo, que el “sector externo” debía ser considerado el más importante de la economía. Ello porque – de acuerdo con la literatura vigente en esos años - el “sector interno y el mercado interno” se consideraban restringidos ya que, en el caso del Ecuador, se trataba de un país pequeño, poco poblado, con una población indígena mayoritaria ubicada en el altiplano y escasamente integrada a la economía nacional. Como es natural, este hecho dio origen a que las investigaciones históricas de esos años se concentraran preferentemente en el sector exportador, cuya importancia ya había sido señalada, tiempo atrás, por investigaciones realizadas antes de los cincuenta y que, a partir de esta época, fueron reubicados en un nuevo referente teórico2. La importancia. Adjudicada al “sector externo” determinó, a su vez, que la producción ligada al sector interno gozara - por decirlo de alguna manera - de un estatuto de “menor relevancia”. Esta situación influyó para que fuera considerado como “secundario”, es decir, trajo aparejado un reforzamiento del limitado interés por los “sectores internos”, así como por los circuitos mercantiles locales y regionales.

1 Las ideas que sirven de soporte a estas afirmaciones fueron ampliamente criticadas en Espinosa Roque, “El Proceso de Industrialización en América Latina, Un Acercamiento Crítico”, Quito, 1978, que, en estricto sentido, era el Tomo I de “El Desarrollo de la Industria Capitalista en el Ecuador” , 1900 –1950, Lima, 1976. 2 Andrade Marín, había señalado, efectivamente, que el Ecuador había sido, a su turno, minero, obrajero y cacaotero. Posteriormente, las investigaciones destacaron la relevancia del cacao, banano y petróleo en la economía nacional. (Andrade Marín, Ecuador Minero, Ecuador Obrajero, Ecuador Cacaotero, Rojas, Angel F, La Novela Ecuatoriana, Benítez Vinueza, L., Ecuador Drama y Paradoja, Cueva, A., El Proceso de Dominación Política, Velasco F., Ecuador: Subdesarrollo y Dependencia).

No por otra razón, en el Ecuador ha existido tradicionalmente un escaso interés hacia su investigación. ¿Para qué, en realidad, detenerse a analizar sectores que no han sido “ejes” de la economía y de la sociedad nacional? ; ¿para qué investigar sectores “no esenciales?". A menos que quien centre su atención en ellos corra el riesgo de pasar por un iluso que trata de “descubrir dragones donde solamente hay pulgas”, resulta claro que estudios de esta naturaleza debían pasar a segundo plano. Y, por lo mismo, podían ser escondidas en el sótano de las cosas poco interesantes a las que se puede referir a través de la frase general, el lugar común, la ambigüedad de las generalizaciones que manifiestan los estudios económicos. 2. La concentración del interés en el sector externo de la economía significó, además, considerar que el mercado mundial era sino no el único, sí el más importante “estímulo para el desarrollo”. En otras palabras, esto significó considerar que los sectores productivos ligados al mercado interno no eran lo suficientemente “dinámicos”3 para desencadenar procesos sostenidos de desarrollo. Esta definición del papel dinamizador del sector externo y del mercado mundial generó varias consecuencias. Introdujo en nuestro país, como en el resto de América Latina, la creencia de que cuando la economía estuvo integrado al mercado mundial asistió a marcados procesos de desarrollo nacional y regional y, cuando esto no sucedió, el país entró en procesos de recesión y de crisis. Es decir, creó una definición de los procesos históricos marcados por el auge y la crisis juzgados a través del referente general “desarrollo - no desarrollo”. Esto último implicó suponer como válido un modelo explicativo de auges y crisis del sector exportador que se sucedían en el tiempo los cuales, al ser mutuamente excluyentes, imposibilitaron analizar las continuidades y discontinuidades de los procesos históricos. Esta idea, como es obvio, generó “fracturas” irresolubles en el estudio de la economía ecuatoriana. Al analizar la crisis que siguió al auge de las exportaciones del cacao, por ejemplo, se consideró que la economía nacional entró en una etapa de crisis que solamente se resolvió cuando el país logró una nueva inserción en la economía mundial, a través del auge bananero4. El modelo basado en las oscilaciones del mercado externo fue, en este sentido, suficiente para explicar la crisis (tanto económica como social y política5) así como su resolución histórica.

3 Prebisch, R, “Hacia una Dinámica para el Desarrollo”, Furtado, C., Desarrollo y Subdesarrollo. 4 Ejemplos modernos de esta concepción se pueden encontrar en Larrea, C., “El Banano en el Ecuador”, FLACSO – Corporación Editora Nacional, 1987. 5 En estricto sentido esta caracterización está presente no solamente en los análisis de Cueva o Velasco sobre la “formación social ecuatoriana”, sino en los estudios de Quintero en su caracterización del “pacto oligárquico” en el Ecuador. (Al respecto, véase Quintero, R., “Las restricciones del régimen electoral a la participación política de los sectores populares: El caso del Ecuador (1930 –1978), Revista del I.D.I.S., Nº 5, 1978. Así mismo, “El Mito del populismo en el Ecuador: análisis de los fundamentos del Estado Ecuatoriano, Quito, FLACSO Editores, 1980. Incluso, en trabajos más recientes, v.g., “Región y representación política en el Ecuador Contemporáneo (1939 –1959) y “Región y Representación Política” (este último en colaboración con Silva, E.) ambos recogidos en “La Cuestión Regional y el poder “, CERLAC –FLACSO, Corporación Editora Nacional, 1991)

Si se analiza detenidamente este modelo se puede comprobar, en todo caso, que el período marcado por la “crisis cacaotera” quedó, a pesar de los esfuerzos de distintos investigadores, inexplicado. Gracias al modelo se pudo conocer efectivamente cómo se desencadenó una crisis del sector externo y cómo ésta se pudo resolverse en otro momento porque, sin duda, nuestra economía como las del resto del continente es dependiente del mercado mundial y del sector exportador. No obstante, este factor no fue suficiente para explicar el desarrollo económico durante este lapso de tiempo, a menos que se parta de la idea preconcebida de que se trata de un período de crisis permanente que duró entre 20 y 30 años, en el cual los procesos económicos, sociales y políticos internos, poco o en nada pudieron contribuir a resolverlo. La crisis en esta última perspectiva solamente pudo resolverse únicamente, en realidad, mediante un nuevo auge del sector exportador, es decir, debido a causas de orden externo y, mientras esto no sucedió, se mantuvo indefinidamente. Los procesos económicos internos, así como los sociales y políticos, no fueron, al parecer, suficientes para resolver la crisis. Esto significó que durante las fases en las que el “sector externo” fue dominante y las fases que no lo fueron, no se produjeron continuidades históricas sino fracturas. No por otra razón, un período tan largo como el que va entre 1920 y 1950, se ha mantenido (puesto que se trataba, además, de procesos considerados de “orden secundario”) en la oscuridad o, cuando menos, en la penumbra6. 3. Hay que tomar en cuenta que esta fractura fue más acentuada de lo que se reconocía porque generalmente se consideró que en las fases de auge del sector exportador, el sector interno quedó funcionalmente ligada al sector externo: en los períodos de crecimiento de las exportaciones este sector, efectivamente, dinamizó la producción ligada al mercado interno y en épocas de crisis dicho efecto se contuvo. Esta circunstancia popularizó el supuesto de que durante la fase de crecimiento de las exportaciones la producción ligada al mercado interno se convirtió en subsidiaria al sector externo, sea como proveedora de mano de obra, de bienes salario, o de insumos. No obstante, cuando se produjo una crisis la producción ligada al mercado interno se retrajo hacia “actividades tradicionales o de subsistencia”, tal como sucedió en el caso de la economía de la sierra dominada por la “hacienda precapitalista”7 o en el caso de las “economías campesinas”8. Esto último, naturalmente, acentuó la idea de que la producción dedicada al mercado interno fue poco dinámica y de efectos multiplicadores limitados como para desencadenar procesos de industrialización sostenidos, tal como había sucedido en otros países. Aparte del reconocimiento de un estatuto secundario y de escasa dinamización sobre el conjunto de la economía, esta interpretación del desarrollo incorporó, pues, la idea de funcionalidad y subsidiaridad del mercado interno respecto del sector exportador en tiempos de auge y no en tiempos de crisis, durante los cuales el sector interno y el sector 6 “Las décadas de los treinta y los cuarenta han permanecido relativamente ignoradas”, ha señalado Calor de la Torre Espinosa, (Véase, al respecto, “Región, clase y discurso: análisis crítico de varias obras recientes sobre el proceso político ecuatoriano entre 1930 y 1950”. En Procesos, Revista nacional de historia, Nº 4, sep –1993. 7 Guerrero, A., “La Hacienda Precapitalista en el Ecuador”, 1976. 8

externo en situación crítica manifiestan escasas vinculaciones9. Es decir, se generó la idea de que mercado externo e interno son paralelos y hasta excluyentes a excepción de los tiempos de auge durante los cuales las relaciones son estrechas permitiendo la consolidación del “mercado nacional”. Más aún, generó el supuesto de que una vez que se produjo la crisis de las exportaciones en los años 30, el mercado interno no fue lo suficientemente dinámico para favorecer el desarrollo industrial (en el referente de la industria fabril10) y para contribuir al desarrollo de otras actividades económicas. Aparte de esta serie de supuestos, en el Ecuador se dio paso a una nueva identificación. Se consideró que como el sector externo está ubicado en la Costa, y los sectores tradicionales y de subsistencia se hallan preferentemente ubicados en la Sierra, se estableció la premisa que la aquella era la región en donde se habían establecido relaciones mercantiles, y ésta la región en donde se mantenían relaciones de subsistencia, tradicionales. Ello significó considerar que el ámbito de relaciones mercantiles era la Costa y la Sierra el ámbito ligado a las actividades tradicionales y de subsistencia. Se generó, por tanto, una localización regional de orden geográfico de formas de producción y de mercado distintos y opuestos11. Igualmente se consideró que el espacio privilegiado para el desarrollo de un “mercado interno” se ubicó preferentemente en torno al sector exportador, mientras que el sector de subsistencia y tradicional ubicado en la Sierra no fue capaz de generar sino un limitado mercado regional, escasamente vinculado al primero. Y que entre estas dos regiones existían pocas relaciones para dar paso a la constitución de un mercado nacional capaz de permitir superar los mercados regionales de la Costa y los limitados mercados de la Sierra, entre los cuales se observa un bajo nivel de complementaridad. Solamente durante las fases de auge de las exportaciones se puede observar, al parecer, una “cierta” integración de los mercados y de la producción regional de la Sierra a la del sector externo de la Costa. En épocas de crisis, por el contrario, las formas de producción y los mercados de estas regiones geográficas no fueron reconocidos a partir de este referente de complementaridad. Bajo el supuesto de inserción al sector de las actividades tradicionales y de subsistencia de la Sierra durante las épocas de auge de las exportaciones y de retraimiento de estas durante la crisis, se generalizó el supuesto de que estas dos regiones geográficas dejaron de ser mutuamente funcionales y entre los mercados se produjo una “regionalización” que no coadyuvó a la formación de un mercado nacional. No en vano durante mucho tiempo se ha sostenido que la condición básica para constitución de una economía nacional ha sido la superación de los mercados locales y el avance hacia un mercado nacional que, únicamente, se ha podido ir generando durante los sucesivos períodos de auge de las exportaciones. 4. A mediados de la década del ochenta se empezó a modificar esta concepción que asignaba un papel prioritario al comercio internacional y al sector externo de la economía. 9 Esta postura se lo puede observar en los trabajos de Carlos Larrea. 10 Esta reducción había sido señalada, de paso, por Ayala E. En “El origen de los partidos políticos en el Ecuador”, PUCE, 1978. Véase también Espinosa R., “El Proceso de Industrialización en el Ecuador 1900 –1950”, Lima 1977. 11 Como es conocido, las consideraciones políticas de Quintero sobre “el pacto oligárquico” y su caracterización del velasquismo para el período 1920- 1950 parten de este supuesto.

Sobre el particular, se debe reconocer que fue muy interesante la puesta en marcha del “Proyecto Ecuador” por parte del CERLAC y FLACSO Ecuador, en el que se manifestó que era necesario avanzar en un nuevo proyecto académico que tuviera como eje el tema regional y que estuviera destinado a “fortalecer las ciencias sociales en el Ecuador”, a través de la “formación de una nueva generación de investigadores nacionales12”. Este proyecto académico apuntaba – según se dijo - a “superar un género de investigación abstracto, teorizante, con poco asidero en la investigación empírica, y que trataba al Ecuador como si fuera un todo homogéneo, así como otro género de investigación, extremadamente concreto, descriptivo, referido a unidades de análisis demasiado pequeño: comunidades indígenas, pueblos, provincias”. Para ello se planteó el interés de “valorizar un tipo de trabajo intermedio, teórico y empírico a la vez, cuyo vehículo de expresión fuera la monografía científica en lugar de la descripción pura y simple o del ensayo cuasi literario”. En esta perspectiva y gracias a la participación de varias instituciones se diseñó “una serie monografías sobre varios aspectos de la realidad social ecuatoriana del siglo XX, apoyando e incorporando al mismo tiempo otros trabajos similares que ya estaban en marcha”13. Este esfuerzo - como es conocido - dio origen a un conjunto de publicaciones14 de desigual importancia y valor pero que, sin duda, fueron un paso adelante para tratar de superar las limitaciones que se habían observado en los trabajos generales, a los que aludía Juan Maiguashca y a los que en esta Introducción se ha hecho referencia. No obstante, la impresión que se tiene es que incluso los estudios más interesantes15, no lograron sortear los problemas que se observan en las investigaciones anteriores. Por el contrario, se siguieron moviendo en un referente teórico que tiene mucho en común con los estudios precedentes. Esto es particularmente evidente en relación al papel preponderante adjudicado en ciertos trabajos al sector externo, en el desarrollo de la economía nacional y en la vinculación funcional de las economías tradicionales y campesinas al sector exportador, aún cuando se insistió que el desarrollo capitalista propiciado por impulsos exógenos fue eminentemente “desigual” y dio origen a una variada gama de situaciones productivas16. También es evidente en la utilización de un modelo teórico basado en auges y crisis de las exportaciones que no ha sido suficiente para dar cuenta del desarrollo de la economía nacional y ha impedido (debido a la escasa importancia adjudicada a los sectores vinculados a los mercados internos) estudiar el período posterior a la crisis cacaotera y anterior al auge bananero. Baste decir que, a 12 “Economía Política del Ecuador: Campo, Región y Nación”, Presentación, Corporación Editora Nacional, 1985. 13 Oo, cit., Presentación. 14 “La Economía Política del Ecuador: campo, región y nación; “Clase y Región en el agro ecuatoriano”; “La Cuestión regional y el poder”; “Historia y Región en el Ecuador”, CERLAC Universidad de York y FLACSO – Ecuador, Corporación Editora Nacional. Posteriormente, en el Volumen 12 de la Nueva Historia del Ecuador, Espacio, población y región, algunas de las iniciativas de este proyecto fueron complementadas en este volúmen. 15 Es delicado y, posiblemente poco objetivo, señalar algunos trabajos que se pueden incluir bajo este referente. Sin embargo, parece adecuado tomar como ejemplos la investigación de Carlos Larrea y el trabajo de Manuel Chiriboga. (De este último autor puede verse también “Jornaleros y grandes propietarios en 135 años de exportación cacaotera, 1790 –1925”, Consejo Provincial de Pichincha, Quito, 1980.) 16 Silverman, M., “Variabilidad Agraria en la Costa Ecuatoriana”, en Lefeber, L., Economía Política del Ecuador: Campo, Región, Nación. Quito, Corporación Editora Nacional, 1985, Larrea, C., “El Sector Exportador y su articulación en la economía Ecuatoriana 1948 – 1972: subdesarrollo y crecimiento desigual”, en L. Lefeber.

excepción de muy contados trabajos17, en conjunto que bajo el auspicio del llamado “Proyecto Ecuador”, no se realizaron trabajos económicos de envergadura centrados en esta etapa de la historia del país. 5. Si bien es cierto que a comienzos de la década del 90, J. Maiguashca había señalado que es inadecuado partir de un modelo basado en auges y crisis, porque esta visión: 1. considera que el período 1920 – 1950 es una pausa “transitoria” entre la crisis cacaotera y los comienzos del “boom bananero”; 2. impide reconocer que entre 1920 y 1950 ocurrieron “procesos de diversificación de la economía ecuatoriana” en la Costa, Sierra Norte y Sierra Sur; 3. considera al “interior del Ecuador” como sumido en una economía de subsistencia o volcado exclusivamente al mercado interno, cuando en realidad lo que “tenemos a la vista es una dinamización de las actividades económicas a lo largo de todo el país”18. No obstante, a sus planteamientos se pueden hacer algunas observaciones. No existió - más allá del señalamiento general - una reflexión sistemática que acompañe la crítica a un modelo de desarrollo histórico basado en auges y crisis del sector exportador. De otra parte, aunque sus investigaciones han introducido elementos para conocer la diversificación de la economía durante el período 1920 – 1950, se trata de evidencia parcial, que recogen y sistematizan aportes de otros investigadores y que, en el caso de la Costa, identifican a esta región con lo que aconteció en la provincia del Guayas y Los Ríos19. Además, al analizar la diversificación de la Costa, considera que este proceso estuvo “protagonizado en gran parte por parte de los sectores subalternos”, lo que introdujo un sesgo que no es exacto, tal como se va a demostrar en esta investigación. La diversificación económica se produjo, en realidad, como un esfuerzo de los distintos sectores, entre ellas las clases poseedoras y el Estado, por lograr una salida a la crisis del cacao. Finalmente, se pueden hacer otras observaciones complementarias. Las investigaciones de Maiguashca se han inscrito, desde hace dos décadas, en el marco de los estudios regionales. No obstante, al enfatizar que las regiones “más que un mero reflejo de estructuras geográficas y económicas, son construcciones de agentes sociales históricamente determinados”20 y al resaltar las limitaciones de este tipo de “modelo

17 Tal es el caso de los trabajos del Silverman, Larrea, y en cierta medida el trabajo de Maiguashca y North, así como el trabajo de Deler, al que se alude posteriormente. 18 Maiguashca, J., Los Sectores Subalternos en los años 30 y el aparecimiento del Velasquismo, en Las Crisis en el Ecuador, Los Treinta y Ochenta, Corporación Editora Nacional –Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Oxford – Instituto de Estudios Avanzados, 1991. 19 “Desafortunadamente – dice Carlos de la Torre, respecto del trabajo de Maiguashca y North, titulado La Cuestión Regional y el Poder – es incompleto. No solamente por la falta de estudios de caso..., sino también, porque reducen el estudio de la región costa a la provincia del Guayas y de la Sierra sur al área de Cuenca. Además, omiten en su estudio a una cuarta región: la Amazonía”. (De la Torre, C., op., cit, pág 105) 20 Maiguashca, J., La Cuestión Regional en la Historia Ecuatoriana, en Nueva Historia del Ecuador Volúmen 12 ensayos Generales, Corporación Editora Nacional, 1992. También puede consultarse “El Proceso de Integración Nacional del Ecuador: el rol del poder central 1830 –1895”, en Historia y Región en el Ecuador 1830 –1930, Corporación Editora Nacional, FLACSO – Ecuador, CERLAC, 1994.

lineal”21, señalando la necesidad de avanzar en la comprensión de la importancia de la formación de los “mercados internos”, sus trabajos acentuaron la idea de la formación de mercados regionales independientes. De otra parte, la insistencia en el papel preponderante del Estado en la formación de la nación ecuatoriana, parte de la consideración de que éste último fue decisivo en la formación de un mercado nacional capaz de superar las limitaciones de los mercados regionales “débilmente articulados entre sí”. Esto último, como es natural, no solamente trasladó el debate de la esfera económica a la esfera política, sino que impidió llevar adelante un esfuerzo más profundo de investigación sobre la articulación de los mercados y de la producción interregional, a los que se alude cuando se habla de mercado y producción nacionales. Y, sobre todo, cuando se habla de las respuestas que a nivel de la estructura económica los diversos agentes y también el Estado, gestaron para enfrentar la crisis cacaotera. A pesar de su esfuerzo y también de otros de los investigadores que se han detenido en resaltar la importancia de la diversificación productiva durante el período 1920 – 1950, así como las debilidades de un mercado interno “incipiente y disputado”22, se puede decir, pues, que las dificultades que se han observado en el tratamiento de la producción ligada al mercado interno23 y al mercado externo considerados como opuestos, geográficamente diferenciados y ligados funcionalmente al sector exportador en tiempos de auge, así como las fracturas históricas que una interpretación de esta naturaleza introduce en el análisis de los procesos históricos, se han mantenido vigentes. 6 Hace cerca de 25 años, 1976, C. Arcos y C. Marchán señalaron, en base del análisis del volumen de carga por el Ferrocarril del Sur, la importancia de los intercambios comerciales entre la Sierra y la Costa, no solamente durante el auge cacaotero, sino posteriormente a éste24. Algunas de sus intuiciones no sirvieron, sin embargo, para alentar otras investigaciones. Incluso, cuando Arcos volvió sobre algunas de sus ideas en la perspectiva de poner en evidencia que los sectores “modernizantes” y “progresistas” de comienzos del siglo XX, a diferencia de lo que se había supuesto, no eran los exportadores cacaoteros o la “burguesía exportadora”, sino los “terratenientes serranos del 900” aglutinados en la SNA, su esfuerzo fue más de orden político en la perspectiva de resaltar la formación de una “mentalidad progresista”, que insistir en un análisis de tipo económico. Solamente hacia 1992, se volvió a escuchar que:

21 Maiguashca J., y North L., ”Orígenes y significado del Velasquismo: lucha de clases y participación política en el Ecuador, 1920 –1972”, en La Cuestión Regional y el Poder, CERCALC –FLACSO, Corporación Editora Nacional 1991. 22 Clark, K., “El bienestar nacional: experiencias del mercado interno en el Ecuador”, en Procesos, Revista Ecuatoriana de Historia, Nº 7, sep – 1995. 23 Tal vez sería más exacto hablar de mercados internos regionales, tal como lo establecen diversos investigadores que han indicado que existen mercados de la sierra centro norte, sierra sur, costa. (Véase al respecto Marchán, C. Luna, M., Regionalización y lucha política en el Ecuador, 1800 –1860; Quinteto, R., El Estado Terrateniente en el Ecuador (1809 –1895), en Estados y Naciones en los Andes, Lima IEP, 1986. 24 Arcos, C., y Marchan C., Apuntes para una discusión sobre los cambios en la estructura agraria serrana, Quito, PUCE, 1976.

“Para varios productos agropecuarios, la simple confrontación del tráfico portuario y ferroviario, permitió refutar la oposición muy someramente avanzada entre dos economías regionales (Sierra y Costa) y rehabilitó el mercado interno resaltando su importancia. Así los productos considerados como originarios de las tierras altas, no representaron (en 1921) sino una ínfima parte de las exportaciones, pero alimentaron un tráfico interno de 26.000 toneladas en el eje Quito – Guayaquil; en cambio el cacao y el café, que representaban el 55% de las exportaciones totales del país, no proporcionaban sino el 1.5% del tonelaje ferroviario en la misma línea. Además, para apreciar el peso de la agricultura dirigida al mercado nacional, es necesario precisar que el tonelaje de los productos agro - silvo - pecuarios transportados en dicha línea, alcanzó en ese año 76. 253 toneladas, lo que era ampliamente superior a las toneladas exportadas de cacao y café. Por otro lado, si es evidente que toda la producción agropecuaria transportada en el ferrocarril fue entregada al mercado, y en este caso al mercado nacional en gran proporción, sin embargo, estos tonelajes no representaron la totalidad de la producción comprometida al mercado interno. Y ello porque la red fluvial del Guayas estuvo igualmente animada por un movimiento de mercancías de origen agro – silvo – pecuario destinados al mercado nacional, movimiento especialmente importante entre la región Daule y Guayaquil; finalmente los Andes septentrionales, los Andes australes y Manabí, suministraron también productos comercializados en el país. Cabe resaltar además que desde fines de los años 1910, hasta comienzos de los años 1920, el rápido el rápido crecimiento del transporte ferroviario asociado al mercado nacional, contrastaba con el crecimiento moderado de las exportaciones en un contexto de estancamiento de los tonelajes de la actividad portuaria”25. Tal como lo ha resaltado Deler, pues, no se trata de establecer oposiciones regionales entre los mercados porque esto no resiste un análisis fundado en evidencia empírica y porque, además, introduce distorsiones que – como se ha insinuado anteriormente – no dan cuenta de la formación y relevancia de la producción ligada al mercado interno. En otras palabras, no se puede negar la importancia del mercado interno en el desarrollo de ciertos sectores de la economía nacional, así como tampoco se puede condicionar su desarrollo a las “épocas de auge del sector exportador”; también se debe tomar en cuenta su desarrollo, es decir el desarrollo del mercado interregional, en las llamadas “épocas de crisis”. Lo cual, sin duda, aporta elementos – como lo diría Maiguashca - para entender la diversificación del aparato productivo, en un período oscuro de la historia económica del Ecuador, como es el que se inaugura hacia 1920 y cierra alrededor de 1950. Convendría añadir, seguramente, que el reconocimiento de la relevancia de las actividades ligadas al mercado interno, en la práctica, permite sortear las fracturas y discontinuidades que un modelo teórico basado en la incidencia del mercado externo ha creado, a manera de distorsiones, en la explicación del desarrollo económico de la economía ecuatoriana durante el siglo XX.

25 Delire, J.P., Transformaciones regionales y organización del espacio nacional ecuatoriano entre 1830 y 1930, en Historia y Región en el Ecuador 1830 –1930. También pueden consultarse de este autor Estructuras Espaciales del Ecuador Contemporáneo, en Nueva Historia del Ecuador Vol.12, 1992. Sobre el particular se debe reconocer, en todo caso, que desde 1981 (aunque no es castellano) se conocían los trabajos de Delire.

7. A diferencia de los estudios que han considerado “fundamental” concentrar su interés en la producción de los principales artículos de exportación durante los períodos de auge y crisis del sector externo del país, este trabajo se centra en el análisis de la producción arrocera en el Ecuador, desde su aparición, a comienzos de siglo, hasta el auge bananero de 1950. Es decir, se ha detenido a investigar detenidamente un sector que podría – de acuerdo a los referentes teóricos generalmente utilizados en el Ecuador - ser considerado como “secundario” dentro de la economía nacional. Aún así, o quizás por eso mismo, gracias al tratamiento de este sector ha sido posible, sin embargo, avanzar en el conocimiento de una etapa poco estudiada de la historia económica y social del país. El análisis de la producción arrocera en el Ecuador ha permitido, en efecto, investigar con cierto detenimiento un aspecto relevante de la historia económica del país correspondiente al período posterior al auge cacaotero y anterior al auge bananero. Se ha concentrado, por tanto, en un lapso de tiempo que ha sido caracterizado como de crisis de la economía y, por añadidura, de la sociedad y de la política ecuatoriana. Esta investigación apunta, pues, a introducir elementos para comprender de mejor forma la economía del período 1920 –1950, si bien proporciona información complementaria para conocer de manera más acabada el período inmediatamente anterior (1990 –1920), que puede ser considerado como de surgimiento de la producción arrocera. Esta situación ha sido posible, en buena medida, porque se ha puesto especial atención en analizar una forma de producción que emerge vinculada al mercado interno el cual, durante 1940 -1950, se convierte en el más importante producto de exportación del país hasta que, a finales de los cuarenta y comienzos de los cincuenta, es sustituida definitivamente por el banano. Es decir, estudia un tipo de producción que emerge vinculada al mercado interno pero que, desde comienzos de la década del veinte, empieza a ser exportada al mercado internacional hasta convertirse durante la Segunda Guerra Mundial, en el principal producto de exportación. Se trata, pues, de una investigación que analiza la situación compleja de una forma de producción destinada tanto al mercado externo como al mercado interno la cual, finalmente, se resuelve en la perspectiva de anclar la producción arrocera exclusivamente a este último. La posibilidad de analizar la producción arrocera en esta situación lábil y compleja durante los años posteriores a la crisis del cacao y anterior al auge bananero ha permitido, como es obvio, sortear las discontinuidades y las fracturas que se pueden observar en los procesos históricos del Ecuador, cuando se privilegia o se analizan las fluctuaciones de la economía nacional o regional de la Costa tomando en cuenta, únicamente, los productos de exportación que han sido dominantes durante un período más o menos largo. La crisis que se inicia en los años veinte y que termina a comienzos de los cincuenta es reinterpretada, desde esta perspectiva, más como una discontinuidad “insalvable” como una suerte de reacomodo centrado en el mercado interno y externo por parte de la economía regional y nacional. Este reacomodo que representa la producción arrocera, así como también la incipiente producción bananera, la elaboración de sombreros de paja toquilla, y el mismo desarrollo de la industria manufacturera nacional, entre ellas la industria textilera –harinera y la industria azucarera durante casi tres décadas, debe ser entendido, como parte del conjunto de respuestas que se van generando a nivel económico para enfrentar los

crecientes problemas que presenta la producción cacaotera, desde comienzos de los años veinte. Dichas respuestas forman parte de un universo que da continuidad y explica los procesos históricos de la economía nacional durante este lapso de tiempo. 8. Después del informe de la CEPAL de 195226 y del CIDA de 196527, la literatura económica y social del Ecuador ha hecho continuas anotaciones sobre los las formas de producción y trabajo en las zonas arroceras y bananeras. Se ha hablado, sobre todo, de la sembraduría, el arrendamiento de tierras y la finquería. Particularmente, después de los trabajos de F. Velasco28 que, seguramente, debe ser considerado el primero de los investigadores modernos no institucionales, en llamar la atención sobre la importancia de estas formas de producción y de cultivo en los que descansaba la producción costeña, antes del auge bananero. No obstante, aunque han sido múltiples las anotaciones y referencias sobre estas formas de producción y de cultivo, poco o nada se ha avanzado en su comprensión. Por el contrario, más parece que con el pasar de los años, se ha acentuado la confusión en la literatura moderna. Algunos autores, por ejemplo consideran que las formas propias de producción arrocera, corresponden a la “aparcería”29. Otros, estiman que la forma típica de la producción arrocera es el “sembrador” distinto del “arrendatario”, los cuales sin estar claramente definidos ni caracterizados han sido incluidos en el membrete de “formas precarias” de tenencia que se los puede calificar de precapitalistas30. Por su parte, el “finquero” o la “finquería” a su turno se la ha identificado como una forma precapitalista o

26 Naciones Unidas, Comisión Económica para América Latina, “El Desarrollo Económico del Ecuador”. Texto Preliminar sujeto a revisión, distribuido únicamente para críticas y comentarios Santiago de Chile, Noviembre 1952; Naciones Unidas – Consejo Económico y Social, Comisión Económica para América Latina, “El Desarrollo Económico del Ecuador” Volúmenes I y II, Quinto período de sesiones, Río de Janeiro, Brasil abril de 1953; Naciones Unidas, “El Desarrollo Económico del Ecuador”, Estudio realizado por la Comisión Económica para América Latina, México, enero de 1954. 27 Tenencia de la tierra y desarrollo socio –económico del sector agrícola, Ecuador, Washington, CIDA, 1965. 28 Velasco, F., “Ecuador: Subdesarrollo y Dependencia”, Editorial El Conejo 1980; Reforma agraria y movimiento campesino indígena de la sierra, Editorial El Conejo 1979. 29 “Algunos (jornaleros luego del boom cacaotero) – dicen Maiguashca y North – se convirtieron en aparceros, una vieja experiencia ahora en una nueva situación: la producción de arroz”. “ Entre 1925 y 1935, la economía de la plantación fue transformada en un sistema de aparcería y los antiguos trabajadores y sembradores se convirtieron en arrendatarios” (Véase Maiguashca y North, op, citi, págs. 99 y 100) 30 “El sembrador – dice Silverman -, presente sobre todo en las zonas arroceras, recibe tierra por seis meses y paga renta en productos por la tierra que ha sido preparada por el propietario. Al tener el sembrador un limitado patrimonio, a menudo debe vender la producción mucho antes de la cosecha, fijándose el precio en aquel momento. Además, no se le garantiza tierra para el próximo período. El resultado de este sistema debe ser una alta movilidad de la mano de obra”. Por su parte el arrendatario (que no tiene un referente sobre un tipo particular de cultivo, en este caso el arroz) es “quien paga en dinero, el uso de la tierra y se reserva para sí la cosecha”. (Silverman, op., cit., pág 93).

bien capitalista, lo que antes que mejorar su comprensión ha dado origen a nuevas confusiones31. De otro lado, a partir de Velasco se ha generalizado la creencia que la sembraduría y al arrendamiento de tierras son formas precapitalistas vinculadas a la producción arrocera, mientras que, la “finquería”, es una forma (precapitalista o capitalista) vinculada más a la producción bananera. En cualquier caso, tampoco cuando se refiere a formas de cultivo y trabajo de determinados productos de la Costa, nada está dicho y existen pocos acuerdos sobre el tema capaces de aclarar estas formas de producción a las que persistentemente se hace alusión. En vista, pues, de que existen un conjunto de denominaciones a las formas de cultivo y trabajo, tales como sembrador, aparcero, arrendatario, finquero, vinculadas a la producción arrocera, las cuales no están claramente diferenciadas o identificadas, razón por la cual se las ha empleado indistintamente o conjuntamente, añadiendo más confusión que claridad respecto de las relaciones de producción existentes en las zonas arroceras durante el período de 1900 – 1950, este trabajo trata de aportar elementos para aclarar este tema. Se trata de un aspecto que puede permitir mejorar la comprensión de las formas de cultivo de la agricultura durante la consolidación de la producción arrocera en el Ecuador que va de 1920 a 1950, y que coincide con lo que se ha denominado “la crisis del sector exportador”. 9. Aunque la producción arrocera descansa en formas específicas de cultivo y de trabajo; y, si bien por otra parte, durante el período que abarca esta investigación, se consolidaron formas de comercialización particulares destinadas al mercado interno como al internacional, es evidente que este no se agota en estas fases. De hecho, supone la fase de industrialización del grano que, en el Ecuador, se la ha conocido históricamente como “la pilada” y “pulida”. Cuando se habla del proceso de producción del arroz se debe tomar en cuenta, por tanto, que este trabajo investiga tres fases esenciales: 1. el cultivo, 2. la industrialización del grano y 3. el transporte y la comercialización. Esta última en sus diversos momentos: a) la que realiza el productor respecto del comerciante, terrateniente o industrial antes del

31 Silverman señala que dentro de las formas “precarias de tenencia”, una de los tipos de “status” y de arreglos contractuales era el “finquero” que es aquel que “recibe tierra para cultivar y pasa al dueño una suma fija en efectivo o en trabajo. El finquero es propietario de la casa y puede tener una huerta. El propietario comercializa la producción. El contrato entre el dueño y el finquero determina el área a ser cultivada, el cultivo que se debe realizar y la remuneración que el finquero recibe. A menudo, el finquero está atado al propietario por deudas o rentas impagas” (Op., cit, pág 93). Anteriormente había señalado, sin embargo, que “por efectos de la crisis (cacaotera), surgieron en la Costa, agricultores capitalistas - llamados finqueros – que procedían de grupos que no habían sido, tradicionalmente, dueños de tierra, así como también los productores de banano... el nuevo productor capitalista (el finquero), que había sido productor de la hacienda cacaotera, después de la crisis se convirtió en ocupante de esa hacienda y se transformó, gradualmente, en empresario que demandaba la propiedad de la tierra” (op., cit., pág 83). Por su lado, Chiriboga, enfatiza que la finquería como la sembraduría costeña son “formas surgidas en siglos pasados y que permitieron al terrateniente usufructuar considerables cantidades de trabajo gratuito” ( La crisis agraria..., pág. 96).

proceso de pilada; b) la venta del arroz una vez pilado, en el mercado interno y en el mercado internacional, por parte del industrial, comerciante o firma comercial o industrial. Se trata, por tanto, de un estudio que investiga en su integridad todo el proceso de producción y comercialización del arroz. Ahora bien - tal como se podrá comprobar a lo largo de este trabajo – en vista de que el cultivo, transporte, comercialización e industrialización de la “gramínea” están altamente integrados y centralizados alrededor de un conjunto de “firmas” y/o “empresas” agrícolas, industriales y comerciales, se puede decir que su objetivo apunta a investigar la emergencia y consolidación del “complejo arrocero”. El análisis del “complejo arrocero” será, pues, el referente alrededor del cual se mueve este trabajo. Se entiende, en todo caso, que en la medida que uno de los objetivos de esta investigación es conocer la manera cómo se desarrolla la producción arrocera en el Ecuador, se puede decir que esta pregunta apunta a comprender la constitución y desarrollo del complejo arrocero en el ámbito de la agricultura, la industria y la comercialización del grano. En torno a cada unos de estos aspectos específicos se concentrará este trabajo, en la perspectiva de aclarar la forma cómo se estructura un sector de la economía nacional que se desarrolla principalmente en las provincias del Guayas y Los Ríos, la cual surge vinculada al mercado interno y, posteriormente, al mercado internacional. Y, de otra parte, apunta a conocer también que el surgimiento del complejo arrocero forma parte de las respuestas que la economía regional y nacional generaron una vez que se produjo la crisis del sector cacaotero, a comienzos de la década de los veinte. No obstante, como el desarrollo del sector arrocero en el Ecuador generó un conjunto de condiciones (a nivel agrícola y de comercialización) para el desarrollo del sector bananero, se entiende que esta investigación pretende introducir un conjunto de elementos para comprender las condiciones que posibilitaron el surgimiento y posterior desarrollo de la producción bananera en el Ecuador, desde finales de los cuarenta, así cómo la manera en que se consolidó un sector de agricultores y comerciantes ligados a esta actividad. Analizando con detenimiento los objetivos de este trabajo se puede decir, por consiguiente, que esta investigación pretende responder a una pregunta fundamental: ¿de qué manera se consolida y desarrolla la producción arrocera en el Ecuador luego de la crisis del cacao?. Esta pregunta supone responder a dos órdenes de preguntas íntimamente vinculadas: 1. ¿De qué manera el desarrollo de la producción arrocera se convierte en una de las respuestas de la economía a la crisis de la producción cacaotera? ; 2. ¿Hasta qué punto genera las condiciones para el desarrollo de la producción bananera en el Ecuador?. Como ya se ha señalado, responder a estas preguntas va ha permitir, entre otras cosas, “restablecer” las continuidades de los procesos económicos que las investigaciones vinculados al sector externo habían fracturado, en la medida que la crisis del sector cacaotero fue entendida como una crisis de características catastróficas, que suponía una falta e incluso, una imposibilidad de respuestas por parte de los diferentes actores económicos, ante la situación generada. Se entiende, obviamente, que estas respuestas se ubican “más allá de la conciencia de los sujetos” y, por tanto, se generan a sus espaldas: por encima de las propuestas racionales y de los discursos que las distintas clases generan.

10. Uno de los problemas de las investigaciones sobre la Costa – tal como ha sido señalado por de la Torre 32, a propósito del trabajo de Maiguashca y North– es que identifican esta región con lo que sucede en la provincia del Guayas y el Puerto Principal. Como es natural, ello ha creado una serie de distorsiones que han dado paso a un conjunto de generalizaciones discutibles. Por esta razón, y a pesar de que ya para los años cuarenta la producción arrocera se había generalizado en todas las provincias de la Costa y en algunas de la Sierra (Pichincha, Loja) y en algunas de la Amazonía (Napo – Pastaza), esta investigación se concentra en la producción arrocera de la cuenca del Guayas. Sobre todo, en las provincias del Guayas y de Los Ríos en donde, hasta el momento, se produce la mayoría del arroz que se consume a nivel nacional. No parte, por tanto, de una identificación que generalmente se ha presentado en la literatura especializada entre Guayas y Los Ríos y “la Costa”, tomando lo que sucede en las primeras como razón suficiente para explicar lo que acontece en la segunda. Esto quiere decir que se trata de una investigación restringida a un ámbito geográfico específico. Desde esta perspectiva sus apreciaciones deben ser tomadas bajo esta limitación necesaria. Aún así, a lo largo de este trabajo se han realizado un conjunto de generalizaciones que pueden ser aplicadas a la cuenca del Guayas en su conjunto, en donde surgió la producción cacaotera y se consolidó – al menos en un primer momento – la producción bananera. De todos modos, conviene hacer esta observación que delimita las pretensiones de esta investigación. Confiemos que, al final, este esfuerzo sirva para conocer de mejor manera los procesos históricos de un sector de la economía regional, entre 1900 y 1950, en la perspectiva de superar las limitaciones observadas en las investigaciones de carácter general y en algunas de carácter específico, realizadas a nivel económico en “la Costa” del Ecuador.

32 Op., cit., pág 105.

CAPITULO 1 ANTECEDENTES

1. El Arroz Antes del Siglo XIX Según parece, la introducción del cultivo del arroz se produjo en el Ecuador, como resultado del proceso interno de diversificación de la economía durante el siglo XVIII, al contribuyó, más tarde, las reformas borbónicas y de las leyes de 1770 que liberalizaron el tráfico marítimo intercolonial33. La producción para la exportación de bienes primarios fue estimulada, efectivamente, utilizando instrumentos de política fiscal, así como fomentando, ya no únicamente la producción minera, sino la introducción de nuevos cultivos “tropicales”, como la caña de azúcar, el café, el cacao, el tabaco, de gran demanda en el mercado mundial34. A diferencia, sin embargo, de lo que sucedió con la caña de azúcar que ya había adquirido carta de naturalización en lo que posteriormente sería el Ecuador, el arroz era un producto nuevo que, si bien destinado al mercado intracolonial en donde ya se había empezado a consumir, las exportaciones fueron limitadas. Además, durante el siglo XVIII tampoco logró filtrarse al consumo y, por consiguiente al mercado, de la población de la Audiencia de Quito, sino en forma restringida y esto último, particularmente, en la Costa. La caña de azúcar se incorporó desde mucho antes, en realidad, al consumo de los diversos sectores del país sea mediante la destilación de alcoholes, así como de panelas y melazas, gracias a los cuales se convirtió en un producto esencial, particularmente de los indios35. El arroz, por su parte, muy lentamente se integró a los patrones de consumo de la población, empezando a modificar los hábitos alimenticios, fenómeno que – de acuerdo a la información disponible 36– solamente se logró durante el último tercio del siglo XIX. Buena parte del arroz, efectivamente, se destinó a partir de 1765 (Cuadro 1) a la exportación hacia el Chocó y estuvo controlado, al igual que otros productos, por el sector criollo mestizo37, dentro del conjunto de actividades ligadas al mercado externo a las que se comenzó a dedicar en la economía regional estructurada alrededor del Puerto de Guayaquil. El comercio de exportación del arroz a finales del siglo XVIII y comienzos del XIX fue, sin embargo, muy limitado. Aún si se consideran exactas las cifras de Zelaya

33 Contreras, Carlos, Guayaquil y su región en el primer boom cacaotero (1750- 1820), en Historia y Región en el Ecuador, 18030- 1930, Juan Maiguashca, editor, Corporación Editora Nacional, FLACSO- Sede Ecuador, CERLAC, 1994, pág 194. 34 Ibid. 35 William Stevenson, hacia la segunda década del siglo XIX, en una provincia alejada como Esmeraldas, decía que “entre el Piti y el Esmeraldas pude contar cuarenta y dos casas levantadas en las riberas del río cada una con plantaciones de caña de azúcar, yucas, camotes, ajíes, plátanos y bananos...Cada granero tenía un molino de mano para moler la caña de azúcar; su construcción era muy simple...con este simple aparato de madera que no tiene ni un solo clavo ni accesorio de acero alguno, los nativos exprimen el jugo de caña para hacer guarapo, melazas y aguardiente..”, lo cual da una idea de su importancia en la vida cotidiana de los que, poco después, empezarían a llamarse ecuatorianos y, particularmente, de las comunidades indígenas. ( Véase, Narración histórica y descriptiva de veinte años de residencia en sudamérica, [1829], Ediciones Abya Yala, autoedición - 1994)) 36 Véase las páginas siguientes. 37 Contreras, Carlos, op, cit, pág 221.

para ese año, éstas no pasaron de 1.600 quintales para ese año38, siendo más exacto considerar que se mantuvieron alrededor de los 440 quintales anuales. En conjunto, no representaron más que el 0.96% del total de las exportaciones no cacaoteras, para el año de 1784, mientras que para 1820, representaron alrededor del 0.72%39. Es decir, se trató de una producción completamente marginal.

(Cuadro 1) EXPORTACIONES DE ARROZ

1765- 1819

AÑOS QUINTALES VALOR VALOR TOTAL EXPORTACIONES

%

1765 1.600.0 4.800 1773 17.0 73 1775 39.6 95 1784 521.0 1.563 162.307 0.96 1785 188.0 564 1786 165.0 495 1787 707.0 2.121 1788 246.0 738 124.236 0.59 1819 500.0 1.500 207.969 (1) 0.72

Promedio anual 443.0 1.328 (1) Para 1819, se toma como referente los valores totales de las exportaciones del año 1821. FUENTE: Carlos Contreras, Guayaquil y su región en el primer boom cacaotero, cuadros 7 y 8.

Si bien, distintos cronistas y viajeros hablaban de que en el siglo XVIII alrededor de la provincia de Guayaquil 40 se producía arroz, lo cierto es que así como el intercambio de arroz era limitado, de hecho era restringido el consumo de este producto. En 1761, - como lo habría de señalar Zelaya en 1765 y Requena en 1774- Navarro decía que de “las adyacentes tenencias” de Guayaquil entran a esta ciudad, “ganados mayores, cacería, pesca, frutas, arroz, algodón, anís, cacao”. Aquel se da especialmente, en la tenencia de Babahoyo, en donde en “el invierno se inunda toda la campaña, hasta subir al piso de las casas elevadas por lo común de tres o cuatro varas” y cuando las “aguas del invierno, se

38 Zelaya, Juan Antonio, “Estado de la Provincia de Guayaquil. Agosto 17, 1765”, Revista del Archivo Histórico del Guayas, año 3 Nº 6, diciembre de 1974. 39 Contreras, Carlos, op, cit, cuadros, 7 y 8. Baleato, Andrés, Monografía de Guayaquil, Lima 1820; texto reproducido en Miño Grijalva, Manuel, La Economía Colonial, Relaciones Socio –Económicas de la Real Audiencia de Quito, Corporación Editora Nacional, 1984. 40 Miguel de Santiestevan, en 1740, decía que en Guayaquil pudo conocer de los frutos de esta Provincia, entre ellos cacao, que “si el comercio de México por el mar del sur fuese permitido y el tráfico a España más frecuente podría en poco tiempo duplicarse esa cosecha”, además de los productos consistentes en maderas, ceras, sal en grano, “de que como se cuaja tanta en la Península de Santa Elena de esta Provincia que pudiera abastecer el universo como provee el reino de Tierra Firme y provincias adyacentes a ésta arroz, novillos, mulas, algodón, y todos los demás que se proporcionan en lo ardiente de su temperamento cuyo producto es de bastante consideración y que pudiera aumentarse cuanto quisiese”. (Viaje Puntual y Curioso que hace por Tierra Don Miguel de Santiesteban, desde Lima hasta Caracas en 1740 y 1741, en Miño Grijalva, Manuel, op. cit, pág 95)

retiran a las serranías y altos que comprende su jurisdicción dilatada, (se tiene) en abundancia muchas especies de frutas, arroz, algodón, cacao41”. Desde Babahoyo, ya para esa época se comercializaba una parte pequeña de la producción de arroz con el interior. El comercio interno – dice M. Miño -, “estaba estructurado hacia el interior por las Bodegas de Babahoyo por donde se internaba la sal del Morro, y de la Punta de Santa Elena, el cacao, la cera, el tabaco en rama, el arroz, la pita, el pescado, el algodón, ‘mucho ganado vacuno, caballar y mular’, además, de los artículos que llegaban de Perú, los tejidos y el fierro de Tierra Firme; la tinta y el Brasil de Guatemala; la loza, olores y especerías de Acapulco42”. Además, por Yaguachi se comercializaba con Alausí y Riobamba, que era el paso obligado para la Sierra Centro –Norte y para Naranjal, con la Sierra Sur, Cuenca y Loja. Francisco José de Caldas, precisamente señalaba en 1804, que Cuenca – que es la única zona en donde se registra este tipo de comercio -, “recibe los algodonales, el jabón y alguna sal de Piura; de Guayaquil entra el cacao, arroz, sal, peje, y por esta vía viene el vino, aceite y ropas de Europa; de Quito, algunos tejidos de lana y otras cosas de poca consideración, De algunas harinas a Loja y a Guayaquil. A ésta manda granos y producciones de la sierra43”. Este limitado intercambio estaba, al parecer, destinado a los sectores más acomodados del interior que disponían de los recursos y de los conocimientos para empezar a utilizar el arroz como bien de consumo. No se debe descartar, sin embargo, que se lo usara en pequeña escala para confeccionar “polvillo de arroz”, que había empezado a ser utilizado como maquillaje de las clases altas. En cualquier caso, se debe señalar que era un intercambio muy limitado y, según noticias de la época, este intercambio se desarrollaba más que nada con la Sierra sur del Ecuador, al menos, hasta comienzos del siglo XIX. 2. La producción arrocera en el siglo XIX Durante el siglo XIX la producción de arroz fue secundaria, aún si tomamos en cuenta que ésta se incrementó sustancialmente durante el último tercio. Aunque secundaria, ya antes de doblar la primera mitad su cultivo había logrado alguna relevancia entre los productos de la cuenca del Guayas destinados, especialmente, a la exportación. Además, se había comenzado a popularizar su consumo; así mismo, se había convertido en un artículo de intercambio regular entre la Sierra y la Costa. Sebastián Weiss, ingeniero de la República, en sus Noticias Geográficas y Estadísticas del Ecuador, señalaba, en 1848, que en la “provincia de Guayaquil”, aparte de cacao “cuyas cosechas producen 150.000 cargas de 81 libras cada una”, existe “café, arroz, algodón, tabaco, madera de construcción, otros productos agrícolas que forman el comercio de exportación de pequeños pueblos44“. También señalaba que “el trigo,

41 Navarro, Juan Romualdo, Idea del reino de Quito, en Miño Grijalva, Manuel, op. cit, pág 138.Puede consultarse también José Rumazo González, Documentos para la Historia de la audiencia de Quito, T.VIII, págs 396 – 461. 42 Miño Grijalva, Manuel, La Economía Colonial, Relaciones Socio –Económicas de la Real Audiencia de Quito, pág 83. 43 Caldas, Francisco José de, Viaje al Corazón de Barnuevo, Viajes al Sur de Quito, Viaje de Quito a Popayán, en Miño Grijalva, Manuel, pág 230. 44 Es interesante hacer notar que el cronista señalaba, no sin pesar que “la falta de brazos de estas rejiones es la causa de que la mayor parte se halle inculta”. (Véase, “Noticias Geográficas y

cebada, maíz, alverjas, quinos, lentejas i demás granos que se cosechan en abundancia, las patatas, carnes saladas, grasa, quesos, dulces, manteca de vaca, pan, novillos i chanchos cebados, carneros i aves vivas con multitud de otros combustibles i producciones agrícolas i manufacturadas, forman el comercio de los pueblos del interior a los de la Costa, que en retorno les envían cacao, arroz, tabaco, pescado salado, algodón, sal i otros muchos efectos de las producciones litorales: la mayor parte de estos artículos se transportan en burros, bueyes i llamas45”. Por su lado, Villavicencio, unos años más tarde, en su Geografía del Ecuador, señalaba que “entre los vejetales nutritivos que existen y se producen en el país”, están el “cacao tanto del común como del silvestre; café, plátanos, yucas, maíz, arros, caña de azúcar, maní, mandi, mellocos, camotes, ocas, trigo, cebada, garbanzo, frijoles, pallares, alverjas, quinua i otros cereales, así como gran variedad de hortalizas46”. A su vez, J. L. Mera, en un documento escrito unos años después del texto citado, indicaba que los productos agrícolas en el Ecuador “cambian y se diversifican” según el suelo y el clima “variadísimo de la república”, así “donde hay calor y humedad como en el litoral y en la orillas de los ríos trasandinos se produce cacao, arroz, caña dulce, yuca, etc..47” El cultivo del arroz, de lo que se conoce, se desarrolló principalmente en la provincia del Guayas y, en mucho menor medida en Manabí y Esmeraldas. En la primera de las provincias nombradas en las orillas de los ríos que componen la vasta extensión del cuenca del Guayas. “El Guayas, a manera de árbol de robusto tronco – decía un perspicaz viajero, hacia 1870 – forma con sus numerosos y crecidos afluentes, ramas de variadas direcciones, conduciendo en sus tranquilas y limpias aguas la fecundidad a todo su extenso valle que, naturalmente así, por todas partes regado y vivificado además con los ardientes rayos del sol, presenta su casi horizontal superficie cubierta de una portentosa vejetación... Apenas se hecha la mano del hombre por entre el intrincado laberinto de selvas vírgenes... Solo de trecho en trecho se ve asentada a la fresca orilla de un río una casita, de ligera caña de bambú fabricada, a cuyo alrededor interrumpen la exuberante vejetación natural, plantíos de cacao, tabaco, arroz, plátanos, cocos, algodón sandías, melones, ananas, naranjos y otros árboles de ricas y variadas frutas, como el mamey, el mango, la poma rosa, el caimito, y otras mil a cual más delicadas...”48 Estadísticas del Ecuador trabajadas por orden del Gobierno por el señor Sebastián Weiss, injeniero de la República”, El Nacional, Periódico Oficial, Nº 196, Año 3, 17 – X- 1848, pág 5.470). 45 Ibid. Por la época en que Weiss escribía su informe, Osculati, en 1847, señalaba en la provincia de Guayaquil “crecen espontáneamente en esta tierra frutos de todo tipo, el guineo, la naranja, la aroca, el coco, los melones, de los cuales se alimentan sus habitantes; a así mismo se da el cacao, la caña de azúcar, el tabaco, el arroz, el café, índigo, caucho elástico, vainilla y varias maderas para tinturar”. (Osculati, Gaetano, Exploraciones de las Regiones Ecuatoriales a los largo del Napo y los Ríos de la Amazonía”, [1850] Ediciones Abya Yala, 2000. 46 Se entiende que la primera parte de la enumeración de los productos señalados por Villavicencio, hasta mandi, son productos de la Costa, en tanto, que desde los mellocos corresponden a los productos de la Sierra, regiones entre las cuales, a partir de estos artículos, existe un regular intercambio. (Véase al respecto, Villavicencio, Manuel, “Geografía del Ecuador”, [1860], Segunda Edición, Corporación Editora Nacional, 1983, pág, 125). 47 Mera, Juan León, “Catecismo de Geografía de la República del Ecuador”, Quito, Imprenta Nacional 1875, pág 74. 48 Avendaño, Joaquín de, Imagen del Ecuador, Economía y Sociedad vista por un viajero del siglo XIX, [1870], Corporación Editoria nacional, 1985.

En la provincia del Guayas el cultivo del arroz se desarrolló en los cantones de Guayaquil, Yaguachi, Daule, Vinces y Babahoyo. En el cantón Guayaquil – dice Villavicencio – su industria consiste en “un poco de cacao, café y caña de azúcar para aguardientes, arroz, maderas selectas de muchas clases, variedad de frutas, yuca plátano y maíz49”. Sin embargo, en “el partido de Yaguachi (se) produce en abundancia el mejor arroz que se consume en el litoral y aún se esporta afuera”. Esta importancia de la parroquia y, más tarde, cantón Yaguachi, lo conservó durante todo el siglo XIX, pero ya para comienzos del siglo XX empieza a ser desplazada por Milagro. En una monografía publicada en 1902, se lee efectivamente que esta zona “es la más productora de arroz, café, azúcar50”, y al establecer una comparación entre Milagro y Yaguachi subraya que en aquel “la gran producción de arroz es bien conocida por todos y en todas partes51”, mientras que en este último su producción es notablemente menor que en su vecina52. Se debe destacar que aparte de Guayaquil, Yaguachi y Milagro, el cultivo del arroz se desarrolló en Daule. “El cantón Daule – nos cuenta un extraño viajero francés, alrededor de 1870 – exporta anualmente cerca de 120.000 kilogramos de cacao. Una cuadra de azúcar puede dar a su propietario catorce o quince mil francos de azúcar desde el segundo año y mucho más utilidades en miel. El índigo parece ser de primera calidad y el tabaco y el arroz, son muy importantes”. No obstante, señala el viajero, “este último producto no es suficientemente cultivado en comparación con las extensiones de tierras pantanosas en la región53”. Por su parte, Avendaño, hacia la misma época señala que, “la proximidad a Guayaquil y lo general y cultivado de su término, dan mucha valía al pueblo de Daule, situado sobre la ribera izquierda del río de su nombre. Cría ganados y produce arroz, algodón, caña dulce, muy sabrosas frutas y especialmente mucho cacao y mucho tabaco, principales artículos que enriquecen a los propietarios y sus tierras54”. También en la alejada provincia de Esmeraldas el cultivo de arroz para la autosubsistencia se logró implantar entre las poblaciones y comunidades de la región. Onfroy de Thoron, de acuerdo con sus observaciones cuenta que la “provincia de Esmeraldas por estar totalmente despoblada se encuentra hasta aquí sin provecho. Los habitantes se contentan con sembrar un poco de arroz, maíz, y otro granos; siembran tabaco y plantan bananos, así como algunos árboles frutales y un poco de caña de azúcar55”. Pero, además de estas provincias, tal parece que en Pichincha, existió pequeños cultivos de arroz para la autosubsistencia en la zona de Gualea, con los cuales los Yumbos comercializaban con la capital, Quito. “Los indios de Gualea – destaca Villavicencio – i aún los de Nanegal son llamados Yumbos; esportan tabaco, cera, arroz, i algunos frutos56”. Por su parte, Onfroy de Thoron, confirmando esta noticia indica que, “al fondo del Nanegal que está en la provincia de Pichincha, a dieciocho millas al norte de la Capital, corre el riachuelo que pertenece al 49 Villavicencio, Manuel, op. cit. Pág 459. 50 Milagro, Datos Estadísticos sobre la Parroquia y sus Condiciones Topográficas y Climáticas, 1902, pág 2. 51 Op, cit, pág 19. 52 Ibid. 53 Onffroy de Thoron, Enrique, América Ecuatorial, Su Historia Pintoresca y Política, su Geografía y sus Riquezas Naturales, su Estado Presente y su Porvenir, [1877], Corporación Editora Nacional, 1983, Segunda Parte, pág 124. 54 Avendaño, Joaquin de, op.cit, pág 270. 55 Onfroy de Thoron, Enrique, op. cit, pág 60. 56 Villavicencio, Manuel, op. cit., pág 295.

sistema del Guayllabamba... Ahí encontramos la quinina, palmeras y otras maderas preciosas; la hierba de toquilla, la caña, el arroz, el tabaco y otros productos estimados se dan perfectamente; y el transporte de Nanegal a Quito se hace a lomo de animales de cuernos57”. Aunque este comercio haya sido muy limitado y posiblemente se agotó en los intercambios regionales, parece, que ya para esa época, el cultivo del arroz había dejado de ser exclusivo de la provincia del Guayas58. Por lo demás, es necesario destacar que el camino de Nanegal fue uno de los más utilizados durante el siglo anterior para llegar al Pailón y, en general, a la provincia de Esmeraldas. Perteneció, en este sentido, a un territorio en donde con seguridad se implantó el cultivo de esta gramínea, razón por la cual no es raro que los “yumbos” – una denominación genérica para calificar a las poblaciones indígenas de esta zona – lo pudieran haber cultivado en pequeña escala y lo hayan empezado a utilizar, al igual que otros productos, como medio de cambio con la Capital de la República. Parece adecuado suponer, así mismo, que si bien se produjeron este tipo de intercambios el arroz, hasta ese momento, no era consumido directamente por los “yumbos”. Debería pasar, en realidad, más de medio siglo para que este se incorporara a la dieta de las comunidades de la zona. Sea como fuere esto último, de las anotaciones realizadas se puede desprender que el cultivo del arroz se desarrolló en el Litoral ecuatoriano (incluso la zona tropical de la provincia de Pichincha), especialmente, en la provincias del Guayas, en la cuenca del río que da su nombre, en donde se producía para el consumo de los campesinos, una parte se destinaba a los intercambios regionales con la Sierra y, otra parte, se destinaba a la exportación. Aunque se trataba de un cultivo secundario, el arroz, primero lentamente y luego, de manera más acentuada se integró a la dieta de los “montuvios” conjuntamente con otra serie de productos que aquellos cultivaban: maíz, tabaco, yuca, plátano, por ejemplo. Pero si empezó a formar parte de la dieta de los montuvios de la cuenca del Guayas, al menos, desde el último tercio del siglo XIX (1870), comenzó a integrarse aceleradamente a la dieta de la población del Puerto Principal, Guayaquil. Se debe señalar, por esta razón, que aunque buena parte de la producción arrocera de montuvios y campesinos de la cuenca del Guayas llegaba a Guayaquil, ya para finales del siglo, ésta no lograba satisfacer las necesidades locales de una ciudad que había comenzado a crecer vertiginosamente. “La mayor parte (del arroz) – decía T. Wolf en 1890 – proviene de las cercanías de Milagro, pero no es suficiente ni de lejos para abastecer el mercado de Guayaquil, mucho menos de todo el país59”. Por lo demás, si el arroz era un artículo de comercio en el litoral, sobre todo, Milagro y Yaguachi, cuya producción se destinaba a la ciudad de Guayaquil y, eventualmente, a la 57 Onfroy de Thoron, Enrique, op. cit, pág 76. 58 Avendaño indica que en el Oriente, en esta época, se cultivaba arroz. Al respecto señala que en “estos países (se refiere a las planicies de la región oriental) cuya gigantesca vegetación causa pasmo, producen exquisitas maderas, muy excelentes frutas; aceites, gomas, resinas y bálsamos; cortezas, raíces y plantas medicinales; pimienta, vainilla y canela, cacao, tabaco, algodón, arroz” (Op, cit.pág. 251). No obstante, aunque se puede dudar de esta observación, de todos modos, expresa el hecho de que el cultivo del arroz se había extendido por el territorio del Ecuador durante el siglo XIX. 59 Wolf, Theodoro, Geografía del Ecuador, Publicada por Orden del Supremo Gobierno [1892], Editorial Casa de la Cultura Ecuatoriana, Quito, 1975, pág

exportación, formaba parte de los intercambios regulares con la Sierra60. Es interesante observar sobre el particular la cita Wolf, en la destaca que la producción arrocera del litoral no era suficiente para abastecer las necesidades ni de Guayaquil peor las del resto del país y, por consiguiente también de la población serrana, región en donde se había empezado a popularizar su consumo, ya no solamente entre las clases altas. Naturalmente, este comercio regional hasta finales de siglo siguió siendo restringido. Unicamente después de la llegada del Ferrocarril se habría de incrementar sustancialmente la introducción de arroz en esta región, en la medida que la nueva vía de comunicación iba a coincidir con la emergencia de otros factores ligados al consumo que iban a “abrir” el mercado del altiplano.

3. La Formación del Mercado Arrocero Aunque la producción del arroz (que, sin duda, formaba parte de una estrategia de cultivo compleja y múltiple de montuvios, campesinos y comunidades indígenas de las provincias costeñas) se desarrolló, especialmente en las orillas61 de los ríos de la red fluvial que conforman la cuenca del Guayas, ésta fue limitada. Para el último tercio del siglo XIX, no solamente – como lo reconoció Wolf – no podía satisfacer las necesidades de esta provincia sino, peor aún, las del país en su conjunto. En otras palabras, si bien se fue generalizando el cultivo del arroz lo cual permitió incrementar su producción, el consumo de la gramínea y, por consiguiente, el mercado interno, este último comenzó a crecer a una velocidad aún mayor. A tal punto, que para finales de siglo el Ecuador se convirtió en un neto importador de grano, el cual se constituyó en uno de los principales artículos extranjeros de consumo interno, conjuntamente con la harina de trigo y la manteca. Nos existen estimaciones de la producción de arroz en el siglo XIX, sin embargo, para ilustrar62 este crecimiento del consumo y, ende el crecimiento del mercado interno, durante la segunda mitad del siglo XIX se puede analizar la evolución de las exportaciones e importaciones de la gramínea. Tal como se puede apreciar (Cuadro 2), si bien las exportaciones del grano, para el año 1856, crecen un 246.3 % si se los compara con el año de 1819, únicamente representan el 0.85% del valor de las exportaciones totales). Por lo demás, para 1862, caen a un nivel igual que para la segunda década y ya para 1900, las exportaciones de arroz son completamente incidentales. Se exportan apenas 380 quintales con destino a Colombia. No obstante, si se analizan las importaciones de la gramínea (Cuadro Nº 3) se pueden hacer algunas constataciones. Independientemente de lo parciales y dispares que constituyen los datos transcritos, pese al esfuerzo por uniformizarlos, una cosa es evidente: entre 1846 y 1900 se incrementa espectacularmente el consumo de arroz importado. Este pasa de 461 quintales en 1853 – 54 (año en que se tienen datos completos de todas las Aduanas del país), a 15.536 quintales en 1870; posteriormente, en

60 J. L. Mera decía, en 1875, que en los intercambios regionales, del litoral se introducen de forma regular en los pueblos de la sierra “artículos importantes como sal, cacao, arroz, pescado, tabaco, sombreros de paja, potros, etc..”. (Véase, al respecto, Mera, Juan León, op, cit. pág ) 61 Más adelante me detendré a analizar las “condiciones naturales” que permitieron el desarrollo de la producción arrocera en la cuenca del Guayas, haciendo algunas aproximaciones de carácter general sobre el tema. Por el momento, valgan estas consideraciones. 62 Las cifras que se transcriben a continuación no tienen otro interés que el de ilustrar el proceso de crecimiento del mercado del arroz; por tanto, deben ser tomadas recordando esta limitación, la cual es resultado de la poca información existente.

(Cuadro Nº 2)

EXPORTACIONES DE ARROZ SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XIX

ADUANA DE GUAYAQUIL

ADUANA DE MANTA –

CALLO

ADUANA DE ESMERALDAS

TOTAL

VALOR PESOS VALOR PESOS VALOR PESOS VALOR PESOS

AÑO

CANT. QQ UNIT. TOTAL

CANT. QQ UNIT. TOTAL

CANT. QQ UNIT. TOTAL

CANT. QQ UNIT. TOTAL

1856 - 57 3.702 6.00 22.212 3.702 6.00 22.212

1862 1.515 6.00 9.090 1.515 6.00 9.090 1900 (1) 380 16.00 6.080 380 16.00 6.080 (1) Para 1900 las exportaciones de arroz libres de derechos, fueron básicamente para Colombia. FUENTE: Informes de los Ministros de Hacienda 1946 –1900

(Cuadro Nº 3) IMPORTACIONES DE ARROZ EN EL SIGLO XIX

ADUANA DE GUAYAQUIL

ADUANA DE MANTA - CALLO

ADUANA DE ESMERALDAS

TOTAL

VALOR VALOR VALOR EN PESOS

VALOR (1)

AÑOS

CANT. QQ.

UNIT. TOTAL

CANT. QQ.

UNIT. TOTAL

CANT. QQ.

UNIT. TOTAL

CANT. QQ.

UNIT. TOTAL

1846 - 47 93 2.5 232.4 93 2.5 232.4 1853 - 54 38 3.00 114.0 423 6.00 2.538 461 5.75 2.652 1856 - 57 35 6.00 210 35 6.00 210

1870 14.337 6.00 86.022 401 9.00 3.609 798 10.00 7.980 15.536 6.28 97.611 1877 1.549 1.549

1879 (2) 36.319 5.5 186.378 2.377 6.9 16.406 1.619 5.75 9.311 40.315 5.6 225.764 1884 (3) 16.011 5.00 80.055 16.011 5.00 80.055 1900 (4) 62.692 5.3 332.267 62.692 5.3 332.267

(1) Hasta 1884, los valores se calculan en pesos, desde ese año, con la reforma monetaria, se calculan en sucres. (2) Para 1879, las estadísticas oficiales señalan que se importaron 44.836 bultos que se los ha reducido a 36.319 quintales (81

libras por bulto). A su vez, el precio del quintal de arroz importado en Guayaquil de 5.5 pesos por quintal se ha calculado suponiendo que es menor que en Esmeraldas y Manta.

(3) Las estadísticas oficiales señalan que en 1884 se importaron 10.674 quintales de arroz por Guayaquil; también se indica que se importaron 5.337 sacos como parte de los “bultos de las mercaderías no detalladas”. En este cuadro los bultos se los ha reducido a quintales, sumándolos a la cifra anterior (que no es significativamente mayor que la que en 1870, se introdujo en el Puerto Principal) y asignándole un valor unitario igual.

(4) El Informe de Hacienda correspondiente al año 1900, no da cuenta de los valores importados, de ahí que para calcular éste se extrapolado el valor unitario por quintal del año 1903 a 1900.

FUENTE: Informes de los Ministros de Hacienda, 1846 –1901.

1879, las importaciones del grano se elevan a 40.315 quintales, y en 1900, a 62.962 quintales. En un período en el que las exportaciones se paralizan, las importaciones de arroz, por el contrario, crecen aceleradamente. Ello pone en evidencia que de exportador marginal hacia los países de la región hasta la primera mitad del siglo XIX, el Ecuador se convierte en un fuerte importador de la gramínea, con el objeto de satisfacer sus necesidades internas, a partir de la segunda mitad y, especialmente, desde 1870. Antes de intentar explicar este fenómeno conviene, sin embargo, detenerse a analizar el cuadro anterior. A pesar de los esfuerzos por uniformizar la información de las estadísticas oficiales, de manera que resulten comparativas entre los distintos años, existen algunas dificultades que no se han podido sortear, por lo cual, conviene hacer algunas aclaraciones. La falta de estadísticas completas en el siglo XIX, obedece al poco interés por parte del Estado por mantener una reseña regular lo suficientemente exacta de los productos introducidos por los principales puertos del país. A las autoridades encargadas del manejo fiscal y económico de la República les interesaba únicamente, al parecer, “hacerse una idea” del flujo global de mercancías procedentes de otros países, con el objeto de establecer el monto de los ingresos estatales. Es por este motivo que las estadísticas de importaciones no se elaboraron de año en año, sino de tiempo en tiempo; cuando se requería averiguar qué pasaba con los impuestos que se cobraban por ciertos productos. Además, se observa una falta de criterios uniformes en la confección de las estadísticas oficiales, especialmente en cuanto al peso de los bienes importados. Como es natural, esta circunstancia plantea una serie de inconvenientes al análisis histórico, para reducir a una medida uniforme las importaciones de arroz para cada uno de los años registrados. Así, para el año 1879, se da cuenta que por el Puerto de Guayaquil se introdujeron 44.836 “bultos de arroz”; por su parte, para el año 1884 se habla de que se han introducido 5.337 sacos como parte de los “bultos de las mercaderías no detalladas”. Ahora bien, ¿cómo entender el peso de estos “bultos” y “sacos” no especificados?. No existe un criterio claro, al respecto. No obstante, se pueden tomar en cuenta las siguientes observaciones. Por bulto, se sugiere un “paquete” considerable en cuanto a peso y a volumen. De otra parte, hay que recordar que durante el siglo anterior y aún en el presente se utilizaba la denominación de bultos como referido a cargas (de 81 libras que es la medida oficial de peso durante buena parte del siglo anterior63) más que a quintales. En este trabajo aunque no se tienen argumentos definidos se ha considerado que el bulto como semejante a una carga, de alrededor de 81 libras. Esto significa que en 1879 no se introdujeron 44.836 quintales por el Puerto de Guayaquil sino únicamente 36.319 quintales64. Sin embargo, este criterio que hemos sostenido para determinar el número de quintales en 1879, no parece adecuado respecto de los “sacos no especificados”. Entre otras cosas, porque la mayoría de la importación especificada está dada en quintales lo cual 63 Sebastián Weiss, en 1848, señalaba que, 81 libras por carga “es el peso establecido en el país” (véase, El Nacional, I Epoca, 17-X-1848, pag 5.467) 64 En la Memoria del Ministro de Hacienda de 1892 consta – al hablar de reembarcos y trasbordos – que el bulto de arroz equivalía a 80 kilos, cifra que, para los fines que nos ocupa, parece exagerada. Sin embargo, en el Informe de Hacienda de 1914, en el caso del cabotaje, a los demás puertos de la República se señalaba que se han despachado 13.683 bultos de arroz por un peso de 1’ 148.516 kilos, lo que da un peso por bulto de 83.9 libras.

hace presumir que los sacos están girando alrededor de esta unidad de peso. Esto último porque el “saco” hace relación con un recipiente en el que cabe una cantidad de un producto equivalente a un quintal65. En todo caso, aunque de partida se conoce un saco no puede ser asimilado a un quintal, para fines estadísticos se puede considerar como tal. Ello quiere decir que, para el año 1884, se importaron solamente por Guayaquil, 10.674 especificados y 5.337 sacos de a un quintal entre las mercaderías no especificadas lo que da un total de 16.409 quintales que es una cifra no muy alejada de la que se señalaba para 1870. Por lo demás, conviene hacer algunas precisiones sobre los valores unitarios y totales, de manera de determinar adecuadamente el monto de las importaciones para los distintos años. En 1879, el Informe del Ministro de Hacienda, no da cuenta del valor unitario y total de las importaciones de arroz. Para calcular este monto se ha asignado un valor por quintal que es el promedio entre el valor unitario de 1870 y el de 1884, para los quintales declarados. La razón para proceder de esta manera es que el valor del kilo de arroz que se consumía en Guayaquil que, en su mayoría provenía del Perú, era menor que el que se consumía – tal como se puede apreciar en los otros casos- en Manabí o Esmeraldas. En estas provincias, en efecto, cuando el grano provenía de Perú, era más caro que en Guayaquil (por los costos incrementados de transporte, siendo en Esmeraldas más caro que en los puertos de Manabí), y cuando provenía “vía Panamá” era mucho más caro porque, por lo general, venía de países como China o Siam que, al ser extremadamente alejados, proporcionaban un grano más costoso que el de la vecina República. Cuando este era el caso, el precio unitario de Esmeraldas era más barato que el de los precios de los puertos de Manabí66. De otra parte, para 1884, los precios unitarios se han calculado tomado como referente los precios por quintal del arroz especificado (5.00 sucres por quintal), pues, de los no especificados, no se señala valor alguno. Finalmente, en vista de que el Informe de Hacienda de 1900, no señala valores para el arroz importado, se le ha asignado un valor unitario y total, extrapolando el valor unitario calculado para el año de 1903, que es de 5.6 sucres por quintal, aún cuando éste puede considerarse sobrevaluado. Ahora bien, luego de las anotaciones precedentes, se puede tratar de averiguar – tal como se había señalado antes de este largo paréntesis - acerca de las causas que determinaron el crecimiento de las importaciones de arroz, en la segunda mitad del siglo XIX. Sobre el particular, conviene realizar las siguientes observaciones. La información transcrita da cuenta de tres momentos. Un primer período en donde el Ecuador es exportador de grano, al menos hasta 1848, y durante el cual las importaciones de arroz son insignificantes. Una segunda fase durante la cual, el Ecuador se convierte en un importante importador de arroz que se puede ubicar alrededor de 1860 y que se manifiesta hacia 1870. Una tercera época, posterior a 1870 y en la que el Ecuador empieza a importar arroz en forma cada vez más creciente, de manera de satisfacer las necesidades internas del país que, la producción que se consolida, especialmente, 65 En el Informe del Ministro de Hacienda de 1857 se habla expresamente de “sacos de un quintal” cuando se da las cifras de importación de la Harina correspondientes a ese año. Los sacos de un quintal son, por consiguiente, medidas utilizadas con cierta frecuencia en el siglo anterior. 66 Esta situación explica, de paso, la diferencia tan acentuada entre los precios de Guayaquil en 1870 y los de Manta y Esmeraldas. También explica la aparente incongruencia entre los precios de los productos entre Manabí y Esmeraldas, siendo éstos más baratos que los de aquella plaza en 1879. Ello se debía, en realidad, a que el arroz importado a ambas plazas provenía “vía Panamá”, siendo Esmeraldas más cercano que Manta, al itsmo.

alrededor del eje Yaguachi – Milagro, no puede abastecer. En todo caso, ¿cuáles son las causas que explican este fenómeno?. Las anotaciones que siguen se orientan a aclarar este punto. Al menos hasta 1870, ciertamente, no fue la disminución del precio del arroz porque entre 1846 - 47 y 1870 se eleva de manera significativa, pasando en el puerto de Guayaquil, de 2.5 pesos el quintal a 6.0 pesos. La razón fue, sin duda, de otra índole: al Ecuador y, sobre todo al puerto principal, empieza a ingresar de manera creciente, primero “vía Panamá” y, luego por el Sur, arroz decorticado que era virtualmente desconocido en el país. Este hecho trajo como consecuencia un aumento de la demanda puesto que, los guayaquileños, ya para 1870, empezaron a descubrir la serie de posibilidades que ofrecía el consumo del grano sin cáscara. No obstante, si bien hacia esa época el consumo de arroz se concentró en Guayaquil, posteriormente y hasta alrededor de 1900, se convirtió en un producto de consumo de la zona económica integrada al Puerto. Se trató, en este sentido, de un consumo no solamente vinculado a los población urbana de la ciudad más importante del país en términos económicos, sino a la de los pequeños centros poblados que fueron surgiendo junto a las haciendas cacaoteras que formaban el eje articulador más importante de la economía del país y, en menor medida, de la masa de campesinos de la provincia del Guayas. Este incremento del consumo coincidió, además, con tres factores fundamentales. En primer lugar, la disminución del precio del arroz importado que pasó de 6.28 pesos en 1870 a 5.00 sucres en 1884, valor alrededor del cual iba a oscilar hasta los primeros años del siglo XX. En segundo lugar, el impuesto relativamente insignificante que se pagaba por la introducción de arroz en los puertos ecuatorianos. Hasta 1877, el impuesto era de 1 centavo por cada kilogramo importado, posteriormente, se declaró libre la importación del grano al menos para el puerto de Guayaquil, ya que por los puertos de Esmeraldas y Manta se siguió pagando igual. Para 1886, en vista del incremento de las importaciones, se comenzó a pagar 5 centavos de sucre por kilo pero, para 1900, se pagaba 1 centavo, el cual sumado al 1 centavo de “recargo” a ciertos productos (entre ellos el arroz), sumaba 2 centavos67. Unos años más tarde, en 1907 – como se verá más adelante – declaró nuevamente libre la importación de la gramínea, dado que lo que se pretendía con esta medida era, al parecer, defender al consumidor popular. Esta disminución de los impuestos a la importación fue de la mano (a excepción de un lapso de 10 años) con un incremento de los tarifas arancelarias desde 1830 a 1900, calculadas sobre cada 46 kilos de arroz. Entre 1861 y 1869, el quintal exportado pagó 0.10 pesos; en 1873, se comenzó a pagar 0.0320 pesos; desde 1884 a 1895, en la idea de estimular las exportaciones al tiempo que, desde 1886, se elevaban sustancialmente las tarifas del arroz importado, se declaró libre las exportaciones; en 1895, el arroz exportado empezó a pagar 0.0460 sucres; entre 1897 y 1899 0.2760 sucres; en 1900, 0.3220 sucres68. En tercer lugar, la construcción del ferrocarril desde finales de la década del 80. Esto último, en la medida que el ferrocarril fue uniendo las zonas económicas vinculadas a 67 Respecto de este punto el Ministro de Hacienda en su Informe de 1901, decía lo siguiente: “ Según el arancel de 1886, el arroz estaba gravado con cinco centavos de sucre por kilo, hoy paga un centavo, que con el recargo del 100% son dos centavos. Creo – insistía – muy acertado ese cambio de gravamen, siendo como es un artículo de primera necesidad”. (Informe del Ministro de Hacienda 1901). 68 Noboa, Alejandro, Superintendente de Aduanas de Guayaquil, Cuadro demostrativo de las tarifas de exportación desde 1830 a 1900, calculadas sobre cada 46 kilos, Junio 30 de 1901, en Informe del Ministerio de Hacienda, 1901.

Guayaquil, especialmente, Durán, Yaguachi, Milagro, Naranjito. En estas zonas, en efecto, estaban ubicadas buena parte de las plantaciones cacaoteras y las haciendas ganaderas, en donde la demanda de arroz comenzó a incrementarse, sirviendo de base a la alimentación de los pobladores de los centros comerciales y de los campesinos. A medida que el ferrocarril fue avanzando en su construcción se incremento, así mismo, el comercio con las poblaciones ubicadas en las estribaciones de la cordillera y, más adelante, con pequeños centros poblados de la Sierra ubicados en la “línea del tren”, tales como Bucay, Sibambe, desde el comercio del arroz se comenzó filtrar hacia el altiplano, a cambio de productos típicos de la serranía. En síntesis, el incremento acelerado del mercado del arroz - tal como se evidencia por el aumento de las importaciones - se debió a la introducción, desde los años setenta, de grano descascarado que amplió las posibilidades de consumo y se integró a la dieta de la población de las provincias del Guayas y Los Ríos como sustituto de productos tradicionales. Hasta el último tercio del siglo XIX, en efecto, no se conocía en el Ecuador el “arroz seco” que, desde entonces, se integró como un elemento sustancial de la dieta de la población costeña y a la cual se le fue añadiendo el “acompañado” consistente en “carne de monte”, de “res” o “pescado”. De otra parte, el arroz empezó a sustituir a algunos granos y productos tradicionales, entre ellos, el maíz y otros y cereales, como el trigo y la cebada quebrada (conocida, a partir de ese momento, como “arroz de cebada”), que provenían de la sierra o eran importados. De hecho, en las provincias costeñas el arroz (incluido el arroz molido y el arrocillo) empezó a ser utilizado, así mismo, de un sinnúmero de formas, tanto como “producto de sal”, como “producto de dulce”; y esta circunstancia amplió notablemente sus posibilidades de consumo. No hay que olvidar, por lo demás, que se trataba de un artículo “llenador” que proporcionaba “energía suficiente” a la mayoría de la población costeña. A través del ferrocarril, de otra parte, el arroz se introdujo en las poblaciones serranas ubicadas junto a la línea del tren, a partir de las cuales se fue filtrando lentamente al altiplano, como artículo de consumo de la población urbana. Conviene resaltar que este incremento del consumo de grano decorticado, especialmente en la provincia del Guayas y Los Ríos y, en menor medida en la Sierra, obedeció a que era un producto de fácil acceso en el mercado, el cual durante el último tercio del siglo XIX mantuvo un precio relativamente constante y módico, a pesar de las fluctuaciones que habían experimentado los demás productos, como resultado del convulsionado período político que agitó al Ecuador en los últimos quince años del ochocientos. Finalmente, se debe tomar en cuenta que se trataba de un producto que en distintas condiciones climáticas, seco y pulido, podía conservarse durante largo tiempo, lo cual le daba una ventaja con otros productos. Fue esta característica la que, unida al precio y a las amplias posibilidades de consumo, le permitió desplazar a otros granos (lenteja y fréjol), con los cuales se empezó a combinar de forma diversa, generando nuevas combinatorias de alimentos que, hasta ese momento, no existían. A pesar, pues, que – como lo reconocía T. Wolf – la producción arrocera, para finales de siglo, no satisfacía las necesidades de la provincia del Guayas ni peor las del país, gracias al aumento de las importaciones se había logrado satisfacer la demanda interna. Al punto que, el Ministro de Hacienda en 1901, al argumentar sobre el mantenimiento de bajas tarifas arancelarias para el arroz importado señalaba que se trataba de un “artículo de primera necesidad” de la población nacional, especialmente, costeña. Y esta constatación de que se trataba de un producto de primera necesidad, sería el referente para mantener bajos los impuestos para el arroz extranjero durante la primera década del

siglo XX, es decir, en un momento en el que empezaban a aparecer en el país las primeras máquinas y fábricas para descascarar el grano. 4. Aunque no es posible estimar el volumen de la producción nacional durante el siglo XIX, analizando la evolución de las importaciones de arroz en la segunda mitad de siglo, se puede observar el crecimiento del mercado interno. No obstante, también se puede comprobar la enorme dependencia de la demanda interna del grano importado, que empieza a crecer aceleradamente desde 1870, en la medida que se comienza a consumir a nivel nacional y, sobre todo en la zona de Guayaquil, grano decorticado. Para poder hacerse una idea de la relevancia de las importaciones de arroz se debe señalar que para el último tercio de siglo éste se incorpora, primero de manera eventual y, luego de forma permanente, al grupo de los principales productos alimenticios, tales como harina de trigo, azúcar, mantecas y mantequillas que se introducen regularmente al Ecuador. De acuerdo a la información procesada de importaciones de los principales artículos alimenticios que se consumen en el Ecuador y, especialmente, en la provincia del Guayas a finales de la década de los cuarenta (Cuadro Nº 4), se observa que de un 0.28 % en el valor total de las importaciones de esos productos y de alrededor de un 1.2% en el volumen de carga en los años 1846- 47, para 1870, el arroz pasa a representar el 27.3% del total del valor las importaciones de los principales productos alimenticios y un 24.5% respecto del volumen total de carga de estos artículos. Si bien esta cifras decrecen para 1877, para 1879, el arroz representa el 32.7% del volumen total de las importaciones de los principales productos alimenticios introducidos en el Ecuador, diminuyendo a un 11.7% en 1884 en relación del volumen y a un 5.5% respecto del valor, para en 1903, estabilizarse momentáneamente en el orden del 22.7% respecto del volumen y en un 13.6% respecto del valor total de las importaciones de esta clase de productos. Se trata, en todo caso, de un crecimiento muy significativo de las importaciones de arroz, más que nada, a partir de las tres últimas décadas del siglo XIX, lo cual le ubica entre el grupo de los artículos alimenticios importados de mayor consumo en el país. Para poder evaluar la relevancia de las importaciones de arroz a comienzos de siglo (Cuadro Nº 5), se observa que para 1903, el arroz representa el 17.8% del volumen total

(Cuadro Nº 5)

% DE PRINCIPALES PRODUCTOS IMPORTADOS EN RELACIÓN DE TOTAL DE ARTÍCULOS ALIMENTICIOS INTRODUCIDOS AL PAÍS – 1903

PRODUCTO QUINTALES % VALOR % Arroz 51.551 17.8 238.684 9.6 Azúcar 19.082 6.6 136.266 5.5 Harina 112.082 38.7 581.718 23.4 Manteca 42.901 14.8 734.147 29.5 Mantequilla 1.462 0.5 60.371 2.4 SUMAN 227.078 78.4 1’751.186 70.4 TOTAL IMP. 289.320 100.0 2’487.307 100.0 FUENTE: Ecuador, Guía Comercial Agrícola e Industrial de la República –1909

de las importaciones de artículos alimenticios introducidos y un 9.6% respecto del valor total. Por otra parte (Cuadro Nº 6), representa un 22.6% del volumen importado respecto del total de productos alimenticios de origen vegetal, y un 17.5% respecto del valor. Se trata, pues, del producto de mayor significación de los productos importados de origen vegetal conjuntamente con la harina de trigo; incluso, más importante que el azúcar que para ese año representa el 10.0% del valor de las importaciones y solamente un 8.4% respecto del volumen de carga total de esta clase de productos.

(Cuadro Nº 6)

% PRINCIPALES PRODUCTOS ALIMENTICIOS IMPORTADOS SOBRE TOTAL IMPORTACIONES – 1903

CLASE % DEL TOTAL DE PRODUCTOS ALIMENTICIOS DE ORIGEN

VEGETAL

% DEL TOTAL DE PRODUCTOS ALIMENTICIOS DE ORIGEN

ANIMAL

% TOTAL PRODUCTOS ALIMENTICIOS IMPORTADOS

PRODUCTO QUINTALES VALOR QUINTALES VALOR QUINTALES VALOR Arroz 22.6 17.5 17.8 9.6 Azúcar 8.4 10.0 6.6 5.5 Harina 49.1 42.7 38.7 23.4 Manteca 71.1 65.5 14.8 29.5 Mantequilla 2.4 5.4 0.5 2.4 % Acumulado 80.1 70.2 73.5 70.9 78.4 70.4 % 100.0 100.0 100.0 100.0 100.0 100.0 TOTAL IMP. 228.245 1’362.533 60.373 1’120.622 289.320 2’487.307 FUENTE: Ecuador, Guía Comercial Agrícola e Industrial de la República –1909

Se debe señalar, sin embargo, que la irregularidad de las importaciones de arroz desde 1870 sugiere que este producto fue importado, seguramente, para almacenarlo y venderlo en los dos años subsiguientes, en la medida que se comprobó que seco y cuidado puede ser conservado por largos períodos. Las grandes importaciones de arroz en diferentes años más que un referente del consumo anual son, seguramente, un indicador del consumo por determinados períodos, posiblemente dos años. Del mismo modo, las caídas abruptas de las importaciones en los años 1877 y 1844 indican únicamente que se conservan existencias de arroz importados en los años anteriores. Aún así, el análisis detenido de las importaciones demuestra que se trata de un producto en continuo crecimiento en el mercado interno que para mediados de la década de los noventa, cuando se declara nuevamente la libre importación del grano, los volúmenes importados se han tornado permanentes, estabilizándose alrededor del 10.0% del valor total de las importaciones del conjunto de artículos alimenticios. Circunstancia que demuestra su relevancia, el peso en la balanza comercial del país, y la alta dependencia del mercado interno respecto del mercado internacional. Sobre este último se debe señalar que las importaciones de arroz registradas para 1870 dan cuenta que el 93.4% proviene del Perú, en tanto que el restante 6.6% se introducía “Vía Panamá”, es decir, de los países centroaméricanos y de países distantes entre los cuales destacan la India y Siam, cuyo grano decorticado, será el que, en los años siguientes, competirá con el de la vecina República. En efecto, para 1879, de los 44. 836 bultos de arroz introducidos por la Aduana de Guayaquil, el 37.0% corresponde a importaciones provenientes de Perú, en tanto que el 51.2% provenía “Vía Panamá”, China el 6.3%, y países europeos (seguramente a manera de reexportaciones) como Francia,

Inglaterra, Alemania, el 2.8%. De todos modos, se evidencia que las importaciones de arroz peruano fueron significativas, si bien para ese año, serán desplazadas por las importaciones “Vía Panamá”. En términos generales se pueden decir, pues, que las importaciones de arroz durante el siglo XIX provienen en su mayoría de Perú, de países centro americanos y, en menor medida, de China, India, Siam, que son los que se cotizan a comienzos del siglo XX en la ciudad de Guayaquil, y los que – como se verá más adelante - determinan las oscilaciones de los precios en el mercado interno.

CAPÍTULO 2 LA EMERGENCIA DE LA PRODUCCIÓN ARROCERA EN EL ECUADOR

1. Evolución de las importaciones a comienzos del siglo XX Durante el siglo XIX la producción de arroz fue secundaria y subsidiaria para las economías del Litoral. Desde finales del ochocientos y a comienzos del novecientos su cultivo se fue, sin embargo, consolidando en la provincia del Guayas y Los Ríos. No obstante, aunque el cultivo aumentó la demanda siguió excediendo las posibilidades de abastecimiento de la producción local. De ahí que, durante los primeros años del siglo XX, continuó la afluencia de grano extranjero al Puerto de Guayaquil. En especial, procedente del Perú, país que con sus valles costeros calientes (entre ellos, Piura e Ica) y su mayor experiencia en el cultivo de este tipo de producto le habían convertido en un fuerte oferente dentro del mercado local, ya que su producción era más barata y podía competir con la que venía del lejano oriente, “vía Panamá”. Este aumento de la cantidad de grano extranjero en el mercado nacional se puede observar en el Cuadro Nº 7 que se expone a continuación. (Cuadro Nº 7)

PRODUCCIÓN, IMPORTACIÓN Y EXPORTACIÓN DE ARROZ 1900 -1910

(QUINTALES) AÑOS PRODUCCIÓN EXPORTACIÓN VALOR TOTAL

SUCRES VALOR QUINTAL

PROMEDIO IMPORTACIÓN

VALOR

SUCRES VALOR QUINTAL

PROMEDIO 1900 62.692 1901 91.588 1902 272.183 1903 2 17 8.50 69.167 368.970 5.33 1904 11 100 9.09 113.767 652.914 5.73 1905 93.771 405.024 4.31 1906 1907 1908 51.551 238.684 4.63 1909 120.000 –

150.000 34 256 7.52 36.546 168.859 4.62

1910 4 32 8.00 48.505 226.794 4.67 FUENTES: Informes del Ministerio de Hacienda 1900 –1940; El Ecuador, Guía Comercial, Agrícola e Industrial de la República –1909; Boletín de Estadística Fiscal y Comercial del Ministerio de Hacienda correspondiente a los años 1909, 1910.

Como se puede apreciar, mientras las exportaciones son marginales y casi inexistentes, pues, únicamente se exportaron a Colombia unos pocos quintales a precios promedios sumamente elevados (entre 7.50 y 9.10 sucres, mientras el precio promedio del grano importado oscila entre 4.31 y 5.73 sucres), las importaciones se incrementaron sustancialmente, pasando en el año de 1901, a 91.588 quintales y, en 1904 a

113.767 quintales, que es la cifra más alta de la década y la segunda más importante en todo el período estudiado, para ubicarse nuevamente en 93.771 quintales, en 1905. De todos modos, a partir de ese año se observa una disminución considerable de las importaciones hasta

descender a 36.546 quintales al final de la década, lo cual coincidió con una disminución del precio promedio del quintal de arroz importado que pasó de 5.33 sucres por quintal en 1903, a 4.62 sucres en 1909. ¿Cuál fue la causa de esta disminución drástica del consumo de grano

extranjero observado en la segunda mitad de la primera década del novecientos?.

Aunque, sin duda, una parte del arroz importado durante los años 1900 - 1901, y 1904 - 1905, sirvió para acumular “existencias” para los años 1902 y 1906 y 1907, tal como aconteció, regularmente, en las últimas décadas del siglo XIX, de todos modos, se observa una tendencia

a un estancamiento y a una posterior disminución del consumo del grano importado hacia finales de la década69. Esta disminución es

69 Es interesante observar que las importaciones de arroz de 1900 - 1901 que sirvieron para abastecer las necesidades de arroz del año 1903, sumadas dan 154.278 quintales, los cuales

incomprensible cuando justamente se evidencia un aumento apreciable del consumo del arroz debido, sobre todo, a la integración al mercado de la población serrana, a través del ferrocarril, cuya construcción avanzó aceleradamente durante la segunda administración del

General Alfaro.

Por esta razón, a pesar de que el precio promedio del arroz importado en el puerto de Guayaquil tendió a disminuir durante la década (Cuadro Nº 7), desde 1903, los precios en los mercados locales se elevaron de manera pronunciada, lo que generó una acentuada

especulación de los principales artículos de consumo, entre los cuales figuraba el arroz70. En vista de esta situación, en 1905, mediante Decreto Legislativo, se autorizó al Ejecutivo a “importar directamente víveres”, ya que – de acuerdo a lo que se manifestaba - “su precio se

había encarecido notablemente en las distintas plazas del país”71. Posteriormente, como esta medida, al parecer, no fue suficiente para contener el encarecimiento de los precios, en el año de 1907, se dictó una Ley “liberando de toda clase de impuestos” a la importación de

“artículos de primera necesidad”, en los que se incluía al arroz72.

Si se analiza detenidamente el estancamiento y la posterior contracción de la demanda del grano extranjero entre 1905 y 1909, período en que se observa una liberación de las importaciones de arroz y una incorporación definitiva de la población serrana al mercado, a través del ferrocarril que llega a Quito en 1908, resulta incomprensible la evolución de las importaciones de arroz cuando, al parecer, éstas deberían

haber aumentado. Entre otras cosas, porque las tarifas arancelarias eran inexistentes y ya ni siquiera se cobraba los dos centavos dispuestos en 1901. Si bien es cierto que la elevación de los precios del arroz en los mercados locales, debido al aumento más acelerado de la demanda en relación de la oferta de grano extranjero, seguramente, incidió en una contracción de la demanda, esta explicación no resulta completamente satisfactoria. ¿Cómo explicar, entonces, esta situación?; ¿cuáles fueron las causas que determinaron el estancamiento y la ulterior la contracción de la demanda de grano importado a partir del año 1908, la cual, exceptuando años excepcionales, se va a comprimir

aún más durante la década siguiente?.

2. La Producción Arrocera entre 1900 - 1910

La disminución de la demanda de grano extranjero en el mercado nacional, pese a la liberación de importaciones por parte del gobierno de Alfaro, obedeció sin duda, al aumento significativo de la producción nacional. Particularmente, de las provincias Guayas y Los Ríos, en los cantones y parroquias Daule, Yaguachi, Milagro, Vinces, Babahoyo, y en los recintos y parroquias de Santa Lucía, Balzar, Piedrahita, Las

Ramas, Soledad, Pedro Carbo, Palenque, Samborondón, Boca de Caña, en donde el cultivo se había incrementado notablemente. En estos cantones, parroquias y recintos, en efecto, el desarrollo del cultivo del arroz dependió de peones y sembradores vinculados a la plantación cacaotera pero, sobre todo, a arrendatarios y finqueros autónomos que se dedicaron en forma creciente a contratar directamente con los

hacendados y grandes propietarios por el uso de la tierra, y a utilizar las tierras bajas, sujetas a inundaciones periódicas, de las orillas de los ríos que constituyen el complejo hidrológico de la cuenca del Guayas73.

Pero, ya para la segunda mitad de la primera década del siglo XX, obedeció también al incremento de grano decorticado de origen nacional, pues – como se ha señalado anteriormente – la preferencia por el arroz extranjero obedecía, en buena medida, a que tenía esta característica

y ello le habilitaba a una serie de usos y consumos de los que estaba excluido el arroz que producían los campesinos vinculados a las grandes propiedades. Para 1909, la Guía Comercial, Agrícola e Industrial de la República, señalaba al respecto, que “en la costa hay varios

ingenios de pilar arroz, industria que aunque no es de grandes proporciones, abastece todas las necesidades del consumo del país”. Además, indicaba enfáticamente que “entre todos ellos juntos pilan cosa de 120.000 a 150.000 quintales al año74”.

Tal como se puede apreciar, la disminución del grano importado obedeció al incremento del cultivo en la Cuenca del Guayas pero, sobre todo, a la incorporación al mercado local de apreciables cantidades de arroz descascarado, proveniente de las piladoras instaladas en la

ciudad de Guayaquil y en las haciendas de la provincia del mismo nombre, desde las cuales se empezó a producir para satisfacer las dividas para tres años dan una cifra de 51.426 quintales por año. Por su parte, las importaciones de los años 1904 – 1905, que sirvieron para abastecer el mercado interno de los años 1906 – 1907, sumadas dan 207.536 quintales y divididas para cuatro años, dan 51.884 quintales por año, cifra casi igual que las importaciones del año 1908. Alrededor de este volumen se puede ponderar, pues, el consumo de arroz importado en la década. De todos modos, entre 1900 y 1908 se observa un estancamiento de la demanda de grano extranjero, en un momento en que, justamente, el consumo de arroz aumentó considerablemente. Por otra parte, si se toma este año como referente ya para 1909 se nota una contracción fuerte de la demanda de grano importado. 70 Los demás productos eran , harina de trigo, azúcar, mantecas, es decir, los principales productos de subsistencia que eran abastecidos desde el exterior. 71 Decreto Legislativo publicado en el R.O. Nº 13, de 19 – IX- 1905. 72 Ley que declara la Libre Importación de Artículos de primera Necesidad, R.O. Nº 280, 5 –I- 1907. Esta Ley fue derogada en octubre de 1908, mediante otra Ley que se publicó en el R.O. Nº 787 de 15 –X- 1908. 73 Más adelante dedicaré un espacio más o menos amplio a tratar este tema. Por el momento, son necesarias únicamente estas anotaciones. 74 Por lo que se puede apreciar no es exacto que las fábricas de pilar abastezcan “todas las necesidades del país”; de todos modos, es muy significativo que se destaque que, para 1909, se producía una cantidad tan elevada de arroz. (Véase al respecto, Guía Comercial, Agrícola e Industrial de la República, Editada por la Compañía “Guía del Ecuador”, Guayaquil, Talleres de Artes Gráficas de E. Rodenas, 1909, pág. 981.

necesidades del Puerto e, igualmente, una vez que se completó el ferrocarril que unía a esta ciudad para el altiplano y la capital, Quito, o sea para la población serrana. Por los primeros años del siglo XX - como se analiza a continuación - se instalaron, efectivamente, en el país las primeras máquinas y fábricas para “pilar” arroz y café que comenzaron, a satisfacer las necesidades locales. Por esta razón, a pesar de que el arroz extranjero estaba en la práctica exonerado de toda clase de impuestos, su demanda no se incrementó en la proporción que se podía esperar y ésta más tendió declinar. Especialmente, desde 1906, y sobre todo, durante la década siguiente, a partir de la cual el Ecuador dejó

de importar grano extranjero.

3. La necesidad de industrialización del arroz El incremento de las importaciones de arroz provenientes del Perú y del Asia “vía Panamá”, desde finales del siglo XIX puso en evidencia las posibilidades de elevar la producción interna del arroz en el Ecuador pero, al mismo tiempo, evidenció las dificultades que existían para hacer esta idea realidad. Para los comerciantes guayaquileños resultó claro, en efecto, a medida que se incrementaba la demanda del grano importado, que el arroz sin cáscara era un “buen negocio”, pues, cada vez más los pobladores del Puerto, los campesinos de la provincia del Guayas y, más adelante, a medida que el Ferrocarril trasandino se construía y lentamente se incorporaban al consumo del grano las poblaciones serranas. Pero, también se hizo evidente que, gracias al consumo de arroz descascarado, se podían aprovechar las condiciones naturales que la cuenca del Río Guayas ofrecía, para elevar la producción y satisfacer la demanda agregada proveniente del “mercado interno”. Al tiempo que se empezó a percibir esta posibilidad fue haciéndose evidente, así mismo, que el desarrollo de la producción arrocera se topaba con una barrera difícil de sortear, debido a la inexistencia en el país de “fábricas industriales” que pudieran dedicarse a esta actividad, de suerte de aprovechar las condiciones de la Cuenca del Guayas. De ahí que, desde mediados de los noventa, cuando la importación de arroz se ya se había tornado elevada y este producto se había incorporado a la lista de los principales artículos alimenticios que se consumían en el Ecuador, fue haciéndose obvio que debían constituirse en el país “fábricas” dedicadas a esta actividad, conjuntamente a otras “empresas” que podían tener “futuro”. De otro modo, ni se podían aprovechar las oportunidades que ofrecía el país, ni tampoco se podía generar un producto nacional, capaz de desplazar al grano extranjero en el mercado nacional Para esto era necesario superar, ante todo, la forma tradicional de decorticar el grano. En el siglo XIX, en efecto, al menos una parte del café que se producía y exportaba era “lavado”, es decir, descascarado y limpio. Existía, para ello una forma de quitarle la corteza que era usando el “pilón”, una especie de molino de dos piedras semejantes a la de los molinos tradicionales, movidos por animales, gracias a los cuales los campesinos y algunos plantadores les quitaban la cáscara del grano cuando estaba totalmente seco. Durante las últimas décadas del siglo XIX este procedimiento para decorticar el grano de café fue aplicado en forma creciente a quitarle la cáscara del grano del arroz. Así, se fue logrando darle una apariencia distinta y, más que nada, posibilitó a la gramínea ser consumido de una nueva forma, tal como se había descubierto por parte de los ecuatorianos del puerto mediante el uso del grano importado, y de los campesinos de la provincia del Guayas. Este procedimiento, sin embargo, era restringido. Impedía lograr una producción en cantidad y calidad suficientes para competir con el grano extranjero; a lo mucho se lo podía usar en las haciendas en donde el campesino de las plantaciones se dedicaban a “pilar” “su propio arroz”, para el autoconsumo. Unicamente a mediados de la década de

los noventa y comienzos del siglo XX se instalaron - según se conoce - las primeras fábricas dedicadas a la industrialización del grano. Aún así, éstas no se dedicaron exclusivamente al descascaramiento del arroz, sino también del café. Por lo demás, como los molinos que se importaron utilizaban igualmente piedras, si bien éstas era pulidas, siguiendo la denominación que se había aplicado a la forma tradicional de descascarar el grano, se les empezó a conocer con el nombre de las “piladoras de arroz”. Para 1895 aparecieron en el Ecuador, las primeras máquinas y fábricas piladoras de arroz y café. A diferencia de otras industrias que son de origen eminentemente urbano como las fábricas de fideos, por ejemplo, que se instalaron por esos años utilizando la harina importada que se introducía en grandes cantidades al puerto de Guayaquil, las piladoras de arroz y café que se instalaron en esta ciudad no fueron las únicas, más bien fueron las menos. En efecto, la mayoría se instalaron en el campo, junto a las zonas que se fueron definiendo como arroceras, esto es, Samborondón, Yaguachi, Milagro, Babahoyo. Se trataba, por tanto, de una industria que surgió en la ciudad de Guayaquil pero, sobre todo, en los pequeños poblados ubicados en las haciendas productoras de arroz. No en vano, ya para los años veinte del Siglo XX, cuando la producción arrocera se consolidó definitivamente, se les empezó a clasificar a las piladoras existentes hasta ese momento en “urbanas” y “rurales”. Conviene tener presente, en todo caso, que la industrialización del arroz surgió como una necesidad hacia finales del siglo XIX y comienzos del XX, no solamente en la ciudad de Guayaquil en donde se concentraba la principal actividad económica y comercial del país, sino también y, fundamentalmente, en el campo, con el objeto de satisfacer directamente las necesidades de los campesinos de la cuenca baja del Guayas, desde donde se introdujo a las zonas altas y, posteriormente gracias al Ferrocarril, a la Sierra. 4. Primeras Fábricas y Máquinas Piladoras De acuerdo a una noticia tardía, recogida en una Monografía del cantón Daule, alrededor de 1930, al pie de una fotografía se lee la siguiente inscripción: “Vista del edificio principal de la hacienda “La Carmela” de propiedad del señor Enrique López Lascano. En esta importante hacienda funciona la magnífica piladora de arroz i café fundada por su propietario el señor López el año de 1895...”75 Esta piladora fue, pues, la primera que se estableció en el Ecuador y estuvo ubicada en la Hacienda La Carmela, recinto Barbasco, a la orilla derecha del río Daule76. En los años subsiguientes, en todo caso, especialmente a partir de 1900, se constituyeron otras piladoras y se instalaron diversas máquinas de pilar café y arroz. Para 1910, el Informe de la Gobernación del Guayas, señalaba que entre las empresas industriales “todas ellas en estado de prosperidad” prueba de la “vitalidad progresista de esta Provincia”, señalaba que existen (Anexo 1) además de otras empresas comerciales, de seguros, bancarias, 2 empresas de alumbrado público y particular, 2 empresas de tranvías, 5 aserradoras mecánicas, 3 fábricas de fideos y de confites, 2 grandes talleres mecánicos y de

75 Buenaventura Navas, José, Monografía de la parroquia Daule, s.f. 76 Caicedo, Emiliano, Apuntes Históricos, Geográficos, Biográficos y Estadísticos, del Cantón Daule. Tercera Edición, Corregida, aumentada y Revisada, Guayaquil, Librería, Papelería y Tipografía Gutembergde Velástegui y Gía, 1908, pág. 35.

fundición, 3 destiladoras de alcohol, 1 empresas de fabricación de calzado, 2 empresas para hacer hielo, 6 fábricas de sodas y jarabes, 1 fábrica de cerveza, 1 fábricas de mosaico, 3 peleterías, 1 fábrica de fósforos, 1 fábrica de velas esteáricas, 8 ingenios de

(Cuadro Nº 8) PILADORAS DE ARROZ Y CAFÉ Y MAQUINAS PILADORAS

REGISTRADAS ENTRE 1900 – 1909 AÑO(*) NOMBRE PROPIETARIO UBICACIÓN

1895 Piladora de Arroz y Café La Carmela Enrique López Lascano Daule (Santa Lucía) – Hacienda La Carmela (1) 1900 La Central Francisco Núques Naranjito (2) 1902 Ingenio de Pilar Arroz y Café Seminario Hermanos Milagro (3) 1902 Ingenio de Pilar Rosa María Ordeñana y Cortéz Milagro (3) 1903 Piladora de Arroz y Café Reyre Hermanos y Cía Guayaquil (4) 1908 Yaguachi Silva y Patiño Yaguachi (5) 1909 Taller de Pilar Arroz y Café Rinconada de Yumez Fausto Rendón Daule (Santa Lucía) – Hacienda Rinconada de Yumes (6) 1909 Piladora de Arroz y Café Homero Morla Milagro (7) 1909 Piladora Arroz y Café Enrique Gallardo Babahoyo – Hacienda La María(7) 1909 Piladora de Arroz y Café Pedro P. Campuzano Babahoyo – Hacienda “Roblecito” (7) 1909 Piladora de Arroz y Café Medardo Pimentel Vinces (7) 1909 La Compañía máquinas de pilar arroz y café,

moler caña y destilar aguardiente. Fortunato Salcedo Babahoyo (8)

1909 La Mascota Fábrica de pilar, moler caña y destilar aguardiente

Jorge Guillém Babahoyo (8)

1909 Máquina de Pilar Arroz y Café Francisco Rodríguez Babahoyo (8) 1909 Máquina de Pilar Arroz y Café Icaza y Rodríguez Babahoyo (8) 1909 Máquina de Pilar Arroz y Café Lautaro Aspiazu Palenque – Hacienda Santa Lucía (7) 1909 Máquina de Pilar Café y Arroz Samborondón – Piladora de Hacienda (7) 1909 Máquinas de pilar arroz y café Puebloviejo– Máquinas piladoras de Haciendas (7) (*) No se refieren a los años de fundación exactamente sino a los que se tiene noticia FUENTES: (1) José Buenaventura Navas, Monografía de la Parroquia Daule, Guayaquil 1933; Emiliano Caicedo, Apuntes Históricos, Geográficos, Biográficos, Estadísticos, del Can

Daule, Tercera Edición, Guayaquil, Tip. Gutemberg y Cía – 1908. (2) José Buenaventura Navas, Monografía Histórica Ilustrada del Cantón Milagro, Imprenta Guayaquil, 1922; Delfin Orellana en Estudios Monográficos del Ecuador T

Ecuador, Escuela Tipográfica Salesiana, 1929. (3) Milagro, Datos Estadísticos sobre la Parroquia y sus Condiciones Topográficas y Climáticas, Guayaquil, Imprenta Grito del Pueblo 1902. (4) Informe de Policía. Intendencia del Sr. Dn. F.E.Ferrusola, Fábricas Existentes. Guayaquil Tip. Gutemberg –1903. (5) Delfin Orellana en Estudios Monográficos del Ecuador T.II. Quito Ecuador, Escuela Tipográfica Salesiana, 1930. (6) Emiliano Caicedo, Apuntes Históricos, Geográficos, Biográficos, Estadísticos, del Cantón Daule, Tercera Edición, Guayaquil, Tip. Gutemberg y Cía – 1908. (7) Guía Comercial y Agrícola de la República del Ecuador, Editada por la Compañía Guía del Ecuador, Guayaquil, Talleres de Artes Gráficas de E. Rodenas, 1909. (8) Datos Geográficos, Históricos, Estadísticos y Biográficos del Cantón Babahoyo, Publicados por el Ilustre Cantón Municipal para la Exposición de Quito, Imprenta La

Guayaquil – 1909.

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Azúcar y alcohol, 7 empresas de artes gráficas, y 8 piladoras de arroz y café77. A diferencia, sin embargo, de lo que podría suponerse, la mayoría de piladoras y máquinas no se localizaron en la ciudad de Guayaquil, es decir, en el principal centro poblado de la Costa, sino ( véase Cuadro Nº 8) en las haciendas y en los pequeños centros poblados de la cuenca del Guayas en donde, desde hace más de un siglo, se había venido cultivando el arroz. Las principales fábricas piladoras de arroz y café propiamente dichas, tal como se puede apreciar, se instalaron en Daule, Samborondón, Yaguachi, Milagro, Naranjito, Babahoyo, es decir, en las zonas de la cuenca del Guayas arroceras integradas a las principales vías de comunicación. Especialmente cercanas a la “vía del tren” que unió la Sierra y la Costa y junto a los ríos del complejo hidrológico que forman la cuenca del Guayas. Las máquinas piladoras, por su parte, se instalaron preferentemente en las haciendas de la provincia de Los Ríos, alrededor de Babahoyo que era la ruta tradicional de acceso a la Sierra. Y aunque estas haciendas y máquinas se hallaban un tanto alejadas del ferrocarril, de todos modos, se encontraban integradas a la ciudad de Guayaquil por medio de una de las rutas fluviales más importantes y utilizadas a comienzos de siglo. Bien visto, por tanto, la industria arrocera que emergió en el Ecuador en la primera década del siglo XX fue – como se ha destacado anteriormente - eminentemente rural. Estuvo, desde el comienzo, integrada a las haciendas de la cuenca del Guayas y formó parte del complejo agro – industrial – comercial que constituyó la producción arrocera en el Ecuador. Tal como se analiza más adelante, en efecto, los propietarios de las grandes haciendas, del mismo modo que controlaron la propiedad de la tierra, controlaron la industria del “pilado” y las principales formas de comercialización de arroz. Esto último no solamente por su acceso privilegiado al Ferrocarril, al estar algunas de ellas ubicadas en la ruta del tren, sino porque se constituyeron en las orillas de los ríos que conforman el sistema fluvial del Guayas y porque este hecho, años más tarde, les permitió generar un sistema de transporte específico para movilizar la cosecha procesada en las fábricas de su propiedad al Puerto Principal o a las estaciones de la Guayaquil & Quito Railway Company. En cualquier caso, conviene señalar que mientras en la provincia del Guayas se ubicaron las principales piladoras, en la provincia de Los Ríos se localizaron la mayoría de máquinas de pilar. Y esta circunstancia que se observa hacia la primera década, pasó a ser un factor determinante para establecer los niveles de relevancia de las fábricas instaladas en una y otra provincia. Así, mientras las piladoras del Guayas fueron cada vez más importantes – como se observa desde la década siguiente – las piladoras de Los Ríos fueron menos significativas, estableciéndose una relación que puede definirse como de principales a secundarias y esta característica habrían de mantenerlas durante la mayoría del período investigado.

77 Informe de la Gobernación del Guayas, anexo al Informe que el Ministro de Hacienda Presenta a la Nación y al Congreso de 1910, Quito –Ecuador, Imprenta Encuadernación Nacionales.

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5. Características de las Fábricas y Máquinas Piladoras Las primeras fábricas de pilar arroz fueron pequeñas plantas procesadoras dedicadas a descascarar el arroz secado y limpio en los tendales de las haciendas. Casi todas, estaban localizadas junto a la “vía del tren” o en las orillas de los ríos de la cuenca del Guayas. Generalmente se ubicaban en construcciones pertenecientes a las “casas de hacienda”, al lado de otras instalaciones, algunas veces junto a otras construcciones en donde se ubicaban máquinas de moler caña y destilar aguardiente. Es por eso que también se les denominaba, “ingenios de pilar arroz y café”. Es decir, formaban parte de un negocio que incluía la destilación de alcohol, el procesamiento de panelas y la elaboración de azúcar, en el que estaban comprometidos propietarios y campesinos. Como se ha señalado líneas atrás, durante los primeros años del siglo XX y al menos hasta los años veinte, estas pequeñas fábricas se dedicaron a procesar no solamente arroz, sino también café. Combinaron, por tanto, el pilado de uno y otro grano y esto les posibilitó mantenerse ocupadas durante buena parte del año, aún cuando este hecho atentaba contra la calidad del arroz decorticado. Se trataba, por tanto, de una estrategia productiva que apuntaba a optimizar el funcionamiento de las máquinas y, al mismo tiempo, combinar la producción industrial de manera de incrementar los ingresos generales. Se entiende, en todo caso, que esta estrategia funcionó eficientemente durante los primeros dos décadas porque, más adelante, el incremento de la producción arrocera demandó una fuerte especialización que desplazó esta forma de producción. Aún así, se mantuvo como una estrategia productiva por más de dos décadas. Las fábricas piladoras estaban compuestas generalmente de una o varias máquinas a vapor78 (en realidad, eran molinos movidos por motores a vapor) que se usaban para descascarar el grano del café y arroz, las cuales se empezaron a introducir en el país gracias a las concesiones que otorgó la Ley de Protección Industrial dictada por Alfaro en 1905. Solamente en Guayaquil, al parecer, aprovechando la instalación del “alumbrado público” se pudieron instalar piladoras movidas por energía eléctrica. Sin embargo, ello fue una excepción, pues, casi todas las primeras piladoras instaladas en los pequeños centros poblados y en las haciendas durante la primera década del siglo XX, fueron movidas a vapor, circunstancia que, al menos en un sector menos avanzado, se iba a mantener hasta mediados de la década de los veinte. Al igual, en todo caso, que las piladoras, las máquinas piladoras estaban ubicadas en las casas de las haciendas del Guayas y, especialmente, de Los Ríos. Eran máquinas a vapor que procesaban unos pocos quintales al día. A diferencia, sin embargo, de las primeras piladoras que contaban con construcciones independientes, bien edificadas, algunas de estas máquinas estaban ubicadas en construcciones de caña, por lo general, junto a otras máquinas como trapiches y destiladoras de alcohol. Se trataba de pequeñas máquinas que formaban parte de una estrategia de industrialización de ciertos productos que, en conjunto, tenía más el carácter de artesanal que de una fábrica independiente dedicada al descascaramiento del arroz. A pesar de ello, el conjunto de estas máquinas instaladas y diseminadas en el campo contribuyó a incrementar notablemente la producción de arroz pilado.

78 En la Geografía del Cantón Daule, publicada en 1908, se lee, por ejemplo, la siguiente descripción de las industrias existentes: “¿Qué fábricas hay?. Hay ingenios de azúcar, máquinas a vapor para descascarar arroz y café..” (Véase, Geografía del Cantón Daule, escrito por Emiliano Caicedo y Carlos Matamorro Jara, Guayaquil, Imprenta de el Telégrafo, 1908, pág. 5).

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7. Consecuencias de la Instalación de las Primeras Piladoras Aunque las primeras piladoras eran pequeñas plantas industriales, lo más importante es que gracias a su instalación, se logró sustituir las formas tradicionales de decorticar el grano, usando el “pilón”. De otra parte, el conjunto de esas pequeñas empresas y máquinas piladoras, pudo incrementar la producción de grano descascarado de manera sustancial al punto que – como lo informaba la Guía de la República en 1909 – para finales de la primera década, se podían procesar entre 120.000 y 150.000 quintales, cifra bastante considerable para la época, que permitió disminuir la demanda de grano extranjero en el mercado local. Si se toma como referente el promedio de grano ingresado al país durante la primera década del siglo XX, el cual giró alrededor de 50.000 quintales anuales y a ello se añade unos 120.000 quintales de origen interno, se puede observar que para finales de ese período el mercado del arroz, que oscilaba por el orden de los 170.000 quintales anuales en total, era abastecido en un 60% por grano nacional. No por otra razón, la demanda de grano importado, se pudo estancar y, más tarde, comprimir y sustituir con arroz nacional. Pero, más allá de este efecto inmediato cuyas repercusiones se dejarán ver en toda su magnitud en la década siguiente, conviene señalar que la emergencia de las empresas piladoras trajo aparejado otra serie de consecuencias. De una parte, permitió romper las barreras que ataban a la producción arrocera nacional. A partir de los primeros años del siglo, cuando aparecieron las primeras fábricas y máquinas piladoras, ya fue posible incrementar el área cultivada y, por ende, aumentar los volúmenes de producción. El cultivo tanto como la producción pudieron desarrollarse sin mayores trabas en la medida que existía un mercado importante ya constituido. Por otro lado, el incremento de arroz pilado permitió ampliar aún más el mercado existente. Esto último fue evidente en los años siguientes cuando el arroz pudo sustituir con éxito a una serie de productos que servían de base a la alimentación de los ecuatorianos y, gracias a ello, se consolidó como el principal producto de la dieta de la población costeña, popularizándose cada vez más entre la población de la Sierra: primero a nivel urbano y luego a nivel rural, siendo las comunidades indígenas de altura las que mayores restricciones pusieron al consumo masivo de arroz, hasta bien avanzado el siglo XX. La industrialización del grano amplió, pues, los límites del mercado interno y a través de ello se incrementó la demanda, la cual repercutió en la oferta, incrementando aceleradamente la producción. Se trató – como se decía unas décadas atrás – de “un efecto convergente acumulativo” que redundo en un incremento de la producción, el mercado y en la demanda. El arroz pilado internamente, se fue convirtiendo en un producto de consumo preferencial por parte de los ecuatorianos circunstancia que, para mediados del siglo XX, le ubico entre uno de los más importantes (si no el más importante) artículos de consumo del conjunto de la población. El desarrollo de la producción arrocera en el Ecuador, gracias a la introducción de las primeras piladoras y máquinas, pudo pues ligarse definitivamente al mercado interno. Y esta sería una de sus características más relevantes. Por lo demás, gracias a la introducción de las primeras piladoras el arroz pudo convertirse efectivamente en un “buen negocio”, haciendo realidad las expectativas que se habían gestando a finales del siglo XIX. Para los terratenientes, en la medida que el cultivo del arroz amplió el horizonte de productos de las haciendas de las provincias del Guayas y

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Los Ríos que podían ser fácilmente comercializados; para los industriales, pues gracias al decorticamiento del grano podían mantener y desarrollar exitosamente las empresas recién inauguradas; para los comerciantes, porque, al igual que en las otras fases, se podían obtener utilidades apreciables de las ventas de arroz nacional. El negocio se hizo realidad para propietarios de la tierra, industriales y comerciantes, con la característica de que, en el Ecuador, todas estas actividades estaban concentradas en un solo estrato y en unas pocas “firmas”, las cuales estaban articuladas, primero, en la figura del gran propietario agrario y, más adelante, hacia la década de los cuarenta, en la del gran comerciante. La introducción de máquinas y fábricas para decorticar el grano tuvo, sin embargo, otra serie de efectos menos perceptibles. Ante todo, permitió estabilizar y, posteriormente, generalizar una forma de cultivo específico. Esta forma de cultivo estaba basado en el arrendamiento de tierras y en la finquería que fueron las formas básicas de producción de en el sector arrocero. Como es natural, esto dio origen a una forma particular de campesinado que se diferenció del campesino que había estado atado a la plantación y a las grandes haciendas ganaderas de las provincias del Guayas y Los Ríos. El arrendamiento de tierras permitió, a su vez, a los grandes hacendados y plantadores ocupar terrenos marginales de la gran propiedad e, igualmente, ampliar durante más de medio siglo, la frontera agrícola de las provincias costeras, particularmente, de Guayas y Los Ríos. A través de esta nueva forma de cultivo y producción éstos pudieron acceder a extensiones de tierras que eran más nominales que reales. Sobre todo, después de la crisis del cacao, cuando las formas de cultivo y producción de las grandes plantaciones entraron en crisis. Finalmente, permitió constituir y consolidar el complejo agro –industrial – comercial sobre el cual descansará históricamente la producción arrocera en el Ecuador.

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CAPÍTULO 3 PRIMERA FASE DE DESARROLLO

1910 – 1920

1. Evolución de las Importaciones En la primera década del siglo XX se observan tres tendencias importantes en relación del mercado del arroz: 1. las exportaciones del grano con destino casi exclusivo a Colombia fueron insignificantes; 2. se contuvieron y disminuyeron las importaciones provenientes en su mayoría del Perú; 3. el mercado interno empezó a ser abastecido de manera creciente por la producción nacional, procedente de piladoras y máquinas instaladas en las provincias del Guayas y Los Ríos. Entre los años 1911 –1920 estas tendencias se acentuaron, particularmente, a partir del año 1917. Como se puede comprobar (Cuadro Nº 8), las exportaciones fueron poco importantes en la década. Solamente, en los años 1914 y 1917, adquirieron alguna significación (en el primer caso se exportaron 1.152 quintales, en el segundo, 1.134 quintales) aunque se trataron de ventas eventuales que, por consiguiente, no pudieron mantenerse ni desarrollarse, pues, tampoco existió una demanda sostenida. Además, tampoco contaron con el apoyo de los gobiernos de turno por temor a que se produjera un desabastecimiento del mercado interno en una etapa, como la de la I Guerra Mundial, en que se observa un ascenso inusitado de los precios. Con el objeto de proteger el mercado interno evitando la fuga de arroz hacia Colombia, el Gobierno Nacional, primero en 1914 y luego en 191779 decretó, efectivamente, la prohibición de las exportación de víveres. Se trataban, en ambos casos, de medidas que desalentaron las exportaciones al menos hasta el año 17, pues, ya para el año 18 no necesitó de estas medidas, pues, las ventas de arroz nacional en el mercado interno (véase las observaciones subsiguientes), se convirtieron en mucho más atractivas que las que se podían realizar en el exterior. Es interesante señalar, en todo caso, que a diferencia que lo que había sucedido con las exportaciones de arroz durante el siglo XIX, las que se ensayaron en estos años fueron exportaciones de “arroz pilado” justamente, por esa circunstancia, el gobierno se vio obligado a prohibir la salida del grano nacional. En cualquier caso, el hecho de que el país hubiera podido exportar algún remanente demostró que, ya para entonces, se contaba con una producción apreciable y que podía ampliarse mucho más si es existían las condiciones externas favorables. Sobre todo, siempre que el precio del grano subiera en el mercado internacional y la producción nacional lograra abaratar los costos fenómeno

79 El 7 de agosto de 1914 Leonidas Plaza Gutierrez, aduciendo que “la conflagración Europea...puede ocasionar el agotamiento de los productos de primera necesidad en los mercados ecuatorianos, levantando por esta causa, inconsiderablemente, sus precios”, decretó el aplazamiento por 30 días la exportación de “toda clase de víveres”. (R.O. Nº 581 de 11 –VIII –1914). Más tarde, Alfredo Baquerizo Moreno, considerando que “la producción interna de arrzo no era suficiente para atender a las necesidades del consumo”, prohibió la exportación temporal de arroz. (D.E. de 2 –VII- 1917, R.O. Nº 250, 4- VII- 1917). Posteriomente, este Decreto fue ampliado señalando que la exportación de arroz, al igual que la de otros artículos de primera necesidad “queda terminantemente prohibida” (D.E. de 24 –XI- 1917, R.O. Nº 369 de 28 XI- 1917). Solamente en el año de 1921 este último Decreto fue derogado.

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que, en oposición a otras opiniones de la época, solamente se logró de forma relativa en la década del veinte80. Analizando, de otra parte, la evolución de las importaciones uno de los primeros fenómenos que salta a la vista es que, en 1911, se introdujeron al país 175.161 quintales de arroz, cifra realmente impresionante y que es la más alta alcanzada en la historia comercial del Ecuador. Resulta bastante transparente, sin embargo, que lo que aconteció en ese año fue una situación más bien excepcional en la que los comerciantes guayaquileños, aprovechando la situación del mercado internacional, apuntaron a formar “existencias” para el año 1912 (en el que no se introdujo grano extranjero al país), las cuales se agotaron completamente a comienzos de 1913. Se debe destacar que en esta coyuntura ingresó al país arroz, sobre todo, de Siam y China que desplazó temporalmente del mercado local al grano de procedencia peruana que había sido el de consumo privilegiado en el país. (Cuadro Nº 8)

PRODUCCIÓN, EXPORTACIÓN Y CONSUMO INTERNO DE ARROZ POR AÑOS EN QUINTALES (1911- 1920)

AÑOS PRODUCCIÓN EXPORTACIÓN IMPORTACIÓN CONSUMO TOTAL

CONSUMO SIERRA

1911 150.000 78 175.161 (87.580)

237.150

1912 15 (87.580) 1913 43 50.226 1914 1.152 56.242 1915 320 63.775 1916 93 29.867 1917 1.134 51.722 1918 1919 565 76. 140 1920 335.000 43 13.549 348.549 83. 820

FUENTE: El Ecuador, Guía Comercial, Agrícola e Industrial de la República –1909; Boletín de Estadística Fiscal y Comercial del Ministerio de Hacienda correspondiente a los años 1909, 1910, 1913, 1914; Bianuario Estadístico del Ministerio del Ministerio de Hacienda, 1914- 1915; Eduardo Vásconez, Jefe de Estadística del Ministerio de Hacienda, Resumen Estadístico Comercial del Ecuador; Comercio Exterior del Ecuador en la década de 1916 –1925; Hans Heiman, Estadísticas de Exportaciones del Ecuador, 1911 –1942.

También se puede apreciar que, entre 1913 y hasta 1917, las importaciones de arroz se mantuvieron más bien constantes, y que el promedio de grano importado en este período fue de 50.366 quintales por año, el cual es ligeramente inferior al que se observa en el período 1900 –1910, que fue de 51.598 quintales al año. Esto significa que, a excepción de los años 1911 – 12, la demanda de arroz extranjero en el mercado local se mantuvo estable y hasta se comprimió ligeramente. Vale la pena resaltar, de todos modos, que las importaciones de arroz que se realizaron en este período procedieron básicamente de Perú, pero también de Siam y China y de países Europeos (Alemania, Inglaterra, Italia, Bélgica, España) como “reexpotaciones. 80 Durante esa época y aún mucho después se comentó si el Ecuador hubiera aprovechado la coyuntura de la I Guerra Mundial hubiera podido incrementar las exportaciones de “artículos no tradicionales” (entre ellos el arroz), y de ese modo, hubiera logrado disminuir la vulnerabilidad de la economía, una vez que se produjo la crisis del cacao. En cierto sentido esto es cierto, como se podrá apreciar al inicio de la década del veinte. Sin embargo, ésta no es una apreciación exacta, porque el Ecuador no había logrado generar condiciones de calidad en las exportaciones del grano, capaces de lograr una demanda sostenida en el exterior, tal como sucederá en la década del treinta.

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Por último, se puede apreciar que, luego de esta fase, se observa que, entre 1917 y 1920, las importaciones de arroz decrecieron sustancialmente, notándose que, en 1918, no se importó grano extranjero al Ecuador y que, en los años siguientes, las importaciones fueron muy pequeñas (565 quintales en 1919 y 13.549 quintales en 1920) si bien, para este último año se evidencia una cierta recuperación de las importaciones de grano extranjero. En cualquier caso, se trata de importaciones poco significativas en relación del conjunto de la demanda interna de grano extranjero de los años anteriores. ¿Cuáles fueron, en todo caso, las causas que determinaron este comportamiento irregular de las importaciones durante la década de 1910 –1920?, ¿qué implicaciones acarreó la disminución de la introducción del grano extranjero en el mercado y en la producción nacionales?. Las observaciones que siguen se orientan a responder estas preguntas. 2. La Evolución de los Precios del Arroz en el Mercado Interno El incremento espectacular de las importaciones del año 1911 se debió - como se ha insinuado - a la existencia de grano barato en el mercado internacional, el cual se complementó con la posibilidad de colocar este producto en el mercado interno a precios relativamente altos. Tal como se puede apreciar (Cuadro Nº 9), los precios promedios del arroz extranjero en el Puerto de Guayaquil en ese año, son los más bajos de la década, lo cual ante la tendencia a la alza de los precios en el mercado interno permitió que se introdujeran al país grano procedente del lejano oriente que era el más barato en el mercado internacional en esa época. Al respecto, conviene observar, que el precio en sucres del arroz de “primera” cuyo referente es el arroz importado y/o arroz “flor” que se empieza a producir en el país es, para 1913, año en que se dispone información confiable proporcionada por el Boletín Mensual de la Cámara de Comercio de Guayaquil (Cuadro Nº 10), un 35.5% más alto que el precio promedio del arroz importado y, para 1917, un 200.0% que el precio promedio del quintal de arroz importado. Además, el precio del arroz “corriente” que se asimila al arroz nacional es más caro que el precio del arroz importado o del arroz “flor”, en un 64.8% en 1913 y en un 184.1% en 1917.

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(CUADRO 9) EXPORTACIONES E IMPORTACIONES DE ARROZ

VOLUMENES, VALORES Y PRECIOS PROMEDIOS EN SUCRES EN EL PUERTO DE GUAYAQUIL

(1911- 1920) AÑOS EXPORTACIÓN VALOR PRECIO

PROMEDIO POR QQ

IMPORTACIÓN VALOR PRECIO PROMEDIO

POR QQ 1911 78 500 3.22 175.161 917.732 5.23 1912 15 152 4.77 1913 43 226 2.38 50.226 274.280 5.46 1914 1.152 10.890 4.54 56.242 310.206 5.51 1915 320 4.100 5.78 63.775 396.420 6.21 1916 93 1.940 9.00 29.867 187.487 6.27 1917 1.134 11.300 3.98 51.722 341.215 6.59 1918 1919 565 10.289 18.21 1920 43 1.190 27.0 13.549 313.253 23.27

FUENTE: El Ecuador, Guía Comercial, Agrícola e Industrial de la República –1909. Boletín de Estadística Fiscal y Comercial del Ministerio de Hacienda correspondiente a los años 1909, 1910, 1913, 1914. Bianuario Estadístico del Ministerio del Ministerio de Hacienda, 1914- 1915. Eduardo Vásconez, Jefe de Estadística del Ministerio de Hacienda, Resumen Estadístico Comercial del Ecuador; Comercio Exterior del Ecuador en la década de 1916 –1925; Hans Heiman, Estadísticas de del Ecuador, 1911 –1942.

En efecto, mientras el precio del arroz importado tuvo, en 1913, un precio promedio de 5.46 dólares el quintal, en el Puerto se vendió el arroz de primera a 7.00 sucres y corriente a 9.00 sucres; en 1917, por su parte, mientras el precio del arroz importado fue de 6.59 sucres, se vendió a 13.21 sucres el de primera y a 12.13 el de segunda. Además, no hay que perder de vista que durante los años 1913 a 1917 (Cuadro Nº 10) se observa una elevación moderada del precio promedio en sucres del quintal de arroz importado en el puerto de Guayaquil que pasa de 5.46 sucres a 6.59 sucres, es decir, se elevó en un 22.7%. Este incremento fue, sin embargo, más aparente que real ya que, en dólares, el precio promedio del quintal únicamente pasó de 2.53 dólares U.S. en 1913 a 2.63 dólares en 1917, es decir, solamente se elevó en un 3.9% (Cuadro Nº 11). Esto pone de manifiesto que la I Guerra Mundial no tuvo un efecto directo a nivel de los precios del arroz, pues, buena parte del grano provenía del Perú, país cuyo arroz no entraba en los circuitos mundiales sino en el comercio regional. En ese mismo período se observa, sin embargo, un aumento del precio en sucres bastante pronunciado del arroz de primera (que se asimila al importado) en el mercado de Guayaquil: entre 1913 y 1917 se eleva en un 78.5%, pasando de 7.40 sucres a 13.21 sucres; mientras que el precio del arroz corriente en sucres (que se asimila al nacional), se incrementa en un 34.7%, pasando de 9.00 sucres a 12.13 sucres. La elevación del precio del arroz de primera o flor expresado en dólares en el mercado de Guayaquil fue, por su lado, más moderado, pues, entre 1913 y 1917, se elevó en un 53.5%, y el del arroz “corriente” en un 16,0%, en el mismo período: el uno pasa de 3.44 dólares el quintal a 5.28 dólares, el otro pasa de 4.18 dólares a 4.85 dólares.

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Esto último demuestra que el precio del arroz en el mercado interno se incrementó no tanto por problemas ocasionados del lado de la oferta internacional sino por un crecimiento más acelerado de la demanda respecto de la oferta: en otras palabras, porque el consumo del arroz en el Ecuador para la segunda década del siglo, creció más rápidamente que la producción nacional y de la cantidad de grano extranjero importado y esta circunstancia, dio origen a una elevación de los precios de las dos calidades de arroz que se identificaban en esa época. Este crecimiento acelerado de la demanda, unido a la dislocación del comercio internacional ocasionado por la I Guerra que impidió contar con mayor cantidad de grano importado proveniente de otros países, se reflejó en los volúmenes de demanda insatisfecha lo cual, de manera indirecta, contribuyó a elevar los precios en el mercado interno. Como se puede comprobar, entre 1913 y 1917, las importaciones de arroz provenientes en su mayoría del Perú se mantuvieron porque se trataba de un excelente negocio, ya que se podía vender grano extranjero en el mercado interno a precios hasta 200% más caros que los que se compraba en el mercado internacional. Esto fue posible porque el incremento del precio promedio en dólares del arroz importado puesto en Guayaquil fue modesto mientras que en el mercado interno los precios aumentaron rápidamente, ensanchándose la diferencia de precios.

(CUADRO Nº 10)

PRECIOS PROMEDIO DEL QUINTAL DE ARROZ EN GUAYAQUIL (EN SUCRES)

MERCADO DE GUAYAQUIL (1) AÑOS

PRECIOS PROMEDIOS

ARROZ IMPORTADO

SUPERIOR O DE PRIMERA

CORRIENTE O DE SEGUNDA

1911 5.23 1912 1913 5.46 7.40 9.00 1914 5.51 9.88 11.30 1915 6.21 10.33 9.57 1916 6.27 12.04 11.30 1917 6.59 13.21 12.13 1918 13.70 12.83 1919 18.21 18.38 17.73 1920 23.27 20.05 18.68

(1) Los precios anuales promedio se han establecido en base de las oscilaciones de los precios mensuales de estos artículos en la Plaza de Guayaquil. FUENTE: Boletín de la Cámara de Comercio y Agricultura de Guayaquil Nº 62, enero de 1913 al Nº 148 de enero de 1921. Boletín de Estadística Fiscal y Comercial del Ministerio de Hacienda correspondiente a los años 1909, 1910, 1913, 1914. Bianuario Estadístico del Ministerio del Ministerio de Hacienda, 1914- 1915. Eduardo Vásconez, Jefe de Estadística del Ministerio de Hacienda, Resumen Estadístico Comercial del Ecuador; Comercio Exterior del Ecuador en la década de 1916 –1925;

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(CUADRO Nº 11) PRECIOS PROMEDIO DEL QUINTAL DE ARROZ EN GUAYAQUIL

(EN DOLARES) MERCADO DE GUAYAQUIL

AÑOS

PRECIOS PROMEDIOS

ARROZ IMPORTADO

SUPERIOR O DE PRIMERA

CORRIENTE O DE SEGUNDA

1911 2.63 1912 1913 2.53 3.44 4.18 1914 2.65 4.75 5.43 1915 2.79 4.65 4.31 1916 2.70 5.18 4.87 1917 2.63 5.28 4.85 1918 5.68 5.32 1919 8.58 8.66 8.36 1920 10.34 8.91 8.30

FUENTE: Boletín de la Cámara de Comercio y Agricultura de Guayaquil Nº 62, enero de 1913 al Nº 148 de enero de 1921. Boletín de Estadística Fiscal y Comercial del Ministerio de Hacienda correspondiente a los años 1909, 1910, 1913, 1914. Bianuario Estadístico del Ministerio del Ministerio de Hacienda, 1914- 1915. Eduardo Vásconez, Jefe de Estadística del Ministerio de Hacienda, Resumen Estadístico Comercial del Ecuador; Comercio Exterior del Ecuador en la década de 1916 –1925;

Ahora bien, a partir de 1917 las importaciones de arroz sufrieron un giro dramático: no se introdujo arroz extranjero al mercado nacional en 1918 y las importaciones en los dos años siguientes fueron limitadas. Además, se observa un ascenso vertiginoso de los precios del arroz, tanto de primera o “flor” como de segunda o “corriente. ¿Cómo explicar esta situación, sobre todo, cuando la I Guerra Mundial había llegado a su fin y lo más coherente hubiera sido suponer que el mercado internacional tendiera a normalizarse y a experimentar una disminución de los precios, lo cual se hubiera reflejado en un incremento de las importaciones para abastecer el tramo de la demanda interna insatisfecha por la producción nacional?. ¿Cómo explicar el ascenso vertiginoso de los precios del arroz (importado y nacional) en el mercado interno, entre 1917 y 1920?. Como se puede apreciar (Cuadros Nº 10 y Nº 11), efectivamente, los precios promedios del arroz importado pasaron de 6.59 en 1917, a 18.21 sucres en 1919 y a 23.27 en 1920, es decir, entre 1917 y 1920 se elevaron en un 353%. Por su lado, el precio en sucres del arroz de primera en la plaza de Guayaquil, pasó 13.21 sucres en 1917 a 20.05 sucres, mientras que el arroz corriente pasó de 12.13 sucres a 18.68 sucres, es decir se elevaron en un 151.8%, en el primer caso, y en un 153%, en el segundo. Notándose que la brecha entre los precios promedios del arroz importado y el arroz nacional disminuyeron sustancialmente siendo el arroz importado, por primera vez en la década, más caro que los tipos de arroz nacional: para 1920, el arroz importado era un 16% más caro que el arroz nacional flor o de primera y un 24.7% que el arroz corriente. En la perspectiva de responder estas preguntas una primera aproximación podría hacer pensar que ello se debió a un incremento sustancial de la producción nacional, debido al incremento de los precios del arroz importado que, de alguna manera, revirtió una tendencia que se había observado en los años anteriores, cuando el negocio era comprar

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arroz barato en el mercado internacional para venderlo caro en el mercado interno. No obstante, aunque esta es una respuesta importante cuyas implicaciones serán analizadas más detenidamente en el punto siguiente, en mi criterio, no pueden explicar una disminución tan drástica de las importaciones cuando los precios en el mercado internacional tendieron a caer entre 1918 y 1920 y cuando el dislocado comercio mundial empezó a normalizarse. Además, si se toma en cuenta que la mayoría de las importaciones procedían del Perú, es decir, del comercio regional antes que del mercado internacional, resulta contradictorio que se hubiera producido un fenómeno semejante. ¿Cómo explicar esta situación, entonces?. En realidad, si bien el incremento acelerado de los precios del arroz en el mercado interno coadyuvaron al desarrollo de la producción nacional y ello explica, al menos en parte, la disminución de las importaciones, este fenómeno que se observa entre 1917 y 1920 se entiende por razones de orden coyuntural. La disminución de las importaciones de arroz, como en general la caída drástica de las importaciones en esos años, lo cual ocasionó un incremento sustancial de los precios de los bienes importados en el mercado interno respecto de los años anteriores81 obedeció, más que a la depreciación de la moneda nacional en la que se ha insistido82 a una circunstancia particular que, indirectamente, coadyuvó al desarrollo la producción interna, si bien no en la medida que se podría estar tentado a pensar. Sucede que entre 1918 y 1919 la fiebre amarilla que tenía el carácter de endémica en el Puerto de Guayaquil, alcanzó características alarmantes. Ante esta situación, las naves y las compañías navieras que hacían el servicio regular dejaron de acoderar en el puerto principal por temor a que sus tripulantes contrajeran dicha enfermedad y, además, porque el mero hecho de hacer escala en la ciudad de Guayaquil significaba que las autoridades de otros puertos del Pacífico podían poner en cuarentena a las naves riesgo que, obviamente, ningún capitán estaba dispuesto a correr. Esta circunstancia, naturalmente,

81 El encarecimiento de los artículos importados así como sus causas fueron claramente percibidos por los ecuatorianos de entonces. Así, el Director de estadística del Ministerio de Hacienda, señalaba en 1923: “A que se pueda apreciar a primera vista el sucesivo aumento vertiginoso en el precio del kilo de la mercancía importada, acompaño el siguiente cuadro de tres términos medios de las cotizaciones del kilo en el curso de 1911 a 1920. De 1911 a 1914 el kilo tuvo un valor medio de $ 0.23 De 1915 a 1917 el kilo tuvo un valor medio de $ 0.28 De 1917 a 1920 el kilo tuvo un valor medio de $ 0.71 ...los tres últimos años tienen una notable desventaja sobre los anteriores; los siguientes términos comparativos nos demuestran, a su vez, cuál es la relación más desventajosa: En 1918 el kilo alcanza un valor de 0.51 En 1919 el kilo alcanza un valor de 0.66 En 1920 el kilo alcanza un valor de 0.85 Las demostraciones que anteceden comprueban que el comercio nacional importador, alcanza el máximo de crisis los anales y datos estadísticos, ya por el fuerte precio alcanzado por el kilo en los mercados extranjeros, ya paralelamente por la depreciación de la potencia compradora de nuestra moneda..” ( Vásconez, Eduardo, Resúmen Estadístico Comercial del Ecuador, Talleres Tipográficos Nacionales, Quito, 1923, págs 9 –10) 82 Es interesante observar, al respecto, los comentarios de Vásconez que se transcribieron en la cita anterior, como un ejemplo de la incidencia de la depreciación de la moneda. No obstante, esto no es exacto porque la tasa de cambio respecto al dólar americano si bien se eleva a 2.50 en 1917, disminuye a 2.40 en 1918, a 2.12 en 1919 y a 2.25 en 1920 (Véase, al respecto, Carbo Luis Alberto, Historia Monetaria y Cambiaria del Ecuador).

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influyó en el abastecimiento de arroz extranjero al mercado ecuatoriano, particularmente, procedente del Perú. De ahí la caída espectacular de las importaciones. Sobre este punto es interesante escuchar lo que el Encargado de Negocios del Ecuador en Perú nos manifiesta: “Mientras existió en Guayaquil la fiebre amarilla con carácter endémico, el intercambio comercial entre Ecuador y Perú sufrió notable quebranto muy especialmente desde 1914 a 1919, lapso en el que el tráfico marino entre Guayaquil y el Callao fue decayendo de modo gradual y al fin quedó reducido a un viaje mensual... ... en la zona del canal de Panamá se extremaban notablemente las medidas de precaución contra las naves procedentes de dicho puerto (Guayaquil), y a consecuencia de eso, las tres compañías de vapores cuyos buques navegaban entre el callao y Colón, comenzaron a suprimir la escala de estos en Guayaquil en el viaje de sur a norte; y, después dos de ellas, la chilena y la peruana, suprimieron en lo absoluto tal escala, de suerte que la correspondencia misma iba y venía entre Guayaquil y el Callao por la vía a Panamá, con mucha frecuencia. De esto resultó, como era natural, la enorme disminución del comercio entre Ecuador y el Perú; naciones que no obstante su proximidad no podía comunicarse sino con muchos días de intervalo y con notable aumento de los gastos...83” Más que un resultado directo del incremento de los precios en el mercado internacional o de un aumento de la producción nacional que, obviamente, influyó en la disminución de la demanda de grano extranjero, la baja de las importaciones en los años 18 y 19, fue resultado de esta circunstancia especial. Por esta razón, cuando pasó el peligro de la fiebre amarillo, las importaciones recobraron algún “brío”, si bien no en la escala anterior. Esto último por diversas razones a los que se hará alusión más adelante. Por un lado, porque el precio del arroz había subido en el mercado internacional; por otro, por la misma desvalorización del sucre que al tiempo que elevaba los precios corrientes de los artículos extranjeros en el mercado interno, abarataba los costos de la producción nacional; finalmente, porque el Ecuador había – como se verá a continuación – incrementado la capacidad y productividad de la producción arrocera. Todo lo cual incidió para que, lentamente, se pudiera ir copando el mercado interno y, más adelante, cuando se produjo la crisis de las exportaciones cacaoteras, dedicarse a la exportación del grano. En cualquier caso, la evolución de las importaciones demuestra que, a excepción del año 1912 éstas se mantuvieron estables hasta 1917, pese al incremento del precio, lo cual es un indicador de que la producción nacional empezó a copar el incremento de la demanda, aunque un tramo de esta se mantuvo insatisfecha, pues, había crecido más rápido que la oferta. Posteriormente, se observa una caída fuerte de las importaciones que incidió en una elevación vertiginosa del precio, lo cual – como se podrá apreciar – permitió un incremento de la producción nacional. Al final de la década se puede decir, en todo caso, que la mayoría de la demanda interna era abastecida por la producción nacional, a pesar de los tramos que se mantenían insatisfechos debido a los elevados precios vigentes en el mercado interno. El análisis de los precios, a su vez, ha demostrado que los precios del arroz se mantuvieron altos en el mercado interno por dos razones no siempre concordantes y claramente perceptibles. De una parte, se observa que los comerciantes, piladores e

83 Lapierre, José. Relaciones Comerciales del Ecuador y el Perú por el Encargado de Negocios del Ecuador. Reseña incluida en “américa Libre”, T.II, Guayaquil 1929, pág, 289.

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importadores (cuyas relaciones se tornan estrechas ya para ese período), en la práctica, optaron por mantener deliberadamente altos los precios del arroz en el mercado interno hasta 1917: los importadores vendiendo arroz caro que compraban barato en el mercado internacional; industriales piladores y comerciantes utilizando como referente los precios altos impuestos por los importadores guayaquileños para colocar su grano en mejores condiciones y compensar, de ese modo, los elevados costos industriales. Unos y otros, pero especialmente los importadores, usando esta estrategia para hacerse de ganancias considerables que les permitieron fortalecer su posición económica y capitalizarse. De otra parte, el análisis de los precios ha demostrado que, hacia 1918, cuando los precios del arroz se elevaron vertiginosamente se produjo, no solamente un fuerte impulso de la producción nacional que le permitió copar la mayoría del mercado interno, sino obtener fuertes ganancias a piladores y comerciantes ligados al mercado interno que lograron aprovecharon la coyuntura. Todo lo cual, como se va a establcer en los puntos siguientes, incidió en un apreciable crecimiento de la producción arrocera y en una consolidación de la industria del pilado. Finalmente, se ha podido comprobar que el incremento de los precios del arroz en la década de 1911 a 1920, ha puesto en evidencia que, para este período, un tramo de la demanda ha quedado todavía insatisfecha. Será necesario, pues, que bajen sustancialmente los precios en los años siguientes para que este sector pueda incorporarse al mercado interno. Esto significa que, a pesar de que cada vez más el consumo de arroz se había popularizado en el país, buena parte de la población pobre del país no podía integrarse al consumo de la gramínea. De ahí que, durante este período, especialmente para el caso de la Sierra y al menos una parte de los población costeña, el consumo del arroz quedó circunscrito a los círculos de ingreso medios y altos, a excepción, obviamente, de los campesinos y agricultores de las propias zonas de producción. 3. El Incremento de la Producción Nacional La acentuada elevación de los precios en el mercado interno que - como se ha visto - pasaron entre 1913 a 1920, de 7.40 sucres a 20.05 sucres, para el arroz de primera, y de 9.00 sucres el quintal a 18.68 sucres para el arroz corriente, en la Plaza de Guayaquil84, sin duda, fue un fuerte acicate para el desarrollo de la producción nacional. Esto último, además, por varias razones complementarias. De la información sistematiza sobre la evolución de los precios de algunos productos agrícolas en la plaza de Guayaquil (Cuadro Nº 12), se

puede observar que en esta ciudad, entre 1914 y 1920, todos los precios de subsistencia de origen agrícola subieron notablemente85, a 84 Evidentemente, el incremento de los precios en Guayaquil son un referente del incremento nacional de los precios del arroz pero, es evidente, que en otras provincias de la Costa y en las plazas del interior los incrementos de los precios fueron mucho más pronunciados. En Quito, capital del Ecuador, por ejemplo, en 1917, se vendió a un precio de 18.6 sucres el quintal, mientras que en la Plaza de Guayaquil se vendió a 13.21 sucres el arroz de primera y a 12.13 el de segunda o corriente, es decir, se elevaron el arroz se vendió en el interior a un precio promedio superior en un 146.5% respecto del que se comercializaba en el Puerto. (Eduardo Villagómez Riofrío, Algunos Datos sobre la evolución Económica Financiera y Económica del Ecuador, Evolución de los precios de algunos artículos alimenticios, en Boletín Mensual del Banco Central del Ecuador, Nº 189 –190, abril- mayo de 1943.) 85 Esta circunstancia, sin duda, fue uno de los elementos que se mantuvieron represados durante la década pero, cuando se produjo la crisis del sector exportador, explican el enorme descontento social que se acumuló en la ciudad de Guayaquil y que estalló, finalmente, en Noviembre de 1922.

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excepción de las papas cuyo precio únicamente experimentó una alza del 16.2% en el período. No obstante, los precios del arroz fueron los que crecieron más significativamente, pues, mientras las lentejas se elevaron 206.4%, el fréjol un 216.5% y las arvejas un 190.8%, los precios

del arroz, se incrementaron en un 270.9% para el de (Cuadro Nº 12) EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LOS PRECIOS PROMEDIOS POR QUINTALES DE ALGUNOS PRODUCTOS AGRÍCOLAS EN LA PLAZA DE GUAYAQUIL (1914 –1920)

AÑO ARROZ 1ª ARROZ 2ª PAPAS LENTEJAS FRÉJOL ARVEJA 1914 9.88 11.30 4.65 11.71 7.05 7.00 1915 10.33 9.57 4.89 14.16 7.83 7.75 1916 12.04 11.30 4.31 14.29 8.15 7.90 1917 13.21 12.13 4.87 16.91 8.15 7.82 1918 13.70 12.83 5.97 15.25 18.14 13.92 1919 18.38 17.73 5.30 (1) 19.08 15.13 13.50 1920 20.05 18.68 24.18 15.27 13.36

Nota: Los precios anuales promedio se han establecido en base de las oscilaciones de los precios mensuales de estos artículos en la Plaza de Guayaquil. (1) Se registran únicamente los precios de Enero a Marzo. FUENTE: Boletín de la Cámara de Comercio y Agricultura de Guayaquil Nº 62, enero de 1913 al Nº 148 de enero de 1921.

primera y en un 207.5% para el corriente o de segunda. Esta situación, entre otras cosas, puso en evidencia que dedicarse a la producción de arroz era opción muy atractiva en esa etapa, pues, el mercado del arroz ya estaba consolidado y en rápido desarrollo, en la medida que la

gramínea ya formaba parte de la dieta de los ecuatorianos, especialmente, en la Costa.

La posibilidad de dedicarse a la producción arrocera fue especialmente importante para los industriales del arroz que compraban la mayoría de la producción interna ya que, si bien a nivel agrario podían mantenerse costos bajos, a nivel industrial, debido al mismo desarrollo de la

industria del pilado, los costos eran altos, y esto impedía competir al grano nacional con el importado. Solamente los precios altos que compensaran los elevados costos industriales internos y la menor calidad del grano nacional permitieron, en realidad, incrementar los

volúmenes de la producción nacional. En la perspectiva, en todo caso, de cuantificar el crecimiento de la producción arrocera en el Ecuador, de manera de poder tener una idea más clara de su relevancia histórica en la economía regional y del país, se hacen las siguientes consideraciones. No existe información sobre los volúmenes de producción de arroz en el Ecuador durante este período (1910 –1920). La Guía Agrícola, Comercial e Industrial del Ecuador, en 1909, señalaba que en el país se producían entre 120.000 y 150.000 quintales de arroz pilado. Tomando esta base como referente y considerando que en ese año se produjeron efectivamente 120.000 quintales y en 1911 150.000 quintales, se puede partir de este dato como una cifra aproximada de la producción a inicios de la década. Por otra parte, si se toma en cuenta las estadísticas de transporte de productos agrícolas por los ferrocarriles del Estado para los años 1919 y 1920, se pueden hacer las siguientes apreciaciones.

Como se puede observar (Cuadro Nº 12), las papas que es un producto de la Sierra y que durante la década mantuvo precios bajos, es el artículo que más se transporta a la Costa, especialmente, a la ciudad de Guayaquil. Por su parte, el arroz junto con el plátano y la harina de trigo, son los productos que más se envían a la Sierra, a través de los Ferrocarriles. En 1919, se trasladaron 76.140 quintales y, en 1920, 83.820 quintales, que representan respectivamente el 9.71 % y el 9.32% del total de la carga transportada. Cifras, estas últimas, bastante importantes que demuestran hasta qué punto el arroz se había popularizado en el altiplano, especialmente, en la población urbana: pequeños

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centros poblados ubicados junto o cerca de la línea del tren, capitales de provincia y, sobre todo, en la Capital de la República, Quito.

Ahora bien, si es que se considera que el consumo de la Sierra, medido por los volúmenes de carga transportada por los ferrocarriles representaba, para ese año, un cuarto de la demanda nacional, la producción de arroz se puede estimar en el orden de los 335.000 quintales, para 1920. Cálculo que es más bien conservador, pues, para 1923 fecha en que se consideraba que la producción arrocera atravesaba una crisis, se estimaba que ascendía a más de 500.000 quintales al año86. De todos modos, si se toma como referente la estimación hecha para 1911 que es de alrededor de 150.000 quintales al año, se puede señalar que la producción de arroz pilado en el Ecuador, acicateada por precios elevados en el mercado interno, mantenidos deliberadamente por comerciantes y

(CUADRO Nº 12)

ESTADÍSTICA DE TRANSPORTE DE PRODUCTOS AGRÍCOLAS EN QUINTALES POR LOS FERROCARRILES (1919-1920)

PRODUCTO 1919 1920 Trigo 38.100 45.120

Cebada 18.420 35.460 Maíz 7.600 16.660 Arroz 76.140 83.820 Avena 60 Harina 65.180 70.060 Alfalfa 2.620 3.780

Tabaco 3.700 3.520 Algodón 6.540 11.920 Plátano 107.960 113.780 Frutas 43.140 42.560 Café 3.420 4.100

Cacao 9.120 17.200 Tagua 1.180 Papas 239.120 287.060

Otros artículos 163.280 163.520 Total 784.340 889.500

% Arroz transportado 9.71 9.32 FUENTE: Informe Anual del Interventor “The Guayaquil and Quito Railway Company”, A.J. Andrade, Quito- 1921.

piladores lo cual les permitió hacerse de ingentes ganancias, creció en un 220 %, hacia 1920. Este incremento de la producción le permitió al arroz nacional satisfacer una parte de la demanda interna y, ya para 1918, cuando la introducción de grano extranjero al mercado local se hizo cada vez más complicado debido a la fiebre amarilla, desplazar las importaciones provenientes de Perú y de otros países87. Más adelante, cuando se produjo la primera crisis del sector arrocero, le permitió, así mismo, iniciar una primera fase de exportaciones hacia los países vecinos. 86 El Ecuador Comercial, Revista Mensual Ilustrada, producida por Teófilo Vivar Cueva, Año 1, vol. 1, Julio –1923. 87 El incremento de la producción de arroz de origen nacional le permitirá al país hacer realidad lo que se señalaba en el Informe de Aduanas del Ministerio de Hacienda de 1914. “Pueden – decía este documento – duplicarse los cultivos de arroz, que toda la producción puede colocarse con ventaja en todo el Litoral y en el Interior. Entonces no habrá necesidad de recurrir por el arroz chino, peruano y de otras procedencias, para (satisfacer) las necesidades del consumo” (Informe de Hacienda de 1914, Anexo, Informe de Aduanas).

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El incremento de la producción nacional posibilitó, en efecto, abastecer la demanda proveniente del Puerto Principal, una urbe que creció aceleradamente durante el auge cacaotero, y en donde se concentraba la mayoría de la población urbana de la Costa. También le permitió satisfacer la demanda de los campesinos de las plantaciones cacaoteras y de las grandes haciendas de las provincias de Guayas y de Los Ríos. A pesar de las dificultades le permitió, igualmente, satisfacer la demanda de los campesinos de las otras provincias del Litoral introducidos por medio del comercio de cabotaje con los distintos puertos de la Costa88. Y, por último, la demanda ampliada de la Sierra (particularmente centro- norte) que, para finales de la década, se podía establecer en el orden de los 85.000 quintales al año. Respecto de este último punto se debe señalar que, ya para 1920, no solamente que el arroz se había empezado a incorporar a la dieta de “los serranos” sino que, al igual que en la Costa, se había convertido en uno de los productos de subsistencia básicos, en especial, entre de la población urbana. El arroz durante la segunda década del siglo XX se convirtió, en realidad, en un artículo que empezó a competir con otros granos y cereales en la definición de la dieta de la población del altiplano. Y, aunque en este período, la competencia con estos productos no fue acentuada debido a que los precios de la gramínea fueron extremadamente elevados, por los volúmenes de carga por el ferrocarril, se puede observar hasta dónde se había popularizado su consumo en esta región el país. Aún así el consumo de arroz – como se insinuó anteriormente – continuó atrapado en los círculos sociales de ingresos altos y medios de las principales ciudades, en donde empezó ha adquirir “carta de naturalización”

88 En el Informe del Ministro de Hacienda a la Nación de 1914, se indicaba, en relación del comercio de cabotaje, que en ese año: “Se han despachado 13.683 bultos de arroz, con el peso de 1’ 148.516 kilos (24.967 quintales) y el valor de 234.657. Los puertos que más han consumido esta especie son Puerto Bolívar, Manta, Bahía, Esmeraldas, Vargas Torres, Ballenita, Manglaralto, Machalilla, Cayo, y algunas caletas. Solamente Puerto Bolívar ha consumido 285.905 kilos, con un valor de 60.810. Le siguen Bahía 187.608 kilos y el valor de 37.989. Luego Manglaralto con 102.248 kilos y valor de 27.096. Cayo 84.104 kilos y el valor de 23.120”. (Informe de Hacienda, 1914, Anexo: Informe de Aduanas)

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4. Características de la Producción Arrocera En el período 1910 –1920 el cultivo del arroz se consolidó y amplió en los cantones y parroquias que en la década precedente figuraban como productoras. Se consolidó, especialmente, en las parroquias y cantones de Daule, Samborondón, Yaguachi, Milagro, Naranjito, Babahoyo y Vinces. Se extendió por el norte de la provincia del Guayas a Balzar y Urdaneta89, y por el sur, hasta Taura90. Conviene señalar, en todo caso, que la zona de Milagro, a finales de la década del diez, constituía la más importante productora de grano del país, pues entre otros artículos, movilizó 74.800 quintales de arroz (Cuadro Nº 13), alrededor del 22% de la producción total estimada: 10.000 quintales con destino a la Sierra que debe considerarse como arroz pilado, y 60.500 quintales para el Puerto Principal. Además, era la zona en donde mayor desarrollo experimentó la producción arrocera ya que, para 1909, la Guía Comercial Agrícola e Industrial de la República, estimaba que de esta zona se movilizaban únicamente unos 15.000 quintales. El Desarrollo de la producción arrocera en estos lugares y, especialmente, en la zona de Milagro – Naranjito, fue posible porque, durante la segunda década del siglo XX, se incorporaron definitivamente (si bien no en la extensión que más adelante alcanzarían) suelos que, hasta ese momento, se consideraban marginales a las grandes haciendas,

(Cuadro Nº 13) PRODUCTOS MOVILIZADOS DESDE MILAGRO

1921 PRODUCTOS Sierra Guayaquil TOTAL Aguardiente 60.000 lts 60.00 lts

Cacao 1.500 qq 1.500 qq Plátanos 249 racimos 120.000 racimos 120.249 racimos

Piñas 60.500 unidades 60.500 unidades Arroz 10.000 qq 64.800 qq 74.800 qq Azúcar 8.600 qq 54.000 qq 62.600 qq Café 1.200 qq 3.800 qq 4.000 qq

Harina de Plátano 950 qq 320 qq 1.270 qq Algodón 15.000 qq 3.500 qq 18.500 qq Achiote 250 qq 360 qq 610 qq

Otras Frutas 3.500 qq 500 4.000 qq Cueros de res 1.800 1.800 qq

Almidón 169 qq 169 qq Fuente: José Buenaventura Navas, Monografía Histórica Ilustrada del Cantón Milagro, Imprenta Guayaquil, Guayaquil 1922

89 José Buenaventura Navas, en una Monografía Ilustrada del Cantón Urdaneta, publicada en 1919, señalaba que, “Sólo la producción anual de cacao se calcula en 50.000 quintales, y basta esta indicación para que no nos extendamos a hablar de las abundantes cosechas de arroz, tagua, caucho”. Y más adelante señalaba que en el caso del arroz “se cosecha alrededor de 1.400 quintales” al año. ( Op., cit., págs Tipografía Excelsior, Guayaquil 1929.) 90 Esta última zona ya había sido productora de arroz antes de la segunda década del siglo XX, pero no a nivel comercial ni en la dimensión que va alcanzar en este período, durante la cual se incorporó, particularmente, los suelos comprendidos entre el río Taura y Yaguachi y también los que se ubican al oeste de samborondón, entre los ríos Naranjal y Churute.

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cuando no, francamente inútiles. Se trataba de tierras ubicadas en las orillas de los ríos del complejo hidrológico de la Cuenca del Guayas que se inundaban durante el invierno, es decir, durante la época de lluvias que empezaba los primeros días de enero y se extendían hasta comienzos de mayo, y que al llegar el verano, es decir, de junio en adelante, bajaban de nivel y se secaban. Hay que señalar, de todas maneras, que para ese período, en las provincias del Guayas y de Los Ríos, se incorporaron también las “abras” o “pozas” y las “tembladeras” que eran las zonas que todo el año pasaban inundadas y en donde se sembraba arroz. Estas últimas, sin embargo, fueron secundarias ya que, la mayoría del área cultivada estaba localizada en las zonas cercanas o junto a los ríos. Sobre este último punto se debe señalar que, durante la segunda década del siglo XX y hasta finales de los veinte, se produjo arroz en la provincias del Guayas y Los Ríos, casi exclusivamente en las tierras sujetas a inundaciones periódicas. Se trató, por consiguiente, de una producción de invierno. Como se trataba de una producción exclusivamente invernal era, por consiguiente, anual. Se esperaba que llegara el invierno y se iniciaba las actividades directamente productivas. Mientras tanto, en los meses anteriores se preparaba el terreno y solamente cuando venían las primeras lluvias se procedía a la siembras. No obstante, ya para esos años se empezó a producir arroz en pozas y tembladeras, que era una producción de verano: cuando las aguas bajaban. Se trataba de suelos distintos a los anteriores en donde, a partir de estos años y sobre todo en la década siguiente, se va a iniciar lo que, más adelante, se iba a conocer como la producción de verano. Quede claro, en todo caso, que para la segunda década del siglo XX y hasta finales de la siguiente década, en la provincias del Guayas y de Los Ríos se va a producir arroz, pero solamente de invierno. Se trataba de la cosecha anual a la que tradicionalmente se habían acostumbrado los campesinos de estas provincias Finalmente, se debe tener en cuenta que el desarrollo de la producción de arroz, al menos a nivel agrario, se desarrolló gracias a la consolidación de una forma marginal de producción que estaba basada en el arrendamiento de tierras y la sembraduría, en la modalidad que ésta había de asumir en la producción arrocera de las provincias del Guayas y de los Ríos. En la “Monografía Histórica e Ilustrada del Cantón Milagro” escrita a comienzos de la década del veinte por José Buenaventura Navas, al describir las características económicas de la parroquia Naranjito, se indicaba, al respecto, lo siguiente: “Tiene un área total de 121. 975 metros cuadrados. Sus habitantes, según un censo de población que se levantó últimamente, ascienden a 2.175 sin contar con los habitantes de sus contornos que ascienden a unos 3.500 más o menos. Su comercio es muy activo e importante, pues Naranjito cuenta en la actualidad con 6 establecimientos comerciales de primer orden, 23 casas comerciales de 2ª. clase i 11 casas comerciales de 3ª. clase. Su comercio tienen un consumo anual calculado en 3.000 toneladas de productos de la sierra i 7.000 del Mercado guayaquileño, aproximadamente. Además de la población se proveen en el Mercado de Naranjito, las peonadas de las haciendas Venecia, Conducta, La María, Tomasita, La Isla, Pretoria Rocafuerte, Barraganetal, Puerto Limón, San Carlos, i el gran número de arrendatarios de buenos lotes de terreno i sembradores que cuenta(n) con numerosa peonada.

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Ultimamente 3 industriales se han formado una sociedad para implantarla en Naranjito una Planta Eléctrica...91”. En Naranjito fue, en efecto, una de las zonas de Milagro en donde más se incrementó el cultivo del arroz en la segunda década del siglo. Su situación estratégica y su cercanía a la línea del tren, además de contar con el suficiente tierras disponibles, fue la causa del desarrollo del cultivo de la gramínea. Como se verá más adelante, las haciendas señaladas por J.B. Navas se convertirán en las haciendas arroceras por excelencia y en algunas de las más importantes del país. Incluso, en la hacienda Venecia se realizarán, a comienzos de la década del veinte, los primeros ensayos para mecanizar la producción de arroz y en esta hacienda, además, se fundará, una de las más importantes piladoras, denominada justamente La Venecia. Por su lado, en La Isla se instalará, pocos años después, una Estación Experimental dedicada a investigar, adaptar e introducir, a nivel de los campesinos productores, nuevas variedades de arroz. Todos estas noticias ponen de manifiesto, en todo caso, que Naranjito era, para finales de la segunda década del siglo XX, una de las zonas productoras de arroz más importantes del cantón Milagro. Ahora bien, la forma de producción en las haciendas integradas a la producción de arroz estaba basada – como lo resaltaba Navas – en peones de las haciendas mencionadas y, sobre todo, en “arrendatarios de buenos lotes de terreno i sembradores que cuenta(n) con numerosa peonada”, los cuales se abastecían en los locales comerciales de 1ª, 2ª y 3ª categoría del centro poblado. Por esta razón, se puede concluir que ya para esos años se había consolidado una forma de producción específica que sería – como se podrá comprobar más adelante – la base del desarrollo de la producción arrocera en el Ecuador.

91 J. B. Navas, Monografía Histórica e Ilustrada del Cantón Milagro, Imprenta Guayaquil, Guayaquil –1922.

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5. Consolidación y Desarrrollo de la Industria del Pilado Evidentemente, el incremento sostenido de la demanda, la elevación de los precios del arroz en el mercado interno, el aumento de las áreas de cultivo y la generalización de una nueva forma de producción vinculado al arroz, no hubieran podido incidir en el desarrollo de la producción arrocera, a menos que, al mismo tiempo, no hubiera podido consolidarse y desarrollarse la industria de procesamiento del grano que, en el Ecuador, se conoció históricamente como la industria del pilado. El desarrollo de las piladoras, junto con el arrendamiento de tierras fueron, en realidad, los factores claves para el desarrollo de la producción arrocera en el país. En estos años se observa, efectivamente, que las pequeñas máquinas piladoras e industrias instaladas en la década anterior fueron ampliadas y modernizadas. Además, se constituyeron nuevas plantas industriales, algunas de las cuales fueron, por muchos años, las más importantes empresas de esta rama de la industria. Gracias a la emergencia de nuevas piladoras y a la modernización de las plantas existentes, la creciente producción de las provincias del Guayas y de Los Ríos, basada en el arrendamiento de tierras, pudo abastecer la demanda interna y, del mismo modo, desplazar las importaciones de grano extranjero en el mercado interno. Esto último, especialmente, a partir de 1917, año en el que los precios de la gramínea importada y, por consiguiente los precios en el mercado interno, se elevaron de una manera vertiginosa. Es necesario insistir en el proceso. El desarrollo de la industria arrocera permitió el incremento del cultivo de arroz en las zonas sujetas a inundaciones periódicas, pertenecientes a al Cuenca del Río Guayas. El incremento del cultivo, a su vez, fue acicateado por la fácil salida de la producción con destino, especialmente, a las piladoras constituidas en las propias haciendas arroceras. Una y otra circunstancia, por su parte, permitieron satisfacer la creciente demanda de arroz en el mercado nacional, tanto proveniente de la ciudad de Guayaquil, de otros centros poblados de las provincias de la Costa, de las haciendas y plantaciones existentes en la Cuenca del Guayas, así como de la Sierra. Se trató – como se ha señalado - de un proceso multicausal que tuvo como uno de los factores determinantes el crecimiento y desarrollo de la industria del pilado en la Cuenca del Guayas y en la ciudad de Guayaquil y que, a su vez, incidió en el desarrollo de este sector de la economía.

Para tener una idea clara del desarrollo de esta rama de la industria, a continuación (Cuadro Nº 14), se sistematiza la información recogida en distintas fuentes históricas, y en la que se da cuenta de la situación de las piladoras arroz existentes en la segunda década del siglo. A

partir de esta información se hacen algunas observaciones complementarias sobre sus características más relevantes en esta fase.

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(Cuadro Nº 14)

PILADORAS DE ARROZ Y CAFÉ REGISTRADAS ENTRE 1910 – 1920

AÑO

NOMBRE

PROPIETARIO

UBICACIÓN

1 1895 La Carmela Enrique López Lascano Daule (Santa Lucía) – Hacienda La Carmela 2 1907 La Central Francisco Núquez Naranjito 3 1908 Yaguachi Silva y Patiño Yaguachi 4 1909 Rinconada de Yumez Fausto Rendón Daule (Santa Lucía) - Hacienda Rinconada de Yumes 5 1909 Santa Lucía Lautaro Aspiazu Palenque - Hacienda Santa Lucía 6 1909 La María Enrique Gallardo Babahoyo - Hacienda La María(*) 7 1910 La Carmela José B. Jaime Yaguachi (1) 8 1912 Esperanza Naranjito (2) 9 1912 La Milagreña (Arroz, Café, Hielo, Aguas

Gaseosas) Sabino Hernández y Emilio Morgner Milagro (3)

10 1912 Aserradero y Piladora Mercedes Francisco Robles Guayaquil (4) 11 1913 Piladora de la Cervecería Nacional Cervecería Nacional Guayaquil (5) 12 1914 San Carlos Antonio Cobo Naranjito(3) 13 1916 La Lealtad Miguel A. Zea Milagro (2) 14 1916 Moderna Germán Bravo Babahoyo (6) 15 1918 Molino Nacional José Pons Guayaquil (7) 16 1918 La Aurora Sociedad Industrial Aurora Babahoyo – Hacienda La María (8) 17 1920 Piladora de la Fábrica Nacional de Sacos Enrique Valenzuela R. Guayaquil (9) 18 1920 La Fama Compañía Anónima La Fama Guayaquil (10)

(*) Piladora de la Hacienda La María hasta 1918, desde 1918 en adelante esta piladora pasa a formar parte de la Sociedad Industrial La Aurora. FUENTES: Indices del Resgistro Mercantil de la ciudad de Guayaquil 1907 –1913; 1918 –1923. (1) Delfín Orellana, Estudios Monográficos del Ecuador Tomo II, Quito – Ecuador, Imprenta Salesiana 1930. (2) Delfín Orellana, Estudios Monográficos del Ecuador Tomo I, Quito – Ecuador, Escuela Tipográfica Salesiana –1929 (3) José Buenaventura Navas, Monografía Histórica Ilustrada del Cantón Milagro, Imprenta Guayaquil – 1922. (4) Jacinto Jouvin, Guayaquil a la Mano, Imprenta La Reforma –1912. (5) El Comercio, 17 – VII – 1913. (6) Manuel Quintana y Palacios Luis, editores, Monografía y Albun de Los Ríos, Impreso en el Departamento Reed & Reed , Guayaquil, 1937. (7) Boletín de la Cámara de Comercio y Agricultura de Guayaquil Nº 270, marzo de 1931; Diario El Telégrafo, 10- VIII- 1938. (8) Guía de Direcciones Organizada por la Cámara de Comercio de Guayaquil, Entidades Inscritas en el Registro Mercantil, Revista de La Cámara de Comercio de Guayaquil, Nº 356 – 371, mayor- agosto de

1938. (9) Carlos Manuel Noboa, América Libre, Empresa Periodística Prensa Ecuatoriana, Guayaquil – 1920. (10) Hermenegildo Allipandri y Virgilio Martini, Anuario Ecuatoriano – 1933, Guayaquil – 1933.

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Como se puede observar (Cuadro Nº 14), en la década de 1911 –1920 existían al menos unas 18 empresas piladoras en las provincias del Guayas y Los Ríos, independientemente del conjunto de máquinas de pilar café y arroz que se hallaban diseminadas en diferentes haciendas. Esto quiere decir que, ya para esta época, se habían constituido una serie de piladoras que se les podía definir como empresas industriales. No es que para esa época hubieran desaparecido las máquinas de pilar arroz y café que fueron determinantes en la década anterior; éstas siguieron existiendo y en funcionamiento, pero ya no tuvieron la relevancia que tenían antes. Por el contrario, fueron las empresas industriales las que concentraron la mayoría del procesamiento del arroz que se consumía a nivel nacional y las que se “hicieron cargo” de satisfacer las demandas del mercado interno. Algunas de estas empresas existentes ya se habían conformado en la década anterior, tales como, La Carmela (Guayaquil), La Central, Yaguachi, Rinconada de Yumez, Santa Lucía, La María, La Carmela (Yaguachi), a las que abría que añadir la piladora de Reyre, que se fundó a principios del siglo XX y que siguió funcionando los primeros años de la segunda década. No obstante, la mayoría de las piladoras establecidas hacia 1920 se constituyeron en este período, lo cual quiere decir que, entre 1911 y 1920, se fundaron unas 10 nuevas empresas dedicadas a la industrialización del arroz. Destacándose que, de acuerdo a las noticias consignadas, al menos 6 de estas nuevas empresas se crearon en la segunda mitad de la década. Esto significa que, entre 1911 y 1920, se asistió a un proceso de crecimiento y consolidación de la industria del pilado que se acentuó a partir de 1915 y se aceleró desde 1918, en que se fundaron algunas de las industrias más importantes. Durante este período se pueden observar dos procesos convergentes. De una parte, las empresas establecidas en la década pasada - que son las menos - se modernizaron y ampliaron, tal es el caso, especialmente, de la Central, La María (que en 1918 se convierte en la Aurora y pasa a ser propiedad de la Empresa Lechera del mismo nombre), Yaguachi, La Carmela (Yaguachi). De otra parte, se constituyeron nuevas empresas modernas que, desde el comienzo, asumieron la forma de sociedades por acciones, como fueron el caso de la Milagreña, La Fama, la Molino Nacional, a las que habría que añadir La Aurora. Ahora bien, al igual que las piladoras existentes en la década pasada, la mayoría de empresas dedicadas a la industrialización del arroz, registradas hacia 1920, fueron rurales: 12 estaban, efectivamente, ubicadas en pequeños centros poblados como Naranjito, Yaguachi, Milagro, o en las haciendas localizadas junto a los ríos del complejo hidrológico de la Cuenca del Río Guayas, y solamente 5 estaban ubicadas en el Puerto Principal. No obstante, ya para esa época, se torna evidente que existen un conjunto de piladoras que, por su localización, se las puede juzgar como urbanas. Tal es el caso de ubicadas en Guayaquil, a las cuales podría añadirse las que están localizadas en Milagro, Naranjito y Yaguachi. En otras palabras, aunque la industria del arroz sigue siendo esencialmente rural se puede establecer una clara diferenciación, que en los años siguientes tomará importancia y se consolidará, entre piladoras rurales y urbanas, destacándose que estas últimas se han hecho cada vez más importantes. Conviene resaltar, al respecto, que las piladoras urbanas localizadas en el Puerto Principal, a partir de 1918, fecha en que se asiste a una elevación vertiginosa de los precios del arroz en el mercado interno unido a una suspensión temporal de las

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importaciones de grano extranjero, fueron desde el comienzo algunas de las más grandes empresas de este sector industrial. Este hecho denuncia que, a finales de la década, una parte del control de la industria del pilado se trasladó a Guayaquil en donde se concentraron algunas de las empresas más importantes, la Fama y la Molino Nacional, especialmente. 6. Características de la Industria del Pilado entre 1911 - 1920 En este período se observa de forma nítida - incluso más que en la década precedente – cómo algunas piladoras están integradas a otra serie de actividades o forman parte secundaria de otros negocios en las que se hallan comprometidas determinadas empresas: producción de hielo, aguas gaseosas (Milagreña), aserraderos (piladora de F. Robles, Milagreña), piladora perteneciente a las Cervecerías Nacionales, piladora de propiedad de la empresa Molino Nacional dedicada a la producción de harina de Trigo, piladora La Aurora perteneciente a la Empresa Lechera Aurora C.A., piladora de la Empresa Nacional de Sacos. Aunque ha logrado cierta autonomía, pues, la pilada de arroz se ha convertido en un negocio lucrativo, no se trata de una rama de la actividad industrial independiente y claramente diferenciada. Se halla, por el contrario, incorporada a los “complejos industriales – comerciales – agrícolas” de los que forman parte las empresas en ese momento. Sobre el particular, a manera de ejemplo, conviene tener presente lo que el diario El Comercio de Quito en su edición de 17 de junio de 1917, al transcribir el Informe de Mr Taylor al Consejo de Directores “The Ecuadorian Corporation92” señalaba, al referirse a la empresa Cervecería Nacional: “Esta propiedad está ubicada en la parte noroeste de la ciudad de Guayaquil, en el distrito más saludable, y de muy fácil comunicación con el centro comercial. Los edificios están en excelentes condiciones y anexos a la cervecería (están) los de la fábrica de sacos, máquinas piladoras de arroz y café, taller de maquinarias, bodegas subterráneas, oficinas... La piladora de arroz y café, máquina enteramente moderna y equipada es una importante línea del negocio y las utilidades están calculadas en no menos de 2.100 (libras de esterlinas) anuales...” 93 Las piladoras establecidas y registradas en este período son, además, empresas industriales dedicadas, en su mayoría, al pilado del arroz y café. Por lo general, combinan el pilado de uno y otro tipo de producto, especialmente, en el caso de las empresas pequeñas como la Mercedes de Francisco Robles o la piladora de la fábrica Nacional de Sacos. Sin embargo, las más importantes de estas empresas, tales como, la Fama, Molino Nacional, la Milagreña, Yaguachi, La Aurora, se van a ir especializando de manera cada vez más acentuada en el pilado de arroz. Incluso, La Fama y Molino Nacional, se van a dedicar desde sus comienzos al pilado exclusivo de arroz. En este período se

92 The Ecuadorian Corporationfue un trust que se intentó formar en Ecuador durante el año de 1913, mediante el aporte de un millón de libras de esterlinas que, se suponía, a los capitalistas ingleses asociados, les permitiría absorber las principales empresas industriales del país, entre ellas, la Cervecería Nacional. (El Comercio, Diario Independiente, 17- VI- 1913) 93 El Comercio Diario Independiete, 17- VI- 1913)

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consolida, por tanto, la tendencia a la especialización en el pilado de arroz y en la correlativa pérdida de importancia del pilado del café en la mayoría de empresas. Aunque algunas de las piladoras siguieron movidas por vapor, desde inicios de la década, se nota que las empresas ya establecidas y, especialmente, las que se establecen en estos años, emplearon de manera creciente el uso de la energía eléctrica. En el caso de las empresas instaladas en Guayaquil utilizando el tendido publico (piladoras de la Cervecería Nacional, Molino Nacional, La Fama, La Mercedes) que se estableció en la década anterior, pero también mediante la instalación de sus propios motores que les sirvieron para generar energía complementaria. Este fue el caso, por ejemplo, de la Fábrica de Sacos, fundada en 1904, por el señor Enrique Valenzuela Reyna, la cual contaba con una pequeña piladora de arroz y café entre sus instalaciones y sobre la cual se decía lo siguiente: “El capital y valor de la fábrica asciende a $ 50.000 (sucres) y consta de motores de gas, motores eléctricos, y motores para petróleo; maquinarias y prensas hidráulicas para empacar y marcar sacos. Anexas a la fábrica hay piladoras de café y piladoras de arroz...”94 En el caso de las piladoras localizadas en los pequeños centros poblados, tales como, Milagro, Naranjito, Yaguachi, instalando pequeñas plantas eléctricas que servirán, no solamente para proporcionar energía eléctrica sino luz a las propias poblaciones adyacentes como fue el caso de la Milagreña. Esta empresa fue establecida, efectivamente, por la sociedad de los señores Emilio Morgner y Sabino Hernández, en 1912. Al respecto, la Monografía Histórica e Ilustrada del Cantón Milagro en 1922, señalaba lo siguiente: “La Milagreña cuenta con una implantación eléctrica; una poderosa máquina de hielo con una producción diaria de 2 ½ toneladas, que se expende a razón de 4 centavos a la libra la misma que antes se vendía en el Milagro a treinta centavos, una piladora de arroz, moderna, último sistema alemán, con una producción que arroja unos 150 quintales diarios, en diez horas; una piladora de café que produce un café de primera. Una magnifica planta eléctrica movida un motor de petróleo crudo, de 75 caballos de fuerza. 2 generadores que producen la luz que se consume en todo el pueblo y en las haciendas circunvecinas. La fábrica toda es movida por electricidad. Cada máquina tiene su motor eléctrico, sistema de los más modernos95.” Como se puede observar, esta empresa disponía de un motor de petróleo crudo que le permitía mover un complejo industrial entre el que se contaba una piladora de arroz y otra de café, una fábrica de hielo y aguas gaseosas, un aserradero96; además, podía abastecer las demandas de luz y energía eléctrica del centro poblado y de las haciendas circunvecinas.

94 Noboa, Carlos Manuel, 9 de Octubre de 1820, América Libre. Obra dedicada a Conmemorar el Centenario de la Independencia de Guayaquil, 1820 –1920. Tomo I. Pág 304. Empresa Periodística Ecuatoriana, Guayaquil, 1920. 95 J.B. Navas, op, cit. 96 J.B. Navas, op, cit.

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Ahora bien, igual que sucedió en el caso de la Milagreña, aconteció en el caso de piladoras como la Esperanza, Lealtad, Moderna, Aurora, Central, San Carlos, que - hasta donde se tiene noticia – pudieron establecerse o modernizarse porque instalaron motores que consumían petróleo crudo y ello les permitía mover sus máquinas, proporcionar energía eléctrica a sus instalaciones y, en algunos casos, como La Aurora, a las instalaciones de la hacienda y del complejo lechero. Aún así, también algunas piladoras urbanas y, especialmente, las máquinas de pilar arroz y café de las haciendas, siguieron siendo movidas por vapor. Un tipo de energía que – como se podrá comprobar más adelante - aún en la década siguiente seguirá prestando su utilidad. De todos modos, parece evidente que al menos una parte de las piladoras (en realidad, las empresas más importantes), ya para segunda mitad de la década del diez, empezaron a utilizar energía eléctrica dentro de sus actividades industriales. Algunas de manera independiente y otras combinando el vapor y la electricidad. El uso de energía eléctrica tuvo, en todo caso, varios efectos. Incrementó la productividad de las empresas industriales: estas pudieron pasar de moler unos cientos de quintales a la semana a miles de quintales, como fue el caso de la Fama, Molino Nacional, La Milagreña, La Aurora, Yaguachi, San Carlos. No en vano solamente desde el cantón Milagro pudieron enviarse a Guayaquil y la Sierra, en 1921, unos 75.000 quintales de arroz pilado. Y en conjunto, por parte de todas las piladoras instaladas en las provincias del Guayas y Los Ríos, pudieron procesar alrededor de unos 335.000 quintales para 1920. Pero, además, del incremento de la productividad permitió elevar la calidad del grano decorticado. Uno de los problemas que la producción nacional tuvo que enfrentar durante las dos primeras décadas del siglo XX fue, en efecto, su baja calidad, comparada con la del arroz extranjero. Solamente cuando, a partir de 1915, se empezó a utilizar de manera creciente energía eléctrica se pudo lograr una calidad de pilado y pulido que, aunque todavía no era semejante al grano extranjero era, sin duda, mucho mejor lo que había sido en el período anterior cuando hicieron su aparición las primeras máquinas piladoras. Esta circunstancia fue, obviamente, uno de los factores que contribuyó a la popularización del grano nacional en el mercado interno y desplazar al grano extranjero de los mercados locales. De hecho, el incremento de la productividad contribuyó a disminuir los costos de producción del arroz pilado. Sin embargo, éstos siguieron, al menos durante esta década, siendo altos y únicamente pudieron compensarse por dos razones sustanciales: los costos bajos a nivel agrario de la producción de arroz y la persistencia de una coyuntura sostenida de precios elevados como fue la década de 1911 –1920. Es importante destacar, de todos modos, que gracias al incremento de la productividad fue posible disminuir los costos industriales del procesamiento del arroz nacional. 7. Consideraciones Generales sobre el período 1911 - 1920 Analizando la producción arrocera en su conjunto, esto es, el cultivo, la industrialización y comercialización del grano, se pueden establecer algunas características de orden general para el período 1911 – 1920. 1. Tal como se ha destacado en las páginas anteriores y como se va resaltar en las

páginas subsiguientes en donde se hará una análisis detenido del tema, el cultivo del

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arroz surgió en el Ecuador como una actividad estrictamente campesina: sea por parte del campesino sujeto a la plantación arrocera, o de los campesinos vinculados a las grandes haciendas ubicadas en el complejo hidrológico de la Cuenca del Río Guayas, en calidad de “arrendatarios” independientes. Este carácter campesino se definió durante este período cuando el arrendamiento se convirtió en la forma generalizada de acceso a las tierras bajas sujetas a inundaciones periódicas.

Gracias al arrendamiento de tierra los propietarios del suelo pudieron desvincularse directamente de la producción, aunque sus intereses siguieron vinculadas a la agricultura. Una vez que se consolidó el arrendamiento, en efecto, los hacendados pudieron desentenderse del cultivo y esta característica lo mantuvieron durante buena parte del siglo, hasta comienzos de los años setenta, cuando el arrendamiento fue abolido con otras “formas precarias en la agricultura”. Si a partir de estos años y los años siguientes se vincularon al cultivo y producción a nivel agrícola fueron únicamente en calidad de “arrendatarios” y, más tarde, como “fomentadores”.

2. A diferencia de esta situación, el decorticamiento de la gramínea, el pilado de arroz, tal

como se lo conoció en el Ecuador, nació como una actividad típica de los propietarios y capitalistas de las provincias del Guayas y de Los Ríos. En ningún momento, al menos hasta comienzos de 1940, cuando se hicieron los primeros ensayos de participación campesina, a través de las cooperativas arroceras, la industrialización del grano estuvo en manos de los campesinos o de pequeños capitalistas.

Como se puede desprender de la información proporcionada en las páginas precedentes ésta fue una actividad propia de los grandes propietarios de tierras pero también de ciertos industriales y comerciantes vinculados a otras actividades económicas. Se trató de una actividad que no era independiente ni formaba un “negocio” autónomo de otras clase de actividades y empresas. En todo caso, esta situación se configuró en el período 1911 –1920, sobre todo, porque fueron los grandes propietarios, comerciantes, e industriales los que tuvieron la capacidad y las condiciones económicas y financieras para dedicarse a la industrialización del arroz, cuando el pilado de la gramínea paso a ser altamente rentable.

3. Si bien es cierto que durante los primeros años de la segunda década los campesinos

pudieron todavía comercializar una parte de la cosecha en los pequeños centros poblados cercanos a las grandes haciendas y plantaciones, o con comerciantes de la ciudad de Guayaquil y/o del Interior, a medida que se generalizó el consumo de arroz en sus distintas calidades, fueron los piladores (es decir, los propietarios de las empresas industriales) quienes se convirtieron en los verdaderos agentes de la comercialización de la gramínea. A partir de estos años se fue consolidando, en realidad, una modalidad que les permitió a los piladores acaparar la cosecha, vender en el mercado interno y sujetar a los campesinos arrendatarios.

En efecto, una vez que se popularizó el consumo de arroz pilado y pulido de origen nacional, los campesinos del Guayas y de Los Ríos, se convirtieron en “trabajadores agrícolas” que únicamente entregaban su producción a los dueños de las “fábricas - piladoras”, los cuales se encargaron de almacenar en sus bodegas el arroz entregado por los campesinos, para después secarle, pilarle, y posteriormente venderle, tanto en las plazas cercanas o en los centros poblados ubicados junto a la línea del tren o transportarlo, por su cuenta, a Guayaquil, en donde finalmente le podían venderle a los grandes comerciantes.

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Fue, en todo caso, gracias a esta triple circunstancia que los campesinos arroceros comenzaron a ser sometidos a los propietarios de tierras, industriales y comerciantes, de las provincias del Guayas y de Los Ríos, los cuales empezaron a considerar que sus intereses estaban ligados al cultivo (a través del fomento y arriendo de tierras), la industrialización y la comercialización. Y que cada uno de estas fases no eran otra cosa que aspectos de su gestión empresarial global que, en la práctica, estaba comprometida en la agricultura, industria y comercio.

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CAPÍTULO 4 REACOMODOS DEL SECTOR ARROCERO

1. Fluctuaciones de los Precios y Primeras Exportaciones de Arroz La década de 1911 a 1920 fue una etapa de crecimiento sostenido que permitió ampliar las áreas de cultivo, definir una forma de producción específica a nivel agrícola basada en el arrendamiento de tierras, consolidar la industria del pilado y ampliar los límites del mercado interno. Esta situación de crecimiento sostenido, especialmente después de la primera mitad de la década pasada, fue posible por una elevación marcada de los precios que en el período 1913 a 1920, a la que se sumó la paralización de las importaciones de arroz procedentes de Perú y de países del lejano Oriente, a partir del año 1918. Entre esos dos años, en efecto, el precio promedio anual del arroz de primera o flor se elevó de 7.40 sucres a 20.05 sucres, es decir se incrementó en un 270.9%, mientras que el precio del arroz corriente pasó de 9.00 sucres a 18.68 sucres, esto es, se incrementó en un 207.5% respecto del año de 1913. Para 1920, sin embargo, las condiciones vigentes hasta ese momento empezaron a cambiar de modo radical, lo cual obligó al sector arrocero (representado por grandes propietarios, comerciantes y piladores) a iniciar una serie de reacomodos que, a la postre, después de un conjunto de altos y bajos, terminaron fortaleciéndole, durante la etapa que se abrió formalmente en 1921 y se prolongó hasta 1930. Para analizar estos reacomodos y la manera que asumió el desarrollo del sector arrocero en este período está dedicado este capítulo. 1920 fue un año particular: marca uno de los momentos mayor ascenso de los precios y, así mismo, su punto de inflexión, a partir del cual éstos van a caer hasta uno de los puntos más bajos de la década. Como se puede apreciar (Cuadro Nº 15), los precios en el mercado interno siguiendo la tendencia observada en 1919 se elevaron de manera vertiginosa, especialmente a partir de octubre. Para este mes, el precio del arroz de primera o flor alcanzó los 22.00 sucres por quintal y el arroz corriente 21.00 sucres en la plaza de Guayaquil. Para noviembre, el precio de primera disminuyó debido a su absoluta escasez en el mercado, en tanto que el arroz corriente que era el único que se podía conseguir se elevó a 25.00 sucres. Para diciembre, los precios se elevaron a 33.00 sucres para el de primera y a 32.00 para el arroz de segunda. Estos precios se mantuvieron durante los meses de enero y febrero de 1920. Ahora bien, ante la escalada incontenible de los precios de la gramínea en el mercado interno y la presión de los consumidores que empezó a manifestarse en un sordo descontento popular, el gobierno de J.L. Tamayo se vio en la obligación de liberar de toda clase de impuestos y de derechos consulares, las importaciones de arroz97. La medida decretada por el gobierno tuvo, tal como se puede apreciar, al parecer un impacto inmediato: no solamente logró atenuar el ascenso de los precios, sino que contribuyó para que, partir de abril de ese año, se produjera un descenso a 23.00 sucres por quintal para

97 D.E. de 7 –II –1920, R.O. 1019, 16- II- 1920. Es interesante señalar que entre los considerandos del mencionado Decreto por el que se liberaban de toda clase impuestos y derechos consulares a las importaciones de arroz se decía expresamente: “1º Que es notoria la escasez y muy alto el precio del arroz que se produce en el país, así como su alto precio en el extranjero...”

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(Cuadro Nº 15) PRECIOS DEL ARROZ EN LA PLAZA DE GUAYAQUIL

1919- 1921 1919 1920 1921 AÑOS

Primera Corriente Primera Corriente Primera Corriente Enero 17.00 14.50 15.50 14.50

Febrero 16.00 14.30 32.00 30.00 14.00 13.00 Marzo 18.00 14.00 31.00 25.00 15.00 14.00 Abril 17.00 14.00 23.00 22.00 12.00 11.00 Mayo 14.00 13.50 16.50 15.50 12.00 11.00 Junio 16.00 15.00 17.50 17.00 12.00 11.00 Julio 16.50 16.00 19.00 19.50 11.50 11.00

Agosto 17.00 16.50 19.00 17.00 14.00 13.00 Septiembre 18.00 17.00 16.50 15.50 14.00 13.00

Octubre 22.00 21.00 17.00 16.50 14.00 13.00 Noviembre 16.00 25.00 16.00 15.00 15.00 14.00 Diciembre 33.00 32.00 13.00 12.50 15.00 14.00 Promedio 18.38 17.73 20.05 18.68 13.67 12.71

FUENTE: Revista Mensual de la Cárama de Comercio de Guayaquil

(Cuadro Nº 16) PRODUCCIÓN, EXPORTACIÓN Y CONSUMO DE ARROZ ESTIMADO

1920- 1930 AÑOS PRODUCCIÓN EXPORTACIÓN IMPORTACIÓN CONSUMO TOTAL 1920 43 13.549 1921 80.709 6 1922 22.607 2.072 1923 500.000 27.978 4.056 476.088 1924 61.603 4.566 1925 400.000 6.463 26.375 419.912 1926 400.000 16.518 383.482 1927 61.616 1928 199.258 1929 700.000 254.632 445.368 1930 800.000 234.619 565.381

Fuentes: Eduardo Vásconez, Jefe de Estadística del Ministerio de Hacienda, Resumen Estadístico Comercial del Ecuador; Comercio Exterior del Ecuador en la década de 1916 –1925; Heiman, Hans, Estadísticas de las Exportaciones del Ecuador. El Ecuador Comercial, Revista Mensual Ilustrada 1923 -1932; Boletín de Hacienda, Publicación Mensual del Ministerio de Hacienda 1928 –1936, Revista de la Cámara de Comercio de Guayaquil.

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el arroz flor y a 22.00 sucres para el arroz corriente, el cual se mantuvo durante el resto del año, pues, al cerrar 1920 los precios, al mes de diciembre, se ubicaron en 13.00 sucres para el arroz de primera calidad y a 12.00 sucres para el arroz de segunda o corriente.

Antes que la introducción de grano extranjero en el mercado nacional que, al final de ese año demostró ser muy limitado, pues apenas se importaron unos 13.549 quintales procedentes de Siam y al año siguiente prácticamente nada (ya que, oficialmente, se importaron sólo 6 quintales en el año de 1921), la disminución de los precios del arroz se debió a otro conjunto de factores convergentes: de una parte, el incremento de la producción nacional a límites hasta ese momento desconocidos y, por otra, la acumulación de existencias a un nivel sorprendente. Sucede que, debido al incremento de los precios en el mercado interno acaecido a finales del año 1919 y comienzos de 1920, la siembras de arroz y, por consiguiente, la producción alcanzaron una dimensión poco conocida hasta ese momento. No existen datos sobre la producción arrocera en ese año, como se ha destacado anteriomente. Parece, sin embargo, que rebasó los 400.000 quintales que, durante los primeros años de la década, se consideró que representaba el consumo estimado de arroz98. Como es natural, esta situación dejó un excedente relativamente grande de la gramínea que no logró salida en el mercado interno y se mantuvo embodegado en las bodegas de las piladoras y en las abacerías y sótanos de los comerciantes del Puerto. A pesar, pues, de que en febrero de 1920 se declaró la libre importación de arroz esta circunstancia no incidió significativamente en la disminución de los precios sino, por el contrario, el excedente acumulado de la producción nacional respecto del consumo interno99. Dado, en todo caso, que la sobreproducción del año 1920 permitió constituir fuertes existencias de arroz, y en vista de que los precios en el mercado internacional se mantuvieron elevados, se produjo por parte de productores, piladores y comerciantes, una presión para que se abrieran las exportaciones de arroz la cual fue, finalmente concedida por el Congreso Nacional, mediante la expedición de una Ley dictada en agosto que permitía la Libre Exportación de Víveres, que fue vetada parcialmente por el Ejecutivo, en la perspectiva de evitar la escasez de productos en el mercado interno100. No obstante, pocos meses después, en marzo de 1921, cuando las presiones se redoblaron el gobierno de J. L. Tamayo expidió un Decreto por medio del cual se derogaban los 98 En el capítulo anterior se estimó que la demanda nacional de arroz osciló alrededor de los 335.000 quintales para 1920 y, alrededor de este referente se hicieron algunas anotaciones de carácter general, en las que se trataba de estimar los incrementos de la producción entre 1911 y 1920. La información que sigue debe ser tomado como un complemento de esas anotaciones. De todos modos si la producción fue de alrededor de 400.000 quintales y la demanda solamente de 335.000 quintales se entiende que existió un fuerte remanente de arroz, del orden de unos 75.000 a 80.000 quintales. 99 En realidad, podría decirse que la liberación de las importaciones y, sobre todo, el incremento de las existencias fueron los factores que, con un peso desigual, contribuyeron a la disminución de los precios que se observó desde abril de 1921. 100 El Congreso de 1920 dictó una Ley permitiendo la libre exportación de víveres, esta Ley fue objetada parcialmente por el Ejecutivo, señalando que con esta medida tendía a controlar que los artículos de primera necesidad fuguen al extranjero “buscando mejores precios”, lo cual “produciría escasez en el país”. No obstante, señaló la necesidad de confeccionar “estadísticas de producción y consumo” para en base de ella conceder “permisos de embarque” y, de ese modo, autorizar mediante reglamento la exportación de víveres, tal como concedía al Presidente de la República, el Decreto de 1917.

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decretos de 24 de noviembre de 1917 y 10 de enero de 1919 que prohibían las exportaciones artículos de primera necesidad, dando paso a libre exportación de víveres, entre ellas el arroz, que habían acumulado fuertes existencias, durante 1920. Gracias a este decreto se logró, efectivamente, por parte de productores, comerciantes y piladores, iniciar una primera fase de exportaciones de arroz ecuatoriano hacia el mercado regional, y con ello dar salida al arroz embodegado que se habían acumulado durante los años 1919 y 1920. Se trató, en todo caso, de una etapa que puso en evidencia las posibilidades que tenía el Ecuador no solamente como productor sino como exportador de arroz. Para comprender de mejor forma este proceso de auge y caída de los precios, y la significación de las medidas adoptadas en ese momento, conviene tener presentes las observaciones que se hacen a continuación. Ello permitirá tener una idea más adecuada de las implicaciones de los reacomodos ocasionados con motivo de la disminución de los precios, la formación de existencias, y el inicio de las exportaciones de arroz por parte del Ecuador. 2. Una Explicación más Exhaustiva Cuando en febrero de 1920 el Ejecutivo liberó las importaciones de arroz esta medida no fue determinante para una disminución de los precios en el mercado interno. Las razones de este escaso impacto fueron que, en ese momento, el precio del arroz en el mercado internacional era bastante alto a consecuencia de la reorganización de la economía mundial y también debido a que el Ecuador tuvo que recurrir al grano de Siam que era caro, puesto que el Perú ya no estaba en condiciones de abastecer al mercado interno101. De ahí que, la medida expedida por el gobierno no tuvo ninguna significación y, más bien, tendió a presionar a la alza de los precios en el mercado interno. De otra parte, se convirtió en un indicador para que los piladores y comerciantes continuaran guardando provisiones en la perspectiva de que, en algún momento - como sucedió efectivamente, poco después - el gobierno terminara abriendo las exportaciones y ello les permitiera vender sus productos a precios más elevados que los que se podía obtener en las plazas locales. Como se puede comprobar de la lectura del Cuadro Nº 17, en efecto, los precios promedios del arroz importado en 1920 fueron de 23.27 sucres por quintal, mucho más altos que los precios promedios registrados en la ciudad de Guayaquil para el arroz nacional que se ubicaron en 20.05 sucres para el arroz flor y 18.68 sucres para el arroz corriente. De otro lado, como en abril los precios comenzaron a descender aceleradamente, pero no por el ingreso de grano extranjero sino por el exceso de producción respecto de la demanda interna, los piladores y comerciantes tomaron como referente la vigencia de precios altos del arroz en el mercado internacional y, una vez que comenzó a “entrar la cosecha de invierno”, se dedicaron a embodegar el grano, formando 101 Hasta mediados de la década del diez el Perú fue un exportador de arroz hacia los mercados ecuatorianos. Para el año 20, no obstante, no sólo que no podía cumplir con ese papel sino que, cada vez más, debió recurrir a importaciones para satisfacer sus propias necesidades. Curiosamente – como se verá más adelante – el Ecuador fue uno de los países que, a partir de este año, contribuyó a satisfacer su demanda. En particular, de las poblaciones fronterizas del norte, bastante alejadas de los centros de abastecimiento que eran Lima y el Callao.

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existencias de arroz, en un nivel que no se había registrado antes en el Ecuador. Por esta razón, cuando el gobierno abrió, al año siguiente, finalmente las exportaciones, este hecho tuvo múltiples implicaciones económicas. Por una parte, gracias a la liberación de las exportaciones de arroz a las que, al fin de cuentas, se redujo la liberalización de las exportaciones de víveres, el Gobierno logró responder eficientemente a las presiones de los propietarios y piladores de las provincias del Guayas y de Los Ríos, y con ello defender y representar sus intereses. Al respecto se debe tener en cuenta que luego de vetar parcialmente una Ley del Congreso, de conocer el “Manifiesto a la Nación” de la Cámara de Comercio de Guayaquil, de estudiar las peticiones de los distintos sectores sociales, de asistir a varias reuniones en el Puerto en donde pudo reunirse con banqueros y comerciantes, el Presidente de la República, “sensible” a las peticiones de sus paisanos, coidearios y amigos decretó en marzo de 1921 la libre exportación de víveres102 en donde incorporó sus planteamientos. Esto último se puede comprobar en la medida que – como se señaló de paso en una nota de pie página – solamente fueron autorizados a exportar los “productores agricultores” que estaban “catastrados” y que disponían de fundos rústicos, es decir, solamente los que eran propietarios. Con esta medida se reconoció, por tanto, que solamente estaban en condiciones de comercializar en el mercado internacional los empresarios que se habían consolidado alrededor del negocio del arroz y, en primer lugar, los hacendados y piladores que, ya para ese año, controlaban buena parte de las existencias de arroz. Sobre las “gestiones” y “trámites” que los empresarios, banqueros y comerciantes, realizaron para conseguir la liberación de las exportaciones, conviene tener presente las apreciaciones del Presidente de la Cámara de Comercio de Guayaquil, en su “Informe del Primer Semestre de 1921”, en el cual resaltaba lo siguiente: “Como bien lo sabéis, la crisis mundial hizo sentir sus efectos en 1920... Nuestro deber era conjurar en lo que estuviera a nuestro alcance los difícil de la situación. La Cámara dedicó inmediatamente atención al problema; y consecuencia de esos estudios, fue la disposición del Consejo de Administración, expedida el 8 de marzo, de lanzar, como en efecto se hizo, un Manifiesto a la Nación, exponiendo la gravedad de la situación, y solicitando el concurso y la buena voluntad de los ciudadanos en la empresa de afrontar 102 La liberación de las exportaciones fue un problema complejo. En agosto de 1920, el Congreso Nacional dictó una Ley permitiendo la exportación de víveres. No obstante, como no liberaba completamente de impuestos al comercio de estos productos y como creaba un mecanismo complicado para el cobro de los impuestos respectivos, el Presidente de la República, vetó esta Ley y espero que el Congreso entrara en receso. Posteriormente, luego de algunas vicisitudes que se se señalan a continuación, el 21 de marzo de 1921, liberó las exportaciones artículos nacionales “siempre que no excedieran de un valor que se indica a continuación”. Este Decreto fue reformado el 4 de mayo de ese año, modificándose los precios topes que en el Decreto original se habían estipulado. Extrañamente, cuando estos Decretos ya había entrado en vigencia, y ante la insistencia del Congreso que se instaló en agosto de 1921, el Presidente sancionó la Ley de 1920. Como, naturalmente, este hecho desencadenó una serie de conflictos a nivel jurídico y práctico, luego de una serie de forcejeos entre estas dos funciones del Estado, en septiembre de ese año se expidió un Decreto en el que se liberaban completamente las exportaciones de víveres. Conviene resaltar que en este último, no se dijo nada sobre los precios topes a los que podían llegar los víveres para ser exportados, a pesar de que se podría entender también que estaban vigentes las disposiciones de los Decretos de febrero y mayo, sobre el particular. (Al respecto véase: 1. R.O. de 27 y 30 de septiembre de 1921; 2.Informe del Ministro de Hacienda a la Nación, 1921; 3. Actas del Congreso Nacional, correspondientes a los meses de agosto y septiembre de 1921).

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el problema. En la misma fecha dirigimos una solicitud al presidente de la república, pidiéndole que, como medio de aliviar la situación, levantara sin tardanza las prohibiciones que pesaban sobre la exportación de algunos productos nacionales. El resultado es bien conocido. El señor Presidente deseoso de mejorar las condiciones adversas porque atravesaba la nación, hizo repetidos viajes a esta ciudad, donde celebró frecuentes conferencias con los gerentes de bancos y los miembros del alto comercio... Con respecto de la solicitud que solicitamos al Ejecutivo, grato es dejar constancia que fuimos prontamente atendidos, aún no en la extensión que a cámara solicitaba. El decreto levantando las prohibiciones fue expedido...103” De otra parte, la liberación de las exportaciones de arroz decretada en 1921, permitió dar salida al grano almacenado proveniente de las cosechas de 1920 y 1921. Tal como se puede apreciar (Cuadro Nº 16), mientras en la década anterior el Ecuador a duras penas había logrado enviar grano con destino a Colombia por el orden de un poco más de 1.000 quintales y mientras en los años inmediatamente anteriores, debido a la prohibición de exportaciones decretada en 1917, no había exportado ninguna cantidad de arroz, y en el año 1920 apenas había enviado al extranjero 43 quintales, para 1921 se exportaron nada menos que 80.709 quintales con destino a Chile, Colombia y Perú. De la noche a la mañana, gracias a este medida, el Ecuador no solamente que dejó de ser un importador de grano, sino que se convirtió en un importante productor y en un exportador neto de la gramínea. Y si bien las exportaciones durante los años siguientes fueron limitadas, ya para 1924 se nota un repunte que se consolidó definitivamente para 1928.

(Cuadro Nº 17) EXPORTACIONES, IMPORTACIONES Y PRECIOS PROMEDIOS ESTIMADOS

1920- 1930 AÑO EXPORTACIÓN

QUINTALES VALOR PRECIO

PROMEDIO (SUCRES)

PRECIO PROMEDIO (DOLARES)

IMPORTACIÓN QUINTALES

VALOR PRECIO PROMEDIO (SUCRES)

PRECIO PROMEDIO (DOLARES)

1920 13.549 313.253 23.27 10.34 1921 80.709 922.144 11.42 3.31 6 90 15.00 4.33 1922 22.607 316.325 14.01 3.33 2.072 23.525 11.35 2.70 1923 27.978 347.037 12.40 2.58 4.056 87.572 21.59 4.49 1924 61.603 863.482 14.01 2.77 4.566 86.219 18.88 3.73 1925 6.463 118.408 18.35 4.21 26.375 391.572 14.84 3.41 1926 16.518 348.313 21.08 4.17 1927 61.616 1’091.056 17.71 3.53 1928 199.258 2’812.025 14.11 2.81 1929 254.632 4’255.994 16.71 3.32 1930 234.619 3’712.325 15.82 3.13

Fuentes: Eduardo Vásconez, Jefe de Estadística del Ministerio de Hacienda, Resumen Estadístico Comercial del Ecuador; Comercio Exterior del Ecuador en la década de 1916 –1925; Heiman, Hans, Estadísticas de las Exportaciones del Ecuador. El Ecuador Comercial, Revista Mensual Ilustrada 1923 –1932; Boletín de Hacienda, Publicación Mensual del Ministerio de Hacienda 1928 –1936, Revista de la Cámara de Comercio de Guayaquil.

Sobre la importancia de liberar las exportaciones de arroz y sobre el impacto que el Decreto Ejecutivo tuvo en comerciantes y tenedores del Puerto, el Informe del Presidente de la Cámara de Comercio anteriormente citado señalaba que: “...a su amparo (es decir, al amparo del Decreto que liberaba las exportaciones de ciertos productos) se han beneficiado los tenedores y productores de arroz, que tienen fuertes cantidades almacenadas, pues se han exportado apreciables cantidades de las cosechas 103 J.J. de Ycaza Noboa, Presidente de la Cámara de Comercio de Guayaquil. Informe de primer semestre, Revista del Banco del Ecuador Nº 10, 1921.

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de 1920 y 1921, con el consiguiente beneficio para la economía general del país con el reembolso en oro de esas ventas...” Y más adelante concluía: “Es de esperar el que muy pronto se convenza a la nación de los beneficios del mencionado Decreto Ejecutivo y de la intensificación de la producción agrícola, que nos evitará situaciones parecidas a la actual, producida por el reducido número de granos exportables que tenemos104”. Por lo demás, la apertura de las exportaciones de la producción de arroz excedente permitió controlar la caída de los precios en el mercado interno. Si bien es cierto que durante el año 1920 y 1921, los precios tendieron a la baja, hasta ubicarse en niveles de 11.50 sucres para el arroz flor y 11.00 para el arroz corriente, en Julio de 1921, esta caída fue menos pronunciada de lo que se podía prever si es que se mantenían las existencias almacenadas. Esto último porque la sobre oferta de grano hubiera empezado a presionar sobre el nivel de precios hasta lograr que el arroz encontrara alguna salida en el mercado interno, lo cual solamente se podía lograr efectivamente si éste bajaban aún más los precios respecto del nivel observado. En la práctica, por otro lado, las salidas del grano hacia el mercado internacional permitieron compensar las eventuales pérdidas que se hubieran podido haber producido por comprar - por parte de los comerciantes del Puerto - arroz extranjero, a precios altos para venderle en el mercado nacional a precios más bajos. Por último, la venta de arroz en el mercado internacional permitió a comerciantes y piladores abastecerse de oro lo cual fue particularmente importante económicamente, en vista de la situación de crisis económica y depreciación de la moneda que experimentaba el país en ese momento. Sobre este punto no se debe perder de vista la observación del Presidente de la Cámara de Comercio de Guayaquil que señala que las ventas de arroz representaron un beneficio “para la economía general del país con el reembolso en oro de esas ventas”. Pero, más allá de este conjunto de efectos de carácter eventual, las exportaciones de arroz del año de 1921, demostraron que el país estaba en condiciones de exportar arroz y ya no solamente satisfacer la demanda externa. Y esta circunstancia fue un efecto tan decisivo que produjo una modificación sustancial de la posición del Ecuador como productor arrocero, al punto que los años subsiguientes asistimos a un período de consolidación de esa posición, la cual finalmente se lograría en la década del treinta y alcanzaría su máximo punto durante la Segunda Guerra Mundial. En síntesis, pues, si bien el exceso de producción de arroz del año 1920 presionó sobre el nivel de los precios y obligó a formar existencias del grano, la situación de crisis catastrófica que en un primer momento se podía haber esperado, terminó siendo favorable para el sector arrocero en su conjunto y, particularmente, para comerciantes y piladores. En realidad, luego de una serie de reacomodos y forcejeos la producción arrocera terminó consolidándose, al punto, que el Ecuador a partir de esta coyuntura incrementó notablemente la producción de arroz, se convirtió en un exportador del grano, desplazó definitivamente las importaciones y, por último, logró “posicionar” a la producción arrocera como una de las alternativas a las exportaciones cacaoteras que ya para ese

104 Ibid.

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momento estaban en crisis y arrastraron al país a una de las etapas más convulsionadas de la historia del país. 3. Anotaciones Complementarias Durante el siglo XIX y comienzos del veinte el Ecuador había realizado exportaciones incidentales y de poca importancia a los países vecinos, especialmente, Colombia. A medida que se popularizaba el consumo de arroz en el país se había convertido, a su vez, en un importador de cantidades apreciables de grano, especialmente, procedentes de Perú, aunque desde 1913 el ingreso de arroz del lejano Oriente (China, Siam) se tornó significativo. ¿Cómo fue posible que el año de 1920 el Ecuador se convirtiera en un exportador de arroz y esta calidad la mantuviera por más de tres décadas?. A primera vista este cambio de situación resulta difícil de entender a primera vista. En la perspectiva de aclarar esta situación, se deben tener en cuenta las siguientes consideraciones. 1. El Ecuador y, particularmente las provincias de Guayas y de Los Ríos, como más

adelante se señala, disponían de las condiciones naturales y de un acumulado productivo para desarrollar la producción de arroz en una escala importante y vasta. Las tierras bajas de la cuenca del Guayas se anejaban durante el invierno, es decir, entre los meses de enero y mayo y bajaban de nivel cuando llegaba el invierno. Siendo una zona tropical en donde se ubicaban suelos particularmente feraces disponía, por tanto, de las condiciones para que el cultivo de arroz pudiera desarrollarse en una importante escala, tal como se observó desde mediados de la segunda mitad de la década de 1910.

2. Desde el momento en que se popularizó la producción de arroz, que puede ubicarse

hacia fines del siglo XIX, los campesinos de las provincias Guayas y de Los Ríos empezaron a familiarizarse con su ciclo de cultivo. Esto último le permitió definir y establecer un conjunto de actividades “culturales”: a) tareas preparatorias que serán conocidas como la “socola” y la “despalizada”; b) una fase de cultivo con sus momentos más importantes: siembra, deshierbas, “pajareo”, entre otras; c) cosecha, secado, transporte hacia las piladores y lugares de procesamiento. Estas actividades pasaran, en poco tiempo, a formar parte del acumulado productivo cultural necesario de los campesinos y de sus familias de las provincias del Guayas y de Los Ríos, sin el cual no hubiera podido desarrollarse la producción arrocera.

3. El consumo de arroz para comienzos de la tercera década del siglo XX, ya había

alcanzado niveles importantes. Era uno de los principales productos de consumo básico de la población costeña; además, tal como lo han evidenciado los volúmenes de carga transportada por el ferrocarril, se había convertido en un producto de alta demanda en a región central del país, sobre todo a nivel urbano. Existía, por tanto, un mercado consolidado importante que aseguraba que el arroz producido en las provincias del Guayas y de Los Ríos pudiera “tener salida efectiva”.

4. Además, los años anteriores (1911 –1920) y, sobre todo, los años 19 y 20 fueron de

precios muy altos lo que tornó a la producción arrocera muy atractiva no solamente para comerciantes y piladores que aprovecharon la coyuntura y fueron los grandes beneficiarios, sino para los mismos campesinos que, empezaron ver en el arroz, una salida para la difícil situación que empezaban a enfrentar los productos agrícolas tradicionales: cacao, sobre todo, pero también, tabaco y café. El desarrollo del cultivo del arroz fue posible en un momento en que la disminución de la producción cacaotera

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se hizo patente y la economía nacional, y los distintos actores económicos empezaron a percibir la necesidad de desarrollar una serie de cultivos alternativos que pudieran venir a sustituir al cacao e, igualmente, al tabaco que había experimentado una caída acentuada de la producción.

5. Además, hay que recalcar que en las zonas bajas de las provincias del Guayas y de

Los Ríos se había definido una forma de cultivo que estaba basada en el arrendamiento de tierras a los campesinos de esas provincias. El arrendamiento de les permitió a los hacendados, plantadores y grandes propietarios, ocupar tierras marginales y tener acceso efectivo a zonas que eran de su propiedad únicamente “por las escrituras. A los campesinos, por su parte, les pemitió tener acceso a tierras que les aseguraban medios de subsistencia, en un momento en que era cada vez más difícil mantener ocupaciones agrícolas debido a la crisis de los cultivos tradicionales

De hecho, ya para la comienzos de la década del veinte (aunque sin duda esta forma de trabajo solamente se iba a consolidar definitivamente en la década del veinte), se introdujo también el fomento de cultivos, el cual conjuntamente con el arrendamiento de tierras se iban a convertir en los factores más importantes para el desarrollo de la producción arrocera en las zonas bajas del complejo hidrológico de la Cuenca del río Guayas. Además, de las condiciones naturales, ya para ese momento, existían las condiciones sociales y económicas que permitieron el desarrollo de la producción arrocera.

6. De la mano con la generalización del cultivo del arroz con carácter comercial y no solamente como medio de subsistencia y la consolidación del mercado interno, el desarrollo de la producción arrocera en una dimensión apreciable fue posible porque, para comienzos de la década, la industria del pilado había adquirido cierta relevancia. Y porque los piladores y productores se habían convertido en los que concentraban la producción nacional, pudiendo acaparar en sus bodegas la mayoría de la cosecha. (Recuérdese, al respecto, las observaciones del Presidente de la Cámara de Comercio de Guayaquil, que señalaba que el Decreto de liberalización de las exportaciones de arroz había beneficiado a “productores y tenedores de arroz”, que había almacenado fuertes cantidades de las cosechas de 1920 y 1921).

Existía para 1920, pues, una infraestructura que aseguraba que el grano nacional pudiera ser almacenado y guardado por períodos de tiempo apreciables hasta lograr su salida hacia el mercado internacional. Esta infraestructura estaba controlada por piladores y grandes productores que, a partir de ese momento, empezaron a utilizar para sus intereses dos referentes: el mercado interno o el mercado internacional; el consumo nacional o la venta de arroz en el extranjero.

7. Finalmente, se tiene que tener en cuenta que a las condiciones estructurales (producción, mercado, industrialización, almacenaje) y a las coyunturales (alza vertiginosa de los precios en el mercado interno durante los años 1919 y 1920 y precios elevados en el mercado internacional) se sumó una circunstancia que en la coyuntura tuvo una importante incidencia, pero que en el futuro inmediato tuvo aún mayor trascendencia.

Sucede que – como se destacaba en la Monografía del Cantón Milagro – “en 1919 y en el plausible fin de traer al Ecuador nuevos cultivos y de modernizar los métodos empleados en la producción del cacao, arroz, frutas, etc., etc., mediante la iniciativa de

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la Asociación de Agricultores, se fundó en Chobo la Estación Experimental, la que estuvo en su comienzo bajo la hábil dirección del agrónomo nacional señor Abelardo Pachano, uno de los mejores más preparados agrónomos de Sud América”105. A partir de la estación Experimental se introdujeron nuevas variedades de arroz procedentes de los Estados Unidos. Entre las variedades que se introdujeron en el Ecuador y que tuvieron rápida aceptación por parte de los agricultores fue la variedad “Canilla” que, no solamente resultó ser la más apta para el cultivo, al punto que se iba a convertir en la variedad mas importante del arroz ecuatoriano, sino que elevó considerablemente los rendimientos. Fue, pues, la introducción de nuevas variedades de arroz y, más que nada de la variedad “Canilla”, la que permitió elevar los rendimientos y con ello incrementar sustancialmente la producción nacional. Al punto que, como se ha indicado, ya para comienzos de la década se podía estimar la producción en alrededor de unos 400.000 quintales.

Todos estos factores, como es natural, incidieron para el incremento de la producción en hacia 1920, al punto de que el Ecuador para ese año dejó prácticamente de ser importador del grano y, para el año 1921, pasó a convertirse en un exportador neto. Es interesante recalcar que el arroz, a partir de ese momento, iba a tener cada vez mayor importancia en la balanza comercial del país. Se debe tener en cuenta, por lo demás, que como se pudo observar en esta coyuntura, en la medida que la producción arrocera estuvo concentrada en un número reducido de productores, comerciantes y piladores, fueron éstos los que se beneficiaron de las ventajas de las exportaciones y los que, por más de tres décadas, fueron los sectores más favorecidos por el desarrollo de la producción arrocera que se consolidó a partir de este momento.

105 Buenaventura Navas, José, Monografía Histórica e Ilustrada del Cantón Milagro. En esta obra se lee así mismo: El señor Don Abelardo Pachano “inició sus estudios superiores en el ‘Colegio de Agricultura del Estado de Connecticul”, y poco antes de obtener su diploma de Agrónomo, ganó por concurso, en el mismo Establecimiento, el primer premio de Bacteriología. Ingresó a la Universidad de Cornell... y en 1911 graduóse allí de Bachiller en Ciencias (en Agricultura), título correspondiente al de ingeniero en otras facultades. De regreso al Ecuador desempeñó el cargo de Profesor de Ciencias Naturales en el Instituto normal ‘Juan Montalvo’ de quito, pero hubo de abandonarlo para dictar las clases de Agronomía en la Quinta Normal de Agricultura, por entonces recién fundada. En este establecimiento efectuó algunos de sus trabajos sobre Patología Vegetal, merecidamente aplaudidos por los botánicos americanos que han llegado a conocerlos. Aunque las actividades del profesor Pachano se han desarrollado principalmente en laboratorios y campos de cultivo de la Quinta Normal, ha realizado viajes de exploración por diversas secciones de la República. En 1917 acompañó al micólogo americano Mr. R.B. Rorer en sus investigaciones agrícolas por el Litoral. Al año siguiente en unión del doctor J. Rose, miembro del Museo Nacional de Washington, llevó a cabo una importante excursión por Huigra, Loja, Portovelo, Santa Rosa, etc. Con este motivo el doctor Rose dispensó al agrónomo ambateño el alto honor de dedicarle un género de plantas nuevo, el “Pachanoa”; y el mismo sabio botánico le dedicó después dos nuevas especies; la ‘Cyanostegia Pchonal’ y la ‘Echeveria Pachonai’. En mérito de sus trabajos de Patología Vegetal, y de los precisos informes que, sobre asuntos de su profesión a sabido darles, los doctores Britton y Rose han dedicado al profesor Pachano la especie ‘Trichocereus Pachanoi’; el doctor Robinson, la ‘Eupatorium Pachanoi’; Blake, la ‘Heliantus Pachanoi; Trelease, la ‘Phoradendrum Pachanarum’, etc. El profesor Pachano es miembro de muchas sociedades científicas de prestigio mundial; como la ‘American Asociation for the Advancement of Sciencie’, el ‘Instituto Smilasoniano’, la ‘Sociedad Americana de Fitopatología’, la ‘Sociedad Geográfica Nacional’ (de Washington)...”

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CAPÍTULO 5 DESARROLLO Y CONSOLIDACIÓN DEL SECTOR ARROCERO

1922 –1930

1. El Mercado Externo: Nuevo Eje de Crecimiento “...he oído a personas experimentadas que el plantío del Theobroma (es decir, del cacao) cederá, en un futuro no lejano, ante sembríos de arroz y algodón, fáciles y reportadores de mayores ventajas...106” Así se expresaba el señor Angel Barrera, en 1908, al escribir sus “Apuntes sobre el Cantón Vinces”. Lo curioso es que, un poco más de una década, estas afirmaciones se convertirían realidad. Sobre todo, en relación del arroz107, artículo que a partir de esos años se desarrolló notablemente. De una parte, porque adquirió un papel decisivo en la dieta de los ecuatorianos, al punto que si para los primeros años de siglo este producto fue de consumo marginal (especialmente en la sierra), luego de este período se convirtió en uno de los componente básicos de la alimentación de la gran mayoría de la población, a excepción de las comunidades indígenas de altura. De otra parte, porque el Ecuador desde 1921 en adelante se transformó en un exportador del grano, razón por la cual, este producto fue adquiriendo un peso decisivo en la balanza comercial del país. Entre la demanda interna y la demanda externa, entre el mercado interno y el mercado externo, se estructuró desde ese momento, en realidad, el desarrollo de la producción arrocera en el Ecuador. En un período en que se produjo una expansión acelerada de la demanda interna, el monopolio del mercado interno desde 1917, condujo – como se había señalado - a una alza vertiginosa de los precios (estimulada, además, por la desvalorización monetaria), la cual impulsó el crecimiento de la producción arrocera nacional. Gracias a esta circunstancia se pudo saturar el mercado interno y, más tarde, durante los años 20 y 21 - cuando las cosechas fueron francamente halagadoras – disponer de excedentes que al no encontrar salida a nivel nacional, obligaron a comerciantes, piladores y banqueros, a presionar al gobierno de J.L. Tamayo, para que en marzo de 1921, abriera las exportaciones de la gramínea. Uno de los efectos de la coyuntura de 1920 -21 fue demostrar, por tanto, que El Ecuador no solamente podía satisfacer fácilmente el mercado interno, sino desplazar las importaciones y generar un excedente exportable. Todo lo cual incidió en un crecimiento acentuado de la producción nacional. Ya para 1923 se señalaba, que: “La prensa general, de la Costa y de la Sierra, ha comentado favorablemente la cosecha de este año, que es como jamás se ha visto: más de medio millón de quintales. Por manera que excede el consumo y la exportación se impone; ya esto será un estímulo para futuros años108” 106 Barrera, Angel T, Apuntes Respecto del Cantón Vinces, pág 25, quito Imprenta Nacional – 1908. 107 De hecho el algodón también se desarrolló, particularmente en la provincia de Manabí, vinculado a la industria textil serrana que, por esos años, iba a experimentar un acelerado crecimiento (Véase, Espinosa, R, El Desarrollo de la Industria en el Ecuador 1900 –1950). 108 La nota continuaba señalando que, “Dejaremos constancia del factor principal de este aumento de arroz que no es otro, después del esfuerzo de los agricultores de la Costa srs rosales,

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A partir de 1921 y en los años subsiguientes se hizo perceptible, efectivamente, que el desarrollo de la producción arrocera en el Ecuador no solamente podía y debía descansar en el mercado y la demanda interna, como había sucedido en las dos últimas décadas, sino también en el mercado regional, ya que para el grano ecuatoriano existían una demanda potencial importante procedente de Colombia, Perú, Chile. Fue entre estos dos referentes generales (mercado interno y mercado externo), cuyas relaciones siempre fueron inestable que, desde la coyuntura de 1921, se fue definiendo el desarrollo de la producción arrocera. Fue, además, en base de estos referentes que se fueron perfilando los intereses de comerciantes, banqueros y piladores, comprometidos en el negocio del arroz. La coyuntura de 1920 –1921 y los años siguientes demostraron que el Ecuador podía convertirse en un exportador de arroz y, alrededor de ese temas se fueron tejiendo algunas de las expectativas de los comerciantes y banqueros del Puerto una vez que el cacao empezó a entrar en crisis, lo cual, en cierto modo permitió hacer realidad un viejo anhelo de los grandes propietarios de Guayas y de Los Ríos, tal como a principios lo había enunciado Angel Barrera. 2. Esfuerzos y Nuevas Estrategias A. Elevación de la Productividad y Mecanización La coyuntura de 1920 – 21 demostró que se podía satisfacer con holgura la demanda interna y convertir al Ecuador en un exportador de arroz, porque disponía de las condiciones naturales, sociales y económicas adecuadas. Como se ha señalado insistentemente, el país contaba con suelos de “montaña” periódicamente inundables durante los meses de invierno, pertenecientes al complejo hidrológico de la cuenca del río Guayas, en los que se había venido generalizando el cultivo de arroz con carácter comercial. Contaba, además, con una institución que se había convertido en el eje del crecimiento arrocera: el arrendamiento de tierras a la que, por estos años, se adscribió el fomento de cultivos que se transformó en una nueva palanca de desarrollo109. Contaba, así mismo, con una infraestructura constituida y una industria en ascenso dedicada al pilado y pulido del grano que había empezado a incidir en el crecimiento de la producción arrocera en las provincias del Guayas y de Los Ríos. Pero, además, de estas condiciones de orden general, a partir de ese momento se fueron fraguando un conjunto de condiciones de orden específico que incidieron en el desarrollo de la producción arrocera. A nivel agrario, una serie de propietarios comprometidos con el cultivo del arroz desarrollaron una estrategia compleja para que este producto adquiriera mayor preponderancia en la economía nacional. Fueron, básicamente, empresarios de la zona de Milagro que realizaron un conjunto de esfuerzos para elevar la productividad del arroz mediante la mecanización y la introducción de nuevos métodos cultivos, experimentados inicialmente en la Estación de El Chobo. En esta iniciativa estuvieron comprometidos personajes como Carlos Benjamín Rosales, propietario de la hacienda Venecia y, para 1923, propietario también de la piladora del mismo nombre, así como Seminario,etc..., el empleo de otros tractores y otros implementos agrícolas que ya se imponen en cada hacienda de progreso”. (El Ecuador Comercial, Teófilo Vivar Cueva, Revista Mensual Ilustrada. Agricultura, Comercio, Industrias, Finanzas, Estadísticas, Actualidades, Año 1, Nº 1, julio de 1923) 109 Más adelante se habla sobre el tema.

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Enrique Gallardo, propietario de la hacienda y piladora La Aurora y principal accionista de la Sociedad Lechera la Aurora y, finalmente, algunas miembros de la familia Seminario. “En algunas haciendas de este progresista cantón (Milagro) – decía una noticia del Ecuador Comercial - se han introducido los métodos modernos de cultivo, con máquinas agrícolas a motor de gasolina, que economizan centenares de brazos y rinden cosechas mucho más abundantes que con los antiguos y rutinarios métodos. Hemos tenido ocasión de ver la aplicación de estos métodos en la hacienda “Venecia”. Se desmonta mecánicamente el terreno: se arrancan las cepas y troncos inservibles; después se aplica el arado.... La desyerba se practica con máquinas manuales, muy sencillas, en vez del “rabón”, machete corto, perjudicial para la salud del jornalero...La cosecha de arroz se verifica por medio de segadoras, en vez de la cogida a mano, que requiere tantos brazos y es deficiente... Sacado al sol el grano, en pocos días, pasa la trilladora, que verifica un trabajo rápido y sencillo, en el que solo intervienen tres hombres. Finalmente al arroz es llevado en autocamiones a los graneros de la hacienda para ser descascarados en la piladora, en tiempo oportuno. El Sr. Benjamín Rosales Pareja, un entusiasta propagandista de la Agricultura científica, inspecciona los trabajos... Los primeros ensayos de los métodos modernos, se verificaron en la Estación Experimental de la Asociación de Agricultores, situada en el Chobo, bajo la atinada dirección del profesor Rorer, micólogo de fama mundial y del agrónomo nacional Sr. Luis Ernesto Molestina”110. A la aplicación de métodos modernos se unió, en todo caso, una masa de fuerza laboral que, ante la crisis de la producción tradicional (tabaco, caña de azúcar, cacao) se integró al cultivo del arroz, permitiendo el incremento de la producción arrocera. Desde comienzos de los años veinte, en efecto, en las provincias del Guayas y de Los Ríos, la producción tradicional entró en una profunda crisis, razón por la cual la mano de obra desplazada de estas actividades, intentó hacerse de un pedazo de montaña para subsistir. Especialmente, cuando empezó a ser ahogada por los Estancos, tal como sucedió con la producción de caña de azúcar para aguardiente y tabaco111. Se trataba de mano de obra que ya no podía encontrar espacio en estas actividades y que, por este

110 El Ecuador Comercial, Año 2, Nº 13-14, julio –agosto de 1924. Hay que señalar que a través de la Estación Experimental situada en el Chobo se habían introducido al país, arados de tres vertederas, tractores, trilladoras y segadoras, de marca Cletarc. 111 Sobre los Estancos y sus efectos sobre la economía nacional, un crítico tan perspicaz de la economía nacional, como L.N. Dillon, decía, por esos años lo siguiente: “No sólo han aquejado a nuestras fuentes de producción plagas, que aunque de procedencia extraña, se hallan dentro de los azotes con que la Naturaleza compensa sus ricos dones, sino la misma estulticia y aquel empirismo oficial que hemos visto arruinar la moneda y producir la crisis del circulante, engendraron también la crisis de producción en dos ramos importantísimos de nuestra industria agrícola, el del tabaco y el cultivo de la caña de azúcar, mediante la concesión, a compañías tan despiadadas y voraces como los bancos, de monopolios antidemocráticos y ruinosos, a cambio de un plato de lentejas”. A través de los Estancos, “la libertad de trabajo se restringió fuertemente; la codicia de los estanqueros dictó medidas expoliatorias contra la producción que redujeron a deplorables límites. Hubo zonas de la República en que el cultivo de caña de azúcar casi desapareció y en cuanto al tabaco, baste decir que el país, de exportador en escala bastante considerable, tuvo que convertirse en importador, en enorme importador, para atender las necesidades de consumo interno”. (Luis, Napoleón Dillon, a Crisis Económico Financiera del Ecuador, Compilación de los artículos publicados en “el Día” bajo el título de “Casos y Cosas que Mr Kemmerer debe conocer.- Breve Historia de una Tiranía de Once años”, Editorial Artes Gráficas, 1927, págs, 138 y 146.

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motivo, se quedó “flotante”, y que halló en el cultivo del arroz que ya se había generalizado a través del arrendamiento de tierras, la única manera de sobrevivir. Tanto la existencia de empresarios que se habían comprometido con el cultivo de la gramínea como la presencia de una masa flotante de fuerza de trabajo que, por esos años, se incorporó a la producción arrocera, la Revista “El Ecuador Comercial”, publicada por Teófilo Vivar Cueva, señalaba, hacia 1923: “... este año la producción de arroz supera enormemente el consumo, posiblemente en un 30 por ciento según cálculos conservatorios112. Existe pues este nuevo filón de producción exportable de los cual nos ocuparemos más adelante. ¿Cómo se ha logrado incrementar la producción de arroz?. ¿Son brazos de inmigrantes?. ¿Es un aumento intempestivo de la población trabajadora?. ¿Hay nuevos mercados locales?. ¿Se han abierto caminos?. ¿Hay más capital?. Ni lo uno ni lo otro: son dos factores coadyuvantes los que están obrando en este aumento de la producción: 1º las grandes haciendas han empleado máquinas para sembrar y cosechar arroz; y 2º un gran número de braseros que antes producían aguardientes y tabaco han pasado a producir arroz y otros alimentos”. Respecto de este último punto señalaba “... ¿no es preferible producir arroz a producir aguardiente?. No es dudoso la respuesta en esto, pues lo uno equivale a poner en el mercado un artículo que degenera la raza, mientras que lo otro es un alimento popular. El otro caso que cabe resaltar en este caso es la situación del cultivo del tabaco: hasta el año 1922 tuvo un mercado de exportación que era Perú; pero desde mediados de ese año el Estanco en el Perú se provee en otros países debido al precio inferior que aquellos le ofrecen, precio con el cual el nuestro no compite. El consumo interno del Ecuador ha quedado estacionario, y por lo tanto sobra todo el tabaco que antes se exportaba..” Y sobre la convergencia de estos dos factores señalaba, finalmente que: “...brazos desocupados... en unión de las máquinas han venido ahora a darnos más arroz.. .113” Fueron, efectivamente, estos dos factores los que contribuyeron al crecimiento de la producción arrocera en las provincias del Guayas y de Los Ríos, durante los primeros años de la década del veinte. Especialmente, fue la integración de un ejército flotante de campesinos sin tierras que halló en el arrendamiento y en el fomento de cultivos, la que contribuyó al desarrollo del cultivo del arroz en las zonas bajas de los ríos de la Cuenca del Guayas, tal como se señala más adelante.

112 Como se ha señalado la producción arrocera para 1923 pasó de los 500.000 quintales. 113 La reacción productiva en el país empieza ser realidad pero necesita ser sólidamente encauzada, en El Ecuador Comercial, Teófilo Vivar Cueva, Revista Mensual Ilustrada. Agricultura, Comercio, Industrias, Finanzas, Estadísticas, Actualidades, Año 1, Nº 2, agosto de 1923.

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B. Tasa de Cambio y Costos de Producción Aunque fueron importantes los esfuerzos por mejorar la producción y elevar la productividad mediante la mecanización de las actividades agrícolas hay que reconocer que estos esfuerzos fueron más bien eventuales114, y pronto fueron postergados en la medida que los “empresarios” vinculados al negocio arrocero, poco a poco, empezaron a percibir que la crisis económica financiera por la que atravesaba el país por esos años, les había empezado a ser favorable. Sobre todo, en la medida que comenzó a incidir en la disminución de los costos de producción lo cual tornó mucho más competitiva la producción nacional. Sucede que la crisis económico financiera por la que atravesaba el Ecuador en esos años condujo a una acentuada elevación del cambio internacional y, por consiguiente, a una devaluación de la moneda. Mientras en 1919 la tasa de cambio se podía estimar en 2.12 sucres por dólar, en 1920 fue de 2.25, en 1921 de 3.45, en 1922 de 4.20, en 1923, de 4.80, en 1924 de 5.05. Y si bien, en los años, de 1925 fue de 4.35 y entre los años 1926 y 1930 se mantuvo relativamente estable fluctuando entre un mínimo de 5.01 en 1927 y 5.05 en 1930, los resultados para la producción arrocera (y, en general, para los productos de exportación) fueron muy importantes. Entre 1919 y 1922, como consecuencia de la elevación de la tasa de cambio, los costos disminuyeron un 100%, y para 1924 se depreciaron en un 138%, lo cual se reflejó en los precios del arroz exportado. Mientras en 1917 se podía estimar el precio promedio del quintal de arroz exportado en 3.95 dólares, para 1920 cayó a 3.31, y para 1923 a 2.58 dólares, ascendiendo ligeramente a 2.77 dólares el quintal de arroz, en 1924. Y a pesar de que al año siguiente, 1925, subió a 4.21, y al año 1926 a 4.17, fueron los años que menos se exportaron en la década. De ahí que cuando en 1927, las exportaciones recobraron importancia el precio del quintal, pasó a 2.81, en 1928 a 3.32 dólares y, en 1930, a 3.13 dólares el quintal. Una de las estrategias que los comerciantes, banqueros y piladores vinculados al negocio del arroz hicieron, más allá de los eventuales esfuerzos por elevar la productividad mediante la mecanización agrícola en el que se interesaron a comienzos de la década del 20 fue, pues, propiciar una elevación de la tasa de cambio ya que ello tuvo dos efectos decisivos. Sobre todo, en los años anteriores a la revolución Juliana en la medida que tuvo una serie de efectos a nivel de los precios y de los costos. De una parte, contribuyó a disminuir el precio de referencia internacional del arroz ecuatoriano, de otra parte, disminuyeron los costos reales expresados en dólares (si bien en sucres se elevaron formalmente), lo cual tornó más competitivo el grano nacional. Esto último, porque el cultivo de arroz era esencialmente manual (se resolvía en trabajo) y no utilizaba ningún insumo importado115. 114 De hecho, si bien se mantuvieron los esfuerzos por mecanizar la producción durante los primeros años de la década del 20, pronto, debido a diversas circunstancias que aquí se describen, fueron desplazadas. Solamente hacia finales de la década del 40 estos fueron retomados, aunque también con resultados poco alentadores, así mismo. 115 Se entiende, en todo caso, que esta medida que fue tan favorable a los intereses de los empresarios arroceros y, en general de los exportadores, fue usada más adelante como una estrategia económica que permitió estimular las exportaciones: no solamente en el período de 1921 a 1923, sino entre 1929 y 1930. Se puede entender, así mismo, que a partir de este último año comenzó a ser usada como estrategia deliberada para disminuir los costos y tornar más competitivas las exportaciones ecuatorianas en el mercado internacional.

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Pero, además, la elevación de la tasa de cambio y la consiguiente devaluación monetaria tuvo tres efectos complementarios: a) disminuir los costos reales del arroz en el mercado nacional; b) incrementar los precios en el mercado interno y con ello asegurar altos márgenes de utilidad; c) compensar, en los momentos en que se produjo un excedente de arroz en el mercado interno, como fue el caso de los años 1921 y 1928, la disminución de los precios internos y mantener márgenes de utilidad relativamente estables. Como se puede apreciar (Cuadros Nº 18 y Nº 19), si bien en la década 1911 - 1920 los precios promedios del arroz nacional en el mercado interno fueron más altos que los precios del arroz importado, en la década del 20, los precios del arroz nacional (a excepción del año 1922 en que se importaron 2.072 quintales) fueron en general más bajos que el arroz extranjero. De otra parte, los precios en el mercado interno del arroz de primera, fueron más altos que los precios del arroz exportado. Esto quiere decir, que gracias a la desvalorización de la moneda, no solamente que se pudo disminuir el precio de referencia internacional del arroz ecuatoriano haciéndole más competitivo, sino también elevar los precios en el mercado interno en un nivel mucho mayor que los precios del arroz exportado, lo que permitió elevar los márgenes de utilidad de los comerciantes y piladores. Esto último, especialmente entre 1921 y 1924, años inmediatamente anteriores a la Revolución Juliana. La diferencia, en efecto, de precios entre el arroz de primera en el mercado interno y el arroz exportado fue, en 1921, de 19.63%, en 1922 de 18.31%, en 1923 de 29.45% y en 1924 de 42.59%, lo cual pone en evidencia hasta qué punto los comerciantes fueron favorecidos por esta situación y de qué manera las exportaciones presionaron sobre el nivel de precios interno en la perspectiva: a) detener la caída de los precios en las plazas locales y propiciar su alza; b) asegurar a los empresarios del arroz altos niveles de ganancia. Si bien es cierto que a partir de 1926 los márgenes de utilidad ocasionados por el diferencial de precios tendió a disminuir a consecuencia de la relativa estabilidad cambiaria, en 1927, cuando se exportaron 61.616 quintales la diferencia se elevó a 21.24% y aunque al año siguiente la diferencia fue nula, para 1929 se hizo patente una elevación del diferencial hasta alcanzar 8.62% en 1930. En otra palabras, la situación cambiaria y de inestabilidad económica por la que atravesó el Ecuador entre 1920 y 1930, permitió elevar los precios del arroz en el mercado interno, mientras a nivel internacional disminuían, sobre todo en el período 1920 -1924. Como es natural, esta circunstancia tornó atractivo la producción destinada al mercado interno, pero también la producción destinada al mercado internacional. Y si bien – como queda dicho - los precios del arroz ecuatoriano exportado no fueron muy elevados presionaron a la alza, sistemática, de los precios en el mercado interno, más que nada, entre 1921 y 1924. De igual manera, las exportaciones de arroz permitieron a los comerciantes del Puerto obtener márgenes de utilidad más bajos pero seguros, al tiempo que ello les posibilitaba disponer de divisas que, en una situación de crisis, abrió las puertas para negociarlas internamente con ventaja en el mercado financiero. En síntesis, se puede decir que a partir de 1921 los empresarios vinculados al negocio del arroz aprovecharon las ventajas de la desvalorización monetaria para disminuir los costos, mejorar la competitividad del grano ecuatoriano en el mercado internacional e incrementar los precios en el mercado interno, todo lo cual les aseguró, márgenes apreciables de ganancia que fueron un acicate para el desarrollo de la producción arrocera en el Ecuador. Particularmente, en el período 1921 –1924 y, posteriormente a partir del año de

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(Cuadro Nº 18) EVOLUCIÓN DE LOS PRECIOS PROMEDIOS ANUALES DE ARROZ

POR TIPO DE CALIDADES EN LA PLAZA DE GUAYAQUIL (1920 –1930)

SUCRES DÓLARES

AÑOS PRIMERA O SUPERIOR

CORRIENTE O SEGUNDA

PRIMERA O SUPERIOR

CORRIENTE O SEGUNDA

TASA DE CAMBIO ANUAL

(SUCRES / DÓLARES) 1920 20.05 18.68 8.91 8.30 2.25 1921 13.67 12.71 3.96 3.68 3.45 1922 16.55 16.25 3.94 3.86 4.20 1923 16.04 15.13 3.34 3.19 4.80 1924 19.96 18.51 3.95 3.66 5.05 1925 4.35 1926 21.71 19.96 4.29 3.95 5.05 1927 21.46 18.55 4.28 3.70 5.01 1928 14.13 12.71 2.81 2.53 5.02 1929 17.25 15.73 3.42 3.12 5.03 1930 17.17 15.75 3.40 3.11 5.05

Nota: No se dispone de información sobre la evolución de los precios en la plaza de Guayaquil para 1925. FUENTES: Revista de la Cámara de Comercio de Guayaquil, Nº 136, enero 1920 – Nº 268, enero 1931. Luis Alberto Carbo, Historia Monetaria y Cambiaria del Ecuador.

(Cuadro Nº 19)

EVOLUCIÓN DE LOS PRECIOS PROMEDIOS ANUALES DE ARROZ NACIONAL, EXPORTADO E IMPORTADO

(DOLARES)

AÑOS PRIMERA O SUPERIOR

CORRIENTE O SEGUNDA

ARROZ EXPORTADO

ARROZ IMPORTADO

% DIFERENCIA PRECIOS

A. PRIMERA/ A. EXPORTADO

1920 8.91 8.30 10.34

1921 3.96 3.68 3.31 4.33 19.63

1922 3.94 3.86 3.33 2.70 18.31

1923 3.34 3.19 2.58 4.49 29.45

1924 3.95 3.66 2.77 3.73 42.59

1925 4.21 3.41

1926 4.29 3.95 4.17 2.87

1927 4.28 3.70 3.53 21.24

1928 2.81 2.53 2.81 0.00

1929 3.42 3.12 3.32 3.01

1930 3.40 3.11 3.13 8.62

Nota: No se dispone de información sobre la evolución de los precios en la plaza de Guayaquil para 1925. FUENTES: Revista de la Cámara de Comercio de Guayaquil, Nº 136, enero 1920 – Nº 268, enero 1931.Luis Alberto Carbo, Historia Monetaria y Cambiaria del Ecuador.

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1929. Se trató de esfuerzos y estrategias usadas por los empresarios arroceros cuyos resultados fueron más relevantes que los que intentaron a través del incremento de la productividad y de la mecanización que, al fin de cuentas, fue un esfuerzo eventual y circunscrito a determinados capitalistas. C. Generalización del Fomento de Cultivos Los intentos de incrementar la productividad y los esfuerzos por abaratar los costos, elevar los precios en el mercado interno y disminuirlos a nivel internacional, gracias a la situación creada por la crisis económica por la que atravesaba el país, fueron un acicate para el desarrollo de la producción arrocera. No obstante, esta “estrategia” tuvo un complemento en dos factores: 1. El desarrollo de la industria del pilado del que se tratará más adelante y; 2. La generalización del fomento de cultivos que, al menos preliminarmente, se tratará en este punto. El arrendamiento, habíamos señalado, fue una de los mecanismos que propiciaron el incremento de la producción arrocera en las provincias del Guayas y de Los Ríos. Gracias a esta institución campesinos sin tierras pudieron hacerse de lotes de suelos marginales de “montaña” ubicadas en las riberas de los ríos de la Cuenca del Guayas. Fue así como peones, braceros, campesinos, que no tenían cabida en las plantaciones cacaoteras y todos aquellos que, debido al monopolio de los Estancos, ya no podían dedicarse al cultivo de tabaco o de caña de azúcar se vincularon al cultivo del arroz, como una estrategia que les permitió sobrevivir y, dado que las expectativas eran halagüeñas a comienzos de la década del veinte, eventualmente, progresar. Sin embargo, ya para comienzos del veinte, al arrendamiento de tierras se integró el fomento de cultivos por parte de piladores y comerciantes, en la perspectiva de incrementar aceleradamente la producción arrocera y, de ese modo, satisfacer las demandas crecientes del mercado interno y, una vez que el Ecuador estuvo en condiciones de producir excedentes, exportar hacia el mercado regional. Las posibilidades de exportar arroz como otros productos no tradicionales fue necesario especialmente, una vez que, a comienzos de los años veinte, fue evidente que la producción cacaotera estaba en una situación de crisis insalvable y que, por consiguiente, se hacía impostergable encontrar alternativas a las exportaciones tradicionales. A través del fomento lo que se pretendía, en realidad, es incrementar los cultivos de arroz en las zonas bajas de la provincia del Guayas y de Los Ríos. Para ello piladores y comerciantes y banqueros se dedicaron en forma creciente a adelantar dinero para que los campesinos (braceros, peones, campesinos sin tierras, en una palabra “montuvios” que vivía en y para la “montaña”) pudieran dedicarse al cultivo del arroz. Es decir, hacer desmontaciones y poder iniciar el ciclo de cultivo. A cambio les exigieron que les entregaran toda, o al menos buena parte, de la cosecha116. Ahora bien, como el arrendamiento de tierras era más bien barato (para ese momento se estimaba en dos quintales de arroz la cuadra) las facilidades que ofrecían los fomentadores fueron, sin duda, atractivas para los campesinos que no disponían de recursos, a no ser su fuerza de trabajo personal y también la de sus familiares y parientes, pudieran comprometerse a producir arroz. Fue así como la producción de la gramínea

116 Como este punto será tratado más adelante, en este punto se hacen únicamente algunas observaciones generales en la perspectiva de ubicar la importancia del tema.

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encontró una nueva palanca de desarrollo. Gracias al fomento de cultivos, en realidad, “montuvios” que estaban en condiciones de arrendar pedazos de tierras marginales y que no tenían otras posibilidades de sobrevivencia, pudieron dedicarse al cultivo de arroz, lo cual permitió elevar considerablemente la producción entre los años 1920 y 1930117. No por otra razón, ya para este último año, no solamente que la producción se había elevado notablemente hasta alcanzar los 800.000 quintales, sino que piladores y comerciantes de arroz en el Puerto se podían ufanar del apoyo que habían dado al cultivo del arroz, a través de la generalización del fomento, gracias al cual la producción de arroz habían alcanzado niveles insospechados unos años antes. Así mismo, en las reseñas de sus actividades podían destacar abiertamente que el incremento de la producción arrocera había sido posible porque los empresarios, además de disponer de un capital para la realización de sus actividades comerciales o industriales, disponían de un capital adicional destinado al fomento del cultivo de arroz, el cual era la condición esencial para el cumplimiento de todas su actividades productivas. Incluso podían señalar, el número de campesinos fomentados directamente y los efectos que ello había tenido en la producción y en la consolidación de sus negocios. Por ejemplo, en una reseña publicada por el Diario “el Telegrafo” y reproducida por el Boletín de la Cámara de Comercio de la ciudad de Guayaquil en 1931, acerca de El Molino Nacional, una de las piladoras más importantes del país, constituida en 1918 y transformada en sociedad anónima en 1925, que para 1930 contaba con un 1’000.000 de capital social, y una capacidad productiva de 500 quintales de arroz, se lee lo siguiente: “Don José Pons, primero, y después la Sociedad Molino Nacional, fueron los primeros industriales que apoyaron el cultivo de arroz, mediante suministro de dinero a los sembradores, a fin de que pudieran hacer desmontaciones de cierta consideración. Se formó así, en breve, una extensa red de cultivadores en Jujan, Boliche, Yaguachi, Daule, etc., los cuales debieron y deben a la ayuda de esta fábrica el haber podido trabajar y algunos el haber prosperado en tan arduo cultivo. Ello representa a la fabrica la dedicación de un capital adicional, para fomento de plantaciones, y aunque es un esfuerzo más que se ha impuesto, sirve para asegurarle un contingente respetable cada año, de 50 a 60 mil quintales por cosecha, preservando a la fábrica de cualquier crisis de producción”118. Para 1930, pues, no solamente que el fomento era una de las instituciones más importantes de la producción arrocera, sino que auspiciado por banqueros, comerciantes, productores y piladores, se había popularizado aceleradamente en la última década, adscribiéndose al arrendamiento de tierras (al punto de formar una unidad casi indisociable) de manera de constituir la palanca esencial para el crecimiento del cultivo de la gramínea en las provincias del Guayas y de Los Ríos. Aunque se tiene noticia que esta institución empezó a generalizarse hacia finales de la década del 10 (la noticia de El Molino Nacional es muy interesante, al respecto), y aunque se puede sospechar que las presiones de los banqueros y comerciantes durante los años

117 Para ser exactos se debería decir que, campesinos sin tierras y con pocas posibilidades de sobrevivencia fueron impelidos al cultivo de arroz, como una alternativa económica, aún en las condiciones más duras que, a partir de ese momento, impusieron arrendadores y fomentadores. 118 El Molino Nacional, Establecimiento Especializado en Arroz para la Exportación, en Boletín de la Cámara de Comercio, Año XXIII, marzo 31 de 1931, Nº 270, págs 26 –27.

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1920 y 1921 con el objeto de que se abrieran las exportaciones, seguramente, estaban asociados a los capitales comprometidos en el fomento de cultivos119, lo cierto que esta institución alcanzó gran difusión en los primeros años de la década del veinte cuando la producción de arroz se incrementó considerablemente hasta alcanzar, en 1923, los 500.000 quintales. Fue la generalización del fomento de cultivos una vez que se produjo la crisis del cacao, una condición tan importante para el crecimiento de la producción arrocera que, ya para 1925, se empezaron a notar sus efectos positivos, sino sus consecuencias más nefastas. No en vano un crítico como Luis Napoleón Dillon al hacer el balance de lo que el denominó “Once Años de Tiranía”, al caracterizar al campesino costeño señalaba, lo siguiente: “El campesino de la Costa, que vive de labores agrícolas, es héroe anónimo en lucha abierta con la Naturaleza ruda, bravía e inclemente de los trópicos. Nada pueden contra él los soles abrazadores, los estragos de las plagas mil que acometen sus sementeras, las fiebres, el paludismo, las víboras, la tisis ni las emanaciones delentéreas de los pantanos”. No obstante, este héroe anónimo, “allí se mantiene siervo de la gleba, inclinado sobre el surco, sereno, impasible, regando con el sudor de su frente el pegujal que no le pertenece, para arrancar al suelo, a tan alto precio, el fruto sazonado que tampoco es suyo”. Y esto último porque: “La tierra y sus frutos son ajenos; la primera del latifundista que le entrega en arriendo cierta parcela de bosque salvaje que el esclavo debe descuajar, sembrar y devolver al dueño en unión de un porcentaje elevado sobre el producto de la cosecha y lo que resta de éste, va a parar a manos del judío intermediario, del banquero en miniatura, del fomentador (bastardillas en el original), nombre popular con que se conoce al prestamista rural que da al “montuvio” el dinero necesario para la siembra y para el alimento de la prole que se amontona en el rancho miserable de guadua picada y hojas de bijao en medio de la selva espesa, mientras la mies madure”. El fomento no solamente que ha esclavizado al montuvio sino que impide el libre juego de las fuerzas del mercado: “... el precio de la cosecha no se fija por mutuo acuerdo, ni teniendo las cotizaciones del mercado o la ley de la oferta y demanda. De ninguna manera: el precio impone el fomentador, el banquero rural, el judío inevitable y lo impone, como saben hacerlo los del oficio: despóticamente y con la ganancia moderada (bastardillas en el original) del ciento 119 Sobre el particular, se deben tener presentes los comentarios del Presidente de la Cámara de Comercio de Guayaquil, cuando señalaba, a propósito de las reuniones con el Presidente de la República J.L. Tamayo, con el objeto de pedirle la apertura de las exportaciones de arroz que: “El señor Presidente deseoso de mejorar las condiciones adversas porque atravesaba la nación, hizo repetidos viajes a esta ciudad, donde celebró frecuentes conferencias con los gerentes de bancos y los miembros del alto comercio...”, pues, esta observación denuncia que los intereses de banqueros y prestamistas era semejante en tanto habían comprometido crédito a los cultivadores de arroz.

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por ciento. Generalmente son siete sucres por quintal de arroz que el fomentador revende en seguida al acaparador de la ciudad a catorce a quince y que éste, a su vez, los realiza en el mercado a diez y seis o diez y ocho sucres el quintal”. De ese modo, “El arroz llega... a manos del consumidor por (un) precio cuatro veces más elevado que el recibido por el montuvio que ha puesto en peligro su vida para sembrarlo y cultivarlo”. Es por esa razón que el fomentador puede obtener enormes ganancias: “Todo lo sustancioso de la ganancia se queda en manos del propietario del terreno y de los especuladores y parásitos intermediarios; de aquel remedo de banquero que se llama el ‘fomentador’ y de los grandes acaparadores de la ciudad. El negocio es pingüe y sobre seguro, porque el cultivador es el único que lleva los riesgos de la cosecha”. No hay que perder de vista que: “Si ésta se pierde, el crédito se acumula para ser pagado al año siguiente con los nuevos préstamos y así sucesivamente; de modo que, si las circunstancias son propicias, bastan dos o tres años para que el mísero agricultor quede endeudado para toda su vida y perdido para siempre. Lo que le resta de este esfuerzo de un año de trabajo, lleno de zozobras y peligros, es apenas un puñado de arroz para alimentar a la familia larga y famélica. Y esta esclavitud peor que la de épocas consideramos bárbaras y felizmente lejanas (porque el antiguo esclavo contaba con seguridad, por lo menos, con el alimento y el vestido de su amo), se aprecia todavía como felicidad relativa por el montuvio que consigue del terco propietario la miserable parcela de bosque para trabajarla. Hay muchos otros que no obtienen ni siquiera eso...120” Como se puede apreciar, de la información de uno de los personajes más informados de la década y, sin duda, el crítico más implacable de la “oligarquía cacaotera”, ya para mediados de la década el fomento se hallaba consolidado. Y, al mismo tiempo que había permitido el crecimiento de la producción arrocera en las provincias del Guayas y de Los Ríos, se había convertido en el dogal que se había empezado a ajustarse sobre el cuello de los agricultores sin tierras sujetos a contratos de arrendamiento. El fomento de cultivos había convertido, además, en fuente de pingües ganancias y en la base de negociación de los precios del arroz en el mercado interno. No por otra razón, el fomento se puede considerar como parte de las estrategias y de los esfuerzos de los productores, piladores, banqueros y comerciantes, para el crecimiento que experimentó la producción arrocera en el Ecuador, a partir de esta década.

120 Dillon, L.N., op, cit, págs 135 –137.

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CAPÍTULO 6 EFECTOS DE LAS NUEVAS ESTRATEGIAS

La generación de una estrategia compleja que apuntó a elevar la productividad, incidir en la formación de los precios y en los costos de producción y, por último, en la definición de nuevas formas de producción y de cultivo del arroz que inauguraron otro sistema de sujeciones del campesino de las provincias de Guayas y Los Ríos, tuvo una serie de efectos a nivel de: 1. El incremento de la producción de arroz y la consolidación del mercado interno; 3. El desplazamiento definitivo de las importaciones y la generación de excedentes para la exportación; 3. El desarrollo de la industria del pilado. Las páginas subsiguientes están destinadas a tratar cada uno de estos puntos. 1. El Incremento de la Producción Arrocera en el Período de 1921 – 1930 Como se hace evidente de la lectura del Cuadro Nº 20, entre 1920 y 1930, la producción de arroz en el Ecuador experimentó un incremento vertiginoso. Si en el primero de estos años (1920) se podía estimar en alrededor de 400.000 quintales, ya para 1923 había alcanzado los 500.000 quintales y aunque en los años 1925 y 1926 la producción, al parecer, disminuyó, de acuerdo a la información oficial, para los años 1927 y 1928, se elevó sustancialmente, alcanzado en 1929 los 700.000 quintales y para 1930 los 800.000 quintales121. En otras palabras, en menos de una década la producción se duplicó, lo cual demuestra la importancia de la producción de arroz durante los años veinte y el nivel de crecimiento alcanzado durante este período. El incremento del mercado del arroz obedeció a un aumento general del consumo tanto en la Sierra como en la Costa, así como del incremento de las exportaciones. Este incremento de la demanda en la Sierra se puede apreciar por el aumento sensible de los volúmenes de carga de arroz transportado por los Ferrocarriles del Estado, pues, si en 1920 se transportaron 92.202 quintales, para 1921, se elevaron a 127.734 quintales (siendo el volumen mayor del primer quinquenio); mientras que para 1928 alcanzaron los 186.296 quintales y, ya para 1930, los 190.674 quintales. La demanda del arroz procedente de la Sierra se incrementó, por tanto, entre 1920 y 1930, en un 207.2 %, o sea a un ritmo mayor que el crecimiento de la producción nacional.

121 “Durante los años 1925 y 1926 –decía el primer Presidente del Banco Hipotecario del Ecuador – las cosechas de arroz fluctuaron alrededor de los 400.000 quintales, de los cuales se exportaron 6.450 quintales en 1925 y 16.500 quintales en 1926...La cosecha de 1927 fue mucho más abundante que las dos anteriores, pero de muy mala calidad, lo cual dificultó su exportación. Y como se esperaba una abundante cosecha para el año de 1928, el resultado fue que a principios de ese año se desplomó el precio de la venta de arroz...El arroz sembrado este año (1930) fluctuará entre 800.000 y 850.000 quintales quedando, por consiguiente, un bien apreciable excedente para la exportación, después de abastecer el consumo nacional...Esto quiere decir –concluía – que la cosecha de arroz será de 100.000 a 150.000 quintales mayor que la de 1929”.(Luis Alberto Carbo, Segundo Informe del Presidente del Banco Hipotecario, Boletín de Hacienda Nº 22, marzo de 1930, pág. 28. Se debe indicar que el dato de producción correspondiente a 1930 fue confirmado por el BCE en su Boletín Mensual, de 30 de Octubre de 1930, Nº 39)

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(CUADRO Nº 20)

PRODUCCIÓN, EXPORTACIÓN Y CONSUMO INTERNO DE ARROZ POR AÑOS EN QUINTALES (1920 - 1930)

AÑOS PRODUCCIÓN EXPORTACIÓN IMPORTACIÓN DEMANDA INTERNA TOTAL

CONSUMO SIERRA

1920 400.000 43 13.549 413.506 92.202 1921 80.709 6 127.734 1922 22.607 2.072 88.506 1923 500.000 27.978 4.056 476.078 111.672 1924 61.603 4.566 104.016 1925 400.000 6.463 26.375 419.912 94.666 1926 400.000 16.518 383.482 116.380 1927 61.616 129.426 1928 199.258 186.296 1929 700.000 254.632 445.368 176.154 1930 800.000 234.619 565.381 190.674

Nota: La demanda total se ha estimado sustrayendo las exportaciones y añadiendo las importaciones. FUENTES: Comercio Exterior del Ecuador en la década de 1916 –1925; El Ecuador Comercial, Revista Mensual Ilustrada 1923 –1932; Boletín de Hacienda, Publicación Mensual del Ministerio de Hacienda 1928 –1936; Informe de Interventores y Auditores Generales del Ferrocarril 1919 –1940; Heiman, Hans, Estadísticas de las Exportaciones del Ecuador 1911 –1940; Revista de la Cámara de Comercio de Guayaquil, Nº 136, enero 1920 – Nº 268, enero 1931; Luis Alberto Carbo, Segundo Informe del Presidente del Banco Hipotecario, Boletín de Hacienda. Nº 22, Marzo –1930; Boletín del BCE Nº 1 – 41.

Por su parte, en la Costa el incremento del consumo de arroz fue mucho más moderado, ya que si hacia 1920 la demanda se podía estimar en el orden de los 227.089 quintales, para 1930 se lo podía estimar alrededor de los 374.707 quintales122. Esto quiere decir que, en el mejor de los casos, únicamente se incrementó en el orden del 60.6%. En otras palabras, durante el período 1920 –1930, se puede establecer que el incremento de la producción de arroz, descansó en el incremento de la demanda de la Sierra, región en donde se convirtió en uno de los artículos de mayor consumo, especialmente en el sector urbano, y en el aumento de las exportaciones, (sobretodo, después de 1926), mientras que la demanda de la Costa se elevó de una manera menos acentuada123. Esto significa que los ejes dinamizadores de la producción arrocera fueron la demanda de la Sierra y, sobre todo, el incremento de las exportaciones, más que la demanda costeña, lo cual contrasta con lo que sucedió en las décadas anteriores. No por otra razón, mientras en 1919 el volumen de arroz transportado representó el 9.71% respecto del total de carga trasladado por los ferrocarriles, para 1921, representó el 10.31% y, para 1930, el 11.13%. Ahora bien, si se analiza con detenimiento la composición de las Estadísticas de Transporte de Productos agrícolas por los FF.CC. del Estado en la década del veinte (Cuadro Nº 21), se pueden hacer algunas precisiones complementarias. Si bien el transporte de trigo (un producto serrano) se elevó de manera considerable de 1919 a 122 La demanda total de la Costa, para 1920, se ha calculado sustrayendo a la producción total estimada en 400.000 quintales, la demanda de la Sierra más la totalidad del arroz exportado en 1921; para 1930 se ha calculado sustrayendo a la producción total estimada en 800.000 quintales, la demanda de la Sierra más la totalidad del arroz exportado en ese año. 123 El escaso incremento de la demanda ene la Costa parece que fue, particularmente, evidente en relación del consumo en las provincias del Guayas y de Los Ríos y menos exacto en el resto de la región. En efecto, mientras en 1914 el comercio de cabotaje de arroz fue de 24.967 quintales para todos los puertos de la Costa, en 1928, el comercio de cabotaje solamente con el Puerto de Manta registró un ingreso de 22.338 quintales de arroz; 34.703 quintales para 1929, y para 1930, 41.469 quintales. (Tomado del Boletín de Hacienda Nº 2 al Nº 32, junio de 1928 a diciembre de 1930).

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1921, entre este último año y 1930, decreció en un 19.0%, pasando de 72.340 quintales a 58.600 quintales. La cebada, cuyo transporte de la Sierra a la Costa se incrementó hasta 1921, disminuyó en un 16.0% los volúmenes de carga entre esa fecha y 1930: pasando de 32.420 quintales a 27.240 quintales transportados. Igual cosa sucedió con el maíz que, como en el caso de los otros cereales, había incrementado el flujo a la Costa hasta 1921, pues, mientras en este año se transportaron 14.440 quintales, para 1930 fueron transportados únicamente 10.160 quintales. Se debe tener en cuenta, además, que mientras en 1921 el trigo, la cebada y el maíz en su conjunto excedían al transporte de arroz en un 29.3%, en 1930, el arroz excedía los volúmenes de carga de estos tres productos en un 198.6%. Por otra parte, conviene señalar que así como se incrementaron los volúmenes de carga del arroz, también se elevó el comercio de plátanos que pasó de 94.560 quintales transportados en 1921, a 410.000 quintales transportados en 1930. Esto último quiere decir que, en la década del veinte, la demanda de plátanos de la Sierra se elevó en un 433.5%. Todo lo cual denuncia que, entre 1921 y 1930, se produjo un proceso paradójico: el consumo de artículos procedentes de la Sierra tales como trigo, cebada, maíz, disminuyó en la Costa, mientras que en la Sierra el consumo de productos de la Costa como plátanos y arroz se incrementó sustancialmente. Ello significa, no sólo que en el altiplano muchos de sus productos típicos fueron sistemáticamente integrados y sustituidos por artículos procedentes del Litoral, particularmente arroz y plátano, que ya para entonces eran componentes de la alimentación de la población de la región (sobre todo a nivel urbano), sino que los artículos de la Sierra (a excepción de la papa) fueron igualmente sustituidos en la Costa por productos propios de esa zona, particularmente el arroz. Esto último especialmente, en lo que se refiere al trigo, maíz y cebada, cuya pérdida de importancia en la dieta de la población de las provincias de Guayas y de Los Ríos se tornó, a partir de esa fecha, francamente patética. A este proceso de integración y sustitución de productos típicos de la Sierra por arroz contribuyó, sin duda, el hecho de que los precios de la gramínea en el mercado interno fueron menores que otros granos. Como se puede apreciar (Cuadro Nº 21), las lentejas

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(CUADRO Nº 21)

EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LOS PRECIOS POR QUINTALES DE ALGUNOS PRODUCTOS ALIMENTICIOS EN LA PLAZA DE GUAYAQUIL

1920 -1930 AÑOS ARROZ

PRIMERA ARROZ

CORRIENTE LENTEJAS FREJOL ARVEJA

1920 20.05 18.68 24.18 15.27 13.36 1921 13.67 12.71 19.33 27.00 13.75 1922 16.55 16.25 20.05 13.27 11.64 1923 16.04 15.13 25.80 14.40 11.60 1924 19.96 18.51 33.70 20.00 14.60 1925 1926 21.71 19.96 29.56 25.00 20.11 1927 21.46 18.55 32.00 (1) 22.00 1928 14.13 12.71 33.60 (2) 17.80 1929 17.25 15.73 40.40 17.40 1930 17.17 15.75 20.33 15.50

(1) Los precios de Lentejas y Arveja para 1927 solamente corresponden al mes de enero. (2) Los precios de Lentejas y Arvejas para 1928 corresponden a los meses de Mayo – Septiembre FUENTES: El Ecuador Comercial, Revista Mensual Ilustrada 1923 -1932; Boletín de Hacienda , Publicación Mensual del Ministerio de Hacienda 1928 –1936; Revista de la Cámara de Comercio de Guayaquil, Nº 136, enero 1920 – Nº 268, enero 1931; Boletín Mensual del BCE 1928 -1930. en la Plaza de Guayaquil tuvieron tradicionalmente precios más altos que el arroz entre 1920 y 1930. Por su parte, la arveja tuvo precios menores que el arroz corriente hasta 1924, pero desde 1926 tuvo precios mayores, a excepción del año 1930 en donde el precio de la arveja fue ligeramente mayor que el arroz. Por su parte, el fréjol de Alausí tuvo un comportamiento irregular hasta 1923, pero ya para 1924 se elevó por sobre los precios del arroz. Todo lo cual pone en evidencia que, al menos en Guayaquil, el arroz sustituyó no solamente al trigo, la cebada, el maíz, sino a las lentejas, fréjol y arvejas, que se producían en la propia región, o que se traían igualmente de la Sierra (Alausí, especialmente). Se trató de un proceso sistemático de sustitución de una variedad granos por arroz. Esta de sustitución de granos por arroz se produjo no solamente en las provincias de Guayas y de Los Ríos, sino en la ciudades de la Sierra. A manera indicativa de este proceso puede tomarse en cuenta la evolución de los precios en la Plaza de Quito que se entregan a continuación. Antes de nada conviene señalar, sin embargo, que el incremento de la demanda de la gramínea en la Sierra no fue, ni muchos menos constante o estable: se incrementó de manera acentuada cuando los precios en la plaza de Guayaquil disminuyeron (Cuadro Nº 22), lo cual fue particularmente importante a partir de 1928124, 124 Esto demuestra que el derrumbe de los precios por exceso de producción en el año 1927, al que aludía L.A. Carbo, fue compensada, al menos en parte, por el incremento de la demanda en la Sierra en donde los precios se mantuvieron mucho más altos.

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(CUADRO Nº 22) EVOLUCIÓN DE LOS PRECIOS DEL ARROZ EN LA PLAZA DE GUAYAQUIL

Y DEMANDA DE LA SIERRA 1920 -1930

AÑOS ARROZ PRIMERA

ARROZ CORRIENTE

DEMANDA SIERRA

1920 20.05 18.68 92.202 1921 13.67 12.71 127.734 1922 16.55 16.25 88.506 1923 16.04 15.13 111.672 1924 19.96 18.51 104.016 1925 94.666 1926 21.71 19.96 116.380 1927 21.46 18.55 129.426 1928 14.13 12.71 186.296 1929 17.25 15.73 176.154 1930 17.17 15.75 190.674

FUENTES: Revista de la Cámara de Comercio de Guayaquil, Nº 136, enero 1920 – Nº 268, enero 1931; Informe de Interventores y Auditores Generales del Ferrocarril 1919 –1940.

y decreció – dentro de una tendencia general de aumento de la demanda - cuando los precios se elevaron. Por lo demás, tal como lo evidencia el Cuadro Nº 23, entre 1921 y 1930, los precios del “arroz corriente” en la ciudad de Quito, se elevaron en menor medida que los de la cebada y maíz y papa, especialmente a partir de 1928. Ello indica que la demanda de arroz se incrementó porque en este período fue uno de los artículos que – tal como lo demuestran las cifras de transporte de los FFCC – pudo conseguirse fácilmente en el mercado y, proporcionalmente, se encareció menos que otros productos agrícolas. Circunstancias (una y otra) que contribuyeron a que se integrara a la dieta de la población del altiplano y sustituyera a algunos de estos productos, definiendo nuevas combinatorias alimenticias.

(CUADRO Nº 23)

EVOLUCIÓN DE LOS PRECIOS DE ALGUNOS PRODUCTOS AGRÍCOLAS EN LA PLAZA DE QUITO (1921 –1930)

1921 1927 1928 1929 1930 AÑOS Precio Indice Precio Indice Precio Indice Precio Indice Precio Indice Arroz 17.2 100.0 27.6 160.4 17.4 101.1 20.1 (1) 116.8 20.8 (2) 120.9

Cebada 4.6 (3) 100.0 7.7 167.3 4.6 100.0 6.9 150.0 7.4 160.9 Maíz 4.6 100.0 10.7 232.6 5.3 115.2 9.6 208.7 9.7 210.8

Papas 4.7 100.0 5.5 117.0 6.5 138.3 6.8 144.7 6.5 138.3 (1) Precio promedio de Enero a Agosto de 1929 (2) Estimado en base de la evolución de los precios en la ciudad de Quito de los tres años anteriores. (3) Estimado de acuerdo a la evolución histórica de los precios del año 1921 respecto del año de 1917. FUENTES: Eduardo Riofrío Villagómez, Algunos Datos sobre la Evolución Financiera y Económica del Ecuador, Boletín Mensual del BCE Nº 189 –90, abril –mayo 1943; Boletín Mensual del BCE Nº 12 julio 1928 – Nº 41 octubre de 1930. En síntesis, tanto el aumento del consumo de unos productos tales como el plátano y el arroz en la Sierra, como la disminución del consumo de otros productos como cebada, trigo, maíz, arveja, fréjol, en la Costa, fueron condiciones que posibilitaron la ampliación del mercado interno del arroz. Lo cual, en términos generales, se puede interpretar diciendo que, la imposibilidad de la producción tradicional de adaptarse a los

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requerimientos de una economía cada vez más mercantilizada, permitió la consolidación de la producción arrocera en el Ecuador. Resta únicamente por hacer una última observación. El crecimiento de la producción arrocera fue posible no solamente porque existió una coyuntura favorable en la que se presentaron un conjunto de factores convergentes entre las cuales se deben tener presentes el incremento la demanda interna, especialmente en la Sierra. No hay que perder de vista, sin embargo, un hecho particular. Hasta mediados del veinte la producción de arroz había descansado en la utilización de suelos de las riberas de los ríos que eran considerados marginales. Se trataba de tierras sujetas a inundaciones periódicas en las cuales se generalizó el cultivo de arroz de invierno. A partir de esta época, es decir hacia mediados de los años veinte, se inició el cultivo del arroz en otra clase de suelos. Se trataba de las “pozas”, “abras”, “vegas”, que mantenían el agua durante el verano. Esta circunstancia permitió iniciar la producción de verano, que comenzaba con las siembras a principios de julio y cuya cosecha se levantaba los primeros días de diciembre o finales de noviembre. Desde mediados de la década del veinte en las provincias del Guayas y Los Ríos se generalizó, pues, el cultivo de verano en una nueva clase de suelos. Como es natural, esto permitió incrementar la producción y elevar sustancialmente los rendimientos. Uno de las conclusiones que se deben tener en cuenta en este punto es, por tanto, que para esta época se empezó a producir arroz en dos cosechas anuales: la de invierno y la de verano a la que, más adelante, se le conoció con el nombre genérico de “cosecha de vega”. Ambas cosechas fueron condiciones esenciales para el incremento del cultivo de arroz y para el crecimiento espectacular de la producción, tal como se observa entre 1921 y 1930. Una y otra fueron, a su vez, condiciones para la ampliación del mercado interno y la consolidación de la producción arrocera en el Ecuador. 2. Crecimiento de las Exportaciones y Suspensión de las Importaciones Evolución de las Exportaciones en la Década del Veinte Hasta 1921, el crecimiento de la producción arrocera descansó en el mercado interno. A partir de ese año, una vez que se levantó la prohibición que pesaba sobre las exportaciones de arroz, se orientó también hacia el mercado internacional. En un principio, con el único objeto de colocar las existencias acumuladas durante 1920 y 1921 que no tenían salida a nivel nacional, pero, más adelante, cuando se pudo percibir claramente que la crisis del cacao no era coyuntural, con la finalidad explícita de buscar a través del arroz y del café125, una alternativa a la economía del país. Sobre todo, desde el año 1927, fecha en que se pudo aprovechar de mejor forma las grandes potencialidades que ofrecía el país para incrementar la producción de la gramínea. La década del veinte puede ser considerada, por tanto, como una etapa durante la cual la economía se reorientó en busca de colocar una parte de la producción de arroz en el mercado internacional y, de ese modo, generar una alternativa a las exportaciones tradicionales que se encontraban en una situación de crisis.

125 Durante los años 20 se pensó que el café podía ser el producto que podía sustituir al cacao. Más, tarde, sin embargo, cuando Colombia se transformó en una de las potencias cafetaleras, esta idea se desvaneció, si bien este artículo, durante estos años, siguió teniendo una fuerte incidencia en la balanza comercial.

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De la evolución de las exportaciones y del análisis del peso estimado a nivel de la producción total (Cuadro Nº 20) se pueden desprender, en efecto, las siguientes consideraciones. Tal como se puede apreciar, mientras en 1921 -1922, las exportaciones representaron alrededor del 12.9% respecto de la producción total, para los años 1929 – 1930, representaron el 32.6%126. Hacia finales de la década las exportaciones habían ganado, pues, una enorme importancia en relación de la producción de arroz, lo cual contrasta, de manera radical, con lo que había sucedido en los años precedentes (no hay que olvidar que, hasta 1920, las exportaciones de arroz eran prácticamente inexistentes). Esto anuncia que, en el futuro, el desarrollo de la producción arrocera iba a estar vinculada a la demanda externa y que ésta sería uno de los factores dinamizadores claves del desarrollo de la producción. Se debe reconocer, en todo caso, que los años 1925 y 1926 no fueron representativos porque fueron años de malas cosechas y coincidieron con una época de inestabilidad política que terminó con la reorganización de la economía del país, circunstancia que influyó ulteriormente en la “marcha de los negocios”. De otra parte, el análisis exhaustivo de las exportaciones a comienzos y a finales de la década del veinte da cuenta del distinto nivel de importancia que adquirieron los envíos de arroz al extranjero y hasta qué punto, en el segundo quinquenio, se convirtieron en un factor clave para el crecimiento de la producción. También posibilita entender de qué manera el volumen de arroz exportado estuvo sujeto a variaciones pronunciadas debido a cuestiones climáticas, "técnicas” (a las que se alude posteriormente), económicas y, principalmente, políticas. Por lo demás, la evolución de las exportaciones permite reconocer en esta década tres momentos claramente diferenciados: un primer momento que va de 1921 a 1925 que es de apertura; un segundo, que se inicia con la Revolución Juliana y se prolonga hasta 1926, y que puede ser definido como de reacomodo; y, un tercer momento, que arranca en 1927 y se prolonga hasta 1930, que puede ser definido como de franco crecimiento. Fases de la Evolución de las Exportaciones e Importaciones En efecto, aunque en el año 1921 las exportaciones se “dispararon” se debe tener presente que en los años siguientes - a pesar de los buenos deseos del Presidente de la Cámara de Comercio que consideraba que el Decreto de liberalización iba a traer una inmediato impacto en la salidas de grano hacia el mercado internacional 127- se observó una acentuada disminución de las exportaciones. Esta situación obedeció al hecho de que no fue posible mantener los pedidos en el extranjero del arroz ecuatoriano, sobre todo, de Colombia y Perú, países que desde el comienzo absorbieron una parte del grano nacional. Y, aunque en 1924 se observó un ligero repunte, la contracción para 1925 y 1926 fue casi total. Esta situación de parálisis que marca un segundo momento en la evolución de las exportaciones, fue resultado de una convergencia de un conjunto de factores. Por un lado, se presentaron malas cosechas que coincidieron con problemas de orden político. Fruto de ello se incrementaron notablemente los precios en el mercado interno, razón por la

126 Estos datos se han estimado suponiendo que en 1921 –1922 la cosecha fue de 400.000 quintales, y para 1929 –1930, que las cosechas fueron del orden de loa 750.000 quintales. 127 Véase las declaraciones del señor J.J. Ycaza Noboa, transcritas en el capítulo anterior.

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cual el gobierno en previsión de que éstos siguieran elevándose y aprovechando un daño pasajero en los FF.CC., decretó en marzo de 1925, la prohibición de exportar víveres (arroz, entre ellos), circunstancia que contuvo la salida de la gramínea hacia el exterior128. No obstante, como los precios continuaron elevándose, fue necesario recurrir a las importaciones de arroz, circunstancia que dio origen a una afluencia de grano extranjero en la Plaza de Guayaquil, como no se había visto en mucho tiempo. Ahora bien, como esta situación afectó a un sector de empresarios comprometidos en el negocio del arroz, ello acentuó el malestar social existente. Además, como tampoco logró frenar la escalada de los precios y, más bien, el grano extranjero fue usado por los comerciantes del Puerto en el mismo sentido que en la década pasada, o sea con el objeto de elevar los precios del arroz nacional y con ello garantizar fuertes ganancias a los empresarios, los efectos fueron contraproducentes. De otro lado, como la prohibición de exportaciones afectaba a los comerciantes y banqueros vinculados ya, para entonces, al negocio del arroz, luego de estar en vigencia por cerca de tres meses, el 11 de mayo, fue finalmente derogada129, lo cual aceleró la caída del gobierno, porque fue interpretado por la opinión pública como una de las causas de la elevación de los precios del arroz en las plazas locales. Sin embargo, a pesar de que la libertad de importaciones fue una medida que no contuvo la escala de los precios, el ingreso de grano extranjero al mercado nacional se mantuvo hasta 1926, cuando la situación económica finalmente se calmó. Las importaciones realizadas desde las vísperas de la caída del gobierno de Córdova y mantenidas, hasta el inicio del gobierno de Ayora, representaron, en todo caso, el último ingreso de arroz extranjero al Ecuador. En este sentido, significaron el “canto del cisne” del arroz extranjero en el mercado nacional, pues, ya para ese momento la producción nacional no solamente estaba en condiciones de satisfacer las demandas del mercado interno, sino generar excedentes cada vez más importantes para la exportación. Pasado este período, por lo demás, cuando la situación política luego de la Revolución Juliana tendió a estabilizarse, la producción comenzó a recuperarse fenómeno que, ya para 1926130, permitió suspender definitivamente las importaciones y contar con un excedente de más de 16.000 quintales para exportación. A partir de ese momento, el cual coincidió con buenas cosechas y fuertes pedidos en el extranjero, gracias a la intervención del gobierno en la comercialización de la gramínea131, se produjo una mejoría 128 Decreto de 21 de marzo de 1925, publicado en el R.O. Nº 220 de 1º de junio de 1925. 129 Decreto de 11 de mayo de 1925, publicado en el R.O. Nº 13 de 25 de julio de 1925. 130 La suspensión de las importaciones decretada en 1926 fue, tanto más decisiva, si es que se toma en cuenta que el 1º de setiembre de ese año, se declaró la libre exportación e importación de artículos de primera necesidad (R.O. Nº 126 de 6 de septiembre de 1926). En efecto, este hecho demostró que ya no se necesitaba de medidas políticas para desplazar del mercado interno al grano extranjero, porque la producción nacional podía satisfacer las necesidades del mercado interno y generar excedentes exportables. 131 Las cosechas de 1927, a diferencia de los años anteriores, fueron buenas; también lo fueron las de 1928. Esto trajo como resultado una disminución brusca de los precios del arroz en el mercado interno. Como esta situación se prolongó durante un cierto tiempo se generó un cierto pánico entre los comerciantes. Por esta razón, éstos realizaron una serie de “gestiones” ante el Presidente de la República, el Ministro de Previsión Social y Agricultura y el Presidente del recién creado Banco Hipotecario del Ecuador. Fruto de estas conversaciones el gobierno se comprometió a realizar contactos con otros países latinoamericanos, para poder vender los excedentes de las cosechas de 1927 y 1928. Estos contactos (dados los precios bajos del arroz ecuatoriano) dieron buenos resultados. Es así como

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importante que duró hasta 1930, cuando se inició un nuevo descenso de los precios ocasionado por el derrumbe de los precios en el mercado internacional, a consecuencia de la crisis por que atravesaba la economía mundial. Analizando los momentos por las que atravesaron las exportaciones entre 1921 y 1930, se puede decir, por tanto, que el primer período fue de inestabilidad, ya que se produjeron bruscos cambios en el nivel de las exportaciones; el segundo fue de paralización el cual coincidió con una apertura de las importaciones que más que debilitar a la producción nacional terminó reforzándola, y; el tercero, de estabilidad y crecimiento hasta que la disminución de los envíos de grano al exterior en el año 1930, puso sobre aviso que el período había llegado a su fin. Causas para las Fluctuaciones de las Exportaciones entre 1921 y 1930 ¿Cuáles fueron, en todo caso, las causas para esta situación oscilante de las exportaciones en la década del veinte?. Hasta donde se puede entrever, el período de inestabilidad se debió a dos factores. Por un lado, la falta de mercados seguros para el grano ecuatoriano. Por otro, y muy vinculado con este, la “mala calidad” de arroz nacional debido tanto a la deficiente industrialización, como a la diversidad de tipos de arroz que el Ecuador exportaba ya que esto impedía contar con pedidos fijos en otras plazas del exterior. De hecho si entre 1921 y 1924 se pudieron enviar algunos miles de quintales al extranjero esto obedeció no tanto a la calidad del grano nacional, sino tal como se ha señalado - al bajo precio del arroz ecuatoriano, lo cual permitió compensar los “defectos” que presentaba. Este fenómeno se puede observar con bastante nitidez el año de 1923, en el que se exportaron cinco mil y tantos quintales más que en el año anterior, sin embargo de lo cual se recibió un valor menor total por concepto de ventas. Por su parte, el período de paralización fue resultado de las malas cosechas y de la crisis política. De todos modos, marcó un momento de reacomodo de los comerciantes, banqueros y piladores, a la nueva situación que les permitió usar el mercado interno como elemento de desarrollo, más que el mercado internacional. Este reacomodo apuntó a mejorar la calidad del grano nacional, elevar la capacidad de las industrias nacionales, y bajar los costos de producción. Finalmente, el crecimiento y desarrollo de las exportaciones se debió a tres factores convergentes: 1. El esfuerzo sistemático por parte de los comerciantes, terratenientes (fomentadores y

arrendatarios), industriales y banqueros por uniformizar la calidad del grano ecuatoriano. Esto último se logró sin mucho esfuerzo, una vez que se dictó el primer

se logró fuerte pedidos de Perú, Colombia, Chile, lo cual explica el repunte de las exportaciones en ese año y también de los subsiguientes, porque cada uno de estos países acentuó su posición de demandantes del arroz ecuatoriano. Para información de los lectores conviene tener presente, de paso, que las reuniones del año 28, dieron como resultado a más de la intervención del gobierno en la comercialización del arroz, la generación del primer “Reglamento de Piladoras” y el compromiso de contratar técnicos expertos que vinieran a asesorar el trabajo de selección del arroz nacional. (Al respecto, véase el Informe del Presidente del Banco Hipotecario y, además, el Informe del Ministro de Previsión Social 1925- 1928, Imprenta Nacional –1928, págs 82 –83).

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“Reglamento de Piladoras”132, ya que a través de estas disposiciones se señalaba que no se recibiría grano en las bodegas de las “fábricas” (que ya para ese momento monopolizaban el procesamiento, acopio y buena parte de la comercialización) que no fuera “escogido”. Es decir, arroz que no pertenecía a las variedad “canilla” o “canillita”133 que, en principio, se seleccionó como de “primera” o “flor” y, que aunque no gozaba del completo aprecio por parte de los industriales porque se quebraba durante el proceso de pilada, era muy apetecido por los campesinos y cultivadores debido a su adaptabilidad y resistencia.

Gracias a las exigencias estatuidas a través del Reglamento de Piladoras se pudo, pues, empezar a homogeneizar el grano; además gracias a esta circunstancia, la variedad “canilla” alcanzó una difusión entre los campesinos de las provincias del Guayas y de Los Ríos que hasta ese momento no había tenido. Fue así como ya, para finales de la década del veinte, se pudo contar con un tipo especial de grano destinado exclusivamente a la exportación. Dicho sea de paso, la determinación de una variedad de grano “para exportación”, identificada como de primera o flor permitió diferenciarla definitivamente de la variedad “para el mercado interno”, identificada como corriente o de segunda. Como es obvio, esta medida convirtió al mercado interno en el “desagüe” por donde se filtró el arroz de “mala calidad”, mientras el grano “escogido” empezó a ser sistemáticamente enviado al extranjero.

2. Aparte de estos esfuerzos por “parte de los sectores privados y del Estado” por uniformizar la calidad del grano existió otro factor que contribuyó al crecimiento de las exportaciones a partir de la segunda mitad de la década. Este fue el intento renovado por parte del Estado por apoyar la “diversificación de las exportaciones”. Sobre el particular vale la pena señalar que si hasta comienzos del veinte el esfuerzo por diversificar al “sector externo” fue una preocupación de la Asociación Nacional de Agricultores, luego de la Revolución Juliana se convirtió en un interés de Estado. Y fue esta preocupación lo que explica la serie de medidas de distinto orden que en el ámbito jurídico se expidieron por esos años. Para el caso del arroz este esfuerzo se manifestó en la generación de un marco legal de diverso alcance que garantizó el crecimiento del sector arrocero, el cual descansaba en tres medidas esenciales de carácter complementario:

a) La constitución de un marco jurídico en el que se definieron, por vez primera, no

solamente las relaciones entre terratenientes y arrendatarios a través de la expedición del Reglamento que regulaba las “Formas y Condiciones de Arrendamiento y Siembra en el Litoral de la República134”, sino, sobre todo, las condiciones por las cuales los productores arroceros podían ser “sujetos de crédito”, ya que ello constituyó un requisito fundamental para el desarrollo de las exportaciones que se observa a partir de 1927. La definición de esta “calidad de sujetos económicos” se hizo mediante la expedición sobre la “Ley de Contrato de Prenda Agrícola135” que fue el elemento crucial sobre el cual se asentó el crecimiento del sector y el cual, más tarde, fue perfeccionado por el Reglamento de Piladoras.

132 El Reglamento de Piladoras se dictó en agosto de 1928 y fue publicado en el R.O. Nº 721 de 21 de agosto de ese mismo año. 133 Como ya se indicó la variedad Canilla era un tipo de arroz americano introducido al Ecuador, a través de la Estación Experimental de El Chobo. 134 R.O. Nº 763 de 7 de agosto de 1927. Sobre la importancia de esta cuerpo legal volveré más adelante. 135 R.O. Nº 524 de 28 de diciembre de 1928.

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La posibilidad de que los productores, por medio de la Prenda Agrícola, fueran considerados como sujetos de crédito permitió, en realidad, la generalización de los fomentos de cultivos en tierras arrendadas. Y este factor legitimó una serie de coacciones y controles sobre los cultivadores que fueron, finalmente, la base sobre el que se asentó el crecimiento poco menos que espectacular que, para esa época, experimenta la producción arrocera destinada a la exportación en las provincias del Guayas y de Los Ríos.

b) La creación de una Institución de Crédito como el Banco Hipotecario del Ecuador, que

desde su fundación, con sus propios recursos y amparada en la Ley sobre “Contratos de Prenda Agrícola”, se dedicó al “fomento de los cultivos de arroz”136. No en vano en el Segundo Informe del Presidente de esta Institución, antes citado, se informaba lo siguiente: “La producción de trigo en el Interior, del arroz y del café en la Costa, han obtenido gran desarrollo con nuestros préstamos... Más del 63% del total de las operaciones realizadas por nuestra Sucursal Mayor de Guayaquil, han sido destinadas al incremento inmediato de la producción...”137

c) Por último, la generación de una infraestructura técnica que contribuyó a mejorar la

“calidad del grano nacional”. Esta infraestructura – cuya real importancia se hizo sentir en la década siguiente – nació con la creación de la Sub Dirección de Agricultura del Litoral138, la contratación de un experto arrocero139, y más adelante la refundación de la Estación Experimental El Chobo, en donde se empezó a introducir no solamente la variedad “Canilla” ya aclimatada, sino otras variedades provenientes de los Estados Unidos, entre ellas la variedad “Fortuna” que tuvo importancia creciente en la incorporación de nuevas zonas, especialmente, para cultivos de “vega” o de “verano”.

3. Independientemente de los esfuerzos por uniformizar la calidad del grano y crear un

marco jurídico y técnico capaz de permitirle al país diversificar las exportaciones especialmente de arroz, puesto que las expectativas sobre el café se habían comenzado a diluir tempranamente, el crecimiento de las exportaciones a partir del año de 1927 fue posible porque - tal como se destacó páginas atrás – existió una circunstancia macro que creo las condiciones necesarias para ello. Esta circunstancia

136 La importancia que el gobierno asignó a la Ley sobre el Contrato de Prenda Agrícola, así como a la fundación del Banco Hipotecario del Ecuador en el desarrollo de la producción agropecuaria, se puede apreciar en las palabras del Presidente de la República, con motivo de la creación de esta institución: “Con el Banco Hipotecario del Ecuador y el establecimiento de la Prenda Agraria –decía el Primer Magistrado de la República -, nueva institución creada, también, para justificar el crédito agrícola, vamos de seguro al progreso de la agricultura nacional...” (Boletín de Hacienda Nº 1, Junio de 1928). 137 Segundo Informe del Presidente del Banco Hipotecario...(Boletín de Hacienda Nº 22, junio de 1930) 138 Entre los objetivos de la Sub Dirección se lee lo siguiente: “... d) Servicio de Vigilancia de la producción agrícola de exportación, con el objeto de obtener su mejor preparación, uniformidad y presentación en los mercados extranjeros...” (R.O.Nº 175 de 8 de febrero de 1926). 139 Mediante Decreto Ejecutivo, en octubre de 1926, se distribuyó la partida para la contratación de dos expertos arroceros, sin embargo, solamente tres años más tarde vino al país un experto hindú, el señor Butta, para asesorar en los cultivos, comercialización, e industrialización del grano.

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fue el bajo precio del arroz ecuatoriano en el mercado regional (es decir, los mercados de Colombia, Perú, Chile, Bolivia), a donde se dirigió mayoritariamente la producción nacional.

Para 1928, en efecto, el precio promedio del arroz nacional, fue de 2.81 dólares, y si bien para los años siguientes fue de 3.42 dólares y, para 1930, de 3.40 dólares respectivamente, se trataron de precios competitivos que contribuyeron al ascenso de las exportaciones. No hay que olvidar, en todo caso, que el bajo precio del arroz ecuatoriano fue consecuencia - como se subrayó anteriormente – entre otras cosas, de la continua desvalorización monetaria que abarató los costos de producción, especialmente a nivel agrícola, lo cual permitió garantizar un margen de ganancia importante para comerciantes y piladores.

Fueron, en cualquier caso, estos tres factores (uniformización del grano, diversificación del “sector externo” y bajos precios) los que estimularon el desarrollo de las exportaciones arroceras, en un momento que coincidió con el ascenso al poder Isidro Ayora y la introducción de un conjunto de reformas que no solamente tendieron a modernizar y racionalizar la economía nacional sino, sobre todo, a diversificar al “sector externo”. De todos modos, si en estos años estas medidas fueron decisivas para el desarrollo de las exportaciones arroceras, más tarde, cuando se produjo el derrumbe de los precios del arroz, jugaron un rol decisivo en la recuperación de este sector. Y lo que fue más importante, fueron factores determinantes no solamente para posicionar al arroz como el posible sustituto del cacao, sino para permitirle convertirse en una de las ramas más importantes de la producción comercial vinculada al mercado interno. 3. El Crecimiento del Sector Industrial Es indudable que el desarrollo de la producción arrocera en el Ecuador fue posible porque se consolidó un sector industrial complementario. La industria del arroz aparece así como consecuencia y condición para la consolidación de esta rama de la producción. El avance general de la producción se puede comprender, efectivamente, si se toma en cuenta el crecimiento de un sector industrial dedicado al decorticamiento de la gramínea, ya que la industrialización del grano es una condición para el aumento del consumo. A su vez, se puede entender el crecimiento de este último (particularmente en la Sierra), si es que se toman en cuenta las nuevas formas de utilización del arroz que el procesamiento da lugar, pues ello es un requisito fundamental para el desarrollo de la industria y, por ende, de la producción general. La consolidación del sector industrial - arrocero se puede apreciar por el aumento del número de piladoras así como de su capacidad instalada; además, por el reforzamiento de su papel a nivel del cultivo y la comercialización del grano. Para tener, en todo caso, una idea del impulso que experimentó la industria arrocera en estos años, así como para evaluar su papel a nivel del acopio y de la comercialización se debe tratar de ubicar las fábricas existentes al comienzo de la década para compararlas con las que existían al final de la misma. Este será uno de los indicadores para poder evaluar el desarrollo de la industria del pilado en el Ecuador durante la década del veinte. Fábricas Existentes Entre 1921 y 1930

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En la década del diez las piladoras de arroz registradas en las provincias del Guayas y de Los Ríos, vinieron a sustituir a las pequeñas máquinas de pilar arroz y café que se instalaron a comienzos de siglo, particularmente a nivel rural. Se trataba de unidades con las características de verdaderas empresas industriales, es decir, “fábricas” más que “manufacturas” que fueron las que se desarrollaron durante este período en la Sierra, especialmente en la industria textil140. Hacia finales de esa década, estas empresas se multiplicaron y consolidaron, acicateadas por el incremento de la demanda de arroz de origen nacional y por el incremento de los precios resultado del control monopólico del mercado interno. Algunas, dejaron de ser el negocio subsidiario de otras empresas, tales como las piladoras de la Cervecería Nacional, la Fábrica Nacional de Sacos o la Sociedad Industrial y Agrícola La Aurora, y se convirtieron en industrias independientes que fueron ganando espacio dentro de una misma “firma”. Otras, originadas desde el comienzo como negocios autónomos se consolidaron e incrementaron su capacidad de pilada mediante la incorporación de máquinas movidas a gasolina o petróleo, al mismo tiempo que elevaron su capacidad de bodegaje y su incidencia a nivel de la comercialización del grano en el mercado interno. No fue, sin embargo, sino hasta la década del veinte en la que la industria del pilado “despegó” de manera definitiva. Al punto de que en esta época se conformó la base que sirvió de base a la industria arrocera en el Ecuador de las décadas del treinta y cuarenta. Para tener una idea del crecimiento del sector industrial conviene tener presente la información que se transcribe a continuación. Como se puede apreciar (Cuadro Nº 24), entre 1918 y 1923, se asistió a un proceso de crecimiento que asumió algunas características relevantes. De una parte, algunas pequeñas piladoras, que eran las menos, desaparecieron. Fue el caso de la piladora de la Fábrica Nacional de Sacos y la piladora La Mercedes de Francisco Robles. De otra parte, ciertas piladoras que se constituyeron en las dos primeras décadas como La Central, Milagreña, Yaguachi, Moderna, Lealtad, Carmela, María, Molino Nacional, se fortalecieron incrementando sus inversiones. Algunas, incluso, cambiaron de razón social transformándose en sociedades por acciones como fue el caso de la piladora la Aurora que en 1918 – como se indicó anteriormente - se convirtió en la Sociedad Agrícola e Industrial la Aurora cuyo principal accionista era Enrique Gallardo, La Fama que fue fundada por Julio Ayon en 1918, pero que en 1923 se convirtió en la Compañía Anónima La Fama.

140 Espinosa, R., op, cit.

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(Cuadro Nº 24) PILADORAS DE ARROZ Y CAFÉ REGISTRADAS EN LAS PROVINCIAS DEL GUAYAS Y LOS RÍOS

1923 Nº AÑO NOMBRE PROPIETARIO CAPITAL UBICACIÓN

1 1913 La María Compañía de Cervezas Nacionales Guayaquil 2 1918 Molino Nacional Molino Nacional S.A. Guayaquil 3 1923 La Fama La Fama Cía Ltda. 240.000 Guayaquil (1) 4 1920 La Activa Francisco Ortíz 40.000 Guayaquil 5 1922 Piladora Conlledo F. i Victoria 50.000 Guayaquil (2) 6 1922 San José Illingworth y Cía 30.000 Guayaquil (2) 7 1922 San Luis Jungnickel y Bruckman 40.000 Guayaquil (2) 8 1922 Santa Ana Néstor Villacreses Guayaquil (3) 9 1922 Esperanza Cereceda y Durán 40.000 Durán (2) 10 1921 Susana Miguel Dumani y Juan Kronfle Samborondón (1) 11 1909 Rinconada de Yumes Fausto Rendón Daule 12 1895 Carmela Enrique López Hacienda La Carmela -Santa Lucía (Daule) 13 1908 Yaguachi Silva y Patiño 25.000 Yaguachi 14 1910 La Carmela José B. Jaime Yaguachi 15 1922 Angélica Rosaura M. De Icaza Milagro - Hacienda La Angélica(4) 16 1912 La Milagreña Sabino Hernández y Emilio

Morgner Milagro

17 1912 Esperanza Naranjito 18 1907 La Central Francisco Núquez Naranjito 19 1914 San Carlos Norberto A. Cobo Naranjito 20 1923 La Venecia Carlos Benjamín Rosales Naranjito – Hacienda La Venecia (5) 21 1916 La Lealtad Miguel A. Zea Milagro 22 1922 Máquinas de pilar arroz y

café (*) López Morán Hermanos Taura – Hacienda Vainillo (4)

22 1916 Moderna Germán Bravo Babahoyo 23 1909 Santa Lucía Aspiazu State Cía Limited Palenque – Hacienda Santa Lucía 24 1918 La Aurora Sociedad Industrial Aurora Babahoyo – Hacienda La María

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FUENTES: Indices del Registro Mercantil de Guayaquil 1918 –1923; 1820 –1920, Crónica Comercial e Industrial de Guayaquil en el Primer Siglo de Independencia, Banco del Ecuador (1) El Telegrafo, 10- VIII- 1938. (2) Orellana, Gonzalo, Guía Comercial Geográfica, Capitales en Giro del Comercio de Guayaquil, Imprenta Artes y Oficios – 1922 Guayaquil. (3) J. San Andrés, Directorio General de Guayaquil 1922 –1923, Guía Administrativa, Postal, Informativa, Profesional, Comercial, e Industrial, T.II. Guayaquil Ecuador, Tipografía de la

Sociedad Filantrópica del Guayas. (4) José Buenaventura Navas, Monografía Histórica e Ilustrada del Cantón Milagro, Guayaquil –1922, Imprenta Guayaquil. (5) El Ecuador Comercial Nº 13-14, Julio- Agosto de 1924. (*) En el caso de las máquinas de pilar de la hacienda Vainillo se señala, además, que hay que aserrío a vapor, Cepilladora i Machiembradora.

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Por último, existieron un conjunto de piladores que se fundaron en este período, tal fue el caso de la piladora La Activa141 de Francisco Ortiíz y San José de Illingworth y Cía, que se constituyeron a comienzos de 1920142 y cuya noticia de funcionamiento se tiene en 1921; la piladora de Conlledo Fernando y Victoria, sociedad que se constituyó en 1918143 y cuyo funcionamiento se conoce a partir de 1921; La Susana fundada en 1921 por los comerciantes sirios Miguel Dumani y Juan Kronfle144; piladora San Luis, que se fundó en 1922, a través de la sociedad de Jungnikell y Bruckman; Santa Ana de Néstor Villacreces, cuya noticia de funcionamiento se tiene en 1922 y que ya para 1923 empieza a Emitir Cédulas de su Compañía145; La Esperanza que se creó en 1922 como parte de la sociedad Cereceda y Durán y que, a partir de ese año, pasó ser de propiedad exclusiva de José Durán146; Angélica de propiedad de Rosaura de Icaza y cuya noticia de funcionamiento se tiene en 1922; La Venecia de Carlos Benjamín Rosales que se constituyó hacia 1923, y a las que habría que añadir las “máquinas de pilar arroz y café” de la hacienda Vainillo en Taura. En menos de tres años se crearon, pues, ocho piladoras que se añadieron a las existentes formando la base de la industria arrocera de las provincias del Guayas y de Los Ríos, lo cual demuestra no solamente el gran dinamismo de este sector, sino las enormes expectativas que, al menos para un grupo de capitalistas y empresarios medianos desencadenó el negocio del arroz durante la primera mitad de la década del veinte. A excepción, en realidad, de la piladora Santa Lucía de la Aspiazu State Cía Limited, los grandes capitalistas y comerciantes que surgieron durante el auge cacaotero no se involucraron en el negocio del arroz. Incluso, en este último caso se trató de una actividad completamente marginal al conjunto de actividades que esta firma desarrollaba. Todo lo cual demuestra que la industria y, en general la producción arrocera, no despertó más que un escaso interés de los grandes capitalistas de la época, lo que en buena medida se explica por el carácter rentista y comercial de la gran burguesía del Puerto. Fueron estos pequeños y medianos capitalistas de las provincias del Guayas y de Los Ríos, en realidad, los que se involucraron en el negocio del arroz. Se trataba de un grupo de empresarios que gracias a la industrialización, la comercialización del grano y el fomento de cultivos trataron de llevar adelante sus actividades y “progresar”. Y este carácter se reforzó con los años, a pesar del enorme auge que la producción arrocera experimentó durante la década del treinta y, especialmente, del cuarenta. (No obstante, ya para esa entonces – como se verá más adelante – un pequeño de grupo de grandes capitalista de nuevo cuño vino a “apoderarse” del negocio del arroz). En cualquier caso, se puede decir que durante la primera mitad de la década del veinte se asistió a un crecimiento acentuado de la industria del pilado. Circunstancia que, en gran

141 La piladora la Activa, al parecer, funcionó en sus inicios con el nombre de Colombia. Pocos después, sin embargo, cambió de razón social. 142 Relación de Sociedades y Compañías Inscritas en el Registro Mercantil de Guayaquil 1918 –1923. 143 Relación de Sociedades y Compañías Inscritas en el Registro Mercantil de Guayaquil 1918 –1923. 144 El Telégrafo, 10 de agosto de 1938. 145 Relación de Sociedades y Compañías Inscritas en el Registro Mercantil de Guayaquil 1918 –1923. 146 Relación de Sociedades y Compañías Inscritas en el Registro Mercantil de Guayaquil 1918 –1923.

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parte, contribuyó al incremento de la producción y de la demanda de grano nacional. Esto último, especialmente, por parte de la población serrana que empezó a integrar de manera creciente el arroz a su dieta, como parte de nuevas combinatorias alimenticias. Y este crecimiento fue sostenido por un grupo de empresarios que se integraron de lleno a industria del pilada y que, “hasta donde pudieron”, lograron aprovechar las circunstancias económicas que se les presentaron. Ya para 1923 existían – tal como se puede apreciar – al menos 24 piladoras entre grandes y medianas que formaban uno de los sectores industriales más representativos y dinámicos del país. Se trataba de empresas “modernas” como la Molino Nacional, la Fama, Venecia, San José, Activa, Conlledo y Victoria, Illingworth y Compañía, Susana, Esperanza, Milagreña, Aurora, Central, La Lealtad, entre otras, que pasaron a formar la base de la industria del pilado de las provincias del Guayas y de Los Ríos. Ahora bien, si para la primera mitad de la década la base industria era respetable, para 1926, se amplió de forma aún más apreciable. De hecho, ya para ese momento (Cuadro Nº 25) se registraron 27 piladoras. En los últimos tres años se fundaron, efectivamente, las piladoras Gran Colombia, La Estrella, Virginia, Bodeguitas, Ingenio Rosendo Carbo, San Miguel, siendo las más importantes San Miguel de la Compañía Agrícola del mismo nombre y el “ingenio” Rosendo Carbo. Sin embargo, desaparecieron las piladoras Activa, piladora de Fernando Conlledo y San José. Hay que señalar, sin embargo, que más que desaparecer estas empresas, hasta donde se tiene noticia, únicamente cambiaron de mano dando origen a algunas de las nuevas piladoras que se registran en Guayaquil en ese momento. Se debe destacar, al respecto, que hacia mediados de la década del veinte la compra y venta de piladoras fue bastante común. Así, la empresa de Jungnikell y Bruckman, poco después de su constitución pasó a poder exclusivo de L.E. Bruckman con el nombre de San Luis. Igual cosa sucedió con la Esperanza, ubicada en Durán, que pasó a propiedad exclusiva de José Durán; por su parte, la piladora Yaguachi, hasta 1926 de propiedad de Silva y Patiño, pasó a poder de uno de los socios, el señor Silva y, poco después, a manos de sus herederos los hermanos Silva. La Esperanza ubicada en Naranjito, desde 1925 pasó a propiedad de Antonio Saltos. Además, la piladora Susana fundada por Miguel Dumani y Juan Kronfle, poco después de 1926 pasó a poder de los hermanos Kronfle, mientras que el señor Dumani fundó en Samborondón otra piladora con el nombre de la Samborondeña. Algunas otras piladoras cambiaron también de razón social e incrementaron su capital. Fue el caso de la Molino Nacional de propiedad original de José Pons, que en 1925 se

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convirtió en la Piladora Molino Nacional C.A., mediante la asociación de los señores José Pons, Bolívar Alfonso Yépez, y Jaime Eduardo Puig Arosemena147, pero también de la

147 El Ecuador Comercial reseñaba que, el 15 de junio de 1925, se ha constituido en Guayaquil una compañía anónima denominada Molino Nacional, “para ejercer el comercio en general, efectuar plantaciones agrícolas e implantar industrias nuevas y conocidas; dedicándose especialmente, al establecimiento y explotación de molinos de arroz; café maíces y otros frutos y productos, compra y reventa y exportación de esos mismos frutos y proeductos. El capital suscrito es de 600.000; pudiendo de conformidad con la evolución de los negocios, ser aumentado hasta 1’000.000”. Más adelante señalaba que la formación de esta compañía “ha sido muy celebrada en la ciudad de Guayaquil”, por cuanto “aquella aporta un gran volumen de capital que será totalmente utilizado en diferentes industrias que, a más de dar trabajo a infinidad de brazos, rendirá notables beneficios para la riqueza del país”. (El Ecuador Comercial, Año 3, Julio de 1925).

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(Cuadro Nº 25) PILADORAS REGISTRADAS EN LAS PROVINCIAS DEL GUAYAS Y LOS RÍOS -1926

AÑO

NOMBRE

PROPIETARIO

CAPITAL INVERTIDO

MOLIENDA ANUAL

NÚMERO DE MAQUINAS

ARTÍCULOS QUE PRODUCE

UBICACIÓN

1 1913 La María Cervecería Nacional 40.000 4 Eléctricas Arroz y Café Guayaquil (1) 2 1925 Molino Nacional Molino Nacional C.A. 600.000 20 Petróleo Arroz y Café Guayaquil (1) 3 1923 La Fama La Fama Cía Ltda. 240.000 6 Petróleo, Gas,

Vapor Arroz y Café, desmota Algodón

Guayaquil (1)

4 1922 San Luis L. E. Bruckman 50.000 17 Vapor Arroz Guayaquil (1) 5 1921 Susana Miguel Dumani y Juan Kronfle 30.000 7 Vapor Arroz Samborondón (1) 6 1922 La Esperanza José Durán 40.000 9 Vapor Arroz y Café Durán (1) 7 1908 Yaguachi Silva y Patiño 28.000 Arroz Yaguachi 8 1928 La Carmela Compañía Anónima La Carmela Arroz, Café, Hielo Yaguachi (2) 9 1895 Carmela Enrique López 15.000 5 Petróleo Arroz y Café Daule (1) 10 1922 Rinconada de Yumes Fausto E. Rendón 10.000 5 Petróleo Arroz y Café Daule (1) 11 1924 Esperanza Pérez y Cía 45.000 14.600 9 Petróleo Arroz y Café Naranjito (1) 12 1925 La Central Antonio Saltos y Cía 20.000 11.000 2 Vapor Arroz y Café Naranjito (1) 13 1914 San Carlos Norberto A. Cobo 40.000 4 Vapor Arroz y Café Naranjito (1) 14 1923 La Venecia Carlos Benjamín Rosales 50.000 (2) Vapor Arroz Naranjito (1) 15 1916 La Lealtad Miguel A. Zea 20.000 30.000 10 Vapor Arroz y Café Milagro (1) 16 1924 Piladora Sociedad Anónima 20.000 4 Vapor Arroz Guayaquil 17 1926 Gran Colombia Alejandro A. Vergara 14.000 6 Vapor Arroz 18 1926 La Estrella Molinos del Guayas 35.000 (*) 4 Eléctrica y a Vapor Arroz y Café 19 1926 Virginia Luciano Moral 2 Vapor Arroz 20 1922 Santa Ana Néstor Villacrés R. 40.000 4 Petróleo Arroz y Café Guayaquil 21 1926 Bodeguitas Aurelio Benítez 10.000 2 Vapor Arroz y Café Yaguachi 22 19276 Ingenio Rosendo Carbo Honorio Santiestevan 15.000 6 Vapor Arroz y Café Balzar 23 1912 La Milagreña Sabino Hernández y Emilio

Morgner 20.703 3 eléctricas Arroz, Café, Hielo Milagro

24 1926 San Miguel San Miguel Compañía Agrícola Arroz y Café Milagro (4)- Hda San Miguel

25 1916 Moderna Germán Bravo Arroz y Café Babahoyo 26 1909 Santa Lucía Aspiazu State Cía Limited Arroz y Café Palenque 27 1918 La Aurora Sociedad Industrial Aurora Babahoyo

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(*) Se introdujo una corrección de acuerdo a la información recaba en esta investigación, pues Gonzalo Orellana registraba como capital 350.000 sucres. FUENTES: Indices del Resgistro Mercantil de Guayaquil 1926 – 1927 (1) Gonzalo Orellana, Guía Geográfica Comercial II Volúmen, Actividad Industrial en la Provincia del Guayas, Piladoras y Demotadoras, Quito –Ecuador, Tipografía de Artes y Oficios –1928. (2) Delfín Orellana, Estudios Monográficos del Ecuador Tomo II, Quito – Ecuador, Imprenta Salesiana 1930. (3) Delfín Orellana, Estudios Monográficos del Ecuador Tomo I, Quito – Ecuador, Escuela Tipográfica Salesiana -1929

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piladora La Carmela fundada por José B. Jaime que, en ese año, se convirtió en la Compañía anónima La Carmela. Como se puede observar, pues, el desarrollo de la industria del pilado hasta 1926, y a pesar de las difíciles circunstancias por las que atrevezaba la economía nacional, fue en ascenso. Notándose que en estos años se produjo cambios de propiedad, aumentos de capital y cambios de la razón social, incrementándose, además, las asociaciones de capitalistas y las sociedades en acciones. Se evidencia, así mismo, que se lograron consolidar empresas como La Fama, Molino Nacional, San Luis, La Esperanza, La Venecia, a la habría que añadir la recién fundada piladora San Miguel, que pasaron a concentrar la mayoría de la producción industrial de arroz. Ahora bien, si hasta 1926, se experimentó un crecimiento acelerado del número de piladoras, de sus instalaciones y de su capacidad instalada, debido a un racha de buenas cosechas que coincidió con el incremento de las exportaciones y de la demanda proveniente de la Sierra y, sobre todo, como consecuencia de un conjunto de medidas que tomó la Junta Provisional de Gobierno y, más tarde, Isidro Ayora, las cuales reforzaron la protección Industrial148 y crearon las condiciones para el crecimiento del sector arrocero, tales como la Ley sobre Prenda Agrícola que apoyó el fomento de cultivos, la fundación del Banco Hipotecario que permitió el acceso al crédito a los sectores industriales, la expedición de la reglamentación que reguló los contratos de arrendamientos a campesinos sin tierras, este proceso se acentuó notablemente en los siguientes dos años. Es así que, una vez que se expidió el Reglamento de Piladoras y con ello se estableció la necesidad de crear una estadística sobre la cantidad de arroz decorticado que obligó a un control sobre las fábricas dedicadas a la industria del arroz, el número de piladoras registradas oficialmente en la Oficina de Control de Piladoras de Guayaquil, fue mucho mayor que las determinadas para 1926149. Circunstancia que, por sí misma, pone de manifiesto el enorme desarrollo de la industria del pilado durante este período que, en otro momento, ha sido caracterizado como de crecimiento sostenido. Para enero de 1929, el Ecuador Comercial, señalaba efectivamente que: “Hasta el 9 del mes próximo pasado – esto es, diciembre de 1928 – en el Ministerio de Agricultura se inscribieron cuarenta piladoras de acuerdo con el respectivo reglamento, Hasta entonces, estas tenían (en existencias) 549.819, 73 quintales”150. Para 1928 se puede observar, efectivamente, que el número de piladoras se incrementó de manera sustancial llegando a 40 empresas, lo cual quiere decir que en los últimos dos años y medio se constituyeron alrededor de 13 nuevas fábricas dedicadas a la industria del arroz. Aunque no se ha encontrado el Registro Oficial de ese año, a través del Informe del Departamento de Agricultura del Ministerio de Obras Públicas, Agricultura, Industrias, correspondiente a 1931, se ha logrado confeccionar – tal como se podrá apreciar más 148 Más adelante se vuelve sobre este punto. 149 Gracias al Reglamento de Piladoras y la creación de la Fiscalización de Piladoras se pudo conocer, por primera vez, el número exacto de empresas dedicadas a esta actividad y, además, la cantidad de arroz producido en el país, ya que las piladoras monopolizaban el acopio, y esta circunstancia permitió la medición (por “cubicaje”) más o menos exacta de la cantidad de arroz existente en cada una de ellas. 150 El Ecuador Comercial, Año 7, Nº 67, Enero de 1929.

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adelante - una lista completa del total de piladoras existentes para esa época que, seguramente, no era distinto del Registro de 1928. No obstante, como esta información va a servir de punto de partida para uno de los capítulos siguientes, por el momento, se posterga su análisis bajo la idea de que lo importante de rescatar en este punto es que, para finales de la década del veinte, el número de piladoras habían crecido en un 66% respecto de la cantidad de fábricas existentes hacia 1923 y en un 48% respecto de las piladoras registradas en 1926. Todo lo cual da cuenta el crecimiento poco menos que espectacular de la industria del arroz, el cual posibilitó el desarrollo y consolidación de la producción de esta rama en el Ecuador. Se debe señalar, por lo demás, que no solamente se elevó el número de fábricas instaladas en las provincias del Guayas y Los Ríos entre 1926 y finales de la década, sino que las fábricas existentes siguieron modernizándose y ampliando su capacidad de almacenamiento y acopio. También siguieron experimentando un reacomodo en términos de propiedad cuyas vicisitudes no siempre son posibles rastrear. Para 1928, por ejemplo, la piladora La Esperanza que fue adquirida en 1925 por Luis E. Pérez, pasó a poder de Adolfo Jaramillo, convirtiéndose en una importante fábrica a comienzos de 1930. La Piladora Santa Lucía, luego de que la hacienda del mismo nombre pasó a formar parte de la Cía Aspiazu State Limited, se transformó en la piladora La Leticia. De su parte, la Rinconada de Yumez nombre con la que había venido funcionando desde comienzos de siglo, luego de modernizar su maquinaria en 1928, se convirtió en la piladora Marianita. Así mismo, La Sirena de Jujan, una de las piladoras que se crearon antes de este último año por parte de la sociedad Cantos y Mayer, ya para 1930, pasó a manos exclusivas de Indelfonso Cantos. Por otro lado, la Milagreña cambió su razón social convirtiéndose en la Cía Anónima Milagreña. Continuando, por tanto, con el proceso de reacomodo de la propiedad industrial, tan típico de las fábricas piladoras durante la década del veinte, después de 1926, este fenómeno se mantuvo, aunque tendió por el momento a morigerarse. La misma estabilidad de las empresas que se observa a partir de 1930 da cuenta, en realidad, que ya para esa época se había formado una base de empresas que serían las encargadas de procesar el grano producido en el Ecuador en la década siguiente. Más allá, sin embargo, de este reacomodo es importante subrayar que entre 1921 y 1930 se incrementó la capacidad de la industria arrocera, en especial, después de 1926, cuando la economía ecuatoriana entró en un proceso de estabilización y se definió definitivamente el “estatuto” de las empresas dedicadas al decorticamiento de la gramínea, sobre todo, a través del citado Reglamento de Piladoras. No hay que perder de vista que, para 1928, las 40 piladoras registradas procesaban más de 800.000 quintales. Todo lo cual da cuenta de la capacidad industrial instalada en el esa rama de la producción en esa época. Y no solamente de su capacidad de procesamiento sino de la cantidad de arroz que podían guardar en sus bodegas, ya que las piladoras controlaban todo el almacenamiento, pues, disponían de los únicos centros de acopio del país. Dominado como estaba el cultivo de la gramínea por pequeños campesinos sin tierras, los cuales eran presa fácil de los “fomentadores” y “arrendatarios”, se entiende, en efecto, que éstos difícilmente podían construir sus propios establecimientos en donde secar, limpiar y almacenar el arroz cuando llegaba la cosecha. No por otra circunstancia, debían recurrir a las fábricas cercanas con el objeto de “depositar” su grano, ya que ellas

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contaban con la única infraestructura de almacenamiento en las zonas de cultivo más importantes de las provincias del Guayas y de Los Ríos. Ahora bien, gracias a las “ventajas” que los industriales obtenían en el bodegaje, dado que se cobraba una tarifa que generalmente se pagaba descontando del grano almacenado, esta situación les permitió a los piladores apropiarse de una parte del grano de los cultivadores y campesinos. Además, como el fomento obligaba a los campesinos a entregar el arroz a los fomentadores que, en la mayoría de los casos eran los mismos industriales, los cuales, gracias a esta mecanismo, se aseguraban contar con una cantidad determinada de “materia prima”, los piladores se terminaban apropiando de la mayoría - sino de la totalidad - de la cosecha de los campesinos cultivadores. Esto significaba que, gracias a esta circunstancia, una parte cuantiosa de los “beneficios de la cosecha”, iban a parar a sus bolsillos. Conviene señalar, aunque sea de paso, igualmente, que como las piladoras controlaban el bodegaje antes de que iniciara el proceso de pilada, así como el almacenamiento luego de que el arroz era procesado, esta situación les colocaba en una situación estratégica. Podían controlar casi toda la distribución del grano nacional, dado que solamente una fracción muy limitada podía salir directamente al mercado. Esto implicaba que los piladores podían manejar de acuerdo a sus intereses la venta (ellos, en realidad, grandes comerciantes o estaban asociados a grandes o medianas empresas de comercialización de arroz) destinada tanto al mercado nacional como al mercado internacional. Los piladores eran, ya para esa época, los grandes abastacedores o desabastecedores del mercado interno y no los propios productores como, a veces, se aludía. Hay que distinguir, de todas maneras, que aunque en términos generales se puede decir que las piladoras controlaban el “negocio del arroz”, eran las grandes empresas entre ellas, La Fama, Molino Nacional, San Luis, San Miguel, Venecia, Susana, Samborondeña, Sirena, Carmela, Yaguachi, Aurora, las que mayor tajada sacaban. No únicamente porque tenían mayor capacidad de acopio y procesamiento sino porque, a partir de esta época, empezaron a integrarse a redes de distribución internas e internacionales. Era, por ejemplo, el caso de la piladora San Luis que formaban parte de la casa exportadora Bruckman, la cual al momento era una importante vendedora de arroz en el mercado regional. Igualmente, La Fama y Molino Nacional, las cuales al disponer de fuertes contigentes para la exportación, fueron generando lazos con determinados intereses vinculados a la exportación y a la distribución en el mercado interno. Del mismo modo, los hermanos Kronfle, se incorporaron ya por esos años al negocio de comercialización del arroz, primero en el mercado interno y luego internacional. De uno o de otro modo se puede decir, pues, que para finales de 1920, los piladores lograron apropiarse de la mayoría de la cosecha y controlar el almacenamiento del grano en condiciones más duras que en la década pasada. Igualmente lograron controlar su distribución y comercialización. En ese sentido, fueron los grandes beneficiarios de un negocio que, como se ha insistido anteriormente, solamente puede ser entendido dentro de la idea de un “complejo” del que formaba parte el cultivo, la industrialización, la distribución y la comercialización del grano. Se trataba del “complejo arrocero” que se fue consolidando definitivamente entre 1921 -1930.

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Factores Generales que Contribuyeron al Desarrollo de la Industria Arrocera En términos generales, al “despegue” y “consolidación” de la industria del arroz contribuyeron el conjunto de circunstancias que rodearon la coyuntura de 1920 –1921, especialmente, la posibilidad de que el arroz pilado podía convertirse en un recurso de exportación. Posteriormente, esto es entre 1922 y 1926 la constatación de que, a pesar de que las exportaciones decayeron, la demanda interna, especialmente procedente de la Sierra, se mantuvo en ascenso continuo, lo que originó un incremento notable de la producción nacional. Por último, es decir entre 1927 y 1930, la recuperación de las exportaciones y el aumento creciente de la demanda interna, especialmente procedente del altiplano. A este conjunto de circunstancias de carácter general habría que añadir las que se originaron en las oscilaciones de los precios que, en buena medida, estuvieron en la base del desarrollo industrial. En efecto, el auge de precios experimentados en el mercado interno entre 1920 y 1921, sirvió para dinamizar la producción de arroz en el país y, especialmente, el desarrollo de las piladoras que se habían empezado a apropiar de todas las fases del proceso. Posteriormente, entre 1922 y 1925, el dinamismo de este sector industrial se mantuvo debido al diferencial de precios entre el mercado interno y el mercado externo, ya que los elevados márgenes de ganancia que podían obtener los piladores a nivel local sirvieron de acicate para que éstos pudieran ampliar sus inversiones, y otros comenzaran a darse cuenta de que convenía comprometerse con el negocio del pilado. Esto último, si es que disponían, sobre todo, de propiedades rurales que podían ser dados en arrendamiento a campesinos sin tierras y a los que se les podía comprometer y sujetar por medio del fomento de cultivos. Aunque en el período 1926 –1930 el diferencial de precios tendió a anularse y, a incrementarse ligeramente a partir 0 desde el año 1928, se debe reconocer que los industriales lograron mantener sus márgenes de ganancia más que por manipulación del mercado y de los precios, debido a las nuevas condiciones que lograron imponer a los campesinos. De una parte, mediante el arriendo y el fomento de cultivos que garantizaron la afluencia del grano a las bodegas de los industriales; de otra parte, porque el fomento permitió elevar los márgenes de explotación de los campesinos de las provincias del Guayas y de Los Ríos, los cual elevó las ganancias. Una y otra circunstancia sirvieron, a su vez, para que la industria del pilado se mantuviera como una empresa altamente rentable y lucrativa, que no solamente “valía la pena vincularse” sino comprometerse: ampliando de manera creciente la capacidad de pilado, es decir, mejorando la productividad de la industria, así como su capacidad de almacenaje, lo que les garantizaba participar de manera creciente en la comercialización. Durante las distintas fases por las que atravesó la producción arrocera en el Ecuador durante la década de 1921 a 1930, y debido a diversas circunstancias, pues, la industria del pilado fue estimulada positivamente, lo que le permitió incrementar el dinamismo observado en la década pasada. Y, a pesar de que para 1927, los márgenes de utilidad debido al diferencial de precios fueron cada vez más limitados, gracias al nuevo sistema de coacciones y sujeciones que el fomento del cultivo dio origen, las ganancias aumentaron lo que revirtió en un aumento de las inversiones. En síntesis, se puede decir que la industria arrocera tuvo un desarrollo vertiginoso y continuo desde comienzos de la década.

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Factores Específicos: El Marco Legal Difícilmente se puede explicar el desarrollo de la industria del pilado en las provincias del Guayas y de Los Ríos, si es que a los factores generales aludidos no se les agrega una serie de factores de orden específico. Dentro de estos factores (algunos de los cuales ya se ha señalado anteriormente), sin duda, el marco legal es uno de los más importantes. Conviene, por tanto, dedicar un mínimo espacio para tratar este tema. La Ley de Defensa de las Industrias Nacionales, expedida por Eloy Alfaro el 26 de junio de 1906, estableció la posibilidad de celebrar entre el Ejecutivo y los industriales un contrato de hasta seis años, por medio del cual se exoneraba de impuestos fiscales y municipales a las industrias que se instalen en el Ecuador151. En 1921, el Congreso Nacional expidió la Ley de Protección Industrial, que vino a completar la dictada por Alfaro. Básicamente, esta Ley autorizaba al Ejecutivo a celebrar contratos con los particulares que piensen establecer o que hayan establecido industrias en el país. En estos contratos de concesión se estipulaba: “Art. 3 a) La exención en el pago de impuestos fiscales y municipales, así sobre la maquinaria,

como sobre la materia prima que no hubiere en el país y la manufactura, por un plazo de dos a diez años, que se contará a partir del día fijado para su funcionamiento.

b) La exención de todo impuesto adicional sobre el capital empleado en dichas industrias, debiendo solamente pagar la contribución milesimal establecida en la Ley vigente152”.

En una coyuntura en la que, a partir del año de 1918, el control monopólico del mercado interno y el ascenso pronunciado de los precios se habían convertido en un fuerte acicate para el desarrollo de las industrias arroceras, la Ley de Protección Industrial de 1921, sin duda, fue un factor que coadyuvo al crecimiento de esta rama de la economía. Fundamentalmente, porque permitió tanto el libre ingreso de maquinarias destinadas al decorticamiento del arroz, como una disminución de casi toda la carga impositiva que pesaba sobre esta actividad. No en vano, a partir de ese año, se incrementaron las importaciones de maquinarias y aparatos destinados a para la producción industrial lo que contribuyó al aumento de las industrias en el país, entre ellas, el número de piladoras instaladas. A las disposiciones contenidas en la Ley de Defensa de las Industrias Nacionales, la Segunda Junta de Gobierno Provisional instalada en el poder a raíz de la Revolución Juliana, en noviembre de 1925, amplió sus alcance y con ello las posibilidades de desarrollo de la industria arrocera, en la medida que dispuso que: “Art. 1º. Todas las industrias nacionales que transformasen materias primas nacionales o extranjeras en artículos manufacturados, quedan exentas de pagar todo impuesto durante cinco años..

151 Espinosa, R., op., cit, pág 9. 152 Espinosa, R., op., cit, pág 43. R.O. Nº 545, 18 de junio de 1942. Recopilación de la Ley de Protección a las Industrias Nacionales.

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Art. 3º Todas los artículos manufacturados nacionales quedan, así mismo exonerados de todo impuesto o gravamen fiscal o municipal de exportación. Art. 4º Quedan exoneradas de todo impuesto fiscal o municipal de importación todas las máquinas, sus accesorios, demás artículos y materias primas o productos químicos extranjeros que necesitasen las empresas industriales nacionales para su establecimiento o la elaboración de sus artefactos”153. Tal como queda claro, en efecto, las empresas arroceras no solamente que pudieron dejar de pagar la contribución milesimal, sino lo que era más importante: estaban exonerados de pagar impuestos a la exportación e, igualmente, podían introducir maquinarias sin gravamen alguno e importar materias primas y “demás artículos” que necesitasen para su elaboración. Todo lo cual, tornó aún más atractivo el procesamiento de arroz. De otra parte, se debe tener en cuenta que el gobierno de Isidro Ayora que sucedió a la Junta Provisional del Gobierno generó un marco jurídico e institucional proclive al desarrollo industrial. Creó el Banco Hipotecario154 del Ecuador y dicto la Ley de Prenda agrícola, con la finalidad inmediata de proteger a la agricultura proporcionando el capital que requería para el normal desenvolvimiento de sus actividades. Ahora bien, como el crédito agrario a través de la prenda agrícola – tal como se ha señalado anteriormente - permitió la generalización del fomento cultivos y, por ende, del incremento de la producción arrocera, y dado que la mayoría de los piladores eran “fomentadores”, esta medida terminó favoreciendo sus intereses. De ahí que indirectamente se convirtió en un factor de desarrollo de esta rama de la industria. Pero, además, se debe tomar en cuenta que el Banco Hipotecario se convirtió en una instancia de dotación de crédito para la introducción de maquinaria, materias primas e insumos destinados a la industria. Aunque en una menor escala que lo que el BHE contribuyó al fomento de cultivos se puede decir, por tanto, que esta institución contribuyó también y de manera directa, al desarrollo de la industria del pilado. De una manera directa e indirecta se puede decir, pues, que el marco jurídico generado a partir de 1921 cuando se expidió la Ley de Protección Industrial que fue complementada en 1925 y, más tarde, cuando el gobierno de I. Ayora creó el Banco Hipotecario del Ecuador, y expidió la Ley de Prenda Agrícola y el Reglamento de Piladoras que vino a completar algunas de las disposiciones sobre los contratos entre piladores y productores en base de la prenda, como eran, el depósito, los costos depósito, de pilada, y la expedición de “recibos” en base del arroz depositado, fueron elementos que contribuyeron

153 R.O. Nº 113, noviembre 25 de 1925. 154 El Presidente Ayora en el discurso de inauguración del BHE, expresó los “anhelos o propósitos de su gobierno en los siguientes términos: ‘ La Inauguración del Banco Hipotecario del Ecuador, constituye, en verdad, un firme paso más en la obra reconstructiva que lleva a cabo, resuelta y perseverantemente el Gobierno Provisional del Ecuador. Una especie de coronamiento de la obra que venimos realizando significa de esta institución. Estabilizada la moneda, reconstruido el crédito bancario, fijado el cambio, reorganizada la hacienda pública, se hizo indispensable atender al fomento de la agricultura y atenderla, de acuerdo con toda la política del Gobierno, no con palabras y promesas, sino con obras y hechos... La perspectiva de desenvolvimiento del Banco es casi ilimitada y depende en gran parte de la competencia y habilidad con que seguramente será manejada por su inteligente Directorio, y, sobre todo, del esfuerzo del pueblo ecuatoriano, de su voluntad de acción y de trabajo...” (Boletín de Hacienda, Nº 10, marzo de 1929, Informe Anual del Presidente del Banco Hipotecario)

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al desarrollo de las industrias dedicadas al bodegaje, industrialización y comercialización del grano que constituían las empresas piladoras. Fueron esta serie de factores de orden específico los que, conjuntamente de un conjunto de factores económicos generales y de carácter estructural, contribuyeron también al desarrollo y consolidación de esta rama de la producción. Características de la Industria del Pilado entre 1921 -1930 Si bien hacia 1925 las industrias piladoras tenían una estructura heredada de las décadas anteriores, a partir de esa fecha, debido a circunstancias de orden económico y político que se han analizado en las páginas precedentes, esta rama sufrió un proceso de modernización acelerado. Se introdujeron nuevas maquinarias, se amplió la capacidad instalada, y se modificaron las relaciones con los proveedores de grano. Al respecto, se debe señalar que si hasta mediados de la década buena parte de las instalaciones estaban movidas por los viejos motores a vapor, a partir de ese momento la mayoría de las industrias modernizaron sus instalaciones. Algunas, las más pequeñas, incorporaron nuevos motores a vapor155, otras, las más importantes de las más de cuarenta piladoras constituidas, cambiaron sus motores a vapor por motores a gasolina, petróleo o energía eléctrica156. También fueron sustituidos los viejos molinos y las “piedras” – algunos de origen alemán importados a comienzos de siglo -, el sistema de distribución, las bandas y las instalaciones industriales. Se trató de un cambio sustancial que incrementó la capacidad de molienda de cada una de ellas y, lo que fue más decisivo aún, la calidad del grano pilado. Fue esta circunstancia, en realidad, más que una disminución de los precios, la que a partir de 1925 permitió desplazar definitivamente el arroz extranjero del mercado nacional. A pesar de que las empresas piladoras más importantes se concentraron en el Puerto Principal, tales como la Fama, Molino Nacional, San Luis, la mayoría de empresas siguieron ubicándose en las principales zonas de producción. Especialmente, en Durán,

155 Incluso las piladoras pequeñas que, hasta finales del veinte, mantenían motores a vapor fueron renovadas para, más adelante, dar paso a motores más modernos. En un anuncio de la piladora La Central, publicado en 1928, se lee lo siguiente: “esta máquina está hoy reformada en su parte mecánica y la fábrica ha recibido mejoras de nueva fundación, con fuerza para pilar 120 quintales diarios en 10 horas de trabajo a vapor, pudiendo aprovecharse de la cáscara de arroz como combustible”. (Delfín Orellana, Estudios Monográficos del Ecuador T.I., 167). 156 Sobre el proceso de modernización de las piladoras son muy interesantes los anuncios que estas empresas publicaron por esos años. Por ejemplo, de La Fama se lee un anuncio “A nuestros Clientes”, publicado en 1928, en el que se dice: “avisamos a nuestra numerosa clientela y al comercio en general, que hemos concluido la moderna instalación marca ‘F.H. SCHULE’, con maquinarias completas para pilar arroz. Con esta mejora estamos en capacidad de pilar MIL QUINTALES DIARIOS de arroz listo para el mercado o la exportación, tipo standart, pulido y blanco. Hemos aumentado nuestros depósitos y podemos recibir en ellos hasta CIEN MIL quintales en bodegas que garantizan su buena conservación. La compañía cumple rigurosamente sus compromisos y sus recibos TIENEN EL VALOR DE BILLETES DE BANCO”. (Delfín Orellana, Estudios Monográficos del Ecuador T.I., 95) Por su parte, en un anuncio de La Esperanza de Naranjito, se indica que: “Fundada en 1912, hoy es de Pérez & Cº, desde 1924, la misma que ha renovado la maquinaria con nuevas piezas de acero, dándole capacidad de pilar de 140 quintales en diez horas de trabajo diario”. Cuenta esta empresa con “bodegas o graneros, dos grandes e higiénicos, para conservar el artículo en buenas condiciones”. (Delfín Orellana, Estudios Monográficos del Ecuador T.I., 167)

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Daule, Samborondón, Yaguachi, Milagro, Naranjito. Más que atenuarse su carácter “urbano”, durante este período, la industria siguió teniendo un carácter eminentemente “rural”. Hay que reconocer, de todos modos, que si bien algunas de las más importantes empresas continuaron vinculados a las principales haciendas como la Venecia, La Aurora, San Miguel, un conjunto de piladoras medianas y pequeñas se ubicaron definitivamente en los pequeños centros poblados de las zonas arroceras de las provincias del Guayas y Los Ríos, a partir de los cuales empezaron a ejercer una influencia y control sobre la fuerza de trabajo de los cultivadores directos. Sobre la situación geográfica de las piladoras se debe indicar un hecho esencial. Durante este período, se consolidó la importancia de las industrias ubicadas en la provincia del Guayas más que las de Los Ríos. Esto se debió al papel esencial del ferrocarril como principal medio de transporte del país, en el intercambio de productos entre la Sierra y la Costa, y el abandono de la ruta de tránsito tradicional de ingreso de productos vía Bodegas de Babahoyo. En efecto, aunque en la provincia de Los Ríos se había generalizado el cultivo del arroz a nivel del campesinado, debido a su lejanía del ferrocarril, esta circunstancia hizo que las zonas de cultivo de esta provincia gozaran de “menos ventajas” que las del Guayas. Si bien estaban unidas al Puerto por una extensa red fluvial, de hecho,s esta circunstancia le hacía menos atractivas, por su lejanía al Puerto que era el principal centro de acopio y comercialización del grano y, además, por la consiguiente elevación de los costos de transporte. Finalmente, se debe indicar un hecho subsidiario, pero de no poca relevancia. Sucede que hasta mediados de la década del veinte – como constan en algunos de los más importantes registros de la época - buena parte de las piladoras de arroz se dedicaban al descascaramiento también de café. A partir de ese momento, solamente las pequeñas piladoras, especialmente, de la provincia de Los Ríos, siguieron pilando arroz y café. Las más importantes piladoras, aquellas que experimentaron un creciente proceso de modernización, se especializaron en el pilado única y exclusivamente de arroz, abandonando sistemáticamente el pilado de café. En buena medida, este hecho les permitió aprovechar más eficientemente sus instalaciones e incrementar la calidad del grano nacional. A la especialización de las piladoras de la provincia del Guayas y, en menor medida, de Los Ríos, contribuyó un factor complementario. Sucede que, hasta los años veinte, se cultivaba café en la zona de “ceja de montaña” de estas provincias correspondiente a la región occidental que forma parte de las estribaciones de la cordillera de los Andes. A medida, sin embargo, que se generó un proceso de roturación del suelo y desbroce de la montaña que la misma producción arrocera ocasionó, se produjo una disminución de la producción cafetera en estas provincias. Si bien durante la década del veinte este proceso todavía no era muy notorio se debe señalar, sin embargo, que por esta época se comenzó a trasladar el cultivo del café a la parte montañosa, correspondiente a la cordillera del Chongón - Colonche. Incluso, buena parte de la producción cafetalera se fue concentrando en la región norte de la provincia del Guayas y sur de Manabí, más que a la parte centro y oriental, pagada a la cordillera de los Andes, como había sucedido hasta ese momento. Debido, pues, a esta serie de circunstancias la industria arrocera, durante la década del veinte, experimentó un proceso de modernización acelerado que fue de la mano con una especialización industrial creciente y una división geográfica de la producción diferenciada entre las provincias del Guayas y de Los Ríos. Mientras en la primera se consolidó la

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industria y el cultivo del arroz, en términos proporcionales, disminuyó su importancia en la segunda. Por lo demás, tanto en una y otra fue decreciendo la importancia de la producción cafetalera, lo que en buena medida fue consecuencia del mismo desarrollo del cultivo de arroz que contribuyó a una especialización regional de la producción. La Consolidación del Complejo Arrocero En la década del veinte se consolidó definitivamente el complejo arrocero, dentro del cual las piladoras eran un “eslabón” que funcionaba de manera más o menos autónoma. La Fama, La Molino Nacional, eran, en efecto, industrias independientes. Sus dueños y accionistas no eran, al mismo tiempo, propietarios agrícolas. No obstante - como se indicó anteriormente – sus intereses iban más allá de la esfera estrictamente industrial. A través del “fomento de cultivos” habían conformado una amplia red de campesinos vinculados a sus intereses los cuales les proporcionaban grano en la cantidad, calidad y tiempo que requerían. Al igual que la Fama y la Molino Nacional, otras empresas como Santa Ana, Esperanza de Guayaquil, Samborondeña, Yaguachi, Esperanza de Naranjito, La Milagreña, San Luis, Sirena, entre otras, habían conformado en Daule, Samborondón, Yaguachi, Milagro, Naranjito, redes de campesinos sin tierras sujetas a sus intereses. Esto quiere decir que, al igual que las grandes empresas del Puerto, los campesinos les entregaban el grano gracias a los contratos de fomento de cultivos que, directa o indirectamente, mantenían éstos. Las piladoras, en estos casos como en aquellos, eran el eje del negocio del arroz y hacia ellas convergía la producción de las provincias del Guayas y de Los Ríos. Se trataba de una amplia red de intereses industriales, agrícolas y comerciales, del que formaban parte estas empresas y que constituían el denominado complejo arrocero. Uno de las consecuencias más relevantes del desarrollo de la producción en la década del veinte fue, pues, la consolidación del complejo arrocero. Ya no solamente en las piladoras que formaban parte de las haciendas de las provincias del Guayas, tales como la Venecia, San Miguel, Aurora, María, Marianita, Leticia, sino de un grupo de piladoras, cada vez más numerosa, que aunque sus propietarios no siempre disponían de tierras de su propiedad, se habían integrando a la agricultura, mediante el fomento del cultivos. Y esta situación fue la que consolidó al sector industrial como el eje del desarrollo de la producción arrocera en las provincias del Guayas y de Los Ríos. El complejo industrial al que estaban integradas las piladoras y en base del cual se estructuró definitivamente la producción arrocera en el Ecuador a partir de la década del veinte, trajo como consecuencia – como se ha señalado anteriormente -, que las empresas piladoras pasaran a controlar el almacenamiento, la industrialización, la distribución y la comercialización del arroz a nivel interno e internacional. Especialmente, en la medida que sus intereses se fueron vinculando con comerciantes, banqueros y grandes propietarios del suelo en cuyas propiedades se fueron impulsando el cultivo de la gramínea a través del fomento. La consolidación del complejo arrocero supuso, por tanto, la emergencia de una densa red de intereses económicos vinculados al negocio del grano, en el que intervinieron una serie de actores sociales del Puerto. En esta red de intereses cuyo vértice estaba constituido por las empresas piladoras quedaron atrapados los campesinos cultivadores. Estos debían cultivar el grano y entregarlos a los piladores para que estos lo almacenen, industrialecen, distribuyan y

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comercialicen. No por otra circunstancia estas empresas además de comprometer importantes capitales en el desarrollo de sus empresas comprometieron recursos en el almacenamiento, fomento del cultivo, transporte, con lo que se fue cerrando el círculo de intereses económicos al que estaban sujetos. A manera de ejemplo, de esta situación valga la pena tomar como ejemplo lo que se dice de una piladora más bien pequeña, La Lealtad, ubicada en Milagro, y de propiedad de Leopoldo Zea, en un anuncio publicitario, que vio a luz por 1928: “Esta fábrica está situada en la misma población de Milagro y goza de confianza y crédito de productores y compradores de arroz y café, por la honorabilidad de su dueño y los servicios de seguridad e higiene que ofrecen sus bodegas y la amplitud de la fábrica, que cuenta con carretas y mulares y un personal de empleados honrados para el transporte, despacho, etc., a toda hora. Su maquinaria es capaz, rápida y buena, y pila más de 30.000 quintales por cosecha”157. Y otro anuncio de la piladora La Central de la misma ciudad, se lee, entre otros aspectos lo siguiente: “Su caserío tiene tres bodegas capaces y nuevas para guardar arroz en buenas condiciones, situado en la calle ‘9 de octubre’, con un puente seguro, amplio y cubierto de zinc para el tráfico, y en una área, incluyendo el granero, de 3.500 metros cuadrados de extensión. El total del terreno de la fábrica es de 7.500 metros, con capacidad de otras bodegas más de seguridad. Cuenta con 3 carretas grandes para la movilización del artículo, con 12 mulares para el servicio; 5 trabajadores diarios, 1 maquinista mecánico, 1 fogonero, 1 pesador de romana y 3 auxiliares para el carguío de arroz. Esta fábrica tiene un valor de $ 30.000, más o menos”158. Finalmente, en un anuncio de la piladora Yaguachi, se lee lo siguiente: “Esta fábrica tiene lo siguiente para el servicio: una lancha, dos canoas de piezas, mulares nada, caballos de silla. Fábrica: 3 bodegas grandes, piso de caña, la fábrica es amplia y tiene pavimentación de cemento, y la máquina tiene capacidad para pilar hasta 160 q.q. diarios, por su buen estado y condiciones mecánicas buenas”159. En otras palabras, los piladores como parte del complejo industrial - arrocero habían comenzado a comprometer capitales e inversiones, además de sus empresas, en infraestructura y medios de transporte, a través de los cuales fueron controlando todas y cada una de las fases del proceso de producción. Casi todas contaban con cuadrillas de mulares, para movilizar la cosechas desde el sitio en donde estaba ubicado el cultivo, hasta carretas, carretones, y lo que era más importante, empezaron a copar el transporte por medio de canoas y lanchas que movilizaban la cosecha al Puerto Principal. Gracias a esta circunstancia pudieron no solamente – como se ha señalado más de una vez – apropiarse de la cosecha sino generar nuevos y variados mecanismos de sujetación de los campesinos arroceros que les garantizó mantener márgenes muy altos de utilidad, lo que tornó cada vez más atractivo comprometerse con el negocio arrocero.

157 Delfín Orellana, Estudios Monográficos del Ecuador T.I., pág 105. 158 Op., cit, , pág 167. 159 Op., cit, , pág 95.

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CAPÍTULO 7160 CONDICIONES PARA EL SURGIMIENTO DE LA PRODUCCIÓN ARROCERA

PRIMERA PARTE

1. Introducción

Hasta ahora hemos podido comprobar el enorme desarrollo que experimentó la producción arrocera durante las primeras décadas del siglo XX y, especialmente, durante la década del veinte. Entre otras aspectos se ha podido observar cómo el Ecuador después de ser por más de cincuenta años un fuerte importador de arroz, ya para mediados de la tercera década, pudo no solamente desplazar el grano extranjero del mercado nacional, sino convertirse en un neto exportador de la gramínea. También se ha podido comprobar, de qué manera este proceso fue de la mano con el crecimiento de la demanda interna, especialmente de la Sierra, y hasta qué punto este proceso incidió en el crecimiento de la industria arrocera. No en vano, para fines de los años veinte, ésta se constituyó – junto con la industria del azúcar – en una de las más importantes del país. Del mismo modo, se ha podido percibir (al menos, de acuerdo a la información que ha sido recogida y sistematizada en esta investigación) cómo el arroz se convirtió en uno de los artículos de consumo masivo fundamentales de la Sierra y de la Costa, circunstancia que, como natural, estimuló aún más el desarrollo de la producción. Quedan, sin embargo, y como es evidente, dos series de preguntas que merecen ser respondidas antes de seguir adelante. La primera, se refiere a las condiciones que posibilitaron este desarrollo, más que nada, en la agricultura; la segunda, a los “elementos fundamentales” o a las “bases” sobre las que descansó el proceso de producción a nivel de la agrícola que es, finalmente, la “instancia” sobre la que se estructuró toda la producción arrocera. A esta altura del trabajo – a pesar de que ello introduzca una cierta discontinuidad en la exposición – es esencial, en efecto, inquirirse acerca de estas dos series de preguntas que necesitan ser respondidas eficientemente, para seguir en la reconstrucción histórica. Este capítulo y el siguiente están destinados a esta tarea. En relación de la primera pregunta se debe señalar que el desarrollo de la producción arrocera a nivel agrícola fue posible porque se presentaron un conjunto de factores de diverso orden que permitieron el surgimiento y, más adelante, la consolidación del cultivo del arroz en las provincias del Guayas y de Los Ríos. Estos factores o, si se prefiere, estas condiciones fueron sintéticamente las siguientes: 1. La existencia en el Ecuador de condiciones naturales (geográficas, geológicas,

orográficas, climáticas) sin las cuales no hubiera podido surgir la producción arrocera. 2. La reutilización de suelos aluvionales que hasta comienzos de siglo habían sido

dejados de lado dentro de la agricultura del Litoral. Se trataba de los terrenos pertenecientes al sistema agrícola de producción prehispánico, típicos de las llanuras húmedas de la cuenca del Ríos Guayas que, gracias al cultivo del arroz, pudieron a

160 Este capítulo, como el siguiente, han sido transcritos, tal como fueron concebidos inicialmente hacia 1986. Unicamente se han realizado correcciones menores y de detalle, y se ha incorporado un par de citas bibliográficas. Sobre el particular, debo señalar que si bien se podría continuar con una línea de debate abierto en estas páginas, he preferido dejarle en su versión preliminar, aún cuando ello pueda aparecer, en algún momento, como anacrónica.

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ser usados en escala extendida, si bien sobre este punto no se pueden sacar conclusiones definitivas.

3. La especialización regional y la ampliación de los límites del mercado interno. 4. La pérdida de importancia, a raíz de la crisis del veinte, de la producción de café y de

caña de azúcar y, especialmente, de la producción cacaotera, toda vez que ello obligó a propietarios y, más que nada, a campesinos sin tierra que estaban vinculados a la producción de la “pepa de oro”, a buscar estrategias alternativas para la agricultura de las provincias del Guayas y de Los Ríos.

Fueron estos factores los que, como se insistió anteriormente, posibilitaron la emergencia de un tipo de producción que, a partir de la década del veinte, fue esencial para la economía del país. Conviene indicar, en todo caso, que dado el carácter de este trabajo el análisis de cada uno de estos factores será de carácter general. Se confía, de todas maneras, poder trazar un cuadro bastante aproximado de cada uno de ellos, de suerte que los lectores puedan formarse una idea de la condiciones para la emergencia de la producción arrocera en las provincias del Guayas y Los Ríos. 1. Las Llamadas Condiciones Naturales En relación de este punto es necesario tener presente que el Ecuador en su región Litoral dispone de particulares condiciones geográficas, geológicas, orográficas y climáticas, que posibilitaron el desarrollo de la producción arrocera en las provincias del Guayas y de Los Ríos. Geográficas, en tanto la cuenca del río Guayas (mucho más separadas de los andes que los sistemas fluviales ubicados al sur del río Naranjal161) forma, junto con la cuenca del río Esmeraldas, las zonas de tierras bajas más amplia y extensa del país. Limitada al occidente con la cordillera del Chongón y Colonche y al oriente con la rama occidental de la cordillera de los andes, la cuenca del Guayas constituye, en efecto, un área impresionante de tierras bajas en las cuales se desarrollaron particulares condiciones para la producción de arroz. “El sistema fluvial del río Guayas – dice Wolf – es el más extenso, el más hermoso y el más importante de todo el Ecuador y – podemos agregarlo sin exageración – de toda la costa sudamericana, desde Panamá hasta Valparaiso”162. Geológicas, en la medida que, como es de sobra conocido, esta es una región aluvional – diluvial de formación cuaternaria y moderna, que se ha constituido por el retiro del mar y por deposición de tierras en las partes bajas y en el lecho marino que los ríos han ido arrastrando desde la cordillera.

161 “Desde el río Naranjal hacia el norte se cambia totalmente el carácter de la región litoral, las llanuras se ensanchan, las montañas se retiran al este...”(Wolf, Teodoro, Geografía y Geología del Ecuador, Publicada por Orden del Supremo Gobierno de la República, 1892, Reimpresión Casa de la Cultura Ecuatoriana, Quito, 1975, pág 149). Dicho sea de paso, en este punto como en lo que sigue, he seguido a Wolf, no solamente porque fue el primero en enunciar sistemáticamente las características de la Cuenca del Guayas, sino porque muchas de las deducciones prácticas siguen vigentes actualmente. 162 Wolf, Teodoro, op., cit., pág 159.

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Orográficas, en el sentido de que estas tierras extensas de formación aluvional son esencialmente “bajas”, aunque no necesariamente “planas”. Por consiguiente, exceptuando ciertas modificaciones topográficas, no poseen accidentes marcados, razón por lo cual se pueden decir que son exponentes de las llanuras del Litoral. Justamente porque son “bajas” una buena parte de ellas están sujetas a inundaciones periódicas de acuerdo a las variaciones climáticas. Es decir, cuando a comienzos de enero comienzan el período de lluvias que es el inicio del invierno y que se prolonga hasta el mes de mayo. Estas llanuras no son, en todo caso, homogéneas. Presentan diferentes zonas que deben ser tomadas en cuenta. De acuerdo a Wolf las tierras de la llanura se dividen en163: sabanas, tembladeras, pozas y pajonales, playas, vegas, bancos y lomas. Ahora bien, solamente parte de las sabanas y de las tembladeras, de las pozas y pajonales, de las vegas y los bancos (más que las playas de los ríos), resultaron aptas el cultivo del arroz, de ahí que fueron en estas zonas en donde se generalizó su cultivo. Las sabanas son zonas bajas que se inundan periódicamente en invierno pero que, por lo general, en verano se secan exceptuando las partes de las tembladeras que pasan anegadas todo el año. En estas últimas, en donde predominan las gramíneas y las ciperáceas de formas gigantescas que se desarrollan mezcladas con infinidad de otras plantas, “...el agua cubre el terreno desigualmente, llegando a una profundidad de pocos centímetros a algunos metros...” 164 No obstante, “... rara vez pasa estancada porque (las tembladeras) son alimentadas por ríos, que atraviesan o se pierden en ellas, y tienen sus desaguaderos...”165 Hay que destacar que en las tembladeras existen y se hallan esparcidas las “islas”, que consisten en elevaciones del terreno de aproximadamente medio metro sobre el nivel del agua, sobre todo, en la temporada de invierno166. Las pozas y pajonales “ no son más que tembladeras en una escala reducida”. Por lo tanto, participan en todo de las características similares a aquellas. Se hallan, “...con preferencia en el sistema superior del río Guayas., en los cantones de Vinces, Baba, de Pueblo Viejo, en la región del “cacao arriba” cruzada de tantos ríos...”167 Las vegas, por su parte, “... se forman solo en los ríos que poseen causes algo hondos y corren con alguna fuerza. Son los depósitos de tierra vegetal mezcladas con lodo y arena fina, que se forman en el talud del cause, siempre al lado opuesto de la corriente fuerte del río...

163 En esta clasificación se excluyen las zonas costeras, esto es, manglares y salitrales. 164 Wolf, Teodoro, op., cit., pág 155. 165 Ibid. 166 Ibid. 167 Ibid.

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...son terrenos movedizos cambian con frecuencia del lugar, y se renuevan casi todos los años durante el invierno, cuando los ríos están llenos y arrastran mucho material en suspensión...”168 Finalmente, los bancos, “sin los cuales las provincias de Los Ríos de Guayas no serían lo que son”, son un fenómeno mucho más importante que las vegas. De todos modos, el material de que se compone es similar a estas últimas. “...es una tierra arenosa y muy sustanciosa, que deja penetrar las raíces y expandirse con facilidad y retiene la humedad a pesar de no ser compacta. Este terreno feraz que también se llama terreno de “pan sembrar”, forma la zona próxima al cause del río con un ancho variable de pocas a muchas cuadras, y es producto del aluvión del río mismo. El banco es algo más alto (a veces un medio metro o un metro) que las sabanas que siguen a sus espaldas y tienen la tendencia a extenderse hacia ellas por los nuevos aluviones que vienen sea del lado de la sabana, cuando se halla anegada, sea del lado del río cuando éste en ocasiones se desborda e inunda el banco mismo...”169 Independientemente, en todo caso, de la existencia de suelos aptos para el cultivo del arroz tanto en invierno (islas, bancos), como en verano (pozas, tembladeras, vegas170) es necesario tener presente que estas zonas bajas tenían (sin duda, mucho más que ahora) la suficiente concentración acuosa, la precipitación atmosférica y el calor indispensable para el desarrollo de este producto. Climáticamente eran, por consiguiente, los más apropiados para su producción171. Tomando en cuenta, pues, las especiales circunstancias ecológicas de la cuenca del río Guayas se puede decir que, más que ningún otra zona del territorio ecuatoriano, presentaba las características propicias para el desarrollo de la producción arrocera, no solamente en el invierno cuando las sabanas se anegaban sino en verano cuando determinadas zonas podían retener la suficiente agua para el cultivo de la gramínea. En relación con este punto hay que destacar que fue la incorporación de las diferentes tipos de suelos (islas, bancos) los que permitieron incrementar la cosecha de invierno y, más adelante, a partir de los años veinte, incorporar suelos húmedos (pozas, abras172, 168 Wolf, Teodoro, op., cit., pág 156. 169 Wolf, Teodoro, op., cit., pág 157. 170 En el siguiente punto se introducen una serie de consideraciones que tratan de relativizar la importancia de las llamadas “condiciones naturales”. 171 Conviene señalar, aunque sea de paso, que la caracterización de Wolf es fundamental no solamente por su rigurosidad, sino porque partió del conocimiento y la división del terreno que los propios campesinos ubicados en el complejo que forma la cuenca del río Guayas, habían tradicionalmente introducido. Se trata, por tanto, de una caracterización que se asienta en el conocimiento tradicional y en las prácticas cotidianas de los campesinos de la región. 172 Las “abras” son zonas semejantes a las pozas y a las tembladeras, a las que los campesinos se refieren comúnmente al igual que las “vegas”, “pozas”, “tembladeras” y que, a partir de los años veinte, fue incorporada a la “jerga” cotidiana para después pasar a formar parte del lenguaje jurídico, típico de la legislación sobre el arrendamiento de tierras. Al respecto, vale la pena tener presente la descripción que se presenta en un documento escrito hacia mediados de los años treinta, al referirse a geografía de la provincia de Los Ríos: “En pequeñas extensiones de terreno de la sabana esta es inhóspita, árida, llena de sartenejas, en verano, pero en invierno cambia de aspecto, y toda ella se vuelve verde y jocunda. En los sistemas de los ríos Vinces, Baba y Pueblo Viejo, se forman a menudo pozas y pajonales que suelen ser restos de las inundaciones de invierno....A lo largo de los ríos encontramos playas, vegas y bancos...Los bancos, llamados “terrenos de pan sembrar” son fajas de tierra fértil que forman la

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tembladeras) que permanecían inundados cuando las lluvias pasaban, iniciar los cultivos de verano. 2. La Reutilización del “Sistema de Camellones” A partir de los trabajos de Wolf, en especial de su “Geografía”, se ha considerado que los llamados “bancos”, “vegas”, “islas” de las tembladeras, eran formaciones necesariamente naturales resultado de la posición diferenciada de tierras, arena y limo vegetal, que habían sido arrastradas por el complicado sistema fluvial que forma el complejo hidrológico de la cuenca del río Guayas. Actualmente173, gracias a nuevos estudios arqueológicos, a observaciones y análisis que permite la aerofotografía, esta posición está en tela de juicio. Sobre todo, porque se ha comprobado que buena parte de los llamados “bancos”, “vegas” e “islas” que actualmente se utilizan son formaciones artificiales174, correspondientes al complejo sistema de camellones paralelos, rectangulares, circulares, propios de las formas de cultivo prehispánico en tierras bajas sujetas a inundaciones periódicas175.

zona vecina al cause del río. Resultan del aluvión del río mismo y constituyen la base de la riqueza agrícola de nuestra provincia”. (Monografía y Albun de Los Ríos, Editores Manuel E. Quintana N. Y Luis A. Palacios O. Imprenta Reed & Reed, Guayaquil –1937, pág. 6) 173 Como se indicó esto fue escrito hace quince años atrás por lo que manifiesta cierto anacronismo. De todos modos, es suficiente para exponer la tesis que se esboza en este punto. 174 Otto von Buchwald, en sus “Notas Acerca de la Arqueología del Guayas”, publicado en castellano en 1918, en el Nº 3 del Boletín de la Sociedad Ecuatoriana de Estudios Históricos Americanos, después de indicar que las “tolas” se encuentran en toda la zona del Guayas, había dicho que: “Por lo regular la tola representa la sepultura de la familia, pero parece que algunas veces se ha levantado con el objeto de ganar un lugar seco a la sabana para la construcción de casas. Por eso he encontrado tolas cuadradas y una sola en forma de ‘T’” (págs 242 –243) Y, más adelante, a los lugares habitados por los restos de los antiguos “Atacames” había señalado: “Estos últimos los encontré en las tembladeras de Zamborondón donde pude distinguir claramente túmulos artificiales para la construcción de casas, comunicadas con calzadas para facilitar el tráfico en tiempos de inundaciones periódicas..” (Ibdid) Y, al final concluía: “ En la vía Flores, más arriba del Puente de Palmar, he podido distinguir toda una población marcada por elevaciones cuadradas para potreros..”(pág 248) Estas ideas fueron, sin embargo, posteriormente olvidadas. A lo mucho en el análisis del “Período Milagro Quevedo”, contenido en las “Ultimas Civilizaciones Pre- Hispánicas de la Cuenca del Río Guayas” E. Estrada Icaza (1957), se destaca la existencia de “tolas artificiales” o “montículos”, sin más explicación, a pesar de que la existencia comprobada de varias de ellas, sugería que pudieran ser utilizadas para fines no funerarios. Con este carácter de inexplicado pasó a otros estudios (p.e.,Ecuador de Betty Meggers, 1966) hasta que luego de medio siglo las ideas de Buchwald fueron retomadas por J. Parsons en un contexto de ideas en el que señalaba que los “montículos artificiales” pertenecían al sistema de camellones agrícolas de la cuenca del ríos Guayas, el cual fue típico de las culturas pre –hispánicas “antiguas” dentro de las clasificaciones aceptadas en el país. 175 Los “camellones” son, al decir de O. Holm: “..bancos artificiales construidos en terrenos anegadizos al acumular la tierra excavada para formar alternativamente campos elevados y zanjas que los separan. Los bancos así construidos tienen varias formas: redonda, cuadradada, elongadas..”(Holm, O., Cultura Milagro – Quevedo, Banco Central del Ecuador 1981).

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Al comienzo, en 1969176, el área conocida de camellones de la cuenca del Guayas se reducía a los terrenos que se extendían al norte del Terminal Ferroviario de Durán, entre los esteros de Matanzas y Alforjas hasta el primer codo del río Babahoyo, en una extensión de 1.700 hectáreas. También se conocían, aunque no estaba calculada la extensión, las “plataformas elevadas” de los alrededores de los kilómetros 13 – 14, de la carretera Durán – Milagro y, además, las que estaban situadas al sur del río los Tintos y la población de Samborondón. Posteriormente, en 1976177, gracias a nuevos trabajos de investigación, se localizaron áreas de camellones paralelos y “plataformas cuadradas”: a) en la zona de Taura178; b) al Norte y al Este de Samborondón, en ambos lados del estero los Tintos y en el río Vinces bajo; c) cerca de Babahoyo, especialmente, al este de la ciudad, con lo cual el área conocida llegó a 25.000 hectáreas. Actualmente179, o sea luego de una serie de trabajos sistemáticos de Ken Mathewson180, se han incorporado a las áreas estudiadas nuevos campos de camellones: a) al Suereste y Norte de Milagro, en el curso medio de los ríos que bajan de los andes; b) a lo largo del río Daule, cerca de Colimes; c) al Este y Sur de Babahoyo en las proximidades del río Chilintomo. El área conocida para todo este conjunto de camellones (cuya última palabra, por lo demás, no se ha dicho) es de alrededor de 50.000 hectáreas y ya existe un mapeo general del mismo181. Curiosamente, y tal como lo reconocen los investigadores citados, es en esta zona de camellones en donde más desarrollado se encuentra el cultivo de arroz. Ahora bien, como obviamente, la apropiación del suelo no es moderna, ello induce a pensar que el crecimiento espectacular de producción nacional que se observa a mediados de la década del siglo XX, fue en gran medida resultado de la rehabilitación de los terrenos

176 Parsons, James, Campos de Cultivo Prehispánicos con Camellones Paralelos, en la Cuenca del Ríos Guayas, Separata de los Cuadernos de Historia y Arqueología” Año XXIII, Nº 40, 1973. 177 Parsons, James y Shelmon Roy, Nuevos Informes sobre los Campos Elevados Prehispánicos de la Cuenca del Guayas- Ecuador, Miselánea Antropológica Ecuatoriana, Boletín de los Museos del Banco Central del Ecuador, Nº 2, 1982. 178 Aunque la existencia de campos elevados, sin duda, va a permitir introducir nuevos elementos para analizar la cerámica de las culturas prehispánicas, a manera de curiosidad, sugiero que el investigador estudie la pieza 12 –T, que es considerada como un exponente de las “Cocinas de Brujos” que aparece en la figura Nº 33, perteneciente a la zona de Taura, recogida en la ya citado trabajo de Estrada. 179 Es decir, en 1986. 180 Mathewson, Ken y Denevan William, Agricultura Intensiva en los Trópicos, Universidad Nacional de Australia, Camberra, 1981. 181 En un estudio publicado hace no mucho y que es de los pocos que he podido revisar últimamente, pues estaba concentrado en completar otro de información, se señala que en los estudios arqueológicos sobre la secuencia cultural de la Cuenca del ríos Guayas, correspondientes al proyecto La Cadena, a 10 kilómetros al norte de Quevedo, señala que las tolas o montículos elevados hallados, hasta ahora correspondientes al estilo “Milagro – Quevedo” pueden ser ubicados en un “lapso de tiempo más amplio”. Además, señala que “no se pudo encontrar ningún indicio de que en el caso de las tolas estudiadas se trataba de tolas funerarias”, lo cual pone en evidencia que se trata de campos elevados que tienen un carácter “económico”.(Markus Reindel y Nicolas Guillaume –Gentil, El Proyecto Arqueológico La Cadena, en Primer Encuentro de Investigadores de la Costa Ecuatoriana en Europa, Ediciones Abya Yala, 1995)

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elevados, ya que estos permitieron aprovechar una serie de ventajas que, en un principio, fueron juzgadas como naturales182. En efecto, si hasta comienzos de siglo los “camellones” fueron marginalmente aprovechados en el cultivo asociativo de una serie de artículos, tales como, maíz, yuca, fréjoles, zapallos, camotes, ajíes, cacaos, maníes, tabacos, piñas..., luego de los sucesivos desmontes a mano fueron reutilizados por los campesinos de la provincias del Guayas y de Los Ríos – que en la práctica pudieron reconocer sus “naturales ventajas” – en una escala sin precedentes. 1. Porque, indudablemente, constituían terrenos ideales para el cultivo del arroz tanto en

invierno, cuando los campos elevados quedaban sobre el nivel de las aguas, como en verano, cuando las aguas retenidas permitían una nueva siembra en las zonas bajas que, por este motivo pasaron a ser conocidas a través del genérico “terrenos de vega”.

En el caso de los camellones y plataformas al sur del río Los Tintos y de Samborondón, Parsons señala que: “...casi toda la tierra ha sido desbrozada y sembrada de arroz...La superficie de las plataformas y de los camellones más altos, producen cosechas durante las épocas de lluvias, mientras que las áreas más extensas de las zonas bajas, entre las plataformas y los camellones, producen la cosecha de verano”183.

2. Porque estos terrenos disponían de un excelente sistema de drenaje (considerado

generalmente como “natural”), sin el cual no hubiera sido posible el cultivo de arroz. No hay que olvidar que el cultivo de esta gramínea solo puede realizarse si es que las aguas que “bañan” los suelos no se hallan completamente estancadas. Dicho sea de paso, la forma de drenaje propio de los campos elevados era de fácil mantenimiento, por esta razón estos suelos resultaron aún más atractivos para los campesinos arrendatarios.

3. Finalmente, porque gracias a la cantidad de materia orgánica, limo y arcilla, que se

depositaba en los bordes de los camellones se podía disponer de elementos que permitían el mantenimiento físico de los “campos” y también su mantenimiento mineral, circunstancias que incidieron obviamente en su productividad.

Se debe señalar, en todo caso, que el conocimiento de los montículos elevados con fines agrícolas no pasó a ser establecido a finales de los sesenta, cuando se dio importancia a los sistemas de cultivo y producción prehispánicos sobre campos elevados. En la práctica, después de los estudios de Buchwald, empezó a ser reconocido durante los años veinte y treinta. En una Monografía de la provincia de Los Ríos, publicada en 1937, por Quintana y Palacios, al hablar del Habitante Antiguo, se señala, por ejemplo que:

182 Como lo reconoce A. L. Brownringg, la rehabilitación de los campos elevados de la cuenca del Guayas en el siglo XX no parece haber sido la única que se ha experimentado en el Ecuador. (Sobre este punto véase, de esta autora, Al Futuro desde la Experiencia, Ediciones Abya Yala 1986) 183 Parsons, Ja. Campos de Cultivos Prehispánicos, pág 189.

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“La tolas y montículos artificiales que encontramos en nuestra provincia, (han sido) construidas una para sepultura y otra para levantar el terreno y fabricar viviendas en las partes anegadizas..” Y, poco más adelante se destacaba: “Las tolas se hallan esparcidas en todo el territorio de la provincia, y muy pocas son las que se han excavado. Apenas, algunas en Chilintomo, Puebloviejo, Pimocha, Vinces, Quevedo, pero de manera sistemática ninguna. Las excavaciones casi siempre parece que fueron efectuadas en afán codicioso de hallazgo de tesoros...” Y, a continuación se indicaba: “En muchos lugares de nuestro recorrido provincial encontramos fragmentos de cacharros de diversas formas y con curiosas decoraciones, que de nada sirven, desgraciadamente, para un estudio comparativo. De modo especial, en las inmediaciones de Chilintomo y la Jauga, (cantón Babahoyo) en que hay buen número de montículos artificiales, por ser zona anegadiza, los campesinos a cada paso nos muestran restos de artefactos extraídos de las tolas, pero que ellos teniéndoles a menos los rompen sin piedad. En el pueblecito de Jujan, que confina con Los Ríos por la margen derecha del río Chilintomo, nos refirió una señora que, cerca de un desmonte, en una lomita, cierto compadre de ella, al hacer excavaciones en busca de entierros halló una infinidad de esqueletos...184” Debido, pues, a las ventajas particulares que ofrecían los sistemas de cultivo pre –hispánico, éstos fueron, desde comienzos del siglo y especialmente desde la década del veinte, rehabilitados en la práctica por los campesinos “desmonteros” en una escala sin precedentes, con el objeto de dedicarlos al cultivo de arroz. Fue este fenómeno, a no dudarlo, uno de los factores que permiten explicar el notable crecimiento del cultivo del arroz que se observa en la cuenca del río Guayas, a partir de 1918. Difícilmente se puede entender, en realidad, el gran desarrollo que experimentó la producción de arroz en las provincias del Guayas y de Los Ríos en este período si es que no se toma en cuenta esta condición específica, que es tanto más importante de lo que parece cuando se recuerda que el cultivo de la gramínea durante estos años no estaba mecanizada, sin embargo de lo cual el Ecuador, ya para 1930, alcanzó una condición de neto exportador de grano con niveles de productividad que le ubicaban por encima de la media internacional. 3. La especialización Regional y la Ampliación de los Límites del Mercado Interno.185 El incremento de los precios de los “granos”, tales como, arveja, fréjol, habas, maíz, cebada, trigo, en una escala mucho mayor que el arroz, desde 1918 hasta 1930, sin duda, contribuyó – como se ha destacado anteriormente – a una disminución de la demanda de 184 Y al final concluye, “Quizás en el enorme arsenal inexplorado de nuestros montículos artificiales, se logre hallar algún día algo semejante al basalto egipcio de Roseta, que nos dé la clave de los tiempos remotos y haga la luz en el pasado prehistórico provincial y nacional”. (Monografía y Labun de Los Ríos, pág 17) 185 En este punto se hacen una pocas consideraciones de orden general complementarias a las que se realizaron en el capítulo anterior.

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estos productos y a una incorporación cada vez más acentuada de este artículo a la dieta de los “costeños” y, más que nada, de los “serranos”. Al punto de que, ya para finales de la década del veinte se podía decir que, a pesar de que era un artículo “exótico”, formaba parte de los productos básicos de la alimentación de los ecuatorianos asentados en esta región. La disminución de la demanda de “granos” de origen serrano condujo, en todo caso, a una disminución de su producción y, además, a una especialización de las economías del altiplano en productos que tuvieran “salida” en el mercado interno. Desde finales de la década del diez se observó, en efecto, una especialización de esta región en algunos productos fundamentales, entre los cuales sobresale la papa. Una de las consecuencias del incremento de la demanda de arroz y de plátanos procedente de la Costa (es decir, de las provincias del Guayas y de Los Ríos) fue, en este sentido, un incremento de la demanda de papa procedente de la Sierra, tal como se puede apreciar del análisis de los volúmenes de carga transportados por los ferrocarriles. En estos años se produjo, pues, una especialización regional que favoreció el intercambio y posibilitó un proceso de modernización en las economías vinculadas a la producción de esta clase de artículos186. Ahora bien, en el caso de la “Sierra” este fenómeno no solamente que ocasionó una pérdida de importancia de la producción de “granos” para el mercado y una especialización regional en productos de alta demanda en la Costa, como la papa, sino que ello condujo a una especialización dentro de la misma producción indígena y campesina. Una de las características de éste tipo de producción - como es de sobra conocido – era, en realidad, el desarrollo de formas asociativas de cultivo de carácter complejo y múltiple a las que pertenecían el maíz, frejol, haba, papa, mellocos, ocas, camotes, mashua, entre otros. Ahora bien, la integración creciente al mercado de la producción agrícola tradicional se tradujo también en una disminución de estas formas de cultivo y en una creciente especialización de la producción, de manera de elevar la productividad y, por ende, disminuir los niveles de precios observados. Tanto la una como la otra fueron, por tanto, aspectos de un proceso de especialización que con los años se fue tornando aún más marcado, si bien en la década del veinte empieza a ser perceptible. Se debe tener presente, por lo demás, que – como ya se ha señalado en más de una ocasión - la disminución del abastecimiento de un conjunto de artículos como lentejas, fréjol, arveja, cebada (sobre todo, cebada en grano, conocida como “arroz de cebada”) creó una de las condiciones para que tanto en la Costa como en la Sierra, algunos de estos productos empezaran a ser sustituidos por otros de más fácil acceso. Uno de estos artículos – seguramente el más importante – fue, sin duda, el arroz. De ahí el gran incremento de la demanda interna, especialmente en la región central del país, que se observó en la década del veinte. De la mano con la especialización regional se puede apreciar, pues, un incremento sustancial del mercado interno para productos como el arroz y plátanos, en la Sierra, y papa en la Costa, fruto de la pérdida de importancia de la producción tradicional y de la cada vez mayor dependencia de las economías campesinas del intercambio de productos. Este incremento de los límites del mercado interno para el caso del arroz fue posible porque, además, de los precios relativamente bajos, pudo integrarse como

186 Sobre el proceso de modernización que experimentó la producción regional vinculada a la producción de papa a comienzos de siglo, debe consultarse el trabajo de Carlos Arcos y Carlos Merchán, antes citado.

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sustituto de ciertos productos, sin que afectara sustancialmente las combinatorias alimenticias propias de los ecuatorianos de una y otra región. En el caso de la Sierra, esto sucedió especialmente - como se ha insistido a lo largo de este trabajo - dentro de la población urbana. Pero, se tiene la impresión que, ya para finales de la década del veinte, esta situación afectó también a las economías indígenas y campesinas del altiplano, cada vez más limitadas por la escasez de tierras y por la especialización que les imponía la agricultura mercantil187, lo que les obligó a campesinos - indios a buscar sustitutos a nivel de productos que les permitieran satisfacer sus necesidades. Esta popularización del arroz a nivel indígena188 en un principio parece que fue generado por un lado, por los migrantes a la Costa189 que temporalmente bajaban a trabajar en la “zafra” de los grandes ingenios de azúcar de la zona Milagro – Naranjito (Valdéz, San Carlos, Supaipungo) y por otro, por las personas privilegiadas190 de esas comunidades, debiéndose añadir que, en un principio se consumía en ocasiones excepcionales, tales como, festividades. Solamente más tarde, es decir durante la década de los treinta, cuando se produjo una degradación irreversible de los sistemas de producción tradicional y a consecuencia de ello disminuyó la “panóplia de cultivos”, fue cuando el arroz adquirió carta de naturalización a nivel de la dieta cotidiana. En relación de este punto es necesario señalar lo siguiente. El consumo del arroz, a partir de los años veinte se popularizó en los sectores indígenas del altiplano porque pudo sustituir a otros productos cada vez más escasos considerados “similares” dentro de los códigos culturales vigentes. Al respecto se debe tener en cuenta que, de acuerdo a las clasificaciones indígenas, los alimentos se dividen en fríos (frescos), templados y cálidos191, y puesto que el arroz es considerado un alimento “fresco”, de hecho, pudo ser 187 Hasta hace poco, uno de los más investigadores más prolíficos y reconocidos en el país, en un trabajo de vieja data señalaba que la disminución del “fondo de consumo” de los campesinos – indios del altiplano, no solamente en calidad y en cantidad, señalaba que ello se debió a la reducción en extensión y calidad de la tierra cultivable y a la mayor dependencia de éstos como productores y consumidores del mercado (Sánchez Parga, José, Estrategias de Supervivencia, artículo incluido en Estrategias de Supervivencia en la Comunidad Andina, Ediciones CAAP, 1984, pág 36). 188 Un investigador señala que la generalización del consumo de arroz a nivel indígena se debió al corto tiempo de coacción del producto porque, en un mundo como el del ande en el que escasea la leña y, además, porque es cada vez más imperioso dedicar el tiempo dedicado a la cocina y, en general, a la reproducción, a otras tareas. Al respecto señala que: “En la lógica de difusión (del arroz) hay siempre un aspecto práctico y en este caso adquiere una importancia fundamental: el arroz es un producto “limpio” y su cocción es rápida. El tiempo de trabajo en la cocina tiene mucha menos importancia que la imperiosa necesidad de ahorrar combustible y ahorrarse un largo trabajo de limpiado”. Esto último como sucede, por ejemplo, con la cebada y con los “granos duros” en general. (Santana Roberto, Campesinado Indígena y Desafío de la Modernidad, Ediciones CAAP, 1983, pág 63). 189 Santana, Roberto, op., cit, pág 63. 190 Ibid. Conviene señalar que aunque este autor circunscribe algunas de sus anotaciones a las comunidades Zaraguro, se trata de observaciones de carácter de carácter general, que pueden ser aplicadas, en mayor o menor medida, a buena parte de las comunidades de la Sierra. 191 La determinación de cálidos, frescos y templados, al parecer está relacionado con un conjunto de circunstancias: 1. La influencia que ejercen sobre el cuerpo de las personas. En este sentido, se pueden clasificar en alimentos que mantienen el equilibrio del cuerpo (el cual no es ni frío ni caliente); alimentos que desequilibran al cuerpo; alimentos que permiten recuperar el equilibrio; 2. Alimentos que tienen relación con el medio ambiente natural con el cual están en permanente contacto y del cual adquieren sus propiedades: agua, sol, viento, lluvia, tierra; 3. Por sus características externas: color, olor, etc. En el caso de los animales (cuyas partes o la totalidad del

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consumido sin problemas y sustituir a productos como los granos, y también a otros artículos como papas, camotes, yucas, ocas, que son considerados igualmente frescos. Por lo demás, como es un producto que se cultiva en agua pero en climas cálidos, también es considerado templado, razón por lo cual también pudo sustituir a ciertos productos que estaban ubicados en esta categoría. Tal es el caso de ciertas variedades de maíz, habas arvejas, que a veces se consumen molidos o quebrados, y que también están clasificados como “sucios” (con cáscara) y frente a los cuales el arroz presenta indudables ventajas. Hasta donde se puede percibir, por tanto, desde finales de los años veinte, el arroz pudo empezar a sustituir a ciertos productos tradicionales porque se pudo integrar a la dieta sin romper los códigos culturales vigentes en el mundo indígena; también pudo servir de base para nuevas combinaciones de vegetales y animales que son típicas de las asociaciones a las que se sujeta la preparación y consumo de los alimentos en distintas zonas del Ecuador192. Esta última afirmación merece una breve aclaración. El incremento de la frontera agrícola que se observa en las provincias del Guayas y de Los Ríos, sobre todo, a partir de la década del veinte, fue resultado de los “desmontes” que se realizaron, los cuales permitieron la generalización la producción arrocera y la consolidación en la gran propiedad de una ganadería extensiva. Tal fue el caso, por ejemplo, de la gran propiedad de Enrique Gallardo llamada La Aurora, en la que se estableció una ganadería de carne y leche que dio origen a la empresa lechera del mismo nombre, mientras en otra zona se consolidaba el cultivo extensivo del arroz y se establecía una piladora de arroz. Ahora bien, siguiendo la diferenciación entre productos de distintas zonas, se debe señalar que el arroz (que se cultivaba en una zona) sirvió de base para el consumo de carne de ganado vacuno (que se producía en otra zona). No obstante, como este tipo de carne era cara y escasa, por lo cual solamente se la consumía marginalmente, los campesinos, siguiendo sus códigos culturales vigentes, empezaron a consumir el “arroz seco” que se producía en la zona húmeda y que era considerado un alimento fresco como “acompañado” de carne de chivo que se producía en la zona seca de la Península de Santa Elena, y que era considerado un alimento cálido193.

cuerpo al igual que en el caso de los vegetales también son clasificados como cálidos, frescos o templados) se debe tomar en cuenta, además: a) el sexo; b) el tipo de comida que consumen. Por lo demás, al analizar la relación de los alimentos con el cuerpo de las personas es necesario tener en cuenta la edad de éstas, el sexo y el estado (en el caso de las mujeres, por ejemplo, si están o no embarazadas) así como la situación social por la que atraviezan. Ahora bien, como el arroz es considerado como fresco se halla catalogado entre los alimentos que pueden ser consumidos con mayor facilidad. 192 Tal como lo había tratado de señalar en otro trabajo, las asociaciones y combinaciones a nivel de la alimentación entre especies vegetales y entre éstas y las animales destinadas al consumo, se rigen no solamente por su clasificación general entre fríos (frescos), templados y cálidos, sino también de acuerdo a las asociaciones que se establecen entre especies en los espacios y zonas en donde se desarrolla el proceso de producción.(Véase, Espinosa, Roque, Parentesco y Reproducción en Manabí, Ediciones Abya Yala, 1989) 193 En este punto se sugiere que las clasificaciones de alimentos en fríos, frescos, templados, cálidos, no solamente es típico de las comunidades indígenas de la sierra sino del mundo campesino costeño y, en general, de los sectores populares del Ecuador.

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Fue esta posibilidad de ajustarse a las diversas combinaciones de vegetales (arroz con “menestra” de lenteja, por ejemplo) como a las distintas variedades de carnes, como la del “chivo”, por ejemplo, lo que permitió que el arroz pudiera lograr en las provincias del Guayas y de Los Ríos, y en la Costa en general, una gran popularidad desde comienzos de siglo194 y que, ya para la década del veinte, alcanzara gran difusión en las provincias de la Sierra. Y, fue esta aceptación del arroz a nivel del consumo, sin duda, una de las condiciones que posibilitaron el desarrollo de la producción arrocera en los niveles que se observó entre 1921 a 1930, período en que se consolida esta rama de la producción. 4. La Crisis de la Producción Cacaotera Las posibilidades de aprovechar al máximo las particulares condiciones naturales de las que gozaba el país; de utilizar los sistemas productivos prehispánicos cuya importancia se fue revelando a medida que se hacían “nuevos desmontes”; de aprovechar el crecimiento de la demanda interna, procedente particularmente de la Sierra, en donde la especialización regional había limitado la producción de una serie de productos tradicionales, indudablemente, se vieron favorecidos por la crisis del sector cacaotero. En efecto, si hasta finales de la segunda década del siglo XX el cultivo y la industrialización de la gramínea alcanzaron un acentuado crecimiento, tanto una como otra, siguieron siendo actividades secundarias dentro de la economía nacional. Fue necesario que el país se sintiera sacudido por el derrumbe de las exportaciones cacaoteras para que las “personas comprometidas en el agro” (es decir, plantadores, exportadores y banqueros) empezaran a buscar alternativas a la agricultura de la cuenca del Guayas. Al comienzo, a finales de la década del diez, cuando fue evidente que las enfermedades que enfrentaba el cacao habían alcanzado una extensión y una difusión enorme, afectando a la mayoría de las haciendas cacaoteras, se decidió por parte de la Asociación Nacional de Agricultores, fundar la Estación Experimental de El Chobo en Milagro, para lo cual se contrató un experto internacional el Señor Rorer, apoyados por varios técnicos nacionales: al comienzo, A. Pachano y, más tarde, E. Molestina. Los resultados de la Estación El Chobo fueron - hasta donde se conoce - ineficaces, pese a los esfuerzos realizados, particularmente, cuando se presentó la Escoba de Bruja que terminó por liquidar las afectadas plantaciones cacaoteras atacadas por la Monilla. No obstante, desde esta institución se impulsaron varias iniciativas subsidiarias. Se inició un proceso de experimentación para generar nuevos productos de exportación, entre ellos, café y arroz. A través del trabajo de la Estación y de sus técnicos se introdujeron en el Ecuador nuevas variedades de café195 y arroz. La variedad “Canilla” que alcanzó gran difusión, permitiendo uniformizar la calidad y elevar la productividad en la pequeña producción campesina, seguramente, fue la más importante. Además, se iniciaron

194 Sobre la importancia del consumo de arroz en las provincias del Guayas y de Los Ríos, como el acompañado típico del chivo en las festividades más importantes de la vida del campesino, desde antes de la década del veinte, vale la pena recordar el cuento de J.A. Campos, titulado la “Boda Rusticana”, en donde se destaca que:

“La pobre señora (es decir, la madre de la novia) venía sudando con una olla enorme de arroz con carne de cabrito. (Que) es el manjar clásico de las grandes festividades lugareñas...” (Campos, José Antonio, Ediciones Ariel Nº pág 44).

195 Durante el tiempo que trabajé con los campesinos de Manabí, pude conocer que durante los años 30 se introdujeron nuevas variedades de café a las montañas de la zona Sur y del Occidente. Se trataba de la variedad de café “Arábigo”, que fue introducido desde la provincia del Guayas.

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experimentos para modernizar la agricultura empleando métodos mecánicos que fueron introducidos en ciertas “haciendas modernas”, tales como la Venecia, San Miguel, La Aurora. A comienzos de la década del veinte, se impulsó, por consiguiente, la diversificación de la economía de exportación, particularmente, cuando fue obvio que la crisis del cacao había adquirido un carácter catastrófico. Sin embargo, cuando la Asociación Nacional de Agricultura entró en crisis, los esfuerzos de la Estación se paralizaron196. Fue necesario que el gobierno de I. Ayora, en 1927, asumiera una política de apoyo abierto a la agricultura para que se reiniciaran los trabajos, esta vez al mando de un experto hindú (el señor Butta) contratado por el gobierno nacional y apoyado por el técnico nacional E. Molestina. Una vez, en realidad, que la crisis del cacao demostró a los principales sectores económicos del país, al gobierno y a las diversas instancias estatales que no se podría alcanzar – al menos no en el corto plazo – una recuperación del sector, la producción del arroz logró un incentivo renovado que contribuyó a su desarrollo. Esto último porque fue evidente para los distintos actores que, en base de la experiencia alcanzada durante los primeros años de la década del veinte, éste podía convertirse en un importante “reglón” de exportación. No por otra razón, el gobierno de Ayora introdujo – como se ha señalado -una serie de medias de apoyo197, tales como, la expedición de la Ley de Prenda Agrícola, la creación del Banco Hipotecario y la definición de una política que favoreció al sector arrocero lo cual, entre otros aspectos, permitió reactivar los trabajos de investigación y asistencia técnica en la Estación Experimental de El Chobo. Sobre este punto hay que señalar que los nuevos esfuerzos que se realizaron hacia finales de la década del veinte desde la Estación Experimental, si bien fueron importantes a nivel de la industria, no tuvieron ningún efecto a nivel de la agricultura. Las recomendaciones generadas por el experto hindú fueron, en realidad, interesantes en la medida que contribuyeron a uniformizar la calidad del grano y a introducir a nivel industrial una serie de recomendaciones relacionados con la limpieza, secado, almacenamiento e industrialización de la gramínea, pero no desarrollaron nuevas respuestas en el ámbito estrictamente agrícola198. Esto fenómeno se debió a varias razones. Una vez que los grandes propietarios de las provincias del Guayas y de Los Ríos, así como comerciantes y banqueros, estremecidos hasta la base por el derrumbe de las exportaciones cacaoteras, empezaron a darse cuenta que entregando tierras en arriendo, adelantando dinero para la realización de “nuevas desmontaciones” que les aseguraba

196 La Estación Experimental de El Chobo – decía un documento de la época- “empezó a dar magníficos resultados; pero, como todas nuestras cosas, pasó al olvido por la inercia tan propia de nuestra raza” ( Navas Buenaventura, José, Monografía Histórica e Ilustrada del Cantón Milagro, 1922, pág 85) 197 La impresión que se tiene es que el gobierno de Ayora apoyó la recuperación de la agricultura, en la medida que comprendió que el Ecuador estaba en condiciones de generar nuevos productos de exportación alternativos al cacao. Además, porque uno de esos productos era el arroz que había empezado ha alcanzar gran difusión en la cuenca del Guayas y en las haciendas no tradicionales, exponentes de un sector no vinculado a la Asociación Nacional de Agricultores. 198 Buena parte de las recomendaciones del técnico Butta está recogidas en Ecuador Agrícola, Revista Mensual de Agricultura, Ganadería e Industrias, Organo de un Grupo de Agricultores, Director Benjamín Rosales Pareja, Vol. II, Nº 10, Septiembre de 1929, Vol. II Nº 11, Octubre de 1929, Vol. II, Nº 12, Noviembre de 1929, Vol. II Nº 13, Diciembre de 1929.

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monopolizar la industrialización, distribución y comercialización del grano, sus esfuerzos se concentraron más en mejorar y ampliar sus instalaciones e infraestructura, modernizar la maquinaria, introducir formas más modernas de almacenamiento, secado y acopio, que en introducir nuevos métodos del cultivo y producción, como se había intentado a comienzos de la década. Antes bien, se puede decir que una vez consolidado el arriendo y el fomento, estos esfuerzos iniciales por “modernizar la agricultura”, se postergaron indefinidamente. La crisis del cacao sirvió, en este sentido, no solamente para generalizar el fomento y el arriendo de tierras sino, en cierta medida, para modernizar la industria del pilado. Además, hay que resaltar lo siguiente. Cuando los propios plantadores cacaoteros, empezaron a aprovechar el marco jurídico constituido a partir de la Revolución Juliana con el objeto de enfrentar la crisis, desarrollaron una estrategia compleja de transformación de las plantaciones tradicionales199, mediante la cual una parte de sus unidades se destinó a la ganadería extensiva, otra al sembrío del café y de frutas tropicales y, algunas de las partes bajas, al cultivo del arroz. El cultivo del arroz, hacia finales de los veinte, recibió, pues, un impulso aleatorio en le medida que las propias plantaciones cacaoteras iniciaron un proceso de transformación sistemático. Si algo se puede decir respecto de este punto es, por tanto, que la crisis del cacao creó las condiciones concretas para la consolidación de la producción arrocera. De una parte, porque obligó a los sectores económicos de las provincias del Guayas y de Los Ríos, a encontrar una alternativa, que se perfiló en el café y, más tarde, en el arroz. De otra parte, porque estas iniciativas fueron recogidas e impulsadas por el gobierno de I. Ayora que no solamente creó un marco jurídico que contribuyó al crecimiento del sector, sino porque posibilitó reiniciar las actividades de la Estación Experimental de El Chobo, cuyas recomendaciones terminaron favoreciendo más al sector industrial que al sector agrícola. Del mismo modo, porque gracias a la legislación creada y en base del incremento de la demanda interna y externa, el arroz, desde 1928 alcanzó un gran crecimiento y con ello, en la práctica, pudo efectivamente convertirse en un “reglón” de exportación, alterno al cacao. Finalmente, porque la propia plantación (en el marco de la legislación expedida) inició un proceso de transformación que impulsó la producción arrocera en las zonas bajas. Esto último fue posible porque el arriendo de tierras y el fomento introdujeron una modificación de las relaciones económicas vigentes en el agro, que permitieron la transformación de las grandes propiedades de las provincias del Guayas y de Los Ríos, incluso en la misma plantación cacaotera. En otras palabras, porque la consolidación de

199 He señalado que el proceso de transformación (cuando esto fue posible) de las plantaciones cacaoteras fue “compleja” porque no solamente implicó la transformación de las huertas en cultivos como frutas tropicales (plátanos especialmente), café, sino el desarrollo de una ganadería extensiva en una zona y en otras zonas arroz. La Revista del Banco Del Ecuador, en marzo de 1930, señalaba al respecto: “..mientras se opera la curación de la almendra de oro, las huertas destruidas han sido utilizadas en parte en el sembrío de café...,y los terrenos que no se aprovechan en el café se han destinado al arroz, a las frutas tropicales, a la ganadería...” (Revista del Banco del Ecuador Nº 91, marzo de 1930). Debo señalar, aunque sea de paso, que este proceso de transformación hasta donde fue posible se logró porque las mismas plantaciones eran unidades en donde se desarrollaban una serie de actividades agrícolas, pecuarias y, en algunos casos, industrales.

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la producción arrocera, anclada en el arriendo de tierras y en el fomento de cultivos, fue una alternativa para los sectores económicos de las provincias del Guayas y de Los Ríos, circunstancia que permitió la transformación de la plantación cacaotera y la emergencia de un nuevo sector económico vinculado a esta rama de la economía. Pero, si fue fundamental para los sectores económicos más importantes del Puerto cuyos intereses se extendían a las provincias del Guayas y de Los Ríos, no hay que perder de vista que el arroz fue una alternativa también para los propios campesinos que habían visto cómo la producción de caña de azúcar, tabaco y cacao entraban en crisis y estos fenómenos les convertía en fuerza de trabajo que andaba por los campos en busca de trabajo. Es decir, porque fue una salida a la desocupación que durante los años veinte y a comienzos del treinta se hizo presente de manera acentuada en el agro. Sobre todo, cuando la crisis de la gran plantación obligó a desplazar una creciente cantidad de mano de obra hasta ese momento comprometida en el cultivo, comercialización, transporte, de la “pepa de oro”. Unicamente, en realidad, cuando los campesinos vinculados a la plantación cacaotera fueron cada vez más conscientes de que cultivando arroz podían sobrevivir e hipotéticamente progresar, la producción de la gramínea experimentó un impulso espectacular. En relación de este punto hay que recordar que el cultivo de arroz, durante la década del veinte, más que ninguna otra actividad sirvió de “refugio” para los campesinos que habían sido “dados de baja” de las plantaciones cacaoteras. En relación de este punto es muy interesante las observaciones contenidas en el Informe del Ministerio de Obras Públicas Agricultura y Fomento correspondiente al año 1931 –32, en el cual se señalaba enfáticamente que: “Con respecto a la producción de arroz en la costa, este Departamento en vista de los informes que a la Dirección de Agricultura ha enviado el técnico experto Butta, encuentra que si ha aumentado la producción durante los últimos años, este aumento se debe a que casi paralizados los trabajos de las grandes haciendas, los brazos que han quedado desocupados buscaron la forma de evitar la muerte por hambre”200. En síntesis se puede decir, pues, que la caída de las exportaciones que se iniciaron a comienzos del veinte posibilitaron la consolidación de la producción arrocera en las provincias del Guayas y de Los Ríos, tanto a nivel de la agricultura como de la industria. La crisis del cacao fue, en ese sentido, una de las condiciones generales que contribuyó al crecimiento de esta rama, entre otras cosas, porque permitió generar un conjunto de respuestas a nivel de los sectores productivos y del Estado que convirtieron al arroz, en una de las alternativas a la exportación, tal como se fue haciendo evidente a partir del año de 1928, cuando los envíos de la gramínea al extranjero empezaron a elevarse sustancialmente.

200 Informe que el Ministro de Obras Públicas, Agricultura y Fomento Presenta a la Nación, 1931 –1932, Imprenta Nacional,m Quito, 1932, pág 83.(Más adelante cuando se discuta sobre las formas de trabajo dentro de la producción arrocera se podrán algunas consecuencias de la situación que el Ministro de Agricultura, enfatiza.)

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CAPÍTULO 8 ARRIENDO Y FOMENTO

1. Consumo y Producción de Arroz Durante el siglo XIX las ecuatorianas de las clases altas del Puerto aprendieron a utilizar “agua de colonia” y, al igual que las mujeres de la Sierra, a usar cosméticos y afeites, a fumar, a utilizar ceñidores y corsés. Más adelante, aprendieron a usar bombachas, sombrillas de seda para el sol y camisas de encaje. Los exportadores y negociantes representantes de los sectores acomodados y los terratenientes de la Sierra, por su parte, aprendieron a usar levita de casimir, pechera, puños y cuellos postizos, sombreros de copa alta, capa, corbatín; luego les dio por usar polainas, guantes de previl, trajes de casimir inglés o de “lino crudo”, bombín, “jipijapa”, corbata ancha; a veces prótesis dentales, rapé. Unas y otros aprendieron, de igual forma, a consumir mistelas, oporto, champán, alimentos en conservas, harina americana con el fin de hacer budines y pasteles, tortas y galletitas, manteca extranjera para mejorar la calidad del pan y, a veces, hacer fideos. Así mismo, aprendieron a comer arroz, un producto que venía de lejos y que, por tanto, era lo suficientemente exótico para ser atractivo. Además, era “blanco”, permitía alcanzar una buena figura e hipotéticamente era más sano que los alimentos típicos del país. A comienzos del siglo XX el arroz había adquirido tal aceptación entre las “clases altas y medias” que, por ejemplo, en un manual de cocina publicado en 1908, se indicaba que con este producto se podían hacer tortas, “pudines”, tamales, quimbolitos, buñuelos, además de arroz relleno, arroz a la valenciana, arroz con leche y a la turca, a parte de coladas que eran muy propias del país en esa época201. Gracias, sin embargo, a sus peculiares características o, si se prefiere, debido a los múltiples usos que se le podía dar a este producto, pronto se convirtió también en un artículo muy apetecido por los estibadores, buhoneros, aguadores, empleados de las casas comerciales, funcionarios del cuerpo de bomberos del Puerto, trabajadores de la Empresa de Carros Urbanos de la ciudad de Guayaquil. Posteriormente, empezó a ser consumido por los cholos de la península de Santa Elena y por los montuvios de “tierra adentro”, quienes consideraban que el arroz seco pilado era “llenador”, amén de que se lo podía combinar con otros productos vegetales y animales, algunos de los cuales estaban desapareciendo o eran cada vez más difíciles de conseguir. Hay que insistir en un hecho importante. No es que antes de comienzos del siglo XX no se hubiera consumido arroz por parte de estos sectores sociales. En realidad, durante el siglo XIX éste era un producto que se lo cultivaba frecuentemente en la cuenca del Guayas202, como parte de los “cultivos de los montuvios”, y se lo consumía descascarándole a “punte pilón”. Sin embargo, a partir del último tercio del siglo XIX, la importación creciente de arroz decorticado demostró a los ecuatorianos de entonces las múltiples posibilidades de consumo que este producto ofrecía. Circunstancia, esta última, que amplió su demanda y le hizo muy apetecido no solamente por las clases altas sino también por las clases “menos acomodadas” del Puerto Principal, las cuales les

201 Manual de la Cocinera Nacional, Quito, Imprenta Gutemberg, 1908. 202 Más arriba del Balao, en donde “los bosques toman una forma diferente” – decía Terry en 1832 – “se han abierto unos claros para el cultivo de arroz y plátano” (Adrian Terry, Viajes por la Región Ecuatorial de América del Sur, 1832, Ediciones Abya Yala, 1994.

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integraron a sus patrones tradicionales de consumo. Desde finales del siglo XIX hasta comienzos del XX estos sectores, en efecto, fueron integrando a su alimentación el arroz, al punto de que este se convirtió, ya por esos años, en el “pan del día”, junto con el plátano y la yuca. Naturalmente, este fenómeno, sumado al hecho de que el Ecuador tenía condiciones naturales favorables, y disponía de una creciente población compuesta por montuvios e indios de la Sierra que habían empezado a emigrar “A la Costa203”, de manera cada vez más acentuada204, hizo posible su cultivo, en una escala no sospechada hasta ese momento. Fue así como, a comienzos del siglo XX, se empezó a generalizar la producción de arroz en las zonas bajas de las provincias del Guayas y de Los Ríos. El incremento del cultivo trajo como consecuencia, en todo caso, el surgimiento de la industria arrocera, lo cual, a su vez, incidió notablemente en la expansión de la demanda interna. A través de un proceso de condicionamiento mutuo (la industria y la agricultura) posibilitaron la consolidación de un sector que, ya para comienzos de la década del veinte, era muy importante para la economía del país y, para los cuarenta, se convertiría en el principal producto de exportación. A lo largo de los capítulos anteriores se ha analizado con cierto detenimiento, este proceso. No obstante, y como ya lo indicamos, algunas preguntas merecen todavía ser esclarecidas. Una de las más importantes es, sin duda, ¿cuáles eran los elementos sobre los cuales se articuló el proceso de producción a nivel de la agricultura?; ¿qué era el arrendamiento de tierras y el fomento de cultivos?. Las páginas siguientes están dedicadas a tratar estos puntos, no tanto para arribar a conclusiones definitivas, sino para introducirnos en una problemática sobre la que más de una vez habrá que volver. Hay que esperar, de todos modos, que estas observaciones “desbrocen”, “allanen” un camino por el que es necesario transitar insistentemente. 2. El Cultivo de Arroz en las Provincias del Guayas y de Los Ríos

El Cultivo de Arroz en la Plantación Cacaotera Algunas de las más importantes investigaciones que se han realizado en el Ecuador sobre la plantación cacaotera han destacado que, al interior de ésta, se desarrolló la pequeña producción de subsistencia. Sembradores205 y peones206 pudieron, en efecto, disponer de

203 A La Costa, es la novela de Luis A. Martínez, que denuncia cómo el proceso de migración no solamente afectó a la población indígena, sino a los sectores medios de las ciudades del interior, que se fueron familiarizando con otras “formas de vida” y alimentación. 204 Deler, J., Del Espacio Al Estado, pag. Banco Central del Ecuador, 1988. 205 La sembraduría es una forma de trabajo o, si se prefiere, una “relación entre el trabajador y el propietario de la tierra, mediante la cual un productor directo, en general una familia, se obliga a sembrar una cierta cantidad de árboles prestablecida en un territorio no cultivado, previamente de propiedad o en posesión del propietario. En retribución la unidad familiar puede usufructuar ciertos cultivos complementarios a la producción cacaotera...; percibir adelantos monetarios o préstamos, en relación al estado de la siembra; percibir jornales en la plantación, cuando sus actividades de sembrador lo permiten; y recibir el momento (de entrega de los árboles sembrados) un pago monetario (que representa la “redención”) por cada uno de los árboles en buen estado...” (Chiriboga, Manuel, Jornaleros y Gran Propietarios en 135 de Exportación Cacaotera, Consejo Provincial de Pichincha, 1980, pág 244).

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espacios y lotes de terreno en donde pudieron cultivar sus productos de consumo que eran indispensable para la reproducción de la fuerza de trabajo familiar. En el caso de los sembradores estos espacios los recibieron como parte de la retribución de su trabajo y, por medio de ellos, estuvieron en condiciones de acceder “a ciertos cultivos complementarios a la producción cacaotera”207. Dichos espacios se ubicaban “entre las hileras que dejaban los árboles de cacao”208, es por eso que se les denominaba “cultivos intermedios”209. Cumplían una doble función: se utilizaban de sombra a los cacahuales y, además, servían de fondo de subsistencia a la familia del sembrador hasta el “momento de la entrega del plantío”210. Los productos que se sembraban, casi siempre al momento mismo que el cacao eran maíz, yuca, plátano211, y algunos árboles de sombra como, Guabo, Guachapelí, Matapalo, Porotillo, que formaban parte de las estrategias de cultivo y de subsistencia familiar. “Al mismo tiempo (que el cacao) – señalaba Wolf, al describir el sistema de cultivo en las huertas cacaoteras – se siembra entre las series regulares de las plantas que deben servir de sombra a las tiernas matas..., que no aguantan el sol. En los dos primeros años, maíz o yuca llena este objeto; pero las más de las veces se forman platanales, que quedan hasta que el cacao tenga 2 o 3 metros de altura, o a veces hasta que comience a cargar, que es el sexto o séptimo año. Hasta entonces los árboles de sombra (Guabo, Porotillo, que se llama palo prieto o Guachapelí) que se han sembrado desde el principio a ciertas distancias, han tomado cuerpo y proporcionan la sombra necesaria para tumbar los plátanos”212. El sembrador, sin embargo, no disponía únicamente de estos espacios sino que también accedió a un lote en donde construyó su vivienda y habitó por el período en que se demoraba en “habilitar la huerta”213. Era el lugar en el que además de cultivar algunos

206 La plantación no requería, como es obvio, únicamente de sembradores, de hecho, también necesitaba de todo un “personal” para el deshierbe, la poda, la cosecha, el transporte interno, el cercado, etc., del cacao. Estas actividades las cumplían los “peones” los cuales, a cambio de estas actividades, recibían un “jornal” y un “pedazo de tierra” para realizar sus actividades de subsistencia complementarias a la escasa remuneración que recibían (Véase, al respecto, Guerrero Andrés, Los Oligarcas del Cacao, Editorial El Conejo, 1981, págs 30 –33). Vale la pena destacar que la diferencia entre los “espacios de tierra” del sembrador y del peón no está muy claramente establecida pero, parece, que los pedazos que recibían los sembradores era mayor que el de los peones. Además, no hay que perder de vista que peones y sembradores generalmente eran parientes, por consiguiente, se tiene la impresión que el espacio asignado a los sembradores era usufructuado también por estos últimos. 207 Chiriboga, Manuel, Ibid. 208 Chiriboga, Manuel, op. cit., pág 199. 209 Guerrero, Andrés, op.cit., pág 26 210 Guerrero, Andrés, ibid. 211 Chiriboga parece suponer que uno de los cultivos que el sembrador podía usufructuar a nivel intermedio era el arroz. Seguramente llegó a esta conclusión porque supuso que cuando llegaba el invierno algunos cacahuales de la zona de “abajo” se inundaban, lo cual permitía el cultivo de la gramínea. Sin embargo, ello no era posible porque cuando se producía una inundación de los cacahuales se procedía a “desaguarlos” por temor a que se “ahogen” las plantas. 212 Wolf, T., op., cit., pág 479. También puede consultarse Norero, A., El Cacao y su Cultivo, Madrid, 1910, pág. 41. 213 Tanto Chiriboga como Guerrero parecen suponer que el sembrador disponía principalmente de los espacios intermedios a las hileras de cacao de las huertas que tenían que habilitar. Por esta razón, no aluden a los lugares en donde el sembrador construyó su casa y habitó por seis, siete y

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productos indispensables para el mantenimiento de su familia, pudo domesticar y criar unos pocos animales: uno o dos perros, unas pocas gallinas, un puerco y, en algunos casos, una yegua o una mula de carga. La impresión que se tiene es que junto a su casa, ubicada cerca de las vegas, pozas o abras, el sembrador pudo también cultivar un poco de arroz que necesitaba. Pero, aparte de este lote, el sembrador, en la práctica dispuso también de la “montaña” que colindaba con la plantación, es decir, con la selva que se ubicaba en los límites de los cacahuales y a la cual de manera estacional e itinerante se dirigía a recoger y cultivar ciertos productos, además de pescar y cazar214. Al respecto, se debe tener en cuenta que las provincias del Guayas y de Los Ríos hasta las primeras décadas del siglo XX, tenía una buena parte del suelo cubierto de montaña que si bien no siempre era valorizada por los grandes propietarios que, en el mejor de los casos, consideraban que era un área de reserva forestal o de cultivo, si era sumamente importante para los jornaleros, sembradores y empleados de las plantaciones, que veían en este “territorio” un lugar indispensable para la reproducción familiar. Fue justamente en esta zona en donde sembradores y también peones y jornaleros, lograron acceso a pequeños lotes de terreno en los cuales empezaron a hacer “desmontes”, no solamente para sembrar maíz y yuca que bien podían hacerlo entre las hileras de los cacahuales o cerca de sus casas, sino para cultivar arroz, especialmente cuando llegaban las lluvias y algunos de estos terrenos de montaña, se anegaban. No por otra razón, Wolf, a finales del siglo XIX, señalaba: “El arroz (Oriza Sativa) aunque se da bien en muchas partes se lo cultiva en pequeña escala...en los desmontes nuevos...”215 Y por este mismo motivo, Luis a. Martínez, ese agudo observador del agro ecuatoriano a comienzos del siglo XX, en boca de uno de los personajes de su famosa novela A La Costa, el buen Roberto, exclamaba lo siguiente: “- Buen año cuando llueve en Navidad...¡Caramba!, para los desmontes de arroz este aguacero es de ‘pipiripao’...”216 Gracias, en efecto, a la concesión lotes de terreno en la montaña que limitaba con las plantaciones los sembradores y, como se indica más adelante, también peones y empleados de la hacienda, pudieron tener acceso a pequeños “espacios” en los cuales pudieron cultivar una serie de productos, maíz, yuca, plátano, pero sobre todo, arroz, que

hasta ocho años. Tampoco se detienen (especialmente Chiriboga), a no ser de pasada a considerar la utilización de los terrenos de montaña, a pesar de las implicaciones que este elemnto pudiera tener para el análisis. 214 Sobre la caza y la pesca se podrían realizar algunas importantes observaciones. Por el momento conviene retener únicamente que era una zona sumamente importante en la reproducción de los sembradores y peones, sujetos a las plantaciones de las provincias del Guayas y de Los Ríos. En especial la caza es un elemento esencial para obtener mediante la venta de sus productos, recursos monetarios indispensables. No hay que olvidar que el Ecuador hasta comienzos del siglo XX, era un fuerte exportador de cueros, suelas y pieles que tenían mucha aceptación en el extranjero y que condujeron a la desaparición de no pocas especies animales. 215 Wolf, T., op., cit., pág 477. 216 Martínez, Luis a., A La Costa, Colección Clásicos Ariel Nº 4, pág 153.

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requerían para la reproducción de sus unidades familiares. Y no solamente que estos terrenos de montaña destinados a la producción de arroz contribuyeron a satisfacer las necesidades de la familia de los sembradores, sino que permitieron a éstos, en la medida que se trataba de una artículo de fácil salida en los mercados locales, sobre todo, a medida que desde comienzos de siglo se empezó a incrementar la demanda, cubrir una serie de obligaciones (tales como, deudas) que habían adquirido con los propietarios. En relación de este aspecto es muy interesante la observación que Manuel Chiriboga, siguiendo a Uggen217, realiza en el trabajo anteriormente citado. Dice, al respecto: “En el caso de la siembra por redención, el sembrador una vez entregadas las plantas, era redimido por el propietario cancelando sus deudas, y si estas no eran superiores al monto total de la redención podía marcharse de la plantación; en caso contrario buscaría pagar su deuda, en base de otro período de siembra. En algunas propiedades, parte de las cosechas de arroz, era entregada al propietario, que en muchos casos era dueño de un molino de arroz como lo era Lautaro Aspiazu”218. Obviamente, el acceso a los suelos de montaña no fue, ni mucho menos gratuito, sobre todo, cuando se consolidó el aparato de dirección de la plantación y se limitaron las áreas de “montaña”. Por el contrario se hizo bajo dos modalidades: 1. El arrendamiento de tierras del que se habla más adelante; 2. El pago en trabajo en la plantación, en particular, las épocas de cosecha de cacao cuando se requería gran cantidad de mano de obra. Sobre este último punto, Guerrero, siguiendo a Uggen y Weiman219, destaca que: “Los sembradores estaban obligados a trabajar algunos días para la hacienda, recibiendo un jornal o derechos de cultivo de arroz en la hacienda...”220 Si los sembradores, en todo caso, pudieron tener acceso a suelos considerados marginales por los propietarios y, en ese sentido, escasamente valorizados, algo semejante sucedió con los peones. Estos, en efecto, además de su jornal recibieron un pequeño lote para vivienda en donde realizaron algunas de las actividades de subsistencia. A este respecto conviene tener en cuenta las observaciones que realiza Guerrero. “Existen datos – dice este autor – que permiten afirmar que los peones recibían en posesión algunos espacios agrícolas y de pastoreo en las tierras no utilizables para los cultivos permanentes (en las llamas vegas, sabanas, montes) donde se realizaba un proceso de producción de subsistencia”221. Ahora bien, como los terrenos marginales, tales como las vegas, eran aptos para el cultivo sobre todo de arroz, se puede concluir que éste fue uno de los productos que los peones cultivaron en esta clase de suelos. No se debe perder de vista, en todo caso, que no 217 Uggen, J., Peasant Movilization in Ecuador: A case Study of Guayas Province, Tesis PHD, pág 115. 218 Chiriboga, Manuel, Op., cit., pág. 203. Más adelante se harán algunas precisiones sobre este punto. 219 Uggen, J., op., cit., pág 115; Weiman, Ecuador and Cacao: Domestic Reponse to the Boom Collapse Monoexport Cicle, PHD, California University, 1970, cap. IV. 220 Guerrero, Andrés, op., cit., pág 33. 221 Guerrero, Andrés, op., cit., pág 31.

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solamente cultivaron en zonas de vega sino también en los terrenos de “montaña” en donde, al igual que los sembradores, hicieron “desmontes”, y en los cuales cultivaron maíz, plátanos y, posiblemente, tabaco. De todos modos, se debe insistir que como las casas de los peones estaban ubicadas cerca de los ríos, es muy probable, que usaran de manera preferente las zonas de vega para cultivar la gramínea que se lo consumía directamente y también se lo sacaba al mercado local, para intercambiarlo con otros artículos, de igual forma que lo hacían el resto de campesinos y sembradores. Dentro de la plantación, pues, sembradores y peones se dedicaron al cultivo de arroz, entre otras cosas, porque pudieron acceder a suelos marginales que eran poco “valorizados” por los propietarios, a no ser como mecanismos para retener mano de obra y (en la medida que trabajadores dependían de estos terrenos para la reproducción de su fuerza de trabajo) para abaratar los costos de producción. En una época de crecimiento de la producción cacaotera como fue el período comprendido entre 1880 –1914, cuando la demanda de fuerza de trabajo aumentó a un ritmo superior al incremento de la población y de los flujos migratorios, se entiende que el acceso a suelos marginales en donde se cultivaron artículos de subsistencia, entre ellos arroz, fue sin duda, uno de los mecanismos de retención de mano de obra y con ello de consolidación de la plantación cacaotera. No obstante, si cumplió esta función de retener y mantener inmovilizada mano de obra, de hecho cumplió otra función igualmente decisiva. Sucede que el acceso a suelos marginales, típicos de las zonas bajas en donde se generalizó el cultivo del arroz, se ubicaron en un espacio anterior a los bancos en donde generalmente se localizaron las huertas de cacao. Por esta razón, sirvieron como una zona para controlar (al menos en el caso del “cacao de abajo”, debido a sus peculiares características topográficas y geográficas) las inundaciones periódicas, toda vez que se constituyeron en una especie de barrera previa a estos suelos. La producción arrocera localizada en las zonas de vega (bancos, pozas y tembladeras) sirvió, en este sentido, como un mecanismo de protección de las tierras que colindaban parcial o totalmente a las huertas cacaoteras y que eran las que, llegado el invierno, se anegaban periódicamente. Circunstancia que, al menos indirectamente, sirvió para que los propietarios tuvieran especial interés en “cederlas” a los campesinos, en especial, porque ello no les significó ningún costo. Más bien, se convirtió en un mecanismo de sujeción de la mano de obra a la gran propiedad. Debido, por consiguiente, a que el cultivo de arroz cumplió estas funciones se entiende que tanto sembradores como peones y demás jornaleros, pudieran acceder con relativa facilidad a este tipo de suelos, los cuales, sin embargo, una vez que se desató la crisis del cacao a comienzos de los años veinte, empezaron a ser cada vez más cotizados, porque su usufructo fue una de las pocas alternativas que aquellos tuvieron para poder sostenerse y de no “morirse de hambre”. Quede de todos modos establecido que al interior de la plantación pudo desarrollarse con cierta extensión el cultivo de arroz. Justamente por ello algunos grandes y medianos plantadores, tales como Lautaro Aspiazu, Enrique Gallardo o Enrique López Lascano, se convirtieron en los primeros industriales ligados al procesamiento de la gramínea. En cualquier caso, solamente cuando sobrevino la crisis de los años veinte, campesinos y propietarios pudieron comenzar a percibir que el cultivo del arroz podía ser una alternativa al cacao. Para ello, en todo caso, fue necesario – tal como se analiza a continuación - que

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el arrendamiento de tierras y el fomento, que surgieron como instituciones fundamentales al margen de las relaciones sociales generadas en la plantación, se convirtieran en los ejes alrededor de los cuales se estructuró definitivamente el cultivo y la producción del arroz en las provincias del Guayas y de Los Ríos. Cultivadores Independientes y Arrendamiento de Tierras Aunque la plantación cacaotera fue la base de la economía de las provincias del Guayas y de Los Ríos, en especial, a partir de 1880, es necesario tener presente que, al margen de ésta también se desarrollaron una serie de actividades menores pero muy importantes: recolección de caucho, tagua, vainilla, zarzaparilla, tabaco silvestre..., caza con fines comerciales, las cuales se realizaban en los “terrenos baldíos” o en los “confines” de las grandes propiedades a donde difícilmente llegaban los mayordomos y administradores. No hay que olvidar que las grandes propiedades fueron adquiridas como cuerpos ciertos, por este motivo, difícilmente se conocían sus límites y su extensión, además de que era opinión popular de que “lo que se mide, se muere o se acaba. Es presagio de mala suerte”222. Ahora bien, en dichas actividades, más que los sembradores y peones estaban comprometidos los montuvios que laboraban independientemente de las plantaciones, es decir, aquellos que vivían en esa parte del trópico húmedo que se consideraba la “montaña brava”223, la “selva”224. Al igual que aquellos, éstos hacían desmontaciones para producir algunos productos de subsistencia, entre ellos, arroz, plátano, yuca, tabaco, café. Y lo hacían no a cambio del trabajo que realizaban en las plantaciones, sino por un cánon (pago en productos por el usufructo de la tierra) que se comprometían a entregar a los propietarios al “final de las cosechas”. Es decir, por medio del arriendo de tierras. No obstante, una vez que el cultivo de la gramínea alcanzó cierta importancia, pues, aparte de servir para a la alimentación diaria de las familias de los montuvios empezó a tener fácil salida en los mercados locales, en ocasiones en la misma casa de la plantación en donde se lo secaba, pilaba y ensacaba, cada vez más estos campesinos independientes comenzaron a interesarse por su producción y a dedicar exclusivamente los terrenos de montaña al cultivo de arroz. De todos modos, como los de terrenos de montaña cercanos a los ríos o a la “línea del tren” eran limitados - a medida que se incrementaba la demanda interna – los montuvios y campesinos independientes que

222 De la Cuadra, José, Los Sangurimas, pág. 115, Ediciones Clásicos Ariel, Nº 2. 223 Los escritores del Grupo de Guayaquil destacaron la importancia de una parte de la montaña que, prácticamente, no tenía dueño: era la “montaña brava”, el lugar en donde se refugió el montuvio muchas veces perseguido de la justicia; era el sitio en donde se murió el “Leonardo”, pero en donde también la “mama Sangurima” constituyó su latifundio a base de apropiarse ilegalmente del suelo, “arrendar pedazos”, hacerse comadre de todo el mundo. (Véase Enrique Gil Gilbert, Montaña Adentro, cuento includio en Los que se Van, Ediciones Clásicos Ariel, Nº 30; José de la Cuadra, op., cit., pág 119) 224 Para los viajeros extranjeros al igual que para los “serranos” esa parte de la “montaña lujuriosa y brutal” en donde contraían enfermedades y paludismo y que observaban cuando viajaban de Guayaquil a Babahoyo en lancha, era simplemente la “selva”, un referente ambiguo e indiferenciado. Para los “costeños”, sin embargo, este espacio era la montaña, porque la “selva” era esa parte desconocida que estaba más allá, en la zona de los Colorados, o en el Oriente, detrás de la cordillera de los Andes, o en las montañas del Chongón Colonche, en donde existían indios y curanderos y a las cuales se llegaba únicamente a través de las leyendas que recorrían las pulperías y las escuelas rurales.

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querían dedicarse al cultivo de este producto, desde comienzos de siglo, comenzaron a someterse a los llamados contratos de arrendamiento, entre éstos y los propietarios225. Gracias al pago de un canon que se fijaba por la costumbre en una cantidad determinada de arroz, mediante el arrendamiento que permitía el acceso a suelos marginales tanto de terrenos de montaña (es decir, terrenos no desbrozados) como de vega (que incluía vegas, pozas, tembladeras), los campesinos independientes pudieron, pues, acceder a suelos aptos para el cultivo de arroz. Al igual que los sembradores los montuvios “libres” se convirtieron, de esa manera, en “desmonteros”.

Generalización del Arrendamiento Hasta donde se ha podido investigar parece que los “desmonteros” no fueron únicamente sembradores, peones o montuvios independientes. De hecho (y esto resulta particularmente decisivo a partir de 1914, cuando la producción cacaotera empezó a estancarse) existió otro sector que pasó a interesarse en el arrendamiento de tierras apropiadas para el cultivo del arroz con fines comerciales. Se trataba de los parientes de los sembradores que cada vez tenían menos oportunidades de encontrar ocupación en las plantaciones. Por esta razón, tenían muchas dificultades para sostenerse, convirtiéndose en un peso muerto que descansaba a espaldas de los demás trabajadores ocupados. Fueron efectivamente estos sectores sin tierras pero, además, sin ocupación en la plantación, ni derechos de acceso a suelos marginales, los que conjuntamente con los montuvios “libres” que cultivaban en la montaña brava, los que se vincularon a la gran propiedad en calidad de arrendatarios de suelos marginales, toda vez que a través de ello encontraron uno de los pocos mecanismos que les permitieron sobrevivir. Hay que insistir en este último punto. Hasta donde se conoce, el arrendamiento de tierras destinadas a la producción de arroz se generalizó porque concurrieron dos órdenes de factores: por un lado, la plantación ya no pudo seguir absorbiendo nuevos contingentes de mano de obra, por lo que el personal desplazado y sin derechos, buscó otras formas de acceso a suelos marginales; por otro lado, montuvios libres y campesinos independientes sin tierras, encontraron en el pago de un canon a los propietarios, la forma de usufructuar suelos en donde era posible el cultivo de arroz. Se trató de un proceso en el que los campesinos que ya no podían seguir vinculados a la plantación y campesinos independientes, encontraron en el arrendamiento una forma de acceso a ciertos suelos, a través de los cuales lograron subsistir. De todos modos, conviene señalar, que el arrendamiento de tierras surgió, sobre todo, como una modalidad de usufructo de la tierra típica de los campesinos independientes, más que de los sembradores o peones vinculados a la plantación. Esto último porque en uno y otro caso se trataba de dos formas diferenciadas de acceso a la tierra: en el un caso, fue posible acceder a ésta mediante un derecho reconocido por parte del propietario, en el otro, mediante el pago de un cánon (es decir, de un deber), ya no solamente con el plantador cacaotero, sino a cualquier propietario agrícola. Se trataba de propietarios de haciendas ganaderas, cañicultores y dueños de ingenios azucareros, productores de tabaco, que habían concentrado sus actividades en una sector de las “haciendas” y que, mediante el arriendo, pudieron tener acceso a otras zonas lo que les

225 Más adelante se analizará la forma que adoptó el arrendamiento de tierras. Por el momento, consignar el fenómeno.

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permitió consolidar y definir su posesión efectiva de los diferentes suelos de su propiedad y, al mismo tiempo, fijar los límites de la unidad agrícola226. Naturalmente, como la zona de Milagro – Naranjito (un espacio en donde se había desarrollado el cultivo de caña vinculado a los principales ingenios existentes en el país en ese momento, y en donde la plantación cacaotera no tenía el peso que en otros lugares de las provincias del Guayas y de Los Ríos) fue la más importante productora de arroz, se entiende que fue aquí uno de los lugares en los que, en el período anterior a 1920, mayor difusión alcanzó esta institución227. Por esta razón, cuando Rorer, en 1918, realizó un recorrido por estos parajes en busca de un sitio para establecer la “Estación Experimental de Productos Tropicales”, se vio en la necesidad de consignar en su informe la difusión que había alcanzado en esta zona el arrendamiento de tierras. No tanto con el objeto de impedir adquirir una parte del hacienda La Angélica, sino de señalar que este fenómeno podía, en algún momento, obstaculizar la realización de ciertas actividades. “He escogido – decía el micólogo holandés – como sitio excelente para la Estación Experimental, una parte de la hacienda ‘La Angélica’, situada cerca de Chobo. La tierra es buena y adaptable a toda clase de cultivos. Está muy cerca de la línea férrea y solo a una jornada de hora y media desde Guayaquil. También tiene comunicación con el río con esta ciudad... Algún convenio podrá hacerse – señalaba más adelante- para la obtención de estas tierras por un cierto período de tiempo y quedaría muy contento si este asunto se arreglara en mi ausencia. Tan pronto como este asunto quede definitivamente concluido, un reconocimiento y un plano serán levantados; sería conveniente hacer esto lo más antes posible”. Y, finalmente concluía: “Desearía que se marquen sobre el plano todas las porciones de tierra que están arrendadas el año entrante (1919), aunque no pienso tener que molestar a ninguno de estos arrendatarios, pues una parte principal de la tierra está en rastrojos”228. Y en otra sección del Informe, al insistir sobre la conveniencia de los terrenos de la hacienda La Angélica, entre otras cosas decía que estos son: “...los más adecuados para una Estación Experimental. Este sitio contiene más o menos 250 cuadras, limitadas por un lado por el río Las Balsas y por el otro por un estero. Esta parcela es más larga que ancha y formada en su mayor parte por tierra alta. El suelo arable está constituido por tierra de aluvión. El único cultivo permanente en esta parte de la hacienda, es un pedazo que contiene una cien matas de cacao más o menos; el resto

226 Posteriormente se volverá sobre este punto. 227 A comienzos de la década del veinte era común realizar afirmaciones como está: “...el arroz se da bien en muchas partes, ya en as llanuras húmedas, sea en las vegas o lugares de los ríos. La mayor parte proviene de las cercanías de Milagro...”, la cual recuerda las observaciones de Wolf treinta años atrás (al respecto, véase, Noboa, Carlos Manuel, américa Libre T.I., pág 290) 228 Rorer, James Birch, Informe, Anexo Nº 8 de Diciembre 26 de 1919, Incluido en “El Cacao”, Biblioteca Ecuatoriana Nº 31, Departamento de Publicaciones de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Guayaquil, 1981, págs 87 – 88.

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está constituido por rastrios o alquilada por año a sembradores, quienes podrán vendernos su derecho en caso de que necesitemos ocupar estas tierras con urgencia”229. Entre comienzos del siglo XX230 y 1920 se desarrolló, pues, el arrendamiento para cultivos de arroz, en especial, en Milagro que tenía particulares condiciones ecológicas y que, durante el siglo XIX, se había convertido en la zona productora por excelencia de la gramínea en la cuenca del río Guayas. De todos modos, cuando sobrevino la crisis del cacao y con ello una gran masa de trabajadores se vieron violentamente desplazados de las plantaciones, muchos de ellos con el fin de evitar “morirse de hambre” se vieron impelidos a cultivar arroz como una forma fundamental de producción y ya no solamente complementaria, como había sucedido hasta ese momento. Por esta razón, al igual que el conjunto de trabajadores independientes, se convirtieron en arrendatarios de sitios de montaña o de vegas, sujetas a inundaciones periódicas. Cuando se produjo la crisis económica de los años 20 se puede decir, por consiguiente, que el arrendamiento de tierras destinadas al cultivo de arroz se generalizó y se convirtió en la forma esencial por medio de la cual los campesinos de las provincias del Guayas y de Los Ríos pudieron subsistir. A partir de ese momento, y no antes, éste se transformó en una de las instituciones reconocidas socialmente que regulaban las relaciones entre los grandes propietarios y los “trabajadores agrícolas”. Es fundamental resaltar, en todo caso, que esta generalización del arrendamiento de suelos marginales destinados al cultivo de arroz fue posible porque, previamente, esta institución había logrado imponerse y porque, además, los propietarios de tierras pudieron emplear estas zonas para ampliar la frontera agrícola, lograr ingresos complementarios, utilizar el arrendamiento como un mecanismo para transformar los sitios de montaña en suelos de cultivo y, eventualmente, en espacios ganaderos, y finalmente generar una forma de cultivo que, lentamente, se fue perfilando como un sustituto al cacao231. Se trataba, en este sentido, de una estrategia que demostró históricamente ser favorable a los intereses de los propietarios y, además, altamente eficaz para regular las relaciones entre terratenientes arrendadores y campesinos arrendatarios. Finalmente, hay que resaltar que el arrendamiento introdujo una modalidad de acceso al suelo, a partir de la cual se empezaron a estructurar las relaciones de producción en el agro.

Consecuencias del Arrendamiento: Sujetaciones y Abusos de los Campesinos Sin Tierras Ahora bien, cuando a raíz de la crisis del cacao el arrendamiento se convirtió en la forma a partir de la cual se estructuraron las relaciones sociales en el agro, éste se convirtió

229 Rorer, J.B., op., cit., págs 89 –90. 230 Se trata, obviamente, de un referente general que expresa que alrededor de esta fecha se empezó a introducir el arrendamiento de suelos. 231 Por recomendaciones de Rorer, uno de los productos alternativos al cacao que se ensayaron desde el comienzo en la Estación Experimental de El Chobo, fue el arroz. Este, como ya se indicó, empezó a ser cultivado en forma extensiva y con métodos modernos e importando nuevas variedades de semilla, que fueron luego introducidos en las haciendas La Venecia y San Miguel, ubicadas en Milagro. Es curioso señalar, al respecto, que hacia los años 40, el propio Rorer se encontraba de gerente de la “Compañía Agrícola San Miguel”, una de las empresas arroceras más importantes del país, a la cual él mismo había contribuido a establecer, veinte años atrás. (Sobre este último punto, véase Comunicación de Rafael Rivadeneira de 18 de septiembre de 1946, Archivo del Congreso Nacional, Comunicaciones Recibidas, 1946)

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también en una forma de sujetación de los campesinos arrendatarios respecto de los propietarios. Como es obvio, en una época como la de los años veinte, esta situación fue el punto de partida de toda clase de abusos. En realidad, en cuanto el arrendamiento se generalizó se empezó a cerrar el dogal sobre el cuello de los campesinos con una intensidad, seguramente, que no se había conocido antes. En una época de caos económico, de desocupación creciente, de inestabilidad social y política, se comprende de todas maneras que este fenómeno fue un corolario obligado de la situación por la que atravesaba el agro de las provincias del Guayas y de Los Ríos, las más afectadas por la devacle del cacao. Esta situación de abuso a la que dio origen el arrendamiento de tierras fue tempranamente consignada por las autoridades que se constituyeron durante el gobierno de I. Ayora. El Ministro de previsión Social en su Informe de 1925 –1928, al referirse, en efecto, a la situación de los campesinos de las provincias del Guayas y de Los Ríos señalaba que a estos había que defenderles de la “...explotación de los hacendados, impidiendo que por la miseria se sometan a contratos de sembríos o arrendamiento de tierras, que constituyen una injuria al respeto humano”232. En vista, sin embargo, de la generalización del arrendamiento de tierras para el cultivo del arroz y en vista de la serie de abusos que esta situación dio origen, sobre todo, cuando a esta institución se integró el fomento de cultivos, el gobierno nacional, en octubre de 1928, se vio obligado a dictar un Decreto por medio del cual se establecían “Las Formalidades y Condiciones para Los Contratos de Siembra en el Litoral”233. Por medio de este cuerpo legal el Estado ecuatoriano intentó, efectivamente, regular las relaciones entre “propietarios” y “trabajadores agrícolas” con el objeto de evitar una agudización del malestar social que se había empezado a notar en el agro, sobre todo, en una zona como la de Milagro que era para ese momento, la avanzada del Partido Socialista y, más tarde, Comunista. El mismo reconocimiento del Estado de la serie de abusos a los cuales había dado origen el arrendamiento y que se empezó a manifestar en las zonas arroceras (por ejemplo Milagro, en donde los trabajadores agrícolas fueron más proclives a las influencias de los trabajadores de las principales industrias del país que eran los ingenios azucareros), pone en evidencia, de todos modos, el nivel de desarrollo que había adquirido esta institución hacia fines de los años veinte. También pone en evidencia hasta qué punto el arrendamiento se había convertido en una de las formas de acceso al suelo de los campesinos sin tierra y de qué manera se había convertido en uno de los mecanismos tanto de regulación de las relaciones sociales de propietarios y de campesinos, como de explotación de unos sobre otros. Finalmente, pone de manifiesto hasta qué punto el malestar y la lucha en el agro de las provincias del Guayas y de Los Ríos derivó hacia esta institución que, conjuntamente con el Fomento de Cultivos, formó uno de los ejes alrededor de los cuales se estructuraron las relaciones sociales. 3. El Arrendamiento de Tierras y la Legislación Ecuatoriana

232 Eguez Baquerizo, P.P. Informe que Presenta a la Nación el Ministro de Previsión Social y Trabajo 1925 –1928, quito Imprenta Nacional, 1928, pág. 94. 233 Decreto Nº 125 de 1 de octubre de 1928, R.O. Nº 763, 7 de octubre de 1928.

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Orígenes del Arrendamiento de Tierras

Parece que entre 1890 y la primera década del siglo XX, cuando se introdujo el contrato de arrendamiento de tierras destinadas especialmente al cultivo de arroz234, el monto que se pagaba por toda la tierra utilizada era de un quintal de arroz. No existía, por tanto, una limitación en la ocupación a la que se sujetaba el canon, es decir, no existía la regulación que se introdujo posteriormente de que el arrendamiento debía estar limitado al acceso y utilización de una determinada porción de suelo. Este particular lo reconocía hasta una fecha tardía una Monografía de Milagro, cantón en donde – como se ha señalado – mayor difusión alcanzó esta institución antes de la crisis del cacao. “Hasta hace algunos años después de 1890 – se decía en este documento – tan sólo pagaban los agricultores al dueño de la hacienda, un quintal de arroz por concepto de tierras que cultivaban. El pago de un quintal de arroz daba derecho al campesino de ocupar por un año, y con cualquier clase de sembrío, la extensión de terreno que necesitare; es decir, que en aquel tiempo no cobraba el propietario un canon de arrendamiento por cuadra de cultivo sino un quintal de arroz por la totalidad de la tierra ocupada”235. Esta situación de “libre” utilización del espacio gracias al pago de una cuota bastante módica, sin duda se debió a dos órdenes de razones: a) la posibilidad de incorporar tierras incultas sin ningún tipo de inversión; b) la posibilidad de constituir defensas a otra clase de suelos y sembríos, entre ellos los que se habían generalizado en la plantación. Efectivamente, a través de la sesión de tierras los grandes propietarios empezaron a percibir que podían aumentar las posibles áreas de cultivo sin que ello les costara un solo centavo. Entregando zonas en usufructo a campesinos sin tierras pudieron, en realidad, “habilitar” suelos de montaña, si necesidad de tener que utilizar los sistemas de trabajo hasta ese momento conocidos. En otras palabras, echando mano de esta estrategia a los terratenientes les resultó mucho más económico ampliar la frontera agrícola que usando la sembraduría o el pago de jornales a campesinos contratados para desmontar, desbrozar y preparar zonas de la “selva salvaje”236 de sus propiedades. Sobre todo, porque desde que se introdujo el cultivo de arroz en la cuenca del Guayas, éstos comenzaron a obligar a los arrendatarios a que abandonaran periódicamente las parcelas que habían cultivado, pues su traslado hacia otros sitios de montaña fue un mecanismo que les permitió extender las zonas de cultivo237 sin ningún tipo de inversión238.

234 Se dice especialmente porque – como se destaca más adelante – después de 1920 el arrendamiento de tierras se generalizó para el cultivo de otros productos, por ejemplo, el cultivo de plátano. 235 Salazar Quiróz, Arturo, El Cantón Milagro 1935 –36, Departamento de Imprenta Reed & Reed, Guayaquil Ecuador, 1936, pág 88. 236 A la “selva salvaje” se refiere, el poeta Dante A. en La Divina Comedia (Agradezco a Daniel Gutierrez, haberme hecho caer en cuenta de este referente, cuyo verso completo lo presenta de la siguiente manera:

“Questa selva selvaggia e aspra e forte Che nel pensier rinova la paura” (Dante, el Inferno).

237 Por esta razón, el año de 1929, cuando ya se había generalizado el arriendo en la cuenca del Guayas, el experto arrocero indú contratado por el gobierno nacional para asesorar los cultivos en la Estación Experimental de El Chobo, se sintió en la necesidad de consignar este particular en

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Además, no hay que perder de vista, que para sus intereses les resultaba sumamente beneficioso poder controlar las aguas de invierno a través de la siembra de arroz en áreas anegadizas que, en varios sitios y partes, colindaban con la plantación o con áreas de cultivos extensivos. En relación de este punto se debe señalar, aunque sea de paso, que la rehabilitación de los campos elevados prehispánicos les permitió a los campesinos utilizar los sistemas “naturales” de “desfogue” de las aguas que se empozaban durante el invierno, haciendo posible no solamente el cultivo de arroz, sino impidiendo la concentración de exceso de agua en el subsuelo de la plantación, lo que “ahogaba” al cacao. Tanto por uno como por otro motivo, los propietarios de predios rústicos permitieron, pues, el acceso a la tierra por parte de campesinos a “costos” insignificantes, cuando no, ciertamente nulos. Nuevos Cánones de Arrendamiento Como en la práctica el cultivo de arroz demandaba una serie de actividades agrícolas239, tales como, la “zocola”, “despalizada”, siembra, “pajareo”, “deshierbas” (a veces, hasta tres), cosecha, limpieza, secada, acopio, etc., resulta evidente que las familias montuvias a pesar de sus esfuerzos difícilmente pudieron desbrozar y sembrar más de una porción limitada de suelo que oscilaba entre una y dos cuadras. Justamente, por esa circunstancia, a partir de los primeros años de la década del diez, cuando se popularizó el cultivo de arroz en tierras bajas, el arriendo por cuadra se convirtió en la medida de superficie que determinó los cánones. De ahí que el canon de un quintal de arroz que antiguamente servía para pagar toda la tierra de montaña que hipotéticamente se pudiera ocupar, a partir de ese momento, sirvió exclusivamente para pagar la tierra efectivamente trabajada, esto es, una cuadra (más o menos) que por costumbre se estimaba que era la cantidad de terreno que una familia podía habilitar. De este modo, el canon que anteriormente se estimaba para pagar una extensión variable de terreno se limitó a una unidad fija: desde comienzos del diez un quintal de arroz sirvió, en este sentido, para pagar una cuadra de terreno arrendado. Si se supone, de todos modos, que el rendimiento del suelo (de acuerdo al tipo de arroz sembrado y a los métodos de cultivo empleados) era, a finales de la segunda década, de alrededor de unos 20 quintales por cuadra240, se puede comprender que el canon de uno de sus informes, ya que su naturaleza le resultaba incomprensible y curiosamente “antieconómica”. “Cuando llega el tiempo de la cosecha – decía el señor Butta – el terrateniente hace abandonar (al campesino) este lugar donde sembró su arroz que le produjo unos veinte a veinticinco quintales por cuadra, más o menos, i decide preparar otro sitio diferente en la propiedad con el fin de verificar nuevos sembríos en la próxima estación invernal...”(Butta, Mahomed, El Cultivo del Arroz en el Ecuador, El Ecuador Agrícola, Vol. II, Nº 11, octubre de 1929, pág 311) 238 La idea de “campesinos transhumantes” como se describe, posteriormente, a los campesinos arroceros surge, como se puede comprender, de esta situación. 239 Más adelante se explica en qué consistieron estas actividades, de ahí que por el momento conviene únicamente consignarlas. 240 Hasta 1926 cuando se utilizaban las variedades de arroz criollo y “Canilla”, introducidos a través de la Estación Experimental El Chobo se estimaba que los rendimientos eran entre 20 y 25 quintales. Más tarde, a esa fecha, cuando se introdujo la variedad “Fortuna”, gracias a los esfuerzos de la “Oficina de Agricultura del Litoral”, se incrementaron los rendimientos hasta ubicarse alrededor de los 30 quintales por cuadra. “La semilla de la variedad ‘Fortuna’, recomendada por la oficina desde 1926 – se informa en uno de los Boletines de la SubDirección de Técnica Agropecuaria del Litoral – ha tenido buena acogida

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arrendamiento que se exigía al montuvio sin tierras era relativamente barato. En todo caso, una vez que se produjo la crisis de la producción tabacalera y del cultivo de la caña de azúcar, a la que se sumó la crisis de la plantación cacaotera, y con ello una fuerte masa de trabajadores pasó a engrosar las filas de población excedente existente en el agro de las provincias de Guayas y de Los Ríos; una vez, por tanto, que los terrenos bajos de montaña y los de “vega” comenzaron a ser demandados de una manera creciente ya que, constituían una de las pocas salidas que disponía la población montuvia para reproducirse, una serie de modificaciones se introdujeron en los llamados contratos de arrendamiento. Por un lado, se comenzaron a valorar los suelos de acuerdo al rendimiento. Para esto se

partió de la consideración práctica de que los suelos se podían clasificar en: montaña virgen, media montaña, “rastrojales”, es decir, terrenos desmontados y que a veces ya

habían soportado varias siembras seguidas. De acuerdo a esta caracterización se determinó que la fertilidad variaba en función del tipo de suelos, así: los suelos que se

consideraban vírgenes (y en donde se sembraba “arroz de montaña o de invierno”) eran los más productivos, mientras que los “rastrojales” eran los menos. Los unos, podían

producir hasta 30 quintales y más, mientras que los últimos, únicamente, 20 quintales en buenas condiciones.

Pero, además de esta circunstancia se empezó a tomar en cuenta la mayor o menor cercanía a los lugares de comercio, esto es, a la ciudades y centros poblados en donde se ubicaban las piladores y en donde, por consiguiente, se acopiaba, procesaba, y distribuía el grano. Igualmente, se pasó a considerar la cercanía o no a las vías de comunicación de acuerdo a su importancia (el ferrocarril o los ríos grandes y pequeños), a través de los cuales se hacía gran parte del transporte de la gramínea. Todos estos factores empezaron, en realidad, a ser considerados en la determinación de los cánones de arriendo. Fue así como, desde finales de los años 10, se establecieron cánones diferenciados para distintas clases de suelos. No obstante, y además, de estas consideraciones que modificaron las características del arrendamiento hay que resaltar que, como consecuencia de la gran necesidad de ocupar tierras bajas por parte de campesinos sin tierras, especialmente por parte de la fuerza de trabajo desplazada de la plantación, se elevaron los cánones de arrendamiento. De todos modos, se puede decir que estos cánones diferenciados y que se fueron elevando desde finales de la segunda década, se ubicaron alrededor de dos quintales por cuadra. Sin embargo, esta cantidad pasó a ser valorada de distinta manera que hasta ese momento (es decir, fines de la década del diez y comienzos de la década del veinte). Ante todo, el canon dejó de ser fijado en dos quintales de arroz en cáscara y pasó a ser fijado en dos quintales de arroz pilado. Ahora bien, como el pago de los nuevos cánones de arriendo en especie que debían pagar los campesinos dio origen a un conjunto de abusos por parte de los propietarios, lo cual derivó en una serie de tensiones y enfrentamientos entre unos y otros, el Gobierno Nacional, luego de la Revolución Juliana, decidió finalmente establecer este canon en su equivalente en sucres, determinado, además, una proporción entre el “quintal” de arroz pilado” y el “quintal” de arroz en cáscara.

y hoy es la que más se siembra en las regiones arroceras. Gracias a ella no existe campo que produzca como término medio los 20 quintales de antes, sino el ‘Fortuna’, casi siempre deja cosechas de más de 30 quintales...” (Boletín de la SubDirección de Técnica Agropecuaria del Litoral, Nº 13, Año IV, Septiembre de 1929)

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Hay que insistir en este hecho. Desde comienzos de los años veinte se fijó el canon de arrendamiento de terrenos destinados al cultivo de arroz en dos quintales de arroz pilado. Ahora bien, cómo por cada de arroz pilado el campesino debía entregar más de dos quintales de arroz en cáscara, esta circunstancia se convirtió en fuente de toda clase de abusos241. De ahí que, el Gobierno Nacional preocupado por esta situación decidió intervenir para poner orden a los contratos de arrendamiento que habían sido motivo de explotación de los campesinos arroceros. En esta perspectiva, en 1928, en base de la Ley recientemente expedida, nombró un “Comisionado” para que fijara “las pensiones conductivas de arriendo” en la zona de Naranjito242 (una de las más importantes zonas arroceras y en donde se ubicaba la hacienda y piladora Venecia) la cual, más tarde, sirvió para establecer las “pensiones” en las otras zonas arroceras de la provincia del Guayas. Este Comisionado juzgó en $ 16.00 sucres el equivalente de los dos quintales que, por término medio, debían pagar por arriendo los campesinos de suelos destinados al cultivo de arroz. La fijación en dos quintales o en $ 16.00 sucres por el canon de arriendo de los suelos para el cultivo de la gramínea lo reconoció, posteriormente, de manera oficial, el Ministerio de Obras Públicas en su Informe a la Nación del año de 1932, en el que expresamente señalaba que: “...el Comisionado del mencionado Ministerio (se refiere al de Previsión Social) que fue encargado para señalar los cánones de arrendamiento de acuerdo con la Ley estableció que el arrendamiento de terrenos para sembrar arroz pagase $ 16.00 por cuadra en lugar de pagar en especies, o sea dos quintales de 152 libras...243” En síntesis se puede decir, pues, que durante los años veinte, se introdujeron importante modificaciones a los cánones de arriendo. En sustitución de las viejas costumbres de determinar los arriendos, se fijó, al comienzo de la década, un canon de arrendamiento en dos quintales de arroz pilado, cada uno de los cuales era equivalente a más de dos quintales en cáscara antes de 1928, y luego en 152 libras, para más adelante – como podrá comprobarse- determinarse en 165 libras. No obstante, debido a los abusos que se cometían con los campesinos arrendatarios se estableció también que este pago podía hacerse no solamente en especie sino también en dinero, con lo cual se introdujo una reforma que modificó esta institución y, en última instancia, afectó al desarrollo de la producción arrocera en las provincias del Guayas y de Los Ríos.

241 Como se había señalado líneas atrás, el Ministro de previsión Social en su Informe de 1925 –1928, al referirse a la situación de los campesinos de las provincias del Guayas y de Los Ríos señalaba que a estos había que defenderles de la “explotación de los hacendados, impidiendo que por la miseria se sometan a contratos de sembríos o arrendamiento de tierras, que constituyen una injuria al respeto humano”. 242 Luego de algunos enfrentamientos entre los campesinos de la hacienda Venecia (de propiedad de Carlos Benjamín Rosales) y los administradores se intentó constituir las comisiones de patronos y trabajadores que fijaran los cánones de arrendamiento, tal como lo reconocía la Ley expedida en 1928. Sin embargo, como después de varias tentativas no fue posible el Ministro de Previsión Social nombró un Comisionado, el señor Atenor Silva, quien fijó los cánones de arrendamiento para la zona de Naranjito en 16.00 sucres por cuadra, el cual fue adoptado inmediatamente por otras zonas. (Al respecto, Informe sobre el Decreto de 1º de Octubre de 1928, que envía el ministro Boloña al Senador Maldonado, el día 9 de septiembre de 1930, APL, Comunicaciones Recibidas, 1930). 243 Informe del Ministerio de Obras Públicas del Año 1932, Imprenta Nacional, pág 84.

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Como corolario se puede decir, en todo caso, que debido a las características que asumió el arrendamiento de tierras desde la década del veinte se puede comprender por qué razón los contratos de arrendamiento de tierras fueron fuente de tensiones entre los campesinos y los propietarios del suelo, y hasta qué punto definieron la lucha (oscura y poco documentada) que se generó en el agro de las provincias del Guayas y de Los Ríos.

El Decreto de 1928 y la Reacción de los Grandes Propietarios Como se ha indicado, el gobierno de I. Ayora preocupado por la situación de los campesinos arroceros sobre los cuales habían llamado la atención tanto L.N. Dillon, como los Informes Oficiales, intentó reformar las características y modalidades del arrendamiento de tierras, para lo cual dictó, en octubre de 1928, el Decreto que definía “Las Formalidades y Condiciones para Los Contratos de Siembra en el Litoral”. En éste se estableció, fundamentalmente, que el arrendamiento de tierras no era un asunto estrictamente privado regulado por el Parágrafo 6, del Título XXVI, del Libro IV del Código Civil, sino un asunto que afectaba al conjunto de la sociedad y en base de este criterio debía ser entendido. Fundamentalmente señaló que: - Los contratos de arrendamiento se extenderán por escritura pública, inscrita, en

asuntos de mayor cuantía; y por instrumento otorgado por el Juez Parroquial, si la cuantía fuere menor o mínima (Art. 1).

- Desde la vigencia de dicho Decreto, para el otorgamiento de nuevos contratos de

arrendamiento se constituirá ante el Inspector Rural del Trabajo, en el lugar que hubiere, o ante el Jefe Político del respectivo Cantón, una Comisión compuesta por dos propietarios y dos interesados en el arriendo, la cual fijará, de común acuerdo entre sus miembros, el precio de las pensiones conductivas por cada zona en relación del área, a la calidad de los terrenos, clase de cultivo, vías de comunicación, precio actual del avalúo, y demás circunstancias que podían influir en la justipreciación del canon el cual, en ningún caso, será mayor de lo que se hubiere pagado hasta la fecha. En los lugares en donde existiere Sindicatos Agrícolas, serán estas entidades las encargadas de designar un delegado por los arrendatarios, mientras que estos últimos designaran otro (Art. 2).

- En el caso de que los Comisionados no llegaren a un acuerdo respecto del monto del

canon, se comunicará el particular al Ministerio de previsión Social, el cual nombrará un Delegado cuya decisión será inapelable (Art. 3).

- El Tiempo de duración del contrato será de un año (Art.4, a.). - El Pago del canon se lo podrá hacer el 50% durante los tres primeros meses del

contrato y el resto cuando se inicien las cosechas (Art. 4, c.). - Las pensiones conductivas se estipularán y pagarán en dinero, quedando

absolutamente prohibido el pago en especie o trabajo (Art. 4, e.).

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- En los contratos de subarriendo se observarán las mismas formalidades que en el caso de arriendo (Art. 4, d.)

- Finalmente, después de establecer algunas normas particulares para el caso de los

finqueros señalaba que: los dueños de predios rústicos de gran extensión que no los explotaren y que se negaren a arrendarlos serán obligados a concederles en arrendamiento (Art.8).

Ahora bien, aunque cargado de buenas intenciones la aplicación de este Decreto acarreó, sin embargo, un sin número de complicaciones por lo que, poco a poco, fue dejado de lado hasta que, finalmente, se convirtió en letra muerta. (A no ser, por supuesto, las decisiones del Comisionado nombrado para la zona de Naranjito relacionados con la fijación de los cánones de arrendamiento a las que se hacía alusión en el punto anterior, y que, como se verá más adelante, sirvieron de base para la fijación, por un tiempo, de los cánones formales de arrendamiento en la cuenca del Guayas). Este fenómeno se debió a una serie de razones, algunas de las cuales conviene resaltar244. En primer lugar, es necesario tomar en cuenta que si bien el gobierno de I. Ayora expidió una ley especial que reformó las disposiciones contenidas en el Código Civil en relación al arrendamiento de tierras, este hecho no le asimiló al derecho público, como fue el caso de la legislación laboral que hasta el momento había sido formulada. Más bien, siguió siendo considerada (por supuesto con marcada mañosería abogadil) como parte integrante del derecho privado245. Una de las razones por las que resultó muy difícil la aplicación de este Decreto nació, por tanto, de la misma indefinición jurídica presente en su concepción, porque ello trajo como resultado el que sus normas no pudieran ser adjudicadas a un fuero determinado, a pesar de que el sentido de esta Ley fue de carácter eminentemente social y tendió a regular relaciones que afectaban al conjunto del Estado. En segundo lugar, se debe destacar la incapacidad política por parte del Gobierno para definir y constituir una instancia específica responsable del cumplimiento de la Ley. Efectivamente, si la ejecución de este Decreto fue encargado al Ministerio de Previsión Social, lo cierto es que esta Cartera, en la práctica, no logró instrumentar las medidas adecuadas para su aplicación. Más aún, hasta donde se conoce, trató sistemáticamente de eludir las obligaciones impuestas, toda vez que no existía el convencimiento por parte de los diversos titulares del Ministerio del carácter de la legislación en esta materia246. En el caso, por ejemplo, del Inspector Rural del Trabajo ante el cual se debían estructurar las Comisiones encargadas de establecer las pensiones conductivas de arriendo no solamente que no se lo nombró con la prontitud que ameritaba la problemática desatada en torno a este tema sino que, posteriormente, cuando la Partida Presupuestaria 3249 que explícitamente creaba el cargo fue suprimida por la Proforma de 1930, no se buscó 244 Para quienes se interesen sobre las “luchas campesinas en el agro costeño”, posiblemente la legislación sobre el arrendamiento de tierras y el fomento de cultivos servirá de base para más de un comentario o investigación. 245 De este criterio participó el ministro Boloña – citado anteriormente – quien explícitamente indicó que la celebración de los contratos de arrendamiento pertenecían al “orden privado” (Véase al respecto, el Informe sobre el Decreto de 1º de Octubre de 1928, que envía el ministro Boloña al Senador Maldonado, el día 9 de septiembre de 1930). 246 La actitud del ministro Boloña es típica de lo que sucedió en este período, tal como se puede apreciar en base del seguimiento del debate sobre este punto (APL, Comunicaciones Recibidas 1926 –1931).

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restablecerlo inmediatamente y con las atribuciones que la Ley concedía, por lo que este personaje tan importante para la concreción de las normas legales consignadas en el Art. 2, prácticamente desapareció y con él quedaron pospuestas esta últimas. Por otro lado, una vez que se tornó evidente que era muy difícil que las Comisiones de propietarios y arrendatarios se pusieran de acuerdo en la fijación de los cánones de arrendamiento, al menos en la zona de Milagro – Naranjito, la más importante productora de arroz del país, el Ministerio de previsión Social de acuerdo con el Art. 3, nombró un Delegado247 que vinculado, al parecer a los intereses de uno de los piladores de esta ciudad, tuvo una cuestionable actuación, razón por la cual este Portafolio prefirió olvidarlo sin que, más tarde, hubiera buscado restablecerlo de alguna manera. Tanto en uno como en otro caso se puede comprobar, pues, que el Ministerio de Previsión Social procuró abstenerse de asumir las responsabilidades encomendadas por la Ley. En tercer lugar, se debe mencionar la tenaz resistencia de los grandes propietarios de las provincias del Guayas y de Los Ríos al Decreto que regulaba los “Contratos de Siembra en el Litoral”, los cuales se sintieron lesionados en sus intereses. Sobre el particular se debe señalar que desde que el mencionado cuerpo legal fue publicado los terratenientes no cesaron de clamar por lo que consideraban un “absoluto ataque a sus intereses”248. Los argumentos para reclamar y luego de un tiempo exigir la derogatoria de esta Ley fue su inconstitucionalidad, además, de que tendenciosamente interpretaron sus disposiciones como un ataque de los “serranos” a los “propietarios del Litoral”. “Según este Decreto – decía una comunicación de varios agricultores, entre ellos el señor C. B. Rosales, a la Asamblea Constituyente -, se nos quita de hecho a los Agricultores del Litoral de la República... la administración de nuestras propiedades i su libre goce; tanto en cuento a los arriendos; como respecto de los cultivos o siembras que debemos y podemos levantar en nuestros terrenos, cuya libre administración se lo abroga, o toma para sí, el poder Ejecutivo del cual resultamos pupilos, sin que legalmente hubiera sido nombrado nuestro Tutor o Curador”. “Además – señalaba más adelante -, debemos hacer notar que no solamente son incalculables los perjuicios que sufriría nuestra incipiente Agricultura; ya bastante arruinada por las pestes llamadas ‘Escoba de Bruja’ i ‘Monilla’, si llegara a ejecutarse el Decreto que impugnamos; sino que se ha dado la forma odiosa e injusta, de aplicarlo únicamente a los Agricultores del Litoral de la República i no a los agricultores del Interior o de la Sierra; por manera que resultan estos en mejor condición que nosotros, o sea privilegiados...”249 El “regionalismo” presente en la Ley así como la intromisión por parte del Estado en asuntos privados fueron, efectivamente, las banderas que levantaron una y otra vez los latifundistas del Litoral (es decir, los grandes propietarios de las provincias del Guayas y de Los Ríos), con el objeto de impedir la ejecución del Decreto de octubre de 1928. Como es obvio, estas “reinvindicaciones” encontraron mayor o menor eco en las distintas instancias del Estado y, al menos momentáneamente, la aplicación del la Ley y la 247 Sobre este Delegado nos hemos referido anteriormente (Véase cita 42). 248 Sobre este punto es interesante el Informe sobre el Decreto de 1º de Octubre de 1928, que envía el ministro Boloña al Senador Maldonado, el día 9 de septiembre de 1930, anteriormente citado. 249 Solicitud de Varios Agricultores a la Honorable Asamblea Constituyente, publicada en la revista “Ecuador Agrícola”, Vol. I, Nº 3, diciembre de 1928, págs 137 –138.

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consecución de los beneficios consignados para los campesinos arroceros fueron postergados. En cuarto lugar, conviene señalar el poco feliz intento por parte del Delegado del Ministerio de Previsión Social al tratar de aplicar las disposiciones del Art. 3, en la zona arrocera más importante de la República, Milagro, en donde la situación de tensión y de enfrentamiento de arrendatarios y administradores se había tornado muy conflictiva. Al respecto conviene tener presente los siguientes hechos. Sucede que casi inmediatamente de la expedición del Decreto de octubre de 1928 el “Sindicato de Trabajadores de Milagro” empezó a hacer gestiones ante la Asamblea Constituyente y ante el Ministerio de Previsión Social para que se nombrara Inspector Rural del Trabajo250, tal como lo disponía el Art. 2 de este cuerpo legal. Luego de varios meses de insistencia – y luego de que 12 personas se excusaron - dicho funcionario fue finalmente nombrado y ante él se designaron el representante de los propietarios del mismo modo que, poco antes, había sido designado el representante de los arrendatarios. “Por fin – dice el Ministro Boloña en su Informe al honorable Maldonado -, el 22 de agosto de 1929, se reunió la primera Justa Fiscalizadora en Milagro... Presidió el inspector Rural señor Murillo Haro, y concurrieron los señores Gabriel Medida, Secretario de Agricultores de Milagro; Norberto Cobo representante de los campesinos (arrendatarios); Javier Romero y Jerónimo Avilés Aguirre, en representación de los propietarios... Como es obvio suponer no se llegó al acuerdo que debió existir para la determinación del canon de arrendamiento. (Por lo que) la Junta se disolvió ante la imposibilidad de obtener resultado práctico alguno...” “Ante tal resultado – señala más adelante -, el Secretario de Agricultores Neptalí Pacheco, comunicó al Departamento, por oficio de 25 de agosto de 1929, que los arrendatarios, en caso alguno, podrían pagar más de 2 sucres por cada cuadra de finca y 6 sucres por cada hectárea de siembra de arroz, como pensión conductiva. Se le contestó que iba a procederse a nombrar el Delegado del Ministerio, conforme a la Ley, para la legislación del canon”. ”... el 9 de septiembre de 1929 – indica finalmente -, el Ministerio hizo lo único y lo último que le cabía hacer en el asunto, según lo dispone el Artículo 3 del Decreto: por Acuerdo 305, nombró al señor Atenor Silva, como Delegado del Ministerio de Previsión Social y Trabajo, para que fijara el precio de las pensiones de arriendo y ordenó su posesión al Gobernador del Guayas..”251 Ahora bien, resulta que el mencionado Delegado, señor Silva, cuya Comisión se concentraba en la zona de Naranjito (cantón Milagro), en donde se habían producido los 250 La lucha por conseguir la aplicación del Decreto de octubre por parte de los trabajadores de la zona de Milagro trajo como resultado el que los administradores y dueños de las grandes propiedades acentuaran la represión en el Cantón. Así, en la hacienda “Venecia” de propiedad de Carlos Benjamín Rosales, se procedió a tumbar las sementeras del plátano de los finqueros bajo el pretexto de que únicamente se habían comprometido a sembrar arroz. Al respecto, son muy interesantes las quejas que los obreros de la hacienda Venecia envían a la Cámara de Diputados y las declaraciones del señor Israel Reina y Cesáreo Acosta ante el Comisario de Policía del Cantón Milagro, de 22 y 30 de agosto de 1930. (APL, Comunicaciones y Documentos - 1930). 251 Comunicación del Ministro de Previsión Social, señor Boloña, al Honorable Maldonado, anteriormente citada.

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más importantes enfrentamientos entre sembradores y finqueros contra los administradores y propietarios, “justipreció la pensión conductiva (de arriendo) en la suma de diez y seis sucres por hectárea de tierra arrendada”252.Es decir, fijó un canon en dinero no solamente para zona de Naranjito sino para el resto de “sitios arroceros” la que, sin duda, fue exagerada porque en ese momento los precios de la gramínea que la llevaron a cotizarse en más de 17.00 sucres, empezaron a experimentar un derrumbe muy acentuado, que la llevaron a cotizarse a menos de 10.00 sucres a comienzos de la década del treinta, y para 1932, a menos de 9.00 sucres. Si a ello agregamos que los precios en el mercado de Guayaquil que se habían tomado como referentes eran bastantes más elevados que los que se cotizaban en los lugares de producción en donde se vendía efectivamente el grano, se puede apreciar que la medida adoptada por el Delegado del Ministerio de Previsión no se compadeció de la situación de los campesinos arroceros, pues, a lo único que condujo es a subir en la práctica los cánones de arriendo. Especialmente, porque los $ 16.00 sucres, cuando se empezó a aplicar la medida, es decir hacia 1930, ya no eran equivalentes a dos quintales que hasta ese momento se pagaban sino a más: en realidad, correspondían a tres quintales porque en esos años difícilmente el arroz se vendió a más de $ 5.00 sucres en los sitios de producción. Por esta razón, luego de luchar por más de un año para que se aplicaran las disposiciones del Decreto de 1928, relativos al arriendo de tierras, los campesinos arroceros dándose cuenta de que esta medida no les había ayudado sino que, al parecer, les había perjudicado, optaron por hacer caso omiso de las disposiciones. Entre otras cosas, esto último significó volver al pago en especie de dos quintales de arroz pilado, que supuestamente les era menos perjudicial. Luego de los primeros intentos por aplicarlo, casi nadie estaba dispuesto, pues, a observar y llevar a la práctica las normas contenidas en el Decreto que regulaba el arrendamiento de tierras (al menos tal como estaba escrito). Entre otras cosas, esto se debió a que no se designó el Inspector Rural del Trabajo, no se nombraron nuevos Delegados del Ministerio y, además, porque de aceptarse las regulaciones legales se corría el riesgo no solamente que se fijasen cánones de arriendo en dinero, lo cual era bastante complejo “conseguir” en un período en donde era sumamente escaso el circulante sino, además, como ya había sucedido, estos terminarían incrementándose notablemente. Todas estas razones determinaron, por consiguiente, que las disposiciones del Decreto de octubre de 1928 fueran relegadas en la práctica. A todo lo anterior contribuyó, por otro lado, un elemento que es fundamental señalar. A pesar de las buenas intenciones del Ejecutivo de “proteger al labriego de la Costa”, este objetivo era muy difícil de lograr porque si bien el arrendamiento era el origen de los abusos y atropellos de que eran víctimas los montuvios dedicados al cultivo del arroz, en sí misma, el tema de los cánones no era el asunto más importante de una problemática compleja. Era el menos importante y – si es que es posible usar esta expresión – el menos perjudicial. El arriendo de tierras, en efecto, había dado origen a un conjunto de instituciones como el adelanto en dinero para las cosechas, el fomento de cultivos, la comercialización con determinados agentes (casi siempre fomentadores y prestamistas) la entrega obligatoria a las piladoras de las haciendas, etc.., quienes eran los que realmente esquilmaban al campesino de las provincias del Guayas y de Los Ríos. No obstante, estos “fenómenos”

252 Ibid.

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no estaban recogidos ni regulados en la Ley de Arriendo. Si es que se quería verdaderamente mejorar la situación de los trabajadores agrícolas se tenía, pues, que normar cada uno de estos aspectos en un cuerpo legal amplio en el que el arriendo fuera solamente una parte. Es decir, se debía legislar los diversos aspectos que formaban parte del proceso de producción del arroz. Esto último, por supuesto, sin hacer mención a la “tenencia de la tierra” que ya para entonces se había convertido en una bandera de lucha muy importante de los trabajadores agrícolas organizados. Todo ello, sin embargo, no sucedió. El Estado siguió considerando – al menos hasta comienzos de la década del cuarenta – al arriendo de tierras como el problema fundamental y, si alguna cosa se dijo sobre estos “aspectos” fue de forma limitada y dispersa, contenidos en unos pocos Decretos y disposiciones administrativas de diferente peso. Uno de los motivos por los que la Ley sobre Arriendo de Tierras se convirtió en letra muerta fue, por tanto, que únicamente recogió un elemento del proceso de producción del arroz e hizo caso omiso de los demás. Como se ha señalado, existían otros aspectos que debían ser regulados en cuerpo legal cuya definición y aplicación hubiese demandado la existencia de un movimiento social organizado con una clara voluntad de poder por parte de sus representantes más radicales que, en la realidad política de finales de los años veinte y comienzos de los treinta, no existía. De todos modos, hay que resaltar que el arrendamiento de tierras fue uno de los asuntos alrededor del cual se fijo la atención pública y el interés político de la década del veinte. También fue uno de los elementos vertebrados alrededor del cual se estructuró la lucha social en el agro. Todo lo cual pone en evidencia la importancia de esta institución, el nivel de desarrollo y consolidación en el ámbito económico y social, y la difusión que había alcanzado dentro de la producción arrocera de la cuenca del Guayas durante la tercera década del siglo XX. También pone de manifiesto hasta qué punto en los años siguientes el tema del arrendamiento de tierras para dedicarlas al cultivo del arroz sería un motivo de interés recurrente por parte de campesinos y propietarios253. En una época de agitación política y social como la década del treinta, curiosamente, sin embargo, esta lucha pasó desapercibida, al menos, para quienes se dedicaron la crónica de estos años y no tanto para los actores que articularon sus esfuerzos alrededor de este tema. 4. El Fomento de Cultivos

Características Generales del Fomento En las páginas anteriores se ha indicado que, en el caso de la plantación, la posibilidad de obtener en usufructo un pedazo de tierra en las zonas bajas de la cuenca del río Guayas supuso la concesión de un “derecho” a los sembradores y peones para que pudieran tener acceso a esa clase de suelos. No obstante, en el caso de los campesinos independientes, que antes de la década del veinte fueron “poco numerosos”, pero que después de esa fecha coparon los sitios anegadizos y las vegas de los ríos, esto fue posible mediante el pago de un canon de arrendamiento que, al comienzo fue poco significativa. Sin embargo, lentamente tendió a subir de modo que a finales de la década

253 Más adelante, cuando se trate la década del treinta se volverá sobre este punto.

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del veinte podía estimarse en dos quintales y, en la práctica, hasta tres quintales de arroz pilado por cuadra254. Es cierto que desde esta época se empezó a utilizar el dinero para fijar los cánones de arriendo, de todos modos, no hay que perder de vista que: a) las “pensiones conductivas” continuaron estableciéndose en especie; b) cuando se utilizó el dinero fue más bien para fijar un canon en base del cual se calculó la cantidad de quintales de arroz que aquel equivalía. El dinero, por tanto, más que como medio de pago para cancelar las “pensiones de arriendo” se lo utilizó, pues, como unidad de cuenta. Gracias al arrendamiento, en todo caso, los terratenientes pudieron apropiarse de una parte de la cosecha de los campesinos arroceros. Ahora bien, si a través del arrendamiento los propietarios de los predios rústicos pudieron apropiarse de una parte del producto de los campesinos arroceros, de hecho este no fue el único mecanismo que los terratenientes, industriales, comerciales, banqueros y prestamistas de diversa índole, utilizaron para apropiarse de una parte sustancial de la cosecha obtenida por los trabajadores agrícolas. Existieron también otros mecanismos, uno de ellos, sin duda, el más importante fue el “fomento de cultivos”, al que insistentemente se ha hecho referencia en este texto. Para entender esta institución que, por más de medio siglo estuvo vigente en el Ecuador, sobre todo, en las provincias del Guayas y de Los Ríos, debemos partir del hecho de que una situación generalizada de pobreza como la que atravesó el país durante la década del veinte y treinta, los campesinos arroceros, arrendatarios de suelos de montaña, rastrojales o terrenos de vega, difícilmente luego de la crisis del cacao, estuvieron en condiciones de comprar los instrumentos de trabajo que requerían (machetes, puntas de “espeques”255, palas,etc.), así como semillas y demás instrumentos indispensables para el cultivo. Tampoco disponían del dinero o de los recursos necesarios que necesitaban para sobrevivir (familiar y socialmente) durante el tiempo que transcurría entre “zocola” y la cosecha. Por esta razón y dado que los desmonteros fueron campesinos pobres que se mantuvieron en el límite de la sobrevivencia, en muchos casos, al borde mismo de la miseria, debieron recurrir a los prestamistas con el objeto de obtener el dinero que requerían para llevar adelante el proceso productivo y la reproducción familiar. Ahora bien, a los prestamistas a los que los campesinos arrendatarios recurrieron fueron los “fomentadores”, esto es, personajes conocidos que en calidad de piladores, comerciantes, terratenientes, estuvieron interesados en “apoyar” el cultivo de arroz, adelantando el dinero y los recursos que los campesinos necesitaban para hacer los desmontes, sembrar y cosechar, razón por la cual al finalizar el ciclo de producción recibieron un “equivalente” de su dinero en quintales de arroz, lo cual les aseguró acceder a una parte sustancial (sino a toda) la cosecha256. Debido a que, en una época de crisis 254 Posteriormente se analizará hasta qué punto se modificaron, durante las décadas del treinta y del cuarenta, los cánones de arriendo. 255 El “espeque” era un instrumento de madera de tres o más pies de longitud que tenía una forma similar a una lanza (incluso, a veces se incorporaba una punta de metal) con la cual, especialmente en los terrenos de montaña, se sembraba el arroz. 256 En la literatura de la época es común reconocer que los fomentadores adelantaban dinero para realizar los desmontes, las siembras y las cosechas de arroz, pero es menos común reconocer que también adelantaron productos. No obstante, en una noticia de prensa de 1945, en la que se anuncia la preocupación que ha causado la posible creación de un organismo para verificar las futuras exportaciones, aún se puede leer que:

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como la de los años veinte, estos prestamistas eran los “únicos interesados” en el desarrollo de este tipo de cultivo pasaron a denominarse los “fomentadores”: un referente positivo que definió su identidad social ya que, al parecer, sin su concurso difícilmente podría haberse desarrollado el cultivo de arroz en la dimensión que alcanzó para esta época. Gracias, en todo caso, al fomento, es decir a los adelantos en dinero y en productos a los campesinos arroceros, los piladores se aseguraron contar con la suficiente cantidad de arroz para llevar a cabo sus actividades industriales. También los terratenientes y comerciantes pudieron contar con un “fuerte stock propio” que, luego de pilado y pulido, pudo ser fácilmente negociado en el mercado nacional o internacional257. Los fomentadores fueron, pues, un género particular de prestamistas cuyo objetivo fundamental fue apropiarse de la cosecha de los campesinos arroceros. Por su parte, el fomento de cultivos fue una relación entre un deudor (campesino arrocero – arrendatario) y un prestamista (casi siempre un pilador, comerciante, o propietario de tierras), por medio de la cual este último adelantó dinero o productos que aquel requería para destinarlo exclusivamente al cultivo del arroz, que el prestamista tenía especial interés en “apoyar”. Al final del ciclo de producción – como se ha señalado – este último recibió una parte de o toda la cosecha porque los adelantos en dinero o especies se hacían en base del compromiso de que el campesino debía entregarle al fomentador su producción. Formalmente el dinero adelantado por los fomentadores no devengó interés alguno, pero gracias a esta institución el prestamista, sin ningún tipo de trabajo o riesgo obtuvo más de lo que podía obtener depositándole en los bancos o en las “casas comerciales acreditadas en el Puerto Principal”. Hay que insistir en este punto. Los prestamistas adelantaron dinero o productos porque, de una u otra forma, estaban involucrados en el “negocio del arroz”. No fueron – al menos hasta comienzos de la década del treinta – meros prestamistas, sino personas vinculadas a la producción arrocera en sus distintas fases que buscaban no tanto la devolución de su dinero sino en especie, en quintales de arroz. Si hubieran funcionado como cualquier otro prestamista (un banco, por ejemplo) hubieran buscado la reposición de su dinero o sus “Lo que vemos y que posiblemente no lo consideran quienes piensan que es factible entregar esta nueva actividad privada a la influencia oficial es que a través del Arroz, giran millones de sucres de capitales privados, en dinero en efectivo, en herramientas, en pagos de medicinas, en tejidos, etc.. Estos capitales están conexionados con las Piladoras y los Fomentadores de la producción. Entra el Estado a actuar en la exportación en forma de monopolio y, automáticamente, cesaría todo ese apoyo que reciben los agricultores de arroz, y el mismo capital privado se resentiría en sus intervenciones directas”.(El Telagrafo, 6 de febrero de 1945) 257 Sobre este particular, y a manera de ejemplo del papel de los fomentadores y de las “ventajas” de esta institución tanto a nivel de los industriales y comerciantes como de los propios campesinos, conviene tomar en cuenta las apreciaciones contendidas una nota periodística sobre la Molino Nacional, anteriormente transcrita: “Don José Pons, primero, y después la Sociedad Molino Nacional, - se decía en este artículo - fueron los primeros industriales que apoyaron el cultivo de arroz, mediante suministro de dinero a los sembradores, a fin de que pudieran hacer desmontaciones de cierta consideración. Se formó así, en breve, una extensa red de cultivadores en Jujan, Boliche, Yaguachi, Daule, etc., los cuales debieron y deben a la ayuda de esta fábrica el haber podido trabajar y algunos el haber prosperado en tan arduo cultivo. Ello representa a la fabrica la dedicación de un capital adicional, para fomento de plantaciones, y aunque es un esfuerzo más que se ha impuesto, sirve para asegurarle un contingente respetable cada año, de 50 a 60 mil quintales por cosecha, preservando a la fábrica de cualquier crisis de producción” (El Molino Nacional, Establecimiento Especializado en Arroz para la Exportación, en Boletín de la Cámara de Comercio, Año XXIII, marzo 31 de 1931, Nº 270, págs 26 –27).

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productos por dinero pero, hay que comprender, que al menos en términos inmediatos, los piladores, comerciantes, terratenientes, estuvieron menos interesados en la forma dineraria de sus préstamos que en el producto que contribuyeron a fomentar, alrededor del cual se articulaban sus intereses económicos. Desde esa perspectiva se puede decir que los fomentadores estuvieron menos interesados en la forma universal que adoptó el “valor de cambio” que en la forma natural de la mercancía. Y esto porque estaban también comprometidos – vale la pena reiterar – en el “negocio del arroz”.

Condiciones Sociales para la Emergencia y Consolidación del Fomento Aunque la necesidad obligó a los campesinos arrendatarios a recurrir a los fomentadores, del mismo modo que impulsó a éstos a recurrir a los campesinos arroceros, tanto la concesión del préstamo, como su pago, no pueden ser explicados exclusivamente en términos económicos, ya que la necesidad fue nada más que una condición, pero no el mecanismo que permitió lograr efectivamente adelantos en dinero o especies, ni garantizar su devolución. En realidad, aquello fue posible porque existió una estructura de relaciones sociales en las que participaron arrendatarios y fomentadores, en base de la cual se asentó el fomento de cultivos. De no haber existido esta estructura social el prestamista difícilmente se hubiera atrevido a prestar sin otra garantía que “la promesa” del campesino arrocero, y el prestatario difícilmente se hubiera sentido obligado a pagar, a no ser porque consideraba que “la palabra empeñada” era fundamental. Expresado de otra manera, ningún capitalista (pilador, comerciante, terrateniente) se hubiera atrevido a prestar dinero que se podía emplear en el cultivo de arroz y, en este sentido, el fomento no hubiera alcanzado la difusión y extensión que alcanzó, si no hubiera existido una estructura social que permitió a los prestamistas prestar, tanto como obligó a los prestatarios a pagar. En una etapa del desarrollo histórico de nuestro país en la que – por decirlo de una manera convencional – las relaciones económicas no se habían separado de las relaciones personales, fueron éstas, sin duda, el mecanismo a través del cual se constituyeron y resolvieron las obligaciones258. ¿En qué consistieron y se fundaron, en todo caso, este conjunto de relaciones sociales sobre las cuales se constituyó el fomento de cultivos?259. 258 Es una idea bastante parcializada, por decir lo menos, suponer que las “deudas” se explican exclusivamente por su necesidad económica y se garantizan por el uso de una “coacción extraeconómica”. En primer lugar, porque – como ya se ha señalado – la necesidad es nada más que una condición que explica por qué puede recurrirse a un prestamista, pero no explica por qué el préstamo se le concede a una determinado individuo concreto, como tampoco explica cómo se garantiza su devolución, los cuales son elementos esenciales sin los cuales no se puede comprender los adelantos de dinero y las deudas contraídas. En segundo lugar, porque si bien las relaciones sociales a las que nos referimos no excluyen el uso de la “fuerza” sino que, por el contrario, la suponen, no hay que olvidar que existen otros mecanismos que sin necesidad de recurrir a ella garantizan el pago de las obligaciones. En realidad, cuando se insiste en la utilización de la “fuerza” se lo hace con el objeto de resaltar el “carácter coactivo –represivo” de los terratenientes y de los grandes propietarios y, en casos más amplios, del Estado. No obstante, aunque éstos recurrieron insistentemente al uso de la “fuerza”, de hecho a mayoría de las veces únicamente recurrieron al entramado de relaciones sociales tradicionales con el objeto de “obligar” a los deudores y con ello “garantizar” el pago de las deudas contraidas. 259 Las ideas que siguen apuntan a responder, aunque sea brevemente, esta cuestión. Como ha sucedido en otros puntos de orden general, en estas líneas se trata únicamente de establecer una serie de premisas a partir de los cuales se puede comprender de mejor forma este asunto.

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Sintéticamente, se puede decir que se fundaron y constituyeron a partir de la localidad, la vecindad, y/o la pertenencia a una zona y; en mucho casos, en los parentescos “reales” o “ficticios” (como son aquellos que surgieron del compadrazgo) que se establecieron entre fomentadores y fomentados. Es decir, en una trama de relaciones simbólicas que tenían una significación económica, pero también jurídica, moral, religiosa, y que constituyeron y transformaron a los miembros de una determinada “zona”260 en parientes, amigos, conocidos, vecinos. Desde esta perspectiva, se puede decir que si los piladores, comerciantes, propietarios de predios rústicos, pudieron realizar adelantos en “dinero” o “especies” ello fue posible porque se procesaron a través de las relaciones de “localidad” o de “vecindad” y, porque esta circunstancia aseguró, por sí misma, el pago de las deudas contraídas. Entre otras cosas, porque los “préstamos económicos” no fueron sino parte de una serie de “obligaciones sociales” de carácter más amplio, y porque esta circunstancia fue la que aseguró el cumplimiento de las obligaciones que el fomento suponía. Del mismo modo, los campesinos arroceros pudieron solicitar crédito a alguno de estos personajes porque dentro de las relaciones de localidad existían amigos, conocidos, vecinos, parientes, que estaban en condiciones de prestarles en la medida que formaban parte de las relaciones sociales establecidas y porque ellas eran condición suficiente para asegurar su devolución. Esto último, sin necesidad de usar la “coacción extra económica” la cual, de todos modos, siempre formaba parte de las relaciones tradicionales. Como se puede comprender, en una sociedad altamente estratificada como al de las provincias del Guayas y de Los Ríos, la presencia de esta trama de relaciones gracias a las cuales se fraguaron y resolvieron las obligaciones, entre ellas las fundadas en la deuda que no forma sino parte del sistema de reconocimientos y reciprocidades sociales261 más amplio, sirvió para mantener este mundo estratificado en donde cada uno de los miembros de la localidad participaron de forma asimétrica262. Esto significó que el fomento condujo a reforzar la posición de los campesinos en un extremo social mientras que, en otro extremo, consolidó la figura y el papel de los piladores, comerciantes, grandes propietarios. Siendo estos últimos los que, por eso mismo, formaron la cima de una pirámide que les permitía aprovechar las relaciones sociales tradicionales de las que participaban y a las que, por esta circunstancia, podían imponerle “su Ley”. Hay que insistir en este punto. Los piladores, comerciantes, propietarios de predios rústicos, otorgaron crédito directo a los campesinos para que hagan desmontes, siembren y cosechen el arroz, porque en ocasiones fueron antiguos trabajadores de las “plantaciones” o de las “haciendas” y porque esta circunstancia los definía de alguna

260 Por “zona”, en este trabajo se entiende los territorios delimitados por una o varias haciendas en donde se ubicaron las viviendas y los terrenos de los arrendatarios, y los centros poblados, entre los cuales transcurrió la vida social de los campesinos arroceros. 261 Levy Strauss, C, Las Estructuras Elementales del Parentesco, Ediciones Paidos, 1981; Antropología Estructural, Editorial Siglo XXI, 1978, Leach, J., Sistemas Políticos de la Alta Birmania, Ediciones Taurus, 1984. 262 En este punto lo que conviene resaltar es que el parentesco y la localidad o, si se prefiere, los lazos sociales surgidos del parentesco y la localidad, no excluyeron la vigencia de relaciones desiguales entre campesinos y fomentadores sino que, al contrario, las expresaron y ratificaron. Por esta razón: a) pudieron ser aprovechas más por un sector social que por otro; b) contribuyeron a reproducir y a consolidar un orden social desigual en el que se definieron las jerarquías sociales a las que tenían que someterse los campesinos arroceros.

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manera como amigos y conocidos. También entregaron crédito a los peones y trabajadores de las plantaciones y, algunas veces a los parientes de éstos, porque les hicieron compadres y les “obligaron a cargar a uno de los guaguas de la familia”, o les escogieron de padrinos para la boda de una de sus hijas, lo cual les fue integrando a los círculos familiares de los campesinos de la zona. También hicieron adelantos a aquellos ex trabajadores de las haciendas con los que no eran compadres o padrinos, pero que les acompañaron en las “buenas y en las malas” del cacao; les ayudaron a combatir a maleantes, montoneros y cuatreros. Se trataba, en ciertos casos, de aquellos montuvios que de alguna manera les habían servido diligentemente a sus padres y abuelos, sobre todo, cuando entregaron su contingente para derrocar al gobierno conservador y, más tarde, para luchar contra los excesos de los liberales. A todos estos les prestaron directamente su dinero porque además de “conocidos” eran sus “amigos”. Se trataba de un grupo escogido de gentes cercanas en quienes confiaban y los cuales podían, a su turno, “comprometer” el dinero prestado con una serie de amigos, parientes, conocidos, de sus círculos familiares y de sus localidades, en la certeza de que éste les sería devuelto para entregarlo, a su vez, al terrateniente, al comerciante, al pilador263, los cuales – como hemos señalado – hasta los años treinta, no estaban claramente diferenciados. A todos estos amigos inferiores les concedieron y otorgaron crédito porque, al fin y al cabo, con muchos de ellos se relacionaron, además, en los pequeños centros poblados o en los recintos en, a donde semanalmente concurrieron a emborracharse mientras discutían de los precios del café, del tabaco, de la panela; del cacao o de las pieles de cocodrilo y de los animales de monte. A todos o algunos de ellos les otorgaron crédito o les autorizaron a que retiraran productos en las tiendas de la localidad comprometidas con sus intereses, porque en sus correrías y andanzas les acompañaron a dar serenatas, enfrentar a los rurales, expulsar a su turno a los “serranos curuchupas” y a los “liberales masones” y anticlericales. Del mismo modo, entregaron adelantos y dineros a ese conjunto de personas que estaban íntimamente vinculados a su vida, es decir, a los hijos o nietos de las mozas de la localidad con las que pasaron las noches, y que formalmente pertenecían a otros ascendientes. A cada uno de estos grupos concedieron los fomentadores adelantos porque, como se ha señalado, pudieron utilizar en su provecho la trama de relaciones sociales tejidas en las distintas localidades, aparte de que en cualquier momento pudieron echar mano de la “fuerza” que ellos mismo monopolizaban cuando, este tejido social no era suficiente para garantizar las obligaciones contraídas. Por su lado, los arrendatarios recurrieron a estos personajes porque sabían que eran sus compadres, padrinos, los amigos de sus padres, los abuelos no reconocidos de sus tíos, los conocidos poderosos “del pueblo”. Porque se sintieron cercanos, reconocidos, amigos, parientes ocultos y negados, de aquellos sujetos ricos con los que, a pesar de sus diferencias sociales y económicas, formaban parte de las relaciones que se generaron en una vida lugareña de la que todos, por igual, participaban. Por ésta, y no por otra razón, los campesinos arroceros recurrieron a los fomentadores: porque “sabían” que los terratenientes, comerciantes, piladores, formaban parte de un orden social, cuyas reglas y normas debían respetar y mantener y porque las obligaciones debían concertarse y atenerse a través de ese tejido social que les servía de referente común. Por eso, y porque sabían que sus pedidos no podían ser rechazados como sucedió sistemáticamente cuando se acercaron a las ventanillas de los bancos del Puerto o a las

263 Más adelante, en otro capítulo, se analiza este punto.

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Casas Comerciales de Milagro, Naranjito o Yaguachi, recurrieron insistentemente a tocar las puertas de estas personas con las cuales, al menos en una parte de sus existencias, pasaron y se criaron juntos en una misma localidad264.

El Fomento de Cultivos y los Industriales Arroceros Hasta ahora se ha analizado qué fue el fomento de cultivos y porqué se desarrolló sin necesidad de contar con un “aparato jurídico - represivo” que formalmente definiera y garantizara las características de los contratos, las obligaciones de las partes, la tasa normal de interés, el fuero al que debían someterse los contratantes y, por consiguiente, la autoridad que debió garantizar el cumplimiento de los preceptos contractuales. Al respecto, se debe tener presente que, hasta mediados de los años 40, no existió ninguna regulación legal sobre el fomento de cultivos, lo cual demuestra a las claras el peso que tuvo la estructura social en la determinación y cumplimiento de las obligaciones fundada en esta clase de deuda. Luego de esto conviene señalar, sin embargo, que esta institución surgió, al parecer, independientemente del arrendamiento de tierras, pero únicamente logró difundirse cuando este último se convirtió en la forma esencial de acceso a los suelos apropiados para el cultivo del arroz265, por parte de los campesinos sin tierras. De ahí que, luego del 20, resulta sumamente complejo encontrar arrendatarios que, al mismo tiempo, no fueran “fomentados”, o arrendadores de predios rústicos que no utilizasen el fomento (a los arrendatarios) como una forma de desarrollar el cultivo de arroz en sus propiedades. En efecto, si algo fue especialmente particular en el cultivo de esta gramínea en las provincias del Guayas y de Los Ríos, fue la asociación entre el arrendamiento de suelos con el fomento de cultivos. Estos fueron, en realidad, dos de los aspectos más sobresalientes de la producción de arroz durante buena parte del siglo XX266. Ahora bien, aunque el adelanto fue ampliamente utilizado por terratenientes comerciantes, y piladores, fueron estos últimos los que, desde el primer momento y con mayor insistencia, recurrieron al fomento como una manera de captar una parte sustancial de la 264 Este punto, como buena parte de este capítulo, fue escrito en 1986. Poco después, a través de una estancia en Manabí, escribí una Monografía en la que la mayoría de estas ideas (si bien en otro contexto) pudieron ser puestas a prueba. (Véase, Espinosa, Roque, Parentesco y Reproducción Social en Manabí: el caso de Membrillal, Ediciones ABYA YALA, 1990). 265 Aunque en términos generales esta apreciación es pertinente, es indispensable señalar que la difusión del fomento incidió, a su vez, en el desarrollo del arrendamiento de tierras y, por ende, en el cultivo de arroz. Solamente si se tiene en cuenta este mutuo condicionamiento se puede lograr una visión cercana a la realidad. 266 Debido al énfasis de esta frase no quisiera dar la idea de que el fomento (así como el arrendamiento) fue una institución exclusiva de la producción arrocera. De hecho fue “típica” de la producción bananera, tabaquera, maicera, algodonera, es decir, de la producción agrícola mercantil de las provincias del Guayas y de Los Ríos y, más tarde de Manabí, sobre todo, en cuanto se relaciona con el cultivo del algodón. Fue, sin embargo, en el cultivo de arroz en donde – a mi modo de ver – mayor difusión alcanzó. Por lo demás, el carácter general del fomento fue ampliamente conocido en el país. Por este motivo, en la Revista de la Cámara de Comercio de Guayaquil, a finales de 1931, se afirmaba lo siguiente: “Las cosechas de arroz, de bananos, de algodón, de maíz y de otros productos, se efectúan casi por entero mediante el fomento del sembrío por uno de estos capitalistas (privados) quienes merced de los riesgos de estos préstamos leoninos, consignan sin embargo muy jugosas utilidades, cuando tratan con sembradores honestos y las cosechas vienen abundantes”. (Boletín de la Cámara de Comercio de Guayaquil, Nº 279, diciembre de 1931)

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producción nacional. Por esta razón, ya para mediados de los años 20 se puede decir que los piladores eran los principales fomentadores del país, habiendo comprometido buena parte de sus recursos en el cultivo de arroz. Varias razones explican el comportamiento demostrado por los propietarios de las fábricas dedicadas al decorticamiento de la gramínea. En primer lugar, se conoce, que a través del arriendo y del fomento de cultivos los piladores lograron diseñar una estrategia que les permitió producir arroz en sus propiedades. Una de las características de la producción arrocera en las provincias del Guayas y de Los Ríos fue, en realidad, que las fábricas dedicadas al procesamiento de la gramínea, casi siempre contaron con “sus propios terrenos”. En el caso de las “piladoras de campo” esto fue evidente porque formaban directamente parte del complejo agro industrial al que estaban integrados, y en donde no eran sino una instancia que permitía la industrialización del grano obtenido en las haciendas a las que pertenecían267. Pero, incluso, en las “piladoras de ciudad”, es decir ubicadas en los centros poblados como Milagro, Naranjito, Yaguachi, esto fue evidente porque sus dueños disponían, en la mayoría de casos, de haciendas ubicadas en los alrededores. La mayoría de las piladoras, al menos hasta comienzos de la década del treinta, contaron con sus propios terrenos, lo cual fue el caso también de las piladoras localizadas en el Puerto Principal que dispusieron de propiedades en (Daule, Durán, Samborondón, Jujan) en donde producían “su propio arroz”. Los piladores utilizaron ampliamente el “fomento de cultivos”, pues gracias a este mecanismo lograron acceder a la cosecha de los campesinos arrendatarios ubicados en sus “terrenos” y “haciendas” y, de esa manera, pudieron disponer del grano necesario que requerían para realizar sus actividades industriales. Esto último, a un “costo” que, sin duda, resultó menor que cualquier otro de los sistemas conocidos (por ejemplo, el trabajo asalariado), ya que de otra manera no se podría entender la enorme difusión que alcanzó esta institución en la cuenca del Guayas. Además, el fomento les posibilitó a los piladores y, en general, a comerciantes y terratenientes, emplear su dinero con escasos riesgos, dada la estructura social en la que se encontraban atrapados los propios campesinos arroceros268. En segundo lugar, no solamente que los piladores a través del fomento lograron acaparar la mayoría de la producción de arroz de los arrendatarios de sus propiedades sino de las propiedades ajenas, ubicadas en su entorno o en su “ámbito de influencia”, que podía ser tanto más extenso, cuanto más importante era la empresa industrial. Como es evidente esta circunstancia les permitió disponer no solamente de una cantidad “necesaria” para el funcionamiento de las empresas industriales, sino de un “excedente” que adecuadamente guardado en sus bodegas hizo posible que pudieran pilar durante todo el año, lo cual les aseguró una producción constantes y, como es obvio, niveles de rentabilidad seguros. 267 Como se recordará las primeras piladoras y las máquinas de pilar se ubicaron en las haciendas. Fueron parte, por tanto, de la gran propiedad y surgieron como una iniciativa de los propios terratenientes que comprendieron que en determinadas zonas en donde se producía arroz, era posible incrementar sus ingresos mediante el establecimiento de industrias dedicadas al decorticamiento de la gramínea. Por este motivo, todas ellas contaron con sus “propios terrenos”. 268 El escaso riesgo fue uno de los aspectos sistemáticamente negados por los piladores, comerciantes, terratenientes, al referirse a los contratos de fomento. Se adujo, efectivamente, que esta clase de contratos fueron altamente riesgosos en vista de que los capitalistas adelantaban su dinero sin contar con ninguna otra garantía solvente por parte de los sembradores que su palabra y las expectativas de futuras cosechas.

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El rol de las piladoras en el fomento de cultivos en haciendas que no eran de propiedad de las empresas industriales, fue ampliamente conocido y reseñado desde finales de la década del veinte. Ya se ha señalado269 de qué manera la Sociedad Molino Nacional, había comprometido cerca de la mitad de su capital social en el fomento del cultivo de arroz en propiedades ajenas, formando “una basta red en Jújan, Boliche, Yaguachi, Daule, etc.”, que le permitió contar con un contingente de unos 50 a 60 quintales al año, “preservando a la fábrica de cualquier crisis de producción”. Para los años treinta, en todo caso, el fomento de cultivos en propiedades ajenas se popularizó notablemente y alcanzó una difusión que no había tenido hasta ese momento. De forma tal que, prácticamente, no existió una sola piladora de las instaladas en las provincias del Guayas y de Los Ríos, no se hubieran dedicado al fomento del arroz en las haciendas propias y en haciendas ajenas. Como se ha indicado en otro lugar, esto último fue posible porque los terratenientes lograron no solamente ampliar por este medio y sin ninguna inversión de su parte la frontera agrícola de sus propiedades, sino la ocupación real del suelo, y con ello lograron integrar a la agricultura vasta zonas hasta entonces consideradas de “montaña”. A manera de ejemplo270, en uno de los Informes de los Fiscalizadores de Piladoras que, hasta 1938, pasaron a depender de la Contraloría General de la Nación, se decía que en la hacienda La Angélica, perteneciente al señor Manuel Ayala, y que estuvo ubicada en las parroquias Yaguachi y el Chobo: “La mayor parte de los sembríos son fomentados por la piladora “Susana” para cuyo objeto los señores Cronfle tienen varios departamentos empleados encargados de los quintales de arroz que deben los pequeños sembradores”271. También los Hermanos Silva, dueños de la piladora Yaguachi, habían hecho adelantos en esa propiedad “cultivando (por este medio) una gran extensión de la hacienda272. En total se calculaba en el citado Informe que existían una 1.200 cuadras destinadas al cultivo de arroz, las cuales producían unos 30 quintales por cuadra, esto significaba que solamente en la propiedad del señor Ayala, durante la cosecha de invierno de ese año, se produjeron 36.000 quintales, buena parte de los cuales, gracias al fomento de cultivos, fueron a parar a manos de los señores Kronfle y Silva. La dimensión de estas cifras dan cuenta, como es natural, de la importancia del fomento no solamente en terrenos propios sino en las propiedades ajenas de las empresas industriales dedicadas al decortorcamiento de la gramínea. Se debe señalar, sin embargo, que la utilización del fomento en suelos no fue únicamente propio de los piladores sino de comerciantes y de prestamistas que ya, para finales de los veinte y comienzos de los treinta, hicieron su aparición y empezaron a comprometer sus capitales en el cultivo del arroz, un producto que “estaba en alza” y que ofrecía a los inversionistas “altas utilidades”. 269 Véase nota 56. 270 Más adelante se volverá sobre el tema. 271 Informe al señor Interventor de Zona de la Contraloría General de la Nación de los sembríos de arroz en Jujan y Yaguachi Viejo, Los amarillos y Chilintomo, de fecha 28 de mayo de 1936, realizado por el señor A. Herrería (Fiscalización de Piladoras, Archivo de la Contraloría General de la Nación, ACGN, Actas de Fiscalización de 1936). 272 Ibid.

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Para entender el fomento de cultivos se debe tomar en cuenta, por tanto, que terratenientes, comerciantes, piladores, que arrendaron sus terrenos para el cultivo de arroz fueron fomentadores o estuvieron comprometidos en el fomento de cultivos, entre ellos, arroz. Además, que los piladores fueron los más interesados en desarrollar y consolidar esta institución. También se debe tener en cuenta que los piladores no solamente impulsaron el desarrollo del fomento en sus propias haciendas sino en propiedades ajenas, ubicadas en el ámbito de referencia de las empresas industriales. Finalmente, no hay que olvidar que ya para esa época (finales de los veinte) en el fomento de cultivos se fueron comprometiendo tanto agentes ligados a la producción de arroz, como prestamistas y comerciantes de distinto tipo que empezaron a percibir que los adelantos en dinero eran un buen negocio. Hay que considerar, además, que los capitalistas que funcionaron como prestamistas proveyendo dinero, productos o “especies”, a manera de adelantos, no siempre existieron como personas autónomas e independientes, dado la escasa diferenciación de los actores y de las actividades económicas. Como se ha visto, la mayoría de las veces los piladores fueron al mismo tiempo comerciantes y terratenientes. A su vez, el cultivo, la industrialización, la distribución y la comercialización del grano estuvieron notablemente concentrados. Y a esta misma concentración contribuyó el fomento de cultivos, pues, les asignó a cada uno de estos actores una función subsidiaria que, para finales de los años veinte, se fue convirtiendo en una de las más importantes: el de prestamistas. Un papel en el que se fueron comprometiendo cada vez más los industriales, ya que era uno de los mecanismos que les aseguraba el desarrollo de sus actividades productivas. No por otra razón, para mediados de los años treinta, se señalaba enfáticamente que: “Es importante recordar que las piladoras fomentan algo así como el cincuenta por ciento de la producción (total) de arroz, por las facilidades que dan a los cultivadores de arroz, al hacerles anticipos de fondos”273. Justamente porque el fomento se generó como una función subsidiaria al cultivo, la industrialización y la comercialización del grano, éste se presenta como una institución extremadamente compleja y difícil de analizar. Solamente el trabajo histórico minucioso ha permitido, en este sentido, conocer su naturaleza y sus características.

Consecuencias del Fomento para los Campesinos Arroceros Como tempranamente fue percibido274, debido a sus particulares características el fomento de cultivos, dio origen a una serie de abusos por parte de los prestamistas (terratenientes, comerciantes, piladores), los cuales fueron sistemáticamente denunciados tanto por los funcionarios públicos como por los propios trabajadores. Por ejemplo, en el citado Informe del Ministerio de Obras Públicas y Agricultura del año 1931 –1932, se indicaba que: 273 Comunicación Enviada al Supremo Gobierno por el Señor Francisco Pons Millans, Gerente de La Molino Nacional, a nombre de los dueños de piladoras de Arroz (Archivo Ministerio de Finanzas, AMF, Comunicaciones del año 1937. No existe fecha exacta de esta comunicación por eso no se la consigna). 274 Dillon, L. N., La Crisis Económico Financiera del Ecuador, 1927; Egüez Baquerizo, P.P. Informe que Presenta a la Nación el Ministro de Previsión Social y Trabajo 1925 –1928, Quito Imprenta Nacional, 1928, pág. 94.

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“En la costa se ha sembrado arroz hasta producir más de un millón de quintales, producción ésta que estimo que no se volverá a presentar debido a que los precios en que últimamente se ha vendido este artículo son completamente ruinosos al productor, que en la mayoría es campesino pobre y que, si bien es cierto, ha salvado con su familia del hambre ha quedado endeudado por un tiempo, por cuanto el sistema de adelantos en dinero que recibe de segundas personas, llamadas fomentadores, es sumamente perjudicial”275. Los abusos a los que se hace alusión fueron, por una parte, la obligación de entregarles la cosecha a los fomentadores y dueños de piladores; por otra parte, el reconocimiento de unos precios para el arroz entregado a los prestamistas menores que los precios de mercado vigentes en ese momento. Respecto del primer aspecto, conviene indicar que se trató de una estrategia generalizada por parte, sobre todo, de los piladores, que por ese medio pudieron disponer de reservas suficientes para pilar durante todo el año y, por consiguiente, para mantener su negocio próspero y pugante. En relación de este tema son decisivas, en todo caso, las quejas de los campesinos arroceros sobre la exigencia de entregarles el arroz a las piladoras, a pesar de que La Ley de 1928 prohibía expresamente que tal cosa acontezca. En uno de los Informes de los Fiscalizadores de Piladoras al Interventor de la Zona de la Contraloría sobre las quejas de los sembradores de la hacienda Venecia de propiedad de Carlos Benjamín Rosales se lee lo siguiente: “La queja presentada por los sembradores – dice el citado Informe – es fundamentada ya que, por disposición de la administración de la hacienda, se los obliga a entregar a la piladora de la Venecia el 50% del total de las cosechas, quitándoles la opción de encontrar mejor precio para sus productos, como gestión en que se empeña el administrador que es, a la vez, productor y comerciante de arroz”. Y a continuación se destaca que: “El caso anotado... no es el único. Es moda corriente que todas las haciendas que posean piladora ejerzan la misma presión sobre los infelices campesinos para hacerles depositar sus cosechas en las bodegas de la piladora, donde queda asegurada para el propietario de la hacienda...”276 Respecto del segundo punto hay que señalar que fue costumbre la fijación de precios más bajos que los del mercado por el arroz que los campesinos sujetos al fomento de cultivos debieron recibir, a cambio de los adelantos (en dinero o en especie) entregados por los fomentadores. Esto último era sumamente importante porque los precios del arroz se convenían de antemano, al momento que se hacían los adelantos y se “comprometía la palabra” de los campesinos. Sin embargo, a la hora de hacer las cuentas los precios al que se fijaban los adelantos y los precios a los que se “recibían” el arroz casi nunca eran coincidentes. Generalmente, como fue la queja sistemática de los campesinos, los fomentadores les pagaban un equivalente en dinero menor de lo que recibían por la

275 Informe del Ministro de Obras Públicas y Agricultura, 1931 –1932. 276 Informe del Fiscalizador señor Alberto Herrería H, al Interventor de Zona de la Contraloría, Guayaquil 16 de mayo de 1936. (ACGN, Informes de Fiscalización de Piladores, 1936)

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totalidad del grano que les entregaban. En las “cuentas” siempre salían perdiendo los campesinos arroceros. Esta situación de explotación, al parecer, fue más aguda cuando los campesinos recibían adelantos en dinero para las siembras pero, además, obtenían adelantos en productos o en especies en las tiendas o casas comerciales de las haciendas o de los centros poblados cercanos, con los cuales “trabajaban” los fomentadores. En estos casos, el sistema de cuentas era mucho más complicado y los precios a los que se les entregaban los adelantos generalmente eran más altos que los del mercado, razón por la cual, al final del ciclo los campesinos recibían menos de lo que esperaban. Hasta donde se ha podido averiguar, parece que se presentó, además, un problema complementario. Existía, al parecer, en los “pactos de fomento” la obligación de que en caso de no cancelar a tiempo las deudas, los precios a los que se recibía el arroz eran más bajos. De modo que si un campesino no lograba pagar sus créditos en los plazos acordados el valor en sucres que recibía por cada quintal de arroz era menor conforme pasaban los días. Esta disminución era considerada una especies de “descuento” que se hacía por el pago de los “intereses de mora” que los fomentadores cobraban a consecuencia del incumplimiento de las obligaciones. En los descuentos los campesinos arroceros también salían perdiendo. Como se puede comprender la explotación a que dio origen el fomento de cultivos condujo a un empobrecimiento creciente de los sembradores lo que les impidió, en la mayoría de los casos, a cancelar la totalidad de las obligaciones al finalizar el período estipulado, por lo que se vieron obligados a renovar los créditos en la esperanza de pagarlos en la siguiente cosecha. Obviamente, esto no siempre sucedió en la práctica porque las renovaciones fueron acompañadas de nuevos adelantos que acrecentaron las deudas y sus posibilidades de pago, circunstancia que subordinó, aún más, a los sembradores sujetos a contratos de arriendo y de fomento de cultivos. Tal situación de abuso y explotación fue expresamente reconocida por el Decreto de 31 de Diciembre de 1935, en cuyos considerandos se decía textualmente: “Que dentro de la complejidad de las transacciones civiles ocurre con frecuencia que los prestamistas de dinero faciliten determinadas cantidades para que los prestatarios les paguen en especies, estipulando a falta de pago precios que no guardan relación con la equidad y la justicia; y, Que esta práctica ha dado lugar a explotaciones ruinosas que es preciso contener, Decreta...”277 Sin embargo, aunque reconocida por el Estado esta situación de explotación éste no intentó modificarla sustancialmente porque aparte de esta tibia resolución que pretendió establecer “intereses justos”, al menos hasta mediados del 40, no expidió un cuerpo legal capaz de regular las relaciones entre fomentadores y fomentados. Antes bien, debido a la poca capacidad de los gobiernos de turno para poner freno a este fenómeno que estaba “esquilmando a los campesinos del Litoral”, los abusos se tornaron más frecuente y notorios, entre otras cosas, porque la producción arrocera había empezado a ganar importancia dentro de la economía ecuatoriana. Y esta circunstancia obligó a redoblar las

277 D.E. Nº 169 de 24 de Diciembre de 1935, R.O. Nº 77 de 31 de Diciembre de 1935.

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presiones sobre los campesinos con el objeto de apropiarse de la mayor cantidad de arroz cultivado en las parcelas arrendadas y fomentadas. Si bien es cierto que, desde 1938, el Banco Hipotecario del Ecuador generó una política que intentó, al menos parcialmente, canalizar directamente buena parte de sus recursos de inversión hacia los campesinos a fin de que éstos dejaran de estar sometidos a los fomentadores; y si bien esta política contribuyó en algo a “desesclavizar a muchísimos (campesinos) de la tutela de los ‘fomenteros’ de siembras, los que pagan precios irrisoriamente bajos por quintal de la futura cosecha”278, de hecho tuvo efectos limitados porque la mayoría de los montuvios siguieron sometidos a la voluntad de los prestamistas que les habían “encadenado” a un sistema particular de deuda. Por esta razón, José de la Cuadra, un agudo observador del agro costeño, decía, hacia mediados de los años 30: “Es verdad que en la legislación ecuatoriana se ha abolido el concertaje; más pese a todo se conserva; ora bajo hábiles disfraces...; ora con el cínico descaro e irritante burla en los campos alejados de las sedes de las autoridades superiores, o sea, en la mayor extensión del campo montuvio...”279 De todos modos, a pesar de que se pueden destacar los abusos a los que fueron sometidos los sembradores es complejo, cuando no imposible (dado que los contratos de fomento fueron verbales) establecer un porcentaje de arroz que los fomentadores se apropiaron por este medio. De todos modos, se puede decir a nivel general, que en gran medida el enriquecimiento de los piladores, comerciantes y terratenientes, de las provincias del Guayas y de Los Ríos, se puede explicar, gracias a esta institución que permitió trasladar, a sus bodegas, la mayoría de la cosecha obtenida por los campesinos. Todo lo cual permite comprender la bonanza de un “negocio” en un momento en que el resto del país se debatía en una profunda crisis económica280.

El Crédito Bancario y el Fomento de Cultivos Además, y racionalizar las finanzas internas y el gasto público uno de los esfuerzos que se hicieron a raíz de la revolución Juliana de 1925, fue estimar la producción nacional, sobre todo, aquella que podía convertirse en una alternativa a la exportación del cacao tan venida a menos por la crisis y la caída de los precios en el mercado internacional. Uno de los mecanismos que el gobierno de I. Ayora impulsó con tal propósito fue la creación del Banco Hipotecario del Ecuador ya que, a través de esta institución, se buscó inyectar el capital indispensable para desarrollar las actividades productivas, especialmente a la agricultura, prácticamente paralizadas por la crisis económico – financiera que vivió el país durante los últimos años de dominación plutocrática281.

278 Orellana, Rodrigo, Análisis Económico del Arroz en la República, Boletín del Banco Hipotecario del Ecuador, Segunda Epoca, Año VI, Nº 10, Junio de 1942. 279 De la Cuadra, José, El Montuvio Ecuatoriano, Editorial Imán, Buenos Aires, 1937, pág 80. 280 De acuerdo con las fuentes consultadas en este trabajo, creemos, que el porcentaje total de la producción de los campesinos arroceros que los fomentadores se apropiaron fue, en promedio, no menor al 50%. 281 Dillon, L.N., La Crisis Económico Financiera del Ecuador, págs 66 y siguientes.

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Fue por este motivo que en la inauguración de la mencionada institución oficial el entonces Presidente manifestó que el coronamiento de la obra de reconstrucción del gobierno nacional, luego de estabilizada la moneda, reconstituido el crédito bancario, fijado el tipo de cambio reorganizado la hacienda pública, era la creación del BHE, pues, a través de esta entidad se esperaba dotar de los capitales que requería la agricultura para su desarrollo, tal como había sido el clamor “vehemente y angustioso”, de la opinión pública282. Pero, conjuntamente con la creación de esta institución, el gobierno de Ayora diseñó una serie de medidas destinadas a mejorar la dotación de crédito bancario dirigido a la agricultura. Esta serie de medidas, tal como se señaló anteriormente, se concretaron en la expedición de la Ley de Prenda Agrícola que vino a reformar las disposiciones contenidas en el Título XXXVII del Libro IV del Código Civil vigente en ese momento. En efecto, hasta el advenimiento de la Revolución Juliana en el Ecuador se conocían dos clases de créditos: los créditos a largo plazo que, por lo general, eran los llamados créditos hipotecarios y que se concedía con la garantía de bienes inmuebles, y los de corto plazo que casi siempre servían para actividades comerciales cuando francamente especulativas, y que tenían como garantía la “firma de prestatarios”, es decir eran los llamados créditos personales, que se garantizaban con el patrimonio de los deudores. No obstante, aparte de estos tipos de créditos no se conocían otros. Ahora bien, en vista de que esta era una deficiencia que entorpecía la dotación de recursos a los sectores productivos del país, particularmente la agricultura, toda vez que no era posible contar con el dinero necesario para movilizar las cosechas, preparar nuevos terrenos, “hacer desmontaciones”, iniciar las siembras, cultivar y esperar que las sementeras madurasen; en vista, por otro lado, de las recomendaciones de la Misión Kemmerer, que consideró conveniente la definición de nuevas modalidades de crédito por parte de los bancos del país, de manera que pudieran proporcionar los medios para desarrollar la agricultura y la industria del país, Isidro Ayora introdujo una reforma sustancial en el sistema de crédito vigente. Dicto la Ley de Prenda Agrícola por medio de la cual se podían conceder por parte del sistema financiero nacional, especialmente por el recién creado BHE, créditos “intermedios”, es decir, a un término menor que los a largo plazo pero mayor que los de corto plazo, sobre la base de la garantía de animales o “aumentos de los mismos”, sobre las cosechas presentes o futuras, o de los aperos agrícolas o de “cualquier otro producto agrario”. O sea, permitió canalizar recursos a todos aquellos agricultores (e industriales) que podían constituir “una prenda” sobre una serie de bienes muebles que formaban parte o que surgían de la misma actividad económica que desempeñaban. Como decía la exposición de motivos de la mencionada Ley y que fuera redactada igualmente por la Misión de expertos norteamericanos: “El proyecto de Ley adjunto, relativo a contratos garantizados con prenda agrícola, es el complemento de la Ley General de Bancos. Tiene por objeto poner a los agricultores del país en posibilidad legal de dar en prenda animales y el aumento de los mismos, cosechas en yerbas, y otros productos agrícolas y aperos agrarios, como garantía de un préstamo. De este modo abre al agricultor un ancho campo de crédito del que hasta ahora no a disfrutado”

282 Boletín de Hacienda Nº 1, Junio de 1928.

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Y más adelante enfatizaba que, “...el crédito agrícola a corto plazo no está tan bien desarrollado en el Ecuador como el crédito agrícola a largo plazo. Los bancos hipotecarios suministran este último con bastante suficiencia, y es de esperarse que los proyectos de Banco Central y de Ley General de Bancos, presentados por la Misión, harán mucho en el sentido de remediar la situación con respecto del crédito a corto plazo”. Y a continuación destacaba, sin embargo, que hay una tercera clase de crédito agrícola, para lo cual no hay preparación en el Ecuador. “Es el llamado crédito intermedio, que corre por períodos más largos que el crédito a corto plazo y mas corto que el crédito a largo plazo. La generalidad de los agricultores necesita capital para los períodos intermedios, a fin de costear su cosecha desde la preparación del suelo hasta la venta del producto, o bien dedicarse a la cría o engorde de ganado para el mercado”. Finalmente concluía indicando que: “El proyecto adjunto tiene por objeto especial facilitar la prosecusión de este crédito intermedio. Pone a los bancos hipotecarios, y a todos los que tengan dinero disponible, en la posibilidad de prestarlos a plazos intermedios, aceptando la propiedad personal del agricultor como garantía por el dinero que se adelanta, y al mismo tiempo, dejando la prenda empeñada en la posesión del agricultor, de manera de que éste continúe usándola hasta el pago de la deuda a que sirve con seguridad. Esta última provisión es esencialmente una novedad en la legislación ecuatoriana”283. Obviamente, como esta nueva modalidad de crédito abría – como se reconocía en la exposición de motivos transcrita – un campo anteriormente desconocido por los agricultores, y como gracias a esta nueva institución legal se esperaba conseguir un crecimiento importante de las principales ramas de la agricultora, Isidro Ayora, en la ceremonia de BHEl, terminaba diciendo que: “Con el Banco Hipotecario del Ecuador y el establecimiento de la Prenda Agrícola, nueva institución creada, también para justificar el crédito agrícola, vamos de seguro al progreso de la agricultura nacional”284. El desarrollo del crédito a los agricultores basado en la Prenda Agrícola fue, efectivamente, una de las acciones en las que se empeñó el BHE, razón por la cual éste experimentó un crecimiento muy significativo hasta finales de la década de los cuarenta, cuando ya para ese momento aquel se había convertido en Banco Nacional de Fomento. En todo caso, como de acuerdo a la articulación de esta Ley la posibilidad empeñar los bienes muebles a los que se hacía alusión dependía, en muchos casos, de los respectivos títulos de propiedad (los cuales era, por eso mismo, negociables y transferibles), y como de acuerdo con el Art. 6 del Reglamento de Piladoras expedido en 1928, los agricultores podían y debían exigir “recibos” (que era su título de propiedad) por

283 Exposición de Motivos de la Ley de Contratos Garantizados con Prenda Agrícola, preparado por los señores E. Kemmerer, H.M. Jefferson, O.C. Lockhart, R.H. Vorfeld, B.B. Milner, E. Feely, F.W. Fetter, R.O. Nº 524 de28 de diciembre de 1928. 284 Boletín de Hacienda Nº 1, Junio de 1928.

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los arroces depositados en las distintas fábricas, se entiende que tanto por uno como otro motivo, los “recibos de arroz” a partir de ese año, se convirtieron en el instrumento esencial para la concesión de créditos destinados a esta actividad económica. Constituyendo, en efecto, “prenda” sobre los recibos de arroz depositados en las distintas piladoras del país, al menos hasta ese momento todas ubicadas en las provincias del Guayas y de Los Ríos, los agricultores estuvieron en condiciones de solicitar créditos a las instituciones financieras y, particularmente, al BHE, con el objeto de desarrollar sus actividades, tales como, desmontes, siembras, movimiento del grano, pilada, etc. Los recibos de arroz desde que se dictaron este conjunto de Leyes (Prenda Agrícola, Reglamento de Piladoras) se convirtieron, en este sentido, en el instrumento más importante para acceder a los recursos de crédito. Más allá de las intenciones del gobierno de Ayora de proporcionar crédito a los agricultores, lo cierto es que, en la práctica, la posibilidad de acceso a recursos financieros no alcanzó este objetivo. Desde el punto de vista de los personeros del Banco Hipotecario era claro que la dotación de créditos con base de la garantía de los recibos de arroz debía permitir proporcionar recursos a los campesinos arrendatarios que nos disponían del capital necesario para el desarrollo de sus actividades productivas. Por esta razón, el señor Luis A. Carbo, primer Presidente de la esta institución, en su Informe de Labores de 1928, señalaba: “Habiéndose dictado por el Poder Ejecutivo el Reglamento de Piladoras de Arroz, hemos ya principiado a realizar operaciones a corto plazo con este género. Esta clase se préstamos ha venido a llenar una gran necesidad, pues merced a ellos se ayuda eficazmente al agricultor que no es dueño de tierras, sino que se dedica al cultivo de arroz en terrenos arrendados, ordinariamente al pequeño agricultor, más digno, si cabe, de nuestro apoyo, que el que, sin mayor apoyo obtiene dinero para el fomento de sus cultivos y recolección de sus cosechas”285. No obstante, como los dueños de los establecimientos industriales, los terratenientes y los comerciantes, fueron los que en la práctica se apoderaron de los recibos de arroz de los pequeños campesinos, pues, buena parte de su producción, sea por arriendo, fomento, transporte, bodegaje, pilada, pasó a sus manos, sucede que esta medida – como lo reconoce entre líneas L. A. Carbo286 - que en su concepción estaba destinada a favorecer al pequeño productor únicamente sirvió para proporcionar el “capital adicional” que estos requerían para asegurarse de una parte sustancial de la cosecha de la gramínea. Especialmente, sirvió para proporcional capital adicional para el fomento de cultivos por medio del cual podían acceder a la producción de los campesinos arrendatarios. Más que favorecer, pues, a los campesinos arrendatarios la posibilidad de constituir una prenda agrícola sobre los recibos de arroz, favoreció a los propios fomentadores en la medida que les facilitó dinero complementario para realizar adelantos para cultivar arroz en las haciendas de su propiedad o en las haciendas ajenas ubicadas en la órbita de influencia de las empresas piladoras. Es por ello que se puede decir que, a pesar de las buenas intenciones del gobierno de I. Ayora y de los propios personeros del BHE, lo cierto

285 Informe del Presidente del Banco Hipotecario del Ecuador, Boletín de Hacienda Nº 6, noviembre de 1928. 286 Cuando dice “que el que, sin mayor apoyo obtiene dinero para el fomento de sus cultivos y recolección de sus cosechas”.

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es que los recursos de crédito que se movilizaron a través de la Ley de Prenda Agrícola sirvieron para consolidar una institución como el fomento de cultivos, que ya había alcanzado enorme difusión en la cuenca del Guayas, para finales de la década del veinte. Sobre este punto es necesario hacer algunas precisiones. Para acceder al sistema de crédito del BHE, así como a los recursos que el sistema financiero privado tímidamente empezó a movilizar para el fomento de cultivos, a través de la reforma introducida por el gobierno nacional desde 1928, los terratenientes, comerciantes y, especialmente los industriales, no siempre utilizaron los medios legales, en la presentación y uso que con esta finalidad empezaron hacer de los recibos de arroz. Sucede que no pocas veces se sirvieron del grano depositado en sus bodegas por los campesinos para emitir – tal como lo posibilitaba el Reglamento de Piladoras – recibos a su favor. En otros casos, empezaron a declarar y también a emitir recibos, por una cantidad de arroz mayor a las que tenían en sus bodegas aludiendo para ello, entre otras cosas, que el “sistema de cubicaje” en el que se basaba las medidas de la capacidad para almacenamiento del grano de las empresas industriales era mayor que el que se podía calcular por este método “indirecto”. Finalmente, se dieron modos para emitir “recibos a terceros” por grano que no había sido depositado ni constaba en sus bodegas. Todas estas fueron, en realidad, artimañas de las que se sirvieron los piladores para tratar de acceder a mayor cantidad de recursos de crédito, a través del sistema de prenda agrícola. No hay que olvidar que la posibilidad de obtener crédito por parte del BHE y otras instituciones financieras, estaba en relación con los recibos de arroz que, supuestamente, correspondían a la cantidad de grano depositado en sus bodegas. De ahí su interés de “declarar” que contaban con mayores cantidades de “existencias” que las que verdaderamente tenían. Esta situación de utilización abusiva de los recibos de arroz, y de los cuales están plagados los Informes y las Actas de los Fiscalizadores de la Contraloría287, fue percibida casi desde el momento mismo en que se expidió el Reglamento de Piladoras de Arroz el año de 1928. Por este motivo, el señor Ministro de Obras Públicas y Fomento en su Informe a la Nación correspondiente al año de 1930 –31, señalaba lo siguiente. “El Reglamento de Piladoras expedido en 1928, reformado en parte en 1929, no ha dado en la práctica los resultados satisfactorios. Porque, no obstante las disposiciones para evitar en lo posible los fraudes que suelen cometer ciertos propietarios de piladoras en la emisión de los recibos por los depósitos de arroz, siempre han continuado los abusos sin que puedan ser reprimidos con la energía que se requiere, ya que el reglamento en referencia no establecer sanciones correlativas al hecho cometido. Unas veces, expiden recibos de depósito por cantidades de arroz que realmente no han sido entregadas en la piladora respectiva. Hecho que se comete para obtener – valiéndose de terceros – prestamos en dinero, dando como garantía tales recibos. Otras disponen del arroz recibido en depósito, ya sea vendiéndole o permutándole. Por Los manejos indicados primeramente, resulta una emisión de recibos que excede en mucho la existencia del arroz en la respectiva piladora, exceso que en muchos casos

287 Archivo CGN, Actas de Fiscalización, Informes de Piladoras 1932 – 1938.

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sobrepasa en cuanto a las cantidades que en total señalan los recibos al descubierto, a la capacidad de almacenaje que corresponde al Reglamento...”288 Es cierto que debido a las denuncias que se presentaron sobre la utilización fraudulenta de los recibos, una vez que la Fiscalización de Piladoras pasó a estar bajo la vigilancia de la Contraloría General de la Nación el año 1932, se puso mayor énfasis en vigilar esta clase de irregularidades. Sin embargo – como mas adelante se tendrá oportunidad de apreciar - continuó el uso bastante “libérrimo” de los recibos de arroz, con la finalidad de obtener créditos tanto del BHE, como de otras instituciones bancarias y casas comerciales del país. A tal punto llegó esta práctica (“disimulada” muchas veces por los propios fiscalizadores) que la mayoría de las piladoras durante el período 1933 –1938, sobre la que se dispone de información bastante completa, fueron multadas, clausuradas, amonestadas, llamadas la atención.etc, por parte de la Contraloría. Se trataba por todos estos medios, en todo caso, de detener una serie de prácticas que generaron los “tenedores de recibos” con el objeto de acceder a los recursos financieros para poder satisfacer algunas necesidades de capital de las empresas industriales o comerciales pero, en la mayoría de los casos, para obtener capital para “apoyar” el fomento del cultivos en los que – como una y otra vez manifestaron – se “arriesgaron”, en un momento de crisis, como el que atravesó el país durante los años 20 y 30. Si algo se puede decir respecto de este punto es que el fomento del cultivos fue estimulado por las reformas legales introducidas por I. Ayora, a través de la Ley de Prenda Agrícola, en una dimensión que hasta entonces no se había observado. Entre otras cosas, porque los “inversionistas” pudieron disponer de una cantidad de recursos financieros complementarios que les sirvió para estimular el fomento de cultivos y, con ello, la producción de arroz en las zonas bajas de las provincias del Guayas y de Los Ríos. Los fomentadores fueron los grandes beneficiarios de estas medidas y los que, a la postre, terminaron ratificando su rol dominante en la estructura económica y social de esta región. A su vez, los campesinos fueron, en la mayoría de los casos, los menos favorecidos y los que, gracias a la dotación de “recursos de inversión” a los propietarios de fundos rústicos, industriales y comerciantes, reforzaron su rol subordinado a los grandes intereses económicos. 5. Conclusiones Generales A lo largo de las páginas precedentes se ha analizado cuál fue la base sobre la que se estructuró las relaciones sociales propias de la producción arrocera. Al respecto, se han estudiado dos instituciones esenciales: el arrendamiento de tierras y el fomento de cultivos. A través de cada una de ellas, y a pesar de que esto implicaba romper el hilo de la narración histórica cuyo objetivo era describir la emergencia, consolidación y crecimiento de la producción arrocera en las provincias del Guayas y de Los Ríos, entre 1900 y 1950, se ha tratado de responder a algunas de las preguntas centrales de esta investigación. Sobre el arrendamiento de tierras se ha destacado de qué forma se fue convirtiendo en una “estrategia” de los propietarios de fundos rústicos para ampliar la frontera agrícola e incorporar a la agricultura, sin costo alguno, tierras de “montaña” a sus propiedades. De otro lado, se ha indicado que el acceso a las zonas bajas, consideradas al menos hasta la

288 Informe del Ministro de Obras Públicas y Fomento a la Nación Correspondiente a los años 1930 –1931, Imprenta Nacional, 1931.

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crisis del cacao como marginales a la gran propiedad, se convirtió también en una especie de “estrategia de sobrevivencia” de los campesinos sin tierras, los cuales, desde finales de la década del diez, habían entrado en un proceso de pauperización creciente. Tal como se reconocía en los Informes Oficiales sobre la situación de los campesinos de las provincias del Guayas y de Los Ríos: el que no se hacía arrocero, se moría de hambre. Obviamente, el arrendamiento de tierras fue también uno de los mecanismos de sujeción de los campesinos sin tierras a la gran propiedad. De una parte, porque les obligó a convertirse en arrendatarios como una de las pocas “salidas” a la crisis de la producción tradicional, tal como sucedió con el caso del tabaco o de la caña de azúcar, así como de la plantación cacaotera que, desde comienzos de la década del veinte, empezaron a expulsar en forma creciente fuerza de trabajo. De otra parte, porque el arrendamiento de tierras dio lugar a otras formas de sujeción a la gran propiedad y a los prestamistas (terratenientes, comerciantes, industriales), particularmente, en la medida que creó las condiciones para la difusión del fomento de cultivos. Finalmente, porque el arrendamiento se convirtió en una de las formas de dominación de los campesinos a los intereses de los grandes propietarios: a través del arriendo éstos pudieron, efectivamente, controlar la fuerza de trabajo y, al mismo tiempo, lograron imponerles sus propias condiciones, especialmente, cuando al arrendamiento se sumó el fomento de cultivos. Más allá de ser una forma de sujetación y dominación fue también una forma de explotación de los campesinos. Esto último de dos maneras. De manera directa, en tanto a través de los cánones los terratenientes se apropiaron de una parte de su producción, especialmente, desde el momento que empezaron a cobrar las “pensiones conductivas” en grano pilado, el cual se fue incrementando a medida que ganaba importancia esta rama dentro de la economía regional. De manera indirecta, en la medida que dio paso a otras formas de explotación que se superpusieron al arriendo, como fue el caso del fomento de cultivos. Otros de los aspectos que se han analizado en estas páginas ha sido, en realidad, esta institución. Sobre ella se ha señalado que si bien el fomento surgió de manera independiente, poco a poco, se integró al arrendamiento de tierras. A tal punto que, desde finales de los años 10, difícilmente se pueden separar una de la otra. Hasta donde se conoce, a partir de esos años los campesinos arrendatarios estuvieron casi siempre sujetos a contratos de fomento. Este, en todo caso, puede ser entendido como una modalidad particular de deuda; una forma a través de la cual, en “épocas recientes”, se reconstituyeron formas más antiguas de endeudamiento cuyo referente histórico era, como lo reconocía José de la Cuadra, el “concertaje”. Esta forma de deuda sometió a los campesinos a través de los adelantos en dinero y “especies” que terratenientes, comerciantes y, particularmente, piladores, realizaron a los campesinos arroceros, con el objeto de apropiarse toda o una parte de su producción. Se trataba de una forma de explotación a los productores directos complementaria a la sujetación impuesta por el arrendamiento, por medio de la cual los fomentadores (prestamistas) pudieron acceder a la producción arrocera y, gracias a ello garantizar la realización del conjunto de actividades subsidiarias al cultivo, como fueron, la industrialización, distribución y comercialización del grano. No hay que perder de vista, sin embargo – tal como se ha destacado en este capítulo – que el fomento fue también un mecanismo de dominación y subordinación a los intereses de los propietarios de predios rústicos, a los piladores y a los comerciantes.

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Por último, es importante destacar que arrendamiento de tierras y fomento formaron una unidad que determinó las características básicas del proceso de producción de la gramínea en la cuenca del Guayas. Desde esta perspectiva se puede decir que, tanto el arrendamiento de tierras como el fomento de cultivos, fueron medios que les permitieron a los terratenientes, comerciantes e industriales, un proceso de acumulación acelerado (mediante la extracción de una parte del fondo de reproducción así como de los excedentes generados por los campesinos) que les abrió las puertas para integrarse a los sectores económicamente poderosos de las provincias del Guayas y de Los Ríos. Además, ambos se convirtieron en elementos constitutivos de formas más amplias de dominación de los campesinos a los intereses económicos ubicados en la cima de la pirámide social y a los sectores que controlaban el poder regional. Justamente por esa circunstancia, el arrendamiento de tierras y, en menor medida el fomento de cultivos, fueron los ejes que articularon el descontento social en el agro. No por otra razón, se convirtieron en los referentes de la lucha agraria en las provincias del Guayas y de Los Ríos, desde finales de los años 20, cuando se empezó a percibir que eran mecanismos de explotación y dominación que usaban los propietarios, comerciantes, y capitalistas (usurarios) para apropiarse de la producción campesina. De todos modos, se debe insistir, que al menos hasta la década del cuarenta, el fomento fue percibido menos como un mecanismo de explotación por parte de los campesinos y del conjunto de la sociedad, que como una forma de apoyo a la agricultura de los sectores poderosos, a través del “riesgo” en las inversiones agrarias destinadas a propiciar el desarrollo de la producción arrocera en la cuenca del Guayas. En buena medida el fomento adquirió este carácter general porque fue una institución que, desde el comienzo, desbordó a la producción arrocera y se convirtió en uno de los referentes básicos de la producción campesina de las provincias del Guayas y de Los Ríos.

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CAPÍTULO 9 RECUPERACIÓN Y CRECIMIENTO EN UNA EPOCA DE CRISIS

1931 -1940

1. Producción y Precios Debido a la incidencia positiva de una serie de factores que se manifestaron desde comienzos de siglo, pero que adquirieron especial relevancia durante la década del veinte, la producción arrocera, a pesar de la inestabilidad general, experimentó un notable crecimiento en este período. Sobre todo, desde 1927, cuando a raíz de las reformas introducidas por el gobierno de I. Ayora se creó un marco que propició el desarrollo del sector, el cual coincidió con una época de buenas cosechas, un incremento de la demanda interna (más que nada, proveniente de la Sierra), y un aumento de las exportaciones con destino a Perú, Chile, Colombia. Fue así que, de una producción anual estimada en 400.000 quintales hacia 1920, ésta alcanzó una cifra de alrededor de 850.000 quintales para 1930. Si bien los precios promedio para 1928 manifestaron un fuerte descenso respecto de los de 1927, ubicándose en $ 14.13 sucres para el arroz de primera y $ 12.71 para el arroz de segunda, mientras el año anterior se habían ubicado en $ 21.46 sucres y $ 18.55 sucres respectivamente, lo cual fue ocasionado – como se informó oficialmente en ese momento – por un exceso de producción; acicateados por las exportaciones y el incremento de la demanda de la Sierra, para 1929, se comenzaron a recuperar estabilizándose para el año 1930 en $ 17.17 sucres el quintal para el arroz de primera y $ 15.75 sucres para el arroz de segunda. Al igual que en el resto de países de América Latina, los años siguientes fueron, sin embargo, de crisis, la cual afectó particularmente al sector externo. Como es natural, ello se reflejó en una disminución de la demanda externa y en una caída acentuada de los precios de los productos de exportación, entre ellos el arroz, que fue acompañada de una disminución de los precios en el mercado interno y una contracción de la demanda interna, que se tradujo finalmente en una disminución de la producción289. Fue así que de cerca de 850.000 quintales en que se podía estimar la producción en 1930 ésta pasó a

289 En un interesante documento presentado por el Director del Tesoro al Ministro del ramo, en el que se analizan sistemáticamente las causas y los efectos de la crisis de 1930, entre otras cosas se lee lo siguiente: “122.- Los orígenes de la depresión económica pueden discutirse fuera del Ecuador, y aún fuera de América Latina. Para nuestro país y para los demás países latino – americanos, el origen de la crisis se presenta muy claro, en la baja del nivel de precios de los grandes consumidores de nuestros productos exportables”. Más adelante se señala que: “124.-...la depresión económica del Ecuador se origina en la caída de los precios de nuestros productos exportables, caída que no ha sido causada por ningún factor interno y que han dependido exclusivamente de las perturbaciones que han sufrido los grandes mercados de consumo.” También se indica que a raíz de la caída de los precios de los productos exportables, “127.- ...En 1931, la baja se extiende y se generaliza a toda la República. Trigo, cebada, maíz, patatas, ganado y demás productos de la agricultura serrana ofrécense a precios tan ruinosos como los del cacao, café, arroz, y demás productos del Litoral. Igual cosa ocurre con los artículos industriales..” (Informe del Director del Tesoro al Ministro del Ramo, AMF, 1934)

179

536.582290 en 1931 (Cuadro Nº 26), y a 512.783 en el año 1932291, que representaba un nivel semejante al alcanzado una década atrás. De todos modos, al año siguiente, es decir en 1933, se asistió a una recuperación de la producción que, para el año de 1934, le permitió alcanzar el nivel del año de 1930, o sea 853.750 quintales. A partir de ese momento, y al menos hasta el año 1937, se observó una estabilización de la producción en torno de este nivel. No obstante, en 1938, se puso en evidencia una tendencia a superar este límite, pues, gracias sobre todo, al incremento de las exportaciones se demostró que el Ecuador estaba ya, para ese momento, en condiciones de incrementar sustancialmente su oferta de grano en el mercado internacional, alcanzando la cifra record de 1´333.413 quintales. A pesar de ello, debido a malas cosechas y a problemas económicos y políticos internos, entre 1939 y 1940, se asistió a una contracción de la producción, alcanzando al final de la década únicamente los 872. 889 quintales292.

290 En el Boletín del BCE Nº 102 de enero de 1936, se indica que la cosecha para el año de 1931 fue de 571.679 quintales, cifra que ha servido para otras estimaciones. Sin embargo, debido a que el dato arriba consignado proviene directamente de la Fiscalización de Piladoras (hasta ese momento dependiente del Ministerio de Agricultura), parece más pertinente, por considerarlo más exacto, tomarlo como base. (Al respecto, Informe General del Departamento de Agricultura del Ministerio de Obras Públicas, agricultura, etc., correspondiente al año de 1931 – 1932, Quito, 1932) 291 Informe del Interventor de Contraloría, anexo al Informe del Contralor General de la Nación del año 1931 –1932, Imprenta Nacional, 1933. 292 Por el momento, solamente se hace un análisis de la producción y no de los ingresos totales que son correspondientes a la cosecha ingresada a las piladoras, más las existencias del año anterior y menos las existencias que quedan para el año subsiguiente, las cuales son equivalentes a las “diferencias de existencias” de un año a otro. (Conviene indicar que los signos + o – en la “producción” más la “diferencia de existencias” que están en el lado izquierdo del Cuadro Nº 26 tienen el signo opuesto que el que se presenta en el lado izquierdo. Esto se debe a que el un caso se toma como sustracción mientras que, en el otro, como adición o a la inversa).

180

(CUADRO Nº 26)

PRODUCCIÓN, EXPORTACIÓN Y CONSUMO INTERNO DE ARROZ 1931 - 1940

INGRESOS EGRESOS SALDOS AÑOS

PRODUCCIÓN QUINTALES

INGRESOS TOTALES (1)

EXPORTACIÓN CONSUMO RESTO PAÍS

CONSUMO SIERRA

EXISTENCIASDEL AÑO

ANTERIOR

DIFERENCIA EN EL AÑO

EXISTENCIAS LIQUIDAS

1931 536.582 179.455 153.582 1932 512.783 564.161 83.515 307.924 172.722 419.419 - 51.378 368.041 1933 649.263 724.220 141.062 351.096 210.034 368.041 - 74.957 293.084 1934 853.750 738.609 114.825 364.624 259.160 293.084 + 190.105 408.225 1935 848.036 1’083.261 498.395 221.470 363.396 408.225 -235.225 173.000 1936 869.122 721.902 189.878 194.962 337.062 173.000 + 147.220 320.220 1937 848.638 756.006 26.803 415.549 313.654 320.220 + 92.632 412.852 1938 1´333.413 1’286.803 435.862 348.637 502.304 412.852 + 46.610 459.462 1939 957.163 907.556 209.280 398.196 300.080 459.462 + 49.607 509.069 1940 872.889 1’139.457 398.754 509.069 - 266.568 242.501

(1) Los ingresos totales se calcularon sumando a la producción total (es decir, de “invierno” y “verano”) las existencias del año anterior menos las existencias que quedan para el año subsiguiente; es decir, lo que se ha denominado la diferencia de existencias en el año. FUENTES: Boletín de Hacienda, Publicación Mensual del Ministerio de Hacienda Nº 1Junio de 1928 –Nº 103 Diciembre de 1936; Orellana, Rodrigo, Boletín del Banco Hipotecario del Ecuador, Segunda Epoca, Año VI – Nº 10, Junio 1942;Carbo, Luis Alberto, El Fomento de Nuestra Producción Agrícola – BCE – Oficina de Investigaciones Económicas y Estadísticas 1942; Boletín del Banco Central Nº 30 de enero de 1930 al Nº 172 –173 de noviembre y diciembre de 1941; Heiman, Hans, Estadísticas de las Exportaciones del Ecuador; Informe General del Departamento de Agricultura del Ministerio de Obras Públicas, Agricultura, etc., correspondiente al año de 1931 – 1932, Quito, 1932; Informe del Interventor de Contraloría, Anexo al Informe del Contralor General de la Nación del año 1931 –1932, Imprenta Nacional, 1933.

181

Como ya se señaló anteriormente, las fluctuaciones de la producción debido a una crisis de origen externo que afectó a la economía nacional, fueron consecuencia de las oscilaciones de los precios que, términos reales, se ubicaron a un nivel inferior a la década anterior. Como se puede apreciar (Cuadro Nº 27), a consecuencia de la crisis internacional, el año 1931 se asistió al derrumbe de los precios del arroz ubicándose a $ 10.08 sucres por quintal para el arroz de primera y a $ 8.88 sucres para el quintal de arroz de segunda o corriente, acentuándose la caída al año siguiente (1932) cuando alcanzaron un promedio de precios en el Puerto de Guayaquil de $ 8.70 sucres para el quintal de

(CUADRO Nº 27) PRODUCCIÓN Y PRECIOS DEL ARROZ POR TIPOS

1930-1940 PRECIOS

AÑOS

PRODUCCIÓN QUINTALES

EXISTENCIAS

AÑO ANTERIOR SUPERIOR EXPORTACIÓN

PRIMERA CORRIENTE EN RECIBOS

PILADORAS DE CAMPO

1930 850.000 17.17 15.75 1931 536.582 10.08 8.88 1932 512.783 419.419 8.70 7.94 1933 649.263 368.041 10.98 9.88 9.50 7.85 1934 853.750 293.084 18.40 16.48 15.78 13.68 1935 848.036 408.225 21.78 20.14 19.32 17.53 1936 869.122 173.000 24.25 22.76 22.20 1937 848.638 320.220 29.67 27.00 23.89 22.49 1938 1´333.413 412.852 26.83 25.20 22.25 20.55 19.53 1939 957.163 459.462 28.00 24.46 22.21 18.83 18.10 1940 872.889 509.069 32.08 28.92 26.58 24.58 23.21

FUENTES: Boletín y Revista de la Cámara de Comercio de Guayaquil, N º 268 de enero de 1930 a 387 de diciembre de 1940; Boletín de Hacienda, Publicación Mensual del Ministerio de Hacienda 1928 –1936; Orellana, Rodrigo, Boletín del Banco Hipotecario del Ecuador, Segunda Epoca, Año VI – Nº 10, Junio 1942;Carbo, Luis Alberto, El Fomento de Nuestra Producción Agrícola – BCE – Oficina de Investigaciones Económicas y Estadísticas 1942; Boletín del Banco Central Nº 30 de enero de 1930 al Nº 172 –173 de noviembre y diciembre de 1941; Informe General del Departamento de Agricultura del Ministerio de Obras Públicas, Agricultura, etc., correspondiente al año de 1931 – 1932, Quito, 1932; Informe del Interventor de Contraloría, Anexo al Informe del Contralor General de la Nación del año 1931 –1932, Imprenta Nacional, 1933.

Arroz de primera y $ 7.94 para el arroz de segunda, que fueron no solamente los más bajos de la década, sino de todo el período analizado, y esto último sin tomar en cuenta, como se hace más adelante, la desvalorización de la moneda. En efecto, entre 1930 y 1932, los precios cayeron un 197.3% para el arroz de primera y un 198.3% para el arroz de segunda. Luego, de esta caída acentuada de los precios que se inició el año de 1930 y que se reflejó en una disminución de la producción, desde el año de 1933 se nota, en todo caso, una lenta pero decidida recuperación de los mismos, pues, éstos se elevaron en un 26.2% respecto del año anterior si es que se comparan los precios del arroz de exportación con el arroz de primera, un 13.5% si es que se comparan exclusivamente los precios del arroz de primera y un 19.6% si es que se comparan los precios del arroz corriente. Para 1934, el alza del nivel de precios en sucres fue aún más acentuado, elevándose a 18.40 sucres para el arroz de exportación, 16.48 sucres para el de primera, 15.78 para el arroz corriente de segunda (o de consumo interno, como se empieza a conocer a esta clase de grano) y a 13.68 para el arroz en recibos. Es decir, que se incrementaron en un 67.5% en el primer caso, un 66.8% en el segundo, un 66.1% en el tercero, y un 74.2%, para el “arroz en recibos”, todo lo cual incidió, obviamente, en un incremento de la producción

182

que – como se ha señalado – experimentó una recuperación hasta alcanzar el nivel de 1929 –1930. Si bien es cierto que esta tendencia a una alza de los precios fue menos acentuada a partir de 1935, en general, desde la segunda mitad de la década, se asistió a una elevación de los precios de la gramínea en todas sus variedades, exceptuando el año de 1938, cuando a raíz de la política introducida por el Gobierno del General Enríquez Gallo, tendiente a evitar la especulación y, a través de este mecanismo, garantizar el consumo de los sectores pobres del país a los cuales se les entregó “arroz de primera”, se produjo una ligera reducción. Efectivamente, mientras en 1935 los precios promedio del arroz se ubicaron en 21.78 sucres para el arroz de exportación, 20.14 sucres para el de primera, 19.32 sucres para el arroz corriente y 17.53 sucres para el arroz en recibos, para 1940 se elevaron a 32.08 sucres para el arroz de exportación, 28.92 para el arroz de primera, 26.58 para el arroz corriente, 24.58 para el arroz en recibos y 23.21 para el caso de los arroces adquiridos en las piladoras de campo. En otras palabras, entre 1935 y 1940, los precios de las distintas clases de arroz calculados en sucres se elevaron en el orden del 47.3% para el caso del arroz de exportación, un 43.6% para el de primera, un 37.5% para el arroz corriente, y un 40.2% para el arroz en recibos.

(CUADRO Nº 28) PRECIOS DEL ARROZ EN SUCRES Y DÓLARES

(1930-1940) SUPERIOR

EXPORTACIÓN PRIMERA CORRIENTE EN RECIBOS PILADORAS DE

CAMPO

AÑO 1930 17.17 3.40 15.75 3.11 1931 10.08 1.99 8.88 1.75 1932 8.70 1.48 7.94 1.33 1933 10.98 1.83 9.88 1.65 9.50 1.58 7.85 1.30 1934 18.40 1.70 16.48 1.53 15.78 1.46 13.68 1.26 1935 21.78 2.06 20.14 1.91 19.32 1.83 17.53 1.66 1936 24.25 2.31 22.76 2.17 22.20 2.11 1937 29.67 2.54 27.00 2.31 23.89 2.05 22.49 1.93 1938 26.83 1.90 25.20 1.78 22.25 1.57 20.55 1.45 19.53 1.38 1939 28.00 1.89 24.46 1.65 22.21 1.50 18.83 1.27 18.10 1.22 1940 32.08 2.00 28.92 1.80 26.58 1.66 24.58 1.53 23.21 1.45

FUENTES: Boletín y Revista de la Cámara de Comercio de Guayaquil, N º 268 de enero de 1930 a 387 de diciembre de 1940; Boletín de Hacienda, Publicación Mensual del Ministerio de Hacienda Nº 1Junio de 1928 –Nº 103 Diciembre de 1936; Orellana, Rodrigo, Boletín del Banco Hipotecario del Ecuador, Segunda Epoca, Año VI – Nº 10, Junio 1942;Carbo, Luis Alberto, El Fomento de Nuestra Producción Agrícola – BCE – Oficina de Investigaciones Económicas y Estadísticas 1942; Boletín del Banco Central Nº 30 de enero de 1930 al Nº 172 –173 de noviembre y diciembre de 1941; Informe General del Departamento de Agricultura del Ministerio de Obras Públicas, Agricultura, etc., correspondiente al año de 1931 – 1932, Quito, 1932; Informe del Interventor de Contraloría, Anexo al Informe del Contralor General de la Nación del año 1931 –1932, Imprenta Nacional, 1933. Ahora bien, aunque desde 1933 en sucres se tiene la impresión de que los precios en sucres tendieron a elevarse de manera significativa, en dólares, este incremento fue más aparente que real, pues, si se comparan los precios en dólares entre los años 1931 y 1940, se puede comprobar que mientras el arroz de primera se podía estimar en 1.99 dólares el quintal al comienzo de la década, para finales de la misma se podía calcular en solamente 1.80 dólares. Igual cosa sucedió con el arroz corriente que de 1.75 dólares el

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quintal, en 1931, pasó a 1.66 dólares por quintal, en 1940. Si bien es cierto que los precios del arroz estimados en dólares se elevaron de manera pronunciada entre 1935 y 1937, lo cual fue resultado del incremento de las exportaciones que presionaron a una alza general de los precios en el mercado interno, en términos generales se observa que entre 1931 y 1940 los precios del arroz estimados en dólares tendieron a disminuir.

2. Producción y Consumo Más adelante, se tratará más detenidamente sobre las implicaciones de la situación que se acaba de describir, por el momento, conviene señalar únicamente lo siguiente. Tal como se puede apreciar, el incremento de los precios del arroz en sucres coincidió con una época de continua depreciación de la moneda, que se reflejó en una disminución de los precios estimados en dólares. Si bien es cierto, que investigaciones más minuciosas seguramente contribuirán a esclarecer el impacto real de la depreciación monetaria en el ámbito familiar, particularmente de los sectores más desfavorecidos del país, a nivel general se puede subrayar que la crisis económica por la que atravesó el Ecuador entre 1931 –1940, trajo como consecuencia un empobrecimiento del conjunto de la sociedad. Aún así, se tiene la impresión de que los precios del arroz fueron los que menos significativamente se elevaron en el mercado interno, razón por la cual fueron los que, al parecer, impactaron en menor medida en el ámbito familiar. De la información no siempre completa (Cuadro Nº 29) que se dispone al momento, se puede apreciar que en la plaza de Guayaquil, los precios del arroz de primera o superior

(CUADRO Nº 29)

PRECIOS DEL ARROZ Y DE OTROS PRODUCTOS EN LA PLAZA DE GUAYAQUIL

AÑO ARROZ 1ª (1)

ARROZ 2ª

PAPAS LENTEJAS FREJOL ARVEJA HABA SECA

1927 21.46 18.55 1928 12.20 11.20 6.5 (2) 33.60 17.80 1929 17.36 16.32 40.40 17.40 1930 17.21 16.17 20.33 13.50 15.50 1931 10.07 9.31 24.08 11.08 1932 8.75 8.17 13.00 8.43 8.43 8.00 1933 10.58 9.71 16.08 10.63 9.33 1934 17.96 16.72 27.22 25.44 18.11 17.78 1935 20.96 19.71 9.06 34.08 23.42 15.67 14.50 1936 27.17 25.17 11.25 40.17 28.42 17.20 17.42 1937 29.40 28.20 16.00 48.60 39.00 29.80 1938 27.22 22.25 13.25 34.50 34.00 1939 27.95 22.21 1940 32.07 26.58

(1) Los precios del arroz que se toman como referentes son los que corresponden a los mercados de Guayaquil. Sin embargo, para los años 1938, 39, 40, se han tomado como referentes los precios directamente proporcionados por la Cámara de Comercio para el caso del arroz corriente, que constan en el cuadro 27, pues, no se dispone de otra información. (Fácilmente se puede observar que entre los precios oficiales de la Cámara los precios de exportación y los de los mercados hay algunas diferencias, sobre todo, los años 1937 y 1938)

(2) Se toma como referencia los precios estimados para Quito. FUENTES: Boletín y Revista de la Cámara de Comercio de Guayaquil, N º 268 de enero de 1930 a 387 de diciembre de 1940; Boletín de Hacienda, Publicación Mensual del Ministerio de Hacienda Nº 1 Junio de 1928 – Nº 103 Diciembre de 1936; Luis A. Carbo, Historia Monetaria y Cambiaria del Ecuador.

Se incrementaron en un 205.7% entre 1928 y 1938, y en el caso del arroz de segunda o corriente, 198.7%. No obstante, como el año de 1928 fue atípico porque existió un exceso de producción que – como se indicó – afectó el nivel de precios, se puede decir que

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tomando como base el año de 1927, los precios crecieron únicamente un 126.8 % en ese período. Por su parte, las papas que tradicionalmente mantuvieron un precio menor que esta gramínea se incrementaron en un 203.8%; las lentejas (de la que se dispone de información solamente de cuatro meses para el año de 1938) en un 102.6%. No obstante, si se compara con el año 1937 que se dispone de información para casi todos los meses, crecieron en un 144.6%. El precio del fréjol se incrementó en un 251.8%, entre 1930 y 1938; en tanto que el haba seca en un 372.5%, solamente entre los años 1932 a 1937. La papa y “otros granos” se elevaron, pues, sustancialmente en la década del treinta en la ciudad de Guayaquil. Lo más curioso es el aumento de los precios de la papa que, si bien continuaron siendo bajos en relación de otra serie de productos de subsistencia en el mercado del Puerto Principal, de todos modos, crecieron vertiginosamente, lo que determinó que este artículo empezara a ser demandado en esta ciudad y en la cuenca del Guayas, a un ritmo inferior que en las décadas pasadas. Algo semejante sucedió, al parecer, en la Capital de la República, Quito. De acuerdo a la información proporcionada por el Banco Central del Ecuador para algunos productos de subsistencia, se puede establecer (Cuadros Nº 30 y Nº 31) que el precio del arroz en esta ciudad, entre 1927 y 1940 se elevó en un 195.6%, en tanto que la cebada en grano creció un 187.3%, las lentejas un 159.2%, el maíz en un 150.4%, en tanto que la papa un 296.4%. En otras palabras, el incremento de los precios de la papa, un producto tradicional que se había mantenido barato, se elevó notablemente en este período determinando que el ritmo de crecimiento de la demanda, tal como había sucedido en la Cuenca del Guayas, empiece a disminuir. Todo lo cual, como es natural, contribuyó a frenar el crecimiento de la demanda de arroz en la región central del país. (Cuadro Nº 30)

PRECIOS DEL ARROZ Y DE OTROS PRODUCTOS EN LA PLAZA DE QUITO

PRODUCTOS 1927 (1) 1928 1939 1940 Arroz de Castilla 27.6 17.4 30.3 54.0 Cebada en Grano 7.1 5.6 11.6 12.3 Lentejas 32.1 27.7 37.4 51.1 Maíz 10.7 5.3 17.4 16.1 Papa Gruesa 5.6 6.5 13.5 16.6 3. Algunos de los Precios del año 1927, fueron estimados en base de los índices proporcionados por el

BCE. FUENTES: Boletín del BCE Nº 147 de diciembre de 1939; Nº 152 Marzo de 1940; Nº 172 –173 Noviembre – Diciembre de 1941; Nº 174 –175, Enero – Febrero de 1942.

(Cuadro Nº 31)

INDICE DE PRECIOS DEL ARROZ Y DE OTROS PRODUCTOS EN LA PLAZA DE QUITO

PRODUCTOS 1927 1928 1939 1940 Arroz de Castilla 100.0 63.0 109.8 195.6 Cebada en Grano 100.0 78.9 163.4 187.3 Lentejas 100.0 86.3 116.5 159.2 Maíz 100.0 49.5 162.6 150.4 Papa Gruesa 100.0 116.1 241.1 296.4 FUENTES: Boletín del BCE Nº 147 de diciembre de 1939; Nº 152 Marzo de 1940; Nº 172 –173 Noviembre – Diciembre de 1941; Nº 174 –175, Enero – Febrero de 1942.

A pesar, por tanto, de que la información de que se dispone no es completa se puede señalar, que el incremento de los precios del arroz en Quito fue menor que el que

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experimentaron otros productos, especialmente la papa. Este fenómeno fue puesto de manifiesto a nivel general por el Banco Central en el año de 1940. Así en base de una lista de 11 artículos básicos destacaba que los precios promedios de arroz de distintas calidades, se había elevado proporcionalmente menos que los restantes productos básicos que se consignaban entonces (Cuadro Nº 32). Esto ponía en evidencia – a pesar de que las series estadísticas existentes eran incompletas 293– que los precios de este artículo si bien se incrementaron en la década del treinta, en la práctica, se elevaron menos que otros artículos de la canasta familiar.

(Cuadro Nº 32) INDICE DE PRECIOS DEL ARROZ Y DE OTROS PRODUCTOS EN LA

PRODUCTOS 1927 1940 1. Arroz de Castilla 100.0 117.7 2. Cebada en Grano 100.0 143.7 3. Choclos 100.0 237.8 4. Harina de Castilla 100.0 159.0 5. Harina de Cebada 100.0 188.9 6. Harina de Maíz 100.0 154.7 7. Lentejas 100.0 155.2 8. Maíz Grueso 100.0 161.7 9. Morocho 100.0 178.0 10. Papa gruesa 100.0 198.4 11. Papa redroja 100.0 220.6 FUENTE: Boletín del BCE Nº 162, Enero de 1941. 1927 = 100

Sin duda, esto último incidió en un aumento de la demanda interna. Especialmente, porque se trató de un artículo que, pilado y pulido, presentaba un conjunto de ventajas que, al igual que los granos secos y limpios, le hacían apetecible e indispensable por la mismas posibilidades que ofrecía de poder conservarse almacenado. También porque el arroz incorporado hace tiempo a la dieta de los ecuatorianos de las distintas regiones del país había empezado a sustituir a toda clase de granos, pero también a la papa y – como lo insinúa el Cuadro Nº 31- a las harinas294. Obviamente, fue así como se convirtió en uno de los productos esenciales de la mayoría de la población y ya no solo de la Costa, lo cual se puede explicar no tanto porque el arroz pasó a ser uno de los productos de mayor consumo, sino porque sirvió de base a las combinatorias alimenticias de las diferentes regiones del país. Es decir, fue asimilado por las formas de la cultura local en las que se manifiesta la diversidad social del Ecuador. 293 Hay que insistir que las series estadísticas, incluso las del BCE, son incompletas. Por ejemplo, las del cuadro Nº 31 que tienen un referente nacional, al parecer, se refieren más a la Sierra y, especialmente, a la ciudad de Quito. De todos modo, son indicadores interesantes para dar cuenta del movimiento de los precios en relación del arroz. (Dicho sea de paso, las diferencias entre los precios del arroz que se manifiestan entre los cuadros Nº 29 – Nº 30 y Nº 31, obedecen, seguramente, al momento de tomar la “muestra” de los precios en los mercados, en el año de 1940.) 294 Este como otros puntos son tratados más adelante.

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3. Crecimiento del Sector Exportador

Evolución de las Exportaciones Para poder tener una idea clara de la evolución de las exportaciones y de su significación dentro de la economía nacional se deben hacer algunas precisiones preliminares. Ante todo, se debe tener en cuenta que los ingresos de arroz calculados para un año

(CUADRO Nº 33) % DE EXPORTACIÓN Y CONSUMO DE LA SIERRA

RESPECTO DE INGRESOS TOTALES 1931 - 1940

INGRESOS EGRESOS AÑOS PRODUCCIÓN INGRESOS

TOTALES (1) EXPORTACIÓN % CONSUMO

SIERRA %

1931 536.582 179.455 153.582 1932 512.783 564.161 83.515 14.80 172.722 1933 649.263 724.220 141.062 19.47 210.034 1934 853.750 738.609 114.825 15.54 259.160 1935 848.036 1’083.261 498.395 46.00 363.396 1936 869.122 721.902 189.878 26.30 337.062 1937 848.638 756.006 26.803 3.54 313.654 1938 1´333.413 1’286.803 435.862 33.87 502.304 1939 957.163 907.556 209.280 23.05 300.080 1940 872.889 1’139.457 398.754 35.00

FUENTES: Boletín de Hacienda, Publicación Mensual del Ministerio de Hacienda Nº 1, Junio de 1928 – Nº 103, Diciembre de 1936; Orellana, Rodrigo, Boletín del Banco Hipotecario del Ecuador, Segunda Epoca, Año VI – Nº 10, Junio 1942; Carbo, Luis Alberto, El Fomento de Nuestra Producción Agrícola – BCE – Oficina de Investigaciones Económicas y Estadísticas 1942; Boletín del Banco Central Nº 30 de enero de 1930 al Nº 172 –173 de noviembre y diciembre de 1941; Heiman, Hans, Estadísticas de las Exportaciones del Ecuador; Informe General del Departamento de Agricultura del Ministerio de Obras Públicas, Agricultura, etc., correspondiente al año de 1931 – 1932, Quito, 1932; Informe del Interventor de Contraloría, Anexo al Informe del Contralor General de la Nación del año 1931 –1932, Imprenta Nacional, 1933.

determinado no eran equivalentes, para esa época, al total de la producción, como había sucedido hasta finales de la década del veinte295. Por esta razón, se han incorporado las “existencias acumuladas”, de manera de determinar los ingresos totales en función de los cuales es posible calcular el significado de las exportaciones y, obviamente, del consumo interno, entre el cual figura de manera particularmente decisiva el consumo de la Sierra. Tal como se puede observar (Cuadro Nº 33), al menos desde el año de 1932, en que se pueden contar con estadísticas completas respecto de la producción arrocera en el Ecuador, las exportaciones representan un 14.80% sobre los ingresos de arroz totales, calculados para ese año. Esto quiere decir, que la importancia del comercio exterior 295 Esta es una observación seguramente muy rotunda, no obstante, en términos generales es válida. La cosecha de un año determinado fue - de lo que se ha podido averiguar - equivalente a los ingresos totales, al menos hasta finales de la década del veinte y, bajo este presupuesto, se ha analizado la información en esta investigación hasta esa fecha. En todo caso, a partir de la crisis de los años treinta, cuando no se pudo dar salida completa a la producción a consecuencia de la caída de la demanda, la producción arrocera empezó a acumular existencias de año a año. Desde ese momento, por tanto, la producción total ya no fue un referente exacto. De ahí que se haya tomado en cuenta este factor para analizar la información sistematizada correspondiente a las décadas del treinta y cuarenta.

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respecto de los últimos años de la década del veinte disminuyó notablemente. De un total 234.619 quintales exportados en 1930, en efecto, las exportaciones pasaron a 179.455 quintales en 1931, y a solamente a 83.515 quintales. Es decir, se produjo una contracción de la demanda externa entre 1930 y 1932 en 2.8 veces. De todos modos, desde 1933, se percibió un crecimiento acentuado de las exportaciones respecto de los ingresos totales. Para ese año representaban un 19.4% del total de ingresos y, aunque al año siguiente, se produjo una disminución que le ubicaba en un 15.5%, para 1935, gracias al total de existencias acumuladas más que a un incremento real de la producción, las exportaciones se elevaron hasta representar un 46.0% de los ingresos totales. Si bien es cierto que las exportaciones cayeron al año siguiente y se comprimieron aún más el año 1937, como consecuencia de la política impuesta por f. Páez y Enríquez Gallo296, desde 1938, recuperan su dinamismo ubicándose en un 33.9% ese año, un 23.0% el año 1939 y un 35.0% el año 1940. Conviene destacar que el aumento de las exportaciones en los tres últimos años de la década del treinta fueron posibles porque, en 1938 se eliminaron las barreras impuestas por el Gobierno Nacional, y con ello se elevaron los montos de “capital comprometido” en el fomento de cultivos, lo cual incidió en una elevación de los volúmenes de producción que alcanzaron, en ese año, la cifra record de 1’333.413 quintales, a la que habría que añadir un total de existencias acumuladas de 412.852 quintales. Durante los años 1939 y 1940, que fueron de cosechas más bien limitadas, las exportaciones mantuvieron (sobre todo, en este último año), su ritmo de crecimiento no tanto por el incremento de la producción, cuanto por el aumento de las existencias que, a esa fecha, alcanzaron la cifra, igualmente record, de 509.069 quintales. Como se puede observar, pues, las exportaciones de arroz, a pesar de las fluctuaciones, se elevaron de manera sustancial. Así, entre 1932 –1934, los promedios de grano exportado fueron de 113.134 quintales anuales; entre 1935 – 1937, de 238.358 quintales anuales, y; entre 1938 –1940, de 347.965 quintales anuales, lo cual demuestra que entre los primeros años de la década y los últimos, las exportaciones se incrementaron en más de tres veces. Vale la pena hacer una última observación, las exportaciones de arroz que, en 1931, representaban un 3.3% respecto del valor total de las exportaciones y un 3.2% del volumen total exportado, para 1940, representaban el 8.7% del valor total de las exportaciones y un 5.1% del volumen total exportado. Esto significó que el arroz en los últimos años de la década del treinta se ubicó entre los principales productos de exportación del país, conjuntamente con el cacao, café, plátanos, sombreros de paja toquilla. Papel que habría de reforzarse sustancialmente a comienzos de la década subsiguiente, hasta convertirse en el principal producto de exportación.

Factores del Crecimiento de las Exportaciones Sin duda, la recuperación de las exportaciones luego del año 32 y, más adelante, el crecimiento experimentado a partir del año 1935, dependió del aumento de la demanda internacional como consecuencia del abaratamiento del arroz ecuatoriano en el mercado

296 Más adelante se volverá sobre este punto. Razón por la cual no es necesario explicar esta situación.

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internacional. Este fenómeno fue resultado – como se ha insinuado en otro lugar – de la sistemática desvalorización del sucre. La crisis mundial cuyo impacto en la economía nacional empezó a hacerse sentir hacia finales de 1930, trajo como resultado, en efecto, una continua devaluación de la moneda que, en la práctica, se tradujo en una alza general de precios. Como este aumento fue menos pronunciado para el arroz que para el caso de otros artículos cuya producción se había tornado cada vez más difícil, resulta claro que ello creó una de las condiciones básicas para el incremento de la demanda interna297. Pero, no sólo que produjo este resultado. De hecho las sucesivas devaluaciones del sucre abarataron al arroz nacional y, por tanto, estimularon la demanda internacional. La desvalorización de la moneda nacional (cuya paridad oficial pasó de $ 5.05 sucres por dólar en 1930, a 16.04 sucres por dólar en 1940) condujo, efectivamente, a la disminución del precio referencial del grano en el mercado regional, lo cual le hizo más atractivo a los compradores extranjeros que, por este motivo, empezaron a demandar en forma creciente arroz ecuatoriano. Sobre el particular conviene señalar que el precio promedio del quintal puesto en el Puerto de Guayaquil que para 1930 fue de 3.13 dólares el quintal, en 1931 pasó a 2.07 dólares, a $ 1.89 en 1932, a 1.77 en 1933, a 1.44 en 1935, a 1.26 dólares en 1935. Y, si bien a partir de ese momento se evidenció un ascenso de las cotizaciones que para 1936 las ubicaron en $ 1.62 dólares por quintal, $ 1.95 en 1937, $ 17.6 en 1938, $ 2.11 en 1939, y $ 2.28 dólares en 1940, éstas nunca alcanzaron ni siquiera al límite más bajo de la década precedente. Buena parte de esta disminución del precio del arroz se debió, en cualquier caso, a una disminución de la paridad cambiaria, antes que a un incremento de la productividad.

(Cuadro Nº 34) PRECIOS PROMEDIOS DEL ARROZ EXPORTADO

1931-1940 Mercado de Guayaquil Arroz Exportado Sucres Dólares Sucres Dólares

1931 10.08 1.99 10.48 2.07 1932 8.70 1.48 11.21 1.89 1933 10.98 1.83 10.67 1.77 1934 18.40 1.70 15.53 1.44 1935 21.78 2.06 13.37 1.26 1936 24.25 2.31 17.01 1.62 1937 29.67 2.54 22.74 1.95 1938 26.83 1.90 24.92 1.76 1939 28.00 1.89 31.32 2.11 1940 32.08 2.00 36.69 2.28

FUENTES: Boletín y Revista de la Cámara de Comercio de Guayaquil, N º 268 de enero de 1930 a 387 de diciembre de 1940; Boletín de Hacienda, Publicación Mensual del Ministerio de Hacienda Nº 1Junio de 1928 –Nº 103 Diciembre de 1936; Luis A. Carbo, Historia Monetaria y Cambiaria del Ecuador. NOTA: En esta investigación se ha trabajado sistemáticamente la información proporcionada por la Cámara de Comercio de Guayaquil, por esta razón existen diferencias respecto de los precios de Mercado en esa ciudad proporcionados por L.A. Carbo. Se trata, en todo caso, de diferencias poco significativas.

297 Más adelante se volverá sobre este punto se trata con cierto detenimiento este punto. Por el momento conviene únicamente consignarlo.

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Ahora bien, esta disminución del valor promedio del arroz ecuatoriano en el mercado internacional también fue posible porque piladores, comerciantes - exportadores, terratenientes, fomentadores y prestamistas, pudieron, a través de la desvalorización monetaria abaratar los “costos”, lo cual fue particularmente decisivo si se toma en cuenta que la producción arrocera en las provincias del Guayas y de Los Ríos era en su totalidad manual. En otras palabras, la disminución de los precios del arroz en el mercado internacional fueron consecuencia de una disminución de los costos de producción, entre ellos el “costo trabajo”. Pero, además, de la desvalorización monetaria que permitió disminuir directamente los costos de producción, comerciantes, exportadores, piladores, y terratenientes, pudieron “abaratar el arroz ecuatoriano”, a través de una acentuación de las condiciones de explotación a la que estaban sujetos los campesinos298. Ello se logró gracias al arrendamiento de tierras y, sobre todo, al fomento de cultivos; pero, también, mediante la acentuación de los mecanismos de exacción de producto a través de los procesos de transporte, embodegamiento, pilada, y compra del arroz, entre los cuales – como se analiza a continuación – se destaca la compra de “arroz en recibos”. Como consecuencia, en todo caso, tanto de la desvalorización monetaria como de la acentuación de las formas de apropiación de una parte sustancial de la cosecha, los campesinos de las provincias del Guayas y de Los Ríos, para poder sobrevivir en condiciones cada vez más duras se vieron en la obligación de acentuar las tasas de auto –explotación del trabajo familiar, ya que este fue el único mecanismo que les permitió “compensar” la caída de los precios del arroz en el mercado nacional e internacional. En una situación generalizada de crisis como la que atravesó el país durante los años treinta, el incremento de la auto explotación familiar condujo, como es natural, a una diminución de la “calidad de vida” de los campesinos y, en general de la población de la cuenca del Guayas. Pero, no solamente la desvalorización sistemática de la moneda con el objeto de disminuir los costos de producción y con ello hacer “más competitiva” la producción arrocera, o el acentuamiento de los mecanismos de explotación de los campesinos fueron los que utilizaron los diversos agentes económicos, entre ellos piladores, exportadores y terratenientes, de hecho, existió también otro factor mucho más sutil y difícil de percibir que contribuyó a abaratar el precio del arroz nacional y elevar los márgenes de utilidad de un conjunto de agentes económicos, especialmente exportadores y piladores. Tal como se puede observar en el Cuadro Nº 34, los precios del mercado de Guayaquil no siempre fueron equivalentes a los precios a los que realmente se exportó el arroz: en el un caso (1931- 1932, 1939 - 1940) los precios de exportación fueron mayores que los del mercado de Guayaquil; en el otro caso (1933 -1938) fueron menores. En el primer caso, obviamente los exportadores y comerciantes obtuvieron ganancias directas porque el mercado les fue favorable; pero, en el otro caso, también lograron ganancias (en algunos casos apreciables) aunque pueda parecer paradójico y difícil de apreciar. Sucede que (Cuadros Nº 26 y Nº 33), desde comienzos de la década, los piladores y comerciantes exportadores, empezaron a acumular existencias. Las existencias, desde principios de los treinta pasaron a jugar, por eso mismo, un papel preponderante en la

298 Posteriormente se insiste en este tema.

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fijación de los precios. En general, se exportaron cantidades crecientes de arroz siempre que se pudieron contar con existencias acumuladas. En buena medida, fueron la acumulación de existencias lo que permitió el crecimiento de las exportaciones más que el incremento de la producción misma. Además, hay que notar un hecho. Hasta 1935, las existencias representaron un porcentaje mayor respecto de la producción que respecto de los ingresos; desde 1936, por el contrario, las existencias respecto de los ingresos representaron un porcentaje mayor que respecto de la producción, a excepción del año 1940. Esto quiere decir, que en los primeros años se exportó arroz porque existían existencias acumuladas excedentes que no podían ser absorbidos por el consumo interno; a partir del año 1936, se exportaron cantidades crecientes de la gramínea porque

(Cuadro Nº 35)

EXISTENCIAS ACUMULADAS RESPECTO DE PRODUCCIÓN E INGRESOS TOTALES

1931- 1940 PRODUCCIÓN

QUINTALES INGRESOS

TOTALES (1)EXISTENCIAS

DEL AÑO ANTERIOR

% EXIST./ PROD.

% EXIST./ INGR.

1931 536.582 1932 512.783 564.161 419.419 81.8 74.3 1933 649.263 724.220 368.041 56.7 50.8 1934 853.750 738.609 293.084 34.3 39.7 1935 848.036 1’083.261 408.225 48.1 37.7 1936 869.122 721.902 173.000 19.9 24.0 1937 848.638 756.006 320.220 37.7 42.3 1938 1´333.413 1’286.803 412.852 31.0 32.1 1939 957.163 907.556 459.462 48.0 50.6 1940 872.889 1’139.457 509.069 58.3 44.7

FUENTES: Boletín de Hacienda, Publicación Mensual del Ministerio de Hacienda Nº 1Junio de 1928 –Nº 103 Diciembre de 1936; Orellana, Rodrigo, Boletín del Banco Hipotecario del Ecuador, Segunda Epoca, Año VI – Nº 10, Junio 1942;Carbo, Luis Alberto, El Fomento de Nuestra Producción Agrícola – BCE – Oficina de Investigaciones Económicas y Estadísticas 1942; Boletín del Banco Central Nº 30 de enero de 1930 al Nº 172 –173 de noviembre y diciembre de 1941; Heiman, Hans, Estadísticas de las Exportaciones del Ecuador; Informe General del Departamento de Agricultura del Ministerio de Obras Públicas, Agricultura, etc., correspondiente al año de 1931 – 1932, Quito, 1932; Informe del Interventor de Contraloría, Anexo al Informe del Contralor General de la Nación del año 1931 –1932, Imprenta Nacional, 1933.

deliberadamente se empezó a preferir la demanda externa al consumo interno, y ello obligó a acumular existencias. En el primer caso, se asistió a la formación de un excedente neto sobre la demanda interna que no tenía salida; en el segundo, a la acumulación deliberadas de existencias y los ingresos con el objeto de exportar arroz, al margen de las demandas procedentes del mercado interno.

En ambos casos, obviamente, cuando las exportaciones coincidieron con una situación favorable los precios de exportación fueron mayores que los precios de mercado; por el contrario, cuando (al margen del mercado) se acumularon existencias con el objeto de exportarlas, los precios de exportación no siempre coincidieron con los de mercado: fueron diferentes, siendo los precios de exportación deliberadamente bajos. Ahora bien, ello fue posible porque los exportadores empezaron a comprar arroz en “recibos” y éstos se pagaron a una tasa de descuento deliberadamente alta, pues, se trataba de papeles que podían ser descontados o redescontados en los bancos o en las casas comerciales, de manera de que los campesinos pudieran acceder más rápidamente a los recursos

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monetarios que requerían para satisfacer sus necesidades de sobrevivencia y de producción. De ahí que, a través de esta “vía” los comerciantes - exportadores y piladores, pudieron tener acceso a cantidades reales de arroz a precios más bajos que los del mercado. Como es natural, esta circunstancia les permitió acumular existencias más allá de lo que se podría esperar y manejar dos estrategias alternativas. De una parte, comprar arroz en recibos, acumular existencias y vender barato en el mercado internacional; de otra parte, vender a precios más baratos que en el mercado de Guayaquil y, sin embargo, asegurar márgenes de utilidad elevados. Esto último fue particularmente importante porque - como queda señalado – fue factible acumular existencias que representaron porcentajes crecientes no solo respecto de la producción sino de los ingresos que empezaron a depender de las existencias y menos de la producción. De todos modos, al optar por esta estrategia, fue cada vez más evidente que los exportadores y piladores, querían incrementar los ingresos de la gramínea embodegada no tanto para satisfacer el consumo interno sino para acumular grano para la exportación. En este período la búsqueda de ampliar los volúmenes exportados a costa del mercado y de la demanda interna fue cada vez más evidente, y alrededor de este tema se articuló el debate durante la década del treinta. En una palabra, se puede decir que, entre 1931 y 1940, los factores que permitieron incrementar los volúmenes de arroz exportado fueron la desvalorización monetaria que abarató los precios en dólares, así como los costos de producción; el aumento de las formas de exacción de producto por parte de los diferentes agentes económicos a los campesinos arroceros; el aumento de existencias como una estrategia deliberadamente buscada, aún a riesgo de dejar desabastecido el mercado interno; finalmente, la compra en recibos que fue el mecanismo que permitió acumular existencias y, especialmente, abaratar los precios de exportación aún más allá de los precios de mercado. Todos estos mecanismos, sin embargo, más que disminuir los márgenes de utilidad de los exportadores, al parecer, los elevaron. La impresión que se tiene al analizar la situación de la producción arrocera durante la década del treinta fue el incremento de sus “ganancias”, en un momento en que otros capitalistas y empresarios del país se encontraban en una situación de quiebra financiera y el país se debatía en una de las peores crisis económicas de su historia.

Política Estatal

Pero, además, de estos factores de orden económico existió una “estrategia” de orden político que contribuyó al desarrollo de las exportaciones. A partir, en efecto, de mediados de los años veinte, cuando los gobiernos y los sectores dominantes del país (sobre todo, de las provincias del Guayas y de Los Ríos) fueron cada vez más conscientes de que difícilmente se podía lograr la recuperación completa del cacao, empezaron a impulsar una estrategia tendiente a sustituir, hasta donde fuera posible, los cacahuales por café, frutas tropicales, arroz. En relación de este último producto I. Ayora, gracias a la creación de la Sub - Dirección Técnica de Agricultura del Litoral, decretada en febrero de 1926 por la Junta de Gobierno299, impulsó la experimentación de nuevas variedades y métodos de cultivo, primero en la Estación Experimental del Chobo y, más tarde, en la Estación Experimental de la Isla Silva. También contrató un experto arrocero hindú, el señor Mohamed Butta

299 La Sub –Dirección de Agricultura Litoral se creó mediante Decreto de 5 de febrero de 1926 (R.O. Nº 175, 8 de febrero de 1926).

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quien, desde 1928, comenzó a experimentar con otras variedades y también se dedicó a dar a conocer nuevos métodos de cultivo, en base del estudio de las deficiencias de la producción nacional300. De la misma forma, y gracias a la gestión de la Sub- Dirección Técnica del Litoral, creó una Oficina de Control de las exportaciones, con el objeto de garantizar el tipo de grano que era enviado a otras plazas. Igualmente, favoreció el desarrollo de las exportaciones a través de la adopción de medidas de orden fiscal y tributarias que liberaron los envíos de arroz. Así mismo, en especial a partir de 1927, impulsó una política Consular destinada a buscar nuevos mercados para los productos ecuatorianos301. Una vez, sin embargo, que sobrevino la crisis del treinta, el nuevo gobierno de turno, deseoso que la producción de arroz se consolidara, entre otras cosas porque era una condición para equilibrar la balanza comercial y obtener ingresos vía el comercio exterior, adoptó una serie de medidas complementarias por medio de las cuales se exoneraban a las exportaciones de arroz que se enviaban a Colombia y Perú de las restricciones que había impuesto el Decreto Ejecutivo Nº 90, por el cual se procedía a la “Incautación de Giros”. Estas medidas302 permitían, efectivamente, que las compras de arroz que realizaran dichos países se hicieran en sus respectivas monedas, lo cual no solamente lograba asegurar los mercados de nuestros vecinos que ya para entonces eran los principales consumidores de la gramínea ecuatoriana, sino que permitía continuar con las transacciones normales con aquellas naciones. Unos años más tarde, y a pesar de que la tónica de los gobiernos había sido favorecer las exportaciones, Federico Páez, entonces encargado del Mando Supremo, con el objeto de “precautelar la escasez de productos básicos” en el mercado interno, mediante Decreto Ejecutivo de 27 de octubre de 1936, limitó, sin embargo, la salida del grano ecuatoriano hacia otras plazas303. Ello, como es natural, incidió en el desarrollo del comercio exterior en lo que quedaba del año y en 1937, durante el cual – como se ha observado antes – se comprimieron sustancialmente las exportaciones de la gramínea. En todo caso, ya para diciembre de 1937, el General Enríquez Gallo, Jefe Supremo de la República, luego de un intento “fallido” y “precipitado” de liberar las importaciones de arroz con el objeto de tratar de frenar la especulación del grano en el mercado interno y del cual se echó atrás unos días más tarde, declaró finalmente la libre exportación de arroz por un monto de “hasta 100.000 quintales”. Pocos meses después, el mismo Jefe Supremo, declaró la libre exportación de arroz previo el pago de un sucre por cada quintal de arroz pilado o de su equivalente en cáscara304. Luego de esta medida, cuando el General Enríquez había dejado el poder, y ello condujo a un reacomodo de fuerzas a nivel del gobierno, Adrés F. Córdova, Encargado del Poder Ejecutivo, deseoso (debido a sus orientaciones políticas) de quitar todo tipo de restricciones a las exportaciones, derogó el Decreto Nº 360 de 26 de mayo de 300 Algunos de los análisis del señor Butta constan en la Revista “Ecuador Agrícola”, Publicación de un grupo de agricultores, que se empezó a difundir en Guayaquil desde 1929. 301 Una de las personas que, probablemente, más se distinguió en esta labor fue Francisco Banda, Cónsul de Nueva Orleans y, más tarde, Director de Comercio y Asuntos Consulares del Ministerio de Relaciones Exteriores. 302 Las medidas a las que se hacen alusión están contenidas en los D.E. de 13 de octubre de 1932 (R.O. Nº 35 de 13 de octubre de ese año) y de 17 de noviembre de 1932 (R.O Nº 66 de 21 de noviembre de 1932). 303 R.O. Nº 328 de 30 de octubre de 1936. 304 D.E. de 11 de abril de 1938, R.O. Nº 155 –156, de 4 y 5 de mayo de 1938.

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1938305, por el cual se obligaba a los comerciantes y exportadores las divisas que obtuvieran de sus ventas en el exterior, pues, este hecho supuestamente iba a permitir “asegurar el flujo de las importaciones”. Finalmente, mediante Decreto de 14 de mayo de 1940, el Encargado del Poder Ejecutivo, rebajó a 0.50 centavos el impuesto a las exportaciones de arroz que había creado el Decreto de 11 de abril de 1938, toda vez que con esta medida (así rezaba uno de los considerandos del mencionado Decreto) se iba a favorecer las exportaciones del grano nacional. Salvo, por tanto, un momento que se sucedió entre 1936 y 1937, durante el cual se limitaron las exportaciones de arroz e, incluso, se intentó introducir grano extranjero en el mercado interno con la finalidad de “aliviar” la situación de pobreza del “pueblo ecuatoriano”, lo cierto es que durante la década del treinta, la política de los gobiernos de turno, a pesar de los problemas que ocasionó la salida de arroz al extranjero y siguiendo una tradición que arranca de los años precedentes, estuvo claramente orientada a estimular las exportaciones. Fue este hecho uno de los factores que, indudablemente, coadyuvó al crecimiento de comercio exterior en una etapa de crisis económica y política por la que atravesó el país. No obstante, aunque los distintos gobiernos trataron por todos los medios de favorecer las exportaciones de la gramínea, de todas maneras, las exportaciones todavía no empezaron a pesar decisivamente sobre el comercio exterior del Ecuador. Aunque el arroz había ganado espacio dentro del comercio externo faltaban las circunstancias para que pasara a convertirse en el principal producto de exportación. Solamente más tarde, cuando fueron evidentes los estragos de la II Guerra Mundial, se logró consolidar el sector arrocero como el primer rubro de exportación. Aún así se puede decir que los acontecimientos que se describen en este capítulo sirvieron para preparar un terreno abonado por más de cuarenta años.

Efectos del Incremento de las Exportaciones Una estrategia instrumentada con el objeto de incrementar las existencias y los ingresos de arroz para exportar grano al extranjero, que estaba amparada por la política gubernamental, obviamente, trajo como resultado un continuo y sistemático desabastecimiento del mercado interno, una especulación de la gramínea y un incremento de los precios. Uno de los problemas más importantes que tuvo que enfrentar el país durante la década del treinta fue, en realidad, la persistente escasez de arroz y la especulación de este artículo en las diferentes plazas. Ahora bien, como este producto, ya para ese momento formaba parte de la diera obligada de los ecuatorianos (a excepción, seguramente, de las comunidades indígenas de altura), resulta bastante claro que entre 1931 y 1940 el desabastecimiento de la gramínea se convirtió fácilmente en un problema nacional que, en no pocos momentos, desbordó la escena política. La escasez de arroz se puso de manifiesto desde 1934, año en que las exportaciones empezaron a recuperar su dinamismo306, y se hizo más agudo en 1935 cuando éstas sobrepasaron los 400.000 quintales, pues, la producción de arroz no había sido muy 305 D.E. de 16 de marzo de 1940, R.O. 395 –396 de 27 –28 de marzo de 1940. 306 La prensa de Guayaquil puso de manifiesto de manera insistente la falta de arroz en el mercado interno durante la década del treinta y cuarenta. En el próximo capítulo, en donde se hace un uso sistemático de esta fuente, se hará una mención continua de los problemas que el desabastecimiento de arroz provocó a nivel interno. Por el momento, conviene tener presente las consideraciones que se hacen a continuación y que son ejemplos de la situación creada.

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significativa y apenas equilibraba el techo alcanzado cinco años atrás. En Guayaquil, en efecto, a consecuencia del incremento desmesurado de las exportaciones (que, como se observó en el punto anterior fue posible debido a la acumulación de existencias) fue tan aguda la escasez de la gramínea y la especulación tan acentuada que el Banco Central del Ecuador, señalaba que el “alza de precios (entre 1935 y 1936) en el mercado de Guayaquil, de debió principalmente a la creciente escasez de arroz en relación de nuestro consumo interno”307. Esta situación de escasez y alza desmedida de los precios que empezó en junio de ese año y se prolongó hasta febrero de 1936, cuando los precios para el arroz de exportación pasaron de 18.30 en mayo a 20.50 sucres en agosto, a 28.00 sucres en diciembre y a 31. 00 sucres en febrero y, para el arroz de primera de 17.50 en julio a 22.00 en agosto, a 27.00 en diciembre y a 28.80 en febrero, obligó en agosto de 1935, al Municipio de Guayaquil a la “incautación de arroz en beneficio de la población urbana”308. De todas maneras, como los precios del arroz se mantuvieron deliberadamente altos cerrando en 1936 a un promedio de 24.25 sucres para el arroz de exportación, 22.76 para el arroz de primera, y 22.20 sucres para el arroz corriente, que eran superiores a los precios promedios del año 1935 que fueron de 21.78 sucres para el arroz flor, 20.14 para el arroz de primera y 19.32 sucres, para el arroz de segunda, en octubre de ese año el entonces Encargado del Mando Supremo, mediante Decreto Ejecutivo de 27 de octubre de 1936, limitó la salida del grano ecuatoriano hacia otras plazas309. Como esta medida no frenó la especulación sino que más bien la acentuó, en tanto que “obligó” a que piladores y exportadores a acumular existencias y con ello a hacer desaparecer el arroz del Puerto, el Encargado del Mando se empeñó en frenar “toda salida de grano al extranjero”. De todos modos, como la carestía de los precios del arroz y la falta de la gramínea se mantuvo, en noviembre de 1937 – tal como se ha señalado - y en vista de la “situación por la que atravesaba el pueblo debido a la alza de artículos alimenticios” no había podido ser contenida por el gobierno anterior, el recientemente llegado al poder, General Enríquez Gallo, decretó la libre importación de “arroz, azúcar, manteca y harina”, con lo cual aspiraba mejorar las condiciones de vida de la gran masa de la población. No obstante, como este decreto ocasionó una inmediata reacción de la mayoría de sectores empresariales organizados, además, de que se comprobó de que para ese momento existían fuertes cantidades existencias acumuladas y que sobrepasaban los 300.000 quintales, el 5 de noviembre de ese año fue revocado el Decreto en mención. Pocos días después, por lo demás, declaró la libre exportación de arroz por hasta 100.000 quintales310. En todo caso, como esta medida provocó una nueva subida de los precios a un nivel semejante al observado en febrero de 1937, cuando el arroz de exportación se cotizó a alrededor de los 30.00 sucres por quintal, el Jefe Supremo, en marzo de 1938, intentó 307 Boletín del BCE Nº 105 –106, abril –mayo de 1936. 308 APL, Comunicaciones Recibidas 1935 y 1936. Especialmente la Comunicación de fecha 24 de agosto de 1935, dirigida al Presidente de la H. Cámara del Senado, dirigido por Manuel Díez Granados, Vicepresidente del Consejo Encargado del Despacho del Municipio de Babahoyo en la que se transcribe el telegrama de fecha 14 de agosto, dirigido por algunos agricultores de ese cantón en el que manifiestan “su descontento por la actitud que asume el Municipio de Guayaquil al proceder a la incautación de arroz, en beneficio de la población urbana”. 309 R.O. Nº 328 de 30 de octubre de 1936. 310 Al respecto véase R.O. Nº 8 de 4 de noviembre de 1937 y R.O. Nº 11 de 8 de noviembre de ese año.

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frenar la especulación interviniendo las piladoras311. Incluso, en ese momento, se empezó a hablar de que el Estado podría hacerse cargo de la industria del pilado con el objeto de frenar la especulación y la explotación a la que eran objeto los campesinos312. Debido a las presiones de los distintos sectores del país y, más que nada de los sectores más poderosos, esta medida no prosperó313, pero generó un profundo malestar que evidenció la grave situación de los sectores pobres del país. Al final314 de un impasse que puso al país en un condiciones de revuelta, únicamente se dictó un nuevo Reglamento de Piladoras que mejoró poco la situación de los campesinos y del “pueblo ecuatoriano”, respecto de los empresarios arroceros. Por otra parte, como la cosecha de invierno de ese año fue particularmente buena superando el 1’000.000 de quintales, cifra récord en el Ecuador, y una vez que se comprobó que las existencias de arroz sobrepasaban los 400.000 quintales, en abril de 1938, Enríquez Gallo, dando un giro de tuerca, declaró la libre exportación de arroz. En vista de que existían grandes cantidades de existencias acumuladas y en vista de que la producción había sido particularmente abundante, naturalmente, los precios durante ese año tendieron a la baja. De todos modos, en los años siguientes, (1939 –1940) al igual que a comienzos de la década, los problemas en torno al desabastecimiento del arroz en el mercado interno ocasionado por el aumento de las exportaciones y las especulaciones en torno a la formación de existencias fueron una de las problemáticas más importantes de la nueva década. Hay que señalar, en todo caso, que se trató de una problemática en la que se puso en evidencia el interés del gobierno y de los sectores más importantes del país por hacer del arroz uno de los productos de exportación. Esto último, con el objeto de colocar en el mercado internacional un artículo que pudiera sustituir al cacao y, de ese modo, pudiera satisfacer las necesidades de un Estado que (desde la crisis de la “pepa de oro”) se encontraba en una situación siempre precaria por la falta de recursos. Pero, además, se evidencia el hecho de que esta estrategia - buscada deliberadamente por los sectores

311 Toda la prensa Guayaquileña durante el mes de marzo reseñó ampliamente el enfrentamiento de los piladores con el gobierno, sin duda, uno de los conflictos más interesantes en torno a la problemática del arroz, sobre el cual se vuelve más adelante. 312 El Telegrafo en su edición del 10 de marzo de 1938, en primera página y a 6 columnas reseñaba que el Gobierno estudia la posibilidad de expropiar las piladoras de arroz por cuenta del Instituto de Previsión. El 12 de marzo, reseñaba que se trata de crear un monopolio Estatal y que se encargaría la administración de las piladoras expropiadas al Banco Hipotecario del Ecuador. El 13 de marzo se indicaba que sesionó la Cámara de Comercio, Sección Agricultura, para “ofrecer sus buenos oficios para llevar al término el problema de las piladoras y lograr que se normalicen las negociaciones de arroz”. El 17 de marzo se indicaba que “en vista de la explotación que tratan de hacer al pueblo los propietarios de las piladoras de arroz, éste procederá a la expropiación de piladoras. El gobierno cuenta (para el efecto) con la suma necesaria y el Estado será el único que administre las piladoras”. 313 Las presiones vinieron de las Cámaras del país, y para el efecto, de solucionar la situación se nombró una Comisión en el que las conferencias de los Ministros de Hacienda, Previsión Social, y el Gerente de la Caja del Seguro Social, jugaron un rol muy importante. 314 “¿Por qué se quiere proceder de ese modo – decía un artículo aparecido en uno de los diarios del Puerto – con las piladoras, cuando la difícil situación en que se encuentran desde hace más de dos años exige, precisamente todo lo contrario de lo que se pretende hacer, es decir, que se les devuelva su libertad para trabajar de acuerdo a la ley natural de la oferta y la demanda, dentro de las limitaciones a que obliga una intensa competencia?...¿Qué culpa tienen los propietarios de piladoras de que haya comerciantes sin escrúpulos que especulan con el arroz...?” (El Telégrafo, 10 de marzo de 1938).

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dominantes y los sucesivos gobiernos - solamente se pudo conseguir a base de restar buena parte de los ingresos al consumo lo cual ocasionó una escasez permanente de la gramínea en el mercado interno. En otras palabras, esta estrategia fue posible llevar a la práctica en base de la especulación y de la alza de los precios que afectaron a la gran masa de la población que demandaba este producto como parte esencial de la dieta. Se trató de una disyuntiva que, al menos en este período, se saldó comprimiendo el mercado interno en beneficio de piladores y exportadores del grano. Esta última afirmación merece, de todas maneras, algunas precisiones. El siguiente punto trata, hasta donde sea posible, este particular. 4. La Situación del Mercado Interno Aunque los distintos gobiernos que se sucedieron en el poder desde la Revolución Juliana trataron por todos los medios a su alcance de favorecer las exportaciones de la gramínea, lo cierto es que, a pesar del gran crecimiento que manifiestan en esta época, hasta finales de la década del treinta, éstas siguieron representando una parte poco significativa del comercio exterior ecuatoriano. En buena medida ello obedeció a que la producción de arroz era limitada: todavía no había logrado superar (excepción del año 1938) el techo del millón de quintales y, por consiguiente, no había logrado generar excedentes apreciables para la exportación. Si entre 1931 – 1940 ello fue posible, fue acumulando existencias y comprimiendo el mercado interno. De ahí que las ventas al extranjero se convirtieron en un instrumento del que se sirvieron los piladores, comerciantes y exportadores, para presionar al alza de los precios en el mercado interno. Uno de los ejemplos más evidentes de este fenómeno se lo puede observar el año de 1935 (Cuadro Nº 35) cuando el consumo del resto del país excluyendo el mercado de la Sierra, llegó a representar únicamente el 20.4% y el año 1936 el 27.0%, razón por lo cual no solamente que los precios en el mercado interno se elevaron sino lo que fue más importante el arroz se tornó completamente escaso, especialmente, en el Puerto Principal. Razón esta última, que forzó al gobierno a intervenir y detener la salida de grano extranjero, lo que si bien no bajó los precios de la gramínea en el mercado interno (en buena medida por el incremento del consumo en le Sierra), al menos, lo tornó más asequible para el pueblo guayaquileño. Una situación semejante sucedió el año de 1938, ya que a pesar de que el país experimentó un incremento de la producción y de los ingresos como nunca antes se había observado, el consumo del “resto del país” solamente representó el 27.1%. Y a pesar de que en los años siguientes la cantidad de grano disponible se elevó, en la práctica, ello no condujo a un aumento del consumo sino, como se destaca más adelante, a un aumento de las existencias. Razón por la cual, tampoco se produjo un derrumbe de los precios. Hay que insistir en este hecho. Ante la posibilidad – muchas veces teórica, dado que el arroz ecuatoriano era poco aceptado internacionalmente a pesar de su bajo precio – de que buena parte de los ingresos fueran enviados al extranjero los precios en el mercado interno tendieron, en efecto, a elevarse. Este fenómeno fue particularmente visible en los momentos de fuerte demanda internacional pero, en los casos en que esto no aconteció, al menos sirvió para mantener estables los precios en la Plaza de Guayaquil y, en muchas ocasiones, presionar hacia la alza vía la especulación, como sucedió en los años 1937 y 1938, pues ante la fuerte acumulación de existencias, siempre existía la posibilidad de que éstas se reanimaran. Especialmente, cuando los gobiernos de turno se

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“sensibilizaron” y “forzados por la circunstancias” – como fue el caso de Enríquez Gallo - permitieron la salida de grano al exterior quedando desabastecido el mercado local. Como un instrumento que en todo momento estuvo presionando al nivel de precios interno las exportaciones cumplieron, por tanto, un rol esencial en esta década. De todas maneras, cuando las exportaciones no pudieron cumplir eficientemente ese papel, dicha función - tal como se ha aludido - correspondió a la demanda procedente de la Sierra.

El Mercado de la Sierra Observando las series históricas de transporte de arroz por los Ferrocarriles del Estado, se puede apreciar que el consumo de la gramínea sufrió un incremento poco menos que espectacular entre 1911 y 1940 en la región central del país315. Tomando en cuenta únicamente la década del treinta se puede señalar, en todo caso, que mientras en 1930 se transportaron 190.674 quintales, y en 1931 153.582 quintales, resultado de la contracción general de la demanda debido a la crisis económica, para 1938 (año hasta el que los ferrocarriles funcionaron normalmente) el consumo pasó a 502.304 quintales anuales. Es decir, se incrementó, tomando como base el año 30, en un 263.4%, lo cual demuestra el aumento de la demanda procedente del altiplano. Hecho, este último que contrasta notablemente con el modesto crecimiento de la demanda en el resto del país y, más que nada en la Costa, que entre 1932 representó 307.924 quintales, mientras que en 1938 348.687, y en 1940, 418.703 quintales. Esto significa que entre 1932 y 1938 se elevó, respecto del total de ingresos, únicamente en un 13.2% y si se toma en cuenta el año de 1940 (año en que no funcionaron a su plena capacidad los ferrocarriles del Estado por desbordamientos del río Chanchán que afectaron la línea férrea e interrumpieron el comercio regional) en un 35.9%. En otras palabras, se puede concluir que el crecimiento de la producción de arroz durante la década del treinta dependió en términos generales, de una parte, del incremento de las exportaciones que presionaron al alza de los precios y trajeron como consecuencia el desabastecimiento del mercado interno; de otra parte, del crecimiento sostenido de la demanda de la Sierra que entre 1932 y 1938 pasó de un 30.6% sobre el total de los ingresos a un 39.0%, habiendo años, como fue el caso de 1935, en el que representó el 46.7% del total de los ingresos. Siendo sumamente interesante anotar que, en algunos años de este período (1935, 1936, 1938), la demanda del altiplano fue superior al del resto del país. Hecho que, si bien no fue del caso para los años 1939 y 1940, esto se debió a problemas de escasez de la gramínea por falta de transporte, antes que a una caída de la demanda real, como podría suponerse, pero que confirma la importancia del consumo de la región central en el desarrollo de la producción arrocera de las provincias del Guayas y de Los Ríos. Hasta tal punto dependió el crecimiento de la producción tanto de la demanda de la Sierra medido por los volúmenes de carga transportados por los ferrocarriles del Estado316, como

315 Mientras a comienzos de la década del diez el promedio de arroz consumido en la Sierra era de alrededor de 9.500 quintales al año, para finales de la década del treinta era de 500.000 quintales al año. 316 El incremento de la demanda de arroz de la Sierra medido por los volúmenes de carga de los ferrocarriles fue tanto mas importante si es que se toma en cuenta que, ya para finales de la década del treinta, éste había dejado de ser el medio exclusivo de comunicación de la Sierra con la Costa, toda vez que el traslado de mercancías por carreteras había empezado a cobrar

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de las ventas al extranjero que, mientras en 1932 el consumo del resto del país representaba un 54.5%, para 1940, representaba únicamente el 36.7%. Es decir, la demanda de la Costa y del resto del país dejó de tener la significación que había mantenido en las décadas precedentes. En una época de crisis como la de los años treinta, este fenómeno puede ser interpretado, diciendo que los campesinos del litoral dejaron de consumir arroz para dedicarse a venderlo en el mercado porque esta era una de las pocas estrategias que les permitía seguir sobreviviendo. Y esta circunstancia

importancia. Aunque no, obviamente, como habría de suceder durante la década del cuarenta y la puesta en marcha del “Plan de Vialidad” iniciado por Velasco Ibarra.

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(CUADRO Nº 36) PRODUCCIÓN, INGRESOS, EXPORTACIÓN Y CONSUMO INTERNO DE ARROZ

1931 - 1940 INGRESOS EGRESOS

AÑOS

PRODUCCIÓN QUINTALES

EXISTENCIASDEL AÑO

ANTERIOR

INGRESOS TOTALES (1)

EXPORTACIÓN % CONSUMO SIERRA

% CONSUMO RESTO

PAÍS

1931 536.582 179.455 153.582 1932 512.783 419.419 564.161 83.515 14.80 172.722 30.61 307.924 54.58 1933 649.263 368.041 724.220 141.062 19.47 210.034 29.00 387.513 53.50 1934 853.750 293.084 738.609 114.825 15.54 259.160 35.08 364.624 49.36 1935 848.036 408.225 1’083.261 498.395 46.00 363.396 33.54 221.470 20.44 1936 869.122 173.000 721.902 189.878 26.30 337.062 46.69 194.962 27.00 1937 848.638 320.220 756.006 26.803 3.54 313.654 41.48 415.549 54.96 1938 1´333.413 412.852 1’286.803 435.862 33.87 502.304 39.03 348.687 27.09 1939 957.163 459.462 907.556 209.280 23.05 300.080 33.06 398.196 43.87 1940 872.889 509.069 1’139.457 398.754 35.00 322.000 28.25 418.703 36.74

(1) Los ingresos totales se calcularon sumando a la producción total (es decir, de “invierno” y “verano”) las existencias del año anterior menos las existencias que quedan para el año subsiguiente; es decir, lo que se ha denominado la diferencia de existencias en el año.

FUENTES: Boletín y Revista de la Cámara de Comercio de Guayaquil, N º 268 de enero de 1930 a 387 de diciembre de 1940; Boletín de Hacienda, Publicación Mensual del Ministerio de Hacienda 1928 –1936; Orellana, Rodrigo, Boletín del Banco Hipotecario del Ecuador, Segunda Epoca, Año VI – Nº 10, Junio 1942;Carbo, Luis Alberto, El Fomento de Nuestra Producción Agrícola – BCE – Oficina de Investigaciones Económicas y Estadísticas 1942; Boletín del Banco Central Nº 30 de enero de 1930 al Nº 172 –173 de noviembre y diciembre de 1941; Informe General del Departamento de Agricultura del Ministerio de Obras Públicas, Agricultura, etc., correspondiente al año de 1931 – 1932, Quito, 1932; Informe del Interventor de Contraloría, Anexo al Informe del Contralor General de la Nación del año 1931 –1932, Imprenta Nacional, 1933.

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permite explicar el decremento relativo del consumo, a juzgar por la información que hasta el momento se dispone. A diferencia, en todo caso, de lo que sucedió en la Costa y, especialmente, en las provincias del Guayas y de Los Ríos, región en donde el consumo de arroz se concentró en el Puerto de Guayaquil, en la Sierra el consumo de arroz se elevó no solamente en términos absolutos (número de quintales), sino en términos relativos (relación consumo de arroz respecto del total de habitantes estimados). Ahora bien, este aumento del consumo de la Sierra – como ya se destacó anteriormente - puede explicarse porque esta gramínea se convirtió en uno de los artículos básicos de la dieta, por encima de “granos”, tales como la lenteja, fréjol, maíz, cebada, trigo, que empezaron a ser desplazados. Incluso, porque pudo desplazar con éxito a la papa y, en muchos casos, a las harinas. Además, porque se fue convirtiendo en el eje de las combinatorias alimenticias de la población de la región central del país, un rol que hasta ese momento, al menos dentro de la población urbana, lo habían mantenido artículos tales como la papa y el maíz.

Consecuencias del Incremento de la Demanda de la Sierra Independientemente de que el arroz se convirtió en uno de los ejes de la alimentación de la población urbana de la Sierra, en un momento en el que el campesino costeño debía postergar su consumo, con el objeto de obtener el dinero que requería para comprar el conjunto de mercancías que formaban parte de sus medios de subsistencia, el aumento de la demanda del arroz en esta región trajo aparejado un sin número de consecuencias. En la medida que el incremento de la demanda en la Sierra creció a un ritmo superior que la producción y que los ingresos totales, se convirtió en uno de los factores que, como se indicó, presionaron al alza de los precios en la plaza de Guayaquil. Si los precios, por tanto, se elevaron en el mercado interno ello se debió no sólo al incremento de las exportaciones, de hecho, obedeció también al aumento del consumo en el altiplano. Cuando no era posible, por tanto, impulsar una alza de los precios “vía” el mercado externo, los comerciantes se dedicaron – de una manera cada vez más racional – a enviar buena parte de los ingresos y de las existencias acumuladas a la Sierra. De ese modo, lograban desabastecer el mercado de Guayaquil y, por lo mismo, incrementar los precios o al menos sostenerlos hasta otro momento propicio para los negocios. Es cierto que esta estrategia no siempre fue conscientemente asumida por piladores y comerciantes, pero una cosa es cierta: cuando no se podía presionar una alza de los precios por el aumento de las exportaciones se recurría a abarrotar el mercado de la Sierra. De una u otra manera se lograba mantener el precio cuando no elevarlo directamente. El aumento de la demanda tuvo, en ese sentido, un efecto “sobreañadido” en la formación de los precios que, en algunos casos, permitió elevarlos a un nivel superior al estimado y, en otros, detener la caída a un nivel menor que el esperado. Se trató de un impacto que, en cualquier caso, contribuyó a mantener los precios dentro de una tendencia sostenida a la alza, tal como se puede apreciar históricamente. Sobre este tema quizás valga la pena recordar al lector que durante este período los precios del arroz en la región central del país fueron casi siempre mayores que los precios en la Costa, no solamente por incremento de los “costos” debido a los gastos que el transporte ocasionaban, sino debido a la creciente demanda de la gramínea por parte de la población que había convertido al arroz en uno de los ejes de su alimentación. Fue,

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justamente, esta circunstancia la que permite comprender el destino del grano durante el aciago año de 1937 en que se restringieron las exportaciones. En ese año, en efecto, debido a las limitaciones impuestas por el Banco Hipotecario del Ecuador a las exportaciones de arroz (pues, éstas habían generado una alza escandalosa de los precios en el mercado interno, durante el año de 1936), gracias a las facultades que le otorgaba el inciso segundo del Decreto de 27 de octubre de 1936, lograron controlar los envíos de arroz a los mercados extranjeros, produciendo una contracción pronunciada de las exportaciones. Fue así como, de 190.000 quintales exportados el año de 1936, únicamente se exportaron alrededor de 27.000 quintales. Curiosamente, sin embargo, este fenómeno no trajo como resultado una caída igualmente pronunciada del precio del arroz, tal como podía esperarse. Por el contrario, en el mercado de Guayaquil siguió elevándose, pasando de 23.50 sucres para el arroz de exportación en el mes de septiembre a 31.00 sucres en el mes de febrero, debido a que los comerciantes del Puerto lograron, por un lado almacenar el grano, pero, por otro, desde mediados de 1937 a finales de 1938, se dedicaron a enviar en forma creciente arroz con destino al altiplano. Para ello aprovecharon de la disminución de los fletes que el general Enríquez Gallo, había decretado al inicio de su gestión317. A pesar de que este hecho provocó una saturación del mercado del altiplano, de todos modos, sirvió para defender a los piladores y comerciantes exportadores de una caída brusca de los precios, una vez que se decretó la limitación de las exportaciones por parte de F. Páez. La demanda de la Sierra, al igual que la demanda externa fue, en este sentido, un mecanismo importante que utilizaron los comerciantes del Puerto para elevar o sostener los precios del arroz en el mercado interno. Por supuesto, cuando el aumento de la demanda serrana coincidió con un incremento de los pedidos en el extranjero el precio subió notablemente. Tal fenómeno se puede observar el año de 1935, cuando a consecuencia de los envíos al exterior y al interior del país, la plaza de Guayaquil y los distintas plazas de la Costa quedaron desabastecidos y ello, como es natural, provocó una elevación del precio muy considerable, como se ha visto. Pero también fue el caso del año de 1939, cuando a consecuencia de la salida de las existencias acumuladas desde el año de 1937, debido al incremento de las exportaciones y de los envíos al Interior, el mercado de Guayaquil sintió la escasez de la gramínea. En ambos ocasiones, quede claro, que tanto la demanda externa como la demanda procedente de la Sierra (en ocasiones una y otra) sirvieron para manetener una presión constante sobre el nivel de precios que, por esta razón, casi siempre tendieron a la alza, la cual se vio acentuada por las sucesivas devaluaciones que experimentó el sucre en este período. Pero, además, el aumento de la demanda procedente de la región del país, fue un factor que contribuyó al desabastecimiento del mercado local. En la medida, en realidad, que los comerciantes tendieron a vender el grano producido por los campesinos de las provincias del Guayas y de Los Ríos sea en el extranjero o en la Sierra, porque podían hacerlo a precios más altos que los que habían adquirido la gramínea, es natural que prefirieran el mercado del interior, antes que las plazas locales de estas provincias. De ahí que se 317 El Decreto de 29 de octubre de 1937 que liberó la importación de azúcar, arroz, manteca, harina, también disminuyó en un 50% los fletes del transporte de medios subistencia. Cuando este Decreto fue derogado solamente se lo hizo, sin embargo, en la parte correspondiente a las importaciones más no a la disminución de los fletes. Esta circunstancia pedida y utilizada por lo comerciantes del país, de hecho, durante lo que restaba del año y durante el año siguiente, fue ampliamente aprovechada para transportar productos, tales como, arroz y plátano.

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produjo un sistemático desabastecimiento del grano en estos lugares y, especialmente, en el Puerto principal en donde alcanzó niveles dramáticos desde el año de 1935, lo cual obligó a sucesivas intervenciones de los gobiernos de turno e, incluso del Municipio porteño, con el objeto de frenar la escasez. Si en el Puerto principal, por consiguiente, fue continua la queja por los precios altos del arroz y la permanente escasez del grano, se debe tener en cuenta que esto obedeció no únicamente a la salida del grano a las plazas extranjeras, como generalmente se explicó, sino a las ventas cada vez mayores destinadas a la Sierra. El mercado de la Sierra, desde esta perspectiva, fue un factor que permite explicar tanto la vigencia de precios altos en el mercado interno, como el continuo desabastecimiento de la gramínea en las mismas provincias en donde el arroz se producía, aunque esto último pueda parecer una paradoja difícil de comprender. Hay que relevar que las ventas fuera de las provincias del Guayas y de Los Ríos fue una estrategia sistemáticamente buscada por los piladores y comerciantes, pues ello les permitió asegurar un mercado en crecimiento que se logró a medida que el arroz se popularizaba entre los sectores pobres de la población, y mantener (gracias a ello) márgenes de utilidad elevados, a través de las actividades comerciales que desarrollaban. En la práctica, les permitió también generar otra estrategia igualmente provechosa a sus intereses, la cual, como muchos aspectos de la producción arrocera, es difícil de percibir y desentrañar. El consumo en el interior – una región que recién empezaba a consumir arroz de manera masiva – de hecho era menos exigente en las calidades de arroz que en el Puerto de Guayaquil. Por esta razón, durante este período, los piladores se dedicaron a enviar grano de segunda calidad en forma creciente a la región central en donde, además, “tenía salida” el grano de “primera” de las existencias que no podían colocarse en el mercado local o internacional, entre otras cosas, porque ya tenía tiempo acopiado y ello restringía su calidad. Es decir, que la Sierra se convirtió en un mercado seguro para el grano de segunda calidad y “viejo”318 en donde se podía vender a precios semejantes y hasta superiores a los del Puerto, plaza en la que se exigía grano de calidad superior (tal como sucedió en los años 1937 y 1938, en los cuales, gracias a la acción gubernamental que prohibió la salida de arroz al exterior, se vendió exclusivamente grano de primera, si bien fue grano de las existencias antiguas correspondiente a las cosechas pasadas). En una palabra, el mercado de la Sierra fue importante porque, aparte de ser un espacio para la venta de “granos de segunda” y “viejos”, posibilitó renovar las existencias en la perspectiva de captar arroz de primera que pudiera ser vendido en el mercado extranjero. En este sentido, fue un complemento de la estrategia seguida por los piladores y exportadores en la comercialización general del arroz. Una de las consecuencias del incremento de la demanda de la Sierra fue, pues, la consolidación de un mercado regional en donde el arroz de inferior calidad tenía salida fácilmente. De esta manera, en las piladoras de las provincias del Guayas y de Los Ríos, se podía guardar el grano escogido, hasta el momento en el que exceso de existencias

318 Hasta donde se ha podido averiguar, el arroz viejo y de segunda categoría, es decir, “amarillo” y con exceso de “camisas” que no tenía salida en el puerto se fue popularizando en la Sierra, sobre todo entre la población de escasos recursos, porque no solamente era más barato que el “blanco” sino porque se ajustaba de mejor forma a la cocción, esto es, no se hacía soposo, sino que quedaba “seco”.

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obligaba a los gobiernos a “abrir las exportaciones”, y con ello identificar las plazas del exterior hacia donde se dirigía el arroz flor. Se trató de una especialización regional por calidades de la gramínea que garantizó a los industriales, comerciantes y exportadores, disponer de la forma más conveniente de la producción y de las existencias de arroz acumuladas en sus bodegas. Gracias a esta estrategia pudieron garantizar niveles de rentabilidad seguros para sus negocios, lo que les permitió comprometerse de manera creciente con la producción arrocera.

El Resto del Mercado Nacional Brevemente, pues ya se ha hablado sobre el articular, conviene señalar que el mercado de la Costa en esta época, a diferencia de lo que había sucedido desde comienzos de siglo, se comprimió. Más que nada, en el agro de las provincias del Guayas y de Los Ríos en donde los campesinos a medida de que se pauperizaban trataban de vender el grano que cosechaban; circunstancia, esta última que, al parecer, no fue el caso de la ciudad de Guayaquil en donde la demanda del arroz se elevó, si bien a un ritmo modesto. En términos generales se puede decir, por consiguiente, que en las provincias de Guayas y de Los Ríos, en donde se producía la casi totalidad del arroz que se usaba en el país, dejó de ser consumido directamente, y cada vez más se le empezó a utilizar como el medio para adquirir el conjunto de bienes que requerían las familias campesinas para su reproducción. De medio de consumo se convirtió, pues, en un “medio de cambio”, que contribuyó a fortalecer la economía mercantil en esta región del país. Debido a esta función de medio de cambio se entiende que pudo convertirse en el referente de la mayoría de las transacciones que realizaban los campesinos. Esto significó que aunque se constriño el consumo directo de esta gramínea, este hecho abrió a los campesinos al consumo de otros productos. Pero, además, el arroz (y, más exactamente, los recibos de arroz, como se destaca más adelante) se convirtió en el medio que permitió realizar toda clase de transacciones comerciales y financieras. El arroz, desde esta perspectiva, abrió al campesino al universo de una economía mercantil compleja, en la que gracias a la garantía de los recibos de arroz en su poder podían comprar y vender, adquirir préstamos, hacerse de toda clase de obligaciones. El arroz se convirtió en el referente de la vida de los campesinos y en el termómetro de la economía rural de las provincias del Guayas y de Los Ríos.

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CAPÍTULO 10 DESARROLLO DE LA INDUSTRIA ARROCERA

1931-1940

1. Las Empresas Existentes En la década del veinte, la industria del pilado experimentó un gran crecimiento. De alrededor de 20 piladoras existentes hacia 1920, ya para finales de 1928, se registraron en la Dirección de Fiscalización de Piladoras 41. La crisis de comienzos de los años treinta afectó, en todo caso, a las industrias instaladas. Para 1931 (Cuadro Nº 36), solamente se hallaban en funcionamiento 37 piladoras319. No estuvieron funcionado en ese año, al parecer, La Central de Milagro, Rosendo Carbo de Balzar, La Victoria de Yaguachi, La Carmela de Yaguachi. Sin embargo, de éstas no pilaron arroz, aunque guardaron existencias para lo cual presentaron las garantías exigidas por la Dirección de Piladoras, La Aurora, La Emma, La Carmela de Santa Lucía, El Triunfo, Bodeguitas de la hacienda la Libertad en Yaguachi, La Esperanza de Naranjito. En total, por tanto, solamente se mantuvieron activas 31 piladoras, hecho que da cuenta de la disminución de la producción de arroz procesado que, en ese año, alcanzó la cifra de 539.787 quintales320. A pesar de la crisis de comienzos de los años treinta, para 1932, ya estaban en funcionamiento casi todas las empresas registradas el año anterior. Además, se había incorporado la piladora Alegría de Manuel Berruz en Babahoyo (Los Ríos). No obstante, se encontraban paralizadas la Carmela de Enríquez López Lascano, La Central de la recién formada Sociedad de Farrel & Mayer y La Emma de L.F. Binder & Cía, que no

319 El listado de piladoras de 1931 es, con seguridad, muy semejante al de 1928. No se lo dio a conocer antes porque no se ha logrado hallar el registro original de este último año. En todo caso, como se puede apreciar, del conjunto de piladoras existentes a 1926, se ha producido una modificación sustancial. Han desaparecido (seguramente por cambio de propiedad y denominación), Gran Colombia, Virginia, La Estrella, Yumez, pero aparecen un conjunto de piladoras que antes no constaban, tales como, La María (Pimocha), La Fortuna, La Paz, La Violeta, La Emma, La Leticia, El Triunfo, Sirena, San Luis (Sucursal), Santa Rosa, Rosa María, Nueva Era, Luz María. Desde esa perspectiva se puede decir que las reformas introducidas desde la Revolución Juliana, el incremento de la producción, el aumento de la demanda de la Sierra y la recuperación de las exportaciones, fueron las condiciones para el desarrollo de la industria del pilado en una dimensión que hasta ese momento no se había asistido en el país. 320 La diferencia respecto del total de quintales que consta anteriormente no es significativo, razón por lo cual, no se han realizado los ajustes pertinentes.

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pilaron ni registraron existencias de arroz. Para 1933, cuando empezó la recuperación de la producción arrocera, continuaron aumentando el número de industrias instaladas en las provincias del Guayas y de Los Ríos, que eran las abastecedoras de casi todo el arroz que se consumía en la República. De acuerdo a la información disponible (Cuadro Nº 38) se observa que se incorporaron a esa fecha, Santa María de María Morales en Taura (Guayas), La Dolores en Pimocha (Los Ríos) de los menores Yunez Abbis. Además, después de ese año, en 1935, se fundaron otras empresas industriales, tales como, Los Alamos de la Sociedad Predial Taura (Guayas), El Otoño de J. F. Intriago en Pimocha (Los Ríos), Victoria de Héctor Napolitano en Juan Montalvo (Los Ríos). En 1936, se fundaron la piladora Guayaquil de Pedro J. Menéndez N., La Clemencia de Mateo Cansing en Mocache (Los Ríos), en 1937,

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(CUADRO Nº 36)

PILADORAS REGISTRADAS EN 1931

NOMBRE

PROPIETARIO

LUGAR 1 La Fama La Fama Cía Ltda. Guayaquil 2 San Luis L.E. Bruckman Guayaquil 3 La María Cía de Cervezas Nacionales Guayaquil 4 Nuques Francisco y Manuel G. Nuques Guayaquil 5 Santa Ana Néstor Villacreses Guayaquil 6 Molino Nacional Molino Nacional S.A. Guayaquil 7 Susana Kronfle Hnos y Cía Samborondón (Boca de Caña) 8 Samborondeña Miguel Dumani Samborondón 9 San Luis (Suc.) L.E. Bruckman Jujan (Yaguachi) 10 Sirena Sociedad Cantos y Mayer Jujan 11 La Esperanza José Durán Eloy Alfaro (Durán) 12 Carmela Cía Anónima La Carmela Yaguachi 13 Yaguachi Silva Hermanos Yaguachi 14 Bodeguitas Aurelio Benítez Yaguachi 15 Nueva Era Javier Romero Yaguachi 16 Luz María Luz María de Morla Chobo (Milagro) 17 La Unión Sociedad Agrícola y Comercial La Unión Milagro 18 La Milagreña Cía Anónima la Milagreña Milagro 19 La Lealtad Herederos de Miguel A. Zea Milagro 20 San Miguel San Miguel Compañía Agrícola Milagro 21 Venecia Carlos Benjamín Rosales Naranjito 22 San Carlos Norberto Cobo Naranjito 23 Esperanza Adolfo E. Jaramillo Naranjito 24 La Central Erik Von Farrel y Franz Mayer Naranjito 25 Aurora C.A. Lechería La Aurora Pascuales (Daule) 26 La Emma L.F. Binder y Cía Daule 27 Marianita Fausto Rendón Santa Lucía (Daule) 28 Carmela Enrique López lascano Santa Lucía (Daule) 29 Santa Rosa Redentor Ortíz Naranjal 30 Rosendo Carbo Honorio Santiestevan Balzar 31 Fortuna Tomás Gozáles Rubio Pimocha 32 La Paz Pedro Azpiazu Valdéz Pimocha 33 La María Gabriel García Pimocha 34 La Violeta Yunez y Moisés Abbud Soc. Babahoyo 35 Moderna Germán Bravo Babahoyo 36 Dolores Benjamín Guijarro Babahoyo 37 Rosa María Pedro Simón Catarama 38 El Triunfo Manuel Rendón y Rosa A. de Rendón Palenque 39 Leticia Cía Aspiazu State Limietd Palenque 40 La Victoria Agustín A. Rendón Yaguachi

FUENTE: Informe del Contralor General de la Nación 1932 –1933, Anexo, Informe del Interventor General de la Contraloría. Actas de Fiscalización de Piladoras al Señor Interventor de la Zona de la Contraloría General 1932 –1933.

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(CUADRO Nº 37)

PILADORAS REGISTRADAS EN 1933

NOMBRE

PROPIETARIO

LUGAR 1 La Fama La Fama Cía Ltda. Guayaquil 2 San Luis L.E. Bruckman Guayaquil 3 La María Cía de Cervezas Nacionales Guayaquil 4 Nuques Francisco y Manuel G. Nuques Guayaquil 5 Santa Ana Néstor Villacreses R. Guayaquil 6 Molino Nacional Molino Nacional S.A. Guayaquil 7 Susana Kronfle Hnos y Cía Samborondón (Boca de Caña) 8 Samborondeña Miguel Dumani Samborondón 9 San Luis (Suc.) L.E. Bruckman Jujan (Yaguachi) 10 Sirena Sociedad Cantos y Mayer Jujan 11 La Esperanza José Durán Eloy Alfaro (Durán) 12 Carmela Cía Anónima La Carmela Yaguachi 13 Yaguachi Silva Hermanos Yaguachi 14 Bodeguitas Aurelio Benítez Yaguachi 15 Nueva Era Javier Romero Yaguachi 16 Luz María Luz María de Morla Chobo (Milagro) 17 La Unión Sociedad Agrícola y Comercial La Unión Milagro 18 La Milagreña Cía Anónima la Milagreña Milagro 19 La Lealtad Herederos de Miguel A. Zea Milagro 20 San Miguel San Miguel Compañía Agrícola Milagro 21 Venecia Carlos Benjamín Rosales Naranjito 22 San Carlos Norberto Cobo Naranjito 23 Esperanza Adolfo E. Jaramillo Naranjito 24 La Central Erik Von Farrel y Franz Mayer Naranjito 25 Aurora C.A. Lechería La Aurora Pascuales (Daule) 26 La Emma L.F. Binder y Cía Daule 27 Marianita Fausto Rendón Santa Lucía (Daule) 28 Carmela Enrique López lascano Santa Lucía (Daule) 29 Santa Rosa Redentor Ortíz Naranjal 30 Rosendo Carbo Honorio Santiestevan Balzar 31 Fortuna Tomás Gozáles Rubio Pimocha 32 La Paz Pedro Azpiazu Valdéz Pimocha 33 María Gabriel García Pimocha 34 La Violeta Yunez y Moisés Abbud Soc. Babahoyo 35 Moderna Germán Bravo Babahoyo 36 Dolores Benjamín Guijarro Babahoyo 37 Rosa María Pedro Simón Catarama 38 El Triunfo Manuel Rendón y Rosa A. de Rendón Palenque 39 Leticia Cía Aspiazu State Limietd Palenque 40 La Victoria Agustín A. Rendón Yaguachi 41 Leopoldina Carlos Carbo Viteri Balzar 42 La Alegría Manuel J. Berruz Pimocha 43 La Dolores Menores Yunez Abbis Pimocha

FUENTE: Informe del Contralor General de la Nación 1932 –1933, Anexo, Informe del Interventor General de la Contraloría. Actas de Fiscalización de Piladoras al Señor Interventor de la Zona de la Contraloría General 1932 –1933.

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(CUADRO Nº 38)

PILADORAS REGISTRADAS EN 1935

NOMBRE

PROPIETARIO

LUGAR 1 La Fama La Fama Cía Ltda. Guayaquil 2 San Luis L.E. Bruckman Guayaquil 3 La María Cía de Cervezas Nacionales Guayaquil 4 Nuques Francisco y Manuel G. Nuques Guayaquil 5 Santa Ana Néstor Villacreses R. Guayaquil 6 Molino Nacional Molino Nacional S.A. Guayaquil 7 Susana Kronfle Hnos y Cía Samborondón (Boca de Caña) 8 Samborondeña Miguel Dumani Samborondón 9 San Luis (Suc.) L.E. Bruckman Jujan (Yaguachi) 10 Sirena Sociedad Cantos y Mayer Jujan 11 La Esperanza José Durán Eloy Alfaro (Durán) 12 Carmela Cía Anónima La Carmela Yaguachi 13 Yaguachi Silva Hermanos Yaguachi 14 Bodeguitas Aurelio Benítez Yaguachi 15 Nueva Era Javier Romero Yaguachi 16 Luz María Luz María de Morla Chobo (Milagro) 17 La Unión Sociedad Agrícola y Comercial La Unión Milagro 18 La Milagreña Cía Anónima la Milagreña Milagro 19 La Lealtad Herederos de Miguel A. Zea Milagro 20 San Miguel San Miguel Compañía Agrícola Milagro 21 Venecia Carlos Benjamín Rosales Naranjito 22 San Carlos Norberto Cobo Naranjito 23 Esperanza Adolfo E. Jaramillo Naranjito 24 La Central Erik Von Farrel y Franz Mayer Naranjito 25 Aurora C.A. Lechería La Aurora Pascuales (Daule) 26 La Emma L.F. Binder y Cía Daule 27 Marianita Fausto Rendón Santa Lucía (Daule) 28 Carmela Enrique López lascano Santa Lucía (Daule) 29 Santa Rosa Redentor Ortíz Naranjal 30 Rosendo Carbo Honorio Santiestevan Balzar 31 Fortuna Tomás Gozáles Rubio Pimocha 32 La Paz Pedro Azpiazu Valdéz Pimocha 33 María Gabriel García Pimocha 34 La Violeta Yunez y Moisés Abbud Soc. Babahoyo 35 Moderna Germán Bravo Babahoyo 36 Dolores Benjamín Guijarro Babahoyo 37 Rosa María Pedro Simón Catarama 38 El Triunfo Manuel Rendón y Rosa A. de Rendón Palenque 39 Leticia Cía Aspiazu State Limietd Palenque 40 La Victoria Agustín A. Rendón Yaguachi 41 Leopoldina Carlos Carbo Viteri Balzar 42 La Alegría Manuel J. Berruz Pimocha 43 Santa Rita Menores Yunez Abbis Pimocha 44 Victoria Héctor R. Napolitano Juan Montalvo

FUENTE: Informe del Contralor General de la Nación 1932 –1933, Anexo, Informe del Interventor General de la Contraloría. Actas de Fiscalización de Piladoras al Señor Interventor de la Zona de la Contraloría General 1933 –1935.

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(CUADRO Nº 39) PILADORAS REGISTRADAS EN 1938

NOMBRE

PROPIETARIO

LUGAR

1 La Fama La Fama Cía Ltda. Guayaquil 2 San Luis L.E. Bruckman Guayaquil 3 La María Cía de Cervezas Nacionales Guayaquil 4 Nuques Francisco y Manuel G. Nuques Guayaquil 5 Santa Ana Néstor Villacreses R. Guayaquil 6 Molino Nacional Molino Nacional S.A. Guayaquil 7 Susana Kronfle Hnos y Cía Samborondón (Boca de Caña) 8 Samborondeña Miguel Dumani Samborondón 9 San Luis (Suc.) L.E. Bruckman Jujan (Yaguachi) 10 Sirena Sociedad Cantos y Mayer Jujan 11 La Esperanza José Durán Eloy Alfaro (Durán) 12 Carmela Cía Anónima La Carmela Yaguachi 13 Yaguachi Silva Hermanos Yaguachi 14 Bodeguitas Aurelio Benítez Yaguachi 15 Nueva Era Javier Romero Yaguachi 16 Luz María Luz María de Morla Chobo (Milagro) 17 La Unión Sociedad Agrícola y Comercial La Unión Milagro 18 La Milagreña Cía Anónima la Milagreña Milagro 19 La Lealtad Herederos de Miguel A. Zea Milagro 20 San Miguel San Miguel Compañía Agrícola Milagro 21 Venecia Carlos Benjamín Rosales Naranjito 22 San Carlos Norberto Cobo Naranjito 23 Esperanza Adolfo E. Jaramillo Naranjito 24 La Central Erik Von Farrel y Franz Mayer Naranjito 25 Aurora C.A. Lechería La Aurora Pascuales (Daule) 26 La Emma L.F. Binder y Cía Daule 27 Marianita Fausto Rendón Santa Lucía (Daule) 28 Carmela Enrique López lascano Santa Lucía (Daule) 29 Santa Rosa Redentor Ortíz Naranjal 30 Rosendo Carbo Honorio Santiestevan Balzar 31 Fortuna Tomás Gozáles Rubio Pimocha 32 La Paz Pedro Azpiazu Valdéz Pimocha 33 María Gabriel García Pimocha 34 La Violeta Yunez y Moisés Abbud Soc. Babahoyo 35 Moderna Germán Bravo Babahoyo 36 Dolores Benjamín Guijarro Babahoyo 37 Rosa María Pedro Simón Catarama 38 El Triunfo Manuel Rendón y Rosa A. de Rendón Palenque 39 Leticia Cía Aspiazu State Limietd Palenque 40 La Victoria Agustín A. Rendón Yaguachi 41 Leopoldina Carlos Carbo Viteri Balzar 42 La Alegría Manuel J. Berruz Pimocha 43 Santa Rita Menores Yunez Abbis Pimocha 44 Victoria Héctor R. Napolitano Juan Montalvo 45 Buena Fe Compañía Bananera del Ecuador Naranjal 46 Lolita 47 Guayaquil Pedro J. Menéndez N. Guayaquil 48 El Otoño J.F.Intriago A. Pimocha 49 La Clemencia Mateo Cansing Mocache

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FUENTE: Informe del Contralor General de la Nación 1932 –1933, Anexo, Informe del Interventor General de la Contraloría. Actas de Fiscalización de Piladoras al Señor Interventor de la Zona de la Contraloría General 1933 –1937. Intervención de Zona de la Contraloría General, Sección: Fiscalización de Piladoras, Movimiento de Piladoras 1933 –1937. Cuadros Demostrativos del Impuesto que corresponde pagar a las Piladoras de Arroz, por concepto del $ 0.05 de arroz pilado que han egresado de sus bodegas, 1936.

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Buena Fe en Milagro, de la Compañía Bananera del Ecuador321, Lolita (?), Naranjito en Naranjito322. A partir de 1932 se pone en evidencia, pues, el interés de poner en funcionamiento el conjunto de empresas industriales que debido a la situación crítica de 1930 y 1931, prácticamente, se habían quedado paralizaas. Y, desde 1933 se observa un esfuerzo por incrementar el número de piladoras y, por otro lado, de aprovechar las particulares condiciones que ofrecía la provincia de Los Ríos para producir arroz, ya que en esta provincia fueron las que se incorporaron proporcionalmente mayor número de empresas industriales dedicadas al decorticamiento de la gramínea. Aún así, las empresas instaladas en esa provincia continuaron siendo pequeñas y difícilmente pudieron competir con las grandes consorcios industriales cuyos intereses estaban vinculados a los del Puerto Principal. De todas maneras, incrementaron su participación en el procesamiento de la gramínea. Conviene destacar, de otra parte, que el año de 1935 fue clausurada la piladora la Leopoldina, la cual poco después desapareció con el objeto, al parecer, de convertirse en “piladora privada”, es decir, que no recibía arroz de terceros, o sea, no emitía recibos y, por lo mismo, no estaba sujeta a la fiscalización de piladoras que, el año siguiente, pasó a estar bajo el control del Banco Hipotecario del Ecuador. De la misma manera, hay que señalar que, para el año de 1935 desapareció la piladora Dolores de Benjamín Guijarro, porque no existen registros posteriores a esa fecha. También la piladora San Carlos fue clausurada el año 1936 pero, a diferencia de la Leopoldina, entró en liquidación a fines de ese año. Finalmente, la piladora La Esperanza de Adolfo Jaramillo, luego de haber reincidido en la utilización fraudulenta de recibos de arroz, el año de 1937, fue clausurada, si bien a finales de la década volvió a funcionar. Por último, se debe señalar que desde 1937, la piladora la Emma fue absorbida por la Molino Nacional, convirtiéndose en la Molino Nacional Nº 1. De otra parte, se debe tener presente que la antigua piladora la Dolores de los menores Yunez Abbis, después de 1934, cambió de nombre y se empezó a llamar Santa Rita, con el que consta en los registros de la época. Algo semejante sucedió con la piladora La Esperanza de José Durán que, para 1935, empezó a denominarse Durán. Además, se debe mencionar que las piladoras la Lealtad y la Violeta durante esos años pasaron a poder exclusivo de Víctor N. Zea y Moisés Abbud, respectivamente. La piladora Santa Ana pasó, igualmente, a manos del L.W. Villacreces y, además, se convirtió en una compañía. También hay que recalcar que La Aurora, desde 1933, fue arrendada por Pedro Menéndez, quien no solamente poco después la adquirió en propiedad sino que, gracias a las utilidades obtenidas en el negocio de arroz, logró fundar la piladora Guayaquil, una de las empresas mas importantes del Puerto Principal, durante el segundo quinquenio de la década del treinta. Desde que se empezó, por tanto, a recuperar la producción arrocera se incrementó el número de piladoras, especialmente en la provincia de Los Ríos, de suerte que para 1938 y comienzos del 1939, existían 49 piladoras en funcionamiento. Siguiendo, de todas

321 El Telegrafo, 10 de agosto de 1938. 322 Información tomada de las Actas de Fiscalización al Señor Interventor de la Contraloría General, 1933 – 1937(ACGN, Fiscalización de Piladoras 1933 -1937). Además, del Cuadro Demostrativo del impuesto que corresponde pagar a las piladoras por concepto de $ 0.05 en quintal de arroz pilado que ha egresado durante 1936 (AHBCE, Informes del Banco Hipotecario del Ecuador- 1936).

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maneras, una tradición que data de la década del veinte, el cambio de nombres y de propiedad fue una de las características más sobresalientes de esta rama de la actividad industrial. Esto último fue resultado del uso abusivo de los recibos de arroz detectado por la Contraloría de la Nación y, posteriormente por el Banco Hipotecario, que obligó a algunas de las empresas a entrar en liquidación, pero también por el escaso éxito en los negocios. Así, empresas que no fueron manejadas adecuadamente fueron adquiridos por otros empresarios; incluso, algunas de las empresas de la provincia de Los Ríos, al parecer, fueron desmanteladas de un lado para instalarlas en otro lado de la misma provincia. Ahora bien, al analizar la información presentada en los cuadros anteriores algunos aspectos de la industria del arroz se tornan inmediatamente evidentes. En primer lugar, se puede comprobar que la mayoría de piladoras existentes en la década del treinta eran rurales, es decir, estaban ubicadas en las haciendas en donde se cultivaba la gramínea o en los pequeños centros poblados cercanos, como Yaguachi, Naranjito, Babahoyo, Milagro. Esto demuestra que casi todas las empresas industriales que se fundaron en las provincias del Guayas y de Los Ríos desde 1926, se localizaron en las zonas productoras de arroz, lo cual vino a reforzar el carácter eminentemente rural de la industria del pilado. En segundo lugar, se nota que el número de piladoras en la provincia de Los Ríos se incrementó de manera acentuada, pues, mientras en 1931 existían 9 empresas en 1938 existían 14 empresas. Se trataba de pequeñas industrias ubicadas cerca de la capital de Los Ríos, pero sobre todo, en las zonas arroceras (Palenque, Pimocha, Catarama, Juan Montalvo), en donde estas empresas rurales habían proliferado y adquirido importancia para pilar el arroz y eventualmente el café de los campesinos arrendatarios. En Los Ríos más que en la provincia del Guayas, en realidad, es en donde el carácter eminentemente rural de la industria del pilado se hizo más evidente. De todas maneras, a pesar del crecimiento de las industrias estas siguieron siendo poco significativas en relación – como se dijo antes – de los grandes consorcios agro –industriales de la provincia del Guayas que habían empezado a desarrollar sus propias redes de comercialización nacional e internacional. En tercer lugar, se puede comprobar que en la provincia del Guayas fue en donde se instalaron mayor número de sociedades y compañías industriales dedicadas a pilar arroz fenómeno que, por sí mismo, destaca el hecho de que en esta región el procesamiento de arroz había alcanzado una extensión y una complejidad que obligó al concurso de capitales cada vez mayores y, por ende, al concurso de más de un inversionista privado. Sobre este punto quizás conviene recordar que las piladoras, además, de intervenir en la industrialización almacenamiento de la gramínea, participaron en el “fomento de cultivos”, la comercialización y, finalmente, el transporte del arroz. Por esta razón, tuvieron necesidad de fuertes inversiones que únicamente fueron posible conseguir en la medida que se logró la participación de varios capitalistas, mediante la formación de empresas asociadas o por acciones. 2. Concentración de la Producción Industrial Arrocera Analizando, ahora bien, la información del Cuadro Nº 40, se puede comprobar que ya para 1931 la producción industrial estaba altamente concentrada. En efecto, el 35.3% de la producción de arroz pilado se concentraba en la ciudad de Guayaquil en donde se localizaban La Fama que, conjuntamente con la San Luis (Guayaquil y Sucursal) era una

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de las empresa más importantes del país. Sin embargo, en esta ciudad funcionaban también La María, Molino Nacional, Nuques, Santa Ana. Hay que señalar, así mismo, que la empresa San Luis que tenía dos piladoras y que estaba vinculada a los intereses (comerciales y financieros) del Puerto de Guayaquil controlaban 100.549 quintales, es decir el 18.6% de la producción total y, conjuntamente con la Molino Nacional, que en 1931 procesó 86.037 quintales, concentraban el 34.5%, de la producción nacional. De otra parte, se debe indicar que la industria del pilado fuera de Guayaquil estaba, así mismo, altamente concentrada, pues, La Leticia, La Carmela, Yaguachi, La Unión, San Miguel, Venecia, San Luis Sucursal, Sirena y Susana, La Esperanza, controlaban el 53.5% del total de la producción. En otras palabras, se puede decir que entre cuatro de las empresas más importantes instaladas en Guayaquil y diez empresas instaladas en las zonas arroceras controlaban, en 1931, el 85.6% del procesamiento del arroz producido en las provincias del Guayas y de Los Ríos, lo cual pone en evidencia el manejo de la producción nacional por un reducido grupo de empresarios. Finalmente, se debe indicar que mientras las piladoras de Los Ríos controlaban el 5.8% de la producción total, el restante 94.2% controlaban las piladoras de la provincias del Guayas. En otros términos, aunque en la provincia de Los Ríos se producía una parte del arroz nacional, tal como había sucedido tradicionalmente desde el siglo XIX, de hecho, las piladoras más importantes y las más extensas zonas de cultivo estaban localizadas en la provincia del Guayas, especialmente en Eloy Alfaro (Durán), Samborondón, Jujan, Yaguachi, Milagro, Naranjito. Especialmente, en las haciendas de las zonas bajas ubicadas en los ríos del complejo hidrológico de la cuenca del Guayas, desde donde se podía sacar el grano por lancha a Guayaquil, así como a las piladoras ubicadas sobre la línea del ferrocarril lo que permitían una fácil movilización hasta el Puerto o hacia la Sierra. Para este momento la producción de arroz de provincia de Los Ríos era, por tanto, marginal a la producción de la provincia de Guayas, y este papel habría de mantenerle durante toda la década del treinta, a pesar de los esfuerzos que habrían de hacerse para modificar este rol. Analizando, por otra parte, la información bastante completa que se ha logrado recuperar respecto de existencias de arroz, ingresos y egresos, entre el año de 1932 y 1937 (Cuadros Nº 41, 42 y 43) se pueden hacer algunas anotaciones complementarias. Como se puede apreciar, a nivel de existencias, un bloque de unas 24 piladoras (la mayoría de la provincia del Guayas) concentraron el 94.0% de las existencias de arroz. Casi todo el arroz guardado en existencias entre 1933 y 1937 estuvieron, pues, en manos de la mitad de piladoras registradas. De éstas, unas nueve piladoras (La Fama, Susana, San Luis sucursal y principal, Samborondeña, La Aurora, San Miguel, La Unión, La Milagreña, Yaguachi), controlaban el 67.0% de las existencias totales y, finalmente, unas cuatro piladoras (La Fama, Susana, San Luis y Samborondeña) concentraron el 44.7%. Todo lo cual da cuenta de la enorme concentración de la producción industrial en unas pocas empresas en este período, a la que desde 1936 habría integrar a la piladora Guayaquil, que se convirtió en una de las principales empresas del país. Esta situación se puede confirmar a nivel de la cantidad de arroz ingresado a las piladoras y, sobre todo, de la cantidad de arroz egresado, es decir, procesado para consumo interno, ya que la mayoría del arroz de exportación se lo obtuvo de las existencias acumuladas. Como se puede apreciar, entre 1933 y 1937, el 91.4% del arroz procesado estaba controlado por 22 empresas industriales, todas de la provincia del Guayas, a las

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que habría que añadir, desde 1936, la piladora Guayaquil. Tal como sucedió a principios de siglo la producción industrial de la provincia de Los Ríos, siguió siendo marginal, pues, apenas, alrededor de un 6.0% se puede atribuir al grano procesado en las piladoras de esta provincia. Esto quiere decir que si bien su participación se incrementó a nivel del número de empresas, en la práctica, la cantidad de arroz industrializado con destino comercial fue tan limitado como a comienzos de la década. Esto último puede confirmarse a nivel de ingresos en donde 24 empresas industriales (las mismas a las que se ha hecho alusión anteriormente) controlaban el 92.3% de la totalidad del grano ingresado a las piladoras registradas, ninguna de las cuales (a excepción de la Violeta y la Leticia) pertenecía a esta provincia. Esta concentración de la producción industrial se puede ratificar si es que se toma en cuenta que ocho empresas (La Fama, Susana, San Luis Sucursal y Principal, Samborondeña, Aurora, San Miguel, La Unión, Molino Nacional) controlaban el 61.0% y que solamente cuatro de estas grandes empresas (la Fama, Susana, San Luis, Samborondeña) concentraban el 39.7% de los egresos totales. De todos modos, se debe indicar que en 1936 a este grupo de empresas se integró la piladora Guayaquil que, para 1937, empezó a controlar alrededor de un 6.7% del arroz pilado, convirtiéndose, por eso mismo en una de las más importantes industrias de esta rama en las provincias del Guayas y de Los Ríos. Analizando la información estadística presentada se puede comprobar, por tanto, la gran concentración de la industria del pilado en una pocas empresas, las cuales estaban ubicadas en la provincia del Guayas. Fueron estas empresas, como es natural, las que asumieron la forma de compañías y de sociedades en la perspectiva de atender a las demandas que exigía el procesamiento de arroz, pero también el embodegamiento, transporte y comercialización del grano. Entre estas grandes piladoras destacan ocho que son las que compitieron tenazmente por el control de la mayor cantidad de grano sea a nivel de existencias, de procesamiento, como de distribución. Fueron estas grandes empresas, por lo demás, las que impusieron su “ley” al mercado interno y determinaron el desarrollo de las exportaciones. Se debe indicar, de todos modos, que aunque La Fama y San Luis (sucursal y principal) siguieron siendo dos de las empresas más importantes, desde 1934, se asistió a una disminución de su peso relativo, surgiendo como competidoras muy fuertes la Susana y la Samborondeña, que comenzaron a copar buena parte de las existencias y también del grano procesado. En el período de 1932 – 1936, en efecto, la Susana controló el 11.54 de las existencias, es decir una cifra semejante a la manejada por La Fama; a su vez, la Samborondeña, que en 1933 controló solamente un 4.9% de los egresos totales, para 1935 manejó un 10.4% y para 1936, un 8.5%, que representaron cantidades de grano procesado superiores a la Fama, Susana y San Luis Sucursal. También San Miguel, La Unión, y la Aurora se convirtieron en competidores importantes dentro del grupo de grandes empresas dedicadas al decorticamiento de la gramínea, a los que se habrían de sumar, a partir de 1936, la Piladora Guayaquil, Buena Fé y la Molino Nacional, en particular, desde el momento en que absorbió a la antigua piladora Emma. 3. Características de las Grandes Piladoras

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Las grandes piladoras fueron empresas o sociedades vinculadas a los intereses económicos del Puerto de Guayaquil, en donde estaban localizadas sus oficinas. Sus capitales se colocaron no sólo directamente en la industria del pilado, instalaciones, bodegas, medios de transporte, que requerían las actividades productivas, sino también en el fomento de cultivo a los campesinos arrendatarios. Es decir, se distribuyeron en el conjunto de actividades que a nivel agrícola, comercial e industrial, demandaba el complejo arrocero, de los que eran sus más relevantes representantes. No existen cálculos sobre los montos de capital que estas grandes empresas industriales manejaron e invirtieron pero, en base de alguna información indirecta, se pueden hacer algunas observaciones de carácter general. “..levantar una cosecha de arroz en nuestro país – decía una nota de prensa de 1938 – significa una inversión de veinte millones de sucres. ¿De dónde recibe el agricultor arrendatario esta suma?. ¿Quiénes son los que se la proporcionan, con los riesgos consiguientes?. No se puede negar: de las piladoras de arroz. Si se añade a esto, que los capitales invertidos por las 49 piladoras de arroz que existen en el Litoral, en máquinas, graneros, bodegas, tendales, lanchas, repuestos, etc., etc., se acercan a otra veintena de millones de sucres, no se puede dejar de reconocer el verdadero derecho, la plena justificación y la enorme razón que tienen los propietarios para reclamar, no protección, no un favor o servicio oficial, sino el encuadramiento de sus actividades y aspiraciones, dentro del justo plano a que tienen derecho todas las lícitas manifestaciones de las actividades de trabajo, que se establecen bajo el amparo de las leyes de una república democrática, como la nuestra”323. Al menos, pues, alrededor de 40 millones de sucres estaban para 1938 comprometidos en la producción arrocera por parte de las piladoras instaladas en las provincias del Guayas y de Los Ríos. Ahora bien, sin temor a equivocarse se puede decir que buena parte de ese capital – de acuerdo a la importancia de las empresas y al grado de concentración de la producción – sin duda, fue de las grandes piladoras. Esto significa que de la totalidad del capital comprometido un alto porcentaje – seguramente proporcional a la totalidad de existencias – fue manejado por las piladoras grandes que eran los exponentes más representativos del complejo arrocero. De otra parte, se puede señalar que de la totalidad del capital manejado por las grandes empresas industriales dedicadas al decorticamiento del arroz, al menos la mitad estaba dedicada al fomento de cultivos. Para ser más exactos, se puede decir que, al menos, un cincuenta por ciento de los capitales dedicados al fomento de cultivos fueron proporcionados por las empresas piladoras, especialmente las grandes. Así se reconoce en una comunicación enviada por Francisco Pons Millas a nombre de los grandes piladores al Encargado del Mando Supremo de la República, F. Páez, en 1936, en donde a propósito del nuevo Reglamento de Piladoras, expresamente señala que: “Es importante recordar que las piladoras fomentan algo así como el cincuenta por ciento de la producción de arroz, por las facilidades que dan a los cultivadores de arroz, al hacerles anticipos de fondos...”324

323 El Telégrafo, 14 de marzo de 1938. 324 Comunicación a nombre de los industriales dueños de piladoras de arroz al Encargado del Mando Supremo de la República. (AMF, Comunicaciones, 1936, s.f. exacta)

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Hay que entender, en todo caso, que el fomento de cultivos no solamente estaba representado por los adelantos que se entregaban a los campesinos para hacer los desmontes, preparar el terreno y sembrar; de hecho, implicó también hacer adelantos para movilizar la cosecha, ensacar el grano, transportar la gramínea hasta la piladora, proporcionar el dinero para la sobrevivencia del campesino. El fomento auspiciado por las empresas piladoras adquirió, por tanto, un carácter mucho más amplio que el inicial, lo cual en no pocos aspectos modificó su carácter y oscureció su naturaleza. Al respecto, es interesante tener presente lo que en una noticia aparecida en uno de los diarios del Puerto, sobre la piladora Buena Fe, destacaba a finales de la década: “Para muchos pasa desapercibido el movimiento de la cosecha de este grano. Se olvidan de pensar todo el dinero que exige su movilización desde los campos de cultivo hasta la Piladora que le entrega sacos, que le facilita el medio de transporte, que le brinda bodegaje y finalmente, que le da dinero para llenar buena parte de sus exigencias...”325 Igualmente, para el caso de la piladora La Fama se indicaba que: “.. la distribución del crédito para los cultivos y luego la recolección de la propia cosecha de arroz, ha interesado vivamente a la firma Kronfle Hnos, desde su iniciación en el dominio pleno de esta actividad: pilar arroz. Y así se explica, como un dato aislado si se quiere, que sólo en 1937, de noviembre a diciembre y enero de 1938, esta firma distribuyó crédito por un valor aproximado de $ 800.000. Esta cifra es por demás reveladora acerca de cómo la organización de la piladora de arroz Susana, ayuda al desenvolvimiento de la agricultura arrocera, ofreciendo con oportunidad todo el dinero que el agricultor necesita, para atender sus cultivos...”326 En otras palabras, las grandes empresas proporcionaron no solamente capital para hacer desmontes sino para el conjunto de actividades que se requerían, de manera de poder apropiarse del grano cultivado por los campesinos arrendatarios. Circunstancia esta última que denuncia has qué punto las grandes industrias lograron incidir en la vida y en la economía de los productores arroceros de las provincias del Guayas y de Los Ríos. Se debe indicar, así mismo, que las empresas piladoras “comprometieron sus esfuerzos” – como les gustaba decir – también en uniformizar y estandarizar el grano de arroz, con el objeto de lograr una variedad adecuada a la exportación. Esto último se logró especialmente mediante la introducción de la variedad “Fortuna” que permitió alcanzar este resultado, si bien trajo aparejado un profundo malestar dentro de los pequeños agricultores. Sobre el particular, en las notas de prensa a las que se ha hecho alusión anteriormente se señalaba, por ejemplo, que la piladora Buena Fe: “Inicialmente tiene sus propios cultivos de arroz denominado Fortuna, a la vez que ha venido fomentando buenos sembríos, con una constante vigilancia porque el tipo de arroz que se produzca en toda el área cercana a esta Piladora, responda a las mayores exigencias del mercado no solo nacional sino externo”327.

325 El Telégrafo, 10 de agosto de 1938. 326 El Telégrafo, ibid. 327 El Telégrafo, ibid.

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A su vez, respecto de la piladora Susana se indicaba que esta empresa ha tratado por todos los medios de estandarizar el grano, especialmente, el destinado a la exportación328. Por su parte, al referirse a la empresa Molino Nacional las notas de prensa aparecidas el día del Primer Grito de la Independencia del año 38, señalaban que esta industria se ha dedicado a pilar arroz tanto para el mercado interno, como para la exportación dentro de las exigencias del mercado internacional. Finalmente al hablar de la piladora Buena Fe, se indicaba que esta institución “debe intervenir en forma directa en la vigilancia y desarrollo de la agricultura arrocera, brindando las semillas de standarización, cuidándose de que se seque bien el producto, que se lo trate cuidadosamente y luego, atender a la demanda de dinero que es constante”329. Pero, además, de estas actividades complementarias que dan cuenta, por sí mismas, de las características de la producción arrocera y de la naturaleza de las grandes empresas industriales se debe resaltar que éstas permitieron la emergencia y consolidación de empresas exportadoras. Tal fue el caso de las piladoras San Luis, Molino Nacional, Aurora, La Fama, La María, Santa Ana y, más tarde, Piladora Guayaquil, que a través de las firmas Bruckman y Compañía, Molino Nacional, Pedro Menéndez, Villacreces Hermanos, Cía de Cervezas Nacionales y la firma Enrique Gallardo, generaron sus propias empresas de exportación. No obstante, otras empresas como la piladora Buena Fe, entraron en contacto con empresas industriales conocidas para realizar las exportaciones a través de ellas. Vinculadas a las grandes empresas industriales se generaron, pues, empresas de exportación y cuando esto no fue el caso se establecieron y reforzaron vínculos con otras empresas dedicadas al comercio internacional “constituidas y consolidadas”, por medio de las cuales se realizaron las transacciones con el exterior. Se debe destacar, en cualquier circunstancia, que las exportaciones directas de las grandes piladoras por medio de sus propias empresas de exportación no siempre fueron las más importantes. De lo que se conoce, a comienzos de la década del treinta las empresas piladoras a través de sus personeros estuvieron interesados en dedicarse por su cuenta a la exportación. Ejemplos son las firmas L.F.Binder de la piladora Emma que, más adelante pasaría a la Molino Nacional, y L.E.Bruckman de la piladora San Luis, la más importante de las empresas de entonces. Sin embargo, más adelante fueron más bien empresas de exportación especializadas en la comercialización del grano las que fueron ganando espacio, aún a despecho de las grandes empresas piladoras. De todos modos, entre unos y otros se fue estableciendo una relación siempre tensa que en pocos casos afectó a los piladores en beneficio de las empresas exportadores330. En síntesis, se puede decir que las grandes piladoras en la mayoría de los casos fueron empresas (compañías y asociaciones de un número limitado de accionistas) ubicadas en el Puerto de Guayaquil. Tenían intereses, como todas las piladoras, no solamente en la industria sino en el comercio, el transporte, y la agricultura. Estaban particularmente comprometidas en el fomento de cultivos, a la que habían dedicado buena parte de sus capitales. Finalmente, alrededor de ellas se generaron empresas de exportación importantes. No obstante, estas últimas se fueron especializando en el comercio del grano y cada vez más fueron ganando autonomía. Se trató, en todo caso, de grandes complejos

328 El Telégrafo, ibid. 329 El Telégrafo, ibid. 330 Más adelante, cuando se haga un recuento de las firmas exportadoras durante los años treinta y cuarenta se volverá sobre el tema. Por el momento conviene tener presente estas observaciones.

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de intereses que, por esa misma razón, estuvieron vinculados a intereses comerciales, financieros e industriales del Puerto Principal. 4. El Rol de las Piladoras Chicas Si se analiza detenidamente la información proveniente de los Cuadros Nº 41, 42, y 43, una pregunta surge inmediatamente: ¿cómo sobrevivían las piladoras pequeñas?. ¿Si es que recibían, guardaban y procesaban tan poco arroz, cómo es que durante estos años correspondientes a la década del treinta, la mayoría representaba negocios “prósperos”?. En relación de este punto es menester tomar en cuenta que las piladoras llamadas chicas y que, para 1938 se podría cuantificar en alrededor de unas 30, es decir más de la mitad de la totalidad de empresas registradas, la mayoría de las cuales estaban ubicadas en la provincia de Los Ríos, eran pequeñas industrias de origen rural. De alguna manera esto pone en evidencia que estas empresas (sobre todo, las de la provincia de Los Ríos), si bien procesaron arroz, en la práctica, también se dedicaron al procesamiento de café331. Además, el análisis de la información presentada permite hacer una inferencia muy interesante. Sucede que estas empresas rurales más que recibir granos de terceros sobre los cuales debían emitir recibos, procesaban y vendían arroz de su propiedad, por esta razón, su movimiento difícilmente podía ser contabilizado por la “Fiscalización de Piladoras”. Por otro lado, se debe mencionar que si no guardaban granos “ajenos” ( o al menos no lo hacían en cantidades apreciables) ello obedecía a que satisfacían directamente con su propia producción las necesidades de los campesinos de las haciendas o de los pequeños centros poblados en donde, por lo general, se ubicaban. No requerían, por consiguiente, de arroz registrado para cubrir la demanda. Tampoco tenían interés en recibir más arroz que se podía consumir localmente porque su objetivo no era almacenar y procesar arroz para, a través del traslado o venta de recibos, venderlo a otras piladoras o a otros comerciantes (cosa que también lo hicieron), sino consumir la mayoría o la totalidad del grano que se producía en cada parcialidad, en cada “recinto”. Si las piladoras pequeñas lograron sobrevivir y, eventualmente, progresar, ello se debió, por lo mismo, a que estaban inscritas en circuitos económicos locales, es decir, que difícilmente rebasaban el marco de los mercados de los recintos a los que los campesinos llegaban una vez por la semana a hacer sus compras. Es cierto que esto pone sobre aviso de que las cifras relativas a la producción de arroz que se manejaron oficialmente en la época estaban un tanto “subvaluadas” pero, por otra parte, su reconocimiento posibilita comprender que una fracción del arroz producido, especialmente en la provincia de Los Ríos en donde se localizaron la mayoría de las piladoras chicas, se consumieron en los mercados locales en donde se contribuyó a satisfacer (diractamente) las necesidades de los campesinos y de los habitantes de los 331 El pilado del café no solamente fue una actividad de las pequeñas piladoras, sino también de las grandes empresas ubicadas en Guayaquil, algunas de las cuales también se dedicaron a desmotar “lana de ceibo”. Por ejemplo, sobre la piladora La Fama, una empresa cuyo progreso “no se ha detenido ni un solo momento” y que se ha dedicado a “pilar arroz y café y desmotar algodón y lana de ceibo, dentro de una organización que se la considera bastante perfecta” (El Telégrafo 10 de agosto de 1938). La diferencia, en todo caso, entre las piladoras grandes y las chicas es que mientras en las primeras el pilado de café (cuando se hacía) era marginal, en el caso de las segundas era bastante importante y no estaba sujeta a la Fiscalización de Piladoras.

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pequeños centros poblados. Solamente el reconocimiento de este fenómeno permite entender, en realidad, el rol de las piladoras pequeñas en el proceso de industrialización del arroz. Más que nada, en la provincia de Los Ríos en donde buena parte del grano cultivado y procesado se quedó, al parecer, en sus propias fronteras, circunstancia que, sin duda, contrastaba con lo que sucedió en la provincia del Guayas, en donde el grueso de la producción salía con destino a Guayaquil para luego distribuirse al resto del país e, incluso, exportarse fuera del Ecuador. Conviene resaltar, en todo caso, el distinto carácter de las piladoras grandes y las chicas en la economía nacional. Mientras las unas estuvieron altamente concentradas, constituyeron – por decirlo de esa manera – verdaderas empresas, que impusieron su propia ley al mercado de la ciudad de Guayaquil y, en general, al mercado interno; las otras, impusieron su ley sobre a economía local en donde sacaron provecho de su privilegiada posición. Fue en esta ámbito local en donde estas unidades industriales, casi siempre pequeñas empresas de carácter familiar, sobrevivieron y progresaron, a través de toda clase de vínculos con los campesinos de las zonas dedicadas al cultivo de la gramínea332. 5. Las Primeras Empresas Cooperativas Arroceras Antecedentes Inmediatos Una de las características de la década del treinta fue la acumulación de existencias por parte de las piladoras (especialmente grandes), la exportación creciente del grano de alta calidad, la venta del grano de segunda a la Sierra y, en general, el desabastecimiento del mercado interno, sobre todo de la ciudad de Guayaquil. El desabastecimiento del mercado interno fue notorio particularmente desde 1935, cuando las existencias acumuladas durante los años anteriores salieron hacia el extranjero y no quedó grano de reserva para satisfacer las necesidades internas. Razón esta última que disparó los precios de la gramínea a niveles no conocidos hasta entonces. En efecto, mientras en agosto de 1934 las existencias sumaban la cantidad de 556. 643 quintales de arroz, la mayoría de las cuales estaba en poder de 12 piladoras grandes (La Fama, Susana, Samborondeña, San Miguel, San Luis Sucursal y Principal, Aurora, La Unión, Carmela, Yaguachi, Molino Nacional, La Central) para finales de octubre de ese

332 El conjunto de consideraciones que se acaban de hacer apuntan a confirmar algunas de las ideas enunciadas en este trabajo. Como se ha hecho alusión en el punto anterior, los campesinos arroceros de las provincias del Guayas y de Los Ríos, dejaron de consumir arroz con el objeto de destinarlo a la venta. El arroz se convirtió, en este sentido, en el producto que, a través del mercado, permitió a los campesinos arroceros obtener los ingresos para adquirir el conjunto de bienes que requerían para su reproducción familiar. Ahora bien, esto parece que fue más propio de la producción de la provincia del Guayas y mucho menos en la provincia de Los Ríos. En esta provincia las piladoras no solamente que se dedicaron a pilar arroz sino también café pero, además, mantuvieron arroces que eran de las propias zonas de cultivo y sobre las cuales no emitieron recibos. En otras palabras, estas empresas industriales que manifiestan escaso movimiento y pocas existencias sobrevivieron porque se dedicaron a pilar arroz para que los campesinos de las zonas pudieran reproducirse sin que este grano entrara en los circuitos comerciales. Se trató de una estrategia de integración de la producción arrocera al autoconsumo más que a la venta como lo fue en la provincia del Guayas. Y es esta circunstancia la que explica el desarrollo de la industria del pilado de la provincia de Los Ríos hasta comienzos de 1950.

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año había llegado a la cantidad de 506.007, para el 31 de diciembre a 408.225 quintales, para finales de enero a 338.265 quintales, para finales de marzo a 203.077 quintales, para finales de mayo a 99.406 quintales. Y, si bien a partir de ese momento las existencias comienzan nuevamente a subir debido a la “entrada de la cosecha de invierno”, pues a la primera quincena de junio se registran 184.794 quintales, y a la segunda 322.896, a fines de julio 475.947 quintales, a mediados de agosto, 487.323 quintales, desde ese momento empiezan a decrecer aceleradamente: para fines de septiembre se registran 365.165 quintales, al 30 de noviembre 372.151 quintales, a fines de diciembre 320.220 quintales, a fines de enero, 252.477 quintales, para fines de febrero habían bajado a 64.159, al 15 de marzo a 43.800 quintales, a fines de marzo a 20.332 quintales al 15 de abril a 10.446 quintales, al 30 de abril a 7.986 quintales. Aunque partir de ese momento las existencias empiezan a subir, registrándose para el 15 de mayo 43.996 quintales, es evidente que desde finales de 1935 y comienzos de 1936 el grano desapareció del mercado interno y los precios se elevaron notablemente. Como se ha visto anteriormente, en el mercado de Guayaquil los precios del arroz pasaron de 20.50 que se cotizó en julio de 1935 el arroz flor de exportación a 28.00 sucres en diciembre y a 31.00 sucres en febrero de 1936; por su parte el arroz de primera pasó de 18.50 que se cotizó en julio a 27.00 sucres en diciembre y a 28.80 sucres en febrero; a su vez, el arroz corriente que se cotizó a un precio promedio de 17.50 sucres en julio pasó a 26.60 en diciembre y a 28.50 en febrero, cuando el grano había prácticamente desaparecido y el precio debido a la especulación sobrepasó estos límites. La Reacción del Gobierno Ante esta situación – como se ha señalado – el gobierno congeló las exportaciones aunque más tarde las volvió a permitir. Sin embargo, como un fenómeno similar sucedió el año siguiente, cuando los precios subieron a los niveles del año de 1936, en febrero de 1937, cuando el grano desapareció del mercado interno el Banco Hipotecario del Ecuador, en base de las disposiciones del Decreto de F. Páez, prohibió las exportaciones. De todas maneras, como el precio no disminuyó el gobierno decidió intervenir en el mercado arrocero y hasta discutió, a causa de la oposición de los piladores a esta medida que amenazaron al gobierno con cerrar sus fábricas, la posibilidad de nacionalizar la industria arrocera. “Si unidos están – decía al respecto, una comunicación de un amigo del Jefe Supremo de la República – para haberse atrevido a amenazar al Gobierno con cerrar sus fábricas, ¿qué debe esperarse para la imposición que hacen de costumbre de los precios, si es cosa de ellos?...¿qué le espera al productor sino el acaparamiento del producto, muy por bajo del precio de costo, forzando a venderlo al vencimiento de sus créditos?”. Por este motivo, destacaba este militar “alejado de las filas del ejército”, pero dedicado por entero a la agricultura: “... la salvación sería tomar en administración por este año de las piladoras disidentes, dejando todo el personal y aún mismo los dueños como controladores, con graneros aparte para sus propios arroces y con administradores elegidos por el Banco Hipotecario del Ecuador y, para el año siguiente, habría que instalar piladoras en las zonas de mayor

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producción, cuyo capital invertido sería amortizado por los verdaderos productores en proporción a los depósitos que los convertiría en accionistas”333. De ahí que, otro soldado, ante la posibilidad de nacionalizar las piladoras de arroz que se discutía en ese momento por parte del régimen, saludara al General Enríquez Gallo, en los siguientes términos: “La perspectiva de del S.G. de expropiar las piladoras de Arroz y con ello propender al progreso de la Nación y al bienestar de su pueblo, es causa suficiente para con entusiasmo aplaudir los actos del Gobierno de V.E”334. Como esta medida, en todo caso, debido a presiones de los distintos sectores empresariales y de la prensa nacional, no se concretó; de todos modos, permitió, más adelante, cuando la escasez de la gramínea se tornó aguda por la acumulación de existencias de parte de las grandes empresas que, para agosto de 1937, controlaban el 66.3%, cuando éstas habían llegado a la cifra de 525.420 quintales, hacer realidad una idea que se había discutido en el último año: la creación de una Cooperativa de Producción que pudiera competir con las piladoras existentes y, más que nada, con las grandes empresas que, según la opinión pública y del gobierno, habían sido las causantes inmediatas del alza de los precios en el mercado interno, de la especulación existente, y de toda clase de atropellos a los campesinos productores. La Creación de la Cooperativa Modelo La idea de crear cooperativas de productores no era nada nuevo en el Ecuador. De hecho se había venido discutiendo desde finales de la década del veinte, como una salida a un conjunto de problemas que afectaban a los campesinos, sobre todo, del Litoral. Además, a partir de una serie de ideas que provenían de las actividades desarrolladas por el Banco Hipotecario del Ecuador a favor de los campesinos arroceros, la Cámara de Agricultura de Guayaquil presentó al Congreso Nacional, en 1938, a través de la iniciativa de Clemente Yerovi Indaburu, un proyecto de Cooperativa Arrocera, previamente presentado al Congreso de Agricultores de 1937. “La Cámara de Agricultura – decía el Informe de 1938 – perfectamente comprensiva de la época en que actúa y de la trascendental importancia del cooperativismo en el desarrollo moral y material de nuestro país..., tomó como cosa propia la realización de un proyecto de Cooperativa Arrocera, presentado al Congreso de Agricultores de 1937 por el suscrito, previas las reformas que un más detenido estudio han indicado son necesarias para perfeccionarlo, y que últimamente había sido planteadas por su inicial propugnante con la colaboración del ingeniero Fernández U.”335. En este proyecto se ratificó la posición del entonces Presidente del Banco Hipotecario de la Sucursal Mayor de Guayaquil, de apoyar la creación de una Cooperativa Arrocera, el 333 Comunicación al Señor General Alberto Enríquez Gallo, por Egberto Fuentes Robles, Teniente Coronel del Ejército, Guayaquil, marzo 21 de 1938.(AMH, Comunicaciones del Año de 1938). 334 Comunicación al señor General, Don Alberto Enríquez Gallo, Jefe Supremo de la República, por el Capitán Emilio Salazar R, Guayaquil, marzo 15 de 1938. 335 Informe del Presidente de la Cámara de Agricultura de la Segunda Zona - 1938, Señor Don Clemente Yerovi Indaburu, Guayaquil 31 de diciembre de 1938. (AHBCE, Ministerio de Hacienda, Cámara de Agricultura de la Segunda Zona, Comunicaciones –1938)

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cual había sido manifestado por diversos medios, y de oponerse a toda clase de otras iniciativas. Así, en una comunicación enviada al Ministro de Gobierno, con fecha 19 de abril de 1938, señalaba la necesidad de no organizar una Compañía Anónima como había sido sugerida por los gremios empresariales e incorporada al Decreto Nº 208, sino proceder a la creación de una Cooperativa de Producción porque: “La mayoría de productores de arroz no son capitalistas; trabajan con créditos de corto plazo, de tal manera que difícilmente serían accionistas de una compañía de tal naturaleza, o en una proporción sumamente reducida... Lo ideal y lo verdaderamente conveniente a los hombres que solamente disponen de su capacidad de trabajo y crédito limitado – enfatizaba -, sería que se los capitalice inicialmente, constituidos en agrupaciones cooperativistas, a fin de que a medida de la cantidad y calidad de productos que aporten, se vayan lentamente convirtiendo en propietarios de las instalaciones necesarias para el beneficio de los mismos”336. Aunque esta postura no fue reconocida ni apoyada por otros gremios empresariales, los cuales manifestaron su oposición al proyecto, a través de un conjunto de comunicados y comunicaciones, en los cuales se preguntaban “si hay necesidad de tal Piladora y en qué beneficiará al productor”, porque la verdad es que “piladoras las hay en un creciente número y capacidad y localización adecuada, y que si algo hace falta no son Piladoras, sino graneros donde guardar y conservar en buen estado de sequedad y conservación, el excedente de la capacidad de los graneros privados”337, lo cierto es que acogiendo las sugerencias del Presidente de la Sucursal Mayor del Banco Hipotecario338 , el gobierno decidió crear una Cooperativa Arrocera. Para ello, en base de las reformas introducidas al Decreto Nº 208, expedido el 11 de abril de 1938, y en función de las disposiciones del Decreto Nº 2 de 5 agosto de ese año, la Dirección General de Agricultura, perteneciente al Ministerio de Previsión y el Banco Hipotecario del Ecuador, con fecha de 13 de octubre de ese año, organizaron la primera “Cooperativa Arrocera de Producción y Crédito” del país, a la que se le conoció como Cooperativa Modelo. 336 Comunicación Personal de Clemente Yerovi Indaburu, BHE – Sucursal Mayor, 19 de abril de 1938, al Ministro de Hacienda (AHBCE, Ministerio de Hacienda, Banco Hipoetacrio, Comunicaciones – 1938). Yerovi I., manifestó en igual sentido su posición en las “Apreciaciones sobre el Decreto Supremo Nº 208”, para los colegas de la Cámara de Agricultura de la Segunda Zona, en Oficio s.n., de abril 28 de 1938 (AHBCE, Ministerio de Hacienda, Banco Hipoetacrio, Comunicaciones – 1938) 337 Petición al Jefe Supremo y Ministro de Hacienda, por los Herederos de J. Puig Verdaguer, Carlos Pérez Noriega, representante de Pacific Trading Cº, Representante de Molino Nacional, La Compañía La Fama, Kronfle Hermanos, como comerciantes, exportadores y piladores de arroz, Quito, 1938, S.F. exacta. (AMH - Comunicaciones Recibidas – 1938). 338 El apoyo a la propuesta de C. Yerovi I, se puede apreciar en comunicación del Ministerio de previsión Social, Trabajo, Agricultura e Industrias de junio de 1938, al Ministro de Hacienda, en el que “ El proyecto de reforma que le adjunto, ha sido confeccionado ante la imposibilidad de los pequeños productores arroceros de ser accionistas de una compañía anónima de tipo propuesto por el Decreto original, ya que ellos trabajan con créditos a corto plazo y no estarían en condiciones de adquirir acciones numerosas para obtener mayor proporción de utilidades, por cuanto dicho Decreto Nº 208, se establecía que aquellas se repartirían en relación al capital invertido en los títulos de acciones” (AMH, Comunicaciones Recibidas – 1938).

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Organización y Recursos de la Cooperativa Modelo El Decreto 208 de abril de 1938, había creado un impuesto de un sucre a cada quintal de arroz que se exporte por las Aduanas de la República. Ahora bien, con la garantía de este impuesto, el Banco Hipotecario del Ecuador debía adelantar hasta un millón de sucres para crear una o varias cooperativas de Producción y Crédito que debían gozar de las ventajas establecidas en la Ley General de Cooperativas Agrícolas, constituidas exclusivamente por agricultores y que debían contar con maquinarias piladoras modelo, graneros y las instalaciones necesarias, para producir en las mejores condiciones calidades de arroz exportable y de consumo interno339. A partir de estas disposiciones, el Ministerio de Previsión Social y el Banco Hipotecario, a quién se confió la nueva Cooperativa Arrocera Modelo de Producción y Crédito, se conformó el 13 de octubre de 1938, con la finalidad, entre otras cosas, “de poner a los genuinos productores de arroz, a cubierto de los innúmeros abusos que cometían con ellos, el Trust de Piladoras, los fomentadores y los terratenientes”340. Esta nueva Cooperativa estuvo constituida – de acuerdo a las disposiciones legales – por un Directorio compuesto por ocho miembros formados por funcionarios de la Dirección General de Agricultura y del Banco Hipotecario del Ecuador, tal como lo disponían los Art. 40 y 41 de los Estatutos respectivos. Una vez constituido la Cooperativa este Directorio procedió a la adquisición de una piladora e instalaciones necesarias para obtener calidades “excelentes de arroz de exportación y de consumo interno”, para lo cual amparándose en las disposiciones del Decreto Supremo de 30 de diciembre de 1937, se solicitó la exoneración de los derechos consulares y adicionales aduaneros para el pedido de la piladora Modelo341, la cual empezó a funcionar en la ciudad de Guayaquil, una vez que se introdujo la maquinaria respectiva, en 1939. Impacto de la Cooperativa Arrocera de Producción y Crédito Al día siguiente de su constitución, esto es, el 14 de octubre de 1938, se invitó a los agricultores arroceros a suscribir sus certificados, de manera de poder definir el número de socios que esta nueva empresa instalada en el Puerto Principal, iba a contar. El comunicado aparecido en los principales diarios de Guayaquil, decía lo siguiente:

Cooperativa de Producción y Crédito

“Se comunica a los agricultores productores de arroz que hoy ha quedado constituida en esta ciudad, la “Cooperativa Arrocera de Producción y Crédito”, de acuerdo con el Decreto Supremo de 2 de agosto del presente año. En tal virtud, invitamos a los agricultores arroceros a suscribir sus certificados de aportación (acciones) que serán nominativos de 100 sucres cada una, pagaderos el 10% al contado y el saldo en dividendos de 10% semestrales para tener derecho a gozar de los beneficios de esta organización, que se ha 339 Proyecto de Decreto de Reformas al Decreto No 208, preparado por el Ministro de Previsión Social y Agricultura, Carlos Ayala Cabanilla, s.f. –1938 (AHBCE, Comunicaciones del Ministerio de Previsión Social – 1938). 340 Comunicación del Ministro de Previsión Social, Encargado de la Cartera de Agricultura, Rafael Quevedo Coronel, al Ministro de Hacienda, de 25 de noviembre de 1938 (ABCE, Ministerio de Hacienda, Comunicaciones Recibidas – 1938). 341 Ibid.

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fundado exclusivamente con el objeto de ayudar a los asociados introduciendo métodos eficaces y modernos para el mejoramiento y standarización del producto; así como también para facilitarlos la consecución de créditos y una mayor utilidad en el producto de sus cosechas. La oficina para efectuar las inscripciones correspondientes está situada en el local de Cámara de Agricultura de la Segunda Zona; Boulevard Nº 103, y se atenderá a los interesados todos los días, en los días ordinarios. Guayaquil, 13 de octubre de 1938. El Secretario”342. A pesar de la férrea oposición de los exportadores, comerciantes y piladores a la creación de esta nueva organización productiva, los cuales unos días antes, en un comunicado pagado, habían indicado, entre otras cosas, que: “La producción ecuatoriana de arroz representa para la economía del país de 18 a 20 millones de sucres. Las piladoras de arroz una organización industrial respetable que transforma su producto para el consumo interno y para la exportación, financiando directamente millones de sucres para entregarlos a la cosecha de arroz, que de otra manera se perdería en gran parte, por falta de dinero para ser movilizada. Sin embargo, la industria de pilar arroz no está considerada dentro del plano que su aporte al engrandecimiento de la economía ecuatoriana lo exige, sigue siendo una industria mal interpretada. Carece de cooperación que su actividad exige, se le ha llegado a combatir. Se le ha creado serios problemas de carácter social. Se quiere ahora crearle una competencia dentro de su movimiento normal, cuando lo que necesita esta industria de pilar arroz es confianza en los factores oficiales y en los elementos económicos que intervienen en la movilización y cosecha del grano. Quienes desconocen la función económica de una piladora de arroz son quienes la combaten, pero hay que penetar en su interior para darse cuenta de todo el esfuerzo que realizan cada una de ellas en, su radio de acción: con su decidida (acción) su producción se moviliza y es posible llegar al mercado del exterior, con su grano magnífico que satisface todas las exigencias de la demanda internacional. Fuertes capitales exige esta industria de arroz que tiene que entregarlos (a los campesinos) corriendo muchas veces un seguro riesgo, porque de otra manera la cosecha se pierde. Envía sacos a todas las zonas de producción y se interesa por el envío de embarcaciones adecuadas para traer arroz a las piladoras. Ofrece las semillas necesarias preocupándose porque se de mayor cuidado a los cultivos, se standarice el grano y se lo coseche mejor”343. A pesar de todo ello344, la Cooperativa de Producción pudo conformarse y consolidarse definitivamente. Para 1939 ya tenía 250 socios, y para 1940 se habían incrementado sustancialmente este número. Además, a partir del ejemplo creado por la “Cooperativa Arrocera” y con el apoyo decidido por parte del Banco Hipotecario y del Presidente de la Sucursal Mayor, a fines de 1940, a nivel arrocero, cafetero y tabaco, se habían formado 342 El Telégrafo, 14 de octubre de 1938. 343 Comunicado de Prensa suscrito por la Piladora Molino Nacional C.S., Piladora Guayaquil, Piladora San Luis (Guayaquil y Jujan), Piladoa Susana, Piladora Buena Fe, El Telégrafo, 9 de octubre de 1938. 344 La oposición a la formación de la Cooperativa Arrocera fue consignado tempranamente por el Banco Hipotecario, en uno de cuyos informes se decía que: “Se asegura que la oposición nace del sector interesado en el mismo negocio., por estimar que verá mermado el volumen de sus actividades y ganancias con la independencia que vendrán a tener los productores al verse obligados a entregar sus cosechas a manos ajenas a sus intereses” (Boletín del Banco Hipotecario del Ecuador, Nº 5, pág xvii, Quito, 1939).

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54 cooperativas de productores, con unos 2.203 socios345. En otras palabras, pese a la oposición de los piladores que no dieron su brazo a torcer hasta no liquidar a la Cooperativa Arrocera que se había venido a interponer en sus negocios, durante los primeros años de su funcionamiento ésta fue todo un éxito y su impacto enorme, no solo en el ámbito arrocero sino a nivel de otras actividades agrícolas y pecuarias. (Al punto que, ya para 1940, se crearon otras cooperativas de producción arroceras, entre las cuales destaca la Cooperativa Coné, ubicada en Yaguachi, con una capacidad de 30.000 quintales en sus bodegas). Gracias a los recursos financieros otorgados por el Banco Hipotecario esta nueva institución compró sus maquinarias, e impulsó efectivamente “instalaciones modernas y adecuadas” – como era su intención. Para 1939, a pesar de toda clase ataques de que fue objeto recibió en sus recién construidas bodegas 49.590 quintales de arroz; en 1940, 93.315 quintales y a comienzos de a década siguiente, esto es, el año de 1941, recibió 147.702 quintales. Tal como se puede apreciar Cuadro Nº 44, para 1940, La Modelo se había convertido en la segunda piladora más importante del país con un 10.6% del grano recibido entre el primero de mayo de hasta el 31 de diciembre de ese año; detrás de la piladora Guayaquil que se había convertido en la “primera” empresa del Ecuador con unos 123.243 quintales recibidos, o sea, el 14.5% del total de la producción, rol que, para el año siguiente, le correspondería a la Cooperativa Arrocera Modelo. Siendo notorio que para este último año habían dejado de tener el peso que antaño cooperativas como La Fama, San Luis, Samborondeña y Susana. 6. Algunas Conclusiones sobre la Industria Arrocera en la Década del Treinta Durante los años treinta la industria arrocera creció, si bien a un ritmo menor que los años veinte. Este crecimiento se reflejó en el número de piladoras así como en los montos de capital que esta rama de la actividad industrial manejó, a pesar de que sobre el particular no existen referentes precisos346. Para finales de la década estaban en funcionamiento 50 piladoras de arroz y se podía estimar el capital invertido en no menos de 40 a 50 millones de sucres en todas ellas, incluyendo las inversiones que debieron hacer a nivel agrícola, industrial y comercial. El crecimiento de la producción industrial fue de la mano con la concentración de la producción en unas cuantas empresas industriales que, para 1940, se podía estimar en unas doce en total o, a la mucho, catorce empresas. De las cuales, las más importantes, es decir, aquellas que concentraban más del 68.0 % de las existencias y de los ingresos, se las podía estimar en unas ocho piladoras de arroz. Estas empresas fueron las grandes beneficiarias del crecimiento y recuperación de la producción; fueron, además, las que impusieron sus reglas a la economía nacional en una etapa en la que el desarrollo de esta actividad estuvo determinado por el desabastecimiento del mercado interno, la especulación, y el alza de los precios. Junto a estas empresas grandes se mantuvieron más de treinta empresas pequeñas cuyo rol fue proporcionar arroz - que no siempre fue estimado por la Fiscalización de Piladoras – a los campesinos de las propias zonas de producción. Se trataba de “grano” sobre el

345 Para 1941 se formaron 87 cooperativas con más de 3.530 socios (Boletín del Banco Hipotecario, Año IV Nº 7, diciembre de 1940; Boletín, Año V, Nº 9, diciembre de 1941). 346 Seguramente un trabajo más sistemático que este podrá permitir llenar este vacío.

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cual no se emitió recibos y, por ende, no entró en los grandes circuitos mercantiles nacionales e internacionales, sino que se agotó en los espacios definidos por las distintas localidades: cabeceras parroquiales y, con mayor frecuencia, recintos. El rol de las piladoras pequeñas fue, en todo caso, esencial y complementario al de las grandes empresas industriales, en la medida que permitió la reproducción de buena parte de los campesinos de las zonas bajas del complejo hidrológico de la cuenca del Guayas, especialmente, de la provincia de Los Ríos, en donde estas unidades se localizaron y “florecieron”. Debido al control casi monopólico del mercado nacional por parte de las grandes empresas piladoras; un “trust” – como se señaló oficialmente - que impuso su “ley” al mercado interno y, más que nada, al mercado de Guayaquil, generando especulación, escasez, y alza continua de precios, el gobierno, a finales de la década, en 1938, propició la constitución de la Cooperativa Arrocera de Producción y Crédito, conocida como La Modelo, que empezó a competir con las otras grandes empresas comerciales, alrededor de las que se habían integrado firmas exportadoras propias o asociadas. Hacia finales de la década esta empresa se convirtió en una de las más grandes del país y, durante, la primera mitad de la década siguiente en la más importante. Se trató de un experimento – como decía el Presidente de la Sucursal Mayor del Banco Hipotecario del Ecuador – que permitió la consolidación del movimiento cooperativo en las provincias del Litoral, especialmente en Guayas y Los Ríos. La cooperativa Arrocera Modelo puso un freno al control del mercado interno por parte del “trust arrocero” y, hasta cierto punto, contribuyó a atenuar las condiciones de los campesinos arrendatarios sometidos a las empresas piladoras que proporcionaban no menos del 50% del capital que se requería para el fomento de cultivos. Visto a la distancia y como se analiza más adelante, este efecto fue, sin embargo, mucho más limitado de lo que se hubiera podido esperar, debido al conjunto de circunstancias que regulaban el crédito a los campesinos arroceros. De todos modos, representó uno de los esfuerzos más interesantes, en un período en el que se trataba de fortalecer el papel del Estado en las distintas actividades productivas. Hay que señalar, sin embargo, que desde el comienzo, este esfuerzo fue bloqueado por los sectores empresariales que, finalmente, dieron al traste con el experimento y se apoderaron nuevamente del mercado interno347.

347 Todo esto corresponde a la historia económica de la década del cuarenta que se analiza más adelante.

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CAPÍTULO 11 CULTIVO DEL ARROZ Y SITUACIÓN DE LOS CAMPESINOS ARROCEROS

DURANTE LA DÉCADA DEL TREINTA

1. Consideraciones Generales En términos generales, se puede decir que la situación de los campesinos arroceros en la década del treinta fue – como se trata de explicar en este Capítulo - aún más dura que la década precedente. Las razones de este fenómeno fueron de distinta índole. Entre ellas merecen destacarse las siguientes. De una parte, la crisis por la que atravesó el Ecuador en estos años agudizó, sin duda, las precarias condiciones económicas de los campesinos y de los sectores más pobres de las provincias del Guayas y de Los Ríos. En este contexto de crisis, para sobrevivir, los campesinos tuvieron que aferrarse a lo que podían; a lo que les permitía vivir; a las posibilidades que se les presentaban. Una de esas posibilidades fue el cultivo de arroz que se había generalizado en las zonas bajas y montañosas de la cuenca del Guayas. La producción de arroz se presentó, desde esta perspectiva, como una de las pocas alternativas (en la mayoría de casos, como la única) para sobrevivir que tuvieron los campesinos de estas provincias, en una época de una crisis como la que atravesó el país en los años treinta. La falta de empleo, oportunidades económicas, y reacomodo social, que la crisis ocasionó, generó, en efecto, las condiciones en las que se inscribió la acción de los campesinos y de los terratenientes, comerciantes y piladores. Gracias a esta circunstancia, estos últimos pudieron imponer su Ley, mientras que los campesinos se vieron forzados a aceptar unas condiciones que se presentaban como particularmente duras. De otra parte, se debe reconocer que, al menos hasta la constitución, en 1939, de la Cooperativa Arrocera de Producción y Crédito, La Modelo, las grandes empresas piadoras dominaron el mercado interno. Es decir, impusieron sus condiciones y su “estrategia” productiva. Tal como se ha señalado, esta consistió en el continuo desabastecimiento del mercado interno, sobre todo, de la ciudad de Guayaquil; la acumulación de existencias con el objeto de exportar el grano de alta calidad al extranjero y de enviar hacia la Sierra el grano de “segunda”; la especulación y la continua alza de los precios de la gramínea en el mercado interno, a un tiempo que, a través de las sucesivas devaluaciones a las que fue sometido el sucre, se trató de disminuir los costos y de hacer “más competitivo el grano nacional”. Esta estrategia (que dio amplios resultados a los sectores económicos dominantes comprometidos con la producción arrocera) tuvo algunos impactos a nivel del campesino de las provincias del Guayas y de Los Ríos. Básicamente, endureció las condiciones impuestas a los arrendatarios por los terratenientes y piladores. Esto significó que se incrementaron los “cánones” y se fortalecieron las sujeciones de los campesinos a los condiciones de los terratenientes. Sobre este punto es necesario señalar que, en este período, se tornaron más complejo y costoso el arrendamiento de suelos destinados al cultivo de arroz. En buena medida esto se debió al desplazamiento de la frontera agrícola y al agotamiento de las tierras de montaña cercanas a la ciudad de Guayaquil. El arrendamiento permitió, en realidad, la apropiación de la mayor cantidad de grano por parte de los terrratenientes y, además, creó las condiciones para que los campesinos pudieran someterse a los fomentadores. En la práctica el arrendamiento creó las

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condiciones para el fomento y este fue un mecanismos que reforzó y consolidó esta institución. Sobre el fomento de cultivos hay que resaltar que, en esta época, se agudizó la difícil situación de los campesinos arrendatarios sometidos a “créditos para cultivos”. Como los campesinos de las provincias del Guayas y de Los Ríos no tenían, en realidad, otra alternativa para sobrevivir que cultivando arroz y solicitando crédito a los fomentadores, esta situación creó el marco para que las reforzar las exigencias impuestas por los prestamistas. Estas exigencias se manifestaron en nuevas modalidades de crédito y sujeciones por parte de los campesinos a los fomentadores, con el objeto de que éstos pudieran acceder a la mayoría del grano producido por aquellos. Ahora bien, al tiempo que se endurecieron las condiciones impuestas por los arrendatarios y fomentadores, se “perfeccionaron” una serie de mecanismos complementarios con el objeto de apropiarse del grano producido directamente por los campesinos. Estos mecanismos fueron desde el juego de “recibos”, hasta la entrega de sacos y la puesta a disposición de medios de transporte que fueron controlados por los piladores, y a los cuales los campesinos no pudieron pagar sino con el fruto de su cosecha. En otras palabras, en la década del treinta se crearon unos mecanismos y se perfeccionaron otros que atraparon los campesinos, aún más, en las redes generadas por los comerciantes, terratenientes y piladores. Hay que insistir en un hecho esencial: todas estas circunstancias fueron las que crearon las condiciones para que pudieran surgir y consolidarse las grandes empresas agro –industriales, que se conformaron en la década del treinta y que estuvieron representadas por una catorce empresas industriales grandes, de las cuales cinco o seis fueron las más representativas. Debe señalarse, finalmente, que la agudización de las condiciones impuestas por fomentadores, arrendatarios, prestamistas y comerciantes, fue posible porque no existió una política de apoyo a los campesinos arroceros, a pesar de los esfuerzos que en este campo realizó el Banco Hipotecario del Ecuador desde su fundación. De hecho, también hay que resaltar que si los piladores, comerciantes y exportadores, pudieron imponer su Ley fue porque no existió una voluntad política, ni una legislación que pusiera freno a los abusos que éstos cometieron con los campesinos arrendatarios. Ello fue resultado de la misma debilidad del Estado, pero también del control de las instancias estatales regionales por parte de los agentes económicos involucrados en la producción arrocera, tal como sucedió con la Fiscalización de Piladoras. Todos estas circunstancias contribuyeron, en realidad, a mantener las instituciones intocadas y sin que se pueda generar una legislación social de apoyo a los campesinos arroceros. Se debe resaltar finalmente en un hecho. La situación de los arroceros fue, durante todos estos años, invisible para el conjunto de la sociedad y en esta situación de invisibilidad se mantuvo hasta la década del setenta. Como es obvio, este fenómeno contribuyó a que los asuntos vinculados al tema del arroz, cuando no afectaron al conjunto de la sociedad o no se refirieron a temas de interés para los sectores dominantes, pudieran ser dejados de lado. Los asuntos vinculados al tema del arroz se oscurecieron, además, porque se “priorizaron” otra serie de problemas – tales, como el problema indígena – que se consideraron más importantes. No por otra razón, en la década del treinta cuando se debatió largamente sobre la situación social de las clases más desfavorecidas del país (particularmente de obreros e indios), la situación de los campesinos arroceros fue postergado y no formó parte de los grandes asuntos sociales de interés nacional. Además, hay que resaltar que cuando el problema de los arroceros fue considerado

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importante, fue tratado como un problema “de la Costa” y no Nacional, lo que, en cierto medida, fue parte de una estrategia política de los sectores dominantes del país que, ya por entonces, se comenzó a fraguar. Algunos de estos puntos, en todo caso, se van a intentar desarrollar en este capítulo. Obviamente, no con la idea de agotarlos, sino de llamar la atención respecto de su importancia y trascendencia para una comprensión más adecuada de a historia económica del país, y más que nada, de las provincias de Guayas y de Los Ríos. 2. Características del Cultivo de Arroz Zonas de Producción Durante la década del treinta se mantuvieron las zonas de cultivo de las provincias del Guayas y de Los Ríos que se habían incorporado en la década anterior. En la provincia del Guayas estas zonas pertenecieron a las haciendas ubicadas, especialmente, en Durán, Daule, Jujan, Samborondon, Yaguachi, Milagro, Naranjito, que estaban cerca de la línea del ferrocarril o de los principales ríos del complejo hidrológico del Guayas. Por su parte, en la provincia de Los Ríos las zonas de cultivo estaban localizadas en Babahoyo, Pimocha y Palenque (Vinces). No obstante, desde mediados de los años treinta se hizo evidente que se habían integrado al cultivo de la gramínea haciendas de Balzar, Taura y Naranjal, en la provincia del Guayas, y; de Montalvo y Catarama, en la provincia de Los Ríos. Hacia comienzos de la década del cuarenta se estimaba que las zonas productoras de arroz eran las siguientes: Provincia del Guayas • Milagro: sobre todo, en Naranjito, Venecia, Chobo: predominaba el cultivo de invierno. • Yaguachi: con una extensa zona en Boliche: predominaba el cultivo de invierno. • Baquerizo Moreno (Jujan): especialmente en Lorenzo de Garaico y Mariscal Sucre. • Daule: con una zona que abarcaba Nobol, Pula, Santa Lucía y Salitre: predominaba el

cultivo de verano. • Colimes: con una zona que se desplazaba hasta el río Paján (Manabí) y algo en

Balzar: se realizaban cultivos de invierno y verano. • Samborondon: con Boca de Caña y la Bocana: se realizaban cultivos de invierno y

verano. • Taura: predominando el cultivo de invierno. Provincia de Los Ríos • Baba: con Guare y la Isla: predominaba el cultivo de verano. • Pueblo Viejo: con Catarama, Ricaurte y Ventanas: cultivo de invierno. • Babahoyo: con Pimocha, Caracol, Barreiro, Febres Cordero y Clementina: cultivo de

invierno. • Vinces: Palenque: cultivos de invierno y verano348. 348 La información de zonas arroceras para comienzos de la década del cuarenta ha sido tomada del Análisis Económico del Arroz en la República, de Rodrigo Orellana B., Técnico Agrónomo de la S.M., Boletín del Banco Hipotecario del Ecuador, Segunda Epoca, Año VI, Nº 10,

230

Durante la década del treinta se puede decir, por consiguiente, que se integraron zonas marginales a las que tradicionalmente se consideraban productoras de arroz, y que ampliaron el ámbito de referencia de este cultivo. En estas zonas marginales a las grandes haciendas arroceras se ubicaron de preferencia las piladoras chicas, que se dedicaron a la producción de arroz descascarado para consumo de los propios campesinos de estas regiones, así como de la población de los pequeños centros poblados. Por su parte, en las zonas y haciendas arroceras tradicionales de la provincia del Guayas se localizaron las grandes empresas arroceras que eran los representantes más destacados de lo que se ha denominado el “complejo arrocero”. En una palabra, se puede decir que, hacia finales de los treinta, el cultivo del arroz estaba generalizado en las zonas bajas de provincia del Guayas y Los Ríos. Incluso, para comienzos de los cuarenta se había iniciado su cultivo en la provincia de Manabí. Hacendados y Campesinos Como se ha destacado desde el comienzo de esta investigación, la producción arrocera se realizó por parte de pequeños campesinos arrendatarios en lotes de terreno ubicados en las grandes haciendas en las que, por sus particulares condiciones, se podía desarrollar el cultivo de la gramínea. Los productores directos del arroz durante todo este período fueron, pues, los campesinos arrendatarios que se sometieron a contratos de fomento de cultivos con los terratenientes, comerciantes y piladores. Durante la década del treinta ningún terrateniente – hasta donde se conoce - se dedicó al cultivo de arroz. Los intentos de producir arroz a través de métodos modernos y mecanizados, como los que se realizaron en las haciendas Venecia, Unión y Aurora, una vez que se demostró la eficiencia del fomento y del arrendamiento de tierras, pronto (allá, a comienzos de la década del veinte) quedaron postergados indefinidamente349. Los terratenientes se contentaron con utilizar ampliamente estas instituciones (y del conjunto de mecanismos complementarios a las que dieron origen) porque a través de ellas y sin ningún tipo de inversiones productivas, pudieron acceder a la mayoría del grano producido por los campesinos directos. Además, gracias a estas instituciones pudieron ampliar la frontera agrícola de sus propiedades, integrar a la agricultura a vasta zonas no cultivadas y establecer una forma de posesión efectiva sobre la propiedad del suelo. Cuando no fue posible incorporar las zonas montañosas o de vega a la producción, las haciendas dedicadas a la producción de arroz presentaron la imagen de amplios territorios ociosos e improductivos. Así, por ejemplo, en el informe sobre la ejecución del Decreto de 1º de octubre de 1930, que prescribía el arrendamiento de tierras, a propósito de las haciendas Venecia y Babita, se decía que “son extensos latifundios incultos”350. Este carácter fue ratificado, el año de 1935, al referirse el Jefe de Fiscalización de Piladoras, a la situación de las haciendas de la provincia del Guayas y de Los Ríos en donde se sembraba arroz. 349 La única excpeción registrada es en la propiedad Juana Amalia, del cantón Daule, de propiedad de Federico Binder, en donde se constató que “se han empleado sistemas modernos de labranza, tales como el arado mecánico de 150 cuadras”. (Informe al Señor Interventor de Zona de la Contraloría, por Alberto Herrería, junio 13 de 1936, ACGN, Informes de Fiscalización, 1936). 350 Informe del Ministro Boloña, al Honorable Luis Maldonado, de 9 septiembre de 1930. (APL, comunicaciones recibidas, 1930)

231

Actualmente – decía este informe - “el terrateniente tiene sus grandes haciendas en completo estado de abandono y en espera únicamente, que sea el sembrador, verdadero productor de nuestra riqueza, quien con su esfuerzo de valor a esa inmensas propiedades, convirtiéndose en víctima propiciatoria del más inicuo sistema feudal”351. Evidentemente, los terratenientes, dueños de esos vastos territorios incultos – aún a los ojos de los personeros del Estado – adquirieron estas características, mientras que los campesinos aparecieron como los verdaderos productores. Si bien aquellos, es decir los grandes propietarios, debido a las enormes inversiones en el fomento de cultivos, se empezaron a considerar, a sí mismos, como empresarios empeñosos en desarrollar la producción y las formas más respetables de trabajo productivo. Área de Cultivo En los años treinta, el área de cultivo de las haciendas de las zonas bajas de la cuenca del Guayas (Cuadro Nº 45) fueron en aumento desde 1932, fecha a partir de la cual existen estimaciones bastante aproximadas. Como se puede apreciar, de unas 15.700 cuadras (unas 11.100 hectáreas) que se podían considerar como dedicadas al cultivo de la gramínea en 1932, para 1938, año en el que la producción alcanzó una cifra record de 1´333.413 quintales, el área de cultivo pasó a 34.900 cuadras en 1938 (unas 24.400 hectáreas). Y, si bien para los años siguientes el área de cultivo se contrajo hasta llegar a las 29.100 cuadras (unas 20.500 hectáreas aproximadamente), de todos modos, en el período considerado se evidenció un incremento sustancial, que se puede estimar en el orden del 85.4% en relación del año 1932. Como se ha indicado en el párrafo anterior, este incremento del área de cultivo fue resultado de dos procesos convergentes: a) la integración a la producción de nuevos lotes en las haciendas que desde finales de la década del diez y comienzos del veinte se habían especializado en el cultivo de arroz, tal fue el caso, de las haciendas Venecia, Unión, Babita; b) la integración a la producción arrocera de nuevas zonas consideradas hasta ese momento marginales, tal como sucedió en las haciendas de la zona de Taura y

(CUADRO Nº 45)

SUPERFICIE CULTIVADA DE ARROZ EN EL ECUADOR

AÑOS CUADRAS HECTÁREAS

1931 1932 15.690 11.070 1933 19.797 13.968 1934 26.068 18.373 1935 25.894 18.270 1936 26.538 18.715 1937 25.912 18.283 1938 34.908 24.419 1939 29.195 20.599 1940 29.096 20.530

FUENTES: Orellana, Rodrigo, Boletín del Banco Hipotecario del Ecuador, Segunda Epoca, Año VI – Nº 10, Junio 1942; Carbo, Luis Alberto, El Fomento de Nuestra Producción Agrícola, BCE, Oficina de Investigaciones Económicas y Estadísticas 1942.

351 Informe al Interventor de Zona de Contraloría, de Julio Vela Chiriboga, Jefe de Fiscalización, de mayo 28 de 1936 (ACGN, Informes de Fiscalización, 1936).

232

Naranjal, en Guayas y, Montalvo y Catarama, en la provincia de Los Ríos.

De acuerdo a la información proporcionada en el Cuadro Nº 46, se puede apreciar, en todo caso, que el conjunto de haciendas y sitios (es

decir, lotes de terreno de mediana extensión) dedicados al cultivo de arroz en las provincias del Guayas y de Los Ríos fueron muy pocos. De acuerdo a los datos de Alberto Herrería, Fiscalizador de Contraloría, en 1936, en la principales zonas arroceras, en donde se concentraron

unas 23.348 hectáreas que ocupaban un 88.0% de la superficie total dedicada al cultivo estimada para ese año, existían, a lo mucho, unas 60 haciendas y unos 98 sitios de producción de arroz, correspondiendo estos últimos a las parroquias de Colimes, Balzar, Daule y Naranjal.

La escasa cantidad de “fundos” permite establecer que la producción arrocera, durante la década del treinta, estuvo muy concentrada en un

número limitado de grandes haciendas y de propiedades de mediana extensión que se especializaron en este cultivo. Por lo tanto, si bien durante esos años el área arrocera total se amplió de manera apreciable, de hecho, el cultivo de la gramínea se realizó en una cantidad muy

restringida de propiedades grandes y medianas que se dedicaron de forma creciente y de manera exclusiva a la producción de esta gramínea, antes que en propiedades pequeñas, como podría suponerse.

Hay que resaltar, al respecto, que las 60 haciendas ubicadas en las zonas más importantes en el cultivo de la gramínea concentraron una

extensión de 17.923 hectáreas, o sea, el 76.8% de la extensión total, mientras que los “sitios” controlaron únicamente

(CUADRO Nº 46) ZONAS ARROCERAS DE LA PROVINCIA DEL GUAYAS Y LOS RÍOS

HACIENDAS Y CUADRAS CULTIVADAS - 1936

CANTON PARROQUIA

Nº HACIENDAS

Y SITIOS

CUADRAS CULTIVADAS

HECTÁREAS

PRODUCCIÓN ESTIMADA

QQ

RENDIMIENTOSPROD/CUADRA.

QQ Yaguachi Lorenzo de Garaicoa 33 1.862

Marcelino Maridueña 1 117 Milagro Naranjito 6 5.854

Milagro 3 3.174 Chobo 1 400

TOTAL 44 11.407 342.210 30.00 Yaguachi Jujan 2 1.460 29.200 20.00

Cone – Yaguachi Viejo 8 1.900 57.000 30.00 TOTAL 10 3.360 86.200

Daule 29 (1) 1.666 49.980 30.00 Balzar Colimes 35 (1) 600 12.000 20.00

Balzar 18 (1) 750 15.000 20.00 TOTAL 82 3.016 76.980

Guayaquil Naranjal 16 (1) 2.395 71.850 30.00 Jesús María 3 270 8.100 30.00

TOTAL 19 2.665 79.950 30.00 Babahoyo Montalvo 3 2.900 58.000

TOTAL 3 2.900 58.000 20.00 TOTAL GENERAL 158 23.348 643.340 27.36

Nota: Más que haciendas el Informe de al Interventor de la Zona de Contraloría destaca que se trata de “sitios” en donde se siembra arroz. Fuentes: Informes de Alberto Herrería H., al Interventor de Zona de la Contraloría, mayo 16 de 1936; mayo 28 de 1936; Junio 12 de 1936; junio 24 de 1936. (ACGN, Fiscalización de Piladoras, Informes- 1936).

unas 5.425 hectáreas, o sea el 23.2% de la extensión total registrada por A. Herrería.

Estratificando, sin embargo, de manera más sistemática la información presentada se puede concluir que un segmento de 60 grandes propiedades ocuparon, el año 1936, el 76.8% del área registrada con un promedio de 298.7 hectáreas por propiedad; un segmento de 63 medianos propietarios ocuparon un 20.6% del área de cultivo con un promedio de 76.3 hectáreas por propiedad, y; un segmento de 35 propietarios pequeños de la zona de Colimes ocuparon un 2.5% del área cultivada con una extensión promedio de 17.4%. Esto último

demuestra que los propietarios pequeños, cuando existieron, fueron escasos.

De acuerdo a la información presentada se puede concluir, por consiguiente, que solamente un grupo poco significativo de propiedades se ajustaron a la “idea” de pequeñas unidades dedicados al cultivo de arroz. De ahí que los productores pequeños que eran propietarios de sus

propios terrenos formaban – como se puede apreciar - un estrato muy bajo. Razón por la cual, los campesinos arroceros que produjeron arroz por su cuenta en los terrenos de su propiedad fueron escasos.

Ocupación del Suelo por los Campesinos Arroceros

Los campesinos arrendatarios sometidos a contratos de fomento con ayuda de su familia no tenían, en efecto, propiedades. Tenían que

arrendar suelos ajenos. En general, los arroceros no fueron propietarios, tal como lo sugieren los datos anteriores. Además, hay que tomar

233

en cuenta que estos campesinos sin tierras, que fueron arrendatarios y que estaban sometidos a contratos de fomento con un conjunto de agentes externos, pudieron desmontar, sembrar y cosechar, únicamente una extensión muy limitada de tierra. Casi siempre las extensiones

cultivadas por “sembradores” y “desmonteros” oscilaron entre una y tres cuadras; la mayoría de veces, entre una y dos cuadras.

Así lo reconoció expresamente A. Herrería en sus informes al Interventor de Zona de la Contraloría General, ya que al referirse a la situación de la propiedad en los cantones Daule y Balzar, decía expresamente:

“Dada la división y subdivisión de la propiedad en esta zona, no se anotan grandes desmontaciones, sino pequeñas parcelas de una cuadra

o cuadra y media. Por esta razón, en el presente informe no considero la producción, detallándola en haciendas, sino englobándola para apreciarla por sitios”352.

Esta observación es confirmada más adelante al hablar de lo pormenores de las zonas visitadas, esto es, Daule, Balzar y Colimes, cuando

señalaba que:

“En las zonas recientemente visitadas y cuyos pormenores quedan consignados en el presente informe, es donde mayor número de sembradores han intervenido en las cosechas del presente año; pero con la particularidad de que, por efectos de la división de la propiedad,

a la vez por el estado económico de esta región, cada sembrador no ha desmontado más de dos cuadras”353.

Se debe indicar, de todas maneras, que la limitada extensión de los desmontes y siembras – a diferencia de lo que parece suponer el Fiscalizador de Contraloría – no se debieron a la división o subdivisión de la propiedad, sino a las propias posibilidades de ocupación del suelo, pues, un “desmontero” con su familia estaba en condiciones de ocupar entre dos y cuatro cuadras (generalmente dos cuadras) y,

esto, tanto en las haciendas grandes, como en las medianas y en las pequeñas. Hay que insistir, esta situación se obedeció a que los campesinos arroceros no fueron, por lo general, propietarios de los suelos en los que trabajaron: fueron arrendatarios y esta fue una

característica esencial de esta rama de la agricultura de las provincias de Guayas y de Los Ríos. Gracias a este fenómeno, dicho sea de paso, los propietarios pudieron conservar, mantener y valorizar sus propiedades sin ninguna clase de inversión directa de carácter

productivo.

Rendimientos Generales

A finales de la década del veinte y a comienzos de la década del treinta se estimaba que la producción de arroz en una cuadra oscilaba entre 20 y 25 quintales, dependiendo mucho del terreno. Para mediados de los años treinta se consideraba que la producción promedio de una

cuadra, de acuerdo al tipo de suelos, oscilaba entre 25 y 30 quintales. Para finales de la década y comienzos de los años cuarenta se estimaba que una producción normal de una cuadra de terreno, dependiendo de la clase de suelos, debía fluctuar entre 30 y 35 quintales. En

otras palabras, cualquiera que fuese la base de la que se partiera para estimar los rendimientos, lo cierto es que durante este período la productividad se elevó en alrededor de un 40%354.

Si bien estos rendimientos fueron los promedios comúnmente aceptados y tomados como referentes por los campesinos arrendatarios, en

la práctica, se establecieron un conjunto de distinciones que dependieron del tipo de suelos. Especialmente, entre terrenos en rastrojos, esto es, suelos que habían sido desmontados; terrenos de montaña, suelos en donde no se había cultivado antes y que estaban cubiertos de

bosques a los que se procedía a tumbarlos y quemarlos355; suelos de vega, a los que se denominaba genéricamente para referirse a las pozas (fosas), abras, etc, de las zonas sujetas a inundaciones periódicas. Por lo regular, a los terrenos mencionados en primer lugar

correspondía, la cosecha de invierno; en tanto que a los terrenos de vega, la siembra de verano.

Sin embargo, hacia finales de la década se introdujo un nuevo factor para determinar la productividad: el tipo de arroz usado en la siembra. De forma cada vez más acentuada se empezó, en realidad, a hacer depender los rendimientos del tipo de semilla empleada. Además, de las

distintas clases de suelos se pudo énfasis, en este sentido, en el tipo de arroz usado en la siembra, especialmente entre las variedades Canilla, a veces conocido como “comino”, o Fortuna, a veces conocido como “morado”.

En base de estos factores L.A. Carbo, por ejemplo, para finales de la década del treinta, estimó los rendimientos y la superficie cultivada356

en las zonas arroceras de las provincias del Guayas y de Los Ríos. Decía, al respecto, lo siguiente:

“En el Ecuador el arroz “Fortuna” rinde: desde un mínimum de 20 quintales por cuadra hasta un promedio de 30 quintales por cuadra en rastrojales. Sembrado en VEGA, en el río Pula del cantón Daule, su rendimiento bajo favorables condiciones climatéricas es hasta un

promedio de 35 quintales. Se calcula que durante los últimos 5 años el promedio de producción de arroz “Fortuna” ha sido 27.50 quintales por cuadra.

352 Informe al Señor Interventor de Zona de la Contraloría, por Alberto Herrería, Guayaquil junio 12 de 1936 (ACGN, Informes de Fiscalización, 1936). 353 Ibid. 354 Véase, al respecto, la información que se proporciona en el siguiente punto. 355 En los años cuarenta, cuando los terrenos de montaña de las provincias del Guayas y Los Ríos, se comenzaron a agotar, esta denominación adquirió un especial sentido, al que se alude más adelante. 356 Los datos sobre la superficie cultivada corresponden a los que se utilizan como base en este trabajo, por esta razón, no se realizan mayores comentarios.

234

El arroz “Canilla” o “Comino” rinde generalmente en el Ecuador, de 25 a 35 quintales por cuadra. En androjales (montaña) ha llegado hasta un promedio de 40 quintales. En VEGA, sembrado en lechugines, ha llegado a rendir en ciertos años hasta un promedio de 45 quintales por

cuadra. Su rendimiento medio ha fluctuado en los útimos 5 años alrededor de 32.00 quintales por cuadra”357.

Y, más adelante destacaba que en las zonas arroceras358, el número de cuadras cosechadas y sembradas ha fluctuado, en los últimos 5 años, entre 28.700 y 33.500, con un promedio de alrededor de 31.000 cuadras. Además, según la mejor información que se ha logrado

recoger al respecto, los rendimientos obtenidos en este período de tiempo en las diferentes zonas, han sido los siguientes:

(CUADRO Nº 47) SUPERFICIE CULTIVADA Y PROMEDIOS DE PRODUCCIÓN

1937-1941(*) CANTONES CUADRAS

COSECHADAS QUINTALES

POR CUADRA QUINTALES

COSECHADOS Milagro y Yaguachi 14.800 33.00 488.400 Daule y Balzar 8.700 29.00 252.300 Samborondón, Babahoyo, Vinces 7.600 31.00 235.600 TOTALES 31.100 31.39 976.300 (*) En estricto sentido, hasta donde se ha podido averiguar, el promedio estimado por L.A. Carbo no corresponde a los últimos cinco años, sino a los últimos tres años: de 1938 a 1940. FUENTE: Luis Alberto Carbo, El Fomento de Nuestra Producción Exportable, BCE, 1942.

Como se puede observar, pues, y de acuerdo a la información más confiable, se puede señalar que, hacia finales de los años treinta, los rendimientos de arroz se podían estimar en el orden de los 32 quintales, si bien en las zonas arroceras de Milagro y Yaguachi, éstos sobrepasaron los 33 quintales. Ello permite confirmar el incremento de la productividad en el cultivo del arroz durante este período. Además, posibilita hacer una inferencia decisiva: el crecimiento de la producción en esta etapa no descansó sólo en el aumento de las zonas de cultivo, como había sucedido hasta entonces, sino también y de manera cada vez más pronunciada, en el incremento de la productividad. Fueron estos dos factores los que explicaron, en realidad, el crecimiento de la producción arrocera en las zonas bajas de la cuenca del Guayas, durante la década que se analiza. Costos de Producción y Utilidades Según la información recogida y sistematizada en los Cuadros Nº 48, 49, 50, que se adjuntan, los costos de cultivo de una cuadra de arroz se incrementaron desde 1929. Mientras en ese año se podían calcular en 297.50 sucres; en 1936, los costos de cultivo se podían estimar en 418.00 sucres y, hacia finales de 1940 y comienzos de 1941, en 577.50 sucres. Es decir, que en el período los costos estimados en sucres se elevaron en 197.1%. Calculados en dólares, sin embargo, los costos de cultivo disminuyeron notablemente, pues, mientras en 1929 se podían estimar en 59.00 dólares, para 1936, estos oscilaban alrededor de 40.00 dólares y en 1940 –41, en 36.00 dólares. Se trató de una disminución apreciable que, sin duda, tornó competitivo el grano ecuatoriano en el mercado internacional.

357 Carbo, Luis Alberto, “El Fomento de Nuestra Producción Agrícola”, Productos Exportables del Litoral y de las Provincias del Exterior, BCE, Ofina de Investigaciones Económicas y Estadísticas, Vol.1, capítulos 1 al 18, 1942, pág. 4. 358 Carbo señala que las zonas arroceras de Milagro, Yaguachi, Jujan, Taura y Boliche en los cantones Milagro y Yaguachi, producen del 45 al 50% de las cosechas de arroz. Las zonas de Daule, Pula, Santa Lucía y Balzar, en

los cantones Daule y Balzar, producen del 25 al 30%. Y las zonas de Samborondón, Victoria, Babahoyo y Vinces, en los cantones de Samborondón, babahoyo y Vinces, producen de 20 a 25% de las cosechas anuales de arroz.

(Carbo, L.A., op., cit., pág 5).

235

Tomando en cuenta los costos totales de producción, o sea los costos de cultivo, más los costos de pilada, transporte e impuestos, se puede establecer, de otra parte, que las utilidades por hectárea calculados en sucres se elevaron considerablemente durante este período. De unos 70.00 sucres por hectárea que se podían calcular en 1929359, pasaron a 161 sucres en 1936 (en una zona como Babahoyo en donde, probablemente, éstas fueron menores que en las zonas arroceras del Guayas), y a 246 sucres en 1941, es decir alrededor de 350%. No obstante, en dólares, o sea a nivel real, esta elevación de las utilidades fue poco relevante, pues, de 14 dólares estimados de utilidad en 1929, se elevaron a 15.3 dólares en 1936 y a 16.4 dólares en 1941. En otras palabras, a nivel real las utilidades se elevaron muy poco; a lo mucho en alrededor de un 17.1%. Si se toma en cuenta que la productividad se elevó en este período en alrededor de un 40%, se puede concluir que esta situación no se tradujo en incrementos igualmente apreciables de las utilidades para los campesinos. Circunstancia que pone en evidencia las distorsiones a las que estuvo sujeta la producción arrocera. Sobre todo, a nivel de mercado, ya que los precios reales (calculados en dólares) disminuyeron a un nivel mayor que el incremento de la productividad, lo cual fue posible únicamente disminuyendo los márgenes de utilidad de los campesinos arroceros. Todo lo cual, a su vez, manifiesta que el cultivo de arroz permitió a los campesinos únicamente sobrevivir, pues, las utilidades generadas por esta actividad fueron bajas. Al respecto, se debe resaltar – como se analiza más adelante – que durante el proceso de trabajo los campesinos recibieron, a través del fomento de cultivos el “capital necesario” para cultivar el arroz; además, recibieron sacos para envasar el arroz y un conjunto de artículos para subsistir, sobre todo, durante los meses de invierno. Por esta razón, al final

359 Las utilidades se han estimado tomando como base los costos mínimos que M.B.G. Ahmed considera y sin tomar en cuenta lo que éste subraya de que “podría decirse que haciendo el trabajo cautelosamente el costo por quintal es de 12,45 a 15.25 en bodega”. Además, se han considerado los precios del arroz de primera y de segunda para el mes de agosto, de acuerdo a los precios de mercado en la ciudad de Guayaquil, proporcionados por la Cámara de Comercio de Guayaquil.

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(CUADRO Nº 47) COSTOS DE PRODUCCIÓN DEL QUINTAL DE ARROZ EN CÁSCARA EN LA PROVINCIA DEL GUAYAS –1929

COSTOS ACTIVIDADES MÍNIMO MÁXIMO

Rozada 2.50 Quema i Limpieza 1.00 3.00 Grada i arado 0.00 Irrigación 0.00 Costo de Agua 0.00 Reparaciones 0.00 Semillas 0.80 Siembra manual 2.20 Protección contra las aves (pajareo) 0.20 Limpieza (dos veces) 2.00 4.00 Cosecha 2.40 Costos sacos vacíos por año 1.50 Transporte (del fundo a la bodega) 1.00 Oreada (en bodega) 0.70 Cargada (por milla) 0.10 Costo por quintal en cáscara 11,90 14.40 Producción estimada por cuadra (20 qq a 25 qq)

25 qq

COSTOS DE CULTIVO 297.5 360.00 Arrendamiento 2 qq 2 qq Producción Neta 23 qq 23 qq Pilada (2.00 sucres por quintal x 23 qq) 46.00 46.00 Cotos Totales (*) 343.5 404.00 Precios 161/de arroz pilado (agosto –1929) 18.00 18.50 Valor total de la producción (23 qq x precios de mercado)

414.00 425.5

Utilidad Neta 70.5 21.5 (*) No se incluyen otros costos como “sacos” (envases) y gastos adicionales de transporte. FUENTE: M.B.G. Ahmed, Experto arrocero al Servicio del Gobierno. Revista Ecuador Agrícola Vol. II, Nº 10, Sp- 1929; Costos de la Pilada de un quintal de arroz en cáscara establecidos en el Reglamento de Piladoras del año 1928.

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(CUADRO Nº 48)

COSTOS DE PRODUCCIÓN DE UNA CUADRA DE ARROZ EN RASTROJO

ZONA DE BABAHOYO - 1937 ACTIVIDADES QQ Nº

JORNALES VALOR

Socola del rastrojo 10 48.00 Quemada, lasepada y despaliza 39.00 Pasada de mano 30.00 Siembra (6 espequeadores) 6 1/2 27.00 Semilla 25.00 Tres deshierbas 60.00 Pajareo 15 (1/2

jornales) 22.50

Vigas para 3 marcas 9.00 Cosecha (25 quintales a $ 5.00 sucres cada quintal)

75.00

Cargada (1) ($ 1.00 sucre por cada quintal) 25.00 Barqueada (2) 57.50 COSTO DE CULTIVO 418.00 Producción promedio estimada 25 quintales 25 Arriendo 2 quintales 2 Producción neta 23 COSTO POR QUINTAL (3) 18.00 Precio quintal arroz en cáscara 25.00 Utilidad estimada por quintal 7.00 Utilidad total por cuadra 161.00 (1) Se trata del traslado del sitio de producción al barco. (2) Corresponde al flete del barco. (3) Se calcula dividiendo el costo total sobre la producción neta, es decir, 23 quintales. FUENTE: Proyecto de creación de impuestos para la municipalidad del cantón Babahoyo. Archivo del Ministerio de Finanzas, comunicaciones recibidas, 1937.

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(CUADRO Nº 50)

COSTOS DE PRODUCCIÓN DE UNA CUADRA DE ARROZ EN RASTROJO

CANILLA DE INVIERNO - 1941 (1) ACTIVIDADES VALOR VALOR REAL

(2) Socola 40.00 Despaliza 40.00 Pasada de Mano 20.00 Semilla 20.00 Siembra 25.00 1ª Deshierba 70.00 2ª Deshierba 50.00 3ª Deshierba 40.00 Cosecha 160.00 Sacada al Puerto 60.00 Imprevistos 10% 52.50 Costos de cultivo 577.50 577.50 Producción promedio 33 QQ 33 QQ Arriendo 3 QQ Producción Neta 33 QQ 30 QQ Costos por quintal 17.50 19.25 (3) Flete a la piladora 0.60 0.60 Intereses sobre el dinero invertido 0.65 0.65 Impuesto Municipal 0.25 0.25 Impuestos Fiscales 0.20 0.20 Valor de la pilada 4.00 (4) Saco de yute 3.85 (5) Costo Total 18.20 28.80 Precio en el Mercado de Guayaquil 37.00 37.00 Diferencia 18.80 8.20 Utilidad total por cuadra 564.00 246.00 (1) Estos costos se estiman tomando en consideración que el costo del jornal diario es de

$ 3.50 sucres. (2) Este valor se estima tomando en cuenta el pago de arriendo que L.A. Carbo no

considera, además los costos de pilada y el saco de yute que, en el informe al BCE del año siguiente, Carbo incorpora como parte de los costos.

(3) Este costo se obtiene dividiendo el costo total por la producción neta. (4) El valor de la pilada se estima en base de los datos que Rodrigo Orellana proporciona

para el año 1942, que en realidad corresponden al año anterior. (5) El saco de yute se estima en base de los datos que L.A. Carbo proporciona al año

siguiente. FUENTE: Luis Alberto Carbo, El Fomento de Nuestras Exportaciones, productos Exportables del Litoral y de las Provincias del Interior. Archivo del Ministerio de Hacienda, Comunicaciones Recibidas.

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del ciclo se vieron obligados a entregar la cosecha a los fomentadores y prestamistas como pago por el capital adelantado y los bienes suministrados. Como generalmente éstos recibieron el arroz a precios inferiores a los del mercado, se entiende que las utilidades - cuando las hubieron – fueron poco relevantes. De ahí que se pueda concluir que el cultivo de arroz, más que para progresar, sirvió para que los campesinos pudieran sobrevivir en condiciones cada vez más duras, pues, los excedentes fueron generalmente a parar a los bolsillos de prestamistas y fomentadores. Incluso, buena parte de las ganancias de los capitalistas se lograron a fuerza de comprimir el fondo de consumo de los campesinos a un límite que, más tarde, resultó catastrófico para el desarrollo de la producción arrocera en las provincias del Guayas y de Los Ríos. 3. El Arrendamiento de Tierras Características Particulares El arrendamiento de tierras, al igual que en décadas pasadas, fue el mecanismo que permitió a los campesinos sin tierras tener acceso a pedazos de suelo de las zonas bajas de las provincias del Guayas y de Los Ríos en los que, por sus particulares características, pudieron cultivar arroz. Fue, además, el eje sobre el cual se asentó toda la trama de relaciones sociales a las que dio origen la producción arrocera, en particular, el fomento de cultivos y el conjunto de mecanismos complementarios adscritos a esta institución. Durante la década del treinta el arrendamiento adquirió, en todo caso, un conjunto de características particulares a las que conviene referirse. De una parte, se convirtió en una estrategia utilizada sistemáticamente por los grandes y medianos propietarios para desmontar, ampliar la frontera agrícola e integrar a la agricultura nuevas zonas de cultivo. Es decir, se convirtió en una estrategia de ocupación del suelo por parte de los terratenientes. Esto último, sin necesidad de hacer inversiones de ninguna especie; por el contrario, incitando a que los campesinos arrendatarios, a través del sistema de fomento de cultivos que fue complementario, a que hicieran inversiones en los terrenos arrendados. Esto último, sin ningún reconocimiento por parte del sueño de las “mejoras realizadas”360. Como es natural, esta circunstancia contribuyó a valorizar las propiedades; desde esta perspectiva se puede decir que se convirtió en una estrategia de valorización de la propiedad. Pero, además, se convirtió en una estrategia de producción (sin necesidad, como se ha señalado, de hacer inversiones productivas directas por parte de los dueños) de suelos que hasta ese momento se habían mantenido improductivos; situación, esta última, en la que recayeron las haciendas arroceras, cuando por alguna causa se dificultó el sistema de arrendamiento que hizo posible el cultivo de arroz y que generó la imagen de que éstas eran “enormes latifundios incultos” - como se aludió en los informes oficiales. Como estrategia de producción el arrendamiento asumió, además, una característica peculiar. Posibilitó la producción en suelos que se podían usufructuar por un tiempo determinado. Es decir, fue una estrategia de ocupación del suelo no fija sino itinerante. No

360 El pago de las mejoras no fueron reconocidas legalmente para el caso del arrendamiento, pero, curiosamente, sí lo fue para el caso de la “finquería”, de la que se habla a continuación, tal como lo reconoció el Art. 5 del Reglamento a la Ley de Arrendamiento de 1928.

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en vano cuando vencían los plazos los campesinos arroceros debían, por lo general, abandonar sus parcelas y ocupar otras. Además de una estrategia productiva fue, en este sentido, una estrategia de conservación de los fundos rústicos. Esto último fue especialmente importante en una etapa como la del treinta en la que se había empezado a discutir el tema de la propiedad de la tierra. No obstante, en suelos arrendados por períodos cortos, la posibilidad de que éstos pudieran, eventualmente, pasar a poder de los campesinos no se planteó efectivamente. El arrendamiento fue usado, por tanto, por los terratenientes grandes y medianos como un mecanismo de defensa a posibles “atentados” a la propiedad. En la práctica, también impidió el surgimiento de una “ideología” agrarista que pudiera poner en cuestión el régimen de propiedad, tal como se había empezado a plantear en la región interandina. A esta este fenómeno contribuyó un característica esencial de la producción arrocera. El cultivo de esta gramínea fue estacional, no fue, ni podía ser permanente. No obligó, por consiguiente, a la adscripción de los arrendatarios a un lote de suelo determinado porque no era una condición necesaria para el desarrollo de las actividades productivas, como sí sucedió en el caso de los cultivos permanentes, tales como, plátano, café, cacao, banano. El arrendamiento de suelos para cultivo de arroz, en la mayoría de casos, no dio origen, pues, a la “finquería”, que no era otra cosa que el conjunto de las relaciones de arrendamiento estables que surgieron en las llamadas “plantaciones estables (fincas)”, como las definía el Reglamento para el Arrendamiento de Tierras, expedido por el General Enríquez Gallo el 11 de junio de 1938. Justamente, en la medida que el arrendamiento de suelos para la producción de arroz “no fue estable”, dio origen a la emergencia de un tipo de campesino itinerante que iba y venía ocupando distintas clases de suelos dentro de una o varias haciendas de una misma zona. Era un campesino de carácter transhumante, al que habría de referirse insistentemente la literatura posterior. A este carácter no estable, típico del cultivo del arroz en la cuenca del Guayas, de hecho, contribuyó el mismo campesino. Sucede que, tal como se ha visto en el acápite anterior, la productividad de los terrenos utilizados para el cultivo de arroz estuvo en relación directa con la clase de suelos. Así, los terrenos de “montaña” se consideraron más productivos que los en “rastrojos”, y los de “vega”, por lo general, más productivos que aquellos. Por esta circunstancia, los campesinos arrendatarios prefirieron ocupar suelos de vega o de montaña, o sea, hacer desmontaciones porque ello les permitía asegurar rendimientos crecientes, lo cual era un mecanismo de defensa a las duras condiciones de sobrevivencia que debían enfrentar. En otros términos, los mismos campesinos buscaron no adscribirse a determinados lotes porque esto contrariaba sus expectativas de altos rendimientos y, por ende, de mayores márgenes de utilidad. En la práctica, sin embargo, esta estrategia propiciada por los terratenientes y buscada y apreciada por los propios campesinos, contribuyó a ampliar la frontera agrícola, integrar vastas zonas a la agricultura e impidió que se produjeran atentados a la propiedad, al no dar paso a la generación de un pensamiento agrarista que empezara a cuestionar la propiedad del suelo. Bien visto, por tanto, el arrendamiento de suelos para el cultivo de arroz fue una de las estrategias más favorables a los propietarios del suelo. Por este motivo fue profusamente usado desde antes de la década del treinta, período en que esta estrategia empezó a ser utilizada conscientemente por los dueños de las haciendas de la zona baja de las provincias del Guayas y de Los Ríos.

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Montos de Arrendamiento y Fijación de los Cánones La Ley expedida el 18 de octubre de 1928 que vino a regular las relaciones, formalidades y condiciones en los contratos de arrendamiento de tierras y siembras en el Litoral, prohibió expresamente la obligación, por parte del sembrador, de entregar al dueño del predio o fomentador, el producto de las cosechas obtenidas con su esfuerzo. Y, a cambio, estableció que debería pagarse el canon de arrendamiento en dinero equivalente a dos quintales de arroz que, más adelante, se fijó en 16.00 sucres por quintal. No obstante, poco después (debido, entre otras cosas, a que el canon fijado fue considerado como excesivamente elevado), estas disposiciones quedaron olvidadas y, pronto, se convirtieron en letra muerta. Durante la década del treinta, casi nadie se refería, en realidad, a esta disposición. Los cánones se siguieron fijando en especie, mediante el pago de determinado número de quintales de arroz que, hasta finales de los años veinte, siguiendo la costumbre, se estimaron en dos quintales. No obstante, a medida que se valorizaron los suelos dedicados al cultivo de la gramínea y el arroz se presentó como una de las pocas posibilidades de sobrevivencia de los campesinos en una época de crisis económica generalizada, el arrendamiento de los terrenos de montaña, rastrojos y de vega, ya no se pudieron arrendar a un canon fijo. Los terratenientes impusieron de manera arbitraria cánones diferenciados. Hasta mediados de la década, en la práctica, se estableció que los terrenos de vega debían pagar cuatro quintales, los de montaña tres, y en rastrojos, dos. Más adelante, se consideró que los terrenos de vega debían pagar hasta seis quintales, los de montaña cuatro y los de rastrojos tres o dos, dependiendo del tipo de ubicación. La imposición de manera arbitraria de los cánones de arrendamiento por parte de los terratenientes generó toda clase de abusos y atropellos. Por esta razón, en uno de los más importantes Informes emitidos por los Fiscalizadores de la Contraloría General de la Nación, sobre las parroquias Jujan y Yaguachi Viejo, de la jurisdicción del cantón Yaguachi, y sobre los sitios los “Amarillos” Y “Chilintomo”, pertenecientes a la parroquia Montalvo, jurisdicción del cantón Babahoyo, se señalaba enfáticamente que: “Un asunto que merece especial atención de los poderes públicos es el pago de los cánones de arrendamiento que los pequeños sembradores están obligados a satisfacer a los propietarios de las haciendas. De conformidad con la Ley sobre contratos de arrendamientos de tierras en el Litoral, dictada por el doctor Isidro Ayora, está terminantemente prohibido que tales pagos se efectúen en productos, debiendo hacerse en dinero efectivo, y previa valorización establecida por una comisión integrada por dueños, sembradores y un delegado del Ministerio de Previsión Social. Actualmente se explota a los campesinos, obligándoles al pago de dos, tres y hasta cuatro quintales de arroz por cada cuadra, al capricho del propietario....(Por esta razón), el gobierno debe intervenir activamente, a fin de que se integren las comisiones que contempla la Ley antes citada, las que deben fijar el valor de los arrendamientos en cada cantón de nuestro Litoral”361.

361 Informe del señor Alberto Herrería al señor Interventor de Zona de la Contraloría, Guayaquil mayo 28 de 1936 (ACGN, Informes de Fiscalización, 1936).

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Y en el Informe de inspección de los sembríos de arroz ubicados en terrenos de terrenos de las parroquias Naranjal y Jesús María, pertenecientes al cantón Guayaquil, se señalaba que: “En el mes de agosto del presente año (1936) comienzan los trabajos de desmontaciones para sembríos de arroz, dándose las parcelas respectivas en arrendamiento, con fijación de cánones en producto que están a voluntad de los propietarios. Considerando la enorme cantidad de parcelas que anualmente se arrienda, las reclamaciones presentadas este año por despojos violentos que ha sufrido el campesinado, por parte de los llamados fomentadores, y el desmedido canon que se fija en cada parcela, es más que nunca necesario que se dicte una Ley de fácil aplicación, que establezca en forma indiscutible y bajo todo amparo legal el precio que el sembrador debe satisfacer por concepto de arrendamiento de las parcelas que toma para el cultivo del arroz”362. Esta situación de abuso y atropello originó, como es natural, una infinidad de quejas y reclamos por parte de los campesinos arroceros, a distintas instancias del Estado sobre el particular. Una queja, por ejemplo, de los miembros del Sindicato de Obreros Agrícolas de Santa Lucía, al Presidente de la Asamblea Nacional, de 8 de septiembre de 1938, decíalo siguiente: “Los suscritos miembros del Sindicato de Obreros Agrícolas de Santa Lucía, presentamos por intermedio de Ud. A los Honorables miembros de la Asamblea Nacional, la formal denuncia contra los terratenientes de esta zona quienes aprovechando la segunda cosecha, es decir, de la cosecha veranera del cultivo de arroz nos han impuesto crecidos montos, de arrendamiento de las tierras, pues, se nos cobra, cuatro, seis quintales o CIEN SUCRES por cada cuadra de tierra que la cultivamos nosotros. Quien se niega a estas exigencias se le amenaza con echarlos de las tierras o no arrendarles más tierras. Ante una amenaza semejante, nosotros venimos a solicitar protección de la Honorable Asamblea Nacional para que dicte una Ley que confronte estos problemas del arriendo de las tierras que cultivamos con el fin de que todo nuestro trabajo no sea sólo pagar el arriendo de la tierra... Si la Asamblea Nacional no mira con patriotismo este problema de la tierra para el progreso de nuestra agricultura i el beneficio por el hombre que con su trabajo hace cultivar nuestros campos, mui pronto nos veremos en una mayor miseria porque es insufrible ya la situación del campesino pobre. Queremos que, por conmiseración para esta porción de ecuatorianos campesinos, se nos proteja con una Ley de Tierra humana a fin de que nuestra miseria i nuestra pobreza sea mitigada en algo. Todavía queremos creer que es posible nuestra salvación i que ella depende, en estos momentos, de la Honorable Asamblea Nacional”363. Y, en otra comunicación del mismo Sindicato de Obreros Agrícolas de Santa Lucía, de 24 de octubre de 1936, en la que se enumeraban algunos de los abusos a los que habían sido sometidos los campesinos de la zona, se manifestaba lo siguiente: 1. “Los señores Celso Vera, Clinforino Vera, Emilia Vera, Jorge Vera, Vicente Deciderio,

Clemente Briones, Fortunato Banchón, José Amado Chávez, Pedro Plúas, Fidel

362 Informe del señor Alberto Herrería al Señor Interventor de Zona de la Contraloría, Guayaquil junio 24 de 1936, (ACGN, Informes de Fiscalización, 1936).

363 Comunicación de 8 de septiembre de 1938, firmada por El Secretario General, Carlos García, y otras veinticinco firmas más.

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Macías, Julio Plúas, José Sánchez, Félix Sánchez, Inocente Lugo, Benigno Plúas, sembradores de arroz de las haciendas “Chonana” y “Fortuna” han denunciado a la Inspectoría del Trabajo de la zona que el administrador Teodulo Zambrano les exige para extenderle el permiso para desmontamiento de invierno dos quintales por cuadra i este recibo figura en calidad de venta. Algunos desmonteros en vista de las exigencias del Sr. Zambrano han firmado los recibos i otros no.

2. Los señores Nativo Zambrano, Juan Quijije, Tomas Plúas, Gregorio Plúas, Andrés Plúas, Pedro Mayor A., Daldomero Espinoza, José Plúas, Alejandro Mora, Rafael Plúas, Domngo Holguín, Jesús Plúas, Florencio Vargas, Juan Plúas, Felipe Plúas, Víctor Ferruzola, Margarito Plúas i angel Plúas, han denunciado a la Inspectoría del Trabajo de la zona i que son sembradores de la hacienda “Iberia” que el administrador se niega a recibir el valor del arrendamiento del terreno que ocupan sus sembríos de conformidad con la Ley i que ese mismo Sr. Administrador Enrique Amador Baquerizo les ha manifestado que, en caso de no pagar a razón de cien sucres por cuadra se valdría de su influencia para llevarlos a la cárcel.

3. Los señores Florentino Avilés, Valeriano Espinoza, Rosa Espinoza, Carmen Espinoza, Cenovio Espinoza, Amado Salazar, Jacinto Hidalgo, Valentín Román, Sixto Bajaña, JoséSegundo Zubiaga, sembradores de arroz de la zona denominada “Agua Blanca” se quejan de que los propietarios de las tierras les exigen el pago de cinco quintales de arroz con cáscara por concepto de arrendamiento de arroz veranero”364.

En síntesis, durante los años treinta los cánones de arrendamiento exigidos en especies se elevaron y diferenciaron, al arbitrio de grandes y medianos propietarios. Esta situación dio origen a un conjunto de atropellos a los campesinos arroceros por parte de los dueños y administradores de las haciendas, frente a los cuales éstos, la mayoría de las veces, presentaron reclamos y denuncias que tuvieron poco efecto. Además, hasta donde se conoce, en no pocos casos, se embarcaron en una serie de litigios de carácter legal durante los cuales se terminaron diluyendo los conflictos y en los que resultados prácticos, casi siempre, fueron nulos. Al final de la década se puede decir que, en general, se seguían pagando los cánones de en especies, si bien el Reglamento para el Arrendamiento de Tierras, expedido por el General Enríquez Gallo el 11 de junio de 1938, empezó a tener mayor impacto, pues, cada vez más se empezó a popularizar el pago en dinero, sobre la base de lo estipulado por el Estado, es decir, diez y ocho sucres por cada cuadra de terreno para los sembríos de invierno, y veinte y cuatro sucre para los sembríos de verano (Art. 1). Se debe indicar, de todos modos, que estos montos fueron tomados como meramente referenciales, por esta razón, fueron respetados a medias por los propietarios de predios rústicos, circunstancia que, a su vez, ocasionó reformas sucesivas al Reglamento con el objeto de adecuarle a las exigencias del mercado, como se habría de señalar desde comienzos de la década siguiente. Arriendo y Subarriendo A medida que se consolidó la producción arrocera en la cuenca del Guayas y éste empezó a ser percibido como una salida para la fuerza de trabajo agrícola que no hallaba ocupación en otras ramas; a medida, igualmente, que el cultivo de arroz fue percibido como una alternativa a la producción cacaotera, la demanda de terrenos en las zonas

364 Comunicación del Ssecretario General, Carlos García, al Presidente de la Asamblea Nacional, Santa Lucía, octubre 24 de 1938. (APL, Comunicaciones Recibidas, 1938).

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bajas, por parte de los campesinos sin tierras, fue en aumento. Desde mediados de la década del treinta, por consiguiente, nuevas formas de acceso y usufructo, ligadas al arrendamiento de tierras, fueron emergiendo en las provincias del Guayas y de Los Ríos, con la finalidad de destinarlas al cultivo de la gramínea. Una de las formas más importantes fue el subarrendamiento. En su origen, éste consistió en proporcionar, en base de contratos de hecho, terrenos a los que podían tener acceso campesinos “cercanos” a los dueños o administradores de las haciendas arroceras, pero que éstos no estaban en condiciones de desmontar o sembrar directamente, a parientes y conocidos de estos últimos pertenecientes a la misma localidad. Razón, por la cual les “cedían”, a título de arrendatarios de los arrendatarios, a otros campesinos que, como se ha destacado, les tenían confianza en la medida que estaban ligados por distintos lazos de parentesco o amistad. Fue así como surgió el subarriendo que se popularizó, sobre todo, en las zonas arroceras de la provincia del Guayas, en donde la demanda fue más alta y los terrenos cada vez más escasos. Evidentemente, como la posibilidad de acceder a una cantidad apreciable de terreno dependió del capital que se disponía no solamente para pagar los cánones sino de cultivarlos efectivamente, resulta que el subarriendo fue utilizado menos por los propios campesinos que, por los capitalistas y especialmente por los fomentadores. Fueron, éstos en realidad, quienes lograron arrendar sectores amplios de las haciendas arroceras con la finalidad de entregarles en subarriendo a los campesinos sin tierras. En mucho casos – tal como se analiza más adelante – estos fomentadores fueron personajes ligados a las piladoras de arroz que, por este mecanismo, lograron acceder, sin compromisos directos con los campesinos, a la cosecha de arroz de una determinada zona. Debido a las enormes ventajas que les reportaba a los piladores, comerciantes, y exportadores, el subarriendo fue utilizado con profusión por parte de estos actores. Fueron éstos, en efecto, quienes proporcionaron el capital para que los arrendatarios pudieran obtener lotes de terreno grandes que podían subarrendarles a los campesinos. De ese modo, y sin ninguna clase de riesgo y de relación directa con los campesinos (es decir, al contrario de lo que comerciantes, exportadores y piladores, sostenían públicamente) estos agentes económicos pudieron tener acceso a una parte del grano que aquellos produjeron. Si al comienzo fueron, pues, los propios campesinos quienes arrendaron las tierras bajas y montañosas, desde mediados de la década del treinta, fueron los grandes arrendatarios los que usaron este mecanismo en su beneficio. De ese modo, la relación de los campesinos con la hacienda terminó intermediándose y los conflictos (con los dueños y los administradores) adquiriendo un cariz diverso que complicó el panorama y que fue oscureciendo la naturaleza de esta institución y, en general, del conjunto de la producción arrocera. Quede claro, en todo caso, que el subarriendo fue uno de los mecanismos empleados usados por los campesinos pero, especialmente, por fomentadores y capitalistas, en muchos casos, relacionados con las grandes empresas piladoras. Por lo demás, conviene señalar que el carácter del subarriendo fue expresamente reconocido por el Reglamento de Arriendo de Tierras expedido por Enríquez Gallo en 1938, si bien únicamente referido a los casos de plantaciones estables, es decir de la finquería. Así el Art. 5 de este cuerpo legal, decía expresamente que “en lo que se refiere a las plantaciones estables (fincas) los contratos que se verifiquen deberán especificar

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que el propietario o el subarrendador queda obligado a pagar las mejoras efectuadas por el sembrador”. De todos modos, esta sola mención demuestra que el subarriendo, ya para ese momento, se había convertido en una institución de amplia difusión y muy utilizada por diversos agentes económicos y no solamente por los campesinos arroceros. La Legislación Sobre Arrendamiento de Tierras Si bien las intenciones del gobierno fueron las de propiciar el mejoramiento de la situación de los campesinos del Litoral, lo cierto es que la Ley de el 18 de octubre de 1928 que reguló los contratos de arrendamiento de tierras y siembras, tal como se ha señalado anteriormente, en la práctica se convirtió en letra muerta. En todo caso, cuando subió al poder por primera vez Velasco Ibarra, se intentó poner en vigencia el Decreto Nº 125 expedido por I. Ayora. No obstante, aparte de su reimpresión en el Registro Oficial y de algún esfuerzo por dar vida a los Inspectores del Trabajo, no se hizo nada más365. De modo que, sus disposiciones siguieron siendo meramente declarativas; por lo tanto, en los hechos, no reguló las relaciones entre arrendadores y propietarios. Por esta razón, ante las quejas y reclamos presentados por los campesinos arroceros y recogidos con acuciosidad por diversos instancias del Estado366, los funcionarios públicos empezaron a demandar y a presionar para que se dictara una Ley de “fácil aplicación, que establezca en forma indiscutible y bajo todo amparo legal el precio que el sembrador debe satisfacer pos concepto de arrendamiento de las parcelas que toma para el cultivo de arroz”367. Pero, pese a las solicitudes de los mismos funcionarios públicos a los cuales difícilmente se les podría tildar de parcializados en sus juicios sobre la situación de los arroceros, esta Ley de fácil aplicación no se expidió. De todos modos, en el año de 1938, en medio de un conjunto de batallas libradas en torno al tema del arroz, el entonces Jefe Supremo de la República expidió el Decreto Nº 136 por medio del cual se Reglamentaba la Ley de Arrendamiento de Tierras dictado por I. Ayora. La razón básica que se adujo para expedir el mencionado Reglamento fue que la Ley de Arriendo no había logrado ser aplicada ni tampoco había alcanzado resultados eficaces por no “haberse dictado un Reglamento que aclarare y subsane ciertos aspectos de la misma Ley”368. Además, de que esta situación de indefinición había dado origen a “innúmeros desacuerdos entre dueños de tierra, fomentadores y sembradores” que, de seguir así, podían “crear un malestar social de graves consecuencias que el Estado está llamado a conjurar”. En este Decreto, el único, en verdad, que en diez años intentó darle algún sentido práctico a la Ley de octubre, se incorporaron varias normas muy importantes: • Se insistió – como se ha señalado – que todo pago en especies era nulo y que los

cánones debían ser efectuados exclusivamente en dinero (Art. 1., Inciso Primero).

365 Véase, al respecto, R.O. Nº 285 de 19 de agosto de 1935. 366 Sobre este particular son muy instructivos los Informes al Interventor de Zona de la Contraloría, a los que se ha hecho mención en este trabajo. 367 Informe del señor Alberto Herrería al Señor Interventor de Zona de la Contraloría, Guayaquil junio 24 de 1936. 368 Decreto Nº 136, de 11 de junio de 1938, R.O. Nº 202 de 29 de junio de 1938, Considerandos.

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• Se determinó, explícitamente, que los dueños de los predios únicamente podían cobrar diez y ocho sucres por cada cuadra para sembríos de invierno y veinte y cuatro sucres para sembríos de verano (Art. 1, Literales a y b).

• Se señaló que las pensiones conductivas de arriendo debían pagarse al finalizar la

cosecha, pudiendo establecerse, previo acuerdo de las partes, un convenio adicional sobre las “socas” (Art. 6), es decir, sobre los frutos que se vuelven a generar una vez que se produce la cosecha.

• Se destacó, así mismo, que el incumplimiento del Decreto debía ser denunciado a la

Sub- Dirección del Trabajo del Litoral quien impondría las sanciones del caso. • Se ratificaron, además, las disposiciones contempladas en el Art. 24 del Reglamento

de Piladoras vigente, por medio del cual se prohibía al sembrador entregar el producto de su cosecha a los dueños de piladoras en el caso de que éstos fueran arrendadores de terrenos (Art. 4).

• Finalmente, se señaló que las mejoras que realizaran los finqueros y subarrendatarios

debían ser reconocidos por el propietario previo el avalúo de dos peritos designados por las partes (Art. 5).

Ahora bien, más que un Reglamento en sentido estricto de la palabra, el Decreto Nº 136, fue una nueva Ley que reformó la de 1928, ya que fijó los cánones de arrendamiento que debían pagar los campesinos prescindiendo completamente de las disposiciones contempladas en el Decreto Nº 125. Por lo demás, introdujo dos modificaciones importantes: a) señaló que el pago de las pensiones de arriendo debían hacerse al final de la cosecha, y ; b) encomendó a la Sub Dirección del Trabajo del Litoral la vigilancia de los contratos de arriendo, con lo cual convirtió a esta Oficina en la instancia competente para dirimir los asuntos en esta materia, ampliando con ello los alcances de las disposiciones contempladas en el recién expedido Código del Trabajo, y reconociendo automáticamente el carácter social de la legislación sobre este punto. Naturalmente, una medida como ésta que fijaba cánones considerablemente bajos a los que se pagaban en la realidad que, ya para entonces llegaba hasta seis quintales de arroz o cien sucres, encontró un inmediato rechazo por parte de los propietarios de predios rústicos que se sintieron lesionados en sus intereses por una legislación que consideraban anticonstitucional, no solamente porque había sido dictada por un gobierno de “facto” sino porque se pretendía regular relaciones que se consideraban de orden estrictamente privado. Por esta razón, hicieron todo lo posible para que este Decreto no se cumpliera. Una de las medidas que los terratenientes costeños impulsaron con el objeto de impedir su efectiva aplicación fue no permitiendo el arrendamiento de tierras a los antiguos sembradores; en algunos casos también procedieron a amenazarles con el desalojo en caso de que los trabajadores no aceptaran sus propias condiciones. Esta situación lo denunciaron los campesinos de Santa Lucía, cantón Daule, en una comunicación que enviaron al Presidente de la Asamblea Constituyente, a la que se ha hecho mención y en la que destacaban que los: “...terratenientes de esta zona quienes aprovechando de la segunda cosecha, es decir, de la cosecha veranera del cultivo de arroz nos han impuesto crecidos montos de

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arrendamiento de las tierras, pues, se nos cobra cuatro, seis quintales o cien sucres por cada cuadra que cultivamos. Quien se niega a estas exigencias se le amenaza con echarle de las tierras o no arrendarle más”369. Igual situación lo reconoció el Sub - Inspector del Trabajo de Milagro, quien en un telegrama enviado al Ministerio de Previsión Social y, más tarde, transcrito al Primer Secretario de la Asamblea Constituyente, indicaba escuetamente que: “Propietarios haciendas esta zona niéganse conceder terrenos para arrendatarios y desmonteros creando alarma en la clase trabajadora. Solicítole instrucciones respecto actitud adoptarse fin solucionar problema requiere urgente atención”370. A tal punto llegaron las protestas y el boicot de los propietarios por la aplicación del Reglamento, así como las quejas de los campesinos (es decir, “los verdaderos trabajadores agrícolas”) por las represalias de que eran objeto que el Ministro de Previsión Social, en una comunicación enviada a la Asamblea Constituyente, destacaba este particular y solicitaba que “arbitre las medidas necesarias para conjurar el peligro señalado”. En la comunicación en mención señalaba que: “A pedido de los pequeños agricultores del Litoral, sembradores y cultivadores de arroz en parcelas arrendadas, el Gobierno pasado, por Decreto Nº 136, de 11 de junio de este año, dictó las disposiciones que creyó necesarias para garantizar la situación de aquellos arrendatarios, prohibiendo el pago de especies y fijando el canon de arrendamiento para los sembríos de verano e invierno. Los propietarios de tierras han creído lesionados sus intereses y desde varios lugares de la Costa llegan comunicaciones quejándose que los terratenientes han resuelto no arrendar sus parcelas por considerar exiguo el canon. Esta actitud puede acarrear como consecuencia una disminución en el cultivo y producción de arroz que afectaría a la economía nacional, por lo que me veo en el caso de participar a la H. Asamblea Nacional, para que con la oportunidad debida, arbitre las medidas necesarias para conjurar el peligro señalado”371. Obviamente, en un momento en el que los sectores propietarios del país tenían mucha influencia en la Asamblea Nacional, aquellas medidas que solicitaba el titular de la Cartera de Previsión no se arbitraron, si bien ello no acarreó una disminución de la producción como dicho funcionario pronosticaba. No obstante, tampoco se hizo mucho por tratar de aplicar el Decreto mencionado, razón por cual tuvo efectos limitados y ciertamente contraproducentes porque los terratenientes, “indignados” como estaban, terminaron imponiendo una alza de los cánones de arrendamiento, a despecho de las disposiciones legales. Por lo demás, cuando poco después se produjo un reacomodo de fuerzas políticas que dejó de lado a los sectores “izquierdisantes” del poder, lo que contribuyó para que los

369 Comunicación de 8 de septiembre de 1938. 370 Comunicación enviada el 8 de octubre de 1938 (APL, Comunicaciones Recibidas, 1938). 371 Comunicación del Doctor R. Quevedo Coronel, Ministro de Previsión Social, enviada al Presidente de la Asamblea Constituyente con fecha de 13 de septiembre de 1938 (APL, Comunicaciones Recibidas, 1938).

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sectores más identificados con los propietarios y latifundistas asumieran el control del Estado, el Gobierno Provisional que sucedió a Enríquez Gallo, encabezado por Aurelio Mosquera Narváez, consciente de las reinvindicaciones de estos sectores, abolió los Decretos 125 y 136. Las razones que esgrimió para adoptar esta medida que reducía los contratos de arriendo a las normas contenidas en el Código Civil y que significaba dar marcha atrás en un esfuerzo (por cierto débil) por imponer la tutela del Estado en asuntos de orden social, fueron de que los mencionados Decretos no habían “dado los resultados que se esperaban y, por el contrario, han sido contraproducentes, habiéndose notado una disminución de los cultivos”.372 Es decir, el representante del Gobierno Provisional adujo una serie de apreciaciones que no eran exactas porque – como se ha señalado en este trabajo – durante la década del treinta la producción no solamente que creció sino que se incrementó el área de cultivo, tanto como el volumen y el valor de las exportaciones. Si en 1939 y 1940 la producción disminuyó en relación de 1938 (una año ciertamente excepcional), ello fue resultado de una disminución de la demanda, exceso de lluvias y problemas de comercialización en el mercado interno ocasionados por la interrupción del transporte por los ferrocarriles del Estado. Lo único, en realidad, que estas supuestas razones tradujeron fueron el deseo, finalmente alcanzado por lo terratenientes de las provincias del Guayas y Los Ríos, de que el Estado dejara de inmiscuirse en los asuntos de “orden privado”, ya que esto les permitía imponer sus condiciones a los campesinos arroceros. Es decir, cánones de arriendo en especie más que en dinero, precios cada vez más altos por el usufructo de los terrenos de montaña y de vega, y sometimiento a su voluntad de los campesinos arrendatarios, lo cual los Decretos derogados de alguna manera trataron de limitar. Aunque débil y restringida la legislación sobre Arrendamiento de Tierras fue, pues, el único esfuerzo que se hizo en la década por frenar la voracidad de los terratenientes de las provincias del Guayas y Los Ríos. Por esta razón, cuando finalmente los Decretos 125 y 136 fueron abolidos, los campesinos arroceros quedaron desprotegidos y a merced de la “Ley” que los hacendados les impusieron. Esto último ya no solamente en relación de los cánones de arriendo sino en todo lo que tenía relación con el fomento, los adelantos en dinero y especies, la entrega forzada de arroz a los industriales y terratenientes. Con la derogatoria de los Decretos mencionados se cerró, por consiguiente, una etapa en la que la situación de los campesinos arroceros terminó siendo más precaria que a comienzos de la década. Se debe indicar, en todo caso, que los esfuerzos por generar y aplicar una legislación sobre el arrendamiento de tierras fue el preludio de una serie de disposiciones posteriores, a través de las que, de una u otra forma, el Estado intentó regular las relaciones sociales en el agro “costeño” y poner freno a los abusos y atropellos a los que estaban sujetos los campesinos arroceros. Se trató, de todos modos, de una legislación débil que puso en evidencia la escasa voluntad para diseñar una política en beneficio de los campesinos (los trabajadores agrícolas) de las provincias del Guayas y de Los Ríos. Hay que reconocer, en cualquier caso, que esto obedeció a la complejidad de la producción arrocera y a la oscuridad del conjunto de la sociedad respecto de la problemática de los campesinos arrendatarios sujetos a contratos de fomento del cultivos.

372 Decreto de 18 de septiembre de 1939, R.O. Nº 240-241 de 18 y 19 de septiembre de 1939, Considerandos.

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Resumiendo, en todo caso, algunas de las observaciones subrayadas en este punto sobre el arrendamiento de tierras, las cuales retoman las anotaciones que se hicieron anteriormente, se puede decir que: 1. A pesar de las buenas intenciones de I. Ayora por proteger “al trabajador agrícola”

mediante la expedición del Decreto 125 de octubre de 1928, esta Ley tuvo escasas repercusiones prácticas, entre otras cosas, por su misma indefinición jurídica, la falta de voluntad política para aplicarla, al resistencia de los terratenientes de las provincias del Guayas y de Los Ríos, el desafortunado intento de tornarla aplicable en 1929, sus limitaciones en la determinación de la “realidad de los campesinos arroceros”.

2. Los intentos que se hicieron por parte de los gobiernos posteriores de hacer efectivas

las disposiciones del Decreto 125, no fueron muy lejos. En el caso de Velasco Ibarra, este interés no pasó de su reimpresión en el Registro Oficial; en el caso de Enríquez Gallo este esfuerzo fue más consistente y pretendió introducir un Reglamento para hacer efectiva su aplicación. No obstante, este intento no pudo llevarse a la práctica completamente por la tenaz resistencia de los terratenientes, aparte de que ya para ese momento eran evidentes las limitaciones de la legislación en este campo.

3. Al respecto, conviene recordar que la escasa capacidad de aplicar las disposiciones

del Decreto 125 generó varios resultados paradójicos: a) que los cánones siguieran siendo impuestos por los dueños o los administradores de las haciendas y no por las Comisiones de Propietarios y Arrendatarios como fijaba la Ley; b) que estos cánones continuaran pagándose en especie y no en dinero; c) que estos pagos en especie, antes que disminuir tendieran a elevarse.

4. Debe resaltarse que el pago de los cánones en especie siguió aplicándose porque

desde le punto de vista de los campesinos resultó más “fácil” cumplir las obligaciones “en grano” antes que en dinero, debido a la escasez de circulante que existió durante todo este período y, especialmente, hasta mediados de la década del treinta. También, porque a los campesinos les resultó más cómodo el pago en especies en la medida que no tuvieron que enfrentar las vicisitudes del mercado, pues, los cánones se hacía a “precios fijos”. A su vez, esta medida fue ampliamente favorable a los intereses de los propietarios y arrendadores que mantenían contratos de subarriendo, ya que – como se ha destacado - a través de este mecanismo lograron apoderarse de una fracción importante de la cosecha.

5. Debe resaltarse, además, que si los cánones de arriendo se pagaron en especie y

tendieron a elevarse, esto se debió a que los terratenientes, más allá de las disposiciones legales, estuvieron en condiciones de imponer su “Ley” a los campesinos arroceros, pero también debido a la enorme presión de la población agrícola de las provincias del Guayas y de Los Ríos por ocupar tierras bajas, ya que esta era una de las pocas posibilidades de sobrevivencia que se ofrecía a los campesinos sin tierras.

6. De todos modos, si las “pensiones conductivas de arriendo” se elevaron y continuaron

pagándose en especie, hay que reconocer, que desde antes de la expedición del Decreto 136, se empezó a utilizar de manera cada vez más pronunciada el dinero como medio de pago. De manera que, desde mediados de la década, fue muy común

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calcular en metálico el pago de los cánones para luego reducirlos a su equivalente en especie.

7. Aunque la legislación sobre el arrendamiento de tierras fue de muy limitada aplicación,

al menos, tuvo dos méritos importantes:

a) Fue el primer intento por diseñar una propuesta en la que se reconocía que este asunto no podía ser regulado exclusivamente por las disposiciones del Derecho Privado. Por el contrario, debía ser incorporado al Derecho Social y, en este sentido, público. Justamente los esfuerzos de Ayora y Enríquez se ubicaron en esta perspectiva. Por este motivo, cuando años más tarde se expidieron nuevos Decretos en esta materia se partió de este presupuesto. En ese sentido se puede señalar que la legislación sobre el arrendamiento de tierras fue el preludio para las medidas que se implementaron posteriormente.

b) La legislación sobre el arriendo de tierras, al igual que la “legislación social” que se

forjó y se fraguó en este período, demostró que podía concretarse únicamente si es que existía una “voluntad de poder” identificada con los intereses de los arroceros y, en general, de los campesinos de las provincias del Guayas y de Los Ríos. Expresado de otro modo, la aplicación de los Decretos 125 y 136, puso en evidencia que su aplicación dependía del juego político de fuerzas en donde los sectores identificados con los intereses de los campesinos fueran capaces de imponer sus decisiones. Por esta circunstancia, cuando los terratenientes lograron mayor influencia a nivel del gobierno y de las distintas instancias del Estado, estos decretos fueron derogados.

4. El Fomento del Cultivos Consideraciones Generales El fomento de cultivos, como se ha señalado insistentemente, fue el complemento del arrendamiento de tierras. Al punto de que ya para finales de la década formaban una unidad que, en lo sucesivo, haría difícil su comprensión. Se trató, en todo caso, de una unidad diferenciada cuyas partes se reforzaron mutuamente. De todas maneras, ya para comienzos de la década del treinta el fomento había alcanzado una difusión que excedía los límites de la producción arrocera. La razón de este fenómeno se comprende porque desde la década anterior (1920 –1930), el agro de las provincias del Guayas y de Los Ríos se hallaba en una situación de crisis. Como resultado de esta situación, muchas de las actividades agrícolas tradicionales, tales como, el cultivo de tabaco, caña de azúcar, se hallaban seriamente afectadas. Además, los sistemas tradicionales de cultivo ligados a la plantación cacaotera, ya no tenían cabida en el agro, una vez que la producción del cacao (a consecuencia de la baja de la demanda internacional y de la presencia de plagas) había decrecido y entrado en una fase catastrófica. Finalmente, se debe señalar que buena parte de los trabajadores agrícolas de estas provincias no disponían de tierras, ni tampoco de los recursos necesarios para desarrollar otras actividades agrícolas373.

373 La misma crisis económico –financiera del país, había menguado sus “activos”.

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Ante este panorama, resulta explicable que el arriendo se convirtiera en una de las pocas alternativas para tener acceso a la tierra por parte de los trabajadores agrícolas. Especialmente, en el caso de suelos bajos y de montaña que hasta la crisis del cacao se consideraban marginales, pues, no tenían el grado de valorización que tendrían más adelante y, por consiguiente, no ofrecían mayores dificultades para ser “dadas en usufructo” por hacendados y dueños de predios rústicos. El acceso al suelo solucionaba - - por decirlo de alguna manera - sin embargo, una parte del problema; la otra parte, suponía disponer de los recursos que se requerían para llevar adelante el proceso de producción. Ahora bien, como con los recursos requeridos no contaban los propios campesinos o, al menos, no era la situación de la mayoría de trabajadores agrícolas, tuvieron que recurrir a terceros. En el caso del cultivo del arroz recurrieron a los terratenientes, comerciante y especialmente piladores, interesados en desarrollar la producción arrocera, pues, ello les permitía apropiarse de buena parte de la cosecha. No obstante, el resto de trabajadores agrícolas, a partir de la experiencia alcanzada en el cultivo del arroz, empezaron a demandar recursos bajo la forma del fomento arrocero. De ahí que, hacia comienzos de la década del treinta, éste se convertiría en una de las modalidades típicas que, al igual que el arriendo, caracterizó a la producción agrícola de las provincias del Guayas y de Los Ríos. En otros términos, el fomento y, en cierta medida el arriendo, pasaron a ser los ejes a partir de los cuales se estructuró la producción agraria en estas provincias. Si bien es cierto que el arrendamiento de tierras en el caso de los cultivos permanentes, como plátano o banano, dio origen a una modalidad específica de producción que fue dominante hasta finales de la década del cuarenta, como fue la “finquería”, resulta evidente, que esta clase de trabajadores agrícolas también requirieron de los recursos necesarios para llevar adelante sus actividades. Por consiguiente, también debieron recurrir a prestamistas y fomentadores. Por este motivo, también en este caso, el fomento de cultivos se convirtió en una de las instituciones características de la agricultura de los años treinta y cuarenta. En otras palabras, el fomento tanto como el arrendamiento de tierras y la finquería (para el caso de los cultivos estables), fueron instituciones de uso generalizado, a partir de las cuales se estructuró el proceso de producción en distintas ramas de la agricultura. El fomento, en todo caso, tuvo una difusión muy amplia y de ninguna manera se sujetó a la producción arrocera, siendo ésta una de las características que asumió a comienzos del treinta. Obviamente, como el fomento fue fuente de utilidades para el conjunto de prestamistas “comprometidos con la agricultura” – como gustaba decirse en aquella época - se entiende que los campesinos arrendatarios o finqueros sujetos a esta institución y ya no solamente los arroceros fueron sometidos a un conjunto de abusos y atropellos, por parte de los fomentadores que, por este mecanismo, trataron de hacerse de la mayoría del producto y, cuando este no fue el caso (como sucedió con los productores de plátano o banano) de obtener las más amplias utilidades. Los fomentadores, al igual de lo que sucedió en la producción arrocera, fueron, pues, los grandes beneficiarios por la generalización de esta institución en una época de crisis. Fenómeno que se hizo claramente perceptible a comienzos de la década del treinta. De ahí que, ya para entonces, algunas voces se alzaran tratando de introducir algunas reformas legales que protegieran al campesino agricultor y le proporcionaran fuentes alternas de crédito. Así lo reconocía expresamente una artículo aparecido en el Boletín de la Cámara de Comercio, en 1931, que decía expresamente:

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“Las cosechas de arroz, bananos, de algodón, maíz y de otros productos, se efectúan por entero mediante el fomento del sembrío por uno de esos capitalistas, quienes merced de los riesgos flagrantes de estos préstamos leoninos, consiguen sin embargo muy jugosas utilidades, cuando tratan con sembradores honestos y las cosechas vienen abundantes. Por desgracia, de estas finanzas el agricultor cumplido sale anulado en sus rendimientos, los cuales corresponden por completo al fomentador capitalista, por la vía de los intereses exagerados. Solo una reforma de procedimientos podría mejorar las condiciones penosísimas del sembrador”374. Una de las características más importantes del fomento de cultivos fue que, desde comienzos de la década del treinta, dejó de ser un mecanismo exclusivo de exacción de las utilidades y del producto de los campesinos arrendatarios arroceros, para convertirse en una de las instituciones básicas de la agricultura de las provincias del Guayas y de Los Ríos, y en general, del Litoral. En este contexto de “universalización” del fomento conviene analizar, por consiguiente, las características específicas que asumió esta institución a nivel de la producción arrocera de las provincias del Guayas y de Los Ríos. El Fomento de Cultivos en la Década del Treinta Históricamente, cuando el fomento empezó a generalizarse entre los campesinos arrendatarios dedicados al cultivo del arroz, adquirió la forma de adelantos para hacer “desmontaciones y siembras”; más adelante, cuando la crisis económica de los años veinte afectó a la agricultura, se empezaron a solicitar recursos para “levantar las cosechas”. El fomento se convirtió, por tanto, en un mecanismo que permitió obtener recursos que requería el campesino arrendatario para que pudiera realizar las principales actividades que demandaba el ciclo agrícola: desmontar, sembrar, cosechar. En los años treinta, sin embargo, el carácter del fomento se amplió sustancialmente. Tal como se ha señalado en otro lugar, los campesinos pobres tuvieron cada vez menos posibilidades de sobrevivencia. Especialmente en el invierno (es decir, en los meses de lluvias), ya que no podían disponer de los recursos para adquirir en las bodegas o en las “tiendas” de las haciendas o de los centros poblados cercanos, los medios de subsistencia que necesitaban durante el lapso en que se dedicaban a cuidar de sus parcelas de arroz. Por esta razón, empezaron a demandar en forma creciente, recursos no solamente para llevar adelante sus actividades agrícolas sino para asegurar la reproducción familiar. Como es natural, estos recursos les solicitaron a los prestamistas con los cuales se habían comprometido inicialmente. Los fomentadores pasaron, de ese modo, a ser “prestamistas productivos” y de “medios de subsistencia” y, cuando no fue éste el caso, se transformaron en garantes para la obtención de los bienes de consumo que los campesinos requerían durante el invierno. Por su parte, el fomento adquirió esta cualidad: de crédito de producción terminó convirtiéndose también en crédito de consumo. En la década de los treinta, pues, amplio su ámbito de influencia y con ello modificó sus características iniciales. En efecto, mientras al comienzo a los campesinos se les proporcionó dinero para hacer las desmontaciones, sembrar y cosechar, el cual se usó para comprar la semilla, medios de trabajo como machetes y puntas de espeque, y medios de subsistencia para el

374 El Crédito Agrario, Necesidades de una nueva Regulación para los Cultivadores, Boletín de la Cámara de Comercio, Nº 279, Diciembre de 1931.

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invierno; durante la década del treinta, se les proporcionó directamente bienes y alimentos para la satisfacción de sus necesidades de consumo, con lo cual el fomento en especies fue ganando cada vez mayor terreno. No por otra razón, en este período, los fomentadores además de dinero propendieron - ante insistencia de los propios trabajadores agrícolas - a entregarles medios de subsistencia, desde enero en que se iniciaban las siembras hasta mayo - junio en que “entraba la cosecha”. El fomento, en esta época cambió, por tanto, el carácter que originalmente había tenido. En relación de este punto conviene realizar algunas observaciones complementarias. A medida que se desarrolló la producción agrícola los principales fomentadores – como se ha señalado en este trabajo – fueron los dueños de las piladoras; especialmente, los propietarios de las grandes empresas industriales que fueron los exponentes más acabados de lo que se ha denominado el “complejo arrocero”. Ahora bien, de lo que se conoce, hasta la década del treinta, los dueños de piladores prestaban sin costo alguno ( o al menos con un ligero “descuento”), los “sacos” que se requerían para movilizar la cosecha desde la parcela hasta la empresa industrial. Posteriormente, sin embargo, especialmente desde 1935, empezaron a proporcionar los sacos que los campesinos usaban para movilizar el grano a cambio de una cantidad de dinero que era estimado en producto; es decir, antes que prestarlos les empezaron a vender y a cobrar (en producto) por el uso de los envases que utilizaban. A los adelantos en dinero para la cosecha se sumaron, pues, los adelantos de los sacos necesarios para movilizar la producción. De otro lado, a medida que el arroz se fue convirtiendo en una de las alternativas al cacao, por parte del gobierno, los comerciantes, piladores y exportadores, se trató de mejorar su calidad. Para ello se desarrolló una “estrategia” orquestada por el técnico arrocero hindú que laboraba en la Estación Experimental de la Isla Silva ubicada en Milagro y que se vino a sumar a la Estación Experimental de El Chobo, por uniformizar el grano375. Además, se hizo una selección de la variedad Canilla que había tenido amplia difusión y aceptación, y se introdujeron nuevas variedades376, entre ellas la variedad

375 En un Informe presentado al Ministro de Hacienda, en septiembre de 1937, en la que se da cuenta de una reunión con el Gobernador del Guayas y veinte propietarios de piladoras a propósito del Reglamento de Piladoras, entre otras cosas, se indica que los industriales señalaron que “el principal punto entre todos del reclamo, lo constituye indudablemente, el deseo de obtener la unificación de los sembríos de una misma semilla. Desgraciadamente, en nuestro país, sin entrar en consideraciones mayores de orden ténico agrícola y son control alguno, se han procedido a efectuar sembríos con una multitud de semillas de arroz, importadas directamente o enviadas por nuestros agentes comerciales en el exterior, quienes, muchas veces, en su afán patriótico de beneficiar a la agricultura ecuatoriana, le han causado grave daño, como en el caso del arroz de la variedad “Canilla”, cuya semilla ha sido importada”. (Informe presentado al Ministro de Hacienda por Alfredo Bum Flor, de 22 de septiembre de 1937, AMH, Comunicaciones recibidas, 1937) 376 La introducción de la variedad Fortuna destinada a la exportación se justificaba – según los industriales – porque el grano pilado de la variedad Canilla era “raquítico, amarillento, muy quebrado y difícil de moler, por el reducido tamaño que tiene”. (Informe presentado al Ministro de Hacienda por Alfredo Bum Flor, de 22 de septiembre de 1937, AMH, Comunicaciones recibidas, 1937). Recogiendo, en todo caso, el punto de vista de los industriales el Ministro de Agricultura estimaba que “Estudiadas las sugerencias de su atento oficio Nº 8376, de 29 de septiembre último, el Departamento de mi cargo, opina que sería acertada la disposición de impedir a las piladoras que se reciban arroces de variedades inferiores como es el “Canilla”. Es evidente, que la adopción de una variedad superior, buena para exportarse, sería una medida interesante desde los puntos de vista agrícola y comercial”. De donde se deduce que, a partir se ese año, la variedad Canilla quedó para el mercado interno, mientras que la variedad Fortuna para el mercado de exportación (Al respecto, Comunicación de S.V.Guerrero, Teniente Coronel Ministro de Agricultura al Ministro

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Fortuna377 que, a pesar de las quejas de los campesinos, se consideró como el tipo de gramínea más adecuado para destinarlo a la exportación. Para ello, los piladores y en menor medida los comerciantes y exportadores, se dedicaron a proporcionar semilla seleccionada tipo Canilla y nueva semilla tipo Fortuna a los campesinos fomentados, con la finalidad de que las utilizaran en las siembras. Independientemente del dinero para las desmontaciones los fomentadores y sobre todo los piladores empezaron, por consiguiente, a adelantar semilla para las siembras y sacos para las cosechas. Si a estos adelantos en especie se suma los que proporcionaron para la subsistencia de los campesinos, se puede fácilmente comprender hasta qué punto los adelantos en especie fueron ganando terreno durante toda la década del treinta, convirtiéndose en una de las características más relevantes del fomento durante el período. Finalmente, se debe resaltar que si bien durante las décadas pasadas los piladores habían proporcionado caballos y mulas para movilizar la cosecha, así como canoas y lanchas, para finales de la década del treinta la prestación de lanchas para transportar en ellas el grano de una determinada zona se había convertido ya no en un asunto eventual, sino necesario y hasta indispensable. De tal manera que los campesinos de las distintas zonas se vieron “obligados” a usar exclusivamente las lanchas y lanchones de las piladoras a las que iban a entregar el grano. No en vano, para esa época ya existía una flotilla de lanchas de propiedad de las empresas industriales que movilizaban la cosecha y a los campesinos. Además, de todos los adelantos en especie, el uso obligado del transporte se convirtió en otra forma de adelanto que se sumó a los anteriores y que determinó el carácter de esta institución. Si algo se puede decir durante este período es que, por diversos mecanismos, los adelantos en especie (más que en dinero) fueron ganando cada vez mayor peso e importancia, a medida que se desarrollaba la producción arrocera en las provincias del Guayas y de Los Ríos. Este carácter de esta institución fue reconocido insistentemente por los piladores y fomentadores. Por ejemplo, en el “Manifiesto” a la opinión pública a propósito de la creación de la piladora Modelo, además de señalar que la industria del pilado había sido mal interpretada, los grandes empresarios señalaron que aparte de entregar fuertes capitales para movilizar la cosecha, “se envía sacos a todas las zonas de producción y se interesa por el envío de embarcaciones adecuadas para traer el arroz a las piladoras. (Se) ofrece las semillas necesarias preocupándose porque se de mayor cuidado a los cultivos, se standarice el grano y se lo coseche mejor”378. Conviene hacer, en cualquier caso, otra observación. Resulta más o menos evidente que una vez que se empezó a generalizar el subarriendo, los adelantos en especie fueron utilizados profusamente por los arrendadores. De ese modo, podían satisfacer las demandas de los trabajadores agrícolas y, gracias a ello, apropiarse de la mayoría del grano que producían estos últimos. Los subarrendatarios, o sea, aquellos campesinos que de Hacienda, de 2 de octubre de 1937, AHBC, Ministerio de Hacienda, Comunicaciones Recibidas, 1937). 377 “No se descuidado tampoco – se decía en el Boletín del Banco Hipotecario - el mejoramiento de las calidades del producto y de acerido con la Cámara de Agricultura de la Segunda Zona hemos facilitado a ésta la posibilidad económica para que en el fundo “Isla Silva” que está bajo su administración, emprenda en escala apreciable en sembríos de arroces de calidades superiores, cuyo producto, semillas “Fortuna Sup.”, altamente selecto, será en su oportunidad distribuido entre los sembradores de esta gramínea, a precio de costo” (Boletín del Banco Hipotecario del Ecuador, Nº 3 – 1938, pág xiv) 378 Manifesto de los Piladores, El Telégrafo, 9 de octubre de 1938.

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con su familia podían desmontar unas dos cuadras de terreno eran, en efecto, los trabajadores agrícolas más pobres. Por esta razón, debían con mayor frecuencia que otros recurrir a los fomentadores para obtener no solamente el capital para las siembras sino para levantar las cosechas; además, debían acudir a los arrendatarios a través de los cuales se canalizaban los recursos de los “inversores” y “prestamistas” para obtener sus medios de subsistencia. Finalmente, con la aquiesencia de estos últimos podían lograr espacio en las lanchas con el objeto de movilizar sus cosechas. Por último, gracias a los arrendatarios podían obtener las semillas y los implementos que requerían durante todo el proceso de producción. Desde una perspectiva amplia se puede decir, por tanto, que el subarriendo fue uno de los mecanismos que atraparon, debido a su condición económica, a los campesinos pobres en el fomento, justamente porque se trataba de los trabajadores agrícolas más necesitados. Fomentadores y Prestamistas Hasta la década del treinta los fomentadores tradicionales fueron los prestamistas que proporcionaban los recursos para hacer las desmontaciones y sembrar; más tarde, fueron también aquellos que proporcionaban recursos “para levantar las cosechas” (de invierno o de verano). Estos fomentadores tradicionales habían sido, sobre todo, los piladores que sembraban en sus propias haciendas, como era el caso, de las piladoras rurales; pero también de las piladoras urbanas ubicadas en Guayaquil, como era el caso, de La Fama que tenía la hacienda Santa Rosa ubicada en la parroquia de Yaguachi Viejo, y en donde producía unas 300 cuadras para el año de 1936379. No obstante, cuando se empezó a demandar medios de subsistencia y hasta medicinas – como se reconocería en a década del cuarenta – nuevos prestamistas aparte de los fomentadores hicieron su aparición, en la perspectiva de apropiarse de una parte de la cosecha de los campesinos arroceros. Esto quiere decir, que al proceso de producción se fueron integrando una serie de agentes externos, especialmente comerciantes y prestamistas de todo tipo, a título de fomentadores, a los que los campesinos empezaron a recurrir de manera insistente para poder llevar adelante sus actividades agrícolas y sobrevivir. Por ejemplo, en la hacienda Ñauza, ubicada en la parroquia Jujan, de propiedad de Ricardo Planas, en donde se habían cultivado 1.390 cuadras de arroz, el Informe de Alberto Herrería de 28 de mayo de 1936, indicaba que la “mayor parte estuvo fomentada por los señores Segundo Guerrero, Dumani, Kronfle, Bruckman, Telmo Castro y los Hermanos Silva, y otros comerciantes en el ramo de arroz”380. Solamente, en realidad, Dumani, Kronfle, Bruckman y los hermanos Silva, fueron piladores, los otros, es decir Guerrero, Castro y los demás comerciantes en el ramo del arroz, eran simplemente otros prestamistas que se habían convertido en fomentadores. Se entiende, en todo caso, que el fomento por parte de diversos agentes se empezó a populariza, especialmente, en fundos de “terceros”, es decir, en terrenos que no eran de propiedad de los fomentadores, sino en terrenos ajenos en donde se había generalizado el fomento de las piladoras de arroz (tal como fue el caso de la hacienda La Angélica de propiedad de Manuel Ayala fomentada por los Hermanos Kronfle y los hermanos Silva,

379 Informe de Alberto Herrería de mayo 28 de 1936. 380 Ibid.

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conocidos industriales381), y con los empezaron a competir estos fomentadores que no tenían un interés inmediata en la industrialización del grano, sino en su apropiación directa para luego venderla con ventaja a las empresas industriales o a otros comerciantes. Se entiende, así mismo, que estos fomentadores y prestamistas proliferaron en aquellas propiedades en donde se generalizó el subarriendo de tierras, ya que éstos podía proporcionar los recursos necesarios para que los arrendatarios los distribuyan a los subarrendatarios que cultivaban efectivamente la gramínea. Ahora bien, a medida que hicieron su aparición estos nuevos agentes, se trataba sobre todo, de comerciantes y exportadores, los campesinos, primero, y luego, las mismas empresas industriales empezaron a recurrir a sus recursos para poder satisfacer las crecientes exigencias de capital que demandaba el fomento de cultivos. Si bien es cierto – como se verá más adelante – que el Banco Hipotecario del Ecuador proporcionó recursos de créditos cada vez más importantes, a pesar de este esfuerzo, las demandas de crédito fueron en aumento. Por esta razón, fue necesario que los piladores comprometieran contingentes importantes de capital en el fomento de determinadas zonas, no obstante, sumados estos recursos y los BHE, no lograron satisfacer las demandas de un rama de la economía que dependía de las inyecciones externas de capital para poder sobrevivir, debido a que los campesinos arroceros no lograron capitalizar su producción ni obtener utilidades significativas que apuntaran en este sentido. Ante esta situación, como se ha indicado, los terratenientes y piladores debieron recurrir a los recursos de otros agentes como los de “los comerciantes en el ramo del arroz”. Esta situación, en todo caso, generó una dependencia de los recursos de dichos agentes económicos. De ahí que, a la postre, fueran los comerciantes y exportadores los que terminaran proporcionando (y de manera creciente) recursos de capital para satisfacer las demandas de crédito que el fomento exigía. Circunstancia esta última que les permitió apropiarse de una parte cada vez más sustancial de la producción y de las existencias acumuladas por los piladores. Si algo se puede señalar respecto de este punto es que durante la década del treinta, no solamente hicieron la aparición otros agentes a nivel del fomento. En la practica, este terminó haciendo depender de forma creciente a la producción arrocera en su conjunto ya no solo de piladores y prestamistas sino de comerciantes y exportadores que, al fin y al cabo, fueron los grandes beneficiarios de todo este proceso. Hay que tomar en cuenta, en todo caso, que los capitalistas que funcionaron como prestamistas no siempre existieron como personas autónomas las unos de las otros sino que, por lo común, se confundieron, aglutinándose bajo la denominación general de Empresas o Sociedades Agrícolas y Comerciales. Al respecto, se debe resaltar que muchos industriales fueron terratenientes y, como tales, funcionaron como arrendadores y fomentadores. No obstante, para la década del treinta se hizo evidente que el fomento había rebasado estas fronteras siendo con mayor frecuencia empleado por agentes externos al proceso de producción, tales como exportadores y comerciantes. En síntesis, se puede decir que el fomento de cultivos amplió su espectro e incidencia a nivel de los campesinos arroceros arrendatarios y subarrendatarios, lo que determinó que estos dependieran de forma preponderante de los recursos que les proporcionaban los prestamistas. Esta circunstancia, como es natural, reforzó el papel de los fomentadores y de las grandes empresas industriales que habían sido los que tradicionalmente

381 Ibid.

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proporcionaron recursos para el fomento de cultivos en determinadas zonas. No obstante, en la medida que las demandas de crédito fueron en aumento y a pesar de los enormes esfuerzos que hizo el BHE para proporcionar recursos, lo cierto es que estos terminaron siendo limitados. Por este motivo, ya para esta época, se hizo evidente que los propios piladores habían empezado a depender de los recursos de capital que les proporcionaban los comerciantes y los exportadores. El fomento generó, en este sentido, nuevas formas de dependencia, incluso de los propios capitalistas industriales y, al mismo tiempo, transformó el proceso de producción haciendo que cada vez más este dependiera de los comerciantes y exportadores, lo cual se agudizó en la década siguiente, en donde se hizo notorio para la opinión pública nacional las consecuencias del entramado generado por esta compleja institución. Consecuencias del Fomento de Cultivos: Abusos y Atropellos Tempranamente fueron percibidas las consecuencias del fomento de cultivo382, así como los abusos y atropellos a los que, debido a sus particulares características, el fomento dio origen383. Así lo denunciaron insistentemente tanto los funcionarios públicos como los propios campesinos arrendatarios. En algunas ocasiones también los medios de comunicación de diferentes gremios empresariales. Como ya se ha aludido anteriormente, al comienzo de la década, el Boletín de la Cámara de Comercio de Guayaquil, en 1931, destacaba que el cultivo de arroz y otros productos como plátanos, maíz, algodón, “se efectúan por entero mediante el fomento del sembrío por uno de esos capitalistas, quienes merced de los riesgos flagrantes de estos préstamos leoninos, consiguen sin embargo muy jugosas utilidades, cuando tratan con sembradores honestos y las cosechas vienen abundantes”384. También lo señaló el Ministro de Obras Públicas y Agricultura, pues, si bien el campesino gracias a los contratos de fomento “ha salvado con su familia del hambre ha quedado endeudado para algún tiempo, por cuanto el sistema de adelantos en dinero que recibe de segundas personas, llamadas fomentadores, es sumamente perjudicial”385. Los abusos a los que hacían alusión los informes oficiales y en las quejas públicas se referían a la fijación de precios a los que se “recibía” el producto por parte de los fomentadores y piladores que eran más bajos que los precios de mercado y que, por esta circunstancia, disminuía su “utilidad”. Se decía, por ejemplo, en el Informe del Ministro de Obras Públicas y Agricultura de 1931 –1932, que los precios en que se ha vendido últimamente este producto a los fomentadores y piladores eran “completamente ruinosos al productor que, en la mayoría de los casos es campesino pobre”386. Algo semejante se aludía en el Informe del Presidente del Banco Hipotecario del Ecuador de 1935, cuando al hablar del arroz, señalaba que “este producto ha tenido un movimiento y una exportación nunca vistos” y que el papel de la Sucursal Mayor “como de costumbre ha dado una preferencia especial a este renglón de nuestra producción agrícola, favoreciendo, de preferencia, a los pequeños productores. Es por eso que muchos de ellos han podido 382 L.N. Dillon, fue uno de los primeros personajes en llamar la atención sobre las consecuencias del Fomento (Véase, al respecto, La Crisis Económico Financiera del Ecuador, anteriormente citada). 383 En capítulos anteriores se ha hecho alusión a este tema por lo que, en este punto, conviene únicamente realizar algunas anotaciones complementarias referidas a la década del treinta. 384 Boletín de la Cámara de Comercio, Nº 279, Diciembre de 1931. 385 Informe del Ministro de Obras Públicas y Agricultura, 1931 – 1932. 386 Ibid.

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obtener, por su cosecha, los verdaderos precios de mercado, sin caer en manos de los compradores intermediarios (alude a los fomentadores), los que como siempre, se llevan la mayor parte de la ganancia, sin haber tenido la menor participación ni esfuerzo alguno en la producción”387. En efecto, recibir la gramínea a precios bajos y como resultado de ello comprimir las escasas utilidades de los campesinos arroceros fueron las quejas constantes sobre el papel de los fomentadores. En relación de este punto hay que recordar que durante este período, más que en las épocas anteriores, los piladores, exportadores y comerciantes mayoristas que controlaron el mercado interno lograron manipularlo de acuerdo a sus intereses y, en esta estrategia, terminaron siendo afectados los campesinos arroceros. En efecto, como las únicas bodegas existentes eran las de las piladoras en donde se podía guardar, secar y “orear” el grano, es evidente que las empresas industriales, pudieron controlar el mercado y la fijación de precios388. Esto último se manifestó a través de la siguiente estrategia: cuando la cosecha de invierno entraba lo que sucedía desde finales de abril, mayo y la primera quincena de junio cuando entraba en su apogeo, los precios debido a la abundancia de grano, por lo general tendían a la baja; por el contrario, los meses de septiembre, octubre, noviembre y diciembre cuando la cosecha de verano había entrado, pero la demanda era mayor que la oferta los precios tendían a la alza, elevándose, de manera acentuada, durante los meses de enero, febrero, marzo, abril, cuando no existía grano y se agotaban las existencias. Ahora bien, como los piladores tendían a abarrotar el mercado interno con arroz pilado (sobre todo, con destino para la Sierra) cuando los precios estaban altos, es decir durante los meses de diciembre, enero, febrero, marzo, abril, resulta que, por lo general, lograban pingües ganancias porque vendían el grano no de la cosecha que empezaba sino de las existencias acumuladas, es decir, vendían el grano del año anterior que, comúnmente, lo adquirían a precios más bajos que los del año siguiente. Se trataba de una estrategia que les dio grandes resultados y multiplicó sus ganancias. No hay que perder de vista, de otra parte, que en la década del treinta – tal como se analizado anteriormente – los piladores, comerciantes y exportadores, acumularon existencias no solamente para venderlas en el mercado interno, sino para negociarlos en el mercado internacional. La salida de estas existencias ocasionó, en todo caso, casi siempre, una disminución del grano destinado al mercado interno, razón por la cual también por este hecho se presionó a la elevación de los precios locales del arroz, lo que proporcionó, por una u otra razón, elevar las utilidades de los industriales y comerciantes. No obstante, este beneficio no fue a parar a manos de los campesinos sino de los arroceros. Esto por una razón particular. Si se revisa sistemáticamente los permisos de exportación y las exportaciones realizadas durante esta década y, sin duda, durante la década siguiente, cuando el arroz se conviertió en el primer producto de exportación y en el eje de la economía ecuatoriana, generalmente las ventas al exterior se realizaron después que entraban la cosecha de invierno, cuando el grano era abundante y a la nueva producción se sumaban las existencias acumuladas de los años anteriores. Las ventas se realizaban, en realidad, entre julio y diciembre, circunstancia que determinaba, por lo regular, que en estos meses se elevaran los precios, sosteniéndose y acentuándose durante los meses de enero a

387 Informe del Presidente del Banco Hipotecario, M.A. Albornoz, Correspondiente al año 1935, Imprenta Nacional, s.f., Quito –Ecuador, pág 25. 388 En relación de este punto pueden consultarse los Cuadros Anexos a este trabajo sobre la evolución mensual de los precios del arroz entre 1913 y 1950.

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abril, cuando el grano escaseaba y las existencias estaban agotadas. Ahora bien, como resultado de esta estrategia fácilmente se puede advertir que las alzas de precios regularmente no favorecieron a los campesinos: reportaron grandes beneficios a los piladores y comerciantes exportadores, así como a los comerciantes389. Circunstancia que generó una queja continua de los campesinos señalando que los piladores y comerciantes compraban la gramínea a precios bajos y la vendían cuando estaban a precios altos, lo cual era completamente negativo para sus intereses390. Pero, además, de esta manipulación de los precios en el mercado local, durante toda la década del treinta se aludió al hecho que, a diferencia de lo que disponía el Reglamento de Piladores, los fomentadores y especialmente las piladoras, les obligaban a los campesinos a entregar arroz en especie por el pago de los préstamos, al igual que lo que sucedió con el pago de los cánones de arrendamiento. En el caso de la hacienda Venecia, a la que tantas veces se ha hecho alusión, se indicaba, por ejemplo, que “por disposición de la administración de la hacienda se les obliga (a los campesinos) a entregar a la piladora de la Venecia el 50% del total de sus cosechas, quitándoles la opción a encontrar mejor precio a sus productos, como gestión que se empeña el administrador, que es, a su vez, productor y comerciante de arroz”. Además se señalaba “que el caso anotado en la hacienda de Carlos Benjamín Rosales no es único. Es moda corriente que todas las haciendas que tengan piladora ejerzan la misma presión sobre los infelices campesinos, para hacerles depositar sus cosechas en las bodegas de las piladoras, donde queda resguardada para el propietario de la hacienda, que no desperdicia la oportunidad de incautarse de los recibos, recurriendo a medios suficientemente conocidos”. No por otra razón, el Decreto Nº 136, expedido por Enríquez Gallo, disponía expresamente que: “Art. 4. Todo contrato en el cual se hubiere estipulado la obligación, por parte del sembrador, de entregar el producto de su cosecha en piladoras pertenecientes al dueño del predio o fomentador, no tendrán valor de ninguna clase y, por lo tanto, los sembradores serán libres de movilizar sus producto al lugar que tuvieren a bien”391. Otro de los abusos a los que se aludía en las quejas sobre el rol de los fomentadores y especialmente de los piladores que, hasta esta época eran los representantes de esta institución, ya que con sus capitales, según propia opinión, fomentaban el 50% de la

389 Dicho sea de paso esta es una razón también que explica por qué los precios promedios de mercado anuales fueron menores que los de venta del grano ecuatoriano en el mercado internacional. Y es que los comerciantes comparaban a un precio bajo y lo podía vender a un precio un poco más alto en el mercado internacional. 390 Las notas de prensa entre 1930 y 1950 rebelan esta queja sistemática de los campesinos y, evidencian, por otros medios la estrategia seguida por los piladores y comerciantes respecto de la comercialización del arroz. Por ejemplo, el 1º de mayo de 1938, en la Información Comercial, se indicaba que: “Las calidades de arroz vienen siendo escandalosamente alzadas en los precios, por los conocidos especulares que intervienen en este grano. Los precios fluctúan entre 26, 27, 28, 30 y 35 sucres el quintal. Para pedidos a provincia se está cotizando a $ 39 el quintal. Las autoridades deberían intervenir estableciendo cuáles son las firmas que tratan de especular sin medida con un artículo primo en el consumo como el arroz, a fin de aplicarles un castigo ejemplarizador”. (El Telégrafo, 1º de mayo de 1938) 391 Decreto Supremo Nº 136, de 11 de junio de 1938.

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producción de arroz392, era que a los campesinos, a cambio de los préstamos recibidos, se les exigía mayor cantidad de arroz en cáscara como equivalente de cada arroz pilado y a pesos menores que lo que disponía el Reglamento de Piladoras. En 1928 se había dispuesto, efectivamente, que cada 156 libras de arroz en cáscara equivalía a un quintal de arroz pilado. Esta disposición, sin embargo, no había sido nunca respetada. En la práctica, se reconoció que cada quintal de arroz pilado equivalía a 162- 163 libras en cáscara. Este acuerdo tampoco había sido respetado por los piladores de arroz los cuales exigían a los campesinos 170 y más libras como equivalentes por cada arroz pilado. Decía, al respecto, el Teniente Coronel, Egberto Fuentes Robles, en comunicación enviada al Jefe Supremo de la República: “No hay campesino que deje de pelearse en el momento de entregar su arroz a las piladoras; pues, a pretexto de la calificación mala que le imponen, resulta sofística la disposición reglamentaria de que por arroces corrientes se reciba 163 libras por quintal (verdaderamente 156 libras dan un quintal) y les obligan a entregar desde 170 para arriba, amén de que se les llevan muchas más en el peso”393. Todas estas circunstancias, como es natural, atraparon a los campesinos arroceros en las redes del fomento, es decir, en el círculo vicioso de los préstamos y adelantos. Al final, obviamente, solamente éstos podían recibir, a cambio de su esfuerzo, una pequeña cantidad del producto que cosechaban, pues, la mayoría se había quedado en pagar los préstamos para las desmontaciones, siembras, cosechas; pagar por los sacos que les proporcionaban los industriales, así como por el transporte en lancha hasta la piladora. Además, no hay que olvidar que cuando llegaban a la empresa los industriales o sus administradores les pagaban por el grano entregado y comprometido de antemano a un precio menor que el promedio del precio de mercado del año; además, de que les “ganaban” unas cuantas libras en la cantidad de arroz en cáscara que entregaban por cada quintal de arroz pilado, sobre los cuales se emitían “recibos” y, finalmente; también les “ganaban” en el peso. Sin embargo, a todo este proceso de explotación de los campesinos arroceros que, como se ha señalado de paso, explica por qué estos no pudieron capitalizarse durante todo el tiempo que duró el período arrocero, se sumó el juego con los recibos de arroz. Arroz en Recibos y Recibos de Arroz Además, de estos abusos y atropellos sobre los que existe una abundante documentación, merece la pena, en efecto, hacer referencia a un aspecto que, desde comienzos de la década del treinta, destacó por sus consecuencias ruinosas para los campesinos, así como por las ventajas para los piladores y fomentadores. Una de las reformas en el sistema de crédito introducido por I. Ayora fue posibilitar que, mediante la Ley de Prenda Agrícola, se pudieran conceder créditos “intermedios” (es decir, a un término menor que los de largo plazo pero mayor que los de corto plazo) sobre la garantía de animales o aumentos de los mismos, de las cosechas presentes o futuras, de los aperos agrícolas o de cualquier otro producto. Es decir, abrió las puertas para canalizar recursos a todos aquellos agricultores que podían constituir una prenda sobre

392 Comunicación de F. Pons Millas al Encargado del Mando Supremo de la República, 1936. 393 Egberto Fuentes Robles, Comunicación de marzo 21 de 1938, al señor General Alberto Enríquez Gallo.

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una serie de bienes muebles que formaban parte o que surgían de la misma actividad económica que desempeñaban. En todo caso, como de acuerdo al articulado de esta Ley la posibilidad de empeñar los bienes muebles a los que se hacía alusión dependía, en muchos casos, de la presentación de los respectivos títulos de propiedad (los cuales eran, por eso mismo negociables y transferibles) y como de acuerdo al Art. 6 del Reglamento de Piladoras expedido el año de 1928, los agricultores podían y debían exigir un recibo (que era un título de propiedad) por el arroz depositado en las distintas fábricas, se entiende que tanto por el uno como por el otro motivo, los recibos de arroz a partir del año de 1928, se convirtieron en instrumentos esenciales para la concesión de créditos bancarios destinados a esta actividad económica. Constituyendo prenda sobre los recibos de arroz depositados en las distintas piladoras los propietarios, en efecto, podían solicitar créditos a las distintas instituciones financieras del país y, sobre todo, al Banco Hipotecario del Ecuador, con el objeto de desarrollar sus actividades productivas, tales como, desmontes, siembras, movilización de las cosechas, etc. Los recibos de arroz, desde el momento que se dictaron las leyes anteriores se convirtieron, por tanto, en el instrumento más importante para acceder a los créditos “intermedios”. Para los personeros del BHE, la dotación de créditos con la garantía de los “recibos arroz“ debía permitir, naturalmente, facilitar recursos a los campesinos arrendatarios sujetos a contratos de fomento que eran los que más necesitaba de capital para la realización de sus actividades agrícolas. Por esta razón, L.A. Carbo, como Primer Presidente de dicha institución, en su Informe de Labores de 1928, destacaba lo siguiente: “Habiéndose dictado por el poder Ejecutivo el Reglamento de Piladoras de Arroz, hemos ya principiado a realizar operaciones a corto plazo de este género. Esta clase de préstamos ha venido a llenar una gran necesidad, pues merced a ellos se ayuda eficazmente al agricultor que no es dueño de las tierras, sino que se dedica al cultivo de arroz en terrenos arrendados, ordinariamente al pequeño agricultor, más digno, si cabe, de nuestro apoyo que el que, sin mayor sacrificio obtiene dinero para el fomento de sus cultivos y recolección de sus cosechas”394. No obstante, desde que se establecieron las nuevas disposiciones sobre la Prenda Agrícola y se reconoció el valor de los recibos industriales, los dueños de los establecimientos industriales, así como los terratenientes y los comerciantes que eran fomentadores y arrendatarios, trataron de apoderarse de la mayor cantidad de recibos de arroz. Para ello no escatimaron esfuerzos para que los campesinos les transfirieran los recibos del arroz depositado en sus bodegas. En otras palabras, si por medio del fomento y del arriendo los piladores y fomentadores lograron apropiarse directamente de una parte sustancial de la cosecha, a través de la compra de los recibos intentaron (exitosamente) apoderarse de la parte que les faltaba. Sucede, en realidad, que los campesinos pobres cuando depositaron el arroz en las bodegas de las piladoras obtuvieron un recibo que era el título de propiedad de su mercancía. Sin embargo, como aquellos buscaba por todos los medios apoderarse de la mayor cantidad grano generaron un conjunto de estrategias para trasladarlo a su bolsillo. Como los campesinos requerían, al final de la cosecha, pagar sus deudas, los piladores les hicieron adelantos sobre sus recibos; como requerían medios de subsistencia para

394 Informe del Presidente del Banco Hipotecario, Boletín de Hacienda Nº 6, noviembre de 1928.

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iniciar las desmontaciones, que empezaban en junio para las siembras de verano y, en octubre para las siembras de invierno, los piladores y, en general, los fomentadores, les hicieron adelantos sobre sus recibos; como requerían dinero para un conjunto de actividades extraordinarias (fiestas religiosas, enfermedades, partos, conflictos legales con los arrendadores) los piladores les adelantaron el dinero sobre sus recibos. Al final, como era obvio, piladores y fomentadores terminaron apropiándose sino de la totalidad de los recibos del arroz depositados en sus bodegas, al menos de una fracción considerable de los mismos. Cuando no era este el caso, los piladores no dejaron de recurrir a un conjunto de artimañas, a las que vale la pena referirse brevemente. Como la industria del pilado era esencialmente rural, generalmente, los campesinos depositaron su arroz en las piladoras ubicadas en los “propios centros de producción”. Ahora bien, al depositar la gramínea en estas empresas recibieron el arroz a un precio menor y, por consiguiente, los recibos que se emitieron fueron a un valor menor que en caso de depositarle y venderle en las piladoras urbanas, con lo cual terminaron perdiendo una parte de las cosechas395. Además, como los recibos de arroz no representaban grano efectivo sino promesas de que en otro momento les entregarían el grano depositado sea en cáscara o su equivalente en arroz pilado, se entiende que por esta circunstancia se convirtieron en medios de pago. Estos medios de pago (que durante la década del treinta y cuarenta se utilizaron profusamente como “cuasi dinero”) en la medida que representaban “papeles”, se negociaron libremente en el mercado, a una tasa libre de descuento. Es por ello que, desde 1932, en que se permitió la circulación de estos documentos se creó una nueva categoría de arroz que tenía un precio diferencial al arroz de exportación, de primera y segunda: se trataba del “arroz en recibos”. Ahora bien, en tanto fueron medios de pago y sirvieron para garantizar las obligaciones contraidas por los campesinos, los piladores y fomentadores que adelantaron dinero y recursos, pudieron apropiarse sistemáticamente de ellos una vez que se usaron para cancelar las obligaciones. A través del juego de los recibos capitalistas e inversionistas agrarios – como les gustaba calificarse a los fomentadores – terminaron, por consiguiente, siendo los grandes beneficiarios de la introducción de este mecanismo diseñado originalmente para servir a los campesinos que no tenían posibilidades de acceder al sistema nacional de crédito. Pero, además – como se explica en el punto siguiente – piladores y fomentadores fueron los grandes beneficiarios del crédito agrario del Banco Hipotecario, al que pudieron garantizar no solamente con las existencias de arroz sino con los recibos que podían manejar. Quede claro, en todo caso, que durante la década del treinta el fomento de cultivo se amplió y modificó su carácter original; también sirvió para que los “inversionistas agrarios” se apoderaran de la mayoría de la cosecha de los pequeños productores arroceros: no solamente por la serie de mecanismos que desarrollaron para cobrar los créditos en especie, sino a través de la generación de una categoría especial: el “arroz en recibos” que convirtió a los títulos de propiedad en medios de pago que circularon libremente en el mercado a una tasa de descuento y que sirvió para garantizar las obligaciones contraidas por los campesinos arroceros. El fomento, desde esta perspectiva, terminó encerrando a los campesinos de las provincias del Guayas y de Los Ríos en un círculo vicioso que posibilitó su expoliación sistemática.

395 El costo de entregar arroz en las piladoras de campo se tornó evidente cuando los campesinos se acercaron a las oficinas del Puerto a saldar sus cuentas.

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Recibos de Arroz y Crédito Agrícola Al amparo de las disposiciones de la Ley de Prenda Agrícola, desde 1928, el Banco Hipotecario del Ecuador, había empezado a conceder préstamos para fomento de la agricultura con base en la garantía de los recibos de arroz. La idea de esta política era ayudar eficazmente al pequeño agricultor que no era dueño de las tierras que laboraba, sino que se dedicaba al cultivo del arroz en terrenos arrendados y que no disponía del capital para desarrollar sus actividades agrícolas, razón por la cual debía recurrir a los fomentadores396. No obstante, aunque esta fue la intención en la práctica no se cumplió porque, como se ha destacado, buena parte de los recibos de arroz fueron a parar o estaban en manos de las piladoras de arroz, que sobre esta base pudieron obtener créditos para el fomento de cultivos. En vista de esta situación, que se hizo perceptible desde comienzos de la década del treinta, desde varios sectores se generaron peticiones para reformar los procedimientos de crédito “destinados al sembrador”. Esta reforma, en opinión de los comerciantes del Puerto, por ejemplo, debía requerir la “organización de un sistema de crédito para su cultivo (se refiere al cultivo de arroz), en una función como la del fomento que realizaban los capitalistas, y que en lo venidero debe ser asumida por una institución especial de préstamos agrarios anuales, que suprima la usura y levante la industria a un nivel de solvencia. El fomento debe dirigirse al sembrador, expresamente, prescindiendo de los intermediarios y terratenientes arrendadores, que representan precisamente la usura digna de combatirse en este cultivo”397. Solamente esta reforma de procedimientos podría, en efecto, “mejorar las condiciones penosísimas del sembrador. Esta reforma tendría que ser la de que los Bancos, especialmente los de objetivos agrícolas, compenetrándose más con la realidad del ambiente, regularan el crédito no solo por la propiedad de la tierra, sino principalmente por la valorización de las plantaciones, o lo que es lo mismo, por las labores efectuadas, por el trabajo y por las siembras”398. Dicha reforma debía reconocer en las operaciones de crédito del Banco Hipotecario del Ecuador y de otros institutos financieros, no solamente a los “terratenientes que son, los menos”, sino “a los más”, que son los “sembradores simples, finqueros y labriegos, a quienes importa ayudar para que la vida rural sea en el Ecuador lo que debe ser: alma mater del pueblo”399. La reforma solicitada por los comerciantes del Puerto y por diferentes instancias de la sociedad y del Estado apuntó a que el sembrador, independientemente de la propiedad del suelo - tal como era la intención de la Ley de Prenda Agrícola - pudiera convertirse en sujeto efectivo de crédito. Bajo esta perspectiva, tanto por parte del Banco Hipotecario como de todo el sistema financiero nacional, desde finales de 1932, se reconoció a los recibos como medio idóneo para garantizar créditos destinados al cultivo de arroz. Obviamente, cuando esto sucedió (creándose con ello una nueva categoría que era el

396 Informe del Presidente del Banco Hipotecario, Boletín de Hacienda Nº 6, noviembre de 1928. 397 Boletín de la Cámara de Comercio de Guayaquil Nº 274, julio de 1931. 398 Boletín de la Cámara de Comercio de Guayaquil Nº 279, diciembre de 1931. 399 Ibid.

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llamado “arroz en recibos”), los recibos comenzaron a circular libremente en el mercado, convirtiéndose en medios de pago. Paradójicamente, en todo caso, la posibilidad de utilizar los recibos del arroz depositado en las distintas empresas con el objeto de obtener créditos, más que favorecer a los pequeños campesinos como era la intención de las reformas introducidas al sistema financiero nacional desde 1928, los grandes beneficiarios del crédito agrícola terminaron siendo los piladores y los grandes posesionarios de recibos de arroz. En efecto, como a través de la compleja red de relaciones económicas y sociales los fomentadores se fueron apropiando de la cosecha y de los recibos de arroz, sin haber realizado ningún esfuerzo a nivel agrícola, resulta que gracias a este mecanismo éstos lograron obtener recursos complementarios de capital para desarrollar sus actividades de fomento en las distintas zonas en donde las piladoras tenían incidencia. En base de la cantidad de recibos de arroz en su poder, cuya dimensión, en buena medida, se podía cuantificar por las existencias acumuladas en las bodegas de las empresas industriales, los piladores pudieron, en realidad, acercarse libremente a los bancos para solicitar créditos, bajo el presupuesto de que cuanta mayor cantidad de recibos podían presentar mayor cantidad de recursos de capital podía tener acceso. Naturalmente, en esta búsqueda de recibos para lograr “recursos de inversión”, fomentadores y piladores, no solamente desarrollaron medios legales que atraparon a los campesinos productores en los préstamos y adelantos; en la práctica, unos y otros, pero especialmente los industriales, desarrollaron una serie de mecanismos ilegales para alcanzar este propósito. Uno de estas prácticas fue la presentación de los recibos ajenos como si fueran propios; además, no pocas veces se sirvieron del grano depositado por los particulares en sus bodegas para emitir recibos a su favor. Otras veces, en cambio, declararon simplemente que tenían en bodegas mayores cantidades de arroz propio que el efectivamente existía en la cubicación de los graneros. Finalmente, en ciertas ocasiones emitieron recibos a “terceros” por grano que no había sido depositado en sus bodegas y que después era pasado a sus manos. Todos estos mecanismos usaron los piladores para convertirse en sujetos con mayor capacidad de crédito ante las instituciones financieras del país y, especialmente del Puerto, con las cuales mantenían estrechas relaciones sociales. No hay que olvidar, al respecto, que la posibilidad de conseguir préstamos estaba en relación directa de la cantidad de arroz que los fomentadores o dueños de las empresas industriales podían demostrar que estaban en su poder. De ahí su interés por declarar que contaban con mayores existencias que las que verdaderamente tenían. Esta situación de utilización abusiva de los recibos fue percibida casi desde el momento mismo en que se expidió el Reglamento de Piladoras de Arroz. Por esta razón, el Ministro de Obras Públicas y Fomento, en su Informe a la Nación correspondiente a los años 1930 – 1931, en una larga exposición, señalaba que: “El Reglamento de Piladoras expedido en 1928, reformado en parte en 1929, no ha dado en la práctica los resultados satisfactorios. Porque, no obstante las disposiciones para evitar en lo posible los fraudes que suelen cometer ciertos propietarios de piladoras en la emisión de los recibos por los depósitos de arroz, siempre han continuado los abusos sin que puedan ser reprimidos con la energía que se requiere, ya que el reglamento en referencia, no establece sanciones correlativas al hecho cometido”. Y sobre los abusos y fraudes en la utilización de los recibos decía:

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“Una veces, expiden recibos de depósito por cantidades de arroz que realmente no han sido entregadas en la piladora respectiva. Hecho que se comete para obtener – valiéndose de terceros – préstamos en dinero, dando como garantía tales depósitos. Otras disponen del arroz recibido en depósito, ya sea vendiéndole o permutándole”. Al final terminaba señalando que: “Por los manejos indicados primeramente, resulta una emisión de recibos que excede en mucho a la existencia de arroz en la respectiva piladora, exceso que en muchos casos sobrepasa en cuanto a las cantidades que en total señalan los recibos al descubierto, a la capacidad de almacenaje que corresponde conforme al Reglamento”400. Si bien es cierto que una vez que a Fiscalización de Piladoras pasó a estar bajo la vigilancia de la Contraloría General de la Nación el año 1932, se puso mayor cuidado en controlar, la utilización abusiva de recibos, sin embargo, durante toda la década del treinta, se siguió usando de manera ilegal este mecanismo con el objeto de obtener créditos bancarios, la mayoría de los cuales estaban dedicados al fomento de cultivos. A tal punto llegó esta práctica (disimulada por los mismos Fiscalizadores) que la mayoría de las piladores existentes, durante el período 1933 – 1938 sobre las cuales existente información bastante completa, fueron multadas por la Intervención de Zona de Contraloría. Otras, cuando reincidieron en esta práctica fueron clausuradas definitiva o temporalmente. Tal fue el caso de las piladoras Leopoldina, cerrada en 1934, San Carlos, cerrada en 1935, y la Esperanza que, pese a los reclamos de su propietario, fue clausurada en agosto de 1936401. Una de las maneras de hacerse una idea aproximada de la serie de multas que fueron aplicadas a las distintas fábricas es el Informe Personal que Clemente Yerovi Indaburu, Presidente de la Sucursal Mayor del Banco Hipotecario del Ecuador, envió, en junio de 1936, al Ministro de Hacienda, en el que manifestaba que, para financiar el incremento de personal que la Fiscalización de los establecimientos industriales demandaba, era necesario contar no solamente con los impuestos a la producción y exportación de arroz sino también con las multas que a menudo se imponían a las piladoras, ya que este rubro era un elemento esencial en el Presupuesto de dicha institución. “Es probable – decía el mencionado funcionario – que el Ingreso (por concepto de producción y exportación) sea mayor ya que generalmente se produce i exporta mayor cantidad de arroz que la indicada i además es importante el reglón de multas que a menudo se hacen acreedoras las piladoras, muchas de las cuales son conocidas como reincidentes en merecer esta distinción”402. Como se puede comprender, el control de las bodegas y de los recibos de arroz que tenían en su poder las piladoras fue una tarea ardua y generó una serie de fricciones entre los Fiscalizadores de Contraloría y los dueños de las empresas industriales, que tornó a aquellos personajes en “indeseables” cuando no se sujetaban a la voluntad de los 400 Informe del Ministro de Obras Públicas y Fomento 1930 –1931. 401 Sobre este particular conviene consultar sistemáticamente las Actas de Fiscalización de Piladoras existentes en el Archivo de la Contraloría General del Estado, 1933 –1938. 402 Informe Presentado por el Presidente de la Sucursal Mayor del Banco Hipotecario del Ecuador al señor Ministro de Hacienda, Jerónimo Avilés Aguirre, Guayaquil, 19 de junio de 1936 (AMH, Comunicaciones Recibidas- 1936).

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fabricantes que jugaban libremente con los recibos de arroz y que, por este medio, trataron de obtener créditos destinados al fomento de cultivos o actividades meramente especulativas. “... con los fiscalizadores – decía una comunicación enviada por los dueños de piladoras al señor Federico Páez – tenemos choques frecuentes, por razón del cargo que desempeñan y que, por tal motivo, mal pueden inspirarnos la confianza de que van a proceder como personas imparciales...”403 Un ejemplo de esta continua fricción entre Fiscalizadores y técnicos de la Contraloría proporciona el Informe que R. Gómez Santiestevan, Interventor Fiscal de Contraloría, quien en el año de 1935, impuso una multa de 1.000 sucres a la “Molino Nacional”, una de las piladoas más grandes del país, por la utilización ilegal de recibos de arroz. Aunque este Informe es sumamente largo conviene reproducirlo porque – como se reconoce al final del mismo – es una demostración de una práctica que se había generalizado a las demás piladoras y también porque demuestra la serie de triquiñuelas que los fabricantes utilizaron con el objeto de ocultar sus propósitos y desprestigiar a toda persona que intentó poner freno a esta clase de actividades . Decía la comunicación: “Señor Ministro de Gobierno Encargado de la Cartera de Previsión Social Quito.- Cumpliendo con lo ordenado por usted, en su oficio Nº 23 de fecha 21 del presente, me es grato informarle, respecto de la solicitud elevada al señor Encargado del Mando Supremo de la República, por el señor Francisco Pons Millas, Gerente de la Piladora Molino Nacional. Con fecha 18 de noviembre, Los Fiscalizadores Eduardo Negrón y Jorge Calderón, practicaron la cubicación de los graneros del Molino Nacional, encontrando una diferencia a cargo de la piladora de 1.227.90 qq. Falta que se comprueba con el Acta que se ha signado con el Nº 1. Como el Gerente de la Piladora señor Belisario Torres, no se conformara con la cubicación hecha por los Fiscalizadores, me constituí, personalmente, al día siguiente diecinueve, y procedí en presencia del señor Torres a practicar una nueva cubicación, la que dio una diferencia de 1.403.70 qq, en contra de la fábrica. Falta que se comprueba con el Acta que se ha signado en rojo con el Nº 2. Como usted se informará, señor Ministro, tan ceñidos estaban los procedimientos a la más absoluta corrección, que el Gerente no hizo la menor salvedad en las actas y las autorizó con su firma. La Intervención tenía conocimiento de que el Gerente del Molino Nacional, había pignorado en el Banco de Descuento, recibos por un mil quinientos quintales de arroz, que dicho banco había hecho visar en esta Oficina con fecha de 13 de noviembre, obteniendo así un fuerte capital, que no estaba respaldado con arroz en sus bodegas. Por los oficios, signados en rojo, con los Nums. 3 y 4, se comprueba la verdad de esta aseveración. Cuando practique personalmente la cubicación de los graneros el 19 de noviembre, le comprobé al Gerente, la exactitud de ella, pesando insistentemente varios pilos de arroz, con un resultado igual a la cubicación. A pesar de ello, el 22 de noviembre, se publicó en los disrios un remitido al público en que falseando la verdad, se aseguraba ser errónea la fiscalización, con el único objeto de engañar al público. Anexo Nº 5.

403 Comunicación sin fecha al Encargado del Mando Supremo, por el señor Francisco Pons Millas a nombre de los industriales dueños de piladoras de arroz (AMH, Comunicaciones recibidas, 1936)

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Autorizado por el señor Ministro de Agricultura, quien se encontraba de paso en esta ciudad, hice la aclaración que se publicó, al día siguiente, en los diarios en defensa del prestigio de los empleados fiscales. Anexo Nº 6. Procedí el mismo día 23 a pesar los 11.000 quintales, con la intervención del señor Pons Millans y un delegado del señor Gerente Torres. Este trabajo duró hasta el 3 de diciembre, día en que se levantó el Acta que se ha signado con rojo Nº 7 (y en la que se consignaba) la falta de 1.822.85 quintales, y no 322.85 quintales, como maliciosamente asevera el señor Pons Millans en su reclamo al señor Jefe Supremo de la República. Obligado después de la primera fiscalización, a retirar del banco de Descuento, los 1.500 quintales en recibos pignorados – los que fueron debidamente anulados por esta institución – solo se obligó después de la última aretirar los 322.85 quintales, que aún le faltan en los graneros... (En virtud de esta falta) se le impuso una multa de 1.000 sucres, por haber extendido recibos por mayor cantidad de la que efectivamente tenía en sus depósitos; obligándole, además, a retirar los recibos excedentes dentro del plazo de 24 horas de haber sido notificado (Art. 15 del Reglamento). Se le impuso la pena por mala fé manifiesta en todos los procedimientos; por la cuantía del dolo: 1.822.00 quintales, y por haber sido reincidente y no haberle faltado reconvenciones y amonestaciones de toda clase. En consecuencia, y salvo mejor criterio del señor Jefe Supremo de la República, debe hacerse efectiva la multa impuesta, porque de los contrario se perderá el prestigio y el respeto a las resoluciones de la Intervención Fiscal. Las piladoras de arroz se habían convertido en Bancos de granos, emitiendo recibos por cantiades fantásticas de arroz, con el fin de procurarse capitales en los Bancos Comerciales, sin respaldo alguno...”404 Como se puede apreciar, pues, los fomentadores y especialmente los piladores de arroz pudieron instrumentar una serie de mecanismos para lograr apropiarse de los recibos y, de ese modo acceder al crédito financiero que les permitía decir públicamente que, a través de sus propios recursos, a través el fomento de cultivos, contribuían al 50% de la producción de arroz. Esta búsqueda por apropiarse de la mayor cantidad de recibos no solamente se hizo por medios “legales” atrapando a los campesinos en los préstamos y adelantos sino, como queda claro, por medios fraudulentos, en la medida que las piladoras se convirtieron – en opinión del señor Gómez Santiestevan – en bancos de granos que, durante la década del treinta, se dedicaron a emitir cantidades fantásticas de arroz, con la finalidad de procurarse, sin respaldo alguno, capitales de los banco comerciales. Consecuencias para el Crédito Agrícola A ninguna de las personas más o menos informadas sobre la producción arrocera se le pasó por alto que el uso de los recibos de arroz no había dado los resultados esperados. El Presidente de la Cámara de Agricultura de la II Zona en comunicación dirigida al Ministro de Gobierno en 1938 que bajo la organización actual del Banco Hipotecario del Ecuador, existía imposibilidad de atender en forma eficiente el crédito a los pequeños agricultores405. Y en su Informe de labores de la Cámara correspondiente a ese año señalaba que la distribución de créditos para los agricultores de capacidad económica,

404 Informe Presentado al señor Ministro de Gobierno Encargado del Ministerio de Previsión Social, por el señor Adolfo Gómez Santiestevan, el 24 de enero de 1936, (ACGN, Actas de Fiscalización de Piladoras, 1936) 405 Comunicación de Clemente Yerovi I., al Coronel Heleodoro Sáenz, de 19 de abril de 1938.

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modesta, era harto imperfecto y exigía una reforma fundamental en el proceso seguido hasta ese momento406. Los piladores y fomentadores y no los pequeños campesinos arroceros habían sido, en realidad, los grandes beneficiarios de los recursos proporcionados por el sistema financiero. Sobre el particular, y con la finalidad de hacerse una idea aproximada de la cantidad de fondos que el sistema bancario movilizó en beneficio de los capitalistas de las provincias del Guayas y en menor medida de Los Ríos, en los cuadros Anexos, se presenta el monto de crédito concedido con garantía de los recibos de arroz por los Bancos: Hipotecario del Ecuador, Descuento, Previsora y Banco Central, durante el año de 1935. En relación de la información proporcionada se pueden hacer las siguientes observaciones: 1. Tal como se puede apreciar, de acuerdo a los datos consignados, solamente un

número limitado de sujetos fueron los que tuvieron acceso al crédito del sistema bancario. Apenas pasaron de unas 200 personas las que se pudieron contar en esta categoría, la mayoría de las cuales fueron comerciantes, industriales y terratenientes, a los que en este trabajo se ha hecho alusión.

2. No constan, hasta donde se conoce, campesinos propiamente dichos. Por el contrario,

en más de una lista está conocidos fomentadores, como por ejemplo, los dueños, gerentes, administradores de las piladoras de arroz, que son los que mayores recursos lograron acaparar.

3. De acuerdo a la información proporcionada, parece, que los dueños de las piladores

utilizaron con mayor frecuencia los bancos comerciales privados para acceder a los recursos de crédito, mientras que los terratenientes y grandes arrendatarios usaron los bancos estatales. Posiblemente estos obedeció a que en las instituciones privadas se podía jugar más fácilmente con los recibos y, por tanto, era posible conseguir más de un crédito por los mismos. Circunstancia, esta última, que favoreció ampliamente a los industriales que controlaban monopólicamente el acopio y el procesamiento del cereal. No existen, en cualquier caso, datos que señalen que antes de 1937, se canalizaron por parte de alguno de los bancos del Puerto fondos a los pequeños arrendatarios o subarrendatarios fomentados que eran los que verdaderamente necesitaban los recursos para realizar sus tareas agrícolas.

Ahora bien, aunque la Ley de Prenda Agrícola posibilitó el acceso a considerables recursos monetarios en base la garantía de recibos de arroz depositado en las diversas empresas industriales, es indispensable tener en cuenta que a reforma introducida por I. Ayora abrió, igualmente, otros mecanismos para acceder al capital del sistema bancario que favoreció a los industriales, terratenientes y comerciantes de la sociedad guayaquileña y fluminense. Como se recordará, la mencionada Ley permitió empeñar los frutos y sus aumentos (incluso, las expectativas de frutos y aumentos), es decir, convirtió a esta clase de bienes en objetos de crédito. Los bancos, a partir de 1928, comenzaron, en efecto, a conceder préstamos “intermedios” para desmontes, zocolas, siembras, cosechas, toda vez que la garantía de pago eran los frutos que se iban a cultivar o que se estaban cultivando. Naturalmente, en la medida que estos préstamos estuvieron asegurados por la “solvencia

406 Informe del Presidente de la Cámara de Agricultura, Clemente Yerovi Indaburu, 31 de diciembre de 1938.

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personal” de los solicitantes, es decir, por sus garantías (más allá de la presentación de los recibos de arroz), se entiende que los únicos que verdaderamente pudieron aprovechar de esta situación fueron los grupos de propietarios de piladores y, especialmente, los terratenientes de las provincias del Guayas y de Los Ríos, no solamente porque tenían relaciones con los banqueros del Puerto, sino porque reunían los suficientes atributos económicos que la Ley exigía, cosa esta última que no sucedía con los montuvios desmonteros. Tanto, pues, por medio de los recibos de arroz que no siempre fueron usados legalmente, como a través del empeño de los frutos y cementeras y de las cosechas presentes y futuras, los industriales, comerciantes y terratenientes, pudieron convertirse en los beneficiarios directos de la Ley de Prenda Agrícola, cuyo objetivo final era justamente beneficiar a los pequeños productores. Estos beneficios fueron acceder a recursos complementarios de capital que demandaba el fomento de cultivos, incluso, recursos para desarrollar una serie de actividades especulativas vinculadas con la comercialización del grano en el mercado interno e internacional. En un momento en que, como ahora, no existía un mayor control sobre el destino de las inversiones esto último no era nada raro, por el contrario, parece que fue la regla. Por esta razón, C.Yerovi I., en uno de los informes al Ministro de Hacienda como Presidente de la Sucursal Mayor del Banco Hipotecario, manifestaba: “Con relación al otorgamiento de créditos para recolección de la cosecha invernal...o para los cultivos de sembríos de verano (vegas) i préstamos con prenda de recibos de arroz está el directorio en la necesidad de adivinar prácticamente si la solicitud presentada corresponde a una inversión legítima o si el préstamo va a servir a el aspecto especulativo netamente comercial del acaparamiento para aprovechar la alteración de los precios o para provocarla”407. Una de las consecuencias de la aplicación de la Ley de Prenda Agrícola fue, pues, la dotación de recursos de capital por parte del sistema banacario para los fomentadores, prestamistas y especuladores, antes que a los propios campesinos arroceros. Se trató de una consecuencia paradójica que demuestra únicamente el grado de explotación al que fueron sometidos los productores directos por una larga cadena de arrendatarios, fomentadores, prestamistas, que finalmente lograron captar directamente la producción, concentrar y usufructuar los recibos de arroz, y finalmente manejar a su antojo la producción con el objeto de obtener recursos que, finalmente, siempre fueron presentados como de su propiedad. Conviene, aunque sea de paso señalar, que los fomentadores siempre justificaron su exacciones a los campesinos bajo el justificativo de que emplean con gran riesgo recursos propios con el objeto de destinarlos al desarrollo de una rama de la agricultura que, para fines de la década del treinta, se había convertido en uno de los principales productos de exportación. La Acción del Banco Hipotecario del Ecuador Se debe reconocer, en todo caso, que a partir de 1937, cuando el Banco Hipotecario del Ecuador se convirtió en la principal institución comprometida con el desarrollo del cultivo y comercialización del arroz, se realizaron una serie de esfuerzos para modificar esta

407 Informe del Presidente de la Sucursal Mayor del Banco Hipotecario, boletín del Banco Hipotecario, Nº 3, 1937.

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situación. Ello obedeció a la designación como Presidente de la Sucursal Mayor a un antiguo Inspector de Piladoras, Clemente Yerovi Indaburu, el cual como conocedor de la situación de los sembradores y desmonteros, introdujo una serie de reformas en la política del Banco que, en muchos casos, fueron acogidos por los poderes centrales, especialmente cuando con el ascenso del general Enríquez Gallo, pudo acceder al poder una tendencia “progresista”. Las reformas que a través de la gestión del Presidente de la Sucursal Mayor del BHE se instrumentaron tendieron, básicamente, a apoyar la producción nacional destinada a la exportación y a proteger a los pequeños productores campesinos de los fomentadores, prestamistas y especuladores. Esto último, mediante la apertura de líneas directas de crédito ya no fundadas exclusivamente en los recibos de arroz, como había sido la costumbre, sino en el empeño de las actuales y futuras cosechas, pues, este era un mecanismo que permitió sortear a los intermediarios del crédito bancario408 en el sector agrícola del Litoral y, especialmente, de las provincias del Guayas y de Los Ríos. Es menester consignar que esta clase de créditos fueron posibles gracias a que el Banco Central permitió redescontar en el Instituto Emisor, las obligaciones contraidas por los agricultores del Hipotecario. Si bien es cierto que, al comienzo, la modificación de la política de la Sucursal Mayor, tan solicitada por diferentes actores, no fue notoria, de todos modos, ya para comienzos de 1938, su Presidente podía informar que: “En la labor económica y social que comprende el fomento de la producción arrocera hemos conseguido realizar los siguientes aspectos: 1. Influir en el aumento de la producción. 2. Conducir el crédito en condiciones equitativas al productor pequeño, alejándole del

comerciante llamado fomentador, que venía explotándole. 3. Defender al genuino productor de los prejuicios de la baja del precio en época de

cosechas, evitándole vender el fruto de su trabajo al capitalista dedicado a especular con el grano..”

Y, más adelante al informar sobre la situación del crédito destacaba que: “ Hemos prestado para el incremento de la producción de los cultivos de este grano la suma de $ 4.223.430.48, incluso desde la iniciación de los trabajos, distribuidos entre un mil seiscientos agricultores, poseedores de veinte y cinco mil novecientas noventa y cinco cuadras de superficie”. Cifra esta última que, sin duda, era una demostración de desconcentración del crédito que, hasta ese momento, en base de las garantías de los recibos de arroz, había favorecido únicamente a fomentadores y comerciantes especuladores. 408 Si se analiza con detenimiento las características del crédito en la década del treinta, una de los aspectos que más llama la atención es la presencia de un sinnúmero de intermediarios entre los campesinos arrendatario o subarrendatarios y las instituciones financieras. Mientras menos posibilidad de acceder a los campesinos al crédito más proliferaron, en realidad, estos intermediarios de crédito. Por este motivo, Alfonso Arzube Villamil, Vicepresidente de la Cámara de Comercio, Sección Agricultura, en comunicación enviada al Ministro de Hacienda, el 31 de mayo de 1938, podía decir que: “En estos últimos tiempos, las Cámaras de Agricultura, El Banco Hipotecario del Ecuador y – por qué no declararlo – el Ministerio de Previsión Social, encargado de la agricultura, han tratado de desterrar al intermediario, para que el campesino fuera apoyado directamente por el banco Hipotecario del Ecuador...” (AMH, Comunicaciones recibidas, 1936).

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No por otra razón, aunque en cierta medida cargado de un optimismo ingenuo, terminaba concluyendo que: “ Por primera vez en esta escala se ha emprendido la democratización del crédito; dada la condición de las personas dedicadas a este cultivo, podemos estimar que su mayoría no ha podido conocer hasta aquí las ventajas y equidad del crédito bancario”409. Más que ninguna otra institución, en realidad, desde que se hizo cargo Clemente Yerovi Indaburu, el BHE buscó canalizar recursos a los pequeños agricultores bien sea para fomentar la producción, como para conseguir condiciones de comercialización más justas410. Esto último se hizo evidente en el año de 1938, cuando la cosecha de invierno se presentó abundante por lo que comerciantes y piladores, siguiendo una costumbre aplicada desde antes de la década del treinta, decidieron “recibir” el arroz a un precio menor que el costo de producción, esto es 16.00 sucres el quintal. No obstante, como este hecho motivó un profundo malestar dentro de los agricultores pequeños con los cuales se encontraba comprometido el Hipotecario, luego de varias gestiones de C.Yerovi I. ante el Ministro de Hacienda que terminaron con la expedición del Decreto de 4 de Junio411, este organismo consiguió movilizar fuerte cantidad de recursos para mantener el precio de mercado y, de se modo, evitar que la economía de los productores que tenían obligaciones con la institución terminara siendo afectada412. Si en un principio, en todo caso, el crédito destinado a los agricultores pequeños fue más bien individual luego de dos años de experiencias, por insinuaciones del Departamento Técnico del BHE, en forma cada vez más insistente esta institución empezó a manifestar que sus fondos debían canalizarse, sobre todo, a las cooperativas de producción y crédito

409 Informe del Presidente de la Sucursal Mayor del Banco Hipotecario, Boletín del Banco Hipotecario Nº 3, 1938.

410 Especialmente, desde el momento en que - por inspiración de este personaje y recogiendo un debate que se había venido dando en el país desde la década del treinta - se integró al crédito a los campesinos arroceros organizados en cooperativas, tal como fue el caso, de la Cooperativa de Producción y Crédito, Piladora la

Modelo. 411 El Decreto en mención autorizó al Hipotecario para hacer préstamos sobre recibos de arroz a todos los productores que tuvieran “bodegaje libre” (es decir, no embodegado en las piladoras), hasta que pasara la especulación, pudiendo renovar hasta tres veces los vencimientos de las obligaciones (R.O. Nº 209, de 7 de julio de 1938). 412 En estricto sentido el problema surgió porque una vez que empezó a entrara la cosecha de 1938, los fomentadores que tenían fuerte capitales invertidos en el cultivo de la gramínea, siguiendo una costumbre tradicional, presionados por los bancos que exigieron el pago de los créditos, decidieron cobrar las deudas de los campesinos arroceros. Debido a esta situación el grano salió al mercado en enormes cantidades por lo que, el precio empezó a derrumbarse, lo que hizo que los especuladores empezar a “hacer su agosto”. Ante el problema suscitado el BHE decidió intervenir para mantener los precios. Esto último por dos razones: a) porque de otro modo podía perder la totalidad del capital prestado a los pequeños arroceros; b) porque era una manera de frenar la embestida de los prestamistas y fomentadores para tratar de “quebrar” las nuevas iniciativas de esta institución. En este sentido se refería el Vicepresidente de la Cámara de Comercio al Ministro de Hacienda, cuando señalaba que: si bien el BHE ha decidido apoyar a los pequeños campesinos, “pero, como este apoyo no ha abarcado toda la extensión del problema, los intermediarios han continuado negociando, en forma tal, que, cuando los Bancos exigieron la devolución de los créditos, el producto salió en gruesa escala a la venta, y lo compró el intermediario, llevándose todas las utilidades, sin sufrir ninguna de las desventajas” (Comunicación de mayo 31 de 1938).

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que podían surgir al amparo de la Ley de Cooperativas recientemente dictada. Por este motivo, en una comunicación personal dirigida por C.Yerovi al Ministro de Hacienda, en abril de 1938, y al que varias veces se ha hecho mención, el Presidente enfatizaba: “Una vez más le insisto que la forma Cooperativista es la más adecuada para estimular la producción arrocera y que la asistencia de capital por parte del Estado, por medio del Hipotecario, debe ser transitoria hasta que la necesidad lo exige, para luego proceder a formar otra u otras cooperativas, en otras localidades. Igualmente considero (que los problemas del actual sistema de crédito del Hipotecario) se subsanaría ventajosamente con las agrupaciones de agricultores constituidos en cooperativas de producción y crédito, en la forma en que tantas veces le ha propuesto el suscrito; las que tendrían como centro de ellas los planteles de almacenamiento o beneficio (piladoras)”413. Fue así como, luego de introducir las reformas al Decreto Nº 208414 que correspondían a las recomendaciones del BHE, y en un momento que se buscaba mejorar la suerte del “montuvio” por parte de los colaboradores del régimen militar415, se dio paso a la formación de cooperativas de producción y crédito que, en lo sucesivo, serían las que se convertirían en los sujetos del crédito bancario y no tanto los agricultores individuales que, desde ese momento, pasaron a depender de los recursos de sus propias organizaciones. A partir de 1938, pues, por gestiones y recomendaciones de la Sucursal Mayor del Banco Hipotecario, y con le objetivo de mejorar la situación de los agricultores pequeños y de atenuar la incidencia de los fomentadores y prestamistas, se empezaron a constituir en el Ecuador las cooperativas de Producción y Crédito, que serían las que a través de los recursos proporcionados por el Hipotecario y por sus propios miembros, en lo sucesivo, iban a atender las demandas de recursos de los campesinos arroceros. Una vez que las cooperativas de producción más que los campesinos individuales se convirtieron en los sujetos de crédito por parte del Banco Hipotecario, se entiende que los créditos destinados a las organizaciones de campesinos fueron los que se constituyeron en el eje de la política de esta institución. No por otra circunstancia en el Informe del Presidente del BHE correspondiente a los años 1938 –1939, declaraba enfáticamente: “En el futuro, el crédito al pequeño agricultor debe ser a través de sociedades locales de crédito o cooperativas. Toda objeción que retarde este plan, será inconveniente para la seguridad de los dineros de la institución, así como para su mejor servicio y economía, ya que si los tres mil agricultores que hoy tenemos diseminados por cuatro provincias, ayudados económicamente por la Sucursal Mayor, los agrupamos en 150 cooperativas locales nos habremos evitado el elevado costo operativo del actual sistema, son su engorroso, lento e inútil papeleo; al mismo tiempo habremos dado a tal clase de

413 Comunicación de 19 de abril de 1938. 414 Como se recordará, el Decreto Nº 208, de 4 mayo de 1938, declaró libre la exportación de arroz y dispuso que cada quintal de arroz exportado debía pagar un sucre por impuesto, el cual estaría dedicado a la creación de una Compañía Anónima con participación de los campesinos arroceros. Como esta medida parecía poco atinada, luego de consultas al Departamento Técnico del BHE, se decidió reformar el Decreto, señalando que con el impuesto a la exportación aquella institución podía adelantar hasta un millón de sucres para la creación de una o más Cooperativas de Producción y Crédito. Es decir introdujo una serie de reformas que convirtieron a los campesinos asociados en sujetos de crédito, dando paso a la constitución en octubre de ese año de la Cooperativa de Producción y Crédito, Piladora La Modelo. 415 Uno de estos personajes que colaboró en forma estrecha con el gobierno de Enríquez Gallo, quizás convenga mencionarlo de paso, fue justamente José de la Cuadra.

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préstamos un rumbo sensato; y podremos, por fin, con los mismo gastos generales de hoy, pero con mayor celeridad atender a un número de agricultores infinitamente mayor, y acaso hasta bajar nuestro tipo de interés”416. Desde la perspectiva del BHE, en realidad, la creación de las cooperativas de producción y crédito permitiría hacer efectiva una triple estrategia: 1) amplias las coberturas de crédito; 2) convertir a estas instituciones en las responsables de proporcionar los recursos para que los campesinos arroceros pudieran desarrollar sus actividades sin necesidad de recurrir a los fomentadores417; 3) mejorar la eficiencia del sistema de crédito. En otros términos esta estrategia apuntó a proteger a los campesinos directos, disminuir la incidencia de los fomentadores, mejorar el sistema de crédito. No obstante, a pesar de estas intenciones del Hipotecario y de sus personeros (por ese entonces identificados con los intereses de los trabajadores agrícolas), y de la cantidad de recursos comprometidos con los arroceros418, lo cierto es que los campesinos arroceros arrendatarios y subarrendatarios, siguieron siendo presa de los fomentadores y de los prestamistas. Varias razones permiten explicar esta situación. Por un lado, las demandas de crédito por parte de los campesinos arroceros siempre fueron superiores a la cantidad de recursos que el BHE podía poner a su disposición. Como se señaló en otro lugar, para finales de la década del treinta se podían estimar en alrededor de 20 millones de sucres la cantidad de recursos de capital comprometidos en el cultivo de la gramínea, por lo que los recursos proporcionados por esa institución, para el año de 1940, seguramente, no cubrían más de un 15% de los requerimientos totales. Por otro lado, porque si bien la dotación de recursos para los campesinos fue limitada , a pesar de los esfuerzos del BHE, no lo fue, en ningún momento, para los “inversionistas agrarios” (fomentadores, comerciantes, especuladores) que utilizaron en su provecho las facilidades abiertas por la Ley de Prenda Agrícola, con la finalidad de conseguir del sistema financiero (sobre todo, de los bancos privados) el dinero complementario que requerían para la realización de sus actividades económicas. No hay que olvidar que el sistema financiero nacional, mientras negaba el acceso a los recursos de crédito a los campesinos, daba amplias facilidades a los inversionistas agrarios y a los fomentadores. Justamente esta circunstancia permitió la consolidación de una institución como el fomento en una dimensión (es decir, en una extensión, amplitud y profundidad) no sospechada hasta la década del treinta. Además, hay que considerar que el agricultor de las provincias del Guayas y de Los Ríos se hallaba atrapado en el círculo vicioso de la deuda que tenía como base el entramado de las relaciones personales y de parentesco, que le servía de soporte. Fue esta base social la que readecuó las relaciones de lealtad con el fomentador para renovar y mantener la deuda indefinidamente, por lo tanto, para renovar los compromisos y las 416 Informe del Presidente de la S.M. del Banco Hipotecario del Ecuador, Boletín del BHE, Nº 5, junio de 1939. 417 “En realidad – se decía en el Informe del Presidente de la S.M – las nacientes asociaciones, no son sino parte integrante de nuestro proceso de distribución de crédito, y la única forma en que, para el futuro, deberá otorgar el Banco sus préstamos a los campesinos, apartándonos a la brevedad posible del crédito personal, tan contingente, concedido a simples arrendatarios, y dedicándose al estímulo de las actividades cooperativas” (Boletín del BHE, Nº 5, 1939, pág xv). 418 Para 1940 el BHE había comprometido 3´663.805 sucres en el cultivo de arroz. De estos 1´734.386 los había hecho a través de 24 cooperativas de arroz y 1´929.418 a través de créditos individuales directos (Boletín del BHE, Nº 7, Diciembre de 1940).

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obligaciones contraidas, por lo cual le resultaba difícil percibir que existían otras alternativas económicas al margen del fomento que le podían permitir sobrevivir y “progresar”, recurriendo, por ejemplo, al crédito del Banco Hipotecario o de las propias cooperativas. No se debe, en cualquier circunstancia, desconocer los esfuerzos del Banco Hipotecario por mejorar la dotación de crédito a los productores agrícolas, ya que a través de una compleja política de negociaciones que incluyó un cambio en su misma estructura jurídica419, logró canalizar una apreciable cantidad de recursos a los pequeños y medianos campesinos (especialmente, arroceros), y no tanto a los capitalistas fomentadores o a los comerciantes y especuladores que siguieron utilizando los recursos de los bancos privados. La canalización de recursos fue de tal magnitud luego de 1937 que para comienzos de la década del cuarenta se convirtió en la organización más comprometida con el sector arrocero. A tal punto que su acción, des de entonces, estuvo ligada a los avatares que soportó el la producción arrocera durante los años cuarenta. Incluso, su historia como “Sistema Nacional de Bancos de Fomento”, en que se convirtió posteriormente, dependió mucho de los éxitos y de los fracasos experimentados durante ese período. En todo caso, y como lo hemos señalado más de una vez, su gran esfuerzo fue más bien limitado porque la gran mayoría de campesinos arroceros siguieron sujetos a los prestamistas y fomentadores que, a través de los recibos y de las ventajas de la Ley de Prenda, pudieron seguir teniendo acceso al capital adicional que necesitaban para mantener el sistema de producción vigente en las provincias del Guayas y de Los Ríos. No obstante, y a pesar de esta observación de carácter general, durante la década del treinta es posible distinguir dos períodos en la dotación de crédito luego de las reformas introducidas por I. Ayora: la primera, que fue ampliamente favorable a los “capitalistas improductivos” e “inversionistas agrarios” que se aprovecharon de los recursos que la Ley de Prenda Agrícola posibilitó, aparte de que tuvieron acceso a los recursos del sistema bancario del Puerto dentro de los esquemas tradicionales de concesión de crédito (préstamos hipotecarios, personales, para arriendo, etc.); la segunda, que sin dejar de ser favorable a los capitalistas e inversionistas agrarios permitió (gracias a la política del Banco Hipotecario del Ecuador) el acceso al crédito bancario al pequeño productor. Dentro de esta segunda etapa, al menos para el BHE se pueden distinguir dos fases: entre 1936 y 1938, los fondos de capital estuvieron orientados a los productores individuales; de 1939 para delante, los recursos se orientaron hacia las organizaciones cooperativas que se convirtieron en los sujetos de crédito y a cuyo destino estuvo ligado el futuro de esta institución.

419 Mediante Decreto de 18 de julio de 1938 se reformó la estructura jurídica del BHE, convirtiéndose, a partir de ese momento en “Banco Hipotecario y de Fomento del Ecuador”, con capacidad para establecer agencias y sucursales en todas las provincias.

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5. Algunas Anotaciones Sobre la Producción Arrocera en la Década del Treinta Aunque a un ritmo menor que en años anteriores, en términos generales, se puede decir que durante la década del treinta, la producción arrocera creció y se consolidó. Este crecimiento se puso de manifiesto a nivel de la producción agrícola e industrial, así como a nivel de la comercialización. La producción arrocera experimentó, en realidad, un desarrollo importante que se manifestó en el incremento del área de cultivo, aumento de los volúmenes de producción, intensificación y ampliación de las “inversiones” en la agricutltura; también se manifestó en un incremento del número y en la capacidad de las empresas piladoras, aumento de la capacidad de bodegaje, transporte, fomento de cultivos. Este crecimiento fue de la mano con la concentración de las actividades agrícolas e industriales en un conjunto de empresas que fueron las que mayores inversiones hicieron a nivel de la agricultura, bodegaje, transporte, industrialización del grano, y que fueron las que acapararon buena parte de las cosechas. Este crecimiento de la producción arrocera fue de la mano con un aumento del consumo procedente de la Sierra y una elevación importante de las exportaciones, sobre todo, a partir de 1935. Hacia el mercado del altiplano se destinó grano de segunda, mientras que para el mercado internacional se destinó el grano de primera y, más tarde, grano de exportación de la variedad “Fortuna”. El aumento del consumo en la Sierra y el incremento de la demanda internacional ocasionada por una caída de los precios y de los costos expresados en dólares, provocó un desabastecimiento sistemático del mercado local, particularmente, de la ciudad de Guayaquil. Ambos factores contribuyeron a una continua escasez de arroz que dio origen a la especulación de la gramínea lo que, a su vez, presionó a una alza acentuada de los precios en sucres. Más allá de estas apreciaciones, de manera global, se puede señalar que en este período se consolidó el complejo arrocero, dominado por las empresas piladoras. Estas, a través del fomento con el que se comprometieron aportando un 50% del capital total requerido en la producción, se convirtieron en el eje del desarrollo arrocero: no solamente porque proporcionaron recursos para el cultivo lo que amplió su incidencia en el ámbito rural, sino porque fueron las instancias que controlaron el bodegaje, la industrialización, la distribución del grano y la comercialización (interna y externa), en un nivel más acentuado que las décadas anteriores. En este período se consolidó, en realidad, el control monopólico del mercado interno por parte de las empresas piladoras de arroz que se localizaron especialmente en la provincia del Guayas. Hay que señalar, en todo caso, que durante los años treinta se hizo evidente que las grandes empresas industriales concentraron la mayoría de la producción y las que, desde esa perspectiva, fueron las que se convirtieron en los exponentes más conspicuos del llamado complejo arrocero. En la práctica, estas empresas fueron las que manejaron a su antojo el mercado del arroz; en tanto que las pequeñas industrias, especialmente de la provincia de Los Ríos, controlaron los mercados locales. Hay que resaltar que, en este período, alrededor de las grandes empresas piladoras que generaron una compleja red de intereses a nivel de la agricultura, la industria, y el comercio, se fueron articulando las firmas exportadoras de la gramínea. No obstante, ya para finales de la década fue evidente, como se analiza más adelante, que estas empresas adquirieron autonomía y, ya desde esta época, comenzaron a imponer sus exigencias. En otros términos, desde finales de la década del treinta y a comienzos de los

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cuarenta, las firmas comerciales fueron las que empezaron a dominar el “negocio del arroz”, razón por la cual los intereses de las empresas piladoras ya no tuvieron el rol decisivo que desempeñaron durante este período. La década del treinta fue la de las empresas piladoras mientras que la del cuarenta, como se analizará en los siguientes capítulos, fue de las firmas exportadoras. Conjuntamente con el desarrollo de la producción y la consolidación del complejo arrocero, representado por las grandes empresas piladoras, en este período se consolidaron las dos instituciones fundamentales sobre las que descansó la economía del arroz: el arrendamiento y el fomento. El arrendamiento se convirtió en el mecanismo de acceso de los trabajadores agrícolas sin tierras a pedazos de suelo en el que llevaron adelante sus actividades productivas. El arrendamiento en el caso de los cultivos estables dio origen a la finquería, una institución que no fue característica de la producción arrocera sino de la producción de plátano, banano, maíz, algodón. El arrendamiento también dio origen al subarrendamiento una institución, en cambio, que tuvo amplia difusión en las zonas bajas y montañosas de las provincias del Guayas y de Los Ríos. El arrendamiento y subarrendamiento fueron mecanismos que profusamente usados por los propietarios de predios rústicos les permitió ampliar la frontera agrícola, integrar enormes áreas incultas al sistema de hacienda, incorporar diversas zonas a la agricultura. Pero, más que nada, fueron los mecanismos que les permitió proteger a la propiedad agraria del asedio de los campesinos y del cuestionamiento de su legitimidad y validez. En este sentido, fueron instituciones ampliamente favorable a los intereses de los terratenientes de las provincias del Guayas y de Los Ríos, que sin ninguna clase de inversiones productivas, pudieron controlar y mantener sus propiedades e, incluso, ampliar sus límites. Al mismo tiempo, fueron mecanismos e instituciones opuestas a los intereses de los campesinos, en la medida que limitaron sus aspiraciones e impidieron, de otro lado, el surgimiento de una ideología de corte agrarista, como sucedió en otros países de América Latina. El fomento de cultivos en este período amplio su incidencia e importancia. Junto con el arrendamiento fue la base de los sistemas de producción de la agricultura de las provincias del Guayas y de Los Ríos. A nivel de la producción arrocera, se convirtió en el medio a través del cual se consolidó un sistema de sujeciones personales (anclado en la deuda y en las relaciones personales de los campesinos) a una gama de personajes, tales como, terratenientes, piladores y, finalmente, comerciantes, que empezaron a tener cada vez mayor incidencia en la producción arrocera. El fomento fue, así mismo, el eje a través del cual se canalizaron las inversiones hacia la agricultura tanto procedentes de los terratenientes, piladores y comerciantes, como del sistema bancario del Puerto Principal. El fomento fue, además, el mecanismo que atrapó a los campesinos en las redes de los préstamos y adelantos en dinero y productos, y que les obligó a entregar la mayoría de la cosecha a los diversos agentes económicos con los cuales estos últimos se comprometieron. Desde esta perspectiva se puede decir que fue un mecanismo de expoliación , por ende, de descapitalización de los campesinos arroceros, el cual, por otro lado, posibilitó la transferencia de recursos – vía los préstamos y la usura - a un conjunto de agentes e instancias ajenas al proceso de trabajo y de producción inmediato, es decir, fue un mecanismo de capitalización de carácter usurario. El fomento – arriendo fueron en conjunto los mecanismos de sometimiento, explotación y dominación de los campesinos arroceros a los comerciantes, piladores, terratenientes,

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que a partir de esta época se fueron integrando a las elites económicas de la ciudad de Guayaquil. Al igual que estas últimas, en la medida que usaron el arriendo y el fomento de manera sistemática, se puede señalar que los comerciantes, piladores, terratenientes, surgidos del crecimiento de la producción arrocera en las zonas bajas y montañosas de las provincias del Guayas y Los Ríos, tuvieron un carácter eminentemente improductivo. Incluso, los piladores, a partir de esta etapa, empezaron a descansar menos en las inversiones productivas que en aquellas que les permitieron asegurar la cosecha, gracias al fomento. Los nuevos sectores económicos que emergieron con la producción arrocera tuvieron, a partir de esta época, pues, un carácter de capitalistas usurarios antes que de capitalistas productivos.

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